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    LOS DOS CONCEPTOS DE CULTURA:ENTRE LA OPOSICION

    Y LA CONFUSION

    Irene Martnez SahuquilloUniversidad de Salamanca

    RESUMEN

    En el presente estudio se aborda el carcter polismico de la palabra cultura y la confusingenerada por el uso equvoco del trmino. En l se analizan detalladamente las dos acepcionesprincipales, la de cultura en sentido restringido y en el amplio sentido antropolgico, y se mues-tra la oposicin radical que existe entre ellas aplicando los pares de pattern-variables de Par-sons. Tambin se analizan las implicaciones ideolgicas suscitadas por los dos conceptos a partir

    del siglo XVIII. Se sostiene que en la actualidad, y debido al efecto mistificador de corrientescomo el multiculturalismo y de ciertas ciencias sociales, la cultura en sentido restringido estsiendo erosionada y deslegitimada, a la vez que se tienden a borrar las fronteras que dividen a laalta cultura de la cultura de masas, as como de la cultura en sentido antropolgico.

    1. LA PROMISCUIDAD SEMIOTICA DEL CONCEPTODE CULTURA: DIAGNOSTICO DE UN ESTADO

    DE CONFUSIONUn fenmeno que no puede pasar inadvertido a ningn observador de

    nuestro tiempo es el uso polismico y, en ocasiones, abusivo del trmino cultu-ra, cada vez ms un comodn en el juego lingstico de la modernidad tarda.

    A una palabra que fue clave en el vocabulario emblemtico de los inicios ilus-trados de la sociedad moderna unida, aunque no siempre fraternalmente, a

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    otra palabra seera, esto es, la palabra civilizacin le sucede que, al mismotiempo que se hace ms omnipresente en el espacio pblico y en la vida coti-diana, va perdiendo toda su capacidad de remitir a un conjunto limitado de

    hechos, debido a la ingente multiplicidad de sentidos que toma segn el con-texto en que aparezca. Su elasticidad semntica es tal que puede referirse desdea una sinfona de Beethoven, una novela de Dostoievski o una exposicin dePaul Klee hasta una actitud o mentalidad socialmente vigentes en una nacin,grupo o subgrupo o estilo de vida, pasando por una cancin o baile popular(en su acepcin de folklore) o por un espectculo de masas que es la formaque toma lo popular en la actual sociedad de consumo de masas. La profusaamalgama de acepciones radicalmente distintas de este vocablo multifuncionaly multiuso justifica que algunos socilogos hablen de la promiscuidad semiti-

    ca del trmino y se planteen que, dada la disolucin de los lmites que separanlo que es cultura de lo que no lo es, no tiene sentido seguir hablando de cultu-ra, pues habramos entrado (o, al menos, estaramos entrando) en la era de lapostcultura1.

    Lo que es un hecho innegable es la asombrosa proliferacin de usos diver-sos y connotaciones radicalmente diferentes que se dan a esta palabra progresi-vamente dctil y polivalente, tanto cuando aparece en mbitos intelectualmen-te refinados, como la ciencia o la filosofa, como cuando es utilizada ms laxa-

    mente en campos menos cuidadosos con el empleo riguroso de los trminos,como son la poltica o el periodismo de batalla, e, incluso, cuando se usa en lavida cotidiana. El resultado es que, segn el contexto social y lingstico deque se trate, este vocablo y sus derivados (culto, cultural, aculturacin, culturi-zar, etc.) pueden designar una multitud arrolladora de hechos y dimensionesde lo social: desde su sentido ms antiguo y comn, enraizado en la voz latinacultus, de realizaciones intelectuales y artsticas que implican un cultivo de lasfacultades ms especficamente humanas, as como el del desarrollo de las mis-mas y la capacidad para entender y disfrutar de las realizaciones mencionadas

    (sentido aludido en la expresin convencional tener cultura o ser culto o,ms especficamente, tener una cultura cientfica o clsica), pasando por el sen-tido holstico e historicista de configuracin espiritual de una nacin o poca(sentido puesto en circulacin por Herder y, ms adelante, por los historicistasalemanes) y tambin por la acepcin de civilizacin, trmino con el que a vecesconfluye (como cuando se habla de cultura occidental u oriental), para llegar alconcepto antropolgico de cultura que tanto se ha difundido en los ltimostreinta aos y que es el ms omniabarcante, ya que comprende todos los

    hechos que configuran una forma de sociedad, desde los valores, normas deconducta y leyes hasta las costumbres, ritos, creencias, tcnicas, arte, prcticassexuales y un largo etctera.

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    1 Este es el diagnstico de los socilogos S. CROOK, S. PAKULSKI y M. WATERS (1992), en sulibro Postmodernization. Change in Advanced Society, Londres, Sage. Vase especialmente elcap. 2. La expresin citada promiscuidad semitica aparece en la p. 37.

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    avanzadas.La tesis que pretendo demostrar es que este totum revolutum no es unhecho casual atribuible, simplemente, a la coexistencia de varias acepcionesdistintas de un trmino que, en su evolucin semntica, ha ido adquiriendonuevos significados, entre otras cosas debido a su incorporacin al arsenal con-ceptual de la antropologa, la historia, la filosofa o la sociologa, ni tampocoexclusivamente a las intenciones iconoclastas de algunos artistas contracul-turales. A mi entender, el estado de cosas que acabo de esbozar es susceptiblede ser explicado sociohistricamente, reconstruyendo la evolucin del sentido

    de este vocablo a medida que iba siendo adoptado por filsofos y pensadoressociales e interpretando las causas que explican los usos tan diversos y, a veces,tan difusos que se le dan en nuestros das.

    As, por ejemplo, en la actualidad, la derrota o, al menos, erosin delviejo sentido restringido y selectivo de cultura y el triunfo del uso indiscri-minado y eclctico del trmino (en sus acepciones historicista, antropolgico-culturalista y sociologista), un hecho, por cierto, denunciado por autores comoel escritor francs Alain Finkielkraut en su libro La Derrota del Pensamiento, el

    argentino Juan Jos Sebreli en El Asedio a la Modernidado el americano AllanBloom en El Cierre de la Mente Moderna, entre otros, no se puede desligar decorrientes o modas intelectuales tales como la crtica a la civilizacin occiden-tal (o antioccidentalismo), el reconocimiento de la diversidad de culturasunido al relativismo cultural que afirma la radical inconmensurabilidadentre ellas y que niega la posibilidad de emitir juicios sobre ninguno de sus ele-mentos, la moda del multiculturalismo que est ligada a lo anterior y que esla forma positiva que toma el antietnocentrismo, el discurso postmodernocon su aversin a los metarrelatos y a las posturas o valoraciones con preten-

    sin de objetividad y, por ltimo, aunque suene paradjico, lo que se puededenominar culturalismo, que es un enfoque que ha cuajado con fuerza en algu-nas ciencias sociales entre ellas la sociologa y lneas filosficas (como larepresentada por los neowittgensteinianos) y que consiste, bsicamente, enreducir lo social a lo cultural, de forma y manera que, como indica Julio Cara-baa, el hombre se vuelve prisionero de las formas simblicas de su cultura y,en palabras de Wittgenstein, los lmites del lenguaje son los lmites de sumundo5; dicho determinismo cultural, unido al sealado planteamiento relati-vista (que es una posible, aunque no necesaria, consecuencia moral del citadoenfoque), convierte al mundo en un conglomerado de culturas diferentes eigualmente valiosas formadas por individuos clausurados en ellas y determina-dos en todos sus procesos mentales por las mismas.

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    5 Vase Julio CARABAA(1993), De la conveniencia de no confundir sociedad y cultura,en Problemas de Teora Social Contempornea, E. Lamo de Espinosa y Rodrguez Ibez (eds.),Madrid, CIS, pp. 87-112, especialmente p. 107.

