Mistaken

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Borrador #1

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(c) Guillermo Fernandez

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Borrador #1

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Mistaken – William H. Stone  

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Capítulo 1

as tostadas que me había preparado sabían a cartón. Había gastado

el dinero de la preparatoria en medicamentos para curar a mi

hermana. Todo de forma clandestina, por supuesto. Si por cualquier

razón el gobierno se hubiese enterado me habrían matado en lo que tarda un

corazón en pararse por una descarga eléctrica. Esto no hubiera ocurrido si no

fuese por aquella crisis que acabo con la economía de todo el mundo. Si esa

crisis no se hubiese producido los políticos no habrían desaparecido. La gente

pensó en ello como algo positivo pero en cuanto el ejercito cogió el timón todo

empezó a cambiar. Me habían separado de mis padres a los doce años como a

todo el mundo; después me habían instruido para la vida diaria en la

preparatoria, hasta que cumpliese los dieciocho. Ese día era hoy. No me

sorprendía que nadie me hubiese felicitado, estaba prohibido la relación entre

personas de diferentes marcas1.

La televisión se encendió de repente haciendo que la tostada se cayese

dentro de café aguachirri que la estropeada cafetera me había preparado. El

general Crotto apareció de pie detrás de un atril. Pude ver en el notas de

cansancio y miedo, pero, la verdad, no sentí compasión. Él había conducido a

esta nación al desastre y me había dejado huérfana. Miré la foto de mi familia

que pude colar burlando los controles de seguridad de la fase. Mi padre los había

                                                                                                               1  Starshine  esta  repartida  en  tres  marcas:  Alpha,    Omega  y  Gamma.  

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diseñado por lo que sabía como evitarlos. El general tosió y después de atusarse

la corbata empezó a recitar el discurso como un cuerpo sin alma, con la mirada

perdida y la voz temblorosa.

-Querida nación de la cual estoy tan orgulloso, -el cabrón quería que nos

creyésemos que esto lo hacia por nosotros y no por el bien de el y su consejo- me

alegra deciros que nuestro nivel de producción a aumentado de forma

considerable; –era normal, explotaba a la gente hasta que morían- por eso,

habitantes de los Estados Unidos de América me duele anunciar que un toque

de queda se va a establecer en todas las marcas y fases del país. La hora límite

para mantenerse en la calle serán las once de la noche, a partir de esa hora, nadie

podrá salir de sus hogares.

Una gran bomba de murmullos, gritos e insultos estalló en la calle. La

gente se pasaba el día trabajando y lo único que querían era disfrutar de la poca

libertad que le aportaba la fase sénior.

>>La razón de esto es la presión de ciertas células terroristas por hacer

que el estado caiga en una gran depresión, de la que os aseguro –levantó el tono

de voz- no podremos salir. Esto es todo.

La emisión se cortó y la televisión se volvió a apagar. El gobierno nos

controlaba y nos vigilaba; de eso estábamos todos seguros. Teníamos cámaras en

todos los lados de la ciudad, en nuestras muñecas habían implantado un chip

localizador y todos nuestros movimientos eran registrados por el CMC (Control

Del Movimiento Civil). Cuando terminé de desayunar corrí al baño y me lavé las

manos. No era el momento de darme una ducha, ni tampoco tenía los créditos

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suficientes para ello. Mi padre, siempre había dicho que esto funcionaba como

en los videojuegos. De repente, noté como una aguja se me clavaba en la vena de

la muñeca; un líquido azul corría por todas mis arterias. Mi cabeza empezó a dar

vueltas y mis piernas cedieron como si alguien las hubiese dado una paliza. Mi

cuerpo se desplomó en el suelo de aquel baño.

Estaba en una sala blanca. Sentada en un sillón blanco. Y con un vestido

blanco impoluto. Enfrenté de donde estaba sentada había un escritorio también

blanco. Estaba mareada y mis ojos lloraban solos. La puerta que estaba a mis

espaldas se abrió dejando pasar a un hombre viejo de unos ochenta y tantos

años. Iba vestido con un esmoquin negro, así que supuse que era alguien

importante. Se sentó en la silla del escritorio y por fin habló.

-Bienvenida Savannah. –tenía la voz característica de un cantante de jazz

que a fumado mas cigarros en su vida que comida a tragado.

No sabía que decir. Todo daba vueltas. Era como si estuviese bajo la

influencia de alguna droga.

-Se que esto es confuso, pero con el tiempo necesario lo vas a entender

todo. Yo soy Sam, y soy tu nuevo jefe.

¿Mi nuevo qué? Si, tenía edad para trabajar pero en la preparatoria no

habían hablado de esto si no de las oficinas de trabajo. Intenté despertarme pero

no dio resultado.

-¿Co… co… como…?

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-Este es tu trabajo. De ahora en adelante, vas a ser una mistaken. Se que

nunca has oído hablar de ello pero te aseguro que este es el mejor trabajo que

puedes encontrar.

En realidad si había oído de los mistaken. Mi padre había firmado un

contrato con ellos cuando yo apenas tenía siete años. Nunca me había explicado

de que se trataba todo aquello, pero, yo tampoco se lo había preguntado.

>>Nuestro trabajo se trata de internarse en los cuerpos de personas que

previamente han firmado un contrato. Dentro de su cuerpo arreglamos las

cuentas pendientes que tienen, llamados por nosotros, pecados y nos

despedimos de sus familiares.

Mi corazón dio un vuelco. No podía creer que mi padre habría firmado

eso. Había escuchado peleas y disputas de mis padres sobre ello, pero nunca me

había imaginado la grandeza del problema.

-¿Cómo es posible que me pueda meter en el cuerpo de… de… -me

tembló la voz- una persona?

Todo esto parecía una película de ciencia-ficción, todo era demasiado

surrealista para ser verdad. Quise escapar pero “la curiosidad al gato mató…

-Gracias a nuestras novedosas tecnologías hemos desarrollado un sistema

de intrusión y exclusión de cuerpos. Pero, no te preocupes joven; todo esta bajo

vigilancia de los médicos mejor calificados del país.

-¿Trabajamos para el estado?

-En cierto modo, sí.

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…y la satisfacción lo devolvió.” Había jurado que por un momento todo

esto era ilegal pero trabajar para el estado era lo correcto. Supuse que este era mi

destino. Que era la profesión que me había tocado.

-¿Todo correcto señorita? Tengo otros clientes a los que atender, –me

mostró un contrato- tan solo tiene que colocar su muñeca…

En un impulsó mi muñeca se apoyó en el papel. La piel de ella se

empezó a rasgar y dejó ver una pantalla holográfica. No había una gota de sangre

pero parecía como si me estuviese desangrando. Cuando mi piel se regeneró,

una señorita me ofreció una vaso de agua que acepté encantada. En cuanto la

probé me di cuenta de que aquello no era lo que yo pensaba.

La silla se tambaleó y se cayó hacia atrás. Justo en el momento en el que

se iba a hacer trizas contra el suelo el tiempo se paró. Mis visión se volvió

borrosa y noté como algo me emborrachaba.

