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NUNCA SE LLEGA…. SIEMPRE SE ESPERA. sobre los textos “Fando y Lis” de Fernando Arrabal y “Esperando a Godot” de Samuel Beckett

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NUNCA SE LLEGA…. SIEMPRE SE ESPERA.

sobre los textos “Fando y Lis” de Fernando Arrabal y “Esperando a Godot” de Samuel Beckett

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(Una carretera perdida en medio de un campo desértico. Un árbol con ramas seca, sin hojas.)

(Por la mañana.)

(Estragon, intenta descalzarse. Se esfuerza, fatigosamente. Se detiene. Vuelve a empezar. Repite los mismos gestos.)

(Vladimir entra.)

ESTRAGON: No hay nada que hacer.

VLADIMIR: Empiezo a creerlo. Durante mucho tiempo me he resistido a pensarlo, diciéndome, Vladimir, sé razonable, aún no lo has intentado todo. Y volvía a la lucha. (Imita a un boxeador. A Estragon.) Vaya, ya estás ahí otra vez.

ESTRAGON: ¿Tú crees?

VLADIMIR: Me alegra volver a verte. Creí que te habías ido para siempre.

ESTRAGON: Yo también lo creía.

VLADIMIR: ¿Qué podemos hacer para celebrar este encuentro? Levántate, deja que te abrace.

ESTRAGON: (Irritado.) Enseguida, enseguida.

VLADIMIR: (Ofendido.) ¿Se puede saber dónde ha pasado la noche el señor?

ESTRAGON: En un foso.

VLADIMIR: ¡Un foso! ¿Dónde?

ESTRAGON: Por ahí.

VLADIMIR: ¿Y no te han pegado?

ESTRAGON: Sí… No mucho.

VLADIMIR: ¿Los de siempre?

ESTRAGON: ¿Los de siempre? No sé.

VLADIMIR: Cuando lo pienso… me pregunto… qué hubiera sido de ti… sin mí... Sin duda, a estas horas, serías ya un montoncito de huesos.

ESTRAGON: (Enojado.) ¿Algo más?

VLADIMIR: ¿Qué haces?

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ESTRAGON: Descalzarme. ¿No lo has hecho nunca?

VLADIMIR: Te tengo dicho que hay que descalzarse todo los días. Más te valdría hacerme caso.

ESTRAGON: ¡Ayúdame!

VLADIMIR: ¿Te sientes mal?

ESTRAGON: ¡Mal! ¡Me pregunta si me siento mal!

VLADIMIR: (Enfadado.) ¡Siempre eres el único que sufre! Yo no importo nada. Quisiera verte en mi lugar. Ya me lo harías saber.

ESTRAGON: ¿Has estado mal?

VLADIMIR: ¡Mal! ¡Repregunta si he estado mal!

ESTRAGON: (Señalando la bragueta abierta de Vladimir.) Esa no es razón para no abrocharte.

VLADIMIR: Es cierto. (Se abrocha.) Hay que estar atento a los pequeños detalles.

ESTRAGON: Siempre lo dejas todo para el final.

VLADIMIR: (Con nostalgia.) Ah… El final… Tarda en llegar, pero vale la pena. El final siempre llega y entonces me siento aliviado y al mismo tiempo… aterrado. (Se quita el sombrero, mira dentro, pasa la mano por el interior, lo sacude y se lo pone de nuevo.) A-TE-RRA-DO. (Se vuelve a quitar el sombrero y mira el interior.) ¡Vaya! (Golpea la copa como para hacer que algo caiga, mira hacia dentro otra vez y se lo pone de nuevo.) (Estragon ha logrado descalzarse. Mira el interior de su zapato, pasa la mano por dentro, lo sacude, mira en el suelo por si ha caído algo. No ve nada, vuelve a pasar la mano por el zapato, queda con la mirada vaga.) ¿Y?

ESTRAGON: Nada.

VLADIMIR: A ver.

ESTRAGON: No hay nada que ver.

VLADIMIR: Intenta ponértelo otra vez.

ESTRAGON: Voy a dejar que se ventile un poco.

