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Índice Revista Ágora. Edición Nro 2 / Depósito Legal Nro: 374 013 Responsables de edición: Myriam Modino, Gerardo Velázquez, Adriana Miranda. Producción editada: Escribas siglo XXI Diseño de tapa y diagramación: Mariana Dávila Los contenidos de los trabajos son de responsabilidad de cada uno de los autores. Contacto: 094081667 Norma (Diego Vidal) Gato encerrado / Andando en el bus (Ricardo Salvarrey) El poeta / Sopa de letras (Teresa Samurio) Éxodo (Perla Berois) El collar de cuentas / Viaje inesperado (Luisa Botini) El naufragio (Walter González) Tiempo considerable / El espantapájaros (Nair Montero) El pueblo (Gerardo Velázquez) Arroyo Bravío / Mi pequeña Italia (Daniel Devechi) La nave (Myriam Modino) El manantial sagrado (César Dirón) 1 narrativa 3 5 9 12 13 15 18 22 27 29 31 2 poesía Araceli González Perla Berois Ismael Artigas Jorge Giménez Blanca Tripodi Luisa Bottini Myriam Modino 38 40 41 42 42 43 43 3 artículos De lo que poco se habla Medicina en el tránsito (Mariela Chisolfo) Tómalo con calma (Lic. José Luis Hernández) Conversando con NaceLuz (Escribas siglo XXI) Libros prohibidos (Gerardo Velázquez. Fuente: “El séptimo círculo del infierno” Santiago Posteguillo ) Sobre Ley de discapacidad (Rubén Cal) 45 45 47 51 53 55 Volumen 2 Noviembre 2018

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Índice

Revista Ágora. Edición Nro 2 / Depósito Legal Nro: 374 013Responsables de edición: Myriam Modino, Gerardo Velázquez, Adriana Miranda.Producción editada: Escribas siglo XXIDiseño de tapa y diagramación: Mariana Dávila

Los contenidos de los trabajos son de responsabilidad de cada uno de los autores. Contacto: 094081667

Norma (Diego Vidal)Gato encerrado / Andando en el bus (Ricardo Salvarrey)El poeta / Sopa de letras (Teresa Samurio)Éxodo (Perla Berois)El collar de cuentas / Viaje inesperado (Luisa Botini)El naufragio (Walter González)Tiempo considerable / El espantapájaros (Nair Montero)El pueblo (Gerardo Velázquez)Arroyo Bravío / Mi pequeña Italia (Daniel Devechi)La nave (Myriam Modino)El manantial sagrado (César Dirón)1 n

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Araceli GonzálezPerla BeroisIsmael Artigas Jorge GiménezBlanca TripodiLuisa BottiniMyriam Modino

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De lo que poco se hablaMedicina en el tránsito (Mariela Chisolfo)Tómalo con calma (Lic. José Luis Hernández)Conversando con NaceLuz (Escribas siglo XXI)Libros prohibidos (Gerardo Velázquez. Fuente: “El séptimo círculo del infierno” Santiago Posteguillo)Sobre Ley de discapacidad (Rubén Cal)

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Esa noche saldría con Norma. Claro que ella no lo sabía y no sé si alguna vez lo supo.

No fue su belleza lo que me atrajo, ni tampoco una fuerza indescriptible e irresistible, ni la simpatía que probablemente habitara en ella. Tal vez fue la suerte, que al fin y al cabo es una forma común y misteriosa del amor. No diré conocerla porque implicaría describirla y yo sólo la vi por la tarde y supe que esa noche caminaríamos por la ciudad. Era un sitio con amplias avenidas arboladas que a la noche ofrecían un juego silencioso de luces y viento triste, hamacando las ramas y cortando intermitentemente la oscuridad como agujasn luminosas. Aquella noche lloviznó y el reflejo de las gotas a la luz de los faroles municipales fue justo lo que Norma y yo necesitábamos. Aquél espectáculo nos sumiría en una nostalgia inexplicable, un sentimiento de búsqueda de aquello que no fue nada más que un imaginario puente entre el olvido y un hoy un poco confuso.

Íbamos a caminar desde la plaza central, calle abajo hasta otra plaza más pequeña y menos céntrica. En la primera, la catedral se levantaba enorme luego de ocho escalones de baldosas sucias y gastadas por quién sabe cuantos miles de pies que transitaron en busca de quién sabe qué, durante quien sabe cuántos años. Los mismos árboles de la avenida, bajo las luces y la llovizna conformaban aquella isla verde como el comienzo del túnel por el que transitaríamos. Bancos de madera lustrada, un quiosco y palomas domesticadas colectivamente completaban el paisaje. No sé si había monumentos, aunque siempre hay alguno observando a la gente desde una altura que el propio hombre les da. Los monumentos son lo que más me desagrada de las plazas, así que no me fijé en este detalle por miedo a arruinar mi noche con Norma con trivialidades y orgullos supersticiosos.

La iglesia estaba cerrada y alguien había apagado las luces; parecía un hueco en el aire de la noche pinchado por las gotas de luz. Las luces del shopping de la esquina opuesta permanecieron prendidas, pero no alumbraban más que unos pocos centímetros de la vereda, mientras que el quiosquero se apuraba a cerrar las cortinas metálicas,

Norma

1 narrativaDiego Vidal

Este es el fruto de nuestras luchas, tropiezos y aprendizajes. La revista literaria fue desde los comienzos el más valioso de nuestros objetivos. Comenzamos a reunirnos el 20 de agosto 2017. Entre todos nominamos la sociedad, entre todos fuimos moldeando el formato y los objetivos. Así fuimos creciendo como sociedad, en el número de socios y además en las realizaciones de nuestros proyectos.

La franja etaria de los socios que nos conforman es muy variada; tenemos desde veinte en adelante, pasando por todas las edades posi-bles. Somos una concepción social que abarca varias generaciones, y lo más lindo de todo esto, es que hace más de un año que nos reunimos y siempre esperamos con ansias que llegue ese día de reunión, porque en todas está la oportunidad de descubrir algo nuevo; en las lecturas, en los proyectos... y cada día nos damos cuenta que crecemos gracias a que hay una comunicación muy fluida entre todos los integrantes.

Nuestro mayor cometido es hacer arte por y para la paz. Buscamos seguir nuestra línea, tal vez inocente idea, pero ese es nuestro cometido. No cuestionamos las élites, ni el poder, ni el hecho de hacer lo que todos hacen para competir, basados en reglas establecidas. Aprendemos de todos, del que más sabe y del más humilde, y sabemos que cada día debemos ver y pensar para aprender. Nuestro integrante de honor es la humildad, y ojalá siempre esté presente en nuestras filas y en nuestros corazones. Somos la oveja negra para el sistema tal vez, pero en todo momento guardamos el respeto por todos los ideales. Acordamos ser una original forma de hacer arte y de sentirnos así, libres de ataduras.

Nuestra meta es creer en nuestro aprendizaje y dar algo diferente, libre de contaminaciones, sin copias, con la mayor humildad y sobre todo con respeto hacia quien confía en nosotros para poner su arte en nuestras ediciones, y también, hacia el que recibe el producto terminado y quiere pasar un buen momento en su vida, a mano de un material interesante, hecho por uruguayos que aman lo que hacen y buscan poner a su disposición lo mejor de sí.

Creación de Escribas Siglo XXI

* E

dito

rial

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con un gesto de temor que no alcancé a comprender, una urgencia que parecía provenir del silencio reinante.

Nos veríamos a la noche y el paso de las horas se había hecho lento y pesado. Alguna guitarra que intentaba alegrar la tarde, hacer más livianas las horas, pero el tiempo húmedo, la llovizna y la ansiedad se apoderaban de mí. Además, mi mente estaba en Norma, en aquellos ojos mirándome con cautela y asombro, con la desconfianza propia de alguien que no logra conocer a quien mira. Eso es lo que recuerdo con más dolor, su mirada toda, todas las miradas en sus ojos, años de mirada en sus dos ojos negros cautivantes, ajenos, pero perdurablemente vivos.

Por fin se hizo la noche y salí hacia la plaza. Reinaba un silencio completo en la ciudad, salvo murmullos internos en las casas como ronroneos débiles a los que no prestaba demasiada atención.

La noche estaba tranquila y cotidiana, nadie era nadie más que siempre, no había novedades ni demasiadas ansias o curiosidad, sólo mi entrega a la noche especial parecía romper el hielo de la espera. A veces se quebraba el silencio por el susurro y alguna mirada cómplice que parecía hablar o gritar en medio de la noche y mi cabeza buscaba alguien conocido, un alma idéntica entre tanto murmullo y lejanía. Al no ver a Norma enseguida, el corazón comenzó a latir más fuerte y la esperanza se desesperaba incomprensiblemente.

Comencé a buscarla entre el tumulto, buscaba su mirada y yo sabía que de alguna extraña forma ella también me buscaba, yo había decidido que éramos dos mitades que unirían dos tiempos aún sin que pudiera entender cómo ni por qué. A lo largo de los años, me pegunté varias veces por aquel impulso, el que nunca más volví a sentir y esto me daba la insoportable imagen de mi mismo y de toda una generación acabada en la desidia y el miedo al compromiso. Eso fue lo que más me aterró, el impulso que me llevó a llevar a Norma hasta la plaza, en aquel silencio fúnebre, históricamente fúnebre y reflexivo y que nunca había sentido, ¿acaso era parte de mí? ¿acaso significó algo en mi vida? ¿acaso debería haber significado más? La culpa puede ser muchas veces cruel y otras movilizadora ¿acaso esta era una de esas ocasiones en las que la culpa nos mueve a hacer algo imprevisto?

Siempre fui un poco tímido, de pocas palabras y silencios extensos, de miradas perdidas y malhumores constantes, pero aquella noche, pronuncié en voz alta, frente a una multitud que como yo tenía una cita, el nombre de Norma, y el murmullo incomprensible se transformó en un presente, que todavía hoy resuena en mis oídos.

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Todo comenzó nuevamente en mi vida cuando me compré la casita en Bello Horizonte, cerquita de la mar. Había huído de la capital, cansado del bullicio de gentes y vehículos, y quien sabe cuántas cosas más.

Lo primero que se me ocurrió hacer ese verano fue comprarme una cocina a leña, previendo los crudos inviernos y la opción de conseguirla más barata a esa altura del año. Cuando me la trajeron, tuvieron que descargarla entre dos personas, pues era toda de hierro fundido y pesaba bastante. Tenía igualmente la cocina a gas de garrafa, pero pensaba en el futuro invierno y el saborcito de las cosas cocidas con el gusto de la leña.

Pasaba los días de aquel verano disfrutando de la playa y del frescor que tenía mi casa al refugiarme del sol en las horas del mediodía. Un buen día estaba yo en el porche disfrutando de un jugo de naranja bien frío que me había preparado cuando en la entrada aparecieron dos niñas. Me acerqué a ver qué era lo que querían, a lo que una de ellas, que no sobrepasaría los seis años de edad, me dijo si no quería un gatito. Intenté negarme, ya que no quería ataduras con animales de ningún tipo, pero ante la mirada inocente y como de ruego de aquellas chiquilinas, acepté.

No pasó mucho rato cuando volvieron con una bola de pelos pequeña y amarilla de aquel gato que no tendría más de dos meses de nacido. Lo primero que hice fue darle algo de comer y agua.

Aquel animalito me seguía a todas partes como si fuera un perro, cosa que me resultó bastante extraña. Cuando lo sostenía entre mis manos, él me lamía como agradecido.

Conforme fue pasando el tiempo, aprendió que cuando le chistaba tenía que venir, pues algo de comer le esperaba. Una vecina me decía que era un gato precioso y también traía comida para él cada tanto. Esa misma persona me informó de las pestes que los podían atacar en las peleas con otros gatos por el territorio si no lo castraba. Aquella idea me causaba cierto escozor, pero al paso del tiempo comprobé que a veces venía lastimado por las peleas con otros gatos, por lo que me decidí a llamar al veterinario para que lo operara. A partir de allí, él estaba todo el tiempo en la casa y comprobé que iba engordando notoriamente. Eso sí, no dejaba de darme muestras de cariño, y yo lo cuidaba y alimentaba. La vecina tampoco dejaba de llamarlo para

Gato encerradoRicardo Salvarrey

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tenía ni idea.Se me ocurrió pensar que Bandido, mi gato en cuestión, era

capaz de leer la mente y aquellos gases eran una pequeña venganza por mi horrible sueño.

Corrían mis veinte años en ese camino tan incierto de la adolescencia a la madurez. Claro que el término “madurez” habría que definirlo, pero “esos son otros López”, como decía siempre un amigo. Esa mañana me levanté, me di una ducha para poderme despertar, me vestí y desayuné el mismo café con leche de todas las mañanas. Hacía frío ese invierno, más de lo común, como para hacernos saber que el cambio climático no es de ahora y las temperaturas extremas no son porque sí. Salí de mi casa rumbo al trabajo y, por supuesto, a la espera previa del ómnibus en la parada. Llevaba puesto un sacón grueso que me permitía poner las manos a cubierto del frío en sus amplios bolsillos. Una vez arriba del transporte y luego de sacar el boleto, comprobé que no quedaban asientos vacíos y que al igual que yo unas pocas personas viajaban paradas. Me llamó poderosamente la atención una señora que llevaba una gran torta en una bandeja cubierta con una gruesa capa de chantilly que se veía a través del papel manteca que la envolvía. Primero porque tenía aspecto de ser exquisita y segundo porque a esa hora de la mañana transportar semejante cosa no era muy común. La mañana empezó a pintar muy bien cuando, a la parada siguiente, subió una rubia espectacular que parecía una Barbie rosa. Abandoné la visión de la comida cercana y la cambié para apreciar tanta belleza junta que desfilaba por el pasillo del bus. Un perfume a recién bañada me invadió los pulmones y no podía dejar de mirarla. Creo que se dio cuenta y se fue para el fondo, y mis hormonas se salían por los poros. Claro que lo más inolvidable era el frío que hacía que los pasamanos para sostenerse estuvieran congelados, motivo por el cual yo seguía con las manos en los bolsillos del sacón y haciendo equilibrio ante el freno y el avance del ómnibus en su avatar por el tránsito capitalino. También me llamó la atención un tipo que iba agarrado del caño que estaba en medio de la puerta de bajada de los pasajeros en la parte trasera. Esta persona

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darle alguna que otra cosa que le había sobrado de un almuerzo.En los inviernos, él tenía su lugar preferido cerquita de la cocina a

leña, que por suerte calentaba toda la casa. Un día de ese invierno salí de casa para ir al almacén a comprar qué comer y no me di cuenta de que el gato había quedado dentro. Yo había dejado un plato con sardinas encima de la mesa y –ante mi ausencia breve-, el gato se colgó del mantel y tiró el plato al piso para comerlas. Cuando volví y vi aquel desastre, me asaltó la ira y le grité: ¡traidor!.

La cocina a leña hacía rato que se había apagado y hacía frío en la casa. Me asaltó una idea para castigarlo por lo que había hecho y lo encerré en el horno. Yo sentía sus maullidos y cada vez más aquella idea de castigarlo fue cobrando más fuerza en mí. Comencé poniendo unas piñas caídas de los pinos que había juntado en el fondo. Sentía cómo el gato arañaba desesperado las paredes del horno de la cocina, lo cual me obsesionó más aún. Entonces prendí el fuego. Agregué leña y con el correr de los minutos los maullidos del gato me sonaban cada vez más a desesperación.

