Maria Elena Walsh

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Walsh María Elena Walsh in octavo 2011 Otoño imperdonable

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Poesia

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    sh

    Mara Elena Walsh

    in octavo

    2011

    Otoo

    imperdonable

  • Este libro se publica y ofrece gratuitamente a

    los suscriptores de In Octavo, con el nico propsito de su puesta a disposicin, en el mis-

    mo sentido en que lo hara una biblioteca

    pblica. Esto no significa en modo alguno que

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  • Otoo imperdonable

    in octavo

    2011

    Mara Elena Walsh

  • Otoo imperdonable

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    Noticia

    Este es el libro con el que Mara Elena Walsh (1930-

    2011) se dio a conocer como poeta. Lo public en 1947, en una edicin que pag ella misma, cuando tena 17 aos. Recoge una seleccin de los poemas

    que vena escribiendo desde apenas entrada en la

    adolescencia. Llama enseguida la atencin la tem-

    prana madurez de esta escritora, la destreza a un

    tiempo conceptual y musical con que maneja las pa-

    labras. Tambin se advierte aqu el germen de su

    imaginera personal, cosechada en el paisaje subur-

    bano, que desbordara posteriormente en sus poemas

    y canciones, tambin en las dedicadas a un pblico

    infantil. Y esa difcil sencillez en el armado de las

    frases, esa fluidez slo aparentemente natural en la

    expresin. Otoo imperdonable, cuyo ttulo es en s mismo todo un hallazgo, atrajo de inmediato la

    atencin de poetas consagrados como Jorge Luis

    Borges, Pablo Neruda, Silvina Ocampo y Juan

    Ramn Jimnez, y le abri las puertas de los suple-

    mentos y las revistas literarias de la poca.

    A este libro primero le sucedieron Apenas viaje, una

    plaqueta de1948; Baladas con ngel, publicado en

    1951, en un volumen que tambin inclua el Argu-mento del enamorado, de ngel Bonomini. Llegaron posteriormente otra plaqueta, Casi milagro, de 1957,

  • Otoo imperdonable

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    y la coleccin Hecho a mano, de 1965. Para entonces

    Walsh ya haba optado por la cancin como forma

    expresiva compona su propia msica, y su pro-duccin destinada a un pblico adulto habra de li-

    mitarse en el futuro a libros de recuerdos: Novios de

    antao, de 1990, y Fantasmas en el parque, de 2008,

    donde lo autobiogrfico se combina con la ficcin.

    El editor

  • Otoo imperdonable

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    ndice

    Nota de 1967

    Dedicatoria

    rbol

    Esencia

    Balada de la alondra persuasiva

    Trmino

    Con la mano vaca

    La sombra

    Mnima

    Trnsito

    El lugar

    Vana historia

    El caballo muerto

    La vspera

    Noche de fro

    Balada triste

    La cabalgata

    Hombre pensativo

    La casa

    Paisaje de elega

    Poemas con razones principales

    Eplogo

  • Otoo imperdonable

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    Escrib Otoo Imperdonable entre los 14 y los 17

    aos. Esto no es disculpa ni jactancia: es una de-

    dicatoria. Si veinte aos despus algunos adoles-

    centes sienten alguna complicidad con este libro,

    la reedicin est justificada.

    [Nota incluida en la tercera edicin, 1967]

  • Otoo imperdonable

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    Dedicatoria

    Pinsame como en la fotografa:

    con mi perfil rondando tu apellido.

    Brizna desmemoriada que ha crecido

    al lado de tu voz, amiga ma.

    Yo soy aquella fiebre de papeles

    que por los corredores de la escuela

    admiraba tu mundo de acuarela

    y la poltica de tu pinceles.

    Soy el antao de tus mediodas

    y aquel afn donde te reconoces;

    quien buscaba tu voz entre las voces

    y quien tanto llor porque sufras.

    Mi corazn en todo te comprende

    desde su cerradura o con su llave

    pero perdnalo porque aun no sabe

    en dnde acabas t y empieza el duende.

  • Otoo imperdonable

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    Digo que eres sostn y nervadura

    de esta riqueza que no llamo ma

    porque eres la verdad de mi alegra,

    porque estoy reclinada en tu dulzura.

    No encuentro nada venturoso y nuevo

    que presida el candor de mi confianza;

    alargar tu nombre en la esperanza

    hasta pagarte lo que no te debo.

