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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE DERECHO TESIS DOCTORAL MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Jesús Joaquín Arcenegui Fernández Madrid, 2015 © Jesús Joaquín Arcenegui Fernández, 1975 Neoindividualismo sobre el valor de lo individual en una sociedad de masas

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRIDFACULTAD DE DERECHO

TESIS DOCTORAL

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR

PRESENTADA POR

Jesús Joaquín Arcenegui Fernández

Madrid, 2015

© Jesús Joaquín Arcenegui Fernández, 1975

Neoindividualismo sobre el valor de lo individual en una

sociedad de masas

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SOBRE EL VALOR DE LO INDIVIDUAL EN UNA SOCIEDAD DEMASAS

V

Jesûs Joaquin de Arcenegui y Fernândez

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P A R T E P R I M E R A

CAPITULO 1.

A) LA SOCIEDAD DE MASAS.

1.- Introducciôn.

Desde antiguo han existido las tendencias a los heroes. La ILIADA G la ODISEA de Homero, son ejemplos de que la huitianidad siempre ha gustado de pensar en los superhombres. Se ha llegado a mantener por Ranke que la historia esta hecha por individual_i dades potentes y robustas, y que ésta se puede escribir sobre - la base de unas cuantas biografias: Alejandro Magno, César, poleôn. Caryle ensalza al hêroe, mâs tarde Nietzsche al super- hombre.

Sin embargo en la êpoca actual, y segûn senala Vallet de - Goytisolo en "SOCIEDAD DE MASAS Y DERECHO","son cada vez mâs - numerosas las referencias que colocan en genitivo la palabra - masa: sociedad de masas, cultura de masas, técnica de masas, - turismo de masas" (1). "Hoy se la proclama soberana, no solo - para elegir a los majores gobernantes, sino también para deci- dir en cualquier asunto de menor importancia". (2)

(1) Vallet de Goytisolo, "Sociedad de Masas y Derecho", Taurus Ediciones. Madrid 1969. Pâg. 15.

(2) Vallet de Goytisolo. Ibid.

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2.

El concepto de masas es uno de los mâs tratados y menos definidos o al menos, si lo ha sido, lo es de forma parcial. Asî por ejemplo hay autores para los que la masa es pura can- tidad, acumulaciôn o conglomeraciôn sin trabazôn interna y sin forma externa, implicando una homogeneidad en sus partes compo nentes, segûn nos dice Philip Lersch.

4

Es esta palabra la que se aplica a los conglomerados de - masas a los que se atribuyen diverses causas y también con di- ferentes enfoques, llegândose incluse a posiciones criticas, - subjetivas en la mayoria de los casos, abundando en la mayoria de ellas la visiôn pesimista.

Asî Léo Bramson (1) senala como los sociôlogos europeos - critican a la sociedad de masas atribuyéndole una serie de di£ funciones, y en cambio los americanos, después de haber inves- tigado el fenômeno de la comunicaciôn de masa, y solo en este caso concreto, en base de los datos obtenidos, ven ya algunos factores positives en este tipo de organizacién social.

Vallet de Goytisolo recoge el siguiente juicio de Prat de la Riba; "Las colectividades organizadas poseen un espiritu - que es fruto y obra capital de innumerables generaciones, sin- tesis de progresos alcanzados a costa de sacrificios, résulta

(1) Léon Bramson "El contexte politico de la sociologîa" I.E.P 1965. Cap. III. Pâgs. 59 y ss.

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do de abnegaciones y heroismo sin cuento; el instrumente de su formaciôn es la educaciôn que moldea los espîritus al caler de unas mismas ideas y les infunde unes mismos sentimientos; su con diciôn indispensable es el transcurso del tiempo, sus rasgos ca racterîsticos la permanencia, la resistencia a las innovaciones, una vivacidad extraordinaria que triunfa de todos los obstâcu- los". (1) cSe dan estas notas en la sociedad de masas?.

2.- Caractères de la masa.

Para el sociôlogo norteamericano Blumer, la masa viene - caracterizada por los siguientes elementos:

1. Su composiciôn es heterogênea, sus miembros proceden de todos los grupos de una sociedad.

2. Se compone de individuos que no se conocen entre sî.3. Sus miembros estân especialmente separados unos de o

tros y, en este sentido al menos, no pueden interactuar o cam- biar experiencias.

4. La masa no tiene liderazgo ni organizacién.Es curioso como no se ha recogido en estas caracteristi^

cas el factor econômico. Otro sociôlogo, también norteamerica- no, Wirth, que se encuentra en lînea con Blumer, senala como ca racterîstica de la sociedad de masas:

1. Su gran nûmero.

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 21.

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4.

2. La heterogeneidad en su composiciôn.3. Falta de sentido social4. Anonimato5. Poder de los medios de comunicaciôn.6. Derrumbamiento de los grupos primarios.

Por otra parte, Vallet de Goytisolo senala como caracte res especîficos y definidores de la masa:

a) "La uniformidad présenta dos aspectos: el imaginario y el real, que se interfieren de tal modo que interactûan e in fluyen el uno en el otro" (1) por cuanto los que forman parte - de una masa dejan de serlo en cuanto se integran en sus circu­les habituales de convivencia, la familia, el hogar,...

b) "La carencia de estructura jerarquizada, es aceptada por todos como déterminante de la sociedad de masas. Esta i n d u so rechaza la posibilidad de élites" (2)

c) "La manipulaciôn de la masa desde fuera es una conse- cuencia de la falta de vida y estructura propias, de su caren­cia de élites". (3).

d) "La falta de responsabilidad de la masa, résulta pre cisamente de que es dirigida desde fuera y de su condicionamien to por los medios de informaciôn.

(1) Op. cit. pâg. 25.(2) Ibid. pâg.26.(3) Ibid. pâg.27.

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Estas masas manipuladas por sus gobernantes adquieren facilmente una especial psicologîa que, a travês del llamado proceso de masificaciôn, produce -como sintetiza Recasens Bi­ches- un nuevo tipo de hombre, el hombre-masa, caracterizado por su apetencia superlativa de disfrute, unido a la falta de sentido de responsabilidad". (1).

Como vemos, de la comparaciôn de los caractères senala^ dos surge una aparente contradicciôn. La heterogeneidad senala da por los autores americanos y la uniformidad que destaca Va­llet de Goytisolo. En realidad esta uniformidad es en el fondo una heterogeneidad real, por cuanto, como este autor recoge de Canetti, la uniformidad desaparece en cuanto cada uno de estos hombres integradores de la masa se integra en su vida indivi­dual .

3.- Creencia de la masa.

La psicologîa es una ciencia moderna que pertenece a lo que ciertos autores han denominado corriente de anti-intelec- tualismo moderno (2). Frente a las teorîas que tratan de ver y que estudian al individuo desde el exterior sin contar para na da con el ego (yo), el individuo, la psicologîa se sitûa en el interior del mismo. Sigmund Freud fuê el pionero de la psicolo­gîa, y "senalo el camino a seguir en el estudio de la conducta humana a muchos que no sabîan nada o sabîan muy poco acerca -

(1) Ibid. pâg. 27.(2) Crane Brinton, "Las ideas y los hombres". Aguilar. Madrid

1957. Pâg. 485 y ss.

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del psicoanâlisis y de su superectructura metafîsica". (1)

En cierto modo podemos citar a Sôcrates como el precur sor del conocimiento interior del individuo, al senalar, con­forme nos relata Platôn, que lo primero que ha de hacer un hom bre es conocerse a sî mismo.

Pues bien, "nuestro siglo es, en verdad, un siglo en el que la psicologîa es una cienciade moda y en el que la charla de las personas educadas esta salpicada de términos psicolôgi- cos, a la manera con que los "habitées" de los salones del si­glo XVIII charlaban de las leyes, de la fîsica y la astronomie descubiertas por Newton". (2).

También en el fenômeno de las masas intervienen los sec tores ocultos individuates. Normalmente tratamos de recubrir con racionalidad lo que en realidad no lo es, Walter Lipmann ha s^ do el creador del término estereotipos, diciendo que son "pic­tures in our head".

El individuo no nace dotado de unos estereotipos, éstos se aprenden debido a dos razones fundamentales, una a que el - nino poco a poco toma del intragrupo ciertas ideas hostiles ha cia los extragrupos, y de otra porque el hombre, tratando de - faciliter su proceso de comprensiôn, encasilla en algo que ya conoce lo que es nuevo para êl.

(1) Crane Brinton. Ibid. Pâgs. 490 a 491(2) Crane Brinton. Ibid. Pâg. 491.

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Levy Bruhl se refiere a ello hablando de representacio nes colectivas , y ahade que se producen por debilidad intelec tual o por falta cognoscitiva. Lipmann nos llega a asegurar - que cuanto mâs inseguro y mâs desequilibrado es un individuo, tanto mâs utilizarâ los estereotipos.

El prejuicio es colocar una étiqueta de diferenciaciôn a un determinado grupo, aunque no se pueda mantener racional- mente. Normalmente tiene un caracter y un origen histôrico. - Tratando de delimiter los conceptos de estereotipos y de pre­juicio, podemos senalar que el estereotipo es general, mien- tras que el prejuicio es especifico, tiene una naturaleza so­cial, es decir, siempre se da entre grupos. Kimball Young nos sehala como todos los prejuicios son estereotipos, pero no en el caso inverse. Pudiéramos presentar tal vez la relaciôn entre ambos como la de dos circules concéntricos; en el de mayor di­mension y que rodea a uno interior, estarian los estereotipos, y en el circule interior los prejuicios.

Segûn nos dice Ortega, en la creencia se estâ mientras que la idea se tiene. La masa en general estâ en una serie de creencias, que al mismo tiempo que refuerzan su seguridad, re- fuerzan su sentimiento y su conducta de masa.

Pero no unicamente la comunidad masificada tiene creen cias, también posee mitos y leyendas. Ambos conceptos pertene- cen al acervo cultural del grupo y tienen un origen histôrico mâs o menos cierto. Pero, tratando de delimiter ambos conceptos los mitos tendrian ese carâcter ejemplar y carismâtico que es

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preciso para regular positivamente las conductas de los miem­bros del grupo en una determinada direcciôn, mientras que las leyendas pertenecerîan a ese grupo de tradiciones de carâcter aleccionador y, por tanto, con una carga menos positiva que - los anteriores.

Por ûltimo, no podemos olvidar la teorîa de Durkheim -(1) sobre las representaciones colectivas. Con esta palabra - expresa un sistema de ideas, unos esquemas de comportamiento, unas actitudes y unos valores que son mantenidos por la gene ralidad del grupo. La aplicaciôn de este sistema a los indiv^ duos se efectûa mediante ciertas sanciones cuya efectividad - ha alcanzado un alto grado en las sociedades modernas, pues sue len incorporarse a las leyes emanadas del Estado. El proceso - llega a ser tan profundo que el individuo acaba por aceptar las "representaciones colectivas" como suyas propias.

4.- Masa cuantitativa y cualitativa.

Ortega nos habla de muchedumbre que es a la vez cuanti­tativa y visual (2). Prescindiendo de este segundo adjetivo - que tal vez el maestro emplea literariamente, antes nos hemos referido a la caracterîsticas que Wirth senala en la sociedad

(1) Emile Durkheim. "The Divisiôn of labour in Society". The free Press New York. Seventh printing January 1969. Incluso llega a afirmar que: "The links are as strong as the first (conciencia colectiva) more completely envelops the second (conciencia individual)". Cap. V. pag. 152

(2) Ortega y Gasset. Obras complétas. Tomo IV. Revista de Occ_i dente. "La rebeliôn de las masas". Madrid 1966. pâg. 178.

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de masas, la primera de ellas era el gran nûmero de sus compo nentes, este gran nûmero que senalan otros autores, entre ellos Ayala (1) pero que, sin embargo, no llega a ser el carâcter fun damental del tipo sociedad masificada.

Recordemos que Ortega nos habla de la masa en cuanto a hombre medio que no se diferencia de otro hombre sino que rep_i te en sî un tipo genêtico. Ayala, antes citado, sehala como en el proceso de la mejora econômica de la clase obrera hubo mod_i ficaciones de alcance psicolôgico, no solo ideolôgico.

Siguiendo a Sombart afirma como "el capitalisme necesi- taba para llenar su misiôn un nuevo gênero de hombres, hombres que estuvieran dispuestos a dejarse insertar y articular en una gran unidad (a diferencia de las pequehas unidades de produc - ciôn de los tiempos pasados), en una empresa capitalista, en - una fâbrica". (2).

" La nueva estructura econômica tiene necesidad de seme- jantes hombres incomplètes, de seres despersonalizados, desind_i vidualizados, mecanizados, que pudieran ser miembros o, mejor - dicho, ruedas sumamente pequehas de una organizaciôn tan comple ja. De esta coordinaciôn de muchos individuos surgirîa el des- pliegue poderoso y creciente de energîa que el capitalisme esta ba llamado a realizar. El individuo queda articulado en el sis­tema de trabajo en el cual debe ejercer la misiôn parcial que -

(1) Francisco Ayala. "Introducciôn a las ciencias sociales". Aguilar 1961. Madrid, pâg. 234 y ss.

(2) Francisco Ayala. Op. cit. Pâg. 259.

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le incumbe, y realizarla puntualmente con regularidad, siempre en la misma forma, para que el mécanisme en un conjunto, no ten ga entorpecimiento, no se detenga". (1).

"A esta forma de trabajar puede designarsela con el nom bre de presiôn, disciplina, automatisme; en definitive, impli- ca la identificaciôn del hombre con la invariable regularidad de un coraplicado autômata. Mâs para que los hombres sean capa- ces de adaptarse a taies condiciones, es necesario que previa- mente hayan asumido una actitud espiritual adecuada frente al - trabajo... Solo se han adaptado las masas plenamente al siste­ma capitalista cuando ellas mismas han comido el fruto del ca­pitalisme cuando, como lo impone el sistema, canaliza todas sus aspiraciones hacia... la ganancia de dinero... cuando creen y sienten que mediante su personal aplicaciôn y habilidad, dentro de ese sistema, pueden conquistar un nivel de vida superior, lo cual significa pura y simplemente la identificaciôn psicolôgica de las masas obreras con los supuestos del sistema capitalis­ta". (2).

Todas estas opiniones nos vienen a determinar en la afir maciôn de que el concepto de masa cuenta con un factor : el nû­mero, pero no un factor déterminante. Intervienen las condicio­nes econômicas, culturales y psicolôgicas, asî no es extraho - que Millân Pueyes afirme que lo que influye définitivamente en el concepto de masa es el factor psicolôgico, es decir, la masa

(1) Francisco Ayala. Op. cit. Ibid.(2) Francisco Ayala. Op. cit. Pâgs. 259 y 260.

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lo es psicolôgicamente, y es gracias a este tipo especial de comportamiento el que facilita la apariciôn del rinoceronte de Ionesco.

5.- Masa histôricamente permanente.

El concepto de masa es un concepto antiguo que, por - otra parte, ha suscitado siempre animosidad peyorativa por par te de las élites intelectuales. Platôn, por ejemplo, opone aris tocracia o democracia. En nuestro Siglo de Oro espanol, Saave­dra Fajardo y, sobre todo, Graciân, equiparan lo vulgar de la masa a lo necio, y lo mismo podemos decir de Maquiavelo.

Spengler en una cita que recoge Vallet de Goytisolo nos dice: "es el hombre moderno, el hombre que todas las épocas de decadencia han concebido como un compendio de ricas esperanzas; es la plebe informe que se desparrama por las grandes ciudades, sustituyendo al pueblo; es la masa desarraigada ot tcoXXc;‘.(1os mu chos), como decian en Atenas, que sustituyen a la humanidad de los paises cultos, a la humanidad que crece con la naturaleza misma y sigue siendo aldeana sobre el suelo de las ciudades; es el ocioso del âgora alejandrina y romana y su "correspondiente" el moderno lector de periôdicos; es el "hombre educado" que - practice el culto a la medianîa espiritual, en el tabemâculo - de la publicidad, antaho como hoy; es el hombre de teatros y de placer, de déporté y de modas literarias, tanto en la antique-

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dad como en Occidente. El objeto de la propaganda estoica y so cialista es esa masa que se manifiesta tardiamente, y no "la - humanidad". Iguales fenomenos pueden indicarse en el Imperio - nuevo de Egipto, en la India budista, en la China de Confucio" (1) .

B) CONCEPTOS AFINES.

Pasamos a ocuparnos de ciertas manifestaciones de carac ter esporâdico que existen en la vida social, y que conceptual y realmente estân en cierta forma ligadas a la masificaciôn.

Estos grupos de naturaleza transitoria encierran un in- dudable interês, por cuanto se manifiestan en formas muy diver sas y, lo que es mâs importante, frecuentemente vienen a cons­tituer un fiel reflejo de los mâs intimos y profundos intere - ses y actitudes de los hombres.

1.- Turbas.

Como sehala Ogburn "muchos observadores dan testimonio de que los seres estân dominados menos por la razôn y mâs por los sentimientos cuando estân aislados. Los primeros que estu diaron el fenômeno lo achacaron a una especie de mistica. Por ejemplo. Le Bon aventurô la idea de que cuando los hombres se

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 34-35.

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reunen en multitudes surge una especie de conciencia colectiva que suplanta a las conciencias individuales: la llamô ley de - la unidad mental de las multitudes." (1)

Cuando las multitudes se nos aparecen en estado de desenfreno y violencia nos encontramos ante el fenômeno de las tur­bas, cuyos caractères fundamentales son la transitoriedad e ine^ tabilidad. Asimismo suelen aparecer de forma occidental. Por o- tra parte, desaparece todo impulso racional y son la emociôn y la agresividad social reprimidas las que toman la direcciôn del grupo.

Como vemos, este concepto de turba se contrapone a la ma sa inerte y amorfa que estâ dirigida y regulada por senales e - imperatives têcnicos que la impiden manifestarse en su genuina agresividad o en sus auténticos instintos primarios.

Mientras que la turba arrastra, la masa no toma en cuen­ta al individuo en realidad, y como sehala Vallet de Goytisolo:"Puede decirse que las masas difieren de las "foules" como se diferencia una enfermedad crônica de una aguda". (2).

2.- Rebaho.

R, M. Mac Iver nos dice como "dondequiera que encontre- mos una sociedad veremos como el gregarismo y la conformidad - mantienen unidos a los hombres. Uno de los resultados de ello

(1) W.F. Ogburn y M. F. Nimkoff "Sociologia". Aguilar, 1966.- Madrid. pâg. 155

(2) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 20.

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es la institucionalizaciôn de los modos de procéder del grupo que desemboca en los rasgos mâs permanentes de la estructura social. Pero existen otras muestras de "conciencia de simili- tud" del hombre y de su aparente necesidad de asemejarse a - otros hombres, muestras a las que podemos considerar como re- flejos de un sentimiento de rebaho". (1).

"El sentimiento de rebaho se hace présente no solo en la ciega resistencia que se opone a todo cambio, sino también a la gregaria büsqueda de algunas.innovaciones superficiales.Es este elemento el que actûa en la aceptaciôn de las modas y las mores y, en este terreno... un "lider" con prestigio social puede muchas veces dirigir a su gusto al "rebaho". Igualmente existen innumerables ejemplos de lo que aparenta ser un simul- tâneo descubrimiento por todos los componentes del grupo de que algo nuevo estâ en boga, "hace furor"... Estas "manias" - desaparecen y vuelven nuevamente, y al paso que su origen puede en ocasiones, parecer misterioso, su fin no es dificil de ex- plicar, puesto que la novedad de lo que con tanta frecuencia de pende su atractivo se disipa muy pronto.

Por otro lado, la aceptaciôn momentanea de esta o aque- 11a mania no es meramente accidentai, puesto que su atractivo mismo, aunque efimero, es imputable a las circunstancias socia les y culturales de un determinado tiempo y lugar.

(1) R.M. Mac Iver y Charles Page "Sociologia". Tecnos. Madrid. 1963. Pâg. 437.

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Una manifestaciôn mâs significativa del sentimiento de rebaho radica en la epidemia emocional que a veces barre todo un pals o incluso un ârea mayor. Estas epidemias dan salida a emociones que van vinculadas con las creencias y supersticio- nes de aquella cultura, y con las tensiones que provienen de las contradicciones que se dan en el orden social y cuya inten sidad aumentan debido a algûn accidente, crisis o coyuntura". (1)

3.- Multitud.

Una de las formas cuantitativas dentro de la realidad - social es la multitud, que se caracteriza por una extraordina ria transitoriedad e inestabilidad. Al mismo tiempo puede ser vir para esclarecer, gracias a sus peculiares caracterîsticas la problemâtica de las relaciones entre el individuo y el gru­po.

En este agregado social no se reconoce por lo general, o es insignificante, la unidad de origen, asl como tampoco e- xiste una conciencia clara del fin que se propone. En cuanto al comportamiento, carece de uniformidad o ésta es minima. Por ûltimo, la coherencia es nula y los intégrantes de la multitud carecen casi en absolute de intencionalidad.

A la multitud se la puede excitar, pero la posterior -

(l)R.M. Mac Iver y Charles Page. Op. cit. pâgs. 438 y 439.

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direcciôn que la misma adopte résulta bastante imprévisible.

Por multitud entiende Mac Iver "una serie de seres huma- nos fisicamente muy prôximos unos de otros que se encuentran en contacte directe, momentâneo y desorganizado. La multitud se - origina râpidamente, y también râpidamente se disuelve; es una manifestaciôn desorganizada en un mundo de organizaciôn". (1)

El anterior concepto nos sirve de base para delimiter lo que entendemos por multitud. En la vida corriente se producen - infinidad de encuentros que van desde la reunion entre conocidos hasta las grandes asambleas.

Sin embargo esta variada gama no puede ser calificada - de multitud a menos que se den estos très caractères:

1. un cierto nûmero de personas.2. que el encuentro sea debido al azar, es decir, que -

no sea premeditado.3. una cierta homogeneidad en la motivaciôn psicolôgica

que los une.

El autor antes mencionado sehala dos tipos de multitu­des: el de multitud con un interés semejante y multitud con un interés comûn. El primer tipo es el de la multitud "que se reû ne en virtud de la curiosidad que sienten los individuos que -

(1) Op. cit. pâg. 441.

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se hallan en las proximidades". (1).

En este tipo vemos que se dan las tras caracterîsticas sehaladas, aunque la tercera de forma apenas perceptible. En una multitud de esta naturaleza sus componentes participan ca­da uno e individualmente de un interés por algo, pero su comu­nicaciôn no va mâs allâ de la proximidad fîsica. Todo lo mâs, dicha proximidad puede tener dos efectos no excluyentes entre si: o bien el servir de acicate para una mayor concentraciôn - de personas, o bien el impedir o dificultar la satisfacciôn - del interés de los asi reunidos.

El segundo tipo, el de la multitud con un interés comûn difiere del anterior en que los individuos que la componen par ticipan todos ellos por igual de una motivaciôn psicolôgica y concreta. Las causas originarias pueden responder a razones mu]L tiples y heterogéneas, pero en principio tienden a llevar a ca bo alguna acciôn que sin el concurso de todos los intégrantes de dicha multitud no podrîa realizarse.

La actitud de este tipo de grupo transitorio puede ser tanto positiva como negativa ante el orden establecido. Asî los objetivos de conmemorar una efeméride local, de recibir al po­litico gobernante son muestras de la primera. Los motines y ma­nifestaciones tumultuarias son ejemplos de una actitud negati­va extrema.

(1) Mac Iver. Op. cit. Pâg. 442.

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No obstante las actitudes no han de ser por fuerza posi­tivas o negativas; podemos observer algunos casos de neutrali - dad ante el orden establecido. Asi, la reuniôn de simpatizantes y seguidores, "fans" de un cantante de moda, de un torero o de un equipo de futbol.

En la actitud de la multitud, en el que ésta sea mâs o menos acusada o extrema, pueden influir dos factores, uno obje- tivo y otro subjetivo. El primero de ellos es que la finalidad perseguida aparezca de forma clara y destacada, en cuyo caso la participacién de la multitud en la acciôn serâ decisiva. El fac tor subjetivo se refiere a la importancia de que exista un li­der.

Si bien la multitud es un grupo transitorio, heterogé- neo, efimero y de una relativa simplicidad en sus manifestacio nes, éstas se realizarân de una forma mâs efectiva si el grupo es dirigido por un jefe que normalmente encauzarâ la emociona- lidad y acrecentarâ por ello la eficiencia de la acciôn.

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CAPITULO II.

A) EL PROCESO MASIFICADOR.

1.- El camino abandonado.

A juicio de Friedrich A. Hayek, "probablemente nada ha hecho tanto daho a la causa liberal como la estûpida insisten cia de algunos libérales en ciertas réglas rutinarias, sobre - todo el principio del "laissez-faire". (1).

"Camino abandonado" séria, pues, el antiguo enfoque 1^ beral en el que muchos tratan de orientarse de nuevo frente a la evidencia de la masificaciôn. A juicio de los mismos esta - postura es defendible, porque "No hay nada de los principios - bâsicos del libéralisme que haga de este un credo estacionario no hay rigidas reglas establecidas de una vez para siempre. El principio fundamental segûn el cual en la ordenaciôn de nues- tros asuntos debemos hacer todo el uso posible de las fuerzas espontâneas de la sociedad y recurrir lo menos que se pueda a la coercion, permite una infinita variedad de aplicaciones. En particular, hay una diferencia compléta entre crear deliberada mente un sistema dentro del cual la competencia aparece de la

(1). Friedrich A. Hayek "Camino de Servidumbre" Ed. Revista de derecho Privado. Madrid 1950, pâg. 18.

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manera mâs beneficiosa posible y aceptar pasivamente las inst_i tuciones tal como son". (1).

Pero los argumentos que acabamos de exponer soslayan - una realidad negativa que ha tenido su vigencia prâcticamente casi hasta nuestros dîas. Afirmar que los principios libérales han sido mal interpretados no nos résulta admisible si conside ramos que el principio ordenador y rector del libéralisme es - la célébré "mano invisible."

Para esta corriente ideolôgica la intervenciôn del Esta do se reduce a una mera actitud pasiva, de espectador. No ha de intervenir si no es a trueque de trastocar todo el proceso que, de una forma natural y espontânea, llevarâ a una mayor produc- ciôn y a un mayor bienestar social.

Pero esto es desconocer la realidad de los hechos. Se­gûn nos dice M. Cruells, "grandes masas humanas fueron sacri- ficadas en los primeros momentos del desarrollo de la produc- ciôn industrial a causa de la adaptaciôn de los trabajadores a las nuevas condiciones de trabajo y a los desplazamientos - que provocaron. Nos séria dificil imaginar las condiciones en que Vivian aquêllas masas aunque los testimonios de la êpoca

(1) F. "Hayek. Op. cit. Ibid.

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son lo bastante explicites. S6lo después de decenios de lucha, de organizaciôn y de promulgaciôn de leyes protectoras, pudo - la clase obrera entrar en una fase de seguridad.

Hombres, mujeres y nihos trabajaban horas y horas en fâ bricas insalubres. Los trabajadores no eran llevados a las fâ- bricas como esclaves, pero sî entraban en ellas empujades por la gran necesidad econômica. Y una vez colocados ante las mâ- quinas, a pesar del salarie miserable que recibîan y que podîa darles la sensaciôn de independencia, eran esclaves". (1).

Las "toscas reglas" del libéralisme que segûn Hayek de bîan de ser mejoradas y en su caso corregidas, eran la forma­ciôn y el resultado practice de una pura concepciôn liberal.El alterarlas supone un reconocimiento de que algo falta y el hablar de que "el principio admite una infinita variedad de - aplicaciones" abre la puerta a justificadas intervenciones que desnaturalizan los citados principios.

Es natural que a la vista de los efectos negatives que se produjeron tanto social como econômica y polîticamente, el libéralisme se reputara como un credo negative. El "progreso - comûn" que pudo proporcionar, no justificaba las lamentables - situaciones antes descritas. El abandono del camino liberal no

(1) M. Cruells "Los movimientos sociales en la era industrial" Nueva colecciôn. Labor. Barcelona 1.967. Pâg. 74.

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fue decidido sin fundamento.

2.- Circunstancias histôricas.

El proceso hacia la masificaciôn no obedece a un factor sino que en el mismo intervienen diferentes causas. Para los - neoliberales fuê el aparente fracaso del libéralisme el que pro vocarla la apariciôn del fenômeno. Es decir, no aceptan que sus ideas llegaran a periclitar, y ademâs intentan présentâmes su ideologîa como la mejor y ûnica panaceâ contra los negatives - efectos de la masificaciôn.

Esta visiôn parcial y simplista del problema no debe - aceptarse. Si observâmes el proceso hacia la masificaciôn con un poco de detenimiento, veremos que el mismo es consecuencia de un cambio en las ideas y en las estructuras econômicas y - sociales en un proceso irreversible.

La econômia liberal desatô las fuerzas del capital y ê£ te produjo el fenômeno industrial, buscando una mayor rentabi- lidad en sus inversiones que el sector no podîa ofrecer. Al mi^ mo tiempo, este movimiento econômico reforzaba el sector finan- ciero y bancario.

La industrializaciôn, por su parte, creô problemas de todo tipo con la aglomeraciôn demogrâfica y la especial y nue-

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va forma de vivir que hubo de imponer. Ademâs de este fenômeno de todos es sabido, no solo abarcaba la actividad productora - de bienes sino, lo que es mâs importante, introdujo ampliamen- te la tecnologîa que desde entonces se aplicarîa a otros cam- pos taies como la cultura y la comunicaciôn.

Describiremos a continuaciôn de forma breve la influen cia que han ejercido desde ângulos diferentes, si no opuestos factores como el capitalisme, el socialisme y la tecnologîa.

3.- Influjos capitalistas.

A juicio de Vallet de Goytisolo, el capitalisme es otra de las causas que influye en la apariciôn de la sociedad de ma sas. Es el pensar en dinero lo que arranca toda auténtica jus- tificaciôn a la propiedad. El fenômeno se debe a que, como con­secuencia de la abstracciôn del individuo como persona, "tam- biéft las cosas son traducidas a cantidades abstractas, a un va 1er estimado en dinero y sometido a la ley de la oferta y la - demanda, y muchas veces son representadas por tîtulos, valores que las movilizan lanzândolas a la especulaciôn mâs vertigino- sa". (1).

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. Pâg. 47.

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Este autor recoge una cita de Chesterton: "Me doy per- fecta cuenta de que la palabra "propiedad" ha sido contamina- da en nuestro tiempo por la corrupciôn de los grandes capita­les. Si se escuchara le que se dice resultarîa que los Rots- childs y los Rockefeller son partidarios de la propiedad. Pê­ro es obvio que son sus enemigos, porque son enemigos de sus limitaciones. No desean su propia tierra, sino la ajena. Cuan do sacan el mojôn del vecino, sacan tambiên el propio. El hom bre que ama una parcela triangular, debe amarla porque es - triangular; cualquiera que altéré la forma es un ladrôn que - le ha robado el triângulo. El hombre que siente la verdadera poesîa de la posesiôn desea ver la pared donde su granja se - encuentra con la de Brown. No podrâ ver la forma de su propia tierra hasta que no vea los linderos de su vecino". (1)

En el mismo sentido de defensa de la pristina esencia de la propiedad, se llega a afirmar que la propiedad implica - una compenetraciôn de las cosas detentadas con la personalidad del detentador, y que estimarlo por su valor en dinero es un - error o una profanaciôn. Esta profanaciôn que ha impuesto el - capitalisme consiste précisa y principalmente en que la rela- ciôn inmediata hombre-cosa es sustituida por su representaciôn en acciones y participaciones. Estas a su vez pueden ser abso£ vidas por el gran capital.

(1) Ibid. pâg. 48.

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Pero es que, ademâs, el capitalisme trae como secuela una serie de efectos que podemos denominar intrînsecos y que contri- buyen a la masificaciôn general, especialmente en virtud de la producciôn en serie, de la consiguiente afirmaciôn de la masa - consumidora y de la presiôn ejercida sobre ésta mediante la pro­paganda masiva para estimularla a que consuma lo mâs posible, - desembocando asî en lo que se denomina sociedad de consume de ma sas.

Como senala Ayala, "la industria moderna implica... fabr_i caciôn en serie; es decir, producciôn masiva de unidades de con­sume, iguales las unas a las otras, idênticas. A diferencia del trabajo artesano, en que la obra producida era en su totalidad obra de un hombre y llevaba su estilo, siendo distinta cada uni- dad de la unidad siguiente, la industria moderna... produce una serie... de unidades idênticas entre si. No solo se desindivi- dualiza asî el productor, sino tambiên el producto... Ahora bien objetos de esta îndole son los que el hombre moderne maneja ob- jetos indiferentes, sin carâcter, sin individualidad". (1).

Este tipo de producciôn en masa ha sido impuesto por impe rativos del capital. Como bien sabemos, un producto résulta mas

(1) Op. cit. pâg. 262.

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barato cuantas mas unidades se producen del mismo, hasta un ni- vel determinado que en economia se conoce como nivel ôptimo de producciôn de una empresa. La posibilidad de rebasar ese nivel no aparece como obstâculo insalvable, pues basta con ampliar - las bases de la producciôn. Es mas, en la actualidad esa produc ciôn es la mas generalizada, siendo la artesanal asî inaprecia- ble.

Una superproducciôn de un bien "X" lleva aparejada la - necesidad de su colocaciôn o venta al consumidor. Es en este mo mento cuando la publicidad ha de desplegar sus poderes de con- vicciôn haciendo que el pûblico comprador acepte el bien en cue^ tiôn. Si este fin se logra, nos encontramos ante el fenômeno de la masa consumidora. Los bienes consumidos masivamente no tienen que ser por fuerza estrîctamente necesarios y ûtiles desde el - punto de vista de las necesidades primarias humanas, sin embargo la publicidad, a travês de los "mass media" hace parecer que lo son.

En resumen, para el autor antes citado este consumo masi^ vo e indiscriminado de productos sin personalidad tiene como con secuencia el afectar a la personalidad psicolôgica y a los hâb_i tos del consumidor, pues a iguales productos han de corresponder iguales hâbitos y reacciones.

Estas afirmaciones de Ayala son, a nuestro juicio, un -

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tanto discutables. Debemos pensar que, aunque los instrumentos y los vestidos sean iguales, las mentes de los hombres son un mundo al que no se puede llegar incluso con armas mâs directas como podria ser la propaganda.

Hay pruebas évidentes de ello en sistemas que tienen mu cho mas coaccionada la libertad del individuo en todos los as- pectos y que sin embargo no pueden evitar los brotes espontâneos de una opinion püblica discrepante. Recuêrdese a estos efectos las manifestaciones obreras de descontento que tuvieron lugar - en Polonia en enero de 1.971.

Pero ademâs, como dice Ogburn, "las mâquinas producen - facil y râpidamente. El resultado es que lanzan sus productos en grandes cantidades. La producciôn en masa eleva el nivel de vida, haciendo asequible a bajos precios a los consumidores - mercancias que cubren la tierra como el rocîo. Asi, los alfile- res y las telas y las lâmparas son mâs abundantes y baratos que si hubiesen sido producidos a mano. Aûn mercancias caras como - los automôviles, son producidos en masa". (1).

4.- Influjos socialistas.

En la bipolaridad actual de nuestro mundo, coexisten dos

(1) Op. cit. pâg. 514.

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formulas econômico-polîticas: la capitalista y la socialista. A juicio de los neoliberales ninguna de las dos ofrece la posibi­lidad ni la viabilidad para la propiedad individual, que reputan como el antidoto mâs eficaz contra la masificaciôn. Si el capita lismo desconoce unos justes limites a la propiedad, el socialis­me exaspéra estos defectos al hacer del Estado un capitalista - ûnico.

Existe, pues, una comunidad entre capitalisme y socialis­me, pero en este ûltimo, el Estado, al convertirse en empresario ûnico, burocratiza todo el proceso productive. Segûn Vallet de - Goytisolo es como consecuencia de todo ello que "la influencia del capitalisme en la masificaciôn es compartida por el socially mo, que ademâs aporta nuevos factores a la obra". (1).

Los nuevos factores que el socialisme aporta no son ûnica mente debidos a una posibilidad mayor de intervenciôn, basada en la puesta en acciôn del aparato estatal, sino ademâs puede inter venirse en otros campes que no los exclusivamente econômicos.

Es por lo que vemos que en los sistemas socialistas no so lamente se ve afectado el proceso productive, sino tambiên el in formative y el cultural ( de ahî que se hable en algunos paises de "desviacionismo ideolôgico").

(1) Vallet de Goytisolo. Op.cit. pâg. 57.

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Si el capitalisme se "manipula" en la psicologia del con sumidor, en el socialisme se "manipula" o, al menos, se trata -de conseguir, en el conjunto de la vida del ciudadano.

5.- Influjos tecnolôgicos.

No solo los influjos capitalistes socialistas aparecen - como desencadenantes del fenômeno de la sociedad de masas. En - los ûltimos tiempos va tomando cuerpo un amplio fenômeno: la - tecnologia, que vendra a coadyuvar con los otros dos.

Pretendemos englober en este epîgrafe, de una parte, los nuevos sistemas de comunicaciones audiovisuales y filmicas, y de otra, lo que conocemos bajo el nombre de informâtica. Naturalmen te y por razones obvias dada la extensiôn y las infinités posib^i lidades que ofrece el tema, habremos de cenirnos a las mas importantes reflexiones que pueden surgir al respecte.

Desde una posiciôn muy extrema se puede afirmar que une de los factores que remotamente desencadenan la masificaciôn, lo constituye la invenciôn de la imprenta. Este es lo que dice Va­llet de Goytisolo al afirmar que "del mismo modo que la letra im

presa abstrajo de la realidad una visiôn distante, uniforme y 1^ neal, desde un punto de vista fijo tambiên redujo la visiôn de -

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la complejidad de los grupos humanos en una percepciôn homogé- nea". (1).

En cuanto a otros medios de comunicaciôn, los modernos, es indudable que su impacto es aun mayor. La comunicaciôn audio visual ha creado la cultura de la imâgen, que en algunos autores provoca una visiôn apocaliptica del future. Los hombres tienen - todas las probabilidades de convertirse en déficientes mentales que trabajarân al rîtmo marcado por una mûsica funcional ad hoc. Cuando lleguen a sus casas se sentarân frente a una enorme pan- talla de televisor en una actitud psicolôgica e incluso flsica - inerme, pasiva y hasta receptiva, en un panorama casi de ciencia ficciôn (recordemos "Farenheit 451" de Ray Bradbury).

El cine podria convertirse en el exponente del mayor ni­vel cultural en una sociedad asi organizada. El alimente intelec tuai normal estaria constituido por los "comics" que pueden dar paso a una instancia superior: la fotonovela. Todo lo mâs que - puede conseguirse en una sociedad asi es que el individuo que se siente inquieto tenga a donde acudir para expansionar sus ener- gias, es decir, en espectaculos masivos que no requieren ningûn esfuerzo y ninguna voluntad, en resumidas cuentas, que no ofre cen alternative.

(1). Op. cit. pâg. 74.

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El impacto producido por las nuevas têcnicas de comunica ciôn hace posible que se hable de "industria cultural" (1) ca- racterizada por una integraciôn y homogenizaciôn de los conten^ dos que se convierten plenamente en mercancias.

A juicio de Adorno; "en virtud de la ideologia de la in­dustria cultural, el conformisme sustituye a la autonomia y a la conciencia". (2).

Por otra parte, da lo mismo que el sistema en el que se produce sea un sistema capitalista o sea un sistema socialista. En ambos existirâ una estructura têcnico-burocrâtica-industrial con un resultado: la homogenizaciôn. En cuanto a la producciôn, ésta se standariza y sincretiza. En cuanto a la difusiôn del - producto cultural asi obtenido, se fija principalmente en las - edades, sexes y clases para abarcar y captar mâs facilmente a - los consumidores. (3).

El efecto de la misma, a juicio de Adorno, no puede ser mâs negative. "Impide la formaciôn de individuos autônomos, in- dependientes, capaces de juzgar y decidir conscientemente. Pero estas son las condiciones previas de una sociedad demôcratica.

(1). Theodor W. Adorno y Edgar Morin. "La industria cultural". Ed. Galerna. Buenos Aires. 1967.

(2). Ibid. pâg. 17(3). Op. cit. pâgs. 58-59.

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que no sabrîa resguardarse y expandirse mâs que a travês de hom­bres fuera de tutela. Si desde lo alto se difama sin razôn a las masas como taies, es justamente la industria cultural la que a menudo las reduce a ese estado de masa que desprecia, y que les impide émaneiparse, ya que los hombres son tan maduros como se lo permiten las fuerzas de producciôn de la êpoca". (1).

Esta opinion claramente negativa no puede encubrir cier- tos aspectos positives. Se senala que puede acelerar la precoci- dad del niho, aunque la formaciôn del adulte se quede estancada.

En realidad la industria cultural occidental "desarrolla una amplia corriente cultural media donde se atrofian los plan­tées mâs inventives, pero se refinan los standards mâs groseros"(2) .

El mismo Morin, de quien acabamos de recoger esta cita, nos senala que, anteriormente, en la êpoca burguesa lo que rei- naba era el conformisme y la mediocridad, pues las clases cult^ vadas repudiaban todo aquello que pudiera alterar las ideas y - las formas previamente aceptadas y establecidas.

Este autor estima que la industria cultural " no anuncia

(1). Op. cit. pâg. 20.(2). T.W. Adorno y E. Morin. Op. cit. pâg. 65.

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la edad de oro", pero deja un resquicio a una lejana esperanza, pues "en su movimiento aporta mâs posibilidades que la antigua cultura estâtica, pero en su bûsqueda de la cualidad media des- truye esas posibilidades. Bajo otras formas, continûa la lucha entre el conformisme y la creaciôn, el modelo establecido y la invenciôn". (1).

Otro de los peligros que se han sehalado por su influjo favorecedor de la masificaciôn son las computadoras, y cuantas mâquinas constituyen la informâtica. Se senala que las mismas - desencadenan un proceso de tal naturaleza que se hace irreversi ble obligando al hombre a usar estas mâquinas de modo necesario, mâquinas que pueden terminar por pensar en su lugar. Estas afir maciones nos parecen exageradas y hasta pueriles; cualquier ti­po de las mâquinas que hoy en dîa conocemos necesitan por fuerza el "feed-back" humano.

Incluso las optimistas afirmaciones de S.M. Weinstein y A. Keim: "todos los indicios nos hacen creer que la mâquina con tinuarâ aproximândose ( y posiblemente superando ) al hombre en tantas dimensiones como puedan ser definidas" (2) no se puede - tomar muy en serio. "Para comprenderlo mejor, podemos compararlo

(1) Ibid. pâg. 67(2) "Principios bâsicos de los computadores". Nueva colecciôn -

Labor. Barcelona 1.970. pâg. 17.

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con otra maravilla de la técnica moderna: la televisiôn. Lo que puede verse a travês de un televisor, dentro del campo que le es peculiar, es tan variado como las soluciones que puede ofrecer - un computador. Pero el equipo complete de televisiôn no hace mâs que reproducir figuras y sonidos y esparcirlos a millones de s^ tios. Del mismo modo que la televisiôn no sirve nada sin sus ar tistas y realizadores, un computador tampoco sirve para nada si los diferentes especialistas que entienden de los problemas y de la manera de plantear los mêtodos para su soluciôn. La Televisiôn se dirige a un pûblico que el realizador ha tenido en cuenta; - el computador realiza un trabajo previsto y preparado por el tec nico". (1).

B) CAUSAS

Existen fenômenos que de una forma mâs directa pueden de _ terminar, y de hecho muchas veces lo hacen, el nacimiento de la masificaciôn. Nos referimos brevemente a los aspectos filosôficos ideolôgicos, politicos y econômicos.

1.- Filosôficas.

"Es perfectamente explicable que cuando el hombre deja de

(1)"Computadores electrônicos", de Hollingdale y Tootill. Alian za Editorial. Madrid , 1967. Pâg. 11

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creer en la existencia, o en la cognoscibilidad, de un orden coherente en la naturaleza, busca la coherencia en su propio - pensamiento" (1). A juicio de Vallet de Goytisolo la formula- ciôn del "cogito, ergo sum" de Descartes, supone el inicio de un proceso de fatales consecuencias para el individualisme.

Para este autor neoliberal, esta "rebeldia al orden na tural" tendra como consecuencia, entre otras, la pêrdida de la interioridad, la pêrdida de la unidad psiquica, la pêrdida de la inmediatez de la vida... Todo ello se reflejarâ en una orga nizaciôn social de mera coexistencia en la que el ocio se pro- gramarâ y se organizarâ. (2)

Tambiên en el Derecho se refleja este fenômeno, y "el De

recho queda seccionado de sus raîces en el ôrden divino, y de su reflejo en el ôrden natural, y con ello de continue a la dé­riva de los impulses pujantes de la fuerza, sea del poder o de la revoluciôn". (3)

Estimâmes un tanto aventuradas estas afirmaciones conca- tenadas . Sin duda los anteriores hechos, de una forma indirec- ta han podido favorecer en determinados cases, e incluso deter-

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 125.(2) Op. cit. pâg. 125-170, Cap. IV(3) Ibid. pâg. 158

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minar el actual proceso masificador. Pero estamos totalmente de acuerdo cuando se afirma que "lo que convirtiô en individualis- ta al hombre occidental, al catolico casi tan aprisa y tan funda mentalmente como al protestante, no fue la revoluciôn ideolôgica y religiosa, sino que fue el paulatino progreso del proceso esp^ ritual civilizador; fue el desarrollo de las modernas ciencias matematizantes, engendradas por el protorenacimiento y surgidas al mismo tiempo tambiên al Norte de los Alpes; fue el imponente êxito que pronto lograron los mêtodos cuantificadores y atomizan tes de êstas, y el formidable prestigio que consiguieron para mu chos siglos... En el Norte sucediô lo mismo que en Italia: el m^ ridaje entre la ciencia antigua y la actitud empîrica de los ar- tesanos ante la vida fue lo que determinô la apariciôn de la nue va ciencia empîrica exacta de carâcter matematizante". (1)

Asimismo el pretender que el hombre quedara anclado en su .. mundo natural prerracionalista no deja de resultar algo utôpico e inalcanzable. Paul Raubiczek nos dice que "la edad de la razôn fue principalmente una rebeliôn contra el caracterîstico predo- minio de la teologia en la Edad Media. La teologîa implica, tomar como punto de partida, una verdad dada; el pensamiento teolôgico sirve para interpretar, aclarar y hacer inteligible una verdad

(1) "Historia de la Cultura". Alfred Weber. Fondo de cultura Econômica, 6 ediciôn, Mejico 1960. Pâg. 258.

