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MUJERES,
TECNOLOGÍA Y EL
FUTURO DEL TRABAJO
POST COVID-19
SERIE MUJERES EN TIEMPOS DE COVID-19 Boletín No. 7
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Presentación
1
El presente documento tiene por objeto analizar las consecuencias de la pandemia de la Covid-19
sobre la digitalización de los procesos de trabajo, producción, servicios y comercialización y su
impacto en el corto y mediano plazo sobre el empleo y la autonomía de las mujeres.
A tal efecto se presenta informacion que muestra la intensificación de la transformación digital, y del
teletrabajo, tanto en Colombia como a nivel internacional y regional, y se identifican las
oportunidades y desafíos que presentan estas tendencias para la autonomía económica de las
mujeres, así como las políticas que puede contribuir a lograr una mayor igualdad.
La pandemia del COVID-19 acelera el uso de plataformas digitales
en América Latina y el Caribe.
La llegada del COVID-19 y las medidas adoptadas para su mitigación, han acelerando la
transformación digital de nuestras sociedades y en el vínculo con la economía digital. Como
resultado de las medidas de aislamiento social durante la pandemia y la migración masiva a
compras en línea, las empresas de diferentes sectores se vieron obligadas a acelerar el proceso de
inmersión en la era digital. Las nuevas exigencias sanitarias trastocan los procesos de organización
logística y del trabajo remunerado. También la administración pública y otras organizaciones han
sido forzadas a adaptar su funcionamiento y las modalidades de prestación de servicios a la nueva
realidad que impone la pandemia.
La revolución digital no comenzó ahora pero su actual precipitación ya no tiene vuelta atrás. Por
ejemplo, para viabilizar el trabajo a distancia y disminuir las instancias presenciales en las
empresas, crecerán los sistemas de teletrabajo y el uso de las plataformas digitales, así como las
herramientas de videoconferencia. El Big Data y la Inteligencia Artificial serán clave para mejorar el
conocimiento y la toma de decisiones sobre nuevos productos y servicios, ventas y mercadeo, para
responder con más precisión a las cambiantes necesidades. Es esperable un mayor despliegue de
la robótica para incrementar la eficiencia y también la seguridad sanitaria. Será imperativo
intensificar la formación de las personas en capacidades digitales imprescindibles para
desempeñarse en estos nuevos entornos digitales (CEPAL, 2020b). En suma, las tecnologías
digitales seguirán siendo cada vez más indispensables para el futuro de nuestras sociedades.
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Al ritmo de la emergencia sanitaria, entre el primer y segundo trimestre de 2020, el teletrabajo
creció a nivel mundial un 324%, el comercio electrónico 157% y la educación en línea 62% (CEPAL,
2020a).
En América Latina, el comercio electrónico creció 230% entre marzo y abril de 2020 (Statista, 2020).
En Colombia, durante ese mes, el comercio electrónico se incrementó en un 73% (MINTIC/CCCE,
2020), siendo que entre 2016-2017 había crecido 24% (ASOBANCARIA, 2019). El número de sitios
nuevos de comercio electrónico aumentó cerca del 500% en abril de 2020 en comparación con el
mismo mes de 2019 (CEPAL, 2020a).
Por su parte, también es esperable que la digitalización de los procesos productivos se acelere en
la región y en Colombia, pero su implementación será más lenta ya que depende de un conjunto de
esfuerzos de inversión y capacitación con resultados de mediano y largo plazo. En comparación con
países más desarrollados, la región se encuentra muy rezagada en este campo, como resultado de
una serie de barreras para la absorción de estas innovaciones: heterogeneidad estructural, déficit
de la infraestructura digital, déficit de capacidades y habilidades necesarias, bajos salarios, entre
otros factores. Si bien las empresas tienen un alto nivel de conectividad (cercana al 90%) y el 80%
utiliza la banca electrónica, todavía falta un largo camino por recorrer para alcanzar un mayor uso
de las tecnologías digitales en los procesos de gestión (utilización de Internet en la cadena de
aprovisionamiento, procesamiento, manufactura, operaciones y canales de distribución). Mientras el
70% de las empresas de los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos
(OCDE) utilizan Internet en su cadena de aprovisionamiento, en algunos países de América Latina
esa cifra es de solo el 37% (CEPAL, 2020a).
