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1 MEDINA AZAHARA. ARQUEOLOGÍA Y PAISAJE “Desde Azahara te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su paz serena. La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se apiada de mí y languidece llena de ternura”. Ben Zaydn de Córdoba 1003-1070

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MEDINA AZAHARA. ARQUEOLOGÍA Y PAISAJE

“Desde Azahara te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su paz serena.

La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se apiada de mí y languidece llena de ternura”.

Ben Zaydn de Córdoba 1003-1070

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ÍNDICE

1 Introducción.

1.1 Carácter del libro y organización del libro

1.2 Lugar, tiempo y memoria

1.3 lugar que recupera una leyenda

2 La ciudad

2.1 El contexto histórico: fundación y primera organización de la ciudad

2.2. La remodelación de Medina Azahara

2.3. La organización de la ciudad en las narraciones del Muqtabis de Ibn Hayyan

2.4. El problema de la identificación de los itinerarios descritos en las crónicas con los restos

arqueológicos

2.5 La destrucción de la ciudad

2.6 Las ruinas y su valoración en la poesía taifa

2.7 Evolución en el uso y propiedad del lugar

Las excavaciones

Los prolegómenos P. Madrazo

Los comienzos R. Velásquez Bosco

Etapa de consolidación del yacimiento F. Hernández

La reorganización administrativa y la reorientación crítica del yacimiento A.

Vallejo.

3 El contexto territorial

3.1 El paisaje soporte

3.2 La valoración cultural del paisaje

3.3 Organización administrativa

3.3 Componentes de la organización poblacional

3.4 Las infraestructuras

3.5 Dimensiones de la población

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1 INTRODUCCIÓN

1.1 Carácter y organización del libro

1.2 Lugar, tiempo y memoria

1.3 Lugar y leyenda

1.1 Carácter y organización del libro

El presente libro se origina a partir del material informativo recopilado por sus autores,

arquitectos de profesión, como base para la redacción de un plan de protección del yacimiento de

Medina Azahara y su entorno en la ya lejana fecha de 1991. Su posible originalidad no debe buscarse

en una aportación de nuevos datos arqueológicos o históricos, que quedan fuera del alcance del

campo de actuación de los redactores, sino de la lectura de los datos históricos y materiales ya

conocidos a la luz de una interpretación territorial. Es decir, descubrir la influencia de ese prestigioso

zócalo histórico en la conformación de un paisaje tan cualificado como es el que se extiende al oeste

de Córdoba, entre la Sierra y la Campiña.

Para esa interpretación se ha partido de una confrontación de las fuentes literarias islámicas,

tanto de carácter histórico, como literario, con el conocimiento de los restos materiales, bien sea a

partir de las estructuras sacadas a la luz por las excavaciones, bien mediante la foto interpretación

aérea incluyendo nuevas técnicas como las imágenes de infrarrojos. Todo ello completado como un

pausado recorrido de campo y con una familiarización con la materialidad de los restos

arqueológicos a través de sucesivas campañas de restauración. Se trata fundamentalmente de una

interpretación de índole espacial reflejada en una correspondencia entre la expresión gráfica, a

través del dibujo y la fotografía, y los textos literarios.

Debido a la importancia concedida al valor de la inserción paisajística, el libro se ordena en dos

secciones, una primera dedicada a la ciudad en sí misma y otra segunda al contexto territorial que

siguen a la presente introducción general.

1.2 Lugar, tiempo y memoria

Con el discurrir histórico unos pocos lugares excepcionales adquieren el valor de capitalidad

universal o continental, lugar en el que concentran las más excelsas manifestaciones de la cultura de

una época, de lugares se convierten en centros de referencia para la cultura de una época de la que

ejercen su capitalidad y, de esta forma, dicho tiempo se convierte en marchamo identificador para el

desarrollo futuro de dicho espacio. Córdoba Califal, y Medina Azahra constituyen un caso ejemplar

de ese proceso.

1.3 Lugar y leyenda

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Hay lugares en los que el territorio actúa como receptáculo de la memoria, bien sea a través de la

memoria colectiva bien como objeto de la historia y los archivos escritos. Otra fuente de

rememoración tiene su origen en la literatura. A través de las narraciones literarias, una imagen

pasada frecuentemente se convierte en leyenda y fantasía, una vez desaparecido el referente

material que la había originado. En el caso de Madinat al-Zahra ese proceso de ocultamiento, olvido,

y rememoración, se produce en el campo territorial y en el histórico. Las referencias historiográficas

más verídicas del Muqtabis de Ibn Hayyan no se recuperan sino mucho tiempo después del

descubrimiento de las ruinas, de forma que, hasta entonces, las referencias más comunes serán las

proporcionada por la tardía fuente de lo s Analectes de Al Maqari, el siglo XVII, cuando hacía tiempo

que toda huella había desaparecido, por lo que la historia, desprovista de objeto de confrontación,

mezcla las referencias reales entremezcladas con otras transformadas en hipérbole fantasiosa.

Durante un tiempo la eufonía de Medina Azahara correspondía al reino fantástico de las Ciudades

Invisibles fantaseadas por Italo Calvino, una huella perdida (sepultada en el olvido) en el paisaje y

conservada de forma nebulosa en la historia. De ese sueño fantástico vino a despertarla el proceso

de excavación. A partir de ese momento se produce un reencuentro entre el lugar la historia y la

literatura, la imagen fantástica y la realidad.

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2 LA CIUDAD

2.1 El contexto histórico: fundación y primera organización

2.2. La remodelación de Medina Azahara

2.3. La organización de la ciudad en las narraciones del Muqtabis de Ibn Hayyan

2.4. El problema de la identificación de los itinerarios descritos en las crónicas con los restos

arqueológicos

2. 1 EL CONTEXTO HISTÓRICO FUNDACIÓN Y PRIMERA ORGANIZACIÓN DE LA CIUDAD

Vista de Mahdiya en el siglo XVI Planta supuesta de Mahdiya en el siglo X

La creación de Medina Azahara, al igual que la del propio califato cordobés, obedecería,

según Acién (M. Acién 1.987, p. 16), a una contraofensiva de Abderramán III a la anterior

proclamación del califato en Ifriquiya (Túnez actual) por el emigrado Fattimí Ubaid Allah al Mahdi, y

a la fundación por éste de una nueva capital a la que le dio su nombre: al Mahdiya. Esta estrategia

de confrontación habría que entenderla dentro del contexto de lucha por el dominio del Norte de

Africa que se venía desarrollando desde tiempos de Abderramán II. Sin embargo, el gran lapso

temporal existente entre la motivación y su efecto nos obliga a matizar esa hipótesis y considerar

que no se trataría de una respuesta inmediata a un estimulo, sino de una causa profunda, cuyas

consecuencias se irían produciendo a largo plazo, cuando las circunstancias lo permitiesen. En

efecto, la autoproclamación como imán de al Mahdi se produciría en el 909 y la ciudad de al

Mahdiya se fundaría en el 915 finalizándose en el 921. Se trata de un diseño condicionado por la

configuración de la península en la que se asienta sin que se perciba una geometría previa.

En el caso de Abderramán III la proclamación del califato no se verificó hasta el 928, una vez

aplastadas las discordias civiles, tras la definitiva conquista de Bobastro y la edificación de Medina

Azahara se dilataría hasta el 940, como consecuencia del cambio vital del monarca, al retirarse de los

campos de batalla tras la derrota del foso de Simancas. Por tanto, se habría producido un lapso de

24 años entre el comienzo de la capital norteafricana y el de la cordobesa.

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Monasterio de Bobastro

La consideración de Medina Azahara como la clave del arco que divide la época de

Abderramán III en dos periodos caracterizados por distintas actitudes políticas está presente en toda

la historiografía islámica, así, según al Maqqari y otros cronistas tardíos, el largo reinado de 50 años

se habría dividido en dos etapas iguales, la primera dedicada a guerrear y la segunda a la

construcción. El inicio de esta segunda etapa, el día primero del año 26 de reinado, equivalente al

año cristiano 936, estaría marcada por la fundación de Medina Azahara.

La más reciente publicación del Muqtabis de Ibn Hayyan ha venido a poner en tela de juicio

una tan sospechosa simetría cronológica. Según el citado historiador, contemporáneo de los hechos,

tras la derrota del foso de Simancas verificada el 1 de Agosto de 939 "Al Nasir quedó abrumado por

su fracaso en esta campaña, sin paralelo en todo su periodo anterior, y disgustado con su suerte,

tenía confusos pensamientos, y no era justo consigo, por lo que se le aconsejó distraer su

preocupación con su mayor placer, la construcción. Dicen que se dedicó a ello de modo absorbente

fundando Azahara más abajo de Córdoba, poniendo en la holgura y majestad de sus edificios el

descanso de su mente y olvidándose de lo demás, pues desde entonces dejó de guerrear

personalmente, delegando en sus ... alcaides". Ibn Hayyan, 1.981, p.328.

Puente sobre el Duero y planta de la muralla y puente de Simancas en el siglo XVI

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La vuelta de Abderramán derrotado a Córdoba se produjo el 30 de Septiembre del 939. Del 3

de Marzo siguiente, cuando aún no había transcurrido el invierno, proceden las primeras noticias del

comienzo de ese furor constructivo, fruto del fervor con el que el Califa se aplicó a practicar la

terapia antidepresiva que le había sido recetada, la edificación de un acueducto, con grandes obras

de ingeniería que desde la Sierra conducía hasta su almunia de al Naura, concluyéndose la obra el

Marzo siguiente

Entre Julio y Diciembre de se mismo año, una placa epigráfica nos informa que se construye

otra conducción de agua hacia la zona del alcázar desde las montañas. Considerando la coincidencia

de fechas y la cortedad del plazo, es probable que esta conducción sea solamente un ramal de

acueducto de Al Naura que B. Pavón cree que discurriría sobre las grandes murallas que se

conservan en lugar conocido como la Huerta de Maimón, para entrar en la medina por la puerta de

Sevilla (B. Pavón 1.990, p.p. 237-239).

Conducción abovedada del acueducto

La descripción que hace al Maqqari de ese acueducto de Al Naura en la que se dice

"contempló Al Nasir la construcción de una magnífica conducción (qana) la cual traía el agua potable

desde la Sierra de Córdoba hasta el Alcázar de Naura, situado al occidente de Córdoba. El acueducto

era una maravilla de la técnica de ingeniería; por su interior abovedado corría el agua con una

disposición portentosa" (A. Arjona 1.982, p. 99), parece que no encuentra una mejor

correspondencia en toda el área occidental de la Sierra, que el acueducto de Valdepuentes,

adaptación de la construcción abovedada romana que transcurría por la alquería de Qurqurit.

El hecho de que, según Ibn Hayyan, el alcázar o almunia nueva de Qarqarit, que llamaría

Azahara, se comienza a construir en el otoño del 940 o invierno del 941 (Ibn Hayyan 1.981, p.359), es

decir coincidiendo con la finalización de los citados acueductos, hace verosímil la hipótesis de que

durante el transcurso de las obras de esas infraestructuras hidráulicas Abderramán III descubriese

las excepcionales condiciones paisajísticas de la alquería de Qurqurit y decidiese realizar allí un

nuevo gran alcázar que emulase al de Al Naura.

Al poco de comenzadas las obras de Azahara, como máximo seis meses después, y al mes de

la finalización del acueducto, se inician las obras de la calzada de Al Naura al nuevo palacio que, a

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semejanza de lo que ocurre en otros lugares, como en el caso de la calzada y acueducto norte de

Medina Azahara a Córdoba, correspondería verosímilmente en su trazado con el acueducto que se

acababa de concluir.

Dos semanas antes, el 21 de Marzo, se iniciaba la construcción de Aljama de Azahara, lo que

implica el carácter de medina que se daba a la nueva fundación. Debió tratarse de un proceso

constructivo extremadamente acelerado, para el que las fuentes dan un plazo fabuloso de 48 días,

aunque las pruebas epigráficas nos hacen retrasar su finalización al año siguiente, 942.

Mezquita aljama

Con la nueva mezquita terminan las noticias conocidas de ese primer año y medio de

actividades frenéticas, que no debió haber dejado materialmente tiempo para la planificación ni

para los grandes planeamientos teóricos. Ni en las fuentes históricas, ni en las legendarias

encontramos referencia alguna a la existencia de un plan previo con connotaciones cosmológicas,

tan frecuente en las poblaciones similares del oriente; piénsese en la planta circular de la Ciudad de

la Paz de Al Mansur incluso, al occidente, en la citada al Madhiyya, pues, según Ibn Jatib, "Al Mahdi...

edificó Mahdiya después de haber elegido su emplazamiento entre las distintas comarcas. Trazó a su

gusto el plano de la misma bajo el horóscopo de Leo por ser éste un signo fijo y la casa del sol, que

es símbolo de los reyes (Ibn Jatib 1983, p.29).

Baghdad Planta de la Ciudad redonda de al-Mansur siglo VIII

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La imagen que de la nueva fundación de Abderramán III ofrecen, tanto la narración de los

hechos como los restos arqueológicos, corrobora esa idea de una ciudad construida por acumulación

de actuaciones sucesivas, sin un rígido esquema de partida.

Planta de Madinat al-Zahra

En el plano arquitectónico no parecen haberse introducido en este momento grandes

innovaciones. El alcázar, centrado entorno a la residencia del califa, que se sitúa en el punto de

topografía dominante, como elemento jerarquizador, parece desarrollar en gran escala el esquema

de las almunias de la época, como nos revela el ejemplo de Alamiriya. La posición relativa del alcázar

y la mezquita y la disposición de grandes espacios abiertos repiten exactamente la organización

precedente en Córdoba.

Planta de Alamirilla

Algunos indicios, como la discontinuidad constructiva entre la muralla del alcázar y las de

medina, al menos por su parte oriental, la única excavada, podrían indicarnos que, al modo de lo que

ocurría en los citados ejemplos de las ciudades de al Mansur y al Mahdi donde el área amurallada

comprendía solo el centro palaciego y administrativo, permaneciendo las zonas residencia

extramuros, en Azahara el área amurallada se limitaría al Alcázar permaneciendo en estos primeros

momentos el resto extramuros, sin cerca.

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Las primeras noticias sobre la vida en Medina Azahara

Las obras debieron haber proseguido con intensidad durante toda la década; pues en el 944

ya se verifican recepciones; en concreto, a principios de Noviembre, Mohamed ben Abi ben Idris

llegó al alcázar de Al Zahara donde Al Nasir lo recibió con grandes honores.

Ese mismo año se produce un hecho crucial en la valoración de la nueva ciudad, el traslado

de la ceca desde Córdoba. La importancia de la ceca era tan grande que su creación se corresponde

con la del estado califal; en efecto, la ceca cordobesa se había creado en el 926, coincidiendo con la

autoproclamación por Abderramán III con Título de Califa, por ello su traslado desde Córdoba, que

otras fuentes retardaban al año 946-947, viene a significar el traslado de la sede del poder califal.

Dinar de la ceca de Abd al –Rahman III

En el 948 conocemos otra recepción solemne a unos personajes de Argel y el año siguiente,

949, a los embajadores bizantinos. Sin embargo, en este periodo Medina Azahara aún desempeña

un papel secundario respecto al Alcázar Cordobés en el aspecto representativo, pues la primera

recepción de esta importante embajada se había realizado allí. De esta última recepción en Medina

Azahara tenemos una descripción relativamente pormenorizada que nos atestigua la existencia de

una ciudad, medina, plenamente estructurada con su zalmedina, que recibe a los embajadores en la

puerta de la azuda, sus pórticos junto a las murallas del alcázar, donde hacen guardia las

alineaciones de porteros hasta llegar a un salón de recepción sobre los jardines.

En una segunda recepción, dos meses más tarde, de los mismos embajadores, se produce

una especie de visita turística a la ciudad, por la que nos enteramos de la existencia de un

importante complejo industrial de manufacturas regias, comenzando por la ceca, que ya

conocíamos, y siguiendo por una "dar al sana'a" casa de oficios, donde se fabricaban joyas y otros

elementos preciosos como las arquetas de marfil de las que algunas allí fabricadas nos han llegado

hasta hoy, y la "dar al udda", para equipos militares, flechas, escudos, arcos, etc. Sabemos que estas

industrias se encontraban al lado de Al Zahara. Pudiera tratarse de la serie de estructuras repetitivas

que se perciben en las fotografías aéreas del área occidental de la ciudad aún no excavada.

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Ortofoto de las estructuras occidentales bordeadas por la muralla exterior

De los mismos años, 948-949, tenemos una descripción aún más completa de la medina que

nos ofrece el viajero oriental Ibn Hawkal. En palabras de dicho autor: Abderramán III "había trazado

mercados", lo que parece volver a remitirnos a las ordenadas estructuras antes mencionadas, "e

hizo construir baños, caravansairs, palacios, parques, invitó al pueblo a vivir allí. Quien quisiera vivir

allí recibiría 400 dirhams, los edificios se hicieron densos, las casas formaban una línea continua

entre Córdoba y Zahara. Trasladó allí su tesoro, sus despachos, su prisión, sus depósitos y sus

aprovisionamientos. Zahara no ha conseguido tener una muralla completa, tiene una bonita aljama,

aunque inferior en grandeza a la de Córdoba" (Ibn Hawkal 1.971, p. 65).

Tenemos ya descritos todos los componentes de una medina, aunque la referencia a una

muralla inconclusa nos hace ver que se trata todavía de un proceso abierto. Aunque algunos

elementos palacios, aljama, parques, muralla, ya habían aparecido en las descripciones anteriores,

se mencionan ahora como novedad los espacios propios de una intensa actividad económica: zocos,

caravansairs, depósitos y aprovisionamientos; la mención del traslado del tesoro quizá debiera

relacionarse con la ceca. También aparece una sede del poder dotada de una cierta complejidad

administrativa, con sus despachos, así como la prisión, que por otras fuentes posteriores sabemos

que es subterránea, y, por último, una importante capacidad poblacional que ya intuíamos por la

creación de la aljama; pero que ahora sabemos que disponía de otras dotaciones tales como los

baños.

En las fechas en las que se verifica el viaje de Ibn Hawkal debió considerarse cumplida una

etapa en Zahara porque las próximas construcciones importantes de las que tenemos noticia se

refieren a la edificación del nuevo alminar de la Mezquita de Córdoba en el 951.

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La primitiva estructura urbana y los restos arqueológicos

Si la identificación de la estructura urbana definitiva de al Zahara aparece llena de

incertidumbres debido al pequeño porcentaje de zona excavada, el intento de descripción de su

definitivo estado entra de lleno en el terreno de lo hipotético.

Vista del Alcázar de Medina

La Zahara de este periodo parece haber estado dominada topográfica y jerárquicamente por

la gran plataforma de Alcázar y, dentro de ésta, por la propia residencia del Califa, que ocuparía su

lugar central en la cota culminante. El Alcázar constituiría probablemente el único recinto

amurallado, encontrándose la medina dispuesta a extramuros en su zona baja, y sin que se perciba

en ella muestras de haber recibido una organización unitaria.

Ortofoto del conjunto de la medina

Fuera de la muralla del Alcázar, y en todo su borde inferior, el meridional, se había

garantizado la inedificabilidad manteniendo una banda de espacios abiertos, con objeto de

conseguir amplias visuales sobre el paisaje de la campiña desde el Alcázar, tal como ocurría en el

Alcázar de Córdoba. En uno de los costados de estos espacios, el occidental, se habrían dispuesto las

manufacturas regias. En el otro costado el oriental, que como se dice en las crónicas constituye la

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orientación, valga la redundancia, preferente, se dispone la mezquita, contigua y ligada al Alcázar,

aunque extramuros, y a sus pies parece extenderse espontáneamente la ciudad, a lo largo del

camino que comunicaría con Córdoba. Otra calzada, la que unía el Alcázar con al Naura, dividiría

esta zona residencial de la banda de espacios libres.

La longitud total del conjunto de Este a Oeste alcanzaría probablemente los 2.700 codos

mencionados por al Maqqari, unos 1.270 m., y se extendería desde las estructuras occidentales

hasta la torrentera de San Jerónimo.

Paseo de Ronda Bajo

La muralla que rodeaba al alcázar tenía una disposición rectangular en los costados que la

separan de la llanura meridional, occidental y oriental, éste último con una ligera oblicuidad, debido

al trazado de la calzada de Al Naura. En toda la longitud del costado meridional, donde la muralla

adquiere la máxima altura. El desnivel se salva por un sistema de rampas encerrado dentro del

grueso de la muralla, constituyendo lo que Velázquez Bosco denominaba Camino de Ronda Bajo. (A

sus pies corre una calzada ligeramente elevada sobre los jardines. El costado Norte, que separa el

Alcázar de la montaña, presenta una disposición más irregular adaptándose al perfil del terreno

mediante tres quiebros consecutivos.

Planta de la Dar al-Mulk

El interior del recinto fortificado del alcázar se divide en plataformas de cotas distintas por

medio de una retícula de muros de 3 codos, 1,50 m. aproximadamente, que se diferencian de los

empleados en la construcción ordinaria de edificios que eran de menor espesor, 2 codos. En la parte

excavada, algo más del tercio oriental, los espacios superiores del alcázar se ocupan por la residencia

regia, con una organización de naves paralelas a fachada, con isletas laterales cuadradas típicas de la

arquitectura andaluza y norteafricana de la época, mientras los espacios inferiores parecen haber

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quedado libres, en un primer momento, como solares de reserva para la residencia de los grandes

personajes de la corte.

Vista desde la dar al-MulK

En cuanto a los accesos, en primer lugar se encuentra la calzada de Al Naura del 941, que

bien pudiera corresponder la entrada por el Sur entre Alcázar y Mezquita, en una dirección

ligeramente oblicua respecto al resto de las estructuras. El hecho de que la planta deba deformarse

en su borde oriental para adaptarse a la calzada, señala a ésta como una obra anterior, que se habría

tomado por condicionante preexistente, por lo que debería corresponder a los primeros momentos

de al Zahara. Por otra parte, esta entrada meridional entre Alcázar y Mezquita corresponde

perfectamente al modelo Cordobés de la Puerta de la Estatua o del Puente y, aún más, la críptica

descripción del Muqtabis "empezó la pavimentación del arrecife... hasta la puerta de su alcázar

nuevo... con entrada en él sobre la orilla próxima sobre la que está la ciudad de Córdoba" (Ibn

Hayyan 1.982, p.359), encuentra su fácil explicación en este camino que conduce hasta el borde

oriental del alcázar, el más próximo a Córdoba, donde se debería hallar la puerta de la Azuda.

Calzadas Córdoba Medina

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Dentro del alcázar este camino se abre sobre una explanada donde se construirá después la

llamada Dar al Yund y a la que se accede también desde la puerta Norte que, aunque su versión

actual corresponda a la segunda remodelación, debía ya de existir entonces, como revela su exacto

enfilamiento con el pasadizo entre dos muros, o fasil, que limita el alcázar por el Este y donde se

enclavarán una caballerizas

Caballerizas Quiebro en la muralla Norte

Ello supondría también la existencia de la calzada Norte que habría sido diseñada

conjuntamente con la muralla que bordea por el exterior y, por tanto, el resto de la calzada con sus

puentes en dirección a Córdoba, aunque no aparezcan trazas de su existencia en las crónicas. La

discontinuidad existente en la muralla Norte a partir de la dar al Yund parece indicar una fase

posterior en el tramo oriental.

Muralla y Calzada Norte

Recodo de la puerta norte, detalle de la planta e imagen

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A esta misma explanada delantera ante la puerta accedería también otra entrada

meridional, que pasaba la zona del Jardín Alto enterrada bajo un pórtico abovedado y seguía

mediante un sistema de rampas, también abovedado, el ya citado Camino de Ronda Bajo, y que

después gira en ángulo recto siguiendo el señalado ámbito entre muros de las caballerizas, donde

aparece hoy la parte superior de la bóvedas aún enterradas.

A partir del citado espacio abierto, que actúa como vestíbulo de entrada, el acceso hacia el interior

del Alcázar se produce mediante una puerta acodada, dispuesta en el ámbito de doble muro del

costado oriental, para entrar en un espacio de muros convergentes, al Norte con la oblicuidad propia

de la muralla, y al Sur con la orientación del conjunto. Por el fondo de ese ámbito trapezoidal, se

debía acceder a unos espacios previos a la residencia califal que quedaron desfigurados por la

implantación posterior del llamado patio de los pilares.

Patio de los Pilares Caballerizas en el espacio trapezoidal

Sobre el costado Norte, hasta la muralla exterior, dos grandes patios debían contener

cuerpos de guardia. En el costado Meridional a través de un pórtico con caballerizas, que parecen

acompañar a todas las zonas de entrada, se accedía a una vivienda de servicios.

A los pies del Alcázar se extendía la banda de espacios abiertos. La parte superior de la

misma bajo el citado "Camino de Ronda Bajo" estaba ocupada por el hoy denominado Jardín Bajo

que probablemente actuaría como encuadre visual del salón de recepciones. Otro jardín, o el mismo,

aparece como espacio de placer en el que se desarrolla la escena de sadismo recogido por Ibn

Hayyan, en la que Abderramán se dedica a beber con una esclava a la que hace quemar el rostro con

unas candelas (Ibn Hayyan 1.981, p. 40).

Más abajo aparecen otras plataformas menos estructuradas donde podrían situarse ese

zoológico al que parece referirse al Maqqari cuando afirma, "dispuso estancias para las fieras (hair)

de gran extensión, situadas a corta distancia del foso de protección y amplias pajareras protegidas

con enrejados" (R. Castejón 1.961, p. 135). Se trataría de un "hair" al modo de los conocidos para los

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palacios orientales. Una banda de mayor planicie situada en el costado occidental del jardín bajo,

parecería adecuada para el uso de "almuzara", campo de ejercicios hípicos, e incluso juego de polo.

Jardín alto

En el costado occidental, se perciben hoy claramente 6 estructuras iguales formadas por

grandes patios con naves en sus extremos, que, por su aspecto industrial repetitivo, aparecen como

la localización más verosímil para esas manufacturas regias situadas al lado de Zahara. Este tipo de

manufacturas constituían la única organización productiva industrial masiva de la época, puesto que

según Ibn Jatib "Hacían anualmente trece mil escudos y doce mil arcos... seis mil... en Córdoba e

igual número... en al Zahara. Hacían al mes veinte mil flechas (R. Castejón 1.961, p. 142). También

sabemos que la producción y comercio de materiales preciosos se hacían en recintos cerrados, las

alcaicerías (Chalmeta P. 1.991, p. 103), lo que sería coherente con las citadas estructuras muradas y

explicaría la función de la gran construcción defensiva que las preside. Por las mismas razones este

sería también un lugar posible para la localización de la Ceca.

El conjunto de manufacturas, por su tamaño, exigiría la presencia de un nutrido número de

empleados, tal como las fuentes nos describen convertidos en formación de infantería con ocasión

de las grandes recepciones. No sería extraño que las manufacturas estuvieran ligadas a los zocos,

que ocuparían el ámbito de la puerta occidental del alcázar, repitiendo como en otras ocasiones, el

esquema de Córdoba, lo que explicaría la gran anchura, más de 7 m. de la calzada que accede a la

pequeña mezquita allí situada, y que, podría estar ligada con la población industrial o con los propios

zocos.

Fortificación y mezquitas de la zona occidental inexcavada

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El costado oriental, presidido por la mezquita, estaría ocupado por el espacio residencial de

la medina, con una disposición que parece fruto de un crecimiento espontáneo. La relativamente

moderada capacidad de la mezquita unas 1.500 plazas (Acién M. 1.987, p. 20), equivalente a una

población de unas 6.000 personas, parece coherente con la escasa extensión del área residencial

limitada a esa banda oriental, de la que aún abría que detraer la parte inferior de carácter inundable.