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que primero se acepta. La filosofîa debe partir de los menos pre^ supuestos posibles y ayudarnos a hallar en que consiste la ver­dad, de modo que esta no es su punto de partida sino su meta".(1) .

Mas adelante el mismo autor, al final de su obra, afirma que "la evoluciôn del pensamiento europêo ha pasado en sus gran­des lîneas de un extreme a otro: la Edad Media se embebiô tan ex clusivamente en los problemas del espîritu que llegô a hacer ine vitable una reacciôn de exagerado aprender tan solo en la reali­dad externa y material" (2).

De todas esas ideas sacamos la conclusiôn de que, en pri­mer lugar, el racionalismo en su primera etapa fue un fenômeno - individualiste. Que ademâs es el primer precursor del Siglo de - las Luces y que, por otra parte, es un hecho inseparable del pro ceso y de la evoluciôn histôrica. No creemos lîcita, respecto a este ûltimo punto, las razones que Vallet de Goytisolo expone - respecto al "movimiento de la historia" (3). Una cosa es tratar de justificar hechos condenables, y otra muy distinta el condenar o tratar deevitar un proceso histôrico. Como hemos dicho anterior

(1) "El existencialismo". Nueva Colecciôn Labor. Barcelona. Pâg. 14.

(2) Ibid. Pâg, 170(3) Op. cit. pâg. 164-167.

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mente, el racionalismo tiene un nacimiento justificado y un pa- pel sumamente importante en el desenvolvimiento cultural euro- peo.

En cuanto al positivisme jurîdico, creemos que una formasucinta pero expresiva de lo que supuso su aportaciôn es recor­der cômo en el Derecho Penal se instauré el principle de segur^dad juridica de "nulla poena sine lege".

Sin duda, es cierto que racionalismos y positivismes han podido dar orîgen a ciertas doctrines y practices extremes; pe­ro no cabe duda de que de elles han dependido en gran parte los progresos cientîficos y culturales de los que en la actualidad se bénéficia la humanidad.

2.- Ideolôgicas.

En el siglo XVIII y, claramente, en el siglo XIX se per- filan unas aspiraciones, patentes sobre todo en el occidente eu ropeo, que van desde la afirmaciôn teôrica a la afirmaciôn con- creta.

Algunas de ellas se presentan en su formulaciôn extrema como utôpicas, y desde este punto de vista han de ser juzgadas y entendidas, pero no por ello pierden su fuerza de convocatorîa y su atractivo. Otras, pueden tener una realidad palpable. En -

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ambos casos su puesta en practica no deja de presentar aspectos polêmicos.

a) La bûsqueda de la igualdad.

Vallet de Goytisolo, recogiendo una cita de Brunnier, afir ma que "la causa primaria inmediata de la manifestaciôn es el - dogma moderno de la igualdad", puesto que "destruye toda la es­tructura social" dado que "la estructura solo existe en virtud de la desigualdad".(1).

En el aspecto econômico y sobre el tema de la igualdad, Hayek se refiere a la realizaciôn del ideal de justicia distribu tiva, y como un gobierno ha de realizarlo, afirmando que "s61o hay un principle general, una norma simple, que podria, cierta- mente, proporcionar una respuesta definida para todas estas cue^ tiones: la igualdad, la compléta y absoluta igualdad de todos - los individuos en todos los puntos que dependan de la interven­ciôn humana" (2). Y continua diciendo: "ningun movimiento socla lista que ha propugnado una igualdad compléta, ganô jamâs un apa yo sustancial. Lo que el socialisme prometiô no fue una distribu ciôn absolutamente igualitaria, sino una mas justa y equitativa".(3) .

(1) Op. cit. pâg. 171(2) Hayek. Op. cit. pâg. 113(3). Ibid.

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•’Aunque estos dos idéales suenan como muy seme jantes son lo mas distinto que cabe... Su contenido es apenas mâs defini- do que el de las frases bien comün o bienestar social", (1)

De nuevo nos enfrentamos con unas afirmaciones tajantes, condenatorias de un principle ideal que, si bien no puede 11e- varse a su aplicaciôn extrema, constituye sin duda un poderoso incentive en la actual convivencia humana. La igualdad total y absoluta no se le escapa a nadie que provocarîa un câos en las estructuras, pero no por ello deja de ser un objetivo al que se tiende.

"Puede pensarse, sin embargo, por parte de algunos, que la igualdad es una de las ideas vagas y générales que no guardan relaciôn alguna con los principios especificos y concretes del mundo politico. Este no es verdad ni mucho menos. En realidad, las nociones de igualdad y de desigualdad intervienen continua mente en las decisiones polîticas". (2).

No solo en la polîtica, sino tambiên en los demâs aspec­tos de la vida humana juegan un factor decisive los conceptos de igualdad y desigualdad. En este sentido, Friedrich (3) se re fiere al diferente trato impositivo que tienen los ciudadanos

(1) Hayek. Op. cit. Pâg. 113 y 114.(2) Friedrich. "El hombre y el Gobierno". Ed. Tecnos. Madrid,

1968. Pâg. 319.(3) Op. cit. pâg. 318.

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en un mismo pals. La razôn es tan obvia que no es preciso sena^ larla, pero si nos sirve para salir al paso a las afirmaciones de Hayek. La compléta y absoluta igualdad no es posible, pero - si al menos una mayor igualdad.

Esta résulta en muchos casos una necesidad ineludible co mo la que se planteô, por ejemplo, en Alemania despuës de la se

gunda guerra mundial, conforme recoge Friedrich,y que tratô de solucionar la Ley para la Igualaciôn de las Cargas: "El esplri- tu de la ley pretendla, pues, "igualar" aquellos danos materia- les, es decir, distribuirlos lo mâs igualitariamente posible" - (1), y ello planteaba problemas de aplicaciôn prâctica. No por ello la Ley no entrô en vigor, puesto que los resultados de la misma podlan considerarse, en general, como mas ventajosos que su no aplicaciôn.

Tampoco podemos admitir que igualdad y masificaciôn sean entre si y a un tiempo causa y efecto, creândose un cîrculo vi- cioso entre ambos hechos. Esta afirmaciôn solamente la podemos admitir si la igualdad es absoluta y para todos, pero no cuando se trata de la igualdad que hoy en dia conocemos como la "igual^ dad legal" que, segûn Friedrich, sirve "para designer el status

(1) Friedrich, op. cit. Pâg. 319.

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de las personas en una comunidad polîtica, en la que los hom­bres son iguales ante la ley en el sentido de que toda diferen ciaciôn en el trato se basa en alguna diferenciaciôn legal ex­plicita en la calidad". (1).

En resûmen, que cuando hoy en dia se proclama la igual­dad, éste concepto se halla intimamente relacionado con el clâ sico de justicia "tratar desigualmehte a los seres desiguales".

b) La bûsqueda de la libertad.

Rousseau, en cita de Vallet de Goytisolo, dice que "la - igualdad es una consecuencia de la libertad originaria de todos los hombres. Las desigualdades sociales son hijas de la fuerza, por una parte, y de la cobardia por otra, libertad e igualdad en ese mundo ideal, son asi el anverso y reverso de una misma -

ecosa". (2).

Sin embargo para Vallet, en la practica, "la igualdad an te la ley en un rêgimen de libertad ha de engendrar y desarro- llar desigualdad econômica y la desigualdad econômica précisa - de un désignai trato por la ley, de quienes naturalmente tien- den a desigualarse". (3).

(1) Ibid. pâg. 318.(2) Op. cit. pâg. 177.(3) Ibid. pâg. 178.

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Por su parte, Hayek nos dice que "aunque la competencia y la justicia tengan poco mâs en comün, es un mérito tanto de la competencia como de la justicia que no hacen acepciôn de per sonas". (1).

"Nuestra generaciôn ha olvidado que el sistema de la - propiedad privada es la mâs importante garantia de la libertad, no solo para quienes posêan propiedad, sino tambiên y apenas - en menor grado, para quienes no la tienen. No hay quien tenga - poder complete sobre nosotros, y como individuos podemos decidir en lo que hace a nosotros mismos, gracias tan s61o a que el do- minio de los medios de producciôn esta dividido entre muchas - personas que actûan independientemente" (2).

Las opiniones anteriormente recogidas difieren fundamen- talmente en que, mientras para el primero de los autores liber­tad mâs igualdad tienen como consecuencia desigualdades ecônom^ cas ("la igualdad ha sido en todas las êpocas un deseo y un ob­jetivo constante de las clases menos favorecidas. Pero, a la vez ha sido siempre instrumento politico del poder para acrecentar- se, nivelando las fuerzas sociales para mejor dominarlas todas")(3), para el segundo, el rêgimen de libertad econômica, la compe­tencia, es la panacêa contra la intervenciôn abusiva del Estado.

(1). Hayek. Op. cit. pâg. 105(2). Hayek. Op. cit. pâgs 107-108(3). Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 179.

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Ambos coinciden en que la propiedad privada es la mejor defen­sa contra el igualitarismo y, en resumidas cuentas, contra la - masificaciôn.

Asî Vallet de Goytisolo afirma que "ciertamente, las de­sigualdades mâs atacadas por el igualitarismo histôrico son, na turalmente, las dimanantes de la herencia y de la tradiciôn. Pe­ro la aboliciôn de la herencia y tambiên, aûn en menor grado, de su reducciôn por el impuesto, ataca una de las libertades que el hombre mâs ama, y que, a la vez, es una de las mayores fuentes - de estîmulo". (1).

En cuanto a la libertad econômica a ultranza, ésta ya no es posible en las circunstancias actuales por la interdependen- cia en que se hallan las economias de diferentes paises, dejando aparté la cuestiôn de si séria deseable.

Por lo que se refiere a la libertad individual, social o politica, résulta realmente esclarecedor lo que respecto a ella nos senala Friedrich: "El aumento de libertad suele considerar­se como un fin autoevidente de las sociedades democrâticas. La experiencia enseha, sin embargo, que es un error pensar que la - mayoria de los ciudadanos de los ôrdenes politicos que existen - realmente, desean un mâximo de libertad. La premisa del libéra­lisme clâsico era que todos los seres humanos prefieren estar en

(1) Op. cit. pâg. 178.

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condiciones de adopter el mâximo nûmero de decisiones libres, es decir, de decidir por ellos mismos en vez de seguir los man datos de los demâs. Con todo, la experiencia del pasado y tam­biên la del présente, tal como nos la proporciona la historia, la sociologie y la psicologia, nos dice que los seres humanos desean un minimo de libertad mejor que un mâximo. A todos los seres humanos les gusta llevar a cabo algunas decisiones libres pero no todas. Solo un hombre poco corriente desearâ ser todo lo autônomo que pueda. La moral y la filosofia politica de Kent se basan en la convicciôn errônea de que todos los hombres son autônomos o, al menos, que buscan la autonomia. En este senti­do Kant es un représentante de la antigua tradiciôn liberal y - de sus idéales. Cuando se pasa a comprobar estas aseveraciones en un contexte democrâtico, donde se dan oportunidades de maxi- mizar, la mayoria o una parte importante de los ciudadanos ofre cen una decidida preferencia por valores distintos del de la 1^ bertad, como, por ejemplo, la justicia o la seguridad, y una con siguiente voluntad de contentarse con algo que es, desde luego, menos que el mâximo posible. Cuando se les dâ una oportunidad - de participaciôn, no participan, y cuando se les da una oportuni dad de actividad privada, no la aprovechan". (1).

(1). Op. cit. pâg, 394-395.

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c) Bûsqueda de la seguridad.Debido tal vez a los factores contingentes de la natura

leza humana los hombres han tratado, a travês de los siglos, - de buscar puerto seguro a sus dudas, ignorancias y necesidades. El fenômeno creemos, pues, que no es nuevo pero si que présenta unas facetas diferentes en la actualidad. La Humanidad, princi­palmente en Occidente ha aumentado sus demandas en cuanto a los niveles de seguridad y son peticiones que dirige a los responsa bles de la comunidad, es decir, el Estado.

Para Hayek hay dos clases de seguridad. "Estas dos cla­ses de seguridad son: la primera la seguridad contra una priva- ciôn material grave, la certidumbre de un determinado sustento minimo para todos. Y la segunda la seguridad de un determinado nivel de vida o de la posiciôn social que una persona o grupo - disfruta en comparaciôn con otros. 0, dicho brevemente, la segu ridad de un ingreso minimo y la seguridad de aquel ingreso que-., una persona cree merecer... No hay motivo para que en una socie dad, que ha alcanzado un nivel general de riqueza, no se pueda garantizar a todos la primera clase de seguridad sin poner en - peligro la libertad general". (1).

Pero esta bûsqueda de la seguridad no se produce solo - en el aspecto econômico, tambiên se da en lo que en nuestros -

(1). Hayek. Op. cit. pâg. 124.

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dîas se llama seguridad social, iniciada a finales del siglo y generalizada despuës de la II Guerra Mundial. Respecto a ella - Vallet de Goytisolo opina que se ha convertido en "una de las - necesidades mâs apremiantes de las masas". (1).

"El paro, los cLccidentes, la enfermedad, la vejez, en - las masas obreras desorganizadas, es decir no encuadradas en - gremios o hermandades que a travês del mutualismo los preveye- ran, o cuando sus ingresos no les permitieran cubrir taies - riesgos, dieron lugar a una justificada intervenciôn del EstadoV(2) .

Este autor pasa a continuaciôn a enumerar las posibles formas que podîa adoptar la prestaciôn de este servicio senalan do que el mismo puede imponerlo el Estado bien sea ejerciêndolo en monopolio bien sea simultâneamente con mutualidades y empre- sas privadas. Cabian otras dos posibilidades una que el Estado no interviniera sino solo para obligar a dicha prestaciôn, la - otra dejando esta actividad por completo en manos de la coges­tion obrera.

La formula que se ha escogido es la del monopolio esta­tal lo que significa y "aquî estâ el punto clave de la cuestiôn. El derecho para "protéger a la masa" se transforma en derecho - que "masifica". (3).

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 463(2) Ibid. pâg. 463C3) Ibid. pâg. 464.

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Despuës de exponer brevemente la opiniôn de los neolibe raies en cuanto a las consecuencias de esa bûsqueda de la segu ridad, estimâmes que la seguridad econômica y la seguridad so­cial (1) son aspiraciones que en la actualidad no pueden vedar se a la generalidad de los ciudadanos so pena de crear una si- tuaciôn social tensa, e incluso peligrosa.

Por otra parte el Estado se nos aparece como la organi­zation mâs idônea para la prestaciôn de estos servicios que sin duda pueden reputarse de "pûblicos". Ello ha originado una in­tervenciôn del Estado cada vez mayor en la esfera privada de 1^ bertad y propiedad.

En resumen podemos afirmar que la bûsqueda de la segur^ dad hace tambalearse los principios que de forma dôgmatica pue dan enunciarse sobre la libertad, pero que la seguridad permite la existencia de una libertad por falta de coercion material.

El punto de vista neoliberal sobre estos aspectos de 1^ bertad, igualdad y seguridad los sintetiza Fraga como sigue; - "La tendencia actual a la excesiva organizaciôn social y politi ca es peligrosa; lo es tambiên el excesivo afân de seguridad a Costa de la libertad y de la iniciativa; intervencionismo es -

(1) A esto nos referiremos mâs directamente en el capitule VI de la segunda parte del trabajo.

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restriccionismo, es decir, seguridad de unos grupos a costa de otros. No hay salidas en este camino mâs que hacia la dictadu- ra y hacia la guerra". (1).

3.- Politicas.

Socialisme y democracia son hoy en dîa las dos tenden- cias dominantes en el mundo. Bien sea conjuntadas, bien sea ad jetivadas por separado y entonces sus contenidos pueden ser an titêticos, el caso es que imperan como principles inspiradores de les diverses sistemas politicos. Nuestro breve anâlisis ten drâ un caracter teôrico y genérico pues en la segunda parte ha remos un estudio de estas ideas plasmadas en la prâctica polî- tica.

a) Socialisme y marxisme.

Segûn Hayek "les rasgos comunes a todos les sistemas - colectivistas pueden definirse con una frase siempre grata a - les socialistas de todas las escuelas, como la organizaciôn de liberada de les esfuerzos de la sociedad en pro de un objetivo social determinado" (2) y le que se predica del socialisme aûn séria mas acusado en el sistema marxista.

(1) "Planificaciôn y orden jurîdico-polltico" R.E.P. N° 80. pâg. 23-24

(2) Hayek. Op. cit. pâg. 59

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"Que nuestra sociedad présente carece de esta direcciôn "consciente" hacia una sola finalidad, que sus actividades se ven guiadas por los caprichos y aficiones de individuos irres­ponsables ha sido siempre una de las principales lamentaciones de sus criticos socialistas" (1) que "se niegan a reconocer las esferas autônomas donde son supremos los fines del individuo".(2) .

Para Leoni "lo que es caracteristicode la soluciôn so- cialista del llamado problema social no es la finalidad de pro mover el bienestar pûblico... El verdadero nûcleo de la solu­ciôn socialista es la manera peculiar a través de la que sus de fensores proponen lograr ese objetivo, a saber, recurriendo a una hueste de funcionarios que actuan en nombre del Estado y - limitando consiguientemente, sino suprimiendo del todo, la in_i ciativa privada en economia y en otros campos" (3).

Como vemos pues, para este autor, los sistemas colecti­vistas resultan "inradice" contraries al libéralisme y al indi­vidualisme, es mâs, por su propia esencia y fines tienden justa mente hacia unas metas por complete opuestas. Sin embargo elle no ha sido obstâculo para su expansiôn râpida y, en muchos ca-

(1) Hayek. Ibid. pâg. 59(2) Hayek. Ibid. pâg. 60(3) B. Leoni "La libertad y la Ley" Uniôn editorial. Madrid 1974

pâgs. 224-225.

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SOS, profunda, en los mâs remotos paîses del mundo.

Las razones de ese êxito tal vez sean debidas, como di­ce Toynbee a que: "En la politica rusa comunista habia puntos fuertes que los rivales occidentales de la Union Soviêtica no podîan permitirse menospreciar; el primero y mâs grande de es­tes puntos positives era el ethos del propio comunismo. A la - larga esa ideologia podia mostrar que era un sustituto insati^ factorio de la religiôn; pero a corto plazo ofrecia a toda ai­ma, cuya morada estuviera vacia y barrida, satisfacciôn inmedia ta de una de las necesidades religiosas mâs profundas del hom- bre, al ofrecerle una finalidad que trascendîa los mezquinos f^ nés personales. La misiôn de convertir al mundo al comunismo era mâs embriagadora que la misiôn de mantener en el mundo el dere cho de obtener bénéficiés o el derecho de huelga". (1)

"Los très cuartos menos favorecidos del gënero humane" -(2) no solo tenian, y usâmes el mismo pasado histôrico que el - autor citado, mayor afinidad con Rusia sino que objetivamente constituian un perfecto campe de cultivo.

La expansiôn del colectivismo o si se prefiere la derre ta del individualisme no ûnicamente se produce en âreas de sub-

(1) A. Toynbee, Estudio de la historia. Compendio. Alianza Ed_i torial. Madrid 1970. pâg. 298. Tome III.

(2) A. Toynbee. Ibid.

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desarrollo econômico. R. Huntford en un incisivo libro sobre Suecia que significativamente titula "The New Totalitarians" afirma "The Collective mentality of the Swede, and his histo­rical corporative instinct, make him consider himself as a - limb of society, so that he regard comunal interests as his - own, and sees no conflit between the two". (1).

6Que sucede en otros paîses con un sistema diferente?

b) Democracia.

Como es bien sabido las congregaciones democrâticas da- tan de antiguo. En el mundo occidental uno de los primeros que se refiere a ellas es Platôn. Sabine al exponer la ideologia - de este clâsico griego opina que Platôn ve en la comunidad el supremo valor: "Es el principal instrumente de moralizaciôn y représenta, en consecuencia, el valor moral mâs alto". (2).

En el mismo sentido se manifiesta Rousseau: "Cada uno de

(1) R. Huntfor. The New Totalitarians. The Penguin Press. Lon­don 1971, pâg. 118. Nos permitimos ahadir nuestra traduc- ciôn del texto: "La mentalidad colectiva del sueco y su - instinto histôrico corporative hace que se considéré a si mismo como una parte de la sociedad, por lo que estima los intereses comunitarios como propios y considéra que no exi^ te conflicto entre los dos".

(2) George H. Sabine. Historia de la teoria politica. Fonde de Cultura Econômica. Mejico. Cuarta reimpresiôn. 1970, pâg. 427,

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nosotros pone en comûn su persona y todo su poder bajo la su prema direcciôn de la voluntad general, y recibimos en cuerpo a cada miembro como parte indivisible del todo". (1) "Lo cual significa que cada asociado se ei^ajena totalmente y sin réser­vas, con todos sus derechos, en favor de la comunidad". (2)

Creemos que despuês de las afirmaciones anteriores huel^ ga insistir sobre el caracter colectivo, no individual, que va esencialmente unido a las ideas de democracia.

Esta ideologia politica, puesta en la prâctica, puede - funcionar mal. A titulo meramente ejemplar es bastante ilustra tiva la obra de Key en su "Politica, partidos y grupos de pre- siôn", referida al sistema americano. Asi cuando afirma sobre los partidos: "La convenciôn nacional ha mantenido su importan cia pero no como un organismo para el control de la burocracia de partido. Este ûltimo lleva sus asuntos sin demasiado con­trol por parte de la masa de sus miembros. De aqui résulta que la maquinaria del partido u organizaciôn es un partido dentro de un partido, es el profundo nûcleo del partido. Es mâs o me­nos un grupo coherente que se mantiene unido por la ambiciôn - de lograr el poder". (3)

(1) Chevalier. Los grandes textos politicos. Aguilar. Madrid. 1970, pâg. 148

(2) Chevalier, Ibid, pâg. 148(3) V.O. Key, "Politica, partidos y grupos de presiôn".I.E.P.

Biblioteca de cuestiones actuates. Madrid 1962. pâgs. 476- 477.

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Las corruptelas democrâticas no ûnicamente se producen'I

en Amêrica. Refiriêndose a Espana, Madariaga, al hablar de de mocracia, comtrapone el piano ideal a la realidad prâctica y extrae la conclusion de que; "no hay quizâ idea politica en la que sea mâs profundo el contraste entre los principios y las actitudes mentales que la idea de democracia" (1) l Y cuâles son esos principios que deben de informer una autentica demo­cracia? La respuesta la hallamos cuando este autor critica la democracia tal como se practice y concluye:"El hecho es que ni uno solo de los postulados que han surgido a favor del princi­ple democrâtico résisté al desgaste de la vida politica corrien te; que el habitante medio es un mal ciudadano..." (2) las ra zones para una afirmaciôn de esta naturaleza nos las da inmedia tamente... "Incapaz de ver en el interés colectivo su propio - interês mâs alto" (3).

En el mismo sentido el profesor Sanchez-Agesta afirma - que la democracia "supone un elevado grado de madurez moral en los ciudadanos y en los gobernantes" (4).

Por todo ello, cuando Hayek (5) pronostica con acierto - que las democracias van a lanzarse a la planificaciôn, y afirma

(1) S. de. Madariaga. "Anarquia o Jerarquia". Aguilar. Madrid - 1970, pâg. 33.

(2) y (3) Ibid. pâgs. 34-35.(4) Sânchez-Agesta, Derecho Constitucional Comparado.Editora ^

Nacional. Madrid 1968, pâg. 77.(5) Hayek, op. cit. cap. V, pâgs. 59-74.

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que ello irâ irremisiblemente contra el principle democrâtico, no podemos aceptarlo. La especial gestion requerida por la - planificaciôn evidentemente va en contra de lo individual pe ro no impide esto el resultado global positive para la comun_i dad. Puede hablarse de una oposiciôn entre planificaciôn y libe ralismo pero no de planificaciôn y democracia. La esencia de - esta ûltima es la comunidad y el bienestar de la comunidad en su conjunto, es el fin que persigue la planificaciôn.

4.- Econômicas

a) Transformaciones actuales

Los argumentes, que entre otros, exhiben los neolibera- les son los siguientes: Dada la évolueiôn actual de las tenden cias y directrices econômicas, ûnicamente existe la soluciôn - de la propiedad privada, frente a lo que elles califican de - trastornos producidos por las nuevas concepciones. Estas pre- conizan que la propiedad ha de cumplir una funciôn social.

Asi, Vallet de Goytisolo, autor antes citado, pone dos ejemplos para deslindar y poner en claro el concepto, que a su juicio es el ortodoxo.

"Supongamos una isla que pertenezca a un solo propieta rio, que ademâs sea dueno tambiên de todos los barcos y arneses de pesca. Si ese propietario hace participer a todos los habi­

tantes de la isla, mediante un trabajo humane, segûn sus cir-

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cunstancias , de cuanto les sea necesario para una vida digna, nada hay que objetar ni oponer a esa propiedad. Lo habrâ, en - cambio, si son excluidos de ese uso algunos de los habitantes. Notemos que, tal vez, pueden êstos estar, incluso, mejor defen didos de las presiones econômicas exteriores y de las politicas del Estado al que perteneciese la isla, hallândose amparados - por aquel propietario poderoso, que abandonados a sus propias fuerzas aisladas.

Pensemos ahora en que veinte de nosotros estamos reclui- dos en una isla desierta e inhôspita, sin posibilidad de pres- tarnos servicios reciprocos retribuidos. Vivimos de una renta anual que del exterior nos envlan y que solo podemos utilizer para adquirir bienes exclusivamente del exterior. Si esa renta se distribuyese desigualmente es évidente que lo que uno reci- biera de mâs implicarîa disminuciôn de lo recibido por los de- mâs. Pero traslademos el problema al supuesto de que dentro de la isla haya bienes y servicios para intercambiar y, entonces, esas rentas iniciales, tendrîan una movilidad continua y se pro ducirîa una redistribuciôn en la misma medida que quien mâs ren tas tuviera las invirtiera en pagar servicios y productos a los demâs. Por eso, la distribuciôn de las rentas del capital puede efectuarse -bien o mal- por medios de derecho privado; asi co­mo con la intervenciôn del poder pûblico pueden corregirse o - aumentarse los defectos de la mala distribuciôn. El problema

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puede no ser, pues, de distribuciôn de rentas, sino de lucha del poder politico contra los poderes econômicos." (1).

Creemos que en pura objetividad no podemos aceptar las consecuencias que se derivan de estos dos ejemplos. En cuanto al primero hace falta que se den dos condiciones: La primera, que el propietario haga "participer a todos los habitantes de la isla". La segunda, que este trabajo sea un "trabajo humano"

Este mismo autor recoge la opiniôn de Marcuse que afir­ma lo siguiente en cuanto a la posture neoliberal: "Asi, la de

nuncia de las capacidades opresivas del Estado de bienestar sir ve para protéger las capacidades opresivas de la sociedad ante rior al Estado de bienestar". (2).

Frente a ello alega Vallet que "Marcuse, en su razona- miento, contrapone el estado socialista y el gran capitalisme como ûnicas realidades, como si no pudieran existir otras". (3).

En suma, mientras uno de ellos defiende la concepciôn de una propiedad que podrla llamarse patriarcal, el otro no acep-

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâgs. 310-311(2) Marcuse. El hombre unidimensional. Ed. Seix Barrai. Barce­

lona 1969. pâg. 81. Hemos preferido consultar directamente el texto y debido a ello varia imperceptiblemente nuestra - traducciôn de la ofrecida por Vallet.

(3) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 316.

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ta ni esta forma ni la que es consecuencia de las estructuras socio-econômicas del Estado de bienestar. Es interesante tran^ cribir a continuaciôn dos pârrafos de estos autores y comparar su contenido. Vallet de Goytisolo afirma que "si la propiedad es buena, su defensa por muy coaligada que se haga serâ benefi ciosa para la conservaciôn de este bien... Otra cosa ocurre si la defensa no se reconduce a mantener ese pluralisme, sino a - convertirlo en un oligopolioo un monopolio, momento en el cual el capitalisme y el socialisme vienen a confluir en sus resul- tados". (1).

Marcuse opina que "los aspectos siniestros de esta crît^ ca se muestran en la lucha contra una legislaciôn social amplia o los gastos pûblicos adecuados para servicios que no sean los de defensa militar". (2).

Como conclusion, creemos que es importante resaltar, que los dos autores admiten los posibles abuses de la propiedad, y que ello ha llèvado forzosamente a una revision del concepto de propiedad que en su concepciôn demoliberal parece superado.

b) Estado y propiedad.

"El problema de la propiedad privada es fundamental en

(1) Vallet de Goytisolo. Ibid. pâg. 317(2) Marcuse. Op. cit. pâg. 81

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cualquier organizaciôn econômica, y por consiguiente politica".(1) Esta afirmaciôn de Finer no hace mâs que reconocer un he­cho por demâs sabido. Asimismo dice a continuaciôn que cuando aparece el Estado Moderno este "inicia la teoria y la prâctica de la reglamentaciôn social de la propiedad" (2) que hasta aquel momento habia conocido diversas vicisitudes, entre otras, la de la plena libertad particular en su administraciôn.

Este fenômeno intervencionista del Estado en la propie­dad privada puede ser, incluso es sin duda, un movimiento que no admite marcha atrâs pues nos conéta plenamente que en el mun­do actual los poderes estatales de grado o por fuerza se ven im- pedidos de actuar ante las fuerzas econômicas. Las concepciones libérales han entrado consiguientemente en crisis.

"Una de las causas que han provocado la crisis del esta­do demoliberal ha sido, segûn se ha indicado tantas veces, el ensanchamiento de los fines estatales, y consiguientemente, el despliegue de la acciôn administrativa en âmbitos de la vida so­cial en los que hasta entonces habian actuado los particulares con plena libertad". (3)

Frente a este "viento de la historia" los argumentos neo- liberales presentan el concepto tradicional de bien comûn, con dos consecuencias:

"1.- La necesidad de tolerar ciertos maies para evitar un mal mayor o para no impedir un mayor bien". (4)

(1) Hermann Finer. Teoria y Prâctica del Gobierno Moderno. Tec- nos. Madrid 1964. pâg. 55

(2) Finer, Ibid. pâg. 55(3) F. Sainz de Bujanda. Hacienda y Derecho. I.E.P. Madrid 1962

Tomo II, pâg. 156(4) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 322-324

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"2.- La dificultad e incluso la imposibilidad, de lograr un criterio mejor y mâs seguro que el de los mismos sujetos de la propiedad". (1).

En cuanto al primer punto se mantiene que los abusos de una instituciôn "no pueden justificar la supresiôn de esta ins- tituciôn si ésta produce mayores bienes con su uso correcto por la generalidad de quienes la utilizan adecuadamente". (2).

Estimamos que esta afirmaciôn propuesta como defensa de la propiedad privada puede tambîen aplicarse a una propiedad in tervenida por el Estado, pues constituye una afirmaciôn tan am­plia que admiten ambas posibilidades.

En cuanto al segundo punto nos parece un tanto debil la argumentaciôn, literaria tal vez, que hace Vallet de Goytisolo cuando dice que los argumentos contrarios arguyen que: "Por la mâs elevada perspectiva de que se goza desde arriba, desde la - cima, se divisa mayor y mejor panorama. Eso es cierto si el dîa estâ claro, pero tambiên es cierto que aûn en ese caso lo que - se gana en extension se pierde en detalle de matices; y si el - dîa estâ nublado o brumoso, entonces, tal vez no se vea nada, y lo peor, en ese caso, es no creerlo asî, imaginando que se tie- ne radar en la mirada, cuando solo se tienen imâgenes preconce-

(1) Vallet de Goytisolo, Op. cit. pâg. 322-324(2) Ibid.

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bidas en el cerebro". (1).

En el mismo estilo creemos que hay que afirmar, y es 1^ cito hacerlo, que los "matices" son privados con lo cual poco tienen que ver con la generalidad del bien comûn, y que los in tereses privados muchas veces impiden una vision objetiva de - los intereses generates.

Por todo ello encontramos adecuada la posibilidad de in tervenciôn estatal en la propiedad, sin que este sea el momento para entrar en mâs profundas disquisiciones al respecto.

c) Redistribuciôn de riquezas: el impuesto.

Otra forma de limitar la propiedad privada y que estâ - dentro de la lînea de transformaciôn actual que expérimenta el mundo econômico consiste en la llamada redistribuciôn de la ri- queza por la politica tributaria.

Para los neoliberales los impuestos vienen a suponer un ataque frontal al patrimonio familiar, en el caso de los impue^ tos sobre derechos sucesorios, y al mismo tiempo repercuten so­bre la estructura tradicional de la familia y crean la base de la masificaciôn^

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 324.

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Incluso llegan a afirmar que al destruir esas familias résulta que el cobro de los derechos sucesorios produce en - contra del Estado un efecto muy parerecido "al anticipar ingre SOS futuros". De esta suerte, estiman que se frenan la acumula ciôn de nuevos capitales.

Tal vez se podrian sehalar otras causas de ese decli- nar en el patrimonio familiar que son independientes del mero aspecto impositivo. " El declinar de la familia amplia, o clan, limite la selecciôn de herederos capaces de dirigir adecuada­mente la empresa; la importancia creciente de las tecnicas pro fesionales aumentô la cotizaciôn de la capacidad frente a las relaciones de parentesco". (1).

Se puede afirmar que la motivaciôn de los impuestos ha - variado fundamentalmente en los ûltimos ahos. Las antiguas ca­sas de arbitrios obedecian a la ûnica y exclusiva razôn de aile gar fondes al erario pûblico para poder mantener los gastos del aparato administrative. Este aparato en un principio rudimenta- rio, se fue complicando al ir aumentando los fines a los que - atender, o a las actividades en las que intervenia, por lo que los impuestos hubieron de ser aumentados.

(1) D. Bell. "El fin de las ideologîas". Tecnos. Madrid 1964 pâg. 50.

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Pero este cambio se hace en la actualidad mâs cualitati vo, para atender a una finalidad de redistribuciôn. "Buena prue ba de que esto es asi nos la ofrecen las realidades tributaries de los principales paises de Europe, ninguno de los cuales ha - desdehado la utilizaciôn de los tributes como medio de politi­ca econômico-social" (1), nos dice Sainz de Bujanda.

Este mismo autor al afirmar que puede haber posibles ex cesos en la politica fiscal estima que, sin embargo, no podrâ producirse un "subito retorno" al principio de la neutralidad impositiva. "Los estados han avanzado ya mucho por el camino - del intervencionismo para que pueden hacer tabla rasa de los - nuevos mêtodos financières." (2)

En realidad no se trata, volvemos a repetir, de una impo sibilidad, o dificultad formai. La afirmaciôn de que el apara­to burocrâtico tienda a crear sin limite no es cierta, lo que sucede es que los fines que la administraciôn quiere atender - son cada vez mayores, y no estâ dispuesta a dejarlos en manos de los particulares. Por todo ello es perfectamente vâlida la suposiciôn de que en anos venideros la presiôn fiscal continûe aumentando, como consecuencia de un aumento de los correspon-

(1) F. Sainz de Bujanda. Hacienda y Derecho. Tomo I. I.E.P. Madrid 1962, pâg. 95

(2) F. Sainz de Bujanda, Ibid, pâg. 94.

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dientes servicios para atender las prestaciones.

Es asî como nos encontramos con el Estado Social; "Es el momento actual del Estado: Supone- una évolueiôn del Estado de Derecho , respetando su estructura, pero variando su conte­nido, porque lo que se pretende no es conseguir la seguridad - juridica, sino ademas asegurar el nivel minimo de prestaciones para todos los administrados. La administraciôn no es neutral, sino conformadora de la Sociedad". (1).

No es del mismo parecer Hayek cuando opina sobre el si£ te impositivo progresivo estimando que: "Es mas probable que - la principal razôn de que los impuestos se hayan incrementado tan rapidamente ha sido la ilusiôn de que la fiscalidad progre- siva desplazarîa la carga tributaria sobre la espalda de los - ricos y bajo la influencia de esta ilusiôn, las masas han acep- tado, a su vez, soportar una presiôn fiscal mucho mayor de lo que habrîa ocurrido de producirse las cosas distintamente".(2)

d) La planificaciôn y el Desarrollo.

En relaciôn con lo que acabamos de decir esta el hecho de la planificaciôn, êsta "tiene dos fines principales que requie ren el control mâs elevado del gobierno respecto al proceso eco

(1) A. Carretero Pérez. Derecho Financiero. Santillana. Madrid 1968. Pâg. 40.

(2) F. A. Hayek. "Los fundamentos de la libertad". Tomo II. Fo mento de Cultura. Valencia 1.961. pâg. 99.

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nômico: aumentar la producciôn o hacer la distribuciôn de consu mo mâs equitativo". (1) .

Segûn Tamames recogiendo una opiniôn de W. Arthur Lewis, "no existe una demostraciôn indiscutible de que los ricos sean mâs felices que los pobres, o que las personas sean mâs felices a medida que crecen sus ingresos... Incluso si esto ûltimo fue- ra exacto ello no podrla servir de argumente definitive en con­tra del desarrollo econômico, puesto que la felicidad no es el ûnico fin de la vida". (2).

Coincidiendo con esta opiniôn Hayek afirma que: "Hay mu­chas cosas mâs importantes que ninguna de las que probablemente serân afectadas por las pérdidas o las ganancias econômicas, co sas que para nosotros estân muy por encima de los placeres e - incluso por encima de muchas de las necesidades de la vida afec tadas por las alzas y bajas econômicas. Comparando con ellas, el "inmundo lucro", la cuestiôn de si estamos econômicamente al go mejor o peor parece de poca importancia". (3) .

Como vemos pues neoliberales y partidarios de la plani- ficaciôn coinciden en que esta no produce "per se" la felicidad de los individuos, lo que no quiere decir que las ûltimas con-

(1). H. Finer. Op. cit. pâg. 47.(2) R. Tamames. Estructura Econômica de Espana. Guadiana de -

Publicaciones. Quinta ediciôn. Madrid 1970. pâg. 780.(3) Hayek. "Camino de servidumbre". Op. cit. pâg. 94.

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secuencias de esta idea les lleven a coincidir.

Los neoliberales encuentran en la politica de desarrollo y en su instrumente que es la planificaciôn, uno de los medios sutiles por los que se implantan los sistemas y formas totali- tarias en los paises occidentales.

Asî Hayek (1) senala como la planificaciôn se opone a la democracia puesto que entre otras razones los fines individuales no siempre coinciden con los fines sociales, y es muy dificil encontrar un côdigo comûn de valores; para este autor, el valor ûltimo es la libertad y no la democracia.

Pero a estas razones pueden oponerse dos objeciones, - creemos que validas, la primera, desde el punto de vista legal, es que no se ve la razôn de una incompatibilidad entre la pla­nif icaciôn y un Estado de Derecho. Porque "el principio de le-^ galidad rectamente entendido, es perfectamente compatible -mâs aûn es imprescindible- para llevar adelante cualquier plan ra- cional y organico de la politica econômica". (2).

Desde el punto de vista histôrico el poner la libertad por encima de cualquier otro bien, tal como hace Hayek, no pa­rece tampoco aceptable. " Es cierto que esta libertad ténia un

(1) Hayek."Camino de servidumbre". Op. cit. câp. V. VI. VII(2) F. Sainz de Bujanda. Op. cit. Tomo II, pâg. 159.

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precio,la crisis, el pare y las guerras coloniales, pero es­tos inconvenientes a nadie con la mentalidad de los que esta- ban antes en el poder les podia hacer pensar en la necesidad de hacer algo para dirigir la inversiôn privada de modo mâs - conveniente". (1).

"Lo que entre otras cosas distingue al hombre de los - animales es que el hombre domina mejor el medio en que vive. Y ahî reside lo deseable del desarrollo econômico: en que propor ciona al hombre un mayor dominio sobre el medio y con ello au- menta su libertad en varies aspectos". (2).

Hay que tener en cuenta ademâs el concepto, a nuestro - juicio, clave de "planificaciôn democratica" acuhado por Mann­heim, Recordemos que este autor hablaba de una planificaciôn - para la libertad sujeta a control democrâtico, una planifica­ciôn no restriccionista y si una planificaciôn para conseguir una justicia social en una sociedad sin clases, persiguiéndose en suma contrarrestar los peligros de una sociedad de masas - buscando el equilibrio y el desarrollo de la personalidad. (3)

En resumen, que la planificaciôn y el desarrollo econô-

(1) R. Tamames. Op. cit. pâg. 783(2) R. Tamames. Ibid. pâg. 780.(3) Mannheim. "Libertad, poder y planificaciôn democratica".

Fonde de Cultura econômica. Mejico 1953. pâgs. 50 y 55.

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mico por ésta buscado es compatible con un Estado de Derecho, y en segundo lugar, si bien puede afectar a determinadas liberta- des individuales, pone a disposicion de la comunidad, en su con­junto, unas disponibilidades que la liberan de las antiguas li- mitaciones de la escasez.

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CAPITULO III

Consecuencias

A) INTRODUCCIQN

En las siguientes pâginas recogeremos brevemente las cr^ ticas que se han formulado, mâs frecuentemente a la sociedad de masas y sus consecuencias. Dicha critica, en pura objetividad, creemos que no debe ser plenamente aceptada, ni que tampoco los hechos que la provocan pueden ser fâcilmente evitados a menos - de provocar "un mayor mal que el bien que se persigue". Por ûl­timo, estas consecuencias no deseables no alteran otros rasgos positivos que trataremos de poner en relieve.

B) DESARRAIGO EXISTENCIAL. ?

Vallet de Goytisolo (1) recogiendo diversas opiniones - de la critica a la sociedad de masas opina que en las consecuen cias negativas y observables de la misma presentan los siguien­tes puntos;1° Una pêrdida de la uniôn del hombre con la naturaleza, con lo

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. Cap. III, pâg. 110 y siguien­tes y câp. IV, pâg. 144 y siguientes.

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real y consecuentemente el hombre queda desarraigado de lo que mâs esencialmente le une a este mundo. Es sin duda ésta una con cepcion romântica y tradicional de los posibles vinculos humanos con el medio que le rodea.

2° Valor del pasado: El futuro no nos puede aportar ningûn va­lor apreciable, nuestras tradiciones, nuestros conocimientos, nos han sido legados, a ellos hay que remitirse si queremos encontrar algo que valga la pena. La negaciôn de este pasado nos conduce a la existencia sin sentido.

3° Hay dos concepciones del tiempo: El continuo, interior o lo­cal propio de las comunidades naturales, y el discontinue, histo rico o absolute, propio de las grandes concentraciones humanas desarraigadas y sin personalidad. Es en esta segunda clase de - tiempo en la que se desenvuelve la existencia del hombre cuando vive dentro de la sociedad de masas.

Después de estas afirmaciones lo ûnico que podrîamos su- gerir como soluciôn, a lo que indirectamente se nos sugiere, es la necesaria vuelta a la situaciôn imperante antes de la révolu ciôn industrial o incluso, aun mâs alla. La pérdida del contac­te con la naturaleza y la vida en las comunidades urbanas es a^ go que parece hoy por hoy imposible de hacer desaparecer. Podre mos en todo caso hacer dicha vida mâs agradable descongestionan

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do las ciudades pero sin prescindir de ciertos nucleos y de los tecnicas del cemento y del asfalto.

Por otra parte, el hacer valer la importancia del pasado no nos puede hacer olvidar el futuro, respetando a ultranza el pasado es imposible conseguir el futuro mejor puesto que imped_i riamos cualquier cambio cualitativo en las estructuras sociales. Las afirmaciones de Vallet de Goytisolo no parecen pues viables.

Por ultimo la eleccion del tiempo continuo, interior o - local, es impracticable por cuanto una de las caracteristicas - esenciales del mundo moderno es la comunicaciôn entre las diver sas comunidades que no pueden permitirse el vivir su propia vida La otra alternativa supone vivir fuera del tiempo, o bien si se busca en el tiempo pasado y en la tradiciôn otra forma de vida, habriamos de implantar la tribu como forma de organizaciôn so­cial. En este aspecto el autor antes citado puede ser que coinc_i da con las soluciones que propone la filosofia "hippy".

No desconocemos que el "homo faber" carece en su mayorîa de un conocimiento general sobre la realidad del mundo que le - rodea pero dacaso no se podrla afirmar lo mismo de aquellos hu­manos que Vivian en una dependencia extrema del contorno y que ademâs dependian por completo de los azares y de las fuerzas no controladas de la Naturaleza?.

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C) IDEQLOGICAS

1.- Empobrecimiento espiritual

Ayala senala como el hombre masa no es "un tipo psicolô gico permanente, sino que es un producto de las circunstancias histôrico-sociales... Séria el resultado un proceso de unifor- maciôn, al que contribuyen todos los factores de la vida moder na, desde los principios igualitarios de la democracia politica hasta las necesidades técnicas de la industria. Tal uniformiza- ciôn se advierte en nuestra sociedad tanto en lo externo como en lo interno, tanto en el traje como en la mentalidad... Los - efectos de la fabricaciôn en serie, si bien no imponen uniformes en sentido estricto, viste de igual manera a las gentes con unos cuantos modelos lanzados al mercado en cantidades abrumadoras para cada temporada. Esa igualaciôn del aspecto exterior median te el vestido es simbolo de la otra, profunda igualaciôn de - las ideas". (1).

"En todo caso... asi es la sociedad en que nos ha tocado vivir y tenemos que aceptar su realidad, no de un modo pasivo y resignado, sino en el sentido de que debemos contar con ella - para, despuês de haber examinado sus posibilidades de despliegue impulsar éste por la linea de sus valores positivos". (2) Esta afirmaciôn positiva de Ayala palia los aspectos negativos pues-

(1) F. Ayala. Introducciôn a las ciencias sociales. Aguilar. Ma­drid 1961, pâg. 271-72

(2) F. Ayala. Ibid.pâg. 272.

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tos de relieve con anterioridad. Pero tambiên podrla anadirse que la producciôn en serie no ha llegado a tal extremo como pa ra que un determinado producto sea universal; incluso en el mun do occidental que siempre se pone como ejemplo de masificaciôn capitalista, si pensamos en los productos de mâs corriente uti­lizaciôn, vemos que su presentaciôn y su contenido varlan. A - estos efectos recordemos las multiples marcas de coches y medios de transporte, las muy diversas formas de vestir, las muy diver­sas ocupaciones impuestas por una divisiôn del trabajo cada vez mâs especializado frente a por ejemplo la uniforme ocupaciôn agrî cola de nuestros antepasados.

Tambiên tendriamos que ahadir a este saldo positive las indudables consecuencias favorables que permiten disponer de un mayor nûmero de personas.

2.- La tecnificaciôn del pensamiento.

