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    Sociolgica, ao 19, nmero 55, pp. 273-300Mayo-agosto de 2004

    De dnde vienen los derechos?*Charles Tilly

    De dnde vienen los derechos? Podramosplantear esta pregunta desde la filosofa anal-tica, al estilo de Rawls; desde la metafsica, alestilo de Rousseau, o desde la accin racional,al estilo de Riker. En vez de ello, quiero plan-tearla en la historia poltica europea.1All sigoel camino de Los orgenes sociales de la dicta-dura y de la democraciade Barrington Moore,que repetidamente trata los derechos comoproductos histricos, como resultado de la lu-cha. En particular, en dicha obra sostiene quela creacin de la democracia los lmites agobernantes arbitrarios, el establecimiento dereglas polticas justas y racionales, y la influen-

    * Traduccin de Charles Tilly (1998), Where Do Rights Come From?, en Theda Skocpol (edito-ra) (1998), Democracy, Revolution, and History,Cornell University Press, Nueva York, pp.55-72. Traducido por Patricia Gaytn S. Correo electrnico [email protected]. Be-caria de la maestra en Sociologa Poltica del Instituto de Investigaciones Dr. Jos Mara LuisMora. Revisin tcnica: Laura A. Moya Lpez.

    1 Este artculo debe su existencia a una pregunta que hizo Mayer Zald durante el caf en elstano de la Michigan Union. Los lectores pueden responsabilizarlo por la pregunta, pero nopor la respuesta. En el Vilhelm Aubert Memorial Simposium, en la Universidad de Oslo, enagosto de 1990, se escuch una versin preliminar, y circul esa versin ligeramente modi-ficada en Lars Mjfset, ed., Contributions to the Comparative Study of Development(1992).Estoy agradecido por las crticas de Thomas Janosli, Lars Mjfset, Sidney Tarrow, Vivian Zelizer,y los miembros del seminario de la New School sobre la formacin del Estado y la accin co-lectiva. Aunque he actualizado las referencias, el ensayo mantiene mi reflexin sobre la materiade 1990, cuando lo escrib. Para versiones posteriores, vase European Revolutions, 1492-1992(1993); Entanglements of European Cities and States, en Cities and the Rise of Statesin Europe, AD1000-1800(1994), y The Emergence of Citizenship in France and Elsewhere,en Citizenship, Identity, and Social History(1995).

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    cia de la poblacin en la construccin de tales reglas2 conlleva lacreacin de derechos.

    En aquel libro Moore ubic los orgenes de los derechos fundamen-tales en el feudalismo de la Europa occidental. Para nuestros propsi-tos, argument, el aspecto ms importante fue que se desarrollara lanocin de la inmunidad de ciertos grupos y personas al poder delsoberano, as como la del derecho de resistir a la autoridad injusta.Junto con la del contrato como un compromiso mutuo libremente con-venido por personas libres, derivada de la relacin feudal de vasalla-je, todo ese complejo de ideas y prcticas constituye un legado deci-sivo de la sociedad europea medieval a las modernas concepciones

    occidentales de una sociedad libre. 3Pese al atisbo de idealismo deeste pasaje, la historia comparativa de Moore describe esos derechoscruciales como un producto de la revolucin y la lucha de clases.Despus de todo, a su captulo inicial le dio el nombre de: Inglaterra ylas contribuciones de la violencia al gradualismo. Mi argumento di-fiere del de Moore en tres direcciones: duda de la centralidad del feuda-lismo; disminuye la importancia relativa de las ideas, y considera losacontecimientos cruciales que ocurrieron despus de la disolucingeneral del feudalismo. Sin embargo, coincide con Moore en dosasuntos fundamentales: enfatiza la resistencia y la lucha, y fundamentael surgimiento de los derechos en la historia concreta de las diferen-tes regiones de Europa.

    La pregunta acerca de los orgenes de los derechos, planteada hist-ricamente, se torna naturalista: Cmo fue que la poblacin europeaformul reivindicaciones viables, es decir, reivindicaciones suscepti-bles de hacerse cumplir por la fuerza coercitiva del Estado y de ser in-cluidas en su aparato jurdico-legal, a los Estados a los cuales estabasujeta? Ms especficamente, cmo han llegado a existir los derechosde la ciudadana?, cmo es que las autoridades comenzaron a pro-porcionar bienes, servicios y proteccin a la gente nicamente sobrela base de su pertenencia a una categora: la categora de pueblo enla comunidad poltica vinculada al Estado?, cmo se expandi lacomunidad poltica para incluir a la mayora de la gente, o al menos

    a la mayora de las unidades familiares de la poblacin en general?

    2 Vase Moore, 1966: 414. Publicado en espaol (Moore, 1973); la cita corresponde a la p. 336(nota de la traductora).

    3 Vase Moore, 1996: 415 (en espaol, p . 337).

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    Incluso, ms sorprendentemente, cmo fue que la gente ordina-ria obtuvo el poder de hacer cumplir obligaciones tan importantes?Rivalizando en vano en una arena nacional, los europeos arrebataronlos derechos a las autoridades locales y despus los vieron extenderse e-ventualmente a una escala nacional?, o los dspotas benevolentes ga-rantizaron primero esos derechos a un pequeo nmero de benefi-ciarios y, entonces, como en una propagacin ilustrada entre gobernantesy gobernados, se extendieron gradualmente hacia el resto de la po-blacin?, o emergieron de la lucha a escala nacional? Los derechos,en esta formulacin, se asemejan a lo que Amartya Sen llama titula-ridades,4reivindicaciones que son susceptibles de cumplirse me-

    diante la entrega de bienes, servicios o proteccin por parte de unotro especfico.5Los derechos existen cuando una parte puede exi-gir con efectividad que otra entregue bienes, servicios o proteccin,y terceras partes actan para reforzar (o al menos no dificultar) di-cha entrega. Tales titularidades se convierten en derechos de la ciu-dadana cuando el objeto de la solicitud es un Estado o sus agentes yel solicitante exitoso califica por su simple membresa en una ampliacategora de personas sujetas a la jurisdiccin del Estado. Los dere-chos de la ciudadana vieron la luz porque miembros relativamenteorganizados de la poblacin en general negociaron con las autorida-des estatales durante varios siglos, negociaron primero sobre los me-dios de la guerra, luego sobre reivindicaciones viables que serviran asus intereses fuera de la guerra. Estas negociaciones incrementaronlas obligaciones de los Estados para con sus ciudadanos, amplindoseel rango de las exigencias que stos podan hacer a los Estados y ex-pandindose la poblacin que ostentara los derechos de ciudadana.

    Esta perspectiva sobre el origen de los derechos surge de la con-fluencia de los trabajos sobre la transformacin del Estado y los relati-vos a la accin colectiva, dos corrientes largamente separadas que, unavez juntas, enriquecen nuestra comprensin del tema.6Ambas estudianlos procesos paradjicos por los cuales luchas tan desiguales produje-

    4 Entitlements, en el original. ste es un concepto elaborado por Sen que ha sido traducidocomo titularidades, pero tambin como derechos. Hemos optado por traducirlo aqucomo titularidades (trmino empleado, entre otros, por Julio Boltvinik en la presentacin dela revista Comercio Exterior, nm. 5 (2003: 407), por ser una clase especial de derechos deuso o dominio, como lo explica Charles Tilly en el cuerpo del texto (nota de la traductora).