Vista de la mezquita

La localización de los servicios de la medina y en concreto la de los baños queda pendiente

de un mejor conocimiento de las conducciones de agua en la medina. Solo podemos indicar que una

potente estructura cuadrada bajo la gran terraza oriental, próxima al acueducto y borde del arroyo

San Jerónimo, es sugerente para este uso.

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2.2. LA REMODELACION DE MEDINA AZAHARA

Una vez finalizadas las obras del alminar de la aljama cordobesa, y a partir del año 953,

sabemos que se produce una profunda remodelación de la nueva medina. Un Abderramán que iba

entrando en la ancianidad, 64 años, debió ir dejando paso en la toma de decisiones a su hijo Al

Hakam ya próximo a la cuarentena. Según al Maqqari "estaba encargado de las obras su hijo Al

Hakam pues al Nasir no tuvo confianza para poner a su frente a otro que no fuera a él" y según Ibn

Hayyan el año 941 en coincidencia con el arranque de Azahara y con el cambio de política de

Abderramán III", " el principe heredero al Hakam quedó encargado de los Tributos, la ceca y el

Tesoro". La implicación de Al Hakam en las obras debió ser muy íntima, como se desprende del

siguiente episodio posterior, recogido por Ibn Hayyan y referido a unas reparaciones del puente

de Córdoba el 31 de Agosto de 971 "El Califa... venía personalmente en muchas ocasiones a

inspeccionar por si mismo las obras, para reforzar la autoridad de los encargados de dirigirlas que

eran algunos grandes jalifas, servidores suyos, asistidos de ciertos principales Katibes, y cuando no

bajaba al sitio de las obras, subía a la azotea que hay encima de la puerta de la Azuda... que

domina dicho lugar desde tan cerca que es como si estuviera presente. Allí permanecía largas

horas contemplando los trabajos, dando su opinión sobre ellos y animando a los obreros para que

todo se hiciera más deprisa, antes de que se echara encima el invierno" (Ibn Hayyan 1.967, p.78).

Otro personaje que debió haber ejercido una influencia creciente desde esos años finales

de Abderramán fue Yaffar, excelso poeta, e intimo compañero de al Hakam desde la infancia,

quien lo nombrará hayib, primer ministro, al acceder al trono; su nombre aparece frecuentemente

en los epígrafes como director de las obras, tanto en Medina Azahara, en un baño y en el pabellón

central, como en la mezquita cordobesa.

Por otra parte, en estos años la desaparición del monarca leonés Ramiro II, que había

supuesto una pesadilla para el ejercito califal, y su sustitución por personajes incapaces como

Sancho I y Ordoño IV, quienes acabarán presentándose suplicantes en Medina Azahara en busca

de ayuda para solventar sus rencillas internas, debieron haber propiciado un periodo de máxima

tranquilidad. En este ambiente de paz interna, el nuevo protagonismo de unos personajes de tan

profunda formación cultural como eran al Al Hakam II y Yaffar se va a traducir en una nueva

apertura a los influjos de los grandes centros culturales de Oriente e Ifriquiyya, rompiendo la

tendencia al aislamiento interno que había mantenido hasta entonces Abderramán III. Esta

cerrazón exterior, en una actitud defensiva frente a la presencia de espías abbasíes o fattimíes,

había creado en ambiente de tradicionalismo cultural que se manifestaba en los primeros

planteamientos de Medina Azahara.

Por el contrario, en estos últimos años de reinado se va a promover la venida a Córdoba

de una pléyade de literatos, artistas y científicos orientales que darán lugar a un periodo de

máximo florecimiento cultural, en el que se imponen los modos abbasíes en todos los campos,

comenzando por la propia concepción del poder, que ahora se reviste de unos contenidos sacrales

de clara estirpe oriental.

El reseñado cambio de clima cultural y político va a traducirse en un replanteamiento en

profundidad del urbanismo, la arquitectura y la decoración en Medina Azahara. En el urbanismo

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se tenderá a la regularidad geométrica y la simetría, en la arquitectura se introducirán nuevos

tipos como la basílica y los pórticos escenográficos, y en la decoración los complejos motivos

vegetales, claramente derivados de Samarra.

Panel de ataurique

Desde el planteamiento inicial de un alcázar presidido por la residencia personal del

gobernante, se pasa a proponer un modelo de ciudad concebida como escenario para la

representación del poder. El nuevo centro de la ciudad ya no es la residencia, sino la sala del trono

que, por sus nuevas connotaciones religiosas, tendrá más bien como modelo a la mezquita y como

marco al jardín, símbolo espacial del paraíso.

Alfombra persa tipo jardín paraíso

La exaltación del poder se realiza mediante la aproximación al trono de las comitivas de

embajadas y grandes personajes a través de recorridos ceremoniales que requieren la existencia

de grandes espacios de representación. Consecuentemente, el alcázar unitario anterior se va a

dividir en dos ámbitos claramente diferenciados; el público y el de residencia privada del

gobernante y su corte, y junto a ellos se situará la ciudad residencial y comercial.

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La implantación de ese modelo en Medina Azahara, con una parte importante de la ciudad

y la medina ya construidos, debió requerir un cierto compromiso de lo nuevo con lo existente. El

nuevo diseño parece comenzarse con la ubicación del conjunto formado por la basílica del trono

con su jardín, y para la que se debieron utilizar criterios fundamentalmente paisajísticos, como

había ocurrido antes en la elección del lugar de la ciudad. El requisito de disponer de un gran

jardín obligaba a elegir necesariamente una cota más baja que la ocupada anteriormente por el

palacio residencial, por lo que se colocó en el ámbito de los jardines existentes, pero eligiendo un

lugar elevado sobre un amplio espolón que penetraba profundamente en la llanura.

Jardín Alto

El siguiente componente de la nueva ciudad eran los espacios públicos representativos

que permitieran el desarrollo de los cortejos ceremoniales, a la vez que una organización

administrativa más compleja. Para satisfacer este requisito debía ampliarse al ámbito del alcázar,

retrasando hacia el oriente su puerta de entrada, la Puerta de la Azuda, de forma que pudiera

extenderse al ámbito de la plataforma elevada sobre la ciudad.

Estas soluciones de compromiso con lo existente se manifiestan en una cierta

incongruencia de los resultados, especialmente notable si la comparamos con la rígida

organización axial de los modelos orientales, como por ejemplo Balkuwara. El camino principal de

entrada procedente de al Naura tenía directriz Norte Sur (excéntrico respecto a la muralla) y sin

embargo el desarrollo longitudinal del alcázar de Este a Oeste obligaba a un brusco giro de los

recorridos; por otro lado, el continuo proceso ascendente de los visitantes se contradecía con el

sentido descendente del tramo final desde la plataforma del alcázar hasta el Salón del Trono con

su jardín.

Planta de BalKuwara, Samarra

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En este momento podría haberse dotado finalmente al conjunto de la medina de un

recinto amurallado de conformación y métrica regular. Se trata de un rectángulo con una longitud

de una milla y altura mitad, cuyo eje longitudinal coincide con el del salón del trono por lo que

parece haberse trazado en función de éste. La regularidad del rectángulo solo se altera por la

oblicuidad de la muralla Norte del alcázar preexistente y los necesarios tramos de acuerdo con el

mismo. La nueva actuación formaría una gran U con dos segmentos que lo cierran hacia dentro

por sus extremos.

Dentro del recinto amurallado quedaba una gran zona central, presidida al Norte en toda

su longitud, por el alcázar, recientemente ampliado, al mediodía se extendía la llanura, con la

división entonces existente entre una zona de espacios abiertos frente al antiguo alcázar

residencial y otra de viviendas y sus servicios, bajo la parte antigua y la nueva del ámbito público

del alcázar.

A ambos costados de esta gran franja central quedaban dos bandas regulares alargadas en

toda la profundidad Norte-Sur, sin que presenten las deformaciones en la muralla de la zona

Norte que caracterizaba el ámbito central. La banda occidental parece englobar, con otros usos,

las manufacturas reales ya existentes y la franja oriental permaneció libre, quizá como reserva de

un uso especializado que no llegó a implantarse.

La organización interna de las distintas zonas presenta distribuciones de muy diverso

carácter, como se observa en el alcázar, en donde el área pública, constituida por grandes

plataformas en las que predominan los espacios abiertos, con ordenaciones de clara regularidad y

simetría, contrasta fuertemente con el dédalo abigarrado de pequeñas estructuras superpuestas

de la parte antigua, de carácter privado.

En general, como resultado de las remodelaciones sucesivas, en las que las nuevas

estructuras acaban por edificarse sobre las precedentes, el conjunto de la planta, aunque

compuesta generalmente por piezas de fuerte consistencia geométrica, presenta una apariencia

de crecimiento orgánico muy alejado de los rígidos ejemplos de simetría oriental de la Medina al

Salam o de Balkuwara, y más próximo a algunos complejos norteafricanos poco posteriores, como

el de Kala de los Beni Hammad, edificada en el 1.007.

Imágenes de Kala de los Beni Hammad

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Kala de los Beni Hammad planta general y Gran Alberca

La cronología de las obras de remodelación

El grueso de las obras de esta segunda fase de Azahara parece haberse realizado en el

periodo comprendido entre las dos actuaciones de Abderramán III sobre la mezquita aljama, la

renovación de la fachada del 951 y el nuevo alminar en el 958.

Casa de Yafar Baño anejo

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Interior del salón de Abd al-Rahman III

Las primeras noticias epigráficas son del 953 y corresponden al Salón Rico, mientras que

las últimas encontradas en ese mismo edificio son del 957 (Ocaña 1.945, p.p. 155-157). La misma

fecha aparece también en el pabellón central. Las obras fechadas más tardías correspondían al

baño cercano a la llamada casa de Yaffar y se refieren al año 961 en el que muere Abderramán III.

A partir de la entronización de Al Hakam II la nueva ciudad debió considerarse

relativamente concluida y las actividades constructivas se centran plenamente en la aljama

cordobesa. Las obras de ampliación comienzan en el 961 y la cúpula se cierra en el 965, no

dándose por terminadas hasta la muerte del califa en el 976. Quizás detrás de ese cambio de

objetivos constructivos del piadoso Al Hakam II, desde el palacio a la aljama, están las

reconvenciones de Al Mundir a su padre por el lujo desplegado en las edificaciones de Medina

Azahara, si es que la narración legendaria recogida por al Maqqari contiene un cierto fondo

histórico. Durante este periodo de ampliación de la mezquita cordobesa las referencias a obras en

Medina Azahara son muy escasas y de pequeña consideración. En el 972, con motivo de adecuar

la Dar al Mulk para sede de las lecciones del principe heredero, se procede a unas obras de

renovación y a la apertura de un nuevo acceso y en ese mismo año se realiza la construcción de la

Duwayra (la casita), nuevos departamentos para la cárcel en la Casa de los Aguadores, junto a la

cárcel subterránea ya existente.

A partir del traslado final de la corte a Córdoba en el 974 con motivo de la enfermedad de

Al Hakam, el interés por Azahara disminuye y esta situación se agravará desde el 978 al

comenzarse la construcción de la Medina Zahira de Almanzor. Las obras realizadas durante este

periodo oscuro, no debieron pasar de pequeñas reformas de cerramiento de huecos, en un

espíritu de repliegue defensivo.

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Las actividades representativas en el nuevo escenario

La primera noticia que nos dan las crónicas del funcionamiento de Medina Azahara como

escenario de recepciones tras la creación del Salón Rico se refiere a Octubre del 961, con motivo

de la muerte de Abderramán III y la subsiguiente coronación de Al Hakam II. La narración se

repite, con mayor detalle, al año siguiente, 962, con la visita de Ordoño IV, y en ella se alude a otra

anterior de su rival Sancho I, en la que ya estaba en funcionamiento la Dar al Yund, pues nos

menciona su paso por ella, y que debió haberse producido en el 958. Todavía dos años antes, en el

956, en pleno desarrollo de las obras se había producido la recepción de Juan de Gorze embajador

del emperador Otón I, quien, debido a roces sobre el contenido de la embajada, permanecía en

Córdoba esperando desde el 951. A partir del 971 y hasta el 974, al poder disponer de las crónicas

de Ibn Hayyan correspondientes a esos años, conocemos detalladamente una larga serie de

recepciones. El conjunto total de recepciones conocidas celebradas en Medina Azahara es el

siguiente:

Recepciones en Medina Azahara antes de la edificación del Salón Oriental:

944

Principios de Noviembre Principe Idrisí

947

Finales de Julio Personajes Norteafricanos

949

Septiembre Dos recepciones consecutivas a embajadores de Bizancio

Mediados de Noviembre Recepción de los embajadores de Bizancio en el salón que

da sobre los jardines.

956 Juan de Gorze embajador de Oton I

Recepciones en Medina en el Salón Oriental:

958 Sancho I el Craso y su madre la reina Tuda.

961

17 Octubre Coronación de Alhakam II, dos días después de la muerte de

Abderramán III. Salones Oriental y Central.

962

5 Abril Recepción a Ordoño IV, hospedaje en la Ruzafa

967

Mediados de Septiembre Embajadores Idrisíes

971

1 Julio Recepción embajadores cristianos

27 Julio Fiesta ruptura del ayuno

13 Julio Recepción de Galib

12 Agosto Recepción de embajadores

30 Septiembre Recepción de embajadores cristianos

4 Octubre Fiesta de los sacrificios

972

22 Septiembre Fiesta de los sacrificios

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973

5 Julio Fiesta de ruptura del ayuno

2 Septiembre Fiesta de los sacrificios

28 Septiembre Recepción de embajadores musulmanes y cristianos

17 Noviembre Recepción de embajadores musulmanes y cristianos

30 Noviembre Recepción embajadores de Berbería.

974

25 Junio Fiesta de ruptura del ayuno

1 Agosto Recepción de los embajadores cristianos

1 Septiembre Fiesta de los sacrificios

26 Septiembre Recepción del general Galib

975

27 Marzo Al Hakam abandonó definitivamente Medina Azahara

Como vemos, el grueso de las recepciones se producen en el verano y primera mitad de

otoño, en el periodo marcado por las dos grandes fiestas de la ruptura del ayuno y de los

sacrificios: una en Abril, una en Junio, cinco en Julio, dos en Agosto, siete en Septiembre, una en

Octubre y tres en noviembre. La ausencia de recepciones en los meses fríos aclara la facilidad con

que podrían tenerse abiertas las grandes puertas de los salones, como necesaria fuente luminosa.

A partir del 975 las noticias de la actividad en Medina Azahara, como antes se decía, casi

desaparecen, no obstante el califa fantasma Hisan II debió haber seguido usándola, pues tenemos

noticia de un traslado de emergencia suyo desde al Naura a Medina Azahara en 1.008, antes de la

destrucción de la ciudad por la guerra civil del 1009-1010. La ceca siguió acuñando moneda, y la

cárcel utilizada, al menos en el periodo almanzoreño (R. Castejón 1.961, p. 135).

Fachada del Salón

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2.3. LA ORGANIZACION DE LA CIUDAD EN LAS NARRACIONES DEL MUQTABIS DE IBN HAYYAN

Las descripciones de las grandes recepciones realizadas entre el 960 y el 974 y, en

particular, los de los 4 últimos años, cubiertos por el fragmento de los anales de Ibn Hayyan

traducido por E. García Gómez, aunque muy repetitiva, hasta el punto de parecer copiadas de un

mismo modelo, nos ofrecen una enumeración secuencial de los aposentos que los visitantes

recorren en sus procesiones ceremoniales, lo que nos permite obtener una cierta visión de cual

era la organización espacial de la ciudad.

En conjunto, la mayoría de las narraciones tratan del recorrido y ascensión de los

personajes desde la puerta de la Medina hasta llegar a la contemplación del califa en el salón del

trono; pero también se refleja el proceso contrario, por el cual a los caídos en desgracia se les

conduce y hace descender hasta la cárcel subterránea. En ocasiones ambos procesos, de elevación

y descenso, se verifican alternativamente para unos mismos personajes en un corto periodo de

tiempo.

A continuación, vamos a hacer un análisis de todos esos recorridos, partiendo de la base

de la narración mas detallada, la última recepción del general Galib en Septiembre del 974 (Ibn

Hayyan 1.967, p.p. 231-245), y completándola con otras noticias dispersas que aparecen en otros

pasajes. Para una mayor claridad en la exposición hemos dividido el análisis de los recorridos en

tres partes: hasta la puerta de la medina, desde la puerta de la medina hasta el alcázar y en el

interior del alcázar.

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El recorrido exterior

Aunque los personajes provengan de Córdoba, o de su residencia temporal en alguna

almunia, los itinerarios siempre tienen un mismo punto de partida en Al Naura, por lo que el

recorrido desde allí debía hacerse a través de la calzada construida por Abderramán III en el año

941. El camino debía estar flanqueado por esos arrabales de los que Ibn Hawkal decía que

formaban una línea continua entre Córdoba y Medina Azahara, y de los que existe constancia en

las crónicas con motivo de la entrega de limosnas en los años 964 y 973, en los que se habían

verificado grandes sequías. No obstante, esta ocupación residencial del espacio exterior no debía

ser muy importante, pues en el año 961 se decía que la puerta de la medina daba paso al sahra el

campo exterior (R. Castejón 1.961, p. 122).

A lo largo de la calzada, y hasta llegar a la Puerta de la Estatua, en la muralla meridional de

Medina Azahara, donde terminan todos los recorridos, el itinerario está guardado por una escolta

ecuestre del ejército regular o Yund, a diferencia de lo que ocurriría en el interior de la ciudad,

donde la guardia la compondrán empleados civiles uniformados y a pie, probablemente debido a

la estrechez de los pasos.

Cuando el recorrido descrito no es el de los visitantes, sino el del propio califa, como en el

caso del abandono definitivo de Al Hakam II, el itinerario cambia, no se dirige a al Naura en primer

término sino a Ara Nasih, aunque de allí siga a al Naura y Córdoba, por lo que debía usarse una

calzada distinta a la antes citada, y la puerta de salida otra, la de las Rosas, que, también se abría

en la muralla meridional. Probablemente se trate de un acceso directo desde el alcázar, a través

del espacio abierto de jardines, de ahí el nombre de la puerta, evitando el paso por las zonas

habitadas.

El recorrido por la medina. Desde la Puerta de la Estatua a la puerta de la Azuda

A partir de la Puerta de la Estatua se llega a unos pórticos, quizá bordeando un espacio

abierto, guardados por filas de infantes, que en realidad son operarios de las industrias reales

armadas.

A partir de los pórticos se entraba en un pasadizo abovedado, probablemente del tipo del

que se conservan varios ejemplos en las excavaciones, bóvedas de piedra de medio cañón

jalonadas por arcos. Dentro de las bóvedas, montaban la guardia dos filas de pacíficos

funcionarios fieramente armados, los empleados del Tiraz (Tejidos reales) y los de Correos.

Esta disposición de la entrada a la medina parece repetir fielmente la organización del

acceso a la Ciudad Redonda de Al Mansur, el primer Bagdagd, donde, para llegar al gran espacio

central y a partir de la puerta de la muralla, se entra primero en un patio y luego se discurre por

un largo pasadizo abovedado de 248 m. formado por 54 tramos entre arcos. Una entrada

semejante se planteaba también en Mahdiya, con un vestíbulo abovedado de 33 m. de longitud y

5,10 m. de ancho (A. Lezine 1.965, p. 29).

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Pórtico de entrada a Mahdiya

En Azahara al acabar las bóvedas se llegaba a la puerta de las caballerizas. Quizás esta de

las caballerizas pudiera haber sido otra denominación para la puerta de las bóvedas, que en la

descripción recogida en Maqqari de la embajada de Ordoño IV se cita como primera puerta del

alcázar, entre la puerta exterior y la de Azuda. La lectura que hace Torres Balbás, de Puerta de la

Cuesta, "Bab al Aqaba" en vez de "Al Aqba", las bóvedas, también sería coherente con esta

posición de subida al alcázar, aunque no sería de extrañar, dado que esta denominación solo se

encuentra en esa cita, que se tratase de una referencia a la Puerta de la Estatua, donde comienzan

las bóvedas, a consecuencia de la frecuente confusión entre las denominaciones alcázar y medina

que se produce en los textos.

Cuerpo de caballería islámica, miniatura de Bayan y Ryad, manuscrito andalusí del siglo XIII

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Las caballerizas, a las que alude la puerta citada, debían ser muy importantes, pues según

la crónica anónima "Dikr", al Hakam II tenía acuartelado en las explanadas de su alcázar y en las

fronteras un cuerpo de caballería de 20.000 caballos (Molina L. 1.983, p. 183). Aunque la cifra

fuera exagerada, y no sepamos bien a que alcázar se refiere, debemos suponer la existencia de

amplias explanadas para el entrenamiento de un contingente importante de caballos. La propia

evidencia del alto rango del jefe de las caballerizas que ocupa el primer lugar jerárquico de los

oficiales de Medina Azahara en las recepciones, parece conducirnos a la misma conclusión. Lo

mismo, por otra parte, ocurría en la Europa Cristiana contemporánea, donde el mariscal,

literalmente el jefe de los caballos, era un título prominente que ha llegado a nuestros días.

La situación de estas caballerizas precediendo a la entrada al alcázar, la puerta de la

Azuda, repite la misma disposición que aparece en las ruinas en las caballerizas que flanquean la

entrada a la parte residencial del alcázar, o las del acceso a la manzana de viviendas de la que

forma parte la llamada casa de Yaffar.

Caballerizas de acceso al Alcázar

Siguiendo con el recorrido que veníamos describiendo, se llega ante la Puerta de la Azuda,

junto a la cual recibe con gran pompa sentado el zalmedina a los visitantes. En otras ocasiones se

habla del despacho del zalmedina ante el sitial de la Surta, o de las dependencias del gobierno de

la medina.

Otros recorridos dentro de la medina, pero fuera del alcázar

El Zalmedina, en su sitial vecino a la puerta de la Azuda, además de aparecer en su función

protocolaria de recepción de visitantes ilustres antes de su introducción en el alcázar, aparece

también impartiendo justicia, y a continuación ocupándose de la ejecución de las penas al

acompañar, cabalgando, a los reos hasta la prisión. Como ya se ha mencionado, estos recorridos

representan el aspecto complementario de las procesiones de exaltación hacia el trono.

No sabemos cuando se crea la nueva prisión de Azahara, que en estos años parece

desplazar en el protagonismo a la cárcel vieja situada cerca de Al Naura, pero debió producirse en

el primer periodo de la ciudad, como otro de sus atributos de capitalidad, ya que Ibn Hawkal,

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probablemente con la información recogida en su viaje del 948, informa que Abderramán III

trasladó la prisión, junto al tesoro, los despachos, los depósitos y los aprovisionamientos.

Las primeras noticias del uso de la prisión la tenemos de los años finales de Al Hakam II en

los años 972, 973 y 974. La más explícita es la del año 972 en que se dice que el Zalmedina cabalga

hacia la Dwayra (la casita) construida ese año junto a la cárcel en la casa de los aguadores y

trasladaron allí a los reos desde el interior de la cárcel precedente. Estas noticias se

complementan con las del 974 en las que se informa del traslado a pie de los hijos de Ali al

Andalusi desde la almunia de Ibn Abd al Aziz a la prisión de Dwayra en Medina Azahara, pasando

por el fasil de la Dwayra, para seguir luego a la cárcel subterránea (Ibn Hayyan 1.967, p.p. 210-

211). Es decir, sabemos que inicialmente se construyó una cárcel subterránea y que luego en sus

proximidades se añadió una nueva prisión, la Dwayra, con el mismo nombre que la prisión

cordobesa, a la que se accedía por un fasil (pasadizo), todo ello edificado sobre la casa que

ocupaban antes los aguadores.

La relación funcional entre el conjunto puerta de Azuda - Sitial del Zalmedina con la

prisión, así como los frecuentes desplazamientos del Zalmedina entre ambos, sin que en el

itinerario aparezcan otros lugares intermedios significativos, parecen indicar una proximidad entre

ambos lugares, sin que lleguen a estar inmediatos, puesto que el citado personaje se desplaza

siempre a caballo.

Interpretación del entorno inexcavado de la Azuda

La mención a la casa de los aguadores que se encontraba en el mismo sitio, parece

conducirnos a un espacio próximo a las fuentes de aprovisionamiento de agua. Por todas las

razones expuestas pensamos que una ubicación posible para la prisión sería la edificación o el

recinto del ángulo Noroeste situado entre dos de los afluentes que confluyen en el arroyo de San

Jerónimo, en proximidad a la muralla Norte, que cumpliría los condicionantes de cercanía al lugar

donde suponemos el conjunto formado por la Puerta de la Azuda, el sitial del zalmedina y el

acueducto.

Loa anales de Ibn Hayyan nos describen también otro episodio de encarcelamiento de un

descendiente de Abderramán III que es conducido encadenado desde la puerta de la Azuda a la

Casa de los Obreros que está sobre la Puerta de los Jardines, pero el hecho de que las mismas

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denominaciones aparezcan citadas en otra ocasión en el alcázar de Córdoba, nos inclinan a pensar

que ha habido un error en la localización. Por otra parte, la noticia nos confirma la práctica del

encarcelamiento de personajes principales en los miradores situados sobre las puertas y de los

que en Medina Azahara se conservan restos correspondientes al espacio sobre el vano del centro

del gran pórtico.

Gran pórtico Mirador en el Bayan y Riyad

El recorrido en el interior del alcázar

Todos los recorridos por el interior del alcázar comienzan en la puerta de la Azuda y

terminan en el salón del Trono (Salón Oriental) pasando por una serie de zonas de recepción,

comunicadas por diversos pasadizos y espacios intermedios.

Tras dejar atrás el sitial del Zalmedina, donde éste se halla sentado con toda su pompa, se

penetra en la puerta de Azuda que está dotada de unos espacios de espera, donde permanecen

los acompañantes que allí descabalgaban. A partir de la puerta comienzan los fasiles de la azuda

que conducen hasta las Casillas de los Partales (pórticos). Sentados sobre los poyos que hay a todo

largo de esos fasiles se hallaban las corporaciones de porteros, monteros y encargados de las

caballerizas, lo que parece volvernos a apoyar la tesis de la relación entre puerta y caballerizas.

Luego, a partir de esos pórticos o partales, que deberían ser análogos al ya excavado y

restaurado denominado Pórtico Este, se llega a la casa militar, la Dar al Yund, tras atravesar esos

"afniya", patios, plazas o espacios libres que se mencionan, en otra ocasión (Ibn Hayyan 1.967, p.

118), y en las que debía establecerse una formación infantes arqueros. La casa militar se

componía de unos salones de recepción que tienen delante un patio donde Al Hakam II, irritado

por la introducción de modas norteafricanas, manda quemar una montura berberisca. Frente a la

casa del ejército descabalgan todos los visitantes ilustres, salvo los visires, que aún proseguirán

hasta el departamento siguiente, la casa de los visires.

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Recorridos por la Medina

El salón más frecuentemente utilizado como recepción y espera de personajes ilustres es

el meridional, adjetivo que creemos, a la vista de las evidencias arqueológicas, debe interpretarse

como una referencia a su orientación y no a su posición. En una ocasión se mencionan también los

salones septentrionales, donde los invitados aguardan a ser recibidos. Este salón tenía un

mutarrad, o pórtico delantero, donde esperan los acompañantes, y una planta basilical con una

nave central donde el visitante ilustre se sienta sobre unos lujosos cojines. Las referencias a su

posición exterior o próxima al alcázar, creemos que deben entenderse respecto a la parte

primitiva del mismo, pues es evidente que se encuentran al interior de la puerta de la Azuda. El

departamento debía tener también unas caballerizas para las cabalgaduras de esos visitantes

ilustres que allí los dejan hasta volver a montar a la vuelta del salón del Trono.

