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EMMA MARTINELL GIFRE Universidad de Barcelona Marcas de personalización y de impersonalización del locutor en el discurso En la primera parte de la ponencia revisaremos las bases teóricas que lin- güistas y gramáticos han sentado desde diversas escuelas e incluso enseñanzas; sobre ellas construiremos nuestra exposición, que discurrirá al hilo de una ejemplificación constante. En I960 Román Jakobson \ en el campo de la lingüística general, distin- guió seis funciones del lenguaje, cada una de ellas relacionada con uno de los factores que intervienen en el proceso de comunicación: la función expresiva, asociada al emisor; la función conativa, asociada al destinatario; la referencial, asociada al contexto; la poética, centrada en el mismo mensaje; la fatica, cir- cunscrita al canal que vehicula el mensaje, y la metalingüística, relativa al códi- go, al que se refiere de forma reflexiva. En 1960 murió el británico John Langshaw Austin, cuya obra postuma How to Do Things with Words 2 , proporcionaba una reflexión filosófica del len- guaje combinada con la noción sociológica del 'acto lingüístico'. La estrecha relación entre palabra y acción se reconocía determinante de la estructura de los textos y del léxico seleccionado. Desde entonces venimos hablando de los actos "ilocucionarios" y "perlocucionarios" - o "ilocutivos" y "perlocutivos" - Karl Bühler 3 , también desde el ámbito de la filosofía del lenguaje, distin- 1 R. Jakobson y M. Halle, Fundamentos del lenguaje (1956), Madrid, Ayuso, 1980. Advierto al lector de que siempre cito por traducciones al español, cuando las hay o las conozco. Supongo que la mayor parte de las obras que menciono, fundamentales, cuenta con versión italiana. 2 Traducida al español con el título Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones (compilado por J.O. Urmson), Barcelona, Ediciones Paidós, 1982. 3 Teoríadel lenguaje (1934), Madrid, Alianza, 1985.

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EMMA MARTINELL GIFREUniversidad de Barcelona

Marcas de personalización y de impersonalizacióndel locutor en el discurso

En la primera parte de la ponencia revisaremos las bases teóricas que lin-güistas y gramáticos han sentado desde diversas escuelas e incluso enseñanzas;sobre ellas construiremos nuestra exposición, que discurrirá al hilo de unaejemplificación constante.

En I960 Román Jakobson \ en el campo de la lingüística general, distin-guió seis funciones del lenguaje, cada una de ellas relacionada con uno de losfactores que intervienen en el proceso de comunicación: la función expresiva,asociada al emisor; la función conativa, asociada al destinatario; la referencial,asociada al contexto; la poética, centrada en el mismo mensaje; la fatica, cir-cunscrita al canal que vehicula el mensaje, y la metalingüística, relativa al códi-go, al que se refiere de forma reflexiva.

En 1960 murió el británico John Langshaw Austin, cuya obra postumaHow to Do Things with Words2, proporcionaba una reflexión filosófica del len-guaje combinada con la noción sociológica del 'acto lingüístico'. La estrecharelación entre palabra y acción se reconocía determinante de la estructura delos textos y del léxico seleccionado. Desde entonces venimos hablando de losactos "ilocucionarios" y "perlocucionarios" - o "ilocutivos" y "perlocutivos" -

Karl Bühler3, también desde el ámbito de la filosofía del lenguaje, distin-

1 R. Jakobson y M. Halle, Fundamentos del lenguaje (1956), Madrid, Ayuso, 1980.Advierto al lector de que siempre cito por traducciones al español, cuando las hay o las

conozco. Supongo que la mayor parte de las obras que menciono, fundamentales, cuenta conversión italiana.

2 Traducida al español con el título Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones(compilado por J.O. Urmson), Barcelona, Ediciones Paidós, 1982.

3 Teoría del lenguaje (1934), Madrid, Alianza, 1985.

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guió, en 1967, tres funciones del lenguaje fundamentales: la sintomática, quetraduce la actitud del locutor; la apelativa, que constituye una llamada al recep-tor, y la representativa, que pone en relación al locutor con lo que lo rodea.

Fruto de una reorganización de estudios previos - entre otros, la tesisdoctoral defendida en Oxford en 1959 - se publicó la obra Speech acts: An es-say in thè Philosophy of Language, de John Searle. En ella leemos: "si mi con-cepción del lenguaje es correcta, una teoría del lenguaje forma parte de unateoría de la acción, simplemente porque hablar un lenguaje es una forma deconducta gobernada por reglas." 4

Otra figura destacada de la lingüística, M.A.K. Halliday, a partir de19705, trabaja en una visión del lenguaje como acto del hombre inserto enuna sociedad. Distingue tres funciones básicas: la experiencial, por la que serepresenta lo que se sabe del mundo real y se informa de ello; la función tex-tual, que determina la organización de los mensajes, y la interpersonal, por laque se hacen evidentes los papeles sociales y los papeles comunicativos.

Entre 1960 y 1970, y con frecuencia en Francia, salen a la luz numerosasmonografías que tratan de avanzar en la caracterización de dos planos diferen-tes: el del enunciado y el de la enunciación 6. Esta distinción facilitaba la expli-cación de los textos: en el mismo enunciado - la secuencia de palabras - podíahaber elementos que remitieran al punto de vista del locutor. Esos estaban enotro plano, el de la enunciación, porque respondían al modo en el que el locu-tor acoplaba su mensaje al destinatario, del que esperaba una reacción o unarespuesta, y, desde luego, al entorno.

Desde otro terreno, fue cobrando relevancia el término "modalidad"7,

4 Actos de habla, Madrid, Ediciones Cátedra, 1980, pp. 26-27.5 Language as Social Semiotic, London, Edward Arnold, 1978; Spoken and Written Lan-

guage, Oxford, Oxford University Press, 1989.6 Es orientativa la consulta de los siguientes artículos: Jean Dubois, Énonce et énoncia-

tion, en Langages, XIII, 1969, pp. 100-110; Tzvetan Todorov, Problèmes de l'énonciation, enLangages, XVII, 1970, pp. 3-11, y Émile Benveniste, L'appareilformel de l'énonciation en Lan-gages, XVII, 1970, pp. 12-18. Además, vale la pena recordar: C. Kerbrat-Orecchioni, L'énon-ciation. De la subjectivité dans le langage, Paris, Armand Colin, 1980.