Dentro de este desafiante contexto para el
desarrollo sostenible en la región, en Colombia
el sector productivo ha hecho progresos
notables en los últimos años. El 99,6% de las
empresas industriales manufactureras usaba
computador e Internet en 2018 y el 73,3% tenía
página Web. Además, el 30,1% de las
empresas industriales manufactureras que
usaban Internet vendieron sus productos a
través de plataforma electrónica, mientras que
el 33,9% manifestaron utilizar una plataforma
electrónica para comprar insumos y el 83,3%
usó Internet para transacciones con organismos
del Estado. Por su parte, en el sector Comercio,
el 99,5% contaban con Internet y el 57,3% tenía
página Web el 18,8% usaron una plataforma
electrónica para vender sus productos y el
41,3% de las empresas manifestaron utilizar
una plataforma electrónica para comprar
insumos (DANE, 2019).
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El cambio de paradigma productivo abre oportunidades y riesgos para el cierre o la creación de
nuevas brechas, entre ellas las brechas de género. Uno de los principales desafíos que enfrenta
Colombia para avanzar en el proceso de recuperación luego de la pandemia es contar con las
capacidades de innovación y personas capacitadas para desarrollar nuevas industrias y sectores y
aumentar el valor agregado. La escasa formación y la brecha de género en las carreras
tecnológicas, la limitada incorporación de las tecnologías digitales en los procesos formativos y los
bajos niveles de inversión en innovación son algunos de los principales problemas que enfrenta el
país (CEPAL, 2020a).
Las mujeres en la nueva economía digital
La aceleración de la digitalización en prácticamente todas las actividades de la vida a partir de la
pandemia del COVID-19 trae oportunidades, pero también grandes desafíos para la autonomía
económica de las mujeres y para alcanzar la igualdad de género en línea con el Objetivo 5 de la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
En particular, la rápida expansión de la economía digital está teniendo un impacto masivo en el
mercado laboral y en el tipo de habilidades necesarias para participar de las actividades
económicas y sociales. Además de profesionales de las tecnologías de la información y las
comunicaciones, se requieren nuevas habilidades en todas las áreas que están siendo digitalizadas.
De forma inminente, profesiones y oficios exigen niveles crecientes de habilidades digitales.
Habilidades vinculadas al mundo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas son
más requeridas en todos los sectores y están fuertemente asociadas a las ocupaciones del futuro.
Éstas exigirán capacidades para el desarrollo, la implementación y el uso intensivo de las
tecnologías. Ello abre para las mujeres, en principio, nuevas posibilidades de empleos que
requieren mayores calificaciones, con tareas menos rutinarias y que ofrecen ciertas flexibilidades
como el trabajo a distancia y que deberían condecirse con mejores remuneraciones. Desde el punto
de vista de la igualdad de género es imprescindible superar la segmentación en el mundo laboral y
que las nuevas posibilidades vayan acompañadas de la transformación de los roles de género para
la efectiva autonomía económica de todas las mujeres. Pero un requisito para avanzar en esa
dirección es visibilizar y eliminar las barreras que enfrentan las mujeres al involucrarse en estudios y
carreras vinculadas a la tecnología.
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A nivel mundial y en particular en la región, la proporción de mujeres que completan la educación
universitaria es mayor que la de hombres, sin embargo, en las áreas de ciencia, tecnología,
ingeniería y matemáticas (CTIM), las mujeres son minoría. También en la educación técnico-
profesional existe una fuerte segmentación de género y la formación con mejores oportunidades de
inserción en el mercado laboral está altamente masculinizada las mujeres están poco
representadas en las carreras CTIM y en las profesiones emergentes, como resultado de
obstáculos sistémicos vinculados a la cultura dominante, estereotipos y otros desincentivos a los
que se enfrentan a lo largo de sus trayectorias educativas y laborales.
