Nacionalismos del siglo xix

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El Catalanismo En Cataluña surgieron los primeros grupos nacionalistas en torno a intelectuales como Prat de la Riba. En 1892 los distintos grupos de tendencia nacionalista se fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa, constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán. Se trata de un movimiento esencialmente burgués, que plantea una propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de autogobierno con instituciones propias. El movimiento se expandió a lo largo de los años noventa, y tomó un importante auge en las instituciones catalanas, captando a un sector importante de las clases medias y altas de Cataluña. Pero a pesar de esto, el catalanismo seguía siendo una tendencia minoritaria en 1898. Durante los congresos catalanistas de la década de los ochenta se pusieron de manifiesto los valores espirituales y materiales de Cataluña, que se sienten amenazados por el modelo centralizador de la Restauración. Dos hechos derivados de esta política centralista preocupaban a los catalanes: el Código Civil, que amenazaba el Derecho catalán y la política librecambista, que perjudicaba su industria textil. El impulso del catalanismo se vio reforzado tras la Exposición Internacional de Barcelona de 1888, donde se dio la conjunción de los dos tipos de intereses: lingüístico-cultural y económico. A partir de este momento, intelectuales y burgueses establecen los puntos básicos del catalanismo: reivindican la autonomía catalana dentro de un Estado español federal, con unas Cortes catalanas, el catalán como lengua oficial, cargos sólo para catalanes, Tribunal Supremo Propio... Estos puntos se concretan en las Bases de Manresa (1892), momento que puede considerarse el inicio del catalanismo. Al ser la burguesía la que aspira a controlar el autogobierno podemos hablar de una verdadera revolución liberal burguesa para Cataluña. Tras el desastre del 98, las Bases de Manresa serán el punto de partida para la fundación de un partido político: la Lliga regionalista (1901), obra de Prat de la

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El Catalanismo

En Cataluña surgieron los primeros grupos nacionalistas en torno a intelectuales

como Prat de la Riba. En 1892 los distintos grupos de tendencia nacionalista se

fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de

Manresa, constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán. Se trata

de un movimiento esencialmente burgués, que plantea una propuesta de

sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de autogobierno con

instituciones propias. El movimiento se expandió a lo largo de los años noventa, y

tomó un importante auge en las instituciones catalanas, captando a un sector

importante de las clases medias y altas de Cataluña. Pero a pesar de esto, el

catalanismo seguía siendo una tendencia minoritaria en 1898. 

Durante los congresos catalanistas de la década de los ochenta se pusieron de

manifiesto los valores espirituales y materiales de Cataluña, que se sienten

amenazados por el modelo centralizador de la Restauración. Dos hechos derivados

de esta política centralista preocupaban a los catalanes: el Código Civil, que

amenazaba el Derecho catalán y la política librecambista, que perjudicaba su

industria textil.

El impulso del catalanismo se vio reforzado tras la Exposición Internacional de

Barcelona de 1888, donde se dio la conjunción de los dos tipos de intereses:

lingüístico-cultural y económico. A partir de este momento, intelectuales y

burgueses establecen los puntos básicos del catalanismo: reivindican la autonomía

catalana dentro de un Estado español federal, con unas Cortes catalanas, el catalán

como lengua oficial, cargos sólo para catalanes, Tribunal Supremo Propio...

Estos puntos se concretan en las Bases de Manresa (1892), momento que

puede considerarse el inicio del catalanismo. Al ser la burguesía la que aspira a

controlar el autogobierno podemos hablar de una verdadera revolución liberal

burguesa para Cataluña. Tras el desastre del 98, las Bases de Manresa serán el

punto de partida para la fundación de un partido político: la Lliga regionalista

(1901), obra de Prat de la Riba y Cambó, quien trasladó el catalanismo de las

manos de los intelectuales a las de los políticos conservadores. Cambó hizo de la

Lliga un partido monárquico, conservador y de base burguesa que aspira a la

autonomía política y cultural de Cataluña en el marco del Estado español: «una

Cataluña grande en una España grande». Prat de la Riba creó la

«mancomunidad catalana», unión de las cuatro diputaciones provinciales

catalanas para tratar asuntos comunes de carácter administrativo.