La secuencia del cortejo continúa hasta la Dar al Wuzara, o casa de los visires a donde

descabalgan los personajes más encumbrados de la corte, Galib, el Sahib al Surta, etc., por el

medio parecen encontrarse otra serie de fasiles: el fasil Dorado y el fasil de Ibn Arrad

sucesivamente, aunque la localización de ambos sea imprecisa.

En la Dar al Wuzara también hay un salón meridional donde se sientan en un estrado esos

personajes citados y aposentos para los visires. Conocemos que allí se encontraba el estrado del

visir y general Ibn Tumulus y el del Caballerizo Mayor (Ibn Hayyan 1.967, p. 49). Las noticias nada

nos dicen acerca de la disposición de esta área. Solo sabemos que tenía una puerta, cerca de la

cual se encontraba el almacén de pertrechos, donde se guardaban las enseñas de guerra y que

disponía de un ancho poyo de mármol.

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Salón Basilical superior, posible Casa de los Visires

A partir de la Casa de los Visires una puerta conduce al fasil de los secretarios, al

que siguen toda otra serie de pórticos en cuyos poyos se sentaban los invitados secundarios a la

ceremonia, entre los que se citan a los responsables de las coras (las provincias). Este conjunto de

pasadizos se comunicaba, finalmente, por la Puerta de los Fasiles con la llamada azotea alta o

azotea alargada, sobre los jardines, a la que se abrían tanto el salón oriental del Trono como

occidental del Ayra (de plenos) o al Umara (de los príncipes). Barceló opina que la expresión árabe

Al-sath al-ali, que se traduce normalmente por azotea superior, corresponde más bien a un

concepto más general como nivel o plano elevado (C. Barceló 1.987, p. 101).

A la salida de esta Puerta de los Fasiles parece encontrarse el salón Occidental y al final el

Oriental, el recorrido a todo lo largo de esta azotea alargada o plano elevado, estaba flanqueada

por dos filas de esclavos eunucos y otros domésticos palatinos de categoría inferior.

El primer salón, el salón Occidental se abría a través de un pórtico delantero o mutarad.

En el se hallaba el Trono del príncipe heredero, y también se daban banquetes. En el año 962

cuando Hisam aún no había nacido, el trono situado en la nave al Norte del pórtico se encontraba

vacío. Sobre su posición sabemos que se correspondía con el Salón del Trono. La mención del

pórtico y de la nave central nos confirma que nos hallamos ante una edificación de planta basilical.

Quizás este espacio sea el mismo, al que se refieren las fuentes al hablar de un salón que da sobre

los jardines en el que el califa (al Hakam II) se sentó con su hijo a ver unos potros llegados de las

marismas, lo que supone que, además de sobre los jardines, debía asomarse sobre una explanada

abierta que permitiera las evoluciones ecuestres. En el arranque de la nave central de este salón

se le entrega a Ordoño IV como regalo un fogoso corcel sobre el que abandona la recepción. Lo

que indica que el recorrido hasta ese lugar era accesible a caballo, debiendo, por tanto, salvarse

los desniveles mediante rampas.

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Planta de los dos Salones el andén y la alberca

El salón oriental, que en una ocasión también se denomina como el meridional, está

también precedido de un pórtico o mutarrad al que se abren al menos tres naves. La nave central

está presidida por un mirhab donde se halla el trono del califa, punto final de los cortejos

procesionales. En esta nave se colocaban los grandes personajes palatinos y de la familia califal

con arreglo a su categoría. En la nave de la izquierda se situaban otros personajes de rango

inferior. El suelo estaba cubierto con tapices.

Distribución ceremonial en el Salón según M. Barceló

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Rampas de acceso al salón de Recepción

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Los jardines.

Los dos salones califales, y el plano alargado superior que les servia de acceso, daban

sobre los jardines. En las menciones del salón oriental aún se precisa más y se habla del jardín

maravilloso.

Sobre el uso de los jardines, fuera del papel de fondo visual de estas recepciones y desde

los salones del alcázar, las crónicas son escuetas. Está la mención al episodio antes mencionado de

Abderramán III retirándose con una esclava a beber en uno de ellos, que no podría ser el Jardín

Alto por no haberse aún construido en esa época, y la ya descrita de los caballos de Niebla. Otras

descripciones son de origen poético como la recogida por Ibn Jafan en la que "Al Hakam II se

paseaba a solas por el jardín de Al Zahara junto a una alberca rebosante de agua que estaba en

medio del jardín perfumado, buscó refugio (del calor) sentándose en las gradas del estanque" (R.

Castejón 1.961, p. 151).

Otra narración citada por Pérès, tomándola de Ibn Zakur describe al príncipe Hisam con su

preceptor en una sala de Zahara que domina el parque zoológico (hair), Hissam ve a uno de sus

estorninos preferidos atacado por una tortuga y sale precipitadamente para salvarlo (Pérès 1.984,

p.p. 248-249).

Todavía a mediados del siglo XI con la ciudad ya destruida comenta Ibn Zaydum "Allí (en

Azahara se ve) en los estanques una masa de agua tan profunda que es azul; en las orillas el

ramaje derrama su frescor" (Pérès, p. 131).

La zona Residencial del Alcázar.

En primer lugar se encontraban las habitaciones íntimas de Abderramán III mencionadas

con ocasión de la primera sangría del califa en la que "se sentó en la nave del gran salón que se

eleva en lo más alto de su almedina en al Zahara" (R. Castejón 1.961, p. 121).

A partir de F. Hernández se ha venido identificando estos aposentos con la Dar al Mulk

(casa del gobierno) citada en las crónicas en dos ocasiones, en la primera como lugar donde se

albergan los hermanos de Al-Hakam II durante la coronación de éste en el año 961 y, más tarde,

con motivo de las obras realizadas en el 972, consistentes en renovar y alojar la Dar al Mulk y

arreglar sus accesos, abriendo una puerta por occidente al fasil de los fityan, con objeto de

prepararlo para las lecciones del príncipe en el salón oriental del departamento". Dar al Mulk era

también el nombre de la casa que al Hakam tenía en Córdoba cuando era príncipe (Ibn Hayyan

1.981, p. 24).

Además de las habitaciones del califa que presiden desde lo alto el conjunto, en el alcázar,

tanto a oriente como a occidente, existían residencias para los grandes personajes de la corte, de

las cuales el monarca disponía con entera libertad, como se desprende de la cita del Muqtabis en

la que se dice "hizo el califa que su jalifa Fáiq jefe de la fábrica de tejidos y de los correos se

trasladase desde la casa que ocupaba en el ala oriental del alcázar de al-Zahara a la que había sido

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el primer ministro Yaffar, fallecido el año anterior, casa esta última de mucha importancia y

situada en el ala occidental" (Ibn Hayyan 1.967, p. 88). A este conjunto de residencia debía servir

el baño que se dice había en el alcázar junto con el de la medina.

La relación entre el alcázar y la mezquita

El alcázar se unía con la mezquita mediante un pasadizo "al sabat" al modo del descrito

por Ambrosio de Morales como aún existente en su tiempo en la aljama de Córdoba. Este "sabat"

debía contener un espacio de recepción donde el califa se sienta en audiencia con Galib en el 975

antes de abandonar definitivamente al-Zahara, como se deduce de la descripción del Muqtabis en

la que se dice "hizo el califa su primera salida a caballo después de sanar de su enfermedad para ir

a la mezquita aljama en su residencia de Alzahara. Al terminar la oración y sentarse en el Sabat

recibió al visir Galib... y al zalmedina de Córdoba. A continuación el califa se retiró con su hijo a

palacio" (Ibn Hayyan 1.967, p. 251).

Vista aérea de La mezquita y el Alcázar

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2.4. EL PROBLEMA DE LA IDENTIFICACIÓN DE LOS ITINERARIOS DESCRITOS EN LAS CRÓNICAS

CON LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS

Debido a la falta de las suficientes pruebas epigráficas que permitieran una identificación

indudable de las distintas edificaciones, la investigación sobre la correspondencia entre las ruinas

y los lugares mencionados en las crónicas presenta graves dificultades. Algún autor, como R.

Castejón, ha pretendido, a partir del plano de F. Hernández de 1.926, el primero que presenta un

panorama del conjunto de la ciudad, identificar los distintos departamentos que aparecen en las

noticias, tanto de orden histórico como fabuloso, recogidas en los tardíos Analectes de Al

Maqqari, principal fuente de información en aquel momento (R. Castejón 1.929). Y esa

identificación la mantuvo con una constancia digna de mejor causa hasta final de su vida (R.

Castejón 1.980) a pesar de la aparición de nuevas aportaciones historiográficas y arqueológicas.

La medina en la topografía de F. Hernández de 1926

No es, por tanto, de extrañar que M. Ocaña reaccionase con la posición contraria de

considerar tal identificación como un intento imposible. La labor se había comenzado muchos

años antes, cuando Velázquez Bosco identificó los salones situados en la cota superior con las

habitaciones íntimas de Abderramán III. En los largos años de labor de F. Hernández se habían ido

aplicando denominaciones aparecidas en el Muqtabis a varias de las piezas excavadas, así las

citadas habitaciones íntimas se identificaron con la Dar al Mulk, y lo que Velázquez llamaba Salón

de Recepción o Gran Salón del Serrallo con la Dar al Yund o casa del ejército. El salón por él

excavado, llamado por Gómez Moreno Salón Rico, como el Salón del Trono de Abderramán III

(aquí sí había evidencias epigráficas). La identificación de la mezquita aljama, debido a la

peculiaridad de su planta, no presentaba interrogante alguna. Para cerrar estos lugares citados en

las crónicas quedaba por mencionar la vivienda considerada como casa de Yaffar a partir de unas

placas epigrafiadas con el nombre de Yaffar aparecidas en el horno del baño contiguo (A. Vallejo

p. 133). A estas identificaciones de pequeñas piezas había que añadir las de las grandes zonas:

perímetro de la medina, ámbito del alcázar, con sus dos zonas pública y privada, zona intermedia

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de jardines y espacios abiertos y zona baja occidental de ciudad, en correspondencia con la

descripción del Idrisí.

Desde el punto específico de las fuentes, un cuidadoso estudio de los lugares

mencionados en ellas, pero sin ningún intento de identificación espacial, se debe a C. Barceló,

pues en este trabajo se pone énfasis en el estudio de cada pieza, omitiendo la consideración del

orden secuencial de las mismas (C. Barceló 1.987).

Otro intento de análisis urbanístico fue realizado por S. López Cuervo, a través de la

interpretación de las fotografías aéreas y la realización con un muy detallado plano topográfico (S.

López Cuervo 1.982). Recientemente, la disponibilidad de fotografía aérea en color y,

fundamentalmente, imágenes de infrarrojo, así como alguna prospección geofísica parcial, ha

permitido una nueva interpretación del conjunto de la medina y de su parte no excavada, que

completa las anteriores de Félix Hernández y S. López Cuervo y que se ha reflejado en el plano a

escala 1:2.000 que acompaña a este documento.

De la confrontación de este plano con los itinerarios descritos en el Muqtabis que han

venido analizando en estas páginas se pueden extraer algunas hipótesis interpretativas con

distinto grado de probabilidad y que, necesariamente, deben ir revisándose a la luz de las

sucesivas aportaciones arqueológicas e historiográficas.

Ciñéndonos ahora al aspecto de la ciudad tras las reformas de los años finales de

Abderramán III, ya que su posible aspecto inicial ha sido considerado anteriormente, vamos a

comenzar por tratar de establecer una serie de elementos que aparecen con cierta claridad, para,

tomándolos como punto de apoyo, suponer el trazado de los recorridos que los unían y, a partir

de esos recorridos, localizar las piezas intermedias cuya situación aparece más confusa.

Interior del salón del Trono

El punto clave, que aparece como final y cabeza de todos los recorridos ceremoniales es el

Salón del Trono o Salón Oriental, sobre el nivel alargado superior y el jardín maravilloso. Como

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decíamos su correspondencia con el conjunto del Salón Rico de Abderramán III y el Jardín Alto,

auténtico centro geométrico del recinto amurallado, parece fuera de toda duda, a la luz de los

datos epigráficos.

La dirección de los cortejos ceremoniales hacia ese punto final quedó también aclarada

por la excavación de R. Manzano del gran pórtico escenográfico y de parte de su gran explanada

delantera, que implican necesariamente un sentido de aproximación de Este a Oeste a lo largo de

la gran plataforma que antecede al pórtico. Mas adelante, en una zona aún no excavada, parecen

sucederse grandes edificios de aspecto basilical situados en grandes espacios abiertos, en fuerte

contraste con plataforma residencial situada al Occidente del eje del Salón Rico, de planta densa y

abigarrada. Debido a la gran magnitud de los espacios, esta zona fue ya identificada por F.

Hernández como la parte pública del alcázar.

Planta del Alcázar

A partir del gran pórtico una rampa acodada conduce al patio siguiente, presidido por el

salón que Velázquez Bosco llamaba de recepción y F. Hernández Dar al Yund (Casa del Ejército). Y

de este último el descenso hacia el Salón Rico debió realizarse por el gran conjunto de rampas

abovedadas que Velázquez Bosco denominó Paseo de Ronda Bajo.

Hacia el oriente el gran pórtico, y una vez cegada en la gran remodelación de al Hakan

antes mencionada, con objeto de garantizar el contacto directo de la mezquita con el járdín alto,

la rampa colindante por el Oeste con la mezquita (cuya presencia no aparece nunca en los

itinerarios), no existe ninguna calzada que salve el fuerte desnivel de la gran plataforma de la zona

pública del alcázar hasta su extremidad oriental, donde una importante calzada asciende

suavemente y penetra por el costado Este, discurriendo en su parte final sobre un camino actual

con fuertes huellas de pavimento de sillares, y continua recta hacia el Sur bordeada por un

conjunto de edificaciones ordenadas, según un trazado claramente perceptible en el plano de

Félix Hernández de 1.926. Una vez salvada la muralla de la ciudad, la continuación al exterior se

verifica por otra calzada, sesgada respecto a la anterior, cuyos sillares han sido removidos

recientemente por el arado, también flanqueada por edificaciones y protegida por una torre sobre

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una pequeña elevación. El punto de intersección de ambas calzadas, interior y exterior, con la

muralla debería corresponder con la Puerta de la Estatua.

Excavación del entorno de la Puerta Sur de la Muralla

Una vez establecido el trazado del itinerario, su punto de partida y su destino final, y

conocido el orden secuencial en el que se suceden los diversos elementos intermedios, podemos

establecer tentativamente su posición.

A partir de la Puerta de la Estatua los pórticos de las bóvedas se desarrollarían en una

pequeña explanada frente a ésta, a continuación, continuaría el pasadizo de las bóvedas a lo largo

de la citada calzada Norte Sur, con fragmentos bien conservados alternados con oquedades de

donde se han extraído los sillares del pavimento.

Tras franquear el arroyo de San Jerónimo, y al comenzar el ascenso hacia el alcázar,

estaría la puerta de las caballerizas, a partir de ahí se llega al núcleo de dependencias de la

gobernación de la Medina, despacho de Zalmedina y sitial de la Surta que parecería lógico situar

en las estructuras colindantes con la muralla norte ante las que finaliza el tramo de calzada Norte-

Sur.

A partir de ahí y girando en dirección Oeste un fuerte resalto indica el comienzo de la

plataforma del Alcázar donde debería encontrarse la puerta de la Azuda. A continuación, un patio

sin estructuras importantes debería estar conformado sucesivamente por los fasiles de la Azuda y

las Casillas de los Partales. A continuación se accede a un segundo patio presidido por una

segunda plataforma, más alta en la zona Norte, donde existen claros restos de una estructura

basilical que, según el orden secuencial, debería corresponder a la Dar al Yund. Seguidamente, se

penetra en un gran patio rectangular flanqueado por pequeños cubículos, al menos en su costado

Norte, y rematado su fondo Oeste por el Gran Pórtico. Una depresión cerca de la entrada oriental

podría indicar la existencia de una alberca.

El conjunto de patios que se han venido señalando hasta este gran pórtico constituyen

una plataforma independiente, más baja y estrecha, que la que le sigue en el alcázar. La

discontinuidad entre ambos espacios se percibe en una falta de correspondencia de la alineación

del muro meridional y en el corte existente en el septentrional, evidenciando por la repetición del

cubo de muralla. Parece corresponder a una fecha, posterior probablemente coincidiendo con la

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gran remodelación. La Dar al Yund se describe en las crónicas en situación exterior o próxima al

alcázar, se entendería con referencia al antiguo Alcázar.

El gran pórtico y la rampa que le sigue pudieron corresponder al fasil Dorado y al de Ibn

Arrad de difícil identificación. Tras franquearlo se llega a otra plataforma que constituyó el núcleo

de confluencia de entradas Norte-Sur y Este del antiguo Alcázar y en el que se construyó, tras la

remodelación, un edificio basilical identificado por F. Hernández como la Dar al Yund. Siguiendo la

lógica de la secuencia el complejo conjunto de edificaciones de esta plataforma que parece incluir

también dos viviendas y otras dependencias debería corresponder a la Dar al Wuzara o casa de los

visires, constituyendo un primer espacio administrativo interno al alcázar que precedería a la

parte puramente residencial de este.

Otra lectura posible de la secuencia sería la de interpretar todas las dependencias

incluidas en la plataforma oriental, que suponemos posterior, como pertenecientes al complejo de

la puerta de la Azuda y gobierno de la medina. Trasladando las casillas desde los partales (o de los

pórticos) al Gran Pórtico, con lo que se mantendría la identificación de la dar al Yund hecha por F.

Hernández. La dificultad de esta segunda hipótesis estaría en la localización de las siguientes

dependencias, las de la Casa de los Visires.

Continuando con la primera hipótesis, el conjunto de grandes rampas constituirían

sucesivamente al fasil de los Secretarios y los demás fasiles que conducen, a través de una puerta,

a la azotea alta que coincidiría con el andén frontero al Salón Rico. Una vez identificado el Salón

Rico como el Oriental. El Salón Occidental, que también se abre al andén y a los jardines, parece

encontrar su más lógica ubicación en unas ruinas de gran elevación situadas en el costado

occidental del jardín bajo, sobre los restos de una alberca situada en un plano inferior.

Por lo que respecta al interior de la zona residencial del Alcázar, escasamente reflejada en

las crónicas, su acceso por el Este se verificaría por la misma franja entre dos muros paralelos

norte-Sur, donde hemos localizado el acceso por el fasil de los secretarios hacia el Jardín Alto. En

ese primer intervalo entre muros se encontraba un pórtico con caballerizas, como suele ocurrir en

las entradas importantes y, a partir de ahí, el camino directo conducía por el espacio entre dos

muros oblicuos, situados entre los patios superiores y la casa de servicios, hacia la Dar al Mulk.

Tras las obras de reforma, el fondo de este espacio se clausuró con una vivienda, por lo que el

acceso se desvió por su costado meridional, para conducir por un camino tortuoso hasta el gran

Patio de los Pilares, introducido en las obras de reforma como gran vestíbulo de acceso hacia la

plataforma superior con el palacio del califa, identificado como la Dar al Mulk.

De lo poco que puede percibirse en la mitad occidental, aún no excavada, del alcázar,

parece deducirse una cierta simetría con respecto a la zona oriental con la presencia de dos

plataformas de entrada divididas por dobles muros, conteniendo una proporción importante de

espacios abiertos. La primera de ellas, como sucedía en su equivalente oriental, actuaría como

núcleo de accesos, donde llegaría la calzada occidental y penetraría también el camino meridional.

Una curiosa estructura situada sobre el borde de la muralla del Alcázar, en lo alto de una elevación

dispuesta a modo de pirámide escalonada, controlaría la llegada de este camino hacia el Sur

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2.5 LA DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD

El proceso de destrucción y ruina de la ciudad ha sido ya investigado y descrito por diversos

autores (Velázquez Bosco R., 1912 p. 35-39, García Gómez, E.1967, Hernández Jiménez, 1985 p.

182-185 y Torres Balbás, 1957) y a esos trabajos, repetidamente transcritos en estudios

sucesivos, nos remitimos; sin embargo, queremos señalar aquí algunos aspectos de ese proceso

que pueden resultar aclaratorios para la interpretación actual del yacimiento.

La etapa islámica de la ruina está caracterizada por el incendio y expolio selectivo de elementos

constructivos singulares, columnas con sus basas y capiteles fundamentalmente, que se

reutilizan en los monumentos de los siglos XI y XII de Andalucía y del Norte de Africa. Pero a

nuestros efectos nos interesa destacar la valoración positiva de las ruinas, como tales ruinas,

por la poesía contemporánea (Pares 1983) en una actitud que podríamos considerar como de

romanticismo anticipado, y, en concreto, la visión de la ruina desde los jardines, considerados

en sí mismos como gratos lugares de recreo.

Así como la implantación del poder califal significó un acto innovador y transformador su caída dio

lugar a una devastación igualmente radical; un proceso destructivo que afectó a todos los

componentes territoriales. La aniquilación del centro, que sigue a la deslegitimación del poder,

deja sin sentido a las infraestructuras que allí se concentran: caminos y acueductos, quedando

descontextualizadas sus construcciones puntuales como los puentes o las albercas.

La súbita destrucción de Madinat al Zahra en el proceso de la fitna, o guerra civil, con la que se

concluye el califato y más concretamente con ocasión sufrida tras la conquista bereber de la

ciudad el 23 de noviembre de 1010, resultó aún más impactante para sus contemporáneos, que

habían sido testigos de su esplendor, que la admiración ante su acelerada construcción.

Los efectos destructivos de la ocupación y saqueo de las tropas bereberes, fueron seguidos de uso

actos de expolio y venta de sus restos por unos gobernantes corruptos, lo que explica la difusión

de sus restos para ser reutilizados en los edificios levantados entonces en las distintas cortes de

los reyezuelos taifas.

Ibn Bassan en su su Dajira escrita poco después de los hechos recoge los testimonios de

indignación que el proceso suscitó en Ibn Hayyan, el más grande historiador del periodo

“En los días de este al-Mustafki (1024) se arruinó todo lo que quedaba de los palacios de su

antepasado al Nasir y desaparecieron las construcciones del alcázar de al Zahra. Fueron

arrancados el cobre de las plantas, el plomo de las tuberías y otros materiales.”

Ibn Basan Dajira (primera mitad siglo XI)

“A su muerte apareció Ibn Basa, el que destruyó los palacios y convirtió en erial lo cultivado… A su

mano perecieron los excelsos alcázares de los Banu Umayya, desaparecieron los admirables

monumentos y se vinieron abajo sus inexpugnables construcciones. Ibn al-Saqqa, gobernador de

Córdoba, le nombró para que reuniera los materiales que quedaban en los palacios destruidos y

despojados. Y se cernió sobre ellos la mayor calamidad, vendía las cosas de mayor importancia y

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de precio más alto que le estaban confiadas, se cebaba en ellas como fuego en el acanto seco.

Malbarató los materiales- mármoles preciosos, columnas de gran valor, maderas riquísimas, cobre

purísimo, hierro y plomo de la mejor calidad- para enriquecerse… Los embajadores de los reyes

venían a comprarle aquellos materiales al cabo del tiempo, y él se los entregaba a cambio de mil

diferentes desatinos… Y en efecto los demolió hasta trocarlos en montones de ceniza, y no se

marchó de ellos antes de arrancar sus sillares y prenderlos fuego, convirtiéndolos en depósitos de

cal para el que la quisiera.”

Ibn Basan Dajira (primera mitad siglo XII)

A pesar de tanta destrucción, todavía a mediados del siglo XI era posible reconocer la estructura

de la ciudad, en cuyas ruinas seguían viviendo unas pocas familias, tal como refleja la descripción

del geógrafo Idrisi, cuya fidelidad pudo reconocerse tras la realización de las modernas campañas

de excavación.

“Cinco millas separan Córdoba de Madinat al Zahra, de la que aún subsisten las murallas y las

ruinas de sus alcázares, y que aún cuenta con algunos pobladores, que la habitan con sus familias.

En sí misma era una ciudad considerable, de construcción escalonada, compuesta de tres ciudades,

colocadas una encima de otra, de manera que la explanada de la más alta estaba al nivel de los de

los techos de la inferior. Cada una tenía su recinto murado. En la de arriba estaban los palacios, de

hermosura imposible de describir. La de en medio costaba de parques y jardines. En la inferior

estaban las casas y la mezquita mayor. Hoy no son más que ruinas en trance desaparición”.

Al Idrisi (Primera mitad del siglo XII)

2.6 LAS RUINAS Y SU VALORACIÓN EN LA POESÍA TAIFA

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El hecho de coincidir esos años turbulentos con la eclosión de los máximos representantes

de la poesía andalusí, y de que la ruina de Zahara apareciese como símbolo de la caída de toda

una civilización, hace que sea objeto de unas emotivas descripciones poéticas, que no dejan de

evocar en el lector actual tonos de un cierto romanticismo avant la lèttre.

“Desde al Zahra con ansia te recuerdo

¡Que claro el horizonte! ¡Que serena

nos ofrece la tierra su semblante!...

Los arriates floridos nos sonríen

Con el agua de plata, que semeja

desprendido collar de la garganta…”

Ibn Zaydun (primera mitad del siglo XI

“Me detuve en al-Zahara, lloroso y meditabundo,

Para clamar entre las deshechas ruinas.

¡Oh Zahra- dije- vuelve a ser!

Pero me contestó: “¿Y acaso vuelven los difuntos?”

En verdad, los vestigios de los desaparecidos

Son como plañideras que lloran a los muertos”

Sumaysir (fines del siglo XI)

Este ambiguo sentimiento suscitado por las ruinas en el que contrasta el placer evocado

por la belleza del lugar con la melancolía de la consideración del pasado perdido queda aún mejor

reflejado en la descripción de la visita de los dignatarios de la corte de al Muttamid de Sevilla a al

Zahra.

Fiesta en el jardín Manuscrito de Ryan y Bayad

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(Los visires y los secretarios) “no cesaron de trasladarse de un palacio al otro… de subir a

las cámaras altas y de darse copas de vino entre aquellas almenas, hasta que por fin se instalaron

en el jardín, después de haber concedido la merecida atención a aquellos vestigios y de haber

hecho reflexiones como para llenar una caravana. Una vez en el jardín se sentaron en tapices

primaverales, esmaltados de blancas flores y bordados de canales y arroyuelos…, dominados por

las ruinas de aquellas construcciones que, como las madres que han perdido a sus hijos,

lamentaban su devastación y el fin de las alegres fiestas, ahora que el lagarto jugaba entre sus

sillares y que el cuervo graznaba sobre sus paredes… No quedaban, en efecto, más que fosos y

piedras: las cúpulas se habían derrumbado y la juventud se había tornado en decrepitud; que en

ocasiones, también el hierro se ablanda y lo nuevo se pudre.”

Qala’id Ibn Jaqan (fines del siglo XI)

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2.6 EVOLUCIÓN DEL LUGAR: DE LA CONQUISTA CRISTIANA A NUESTROS DÍAS

Dos siglos más tarde, con la ocupación cristiana se pierde la noción del destino original de

las ruinas, incluso de su nombre, para adquirir el de Córdoba la Vieja, pero debía seguir

considerándose como algo ligado al soberano, puesto que Fernando III se lo reserva para sí en el

repartimiento, hasta que es cedido al municipio a mediados del XIV; quien la hace donación en

1408 a la orden de San Jerónimo. En esa época debían permanecer aún las murallas, pues en el

documento de donación de la huerta de Valparaiso se la da por lindero "de una parte el exido de

los adarves de Córdoba la Vieja" (R. García Boix - 1973).