VLADIMIR: He aquí al hombre integro culpando al zapato cuando el culpable es el pie. (Se quita el sombrero, mira dentro, pasa la mano por el interior, lo sacude, golpea la copa y se lo pone de nuevo.) Esto empieza a ser inquietante. (Estragon, mientras tanto, mueve los dedos de los pies para airearlos.) Uno de los dos ladrones se salvó. Es un porcentaje decente. Gogo…

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ESTRAGON: ¿Qué?

(Vladimir se acerca.)

VLADIMIR: ¿Cómo sigue tu pie?

ESTRAGON: Se hincha.

VLADIMIR: ¿Qué decía? Ah, sí, ya sé, la historia de ladrones. ¿La recuerdas?

ESTRAGON: No.

VLADIMIR: ¿Quieres que te la cuente otra vez?

ESTRAGON: No.

VLADIMIR: Así pasamos el tiempo. Eran dos ladrones, crucificados al mismo tiempo que el Salvador. Se…

ESTRAGON: ¿El qué?

VLADIMIR: El Salvador. Dos ladrones. Se dice que uno fue salvado y el otro… condenado.

ESTRAGON: ¿Salvado de qué?

VLADIMIR: Del infierno.

ESTRAGON: Me voy. (No se mueve.)

VLADIMIR: Y, sin embargo… ¿Cómo es que…? Supongo que no te aburro.

ESTRAGON: No escucho.

VLADIMIR: ¿Tú comprendes que de los cuatro evangelistas sólo uno cuente los hechos de ese modo? Los cuatro estaban allí presentes… bueno, no muy lejos. Y sólo uno habla de un ladrón salvado. Veamos, Gogo, tienes que devolverme la pelota de vez en cuando.

ESTRAGON: Escucho.

VLADIMIR: Uno de cuatro. De los otros tres, dos ni lo mencionan, y el tercero dice que los dos le insultaron.

ESTRAGON: ¿Quién?

VLADIMIR: ¿Cómo?

ESTRAGON: No entiendo nada… ¿Insultado? ¿Quién?

VLADIMIR: El Salvador.

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ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Porque no quiso salvarles.

ESTRAGON: ¿Del infierno?

VLADIMIR: ¡No! De la muerte.

ESTRAGON: ¿Y entonces, qué?

VLADIMIR: Entonces hubo que condenar a los dos.

ESTRAGON: ¿Y después?

VLADIMIR: Pero el otro dice que uno se salvó.

ESTRAGON: ¿Y qué? No están de acuerdo, eso es todo.

VLADIMIR: Se hallaban allí los cuatros. Y sólo uno habla de un ladrón salvado. ¿Por qué darle más crédito que a los otros?

ESTRAGON: ¿Quién le cree?

VLADIMIR: Pues todo el mundo. Sólo se conoce esta versión.

ESTRAGON: La gente es estúpida.

(Estragon se levanta cojeando. Va hacia un lado, se detiene, mira a lo lejos. Va hacia otro lado, se detiene, mira a lo lejos. Vladimir lo contempla, después coge el zapato, mira el interior, lo suelta rápidamente.)

VLADIMIR: ¡Bah! (Escupe.)

ESTRAGON: (Vuelve.) Vayámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto. ¿Estás seguro de que es aquí?

VLADIMIR: Dijo delante del árbol. ¿Ves algún otro?

ESTRAGON: ¿Qué es?

VLADIMIR: Parece un sauce llorón.

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ESTRAGON: ¿Dónde están las hojas?

VLADIMIR: Debe estar muerto.

ESTRAGON: Basta de lloros.

VLADIMIR: ¿Qué insinúas? ¿Qué nos hemos equivocado de lugar?

ESTRAGON: Ya debería de estar aquí.

VLADIMIR: No aseguró que vendría.

ESTRAGON: ¿Y si no viene?

VLADIMIR: Volveremos mañana.

ESTRAGON: Y pasado mañana.

VLADIMIR: Quizá.

ESTRAGON: Y así sucesivamente.

VLADIMIR: Es decir…

ESTRAGON: Hasta que venga.