Cuando se analiza el avance arrollador de las nuevas têc nicas surgen las criticas mâs enconadas contra ellas, adoptândo se una actitud pesimista, al ver un porvenir sombrio para las - ciencias del espîritu y humanistes. En este pensamiento coinci­den no solo intelectuales de occidente, sino tambiên hombres ads^ critos al matérialisme dialêctico.

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"La creaciôn, en cuanto prerrogativa del espîritu en ac­te, se inserta hoy en el vasto proceso de la industrializaciôn"(1). Esta afirmaciôn de Uscatescu refleja esa opiniôn generali- zada a la que hemos hecho referenda.

La industrializaciôn de la cultura y del pensamiento 11e- va anejo y como consecuencia ineludible una alteraciôn en el len guaje tradicional empobreciêndolo. "No séria dificil demostrar que les mécanismes tan exactes censeguides en nuestre munde indu£ trializade ne sele nés impenen cen sus exigencias de exactitud - una pebreza espiritual, al reducir el lenguaje, sine que ademâs cen elle aprisienan la existencia humana en una indigencia del lenguaje, incluse fuera de les preceses reducteres que lleva ya censige el trabaje mecanizado". (2).

Le grave e importante en este asunte es que puede existir - una "relaciôn establecida entre fermaciôn humana auténtica y len guaje: mientras mâs en la periferia se centre el metede formati­ve y mâs pasiva sea en consecuencia la recepciôn de sus fôrmulas y términes per parte del individue, menes se fementarâ el esfuer ze per la puesta en prâctica de la funciôn primordial sehalada - a la facultad humana de hablar". (3).

Marcuse, refiriêndese tambiên a este preblema en su aspec

(1) G. Uscatescu. Aperias del Estructuralisme. I.E.P. Celecciôn Ideelegias Centemperaneas. Madrid 1971, pâg. 109.

(2) Georgi Schischkeff. Masificaciôn dirigida. Munde cientifice Serie secielegia. Ed. Nacienal. Madrid 1968. pâg. 44.

C3) Georgi Schischkeff. op. cit. pâg. 134.

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to politico sehala que "en los piintos claves del mundo del - lenguaje pûblico, las proposiciones con valor propio, anali- ticas, funcionan como formulas magico-rituales. Machacadas y remachacadas en el mente del receptor, producen el efecto de encerrarlo en el circule de las cendicienes prescritas per la fôrmula". (1).

Sin duda alguna este lenguaje que dénota una tecnifi- caciôn del pensamiento no le ban heche les intelectuales, si­ne que es el resultade directe de una seciedad de consume. No obstante, opinâmes come Ayala que la ûltima palabra ne se ha diche al respecte. Este afirma que desde la câtedra puede rea lizarse una labor que centrarreste les efectes pernicieses an tes descrites. Nesetres tambiên pedrîames ahadir que las aper tacienes de tede tipe intelectual puede ceeperar en esta la­bor, atravês precisamente de les modernes medies de cemunica- ciôn que la têcnica ha pueste a nuestre alcance: La prensa, - el cine, la television. Es precisamente deber de les intelec­tuales y la minerias el hacer eir su vez a travês de estes me dies, se pena, de quedarse marginades en una pesiciôn ergullo sa y cen una utilidad social reducida, influyende sôle en un__ grupe reducide de erudites tal ceme sucedia en les "salenes" de les sigles XVIII y XIX.

(1) Marcuse. Op. cit. pâg. 118.

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La nueva cultura de masas aun tecnificando el pensa­miento favorece los valores medios intelectuales, artisticos y morales, lo cual no évita que exista ese peligro, y que te acentûe la necesidad de una actuaciôn responsable y deci- dida por parte de las minorîas, pero sin duda los medios son mucho mâs poderosos que en el pasado, y con ellos se cuenta.

D) IRRESPONSABILIDAD SOCIAL.

Para que el hombre tenga conciencia de sus propios ac­tes y del alcance que los mismos puedan tener hace falta que tenga libertad de acciôn, independencia y una debida formaciôn en caso contrario no podrâ enjuiciar criticamente sus propias acciones y la irresponsabilidad sera la caracteristica princ^ pal de las mismas.

Esta afirmaciôn es generalmente aceptada por todos los criticos de la sociedad de masas, "Como digna de especial con sideraciôn se ofrece aqui la situaciôn del hombre moderno, de- sarraigado de su mundo y buscando como compensaciôn en la masa una especie de hogar, dejando suplir su propia iniciativa por los medios masivos de divulgaciôn, tanto en su obrar, como en la formaciôn de sus criterios acerca del estilo de vida, talan te espiritual, incluse en materia de arte y religiôn. (1).

(1) G. Schischkoff. Op. cit. pâg. 42

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Esta imposibilidad de que los individuos tengan senti- do de responsabilidad, tiene una importante consecuencia, la de que el grupo se resiente y adolece del mismo defecto.

Una de las razones que se esgrime como principal y de- sencadenante de la irresponsabilidad individual es la especial estructura organizativa que tiene la moderna sociedad. En tiem pos pasados el hombre dependia en un grado mucho mayor que en la actualidad de los azares naturales y de todo tipo. El hecho mismo de respirar ténia un valor en si. Hoy en dîa, dados los servicios que ofrece la organizaciôn social el hombre se ha - acostumbrado a una mâquina mucho mâs perfecta y que al mismo - tiempo le da una fatal sensaciôn de seguridad y permanencia.

En este sentido Ortega atribuye al hombre masa actual - dos caractères, el primero de ellos "la libre expansiôn de sus deseos vitales", y tambiên "la radical ingratitud hacia cuan­to ha hecho posiblela facilidad de su existencia. Uno y otro rasgo compone la conocida psicologia del niho mimado" (1) In­cluse nos llega a hablar mas adelante de la figura del "seho- rito satisfecho" en la êpoca actual.

Esto implicaria que para que los hombres volvieran a ser responsables habria que prescindir de los bénéficiés que- la actual organizaciôn nos brinda, o bien, tratar de que los

(1) Ortega. Op. cit. pâg. 178

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individuos se dieran cuenta de que los bénéficiés de los que gozan son el fruto de una cooperaciôn y de una acumulaciôn de progreso que requiere un mantenimiento constante de la activ^ dad de cada uno y de su consecuente sentido de responsabilidad.

Esta segunda soluciôn nos parece mucho mâs adecuada que la primera. Hoy por hoy résulta inconcebible el volver a las limitaciones y azares de êpocas pasadas, una vez que el hombre goza de un standard de comodidades a las que le séria muy difi cil, por no decir imposible, el renunciar.

La tarea de dotar de sentido de responsabilidad a los miembros de la comunidad no parece irrealizable aunque si pue- da presentar dificultades.

E) LA MASIFICACION DE LA CULTURA

La cultura es un fenômeno minoritario y aristocrâtico desde los tiempos mâs antiguos. Los medios de comunicaciôn de masas, caracteristicos de la sociedad industrial, prensa, ra­dio, cine, television, han cambiado este concepto tradicional alterândolo.

Los modernos medios de comunicaciôn puede que tengan - como objetivo principal en su mensaje, al menos en los paises occidentales, la venta de productos. Esta misma finalidad y -

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mentalidad, tambiên pueden presidir los mensajes cuando êstos pertenecen a una categoria mas elevada, que tradicionalmente - conocemos como cultura.

La cultura de masas viene caracterizada, en primer lu- gar, por el gran numéro de los destinatarios lo cual no parece en principle, sea una nota negativa. Sin embargo, esta misma - caracteristica trae consigo otras.. Al ser un gran numéro los -

Jreceptores del mensaje êstos permanecen generalmente en el anon^ mato. Es muy dificil saber quien escucha o ve atentamente la - radio y la television; el hecho de que estos aparatos estên fun cionando no implica por fuerza la efectividad del mensaje. El producto o mensaje ha de ser por fuerza impersonal y normalmen te ademâs es elaborado por un equipo y previamente a su lanza- miento retocado por unas personas que pueden alterar la obra - originalmente escrita.

Tambien existe una falta de selecciôn en los temas. Los medios de comunicaciôn se ven obligados a incluir en su réper­torie toda clase de temas y en cuanto a los destinatarios, tarn poco existe una selecciôn de los mismos, aunque evidentemente circulen algunas revistas especializadas.

Todo ello nos puede llevar a afirmar que la cultura de masas se caracteriza por la mediocridad de nivel intelectual.

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forzado por la estructura en la que se desenvuelve.

Karl Mannheim cuando se refiere a la crisis de la cul­tura en la democracia liberal sehala cuatro procesos en la mis_ ma: "1°. El nûmero creciente de los grupos de élite y el conse^ cuente de debilitamiento de su fuerza de choque. 2°. La ruptu- ra del hermetismo de los grupos de elite. 3°. El cambio en el principle de selecciôn de esas elites. 4°. El cambio en la dis- posiciôn interna de las elites". (1).

Ayala en una visiôn pesimista del problema sehala que: "El problema que, en términos sociologicos, se suele presentar como del empleo del oc'io o tiempo libre, no consiste sino en co mo devolver a las multitudes poseîdas de mentalidad capitalis- ta unos contenidos espirituales que llenen la existencia de ca da ser humano, presten un sentido a su vida, y le permitan rea lizarse como individuo, en la bûsqueda de plenitud para su re£ pectiva personalidad. Y esto -que puede facilitarse creando - las condiciones sociolôgicas adecuadas- no se lograrà, de nin- gun modo, sino por obra de una renovaciôn profunda de la cul­tura" . (2).

Esta visiôn nos situa ante un replanteamiento profundo

(1) K. Mannheim."El hombre y la sociedad en epoca de crisis". Ed. La Pléyade. Buenos Aires, 1969. Pâg. 74

(2) Ayala. Op:. cit. pâg. 299-300

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de la Question. Para Ayala lo que hay que revisar es el mismo concepto de la cultura imperante. No podemos aceptar este pun- to de vista puesto que el mismo fenômeno de cultura, tal como hemos sehalado con anterioridad, es un fenômeno de minorias, Por consiguiente, medir por el mismo rasero a toda la actual cultura producida y condenarla a su olvido y renovaciôn nos - parece una medida radical. Junto con la cultura de masas ins- pirada de contenidos consumistas del capitalisme, existen inte lectuales marginados de grado o por fuerza que no comparten - esos puntos de vista. El mismo Ayala es un ejemplo de ellos - con sus afirmaciones.

Esta observaciôn que acabamos de formuler podrîa si- tuarnos ante una primera soluciôn del problema. Habria que cam biar los contenidos con los que se nutren actualmente los me­dios de comunicaciôn para que los mismos tuvieran una mâs al- ta calidad y ofrecieran una amplia gama de opciones al recep­tor .

Se puede objetar que ese pûblico indiscriminado de los medios de comunicaciôn no esta preparado para ello y, en ese caso, o bien es cuestiôn de tiempo, o bien de preparaciôn, o bien de dejar el problema por insoluble. En realidad sin ado£ tar la postura del perfecto "integrado" si que podemos juzgar

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positivamente la existencia, al menos, de los medios de comu­nicaciôn actual. Estos han abierto la posibilidad Lhasta ahora impensable de alcanzar con su mensaje a millones de personas - hecho imposible de concebir hace un siglo, a parte de la rapi- dez en la misma difusiôn del mensaje. Asi pues los efectos per niciosos de is actuales contenidos son el ûnico punto negative que se puede poner en el saldo de los "massmedia".

La soluciôn estâ, pues, en manos, en primer lugar, de los responsables de esos medios de comunicaciôn, en segundo lu gar, de los gobiernos y, por ûltimo y tal vez de forma mucho - mas acusada, en los intelectuales. El papel de êstos ha de ser el de lideres y como taies han de procurer dejar oir su voz a travês de los nuevos medios.

Como soluciôn extrema cabria revisar el concepto del - uso de la propiedad en los medios de comunicaciôn. En este sen tido Carl-Adam Nycop refiriendose a los periodicos suecos afir

oma: "Min personliga uppfattning ar att stodatgarderna och ut- vecklingen mot breddad foretagsdemakrati inom tidningsvarlden med tiden kommer att leda till en omprovning av agarformerna".(1)

(1) Carl-Adam Nycop. "Makt som saljer" (Poder que vende) Forum Stockholm. 1973. pâg. 115. "Mi opiniôn personal es que las medidas de apoyo (se refiere a crédités y subvenciones a - la prensa) y la tendencia hacia una mâs amplia decratiza- ciôn de la empresa periodistica llevarân en el future a una revisiôn de las formas de propiedad’.*

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F) ASPECTQ POLITICO

1,- Demagogia

Vallet de Goytisolo sehala como la "sumisiôn a los lu- gares comunes y su superficialidad hacen que la masa soberana sea en cambio facil de conducir por quienes sepan halagarla, y para convencerla tomen como base discursiva esos lugares comu­nes previos, o aquellos nuevos que logren sugerirle enlazândo- los a sus sentimientos, buenos o malos. Del mismo modo la ha­cen impermeable a toda verdad profunda, por real que sea, que no se ajuste a ellos". (1).

Este mismo autor recoge a continuaciôn la opiniôn de Or tega sobre los peligros que encierra para civilizaciôn la apa- riciôn de la demagogia. En realidad este fenômeno no es nuevo

sino muy antiguo y por lo tanto desde este punto de vista poco tendrla que ver con el problema de la Sociedad de masas.

La variante que se ha introducido en los presupuestos - clâsicos de la demagogia es que la misma cuenta con unos nuevos medios de penetraciôn y de difusiôn que aumenta sus peligros.En la actualidad nos encontramos cuantitativamente con unos - grupos mayores que antaho, concentrados en nûcleos muy determ^

(1) Vallet de Goytisolo. Op. cit. pâg. 214.

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nados, las ciudades, y a los que se puede alcanzar con los men sajes en un cortisimo espacio de tiempo.

2.- La tecnocracia.

"La tecnica contemporanea nace de la copulaciôn entre - el capitalisme y la ciencia experimental". (1) La tecnificaciôn, el especialismo conduce a la barbarie segûn Ortega.

La sociedad de los grandes numéros que es la Sociedad - de masas requiere una compléta organizaciôn que cada dîa va en mayor aumento. En una definiciôn de Willian Henry Smith recog_i da por J.Touchard se dice que; "La tecnocracia podria ser def_i nida como una teoria de organizaciôn social y un sistema de or ganizaciôn nacional de la industria. Implica la reorganizaciôn cientifica de la energia y de los recursos nacionales, y la - » coordinaciôn de la democracia industrial y de la voluntad del pueblo". (2).

Desde un punto de vista mâs negative se nos dice que - "si el demagogo es la figura que agita la rebeliôn de las ma­sas, el tecnôcrata conduce a êstas como un rebaho por las ru- tas planeadas por el Estado. A veces tambien esgrime artifi- cios demagôgicos pero no los emplea con fines subversives -

(1) Ortega. Op. cit. pâg. 215.(2) J. Touchard. Historia de las Ideas Politicas. Editorial

Tecnos. Madrid 1970, pâg. 626.

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sino para facilitar la conducciôn pacifica, haciendo que las • masas se lancen voluntariamente por los caminos prédétermina dos para llevarlas". (1).

La existencia de la tecnocracia tiene su razôn de ser - en la necesidad de una actividad eficaz y continua de la admi- nistraciôn sobre los administrados, necesidad aun mâs perento- ria cuando numerosas medidas se aplican a un gran nûmero de - personas. Antiguamente no existia un cuerpo de funcionarios - permanentes, en la actualidad la permanencia es una de las ca racteristicas de la tecnocracia. La costumbre de-los cambios masivos de mandos intermedios" se hizo imposible, primero, por el desarrollo en los fines y el detalle en la politica social, la division del trabajo, que pedian la continua energia de los hombres en equipo y en un campo especial... y segundo por la - necesidad de capacidad têcnica", (2) .

En este mismo sentido se manifiesta V.O. Key, Jr. (3) cuando se refiere al"spoil system" americano. En este pais no dejan de observarse los efectos negativos que présenta una ac tividad discontinua del personal que trabaja en los centros - administrativos.

Los recelos frente a la burocracia se centran principal

(1) V. de Goytisolo. Op.cit. pâg. 217(2) H. Finer. Op. cit. pâg. 862(3) V.O. Key, Jr. Op. cit. pâg. 558-563

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mente en hacernos aparecer esta como una especie de mafia o grupo de presiôn, una actuaciôn poco clara y sobre todo guia da por el valor de los nûmeros y de la eficacia y no el valor de las personas. Se llega incluso a afirmar que son los que - en realidad ostentan el poder por encima de parlementes o go­biernos. Los primeros por la debilidad actual como consecuen­cia del reforzamiento del poder ejecutivo. En cuanto al gobier no porque ha de entregarse en manos de los informes y opinio- nes de los técnicos.

Esta es la cruz de la moneda que se nos présenta desde un punto de vista negative, pero no hace falta ser muy perspi- caz para comprender que dicha moneda tiene tambiên una cara. Meynaud, un teôrico poco sospechoso en este aspecto y dentro de una serie de contrapuntos matizadores, llega a afirmar que "el frenar sistemâticamente este movimiento (se refiere a la tecnocratizaciôn) tendrla unas consecuencias molestas para el bienestar colectivo... El politico no puede pensar ya en des- bancar al têcnico". (1).

Desde una perspectiva mâs positiva para con la burocra cia se manifiesta Von Mises. Este autor afirma, en primer lu­gar, la necesidad del aparato burocratico y la imposibilidad

(1) Meynaud. Problemas ideolôgicos del siglo XX. Ariel, Barce lona 1964, pâg. 390-391.

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de reformar sus posibles defectos de lentitud, abandono o de^ preocupaciôn en el trabajo. Al condenar la aplicaciôn de este tipo de organizaciôn y de estructura al mundo privado, recono ce, no obstante, su validez en la esfera publica teniendo en cuenta el "principle de servicio" no el de bénéficié. "Esos - son, ademâs, los unices medios para hacer que la ley prévale^ ca en la conducciôn de los asuntos pûblicos y para protéger al ciudadano contra la arbitrariedad despôtica... tenemos que résignâmes ante el hecho de que no se pueden aplicar a un - Departamento de Policia o a la Oficina de un recaudador los - acreditados metodos de gestiôn de la empresa que persigue el bénéficié". (1).

Como vemos el hecho de la tecnocratizaciôn es de una - parte un fenômeno irreversible y de otra, no presupone una maldad intrinseca, puesto que su actuaciôn siempre podrîa ser supervisada o al menos dirigida, y canalizada por los poderes ejecutivos mâs altos.

3.- Totalitarisme

Si como afirmâbamos antes la demagogia era un fenôme­no antiguo, el totalitarisme lo es nuevo y tal vez en intima conexiôn con la Sociedad de masas.

(1) L. Von Mises. "La Burocracia" Uniôn editorial. Madrid - 1974. pâg. 162.

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El totalitarisme tiene dos ideas fondamentales: La pr^ mera, la de la unidad y la segunda, la de la plena interven- ciôn en todos los aspectos de la vida ciudadana. Todo ello se lleva a cabo a travês de una sola doctrina oficial, un parti- do ûnico, contrôles policiacos y militares, direcciôn de la - economîa y control de la propaganda.

"La Sociedad de masas parece requérir como rêgimen po­litico alguna especie de cesarismo en que un demagogo enérgi- co... se convierte... en el exponente venerado de esas grandes masas... Una vez instaurado ese rêgimen, la propia multitud - de la cual brota sera su primera victima: y el aparato de la propaganda destinado a controlar psiquicamente a la poblaciôn del Estado funcionarâ ya sin descanso... Una regimentaciôn r_i gurosa dentro de la econômia planificada, y, de otro lado, la ocupaciôn incesante de la atenciôn general...sustituyen a los repartos de trigo y f undone s de circo de la antigua Rom a en modo sumamente ventajoso". (1).

Cabe preguntarse si la masa cualitativa conduce al to­talitarisme o si es el totalitarisme el que provoca la apari- ciôn de la masa cualitativa aprovechando el hecho de la masa cuantitativa. La mera existencia de un gran nûmero de perso­nas viviendo en comunidad no creemos que facilite la apariciôn

(1) Ayala. Op. cit. pâg. 270-271

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del totalitarisme, lo mâs que podemos llegar admitir es que el impacto de la propaganda y la implantacion de los metodos totalitarios se facilita cuando las comunidades son numero­sas.

En este mismo sentido se manifiesta G.H. Sabine al re- ferirse al nacional-socialismo. Este "destrozô completamente el ideal alemân de un Rechtsstaat, un sistema constitutional ordenado, el ûnico principle constructive en la idea alemana del "estado" y la base de su fuerza militar" (1) Es decir, - que con anterioridad al nacional-socialismo, sistema totali- tario, las masas alemanas no conocieron el totalitarisme.

Las consecuencias de la aplicaciôn de estas doctrinas segûn el mismo autor llevaron a que pese que "el individuo - era "organizado" en todos sus movimientos, se encontraba mâs solo que nunca... La sociedad totalitaria estaba verdaderamen te atomizada. El pueblo estaba constituido literalmente por las "masas", sin ninguna informaciôn salvo la que quisieran - proporcionarle los ôrganos de propaganda y sin ninguna facul­tad para encaminarla a sus propios fines". (2)

Tambiên cabe preguntarse si el totalitarisme no estarâ

(1) G. H. Sabine. Op. cit. pâg. 654(2) Ibid. pâg. 655

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en directa relaciôn a una especial mentalidad de la comunidad en la que se produce. Esto significarîa que el fenômeno total^ tario no puede producirse mâs que en determinadas comunidades. En este sentido se manifiesta R, Huntford(l) en su obra "The New Totalitarians", Consecuentemente, la existencia de una ma­sa cuantitativa no implicaria en si misma un peligro de fâcil campo de cultivo para el totalitarisme.

G) ASPECTO ECONOMICO

1.- Producciôn en masa y monopolies

La revoluciôn industrial iniciada en Inglaterra a fina­les del siglo XVII asentô las bases de una incipiente têcnica aplicada a la producciôn. Con el transcurso del tiempo las - têcnicas mejoradas permitieron la transformaciôn râpida y re- lativamente econômica de grandes cantidades de materias primas en bienes de consumo directe. Se iniciaba asî la producciôn en masa, y al mismo^tiempo una espiral en la que a una mayor pro ducciôn de bienes seguia una perentoria necesidad de bûsqueda de nuevos mercados. A un nuevo aumento de producciôn para sa- tisfacer esos nuevos mercados seguia la necesidad de aumentar las cadenas de producciôn buscando la disminuciôn de los cos- tos y la anulaciôn de la competencia.

(1) R. Huntford. Op. cit. cap. V. The corporate State, pâg 86- 121.

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A este fenômeno, segun nos dice Ashton (1) le acompa- han otros dos: de una parte la concentraciôn de industries eu yas diferentes especialidades se complementan para la élabora^ ciôn de un producto final, piênsese por ejemplo en las diferen tes operaciones que dan como resultado final los tejidos; de otra parte las empresas que en un principle son familières, o basadas en vînculos de amistad entre los patrones se transfor man en sociedades anônimas que comienzan una lucha despiadada de competencia para hacerse con el control de los mercados: - los monopolios tienen su origen en esas premises.

Con los monopolios "pierde su justificaciôn funcional el concepto de la propiedad privada absolute y del laissez - faire sin restricciones, pues ya no es indispensable para el desarrollo y el mantenimiento del sistema econômico" (2)

Contra esos monopolies actuarâ el estado en un principle (Ley Sherman antitrust en EE.UU.), pero en ocasiones el esta­do tambien se ve atraido per el espejuelo de hacerse cargo - por su propia cuenta, o bien a travês de terceros, de esas - enormes posibilidades econômicas que los monopolies ofrecen. Sobre todo, si las concepciones politicas imperantes no tie­nen grandes escrupulos en cuanto al respeto de la propiedad

(1) T.S. Ashton. "La revoluciôn industrial" Breviario del Fo r do cultura econômica. Entre otras, paginas 36^37, Méjico 1970. 5 Reimpresiôn.

(2) K. Mannheim "Libertad, poder y planificaciôn democratica" Fonde de cultura econômica. Mêjico 1953. pâg. 31.

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e iniciativa privada .

2.- Sociedad de consumo

Schischkoff nos dice que "la libertad exterior dentro de un nivel de vida suficientemente alto tendria que consistir en la posibilidad de satisfacer convenientemente todas las necesi^ dades, tanto de la vida material como de la vida espiritual - del hombre, por los medios de que se dispone y en la medida na tural correspondiente a taies necesidades. Contra ese princi­ple natural surge sin embargo una dilataciôn condicionada por factores de tipo econômico y social en tales medidas naturales con lo que se empieza a considerar como verdaderas necesidades otros muchos deseos y aspiraciones creadas desde fuera por ma- niobras de ciertos intereses economicos, que originariamente no entraban en el catalogo de necesidades a cubrir como cond_i ciôn previa a esa cierta seguridad material que ha de permitir la elevaciôn del espiritu humano y el despliegue de su vida u^ terior, hasta el alcance de la verdadera felicidad." (1)

Estas afirmaciones nos ponen de relieve los modos de - producciôn en la sociedad de consumo. Esta se caracteriza por ser indirecte. Queremos decir con ello que mientras en las co

(1) Schischkoff. op. cit. pâg. 327

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munidades primitivas productores y consumidores se hallaban en intima relaciôn, viviendo en muchos casos dentro de la - misma comunidad, en la actualidad productores y consumidores suelen desconocerse entre si. Incluso los productores no tie nen en algunos casos, una idea clara sobre su papel en el pro ceso productive en el que desarrollan su actividad.

Pero esta producciôn es tambiên indirecta por cuanto se ha venido a intercalar un tercer elemento entre consumidores y productores,bien sean , los titulares de los monopolios u d_i gopolios, bien sea el Estado.

El fenômeno productive dentro de una sociedad de consu mo viene caracterizado segûn nos dice Edgar Morin por una ten­dencia hacia el consumo mâximo siendo su motor el bénéficié. "Pero incluso, cuando el bénéficié esté ausente, todo sistema industrial tiende al crecimiento, y cuando se trata de una pro ducciôn destinada al consumo, al consumo mâximo". (1).

El peligro reside pues en que la sociedad de consumo se transforme en consumista, fenômeno ya tratado desde hace mucho tiempo por diverses autores, tal vez el mâs conocido Pleven - (Teoria del consumo ostentoso). Ello significa que el consumo

(1) Edgar Morin. Op. cit. pâg. 43.

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por necesidad de sobrevivencia se transforma en un consumo co mo finalidad, o incluso mâs; determinados bienes se transfor- man en simbolos representatives de un alto nivel de vida.

Creemos que no se puede predicar en exclusive de la so ciedad de masas este defecto, si en la actualidad existe una competencia para ver quien tiene o compra el coche o la lava- dora mâs moderno y costoso, en la antiguedad no han sido ni - mucho menos desconocidas las llamadas "leyes suntuarias". La ûnica diferencia es que mientras en el pasado dichas leyes se aplicaban a una muy reducida minoria, en la actualidad pueden incidir en ese consumo ostentoso un nûmero mâs considerable - de personas.

Los ûnicos peligros a los que nos referimos previamen te (1) es la posible homogenizaciôn psicolôgica como conse - cuencia del uso de identicos productos por un gran nûmero de personas. Volvemos a repetir que dicho aspecto negativo no -* creemos que pueda tomarse muy en cuenta.

3.- La publicidad.

Ayala sehala como "las primeras manifestaciones de la moderna propaganda comercial se presentaron en su dîa, limi-

(1) pâg. 72-73 de este trabajo.

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tândose a dar a conocer al pûblico la existencia del négocie, las mercancias puestas a la venta, su calidad y su precio, pa­ra que pudiese comparer y former su juicio, y debidamente ilu£ trado , adoptase la decision razonable". (1)

Este mismo autor al describir la situaciôn actuel del fenômeno publicitario observa que el mismo ha perdido muchas - de sus antiques cualidades de ayuda e informaciôn al pûblico - para convertirse en un medio de venta que es ejercido sin li­mites y sin escrûpulos aprovechando cualquier posibilidad para capter a los clientes.

En realidad, la publicidad, que nace como necesidad y que en un principio podriamos calificar de ingenue, evoluciona y se complice, por 16 que présenta diverses caras. As! por ejem plo, Angel Ferrer (2) al hablar de las definiciones de la pub11 cidad las agrupa segûn que se basen en los varios efectos per- seguidos, en el fin econômico obtenido, en el fin ûltimo: la - venta, en el fin psicolôgico y por ûltimo aquellas que se ba- san en la idea de la comunicaciôn. Tambien podria hablarse de tipos de publicidad por su âmbito al que va dirigido, la audien cia, el medio que utiliza.

(1) Ayala. Op. cit. pâg. 264(2) Angel Ferrer. Publicidad 70. La Nueva Têcnica Publicitaria.

Serie Primeros Premios. Instituto Nacional de Publicidad. Madrid 1969. Câpt. II, pâgs. 29-41. ;

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Como vemos no todo el fenômeno publicitario adolece de esos defectos intrinsecos que predican sus detractores. En rea lidad tambiên se pueden sehalar factores positives en la publ^ cidad, tal como hacen Bernard de Plas y Henri Verdier; "En re­vanche, on ne saurait contester que des campagnes collectives bien organisées ont permis de ramaner la consommation vers des denrées utiles et saines" (1). Tambien la publicidad se nos - puede mostrar como un regulador de la producciôn.

Los autores antes citados incluso llegan a afirmar; "Or en poussant l'analyse, on arrive a cette constatation que sans publicité, le produit coûterait plus cher" (2) "La publicité permet d'abaisser le prix des produits pour la simple raison - qu'elle augmente le chiffre des ventes" (3).

Naturalmente reconocen que puede tener sus efectos ne­gativos pues la publicidad puede desarrollar y crear necesida­des donde en realidad no existen. Esto, sin embargo, no debe - achacarse a la publicidad en si, puesto que es un fenômeno de- rivado de un hecho, tal vez irreversible, la producciôn têcni­ca masiva. La producciôn de grandes cantidades obliga a su - venta; para promocionar y facilitar esta venta por fuerza se ha de recurrir a la publicidad. Sus efectos negativos pueden -

(1) Bernard de Plas y Henri Verdier. La publicité. Colecciôn Que saisje? Nûmero 274. Presses Universitaires de France. Paris 1957, pâg. 115.

(2) y (3) Ibid. pâg. 116.

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sin embargo combatirse, encauzândola por vias legales. En es­te sentido: "Elle doit donc: 1°. Etre véridique, c'est-â-dire n'employer qu'une argumentation conforme a la réalité;2°. Ne soutenir que des produits dont l'utilité soit rélle - pour le corps social". (1).

Creemos que ello es posible, y no han faltado intentos al respecto desde el punto de vista internacional. En 1937 ya se formulé un côdigo de prâcticas legales en materia de publi­cidad que ültimamente fue revisado en 1966. En este côdigo se habla de la publicidad como de una tarea responsable ànte los consumidores, de servicio tanto a los consumidores como a la industria, al comercio y a toda la economia en general, afirmân dose taxativamente en uno de sus principles bâsicos quei "La publicidad debe respetar las leyes del pais donde es difundida ser decente, leal y veridica" (2)

Tambiên en nuestro pais existen disposiciones al respec to. El 11 de Junio de 1964, aparece el Estatuto de la Publici­dad, que en su articule 6° enuncia los principles générales de la actividad publicitaria, enumerando como taies: licitud, ve- racidad, autenticidad y libre competencia.

Evidentemente esta normativa no es suficiente para evi-

(1) Bernard de Plas y Henri Verdier. Op. cit. pâg. 121(2) Côdigo Internacional de Prâcticas Leales y Materia de Pu­

blicidad 1966. Publicaciôn de la Asociaciôn Espanola de - anunciantes. Madrid 1967. pâg. 7.

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tar todos los efectos negativos que puede provocar el fenôme no publicitario, sin embargo es una buena muestra de que el mismo, al menos, podria ser encauzado en caso necesario.

CONSIDERACIONES SOBRE LO EXPUESTO

En esta primera parte del trabajo hemos tratado de expo ner el fenômeno de la apariciôn de la sociedad de masas, con - sus caracteristicas y sus posibles aspectos negativos. Cabe - ahora que nos preguntemos en primer lugar si nos es posible - combatir el fenômeno y en segundo, si nos hemos de limitar al menos a combatir sus aspectos negativos.

Respecto al primer punto no cabe duda de que la Socie­dad de masas no es susceptible de ser reconducida a la etapa anterior. Estando basada en las grandes concentraciones huma- , nas y en la têcnica, se nos aparece como demencial la idea de hacer desaparecer ambas, de forma radical, aunque pudiera bus- carse paliativos respecto a algunos aspectos, como por ejemplo las concentraciones urbanas excesivas.

En cuanto a la idea latente en la mayoria de esta crî- tica, la individualista, no creemos que la misma quede susten tada por mâs tiempo. Esto séria debido principalmente a que - las criticas formuladas puede ser que no se asienten en argu-

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mentos de una absoluta solidez. Geiger insiste en este puntocuando mantiene lo disentitle de mnchas de las afirmaciones -que sobre las cualidades de la sociedad de masas, se ban hechoAsi nos habla de lo ficticio de una contraposicion entre una -romântica y sentimental concepciôn medieval y una estructura -actual social masificada. Opina textualmente este autor que -este tipo de afirmaciones criticas "en su forma primitiva me parece bastante exagerado", (1) Tambiên opina este autor quea pesar de la pretendida masificaciôn de la sociedad, el ind_ividuo conserva unos circules de relaciones intimas con unas -viviencias de una profundidad, tal vez mayor que en epocas pasadas.

Vallet de Goytisolo nos hace aparecer la concepciôn "romântica" como algo que ha existido de siempre, mientras que., el colectivismo actual es algo impuesto y artificial. En rea- lidad las ideas individualistas creemos que surgen en un perio do muy determinado y que en la actualidad se hallan en crisis. Como nos dice Loewenstein:"La idea de que el ciudadano... ténia que detentar derechos propios, diferentes de sus obligaciones trente a la comunidad fue completamente ajena a la teocracia - hebrea, a la ciudad-estado griega y .a la repûblica romana...

(1) Theodor Geiger. "Die Legende von der massengesellschatf". Archiv fur Rechtsund Sozialphilosophie. Bern. 1951. pâg. 305 y siguientes.

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La libertad del ciudadano, en su sentido actual, hace su pri­mera apariciôn en las constituciones antifeudalistas... fraca- sô sin embargo, a causa de las organizaciones corporativas de los gremios". (1).

En cuanto a la têcnica permite indiscutiblemente, como afirma Duverger (2) un mayor desarrollo cultural, econômico, de compresiôn y de integraciôn...

Como este mismo autor senala, la êpoca actual viene ca- racterizada por una vuelta a la concepciôn de la libertad-resis tencia frente a la concepciôn de la libertad-participaciôn. Aho ra bien, esta actitud hace que en una sociedad régida por esta concepciôn: "La lucha del ciudadano contra el poder llega a ser en ella el antagonisme fundamental. Nada autoriza a pensar que pueda desaparecer o incluso disminuir.

Bajo la forma de una lucha por la libertad, la lucha po litica no tiene un fin prévisible" (3)

Sin duda es esta una vision negativa del future al es-timarse como improbable la libertad-participaciôn.

"Estas reacciones son propias de esquemas intelectuales en los cuales, y en alguna forma, siempre se oponen lo indivi­dual y lo colectivo. Lo que gana el conjunto el hombre lo pier

(1) Karl Loeweinstein, "Teoria de la constituciôn". Col Demos, Eds. Ariel. Barcelona 1970, pâgs. 392-393

(2) Maurice Duverger. "Sociologie politica" Col. Demos, Ed. - Ariel. Barcelona 1970, pâgs. 79-96

C3) Maurice Duverger. Sociologie Politica. Ibid. âg. 302-303’

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de, y viciversa. En esta perpectiva, el hombre sufre la socia lizaciôn y esta lo disminuyï pero la perspective es falsa, - porque no tiene en cuenta una dimensiôn nueva cuya apariciôn es el hecho capital de nuestro tiempo. Esta dimensiôn es la de lo colectivo, sintesis y superaciôn de los seres individua les. Habiamos creido, con un egocentrismo que explica la exi- guidad de nuestra visiôn que lo individuel era el têrmino de la evoluciôn, tanto biolôgica como psiquica. En realidad no - es asî. Un ser mâs perfecto se desprende de la concentraciôn de individuos. Poco importa el nombre que se le de: humanidad sociedad, masa; lo esencial es verlo tal cual es: lo superindi^ vidual" (1).

(1) Burdeau. Mêtodo de la Ciencia Politica. Depalma. Buenos Aires 1964, pâg. 335.

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P A R T E S E G U N D A

CAPITULO 1.- EL ESTADO LIBERAL

A) CONCERTO

El adjetivo liberal y el sustantivo libéralisme son con ceptos con mûltiples acepciones y que admiten una gama infini­te de matizaciones.

Para Finer "la esencia verdadera del libéralisme consi^ te en que esta siempre abierto a una nueva experiencia y a la defense del progreso libre. Lo individuel tiene mayor impor- tancia que el Estado en si". (1)

Desde el punto de vista politico, Jean Touchard (2) nos habla de su inicial relaciôn con el progreso têcnico y la bur- guesia, pues de ambos forma parte como elemento filosôfico ori

ginario. Pero en realidad, mâs que hablar de un solo bloque en el que se halle el concepto y el hecho del libéralisme, existe una variada idéologie. Para este autor, dentro del concepto - conviven principalmente très tipos: el econômico, el politico y el intelectual. La realidad histôrica muestra dos formas, al menos, de libéralisme: el francés y el inglés.

(1) Finer. Op. cit. pâg. 394(2) J. Touchard. Op. cit. pâgs. 401-413.

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En parecidos têrminos se manifiesta L, Diez del Corral: "Utilizase este concepto con contornos tan amplios y vagos y tan insuficiente en su articulaciôn interna que en él cabe in- distintamente la mayor parte de cuanto aconteciera en el si- glo XIX. Es precise distinguir paises, decenios y sectores de la culture, y las diverses corrientes que de manera mâs clara o subrepticia han atravesado el siglo pasado". (1)

Por si elle fuera poco, cuando una de las revoluciones mâs representatives del libéralisme, la Revoluciôn Francesa, proclama los principles de libertad e igualdad, se aumenta la confusiôn al anadir el têrmino fraternidad. "El tercer têrmi­no de la divisa republicana francesa -"fraternidad"- fue ana- dido en 1848 y traduce una influencia de la idéologie socially ta. La idéologie liberal es individualiste, basada en la bûs- queda del interês personal, que ella afirma que es el mejor me dio de realizar el interês general; es todo lo contrario de la "fraternidad". (2).

De lo anterior se deduce que el estado liberal se carac teriza por que los detentadores del poder adoptan una actitud abierta hacia las innovaciones y porque en êl las decisiones - politicas vienen determinadas por la preponderancia de conside raciones individuales sobre las colectivas.

(1) Luis Diez del Corral. "El liberalismo doctrinario" 2° edi- ciôn. I.E.P. Madrid 1956, pâg. 7

(2) Duverger. Instituciones politicas" Col. Demos. Ed. Ariel Barcelona 1970, pâg. 90

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Debido a la prâctica se asocia a esta idea la democracia parlamentaria, aunque tal vez fuera mâs correcte el contraponer liberalismo a despotismo, pese a lo negativo de esta soluciôn.

B) ORIGEN HISTORICO

A juicio de Duverger (1), el Estado liberal es fruto de una ideologia que precede a las instituciones en el devenir his- tôrico. La Revoluciôn Francesa y la americana serân véhicules muy eficaces para su expansiôn.

Esta ideologia se basa en ideas gestadas durante la refor­ma protestante y por la filosofia cartesiana. "Las teorias del in glês John Locke en el siglo XVII y las de los filôsofos Franceses del XVIII forman el armazôn general. Las consecuencias politicas fueron desarrolladas por las revoluciones norteamericana y franco sa y las controversias que suscitaron". (2)

Para Finer "empezô con las luchas religiosas de la reforma, cuando se discutia el derecho al juicio individual y el testimo- nio en cuestiones de fé". (3).

El liberalismo fue una idea general que pretendiô abarcar

(1) Duverger. "Instituciones politicas y Derecho constitucional" Op. cit. pâg 90.

(2) Ibid. pâg. 90(3) Finer, op. cit. 394.

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un amplio abanico de la vida social basândose en el llamado - principle "de la mayor felicidad".

Segun recoge Sabine, Bentham, une de los mâs represen­tatives pensadores del liberalismo, suponia "que el placer y - el dolor son susceptibles de ser medidos, compensando una can tidad dada de une al équivalente del otro, y ademâs pueden ser sumados, de modo que puede calcularse una suma de placeres, lo que definirâ la mayor felicidad de un individuo y de un grupo de individuos. En este câlculo hay que considerar cuatro "di- mensiones" o fases de un placer o un dolor: su intensidad, su duraciôn, la certidumbre con que seguirâ un tipo determinado de acciôn y la lejania del tiempo en que va a ocurrir. Como un pla car o un dolor tiende a inducir otros, esta tendencia debe ser tomada en cuenta y en cualquier câlculo social el nûmero de per sonas afectadas debe ser considerado". (1).

1.- Liberalismo Juridico

El principio de "la mayor felicidad" a juicio de los l_i berales podîa ser una formula universal aplicable a cualquier caso por el legislador, al menos esto fue lo que pretendiô ha_ cer Bentham.

(1) Sabine, Op. cit. pâg. 494.

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En realidad, el liberalismo juridico fue en sus orige- nes una actitud negativa frente al anterior estado de cosas.La burguesia detentaba gran parte de las fuerzas econômicas, pero se consideraba postergada por la situaciôn de privilégié de la que gozaban los grupos aristocrâticos. No es, pues, ex­trano que lo que se pretendiera con la reforma liberal fuera, de una parte, la libertad y la igualdad, y de otra, la consa- graciôn de la propiedad como instituciôn fundamental para la sociedad. Estes très puntos inspiran los côdigos napoleônicos y todos a quelles que en dichas fuentes bebieron. Con la igual^ dad la burguesia conseguia la equiparaciôn con las clases ha£ ta entonces priviligiadas. Con la libertad, capacidad de manio brar. Y, por ûltimo, con la institucionalizaciôn de la propie­dad, la defensa de sus propios intereses.

2.- Liberalismo Econômico

Los très pilares fundamentales del sistema econômico 1^ beral descansan en la especial concepciôn de la propiedad pri- vada, que se estima inviolable y sagrada: la libertad de cam- bios o libertad de comercio es la consecuencia lôgica de dicha libertad de empresa que implicarâ ante todo y, por ûltimo, el principio de la libre competencia.

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El liberalismo econômico se inspirô en sus orîgenes en las ideas expuestas por Adam Smith en "La riqueza de las nacio nés" y su muy conocido principio de "la mano invisible". Segun el mismo, los intereses egoistas individuales, al buscar un ma yor bénéficié, consiguen un mayor bien universal para todos.

Este autor recogia gran parte de los principles fisio craticos, entre otros, el tan conocido del "laissez faire". Es David Ricardo, banquero londinense, el que formularâ de forma definitiva las teorias econômicas del liberalismo. Como es sa- bido se inspirô en las teorias de Malthus y en la idea de las très rentas que sehalaba Adam Smith: tierra, capital y trabajo, puso el acento principal en este ûltimo.

Es curioso sehalar el juicio que merece a W. Theimer - David Ricardo: "représenta una posiciôn clasista de intransi­geante capitalisme". (1) También a juicio de este autor, compar tido por S. Giner (2), la opiniôn de Ricardo sobre los sala­ries séria facilmente aprovechable por los socialistas. Paradô jicamente, una teoria liberal darâ argumentes de peso a sus oponentes,

3.- Liberalismo Politico

Segun nos dice Sabine, "Bentham consideraba los recur-

(1) W. Theimer. "Historia de las ideas politicas". Col. Demos Ariel. Barcelona 1969. pâg. 256

(2) Theimer. Ibid. pâgs. 256-257 y Salvador Giner, "Historia del pensamiento social". Col Demos. Ariel, Barcelona 1967 pâgs. 374-375.

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SOS de liraitaciones légales a la soberanîa,tales como las Déclara clones de Derecho (Bill of Rights), la separaciôn de poderes y los contrôles y equilibrios como confuses en la teoria y enga- hosos en la practica, como los formalismes y tecnicismos en la ley. En consecuencia, aceptaba la plena soberania del Parlamen- to y la necesidad de confiar en una opiniôn pûblica ilustrada para asegurar la respons&bilidad. La soberania politica descan- saba, en ûltima instancia, en el pueblo porque solo asi puede - coincidir el interês del gobierno con el interês general. Para hacer efectivo el interês del pueblo creia en el sufragio uni­versal, con solo inhabilitaciones temporales mientras la educa ciôn pudiera producir un electorado letrado. Y para hacer ni - Parlemente responsable ante el electorado, habria reducido su vida legal a un aho". (1)

Como vemos, estas premises de la ideologia liberal pro- pugnan un sistema politico que en nada se parece a la democra­cia, puesto que êsta tiene como dogmes fundamentales, entre - otros, la divisiôn de poderes y el control de los mismos.

Pero aun hay mâs, conforme sehalabamos con anterioridad(2) el liberalismo politico se opone a la democracia por cuanto mientras en esta ûltima el grupo o colectividad es lo que predo

(1) Sabine. Op. cit. pâg. 506(2) primer pârrafo pâg. 103 de este trabajo.

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mina, para el liberalismo siempre serâ el individuo, y las con sideraciones individuales las que han de primar.

Segün nos dice Chevalier, cuando el mâs significado re­présentante del liberalismo inglés, John Locke, adjudica todo el poder al Parlamento, no hacia mâs que un cambio de titular en los poderes absolûtes que combatia. La importancia y la no vedad de sus ideas reside en el hecho de "que los derechos na turales de los hombres segun Locke, no desaparecen a consecuen cia del consentimiento dado a la sociedad, sino que, por el - contrario, subsisten. Y subsisten para limitar el poder social y fundar la libertad". (1).

El liberalismo politico se nos aparece asi como una con traposiciôn al absolutisme en el que el Estado juega un mere - papel de espectador o, en todo caso, con una actividad négatif va trente a las esteras individuales. Poco juego habria de dar en un mundo que requeria cada vez mâs una acciôn positiva por parte de los poderes pûblicos.

C) EVOLUCION

El liberalismo es un ejemplo claro de como una ideolo­gia que carece de una base institucional puede influir en las instituciones pero que al mismo tiempo es influidas por estas.

(1) Chevalier, op .cit. pâg. 97.

