MIGRACIÓN DE VENEZOLANOS AL PERÚ: UNA MIRADA DESDE …

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1 Rev. Teol. Arequipa - noviembre 2019 – año 22 nº.46 MIGRACIÓN DE VENEZOLANOS AL PERÚ: UNA MIRADA DESDE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Jeshira Castro Begazo 1 Resumen El siguiente artículo busca reflexionar sobre el desafío que plantean las migraciones a los cristianos, enfocándose especialmente en la migración venezolana al Perú. Se revisará primero las razones por las cuales los venezolanos se han visto obligados a migrar de su país. En un segundo momento, se analizará desde la Doctrina Social de la Iglesia, el papel que han jugado los peruanos en la interacción con los venezolanos, para finalmente hacer el esbozo de una propuesta de interrelación más cercana y solidaria con los hermanos y hermanas que vienen del país vecino. Palabras clave: Migrante, tiranía, hospitalidad, hostilidad, , solidaridad Abstract The following article seeks to reflect on the challenge that migrations pose to Christians, focusing especially on Venezuelan migration to Peru. The reasons why venezuelans have been forced to migrate from their country will be reviewed first. In a second moment, the role that peruvians have played in the interaction with venezuelans will be analyzed from viewpoint of the Social Doctrine of the Church. Finally we will outline a proposal of closer and solidary interrelation with the brothers and sisters who come from the neighboring country. Keywords: Migrant, Tyranny, Hospitality, Hostility, Solidarity 1 Recibido el 08.02.2020, aceptado el 22.03.2020. Filósofa, teóloga, docente en la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, acompañante del Voluntariado de la UCSM

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Rev. Teol. Arequipa - noviembre 2019 – año 22 nº.46

MIGRACIÓN DE VENEZOLANOS AL PERÚ:

UNA MIRADA DESDE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Jeshira Castro Begazo1

Resumen

El siguiente artículo busca reflexionar sobre el desafío que plantean las migraciones a los

cristianos, enfocándose especialmente en la migración venezolana al Perú. Se revisará primero

las razones por las cuales los venezolanos se han visto obligados a migrar de su país. En un

segundo momento, se analizará desde la Doctrina Social de la Iglesia, el papel que han jugado

los peruanos en la interacción con los venezolanos, para finalmente hacer el esbozo de una

propuesta de interrelación más cercana y solidaria con los hermanos y hermanas que vienen

del país vecino.

Palabras clave: Migrante, tiranía, hospitalidad, hostilidad, , solidaridad

Abstract

The following article seeks to reflect on the challenge that migrations pose to Christians,

focusing especially on Venezuelan migration to Peru. The reasons why venezuelans have been

forced to migrate from their country will be reviewed first. In a second moment, the role that

peruvians have played in the interaction with venezuelans will be analyzed from viewpoint of

the Social Doctrine of the Church. Finally we will outline a proposal of closer and solidary

interrelation with the brothers and sisters who come from the neighboring country.

Keywords: Migrant, Tyranny, Hospitality, Hostility, Solidarity

1 Recibido el 08.02.2020, aceptado el 22.03.2020. Filósofa, teóloga, docente en la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, acompañante del Voluntariado de la UCSM

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1. Introducción

Las migraciones en América Latina han sido una constante. Durante varios siglos Latinoamérica

fue un destino importante para poblaciones europeas, africanas e incluso asiáticas, como las

migraciones de chinos y japoneses durante el siglo XIX al Perú, por ejemplo. Por otra parte,

según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (Martinez P., Cano. C, &

Contrucci, 2014) se ha registrado un incremento de los flujos intrarregionales y

transcontinentales entre el 2000 y el 2017. Grandes flujos migratorios se han dado en los

últimos años en todo el continente americano, especialmente por las diversas situaciones

difíciles que viven los países en América Latina.

Un fenómeno que se ha producido en los últimos meses en nuestro país ha sido la masiva

migración de personas venezolanas, quienes han visto en el Perú la oportunidad de una mejor

calidad de vida. El Estado Peruano ha tenido las puertas abiertas para todos los venezolanos y

venezolanas que han encontrado en nuestra nación muchas oportunidades para mejorar sus

condiciones de vida y huir de la insostenible situación que se vive en Venezuela. Las últimas

cifras según la Superintendencia Nacional de Migraciones respecto del ingreso de personas

venezolanas al Perú exceden los 800 mil ciudadanos2.

Diversidad de reacciones se han dado frente a esta masiva migración. Muchos peruanos

actuaron con compasión y, con variadas formas de solidaridad, colaboraron con los hermanos

que venían del país vecino. En el Norte del Perú, por ejemplo, se evidenció el apoyo de la

población con comida y lugares de acogida. También en otras regiones del país se han visto

acciones solidarias para con nuestros hermanos y hermanas que vienen de Venezuela.

