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Teresa Correa

¿acaso me nombras?

EXPOSICIÓN TEMPORAL

MUSEO DE ALTAMIRA

EXPOSICIÓN TEMPORAL

Teresa Correa

8 de Marzo – 11de Junio 2017

¿acaso me nombras?

Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, Avenida Sanz de Sautuola, s/n 39330 Santillana del Mar (Cantabria).

Créditos

OrganizaMinisterio de Educación, Cultura y DeporteSubdirección General de Promoción de las Bellas ArtesMuseo Nacional y Centro de Investigación de Altamira

Fotógrafa Teresa Correa

Comisaria Asun Martinez

Diseñador Agustín Casassa

Coordinadoras Pilar Fatás / Ana Tomás

Textos Teresa Correa y Asun Martínez

Comunicación S.G. Promoción de las Bellas Artes y Museo de Altamira

Colabora Mavinsa

NIPO: 030-17-002-5D. legal: SA-153-2017ImprimeGráficas Calima, S.A.

Agradecimientos

A Pilar Fatás; a Asun Martínez; a todas las personas del Museo

Nacional de Altamira; a Carmen Gloria Rodríguez;

a Agustín Casassa; a Acaymo Santana; a Ark; al amor, al apoyo y la paciencia de mi

compañero de vida Valeriano y de mis hijos, Lucho, Manuel y Ada;

a mis Maestras y Maestros; y a las personas que me acompañan siempre.

A la memoria de una gran mujer, mi madre.

Nota a las fotografías:

Serie 1/5 + 2 P.A, ¿acaso me nombras?.Medidas variables (100x100cm - 48x48 cm).

Impresión digital en papel de fibra vegetal de 310 gr. 2016

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Zapatos blancos frente a luz negra

Con esta exposición nos descalzamos decididas a traspasar la frontera entre la luz blanca, el mundo de lo tangible y mensurable, y la luz negra, donde se encuentra todo lo visible que permanece oculto. Nos calzamos los mismos zuecos que dan acceso a la cueva de Altamira, un calzado preventivo que evita introducir elementos del exterior. Con ellos transitamos el relato de la exposición con un paso inusual, buscando un camino sin contaminaciones previas.

Con Teresa Correa descubrimos belleza en los objetos arqueológicos re-cuperados en la cueva de Altamira. No es únicamente una mirada estética, cada fotografía en esta exposición es un grito que interpela a quien observa. Rasgar las fotografías es el gesto definitivo con el que la artista se revela fren-te al relato histórico tradicional argumentado a partir de los objetos arqueo-lógicos. Disentir, cuestionar, revisitar, especular a través de la fotografía es un camino de investigación impregnado de compromiso desde el presente.

¿acaso me nombras? reclama una Historia con un relato protagonizado por las dos mitades de la Humanidad.

La memoria y la desmemoria

La cueva de Altamira es un lugar patrimonial, es pasado y es presente; es un lugar de la memoria de las personas del pasado, y de la desmemoria en el presente.

En aquel pasado, podemos imaginar, la memoria colectiva tejía la identidad de todas y cada una de las personas, cohesionaba la comunidad. La memoria eran hechos y lugares antes que tiempos, era grupal antes que individual.

En el presente el colgante de Altamira es un adorno personal bellamente decorado, abandonado o atesorado hace 18 000 años por alguien que no volvió a la cueva o que ya no lo necesitó más. En lo que hoy alcanzamos a apreciar ritmo, destreza, belleza, en el pasado esas líneas e incisiones pu-dieron contener información valiosa, un registro de sucesos recurrentes, de acontecimientos; pudo ser un recuerdo o una previsión que llevar consigo. Es muy sugerente la posibilidad de estar contemplando uno de los primeros documentos, portador de un mensaje que conservar de manera muy perso-nal. Es una ilusión de aquella memoria olvidada.

Un diente de ciervo perforado pende en el vacío, ahora desmemoriado. La persona que lo lució prendido en su ropa se llevó consigo los mensajes, las experiencias, los valores que representó. Este colgante expresa el vínculo de la comunidad con la naturaleza y con el ciervo. Entre lo cotidiano y lo simbóli-

co media una mirada hacia una realidad intangible, unos vínculos emocionales entre la comunidad y su entorno.

Lo que fuimos, en la sombra

Lo que fuimos en el inicio de nuestra Historia está condensado en los obje-tos recuperados en la cueva de Altamira. Nos reconocemos en su materia-lidad, en lo fabricado. También, lo que fuimos permanece esencialmente en lo que desconocemos.

En los útiles y herramientas abandonadas en el campamento de la cueva de Altamira podemos reconocer a las comunidades que los idearon y a las per-sonas que los fabricaron y usaron. Vemos comunidades muy tradicionales, y personas habilidosas y creativas, pacientes y prácticas. Vemos un poco de nosotros en aquellas creaciones.

En la sombra que proyectan el cuchillo, el raspador o la punta de proyectil vislumbramos lo desconocido, lo inmaterial. La sombra esconde la rutina y los acontecimientos en los que se emplearon estos objetos; oculta los valores asociados, las costumbres que daban sentido al orden consensuado. Lo que fuimos transita en lo intangible, en las emociones y los afectos, en las relacio-nes de poder no institucionalizadas.

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Posicionados desde la Ciencia del presente en los objetos identificamos ma-teriales -sílex, hueso hioides, concha, asta-, reconocemos funciones -cortar, perforar, raspar, coser, cazar-, y apoyados en otros datos contextuales, nos atrevemos a reconstruir un modo de vida, nuestra primera forma de ser y estar en el mundo. Y en ese camino damos nombre, a las cosas, a los proce-sos, a los tiempos. Clasificamos. Categorizamos. Nos apropiamos. Desper-sonalizamos. Deshumanizamos. Al nombrar, rescatamos, construimos ver-dades, creamos. Al nombrar, también ocultamos, negamos, invisibilizamos aquello que no es nombrado.