En Colombia, el número de mujeres graduadas de la educación superior creció en forma sostenida
durante las últimas dos décadas. Según datos publicados en el Observatorio Colombiano de las
Mujeres, el año 2009, un 7,8% de las mujeres colombianas entre 25 y 64 años de edad habían
alcanzado estudios universitarios, mientras en 2019 ese porcentaje alcanzó el 9,9%, aumentando
progresivamente cada año. Respecto a la educación técnica profesional y tecnológica, un 6,7% de
las mujeres entre 25 y 64 años de edad había alcanzado ese nivel educativo en 2009, creciendo
esta cifra hasta alcanzar el 12% en 2019. Aunque cada vez hay más colombianas graduadas en
programas técnicos, carreras universitarias y posgrados relacionados a CTIM, la participación de
las mujeres en estas áreas en las últimas dos décadas se sitúa en torno al 30% (El Tiempo, 2020).
De acuerdo con un estudio realizado sobre la base de datos del Ministerio de Educación Nacional
(CPEM/OCM, 2020), la población escolarizada de mujeres en Colombia ascendía en 2018 a 20,7
millones, de las cuales 2,3 millones cursaban en la educación superior y alrededor de 400 mil
jóvenes estaban matriculadas en alguna carrera CTIM; es decir, solo el 17% de la población
universitaria de mujeres (versus el 30% para el caso de los hombres) y apenas 3.514 jóvenes
estaban matriculadas en matemáticas, lo que representaba la mitad respecto a los hombres.
Cuando se observa el número de mujeres que alcanzan a graduarse dicha situación se agudiza,
debido a la alta tasa de deserción para las mujeres en estas carreas: en 2018 tan solo 15% del
total de mujeres graduadas universitarias eran profesionales del área de la CTIM.
Los datos reflejan una baja participación
de las mujeres colombianas justamente
en áreas estratégicas de conocimiento y
desarrollo. ¿Cuál es el riesgo de ese
rezago? Dichas áreas están asociadas
con el despliegue de la cuarta revolución
industrial, y por lo tanto están
relacionadas a la posibilidad de mejores
condiciones laborales, mayores
remuneraciones y ampliar sus
oportunidades de empleo.
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El trabajo remoto o teletrabajo ganó mucho terreno en ciertos sectores con la llegada de la
pandemia, para poder continuar las actividades y mantener el empleo sin exponerse al contagio. Es
previsible que esta modalidad de trabajo crezca más allá de la emergencia sanitaria en varias
actividades, probablemente implementando modelos híbridos de teletrabajo y actividades
presenciales (CEPAL, 2020b). Las empresas e instituciones públicas deberán capacitar a su
personal y mejorar y ampliar su dotación de dispositivos tecnológicos.
De todos modos, el teletrabajo es posible apenas en determinados sectores y ocupaciones con
empleo formal y requerimientos de calificación medios o altos. Otros factores condicionantes son la
infraestructura digital, el nivel de digitalización de las administraciones y empresas y el grado de
difusión de las habilidades digitales.
Es por ello que la proporción de trabajo susceptible de realizarse a distancia varía entre países. Las
estructuras de los mercados laborales, las estructuras productivas, los niveles de informalidad y la
calidad de la infraestructura digital juegan un papel fundamental. El porcentaje de puestos de
trabajo que pueden migrar al teletrabajo está positivamente vinculado al nivel del PIB per cápita y a
menores grados de informalidad. Se estima que en Europa y los Estados Unidos casi el 40% de los
trabajadores podría trabajar desde su hogar, mientras que en el caso de América Latina y el Caribe
alrededor del 21,3% (CEPAL, 2020a).