    En la ciudad de mi palabra fra

    ardiendo est tu ausencia o tu latido.

    Mucho antes de partir me habr perdido

    sin tu mano en mi mano, amiga ma.

    Danza con mis paraguas arlequines,

    prende mi luz y mrate en mi espejo.

    De todo me desprendo y te lo dejo:

    la lapicera, el canto, los patines.

    Te estoy queriendo nica y primera

    desde mi soledad exagerada.

    Siempre estar de frente en tu mirada

    y asistiendo a tu sombra verdadera.

  • Otoo imperdonable

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    Dame la mano y vamos a algn lado

    con los pinceles como pasaporte.

    Las dos con una brjula sin norte.

    Las dos con un reloj equivocado.

  • Otoo imperdonable

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    rbol

    Me detuve en la sombra transparente

    que cielos pastorales derramaban.

    La soledad hera el horizonte

    para extenderse ms ilimitada.

    Huy mi voz de todos sus espejos

    y renaciendo en floracin atvica

    dijo con el lenguaje del silencio

    lo que decir no pueden las palabras.

    Un ritmo vertical busc mi sangre,

    su calidad de lastimada savia,

    mientras como una firme enredadera

    la tierra a mi dolor se encadenaba.

    En ferviente espiral se desvelaron

    mis manos en sazn, mis manos vidas,

    y al encontrar el lmite del viento

    frustrronse implorantes como ramas.

  • Otoo imperdonable

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    Encendida de cantos fue mi sombra,

    herida en un incendio de bonanza.

    Conoci la dulzura de la tierra

    y la inmovilidad de la distancia.

    Desde la linde difana del aire

    multiplicados cielos me reclaman.

    Y mi desolacin arborecida

    busca alcanzarles un montn de llamas.

  • Otoo imperdonable

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    Esencia

    Indefinible esencia

    BCQUER.

    Nunca nombrarla, nunca.

    Ni callarla siquiera.

    Solamente crecer de sus races

    con asombrado llanto.

    Ser y morir tan slo

    para justificarla

    como naturaleza

    y sumisa costumbre.

    Madurar con pausa

    y exactitud de necesaria estrella

    y slo incertidumbres

    me probarn su rbita,

    su doloroso amor, su cumplimiento.

    Ser un desgarramiento

    elemental, constante.

    Desesperada espera

    lo s desesperada.

  • Otoo imperdonable

    14

    Y sin embargo, nada

    persistir ms cierto

    que su sabidura,

    que sus sencillas fiestas.

    Como el rosal seguro de la rosa.

    Y yo ser la sombra

    de su florecimiento,

    yo vivir acatando

    su voz y su silencio,

    en indefensa tierra,

    irrenunciablemente.

  • Otoo imperdonable

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    Balada de la alondra persuasiva

    En otra madrugada,

    por vientos de ceniza,

    obedec al latido de la alondra.

    El cielo no era cielo todava.

    La zona del hornero,

    el tiempo de la encina

    se inquietaban en lento aprendizaje

    y el cielo no era cielo todava.

    Hubo un encantamiento

    de flor y hierba fina,

    un cauteloso antao de roco,

    y el cielo no era cielo todava.

    En clima de obediencia

    mi pulso recorra

    todo un advenimiento de corolas

    y el cielo no era cielo todava.

  • Otoo imperdonable

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    No regres conmigo

    la alondra persuasiva

    porque me desterr de su latido

    cuando el cielo fue luz de medioda.

  • Otoo imperdonable

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    Trmino

    Yo s que estoy en vsperas de lo desconocido:

    un presagio madura tristemente en mi pulso.

    Por l oh despiadado! ya imagino las noches

    en que andar descalza por pasillos oscuros.

    Retoos de dolor que imagin mi frente

    en rojas certidumbres florecern maana.

    Tengo el presentimiento de mi infausto bautismo,

    de la amarga parcela que me est reservada.

    Que el silencio presida mi pavorosa angustia,

    que nada en m pretenda huir de lo inevitable.

    Para sufrir ms tarde el tiempo de las lgrimas

    vivo ahora esta edad de sed y aprendizaje.

    Todas las cosas deben florecer. Que el augurio

    se nutra de mi sangre y cumpla su presente.