    5 Amartya Sen (1981).6 Estudios recientes al respecto incluyen a: George Reid Andrews y Herrick Chapman, eds. (1995);

    Karen Barkey y Sunita Parikh(1991); Roger Brubaker (1992); John L. Campbell(1993); Simona

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    ron derechos mutuamente reconocidos: derechos de ciudadanos y degrupos de ciudadanos con respecto a los Estados, as como derechosde los Estados oficiales (e incluso de los Estados como entidades corpo-rativas) con respecto a los ciudadanos. De trabajos previos sobre latransformacin del Estado proviene el reconocimiento de la relacinindisoluble y represiva de los Estados con su poblacin, a travs de granparte de la historia, dejndonos con la especulacin sobre por qu ha-bran accedido a concesiones tan ampliamente extensas para sus ciu-dadanos. Por su parte, de trabajos anteriores sobre la accin colectivaproviene un modelo doble de lucha: 1) la lucha por demandas he-chas por los Estados hacia los sujetos, por los sujetos hacia los Esta-

    dos, o por los sujetos entre s; y 2) la lucha de grupos especficos desujetos por entrar en la comunidad poltica (el conjunto de personas ygrupos con demandas rutinarias y reivindicaciones viables para el Esta-do), por ayudar a otros a entrar en la comunidad poltica, por defenderciertas membresas a dicha comunidad, o por excluir a otros de la mis-ma. Caricaturizado, este argumento afirma que los derechos de ciu-dadana se formaron cuando las negociaciones se cerraron en el cursode ambos tipos de lucha: primero, principalmente en defensa contralas exigencias invasivas del Estado con respecto a los medios para laguerra; despus, en la bsqueda de un rango mucho ms amplio deaccin colectiva e intervencin estatal.

    Esta forma de explicar los derechos es, a la vez, empirista, espe-culativa y cnica. Es empirista porque infiere regularidades de diver-sas experiencias de los europeos a lo largo de los ltimos mil aos deformacin y transformacin de sus Estados. Es especulativa porque na-die ha reunido la cantidad de evidencia comparativa requerida parauna verificacin o falsacin definitiva. Es cnica porque asume que cual-quier reivindicacin viable para los Estados obtenida por la pobla-cin, no obstante lo equivocadas que ahora algunas parezcan estar,constituyeron derechos. No se etiquetan como derechos nicamenteaquellas obligaciones que yo personalmente apruebo. En una retros-

    Cerruti, Robert Descimon y Maarten Prak, eds.(1995); Erik rjan Emilsson (1996); OlivierFillieule, ed. (1993); Stefan Immerfall (1992); Andrew Kirby (1993); Kuen Koch (1993);John Lynn(1993); Michael Mann (1986 y 1993); John Markoff(1990 y 1996); Gloria MartnezDorado(1993); Doug McAdam, John D. McCarthy y Mayer N. Zald, eds.(1996); GrardNoiriel (1989 y 1993); Juan Pro Ruiz (1992); Dietrich Rueschemeyer, Evelyne Huber Stephensy John D. Stephens (1992); Bernard S. Silberman (1993); Christian Tapalov (1991); SidneyTarrow (1994); Mark Traugott, ed. (1995); Patrick Weil (1994).

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    pectiva santurrona, a m no me agrada el apoyo legal que recibieronlos Junkers de Prusia por parte de sus Estados para convertir a cam-pesinos libres en siervos, pero para m s califican como derechos lasreivindicaciones viables de recibir asistencia del Estado en la aprehen-sin de rebeldes y fugitivos.

    El derecho delJunkera disciplinar a los rebeldes y fugitivos, sinembargo, no constituy un derecho de ciudadana. Los derechos deciudadana pertenecen en principio (si no siempre en la prctica), atodo aquel que califique como miembro con pleno derecho de un Esta-do dado; pertenecer a la categora basta para que una persona califi-que para que una peticin suya pueda cumplirse, aunque todos los

    sistemas de ciudadana establecen ms de una categora de elegibili-dad (incluso los Estados democrticos de nuestros das excluyen dealgunos derechos de ciudadana a los nios, a los prisioneros y a laspersonas oficialmente declaradas con problemas mentales. La mayorlnea divisoria est entre los no-ciudadanos y los ciudadanos nativosy naturalizados. En estos das, los ciudadanos de los Estados europeostienen tpicamente el derecho a votar en las elecciones locales y nacio-nales, de participar en un amplio rango de accin colectiva adems deen las elecciones, de recibir un considerable nmero de beneficios yservicios gubernamentales, de desplazarse libremente dentro de lasfronteras de sus Estados, e incluso de recibir la proteccin de sus Esta-dos cuando viajan o residen fuera de sus fronteras; los ciudadanospueden perder esos derechos nicamente mediante un proceso for-mal de degradacin, tal como una sentencia criminal o la reclusinen un hospital psiquitrico; con respecto a los mismos Estados, por elcontrario, idnticos vecinos no ciudadanos no comparten general-mente esos derechos.

    EEEEEXPANSINXPANSINXPANSINXPANSINXPANSINDEDEDEDEDEDERECHOSDERECHOSDERECHOSDERECHOSDERECHOS,,,,, CREACINCREACINCREACINCREACINCREACINDEDEDEDEDECIUDADANACIUDADANACIUDADANACIUDADANACIUDADANA

    La formulacin clsica de T.H. Marshall distingui tres elementos dela ciudadana: sus derechos civiles, polticos y sociales.7Los derechos

    civiles incluyeron aquellos elementos orientados a la proteccin dela libertad individual; los derechos polticos, los elementos garantes

    7 Para explicaciones y crticas del anlisis de Marshall, vanse J. M. Barbalet (1998); MargaretR. Sommers (1993), y Bryan S. Turner, ed. (1993).

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    de la participacin en el ejercicio del poder poltico, y los derechossociales, aquellos que proveen el acceso a satisfacciones materiales yculturales (Marshall, 1965: 78).Pensando en Inglaterra, Marshall si-tu la adquisicin definitiva de los derechos civiles en el siglo XVIII, delos derechos polticos en el siglo XIX, y de los derechos sociales en elXX. Hacia la dcada de 1830, sostiene, los derechos civiles vinculadosal estatus de libertad ya haban adquirido suficiente sustancia comopara justificar que hablemos de un estatus general de ciudadana(Marshall, 1965: 84). En cada caso Marshall concibi la extensin delos derechos como la realizacin cuasi-hegeliana de un principio de laHistoria. Es verdad que su caracterstico sentido comn y el juego

    limpio caracterizaron a la versin inglesa del Geist.8Aunque a veces Marshall reconoci que el trabajo luch con el

    capital y el Estado por sus derechos sociales, explcitamente rechazla lnea argumentativa que yo he tomado: Los derechos no son, sos-tuvo, un tema apropiado para la negociacin (Marshall, 1965: 122).A pesar de reconocer que los derechos civiles (protecciones a la libertadindividual) proporcionaron el marco para los derechos polticos ysociales, l nunca vio cmo la lucha por un tipo de derechos prepara los demandantes para luchar por el siguiente tipo. Sin duda, Marshallse resisti a esta lnea de argumentacin debido a que en 1946 ya afir-maba que aceptarla habra hecho de la lucha por los derechos socialesun asunto de rapport des forces en un momento en que el propioMarshall procur preparar a su pblico para que aceptara su inter-vencin en el orden de las clases sociales y justificar esa intervencincomo un principio inevitable. Sin embargo, sea lo que fuera que esosignifique, su de otro modo perceptivo anlisis sufri profundamentede una fuerte limitacin histrica. Podemos colocarlo en una pers-pectiva ms adecuada intentando situar la obtencin y prdida de losderechos ms firmemente en la historia de lo que lo hizo Marshall.