Arañaba y se daba contra las paredes del horno, pero yo no podía cejar en mi intento de castigarlo. Hasta que las horas pasaron en que yo continué agregando leña al fuego y sus maullidos y ruidos cesaron. Cuando me decidí a abrir la puerta del horno, encontré una masa informe y una cabeza con facciones horribles, no obstante lo cual, lo puse sobre la mesa, le arranqué la piel y comí de él.

En el frío y la soledad de aquella tarde, cavé una fosa para enterrar los restos bajo un pino del frente de la casa. De repente, sentí a mis espaldas una voz conocida que me preguntaba por el gatito. Era la vecina que le traía comida, y yo vomité largamente sobre la tumba de aquel que otrora había sido mi amigo.

Estaba en una nebulosa y con el estómago revuelto cuando desperté y recordé lo que había soñado. A poco me di cuenta de que tenía la luz prendida, el gato apoyado en mi brazo derecho durmiendo conmigo en la cama, un libro de cuentos de Edgar Allan Poe estrujado en la otra mano marcando el famoso cuento del norteamericano: “El gato negro”. Y ni la más pálida idea de qué hora de la madrugada era.

En ese momento comencé a sentir un olor nauseabundo, más penetrante, diría, que el propio gas del amoníaco. Llegué a la conclu-sión rápida de que el gato había expulsado una flatulencia mortal dormido y en mi propia cara, ya que éramos los únicos dos que estábamos ahí. Para colmo de males, el olor no se iba. Sabía del dicho popular que dice !amargo como pedo de cusco”, pero de los gatos no

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Andando en el busRicardo Salvarrey

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en cuestión se hamacaba de un lado para el otro con el movimiento del bus e impedía el paso libre de la gente que descendía, aunque se corriera para un lado y otro para dejarlos pasar. En ese momento, fijé la vista en la señora de la torta y vi que en su bolso, que parecía maletín de médico, había una mano introducida por un sujeto. Ahí comprendí la jugada: el que se hamacaba de un lado para otro oficiaba de distracción, mientras este otro carterista (como se les dice en otros lugares del mundo, pero que aquí conocemos como "punga") metía mano en bolsillos y carteras, en este caso la cartera de la señora. Por prestar atención a estas cosas, no percibí el motivo por el cual el bus pegó una frenada imprevista, y como estaba con las manos en los bolsillos, lo único que atiné fue a ir saltando en un solo pie y haciendo equilibrio con la otra pierna para no caerme. Tuve la mala suerte que en el trayecto, además de la risa que largó todo el bus por mi cómica postura saltarina, peché a la señora con la torta, la cual voló por los aires. Cual no fue mi susto cuando el carterista que tenía su mano en la cartera de la señora de la torta pegó un alarido, pues el cerrojo de la cartera se le había incrustado en la mano al apretarla la señora contra el caño que sostenía los pasamanos. Al mismo tiempo, la torta por los aires fue a caer encima de la Barbie rosa, cuyo pelo y cuerpo impecables quedaron impregnados de chantilly y otras sustancias varias. La Barbie rosa pegó un alarido casi histérico en aquel momento. El chofer dejó quieto el ómnibus en la esquina y abrió las puertas. Justo había dos policías en esa esquina, un hombre y una mujer, que, ante tanto desbarajuste, subieron por la puerta trasera a ver qué pasaba. El carterista, que estaba en la puerta, salió disparado dejando de ser la distracción. Mientras, la mujer policía intentaba calmar a la Barbie rosa, el policía varón atrapaba al carterista que había intentado robar a la señora de la torta y tenía incrustado en su mano el cerrojo de la cartera. Ahí mismo le puso las esposas y se lo llevó para la comisaría dejando a la mujer policía a cargo del resto del lío. La Barbie rosa seguía a los gritos y me dirigía miradas de odio, pues supuestamente yo había sido el causante de su lamentable y dulce estado. La señora de la ex torta que estaba toda en la Barbie rosa también me miraba con odio. Decidí irme rápido, o sea tomarme las de Villadiego, pues creí que mi vida corría peligro. Eso sí, nunca más viajé en el bus sin agarrarme del pasamanos.

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Estábamos en el siglo XIX del invierno de 1815, en Londres. Ocurrían en el mundo muchas cosas por ese entonces, pero no tan tristes y a la vez tan bellas como las que les voy a contar. Fue el gran amor de aquella jovencita por El Poeta.

La noche caía lentamente y con ella la bruma como aquel telón. Las salamandras jugaban a las escondidas con las chispas de la estufa. La olla grande y negra largaba abultados globos que reventaban en el espacio. Se oían pasos ligeros por las veredas angostas del convento. Las ruedas de los carruajes sonaban con fuerza en las calles empedradas de Londres, mientras las campanas del Big Ben marcan las doce de la noche.

Recojo mi capa y salgo a caminar por las orillas del Támesis. A esa hora muchas personas salimos a hurtadillas para que no se sepa nada de él. Es nuestro y lo cuidamos, por eso nuestro andar es sigiloso y veloz al mismo tiempo. Cruzo por calles tortuosas y las ratas corren de un lado a otro. Allá a lo lejos vislumbro un tenue rayo de luz. El humo es tan espeso como la neblina, el olor es rancio, el sonido de los cristales es suave, pero el murmullo va creciendo. Nos sentamos a su alrededor, tomamos una copa y comemos trozos de carne caliente. Se hace un silencio profundo, su voz es sonora y hueca a la vez cuando dice: “te doy mi sangre, mi paloma herida.”

Su tos es como el eco que se escucha en las montañas, pero cuando él recita, pasa un ángel entre nosotros. Su tos se vuelve grave y alguien le alcanza agua, él bebe sorbos pequeños y luego sigue con sus odas hasta que otro exceso lo paraliza. Su rostro se transparenta dejando ver cada vena que lo surca, luego toma un pañuelo, lo lleva a sus labios y se tiñe de rojo. Hace tiempo vi lo mismo en el hermano de Johan, sabía que no era nada bueno. Ese día aprendí a amarte, a tus versos, tu voz, tus manos.

Las horas pasan lentas, tengo que regresar antes del amanecer: si mi padre se da cuenta, me matará.

Julieta pasa a buscarme porque vamos con otros amigos a escalar la Ben Novis. Tenemos que salir temprano, así nos tomamos unas horas en escalar para disfrutarlo plenamente. Vamos a ir por la cara del norte y descenderemos por la cascada congelada.

El poetaTeresa Samurio

Homenaje al Romanticismo y a Keats

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Johan y Mary comentan que el joven Poeta se va a Roma. Su madre y su hermana también murieron de tuberculosis.

Mientras escalamos hablamos trivialidades, siempre buscamos un lugar confortable para sentarnos y comer aquellos exquisitos bocadillos que hace Johan. Mary trajo un vino dulce y mi aporte fue unos ricos dulces.

La vista es impresionante, me pierdo en la oscuridad de las profundidades. Más allá de cien pies de altura, siento que mi capa vuela libre en ese viento puro, como el alma del Poeta. ¿Qué haré cuando tú te vayas? ¿Quién va a leer tus poemas? No tendré más esas salidas a hurtadillas, solo para escuchar tu voz y decirte cuánto te amo.

La voz de Julieta me vuelve a la realidad, bajamos con alegría y Johan propone ir a Roma, en las vacaciones del año próximo. En la casa hay mucho movimiento, estamos en verano. Johan consiguió la dirección del Poeta en Roma, así que nos vamos de vacaciones.

Nos alojamos en Tevolí, en la Villa d´Este, a las afuera de Roma. La brisa de la mañana nos trae el aroma de aquellos ramilletes de uvas carnosas y de las moras blancas y negras de la Zaragoza salvaje, que son tan duces como la misma miel. Es sublime la sensación del pasto húmedo, de las flores que abren a los rayos del sol.

Golpean las puertas de mis aposentos, la doncella trae una nota y en ella dice lo siguiente: “Señorita Margarita. Tenga el bien de perdonar mi atrevimiento por invitarla a tomar el té esta tarde, en los jardines de mi residencia. Sin más, saluda atentamente. El Poeta.”

Mis manos tiemblan de emoción cuando él las toma. Nuestra conversación se hace banal; hablamos del viaje, de las noches en los bodegones de Londres, de las salidas a navegar por el lago de la Villa y las largas cabalgatas. La sala es luminosa y frente al ventanal está su escritorio. Algunas hojas están revueltas y su pluma se ve como perdida en él. Los interminables jardines, de multicolores matices, poblada de ladrones de néctar, las abejas, y los ruiseñores que pueblan la fuente de chorros interminables y también las mariposas alegres, en éste su único verano. En la caminata choco con un piano blanco dispuesto a que lo acaricie, pero cuando corro la butaca, una voz me dice: “El Poeta descansa. Por favor no se vaya, quédese unos días y disfrute de nuestra morada.”

Lo dice con su dulce voz. Se siente el crujir de las faldas pesadas y ese beso al descuido por donde él ha pisado. Me saca de esos pensamientos nuevamente su voz.

Al mirarlo me parece mucho más alto, sus rulos caen como al des-

cuido sobre esa frente afiebrada y está más delgado. Sus dedos se ven más largos y en ellos hay una hoja blanca y un pimpollo de rosa.

“Esto es para usted, mi querida señorita.” Plasmada en el papel la "Oda a un ruiseñor":

Me duele el corazón, y un sopor dolorosoaturde mis sentidos, cuál hubiera bebidoCicuta o apurado, un pesado narcótico…

Un fuerte golpe paraliza mí corazón. Él está en el suelo. De sus labios corre un hilo de sangre, como las alas rotas de un ruiseñor.

¡Oh pájaro eterno! la muerte no es para ti.Se apagó lentamente, su vida fue una estrella fugaz.¿Fue aquello una visión o un sueño de vigilia?Ya se esfumó la música. ¿Duermo o estoy despierto?

Así termina su oda del ruiseñor. Cierro sus ojos con un beso y me marcho nuevamente a escuchar las campanadas del Big Ben, todo esto sucedió en febrero de 1821.

En mi cabeza, las palabras se escapan a jugar, en el tobogán de las líneas imaginarias.

Una coma se engancha en la cola de la a, desgranándose de esa gargantilla que tiene miles y miles de sonidos. Donde se enhebra en la imagen de un personaje de cuarta dimensión, como la estela de aquella embarcación antigua en el Mediterráneo. Su borde, plateado cual rayo de luna, se mezcla entre ellas como una sopa de letras, suspendida en el espacio de un camino entre dos mundos.

La excitación que me producen las imágenes, me despiertan varias veces, y en el día siguen colgadas a mi retina. Se ponen panza arriba para que le hagamos cosquillas. Nos inundan con los olores del comienzo de la humanidad, de sonidos guturales, paleolíticos.

Las distintas tablas me susurran al oído con ecos de piedras. Papiros de la antigua china. Bibliotecas de las abadías ocultando las falsedades

Sopa de letrasTeresa Samurio

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y flagelaciones.Grandes mujeres acusadas de brujas, bajo el hechizo de los aceites y

del incienso, siguiendo su curso de vida hasta el siglo XXI.Queriendo volver a salir y susurrar sus misterios con falsedades

y deformaciones.Hoy en nuestro espíritu son aquellas brujas las que nos llevan a

estampar en nuestras mentes lo que implantamos en el papel.Nos enseñaron a degustar sensaciones de placer, glorias de sus

historias, canciones, dolores, suspenso y tantas cosas más, eso es lo que veo en estas letras.

La hiedra y la roca aportan cada una su naturaleza, se funden en un abrazo. De su encuentro brotan las emociones, los apegos, imágenes y recuerdos. El hombre extiende sus brazos fundiéndose con sus semejantes, a su entorno, a su historia... igual que los pájaros construyen sus nidos de esperanza eternamente. Si esos lazos son abatidos, esos mismos elementos que antes vibraron juntan sus dolores emigrando con esperanza o sin ella. Dejan atrás su terruño con desgarro, perseguidos o no, cargan cada uno con su mundo.

La vida es movimiento, inquietud, éxodo permanente. Dejamos el hueco maternal y la placenta para enfrentar el aire frío, ese despertar lento y doloroso. En ese mundo desconocido, el recién nacido se nutre de aventuras y esperanzas, de coraje y sufrimientos que trascienden en el andar que busca.

El hombre anida la ciencia, es protagonista del avance científico y progresa, pero también crece la ambición de poderes, sembrando diferencias, hambre, guerra y desolación. En lo más íntimo se abraza a la esperanza que no lo abandona y son miles que se juntan para no morir temprano. Caminan, se separan, cantan, son los llamados artistas, rebeldes, inconformados. Ellos nos dejan una historia diferente, no de fechas, sí de emociones. Es el éxodo, que va creciendo en larga fila, cargando una mochila de búsquedas infinitas. Esperen un instante que también voy con ustedes...

Perla BeroisÉxodo

Me senté junto a la extraña mujer como todos los jueves desde fines de marzo. Su mirada nunca la vi, llevaba el rostro cubierto con el pelo rizado, sus manos cortitas como de niña.

—¿Te falta mucho? ¿Te ayudo? —le pregunté.—No sé —me respondió.Necesitaba seguir colocando cuentas, eran todas de color marrón

y el cordón donde las colocaba tenía un matiz entre el ocre y un gris tristón de tanto rozar contra los dedos. Cada cuenta corre por el cordón con dificultad, apenas lo empuja parece sentir un dolor profundo y extraño entre las uñas pintadas de negro y se tranca. Las manos transpiran, resbalan; el cordón se humedece y la frena, luego comienza con otra cuenta, el mismo trabajo hasta completar dos cuentas por jueves. La aguja regodea aquel cordón pariendo otra cadena de ese desesperado collar. Sumergida en un rincón oscuro del pequeño taller nunca esbozaba más de dos palabras en la tarde. Frente a una gran olla de lenguas fervientes por largar infinidad de cosas desconectadas mientras jugaban una carrera para ver quién llegaba primero a la oreja de la otra, a una baldosa de distancia. El pelo de la extraña recorría la nuca; por momentos rozaba el collar y nuevamente repetía la operación. Luego miraba la revista que le prestó la amiga para seguir el El collar de cuentas modelo. Lo lucía una mujer esbelta de cuello elegante, cutis claro y llevaba además un sombrero marrón de alas anchas, un vestido beige, sandalias a tono, un bolso amarillo con flores secas y sobre el pecho caía el collar con ínfimos detalles de terminación.

Una tarde, cuando volvimos a vernos en la clase, vi que su collar no avanzaba y la profesora se acercó. Las manos de la muchacha mostraron una lentitud extrema casi inmóviles.

—¡Por favor muchacha, solo cuatro cuentas tiene este collar! Ya llevamos medio año de clases, seguro no podrás exponer tu trabajo.

—Ella levantó nuevamente los hombros y no respondió.En aquel momento me senté frente a ella y la miré, por unos mi-

nutos, de reojo. Pude ver cómo colocó las cuentas sobre la mesa y las contó, después las separó: por cada tres puntos dos cuentas. Lo armó con una rapidez espeluznante. Las pelotitas corrían por el cordón, una tras otra, hasta completar cien cuentas prolijamente trabajadas.

Todas las lenguas se entrelazaron a no poder más, formaron un

Luisa BottiniEl collar de cuentas

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nudo interminable. Aquellos hombres y mujeres desbordaban de admiración, no podían creer lo que sus ojos veían.

Era una obra de arte ese colgante. La extraña mujer se lo colocó por un instante en su cuerpo y se miró en el espejo que le ofrecí. Con calidez se dirigió a mí, levantó el pelo del rostro y me dijo:

—¡Gracias! —Se despidió del grupo levantando la mano, subió a la bicicleta y desapareció.