Sin embargo, reacciones adversas que podrían tildarse de xenófobas o aporófobas3 no se

hicieron esperar mucho tiempo4. Afirmaciones tales como: “vienen a quitarnos trabajo”, “son

demasiados, van a desestabilizar la economía peruana”, o incluso, “son ladrones y narcos,

2 Datos obtenidos de la página web de la ACNUR en https://www.acnur.org/peru.html 3 Adela Cortina en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre, considera que la reacción frente a los

migrantes que vienen en busca de una mejor calidad de vida no es xenofobia, porque “lo que produce

rechazo y aversión no es que vengan de fuera, que sean de otra raza o etnia, no molesta el extranjero por

el hecho de serlo. Molesta, esos sí, que sean pobres, que vengan a complicar la vida a los que, mal que

bien, nos vamos defendiendo, que no traigan al parecer recursos, sino problemas” (p.14). 4 Las redes sociales se llenaron de ataques a los venezolanos, mensajes que llegaron por whatsapp o

facebook que afirmaban que “el congreso aprobó el sueldo mínimo de 1100 soles para los venezolanos,

mientras los peruanos se quedarán con los 930” o “SIS para todos los venezolanos, ya son 600 mil y se

espera que lleguen a un millón hasta diciembre” y otras más, empezaron a generar zozobra y malestar

entre los connacionales, y al mismo tiempo despertar al “monstruo xenofóbico”. (Berganza Setién &

Solórzano Salleres, 2019)

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traen más violencia de la que ya existe en el Perú”, persisten aún como el pan de cada día en

las discusiones, cuando de migraciones se trata. Y, peor aún, considerando que los medios de

comunicación masiva han puesto más énfasis en las noticias respecto de personas venezolanas

que cometen delitos, ha generado mayor rechazo frente a estas personas.

En las diferentes ciudades del Perú muchas personas venezolanas han empezado a ganarse la

vida subiendo en los carros a vender caramelos, algunas otras trabajando como

meseros/meseras, vendedores/as, etc., es decir que se han integrado en el mercado informal,

producto de las dificultades encontradas en lo que respecta al reconocimiento de títulos, por

falta de recursos económicos o porque no han podido acceder a la obtención del PTP (Permiso

Temporal de Permanencia)5 (Berganza Setién & Solórzano Salleres, 2019)

Sin embargo, hay una gran cantidad de personas venezolanas que vaga por las calles pidiendo

limosna, a cada cuadra se puede encontrar dos o tres personas venezolanas; algunos con

familia; niños pequeños y grandes, otros solos; pidiendo algunas monedas o comida para el

día.

Por las razones expuestas, se comprende que la migración externa está convirtiéndose en un

desafío para nuestro país. Este artículo es una reflexión desde la fe, respecto de la realidad de

personas venezolanas que migran al Perú. Reconocer el sufrimiento de nuestros hermanos

venezolanos es el primer paso, para cambiar de una actitud de hostilidad a una de

hospitalidad, que nos permita reconocer a nuestros hermanos/as migrantes como seres

humanos, miembros de una misma familia y además hermanos/as en Cristo Jesús, que nos

pide que seamos uno como Él lo es con su Padre que está en el cielo (Jn 17,21).

2. La migración venezolana al Perú: una realidad de sufrimiento

Es necesario que tomemos conciencia de que estamos frente a una realidad de sufrimiento,

sufrimiento que no es querido por Dios, porque Él siempre “mira la aflicción de su pueblo” (Ex

3,7) y actúa en consecuencia (Ex 3, 8-10), sufrimiento que es un mal al cual tenemos que

plantarle cara, como afirma Juan Hernández Pico S.J. “llamar al mal por su nombre y mirarlo a

los ojos”. (Hernández Pico, 2010) En este caso sería reconocer la injusticia que nuestros

hermanos/as venezolanos/as están viviendo, que, al verse despojados de toda seguridad en su

país de origen por un régimen que coacciona la libertad, oprime y ha dejado de preocuparse

5 El Permiso Temporal de Permanencia (PTP) es un documento emitido por migraciones que permite acreditar la situación migratoria regular en el país de los ciudadanos venezolanos por el plazo de un año, y, además, desarrollar actividades en el marco de legislación peruana.

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por el bien de sus ciudadanos, son obligados a dejar a su familia y su hogar para llegar a un

país desconocido, con esperanza de mejorar y no encontrarse con más sufrimiento.

Ahora bien, hacer una reflexión respecto del papel de los cristianos frente a esta situación no

es una tarea fácil. Es importante hacerla desde dos miradas: la primera es reflexionar sobre la

razón por la cual nuestros hermanos venezolanos se han visto obligados a dejar su país y la

responsabilidad que como seres humanos tenemos en ello. En esta mirada será importante

profundizar en la reflexión teológica y política de los sistemas que mueven hoy el mundo, que

están manejados por la dictadura del dinero6, que trae consigo la búsqueda del poder, el

individualismo, la corrupción, la tiranía, etc., la dictadura del dinero que tanto critica Jesús en

el evangelio cuando afirma que nadie puede servir a dos amos (Mt 6,24).

Estos sistemas están llevando a la humanidad a una crisis socioambiental, en la cual todos

tenemos responsabilidades diferenciadas, todos jugamos papeles importantes, desde nuestros

estilos de vida, hasta nuestra silenciosa complicidad y aceptación permisiva de las injusticias

que se viven. Una de las consecuencias de todo ello es la migración masiva de personas en

todo el mundo, obviamente también la migración venezolana.

La segunda mirada nos lleva a reflexionar respecto de nuestra actitud como ciudadanos de un

país receptor frente a los migrantes venezolanos ¿Es una actitud de hospitalidad o de

hostilidad? ¿Somos generadores de esperanza o de desesperanza? ¿Nos reconocemos hijos e

hijas de Dios, hermanos y hermanas en Cristo, parte de una misma familia que es la

humanidad o nos consideramos enemigos/as, con fronteras marcadas? ¿Somos constructores

de puentes o de muros? ¿Qué papel jugamos peruanos y peruanas como buenos cristianos y

ciudadanos frente a la migración venezolana al Perú?

