FabiolaFabiola Orozco PérezOrozco Pérez

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Mi tía materna se llamaba Fabiola Orozco Pérez, hija de Yolanda Pérez Ascencio y Luis Orozco Silve. Ella fue la tercera hija de la familia. Nació el 23 de noviembre de 1973 en Salamanca, Guanajuato. Era una hermosa niña apiñonada y con cabello rubio. Desde que nació fue un torbellino. Caminó a los ocho meses sólo con la ayuda de una silla que empujaba. Mi Tita estaba acostumbrada a sus otros hijos pero ella era muy diferente. El día de su bautizo la traían toda arreglada y era tan inquieta que se desarregló en un segundo por lo que su padrino Juan Silveti que la traía cargando se justificaba diciendo que él no la había desvestido.

Mi Tita fue muy cuidadosa con todos sus hijos, pero Fabiola era un caso; si le ponía camiseta lloraba y si le ponía calcetines también lloraba; por esa razón anduvo descalza toda la vida. Como a los ocho meses ya caminaba y le compraron unos zapatos, pero el día que se los quisieron poner comenzó a llorar y continuó el llanto por tres días; cuando aceptó los zapatos, su forma de rebelarse era traerlos al revés.

Estudió en el kínder “Mother Goose” y después, parte de la primaria en el Colegio del Bajío. Hizo la Secundaria en el Colegio Josefa Ortiz de Domínguez y la Prepa, en la Universidad del Bajío.

Ella siempre tuvo un carácter muy fuerte; era muy categórica y completamente intensa para todo. Todo esto le causaba problemas con cualquier autoridad y nunca lograron doblegarla. En la escuela tuvo siempre problemas porque era demasiado inteligente y activa; para los estilos tradicionales de época, la escuela no era adecuada para niños con tanta avidez y decisión como la de ella. Esto causó a mi Tita muchos sufrimientos pues trataba de hacer que su hija encajara en el perfil de estudiante ideal, aunque nunca lo logró. Fabiola “era como era”; era hiperactiva y le aburría el ritmo de la escuela, ella siempre tenía prisa y algo que hacer.

Después de haber sido tan desaliñada de niña, se transformó en la mujer más arreglada y bien vestida, con un estilo propio, no a la moda. Era alta y atlética, mucho más alta que mi Mamá, además hacía mucho ejercicio, por lo que tenía una enorme hilera de pretendientes, lo cual no la impresionaba para nada. No comía carne y en su lugar comía verduras y lácteos, frijoles, tortillas y sus favoritas: las enchiladas.

Tuvo un novio al que adoró. Su nombre era Carlos, alias “La Rana” y fueron novios por un año y medio. Carlos es muy buena persona pero una amiga de mi Tía Fabiola se enamoró de la relación y jugó a que la Rana la quisiera igual que a mi Tía. Cuando Carlos se dio cuenta del grave error que cometió fue demasiado tarde.

Después tuvo varios novios guapísimos pero de ninguno se enamoró como de Carlos.

Fabiola se iba a trabajar a la tienda de mi Tita y le iba maravillosamente bien. Estaba ahí todo el día y usaba el dinero para verse muy bien. Mi Mamá dice que no sabía estas cosas porque ella no les decía nada, pero los fines de semana los dedicaba a llevar a niños del orfanato a pasear (cine, nieves, feria) y cuando salía de casa y le preguntaban a dónde iba, ella contestaba: “Al rato regreso”.

Durante las colectas de Cruz Roja llegaba con los amigos de mi abuelo y les sacaba aportaciones de cheques “muy buenos”. Así reunía cantidades estratosféricas que destinaba a la ayuda.

Siempre llenaba de algarabía la casa con su risa escandalosa y sonora. Aunque muchas veces por sentirse diferente, sufría por no ser el arquetipo que se buscaba estúpidamente en la familia. Mi Tía Fabiola era sumamente cercana a mi Tía Jany; con el tiempo, mi Tío Luís Francisco creció y se convirtió en su sombra; iban a todos lados juntos en sus bicicletas, aunque los demás ya tuvieran coche, ellos dos andaban felices todo el día por la ciudad. Mi mamá recuerda un día que les llamaron de Cruz Roja, ya que mi Tía Fabiola había sido arrollada por un coche, cuando andaba en bicicleta; después supieron que fue un idiota con el que no quiso andar mi Tía Fabiola y en un arranque de rabia la atropelló. Mi mamá recuerda el malestar y el mal presentimiento que sintió al ver a su hermana en la plancha de Cruz Roja mientras la atendían y se lamenta mucho el no haberla abrazado y consolado en ése momento, sólo se le ocurrió regañarla por no fijarse. Como le ha podido quedarse con ese abrazo.

Llegó la Feria de León, Guanajuato y por fin mi Tía Fabiola pudo entrar a los gallos, a ver a Juan Gabriel, y a diferencia de otras ocasiones el ambiente estaba muy bajo, la única que cantaba era mi Tía, estaba feliz. Ésa fue la última vez que mi Mamá vio a mi Tía Fabiola. Se veía tan hermosa y llena de vida.

Una mañana de un viernes 25 de enero de 1991, Fabiola tenía un examen. Salió con mucha prisa en un Jetta azul. Mi Abuela ofreció llevarla pero con las prisas del examen se negó. La escuela se encontraba situada en un libramiento carretero de Salamanca a Celaya. Tomó el tramo carretero y en el transcurso se accidentó de frente contra una Pipa de Chapopote. Cuando se hizo el peritaje determinaron que había sido empujada por otro auto hacia la pipa, cuando ella verificaba si podía rebasar. La tragedia provocó una debacle familiar.

Nunca antes en Salamanca se vio una cantidad tan impresionante de jóvenes y personas que asistieron y lloraron como

niños ante la muerte de una persona. En la iglesia no cabía ni un alma. La familia de mi Mamá se enteró de tantas historias de mi Tía Fabiola, de tantos cariños e incluso de amores, ya que cuando estaba siendo enterrada había al menos tres ex novios devastados. Lo más triste, después de tanta gente y tantos cariños la soledad se quedó instalada permanentemente en la Casa Orozco Pérez.

Es algo que no ha podido ser superado aún hoy por mis Abuelos. Cuenta mi Mamá que a partir de eso todos se volvieron aprensivos y escépticos. Mi Mamá y mi Tía Jany empezaron a vivir como mi tía Fabiola lo hacía, pensando más en lo importante para ellas y no sólo en lo que estaba bien para los demás.

Fue muy triste para mi Mamá descubrir el maravilloso ser humano que era su hermana hasta después de su partida, porque aunque la adoraba no se dio el tiempo para conocerla realmente y desde su pedestal de hermana mayor no se permitía platicar mucho con ella. A veces la culpa atormenta a mi Mamá, y tal vez por eso le encanta ser maestra de jóvenes de Preparatoria, para escucharlos y aconsejarlos, cuando se puede.

Al pasar los meses, encontraron un libro acerca del alcoholismo que hizo para un trabajo de la escuela, se metió a investigar incluso en los grupos “AA” y eso aclaró la mente de mi Abuelo Luís y decidió dejar de tomar. También encontraron cartas para aquella dichosa Rana, jamás supieron que le decía, pero él tardó mucho en recuperarse. Actualmente está casado y tiene una linda familia.

Tía Fabiola: Aprendí a quererte y respetarte a través del cariño tan grande que guarda mi mamá para ti. Por ti mis papás se casaron ya que con tu ayuda se reconciliaron y gracias a eso han formado la familia que hoy tengo. Además me dicen que me parezco mucho a ti, sobre todo en las patas de quesadilla.