Moa Pio - Los Crimenes de La Guerra Civil y Otras Polemicas

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    Po Moa

    LOS CRMENES DE LA GUERRA CIVILY OTRAS POLMICAS

    Primera edicin: enero de 2004Sptima edicin: mayo de 2004

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escritade los titulares del copyright,bajo las sanciones establecidas enlas leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra porcualquier mtodo o procedimiento, comprendidos la reprografay el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de

    ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Luis Po Moa Rodrguez, 2004 La Esfera de los Libros, S.L., 2004Avenida de Alfonso XIII, 1, bajos.28002 MadridTelf.: 91 296 02 00 - Fax: 91 296 02 06Pg. web: www.esferalibros.com

    Diseo de cubierta: CompaaFotografa de cubierta: Centro de Estudios de Castilla-La

    Mancha/Biblioteca Nacional de Madrid

    Fotografas de interior: Archivo Arlanza y El Mundo, pp.13-20; Cordon Press y Francisco Agramunt

    ISBN: 84-9734-156-2Depsito legal: M. 20.301-2004Fotocomposicin: IRC, S.L.Fotomecnica: Star-ColorImpresin: AnzosEncuadernacin: MndezImpreso en Espaa-Printedin Spain

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    Po MoaLos crmenes de la guerra civil y otras polmicasLa Esfera de los Libros, S. L.Sptima edicin: mayo de 2004ISBN: 84-9734-156-2

    La polvareda levantada porLos mitos de la guerra civilapenas ha dado paso, hasta ahora, a un debate racional yen profundidad acerca de un suceso tan trascendental ennuestra historia contempornea como aquella contienda.Este nuevo libro de Po Moa, consciente del hecho,insiste en temas fundamentales como:

    El carcter de las represiones y el terror de lapoca.

    La idea de Espaa en las izquierdas, sobre todoen Azaa, y sus repercusiones sobre la

    Repblica y la marcha de la guerra. La actitud de la derecha ante la Repblica y su

    deriva poltica. La cuestin bsica: surgi la guerra de la

    amenaza fascista o de un peligrorevolucionario?

    El influjo persistente de la propagandaestalinista y su versin de la guerra sobre lahistoriografa ms reciente, a partir de Tun de Lara y hasta autores como Preston oJuli.

    La cuestin de en qu grado puede considerarse democrtica a la II Repblica.

    Los efectos de la intervencin exterior, en particular la satelizacin del Frente Popular porla Unin Sovitica.

    La cuestin de las dos y las tres Espaas.El tono de algunos de estos trabajos es algo vivo, por provenir de polmicas, sin que, no

    obstante, sufra la claridad de la argumentacin. Los dos ltimos captulos se consagran a ciertasrepercusiones a largo plazo de la guerra civil, que el autor estudia a partir de su experiencia personal

    bajo el franquismo, en el Partido Comunista y en el PCE(r)-GRAPO.Todo ello da a este libro un carcter poco habitual en la ya enorme bibliografa sobre la

    contienda fratricida de 1936-1939.

    Po Moa, historiador y periodista, colabora habitualmente en LibertadDigital,El Economistay Chesterton. Desde la publicacin deLos orgenesde la guerra civil espaola, ha sostenido innovadoras tesis sobre la historiade Espaa. Su triloga sobre la Repblica y la guerra civil (Los personajesde la Repblica vistos por ellos mismos, Los orgenes de la guerra civilespaolayEl derrumbe de la Segunda Repblica), as como sus exitosasobras publicadas por La Esfera de los Libros Los mitos de la guerracivil, Los crmenes de la guerra civil y otras polmicas y Contra labalcanizacin de Espaa, han supuesto una revisin profunda de muchostpicos acerca de la historia del siglo XX espaol. Con la quiebra de lahistoria progresista, ha expuesto la verdadera raz de numerosos mitos y

    falsos enfoques sobre la historia de Espaa en el siglo XX.Otras obras suyas son: De un tiempo y de un pas, La sociedad homosexual y otros ensayos,Contra la mentiray Franco: un balance histrico.

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    ndice*

    Nota previa ........................................................................................................................ 11Cronologa ........................................................................................................................ 13

    Introduccin: El fatal desenfoque ..................................................................................... 211. Repblica, democracia y guerra civil ............................................................................. 312. La CEDA y Paul Preston ............................................................................................... 493. La idea de Espaa en la II Repblica ............................................................................ 774. Una visin neoestalinista de la guerra civil ................................................................. 105

    La satelizacin del Frente Popular espaol por Stalin .............................................. 129Una pequea confesin ............................................................................................. 144

    5. Democracia contra independencia? Tres o cuatro Espaas? ................................... 1476. Negrn no acaba de pasar a la historia ........................................................................ 161

    Negrn y la Hacienda espaola .................................................................................. 165Negrn y los comunistas .............................................................................................. 172Negrn y las vctimas de la guerra .............................................................................. 178

    7. Los crmenes de la guerra civil ................................................................................... 183

    Cinco artculos sobre el terror y el odio .......................................................................... 216

    8. La oposicin antifranquista en la historia .................................................................... 2339. Un coletazo de la guerra civil ..................................................................................... 249

    El contexto .................................................................................................................. 250Los hechos ................................................................................................................. 257Unas consideraciones generales ................................................................................ 274

    *La paginacin corresponde a la paginacin del libro impreso [Nota del escaneador]

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    A los jvenes,nuevamente

    NOTA PREVIA

    l libroLos mitos de la guerra civil y la triloga sobre la repblica y la guerra han levantadouna considerable polvareda, pero no, al menos por ahora, un debate honesto y racional.Viejas tesis que no soportan el contraste con los hechos y documentos conocidos siguen

    siendo repetidas tercamente, como si ni siquiera hubieran sido puestas en cuestin, y se pretendedescalificar con simples eptetos a los discrepantes de ellas. Esa resistencia a la confrontacin deideas y datos me ha llevado a seleccionar los trabajos de este nuevo libro, con la esperanza deavanzar en el planteamiento de un debate ya imprescindible.

    Varios de estos trabajos han sido publicados en diversos libros o revistas, otros son inditos, peroen conjunto siguen una lnea clara, abordando cuestiones clave como el grado en que puedeconsiderarse democrtica la repblica, la idea de Espaa en las izquierdas y particularmente enAzaa, y su repercusin sobre la marcha de la guerra, las causas del terror y los crmenes de lapoca tan de actualidad, por motivos ms polticos que historiogrficos, el influjo de la

    propaganda estalinista en la interpretacin hoy por hoy ms comn de la contienda, los efectosprofundos de la intervencin exterior, en particular la satelizacin del Frente Popular por Stalin, lacuestin de las tres Espaas, etc. El penltimo estudio se centra en la persistencia de las viejasconcepciones de la guerra en la izquierda, y el ltimo, en la accin del GRAPO el 1 de octubre de1975, en represalia por las ltimas ejecuciones del franquismo, vista como un coletazo de la guerracivil.

    Varios de estos escritos tienen un tono quiz algo vivo, por tratarse de polmicas o de rplica aexposiciones o tesis de algunos reconocidos historiadores de estos ltimos aos; pero me heesforzado por evitar que el tono oculte el razonamiento, como a menudo sucede en las polmicas.Tambin insisto, a veces de forma machacona, en una serie de hechos histricos cruciales, porquecon la misma tenacidad vienen siendo omitidos o desvirtuados por buena parte de la historiografaactual. Espero que la discusin abierta anime a algunos de estos historiadores a salir de su actitud

    imprecatoria o de un desdeoso silencio, que, en mi opinin, no favorecen ni a la historiografa ni aellos mismos.Por esta razn, por haber tenido las rplicas ms de ataque personal que de debate propiamente

    dicho, me ha sido difcil evitar un tono algo personalista en varios de estos trabajos. Espero que ellector sepa comprenderlo.

    Muy contra mi gusto, he incluido algunas fotos del terror izquierdista, no porque ignore que en elbando contrario ocurrieron cosas parecidas, sino porque hay en marcha una campaa que pretenderecordar slo estas ltimas. Tambin pueden servir de recordatorio de lo que significa una guerracivil frente a quienes parecen empeados en resucitar los viejos odios, falseando la historia.

    Algunos trabajos, al proceder de conferencias, carecen de notas bibliogrficas, pero cualquierlector avezado a estos temas encontrar poca dificultad en comprobar las citas.

    Tambin creo oportuno exponer una breve cronologa ilustrativa del desarrollo de la guerra civil,para que los lectores noveles en estos temas, en especial los jvenes, siten los acontecimientos.

    E

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    Cronologa

    ABRIL-MAYO de 1931. Tras unas elecciones municipales, los monrquicos entregan el poder a

    los republicanos. El nuevo rgimen est dirigido por los conservadores Alcal-Zamora y Maura,aunque el grueso de sus fuerzas es de izquierdas. Antes de un mes grupos izquierdistas organizanuna oleada de quemas de templos, bibliotecas, centros de enseanza y obras de arte.

    El resto de las izquierdas, incluidas las del gobierno, y en especial Azaa, amparan o justificanlos incendios. La derecha no replica con violencia, pero el episodio provoca una escisin moral enla poblacin, que, de forma muy mayoritaria, o haba apoyado a la repblica o la haba mirado sinhostilidad. A partir de entonces la desconfianza aumenta, y las minoras monrquicas piensan engolpes de estado, aunque carecen de fuerza para amenazar al rgimen.

    Mitin de Niceto Alcal-Zamora en la Plaza de Toros deMadrid en 1931.

    Guardia de Asalto antes del incendio de la choza de

    Seisdedos en Casas Viejas (Cdiz) en 1933.

    1931-1933. Al discutirse la Constitucin, Alcal-Zamora dimite, como presidente del gobierno,por juzgarla sectaria, en especial el artculo referente a las rdenes religiosas (sera luego elegidopresidente de la repblica es decir, jefe del estado, no del gobierno). Azaa le sustituye y endiciembre forma una coalicin gubernamental republicano-socialista que durar hasta septiembre de1933. La gran mayora de la derecha opta por la va pacfica y legalista, y no apoya la insurreccindel general Sanjurjo en agosto de 1932. En cambio los anarquistas se convierten en una plaga parael gobierno izquierdista, al cual hunden moral y polticamente despus de la matanza de CasasViejas, realizada por la republicana Guardia de Asalto, en enero de 1933. La impresin general esque las reformas de Azaa fracasan o funcionan mal. En un ambiente de inseguridad, el hambreaumenta, la inversin privada se estanca, y normas mal enfocadas empeoran los efectos de ladepresin econmica mundial. En el verano de ese ao, la mayora del PSOE se inclina por unarevolucin de estilo sovitico, y Besteiro, que denuncia la dictadura y el bao de sangre que ellotraer consigo, es marginado. Prieto secunda a Largo Caballero, principal promotor de la lneabolchevique. En septiembre, tras perder varias elecciones parciales, la crisis del gobierno esinsuperable, y Alcal-Zamora retira la confianza a Azaa. En octubre, el PSOE rompe en las Cortes,

    pblica y definitivamente, con los republicanos. En las elecciones de noviembre gana el centroderecha por holgada mayora.