Entonces me desplomé en una bañera de agua gélida. La bañera de mi

apartamento. Joder. Estaba empapada. Un ruido metálico resonó en toda la

habitación; me di cuenta de que era la pantalla que tenía en la muñeca la que

emitía el sonido. Un texto apareció en la pantalla; “Bienvenido al asistente de

configuración del Work-tab. Diga su nombre en alto.”

-Savannah Gennins.

El título se fundió en una transición con otro; “Ahora le introduciremos

un pequeño semiconductor en la incisión de su muñeca.” Un dolor insoportable

inundo mi cuerpo. En la pantalla, una barra de se rellena al mismo tiempo que el

dolor se multiplicaba. “Información recogida. Ha recibido un paquete.”

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Corrí hacia la válvula de correo que se situaba en mi cocina y dejé que el

gordo y pesado paquete aterrizase en mis manos. En la tapa no se mostraba

ningún remitente. Me senté en la mesa del comedor y lo abrí. Saqué todo lo que

contenía; en primer lugar, había un traje que cubría desde el cuello hasta los

tobillos. Era de un azul discreto y estaba hecho de un tejido elástico y suave.

Debajo de este había un libro. Hacía miles de años que no veía un libro, el

último me lo había regalado mi padre cuando había celebrado mi onceavo

cumpleaños. Se encabezaba “Mistaken. Normas, instrucciones y castigos.” Lo

saqué y me di cuenta de que era mas pesado de lo que parecía. Lo seguía lo que

parecía un cuerpo humano de plástico deshinchado. Todo eso era lamentable.

Por último, en el fondo de la caja, había un mapa. Cuando lo desdoblé un punto

rojo viajó hasta una localización y de ella salió una mensaje: “Centro Mistaken.

Pasé su Work-tab para guardarlo.” Y eso hice.

La válvula de correo tembló de nuevo y de ella salió una nota del tamaño

de una mano. En ella se podía leer una palabras escritas a mano: “Reúnete con

tu mentor Mistaken en el café Coco & Nut en diez minutos.”

Esto iba en serio, muy en serio.

Me senté en la mesa que aquel hombre me señaló. Tendría una década

mas que yo en su espalda pero emanaba juventud a raudales. Era, lo que se

podía llamar atractivo. Su cuerpo era muy delgado, casi raquítico, tanto que sus

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mandíbulas salían a relucir cada vez que sonreía. Supe que no era ético pararme

allí. De pie. Mirándolo fijamente. Desnudándole con la mirada.

Se levantó y se atusó los pantalones a la cintura. Era alto, mas alto que yo

y seguramente que todo el mundo en aquella cafetería.

-Soy Gleb, –me estrechó la mano firmemente- tu mentor…

Sonreí mientras bajaba la cabeza. No quería mostrar mi sentimientos;

cuando lo hacía era como un libro abierto. Enseñándole todas mis bazas a mis

enemigos.

-Savannah.

Aquella oscuridad que en un momento sentí al mirarle se dispersó. De

una forma u otra comprendí que era indispensable que confiase en el. Tenía

ganas de preguntarle todo sobre mi nuevo trabajo, suponiendo que el pudiese

contestarlas todas.

-Así que yo soy tu mentor… Interesante… -se tocó la barba de una forma

sensual-.

-¿Tu primera vez? –me di cuenta de lo mal que sonaba- Quiero decir…

¿Soy tu primera aprendiz?

-En efecto, querida Sav.

Una oleada de nostalgia me azotó tan fuerte que hizo que me

tambalease. Mi padre me llamaba así. Lo decía mientras me acariciaba el pelo o

la cara.

Sentí como si Gleb me conociese a la perfección, como si hubiese

investigado sobre mi; descarté la idea en cuanto me preguntó por mi familia:

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-Tengo una hermana, Paige. Esta enferma. Demasiado enferma. He

gastado todo mi dinero de la preparatoria en sus medicamentos pero ni esas.

-¿Y tus padres? ¿No se los pueden pagar?

Las lagrimas asomaron por mis ojos pero hice un esfuerzo para que se

volviesen dentro.

-A mi padre… En fin… Mi padre era el creador de los sistemas de

seguridad de Starshine2 pero algo falló en los táctiles.

Gleb me colocó la mano encima de la mía. Un dolor punzante recorrió

mi cuerpo lo que hizo que retirase la mano y la colocase encima de mi falda de

tablas.

>>Cuando lo descubrieron lo mataron. Sin mas. Sin darle oportunidad

a arreglarlo o a explicarles que había ocurrido; con el tiempo descubrieron que

los táctiles habían sido hackeados. Mi madre es una manipuladora de alimentos

que no cobra mas de 40 dólares al mes. Esa ensalada que te estas comiendo, –

señalé el plato que tenía delante- es probable que la haya limpiado mi madre.

Se rió enseñando aquella sonrisa pulcra e impoluta. Aquella sonrisa llena

de matices varoniles.

-Lo siento. Por todo. –me cogió la mano. Otra vez.- De verdad.

Respiré profundamente y me aparté el pelo de la cara. Cada vez me

sentía mas cómoda y confortable con el cerca; lo que al principio me parecía una

situación incomoda esta acabando siendo una de las mejores conversaciones de

mi vida, o por lo menos una de las mas sinceras.

                                                                                                               2  Ciudad  en  la  que  se  sitúa  la  historia.  

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-Creo que es hora de que empecemos a hablar de los mistaken, estoy

intrigada.

-¿Qué quieres saber? Meterte en un cuerpo, arreglar sus problemas y

despedirse de la gente que formula en el contrato.

Me sorprendió la facilidad con la que hablaba del ritual. No aparentaba

mas de veintitantos años.

-Pero… ¿Cómo es la intrusión? ¿Qué se siente al…?

-Veo que usas la jerga. –soltó una carcajada que resonó en toda la sala-

Es como cuando te metes en una piscina de cabeza. Es como si tu cuerpo dejase

de serlo y tu cliente fuese una marioneta.

-Parece fácil.

-No lo es.

-Eso es de ayuda. –dije con tono burlón-.

De repente el Work-tab de Gleb empezó a emitir un pitido electrónico

mas que desagradable. Hizo unos movimientos con los dedos y después se

levantó.

-Tenemos que irnos. Hay un cliente.

En mi mente me estaba acariciando las manos como un mafioso. Estaba

emocionada por mi primer día de trabajo. Me colocó la mano en el hombro y

me dirigió a la salida. Fuera se sacó una llave del bolsillo y encendió un coche

deportivo que estaba aparcado enfrente. Era amarillo y tan brillante que nos

podíamos ver reflejados en el.

-¡Que cochazo! –exclamé-.

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-Necesitamos llegar rápido, –se metió en el coche y apoyó el codo en la

puerta- pronto tendrás el tuyo.

