Marcelo Díaz - Laspada
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Prólogo o precalentamiento Estos poemas empezaron a tomar forma alrededor de mayo de
2003. Por ese entonces la hinchada de Olimpo colgaba un par
de banderas que llamaban la atención; una que decía BIELSA,
LASPADA TAMBIÉN ES ARGENTINO, y otra que invitaba EL
18 VOTE LASPADA PRESIDENTE. Aclaro: no simpatizo
particularmente con Olimpo, es más, su sola mención me
produce una leve urticaria; de modo que decidí adoptar una
prescindente curiosidad científica respecto al tema. Me hice
varias preguntas, si bien todas podían concentrarse en una
sola, la que representaba el enigma mayor: ¿por qué la
hinchada aurinegra consagraba como ídolo a ese pelado
gigantesco, medio robótico, no precisamente dotado para el
jogo bonito?
Una tarde le hice un somero planteo de mis dudas a un amigo
simpatizante de Olimpo; le expuse, intentando ser sutil pero
claro, que Laspada era medio matungo, que pelota que
agarraba la ponía en órbita, que no era precisamente dúctil en
el trato del balón, y que qué papel pretendían hacer en primera
con jugadores así. Mi amigo, visiblemente ofendido, me
devolvió la pregunta con fervor fundamentalista: "¿Y qué
querés que haga, jueguito en el área? El pelado cuando la
tiene que reventar, la revienta, cuando tiene que bajar a
alguien, lo baja; y punto." Y punto. Say no more. La retaguardia
es así. Cuando te cascotean el rancho hay que reventarla a
donde sea. Laspada era de pronto una especie de Leónidas
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espartano-bahiense que se bancaba solo una lluvia mortal de
pelotas envenenadas sobre el área y las iba despachando con
violencia a todos los rincones del universo. Al final del partido
me lo imaginaba encarando a la hinchada rival, esa que vivaba
jugadores valuados en cientos de miles de dólares, con las dos
manos aferradas a sus contenedores naturales de reserva
anímica, gritándoles ¡LAS TERMÓPILAS!
Ni jogo bonito, ni magia, ni fútbol galáctico: épica. Laspada
tenía estatura épica.
Me fascinó el hecho de que una multitud ya no con hambre de
gloria sino trepada a la esperanza más realista de no perder,
que hacía un culto del aguante, adoptara como símbolo a
alguien como Laspada cuyo mayor mérito era sudar, sudar,
sudar y no bajar nunca los brazos. "Ya terminó el partido y el
tipo sigue corriendo", me dicen con admiración. Entonces
escribí estos poemas.
Marcelo Díaz
Bahía Blanca, Febrero 2004
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Sabemos en que año llegaremos a la luna, pero ignoramos cuándo, de
qué manera, hecho por quién, con cuál
de las dos piernas y en cuál de los arcos se convertirá el gol del partido
de fútbol anunciado para hoy.
Dante Panzeri
Todo lo que sé sobre la moral y las
obligaciones de los hombres se lo debo
al fútbol.
Albert Camus
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LASPADA WAR MACHINE
El Pelado Laspada es como un tanque
de guerra cuando irrumpe
en el área rival, como un tanque
inmóvil inflamable si a lo lejos
ve venir un atacante, como un manso
tanque australiano una vez
concluido el cotejo, cuando el sol
refracta en su pelada y hace
un arco iris por cada
gota
de sudor.
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EL PRIMER TRABAJADOR
El Pelado Laspada es el abanderado
de los jugadores humildes;
día tras día,
semana tras semana,
mes tras mes y los noventa
minutos completos que dura el cotejo,
el Pelado Laspada roe con tenacidad
el hueso de su torpeza:
marca / rasca / muerde / traba /
se pela el ukelele contra el verde,
la suda y con un shot
ajustado y potente envía
el esférico a Puerto Belgrano,
donde los marines del Almirante Rojas
lo ven venir en llamas y creen
que se trata de un ataque terrorista
de la izquierda apátrida y peronista argentina.
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DIGRESIÓN FUNDAMENTALISTA Vicente Federico Massot piensa
que todas las izquierdas son
apátridas y subversivas,
debido al consumo excesivo de drogas,
una educación libertina y tendenciosa
sin rigor ni disciplina,
y la adhesión a sectas
y cultos satánicos; pero más que nada piensa
que la izquierda peronista argentina
es más apátrida y subversiva
que ninguna, porque es bien nuestra
como el churrasco, el mate y
el dulce de leche, y no nos olvidemos
del tango ¡qué carajo! ¡Viva la Patria!
Entonemos con respeto las estrofas
del Himno Nacional Argentino:
Oíd, mortales...
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FÁBULA ORIENTAL El Pelado Laspada sueña que es Maradona
y cuando despierta no sabe
si es el Pelado Laspada soñando ser Maradona
o si es Maradona que flashea
ser el Pelado Laspada.
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CINCO POR UNO NO VA A QUEDAR NINGUNO El Pelado Laspada bajó cinco
monos del tinglado ferroviario
con certeros despejes del área.
Cinco: dos de Loma Paraguaya,
uno del Noroeste, dos más
del Barrio Gris, de los que se trepan
a los galpones del ferrocarril
Bahía Blanca Noroeste
para ver el partido sin pagar
y ahí hacen equilibrio
y cuando pueden
festejan.
Cinco se vió caer desde el tinglado,
aunque se duda si atribuir
los caídos a Laspada, o qué.
