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Noiriel, Gérard.
Sobre la crisis de la historia. (1997)
Capítulo 8: Annales, la <disconformidad> y el mito de la eterna juventud.
El éxito de la revista de Annales está vinculado a las estrategias de poder y a las formas de
justificación. (“La originalidad del movimiento (...) radica más en la forma de presentar su programa que en
el programa mismo”. Burguiere. 1979).
Los fundadores de Annales pedían a sus sucesores conciliar dos dimensiones contradictorias del
legado: la marginalidad creativa, que se distancia de la historia puramente académica; y al mismo tiempo
defender la posición hegemónica y el amplio prestigio de la corriente que habían logrado.
Febvre presentó su proyecto en forma de relato heroico anticonformista destinado a persuadir de
que su contribución al conocimiento histórico sólo había sido posible mediante el rechazo de las reglas de
juego académico elaboradas por sus predecesores, cuando en realidad, la innovación annalista se dio en el
marco de las reglas de juego fijadas por aquellos a quienes intentaron superar: los metodistas.
Contexto: en Francia, desde finales del siglo XIX, para ejercer la profesión de historiador uno debía
someterse a tres procedimientos de evaluación: agregación -evaluación de las competencia docente-;
doctorado -evaluación de las competencias específicas del historiador y su respeto por las normas que
rigen la profesión-; y la asignación de un cargo -nivel donde más se manifiestan los juegos de poder. La
creación de una plaza universitaria implica la intervención de la administración central, y las contrataciones
originan conflictos entre profesores que desean ubicar a sus pupilos y ampliar sus influencias-. La
comunidad de historiadores franceses conservó, gracias a la centralización operada por la 3ra república, la
unidad y homogeneidad que no tuvo en otro países.
Para sobresalir, los jóvenes debían buscar fuera de la historia los elementos que los diferenciaran.
Por eso el interés -de Bloch y Febvre- por la interdisciplina. Pero era preciso saber ampliar sus centros de
interés sin molestar a sus mentores -Seignobos y Monod, por ejemplo-.
La coyuntura para Bloch y Febvre es desfavorable. En las décadas del 20 y el 30 la creación de
plazas universitarias para la Historia se estanca. Los vagabundeos disciplinarios y sus críticas a los
manuales escolares y al programa de agregación, los ponen en desventaja con respecto a los candidatos
más dóciles. La alternativa es dirigirse a centros situados al margen de la universidad y orientados a la
investigación, la interdisciplinariedad y la innovación científica, como el Colegio de Francia. Allí la lógica
política se impone sobre la lógica científica, El ideal del científico valiente y anticonformista cede ante la
obligación de agradar a los jueces para lograr la designación.
Febvre definió la ciencia como un trabajo puramente intelectual escindido de las relaciones de poder antes citadas, -lo que Noiriel llama el mito del pensamiento libre-. Para hacer frente a las críticas que
subrayan las contradicciones annalistas entre lo que se dice y lo que se hace, Febvre realiza un trabajo de
reescritura de su propio trabajo para adaptarse al personaje heroico que creó de él mismo. En Combates
por la Historia introduce algunas modificaciones en sus artículos: por ejemplo, los títulos son más
ofensivos, altera el orden cronológico de las publicaciones para esconder los compromisos que el autor
debió aceptar para ocupar posiciones de poder, cuando por ejemplo crítica a Seignobos recién después de
ser elegido en el Colegio de Francia. La leyenda negra de Seignobos -conservador y positivista- se presenta
como contrapunto a la leyenda dorada de Annales.
Febvre ignora que para analizar la obra de un autor, el objeto debe ser la totalidad de un corpus que
reúne los escritos de poder (no publicados, relativos a su función de dirección y gestión en su profesión);
los escritos de saber (tesis, artículos de investigación); y los escritos de memoria (textos de divulgación,
tanto los pedagógicos como los dirigidos al gran público). La combinación de esos constituye la originalidad
del perfil de cada historiador. Febvre se centró en los escritos de saber, mientras que Seignobos, lo hizo
con los escritos de memoria. Tanto Febvre como Bloch no produjeron muchos escritos de memoria por una
coyuntura desfavorable para ese género. Braudel fue un hombre de ciencia, pero también hombre de poder
y hombre de memoria.
Annales se presenta desde el principio poco preocupada por las definiciones teóricas. Por eso,
cuando intentan vincular a Simiand a su proyecto, él se niega, mientras que los historiadores lo tratan de
abstracto y filosófico. Para que Simiand se convierta en 1960 la principal referencia de Annales, sus
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http://slidepdf.com/reader/full/noirielsobrelacrisisdelahistoriapdf 2/2
Noiriel, Gérard.
Sobre la crisis de la historia. (1997)
Capítulo 8: Annales, la <disconformidad> y el mito de la eterna juventud.
análisis sociológicos deberán traducirse al lenguaje del historiador.
El triunfo de la corriente se debe al éxito de Bloch al instalar la historia económica. Con Labrousse,
la historia económica y social se presenta como una historia total que capaz de integrar los estudios
técnicos y las obras de divulgación. Aparece para los nuevos historiadores un enfoque mucho más atractivo
que el anterior: ya no es la política el factor decisivo, sino la economía; no son los grandes hombres los que
hacen la historia, sino las masas, los métodos no son los hermenéuticos, sino los cuantitativos. La nueva
generación innova tanto por las técnicas como por las explicaciones y los ámbitos estudiados. La
inspiración marxista de ésta historia económica y social le permite conectar con el clima político de la
intelectualidad francesa. Braudel y Labrousse combaten por modificar los programas de agregación,
publican manuales y obras masivas en favor de este nuevo enfoque. La innovación se da porque los jóvenes
historiadores, tras la defensa de la tesis y la asignación del cargo, aspiran a ampliar sus horizontes y
marcar la diferencia con respecto a sus maestros.
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