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Capítulo 2

a velocidad se reflejaba en mi rostro. Gleb estaba concentrado con

las manos en el volante. No perdía detalle de lo que hacía, sus

movimientos era lentos y delicados, tanto que eran sensuales. Sabía a

donde íbamos gracias a mi Work-tab; nuestro destino era el Centro Mistaken.

-¿Estas nerviosa? –relajo las manos y paró en un semáforo-.

-Creo que si. Estoy harta de asistir a la preparatoria para aprender cosas

ridículas que estoy segura que nunca usaré en mi vida; pero también tengo miedo

de no saber hacerlo.

Me había llevado muchos golpes en la vida. Nunca había destacado en

nada, nunca nadie me había dicho que estaba orgullosa de mi. Supuse que, con

los años encontraría mi virtud pero todavía no lo había hecho.

-Créeme. Yo te ayudaré.

Sonreí de medio lado en forma de agradecimiento. El coche iba a una

rapidez vertiginosa. Desde la ventana se podía ver Starshine; sus altos rascacielos

donde me imaginaba a un joven y apuesto hombre con traje informando a sus

empleados sobre la economía del país, o sus establecimientos apelotonados en

grandes edificios. De repente entramos en la fase 3 donde se encontraba la

marca Gamma; era la marca mas peligrosa y también pobre de la ciudad.

-Todo esto es una mierda.

-¿El que? –pregunté aunque me imaginaba la respuesta-.

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-¿No lo ves? Este país se ha ido a la mierda. –me sobresalté al escuchar

eso, estábamos llenos de vigilancia y tan solo por decir algo en contra del

gobierno podrían matarnos. El se dio cuenta de lo que estaba pensando-.

Tranquila, nadie puede escucharnos, estos vehículos están libres de micrófonos o

cámaras; petición de los clientes.

Me relajé y me giré para poder mirarle a la cara. Con el sol reflejándole

en el rostro aún era mas guapo. Entonces me di cuenta de que tenía un ojo de

cada color; uno era azul grisáceo y el otro verde oscuro. Era precioso.

>>Estoy harto del general Crotto y de sus secuaces que lo único que

hacen es comernos el coco a cada paso que damos hacia la libertad. Mis padres

me contaron cosas sobre la vida antes de los militares, por eso los mataron. Ellos

me dijeron que antes había una cosa llamada democracia. Era el gobierno del

pueblo, el pueblo elegía quien era su líder. Alucinante, lo sé.

Un hervidero de emociones se convirtieron en un nudo en mi garganta.

Estaba experimentando la culpa de pensar que los militares eran mejores que los

políticos. Me había equivocado y lo sabía.

-Yo, -respondí- siempre pensé que los militares eran mejores que los

políticos que ellos nos habían sacado de la recesión y de la crisis pero me he

dado cuenta de que todo lo que ellos nos han contado es mentira. ¿Cómo pude

ser tan tonta?

Gleb pareció comprenderme.

-Yo también lo pensaba. Este país no debería tener reglas. Nunca

entendí a la gente que dice que sin leyes todo sería un desbarajuste. Que

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caeríamos en la anarquía. ¡Y que mas da! ¡Cada uno se haría responsable de sus

actos! En la vida todo el mundo tiene justicia gracias a la muerte.

-¡No! –exclamé despertándome del embrujo en el que me había sumido

al escucharle hablar- No tiene por que ser así. ¿Por qué no tener algo a lo que

ceñirnos?

-¡Savannah! ¡A tu padre lo asesinaron por una ley! ¡¿Cómo puedes estar

de acuerdo?! –me gritó en la cara-.

Me quedé cuajada. No sabía que decir, tan solo quería salir de esa

situación y meterme en la cama y llorar. Creía que no sabía lo que estaba

pasando, creía que no me daba cuenta. Lloré, por primera vez en mi vida lloré

enfrente de alguien.

-Lo siento Sav. –me dijo mientras me ponía la mano en el hombro de

una forma tan paternal que no pude reprimir una sonrisa-.

-No te preocupes, sé que todo lo que pasa en esta ciudad es culpa del

puto gobierno pero la verdad es que no lo quiero admitir.

Gleb me regaló una sonrisa y después accionó el freno de mano. Miré

por la ventana y vi un almacén abandonado.

-Ya hemos llegado.

Cuando salí del coche el viento revolvió mi pelo. Estaba enfrente de un

edificio de dos plantas. La fachada estaba hecha de ladrillos que con el paso del

tiempo se habían agrietado; en esta había, además, varias ventanas con un marco

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blanco. Noté como una mano me tocaba en la espalda y me conducía hasta la

entrada. La puerta estaba blindada y para abrirla se necesitaba el Work-tab, Gleb

y yo lo pasamos por un pequeño lector casi imperceptible. Cuando estábamos

dentro me di cuenta de que el interior no se parecía nada al inmueble que

parecía por fuera.

Las paredes eran blancas. Tan blancas que dañaban a la vista. Tan

blancas que parecían iluminadas. Enfrente de nosotros se abría una gran sala

llena de mesas y sillas de acero a conjunto con el suelo. En ellas había gente que

no paraba de hacer cosas, escribían en el ordenador que tenían delante de ellos,

se levantaban y llevaban algo a otro.

-Estos son los buscadores, –Gleb me mostró con la mano toda la sala-

son la gente que nos mandan a los clientes que han muerto a nuestros Work-tab.

El ritmo era frenético, nadie paraba un momento. En frente de todos

ellos, una chica de mi edad miraba, de pie, a unas grandes pantallas en las que se

encontraban unos mapas con puntos rojos en algunos sitios de Starshine. Gleb

tosió para llamar la atención, ella se giró y dejó ver un rostro de diosa griega; con

unos labios rojos del diablo y unos ojos verdes pardo. Llevaba un traje negro

embutido y unos tacones de leopardo que le estilizaban la piernas.

-Hola querido Gleb. –se bajó de la plataforma y le acarició el rostro-.

-Drew, Savannah. Savannah, Drew.

Sus tacones dieron un giro sobre si mismos y sus ojos se me quedaron

mirando. Quise decirle cualquier cosa para que apartase la vista ya que esos ojos

me estaban quemando. Lo sentía.

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-Uhh… Que belleza… Y mira que… -me tocó los senos- Perdón. Soy

Drew y soy la jefa aquí, como debes apreciar.

Su voz sonaba prepotente y llena de un ego. Un ego que aumentaba a

cada paso que daba y a cada chico que se desmayaba a sus pies.

-Drew, en este momento Sav me pertenece después te la dejo para ti.

-¿Sav? ¿Pero que confianzas son esas? –se puso entre Gleb y yo- No se si

sabes que no se puede intimar entre empleados.

-Pero la norma no es aplicable a la jefa ¿no? –Gleb le plantó un beso a

Drew-.

La envidia corría por mis venas. Estaba claro que Gleb y yo nunca

íbamos a tener nada, pero el hecho de que alguien lo atase me parecía de mal

gusto. Di unos pasos y me quedé pasmada mirando hacía el techo.

