Narrativa de la posmemoria: un desafío que1 El conflicto armado ha causado la muerte de...

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Comunicación y música: mensajes, manifestaciones y negocios Universidad de La Laguna, diciembre de 2018 ISBN-13: 978-84-16458-93-6/ D.L.: TF-799-2018 / DOI del libro: 10.4185/cac144 Página | 734 Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/18SLCS/libro-colectivo-2018.html Narrativa de la posmemoria: un desafío que enfrenta el “testigo del testimonio” en el posconflicto Nyrama Osorio Triana Uniminuto [email protected] Resumen: esta escrito es una aproximación al desafío que supone la posmemoria de quiénes en el texto denomino “testigos del testimonio”. Se hace imperativo en el momento del posconflicto colombiano apostarle a la paz, la dificultad se plantea cuándo las generaciones encargadas de construir escenarios venideros hacia la reconciliación, son poseedores de una memoria de la que no fueron testigos, pero que adquieren a través de la mediación de actores encargados de plasmar los relatos de las víctimas a través de diferentes formatos de narrativas. El conflicto armado atravesado por Colombia representa un pasado de horror y barbarie, la memoria es y será el mecanismo fehaciente que pugne por devolverle a las víctimas la verdad y a la sociedad su dignidad, es la oportunidad de quiénes vivieron la guerra de alzar su voz a través de testimonios únicos e irrepetibles, pero este panorama plantea un desafío que no podemos ni debemos obviar, y es el futuro de esa memoria, quiénes son y serán esas generaciones portadoras de esa memoria, los otros, que aunque no vivieron el recuerdo sí fueron testigos de ese testimonio, llevándolo y apropiándolo a su propio pasado. Esa memoria mediada, es lo que algunos han denominado posmemoria, pero cuál es el impacto de esta en un escenario de posconflicto como el que atraviesa Colombia, el duelo de una víctima es el mismo del testigo del testimonio, debemos acaso aprender a recordar para no caer en una ideología de odio. Esta apuesta busca reflexionar en torno a cómo se consolidan las formas de ver y representar desde el lugar del testigo del testimonio a través de la obra: “El Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la voz de Jesús Abad Colorado”.

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Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/18SLCS/libro-colectivo-2018.html

Narrativa de la posmemoria: un desafío que

enfrenta el “testigo del testimonio” en el

posconflicto

Nyrama Osorio Triana – Uniminuto – [email protected]

Resumen: esta escrito es una aproximación al desafío que supone la

posmemoria de quiénes en el texto denomino “testigos del testimonio”. Se hace

imperativo en el momento del posconflicto colombiano apostarle a la paz, la

dificultad se plantea cuándo las generaciones encargadas de construir

escenarios venideros hacia la reconciliación, son poseedores de una memoria

de la que no fueron testigos, pero que adquieren a través de la mediación de

actores encargados de plasmar los relatos de las víctimas a través de

diferentes formatos de narrativas.

El conflicto armado atravesado por Colombia representa un pasado de horror y

barbarie, la memoria es y será el mecanismo fehaciente que pugne por

devolverle a las víctimas la verdad y a la sociedad su dignidad, es la

oportunidad de quiénes vivieron la guerra de alzar su voz a través de

testimonios únicos e irrepetibles, pero este panorama plantea un desafío que

no podemos ni debemos obviar, y es el futuro de esa memoria, quiénes son y

serán esas generaciones portadoras de esa memoria, los otros, que aunque no

vivieron el recuerdo sí fueron testigos de ese testimonio, llevándolo y

apropiándolo a su propio pasado.

Esa memoria mediada, es lo que algunos han denominado posmemoria, pero

cuál es el impacto de esta en un escenario de posconflicto como el que

atraviesa Colombia, el duelo de una víctima es el mismo del testigo del

testimonio, debemos acaso aprender a recordar para no caer en una ideología

de odio. Esta apuesta busca reflexionar en torno a cómo se consolidan las

formas de ver y representar desde el lugar del testigo del testimonio a través de

la obra: “El Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la

voz de Jesús Abad Colorado”.

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Palabras claves: posmemoria; testigo del testimonio; pasado; paz; narrativa.

