Movimiento obrero organizado y democracia en América Latina - Steven Levitsky, Scott Mainwaring

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    MOVIMIENTO OBRERO ORGANIZADOY DEMOCRACIA EN AMRICA LATINA*

    por Steven Levitsky**y Scott Mainwaring***

    Este artculo reexamina crticamente la relacin entre el movimientoobrero organizado y la democracia en Amrica Latina. Aunque muchos espe-cialistas han considerado por mucho tiempo que esta relacin es importante,sta contina siendo objeto de una sustancial disputa (de controversia). Estu-diosos influyentes como Rueschemeyer, Stephens y Stephens, han argumen-tado que el movimiento obrero organizado es un consecuente defensor de lademocracia y que, en consecuencia, los movimientos obreros fuertes hacenque un regimen democrtico sea ms probable (Rueschemeyer, Stephens yStephens 1992)1. Sin embargo, la evidencia de Amrica Latina pone en dudaestos argumentos. Aunque los movimientos obreros latinoamericanos han

    jugado a menudo un papel importante en la lucha contra las dictaduras, surelacin con la democracia no ha sido consistente. En varios pases, incluyen-do la Argentina, Mxico, Nicaragua y Per, los movimientos obreros respal-daron regmenes no democrticos durante la segunda mitad del siglo XX. Enotros casos, los sindicatos incluso apoyaron golpes contra gobiernos elec-tos (Argentina y Bolivia) o se involucraron en estrategias maximalistas quepusieron en riesgo a los regmenes democrticos (Chile, Bolivia y Per).

    POSTData12,Agosto/2007, ISSN 1515-209X, (pgs. 107-138)

    * Originalmente publicado enComparative Politics, Vol. 39, N 1, 2006. Reproducidoaqu con la autorizacin de Comparative Politics. Los autores estn muy agradecidoscon Mauricio Archila, Claudia Baez Camargo, Frances Hagopian, Ren AntonioMayorga, James McGuire, Guillermo ODonnell y Ken Roberts por sus valiososcomentarios. Alejandra Armesto, Claudia Baez Camargo y Annabella Espaa ayuda-ron en la investigacin. [Traduccin de Augusto Reina, controlada por los autores].

    ** Profesor Asociado de Gobierno, Departmento de Gobierno, Universidad deHarvard. E-mail: [email protected].

    *** Profesor de Ciencia Poltica, Departamento de Ciencia Poltica, Universidad deNotre Dame. E-mail: [email protected].

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    Para argumentos similares, Therborn (1977 y 1979), Adler y Webster (1995),Bauer (1998) y Wood (1995).

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    En este artculo se busca explicar en qu medida se presentan diferen-cias en el apoyo que los movimientos obreros han dado a la democracia en

    Amrica Latina a partir de 1945. Basndonos en un anlisis comparado de

    los siete pases con mayor poblacin de Amrica Latina (Brasil, Mxico,Colombia, Argentina, Per, Venezuela y Chile), y en dos pases ms peque-os en los cuales el movimiento obrero ha tenido un gran impacto en lapoltica (Bolivia y Nicaragua), argumentamos que la orientacin del movi-miento obrero hacia la democracia depende de dos factores: la naturalezade sus alianzas partidarias y de las percepciones sobre las perspectivas de uncambio de rgimen. Aunque unos pocos movimientos obreros latinoameri-canos siempre se alinearon con partidos claramente democrticos duranteel perodo posterior a 1945, la mayora de ellos estuvo vinculado a partidosmarxistas o populistas que sostenan visiones instrumentales de la democra-cia. Estos movimientos obreros lucharon por la democracia cuando no exis-ta posibilidad alguna de conseguir el rgimen que hubieran preferido ocuando sus lderes creyeron que la democracia fomentara sus intereses ma-teriales y organizacionales. Sin embargo, en los casos donde existan o seperciba alternativas de regmenes autoritarios populares como opcionesviables, los movimientos obreros a menudo no lucharon por la democracia,e incluso a veces pelearon contra ella. En otras palabras, los movimientos

    obreros de Latinoamrica fueron demcratas contingentes2

    .Estos hallazgos no slo cuestionan los argumentos de que el movi-miento obrero es el gran defensor de la democracia, sino que tambin po-nen en duda el supuesto esencialista que subyace a estos argumentos: que elcomportamiento poltico del movimiento obrero puede ser reducido a ladefensa de los intereses materiales de las clases trabajadoras. El anlisis queaqu se realiza tiende a respaldar los enfoques que tratan a los movimientosobreros como organizaciones y que definen los intereses obreros de manerams amplia, incluyendo los objetivos polticos, organizacionales y persona-

    les de los propios lderes sindicales.El tema de la orientacin hacia la democracia de los movimientos

    obreros es importante. Durante gran parte del siglo XX, los movimientosobreros fueron poderosos actores en muchos pases de Amrica Latina y sus

    2 Tomamos prestada esta frase de Eva Bellin (2000). Otros anlisis han sido cautelo-sos en tratar a los movimientos obreros latinoamericanos como agentes uniforme-mente favorables a la democracia. Sobre la variacin de los roles de los movimien-tos obreros en las transiciones democrticas, ver Collier (1999b) y Valenzuela (1989).

    Sobre el apoyo del movimiento obrero a regmenes autoritarios, ver Bellin (2000),Middlebrook (1995) y Baez Camargo (2002).

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    alianzas polticas tuvieron un impacto sustantivo sobre los resultados delrgimen (Collier y Collier 1991).Donde el movimiento obrero es fuerte,su comportamiento puede ser crtico para la supervivencia de los regmenes

    democrticos. Con todo, la cuestin de por qu y cundo los movimientosobreros apoyan, se oponen o son indiferentes a la democracia ha recibidopoca atencin en estudios anteriores3.

    Adoptamos aqu una definicin procedimental de la democracia. Unrgimen es democrtico si se cumplen cuatro condiciones: (1) debe haberelecciones competitivas, libres y justas para el legislativo y, en sistemas pre-sidenciales, el ejecutivo; (2) la gran mayora de la poblacin adulta debetener el derecho a votar; (3) debe haber una amplia proteccin de las liber-tades civiles y polticas, incluyendo los derechos a la libertad de expresin,de prensa y de asociacin; y (4) los funcionarios electos deben tener el po-der para gobernar; de modo que si los militares ejercen el poder de veto, elrgimen no es una democracia plena.

    Movimiento obrero, intereses de la clase obrera y democracia

    Una lnea de investigacin importante en ciencia poltica y sociolo-

    ga ve a los movimientos obreros como consecuentes defensores de la de-mocracia. Gran Therborn, por ejemplo, sostuvo que en Europa, los mo-vimientos obreros buscaron casi en todas partes no solamente salarios msaltos y mejores condiciones laborales, sino tambin la democracia poltica(Therborn 1977: 34). El modelo de democratizacin de Rueschemeyer etal. relativo al poder de clase se basa en el argumento que, de las clases socia-les importantes, la clase trabajadora es la fuerza ms consistentemente pro-democrtica4. El trabajo reciente sobre democracia y redistribucin deCharles Boix (2003: 13) trata, de manera similar, a la clase obrera como un

    actor uniformemente pro-democrtico5.

    3 Una excepcin es Bellin, aunque su anlisis est circunscrito a los movimientosobreros bajo regmenes autoritarios.

    4 Rueschemeyer et al. (1992: 8) reconocen que las clases obreras organizadas puedenapoyar regmenes no democrticos cuando ellas son inicialmente movilizadas porun lder carismtico y tambin autoritario o ligado al aparato del Estado. Sinembargo, tratan explcitamente esos casos como excepciones.

    5 Para una argumentacin similar ver Acemoglu y Robinson (2001). Para una visin

    alternativa clsica ver el anlisis de Seymour Martin Lipset (1960: 87-119) sobre elautoritarismo de la clase trabajadora.

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    Estos argumentos se basan en tres suposiciones clave: (1) que las cla-ses obreras pueden tratarse como actores polticamente homogneos, (2)que las preferencias de los movimientos obreros hacia el rgimen estn

    conducidas exclusivamente por las preocupaciones materiales de la claseobrera, y (3) que la democracia est casi siempre en el inters material de laclase obrera, porque su naturaleza ms inclusiva conlleva mayores posibili-dades de redistribucin que otros tipos de rgimen. De este modo, segnRueschemeyer et al., debido a que la clase obrera se beneficia constante-mente con la democracia y puesto que aquellos que con la democraciasiempre se benefician sern sus promotores y defensores ms confiables(1992: 57), la clase obrera ser consistentemente pro-democrtica.