Este artículo pretende realizar una reflexión desde ambas miradas del problema. Como primer

punto se revisará las razones por las cuales se ha producido la crisis migratoria en Venezuela y

el papel que toda América Latina juega en ella.

3. Venezuela: Tiranía y pérdida del sujeto social

Una primera mirada a la situación de sufrimiento de los migrantes venezolanos que vienen al

Perú debe hacerse en función de la realidad en Venezuela. Ciertamente, es una situación

6 De ella hace mención el Papa Francisco en muchas de sus alocuciones y en su Exhortación Apostólica

Evangelii Gaudium (55-57), pero mucho antes el papa Pío XI en su encíclica social Quadragessimo Anno

afirmó críticamente “Por lo que atañe a las naciones en sus relaciones mutuas, de una misma fuente

manan dos ríos diversos: por un lado, el "nacionalismo" o también el "imperialismo económico"; del

otro, el no menos funesto y execrable "internacionalismo" o "imperialismo" internacional del dinero,

para el cual, donde está el beneficio, allí está la patria.” (QA 109)

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compleja, difícil de examinar a profundidad y no lo haremos en este artículo. Pero algunos

datos pueden acercarnos a la problemática y pueden dar una visión más amplia y una

comprensión más humana de lo que los migrantes venezolanos se han visto obligados a vivir y

la razón por la cual han tomado la decisión de dejar su país.

Las últimas dos décadas, Venezuela, pasó de ser un país de acogida a ser un país con un Estado

que ha expulsado a más del 13%7 de su población (Phélan C. & Osorio A., 2019), situación que

no se ha dado de la noche a la mañana. Ha sido un proceso de varios años, y las razones por las

cuales ha salido no solo son económicas, sino que son variadas y complejas.

En Venezuela la salida masiva de su población se produce como consecuencia de la

violación continua de derechos sociales, económicos políticos y civiles por parte de un

gobierno autoritario. La mayoría no sale por razones económicas, sino por un conjunto

de causas se han venido acumulado en el transcurso de veinte años. La salida de

población ha sido además creciente en términos de volumen, aumentando con el pasar

de los años. (Phélan C. & Osorio A., 2019, p. 259)

Phélan y Osorio (2019) afirman que la movilidad venezolana se ha dado en tres momentos

desde 1998 hasta el presente, marcada por hitos definidos por la vulneración de derechos

sociales, económicos, civiles y políticos.

El Primer Momento (1999-2003) es más de carácter político, está definido por la entrada de

Hugo Chávez al poder. En este momento, la salida de venezolanos es consecuencia de la

implantación de medidas de la afectación de la propiedad privada, la vulnerabilidad del Estado

de derecho y el control del mercado, lo que se llama el inicio de la Revolución Bolivariana. El

carácter del Segundo Momento (2004-2013) es económico, la mayor cantidad de migrantes en

este momento son jóvenes y emprendedores afectados por la llamada “lista Tascón”8 que

sufrieron persecución; a esto se suma la devaluación del Bolívar, expropiación y cierre de

pequeñas y medianas empresas y la falta de oportunidades para el empleo y la inversión. Este

momento culmina con la reelección de Hugo Chávez, su muerte y la elección de Nicolás

Maduro. El tercer momento (2014-2019), que se puede afirmar que se sigue viviendo hoy,

tiene un carácter más social:

7 Si bien es cierto estos datos se han obtenido, según los autores, de la triangulación de varios entes informativos tanto nacionales como internacionales, puede que sean más, porque no se tiene los datos de los migrantes que no pasan por ninguna institución o censo. 8 Resultados de la recolección de firmas para solicitar un referéndum revocatorio al presidente Hugo Rafael Chávez Frías en el año 2004. Las firmas recogidas, violando los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, se trasforman en una lista para la persecución y la exclusión.

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se puede sostener que el éxodo de venezolanos durante el tercer momento obedece a

razones de sobrevivencia o escasez de alimentos, medicinas, empleo, la hiperinflación.

Las condiciones sociales junto a la caída de la institucionalidad motivan de manera

contundente la salida de población en busca de refugio y seguridad.” (Phélan C. &

Osorio A., 2019, pp 245-249)

De estos tres momentos, el tercero (2014 a 2019) es el momento en que más venezolanos y

venezolanas han partido (aprox. 47,37% de la población migrante (Phélan C. & Osorio A.,

2019), y es que las razones de desigualdad estructural que han llevado a Venezuela a una crisis

social y migratoria tienen las características cercanas a una Distopia. La situación es

insostenible, y, si en los primeros dos momentos las migraciones fueron motivadas por el

miedo, en una sociedad de riesgo cada vez más evidente, en el tercer momento las razones de

salida son el hambre y la inseguridad.

No se puede dejar de mencionar las terribles agresiones que se han producido a la población

con la violación sistemática de los derechos humanos, por los actos de violencia de Estado que

se han producido frente a las marchas y protestas realizadas en los últimos años.

Si bien es cierto, la Iglesia ha mantenido cierta neutralidad respecto de la situación de

Venezuela, esta, a través de comunicados de sus obispos9 ha criticado fuertemente la posición

del señor Maduro10. Busca el apoyo humanitario de la comunidad internacional para con los

ciudadanos que se quedan aún en Venezuela (o que no pueden salir de ella por falta de

recursos).