Arriba se habría un bóveda que no había visto desde fuera. Estaba

acristalada pero tenía pequeños detalles artísticos en los ventanales. Desde allí se

podía ver el cielo oscuros y gris que había ese día. Cuando bajé la cabeza me di

cuenta de que toda la oficina se había quedado mirándome. Me miraban

firmemente y me dio la sensación de que estaban mirando en mi alma. Gleb me

tocó el brazo y me llevó por las escaleras que daban al segundo piso.

Antes de entrar en la sala se disculpó.

-Lo siento. Últimamente Drew y yo estamos teniendo unos cuantos

altibajos y tengo que aprovechar cada situación que se me presenta.

El argumento me pareció ridículo pero no dije nada. Detrás de una

puerta de cristal había dos ordenadores monstruosos en los que dos técnicos no

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paraban de escribir. A los lados había cuatro salas. En cada una se podía ver

como unos chicos de unos pocos años mas que yo se metían dentro de unos

tubos y después desaparecían. Esa visión me dio un dolor en la cabeza insufrible.

-Estos son los geolocalizadores. –tocó a uno de ellos en el hombro que

se giró y dejó ver un rostro lleno de arrugas; tocado por las horas enfrente de la

pantalla- Ellos se ocupan de “localizar”, valga la redundancia, a nuestros clientes

cuando han muerto.

-¿No tenéis su domicilio?

-Claro que lo tenemos, pero no solo te puedes morir en tu casa. Te

puede atropellar un coche en medio de la calle o te puede dar un infarto en una

cafetería.

Como siempre Gleb tenía respuesta. Era como si lo supiese todo sobre

todo. El geolocalizador le dijo algo en el oído acto seguido me cogió de la mano

y me llevó a una de las salas. Me empujó hacia uno de los tubos y después cerró

la tapa de cristal. El se metió en otro que estaba enfrente mía y se encerró.

-T.J estamos preparados.

-¿Preparados para que? –grité mientras aporreaba el cristal-.

Un gas denso salió por unas rejillas que estaban a mis pies y me hicieron

caer en un sueño del que apostaba que me iba a costar salir.

Todo estaba muy oscuro comparado con la luminosidad del almacén.

Estábamos en un callejón, iluminado apenas por unos focos. Miré hacia arriba y

vi una luna llena que se difuminaba con la niebla. Gleb estaba a mi lado; llevaba

uno de esos trajes ajustados y… ¡Oh dios!, llevaba el pelo verde.

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-Ese pelo te queda fatal. –Le señalé la cabeza mientras hacía una mueca.

Se rió y me señaló. Noté como me empezaba a sonrojar. Sentía que mis

mejillas ardían. Me giré y me vi reflejada en una plancha de acero oxidada que

estaba apoyada en la pared.

Tenía unas mechas al final del pelo celestes y verdes y llevaba un traje

apretado que parecía de neopreno rosa. Parecía una drag-queen.

-¿Por qué coño tenemos que llevar este disfraz?

-Ese disfraz es tu uniforme y no podrás quitártelo. Además estas

guapísima con esas mechas.

Me volví a mirar, pero seguía sin verlo. El traje me hacía unos senos que

estaba segura de que no tenía y me marcaba cada curva de mi cuerpo. Por

primera vez en mi vida me estaba sintiendo sexy.

Un sonido ensordecedor salió de… alguna parte. Gleb salió corriendo y

yo detrás de el. Corría muy rápido y no podía seguir su ritmo así llegué tiempo

después al portal de el edificio donde se paró.

Era un edificio abandonado donde apenas vivían dos personas, bueno,

ahora tan solo una. Gleb dio una patada a la cerradura y esta cedió como si

tuviese la llave. Entramos caminando, con cuidado de no hacer mucho ruido y

en cuanto nos aseguramos de que no había moros en la costa subimos las

escaleras. No sabía a donde ir pero con seguirle me bastaba. Cuando llegamos al

pasillo un olor a podrido sofocaba el aire. Hicimos un sprint hasta la habitación

del cliente y abrimos la puerta con una ganzúa.

-Tu encárgate de la cocina y del dormitorio, yo del salón y del baño.

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Y salió corriendo en dirección contraria a la mía. Me tambaleé hasta el

dormitorio y abrí la puerta temblando. Revisé con la mirada cada esquina de la

habitación pero no había nada, así que me largue a la cocina.

Allí estaba, con un cuchillo clavado en el pecho y un hilillo de sangre

que le caía por la boca y terminaba en un charco que había calado la moqueta.

Me puse la manga de la camiseta en la boca y llamé a Gleb que se acercó

corriendo. No me había fijado en sus abdominales hasta ahora. Se le marcaban

en el traje. Un calor interno subió por mi garganta y salió de ella en forma de

suspiro.

-Bien… -encendió el manos libres que tenía en la oreja- T.J, ¿Me envías

los documentos?

Una vibración sacudió mi muñeca. Mire hacía el Work-tab y un perfil

parecido al que tiene la policía apareció. Ashton Knope, 87 años, Empresario,

Multimillonario. Todo ese perfil no pegaba con el infierno en el que estaba

viviendo.

-¿No te das cuenta de que lo han asesinado? –le pregunté a Gleb-.

-Veo que no te has leído el manual; no nos responsabilizamos de las

causas de la muertes de nuestros clientes. Hace años que la policía no investiga

un caso de asesinato, no podemos tomarnos la justicia por nuestra mano.

-Lo dice el mayor detractor del gobierno.

Todo se quedó en silencio durante unos minutos. No se oían siquiera

nuestras respiraciones.

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-T.J, estamos preparados para la intrusión. Pon a Savannah como

observadora. –parecía molesto-.

Gleb puso su mano en la del muerto y la otra libre encima de la mía.

Antes de poder preguntarle por que se había enfadado, nos habíamos metido en

el cuerpo de Ashton.

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Capítulo 3

stábamos dentro. Nunca me había sentido así. Tenía ganas de

vomitar y me sentí como en una nube que iba a desvanecerse de un

momento a otro. Ashton/Gleb estaba enfrente mía. Se sujetaba la

cabeza con la mano y con la otra se sacaba el puñal. Cuando lo sacó del todo

soltó un grito que resonó en toda la habitación. Me miró y me hizo señas para

que me acercara.

-Tienes que hablar con T.J, -tenía una voz cansada y prácticamente

susurraba- pregúntale que tenemos que hacer.

Nunca había tenido las agallas para hacer nada. Siempre me había

escondido de los problemas. Era mi fuego interno quien se enfrentaba a las

situaciones tensas. Pero estaba ahí, observando como alguien se metía en el

cuerpo de otra persona para arreglar sus errores o despedirse de la gente a la que

mas quería. Ashton/Gleb empezó a toser, parecía que le iba a salir el corazón por

la boca. No sabía exactamente lo que tenía que hacer pero entonces recordé lo

que Gleb había hecho.