En la región, el porcentaje de ocupaciones en las que se podría teletrabajar está condicionado por
los elevados niveles de informalidad, que en 2018 alcanzaban más del 50% del empleo total. La
mayoría del empleo informal se concentra en sectores que necesitan interacción física, por lo que
no se puede desarrollar en forma remota. Como una alta proporción del empleo femenino es
informal o se concentra en sectores que exigen trabajo presencial como manufactura, salud y
cuidado, el teletrabajo podría beneficiar a apenas un segmento muy minoritario de mujeres
ocupadas.
En este sentido el sector de los cuidados representa un profundo desafío en términos de empleo
altamente feminizados, con baja inclusión de tecnología y altos porcentajes de informalidad, pero
que podría constituirse en un motor dinamizador si se buscar las soluciones de adaptabilidad y uso
adecuado de las tecnologías, así como la planificación, capacitación y certificación de los oficios en
este sector.
Los desafíos del teletrabajo
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A nivel sectorial, la probabilidad de teletrabajar es mayor del 80% en los servicios profesionales,
científicos y técnicos, la educación, las finanzas y los seguros. En los países de la región, estos
sectores representan menos del 20% de las personas ocupadas.
En la mayoría de las ocupaciones que se pueden desarrollar de manera remota, las personas
requieren un mayor nivel de formación y, en promedio, perciben salarios mayores que quienes
están en actividades que no se pueden realizar a distancia. De ahí la preocupación por que la
expansión del teletrabajo profundice la desigualdad que caracteriza a los mercados laborales en
América Latina y el Caribe. En ausencia de políticas que aborden las realidades diversas de los
sectores y de las personas trabajadoras, y en particular a las mujeres, el teletrabajo podría
profundizar las desigualdades. Esto porque el contexto o situación de base implica grandes
desigualdades en el acceso y capacitación para el uso de herramientas tecnológicas y alta
concentración del empleo femenino en actividades informales y de bajo valor agregado.
Las empresas colombianas en 2018 ya tenían 122.278 personas contratadas con trabajo remoto
(CCD/CNC/MINTIC, 2018), lo cual refleja que esta modalidad laboral venía instalándose en el país
con anterioridad a la pandemia. Pero de acuerdo con estimaciones oficiales, la pandemia puede
haber elevado el número de personas trabajando de forma remota a aproximadamente 4 millones1.
Según el estudio antes mencionado, el número de empresas que implementaban esta modalidad
pasó de 4.292 en 2014 a 12.912 en 2018. Este último año, los sectores con mayor número de
personas con teletrabajo era el sector de los servicios con 86.116 personas y el comercio con
26.444.
1 https://www.mintrabajo.gov.co/web/guest/prensa/comunicados/2020/julio/el-proximo-20-de-julio-mintrabajo-radicara-
proyecto-de-ley-que-busca-regular-el-trabajo-en-casa
Por su parte, las entidades públicas que
recurren al teletrabajo pasaron de
representar el 13% del total relevado en
2014 al 38% en 2019 (MINTIC/CNC,
2019). Ese último año, el 95% de las
personas que teletrabajaban en el sector
público eran profesionales, 60% vivían
lejos de sus trabajos, 37% padres o
madres cabeza de familia, 29% personas
con discapacidad y 16% mujeres en
período de lactancia.
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En principio, es responsabilidad de las entidades empleadoras proveer y garantizar el mantenimiento
de los dispositivos y la conectividad para su personal. Sin embargo, ello no parece cumplirse
siempre: de acuerdo con el MINTIC, en 2018 apenas el 45% de las entidades públicas suministró los
dispositivos. De los aparatos requeridos para el trabajo remoto, el 81% de los teléfonos inteligentes y
el 60% de los computadores eran propiedad de trabajadores y trabajadoras.