VLADIMIR: Eres implacable.

ESTRAGON: Ya vinimos ayer.

VLADIMIR: ¡Ah, no! En eso te equivocas.

ESTRAGON: ¿Qué hicimos ayer?

VLADIMIR: ¿Que qué hicimos ayer?

ESTRAGON: Sí.

VLADIMIR: Me parece… (Se enfada.) Para sembrar dudas eres único.

ESTRAGON: Creo que estuvimos aquí.

VLADIMIR: (Observando.) ¿El lugar, te resulta familiar?

ESTRAGON: No he dicho eso.

VLADIMIR: Sin embargo… este árbol… esa turba.

ESTRAGON: ¿Estás seguro de que era esta noche?

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VLADIMIR: ¿Qué?

ESTRAGON: Cuando debíamos esperarle.

VLADIMIR: Dijo sábado. Creo.

ESTRAGON: Después del trabajo.

VLADIMIR: Debí apuntarlo. (Registra en sus bolsillos, repletos de toda clase de porquerías.)

ESTRAGON: Pero, ¿qué sábado? Además, ¿hoy es sábado? ¿No será domingo? ¿O lunes? ¿O viernes?

VLADIMIR: (Cada vez más nervioso.) No es posible.

ESTRAGON: O jueves.

VLADIMIR: ¿Qué podemos hacer?

ESTRAGON: Si ayer por la noche se molestó por nada, puedes muy bien suponer que hoy no vendrá.

VLADIMIR: Pero dices que ayer noche vinimos:

ESTRAGON: Puedo equivocarme. Callemos un momento, ¿quieres?

VLADIMIR: Vale. (Estragon se sienta. Vladimir, nervioso, recorre el escenario. Se detiene. Escruta el horizonte. Estragon se duerme.) Gogo… Gogo… ¡GOGO!

(Estragon despierta sobresaltado.)

ESTRAGON: Dormía. ¿Por qué nunca me dejas dormir?

VLADIMIR: Me sentía solo.

ESTRAGON: Tuve un sueño.

VLADIMIR: ¡Pues no me lo cuentes!

ESTRAGON: Soñaba que…

VLADIMIR: ¡NO ME LO CUENTES!

ESTRAGON: No eres nada amable, Didi. ¿A quién quieres que cuente mis pesadillas más íntimas, sino a ti?

VLADIMIR: Que sigan siendo muy íntimas. De sobras sabes que no las soporto.

ESTRAGON: A veces me pregunto si no sería mejor que nos separásemos.

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VLADIMIR: No irías muy lejos.

ESTRAGON: Cierto, ése sería un grave inconveniente.

VLADIMIR: ¡Bah!

(Vladimir sale. Estragon le sigue hasta el límite. Mímica de Estragón idéntica a la que los esfuerzos del pugilista arrancan al espectador. Vladimir regresa, cruza la escena con la vista baja.)

ESTRAGON: (Dulcemente.) ¿Querías hablarme? (Vladimir no responde. Estragon se acerca.) ¿Tenías algo que decirme? (Vladimir sigue callado.) Dime, Didi…

VLADIMIR: No tengo nada que decirte.

ESTRAGON: (Acercándose.) ¿Estás enfadado? ¡Perdón! Vamos, Didi. (Vladimir continua callado.) ¡Dame la mano! (Vladimir se vuelve.) ¡Bésame! ¡Déjate hacer! (Vladimir se ablanda. Se besan. Estragon retrocede.) ¡Apestas a ajos!

VLADIMIR: Es para los riñones. (Silencio. Estragon mira el árbol con atención.) Y ahora, ¿qué hacemos?

ESTRAGON: Esperamos.

VLADIMIR; Sí, ¿pero mientras esperamos?

ESTRAGON: ¿Y si nos ahorcáramos?

VLADIMIR: Sería un buen medio para que se nos pusiera tiesa.

ESTRAGON: (Excitado.) Hagámoslo. Ahorquémonos ahora mismo.

VLADIMIR: ¿De una rama? No me fío.

ESTRAGON: Siempre podemos intentarlo.

