Mariana, el arenal y los elefantes

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FUCSIA homenaje P róxima a cumplir 50 años, Mariana Andrade, directora ejecutiva del cine independiente Ochoymedio, se recuer- da a sí misma siempre en la arena, batallando proyectos culturales con un equipo que resiste junto a ella, aventu- rándose en espacios enormes y poco recorridos, en una metáfora que funciona muy bien para retratar su espíritu perseverante: es como si tratara de conducir un grupo de elefantes cargados de planes por un desierto de arenas movedizas. Y mientras “todos van al norte huyendo de la crisis, yo voy con mi manada al sur”, dice Mariana, citando al cineasta manabita Fernando Cedeño, quien le dijo: “Total, de la historia que protagonizamos nunca va- mos a salir vivos”. Comandante, Generala, Madrina, Doña Marianita. Quienes la conocen en su oficio se refieren a ella con el respeto que le dan 25 años dedicados a tareas de ejecución audiovisual. Pero lograr ese temple para la acción no fue fácil. Forjó su carácter enérgico desde muy joven con la convicción de que la rebeldía debía vincularse al arte. En 1984 se lanzó a la empresa más novedosa y provocadora que se le ocurrió: hacer cine en Ecuador. “Fue aterrador y también fascinante”, declara. Luego vinieron cintas como Entre Marx y una mujer desnuda, en la década del 90, un filme en el que se inició como productora y que, según ella, resume el sueño colectivo que se desmoronó junto con el muro de Berlín. Pero añade: “Yo salté ese muro”. Empezó a entender el mundo más allá del dogma, a encontrar otros sueños que le movieran el corazón. Desde entonces sus pasiones derivaron en un prolongado amor por lo audiovisual. Así fue como en 2001, en el barrio La Floresta de Quito, nació la sala de cine arte Ochoymedio que, a veces con buen viento, a veces a empujones y a veces a punta de maniobras de respiración forzada, continúa funcionando con una programación diferente a la del circuito comercial. En Ecuador hay 210 pantallas de proyección cinematográfica, de las cuales solamente cinco proyectan cine no enlatado por Hollywood: “En cuatro de esas cinco programamos nosotros”. En su oferta cultural hay publicaciones como Ecuador bajo tierra (2010), MAAC Cine Guayaquil, MAAC Cine Manta y el proyecto Ruta 8, que busca mostrar “buen cine” en pantallas móviles que se colocan en espacios públicos y que esperan recorrer todo el país con sus exhibiciones. Un cine que perdure Ochoymedio durará como proyecto el tiempo que deba durar, afirma Mariana, quien admite: “Lo que no quiero es que se acabe por razones que no tengan que ver con nuestra voluntad, por deudas, por falta de apoyo estatal o privado o por el cansancio de estar siempre en pie de guerra, porque claramente los espacios culturales no sobreviven solos en ninguna parte del mundo” A veces Mariana se atasca en el desierto por el que conduce la caravana y otros soñadores la ayudan a arrear los elefantes, probando con más peso cada vez, para tener nuevos desafíos en los cuales ejercitarse. Prueban con festivales, con encuentros de danza, con publicaciones sobre cine y con otras fantasías que, entre varios entusiastas, ya no resultan tan difíciles de llevar. “He hecho en la vida lo que me ha dado la gana, pero soy un animal de manada, sin mi familia y sin mis amigos me muero de tristeza”. Pero insiste en hablar del futuro y exclama: “¡No quiero que me recuerden por cosas que hice hace décadas!”. Ella, que se reinventa todos los días para atravesar las llanuras más áridas, cuenta que siente que ha llegado la hora de relatar su historia personal, de realizar un texto audiovisual que narre su experiencia de “no maternidad”, sus pasiones, la relación con las raíces manabitas que definen su carácter, con el padre que vio morir en un accidente. Está pensando en tomarse un tiempo para el silencio y la creación de este nuevo proyecto de vida, quizás un documental donde hará un inventario de su identidad. “Cuando me preguntan qué película cambió mi vida, me parece absurdo, el arte no cambia la vida, la vida cambia a la vida, por eso hay que vivirla con pasión y a nuestra manera”, asevera Mariana, siempre desde la arena, convencida de que aún tiene energía y sueños para aventurarse por valles y desiertos.= Hace 28 años tuvo una idea fascinante y aterradora a la vez: hacer cine en Ecuador, y desde entonces no se ha podido despegar del arte audiovisual. Por Solange Rodríguez Mariana, 25 el arenal y los elefantes FOTO: ©EDU LEÓN/12

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Hace 28 años, Mariana Andrade, tuvo una idea fascinante y aterradora a la vez: hacer cine en Ecuador, y desde entonces no se ha podido despegar del arte audiovisual.