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    A mi entender, todas estas corrientes que han cobrado tanta popularidadentre un sector de intelectuales, as como entre gentes progresistas y polti-camente correctas, contribuyen, sin pretenderlo, a relativizar e, incluso, desle-

    gitimar a la cultura en sentido restringido que sera simplemente un elemen-to ms de la cultura en sentido amplio y cuyo valor dependera de su apre-ciacin intersubjetiva dentro de cada universo cultural, as como a negar laexistencia de una cultura universal formada por las realizaciones culturales queposeen un valor transcultural, como la ciencia, la filosofa o el arte, y que sonsusceptibles de ser entendidas, apropiadas, cultivadas y disfrutadas por cual-quier individuo, independientemente de su filiacin tnica, nacional o de cual-quier otro tipo. Esta idea es a la que apuntaba Flaubert cuando deca que unaobra no tiene importancia ms que en virtud de su eternidad, es decir, que

    mientras ms capaz de representar a la humanidad de todos los tiempos, msbella ser6. En el caso de la ciencia, la aplicacin indiscriminada de un discur-so relativista es an ms grave, ya que se cuestiona su superioridad frente aotro tipo de saberes no rigurosos, como la magia, la religin o la ideologa, ascomo sus pretensiones de validez, lo que conduce a negar una evidencia: quelos resultados de las ciencias, cuando son verdaderos, dejan de ser culturales,como justamente seala Gustavo Bueno7. Pero no slo se impide desde lasperspectivas mencionadas que se valoren los logros culturales de la humanidad

    entendida como un todo: tambin se pierde la visin de que la cultura enten-dida como creacin intelectual y esttica de alto rango representa la capacidadque tiene el hombre para escapar a los estrechos lmites que la naturaleza y lasociedad (o la cultura en sentido antropolgico) le imponen.

    Efectivamente, si la cultura no es concebida como trascendencia de lodado, sino como mera expresin o manifestacin del espritu o imaginariode un pueblo o grupo (el Volkgeist), entonces deja de tener sentido diferenciaruna esfera del arte y el conocimiento con sus propios valores estticos, cogniti-vos y hasta morales no necesariamente coincidentes con los prevalecientes en la

    sociedad en la que aqullos estn insertos, los cuales responden al esfuerzohumano por alcanzar lo bello, lo verdadero y lo bueno y rozar la perfeccin. Esentonces cuando la cultura, perdida toda autonoma y valor trascendente, seconvierte en un saco en el que cabe todo: desde costumbres culinarias, prcti-cas religiosas, sexuales, de interaccin social, etc., pasando por las modas en elvestir, el adorno y en los gustos de todo tipo, hasta, en nuestra sociedad deconsumo, cualquier artculo o mercanca, ya que, como bien muestra Baudri-llard, los artculos de consumo estn saturados de signos, mensajes e imgenes:

    se han convertido en valores de signo ms que en valores de uso, con lo cualsu funcin cultural es ms evidente. Este hecho, unido a la prdida de distin-

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    6 Frase citada por Miguel SALABERT (1981), en el prlogo a La educacin sentimental, deGustave FLAUBERT, Madrid, Alianza.

    7 Vase Gustavo BUENO (1996), El Mito de la Cultura, Barcelona, Ed. Prensa Ibrica,p. 200.

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    cin entre lo real e imaginario, justifica su famosa aseveracin de que hoy enda todo es cultural8.

    As pues, por seguir con este esbozo del estado de la cuestin, todo parece

    indicar que nos hallamos ante una mutacin fundamental en el terreno de lacultura descubierta por diversos autores. Para el marxista heterodoxo FredricJameson, dicha mutacin consiste en que la cultura como tal ya no est dotadade la relativa autonoma que disfrut en momentos ms tempranos del capita-lismo y que su disolucin como mbito delimitado se debe a la prodigiosaexplosin de la cultura por toda la superficie social, hasta el punto y aqucoincide con Baudrillard de que todo lo que contiene nuestra vida social seha vuelto cultural9. Otros autores, como DiMaggio, consideran que se asistea un proceso de desclasificacin cultural que impide o dificulta diferenciar y

    jerarquizar los distintos productos culturales10 y, adems, diluye los lmites queseparan a lo cultural de lo puramente comercial, lo que lleva a J. S. Allen ahablar de un idilio entre comercio y cultura11.

    Pero no es mi intencin repasar todos los diagnsticos o teoras que abor-dan la descomposicin o, al menos, transformacin de la cultura en la llamadasociedad postmoderna o en vas de postmodernizacin. Ms bien el intersque me anima es el de aclarar el proceso por el cual se ha llegado a decons-truir el viejo concepto restrictivo de cultura, cada vez ms marginado en el

    discurso actual por la invasin de los otros usos del trmino, en especial el his-toricista-antropolgico, con su fuerte carga de relativismo. El objetivo de loque ahora sigue es, pues, el de reconstruir la corta historia de una lucha, lalucha de dos conceptos antagnicos de cultura, el restringido y el ampliado,con sus diversos matices, para centrarme en la radical oposicin semnticaentre ambos conceptos y sus implicaciones ideolgicas y terminar con unabreve interpretacin de la situacin de confusin en la que ha desembocadoesa intensaKulturkampf.

    Debo aclarar que, pese a que he comenzado este trabajo constatando la sel-

    vtica multiplicacin de significados y connotaciones dados al vocablo cultura,mi opinin es que existen fundamentalmente dos conceptos de cultura, losarriba indicados, que desde el comienzo de la modernidad autoconsciente hanrivalizado y combatido por hacer valer su definicin, con las consecuenciasideolgicas que cada una de ellas (la restringida y la antropolgica) ha tenido ysigue teniendo: universalismo versusparticularismo; nacionalismo o etnicismoversus cosmopolitismo; populismo versus individualismo; y, en algunosmomentos histricos, totalitarismo versus liberalismo democrtico. Por ello

    creo que merece la pena centrar la discusin en ambas acepciones principales:

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    8 J. BAUDRILLARD (1983), Simulations, Nueva York, Semiotext.9 F. JAMESON (1996), Teora de la postmodernidad, Madrid, Trotta, p. 66.10 P. DIMAGGIO (1987), Classification in Art, American Sociological Review, nm. 52,

    pp. 440-455.11 J. S. ALLEN (1983), The Romance of Commerce and Culture, Chicago, Chicago University

    Press.

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    su implantacin, su oposicin o lucha y, por ltimo, su convergencia o confu-sin y las contradicciones a las que sta da lugar. Para ello, es preciso remon-tarse a los inicios de esa divergencia, en el siglo XVIII, y recorrer la evolucin

    histrica de las dos nociones para, de esta manera, establecer los trminos de loque, a mi juicio, ha sido una larga disputa intelectual e ideolgica.

    2. LA GENESIS Y DESARROLLO DE DOS VISIONESCONTRAPUESTAS DE LA CULTURA EN EL CONTINENTEEUROPEO

    Aunque en su acepcin comn la palabra cultura o sus derivados se empie-

    za a usar antes del siglo de las luces nace en distintos momentos segnlos pases: en Espaa las voces culto, cultura, inculto e incultura datan del si-glo XVI, es de este siglo del que quiero partir ya que es entonces cuandoempiezan a despuntar dos concepciones distintas de la cultura ligadas a doscorrientes de pensamiento cuya pugna se har ms abierta con la irrupcin enla escena europea del romanticismo, movimiento claramente opuesto a la tra-dicin racionalista ilustrada. Es esta pugna, al principio latente y ms tardeexpresa, la que pretendo analizar centrndome fundamentalmente en tres

    naciones: Gran Bretaa, Francia y Alemania.A riesgo de simplificar, voy a distinguir dos tradiciones intelectuales quemantienen distintas posiciones en relacin tanto con la ya denominada culturacomo con otro concepto emparentado: el de civilizacin. La primera tradicin,que emerge principalmente en Inglaterra y Francia, es la que se puede etique-tar de ilustrada en el sentido ms puro del trmino, pues entiende la culturacomo una realizacin del espritu humano no como algo ligado a algunapeculiaridad nacional y percibe una relacin de mutua dependencia entre eldesarrollo de las artes, las letras y las ciencias y el avance de la civilizacin en

    su aspecto tanto econmico como en lo que se refiere al refinamiento de lascostumbres: lo que ha sido estudiado concienzudamente por Norbert Elias ensu clebre libro12. Aunque no todos los ilustrados comparten la confianza en elprogreso de Condorcet (pinsese en el escptico David Hume), la mayoraestablecen como condicin para la mejora de las naciones el progreso de lasciencias, si no de las artes, adems del avance en la educacin moral y cientfi-ca de las gentes. No se trata slo de que las creaciones artsticas y los progresosdel conocimiento sean valiosos por s mismos y que su difusin sea uno de los

    fines que los ilustrados se imponen como tarea de mxima importancia; locaracterstico de la concepcin ilustrada y racionalista de la cultura es el papelactivo que le otorgan (en especial al conocimiento, indisociable, para algunosilustrados, de la moral) en la construccin de un mundo ms civilizado y lan-

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    12 Por supuesto, me refiero a la obra ya clsica de Norbert ELIAS (1989), El proceso de civili-zacin, Mxico, FCE.