A partir de 1263 se produce un hito importante en este proceso de olvido, cuando se

expulsa d la población agraria morisca, y con ello se pierde la continuidad en las técnicas de

explotación agraria y en el mantenimiento de los sistemas de irrigación. El nuevo Estado, por una

serie de razones, entre las que se cuenta el déficit poblacional, va a basar fundamentalmente la

ocupación del espacio rural en la actividad ganadera, con un importante peso de los movimientos

estacionales de los rebaños trashumantes de la mesta. Ello implica el abandono del sistema de

huertas y jardines de primor que caracterizaban el paisaje suburbano islámico. El nuevo sistema,

basado en la gran propiedad, da lugar a unos nuevos tipos de implantación agraria: el cortijo,

cuyas construcciones frecuentemente se erigen sobre las ruinas de viejas almunias. También las

ubicuas cañadas cordeles y veredas, por donde discurren los grandes rebaños, ocupan las viejas

calzadas romana y califales, contribuyendo a su protección, y a la de su entorno, debido a las

grandes anchuras de las bandas de terrenos públicos reservados para este uso

Desde el punto de vista de la protección de los restos arqueológicos la predominancia

ganadera supuso una magnifica ventaja al mantener el subsuelo inalterado fuera de la agresión

del arado. Un hecho especialmente notable en el ámbito de la antigua Medina, ahora conocido

como Córdoba la Vieja, al permanecer como un espacio acotado de la propiedad de la corona,

para pasto de las yeguadas reales. Sin embargo estas condiciones favorables contrastaban con la

costumbre de utilizar los sillares califales para las nuevas construcciones cordobesas y, en

especial, del vecino monasterio de Valparaíso.

En esta época de readaptación cristiana de la ciudad de Córdoba, con la construcción de

iglesias, conventos, fortificaciones y palacios, para solucionar la intensa demanda de piedra se

acude como cantera a las ruinas de Medina Azahara, y este uso se agudizará con la edificación

en sus inmediaciones a partir de 1408 del convento de San Jerónimo.

Este proceder estaba perfectamente legalizado por las ordenanzas municipales de esta

época, así por ejemplo en las del periodo 1407 - 1411 en el que se inician las obras del referido

monasterio se afirma: "y si fuese edificio de cantera vieja (refiriéndose a ruina, por

contraposición a cantera sobre frente natural de roca, que también se regula) y lo dejase el que

lo halló o lo saque, siendo en tierra realenga cualquier vecino puede ir a sacar en lo que hubiere

menester". (R. Garcia Boix - 1973). Esta continuada labor de expolio sobre los muros del

yacimiento durante varios siglos se verifica con diverso grado de intensidad en las distintas

zonas de la ciudad.

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En las zonas más montuosas, en las que el terreno ha sido intensamente aterrazado, los

muros que definen las plataformas actúan como contención del terreno, y su destrucción,

especialmente en el lado contiguo a la montaña, resulta peligroso pues provoca el inmediato

derrumbe de las masas rocosas disgregadas. Los bordes extremos de las terrazas rellenas de

echadizo tienden a desprenderse por el empuje de esas tierras no consolidadas. Por tanto, el

trabajo de los expoliadores se concentra sobre las construcciones y muros exentos donde puede

llegarse a vaciar el muro completo, zanja de cimentación incluida, sin peligro de provocar

desprendimientos.

Las huellas que el expolio deja en el terreno son las de una fosa, en el lugar ocupado

inicialmente por el muro, flanqueada, a ambos lados, por amontonamientos lineales de

escombros constituidos por los materiales que los expoliadores consideraban como desecho,

sillares rotos, restos de placas decorativas, etc. Esta disposición, que da lugar a una imagen en

negativo de la situación original, ha inducido a una falsa interpretación de la existencia de

dobles muros. A su vez, lo intenso del expolio y la acumulación de enormes masas de

escombros, incrementadas por efecto del derrumbe natural de las terrazas, convierte la

actuación de los modernos excavadores en una labor ardua que exige la disponibilidad de

grandes escombreras y oscurece las imágenes obtenidas de las nuevas tecnologías de

prospección: geofísicas, infrarrojos, etc.

Monasterio de San Jerónimo

En el siglo XVI con la introducción del Renacimiento aparece un nuevo interés

humanístico por las ruinas clásicas, por ello no es extraño que, imbuido por ese espíritu de

revitalización de la antigüedad, Ambrosio de Morales, monje del convento de San Jerónimo

inmediato a Medina Azahara, crea descubrir en esa ciudad la primigenia Colonia Patricia

Cordobesa fundada por Claudio Marcelo, y basa ese convencimiento en su disposición regular,

de la que estudia pormenorizadamente sus medidas, y en el sistema de calzadas y acueductos

que surcan el territorio circundante. Uno de esos acueductos lo encuentra en servicio para el

suministro de agua del propio monasterio. (A. de Morales - 1792).

En palabras de A. de Morales: “Lo primero, todo el sitio es perfectamente quadrado, assí

que se vee, como lo escuadraron por cordel con mucho cuydado. Tras esto es de mucha

consideración ver; como el quadrado se tomo al tanto con grande igualdad (…) Y si alguno le

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pareciese pequeño este sitio, para tanta grandeza y majestad como la que Córdova luego tuvo (…)

es verdad, que nunca los romanos en España edificaron grandes ciudades sino harto pequeñas”.

El error resulta comprensible si consideramos que las medidas del recinto de la ciudad

745x 1520 (o 1489), son muy aproximadamente de media milla romana por una milla y se

aproximan también a dos cuadrados de 20x20 actus, es decir dos centurias romanas cuyas

medidas teóricas son de 708 m de lado. Todo lo cual nos hace pensar en la posibilidad de que se

manejasen ciertos conocimientos de la técnica de los gromáticos.

A. de Morales

La atribución romana del lugar la explica mediante la existencia de “dos sitios de esta

ciudad (Córdoba); uno donde está, y otro despoblado a una legua de allí, cerca del monesterio de

San Gerónimo, que llaman Córdoba la vieja” “como lo que hizo Marcelo fue, que hallando

Córdoba edificada de muy antiguo, aunque no muy principal ciudad en edificios y población, la

quiso edificar de nuevo tan sumptuosa y de tanta majestad, que fuesse capaz de la grandeza

soberana, que poco después vino a tener”.

Llega a identificar el foro en el jardín alto “otro cuadrado alto y muy allanado y subido

para esto por la parte baxa de la ladera” Así mismo identifica el templo de Jano, con algún edificio

califal. Describe también la muralla y torres del recinto , resaltando la perfección del sistema

constructivo empleado, que, en su opinión, es claramente obra romana. “Todas estas medidas

tan justas y cuydadosas son de verdaderamente de fábrica romana y no de nuestros andaluzes,

que no tenían entonces estos primores, ni advertencias en el edificar; (…) Y todo parece obra de

Marcelo que con el mucho ocio, que este año acá tuvo, podía entender en esto, y con el amor de su

obra la quería muy hermosa y perfecta”. Las Antigüedades de las Ciudades de España que van

nombradas en la Crónica 1577. folio 114. Citado en S. Sánchez Madrid, ARQUEOLOGÍA Y

HUMANISMO, Ambrosio de Morales, Universidad de Córdoba 2005.

Pero esta idea sobre la romanidad del lugar no debió de ser invención exclusiva de A.

de Morales, como revela el propio topónimo medieval (Córdoba la Vieja) y la mención en el

itinerario de Villuga de 1555 de una venta situada en la Cañada Real, a la altura del

yacimiento, denominado "Venta de los Romanos".

Poco tiempo después, a comienzos del siglo XVII, Pedro Díaz de Rivas identifica

definitivamente las ruinas como obra califal basándose en los restos de aplacado decorativo

que encuentra esparcidos por el terreno.

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Evolucion en el uso y propiedad del lugar.

En esta época, siglos XVI y XVII, la dehesa de Córdoba la Vieja es utilizada para el

asentamiento de la yeguada real, uso que está documentado desde época de Felipe II, y del que

permanece como recuerdo el topónimo de "Cuadras del Rey". Esta dedicación del lugar a

pastizal, que ha persistido hasta nuestros días, ha sido una de las garantías de conservación de

las ruinas al evitar la destrucción del arado.

El uso de dehesa requiere la edificación de cercas y así tenemos noticias de la

construcción de una de tapial en el siglo XVIII que es sustituida, por orden de Fernando VI, por

las actuales, construidas en mampostería con los restos de sillares de la ruina. (Hernández

Jiménez , 1985).

Otro factor de transformación del entorno deriva de que la mesta, al constituir el espinazo

económico del reino castellano bajomedieval y moderno, hubo de sufrir los embates de la

profunda crisis que le afectó en el siglo XVII. La literatura ilustrada va a ocuparse reiteradamente

de la crisis de social que arrastra el sistema de grandes propiedades y especialización ganadera de

la España Meridional, al que se le achaca ser causa de la despoblación y empobrecimiento del

país. La solución propuesta entonces, haciéndose eco de las demandas campesinas, fue la de

realizar la parcelación de las grandes posesiones, con especial énfasis en las propiedades

comunales. Uno de los primeros ensayos, nunca realizado, corresponde a los terrenos que los

monjes del vecino convento de Valparaíso disponían al norte de la sierra en el llano de Los

Pedroches; pero su más espectacular realización se producirá en la colonizaciones carolinas de

Sierra Morena y de la Monclova, esta última situada a unos pocos kilómetros de Medina, al otro

lado del Guadalquivir.

A partir de mediados del XIX el proceso desamortizador liberal, que supuso la privatización

del entorno de las ruinas de Medina Azahara y del vecino convento, vino a agravar el proceso de

acumulación de propiedad y exacerbar las reivindicaciones de repartos agrarios.

En 1846 con la desamortización de los bienes del monasterio se detallan sus

propiedades entre las que se cuenta "una dehesa nombrada de la dehesilla de Córdoba la Vieja

consistente en 680 fanegas (416 Has.) confronta a norte con el camino que va de la villa de la

Trasierra y al sur con el camino que va a Posadas (la Cañada Real hoy autovia) y de ella se

desagregan dos huertas: de 18 fanegas (11 Has.) una pieza en el pozo de Valparaíso, con aguas

permanentes, plantada de naranjos y otros frutales y otra de 12 fanegas (7,34 Has.) Fotanar de

Córdoba la Vieja con regadío por agua perenne de frutales y hortalizas". Es decir, la unidad

territorial de la dehesa englobaba desde la carretera a lo alto de la sierra con dos huertas de

regadío que debían de mantener los cauces califales descritos por A. de Morales.

Estas fincas pasan por la desamortización a manos del Marqués de Guadalcazar y sobre

ellas se inician las primeras excavaciones en 1854. En 1880 las adquiere el torero Lagartijo que

las convierte en dehesa de reses bravas, uso que mantiene en la actualidad, construyendo el

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cortijo actual sobre restos de cimentaciones califales. Sus herederos lo venden a los hermanos

Cabello de los Cobos y a F. Sotomayor, y éstos en 1939, a los hermanos Eraso Salinas; pero ya

con cabida menor de 444 fanegas equivalentes a 271,82 Has. Desde 1936 se inicia un proceso de

expropiación a partir del cual se compran 7 Has. en los años 40, otras 18 en 1964 y 89 en 1970,

completando lo que comprende toda la medina, salvo las esquinas NE y NW. Este proceso de

adquisiciones por lo que respecta a su área de influencia se encuentra aún en proceso de

desarrollo.

Todo el proceso de disgregación de la dehesa original viene fomentado por la

construcción del canal de riego del Guadamellato que convierte en regadío la parte sur de la

dehesa, lo que ocasiona su paso al uso agrario que se va extendiendo hacia el norte.

Canal del Guadalmellato

Ya al final de la Segunda República, el proceso se acelera y la parcelación adquiere un

carácter revolucionario y expansivo. A pesar de la anulación de las ocupaciones tras la Guerra Civil

el nuevo régimen continúa con la planificación de colonizaciones y parcelaciones basadas en

planes de regadío que se extienden hasta los años 60, un período en el que la súbita irrupción de

los procesos de urbanización e industrialización van cambiar radicalmente el paradigma social, con

la emigración masiva hacia las ciudades con lo que los procesos reivindicativos rurales de los tres

siglos anteriores pierden su protagonismo.

Expansión incontrolada

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Las primeras oleadas de emigración rural da lugar en Córdoba, como en otras ciudades, a una

demanda de nuevo suelo y de vivienda que los poderes locales son incapaces de satisfacer, con lo

que se inicia la aparición de agrupaciones marginales de vivienda, en las que se acude al

tradicional expediente de parcelación incontrolada de fincas y ocupación de suelos comunales

como el que proporcionaban por ejemplo las vías pecuarias. Sobre esos suelos, carentes de

cualquier tipo de servicios, se desarrollan procesos de autoconstrucción. Estos procesos se

concentran especialmente en la banda meridional de nuestra zona, entre la Cañada Real Soriana y

el río. Ante la facilidad que significa encontrar una válvula de escape a la presión social sin gasto

público, y ante los beneficios logrados por los propietarios de suelo sin inversión alguna, el

proceso se extiende ante la indiferencia general.

Un segundo fenómeno, que acompaña a los años desarrollistas es de la extensión de la

motorización que provoca la difusión de la segunda vivienda y la aparición de coronas de viviendas

unifamiliar cada vez más alejada del centro urbano. Esta nueva demanda, que alcanza a unas

capas medias ya más numerosas, no se basa tanto en criterios de proximidad, cuanto la búsqueda

de los parajes más atractivos. Se produce entonces el salto hacia la zona situada al norte de la

Cañada Real. La búsqueda de agua necesaria para jardines y piscinas provoca la atracción de los

paisajes serranos de mejores vistas, con el objetivo de privatizar los manantiales que se situaban

el origen de los acueductos romanos y califales. Aunque ya no se trata de poblaciones marginales,

se sigue acudiendo al mismo mecanismo de la parcelación ilegal de fincas, convertido en un

próspero negocio de especuladores profesionales.

Parcelaciones ilegales en Madinat al-Zahra

El cambio democrático que a partir de 1978 proporcionó una legitimación popular a los

ayuntamientos y el Estado autonómico, se instaura en un momento en el que la crisis económica

atenúa el proceso de ocupación de suelo; no obstante, una vez superada la crisis, el fenómeno

reverdece con nuevo ímpetu, sin que se haya alterado el panorama de pasividad administrativa y

social. Un comportamiento que encuentra su justificación en la errónea mitificación de ciertas

tradiciones tanto para los políticos de izquierda como por los de la derecha. En el caso de los

primeros se trata de un populismo supuestamente basado en una vieja demanda, con tres siglos

de historia, del reparto de la tierra y las ocupaciones espontáneas, a las que nos hemos aludido en

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los párrafos precedentes, olvidando que, ni los protagonistas, en algunos casos se trata de

viviendas que superan los 600 m2, dotadas de piscinas y pistas de tenis, ni las causas tienen ya

relación alguna con las reivindicaciones históricas. En el caso de los segundos, se trata de una

proclama de la libertad de iniciativa privada, de estirpe liberal, frente a la supuesta coerción de la

planificación urbanística. Esa misma ideología parece acompañar a la abierta participación de

profesionales: fedatarios y técnicos para beneficiarse de estos procesos vulnerando toda

legalidad.

2.7. LAS EXCAVACIONES Y LA REAPARICIÓN DE LA CIUDAD.

Los prolegómenos: P. Madrazo

En los años 1840 - 1843 se publica en Londres por Pascual Gayangos la traducción

inglesa de la "compilación de historias de la España Arabe" de Al Makari, cuyas descripciones,

dada su época tardía (s. XVIII), junto con datos reales, ofrecen ciertos elementos de fabulación.

Como ejemplos señalados de esas fabulaciones, podemos destacar la descripción de un salón

octogonal presidido por una gran perla, un estanque de mercurio, y otras semejantes que son

recogidas con` especial fervor en el ambiente de recuperación artística de lo árabe y lo mudéjar

que se viven en esos años y cuyo influjo durará hasta nuestros días, hasta el punto que en la

memoria póstuma de F. Hernández aún se sigue lamentando el no haber encontrado todavía

dicho pabellón. Las noticias de Al-Makari permiten, al fin, identificar las ruinas de Córdoba la

Vieja con Medina Azahara. Como resultado de esas noticias el mismo P. Gayangos con P.

Madrazo, consigue una subvención para excavar, lo que se inicia en 1854 en la zona del jardín

alto apareciendo piezas de ataurique y un epígrafe, supuestamente de un maestro de obras. La

excavación se finalizó a los pocos días por oposición del propietario. (R. Castejón. 1943).

Pedro de Madrazo

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Los comienzos - R. Velazquez Bosco.

El siguiente intento de excavación promovido por R. Velázquez Bosco, no se produce hasta

1910, sin embargo, inicialmente, y a causa de nuevas dificultades con los propietarios, los

hermanos del torero Lagartijo, las excavaciones programadas deben desviarse hacia el Cortijo

de Gorgojuela, identificado entonces como la almunia almazoreña de Alamirilla, hasta que,

por fin, en 1911 se actúa sobre Medina Azahara efectuándose prospecciones discontinuas

sobre la zona más alta y la plataforma inferior.

El interés investigador que mueve a Velázquez Bosco queda reflejado en las primeras líneas de

su informe de 1912 (R. Velázquez Bosco -1912): "Al encargarme de la restauración de la

Mezquita hoy Catedral de Córdoba comprendí que era indispensable para formar cabal ideal

de aquel templo y del arte del Califato, hacer excavaciones en el sitio en que se sabía casi con

certeza, que había estado levantado el palacio de Medina Azahara”.

R. Velázquez Bosco

Esta consideración inicial del yacimiento como un centro de investigación, ligado en su origen

a la Mezquita, va a prolongarse en la historia de las actuaciones posteriores y relanzarse con

nuevo ímpetu en los últimos años.

Las actuaciones de Velázquez Bosco se limitan a la zona alta de la ciudad, el Alcazar, dando a la

zona baja por casi desaparecida, se trata de una serie de catas discontinuas, procedimiento que

criticará más tarde Félix Hernández, y que, si bien no consigue sacar a la luz ninguna pieza

edificatoria completa, permite obtener una idea bastante ajustada de la sección del Alcázar y de

su organización en plataformas (fig. 1). En ese momento aún se desconoce la delimitación de la

ciudad.

Consecuentemente con la declaración de intenciones antes descrita, el interés fundamental se

centra en los sistemas constructivos y en las formas decorativas, particularmente por lo que se

refiere a la organización del ataurique.

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En esta primera campaña, de unos pocos meses, se tocan ya los principales temas del

yacimiento de orden arquitectónico: organización de la cantería y ataurique, enlucidos y pintura

mural, infraestructuras, abastecimiento de aguas y acueductos, red de alcantarillado y restos

cerámicos.

La etapa de intervención de Velázquez Bosco se cierra con su muerte en 1923 fecha de la que

data también su segundo y último informe (Velázquez Bosco 1923), en estos años finales, la

estrategia de la excavación, aparte de dos catas puntuales que se abandonan, se centra, en

completar las tres principales piezas arquitectónicas tocadas en la primera fase, identificadas

respectivamente como Palacio del Califa, Cuerpo de Guardia y Paseo de Ronda Bajo. La mayor

aportación de estos años consiste en la ampliación hacia el oriente, excavando lo que entonces

de denomina gran Salón del Serrallo y después se identificará como Casa del Ejército, en este

caso la exhumación del Salón se completa con la del gran patio frontero. Al extenderse las

excavaciones se suscita el problema de encontrar escombreras para la mole de detritus tratada,

que de momento se deposita sobre el mismo patio antes descrito, lo que trasladará el problema

de su definitivo desplazamiento a las campañas posteriores.

Excavación de lo que se llamó Salón del Serrallo

Si la primera campaña era de pura investigación, recuperando los elementos más valiosos para

su eventual musealización, ahora se comienza a considerar el valor monumental de la propia

ruina lo que conlleva su conservación y, consecuentemente, la necesidad de crear unas

infraestructuras adecuadas a este fin, así como la adquisición definitiva de los terrenos sobre los

que se trabaja.

En palabras del propio Velázquez Bosco:

"Para facilitar su instalación (de los objetos encontrados)... y su estudio he tenido obreros

especiales, canteros, adornistas, que han realizado..la ímproba tarea de buscar en los montones

de escombros y de fragmentos de ornamentación lo que corresponden a un mismo elemento,

reuniéndolos y acoplándolos...fijando hasta donde ha sido posible el sitio a que corresponden...

De esta suerte han podido recomponerse importantes motivos ornamentales y arquitectónicos

del palacio. Pero hay otros muchos de gran interés que están en los restos no destruidos del

palacio, entre ellos los pavimentos, unos y otros arrancados de su sitio perderán gran parte de

su interés. Además, lo mismo en Pompeya que en la Argelia y que en Egipto, se renuncia ya a

llevar lo descubierto a los museos dejándolo convenientemente instalado en el sitio en que se

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encuentran. Pero para esto es preciso llegar a la expropiación pues no pueden abandonarse ni

destruirse las partes del palacio que se han salvado de la destrucción... que constituyen un

monumento nacional de extraordinario interés artístico y arqueológico".

Esta exposición de principios tendrá como consecuencia la declaración inmediata de

monumento nacional de las ruinas de Medina Azahara (12 Julio 1923) a la que seguirán poco

después (3 Junio 1931) las ruinas de Alamiriya y el acueducto de Valdepuentes.

La nueva visión conservacionista no se traduce en intervenciones reales, salvo el mencionado

intento de reconstitución del ataurique en el conjunto de habitaciones de Abderramán III,

iniciando una actividad que, como veremos, se convertirá, a partir de ese momento, en la más

característica del yacimiento.

Pro puesta para el Salón del serrallo

Si aparece como novedad una propuesta de intrepretación de las ruinas a través de

reconstrucciones ideales, de carácter parcial en el caso de las habitaciones de Abderraman III, o

total para lo que llama el gran Salón de Serrallo (fig. 3) en el que se inventa una ornamentación

extraída de motivos estudiados en el edificio anteriormente mencionado, realizado con la

maestría dibujística propia de Velázquez Bosco, aun cuando el ataurique no apareciese entre los

restos del Salón.

El Salón Rico según F. Hernández

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Esta reconstrucción ideal va a representar un modelo especialmente atractivo para los sucesivos

responsables del yacimiento, como se observa en la analogia de representación con los mucho

más rigurosos dibujos para el Salón Rico de Félix Hernández o, finalmente, con la efectiva

reconstrucción del Salón de Velázquez Bosco, aunque ya sin decoración, por realizada por R.

Manzano.

Junto con los dibujos reconstructivos mencionados aparecen en este informe póstumo unos

levantamientos debidos ya a algún ayudante de Velázquez que bajo una falsa apariencia de

detalle ocultan cierta imprecisión y falseamiento de los datos, como señaló oportunamente F.

Hernández (Hernández Jiménez F. - 1926).

5.3. ETAPA DE CONSOLIDACION DEL YACIMIENTO FELIX HERNANDEZ.

Tras la muerte de R. Velázquez Bosco en 1923, se crea una comisión de la que forma parte,

entre otros, el arquitecto F. Hernández y el director del museo de Córdoba J.M. Navascués

quien, tras su traslado el año consecutivo a Madrid, dejará toda la responsabilidad al primero

hasta su muerte en 1975.

Ante la inevitable discontinuidad en los trabajos, debida al fallecimiento de Velázquez, que

imposibilitaba una transmisión de su experiencia a los recién llegados, la comisión sintió la

necesidad de replantearse "ex novo" sus actividades, para ello se comenzó por recorrer los

terrenos de zona para conocer la extensión y disposición de todas las ruinas de la ciudad. Se

comenzó por investigar las lineas de murallas y después los restos interiores hasta llegar a una

identificación de la medina, para la que se dan unas dimensiones de 1518 x 745 m. semejante a

la obtenida a fines del s. XVI por A. de Morales.

Topografía de Félix Hernández

El reconocimiento minucioso de la medina durante los años 23 y 24 lo refleja Félix Hernández

en un plano topográfico a escala 1:1000 editado en varias tintas donde refleja los vestigios de

muros, sillares in situ, roca madre, etc. (Navascués J.M. - 1924).

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La interpretación que se hace de las ruinas ha resultado ser clarividente. Identifica precisamente

el Alcázar, distinguiendo entre la mitad occidental privada y la oriental pública, el salón

principal, después llamado Salón Rico, la mezquita, las áreas edificadas en la zona baja a oriente

y occidente, así como el espacio libre, de jardines, zoológicos, etc. situado frente al Alcazar.

Además de lograr un conocimiento de las ruinas que permitiera programar y dirigir las nuevas

excavaciones, el plano de las ruinas tenía unos propósitos más inmediatos, el redactar un

expediente de expropiación para el conjunto de la Medina para el que se dibuja un plano con

sus límites.

Además de los trabajos sobre la medina F. Hernández propone el estudio de los acueductos y de

los caminos con sus puentes, que propone se declaren monumento, lo que se verificará solo

para el acueducto de Valdepuentes. El fracaso de ese intento de declaración tendrá como

consecuencia desastrosa que desaparezcan el puente de Vallehermoso y la calzada de

Turruñuelos.

MEMORIA DE 1926.

La actividad más innovadora de este periodo fue la de plantearse por vez primera la necesidad

de intervenir en las ruinas para su mantenimiento. Se trata en principio de una intervención

muy comedida "realizar muros de contención para evitar el derrumbe de la calzada... restitución

de cajas de cimentación antes de que desaparecieran (sus huellas)" (Hernández Jiménez F. -

1926).

En este período las excavaciones se extienden hacia el Norte y oeste del salón de Velázquez

Bosco, centrándose en el estudio de la muralla y la Calzada Norte, colindante con la puerta de

acceso a la ciudad. Además, y de forma discontinua, se- inicia el desescombrado del Patio de los

Pilares.

En el informe se critica el sistema de excavación de Velázquez Bosco consistente en la apertura

de una profusión de catas de tanteo que se abandonan cuando no alumbran materiales de

primera categoría, con ello, continúa, se produce la dispersión del material decorativo, se pierde

la noción de los enlaces entre zonas y se ignoran elementos tan significativos como es la

muralla. Frente a ello propone excavar en continuidad con excavación total, lo cual, dado el

intenso expolio sufrido por la ciudad, permite descubrir los muros desaparecidos a través de la

huella dejada en las cajas de cimentación.

Las actividades museísticas se limitan a completar los tendejones levantados junto a la entrada

por Velázquez Bosco, el principal de los cuales continua con igual uso en la actualidad.

Se inicia también un programa de nuevos levantamientos planimétricos de las ruinas, dadas las

inexactitudes de los realizados en la etapa anterior, y, en efecto, se traza una planta general de

las excavaciones muy cuidada en la que se señalan la época de construcción de los muros,

distinguiéndose los que se encuentran a nivel de cimientos o no.

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PERIODO 1926 – 1936

Las actividades en el periodo que transcurre entre las primeras memorias de la Comisión que se

hace cargo del yacimiento (años 1924 y 1926) y el 1936 en que se interrumpen, debido a la

guerra, se caracterizan por un paulatino cambio de énfasis desde la pura excavación hacia la

restauración. Esta tendencia se acentuará en el periodo postbélico con la aparición del Salón

Rico y así en 1945 el grueso del presupuesto se destina para reconstrucciones.

LA POSTGUERRA Y LA MEMORIA DE 1943

A causa de la Guerra Civil los trabajos en el yacimiento se interrumpen por un periodo de 6

años, de 1936 a 1942. A partir de ese momento se prosiguen los trabajos, bajo la misma

dirección de F. Hernández, por la misma zona del Patio de los Pilares donde se habían

interrumpido.