    NOVIEMBRE DE 1933-OCTUBRE DE 1934. La CEDA, principal partido de derecha y el msvotado en las elecciones, renuncia a gobernar en espera de que se calmen las pasiones, y apoya algobierno centrista de Lerroux. El PSOE prepara cuidadosamente la revolucin, concebida como unaguerra civil, mientras Azaa planea sucesivamente dos golpes de estado. Alcal-Zamora obstruir

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    cada vez ms, desde la presidencia de la repblica, al centro-derecha, provocando una frecuenteinestabilidad gubernamental (viene a cumplir un papel parecido aunque sin sangre al de losanarquistas en relacin con el gobierno republicano-socialista del primer bienio). En verano de 1934el PSOE, los nacionalistas vascos y catalanes, y los republicanos, organizan maniobrasdesestabilizadoras contra el gobierno de centro, llevando al pas a una situacin crtica que obliga a

    la CEDA a reconsiderar su postura de abstenerse de gobernar.OCTUBRE DE 1934. Los principales partidos izquierdistas (PSOE y los nacionalistas catalanes

    de Esquerra Republicana, junto con los comunistas y, en Asturias, los anarquistas), apoyadospolticamente por casi todo el resto de las izquierdas republicanas, lanzan una insurreccin armadacontra el gobierno democrtico de centro-derecha. La derecha apela a la Constitucin y la defensade las libertades. La insurreccin fracasa por falta de apoyo popular, excepto en la cuenca mineraasturiana, y en Asturias hace estragos una autntica guerra durante dos semanas, con cientos demuertos. Hay muertos tambin en 26 provincias, hasta un total prximo a los 1.400. Con estainsurreccin comienza realmente la guerra civil, al romper con la legalidad republicana las

    principales fuerzas izquierdistas, y no renunciar a sus posiciones a pesar de su fracaso, que juzgan

    momentneo.

    NOVIEMBRE DE 1934-SEPTIEMBRE DE 1935. Las izquierdas derrotadas desatan una grancampaa nacional e internacional sobre las atrocidades de la represin derechista en Asturias. Lacampaa, aunque utiliza algunos hechos reales, se basa en exageraciones y falsedades abiertas, al

    paso que omite las atrocidades cometidas previamente por las izquierdas. El intenso martilleopropagandstico va creando en la poblacin un clima de rencor y revancha, antes mucho ms leve, ysirve de eje para una reagrupacin de las izquierdas en el ms tarde llamado Frente Popular.

    Manuel Azaa en un discurso.

    Huelguistas detenidos en Gijn, octubre de 1934.

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    Soldados republicanos camino de la sierra deMadrid.

    Mitin de Gil-Robles en El Escorial.

    Retrato del general Mola.

    Juan Yage, jefe del Cuerpo de Ejrcito marroqu.

    OCTUBRE DE 1935-ENERO DE 1936. En octubre de 1935 es hundido mediante la intriga delstraperlo el principal partido de centro y amortiguador entre la izquierda y la derecha: el PartidoRadical de Lerroux. La intriga parti de Prieto, Azaa y Alcal-Zamora. Este ltimo, catlicoprogresista, se convierte en el azote de la CEDA, a la que expulsa del poder de formadudosamente constitucional. Las tensiones resultantes le obligan a convocar elecciones en enero de1936, en el pice de la crispacin y de los odios. La campaa electoral se carga de una violenciaverbal nunca vista, acompaada de varios asesinatos.

    FEBRERO-JULIO DE 1936. Derechas e izquierdas empatan a votos, pero la ley electoralconcede ms escaos al Frente Popular, liga de todos los grupos que participaron en el golpe de

    octubre del 34 o lo apoyaron de algn modo. Su programa aspira a una antidemocrticarepublicanizacin del estado, con vistas a debilitar la independencia del poder judicial, eliminar alos funcionarios de derechas e impedir que la CEDA pueda volver al gobierno. Aunque pasa a

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    gobernar Azaa y los muy relativamente moderados republicanos, la fuerza decisiva est en elsector extremista de Largo Caballero, en alianza con los comunistas, que han dejado de ser un grupoinsignificante, mientras la poderosa central anarquista CNT rivaliza con los anteriores en empujerevolucionario. Se crea un doble poder, el oficial y el impuesto desde la calle por losrevolucionarios. En pocos meses los desmanes y asesinatos se multiplican. La derecha apoya al

    principio a Azaa, en quien ve la ltima defensa frente a la revolucin, y luego exige al gobiernoque cumpla y haga cumplir la ley. Todo en vano. Desde finales de abril, la conspiracin militarderechista de Mola va tomando impulso.

    JULIO DE 1936. Es asesinado uno de los lderes de la oposicin, Calvo Sotelo, mientras el otro,Gil-Robles, se libra por no hallarle en casa los criminales. Las ltimas dudas de los conspiradores sedisipan y una parte del ejrcito se subleva contra el Frente Popular. El gobierno reacciona, trasalgunas resistencias, armando a los sindicatos. Con ello acaba de arrasar la Constitucin y cede a la

    presin revolucionaria, que ya llevaba meses desbordando en toda la lnea la legalidad republicana.Azaa permanece como presidente, sin apenas poder, de una repblica ficticia. Sin embargo elgolpe militar fracasa a los tres das. Slo el traslado por va area de pequeas partes del Ejrcito de

    frica a Andaluca permite a los rebeldes ir rehacindose poco a poco de una situacin inicial sinesperanzas.

    JULIO-NOVIEMBRE DE 1936. Las reducidas tropas de Franco consiguen superar el desastreinicial. En septiembre, tanto el Frente Popular como el bando contrario, con adelanto del primero,comienzan a construir sendos aparatos estatales de nuevo tipo, ambos ajenos por completo a larepblica anterior, si bien las izquierdas reivindican sta por motivos propagandsticos y de influen-cia exterior. El gobierno izquierdista pasa a ser dirigido por Largo Caballero, jefe del sectorrevolucionario del PSOE que en 1934 haba intentado destruir la repblica, y Franco se afianzacomo dirigente sin rival en el lado contrario. En octubre, el Frente Popular se afana en construir unejrcito, de modelo nuevo y con muy fuerte influencia sovitica. El otro bando persiste en conducir

    sus principales operaciones por medio de columnas. En noviembre, las fuerzas de Franco estnante Madrid, el gobierno izquierdista huye a Valencia, y la contienda parece a punto de terminar.Entonces la masiva intervencin sovitica cambia de nuevo el cariz de la lucha. Franco, aunque noes vencido, fracasa ante Madrid. Desde ese momento los dos bandos construirn masivos ejrcitosregulares, pugnarn con la mayor intensidad por obtener material blico del exterior, e intervendren la lucha una notable cantidad de tropas extranjeras. A esos fines, el Frente Popular ha enviado aMosc el grueso de sus reservas de oro, mientras sus enemigos, faltos de tales medios, dependencasi exclusivamente del crdito.

    Tumbas en Paracuellos del Jarama de los asesinados en

    noviembre de 1936.

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    Ataque alemn sobre Almera, el 31 de mayo de 1937.

    NOVIEMBRE DE 1936-MAYO DE 1937. La luchase centra en torno a Madrid, donde las izquierdas logranrechazar todas las ofensivas contrarias y en Guadalajaraderrotan al cuerpo de tropas italianas. Los comunistasavanzan en el control del ejrcito y de la polica, se hanadueado de las juventudes del PSOE y de la organizacin socialista catalana y aumentanrpidamente su influencia en la UGT. Los anarquistas se sienten amenazados, y lo mismo gruposmenores, como el POUM, comunista disidente. Largo Caballero, al principio muy prosovitico, secree tratado como un subordinado por el Kremlin, e, inquieto por los avances comunistas, intenta

    frenarlos. Las tensiones estallan en mayo en Barcelona, dando lugar a una pequea guerra civilentre las propias izquierdas, con cientos de muertos. Los comunistas, con el apoyo de Azaa yPrieto, ambos enemistados con Largo Caballero, logran acabar polticamente con ste y eliminar alos anarquistas del gobierno, mientras aplastan al POUM y reafirman su posicin en las fuerzasarmadas. Son los grandes vencedores, y pronto Prieto y Azaa pasarn tambin a sentir su presin.Largo es sustituido por Negrn, mucho ms afecto a los comunistas. Tras los sucesos de mayo, elPCE se ha convertido en el partido hegemnico y decisivo del Frente Popular, y su influencia nohar sino crecer. Entre tanto los nacionales, que han tomado Mlaga, en un frente secundario, hanrenunciado a resolver la contienda por medio de la conquista de Madrid, admiten que la guerra serlarga, y desde abril dedican sus esfuerzos a la zona norte, la franja cantbrica dominada por susenemigos, compuesta por las provincias de Vizcaya, Santander y Asturias, donde se concentra el

    grueso de la industria pesada y de armamentos espaola.

    MAYO 1937-FEBRERO DE 1938. Pese al refuerzo militar impulsado por Negrn, y a losintentos de tomar la iniciativa en torno a Madrid y en Aragn, alejando de paso el peligro de la zonanorte, el Frente Popular fracasa en todas sus ofensivas (Brunete, Belchite y otras), mientras el PNVtraiciona a sus aliados frentepopulistas. La zona norte cae por entero en manos de los nacionales, afines de octubre. Las ganancias militares y econmicas de los vencedores son enormes, y sevislumbra nuevamente el fin de la guerra, pero Prieto y Negrn impulsan una enrgicareorganizacin, y entre finales de ao y principios de 1938 dan la sorpresa de conquistar Teruel,

    primera y nica capital de provincia tomada por las izquierdas. El suceso produce una cierta crisisen los aliados alemanes e italianos de Franco, que hacen estimaciones erradas sobre la marcha del

    conflicto.