En la semana siguiente, cuando llegamos al taller, las puertas estaban cerradas, las cortinas bajas. El aire helaba la cara y las manos. Entre los pinos algunos pájaros se escucharon muy débiles. Las hojas sufridas cayeron amarillentas y crujientes.El olor a sal se desvaneció entre los médanos. Las lenguas inquietas comenzaron a llegar, pero ninguna sabía el porqué de la situación. La pinocha muere en cada pisada del extraño que no mira a los ojos. Un collar de cuentas se fugó en el horizonte. La ignota colocó el cordón en el diminuto cuello y lo sujetó con suaves espasmos, las cuentas marrones lucían igual que en la revista, pero rodeadas de un brillo especial. Las alas del sombrero ayudaron el vuelo de la dulce joven, quien apoyada al banco de su habitación saltó al vacío en busca de la verdad.

—¿Quién soy?En su habitación se encontró una revista abierta, justo en la página

de la modelo, quien con los ojos inertes miraba hacia arriba, la cara pálida y los labios morados. Por el suelo las cuentas sonaron una a una rodando en bajada. En la mesa la aguja no dibujó más cadenas, el hilo quedó colgando liviano y flotando en el aire.

Bajé la escalera muy lento, me sentí suspendida.Me dio la mano y caminamos un largo rato, o tal vez horas no sé...Recorrimos un jardín, allí solo había flores multicolores, deformes,

no se podía distinguir de qué origen provenían, pero eran suaves transparentes y despedían un olor a menta fresca.

Entramos a una sala de cristal cubierta de colores claros. Cerca de una posible puerta entornada se movió una especie de colgante que emitía un sonido fino, por momentos se detenía, no sé si por el viento fuerte que se metía por la puerta o si era mágico y voraz.

Luisa BottiniViaje inesperado

Respiré profundo ese perfume a menta que me llegó hasta los huesos, luego las flores sonaban como campanas y los colores se unieron sobre mi cabeza. El aroma se sentía intenso y penetrante.

Él seguía tomado de mi mano, y me invitó a cerrar los ojos. No hablamos; estábamos conectados mutuamente, la paz inundaba la atmósfera.

Unidos pedimos permiso a nuestras almas y solo en un instante me dejé llevar, no quería volver. No sabíamos quiénes éramos, solo seres en el universo, no sentimos frío ni calor, no supimos si era de día o de noche.

Un resplandor se fugó en el espacio de cristal, subimos los escalones uno a uno. Casi no los tocamos.

Lograba apenas ver su rostro, estaba cubierto de una cabellera rubia y rizada. Me invitó a continuar. La puerta se cerró repentinamente de un solo golpe, y desperté.

Roberto se sentía pletórico de alegría. En su mochila llevaba los boletos para el paseo en barcaza con su madre entre las islas del delta cercano a Lobriego.

Cuando le mostró los boletos a Delia, su madre, a Roberto le pesó un sentimiento de incumplimiento con su promesa; en realidad le había prometido a Delia un crucero por el Caribe, desde que asimilaron como inexorable la cercana muerte de Delia.

En su juventud, Delia y Waldemar, su novio, comenzaron a vivir entre las serranías cercanas a Lobriego, una experiencia comunitaria del tipo hippie. Se nutrían de lo que la tierra les regalaba mediante su trabajo, y la corta distancia a la población de Lobriego les permitía comercializar parte de su producción.

Lobriego era un puerto fluvial carbonero muy próspero. En él se producía el trasiego de pequeñas barcazas que venían de río arriba con el mineral, a grandes barcos que trasladaban la producción hasta la central eléctrica río abajo. Todo el puerto y sus propias aguas se habían coloreado a un negro absoluto producto del carbón que todo lo impregnaba.

Con la construcción de las represas y la posterior planta de ciclo

Walter GonzálezEl naufragio

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combinado, el carbón cada vez fue más innecesario hasta que la poderosa Compañía del Carbón canceló su actividad.

El pueblo entró en una profunda depresión. En el caso de Delia y su único hijo Roberto, terminó afectando hasta la entusiasta comunidad hippie. Todos abandonaron lo que habían empezado con gran esperanza. La pareja de Delia enfermó y falleció muy joven. Delia contrajo una enfermedad crónica que la obligaba a trasladarse a Lobriego cada dos días para permanecer conectada a una máquina.

Las antiguas barcazas, la proximidad del delta con muchas islas y las antiguas instalaciones de la Compañía del Carbón despertaban cierto interés por lo que Lobriego poco a poco se fue transformando en un centro turístico de cuarta. Resurgió el trabajo y se instalaron algunos hoteles y posadas, y se ofrecían fundamentalmente paseos en las reconvertidas barcazas.

La unión y el amor entre Roberto y Delia era cada vez más fuerte. Un día decidieron trasladarse a Lobriego para que Delia estuviera más cerca de su tratamiento médico y Roberto pudiera trabajar en la construcción de los edificios que se iban instalando.

Roberto no demoró mucho en darse cuenta de que demoraría más en hacerse rico que en enterrar a su madre, por eso compró los boletos para hacer aunque sea ese viaje en barcaza entre las islas como sucedáneo de su prometido crucero por el Caribe. Delia se sentía la mujer más feliz del mundo, por lo que esto aumentaba la sensación de incumplimiento de Roberto. Lo que él no sabía es que para las madres, no es el cumplimiento perfecto de una promesa lo que les brinda alegría, lo importante es el regalo de la propia promesa.

Ese fin de semana ambos se sentían como si realmente embarcaran en Las Bahamas rumbo a Aruba. Delia se encontró con unos amigos y se instaló bajo cubierta alrededor de una mesa para compartir algunas viandas. Roberto quería ver la partida y subió a cubierta. Siempre era la misma maniobra, la barcaza se alejaba lateralmente unos metros del muelle y luego empezaba a avanzar hacia el delta. Todo era para evitar restos de barcazas hundidas, vigas y otros peligros indetectables en la oscuridad de las aguas. Ese día, sin embargo, se desplazó antes de tiempo hacia adelante e incrustó algo rígido en la piel de madera de la embarcación que le abrió un rumbo, extraña palabra que significa que una embarcación se avería y queda a la deriva. La barcaza y sus pasajeros se hamacaron con violencia y la entrada de agua a raudales fue inevitable. En pocos minutos la barcaza estaba sumergida totalmente en el propio puerto. El desconcierto y el pavor eran totales.

Bártulos flotando, gritos, y gente que intentaba salvarse llegando al muelle o flotando en algo.

Roberto era uno de los que nadaba: sin terminar de entender la situación, miró para todos lados buscando a su madre. Pronto comprendió que su madre permanecía en el interior de la embarcación, y no dudó un instante en sumergirse e ir en su búsqueda. Inmediatamente se topó con el mástil mayor y a dos metros de profundidad se enganchó con uno de los oxidados aros que se usaban para cargar el carbón. El aro semiabierto y afilado se le insertó en el flanco izquierdo entre las costillas y le impidió avanzar. Perdió tiempo y le faltaba el aire, se sacudió con vigor y en un momento se sientió aliviado y con posibilidad de avanzar. Roberto vio como un rayo de luz logra penetrar las negras aguas y le permitió ver algo, tal vez un reflejo, un rayo de sol. Continuó y llegó a la cubierta, pero no recordaba para qué lado estaba su madre. Se dirigió a la derecha, encontró dos puertas, retiró obstáculos que querían flotar, se dió cuenta de que no era el camino, y vuelvió atrás con dificultad. Ahora le costaba salir de un pequeño depósito, seguramente fuera la próxima puerta. Curiosamente empiezó a ver mejor ¿se estarían acostumbrando sus ojos a la oscuridad? ¿Sería más luz? Finalmente llega al local donde se había ubicado Delia. La imagen era extraña, la mesa apretaba a los comensales y los mantenía en su lugar sentados: entre ellos distingue claramente a su madre, vio una sonrisa y la mano en alto de Delia como en una especie de saludo de bienvenida.

Al otro día el estruendoso sonido de la bocina de la grúa del puerto, inició los trabajos de izamiento de la barcaza; las cadenas se estiraron chirriando, todos los asistentes miraban hacías las oscuras aguas intentando adivinar en qué momento y qué aparecería primero. Se vio primero la punta del mástil mayor y a escasos metros apareció el cuerpo de Roberto totalmente lívido, enganchado en un aro que más parecía un garfio y que lo había desangrado hasta la muerte. Su lado izquierdo permanecía rígido junto al mástil, su brazo derecho liberado se balanceaba de un lado al otro como en una especie de macabra despedida.

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Ha pasado un tiempo considerable desde el accidente.Pasó también el tiempo adecuado de los consuelos, de los consejos

bien intencionados para seguir adelante, y el tiempo suficiente también, para renacer de mi propio duelo.

Sigo en la vida con mis nuevas piernas circulares, con mis manos ampolladas de empujar esas piernas, y con mi mente un poco más calmada para salir del letargo y para retomar contacto con mis sentidos.

Es primavera, el primer día en que me acerco a la ventana y percibo que el mundo exterior sigue en su sitio, casi idénticos... los cinco sentidos, amigos de mis interminables horas, me encuentran siempre dispuesta a escucharlos.

La Vista, única dama entre mis visitantes, llega sigilosa, eleva mis párpados y despliega sus galas filtrándose entre mis pestañas.

Mis queridas plantas del jardín, tienen brotes nuevos y pacientes. Crecen día a día hasta parir las flores, sabedoras que un día cualquiera volverán a la nada desde su todo. Gozando este momento de plenitud, abren sus corolas al sol y a las abejas engendradoras de otras flores.Un gordo mangangá se pasea vigilando de cerca, una campanilla de delicioso néctar azul, y un gorrión lleva su carga hasta lo más alto del sauce, construyendo el hogar para sus futuros pichones todavía con forma blanca y ovalada de huevo.

Más allá en la vereda, la gente pasa de un lado a otro, con sus prisas horarias o con plácidos vagabundeos. Con rostros preocupados, con sonrisas radiantes, indiferentes, ansiosos. Con sus ojos hacia el cielo, con su mirada hacia la tierra. Con vaivenes adolescentes, con saltos de niños, con elásticos pasos deportistas, con arrastres pesados de pies añosos. Todos tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo. Todos inmersos en el mismo universo, tratando de moldearlo, de hacerlo más ameno, o por lo menos tratando de sobrevivir esforzadamente en él, uniendo fuerza con fuerza, anhelo con anhelo, y mayoritariamente, arrimando fe a la desesperanza, casi sin darse cuenta de su inmenso aporte de experiencia.

El Oído se me presenta, y pone sonido y música a lo que la Vista muy generosamente me mostró.

La brisa zigzagueando entre las corolas abiertas, oponiendo resistencia a las abejas zumbadoras y al mangangá libador, o cambian- do fugazmente el curso alado de una mariposa perdida. Dirigiendo el

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Nair MonteroTiempo considerable concierto de las ramas y las hojas con notas graves y lentas y alguna

que otra aguda y rauda.Dirigiendo también hasta mí, los saludos amables y cortos de la

gente con prisa, las chispeantes conversaciones de las vecinas, las risas de los niños, los susurros entrecortadas de los amantes y las frases gastadas de un grupo de ancianos en la esquina. Todos ofreciendo su inadvertida energía para que el mundo continúe rodando sobre su eje.

El Olfato colabora en el esfuerzo ordenatorio de las cosas, y me entrega el perfume cercano de las flores, fragancia y esencia de la naturaleza plena. Más lejano, el aroma de desodorantes y jabones de los transeúntes de ducha matutina, que se mezcla con los limpiadores de las veredas, el olor acre de los deportistas llegando de sus rutinas, y las frutas esparciendo dulzuras desde los bolsos de las compras.

Abro del todo la ventana para aspirar a todo pulmón la vida que desfila. La brisa de media mañana se ha intensificado y en su carrera se topó con el viento y con la promesa latente de granizo.

El día ya no es tan diáfano. Pequeñas esferas de algodón grisáceo ruedan por el firmamento hasta unirse en escarpados copos negros. La madreselva que trepa por la reja, es balanceada bruscamente hacia el interior de mi dormitorio.

Aparece el Gusto, y me incita a que corte una de sus flores amarillentas, la quite de su cáliz y realice la misma tarea que la abeja. Recordando mi niñez, coloco en mi boca los pétalos de miel. Reconozco el sabor de otrora inundando mi cerebro, y hasta me parece que la punta de mis dedos conserva el mismo rastro del néctar dulce y pegajoso. Estirando más el brazo, tomo una hoja verde y lustrosa del transparente y rasgando su borde lateral, la ubico sobre mi lengua. Esta vez reconozco también el sabor amargo, y llevándola hasta el paladar silbo entre dientes a manera de flauta unicorde.

El Tacto, estremeciendo mi espalda, me indica certero que la temperatura ha descendido bruscamente. En el marco de la ventana el sol se escapó por las grietas de la pintura, y solo en un extremo permanece iluminada y tibia. Toco mis manos y noto los dorsos fríos.

Como las palmas tienen algo de tibieza, las froto una con otra, tratando de unificar esa dualidad, al igual que busco ese calor interno que creía perdido, para que transmute el frío de mi cuerpo y el de mi vida. Parcialmente lo consigo.

Comienzo a cerrar la ventana y giro para encontrar mis medi-camentos. El reloj marca casi la hora de tomarlos: un momento antes que comience el dolor, y un instante antes que una rama errante,

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descontrolada por el viento que a esas alturas se había apoderado de la mañana, hiciese trizas el cristal del ventanal...

Entonces la veo; silente y etérea sentada sobre mi cama, con su número seis en la mano, y reprochándome sin reproches mi error en el conteo de la lista de cinco visitantes, y en la cual distinguí sólo una dama. ¿Cómo pude olvidarla? ¡Me ha salvado una vez más! Hace considerable tiempo, haciendo que mi pié ejecutara su última tarea activa: apretar a tiempo el freno de mi coche, y hoy, apartándome a tiempo primeramente del comienzo de mi auto-compasión, y seguidamente del ventanal, antes de que estallase.

Avergonzada por mi imperdonable olvido, y por solamente ver la mitad vacía del vaso, le susurro en tono humilde y agradecido: ¡Gracias amiga Intuición, por no abandonarme una vez más!

La luz de la mañana entibia mi galera deshilachada y mi rostro de media de muselina anunciándome que comienza la jornada. Con esfuerzo elevo mi cabeza, cuidando que las costuras negras de mi cuello permanezcan tensas al igual que mis ojos sin luz y en forma de cruz. Mi boca bordada estira hacia abajo el rictus de tristeza. Mis brazos, abiertos de par en par, reciben al viento que sacude la noche, y pone en su lugar mis manos de paja, una de ellas, con un guante blanco. El raído saco gris y el pantalón azul, penden flojos sobre mi esqueleto nudoso de Nazareno sin clavos.

Debo ahuyentar los pájaros del naranjal, pero tengo con ellos un pacto. A cambio de noticias de mi niña de ojos negros, dejo que se burlen de mi presencia que no asusta a nadie, picoteando sin piedad mi mano enguantada, y permito que mi cabeza sea su descanso y que en mi hombro haya un proyecto de nido, mientras devoran alguna que otra fruta dorada y brillante. Hoy picotean más que nunca, aprovechando la última ocasión, despiadados todos; palomas, gorriones, benteveos.

Por ellos me enteré que será el último día de cosecha, este año anticipada a la de manzanas y limones. Quisiera, desesperadamente, abrir una puerta en el cielo y detener los días y el cambio de las estaciones, pero en el cielo no hay umbral para mí.