Al año de reiniciarse las actividades se redacta por R. Castejón una memoria en la que se

resume la labor realizada desde 1926. Las excavaciones, según se explica en la memoria, se

continúan conforme a lo expuesto en las memorias anteriores, de forma continua de Este a

Oeste siguiendo el borde Norte de la muralla, cubriendo los grandes espacios intersticiales entre

las catas de Velázquez Bosco y, concretamente las comprendidas entre las grandes piezas por él

descubiertas, denominadas respectivamente Palacio del Califa y Gran Salan del Serrallo. El

trabajo se centra sobre la muralla, los dos grandes patios superiores y el de los pilares, zonas

todas ellas carentes de decoración. Lo más característico de este periodo es la progresiva

importancia que van adquiriendo los trabajos de consolidación y, ahora también, "de

reinterpretación y reconstrucción", ante la evidencia de la fragilidad de las ruinas una vez

expuestas a la intemperie.

Patio de los Pilares tras su restauración

Castejón habla de una consideración de intangibilidad de las ruinas hasta 1928, lo que no es

totalmente correcto, pues como ya hemos señalado en la memoria de 1926 ya señalaba alguna

tímida intervención, y una actuación desde 1928 que, a partir de 1929 adquiere realidad oficial

de contar con asignaciones propias.

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En los esfuerzos de consolidación se señalan dos temas: muros por una parte y revestimientos y

pavimentos por otra, en cada una de las cuales se interviene con muy diversa fortuna.

La necesidad de actuar sobre muros deriva de la constatación de que al descubrirlos se van

desmoronando convirtiéndose en meros montones de tierra. Se considera entonces que este

fenómeno deriva, aparte de la poca consistencia de la piedra, de la debilidad de las juntas con

escasa argamasa de cal pura que facilita la entrada de agua y el desarrollo de la vegetación.

También se ha hecho mención al hecho de que algunos muros en la fase de expolio de la ruina

fueron desmontados totalmente no dejando más huella que la caja de cimientos, que si bien

aparecen al excavar se desmoronan inmediatamente, y al proceso por el que las plataformas

artificiales en las que se organiza el alcázar, al desaparecer los muros de contención, tienden a

desintegrarse. La técnica que Félix Hernández propone es la de diferenciar lo nuevo de lo viejo,

contraponiendo a la sillería una mampostería irregular, realizada con restos de sillares trabados

con mortero de cal y arena a dos caras y rellena de tapial, formado por cal y tierra de

escombros.

Como expediente supletorio una línea de ladrillo señala la separación entre las dos fábricas.

Este tipo de remate se utiliza para proteger las cabezas de todos los muros con 50 ó 60 cm. de

altura. Pero la altura de recrecidos no depende de una mera labor de protección, Félix

Hernández la utiliza también como medio para clarificar la interpretación de la ruina. En

principio, con el recrecido se trata de extender uniformemente a cada muro el indicio de

altura máximo que para él se hubiera documentado en la excavación, con la misma técnica de

consolidación de indicios ya mencionada para las zanjas de cimentación. Así mismo, se trata

de jerarquizar los muros, distinguiendo entre los que limitan el recinto de cada edificio, que se

eleva más, y las compartimentaciones interiores.

El máximo esfuerzo de reconstrucción en esta fase, por el volumen murario tratado, se dirige

hacia la elevación de la muralla norte de la que se tratan 70 m. Los informes reflejan una

cierta satisfacción por los resultados obtenidos, pues se afirma que muros así tratados hace

quince años se siguen comportando adecuadamente.

La perspectiva actual, 50 años después, es menos halagüeña, puesto que ese relleno de tapial

facilita el proceso de almacenamiento de agua que se va transmitiendo al muro, al tiempo que

resulta ser un medio propicio para el desarrollo de la vegetación, cuyas raíces disgregan la

cantería.

Si la memoria refleja una cierta satisfacción en relación con el tratamiento de los muros, no

ocurre lo mismo por lo que respecta a revestimiento y pavimentos, dónde se constata que los

remedios empleados no hacen sino agravar los problemas.

Así, en los pavimentos de losas de barro, de mala cochura, que se deshacen con las heladas, los

intentos de preservación con recubrimientos de terreno, placas de cinc o el tratamiento con

silicatos acelera la destrucción, no encontrándose otro remedio eficaz que el rociado periódico

con aceite de linaza.

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En los enlucidos, con o sin pinturas, que se abolsan o desprenden, el intento de rellenar los

bordes con mortero resulta inútil. En el caso de pinturas, como sucedió con los trazos de la

efigie descubierta por Velázquez Bosco, la protección con cristal condujo a su rápida

destrucción.

La desaparición de los revestimientos verticales reviste especial gravedad en las camas de

mortero, donde se asienta el ataurique, por guardar unas huellas valiosísimas para reconstruir

la decoración pétrea superpuesta. Ante la experiencia acumulada se llega a una aseveración

que tendrá una enorme repercusión en la evolución de la estrategia de intervención sobre el

yacimiento en los años sucesivos y es la de que "la conservación de pavimentos y detalles

decorativos en Medina Azahara solo se conseguiría reconstruyendo totalmente y techando,

con los problemas que ello plantea".

Además de la excavación y consolidación, otra de las actividades significativas de este periodo

es el ajardinamiento de las ruinas.

Además del acondicionamiento de la nave de entrada con objetos singulares, capiteles basas

etc. en una disposición que se ha mantenido hasta hoy, la abundancia de cerámica y sobre

todo ataurique, del que se inventarían clasifican y dibujan 3449 piezas, por Manuel Ocaña

primero y Manuel de los Santos después, exige la disposición de más espacio, para lo cual se

crea el edificio de museo, hoy oficinas, diseñado por F. Hernández.

El solar utilizado para levantar el museo, contiguo por el Norte a la muralla, era el único

disponible fuera de las ruinas, dentro de la propiedad pública de entonces. El edificio, de muy

elegante arquitectura, por su posición en el punto más alto del yacimiento adquiere el

protagonismo en la silueta de las ruinas, protagonismo, no deseado, pero al que constreñían

los escasos medios disponibles.

Respecto al museo, se opina que "por ahora hay suficiente espacio con esas naves... Pero si

alguna campaña venidera produjera gran cantidad de objetos, seria preciso habilitar locales

de las propias ruinas convenientemente restaurados, como por ejemplo el gran salón

occidental del que ya dejo en su memoria de 1923 D. R. Velázquez proyecto de restauración o

naves análogas". Ya veremos como en los años setenta y setenta se intenta llevar a cabo este

propósito, primero con el recrecimiento de los cubos de muralla del jardín bajo por F.

Hernández, para almacenamiento de ataurique, y después mediante la reconstrucción del

denominado por G. Moreno Salón Occidental, por parte de R. Manzano.

Para realizar el ajardinamiento se encuentran con el obstáculo de la falta de abastecimiento de

agua del yacimiento, por ello se afirma que se buscan especies existentes en época califal y que

aguanten la sequía. "Así se planta una fila de almendros, siguiendo alguna descripción más o

menos histórica, ante el barracón de trabajadores, así como mirtos o palmeras". Estas

plantaciones que consiguen transformar la imagen del yacimiento dotándola de una nueva

amenidad, no siempre siguen con rigor esa intención de usar especies usadas en época califal,

como ocurre con la fila de tuyas y cipreses plantados en 1933 al borde de la muralla Norte y

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que, junto con el nuevo museo, establecen una cortina que disocia la silueta de las plataformas

del yacimiento del fondo de la colina, distorsionando uno de los mayores valores paisajísticos de

la ciudad, la consideración de ésta como basamento de la montaña que la corona.

LA EXCAVACION DEL SALON RICO - 1944 Y SU ENTORNO

En el año 1944 se acomete la excavación del salón central que Gómez Moreno le asignaría en

nombre de Salón Rico. Aun cuando R. Castejón en un informe sobre estas excavaciones de 1945

(Al Andalus X) afirma que la campaña se inició buscando la entrada central del Alcazar, parece

tratarse de una hipótesis personal, puesto que en el reconocimiento del terreno de 1923 ya se

habían identificado tentativamente esos restos como Salón Central.

Imagen de la excavación del Salón Rico

Entre montones de escombros de 5 a 7 m., algunos acumulados por excavaciones anteriores,

apareció revuelto un conjunto de material decorativo y sillares, así como restos de tejas y

maderas con signos de incendio. Algunos muros de hasta 3 y 4 m. conservaban decoración in

situ y se encontraron también todas las basas y capiteles menos uno, habiendo prácticamente

desaparecido en el expolio los fustes.

El estrato inferior de época islámica aparecen los elementos decorativos basas, capiteles y

enormes cantidades de ataurique, junto con los restos de incendio, mientras que los 3 ó 4 m.

superiores contienen restos de sillares y corresponden al expolio orientado a la búsqueda de

este tipo de materiales, realizado en época cristiana.

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A pesar de este reconocimiento de la complejidad de los restos, no se aporta ninguna

representación estratigráfica, lo que revela la falta de métodos arqueológicos con lo que se

fue excavando este yacimiento hasta los últimos años.

Decoración in situ

La cantidad de material constructivo y decorativo aparecido hace pensar a los excavadores que

se dispone de la casi totalidad de los elementos necesarios para la reconstrucción del Salón, por

ello, no es de extrañar que, de acuerdo con los criterios sobre la necesidad de una restauración

integral avanzados en la memoria de 1943, se afirme ahora. "Se hace así posible una futura

recomposición del conjunto, precisa y urgente, antes que la injuria del tiempo arruine todavía

más estos delicados restos".

La propuesta de Félix Hernández de reconstrucción Integral del salón es contestada en la

Academia de la Historia por un contrainforme del director de la Escuela de Arquitectura

Modesto López Otero, quien aconseja que la intervención se limite a un análisis del material

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decorativo original, junto con una reconstrucción de los muros para poder fijar ese material y

una cubierta de protección climática.

Propuesta de restauración de Félix Hernández

Este informe es recogido en un duro artículo de L. Torres Balbas en Al Andalus (crónica XXIII) en

el que advierte contra las reconstrucciones imitativas de nuevo material decorativo, o contra la

creación de una techumbre cogiendo los motivos ornamentales de la Mezquita de Córdoba,

como efectivamente llegara a realizarse más tarde por Rafael Manzano. Se abre así una

polémica que acompaña a toda la historia sucesiva del yacimiento.

Este hallazgo de 1944 resultará crucial para el desarrollo del yacimiento, pues en la

recomposición del Salón se centrará la labor de Félix Hernández hasta su muerte en 1975, y aún

permanece en desarrollo e inconclusa en la actualidad.

Probablemente el hecho de que no vuelva a aparecer ninguna nueva memoria sobre el

transcurso de las excavaciones hasta la publicación de las notas póstumas por Félix Hernández

en 1985, se deba a la conciencia de éste de hallarse inmerso en un largo procesó nunca

concluido. En efecto, a partir de la memoria de 1943, no vuelve a publicarse otra memoria

oficial de las excavaciones si exceptuamos la de B. Pavón de 1966, dedicada exclusivamente a la

campaña de la mezquita.

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Para estos años debemos acudir a unas brevísimas notas redactadas por R Castejón con varias

revistas especializadas de forma discontinua, Al-Mulk 61-62 y. 65 y el Boletín de la Sociedad

Española de Orientalistas en los años 1970-73-74-78. La memoria resumen en la que venía

trabajando F. Hernández quedará inconclusa a su muerte y no se publicará hasta 1985

La euforia del descubrimiento del Salón se traduce en un fuerte aumento presupuestario en el

año 1945 para continuar los trabajos; pero el impulso va languideciendo, hasta volver a una

nueva paralización en 1948 por falta de consignación presupuestarias La salida de este

marasmo se producirá el año siguiente con la aportación de 477.425 ptas. por parte de la

Fundación Lázaro Galdeano, es decir multiplicando por diez los recursos habituales. Con esta

cantidad se inicia reconstrucción del Salón Rico actividad que prolongará hasta hoy, pero que

entonces y hasta el año 1959 constituía la dedicación casi exclusiva en el yacimiento. En ese

mismo año se continúan las excavaciones al oriente del Salón Rico descubriéndose el baño

califal y espacios intermedios, por lo demás, la labor principal seguirá centrada en el salón Rico

hasta 1963.

El proceso de restauración

Como una actividad a reseñar en este periodo en el entorno del yacimiento, se encuentra la

excavación por Félix Hernández, en el Cortijo de Alcaide y a unos doscientos metros del

puente califal del Caño de María Ruiz, de una gran almunia califal con espléndida decoración

de ataurique, que el mencionado arquitecto identifica como una parte de la Dar Al Naura. Los

tableros decorativos se recomponen y depositan en el museo arqueológico y F. Hernández

levanta una planta de las estructuras que se hallaban muy arruinadas. Esa planta ha

desaparecido con el conjunto de la documentación gráfica del arquitecto.

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EL PRIMER INTENTO DE ORGANIZACION ADMINISTRATIVA DEL YACIMIENTO

En 1952, y como consecuencia de una visita del General Franco a Medina Azahara, se decide

activar la dedicación al yacimiento creando una Junta Especial para el mismo, similar al

patronato existente para la Alhambra, y de la que formaban parte los máximos especialistas en

la cultura islámica de la época: Gómez Moreno, Garcia Gómez, Torres Balbás, etc. Esta Junta

tenía por objeto el estudio y la ejecución de los proyectos de excavaciones y restauraciones que

hubieran de realizarse en Medina Azahara y en sus vías de comunicación y conducciones de

agua.

En la primera reunión de esta Junta se decide redactar un reglamento y un plan de actuaciones

para los próximos años. Como suele ocurrir en esos casos, pasada la motivación política, se

olvida el asunto y ni la junta se volvió a reunir, ni el plan, ni el reglamento llegaron a aprobarse.

No obstante, tiene interés el recoger las prioridades de actuación que se señalan en ese plan.

Se distinguen dos tipos de actuaciones, las de carácter extraordinario y la programación

ordinaria de carácter anual. Las actuaciones extraordinarias se refieren a las infraestructuras

exteriores del yacimiento:

A) Propuesta de reconstrucción del acueducto de Valdepuentes y de adquisición de los veneros

de Bejarano y Escarabita para poder utilizar agua en los yacimientos y mantener sus jardines.

B) Restauración del camino de los Nogales y de sus puentes, de los cuales el de Vallehermoso

había visto destruido su dovelaje en 1926.

Ninguna de estas actuaciones se ha llevado a cabo.

La programación ordinaria incluía una serie de prioridades:

1) Continuación de las obras de restauración del Salón Rico.

2) Continuación de las excavaciones en el entorno del Salón Rico, comprendiendo el Jardín Alto

con su pabellón y la Mezquita; operación que quedaba posibilitada por la reciente

adquisición.de estos terrenos.

3) Continuación de la excavación de la plataforma situada al oriente de la llamada Dar Al Yund,

también incluida en esa adquisición de terreno.

4) Una serie de planos especiales que incluían los siguientes conceptos:

- Plan especial de recuperación del recinto amurallado.

- Plan especial de los jardines del llano.

- Plan especial de sector Noroeste.

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Los dos primeros puntos pudieron ser culminados en los años sucesivos y el tercero iniciado; sin

embargo, ninguno de los planes especiales correspondientes al cuarto punto fue acometido.

Así el periodo 1961 - 1962 (según se recoge en Al-Mulk) todas las labores reseñadas se centran

en el Salón Rico y su alberca delantera: colocación de columnas, reparación de pavimento,

recomposición del ataurique, levantamiento del pórtico delantero.

En el intervalo entre 1962 y 1965 se extienden las excavaciones a la crujía al oriente del Salón

Rico, descubriéndose el conjunto del que forma parte el baño unipersonal del califa.

LA EXCAVACION DE LA MEZQUITA Y LA EPOCA DEL DESARROLLISMO. MEMORIA DE 1966

A partir de 1964 la bonanza económica general se percibirá en Medina Azahara a través de un

aumento sustancial de los recursos, ello permitirá nuevas adquisiciones de terrenos hacia el Sur

y Noroeste con una superficie de 18 Has. y, por tanto, expandir el campo de actividades. Con

ello se permite afrontar finalmente la excavación de la Mezquita con un presupuesto de 2

millones de pesetas que quintuplica el de años anteriores.

En 1965 la actividad sigue siendo intensa. Se excava el Jardín Alto y su pabellón central con sus

albercas en el que aparece un panorama semejante al de la Mezquita, arrasamiento casi total de

los muros y gran abundancia de material decorativo. En la misma zona se excava también el

pasadizo de conexión del Salón con la Mezquita. También se continúa la excavación del pasadizo

abovedado que Velázquez Bosco denominó Paseo de Ronda Bajo hacia el occidente en el frente

del Jardín Bajo.

Las noticias de la memoria de 1966 se refieren exclusivamente a la excavación de la Mezquita

realizada en la campaña de 1964 por B. Pavón (Pavón Maldonado B.-1966). Este edificio, muy

arrasado por el expolio hasta casi nivel de cimientos, ofrecía, sin embargo gran cantidad de

material decorativo disperso. La memoria citada constituye un mero estudio arqueológico sin

propuestas de intervención. La principal novedad que contiene es la de ofrecer por primera vez

en el yacimiento un cierto rigor arqueológico en los métodos de excavación, reflejado en la

aparición de cortes estratigráficos, la documentación de la situación de la mezquita recién

excavada, así como en la cuidadosa representación de los elementos hallados en la excavación

desde los de carácter pétreo hasta las huellas de otros efímeros, como esteras etc. Por

desgracia este cuidado en la documentación no tendrá continuidad en las campañas sucesivas.

PERIODO 1967-1969.

Este periodo se abre con la publicación por E. Garcia Gómez de la traducción de los capítulos del

Muqtabis de Ibn Hayyan (E. García Gómez 1967) referentes a al periodo de al-Hakan II, lo que

aporta nuevos datos para la interpretación del yacimiento desde la visión de sus

contemporáneos.

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Para el desarrollo de las actividades en el yacimiento la nota de 1970 nos informa que en la

campaña anterior a 1967 se ha excavado el pabellón central del jardín alto, continuando los

trabajos que sobre esa zona se venían verificando desde 1943. Siguiendo en la misma zona,

compuesta por los espacios de acompañamiento del Salón Rico, en el periodo 19671969 se

prosigue con la excavación del Jardín Alto hasta sus frentes meridional y occidental. En cuanto a

los trabajos reconstructivos se procede a la cubrición del Salón Rico, al tiempo que se continúa

la labor de composición de su ataurique.

También se acomete la reconstrucción de la muralla occidental del jardín alto, tomándose la

más que problemática decisión de sobreelevarla por encima de la cota del paseo de borde del

jardín, sin contar con indicio arqueológico que lo justifique, sino más bien al contrario. La razón

esgrimida era de índole puramente utilitaria, la habilitación de las torres de la muralla para el

almacenamiento de piezas decorativas, de las que se había ido produciendo una gran

acumulación desde la excavación del Salón Rico, agravada el año precedente con los trabajos de

la Mezquita.

Esta política de empleo de las ruinas para cometidos utilitarios: almacenes, museos etc. que

se continuará años más tarde con la llamada Casa del Ejército, conducirá a un progresivo

alejamiento de la línea de rigor científico que se había seguido en el yacimiento hasta ese

momento.

PERIODO 1970-1975.

Este periodo que había comenzado con nombramiento de Ana Vincent, directora del Museo

Arqueológico de Córdoba, como directora de la excavación, se cierra con el fallecimiento de F.

Hernández. La actuación de F. Hernández que había comenzado en 1924 abarcó el intervalo

más largo y fructífero experimentado por el yacimiento.

En estos años finales se culmina el proceso de compra los terrenos con la adquisición de 90

Has, sobre las 24 Has que se habían ido adquiriendo en los años precedentes. Queda así como

propiedad pública toda el área de la Medina salvo las dos esquinas NE y NO que aún hoy no

han sido adquiridas. Se estimaba entonces que para completar esas dos esquinas y poder

contar con reservas para vertederos se precisarían otras 11 Has.

Con la adquisición de nuevos terrenos se pudo proceder a la ampliación de la excavación de la

muralla Norte hacia el Oriente en otros 50 m. En esa misma zona se descubre el gran pórtico

oriental con el patio que lo precede.

En la zona del Jardín Alto se continúan los trabajos de los años anteriores terminándose al

desescombrar todo su perímetro así como parte del Jardín Bajo.

Por lo que respecta a la tarea de reconstrucción, se comienzan a levantar los muros del

Pabellón Central del Jardín Alto a partir de la cota de cimientos, quizá con el objeto de contar

con una base para la recomposición, nunca realizada, del abundante ataurique encontrado en

esa área.

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El descuido con que se realizan estos muros destinados a recibir en su día el chapado de

ataurique, al igual que se había procedido en el Salón Rico, construyendo con una simple

fábrica de ladrillo hueco sin revestir, se traduce en un claro deterioro de la imagen del

yacimiento que perdurará largos años. Quizás no se valoró adecuadamente lo

extremadamente lenta que iba a resultar la labor de recomposición del chapado. En la

actualidad (1992) el trabajo en el Salón Rico aún no se ha concluido, y en el Pabellón Central ni

siquiera iniciado.

Alberca y Pabellón Central

En estas notas R. Castejón critica el uso masivo de excavadoras mecánicas en la excavación,

aseveración que habría que matizar dado lo rudimentario del material utilizado, y el empleo de

la piedra artificial en el duplicado de basas y capiteles del Salón Rico.

También se lamenta de la falta de documentación sobre el desarrollo de los trabajos en el

dilatado periodo de actuación de F. Hernández. En efecto, la memoria final de F. Hernández en

la que ofrece una interpretación pormenorizada de todo el yacimiento queda inconclusa, y no se

publica hasta 1985 y ello sin acompañamiento gráfico, pues sus dibujos desaparecen en un

episodio oscuro y rocambolesco. Esta memoria pretende resumir las campañas posteriores a

1943 "unas de desescombrado, otras de consolidación, otras de reposición de partes

desaparecidas, otras de restitución de la decoración a su lugar originario" vaticina como seguro

la puesta al descubierto de todo el acotado en que se venía trabajando desde el inicio. (unas 8

Has.).

Sin embargo, poco se consigna sobre criterios de intervención. La exposición más detallada se

hace sobre las técnicas de recomposición del ataurique para el Salón Rico, del que se justifica

su cubrición en la necesidad de proteger el material decorativo y las propias labores de

restitución.

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Algunas propuestas mencionadas en el informe, como la de restauración de la mezquita, han

desaparecido. De otras piezas descritas detalladamente en esta memoria, como la

mencionada como casa de Chafar y su baño contiguo, no aparecía mención en las memorias

anteriores y deben datar de sus últimos años de actividad puesto que se concluirán el periodo

sucesivo.

PERIODO 1975 - 1982.

En este periodo, el recién desaparecido Félix Hernández es sustituido por R. Manzano. Las

labores de excavación son menores; se completa el patio de la alberca y se hacen catas en la

parte occidental, a continuación del patio de los pilares, y en borde de igual orientación del

Jardín Bajo.

Lo más característico de este periodo es el énfasis puesto en las reconstrucciones totales. En

el Salón Rico, además de continuar con la labor de recomposición de paneles y capiteles,

especialmente en la zona del pórtico, se coloca de nuevo un artesonado de madera, copiando

la restauración que, en su tiempo había hecho Velázquez Bosco para la Mezquita de Córdoba.

Se reconstruyen también el gran pórtico oriental, el Salón de la Alberca y la llamada Dar al

Yund, en este último salón, que se piensa destinar a museo. No se llegó a culminar el techado,

al interrumpirse la actuación de R. Manzano. También redactó un proyecto de restauración de

las habitaciones del Califa, por donde había comenzado la excavación Velázquez Bosco, que

no se llegó a iniciar.

Dar al Yund, reconstrucción de R. Manzano

Si bien, en general, se mantiene una línea de continuidad con lo anterior, incluso la

restauración total de Dar al Yund y su adaptación como museo venia contemplándose desde

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los años 40, y ya nos hemos referido al recrecido de las Torres del Jardín Alto por Félix

Hernández para almacenes, si se produce un cambio de enfoque.

Frente al paciente y riguroso trabajo de restitución de Félix Hernández de muy pausado ritmo,

pues solo se actúa cuando existe absoluta seguridad sobre la acción a tomar (con la sola

excepción del ya repetido recrecido de la muralla del Jardín Alto) R. Manzano actúa con

celeridad y atraído por el efecto escenográfico del resultado, ello explica que en la restauración

de la Dar al Yund, cuando faltan capiteles, no se tenga reparo en acudir a una reserva de

capiteles "islámicos" fabricados para un edificio en la Exposición Universal de 1929 o que, una

vez resuelto el sistema de cubrición del Salón Rico, se sienta en la tentación de completar su

efecto añadiendo un artesonado del que no se conservaba indicio alguno. Esta tendencia hacia

el efectismo se observa también en los alzados de sus propuestas de restauración con el uso de

rejas y otros recursos folclóricos.

Sin embargo las incorrecciones que se llegan a cometer no son importantes, limitándose a los

dos detalles mencionados. El resto de intervenciones en el Salón Rico o en el Patio de la Albarca

son perfectamente correctos. Por lo demás, la falta de método arqueológico en las excavaciones

y en su documentación que se da en estos años era lo característico de la historia del

yacimiento.

Finalmente, en este periodo se consigue dotar al yacimiento de las necesarias infraestructuras

de servicio de agua y energía eléctrica después de 70 años de actividad.

5.4. LA REORGANIZACION ADMINISTRATIVA Y LA REORIENTACION CRÍTICA DE LAS ACTIVIDADES

DEL YACIMIENTO.

PERIODO 1982 - 1992.

A partir de 1982, y como consecuencia del cambio de clima político y administrativo que

acompañó a la instauración del estado de las autonomías, se plantea desde la administración

una visión crítica sobre el desarrollo de las actividades en los últimos años del yacimiento, que

se traduce en su paralización desde el inicio de 1982.

En Julio de 1985 se reanudan las actividades con la creación de una unidad administrativa

dependiente de la delegación en Córdoba de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía

con una plantilla de 13 personas bajo la dirección del arqueólogo Antonio Vallejo, esta unidad

administrativa del Conjunto Arqueológico de Madinat Azahara adquirirá su formalización

definitiva por el Decreto 126/1989 de 6 de Junio.

En este nuevo recomienzo, tras un largo periodo de abandono que había producido un grave

deterioro, se formula una declaración de principios, en la que se expresa la intención de

cambiar la orientación de los trabajos "desde la consideración del yacimiento como un campus

excepcional de investigación científica". Como consecuencia de la constatación de la falta de

conocimientos sobre Medina Azahara se pretende "primar la creación de infraestructura y del

conocimiento de la ciudad sobre la extensión y riqueza de las realizaciones materiales".

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Al volver a plantearse la actuación, se observa que, tras el largo periodo de abandono, el

yacimiento se encontraba invadido por la vegetación y en acusado estado de deterioro, por

ello la labor inicial que se imponía era la de una limpieza generalizada de las ruinas y los

espacios ajardinados, labor que se inicia en Junio de 1985 y extiende hasta 1990 y para la que

se contó con la colaboración del IARA (Instituto Andaluz de Reforma Agraria).

La limpieza evidenció el deterioro de la ruina, en todos sus elementos, los muros con sus

revestimientos, los pavimentos, etc. Incluso las zonas renovadas por Félix Hernández también

estaban seriamente afectadas por el proceso de deterioro.