    FEBRERO-NOVIEMBRE DE 1938.El bando franquista replica a la toma de Teruel con una vasta contraofensiva, recupera la ciudad

    y contina en un impetuoso avance sobre el Mediterrneo hasta cortar en dos la zona populista, amediados de abril. Profunda desmoralizacin en los polticos del Frente Popular, a la que hacenfrente enrgicamente los comunistas y Negrn, su hombre de con fianza. Prieto sale del gobierno,acusado de derrotismo. ste y Azaa especulan con maniobras en pro de una intervencin inglesa

    a costa, evidentemente, del PCE que imponga una tregua con vistas a una paz negociada. Talesmaniobras se sucedern en los meses siguientes, mientras los nacionalistas catalanes y vascos urdensus propias intrigas a espaldas del Frente Popular, buscando separar a las provincias vascas yCatalua bajo la proteccin de Inglaterra y de Francia. Tales intentos no prosperan, y Negrn seimpone a todos los manejos. Su poltica consiste en resistir a todo trance hasta enlazar la guerraespaola con la mundial, cuya proximidad se vislumbra claramente.

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    Tropas franquistas en el frente de Teruel, enero de 1938.

    Negrn, Azaa, Miaja y El Campesino ValentnGonzlez, en una revista militar, 1938.

    Y en julio dan la gran sorpresa de una magna contraofensiva para coger en tenaza, por la espalda,a las tropas enemigas llegadas al Mediterrneo. Logran importantes avances en el Ebro, dando lugara la batalla ms larga, difcil y sangrienta de la guerra. Los combates duran cien das, hastanoviembre. Pero, una vez ms, los nacionales salen vencedores.

    Entre tanto, el clima internacional se ha enrarecido al mximo, Francia hace planes deintervencin en Catalua, Baleares y Marruecos, y en la conferencia de Munich sobre ladesintegracin de Checoslovaquia, en septiembre, la guerra europea parece a punto de estallar.Franco, preocupado por las repercusiones que la crisis pudiera tener en Espaa, proclama laneutralidad espaola en caso de contienda europea, para irritacin de Roma y Berln.

    DICIEMBRE DE 1938-ABRIL DE 1939. La derrota izquierdista en el Ebro abre a los nacionaleslas puertas de Catalua, que cae a principios de febrero, sin mucha resistencia ni dar tiempo a lallegada de una enorme remesa de armas soviticas. Ms de 400.000 personas pasan a Francia,aunque cerca de las tres cuartas partes de ellas volvern a Espaa antes de que termine 1939. Negrny los comunistas persisten en mantener la lucha, siempre con la esperanza de unirla a la mundial,desde la amplia zona centro-oeste todava en su poder. Pero sus aliados republicanos, socialistas deBesteiro y Prieto, y anarquistas, deciden finalmente sublevarse y rendirse incondicionalmente aFranco. Ello da lugar a una segunda guerra civil entre las propias izquierdas, con gran nmero devctimas, y el 1 de abril termina oficialmente la contienda, slo cinco meses antes de que comenzarala Segunda Guerra Mundial.

    Columna de soldados durante la batalla del Bajo Aragn.

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    Introduccin

    EL FATAL DESENFOQUE*

    l persistente apasionamiento sobre la guerra civil, y las consecuencias extrables de ella conrespecto a la poltica actual, impiden que el debate historiogrfico acabe de encarrilarse porlas vas intelectuales y serenas que debiera. Mi insistencia en ese debate ha sido contestada

    mayoritariamente con una sarta de improperios, maldiciones, ataques personales y llamamientos ala censura contra mis libros. Diversos comentaristas han lanzado en radio y prensa diatribas contrami persona y trabajos, naturalmente sin dejarme replicar, y luego me han acusado de habilidad

    publicitaria por denunciar ese tratamiento. Ilustres profesores han alardeado de disuadir a susalumnos de leerme. Corresponsales de peridicos extranjeros, como The Guardian o elFrankfurter

    Allgemeine Zeitung se han permitido informar a sus lectores sobreLos mitos de la guerra civil tras

    consultar con diversos historiadores... pero no con el autor del libro. Etctera.Las ancdotas sobre estas reacciones viscerales componen un muestrario curioso, tanto ms

    cuanto que sus protagonistas suelen atribuirse en exclusiva la dignidad de historiadores profe-sionales y cientficos, y asignarse una representacin corporativa que nadie les ha otorgado. Un

    profesor me escriba: Yo, como otros, opino que sus libros se aproximan bastante a la realidadhistrica, pero no puedo decirlo en voz muy alta, porque podra verse afectada mi posicin

    profesional e incluso laboral. Pues, desde luego, muchos profesores e historiadores estn deacuerdo con mis tesis, o se han adelantado a muchas de ellas, pero el caciquil dominio de losdepartamentos por ciertos personajes y tendencias produce el ambiente que vemos.

    Aunque todo esto pueda resultar cmico, revela un panorama universitario bien triste en relacincon la historiografa contempornea. Los departamentos, muy influidos por determinadasideologas, han elaborado una versin peculiar de nuestra historia reciente, y, lgicamente, seoponen con uas y dientes a su revisin. Haran bien, desde luego, en defender sus puntos de vista,

    pero eso es precisamente lo que no hacen, quiero decir, no lo hacen con mtodos intelectualmentevlidos.

    No obstante, si bien lentamente y jurando que debatir es echar margaritas a los cerdos, perder eltiempo con un seudo historiador escandaloso, indocumentado, neofranquista, de oscuro

    pasado, vendido, y sesudas lindezas an peores, mis contradictores no tienen ms remedio que irhaciendo algn esfuerzo de argumentacin. As Enrique Moradiellos o, ahora, Santos Juli enrplica a las opiniones de Stanley Payne. Algo avanzamos, sin estar todava cerca de un debate decierta elevacin, o que simplemente merezca la pena, como vamos a ver al tratar dicha rplica, que

    comento como directamente aludido.Payne seala, muy acertadamente, a mi juicio, que la mayora de los estudios sobre la guerraproducidos en Espaa en los ltimos aos, son predecible y penosamente estrechos y raramenteplantean preguntas nuevas. El aserto hiere a Juli, que lo replica alegando la abundancia de dichosestudios, e incluso enumera 37 de ellos, espaoles y extranjeros, los cuales, a su juicio, clarificanaspectos clave de la repblica, la guerra y el franquismo. Los clarifican, naturalmente, al gusto deJuli, que omite con elegancia los libros de distinto enfoque, y pretende justificar sus opiniones consimples argumentos de autoridad.

    No negar el relativo valor de varias obras loadas por Juli, pero en su mayora adolecen de undefecto esterilizante, que vuelve sus aportaciones aprovechables slo al modo del material dedesguace. Ese defecto consiste en un errado enfoque global de la repblica y la guerra, a partir del

    cual las distorsiones y errores de detalle proliferan. Se trata de la asuncin acrtica de la repblica

    *Sobre un artculo del historiador Santos Juli enRevista de Libros, nm. 81, septiembre de 2003.

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    Payne.A su entender, no slo la actual investigacin histrica goza de buena salud, sino que en ella

    resulta imposible incluir el libroLos mitos de la guerra civil que tantos elogios merece a Payne,pues no pertenece ese libro al mbito de la investigacin, sino, ms bien, al de la propaganda.Desdeosa afirmacin, que habr que creerle bajo palabra, pues otro argumento no da. Segn Juli

    ha explicado tambin enEl Pas, yo me he limitado a fusilar a Arrars. Le contest en una carta aldirector: Cualquiera que haya ledo el libro sabe muy bien que, lejos defusilar a Arrars, a quiencito pocas veces, lo que fusilo, si as quiere llamarlo, es, entre otros, los archivos de la FundacinPablo Iglesias, en cuyos documentos se basa lo principal de la investigacin. Sin duda Juli escribe

    para personas que an no han ledo mis libros, con la esperanza evidente de disuadirles de sulectura. Durante cuatro aos l y otros han respondido a mis crticas con el silencio. Ahora lorompen, y slo se les ocurre salirse con desvirtuaciones.*

    Mi respuesta qued censurada, es decir, no publicada, y Juli, con el mismo talante democrticoque el Frente Popular de sus escritos, nada hizo por evitar el desafuero (lo mismo que Tusell, haceunos meses). Esto no dice mucho a favor de Juli (o de Tusell).

    Es fcil comprobar que me he basado muy principalmente en documentos, hemerografia y otras

    fuentes de la izquierda: basta hojear mis libros. A stos los he calificado, por eso, y con un poco deirona, como la autntica versin de la izquierda, muy distinta de la fabricada luego por supropaganda. Esto lo saben perfectamente Juli, Moradiellos y dems, quienes, al parecer, encuen-tran muy difcil criticarme sin falsear mis tesis. En todo caso, tendra gracia que la documentacinde la izquierda corroborase a Arrars. Debieran meditarlo quienes as hablan.

    En cuanto a la nulidad de mis aportaciones, idea difundida tambin en medios historiogrficos dederecha, segn los cuales mis libros no dicen nada nuevo, su contenido ya lo saban loshistoriadores, etc., me permitir sealar algunos detalles que, misteriosamente, han pasadoinadvertidos a tan agudos observadores. Cuando Azaa perdi las elecciones en noviembre de 1933,

    presion a favor de un golpe de estado para impedir la reunin de las Cortes y organizar nuevoscomicios con garantas de triunfo izquierdista. Ese intento golpista es bien conocido, pero yo he

    podido documentar, a partir de actas de la direccin del PSOE, un segundo intento en julio de 1934y en complicidad con los nacionalistas catalanes, que no prosper al negarle su apoyo los socialistas, inmersos entonces en los preparativos de su propia revolucin, y reacios al golpismo burgus.Empiezo con este ejemplo porque Juli, especialista en Azaa, ha tenido ante sus ojos las actasaludidas, probatorias de la trama. Escap el dato a su perspicacia, o prefiri ocultarlo en pro de lahabitual visin de Azaa como demcrata ejemplar? l sabr. Y cito esta contribucin porquemuchos historiadores estaran realmente ufanos de aportar una novedad semejante, nada banal en laexplicacin de la marcha hacia la guerra.