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    zado a un proceso interminable de perfeccionamiento. En suma, desde estatradicin se considera que cultura y civilizacin marchan de la mano y que,adems, la cultura y civilizacin occidentales son dignas de ser exportadas a

    otros pueblos ms atrasados. La cultura es contemplada como uno de losmotores del cambio hacia una nueva era de mayor riqueza, justicia y raciona-lidad.

    La otra visin de la cultura que va perfilndose en Europa representa uncuestionamiento de algunos planteamientos caractersticos de la Ilustracin,cuestionamiento que se radicalizar con el romanticismo. Aunque sea Alemaniael suelo ms favorable para la germinacin de esta concepcin antagnica, no esun movimiento exclusivamente germnico el que desafa la nocin ilustrada decultura-cum-civilizacin. Es un ginebrino radicado en la patria de los philoso-phes, Rousseau, el primero en sembrar la semilla de la discordia al mantener,contra sus contemporneos, que el progreso de las artes y las ciencias, lejos deperfeccionar al hombre y a la sociedad, multiplica sus vicios y lacras y en expre-sar una visin crtica del proceso de civilizacin, concebido como proceso dedesnaturalizacin del hombre. Por eso mantiene la necesidad de cambiar lasbases de la sociedad poltica y de transformar radicalmente la forma tradicionalde educar a nios y jvenes. La propuesta rousseauniana de una educacin nodirigista y creativa, centrada en estimular el despliegue espontneo de las poten-

    cialidades internas del muchacho, enlaza directamente con la visin ms inti-mista de la formacin entendida como formacin espiritual integral de lapersona que se desarrolla caractersticamente en Alemania13.

    Efectivamente, son algunos intelectuales alemanes los que inician un movi-miento de desviacin respecto a la concepcin ilustrada dominante de la cultu-ra y de la civilizacin como motores de progreso y como seas de identidad delmundo europeo (cuya prolongacin natural es Amrica). Es en Alemaniadonde principalmente se difunde entre la burguesa, especialmente entre profe-sores y hombres de letras, un descontento hacia la cultura hegemnica de la

    aristocracia, una clase que se distingue del resto, adems de por su refinamien-to en el trato social y las costumbres (que a los burgueses se les antoja artificio-so), por hablar francs y preferir todo lo que viene de Francia14. Esta es una delas razones que explica que la clase burguesa alemana, por reaccin, desarrolleuna forma propia de entender la cultura y la educacin que la produce y cons-truya una imagen alternativa del hombre culto como hombre cultivado espiri-tualmente y entrenado para la actividad literaria, pero desdeoso del mundode las apariencias y de las formas en el que tanto se afanan franceses (o cortesa-

    nos afrancesados) e ingleses: un hombre que vive hacia adentro y que no seocupa de la marcha de la economa o la poltica. Se trata de la versin intimis-

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    13 Como describe y analiza minuciosamente Fritz K. RINGER (1995), en su obra clsica, porfin traducida al castellano, El Ocaso de los Mandarines Alemanes, Barcelona, Pomares.

    14 Este contencioso entre aristocracia y burguesa alemanas es descrito con todo detalle porNorbert ELIAS, en la obra mencionada, pp. 57-82.

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    ta, luterana, de cultura que se distancia de la de tradicin catlica, anglicana e,incluso, calvinista y que culminar en el romanticismo.

    Lgicamente, esta versin de cultura tiene ms afinidades electivas con el

    arte y las humanidades que con la ciencia, al menos la ciencia dura de tradi-cin anglo-mediterrnea pues laWissenschafttal y como es concebida por losacadmicos alemanes tiene un sentido lo suficientemente amplio como paraabarcar cualquier saber, por humanstico que ste sea15, y siente mucha msdistancia y recelo ante la marcha de la civilizacin tcnica, con su implantacinde un orden industrial y urbano en el que dominan las relaciones asociativas(por tanto, como dir ms adelante Tnnies, artificiales o mecnicas) y losvalores objetivos. Empieza a brotar, as, una enemistad entre cultura y civili-zacin, esta ltima entendida, primero, como buenas maneras y sutilezas socia-

    les tpicas de las clases aristocrticas y, ms tarde, como los progresos en econo-ma, tecnologa y organizacin social que slo tienen que ver con los aspectosexternos de una sociedad. Puesto que laBildungaluda, en el contexto alemn,a la formacin espiritual del individuo cuyo resultado era una educacinhumanista de carcter no prctico (la Kultur), ambos conceptos no podanencontrarse en un terreno comn con el de civilizacin16. Se va preparando,as, el camino para que estalle, en la poca de industrializacin intensiva de

    Alemania, la guerra declarada entre Kultur yZivilisation. Pero antes de este

    estallido en el quicio del siglo XIX al XX tiene lugar un fenmeno de sumaimportancia: la revolucin romntica, la cual tendr enormes repercusionessobre la idea y valoracin de la cultura.

    Las contribuciones principales del romanticismo a la breve historia delconcepto en cuestin fueron, por un lado, la consagracin y acentuacin de laoposicin culturaversuscivilizacin la cultura tiene que ver con el yo y lossentimientos (el alma u homo internusconsagrado por Lutero) y la civilizacincon la fra racionalidad tcnica o el ser social del hombre (su parte externa, nosignificativa desde el punto de vista espiritual) y, por el otro, el descubri-

    miento y encumbramiento de la cultura popular. No se trata slo que sevalore ms, en algunos crculos alemanes y de otros pases en vas de construiruna identidad (y, en algunos casos, un Estado-nacin), la cultura popular quela refinada, sino que se empieza a hablar de espritus nacionales o espritusde una poca y a otorgar una preeminencia a las culturas, los Estados y laspocas tratados como todos personalizados irreductibles a los individuos quelos producen: la imagen sinfnica es, como seala Ringer en El Ocaso de losMandarines Alemanes, la metfora preferida para ilustrar la idea de totalidad

    de la vida que se manifiesta en una cultura nacional como, por ejemplo, laalemana17.

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    15 Como explica RINGER, en op. cit., Wissenschaftno equivale exactamente a ciencia, sino aerudicin, saber o disciplina, y es perfectamente compatible con las humanidades (p. 110).

    16 Vase la obra de RINGER, en especial pp. 97-100.17 Ibid.

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    As pues, los romnticos glorificaron por primera vez en la historia a la cul-tura popular y bajaron de su pedestal a la alta cultura, la cultura ms intelec-tual y cosmopolita de las lites, a la vez que se declaraba la guerra a la ciencia y

    la civilizacin por su carcter mecnico y externo en oposicin a la natura-leza orgnica de la cultura. Hay que matizar, sin embargo, que este descu-brimiento y exaltacin de la cultura popular es anterior a la poca romnticapropiamente dicha y se lo debemos a Herder, el primero en utilizar la palabracultura en plural y en darle un sentido antropolgico y en contraponer unacultura del pueblo o Volkskultur, que es la autntica, a la cultura educada oKultur der Gelehrten (cultura de los letrados), que es artificiosa y epidrmica.Es Herder, por cierto, quien pone en circulacin la expresin Volksgeist(espri-tu del pueblo o de la nacin), que ser tan bien recibida en pocas posteriores

    por los movimientos nacionalistas, desde el pangermanismo o el paneslavismohasta el movimiento nazi18.