7 Pueden consultarse las siguientes monografías:José Manuel González Calvo, Hacía una clasificación de la oración simple según el 'modus' enSerta Philologica F. Lázaro Carreter, Madrid, 1983, pp. 251-262; José Manuel González Cal-vo, Acercamiento a una clasificación de la oración simple según el 'dictum ' en Estudios de Lingüis-

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tan emparentado con el de "modo", aplicado al morfema verbal que se plasmaen la distinción entre los "modos", el indicativo y el subjuntivo — dejaremosaparte el infinitivo - . Con "modalidad" se alude al reflejo que manifiesta eltexto del punto de vista del locutor respecto de sí mismo, de los hechos de losque habla, del receptor a quien dirige su mensaje, y del entorno. Nocionescomo "enunciativa", "imperativa" o "interrogativa" comportan, previamente,la idea de la modalidad, y así se tratan en recientes estudios8.

Si bien los conceptos de "competencia" y "actuación" proceden de lasteorías lingüísticas de Noam Chomsky9, el de "competencia" ha perdurado endiferentes escuelas. En el terreno de la enseñanza de segundas lenguas hemosvisto desarrollar metodologías que aspiraban a que el aprendizaje culminara enla "competencia comunicativa", o que, más allá, aspiraban a que el aprendizajealcanzara una competencia más amplia, denominada "competencia pragmáti-ca". Es fácil documentar este sintagma en trabajos producidos en la década delos noventa. Sin embargo, una vez más, el maestro Eugenio Coseriu había ati-nado, muchas décadas antes, en la misma configuración, cuando reconoció di-ferentes "saberes": el elocutivo, el idiomàtico y el expresivo10.

Otra corriente que viene a cuento recordar es la del análisis del texto o,

tica (Alicante), VII, 1991, pp. 99-116; Tomás Jiménez Julia, Aproximación al estudio de lasfunciones informativas, Málaga, Agora, 1986.

8 Son interesantes los siguientes trabajos: Ignacio Bosque, Sobre la sintaxis de las oracio-nes exclamativas, en Híspante Linguistics, 1,2, 1984, pp. 283-304; Pedro Carbonero, Configura-ción sintáctica de los enunciados exclamativos ; José Manuel González Calvo, Estructuras excla-mativas en español, en Actas IVJornadas de Metodología y Didáctica de la Lengua Española: Sin-taxis, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1997, pp. 143-177 (artículo posteriormente in-cluido en Variaciones en torno a la Gramática Española, Cáceres, Universidad de Extremadura,1998, pp. 121-149); Alberto Díaz-Tejera, La frase interrogativa como modalidad en RevistaEspañola de Lingüística (Madrid), III, 1, 1973, pp. 95-116; Dolores Anunciación Igualada Bel-chí, Estrategias comunicativas. La pregunta retórica en español, en Revista Española de Lingüística(Madrid), XXTV,2, 1994, pp. 329-344; Henk Haverkate, Theperformative analysis ofthe Span-ish Imperative en Cahiers de Lexicologie (Paris), 1972, II, pp. 67-74; Concepción Otaola Ola-no, La modalidad (con especial referencia a la lengua española) en Revista de Filología Española(Madrid), LXVIII, 1988, pp. 98-117.

9 Se presentaron en su obra de 1965 Aspects ofthe Theory ofsyntax {Aspectos de la teoríade la sintaxis).

10 Su Sprachkompetenz. Grundzüge der Theorie des Sprechens, (1988) se tradujo al españolcon el título Competencia lingüística, Madrid, Gredos, 1992.

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de modo más amplio, la "lingüística del texto" ".La diferenciación del conte-nido de esta especialidad del de "el análisis del discurso"12 interesa. Un extre-mo de mucha importancia es la superación de la consideración de la frasecomo unidad de información. Se sostiene que la mayor parte de fenómenos -entonativos, morfológicos, léxico-semánticos y sintácticos - trascienden esaunidad de estructura para manifestarse a lo largo de la unidad textual13.

Paralelamente al desarrollo de los estudios de pragmática, se ha intensifi-cado el punto de vista que atiende al rendimiento informativo de los textos, ya la distribución de esa información en ellos. Pensamos en los conceptos de"tema" y de "rema", en el de "focalización" - o "topicalización" - u y, pordescontado, en los de "coherencia" y "cohesión". Pero, para lo que nos ocupaahora, basta con hacer referencia a la insistencia en mencionar la "función in-formativa" 15. Forma parte del componente informativo el conjunto de recur-sos lingüísticos a través de los cuales el hablante introduce su punto de vista enla organización del mensaje. Se cuentan entre ellos, por ejemplo, la organiza-

11 Siegfried T. Schmidt, Teoría del texto (1973), Madrid, Ediciones Cátedra, 1978;Teun A. van Dijk, La ciencia del texto (1978), Barcelona, Ediciones Paidós, 2' reimpresión,1992; Robert de Beaugrange y Wolfgang Dressler, Introducción a la lingüística del texto (1981),Barcelona, Ariel, 1997.

12 Gillian Brown-George Yule, Análisis del discurso, Madrid, Visor Libros, 1993; Domi-nique Maingueneau, Introducción a los métodos de análisis del discurso Buenos Aires, Hachette,1980; Michael Stubbs, Análisis del discurso, Madrid, Alianza Editorial, 1987.

13 Pueden consultarse: Enrique Bernárdez, Introducción a la linguistica del texto, Espasa-Calpe, Madrid, 1982; Edward Lane, Quand une 'grammaire de texte', est-elle plus adequatequ'une 'grammaire de plorase"*., en Langages (Paris), XVI, Juin 1972, pp. 75-80; Enrique Ber-nárdez, La lingüística del texto, ¿una revolución más en la lingüística? en Revista Española de Lin-güística (Madrid), XI.l, 1981, pp. 175-188.

14 Carmen Silva-Corvalán, Topicalización y pragmática del españolen Revista Española deLingüística (Madrid), XIV.l, 1984, pp. 1-19.

15 Proponemos la lectura de los siguientes trabajos: Valerio Báez San José, Desde unalingüística del hablar a una lingüística de las lenguas. A propósito de las funciones del hablar, lasjunciones de los elementos lingüísticos y las funciones sintagmáticas en las cadenas lingüísticas, en /Jornadas de Lingüística (M. Casas, editor), Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidadde Cádiz, 1996, pp. 135-185; Tomás Jiménez Julia, Aproximación alestudio de las funciones in-formativas, Málaga, Librería Agora, 1986; Tomás Jiménez Julia, Eje temático y tema en español,en Scripta Philologica in memoriam Manuel Taboada Cid, A Corufia, Servicio de Publicacionesda U. Da Corufia, 1996, pp. 453-492.

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ción de "tema" y de "rema", la "focalización" y la progresión temática, apartede todos los recursos cohesivos16.

Para concluir este apartado, más recientemente17 se ha propuesto que eltérmino "estilo" no solamente podía considerarse adecuado en un ámbito fue-ra del tradicionalmente considerado literario, sino que podía dar nombre alconjunto estructurado de opciones de representación de la información por laque opta el locutor.

