Ninguna Imagen Gravada

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Ninguna Imagen gravada ¿Cómo, entonces, podemos glorificar a Dios en nuestro sufrimiento – y como el sufrimiento puede ayudarnos a glorificar a Dios? En 1966, Elisabeth Elliot, quien había sido misionera a los Aucas (Waorani) de la selva Sudamericana del Amazonas, escribió una novela titulada Sin Imagen Gravada. Trataba la historia de una joven soltera llamada Margaret Sparhawk que había dedicado su vida a traducir la Biblia para las tribus remotas en cuyos idiomas aún no se había escrito. Ella había llevado acabo el trabajo de traducción de la Biblia entre los quechuas de las montañas de Ecuador. La clave para su trabajo había sido el descubrimiento de un hombre, Pedro, que conocía el dialecto en el que Margaret tenía no había escrito y tenía que aprender con el fin de traducir la Biblia en ese idioma en particular. Él comenzó a enseñarle el idioma, y el minucioso trabajo de registrar y documentar sistemáticamente iba avanzando. Un día, mientras Margaret iba de camino a ver a Pedro pensó en lo agradecida que se sentía. Recordó el versículo bíblico: "Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón”. Ella oró a Dios: "Señor. He estado esperando. Esperando y esperando. . . Tú sabes que he esperado mucho tiempo para ser misionera a estos indios en la selva. . . . Tú pareciste decir que el camino era la traducción y el trabajo médico. Así que me diste a Pedro. . . Simplemente estar hoy aquí es una respuesta a esa oración." Pensaba en todo lo que había costado llegar a donde estaba ese día - con el apoyo de sus amigos, la ayuda financiera de tantas personas en los Estados Unidos, todos los años de formación, los años de construir relaciones, y por supuesto, la provisión de un hombre que supiera español y el dialecto que necesitaba. Dios ahora parecía estar poniendo todo en su lugar. Margaret imaginaba la posibilidad de llevar la Biblia a un millón de personas en las regiones remotas de las montañas. Finalmente, llego a casa de Pedro y descubrió que tiene una dolorosa herida infectada en la pierna. Como parte de sus deberes, Margaret proporcionaba atención médica ordinaria y por lo tanto tenía con ella una jeringa y un poco de penicilina. Pedro le pregunta por una inyección y ella decidio ponersela. Pero en cuestión de segundos, Pedro comenzó a experimentar anafilaxis, una

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¿Cómo, entonces, podemos glorificar a Dios en nuestro sufrimiento – y como el sufrimiento puede ayudarnos a glorificar a Dios?

En 1966, Elisabeth Elliot, quien había sido misionera a los Aucas (Waorani) de la selva Sudamericana del Amazonas, escribió una novela titulada Sin Imagen Gravada. Trataba la historia de una joven soltera llamada Margaret Sparhawk que había dedicado su vida a traducir la Biblia para las tribus remotas en cuyos idiomas aún no se había escrito. Ella había llevado acabo el trabajo de traducción de la Biblia entre los quechuas de las montañas de Ecuador. La clave para su trabajo había sido el descubrimiento de un hombre, Pedro, que conocía el dialecto en el que Margaret tenía no había escrito y tenía que aprender con el fin de traducir la Biblia en ese idioma en particular. Él comenzó a enseñarle el idioma, y el minucioso trabajo de registrar y documentar sistemáticamente iba avanzando.

Un día, mientras Margaret iba de camino a ver a Pedro pensó en lo agradecida que se sentía. Recordó el versículo bíblico: "Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón”. Ella oró a Dios: "Señor. He estado esperando. Esperando y esperando. . . Tú sabes que he esperado mucho tiempo para ser misionera a estos indios en la selva. . . . Tú pareciste decir que el camino era la traducción y el trabajo médico. Así que me diste a Pedro. . . Simplemente estar hoy aquí es una respuesta a esa oración." Pensaba en todo lo que había costado llegar a donde estaba ese día - con el apoyo de sus amigos, la ayuda financiera de tantas personas en los Estados Unidos, todos los años de formación, los años de construir relaciones, y por supuesto, la provisión de un hombre que supiera español y el dialecto que necesitaba. Dios ahora parecía estar poniendo todo en su lugar. Margaret imaginaba la posibilidad de llevar la Biblia a un millón de personas en las regiones remotas de las montañas.