El sistema político implantado desde hace algunas décadas ha ido mermando las bases de la

sociedad venezolana. Y este sistema político con sus repercusiones económicas está basado

solamente en la búsqueda del poder y del control de la población, de un líder que tiene delirios

de grandeza, pero que, con su carisma, capacidad de convencimiento y manipulación de la

gente ha generado una población que cree que “es Chávez”.

Hay una creciente conciencia de que Venezuela es hoy una dictadura, incluso se afirma que ha

pasado de ser un totalitarismo a una tiranía (Trigo, Venezuela: del totalitarismo a la dictadura,

9 Los obispos de ese país, en una carta abierta, pidieron un cambio de ruta, un "retorno a la Constitución" para poner fin a tanto sufrimiento de la población que de manera masiva se ve obligada a dejar su país. En la misiva, los obispos, escribieron que ese cambio de ruta "requiere la salida de aquellos que ejercitan ilegítimamente el poder y la elección, en el más breve plazo, de un nuevo presidente de la república", supervisada por organizaciones internacionales. 10Así lo llama el Papa Francisco en una carta, en respuesta a su pedido de mediación. De alguna manera se lee que el papa Francisco apoya a los obispos en Venezuela y tampoco reconoce la presidencia del mismo.

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2017). Mientras Hugo Chávez fue presidente impuso un modelo político, económico e

ideológico, un modelo totalitario que busca moldear a las personas y a las instituciones y por

ende a toda la fisonomía del país (Trigo, 2017). A causa de su hegemonía como líder

carismático, el totalitarismo que impuso se “apoyó” en elecciones y parlamento incluido. Todo

el tiempo, Hugo Chávez gobernó su país como “comandante en jefe” y la población lo

reconoció como tal, “en el chavismo el problema viene siempre de la guerra del imperialismo y

el fascismo y de los vendepatrias criollos, nunca proviene de ellos”. (Trigo, 2017)

Para Hanna Arendt (1974) en un totalitarismo es esencial la aquiescencia de las masas y no

solo la toma de todos los poderes del Estado por parte del líder carismático, situación que se

dio en Venezuela. Sin embargo, según Pedro Trigo, lo sucedido en Venezuela no fue la

masificación de la población sino más bien su politización; por lo que, debido a ello la

población dijo no en el referéndum y es ahí donde se le cae la fachada democrática a Chávez,

al no hacer caso al mismo.

Sin embargo, el carisma de Hugo Chávez todavía prepondera. Muchos ciudadanos y

ciudadanas (chavistas) convencidos de que el presidente estaba haciendo lo correcto, y con el

argumento de que Estados Unidos quiere apropiarse de su petróleo y por ende de su

territorio, Hugo Chávez mantuvo y mantiene el apoyo de muchos de ellos.

Una vez Nicolás Maduro alcanza el poder se evidencia la tiranía. Si bien es cierto, al inicio

intenta jugar con las mismas reglas con las que jugó su predecesor. En las últimas elecciones

rompe totalmente con las reglas del juego democrático. Esto se evidencia en la manipulación

de los resultados y el impedimento de la presencia de observadores internacionales. En este

sentido afirma Trigo:

Ahora el gobierno tiene como único objetivo seguir en el poder. No le importa la

suerte de los ciudadanos. Por eso, la represión creciente. Pero ninguna dictadura

perdura sólo por represión; necesita una clientela. Chávez la tuvo por su poder

carismático, realmente monstruoso, capaz de dejar sin palabras incluso a

intelectuales enemigos suyos. Este gobierno, como no lo tiene, se alimenta de los

nostálgicos que viven de las consignas del «Comandante supremo», ahora

«Comandante Eterno», que ya no llegan ni al millón y de los dependientes por

alimentos y bonos cada día más escasos, que están desertando. Eso mismo ocurre

con los funcionarios del Estado, cada día menos dispuestos a ir a marchas,

controlados por lista. (2019)

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Es evidente que la ciudadanía ha perdido su aplomo, algunos por nostalgia de lo que fue en su

momento el gobierno de Hugo Chávez, otros por haberse acostumbrado o haberse dejado

¿comprar? por los bonos que daba el Estado. De una manera u otra se ha perdido el sentido de

sujeto social en Venezuela. Se vive una especie de “sálvese quien pueda”. Muchas personas

empiezan a desertar sin dar la lucha. Hay muchos también que se quedan y dan grandes

muestras de solidaridad.

Desde el ser cristiano, no es fácil responder a la situación que se vive en Venezuela. Es

necesario ser críticos a la situación de injusticia que se está cometiendo en este país11. Los

sistemas económicos actuales llevan a las personas a estar inmersos en el consumismo

desenfrenado, el individualismo y la falta de capacidad crítica. Ya desde los inicios del siglo XX

la Iglesia hizo una fuerte crítica de las ideologías totalitarias, tanto al individualismo como al

colectivismo, que merman la autonomía y la libertad de la población y van por lo tanto en

contra de su dignidad.

Sin embargo, con todo ello se ha producido la gran migración. Ahora bien, también debemos

ser conscientes que la migración no se ha dado solo en las últimas fechas, y como se ha visto

en líneas anteriores, viene incluso desde la época del “comandante”.