Nair MonteroEl espantapájaros

La veo llegar como todos los días, con su naricita roja y su pequeño cuerpo, asomando a hurtadillas entre árbol y árbol, el canasto demasiado grande para su brazo tierno y la sombra que la sigue guardiana, entre el laberinto de árboles frutales.

Se detiene directamente enfrente de mí, y me observa atenta con sus ojos de carbón. En la intersección de mis ojos de cruz, pugna por asomar una lágrima: no lo advierte, y con su pequeña mano, acomoda mi pelo de lana y mi galera de fieltro, mientras el sol tempranero amplía de luz frente a mí, su cabello color de las naranjas. Tampoco se percata de que bajo el saco demasiado grande, mi corazón de palo late desenfrenado, haciendo ondular la tela cansada.

Comienza su labor, mientras yo sueño…El día se desliza rápido, y su canasto lleno por última vez se dirige al

camión repleto de naranjas. Recoge una madura y grande, caída cerca de mi pie, y nuevamente me observa detenidamente, como si hubiese percibido un rasgo humano en mí.

¡Tan cerca y no puedo retenerla! ¡No puedo gritarle lo que siento! Ni siquiera puedo invertir el rictus de mi boca y transformarlo en un sonrisa. Lo intento, y las puntadas rojas quedan colgando en mi cara sin expresión. Comienza a desandar el camino, pero de pronto gira, besa la palma de su mano y me sopla un beso por entre los dedos.

En el horizonte el sol se hunde como una gigantesca naranja alargando paso a paso la sombra de sus piernas. Mi cabeza cae totalmente derrotada, y ya no me importa que me humillen todas las patas de todos los pájaros del mundo.

Por un tiempo olvidé que solamente soy un montón de diferentes cosas desechables, que se atrevió a creerse humano y se permitió soñar con una princesa de ojos negros.

No hay más naranjas en el sembradío, ni sueños en mi alma de espantapájaros inútil.

Mañana, el viento que casi se ha transformado en vendaval, deshilvanará totalmente mis costuras y alguien arrancará mi único pie, dejando un hoyo en la tierra llamado muerte, mientras mis despojos se tornarán cenizas en la gran hoguera celebrando la excelente cosecha de este año.

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Las vacaciones del verano del dos mil estaban a punto de comenzar. Aquel día todo el pueblo se congregaba en un mismo sitio. Unas quinientas personas asistían al partido final del campeonato de fútbol regional. Se jugaba en el estadio detrás de la escuela, construido especialmente con este fin. Las gradas para los asistentes eran filas de hormigón que rodeaban todo el campo de juego. Delante de las gradas se percibían las líneas despintadas de la pista de atletismo. El estadio ocupaba media manzana, y la otra mitad era ocupada por el gran edificio de la escuela. Desde el cielo semejaba dos boomerangs unidos por su centro generando la ilusión de una gran equis curvada.

Llegué a aquella celebración previa a la libertad efímera de las vacaciones, acompañado de mi padre, el comisario Wilson Fernández. Wilson era visto en el pueblo como una especie de forastero por dos razones: La primera, que no tomaba cerveza. Y en este pueblo no tomar cerveza era un pecado imperdonable, ya que la localidad era mundialmente conocida por la fabricación de una cerveza llamada Dog-Dog. Todos los pueblerinos trabajaron siempre en aquella fábrica y habían contribuido durante generaciones a consumirla y a llegar a la adultez con una barriga de dimensiones galácticas y lucirla con orgullo a donde fueran. Por esta razón, alguien que no fuera accionista de la cerveza era rechazado en silencio con miradas de recelo. La segunda razón era de una naturaleza más básica y elemental que ha sido repudiada desde el principio de los tiempos y que ahora, según las malas lenguas, ostentan muchos empleados públicos. Y consiste en el arte de ganar un sueldo holgazaneando. Y no estoy en condiciones de decir si este tipo de arte está mal visto por ser una actividad tan éticamente aborrecible o por envidia del que no puede llegar a ese lugar de privilegio. Es que todo el mundo se preguntaba qué hacía un comisario con una comisaría entera para él solo, en un pueblo en el que la palabra "crimen" sólo era conocida por los titulares de los diarios.

Entramos por las puertas dobles de la escuela, que aquel día estaban abiertas a todo público, recorrimos los pasillos dejando atrás nuestro reflejo en los azulejos relucienTes, y salimos al exterior, donde más allá de la cancha de basquetbol nos esperaba el portón de entrada a las gradas del estadio. Mi padre tuvo que agacharse, ya que el portón era bajo y sostenía una malla metálica para evitar que la pelota terminara

Gerardo VelázquezEl pueblo en la cabeza de algún vecino mientras se jugaba el partido. Aún faltaba

más de una hora para el comienzo, pero allí estaba el único periodista del pueblo. Un tipo con una barba candado y una gorra del equipo. Apuntaba con su Nikon y disparaba el obturador sacando fotos de los felices asistentes con su botella de cerveza en mano y sus esposas e hijos con edad para hacerlo, acompañándolos en la ingesta. Sin embargo, los flashes se los terminaba llevando siempre la mascota del equipo. Aquel tipo estaba enfundado en un grueso traje con forma de botella que lucía el logo de la cerveza bordado en grandes letras rojas, y su cabeza estaba enfundada en una máscara que simulaba la de un perro al que le colgaban unas largas orejas marrones a los lados. Por la pista de atletismo también se pavoneaba el alcalde con su enorme barriga construida por vaya a saber uno cuántas cervezas, saludando a todo aquel que le tendiera la mano.

En la elección anterior, había tenido que tomarse veinticuatro cervezas para ganar su puesto en la alcaldía.

Nos acomodamos en las gradas con mi padre, y compramos una hamburguesa para cada uno, de las que hacía la señora Dupont, una española huérfana debido a la guerra civil española, y víctima de la dictadura de Franco, sobreviviendo de milagro con un tío panadero al que, según cuenta, le salvó la vida y le dio un oficio del cual aferrarse.

Luego de los habituales preparativos de los jugadores, el juez pitó y el estruendo bajó de las gradas haciendo vibrar el cemento. Todos menos los tres candidatos estaban ya con un grado de alcoholismo que les permitía estar con el torso desnudo y hacer todo tipo de gestos obscenos a los jugadores del equipo rival sin ningún tipo de inhibiciones. El partido no fue lo que se dice algo digno de describir. Ya iba a tener que arreglárselas con eso el periodista del pueblo. En resumen, fue una guerra campal en la que el juez era el principal partícipe por omisión de sus facultades que por ley poseía. Pero fue una batalla en la que ganamos 2 a 1 y sólo tuvimos que lamentar tres lesionados y una fractura leve de cráneo de nuestro arquero. Pero a pesar de la victoria, me preocupaban las elecciones, y así se lo hice saber a mi padre.

—¿Ya empieza la carrera?—pregunté.—No Adrián, es en media hora—dijo con resignación— en algún

momento tienen que cambiar la forma de elección.—Claro que sí—contesté, solo por no contradecir a mi padre.Por aquel entonces yo no era consciente de las implicaciones

políticas que podía tener aquello, pero a los once años, ¿Quién no

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disfruta de una carrera de borrachos por la pista de atletismo?Ramón, el dueño del bar ubicado estratégicamente frente a la puerta

trasera del estadio, había montado una barra al borde de la pista de atletismo. La barra consistía en una angosta mesa de madera sostenida por caballetes, y detrás de ésta, tres heladeras de Coca Cola repletas de cervezas, alimentadas eléctricamente por unos kilométricos alargues que se perdían serpenteando por la puerta posterior del estadio. El alcalde actual llegó para cerciorarse de que todo iba sobre ruedas. Vestía unos pantalones cortos amarillos y una remera holgada.

—¿Todo listo Ramón?—preguntó apoyando el codo en la mesa.—Todo listo, si se refiere a la temperatura de las bebidas, don Franco.—Gracias, me consta su esmero y dedicación a la causa. Acabo de

hablar con Adelaida y me confirmó que los enfermeros están listos. Supongo que sólo falta notificar al comisario y a Elizondo y comenzar con la competición.

Como si de un llamado celestial se tratase, Elizondo caminaba hacia la barra con su Nikon colgando de su cuello acompañado de los dos opositores y futuros candidatos a la alcaldía, charlando distendidamente con ellos.

—Buena suerte alcalde—dijo Rodríguez, con su sonrisa lobuna y sus ojos grises y fríos. Mientras, Arismendi hacía un gesto de asentimiento a su vez.

—Igual para ustedes, dejen al orgullo del pueblo en alto.—¿Pueden posar para una foto antes de comenzar?—interrumpió

Ezequiel Elizondo. Los tres candidatos posaron para la foto con sus sonrisas tan falsas como diplomáticas. Se separaron al instante que el periodista bajó la cámara, ante la atenta mirada de Ramón. Cuando se dieron vuelta, se encontraron con unos ojos negros que los observaban detrás de una máscara de perro. Era la señal inequívoca de que debían ir camino a la pista de atletismo. Como todo perro que se precie de tal denominación, este tampoco hablaba, era mudo, pero a pedido de los pueblerinos era la persona que haría de juez en aquella carrera-elección. Las reglas eran simples, y hasta una mascota de equipo de fútbol, muda y analfabeta, era capaz de entenderlas. Se comenzaba dando una vuelta entera de calentamiento: luego, a cada vuelta que completaran, debían tomar una cerveza. El último que quedara en pie, era el nuevo alcalde.

Cuando todo estuvo listo, las cervezas destapadas, el camarógrafo en su sitio y el perro con el arma en su poder, comenzaron a formarse las primeras nubes oscuras en el cielo.

Tras un gesto de Ramón, los tres candidatos a la alcaldía empezaron trotando al mismo ritmo, que fueron aumentando a medida que se acercaban a la meta que sería su punto de partida. Algunos gastan millones en campañas políticas, otros litros de sudor y buena cerveza.

Mientras los participantes completaban su primera vuelta de calentamiento, Ramón llenaba las jarras de cerveza y las colocaba en la mesa. Los participantes llegaron a la improvisada barra y tomaron su parte, se voltearon hacia el público y esperaron la señal. Cuando sonó el disparo empinaron sus jarras y deslizaron el rubio líquido por sus gargantas. La nuez en sus cuellos subía y bajaba al mismo ritmo, hasta que dejaron sus jarras con un fuerte golpe y comenzaron a correr, mientras el público los ovacionaba.

Las primeras gotas empezaron a caer luego de la tercera vuelta, hecho que logró acrecentar la inquietud en los allí presentes, que se debatían entre el sufrimiento de sus candidatos y el suyo propio, que vaticinaba una ensopada monumental. El único que usó el sentido común fue la mascota, que se dirigió al banco de los suplentes del equipo visitante para protegerse bajo el toldo abovedado. En la quinta vuelta, Arismendi, con su calva incipiente y su poca barriga desentrenada para estos trotes, se desplomó en la pista y fue sacado a rastras por los enfermeros de la escuela, bajo la atenta supervisión de la directora Adelaida, que los contemplaba bajo su paraguas rojo. Elizondo apuntó su cámara a la cara de aquel político en el momento justo en que abría su boca desmesuradamente, arqueaba la espalda y vomitaba en los zapatos de uno de los enfermeros. Cuando logró erguirse de nuevo comenzó a llorar a causa de la vergüenza y la derrota.

Fue allí, viendo ese rostro mezcla de angustia, derrota y desazón cuando comprendí que no debía ser la forma en la que se elige a los representantes políticos en el pueblo. A pesar de mi corta edad, sabía por la infinidad de anécdotas que traía mi padre a casa luego de la jornada laboral, los líos que traen los políticos con falta de argumentos. Y digo líos por no decir guerras de cualquier tipo. Estos tres candidatos no estaban argumentando su forma de pensar y dando sus puntos de vista a cambio de votos. Su único argumento era demostrar cuanto eran capaces de emborracharse en una ciudad de borrachos. Y a medida que la carrera avanzaba, fui siendo consciente de que si yo no hacía algo, nadie lo haría en el futuro. Después de todo era el último joven hijo de un policía no tomador, que aún no había corrido por sus venas el licor embobante de aquel negocio familiar.

Entonces tomé la decisión más tonta e inconscientemente román-

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tica de sacrificarme por el futuro de aquel pueblo.La carrera estaba en su punto decisivo. Rodríguez levantaba la

cabeza hacia la lluvia para limpiar su transpiración y tomar un poco de oxígeno. El actual alcalde Franco Aguilar se tambaleaba y trotaba como podía. Miré a mi lado y mi padre estaba absorto en la carrera, a pesar de su discrepancia con tal práctica. Llevaba el arma de reglamento en la cintura, así que me incliné para decirle al oído por encima del griterío del público que iba a comprar un refresco. Él asintió sin quitar la vista de la pista. Aproveché para quitarle el arma y subí a la cumbre de las gradas, echando miradas a mi padre por encima del hombro. A esa altura de las gradas no había ningún espectador, a pesar de que se podía ver claramente toda la pista de atletismo desde esa perspectiva. Me acuclillé al lado de los baños químicos apostados allí, y esperé.

A partir de ahí los acontecimientos corrieron muy rápido. Cuando al fin cayó Franco Aguilar, disparé contra Rodríguez, cayendo los dos casi al mismo tiempo. Mi disparo fue solapado por un trueno que pareció una detonación de dinamita en una mina. Al instante, se levantó la mascota del banco de suplentes y disparó al cielo, dando por terminada la carrera. Al mismo tiempo salió del baño químico la señora Dupont y lo primero que vio fue a un niño acuclillado en el piso con un arma a la que aún le salía humo del cañón. Su boca se abrió en una excesiva muestra de incredulidad y me agarró del brazo para meterse conmigo dentro del baño químico. Apenas entrabamos los dos en el pequeño espacio. Afuera se escucharon los primeros gritos acusando a la mascota.

—¡Fue el perro! ¡Detengan al perro! ¡Tiene un arma!La señora Dupont me miró como si fuera un animal herido

de gravedad y ya no se pudiera hacer nada para salvarlo. Suspiró sonoramente mientras buscaba las palabras adecuadas. Yo la miraba aterrado, esperando que no me quitara el arma y me llevara de la oreja junto a mi padre. Cuando al fin habló, la serenidad en su voz tenía un tinte hipnótico.

—Adrián, te conozco hace varios años como para saber por qué has hecho esto. Viví bastante tiempo bajo la dictadura de un imbécil sin principios como para saber que el alcalde y el resto de los candidatos son de la misma calaña. Pero no por eso voy matando por ahí a todo dictador que se me cruce. No voy a decirle a tu padre lo que vi, aunque ya debe haber notado la ausencia de su arma y te debe estar buscando.

Al final, mi padre lo pasó por alto. El tercer candidato no sufrió

una herida mortal, y a partir de ahí, mi padre, el comisario que tantos años fue criticado y ninguneado por un pueblo entero, tras una larga investigación, logró descubrir una red de corrupción que se basaba en la ignorancia de los habitantes del pueblo. Era un negocio perfecto en el que estaban implicados los tres candidatos, Elizondo, y la directora de la escuela, Adelaida.

El alcalde, que ya estaba dictaminado de antemano quien sería mucho antes de que se jugara la carrera, tenía acciones en la fábrica de cerveza. Todo lo recaudado de la venta de aquel día se lo repartían entre los tres. También las sumas del ministerio de Cultura, y por supuesto, del intendente, con la condición de manejar el cuarenta por ciento de la fábrica de cerveza y tomar todas las decisiones referidas al pueblo, que debería tomar el alcalde. El perro fue absuelto, ya que no coincidía el tipo de bala que se usó para herir a Rodríguez con el usado por la mascota para dar la señal de inicio de la carrera.