Pasamos, en una segunda parte, a tomar en consideración varios fenóme-nos susceptibles de presentar esas "marcas de personalización" o esas otras"marcas de impersonalización" que se mencionan en el título de esta ponen-cia.

Empezaremos por la deixis18. La función deíctica se plasma en unas mar-cas textuales con las que, voluntaria o involuntariamente, el lector orienta a suinterlocutor en el espacio y en el tiempo, y también lo orienta en relación conlas personas que intervienen (la locutora, la receptora, y las que constituyen elentorno referencial). Estas marcas son elementos lingüísticos (los pronombrespersonales19, demostrativos, posesivos; los adverbios relativos) y, además, untipo de conexiones léxicas y sintácticas - la anáfora y la catáfora, fenómenos delos que no hablaremos aquí - . Los deícticos no encierran conceptos, pero sínociones fundamentales. La función deíctica produce una cierta organizaciónde los componentes textuales, que responde a la subjetividad o a la relatividad.

16 Véase la obra de Humberto Mederos Martín, Procedimientos de cohesión en el españolactual, Santa Cruz de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1988.

17 Remitimos a las aportaciones de Joaquín Garrido Medina: Idioma e información. Lalengua española de la comunicación, Madrid, Síntesis, 1994; Joaquín Garrido Medina, La infor-mación en la lengua, en Caffarel, Carmen (ed.), El concepto de información en las ciencias natu-rales y sociales, Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, 1996, pp.191-213, y Joaquín Garrido Medina, Estilo y texto en la lengua, Madrid, Gredos, 1997.

18 Remito para la aclaración práctica de esta noción a: J.A. Vicente Mateu, La deixis.Egocentrismo y subjetividad en el lenguaje, Murcia, Servicio de Publicaciones de la Universidadde Murcia, 1994. Para una aplicación, consúltese L. Sánchez Corral, Los marcadores deícticos enla publicidad, una estrategia del discurso, en Lingüística Española Actual, XIII/I, 1991, pp.133-152.

19 Puede leerse: Agustín Vera, La estructura del campo deíctico-personal en español: el pro-nombre en AnalectaMalacitana (Málaga), II/l, 1979.

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De ahí que sean decisivos par el establecimiento de grados de personalización/impersonalización.

Empezaremos por el pronombre personal. El locutor puede intensificarla referencia a su persona con uno o con varios pronombres, que desempeña-rán cualquier función sintáctica: "yo creo [...]", "me parece [...]", "a mí me pa-rece [...]", "me dijeron [...]", "a mí nadie me dijo [...]". Incluso puede cons-truir enunciados irregulares del tipo de "yo..., a mí me parece [...]". Desde lue-go, puede echar mano de elementos que aumentan el énfasis: "yo en persona","yo mismo", "soy yo quien [...]", "es a mí a quien [...]", o "lo que es yo [...]".El locutor puede atenuar la referencia a su persona evitando el pronombre deprimera persona "yo" y utilizando en su lugar el "uno", más indefinido: "unocreía que ellos no iban a enfadarse". Le cabe esconderse tras una paráfrasis conpronombre relativo: "soy de los que [...]", o "soy una persona que [...]", aun-que con ello también se logra realce 20. Es conocido el valor generalizador de lasegunda persona del singular21: "por lo general nunca piensas que el avión enel que viajas puede sufrir un accidente". Hasta cierto punto, usar esa forma os-curece algo la referencia a uno mismo, y aporta un valor de acto que no sólo leocurre al que habla, sino que es compartido por los demás. Al margen de locomentado hasta ahora, hay una construcción impersonal en la que la combi-nación del verbo en tercera persona del singular y del pronombre "se" produ-cen el efecto de alejar la acción de la voluntad del locutor/agente: "se me haroto, lo siento"22.

El punto máximo del realce se da con el contraste entre uno y los demás:

20 En el ámbito de la autobiografía el interés de este tema es indiscutible. Remitimos alos tres Boletines publicados por la Unidad de Estudios Biográficos de la Facultad de Filologíade la Universidad de Barcelona (1996, 1997 y 1998), a los trabajos de Philipe Lejeune, y a to-da la bibliografía sobre el monólogo, interiorizado o no.

21 Emilio Lorenzo, Novedades sobre la segunda persona y la expresión impersonal en Ath-lon. Satura Gramática in honorem F. Rodríguez Adrados, Madrid, Gredos, 1984, pp. 279-286;Antonio Llórente, Las construcciones de carácter impersonal en español en Estudios ofrecidos a E.Alanos, Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1977, voi. 1, pp. 107-125; Rosa Vila Pujol, La segunda persona gramatical en su función deíctica en Revista Españolade Lingüística (Madrid), XVII, I, 1987, pp. 56-68.

22 Comento ese fenómeno con mayor detenimiento en Verbalización de los actos de ha-bla en La identidad del español y su didáctica, a cura de Maria Vittoria Calvi-Félix San Vicente,Viareggio, Mauro Baroni editore, 1998, pp. 54-55.

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"yo, y no otro", "solo yo", "nadie, excepto yo", "nadie, aparte de mí", o locontrario: "incluso/también/hasta yo" 23.

Por lo que respecta al resto de pronombres, cabe mencionar el uso de"este/esta" para referirse a sí mismo: "lo ha hecho éste", "lo he hecho con éstas[manos]", "lo he visto con éstos [ojos]" - frases que suelen acompañarse de ungesto identificador - . También el posesivo intensifica la referencia personal:"lo mío es dar clases", "lo mío es de morirse" ("lo que me ocurre a mí no leocurre a nadie más", por ejemplo). La lengua española cuenta con la lexicaliza-ción sustantiva de "los míos".

El locutor tiene a su disposición diferentes formas léxicas para aludir aciertas acciones: "tengo mucho frío" o "me ha entrado un frío espantoso" y,por descontado, puede elegir entre una gama de voces, más o menos connota-das: "ayudo a mi hermano", "echo una mano a mi hermano", "arrimo el hom-bro por mi hermano". Pero todo ello se refiere al componente léxico de la len-gua, y no queremos insistir más en esa faceta.

Un segundo terreno que merece un comentario detallado es el de la "mo-dalidad", noción a la que ya nos hemos referido. Los tiempos verbales aceptanunos usos especiales, en los que aportan unos valores que traducen la posturadel locutor. El pretérito imperfecto de indicativo es rico en ellos: "¡con quégusto me tomaba ahora una horchata bien heladita!", "la verdad, Luis, no pa-saba nada si pedías el préstamo para pagar el coche".

También reflejan modalidad las perífrases verbales24. Es manifiesta lasorpresa y poco gusto de quien dice: "¡quién iba a decir que te casarías con esetipo!", o la reticencia o velada crítica del que se expresa así: "a Javier le ha dadopor pedir sidra siempre que salimos a cenar", o así: "estaba tan fuera de sí quellegó a amenazarme con cambiar la cerradura de la puerta".