VLADIMIR: Inténtalo.

ESTRAGON: Después de ti.

VLADIMIR: No, tú primero.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Pesas menos que yo.

ESTRAGON: Exactamente.

VLADIMIR: No lo comprendo

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ESTRAGON: Vamos, reflexiona un poco.

VLADIMIR: (Reflexiona.) No lo comprendo.

ESTRAGON: Telo explicaré. La rama… la rama… (Colérico.) ¡Pero trata de comprenderlo! Gogo liviano, no romper rama, Gogo muerto. Didi pesado, romper rama, Didi solo. Mientras que…

VLADIMIR: No se me había ocurrido. Entonces, ¿qué hacemos?

ESTRAGON: No hagamos nada. Es lo más prudente.

VLADIMIR: Esperemos a ver qué nos dice.

ESTRAGON: ¿Quién?

VLADIMIR: Godot.

ESTRAGON: Claro.

VLADIMIR: Tengo curiosidad por saber qué va a decirnos. Sea lo que sea no nos compromete a nada.

ESTRAGON: ¿Qué le hemos pedido concretamente?

VLADIMIR: Bueno… Nada muy concreto.

ESTRAGON: Una especie de súplica.

VLADIMIR: Eso es.

ESTRAGON: Una vaga súplica.

VLADIMIR: Si tú lo dices.

ESTRAGON: ¿Qué contestó?

VLADIMIR: Que ya vería.

ESTRAGON: Que no podía prometer nada.

VLADIMIR: Que necesitaba pensar.

ESTRAGON: Con la mente despejada.

VLADIMIR: Consultar con la familia.

ESTRAGON: Sus amigos.

VLADIMIR: Sus agentes.

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ESTRAGON: Sus corresponsales.

VLADIMIR: Sus registros.

ESTRAGON: Su cuenta corriente.

VLADIMIR: Antes de pronunciarse.

ESTRAGON: Es natural.

VLADIMIR: ¿No?

ESTRAGON: Lo supongo.

VLADIMIR: Yo también.

ESTRAGON: (Inquieto.) ¿Ya no tenemos derechos?

(Vladimir ríe. Se reprime la risa.)

VLADIMIR: Me harías reír, si me estuviera permitido.

ESTRAGON: ¿Los hemos perdido?

VLADIMIR: Los hemos vendido.

ESTRAGON: ¿No estamos atados, verdad? ¿Eh?

VLADIMIR: ¡Escucha!

(Escuchan, grotescamente inmóviles.)

ESTRAGON: No oigo nada.

VLADIMIR: ¡Pssst! (Escuchan. Estragon pierde el equilibrio, casi se cae. Se agarra al brazo de Vladimir, quien se tambalea. Escuchan, apretados uno contra otro, mirándose fijamente a los ojos.) Yo tampoco. (Suspiros de alivio. Desahogo. Se separan.)

ESTRAGON: Me asustaste.

VLADIMIR: Creí que era él.

ESTRAGON: ¿Quién?

VLADIMIR: Godot.

ESTRAGON: ¡Bah! El viento contra las cañas.

VLADIMIR: Hubiera jurado que eran gritos.

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ESTRAGON: ¿Y por qué iba a gritar?

ESTRAGON: Vayámonos.

VLADIMIR: ¿Dónde? Esta noche quizá durmamos en su casa, en un lugar seco y caliente, con el estómago lleno, sobre un jergón. Vale la pena esperar, ¿no?

ESTRAGON: Toda la noche, no.

VLADIMIR: Aún es de día.

ESTRAGON: Tengo hambre.

VLADIMIR: ¿Quieres una zanahoria?

ESTRAGON: ¿No hay otra cosa?

VLADIMIR: Debo tener algunos nabos.

ESTRAGON: Dame una zanahoria. (Vladimir busca en sus bolsillos, saca un nabo y se lo da a Estragon.) Gracias. (Lo muerde.) ¡Es un nabo!