Este descubrimiento vino acompañado de muchos procesamientos, que esta vez no fueron cubiertos por Elizondo, sino por todas las cadenas nacionales del país. Pero lo más significativo fue el cambio de la modalidad de la elección. Por votación. Tal vez no era lo que se dice la forma perfecta de hacerlo, pero al fin y al cabo, había participado directamente, aunque con balas de por medio, a que aquello fuera posible. Por fin una democracia en la que puedo participar, pensé. Aunque un tiempo después no pude ratificar ese pensamiento, al contrario, pero ya no servían las balas, y la trama que protegía aquel modelo era mucho más compleja de desenmascarar. Imposible para un policía veterano retirado y su hijo.

Qué recuerdos siniestros me asaltan el alma. ¡Oh, arroyo, traes vida o provocas destrucción!

Cuando irrumpe tu corriente bravía, impetuosa, destructiva; arrasa todo a su paso; campos, cosechas, casas. Hieres animales y personas. Sin embargo, paradójicamente, das vida, los sembrados prosperan, eres fuente inagotable para el ganado, florecen los campos en cada primavera, el bosque trina y cobra vida; los ciruelos, los naranjales e higueras explotan de color cargados de frutos.

Daniel DevechiArroyo bravío

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A pesar de la felicidad de ver los peces en el agua, me provocas sentimientos encontrados con aquel recuerdo de cuando casi pierdo la vida por la turbulencia de tus aguas. Quizás fue mi culpa por confiarme, no conocía la fuerza de tus corrientes, Solís Chico, acostumbrado al oleaje preventivo del mar. Muchos años atrás sentí como si dos fuertes garras me atenazaran los pies y jalaran sin misericordia, hacia la profundidad de tus negras aguas.

¡Oh, Hades, que reclamas a tu cordero! No era mi momento y a duras penas salí hasta la playa, cual velero que tras campear el temporal, asoma temeroso y enfila su rum bo hacia el puerto salvador.

Al llegar a la orilla me hinqué y besé su límpida arena, agradecí a los dioses por darme otra oportunidad. Pensé en mi niña de dos años y en el amor de mi esposa.

La casona antigua y en épocas impertérritas, señorial, es solo un amargo vestigio de lo que fue en otro tiempo, la época de oro, según los más viejos de esta región, que albergaba una pléyade de hijas, hijos, nietas, nietos y parientes, que trabajaban de sol a sol, está negra y desbordante de frutos. En esa época yo no era ni nacido. Mi abuelo, el patriarca venido allende la mar, de la Bella y Fratricida Italia, siempre envuelta en guerras intestinas, estériles, hermosa tierra, fragmentada por la discordia de sus hijos. Un buen día decidió que ya era tiempo de un cambio radical. Harto de tanta barbarie, se embarcó con toda la familia rumbo a la tierra prometida, el paraíso perdido, hacia la joven y atrapante América. Así fue como un día de enero, recaló en el puerto de Montevideo, y se contactó con sus coterráneos, que hacía tiempo andaban por estos lares. Lo convencieron de instalarse en la lejana Artigas, casi en los limites con Brasil, donde encontró tierras fértiles, y subvencionadas por el gobierno para que vivieran allí los nacionales e inmigrantes, para hacer frente a las oleadas de brasileños que querían éstas tierras. Así, sin más, el abuelo comenzó a sacarle fruto a esas tierras, con la ayuda de la familia y algunos parientes que lo acompañaban de buena gana.

Con el tiempo, su patrimonio aumentó considerablemente, llegó a tener muchos peones y quedó enamorado de estas latitudes; el

Daniel DevechiMi pequeña Italia

paisaje variado y multicolor, los amaneceres espectaculares, el río con su colorido en verano, la abundancia de peces, animales y pá-jaros, la explosión de flores silvestres y plantas en la primavera. Fue muy feliz y dejó una prole extensa y muchísimos nietos y bisnietos. Fueron bastante longevos, a causa de la vida sana en permanente contacto con la naturaleza, y la ausencia de vicios. Se tomaban su vinito de color oscuro y fuerte, frutos de sus viñedos, principalmente acompañando las pastas.

Al caer el sol se ponía melancólico, extrañaba su amada Italia, pero las risas contagiosas de sus nietos e hijos lo devolvía pronto a la realidad, cual viajero que después de muchos años de haber abandonado la patria, buscando nuevos caminos por el mundo y haber visto infinidad de paisajes y lugares, hace un alto en el camino, mira hacia atrás y observa encantado los imborrables recuerdos de su pueblo, y su gente. Hasta que de repente es arrancado de ese ensimismamiento por el ruido fuerte, parecido al rayo al golpear un lugar cercano. Así sentía el abuelo. Yo lo conocí solo por foto.

Un día retornó a su amada Italia y nunca volvió. Quería morir atisbando el paisaje que lo vio nacer, y ver crecer sus hijos sin pasar zozobras. Su fiel esposa y compañera de toda la vida lo acompañó. La dulce luchadora abuela Lorenza. Un día nos enteramos que había partido hacia el cielo, como debía ser, se lo había ganado en buena ley. Me hubiera gustado conocerlo de cerca, pero sé que su espíritu y recuerdo siempre quedará impregnado en nosotros, por el relato y anécdotas de sus seres amados. . . mi querido Abuelo Daniel.

En aquel tiempo las paredes de mi mundo eran de nubes, los techos de silencio con infinitas cúpulas de colores donde las alas inmensas se mezclaban con las ilusiones y los ávidos besos del viento, que agitaban las aves y volaban mis cabellos. Bajo los pies, la roja alfombra flameaba como quejándose de nuestros pasos. Sentía que flotaba como una hoja en el aire. Cuando miré a ambos lados, todos flotaban como un cardumen de peces en el mar.

El espacio se movía, nuestro andar se hundía en el blanco y transpa-rente cielo reflejad. Perdí de vista lo más importante, por eso me dejé

Myriam ModinoLa nave

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llevar por el cardumen. El espacio puede albergar varios mundos.De pronto vimos a lo lejos un anfiteatro con luces titilantes flotando en un aro de tules blancos, semejantes a fosforescentes pétalos de la más pura flor. Sentados en semicírculo se veían claramente a pesar de la distancia y la inmensidad burbujeante de los concurrentes, criaturas vivas, en actitud solemne, potentes, venerables. Nobles seres representativos de lo inexplicable de la creación. Cada uno tenía una estrella en sus manos y enviaba un mensaje que se extendió al mundo entero; a los que oían, veían y a los que no.

Un hombre vino a mí, y sin decir palabra, me condujo al escenario. Allí una criatura sin edad y sin el más mínimo gesto de mandato o exigencia depositó en mis manos la estrella. Ellos protegían las suyas con visible cuidado y amor. La recibí con incredulidad, porque no la merecía, la tomé por respeto a él, y no pensaba en lo más mínimo en la estrella. La mirada de aquel ser se fijó en mis manos. Sentí que aquella cosa en su valor y alcance estaba más allá de él y de mí. Con sus manos indefinibles me indicó el camino y le obedecí. Un aluvión de seres nos siguió como si fuéramos eso que buscaron o esperaron toda la vida. Me detuve al pensar que esa era la misión de un profeta, pero la mirada de aquel guía parecía decirme que siguiera adelante.

Aquella dimensión no era para mí, no sabría cuidar de la estrella. No podría y esa gente estaría siguiendo una utopía, un espejismo, no la flor sino el carnívoro monstruo, donde ha caído tantas veces. No podré, no podré, pensaba.

Según el Génesis, Dios creó la vida sobre la tierra, y también todo lo que necesitábamos en ella. Y creó al Hombre para que fuera libre de elegir (siempre y cuando no se le ocurriera ser sabio) ¿y yo qué podía hacer? Con la llegada a nuestra nave se detuvo la comitiva. Algo dentro de mí y de los míos se convirtió en respon-sabilidad: ¿qué responsabilidad? Subimos a la nave que cuatro criaturas nos entregaron cándidamente. Impecable en su higiene, brillante el aspecto. De última generación y de la mejor calidad en funcionamiento. Ejemplo en seguridad, confort y belleza. Estaba oculta bajo unos nubarrones grises, que se abrieron ante nuestra presencia como una roca cortada por un láser gigante.

Todo era por y para nosotros. No quería ni pensar en volverme un pobre estúpido al que le dan un poquito de poder y se cree capaz de rasgar la tierra de polo a polo, si un día se enoja. No quería hacer nada que estuviera más allá de lo humano. No quería ser el Cristo en la cruz. Su pueblo lo acompañó con lágrimas al calvario, y Él regó su

saber a un mundo que lo negó, y seguirá poniendo espinas sobre su frente por toda la eternidad.

Ya dentro del camino de la nave comenzamos la marcha. Lejos estaba nuestro hogar, y más lejos el futuro, por más que comenzaba a cada instante. La estrella en mis manos estaba intacta. El viento se amarraba a la nave y a la copa de los árboles doblándolos casi hasta el suelo, y el día era noche, estábamos envueltos en la humedad del llanto de la niebla. La realidad que conocíamos había desaparecido, no podía entender cómo podría cuidar del tesoro recibido cuando ni siquiera tenía idea de dónde estaba.

Una inmensa roca se nos interpuso. Dejé la nave a un lado y los míos desaparecieron. La estrella comenzó a iluminarse y poco a poco a crecer. La roca y la estrella se unieron. Y yo me convertí en una simple criatura en la inmensidad que desde lejos, muy lejos, escuchaba voces; voces ajenas, extrañas. En aquella nave vacía sin la ilusión del profeta, sin mí mismo. Sólo era un despojo de lo que fui. Un insignificante y desamparado humano con manos de luz, con temor de la responsabilidad, que llegó al palacio de las más altas alforjas. Fui elegido para crear un espacio y viví bajo un cielo donde cada célula de ese espacio existió para mí. Y todo pudo ser…

Slayer se mantenía atento sin importar cuánto whisky importado estuviera bebiendo, su vida había girado siempre en torno a las drogas; como la de todo el mundo. Años de militancia con el Enclave tenía sus ventajas. Podía ver su reflejo en el espejo detrás del barman y su imagen era deplorable, siempre tenía la sensación de que quien le devolvía la mirada a través de ese espejo era un fantasma de otra vida y que ese no podía ser su rostro.

Su cicatriz en el ojo era lo peor de todo, ese impacto con la mirilla del rifle anti tanques lo había dejado marcado de por vida y era un trofeo de honor a cargar por todos lados. No obstante, decidió rápidamente no perderse en recuerdos lúgubres, y acomodándose el cuello de su gabardina, siguió escuchando la conversación que mantenían ahora el barman y dos de las visitas más recientes al pueblo de Algorado, la cría de Brahmans de dos cabezas era uno de los fuertes económicos del

César DirónEl manantial sagrado

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pueblo, lo otro parecía ser la taberna que estaba sorprendentemente llena de gente.

—Ya les digo muchachos y muchacha, el manantial estaá enve-nenado. Es solo una leyenda que es el único lugar de agua potable en todo Boston. He visto salir por esta puerta a montones de personas y nunca nadie ha vuelto de ese lugar —advirtió limpiando con un trapo sucio los vasos. Slayer continuaba escuchando de refilón, su misión era clara, tenía que averiguar la realidad de ese manantial.

Era extraño que hubiera un lugar en todo el Commonwealth que tuviera agua potable, ni que hablar que fuera en un pueblo tan alejado de todo y tan cercano a la zona de impacto de las bombas nucleares, unos doscientos años atrás. Pero por extraño que pareciera, la leyenda comenzaba a tornarse en la idea de que el manantial fuera especial; en verídica.

—Tal vez lo que necesitan es un soldado experimentado a su lado —dijo Slayer metiéndose en la conversación sin invitación.

Pudo notar la mirada reacia del tabernero. Era natural, ya que evidentemente su único negocio con Slayer era el de rellenarle la copa. No obstante, él podía sentir además cierto engaño que estaba practicando este hombre con los muchachos y, lo cierto era que en el Commonwealth la inocencia no era nunca una virtud. Gente como el líder de plática que tenían los muchachos, eran solo unos de muchos que se habían encontrado.

—Creo que sería una buena idea, Mike —dijo la muchacha con una sonrisa de dientes podridos por la radiación y el árido clima de ese límite norte del Commonwealth.

—Cierra la boca April —contestó bruscamente Mike, un muchacho jovial y rechonchón, pero con mirada seria en ese momento. Llevaba una campera de cuero que parecía ser de alta calidad, con las palabras Héroes de Alquiler en su espalda.

—No necesitamos a nadie, nosotros mismos nos encargaremos de comprobar qué tan cierta es la leyenda, no necesitamos un anciano en esta aventura. ¿No es verdad, Leo? —indagó mirando al que obviamente parecía ser el líder de ellos. Tenía la misma campera que Mike, pero en una edición más grande; Leo tenía la complexión física de un luchador y probablemente su mismo coeficiente intelectual, según Slayer podía adivinar por la sonrisa sádica que esbozó. Tal vez la presa de ellos fuera la muchacha después de todo.

—Yo no creo prudente subestimar ninguna situación y también les diré que no soy un anciano, probablemente compartimos la

misma edad, pero la guerra suele tener estos efectos en quienes logran sobrevivirlas —dijo Slayer y apartó al grupo de su mirada notando la leve sonrisa del tabernero mientras se perdía en el whisky nuevamente.

Al cabo de una hora, los muchachos se alejaron de allí a trompicones con la referencia del manantial ya disponible en su mapa. Slayer hizo lo propio y anotó el suyo en su avanzada muñequera, una pantalla gigante le devolvió la imagen del mapa del Commmonwealth y este usó su pantalla táctil para seleccionar las coordenadas dadas por el tabernero. Con o sin los muchachos, su misión era investigar el manantial, así que su destino sería el mismo que el de ellos.

Mientras se alejaba del pueblo quedó sorprendido de notar que extrañamente la flora estaba creciendo en esa zona. Era algo maravilloso y una sensación de reconstrucción que emocionaba. Doscientos años después de la guerra, había todavía una oportunidad de renacimiento.

Con sus manos en los bolsillos y un cigarro humeándole en la boca, cargándole los pulmones de una calma necesaria para bajar el whisky, caminó durante unos minutos a ciegas, sin mirar su muñequera para nada, guiándose únicamente por el sonido de las voces de los muchachos. Lo más extraño de todo, era lo carente de vida que estaba todo, independientemente de la flora, no había ningún animal, ningún perro rabioso pronto para comerse a un intruso, un mosquito gigante, nada.

Al cabo de una media hora de vagar hacia donde estaban los otros muchachos, a unos cuatrocientos metros y escondiéndose siempre que debía detrás de los árboles a medio revivir, escuchó unos gritos de la muchacha, una discusión y un golpe donde esta terminó en el suelo. Slayer sacó entonces de su espalda su rifle de francotirador calibre 50. Descolgó el cerrojo y puso la mirada ávida en la mira. Pero se percató que, aunque si la habían golpeado a la muchacha, el alboroto no era una violación.