1. Introducción

El conflicto armado atravesado por Colombia representa un pasado de horror y

barbarie, el informe general del grupo de memoria histórica del año 2013

permitió concluir que las dimensiones de la violencia y el conflicto armado

colombiano ha sido uno de los más sangrientos1 de la historia contemporánea

de América Latina. (GMH, 2013)

Existe un compromiso fehaciente frente el pasado, con el sin numero de

víctimas que ha dejado la guerra en Colombia. Tal como lo afirma Jelin, una

“cultura de la memoria” se torna crucial cuando se vinculan a acontecimientos

traumáticos de carácter político y a situaciones de represión y aniquilación, o

cuando se trata de profundas catástrofes sociales y situaciones de sufrimiento

colectivo. (2012)

En el actual escenario existen múltiples narrativas que buscan plasmar los

testimonios de quienes han vivido la guerra, sus gestores se han encargado de

investigar y difundir no solo informes de las diferentes manifestaciones de la

violencia del pasado, sino que desde diferentes formatos; audiovisuales,

sonoros y artísticos como la fotografía, han plasmado testimonios reales desde

la voz de sus protagonistas.

Los testimonios sobre los repertorios de violencia (…) trazan un

registro del sufrimiento vivido. Madres, padres, personas mayores,

niñas, niños y jóvenes que viven estos eventos y sufren la perdida o

desaparición de seres queridos, muchas veces torturados ante sus

ojos, los padecen con un sufrimiento profundo y responden de

maneras diversas ante el terror. (GMH, 2013: 331)

Pero estos testimonios encaran un nuevo desafío, y no es otro que la

corresponsabilidad de quién es testigo de estos testimonios. Emergen varios

cuestionamientos en torno al rol de quiénes son y serán los portadores de ese

1 El conflicto armado ha causado la muerte de aproximadamente 220.000 personas entre el enero de 1958 y de diciembre de 2012, y a esto se le suma que a la fecha de marzo del 2013, el RUV1 reporto 25.007 desaparecidos, 1.754 víctimas de violencia sexual, 6.421 niños, niñas y adolescentes reclutados por grupos armados, y 4.744.046 personas desplazadas.

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pasado, la memoria de los “otros”, y como estos testigos del testimonio pueden

construir una memoria de paz y reconciliación. La discusión de este escrito se

centrará en intentar plasmar el desafío y la necesidad de establecer una

estrategia de duelo para los portadores de la posmemoria. Primero intentaré

comprender su lugar como sujetos activos del pasado y como testigos del

testimonio, así como la labor de los actores mediadores de esa “posmemoria”,

para finalizar realizar un esbozo de cómo se consolidan formas de ver y

representar desde el lugar del testigo del testimonio a través de la obra: “El

Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la voz de

Jesús Abad Colorado”.

2. El testigo del pasado

Dar testimonio de un pasado implica una gran responsabilidad, según Ricoeur

(1999) cuando se cuenta el pasado no se parte de su ya nula existencia, por el

contrario que haya existido es el centro del acto de memoria, que implica un

duelo por eso que ya no es, pero sobre todo emerge en el presente la deuda

por aquello que fue. Las generaciones testigos de esa memoria, de aquellos

testimonios, deben entonces, garantizar la no repetición de los horrores del

pasado, pero estos ya no son sus protagonistas directos, son testigos

heredados, testigos del testimonio.

Para Jelin (2012) la forma en cómo las experiencias pasadas sean

incorporadas por sus protagonistas, pero también por los “otros” a quiénes le

fueron transmitidas, determinan la configuración del pasado. Desde esta

perspectiva el rol de los “testigos del testimonio”, en la consolidacion de la

memoria es activo y depende de las subjetivación de esa experiencia de

confrontación, con los relatos de otras memorias que terminarán por ser

interpretadas, apropiadas y resignificadas, en lo que Halbwachs (2004)

denomina “Marcos colectivos de la memoria” ya que estos se construyen y

reconstruyen en las memorias individuales y, el momento en que se es testigo

de un testimonio se atraviesa por una experiencia que apropia y resignifica ese

pasado.