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FUCSIA homenaje

Próxima a cumplir 50 años, Mariana Andrade, directora ejecutiva del cine independiente Ochoymedio, se recuer-da a sí misma siempre en la arena, batallando proyectos culturales con un equipo que resiste junto a ella, aventu-

rándose en espacios enormes y poco recorridos, en una metáfora que funciona muy bien para retratar su espíritu perseverante: es como si tratara de conducir un grupo de elefantes cargados de planes por un desierto de arenas movedizas. Y mientras “todos van al norte huyendo de la crisis, yo voy con mi manada al sur”, dice Mariana, citando al cineasta manabita Fernando Cedeño, quien le dijo: “Total, de la historia que protagonizamos nunca va-mos a salir vivos”.

Comandante, Generala, Madrina, Doña Marianita. Quienes la conocen en su oficio se refieren a ella con el respeto que le dan 25 años dedicados a tareas de ejecución audiovisual. Pero lograr ese temple para la acción no fue fácil. Forjó su carácter enérgico desde muy joven con la convicción de que la rebeldía debía vincularse al arte. En 1984 se lanzó a la empresa más novedosa y provocadora que se le ocurrió: hacer cine en Ecuador. “Fue aterrador y también fascinante”, declara. Luego vinieron cintas como Entre Marx y una mujer desnuda, en la década del 90, un filme en el que se inició como productora y que, según ella, resume el sueño colectivo que se desmoronó junto con el muro de Berlín. Pero añade: “Yo salté ese muro”. Empezó a entender el mundo más allá del dogma, a encontrar otros sueños que le movieran el corazón. Desde entonces sus pasiones derivaron en un prolongado amor por lo audiovisual.

Así fue como en 2001, en el barrio La Floresta de Quito, nació la sala de cine arte Ochoymedio que, a veces con buen viento, a veces a empujones y a veces a punta de maniobras de respiración forzada, continúa funcionando con una programación diferente a la del circuito comercial. En Ecuador hay 210 pantallas de proyección cinematográfica, de las cuales solamente cinco proyectan cine no enlatado por Hollywood: “En cuatro de esas cinco programamos nosotros”. En su oferta cultural hay publicaciones como Ecuador bajo tierra (2010), MAAC Cine Guayaquil, MAAC Cine Manta y

el proyecto Ruta 8, que busca mostrar “buen cine” en pantallas móviles que se colocan en espacios públicos y que esperan recorrer todo el país con sus exhibiciones.

Un cine que perdureOchoymedio durará como proyecto el tiempo que deba durar, afirma Mariana, quien admite: “Lo que no quiero es que se acabe por razones que no tengan que ver con nuestra voluntad, por deudas, por falta de apoyo estatal o privado o por el cansancio de estar siempre en pie de guerra, porque claramente los espacios culturales no sobreviven solos en ninguna parte del mundo”

A veces Mariana se atasca en el desierto por el que conduce la caravana y otros soñadores la ayudan a arrear los elefantes, probando con más peso cada vez, para tener nuevos desafíos en los cuales ejercitarse. Prueban con festivales, con encuentros de danza, con publicaciones sobre cine y con otras fantasías que, entre varios entusiastas, ya no resultan tan difíciles de llevar. “He hecho en la vida lo que me ha dado la gana, pero soy un animal de manada, sin mi familia y sin mis amigos me muero de tristeza”.

Pero insiste en hablar del futuro y exclama: “¡No quiero que me recuerden por cosas que hice hace décadas!”. Ella, que se reinventa todos los días para atravesar las llanuras más áridas, cuenta que siente que ha llegado la hora de relatar su historia personal, de realizar un texto audiovisual que narre su experiencia de “no maternidad”, sus pasiones, la relación con las raíces manabitas que definen su carácter, con el padre que vio morir en un accidente. Está pensando en tomarse un tiempo para el silencio y la creación de este nuevo proyecto de vida, quizás un documental donde hará un inventario de su identidad.

“Cuando me preguntan qué película cambió mi vida, me parece absurdo, el arte no cambia la vida, la vida cambia a la vida, por eso hay que vivirla con pasión y a nuestra manera”, asevera Mariana, siempre desde la arena, convencida de que aún tiene energía y sueños para aventurarse por valles y desiertos.=

Hace 28 años tuvo una idea fascinante y aterradora a la vez: hacer cine en Ecuador, y desde entonces no se ha podido despegar del arte audiovisual.Por Solange Rodríguez

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