    Los ciudadanos de los Estados europeos disfrutan hoy ipso factode los derechos a la educacin, vivienda, cuidados de la salud, ingre-so mnimo, y de una amplia variedad de derechos de participacinpoltica. Algunos residentes no ciudadanos tambin tienen acceso le-

    gal a muchos de esos beneficios, pero la obligatoriedad legal de susreivindicaciones permanece limitada y cuestionada. Si Francia y otrospases miembros de la Unin Europea garantizaran el voto local a los

    8 En alemn en el original.

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    ciudadanos pertenecientes a otros Estados, la distincin comenzaraa difuminarse. Cuando las distinciones de este tipo desaparecen te-nemos dos opciones lingsticas: podemos decir que los derechos vin-culados a la ciudadana han disminuido, o podemos decir que los Esta-dos han comenzado a reconocer la ciudadana tambin en la residenciaprolongada autorizada. En el caso de Europa puede aplicarse una ter-cera opcin: que los derechos ciudadanos recaen en la Comunidad Eu-ropea. La prueba llegar con el trato que se dar a los nacionales defuera de la Comunidad Europea. Mientras tanto, sus ciudadanos gozande una diferencia significativa en cuanto a las demandas que haciaun Estado pudiera obtener cualquier otro individuo.

    Al tiempo que el alcance de la Comunidad Europea se expande,uno de los problemas ms espinosos que encaran sus ciudadanoscrece precisamente sobre ese arbusto floreciente: Hasta dnde, en quformas, y con qu tipos de aplicacin los derechos de ciudadana seconvertirn en derechos generales en la Comunidad completa, msque de cualquier Estado en particular?, hasta dnde sern unifor-mes y transferibles entre los Estados?, en lugar de rebeldes y fugiti-vos, qu hay acerca de los refugiados? (Grard Noiriel,1989).Si unEstado europeo reconoce a un conjunto de personas como refugia-dos polticos que tienen alta prioridad para obtener la ciudadana,deben los dems miembros de la Comunidad reconocer tambinesos derechos? El derecho de un nuevo trabajador desempleado atener un ingreso, a un puesto de trabajo y a la capacitacin, se aplicartambin en el Estado al cual ha migrado?, quin pagar por estosbeneficios? Cuando los derechos varen de Estado a Estado, prevale-cer el comn denominador ms bajo de toda Europa?, el prome-dio?, el valor ms alto en cualquier sitio? A preguntas similares seenfrentan los nuevos organizadores de la vida poltica en AmricaLatina y en Europa del Este, una vez que la derrota de los regmenesautoritarios ha trado consigo una nueva era de ingeniera constitu-cional. Recientemente, la cuestin de la ciudadana se ha vuelto muyrelevante.

    De hecho, se trata de un asunto que ha permanecido en el primer

    plano del pensamiento poltico en Europa por casi trescientos aos,desde la poca en que los grandes Estados europeos comenzaron acrear grandes ejrcitos permanentes a partir, en su mayora, de suspropias poblaciones ejrcitos (y frecuentemente marinas) financia-dos por los impuestos regulares y la deuda pblica del Estado. Para ser

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    precisos, mucho tiempo antes del siglo XVIlos comerciantes europeosexpatriados formaron naciones en metrpolis tales como Constanti-nopla y Roma, obteniendo cierto grado de autogobierno y proteccinde sus Estados originales a cambio de asegurar a sus propios miem-bros la provisin de reservas de alimentos en pocas de crisis de subsis-tencia, y solventando en proporciones negociadas los gastos de laciudad. Sin duda, la generalizacin de las misiones diplomticas per-manentes a fines del siglo xv en Europa conllev un cierto reconoci-miento mutuo de ciudadana. Para los burgueses de Ciudades-Estadotales como Florencia y de federaciones de Ciudades-Estado como laRepblica Holandesa, la membresa a las elites financieras y consejos

    polticos de sus propias ciudades los calificaba para exigir derechosa sus Estados de la misma forma que en la poca previa al siglo XVI,en un sentido limitado, como Max Weber lo comprendi parcialmente,la Brgerschaftanticip la ciudadana.

    La mayora de los Estados europeos y sus miembros, sin embargo,no iniciaron la negociacin sobre derechos y obligaciones de la ciu-dadana en una escala relativamente amplia sino hasta los siglos XVIIy XVIII. Con anterioridad, las constituciones no escritas frecuentementecomprometan a los gobernantes frente a los miembros de sus clasesgobernantes, pero no frente a la poblacin ordinaria. Fue entoncesque los gobernantes pasaron del uso espordico de milicias y fuerzasmercenarias en pocas de guerra al intento de establecer armadaspermanentes a partir de su poblacin propia y a obligar a los civilesa pagar por los ejrcitos de manera rutinaria y en cantidad suficien-te. Los grandes Estados, con mayor poblacin, obtuvieron as ventajasobre los pequeos Estados ricos que, como Venecia o la RepblicaHolandesa, perdieron la posibilidad de simplemente rentar un ejr-cito de extranjeros pobres y, de ese modo, vencer a sus vecinos.

    DDDDDE LE LE LE LE LGOBIERNOGOBIERNOGOBIERNOGOBIERNOGOBIERNOINDIRECTOINDIRECTOINDIRECTOINDIRECTOINDIRECTOALALALALALDIRECTODIRECTODIRECTODIRECTODIRECTO

    Los esfuerzos por establecer ejrcitos permanentes originaron un

    problema crtico: la transicin del gobierno indirecto al directo. Hastala creacin de los ejrcitos nacionales de masas, todos los grandes Esta-dos europeos gobernaron indirectamente, mediante la cooptacin devarios tipos de magnates que actuaban para el Estado y garantizabanla entrega de recursos, pero que tambin mantenan un alto grado de

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    autonoma dentro de sus propias zonas reservadas. Incluso Francia,ese modelo tocquevilleano de centralizacin, dependi profundamentede los gobernantes locales hereditarios, en Estados provinciales y muni-cipalidades privilegiadas, hasta que Richelieu (presionado por reunirfondos para sumarse a las guerras de expansin europea de la dca-da de 1620) improvis e impuso a los llamados intendentes para evitarla rebelda de los magnates regionales. Mazarin y Colbert regulari-zaron a los intendentes como ejecutores regionales directos y ms omenos subordinados, de la voluntad real. An entonces los intendentesemplearon gran parte de su tiempo negociando con los Estados, par-lamentos, gobernadores militares y otros detentadores del poder lo-

    cal que tenan la capacidad de obstaculizar las demandas de la Coro-na y, algunas veces, incluso de incitar a la resistencia masiva en contrade la poltica real.