Las principales barreras identificadas en el estudio mencionado para la implementación del
teletrabajo en el sector público son las inversiones en tecnología e infraestructura y la cultura
organizacional de la entidad. También se identifica como una limitante emergente “la naturaleza
jurídica”. En ese sentido, en Colombia el teletrabajo está regulado por la Ley 1221 de 2008, que lo
define como “una forma de organización laboral, que consiste en el desempeño de actividades
remuneradas o la prestación de servicios a terceros utilizando como soporte las tecnologías de la
información y las comunicaciones –TIC- para el contacto entre el trabajador y la empresa, sin
requerirse la presencia física del trabajador en su sitio específico de trabajo”. Dicha ley establece
tres modalidades de teletrabajo, que responden a los espacios de ejecución del trabajo, las tareas a
ejecutar y el perfil de la persona contratada: Teletrabajo Suplementario, Autónomo y Móvil.
La coyuntura de los últimos meses que llevó a una masificación del trabajo remoto dejó en evidencia
la desactualización y ciertas lagunas de la norma, por lo que el Gobierno nacional avanza
actualmente en un proyecto de Ley que, entre otras cosas, profundiza en el tema de los riegos
laborales para esta modalidad de trabajo y más en general busca regular todo lo referente a la
seguridad social de las personas trabajando sobre plataformas tecnológicas. Para lograr una norma
con perspectiva de igualdad dos aspectos son clave: por un lado, garantizar las herramientas
necesarias para cumplir funciones de forma remota y por otro lado no dejar en peores condiciones
laborales y de derechos a las personas que ejercen el trabajo de forma remota respecto a las que lo
hacen de forma presencial.
Finalmente, un limitante para el crecimiento del teletrabajo también refiere al bajo ingreso de los
hogares y las dificultades y costos de accesibilidad a Internet. En Colombia, apenas el 21% de los
hogares del primer quintil de ingresos y el 35% del segundo quintil tiene conexión a Internet (CEPAL,
2020a). En 2018 el costo del servicio de banda ancha móvil y fija para la población del primer quintil
representaba el 26% y el 19% de su ingreso, respectivamente, y para el segundo quintil ese costo
alcanzaba el 11% y 8% de sus ingresos, como se observa en el siguiente gráfico:
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8
19
11
26
0 5 10 15 20 25 30
Quintil II
Quintil I
Móvil
Fija
Gráfico 1. Colombia: asequibilidad de Internet fija y móvil por quintil de ingreso, 2019 (En porcentajes del ingreso
de los hogares)
Fuente: CEPAL (Comisión Económica para América Latina y El Caribe), Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar los efectos
del COVID-19, Santiago, 2020.
Desafíos de la automatización y de las plataformas digitales para
la igualdad de género
La aceleración de la automatización de los procesos productivos y de los servicios, como un
imperativo sanitario y de eficiencia, tiende a eliminar muchos puestos de trabajo y también a forzar
una adaptación y recalificación de la fuerza de trabajo. Dada la segmentación del mercado laboral
por la cual las mujeres están concentradas en determinados sectores y ocupaciones, es probable
que muchas funciones tradicionalmente ocupadas por mujeres sean particularmente afectadas.
Un estudio reciente del BID (BID, 2019), estimó que, en Colombia, un 29% de trabajadoras mujeres
podrían ser progresivamente afectadas por los procesos de automatización y requieran una
transición hacia otras ocupaciones. En contrapartida, la automatización no va a afectar
sensiblemente a sectores y ocupaciones con gran predominio femenino y que tienden a crecer,
como la educación, la salud y otros subsectores de la economía del cuidado.
Para América Latina, el riesgo de precarización de los empleos derivado de los cambios tecnológicos
es grande debido a las desigualdades estructurales que caracterizan los mercados laborales y las
altas tasas de informalidad, que incluso podrían incrementarse como consecuencia de las pérdidas
de empleo por causa de la automatización.
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En Colombia, el análisis de los impactos de los cambios tecnológicos en las oportunidades de
inserción laboral y las condiciones de trabajo en general, y en particular, de las mujeres, es una
tarea urgente. Por un lado, la mayor flexibilidad en las jornadas y los espacios de trabajo podría
ser beneficiosa para las mujeres. Por otro, la robótica, al reducir los requerimientos de fuerza
física, puede abrir espacio de trabajo conjunto (cobots) para mujeres, en actividades en las que
tienen muy baja participación, como la construcción (Vaca Trigo, 2019).