El locutor deja indicios de su presencia, a través de su juicio, en las mar-

23 En el Departamento de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona está enelaboración una Memoria de Licenciatura titulada Reflejo lingüístico del enunciador en textoscronísticos del los siglos XVIy XVII: el caso de los 'Naufragios'de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Enlas Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Roma, Bulzoni, 1982,tomo I, pp. 761-766 se recoge la monografía de S. Molloy: Formulación y lugar del yo en losNaufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

24 Merece la pena leer el trabajo de Aurora Biedma, Las perífrasis verbales como estrategiadel discurso, en Actas del Tercer Congreso Nacional de ÁSELE. El español como lengua extranjera:de la teoría al aula, Málaga, ÁSELE, 1993, pp. 385- 392.

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cas de los modos verbales25, en los casos en los que se decide por una de las dosopciones posibles - lo que no es posible más que en contadas circunstancias - :"aunque soy español, tengo la residencia andorrana/aunque sea español, llegopuntual a las citas"; "desde que abandonara/había abandonado el pueblo nohabía vuelto a comer unos garbanzos tan suculentos".

El tipo oracional refleja la presencia del emisor. La mera eleccción entreuna asertiva afirmativa y la complementaria asertiva negativa supone un matizpersonal: "es barato/no es caro", o el recurso a la negación múltiple: "contentono estoy, pero tampoco demasiado triste", "yo no digo que no tengas ra-zón" 26. Nos pararemos a considerar la construcción interrogativa, por la quenos hemos interesado en otra ocasión27. El locutor, a las claras, muestra supostura en enunciados como estos: "¿A que voy y le digo cuatro verdades?","¿Y si yo te dijera que sé dónde está lo que andas buscando?", "¿Conque esastenemos?".

La personalización del mensaje se realza con la adición, en la cadena deldiscurso, de todo tipo de comentarios que toman la forma de adverbios, locucio-nes o frases y que se sitúan al principio, al final o intercalados: "aquí, en confian-za, te diré que tu suegro es pesadísimo", "el caso es que ahora mismo no tengoesa cantidad de dinero que me pides", "ahora que lo pienso, ¿tú no decías queibas a invitarme al cine?". Trabajé sobre esas expresiones que han sido designa-das, de modo amplio, como "adverbios modales" o "adverbios de frase"28.

Llega el momento de contrastar estas ideas en los textos. Hemos elegido

25 Véase Beatriz Lavandera, El cambio de modo como estrategia de discurso, en Variación ysignificado, Buenos Aires, Hachette, 1984, pp. 125-147.

26 Pueden consultarse los trabajos: Dietmar Zaefferer, Hacia una semántica universal detipos oracionales en Revista Española de Lingüística (Madrid), XIV.2, 1974, pp. 421-434. Tieneinterés el apartado 22.1. "Las expresiones negativas" del volumen II de la Gramática del españolde Ángel López García, Madrid, Arco Libros, 1996. Además, remitimos al capítulo 7, "El pro-blema de la negación pragmática" de la Introducción a la pragmática del español de Julio CalvoPérez, publicada en 1994 por Ediciones Cátedra, Madrid.

27 Preguntas que no preguntan en Estudios de Lingüística (Alicante) , V I I I , 1 9 9 2 , p p .

25-35. Véase la bibliografía recogida en la nota núm. 8.28 E m m a Mar t ine l l , Los adverbios de frase en español, en Antiqua et nova Romania. Estu-

dios lingüísticos y filológicos en honor del profesor José Mondéjar Cumpián en su sexagesimoquinto

aniversario, Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, voi. II, 1993,pp. 45-65.

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un tipo de texto concreto: el prólogo. Sabemos que su redacción suele ser pos-terior a la del texto que encabeza, que está directamente destinado a crear unclima en el receptor, y a obtener de él una postura ante el texto que leerá. Esjustificativo y explicativo; realza la propia labor al tiempo que ensalza la condi-ción que se espera en el lector que sepa calibrarla en su lectura. Por todo ello,el prólogo ha de estar configurado de modo sutil entre la personalización y laimpersonalización. Claro que su estructura dependerá del autor y de la época,así como de la naturaleza de la obra que introduce. Por esta razón he elegidouno de fines del siglo XVI, otro del siglo XVIII, y otros tres del XX.

Veamos el primer texto:

José de Acosta, Historia natural ymoral de las Indias (1589),Madrid, Castalia, 1987.

Proemio al lectorDel Nuevo Mundo e Indias Occidentales han escrito muchos autores di-versos libros y relaciones, en que dan noticia de las cosas nuevas y extrañas,que en aquellas partes se han descubierto, y de los hechos y sucesos de losespañoles que las han conquistado y poblado. Mas hasta agora no he vistoautor que trate de declarar las causas y razón de tales novedades y extrañe-zas de naturaleza, ni que haga discurso e inquisición en esta parte, ni tam-poco he topado libro cuyo argumento sea los hechos e historia de los mis-mos indios antiguos y naturales habitadores del Nuevo Orbe. A la verdadambas cosas tienen dificultad no pequeña. La primera, por ser cosas de na-turaleza que salen de la filosofía antiguamente recibida y platicada, comoes ser la región que llaman Tórrida, muy húmeda, y en partes muy templa-da, llover en ella cuando el sol anda más cerca, y otras cosas semejantes. Ylos que han escrito de Indias Occidentales, no han hecho profesión de tan-ta filosofía, ni aun los más de ellos han hecho advertencia en tales cosas. Lasegunda, de tratar los hechos e historia propia de los indios, requería mu-cho trato muy intrínseco con los mismos indios, del cual carecieron losmás que han escrito de Indias, o por no saber su lengua o por no curar desaber sus antigüedades; así se contentaron con relatar algunas de sus cosassuperficiales. Deseando pues yo tener alguna más especial noticia de suscosas, hice diligencia con hombres platicos y muy versados en tales mate-rias, y de sus pláticas y relaciones pude sacar lo que juzgué bastar para darnoticia de las costumbres y hechos de estas gentes, y en lo natural de aque-llas tierras y sus propriedades, con la experiencia de muchos años y con ladiligencia de inquirir, y discurrir y conferir con personas sabias y expertas;