    Nuestro anlisis rompe con estos supuestos de carcter esencialista.Los intereses del movimiento obrero organizado no pueden ser reducidos albienestar material de los trabajadores. Aunque la raison dtreinicial de lasorganizaciones obreras es proteger y mejorar los intereses materiales de lostrabajadores, las razones de su apoyo a los partidos polticos y a los regme-nes raramente estn limitadas a este mbito. Por ejemplo, los miembros deun sindicato pueden responder a apelaciones sociales y culturales que sloestn frgil o temporalmente vinculadas a rentabilidades materiales. Movi-mientos polticos como el peronismo argentino, que desafi las tradiciona-

    les jerarquas de clase en los mbitos social y cultural e incorpor a las clasesobreras a la poltica creando lealtades sindicales, no pueden explicarse slopor intercambios materiales. En algunos casos, el estilo poltico de los lde-res, especialmente su identificacin simblica con los pobres, fue tan im-portante como su programa econmico para ganar y retener el apoyo de laclase obrera. Aunque estas apelaciones simblicas y socio-culturales fueronfrecuentemente combinadas con apelaciones materiales, a menudo ayuda-ron a sellar alianzas que perduraron luego que los gobiernos o partidosabandonaran las polticas favorables a la clase obrera6.

    El hiato entre los intereses materiales de los trabajadores y las orien-taciones polticas del movimiento obrero se ve ampliada an ms por laautonoma del liderazgo sindical. Como ha demostrado una larga tradicinde estudios que se remonta a Michels (1911), la mayora de los lderes sin-dicales goza de una autonoma considerable con respecto a las demandas delas bases. Aunque el grado de democracia sindical vara de caso en caso,muchas organizaciones obreras exhiben bajos niveles de competencia inter-na y de participacin de sus bases. Esto es particularmente cierto donde las

    6 Este tema es desarrollado en Brennan (1994) y James (1988: 14-40).

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    relaciones Estado-sindicatos han estado estructuradas histricamente de for-ma corporativista, como en buena parte de Amrica Latina. En muchospases latinoamericanos, los arreglos institucionales que protegieron a los

    liderazgos sindicales de desafos competitivos acrecentaron su dependenciade los recursos del Estado y crearon mecanismos de intervencin estatal enasuntos sindicales que produjeron liderazgos ms receptivos a los lderes delEstado que a las bases obreras7. Aunque los lderes sindicales en sistemascorporativistas no pueden permitirse desatender totalmente las demandasde sus bases, gozan generalmente de una discrecin sustancial a la hora deelegir qu demandas tomar y cun rpida y vigorosamente impulsarlas.

    La autonoma con respecto a las demandas de sus bases permite a loslderes sindicales perseguir metas muy diversas, algunas ms individualesque colectivas, y muchas otras que exceden el bienestar material de los tra-bajadores. Con frecuencia, estas metas son organizacionales. Las organiza-ciones obreras se benefician de las polticas gubernamentales que facilitan lasindicalizacin, amplan o protegen monopolios sobre la representacin delos trabajadores o brindan a las organizaciones nuevas fuentes de recursos.

    Aunque estos recursos organizacionales pueden beneficiar a los trabajado-res en el largo plazo, al fortalecer sus sindicatos, raramente su bsqueda esconducida por las demandas de sus bases. En algunos casos, los sindicatos

    las han buscado o defendido incluso a expensas de esas demandas (Murillo2001, Burgess 2004).Los liderazgos sindicales tambin persiguen metas polticas tales

    como la ubicacin de sus miembros o aliados en cargos pblicos que sloindirectamente estn relacionadas con las demandas materiales de los tra-bajadores. El acceso a cargos pblicos y a otras posiciones de poder puedebeneficiar colectivamente al movimiento obrero al permitir que los sindica-tos influyan sobre, e incluso implementen, las polticas pblicas. Sin em-bargo, tambin puede servir como un incentivo selectivo para lderes indi-

    viduales del sindicato que buscan progresar en sus carreras de formas quepoco tienen que ver con los intereses de las bases (Baez Camargo, 2002).

    Adems, los lderes obreros pueden perseguir compromisos ideolgicos queno son ni necesaria ni completamente compartidos por sus bases. Por ejem-plo, los lderes sindicales marxistas han apoyado ocasionalmente a fuerzaspolticas que, por una variedad de razones (incluyendo el acatamiento de las

    7 La literatura sobre corporativismo y movimientos obreros en Amrica Latina es

    extensa. Ver Collier y Collier (1979: 967-986), Collier y Collier (1991), Mericle(1977: 303-338) y de Souza (1978).

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    estrategias impuestas por la Unin Sovitica), trataron como secundariaslas demandas materiales de los trabajadores, en el mejor de los casos.

    En resumen, mientras que Rueschemeyer et al., entre otros, asumen

    que los movimientos obreros se centran casi exclusivamente en lamaximizacin de los beneficios materiales de los trabajadores, nosotros de-finimos los intereses de los trabajadores con mayor amplitud para incluirlos beneficios organizacionales, polticos, ideolgicos e individuales (carre-ra poltica). Dos implicancias se siguen de esta discusin. En primer lugar,los compromisos ideolgicos y las recompensas polticas, organizacionalesy socio-culturales pueden inducir a los movimientos obreros a apoyar apartidos o gobiernos que no brindan ventajas materiales sustantivas a laclase obrera. Ejemplos notables de ello son el apoyo de los movimientosobreros al PRI mexicano despus de 1982 y al gobierno sandinista durantela segunda mitad de los aos ochenta.

    En segundo lugar, los movimientos obreros pueden perseguir conxito sus intereses dentro de varios regmenes polticos. Aunque la demo-cracia es el nico rgimen poltico que garantiza el derecho al voto y laslibertades civiles para los trabajadores, no constituye el nico rgimen bajoel cual el poder oligrquico puede ser debilitado, los sindicatos fortalecidos,los lderes sindicales ascendidos a posiciones de poder poltico, y los salarios

    y otros beneficios para el trabajador incrementados. Histricamente, unavariedad de regmenes autoritarios incluyentes han ofrecido posibilidades alos lderes sindicales para alcanzar sus metas colectivas e individuales. En elsiglo XX, por ejemplo, los gobiernos revolucionarios y populistas de AmricaLatina ofrecieron beneficios materiales, organizacionales y simblicos sinprecedentes a los trabajadores y los sindicatos. Muchos de estos gobiernosfortalecieron los movimientos obreros, ampliaron los derechos y beneficiosde los trabajadores, crearon nuevos canales de acceso sindical al Estado yubicaron a lderes sindicales en posiciones de poder importantes. Algunos

    de los movimientos obreros ms importantes de la regin incluyendoArgentina, Bolivia, Brasil y Mxico fueron incorporados polticamente yreconocidos legalmente por gobiernos no democrticos. No hay razn paraconsiderar el apoyo de los movimientos obreros a los mencionados regme-nes como excepcional. Donde los regmenes autoritarios incluyentes hacenun buen trabajo, satisfaciendo los intereses materiales, organizacionales,polticos, ideolgicos o individuales (de carrera) de los lderes sindicales, laindiferencia del movimiento obrero (e incluso su oposicin) a la democra-

    cia puede ser enteramente racional.

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    Explicando la orientacin del movimiento obrero haciala democracia: alianzas partidarias y alternativas de rgimen

    Si los movimientos obreros persiguen una variedad de objetivos ma-teriales, polticos, organizacionales e ideolgicos, y si muchas de stos sepueden alcanzar tanto bajo regmenes democrticos como no democrti-cos, entonces el apoyo de los movimientos obreros a la democracia proba-blemente variar de acuerdo al contexto histrico y poltico. Esto suscitauna pregunta crucial: bajo qu condiciones estos movimientos apoyarn ose opondrn a la democracia? Consideramos que existen dos factores degran importancia: (1) el tipo de vnculo dominante entre los movimientosobreros y los partidos, y (2) las alternativas de rgimen disponibles.