Finalmente, llego a casa de Pedro y descubrió que tiene una dolorosa herida infectada en la pierna. Como parte de sus deberes, Margaret proporcionaba atención médica ordinaria y por lo tanto tenía con ella una jeringa y un poco de penicilina. Pedro le pregunta por una inyección y ella decidio ponersela. Pero en cuestión de segundos, Pedro comenzó a experimentar anafilaxis, una reacción alérgica severa a la penicilina en todo el cuerpo. Toda la familia se reunió alrededor con lágrimas mientras este hacía convulsiones.

"¿No ve que se está muriendo? " Su esposa, Rosa, le decía llorando. Usted lo mató."

Margaret se asombró de lo que estaba sucediendo y oró: "Señor Dios, Padre de todos nosotros, si nunca has oído hablar de mí, escúchame ahora. . . Señor, salvalo" Pero Pedro empeoró y comenzó a vomitar, se inclinó con espasmos que lo atormentaban. Rosa puso ambas manos en la parte superior de su cabeza y comenzó el lamento de la muerte por las mujeres en su comunidad. Pero Margaret siguió orando en su mente: "Señor, ¿qué será de Rosa? . . . ¿Qué va a ser de tu obra? Tu comenzaste todo esto, Señor. No fui yo, Tu me trajiste hasta aquí. Respondiste mis oraciones y me diste a Pedro - él es el único. . . . Señor, acuérdate de eso. No hay más nadie".

Pero Pedro murió, y de hecho significó el final de su trabajo. Todos los años trabajando en la obra se espumaron. "En cuanto a la traducción de la Biblia, por supuesto, no pude seguir adelante sin un informante. Dios sabía eso cuando Pedro murió. Ya no escribo cartas de oración [a

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mis auspiciadores] nunca más, porque no tengo nada que decir acerca de mi trabajo. Parecía, en la noche de la muerte de Pedro, como si el Final fuera escrita en todo lo que había trabajado."

El libro termina con una misionera joven profundamente confundida. No hay reversión de última hora, y ningún "resquicio de esperanza." Ella está en la tumba de Pedro y piensa: " ¿Y Dios? ¿Qué de él?' Yo estoy contigo, " el le dijo. ¿Conmigo en esto? Permitió que Pedro muriera, o - y yo no podía entonces ni puedo hoy negar esa posibilidad – Y tal vez hizo que yo lo matara. ¿Y será que ahora, me pregunté allí junto a la tumba, me pedirá que yo le adore?"

La respuesta fue si - como mi esposa , Kathy , y yo aprendimos un par de años más tarde, cuando escuchamos las conferencias de Elisabeth Elliot en el seminario teológico donde estábamos estudiantes de postgrado. Apuntó a la última página, donde, dijo, estaba la línea clave.

"Dios, si no era más que mi cómplice, me había traicionado. Si, por el contrario, era Dios, me había liberado".

Ella pasó a explicarnos qué imagen grabada, el ídolo al que se refiere en el título de su libro, era un Dios que siempre actuaba de la manera que pensamos nosotros que debería. O mejor dicho, era un Dios que apoyaba nuestros planes, la forma en que pensamos que el mundo y la historia deberían ser. Es un Dios de nuestra propia creación, un dios falso. Tal dios es en realidad una proyección de nuestra propia sabiduría, de nuestro propio ser. En esa forma de operar, Dios es nuestro "cómplice", alguien con quien nos relacionamos, siempre y cuando él esté haciendo lo que queramos. Si hace algo más, queremos "despedirlo", o dejar de ser sus "amigos", como lo haríamos con cualquier asistente personal o un conocido que es insubordinado o incompetente.

Pero al final, Margaret se da cuenta de que la desaparición de sus planes había destrozado su dios falso, y ahora era por primera vez libre para adorar al Verdadero. Al servir a el dios - de - mis -planes, ella era extraordinariamente ansiosa. Ella nunca estaba segura de que Dios podía obrar a través de ella y "hacer las cosas bien." Siempre estaba tratando de encontrar la forma de llevar a Dios a hacer lo que había planificado.

Pero ella no estaba realmente tratándole a él como a Dios - como el que todo lo sabe, que es todo bueno, todo - poderoso. Ahora que había sido liberado de poner su esperanza, no en sus agendas y planes, sino en Dios mismo. Si era capaz de realizar este cambio, que le traería un descanso y seguridad que nunca había tenido. En pocas palabras, el sufrimiento le había apuntado a un Dios glorioso, y le había enseñado a tratarlo a él como tal. Y mientras lo hizo, él la liberó de es condenado esfuerzo desesperado agotador, de tratar de controlar todas las circunstancias de su vida y la de aquellos que amaba.