Cuatro, seguro, pero el quinto
hay quien dice se cae solo
después del gol, en el éxtasis
supremo del festejo y al parecer,
también, bajo el devastador efecto
de un tinto berreta.
El score entonces queda así:
Pelado Laspada ------------------------ 4
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LASPADA MIRA FÚTBOL EUROPEO POR ESPN Y SOSPECHA QUE EL ESPECTÁCULO ES LA AFIRMACIÓN DE LA APARIENCIA Indumentaria deportiva en poliamida aireada,
de colores vivos, diseñada por un grupo selecto
de jóvenes estetas atentos a las últimas
tendencias de la moda, y según líneas
trazadas tras sesiones y sesiones y sesiones
de cálculo y planificación por los equipos
de marketing de las empresas multinacionales
del deporte, que pretenden hacer del jugador
no un trabajador de la pelota, sino un héroe
dotado del brillo satinado de los comics,
un mutante con superpoderes, un personaje
de video juego, ninja de Nintendo, caballero
medieval intergaláctico, alguien
que ni transpira, y si lo hace es con gotas
de sudor redondas , cristalinas y simétricas,
según observa el ojo milimétrico de Laspada,
habituado a calcular con precisión
la trayectoria del esférico, o en su defecto
a ubicar con rapidez el tobillo del rival;
según observa en los vertiginosos spots publicitarios
de Nike en ESPN, en los que megaestrellas
como el tibio Zidane, el brazuca cagón
Roberto Carlos, el reconchetísimo Bekham, y demás
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garcas de la élite europea, reflexiona
el analítico Laspada, saltan
como monos enjaulados, saltan
para un costado, saltan para atrás,
saltan para adelante, le pegan
con el canto de la oreja izquierda, le dan
de refilón con una ceja
a medio levantar, la llevan
con la nariz como si fueran focas,
hacen piruetas que ni en pedo
harían en un partido, con el único objetivo
de halagar, captar, e inducir al derroche
a un público anestesiado por el confort,
que si bien, concede Laspada,
tiene toda la guita, de fútbol,
lo que se dice fútbol, verdaderamente
fútbol, no entiende
un carajo
ni le importa.
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LASPADA SE QUIEBRA PERO NO SE DOBLA La hinchada cuelga un trapo
que reclama:
BIELSA, LASPADA
TAMBIEN ES ARGENTINO
y al rato otro trapo
que propone:
EL 18 VOTE
LASPADA PRESIDENTE
Ahora que Laspada, héroe caído,
reposa en cama, encanulado
al suero de la resignación,
la hinchada es un jardín
de flores mustias,
la sombra del descenso
cruza su frente pálida,
y no hay ni un viento
de banderas que la agite,
no more heroes in this world;
“ cagamos “ dice uno en voz muy baja
y el resto asiente silencioso, sin llegar
a mesarse los cabellos, con leves
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LAS PALABRAS DE LA TRIBU
En la noticia deportiva
la maquinaria editorial
de la prensa fascista
marca el uso correcto de la lengua:
donde el héroe de las canchas
declara que “pusimos huevos”
el cronista suprime: “pusimos h...”
y glosa, eleva: “con enjundia”,
“con coraje impar”, “con el empeño
que reclamaba la parcialidad”.
Conmovedora resulta entonces
la imagen de esos gentlemen
que a su equipo de tal modo exhortan:
“pongan empeño que hoy sin duda
ha de ser nuestra la victoria”.
El procedimiento exhibe
una política de la escritura
que en el caso del periódico fascista
es una política de estado:
supresión del elemento indeseado
y su reemplazo por piezas funcionales
a la normativa vigente
según criterios irreductos
de elevación y embellecimiento;
así, el periodista deportivo devenido
arbiter linguorum, sumo sacerdote
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de la escritura sanitaria,
sacrifica ante el altar de la pureza
los huevos del zaguero
y acompaña el ritual con un puñado
de vaguedades altisonantes
a manera de oración.
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Hace ya dos décadas, Marcelo Díaz formó parte del grupo Poetas Mateístas, que llegó a sacar una antología (Antología Puesta al sol, 1990), pero también se dedicaba a grafitear la ciudad o a cubrir paredones, tal como lo hicieron con la revista mural Cornucopia. En 1998 sacó su primer libro de poemas, "Berreta" (Libros de Tierra Firme). Allí, Díaz comienza a intervenir claramente sobre los relatos y los objetos de la "cultura popular". Hace poco él mismo me decía: "Lo berreta es lo mismo que los nuevos ricos veneran como objetos kitsch, pero comprado en un todo x 2 $". Entendido: lo berreta tiene que ver con la pobreza también, con los márgenes del mercado, con lo que ya no tiene aura. Lo berreta no es un objeto de culto, porque los poemas de Díaz parecieran decir que no es lo mismo posar de kitsch que de grasa. Una cosa (diría Díaz) es coleccionar pequeños fetiches almodovarianos y otra haber nacido rodeado de ellos. Porque lo berreta tiene que ver con una identidad y con una historia. El que habla en los poemas de Díaz no defiende "lo berreta" como estética. Marca su presencia y lo reinstala. Por eso el gesto es político, como en "Diesel 6002" (VOX, 2001) que convierte la crónica policial en una historia de amor escrita bajo la presión dramática del barroco. Que sitúa la demencia amorosa de una loca escapada del Moyano en el lugar que ya le ha dado la literatura, el de los grandes relatos sociales y políticos, e incluso de clase.
ANA PORRÚA
Goles Rosas pirateado en mdp