    Vnculos partidarios

    En parte, la orientacin del movimiento obrero hacia la democraciadepende de sus alianzas partidarias. La mayora de los lderes sindicales dems alto nivel en Amrica Latina se han alineado histricamente con uno uotro partido poltico (Alexander 1965: 13-23, Collier y Collier 1991). Paralos sindicatos, el intercambio partido-sindicato a menudo brind nuevos

    canales de acceso al Estado, recursos organizacionales clave y una variedad depolticas socioeconmicas pro-obreras. A los partidos, en tanto, le brind unapoyo electoral y un soporte de movilizacin crticos (Collier y Collier 1991,Valenzuela 1992: 53-101). Muchas alianzas entre partidos y movimientosobreros se han institucionalizado con el correr del tiempo. Las carreras polti-cas, los liderazgos superpuestos y las identidades polticas profundamente arrai-gadas crearon intereses en el mantenimiento de la alianza, de modo tal quemuchos lderes sindicales comenzaron a valorar el partido por su propio bien(McGuire 1997). As, las alianzas institucionalizadas se tornaron pegajosas,

    de forma que los sindicatos continuaron comprometidos con ellas a pesar delos cambios importantes en la estrategia o programa partidario8.

    Las alianzas polticas de los trabajadores varan considerablemente. Lossindicatos han apoyado histricamente a gobiernos, partidos y candidatoscuyos programas incluyeron salarios ms altos, la extensin de los beneficiosde los trabajadores y otras polticas tendientes a la redistribucin de la renta oel bienestar. Con todo, tales polticas han venido en una variedad de envasesideolgicos, incluyendo la social democracia, el marxismo en sus muchas

    8 Ver Burgess (2004), Levitsky y Way (1998: 171-192) y Valenzuela (1992).

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    variantes y las distintas formas de populismo. Estos proyectos polticosdifieren considerablemente en su orientacin hacia la democracia. Algunosmovimientos polticos de base obrera, como los laboristas britnicos y la so-

    cialdemocracia europea de la posguerra, estn plenamente comprometidoscon la democracia liberal. stos son los nicos casos que encajan inequvoca-mente con el anlisis que realiza Rueschemeyer et al. acerca del impacto de losmovimientos obreros organizados sobre la democracia.

    Otras alianzas entre sindicatos y partidos mantienen, en cambio, una orien-tacin instrumental hacia la democracia. Apoyan regmenes democrticos por elhecho de que tales regmenes son vistos como los mejores medios para promoversus intereses materiales, organizacionales y polticos. Dos tipos de alianzas de ca-rcter instrumental son muy comunes en Amrica Latina despus de 1945, lasalianzas con partidos marxistas y populistas. Los partidos marxistas estaban com-prometidos con el derrocamiento del capitalismo a largo plazo. Aunque con fre-cuencia lucharon por la democracia cuando los regmenes autoritarios excluyentesestaban en el poder, y aunque a menudo actuaron dentro de regmenes democr-ticos durante dcadas (por ejemplo, en Chile a mediados del siglo XX), los parti-dos marxistas sin embargo vieron a la democracia como un medio para alcanzarobjetivos socioeconmicos o ideolgicos ms amplios. Cuando percibieron quelas instituciones democrticas podan ser un obstculo para alcanzar aquellos

    objetivos, se mostraron indiferentes e incluso hostiles a la democracia.Los partidos populistas movilizaron a los movimientos obreros desdearriba, a menudo desde posiciones en el Estado. Aunque ellos generalmentedefendieron polticas pro-obreras y con frecuencia procuraron abrir los reg-menes polticos excluyentes, muchos partidos populistas de Amrica Latinahan exhibido histricamente un dbil compromiso con la democracia liberal.Los movimientos populistas tendieron a estar dbilmente institucionalizadosas como a ser personalistas y altamente mayoritarios al punto de desaten-der, con frecuencia, los derechos de las minoras polticas y otras caractersti-

    cas institucionales de la democracia liberal. Los gobiernos populistas deArgentina, Brasil, Mxico y otros pases han demostrado poca tolerancia conlos partidos opositores o poco respecto por las libertades civiles bsicas, entanto que la populista Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) enPer se involucr asiduamente en actos de violencia contra gobiernos electos.

    Regmenes alternativos disponibles

    Las estrategias del movimiento obrero con respecto a la democraciatambin dependen del contexto del rgimen. El tipo de rgimen, su estabi-

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    lidad, y la viabilidad percibida de los regmenes alternativos juegan un rolcrucial en el modelado de las estrategias de los movimientos obrerosinstrumentalistas. En las democracias consolidadas, donde las alternativas

    no democrticas estn fuera de discusin, incluso puede esperarse que losmovimientos obreros instrumentalistas apoyen la democracia. Asimismo,bajo regmenes autoritarios excluyentes, como los regmenes burocrticosautoritarios de derecha de los aos sesenta y setenta, los sindicatos son in-cluso capaces de apoyar transiciones moderadas hacia la democracia.

    En contextos con otro tipo de rgimen, sin embargo, los movimientosobreros que tienen vnculos dominantes con partidos marxistas y populistaspueden ser indiferentes a la democracia y/o apoyar alternativas no democrti-cas. ste puede ser el caso en contextos de democracias inestables o altamentepolarizadas donde los resultados revolucionarios son percibidos como posi-bles. En tales contextos, los movimientos obreros marxistas pueden perseguirestrategias maximalistas que pueden poner en riesgo a regmenes democrti-cos. El movimiento obrero puede tambin ser indiferente (e incluso oponer-se) a la democracia cuando los regmenes autoritarios incluyentes estn en elpoder. En Amrica Latina durante el siglo XX, una variedad de gobiernosrevolucionarios y populistas no democrticos ofreci a los movimientos obre-ros beneficios simblicos sustanciales, materiales y organizacionales. Los mo-

    vimientos obreros eran particularmente propensos a apoyar a estos gobiernosen pases sin historia de alternativas democrticas afines a ellos (tales comoBolivia, Mxico y Nicaragua tras las revoluciones).

    Esta discusin destaca la necesidad de distinguir entre la oposicin alautoritarismo y el apoyo a la democracia. Los movimientos obreros puedendesempear un rol clave en la oposicin a los regmenes autoritarios (inclu-sive precipitando el proceso de democratizacin) sin ser actores democrti-cos. En Argentina (1945-1955) y Nicaragua (1979-1990), por ejemplo, losmovimientos obreros contribuyeron a derribar regmenes autoritarios pero

    luego apoyaron a sus sucesores semi-autoritarios. En Bolivia y Per, el mo-vimiento obrero ayud a socavar los regmenes autoritarios durante los l-timos aos de la dcada del setenta pero luego continu movilizndose demaneras que debilitaron las frgiles democracias que los sustituyeron.

    Al combinar las dos variables, se presentan cuatro resultados posibles conrespecto a la orientacin democrtica del movimiento obrero (ver Cuadro 1).De las alianzas entre partidos democrticos y movimientos obreros puede espe-rarse que apoyen a la democracia en todos los contextos del rgimen. En el caso

    de las alianzas instrumentalistas entre partidos (marxistas o populistas) y sindi-catos, el apoyo a la democracia de los movimientos obreros depende del contex-

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    to del rgimen. Mientras las alternativas incluyentes no democrticas se perci-ban como factibles (por ejemplo, cuando tales regmenes estn en el poder o lasalternativas revolucionarias son seriamente consideradas), puede esperarse que

    las alianzas instrumentalistas sern indiferentes, ambivalentes o tambin oposi-toras a la democracia. Si la alianza es democrtica o si no hay una alternativaviable incluyente de carcter autoritario, el movimiento obrero ser pro-demo-crtico. Si la alianza es instrumentalistaysiguen existiendo alternativas no de-mocrticas atractivas, el movimiento obrero puede que acte contra la demo-cracia. Mientras que Rueschemeyer et al. trata los casos del casillero inferiorizquierdo como excepcionales, en nuestro trabajo, stos son tericamente tanplausibles como cualquier otro resultado. De hecho, como demostramos msabajo, fueron muchos los casos que cayeron en casillero inferior izquierdo en

    Amrica Latina entre 1945 y 1989.