    Como l es el paisaje que habitar el dolor

    yo soy un sitio donde florecer la muerte.

  • Otoo imperdonable

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    Con la mano vaca

    Oh profesin salobre de silencio.

    Yo lo he callado todo. Las palabras

    me negaron su trnsito oportuno

    con un hilo de hierro en la garganta.

    Quise nombrar en vano la dulzura.

    En vano quise darme en alabanza,

    que resisti tenaz la cerradura

    y toda llave me vali menguada.

    Tal vez es una herencia de crepsculos

    en que el mutismo fue horizonte y gracia,

    que revive en sajonas precauciones

    y caldea mis venas en su fragua.

    Tal vez alguna intemporal presencia

    me revel su antigedad de lgrimas

    encendiendo en mis ojos para siempre

    la luz contemplativa de su lmpara.

  • Otoo imperdonable

    19

    Todo ser llorado y retrado

    en la desolacin o la esperanza,

    que en mi voz decreci el abecedario

    y toda interjeccin fue amordazada.

    Pueda quedar a solas con la tarde,

    creciendo en ambicin de venturanza.

    Aunque huyan las palomas y me dejen

    con la mano vaca en la ventana.

  • Otoo imperdonable

    20

    La sombra

    Todo persiste en su razn primera

    frgil andanza, precio del encanto:

    La araa en su ritual devanadera

    y el pjaro en la forma de su canto.

    Yo tambin nombrara, si pudiera,

    esa versin alegre del quebranto,

    pero cautivo de mi cabecera

    est el silencio que me duele tanto.

    Est mi esencia, sueo amortajado,

    por equivocaciones y cadenas,

    por floraciones muertas en retoo.

    Y el mar de pensativo acantilado

    que enfra en el tumulto de mis venas

    sus peces importados del otoo.

  • Otoo imperdonable

    21

    Mnima

    Bajo la risa del verano

    giraban mundos de colores.

    Entonces era yo tan nia

    que no saba el nombre de las flores.

    Recuerdo el pjaro atareado

    y la faena de la araa

    y el cielo diminuto que caba

    en mis pestaas.

    Con la respiracin del agua

    y el riesgo de la arena

    pasaba el tren de la maana

    junto a los grillos y las azucenas.

    Y mientras mi candor rondaba

    por las provincias de una caracola

    taan su silencio enamorado

    el pez y la amapola.

  • Otoo imperdonable

    22

    Trnsito

    Crepsculo que me anuncia

    un tiempo de soledad.

    He recuperado el llanto

    en mi espera elemental.

    Es en vano el plenilunio,

    la paloma y el rosal:

    soy forastera en el mbito

    de esta dulzura sin par.

    No s que hacer con mis ojos

    inmigrantes. No s ya

    cmo habr de repetirme

    de silencio tan fatal,

    de mi bautismo de sombra

    frente a tanta claridad.

    Nube, pjaro, legumbre,

    ay, no quisiera llevar

    a sus clidas presencias

    mi cofre de hielo y sal.

  • Otoo imperdonable

    23

    Verano, clima de ausencia,

    tiempo de mi soledad.

  • Otoo imperdonable

    24

    El lugar

    Un da no s cmo me di cuenta que amaba

    este cielo encauzado en dosel de follaje,

    que amaba este silencio iluminado en trinos,

    este paisaje triste que casi no es paisaje.

    Por aqu pas un da con el primer asombro,

    con el ardiente asombro de saber ya pensar.

    Y, vrgenes los labios de palabras lejanas,

    hablaba con los rboles mi voz elemental.

    Esta calle ha vivido paralela a mi infancia

    y con los ojos fros pasaba junto a ella?

    Olvid que hay alzadas mil perpendiculares

    de su nombre y mi nombre a todas las estrellas.

    Ahora, ya advertido su abolengo infantil,

    me persigue el recuerdo con sencillo reclamo.

    Por eso la contemplo con amor, prevenida.

    Como si ya mis ojos la buscaran en vano.

  • Otoo imperdonable

    25

    Vana historia

    Si no recuerdo mal, todo caba

    entre los horizontes de un pauelo.

    Entonces figuraba el medioda

    un sol con ojos en mitad del cielo.

    Y gracias a una tierna hechicera

    la noche prodigaba su consuelo

    con tanta caridad que uno vea

    las estrellas tiradas en el suelo.