    Qu era de lo que se trataba con esta preferencia incluso idolatrapor la cultura popular y con ese distanciamiento de la alta cultura? Pues bien, ami modo de ver, lo que se persegua era reivindicar aquella cultura que estuvie-ra ms enraizada no slo en la gente comn, sino en un territorio susceptiblede convertirse en nacin y que no representase logros individuales, de hombrescapaces de dirigirse con sus obras o sus hallazgos a la humanidad entera, sino

    una identidad colectiva. La aspiracin nacionalista tiene mucho que ver conuna eleccin que estaba tambin motivada por un sentimiento de rechazohacia la direccin que estaba tomando la historia europea, es decir: urbaniza-cin, industrializacin capitalista y, en la esfera cultural, desarrollo de la cien-cia y, no lo olvidemos, una cultura cada vez ms cosmopolita e individualistacongruente con el medio urbano y su clase ms representativa, la burguesa. Elmito del pueblo, de un pueblo que crea Das Volk dichtet, afirmarn loshermanos Grimm, resultaba enormemente atractivo para quienes se sentanamenazados en su identidad bsica, su identidad nacional la cual queran

    reforzar, tambin, para apuntalar un naciente Estado, y teman las conse-cuencias destructivas de la modernizacin sobre la cultura popular, la cual yaestaba comenzando a perderse, herida de muerte por el avance de la industria-lizacin.

    En resumen, tanto el romanticismo como el neorromanticismo de princi-pios de este siglo, como tambin el nacionalismo, sentaron las bases para ungiro de perspectiva en relacin con la cultura: en primer lugar, en lo que ataeal romanticismo propiamente dicho, se produjo lo que podemos denominar

    un giro intimista que se manifiesta en la predileccin por las obras de arteque expresan los sentimientos y pensamientos ms profundos de un yo auto-clausurado del mundo circundante al menos del mundo social, que no deltodava encantado mundo de la naturaleza; en segundo lugar, y en lo que se

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    18 Vase J. J. SEBRELI (1992), El Asedio a la Modernidad, Barcelona, Ariel, esp. caps. Vy VI.

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    refiere a la aportacin de los romnticos menos intimistas y ms identificadoscon su pueblo o nacin, se dio un radical giro popular, comunitario, onacionalista que trajo consigo una sacralizacin de la cultura en cuanto que

    expresin espontnea de una forma de vida compartida por un pueblo, conce-bido como una unin metafsica de almas que sienten, cantan, crean y rezan auna. Es significativo que esta concepcin arraigue precisamente en una pocade transicin a la sociedad urbana industrial en la que el pueblo (es decir, sinmistificaciones, la comunidad rural) y su folklore estn en trance de desapari-cin, como lo es tambin que se trate de una poca de formacin y consolida-cin de algunos grandes Estados nacionales, como Alemania. Ello explica quese impusiera con tanta fuerza el mito de la cultura, que es, como sostiene Gus-tavo Bueno, una autntica idea-fuerza cargada de juicios de valor de signo

    meliorativo y dotada de una intencin claramente reivindicativa19. Los Estadosnacionales han necesitado monopolizar no slo la violencia legtima, sino tam-bin, como ha sido analizado por autores como Ernest Gellner o Pierre Bour-dieu, la cultura legtima transmitida a travs de las instituciones educativas.

    Este mito, el de la cultura del pueblo o de la nacin, ser complementado,en el siglo XX, por el mito de las culturas primitivas o perifricas al mundodesarrollado que alienta todo tipo de imgenes idealizadas sobre los pueblosnaturales, como se ha llamado en Alemania a las sociedades arcaicas, y que

    enlaza con otra idea-fuerza: la idea de lo natural, que tanto es explotada en elmbito publicitario. Efectivamente, a lo largo de este siglo ha terminado porcuajar tanto la nocin romntica y populista como la nocin antropolgica decultura revestida de connotaciones antioccidentales. El campo estaba abonadoen las primeras dcadas de siglo para que arraigasen las ideas de culturanacional y de identidad cultural (que se volvieron ms beligerantes, comoera de esperar, durante la Primera Guerra Mundial) y que, ms adelante, triun-fara el concepto antropolgico de cultura. Por ello no es de extraar que cuan-do los antroplogos de este siglo difundieron su concepto de cultura y, des-

    vindose de la tradicin antropolgica del siglo anterior que era evolucionis-ta y afirmaba la unidad del hombre, empezaron a proclamar la diversidadontolgica de cada cultura, a sustituir el racismo del siglo anterior por un cul-turalismo que tambin separa a los grupos humanos en culturas autoclausura-das y a sostener con toda firmeza el principio del relativismo cultural dirigido,entre otras cosas, a derrocar el etnocentrismo de Occidente, haba un pbliconumeroso muy receptivo a estas ideas, vido de conocer bien sus races cultura-les ms profundas, bien otras culturas e identidades culturales no desvirtuadas

    por el industrialismo, y deseoso de creer en la importancia de conservar lasculturas nacionales intactas para oponerse a la tendencia de homogeneizacinmundial generada por la modernizacin de todos los pueblos.

    El culturalismo fue penetrando tambin en las instituciones, hasta alcanzara la propia UNESCO. Esta organizacin haba comenzado su andadura tras la

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    19 Gustavo BUENO, op. cit., pp. 103-104.

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    Segunda Guerra Mundial con un espritu ilustrado y con el objetivo expreso degarantizar a todos el pleno e igual acceso a la educacin, la libre persecucin dela verdad objetiva y el libre intercambio de las ideas y conocimientos. Pero esta

    idea fue puesta enseguida en tela de juicio por Lvi-Strauss, quien, en un infor-me encargado por la organizacin, expuso las opiniones polticamente correctasque han acabado por imponerse en los organismos oficiales y los departamentosde ciencias sociales: no hay que defender una idea tachada de etnocntrica decivilizacin o de cultura; lo nico que existen son culturas, en el sentido deestilos de vida especiales, con sus correspondientes valores20. Esta concepcinde Lvi-Strauss, compartida por otros antroplogos y cientficos sociales, fue,naturalmente, aceptada e incorporada a la definicin oficial de cultura de laorganizacin internacional antedicha, segn la cual la cultura es el conjunto

    de conocimientos y de valores que no es objeto de ninguna enseanza y que,no obstante, todo el mundo de la comunidad sabe. Como bien plantea Juan

    Jos Sebreli, la UNESCO incurre, as, en una grave contradiccin, pues, si lacultura se adquiere espontneamente en la comunidad, para qu fomentar laeducacin?21. Se trata sta de una contradiccin lgica en un momento, segun-da mitad del siglo XX, en el que la fase de oposicin de los dos conceptos anali-zados est dando paso a una nueva fase: la fase de confusin. Pero antes deexponer esta tesis es preciso explicar en qu consiste exactamente la oposicin

    semntica de los dos conceptos enfrentados para, posteriormente, delinear losconflictos y problemas a los que dan lugar tanto la adopcin del ms beligeran-te de ellos, el antropolgico-particularista, como el difuminamiento de loslmites que separan a uno de otro.

    3. ANALISIS DE LOS DOS SIGNIFICADOS PRINCIPALESDE LA PALABRA CULTURA JUNTO CON SUS IMPLICACIONESSOCIALES E IDEOLOGICAS

    Llegamos, de este modo, a la oposicin primero y confusin despus dedos acepciones y concepciones radicalmente distintas de cultura: la primera,como ya se ha indicado, respeta en mayor medida el origen etimolgico de lapalabra y concibe las objetivaciones culturales como una realidad que se cultivay se adquiere mediante un esfuerzo de refinamiento y un entrenamiento espe-cfico, bien sea en instituciones diseadas al efecto (como escuelas, institutos,universidades, academias), bien sea mediante el aprendizaje directo a cargo de

    un maestro, bien de forma autodidacta; la segunda, en cambio, interpreta lacultura como una realidad difusa que surge por generacin espontnea en lavida social de un pueblo (nacin, etnia, raza, minora religiosa, etc.) o grupo

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    20 Vase Alain FINKIELKRAUT (1987), La Derrota del Pensamiento, Barcelona, Anagrama,p. 60.

    21 SEBRELI, op. cit., p. 48.

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    (definido por el sexo, la edad, la ubicacin social u otras caractersticas queimplican una identidad) y que se transmite informalmente o se absorbe porsmosis; en las versiones ms esencialistas se nace con ella o se lleva en la san-

    gre. La imagen de crecimiento o desarrollo, y no la de produccin consciente,se compadece mejor con esta visin de cultura, cultura que, al contrario que enla anterior concepcin, se reverencia no por representar unos logros excepcio-nales de la sensibilidad y la mente humanas, sino porque expresa el sentir yvivir (o la sabidura natural) de un colectivo unido por una forma de vidacomn que, precisamente, se manifiesta en todas sus prcticas y creencias.