Los nuevos modelos de negocios de “intermediación” basados en plataformas digitales han
crecido rápidamente en los últimos años y se han fortalecido extraordinariamente en la coyuntura
de la crisis por COVID-19. La vinculación de plataformas con otras tecnologías digitales permite
conectar oferta y demanda de trabajo de forma eficiente y efectiva o permitir a pequeñas y
medianas empresas expandir su capacidad comercial. Todo esto debido a la enorme cantidad de
datos y a los avances de la aplicación de la inteligencia artificial que permiten optimizar procesos
mediante el uso de algoritmos.
Si bien aún no se cuenta con información oficial y sistemática sobre el empleo en plataformas,
este sector podría perfilarse como potencial para el aumento de la tasa de empleo de las
mujeres. Las empresas plataforma permiten modelos de trabajo más flexibles y en condiciones
que en principio podrían vincularse con las necesidades de flexibilidad que plantean las mujeres
al buscar empleo (Vaca-Trigo, 2019):
• Flexibilidad en algunos aspectos como asignación de cargas horarias que permite combinar
una carrera con los momentos de mayor demanda de la maternidad (aspecto que podría
incrementar las tasas de fertilidad en países donde el envejecimiento de la población es muy
avanzado).
• Reducción de ciertas barreras a la participación en el mercado laboral y generación de
ingresos.
• Mayores oportunidades de trabajar para diferentes clientes o proyectos sin necesidad de
grandes inversiones.
• Facilidad de búsquedas más eficientes de empleo al conectar a las habilidades de las
mujeres con posiciones de trabajo y potenciales clientes.
• Aumento de participación en mercados regionales o internacionales.
• Posibilidad de inserción en la economía formal.
• Mayores oportunidades de incrementar habilidades, los flujos de conocimiento, la creación de
redes y el acceso a información.
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Sin embargo, las plataformas pueden generar condiciones laborales más precarias que, por las
características del mercado laboral, podrían afectar de forma significativa a las mujeres. La
oportunidad de acceder a empleos con una mayor flexibilidad de horarios puede resultar muy
atractiva para conciliar la generación de ingresos con otras actividades como la formación
profesional, la participación política y las responsabilidades de cuidados, en especial para las
mujeres, que encuentran serias barreras para su participación en el mercado laboral por la
sobrecarga de trabajo no remunerado. En este sentido lo que en apariencia es una oportunidad
para una mayor participación de las mujeres en el empleo, puede diluir la línea que separa el
trabajo para el mercado de la vida personal sobrecargando más a las mujeres con efectos en su
salud física y mental y menos tiempo para otras actividades personales si no se transforman los
actuales roles de género, patrones culturales y la desigual asignación de las tareas domésticas y
de cuidados.
La mayoría de los trabajos en plataformas no están protegidos por el derecho a la organización
sindical, el derecho a huelga o el derecho a la negociación colectiva, ni garantizan derecho a
vacaciones, a licencias por enfermedad, a seguros de salud, protección a la maternidad ni seguro
de desempleo. Además, por su naturaleza, este tipo de empleos tampoco asegura un ingreso fijo
periódico, ni las posibilidades de capacitación o promociones de carrera. Estos nuevos empleos
digitales podrían también acentuar las desigualdades, en particular las de género, ya que las
mujeres tienden a estar sobrerrepresentadas en el empleo informal y con características de
desprotección semejantes a las que hoy tiene el empleo en plataformas (Vaca-Trigo, 2019).
Es por lo tanto un área que requiere de
monitoreo y eventual regulación, para evitar
situaciones de precarización del trabajo y la
reproducción de las desigualdades de
género al utilizar algoritmos que no operen
de manera neutral (o con medidas para
revertir las brechas) sino que por el contrario
acarren los sesgos característicos de los
mercados laborales en su lógica operativa.