VLADIMIR: ¡Oh, perdón! (Busca en sus bolsillos; sólo encuentra nabos.) Te habrás comido la última. (Sigue buscando.) Espera, aquí está. (Saca una zanahoria y se la da a Estragon.) Aquí tienes, querido. (Estragon la limpia y empieza a comerla.) Devuélvemeel nabo. (Se lo devuelve.) Hazla durar, no hay más. ¿Qué querías saber?

ESTRAGON: (Comiendo.) Ya no lo recuerdo. Me fastidia no recordarlo. Tu zanahoria es deliciosa. (Chupa la punta de la zanahoria.) Espera, ya recuerdo. (Le da un mordisco a la zanahoria.)

VLADIMIR: ¿Sí?

ESTRAGON: (Con la boca llena.) ¿No estamos atados, verdad?

VLADIMIR: No entiendo nada.

ESTRAGON: (Mastica y traga.) Pregunto si estamos atados.

VLADIMIR: ¿Atados?

ESTRAGON: Atados.

VLADIMIR: ¿Cómo atados?

ESTRAGON: De pies y manos.

VLADIMIR: Pero, ¿a quién? ¿Por quién?

ESTRAGON: A tu buen hombre.

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VLADIMIR: ¿A Godot? ¿Atados a Godot? ¡Qué idea! ¡De ningún modo! Todavía no.

ESTRAGON: ¿Se llama Godot?

VLADIMIR: Creo que sí.

ESTRAGON: ¡Toma! Es curioso, cuanto más corta más mala.

VLADIMIR: Para mí, todo lo contrario.

ESTRAGON: (Tiende a Vladimir el resto de la zanahoria.) ¿Quieres acabártela?

(Se oye un grito terrible, muy cerca. Estragon suelta la zanahoria. Permanecen inmóviles, luego se precipitan hacia fuera. Estragon se detiene a medio camino, vuelve sobre sus pasos, recoge la zanahoria, va hacia Vladimir que le espera, se detiene de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge su zapato, después corre a reunirse con Vladimir. Muy juntos, dan la espalda al peligro; esperan.)

(Entran Pozzo y Lucky. Aquél conduce a éste por medio de una cuerda al cuello. Primero sólo se ve a Lucky seguido de la cuerda, lo bastante larga para que pueda llegar al centro del escenario antes de que aparezca Pozzo. Lucky lleva una pesada maleta, una silla plegable, un cesto de provisiones y un abrigo en el brazo; Pozzo, un látigo.)

POZZO: (Entre bastidores.) ¡Más rápido! (Chasquido de látigo. Entra Pozzo. Lucky pasa ante Vladimir y Estragon, y sale. Pozzo, al ver a Vladimir y a Estragon, se detiene. La cuerda se tensa. Pozo tira violentamente de ella.) ¡Atrás! (Lucky cae con toda la carga. Vladimir avanza hacia Lucky, Estragon le retiene por la manga.)

VLADIMIR: ¡Déjame!

POZZO: ¡Cuidado! Es malo. Con los desconocidos.

ESTRAGON: ¿Es él?

VLADIMIR: ¿Quién? ¿Godot?

ESTRAGON: Claro.

POZZO: Me presento: Pozzo.

VLADIMIR: ¡Qué va!

ESTRAGON: Ha dicho Godot.

VLADIMIR: ¡Qué va!

ESTRAGON: ¿No es usted el señor Godot, señor?

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POZZO: (Voz espeluznante.) ¡Soy Pozzo! ¿No les dice nada este nombre? Les pregunto si este nombre no les dice nada.

(Vladimir y Estragon se interrogan con la mirada.)

ESTRAGON: (Pensando.) Bozo… Bozzo…

VLADIMIR: (Pensando.) Pozzo…

POZZO: ¡PPPPOZZO!

ESTRAGON: ¡Ah! Pozzo… veamos… Pozzo…

VLADIMIR: ¿Pozzo o Bozzo?

ESTRAGON: Pozzo… no, no me dice nada.

VLADIMIR: Conocí a una familia Gozzo. La madre bordaba.

ESTRAGON: No somos del lugar, señor.