    Se trata, como es patente, de dos visiones antagnicas de lo que constituyela cultura, aunque en la prctica puedan llegar a confundirse o difuminarse suscontornos. En las lneas siguientes se intentar caracterizar mediante rasgos

    opuestos cada uno de los dos conceptos, para mostrar ms claramente su radi-cal diferenciacin e incompatibilidad semnticas.

    Una distincin til nos la proporciona Ortega y Gasset con su clsica defi-nicin y contraste entre ideas y creencias: las ideas se tienen explica en Ideasy Creencias, en las creencias se est. Pues bien, aplicando esta difana contra-posicin a nuestros dos conceptos de cultura, queda igualmente claro que lacultura en sentido restringido se tiene (es un logro, una adquisicin), mien-tras que en la cultura en la otra acepcin se est. En el primer caso, se trata

    de una produccin consciente de una serie de individuos entrenados en un arteo saber que requiere una cualificacin elevada, adems de unas dotes que sehallan repartidas de forma desigual entre la poblacin; por su lado, su apropia-cin por parte de los receptores tambin exige una educacin especfica, espe-cialmente en el caso de la cultura escrita, lo que implica que no todos los indi-viduos y grupos sociales estn en las mismas condiciones para acceder al cono-cimiento y disfrute de dichos productos, si bien, en el caso de las democraciasdesarrolladas que cuentan con un sistema educativo universal, en principiotodos podran prepararse para cultivar o entender al menos algunas de esas rea-

    lizaciones culturales.En lo que respecta a la cultura en el segundo sentido, nos hallamos ante un

    desarrollo o creacin relativamente inconsciente y que va cristalizando lenta-mente a lo largo del tiempo en una colectividad (formada por sucesivas genera-ciones); dicho pueblo o colectivo unitario expresa su manera de vivir, pensar ysentir mediante diversos actos y hechos significantes, hechos de los que se par-ticipa grupalmente y de forma ritualizada. En principio, la cultura de acuerdocon esta acepcin es ms abierta que la alta cultura, ya que no requiere habi-

    lidades, conocimientos o dotes fuera del alcance de la mayora; sin embargo,salvo en sociedades muy simples, igualitarias y homogneas (de cuya existenciacabe dudar), el acceso a las diferentes prcticas culturales se halla restringido algrupo social al que se pertenezca de acuerdo con los criterios relevantes de cla-sificacin social que rijan en ellas (como sexo, edad, estatus familiar o profesio-nal, etc.). La mistificacin del pueblo como colectivo compacto y sin fisurasque crea y participa en su conjunto de un mismo universo cultural responde a

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    una idealizacin romntico-nacionalista que no concuerda con la realidadsociohistrica concreta. De todos es sabido que las mujeres y los nios hanestado tradicionalmente excluidos de ciertas prcticas culturales privativas de

    los varones adultos y que las distintas capas sociales, minoras religiosas o tni-cas y hasta profesiones han tenido, tambin, sus propios universos culturalesdiferenciados.

    Otro conjunto de oposiciones que nos permite esclarecer el carcter total-mente dispar de las dos acepciones de la palabra objeto de estudio es el pro-puesto por Parsons, su sistema de variables-pauta, para diferenciar unas socie-dades de otras (fundamentalmente las precapitalistas de las capitalistas omodernas) y unas instituciones de otras. De acuerdo con este sistema, se puedeclasificar fcilmente cada uno de los conceptos de cultura atribuyndole la

    variable-pauta que caracteriza mejor su naturaleza. As, y partiendo del par for-mado por adscripcin versusadquisicin, salta a la vista que la cultura en senti-do antropolgico posee una naturaleza adscriptiva, pues por nacer en unacomunidad o parte de ella al sujeto se le socializa en un conjunto de creencias,conocimientos y prcticas que va mamando desde la cuna, mientras que la cul-tura en sentido restrictivo se adquiere, como ya se ha explicado, y por tantoresponde al principio del logro o adquisicin. En segundo lugar, si se tomacomo referencia la pareja particularismo-universalismo, tambin resulta paten-

    te que el primer concepto es particularista, puesto que no existe una culturasino diversas culturas que son slo significantes para los miembros que formanparte de cada una ellas y se identifican con la suya en contra de las de losotros, mientras que el segundo responde a un criterio universalista ya que supblico no est constituido por un solo pueblo o grupo, dado que est dirigidoa cualquier individuo cultivado o formado en alguna de las artes o saberes,independientemente de su nacionalidad, raza, sexo, religin o cualquier otrodeterminante social.

    En tercer lugar, si acudimos a la pareja de oposiciones formada por afecti-

    vidad versusneutralidad afectiva, el elemento afectivo es indiscutiblemente msintenso y definitorio de la cultura en su sentido antropolgico, mientras que laalta cultura aunque pueda emocionar es, por principio, ms neutra afecti-vamente, pues no exige adhesin, ni devocin, ni la implicacin total del indi-viduo; por supuesto, de todas las manifestaciones culturales es el conocimientocientfico el que en mayor medida ejemplifica la neutralidad afectiva. En cuar-to lugar, y tomando como referente la contraposicin entre difusividad y es-pecificidad, est claro que el primer concepto es mucho ms difuso que el

    segundo, hecho demostrado no slo por la cantidad de elementos que steincluye, sino tambin por el enorme nmero de definiciones diferentes que sele han dado. En quinto y ltimo lugar, el par constituido por las variablesorientacin a la colectividad y autoorientacin se corresponde, en trminosgenerales, con la primera y segunda categoras de cultura, respectivamente,aunque en este caso se podran introducir matizaciones en las que, por no alar-garme demasiado, no voy a entrar.

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    En suma, la oposicin de los dos conceptos de cultura es tan marcada queambos universos a los que se refieren cada uno de ellos pueden ser ubicados encada uno de los lados del sistema clasificatorio elaborado por Parsons, que

    tambin pretende caracterizar a la sociedad tradicional a la cual, de acuerdocon este esquema, le sera propia la cultura en el primer sentido frente a lasociedad moderna, la cual, y segn su concepcin evolucionista, tendera adesarrollar una cultura en la segunda de las acepciones. En palabras de EmilioLamo de Espinosa, las sociedades tradicionales seran sociedades de cultura,mientras que las actuales seran predominantemente sociedades de ciencia22.Lo cual no significa, por cierto, y a la vista del auge de los movimientos reli-giosos fundamentalistas y los nacionalistas identitarios, que estemos en trancede perder las culturas tradicionales o que el desarrollo de una implique necesa-

    riamente el debilitamiento de la otra. En suma, las oposiciones resultantes deaplicar el sistema clasificatorio parsoniano son las que muestra el cuadrosiguiente:

    CULTURA (en sentido amplio) CULTURA (en sentido restringido)

    Adscripcin AdquisicinParticularismo Universalismo

    Difusividad EspecificidadAfectividad Neutralidad afectivaOrientacin a la colectividad Autoorientacin

    A estos pares de contraposiciones se les pueden aadir las que definen lasfunciones sociales de cada una, de acuerdo con las definiciones que les hemosdado. As, por ejemplo, es indudable, y as lo han indicado distintos antrop-logos, que la cultura como conjunto de valores, creencias, smbolos y prcticas

    de todo tipo cumple una funcin integradora del individuo en unacommunitasque le sirve de referencia para construir su identidad una identidad prede-terminada por la cultura comn a la que el individuo se adhiere con toda supersona y tambin para orientarse en el mundo. La cultura refuerza, de estemodo, su sentimiento de pertenencia a una colectividad unitaria, as como elde arraigo, e impide o dificulta que pueda caer presa de la anomia o de lafalta de hogar homelessness, segn la denominacin de los Berger y Kellneren su libro Un Mundo sin Hogar23, ya que la colectividad y su cultura le pro-tegen y le ayudan con sus soluciones, remedios, consuelos y ritos colectivos aenfrentar los problemas de la vida.