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también me parece que se me ofrecieron algunas advertencias que podríaservir y aprovechar a otros ingenios mejores, para buscar la verdad o pasarmás adelante, si les pareciese bien lo que aquí hallasen. Así que aunque elNuevo Mundo ya no es nuevo sino viejo, según hay mucho dicho y escri-to de él, todavía me parece que en alguna manera se podrá tener esta His-toria por nueva, por ser juntamente historia y en parte filosofía y por ser nosólo de las obras de naturaleza, sino también de las del libre albedrío, queson los hechos y costumbres de hombres. Por donde me pareció darlenombre de Historia Natural y Moral de Indias, abrazando con este inventoambas cosas. En los dos primeros libros se trata lo que toca al cielo y tem-peramento y habitación de aquel orbe; los cuales libros yo había primeroescrito en latín, y agora los he traducido usando más de la licencia de autorque de la obligación de intérprete, por comodarme mejor a aquellos aquien se escribe en vulgar. En los otros dos libros siguientes se trata lo quede elementos y mixtos naturales, que son metales, plantas y animales, pare-ce notable en Indias. De los hombres y de sus hechos (quiero decir de losmismos indios, y de sus ritos y costumbres, y gobierno y guerras y sucesos)refieren los demás libros, lo que se ha podido averiguar y parece digno derelación. Cómo se hayan sabido los sucesos y hechos antiguos de Indios,no teniendo ellos escritura como nosotros, en la misma Historia se dirá,pues no es pequeña parte de sus habilidades haber podido y sabido conser-var sus antiguallas, sin usar ni tener letras algunas. El fin de este trabajo esque, por la noticia de las obras naturales que el Autor tan sabio de toda na-turaleza ha hecho, se le dé alabanza y gloria al Altísimo Dios, que es mara-villoso en todas partes. Y por el conocimiento de las costumbres y cosaspropias de los indios, ellos sean ayudados a conseguir y permanecer en lagracia de la alta vocación del Santo Evangelio, al cual se dignó en el fin delos siglos traer gente tan ciega, el que alumbra desde los montes altísimosde su eternidad. Ultra de eso podrá cada uno para sí sacar también algúnfruto, pues por bajo que sea el sujeto, el hombre sabio saca para sí sabiduríay de los más viles y pequeños animalejos se puede tirar muy alta considera-ción y muy provechosa filosofía. Sólo resta advertir al lector que los dosprimeros libros de esta historia o dicurso se escribieron estando en el Pini,y los otros cinco después en Europa, habiéndome ordenado la obedienciavolver por acá. Y así los unos hablan de las cosas de Indias como de cosaspresentes, y los otros como de ausentes. Para que esta diversidad de hablarno ofenda, me pareció advertir aquí la causa, (pp. 57-59)

La presencia del autor es discreta. Primero se habla de "muchos autores",de "libros", o de "los que han escrito". El pronombre "yo" se hace esperar (lí-

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nea 19). Cuando el autor pasa a describir el contenido de los diferentes librosque componen su obra, vuelve a diluir su presencia, y son los "libros" el sujetosintáctico de las frases, y lo son hasta el final. Esto se corresponde con cons-trucciones impersonales como: "lo que se ha podido averiguar", o "en la His-toria se dirá cómo [...]". Al lector se le menciona en la línea 56. Quizá conclu-yamos que la razón de relegarse está expresada con claridad: "el fin de este tra-bajo es dar alabanza al Altísimo Dios".

Pasemos al segundo texto:

Antonio de Capmany, Centinela contra franceses. Edición, con introducción,notas y apéndices documentales de Francoise Étienvre, London-Madrid, Tame-sis Books Limited/Castalia, 1988.

Vuelvo a tomar la pluma, amados lectores, más de agradecimiento que deconfiado. Bien sé de mí que no había dicho todo lo que podía ni todo loque exigía la importancia del asunto, ni con toda la vehemencia de que eracapaz mi indignación. No quise extenderme a más páginas, temiendo mejuzgaseis por pesado y presumido, pues no ignoro que en esta hambre ge-neral de devorar papeles habríais de estimar las rápidas pinceladas de unamano libre más que cuadros acabados. Así lo ejecuté, no sé si con felicidad,persuadido de que satisfacía lo que debo a la patria y a la reputación quehasta aquí me ha dejado gozar pacíficamente el favor de las gentes.Pero la presteza con que se ha despachado la primera impresión y el ansiacon que se busca la segunda, me han alentado a vestir con nuevos colores yrealces la materia que es de suyo inagotable. La buena acogida que la Centi-nela os ha merecido me obliga a corresponderos con una segunda parte,manifestándoos mi agradecimiento con esta nueva muestra de la llama queabriga mi pecho. Ésta la siento como inextinguible hasta mi muerte, por-que es la que me sustenta la vida y conozco que me la alarga. Mi escrito,sin esperarlo yo, se ha hecho célebre: esto es una fortuna que no siempresuele acompañar al mérito. ¡Ojalá produzca el fruto que yo me propuse,exaltando los ánimos sanos y generosos y encendiendo los tibios y cobar-des!

Busco y no hallo, cuál sea la causa de tan general aceptación. Si es mi nom-bre, me abochorno; si mi osadía, me honro con ella; si mi estilo, jamás hetenido otro; si las verdades que inculco, éstas tienen su peso en sí mismas;si la libertad que anuncio, ésta siempre la he amado, sin poderla pregonarcon la lengua, estando siempre en mis labios, hasta esta época dichosa. Elpúblico sabrá mejor que yo dónde está el punto y la sazón del condimento.

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Yo sólo puedo decide que, cuando escribo cosas tan peregrinas y terribles,no me acuerdo de mí; la imaginación anda como la rueda en un molino, elcorazón quiere salirse a la calle a predicar sin pedirme licencia, y no sé dón-de está mi cuerpo. Y así ruego al público que se saboree con mi papel, puesno le ha desagradado, y que lo reserve como plato nuevo que se servirá enla sagrada mesa de la patria en el día del gran banquete de la libertad nacio-nal. Ruégole también que no se acuerde de mí, sino para mandarme en ser-vicio del bien común. Leed el libro y no busquéis el autor: no soy yo el quehablo, sino un espíritu que no tiene nombre, aunque tiene patria.En esta segunda parte, como en la primera he huido de prolijas narracionesde sucesos que todo el mundo sabe y que entre todos los papeles impresosde estos últimos tiempos se han repetido. He tratado de mover al lector,antes de persuadirle; así huyo de lugares comunes, de sentencias sutiles yde puntos de controversia política. No formo opinión para ganar la delpueblo; fundo, sí, la razón que no es de nadie y toca a todos. "Quien qui-siera apartar al vulgo de sus opiniones, dice don Diego Saavedra, con argu-mentos perderá el tiempo y el trabajo. Ningún medio mejor que hacerledar de ojos en sus errores, y que los toque". Lo mismo pretendo yo hacercon el común de los lectores: quiero que palpen con sus propias manos losmales y los peligros. De éstos hay algunos que no se conocen y son los másirreparables, porque llegan primero que el remedio.Dejo a los discursistas políticos del día el empeño de disertar sobre bases,principios, elementos y derechos de la autoridad que nos ha de regir y sal-var. Lo que nos ha de salvar es la unidad, la unión y la comunión de los fie-les españoles: un poder conocido y reconocido. Legal es todo aquello quela extrema necesidad nos obliga a abrazar, y legítimo, todo aquello que lavoluntad general desea, aprueba y consolida sin intervención de manos ex-tranjeras. No es el momento éste de disertar, sino de pelear. Dejemos a losociosos, enamorados de su ciencia o de sus especulaciones sociales, que sehilen los sesos en organizar el mejor gobierno, allá en su imaginación y ensilencio. Tratemos todos ahora de cuál será la mejor guerra, que es nuestraprimera obligación, y el mayor peligro, que no da plazos al discurso, puesviene por la posta. Este es el negocio supremo en que deben ocuparse nues-tras cabezas y nuestras manos, (pp. 131-132).