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Nos encontramos con dos tipos de testigos; aquel que presenció un suceso

traumático y el que algunos han denominado de segunda generación, que

aunque no fue testigo de ese pasado, si le ha sido transmitido por narrativas

intermediarias, mediadores de la memoria. Pero cuál es el sentido del testigo;

para Ricoeur “El testigo dice algo más, no solamente “yo estuve allí”, sino

también “créeme”, esto es, apela a la confianza del otro, con lo cual el recuerdo

entra en una relación fiduciaria, o sea, de confianza, planteándose en ese

mismo momento la cuestion de la fiabilidad del testimonio” (1999: 26). El

testigo, entonces, le transfiere la responsabilidad a ese “otro”, estableciendo un

vinculo, lo integra a un pasado, y lo hace participe de una experiencia

heredada.

El rol que ocupan aquellos testigos del testimonio es fundamental, son los

encargados de proyectar esa memoria hacia el futuro y garantizar el no olvido,

según Jelin “para este grupo, la memoria es una representacion del pasado

construida como conocimiento cultural compartido por generaciones sucesivas

y por diversos/as “otros/as”. (2012: 66)

Las generaciones venideras se enfrentan con la responsabilidad de construir

una cultura de la memoria, lo cierto es que no será la misma memoria de las

víctimas, ni de quienes presenciaron los actos del horror, los testigos originales;

será una memoria de los “otros”, que algunos han dado por llamar posmemoria,

y en lo que que profundizaré más adelante, lo cierto es que esta será, por lo

menos en el discurso, la encargada de construir una cultura de paz y

reconciliación.

Es necesario acotar una reflexión de cómo la experiencia de ser testigos del

testimonio afecta a quién solía ser ese “otro”, aunque no sea menester de este

escrito reflexionar en los vuelcos de la identidad, si se presume que al existir

una transformación existirán efectos que ponen el tela de juicio el devenir de la

memoria de esos “otros”.

En la lectura del relato, el lector vive la experiencia del horror y

su identidad sufre un vuelco, se trasforma. Porque el lector

sabe que no se encuentra ante una novela, ante una narración

producto únicamente de la imaginación del escritor. El lector

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sabe que se halla delante del testimonio del horror (Melich,

2001).

Qué tan cierto puede ser que al presenciar los relatos de quiénes sufrieron de

forma directa las consecuencias del conflicto armado, los testigos de la

barbarie, pueda llevar a los testigos del testimonio, aquellas generaciones

venideras, a asumir como propias dichas experiencias. Halbwachs se refiere a

cómo las huellas dejadas en el espíritu por un testimonio unifica en un mismo

grupo al portador del recuerdo (testigo) con el receptor de aquella experiencia

(testigo del testimonio), haciendo que al compartir e identificarse con estos

últimos, confundan su pasado con el de los testigos. (2004) Ahora bien, cuál es

la afectación de los testigos del testimonio que no llegan a compartir

directamente con los grupos portadores de los recuerdos, pero que son

mediados por otros actores que buscan difundir esos recuerdos, esa memoria.

Será necesario indagar en relación a la labor de los actores mediadores de esa

memoria de los otros, como del posible impacto y desafíos que enfrentan los

nuevos portadores de dicha memoria, los testigos del testimonio. En un

escenario de posconclicto como el que atraviesa Colombia es pertinente

plantearse el papel y la responsabilidad de aquellas generaciones venideras

que no fueron protagonistas de el horror y la barbarie, pero a las que les

corresponde construir escenarios de memoria, perdón, reconciliación y paz.

3. Mediadores- posmemoria

Al cuestionarnos sobre cómo las nuevas generaciones están afrontando el

momento histórico del posconflicto, es imperativo cuestionarse sobre la forma

cómo se está reconociendo y afrontando las heridas y huellas que dejó el

pasado, un pasado que no fue nuestro, pero que en este proceso se está

solidificando una memoria que dependiendo al marco colectivo en que se

ubique validará una representación social, ya que ese pasado inevitablemente

atravesará por una reinterpretación.

Partamos de los mediadores de esa memoria de los otros, esa que se ha

incorporado a nuestra cultura, dentro de este ámbito se encuentran los artistas,

quiénes han jugado un papel trascendental en la construcción de narrativas de

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memoria . “Cuando el relato de quien ha vivido en primera persona entra en

peligro de extinción, emerge en su rescate la memoria cultural, un tipo de

memoria que se basa en las producciones audiovisuales, literarias y artísticas

en general, y que se alimenta de los relatos conservados de esos testigos que

con el tiempo van languideciendo” (Quillez, 2015: 58).