    Por su lado, y desde la perspectiva del grupo, pueblo o nacin, la existencia

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    22 E. LAMO DE ESPINOSA (1996), Sociedades de cultura, sociedades de ciencia, Oviedo,Nobel.

    23 P. BERGER, B. BERGER y H. KELLNER (1979), Un Mundo sin Hogar. Modernizacin yConciencia, Santander, Sal Terrae.

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    de una cultura aglutinante, con sus valores, tradiciones, costumbres, rituales,etctera, favorece la cohesin o solidaridad del grupo, especialmente, y comoya descubri Ibn Khaldn en el siglo XIV, si sta descansa en una religin, y

    permite tambin su diferenciacin particularista respecto a otros grupos cultu-ralmente distintos, los cuales, al aparecer como otros, refuerzan an ms elnosotros apoyado en la identidad comn que proporciona la cultura.

    Por el contrario, la cultura en sentido restrictivo no sirve habitualmentecomo vehculo de integracin social de los individuos cultivados, ya que,precisamente, la posesin de esos conocimientos o habilidades especiales lesdistancian del comn de la colectividad, de tal manera que aqullos puedenllegar a sentirse verdaderos outsiders, como muestra ejemplarmente la novela deHermann Hesse El Lobo Estepario. Ello no implica que los individuos poseedo-

    res bien de un mayor capital cultural, bien de la capacidad de producir culturatengan necesariamente que sentirse y ser antisociales como los personajes deHesse: la posesin de cultura les puede capacitar para entrar en una communi-tas restringida, la de los creadores o portadores culturales, y, de esta manera,facilitar su integracin en un grupo particular que sobresale del resto por lossignos reveladores de una elevada formacin cultural. La distincin es, comobien ha sealado Bourdieu, una de las funciones sociales ms importantes quedesempea la alta cultura para aquellos grupos en los que sta constituye una

    fuente de identidad y de estatus.Por consiguiente, si la cultura comn y difusa de un pueblo favorece la dis-tincin intersocietal, la alta cultura proporciona, en cambio, a sus portadores,un alto grado de distincin intrasocietal. Esta puede propiciar el nacimiento deun nuevo tipo de solidaridad basada en el hecho de compartir unos mismosconocimientos, gustos o hbitos culturales que acrecientan el sentimiento depertenencia a una lite intelectual o artstica, o bien puede ser fuente de unexcesivo distanciamiento y exclusin de la vida social, lo que Durkheim llamegosmo y consider una de las causas que explican la mayor propensin a

    suicidarse de los individuos de las profesiones intelectuales.En todo caso, lo que me interesa resaltar es el diferente tipo de identidad

    que se fundamenta en una cultura comn, en un caso, y en una cultura educa-da, en el otro. La primera es primordialmente una identidad colectiva que sirvepara reforzar un nosotros fuerte aunque difusamente definido (aunque algu-nos, como Unamuno en Espaa, se han empeado en hacer ms definidos lossupuestos rasgos esenciales que caracterizan la cultura nacional); la segunda es,fundamentalmente, una identidad individual autoconstruida y, cuando se hace

    grupal, distingue a un nosotros dbil aunque ms claramente definido. Laprimera es mucho ms aglutinante y caracterstica de sociedades tradicionales yhomogneas, y la segunda es ms distintiva e individualizadora y surge alldonde el proceso de diferenciacin social ha permitido desarrollar un altogrado de variacin interindividual e intergrupal y generar una elevada innova-cin en todos los terrenos, especialmente el cientfico-tcnico. En resumen, elcuadro de oposiciones funcionales sera el siguiente:

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    CULTURA (en sentido amplio) CULTURA (en sentido restringido)

    Funciones individuales Funciones individuales

    Integracin social Integracin en un grupo particularPertenencia y arraigo DistincinIdentidad comn Identidad especfica Fusin con el grupo IndividuacinProteccin frente a la anomia y el egosmo

    Funciones sociales Funciones sociales

    Cohesin social Diferenciacin intersocietal Diferenciacin intrasocietal

    Estabilidad, continuidad Innovacin, desarrollo

    As pues, y desde un punto sociolgico, las dos culturas, la comn y laespecializada, representan realidades no slo distintas sino, tambin, opuestas,tanto en sus rasgos caractersticos como en sus funciones individuales y socia-les. De hecho, es difcil que una pueda sustituir a la otra precisamente por sunaturaleza totalmente distinta y porque responden a necesidades diversas. Igual

    que la ciencia no puede satisfacer las mismas ansias humanas que la religin,tampoco las tradiciones, los valores, los prejuicios u otros elementos culturalesespecficos de un colectivo pueden ser reemplazados por conocimientos uobras de arte. Fue una ilusin ilustrada el pensar que el avance de la educaciny conocimientos universales iba a acabar con todas las supersticiones, prejui-cios y otros elementos irracionales constitutivos de la cultura en sentidoamplio. Resulta significativo que, por el contrario, y como bien muestra la his-toria de este siglo, la cultura en sentido elitista haya sufrido tales crticas,censuras y persecuciones que se pueda hablar de un verdadero asalto a la cul-

    tura.As, por ejemplo, las ideologas revolucionarias de los dos ltimos siglos,

    bien en sus versiones de izquierdas (el marxismo y sus derivados), bien en susversiones de derechas (el nacionalsocialismo y los diversos fascismos), se hanaplicado en sus artes inquisitoriales contra los productos culturales y sus culti-vadores so pretexto de representar alguna verdad universal o autntica culturade un pueblo amenazada por la falsa o corrompida cultura de una supuestaminora revolucionaria o contrarrevolucionaria, segn los casos. Desde la pers-pectiva de la sospecha, todas ellas han emprendido una labor desmitificadorao desenmascaradora de la cultura (o, al menos, de cierta cultura: la de los jud-os, los rojos, los burgueses decadentes, etc.) puesto que, para todas ellas, la cul-tura est siempre ligada a los intereses de un grupo. As, la actividad de estasideologas diversas, cuyo elemento aglutinador es la concepcin a la vez, y aun-que suene paradjico, relativista y totalitaria de la cultura pues la culturafornea o del grupo enemigo expresa su ideologa, mientras que la propia

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    encarna valores absolutos, se ha centrado en ponerla bajo sospecha e inclusoperseguirla en lo que pudiera tener de burguesa, imperialista, roja, masona,

    judaizante, elitista o cualquier otro de los pecados que se le atribuyen segn el

    marco de referencia. Como resultado de estas persecuciones, laProletkulturfuela nica cultura bendecida por ciertos sectores en los primeros aos de la revo-lucin rusa, como el realismo socialista lo fue bajo el stalinismo, o la ausenciade toda cultura en la Camboya de los jemeres rojos y en la China de la revolu-cin cultural, un caso particular, ya que la tal revolucin cultural (nunca unnombre fue empleado de forma tan blasfema) no se diriga slo a acabar con lacultura de los letrados, sino tambin con la cultura tradicional del pueblo.Tambin el nazismo, desde el otro lado del espectro ideolgico, haba prohibi-do el arte judo y decadente, postulando un arte autnticamente alemn

    exaltador de las virtudes de la raza (como la msica de Wagner).En tiempos ms recientes, y afortunadamente sin la brutalidad de los

    movimientos mencionados anterioremente, tambin ciertas formas de naciona-lismo radical o de feminismo esencialista, por poner ejemplos de ideologas omovimientos de gran calado en las ltimas dcadas, han emprendido su propiacruzada contra las obras sospechosas de expresar la supuesta cultura hegemni-ca del Estado Opresor contra la cual se lucha (mientras que se exalta todo loque est expresado en la lengua verncula o en las formas tradicionales de

    expresin del pueblo oprimido) o, en el caso de las feministas radicales, sobrelas obras producidas a lo largo de la historia por hombres y que, supuestamen-te, expresan los valores y las formas de pensamiento tpicamente masculinos, ala vez que reivindican una cultura producida por mujeres que d expresin a lasupuesta naturaleza femenina. Por ltimo, los movimientos tnicos, junto conotros movimientos particularistas que defienden la identidad de un grupofundamentada en elementos culturales minoritarios, sin olvidar el integrismonacionalista de muchos pases del Oriente Medio, han practicado tambincierto etnocentrismo a pequea y a gran escala, respectivamente, al considerar

    slo vlida y autntica la cultura producida por el endogrupo: la raza, minorao mayora tnica o religiosa o de otro tipo.