Por otro lado, la descripción que Pedro Trigo hace de su país nos da una mirada de la realidad

que viven los venezolanos: “La situación está crecientemente elementarizada porque cada día

escasean más los elementos para vivir: desde alimentos y medicinas hasta espacio público,

seguridad vital, trabajo, posibilidades de convivialidad, cohesión social, libertades cívicas”

(Trigo, 2015)12.

Esta situación ha generado una falta de normalidad en las relaciones en el país, esta “falta de

normalidad se debe, no sólo a la crisis económica, que desestabiliza terriblemente a las

familias, sino también a la discrecionalidad y opacidad del Estado, que como no se siente

responsable ante la ciudadanía, es impredecible; y además a la falta de cohesión social y la

impunidad reinante” (Trigo, 2015). Resultado de eso está en las noticias de la última alza en los

impuestos tarifarios (Amador, 2020).

11 Aunque como afirmaba Pablo VI en su carta apostólica Octogessima Adveniens: “en unos sitios se hallan reducidos al silencio, considerados como sospechosos y tenidos, por así decirlo, al margen de la sociedad, encuadrados sin libertad en un sistema totalitario… Mientras que unos, inconscientes de las injusticias actuales, se esfuerzan por mantener la situación establecida, otros se dejan seducir por ideologías revolucionarias, que les promete, con espejismo ilusorio, un mundo definitivamente mejor.” (OA 3) 12 Pedro Trigo en “Cómo vivir la situación de Venezuela hoy” describe desde la perspectiva creyente la

necesidad de generar más conciencia entre los venezolanos de cambios en sus formas de ser y actuar. Buscar la solidaridad y despertar al sujeto social es una necesidad urgente.

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El colapso de los servicios públicos fue uno de los factores críticos de 2019 que más

afectó la calidad de vida de los venezolanos, sometidos a fuertes racionamientos

de electricidad, agua potable, gas doméstico y gasolina. Si bien los subsidios

fueron un arma política del chavismo durante largos años, las cuentas de la

nación, abatidas por años de despilfarro y corrupción, así como de destrucción de

la fuente primaria de ingresos -que es la industria petrolera-, no tienen capacidad

para seguir suministrando prácticamente gratis los servicios públicos. (Amador,

2020)

Se puede inferir que hay muchas razones por las que se ha llegado a una situación alarmante

para los venezolanos al punto de obligarlos a dejar su país para buscar una mejor calidad de

vida. Los medios de comunicación abierta poco dan cuenta de la realidad vivida en Venezuela,

hay más desinformación que información real, y eso se debe especialmente a que se vive en

una sociedad cerrada y autoritaria. Sin embargo, gracias a la difusión de las redes sociales y

otros medios digitales informativos, también podemos tener acceso a la realidad.

La falta de cohesión social en Venezuela es un signo del individualismo reinante en el mundo,

la falta de responsabilidad de unos por otros, la falta de solidaridad. La corrupción encuentra

su caldo de cultivo en la indiferencia de las personas por la vida política de su país y, por lo

tanto, aquellos que están buscando el poder llegan fácilmente a obtenerlo. La realidad de

Venezuela solo es el reflejo de lo que pasa en muchas otras sociedades en el mundo.

Hoy por hoy, la tendencia es a dejar que los “políticos” no sólo representen sino tomen todas

las decisiones por el ciudadano, se ha “raptado” al Estado, y hay poca reacción social por parte

de los ciudadanos. Se evidencia, cada vez más la necesidad de un despertar del ciudadano, que

busque el bien común, que sea más solidario, que despierte la fraternidad y que se preocupe

porque su sociedad sea más justa y humana. Ciertamente no podemos dejar de lado, los

esfuerzos que hasta el momento se han hecho y que se continúan haciendo para buscar

justicia y luchar en contra de la dictadura que persiste y que tanto daño le está haciendo al

país.

4. Perú: Ciudadanos cristianos que generan esperanza

La realidad de migración que está viviendo el Perú, especialmente con la masiva movilidad de

los hermanos venezolanos/as interpela a todos los creyentes. El papa Francisco, desde hace

varios años, viene insistiendo en que los cristianos tenemos un rol que jugar en este desafío.

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En el mensaje de la Jornada Mundial de los Migrantes y refugiados en setiembre del 2019

afirma:

“La presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las

personas vulnerables, representa hoy en día una invitación a recuperar algunas

dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad,

que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades.

Razón por la cual, “no se trata sólo de migrantes” significa que, al mostrar interés

por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que, cuidando de

ellos, todos crecemos; que, escuchándolos, también damos voz a esa parte de

nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista.” (Papa

Francisco, 2019)

Las afirmaciones del Papa Francisco ponen en el centro de la discusión del desafío de las

migraciones algunos temas fundamentales (Ares, Enero-Marzo 2016) desde la perspectiva

teológica: la identidad cristiana, cuando afirma que debemos recuperar las dimensiones

esenciales de la existencia cristiana y de nuestra humanidad; la justicia y la misericordia13,

cuando nos invita a no adormecernos en nuestro estilo de vida lleno de comodidades; la

dignidad humana, en cuanto nos recuerda que no solo se trata de migrantes, implícito en ello

el hecho de que son personas, seres humanos; y finalmente la hospitalidad; que brinda el

espacio para que el otro/a pueda ser escuchado, cuidado, respetado.

