Nórdicos y Súrdicos_Sasturain
description
Transcript of Nórdicos y Súrdicos_Sasturain
Nórdicos y súrdicosPor Juan Sasturain
La semana pasada, en el marco de la XXXVII Feria Internacional del Libro de Montevideo, se
organizó –por segunda vez– un ciclo dedicado a la Novela negra, rótulo tan exitoso como
equívoco, ya que, tras ser aplicado específicamente y durante décadas a un cierto tipo de relato
criminal “duro” de origen norteamericano –lo que hicieron Hammett, Chandler y otros, en
contraposición a la clásica novela de enigma “a la inglesa”– hoy ha pasado a ser, en el uso
corriente, casi un sinónimo del vasto género policial en sus diversas formas. Todo relato que
incluya violencia, crímenes, ocasional investigador (o no) y alguna referencia al contexto social en
que se derrama la sangre –de Atenas a Nairobi pasando por Santiago o Buenos Aires– cabe hoy
dentro de la llamada novela negra o género negro. Valga esta aclaración no como un gesto de
descalificación sino simplemente para entender de qué prolífico fenómeno universal estamos
hablando. Porque el dato es que –según se dice– la llamada novela negra vende. Vamos por ahí
entonces.
Uno de los síntomas de la popularidad o por lo menos de la atención que despierta el género en
editores, escritores y lectores universales es la proliferación de encuentros, festivales, simposios y
demás eventos que se ocupan del tema. En la Argentina, sin ir más lejos, este año se realizaron
nuevas ediciones del Festival Azabache, en Mar del Plata, y del BAN! (Buenos Aires Negro),
mientras debutaban, en las últimas semanas, las audaces Córdoba Mata y Chicago Argentina, en
la consabida Rosario. Y todos estos encuentros –e incluso alguno más estrictamente académico
realizado en la Biblioteca Nacional y alrededores– contaron con la presencia entusiasta de
escritores, críticos, libreros, editoriales y sobre todo de un público entre curioso e inquisitivo.
Lindísimas experiencias, todas ellas.
En el caso de la Feria de Montevideo, la segunda edición del ciclo sobre Novela Negra –con la
presencia numerosa de veteranos y jóvenes autores uruguayos, más el español Lorenzo Díaz, el
chileno Bartolomé Leal, el mexicano Elmer Mendoza y un puñadito variado de argentinos– se
centró sobre todo en el estado de la producción en el país anfitrión y en Latinoamérica en general.
Y estuvo muy bien –y acaso resultó necesario– que así fuera, habida cuenta de que para el
encuentro inicial del año pasado la Cámara del Libro del Uruguay, organizadora de la Feria, había
apostado con buen ojo a la capacidad de convocatoria e interés que genera urbi et orbi –con éxito
de ventas y de crítica– la que podríamos llamar moderna Armada Escandinava. Así, invitó a un
1
terceto de narradores (Arne Dahl, de Suecia; la finlandesa Lena Lehtolainen y el noruego Kurt
Aust), elegidos de entre esa larga serie de escritores policiales suecos, noruegos, daneses y
fineses que, desde la irrupción triunfal de Henning Mankell, Larsson y seguidores, satura las listas
de best-sellers universales. Y los rubios y rubias cumplieron larga y amistosamente su papel de
modelos de modernidad vendedora para el género. Bienvenidos fueron, bienvenidos sean.
El fenómeno de la proliferación cuasi plaga actual de estos “narradores nórdicos” se asemeja –
mutatis mutandi– al dilatado post Boom latinoamericano que enfiló, hacia los setenta, tras la estela
de Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez y Cabrera Infante y sus padres/tíos
formadores, a una serie interminable de narradores más o menos torrenciales que siguieron
vendiendo y mirando al norte su condición de portadores de los genes del trópico y el polvo de las
revoluciones. Suele suceder. Sólo el tiempo decanta las voces genuinas entre el griterío de
colores, los perfiles propios en la neblina de los fiordos.
Seamos justos: en muchos casos, el interés humano, la complejidad de sus personajes, la mirada
crítica y la saludable tendencia a evitar los maniqueísmos excesivos hacen que los narradores
nórdicos –por pintar con saludable honestidad los costados oscuros, las inevitables manchas de
sus envidiables modernas sociedades desarrolladas– resulten a menudo convincentes. Y, más allá
de las recetas, suele haber muy buenos escritores. Sin embargo, la cuestión viene al caso porque,
más allá de méritos o deméritos estrictamente literarios, ese policial nórdico –con todas sus
variantes– parece que poco tiene para aportar –en tanto modelo, se entiende– a la actual narrativa
latinoamericana del género.
La cuestión, obviamente, pasa por la relación con el sistema, con el orden social, político y
económico establecido, y con la institución policial en particular: en la narrativa negra
latinoamericana –llamémosla súrdica, para contraponer un poco chicanera, programáticamente los
modelos– la institución que encarna el Orden, la policía, es parte del problema y no de la solución.
Porque ese orden es “natural” y funcionalmente injusto y excluyente, y la verdad que su lucha por
imponer y develar no suele tener nada que ver con la justicia final. Y no es un problema de
personas particulares sino de sistema, no se trata de fallas ocasionales de una sociedad en
armonioso y democrático funcionamiento que requiere ocasionales ajustes o reparaciones sino de
una sociedad atravesada estructuralmente por el delito. El económico, básicamente, que establece
y sostiene las perversas condiciones de injusticia que están en la raíz de todos los males. Si el
capitalismo desarrollado y hegemónico en este mundo globalizado se permite ejercicios críticos de
buena conciencia en el seno de sus sociedades centrales, en estos orgullosos arrabales
devastados por sus políticas y sus intérpretes nativos las cuestiones se plantean en otros términos.
2
Hay cambio de roles. Los delincuentes son otros, y los que se encargan de tratar de hacer justicia,
también.
Por eso los actuales narradores súrdicos –a diferencia de los diestros, muchas veces admirables
nórdicos– están más cerca, en su práctica de escritura, de la genuina literatura negra, aquella que
en relatos más o menos cínicos o románticos, alevosamente críticos sin necesidad de moraleja
(Hammett, Cain, Chandler, Goodis, Thompson), supo dar cuenta del mecanismo que la sociedad
capitalista no puede dejar de renovar en sus más o menos sutiles variantes: un sistema
sostenido/enmascarado por la relación indisoluble entre el dinero, el poder y la violencia.
Y sobre eso siempre hay mucho para contar. Todo un programa.
Publicado en Página 12, 13 /10/2014
3