Me puse la mano en el oído y le pregunté a T.J lo que Ashton/Gleb:

-T.J, Gleb me pregunta que es lo que tiene que hacer.

-Te lo mando a tu Work-tab en 3…2…1. –algo me sacudió la muñeca-.

En cuanto abrí el mensaje todo mi estomago se dio la vuelta. Gleb nunca

iba a hacer eso.

E

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-¿Qué pasa? –Ashton/Gleb se acercó, olía a muerto-.

Lo miré, tenía los ojos vidriosos. Puede advertir su iris bajo el de Ashton.

Me temblaba toda el cuerpo.

-Te…te…tenemos que…-di media vuelta y miré por la ventana. Desde allí

se podía ver el edificio Difuso, donde trabajaba el general-. Buscar a su hija.

Ashton/Gleb abrió los ojos de repente y aun con molestias en todo el

cuerpo se levantó y me cogió de la mano. Fue un gesto que me sobresaltó y me

dejó atontada.

-Sabes que no podemos hacer esto, Sav, lo sabes.

La voz de T.J rompió aquel momento que tanto había soñado.

-No puedes ir a buscarla. Esta fuera de nuestra jurisdicción. El gobierno

nos financia.

-¡Ya lo sé! –gritó Ashton/Gleb- Ya lo sé…

Me sentía decepcionada. La única voluntad de Ashton era poder

despedirse de su hija, como todos los padres desean. Alcé la vista que hasta hacía

poco estaba en el suelo y vi que Gleb se había sentado en un sillón viejo. Me

acerqué a el y apagué el comunicador al suelo y después lo pisé con la punta de

mi tacón.

-¡¿Qué haces?! –Ashton/Gleb se levantó sobresaltado- ¿Sabes cuanto

cuesta eso?

-Me da igual, –mentí- tenemos que buscar a su hija. Imagínate que tu

padre quiere… quiere despedirte de ti pero no puede por las putas normas del

general. Imagínatelo.

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Ashton/Gleb lo pensó durante unos segundos y después sacudió la

cabeza.

-No quiero buscarme problemas. –se acercó el dedo rollizo de Ashton al

oído- ¿Algo que hacer T.J?

-No, nada.

-Bien, prepáranos para la expulsión.

La visto se me nubló y el estomago me dio un vuelco. Sentí una

sacudida, después otra y otra hasta que me quedé inconsciente.

Cuando me desperté estaba en mi cama. Tenía un dolor que me

taladraba la cabeza y que apenas me dejaba respirar, como en una resaca. Mire el

reloj y me di cuenta de que había pasado un día desde que todo el tema de Gleb

había pasado. Igual todo había sido un sueño.

Sonó el timbre. Me levanté tambaleándome pero antes de llegar a la

puerta me paré a mirarme a el espejo. Tenía el pelo hecho un asco pero no tenía

tiempo para arreglarme. El timbre volvió a sonar esta vez mas tiempo.

Abrí la puerta y me encontré con unos ojos penetrantes.

-Hola Sav.

Gleb esta apoyado en el marco de la puerta. Tenía una chaqueta de

cuero colgada del hombro que sujetaba con un dedo. Estaba extremadamente

sexy.

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-¿Qué… que… qué haces aquí? –pregunté atusándome el pelo

rápidamente-.

-Venía a ver que tal estabas después de lo de ayer, –asentí con la cabeza-

¿puedo pasar?

-Claro.

Vaciló unos segundos y después entró. No me había dado cuenta de lo

desordenado que estaba el apartamento hasta que Gleb apartó un pantalón de un

sillón para poder sentarse.

-¿Quieres un café? –pregunté desde la cocina- ¿Un zumo?

-No gracias, estoy bien.

Me eché un poco zumo en un vaso y cogí un bollo que había en la

panera. Cuando salí vi a Gleb ojeando una revista y en ese momento me importó

lo mas mínimo mis pintas. Quizás tenía el pelo lleno de nudos y el maquillaje

todo corrido pero lo que importaba era que todo eso me daba igual.

Aparté unos cojines y me tiré en el sofá que estaba enfrente del sillón.

Nos miramos durante unos momentos y después nos reímos. Llevaba una

camiseta azul claro con cuello de pico y unas bermudas vaqueras.

-¿Qué tal estas? Ayer fue un día duro, -se rascó la frente- no te tendría

que haber llevado a una intrusión real…

Esperó a que dijese algo pero no articulé palabra así que continuo.

-Te llevaré al centro mistaken y lo intentaremos con un… cerdo.

Me reí. Era domingo. Gracias a dios, la fe se había mantenido y los

domingos era día de iglesia así que nadie trabajaba.

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-¿Acaso podemos ir los domingos?

-No. –contesto rotundo Gleb-.

-¿No?

-Nos colaremos. –se levantó y se fue hacia la puerta- Te espero en cinco

minutos abajo.

-Necesito mas de…

-Diez.

Corrí a la habitación y me puse una blusa de flores silvestres y unos

shorts vaqueros. Ya en la puerta cogí unas sandalias y me las puse mientras

cerraba la puerta a mis espaldas. Bajé corriendo las escaleras y me encontré de

frente con Gale. Tenía unas Ray-ban puestas que le hacían aún mas rebelde.

-¿Lista? –me miró de arriba abajo-.

-Lista.

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Capítulo 4

ubo un momento en mi vida en la que fui feliz. Fue hace mucho

tiempo pero lo recuerdo. Mi madre trabajaba con mi padre y este

estaba vivo. Mi hermana no estaba enferma y ella y yo vivíamos en

una casa con jardín en la fase 1. Eran flashbacks borrosos pero me hacían seguir

adelante. Soñaba con poder encontrarme con mi madre.

Cuando llegamos al centro mistaken no había nadie. La puerta estaba

desactivada por lo que los Work-tab ni siquiera funcionaban. Gleb estaba

empezando a desesperarse cuando me cogió del brazo y corrió hacia la parte de

detrás del edificio.

Antes de agarrase a una tubería y después a otra y a otra hasta llegar a la

ventana del segunda piso me miró. Aquellos ojos de distinto color eran muy

profundos, tanto que podían derretirme.

-¡Ahora es tu turno! –gritó desde la ventana.

-¡¿Tu estas loco?!

-Venga, no tenemos todo el día…

Agarré la tubería con una mano. Me temblaba todo el cuerpo. Cogí

impulso y me aferré a otra tubería mas inestable que la anterior. Esa mañana

hacía frío. El cielo amenazaba con una tormenta inminente.

-¿Sav? ¿Estas bien? –dijo Gleb que tenía la mano extendida-.

-¡Siiiiiii!

H

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Le cogí la mano y me aupó hasta su regazo. Nos quedamos allí unos

segundos, mirándonos. A pesar del viento frío que soplaba, su mano –que

todavía no se había separado de la mía- estaba caliente.

-¡Vamos! ¡Corre! –ya estaba bajando las escaleras hacia el primer piso-.