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Ademâs, su desarrollo relativamente extenso en el tiem po, se inicia en el siglo XVIII y llega hasta el siglo XX, fa cilitarâ el hecho de que otras ideas influyan o traten de qui- tar su primacia en las tendencias politicas dominantes.

Asi Duverger (1) nos habla de las influencias del con- servadurismo, debido a que "la ideologia liberal se ha desarro llado sobre todo en el interior de sistemas politicos-conserva_ dores". Del mismo modo "el socialisme ha influido profundamen- te en las sociedades libérales", ya sea por oposiciôn conflic tiva, ya sea colaborando y aportando ideas a los programas li­bérales.

A continuaciôn pasaremos a exponer algunas de las opi- niones neoliberales sobre algunas de las évidentes alteracio- nes que por fuerza ha tenido que experimenter el credo libe­ral .

1.- Credo evolutive

Los neoliberales (2) en la actualidad, mantienen la te- sis de que el liberalismo es esencialmente un credo evolutive, y por tanto tratarlo de encasillar en determinadas fôrmulas rî

(1) Duverger. "Instituciones politicas y Derecho constitucio­nal. Op. cit. pâgs. 102-111

(2) Entre otros, el ya citado Hayek en "Camino de Servidumbre"

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gidas como el "laissez faire" no podia' traer mâs que consecuen cias funestas para el desarrollo de la doctrina.

Con ello pretenden presentar su doctrina como la solu­ciôn a los problemas que tiene planteados el mundo actual. Sus ideas servirian, segun ellos, tanto para combatir el socialisme totalitario como el capitalisme monopolîstico y masificador.

Las razones que aducen es que los principles proclamados por el liberalismo han de verse corregidos por las circunstan- cias politicas y econômicas de un memento determinado. Tal vez podemos sehalar aqui como las afirmaciones antedichas vienen a suponer una quiebra de un sistema liberal admitida por los pro­pios defensores de estas ideas, aunque ellos sehalan que ello - es solo justificable bajo determinadas circunstancias.

Desde otra posiciôn (1) que puede presentarse como "ro­mântica" pero que a nuestro juicio puede calificarse de cripto liberal, se presentan las actuales actividades politicas y las normas juridicas como tendentes a aplastar las individualidades propugnandose como remedio una menor influencia estatal en cam­pes taies como la seguridad social.

2.- Interrupciôn de su desarrollo

Para los defensores a ultranza del liberalismo, éste en

(1) Entre otros, el ya citado Vallet de Goytisolo, en "Sociedad de masas y Derecho".

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realidad no llego a ponerse nunca en prâctica, puesto que de£ de un principio se mistificô con medidas que poco tenian que ver con los principios proclamados. En realidad no podîa ser de otro modo.

A juicio de Sabine " el mayor êxito legislativo del ra­dicalisme filosofico (asi denomina este autor al liberalismo - en esta ocasiôn) coincidio con el inicio de su declinaciôn. La cûspide de su influencia se produjo en 1846, con la aprobaciôn de las leyes del trigo y el establecimiento del libre comercio como politica nacional dé Inglaterra. Pero aûn antes de esa - fecha, los efectos sociales del industrialisme no reglamenta- do comenzaron a suscitar graves preocupaciones en la concien- cia de los libérales, inclusive, y produjeron una reacciôn en clases cuyos intereses creados o modes de vida, se veîan amena zados". (1).

En realidad el liberalismo econômico trajo como conse­cuencia unos desequilibrios sociales que desde un principio d_i ficultarîan tanto su implantaciôn como la del liberalismo pol_i tico. Los mûltiples cases de trabajos infrahumanos a que en sus orîgenes dio lugar la industrializaciôn provocô desde el prin­cipio del siglo XIX una legislaciôn laboral en diferentes pai­ses. Fuê en Inglaterra donde primero se produjo una medida de tal naturaleza : en 1802 se limita el trabajo de los aprendi-

Cl) Op. cit. pâg. 510.

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ces. En Francia en 1813, se prohibiô el trabajo de los nihos menores de diez ahos en las minas (1). Aunque esta legisla­ciôn en un principio fuera muy reducida y de aplicaciôn muy dudosa por falta de la existencia de los debidos organismes inspecteras, no por ello dejarîa de extenderse y de alcanzar plena eficacia al transcurso del tiempo. "A medida que avan- zaba el siglo XIX el volumen de la legislaciôn social creciô gradualmente hasta que, en opiniôn de observadores compéten­tes, a fines del tercer cuarto de siglo, el Parlamento habla descartado efectivamente âl individualisme como su principio orientador, y habla aceptado el "colectivismo". El liberalis­mo, tal como se habia entendido, estaba a la defensiva, y me diante una curiosa anomalla, la legislaciôn promulgada en in terês del bienestar social y, por tanto, de la mayor felici­dad, iba en contra de los ideas libérales aceptadas". (2).

Asi pues "la mano invisible" de Adam Smith, no se pre- sentaba tan benêfica en sus efectos como parecia serlo a pri­mera vista. Aûn suponiendo que "Smith defendla -y es cosa que a menudo se olvida hoy- puntos de vista sociales" (3), el si£ tema desde sus inicios presentô fallos que obligaron a la adop

(1) Datos extraidos de "Los movimientos sociales en la era in dustrial". Manuel Cruells. op:. cit. pâg. 78

(2) Sabine, op. cit. pâg. 510(3) W. Theimer. op. cit, pâg. 256.

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ciôn de medidas contrarias al espîritu liberal. Es obvio el pensar los efectos que tuvieron otras ideas "de intransigen te capitalisme" (1) como el que propugnaba David Ricardo.

D) EL LEITMOTIV DEL LIBERALISMO

Para el liberalismo, su primer mandamiento es el "lal ssez faire". Dejar hacer, o mejor, dejar actuar las propias fuerzas naturales del cuerpo social. Este dogma en un princ^ pio se aplica preferentemente a los aspectos econômicos, pero también tiene su aplicaciôn en politica.

Cuando Hayek se refiere al mismo, hace una primera sa^ vedad para dejar bien claro que no se trata de mantener situa^ ciones injustas anteriores, antes bien, "se basa en la convie ciôn de que alli donde la competencia efectiva puede crearse, esta es la mejor via para conducir los esfuerzos individuales Donde es imposible crear las condiciones necesarias para ha­cer eficaz la competencia, debemos acudir a otros mêtodos en la guia de la actividad econômica". (2).

Estas excepciones se han demostrado histôricamente tan abundantes que no se conoce un solo ejemplo de estado liberal quimicamente puro. "Pues ello supondria admitir no solo que -

(1) W. Theimer,op, cit. pâg. 256(2) Hayek. "Camino de Servidumbre", op. cit,pâg. 37

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la humanidad entera fuese una sociedad territorial de produc ciôn capitaliste en todos sus efectos, y unitariamente organ_i zada, sino ademâs que los hombres solo pudieran obrar ëconôml camente y orienter su conducta toda segun las oportunidades - del mercado y la rentabilidad econômica". (1)

Por desgracia y pese a los buenos deseos de los libéra­les: "es patente para todos que las "leyes" econômicas, las - fuerzas en competencia y la "mano invisible" del mercado no - son suficientes para integrar los esfuerzos de todos actuelles que estân comprendidos en el sistema econômico. La tendencia a largo plazo ha sido cada vez mâs la de intervenciôn, para ar- monizar los conflictos de la economia" (2).

En cuanto a la faceta politica de este principio, mue£ tra las necesarias relaciones entre Estado y Economia. El pr_i mero, en su actividad politica ha de dirigir a aquella, pues "la razôn de Estado y la razôneconômica han sido siempre co­sas distintas. Todo Estado, incluso el propio Estado capitalis ta, por virtud de su funciôn necesaria, tiene que utilizer a la econômia exclusivamente como un medio para su acciôn pecu­liar" (3).

(1) Hermann Heller, "Teoria del Estado". Fondo de Cultura Eco nomica, 6 ediciôn. México, 1971, pâg. 231

(2) V.O. Key, op .cit. pâg. 254(3) H. Heller, o p *, cit. pâg. 232.

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116.

Como agudamente ha sehalado Duverger, ambos tipos de 1^ beralismo, el econômico y el politico, parecen complementarse mutuamente, pero la realidad es muy distinta. La no interven­ciôn estatal trae como consecuencia el libre juego de las fuer zas econômicas que se convierten en los ârbitros de la socie­dad.

"En efecto, en el sistema capitalista, el poder econômi co esta repartido entre mûltiples empresas privâdas que son - "centros de decisiôn" autônomos, mâs o menos independientes del Estado. La propiedad privada de los medios de producciôn desem boca asi en una estructura pluralista de la economia que se re fleja en el dominio politico". (1)

Segûn nos dice el mismo autor "en teoria el liberalismo politico es el elemento fundamental de la ideologia liberal; - el liberalismo econômico no es mâs que un medio de garantizar las libertades civiles y pûblicas, la igualdad y el pluralis­me. En la prâctica, cuando ha habido necesidad de escoger en­tre las dos, los libérales han escogido a menudo el liberalis­mo econômico. Han preferido la supresiôn de las libertades po­liticas a la supresiôn de la propiedad" (2)

(1) Duverger. "Instituciones politicas y Derecho Constitucio­nal". op. cit. pâg. 98

(2) Ibid, pâg. 99.

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117.

E) SOLUCIQNES MIXTAS

Los mismos defensores del liberalismo llegan a afirmar que su credo nunca se puso en prâctica, y que por lo tanto no cabrîa hablar de fracaso del mismo, pues su realizaciôn siempre se ha visto mediatizada por disposiciones que poco tienen que - ver con el principio de la competencia.

Un ejemplo de ello son las soluciones que buscan una corn ponenda entre el principio de libre competencia y el de la so- cializaciôn, como puede ser la planificaciôn. A juicio de Hayek (1) es esta una soluciôn que en su eclecticismo no puede sati^ facer ni a los partidarios de la socializaciôn de los medios de producciôn ni a los defensores de la libre competencia.

Esta opiniôn un tanto radical se nos aparece tal vez, co mo miope. Résulta, por demâs obvio que en gran parte del mundo las naciones se rigen por un sistema en que se entremezclan los principios politicos y econômicos intervencionistas y librecam bistas. Hoy en dîa una abrumadora mayoria adopta una postura - de conciliaciôn y compaginaciôn entre ambos principios.

F) PLANIFICACION Y LIBERALISMO

La planificaciôn es el ejemplo tîpico de como los prin-

(1) Hayek. "Camino de servidumbre", op.cit.(pâgs 40-43 principe^ mente) Cap. III

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cipios del liberalismo econômico, principalmente, pero tambien politico, se han visto afectados por las circunstancias imperan tes en el mundo actual, haciéndolos entrar en crisis.

Con anterioridad nos hemos referido al tema bajo el ep^ grafe "La planificaciôn y el desarrollo" (1), por consiguiente, lo que ahora nos proponemos es una breve exposiciôn de las re­laciones entre esta prâctica econômica y la ideologia liberal.

Para los neoliberales, la tendencia a adoptar medidas - planificadoras no es consecuencia de una necesidad impuesta por las circunstancias, sino mâs bien la voluntad confesada o incon fesada de llevar a la prâctica una socializaciôn.

La experiencia parece, sin embargo, demostrar que las le yes naturales econômicas, el principio de la libre competencia y, en fin, cuanto suponga una inhibiciôn en el juego de la pro ducciôn y el consumo, puede provocar desajustes que ponen en peligro la estabilidad social.

Se puede argumenter que la planificaciôn es conveniente y admisible solo en determinado nûmero de casos, por ejemplo, comunidades pequehas o bien paises que necesitan salvar en po­co tiempo las grandes diferencias de nivel de renta que les se

(1) Ver pâg. 64 de este trabajo.

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paran de aquellos paises considerados como integrados de pleno en la llamada sociedad de consumo.

Ahora bien, frente a ello podemos observer que la pla- nificaciôn tiene su origen histdrico en los inmensos territo­ries del antiguo imperio ruso, llevada a cabo bajo el sistema comunista. Por otra parte, paises cuya renta per câpita podia ser considerada como muy deseable, tambien se han embarcado en el camino de la planificaciôn.

Si entendemos la planificaciôn en un contexte mâs amplio por ejemplo, toda medida del gobierno que afecta al ciclo eco­nômico, creemos que tal vez no exista ningûn pais en el mundo en el que esto no ocurra, por lo que la planificaciôn, en este sentido, es un fenômeno general.

Fraga, refiriendose a los efectos politicos de la pla­nif icaciôn nos dice que; "por otra parte la experiencia con­firma en parte las previsiones de los criticos, de que la pla nificaciôn refuerza los poderes del Estado, y afirma la tenden cia a la burocratizaciôn. Ahora bien, no siempre este aumento del poder ha sido desproporcionado en funciôn de las ventajas creadas: el ejemplo inglés parece concluyente a este respecte. Posiblemente la creencia en un orden politico-social perfecto tenga que llevar inevitablemente a la dictadura, es decir, a la total centralizaciôn del liderazgo, y al control absolute

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de pensamiento/ del mismo modo que el escepticismo o el rela­tivisme total en cuanto a los valores morales y sociales no - tenga mâs salida que la democracia. Pero entre une y otro ex­treme caben limites intermedios. El ejemplo inglés demuestra que es posible un acuerdo sobre el "minime britânico" y dejar ùn margen relativamente amplio por encima de él". (1)

Estas reflexiones abundan en una anterior afirmaciôn de Mannheim cuando este opina que "debe hacerse una distinciôn - entre la planificaciôn como instrumente de la conformidad y la planificaciôn como instrumente de la libertad y de la variedad" (2)

Lo que nos interesa, por ûltimo, destacar es que, sin duda, liberalismo y planificaciôn son têrminos y prâcticas con trapuestas "in radice". En pro de la planificaciôn se ha de se halar que en muchos casos parece inevitable y en otros muy fa­vorable o conveniente. Ademâs, no implica necesariamente la im plantaciôn de la coacciôn social. Y lo que es .mâs importante es la constataciôn de los indudables efectos positivos que pue de tener en aquellos paises con problemas de subdesarrollo eco nômico y que por esta causa suelen adolecer de una cierta ine^ tabilidad politica.

(1) Fraga. R.E.P. n° 80. Madrid 1955, pâg. 51-52(2) K. Mannheim. "Diagnostico de nuestro tiempo" Fondo de Cul­

tura Econômica. Mejico 1966, pâg. 13.

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-1 .

CAPITULO II.- ESTADO DEMOCRATICO

A) CONCEPTO

Aristôteles, como bien es sabido, hablaba de democracia refiriendose a aquel tipo de organizaciôn politica en la que - el pueblo era el sujeto gobernante. En la prâctica histôrica posterior este gobiernoMel pueblo se ha ejercido directa o - indirectamente segûn que no hubiera elecciones o las hubiera, y en este segundo caso se da la posibilidad de que la democra­cia sea directa o indirecta.

Cuando se habla de democracia o sistema democrâtico, a veces se ahade el adjetivo de liberal. A nuestro juicio, no - puede admitirse dicha uniôn terminolôgica. Conforme recogiamos en el capitule anterior, para el teôrico del liberalismo, Ben­tham, las limitaciones légales o la soberania, taies como las declaraciones de derechos, la separaciôn de poderes y los con­trôles y equilibrios resultaban confuses en la teoria y enga- hosos en la prâctica. Una opiniôn asi plantea una incompatibi lidad Clara entre el ideal democrâtico y el ideal liberal.

Sin embargo, este juicio puede ser considerado como m_i noritario y asi Duverger afirma que: "la diversidad de las tra

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diciones y de los contextes nacionales lleva consigo una diver sidad paralela en los sitemas politicos occidentales. Sin embar go, todos disponen de unos mismos elementos bâsicos fundamenta les: representaciôn popular basada en elecciones libres, sépara ciôn de poderes que garantiza un control de gobierno por el Par lamente, jerarquia de normas juridicas basadas en el principio de legalidad. Estas instituciones tienen el mismo fin: impedir que el poder politico sea demasiado fuerte para asi salvaguar- dar las libertades de los ciudadanos". (1)

En realidad lo que ocurre es que, histôricamente, el li­beralismo ha dejado sentir su influencia en la democracia. Esta, a su vez, también ha recibido otras influencias como la conser- vadora o la socialista, y por tanto, en la practica no puede ha blarse de un sistema democrâtico puro. Prueba de ello la tenemos en que el sustantivo democracia se califica con adjetivos taies como representative, liberal, popular, orgânica...

B) ORIGEN HISTORICO

Desde el punto de vista histôrico ha habido dos concep- ciones contrapuestas (2), la de la libertad-resistencia y la de la libertad-participaciôn. La primera de ellas es fruto de las

(1) M. Duverger. "Instituciones politicas y Derecho constitucio nal". op, cit. pâgs. 112-113.

(2) Ver pâg.100 de este trabajo.

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concepciones de Rousseau.

Cuando Rousseau formula su doctrina de la "volonté ge­nerate", résulta de la misma una perfecta comunidad entre los componentes del grupo social de que se tratara, de tal modo - que, si uno de ellos era lesionado en sus intereses sufrîa el cuerpo social en su conjunto. En el caso de ser afectada la - comunidad, el posible perjuicio repercutîa en cada uno de sus miembros.

En el desarrollo historico de la democracia senala Bis- caretti (1) que ha habido dos contribuciones importantes en la actual configuraciôn que présenta la democracia. La aportaciôn inglesa, con principios como: monarquia constitucional, Parla­mento bicameral, irresponsabilidad del Jefe del Estado y liber tades civiles tuteladas jurisdiccionalmente. De origen francés son las siguientes aportaciones: derechos pûblicos subjetivos de los ciudadanos, el principio de divisiôn de poderes y la so berania nacional. Este mismo autor considéra que también los - Estados Unidos aportaron algunas concepciones a la actual con- figuraciôn de la democracia: la estructura federal del Estado y el control de constitucionalidad de las Leyes.

Concepciones teôricas dispares, configuraciones histôri^

(1) Paolo Biscaretti. "Derecho Constitucional", Tecnos. Madrid 1965, pâg. 226.

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cas que por fuerza responden a peculiaridades diverses y, en resumidas cuentas, el transcurso del tiempo que hace varier - las circunstancias y, en determinada forma, enriquece las for mulaciones teôricas, han dado como resultado un tipo de régi­me n politico que aparece bajo multiples o variados aspectos, - no ya sôlo de enunciado sino también en la practice. A esto - nos referimos a continuaciôn.

C) TRANSFORMACIONES DE LA DEMOCRACIA: NUEVAS TENDENCIAS

1.- Politicas

De todas las influencias teôricas y practices que ha ex perimentado la democracia en su decurso histôrico, la que en - la actualidad parece como mâs évidente y précisa es la del so­cialisme. No es extraho, puesto que también esta doctrine ex­périmenta a su vez las influencias de la democracia. Socialis­me democratico o democracia socialiste son hoy denominaciones corrientes en la politica mundial.

En dos aspectos tel vez podemos ver la influencia del so cialismo, o socializaciôn, en la democracia: la progresiva buro cratizaciôn y las alteraciones en les sistemas de elecciôn.

En une democracia como en cualquier otro tipo de organi

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zaciôn politica, sôlo puede existir esa misma organizaciôn si existe un principio de poder que es ejercido por un nüraero mâs o menos amplio de ciudadanos. En realidad cada dîa este nûmero se amplia (1) debido a que la Administraciôn tiende a abarcar mâs competencies y a atender mâs necesidades. Estes nuevos ser vicies obligan a crear nuevos cuerpos de funcionarios que en- tienden de les problemas.y que tienen competencia sobre elles, con le que el gobierno directe del pueblo se ve profundamente mediatizado o bien desaparece por complete.

Duverger, refiriêndose al segundo de les fenômenos apun- tados, afirma en dicho sentido que "en la elecciôn de les mis- mos représentantes se encuentran también êlementos autocrâticos. La elecciôn de les candidates es un elemento esencial del proce so electoral, pero esta elecciôn de candidates esta siempre mâs o menos dominada por procedimientos autocrâticos. Los candida­tes son elegidos por les partidos que representan una oligarquia de militantes. En les grandes partidos de masas modernes, esta

(1) En Espana el nûmero de funcionarios no puede considerarse elevado comparado con otros paises. En nuestro pais hay un funcionario por cada 53 habitantes. En Francia por cada 26. En Alemania la proporciôn es de 1 a 22. Segûn dates extrai dos del "Informe sociolôgico sobre la situaciôn social en Espana 1970". Fundaciôn Foessa. Madrid 1970, pâg. 382. Aün mayor en proporciôn es el nûmero en Suecia, superior a cua trocientos mil funcionarios, le que da una relaciôn de une por cada 20 habitantes. P. Vinde "Swedish government admi­nistration. The Swedich Institute. Stockholm-71, pâg. 11.

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oligarquia es amplia, pero no deja de ser una oligarquia en re laciôn al conjunto de los ciudadanos". (1)

El capitule XII, y siguientes, de la ya referida obra de W.O. Key, es altamente ilustrativo al respecte, por le que no insistimos mâs sobte este punto.

2.- Econômico-sociales

"El poder econômico es muy importante, aûn careciendo de lugar oficial entre las instituciones del Estado. Las decisio- nes de inversiôn de los jefes de empresa, su politica de produc ciôn y de precios, y sus relaciones con los asalariados, tienen considerable influencia en la vida nacional". (2)

Sin duda alguna, en determinados paises donde impera el capitalisme industrial o financière, las anteriores afirmacio- nes pueden ser consideradas como ciertas. Incluse la opiniôn - pûblica asocia determinadas decisiones politicas a inconfesables y subterrâneos intereses financières.

Estes hechos han provocado ciertas medidas légales con - el fin no ya solo de garantizar la independencia politica, sino incluse el someter los poderes econômicos a la voluntad de los

(1) Duverger. "Instituciones politicas y Derecho Constitucional" Op. cit. pâg. 128

(2) Duverger. op. cit. pâg. 12 6

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gobernantes. En este sentido, uno de los medios mâs efectivos resultarîa ser la planificaciôn econômica.

Otra visiôn pesimista de las transformaciones econômico- sociales que experimentan actualmente las naciones desarrolla- das del mundo occidental, es la que formula Marcuse; "Sin embar go, a pesar de toda su racionalidad, el Estado de Bienestar es un Estado s in libertad, por.que su administraciôn total es una - sistemâtica restricciôn de: a) el tiempo libre "técnicamente" - disponible; b) la cantidad y calidad de los bienes y servicios "técnicamente" disponibles para las necesidades vitales indivi duales; c) la inteligencia (consciente o inconsciente) capaz de aprehender y realizar las posibilidades de la autodeterminaciôn" (1) .

D) DEMOCRACIA Y MASIFICACION

1.- Propaganda politica y opiniôn pûblica

"La democracia solo se salva cuando existen demostracio nés constantes de participaciôn; solo mediante los votos y la - propaganda se mantiene un gran porcentaje de votantes". (2).

La propaganda résulta, pues, necesaria incluso en los -

(1) Marcuse, op. cit. pâg. 79(2) H. Finer, op, cit. pâg. 86

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sistemas democrâticos, para que êstos puedan mantenerse. Ahora bien, esta propaganda actüa por definiciôn sobre la opiniôn pû blica, por lo que podemos apuntar très posibles temas de inte- rés; como se realiza esa propaganda, es decir, su proceso; - quien detenta en las democracias ese poder comunicador; y por ûltimo, sus efectos en el destinatario.

En cuanto al primer punto hay que tener en cuenta que - "la opiniôn pûblica se compone de la percepciôn de los hechos, de las inferencias lôgicas desde ellos y de la interpretaciôn moral de los mismos. Es évidente que entre nosotros y los hechos hay un nûmero de procesos que pueden perjudicar a nuestra recep ciôn. Por consiguiente, estos procesos perjudiciales determinan nuestra opiniôn como voluntad, que convirtiéndose en falsa, no resolverâ el problema que deseâbamos ver resuelto". (1)

Cuando Alfred Sauvy, en el capitule XII de su obra, "La opiniôn pûblica" aborda el problema de la informaciôn y la demo cracia, expone su juicio sobre las relaciones entre el poder y la opiniôn y afirma que en las democracias occidentales"l'infor mation est libre, en principe mais le Gouvernement a divers mo­yens d'agir sur elle. Cette entorse au dogme de la liberté de - la presse ( si contestable, tel qu'il est apliqué) serait heu­reuse, si le pouvoir en profitait pour diffuser les faits mal

(1) Finer, ibid. pâg. 322.

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connus du public, et non pour déformer certaines nouvelles sus ceptibles d'attirer des critiques sur lui. D'autre part, la li bertê de la presse est, répétons-le encore, loin d'obéir â - l'idéal que recouvre l'expression. Et d'une façon générale, le capital est si largement avantagé qu'il dispose d'un veritable pouvoir". (1)

En el ambiente caldeado de la ültima postguerra europea, se afirmaba por mâs de un autor la necesidad de una propaganda dernocrâtica activista que en ciertos aspectos hacen dudar de la pureza democrâtica que en el fondo tengan sus defensores (2)

De lo que acabamos de exponer, el destinatario de la - propaganda politica se nos aparece como objeto vulnerable de la misma, por el control que se ejerce sobre los medios de infor­maciôn, las énormes posibilidades del "remaking* de la noticia y, por ûltimo, por el apoyo doctrinal teôrico en defensa de una acciôn propagandistica, sin duda con fines democrâticos, sobre el pûblico en general.

2.- La opiniôn pûblica como objeto de consumo

"La prensa debe considerarse como el mâs influyente por- tavoz de la opiniôn pûblica. Cuando no se trata de ôrganos decla

(1) Alfred Sauvy, "L'opinion publique". Col. Que sais-je. Presses Universitaires de France. Paris 1964, pâgs. 119-120

(2) Ver "La propaganda politica" cap. VIII de Jean-Marie Dome- nach, su primera ediciôn data de 1950. la consultada es la de P.O.F. Paris 1965.

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rados de los partidos, el negocio periodîstico es una empresa del gran capital, perteneciente, en su mayor parte, a personas que de ordinario tienen sus negocios fuera del periôdico, y que se valen de su participaciôn en êste, ya para favorecer sus in­tereses bancarios e industriales, como acontece a Norteamerica y otros paises, ya para venderla al Banco que aparezca como me jor postor, como se da, y no con çaracter exclusivo, en Francia pero, en todo caso, haciendo depender su opiniôn de los ingresos y especialmente de la publicidad". (1)

H. Heller, el autor que acabamos de citar, se refiere al medio informative de la Prensa y a la dependencia de la misma del capital privado. Sin embargo, no es este el ûnico medio in formative y, en la actualidad, creemos que tampoco el mâs impor tante. La radio, y sobre todo, la televisiôn, cuentan con unas audiencias cuantitativamente superiores a cualquier medio de in formaciôn impresa.

Estos dos medios han side captados y puestos bajo el mo­nopolio estatal en la mayoria de los parses occidentales, por - supuesto estâ claro que asi habrla de ser en los regîmenes so­cialistes.

Pero el hecho importante de la presentaciôn actual de la

(1) H. Heller, op. cit. pâg. 196

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informaciôn reside en el tratamiento de la noticia en el lengua je empleado en la comunicaciôn. "En los puntos claves del mundo del lenguaje pûblico, las proposiciones con valor propio, anali ticas, funcionan como fôrmulas mâgico-rituales. Machacadas y re machacadas en la mente del receptor, producen el efecto de ence rrarlo en el circule de las condiciones prescritas por la fôrmu

la (!)•

Este lenguaje también viene caracterizado por una contra dicciôn entre el valor atribuido al término empleado y lo que - este término efectivamente significa en su uso tradicional. Exi£ te un desfase buscado de propôsito. "Y la franca, ostensible - contradicciôn se convierte en constante del habla y la publici­dad. La sintaxis de la contradicciôn reclama la reconciliaciôn de los opuestos, uniéndolos en una estructura firme y familiar. Intentaré mostrar que términos como "la bomba atômica limpia" y "la radiaciôn inofensiva" no son mâs que las creaciones extre­ma s de un estilo normal. Una vez que se ha aceptado la princi­pal ofensa contra la lôgica, la contradicciôn se muestra como un principio de la lôgica de manipulaciôn: una caricatura rea- lista de la dialéctica. Es la lôgica de una sociedad que puede permitirse hacer a un lado la lôgica y jugar con la destrucciôn; una sociedad con un dominio técnico de la mente y de la mate­ria. (2)

(1) Marcuse, op, cit. pâg. 118(2) Marcuse, op, cit. pâg. 119

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Unas afirmaciones tales pueden ser consideradas, tal - vez, como extremes, pero sin duda una cierta verdad puede ser hallada en el fondo de las mismas. La opinion pûblica, suscep­tible de tratamiento, es manipulada ya sea con fines politicos ya sea con fines econômicos, en los sistemas democrâticos.

3.- Planificaciôn y democracia

Fraga (1), recogiendo la opiniôn de Lewis C. Lorwin, se pregunta si es posible concilier la idea de un estado planifi- cador con un programa democrâtico. No nos puede extranar esta pregunta dada la tendencia actual en la gran mayoria de las de mocracias hacia una actividad planificadofa, al menos, en el - aspecto econômico.

Hay que considérer que "la democracia descansa en cuatro principios esenciales: a) la decisiôn final de la politica gene ral ("public Policy") por el pueblo, b) El cambio pacifico y - sencillo del gobierno, si su liderazgo deja de agradar a la ma yoria. c) Formaciôn libre, es decir, no coaccionada, sino por libre discusiôn de la opiniôn pûblica, d) Aquiescencia de las minorias a las resoluciones de la mayoria que, a su vez, la - respeta". (2)

(1) Fraga, op, cit. pâg. 30(2) Ibid.

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La planificaciôn, por su parte, supone un aumento en el poder estatal, puesto que para llevar a efecto los planes ha de recurrir a una normative que aumente su poder decisor y sus corn petencias, invadiendo en muchos casos esteras que antes se halla ban regidas por principios normativos de derecho privado. Todo ello se ve acompahado de una mayor centralizaciôn impuesta por las nuevas circunstancias*

La polêmica que la planificaciôn ha planteado al ser lie vada a la practica en regîmenes democrâticos, nos demuestra que la exposiciôn teôrica de compatibilidad mantenida por Fraga es puramente teôrica, Los sistemas democrâticos continuan teniendo una gran carga de libéralisme individualista al que repugnan - las medidas planificadoras. Se tratarîa en suma de un antagonis mo entre lo que Von Mises denomina sociedades basadas en vincu los contractuales y sociedades hegemônicas. (1)

Abundando en las ideas expuestas por Hayek en su "Cami- no de servidumbre", podemos traer a colaciôn las siguientes fra ses de H. Finer: "También podemos preguntarnos cual es el punto en el cual difiere la planificaciôn actual del gobierno, de co­mo se practicaba y ensehaba tradicionalmente. No difiere en cuan

(1) L. Von Mises. "La acciôn humana" Ed. Sopec S. A. Madrid 1968 pâg. 252 y ss.

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to a bondad. Entonces dpor quê emplear una nueva palabra? Una de las razones en los Estados Unidos es evitar el uso de la - odiada palabra "socialismo". (1)

(1) Finer, op. cit. pâg, 51.

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CAPITULO III.- ESTADO SOCIALISTA

A) CONCEPTO.

Las mâs relevantes caracteristicas del estado socialista segûn Duverger (1) son las siguientes: predominio de la propie- dad colectiva, cuyo titu&ar puede ser el Estado o las entidades locales o las entidades cooperatives. La importancia economica del sector privado es muy debil y , por ende, no puede dejar sen tir su influencia en la vida politica del pais.

Conforme vemos, estos caractères son predominanteraente econômicos. En el aspecto politico propiamente dicho, el autor antes citado sehala que autoritarisme y partido ûnico son los - rasgos mâs sobresalientes, El conjunto se halla estructurado en el marco de una ideologia marxista, existiendo algunas excepcio nes respecto a este ûltimo punto.

Con esta actitud de principio mantenida por el socialis­mo frente a dos de los hechos sociales mâs relevantes, el econô mico y el politico, no es de extranar que dicha doctrina polity ca se nos aparezca como una de las ideas mâs antitêticas del - concepto individualista.

(1) Duverger. "Instituciones politicas y Derecho constitucional" op, cit, pâg. 373.

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B) ORIGEN HISTORICO

1.- Doctrinarios utôpicos

La lamentable situaciôn creada por el industrialisme 1^ beral tuvo una primera consecuencia en la apariciôn de protes­tas literarias e ideolôg^cas (1). Estas protestas ideolôgicas concretaronse en un principio en la formulaciôn individual de algunos autores que propugnaban otras vias que no fueran las - propuestas por el libéralisme, a la vista de los fracases a los que êste conducia.

La ideologia socialista data, sin embargo, tante en la - prâctica como en la teoria de muchos siglos atrâs. Recordemos - a estos efectos que la organizaciôn espartana autoritaria ténia muchos rasgos de socialismo. También entre los autores clâsicos podemos encontrar algunos esbozos de esta doctrina.

Sin embargo, en el siglo XIX, y por las causas antes men cionadas, en el que hallamos los j antecedentes inmediatos. Ro­bert Owen, Fourrier, Blanc, Saint-Simôn, con sus falansterios, talleres nacionales, o meras elucubraciones sin realizaciôn prâc tica alguna, formulan una serie de programas ideolôgicos que en

(1) Las novelas de Dickens, entre otros autores y algunos reta zos recogidos en las novelas por entregas del siglo XIX, - son un buen ejemplo al respecto.

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la actualidad podrîamos définir en su conjunto como "socialismo utôpico".

Ahora bien, este socialismo utôpico es fruto de creacio nes aisladas o individuates, para hallar un grupo homogéno "con testario" se ha de esperar hasta 1884. En este aho un grupo de jôvenes organizaron la Sociedad Fabiana, el primer intente colec tivo de un socialismo moderado, Sin duda, segûn afirma Sabine, la razôn de su apariciôn hay que encontrarla en "una pêrdida de confianza en la supuesta eficacia social de la empresa privada, y una creciente intenciôn de utilizer el poder legislative y ad ministrativo del Estado para corregir sus abuses y humanizarla" (1)

Los Fabianos, nacidos y formados en colegios y Universi- dades britânicos, son fruto de su entorno social y escolâstico, procuran colorear con unos matices libérales sus declaraciones socialistes, y tratan de lograr asi una fusiôn de principios - por los que, tal vez, su doctrina aparecerâ en la prâctica como utôpica, si bien, inspire en la vida politica inglesa algunas - decisiones normatives propias de un socialismo humanitarista.

"La politica Fabiana se basaba en la justicia y la posi- bilidad deseable de recuperar la ganancia no merecida para fines sociales. Estos fines dependian de la convicciôn de que la liber

(1) Sabine, op, cit. pâg. 534.

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tad es imposable sin un grado razonable de seguridad y que, en consecuencia, la seguridad social y la estabilidad son, en la misma medida que la libertad, puro aspecto de la politica" (1)

2.- Los doctrinarios actives

Las protestas litferarias y las ideas teôricas formuladas no parecieron provocar directamente un cambio de las condicio­nes econômicas, sociales y politicas del siglo XIX, pero asenta ron las bases para que ideologies mâs radicales pudieran real^ zarse en la prâctica.

Por doctrinarios actives, es una denominaciôn personal, entendemos que son aquellos que tuvieron la oportunidad de ver puesta en prâctica, de una manera efectiva y real, sus teorias. Desde este punto de vista son, tal vez, Marx y su colaborador Engels los que merecen ester, con mejores titulos, en este apar tado.

Las doctrines de Marx poseian una fuerte carga mitica, se hablaba de la revoluciôn del proletariado, el ûltimo escalôn social que séria el beneficiario de los cambios que se consiguie ron en la estructura social.

(1) Sabine, Ibid. pâg. 535.

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Sin embargo, el individuo es valorado y tratado en fun- ciôn de ese mito, por lo que, desde luego, la generacion que - vive el cambio no serâ la beneficiaria, e incluso las futures generaciones pueden verse sometidas a contrôles sociales y po lîticos impuestos en defensa de la mitologîa politica marxista.

C) EVOLUCION. *

Puede tal vez establecerse una relaciôn de proporcionali^ dad inversa entre el desarrollo de un pais y sus radicalizacio- nes de las teorias marxistas-socialistas. Se puede tal vez afir mar que, como consecuencia de ello, el socialismo muestra en la actualidad dos facetas que difieren no solamente en la prâcti­ca sino incluso en la teoria.

Estimamos polémica la afirmaciôn de Duverger cuando dice que: "no se dan, en cambio, regîmenes socialistes en las nacio­nes superdesarrolladas", (1)

Con anterioridad nos hemos referido al libro "The New - Totalitarians" de R. Huntford, en el que el autor mantiene que el tercer pais del mundo en renta "per capita" Suecia, después de Estados Unidos y Canada se halla en vias de convertirse en - el perfecto modelo prâctico de la teoria socialista.

(1) Duverger, op, cit. pâg. 380.

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De acuerdo con sus afirmaciones, no dependeria de facto res técnicos o econômicos la socializaciôn de un pais, sino que la misma podrîa ser consecuencia de una actitud comunitaria que se produce conjuntamente con una decisiôn politica que trata de llevar a la prâctica las estructuras y soluciones sociopoliti- cas colectivas propugnadas por el socialismo.

Sea cual sea la causa de la diversidad socialista, en sus realizaciones prâcticas el hecho esencial es la multiplicidad que queda abarcada bajo el univoco término de socialismo.

1.- Socialismo marxista

Nos referiremos en este apartado al socialismo, tal y co mo es entendido en la Ü.R.S.S. y en los paises del este europeo pues no es ocasiôn ni lugar para discernir entre la ortodoxia - rusa o china.

Segûn Duverger: "En general puede afirmarse que el socia­lismo soviético se instauré en una zona de semidesarrollo indu£ trial y técnico. Las instituciones politicas tenian un carâcter autoritario y conservador, con escasa o nula tradiciôn de régi- men liberal" (1). El mismo autor exceptûa de su primera afirma­ciôn, el semidesarrollo industrial y técnico, a dos paises del este: Alemania Oriental y Checoslovaquia.

(1) Duverger, op, cit. pâg. 381.

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Como anteriormente afirmabamos, una de las caracteristi cas fundamentales de los regîmenes socialistes es la planifica cion centralizada que, de hecho, ha posibilitado el desarrollo industrial. "Ciertamente no se ha hecho sin abundante violencia y no pocos errores. Pero ni la primera ni los segundos han sido mayores que los experimentados por los paises industriales de - Europe occidental en anâloga fase histôrica: las condiciones de vida de los obreros franceses, ingleses y alemanes hacia 1840 - se asemejan mâs a las de los deportados de los campos de concen traciôn estalinianos entre 1930 y 1950 que las de los asalaria­dos de hoy. Las quiebras y los fracasos de las empresas priva- das del siglo XIX han producido probableménte derroches pareci dos a los de los planes quinquenales soviéticos". (1)

2.- Socialismes nacionales.

En la dicotomîa que Duverger formula al tratar del so L- cialismo, se refiere al socialismo soviético y al socialismo - de los paises subdesarrollados. Por lo que a continuaciôn expo nemos, no nos parece totalmente exacta la denominaciôn de Duve£ ger y tampoco el criterio en el que esta se basa.

Por exclusiôn, denominamos socialismes nacionales a aque lies tipos de socialismes que estando en vigor en ciertos pai-

(1) Duverger, op. cit. pâg. 381.

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ses, no se corresponden con el tipo anteriormente descrito.

Este tipo de socialismo puede responder en primer lugar a aquellos paises que por razones econômicas, subdesarrollo in dustrial, o por razones politicas, büsqueda de su afirmaciôn - nacional, han escogido la via socialista. No es estraho hallar en ellos unos antecedentes histôricos de explotaciôn extranje- ra ya sea en el campo econômico, ya en el politico, e incluso en ambos aspectos a la vez. Este tipo de socialismo se da pre- ferentemente en los paises llamados del tercer mundo. (1)

Una diferencia fundamental es el diferente supuesto eco­nômico del que parten con respecto a Rusia, pues se trata, como antes hemos sehalado, de paises de bajo nivel econômico. De otra parte, las instituciones politicas carecen de la férrea - estructura soviética. e incluso, como en el caso de Egipto o de los paises socialistes ârabes en general, reflejan una influen_ cia religiose, totalmente extraha y heterodoxa dentro de una li- nea socialista pure.

También es importante su indudable independencia en lo - politico y en cierta forma en lo ideolôgico. La primera puede - manifestarse en posiciones autonomistes o neutralistes facilita das por la bipolarizaciôn del liderazgo mundial (aunque hoy en die éste se halla en crisis). La segunda, por la fuerte persona lidad de algunos de sus lideres.

(1) Es muy ilustrativo a este respecto el Libro de Enrique Ruiz Garcia, "El tercer mundo". alianza Ed. Madrid 1969. sobre - todo en su tercer capitule a partir de la pâg. 86 y ss.

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D) LA PROMESA SOCIALISTA

El socialismo se originô en un contexte socioeconômico en el que las condiciones materiales en las que se hallaba su- mido el proletariado eran prâcticamente infrahumanas.

Esta realidad econômica chocaba con unas afirmaciones de principios politicos que proclamaban la libertad y la igualdad. No es extrano que alguien hablara de "libertad para morirse de hambre". Es lôgico, pues, el que la promesa socialista se base­ra principalmente en una mejora de las condiciones econômicas - del proletariado, mayoria intégrante de aquella sociedad.

Hayek (1) acusa al socialismo de ser una especie de lobo disfrazado de piel de cordero al presentarse como una "nueva 1^ bertad". Para este autor, no existe nada mâs que un tipo de li­bertad que no es precisamente la mantenida por el socialismo. - Para esta ideologia, la ûnica forma de una efectiva libertad se consigne solamente si se hacen desaparecer las necesidades que se derivan de las insuficiencias econômicas. Toda afirmaciôn de libertad no respaldada por estas premisas, résulta sin funda- mento.

Lo que puede resultar no aceptable es la proclamaciôn de la libertad como inherente al sistema socialista. Este puede - prometer una libertad de futuro, pero en su consecuciôn ha de

(1) Hayek, op, cit. cap. II pâgs. 25 y ss.

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recurrir obligedamente a medios coactivos, pues de otra forma no podrâ alcanzar sus objetivos.

E) INDIVIDUALISMO Y COLECTIVISMO

Vamos a tratar ahora de très aspectos de la prâctica so­cialista que determinan,nuestro juicio, que esta doctrina - sea antitêtica al individualisme liberal .

1.- Culto del poder

No creemos descubrir nada nuevo al afirmar que mientras para el pensamiento politico individualista del siglo XIX, teô­rico y partidario del estado gendarme, el poder aparece como a_l go perjudicial e incluso negative en si mismo y que résulta be neficioso el limitar, para el colectivista puro el poder const^i tuye en si mismo una meta. Este culto del poder puede surgir, o bien de la necesidad para alcanzar las metas de la socializaciôn o bien simplemente de un afan de poder, que a posteriori lleva- râ a cabo las debidas transformaciones socialistes en la comun_i dad de que se trate.

Lo que sin duda es incontestable es que una de las carac teristicas principales de los sistemas socialistes es que el po der politico se convierte en el eje fundamental de toda la so­ciedad y del que dependen las demâs fuerzas sociales.

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Segûn las ideas expuestas por Marx, en el mundo cada vez se produce una mayor concentraciôn de capitales en un nu­méro de manos cada vez mâs reducido, junto con la existencia de un proletariado cada vez mâs numeroso y consciente.

Todo ello desembocarâ en la conquista del poder por par te del proletariado que lo utilizarâ para edificar el socialis mo. Por todo ello, la "dictadura del proletariado" ha de con- tar con un poder estatal fuerte que sirva de palanca para la - realizaciôn de los idéales socialistes.

2.- La selecciôn de dirigentes.

Segun Hayek (1) hay très razones para que en un sistema socialista las minorias dirigentes no esten integradas por los mejores elementos de la sociedad, sino por los peores: "En pri mer lugar, si deseamos un alto grado de uniformidad y semejan- za y puntos de vista, tendremos que descender a niveles morales e intelectuales mâs bajos. Esto significa simplemente que el - grupo mâs amplio es el que forman las gentes de nivel bajo. El segundo principio negativo de selecciôn: serân los de ideas va gas e imperfectamente formados, los facilmente moldeables, los de pasiones y emociones prontas a levantarse, quienes engrosa- ran las filas del partido totalitario. El tercero y quizâ mâs importante elemento negativo de selecciôn, parece casi una ley

(1) Hayek "Camino de Servidumbre" op, cit. pâgs. 141 y 142.

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de la naturaleza humana; que sea mâs facil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un ene migo, sobre la envidia a los mejores, que sobre una tarea pos_i tiva". (1)

Conviene tal vez hacer el contrapunto a estas afirmacio nes con las observaciones que formula Praga: "Tampoco parece - muy lîcito comparer un estado liberal modelo, regido por gentle men y, desde luego, distinto del histôrico con un estado plani ficador regido por gangsters. Ambos deben ser examinados a la - luz de una visiôn realista de la "naturaleza humana en politi­ca". (2).

En resumidas cuentas, el proceso de selecciôn de dirigen tes en un sistema socialista no implica, en su esencia, una mala selecciôn. La critica puede ser mueho mâs certera si considera- mos que la ausencia de control en el ejercicio del poder, si e£ te realmente es omnimodo, puede provocar un abuso del poder que por supuesto présenta unos caractères negatives.

3;- ütilizaciôn de las masas.

Como resultado de una exacerbaciôn del poder y una se­lecciôn defectuosa de dirigentes, o mejor tal vez, una falta • de control de los mismos, se asientan las bases para la utili-

(1) George Orwell, entre otros, en su obra "19 84" coincide en esta apreciaciôn del empleo del enemigo como anulador de voluntades.

(2) Fraga, op, cit, pâg. 20

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zaciôn y la manipulaciôn de las masas.

Una de las criticas mas frecuentemente leidas respecto al socialismo, y en especial del socialismo marxista, es el - tratamiento que éste hace de la masa (1).

La razôn parece hallarse en que el socialismo es un si£ tema de los fuertes. Desde este punto de vista la masa solo ré­sulta interesante como fuerza impulsera de la evoluciôn social.

Asi se ha senalado como Marx, en todos sus escritos, no se inclina hacia el proletariado, en cuanto que considéra a és­te como una clase desvalida de la sociedad, sino como fuente - potencial para llevar a cabo y realizar las ideas y teorias mar xistas. Es en esa masa donde, naturalmente, buscarâ el socialis mo sus mayores y mejores contingentes de adeptos.