    El dilema era espinoso. Depender de los dueos del poder cooptadosgarantiz un cierto nivel de obediencia, por lo que la Corona limitsus propias demandas y respet los privilegios de los detentadores delpoder regional, pero esto reforz a los principales rivales domsticosy a los enemigos ms peligrosos de la autoridad central. La instalacindel gobierno directo y centralizado fue, sin embargo, una operacincostosa, riesgosa y que consumi mucho tiempo, y con frecuencia ex-plot en rebelin.

    La expansin de las fuerzas armadas estimul a los altos oficialesde los Estados europeos a asumir el costo, el riesgo y el esfuerzo. Engrandes Estados como Prusia y Rusia la dependencia en intermedia-rios poderosos y parcialmente autnomos estableci un severo lmitesobre la porcin de recursos nacionales a que el Estado central podatener acceso, incluso si exceder tal lmite facilitaba la concentracinde recursos. Dos de las caractersticas ms desafortunadas de las gue-rras son: 1) que son realmente un juego de suma cero, en el mejor delos casos, y un juego de suma negativa la mayora de las veces si unaparte gana, la otra definitivamente pierde, frecuentemente incurriendoen penalidades mayores a las ventajas que el ganador putativo obtie-ne, y 2) dentro de los lmites impuestos por una eficacia en descen-

    so como resultado del tiempo y el espacio que separa a los antagonis-tas, la parte que tiene las fuerzas armadas ms eficaces establece lostrminos un Estado que tiene unas fuerzas armadas pequeas muyeficientes algunas veces pierde la guerra contra un Estado que tieneun ejrcito grande e ineficiente, y generalmente pierde frente a un

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    Estado que tiene un ejrcito grande y eficiente. Como consecuenciade estos principios, los Estados europeos mejor armados establecie-ron los trminos militares para el resto.

    Durante varios siglos antes de 1750, los Estados europeos mejorarmados fueron aquellos que podan rentar las tropas ms mercena-rias. Los mercenarios provenientes especialmente de regiones milita-rizadas y de tierras campesinas pobres como Irlanda, Escocia, Suiza,Hesse y Croacia alcanzaron su apogeo en los siglos XVIy XVII y co-menzaron a perder terreno en el siglo XVIII, volvindose insignifican-tes con las guerras napolenicas. Los mercenarios tenan la gran ven-taja de estar disponibles rpidamente para cualquiera que tuviera los

    fondos necesarios o el crdito, pero tambin tenan dramticas desven-tajas: eran caros, rebeldes, no se poda confiar en ellos si no se les paga-ba y se convertan en una molestia si no se les deportaba una vez que laguerra haba terminado; los mercenarios desempleados con frecuenciase convertan en bandidos, piratas, o en su equivalente a gran escala:seores de la guerra.

    Las antiguas alternativas europeas para los mercenarios reclutadosnacionalmente haban sido las milicias urbanas, los ejrcitos priva-dos de los grandes nobles, y varios tipos de reclutamientos feudales,o incluso una mezcla de las tres. Desde la perspectiva de los gober-nantes, esas fuerzas tenan la ventaja de ser baratas y desechables, peroestaban disponibles slo en cantidades limitadas, en trminos restringi-dos y al servicio de aquellas condiciones que ellos mismos haban espe-cificado previamente; y lo que es ms, sus lderes y patrones tenanintereses, ideas y ambiciones propios. nicamente la invencin de losejrcitos nacionales de masas reclutados directamente de la pobla-cin por el Estado y operados bajo el control de los propios oficialesdel Estado superaron las claras desventajas de los mercenarios y lasantiguas levas feudales.

    La creacin de ejrcitos nacionales grandes y permanentes, reclutadosentre la poblacin domstica present, sin embargo, uno de aquellosproblemas de consenso preferidos por los filsofos polticos. Finan-ciar cualquier ejrcito requiere de enormes flujos ininterrumpidos de

    recursos durante largos periodos: comida, uniformes, armas, transpor-te, salarios y ms. En el siglo XVII, muchos de los Estados que alquilaronmercenarios pidieron dinero prestado a los capitalistas locales a cor-to plazo; aceptaron los requisitos de mercados bien organizados enlos que colaboraban funcionarios de Estado y capitalistas, y luego gra-

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    varon a la poblacin en general de varias formas para poder pagar asus acreedores capitalistas. Un ejrcito nacional tena, adems, la des-ventaja de retirar a trabajadores hbiles de sus hogares, que dependande ellos para su manutencin. Esos trabajadores se ausentaban de suscasas durante aos, y posiblemente regresaban invlidos o de planonunca volvan, y por supuesto durante todo ese tiempo no enviabanrecursos. Los empresarios que saban cmo conseguir mercenarios con-tratados libremente no necesariamente saban cmo sacar a los reclu-tas obligados de sus reacios hogares. Adems, los ejrcitos permanentesrequirieron incrementos sustanciales en los impuestos.

    Cmo obtener su consentimiento? Todos los Estados que cons-

    truyeron grandes ejrcitos optaron por una combinacin de depen-dencia en los empresarios cooptados, el reclutamiento agresivo, el con-vencimiento y el servicio militar obligatorio. An as, encontraron unaamplia resistencia debido a la carga creciente de los impuestos y alreclutamiento forzoso de jvenes para el ejrcito. As que negociaron.Y lo hicieron en diferentes formas: enviaron tropas para reclutar mstropas y cobrar impuestos, negociaron cuotas para las tropas e im-puestos con los lderes de las comunidades locales y las regiones;negociaron tambin con la ratificacin de los derechos en las asam-bleas existentes (el Parlamento en Inglaterra, los Estamentos en Fran-cia, las Cortes en Castilla, las Cortes en Catalua, los Estados Genera-les en la Repblica Holandesa) para legislar sobre las contribuciones alos presupuestos militares. Incluso la represin sangrienta de las re-beliones fue un tema frecuente de negociacin. Las autoridades casti-garon a unos pocos rebeldes espectacularmente, mientras que perdo-naron a otros que aceptaron cumplir con las demandas del Estado.Ms an, el acuerdo para solucionar una rebelin generalmente fi-jaba los fundamentos y procedimientos para legitimar futuras pro-testas. La negociacin en caliente forj los derechos y las obliga-ciones de la ciudadana.

    Atencin! En esos das la nocin de ciudadana toleraba pocasdiferencias y excepciones; un mundo econmicamente desigual peropolticamente igualitario aborrece el mantenimiento de distinciones

    formales entre clases o ciudadanos. Los Estados europeos del AntiguoRgimen tomaron un camino mucho ms diferenciado y pragmti-co. La verdad parcial de la vieja idea (promulgada con mayor contun-dencia por T. H Marshall y Reinhard Bendix ms que por cualesquieraotros) de la ciudadana como una extensin episdica de la participa-

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    cin en la poltica nacional descansa precisamente all: los nobles y elclero por lo general adquirieron el derecho al acceso directo al sobera-no mucho tiempo antes que la burguesa o, ms an, que los trabaja-dores y los campesinos. El error radica en concebir el proceso comouno de ilustracin gradual ms que como uno de lucha continua, y enimaginar que la misma secuencia de inclusin apareci en todos loslugares en donde la ilustracin se esparci. La estrategia implcita delos gobernantes era garantizar los derechos nacionales al conjunto m-nimo de personas que a su vez garantizaran la entrega de los recursospara los fines militares esenciales del Estado, y en colaborar con estosciudadanos privilegiados en la explotacin y la represin del resto. Las

    mujeres y los sirvientes masculinos, por ejemplo, slo escaparon aesa connivencia muy recientemente. El gobierno indirecto oper razo-nablemente bien con un pequeo nmero de personas que tenan losderechos de ciudadana tan pocos que en algunos casos la frasegobierno indirecto es ms engaosa que til.