Partí hacia el como una niña pequeña detrás de una mariposa. A pesar

de todas las adversidades que se me habían puesto delante en ese momento era

feliz. Tan feliz como en mis mejores sueños.

La sala parecía diferente cuando estaba vacía y ordenada. Los escritorios

de acero brillaban mucho mas y los ordenadores holográficos mostraban el logo

de Mistaken en sus pantallas. Las pantallas a las que Drew solía mirar

proyectaban el mapa de la ciudad, esta vez vacío de puntos rojos. Allí dentro

hacía aun mas frío que en la calle.

Gleb se acerco a la cafetera y preparó dos capuchinos con nata. No solía

tomar café pero no me podía resistir a un manjar como ese. Cuando empezase a

ganar dinero, me los prepararía todos los días.

-Gracias. –dije mientras recogía la taza-.

Nos sentamos encima de una de las mesas –la que estaba mas cerca de la

salida- y nos terminamos el café mientras manteníamos una conversación

animada.

-¿Qué quería ser de mayor antes de todo esto? –pregunté mientras me

limpiaba con la manga el bigote que la nata había dejado en mis labios-.

-Si te digo la verdad… No me acuerdo, quizás astronauta… o policía.

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Me miró de soslayo. Como si estuviese recordando una parte dolorosa

de su vida.

-¿Y tú? –inquirió-.

-Profesora.

-¡Anda!

-Si, el hecho de enseñar a la gente cosas suponía que sabías cosas y eso

me emocionaba. Igual por que vivimos en una mentira constante o por que tengo

un espíritu investigador pero eso quería ser yo… -suspiré- profesora.

Cuando nos quisimos dar cuenta los dos nos habíamos acabado el

capuchino y lo único que hacíamos era sorber aire con la pajita. Gleb me dio

unos golpes en la espalda para que me levantase y nos fuimos hacía una pared

que estaba vacía a la izquierda del inmueble.

Tocó la pared unas cuantas veces, palpándola. Después de un rato la

empujó hacia un lado dejando ver un pasillo blanco, incluso mas que las paredes

que nos rodeaban. Dentro había fotos en blanco y negro.

-Estos son los miembros mas honorables que hemos tenido, cantantes,

actores, políticos…

-¡Alucinante! –exclamé mientras tocaba delicadamente el cristal que

recubría las fotografías.

Cuando estábamos casi llegando al final Gleb se paró de golpe y abrió

un pequeño compartimento oculto detrás de uno de los retratos. Accionó una

sofisticada palanca que abrió unas puertas correderas negras. Entramos, yo

temblando, él con paso firme.

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La sala en la que entramos era enorme, el doble que el primer piso del

centro mistaken.

-¿Cómo es posible? Desde fuera…

-Bajo tierra. –me miró desde el centro de sala- Estamos bajo tierra. El

pasillo en realidad es un ascensor.

Había mesas por todas lados, aunque estas eran diferentes a las de acero,

eran blancas y las patas tenían forma de ese. Gleb caminaba tocándolas y

seguramente quitándoles el polvo ya que hacía mucho tiempo que nadie pasaba

por allí.

Di unos pasos para ponerme a su altura y pregunté:

-¿Qué se supone que es esto? –levanté las manos señalando aquel

complejo-.

-A mi me gusta llamarlo el centro de aprendizaje, yo pasé aquí mi primer

mes pero tu no vas a correr la misma suerte.

Dio la vuelta a una pantalla que hacía unos segundos estaba mirando a la

pared y después dio un toque en ella.

-Nos pasaremos aquí el resto del día. Tú y yo practicaremos intrusión,

expulsión y todo lo que necesitas hacer.

-Con cerdos. –dije señalando a unos cerdos que se mostraban en el

monitor-.

-Con LOS cerdos mistaken.

-Estamos en el siglo XII de verdad que tenemos que utilizar cerdos.

Además, es asqueroso.

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Gleb se encogió de hombre y después se dirigió a una puerta que había

en el fondo de la estancia. Después de unos minutos salió con una cría de cerdo

en brazos. Verlo de esa forma me hizo conocer su parte tierna. Sonreí.

-Esta es Light y es una preciosidad.

-Ya veo… -dije mirando para otro lado intentando no reparar demasiado

en el y en su perfección- Bueno, ¿Qué? ¿Empezamos?

-Claro, claro… -miró hacia los lados buscando algo- ¡Aquí esta!

Tenía un cubo en las manos. Era tan grande que casi no lo podía ver. Se

volvió a meter en la sala y volvió con el recipiente lleno de agua.

-Es agua fría, -lo dejó en el suelo- para despertarnos.

Se quitó la chaqueta y la dejó en una mesa. Después con Light en brazos

se fue hacia el centro y me hizo un gesto para que lo siguiera.

-Bien, -se frotó las manos, esperando a que tomase el control- lo primero

que hacemos es concentrarnos. Pero no esta tan fácil como pensar en el cuerpo

si no interiorizar el cuerpo y caer en una especie de trance…

-Pensé –interrumpí- que de eso se ocupa la droga que sales de los tubos.

-En cierto modo si, pero si uno no se concentra le puede sentar mal, -me

señaló- como a ti. Por donde iba… ¡Ah! ¡Si! Nos concentramos y ahora solo

tenemos que tocar con el Work-tab a el cliente y…

Gleb había acercado su muñeca a Light y de esta habían salido unas púas

que se habían clavado en los músculos del cerdo. Los dos ahora estaban

conectadas.

-¿Gleb? –abrí los ojos y lo vi tirado en el suelo- ¡Gleb!

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A mi espaldas el cerdo estaba saltando y corriendo. En cambio, mis ojos

no dejaban de contemplar a un chico joven, elegante y atractivo tirado en el

suelo. Un impulso hizo que le acariciase la cara sin darme cuenta que Light

ahora ya no era Light.

El animal corrió hacia el cubo y soltó un gruñido que resonó en cada

pared. Me levanté y corriendo alcancé el balde y lo vertí sobre el cerdo que soltó

una serie de bufidos que en Gleb hubieran sido tacos.

El cuerpo se empezó a mover poco a poco hasta que después de unos

minutos para acostumbrarse a la luz volvió en si.

-Ahora es tu turno. –dijo Gleb como si yo fuese la que acababa de

meterme dentro del cuerpo de un gorrino-.

Tenía miedo. No del dolor o de lo que podía salir de esa púas, tenía

miedo de fracasar delante de mi mentor.

-¿Duele? –pregunté mientras acercaba la muñeca al cerdo que jadeaba-.

-La primera vez, -sonrió- las primeras veces siempre duelen.

Posé mi mano en la barriga de Light y dejé que todo pasase.

No estaba mareada. Levanté la vista y me vi tumbada en el suelo. De los

picos salía un liquido pastoso de color verde. Me sentía pequeña y en realidad lo

era. Gleb no paraba de reírse desde el suelo.

Me incomodaba estar así pero hice un esfuerzo por mantener mis

nervios.

-Corre, -me gritó- es la mejor forma de conectar.