A este respecto, se han destacado con frecuencia los - slogans atractivos que utilizô el marxismo en la revoluciôn de 1917, prometiendo la paz a toda costa, a un ejército desorgani- zado y cuya moral no podia ser mâs baja. Los intégrantes de e£ te ejército recibian en la mejor disposiciôn unas proclamas que representaban para ellos el abandono de una guerra que desde - un principio no habian entendido y en la que unicamente pade-

(1) Vallet de Goytisolo, op, cit, pâgs. 59 y ss.

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clan calamidades y miserias. (1)

Una vez conseguido el objetivo de adueharse de las ma­sas a través de la propaganda, es preciso dirigirlas hacia un fin: la lucha de clases. Esto se consigne haciendo que la ma­sa tenga una representaciôn de la clase, hasta tal punto, que se identifique con ella. Una vez identificadas clase social y conciencia de clase^ los individuos pueden ser manipulados con gran facilidad.

(1) Jean-Marie Domenach, op, cit. pâgs. 21 y ss

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CAPITULO IV.- ESTADO TOTfLITARIO

A) CONCERTO

"El totalitarisme tiene cuatro caracteristicas princi­pales: 1) empleo de la propaganda; 2) el partido monopolisti- co; 3) la "fachada"de un parlemente; y, finalmente 4) un nivel elevado de centralizaciôn". (1)

Estes caractères senalades per Finer, peseen sin duda - la ventaja de ser ciertes, pere creemes que les regimenes teta literies tel vez pudieran ser mâs matizades. îlemes de penser - que cuande en la actualidad hablames de este tipe de sistemas - les aseciames de inmediate cen des realizacienes historiées - practices: el facisme y el nacienalsecialisme, que, per raze- nes de individualizaciôn terminelogica, designames ceme tetali taries para diferenciarles de les regimenes socialistes, aun- que tengan muches puntes en cemûn.

Para Sabine, en el estade tetalitarie, "el gebierne pue de y debe centrelar tede acte y tede interês de cada individue e grupe p a r a utilizarle en el incremente de la fuerza nacienal; el gebierne ne sole es absolute en su ejercicie sine ilimitade en su aplicaciôn, Nada estâ fuera de su jurisdicciôn. Tede in­terês y tede valer -ecenômice, moral y 'cultural- ceme parte de les recurses nacienales debian ser centrelades y utiliza-

(1) H. Finer, ep, cit. pâg 120

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dos por el gobierno". (1)

Tal vez una afirmaciôn que estâ en le cierto es la de Walter Theimer cuando dice: "La teoria del totalitarisme es el resultade de una apresurada aglutinaciôn de la ebra de sus jefes, durante la lucha pelîtica e después del asalte al pe- der". (2)

Ne es de la misma opinion Cende cuande afirmaba que "el estade tetalitarie ne es la fase final de un precese que necesàriamente habîa de madurar gérmenes precentenides en el Estade absolute, en virtud de la ley dialêctica de la evelu- ciôn, sine una realidad histôrica de estructura cencreta que se ha preducide perque el hembre en el sigle XIX, de las dife- rentes pesibilidades que se le efrecîan dentre de su herizente ha escegide unas y ha descartade etras". (3)

B) ORIGEN HISTORICO

1.- El socialisme precursor

Se ha afirmade en repetidas ecasienes que la apariciôn

(1) G.H. Sabine, ep. cit. pâg. 653(2) W. Theimer, ep. cit. pâg. 493(3) F.J. Cende, tome l°"Escrites y fragmentes politicos", del

titulade "El Estade tetalitarie, ferma de erganizaciôn de grandes potencies", I.E.P. Madrid 19 74, pâg. 408

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del estado totalitario hay que remontarlo a la aparicion de las doctrinas socialistas, pues son estas las que desen- cadenan una reacciôn intelectual de muy parecidas tendencias, pero con matices diferenciales.

Tanto es asî que para les dirigentes socialistas o les totalitarios era cosa bien sabida la facilidad con la que los iniciados en estas doctrinas cambiaban de opiniôn, alistândose ya en el socialisme, ya fuera en cualquiera de los partides représentantes del totalitarisme, el nacienalse­cialisme e el fascisme.

Las semejanzas entre ambes radican en su total despre- cio del individue y en la utilizaciôn del misme ceme medie. Asimisme, per cuante al estade se le proclama supreme deci- ser en tedas las cuestienes, siende el partide un elemente fundamental en la erganizaciôn pelîtica.

Ahera bien, mientras el socialisme supene, e al menes le intenta, el ser una llamada a la fraternidad universal ebrera, les totalitarismes son de tipe nacienal,aunque ten­gan tendencias imperialistas que apeyan, en ecasienes, dec-

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trinalmente con teorîas como el "Lebensraum".

Los ejemplos tîpicos, que al mismo tlempo fueron realizaciones prâcticas de la ideologia totalitaria, son el fascisme italiane y el nacienalsecialisme alemân, que desde el punte de vista de pelîtica interior intentaren ser la palanca que suprimiera tedas las diferencias de clases y de grupe dentre de una cemunidad nacienal.

Para legrar este prepôsite censtruyeren un sistema erganizative basade en grupes y per ese no es de extranar que el resultade practice de ambes per muy racienal que in­tentera ser, diera ceme resultade la erganizaciôn interna totalitaria del estade.

Cen esta cencepciôn pelîtica, el gebierne ha de in­tervenir a nivel administrative, censtitucienal y legal. El peder judicial se ve mediatizade en su independencia, y en cuante a la estructura social y ecenômica, el totalitarisme aspira a erganizar y dirigir tedes les aspectes de la vida, excluyende teda pesibilidad de decisiôn veluntaria individual

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2.- Alemania como guîa

A travês de la historia occidental y fijando nuestra atenciôn ünicamente en los ultimes des sigles, pedemes obser­ver la existencia de algûn pais que actûa ceme lider ideelôgi- ce para cen les démâs paîses del eccidente eurepee. Francia censagra les principles de su reveluciôn, Inglaterra impendrâ las ideas libérales mâs tarde.

A finales de sigle y principles de êste, serâ Alemania la que, a su vez, actue ceme antercha que ilumine nuevas fer­mas de erganizaciôn pelîtica.

Ceme senala Hayek: " Aunque gran parte de las nuevas ideas, y cencretamente el socialisme, ne hablan nacide en Ale­mania, fue en Alemania dende se perfeccienaren y dende alcan- zaren durante el ultime cuarte del sigle XIX y el primere del XX, su plene desarrelle. La influencia intelectual que les pensaderes alemanes pudieren ejercer sobre el munde entere du­rante este période descansô, ne sôle en el gran pregrese mate­rial de Alemania, sine mâs aun en la extraerdinaria reputaciôn que les pensaderes y hembres de ciencia alemanes ganaren duran­te les cien anes anterieres". (1)

(1) Hayek, "Camine de servidumbre", pâgs. 22-23

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La tendencia de la mente germana hacia el sistema yel esquema, provocaron un curioso carâcter en la nueva doctri-na polîtica. Esta se vi6 adornada de determinados elementos pseudocientîficos que si bien para una mente crîtica no aha- dîan nada positive, pedîan deslumbrar a unas criticas menes severas.

♦ i.-

Al misme tiempe detaban de un cenvencimiente fanâticea sus partidaries, per la natural tendencia a la radicaliza-ciôn del que se cree en pesesiôn de la verdad cientîfica.

En Italia Mussolini, per su parte, trata de estructu- rar el totalitarisme fascista dentre de una filesefia hegelia- na muy "sui generis".

C) EVOLUCION

1.- Socialismes rivales

El socialisme habîa cencretade en sus fermulacienes la aspiraciôn de una clase social mayeritaria, el preletaria- de, per una mejera de las cendicienes en ]as que se desarre- llaban la vida y el trabaje de les ebreres.

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A finales del siglo pasado y principles del sigle ac­tual les partides secialistas han censeguide sustanciales mejeras para les ebreres en diferentes paises eurepees. Estes, fermande bleque politico, censiguen una situaciôn en algunes cases, incluse envidiable cemparândela cen le que se denemi- na mesecracia.

Esta clase media del eficinista asalariade, e del uni- versitarie mal remunerade, per su parte, no se halla repre- sentada en ningune de les partides existantes. Al misme tiem­pe contempla cen envidia les éxites alcanzades per el prele- tariade al erganizarse peliticamente cen un partide.

"Hay una gran parte de verdad en la afirmaciôn a menude elda de ser el fascisme y el nacienalsecialisme una especie de socialisme de la clase media. Les que apeyaren estes nueves mevimientes fueren, en gran medida, la revuelta de una clase que quedaba preterida". (1)

A pece que recerdemes la historia del triunfe e implan- taciôn del fascisme y el nacienalsecialisme en Italia y Ale­mania, vemes que en ambes cases la "bestia" que cembaten es la secialista e su extrapelaciôn, la dectrina cemunista.

(1) Hayek, "Camine de servidumbre", pâg. 119

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2.- Totalitarisme y masificaciôn: anverso y reverso de una misma medalla

"El antique absolutisme se fundaba en una cencepciôn del munde de tipe persenalista. Habîa unes limites cuantitatives y v.- cualitatives para la persecuciôn de un hembre. Las cesas suce- den de mode muy distinte en las dictaduras tetalitârias, cuyes principles y métedes impertan el aniquilamiente de la persona individual.

Le nueve del totalitarisme es que se funda en una erga­nizaciôn de masas. La erganizaciôn de masas, antes instrumente de la demecracia para dar mas dereches al pueble se aprevecha ahera per el totalitarisme, quien inventa la erganizaciôn au- teritaria de masas cen el fin de arrebatar al pueble sus de­reches". (1)

La prâctica totalitaria se sirve ademâs de les elementos y circunstancias que le brinda la actual erganizaciôn social.De una parte, les medies infermatives audievisuales. De la etra, la actitud acemedaticia del ciudadane medie que prefiere ver sus preblemas resueltes per un estade previser.

(1) Theimer, ep. cit. pâg. 489-490

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En esta labor de masificaciôn es sin duda importante el papel que desempena el partido, cuya nota mâs importante no reside en que sea ûnico, sino en la compléta organizaciôn que le preside (1) .

Gracias al partido se contrôla y dirige al reste de les cempenentes de la cemunidad. Sus miembres ferman una élite defensera del peder absolute del estade "sobre vidas y haciendas".

Al totalitarisme le interesa el individue en cuante que ferma parte de un grupe, y a su vez le interesan les gru­pes perque, manejândeles, censigue una efectiva palanca en sus designies, ya sean de epresiôn e de expansiôn geegrâfica. Censecuentemente, las élites han de estar integradas en el sistema y la existencia de una élite fletante es impensable. (2) .

En resumidas cuentas, la seciedad totalitaria se di­vide en des clases de individues, les miembres del partide

(1) Ver a este respecte M. Duverger, "Les partides politicos". Fende de Cultura Ecenômica. Méjice 196 9, pâg. 2 82(2) Distinciôn apuntada per Burdeau, "Métede de la ciencia pelîtica", Depalma, Buenos Aires, 1964, pâg. 462

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y el reste. Ese "reste" es la masa amerfa de ciudadanesIque se manipula, se hace avanzar e retreceder, en la direc- )

ciôn que mâs interese, teniéndese muy en cuenta que le im­portante ne es le que se haga hacer, sine el heche de te- ner a las masas en un casi continue estade de exaltaciôn que les prive de cualquier epertunidad para enjuiciar cri- ticamente les preblemas sociales politicos e ecenômices que el pais pueda -t^ner planteades.

D) INTERVENCION TOTAL

1,- Control e intervenciôn de la estera privada

En las criticas dirigidas al totalitarisme, nos acabames de referir a la masificaciôn. Ne acaba aqui la actividad totalitaria. Segûn sus critices, en la prâcti- ca totalitaria "se trata de sustituir el cenvencimiente per la sugestiôn, de crear per tedes les medies una at- môsfera sefecante de fê ciega, de histerisme de hembres crédules y desesperades". (1).

En el misme sentide Theimer, refiriéndese al tota­litarisme nacienalsecialista y a su influencia abseluta

(1) Luckas, "El asalte a la razén". Grijalbe, Barcelona 1972, pâg. 588

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sobre las masas, afirma: "Se demostraba asî experimentalmente que un aparato totalitaria de coacciôn puede hacer con el pue­blo literalmente lo que quiera: he aquî un conocimiento socio- lôgico que abre a nuestros pies un verdadero abismo. La elimi- naciôn de semejante aparato desde el interior del pais parece imposible en contraste con el antiguo absolutisme monârquico, relativamente mederdclo. Si les que estentan el peder estân deci- dides a prescindir de cu^alquiera escrûpules humanitaries, pue- den realmente hacer del pueble, segûn hablan afirmade doctrinas de les modernes escéptices, una masa ebediente, siquiera cen una ebediencia pasiva y autemâtica". (1)

Se produce una invasiôn de les sentimientes mâs intimes de les ciudadanes, para expletarles a centinuaciôn. Asî Hitler premete un maride a cada mujer alemana, se exalta un determina- do grupe êtnice en base a mitelegîas historicas.

Se ha pueste de relieve c6me mientras la propaganda mar- xista prepene ebjetives prepagandîstices mâs e menes reales, ne sucede le misme en el case de la propaganda pelîtica tetalita- ria, refiriénde esta a la etapa hitleriana (2).

(1) Theimer, ep. cit. pâgs. 508-509(2) Ver Jean Marie Demenach, ep. cit. pâgs. 33 y ss

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Lukâcs también afirma refiriéndese a Hitler que "le que se prepene es aturdir y seducir a las masas. En el "Mein Kamf" cenfiesa que persigue una meta demagôgica: quebrantar el libre albedrîe y la capacidad de les hembres de pensar per cuenta prepia. Y le ûnice que le preecupa y que se detiene a estudiar cencienzudamente es cen ayuda de qué ardides puede censeguirle (1)".

Ne pedemes per menes que matizar las anterieres afirma- cienes. La presentacién del totalitarisme ceme frute de unes lîderes perverses e mentalmente enfermes ne censtituye la ûni- ca y sela causa de la maldad del sistema, dicha maldad reside en el prepie sistema y tal vez cenvendrîa pensar que para que se predujeran les heches anteriermente descrites hube que cen­ter cen un grupe cemunitarie especialmente pasive.

2.- El papel de la propaganda

Duverger, cuande habla de les medies de accién sobre la peblaciôn que pueden ser empleades per les sitemas totalitarios se refiere en primer lugar a la represiôn. Ahera bien, la re- presién puede ne ser suficiente y entences "la propaganda tien-

(1) Lukâcs, ep. cit. pâg. 588

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de a remediar este defecto. Su objetivo es desarrollar la con- fianza del publico creando una especie de nueva legitimidad en su bénéficie. Si el peder sole se apeya en elles, (se re­fiere al ejêrcite, al partide y a la represiôn) se ebedece mal, perque les ciudadanes tienden a la apatia, a la inmovilidad, a la descenfianza. Es necesarie que el dictader encuentre un apeye popular para que el rôgimen sea eficaz y sôlide. Es de- cir, que el dictader debe parecer mâs e menes legitime a les ejes de la peblaciôn. La propaganda tiende a ebtener este re­sultade (1) " .

Mâs adelante afirma côme "les regimenes fascistes uti- lizaren la propaganda cen una intensidad ignerada hasta aquel memento. Fueren les primeros en trasladar a la pelitica les precedimientes de la mederna publicidad cemercial. Incluse re- nevaren sus tôcnicas, de mode que la publicidad cemercial imi- tô pesteriermente algunes de sus métedes. Se ha pueste de re­lieve el carâcter ebsesive e irracienal de la propaganda fas­cista. Mediante slogans sencilles y apremiantes persigue ha­cer penetrar en les cerebres un cenjunte de esquemas que arrai- gan fuertemente en razôn de la constante repeticiôn. Al misme tiempe ne se actûa sôle sobre la razôn, sine también sobre al- gunas pasienes elementales que repesan de erdinarie en el sub- censciente de las masas (2)".

(1) Duverger, ep. cit. pâgs 511-512 ("Institucienes peliticas y Dereche Censtitucienal")(2) Duverger, Ibid, pâg. 519

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Este tipo de propaganda actûa en primer lugar sobre la verdadde los hechos. Créa amigos o enemigos ficticios, tal co­mo nos los describe Orwell en "1984", llegando el pûblico, in­cluse a ne saber dende acaba la verdad y empieza la mentira.Y esta actividad de la propaganda ne ünicamente se queda en la estera exterior del individue, manipulande les dates ebjeti­ves, también pretende influir en la mente y, per le tante,ceaccienar la libertad de pensamiente. A estes efectes ya son

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cenecides les efectes de la llamada "publicidad sublimada".

c.Qué es le que pretende un sistema tetalitarie cen la propaganda?. Desde luege les fines senalades anteriermente, pere también la anulacién de las pesibles ideas en cenflictes y que puedan supener un peligre para la estabilidad del régi­me n de que se trate.

La propaganda résulta ser asî una pieza fundamental den­tre del sistema tetalitarie. Este heche suscita unes cementa- ries de Theimer (1) que ne pedemes per menes que receger. Se refieren a si la historia es frute de unas determinadas cir­cunstancias, e bien si la historia es subjetiva, resultade de la actividad humana. La primera visién ne cabe duda que resul- tarla muche mâs optimiste en cuante a las cenclusienes que se puedan extraer respecte a la cendicién humana.

(1) OP. cit. pâgs. 511-513

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La segunda, propugnada desde enfoques humanistas y cris- tianos, hace de la historia fruto de la voluntad humana y , por lo tanto, los acontecimientos historiées de la segunda gue rra mundial serian plenamente imputables a les hembres.

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CAPITULO V - ESTADO AUTORITARIO

A) CONCERTO

El rêgimen de un estado autoritario viene caracterizado por un predominio del poder ejecutivo sobre los otros dos po- deres, el législative y el judicial, que sobre tede en el case del primere pueden ver muy mermadas sus facultades e incluse ser inexistente. Cemparândele cen el estade tetalitarie, el au- teritarie ne pretende absorber las actividades sociales. Compa-. rândele cen el estade secialista, suele carecer de las ideas nacienalizaderas de este ûltime.

El estade autoritario suele adeptar ceme ferma pelîtica la dictadura. Ahera bien, "la neciôn de dictadura corresponde a un régimen transiterie, basade en la fuerza, contrarie al sis­tema de legitimidad admitide generalmente per la seciedad en que existe, y cuye fin es asegurar el erden frente a circuns­tancias excepcienales. Pere una vez establecidas, estes siste­mas tienden a perpetuarse y su carâcter transiterie se atenûa." (1) .

Duverger (2) nos habla también de que existen des tipes de dictadura, las revelucienarias y las censervaderas, segûn

(1) Duverger, "Institucienes pelîticas y Dereche Censtitucienal" ep. cit. pâg. 500(2) Ibid.

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el enfoque que tengan sobre el orden establecido. Por su parte, Biscaretti (1), que asimismo caracteriza las dictaduras por su excepcionalidad y temperalidad, nos habla de la dictadura institucienal y la dictadura censtituyente, en un sentide pa- ralele al que acabames de referirnes.

Nos parecen muy acertadas las reflexienes que sobre el autoritarisme formula K^rl Leewenstein (2). Para este auter el généré es el cencepte de autecracia, en el que las especies totalitarisme y autoritarisme estân incluidas.

"El cencepte"autoritario" caracteriza una erganizaciôn pelîtica en la cual un ûnice detentader del peder monopolize el peder politico. En general, el régimen autoritario se sa- tisface cen el control politico del estade sin pretender domi­ner la tetalidad de la vida secieecenômica de la cemunidad, e determiner su actitud espiritual de acuerde cen su prepia ima- gen". (3)

De le que antecede se desprende que la erganizaciôn pe­lîtica normal del régimen autoritario es la dictadura, enten-

(1) Biscaretti, ep. cit. pâg. 244(2) K. Leewenstein, "Teerîa de la Censtituciôn., Ed. Ariel, cel Demos. Barcelona, 1970, pâgs. 75 y ss(3) Ibid. pâg. 76

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diendo esta en un sentido general, como existencia de una per­sona u ôrgano que gobierno "en solitario".

B) CAUSAS

1.- Quiebra del sistema existente

El tipo de gobierno autoritario es histôricamente fre- cuente. La tiranîa, en Grecia, desprovista de las connotaciones peyorativas que hoy la acompanan, fue ampliamente conocida como organizaciôn polîtica. En Roma, las regulaciones constitucio- nales previas al Imperio, admitîan la existencia de un dictader aunque limitaran temperalmente el ejercicie de su peder.

El fenômene autoritario ne es, por le tante, nueve, y tampece hemes de pensar que en la actualidad expérimente una expansiôn a paîses para les que era descenecide.

Le que si han pedide variar son las causas que metivan en la actualidad la apariciôn de este tipe de régimen politico. Per le pronto,tenemes a tedes les paîses del tercer munde que han adquiride recientemente persenalidad pelîtica internacie- nal, de elles "ne se puede esperar cen razôn que ningune de estes estades, ceme Minerva nacida de la cabeza de Jûpiter, empiece su vida ceme demecracia censtitucienal plenamente er- ganizada; el intertarie les cenducirîa, si ne a la demagegia.

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al caos y a la anarquîa" (1)

Por otra parte, estân los paîses semiindustrializados en los que las tensiones del proceso industrializador abocan a una serie de conflictos sociales en los que un gobierno de- mocrâtico puede adolecer de los medios coercitivos necesarios para poner remedio.

2.- La justificaciôn ideolôgica

Los regimenes autoritarios no suelen preocuparse por la cuestiôn ideolôgica, bien sea por que prefieren el pragma­tisme a teda enunciaciôn teôrica.

Pese a le anterior, en este tipo de régimen politico se da también la censtituciôn, y en ella hay una parte enuncia- tiva y pregramâtica. Ceme destaca Leewenstein (2), es curiese observer que, en lineas generates, la letra de la censtituciôn es cumplida ne sôle per les ciudadanes, sine también per les ôrganes de peder. Elle es debide a que la censtituciôn suele receger fielmente les principles autecrâtices, per le que, naturalmente, ne se preducen vielacienes a les mismos.

Estes principles sen les que nos revelan el trasfende ideolôgice del régimen autoritario: erden social y nacienalisme

(1) Leewenstein, ep. cit. pâg. 8 7(2) Leewenstein, ep. cit. pâg. 76

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son dos pilares fondamentales que se exhiben como justifica­tives de un erden politico que, demecrâticamente hablande, résulta "extravagante".

"El nacienalisme censtituye, tal vez, la justificaciôn ideolôgica mâs fuerte del autoritarisme centemperâneo. El afecte natural a la cemunidad nacienal nacide cen el apege de les agriculteres sedentaries al suele, fertalecide per la ce- munidad de lengua y de civllizaciôn, continua siende un senti- miente muy fuerte en las seciedades actuales, a pesar del de­sarrelle de las cemunicacienes y de les contactes internacie- nales. Tedavîa es pesible mevilizar energias al sentimiente nacienal" (1).

Orden social y nacienalisme hemes diche que eran las des justificacienes ideelôgicas que un régimen de este tipe exhibe para su existencia. Naturalmente ne son las ûnicas. Al ser el régimen autoritario de una variedad grande en cuante a tipe de gebierne, puede adernarse de etres principies.

Pensemes a este respecte que existen dictaduras auteri- tarias y menarquias auteritarias. Per censiguiente, también es pesible el recurse a principies religieses e a un preblema

(1) Duverger, "Institucienes Pelîticas y Dereche Censtitucie­nal", ep. cit. pâg. 506

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concrete del pais de que se trata (p.ej. necesidad de naciona- lizar les bienes de prepiedad extranjera en paises de reciente independencia).

C) EFECTOS

1.- Las fuerzas de pretecciôn

"La dictadura tiene que basarse esencialmente en la fuerza material perque no es un régimen legitime. De heche, des tipes de fuerza material permiten fundar de esta manera una dictadura: el ejêrcite e una milicia privada" (1).

Les heches anteriermente descritos sen tan cenecides en la prâctica histôrica que tal vez ne vale la pena el cemen- tarlos mas ampliamente, y si fijarnes en una ebservaciôn que formula el misme auter, Duverger (2), en su "Secialegia peli­tica" . Se refiere ésta a las luchas y tensiones en el sene de las autecracias. La dinâmica social se caracteriza per una lucha de intereses y rivalidades. Dentro del marce de una deme­cracia las discrepancies se articulan a través de los diferen­tes partides que hacen de pertaveces de las diferentes tenden­cias.

(1) Duverger, "Institucienes Peliticas y Dereche Censtitucie­nal", ep. cit. pâg. 507-508(2) M. Duverger, "Secialegia pelitica". Cel. Demos. Eds. Ariel Barcelona 1970, pâg. 243 y ss

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En los regimenes autoritarios no suele haber mâs que un solo partido, y las aspiraciones, discrepancies y tensio­nes de la dinâmica social dificilmente encuentran adecuado cauce de expresiôn a través de éste.

Al mismo tiempo la necesidad de exteriorizacion de lastensiones puede ser que sea mayor. Por ello pueden verse con-

• * -

cretadas en rivalidades entre cuerpos administratives o entre las diferentes armas del ejêrcito.

2.- Medios de accion

Los regimenes autoritarios suelen mostrarse menos agre- sivos para con el individue que los regimenes totalitarios. Sucede que "los dereches a la vida, libertad y propiedad de los destinatarios del poder estân asegurados, mientras no en- tren en colisiôn con el objetivo y el ejercicie del poder politico". (1)

La actividad del estado autoritario es, pues, mucho mâs limitada, siende su principal objetivo el conseguir conduc- tas pasivas mâs que conductas activas. Ello no es ôbice para que, de vez en cuando, se espolêe a la opinion pûblica con te- mas en los que una unanimidad casi general estâ asegurada.

(1) Leewenstein, op. cit. pâg. 76

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Los argumentes usados como acicate de la opinion pûbli­ca suelen carecer de fuerza exaspérante. El régimen autorita­rio a diferencia del totalitario trata de imponer un consensus, pero nunca desatar la ira de las masas con su propaganda.

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172.

CAPITULO VI.- DERECHO Y MASA

A) LAS RELACIONES ENTRE MASAS Y DERECHO.

Para Vallet de Goytisolo puede haber cuatro variantes en las relaciones entre masa y derecho. El derecho "protege y masifica; no masifica ni protege; masifica y no protege, y protege sin masificar o^ incluso, desmasificando" (1).

Conviene recordar acerca de este tema que la apariciôn de la masa es la consecuencia de muy diverses factores, entre los que, las leyes demogrâficas, son uno ;de los mâs déterminan­tes. Ahora bien, como hemos sehalado con anterioridad, la masa puede serlo en sentido cuantitativo y Qualitative. El sentido de la historia, a nuestro juicio, nos muestra que el primere de elles es un proceso irreversible. Fâcilmente podemos observer un aumento de la peblaciôn mundial y una concentraciôn de esta peblaciôn, localizada preferentemente en nucleos urbanos e industriales.

La segunda nota, que se refiere a la calidad de la masa, es, tal vez, la que puede prestarse a una polêmica, en cuante al papel que en dicho fenômene juega o puede jugar el derecho

(1) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 238

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173.

cHasta qué punto el derecho puede ser la causa de la masifica- cién? Y, <ien qué medida puede el derecho alterar el proceso de la masificaciôn cualitativa?.

Sin duda alguna, estas y otras cuestiones mas complejas pueden surgir al tratar este tema. Trataremos, a continuaciôn, de responder, aunque sea sucintamente, a las principales cues­tiones planteadas.

B) NUEVAS PERSPECTIVAS

Para el neoliberalismo conservador la estructura social tradicional se basaba, de forma fundamental, en la familia, siendo ésta un nûcleo primario de radical importancia. Asi­mismo la familia era la detentadora de un cierto patrimonio econômico, mayor o menor, que le permitîa subvenir a sus ne- cesidades y actuar con independencia frente al poder estatal, por lo que podia limitar los intentos de abuso por parte de éste (1) .

Ambas premisas se hallan, sin duda, en un "tempo" de crisis y de cambio en la actualidad. La familia parece per- der su importante roi social cuando sus fundamentos econômi- cos se hallan socavados por la polîtica fiscal imperante.

(1) Recogemos en sîntesis las ideas que Vallet de Goytisoloformula al respecto op. cit. pâgs. 240 y ss.

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1.- Las nuevas estructuras sociales

El proceso de industrializacidn llevo parejo el abando- no, en unos cases, del pegueno négocié artesane familiar o se­mifamiliar, y en etres, el abandene del cultive de las tierras.

La estructura tradicienal familiar, per las razenes an- teriermente dichas, entrd en crisis. Esta situacion es hey en dia, aun mâs patente cuande ademâs de la desapariciôn de la autarquia ecenômica asistimes a un precese de desapariciôn del peder jerârquice patriarcal. Pudiera ser, sin duda le es, que el fenômene hippy viniera a representar una fôrmula de recam- bie, sin entrar en las pesibilidades de su viabilidad, para la instituciôn familiar tradicienal.

El estade, ante la apariciôn de un numéro cada vez ma­yor de individues sin vinculaciôn familiar tradicienal, en el sentide que antes la hemes dade, y un nûmere pregresivamente en disminuciôn de families autârquicas independientes, deci- diô protéger a les primeres.

Para les neeliberales, esta pestura que en principle adopta el estade, es la de pretecciôn a la masa, en detrimente del grupe familiar, cuande en realidad esta pretecciôn a la masa résulta ecenômicamente muche mâs eneresa. Per etra parte dichas cargas son pagadas sustancialmente per les peces grupes

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familiares que van quedando.

As! pues, es el estado, al tomar una postura en favor y en protecciôn de la masa el que acelera el proceso masifica- dor.

Se olvidan los que este afirman, que el estado no adoptô postura alguna para que los agricultores abandonaran sus campos, sino que éstos lo hicieron de forma voluntaria, a la bûsqueda de unas mejores condiciones de vida, estabilidad en el empleo y la independencia frente al azar de la naturale- za, que el campo no podîa ofrecerles. Consecuentemente, esti- mamos que es un proceso irreversible el del cambio de las es­tructuras familiares tradicionales hacia otras formas sociales.

2 Derechos sucesorios

El tema de los derechos sucesorios y el de los impuestos en general, también ha suscitado comentarios por parte de aquellos que estiman que los sistemas impositivos actuates con- ducen a la masificaciôn.

Veamos sus argumentes aunque sea brevemente (1). Los impuestos se consideran como mutiladores de la propiedad, y los impuestos sucesorios como confiscaciones parciales a la

Recogemos en sîntesis las ideas expuestas por Vallmt de Goytisolo en "Sociedad de masas y derecho" , op. cit. pâg. 327ss

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hora de la muerte. Las razones para que éstos desaparecieran habrla que buscarlas en que las grandes obras son fruto de una labor constante y continuada por parte de individues que tie- nen interés en la misma y que se suceden en la tarea, Asi, por ejemplo, una finca es sucesivamente mejorada en sus culti­ves, sus riesgos, y en general su explotacion, al pasar de padres a hijos, que se interesan en ella no ya como una fuente de subsistencia familiar, sino como algo que es fruto de un quehacer personal.

Se olvidan los que formulan esta romântica afirmaciôn que sin duda hay ejemplos para todos los gustos: families que, generaciôn tras generacién van mejorando la propiedad ances­tral y families que van envileciendo su explotacién.

Por otra parte nos enfrentamos a la necesidad de llevar a cabo grandes obras pûblicas; en nuestro pais tenemos recien- temente el ejemplo del trasvase de las agues Tajo-Segura, esta obra no podria ser nunca fruto de la decisién de una o de mu- chas families, y, sin duda, se trata en este caso de una rea- lizaciôn beneficiosa para el conjunto del pais.

El impuesto en general, y el impuesto sucesorio en par­ticular, llevados hasta extremes actualmente desconocidos, puede ser que cercenen el afân individual de ahorro e inversiôn, pero por el momento, esta posibilidad aparece como remota.

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Lo que en realidad se debate en el tema de los impues­tos sucesorios, es el derecho del estado a intervenir en las fortunes privadas, o dicho de otra forma, en una politica im- positiva tendente a igualar econômicamente a los grupos fami­liares que por herencia pudieran ser causa de que se perpetua- ran situaciones injustes o bien de provocar envidias entre los ciudadanos.

Tampoco debemos olvidar en este tema la importancia que en la culture occidental tiene el trabajo. Este es fuente de dignidad y riqueza. Consecuentemente, la riqueza no adquirida por el propio esfuerzo aparece como menos digna de protecciôn.

En resumen, pues, el tema de los impuestos sucesorios viene a insertarse en el mâs amplio de los impuestos en gene­ral. Un ataque a los mismos no creemos que pueda mantenerse desde una postura razonable, a menos que se pretenda al renun- ciar a una serie de relâciones que hoy en dia por su propia naturaleza han de ser llevadas a cabo por una entidad superior a la meramente individual, de grupos, o familiar.

3.- La promociôn del bien comûn

cQuê entiende el neoliberalismo conservador por bien comûn?. Es una parcela de la justicia general, que se halla

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"orientada... a la relaciôn inversa de la contemplada por lajusticia distributiva, es decir, a la de las partes respecteal todo, o sea:no va dirigida a distribuir lo comûn en bénéficiéde los miembros de la comunidad, sino a ordenar lo singular detodos y cada une de los miembros en bien de la comunidad. Aquila pauta no es matemâtica: no es ni la igualdad aritmêtica nila geométrica, sino algo mâs sutil y dificil, el bien comûn;pero el bien comûn visto con amplitud de horizontes y con pro-

• * -

fundidad trastemporal. No solo aqui y hoy sino : aqui, allî y en todo lugar; hoy visto desde ayer y anteayer, mahana y des- puês" (1).

Es desde este punto de vista desde el que se critica la visiôn que del bien comûn se hace en la actualidad, por par­te de aquellos que se muestran partidarios de las soluciones y enfoques tradicionales. A juicio de estes, el bien comûn que se persigue con las medidas juridicas que se adoptan en los tiempos présentes, favorece al bien de la mayoria que puede no ser el bien comûn. 0 bien las prerrogativas de las estructu­ras urbanas frente a las estructuras agrarias.

Sin duda alguna, este tipo de critica résulta por demâs fâcil. El suponer que la protecciôn a la mayoria favorece la masificaciôn, en general e indiscriminadamente, tampoco nos

(1) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 254

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autoriza a desamparar a esas mayorias en aras de unas indivi- dualidades que curiosamente resultarian defensoras del bien comûn, prescindiendo de sus eqoismos individualistes.

El pensar que el favorecer las estructuras sociales ur­banas dândoles prioridad sobre las rurales compromete el bien comûn del future, supone el desatender a unos nûcleos de po- blaciôn, que en la actualidad, son los mâs numerosos y que racionalmente se prevê que-aûn lo sean mâs.

Y por otra parte, el luchar contra la infraestructura de la industrializaciôn, que si no de forma esencial, si al menos muy importante, necesita de la existencia de esos nû­cleos urbanos, résulta demencial. Ahora bien, en aras de ese problemâtico bien comûn, también podrîamos prescindir de la ur- banizaciôn y de la industrializacién.

C) DE LA JUSTICIA GENERAL A LA JUSTICIA SOCIAL

Otra de las caracterîsticas del actual cambio y trans- formaciôn jurîdica a la que estâmes asistiendo es el énfasis que se pone en la justicia social. Esta viene a desplazar el concepto de justicia general tradicionalmente consagrado (1).

(1) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 290 y ss

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Entre otras causas, la justicia social debe sus orîgenes a la revoluciôn industrial y se produce al tratar de remediar los desfases econômicos y sociales que trae consigo toda trans- formaciôn de una estructura social determinada. Tal vez, por esta razon su origen no sea por ello espontâneo, sino provoca- do por las circunstancias histôricas.

Correlativamente al termine de justicia social surge el llamado Derecho social. Estes dos conceptos son criticados por el pensamiento jurîdico neotradicionalista: "El derecho de ma­sas solo puede ser orientado inmerso en la justicia general; es decir, en la perspective general del bien comûn, présente y future, examinado en el orden de la naturaleza orgânica y viva" (1).

Ahora bien, derecho y justicia son fenômenos eminente y esencialmente sociales; "Yo digo que el derecho es una forma de la vida social con sentido de justicia. Quiere decir esto, que el âmbito ontolôgico prôximo del derecho es el de la socia- lizaciôn. La vida social expresa el hecho de la socializaciôn del hombre en lo que tiene de ontolôgicamente irremediable.Hoy la vida social como dimensiôn impersonal de la vida humana y el derecho esta enclavado en ese dominio de la realidad in-

(1) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 295

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terhumana" (1).

Legaz y Lacambra, el autor cuya cita acabamos de reco- ger, también afirma: "Al derecho le es consustancial, pues, la "socializaciôn de primer grado" referida al hombre, de que antes hablê" (2).

Sin duda, existe \i'n equilibrio bastante difîcil de man- tener entre la justicia general y la justicia social, equili­brio que en la actualidad se rompe en favor de la segunda, porque los supuestos que ha de contemplar, cada dia mâs fre- cuentemente, el Derecho, son supuestos cuantitativos y no cua- litativos.

Se debe, pues, admitir que una predominancia excesiva de la justicia social puede constituir un medio juridico de masificaciôn, desde el momento en que el âmbito de la justicia social sea desorbitado.

Ahora bien, nunca se podrâ prescindir en las circuns­tancias actuates de los principios que inspiran la justicia

(1) Luis Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, administraciôn y desarrollo", Biblioteca de Cuestiones Actuales, I.E.P. Madrid 1971. pâg. 56(2) Luis Legaz y Lacambra, ibid. pâg. 57. Refiriéndose a la so­cializaciôn de primer grado, afirma en la pâg. 15 de la misma obra que es: "La socializaciôn que hay en el hombre... que tie­ne que ser por aquel determinismo radicado en la ontologîa de la persona".

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social, puesto que los supuestos de hecho cada dia entran mâs de lleno tanto cualitativa como cuantitativamente, en este campo.

D) LA SEGURIDAD SOCIAL

La seguridad social consiste en aquellos medios que arbitra el Estado para protéger a quelles de sus ciudadanos que se hallan en situaciôn de desamparo. Este concepto, como ve- mos, corresponde a una concepciôn actual, pues el contenido del mismo ha ido evolucionando desde sus inicios, y los supues­tos contemplados han ido en progresivo aumento.

Las primeras medidas que en este campo se adoptaron con un alcance general y moderno, lo fueron por la Alemania de Bismark. Sin embargo, no podemos olvidar que en el Bajo Imperio romano y durante la Edad Media, los gremios daban cier- tas prestaciones a sus afiliados, aunque los supuestos para las mismas se reducian, casi exclusivamente, a la muerte del agremiado y la consecuente ayuda a la familia (1).

(1) Segûn afirma M. Cruells. op. cit. pâg. 109-112, los prime- ros seguros por accidentes se establecen en Prusia, en 1836 ,y en Inglaterra a partir de 1846. En Francia tardaron en estable- cerse hasta 1898 (primera ley de indemnizaciones obreras).

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Es en el siglo XX, y sobre todo a partir de la segunda guerra mundial cuando en los parses occidentales los sistemas capitalistas implantan de forma generalizada la seguridad so­cial .

Los beneficiarios de la misma, que en un principio fue­ron sôlo los trabajadores manuales, fueron aumentando despuês con todo tipo de profesional, y también con los familiares y personas que pudieran estar a su cargo.

Del mismo modo, las razones y causas que motivaban la ayuda han conocido una ampliacién. Pensadas en un principiopara unos supuestos muy restringidos como la enfermedad, los accidentes y la jubilaciôn, con posterioridad pâsase a consi- derar toda serie de eventualidades: accidentes laborales en su mâs amplio sentido, paro tecnolôgico, etc...

1.- Funcién redistributiva de las rentas

El estado, para atender a sus necesidades y prestar los servicios püblicos necesarios para la buena marcha de la comunidad se ha visto precisado desde sus orîgenes a detraer de sus ciudadanos determinadas cantidades: los impuestos.

Es en el gasto del total acumulado el momento en el

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que puede resultar importante la actitud del Estado. El Esta­do liberal consagrô el principio del gasto pûblico neutro, es decir, el fîn dado a lo recaudado pretendîa cubrir las necesi­dades mînimas y, sobre todo, no alterar con la percepciôn de los impuestos ni con la inversiôn del gasto pûblico el equili­brio establecido por "la mano invisible".

Este enfoque lib^gral viose transformado al entrar en vigencia el principio del "gasto activo" por el que el impues­to, aparté de subvenir a las necesidades pûblicas pretende afectar a la normal distribuciôn econômica: "Se prestaba poca atenciôn a la teorîa jurîdica del Gasto Pûblico... interesando sôlo su volumen total para calcular los ingresos y equilibrar el presupuesto... hoy es un medio de redistribuciôn de la ren­ta y la Hacienda no es neutral, sino intervencionista". (1)

La seguridad social es uno mâs de los gastos püblicos y por esta razôn viene a convertirse en un gasto activo de la Hacienda Pûblica que redistribuye las rentas. Es desde este punto de vista desde el que los neoliberales y neotradiciona- listas critican la existencia de la misma.

Tampoco podemos desconocer el peligro que supone la acumulaciôn de las cuotas que se abonan por la seguridad social

(1) Adolfo Carretero Pérez, op. cit. pâg. 721

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Conforme nos sehala R. Huntford, refiriéndose a Suecia: "In ten years, the fund has accumulated almost as much as thebanks had done in 150 years. By the middle of the 19 70s, theywill provide the State with absolute possesion of half the capital market. This represents enormous economic power which, the organization of the fund suggest, is exploited...for political purposes". (1)

« A-

En mayo de 1973, en ese pais, se ha planteado la dis- cusidn sobre la realizacién de inversiones en acciones de Boi­sa. Ello supondrâ, esté claro, un dominio de las cotizaciones por parte del Fonde de la seguridad social.

2.- Protecciôn a la masa

Las formas tradicionales de vida implicaban, al menos en cierto nûmero de casos, la existencia de pequenos patrimo­nies familiares con los que bien o mal se atendian a las ne­cesidades que surgîan. La industrializaciôn trajo como conse- cuencia la desapariciôn del pequeho propietario, fenômene que estâmes conociendo en la actualidad, en algunos paises para pasar a engrosar las filas de asalariados por cuenta ajena.

(1) Roland Hunt ford, op. cit. pâg. 180. Nos permitimos ahadir la traducciôn personal del texte: "En diez ahos, el Fonde ha acumulado casi tanto como los bancos en 150 ahos. Hacia la mi- tad de los ahos 70 el Estado se encontrarâ con la absoluta po- sesiôn de la mitad del mercado de capital. Esto représenta un poder econômico enorme que, la organizaciôn del Fonde sugiere sea explotada con fines politicos".

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186.

Los salaries, que en un principio sôlo permitîan la sub­sistencia, y aûn en muchos casos en condiciones infrahumanas, pasaron a ser mâs cuantiosos, pero sin tener una repercusiôn efectiva en la hacienda de los profesionales.

La razôn estâ clara desde el momento en que en la mis­ma proporciôn en que aumentan los salaries aumentan las pers- pectivas adquisitivas y, sobre todo, las incitaciones al con­sume con la apariciôn de productos, ya existentes, pero mejo- rados, o de nuevos productos.

Este proceso, brevemente descrito, trae como consecuen- cia que, si bien el nivel de vida, entendiendo por el mismo un mayor disfrute de bienes y de ocio, ha experimentado un aumento absolute y relative con respecte a êpocas pasadas, no por ello la mayoria de los asalariados disponen de un fonde de réserva que les permita afrontar los imprevistos que surgen inesperadamente.

De otra parte, existe un estado de opiniôn generalizada que favorece y propugna el hecho de que sea el Estado el que solucione los problemas de este tipo.

La falta de recursos, ya sea real o ya seacreada arti- ficialmente, justifica la existencia de la seguridad social, que desde este punto de vista se nos aparece como un medio de protecciôn a la masa.

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En este sentido también hemos de considerar que la se­guridad social èn muchos casos solucionarâ el desamparo de per­sonas que no resultan responsables por su falta de previsién, sino que realmente han sido objeto de la adversidad.

Todas estas razones son las que abogan por el manteni- miento e incluse por la ampliacién de las medidas de seguridad social. Los beneficiosos efectos que ésta produce, no ûnicamen- te repercuten en el individuo aislado, sino en el conjunto del cuerpo social.

Legaz y Lacambra, refiriéndose a una parcela de la se­guridad social, la beneficiencia, afirma que "es una de las fun- ciones esenciales del Estado moderno" (1). Una razôn de peso para que sea el estado quien administre estos servicios es que la naturaleza de los mismos no parece adecuarse a los fines econômicos del bénéficié que preside la actividad de toda em- presa privada.

3.- Medio de masificar

Georgi Schischkoff (2) mantiene la opiniôn de que hay dos clases de felicidad en el hombre en general, la felicidad

(1) L. Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, administraciôn y de­sarrollo", op. cit. pâg. 68(2) Georgi Schischkoff, "La masificaciôn dirigida", op. cit. pâg. 293 y ss

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188.

interna y la felicidad externa. La primera surge "en la expe-rimentaciôn espontânea de la propia interioridad" (1), y ne­cesita como condicionamiento sôlo un minimo de seguridad ex­

terior. Se basa en "la autôntica alegrîa del contacte de hom­bre a hombre, en la experimohtaciôn de valores interiores que mueven conjuntamente a mi ser en cuanto a tal y al de los otros...hacia lo que se llama armonîa del todo" (2)

• a-

"La otra forma de felicidad", que a su juicio "hoy do­mina en todos los sectores de la sociedad y de la vida, ha convertido estos condicionamientos y valores bâsicos en sus contraries" (3).

Frente a la felicidad interior se halla la exterior ba- sada en el poder econômico o en el triunfo social. El hombre comûn puede quedar cegado prefiriendo, sino ya el triunfo com­plete, si al menos una parte de él. Puede ser que venda su "felicidad interior" por el plate de lentejas que supone una cierta seguridad.

Las afirmaciones del autor anteriormente citado nos ponen de relieve, casi directamente, las implicaciones que

(1) Ibid. pâg. 325(2) Ibid. pâg. 326(3) Ibid. pâg. 326

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189.

sicolôgicamente trae la seguridad social. Un sistema en el que el inviduo vê aseguradas sus necesidades minimas e incluse, puede ser que algo de lo superflue, trae como consecuencia el que dichos individues pierdan el bien de su interioridad, su felicidad interior. Es lo que bajo el sehuelo de la "filosofia de la esperanza" pueden acarrerar la masificaciôn tanto cuanti- tativa como cualitativa de un grupo social.