    Lo que ms me interesa destacar de todos estos movimientos tan disparespoltica y socialmente es que todos ellos parten de la conviccin de que cual-quier realizacin cultural es siempre la expresin exclusiva de un grupo singu-lar que, as, manifiesta su identidad y que comparten un etnocentrismo (curio-samente, en algunos casos disfrazado de antietnocentrismo) que niega todovalor (y, a veces, sataniza) a las expresiones culturales del enemigo. Esta

    visin de la cultura marcadamente determinista y colectivista conduce a laproliferacin de culturas (en el sentido ms vago del trmino) que slo admi-ten ser juzgadas en sus propios trminos, que se encierran en sus propios guet-toso, en su caso, sus naciones, y se postulan como culturas alternativas a la tra-dicin cultural hegemnica (convertida en anatema por haber sido creadaprincipalmente por hombres blancos occidentales), con el efecto de contribuira la erosin de esta ltima: la gran cultura creada por las lites culturales a lo

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    largo de la historia, que, por cierto, no slo han sido occidentales, como mues-tra, entre otros muchos, el caso de nuestro pas, cuyo suelo ha servido de lugarde encuentro de distintas tradiciones culturales.

    Como es patente, las dos concepciones de cultura han estado sometidas aun intenso proceso de politizacin. Y ello, como ya se ha expuesto antes, por-que ambas poseen implicaciones ideolgicas que las hacen fcil presa o bien depersecucin o bien de exaltacin polticas. Los nacionalismos, movimientospopulistas, conservadores-revolucionarios o revolucionarios de extremaizquierda, as como los distintos particularismos antes mencionados, hanencontrado una mayor afinidad con la nocin antropolgica y relativista decultura y la han usado como arma de batalla, bien para exaltar la propia, bienpara deslegitimar la ajena. En esa confrontacin, las dos acepciones de cultura

    han sido mezcladas indiscriminadamente. As, los nacionalismos identitariosno tienen el menor empacho en reivindicar su cultura en sentido antropolgi-co (lengua, costumbres, tradiciones, derechos forales, etc.) a la vez que seensalza su cultura en sentido restringido (arte, literatura, msica, etc.). En unmismo saco se meten cosas diferentes y que, como se ha visto, representanvalores opuestos. Resultara absurdo reivindicar a Goya como un representantede la cultura aragonesa o a Kant como un exponente de la cultura prusiana deprovincias o, ms absurdo an, considerar a Einstein como un ejemplo de la

    cultura juda, pero cuando la demarcacin entre los dos campos semnticos sevuelve borrosa y, adems, interesa poltica y econmicamente mantener laambigedad, pues, como dice el refrn, a ro revuelto, ganancia de pescadores,cabe esperar cualquier dislate.

    En suma, todo parece indicar que nos hallamos ante un desplazamientode la cultura por las culturas y que el multiculturalismo es la ideologa domi-nante del momento, aunque haya muchas voces que se oponen a este discursode moda. Tanto es as que incluso en las universidades, como la de Stanford,ha habido que cambiar el currculum clsico por uno multiculturalista que

    incluya obras de negros, asiticos, hispanos, mujeres o aborgenes americanos,no por el valor de las mismas, sino porque es lo polticamente correcto 24. Eneste ambiente hiperdemocrtico e igualitario no es de extraar que la clebrefrase de Saul Bellow cuando los zules produzcan un Tolstoi, entonces lo lee-remos sonara a un autntico sacrilegio, quintaesencia de la arrogancia euro-pea25. Pues no se trata slo de reconocer y apreciar los productos culturales deotros pueblos, como la escultura africana (que tanto ha influido, por cierto,en el arte vanguardista europeo de la primera mitad de siglo), la arquitectura

    china, la pintura japonesa o la danza rabe, por poner algunos ejemplos, sinode afirmar que todas las culturas en sentido antropolgico son iguales, lo queequivale a sugerir que el conocimiento cientfico y el mgico, la medicina y la

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    24 Charles TAYLOR et al. (1993), El multiculturalismo y la poltica del reconocimiento, Mxico,FCE, p. 27.

    25 Ibid., p. 66.

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    brujera, los derechos humanos universales y la violacin de los mismos porparte de algunas prcticas culturales brbaras (como la ablacin del cltoris ola lapidacin de la adltera) estn al mismo nivel y tienen la misma legitimi-

    dad, como manifestaciones que son de distintas culturas. No voy a entrar,empero, en la polmica del relativismo cultural, sino a concluir este trabajocon una breve descripcin y anlisis de la situacin generada por las distintascorrientes e ideologas que han contribuido a minar o a embrollar el conceptorestringido o circunscrito, como lo denomina Gustavo Bueno de cul-tura.

    4. LA EMERGENCIA DE UNA LOGICA BORROSA EN RELACION

    CON LA CULTURA PARA UN MUNDO MULTICULTURAL

    Las ltimas reflexiones de este estudio, que son una continuacin de lasque lo abran, se dirigen a examinar no la situacin objetiva de la culturatanto la de minoras como la de masas en nuestros das, que, econmica-mente considerada, puede ser calificada de boyante, sino la crisis de legitimi-dad que sufre la cultura como campo restringido y selectivo de objetivacioneshumanas como consecuencia de la labor zapadora que se ha venido ejerciendo

    tanto desde dentro de la propia esfera (con la proliferacin de tendencias queponen en la picota los fundamentos en los que descansaban tanto el artecomo el conocimiento) como desde fuera. El resultado es, como ya se haexpuesto, que se tienden a difuminar o disolver las lneas de demarcacinentre lo que puede legtimamente llamarse cultura de lo que es slo un simu-lacro o una impostura o bien forma parte de la cultura en un sentidoradicalmente distinto. La lgica borrosa ha penetrado con tanta fuerza en elorden de la cultura que los contornos de la misma estn en trance de difumi-narse y de fundirse, en el imaginario social, con otros rdenes de la vida

    social. Resulta paradjico que en la poca de mayor demanda de productosculturales y en la que la cultura, para algunos, tiene un halo que antes slotena la religin lo que lleva a Bueno a sostener que en la actualidad la cul-tura es el opio del pueblo, la cultura misma est sumida en una profundacrisis de identidad.

    Dicha crisis de identidad est indisolublemente unida, como he venidososteniendo, al triunfo arrollador del otro concepto de cultura que parece inva-dir el terreno del primero, junto con otros fenmenos como la hipercomercia-

    lizacin de la cultura que contribuyen, tambin, a su indiferenciacin de otrosproductos. Por centrarme en el primero de los fenmenos, considero que laaceptacin general de la categora de cultura en sentido antropolgico, con elconsiguiente desplazamiento o relativizacin de la restringida, se debe a quearmoniza perfectamente con el espritu de la poca, el cual se halla penetrado,como han sealado diversos analistas de la postmodernidad, por el relativismocultural, la ausencia de centro, la falta de criterios comunes, la voluntad de

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    fragmento, la hostilidad a todo canon o tradicin, el gusto por las sensacionesinmediatas que procuran productos culturales de gran consumo sometidoscomo dice Lipovetski al imperio de lo efmero26, el populismo esttico

    que destruye la frontera entre la alta cultura y la comercial27

    y la ideologa delmulticulturalismo con su llamada a la diversidad y a la tolerancia universal,que exige un desmantelamiento del etnocentrismo occidental. Como sugiereZygmunt Bauman, el lema de la postmodernidad es libertad, diversidad, tole-rancia28, lo que traducido al mbito cultural significa todo vale; como dicenlos anglosajones, anything goes.