El destinatario del mensaje es, no ya aludido de inmediato, sino convoca-do mediante el vocativo: "amados lectores". El autor expresa más de una vezsu agradecimiento por ser de ellos leído. Sin embargo, más adelante es tajante,y usa el imperativo: "leed el libro". Aunque luego pasa a usar un plural que

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abarca a todos: "dejemos [...], tratemos de [...]". Capmany utiliza dos pala-bras, "lector" y "público", muy del gusto de la época para referirse a los desti-natarios de la segunda parte de su obra. La retórica es apabullante: cuando es-cribe "temiendo me juzgaseis por pesado y presumido", anteponiéndose a po-sibles juicios negativos, y cuando, tras expresar "busco y no hallo cuál sea lacausa de tan general aceptación", enumera cuatro razones. Además, el autoremplea con profusión verbos del tipo de "saber", "ejecutar", "querer", "cono-cer", "proponerse", "pretender", o "tratar de", todos ellos descriptivos de susintenciones y de sus acciones.Se trata de un prólogo personalizado al máximo.

Pasemos al tercer texto:

Rosa Montero, Amado amo, Barcelona, Círculo de Lectores, 1988.En sus comienzos, Amado amo era tan sólo un cuento. Y por añadidura uncuento nacido de la exasperación. Llevaba cuatro años sin poder escribir.Cuando terminé mi anterior novela, Te trataré como a una reina, quedé ex-hausta. Te trataré [...] me había costado un esfuerzo ímprobo; era un libroradicalmente distinto de cuanto había escrito antes y tuve que pelearmecon el texto durante más de dos años para poder llegar a entender a mispersonajes. El caso es que quedé razonablemente contenta del resultado,pero después de aquello se me terminaron las ideas. Mejor dicho, ideas te-nía, pero no acababa de creérmelas. No me conmovían. No se me antoja-ban suficientes.

Escribir es un oficio sumamente solitario, físicamente cansado y bastantetedioso en cuanto a la disciplina que se requiere. Embarcarse en la insensa-ta aventura de hacer una novela supone prescindir durante un periodo in-definido de tu vida de ocio habitual: no salir apenas, no ir al cine, reducirtus lecturas a lo mínimo, descuidar a tus amantes y a tus amigos; consumirtodas tus energías y tu tiempo, en fin, en largas sentadas frente a la malditamáquina, inacabables sesiones de las que te levantas retorcida, con los ríño-nes doloridos y las cervicales hechas trizas. Ni que decir tiene que una acti-vidad tan desagradable y tan austera sólo se puede emprender movida obien por un irrefrenable masoquismo o bien por el acicate de una pasiónsecreta. Y es eso, una extraña pasión, lo que te lanza. Una idea que te emo-ciona y enardece. Y el desmesurado convencimiento de que de esa idea vasa ser capaz de construir algo monumental, una obra estupenda. La autocrí-tica y la saludable decepción vienen después, cuando ya has terminado lanovela; pero al comienzo del proceso, y mientras éste dura, necesitas enlo-quecer un poco y creer que la genialidad está en tu mano; que si te entregas

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y te esfuerzas lograrás iluminar tu texto con ese oscuro y excitante resplan-dor que otorga el arte.Pues bien, yo no me lo creía. Los argumentos que ideaba me parecían ab-surdos, ajenos a mí, innecesarios. Dije antes que mi anterior novela me ha-bía dejado exhausta, pero sería más apropiado decir que me dejó confusa.Había cambiado tanto literalmente al escribir Te trataré [...] que no sabíadónde estaba. No sabía qué quería contar, ni cómo. Me perdí. Al principiointenté guardar la calma; es normal, me dije; pasará. Pero a medida quetranscurrían los años empecé a pensar que no volvería a ser capaz de haceruna novela. Escribir es así, un poco como dibujar sobre el vacío; el médico,por ejemplo, siempre es médico, es decir, conserva sus conocimientos y sustítulos. Pero el escritor sólo es escritor mientras escribe. Yo no sabía, nopodía. Mi cabeza era un bloque de corcho. Y cada vez que un conocido mepreguntaba qué andaba escribiendo me entraban ganas de pegarle. Lo pre-guntaban mucho. Es como cuando unos zapatos te hacen daño y todo elmundo parece ponerse de acuerdo para pisarte justo el callo.Entonces, al cabo de cuatro años, empecé a sentir algo así como el hormi-gueo revitalizador de un miembro dormido. Me apeteció sentarme ante lamáquina. Pensé en comenzar con cuentos, para desengrasar y desbloquear-me. Y el tercer cuento que inicié empezó a estremecerse y a reclamar aire.Le fui dando más y más, todo lo que pedía; y se convirtió en Amado amo.Salió todo de un tirón, aunque despacio; sin atrancarse nunca, pero pasitoa paso. Amado amo estaba ahí, se había ido construyendo en mi cabeza, sinyo saberlo, durante los años de sequía. O sea, justo lo que me decían misamigos en los momentos malos, aunque a la sazón sus palabras siempre meparecieron un tópico asqueroso, un consuelo muy necio. Y sin embargo te-nían razón: estaba ahí.

Amado amo es un libro muy distinto, me parece, de mi obra anterior; aun-que es verdad que siempre suelo decir lo mismo. Lo que más me gusta deesta novela es su distancia. En Crónica del desamor, mi primera novela, ha-blaba sólo de mi mundo; en Te trataré como a una reina me introduje enun mundo que me era completamente ajeno. Amado amo es el punto deequilibrio entre ambos extremos: contemplo desde el exterior un mundoque conozco. La justa distancia, quiero creer, de la fuerza creativa.Con Amado amo reencontré mi sitio en el espacio. Fue como levantar laspersianas de un cuarto en tinieblas y dejar que la luz marque de nuevo elcontorno de las cosas, rescatándolas de la nada. Cuando empecé a escribirAmado amo se me ocurrieron en catarata todo tipo de ideas; proyectos paranuevas novelas y otros cuentos. Y comprendí que en realidad el problemade mi bloqueo había sido una cuestión de estilo. Porque el estilo de un es-

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critor es la peculiar manera en que éste contempla el mundo, su posiciónfrente a las cosas. Yo me había perdido, y por tanto carecía de posición pre-cisa; no sabía cómo contar las cosas porque no sabía cómo verlas. ConAmado amo hallé mi nuevo lugar, mis nuevos ojos; levanté las persianas ydescubrí las sillas, el aparador, las mesas, todo ese mobiliario antes indes-tinguible en la negrura. Y así me encuentro ahora. Contemplando.Rosa Montero. Febrero de 1988.(pp. 17-18).