Ahora bien, entendemos que ese peligro no puede desvir- tuar en ningûn momento la necesidad de un sistema de seguridad social. El mismo autor citado se muestra partidario de la exis­tencia de un mînimo de seguridad exterior,

E) CARACTERES DEL DERECHO DE MASAS

Al iniciar este tema de las masas y el derecho senalâ- bamos como no todo derecho es masificador. Los caractères que brevemente pasaremos a considerar a continuaciôn son los que se atribuyen al derecho masificador, no al derecho que protege a la masa (1) .

Un carâcter ideal y abstracto, una fundamentaciôn radi- cada en el positivisme legalista y una emanaciôn exclusiva por parte del Estado, son los caractères negatives que adornan

(1) Recogemos en sîntesis la crîtica formulada por Vallet de Goytisolo en "Sociedad de masas y derechos", pâg. 252 y ss, 298 y ss.

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190.

el derecho masificador.

"En general, arranca de un ideal abstracto de igualdad; pero muchas veces solo trata de resolver empîricamente las necesidades nuevas actuales urgentes, graves y apremiantes" (1)

Estas afirmaciones nos resultan tal vez disentitles.Como anteriormente afir^âbamos, el derecho tiene vida de por si y,ademâs: "La accion ordenadora del poder politico se rea­lize mediante el derecho. Pero el derecho, como sabemos, no es un mere instrumente del poder, sino que tiene un sentido, un valor propio (la segura realizacién de un orden juste) que lo constituye con una fuerza social propia, que reacciona so­bre el mismo poder que lo establece; y al que limita o apoya y légitima en la medida en que el poder se transforma en una instituciôn juridica" (2).

Asi pues, el derecho es una manifestaciôn social que dificilmente tendrâ un carâcter ideal y abstracto. En caso de que esto sea asi, lo que sucede es que estâ recogiendo las as- piraciones del grupo social de que se trate.

(1) Ibid, pâg. 252(2) Luis Sânchez Agesta. Derecho politico. 6 ediciôn. Granada. 1959, pâg. 250

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"Hoy se ha hecho de la ley la fuente omnipotente y casi ûnica de todo el derecho, y ha proliferado de un modo absorben- te y pluriforme" (1). Con ello se quiere indicar que el dere­cho masificador adolece de un "positivisme legalista" negative para los individues de la comunidad.

Creemos que el hecho de que las obligaciones juridicas y deberes, sean exigibles sôlo en el supuesto de que exista un precepto debidamente promulgado y aprobado, es mâs bien una seguridad para los ciudadanos. Los uses y costumbres care- cen normalmente de la debida claridad, adecuaciôn a las necesi­dades actuales y fuerza coactiva para hacerlos eficaces. La ley, asi vista, constituye una garantia y una .seguridad para el ad- ministrado.

"El unitarismo estatal, carâcteristica del derecho de masas" es presentado "frente al pluralisme de las sociedades naturales como garantia de las libertades civiles" (2).

Como sehala Sânchez Agesta' "A primera vista pudiera pensarse que el derecho es creado por el estado" (3) . Pero en realidad; "La funciôn que el estado curaple con relaciôn al

(1) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 283(2) Vallet de Goytisolo, op. cit. pâg. 298(3) Sânchez Agesta. op. cit. pâg. 253

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derecho, afecta, segûn vemos, a su valor como derecho posi- tivo. Es esa seguridad del derecho, que créa una clara situa­ciôn jurîdica y hace prévisibles las consecuencias de un ac­te jurîdico, la que adquiere una perfecciôn caracterîstica al ser el derecho definido y sancionado por el Estado. La centra- lizaciôn del estado supone esta unidad de definiciôn y sanciôn y marca indiscutiblemente un progreso jurîdico" (1).

Los caractères anteriormente sehalados como tîpicos del derecho masificador, son los que adjetivados de forma diferen- te suelen adornar los ordenamientos jurîdicos modernes de los paises occidentales. Sin duda alguna estos ordenamientos son susceptibles de mejora, pero no podemos desconocer que la im- plantaciôn de algunos de estos principios supuso un avance en la seguridad juridica y que forman parte de los principios que inspiran los llamados Estado de Derecho.

El retorno a las legislaciones de âmbito local parece chocar con las tendencias actuales hacia un mundo de creciente integraciôn supranacional. Las regulaciones por grupos o comu- nidades pequenas casan mal con esa tendencia a la que acabamos de referir.

(1) Sânchez Agesta. Ibid. 256

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19 3.

F) LA PLANIFICACION Y LA SUPREMACIA DE LA LEY

Segûn nos dice Hayek la supremacia de la loy "significa que el gobierno estâ sometido en todas sus acciones a noih.as fijas y conocidas de antemano; normas que permiten prever con suficiente certidumbre cômo usarâ la autoridad en cada circuns- tancia sus poderes coercitivos y planear los propios asuntos individuales sobre la base de este conocimientc" (1)

«A-

Este concepto, como vemos, estâ intimamente ligado al problema de la discrecionalidad. Se trata, con el principio de la supremacia de la ley, de limitar al mâximo posible el âmbito de la discrecionalidad del poder ejecutivo. De este modo, la ley supone tanto un limite para los gobernados como para los gobernantes.

Con este principio, el irjdividuo tiene la seguridad de que siempre que actûe dentro de los cauces marcados por la ley, el gobierno no podrâ afectar a su actividad.

Hayek ha recogido en esta afirmaciôn uno de los prin­cipios bâsicos del constitucionalismo inglés: el rule of law, pero también existe otro principio, el de la soberanîadel Par- lamento. Si por el primero se consagra el imperio de la ley, por el segundo el ôrgano del que émana la ley, el Parlemente,

(1) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 75

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194

tiene amplia discrecionalidad en cuanto a modificaciôn o pro- mulgaciôn de las leyes.

1.- Razôn de ser de su supremacia

Aijuicio del autor antes citado, hay dos tipos de nor­mas. Las que el llama normas forrnales y las sustantivas. Las primeras suponen un tipo de norma estable, que en principio no

• a-

debe sufrir variaciones. "La planificaciôn econômica de tipo colectivista, envuelve necesariamente todo lo opuesto. La autoridad planificadora no puede confinarse a suministrar opor- tunidades a personas desconocidas para que estas hagan de ellas el uso que les parezca" (1).

"Por nuestra parte, estimâmes que el "principio de le- galidad" propio de un Estado de Derecho no puede convertirse en un estêril formalisme, sino que es inseparable de un comple- jo de valores cuyo desconocimiento le priva de contenido y de sentido". (2)

Por otra parte, el principio de legalidad llevado al extreme supone una falta de flexibilidad tal que impediria un normal funcionamiento de las instituciones juridicas y politi- cas del pais en que esto sucediera.

(1) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 77(2) L. Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, administraciôn y desa­rrollo", op. cit. pâg. 63

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195.

La necesidad de una acciôn mâs agil por parte del po­der ejecutivo ha provocado la entrada en crisis del principio de legalidad y hoy en dia es frecuente la existencia de las leyes-cuadro o leyes de bases por las que el poder législative enunciando los principios générales permite al ejecutivo el desarrollo de los supuestos légales concretes, con lo que la acciôn de este ultime se ve agilizada y facilitada en los po- sibles casos de urgencia que pueden plantear las necesidades

% A-

cotidianas del mundo en que vivimos.

Por todo ello, si bien el principio de legalidad apare­ce como de singular importancia en un Estado de Derecho, no por ello, estimâmes, que se han de sacrificar otros valores mâs importantes.

2.- La planificaciôn y los derechos del hombre

La planificaciôn puede afectar a los derechos del hom­bre como ente politico, este es el juicio de Hayek (1). En parecido sentido se manifiesta Leoni cuando afirma que no ûni- camente hay que recelar del poder ejecutivo sino también del legislative. A su juicio, en la actual elaboraciôn legislativa, no se respetan suficientemente los valores individuales (2).

(1) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 87 y ss(2) B. Leoni, "La libertad y la ley", op. cit. pâg. 197

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196.

No se muestra de la misma opiniôn Fraga cuando afirma: "Si se trata por ejemplo, de construir un gran canal (supongamos que se trata del gran sistema frances Atlântico-Mediterrâneo, del norteamericano Grandes Lagos-Atlântico) ,hay un problema de interés nacional, una serie de problemas locales (por qué ciu- dades pasa, dônde desemboca), y otro, mâs complejo aûn, de cuestiones privadas: expropiaciones, plus valîa, etc... En definitive, son una serine de problemas que, en cualquier ré- gimen politico o econômico-imaginable, afectan de modo diferen- cial a grupos e individuos determinados, sin perjuicio de su

"cuota" en el bien comûn. Pero ello, £impide un acuerdo mayo- ritario bâsico?". (1)

Cabria objetar que los problemas actuales, que se pre- sentan al ciudadano medio son de una mayor complejidad que antes, sin embargo, "el nivel de dificultad de los problemas ha crecido, pero el nivel de comprensiôn de los hombres proba- blemente ha aumentado aûn mâs. No debemos olvidar que los ca­sos de sociedades tradicionales con alto nivel de comprensiôn son excepcionales. Por otro lado se exagéra, a veces, la tec- nicidad de los problemas politicos modernos. No es posible ex- plicar al Parlamento y a la gran masa de ciudadanos las modali- dades de establecimiento y aplicaciôn del Plan. Pero ello no impide que si sea posible formuler de manera muy clara algunas de las grandes opciones de base, asi como sus significaciones.

(1) Fraga, op. cit. pâg. 21 (nota a piê de pâgina)

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197 .

Los diputados y los ciudadanos pueden realizar entonces su elecciôn entre estas grandes opciones de forma bastante cla­ra" (1).

Por todo ello nos parece posible una participaciônpolîtica positiva por parte de los ciudadanos en las tareasde la planificaciôn. Tal vez dicha participaciôn se ve limi-tada por el problema de la necesaria discrecionalidad otorga-

■ $ »da al ejecutivo, y a la que hemos hecho alusiôn en el anterior apartado, pero al menos en la présente coyuntura creemos que el ciudadano puede estar representado al mâximo en las directri­ces que hayan de ser adoptadas para la realizaciôn de un Plan.

G) PLANIFICACION Y LIBERTAD

Con anterioridad nos hemos referido a la planificaciôn cuando hemos abordado el tema del libéralisme y la democracia.En dichos apartados tratâbamos el tema desde el punto de vista de sus implicaciones con las ideologîas politicas correspondien- tes. En el apartado que ahora iniciamos tratamos de exponer de forma general los posibles antagonismes entre planificaciôn y libertad.

(1) M. Duverger, "Sociologia polîtica", op. cit. pâg. 90

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1.- Intervenir en la produccion es intervenir en el consumo y en los empleos

Hayek (1) sostiene que la planificaciôn supone una li- mitaciôn a las libertades de consumo y a las de empleo.

Una de las formas de planificaciôn que se ha demostrado como menos eficaz es la^planificaciôn del consumo. Paralelamen- te al mercado controlado por el estado surge un "mercado ne­gro" que facilita aquellos bienes de consumo que el mercado oficial, por las razones que sea, no puede ofrecer.

Por ello, la verdadera fuente del poder, sobre todo el consumo en una sociedad planificada,radicarîa en la interven- ciôn sobre la producciôn, Conjugando ambos contrôles: "El po­der conferido por el dominio de la producciôn y los precios es casi ilimitado" (2)

La planificaciôn, asimismo, a juicio del autor anterior­mente citado, hace que los empleos vengan dados directa o in- directamente ya sea por las aptitudes de la persona, ya sea por las circunstancias que obligan a una producciôn cuantitati- va de determinados bienes.

"A primera vista, el plan no parece favorecer de unï-

(1) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. Cap. VII, pâgs 91 y ss(2) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 97

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modo igual, de todas formas, el progreso de la libertad. Sin embargo, no es en la limitaciôn de las iniciativas desordena- das tan aprecladas por el libéralisme econômico donde atenta contra dicho progreso. En este terreno, no hace en suma sine restringir la libertad de intereses parciales, nociva para el equilibrio general, y para ampliar la libertad de todos, se ve obligado a limitar la de unà minorîa". (1)

Dadas las actuales ^structuras polîticas y sociales pa- rece que la planificaciôn puede asegurar mejor las individua- lidades que en el caso de que no hubiera ningûn programa. La complejidad de las explotaciones industriales, las grandes aglomeraciones urbanas y las soluciones polîticas que cada vez abarcan a mayor nûmero de grupos e individuos asî parecen aconsejarlo.

2.- Extension de la intervenciôn

El futuro que se nos aparece con el intervencionismo estatal es para el individuo dramâtico en extreme. Las presio- nés que sobre él se pueden ejercer, por fuerza, han de ser ma- yores que las que hasta ahora se han conocido en la historia. Esta es al menos, la opiniôn de los neoliberales.

(1) Pierre Idiart, "La cantidad humana", Nueva colecciôn Labor Barcelona, 1969, pâg. 145

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2 00.

"Incluso durante los periodos de la historia europea en que la reglamentaciôn de la vida econômica llegô mas lejos, apenas si pas6 de la creaciôn de un sistema general y semi- permanente de reglas dentro del cual el individuo conservo una amplia estera de libertad. El aparato de intervenciôn en- tonces disponible no habrîa servido mâs que para imponer di- rectivas muy générales. La situaciôn es ahora diferente por completo. La progresiva.^ivisiôn del trabajo ha creado una si­tuaciôn en que casi todas nuestas actividades son parte de un proceso social" (1)

En la actualidad puede ser que la intervenciôn estatal en la economîa sea importante, pero eso no quiere decir que en ëpocas pasadas tampoco lo fuera. Bâstenos recordar la eta- pa mercantilista en que las concesiones para explotaciones in­dustriales tenian casi carâcter de monopolio.

Tampoco podemos coincidir con los juicios anteriormente expuestos cuando se trata de los particulares; "When we review more analytically the means used to influence people to conform, we can observe very striking changes in modern times. Only two centuries ago, conformity within an organization was obtained through very harsh and direct means, with a great deal of open coercion. The contrast is further demonstrated by

(1) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 103

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comparing the quasimonarchal type that seemingly was neces­sary for maintaining large-scale organizations at the beginn­ing of the capitalist era with relatively easy-going and tolerant corporation of the affluent society". (1)

3.- El mito de la plétora

Hayek (2) nos previene del.sehuelo utilizado por los planificadores en sus campahas de captaciôn de fieles seguido- res. El sehuelo es la "plêtora potencial".

Sin duda alguna, una aspiraciôn muy humana es la de me- jorar el nivel de vida, si bien esto requiere un esfuerzo con­siderable, ya sea individual o comunitario. No pretendemos que la planificaciôn lo consiga pero si tal vez puede ser un cami­no para ello.

En este mismo sentido se manifiesta Meynaud: "Aunque nos refiramos a la renta monetaria o a diversos signos de enriquecimiento (como por ejemplo la posesiôn de un telêfono o de un receptor de televisiôn) , el progreso social, aûn te- niendo en cuenta los ûltimos pasos dados en él, continûa sien-

(1) M. Crozier, "The vicious Circle of Bureaucracy", articulo en Selected Readings, Penguin Modern Sociology, "Industrial Man", editado por Tom Burns, pâg. 250-251(2) Hayek, "Camino de servidumbre", op. cit. pâg. 101

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do con frecuencia modesto y a veces muy insuficiente" (1)

Refiriendose a los Estados Unidos, observa este mismo autor que: "La subutilizaciôn cuantitativa y cualitativa del potencial de producciôn continûa siendo uno de los defectos esenciales de la sociedad americana. Imperfeccion grave si se considéra la acumulaciôn de riqueza privada (de donde provie- ne, finalmente, la desigualdad en el bienestar) y la pobreza politica (cuya supresion aportarîa con nueva vitalidad econô­mica, majores perspectivas de equilibrio social)" (2)

Segûn parece de lo que acabamos de recoger, los problè­mes socioeconômicos que tienen planteados los Estados Unidos se deben a una falta de explotaciôn racional de su potencial. Si, como todos sabemos, en Estados Unidos las directrices econômicas nunca han sido sometidas a una planificaciôn sino que antes bien, y en lineas generates, han respondido a prin­ciples de libéralisme econômico, cabrîa preguntarse si la pla­nif icaciôn podria alcanzar unos resultados, al menos mâs equi- tativos en la distribuciôn de esa riqueza por todos conocida y que real y potencialmente tienen los Estados Unidos.

(1) Jean Meynaud, "Problemas ideolôgicos del siglo XX", Ed. Ariel Barcelona 1964, pâg. 128(2) J. Meynaud, op. cit. pâg. 136

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CONSIDERACIONES SOBRE LA SEGUNDA PARTE

Hemos esbozado hasta aquî cinco posibles formas deestadO; el liberal, el democrâtico, el socialista, el totali-tario y el autoritario. De lo que brevemente hemos expuestocreemos que poco positive puede desprenderse en la formulaciônde una nueva doctrina individualista que se hallara acorde conlas nuevas necesidades creadas por las transformaciones econô-

* »•

micas, sociales y culturales.

Por otra parte, tampoco parece que la masificaciôn pue- da ser evitada por un sistema politico u otro: "Esta masifi- caciôn seguirâ subsistiendo, puesto que estas formas de orga- nizaciôn son por entero independientes de que rija el sistema capitalista u otro inverso". (1)

Estimâmes que el estado liberal es, sin duda, el gran apologista y defensor del individualisme, pero en el memento actual, de las grandes obras comunitarias parece que los indi­vidualismes han de sacrificarse en aras de un progreo de gru- po. El individualisme liberal se halla por su propia esencia fuera del tiempo.

El estado democrâtico, en su forma occidental, si bien cuenta con el individuo en determinados mementos politicos.

(1) Alfred Weber, op. cit. pâg. 342

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las votaciones, por ejemplo, no obstante por su estructura cada vez mas acentuada de sociedad de consume, aliéna la per- sonalidad individual en aras de una mayor productividad, con- virtiendo a la persona en un ente consumidor. Incluso llega a alterar la misma esencia politica en que se funda, convirtien- do las elecciones y la vida politica del pais en una faceta del consume. Pensemos a estes efectos en la vida politica ame­ricana .

Pero incluso en otros paises, en donde la politica de la democracia no se halla "comercializada", como en los Esta­dos Unidos, muestra tal vez, una tendencia a la misma, y des- de luego una apatia del elector y una preminencia de las per- sonalidades de los candidates sobre los programas teôricos de los partidos.

En los estados llamados democrâticos populares, sucede otro tanto a lo que ocurre en los sistemas socialistas, tota- litarios y autoritarios. En estes, por principle, el individuo no cuenta. Es obvie, per tanto, el referirnos a elles.

"Ni el gobierno parlamentario, en sus diversas formas, o sea, ni el constitucionalismo democrâtico clâsico, ni las diferentes variantes de la dictadura, sobre todo, la totali- taria (entendida como democracia popular) puede decirse que constituyen un orden politico satisfactorio. Todos estos sis-

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temas basados en la tradiciôn carecen de autoridad y de legi- timidad, es decir, no acaban de aportar la justicia, la igual- dad y la libertad en el grado que permita a las personas que viven dentro de elles estar satisfechas con su prâctica" (1). Con estas opiniones de Friedrich pretendemos resumir nuestro propio juicio acerca de los sistemas politicos conocidos.

Asimismo, "frente a este caos en aumento, no podemos volver a las formas satisfactorias del gobierno antiguo, aun­que debamos, desde luego, apoyarnos en ellas como el trampo- lin que nos permita zambullirnos en lo desconocido" (2).

Una realidad de la que partir es la existencia del Es­tado. Si bien las formas antiguas de gobierno, como dice Friedrich, sôlo pueden servir de trampolin, contamos, sin em­bargo, con el aparato estatal. En este sentido Legaz y Lacam- bra nos recuerda que la divisiôn entre lo pûblico y lo privado es el resultado de una evoluciôn histôrica y que el Estado ha de actuar de forma independiente sin dejarse influenciar por grupos de intereses u otros tipos de presiôn, principalmente porque "al Estado le corresponde usar de su poder para libe- rar" (3).

( 1 ) Friedrich,op.cit. pâg.704(2) Ibid. pâg. 705(3) Legaz y Lacambra, "Humanisme, Estado y Derecho". Funciôn del Derecho. Bosch, Barcelona 1960. Pâg. 288-289

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Otro tanto podemos afirmar de las instituciones juridi- cas: "En su conjunto, una estructura social se caracteriza por el predominio de unas formas sociales, que tienen su correspon- diente estructura juridica, sobre otras. Y lo caracteristico de la estructura social de nuestro tiempo es el predominio de la organizaciôn y su forma juridica correlativa, que es el de­recho de subordinaciôn" (1).

Este nuevo Derecho que como senala Gurvitch no ha de te- ner un centre unificador identificado corriente y equivocada- mcnte con el Estado (2). Porque, en realidad, hay tres entida- des; Estado, sociedad y derecho en mûtua interrelaciôn. En cuanto al Estado y la sociedad "se hallan întimamonte vincula- dos, hasta el punto de que esta ha perdido substantibidad an­te aquel" (3). Las relaciones del ordenamiento juridico y el estado deben de concretarse principalmente en que a este ûl- timo "le incumbe actuar, por medio del Derecho, como poder ra- cionalmente configurador de la vida social". (4)

Con estas afirmaciones, Legaz y Lacambra nos pone de

(1) Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, Administraciôn y Desarro- llo", op. cit. pâg. 93(2) Georges Gurvitch, "Elements de Sociologie Juridique", Au­bier, Paris 1940, pâgs. 142-143(3) Legaz y Lacambra, "Humanisme, Estado y Derecho", op. cit. pâg. 289(4) Legaz y Lacambra, "Humanisme, Estado y Derecho", op. cit. pâg. 290

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relieve los caractères que perfilan el nuevo derecho. Asi con- siderado el fenômeno se nos aparecen como mâs en consonancia con las actuales circunstancias sociales las transformaciones jurldicas, que demuestran, tal vez, con ello, una mayor flexi- bilidadd que las instituciones polîticas.

En cuanto a la planificaciôn parece que esta se impone como un medio de mejoraç^. a nivel nacional y de integraciôn internacional (1).

(1) Ramon Tamames, "Estructura econômica internacional", Allan- za Editorial, Madrid, 1970, pâgs. 190-191

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PARTE TERCERA

CAPITULO I

INTRODUCCION

Una de las ideas que Jean Meynaud (1) plantea en su li- bro "Problemas ideolôgicos del siglo XX", es la crisis ideo- lôgica que abarca no ûnicamente al aspecto politico sino tam- bién a los aspectos sociolôgicos. Como consecuencia de ello, este autor llega a afirmar que la desideologizaciôn se estâ convirtiendo en uno mâs de los lugares comunes de los tratadis- tas y estudiosos.

Este autor abunda en la ya casi popularizada tesis de D. Bell (2) quien, con anterioridad y refiriendose a las ideo- logias, llamêmoslas socializantes, afirmaba: "Hoy estas ideo- logias estân exhaustas. Los hechos que estân destrâs de este importante cambio sociolôgico, son complejos y variados. Una cadena la constituyen las calamidades del tipo de los procesos de Moscû, el pacto nazi-soviôtico, los campos de concentraciôn y la represiôn de los obreros hüngaros; otra la constituyen cambios sociales del tipo de la modificaciôn del capitalisme y

(1) Ver Meynaud, op. cit. pâg. 41 y ss.(2) D. Bell, "El fin de las ideologias", op. cit. pâgs. 546- -549

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las medidas de bienestar social... pero, aparte de todo esto, una cosa parece clara; para la "intelligentsia" radical las viejas ideologias han perdido su "verdad" y su poder de per- suasiôn". En cuanto a la intelectualidad occidental tambien parece haber cierta confusiôn entre los jovenes intelectuales.A juicio de este autor por la imposibilidad de una radicaliza- ci6n ideolôgica. "Los jôvenes intelectuales no son felices porque "el camino medio^^esta bien para los hombres de edad media, pero no para ellos; carece de pasiôn y de brillo".

Por esta misma razôn, puede ser éste un buen momento para el planteamiento de soluciones que, desprovistas del apa- sionamiento dialêctico, puedan, de una parte, plantearse sere- naraente, y de otra, ser aceptadas sin réservas, caso de que las mismas sean reales y autênticas soluciones.

Esta tercera parte que iniciamos ahora, la dividimos en dos apartados en los que abordamos dos aspectos del indivi­dualisme y su valoraciôn en la actual sociedad de masas. El primero de ellos trata de presenter una visiôn filosôficosocio- lôgica al problème, exponiendo la necesidad que de la existen­cia de la sociedad tiene el individuo, y cômo éste halla su plena explicacion vital dentro de un contexte y una estructura sociales.

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En el segundo punto trataremos de dar una sustentaciôn mâs puramente filosôfica a dichas afirmaciones.

A) CARACTER SOCIAL DEL HOMERE

Una fuerte corriente ideolôgica en la actualidad sena­la la importancia decisive del carâcter social en el hombre. Frente a las teorîas libérales, cuyo principal actor y prota­goniste era el individuo aislado, en nuestros dies se enfatiza mâs el papel que la sociedad juega para con el individuo.

Las teorîas libérales "impresionan mâs o menos como pieza de museo" (1) en nuestros dîas. Parece dominer la preo- cupaciôn por el conjunto social mâs que por lo individuel.

Evidentemente, esta actitud puede ser debida a influen- cias pasajeras o bien: "Puede haber una conciencia creciente de algunas lîneas fundamentales propias de la existencia huma­na misma" (2). Es decir, lo que Remy C. Kwant nos quiere decir en las anteriores citas es hasta que punto la mode de hablar

(1) Remy C. Kwant, "Filosofîa Social", Ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires 1959, pâg. 53

(2) R. Kwant, op. cit. pâg. 53

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y enfatizar lo social puede cegar la auténtica realidad indi­vidual que puede subyacer en esa entidad que llamamos socie­dad.

El mismo autor afirma que: "Es fâcil identificar este peligro cuando lo exponeraos en conceptos abstractor, pero mu- cho mâs difîcil es evitarlo. Un ejemplo puede servir para ilus trar este punto. La fil^.sofla marxiste observa con justicia que el desarrollo de la irtfraestructura econômica desempena un papel de liderazgo en la vida moderne. Pero errôneamente asigna a este hecho un carâcter absoluto, cuando proclama que la infraestructura econômica "determine siempre y en todas par tes la superestructura” (1).

No creemos necesario profundizar en la aclaraciôn de este ejemplo, pues las crîticas que se han hecho a este res­pecte hacen innecesaria la demostraciôn de que al formular esta universal, partiendo de una premise particular, llegamos fatal y necesariamente a la falacia.

1.- Sentido de la tesis

Kwant (2) afirma que el hombre es social en todo, y a

(1) Ibid. pâgs. 53-54(2) R. Kwant, op. cit. pâg. 54 y ss

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continuaciôn pasa a desglosar estos conceptos, analizando el sentido de "todo" y el significado de"social".

Para la primera de estas palabras senala como en la estera humana hay dos campos: el puramente fisiolôgico, y aquel que es producto de la voluntad humana. En el primero se incluyen aquellos aspectos como los movimientos cardiacos in- voluntaries e incontrolados, aunque a veces algunos de estos aspectos, como por ejemplo, la vista, pueden ser educados. Al que es producto de la voluntad humana lo denomina "autoproyec- to". Con este término se quiere indicar que el hombre puede ir perfeccionândose poco a poco.

Ambos aspectos, "el proceso natural y el proyecto huma­ne se interpenetran tan ingeniosamente que es imposible decir exactamente dônde termina la naturaleza y comienza el proyecto humano. Pues el hombre es un autoproyecto que estâ arraigado en la naturaleza". (1)

De estas afirmaciones se dériva que la distinciôn entre ambas esteras résulta sumamente difîcil de realizar. Ahora bien, para el autor anteriormente citado esto no constituye un obstâculo insalvable, pues, "Aunque exista un ârea limîtro-

(1) Ibid. pâg. 55

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213.

fe en la cual no sabemos si tenemos que habêrnoslas con un pro­ceso natural o con el resultado de un autoproyecto, mâs allâ de estas âreas limitrofes hay amplias zonas de existencia que ciertamente pertenecen a la naturaleza y otras que son resul­tado de un autoproyecto humano. Y con respecto a esta zona sostenemos que el hombre es social" (1).

Pasamos ahora a considerar el segundo térmiho previa- mente anunciado: "social". Kwant empieza por analizarlo filo- lôgicamente: "el termine "social" se dériva del latin socius, compahero, camarada" (2). Fruto de este origen es que al hablar de "Social", nos estâmes refiriendo "a todo lo que se relaciona con la confraternidad, la comunidad, de los seres humanos" (3).

El hombre es social porque necesita de la sociedad en cualquiera de sus actividades. Si dichas actividades se reali- zan en contacte con los demâs, résulta obvia la necesidad que el hombre tiene de su prôjimo.

Si la actividad humana se realiza en solitario puede haber siempre una referencia hacia el otro. Asî, en ejemplo de Kwant, el hecho de afeitarse implica la aceptaciôn de unos uses sociales, asî como el empleo de unos instrumentos que han sido fabricados por otras personas.

(1) Kwant, op. cit. pâg. 55(2) y (3) Ibid. pâg. 56

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214.

La amplitud del concepto "social" plantea a nuestro autor algunas dudas sobre la validez del mismo. Llega a pre­guntarse sobre la posibilidad de que "un termine que puede significarlo todo en ûltima instancia no significa nada". (1)

"Si bien esta objeciôn no carece de fuerza, empero no nos obliga a concluir que algunas actividades son sociales y otras no lo son. Pues es posible que la socialidad sea un as- pecto del hombre que lo pénétra todo, mâs no hasta la exclusion de otros aspectos. En otras palabras, al mostrar que la socia-- lidad imprégna toda nuestra existencia humana no pretendemos en modo alguno que ella exprese la totalidad de dicha existen­cia" (2) .

Asi pues, el todo social que es el hombre, supone que en la mayoria de sus acciones y en la mayorîa de su propia rea- lizaciôn necesita a los otros: sin ellos, el hombre séria un ser sin sentido.

2.- Argumentos contra la misma

Contra la tesis de la socialidad del hombre pueden es- grimirse varies argumentos. A continuaciôn vamos a exponer al-

(1) Ibid, pâg. 57(2) R. Kwant, op. cit. pâg. 58

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215.

gunos de ellos, dividiéndolos entre aquellos que se refieren a las realizaciones intelectuales y aquellos que se refieren a la realizaciôn de la propia personalidad.

Respecto al primer grupo, Kwant, (1) enuncia cuatro principios que pudieran echar por tierra la socialidad del hombre, al mostrar la autonomia de este. Estos cuatro princi­pios son: la autonomia ^el conocimiento genuino, la autonomia del juicio estêtico, la autonomia del juicio axiolôgico y, por ultimo, la creatividad personal.

En cuanto al primero podemos observer que nuestros cono- cimientos derivan en principio de otros conocimientos anterio­res y, por lo tanto, en puridad, al menos en el origen, nues- tras ideas deben parte de su ser a conocimientos ajenos a no-', sotros mismos.

Sin embargo, no se puede negar que en ciertos casos pue­de llegar a darse el "conocimiento genuino". Al menos es éste una meta de la educacién, y lo que es mâs importante "si aban- donamos este ideal, entonces desistimos también del objetivo de la ciencia genuina y de la genuina filosofîa" (2). A nues­tro juicio queda, sin embargo, el hecho cierto de que solemos apoyarnos en ideas y conceptos previos.

(1) Ibid. pâg. 58 y ss(2) R. Kwant, op. cit. pâg. 59

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216.

En cuanto a la autonomia del juicio estêtico, "la vi­siôn genuina es quizâs aûn menos frecuente que en filosofîa y en ciencia" (1). Este aspecto es tanto mâs disentitle en la actualidad por cuanto segûn parece, en los tiempos que corren, existe "una tendencia a los hechos, a la autêntico" (2), este hecho "evidencia no sôlo la intensificada hambre de realidad que caracteriza a la época présente, sino muy frecuentemente una renuncia al arte al mismo tiempo. En nuestra edad el pres- tigio de la estêtica estâ siendo minado de muchas maneras" (3).

En resumen, el problema de la autonomia del juicio estê­tico vendria a carecer de importancia, como problema, por cuan­to es la realidad y no la estêtica la que prima en nuestros dias.

Algo parecido sucede con la tercera de las objeciones que el mismo Kwant formula. Si bien es cierta la existencia de intelectuales marginados o "élites flotantes", no es menos cierto que "alguien que viviô en la antiguedad no hubiera podi- do llegar a una evaluaciôn independiente de la existencia hu­mana durante el Renacimiento italiano" (4).

(1) Ibid.(2) Arnold Hauser, "Historia social de la literatura y del ar­te", Ediciones Guadarrama, Madrid 1969, tomo III, pâg. 310(3) A. Hauser, Ibid.(4) R. Kwant, op. cit. pâg. 61

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217.

Por ûltimo, la creatividad personal puede ser un argu­mente contra el principio de la facticidad social puesto que la persona una vez que"llega a ser creative, entonces se alza por encima de su dependencia social" (1).

De la contemplaciôn de estos cuatro argumentos podemos extraer la conclusiôn, tal vez, de que los mismos no constitu­yen un serio obstâculo para la facticidad social. El mismo Kwant, aûn dândoles mâs importancia que la concedida por noso- tros, estima que "dicho en otros têrminos, podrîamos sentirnos inclinados a expresar que el hombre es materialmente depen- diente, pero formalmente autônomo" (2).

La realizaciôn de uno mismo puede parecer posible sin necesidad de la ayuda a la existencia de un grupo social. Ahora bien, coincidimos con Rubert de Ventes cuando afirma que la realizaciôn de uno mismo no es autônoma (3).

• En cuanto a"la realizaciôn sensual, en efecto, es imper­sonal. No tengo una sensaciôn, sino que soy poseîdo y me pier- do en ella" (4).

(1) R. Kwant, op. cit. pâg. 61(2) Ibid. pâg. 62(3) Xavier Rubert de Ventes, "Moral y nueva cultura", Alianza Editorial Madrid 1971. Hemos de hacer notar que este autor se muestra partidario de la existencia de la autonomia de la per­sona en cuanto a su vida intelectual.(4) R. de Ventôs, Ibid. pâg. 21

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18,

"La "realizaciôn" de la vida afectiva es también algo que "se nos escapa". No postula autonomia alguna, sino que es una relaciôn interpersonal en la que el individuo "pierde el centro" y empieza a depender y a gravitar alrededor del sujeto u objeto de su amor" (1) .

Por ûltimo, "el ejercicio de la imaginaciôn trasciende también en mucho la con^ciencia de la identidad y autonomia personal. No es impersonal sino transpersonal". (2)

3.- La existencia del uno para el otro

Los mitos individualistes de la autosuficiencia no créé- mos que hayan sido nunca posibles de mantener si no literaria- mente. "En el nivel mâs elemental, y casi fisiolôgico, la vida social estâ formada por la necesidad reciproca que los individuos tienen unos de otros" (3) . Este es un hecho que se viene constatando desde la mâs remota antiguedad por aquellos que, indirecte o directamente, se han preocupado del tema .(4)

La persona humana necesita de los demâs, "la persona

(1) Ibid. pâg. 22(2) Ibid. pâg. 23(3) P. Idiart, op. cit. pâg. 130(4) Recordemos que ya Aristôteles mantenîa que el hombre fue­ra de la sociedad o era un dios o una bestia.

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humana pura no existe; es una bella abstracciôn, supuesto que todo ser humano estâ necesariamente ligada a mil relaciones sociales, o al menos, a las de la familia. El hombre, por na­turaleza, existe, vive y alcanza su perfecciôn en la sociedad" (1).

Podemos sehalar dos principios de acuerdo con F. Vera por los que la persona çecesita al otro, a la sociedad. El principio de la indigencia- y el principio de trascendencia (2). Por el primero de ellos la persona necesita de la sociedad pa­ra nacer,subsistir y procrearse, es decir, fîsicamente, pero también lo necesita moralmente. Por el segundo de los princi­pios: la trascendencia, es la persona la que pide la vida en comunidad. Por su naturaleza espiritual el hombre es un ser esencialmente abierto. "Sôlo abriêndose en diâlogo de frater­nal amistad puede el hombre iniciar la convivencia intima ne- cesaria a la colaboraciôn en la comün realizaciôn" (3).

Sea cual sea la actividad que un hombre desarrolla ne­cesita de los demâs. Asi, por ejemplo, cuando juega se "re­quiere de ordinario ciertos implementos, taies como una pelota, una raqueta, o naipes. De aqui que el juego también tiene lu- gar en un âmbito significative mundanal organizado" (4).

(1) Francisco P. Vera Urbana, "La libertad religiosa como dere­cho de la persona", I.E.P. Madrid 1971, pâg. 75(2) F. Vera, Ibid. pâg. 76(3) Lbid. pâg. 77(4) Kwant, op. cit. pâg. 65

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Si se trata de trabajar, el hombre necesita herramien- tas, "bienes de capital, a saber: los instrumentos de produc­ciôn" (1). Estas herramientas y mâquinas permiten la perpetua- ciôn en el tiempo de unos elementos de producciôn que pueden ser utilizados por varias generaciones y que, a su vez, han sido fruto del trabajo de otras. "Ademâs, el trabajo tiene un propôsito: apunta el llenar las necesidades humanas" (2).

Por ûltimo, nuestros propios sentidos reflejan un pro­ceso de adaptaciôn. "El problema bâsico de toda especie vivien- te es el de adaptarse al medio ambiente en que vive. Las es- pecies extintas son las que han fracasado resolviéndo este pro­blema. En muchas especies esta adaptaciôn se ha hecho, en par­te, por las estructuras heredadas, taies como la concha protec- tora de la tortuga y el cuello llamado "tramo de escalera" de la jirafa, y en parte también, por esquemas de comportamiento heredados llamados instintos". (3).

Nuestra existencia se nos aparece, después de estas con- sideraciones, como algo que necesita de los otros, de la socie­dad para tener un sentido. El hombre autosuficiente no puede ser mâs que una entelequia desde el punto de vista material.

(1) W. F. Ogburn - M.F. Nimkoff, op. cit. pâg. 511(2) Kwant, op. cit. pâg. 64(3) Gillin - Gillin, "Sociologîa cultural", Biblioteca de eues- tiones actuales, I.E.P. Madrid 1961, pâg. 85

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Desde el punto de vista intelectual tampoco es ello posible, por cuanto para sus realizaciones intelectuales, el hombre parte en un principio de percepciones sensoriales, que como hemos visto requieren un proceso de adaptaciôn y de educaciôn. Pero es que, ademâs, las creaciones intelectuales posteriores serân fruto, en buena parte, de trabajos y aportaciones que las han precedido.

'«»•

B) FACTICIDAD SOCIAL

1.- Introducciôn

Usando una terminologîa sociolôgica, la dimensiôn so­cial del hombre se nos muestra de una forma bastante clara y definida a travês de los usos y costumbres. "Los usos, son las formas de conducta reconocidas o aceptadas en sociedad" (1) . Evidentemente estos usos abarcan una amplia gama de supuestos.

Una extrapolaciôn de estos usos la constituyen las "mo­res". "Si considérâmes a los usos no simplemente como normas de conducta, sino como reguladores de ella, los estâmes contem- plando como mores". (2).

(1) R.M. Maciver-Charles H. Page, op. cit. pâg. 20(2) lbid.

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222.

Por ello podemos considerar que "los mores representan el carâcter active de un grupo o comunidad, que opera sobre sus miembros per medio de un control consciente o inconscien­te" (1).

Como vemos, la dimensiôn social del hombre no es una me- ra elucubraciôn teôrica sino que tiene una realizaciôn prâcti- ca en las conductas o c^qmportamientos de los miembros de la co­munidad deque se trate. Lo cual quiere decir que "la dimensiôn social hace efectiva la determinada orientaciôn que asume nuestra existencia personal, concreta su desarrollo de una cier­ta manera" (2).

El hombre no se basta a si mismo y este hecho es lo que da sentido a la dimensiôn social, asi lo sehalaba Emile Durkheim al afirmar: "the individual is not sufficient unto himself, it is from society that he receives everything necessary to him, as it is for society that he works". (3)

Junto con los hâbitos, las costumbres y las mores, en los grupos sociales se dan unos valores. ôQuê entendemos por estos valores?. A nuestro juicio son una especie de "supermo­res" que, consecuentemente, juegan un papel de control en la

(1) Ibid. pâg. 21(2) Kwant, op. cit. pâg. 109(3) Emile Durkheim, op. cit. pâg. 228. "El individuo no es au­tosuf iciente , es de la sociedad de quien recibe todo lo que necesita, lo mismo que es para la sociedad para quien trabaja"

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dinâmica del grupo en cuestiôn. Son unos principios générales inspiradores de la actividad comunitaria. Jerârquicamente, pues, estarian por encima de las mores, participando de algu­nos caractères de las mismas.

Esta participaciôn en los caractères de las mores se nos demuestra claramente en su tendencia a la permanencia.Los valores de un grupo tienden a permanecer en su vigencia.En cuanto a su contenido, al igual que las mores, y debido pre- cisamente a esa tendencia al inmovilismo, son conservadores.

Naturalmente, los valores de un grupo social pueden cambiar, y de hecho cambian. Pero este proceso evolutivo sue- le producirse de una manera lenta, siendo los cambios impercep­tibles a no ser que se observen desde un prisma histôrico que al enfocar este tema en un largo periodo de tiempo permite su anâlisis.

Entre los usos, costumbres y valores del individuo y del grupo se establece sin gênero de dudas una correlaciôn segûn la cual el hombre hace suyos los contenidos de dicho con­cepto, si bien puede ser que dicha asimilaciôn no se produzca de una forma consciente.

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Esta temâtica nos lleva a considerar al mismo tiempo el probleraa dé la conducta humana como reflejo de todos esos factores. De una parte, tenemos que el hombre tiene una base fîsica, natural, su cuerpo. De otra, el que este cuerpo viene adornado por una serie de caractères que podrîamos considerar como una "existencia solidificada" (1). De tal forma estân in- mersos en el ser de la persona.

Del mismo modo que es dificil la aprehension de los valores de un grupo social, asî lo que Kwant denomina "segun- da naturaleza" del hombre es de dificil delimitaciôn si trata- mos de singularizarla frente a la "primera naturaleza". Con ello queremos indicar que la primera y segunda naturaleza, si bien son distintas, estân tan interrelacionadas y tan depen- dientes la una de la otra que résulta sumamente dificil, si no imposible, el separarlas.

2.- Concepto de facticidad

El tërmino de "facticidad", segûn nos dice Kwant, pro­cédé de la escuela fenomenolôgica y nos "es conocido a travês de las obras de Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty y otros" (2). Antes de procéder a dar un concepto de facticidad, creemos ne- cesario, tal como lo hace Kwant (3), ponerlo en relaciôn con

(1) R. Kwant, op. cit. pâg. 113(2) Kwant, op. cit. pâg. 114(3) Ibid. pâgs. 114-116

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225 .

otros conceptos.

El primero de ellos es el de la densidad material. "Nuestra historia comûn ha producido en nosotros muchas cosas que miramos como obviamente naturales" (1). Densidad material es precisamente "aquello que ha sido establecido en el trans- curso de una larga historia intersubjetiva" (2).

La densidad material podria ocultar la realidad primor­dial que subyace bajo ella. Para la escuela fenomenolôgica, sin embargo, el factor humano ha de predominar sobre esa den­sidad material.

Al mismo tiempo, la escuela fenomenolôgica, con el ter­mine de facticidad pretende mostrar "que tiene conciencia de la relaciôn entre "primera" y "segunda" naturaleza " (3).Del mismo modo "el hecho de que se haya acuhado un têrmino es­pecial indica que esos pensadores no querîan identificar sin mâs la "segunda"naturaleza con la "primera". (4).

cQuë quiere decir entonces la fenomenologîa con el tër­mino "facticidad"?. Es algo dado, tiene una densidad sui gene­ris, no estâ sujeto a la arbitrariedad del espiritu libre.

(1) y (2) Ibid. pâg. 115(3) Ibid. pâg. 114(4) Kwant, op. cit. pâg. 114

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Présenta unas lîneas fijas que pueden ser establecidas de una manera empirica. Es una orientacion determinada de la existen­cia" (1) .

Este mismo autor nos propone como un buen ejemplo el del lenguaje. "La estructura de un lenguaje es un fenômeno so­cial y trasciende la arbitrariedad del individuo". (2) Como decia Ortega, "se olvid^ demasiado que todo autêntico decir no s61o dice algo, sino que lo dice alguien a alguien... el lenguaje es por esencial diâlogo" (3). De la misma opinion se muestra A. Hauser al recoger la opinion del critico Jean Paulhan. Este ultimo distingue entre escritores "retôricos" y terroristas. Estos ûltimos "quieren destruir el lugar comûn, las formas convencionales y los clichés ya listes, y borrarlos del lenguaje por complete" (4).

Por su parte, los "retoricos" "conocen perfectamente bien que los lugares comunes y clichés son el precio del rnutuo entenderse y que la literatura es comunicaciôn" (5). La con- secuencia lôgica de estas consideraciones parece clara. La ac- titud de los retôricos "aparece" como la ûnica posible, dado que el establecimiento consecuente del "terror" en la litera­tura significaria el silencio absolute" (6).

(1) Ibid. pâg. 116(2) Ibid. pâg. 116(3) Ortega y Gasset, "La rebeliôn de las masas", op. cit. pâg. 114(4) Arnold Hauser, op. cit. tome III pâg. 280(5) y (6) Ibid. pâg. 280

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Como vemos, pues, el lenguaje as algo que nos ha veni- do dado y que no podemos alterarsi no es a costa de pagar un precio muy caro, el del diâlogo entre sordos.

3.- Matizaciones del concepto

Descrito tal como lo hemos hecho, la facticidad parece que se nos escapa y se çonvierte en objeto, en "una entidad c6- sica" (1). Es entonces cuando aparece el concepto de intencio- nalidad que "personaliza" a la facticidad. Ahora bien, el ter­mine intencionalidad no implica voluntariedad para la escuela fenomenolôgica.

"El tërmino "intenciôn" necesita ser explicado, pues trae alguna confusiôn. De ordinario se lo relaciona con esfuer- zos que brotan de nuestra libertad y estân sujetos a nuestra decisiôn arbitraria. La fenomenologîa, empero, no entiende el tërmino per se de este modo. Por "intenciôn" significa la bûsqueda de sentido de un organisme viviente" (2).

Facticidad e intencionalidad quedan asî unidas, inclu- yëndose la una en la otra de tal modo que pueden afectarse mutuamente. Asî, por ejemplo, el hombre parte de determinados

(1) Kwant, op. cit. pâg. 117(2) Ibid. pâg. 117

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conocimientos para la creaciôn de nuevas mâquinas. Sin embargo, las mâquinas creadas gracias a la intencionalidad pueden alterar el contorno. Con este ejemplo vemos que la inten­cionalidad puede afectar a la facticidad.