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La industria de bienes y servicios informáticos y de telecomunicaciones crece rápidamente
acompañando la expansión de la economía digital. Paradójicamente, uno de los principales
problemas que enfrenta la expansión de la economía digital es la falta de profesionales en la
materia. Los pronósticos recientes estiman que en 2020 habría un déficit de al menos 500.000
profesionales en el área de las tecnologías de la información y las comunicaciones en América
Latina (IDC, 2019), y ese déficit no hará más que ir en aumento en los próximos años. La
economía digital precisa urgentemente de profesionales con calificaciones específicas, y las
mujeres podrían aspirar a ocupar esos puestos aprovechando su capital en formación, su
creatividad y potencialidades para el trabajo de innovación.
Es cierto que actualmente las mujeres concentran apenas un 30% del empleo en tecnologías de
la información y las comunicaciones en la región (BID, 2019) y que estas ocupaciones
representan aún una fracción poco significativa –aunque creciente- del total del empleo femenino
en la región (CEPAL, 2020a). Las mujeres que sí consiguieron formarse e insertarse laboralmente
en estas áreas ganan en promedio menos que sus colegas hombres y además están
subrepresentadas en los puestos de mayor responsabilidad y remuneraciones.
De tener políticas de empleo activas que promuevan el cierre de la brecha salarial y la
segregación vertical de las mujeres, la expansión del empleo en el área de las tecnologías de la
información y las comunicaciones, se torna una potente oportunidad para la autonomía
económica de las mujeres y para el aprovechamiento de sus capacidades en un terreno de fuerte
expansión.
En Colombia, según datos del Observatorio de Tecnologías de la Información (TI) del MinTIC, la
participación de mujeres en la industria tecnológica en 2015 era del 39%. La industria de TI
ocupaba en 2016 alrededor de 110 mil personas, y la brecha de profesionales esperada para
2021 era de 114 mil y para 2025 de 405 mil. Mientras que en el nivel técnico, la brecha esperada
era menor: de 4,7 mil en 2021 y 26 mil en 2025.
Es mucho lo que se puede hacer para aprovechar las oportunidades y superar desventajas
históricamente consolidadas, diseñando e implementando políticas públicas que reconozcan y
valoren los aportes de las mujeres derribando las barreras que enfrentan en las carreras y
profesiones vinculadas a la economía digital.
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Oportunidades en la industria de las tecnologías de la
información y las comunicaciones
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Referencias
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https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45938/4/S2000550_es.pdf
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https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45734/4/S2000438_es.pdf
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https://www.teletrabajo.gov.co/622/articles-75985_archivo_pdf_estudio_teletrabajo.pdf
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145322_impacto_covid19_comercio_electronico_colombia_u20200611.pdf
• STATISTA (2020). [en línea] Statista, https://es.statista.com/estadisticas/1123914/america-
latina-crecimiento-ventas-online-covid/
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https://www.facebook.com/ConsejeriaPresidencialEquidadMujer/
https://twitter.com/equidad_mujer
Bandera de Créditos:
Lucía Scuro
OFICIAL DE ASUNTOS SOCIALES
DIVISIÓN DE ASUNTOS DE GÉNERO DE LA CEPAL
Iliana Vaca-Trigo
ESTADÍSTICA
DIVISIÓN DE ASUNTOS DE GÉNERO DE LA CEPAL
Néstor Bercovic
CONSULTOR
DIVISIÓN DE ASUNTOS DE GÉNERO DE LA CEPAL
Francisca Orellana
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
DIVISIÓN DE ASUNTOS DE GÉNERO DE LA CEPAL
Amparo Bravo
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
DIVISIÓN DE ASUNTOS DE GÉNERO DE LA CEPAL
En colaboración con:
Gheidy Gallo Santos
CONSEJERA PRESIDENCIAL
PARA LA EQUIDAD DE LA MUJER
César Pinzón-Medina
DIRECTOR OBSERVATORIO COLOMBIANO DE LAS MUJERES
Giselle Paola Pugliese de la Cruz
ASESORA ECONÓMICA CONSEJERÍA PRESIDENCIAL
PARA LA EQUIDAD DE LA MUJER