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¿Confiaba en Gleb? No sabía la respuesta pero cogí impulso y salí

disparada hacia la otra punta de la sala. Con cada zancada que daba un soplo de

adrenalina corría por mis venas de cerdo.

Si no hubiese estado tan pasmada mirando las estrellas que se mostraban

en el techo-pantalla me hubiese fijado en que Gleb venía por detrás con un cubo

lleno de agua fría. Si aquella estrellas claras y libres de humos no me hubiesen

dejado absorta no me hubiera despertado tan de repente.

Pero así fue y una punzada de dolor atravesó todo mi cuerpo.

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Capítulo 5

aboreé cada bocado del perrito caliente que devoraba en apoyada en el

capó del coche de Gleb. La carrocería era suave y no tenía ningún

rasguño. El ya se había terminado y tragaba una cerveza. Habíamos ido

a la fase 1, mi verdadero hogar. Normalmente no podría pasar –soy una Omega-

pero al ser mistaken tenía permitido acceder a todas las fases.

Y eso era un privilegio bastante exclusivo.

-¿Te gusta? –dijo Gleb quitándose la botella de la boca por un

momento-.

-Umm… -saboreé- Esta riquísimo, hacía mucho tiempo que no tomaba

uno… Acabo de romper mi dieta y la llevo haciendo un año…

Hasta que no lo mencioné no me empecé a sentir mal. Siempre me

había considerado un poco gordita por lo que aquel año había empezado a hacer

un régimen a base de ensaladas y pescado a la plancha.

-Si quieres mi opinión, –me miró de arriba abajo- no la necesitas.

Noté como me ponía roja y un nudo se ataba en mi garganta. Nunca,

nadie, en mi vida me había dicho que era guapa o que estaba delgada, –excepto

mi madre- y por eso siempre había tenido reparo para coquetear.

Aunque ahora no tenía que preocuparme, el que coqueteaba era el.

-Estas… ¿Intentando ligar conmigo?

Notaba los latidos del corazón en los oídos.

-¿Yo? –abrió los ojos como platos y después relajó la expresión- Puede…

S

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Una ráfaga de adrenalina azotó mi cuerpo como un viento sureño. El

frío de la calle se había convertido en un calor sofocante. Pero, a pesar de mi

excitación, le seguí el juego.

-Te recuerdo que tienes novia.

-No por mucho tiempo –apenado, bajo el rostro y juro que vi asomar

una lagrima por sus ojos-.

Ya me había dicho que tenían problemas pero ayer parecían mas…

Estables. Reprimí una sonrisa. Al fin iba a tener una oportunidad y parecía que el

me estaba dando pista libre.

-Lo… lo… siento. –dije al fin-.

-No, llevamos así desde que la ascendieron y sólo por que se tiró al jefe.

–aquellas palabra fueron chocantes- Pero yo no se lo tuve en cuenta ya que el

plan era que también me ascendieran y pudiésemos al fin compartir piso. –

levantó la cabeza y se acarició el tabique nasal- Pero no lo hizo, no se si por qué

no pudo o por qué no le dio la gana pero desde ese día no la trato igual.

Una racha de viento nos despertó del embrujo que los dos habíamos

sufrido. Miró hacia mi mano y al ver el papel del perrito caliente vacío se metió

en el coche.

-¿Quieres que te lleve a casa o te dejo por la zona? –soltó cuando al fin

me metí en el coche-.

-¿Sabes? ¿Por qué no vienes a mi casa? Vemos una película, pedimos

una pizza y bebemos unos mojitos.

No sabía como iba a reaccionar, igual había sido muy directa o atrevida.

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-Claro. ¿Por qué no? –dijo mientras accionaba el coche y se dirigía hacia

la fase 2.

Conducimos hasta mi casa y cuando llegamos ya eran casi las siete. Nos

habíamos pasado todo el día en el centro practicando. Al llegar dejé las llaves un

plato que estaba en la entrada y el abrigo en el perchero.

Hacía frío ya que ese mes no había pagado la calefacción. Pero confiaba

en que con el sueldo pudiese sufragar las deudas.

Gleb se quitó la bufanda que había añadido al conjunto y la dejó en el

sillón en el que se había sentado esa misma mañana. Yo fui a la cocina y cogí el

numero del local de pizza.

-Las pizzas de la fase 2 son realmente buenas. –dije mientras esperaba a

que cogiesen- Hola, quería pedir una pizza para llevar a domicilio… Sí… ¿Te

gustan los champiñones? –Gleb asintió- De champiñones, jamón y queso… La

dirección es…

Mientras daba la dirección vi como Gleb iba a la cocina y abría la nevera.

Después de unos minutos la cerró y volvió al salón. Yo ya había terminado de

pedir la pizza y esperaba tumbada en el sofá.

-¿No tienes cerveza de verdad? –dijo con una cerveza sin alcohol light en

la mano-.

-Estoy… estaba a dieta.

-¿No me has hecho caso? –sacudió la cabeza incrédulo-.

-¿No debería?

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-No, no… -se recostó- Es solo que… nunca fui el que daba los mejores

consejos.

Sus ojos me observaban fijamente buscando un gesto de arrepentimiento

y lo encontró.

-Dejaré la dieta, -noté como sonreía- solo por que me lo pides… tu.

Me sentía juguetona y excitada al mismo tiempo pero sabía que no era el

mejor momento para intentar conquistarlo. Quizás tan solo fuera cuestión de

tiempo.

-¡Ei! Tienes “Cuatro bodas y un funeral” me encanta ese clásico de las

comedias románticas –dijo Gleb señalando hacia la estantería donde reposaba mi

colección de deuvedés.

Hubo un tiempo en el que me obsesioné con ese genero de películas,

igual fue por mi falta de cariño en ese momento en el que había perdido a mis

padres o por que siempre me había encantado ese tipo de películas pero durante

mi infancia nunca tuve oportunidad de verlas. Por lo que un día gasté mas de mil

créditos en películas y ahora mi colección superaba las cincuenta.

-Bien, -dije entusiasmada en parte por poder compartir mi afición con

alguien- veremos esta y después… -recorrí los lomos de las películas con los

dedos- ¡Esta!

Me di la vuelta y no encontré respuesta de Gleb. Se había quedado

dormido. En mi casa. En mi sillón. A dos metros de mi cuerpo. Y despertarle y

pedirle que se fuera.

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Podría haber esperado mas y haberme dado cuenta de que Gleb se

estaba haciendo el dormido y que poco después abrió los ojos y siguió tragando

la cerveza pero no fue lo que hice si no que me metí en la cama. Todo por que

quería pasar todo el tiempo posible con Gleb.

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Capítulo 6

staba mirándome en el espejo. Llevaba un camisón largo que me

cubría todo el cuerpo pero me transparentaba la ropa interior. Mi

pelo estaba mas rubio de lo normal y mis ojos se habían vuelto rojos.

Alcé la vista y me sobresalté al ver un chico detrás de mi.