POZZO: Sin embargo, son seres humanos. (Se pone las gafas.) Por lo que veo. (Se quita las gafas.) De mi misma especie. (Rompe a reír a carcajadas.) ¡De la misma especie que Pozzo! ¡De origen divino! (Tajante, de pronto.) ¿Quién es Godot?

ESTRAGON: ¿Godot?

POZZO: Ustedes me han tomado por Godot.

VLADIMIR: ¡Oh, no, señor, ni por un momento, señor!

POZZO: ¿Quién es?

VLADIMIR: Bueno, es un… es un conocido.

ESTRAGON: No, no, que va, apenas lo conocemos.

VLADIMIR: Evidentemente… no le conocemos demasiado… pero de todos modos…

ESTRAGON: Yo, ni le reconocería.

POZZO: Ustedes me han tomado por él.

ESTRAGON: Bueno… ya sabe… la oscuridad… la fatiga… la debilidad… la espera… confieso… creí… por un momento…

VLADIMIR: ¡No le crea, señor, no le crea!

POZZO: ¿La espera? ¿Entonces, le esperaban?

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VLADIMIR: Bueno…

POZZO: ¿Aquí? ¿En mis propiedades?

VLADIMIR: No creíamos hacer nada malo.

ESTRAGON: Teníamos buenas intenciones.

POZZO: El camino es de todos.

VLADIMIR: Es lo que nos dijimos.

POZZO: Es una vergüenza, pero así es. No hablemos más del asunto. (Tira de la cuerda.) ¡En pie! Cada vez que se cae se duerme. (Tira de la cuerda.) ¡En pie, carroña! (Lucky se levanta y recoge su carga. Pozzo tira de la cuerda.) ¡Atrás! (Lucky retrocede.) ¡Quieto! ¡Vuélvete! (Lucky obedece. A Vladimir y a Estragon, amable.) Amigos míos, me siento feliz por haberles encontrado. (Ante su expresión de incredulidad.) Sí, sí, feliz de verdad. (Tira de la cuerda.) ¡Más cerca! ¡Quieto! (A Vladimir y a Estragon.) Ya se sabe, el camino es largo cuando se anda solo durante… (Consulta el reloj.) … durante… seis horas, sí, eso es, seis horas sin encontrar alma viviente. (A Lucky.) ¡Abrigo! (Lucky deja la maleta en el suelo, entrega el abrigo, retrocede, vuelve a coger la maleta.) Toma. (Pozzo le da el látigo, Lucky al no tener ya manos libres, se inclina y coge el látigo con los dientes, después retrocede.) ¡Abrigo! (Lucky deja todo en el suelo, ayuda a Pozzo a ponerse el abrigo, retrocede, vuelve a cogerlo todo. Pozzo termina de abrocharse el abrigo.) ¡Látigo! (Lucky, avanza, se inclina. Pozzo le arranca el látigo de entre los dientes, Lucky retrocede.) Ya ven, amigos míos, no puedo privarme durante demasiado tiempo de la compañía de mis semejantes, aunque sólo se me parezcan muy poco. (A Lucky.) ¡Silla! (Lucky deja la maleta y la cesta, avanza, abre la silla plegable, retrocede, la coloca en el suelo, retrocede, vuelve a coger el cesto y la maleta. Pozzo mira la silla plegable) ¡Más cerca! (Lucky deja la maleta y el cesto, avanza, mueve la silla, retrocede, vuelve a coger la silla y el cesto. Pozzo se sienta, apoya el extremo del látigo en el pecho de Lucky y empuja.) ¡Atrás! (Lucky retrocede.) Más. ¡Para! (A Vladimir y Estragon.) Por eso, con su permiso, me quedaré un rato con ustedes, antes de aventurarme más adelante. (A Lucky.) ¡Cesto! (Lucky avanza, le da el cesto, retrocede.) El aire libre abre el apetito. (Abre el cesto, saca un trozo de pollo, un trozo de pan y una botella de vino. A Lucky.) ¡Cesto! (Lucky avanza, coge el cesto, retrocede, se queda quieto.) ¡Más lejos! ¡Ahí! (Lucky se detiene.) ¡Atufa! (Bebe un trago de la botella.) ¡A nuestra salud! (Deja la botella y empieza a comer.)