    Como tambin sabe Juli, mi tesis esencial que no viene de Arrars consiste en que laguerra civil empez en octubre de 1934, para reanudarse en julio del 36. La idea no es nueva, y seencuentra en Brenan y en otros, pero s es nueva la demostracin de que los socialistas prepararon lainsurreccin, literalmente, como una guerra civil, y de que no fue un movimiento provocado por lacreencia en un peligro fascista, ni fue exigido por las masas que habran arrastrado a los lderesizquierdistas, ni persegua objetivos limitados, como han sostenido muchos historiadores deizquierda, entre ellos Juli, y tambin de derecha, sino un rgimen de corte sovitico. Asimismo heestablecido la relacin entre aquel alzamiento y los movimientos desestabilizadores que le

    precedieron durante el verano de 1934, a cargo de socialistas, nacionalistas vascos y catalanes, yrepublicanos azaistas. Arrars, por ejemplo, se limita a narrar los hechos de forma poco conexa,sin relacionarlos adecuadamente, porque ignoraba las tramas insurreccionales del PSOE y de laEsquerra.

    Creo haber establecido tambin la crucial importancia, poltica y psicolgica, de la campaa de

    agitacin en torno a la represin de Asturias despus de octubre del 34, campaa que lahistoriografa ha solido tratar como un episodio ms, sin clara relacin con el desarrollo general de

    *Vase pp. 144-145.

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    REPBLICA, DEMOCRACIA Y GUERRA CIVIL

    ara salir del laberinto de las interpretaciones parciales en torno a la guerra de Espaa y lasinterminables controversias sobre casi cada hecho de ella, debemos plantearnos doscuestiones que dan sentido a las dems:

    Primera, fue la Segunda Repblica un rgimen democrtico, o en qu grado lo fue?Segunda, surgi la guerra de un peligro fascista o de un peligro revolucionario?La primera pregunta nos obliga repasar no slo el carcter inicial de la repblica, sino tambin su

    evolucin.La repblica no lleg pacfica y democrticamente, como suele decirse, por unas elecciones

    municipales. En rigor, lo primero que pensaron los jefes republicanos en el famoso Pacto de SanSebastin, fue imponerse por medio de un golpe militar o pronunciamiento. El golpe fracas,dejando varios muertos, entre ellos dos de los militares golpistas, cuya ejecucin los convirti enmrtires de la repblica.

    Cuatro meses despus, en las elecciones municipales, triunfaron las candidaturas monrquicas,excepto en las capitales de provincia. De ah que algunos nieguen legitimidad a la repblica. Perosin duda la tuvo. Desde luego, sta no le vino por unas elecciones perdidas y que adems tenan slocarcter municipal, y por tanto no podan motivar un cambio de rgimen. La legitimidad le vino dela entrega del poder, sin resistencia, por los propios monrquicos en plena quiebra moral. Hechocasi increble, pero indiscutible y resaltado, entre otros, por Miguel Maura, el republicano de ltimahora que ms contribuy a organizar el Pacto de San Sebastin y mejor percibi el desfallecimiento

    de la corona: Nos regalaron el poder, insiste en su libro sobre estos sucesos. Por tanto, y aunqueslo fuera por no dejar un vaco de poder, la repblica entraba en la historia con una legitimidadextraa, pero indiscutible.

    Hay algo misterioso en la claudicacin monrquica. Brindo una pista sugestiva a quien quieraestudiarla, si bien imagino muy difcil, quiz imposible, seguirla hasta el final. Juan SimenVidarte, poltico socialista y masn ferviente, ofrece en sus Memorias muchos detalles internossobre los trabajos polticos de la masonera, datos inhallables en otro lugar, que yo sepa. Vidarteseala cmo la Masonera actuaba intensamente contra el rgimen monrquico, y en las Logias,el pacto de San Sebastin fue acogido con alentadora esperanza. Numerosos lderes republicanosfueron masones, pero segn l tambin lo fue el dirigente ms caracterizado de los monrquicos, y

    precisamente el principal fautor de la entrega del poder a los enemigos del trono. Me refiero aRomanones. Explica Vidarte: Marcelino Domingo (...) me inform que Maran fue iniciado ensecreto por su suegro Miguel Moya, cuando ste era Gran Maestre. Estas iniciaciones constan en unlibro especial que lleva la Gran Maestra, y slo figuran en l los nombres simblicos. El caso delilustre mdico y escritor era semejante al del conde de Romanones, quien tambin haba sidoiniciado en secreto por Sagasta y quien siempre cumpli bien con la Orden (...). Ya comprenderusted termin Domingo que muchas veces nos interesa que no se sepa que son masonesalgunos polticos de nuestra confianza. Fallecidos, lo mismo el conde de Romanones que elquerido y admirado doctor Maran, me encuentro en libertad para revelar estos secretos. *

    Curiosamente, tambin Maran desempe un papel en el trnsito de la monarqua a larepblica, siendo en su casa donde tuvo lugar la famosa reunin entre Alcal-Zamora y Romanones

    que abri paso al nuevo rgimen.No creo, desde luego, en las conspiraciones como explicacin de la historia, pero sera ingenuo

    *J. S.Vidarte,No queramos al rey, Barcelona, 1977, p. 228.

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    negarles toda trascendencia. Muchas decisiones adoptadas a la luz del da tienen un trasfondooculto. Fue ste el caso en relacin con la repblica? No podemos saberlo hoy por hoy, y eltestimonio de Vidarte es nico. Pero hay en l un indicio muy interesante, que dejaremos ah.

    Pues bien, como dira el poltico e intelectual socialista Araquistin, en el siglo XX, cuando una

    monarqua cae, cae para siempre. As pensaba casi todo el mundo, mxime teniendo en cuenta elmodo humillante como esa cada se produjo, hundiendo el prestigio del trono. Nadie esperaba unavuelta de la monarqua a corto plazo, y menos an a largo plazo si se consolidaba una repblicademocrtica.

    El objetivo declarado de los republicanos consista, precisamente, en instaurar una democracia.Sin embargo el significado de tal concepto variaba mucho segn los partidos. El PSOE, deideologa marxista, vea al nuevo rgimen como un perodo de transicin hacia una dictadurasocialista. Pero en quien quiz podamos observar mejor los problemas de aquel rgimen es enAzaa, que por algo fue considerado la revelacin y hasta la encarnacin de la repblica.

    Los loadores del poltico alcalano lo retratan como paradigma de prohombre demcrata yliberal, y en los ltimos veinte aos han cundido los ditirambos a su figura, presentada como vc-

    tima de la incomprensin y la brutalidad de una derecha adversa a las libertades, y tambin de ciertoextremismo alocado de la izquierda obrerista. Pero si observamos las pruebas aducidas por susadmiradores, encontramos una lista de frases y expresiones del propio poltico, bien escritas y aveces conmovedoras, pero no un anlisis de su conducta prctica, la cual intentar resumir aqu.

    Azaa entr en la poltica republicana con un cntico al extremismo. Miembro del Pacto de SanSebastin, que trat de imponer la repblica mediante un golpe militar, expuso sus intenciones envarios discursos, poco antes del fracaso del golpe en diciembre de 1930. En ellos se proclamorgullosamente sectario, anunci que no promovera la moderacin, y defini el futuro rgimencomo una repblica para todos los espaoles, pero gobernada por los republicanos.A su juicio,slo los partidos auto-proclamados republicanos posean ttulos para gobernar. Esta idea remite aldespotismo ilustrado, no a la democracia, y ms an si recordamos cun pocos, divididos y mal

    avenidos, eran los llamados republicanos: el propio Azaa los ha fulminado en sus diarios porineptos y botarates!

    No obstante, la repblica lleg como un rgimen representativo de casi todas las tendencias,pues, no debe olvidarse, tanto el movimiento antimonrquico como la toma efectiva del poder, el 14de abril, haban sido dirigidos por los conservadores catlicos Alcal-Zamora y Miguel Maura, y el

    primero de ellos era el presidente del gobierno provisional. Casi todo el mundo pens que estaSegunda Repblica iba a tener poco en comn con las convulsiones de la Primera. Pero esaesperanza inicial cay por tierra antes de un mes, en mayo, cuando ms de cien iglesias, bibliotecasy centros de enseanza, fueron incendiadas por turbas de exaltados. Las izquierdas identificaron aaquellos delincuentes con el pueblo, identificndose as implcitamente con ellos. Azaa, desde elgobierno impidi cualquier freno a los desmanes, y presion, en cambio, en pro del castigo a lasvctimas, empezando por disolver a los jesuitas, aunque la medida no se cumpliera de momento.

    Poco despus, el alcalano influy decisivamente en los rasgos ms antirreligiosos y sectarios dela nueva Constitucin, hacindola no simplemente laica, como se dice, sino hostil a las creencias ysentimientos mayoritarios en el pueblo. Slo esto ya la volva poco democrtica, y peligrosa para laconvivencia. No fue una constitucin elaborada por consenso, como la actual, sino por el rodilloaplastante de la izquierda, mtodo que Azaa consider adecuado, ensalzndolo con estas palabras:Si yo (...) tuviera en esta Cmara la mitad ms uno de los diputados (...) en ningn momento (...)habra vacilado en echar sobre la votacin el peso de mi partido para sacar una Constitucin hecha asu imagen y semejanza. Siendo muy minoritario, hubo de transigir, pero slo con otras izquierdas.Como criticar Martnez Barrio, de un manotazo rompa con el propsito de ensayar cualquier

    poltica de transaccin y de acomodo

    *

    .Al disolver la orden jesuita y tratar de asfixiar a las dems rdenes religiosas, prohibindoles la

    *Discurso en las Cortes, 13 de octubre de 1931. D. Martnez Barrio,Memorias, Barcelona, 1983, p. 74.

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    enseanza y cualquier actividad econmica, la ley reduca a los religiosos a ciudadanos de segunda,atentaba contra los derechos de conciencia, asociacin y expresin, y contra la voluntad de los

    padres en la enseanza de los hijos. Consciente de esas mutilaciones, Azaa las justific en razonesde seguridad del nuevo rgimen, pese a que los catlicos no lo haban amenazado, y ni aun en las

    jornadas incendiarias de mayo haban respondido con violencia. La Constitucin invitaba a la

    guerra civil, en palabras de Alcal-Zamora, que haba contribuido mucho ms que Azaa a traer larepblica, y que dimiti por estas decisiones sectarias.La repblica naca as como una democracia a medias, mal concebida, ajena u hostil a profundas

    realidades sociales e histricas del pas: Otros republicanos superaban a Azaa en extremismojacobino, pero ello no mengua su responsabilidad en la formacin de aquella democraciacontrahecha y destinada inevitablemente a provocar confrontaciones. Pronto Ortega y Gasset, unode los padres espirituales de la repblica, que tanto influy en crear un ambiente pro-republicano,clamaba su clebre: No es esto, no es esto.