Lo hemos elegido, en primer lugar, por la utilización que hace R. Monte-ro, en un largo párrafo, entre las líneas 12 y 28, de la segunda persona con va-lor generalizador. En segundo lugar, por la abundancia de construcciones enlas que la persona de la autora está aludida mediante pronombres con funciónsintáctica de objeto, no de sujeto - como sería esperable - . Proponemos ejem-plos: "me había costado un esfuerzo ímprobo", "se me terminaron las ideas","no me conmovían", "no se me antojaban suficientes", "un mundo que meera ajeno", "me entraban ganas". En nuestra opinión, es una plasmación diáfa-na de la, digamos, situación de esterilidad productiva en la que se hallaba R.Montero hasta conseguir el cuento Amado Amo. Y una descripción cuidada dela autonomía de la historia frente al autor.

El cuarto prólogo es el siguiente:

Carmen Martín Gaite, El proceso de Manacaz. Historia de un empapela-miento, Barcelona, Anagrama, 1988.

Nota a la presente ediciónEste libro se publicó por primera vez en la editorial Moneda y Crédito endiciembre de 1969, en una tirada corta pero muy cuidada que - comoésta — llevaba ilustraciones. Se vendió mal, aunque la crítica fue favorable.Yo solía decir por entonces que Macanaz era el chulo de la Martín Gaite,porque ningún hombre, ni vivo ni muerto ni inventado, me había costadotanto dinero ni había puesto tan a prueba mi paciencia. "Apasionada pa-ciencia" (como la llamaría mi amigo Agustín García Calvo) derrochada enseguirle el rastro a un borroso jurista dieciochesco, que era bajito, mitóma-no, algo pelma y que ni siquiera escribía muy bien. Pero no sé cómo se lasarregló para lograr desviarme durante siete años de las historias de ficción yengolfarme en el vicio de los archivos. Y sin embargo ahora, al cabo de losaños, tengo que reconocer que aquella viciosa inversión de mi tiempo- aunque negocio aparentemente ruinoso — acabó rentando a la larga y con-

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dicionó mi ulterior enfoque de la literatura, cuando más tarde volví a ella.Retahilas, por ejemplo, le debe mucho a Macanaz. El viejo don Melchor,sobre todo en su etapa del exilio, me hizo entender el desfase que existe en-tre el desorden de los acontecimientos y su orden de sucesión dentro delrelato. Y también que la Historia con mayúsculas ha sido protagonizada yescrita por seres atenidos - como los que nos rodean — a mudanzas de hu-mores, a contradicción y a desmemoria.

A la segunda edición (Taurus, septiembre de 1974) le cambié el título porotro que me parecía más "ganchoso", aunque luego no dio resultado prác-tico ninguno: Macanaz, otro paciente de la Inquisición. La palabra "pacien-te" aludía no sólo a lo que padeció sino a la paciencia que tuvo y que a míme contagió a lo largo de nuestras relaciones.

La tercera tentativa en libro de bolsillo (Destinolibro, marzo de 1982) lle-vaba simplemente por título Macanaz, y tampoco me sacó de pobre. Peroyo sigo pensando (opinión que comparten algunos amigos de cuyo criteriome fío mucho) que el Macanaz es, con diferencia, mi mejor libro29.Al sacarlo ahora a navegar por cuarta vez, he querido que se conserven el tí-tulo y las ilustraciones que lo acompañaron en aquella primera travesía so-námbula de la vieja editorial Moneda y Crédito. El crédito lo tiene. Ya ve-remos qué pasa con la moneda de la que, por cierto, nunca anduvo sobra-do aquel ambicioso, testarudo y desgraciado burgués hellinense que se lla-mó en vida Melchor Rafael de Macanaz. Yo, a pesar de todo, nunca podréarrepentirme de haberlo conocido^ Los vicios son así, qué le vamos a ha-cer.

Madrid, julio de 1988.Carmen Martín Gaite.(pp. XI-XII).

Al principio la autora ha optado por hacer que el "libro" sea el sujeto/

objeto de los verbos: "se publicó", "se vendió". Pero lo que me ha llamado la

atención, y atraído, es otro hecho, no éste. El personaje, Macanaz, se erige en

ser vivo, que organiza la vida de Carmen Martín Gaite: "me desvió", "me en-golfó", "me hizo entender", "me contagió la paciencia". Es un paso más res-pecto de lo que nos mostraba el anterior prólogo. Ahora la personalizaciónmáxima se le atribuye al personaje histórico hecho personaje de ficción. Sobre

29 Espasa Calpe ha sacado una nueva edición (1999) en la colección Espasa Fòrum.

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todo, cuando Martín Gaite reconoce: "nunca podré arrepentirme de haberloconocido".

Vayamos al último de los prólogos seleccionados:

Antonio Skármeta, El cartero de Pablo Neruda (Ardiente paciencia) (1986),Barcelona, Plaza-Janes, 8a ed., 1996.

PrólogoEntonces trabajaba yo como redactor cultural de un diario de quinta cate-goría. La secció a mi cargo se guiaba por el concepto de arte del director,quien ufano de sus amistades en el ambiente, me obligaba a incurrir en en-trevistas a vedettes de compañías frivolas, reseñas de libros escritos por ex-detectives, notas a circos ambulantes o alabanzas desmedidas al hit de la se-mana que pudiera pergeñar cualquier hijo de vecino.En las oficinas húmedas de esa redacción agonizaban cada noche mis ilu-siones de ser escritor. Permanecía hasta la madrugada empezando nuevasnovelas que dejaba a mitad de camino desilusionado de mi talento y mi pe-reza. Otros escritores de mi edad obtenían considerable éxito en el país yhasta premios en el extranjero: el de Casa de las Américas, el de la Bibliote-ca Breve Seix-Barral, el de Sudamericana y Primera Plana. La envidia, másque un acicate para terminar algún día una obra, operaba en mí como unaducha fría.