Restauración de muros

Las actuaciones de consolidación de los muros se acometieron en varias campañas de

emergencia, en las que se trataba de consolidar aquellas estructuras más sueltas y en mayor

estado de disgregación. La técnica empleada fue similar a la aplicada por Félix Hernández,

protección de las cabezas con un recrecido de mampostería, en el que se trató de mejorar el

tipo de morteros para aumentar su impermeabilidad, pero ahora la intervención se completaba

con la sustitución de aquellos sillares más deteriorados, cuyas dimensiones se conocían, por

otros nuevos.

Las primeras obras de consolidación se iniciaron en el periodo 1986-87 en los muros de la rampa

de acceso al gran pórtico, para continuarse durante 198889 bajo la dirección de los arquitectos

Juan Cuenca y Juan Navarro mediante una serie de intervenciones puntuales en la zona de los

patios superiores y núcleo y vivienda de servicios colindantes. Otra nueva intervención con

iguales criterios se realizó en el muro norte de la calzada alta en 1992 por los arquitectos

Lucrecia Enseñat y Pau Soler, que desde entonces se hicieron cargo de los sucesivos proyectos

de restauración´

.

La consolidación de revestimientos se extendió a varias muestras de pintura mural. Por último el

tratado de pavimentos se acometió en dos aspectos: el mármol y la cerámica. La recomposición

y restauración de los solados de mármol se centró en las habitaciones situadas entre el Baño

Califal y el Salón de Abderramán III. El tratamiento del solado de arcilla se limitó a su protección

bajo una capa de arena, técnica empleada en los pavimentos más valiosos de este tipo, situados

en la llamada Dar Al Mulk.

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Otro problema evidente, que aparecía tras la limpieza, lo presentaba el cúmulo de materiales

dispersos por todo el yacimiento tanto fragmentos pétreos, de decoración o de elementos

arquitectónicos, como cerámicas, que exigía una labor inmediata de inventariado y clasificación.

Restauración de la Casa de Yafar

Respecto a los materiales pétreos, ya nos hemos referido a la labor de inventariado del

ataurique desde los años veinte a 1939, que se completó con su ubicación hasta 1943 en el

nuevo edificio de museo y taller, sin embargo, como ya se preveía, las labores de los años

sucesivos van a alumbrar una cantidad ingente de material que no encuentra acomodo en el

espacio disponible por lo que acaba esparcido por todo el yacimiento, sin más identificación que

un punto coloreado que indica el lugar de procedencia; la habilitación de las Torres del Jardín

Alto solo absorbió alguna pequeña parte, fundamentalmente de la Mezquita. La clasificación de

todo ese material disperso constituye una tarea abierta de años. Su almacenamiento adecuado

requeriría la creación de nuevas edificaciones.

Otro capítulo lo representan la clasificación y recomposición de elementos pétreos

constructivos, capiteles, gorroneras, etc. La cerámica constituía un problema especial,

derivado del hecho de que al realizarse en 1991 unas obras de reparación en el edificio de

entrada, donde se encontraba el taller de cerámica, ésta se-trasladó de forma indiscriminada

destruyéndose toda la labor de clasificación de 80 años. La reclasificación de las piezas se

comenzó por la cerámica verde y manganeso que fue tratado en su totalidad.

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Otra labor de inventariado y clasificación se refería a la propia documentación del yacimiento,

fotografías, planos, etc. Pronto se hizo evidente que no existía la documentación de

numerosas intervenciones por lo que fue necesario realizar nuevos levantamientos, así una

planta general a 1:100 por restitución fotogramétrica y alzados y secciones de los distintos

elementos a varias escalas.

Además de las intervenciones previas, centradas en la pura recuperación de la normalidad,

limpieza, inventariado de materiales y consolidaciones de emergencia, también se acometen

nuevos trabajos, tanto en el campo de las obras como en el de la investigación.

En el campo de la restauración, la primera prioridad se otorgó a la prosecución de los trabajos

de restitución de material decorativo sobre el Salón Rico, centrado en los testeros de las

naves. Otros trabajos se refirieron a la recomposición de pavimentos, tanto interiores,

mármoles, de las habitaciones entre el Salón Rico y el Baño, como exteriores, andén oriental

del Jardín Alto.

El pavimento del Baño

Alguna de estas intervenciones, muro norte y andén del Jardín, fueron precedidas de

excavaciones particularizadas, en las que por primera vez se aplicaron técnicas arqueológicas

rigurosas y se documentaron con precisos cortes estratigráficos.

En el campo de la investigación varios son los frentes abiertos: botánico, geotécnico,

petrológico, histórico, prospección arqueológica territorial, trazados, etc. En campo de la

botánica las investigaciones encomendadas al Director del Jardín Botánico de Córdoba, se

dirigieron al estudio y localización de las especies relictas de época califal y su relación con las

ruinas, y a la determinación, mediante análisis paleopolínico, de las plantas que se dispusieron

en siglo X sobre los jardines. Estas investigaciones se completan con un estudio histórico

sobre los sistemas de ajardinamiento de la época acompañado de propuestas de actuación.

El estudio geológico iba encaminado a averiguar en qué medida la geomorfología natural fue

transformada por la construcción de la ciudad, primero, y el proceso de arruinamiento, después,

y a la luz de este estudio elaborar un diagnóstico de los problemas geotécnicos que afectan al

yacimiento.

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Las investigaciones petrológicas estudian el proceso de deterioro de la piedra arenisco-calcárea

con que está construida Medina Azahara y las posibles actuaciones para corregirlo.

La investigación histórica se orienta al análisis del proceso de creación y configuración de la

ciudad.

La investigación arqueológica territorial, se basa en una prospección superficial del territorio del

entorno de Medina Azahara, dirigida a detectar los restos arqueológicos más importantes

relacionados con la ciudad califal, con un especial énfasis en las infraestructuras que relacionan

la ciudad y su territorio: red de caminos y de acueductos. Todo ello encaminado a determinar

los instrumentos para su protección.

Por último, respecto a los trazados se está procediendo en dos escalas, las piezas

arquitectónicas excavadas, y el conjunto de la ciudad. En el primer caso se trata de encontrar

los sistemas reguladores de su diseño, y en el segundo, a través de imágenes áreas normales y

de infrarrojo así como de prospecciones geofísicas localizadas, investigar cual es el trazado

urbano de la Medina en su conjunto urbano.

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EL PLAN ESPECIAL

En Noviembre de 1991 se contrató un Plan Especial que debería coordinar las diversas

actuaciones en marcha y, a partir de un conocimiento de los condicionantes actuales, fijar los

instrumentos urbanísticos necesarios para la protección del yacimiento y su entorno y,

además, estudiar, jerarquizar y programar las actividades de intervención sobre el yacimiento

en los próximos años.

Zonificación del Plan Especial

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3 EL CONTEXTO TERRITORIAL

El estudio de la implantación territorial de Medina Azahara lleva necesariamente a la

consideración del más amplio sistema espacial que se organiza en torno a la metrópolis cordobesa

y en la que el ámbito espacial de Medina Azahara se inserta. Lo anterior no significa que el papel

de Medina Azahara en este sistema sea necesariamente subsidiario; por el contrario, al haber sido

concebida la ciudad palatina de Abderramán III como una nueva sede de la gobernación y

representación del estado califal a ése le correspondía una cierta autonomía territorial. Por ello las

relaciones espaciales con Córdoba van aquí a ser tratadas como un apartado más de las relaciones

de Medina Azahara con el territorio, relaciones que abarcan no sólo el entorno inmediato sino el

conjunto del Estado califal del que es centro. Las interconexiones ciudad territorio vamos a

analizarlas desde la óptica del paisaje natural y desde las intervenciones de modificación humana

de ese paisaje, mediante la agricultura, las infraestructuras y la urbanización.

Emplazamiento de la Ciudad

4.1 El paisaje soporte

Madinat al Zahara constituye un caso paradigmático de conjunción de patrimonio edificado y

entorno. En efecto, desde su origen, la nueva ciudad palatina fue concebida como un intento de

integración urbana en un paisaje excepcional, ensayando, a una escala sumamente ampliada, las

experiencias de transformación cultural de la naturaleza desarrolladas en los contornos de las

ciudades andalusíes por las almunias, en donde jardines y arquitectura conformaban una unidad

indisociable.

Su emplazamiento fue escogido al pie de la sierra en función de su posición prominente

que garantiza amplias visuales sobre el valle de Guadalquivir. Un lugar en el que se disfrutaba

también de los recursos hídricos de la sierra y de los afloramientos de caliza que asoman en esa

cota, además de gozar de las ventajas de una abundante vegetación arbórea. A partir de esas

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condiciones naturales se produjo un proceso de adaptación mediante el aterrazamiento del

terreno, la integración en potentes infraestructuras hidráulicas de origen romano que captaban

lejanos recursos de la sierra, mientras una irradiación de calzadas actuaban como canales de

penetración en el territorio y de conexión con la constelación de almunias y la cercana

aglomeración cordobesa.

Ya arruinada la ciudad, la poesía taifa nos recuerda los atractivos de este paisaje

transformado por el hombre que constituye el objetivo de excusiones y fiestas campestres.

Todavía largos años después de la conquista cristiana los mismos atractivos del lugar y la

reutilización de los materiales califales, los aportes hídricos y sistemas de aterrazamientos fueron

utilizados en el vecino emplazamiento monástico conocido con el significativo nombre de Val-

paraíso.

La especialización ganadera de los reinos cristianos se traduce en la reutilización de las

calzadas romanas y califales además de nuevos itinerarios que surcan los parajes del entorno de la

sierra y el valle. Además, una constelación de cortijos agrarios, frecuentemente superpuestos

sobre las antiguas almunias, puntúan el paisaje circundante, mientras el emplazamiento de la

ciudad califal rebautizado como Córdoba la Vieja mantiene la categoría de posesión real destinada

a caballerizas de la corona, que en el siglo XIX se cercan con altos muros construidos con

materiales procedentes de los restos de la medina.

El conjunto de todas estas actuaciones sucesivas ha dado lugar a un paisaje construido,

objeto de protección tanto desde el punto de vista de sus valores naturales como de su

consideración de gran obra de arte elaborada por los cordobeses de múltiples centurias. Si bien

dentro de esta larga perspectiva histórica destaca un momento culminante en el que este paraje

se convierte, en lo que podemos considerar, sin exageración alguna, en el centro del mundo

occidental.

4.1.1 Los componentes del paisaje

El paisaje de los alrededores de Córdoba está caracterizado por la presencia de tres ámbitos

diferenciados: La sierra, la llanura y la campiña.

La Sierra, denominada en las fuentes árabes monte de Al Arus o de la desposada, cierra el

ámbito por el Norte.

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Paisaje de la Sierra

Entre la Sierra y el río se extiende la llanura de la vega, al-Sahla en árabe, en una extensión

longitudinal de unos 40 kilómetros, cerrado en sus extremos, Alcolea al Oriente y Almodóvar al

Occidente, por la conjunción de la Sierra y el río. En la franja así delimitada existe un punto

intermedio en el que las ligeras elevaciones provenientes de la Sierra se aproximan hasta el río y

donde se fundó la ciudad de Córdoba. Esta elevación divide a su vez la llanura en dos zonas, una

oriental más reducida, de menor longitud aunque con más profundidad, y otra occidental más

extensa. Esta zona de la llanura incluyendo ambos márgenes del Guadalquivir, por sus amplias

posibilidades agrarias, será la zona en la que se establecerán además de la propia Córdoba,

Medina Azahara y la mayoría de asentamientos dispersos de la metrópoli cordobesa.

Llanura y Sierra

Al sur del río se extiende un amplio territorio colinar denominado La Campiña, que

ofrecerá el telón de fondo paisajístico tanto de Córdoba como de Medina Azahara.

El paisaje vegetal del entorno de la ciudad, especialmente en la llanura, estaría amenizado

por huertas regadas por una multiplicidad de acequias y acueductos, así como por un abundante

arbolado, como se infiere de la cita de al Razi: "Córdoba es cercada de muy fermosas huertas, e los

árboles que dan fermoso fruto e de comer, e son árboles muy altos, e son árboles de muchas

naturas". "A par de la puente han muy buen llano plantado de muchos buenos árboles. E contra el

sentinterón yaze la tierra muy bien plantada de viñas e de árboles" (D. Catalán, 1.975, p. 20 y 21).

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La misma descripción con ligeras variantes se encuentra en Ibn Galib :" Al Sur de Córdoba

hay una amplia llanura y al Norte el monte llamado Arus que la domina, sembrado de viñas, olivos

y toda clase de árboles y flores".

La Campiña

4.1 2 La valoración cultural del paisaje

Desde el aspecto perceptivo, se ha tendido tradicionalmente a considerar como lo específico de la

cultura paisajística islámica la intimidad la sensualidad del jardín interior, del patio. Una

percepción del contacto inmediato que hace que lo visual ceda el protagonismo a lo táctil, a lo

olfativo y lo auditivo. Un gusto por el detalle y la proximidad, que se traslada en lo decorativo a la

reproducción vegetal de los arabescos de ataurique en los espacios interiores. Esta sensualidad

encuentra su manifestación más evidente en la poesía, sirva como ejemplo la magnífica síntesis

que Yafar, el íntimo colaborador de Al Hakan II en la construcción de Medina Azahara, hace en su

poema “El Membrillo” de la percepción, visual, olfativa y táctil.

Ataurique

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La primacía de las consideraciones paisajísticas, y la predilección por los paisajes abiertos, queda

bien claro en el hermoso episodio de Abderramán II moribundo, haciéndose llevar al terrado del

Alcázar para contemplar por última vez la campiña, que se recoge en el Muqtabis de Ibn Hayyan

(A. Arjona p.44):

Mirador sobre el río y albolafia Bayan y Ryad siglo XIII

"Dijo el emir un día... cuando ya le afectaba su enfermedad... antes me distraía subiendo a la

atalaya y contemplando desde allí el paisaje, pero ahora mi cuerpo está débil y por eso me

pregunto si esto no tendrá remedio". Entonces le respondieron " Sí lo tiene, nuestro señor".

Colocaron el cuerpo de Abd al Rahman sobre aquel colchón... y lo subieron lentamente hasta

llegar a la parte más alta del mirador. Se alzaba sobre la parte delantera del desierto del Arrabal...

y se explayó con su mirada en ella. Contempló las colinas de la campiña y delante el río por donde

los barcos subían y bajaban. Se ensanchó su espíritu y se alegró su corazón. Pasaron la mayor

parte del día en ese mirador... el emir seguía absorto con su mirada en el desierto del Arrabal.

Gozó largamente... y empezó a llorar de tal modo que sus lágrimas humedecieron su barba. Luego

le bajaron a su cama y no tendría un día semejante a éste en lo que le quedaba de su vida".

Este episodio nos aclara que en la prohibición de repoblar el Arrabal, frente al Alcázar,

probablemente intervinieron más razones estéticas que de orden público, las mismas que

provocaron más tarde que en Medina Azahara todo el frente del Alcázar quedara inedificado.

El Arrabal por excelencia, el situado al sur del puente fue demolido por orden de al-Hakan

I tras el motín del 818 con la prohibición absoluta de que se reconstruyera. Una orden

celosamente mantenida por sus sucesores, a pesar de la agobiante presión demográfica sufrida

por Córdoba en los tiempos sucesivos. Resulta ilustrativo de la motivación paisajística que

subyacía en el decreto el siguiente episodio, ocurrido dos siglos después, a principios del siglo XI,

narrado también por Ibn Hayan, correspondiente a la crónica del débil monarca Hissem II. “Varios

jardines situados en el lugar del antiguo Arrabal fueron entonces adquiridos por particulares que

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comenzaron a edificar en ellos. Pero un día en que Hissem II subió a una terraza alta del Alcázar

para disfrutar del panorama que desde allí se divisaba, advirtió el califa el cambio de aspecto de

esta parte del paisaje cordobés y lleno de contrariedad, y fiel a la consigna heredada de su antiguo

antepasado Al Hakan I, ordenó un mensaje de reproche al mayordomo de palacio. Abd al-Malik

tuvo que inclinarse, ante el deseo del soberano”. Levi Provençal 1957

Puestos a buscar en los alrededores de Córdoba un sitio de topografía dominante que

cumpliese el mínimo legal de tres millas a la próxima aljama (J. Vallvé p.210), fue elegido un lugar

de singular atractivo paisajístico, en que una de las estribaciones de la Sierra de Córdoba avanza

sobre el centro de la amplia y despejada zona oriental de la llanura. El lugar, en el que se

encontraba la antigua casa de campo de Qurqurit, presentaba, además, la ventaja de ser

atravesado por un antiguo acueducto romano (Ventura, A. 1993).

La utilización de las estribaciones montañosas permitió colocar la ciudad a caballo entre la

sierra y la llanura, lo que hizo posible conseguir una jerarquización natural, colocando la residencia

palatina, el Alcázar, sobre la parte más alta, coronada por las habitaciones del Califa, y

disponiendo la ciudad, con las viviendas del pueblo presididas por la Mezquita, en la llanura. Foto

Paisaje En una disposición similar, en la línea de fractura entre la Sierra y Campiña y en su

vecindad, se localizan también una serie de almunias entre las que, procediendo de Oriente a

Occidente, podemos mencionar la ya citada de Al Ruzafa, La Albaida, las Pilas, La Gorgoja y la

Gorgojuela o Alamiriya.

El espacio acotado para la ciudad quedaba comprendido entre dos arroyos de directriz

norte-sur que en su nacimiento llegan casi a converger. Dentro del espacio quedaba también

delimitado el ámbito de la colina sobre la que se recuesta la ciudad. La visión que se obtiene

desde la llanura es la de que la ciudad constituye un basamento escalonado para el conjunto de la

colina, que queda así incorporada como un elemento integrante de la ciudad.

Sección: las plataformas de la medina

La percepción de la conjunción de ciudad y montaña debió ser muy clara para los

habitantes de la época, como nos revela el mismo topónimo de Djebel Al-Arus, monte de la

desposada, y más específicamente la identificación del monte como corona de la ciudad, "Corona

de la novia", porque la capital omeya era la novia por antonomasia, tal como aparece recogido en

al Zuhri (Kitab al-Ya'rafiya), (J. Vallvé p. 119). En el mismo sentido y entrando en lo ya puramente

legendario, aparece la tan repetida cita, mencionada por al Maqqari, respecto al contraste de la

ciudad blanca sobre la oscura colina de suelo pizarroso "No ves la hermosura de esta blanca

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doncella en el regazo de aquel etíope... El Califa ordenó arrasar el monte pero fue disuadido por

sus consejeros... Entonces ordenó que fueran cortados sus árboles y se plantaran higueras y

almendros. No hubo panorama más bello sobre todo en la época de floración" (Al Maqqari,

recogido en R. Castejón 1.960, p. 125).

Dado lo abrupto de la colina, la construcción del alcázar exigió enormes movimientos de

tierra arrasando crestones y rellenando valles. De la impresión causada por la magnitud de esos

movimientos debe provenir la citada leyenda que atribuye a Abderramán III la intención de arrasar

la montaña.

Así como la zona Norte montañosa exigía grandes obras de adaptación, la zona baja de la

llanura, la Al-Sahla árabe, no presentaba obstáculos especiales. En esta zona, precisamente por su

planicie, las ligeras elevaciones del terreno, que definen mínimos promontorios, adquieren gran

importancia estratégica. En cada uno de los tres costados de la muralla de la ciudad que

confrontan la llanura, occidental, meridional y oriental, y a pocos centenares de metros, se

destacan tres pequeña colinas, dos de ellas ocupadas hoy por cortijos, de las Pilas y de Córdoba la

Vieja, mientras la oriental permanece libre. Los importantes restos de edificaciones califales que

en ellas se conservan parecen corresponder a fortificaciones destinadas al control del espacio

circundante. Su importante relación con la ciudad palatina se manifiesta a través de su conexión

por amplias calzadas rectilíneas que asombraban en el siglo XVI a Ambrosio de Morales y le hacían

suponer, por su amplitud, que se tratara de obras de romanos.

Otra cita poética nos ofrece el panorama contrario a la descrita anteriormente, si en

aquella se describía la impresión que ofrecía desde la vega la abrupta montaña con al-Zahara

enclavada en ella, esta otra, debida al poeta cordobés del siglo XI se refiere a la visión melancólica

de la vastedad de la extensión de la llanura desde lo alto de las recientes ruinas de los alcázares

de Medina.

“Desde al-Zahara te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su

paz serena.

La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se apiada de mí y languidece llena de

ternura”.

Se traza de la primera muestra de aprecio por los amplios paisajes de montaña que se

adelanta en tres siglos a la descripción por Petrarca del panorama desde Mont Ventoux que

ordinariamente se tiene por el documento inaugural de la valoración estética del paisaje en la

cultura occidental.

La localización de la ciudad al pie de Sierra tenía otra serie de ventajas, como la posibilidad

de disponer de fáciles captaciones de agua, como veremos al analizar el capítulo de la

infraestructura hidráulica, y la cercanía a las canteras que ofrecían el material pétreo necesario

para la construcción.

Precisamente la línea de articulación entre Sierra y llanura, en la que se sitúa la ciudad,

corresponde a la línea de fractura geológica del Guadalquivir en la que aflora una veta de

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areniscas doradas de cemento calizo, calcoarenitas, que permite una muy fácil labra, por lo que

fue utilizada habitualmente en la edificación cordobesa. Por ello, a lo largo de esta línea, pudieron

abrirse canteras a oriente y a occidente de la nueva ciudad, que podían ser transportadas

horizontalmente por el camino dispuesto al pie del monte.

Canteras

La cubierta vegetal

En el aspecto del manto vegetal el topónimo Qurqurit, perpetuado en la forma

romanceada de La Gorgoja, derivado de qurcueretum encinar (Barceló C. 1.987, p. 95) nos permite

suponer una constancia de la vegetación actual, compuesta fundamentalmente por encinar en la

zona montañosa y pastizal y cereal en la llanura, lo mismo cabe suponer de algunas especies como

la de los almeces, cuya distribución corresponde frecuentemente con la de las ruinas y, que no

aparece naturalmente en la sierra de Córdoba, por lo que quizá fuera introducida en la época de

creación de la ciudad.

Vegetación mediterránea en vallehermoso

Las citas literarias antes transcritas nos hablan también de un paisaje vegetal más

primorosamente cuidado con viñas, olivos y frutales.

4.2 La organización administrativa del territorio

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La ciudad de Córdoba en el siglo X ejercía la doble función de capitalidad del conjunto de

Al Andalus y el de su propia cora o provincia.

Sabemos que la Cora Cordobesa limitaba al Oeste con la Sevilla, al Este con la de Jaén, al

Sur con las de Ecija y Cabra y al Norte con las de Fahs al Ballut o Llano de las Bellotas. Esta

conformación de la Cora experimentó algunas modificaciones en época almorávide y almohade,

consistentes en la agregación de Cabra por el Sur y de parte del llano de los Pedroches por el

Norte y así pasó tras la reconquista a ser denominada Reino de Córdoba y, posteriormente,

provincia del mismo nombre.

La cora, a su vez, se dividía en 15 distritos de los que sólamente es fácilmente identificable

el de Almodóvar, lo que nos indicaría que el límite municipal por el Oeste con el rio Guarromán se

mantendría desde esa época.

Estos quince distritos estaban punteados por una pluralidad de pequeños asentamientos

rurales, un total de 1.321 para el conjunto, correspondientes a 148 castillos, 294 torres y 1.079

alquerías (Vallvé J. 1.986, p. 238). En el entorno de Córdoba este paisaje se complicaba con la

presencia de almunias, residencias de recreo campestres del Califa y su entorno, así como de otros

personajes de la Corte.

La organización del territorio cordobés aparecía dominada por la gran ciudad que debió

succionar la población de las antiguas civitas más próximas que decayeron o desaparecieron, así

como la propia área rural. Con este proceso se culminaría una tendencia, iniciada ya en época

tardorromana, por la que se iba creando un gran ámbito, La Campiña, cada vez más ruralizada

(López Ontiveros A., 1.981, p.29).

Los componentes de la organización territorial serían así una medina central, rodeada de

un área de arrabales más o menos autónomos, y almunias que se extenderían entre, y más allá, de

los arrabales. Mientras el ámbito agrícola estaría punteado por alquerías y castillos, así como

también almunias en la zona más próxima a la ciudad.

Posteriormente, al dotarse a Medina Azahara de un gobierno autónomo, con su propio

zalmedina, y de una mezquita aljama, queda configurada como centro de un territorio autónomo

de la Cora Cordobesa, aunque enclavado en su interior. Este territorio debía extenderse

extramuros, pues en las crónicas se nos habla de arrabales y la arqueología nos lo confirma,

particularmente en las áreas Sureste y Este.

Podríamos suponer que por el Oeste, este territorio llegara hasta el arroyo de Guarromán,

límite actual del municipio Cordobés con el de Almodóvar, que ya constituía un distrito

independiente; por el Norte y Sur los límites naturales del alto de la Sierra y del río Guadalquivir y

por el oriente las inmediaciones del arroyo de Cantarranas, por donde Leví Provencal (1.957) sitúa

los fosos de la aglomeración cordobesa. En este aspecto es significativo que Fernando III en el

repartimiento de la ciudad se reservase para la corona el área comprendida desde la zona del

Cortijo de Alcaide hasta la de Córdoba la Vieja (R. Castejón,)

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4.3 Componentes y organización del poblamiento

La organización del poblamiento en el entorno

Para recomponer la imagen territorial de la Córdoba Califal debemos acudir a dos

tipos de fuentes, las literarias, tanto de índole histórica como geográfica, y las arqueológicas.

la correlación entre ambas fuentes presenta graves problemas que han intentado ser

solventados sucesivamente por Rafael Castejón, Leví Provencal, Torres Balbás y García Gomez.

La imagen que nos ofrecen esos autores es la de un desarrollo urbano que se extiende

fundamentalmente en la llanura comprendida entre el rio Guadalquivir y la sierra. Al estudiar

la estructura paisajística vimos que esa llanura quedaba escindida en dos zonas, occidental y

oriental, por la interposición de la franja Norte, Sur ocupada por la Medina Cordobesa. Esta

disposición, con la medina como barrera, se acentuó ya desde el siglo VIII con la construcción

de Abderramán I de la almunia de la Arruzafa al borde de la Sierra y al Norte de la ciudad, lo

que provocaría desarrollos urbanos en ese sentido Norte-Sur.

Los Arrabales

A partir de este núcleo inicial de la ciudad amurallada romana, que debía contener la

mayoría de la población del siglo VIII, se fueron desarrollando posteriormente los arrabales en

su periferia, al modo de satélites independientes que dejarían un espacio inedificado en torno

a la muralla de la Medina, pues según el viajero Ibn Hawkal que la recorrió en el 948, "Córdoba

está muy separada de las casas de sus barrios, que no la alcanzan de una manera inmediata"

(Ibn Hawkal, 1.971, p. 65).

Este crecimiento periférico pudo tener un primer germen en los monasterios

cristianos, en cuyo entorno se fueron agrupando poblaciones mozárabes expulsadas de la

medina. Otro segundo germen lo debieron constituir las almunias señoriales, como en el caso

del arrabal llamado Almunia de Al Mugira al oriente, o la Arruzafa al Norte. Con el transcurso

del tiempo la construcción extramuros de edificios públicos, mezquitas o baños, provoca la

creación de nuevos núcleos de aglomeración como los del baño de Ilbiri o el de la mezquita de

Mutas, ambos al occidente.

A su vez, todos estos elementos, los edificios públicos que provocan el desarrollo de

los arrabales y los propios arrabales, encuentran su más fácil acomodo a lo largo de las vías de

la comunicación; prueba de ello, es que varios de estos barrios toman el nombre del número

de orden de los primeros miliarios, siendo ejemplo elocuente el Arrabal de Secunda, el arrabal

por antonomasia, situado en el margen meridional del río.

Entre los 20 arrabales situados fuera de la medina, de las que nos hablan las fuentes

para el siglo X, aparecen todos los tipos de localizaciones citadas.