    La realidad empeor la teora, pues la Ley de Defensa de la Repblica, promovida tambin porAzaa (como la de Vagos y Maleantes, que muchos han credo franquista), permita al gobiernoactuar al margen de la Constitucin, dejando en papel mojado los artculos referentes a las

    libertades y la seguridad ciudadanas. Esa ley produjo innumerables detenciones sin acusacin,deportaciones a las colonias, cierre de ms peridicos que en cualquier perodo equivalente anterior,etc. En sus diarios, Azaa explica cmo orden sofocar las rebeliones anarquistas fusilando sobre lamarcha a quienes fueran cogidos con armas, actitud que desembocara en la matanza de campesinosde Casas Viejas por la polica del gobierno. Pero, segn sus admiradores, Azaa se limitaba agobernar con la razn, la virtud y la palabra.

    En noviembre de 1933, el voto popular arruin prcticamente a los partidos republicanos, y elmismo Azaa pudo salir diputado gracias a haberse presentado por las listas del PSOE en Bilbao.Desastre tal se explica por sus fracasos en el primer bienio: una reforma agraria tenida generalmente

    por inepta, un estatuto autonmico para Catalua que muchos teman fuese utilizado por losnacionalistas como palanca para ir a la separacin (as ocurrira en 1934, y luego desde julio de

    1936, con la vulneracin del estatuto en todos los terrenos, igual que hara el PNV), algunasmejoras en la enseanza primaria, neutralizadas por la supresin de la enseanza de las rdenesreligiosas; una reforma militar bien encaminada, pero cuyos defectos de aplicacin prctica,sealados por el propio Azaa, aumentaron la crispacin en el Ejrcito, etc. En los aspectosabiertamente negativos cabe destacar, aparte de su democratismo un tanto peculiar, un aumento dela inseguridad, varias insurrecciones o huelgas revolucionarias anarquistas mal resueltas, bruscoaumento de la delincuencia comn, de los atentados y de las violencias polticas, estancamientoeconmico causado por la crisis mundial, pero agravado por la retraccin de la iniciativa privada acausa de la inseguridad, empeoramiento del hambre hasta los niveles de principios de siglo, etc.

    Sin embargo la desfavorable voz de las urnas no disuadi a Azaa de intentar ocupar el poder,demostrando que sus frases sobre el derecho exclusivo de los republicanos a gobernar expresabansu conviccin profunda y no ocurrencias ocasionales. Apenas perdidas las elecciones urdi un golpede estado, proponiendo a Martnez Barrio (entonces jefe del gobierno) y a Alcal-Zamora(presidente de la repblica) no convocar las Cortes elegidas por el pueblo, y preparar nuevoscomicios a medida, para que ganaran las izquierdas. Segn Alcal-Zamora, la presin sobreMartnez Barrio trasluca una fuerte afinidad masnica. Martnez ostentaba la mxima jerarqua dela masonera espaola, y Azaa tambin haba ingresado en la Orden, pese a causarle hilaridad susceremonias secretas.

    Esta presin en pro de un golpe contra la legalidad que l mismo haba contribuido a imponerpor rodillo, la citan Alcal-Zamora y Martnez Barrio en sus memorias, siendo por eso bien cono-cida, aunque a menudo ocultada. No era conocido, en cambio, otro intento golpista unos meses ms

    tarde, en verano de 1934. En su libro Mi rebelin en Barcelona, y en el Cuaderno de la Pobleta,Azaa afirma haber mantenido por entonces una postura legalista y tratado de calmar a Companys,embarcado ste en los preparativos de su propia rebelin contra el gobierno legtimo. Pero Azaa.faltaba a la verdad, como demuestran unos documentos de la direccin socialista conservados en la

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    Fundacin Pablo Iglesias: l haba tratado de arrastrar al PSOE a un golpe de estado en connivenciacon Companys y con base en Barcelona. Los lderes socialistas rechazaron la propuesta, por estarorganizando su propia insurreccin y no desear supeditarse a los partidos burgueses*.

    Azaa niega tambin haber participado en la insurreccin socialista y nacionalista catalana deoctubre del 34, planteada textualmente como una guerra civil y comienzo real de sta. Pero el

    partido azaista propugn entonces pblicamente el empleo de todos los medios para derribar algobierno democrtico de centro derecha. Como es sabido, la insurreccin se impuso durante dossemanas en parte de Asturias, pero en el resto del pas fracas, porque la gente, en su inmensamayora, desoy los llamamientos izquierdistas a acudir a la violencia.

    Procesado Azaa por aquellos hechos, su caso fue sobresedo, detalle irrelevante, pues la justiciaresultaba lo bastante peculiar como para absolver por falta de pruebas a Largo Caballero,

    principal y reconocido lder de la revuelta, el cual sali de la crcel declarndose dispuesto a volvera intentar la revolucin.

    Azaa trat luego de recomponer con el PSOE una alianza reformista como la del primer bienio.Pero sus clebres discursos de 1935 responden a su lema inicial de no predicar la moderacin, y hayen ellos apologa de la insurreccin de octubre, igualndola, en valor democrtico, a las elecciones

    que le haban echado a l del poder. Apoy asimismo la campaa sobre la supuesta represin deAsturias, provocadora de un clima popular de guerra civil antes inexistente (por ser inexistentehaban fracasado en octubre los llamamientos a las armas).Y, en fin, hay pocas dudas de que tom

    parte en la maniobra del straperlo para liquidar al principal partido centrista, el de Lerroux,agravando los extremismos en el pas. Por lo dems, su esperanza de repetir la alianza republicana-socialista del primer bienio era un puro espejismo. El PSOE haba cambiado mucho, dividido entrelos minoritarios prietistas y los mayoritarios seguidores de Largo Caballero, y marginado el sectordemocrtico de Besteiro, con el cual no trat Azaa.

    De esas gestiones naci la liga conocida en la historia como Frente Popular. ste integraba a unsector relativamente moderado, el de los seguidores de Azaa ms los socialistas de Prieto y losnacionalistas catalanes, y de un sector ms potente y abiertamente revolucionario, el PSOE-UGT de

    Largo Caballero, y los comunistas. La poderosa y revolucionaria CNT tambin apoy con sus votosal Frente Popular, como haba apoyado la llegada de la repblica, por la esperanza de que facilitaransus designios libertarios.

    El sector moderado persegua la llamada republicanizacin del estado, consistente encoartar la independencia judicial y condicionar las instituciones para impedir una vuelta de lasderechas al poder. Proyecto antidemocrtico muy prximo al del rgimen del PRI mejicano,reconocidamente corrupto pero tenido por modlico entre los republicanos espaoles. Izquierdas yderechas empataron a votos en unas elecciones anmalas, marcadas por las presiones y disturbiosde las masas en la calle y la huida de buena parte de las autoridades que deban asegurar la purezadel escrutinio. En todo caso, la ley electoral dio ms diputados al Frente Popular, y Azaa

    proclam, sin mayor respeto a las reglas de la democracia, que el poder no saldra ya de manos de laizquierda**. De nuevo un rgimen para todos los espaoles, pero gobernado por los republicanos.

    Mas, para su desgracia, sus poderosos aliados pensaban de otro modo. Comunistas y socialistasde Largo instauraron un doble poder, imponiendo la ley desde la calle. Los comunistas presionabana Azaa para obligarle a aplastar a la derecha, disolviendo sus organizaciones y encarcelando a suslderes, lo cual supona acabar con la democracia y dar un largo paso hacia la dictadura proletaria.Los socialistas bolcheviques trataban de desgastar al gobierno para heredarlo legalmente, a fin dellevar as adelante su revolucin sin el riesgo de un nuevo alzamiento. Y los anarquistas empujabanhacia su propia revolucin. El resultado fue un caos sangriento. Azaa se haba hecho la ilusin dedirigir a tan peligrosos amigos, y en realidad se vio arrastrado por ellos y por su propia demagogia.

    *P. Moa,Los orgenes de la guerra civil, Madrid, Encuentro, 1999, pp. 335-336.** Azaa describe as las elecciones: Los gobernadores de Portela (el jefe de gobierno que presida los comicios)haban huido casi todos. Nadie mandaba en ninguna parte, y empezaron los motines. Sus frases sobre la imposiblevuelta de la derecha, en su discurso del 1 de marzo de 1936, en un acto pblico ante masas izquierdistas.

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    hizo invocando explcitamente las libertades*. Este hecho decisivo revela, contra las afirmacionesde sus adversarios y de muchos historiadores, qu poco tena en comn con el fascismo el gran

    partido de la derecha. Y prueba la farsa de la izquierda que, antes y despus de octubre, motejaba defascista a la CEDA slo con el doble fin de paralizarla moral y polticamente, y de soliviantar a lasmasas. Como he probado en Los orgenes de la guerra civil, la izquierda era perfectamente

    consciente de la falsedad de sus acusaciones, utilizadas como coartada.Al margen de la CEDA, haba en la derecha grupos ms o menos fascistas o golpistas, enparticular los monrquicos y la Falange. Pero los monrquicos eran muy minoritarios, y an ms losfalangistas, hasta el punto de no haber sacado stos ni un diputado en las elecciones de 1936.

    Numerosas historias resaltan el papel de la violencia de la Falange, pero casi siempre ocultan odifuminan el hecho de que esa violencia reaccionaba a la violencia letal de las izquierdas, siendostas las iniciadoras del duelo de atentados tanto en 1934 como en 1936.

    El ambiente fascista, o ms propiamente rebelde, creci en la CEDA slo en los mesessiguientes al triunfo del Frente Popular, cuando el sector izquierdista moderado intentaba reducira las derechas a la impotencia definitiva, mientras el sector extremista buscaba aplastarlas como

    paso previo a su revolucin. Aun entonces las derechas insistieron reiteradamente al gobierno

    republicano en que aplicase la ley y acabase con la oleada de asesinatos (unos 300 en cinco meses),incendios de iglesias, asaltos a centros polticos y peridicos derechistas, huelgas sangrientas, etc.,que sacudan la sociedad, creando, en palabras del mismo Prieto, una situacin insoportable para el

    pas. La propuesta de aplicar la ley fue rechazada en las Cortes, en medio de una oleada de insultos,amenazas y provocaciones contra los peticionarios. El rgimen, de cuya legitimidad democrticaquedaba ya muy poco, acab de deslegitimarse con tal actitud, similar, aunque muy agravada, a laadoptada ante la quema de conventos, bibliotecas y centros de enseanza al comenzar la repblica,cuando identificaron las violencias con la voluntad del pueblo.