Jelin (2012) ve como los actores participes en los debates en torno a la

memoria en periodos represivos al vincular sus proyectos orientados hacia el

futuro con la memoria de ese pasado, visualizan su accionar al narrarlo y

homenajear a las víctimas como si fueran pasos necesarios para ayudar a que

los errores del pasado no se vuelvan a repetir. La labor de estos testigos de

segunda generación, que no vivieron el horror de la guerra pero se convierten

en intermediarios del testimonio de sus protagonistas, los convierte en

mediadores .

Los actores comprometidos en la construcción de narrativas del pasado, que

traigan al presente inmediato a diferentes grupos los recuerdos de quienes

vivieron la guerra en este país, son los mediadores de lo que será la memoria

de los otros, algunos han denominado a este tipo de memoria como

“posmemoria”.

La palabra “posmemoria”, empleada por Hirsch Y Young, en el caso

de las víctimas del Holocausto, describe el caso de los hijos que

reconstruyen las experiencias de sus padres, sostenidos por la

memoria de estos pero no solo por ella. La posmemoria, que tiene a

la memoria en su centro, sería la reconstrucción memorialística de la

memoria de hechos recientes que no fueron vividos por el sujeto que

lo reconstruye y, por eso, Young la califica como “vicaria”.(Sarlo,

2006: 129)

Sarlo (2006) en su texto Tiempo Pasado, hace una crítica a la utilización del

concepto de posmemoria, considerando su auge en el ámbito académico

innecesario, ya que para ella este cumple las mismas funciones clásicas de la

memoria: fundar un presente en relación con un pasado.

Lo cierto es que retomar el concepto de posmemoria servirá a lo sumo para

plantear el desafío que enmarca los nuevos poseedores de la memoria de

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hechos traumáticos en escenarios de posconflicto, Ruiz retoma algunos de los

cuestionamientos planteados por Hirsch en La generación de la posmemoria y

las reformula para nuestros días, retomaré dos cuestionamientos que son

pertinentes en este texto: ¿cómo debemos considerar y recordar el dolor de los

demás y seguir contando sus historias, sin apropiárnoslas ni desviar

exageradamente la atención hacia nosotros y sin que las nuestras sean

desplazadas por las suyas? y ¿qué les debemos a las víctimas y de qué

manera estamos implicados en las consecuencias de crímenes de los que no

fuimos testigos? (2016: 183)

Young por otro lado también plantea como cuestionamiento del devenir de los

portadores de esa posmemoria, este es:“¿hay un lugar para la comprension del

testigo, por subjetivo y sesgado que sea, para nuestra comprensión histórica

más amplia de los acontecimientos? Young (1997). Cuál es el lugar de ese

testigo mediado por quiénes han abanderado la lucha por retratar las narrativas

de ese pasado violento.

Young a partir del Holocausto plantea como los artistas PosHolocausa

(escritores, arquitectos, compositores) al retratar un Holocausto que no

experimentaron directamente, tienen como referente lo que las victimas les han

transmitido en sus diarios, en sus memorias, recuerdan las historias, novelas,

poemas, fotografías, películas y testimonios en video, estos parten de lo que él

denomina “pasado vicario” entendido como el limite distintivo entre su trabajo y

el testimonio de la generación de sus padres. El trabajo de los artistas parte,

entonces, de reconocer la necesidad de sus padres al dar testimonio de sus

experiencias, aunque su relación indirecta con los eventos los ubique en la

categoría de “testigos”, dará cuenta de una “memoria posterior” aun inacabada

y efímera entregada a las nuevas generaciones. (Young, 2002).

Las nuevas generaciones son ahora las protagonistas, no por llevar consigo el

peso del pasado sino por ser los nuevos portadores de ese pasado. Se

establece entonces, una deuda con las víctimas, pero cuáles son las

implicaciones de esta deuda al “recordar”, qué o como debemos recordar,

partiendo de la premisa que no fuimos testigos directos de ese pasado, y cuál

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es el impacto o las consecuencias que pueden llegar a tener la labor de la

posmemoria de los testigos del testimonio en el escenario de posconflicto por el

que atraviesa Colombia.