Del mismo modo la facticidad ha influido en la inten­cionalidad, pues las mâquinas creadas en cierta forma estân determinadas por la faqticidad misma. Por asî decirlo, po- driamos afirmar que dichos aparatos y mâquinas tenîan que ser de una determinada forma y nada mâs que de esa forma, porque su realizaciôn y concretizaciôn final venia determinada por elementos previos que difîcilmente, o mejor dicho, casi imposiblemente eran susceptibles de alteracion.

4.- Diferentes dimensiones de la facticidad humana

La facticidad social es un hecho que présenta diverses facetas, y por consiguiente, podemos hablar de varias clases o especies de facticidad (1).

La primera posible distinciôn susceptible de ser enun- ciada es la diferenciaciôn entre una facticidad social y una facticidad individual. Esta ûltima tiene sus caractères pro- pios debido a que, como antes hemos senalado, los hâbitos y

r

(1) Seguimos sustancialmente la clasifiaciôn formulada por R. Kwant, op. cit. pâgs. 120-121

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la densidad material individual constituyen parte de la misma, una parte que résulta imposible de separar.

Recurriendo al mismo ejemplo del lenguaje anteriormen- te aludido, observâmes que, si bien el escritor "terrorista" no tiene ninguna viabilidad, el escritor "retôrico" que usa del lugar comûn, imprégna sin embargo sus escritos con su propia personalidad. Gracias a ello se puede hablar de dife­rentes estilos literarios y reconocer la obra de su autor pre­cisamente gracias a ese estilo, reflejo de su facticidad in­dividual.

El hecho de que la facticidad individual pueda servir de elemento individualizador, no significa que en la misma no se halle présente la facticidad social. Ambas coexisten con- juntamente.

Precisamente de esta coexistencia de la facticidad so­cial y la individual se puede extraer una clasificaciôn de grade de intensidad de la facticidad social. Este grade puede ser mâs o menos acusado y profundo segûn el tipo de relaciones que estén uniendo al hombre con su contorno. Asi, por ejemplo, la facticidad social que comparte el grupo primario familiar nos puede afectar, de hecho lo. hace, mucho mâs profundamente que la pertenencia a un club deportivo.

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Segûn que la densidad material entre como components en mayor o mener grado de la facticidad social, podemos tam- biën observer diverses dimensiones de la misma.

C) LA PERSONA Y LA FACTICIDAD SOCIAL

El hippy o el inconformista, constituyen un buen ejem­plo de la inadaptaciôn,social. Sin embargo, la existencia de estas tendencies marginales no puede servir de base para des- virtuar el déterminisme social en el que el hombre se halla inmerso.

De una parte las discrepancies de estos elementos mar­ginales de la sociedad no son absolûtes, es decir, no consti­tuyen una repuisa a toda la estructura social. Asi, por ejem­plo, los hippies preconizan la vida comunitaria, y por lo tan- to admitiendo una forma de vida social en la que convivencia y cooperaciôn constituyen dos pilares fundamentales. Otro tan- to podria afirmarse de las restantes tendencies marginales.

Por otra parte, esas tendencies marginales, como su nombre indica, son nûmericamente minoritarias.

El deterrainismo social y facticidad social se nos mues­tra, tal vez, despuês de las anteriores consideraciones, como

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un factor decisivo que influye en la existencia personal, siendo esta ûltima un mero reflejo de aquella. Efectivamente, las tendencies sociales mayoritarias siguen las pautas, cos- tumbres y mores de la generalidad. Es decir, su existencia se realize por completo dentro de los cauces formados por la fac­ticidad social.

En cuanto a las Jtendencias marginales, no creemos que constituyen un obstâculo a nuestra enunciaciôn, dadas las ra- zones anteriormente expuestas.

1.- La facticidad social y la sociedad organizada

Hasta ahora, estâbamos manejando los conceptos de per­sona y de facticidad. Respecte a estos dos, hemos senalado su mûtua interdependencia y hemos apuntado la gran influencia, aunque ni mucho menos decisive, que tiene la facticidad social sobre la persona.

Abordâmes ahora el concepto de sociedad organizada y sus posibles relaciones e implicaciones con la facticidad so­cial. Sin duda alguna, la sociedad organizada es una realidad social que nace como consecuencia de la concentracion de una masa de hombres que mantienen entre si relaciones ordenadas.

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Desde este punto de vista coincidirian la sociedad organizada y la facticidad social por cuanto ambas necesitan del elemento humano. Ahora bien, la sociedad organizada se nos aparece como algo mucho mâs concrete, con unas realiza- ciones mâs concretas que la facticidad social. Recordemos que definiamos la facticidad social como "algo dado" que "no estâ sujeto a la arbitrariedad del espiritu libre".

Frente a esta indeterminaciôn, aunque no falta de reali­dad, la comunidad organizada se nos présenta como el resultado de unas decisiones humanas racionalmente pensadas y que a ve- ces se tratan de desarrollar lôgicamente.

Asi vemos c6mo mientras la persona constituye la comu­nidad organizada y ésta en parte, es fruto de sus componentes, no sucede lo mismo en el caso de la facticidad social, por lo que ambos conceptos,sin duda, estân moviëndose en diferentes niveles, y no son entidades comparables. No obstante, creemos interesante el matizar la diferenciaciôn, puesto que, sin duda alguna, existe una intima relaciôn entre los mismos.

2.- La carencia de limites bien definidos

La facticidad social es un fenômeno que no se cihe normalmente a unas fronteras determinadas. Recordemos a estos

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233.

efectos que las âreas linguistîcas o culturales no suelen coincidir con las fronteras polîticas.

Remy Kwant (1) nos pone el ejemplo de la frontera entre Canadâ y Estados Unidos como una muestra de que puede ser con- siderada una separaciôn artificial. Por nuestra parte, podria- mos senalar que algo precido ocurre entre los estados surenos de la nacion americana«eon el vecino estado de Mëjico. Otra realidad, aûn mâs palpable, la constituye el ârea linguistica y cultural de Alemania.

Asî vemos como la facticidad social se entremezcla con la realidad de la comunidad organizada, pero la facticidad so­cial es algo mâs que un imperative natural que surge espontâ- neamente y que puede o no concretarse en un estado determina- do. "En realidad, el Estado es una forma de organizaciôn social, y no toda la comunidad en todos sus aspectos". (2)

De ahî que los totalitarismes sean en si una falacia, puesto que mantienen que "el gobierno puede y debe controlar todo acte y todo interês de cada individuo o grupo, para utili- zarlo en el incremento de la fuerza nacional; el gobierno no s6lo es absolute en su ejercicio, sino ilimitado en su aplica- ciôn" (3)

(1) R. Kwant, op. cit. pâg. 138(2) R. M. Mclver-Charles H. Page, op. cit. pâg. 14(3) George H, Sabine op. cit. pâg. 653

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En puridad, debe ser la facticidad social la que de­termine la creaciôn de una comunidad organizada. "Mientras la vida sigue siendo primitiva existe sôlo un mînimo de orga- zaniciôn. Tan pronto, empero, como la facticidad social se tor- na mâs rica, la organizaciôn de la vida comûn se impone con creciente necesidad". (1)

Pese a que Kwant**estima que es dificil el trazar "un neto limite entre la comunidad de personas que espontâneamente surge de la facticidad social y, por otra parte, la misma co­munidad como grupo organizado e institucionalizado" (2), no creemos que la dificultad sea insalvable.

Cuando Burdeau aborda el tema del orden social nos da, tal vez, en su exposiciôn la clave de la distinciôn: "Como consecuencia del pluralisme social, tanto material como espi- ritual, se establece una competencia entre ellas (se refiere a los diverses elementos que constituyen una sociedad) que se resuelve finalmente en una interdependencia" (3). Es decir, esta independencia es la que se concretarâ en las medidas que adopta la comunidad que a partir de ese memento "establece con- diciones para ser miembro de ella y formula exigencias que sus miembros han de cumplir". (4)

(1) Kwant, op. cit. pâg. 139(2) Ibid.(3) Burdeau, op. cit. pâg. 69(4) Kwant, op. cit. pâgs. 139-140

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La organizaciôn politica de un grupo se nos présenta asi como una pequena parcela de otras realidades como la eco- nômica, la histôrica, la religiosa, que a su vez estân inclui- das en la facticidad social.

3.- La institucionalizaciôn

La institucionalizaciôn es un hecho sociolôgico por el que una comunidad créa ciormas de organizaciôn. Un requisite previo para este fenômeno es que exista una previa e intensa facticidad social en el grupo de que se trate. Ahora bien, la facticidad social sola no basta, conforme reconoce Kwant, al ponernos el ejemplo de las ciudades del norte de Italia duran­te la Edad Media. Esta facticidad social intensa que, sin du­da alguna, se produjo en esa êpoca en dicha zona geogrâfica, no se concretô en una institucionalizaciôn (1).

Pero es mâs, una realidad social rica en relaciones de todo tipo, rica en facticidad, una vez que desemboca en la institucionalizaciôn, no por ello logra la estabilidad. La ins­titucionalizaciôn puede continuer en una lînea ascendente de reforzamiento. Pensemos a estos efectos en el paso del tipo confederativo al federative en la organizaciôn de una comunidad politica.(1) Deberaos de préciser aqui que Kwant emplea la palabra insti­tucionalizaciôn en el mismo sentido que lo hace Mclver, que a su vez no coincide con otros sociôlogos, por ejemplo Ogburn, en el contenido de este concepto. Para este ûltimo, a travês de la historia ha habido cuatro instituciones sociales mayores: familia, Iglesia, industrie y Gobierno. Para Mclver institu- ciôn es una norme de organizaciôn.

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También existe la posibilidad de desaparicion de esa comunidad institucionalizada, por ejemplo, a causa de una gue­rre o de mere descomposiciôn interna. En el primer supuesto tenemos el ejemplo de los imperios azteca o maya que desapa- recen con la conquista espanola. En el segundo, el califato de Côrdoba que acaba por desmembrarse en los reinos de taifas.

De las ideas que expone Kwant sobre la institucionali- zaciôn, sobre todo cuando habla de la tendencia actual en Euro­pe a una superaciôn de la institucionalizaciôn nacional parti- cularista hacia una integraciôn mayor, parece desprenderse la idea de que existe una cierta tendencia a que la facticidad so­cial pase de ser una realidad para constituirse en algo mâs formai, institucionalizado. De los ejemplos anteriores, sin em­bargo, creemos que no puede extraerse dicha conclusiôn.

Existe también el peligro de que la institucionaliza­ciôn pueda afectar a la dinâmica natural de la facticidad. Pen­semos que la facticidad es algo que se va formando y transfor- mando, mientras que la institucionalizaciôn supone una cierta cristalizaciôn de principios y, por ello, una mayor rapidez."En tal caso, puede ocurrir que la comunidad viva se alce en rebeldia contra la sociedad institucionalizada". (1)

(1) Kwant, op. cit. pâg. 140

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4.- Persona, sociedad y facticidad

El primero de estos conceptos constituye el elemento comûn con los otros dos. Es la persona la que forma la socie­dad y es la persona la que hace posible la existencia de una facticidad. Las relaciones entre unas y otras son, sin embar­go, de diferente naturaleza y presentan caractères diferentes.

En cuanto a las relaciones de la persona con la socie­dad se nos muestran como muy aparentes y évidentes cuando se trata de una sociedad organizada. Ello es debido a que en el desarrollo de nuestras relaciones hemos de recurrir por fuerza a los mecanismos institucionalizados de relaciôn. Nuestro co- tidiano contacte con los mismos hace que el papel de la socie­dad real, no institucionalizada, subyacente, se empequehezca y oscurezca.

Résulta, pues, lôgica la observaciôn de Kwant cuando afirma que: "La tendencia a considerar la relaciôn entre per­sona y sociedad ûnicamente en termines de sociedad institu­cionalizada ha empobrecido el problema original y lo ha res- tringido indebidamente". (1).

(1) Ibid. pâg. 142

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De ello se deduce que si pusiëramos, mâs acusadamente, el acento en las relaciones entre persona y sociedad real, podrian quedar, tal vez, mâs claras y palpables las relaciones entre la sociedad no organizada institucionalmente y la facti­cidad social, pues entre ambas no existen elementos adiciona- les artificiales. Al mismo tiempo, también se verîa mâs clara la relaciôn entre la facticidad personal y la facticidad so­cial .

La relaciôn entre sociedad real y la sociedad organiza­da institucionalmente se complica a veces al existir un hecho social comûn a ambas. Asî vemos como, por ejemplo, la uniôn de un hombre y una mujer es una realidad social, pero la socie­dad institucionalizada la puede convertir en matrimonio. Con este ejemplo creemos que queda claramente senalada la dificul­tad, aunque no la imposibilidad de separar uno y otro tipo de sociedad, la real y la institucionalizada.

Si bien la facticidad social aparece como un hecho in­discutable y de existencia autônoma, sôlamente podremos com- prender dicha existencia gracias a la persona. "La facticidad social necesita de la persona, simplemente porque tiene su existencia en la persona y en ella encuentra su sentido" (1).

(1) Kwant. op. cit. pâg. 160

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En el mismo sentido se manifiesta Herman Heller al re- ferirse al Estado: "El punto de partida ha de ser aqui la fun­damental e inconmovible afirmaciôn de que la realidad social es efectividad humana, es realidad efectuada por el hombre" (1) No ûnicamente este ejemplo de la organizaciôn politica nos ré­véla la importancia de la persona. Las artes, las ciencias, la medicina son frutos de la actividad humana.

Sin embargo, Gillin-Gillin, cuando se refiere a las fuentes que contribuyen a la personalidad afirma que: "En ge­neral hay très tipos de fuentes de las que se produce el con­tenido y la organizaciôn de la personalidad. Estas son: 1) ca- racteristicas constitucionales del individuo; 2) experiencias de la vida personal y social del individuo, y 3) entrenamiento cultural y experiencia culturalmente estructurada del indivi­duo" (2) .

Vemos, pues, que de las très fuentes senaladas por este autor dos estân determinadas por el entorno social, y la pri­mera de ellas puede estar determinada por el factor genêtico, es decir, un factor heredado.

(1) H. Heller, op. cit. pâg. 85(2) Gillin Gillin, op. cit. pâg. 780

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En parecidos têrminos se manifiesta Herman Heller cuando afirma que "la realidad social no puede ser considera- da ni como una realidad subjetiva de vivencia ni como reali­dad extrasubjetiva. Un realismo consecuente habrâ de ver, en la realidad, un "ser independiente de toda relaciôn con el yo", con lo que quedarâ desplazado el centro activo por y para el cual ûnicamente existe la realidad social" (1).

También para Kwant nos précisa que "el énfasis que en los capitulos precedentes hemos puesto en senalar la dependen- cia de la persona con respecto a la facticidad social podria fâcilmente inducirnos apensar que la facticidad social es algo en si y por si, que tiene una existencia autônoma" (2).

Llegados a este punto nos planteamos con Kwant (3) una interrogante. iQué prédétermina a quién, o, quién prédétermina a qué?. Como nos sehala H. Heller, la soluciôn radica en el hecho de que "en el concepto de la realidad social aparecen unidos, en forma inseparable, los dos momentos de la efectivi­dad subjetiva del hombre y de sus condiciones objetivas; pues los hombres hacen su propia historia" (4). A renglôn seguido recoge una frase de Marx con la que trata de condensar esta idea, "el hombre es "conjuntamente, el autor y el actor de supropio drama" (5) ._________________________(1) H. Heller, op. cit. pâg. 85(2) Kwant, op. cit. pâg. 142(3) Ibid. pâg. 145 y ss(4) y (5) H. Heller op. cit. pâg. 86

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Una explicaciôn mâs sutil de esta aparente contradic- ciôn la hallamos en Kwant. Este autor distingue entre una "asi- milaciôn" consciente y deliberada" (1) y una "simple integra­ciôn en pautas sociales indiscutidas, sin elecciôn consciente alguna" (2).

Aûn senala Kwant otra posible contradicciôn. "La facti­cidad social adquiere eyûstencia porque es asumida por la per­sona. Pero sôlo puede hablarse de tal acciôn personal si la asunciôn es consciente y libre. Por otra parte, hemos senalado que una asunciôn consciente y libre de la total facticidad del hombre es enteramente impensable". (3)

"El nudo de la dificultad precedente reside en el he­cho de que constantemente nos inclinamos a identificar la asunciôn personal de la facticidad con su asimilaciôn conscien­te y libre" (4).

Resumiendo, la sociedad institucionalizada es una pro- longaciôn de la real, y normalmente una consecuencia de la fac­ticidad. La facticidad, como hemos senalado, puede ser social o individual. Sin desconocer que "la facticidad social tiene su existencia y sentido en la persona" (5), es déterminante de la individual, porque el hombre la asume inconscientemente

(1) y (2) Kwant, op. cit. pâg. 14 4(3) Kwant, op. cit. pâg. 145(4) Ibid.(5) Ibid. pâg. 142

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de forma m.ayoritaria. Asimismo, tanto lo social como lo indi­vidual son dimensiones de la facticidad humana.

5.- Rasgos positives y negatives de la actual facticidad so­cial

Conforme se desprende de las anteriores observaciones,• X-

la realidad social que podemos conocer y enjuiciar es una par­cela de la facticidad social. La indudable dosis de détermi­nisme de esta ûltima no nos impide, sin embargo, el esbozar sus caractères sobresalientes positives y negatives.

a) Positives

Comparando con êpocas anteriores, nuestro tiempo ac­tual parece inmerso en una etapa de seguridad y bienestar. Ello es debido en gran parte a un mejor dominio sobre la naturaleza debido al empleo de la tecnologîa.

En la agricultura, por ejemplo, se descubren y perfec- cionan la selecciôn de semillas, los sistemas de riego. En la ganaderia se seleccionan razas y se lucha eficazraente contra las epidemias. En la industria no ûnicamente mejoran las con-

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diciones de trabajo en si, disminuyendo las horas del mismo y reglamentândolo, sino que incluso se trata de luchar contra los posibles efectos secundarios de la producciôn industrial, es decir, la posible contaminaciôn y deterioraciôn del ambien- te humano.

En los Estados Unidos "en 1850, de toda la energia usa- da, sôlamente el seis ciento provenîa de fuentes mecâni-cas, mientras que en 1944 era el 91 por ciento" (1).

La mâquina ha liberalizado al hombre, y ademâs le pro- porciona bienestar. Estas afirmaciones que pareceri obvias son sin embargo atacadas por todos aquellos detractores de la so­ciedad de masas y de su correlativa sociedad de consume. Es en el ambiente hogareno en donde mâs palpablemente se obser- van estos beneficiosos efectos. Es fâcilmente observable pero muy significativo que en las sociedades desarrolladas e in- dustrializadas desaparece el servicio domêstico, en su gran mayoria, pero que el nûmero de "ayudantes mecânicos" de los que dispone un nûmero cada vez mayor de amas de casa va en au- mento.

1

Las bebidas o alimentes frios en la antigua Roma sola- mente eran asequibles a un reducidîsimo nûmero de privilegia- dos que podîan hacerse traer la nieve de las montanas por es-

(1) W. F. Ogburn - M.F. Nimkoff, op. cit. pâgs. 512-513

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clavos. Hoy en dîa "un esclave mecânico" estâ trabajando dîa y noche para mantener en un gran numéro de hogares los alimen­tes y bebidas en las debidas condiciones.

Pero vamos a fijarnos en cuatro esquemas générales, evitando asi particularisme ejemplar. Educaciôn, asistencia médica son hoy dos logros indudables en nuestra sociedad. El primero de ellos tiene, sin duda, importancia decisiva para la sociedad y êsta le ha dedicado una gran parte de sus recur- sos. La educaciôn general bâsica gratuita y obligatoria es una realidad hoy en dia en casi todos los paises desarrollados.

Lo mismo puede afirmarse de la seguridad social. En la primera parte del trabajo recogiamos algunas criticas respecto a la gestiôn de la seguridad social, y su forma de organizarse y prestarse, pero no existe ninguna critica en cuanto a la existencia de la misma. Pues bien, la seguriad social tiende hoy en dia a ampliarse y es una realidad innegable de benefi­ciosos efectos.

Educaciôn gratuita y seguridad social podrîamos consi- derarlas en los esquemas actuales como necesidades de cubrir imperativamente. Tan obvios parecen resultar los derechos que los particulares tienen a dichas prestaciones.

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Pero también hay otros dos fenômenos en la actualidad que por su tendencia a la generalizaciôn implican una inejora en el bienestar general. El primero de ellos es la pretension de la mayoria a entender y enjuiciar las manifestaciones ar- tisticas. Ortega encontraba este fenômeno negativo, pero, lo que es indudable es que el hecho es sintomâtico. Antes los te­ma s artisticos estaban reservados a una minoria muy reducida. Hoy, se ha producido une- ampliaciôn del publico.

Es mâs, el arte actual expérimenta ese cambio: "Cree­mos que sôlo a través de un cada vez mâs activo intercambio entre el arte y los otros aspectos de la creaciôn humana (afir­maciones cientificas, psicolôgicas, antropolôgicas), puede sur­gir en un future prôximo un arte que sepa ser a un tiempo "ar­te de élite" y arte aprovechable y comprensible para las masas" (1)

El segundo de los fenômenos "suntuarios" es el turismo: "uno de los fenômenos sociales mâs significatives de nuestro tiempo. Millones de personas se desplazan de los lugares de residencia, influyendo en modas y modes, el turismo salta a las costumbres modernas como un deseo de evasiôn, y para con- vertirse en acte ha necesitado dos factores déterminantes:

(1) Gillo Dorfles, "Ultimas tendencias del arte de hoy", Nueva colecciôn Labor, Barcelona 1966, pâg. 167

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la facilidad de las comunicaciones y la conquista social de un nivel de vida mâs elevado. La conquista paulatina de las vacaciones retribuidas ha permitido a las clases médias en- grosar las corrientes turîsticas" (1).

b) Negatives

La mejora del bianestar social tiene sin duda unos rasgos negatives évidentes: la deterioraciôn del medio ambiente humano en los paises industriales constituye precisamente hoy uno de los problemas mâs acuciantes y es objeto incluso de de­bate internacional. Por ejemplo, la Conferencia Internacional de la ONU en Estocolmo, Junio de 1972, sobre Protecciôn del Medio Ambiente Humano.

Incluso, el hablar de semiopulencia "cno es demasiado optimista teniendo en cuenta las condiciones de alojamiento, la insuficiencia de material en algunos servicios püblicos y el retraso considerable de varies sectores régionales que se nota todavia en estos paises?". (2), se pregunta Maynaud re- firiêndose a los paises desarrollados.

En el mismo tono, Sauvy nos habla de que "todo mercado

-smo(1) Luis Fernândez Fuster, "Teoria y têcnica del turii Mundo Ciéntifico, Serie Turismo, Editera Nacional, Madrid 1967 Pâg. 11(2) Jean Meynaud, op. cit. pâg. 128

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produce la impresiôn de una superabundancia de oferta" (1), aunque en la realidad exista una escasez.

En el epigrafe anterior nos hemos referido a la educa­ciôn. Su lado negativo actual se présenta tanto cuantitativa como cualitativamente. Cuantitativamente porque, si bien es cierto que ha alcanzado a mayor nûmero de personas, sin embar­go aûn falta mucho para que la educaciôn universitaria esté al alcance de cualquier ciudadano, y para que esa misma educa­ciôn universitaria no conozca reductos exclusivos para unas de­terminadas minorias.

Cualitativamente tampoco la ensehanza superior parece adecuarse a las necesidades ciertas de la época présente. Exis­te un "modo puramente pasivo de conteraplar todas las legisla- laciones y prâcticas anticuadas o concebidas de modo poco rea- lista, que siguen teniendo vigor, a pesar de contradecir la concepciôn de la Universidad en su misma sustancia y el autén- tico espiritu de toda politica cultural verdadera" (2).

Estas observaciones que hacemos sobre los paises mâs desarrollados, adquieren caractères dramâticos cuando se trata de paises de baja renta per câpita. "La malaria, las enferme-

(1) Sauvy, "Los mitos de nuestro tiempo", Nueva Colecciôn La­bor Editorial, Labor, Barcelona 1969, pâg. 90(2) Schischkoff, op. cit. pâg. 181

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dades parasitarias y derivadas de la nutricion déficiente, el bajîsimo o nulo nivel cultural, la casi total generaliza­ciôn del analfabetismo (hasta un 90 por ciento en algunos pai­ses, como Arabia Saudita, Liberia, Senegal, Mauritania, Togo, Afganistân, etc...) son padecimientos aûn "normales", en ma­yor o menor grado, entre los PMD" (1).

Esta situaciôn iko parece cuadrar con otros datos queson del dominio pûblico, al menos el "pûblico enterado". A este sector de la opiniôn pûblica le consta por la publica- ciôn de los presupuestos nacionales de los respectivos paises, que un gran tanto por ciento de dicho presupuesto se destina a fines militares, bajo el eufemismo terminolôgico de "gastos de defensa".

A ese sector de la opiniôn pûblica le consta, por otra parte, que en la actualidad los conocimientos y los medios tecnolôgicos de que dispone la sociedad son lo suficientemen- te numerosos y capaces como para poder alterar, si no todo,al menos una parte de ese sombrio panorama.

6.- Papel de la critica

De las reflexiones que hemos formulado en el anterior epigrafe, tal vez pueda desprenderse la idea de que no nos

(1) Raraôn Tamames, "Estructura Econômica Internacional",pâg.57. Con las siglas PMD este autor se refiere a Paises Menos De- sarrollados

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hallamos en el mejor de los mundos. En unos casos poi: exceso y en otros por defecto, el caso es que la actual realidad so­cial no puede llegar a satisfacernos. De una parte se notan faltas y deficiencias en los servicios publicos como la educa- ci6n y la asistencia social, principalmente la asistencia mé- dica. En resumen, falta un nivel aceptable de bienestar y que ademâs este nivel aceptable se halle debidamente generalizado.

Tampoco la situaciôn es satisfactoria en cuanto a los excesos. Las posibilidades, las riquezas del mundo en que vi- vimos no ûnicamente no se hallan faltas de una debida explota- ciôn, sino que ademâs su producto es objeto de un gasto cuyo objetivo puede ser discutido, en muchas ocasiones, con justas bases para ello. Estos derroches se producen a escala pûblica y a nivel de los particulares, y no parece que hayan surtido efecto las medidas que hasta ahora se han adoptado. En unos casos la aprobaciôn previa y el posterior control del gasto pûblico. En otros, unos sistemas impositivos, mâs o menos com- plicados, que tratan de paliar las fuertes y notables diferen- ciaciones econômicas que se dan entre unos hombres que perte- necen a una misma comunidad.

La critica aparece, pues, como una cosa necesaria en la realidad social que nos ha tocado vivir. Incluso aunque la si­tuaciôn fuera mâs optimista que tal como ha quedado descrita.

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Estimamos que hay una bondad esencial en la existencia de una crftica. de la realidad social. Historicamente, los asuntos pûblicos eran discutidos por los miembros do la comu­nidad, que buscaban entre todos la solucion mâs adecuada para el problema de que se trata. Esta discusiôn lo mismo podia tener un carâcter formai y oficial que informai. Un ejernplo de esto ûltimo lo encontramos en el agora ateniense. Incluso viejos principles o maKÛmas taies como: "de la discusiôn sale la luz", recogen esta opihiôn generalizada de la conveniencia del contraste de opiniones y pareceres.

Pero es que, ademâs, la crîtica cumple una funciôn por demâs importante. Los valores, principios y creencias que rigen una comunidad y que inspiran generalmente tanto las de- cisiones colectivas como las particulares, necesitan de un cotejo, de una contestaciôn, que naturalmente es el papel y la funciôn que desempeha la critica.

Desde este punto de vista, cuando la crîtica se produ­ce, puede suceder que si esos valores y principios a los que hemos hecho referenda tienen una vigencia real para la vida de esa comunidad, resultarân afirmados e incluso adquirirân una aceptaciôn mâs profunda y generalizada que si no son con- trastados. Una aceptaciôn sin contrastaciôn puede suponer la

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pérdida de la justificaciôn lôgica, es decir, de la razôn prâctica que motlvô la enunciacion y puesta en prâctica del principlo de que se trate.

Cuando la crîtica consigne 3 que cualquiera de esos principios cambie o desaparezca, se estâ demostrando que dicho principio no tenîa una base lôgica en la comunidad. Es decir, su utilidad habîa dejado de tener efecto, por lo que fâcilmente la crîtica pudo hacerlo desaparecer. Esta labor de "poda" es una de las mâs importantes entre las que puede realizar la crîtica.

En una representacion ideal podemos imaginarnos que la realidad social es una tesis, frente a ella, y en una pos- tura de abierto carâcter polêmico, se sitûa la crîtica. El resultado lôgico de la contraposiciôn tesis-antitesis es la sîntesis résultante. En principio, una nueva situaciôn mâs acorde con la facticidad social imperante es ese momento .

Para que la crîtica pueda realizar sus fines y ademâs estos fines consigan los objetivos deseables que de ella se esperan, habrâ de partir de la consideraciôn de la misma natu- raleza de su objeto, la realidad social. Habrâ que tener en cuenta que esto es un continue devenir con un lastre histôrico

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y con unas aspiraciones de futuro. Al mismo tiempo habrâ que tener en cuenta y habrâ de analizar debidamente la situaciôn real de esa facticidad social.

Pasamos a considerar ahora los caractères que a nues- tro juicio han de acompahar a esa crîtica que prétende cam- biar la realidad social y cuyo papel y funciones, conforme que- da sehalado, son sumamente importantes. El primero de estos caractères ha de ser la objetividad. Es esta una aspiraciôn que no deja de tener sus dificultades. Como bien podemos com- prender, toda crîtica suele adolecer de un enfoque parcial, cuando no apasionado e injusto del problema.

El segundo de estos caractères es la concreciôn, que la crîtica sea concreta. No queremos con ello decir que se limite en sus objetivos a un solo asunto. Esto supondrîa mâs o menos el tratar de limitarla, y su eficacia, como consecuen- cia de ello, se verîa reducida. Referimos la concreciôn, en este caso, a su eficacia. Una crîtica précisa gana en eficacia y puede conseguir asî mâs fâcilmente su fin.

Por ûltimo, la crîtica ha de ser positiva. No descono- cemos, pues de todos es bien sabido, que cuando se critica algo no suelen presentarse soluciones de recambio. Es mâs fâ- cil la labor de destrucciôn que la de construcciôn. Una crî-

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tica optimamente deseable serfa la que, ademâs de su carga ne­gative, aportara soluciones determinadas al problema. No obs­tante, hemos de admitir, sin embargo, que en el caso concreto que estâmes tratando, la critica a la realidad social, este carâcter que hëmos predicado de la critica, no parece de impor- tancia fundamental . Pensâmes que la multiplicidad de dicha reali­dad social puede contener soluciones positivas de recambio.

Para terminar, surge una pregunta de la mayor importan- cia, cQuiën realizarâ esa critica?.

7. - Papel de la persona

"El hombre actual ha de ponerse a la altura de su situa­ciôn social e histôrica para no ser impulsado ciegamente por las fuerzas de su tiempo. Tiene que encontrar valor para estudiar su propio présente con la agudeza del anâlisis cientifico, pero tiene que ir también hacia la transformaciôn, no ya de si mismo, sino de su pensamiento". (1)

Las anteriores observaciones ponen de relieve que la ne­cesaria critica ha de ser, por fuerza, llevada a cabo por la persona. Ahora bien, de anteriores consideraciones que he­mos formulado previamente, parece desprenderse que la per­sona se halla anônimamente perdida dentro de la facticidad

(1) K. Mannheim, "El hombre y la sociedad en êpoca de crisis", op. cit. pâg. 205

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social. Por otra parte, la dimensiôn social en el hombre es tan acusada que surgen sérias dudas sobre la posibilidad de que el hombre pueda tener la suficiente independencia con respecto a la realidad social para poder formular un juicio crîtico.

Esta contradicciôn nos la resuelve Remy Kwant cuando se refiere a la asunciôn de la facticidad social por parte del hombre: "En esta asunciôn, el sentido de la facticidad social se révéla a si mismo, pues la facticidad social no tiene otra funciôn que la de hacer que existan los seres hu- manos. Sin embargo, estrictamente hablando, esta facticidad puede ser asumida de una manera responsable sôlo cuando se la asume criticamente" (1).

Como vemos, la posible contradicciôn queda salvada, y la persona puede ser el sujeto que realice la critica. Asi continûa diciendo Remy Kwant: "La critica la ejerce la perso­na que ve y que juzga. No existe una visiôn colectiva ni un juicio colectivo. Hay, por supuesto, juicios que todos repi- ten en forma de slogans, pero en alguna ocasiôn fueron dichos por primera vez por una persona individual. La critica es per­sonal porque la comprensiôn y el juicio son personales" (2).

(1) R. Kwant, op. cit. pâg. 163(2) Ibid. pâg. 161

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Creemos, sin embargo, que debemos de formular algunas matizaciones al juicio de Kwant que acabamos de recoger. Evi- dentemente es la persona individual la que formula el juicio y ejerce la critica. No existe una persona colectiva que pieu­se. Pero, tal vez, estas afirmaciones tomadas al pie de la le- tra pueden conducir a un exclusivisme individualiste en el ejercicio de la critica.

% *

Trataremos de explicarlo mâs concretamente. El hecho de que los juicios y criticas sean personales, no impide que existan un juicio y una critica que sean el resultado de varias voluntades. Pensemos a estos efectos en las rnociones de censura que pueden producrise en un Consejo de Administra- ciôn, en la Junta Directive de un club o en un Parlemente. [

Se podrâ objetar que este tipo de criticas no son co- lectivas sino la suma de varias criticas individuales, a lo que responderiamos con la siguiente observaciôn. En determi- nados casos las criticas pueden ser idênticas en su contenido, pero en otros, parte, o la totalidad de las mismas, ha tenido que ceder una porciôn de sus propios concepciones, sobre lo que habia que modificar y, por lo tanto, se produce un resul­tado critico, suma de varias individualidades que han perdido su propia personalidad.

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No pensemos que Kwant quisiera limitar la critica a la emitida solamente a traves del cauce de la persona indivi­dual, pues en ese supuesto negaria la posibilidad de existen­cia a las criticas formuladas y adoptadas corporativamente.La existencia de esa critica corporative creemos que queda demostrada. Por otra parte, no vemos ningûn inconveniente en el hecho de que una critica de este tipo pueda jugar su papel de cara a la facticidaÿ^social.

Esta facticidad social esencialmente necesita la criti­ca como un motor mas que acelere su dinâmica y que al mismo tiempo la vaya perfeccionando.

8.- Las defenses de la facticidad

Como hemos sehalado anteriormente, la facticidad so­cial se muestra por propia esencia tendente al cambio. Es lôgico que siendo un concepto dinâmico se produzcan estos cambios. Pero, al mismo tiempo, la facticidad social tiende a la estabilidad y a la permanencia y, como algo vivo que es, "segrega" sus propias defenses.

Uno de los medios utilizados para conseguir esa estabi­lidad es lo que Kwant denomina "motivaciones" (1). Con elloeste autor quiere expresar el uso que las personas hacen de

(1) Kwant, op. cit. pâgs. 163-164

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determinados valores "consagrados", que a lo mejor ya no lo son, y que forman parte de la facticidad social para mantener- la inmovil y estable frente a las criticas.

Viene a coincidir esta concepcion con la que Mclver denomina "regulaciones sociales" o "côdigos" (1). Entiende por

ellos"los usos y mores que representan las normas.o modos de pro ceder en una sociedad Q.grupo. También son reguladores, ejer- ciendo presiôn sobre el individuo y el grupo para ajustarlos a sus normas" (2).

Ogburn distingue entre un control social formal y de hecho, y nos dice que "el esquema de.presiôn que ejerce una sociedad para mantener el orden y establecer reglas de conducta es conocido como sistema de control social" (3).

Hemos de precisar que los conceptos desarrollados por Mclver y Ogburn son puramente sociolôgicos, y por lo tanto, no pueden abarcar esa entidad superior que denominamos con Kwant "facticidad social". Sin embargo, nos son ûtiles desde el momento en que, siendo la realidad social una faceta de la facticidad, refleja en su estructura y funcionamiento los de la facticidad.

(1) Mclver, op. cit. pâgs. 143-145(2) Mclver, op. cit. pâgs. 144-145(3) W. F. Ogburn-M.F. Nimkoff, op. cit. pâg. 151

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"Las regulaciones sociales son normativas", segûn nos dice Mclver, y "A diferencia de las leyes del mundo fîsico, pueden ser desobedecidas y cambiadas" (1). Los cambios y transformaciones sôlo se producen cuando "el grupo se vuelve consciente de la necesidad de su transformaciôn" (2).

No obstante, las regulaciones sociales buscan la per­manencia a través del mécanisme de las sanciones, cuyos tipos varîan segûn sean los tipos de agrupaciôn: grupos primaries, la comunidad, el Estado, la Iglesia.

El segundo de los caractères de las regulaciones socia­les es que estas son "relativas y parciales" (3), pues "se dirigen a los sentimientos y a la razôn de aquellos a los que gobiernan" (4).

Dos observaciones hemos de hacer, por ûltimo. La pri­mera de ellas, la gran efectividad de esas motivaciones, con­trôles o regulaciones. "Debido a la presiôn social no formai, un grupo sin legislaciôn escrita que acorte la libertad y sin policîa, puede tener tan poca libertad como un estado autori- tario regido por un dictador" (5).

(1) y (2) Mclver, op. cit. pâg. 144(3) Ibid.(4) Mclver, op. cit. pâg. 144(5) W.F. Ogburn-M.F. Nimkoff, op. cit. pâg. 152

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En segundo lugar, que no existe una necesaria adecua- ciôn de esos principios a la realidad social. Es mâs, "muchas

de las regulaciones se hayan enderezadas a servir los interg- ses de grupos o clases dominantes" (1). Este ultimo hecho nos evidencia lo que Kwant denomina "abusos de las motivaciones".(2) Ahora bien, este autor se cine en sus ejemplos a los abu­ses en las motivaciones religiosas y a las motivaciones de la doctrina polîtica marxista.

Respecto a las primeras, nos dice que "han sido usa- das para sostener formas de gobierno y la posiciôn de algunos monarcas, condiciones socioeconômicas, la estructura de la sociedad y muchas otras cosas (3). En cuanto a los abusos mar- xistas de la motivaciôn residen estos en que la doctrina mar­xista "exalta al partido comunista y proclama que es el üni- co partido que estâ en armonîa con las intimas exigencias de la historia prâctica unà mistica de partido que pone al Parti­do por encima de toda critica" (4).

Existen otros ejemplos fâcilmente observables. Taies han sido, y aûn hoy en dia continûan siêndolo en ocasiones, las apelaciones al sentimiento nacional. Incluso en los gru­pos primarios puede producirse este fenômeno, asi las apela-

(1) Kwant, op. cit. pâg. 164-167(2) Ibid. pâg. 164(3) Ibid. pâg. 167

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clones injustificadas a la autoridad marital o patriarcal.

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CAPITULO II .-La actitud mental social

A) INTRODUCCION

Con la expresiôn "actitud social" pretende Kwant el défi­nir "una actitud general que puede y debe manifestarse a si mis­ma de diferentes maneras en diferentes campos" (1). Es lôgico que también nosotros nos planbeémos las posibles consecuencias que se pueden desprender de las consideraciones que hemos formulado en el capitule anterior.

Es decir, la facticidad social como concepto sociolôgico, aplicaciôn de la filosofia fenomenolôgica, puede tener una con­creciôn prâctica para entender las relaciones entre persona y sociedad, y también para situar a cada una de estas dos entida- des en la adecuada y justa posiciôn que les correspondu.

B) EL CARACTER SOCIAL DE LA EXISTENCIA HUMANA

1.- Nuestra existencia en comün

Al hombre, considerado como entidad abstracta, le asigna- mos en un momento un carâcter social. Pero el hombre no es ûnica­mente una entidad en un momento determinado sino, antes bien, un

(1) Kwant, op. cit. pâg. 177

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262.

contînuo devenir, y un devenir social comunitario, en relaciôn con los otros hombres.

"La autêntica coexistencia humana consiste en que la ri- queza del existir, los valores que constituyen el sentido de nuestra existencia individual, son al mismo tiempo propios... nuestros y de los demâs. Lo que es raio no es exclusivamente mîo" (1) .

Estas afirmaciones las podemos contraster a diferentes ni­velés. Asi, por ejemplo, en el mundo de las ideas, las nuestras se van formando a través y gracias a un lenguaje y a unos concep­tos heredados. Nuestra dialéctica conceptual siempre estarâ re- ferida a una idea anterior, por lo que a esa anterioridad debe- remos parte de nuestra actual concepciôn.

En el âmbito del mundo personal, se nos muestra un hecho y una evoluciôn parecidas. Asi, "el comportamiento del individuo se va gradualmente moldeando desde su nacimiento hasta la edad adulta, segûn el esquema aprobado por el grupo" (2).

Kwant plantea también el problema (3) de la propiedad pri- vada, sehalando c6mo esta instituciôn pudiera constituir un ejem-

(1) Kwant, op. cit. pâg. 180(2) Gillin-Gillin, op. cit. pâg. 814(3) Kwant, op. cit. pâg. 181

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plo de absolute personalismo. La solucion ya la habia dado con anterioridad la escuela juridica fenomenolôgica representada por Reinach. El profesor Recasens Siches al sistematizar el pensa- miento juridico de este juriste alemân, recoge su especial con­cepciôn sobre la propiedad.

La propiedad es "una relaciôn de pertenencia, de poder juridico, esto es, de estar autorizado. Este pertenecerme a mi una cosa no es una creaciôn del Derecho positive sino algo abso- lutamente natural, una relaciôn tan objetiva como puede serlo la de semejanza o proximidad entre dos cosas. La propiedad no es un derecho real, sino una relaciôn con la cosa" (1).

Es lôgico que, desde este punto de vista, el antique con­cepto quiritario de la propiedad y sus posibles consecuencias pierda todo su valor y su vigencia. Sumando los actuales impera­tives sociales, con un concepto menos absoluto de la propiedad es fâcil comprender que esta instituciôn acuse una marcada finali- dad para con los otros, es decir, una finalidad social.

2.- Originalidad y coexistencia

Las anteriores afirmaciones pueden suponer que se niega toda originalidad. "La respuesta es a la vez afirmativa y nega-

(1) Luis Recasens Siches, "Panorama del pensamiento juridico en el siglo XX", Editorial Porrüa, Méjico 1963, Tomo I, pâg. 256(2) Kwant, op. cit. pâg. 181

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tiva. La originalidad debe ser negada si se la toma en el senti­do de que un individuo daria origen a un nuevo valor sola y en- teramente por si mismo, sin asumir en manera alguna algo comun". (1).

Recurriendo a los mismos ejemplos del apartado anterior, podemos observer lo siguiente. La creacion literaria "terroris­te" , revela por si misma una indudable originalidad. En cuanto a la creaciôn "retorica", aun usando el lenguaje y los conceptos aceptados, puede adopter nuevos enfoques y perspectives, por ejemplo, de una puesta de sol, o de la belleza.

En cuanto a la existencia personal, éste es fruto del entorno y de las vivencias personales. Fâcilmente podemos ver c6mo estas vivencias personales pueden variar , de hecho lo ha­cen, de un individuo a otro, incluso entre individuos que per- tenecen a un mismo grupo. Por supuesto que las vivencias y ex- periencias serân mucho mâs diverses entre personas pertenecien- tes a grupos diferentes. Si estas vivencias son las que determi- nan en parte nuestro modo de ser, en buena lôgica hemos de dedu- cir que los modos de ser personales varian de un individuo a otro

Lo mismo podemos afirmar de la propiedad, y aunque en la actualidad, y cada dia mâs, el acento se pone en su funciôn so-

(1) Kwant, op. cit. pâg. 181

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cial, no cabe duda de que se trata de una relaciôn entre la co­sa y la persona.

3.- Valor de los vînculos institucionales

La realidad social es un valor en si mismo que tiene exis­tencia propia. Sobre ella, y respondiendo a la naturaleza de sus relaciones, se van superponiendo formalisme cada vez mâs compli- cados y a la vez mâs alejados de la realidad social a la que de- ben su existencia.

Green y Johns en su "Introducciôn a la sociologie", (1) nos hablan de un estudio de Merton cuyas conclusiones vienen a ilustrar de forma bastante clara y patente lo que acabamos de afirmar en el pârrafo anterior. En dicho estudio se trataba deindagar el comportamiento del soldado americano.

A los efectos que nos interesan, nos basta con sehalar que se pudo constatar un desajuste entre las normas institucio- nalizadas que impone toda ejêrcito regular, y las informulés de cada uno de los diferentes grupos de referencia de los que pro- venîan los soldados. La razôn habria que buscarla en el hecho de que las normas informulés aceptadas y practicadas en el grupo de referencia quedaban muy bien "grabadas" en las formas de actuar y de comportarse de los soldados.

(1) Green y Johns, "Introducciôn a la sociologia", Nueva colec- ciôn Labor, Editorial Labor, Barcelona 1969, pâgs. 129-130

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Como vemos, los vînculos institucionalizados pueden te­ner su importancia sobre todo en un tipo de asociaciôn, como el ejêrcito, que necesita unas normas muy especiales para regular la conducta de sus miembros. Pero esta importancia no implica primacîa en cuanto a lo que en realidad puede ser lo verdadera- mente importante. Es decir, los vînculos institucionalizados, volvemos a repetir, parten de una base que es la realidad social

4.- Su debida utilizaciôn

El estudio sobre el soldado americano al que nos hemos re- ferido nos muestra precisamente la contingencia de los vînculos institucionalizados. Cuando las normas formules del ejêrcito en- traban en colisiôn con las normas informulés del grupo de refe­rencia, naturalmente terminaban por imponerse.

Los efectos que en este momento nos interesa destacar son que este hecho "es causa de que los grupos primarios se desinte- gren, entonces la moral puede ser adversamente afectada y puede disminuir la eficacia del ejêrcito como fuerza de combate" (1). Es decir, los vînculos institucionales mâs artificiales, por ser mâs remotos a la realidad social, en este caso concreto han con- segudio el imponerse, pero a costa de verse seriamente afectados

(1) Green y Johns, op. cit. pâg. 130

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Tal vez la justa medida del valor de los vînculos insti­tucionales nos la da Friedrich cuando sehala que "No podemos en ningûn caso "définir" al hombre sin una "comunidad" polîtica, como no podemos définir la comunidad polîtica sin contar con el hombre" (1). Y, sin embargo, los ejemplos histôricos han abunda- do en sentido contrario. Asî, el"rizar el rizo" en esta materia fue lo que hizo Luis XIV al afirmar "el Estado soy yo". Conver- tîase a sî mismo, representate de una instituciôn (la monarquîa) en el punto central de otra instituciôn mayor, el Estado.