La novela de Elliot era extraordinariamente audaz, y ofendía las sensibilidades religiosas y seculares tradicionales. A pesar del hecho de que se espera que los niños pequeños confíen en los adultos que no pueden entender, la mayoría de la gente moderna se horroriza al ser invitada a confiar en un Dios que no puede entender. Así que la novela era muy indignante para muchos en el mundo cristiano evangélico. Muchos lectores escribieron a Elliot protestando con vehemencia argumentando que Dios nunca permitiría que algo así le sucediera a una mujer que había dedicado tan devotamente su vida a su causa. Un influyente pastor evangélico le dijo con mucha satisfacción que se había encargado personalmente de sacar el libro de la lista cristiana de "libros del año".

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Sin embargo, en lo que Elisabeth contaba, su propia experiencia de la vida real quedaba casi exactamente paralela a esta novela - y en realidad había sido mucho peor. En estos extraños Ashes, un relato de sus primeros años como misionera traduciendo la Biblia en América del Sur, nos hablaba de un hombre llamado Macario , quien fue "la respuesta de Dios a la oración. . . la clave para la obra de traducción, era (y Dios sabía) el único hombre en el mundo que hablaba español y Colorado, con la misma facilidad "Pero él fue asesinado sin sentido , muerto a tiros . . Su trabajo de traducción " tuvo un punto final repentino."

Después de una inundación y luego un robo de los archivos de traducciones en los que habían invertido años de trabajo. Y después de todo esto, Elisabeth se casó con Jim Elliot, uno de los cinco jóvenes misioneros que estaban tratando de llegar al pueblo Waorani entonces aislados y hostiles de la selva amazónica. Una noche cantaban un himno, "Descansamos en ti, nuestro Escudo y Defensor," y al día siguiente viajaban a la selva, donde se reunían con un grupo de Waorani, donde todos fueron golpeados hasta la muerte, dejando atrás muchas viudas y huérfanos. Todos los cristianos que decían indignados a la autora que Dios nunca permitiría que tales cosas sucedieran a los fieles creyentes simplemente no sabían de lo que estaban hablando.

En su epílogo de 1996 a “Beyong The Gates Of Splendor”, el relato de la muerte de los misioneros, ella desafia tanto los puntos de vista religiosos seculares y tradicionales de Dios y el sufrimiento como los simplistas e ingenuos. Ella escribe:

Al saber que una y otra vez en la historia de la iglesia cristiana, la sangre de los mártires ha sido su semilla. Estamos tentados a asumir una ecuación simple. Cinco hombres murieron. Esto significará x - número de cristianos Waorani. Tal vez sea así. Quizá no. . . . Dios es Dios. Puedo destronarlo en mi corazón si exijo que Él actúe en formas que satisfagan mi idea de justicia. Es el mismo espíritu que se burló: "Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz." No es solo incredulidad, incluso hay rebelión, en la actitud que dice: " Dios no tiene derecho a hacer esto a cinco hombres a menos que . . ."

El tema que corre a través de toda la obra de Elliot es que confiar en Dios cuando no lo entendemos es tratarlo como Dios y no como otro ser humano. Es a tratarlo como gloriosa - infinitamente más allá de nosotros, en su bondad y sabiduría. Pero, como vemos en Jesús, la hora en que la gloria de Dios se revela más brillantemente el estaba en la cruz (Juan 12:23, 32). Hay que ver que Dios es tan infinitamente, que Jesús no solo tuvo que morir por el pecado, sino también que Dios es tan absolutamente amoroso que Jesús estuvo dispuesto y contento de morir. Esto es sabiduría consumada - que el amor y la justicia de Dios, aparentemente en desacuerdo, pueden ser tan cumplidas al mismo tiempo. Y así a confiar en la sabiduría de Dios en nuestro sufrimiento, aun cuando no la entendemos, es recordar la gloria y el significado de la cruz. Elliot razona así: "Esas manos que guardan un millón de mundos de girar en el olvido fueron clavadas inmóviles a una cruzada por nosotros. . . . ¿Se puede confiar en él?"

Así que uno de los propósitos del sufrimiento es glorificar a Dios al simplemente tratarlo como infinito, soberano, que todo lo sabe, y a la vez como el encarnado y sufrido Dios que es. Esto glorifica a Dios para si mismo - lo más lógico que se puede hacer. Y si hacemos lo que se ajusta a Dios y nuestras almas, nos encontraremos, como afirma Elisabeth Elliot, un descanso que no se basa en las circunstancias.

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