Había un cadáver a plena vista, al menos podía verle parte del cráneo a medio roer por los ratones gigantes que danzaban a su alrededor como una tribu olvidada. Era extraño que el cadáver estuviera allí, a tanta distancia de donde estaba marcado el manantial. Sacó un cigarro y se dedicó a caminar con el arma pronta para disparar. Su experiencia militar le indicaba mediante alarmas instintivas el peligro que significaba avanzar, la muchacha debía haberlo sentido también. Pero la prudencia no siempre viene acompañada de la valentía y los

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muchachos siguieron avanzando hacia el lugar.Slayer no se sorprendió en absoluto al notar que cuanto más cerca

del manantial estaban, más cadáveres había. El hedor dulzón a la muerte sepultada en la humedad, le rodeaba la nariz como un mal hábito. Por lo que otro cigarro le sirvió ahora para apagar un poco esa caricia de la ponzoña invisible.

Al cabo de un rato, cuando los muchachos se detuvieron para discutir de nuevo, Slayer activo el micrófono zonal de su mira telescópica. Tenía en su cadera el revólver calibre 44 por si las cosas se complicaban, contaba también con una granada de Cola escondida en una de sus medias. La había hecho con la bebida en su edición 250 ml, pero era lo bastante potente como para hacer explotar un par de cuerpos.

—Es una locura Leo, mira bien. ¿Cuántos cadáveres nos hemos encontrado? ¡Es obvio que este manantial está envenenado como dijo el tabernero! —exclamó Mike con la voz cargada de pánico trayendo a la realidad a Slayer y su intrusiva escucha de los muchachos.

—¡Y una mierda envenenado! Son muchas personas para morir sin haber tenido contacto con el agua. ¿No ven acaso? —chilló April desesperada por regresar.

Siguieron debatiendo sobre todo lo que Slayer ya estaba enterado. No habían llegado a beber, sino que parecían haber muerto antes, dirigiéndose allí. Lo cual implicaba que el manantial probablemente tuviera alguna bestia cubriéndolo. Slayer no tenía problemas con las bestias, un tiempo atrás había matado un escorpión del tamaño de un camión de transporte industrial, por sí solo. Pero algo le decía que todo esto del manantial comenzaba a sonar a embauque.

Un disparo le recobró la realidad y en media fracción de segundo se arrojó al suelo, escuchando cómo un par de silbidos reventaban el árbol a medio caer donde se había arrojado para protegerse. Esa era la realidad, esa era la ponzoña que tenía este manantial. No tuvo que mirar para adivinar qué era lo que estaba pasando. Sino que notó que los muchachos estaban barridos por el suelo, y cubiertos de sangre, pero no podía saber si alguno estaba vivo o no. Lo que le importaba era su propia supervivencia.

Y era un superviviente. No cualquier ser humano podía decir ha-ber sobrevivido a las dos guerras más importantes de la costa este de los Estados Unidos. Tomó una bocanada de aire puro y llenó los pulmones con la frescura del bosque rodeada por el aroma a la muerte que se anunciaba rápidamente. Se concentró en primer lugar en los

que tenía a su oeste, los primeros que le habían disparado.Su instinto animal colocó a uno de los pueblerinos en la mira y

conteniendo la respiración sostuvo su pulso a la perfección, con el sonido atronador de un rifle anti tanques, sintió el conocido sonido del cráneo partido, como solía llamarle. Su enemigo cayó entonces fulminado y con el rostro destrozado en la mitad, al grito de los pueblerinos de Algorado de que una de sus presas estaba armada y era efectivamente, alguien bueno con las armas.

—¡Sabia que serías tú! —dijo la voz inconfundible del tabernero—. ¡Ese rifle no era simple demostración!

Slayer decidió no contestar, había aprendido que por lo general los malos suelen tener el morbo de contar a sus víctimas todo su maravilloso plan, en modo de regodeo para sentirse más importante. Era una oportunidad, desde luego, para sacar valiosa información. Pero no era de su interés. Se concentró en arrastrarse cuerpo a tierra aprovechando el bello verde que le cubría el cuerpo y que su gabardina de color oscura se camuflaba a la perfección con la tierra húmeda que le abrazaba el rostro.

Podía escuchar los pasos y voces de todos, que se acercaban a su posición de a poco, tenía que tenderles una trampa o diez a uno moriría. Recordó entonces su granada de Cola. Giró un poco la tapa de la botella que con la efervescencia caliente y el químico se encendió enseguida. La arrojó donde la mayor parte de los pasos sonaba y cerró sus ojos. Conocía casos de personas a las que un resto líquido del refresco cola les impactaba en los ojos y perdían la vista. Ya bastante tenía con su fea cicatriz.

Pudo escuchar los gritos de dolor y el sonido de huesos estallar, junto con el hedor metálico inconfundible de la sangre. Entonces puso su cuerpo en posición de cuclillas y a toda velocidad ejecutó un disparo, y rápidamente disparó a otro de sus atacantes. Los dos fallecieron en el acto, uno con un disparo en el esternón y otro en la cabeza. Ahora el bosquecito comenzaba a rodearse de sangre humana. Aprovechó entonces su visión periférica y corrió hacia uno de los cadáveres rápidamente tirándose al suelo junto a un leve montículo, donde los disparos no lo alcanzaban, y se alegró de escuchar cómo la desesperación corría por los pueblerinos. A cuenta grosa, calculaba haber matado mínimo a ocho pueblerinos. Le quedaban unos diez todavía.

Ahora, por primera vez, sacó su revólver de calibre 44, hizo girar el tambor para que el sonido asustara a sus cazadores, a fin de cuentas, estaban siendo barridos y moralmente ya estaban debilitados. Alzó su

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arma y disparó tres disparos rápidos y tremendamente certeros, sintió cómo a uno le partía la columna vertebral, justo en el momento que le disparaban. Claro que no contaban con que su gabardina debajo escondiera un chaleco. Esta no era una gabardina común y corriente, era indumentaria de los Rangers de Nueva California, un material así de exquisito no se rompería por simples disparos de armas calibre 32.

Corrió rápidamente hacía los muchachos y se lanzó cuerpo a tierra al quedar al lado de ellos. Para su sorpresa la muchacha, April decía en uno de los bolsillos delanteros, todavía respiraba, aunque levemente. Intentó buscar la jeringa de estimulante, una especie de inflador enganchado a una jeringa que inyectaba adrenalina y un compuesto químico específico para mejorar el metabolismo momentáneamente, un éxito durante la Gran Guerra que todavía perduraba como método de cura general.

Entonces notó cómo en medio de jadeos la muchacha se estiraba para intentar agarrar algo que tenía Leo en su pantalón largo. Slayer abrió los ojos asombrado y de repente una sonrisa se esbozó en sus labios. Una granada mini, llamada así porque contenía la potencia de una mini bomba nuclear, capaz de destrozar cuatrocientos metros en un segundo. Notó cómo a los gritos el tabernero les ordenaba a todos juntarse y decidió que era su mejor oportunidad.

Tenía la forma de una botella también (este era el gran material usado como contenedor del explosivo en este mundo destruido), era una vieja botella de hipoclorito de marca Jane. Abrió levemente la botella y encendiendo un fósforo con su pantalón vaquero, acercó la llama a la mecha, levantándose justo para que ellos vieran que tenía una segunda granada y se dispersaran por el pánico. Solo el tabernero intento abrir fuego, pero fue demasiado tarde. La explosión los cogió a todos mal parados y los destrozó en una papilla de extremidades por doquier.

Slayer entonces olvidó su supervivencia y a la velocidad de un médico de campo y con la delicadeza del mismo, sostuvo bruscamente la cabeza de la muchacha y le inyecto un súper estimulante, una edición mejorada de la jeringa habitual con el doble de potencia. Pudo ver como la mirada de la muchacha revivía rápidamente y un sonido agonizante interrumpió su leve goce enérgico. Uno de los maleantes todavía estaba vivo.

Al levantar la vista, pudo ver cómo el torso con los órganos colgando del tabernero intentaba alejarse de allí arrastrándose cual oruga. Sonrió con ironía, de vuelta a lo que había sido originalmente. Utilizar

una leyenda como un manantial para asesinar gente no parecía algo muy digno de un ser erguido. Comenzó a caminar con calma hacia él y le apuntó con el revólver al llegar a una distancia prudente, solo para quedar paralizado.

Detrás del destrozo que había hecho con la granada, había un leve riachuelo rodeado de alguna leve fauna no agresiva, como los muta-ciervos, bebiendo tranquilamente de lo que parecía ser el sonido de un manantial. Él había estado muy lejos para percatarse, pero los muchachos desde luego que habían sentido el ruido del agua, se habían detenido para obrar según sus conocimientos del lugar y les habían emboscado. El manantial sí existía, solo que se había escondido de la guerra y camuflado en los disparos.

Disparó el arma sin dudarlo, el tabernero no sobreviviría mucho de igual manera rodeado de tantos cadáveres y con las extremidades inferiores destrozadas. Se acercó al riachuelo dándose cuenta de que April (ahora ya recuperada) lo seguía de cerca y con la misma cautela que él, que ahora volvía a portar su rifle de francotirador. Ejecutó un disparo al aire con su revólver (el último de la cámara) para ahuyentar a los mutaciervos, conocidos por su cobardía, y se sentó contra el borde más alto del riachuelo para admirar el agua cristalina con sorpresa. No tenía nada que ver con el agua enlodada de radiación que conocía naturalmente.

—¿Crees que en verdad sea potable? —inquirió la muchacha con la duda de quién pierde la inocencia bruscamente y desconfía de todo.

Slayer colocó su muñequera debajo del agua (este producto era impermeable) y el contador Geiger no indicó rastro de radiación alguno. Esto quería decir que por grave que hubiera sido la guerra, este riachuelo había sobrevivido a ella. Aunque mirando hacia los cadáveres de su espalda y asintiéndole a April confirmándole que podía beber de ella viéndola arrojar su cabeza para disfrutar por primera vez de algo puro y natural, recordó entonces, que sin importar lo que sobreviviera a la guerra, la guerra, la guerra nunca cambia.

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Busca

Busca tu historia muchacha, mira papeles.Sientes que pasó la vida como los trenes.Y vas dejando huellas por los caminos,pasos hondos y fríos como el vacío.Busca tu historia muchachaen esos prados verdes,llenos de flores que vas mirando.Aunque las ventanas encierren toda tu vida, vuela tu alma librecual golondrina,surca todo los vallesde tu memoria con la fresca ilusiónde ver tu historia.Busca lo que te faltaen el de al ladoya que somos hermanosunificados.Y así como eslabonestodos unidos viviendolos matices de la memoriase abre el corazón de cada historia...

Araceli González

El gran espíritu estabadormido en el agua del estanque,creando metamorfosisen complicidad con el aire.Trabajando los objetivosconecta buena energía.Sabe de dónde viene, dónde vaporque está viva.Su espíritu es inquietodespliega gran energía,bate alas multicoloresy va resolviendo el día.Elegante es su vueloparece no tener prisael arte está en su memoria.Acróbata de la alegría,vive consiente sus donessu equilibrio, su armonía.y viajan sus pensamientosen alas que el viento lleva.Su cuerpo parece frágilbrillando con tanta luzes tótem de buena suertemágica libélula azul.

Araceli González

Libélula azul

AdiósLa noche cubrió mi díael frío anidó en mis huesos,mis pasos se detuvieronmi voz se llamó a silencioel aire me lastimabacomo una aguja de hielo.Un tibio río corría...las manos que en él lavabas,dejaban ir las memorias,en ese rojo naranja.La noche quedó a oscuras,en lo que fue un cielo estrellado.La Luna cerró los ojosapretaditos en llantoEl tibio sol de la aurorahalló tu cuerpo en el campo.Tu alma se iba de prisaen un silencio anunciado.

Araceli González

SueltaDeja en la caja las penas.Suelta esa ropa tan gris.Cambia el color de tu pelo.Deja a tu alma reír.Ve al encuentro de la vida.Chisporroteando de amor.Deja la hoguera encendidave a encontrarte con vos.Deja en la caja las penas.Canta todas las canciones,sacude tu alma herida.Ponte un vestido de flores.El frío viento despierta.Tu cuerpo adormecido.Tiempo que cierres la caja,y olvides lo mal vivido.

Araceli González

Vuelve la emoción agitando el polvo de los valiosos momentos atesorados en las valijas de mi juventud. Otra vez esa alegría cómplice, de la sonrisa pícara repleta de recuerdos de oportunidades.. de conquistar sueños sin la angustia represora de los días por venir, libre otra vez con todo el horizonte esperándome verde mar, verdes aguas, el verde de mi espíritu respirando vida en la palpitante y agreste naturaleza de la Esmeralda...Y está ahí ofreciéndose junto a la frescura de ese mar, que me devuelve la esperanza de una vida nueva, fresca, profunda, burbujeante; intensamente plena de regocijo y de oportunidades de ir al encuentro conmigo... en sus dunas... blancas y cálidas como gigantes pechos ofrecidos al sol y al mar, apoyo mi cuerpo y me dejo abrazar. Más acá en el instante sin tiempo recojo mis pasos por todo ese entorno, los guardo en mi alma para así compartir esas imágenes; solo para recordarme que yo también soy así.

Araceli González

Momentos

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Tu despedidaNo sé cómo, llegue a la terminalpara despedir la mitad de mi vida.Pasamos entre seres extraños, sin rostros,con ecos permanentes de voces y de risas.Algunos arrastraban maletas,¿o cadenas?...Otros encorvados debajo de mochilas,prisioneros errantes del sistema,con mucho cortisol y adrenalina.

En medio de esas turbas, temblantes y difusas,con intermitentes idas y venidas,estiramos un abrazo sellado con el besoque corrió el velo sutil, la despedida…

Con la neblina plúmbea del adiós,con tus ojos al horizonte, que me ardían,llegué a nuestra casa por inercia,donde los perros esperaban tus caricias.Miraban a la calle como estatuas,ni siquiera me reconocían,ellos con la esperanza, y fé de vertese mantenían en su esencia positiva.Las flores como plastificadasni siquiera a la brisa respondían,descoloridas, tristes, sin aroma,por extrañar la autora de sus vidas.Como tú le ponías alma, hasta a las cosas,estaba desolada la cocina.

Encontraba señas, huellas, rastros,pero era en vano, no te veía.La codificadora de mis sueños,la que cuando caí en mi fantasíame restauró las utópicas alas

dándome ese cielo de ternura infinita.Hoy ya no estás tú; ¿y los mapas eternos?¿Las cartas con nuestra topografía?.Tendré que andar solo de nuevo en esta tierra,un silencio denso aplastante me envolvía…

Entre recuerdos peregrinos y noticiasme encuentro hoy haciendo la vigilia,así me enteré que floreció tu primaveray yo no estoy en el pasaje en este día.

Pero sé que me recordaráscuando nazca la nochecon gotitas de luz en las pupilasporque las ve mi alma a la distanciacomo si estuviera ahí en tu compañíaAhora un jaja como en mensaje.Porque volé por el cielo azul de la poesía,y estás entre los brazos del poeta.Después de visitar a tu familia,Seguiremos por la eternidadedificándonos día tras día.Siempre diferentemente iguales,Y el sempiterno amor es nuestra guía.

Ismael Heber Artigas

2 poesía

Estaba dormidacuando la noche hizo explosióndentro de mí.Antes no lo supe.La guerra existeLas frutas cuelgan decapitadasLos miedos descienden por las ventanasllorando al ver la nieve manchada de sangre.En el corazón del poeta las flores nacen secas.Federico escribe versos grises.La calesita ha parado de girar y tiene fríoQuiero morir ahoraNacer de nuevo en ambas márgenes del río.