Por aquellos días en que cronológicamente comienza esta historia - quecomo los hipotéticos lectores advertirán parte entusiasta y termina bajo elefecto de una honda depresión - el director advirtió que mi tránsito por labohemia había perfeccionado peligrosamente mi palidez y decidió encar-garme una nota a orillas del mar, que me permitiera una semana de sol,viento salino, mariscos, pescados frescos, y de paso importantes contactospara mi futuro. Se trataba de asaltar la paz costeña del poeta Pablo Neruda,y a través de entrevistas con él, lograr para los depravados lectores de nues-tro pasquí algo así, palabras de mi director, "como la geografía erótica delpoeta". En buenas cuentas, y en chileno, hacerle hablar del modo más grá-fico posible sobre las mujeres que se había tirado.Hospedaje en la hostería de isla Negra, viático de príncipe, auto arrendadoen Hertz, préstamo de su portátil Olivetti, fueron los satánicos argumentoscon que el director me convenció de llevar a cabo la innoble faena. A estasargumentaciones, y con ese idealismo de la juventud, yo agregaba otra aca-riciando un manuscrito interrumpido en la página 28: durante las tardesiba a escribir la crónica sobre Neruda y por las noches, oyendo el rumordel mar, avanzaría mi novela hasta terminarla. Más aún, me propuse algo

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que concluyó en obsesión, y que me permitió además sentir una gran afini-dad con Mario Jiménez, mi héroe: conseguir que Pablo Neruda prologarami texto. Con ese valioso trofeo golpearía las puertas de Editorial Nasci-mento y conseguiría ipso facto la publicación de mi libro dolorosamentepostergado.Para no hacer este prólogo eterno y evitar falsas expectativas en mis remo-tos lectores, concluyo aclarando desde ya algunos puntos. Primero, la no-vela que el lector tiene en su mano no es la que quise escribir en isla Negrani ninguna otra que hubiera comenzado en aquella época, sino un produc-to lateral de mi fracasado asalto periodístico a Neruda. Segundo, a pesar deque varios escritores chilenos siguieron libando en la copa del éxito (entreotras cosas por frases como éstas, me dijo un editor) yo permanecí - y per-manezco — rigurosamente inédito. En tanto otros son maestros del relatolírico en primera persona, de la novela dentro de la novela, del metalen-guaje, de la distorsión de tiempos y espacios, yo seguí adscrito a metaforo-nes trajinados en el periodismo, lugares comunes cosechados de los crio-llistas, adjetivos chillantes malentendidos en Borges, y sobre todo aferradoa lo que un profesor de literatura designó con asco: un narrador omnis-ciente. Tercero y último, el sabroso reportaje a Neruda que con toda segu-ridad el lector preferiría tener en sus manos en vez de la inminente novelaque lo acosa desde la próxima página y que acaso me hubiera sacado enotro rubro de mi anonimato, no fue viable debido a principios del vate yno a mi falta de impertinencia. Con una amabilidad que no merecía la ba-jeza de mis propósitos me dijo que su gran amor era su esposa actual, Ma-tilde Urrutia, y que no sentía entusiasmo ni interés por revolver ese "pálidopasado", y con una ironía que sí merecía mi audacia de pedirle un prólogopara un libro que aún no existía, me dijo poniéndome de patitas en lapuerta: "con todo gusto, cuando lo escriba".

En la esperanza de hacerlo, me quedé largo tiempo en isla Negra, y paraapoyar la pereza que me invadía todas las noches, tardes y mañanas frente ala página en blanco, decidí merodear la casa del poeta y de paso merodear alos que la merodeaban. Así fue cómo conocí a los personajes de esta nove-la.Sé que más de un lector impaciente se estará preguntando cómo un flojorematado como yo pudo terminar este libro, por pequeño que sea. Una ex-plicación plausible es que tardé catorce años en escribirlo. Si se piensa queen ese lapso Vargas Llosa, por ejemplo, publicó Conversación en la Cate-dral, La tía Julia y el Escribidor, Pantaleóny las visitadoras y La guerra delfin del mundo, es francamente un récord del cual no me enorgullezco.Pero también hay una explicación complementaria de índole sentimental.

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Beatriz González, con quien almorcé varias veces durante sus visitas a lostribunales de Santiago, quiso que yo contara para ella la historia de Mario,"no importa cuanto tardase ni cuanto inventara". Así de excusado por ella,incurrí en ambos defectos, (pp. 9-12).

La ironía de este prólogo nos parece que reside en la técnica del contras-te. Primero es el redactor frente al poderoso director; luego es él, Skármeta, es-crito, que no consigue premios enfrentado a otros escritores que sí los ganan.Viene más tarde la oposición, el abismo, entre el redactor y Neruda. Junto aella, la dureza de la comparación entre la novela deseada y la única novela real,ésta. La expresividad de estos contrastes queda reforzada por las menciones su-cesivas a los lectores, calificados de "hipotéticos" y de "remotos", como si laobra no los mereciera. Hacia el final, hay dos nuevas oposiciones. Una, la quele deja a un lado a él, a Skármeta, y al otro, a otros escritores chilenos de éxito.La segunda, y última, la que minimiza al prologuista, Skármeta, autor de lanovela que el lector va a leer, al tiempo que ensalza la producción del peruanoVargas Llosa. El rasero que se utiliza para compararlos es el lapso de tiempo decatorce años. ¡Qué poco ha de valer el autor Skármeta, y qué trabajoso ha sidopara él redactar tan pocas páginas - porque el artículo que le encargaron nopudo escribirlo!

Llega el momento de concluir. Todo locutor deja unas marcas en su dis-curso, y hemos propuesto, como ejemplo, la unidad textual llamada "prólo-go". Podemos, pues, hablar de "autor" y de "texto", y trabajamos con textosescritos, cuyo contenido e intención se percibe por el ejercicio de la lectura. Enapariencia hay unas marcas de personalización, que traducen a las claras la pre-sencia del autor en el texto y hay otras marcas, menos personales, o más "im-personalizadas". Lo que no excluye que el énfasis alcanzado sea superior cuan-do el autor se inhibe, se camufla, o se describe no como agente, sino como"paciente", o "experimentador", si apelamos a la teoría de los casos. Del mis-mo modo que la negación no siempre niega, sino que a veces refuerza la afir-mación, un texto no personalizado puede apuntar a su autor con sutileza yefectividad. No en vano la lingüística nos ha mostrado, ya hace años, que elque habla, o el que escribe - que para el caso es lo mismo - tiene muy en cuen-ta lo que dice, a quién lo dice, y para qué lo dice.

Era nuestro propósito atraer, a la vez que al especialista en la enseñanzade la lengua, a un lector interesado en la crítica literaria. La recepción de laobra literaria supone, para el lector, una tarea de experimentación y descifra-

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miento. Y toda la información radica en la secuencia verbal; de ella emerge sufuerza. En esta secuencia verbal se suceden las marcas. No hemos tratado aquíde las léxicas, sino de algunas que calificamos de "gramaticales".

Su interés reside en que, aun sin notarse, actúan.