ME SOLIDARIZO PORQUE EL SIGUIENTE PUEDE SER YO

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ME SOLIDARIZO PORQUE EL SIGUIENTE SERÉ YO .. Agustín Zúñiga Página 1 ME SOLIDARIZO PORQUE EL SIGUIENTE SERÉ YO Las equivocaciones son parte de la vida Somos seres humanos proclives a la equivocación, al error, eso es normal, está en nuestro cotidiano, incluido nuestro trabajo, es parte de la vida. Si el error es leve, pasajero, el asunto termina con una disculpa, o un castigo simple de llamado de atención, un jalón de orejas cuando somos niños. Sin embargo, el tema, se hace serio, cuando el error, tiene efectos, profundos, no importa que sea pasajero, si esto conlleva dolor y maltrato excesivo. El error es mucho más grave, cuando las consecuencias son prolongadas, permanentes hasta eternas. En estos casos el resarcimiento tiene que ser claro, contundente, oportuno, nunca tardío. La cultura del espectáculo, de la banalización de la dignidad Cuando la equivocación mella lo más valioso de una persona, su dignidad, su nombre, y lo hace públicamente entonces, ese error no puede dejarse pasar por alto, ni solo merecer una disculpa privada. Eso es lo que ocurre con la prensa (la mala prensa y la que abunda, lamentablemente), que cuando comete un error, la reparación es lenta, pobre y hasta inexistente. Los periodistas (los malos lo que abunda) agentes de la noticia prefieren el

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Somos seres humanos proclives a la equivocación, al error, eso es normal, está en nuestro cotidiano, incluido nuestro trabajo, es parte de la vida. Si el error es leve, pasajero, el asunto termina con una disculpa, o un castigo simple de llamado de atención, un jalón de orejas cuando somos niños. Sin embargo, el tema, se hace serio, cuando el error, tiene efectos, profundos, no importa que sea pasajero, si esto conlleva dolor y maltrato excesivo. El error es mucho más grave, cuando las consecuencias son prolongadas, permanentes hasta eternas. En estos casos el resarcimiento tiene que ser claro, contundente, oportuno, nunca tardío.

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Agustín Zúñiga Página 1

ME SOLIDARIZO PORQUE EL SIGUIENTE SERÉ YO

Las equivocaciones son parte de la vida

Somos seres humanos proclives a la equivocación, al error, eso es normal,

está en nuestro cotidiano, incluido nuestro trabajo, es parte de la vida. Si el

error es leve, pasajero, el asunto termina con una disculpa, o un castigo

simple de llamado de atención, un jalón de orejas cuando somos niños.

Sin embargo, el tema, se hace serio, cuando el error, tiene efectos,

profundos, no importa que sea pasajero, si esto conlleva dolor y maltrato

excesivo. El error es mucho más grave, cuando las consecuencias son

prolongadas, permanentes hasta eternas. En estos casos el resarcimiento

tiene que ser claro, contundente, oportuno, nunca tardío.

La cultura del espectáculo, de la banalización de la dignidad

Cuando la equivocación mella lo más valioso de una persona, su dignidad,

su nombre, y lo hace públicamente entonces, ese error no puede dejarse

pasar por alto, ni solo merecer una disculpa privada. Eso es lo que ocurre

con la prensa (la mala prensa y la que abunda, lamentablemente), que

cuando comete un error, la reparación es lenta, pobre y hasta inexistente.

Los periodistas (los malos lo que abunda) agentes de la noticia prefieren el

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rating, el escándalo, sin antes efectuar la validación, verificación,

evaluación, es decir sin investigar el hecho. Su análisis es simple: “si los

otros medios van a sacar la noticia, sin investigar, mejor lo lanzo yo y soy

el primero”, que les importa si fue mentira, si ensució el nombre de alguien,

sobre todo si se trata de nombre poco conocido, ni es un gran empresario, o

reconocido político. Para la prensa amarilla, la noticia escandalosa pesa más

que el valor de la persona.

Lo digo en forma genérica,

porque esa es el accionar

denominado normal de la

prensa, es “la cultura del

espectáculo, del todo vale frente

al rating, del desprecio por la

verdad, de la banalización de la

dignidad”, del simplismo

irreflexivo que “lo que manda

es el mercado, eso le gusta a la

gente”, “si no te gusta cambia

de canal”.

Muchos dejamos pasar esa

situación porque finalmente se

trata del espectáculo. Pero no

es así, sutilmente se grava en nuestro inconsciente, el irrespeto por la

verdad, y termina invadiendo también a las instituciones rectoras de justicia

e investigación. Tal como son las fuerzas policiales y en poder judicial. Y, es

ahí cuando la confianza se pierde y se socaba la sociedad, ya no es el

periodista del ampay, de Magaly, ahora es el Estado, representado por las

FFPP. Comente el mismo error, no la cotejan, ni la evalúan, lo lanzan en

alianza con los medios de comunicación. Una colusión de

irresponsabilidades.

La cultura de la solidaridad

Cuando estos acontecimientos ocurren con un desconocido, lo pasamos por

alto, nos interesamos un momento, para saciar nuestra curiosidad, y

seguimos la vida. No solemos ponernos en la persona afectada, sino hasta

cuando el agraviado es conocido nuestro, un amigo, y peor si es nuestra

familia, nuestro hermano, padre o hijo. Allí es cuando la herida es grande

dolorosa, y la impotencia se acrecienta, cuando tienes al frente a los

monstruos, de la prensa del escándalo, irresponsables, y a autoridades,

débiles, irresponsables, apresuradas.

Aquí me viene a la memoria el poema de Bertolt Brecht, (pero en realidad el

autor es el también alemán: Gustav Niemoller (1939), que nos dice que, “si

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no nos solidarizamos con el afectado por estos abusos hoy, … no habrá

quién lo haga por ti, cuando seas tú el siguiente afectado”.

Cuando los nazis vinieron por los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

La Pluma del Viento Lima, 16 de marzo de 2014