Tendría mi misma edad pero era mucho mas alto y fornido que yo. Tenía

un semblante adusto e impenetrable, sin emoción alguna. Se acercó con un paso

garboso, casi flotando. Pude advertir un tatuaje en su cuello, unas letras en una

caligrafía itálica casi ilegible: “And we will burn in HELL.3”

Se acercó a mi y noté su aliento en mi piel. Tan real como si estuviese

ocurriendo. Me dejé llevar y observé como su boca rodaba por mi mejilla. Noté

un escalofrío y me miré en el espejo.

De repente, aquel joven misterioso, se estaba haciendo añicos. Como un

cristal, roturas de todos los tamaños se formaban en su rostro. Cada vez mas

hasta que hubo un momento en el que ya no se podían separar y todos

explotaron en miles de cristales que soltaban destellos celestes; uno me rozó la

cara y me hizo un corte del que empezó a brotar sangre.

                                                                                                               3  “Y  arderemos  en  el  infierno”  

E

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Capítulo 7

a casa olía a bacon y a tortitas. Era un olor dulce, muy dulce, tanto

que mi boca se hacía agua.

El sol me daba en la cara por lo que me puse la mano delante

de los ojos y me incorporé. El edredón se escurrió y dejó ver mi cuerpo

semidesnudo tan solo oculto por un modesto sujetador de encaje. Cogí la

sudadera de los Starshine Wolves y me la puse, a continuación me anude una

coleta y me dirigí a la cocina desde donde procedía el olor.

Gleb estaba allí. De pié. Viendo las noticias con una taza rebosante de

café en la mano. En cuanto oyó mis pasos se acercó con un plato de tortitas y

una taza de café que después dejó en la mesa.

-¡Buenos días! –su sonrisa se convirtió en un gesto de preocupación- ¿Qué

te ha pasado ahí?

Sus dedos recorrieron mi mejilla. Las yemas parecían tener electricidad

mientras acariciaban mis poros. Cuando dejó reposar la mano en su vaquero, yo

hice lo miso, sintiendo una punzada de dolor en mi pómulo.

Me miré en el reflejo de la nevera y vi como en mi cara se había descrito

un corte casi cicatrizado. Parecía profundo.

-Eh… eh…

No supe que contestar. Nunca sabía. Gleb aún me miraba extrañado,

preocupado y compungido. Sus ojos brillaban a la luz del fluorescente.

L

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-Savannah, -otra descarga eléctrica recorrió mi cuerpo- te quería pedir

perdón por quedarme aquí la pasada noche. Me quedé dormido…

Empezaba a sospechar que no.

-… y la verdad es que no sabía como agradecértelo por eso te he hecho el

desayuno. Así que relájate –me puso la mano en el hombro- y disfruta. Yo ya me

voy.

-¡No! –me sobresalté a mi misma- No hace falta…

-De verdad, tengo que irme. Drew debe de estar preocupada y necesito

darme un ducha.

Gleb se marchó y cuando cerró la puerta juraría que mi corazón se paró

durante un segundo.

El resto del día me lo pasé en la calle lo que no era normal en mi. Los

jardineros se habían ocupado de que todas las fases estuviesen llenas de cerezos

programados para que floreciesen antes.

Dentro de lo que cabía, Starshine estaba preciosa.

Hubo un tiempo en el que salir de casa era peligroso y casi imposible. Las

calles estaban asoladas y ha nadie se le ocurría poner un paso fuera de donde era

estrictamente necesario. Durante ese momento yo me quedaba en el jardín

mirando las nubes que se arremolinaban en el cielo y que anunciaban una gran

tormenta. Mi madre, a mi espalda, cantaba canciones con su voz armoniosa.

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Siempre supe que aquel momento iba a llegar. Desde pequeños nos

habían enseñado a enfrentarnos al momento de la separación de nuestros padres

pero cuando ocurrió yo no estaba preparada.

Mis padres se peleaban todas las noches y por mucho que se quisiesen mi

padre acababa durmiendo en el sofá. No ver que había una grieta era inútil.

Cuando se daban un beso fingían algo de lo que ni se acordaban. Era triste pero

era mi vida.

-¡Rose! –gritó alguien a mi espalda- ¡Rose!

Me giré para ver quien vociferaba y vi como un chico de mi edad me

miraba. Era tan guapo que me sorprendí al ver tal belleza. Su mandíbula creaba

un arco tan perfecto que parecía artificial. Sus ojos en cambio eran de un negro

ceniza oscuro, tanto que no se diferenciaba el iris de la pupila.

Se sentó a mi lado y me puso el pelo detrás de la oreja.

-Creo que te equivocas. –dije desconcertada y a la vez embobada-.

-¿Rose? –me miró mas fijamente- ¿Cómo me voy a equivocar? Que

bromista eres, por cierto, me gusta tu nuevo color de pelo...

-No soy Rose, -saqué mi tarjeta de identificación y dejé que el holograma

hablase por si solo- ¿Ves?

-¿Me estas jodiendo? ¿No?

Su sonrisa era celestial y por un momento hizo que me olvidase de Gleb.

Se quitó el gorro que hacía unos segundos reposaba en su cabeza dejando ver un

pelo caoba. Cogió su móvil y me mostró una foto de una chica.

O mejor dicho una foto mía.

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Acerqué la pantalla a mis ojos para poder ver mejor. Aquella chica era

idéntica a mi, tan solo nos diferenciaba sus mechas azules. Las mismas mechas

que llevaba en la intrusión.

-¿Dónde… donde has conocido a –miré otra voz la fotografía- Rose?

-¿Ves allí? –señaló la gran muralla de cristal que separaba la fase 1 uno de

la nuestra- Trabajo allí y me la encontré intentando colarse.

Todo parecía imposible.

-Después quedamos unas cuantas veces y entonces desapareció sin mas.

Desde entonces la buscó por esta zona. Soy Hell.

No me atreví a darle la mano. No le tenía miedo pero tampoco estaba

segura de que pudiese confiar en el. Se cruzó de brazos y unos músculos

fornidos se formaron en sus brazos expuestos por su camiseta de tirantes.

-Me tengo que ir pero podemos hablar otro día, –dije mientras escribía en

un papel mi número de teléfono- aquí tienes.

-Per… perfecto.

Se giró y se fue. No solía ser pervertida pero no pude evitar mirar al

trasero que se marcaba en sus vaqueros. Acaba de conocer a mi príncipe azul.

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Capítulo 8

acía un mes que no veía a Hell. Hacía un mes que soñaba con

el. Y hacía un mes que Gleb no me había dirigido la palabra.

Durante esas semanas me había pasado las mañanas en la

biblioteca, investigando, sobre todo lo relacionado con los mistaken. Antes de

volver a meterme en el cuerpo de otra persona quería estar segura de poder

hacerlo.

Allí, había encontrado todo tipo de leyendas sobre los mistaken; gente que

se había metido en alguien vivo, algún loco que quiso hacerse mistaken por si

solo… Todo era muy loco y daba mucho miedo.

H