Los limites al recordar el dolor de quiénes vivieron la guerra directamente

enfrentan un complejo desafío, y es si al apropiarnos esos recuerdos de dolor

estamos dispuestos a perdonar, en primera instancia parecería fácil perdonar

ya que no fuimos las víctimas directas de la violencia, el desplazamiento, la

tortura, la desaparición forzada, el reclutamiento forzado, en fin, las múltiples

formas en que se pueden traducir los relatos de la guerra que ha atravesado

Colombia, pero lo cierto es que la historia ya demostró que en un país

polarizado como este puede más los odios y resentimientos de quiénes no

vivieron las consecuencias de la guerra de forma directa, que el anhelo de paz

y reconciliación. Tal hecho ocurrió con el plebiscito de la paz en el año 2016,

mientras los sectores que habían sufrido la guerra votaron “Sí” a la paz de

forma masiva, el sector urbano, desajenado de su sufrimiento, o peor aún,

apropiando y desviando los recuerdos de una memoria ajena, mediadas por

narrativas del testimonio que les habían sido transmitidas optaron por un “No” a

la paz.

La experiencia humana incorpora vivencias propias, pero también las de otros

y otras ajenas que le han sido transmitidas. El pasado, entonces, puede

condensarse o expandirse, según cómo esas experiencias pasadas sean

incorporadas. (2012, Jelin) El cómo dichas experiencias del pasado sean

incorporadas y representadas son el punto a debatir, es posible mediar no solo

el testimonio de los protagonistas de un pasado de barbarie, sino cómo se

llegan a apropiar estos testimonios por las generaciones venideras de los otros.

4. La exposición fotográfica “El Testigo” como mediadora del testimonio

Como ya hice referencia anteriormente Young da cuenta de la labor de los

artistas en la reproducción de esa posmemoria, a través de ese pasado

“vicario”, encargado de sustituir al poseedor de la memoria original, que dará

cuenta de la memoria posterior e inacabada. En este texto busco hacer una

reflexión a partir de un caso concreto, para lo que centraré en la exposicion “El

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Testigo. Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la voz de

Jesús Abad Colorado” una muestra que busca difundir en esos otros el

testimonio de la guerra en Colombia, es una representación de un pasado que

se ubica en el presente.

La exposición reúne más de 500 fotografías, en blanco y negro y

color, muchas de ellas inéditas, que recoge los pasos de este

‘testigo’ tras las huellas de muchas tragedias de la Colombia

profunda. Capturadas entre 1992 y 2018, las fotografías narran

historias y sucesos de conflicto armado, desplazamiento y

reconstrucción del tejido social en diferentes regiones del país,

convirtiéndose en denuncia de la realidad de las comunidades que

deben asumir su existencia como un acto de resistencia. (M Claustro

San Agustín, 2018)

En la voz de la curadora de la muestra, María Belén Sáez de Ibarra, la

exposición es un llamado a responsabilizarnos como colectivo, a reconocer a

esas víctimas, a ubicarnos en ese pasado con el objetivo de fomentar la

esperanza de la reconciliación, en fin, a ponernos en la piel del otro, del

poseedor del testimonio, en la piel de la guerra. (M Claustro San Agustín, 2018)

Pero en cómo se llega a incorporar esas experiencias y apropiar sus

testimonios está el desafío, al asumir esa deuda con el pasado, quiénes son

testigo de ese testimonio en el mejor de los casos llegarán a intentar ponerse

en la piel de las víctimas, pero ese recuerdo guiado por el testimonio

fehaciente, terminará por transformarse, cómo se puede lograr mediar esa

transformación para evitar que emerjan nuevos resentimientos, odios y

rencores, es posible mediar hacia la paz.

Abad es el prototipo de ese actor mediador, comprometido en la construcción

de narrativas del pasado. El mismo define su quehacer y responsabilidad:

“Soy periodista, soy fotografo y durante muchos años he utilizado las

salas de exposición como una forma de narrar la historia de lo que

nos ha pasado, en una sociedad a la que le da vergüenza mirarse en

ese espejo roto que nos ha dejado la guerra. Hago imágenes con

sentido de memoria no para guardar en un archivo de prensa; son

fotografías sencillas, pero dignas y hechas a pie, como se hace el

periodismo, y por eso tienen nombre y tienen rostro, para que

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podamos entender que ese dolor también debería ser el mío, que

nuestra responsabilidad también es ayudar a solucionar esa historia

trágica que ha ocurrido en el país”. (M Claustro San Agustín, 2018)

