Memoria de España

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COMIENZA LA REBELIÓN Mientras los Borbones emprendían esta segunda conquista de América, la sociedad americana se vio sometida a una conflictividad alarmante. Por lo pronto, a partir de comienzos del siglo XVIII, estallaron múltiples revueltas rurales que implicaban a indígenas y mestizos en las regiones andinas, sobre todo como respuesta a los abusos de funcionarios y clérigos. Lo que se ha denominado «patriotismo inca» y «regreso de los Dioses», una recuperación de la conciencia indígena ante la explotación colonial, culminó con la insurrección encabezada por José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru) que sólo pudo ser sofocada con una sangrienta represión militar. En el mundo urbano, las élites criollas también mostraron su oposición ante los mecanismos de un gobierno colonial borbónico que pretendía hacerse omnipresente. En este sentido, tuvieron lugar motines urbanos reclamando el respeto a las potestades de autogobierno que se habían disfrutado secularmente o protestando contra el aumento de la presión fiscal. Estas rebeliones, encabezadas por los denominados «comu- neros», se nutrieron ideológicamente de la tradición escolástica española desarrollada a lo largo de los siglos XVI y XVII (Suárez, Vitoria, Mariana, Soto), que consideraba que la fuente de todo poder residía en el pueblo, el que delegaba el ejercicio en la figura del mo- narca, siempre y cuando no se quebrantaran las

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COMIENZA LA REBELIÓN

Mientras los Borbones emprendían esta segunda conquista de América, la sociedad americana se vio sometida a una conflictividad alarmante. Por lo pronto, a partir de comienzos del siglo XVIII, estallaron múltiples revueltas rurales que implicaban a indígenas y mestizos en las regiones andinas, sobre todo como respuesta a los abusos de funcionarios y clérigos. Lo que se ha denominado «patriotismo inca» y «regreso de los Dioses», una recuperación de la conciencia indígena ante la explotación colonial, culminó con la insurrección encabezada por José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru) que sólo pudo ser sofocada con una sangrienta represión militar.

En el mundo urbano, las élites criollas también mostraron su oposición ante los mecanismos de un gobierno colonial borbónico que pretendía hacerse omnipresente. En este sentido, tuvieron lugar motines urbanos reclamando el respeto a las potestades de autogobierno que se habían disfrutado secularmente o protestando contra el aumento de la presión fiscal.

Estas rebeliones, encabezadas por los denominados «comuneros», se nutrieron ideológicamente de la tradición escolástica española desarrollada a lo largo de los siglos XVI y XVII (Suárez, Vitoria, Mariana, Soto), que consideraba que la fuente de todo poder residía en el pueblo, el que delegaba el ejercicio en la figura del monarca, siempre y cuando no se quebrantaran las aspiraciones populares. Aunque no hay una conexión directa entre estos tumultos y las luchas de emancipación, lo cierto es que sucesivamente se extendía entre las élites americanas una noción de unidad frente a las adversidades que se consideraban provocadas por los reciénllegados intendentes borbónicos.

En este panorama de pugnas abiertas y latentes, el crítico panorama peninsular del reinado de Carlos IV precipitó la emancipación. En la coyuntura de 1808, rotas las comunicaciones con España, América conservó todas sus capacidades económicas y políticas y optó tempranamente por la alternativa antifrancesa. Como en España, las «juntas» surgieron en las principales

ciudades americanas, pero la lealtad a la Junta Centralespañola fue de corta duración. La libertad de hecho favoreció el autonomismo de las juntas regionales y de los cabildos, mientras agentes ingleses y franceses actuaban de forma determinante divulgando las ideas republicanas. En este momento, las antiguas divergencias entre peninsulares y criollos se reavivaron y desde 1810 comenzaron las declaraciones de Independencia.

El vacío de poder en España había sido el detonante de la separación final que condujo a la constitución de repúblicas independientes que, sin embargo, no cambiaron sus estructuras sociales o económicas sino que sólo reforzaron el poder de las élites criollas. Unas élites forjadas en una oposición a la administraciónpeninsular que, sin embargo, en el desbarajuste de fronteras conservaron un ideario y una cultura de raíz netamente hispánica.

 Fernando GARCÍA de CORTÁZAR, Director

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