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El caso más frecuente de todos es el de los arrabales en torno a mezquitas, formando

un conjunto semejante a lo que serían las parroquias cristianas y que en la misma Córdoba se

corresponden con los vici (barrios) alrededor de los monasterios que citan las fuentes

mozárabes.

De este tipo conocemos 6 ejemplos relacionados con las siguientes mezquitas creadas

por mujeres y oficiales califales, cuatro al Oeste: Al Sifa, Al Kahf, Al Masur y Al Rauda, una al

Norte Umm Salama que contaba también con un cementerio, y otra, Al Mutas, sin localizar.

El siguiente grupo en importancia lo componen los arrabales relacionados con

Almunias creadas también por personajes del entorno del Califa, de éstas se encuentran dos al

Este, Munyat Abd Allah y Munyat al Mugira, a las que podría añadirse Al Zahira, aunque no sea

propiamente una almunia; una al Norte, Al Ruzafa; otra al Sur, Munyat Ayab, y otra al Oeste,

Balat Mugit (más bien un palacio que una almunia).

Otros arrabales se nuclean en torno a edificios de diversos tipos: Furn Burril (el Horno

de Burriel) y al Bury (La Torre), al Oeste, al Siyn al Qadir (la Cárcel Vieja) y Hamman al Ilbiri

(baño del de Elvira) al Oeste.

Por fin, otro grupo lo forman los barrios caracterizados por oficios específicos: Al

Tarrazin (bordadores), Al Raqqaqin (pergamineros), Al Attarin (drogueros) y Hawad al Rayhani

(Tiendas del Rey), los tres últimos en la zona Oeste.

Finalmente, quedan por reseñar los arrabales identificados por su proximidad a un

miliario, Secunda, Tercios y Quartus, en la zona Sur de la vía Augusta.

Como se puede observar la zona occidental aparece como la más poblada con 10

arrabales, lo que nos explicaría la observación de Ibn Hawkal de que los arrabales se

extenderían de forma continua entre Córdoba y Medina Azahara. La zona oriental contiene la

mitad, 5, el Sur 4 y el Norte 2.

El conjunto de arrabales y medina formaba una extensa aglomeración de 22,5 Km. de

perímetro; debía poseer una estructura relativamente esponjosa, debido a la gran cantidad de

espacios libres interpuestos, tales como: cementerios, fahs (campos de uso militar),

explanadas para usos deportivos (almuzaras) y religiosos (almusalas), jardines, huertos de las

almunias, etc.

El núcleo de la aglomeración era la medina amurallada sobre la primitiva ciudad

romana, con sus 4.300 almenas, que siempre permaneció exenta en todos sus costados, de

forma que podía fácilmente recorrerse por el exterior. El resto de los arrabales no estaban

fortificados y solamente con ocasión de los disturbios de la guerra civil, la fitna, se sintió la

necesidad de rodear el conjunto con un foso, jandak, al que se ha hecho mención

anteriormente. Mas tarde, y a causa de las destrucciones ocasionadas por esa guerra civil, que

afectaron fundamentalmente a almunias y palacios, gran parte de los espacios abiertos

intersticiales perdieron su uso y cuando las nuevas circunstancias obligaron a fortificar todas

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las zonas urbanas se dio lugar a una pluralidad de recintos amurallados independientes, lo que

explica que Al Idrisí al visitar la ciudad a mediados del siglo XII nos hable de que Córdoba

estaba compuesta por cinco ciudades independientes con su muralla (Al Idrisí, 1.988, p. 200).

Como restos de esta situación, afectada por un progresivo decaimiento, han llegado a época

cristiana, y posteriormente hasta nosotros, los dos recintos de la Medina y de la Ajarquia (el

oriente), arrabal del costado oriental, fortificado en época almorávide.

Las Almunias

Fuera del perímetro urbano, ya de por sí amplio, se extiende un territorio muy

peculiar de las ciudades islámicas andalusíes, EL que compone un espacio agrario muy

cultivado, punteado por la presencia de almunias, una mezcla de palacios de recreo, jardines y

centros de explotación agraria, al modo de lo que fueron antes las villas romanas y lo serán

después las villas renacentistas y barrocas. El conjunto de almunias situadas en una malla de

calzadas, acueductos y canales, dan lugar a un paisaje agrícola conurbado.

En el caso cordobés todos los posibles espacios agrarios que se extendían en el

entorno de la ciudad, tanto en la llanura al Norte del río, en sus franjas oriental u occidental,

como La Campiña, al Sur del mismo, fueron utilizadas para el desarrollo de almunias; pero con

muy desigual intensidad. La margen meridional quedó muy debilitada, con la destrucción de

Secunda en el 818 ordenada por al-Hakan I, tras sofocar el motín de sus habitantes. Entre los

dos costados de la zona Norte, el occidental ofrece una mayor extensión y ya había sido muy

utilizada en época romana, perviviendo restos de villas y de grandes obras de conducciones

hidráulicas junto con albercas de almacenamiento. No es de extrañar, por tanto, que a partir

del siglo IX los emires promuevan el desarrollo en esa orientación, de lo que es buena prueba

la localización del zoco grande. Esta tendencia hacia occidente adquiere su máxima expresión

con Abderramán III y la proclamación del Califato, manifestado en la localización de Medina

Azahara en esa dirección, a 6,5 Km. de Córdoba, presidiendo la llanura desde las estribaciones

de la sierra.

A finales del siglo X se provocará con la creación de Medina Zahira almazoreña una

tendencia de signo opuesto, el crecimiento hacia oriente que, aunque apenas tendrá tiempo

para desenvolverse, se traducirá en que sean únicamente los arrabales orientales, la Axerquía,

los que, amurallados por los almorávides, lleguen hasta nuestros días.

La política de desarrollo territorial hacia el Oeste que impulsa Abderramán III se inicia

con el fortalecimiento de la Almunia de Al Naura que había sido creada por el emir Abdallah.

Esta almunia estaba situada al borde del río en el meandro del Guadalquivir que se extiende

entre Casillas y los Cortijos del Caño de María Ruiz y de Alcaide. Se trataba de una zona

relativamente próxima a la Medina y al Alcázar, de la que solo lo separaban el Zoco Grande y

el espacio abierto de la Almuzara y Almusala.

Este lugar conjugaba para Abderramán III los papeles de Almunia de recreo y sede

ocasional del gobierno, constituyendo un primer ensayo de descentralización del poder del

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Alcázar que se repetirá luego, en gran escala, con la creación de Medina Azahara. En efecto,

desde Al Naura parten expediciones militares del soberano contra el núcleo de la rebelión

mozárabe de Bobastro liderada por Omar ben Hafsun; en la explanada situada frente a sus

muros se ajusticia a los enemigos capturados. Allí organizará su campamento militar Ibn Galib

y, más tarde, se trasladarán a su vecindad organismos del estado tales como la cárcel central y

la casa de las acémilas.

Una vez construida Azahara, Al Naura siguió alternando su papel de residencia califal

con el de hospedaje de los visitantes regios de Azahara como en el caso de Ordoño IV.

Si en Al Naura se había dado un intento de descentralización del poder, en Medina

Azahara se programa una nueva sede de gobierno con todos sus atributos: los políticos, con la

residencia del Califa, las salas de representación y de los visires; la militar, con la casa del

ejercito; la religiosa, con la mezquita aljama; la económica, con la ceca, las manufacturas

regias y los zocos, etc., así como la población necesaria para el desarrollo de sus funciones.

La atribución "ex novo" a un determinado punto de un papel de centralidad en su

grado máximo requiere la creación de las adecuadas redes infraestructurales que lo relacionen

con su territorio. Ello produce, a su vez, el que los asentamientos previamente existentes en

ese territorio pasen a ejercer una función dependiente como satélites de ese nuevo centro; un

ejemplo evidente lo constituye el uso que se hace de las más importantes almunias de la zona

como residencia de los personajes que acuden a las recepciones de Medina Azahara. Además

de esta readaptación de las existentes, y como consecuencia de este desplazamiento del

centro del poder hacia el Oeste, se crean nuevas grandes almunias en esta zona, como es el

caso la residencia favorita de Al Hakam en Ara Nasih, aguas abajo de Al Naura o, más al

occidente aún, con la de Al Romaniyya sobre el rio Guadarromán, en el límite del actual

municipio.

La mayor parte de estas nuevas almunias califales de la época de Medina Azahara

tienen en común su disposición en las márgenes del Guadalquivir en punto que actúan como

núcleo de comunicación. La más antigua era la de Nasr, eunuco favorito de Abderramán II,

situada en la margen izquierda del río, aguas arriba del Puente Romano, al lado del

cementerio del Arrabal y que se convertiría en uno de los lugares de residencia de las grandes

embajadas cristianas a Medina Azahara. Aguas abajo, y no lejos del puente, se encontraba la

almunia de Ayab.

Otra famosa almunia perteneciente a Ibn Al Qurasiya hermano de Al Hakan II, también

sirvió como hospedaje a personalidades ilustres. Sabemos que también se hallaba sobre el río;

aunque desconocemos su localización exacta. Dado que tenía delante una explanada donde

acampó el ejército antes de dirigirse a Gormaz, podemos suponer que se hallase en la zona

norte del río al oriente de la ciudad.

De la más importante de las almunias califales la de Al Naura, antes comentada,

conocemos su posición, al haber sido identificada por Félix Hernández tras efectuar unas

excavaciones en los alrededores del cortijo de Alcaide, en la confluencia del arroyo de

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Cantarranas con el Guadalquivir. Dada la magnitud de este palacio no sería de extrañar que a

él pertenecieran también las ruinas califales de lugares inmediatos como las del cortijo del

Caño de Maria Ruiz o las de Casillas.

En una posición semejante, pero más aguas abajo, se encontraba la almunia favorita

de Al Hakan II de Ara Nasih o de los molinos y, aún más abajo, sobre el afluente Guadarromán,

la almunia de Al-Romaniya, la más utilizada por ese monarca en sus últimos años.

Alberca de al Romaniya

Otra zona favorable para localizar grandes almunias es la línea de conexión entre

sierra y llanura, desde la antigua fundación de Abderramán I de la Ruzafa, que vemos también

citada en la época que nos ocupa como residencia de los embajadores de Bizancio, y siguiendo

por los restos no identificados de la Albaida, la propia Medina Azahara y más adelante las del

cortijo de las Pilas o el de la Gorgoja, para acabar a 1 Km. al Oeste de Medina Azahara con la

almunia excavada por Velázquez Bosco supuesta por él como Alamiriya, almunia favorita de

Almanzor y que M. Ocaña identifica con Al Romaniya, aunque las razones toponímicas más

bien parecen apuntar a la almunia de Qurqurit del emir Abdallah. Hacia el oriente, y en la

misma posición, debía estar la de Al-Muntali (el montecillo).

Sobre la predilección por este tipo de emplazamiento en la época es muy elocuente la

anécdota que recoge Ibn Jalikan sobre el historiador Ibn Al-Qutiyya: "cierto día, yendo yo a

una almunia que poseo al pie de la sierra de Córdoba en uno de los sitios más bellos del

mundo me encontré con Ibn Qutiyya que volvía precisamente de los jardines que tenía en

aquel punto. Yo... le dije ¿De dónde vienes...?, respondió al instante: de un lugar cuya soledad

admiran los anacoretas, y en la cual los malvados se sustraen de las miradas para pecar" (A.

Arjona, 1.982, p.187).

Pero si estas dos distribuciones lineales, cornisa montañosa y río, son las más

utilizadas, ya hemos visto que también las pequeñas eminencias de la llanura intermedia

aparecen hoy ocupadas por restos califales. Entre estas almunias de la llanura podemos citar

las de Abd-Allah y Almoguira que dieron nombre a dos arrabales orientales, o la de Abd-Al Aziz

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en el costado occidental, en la parte alta de Córdoba, que también alojó a ilustres visitantes de

Azahara. Otras ruinas de la llanura, como las de Turruñuelos, Higuerón, Villarrubia, etc., no

han sido identificadas en las fuentes.

Turruñuelos

El conjunto de grandes almunias, y en concreto las que ocupan la mitad occidental del

territorio cordobés, las vemos ocupando funciones satélites de la propia Medina Azahara, una

gran parte como residencia de los visitantes ilustres de las grandes recepciones y, otras, como

lugares ocasionales del recreo del propio Califa, como es el caso de Al Naura, Ara-Nasih, Al-

Romaniya.

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4.4 Las infraestructuras

El agua: Las infraestructuras de riegos, canales y acueductos

:

La necesidad de dotar de agua a la masa poblacional de la ciudad con sus arrabales y,

especialmente, surtir a los baños públicos, excedía con mucho las posibilidades que ofrecían los

pozos individuales. Igualmente, la proliferación de jardines de recreo y huertas exigía disponer de

los correspondientes canales de regadío. Fue, por tanto, necesario crear las dos redes

complementarias tradicionales: abastecimiento y saneamiento y de ambas contamos con

abundantes restos arqueológicos y menciones en las crónicas, como la de Al Rasi, cuando afirma:

"E desa sierra traen el agua al Alcázar del Rey por caños de plomo, del Alcázar la llevan a la villa e a

otros muchos lugares" (Catalán D. 1.975, p. 21).

Acueductos.

Del primer trazado del acueducto que tenemos noticias es el que Abderramán II en el siglo

IX traza desde la Sierra al Alcázar por el costado Oeste de la Medina entrando elevado por el

Arrecife del borde del río, el sobrante iba a un estanque para la población situado en una esquina

del Alcázar (García Gómez, 1.967, p.376).

De Abderramán III las crónicas nos hablan de la creación en el año 941 de un acueducto

que desde el interior de la Sierra finalizaba en un gran estanque en Al-Naura para riego de los

jardines y cuyo sobrante vertía directamente al río. Del 3 de Diciembre del mismo año contamos

con una lápida conmemorativa de un acueducto anejo relacionado con aquel (A. Arjona, 1.982,

p.p. 98 y 99). Quizás el hecho de que la calzada Al Naura Medina Azahara se construya en el

mismo año 941 responda a una operación conjunta en la que calzada y acueducto siguieron un

mismo trazado.

Fuente del Elefante en el nacimiento del acueducto

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De los mismos años, y motivado por los trabajos de implantación de Medina Azahara,

debe ser el acondicionamiento del acueducto romano que desde lo alto de la sierra, en la zona de

Bejarano y Escarabita, conducía el agua a Córdoba, acondicionamiento que quizás se limitaría al

tramo superior hasta Medina y cuyos restos más espectaculares se encuentran en el paraje de

Valdepuentes.

Valdepuentes

A partir de Medina Azahara, como se comprende por los pozos de resalto, el acueducto

seguiría el trazado de la calzada Norte entre Córdoba y Medina. Al llegar a la altura del puente de

los Nogales se le uniría otro ramal que bajaba siguiendo la cuenca del arroyo Vallehermoso, para

seguir conjuntamente hasta un punto antes de llegar a la Huerta de Figueroa, en donde se divide

en dos ramas, una de las cuales se dirige hacia la puerta del Osario siguiendo el camino, con la

significativa denominación de "la Matriz", es decir el canal, mientras al otro se orientaba hacia el

Alcázar (Castejón 1.929, p. 317).

Además de los reseñados, debían existir otros acueductos menores captando los distintos

veneros de la sierra, como es el caso del citado por Ambrosio de Morales que surtía al Convento

de San Jerónimo, o el que abastece a Alamiriya, o el situado aún más al Oeste entre Cuevas Altas y

Cuevas Bajas, quizás origen de los canales y acueductos que Sánchez Feria observó, y que habían

motivado el desarrollo de algunas villas romanas como la de Encinarejo (Santos Gener 1.955, p.

45). Por la misma causa, todo este conjunto de conducciones que surcan la Sahla o llanura

occidental, explicaría el florecimiento de las almunias en la época islámica.

El origen romano de alguno de estos acueductos, como se ha señalado para el de

Valdepuentes, se ha comprobado por su tipo constructivo atribuible indudablemente a los siglos

III ó IV.

Algunos de estos acueductos debían permanecer aún en uso en época visigoda, lo que

explicaría el episodio de los 400 cristianos refugiados, con ocasión de la toma musulmana de la

ciudad, en una iglesia (quizás la de San Acisclo) situada al Oeste de la Medina, y que sobrevivieron

gracias a una conducción que pasaba por allí (A. Arjona 1.982, p. 14).

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Aún se debían mantener activas las conducciones tras la reconquista, como revelan las

frases de admiración del Obispo D. Rodrigo según recoge Ambrosio de Morales y como se

desprende de la carta de Alfonso X de 1.263, en la que se dice: "..entendemos que es gran pro e

gran onra de la villa de Córdoba en que venga y todavía las aguas por los caños assi como solien en

tiempo del moro" (Castejón R. 1.923, p.317-318).

Sin embargo, estos buenos propósitos no debieron tener éxito y pronto se abandonarían

las conducciones, quizás como consecuencia de la expulsión por el mismo monarca de los

moriscos de la zona, ya que cuando Ambrosio de Morales en el siglo XVI describe con admiración

el sistema de acueducto de Córdoba se refiere ya a unas antiguas ruinas.

Otra fuente de captación, junto a los acueductos, son las grandes ruedas o norias, que

extraían agua del río y dieron nombre a la famosa almunia califal de Al Naura. Su uso explicaría en

parte el porqué de la gran proliferación de almunias a lo largo del Guadalquivir. La famosa noria

cordobesa de Albolafia, situada frente al Alcázar, es ya de época almohade y pudiera deberse a la

deficiente conservación, ya en esa época, de los acueductos califales.

Albolafia

En la descripción del sistema hidráulico, además de los medios de captación y conducción

de agua, otro elemento importante es el almacenamiento, desempeñado por las albercas. Como

en el caso de los acueductos, también en las albercas coexisten ejemplares romanos con otros

propiamente islámicos. El uso de las albercas es variado, en unos casos es un elemento más en los

jardines de recreo y en otros tiene una función utilitaria para el riego agrícola.

El alcantarillado.

El servicio de aguas en las zonas urbanas lleva como corolario el disponer de la correspondiente

red de evacuación. Tanto en Córdoba (Azorín 1.919) como en Medina Azahara (Vallejo 1.991, p.

217), ha sido posible cartografiar (en el último caso con mayor detalle) la red de alcantarillado con

su típico trazado arborescente. Se trata de alcantarillas de sección rectangular realizada con obra

de sillería de gran magnitud. Estas alcantarillas recogen las aguas de los espacios abiertos, calles y

patios a través de sumideros, y de los baños y letrinas.

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Red de caminos

La red de caminos constituye la estructura vertebradora de la organización territorial. Este

papel primordial se manifiesta, tanto por su papel de diferenciador de la accesibilidad de cada

punto y como consecuencia de jerarquizador de los lugares, como por su función

compartimentadora del espacio.

Al enfrentarse con el problema de identificación de la red caminera califal surge el tópico

establecido, de que el mundo islámico hereda la red de calzadas romanas a través de lo visigodo,

y, si bien ello es cierto, en esa aseveración se suele infravalorar la capacidad de producción de

obras públicas por parte del Estado emiral y califal.

Según la crónica del moro Rasis: "Abderramán I fizo los arrecifes que atraviesan los

montes e los valles, e las buenas calzadas que van de unas villas a las otras" (D. Catalán 1.975, p.

372), Abderramán II según Ibn Al Atir "edificó palacios y estableció caminos" y de Abderramán III

cuenta Al Maqqari que "era aficionado a urbanizar terrenos, erigir señales de ruta, extender sus

aguas trayéndolas de las más alejadas regiones" (R. Castejón 1.961, p.132). Ibn Hayyan le atribuye,

al menos, la construcción bajo su dirección personal de dos calzadas concretas en los alrededores

de Córdoba, lo que une Al Naura y Medina Azahara y la que comunica Córdoba con la almunia de

Al Rambla. La descripción de la primera de esas calzadas es expresiva de esa dedicación

edificatoria del califa "Allanó dicho camino de asperezas después de que al Nasir cabalgara por el

en persona, tomara el asunto en sus manos y concentrara todos los esfuerzos disponibles.

Personalmente señaló su trazado y señaló los mojones de sus límites" (Ibn Hayyan 1.981, p.322).

Una obra de mayor envergadura sería la gran ruta Córdoba Badajoz citada por Ibn Hawkal

y la que según Félix Hernández corresponderían los dos grandes puentes sobre el Guadiato y

Guadinuño respectivamente, y se habría realizado a raíz de la conquista de Badajoz por el citado

Califa.

Por fin, y como culminación de la etapa califal, Almanzor según Ibn Idari "allanó los

caminos difíciles y las pendientes abruptas" (Hernández Jiménez 1.967, p. 67).

En la descripción de la red viaria hemos partido de una hipótesis inicial de continuidad de

los caminos antiguos, entendiendo por tales los anteriores al trazado de las carreteras que, si bien

se inicia a mediados del XVIII, no tiene una consecuencia apreciable hasta mediados del siglo

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siguiente. La hipótesis se valida con las pruebas arqueológicas y las fuentes históricas, una fuente

inestimable lo constituyen los trabajos que sobre los caminos islámicos de Córdoba fue

desarrollando Félix Hernández en sus artículos en la revista Al Andalus (Félix Hernández 1.959-

1.967) que recientemente han sido reeditados en volumen independiente.

Para la identificación de los caminos antiguos hemos partido de documentación gráfica,

mapas e inventarios de Caminos. Los mapas usados han sido del siglo XVIII, Tomás López y siglo

XIX, Mapa Itinerario Militar de España y a escala 1:500.000 y mapa municipal del Instituto

Geográfico a 1:25.000. Así como los correspondientes mapas 1:50.000 del mismo Instituto. Del

siglo XX se ha consultado el inventario de vías pecuarias sobre escala 1:25.000 y los mismos mapas

1:50.000 del Instituto Geográfico.

En cuanto a fuentes itinerarias escritas se han manejado dos fuentes del siglo XVI: el

repertorio de todos los caminos de España de Villuga y la cosmografía de España de Hernando

Colón. Para época romana contamos con el itinerario Antonino y el de los Vasos de Vicarello, de

cuyo comentario existe con una copiosa bibliografía, y para época islámica los itinerarios de

Istajari Al Udri, Ibn Hawkal, Ibn Baskuwal y Al Idrisí, así como las noticias de viajes en las crónicas

históricas como el “Muqtabis” de Ibn Hayyan.

A partir de todos estas fuentes el procedimiento seguido fue el de transferir todo el

conjunto de datos a una cartografía actual. La atribución de carácter califal, o no, de un camino

depende de sus concordancias con las fuentes itinerarias islámicas o de la existencia de noticias de

elementos califales en su transcurso, tales como restos de calzadas o de puentes, u otros restos

arqueológicos en sus márgenes, albercas, restos de almunias, etc. Lo mismo puede aplicarse a

restos romanos que indicarían preexistencia del camino, o bien elementos islámicos significativos

de otras épocas.

La imagen territorial de comunicaciones de la zona está dominada por el Guadalquivir, que

en esta época era navegable hasta Córdoba, y por la presencia dominante de esta ciudad, centro

de irradiación de caminos de largo recorrido, como corresponde a su papel de capitalidad del

estado califal.

La nueva ubicación de esa capitalidad en Medina Azahara supuso la creación de un

segundo centro caminero, que dada su corta vida no dispuso de tiempo suficiente para su

desarrollo y, así mismo, la desaparición de la ciudad produjo la consiguiente destrucción de sus

caminos.

El río Guadalquivir, en su doble papel de barrera franqueable por puentes, barcas o vados,

y de vía de navegación, con sus puertos que se suelen hacer coincidir con los puntos de

atravesamiento, crea también una serie de puntos de máxima accesibilidad que actúan también

como centros de caminos; Almodóvar, río Guarromán, Ara Nasih y Córdoba.

Dada la escasez de asentamientos de carácter urbano, la función de subcentro territorial

de los alrededores de Córdoba y Medina Azahara viene ejercida por las grandes almunias califales

que dominan esos puertos y pasos del río, así Almodóvar está presidido por un castillo,

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Guarromán y Ara Nasih (los molinos) por sendas almunias de Al Hakam II, más arriba, Al Naura,

sobre un famoso vado, con instalaciones portuarias también y, por fin, Córdoba, donde la dársena

final correspondería al Alcázar. Cuando más tarde se cree Medina Zahira se hará también sobre un

importante paso de barcas, el de la Rambla, aguas arriba de Córdoba.

Como decíamos, todas estas almunias, junto con otras como la de Ayab y Nasr, además de

esta posición ribereña, constituyen también las estaciones de los caminos terrestres que parten

de Córdoba.

Principales caminos que irradian de Córdoba

El carácter de capitalidad de Córdoba se revela en la conciencia del destino hacia los

confines de la península, o incluso más lejos, de los caminos que partían de la medina, ese destino

se refleja en el nombre de las puertas que comunicaban el recinto de la medina con los distintos

puntos cardinales.

Al modo de lo que había sucedido de modo paradigmático con la fundación de la capital

Abbasí en Bagdad, en la que el poder de centralidad sobre el reino se representaba mediante una

planta circular, en cuyo centro se situaban los edificios del gobierno y la mezquita. El centro del

trazado urbano constituía el origen de donde partían 12 radios, de los cuales los cuatro

principales, en cruz, se prolongaban en carreteras o calzadas, cuyo destino se reflejaba en los

nombres de las puertas, que llevaban el nombre de las principales ciudades del reino, situadas a

los cuatro vientos. En Córdoba también las puertas suelen reflejar el lejano destino de los caminos

que de ellas parten y así tenemos, comenzando donde el Puente Romano y siguiendo el giro

contrario a las agujas del reloj, las siguientes puertas, cuyas denominaciones corresponden con los

principales caminos señalados por los geógrafos de la época, Istajari, Al Udri, Ibn Hawkal:

1. Bab Al Qantara o Al-Yazira (Algeciras). También llamada Puerta de la

Estatua.

2. Bab Saraqusta (Zaragoza) o Puerta de Hierro.

3. Bab Tulaitula o Rumiyya (de Toledo o de Roma).

4. Bab Luyun (León) o Talabira (Talavera).

5. Bab Batalyaws (Badajoz).

6. Bab Isbiliya (Sevilla).

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Los Caminos del Sur

Puente Romano

La muralla Sur contaba con una puerta con el inequívoco nombre de Puerta del Puente o

de Algeciras, llamada también puerta de la Estatua. Esta puerta abría directamente al Puente

Romano del que, tras cruzar el río, se abría un abanico de rutas dirigidas a las distintas localidades

meridionales de Al Andalus. Hacia el interior de la ciudad por la puerta se entraba a la calle

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principal entre el Alcázar y la mezquita, correspondiente al cardo romano que con directriz Sur-

Norte llegaba hasta la puerta de León, de los Judíos o de la Recta Dirección. Esta última

denominación designaría el trazado romano, como en el caso de la Rectivía de Astorga, y por una

falsa etimología popular podría habría pasado a denominarse de los judíos.

En el citado abanico de vías meridionales destaca por su importancia la Vía Augusta, en su

tramo Córdoba-Sevilla-Cádiz. Siguiendo esta antigua vía nos encontramos una serie de localidades

cuyo nombre corresponde a los sucesivos miliarios; tras pasar el puente, Secunda, sede del arrabal

por antonomasia, destruido por Al Hakam I tras su rebelión, con prohibición de reedificación

desde entonces.