    CCCCCONTRASTANDOONTRASTANDOONTRASTANDOONTRASTANDOONTRASTANDOEXPERIENCIASEXPERIENCIASEXPERIENCIASEXPERIENCIASEXPERIENCIAS

    El cambio a un gobierno directo no elimin inmediatamente tales dis-tinciones. Con quines negociaban los gobernantes variaba de acuerdocon sus estrategias para incrementar la fuerza militar, lo cual dependien cada caso de las estructuras sociales de las regiones en las que sebasaron sus Estados. All donde los gobernantes pudieron cooptar a losdetentadores bien establecidos del poder regional, tales como los terra-tenientes, que garantizaban la provisin de tropas e impuestos para elEstado, los nobles y los burgueses florecieron, las distinciones se incre-mentaron realmente, y la ciudadana en relacin con el Estado nacio-nal se expandi con lentitud. Rusia y Prusia siguieron esa pauta, perono hasta un punto que pudiramos llamar razonablemente gobiernodirecto, al menos no hasta el siglo XX.

    Inglaterra se acerc ms. All el Estado dependi fuertemente de susterratenientes y prrocos para representarlo en el nivel local, pero tam-

    bin acept, aunque no con facilidad, una considerable representacindirecta de feligreses, contribuyentes y propietarios vis a visla mo-narqua y el Parlamento. Otros Estados fueron incluso ms lejos en lossiglos XVIIy XVIII. Cuando los agentes de los gobernantes negociarondirectamente con burgueses comercialmente activos o con los ancia-

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    nos de las villas para obtener recursos, aqullos tuvieron oportuni-dades de conceder pequeas demandas hechas al Estado por un grannmero de personas, incluso si la consecuencia de esas concesiones erareforzar la posicin de las elites locales dentro de sus propias comuni-dades. Holanda y Suecia siguieron diferentes variantes de esa pauta.

    En el proceso de construccin de fuerzas armadas permanentes yde ciudadana, Suecia de hecho fue precoz. Pobre en fondos pero ricaen campesinos, Suecia haba reclutado grandes ejrcitos de entre supropia poblacin durante sus guerras de expansin en el siglo XVI; GustavVasa (1521-1560) y sus sucesores lo haban logrado nicamente pormedio de una serie dramtica de luchas internas y con la colabora-

    cin leal de su clero, entonces protestante y nacionalista. Pero inclu-so Suecia dependi profundamente de los mercenarios durante laGuerra de los Treinta Aos. Una vez descubiertos los lmites de con-quista para un pequeo Estado, Suecia se convirti en la pionera en lacreacin de ejrcitos nacionales masivos.

    Carlos XI(1672-1697) recuper tierras de la Corona que sus pre-decesores haban vendido para pagar a los mercenarios y reparti granparte de esas tierras a los soldados-campesinos con quienes el serviciomilitar nacional estaba en deuda, en pago por sus granjas. El clero y losburcratas estatales, quienes crearon un sistema de vigilancia y controllocal que rivaliz con los sistemas chino y japons de su poca, seconvirtieron en garantes de los intereses del Estado y de los derechosde los campesinos. Bajo ese sistema, Suecia se convirti en uno de losEstados europeos ms militarizados; en 1708, por ejemplo, casi el 5.5%de su poblacin estaba en el ejrcito; en el mundo de 1987, paracomparar, slo cerca del 0.5% de la poblacin total se encontrabahaciendo el servicio militar; en la misma Suecia, la cifra de 1987 era decerca del 0.8 %. En contraste, uno de los Estados ms militarizadosdel mundo en ese entonces, Israel, tena 3.2% de su poblacin activaen el ejrcito; Siria 3.6%, e Iraq el 6%. Una poblacin militar del 5 o6% significa una carga muy pesada para la poblacin. Suecia creuna extraordinaria burocracia estatal para distribuir esa carga.

    A pesar de su merecida reputacin como potencia naval, la Rep-

    blica Holandesa construy ejrcitos significativos en el siglo XVIIy man-tuvo casi a 5.3% de su poblacin en ellos hasta 1700. Holanda y susvecinos construyeron su gran fuerza militar del siglo XVIIcon base enun peculiar Estado federal en el que las municipalidades mercantilestuvieron un poder decisivo y el stadhouder, cuando ejerci el poder

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    general, lo hizo mediante patrocinio y astutas negociaciones entrelas ciudades. De hecho, los stadhoudersrealmente recibieron sus nom-bramientos de las provincias individuales (lo cual en realidad significade las ciudades principales de las provincias); no todas las provinciasnecesariamente nombraron al mismo stadhouder,y algunas veces nonombraron a ninguno. En su conjunto, las fuerzas armadas del Estadorealmente se componan de ejrcitos y marinas surgidos de las provin-cias individuales, especialmente de la desproporcionadamente ricaprovincia de Holanda. Las fuerzas militares provincianas estaban suje-tas perpetuamente a su repliegue. Las Provincias (contingentemente)Unidas crearon una burocracia central muy pequea.

    De la misma forma, Rusia y Prusia se apoyaron en sus propias po-blaciones para conseguir soldados en el siglo XVII. A diferencia de Sue-cia, sin embargo, dependieron del reclutamiento y mando de los se-ores terratenientes al servicio del Estado, quienes ejercieron una grancapacidad de decisin dentro de sus propiedades. Aquellos grandesseores ejercieron el poder para bloquear las excesivas demandas delEstado. As, Rusia y Prusia reconstruyeron el gobierno indirecto y con llos obstculos que ste opona al control centralizado.

    El contraste entre Suecia y Holanda, por un lado, y Prusia y Rusiapor el otro, es muy ilustrativo. En Suecia, los campesinos adquirieronrepresentacin poltica directa en una escala nacional, incluso al gradode tener sus propios estamentos formalmente constituidos. En Holanday las otras provincias germanas, la ciudadana permaneci reducidaa las clases gobernantes municipales hasta el surgimiento de unaserie de luchas en el siglo XVIIIy la conquista francesa de 1798. EnPrusia y Rusia los campesinos prcticamente no tenan acceso al Es-tado nacional excepto por medio de los mismos seores terratenien-tes, cuyos intereses particulares consistan en poder oprimirlos y ex-plotarlos. Aunque nadie debera exagerar el poder de los campesinossuecos ni olvidar su sujecin al clero y a la burocracia, la Suecia delsiglo XVIIhaba concedido un conjunto mnimo de derechos de ciu-dadana para la poblacin en general o al menos para las clasespropietarias mientras que sus vecinos no haban garantizado nin-

    guno. Por el contrario, la forma en que Prusia y Rusia construyeronel poder militar redujo las autonomas de comerciantes y aldeanospor igual. El mtodo de reclutamiento de los soldados marc una grandiferencia.