La creación de una coalición de partidos integrados en Solidaridad Catalana

(1906) sirvió para reforzar el catalanismo. A partir de este momento tuvo una

participación muy importante en la oposición al gobierno central de Madrid.

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El Nacionalismo VascoEl movimiento vasco surgió en fechas más tardías. En 1895 Sabino Arana

fundaba el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en torno a un grupo de

reivindicación foral vizcaíno. Aunque en un principio sus planteamientos

fueron muy radicales, proponiendo la secesión frente al Estado español, poco a

poco fue moderando su postura, renunciando al separatismo y conectando con

el ideario cristiano para fundamentar una opción nacionalista más bien

conservadora, que arraigó fácilmente en unas clases medias que veían con temor el

crecimiento del socialismo entre la clase obrera vasca.

Arana intentó por todos los medios desvincular el nacionalismo vasco del

carlismo, del que rechazaba su reaccionarismo. Sus primeras manifestaciones

tuvieron lugar en Bilbao, en ellas exponía la reacción de una región

económicamente avanzada, que estaba en contra el centralismo del gobierno.

El nacionalismo vasco reivindica las antiguas instituciones forales, exponente de las

libertades políticas medievales, perdidas como consecuencia de la derrota del

carlismo frente al liberalismo centralista (1876). El Partido Nacionalista Vasco

planteaba:

Un programa basado en la recuperación de sus fueros y llegar así a la

independencia absoluta. 

Violenta concepción de raza y lengua. 

Vinculación al catolicismo (muchos de sus miembros eran sacerdotes).

Sin embargo, el PNV no pudo presentar un proyecto de cohesión regional.

Se lo impidieron: la lengua vasca, no conocida por gran parte de la población

debido a la emigración interior; la actitud de los carlistas, recelosos de un

separatismo tan radical y, en tercer lugar, los socialistas, numerosos en Bilbao y

contrarios al catolicismo reaccionario. Tampoco contó con el apoyo de la alta

burguesía.

Regionalismo GallegoEl teórico del regionalismo gallego fue Alfredo Brañas, quien propuso una

descentralización a fondo dejando como atribuciones del gobierno central de

Madrid: «representar a España» en las relaciones internacionales, la organización

del ejército, obras de interés general, resolución de conflictos interregionales y la

elaboración de los presupuestos generales.

El regionalismo gallego no aparecerá estructurado y organizado hasta el final de la

dictadura de Primo de Rivera, en la Organización Republicana Gallega

Autonomista (ORGA). La falta de una burguesía fuerte que lo impulsara fue la

causa principal de su debilidad.

El Regionalismo Andaluz

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Dos momentos cruciales de la historia contemporánea de España intervienen en el

origen y constitución del regionalismo andaluz: la revolución de 1868 y la crisis

de 1898. Pero las primeras formulaciones regeneracionistas andaluzas no tuvieron

lugar hasta principios del siglo XX. Estas aparecen en el Congreso Andalucista de

Ronda (1913), en el que participó activamente Blas infante. La vertiente

económica fue el punto de unión del movimiento regionalista andaluz (atraso

económico respecto al resto).

Del congreso de Ronda nació el proyecto de creación del Centro Andaluz de

Sevilla, cuyos fines eran despertar la conciencia del pueblo y encauzar las

aspiraciones regionalistas. En 1916 el Centro Andaluz de Sevilla publica un

Manifiesto y un Programa Regionalista, inspirado en el regeneracionismo: la región

para la patria, no contra ella.

Blas Infante, organizador y presidente del Centro Andaluz, expone los fines y

medios de una actuación política: «Hacer de Andalucía una patria regional» y

de «España una patria nacional». Infante pretende estrechar la solidaridad

entre las provincias andaluzas para incrementar después los lazos entre las

regiones españolas. Con la acción regionalista se pretende la regeneración

española. 

El programa regionalista no se inscribe en una línea revolucionaria, sino en el

movimiento ideológico de Joaquín Costa, que expone la necesidad que Andalucía

tiene de encontrar su verdadera identidad.