En las inmediaciones de Secunda se desarrollan importantes necrópolis, romanas primero

y musulmanas después, como solía suceder en todas las vías importantes. Al llegar al tercer

miliario nos encontramos con el arrabal de Tercios, ubicación del Monasterio de San Ginés, a la

que seguiría la villa de Quartus. Esta vía, al continuar en la dirección hacia Ecija, pasa por el

desfiladero de Al Meida (las mesas) para cruzar el Guadiato por el puente califal del Aguaducho y,

más adelante, pasa por la localidad con el inequívoco nombre árabe de Arrecife (calzada). Como

en otros casos esta antigua vía también se ha convertido en cañada ganadera. Por este itinerario

llegó el General Galib de sus campañas de Africa vía Ecija, pasando por el puente Romano para

acampar en Al Naura.

El tramo final de la vía Augusta tenía un desvío hacia el occidente pasando por el lugar de

Guadalcázar para ir a juntarse, frente al sitio donde localizamos la almunia de Ara Nasih, con el

camino que sigue el río por la margen izquierda, para pasar por la almunia de Ayab y el lazareto

vecino, antes de llegar al Puente Romano. Este itinerario alternativo aparece recogido por

Hernando de Colón en el siglo XVI.

A partir de Secunda parte, con directriz Sur, otro camino, que hoy también tiene categoría

de vía pecuaria, conocido como Camino Viejo de Fernán Núñez. Ha sido identificado con la

calzada que el Itinerario Antonino señala de Antequera a Córdoba y Mérida y que debía

prolongarse por el Sur hasta Málaga. Fernán Núñez correspondería así a Ulia, la última mansión de

la vía romana antes de Córdoba. Otro antiguo camino entre Córdoba y Fernán Núñez, al oriente

del anterior, correspondería a una variante final de esta vía.

Siguiendo hacia el oriente la descripción de los caminos que parten del Puente Romano,

nos encontramos con otra vía pecuaria con dirección a Espejo, del latín especulum, puesto de

observación, identificado con la antigua Ucubi, que pasa por el cortijo del Castillejo de Teba,

donde se encuentran las ruinas de la antigua Ategua, de gran importancia en época prerromana y

romana. Por este itinerario nos describen los anales de Al Hakam II la llegada a Córdoba de

Almanzor, acompañando a Yaffar Ibn Ali, procedente del Magreb a través de Málaga y Cabra (Ibn

Hayyan 1.967, p.p. 65-64), Por esa misma ruta, con destino al castillo de Poley (Aguilar) y

Bobastro, se producirían las campañas de Omar ben Hafsun.

Una variante de este camino es el que a partir de las ruinas de Ategua, dejando Espejo al

Oeste, se dirijía directamente hacia Castro del Río, Baena (Bayana), Luque (castillo califal de Luk) y

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Alcalá la Real, hacia Granada y Elvira. Esta ruta, flanqueada por fortificaciones islámicas, aparece

recogida en los itinerarios del siglo XVI de Hernando de Colón y de Villuga. Siguiendo este camino

en dirección a Córdoba puede optarse por una variante que, en lugar de dirigirse hacia el Puente

Romano, cruza directamente el río por el sitio de la actual barca del Arenal, probable barca de

Balish o Vélez de tiempos califales, por donde pasaban los bueyes a labrar la campiña y en cuyas

inmediaciones se acabaría fundando la Medina Zahira de Almanzor (Fernández y González R.

1.964).

Siguiendo más adelante la vía que a partir del Puente Romano sigue la margen izquierda

del Guadalquivir, tras pasar por el lugar de la almunia califal de Nasr, donde existía una parada de

posta, al llegar al vértice Sur del segundo meandro del río, se vuelve a desprender otro camino con

dirección a Jaén que aparece citado en los itinerarios de Al Udri en el siglo X y de H. de Colón y

Villuga en el XVI. Por este camino se desplazó Abderramán III proveniente de Zaragoza con destino

a Al Naura (Ibn Hayyan 1.981, p.245).

Como ocurría en el itinerario anterior si seguimos la orientación de este camino de forma

directa hacia Córdoba, vadeando el Guadalquivir, llegamos a cruzar el arroyo de los Pedroches por

el puente califal de los Diablos para entrar en la ciudad por su costado oriental.

Puente de los Pedroches

El camino ribereño, que hemos dejado para describir el itinerario con destino a Jaén,

continúa hacia el oriente con dirección a Montoro; Esta sería la variante de la Vía Augusta por el

Sur que señala el Itinerario Antonino entre Cástulo y Córdoba. Por este mismo camino, a partir del

puente de Alcolea, cuya existencia está comprobada desde antes de la reconquista, aunque el

actual date de tiempos de Carlos III, se dirigían las expediciones califales provenientes del Norte y

que con destino al área de Secunda querían evitar el atravesamiento de Córdoba, como la de

Abderramán III cuando, procedente de Guadalajara por el camino de Aramillat, se dirigió a

acampar a la almunia de Nasr (Ibn Hayyan 1.981, p. 301).

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Los caminos del flanco oriental

Casi en la esquina Sur de la muralla oriental, a donde llegaba la calle principal Oeste-Este

proveniente del Alcázar y la Mezquita Aljama, se encontraba la puerta de Hierro, o de Zaragoza, a

partir de esa puerta, y a través de los arrabales orientales, se abría un haz de itinerarios que

justifican la serie de puentecillos califales tendidos sobre el arroyo de los Pedroches.

El más meridional de esos caminos, que seguiría los arenales de la ribera por los arrabales

de Sabular y Rambla, debía corresponder a la calzada que Abderramán III pavimentó para acceder

a su almunia de Al Rambla, insistiendo en la repetida dualidad estructura viaria-almunia, y que

pasaría por el puente califal de los Mozos para llegar al manzil (posada) de Balish sobre el que

Almanzor edificaría Medinat Zahira. A partir de ahí cruzaría por la barca del Arenal, para continuar

por los caminos de Ategua y Espejo antes descritos.

Continuando directamente hacia el oriente a partir de la puerta de Hierro atravesando los

arrabales orientales (al chanib al sharqui, de donde la denominación actual axarquía) se llega al

puentecillo califal conocido como Puente del Diablo y a partir de ahí, y tras vadear el río, se

llegaría a tomar la dirección del Camino Viejo de Castro del Río antes descrito.

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Un último itinerario a partir de la misma puerta con directriz más NE pasaría por el

puentecillo califal del Camino de Burriciegos para unirse a la Vía Augusta. Lo rectilíneo de la

directriz de este camino coincidente con el trazado de la Vía Augusta hasta el puente de Alcolea,

nos hace pensar que los gromáticos romanos al trazar este tramo de la Vía lo hicieron en función

de la cabeza del puente y no del decumano de la ciudad. No es, por tanto, extraño que tomase el

nombre de puerta de Zaragoza, dado que desde esta puerta se podía alcanzar tanto directamente

la Vía Augusta como su variante por el Sur del río.

En el mismo costado oriental de la medina se abre otra puerta en prolongación del

decúmano que por el otro flanco comunicaba con la puerta de Amir Qurashi. Esta puerta aparece

con los nombres de Abdd al Chabbar, de Toledo o de Roma. La aparición de unas referencias

geográficas de tan gran escala se explica por el hecho de que por esta puerta penetra en la ciudad

la Vía Augusta que desde Roma, vía Narbona, conduce hasta Cádiz. Esta vía, de máxima jerarquía

en las comunicaciones peninsulares, debía de ser de origen prerromano, por lo que su

construcción se había atribuido a Hércules. En el siglo X se percibe claramente el concepto de la

importancia geográfica y del origen mítico de este camino, como se refleja en la descripción

romanceada de la crónica de Ibn Rasis: "E Carmona yace sobre arrecife que se comienza sobre la

puerta y va hasta la su puerta de Narbona, E de Carmona a Narbona ha mil migeros (millas); e

quien saliere de Carmona e fuere a Narbona, nunca saldrá de arrecife si non quiere. E este arrecife

mandó facer Ercoles cuando fizo fazer los concilios en el cabo de España" (torres de Hércules en

Cádiz y Coruña) (Catalán D. 1.975, p. 98).

El trazado de la Vía Augusta en su tramo hasta el puente de Alcolea lo encontramos

descrito en los itinerarios tanto de Villuga como de Hernando de Colón. En este último se

menciona como una etapa, antes de llegar a Córdoba, un antiguo montón de tierra que debía

corresponder a un gran túmulo prehistórico y cuyo recuerdo se conserva hoy en el nombre del

cortijo denominado del Montón.

Esta vía en su tramo inicial pasaba por la mezquita de Al Mugira (hoy Iglesia de San

Lorenzo), en cuyas inmediaciones debía levantarse la almunia del mismo nombre, según el mismo

criterio de localización que venimos reseñando. Más allá del puente de Alcolea el camino de

desviaba a otro lado del río.

Además del nombre de Roma hemos visto que la puerta tomaba también el nombre de

puerta de Toledo, localidad situada fuera de la Vía Augusta; Ello se debe al hecho de que de la

repetida vía se van desprendiendo hacia el Norte sucesivos itinerarios con destino a la antigua

capital visigoda que fueron estudiados por Félix Hernández (F. Hernández 1.959).

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Los Caminos de Medina Azahara

Así como la mayoría de las almunias califales se localizaban en posiciones estratégicas con

respecto a la red viaria existente, en el caso de la fundación de Medina Azahara, dada la magnitud

de la operación, se ha prescindido de estas consideraciones, primando únicamente criterios de

dominio paisajístico, ello ha dado lugar a que para que pudiera ejercer su papel de nuevo centro

del Estado debería crearse una serie de calzadas de nueva planta que allí tuvieran su origen.

Para identificar su trazado debemos acudir a los datos combinados de las fuentes

históricas y de las arqueológicas. En este caso, se da la particularidad, respecto al de Córdoba en el

que la ciudad ha pervivido, de que al desaparecer la ciudad, que justificaba la existencia de los

caminos, éstos pierden su sentido y desaparecen. Como contrapartida los restos de caminos

conservados, al ser obra exclusiva del siglo X, nos permiten conocer los criterios de construcción

viaria en la época.

Para seguir la técnica, empleada al describir los caminos de Córdoba, de estudiar los

itinerarios a partir de las puertas de la muralla, nos surge el problema del escaso conocimiento de

esas puertas. Al haberse excavado escasamente un fragmento de la muralla Norte, solamente

conocemos la existencia de una única puerta en ese costado que comunica con la calzada Norte, la

que nos es mejor conocida, aún cuando las fuentes históricas no la mencionan. Por el contrario, la

única puerta citada con asiduidad en las crónicas es una en el costado meridional, denominada

Puerta de la Estatua, con lo que se repetía la denominación aplicada a la meridional de la medina

cordobesa, que constituía la entrada principal a la ciudad. La otra puerta mencionada, Puerta de

las Rosas parece corresponder también al costado meridional. En el costado oriental el corte que

establece el arroyo de San Jerónimo, al menos en su parte alta, pueden dificultar los accesos

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viarios, y en el occidental las huellas de calzadas internas parecen justificar la existencia de, al

menos, dos puertas.

Otra peculiaridad de estas puertas de Medina Azahara es que, al menos en las menciones

que han llegado hasta nosotros, no ofrecen nombres de lugares geográficos, como en el caso de

Córdoba, que nos ayudarían a identificar los caminos.

La puerta norte

Una vez hechas estas salvedades vamos a comenzar la descripción por la puerta Norte,

correspondiente en el interior de la ciudad a una franja de unos 6,60 m. entre dos muros Norte

Sur, que parecen corresponder al primer trazado del Alcázar. Fig plano costado norte

A partir de la puerta parte una calzada con rumbo Este, colindante con el exterior de la

muralla por su parte externa y protegida por su costado Norte por otro pequeño muro. Se trata de

una calzada pavimentada con recuadros de calcoarenita dorada formando aspas, que se rellenan

en su interior con picadura violácea de montaña, según un procedimiento repetidamente usado

en las calzadas de esa época. Al salir del ámbito de la ciudad la calzada tiene una sección

acentuadamente realzada, siguiendo los mismos procedimientos constructivos romanos, y sigue el

mismo trazado rectilíneo hasta un punto en que, para evitar el cruce con una serie de pequeños

arroyos, se quiebra bruscamente para cruzar aquéllos con un único puente en su confluencia. Este

tipo de trazado viario insólito, que soluciona angularmente los cambios de dirección, sin

interposición de curvas, es específico de esta cultura, una cultura basada en el caballo y el camello

como medio de transporte y que no utiliza nunca vehículos sobre ruedas.

Trazado de la calda Este y el acueducto

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A partir de ese momento la calzada se bifurca, un ramal toma rumbo Norte para formar el

camino de ladera que después describiremos, el camino principal sigue el trazado rectilíneo Este-

Oeste llevando a su costado el acueducto. El primer arroyo importante se salvaba por un puente

de un ojo que fue destruido en 1.926 después de proponerse su declaración monumental, poco

después aparecen ruinas de un arrabal y una alineación de albercas a la izquierda.

Puente de los Nogales

El segundo arroyo, el de Nogales, se salva por otro puente de dos ojos que se ha

conservado hasta hoy; en sus proximidades siguen apareciendo restos de edificaciones. A partir

de ahí el camino se divide en varias ramas, por un lado se cruza con el camino viejo de Córdoba

procedente de Trasierra, ya descrito, y por él comunicaría directamente con Córdoba. Unos

arranques de puente situados más aguas arriba sobre el arroyo Cantarranas nos informa del paso

de otra rama de la calzada que por una parte se dirigiría a las canteras y de allí hacia el Vacar

(itinerario ya descrito), mientras que la calzada principal se dirigía, continuando el rumbo Este,

hacia Turruñuelos, donde los restos encontrados y el claro aterrazamiento del terreno indican la

presencia de una importante almunia quizás la de Ibn Abdelaziz citada en las fuentes.

En esta zona R. Castejón (1.945, p. 36) señalaba todavía en los años cuarenta un buen

tramo de calzada pavimentada, al modo ya descrito junto a la muralla de Medina Azahara. El

alomado de esta calzada es todavía hoy perceptible en las fotografías aéreas. La calzada seguía

hasta las inmediaciones de la almunia de la Arruzafa donde continuarían probablemente

bordeando al margen Norte de la aglomeración cordobesa a buscar el puente de los Pedroches y

de allí a la vía Augusta.

La calzada a media ladera, que hemos dejado a partir de su confluencia con la llamada

calzada Norte de Medina Azahara, va contorneando el borde de la Sierra, siendo testigos de su

paso dos pequeños puentes sobre la cuenca alta del arroyo Vallehermoso; en el segundo se cruza

con el camino de Trasierra, en el que se conserva un gran tramo de calzada a partir de ese punto.

Esta calzada, ya descrita al hablar de los caminos cordobeses, permitiría la comunicación de

Medina Azahara con Extremadura y Galicia rodeando el cerro Norte de la ciudad. Trasierra

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A partir del último puente mencionado el camino sigue bordeando la sierra, pasando por

toda una serie de canteras y restos de una torre defensiva, así como de otras construcciones junto

al castillo de Albaida. En ese punto se uniría a la otra desviación de la calzada Norte a partir de

Nogales. La función de esta calzada de ladera parece haber sido el suministro de sillares para la

construcción a partir de las canteras próximas.

Canteras de Santa Ana

Los Caminos del flanco Sur

Conocemos por las crónicas que una de las primeras actuaciones de Abderramán III (941),

tras iniciar las edificaciones de Medina Azahara, fue la construcción, bajo su personal supervisión,

de una calzada que la uniese directamente con su otra residencia favorita. Por ese itinerario Al

Naura-Medina Azahara discurrirán en época de Al Hakam II todos los cortejos ceremoniales,

embajadas, triunfos militares y comitivas regias con origen en Córdoba o en otras almunias

califales. El tramo Sur de esta calzada, a partir de Al Naura caótico desarrollo periurbano

cordobés, pudo reconocerse a través de la identificación de los puentes del Caño de María Ruiz y

del Higuerón.

Puente del Cañito

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En la ciudad sabemos que la calzada entraba por la puerta de la Estatua, para dirigirse al

Alcázar, a donde penetraba por la puerta de la Azuda. Apoyándose en la descripción de Ambrosio

de Morales que habla de una gran calzada que partiendo de la plaza del jardín alto saldría por el

centro de la muralla Sur hasta perderse en un cerro con unas ruinas a unos 300 m, se ha pensado

que esa Puerta de la Estatua estaría situada en el centro de la muralla.

En la inspección de la estructura urbana de la Medina se perciben 3 calzadas de

orientación Norte-Sur. La central pasa entre la mezquita y el borde del jardín alto, habiendo sido

ocultado su tramo final por el propio jardín alto. Su ligero desvío en la orientación respecto al

resto del trazado urbano parece responder a imperativos de trazado externo, y si consideramos

que la posición de acceso entre Mezquita y Alcázar se corresponde con el de la Puerta de la

Estatua o del puente, la principal entre las meridionales en la medina de Córdoba; podríamos

considerar que corresponde a la llegada de la mencionada calzada de al Naura en su trazado

primitivo, y que, tras la reestructuración de la Medina que acompañó a la construcción del Salón

Rico y el Jardín Alto, perdería su papel de acceso al Alcázar.

Se daría lugar entonces a la construcción de otra calzada, paralela a la anterior, que

accedería por su extremo oriental a la plataforma de edificios públicos al Este del gran pórtico; la

huella de esta calzada se percibe en el terreno bordeado de edificaciones hasta la misma muralla,

donde se encontraba la puerta de la Estatua. Fuera de la muralla se puede seguir su trazado,

acompañado por restos de arrabal, que quiebra bruscamente hacia el Este, quizás como

prolongación del antiguo camino que parte de los restos del puente Califal de la Cañada Soriana

sobre el arroyo de los Nogales, por donde se produciría el acceso directo de Córdoba. Sería este el

camino que Ibn Hawkal observó en su totalidad flanqueado de arrabales. Este camino antes de

llegar al arroyo Vallehermoso se uniría a la calzada de Al Naura.

Por fin, una tercera calzada flanquea el jardín bajo por su extremo occidental, orientada

directamente hacia el cerro donde se enclava hoy el cortijo de Córdoba la Vieja y que debía

corresponder a la gran Calzada que asombró a Ambrosio de Morales en el siglo XVI y que, ya

entonces, se perdía en las ruinas situadas en ese cerro. Pudiera corresponder a la calzada por la

que Al Hakam II salía por la puerta de Medina Azahara por última vez camino de la almunia de Ara

Nasih.

Los Caminos del Flanco Occidental

La serie de restos de almunia que se extienden linealmente al occidente de Medina

Azahara asomados al borde de la sierra: Cortijo de las Pilas, Gorgojuela o la importantísima

almunia excavada por Velázquez Besco, que identificó como Alamiriya, o el conjunto de canteras

que en similar posición se extienden por viarios kilómetros evidencian la presencia de una calzada

en esa orientación.

Félix Hernández y Navascués, al describir el arranque de la calzada Norte, antes de que se

construyese la carretera de acceso al yacimiento, mencionan una desviación que tomaba el rumbo

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del itinerario que buscamos y que sería así una mera prolongación de la calzada que hemos

denominado Norte.

En la propia muralla oriental se perciben al menos dos salidas, protegidas por una gran

construcción defensiva erigida sobre un elevado montículo creado en el borde de la ciudad. El

primer camino, o puerta, se situaría justo al Norte de esa fortificación y continuaría, hacia el

interior por una calzada que sube directamente hacia el Alcázar. Al poco de salir de la muralla, una

construcción cuadrada protegía su paso, que podemos seguir más adelante en el punto de

confluencia de unos arroyos y en las canteras situadas junto al cortijo de las Pilas.

Camino de Madinat al-Zahra a al-Rommaniya

Más al Sur de la fortificación mencionada, parte hacia el interior una anchísima calzada, de

más de 7 m., que se quiebra para orientarse en dirección a la mezquitilla allí situada, al modo que

lo hace la que llega a la mezquita Aljama. Por la gran anchura de la calzada y su proximidad a los

edificios repetitivos, quizá la Dar al Sina o casa de los oficios, que las fuentes sitúan en el borde de

la ciudad, pudiera tratarse de un zoco con una situación semejante al de la medina de Córdoba.

Hacia el exterior se percibe una alineación que se dirige directamente al cerrete del cortijo de las

Pilas, en donde aparecen unos fuertes aterrazamientos que evidencian una importante

construcción de la época. La disposición de esta calzada repite lo ya reseñado para el camino

meridional que se dirige al Cerro de Córdoba la Vieja. Esta calzada iría a juntarse más adelante con

la principal que, a partir de la almunia de Guadarromán y Almodóvar, seguiría a Sevilla y por ella

se produciría el viaje de ida y vuelta en el día de Alhakam II a aquella almunia que recoge Ibn

Hayyan (Muqtabis 1.967, p.p. 252).

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4.5 Dimensiones

La dimensión de la población cordobesa

Para estudiar cual era la distribución geográfica del caserío y de los equipamientos en

la aglomeración cordobesa, es obligado comenzar por una referencia de la polémica cuestión

de cual fue su magnitud en la época de máximo esplendor del califato a fines del siglo X.

En la investigación sobre la antigua población de Córdoba se suelen utilizar diversos

métodos, el primero, y más elemental, es la consulta directa de las cifras de población

contenidas en las fuentes históricas. La cifra máxima estima en 213.077 el número de

viviendas de la plebe y en 61.300 el de las nobleza, lo que nos conduciría a una magnitud,

claramente exagerada para la época, de más de un millón de personas, si tenemos en cuenta

que para dos de las ciudades más grandes de los siglos X y XI, Constantinopla y El Cairo, se

estimaba una cifra máxima de 300.000 habitantes (Torres Balbás, 1.959, p. 106). Una

dimensión más moderada es la que ofrece Ibn Galib, quien calcula 115.000 casas para la plebe

y 6.300 para la nobleza, lo que aún significa una dimensión excesivamente alta entre 600.000

y 630.000 habitantes.

Un segundo método consistiría en una aproximación indirecta utilizando las fuentes

históricas a través de sus referencias al perímetro urbano. Respecto a este concepto

conocemos las dimensiones de la antigua medina, el conjunto de la aglomeración, y el de los

fosos construidos con motivo de la fitna, guerra civil, a principios del siglo XI.

La verosimilitud de estas cifras estriba en su concordancia en varios autores y en el

hecho de que las dimensiones dadas para el perímetro de la medina, que podemos comprobar

en la ciudad actual. Así el ancho de 1.400 codos corresponde exactamente con los 640 m. que

hay medidos en el plano, la longitud es algo inferior a los 950 m. actuales. También se

corresponde el número total de almenas, 4.300, equivalente a 4.050 m., explicable si

añadimos a los 3.500 m. del perímetro actual el saliente del torreado. La superficie de la

medina no es por tanto conocida (54,5 Has. medido sobre plano). Aplicando a este perímetro

la densidad máxima obtenida por Torres Balbás (1.955, p.p. 35-59) para las ciudades islámicas

españolas (348 has./Ha.), nos daría una población de 19.000 habitantes.

Para el conjunto de la aglomeración, la medina con todos sus arrabales (21 según

algunos autores), las fuentes dan un perímetro de 33.000 codos equivalentes a 15.610 m. Este

recinto de 4 Km. de lado correspondería a un cuadrado aproximado cuyo borde Norte estaría

en la Ruzafa, el Sur en el Guadalquivir, el Este en el arroyo de los Pedroches y el Oeste la altura

del Km. 2 de la carretera de Almodóvar por Majaneque, donde Santos Gener señala restos de

muralla (Santos Gener 1.955, p.40), quizá correspondiente a uno de esos 5 recintos

independientes que según Idrisí encerraban en el siglo XII los arrabales cordobeses.

La superficie encerrada en ese perímetro sería de unas 1.600 Has., aplicando la

densidad de 130 hab./ha. atribuida por A. Lezine para el conjunto de las ciudades de Ifriquiyya

en el siglo X, nos daría una población de 206.000 habitantes, lo que parece razonable para una

de las mayores ciudades de la época.

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La superficie más amplia correspondería al foso que en época de la fitna se excavó

para defender la ciudad en tres de sus lados, el cuarto correspondería al río, con una longitud

de 14 millas equivalente a 20,3 Km. Según Leví Provençal este área conformaría un

cuadrilátero comprendido entre el arroyo de Cantarranas al Oeste, la Arruzafa al Norte, el

arroyo Rabanales al Este y el río Guadalquivir al Sur, con una superficie de 4.050 Has.

Este segundo recinto más amplio podría obedecer al deseo de englobar

asentamientos discontinuos como Medina Zahira y otras almunias, pero si supusiéramos,

como hacen algunos autores, que fuera éste el verdadero límite exterior de la aglomeración,

con la excepción de Medina Azahara y le aplicáramos la misma densidad de 130 hab./ha.,

obtendríamos una población de 526.500 habitantes, equivalente a las 113.000 viviendas de

plebe de las que nos hablaban las fuentes ya citadas. Pudiendo suponer 6.000 viviendas de la

aristocracia equivalentes a su población no incluida, al Sur del río, en Medina Azahara y su

entorno.

Es decir los cálculos manejados nos dan una serie de opciones posibles entre los

200.000 y los 600.000 habitantes, pues el millón de habitantes obtenido a partir de la cita

máxima del número de viviendas parecería absurdo. Torres Balbás ofrece una cifra aún más

reducida de 100.000 habitantes.

A. Lezine establece otros métodos para evaluar la población de las ciudades islámicas

partiendo de la capacidad de la mezquita Aljama (ello nos daría para la mezquita de

Abderramán I una capacidad de 5.000 plazas que correspondería a unos 20.000 habitantes

para la medina, única zona ocupada en el siglo VIII (Acién 1.987, p. 19).

Sin embargo, las estimaciones que el mismo método nos da para la Córdoba del siglo X

resultan del todo insuficiente, 11.770 plazas equivalentes a 47.000 habitantes para la

mezquita de Al Hakam II y 58.000 tras la ampliación de Almanzor.

Para Medina Azahara, cuya superficie nos es bien conocida (102 Has). El mismo cálculo

de capacidad de la mezquita conduce a Acién a estimar una población de 6.000 habitantes.

Para esta misma ciudad la aplicación de densidades medias resulta más problemático,

dado que solamente un tercio lo podemos considerar como plenamente urbano, estando los

otros dos dedicados respectivamente a jardines y al Alcázar.

Aplicando la densidad estimada por Torres Balbás para ese tercio propiamente urbano

obtendríamos una población de 11.658 habitantes.

La densidad propugnada por Lezine (130 hab./ha.) para el conjunto de zona urbana y

la parte residencial del Alcázar nos conduciría a una población de 5.227 habitantes, muy

próxima como vemos a los 6.000 estimados a partir de la mezquita.

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Como en el caso de Córdoba, las cifras que nos dan las fuentes históricas son

excesivamente parciales en unos casos, como cuando se nos habla de las 400 viviendas de

notables, e hiperbólicas en otras, caso de los servidores de palacio que según Ibn Idari (R.

Castejón, 1.959, p. 158) se compondrían de 3.750 fityan y 6.314 mujeres al servicio del Califa.

En cualquier caso, como observamos, las cifras oscilan siempre entre un número de

6.000 y un máximo de 12.000 habitantes.

Respecto a las dimensiones espaciales citadas por las fuentes se repite lo señalado

para la medina cordobesa, existe mayor aproximación en la descripción de la anchura que en

la longitud. Los 1.500 codos de latitud y 2.700 de longitud corresponderían a 707 m. de ancho

y 1.272 de largo para el codo de 47,14 cm. (Maqqari citado en R. Castejón 1.959, p.125), las

dimensiones reales medidas en plano parecen ser de 1.500 m. de longitud y 730 m. de

anchura en los costados y 640 en el centro. Ambrosio de Morales midió en el siglo XVI 2.400

pasos por 1.200. Cabría la posibilidad de que los 2.700 codos se refieran a un primitivo estado

de la ciudad antes de las reformas de los años 50 del siglo décimo.

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