    La derecha se rebel en julio de 1936, por tanto, frente a un peligro revolucionario real einminente, al revs que la rebelin izquierdista de 1934, organizada contra un peligro fascistainexistente y que los insurrectos saban inexistente.

    Es decisivo tambin, para comprender la realidad, el comportamiento de los dos gobiernos en1934 y en 1936. En el primer caso, el gobierno derechista defendi y mantuvo la Constitucin; en elsegundo, el gobierno izquierdista acab de arrasarla al claudicar enseguida ante los revolucionariosy armar a las masas: en ese momento cayeron los ltimos restos de legalidad republicana y larevolucin cundi por el pas imparablemente, prueba de lo avanzado de su gestacin en los meses

    previos.La conducta de la izquierda desacredit profundamente la democracia en Espaa, pues quienes

    ms la invocaban y decan representarla eran quienes ms la transgredan y amenazaban laslibertades. Ello, unido a la crisis general del liberalismo en Europa, empuj a la derecha hacia

    posiciones crecientemente autoritarias. Por eso la contienda final se dara, no entre democracia yfascismo, como suele decirse, sino entre un revolucionarismo totalitario y una derecha autoritaria.

    Estas dos cuestiones enlazadas, la del carcter democrtico de la repblica, y la de la realidad deun peligro fascista o de un peligro revolucionario, concentran los puntos clave de la historiografaen torno a la guerra civil, y de ellas dependen las interpretaciones de los sucesos concretos.

    Opino que en la exposicin aqu resumida los hechos histricos entran con naturalidad, mientrasque quienes insisten en el carcter democrtico del Frente Popular y en el peligro fascista, se venabocados a constantes contradicciones e incoherencias. Apuntar unas pocas. Las reformas del

    primer bienio, se afirma, beneficiaban al pueblo y perjudicaban a las derechas, las cuales, por esarazn, queran destruir la repblica; pero si fue as, cmo explicar la reaccin popular muymayoritaria, que dio sus votos al centro derecha en 1933? Y si lasfascistas derechas slo soabancon destruir el rgimen, por qu la CEDA defendi el orden constitucional frente al golpe

    revolucionario del 34? Y por qu los supuestos fascistas no aprovecharon tan magnfica ocasin*EnEl derrumbe de la II Repblica y la guerra civil (Madrid, 2001), I parte, examino la actitud de la CEDA ante lainsurreccin izquierdista.

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    la justicia y la caridad, pues la concordia es necesaria porque es fructfera, lo contrario no. Aese fin convena, deca Gil-Robles en octubre de 1933, un Estado fuerte que respete las libertadesindividuales, pero que realice e imponga la armona de los intereses generales, primando el biencomn. De ah deba resultar una armona social que dejara quiz pocas funciones alParlamento, a largo plazo. El objetivo quedaba, de todas formas, como algo lejano, algo con lo que

    por el momento slo se poda soar,Las izquierdas tachaban estas ideas de palabrera insustancial e inefectiva, encubridora comolas frmulas liberalesde los sustanciales y efectivos intereses de una oligarqua financiera yterrateniente. Esta crtica izquierdista era obligada a partir de doctrinas como las de Marx, querepelan la armona social: los intereses atribuidos al proletariado y los supuestos a la burguesaseran antagnicos. En consecuencia haba que optar forzosamente por los intereses de una u otraclase social, y esa opcin definira a los polticos y a los partidos. Desde luego, las frecuentesapelaciones cedistas a la concordia y la moderacin en la lucha poltica chocaron siempre con uncerrado desprecio por parte de las izquierdas, que las vean como una manifestacin de debilidad.

    Para realizar su ansiada armona, los gilroblistas pensaban en un sistema corporativista no biendefinido, cifrado en una intervencin decisiva del Estado en la vida econmica y social. El ideal

    corporativo sera una evolucin necesaria de las democracias sumidas en la crisis de la poca, eintegraba a la CEDA en una amplia corriente derechista internacional, que iba desde los fascismos oel corporativismo portugus a tendencias conservadoras britnicas y hasta liberales useas*. El

    Debate atenda a todas ellas, incluido el New Deal de Roosevelt. Usa viva entonces un perodoturbulento, con huelgas sangrientas y miseria para grandes masas. El diario cedista juzgaba as el

    New Deal: No se piensa volver al pasado (...), tampoco a la guerra de clases, que es tan pocapasada como la libertad capitalista, que quiz Romler ha calificado con exactitud al decir que elmarxismo es una enfermedad del capitalismo moderno. Si curamos ste, suprimiendo sus taras,habremos acabado con la otra enfermedad.Y esto es lo que se intenta ahora en muchas naciones (...)como (...) Norteamrica**.

    Tratando de conciliar democracia y corporativismo, El Debate ensalzaba el parlamento y el

    patriotismo ingleses. El lder conservador Baldwin reciba su aprobacin cuando declaraba: hemosentrado en un nuevo sistema econmico cuyo fin nadie puede predecir (...) [Se va] a una forma decontrol que muy pocos hubieran credo posible hace diez aos, la cual requerira la ms estrechacooperacin de todos los hombres que creen en el nuevo orden de cosas. Desconfiando desoluciones drsticas, el diario recoga tambin de Baldwin: Cuando alcanzis un gran entusiasmo(...) puede estar dentro un espritu verdaderamente peligroso. He visto manifestaciones de ello en

    pases que no quiero nombrar. Procede de la creencia en que si todos se unen pueden remediarse losmales en cinco minutos. La alusin a los nazis era patente. El peridico cedista consideraba que lanueva legislacin britnica sobre las minas, la agricultura, etc., iba en direccin correcta:Constituye, sin decirlo, el embrin de organizaciones corporativas. En esos organismos estnrepresentados los patronos, los obreros y la colectividad; y expresaba el deseo de que la evolucinespaola siguiera el camino de la britnica***.

    La idea es persistente: Qu distintos el pensamiento y la prctica fascista, el pensamiento y larealizacin prudente de Oliveira Salazar, la nueva poltica de Roosevelt, la evolucin lenta y calladade Inglaterra y las actividades del racismo germnico (...) No necesitamos decir el mtodo que tienenuestras preferencias: el de los ingleses. Que la sociedad haga por s sola, hasta donde sea posible,la renovacin. El Estado asiste, vigila, protege las evoluciones. En marzo de 1933, en Barcelona,Gil-Robles afirm su discrepancia radical del fascismo en cuanto a su programa, en cuanto a lascircunstancias en que aparece y en cuanto a la tctica que lo inspira****.

    *Empleo Usa y useo en lugar de Norteamrica y norteamericano o americano, Estados Unidos y estadounidense,

    por ser trminos ms breves y perder hasta cierto punto el carcter un tanto abusivo e inexacto de los anteriores.**El Debate, 13 de enero de 1934.***Ib., 11 de noviembre de 1933.****20 de enero de 1934. J. Tusen,Historia de la Democracia Cristiana en Espaa, Madrid, 1986, p. 206

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    nazismo provena slo de que lo tena por un valladar frente a la revolucin y al expansionismosovitico, postura muy compartida en las derechas europeas del momento.

    Especialmente ominosa suena la referencia de Preston a los campos de concentracin. Pero loscampos se presentaban como instituciones de reeducacin por el trabajo, en principio similares a losde la Ley de Vagos y Maleantes de Azaa. Era un siniestro engao, cierto, pero no todava los

    campos de exterminio masivo en que se convirtieron durante la guerra mundial. Y tambin distabanan mucho de la mortfera explotacin del Gulag sovitico, que llevaba aos funcionando. Deberecordarse que en 1933 y 1934 los actos hitlerianos ms brutales estaban inditos o se habanejercido, en la Noche de los cuchillos largos, precisamente contra el ala extrema del propiomovimiento nazi, las milicias SA, lo que podra tomarse como indicio de una tendencia menosfanatizada. Y si bien el nazismo fue desde el principio cruel y antidemocrtico, en aquellos aos no

    poda ni de lejos compararse con la dictadura sovitica. Lenin y Stalin haban apilado ya una gigan-tesca montaa de cadveres, y la destruccin de las libertades y derechos humanos en Rusia habasido ms profunda y sistemtica que en Alemania o en Italia (en esta ltima la represin haba sidomuy poco sanguinaria). Ante estos hechos, la comprensin de las derechas europeas no slo laespaola hacia el nazismo resulta mucho ms explicable que el abierto entusiasmo de las

    izquierdas por Stalin. Callar estos aspectos vuelve ininteligible la poca. Sin embargo Preston omiteestas diferencias, nada banales, y crea en el lector apresurado una impresin falsa, como si Gil-Robles aplaudiera los campos de exterminio.

    Lo mismo ocurre en el tratamiento del libro a las elecciones de noviembre de 1933, el momentocrucial de la repblica porque en ellas qued de relieve el talante de las fuerzas polticas, y prefijadoel destino del rgimen. Los acontecimientos subsiguientes fueron el desarrollo lgico de aquellas

    posturas, que nadie o casi nadie rectific, o no las rectific en grado suficiente.Pues bien, el estudioso ingls afirma que ya antes de las elecciones de 1933 no era difcil

    encontrar paralelismo [de los sucesos que en Alemania llevaron a Hitler al poder] con la situacinespaola. La prensa catlica aplauda la destruccin de los movimientos socialista y comunista enAlemania. La derecha espaola admiraba el nazismo por su nfasis en la autoridad, la patria y la

    jerarqua, todas ellas preocupaciones centrales de la propaganda de la CEDA (...) Justificando latctica legalista en Espaa, El Debate sealaba que Hitler haba llegado al poder legalmente. Lacampaa electoral cedista resulta, en La destruccintcnicamente reminiscente de los

    procedimientos nazis*.Todo esto es forzar los hechos, por no decir falsearlos abiertamente. Era yes racionalmente imposible ver paralelismos entre la intensa agresividad y violencia nazis y la

    posicin defensiva, legalista y pacfica de la derecha catlica espaola. La CEDA nunca emple lamezcla de intimidacin, desfiles y mtines de masas, con tcnicas de autntica hipnosis colectivatpicos del nazismo. Ni realiz atentados ni apedre a votantes, como s hicieron los socialistas y losnacionalistas catalanes de izquierda, con su saldo de muertos y heridos. En aquellas elecciones lasderechas sufrieron ms de media docena de muertos, pero no replicaron de la misma manera. Estosdatos tienen mucho ms peso que las vagas y malintencionadas alusiones a reminiscencias nazis.Qu habra escrito Preston si las intimidaciones, atentados y asesinatos hubieran procedido de lasderechas y las vctimas sido socialistas? Cuntas pginas de comentarios les dedicara, viendo enellos la prueba concluyente de sus tesis? Habiendo ocurrido al revs, simplemente pasa por alto elasunto.