    Desde luego, no pretendo insinuar que la erosin de la alta cultura sea unproducto del espritu de los tiempos: ello implicara reificar un agente suprain-dividual. Son los grupos de individuos y sus instituciones los verdaderos agen-

    tes de la ampliacin semntica y uso difuso y relativista del trmino en cues-tin, que ha conducido a que prcticamente cualquier objeto o experienciapueda ser considerado como de inters cultural. Adems del efecto, unas vecesdesmitificador y otras mitificador pero siempre mistificador, de las distin-tas ideologas a las que antes me he referido, sin olvidar el inters de los inter-mediarios culturales en vender cada vez ms artculos con la etiqueta de cultu-ral, hay que llamar la atencin sobre el papel que han desempeado las cienciassociales, a las que hay que sumar las instituciones educativas de toda especie

    hasta llegar a la propia UNESCO, en la difusin de una visin multiabarcante,difusa, tolerante y localista de la cultura.As, por ejemplo, los antroplogos han tenido un especial protagonismo en

    la propagacin de esta lgica borrosa al analizar las culturas como si fuerantextos e interpretar sus significados como si fueran de la misma naturaleza pro-funda y elaborada de los de una obra de arte o un tratado filosfico. Las cien-cias de la cultura, como sostiene con razn Mark A. Schneider en Culture andEnchantment, no han experimentado el proceso de desencantamiento en lamisma medida que las ciencias de la naturaleza, para las cuales el universo hace

    tiempo que ha perdido sus rasgos mticos y sus potencias sobrenaturales. Encambio, para muchos de los estudiosos de la cultura, sta todava aparece pro-vista de cadencias mgicas y de misterios que no admiten traduccin a un len-guaje naturalista. Como ejemplo caracterstico de esta forma de abordar elestudio de la cultura, Schneider propone al antroplogo Clifford Geertz, elcual interpreta cualquier prctica cultural como si de un texto cargado de arca-nos simbolismos de tratara; as, llega a comparar un combate de gallos balins(supuestamente portador de toda la cultura balinesa) con Macbeth, una obra

    de Flaubert o un cuarteto de cuerda29

    . Desde esta perspectiva, todos los hechos

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    26 Como dice Gilles LIPOVETSKY (1990), El imperio de lo efmero, Barcelona, Anagrama,pp. 239-240.

    27 Como expone Fredric JAMESON, en op. cit., p. 39.28 Z. BAUMAN (1991),Modernity and Ambivalence, Cambridge, Polity Press, p. 272.29 Mark A. SCHNEIDER (1993), Culture and Enchantment, Chicago, The University of

    Chicago Press, p. 64.

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    sociales: una costumbre, un deporte, una fiesta, un rito religioso o cualquierotro, equivalen en significacin y valor a las grandes obras de arte o de pensa-miento. Una vez ms queda borrada la diferencia entre las dos categoras de

    cultura.De la misma manera, otros cientficos sociales y estudiosos del campo delas humanidades se han sumado a la corriente general de reconocimientodemocrtico de todas las formas de vida, prcticas significantes, estructu-ras de sentimiento o como quiera que se llame a las culturas o subculturas, ascomo al tipo de interpretacin ejemplificado por Geertz. Como consecuencia,ha emergido con gran mpetu, especialmente en Gran Bretaa y USA, uncampo de estudios llamado estudios culturales que, como explica jocosamen-te Michael Brub, abarca las cosas ms variopintas: en l cabe desde la etno-

    grafa, la crtica cultural o la crtica literaria hasta el anlisis de la cultura popu-lar o de masas, de las polticas de identidad, de la forma de representacinsocial del SIDA o de la cuestin del nacionalismo, el postcolonialismo, el psi-coanlisis y un largo etctera. Para todos los cultivadores de este indisciplinadoy heterogneo campo, se trata de deconstruir significados independiente-mente de cul sea el portador del mismo, cul sea la naturaleza del portador oportadores, as como del propio significado. Hasta un imperdible usado comosigno en la indumentariapunk puede ser susceptible de descodificarse como

    cualquier signo cultural o discurso articulado30

    .En suma, desde distintas ciencias y perspectivas se proclama que todopuede ser un texto: la vida cotidiana, el cuerpo, un objeto de consumo, repre-sentaciones polticas, etc., y como tal texto ha de ser interpretado, al mismotiempo que lo que antes eran obras se pueden releer, como indica Jameson,como sistemas de textos de diverso tipo superpuestos31. De esta forma, losmltiples intrpretes procedentes de las ciencias sociales contribuyen decisiva-mente a sembrar la confusin entre lo que es social y lo que es propiamentecultural, puesto que toda prctica humana puede expresar las mismas cosas al

    mismo nivel. Como consecuencia lgica de este planteamiento, los productosculturales acaban por desdiferenciarse y tienden a confluir con otros produc-tos, a la vez que la distincin de una esfera cultural relativamente autnoma ycon una naturaleza especfica deja de tener sentido.

    Por supuesto, no pretendo insinuar que, en la prctica, est desapareciendola capacidad para distinguir y apreciar las realizaciones propiamente culturales:la cultura sigue viva y tiene un pblico fiel, cada vez ms numeroso si nosguiamos por las cifras de consumidores culturales de diversa especie, que

    sabe reconocer su valor. Lo que ocurre es que, debido a la confusin generadadesde distintos frentes, el espectador o consumidor cultural, salvo que dispon-ga de cimientos que le permitan seleccionar, interpretar y evaluar las obras que

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    30 Michael BRUB (1994), Public Access. Literary Theory and American Cultural Politics,Londres/N. Y., Verso, pp. 137-141.

    31 JAMESON, op. cit., p. 108.

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    se le ofrecen en los mercados culturales, se halla desprovisto de una estructurade relevancias, un mapa cognitivo o un aparato crtico que le permita distan-ciarse de la obra, aprehenderla esttica o intelectualmente e insertarla en una

    cadena significante.La consecuencia social ms evidente es que aumenta el foso entre los dospblicos y las dos culturas; en este caso, la alta cultura y la cultura de masas.Por mucho que haya avanzado el proceso de desclasificacin y desjerarqui-zacin de los productos culturales, en el orden de la cultura, como en otrosrdenes, sigue habiendo clases, aunque sus lmites segn supo discernirTocqueville a mediados del siglo pasado al comparar las aristocracias y lasdemocracias crezcan en nmero, se tornen casi invisibles y se rompan, yaque constantemente cambian de lugar32; es decir, que a pesar de que las clases

    culturales no estn ya separadas por altas barreras inamovibles como en elpasado, por seguir hablando en trminos del citado autor, sigue habiendoenormes diferencias entre ellas, diferencias que se van multiplicando ennmero y matiz. La sima fundamental es, a mi juicio, la que separa a los quese sienten en casa al acercarse a la cultura, debido a su familiaridad con ella,de los turistas accidentales que slo la consumen sin establecer una relacinverdaderamente significativa. Para el gran pblico, incluso para algunos con-sumidores culturales compulsivos, la cultura, perdidas las referencias y las

    coordinadas que pudieran orientarles, es un collagede elementos equivalentescuyo valor deriva no de su sentido, ni de su calidad esttica o de otro tipo,sino de su propiedad de fetiche prestigioso que remite a un mundo (todava)rodeado de un aura o, al menos, revestido de glamour: el mundo de lacultura, para el que hay un espacio reservado en los medios de comunicaciny en el tiempo libre. En definitiva, a medida que aumenta el consumo cultu-ral, crece el desorden y la confusin en la fragmentada, hipercomercializada ypolimorfa esfera de la cultura, la cual se asemeja a un espejo roto difcil derecomponer. Tal vez habra que empezar por poner claridad en los distintos

    sentidos que tiene la palabra y desbrozar cuidadosamente el plural y vagocampo semntico: una tarea en la que los cientficos sociales deberan ponerms empeo.

    LOS DOS CONCEPTOS DE CULTURA: ENTRE LA OPOSICION Y LA CONFUSION

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    32 Alexis DE TOCQUEVILLE (1980), La democracia en Amrica, tomo II, Madrid, Alianza, p.184.

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    ABSTRACT

    The present paper tackles the polysemous nature of the word culture and the confusionengendered by the equivocal use of the term. The author analyses its two main meanings at

    length, that of culture in a restricted sense and culture in the broader anthropological sense, anddemonstrates the radical opposition between them by applying the concept of pattern variablesdeveloped by T. Parsons. The ideological implications that have been triggered by the two con-cepts from the XVIII century onwards are also examined. The author contends that at present,and due to the mystifying effect of trends such as multiculturalism and of certain social sciences,culture in the restricted sense is being eroded and discredited, and that, at the same time, thedividing line between high culture and popular culture, as well as culture in the anthropologicalsense, is being effaced.

    IRENE MARTINEZ SAHUQUILLO