Estos cuatro puntos son importantes dentro de la reflexión teológica, y, sobre todo desde el

pensamiento social cristiano en lo que respecta a la migración y especialmente a la migración

masiva de migrantes venezolanos al Perú.

a. La identidad cristiana: en misión, en salida

La identidad cristiana se juega en el seguimiento a Cristo. Somos cristianos, porque seguimos a

Jesucristo y Él siempre estuvo en camino, saliendo al encuentro de los más necesitados,

recorriendo toda Galilea (Mt 4, 23), caminando por la ribera del mar de Galilea (Mt 4, 18),

yendo de un lugar a otro en toda la región. Es por ello que la identidad cristiana tiene su

fundamento en la misión de la Iglesia, que, siendo hijos e hijas de un Dios misericordioso, por 13 Es importante comprender que la justicia y la misericordia están relacionadas íntimamente, que una no puede entenderse plenamente si no se comprende la otra, el Papa Francisco lo declara de la siguiente manera: “No será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor.” (MV 20)

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quien hemos sido creados a su imagen (Gn 1,27), y también siendo hermanos y hermanas en

Cristo Jesús, que nos ha liberado, estamos llamados a estar en salida, siempre en movilidad,

siempre en misión, como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: los cristianos debemos

salir a hacer lío, hacia las periferias geográficas y existenciales y, como el buen samaritano,

salir de nuestro camino, de nuestro confort para encontrarnos con el otro vulnerable.

Es por eso, por lo que las migraciones son un desafío para los creyentes, porque interpelan a la

raíz misma de nuestra existencia cristiana, de nuestra identidad. La realidad de las personas

migrantes es una realidad de movimiento, aunque ellos se han visto, en la mayoría de las

veces, obligados a movilizarse por diversas razones, pero ¿acaso Jesús, María y José no se

vieron en la misma situación, obligados a huir, a buscar refugio porque sus vidas eran

amenazadas por Herodes que solo buscaba el poder? (Mt 2, 13-15) ¿No pasó lo mismo con el

Pueblo de Israel que se vio obligado a migrar también, para liberarse del yugo de los egipcios?

(Ex 6, 6)

Respecto a estas situaciones de migración en la Biblia, encontramos que es Dios mismo quien

avisa, quien impulsa a salir del lugar para cuidar de la vida, para liberarse del yugo, porque el

Dios en el que creemos, es el Dios de la vida y no de la muerte, es un Dios que quiere que nos

liberemos de las estructuras injustas y que vivamos en plenitud. Por eso, Dios también invita a

los creyentes a estar en salida, a que nos movilicemos hacia diferentes lugares para

solidarizarnos con aquellos que sufren las injusticias de este mundo, que estemos en misión.

Este es el centro de la identidad cristiana. Afirma Francisco “La Iglesia «en salida» […] sabe

tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los

caminos para invitar a los excluidos” (EG 24).

Ya en el Antiguo Testamento se afirma lo siguiente: “Cuando un forastero resida entre ustedes,

en su tierra, no lo opriman. Al forastero que reside entre ustedes lo mirarás como a uno de su

pueblo y lo amarás como a ti mismo, pues también ustedes fueron forasteros en la tierra de

Egipto. Yo soy Yahvhe, su Dios” (Lv 19,33-34).

Todos somos forasteros en la Tierra, la Tierra es don de Dios, le pertenece a Dios, en una

medida u otra todos somos migrantes, el texto de Levítico nos recuerda nuestra identidad

comunitaria. Somos humanidad, todos tenemos la misma dignidad, porque hemos sido

creados a imagen de Dios “Yo soy Yahvhe, su Dios”, no es solo Dios de algunos, Él es Dueño y

Señor de todo lo creado, todos estamos de paso en la tierra. Por eso le pide a Israel amor al

forastero. La Tierra para el Pueblo de Israel es muy importante, es la promesa hecha por Dios,

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la tierra es vida, sentido de pertenencia. El libro del Levítico nos pone ante nuestra propia

realidad de migrantes en el mundo.

Las personas migrantes nos recuerdan la esencia de la identidad cristiana de ser peregrinos en

este mundo. Y también nos recuerdan el camino de humanidad que se debe seguir. De esta

manera nos lo recuerda el documento de Aparecida: “la realidad de las migraciones no se ha

de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran recurso para el

camino de la humanidad”(DA 413) puesto que nos exhorta a que vayamos al corazón mismo

de los seres humanos, al reconocimiento del otro en la misma dignidad de hijos/hijas de Dios.

b. Dignidad de la persona humana

Las Sagradas Escrituras nos recuerdan que todos somos hijos e hijas de un mismo Padre,

hemos sido creados a su imagen, que entre nosotros no deben existir diferencias, que todos

debemos amarnos los unos a los otros como Cristo nos ha amado (Jn 13, 34).

Ya nos recuerda también la Constitución Pastoral Gaudium et Spes que “Dios, que cuida de

todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se

traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de

Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda la faz de la tierra

(Hech 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo.”(GS 24)

Frente a las personas en movilidad, los creyentes deben mostrar también fraterna solicitud de

reconocimiento de la dignidad humana. Sucede muchas veces que, cuando empezamos a

encasillar a las personas migrantes o en movilidad en etiquetas que tienen connotaciones

claramente políticas, económicas, sociales o culturales, estamos yendo en contra de la

dignidad de la persona humana. Estas etiquetas producen desigualdad, asimetría en las

relaciones, exclusión, explotación, estigmatización, discriminación.