Los valores institucionales son algo cambiante y relativo, y en este sentido han de ser enjuiciados y valorados. Se "debe evitar el tomar actitudes dogmâticas en este terreno y dejar en cambio la interpretaciôn de los valores comunes siempre abierta a una discusiôn renovadora. Los sistemas totalitarios se niegan a dejar abierta la discusiôn, porque ellos son siempre interpre- taciones dogmâticas de los valores comunes" (2).

He aquî la importancia del "elemento socrâtico" al que se refiere S. Giner. "Dicho elemento corresponde a una actitud in­quisitive, crîtica; es un perenne poner en tela de juicio el sis­tema de creencias heredado" (3) .

(1) Friedrich, op. cit. pâg. 51(2) Kwant, op. cit. pâg. 185(3) S. Giner, op. cit. pâg. 591

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C) PERSONA Y PERSONALIDAD

El hombre suele buscar su propia identidad. Desde que ini- ci6 sus primeros balbuceos han tanteado diverses caminos para conseguir dotar de personalidad a su persona. En un principio esta posibilidad se mostrô como inalcanzable, pues el hombre apa- recia como sumamente limitado frente a la naturaleza. Ha de trans- currir mucho tiempo hasta*que el hombre pueda tomar conciencia de SI mismo y de sus propias fuerzas y aspirar a una individuali- zacidn.

El origen de esta tendencia puede remontarse con datos lo bastante claros y précisés para hablar de elles en Grecia. Sin embargo, también en la cuna de la civilizaciôn occidental, hubo doctrines colectivistas que negaron la posibilidad de una autén- tica personalidad si no era a través de la participacion comuni- taria. Asi lo expresa Giorgio del Vecchio cuando recoge el pensa­miento filosôfico de Platôn. " La causa de la participacion y de la sumisién del individuo al Estado, es su falta de autarquia, esto es, la imperfeccién del individuo, su insuficiencia para con- sigo mismo" (1).

En el polo opuesto se situarîa ahos mâs tarde el individua­lisme liberal, manteniendo que precisamente el Estado, o mejor, la actividad del Estado es la que puede perjudicar el desarrollo

(1) Giorgio del Vecchio, "Filosofia del derecho". Editorial Bosch 9a. Ediciôn, Barcelona 1969, pâg. 9

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de la personalidad individual.

La pregunta que nos planteamos, pues, en este epigrafe es la siguiente: chasta que punto es posible la consecuciôn de una rica personalidad?. Y , por otra prte, êquë especiales cir- cunstancias y condiciones son précisas para su logro?.

En cuanto a la primera hemos de recorder aunque sea bre- vemente lo que hemos sehalado en cuanto a la existencia del hombre. Esta viene en gran parte predeterminada por la herencia y el entorno social. Consecuentemente vemos, pues, que el ûnico camino posible es el esfuerzo del propio hombre que enriquezca gracias a su personalidad lo que le ha venido dado. Esto es, una actitud mental que trate de dar originalidad de ese patrimo- nio comûn. Ese esfuerzo no ha de ser necesariamente consciente.

Por lo que respecta a la segunda, ha quedado en parte contestada con nuestras précédantes afirmaciones. Una condiciôn indispensable es la actitud mental del hombre. Las circunstan- cias que lo rodean pueden sôlo, parcialmente, en la mayoria de los casos, el afectarla.

D) HACIA UNA MUTUA AYUDA

Desde la apariciôn del hombre en la tierra se ha manifes- tado hacia sus semejantes bien en una posiciôn antagônica, bien

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sea en una posiciôn de cooperaciôn. Estas dos posturas que se han dado a través de la historia han tenido, incluso, una concre- aciôn ideolôgica y doctrinal. Pensemos a este respecto en las re- ligiones cuyo contenido puede ser cooperative. Tampoco faltan los ejemplos contraries, en el "Leviathan" de Hobbes, se parte de la clâsica y conocida idea del "homo hominis lupus".

Tal vez estas osci^aciones que se nos muestran en el ac­tuar humane respondan a unos imperatives ideolôgicos cambiantes. Asî el libéralisme pudo suponer, al enfatizar de forma sobresa- liente el papel del individuo el que las relaciones de êste con sus semejantes y, en consecuencia, la posible cooperaciôn apare- cieran con un carâcter menos necesario que en otras êpocas.

En la actualidad estamos viviendo una ëpoca de claro sig­ne positive en cuanto a la cooperaciôn y a la ayuda mûtua. Este es un date principalmente observable en los ciudadanos de los paîses desarrollados. Hemos de hacer constar, no obstante, que tal vez este hecho se deba a una posible forma de "descargar la conciencia" al saberse detentadores de un nivel de vida conside- rablemente superior al de otros muchos paîses.

Y esto que decimos de las personas aisladas, puede predi- darse a sî mismo de los paîses. Unas veces esta yuda a otras naciones menos favorecidas no tiene una finalidad meramente fi-

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lantrôpica, pero en otras la misma falta de entidad y peso es- pecîfico del pais que da la ayuda nos hace pensar en que en una importante proporciôn la ayuda se realiza desinteresadarnentc (1).

También a nivel internacional se produce una tendencia ha­cia la cooperaciôn, cuyas manifestaciones mâs patentes las vemos en el piano econômico. "Por primera vez, a comienzos de la década de 1960, se iniciaron los^pasos para lo que, con el tiempo, podrâ ser una acciôn mundial integrada en pro del desarrollo" (2). Sea a escala mundial, sea a escala regional, el hecho es que existen acciones que pretenden paliar, tal vez por motivos egoistas, las diferencias econômicas entre los diferentes parses.

Hay en la actualidad como un espiritu generalizado de cooperaciôn que intenta borrar las antiguas barreras que imponia el nacionalismo, fenômeno éste que tal vez pudiera ser conside­rado como un trasunto a gran escala del individualisme.

"Existen esperanzas de que acaben relegândose las viejas ideas de la soberanîa absolute y de que el nacionalismo integral céda paso al nacionalismo cultural, que haga incapié en la tole-

(1) Estamos pensando en el caso de Suecia. Es este un pais en que ni por la culture ni su potencial econômico o militer puede aspirar a una polîtica impérialiste. Sin embargo, dedica algo mâs de 1.000 funcionarios a su oficina "styrelsen fbr internationell utveckling" (oficina sueca para el desarrollo internacional). Da­tos extraîdos de P. Vinde, op. cit. pâg. 78(2) R. Tamames, "Estructura econômica internacional", op. cit. pâg. 149

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rancia y la compresniôn hacia otros pueblos. Desde una cierta perspective, résulta totalmente necesario subordinar los egois­tas sentimientos nacionales al interés de la humanidad(1)",

Incluso esos nacionalismos culturales pueden con el tiem­po desaparecer. Pensemos que hoy en dia las énormes posibilida­des que ofrecen las comunicaciones de todo tipo constituyen un elemento de suma importançjla para hacer desaparecer las barreras internacionales y fomentar la mutua comprensiôn y cooperaciôn entre los pueblos.

"Le développement quantitatif des moyens d'information peut certes contribuer a la diffusion des connaissances, a 1 'ameliora­tion du niveau culturel et social dans chaque pays, au rapproche­ment entre les peuples, a la création de cette "conscience collective commune" que Stefan Zweig attendait déjà des premiers progrès des Télécommunications" (2) .

En este panorama, que sin duda alguna podemos considerar como positive, existen tal vez algunos matices que no lo son tanto. Conforme hemos descrito brevemente se ha producido un cam­bio en la fuente original de la cooperaciôn y de la ayuda. De ser

(1) Louis L. Snyder, "El mundo en el siglo XX", 1900-1950". Nueva Colecciôn Labor, Ed. Labor, Barcelona 1965, pâg. 185(2) Fernand Terrou, "L'information", Col, Que sais-je. Presses Universitaires de France, Paris 1965, pâg. 134

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practicada êsta por las personas, sufre en la actualidad una institucionalizaciôn que carga esta funciôn en el debe de las obligaciones estatales.

Como sehala el profesor Legaz y Lacambra "esto tiene su grave inconveniente lo sehala el propio Aranguren al sehalar el posible aflojamiento de la tensiôn moral. Por lo menos inte­resa mantener el "espîritu"de la caridad y la filantropîa, cuando tienden a desaparecer como "obras", pues su conversion en fun­ciôn profesional demanda una mayor moral profesional y una ma­yor moral religiosa de la vocaciôn secular" (1). Estos son los efectos que se pueden producir con el cambio de sujeto activo en las prestaciones de cooperaciôn y sobre todo de ayuda.

También se pueden observer posibles efectos negativos en cuanto a la persona favorecida. "El beneficiario de este Estado providencial, para no caer en la inercia, el conformisme y el marasmo espiritual debe autoexigirse êticamente y conserver despierto el espiritu de lucha, de iniciativa y de entusiasmo"(2)

En resumidas cuentas, estamos asistiendo a un proceso en el que la ayuda entre los hombres y la cooperaciôn entre los mis­mos tiende a encauzarse cada vez mâs por la via institucionali- zada del Estado. La persona que anteriormente ocupaba en esta

(1) Luis Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, Administraciôn y De­sarrollo, op. cit. pâg. 45(2) L. Legaz y Lacambra, "Socializaciôn, Administraciôn y Desa­rrollo, op. cit. pâg. 45

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funciôn un papel primordial se va desplazada del mismo.

Puede ser que exista el peligro, senalado por Aranguren, recogido por el Profesor Legaz y Lacambra. A ello podemos oponer que, tal vez, sea un nuevo aspecto de esa realidad social cam- biante que es la facticidad social.

E) LA CORRESPONSABILIDAD

üno de los temas mâs importantes que puede plantear el mantenimiento de una idea como la de la facticidad social es el de la responsabilidad.

Para el individualisme, el ser consciente y libre es el ûnico responsable en las acciones que produce. Entiêndase bien que es el responsable y ûnico responsable. Sobre estas bases se asientan la mayoria de los ordenamientos juridicos, si bien, naturalmente, con algunas matizaciones. Poniendo en relaciôn esta concepciôn con la de la facticidad social, fâcilmente ob­servâmes que ambas no coinciden. Esta ûltima nos habla del hombre como un résultante en gran parte del entorno social.

Las consecuencias que de este se pueden derivar, es la falta de responsabilidad por parte del individuo en aquellas ac­ciones por êl ejecutadas, si llevamos al limite la concepciôn de la facticidad social. Sin embargo, esta posibilidad no es po-

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sible de admitir si considérâmes que el mismo concepto de fac­ticidad admite una participaciôn de la voluntad individual.

No sucede lo mismo con otros que mantienen la absoluta dependencia del hombre con el medio. Asî Skinner mantiene que: "Desde un punto de vista que pudiéramos llamar precientîfico (sin que la palabra tenga necesariamente un sentido peyorativo), la conducta de la persona»*constituye, al menos hasta cierto pun­to, un logro suyo propio. Desde un punto de vista cientîfico (sin que la palabra tenga necesariamente sentido meliorative), la conducta de una persona queda determinada por su dotaciôn genê- tica, cuyos antecedentes pueden detectarse en la historia evo- lutiva de la especie; y queda igualmente determinada por las circunstancias ambientales a que ese individuo ha estado some- tido" (1).

Este tema esta, sin duda, tambiên relacionado con deter- minados hechos historiées y la cuestiôn de a quiên atribuir la responsabilidad de los mismos. Asî Kwant (2) se lo plantea con respecte a la época nazi y los sucesos que tuvieron lugar en la Alemania de aquella êpoca. Este autor opina que la responsabili­dad ha de repartirse en este case entre los dirigentes y el pue­blo alemân. Los primeros de una forma directa y principal, los segundos indirectamente, aunque indiscutiblemente los considéré corresponsables.(1) B.F. Skinner, "Mâs allâ de la libertad y la dignidad". Ed. Fontanella, Barcelona 1972, pâg. 131(2) Kwant, op. cit. pâg. 210-212

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Creemos interesante sehalar que algo parecido mantiene Jean-Marie Domenach cuando habla de la propaganda hitleriana. Esta, sin duda alguna, desempeha una importante funcion, pero

tambiên otros elementos intervinieron en los hechos ocurridos. "Enfin il est indéniable qu'un certain nombre de mythes hitlé­riens correspondait soit a une constante de l'ame germanique, soit a une situation crée par la défaite, le chômage et une crise financière sans précédent" (1).

Es desde esta perspectiva desde la que debemos de enten- der el problema de la responsabilidad. El hombre es el protago- nista principal de si mismo y de la historia comûn, y, por lo tanto, si bien hay factores que pueden influir en su conducta, en ûltima instancia cuenta mas la aportacién voluntaria perso­nal que las circunstancias, al menos en el tema de la responsa­bilidad .

Hoy en dîa, sin embargo, ya existen algunos ordenamientos que niegan este principio. "It has become the presumption in Swedish law that crime is not the action of a man in full possesion of his faculties, but a symptom of mental derangement and, in that last resort, a product of environment" (2).

(1) Jean-Marie Domenach, op. cit. pâg. 36(2) R. Huntford, op. cit. pâg. 194

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CONSIDERACIONES SOBRE LO EXPUESTO EN LOS DOS CAPITULOS PRECEDEN­TES

Aunque la cita sea larga, estimamos que las afirmaciones de Pierre Idiart que a continuaciôn pasamos a recoger, coinci­den plenamente con nuestro enfoque de la valoracion del indivi­dualisme en las actuales circunstancias por las que atraviesa la humanidad.

"No puede existir antinornia entre individuo y sociedad sino en lo abstracto. La existencia vivida es un perpêtuo inter- cambio, El yo mas intimo no esta hecho sino de relaciones. La sociedad mas amplia no es sino la conjugacion inestable de me­mentos personates. El hombre no estâ hecho para la vida social, sino de vida social. Se recibe de los demâs tanto como se da, o se niega, desde su concepciôn hasta su agonia. Cambia por la sociedad que lo lleva, asî como no puede entrar en ninguna socie­dad sin transformarla. Este es cierto, desde su origen, en todos los escalones sociales, desde el modelo de la familia conyugal hasta el mito de la humanidad. Y por esto es totalmente inûtil preguntarse si las personalidades son las que hacen historia o si la historia hace las personalidades. En cambio, se puede pensar que si Atenas no hubiera tenido a Sôcrates, igualmente habrîa inventado a Aristôteles o un Platôn cualquiera, mientras

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en la misma época han podido nacer veinte Sôcrates en Africa o en América sin el mener bénéficie para la humanidad. Pues el nûmero y la cohesiôn hace la cantidad humana, y la cantidad humana hace la historia" (1) .

Esta posiciôn creemos que représenta el juste medio frente a las teorîas libérales y los extrémismes colectivistas. Con las mismas consecuencias que ^atas ultimas, quedan las posiciones que, considerando a la persona producto exclusive de su ambiante y de su herencia genética, puede ser un fâcil objeto de manipu- laciôn. Manipulaciôn perfectamente justificada desde el momento en que, admitiendo esos dos influjos déterminantes, el hombre como individualidad y con personalidad pocp puede importar.

Taies son en sîntesis las ideas que Skinner expone en "Mâs alla de la libertad y la dignidad". Naturalmente, creemos que no pueden ser aceptadas. A continuaciôn recogemos algunas de sus frases mâs significatives. "El hombre" ha controlado su propio destino", si es que esta frase significa algo. El hombre que el hombre ha creado es el producto de la culture que el hom­bre ha producido. Y ha surgido de dos procesos de evoluciôn com- pletamente diferentes: la evoluciôn biolôgica responsable de la especie humana y la evoluciôn culturel llevada a cabo por esta

(1) Pierre Idiart, op. cit. pâgs. 130-131

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especie. Ambos procesos de evoluciôn pueden ahora acelerarse, porque ambos estân sujetos a una planificaciôn internacional"(1). "La direcciôn de la relaciôn contrôlante es invertida; una per­sona no actûa sobre el mundo, es el itiundo el que actûa sobre ella" (2) .

Frente a estas ideas hemos tratado de hacer valer en los dos capîtulos précédantes el concepto fenomenolôgico de la facticidad social. Recordemos el juicio que esta escuela fenomeno- lôgica merece al profesor Legaz y Lacambra: "En el campo de la filosofîa general, la fenomenologîa représenta una orientaciôn revolucionaria. La trinidad de Husserl-Scheler-Heidegger ha realizado la aportaciôn filosôfica mâs decisiva en el trânsito del siglo XIX al XX y lo que va de este siglo" (3).

Juliân Marias nos resume la concepciôn filosôfica de la fenomenologîa con las siguientes palabras: "Husserl distingue el yo, como mero polo idêntico y sustrato de los habitus, del ego en su plenitud concreta, al que désigna con el término leibni- ziano de mônada. El ego monâdico contiene el conjunto de la vida consciente, real y potencial, y su explicaciôn fenomenolô- gica coincide con la fenomenologîa en general. Pero esta solip­sisme queda corregido por el hecho de que en m î , ego tracen-

(1) y (2) Skinner, op. cit. pâgs. 257-260(3) Luis Legaz y Lacambra, "Filosofîa del Derechoê, Ed. Bosch, Barcelona 1953, pâg. 126

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dental, se constituyen trascendentalmente otros egos, y asî un "mundo objetivo" comûn a todos" (1).

Como vemos, estas ideas eran fâcilmente aprovechables para una concepciôn sociolôgica. Y esto es lo que ha ralizado Kwant en su "Filosofîa social". No obstante, el mismo concepto nos ha parecido un tanto abstracto y tal vez poco claramente definido.Asî, por ejemplo, cuando intenta la definiciôn de facticidad, nos dice que "es algo dado, tiene una densidad sui generis, no estâ sujeto a la arbitrariedad del espîritu libre" (2), y suele recu- rrir en exceso a ejemplos prâcticos.

El concepto parece hallarse un poco desperdigado a travês de las pâginas del libro, y asî, en otra ocasiôn, dice que: "Es­ta facticidad es el patrimonio comûn de un grupo de hombres que viven juntos, que pénétra a todos los miembros del grupo y al mismo tiempo trasciende a cada uno de ellos" (3).

La inconcreciôn conceptual va perdiéndose poco a poco a tra­vês de las pâginas del libro y va perfilândose una realidad. Asî creemos que se puede afirmar que con la facticidad social se en­globa toda la realidad social, y al mismo tiempo se muestran las relaciones e interdependencia que sin duda existen entre persona y sociedad. Un indiscutible factor positivo del contenido del con-

(1) Juliân Marias, "Historia de la Filosofîa" 21 ediciôn, Manuales de la Revista de Occidente, Madrid 1969, pâg. 403(2) y (3) Kwant, op. cit. pâgs. 116 y 141-142

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cepto es que con el mismo se "quita hierro" a la posible sistemâ- tica oposiciôn entre individuo y sociedad mantenida por las ideo- logîas libérales. Al mismo tiempo se abren nuevas posibilidades de realizaciôn para ideas apuntadas desde hace tiempo, taies co­mo la de transformaciôn de los derechos en funciones (1).

No todo lo que observâmes, sin embargo, nos acaba de satis- facer. El concepto de fact^icidad social no précisa concretamente gué principio fundamental ha de régir la evoluciôn de la sociedad

(1) R.H. Tawny, "La sociedad adquisitiva", Alianza Editorial, Madrid, 1972, Cap. 10 - La posiciôn del trabajador intelectual, Pâgs. 174-190

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CAPITULO III.

INTROPUCCION . La Perspectiva Filosôfica

En los capitules anteriores hemos expuesto la teoria de la facticidad social como correctora de tendencias individualistes y totalitarias. Fue una visiôn pragmatica de la socialidad huma­na y tratamos entonces de presenter un hecho sociologico que de- be actuar como moderador de tendencias extremes. La conclusion a la que se llegaba era que el hombre halla su plena justificaciôn dentro del marco social.

Consecuentemente, todo ser humane habrâ de recurrir, asi- mismo, al marco social para realizarse. Cuanto mas integrado se halle tanto mâs persona serâ.

Ahora bien, creemos que no basta con una visiôn prâctica del problema del hombre en su relaciôn con la sociedad en la que vive. Esta sociedad, por otra parte, présenta en la actualidad unos caractères muy peculiares tanto en su aspecto cualitativo como cuantitativo. Parece hacerse inexcusable la enunciaciôn de una "régla de oro" que actuando como principio general proporcio- ne un asidero firme a los que hayan de enfrentarse con la casuîs- tica, en tensiôn actualmente, individuo-sociedad.

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Estimamos que en una reconsideraciôn del bien comûn, este puede ser la clave que buscamos y que nos facilite esa visiôn amplia y orientadora que sôlo un principio general puede proper- cionar.

A) CONCEPTO DE BIEN COMUN

Es éste uno de los términos mâs complejos y donde se mues­tran claramente las reales *diferencias que existen entre doctri- nas aparentemente iguales (1). Como muestra sino ûnica, al menos in­teresante, recogemos el juicio de Ludwig von Mises, cuando opina que "los partidarios de la idea del bien comûn, tienen, sin em­bargo, sus razones para servirse del término. Recurren a êl por­que les permite enervar toda crîtica... la tragedia de Occidente estriba precisamente en que sea hoy posible recurrir a tan pobres artificios retôricos sin que nadie ose oponer séria resistencia dialêctica"(2). No obstante lo anterior, creemos que pese a la opiniôn de este economista ideôlogo y teôrico, el concepto de bien comûn responde a una realidad que ha tenido su reflejo en numerosas concepciones como mâs adelante y por imperativos de la misma exposiciôn, tendremos ocasiôn de exponer.

(1) Previamente nos referimos a êl cuando tratamos de la "Promociôn del bien comûn" y la postura neoliberal al respecto. Pâg. 17 7 de este trabajo(2) Ludwig von Mises, "La acciôn humana", op. cit. pâgs. 1004-1005

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La complejidad de este concepto se nos muestra desde un principio por cuanto se puede predicar de una persona aislada, de un grupo, de una naciôn y de la Humanidad, por solo citar unas cuantas posibilidades. Circunscribiêndonos al hombre, al tener éste un cuerpo, un aima y realizar una acciôn exterior, su bien comûn, sus vias de perfecciôn pueden realizarse en estos très aspectos, segûn sehala Luno Peha (1).

En cuanto al cuerpo, el hombre halla su meta del bien en la integridad y perfecciôn fîsica. Asimismo, el aima es perfecti­ble ejercitando las virtudes intelectuales y morales. Por ûltimo, en su proyecciôn externa, el hombre puede pretender alcanzar una serie de metas que supongan una mejora de su personal situaciôn dentro de la comunidad en la que se desenvuelve.

Ahora bien, si la sociedad estâ obligada a procurer los me- dios para esa perfecciôn del hombre, y estâmes exponiendo aquî la doctrine tradicional, el hombre, considerado en su conjunto, es decir, los bienes pafticulares de todos los hombres, han de ordenarse con vistas a un bien comûn superior que es el bien co­mûn social.

A su vez, este bien comûn social ha de procurer "la conjun- ciôn y la ordenaciôn de los bienes particulares en vista de un fin que les es inmanente" (2).

(1) Derecho Naturel. Ed. "La hormiga de oro". Barcelone 1954.Pâgs. 166 y ss(2) Luno Peha, op. cit. pâg. 169

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De ello se desprende que entre bienes particulares y bien comûn social no debe, ni puede, haber una oposiciôn sino una coor- dinaciôn ordenada en la que los fines de los individuos y la So­ciedad se conjugan de tal forma que es imposible el prescindir de alguno de los dos.

Por razones de pura y formai escolâstica, nos referiremos, aunque sea brevemente, al^interës General, este es el resultado de la voluntad general rusoniana y como tal abstracto y racional. Lôgicamente considéra a todos los individuos idénticos ejemplares del mismo género. (1).

1.- Correctivos del bien comûn

El bien comûn se nos présenta como algo de general y plena prevalencia por lo que hasta ahora hemos visto. Pueden, sin em­bargo, presentarse casos de discrepancia entre la justicia y el bien comûn.

A este respecto nos dice el profesor Legaz y Lacambra:"En este punto cabalmente hay que tomar en cuenta el factor del bien comûn, pues si es verdad que sôlo la justicia puede promo- ver el bien comûn, y no hay bien comûn en contra de la justicia, hay ocasiones en que una norraa causa un daho a una persona parti-

(1) Luno Pena, Ibid. pâg. 171

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cular y, sin embargo, no es injusta, pues ese sacrificio fue exi- gido por el bien de la totalidad, al que principalmente deben atender las normas. Sin embargo, no dejarân de plantearse conflic- tos en muchas ocasiones. El bien comûn puede subsistir, a pesar, o a Costa, de algunos sacrificios del bien particular, pero no existir contra el bien de todos los que componen la comunidad.Y no siempre la traducciôn de un ideal elevado de justicia puede lograrse sin un sacrificio desmesurado, que acaso no compense el logro efectivo, si trata de imponerse de golpe y de un modo inte­gral. En casos taies, el bien comûn no exige la realizaciôn sûbi- ta de un hipotêtico estado de superior justicia tanto menos si es posible acercarse a éste por caminos mâs largos y lentos, pero seguros y menos turbadores. Por eso, el bien comûn es inseparable de la consideraciôn que debe tener muy présente el politico si quiere hacer obra eficaz; pues de guardar estos requisitos dépen­de el que, tanto mâs fâcilmente, sean las normas jurîdicas acep­tadas por la sociedad, es decir, convertidas en formas de la vida social del hombre" (1).

2.- El bien comûn solidario

Recasens Siches (2), al recoger el pensamiento jurîdico de Perticone, afirma que para este autor uno de los valores jurîdi- cos fundamentales es el bien comûn. Equipara solidaridad y bien

(1) Legaz Lacambra, "Filosofîa del Derecho", op. cit. pâgs. 234-23(2)"Panorama del pensamiento jurîdico del siglo XX". Op. cit. T. II, pâg. 980

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comûn, afirmando de la primera que es complemento del segundo, pues supone la fijaciôn de unas metas concretas que de lograrse satisfarân unas necesidades concretas.

La revalorizaciôn del bien comûn en su aspecto solidario, impuesto en parte por la realidad social actual y en parte por una corriente ideolôgica cada dia mâs comunitaria, puede supo- ner el hallazgo de lo tangible frente a las generalidades y abs- tracciones de algunas formulas tradicionales.

Desde este punto de vista, el bien comûn puede lograr la instauraciôn de una concepciôn orgânica de la sociedad, promovien- do la disciplina de la convivencia, fomentando la cooparacion en el desenvolvimiento de la tarea histôrica, tutelando a la persona humana y a los grupos procurando su estrecha interdependencia. Interdependencia que puede y debe abarcar, asimismo, los aspectos econômicos.

En fin, el bien comûn solidario puede no ya solo actuar en la estera de lo individual o de grupos, sino alcanzar cotas mâs altas en los âmbitos nacionales, régionales e internacionales. Ayudando, tal vez, a lograr ese equilibrio, meta siempre persegui- da y pocas veces alcanzada, dado que siendo un valor en sî, tam­biên lo es objetivamente y por ende se cristaliza en bienes par­ticulares.

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He aquî como de las observaciones de Perticone puede ex- traerse un concepto nuevo de bien comûn,el bien comûn solidario, en el que primarian las consideraciones comunitarias sobre las individuales.

B) DIVERSAS CONCEPCIONES

Anteriormente nos iiemos referido a que el concepto de bien comûn admite muy varias interpretaciones. Ello no es sôlo debido a la amplitud de su espectro, ya aludido, sino lo que es mâs importante, a concepciones doctrinales que difieren entre si "in radice".

Pasemos ahora a considerar algunas de ellas, tratando de fijarnos, sobre todo, en su enfoque valorativo de lo individual y lo comunitario. Es esto un paso previo y necesario a la elec- ciôn de una formula que nos convenza a la hora de las afirmacio­nes .

1.- Leclerq.

A juicio de este autor, la debilidad de los sistemas esta- tistas es que necesitan que los gobernantes sean perfectos, pero naturalmente esto no es siempre posible porque los gobernantes son hombres como todos. Esto conduce a que el bien comûn puede

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requérir que se confîen los servicios pûblicos a gentes que no buscan el bien comûn, lo que lleva a una actitud de desconfianza hacia el estado y hace necesario proclamar ciertos derechos in­tangibles del individuo. Estas afirmaciones se predican, natural­mente, tanto de un sistema estatièta como liberal o individua- lista (1) .

Por otra parte, mantiene que la sociedad es un fenômeno espontâneo en el que el deber de cada uno se inserta en el deber comûn, que se debe aceptar la disciplina social que coordina las actividades con vistas al bien comûn. Esta labor colectiva y constructiva tiene la finalidad ûltima del desarrollo de los in­dividuos (2), en otras palabras: "La société est faite pour l'homme, non l'homme pour la société" (3).

2.- Verdross

Para este jurista que ha pasado de las filas del inter- nacionalismo a las de la filosofîa jurîdica,el bien comûn es "el conjunto de bienes obtenidos por la acciôn conjunta de los hombres", bienes que resultan "indispensables para que cada persona pueda configurar su vida en armonîa con la dignidad hu­mana" (4) .

(1) Jacques Leclercq, "Leçons de Droit Naturel", T. II, ^L'Etat ou la politique". Ed. Wesmael-Charlier. Namur 1958, pâgs. 108-109(2) Jacques Leclercl, "Leçons de Doit Naturel", T. I, "Le fondement du droit et de la société", pâgs. 208-209(3) J, Leclercq, op. cit. T. I, pâg. 319(4) Recasens Siches, op. cit. pâg. 826, Tomo II

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Asî pues, el bien comûn no es la résultante de "la suma

de los bienes ambicionados por los hombres, ni la utilidad de un algo colectivo", es un entretejido de ambas que "comprende las instituciones necesarias para la conservacion de la sociedad, la protecciôn de los derechos, la educaciôn, los servicios sani- tarios, los de investigacion cientîfica, asî como tambiên el am- plio campo de los derechos sociales, que tienen como finalidad lograr que los grupos déciles de la sociedad puedan llevar una existencia conforme a la dignidad humana". (1).

La postura de Verdross en este punto vemos que es eclêc- tica. No subordina un tipo de interês a otro pero junto a insti­tuciones cuyo fîn es conserver la sociedad, pone a su mismo ni- vel la protecciôn de los derechos.

3.- Messner

Para este autor el principio del bien comûn puede ser con­siderado desde diferentes puntos de vista que êl concreta en cuatro definiciones destacando esos diferentes aspectos.

En una primera acepciôn el bien comûn "es el auxilio que es prestado a los miembros y a las sociedades menores intégrantes de la sociedad en la realizaciôn de sus tareas vitales esencia- les como consecuencia de su respectiva cooperaciôn en las activi-

(1) Recasens Siches, op. cit. pâg. 826, TomoII

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dades sociales". (1).

Cuando considéra los medios con que es realizado el bien comûn considéra que éste "es el conjunto de los supuestos socia­les que hace posible a los miembros de la sociedad la realiza­ciôn de sus cometidos culturales y vitales en libre actuacion" (2)

El bien comûn comq^.acciôn "es la participaciôn de todos los individuos y comunidades menores de la sociedad, en la medi- da de su respectiva prestaciôn, en los bienes résultantes de su cooperaciôn". (3)

Con respecto a los bienes de la sociedad "el bien comûn es el bien comûn del todo social en el conjunto de sus miembros"(4)

Estos conceptos de bien comûn, vienen recogidos por el principio de subsidiariedad por el que el bien comûn es un elc- mento auxiliar del bien individual. "El hombre y las unidades sociales menores tienen fines vitales que cumplir, fines que estân impresos en la naturaleza misma y son, por consiguiente, esenciales"(5). Asî pues, se trata de una responsabilidad secun-

(1) Johannes Messner, "La cuestiôn social" Ed. Rialp, Madrid 1960, pâg. 355(2) J. Messner, op. cit. pâg. 355(3) J . Messner, op. cit. pâg. 356(4) J. Messner, op. cit. pâg. 358(5) J . Messner, op. cit. pâg. 362

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daria, "esta ûltima consiste en capacitar a los individuos y a las sociedades miembros, por medio del bien comûn que compete al complejo social, para la realizaciôn personal y responsable de sus tareas, y al mismo tiempo para la asunciôn de las mismas en tanto en cuanto ellos no puedan realizarlas por si mismos" (1). Asî pues, el principio de subsidiaridad formulado por Messner viene a consagrar la supremacîa de lo individual sobre el bien comûn.

C) LA CONCEPCION COMUNITARIA Y PERSONALISTA

Segûn Jacques Maritain "cada uno de nuestros actos pue­de ser referido a la vez al bien particular de nosotros mismos o de otro como persona privada, el bien comûn de la familia o al de la ciudad, y al bien comûn trascendental de todo el universe, es decir, Dios mismo" (2).

Segûn esto, hay jerarquîa de bienes comunes en el que el mâs importante jerârquicamente es el bien comûn trascendental de todo el universe, que consecuentemente estarîa por encima del bien comûn individual.

(1) J. Messner, Ibid.(2) J. Maritain, "Primacîa de lo espiritual". Club de Lectores Buenos Aires 1967, pâg. 12

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Leopoldo E. Palacios (1) dedica precisamente un trabajo sobre temâtica del bien comûn en el que trata extensamente del enfoque que el filôsofo francës da a este tema. Una de sus pri­meras observaciones consiste en sehalar cômo este concepto de Maritain ha variado en sus obras posteriores, en ellas, "el con­cepto de la norma moral va retrotrayêndose desde Dios como bien comûn a la libertad de expansiôn de la persona humana, erigida poco menos que en fin de •si misma" (2) .

Estas dudas de Maritain son tambiên puestas a la luz por Recasens Siches. El autor filôsofo francês mantiene en un princi­pio que "el fin de la sociedad es el bien comûn, es decir, el bien del cuerpo social. Pero, a continuaciôn, atenuando con ello la idea expuesta en el pârrafo présente, Maritain ahade que ese bien del cuerpo social es un bien comûn de personas humanas, asî como el cuerpo social mismo es un todo integrado por perso­nas humanas" (3) .

Palacios no se muestra de acuerdo con el principio de que el bien comûn sea un bien destinado a la persona, "porque enton­ces cuando surge esta pregunta: csi el bien comûn es para la per­sona, la persona para quiên es?" (4). La persona, estâ claro, que no puede ser un fin en sî misma.

(1) L. E. Palacios,"La primacîa absoluta del bien comûn", Madrid 1950(2) L.E. Palacios, op. cit. pâg. 349(3) Recasens Siches, op. cit. pâg. 834 Tomo II(4) L.E. Palacios, op. cit. pâg. 353

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D) LA CONCEPCION COMUNITARIA

Palacios critica la tesis de Maritain porque a su juicio la tesis comunitaria y personalista de este, aparté de encerrar un contrasentido, déjà a la persona inerme frante a los totali­tarismes. (1)

Frente a ello propugna que nos fijemos en el hecho de que el hombre puede ser considerado desde dos puntos de vista, como ser de la persona y fin de la persona. La primera se dériva de una consideraciôn ontolôgica y es un todo. La segunda, cuando se considéra a la persona teleolôgicamente résulta ser una parte(2).

Gracias a esta distinciôn puede asignarse el fin de la persona al campo de la polîtica. El ser de la persona quedaria, por consiguiente, fuera de la posibilidad polêmica que entraha la actividad polîtica.

En resumen, la concepciôn comunitaria de Palacios se basa en que el bien comûn "es una unidad perfectiva en la que pueden participar muchos seres" (3). Por otra parte, y esto es lo mâs importante, "el bien personal no puede llegar a su verdadera ex­pansiôn mâs que sometiêndose al bien comûn. Una falsa concepciôn de éste nos le présenta, a veces, como si fuera un bien ajeno (4)

(1) Ibid. pâg. 374(2) Palacios, op. cit. pâg. 355(3) Palacios, op. cit. pâg. 356(4) Ibid, pâg. 357

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CONSIDERACION FINAL

El bien comûn individual se nos aparece como algo digne de protecciôn e indispensable para la buena marcha de una socie­dad. Porque creemos en su necesidad y en su existencia, sornos de la opiniôn de que se arbitren medios que la posibiliten. De esta forma el hombre podrâ subsistir, perpetuarse y perfeccionarse.

Para algunos este bien individual se sitûa en un piano superior a cualquier otro tipo de bien. Para otros, esto sôlo ocurre con respecto a algunos de ellos. Como hemos tratado de exponer, los bienes individuales forman un bien comûn, ese bien por fuerza ha de estar por encima del bien individual, por cuan­to si cualitativamente tiene la misma esencia, cuantitativamente tiene mayor peso.

Esta concepciôn comunitaria del bien comûn, se conjuga con la experiencia que sacamos del cotidiano vivir: el hombre justi- fica y posibilita su existencia al entrar en contacte con otros hombres. La facticidad social es la clave que nos muestra que la existencia personal estâ inmersa en la dimensiôn social.

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Estos dos conceptos, filosôficos el primero y sociologi­co el segundo, pueden constituir dos buenos puntos de referen­d a para aquellos que tengan en sus manos los destines de una comunidad a la hora de abordar los problemas de una sociedad que inevitablemente camina hacia los grandes nûmeros.

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WEINSTEIN, S.M. y A. KEIM ......... "Principios bâsicos de los com*putadores"Nueva Colecciôn Labor Ed. Labor Barcelona 1970

Otras publicaciones consultadasCODIGO INTERNACIONAL DE PRACTICAS LEALES EN MATERIA DE PUBLICIDAD, 1966. Publicaciôn de la asociaciôn Espanola de Anunciantes, Ma­drid, 1967.FUNDACION FOESSA, "Informe sociolôgico sobre la situaciôn de Es- paha". Ed. Euramêrica, Madrid, 1970.

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307

INDICE GENERAL

PARTE PRIMERA,

CAPITULO I . Pâgina

A) LA SOCIEDAD. DE MASAS1.- Introducciôn .......................... 12.- Caractères de*2a masa ...... 33. - Creencias de la masa .................. 54.- Masa cuantitativa y cualitativa ..... 85.- Masa histôricamente permanente ...... 11

B) CONCEPTOS AFINES1. - Turbas .............................. . 122 . - Rebahos ................................ 133. - Multitud .......................... 15

CAPITULO 11.

A) EL PROCESO MASIFICADOR1. - El camino abandonado .................. 1.92.- Circunstancias histôricas ............ 223.- Influjos capitalistas ................ 234.- Influjos socialistas .................. 275.- Influjos tecnolôgicos ................. 29

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308.

pâginaB) CAUSAS

1.- Filosôficas ............................ 342. - Ideolôgicas ............................ 38

a) La bûsqueda de la igualdad ......... 39b) La bûsqueda de la libertad ......... 42c) La bûsqueda de la seguridad ........ 46

3.- Politicas ............................... 49a) Socialisme y marxisme .............. 49b) Democracia .......................... 52

4.- Econômicas ............................. 55a) Transformaciones actuates .......... 55b) Estado y prbpiedad ................. 58c) Redistribuciôn de riquezas: el im-

puesto ............................... 61d) La planificacion y el desarrollo ... 64

CAPITULO 111. Consecuencias.

A) INTRODUCCION ......................:........ 69B) DESARROLLO EXISTENCIAL .................... 69C) IDEOLOGIAS ................................. 72

1.- Empobrecimiento espiritual ............ 722.- La tecnificaciôn del pensamiento ..... 73

D) IRRESPONSABILIDAD SOCIAL .................. 76E) LA MASIFICACION DE LA CULTURA............. 78F) ASPECTO POLITICO ........................... 83

1. - Demagogia .............................. 8 32 . - La tecnocracia ..................... ... 843. - Totalitarisme .......................... 87

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309.

pagu.ii.-

G) ASPECTO ECONOMICO........................... 901.- Produccion en masa y monopolies ....... 9 02.- Sociedad de consumo ................. 923.- La publicidad .......................... 94

CONSIDERACIONES SOBRE LO EXPUESTO ............ 9 8

PARTE SEGUNDA.■

CAPITULO I.- EL ESTADO LIBERAL.

A) CONCERTO ..................................... 102B) ORIGEN HISTORICO ............................ 104

1.- Libéralisme juridico .................... 1052.- Libéralisme economico ........ 1063.- Liberalismo politico .................... 107

C) EVOLUCION .................................... 1091.- Credo evolutive ......................... 1102. - Interrupciôn de su desarrollo .......... Ill

D) EL LEITMOTIV DEL LIBERALISMO ............... 114E) SOLUCIONES MIXTAS ........................... 117F) PLANIFICACION Y LIBERALISMO ................ 117

CAPITULO 11.- ESTADO DEMOCRATICO.

A) CONCERTO ................ ..................... 121B) ORIGEN HISTORICO ............................ 12 2

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310.

Pâqina

C) TRANSFORMACIONES DE LA DEMOCRACIA ........... 12 41. - Politicas ................................. 1242.- Econômico-sociales ....................... 12 6

D) DEMOCRACIA Y MASIFICACION.1.- Propaganda polîtica y opiniôn pûblica ... 1272.- La opiniôn pûblica como objeto de con­

sumo . ................................. 1293.- Planificaciôn y democracia .............. 132

CAPITULO 111.- ESTADO SOCIALISTA.

A) CONCERTO....... 135B) ORIGEN HISTORICO .

1.- Doctrines utôpicas ........................ 1362 .- Los doctrinarios actives .... •........... 138

C) EVOLUCION ................................... 1391.- Socialisme marxista ...................... 1402.- Socialisme nacionales .................... 141

D) LA PROMESA SOCIALISTA ......................... 143E) INDIVIDUALISMO Y COLECTIVISMO.

î._ Culte del poder .......................... 1442 . - Selecciôn de dirigentes ................. 1453.- Utilizaciôn de las masas ................ 146

CAPITULO IV.- ESTADO TOTALITARI0 .

A) CONCERTO ...................................... 149

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311

pêgina

B) ORIGEN HISTORICO.1. - El socialismo precursor .............. 1502. - Alemania como guia .................... 153

C) EVOLUCION.1.- Socialismes rivales ................... 1542.- Totalitarisme y masificaciôn: anverso

y reverse de una misma medal la ...... 15 6D) INTERVENCION TOTAL.

1. - Control e int^ervenciôn de la esteraprivada ................................ 158

2. - Papel de la propaganda................ 160

CAPITULO V .- ESTADO AUTORITARIO.

A) CONCERTO ............................. 164B) CAUSAS .

1.- Quiebra del sistema existente ........ 1662.- La justificaciôn ideolôgica .......... 167

C) EFECTOS.1.- Las fuerzas de protecciôn ............ 1692.- Medios de acciôn ...................... 170

CAPITULO VI.- DERECHO Y MASA.

A) LAS RELACIONES ENTRE MASA Y DERECHO ...... 172B) NUE VAS PERSPECTIVAS........................ 173

1.- Las nuevas estructuras sociales ..... 1742.- Derechos sucesorios ................... 1753.- La promociôn del bien comûn .......... 177

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312

PaginaC) DE LA JUSTICIA GENERAL A LA JUSTICIA SOCIAL .. 179D) LA SEGURIDAD SOCIAL ........................... 182

1.- Funciôn redistributiva de las rentas .... 1832.- Protecciôn a la masa ...................... 1853.- Medio de masificar .................... 187

E) CARACTERES: EL DERECHO DE MASAS .............. 189F) LA PLANIFICACION Y LA SUPREMACIA DE LA LEY ... 19 3

1.- Razôn de ser de su supremacîa ............ 1942.- La planificaciôn y los derechos del hombre 195

G) PLANIFICACION Y LIBERTAD ..................... 1971.- Intervenir en la producciôn es intervenir

en el consumo y en los empleos ........... 1982. - Extensiôn de la intervenciôn ............. 1993.- El mito de la plêtora ..................... 201

CONSIDERACIONES SOBRE LA SEGUNDA PARTE .......... 203

PARTE TERCERA

CAPITULO 1.

INTRODUCCION ...................................... 208A) CARACTER SOCIAL DEL HOMBRE ................... 210

1.- Sentido de la tesis ....................... 2112.- Argumentes contra la misma ............... 2143.- La existencia del une para el o t r o ....... 218

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313

Pâgiri.

B) FACTICIDAD SOCIAL1.- Introducciôn ............................... 2212. - Concepto de facticidad .................... 22 43. - Matizaciones del concepto ................ 2274.- Diferentes dimensiones de la facticidad

humana ..................................... 228C) LA. PERSONA Y LA FACTICIDAD SOCIAL ....... 230

1.- La facticidad social y la sociedad organi- zada .........Vt............................. 2 31

2.- La existencia de limites bien definidos .. 2323. - La institucionalizaciôn .............. 2354.- Persona, sociedad y facticidad ........... 2375.- Rasgos positives y negatives de la actual

facticidad social ......................... 242a) Positives ............................... 242b) Negatives ................... •.......... 246

6.- Papel de la critica ....................... 2487. - Papel de la persona ....................... 2538. - Las defensas de la facticidad............. 256

CAPITULO 11.- LA ACTITUD MENTAL SOCIAL.

A) INTRODUCCION .................................. 261B) EL CARACTER SOCIAL DE LA EXISTENCIA HUMANA.

1.- Nuestra existencia en comûn .............. 2612.- Originalidad y coexistencia .............. 2633.- Valor de los vinculos institucionales .... 2654.- Su debida utilizaciôn ..................... 266

C) PERSONA Y PERSONALIDAD ........................ 268

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314.

Pagina

D) HACIA UNA MUTUA A Y U D A ........................ . 269E) LA CORRESPQNSABILIDAD ......................... 27 4CONSIDERACIONES SOBRE LO EXPUESTOS EN LOS DOS CA- PITULOS PRECEDENTES ................. ........... 277

CAPITULO III.

INTRODUCCION: LA PERSPECTIVA FILOSOFICA ......... 282A) CONCEPTO DEL BIEN COMUN ...................... 283

1. - Correctives del bien comûn ............... 2852. - El bien comûn solidario .................. 286

B) DIVERSAS CONCEPCIONES ......................... 2881.- Leclerq .................................... 28 82 . - Verdross ................................... 2893. - Messner .............................. 290

C) LA CONCEPCION COMUNITARIA Y PERSONALISTA ..... 292D) LA CONCEPCION COMUNITARIA .................... 294

CONSIDERACION FINAL .............................. 295

INDICE ALFABETICO DE AUTORES .......................... 297INDICE GENERAL ......................................... 30 7

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