    Vnculos entre el movimiento obrero y los partidosen Amrica Latina en el perodo post-1945

    En las dos secciones siguientes se aplica el marco terico desarrolladoen la seccin anterior para explicar por qu algunos movimientos obreros

    latinoamericanos fueron consistentemente partidarios de la democraciamientras que otros no. Esta seccin examina el vnculo entre los partidos ylos movimientos obreros en nueve pases latinoamericanos durante el pe-rodo 1945-2000. Existieron cuatro grandes modelos con respecto a losvnculos entre el movimiento obrero y los partidos en Amrica Latina tras1945: (1) democrtico, (2) marxista, (3) populista y (4) ningn vnculodominante. La mayora de los movimientos obreros latinoamericanos con-tienen diversas ideologas y orientaciones hacia la democracia (Valenzuela1992: 446). Al clasificar los casos, nos centramos en la fuerza poltica domi-

    nante dentro de los movimientos obreros. En algunos casos, particular-mente Brasil y Per, el control de los movimientos obreros cambi con eltiempo de un partido a otro. En la mayora de los casos, sin embargo, losvnculos partidarios dominantes permanecieron estables.

    Vnculo dominante con partidos populistas

    En Argentina, Mxico y Per, los movimientos obreros se alinearon

    con partidos populistas. En Argentina, la Confederacin General del Trabajo(CGT) fue abrumadoramente peronista durante el perodo 1945-2000. El

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    apoyo de los sindicatos hacia el lder populista Juan Domingo Pern sent susraces en una larga coleccin de beneficios simblicos, materiales y organizativosque Pern proporcion primero como Secretario de Trabajo (1943-1945) y

    ms tarde como Presidente (1946-1955) (Torre 1990). La alianza sobreviviel giro conservador de Pern en los comienzos de los aos cincuenta, su de-rrocamiento en 1955 y su muerte en 1974, as como el giro hacia el mercadorealizado por el Presidente peronista Carlos Menem durante los aos noventa.El peronismo fue un movimiento populista casi prototpico. Durante la mayorparte de su historia, Pern y sus partidarios ms importantes demostraron unaactitud ambigua y altamente instrumental hacia la democracia (McGuire 1997).

    En Mxico, el grueso del movimiento obrero se aline con el PartidoRevolucionario Institucional (PRI) durante el perodo 1945-2000 (BaezCamargo 2002, Middlebrook 1995: 255-287). Aunque el movimiento obre-ro mexicano estuvo siempre fragmentado en confederaciones en competen-cia, la Confederacin Mexicana de Trabajadores (CTM) fue habitualmentela predominante. La alianza entre el movimiento obrero y el Estado fueconsolidada durante la presidencia de Lzaro Crdenas (1934-1940).Crdenas moviliz al movimiento obrero desde arriba ofrecindole benefi-cios polticos, materiales y organizacionales sin precedentes (Collier y Collier1991: 232-250, Middlebrook 1995). En 1938, esta alianza corporativa fue

    formalizada a travs de la creacin del Partido de la Revolucin Mexicana(ms adelante rebautizado PRI), en la cual el movimiento obrero fue incor-porado como sector organizado. Dado su rol clave en el rgimen autorita-rio de partido hegemnico mexicano, el dbil compromiso del PRI hacia lademocracia resulta claro.

    En Per, el movimiento obrero organizado fue inicialmente movili-zado por el APRA, un partido populista creado por Ral Haya de la Torre.La Confederacin de Trabajadores del Per (CTP), creada por el APRA en1944, fue la confederacin de trabajadores ms importante en Per hasta

    bien entrados los aos sesenta, cuando el vuelco del APRA hacia la derechaerosion la posicin de la CTP dentro del movimiento obrero. El APRAdemostr un compromiso ambiguo con la democracia. Aunque nunca ins-tal un rgimen autoritario, en los aos treinta y cuarenta emple la violen-cia y tcticas insurreccionales en la bsqueda del poder.

    Vnculo dominante con partidos marxistas

    En Bolivia, Chile, Nicaragua y Per (con posterioridad a 1968), elala dominante de los movimientos obreros se aline con partidos marxistas.

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    El movimiento obrero boliviano, que estaba entre los ms militantes deAmrica Latina (Mayorga 1991, Volk 1975: 26-46 y 180-198), fue con-ducido por marxistas durante la mayor parte del perodo post-1945. Aun-

    que la Central Obrera Boliviana (COB) fue forjada inicialmente por unaalianza con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) tras lassecuelas de la revolucin de 1952, estos vnculos se fueron erosionandodurante el transcurso de la dcada del cincuenta; y en 1963 la COB rompicon el gobierno del MNR. Despus del golpe de 1964, los marxistas con-quistaron la posicin dominante dentro del movimiento obrero, incluyen-do a la poderosa confederacin de los mineros9, y conservaron esta posicinhasta finales de los ochenta, cuando el debilitado y fragmentado movimien-to obrero dej de tener algn vnculo partidario dominante.

    El movimiento obrero chileno que se organiz en la Central nicade Trabajadores (CUT) en 1953 fue pluralista, al punto que contuvo en suseno a grupos socialistas, comunistas, demcrata cristianos y radicales. Sinembargo, la confederacin fue dominada en general por los partidos socia-listas (PSCh) y comunistas (PCCh). Aunque los comunistas y los socialistasactuaron dentro del marco de las instituciones democrticas, ellos siguieroncomprometidos con el objetivo de la revolucin socialista, y muchos parti-darios del PSCh aceptaron incluso la legitimidad de la lucha armada (Drake

    1978: 309-310, Walker 1990: 136-171).En Nicaragua, el movimiento obrero se aline con el Frente Sandinistapor la Liberacin Nacional (FSLN) desde los ltimos aos de los setentahasta el 2000. El movimiento obrero organizado apoy al FSLN en la insu-rreccin contra el dictador Anastasio Somoza y la confederacin obreradominante tras la revolucin, la Central Sandinista de Trabajadores (CST),sigui siendo una fiel aliada del FSLN durante su gobierno. El FSLN fueun partido de izquierda revolucionario inspirado en la Revolucin Cubanay la mayora de los lderes sandinistas fueron marxistas y demostraron un

    compromiso dbil e instrumental hacia la democracia liberal.Finalmente, la mayor parte del movimiento obrero peruano se aline

    con partidos marxistas desde los aos setenta. El giro del APRA hacia laderecha durante los aos cincuenta y sesenta condujo a muchos sindicatos aabandonar la CTP y en los inicios de los setenta, la Confederacin Generaldel Trabajo del Per (CGTP) se convirti en la confederacin obrera do-minante del pas. La cpula de la CGTP estuvo dominada por el PartidoComunista Peruano (PCP) y, en un grado inferior, por otros partidos mar-

    9 Para una descripcin del perodo 1952-1964, ver Malloy (1970).

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    xistas; y pocos de estos partidos estaban comprometidos con la democracialiberal10.

    Vnculo dominante con partidos democrticos

    En Brasil, Venezuela y Chile post-1989, las organizaciones obrerasdominantes estuvieron asociadas con partidos democrticos. En Brasil, losvnculos partidarios del movimiento obrero han sido siempre fragmentados yhan cambiado con el tiempo, pero han sido generalmente democrticos.Durante el primer perodo democrtico de Brasil (1946-1964), el PartidoTrabalhista Brasileo (PTB) y el Partido Comunista Brasileo (PCB) compi-tieron por la posicin dominante dentro del movimiento obrero. Aunque elPTB se dividi entre los demcratas liberales y los populistas instrumentales,la mayora de los lderes del partido eran demcratas convencidos. El PCB(que fue prohibido en 1947 pero sigui existiendo de manera semi-clandesti-na) era un partido marxista instrumental. En el contexto de un movimientoobrero fragmentado, los lderes moderados del PTB mantuvieron una posi-cin dominante hasta 1960. Entre 1960 y 1964, y particularmente despusde la creacin del Comando General de Trabajadores (CGT) en 1962, losizquierdistas radicales del PCB y del PTB ganaron influencia dentro del mo-

    vimiento obrero (Collier y Collier 1991: 549-555, Almeida Neves Delgado1989: 217-290). La orientacin ideolgica del movimiento obrero duranteeste perodo fue variada. El movimiento obrero se reorganiz bajo el dominiomilitar en los aos setenta. Aunque permaneci dividida, la confederacinms grande que emergi durante los aos ochenta fue la Central nica de losTrabajadores (CUT), que estuvo alineada con la agrupacin poltica de iz-quierda Partido de los Trabajadores (PT). Aunque el liderazgo del PT estuvodividido entre marxistas instrumentalistas y demcratas comprometidos, fue-ron generalmente estos ltimos quienes mantuvieron un rol predominante11.