    La alusin a la autoridad, la patria y la jerarqua tampoco es convincente. Esos principios sondefendidos, sobre todo en perodos de desorden social, por los movimientos conservadores, sin queello los asimile al de Hitler. Y, curiosamente, seran socialistas y comunistas quienes bien prontoiban a exaltar desmesuradamente dichos valores.

    Afirma Preston: Una considerable sospecha rodeaba las intenciones de la CEDA cuandoempez la campaa [electoral de 1933] (...). La extrema belicosidad de Gil-Robles no era muy

    tranquilizadora. La extrema belicosidad parti indiscutiblemente de los socialistas, la Esquerra yotros, como vimos con detalle en Los orgenes de la guerra civil; Gil-Robles fue el nico que

    *P. Preston, op. cit.,p. 91.

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    elemental lealtad entre las fuerzas izquierdistas, por lo cual result determinante en la suerte de laguerra. Merece la pena repasar, aunque sea muy a grandes rasgos, la evolucin de losacontecimientos, y ver hasta qu punto tena razn Azaa a pesar de las argucias que hubieran

    podido oponrsele sobre diferentes maneras de concebir la idea de Espaa.El primer factor de desunin fue, paradjicamente, la euforia de los momentos iniciales de la

    guerra, ante la abrumadora superioridad material y estratgica del Frente Popular y la consiguienteseguridad en la pronta derrota del enemigo comn. Como constata tambin Azaa, citando alnacionalista cataln Lluh, cada partido pens entonces en reforzarse frente a los dems, a fin deasegurarse la parte del len en los frutos de la victoria. El resultado fue un desorden que lossublevados aprovecharon con audacia para salir en pocas semanas de una situacin desesperada, yganar la iniciativa.

    Ante las derrotas continuadas, la euforia de las izquierdas dio paso a la aprensin, y finalmente aun franco temor. Ese temor devino el principal elemento de cohesin del Frente Popular, y obligincluso a los anarquistas a arrumbar sus propias doctrinas y entrar en el gobierno. Aun as, fue unsentimiento negativo, insuficiente para forjar una unidad sincera, como bien observa Azaa. Lastensiones internas causaron en mayo de 1937, en Barcelona, una guerra civil dentro de la guerra

    civil, y la sauda represin de los perdedores, es decir, los anarquistas y poumistas. Esa fue lamanifestacin ms explosiva de dichas tensiones, pero las desconfianzas, intrigas y rivalidades nocesaban. El propio Azaa haba intentado maniobras diplomticas en Londres sin conocimiento del

    jefe del gobierno, Largo Caballero. Luego, al rendirse el gobierno de Vizcaya, los nacionalistasvascos traicionaron a sus aliados, que haban combatido a su lado en defensa de la provincia, hastael extremo de sealar a las tropas fascistas italianas las mejores vas de ataque para que coparan alos gudaris y abrieran as una amplia brecha en el frente. Luego, en plena batalla del Ebro, losnacionalistas vascos y catalanes intrigaron en Londres y Pars, siempre a espaldas de sus aliados,

    para que las Vascongadas y Navarra, ms Catalua y posiblemente Aragn, se convirtieran enprotectorados ingls y francs respectivamente. En fin, la guerra termin en una segunda guerracivil en el seno de las izquierdas, entre comunistas y negrinistas, por un lado, y socialistas,

    anarquistas y republicanos, por otro.Ante tales desgarramientos cabe preguntarse cmo pudieron las izquierdas sostener la guerra

    durante cerca de tres aos. La respuesta es doble: estuvieron a punto de perderla en los primeroscinco meses, pese a su superioridad material, y si despus lograron reforzarse y continuar fuegracias, por una parte, a la ayuda sovitica pero, sobre todo, a la disciplina y unidad impuestas porlos comunistas, con mtodos cada vez ms duros, incluso terroristas, pero eficaces. Ahora bien, esadura tutela se hizo ms y ms insufrible a los dems partidos, al punto de que stos terminaron porsublevarse, prefiriendo rendirse sin condiciones a Franco antes que seguir luchando bajo hegemonacomunista. Y de modo tan revelador termin una guerra ya perdida de todos modos.

    II

    As pues, si algo qued claro en esos tres aos fue que ni el ideal nacional republicano de Azaa,ni el de ningn otro, lograron inspirar y orientar a las izquierdas en un esfuerzo comn, ni siquieraen circunstancias tan arduas como aquellas, cuando peligraban todos de forma inminente. El fracasode la idea nacional hiere a Azaa con la mayor crudeza, como l dice: De ah proviene el dramaque estoy viviendo (sin menosprecio de la sensibilidad ajena), con ms violencia y hondura quenadie. Vamos a examinar un poco esa concepcin de Espaa.

    En sus escritos, Azaa suele mostrar un recio espritu patritico: Mi duelo de espaol sesobrepone a todo; Siento como propias todas las cosas espaolas, y aun las ms detestables hay

    que conllevarlas, como una enfermedad penosa; Espaa es la entidad ms cuantiosa de mi vidamoral, captulo predominante en mi educacin esttica, ilacin con el pasado, proyeccin sobre elfuturo, etc. Tales expresiones, frecuentes en l, contrastan sin embargo con la descripcintenebrosa que hace de la entidad amada y de sus tradiciones. En Fresdeval, aparece un pueblo

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    polticas francesas de su tiempo. En fin, era preciso abstraer en la entidad de Espaa sus faccioneshistricas para mirarla convencionalmente, como una asociacin de hombres libres.

    Esa interpretacin, que durante el siglo XIX cala poco en la intelectualidad y en la gente comn,cobra un fuerte impulso a principios del siglo XX, hasta hacerse dominante en amplios medios

    polticos. Y lo hace justamente a partir de la crisis del 98. Por entonces menudearon los ensayos

    sobre Espaa, dando lugar a una corriente que llamaremos regeneracionista en sentido amplio. Yaunque Azaa juzga esos ensayos arbitrarios en el mtodo, pobres de resultados, no les aportanada original, y su propia posicin se identifica en muchos aspectos con ellos. Todos coincidan en

    proponer remedios drsticos pero poco concretos, y en un europesmo superficial, incapaz devislumbrar siquiera los derroteros que pronto desembocaran en la Gran Guerra. La frase orteguianaEspaa es el problema y Europa la solucin, vena a ser una consigna, donde Espaa es elelemento negativo a superar, diluyndolo en una Europa observada con espritu convencional yacrtico.

    Costa y, coincidiendo con l en el fondo, Ortega, dieron el tono de este movimiento, cuyas basespodran considerarse una negacin de la Espaa anterior, un rechazo de cuanto sta haba hecho enel pasado, y hasta en una negacin de la misma Espaa como nacin. Costa habla de una nacin

    frustrada, de la necesidad de una total rectificacin de nuestra historia, de fundar Espaa otravez, como si no hubiera existido; Ortega dama con cierta altisonancia: Por venturanecesitbamos estos hechos [la Semana trgica] para averiguar que Espaa no existe como nacin?El entonces joven pensador define la historia del pas como una especie de enfermedad, idea querecuperar Azaa, comparndola con la sfilis. Estas doctrinas, pregonadas por los intelectuales msen boga, creaban un ambiente muy extendido.

    Algunos opinaban de otro modo, pero por lo general callaban ante el mpetu de las nuevas ideas.No obstante, Menndez Pelayo advirti: Presenciamos el lento suicidio de un pueblo que,engaado por grrulos sofistas, hace espantosa liquidacin de su pasado, escarnece a cada momentolas sombras de sus progenitores, huye de todo contacto con su pensamiento, reniega de cuanto en laHistoria hizo de grande, arroja a los cuatro vientos su riqueza artstica y contempla con ojos

    estpidos la destruccin de la nica Espaa que el mundo conoce, la nica cuyo recuerdo tienevirtud bastante para retardar nuestra agona. Un pueblo viejo no puede renunciar [a su historia] sinextinguir la parte ms noble de su vida y caer en una segunda infancia muy prxima a laimbecilidad senil. No vamos a discutir aqu si tena razn Menndez Pelayo o la tenan Ortega,Azaa y tantos otros, sino a analizar la idea de Espaa de estos ltimos, y sus consecuencias.

    Para quienes, hablando en sentido amplio, llamar regeneracionistas, la tristsima historianacional culminaba por entonces en el rgimen ms despreciable, el de la Restauracin, contra elcual no ahorran dicterios: la necrocracia, el pas oficial opuesto al pas vital, el sistema de la mentiray la corrupcin que sofoca las energas del pueblo, en fin, la concrecin de todas las taras a superarsi la nacin quera volver a ser ella misma, o mejor, a fundarse propiamente. Destruir la liberalRestauracin constitua la primera y bsica tarea para, de las cenizas de ella y de toda la tradicinespaola, extraer, en palabras de Ortega, como una gema iridiscente la Espaa que pudo ser.

    Sobre estas concepciones y programa cabe hacer al menos tres observaciones. En primer lugar,la realidad observable de la Restauracin dista mucho de justificar las condenas en bloque con quela obsequiaban los regeneracionistas, pues, con todos sus defectos, haba logrado mejoras que,vistas desde el convulso siglo XIX, eran autnticas proezas. Para empezar, una relativa paz yestabilidad internas, acabando con la era de los pronunciamientos y la epilepsia anterior. Tambin,gracias a esa estabilidad, un progreso econmico no muy rpido, pero s continuado y enaceleracin, manifiesto, entre otras cosas, en un aumento sostenido de la renta por habitante, encontraste con el estancamiento de los sesenta aos precedentes. Adems, el sistema garantizaba unamuy amplia libertad de expresin, a cuyo calor se desarrollaba el mayor florecimiento cultural e

    intelectual del pas desde el Siglo de Oro. Adase que las leyes liberales, con todos sus fallos deaplicacin, permitan a cualquier grupo poltico organizarse, hacer campaas y presentarse a laselecciones, como as ocurra.