    Pero hoy el agua no lo dice. Es cierto:

    ya no se pone un corazn dorado

    ni roba ailes a la golondrina.

    Porque el mundo hechizado est desierto.

    Qu dolor, sobre l se ha desatado

    el Miedo con sus trapos de neblina.

  • Otoo imperdonable

    26

    El caballo muerto

    El sol se despertaba

    insinuando perfiles y cencerros.

    El caballo,

    a solas con su muerte, se vesta de tiempo.

    An guardaba el cielo

    la consistencia pura de la escarcha

    y la hierba

    amarilleaba como arrepentida

    de su lujoso bro de esmeralda.

    Los rboles oraban

    con su sombra monjil por el sendero

    y a ratos se esbozaba

    un trino en la blancura del silencio.

    All estaba el caballo,

    a solas con la tierra,

    desvanecido en ntima penumbra,

    condecorado por la primavera.

  • Otoo imperdonable

    27

    Quebr el itinerario de sus ojos

    esta invisible sombra de ramajes.

    Al litoral vaco

    huy una referencia de paisajes.

    El caballo,

    ay, ya no tiene nombre.

    La muerte lo igual con cualquier cosa:

    un olvido sin alba ni horizonte.

    Pero un nio

    supo llorarlo

    all cuando ninguno lo miraba

    y estaban lejos todos los rebaos.

    Despus, un doloroso testimonio

    ocupar la fosa a flor de tierra:

    unos huesos que investir la noche

    con la blancura de la luna llena.

    La muerte del caballo fue llorada

    por un nio.

    Y para iluminarla por ms tiempo

    el sol se rezagaba en el camino.

  • Otoo imperdonable

    28

    Ahora, cuando anuncia algn galope

    su entusiasmo de rbricas sonoras

    parece que el caballo se conmueve

    bajo los cuatro garfios

    que sin remedio lo atan a una sombra.

  • Otoo imperdonable

    29

    La vspera

    Ya preguntaba por el mundo mo,

    por la calle sin voz, por el pausado

    retorno de la noche en el roco

    y por el aldabn desmemoriado.

    Sorprendan los pjaros del fro

    la soledad del parque ensimismado

    y regresaba el nombre del esto

    puntual como la sangre a mi costado.

    Oh voluntad de estrella en la buja!

    Oh cortejo de llantos vegetales

    que en el perfil del viento renaca,

    cuando al temblar la savia en su retoo,

    bajo un aire aturdido de panales

    amaneci la infancia del otoo!

  • Otoo imperdonable

    30

    Noche de fro

    Vagbamos por calles de pjaros sin nombre.

    Oh calles de la noche, oh pjaros del fro.

    bamos bajo cielos constelados de sombra.

    Oh sombra de una msica sin cauce ni destino.

    Los rboles huyentes y casi minerales

    imaginaban rbitas de cercanos zodacos

    y un silencio salobre se helaba en la estatura

    del aire en el ramaje plural estremecido.

    El agua de la noche trazaba en mis pupilas

    acuticos senderos, trboles cristalinos.

    Qu pleamar, qu alarma: vertientes verticales

    y pramos de sombra que llevan a un abismo.

    Y de pronto, un anuncio de bienaventuranzas:

    el viento que alargaba los muros amarillos.

    El viento, que mova rumores espectrales

    casi reproducidos en follaje de vidrio.

  • Otoo imperdonable

    31

    Vagbamos por calles de pjaros sin nombre.

    Por mbitos de sueo, hmedos y sombros.

    Cobr el agua en mi voz el sabor de la noche

    y design a los pjaros con nmeros de fro.

  • Otoo imperdonable

    32

    Balada triste

    Era el otoo y era la llovizna,

    la inicial certidumbre del poniente.

    Mis pasos desandaban su tristeza

    mientras sobre la tierra conmovida

    era el otoo y era la llovizna.

    En el transcurso de las avenidas

    todos los pjaros haban muerto,

    y las hojas llovan cautamente

    sobre la hierba, cerca de mi sangre,

    en el transcurso de las avenidas.

    Qu llanto conoc, qu desconsuelo

    bajo los rboles deshabitados?

    Cuando en la fuente se reconoca

    un cielo de palomas lejansimas

    qu llanto conoc, qu desconsuelo.