En muchos países la falta de reconocimiento de esta dignidad termina por mercantilizar a los

más vulnerables, entre ellos las personas migrantes, por ejemplo, en lo que respecta al

trabajo; “cuando hay necesidad de mano de obra son útiles y cuando no, son desechables y

vienen a robarnos el trabajo” (Ares, Enero-Marzo 2016). En este sentido el Papa Benedicto XVI

nos recordaba: “Obviamente, estos trabajadores no pueden ser considerados como una

mercancía o una mera fuerza laboral. Por tanto, no deben ser tratados como cualquier otro

factor de producción. Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee

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derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier

situación.” (Caritas in Veritate 62)

El Papa Francisco nos recuerda que “no se trata solo de migrantes”, sino de personas, seres

humanos, que, por diversas razones, han tenido que dejar su lugar de origen. A pesar de ello

tienen los mismos derechos y la misma dignidad que todos los que viven en el país receptor. Se

trata de seres humanos, que, además, pertenecen a la misma familia que todos nosotros y que

merecen respeto y consideración por ello.

Desde la doctrina social de la Iglesia se tiene claro que la dignidad es el principio más

importante en todas las dimensiones del ser humano. Si se toma real consciencia de ello,

entonces debe reconocerse que todos los derechos humanos brotan de la igual dignidad que

todos/as tenemos. En este sentido Juan XXIII en la Pacem in Terris recordaba: “Ha de

respetarse íntegramente también el derecho de cada hombre a conservar o cambiar su

residencia dentro de los límites geográficos del país; más aún, es necesario que le sea lícito,

cuando lo aconsejen justos motivos, emigrar a otros países y fijar allí su domicilio. El hecho de

pertenecer como ciudadano a una determinada comunidad política no impide en modo alguno

ser miembro de la familia humana y ciudadano de la sociedad y convivencia universal, común a

todos los hombres.” (PT 25).

Se afirma, de esta manera, que la movilidad y la migración son un derecho humano, que, por

ende, debe respetarse, además de poner las condiciones adecuadas para que las personas que

se movilizan por el mundo tengan lo necesario para desarrollarse. Razón por la cual ningún

cristiano debe consentir el racismo, la xenofobia o aporofobia.

c. La justicia y la misericordia

Estos dos principios son también esenciales en lo que respecta a la reflexión sobre la

migración. En la situación que se vive hoy en el Perú hace falta más justicia y misericordia para

con las personas migrantes. Si bien es cierto la migración masiva de personas venezolanas ha

puesto en el centro de la discusión y en la agenda política el desafío de la migración, el Perú

por siglos ha sido un país con mucha movilidad interna, que además constituye un desafío,

incluso mayor, puesto que los propios connacionales sufren injusticias al abandonar su lugar

de origen para buscar mejor calidad de vida en la ciudad.

La actitud de un peruano/a debe ser amorosa y misericordiosa con los forasteros, que se

encuentran en situación de vulnerabilidad, puesto que también muchos de ellos son

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“forasteros en su propia tierra”. La justicia de Dios alcanza su plenitud en la misericordia que

se muestra para con aquellos que viven en constante sufrimiento.

En el paradigmático texto de Mateo 25, 31-46, Jesús se reconoce en el forastero “Fui forastero

y ustedes me recibieron en su casa” (Mt 25, 35), y reconoce que aquellos que lo recibieron en

su casa, eran los justos, los “benditos de mi Padre” (Mt 25, 34).

Con este texto, nos queda claro que hacerle justicia al pobre, entre ellos el migrante

(forastero), aliviar su sufrimiento, es la actitud del creyente, del cristiano. En una sociedad

donde se construyen muros para evitar que los otros se acerquen a nosotros y viceversa,

donde se afirman las diferencias, y se considera al diferente como el enemigo, una sociedad

cada vez más hostil y con menos esperanza; los cristianos deben ser signo de esperanza,

afirmar aquello que los une, y tender puentes para acercarnos, “aprojimarnos” a los más

débiles y vulnerables.

La Parábola del Buen Samaritano, también es un buen ejemplo de lo que los cristianos deben

hacer frente a la situación que se vive para ser signos de esperanza. El hombre que estaba por

el camino y fue asaltado (Lc 10, 30), bien podría representar a cualquier migrante venezolano

que ha llegado al Perú y se ve “asaltado” por la discriminación y el rechazo, por la falta de

oportunidades, por la indiferencia, la desidia e incluso por la violencia de muchos peruanos

que no sabemos mirar el mal y llamarlo por su nombre (Hernández Pico, 2010).

La actitud del samaritano que pasaba por el camino (Lc 10,33), es la actitud que todos los

peruanos, buenos ciudadanos, deben tomar, acercarse a estos hermanos con una actitud de

hijo e hija de Dios que actúa solidaria y eficazmente para aliviar el sufrimiento de los más

vulnerables, y que, además, es signo de esperanza en una sociedad cada vez más

deshumanizada. Es el paso a la esperanza, que nos recuerda que somos hijos e hijas de un Dios

de la vida, que ha resucitado y que nos exige que demos vida y esperanza por donde pasemos.