    Venezuela es quizs el caso ms claro de un vnculo estable entremovimiento obrero y partido democrtico. Desde su creacin en 1947 yhasta 1998, la Confederacin Venezolana de Trabajadores (CTV) fue lanica confederacin de trabajadores importante en el pas. Varios partidoscompitieron por la direccin de la CTV durante la posguerra, pero la confe-deracin fue dominada casi siempre por los sindicatos que tuvieron lazos con

    10 Ver Balbi (1989), Haworth (1983: 97) y Roberts (1998).11

    Sobre el PT y el movimiento obrero, ver Keck (1992). Sobre el apoyo del PT a lademocracia ver Nylen (2000: 126-143) y Samuels (2004: 999-1024).

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    Accin Democrtica (AD) (Ellner 1993). La AD desempe un papel im-portante al establecer el primer rgimen democrtico de Venezuela y fue unactor consistentemente democrtico en las dcadas posteriores a 1948 (Levine

    1973, Martz 1966, McCoy 1989: 35-67).Finalmente, el movimiento obrero chileno tras 1989 ha sido democr-tico. Aunque el movimiento obrero permaneci alineado con los socialistas ylos comunistas despus del golpe de 1973, la orientacin de los socialistashacia el rgimen cambi considerablemente durante el subsiguiente perodoautoritario. Durante los aos ochenta, el PSCh abandon el marxismo y abrazcompletamente la democracia liberal (Roberts 1998: 118-140).

    Colombia: un caso de vnculo partidario no dominanteEntre los pases estudiados, Colombia es el nico caso donde no existe

    ninguna afiliacin partidaria dominante en el movimiento obrero. Durante losaos treinta y cuarenta, la Confederacin de Trabajadores Colombianos (CTC),que fue la predominante, mantuvo lazos cercanos con el Partido Liberal (Colliery Collier 1991: 299-308). Durante los aos cincuenta, sin embargo, la Uninde Trabajadores Colombianos (UTC), que se declar a s misma apoltica,emergi como la confederacin obrera ms grande del pas. Segn Urrutia (1969:

    207, 213, 224), la UTC no se comprometi con ningn partido poltico, loque hace a la experiencia colombiana () radicalmente diferente de las otrasnaciones latinoamericanas12. A comienzos de los aos setenta, el movimien-to obrero se fragment, ya que varias confederaciones obreras coexistan allado de muchos sindicatos no afiliados. En este contexto, los vnculos parti-darios existentes se erosionaron y no emergi ninguna nueva alianza dominanteentre el movimiento obrero y los partidos (Londoo Botero 1991: 275-305,Collier y Collier 1991: 467-468 y 673-681, Hartlyn 1988: 183-187).

    El Cuadro 2 resume los vnculos que han prevalecido entre los aos

    1945 y 2000 entre los movimientos obreros y los partidos en nuestros nue-ve casos. En la mayora de los casos los movimientos obreros dominantesestaban asociados al marxismo (Bolivia, Nicaragua, Chile pre-1973, Perpost-1968) o a partidos populistas (Argentina, Mxico, Per pre-1968).Por lo tanto, la gran mayora de las alianzas entre los movimientos obrerosy los partidos estuvieron caracterizadas por actitudes instrumentaleshacia lademocracia. Por tanto, los movimientos obreros consistentemente favora-bles a la democracia fueron la excepcin, no la regla.

    12 Vase tambin Hartlyn (1988).

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    El apoyo del movimiento obrero a regmenes democrticosy no democrticos

    Se ha argumentado aqu que el apoyo de los movimientos obreros ala democracia dependi tanto del vnculo dominante establecido con lospartidos como del contexto del rgimen. Utilizando este marco de anlisis,en esta seccin se examina el apoyo a la democracia o su ausencia en elmovimiento obrero organizado de nueve pases latinoamericanos entre losaos 1945 y 2000. El anlisis de los casos sugiere una relacin clara entre elvnculo partidario, el contexto de rgimen y las prcticas del movimientoobrero. En los casos de vnculo partidario democrtico, los movimientosobreros no apoyaron regmenes autoritarios, no respaldaron golpes contragobiernos electos, ni se involucraron en movilizaciones amenazantes para lademocracia. En los casos de vnculos partidarios marxistas y populistas, elcomportamiento del movimiento obrero dependi del contexto de rgi-men. Donde la democracia representaba las nicas reglas de juego o era lanica alternativa factible a las dictaduras de derecha, los partidos marxistasy populistas condujeron a que los movimientos obreros apoyaran a la de-mocracia. Pero donde los regmenes no democrticos incluyentes estuvie-ron en el poder o fueron percibidos como alternativas viables, estos movi-

    mientos obreros actuaron rutinariamente contra la democracia.El movimiento obrero organizado puede actuar contra la democraciade tres maneras. Primero, puede apoyar la cada extra-constitucional de ungobierno electo. Segundo, puede apoyar activamente un rgimen no demo-crtico, lo que puede suponer esfuerzos opositores a la democratizacin delrgimen. Tercero, las movilizaciones sindicales polticamente polarizantespueden desestabilizar quizs inadvertidamente a los regmenes demo-crticos en la bsqueda de sus metas revolucionarias.

    Dos fenmenos limitaron el apoyo de los movimientos obreros mar-

    xistas o populistas a la democracia durante el perodo posterior a 1945. Elprimero fue la polarizacin poltica creada por la Revolucin Cubana. Du-rante los aos sesenta y setenta, la Revolucin Cubana increment tanto elatractivo como la viabilidad percibida de la revolucin socialista. Esta situa-cin anim a los movimientos obreros conducidos por marxistas a perse-guir estrategias maximalistas que, aunque no estaban dirigidas directamen-te contra el rgimen, amenazaron econmica y militarmente a las elites y detal modo aumentaron la probabilidad que esas elites apoyaran golpes milita-

    res. La aparicin de una opcin revolucionaria puso a prueba el compromisode los movimientos obreros marxistas con la democracia burguesa. En tal

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    contexto, la priorizacin de los objetivos revolucionarios sobre la estabili-dad democrtica indica una orientacin instrumental hacia la democracia.

    Otro fenmeno que indujo a los movimientos obreros instrumentalistas

    a actuar contra la democracia fue la proliferacin de regmenes autoritariosincluyentes que buscaron movilizar el apoyo del movimiento obrero orga-nizado, de los campesinos y de otros grupos que no fueran parte de la elite.En Amrica Latina post-1945 existieron tres tipos de regmenes autorita-rios incluyentes: (1) regmenes revolucionarios como los fundados en Mxicodespus de 1917 y Nicaragua despus de 1979, (2) regmenes militares po-pulistas como en Per (1968-1975) y Panam (1968-1981), y (3) regme-nes populistas autoritarios de origen electoral como el creado por Pern en

    Argentina. La mayora de estos regmenes ofrecieron a los movimientosobreros sustanciales beneficios simblicos, materiales y organizativos, ascomo un acceso sin precedente al poder poltico. Los gobiernos como los dePern, el PRI y el FSLN incorporaron a la clase obrera en el sistema polti-co, crearon nuevos canales de acceso al Estado para los sindicatos, fomenta-ron la extensin de la sindicalizacin, proveyeron a los sindicatos de impor-tantes recursos organizativos y expandieron los derechos y beneficios de lostrabajadores. Estas polticas a menudo generaron profundas lealtades sindi-cales, de modo que no es sorprendente que los movimientos obreros los

    apoyaran.

    Argentina

    La experiencia del movimiento obrero argentino con respecto a suapoyo a la democracia es heterognea. Los sindicatos argentinos apoyaronal peronismo durante todo el perodo 1945-2000, pero el peronismo nosiempre fue democrtico. Mientras que la movilizacin obrera en nombredel peronismo tuvo un impacto democratizador en algunas instancias, no

    las tuvo en otras. La movilizacin obrera ayud a crear la apertura polticaque permiti a Pern ganar las elecciones democrticas de 1946 (Torre1990), pero el rgimen resultante fue un autoritarismo incluyente, nodemocrtico. El gobierno de Pern distribuy beneficios materiales almovimiento obrero, incluyendo masivos aumentos salariales y una ex-pansin de los beneficios en materia de salud y seguridad social. La afilia-cin sindical casi se triplic durante este perodo (Collier y Collier 1991:341, McGuire 1997: 53). Sin embargo, las libertades civiles fueron habi-

    tualmente violadas y la reeleccin de Pern en 1951 estuvo afectada por larepresin y el fraude.