(Estragon y Vladimir, poco a poco se envalentonan y empiezan a dar vueltas alrededor de Lucky observándole con gran atención. Pozzo hinca el diente con voracidad en el trozo de pollo y tira los huesos tras haberlos chupado. Lucky se dobla lentamente, hasta que la maleta roza el suelo, se incorpora bruscamente, empieza a doblarse de nuevo. Ritmo de quien duerme en pie.)

ESTRAGON: ¿Qué le sucede?

VLADIMIR: Parece cansado.

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ESTRAGON: ¿Por qué no deja el equipaje en el suelo?

VLADIMIR: ¡Y yo qué sé! Ven aquí, mira. Es carne viva.

ESTRAGON: Es la cuerda.

(Prosiguen la inspección, se detienen en el rostro.)

VLADIMIR: No está mal.

ESTRAGON: (Se encoge de hombros.) ¿Tú crees?

VLADIMIR: Un poco afeminado.

ESTRAGON: Babea.

VLADIMIR: Quizá sea idiota.

ESTRAGON: Un cretino.

VLADIMIR: Jadea.

ESTRAGON: Es normal.

VLADIMIR: ¡Qué ojos!

ESTRAGON: ¿Qué tienen?

VLADIMIR: Se le salen.

ESTRAGON: Creo que está a punto de reventar.

VLADIMIR: Pregúntale algo.

ESTRAGON: (Tímido.) Señor…

VLADIMIR: Más alto.

ESTRAGON: (Más alto.) Señor…

POZZO: ¡Déjenlo tranquilo! (Termina de comer, se limpia la boca con el dorso de la mano.) ¿No ven que quiere descansar? (Saca la pipa y empieza a llenarla. Estragon descubre los huesos del pollo en el suelo y los mira con voracidad. Pozzo empieza a encender su pipa.) ¡Cesto! (Lucky no se mueve, Pozzo arroja la cerilla con un gesto impetuoso y tira de la cuerda.) ¡Cesto! (Lucky, a punto de caer, recupera el equilibrio, avanza, mete la botella en el cesto, regresa a su sitio y adopta la misma actitud de antes. Estragon mira fijamente los huesos, Pozzo prende otra cerilla y enciende la pipa. Aspira una bocanada, estira las piernas.) Ah, ahora estoy mejor.

ESTRAGON: (Tímido.) Señor…

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POZZO: ¿Qué desea, amigo?

ESTRAGON: Este… ¿usted no come… este… ya no necesita… los huesos… señor?

VLADIMIR: ¿No podrías esperar?

POZZO: No, no, claro que no, es natural. ¿Qué si necesito los huesos? (Los mueve con el extremo del látigo.) No, personalmente ya no los necesito. (Estragon hace por cogerlos.) Pero… (Estragon se detiene.) Pero en principio los huesos pertenecen al maletero. Así que hay que preguntárselo a él. (Estragon se vuelve hacia Lucky, duda.) Pregúnteselo, pregúnteselo, sin miedo, él se lo dirá.

(Estragon se dirige hacia Lucky.)

ESTRAGON: Señor… perdón, señor…

(Lucky no reacciona. Pozzo chasquea su látigo. Lucky levanta la cabeza.)

POZZO: Te están hablando, cerdo. Contesta. Pregúntele.

ESTRAGON: Perdón, señor, los huesos, los quiere.

(Lucky mira a Estragon fijamente.)

POZZO: (Al cielo.) ¡Señor! (Lucky baja la cabeza.) ¡Responde! ¿Los quieres o no? (Silencio de Lucky. A Estragon.) Son suyos. (Estragon se precipita sobre los huesos, los recoge y empieza a roerlos.) Es extraño. Es la primera vez que rechaza un hueso. Espero que no me hará la broma de ponerse enfermo. (Chupa la pipa.)

VLADIMIR: (Estalla.) ¡Es vergonzoso!