¿Dónde están las mujeres de la cueva de Altamira?

Las mujeres de los tiempos de Altamira están en cada azagaya, cuchillo, aguja o raspador que quedaron abandonados junto al hogar en la cueva. Los útiles y herramientas, la tecnología, son una forma humana de expresarse en el mundo, acumulan tradición, y perpetuan relaciones sociales consensuadas en el seno de la comunidad.

Las mujeres son visibilizadas mediante una mirada horizontal hacia la cultura material de las personas del Paleolítico, una mirada que no jerarquiza desde el presente tareas cotidianas ni tampoco los útiles asociados a cada una de ellas. Humanizamos la historia del pasado rescatando la cotidianeidad que te-

jió las relaciones entre personas que se reconocían en su vínculo emocional e identitario con su grupo.

Las mujeres estaban allí donde se perpetuaba una cotidianeidad trascen-dental para las comunidades en el inicio de nuestra Historia; en el caminar juntos por la inmensidad del mundo, en torno al hogar, en la crianza, en las salidas en busca de provisiones, en la toma de decisiones, en los cambios y en la costumbre. Compartir tareas, aprendizajes, habilidades y experiencias sustenta la tradición y capacita a las sociedades para afrontar los cambios, fortalece su resiliencia.

Una mirada simétrica hacia el pasado rescata a las mujeres tras la luz negra, y no separa los mundos femenino y masculino.

Palabras olvidadas

El color rojo impregnaba los espacios de vida y cubría los espacios de muerte. Era el color que saneaba los suelos de las cabañas y las pieles, el color con el que tatuar o embellecer los cuerpos y las ropas, igualando así unas personas a otras, creando vínculo, dando significado a ese vínculo.

El rojo era también color para los relatos de los que surgieron las imágenes acumuladas a lo largo de miles de años sobre la roca de la cueva. Hemos

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¿acaso me nombras?

Esta pregunta alumbra tenuemente las fotografías y la instalación a lo largo del espacio expositivo de principio a fin y del suelo al techo. Una pregunta que viene interrogando mi trabajo desde que empezara a trabajar con ma-teriales o “evidencias arqueológicas” procedentes, fundamentalmente, de las colecciones de materiales pertenecientes a la Prehistoria de Canarias.

Una evidencia es algo certero de lo que no se puede dudar; juzgar lo con-trario sería incurrir en una temeridad. Me gusta pensar La Historia de La Humanidad como una especie de palimpsesto de evidencias sobre evidencias atravesado por relatos temerarios sin los cuales no serían posibles los nece-sarios cambios en nuestros códigos de percepción acerca de la realidad, lo que conlleva la apertura a nuevos conocimientos.

Reescribir, designar, renombrar otros posibles relatos que hagan posible apa-recer otras imágenes a partir de las ya existentes es lo que me permite hacer de la fotografía un lenguaje temerario, arriesgado, una herramienta para el activismo semántico y visual.

Con esta exposición lo que pretendo es descontextualizar los materiales encontrados, olvidados en la cueva de Altamira como evidencias arqueoló-gicas, su marco referencial, y re-contextualizarlos en otro contexto desde el enfoque de la perspectiva de género. Esto me permite dirigir la mirada desde

olvidado aquellas palabras que explicaban el mundo, que daban sentido a la incertidumbre de la Naturaleza no humana. Eran palabras en las que se refugiaban las personas, una tradición oral que perpetuaba el presente en el tiempo.

Ese color rojo nos permite ahora rescatar a las mujeres de la cueva de Alta-mira en el umbral de la luz negra.

Asun Martinez

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los objetos hacia las personas, las mujeres como parte activa de la dinámica histórica.

Un relato que interroga a la mirada androcéntrica sobre la historia, sus este-reotipos y prejuicios en la elaboración de hipótesis interpretativas así como en las estrategias para la obtención de datos.

Para ello, parto de una propuesta formal de romper las fotos en dos. Los ma-teriales fotografiados se dividen simbólicamente en dos mitades, una mitad se puede ver pero se necesita de la otra mitad para interpretar y dar sentido a lo que vemos.

La mirada frontal que propongo sobre los materiales es una manera poco convencional en la praxis de la fotografía científica. Me interesa centrar la atención en esa posición frente a la imagen como mirada simbólica para el autoconocimiento como vía que conduce a la aceptación y al reconocimiento como integrante de una gran colectividad que sigue interrogando. E interroga desde las sombras que aún se proyectan en el relato histórico por ese otro relato necesario si queremos volver sobre nuestros pasos buscando esa luz detrás de la luz, para Derrida fundamental en la evolución del Conocimiento. Es el relato que convoca a la otra mitad de la Humanidad, las mujeres, desde la igualdad y la diversidad.

Teresa Correa

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FOTOGRAFÍAS

Colgante de cueva de Altamira Cuchillo de cueva de Altamira

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Colgante de cueva de Altamira Azagaya de cueva El Castillo

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Concha de trivia de cueva de Altamira Aguja de cueva de Rascaño

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Punta de cuarcita de cueva de Altamira Arpón de cueva de La Pila

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Punta de sílex de la cueva de Altamira Raspador de cueva de Altamira

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Lápiz de óxido de hierro de cueva de Altamira

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Una mitad se ve pero se necesita de la otra mitad para dar sentido a lo que vemos.

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Se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2017, mes de las mujeres, con el deseo de que marzos venideros

celebremos primaveras.