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    LLLLLAAAAARRRRREVOLUCINEVOLUCINEVOLUCINEVOLUCINEVOLUCINFFFFFRANCESARANCESARANCESARANCESARANCESAYYYYYSUSSUSSUSSUSSUSCONSECUENCIASCONSECUENCIASCONSECUENCIASCONSECUENCIASCONSECUENCIAS

    No obstante, el cambio decisivo hacia un modelo de ejrcitos nacionalesde masas, gobierno directo y derechos de los ciudadanos a escala nacio-nal vino con la Revolucin Francesa. Los historiadores tienen el hbi-to de pensar que la actividad militar revolucionaria fue al principiouna consecuencia del entusiasmo revolucionario, con la implicacin deque las nuevas formas de gobierno crearon la transformacin military no a la inversa. Hay algo de verdad en este sentido de prioridad cau-sal, pues la movilizacin poltica de 1789 a 1794 produjo fuerzas mili-tares de una tenacidad y patriotismo rara vez vistos en Europa, una vez

    que la accin revolucionaria en contra de la Iglesia catlica, la noblezay la monarqua seguramente involucraron a Francia en un conflicto consus vecinos europeos ms rpido y ms ampliamente de lo que lo ha-bra hecho el prudente transcurrir del tiempo, y una vez que los prime-ros pasos del pueblo francs, reconocidos como revolucionarios es denotarse el establecimiento de una Asamblea Nacional centrada en elTercer Estado implicaron un alejamiento de los viejos intermediarioshacia un gobierno directo mediado por representantes electos por lapoblacin en general.

    Incluso es preciso considerar la importancia propia de los cambiosmilitares por s mismos: el crucial cambio de bando de los guardiasfranceses en la revolucin de Pars; la institucin de las milicias ciu-dadanas, un elemento a partir de entonces casi universal provenien-te de la actividad revolucionaria francesa de 1789; la bsqueda de ar-mas para proveer a la nueva milicia parisina, que fue el incentivo principalpara irrumpir en La Bastilla; los fuertes lazos entre el reclutamientomilitar de 1791 o 1792 y el apoyo a la revolucin en general; la venta delas propiedades de la Iglesia para financiar los esfuerzos militaresdel Estado; el papel central del servicio militar obligatorio en la luchacontra los muy extendidos movimientos contrarrevolucionarios de1793; la promulgacin de muchos instrumentos del Terror en reaccinal doble trato militar de enemigos externos y rebeldes domsticos, y laorganizacin en las ciudades ms grandes de los llamados ejrcitos

    revolucionarios, cuya principal funcin consista en someter a la gentede sus provincias (incluyendo a los campesinos que se rehusaron aentregar comida) para la accin patritica.

    Cabe adems considerar que fue precisamente la crisis fiscal ori-ginada por la guerra americana una crisis causada no por la inca-

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    pacidad general de la economa francesa para absorber el costo, sinopor los lmites fiscales intrnsecos del sistema francs de gobierno indi-recto la que condujo a la trascendental convocatoria de los EstadosGenerales en 1789. Antes, en 1787, el Estado (guiado por Calonne) in-tent superar los lmites del gobierno indirecto mediante lospays delect-ionaquellas regiones carentes de sus propios estamentos, para quereclamaran privilegios regionales con el establecimiento de asam-bleas representativas y comits ejecutivos, pero sin investir del podersuficiente a sus agentes como para producir una negociacin efecti-va de derechos para la cooperacin fiscal.

    Sin embargo, de manera reiterada el esfuerzo por reorganizar, in-

    crementar y financiar la actividad militar del Estado condujo a nego-ciar con mayores sectores de la poblacin, y de ah al establecimientoo a la confirmacin de reivindicaciones viables como el derecho a unarepresentacin electa. Las quejas con respecto a los impuestos menospor su desproporcionado volumen que por la inequidad de su distribu-cin dominaron las parroquias, el Tercer Estado, y los nobles cahiersde dolances9preparados para los Estados Generales de 1789. Es ms,los cahiers frecuentemente conectaron a los ciudadanos directamen-te con el pago de los impuestos (Markoff, 1990).

    Durante la Revolucin Francesa, a partir de la Declaracin delos Derechos del Hombre (26 de agosto de 1789) en adelante, las ne-gociaciones que establecieron los derechos de ciudadana se dieron demanera pblica. La primera Constitucin revolucionaria (1790) instauruna clara distincin entre los ciudadanos activos (quienes pagabanel equivalente a tres o ms jornales en impuestos y que tenan el dere-cho de voto) y los ciudadanos pasivos (quienes pagaban menos im-puestos o ninguno y no podan votar). Tambin estableci una dis-tincin secundaria de ciudadanos activos en segundo grado (quienespagaban diez o ms jornales en impuestos y no slo podan votar,sino tambin servir como Electores y tener una oficina). Este ltimogrupo era una representacin razonable de la poblacin indepen-diente y propietaria que haba dominado al Tercer Estado de 1789,pero antes de las elecciones de otoo de 1792, a la sombra de la guerra,

    la Asamblea Nacional decret que casi todos los hombres varones de25 aos en adelante podan votar, con la excepcin de los sirvientesy otros supuestos dependientes. Los defensores de la expansin del

    9 Cuadernos de quejas (nota de la traductora).

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    electorado argumentaron especficamente que los hombres que po-dan luchar por la patria deban ser facultados tambin para votar porsus gobernantes. Los conscriptos forzados de marzo de 1793 frecuen-temente invirtieron el argumento, declarando que ellos estaran lis-tos para servir si el gobierno tambin obligaba a realizar el serviciomilitar a los funcionarios pblicos que reciban dispensas militares.

    El 23 de junio de 1793 a la mitad de la guerra, la insurreccin ylas amargas luchas por el abasto de alimentos la Convencin abrogla Ley Marcial (incluyendo la Ley Le Chapelier, que prohiba las aso-ciaciones privadas, como los gremios); no obstante, autoriz un se-vero control de precios. El da siguiente vot sobre una nueva Cons-

    titucin, as como sobre la recientemente aprobada Declaracin delos Derechos del Hombre y del Ciudadano. Al tiempo que proscribanla esclavitud (los negros insurgentes de Santo Domingo haban obte-nido finalmente una audiencia), tambin garantizaron no slo el su-fragio para los varones, sino tambin los derechos a la rebelin, a laeducacin, al bienestar, a la propiedad y a la subsistencia. En verdad,las legislaturas de Termidor y las posteriores redujeron los derechosde los ciudadanos dramticamente; el sufragio universal para losvarones no reapareci en Francia sino hasta la revolucin de 1848,pero hacia 1793 la Revolucin Francesa haba establecido ya clara-mente la categora de ciudadano, as como el principio y la prcticade la negociacin de derechos y obligaciones vinculados a esa cate-gora en las asambleas nacionales electas. Sus conquistas militares ysu ejemplo se extendieron como idea, principio moral y prctica po-ltica en gran parte de Europa.