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    El derrocamiento de Pern en 1955 desemboc en casi tres dcadasde gobiernos civiles y militares inestables, durante los cuales el comporta-miento del movimiento obrero continu siendo ambiguamente democrti-

    co. En 1964 y 1965 los sindicatos peronistas se dedicaron a realizarmovilizaciones masivas que pusieron en riesgo al gobierno electo de ArturoIllia, y los lderes sindicales clave apoyaron el golpe que lo derrib en 1966(Brennan 1994: 105, McGuire 1997: 114-120 y 145-150). Asimismo, laprotesta del movimiento obrero desempe un papel importante en el de-rrumbe de la dictadura instaurada tras 1966 y la CGT apoy fuertementeentre 1973-1976 al gobierno peronista electo. Sin embargo, la moviliza-cin sindical y la violencia contribuyeron a desencadenar el golpe de 1976(Smith 1989: 228-231).

    El movimiento obrero y el peronismo fueron ms slidamente de-mocrticos despus de 1976, en parte porque las opciones de rgimen seredujeron. Los sindicatos peronistas desempearon un rol clave en la movi-lizacin de la oposicin al rgimen burocrtico-autoritario de 1976-1983(Munck 1998). Despus de 1983, mientras la democracia se consolidaba ylas alternativas no democrticas incluyentes perdan viabilidad, el peronismoy los lderes del movimiento obrero defendieron continuamente la demo-cracia. Por ejemplo, la CGT se opuso inequvocamente a los levantamien-

    tos militares de 1987 y 1990.

    Bolivia

    El movimiento obrero boliviano mantuvo una actitud instrumentalhacia la democracia desde los aos cuarenta hasta mediados de los aosochenta. La COB inicialmente apoy el rgimen semi-autoritario inclu-yente que emergi de la revolucin de 1952 (Malloy 1977: 185-186 y 223-235). Sin embargo, cuando el gobierno del MNR se moder durante el

    transcurso de los aos cincuenta, la COB se desplaz hacia la oposicin. Elala radical del movimiento obrero celebr el golpe militar que destituy alpresidente electo Vctor Paz Estenssoro en 1964 (Alexander 1965: 62, Lora1977: 301, Magill 1974: 32).

    El movimiento obrero se opuso activamente a la mayor parte de lasdictaduras militares que gobernaron Bolivia entre 1964 y 1982. Sin embar-go, los lderes sindicales mantuvieron una actitud instrumental hacia la de-mocracia, como se pudo advertir en su apoyo al gobierno militar de iz-

    quierda del general Juan Jos Torres (1970-1971) (Alexander 1965: 65-67,Lora 1977: 361-366). Esta orientacin instrumental persisti despus de la

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    transicin a la democracia en 1982. A mediados de los ochenta, la visindominante de la COB hacia la democracia representativa era reduccionistae instrumental y la mayora de los lderes de la COB vean a la democracia

    como un instrumento para establecer la dictadura del proletariado(Mayorga 1991: 161 y 181). Los sindicatos se movilizaron contra el gobier-no democrtico de Hernn Siles Suazo (1982-1985) casi tan intensamentecomo lo haban hecho contra dictaduras anteriores. Incluso cuando la tam-baleante democracia de Bolivia se desmoronaba frente a la hiperinflacin,la COB jug un juego maximalista. Devastado por el cierre de las minas deestao en 1985, el movimiento obrero ha sido un actor con mucho menospoder en las dos dcadas siguientes.

    Brasil

    Entre 1946 y principios de los sesenta, el movimiento obrero brasile-o respald constantemente al rgimen democrtico, incluso a pesar de lasignificativa influencia comunista en su liderazgo. En parte, esto se debe aque no haba alternativas viables a la democracia que ofrecieran al movi-miento obrero mejores beneficios y mayor acceso al poder. Sin embargo, enel polarizado contexto de los aos sesenta, el movimiento obrero se radicaliz.

    Aunque la CGT continu apoyando al gobierno de Goulart en el perodo1962-1964, sus movilizaciones y sus demandas maximalistas fueron facto-res detonantes del golpe de 1964 (Mayorga 1991: 161-181).

    La mayor parte del movimiento obrero brasileo se opuso al rgimenmilitar de 1964-1985 y el nuevo sindicalismo, que se puso a la vanguar-dia del movimiento obrero hacia fines de los setenta, desempe un rolfundamental al presionar por una transicin hacia la democracia (Keck1989). A pesar de la presencia de tendencias marxistas instrumentalistas, laCUT y sus aliados del PT permanecieron siendo slidamente favorables a

    la democracia, tras el perodo democrtico post-1985.

    Chile

    Aunque el movimiento obrero en Chile estuvo dominado por ten-dencias marxistas, ste actu dentro de los lmites del rgimen democrticoliberal durante el perodo 1945-1973. En los aos sesenta y setenta, sinembargo, mientras la poltica chilena se polarizaba, el movimiento adopt

    una creciente posicin maximalista. A pesar de su compromiso con el go-bierno constitucional, los partidos marxistas que controlaban la CUT bus-

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    caron durante este perodo la transformacin socialista de la sociedad. Elpartido socialista estaba dividido por el juego electoral. El ala radical delpartido, que gan protagonismo durante los aos sesenta, rechazaba el ca-

    mino electoral al socialismo y propugnaba abiertamente la lucha armada.En este sentido, los lderes socialistas declararon que su participacin eninstituciones democrticas era simplemente un preludio a una eventualruptura institucional (Roberts 1988: 92)13. La presin revolucionaria de laizquierda se aceler con la eleccin del Presidente socialista Salvador Allendeen 1970. La movilizacin de la izquierda y del movimiento obrero duranteel gobierno de Allende, que incluy un nivel de huelgas y ocupaciones defbricas sin precedentes, aument el nivel de amenaza percibida por la eliteeconmica y militar, que se contra-moviliz con un golpe brutal en 1973(Valenzuela 1978: 61-80, Collier y Collier 1991: 560-565).

    El movimiento obrero organizado se opuso fuertemente a la dictadurade Pinochet de 1973-1989 y desempe un importante papel en las protestascontra el rgimen durante los aos ochenta (Ruz Tagle 1989). En parte debi-do a la transformacin del partido socialista en una fuerza social democrtica,la CUT emergi como un actor slidamente favorable a la democracia des-pus de la transicin de 1989. Bajo la direccin demcrata-cristiana y socia-lista hasta 1996 y la direccin socialista y comunista a partir de entonces, la

    CUT mantuvo una postura moderada. Se dedic a realizar movilizacioneslimitadas y generalmente cooper con los gobiernos democrticos de centro-izquierda de la Concertacin (Roberts 1988: 149-153).

    Colombia

    El movimiento obrero colombiano ha sido caracterizado por una d-bil presencia en la poltica nacional, la fragmentacin organizativa y la faltade una orientacin partidaria dominante. Dentro de este contexto, la ma-

    yor parte del movimiento obrero ha apoyado a la democracia desde 1945.La mayora de los lderes obreros se opuso a la dictadura de Gustavo RojasPinilla (1953-1957) y mantuvo una orientacin consistentemente favora-ble a la democracia despus de la transicin de 1958. Aunque los sindicatosse opusieron con frecuencia a los gobiernos liberales y conservadores duran-te el perodo del Frente Nacional (1958-1974), los sectores dominantesdentro del movimiento obrero apoyaron la existencia del rgimen demo-crtico (Urrutia 1969). ste sigui siendo el caso durante los aos ochenta

    13 Ver tambin Walker (1990: 136-171).

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    y noventa, a pesar del crecimiento de sindicatos de izquierda ms radicalizadosy el resurgimiento de los movimientos guerrilleros de izquierda.