Ahora bien, retomemos el cuestionamiento que anteriormente se formuló

realizado por Hirsch, ¿qué les debemos a las víctimas y de qué manera

estamos implicados en las consecuencias de crímenes de los que no fuimos

testigos? Para Abad como para los muchos actores que se dedican a plasmar

narrativas de los testigos de la guerra, tenemos una responsabilidad desde

nuestro accionar para evitar que actos de violencia y barbarie se sigan

cometiendo, pero existe un límite ético, y es que al ser “otros”, no fuimos

testigos directos, pero aún así estamos implicados en las consecuencias de lo

que ha de venir en un futuro para nuestra sociedad.

Esos “otros” aunque no vivieron la experiencia, adoptan dicha representacion

del pasado, se convierten en testigos del testimonio, Según Halbwachs (2004)

estos testigos, que en sus palabras no pueden creer lo que están viendo,

sienten que llevan dentro de si mismos dos seres; uno sensible que acaba de

declarar sobre lo que ha visto, frente al yo que no ha visto realmente (…) y,

quizás también, se ha forjado una opinión basándose en los testimonios de los

demás.

Nos encontramos aquí ante una dualidad de dos seres impresionados por el

testimonio, que terminarán forjando una credibilidad que dependerá en gran

medida por la mediación del recuerdo. La posmemoria nos lleva a plantear que

recordar por recordar un pasado de violencia puede llegar a hacer más daño

que el simple olvido. La postura final del portador del recuerdo no se puede

dejar al azar. Hacer memoria no es sinónimo de reconciliación y paz.

Veámoslo desde otra perspectiva, ya es claro que la construcción de la

exposicion “El Testigo” tiene como fin invitar al recuerdo, a la memoria, a la

reconciliación y a la esperanza, de hecho se estructuro a través de 4 salas que

buscan generar una narrativa de paz, dar cuenta del pasado pero también del

perdón y de las iniciativas de paz a través del lente del fotógrafo. Pero cuáles

son los sentimientos que emergen al realizar el recorrido por estas cuatro salas

y presenciar estas 500 fotos, qué pesa más por la mente de un visitante al

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enfrentarse con esos testimonios. A continuación se plasma mi percepción

como visitante, tiempo antes de formular este escrito:

Es inevitable no afligirse al realizar este recorrido, el silencio que lo

acompaña se confronta con una alteridad de emociones; en la

primera sala; Tierra callada que da cuenta de los relatos del

desplazamiento, la impotencia y un desarraigo confuso empiezan a

emerger, al ingresar a la siguiente sala; No hay tinieblas que la luz

no venza el testimonio de los ausentes, de aquellos desaparecidos

embarga el ser de un luto no resuelto, un dolor ajeno pero calcinante

empieza a cuestionarnos, ya en la tercera sala; Y aún así me

levantaré se refleja la violencia en su máxima expresión, la angustia

del sinsentido, los deseos de justicia empiezan a desdibujar la

esperanza ya que la indignación ha sido más fuerte, lo cierto es que

al final el horror presenciado no logra ser apaciguado por la sala

Pongo mis manos en las tuyas que a través de sus imágenes

representa las desmovilizaciones armadas, manifestaciones sentidas

reclamando la paz y aquellos procesos de reconstrucción del tejido

social que con valentía han impulsado las víctimas. Es posible que el

dolor, el odio y el deseo de venganza sea más fuerte que la

esperanza, la reconciliación y anhelo de convivir en paz.

A partir de la anterior experiencia vemos como desde nuestra subjetividad es

posible adquirir representaciones que podrían ser un referente de esos “otros”,

los portadores de la posmemoria, a partir de la mediación de aquellos

testimonios de las victimas de la guerra en Colombia. Representaciones

cargadas de la emotividad que puede provocar lo visual; los rostros del

testimonio, las rutas del sufrimiento, las huellas de la guerra, los ríos del olvido,

entre muchos elementos narrativos del discurso de la muestra.