    La ciudadana que emergi de la Revolucin Francesa y de las Gue-rras Napolenicas permaneci exigua para los estndares de hoy, aun-que para la perspectiva del siglo XVIIIdicha ciudadana era, de hecho,considerable. Consista en el derecho de voto para las asambleas le-gislativas, aunque restringido por la propiedad; beneficios para losveteranos; proteccin limitada a las asociaciones polticas; libertadrelativa de movimiento dentro de las fronteras nacionales; cierto gradode tolerancia religiosa, y unas cuantas cosas ms. El contenido vari

    obviamente de pas en pas al interior de Europa. En 1815 Rusia estabalejos de garantizar siquiera algo parecido a la ciudadana nacional,mientras que en Gran Bretaa incluso los gobernantes ms ambicio-sos no se atrevieron a reducir las prerrogativas de un Parlamento esco-gido por una amalgama de electores: el derecho general de asocia-

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    cin religiosa (la asociacin poltica y la econmica permanecieronmucho ms frgiles, pero nunca inexistentes), la libertad de reuninpara propsitos pacficos (aunque la consideracin de qu propsitoseran pacficos permaneciera de la misma forma abierta a la negocia-cin y a la interpretacin oficial), y el derecho de peticin a las autori-dades nacionales. Todo ello signific que en gran parte de Europa loscapitalistas, que eran cruciales para las finanzas de los Estados, por finobtuvieran la posicin poltica y la libertad de accin de que no habandisfrutado en muchos lugares durante el siglo XVIII.

    QQQQQUUUUUOCURRIOCURRIOCURRIOCURRIOCURRIENTONCESENTONCESENTONCESENTONCESENTONCES?????

    En una larga, accidentada primera fase, la creacin de los ejrcitosnacionales de masas aportaron los rudimentos de la ciudadana na-cional en los Estados europeos. Desde entonces, entre el siglo XVIIIy elpasado reciente, los derechos vinculados a la membresa de la cate-gora nacional del ciudadano se expandieron muy ampliamente.Por qu y cmo? Esto ocurri en dos fases posteriores: en la segundauna burguesa de vanguardia dirigi los esfuerzos hacia el reconoci-miento de los derechos civiles y polticos, y la tercera fue una fase enla que los trabajadores, la pequea burguesa, y el campesinado ne-gociaron de manera ms autnoma con el Estado.

    En la segunda fase la negociacin sobre la organizacin de la guerracontinu jugando un papel central. La guerra generalizada entre lospoderes europeos disminuy durante un siglo despus de 1815, perolos europeos mantuvieron ejrcitos permanentes reclutados nacional-mente y exportaron la guerra al resto del mundo en forma de conquistaimperial. El enorme incremento de los presupuestos para la guerraempoder a la burguesa y a los terratenientes, que dominaron laslegislaturas que se haban conformado durante las guerras francesasy nunca desaparecieron despus de que stas hubieron terminado;aqullas, entonces, se convirtieron en los loci10de la lucha en torno alos gastos del gobierno, las puertas a travs de las cuales tendran que

    pasar ministros y reyes en su camino hacia la expansin militar. Sinembargo, para contrarrestar a sus contrapartes aristocrticas en lalegislatura, fracciones de la burguesa nacional formaron coalicio-

    10 Lugares (nota de la traductora).

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    nes, implcitas o explcitas, con los trabajadores creciente-mente orga-nizados y con la pequea burguesa, que no contaban con el derecho alvoto. Dentro de sus lmites, los mismos derechos civiles que apuntala-ron la posicin de la burguesa apoyaron tambin la organizacin delos trabajadores y de la pequea burguesa. Al tiempo que presiona-ban por la libertad de asociacin, la libertad de reunin, la libertadde prensa y otras libertades relacionadas con los derechos civiles,tambin, gustara o no, promovan la movilizacin de los miembrosms pobres y menos poderosos de la nueva sociedad mercantil.

    Claro que, sin exagerar, la Ley de Reforma Britnica de 1832 les dioun portazo en el rostro a los trabajadores organizados, con una puerta

    que ellos mismos y la burguesa que se benefici de esa Ley habangolpeado para abrirla juntos. El sentimiento de traicin por parte delos trabajadores ayud, en consecuencia, a motivar el gran Movimien-to Cartista que le sigui casi inmediatamente. Su relacin con la coa-licin de 1832, y el reconocimiento de los avances polticos que losdueos de la industria obtuvieron de ella, explican en un grado consi-derable el sorprendente programa poltico del cartismo. Uno pudo ha-ber esperado que los trabajadores empobrecidos y amedrentados pu-sieran el nfasis en los salarios, el empleo, y condiciones laboralesms que en las reuniones anuales del Parlamento, pero no fue sinohasta 1867 en que un nmero sustancial de trabajadores britnicoscomenz a votar en las elecciones nacionales. La burguesa europeadel periodo postnapolenico se encontr en una posicin ambivalente,disfrutando de la distincin poltica entre s mismos y los trabajado-res y pequeos comerciantes, pero adems deseando que esos traba-jadores y pequeos comerciantes actuaran como contrapeso en con-tra de sus poderosos rivales polticos. Sin embargo, el efecto neto desu accin fue ampliar la zona de los derechos civiles y hacer al Esta-do ms vulnerable ante las reivindicaciones por derechos polticos delos trabajadores, pequeos comerciantes y campesinos.

    En la tercera fase, promovida por las coaliciones de burguesa-obre-ros-campesinado de las revoluciones de 1848, los principales beneficiarosde la extensin de los derechos polticos, civiles y sociales comenzaron

    a movilizarse y a actuar ms autnomamente que antes. Si Marshalltena razn en nombrar al siglo XXcomo la gran poca de los dere-chos sociales, el siglo XIXsent los cimientos en dos formas importan-tes: al proveer a los trabajadores, pequeos comerciantes y campesi-nos del espacio para organizar y establecer sus demandas legalmente

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    y con fuerza, y con ello iniciar un proceso de negociacin trilateralentre los trabajadores, los capitalistas y el Estado, y al adquirir el Estadola facultad para fijar los lmites de la explotacin y garantizar losbeneficios materiales mnimos a los que cualquier ciudadano tendraderecho. Bajo el gobierno de Bismarck, el recientemente formadoEstado alemn se adelant a la negociacin, poniendo en vigor unmuy avanzado contrato social (Steinmetz, 1993).En algn grado, lamayora de los Estados europeos decidieron intervenir en la organi-zacin de la produccin y la distribucin bajo la presin de los tra-bajadores y los consumidores crecientemente organizados.

    Con el fin del siglo XIXvino una poca en la que los gastos milita-

    res y el servicio de la deuda justo por esos gastos militares del pasadono dominaron ms los presupuestos de los Estados europeos, como lohaban hecho desde que dichos presupuestos comenzaron a crearseen el siglo XVI. Las guerras comenzaron a ser asuntos importantes en lostiempos en que los poderes de los Estados y los presupuestos se expan-dieron, y el fin de las guerras empez a ser relevante en esos momentoscruciales de movilizacin poltica; la extendida adopcin del voto fe-menino despus de la Primera Guerra Mundial ilustra esos efectos.Pero algo ms que el sufragio estaba en juego. Los derechos socialesa los servicios pblicos educacin, salud y bienestar se convirtie-ron en el mayor negocio del gobierno. Muchos Estados europeos seconvirtieron en Estados de bienestar comprometidos con la provisinde servicios y con garantizar un ingreso mnimo a amplias capas desus ciudadanos.