    Mxico

    A partir de 1920 y hasta el 2000, la mayor parte del movimiento obre-ro mexicano apoy el rgimen autoritario incluyente que emergi de la revo-lucin de 1910 (Middlebrook 1995, Baez Camargo 2002). El rgimenposrevolucionario moviliz el apoyo del movimiento obrero y ofreci exten-sos beneficios materiales y organizativos, particularmente durante la presi-dencia de Crdenas (1934-1940). En ningn momento, sin embargo, estergimen fue una democracia. El rgimen permiti elecciones regulares, peroel campo de juego electoral era enormemente desigual, recurriendo el rgi-men a la violencia, al fraude y a la compra de votos cuando fue necesario. LaCTM y otras confederaciones obreras importantes no vacilaron en ayudar alPRI incluso durante los aos ochenta y noventa, cuando la austeridad eco-nmica trajo aparejada una fuerte cada de los ingresos de los trabajadores. Cuando el movimiento hacia la democracia adquiri vigor al final de losaos ochenta, la CTM fue notoriamente identificada como uno de los pilaresdel ala autoritaria y anti-reformista del PRI (Collier 1999a). As, Mxico es uno

    de los pocos casos discutidos en este artculo en el que la faccin dominante delmovimiento obrero se opuso activamente a la transicin democrtica.

    Nicaragua

    Como en Mxico, en Nicaragua el vnculo dominante entre el mo-vimiento obrero y el partido fue forjado en el contexto de un rgimen departido hegemnico revolucionario. El movimiento obrero organizadoparticip activamente en el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza

    y la CST apoy fuertemente el gobierno sandinista que emergi en 1979,el cual dio lugar al surgimiento de un rgimen incluyente y pro-obrero.Los sandinistas fortalecieron el movimiento obrero y le proporcionaronun acceso al Estado sin precedentes (Stahler-Sholk 1990: 55-88, Stahler-Sholk 1995: 77-102). Con todo, el rgimen no lleg a ser democrtico.

    Aunque se celebraron elecciones en 1984, las libertades civiles y polticasfueron frecuentemente violadas. Las huelgas estaban restringidas, los opo-sitores al gobierno estaban expuestos al hostigamiento y el arresto y el

    principal peridico de la oposicin, La Prensa, fue cerrado durante pero-dos de tiempo significativos.

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    La CST sigui siendo un pilar del rgimen sandinista durante el pero-do 1979-1990 a pesar del abrupto declive en los estndares de vida de lostrabajadores disparados por el derrumbamiento econmico post-1984. Entre

    1985 y 1990, la renta real per cpita cay un 30 por ciento y los salarios realescayeron ms del 75 por ciento (Stahler-Sholk 1990: 83). No obstante, loslderes de la CST continuaron siendo firmemente favorables al sandinismo, yse opusieron incondicionalmente al movimiento hacia la democracia que surgial final de los aos ochenta. Su comportamiento se explica porque durante elrgimen sandinista gozaron de un acceso sin precedentes a recursos polticosy organizacionales, y porque los principales opositores al rgimen no fueronvistos como una alternativa favorable al movimiento obrero.

    Per

    Bajo liderazgos populistas (1944-1968) y marxistas (post-1968), elmovimiento obrero peruano mantuvo una actitud instrumental hacia lademocracia. En 1948 la CTP apoy al APRA, cuando ste se encargaba deconspirar y realizar movilizaciones violentas contra el gobierno electo de

    Jos Luis Bustamente, de modo que sus acciones, en ltima instancia, con-tribuyeron a provocar el golpe (Collier y Collier 1991: 328-330). Durante

    los aos setenta, la CGTP dio sustento al rgimen militar populista lideradopor el general Juan Velasco (1968-1975). El gobierno de Velasco empren-di una variedad de reformas favorables a los intereses obreros y apoyactivamente a las organizaciones obreras no apristas, particularmente a laCGTP conducida por comunistas. Los lderes de la CGTP concluyeronque no exista ninguna alternativa viable ms de izquierda que el gobiernomilitar y que sus intereses seran mejor atendidos si cooperaban con elgobierno (Huber, Stephens, Rueschemeyer 1970: 70)14. As, tras oponerseinicialmente al golpe de 1968, la CGTP abraz el gobierno militar a inicios

    de 1969, apoyndolo incluso despus de que el sucesor de Velasco, el Gene-ral Francisco Morales Bermdez, cambiara el rumbo del gobierno hacia laderecha en 1975. No fue sino hasta la masiva ola de movilizacin del sectorpopular en 1977 que la CGTP se uni a las protestas contra el gobierno(Sanborn 1991: 104-128).

    Aunque la movilizacin obrera durante 1977-1978 desempe unrol importante al precipitar la transicin democrtica de Per (Roberts 1988:

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    Vase tambin Balbi (1989: 59-67), Haworth (1983: 106-113) y Sanborn (1991:105-110).

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    213-214), la CGTP conserv una actitud instrumental hacia el rgimendemocrtico que emergi despus de 1979. Muchos de los partidos de iz-quierda que constituan la Izquierda Unida, que era tambin apoyada por

    la CGTP, rechazaron la democracia liberal en favor de la insurreccin po-pular y la lucha revolucionaria (Roberts 1988: 250-253). La violencia de laguerrilla y la polarizacin ayudaron a justificar el auto-golpe de AlbertoFujimori en 1992.

    Venezuela

    La CTV fue un actor consistentemente democrtico entre 1948 y1998. Despus del golpe de 1948, la CTV desempe un papel central enla lucha contra la dictadura de Prez Jimnez en los aos cincuenta y apoyfuertemente la transicin democrtica de 1958. Durante las primeras cua-tro dcadas del nuevo rgimen democrtico, los lderes de la CTV ejercie-ron un rol moderador en la poltica y en las relaciones laborales, impulsan-do polticas que protegieran al rgimen democrtico y a sus proprios parti-dos antes que llevando a cabo intentos ms contundentes para obtener be-neficios para las bases obreras (McCoy 1989: 39-40). Hicieron eso a pesardel surgimiento de una significativa guerrilla de izquierda en el clima pol-

    tico radicalizado a inicios de los aos sesenta. De hecho, la cooperacin dela CTV con los gobiernos de la AD durante los aos sesenta ayud a evitaruna polarizacin amenazante para el rgimen democrtico, que s golpe amuchos otros pases latinoamericanos durante este perodo (Ellner 1993,Collier y Collier 1991).

    La relacin de la CTV con la democracia se torn ms ambigua des-pus de la eleccin del antiguo lder golpista Hugo Chvez en 1998. Laretrica revolucionaria y el estilo de gobierno autocrtico de Chvez queincluan esfuerzos desde el gobierno para tomar el poder de la CTV con-

    venci a muchas elites venezolanas que l intentara instalar un rgimenautoritario. En este contexto, la CTV se moviliz activamente en un esfuer-zo por remover a Chvez por medios extra-constitucionales y en abril de2002 apoy una tentativa fallida de golpe contra Chvez.

    El Cuadro 3 proporciona un resumen de los nueve casos. Como elcuadro demuestra, las acciones del movimiento obrero contra la democraciafueron comunes durante el perodo post-1945. En Mxico (1945-2000),Nicaragua (1979-1990), Per (1968-1975) y Argentina (1946-1955), los

    movimientos obreros apoyaron activamente regmenes no democrticos. EnChile, durante los primeros aos de los setenta, y en Bolivia y Per durante

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    los aos ochenta, ellos persiguieron metas revolucionarias de formas quesocavaron la estabilidad de los regmenes democrticos. El comportamien-to no democrtico fue particularmente frecuente durante los aos sesenta y

    setenta, cuando las alternativas autoritarias incluyentes parecieron ms via-bles. Los movimientos obreros se hicieron ms consistentemente pro-de-mocrticos durante los aos ochenta y noventa, pero este cambio fue engran parte debido a la desaparicin de alternativas de regmenes incluyentes.

    Conclusin

    En este artculo se han examinado las condiciones bajo las cuales losmovimientos obreros latinoamericanos apoyan o se oponen a la democra-cia. Se comenz con la observacin (contraria a lo que sostienenRueschemeyer, Stephens y Stephens) de que el movimiento obrero no es eldefensor de la democracia al menos no despus de 1945 en AmricaLatina. En lugar de asumir que los movimientos obreros son pro-demo-crticos, en este trabajo se asume que son un actor democrtico contingentey se exploran las condiciones bajo las cuales los movimientos obreros apo-yan o no a los regmenes democrticos.