Sentir el abrazo de mis hermanosescribir el amor de una naranja, de una silla,de un libro que cuenta la historia;de los hombres muertos en batallas.La guerra comió todo lo que sirviópara su existencia.El mar, las cartas de amor, el cepillo de dientes,el hambre, los maestros.Quiero un hijo de cada paístodos cantando.Sospecho que alguna vez fuimospeces del mismo marnadando en claras aguasconstruyendo Libertad.

Perla Berois

Las casas abrieronsus grandes ojos de lechuzas.El sol entró por alumbrarle los zapatos chuecosLos días que sólo son de aromasentran y salen acompañando un tangocomo pájaros olvidados al azahar.Los fantasmas se rieron como elefantescontando historias de pesadillas atrasadasDe otros abecedarios desconocidostodo estuvo en silencioNada más.De madrugada sus pensamientos sueltosvolaron como telegramasen una ventana con luz

Toda la nocheNada más.El retrato de la muerta sin colorhizo esfuerzos desesperados para huirEl mar sopó espumas de vinosLa tierra lejana escuchaNada más.Él es tan alto, ella camina en su sombraÉl soltó los dedos por última vezLas campanas se volvieron floreslas flores cabezas de santosNada más.

Perla Berois

Guerra entre los hombres

Llegando

2 poesía

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Sueño de AbrilAyer soñaba un sueñoy en este sueño te tenía tan cercaque casi te podía tocar.El río nos mostraba su fuerzael sol nos contemplaba los díasla creación en toda su plenitud.El bullicio alegre de los niños,era la música del lugar.Y no había relojes ni siesta,ni tampoco qué perder.Ayer soñaba un sueñodonde la unidad era los buenos días;y el compartir, era el más simple encuentroentre nosotros y la naturaleza.El trafoguero espantaba el frío,a veces la luna nos encontrabajugando mil juegos locos.Gritamos un gol a medianochey hasta le festejamos el cumpleaños a Mariana.Ayer soñaba un sueñoy en ese sueño llegabas tú,con tu hermoso vientre lleno de vida.Entonces decidí no despertar jamás.

Jorge Giménez

Después de tanto tiempoTe he liberado.Me sentí bien al hacerlo,Sé que siempre estarás conmigoCuidándome.Pero sin ti me siento muy sola.Quiero que descansesEn donde estés.Siempre te llevaré en micorazón y recuerdo.La vida se me hace muy difícil sin ti.Pero tenía que ser así.

Blanca T. Tripodi Paz

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Diminutas sombras dibujan el horizonte.Pronto llega a la orilla aquella gente insistenteesperando que el mar regale mil peces a la vez.El hombre curtido de heladas madrugadasno desvía su objetivo de anhelos y esperanzas.Cada jornada cubre sus manos salobresde redes y cuerdas.Maniobra perfecta entre el hombre y el mar.Sus ancestros caminan a su lado y observanlas habilidades que de ellos heredó.Diversas formas decoran embarcaciones.Algunas dibujan nombres de amores cautivos.Réplicas cotidianas de un ser trivial, aventurero.Capaz de sentir tormentas en la sangre,ejercer el arte de la lectura perfecta,del ser y el mar.Miradas rasgadas, lejanas y profundasmaniobran las escasas palabrasechadas al viento dialogan en silencio.

Luisa Bottini

El pescador

Hacer un ángulo para sostener el solcon las manos confiadas.Colgar de aquella rama el luceroy proyectar con el almalas piruetas de las últimas palomasen un giro de la fuga del relojen ese espacio de tiempoque no ve la brújula.No hay medida para míni espacios para ti prohibidos,

la luz se extiende a través del ángulo;bueno es saber si la estrella cabe en tus manoso en las mías tal vez. O en las dos.Soy un poco menos que el soly un poco más que un gorrión.y tú ¿cómo te ves?

Myriam Modino

Un poco más un poco menos

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2 poesía

No puedo seguir tus pasos, no quiero.La noche instalada en tino te dejó entrar a la luz real.Hoy persigues imposiblestienes en las manos la búsqueday en tu mente la falacia de una verdad¡desvélate! Nada es, nada.Crees que escalas,y sólo estribas en el llano.Nada es nada,sólo tienes un espejismo.Retiras las migas que en tus manossuenan a bien y son el truequepor el que siembras desinformaciónecos de palabras huecas.Ellos te envuelven, eres un objetoel dócil instrumento que ríey hace reír, porque a vecessi no lo sabes, el engaño es dulce.No, nada está bien,pero tú crees que sí.No hipoteques lo más sagradoal vil precio.Es mi juicio a ellos; a ti te quiero amigo…estás viviendo un sueño.

Myriam Modino

Instrumento

Con una piola de algodónfina y delicada en la pared.quedaría grabada la líneaa efectos de la tierra de color.Cuando la piola es tortuosa,cuando nada o poco coincideel color es indefinido y torpeya no hay arte, es un mal objetivo,El color no siempre es gris, ni rosa,ni siquiera es válido a la búsqueda.Pintor de pared, de lienzo fino,de cuerpos, de infinito, de imágenes.Aún recuerdo tu voz paternal.Tibieza de humildad, sabiduría.Me veo niña admirándotecon inocencia y gracia.Hoy quisiera sostener la piola pintaday dejar la marca en la pared. . .Aunque todo cambió y estás lejostodo vuelve a repetirse. . .En cada hoja, en cada párrafoel libro cuenta la misma historia.Escribo para los ojos tiernos y sabiosBusco la línea y el colortal vez no sea la idealsino tortuosa e indefinidaAdemás la marca no siempre esel de una línea en la pared.

Myriam Modino

Una línea en la paredCuando creamos este objeto de difusión en formato revista,

y aunque su premisa es ser literaria en su esencia, creímos necesario también onectarnos con información de interés general para todos los lectores. Puede haber personas que no les atraiga el género retórico de las letras en su totalidad, pero sí les interese leer entrevistas, artículos y muchas otras propuestas en las que estamos trabajando desde nuestro primer número.

Por lo tanto, vamos a llevar a ustedes investigaciones hechas por nuestros socios profesionales, cada uno en sus especialidades correspondientes. También estamos abocados en dar a conocer (en nuestro rol de difusión al mayor campo posible, desde nuestro pequeño emprendimiento) para poner al alcance del lector la existencia de instituciones (sociales, culturales, de enseñanza, salud, etc.) que recién comienzan, en una estructura moderna y diferente, para que las personas puedan conocer y tal vez en algunos casos tomar en cuenta y usar la alternativa, y que esa alternativa sea la que se adapte a sus necesidades; por eso visitamos NaceLuz. Además, mediante un artículo del señor Ruben Cal, seguimos los pasos de la ley para la inserción laboral de las personas con discapacidad, de lo que poco se habla, por lo que creemos necesario que llegue a todos los lugares posibles. También creímos necesario estar presentes, para que no olvidemos, lo que implica en la salud de la población el flagelo de los accidentes de tránsito.

Describiré la importancia de la medicina en el tránsito. Especialidad no muy conocida ni valorada. Los números en nuestro país expresan que en 25 años perdimos 11.000 vidas en siniestros de tránsito. Nominamos siniestro y no accidente, ya que son previsibles, en el 90% de los casos. Es una de las primeras causas de muerte en los menores de 35 años; muere una persona cada 6 horas por esta causa. Por eso la OMS lo considera de suma relevancia sanitaria. Pero en general, no se

Medicina en el tránsito

De lo que poco se habla

3 artículos

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difunde como un flagelo mortal, como las infecciones, o tumores.Esta rama de la medicina estudia todos los factores que intervienen

en el desempeño del hombre en el tránsito, como conductor y como peatón. Valorando y tratando de corregirlos. Educar para generar conciencia y responsabilidad, aconsejar sobre elementos de seguridad y protección frente a una colisión, por la evidencia de los lesionados graves que fallecen, o quedan incapacitados.

Se educa a los colegas que al indicar medicación que afecta nuestra concentración, respuesta, reflejos, o den sueño, se aconseje no conducir. También, la incidencia de las drogas estimulantes, psicótropas, porque afectan nuestra concentración en el desempeño en el transito; alteran la visión, reflejos, estado de ánimo, vigilia, y respuesta inmediata.

Educar sobre enfermedades que influyen en nuestro desempeño; diabetes, hipertensión trastornos visuales, problemas emocionales, falta de descanso adecuado, o convulsiones. Tener un descanso adecuado, las horas de los turnos, la importancia del relevo y compañero de ruta.

Otro capítulo es el de aquellos choferes de servicios de emergencias en caso de ambulancias, policía y bomberos; Lo importante es llegar sanos y salvos, para salvar otras vidas y preservar la propia, ya que al comienzo de estos sistemas, lo importante era la velocidad, sin respetar normas de tránsito. Y eso cobró varias vidas de personal de emergencia.

Otro punto a resaltar es la comunión de la física e ingeniería de tránsito con la medicina; porque esto facilita en mayor medida valorar las lesiones de un paciente en un siniestro, sabiendo las características del impacto, desde la velocidad, el punto de colisión, la calidad de la seguridad de los vehículos impactados. Los factores de riesgo en juego

Medicina en el tránsito de las personas involucradas. Ejemplos: cascos en motociclistas, cinturón en automóvil, sistema de sujeción para niños, airbag. Además usarlos correctamente.

Resaltar la importancia de respetar las normas de tránsito, también como peatón, y educar desde la infancia.

Como última reflexión positiva, les dejo los siguientes datos: En nuestro país en diez años del 45 % de uso del casco en motociclistas, pasó al 90%. Esto evidencia la importancia de la educación.

Pensemos cada vez que salimos al tránsito, que estamos exponiendo nuestra vida, y la de nuestros vecinos.

Mariela Chisolfo

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Asociando…Puesto a escribir este artículo se asocian imágenes y recuerdos,

llega a mi mente un fin de semana en el campo, tiempo y charlas compartidas con gente amiga. Alguien se pregunta: “en el primer mundo ¿podríamos tener estas conversaciones sobre temas que hacen a la vida? “

Pienso que tanto aquí como allá dependerá de nuestra actitud, de tomar las riendas de nuestro tiempo o de dejarnos llevar en una carrera continua por tener, comprar, aparentar, ir, venir, con la ilógica razón de que se hace para crear un futuro. Carrera que nos hace olvidarnos del presente, como dice un hermoso poema atribuido a Jorge Luis Borges, “Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora”.

Sigo asociando y recuerdo un correo que recibí hace unos años, contenía una presentación sobre el trabajo en Suecia. Reflexiono sobre su receta, el slow down o tómalo con calma. Esta filosofía tiene esa lógica simple de lo esencial, no es nueva, sino olvidada por una humanidad inmersa en la ilusión, persiguiendo una supuesta mejor calidad de vida.

La gente que traba ja en Volvo es lenta, pero sus motores no.El texto de esa presentación comenzaba diciendo: “Ya voy para 18

años desde que ingresé a la Volvo, una empresa sueca. Trabajar con ellos es una convivencia muy interesante. Cualquier proyecto aquí, demora dos años para concretarse, aunque la idea sea brillante y simple. Es una regla.

Los procesos globalizados causan en nosotros (brasileños, argentinos, colombianos, peruanos, venezolanos, mexicanos, australianos, asiáticos, etc.) una ansiedad generalizada en la búsqueda de resultados inmediatos.

En consecuencia, nuestro sentido de la urgencia no surte efecto dentro de los pasos lentos de los suecos. Los suecos debaten, realizan reuniones, ponderaciones, etc. ¡Y trabajan! Su esquema más bien slow down. Lo mejor es constatar que al final, esto acaba siempre dando resultados en el tiempo de ellos (los suecos) ya que conjugando la madurez de la necesidad con la tecnología apropiada es muy poco lo que se pierde acá en Suecia…”

“La base de todo está en el cuestionamiento de la prisa y de la locura generada por la globalización, por el deseo de tener en cantidad (nivel de vida) en contraposición al de tener en calidad, (calidad de

Tómalo con calma

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osvida) o calidad del ser. Por tanto, esa actitud sin prisa no significa hacer menos ni tener menor productividad. Significa, sí, trabajar y hacer las cosas con más calidad y más productividad, y con menos estrés. Significa retomar los valores de la familia, de los amigos, del tiempo libre, del placer del buen ocio, y de la vida en las pequeñas comunidades. Del aquí presente y concreto, en contraposición contra lo mundial indefinido y anónimo."

Aquella protesta de 1989…Quiero compartirles lo que hace un tiempo me comentaba

una compañera de trabajo, se trata de una noticia difundida por la televisión en Paris. “Chefs parisinos con guantes quirúrgicos, analizando los envases de comida industrializada, en los contenedores de basura de varios restaurantes”. Rastreaban el verdadero origen de los alimentos que supuestamente preparaban en estos locales.

Las imágenes resultan impactantes y nos conectan con las fuentes que sustentan a esta corriente.

El Movimiento Slow tiene su origen en 1989, con la protesta llevada a cabo por el periodista Carlo Petrini, ultrajado por la apertura de un restaurante de comida rápida junto a la escalinata de la Plaza de España en Italia. En ese momento nació la conciencia de proteger la alimentación tradicional, basada en la biodiversidad, frente al imperio de la comida rápida. Ese mismo año, en París se dio nombre al movimiento y se diseñó su logo a partir de la imagen de un caracol. El nombre de este movimiento fue Slow Food y supuso el germen a partir del cual más tarde surgirían las Slow Cities o Convivias, que se han convertido en toda una filosofía de vida.

Las Slow Cities tienen en común su voluntad de construir un espacio más humano, con medidas que van desde sistemas de aire que controlan la polución a iniciativas para animar a la protección de los productos y las artesanías locales o planes para eliminar ruidosas alarmas, mediante programas de seguridad alternativa. Resulta un círculo virtuoso, una Slow City debe contar con una educación en consonancia con su estilo de vida.

Mientras escribo vienen a mi mente recuerdos de la Villa Santa Isabel, ubicada en las sierra en la zona de Carbonier cercana a Capilla del Monte en Cordoba, y las medidas tomadas por los vecinos para evitar que un recién llegado pusiera un foco de luz en su calle. Resulta extraño para nuestra mentalidad, pero comprensible al apreciar la belleza del su cielo nocturno, el brillo y la luz de la vía láctea con

estrellas que se multiplican.

Vivir el presenteSlow down es una filosofía de vida que priorizar el ser al tener, se

trata de realizar con conciencia cada acción, saborear los instantes y recuperar los valores de comunidad.

Demasiadas veces la lentitud viene asociada con valores negativos, pero las decisiones importantes no siempre deben tomarse al azar, impulsivamente, eso lo sabemos todos. Resulta difícil creer que llevar a cabo más de una actividad a la vez pueda deparar resultados positivos; más bien mediocridad en los distintos escenarios. Tiempo para atender sin prisas a la familia, los amigos, los necesitados. Retomar los valores; tiempo para el ocio, tiempo para reflexionar. Si pensamos, evitando el apuro para hacerlo, no hay duda que se tomarán decisiones más certeras, la creación será más espontánea y menos contaminada.

Su propuesta es tomar el control del tiempo, más que someternos a su tiranía, esto se consigue dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas, encontrando un equilibrio entre la utilización de la tecnología orientada al ahorro del tiempo y tomándose el tiempo necesario para disfrutar de actividades. Las cosas más importantes de la vida no deberían acelerarse.

Una madre o un padre que si así lo desea tiene tiempo de realizarse como profesional trabajando medio día y mismo tiempo puede cumplir su rol parental sin prisas o administrar el hogar sin presiones, sin duda será más feliz, y esto redundará en su relación de pareja, con la familia, amigos y compañeros del trabajo. Afortunadamente, estos conceptos son los que hoy en nuestro país se plantean en el debate sobre el Sistema Nacional de Cuidados.