    Ante estos logros, la crtica de Azaa, Ortega, Costa, etc., suena por lo menos arbitraria y

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    buena gana la hegemona azaista, y la de Largo Caballero, que entenda el apoyo a losrepublicanos como una tctica pasajera, a fin de crear condiciones favorables a la revolucin social.La doctrina marxista, oficial en el partido, prevea, desde el Manifiesto Comunista, la alianza consectores burgueses progresistas o avanzados, pero no para dejarse dirigir por ellos, sino, alcontrario, para dirigirlos, mientras pudieran ser tiles al objetivo revolucionario. Las condiciones

    revolucionarias parecieron madurar a lo largo de 1933, y ante el auge de la poltica de LargoCaballero el mismo Prieto claudic. A Largo se le denomin El Lenin espaol, y bolchevique asu tendencia. Besteiro fue el nico lder histrico que conden la dictadura del proletariado,tachndola de locura colectiva, o locura dictatorial; denunci el envenenamiento de laconciencia de los obreros por la propaganda del partido, y vaticin un estril bao de sangre. Peroqued cada vez ms aislado en el partido, en medio de una lucha interna extremadamente acre yviolenta, como explica el socialista Amaro del Rosal. En octubre, Prieto declarar oficialmente laruptura, que calific de definitiva, con los republicanos de cualquier tendencia.

    Los brazos, por tanto, se rebelaban contra la inteligencia, la cual perda toda posibilidad de hacertriunfar su idea de Espaa. Pero en sus dos aos de gobierno tambin pudo constatar Azaa laescasez de la inteligencia republicana. Sus diarios estn llenos de agrias referencias a la ineptitud y

    vacuidad de la mayora de sus correligionarios. Gordn Ords, jefe radical-socialista, es unpedante fracasado, insigne albitar que se ha afanado por adquirir una ilustracin vasta ygeneral, sin que podamos estar seguros de que la haya asimilado. De Marcelino Domingo deplora:Qu sera un Gobierno presidido por este hombre? Y qu puede ser la reforma agraria dirigida

    por l? lvaro de Albornoz queda como un simple que no se entera de nada, y ha fracasadohasta un extremo que raya en lo cmico.Y as sucesivamente.

    No ofrece ms esperanzas el conjunto. Un congreso del Partido Radical Socialista, el ms votadoentre los republicanos de izquierda, le inspira esta descripcin: Llevan tres das, maana, tarde ynoche, desgaitndose. Y lo grave del caso es que de ah puede salir una revolucin que cambie la

    poltica de la repblica. Despus de tan feroces discusiones, se han echado a llorar oyendo eldiscurso de Domingo; se han abrazado y besado, han gritado... Gente impresionable, ligera,

    sentimental y de poca chaveta. De su propio partido dir, cuando suba a la presidencia de laRepblica: Llorera general (...). Explosin de entusiasmo, abrazos, promesas, juramentos cvicos...En fin, muy bien. Es posible que ahora lo destrocen todo. De otros afines comenta: No saben qudecir, no saben argumentar (...). No se ha visto ms notable encarnacin de la necedad. El desdnse trueca a veces en amargura: Veo muchas torpezas y mucha mezquindad, y ningunos hombrescon capacidad y grandeza suficientes para poder confiar en ellos. Tendremos que resignarnos aque Espaa caiga en una poltica tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botn, sinninguna idea alta? Etctera. Quiz ningn enemigo de la repblica ha descrito sta de forma tanlgubre y desalentadora.

    El desastre qued consumado en las elecciones de noviembre de 1933, cuando el republicanismode izquierda se hundi casi por completo. Esa derrota electoral fue la piedra de toque deldemocratismo de Azaa: coherente con su tesis de que slo los republicanos de izquierda o

    jacobinos podan gobernar la repblica, rechaz la voz de las urnas y propuso un golpe de estado,para impedir la reunin de las Cortes resultantes de las elecciones. Fallida la intriga por la oposicinde Alcal-Zamora, volvi a proyectar un golpe unos meses ms tarde, en verano del 34, apoyndoseen la Esquerra catalana, duea de la Generalidad y en pie de guerra. Pero necesitaba una vez ms alos batallones populares del PSOE, los cuales rehusaron participar en la intentona, comosabemos. El golpe qued as en el aire.

    En octubre de ese ao, los socialistas y los nacionalistas catalanes se alzaron en armas contra ungobierno legtimo y democrtico de centro derecha. El partido de Azaa llam a emplear todos losmedios contra el gobierno. Esto difcilmente lo hubiera hecho sin la aquiescencia de su lder, cuya

    presencia en Barcelona en aquellos momentos tampoco ha quedado nunca explicadasatisfactoriamente. Procesado por su presunta implicacin en la revuelta, los tribunales archivaronla causa, lo cual significa poco o nada, pues algo parecido hicieron con Largo Caballero. En su librofamosoM rebelin en Barcelona, Azaa oculta, con toda evidencia, buena parte de la verdad.

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    UNA VISIN NEOESTALINISTA DE LA GUERRA CIVIL

    n el nmero 15, de mayo de 2003, de la revista digital de pensamiento El Catoblepas,inspirada por Gustavo Bueno, el profesor Enrique Moradiellos publicaba una larga crtica(ms de 50 folios) a mis tesis sobre la intervencin extranjera en la guerra civil espaola,

    en respuesta a otro artculo del profesor Antonio Snchez Martnez en defensa de mis libros. Concierta abundancia retrica, Moradiellos desarrolla su crtica a partir de cuatro cuestiones bsicas:1) Lagnesis de dicha intervencin (quin o quines fueron los primeros en intervenir, cundotomaron la decisin y cmo la llevaron a la prctica materialmente por vez primera); 2) lasmotivaciones de dicha intervencin (incluyendo su posible variacin a lo largo del tiempo de

    duracin del proceso blico): razones de orden estratgico, de clculo poltico, de interseconmico, de carcter diplomtico, de afinidad ideolgica; de naturaleza clasista, etc.; 3) laentidad de esa misma intervencin (en cantidad, en calidad y en sus ritmos temporales de entregay disposicin): volumen de armamento remitido, nmero de efectivos humanos involucrados,cuanta de los prstamos y crditos otorgados, disponibilidad de las facilidades logsticasavanzadas y vigor del respaldo diplomtico ofrecido; 4) la trascendencia de esa intervencin

    para el propio resultado de la guerra (la cuestin ms compleja por ser la ms valorativa yespeculativa, en la medida en que significa ponderar hasta qu punto fue crucial y decisiva, osecundaria y accesoria, esa intervencin en el resultado final: la victoria absoluta alcanzada porel bando franquista y la derrota total y sin paliativos cosechada por el bando republicano).

    En cuanto al primer punto, Moradiellos hace un detallado examen de diversos estudios

    recientes, en particularArmas para Espaa, de Howson, para concluir que, si bien es correcta miapreciacin general de que los dos bandos intentaron casi simultneamente obtener armas en elextranjero, yerro en lo dems. As, por ejemplo, frente a mi punto de vista de que los envosfranceses de aviones llegaron ligeramente antes, y al principio en mayor nmero, l consideraque ocurri exactamente al revs, y que los franquistas obtuvieron pronto una notable supre-maca area, gracias a los aviones italianos y alemanes. En conclusin quedara demostrada lafalsedad y error de las afirmaciones tradicionales franquistas recogidas y recuperadas por PoMoa: la intervencin francesa no precedi a la talo germana y tampoco tuvo su misma entidaden volumen y calidad durante esos primeros meses cruciales del conflicto. Todo lo contrario.

    Pasando a la segunda cuestin, la de las motivaciones de las potencias intervencionistas,Moradiellos matiza con mucho nfasis, sin desmentirlos, mis asertos sobre las razones de Hitlery Mussolini. Pero el desacuerdo principal yace en torno a Stalin. Por qu intervino Stalin? Enmi opinin, porque le interesaba ante todo alejar de sus fronteras la sombra de una nueva guerraeuropea, y tratar de que estallara entre las democracias y Alemania, para lo cual la hogueraespaola le ofreca una excelente ocasin. Esto era crucial para l. Al mismo tiempo procurabadominar progresivamente el Frente Popular espaol. A juicio de Moradiellos nada de eso sesostiene, aunque empieza por interpretar errneamente mi punto de vista, atribuyndome la ideade un intento de Stalin de fomentar la revolucin social en. Europa mediante la creacin de unestado satlite en la pennsula Ibrica y la provocacin de una guerra general en el continente.Eso es una forma muy confusa de exponer mi tesis. En bastantes casos, Moradiellos da laimpresin de haberme ledo con poca atencin.

    Para l, en cambio, la interpretacin esencialmente correcta es la que llama hiptesis delhonesto Stalin. Esta versin favorecida por sectores pro-republicanos y progresistas, ve en lapoltica sovitica un intento de sostenimiento de un rgimen democrtico (espaol) en opo-sicin al expansionismo del Eje italo-germano y con la esperanza de forjar una alianza con las

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    principio relevancia en cuanto a la clarificacin del asunto, y, al contrario, plantear as las cues-tiones tiende a desviarlas del inters por aclararlo, que debiera ser fundamental. Sospecho que micrtico espera ganar puntos gratuitamente al marcarme con una etiqueta que l sabe perjudicial a losojos de mucha gente, por su utilizacin demaggica y sin criterio, al modo como se ha hecho con eltrmino fascista. Seguir ahora, un poco, su mal ejemplo, y lo etiquetar a l de estalinista o

    neoestalinista, yo s con un poco de sarcasmo, por cuanto su versin refleja en alto grado lapropaganda elaborada por los comunistas sobre la guerra civil.Segn esa propaganda, la guerra fue una confrontacin entre democracia y fascismo, en la cual

    las democracias occidentales traicionaron a la espaola, que debi ser ayudada in extremis porStalin, en pro de la libertad y de la paz internacional. Esa ayuda no bast a contrarrestar la

    proporcionada a Franco por las potencias fascistas, debido a la poltica de no intervencin inglesa,pero permiti mantener una heroica resistencia republicana durante casi tres aos, Entre losneoestalinistas, unos defienden a Stalin y otros lo critican por suponer que poda haber hecho ms

    por la repblica. Asimismo, unos culpan ms a los comunistas y otros a sus aliados, por lasdainas trifulcas interizquierdistas.