    El apoyo a la democracia por parte del movimiento obrero organizadodepende de dos factores polticos: las alianzas partidarias y el contexto delrgimen. Aunque algunos movimientos obreros latinoamericanos estuvieronasociados a partidos democrtico-liberales durante el perodo 1945-2000, lamayora se aline con partidos marxistas y populistas, que tenan actitudesinstrumentales hacia la democracia. Estos movimientos obreros apoyaron a lademocracia cuando sta representaba las nicas reglas de juego y/o cuando seconsideraba que las las alternativas autoritarias incluyentes no eran viables.Pero cuando los regmenes autoritarios incluyentes existieron o fueron percibidos

    como alternativas viables, actuaron a menudo contra la democracia.Nuestros resultados ponen en cuestin un elemento importante de la

    teora de Rueschemeyer et al. sobre la relacin entre el desarrollo del capita-lismo y la democracia. El argumento del balance del poder de clase deRueschemeyer et al. descansa en la suposicin que la orientacin hacia elrgimen de los movimientos obreros depende de los intereses materiales dela clase obrera. Tal suposicin ignora la autonoma relativa de la mayora delos lderes sindicales, la naturaleza mltiple y diversa de los intereses de esos

    lderes y el hecho de que muchos de esos intereses se pueden satisfacer demaneras que generan pocos beneficios materiales para los trabajadores.

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    El hecho que los movimientos obreros latinoamericanos no hayandefendido constantemente la democracia tambin cuestiona el argumentode Rueschemeyer et al. que sostiene que los movimientos obreros fuertes

    han desempeado histricamente un papel crtico en el proceso de demo-cratizacin15. En Amrica Latina, la relacin entre la fortaleza de los movi-mientos obreros y la democracia ha sido dbil por lo general, y durantealgunos perodos pudo haber sido negativa. En buena parte de la regin, losmovimientos obreros llegaron a su pico ms alto en trminos de tamao,capacidad de movilizacin e influencia poltica en los aos sesenta y seten-ta. Durante ese perodo la movilizacin obrera a menudo no dio lugar ademocracias estables y con ms frecuencia contribuy a la polarizacin y elderrumbe de las democracias. En el contexto altamente polarizado de laGuerra Fra, el aumento de la movilizacin de la clase obrera y/o las victo-rias electorales de los partidos de base obrera a menudo fueron percibidoscomo amenazas vitales para los intereses de las elites econmicas y del Esta-do. En muchos casos stas condujeron o apoyaron golpes militares(ODonnell 1973, ODonnell 1978: 3-38, Collier 1979).

    El movimiento obrero organizado se debilit en la mayor parte de Amrica Latina durante los aos ochenta y noventa. Debido a las crisiseconmicas de los aos ochenta, a las reformas econmicas neoliberales que

    les siguieron (incluyendo, en algunos casos, el desmantelamiento de las le-yes laborales corporativas) y al rpido crecimiento del sector urbano infor-mal, la mayora de los movimientos obreros latinoamericanos fueron en losaos noventa ms pequeos y dbiles de lo que haban sido en los aossetenta16. En esos aos, los noventa, Amrica Latina experiment una olade democratizacin sin precedentes. Aunque los movimientos obreros des-empearon un papel importante en algunas de estas transiciones, dada ladeclinacin de estas organizaciones en la mayor parte de la regin, es difcilargumentar que la fuerza del movimiento obrero fue una causa importante

    de la restauracin de la democracia en Latinoamrica. Si cabe, la estabilidaddemocrtica durante los aos ochenta y noventa fue facilitada por la debilidad

    15 De acuerdo con Rueschemeyer et al. (1992: 46), es el crecimiento de una contra-hegemona de las clases subordinadas y especialmente de la clase obrera () el quees crtico para la promocin de la democracia.

    16 Los movimientos obreros en Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador,Guatemala, Mxico, Per, Uruguay y Venezuela perdieron entre el 25 y el 70 por

    ciento de sus afiliados entre 1985 y 1995. Ver tambin Organizacin Internacionaldel Trabajo (1998) y Weeks (1998). Brasil es una excepcin a esta tendencia.

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    del movimiento obrero, puesto que la eliminacin de cualquier amenazapor parte de la clase trabajadora con certeza reforz el compromiso de laderecha con las reglas del juego democrtico17.Como argumenta Kenneth

    Roberts, la sorprendente durabilidad de las democracias latinoamericanascontemporneas puede, en parte, ser un artefacto que disminuye la capaci-dad de los sectores populares para desafiar los intereses de la elite (Huber,Rueschemeyer y Stephens 1997: 32)18.

    La debilidad del movimiento obrero no fue necesaria para (ni unacausa importante de) la reciente ola de democratizacin en Amrica Latina.Es ms, el debilitamiento de los movimientos obreros puede tener impor-tantes implicancias negativas para la calidad de la democracia (Huber,Rueschemeyer y Stephens 1997, Roberts 1988, Kurtz 2004). Como handemostrado numerosos estudios particularmente de Europa occidental,los movimientos obreros fuertes y los partidos de base obrera han desempe-ado a menudo un papel central en la creacin de sociedades ms igualitariasy sistemas polticos ms inclusivos (Huber, Rueschemeyer y Stephens 1997,Korpi 1983, Stephens 1979). Como los movimientos obreros latinoameri-canos se debilitaron durante los aos ochenta y noventa, muchas de lasdemocracias de la regin sufrieron un aumento en la desigualdadsocioeconmica. Sin embargo, el contraste entre los aos sesenta y setenta,

    cuando movimientos obreros fuertes y radicalizados convergieron con laderecha en golpes de Estado, y el actual perodo de estabilidad democrticasin precedentes, en medio del aumento de la debilidad del movimientoobrero, pone en claro que hay poca relacin entre la fuerza de las organiza-ciones obreras y los resultados del rgimen en Amrica Latina.

    En un nivel terico ms amplio, se ha presentado aqu un argumentosobre por qu los intereses del movimiento obrero organizado no son siem-pre mejor satisfechos bajo regmenes democrticos. Esta argumentacin esconsistente con las teoras de democratizacin que enfatizan las preferencias

    contingentes e interactivas de los actores (Linz 1978, ODonnell y Schmitter1986); y cuestiona teoras que consideran al movimiento obrero como in-mutable y consistentemente pro-democrtico.

    17

    Las excepciones incluyen a Bolivia y Per en los comienzos y mediados de los ochenta.18 Kurtz (2004) desarrolla argumentos similares.

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    CUADRO 1Determinantes de la orientacin del movimiento obrero

    hacia la democracia en Amrica Latina

    CUADRO 2Vnculos dominantes entre los movimientos obreros

    y los partidos polticos en nueve pases de Amrica Latina

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    CUADRO 3Vnculo partidario, regmenes alternativos

    y comportamiento del movimiento obrero, 1945-2000

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    Resumen

    Este trabajo reexamina la relacin entre elmovimiento obrero organizado y la demo-cracia en Amrica Latina. Varios estudios in-fluyentes han argumentado que el movimien-to obrero organizado es un defensor consis-tente de la democracia y que, por lo tanto,los movimientos obreros fuertes hacen msprobables los resultados democrticos. La evi-dencia que aqu se presenta de Amrica Lati-na pone en cuestin estos argumentos, ymuestra que el movimiento obrero organiza-

    do con frecuencia ha apoyado regmenes nodemocrticos. A continuacin se intenta ex-plicar la variacin en el apoyo del movimien-to obrero a la democracia en Amrica Latinapost-1945. A partir de un anlisis compara-do de nueve pases latinoamericanos, se sos-tiene en este trabajo que la orientacin haciael rgimen de los movimientos obreros de-pende de dos factores: la naturaleza de susalianzas partidarias y las alternativas de rgi-men percibidas.

    Palabras Claves

    movimiento obrero - democracia - Amrica Latina - alianzas partidarias - alternativas de rgimen

    Abstract

    This paper re-examines the relationshipbetween organized labor and democracy inLatin America. Several influential scholarshave argued that organized labor is consistentchampion of democracy and thatconsequently, strong labor movements make

    democratic outcomes more likely. We showthat evidence from Latin America calls theseclaims into question and that organized la-

    bor has frequently supported non-democraticregimes. We then seek to explain variation inlabor support for democracy in post-1945Latin America. Based on a comparativeanalysis of nine countries in Latin America,

    we argue that labor movements regime

    orientation hinged on two factors: the natureof their partisan alliances and the perceivedregime alternatives.

    Keywords

    organized labor - democracy - Latin America - partisan alliances - regime alternatives

    Steven Levitsky y Scott Mainwaring