Algunas sugerenciasEl movimiento Slow aconseja algunos modos de calmar el ajetreo

cotidiano: conseguir un hobby o pasatiempo tranquilo, como la lectura, escritura, la pintura o la jardinería.

No pretender hacer todo de una vez: procurar poner una lavadora al día, en lugar de lavar toda la ropa una vez a la semana.

Mirar poco el reloj; los fines de semana procurar levantarse de la cama respetando los ritmos naturales del sueño, en lugar de ponerse despertador, así como no llevar el reloj encima.

Hacer la compra en un mercado de productos frescos (preferen-

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ostemente local y con puestos de los propios agricultores). Preparar una comida para poder sentarse con tranquilidad, y saborearla sin tener encendido el televisor, o leyendo algo que genere sosiego. Disfrutar de la conversación, si se come con otras personas, o de la paz que puede dar el comer solo.

En vacaciones, procurar bajar el ritmo; no intentar llegar a todo lo que nos gustaría ver y visitar. Viajar a ciudades con restaurantes de comida local donde se pueda comer con tranquilidad. Limitar la lista de cosas pendientes; tomarse el tiempo necesario para las personas y actividades con las que se disfruta.

Manifiesto incompleto del trabajador sosteniblePara cerrar les dejo este manifiesto, léanlo con tranquilidad y

disfrútenlo: - Desarrollo sostenible es el que satisface las necesidades de las genera ciones

presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades. Informe Brundtland (1987)

- Trabajo sostenible es aquel que logra satisfacer las necesidades materiales y creativas sin comprometer el equilibrio psicofísico (personal y colectivo) indispensable para que las generaciones presentes y futuras no hereden un estado neurótico y autodestructivo. (Slow work 2010)

Nunca Olvides:1. El entorno, tanto humano como ambiental, es fuente vital de bienestar e inspiración. Cuídalo.2. El mundo no está hecho solo de clientes y consumidores.3. Se necesitan quince minutos al día de absoluto silencio fuera y dentro de uno mismo.4. Existe un lugar donde se puede ofrecer lo mejor de uno mismo y donde las diferencias son oportunidades.5. Dar o recibir ayuda de algún compañero tal vez resulte mas gratificante que sentirse amenazado por él.6 . Saber venderse no significa siempre que uno pueda volver a comprarse7 . Crecer no quiere decir engordar.8. Las competencias pueden convertir a un hombre en un óptimo trabajador, pero no bastan para convertir a un óptimo trabajador en un hombre.9. Dar las gracias. Gracias.

Lic. José Luis Hernández

NaceLuz es un grupo de profesionales de la salud de la mujer y la familia para el período de gestación, el parto y después del nacimiento.

Con la compañera Luisa Bottini fuimos a visitar al grupo en su lugar de reunión en Neptunia, muy cerca de Salinas.

NaceLuz está formada por diez integrantes. El primer objetivo de estas profesionales, que son parteras, ginecólogas, una pediatra y una psicóloga, es el de brindar herramientas de prevención de salud. Enfocándose en la gestación y posparto.

Nos decían estas chicas que ellas sentían un privilegio el poder desarrollar su trabajo recibiendo la vida que llega al mundo, y además dando a la pareja durante la gestación el acompañamiento, en los miedos lógicos en un estado tan especial, como el embarazo. Además de tener presente la prevención, en todo aquello siempre nuevo, que todos los futuros padres tienen, porque por más que el hijo que se espera no sea el primero, todos los embarazos son diferentes. Sentirse acompañados, en todo esto, para darle a esa vida que llega lo mejor con las herramientas saludables gracias a la participación muy cercana de personas capacitadas en el desarrollo responsable de su profesión, es tranquilizante.

Acompañar es para NaceLuz estar presentes en el dolor de otra persona, no hacer que el dolor desaparezca, nos decían. Se trata de honrar el espíritu, no enfocarse en la condición del otro. Acompañar es escuchar con el corazón, no tanto analizar con la cabeza. Es caminar al lado, no conducir y mucho menos ser conducido; quedarse en silencio y estar ahí. Respetar el desorden y la confusión del otro, no imponer la lógica. Acompañar se trata de aprender de otros, no de enseñarles. Es realmente una entrega del profesional en beneficio de quien pide ayuda.

Este grupo se sustenta con todas aquellas personas que quieran contratar los servicios de estas profesionales. O sea que es un tratamiento privado. Se da en todos los casos porque ellas acompañan en el sanatorio, en el hospital o si la familia quiere recibir a su hijo en la casa. Ellas acompañan desde sus conocimientos a todo requerimiento, tanto psicológico, como la necesidad de un tratamiento corporal desde el comienzo del embarazo hasta que sea necesario, que puede ser en el período crítico de la lactancia, puerperio, y en el caso del funcionamiento de la pareja con respecto a la llegada de un hijo parece un acontecimiento más en una familia, y muy hermoso por cierto,

Conversando con NaceLuz

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ospero no es tan fácil cuando es algo nuevo, que nos demanda tanto a los padres. Ahí está NaceLuz.

Ante nuestra pregunta de ¿por qué las diez integrantes son mujeres? Nos respondieron que fue pura coincidencia. Pudo haber hombres también, pero tal vez, por afinidad, amistad, o porque simplemente el proyecto les interesó a ellas.

» Mariana Rocha: Psicóloga, terapeuta sistemática. Acompaña en el renacer. Ayuda a las parejas desde el trabajo corporal hasta el desarrollo humano, mediante talleres. Prepara para el parto y acompaña durante el puerperio. Atiende también pacientes individuales.» Tatiana Ximénez: Doula de gestación y puerperio. Se formó en Argentina y ahora sigue perfeccionándose en Uruguay.» Virginia Ramírez: Doula de gestación y puerperio. También es Instructora de Pilates.» Bárbara Retamar: Doula Facilitadora física, acompañante de los procesos, brindando sostén en cuerpo y espíritu.» Rossina Inés Torterolo Langone: Partera» Noelia Martínez: Volpe Partera» Matilde Urrutia: Médica y Pediatra

Mijaíl Bulgákov, nació en Kiev el 3 de marzo de 1891, según el calendario gregoriano, y falleció en marzo de 1940 en la Unión Soviética de Stalin. El dictador estaba encantado con las obras de Bulgákov. Tanto, que asistió a numerosas representaciones de sus obras de teatro. Sin embargo, el escritor comenzó a discurrir su obra en una crítica hacia el régimen dictatorial de la revolución rusa de 1917. Por lo que el dictador ruso prohibió la puesta en escena de sus obras, y le impidió salir del país cuando el escritor pidió permiso, en una misiva al propio Stalin. Entre otras cartas que Bulgákov le escribió a Stalin, se encuentra ésta:

La lucha contra la censura, cualquiera que sea, y cualquiera que sea el poder que la detente, representa mi deber de escritor, así como la exigencia de una prensa libre. Soy un ferviente admirador de esa libertad y creo que si algún escritor intentara demostrar que la libertad no es necesaria se asemejaría a un pez que asegurara públicamente que el agua no le es imprescindible.

Vera Caspary, escribe Illicit, el guión de una película de Hollywood. Los productores estaban de acuerdo en que era muy arriesgado moralmente, con sus escenas de sexo, amor, tensión… aunque tenía final feliz, había que admitirlo. Estaban seguros de quién sería la actriz; Marilyn Monroe, y estaban seguros que se iban a hartar de vender entradas. Sin embargo, el gran proyecto se torció; la actriz comenzó a tomar alcohol y drogas, hasta que falleció en 1962. Vera recibe sólo un primer pago por el guión.

Vera había sido olvidada y censurada no sólo por simpatizar con el partido comunista, sino por ser mujer. En 1950 la detuvieron e interrogaron para sonsacarle nombres del partido, sin importarles que aquella mujer hubiera escrito un guión de cine taquillero en aquellas épocas, y una mente brillante. Por tanto, una de las mejores escritoras de novela negra norteamericana, había sido censurada por el Comité de Actividades Antiamericanas. No obstante, hubo quienes no la olvidaron. Entre los años cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX, los escritores argentinos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges lanzaron una colección de novela negra llamada el séptimo círculo, haciendo referencia a la obra de Dante, en donde en el séptimo círculo del infierno se encuentran los asesinos. Entre los más de trescientos autores se encuentran Dickens, Christie, Chesterton, Chéjov, Chandler… y Caspary, Vera. Hay que tomar en cuenta que

Libros prohibidos

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osde los anteriores nombrados fueron seleccionados una o dos obras (de Chandler se seleccionaron dos novelas.) En cambio, de Vera Caspary, seleccionaron seis obras, varias de las cuales fueron adaptadas al cine.

Pero hay otras formas de censura. Hemos dado por hecho que la censura del arte fue cosa de la Inquisición, o tal vez de Hitler. Esto es verdad. Sin embargo, hay ciertos índices de libros prohibidos pertenecientes a la Iglesia más conservadora, que cumplen la función de, digamos, orientar a sus feligreses por el camino del Señor. A tal efecto, el Midwest Theological Forum ha creado una web(www.delibris.org) en el cual se analizan obras moralmente aceptadas. Siempre bajo el juicio y la perspectiva católica más conservadora. Este índice valora las obras literarias en un rango que va de LA1, LA2, LA3, LB1, LB2, LB3, LC1, LC2, LC3; siendo LA1 moralmente aceptado por la iglesia en su totalidad, y LC3 moralmente inaceptado. Además, no sólo tiene en cuenta el denigrar o nombrar al cristianismo de una manera inaceptada para éstos. El sexo también forma parte de la ecuación para juzgar las obras. Y teniendo en cuenta que califican de LB1 la novela de Hemingway “tener y no tener” tal vez estamos entrando en un nivel de escándalo católico que ha llegado a la estratosfera aún en pleno siglo XXI.

A modo de anécdota, Posteguillo nos cuenta su experiencia en el Museo del Prado, Madrid, en el año 2015. Su amigo, Javier Sierra, escribió una novela llamada "El maestro del Prado", en la que el perso-naje descubre misterios escondidos en las obras más famosas del museo.

En el piso cero, se encuentra la librería del Museo del Prado. El dato curioso, es que el libro de Javier Sierra no estaba a la vista, como sería lo más lógico, dado su contenido. Cuando Posteguillo preguntó por él, le dijeron que era difícil de encontrar, pero que tenían tres o cuatro ejemplares, según el sistema informático que consultó. Santiago recorrió con paciencia la librería, hasta que la vendedora sacó de una caja cerrada con llave, un ejemplar de El maestro del prado. ¿La razón de tanto misterio? Era catalogado como LC1.

En España, el gobierno ha cedido las librerías de los principales museos, a una cadena de librerías de corte católico conservador, que sigue la línea de libraris.org. La realidad es que la censura sigue latente. Ciertamente que no es del calibre del siglo pasado, pero en ciertos círculos, todavía existe, y sigue siendo igualmente repudiable.

Gerardo Velázquez

Habíamos prometido seguir en todos los números de nuestra revista los pasos que va dando en las cámaras gubernamentales esta ley, que tanta falta hace a las personas con discapacidad y a sus familias. Mientas tanto es decir, mientras este transcurso de discusión parlamentaria se da, nuestro objetivo es promover entre todos la lucha por todo aquello que sería necesario hacer desde lo gubernamental o pri-ado tal vez, que sea imprescindible para proveer en conocimientos o en aptitud o en ayuda económica a las familias de esas personas, para lograr sea más simple el hecho de que los discapacitados puedan ser útiles a la sociedad y lo que es más importante, a sí mismos, y puedan tener una vida con todos los derechos y la felicidad que merecen.

Haciendo eco a nuestra solicitud el Señor Ruben Cal nos envía su informe.

Escribas Siglo XXI

Desde la Secretaría de Discapacidad PIT-CNT

Desde el XIII Congreso del PIT-CNT realizado entre el 24 y 26 de mayo del corriente año, el trabajo que comenzó a tratar el tema de la discapacidad en la central de trabajadores como Comisión pasó a tener la responsabilidad como Secretaria de Discapacidad por decisión del Congreso, cuyos delegados lo votaron por unanimidad.

Una gran responsabilidad y un reto a redoblar la militancia de quienes forman parte de dicha secretaría.

Por tal circunstancia hoy nos encontramos en el secretariado ejecutivo de la central y además podemos incursionar e incidir en otros lugares de la sociedad tales como el B.P.S, la Comisión Nacional Honoraria de Discapacidad, en organismos del estado como el MEC, MTOP, todos ellos relacionados con aspectos que tienen que ver con la discapacidad ya sea por beneficios jubilatorios, pensiones, etc que brinda el B.P.S. a los que habrá que impulsar cambios y mejoras. De la misma manera lo relacionado con la salud, la educación, el transporte, desde una mirada inclusiva y de accesibilidad para lograr la conquista real, cierta de los derechos de las personas con discapacidad y fundamentalmente desde el movimiento sindical de las y los trabajadores del país.

Es con ese objetivo que venimos impulsando un proyecto de ley de empleo en el ámbito privado para las personas con discapacidad y el

Sobre Ley de discapacidad

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Escribas Silglo XXI agradece enormemente a las instituciones que brindaron su apoyo para la difusión de la primera edición de Ágora, la cual se presentó por primera vez el 27 de julio 2018 en la sala Julio Castro de la biblioteca Nacional; en Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en el salón Maggiolo, el 10 de setiembre 2018; el día 28 de setiembre del 2018 en la Uni3 de Montevideo; y más recientemente, el 11 de octubre 2018 en Pando, en el Liceo María Julia Hernández de Ruffinatti. ¡Gracias!

cumplimiento de la reglamentación de la ley 18561 sobre el ingreso a la actividad pública del porcentaje del 4 por ciento y sobre este punto comenzamos a trabajar con los compañeros de COFE, confederación de los trabajadores del estado que han empezado a controlar las vacantes, los llamados a concursos y el cumplimiento del porcentaje que marca la ley de ingreso de personas con discapacidad.

En estos momentos el proyecto de ley de empleo para la actividad privada se encuentra en el parlamento, en la cámara de senadores. Es por esa razón que estamos organizando, preparando varias actividades que culminarán en una gran concentración el día que se vote el proyecto de ley.

Se hará una convocatoria a toda la sociedad, a los colectivos que atienden la discapacidad, a las organizaciones sociales, barriales, al conjunto del movimiento sindical, estudiantil y todos y cada uno de aquellos que firmaron las planillas en la recolección de firmas que hicimos el año pasado desde el 23 de agosto y que fueron entregadas las más de 500 mil firmas recogidas el último 1 de mayo.

Seguros de lograr que se vote el proyecto de ley tanto en el senado como en la cámara de diputados, el lograr una rápida instancia para te-ner la reglamentación en un cien por ciento para su fiel cumplimiento, cuestión que se deberá vigilar, cuidar y denunciar cualquier violación a la misma.

Creemos que de ésta síntesis sobre la actual situación del trata-miento de la discapacidad tanto a nivel sindical como parlamentario nos haga reflexionar en la necesidad de conquistar los derechos humanos de las personas con discapacidad en el Uruguay, de esos más de medio millón de compatriotas que provienen de los sectores más vulnerables de la sociedad, de esta sociedad la cual deberá tener un cambio cultural fundamental y así construir una sociedad más equitativa, solidaria e igualitaria ampliando el espacio de la democracia y profundizando los cambios en beneficio de los más necesitados.

Rubén Cal. 5/8/183 ar

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