    Qu hay de la siguiente fase? Si el efecto de la europeizacines desplazar recursos y poder hacia grandes bloques, incluyendo lapropia Unin Europea, este desplazamiento debera igualar los dere-chos entre los ciudadanos de los distintos Estados, convirtiendo muchosde esos derechos en entidades supranacionales, y disminuyendo las di-ferencias entre ciudadanos nacionales y extranjeros europeos de cual-quier Estado en particular, y por consiguiente, reducindose el alcancede la ciudadana nacional. Podemos esquematizar las fases comoen la figura I. El diagrama ilustra, en primer trmino, un movimien-

    to de inclusin para las personas en las etapas tempranas y, tambinprincipalmente, un movimiento del rango de las titularidades enlas fases posteriores. Si hay algo en l para apoyar mi argumento, debe-ramos descubrir alguna versin de esta curva en forma de signo deinterrogacin en general para Europa durante los ltimos tres o cua-

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    tro siglos, pero tambin en las reas ms pequeas de Europa en dife-rentes tiempos, dependiendo de los momentos de expansin militar yde fuerza de la burguesa.

    Necesito recordar cun emprico, cnico y especulativo es mi re-cuento de los derechos de la ciudadana? Ms que una teora generalque establece los principios por los cuales los derechos deben confor-marse, he ofrecido una descripcin rpida de su experiencia histricaeuropea. Ms que sealar los principios ms nobles en los cuales pudoestar envuelto el proceso, he insistido en la lucha, en los interesesparticulares e incluso en su carcter fortuito como elementos expli-cativos. Ms que basar mi anlisis en la comparacin precisa y biendocumentada, he pasado rpido por tres o cuatro siglos de historia.La cronologa misma requiere de grandes especificaciones: personas

    formalmente catalogadas como siervos seguan existiendo en la Ru-sia de 1860, pero haban desaparecido de Inglaterra y de los PasesBajos cuatro o cinco siglos atrs; incluso hoy, los derechos de liber-tad de expresin varan enormemente de Albania y Turqua a No-ruega y Finlandia. La mayora de los Estados europeos han encontra-

    FIGURA1TRAYECTORIAHIPOTTICADELACIUDADANANACIONALENEUROPA

    Proporcin de lapoblacin que eraconsideradaciudadana

    Toda

    Ninguna

    Ninguno Extenso

    4. Internacionalizacin

    3. Ciudadana

    2. Nacionalizacin de la burguesa1. Gobierno indirecto

    Rango de las reivindicaciones viables

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    do conveniente en algunos momentos del siglo XXdefinir a algunosciudadanos putativos comunistas, fascistas, gitanos, judos, homo-sexuales, colaboracionistas como no merecedores de sus derechos.Una teora completa de los derechos de ciudadana debera dar cuentade esas variaciones, as como de tendencias ms amplias a lo largodel continente. Por favor, tmese mi recuento exactamente como semerece: como un provocador e histricamente fundamentado esquematerico que invita a su confirmacin, refutacin, modificacin y/oextensin.

    EEEEEXTENSIONESXTENSIONESXTENSIONESXTENSIONESXTENSIONESYYYYYAPLICACIONESAPLICACIONESAPLICACIONESAPLICACIONESAPLICACIONES

    Este producto del empirismo, del cinismo y la especulacin aplica conms seguridad a la creacin de los derechos de ciudadana a una escalanacional, durante el surgimiento de los Estados consolidados en Euro-pa. Si consideramos cun inestablemente camina sobre su propio terre-no, tal vez debemos simplemente dejar el modelo ah y ver si se cum-ple en todas partes. Sin embargo, debera ser al menos aleccionadorpara generalizar desde el terreno histrico especfico. El modelo sostie-ne en general que los derechos reivindicaciones viables, surgen dela elaboracin constante de demandas sociales parecidas bajo ciertascondiciones: 1) tanto el solicitante como en quien recae la peticinpueden recompensar o castigar al otro de una manera significativa; 2)los dos estn de hecho negociando sobre esas recompensas y castigos;3) uno o ambos tambin negocian con terceros actores que tienen uninters en que la demanda social se realice y actuarn para imponerla futura garanta proveniente de la exigencia en cuestin, y 4) los treso ms actores de una peticin as constituidos tienen identidades per-durables y relaciones entre s.

    No considero que sea un mal modelo y hay muchos malos mode-los de cmo los Estados se convierten en legtimos: no se debe a que losciudadanos crean en la virtud de los gobernantes, ni en su divinidad, oen la autoridad tradicional, sino a que las tres partes especialmente

    las poderosas, como los gobernantes de los Estados se encaminan ha-cia el respaldo de las negociaciones ciudadano-gobernante, en particu-lar cuando el asunto en disputa concierne a las demandas del Estadohacia los ciudadanos, ms que lo contrario. Un Estado legtimo es aqulcuyas demandas domsticas son apoyadas por los gobernantes de mu-

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    chos otros Estados. De nuevo, el modelo se aplica bien a la forma enque los derechos de los trabajadores vis a vissus empleadores entraronen vigor, siendo frecuentemente relevantes los terceros actores, eneste caso los sindicatos y el Estado. Incluso de manera ms general elmodelo puede dar cuenta de manera consistente de la forma en quesurgieron lo que James Coleman llama Constituciones dislocadas,que fueron acuerdos en los cuales los ciudadanos transfirieron el dere-cho a controlar algunas de sus acciones a alguna colectividad, y acep-taron el establecimiento de procedimientos para instrumentar esosderechos junto con las respectivas sanciones para hacer que se cum-plan las normas y las reglas cuando la gente que ceda tales derechos

    difera, en algn grado, de los beneficiarios de esa cesin (Coleman,1990). El modelo nos dice que las Constituciones dislocadas resulta-ron de las negociaciones coercitivas y desiguales que contaron con laratificacin de terceros actores.

    El modelo sugiere tambin cmo los derechos desaparecen. Si cual-quiera de las cuatro condiciones fundantes que el solicitante y en quinrecae la peticin controlen los castigos y las recompensas; la nego-ciacin verdadera; los terceros actores interesados, y las identidadesy relaciones sociales perdurables se debilita significativamente, los de-rechos tambin lo harn. En el caso de la ciudadana europea, los terce-ros actores de los derechos de la diversidad religiosa se debilitaronsignificativamente con los tratados de paz de 1648, que ratificaron elestablecimiento de las religiones catlica y protestante como religio-nes de Estado, y negaron a los gobernantes el derecho de cambiarlas.Con ese acuerdo, las posibilidades de que los miembros principales deuna secta pudieran intervenir en otro Estado en nombre de su her-mandad religiosa disminuyeron significativamente, y el espacio parala persecucin de las minoras religiosas se ensanch. Los derechosde las minoras religiosas declinaron en la mayor parte de Europa,en cuanto los gobernantes vieron las ventajas organizacionales de lahomogeneidad cultural y la intolerancia ejemplar. Aunque duranteel siglo XVIIIun cierto nmero de Estados toler y acept contribucio-nes de las minoras proscritas formalmente, no ocurrieron mayores

    cambios en los derechos religiosos sino hasta la Revolucin Francesa.Cuando el modelo de la negociacin se utiliza para realizar an-lisis histricos y comparativos ayuda a que cobre sentido la pregun-ta: de dnde vienen los derechos y cundo pueden desaparecer?Este modelo de los derechos como producto de intereses dirigidos me-

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    diante la negociacin parece al menos tan racional como las nocionescomunes de que los derechos derivan de las mentalidades, el Zeit-geisten, las teoras generales, o de la lgica pura de la vida social.

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