  • Otoo imperdonable

    33

    Oh muros de mi sed, aquellos muros

    que no s si existieron a mi lado;

    beb en ellos soledad de siglos,

    luz funeraria, fros alusivos.

    Oh muros de mi sed, aquellos muros.

    Triste ejercicio el de invadir la niebla

    por mbitos inciertos, declinando.

    Atraves desconocidos puentes

    en el amanecer de los faroles.

    Triste ejercicio el de invadir la niebla.

    Todos los pjaros haban muerto

    en el transcurso de las avenidas.

    Qu llanto conoc, qu desconsuelo:

    era el otoo y era la llovizna,

    todos los pjaros haban muerto.

  • Otoo imperdonable

    34

    La cabalgata

    Partimos cuando el alba desteja

    las finas luces de su cabellera.

    Se inauguraba la fisonoma

    adormecida de la primavera

    en la celeste voz de las glicinas

    y en el turismo de las golondrinas.

    Galopbamos bajo la enramada,

    fustigados de viento maanero.

    Creca en la penumbra iluminada

    el alboroto vtreo del hornero

    y ya arda en el cielo de las rosas

    una constelacin de mariposas.

    Oh aquella galera de frescura

    edificada en rfagas frutales!

    Huamos de sus sombras, en procura

    de la inminente luz de los trigales

    alborotando charcos instalados

    junto a las procesiones de alambrados.

  • Otoo imperdonable

    35

    Y regresamos con el medioda

    aromado de trinos y colores.

    En la casa, una ardiente algaraba

    quebraba el luto de los comedores

    donde filtrando atisbos de caireles

    el sol caa sobre los manteles.

    Nadie me vio ms tarde, florecida

    la frente sobre el tallo de mi mano,

    con la memoria de mi voz perdida

    en la proximidad de lo lejano

    y advirtiendo a travs del duraznero

    la temprana presencia del lucero.

  • Otoo imperdonable

    36

    Hombre pensativo

    El hombre est pensando, y en su frente

    juega una sombra trmula de viento

    y danzan los delirios que la fuente

    le brinda en su pausado movimiento.

    El hombre permanece conmovido.

    Sin ansia y sin recuerdo. Se ha quedado

    con la asistencia fiel de sus sentidos

    pendiente de un destino inesperado.

    Porque el agua es un libro transparente

    que a veces melanclico ilumina

    algn sangrante trozo de poniente

    o un desbande casual de golondrinas.

    El hombre lo comprende y se demora

    en el fluvial silencio de la fuente.

    Sin advertir el ritmo de las horas.

    Sin ver danzar las sombras en su frente.

  • Otoo imperdonable

    37

    La casa

    All estarn las cosas todava,

    a punto de no ser, contradicindose.

    En el hasto de las escaleras

    y en la resignacin de las paredes

    aun seguir creciendo aquella sombra

    con su sed de presagios inminentes.

    Aquella sombra, ay, aquella sombra

    fra como la sal y como el verde.

    Su perfume inquietante, su leyenda

    de confidencias y de pareceres

    caa en el ramaje de mis hombros

    con la perseverancia de la nieve.

    Yo nunca tuve edad. Por eso entonces

    crec en la medida de mi muerte

    ante la certidumbre del dolor

    y la presencia de lo inexistente

    y esa frialdad de las antiguas voces

    slo atentas a sus atardeceres.

  • Otoo imperdonable

    38

    Dejadme que imagine: all quedaron

    los guantes amarillos del jinete,

    el crucifijo, las lamentaciones,

    la cida vigilia de la fiebre.

    (Consternacin que pudo perpetuarse

    en el mundo asombrado de mi frente).

    Yo s que quise huir de los espejos

    deshabitados insistentemente,

    de la cal angustiosa, de la fecha,

    de la persecucin de los caireles,

    de sombras que llovan por los muros

    lentas como la miel, y amargamente.

    Es verdad que nac para estar triste

    junto a cualquier ventana, cuando llueve.

    Pero eso s: guardadme mi silencio,

    aquel tan habituado a mis papeles,

    desordenado como las estrellas,

    amigo de mi voz, sencillamente.

    No me llevis a las habitaciones

    donde sollozan coloridos seres,

    en donde no podra habitar nunca

    el aire que respiran los juguetes.

    Porque no quiero ver anochecida

    mi propensin a los amaneceres.