Enfrentamos en ese recorrido por el pasado el desafío de sentir, de sufrir, de

sentir odio, de sentir rencor, de ver como emerge el deseo de venganza, en

cuestionarnos sobre si seremos capaces de perdonar. Las víctimas vivieron y

siguen viviendo un duelo, para ellas perdonar no ha sido fácil, ha llevado

tiempo y sufrimiento, más allá de ser una concesión a los victimarios, para

muchas victimas es la oportunidad de dejar el sufrimiento atrás, de volver a sus

territorios, de regresar a sus raíces de encontrar la paz en su interior, de

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Comunicación y música: mensajes, manifestaciones y negocios Universidad de La Laguna, diciembre de 2018

ISBN-13: 978-84-16458-93-6/ D.L.: TF-799-2018 / DOI del libro: 10.4185/cac144 Página | 745

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renacer. Pero qué significa el perdón para los portadores de la posmemoria,

para aquellos que no vivimos la guerra, para aquellos que no llevamos

acuestas las huellas de la barbarie, debería ser más fácil, pero lo cierto es que

debemos vivir un duelo, con una connotación diferente, pero un duelo como

sociedad, uno que nos haga responsable de ese pasado y del futuro.

Esas representaciones que adoptan los portadores de la posmemoria a partir

de los testimonios de las víctimas, distan de lo que en realidad representan

para sus protagonistas, y tienen la posible complejidad de ver como lejano y

abstracto el ideal de paz en el posconflicto, se debe entonces reconfigurar su

sentido.

Para Moscovici (1979: 39) “las representaciones individuales o sociales hacen

que el mundo sea lo que pensamos que es o que debe ser. Nos muestran que

a cada instante una cosa ausente se agrega y una cosa presente se modifica”,

esta dinámica garantiza que sea posible la transición de los recuerdos a la no

apropiación desmedida de odios y resentimientos en una cultura de

posmemoria. Ya lo planteaba Jelin (2012) en su libro Tiempo Pasado, como el

desafío de “aprender a recordar” a través de la toma de distancia del pasado

desde la subjetividad.

5. Conclusiones preliminares

Las nuevas generaciones, testigos del testimonio del horror debemos aprender

a recordar, si queremos construir un futuro en el que la paz y la reconciliación

tengan cabida, para esto se hace necesario pasar por un duelo, que no tendrá

las implicaciones de los poseedores de los recuerdos, pero en un principio nos

llevará a contemplar las implicaciones futuras de permitir que el resentimiento y

la incapacidad de perdonar se lleguen a convertir en una ideología 2 de odio,

llevando nuestra existencia real al limite de una relación imaginaria con un

pasado ajeno del que no hemos podido sanar.

2 En este campo Althusser (…) entiende aquí la “ideología dominante”(…) como el “sistema de ideas y representaciones” por medio de las cuales los hombres entienden y “viven” una relacion imaginaria con sus condiciones reales de existencia: “Lo que se representa en la ideología no es, por tanto, el sistema de relaciones reales que gobierna la existencia de los hombres, sino la relación imaginaria de aquellos individuos con las relaciones reales en que viven”. Stuart Hall: 241.

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La labor de los actores encargados de difundir la memoria de las víctimas debe

ser consiente de los desafíos a que se enfrenta al difundir la posmemoria, sus

riesgos, los limites de transferir el pasado a quiénes lo han vivido, llegar a

medir el impacto de sus iniciativas antes de que sean difundidas, velar por

construir una narrativa de reconciliación, una narrativa de paz, pero no solo

desde el discurso.

Como sociedad enfrentamos desde nuestro accionar una grana

responsabilidad, el futuro es sin duda de las generaciones venideras, pero

debemos ser consientes que muchos no vivimos la guerra de forma directa, al

apropiar esos recuerdos, construimos un nuevo pasado, pero ese pasado no

puede pasar por encima de sus verdaderos poseedores, debemos ser

consientes que existe un límite ético, y es que al ser “otros”, no fuimos testigos

directos, pero aún así estamos implicados en las consecuencias de lo que ha

de venir en un futuro para nuestro país.

Es imperativo construir un debate en torno a la posmemoria, este nos lleva a

plantear que recordar por recordar un pasado de violencia puede llegar a hacer

más daño que el simple olvido. La postura final del portador del recuerdo no se

puede dejar al azar, se debe construir, desde su mediación como su

apropiación, partiendo de la premisa que hacer memoria no es sinónimo de

reconciliación y paz.

2. Referencias bibliográficas

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