La Iglesia en este sentido también tiene un rol que cumplir en la defensa de los derechos de las

personas que migran, así nos lo recuerda el documento de Aparecida:

Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablemente la

denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente como también el

esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de

los países para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de

las personas en movilidad. Debe tener presente también a los desplazados por

causa de la violencia. En los países azotados por la violencia se requiere la acción

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pastoral para acompañar a las víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para

que puedan vivir de su trabajo. Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo pastoral y

teológico para promover una ciudadanía universal en la que no haya distinción

de personas (DA 414)

Desde la doctrina social de la Iglesia se habla de los principios del bien común y del destino

universal de los bienes. El bien común son las condiciones de la vida social que posibilitan a las

personas y las instituciones el pleno desarrollo, Desde esta perspectiva todos los seres

humanos tienen derecho a acceder a los servicios públicos, al trabajo y a la seguridad para

poder desarrollarse como ser humano. El Papa Francisco exhorta a que busquemos el

desarrollo integral,

El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Los países en

vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en

beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan solo a

algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se

lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los

refugiados que dichos conflictos generan. Quienes padecen las consecuencias son

siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide

sentarse a la mesa y se les deja solo las ‘migajas’ del banquete (cf. Lc 16,19-21). El

desarrollo exclusivista hace que los ricos sean más ricos y los pobres más

pobres. El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres

y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose

también por las generaciones futuras. (Papa Francisco, 2019)

Esta inclusión es en todos los sentidos y para todas las personas. Muchas veces las personas

que migran quedan en una especie de “vacío legal” que se convierte injustamente en un vacío

social, político, económico e incluso cultural y religioso. El destino universal de los bienes como

principio nos recuerda que la vida de la persona humana está incluso por encima de cualquier

ordenamiento político, porque todos pertenecemos a la misma familia humana y por ende

todos tienen derecho a un “espacio”, un “lugar” en el mundo, donde se puedan desarrollar

integralmente y alcanzar una vida en plenitud.

Los cristianos también deben ser generadores de esperanza frente a todas estas situaciones de

injusticia. Si bien es cierto deben denunciar proféticamente las situaciones de injusticia,

también deben anunciar proféticamente la Palabra de Dios que es vida y esperanza y que con

acciones de ayuda y solidaridad se hace presente en la historia humana.

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Solo teniendo una actitud de generadores de esperanza, de solidaridad y justicia para con los

más débiles podremos darle paso a la hospitalidad. Abriendo nuestro corazón a los

“forasteros” y reconociendo que nosotros también podemos serlo.

d. De la hostilidad a la hospitalidad

Para terminar, es importante que el ser generadores de esperanza para nuestros hermanos/as

venezolanos/as nos lleve a ser hospitalarios con ellos (Hb 13, 1-2.5-6). La Carta a los Hebreos

nos recuerda que las personas que supieron ser hospitalarios/as, sin saberlo, hospedaron

ángeles, es decir, mensajeros de Dios o incluso a Dios mismo. Y es que, como afirma el

evangelio en Mateo 25, “estuve de paso y me acogisteis”, Cristo se identifica plenamente con

los forasteros, acogerlos a ellos es acogerlo a Él.

La pregunta es ¿qué implica la hospitalidad? La hospitalidad es hacer un espacio dentro de

nuestro corazón, nuestra vida, que pueda ser llenado. Henri Nouwen afirma que la

hospitalidad es primordialmente la creación de un espacio libre donde el extraño pueda entrar

y convertirse en amigo en vez de enemigo. Eso implica pasar de mirar al extranjero como

enemigo a mirarlo como amigo. Es decir, pasar de ser hostil a ser hospitalario.

Este movimiento no es sencillo. El miedo a los extranjeros pobres muchas veces llama a la

hostilidad. Pero en el amor no hay temor, reza San Pablo, por ende, es necesario ejercitarse en

el amor a los demás, convertir al extranjero en amigo a través del amor, la generosidad, la

bondad y la gratuidad.

La hospitalidad lleva a exigir para ellos también el reconocimiento de sus derechos al margen

de su nacionalidad. El brindarle en “nuestro hogar”, un espacio donde puedan desarrollarse

como persona hasta que puedan volver a “su hogar”.

Actitudes que demuestran hostilidad han preponderado hasta el momento, incluso la decisión

del Estado peruano de crear una división para el crimen cometido por extranjeros es una

decisión basada en la xenofobia o la aporofobia. La criminalidad en el país no ha aumentado

solamente, por la presencia de los extranjeros, y en esta situación los medios de comunicación

están jugando un rol preponderante al dar la información.

Todos somos conscientes de las formas en las que se discrimina en el Perú, especialmente a las

personas venezolanas. Conversando con los responsables del servicio jesuita Encuentros en

Arequipa, afirman que todos los días llegan denuncias de hermanos venezolanos por haber

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sido discriminados, habérseles negado el ingreso a un colegio, la atención en un hospital o

porque no quisieron recibir su denuncia de violación en algún puesto policial.

Cerrar nuestro corazón a la posibilidad de encuentro con el/la otro/a diferente, es cerrar una

posibilidad de encuentro con Jesús, porque Él se encuentra presente en los hermanos

extranjeros.

Acciones pequeñas, como acercarnos a ellos, conocer su historia, hacernos sus amigos, como

dice Gustavo Gutiérrez “no nos hemos comprometido con los pobres hasta que seamos amigos

de ellos” 14solo así podemos ser casa de acogida para los migrantes, y, en esa medida ir

haciendo presente el Reino de Dios entre nosotros. Un reino que no tiene fronteras y donde

todos somos iguales porque nos reconocemos como hijos e hijas amados y amadas de Dios,

además de hermanos y hermanas en Cristo.

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