  • Otoo imperdonable

    39

    Paisaje de elega

    No escuches mi dolor, t que me heriste.

    No te reclama ya ningn acento.

    Slo en mi corazn la sangre es triste.

    (Oh lentas calles del otoo lento!)

    No te requiero un solo mandamiento.

    -T que me niegas, t que no me diste-

    No sientas esta muerte que yo siento.

    (Oh tristes voces del otoo triste!)

    Que slo a mis entraas se refiera

    este clamor, este importante fro.

    Quiero que no te alcance su lamento.

    Pero si alguna vez te desespera

    un gran silencio, es el silencio mo.

    (Oh lentas sombras del otoo lento!)

  • Otoo imperdonable

    40

    Poemas con razones principales

    I

    Miento tu dicha sin querer, hermano.

    Mi corazn, espejo de la tierra,

    ha sepultado el rostro del verano

    en sombra humana y en humana guerra.

    Si hablo del otoo es porque llueven

    llantos sin fin en un jardn desierto.

    Sugestivos silencios me conmueven

    si digo que los pjaros han muerto.

    Creo que todava no he nacido

    y hace mil aos que me desconsuelo.

    Contempornea de las hojas, pido

    un poco ms de tierra para el cielo.

    Anduve en la llovizna y el poniente,

    entre gastadas amapolas. Era

    el agua apenas agua en cada fuente;

    la primavera, apenas primavera.

  • Otoo imperdonable

    41

    En un rpido susto de ladrillos

    vi desaparecer a la paloma

    y o, por lejansimos pasillos

    el ruido de la sangre cuando asoma.

    Toqu la quemadura y el estruendo

    con piedras sobre el techo, con pavores,

    para empezar, para seguir viviendo

    una estacin de atroces resplandores.

    II

    Enumero verdicas arenas,

    lo que a orillas del tiempo he recogido:

    montones de estropeadas azucenas,

    algunas caracolas sin sonido.

    Pero digo: No importa que estn rotas,

    que se hayan muerto todas estas flores.

    Ya volver la msica a sus notas,

    ya Dios inventar cosas mejores.

    Pero veo que el cielo no termina

    y que no muere toda voz que canta,

    que la alborada pisa la colina

    y en azufre y ceniza se levanta.

  • Otoo imperdonable

    42

    Alzo mi fortaleza de suspiro

    y mi sangre arrancada de una hoguera

    para que sea cierto lo que miro

    y que no sea lo que Dios no quiera.

    Esto es mi clima y mi pobreza, hermano.

    Nada te puedo dar de lo que tengo

    porque no est la forma de mi mano

    resuelta en el crisol de donde vengo.

    III

    Ser materia de esperanza. Digo:

    Cuando madrugues, cuando te enamores,

    cuando mires los ojos del amigo

    y te distraigan aparentes flores

    ya habrn vuelto a su mundo sin abrigo

    los jardineros y los aviadores.

    Porque sta es la verdad: ya crece el trigo,

    ya empiezan a cantar los ruiseores.

    Hay una insinuacin de primavera

    en inminentes pjaros librada.

    No la ves ya rondar tu calendario?

  • Otoo imperdonable

    43

    Mi vida no la ve, pero la espera

    con vestido de fiesta y demorada

    en un acontecer imaginario.

  • Otoo imperdonable

    44

    Eplogo

    Y menos mal que ya la enredadera

    azogada de lluvia, mereca

    pecolos de luz, mientras la era

    bajo el silencio azul reverdeca.

    Un capricho de nubes slo fuera

    aquella negacin del medioda,

    abierto luego en un portal de espera

    y en una ingenuidad de celosa.

    Desavenido el cielo en mi ventana,

    su repentina dicha en mi amargura,

    casi tem al milagro esa maana.

    Hasta que el viento, amigo y forastero,

    me convid a aprender agrimensura

    por entre el cardo en flor y el duraznero.

  • El poemario

    Otoo imperdonable

    por

    Mara Elena Walsh

    apareci originalmente en 1947,

    en edicin de la autora.

    El texto de la pgina siete est tomado

    de la tercera edicin,

    Buenos Aires, Luis Faria, 1967.

    Revisin y edicin electrnica:

    In Octavo, 2011.

    Edicin original:

    Mara Elena Walsh, 1947.