(Silencio. Estragon, estupefacto, deja de roer, mira a Vladimir y a Pozzo alternativamente. Pozzo muy tranquilo. Vladimir cada vez más agitado.)

POZZO: (A Vladimir.) ¿Se refiere usted a algo en particular?

VLADIMIR: Tratar a un hombre de ese modo… ¡es vergonzoso!

ESTRAGON: ¡Un escándalo! (Vuelve a roer.)

POZZO: Son ustedes muy severos. (Vacía la pipa. Se levanta.) Voy a dejarles. Gracias por su compañía. A no ser que fume otra pipa con ustedes. ¿Qué les parece? (No contestan) Oh, no soy un gran fumador, y no estoy acostumbrado a fumar dos pipas una tras otra porque (se lleva la mano al corazón.) me produce taquicardia. Es la nicotina, uno se la traga a pesar de cuantas precauciones pueda tomar. (Suspira.) ¿Qué quieren que les diga? Pero quizás ustedes no sean fumadores. ¿Sí? ¿No? Bueno, es un detalle. Pero, ¿cómo puedo sentarme de nuevo con naturalidad ahora que ya me había levantado? ¿Sin parecer, como diría, que claudico? (A Vladimir.) ¿Cómo dice? (Silencio.) ¿No ha dicho usted nada? (Silencio.) No tiene importancia. Veamos…

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ESTRAGON: ¡Ah, ahora me siento mejor! (Tira los huesos.)

VLADIMIR: Vámonos.

ESTRAGON: ¿Ya?

POZZO: ¡Un momento! (Tira de la cuerda.) ¡Silla! (Lucky mueve la silla.) ¡Allí! (Vuelve a sentarse, Lucky retrocede, coge otra vez la maleta y el cesto.) ¡Ya estoy instalado de nuevo! (Empieza a llenar la pipa.)

VLADIMIR: Vámonos

POZZO: Supongo que no se marchan por mi causa. Quédense un rato más, no se arrepentirán.

ESTRAGON: Tenemos tiempo.

POZZO: (Tras encender la pipa.) La segunda siempre es peor… que la primera, quiero decir. (Sigue fumando.) Pero, de todos modos, es buena.

VLADIMIR: Yo me voy.

POZZO: No puede soportar mi presencia. No hay duda de que soy poco humano, pero, ¿es eso una razón? Reflexione antes de cometer una imprudencia. Supongamos que se vayan ahora, cuando aún es de día, pues a pesar de todos aún es de día. (Los tres miran hacia el cielo.) Bien, ¿qué sucede en tal caso? (Mira la pipa.), se apagó (Vuelve a encender la pipa.), qué sucede en tal caso con la cita que tiene con ese….Godet… Godot… Godin… en fin, ya entienden a qué me refiero, de quién depende… en fin su porvenir inmediato.

ESTRAGON: Tiene razón.

VLADIMIR: ¿Cómo lo sabe?

POZZO: ¡Vaya! ¡Vuelve a dirigirme la palabra! Acabaremos por encariñarnos.

ESTRAGON: ¿Por qué no deja el equipaje en el suelo?

POZZO: A mí también me haría feliz encontrarle. Cuanta más gente encuentro, más feliz soy. Con la criatura más insignificante, uno aprende, se enriquece, saborea mejor su felicidad. Ustedes mismos, ustedes mismos, quién sabe, quizá me hayan aportado algo.

ESTRAGON: ¿Por qué no deja el equipaje en el suelo?

POZZO: Pero me extrañaría.

VLADIMIR: Le ha preguntado algo.

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POZZO: ¿Preguntado? ¿Quién? ¿Qué? Hace un momento me llamaban señor, temblando. Ahora ya me hacen preguntas. Eso terminará muy mal. Me pregunta por qué no deja el equipaje, como usted dice.

VLADIMIR: Eso es.

ESTRAGON: (Sigue dando vueltas alrededor de Lucky.) Resopla como una foca.

POZZO: Voy a contestarles. (A Estragon.) Pero estese quieto, por favor, me pone usted nervioso.

VLADIMIR: Ven aquí.

ESTRAGON: ¿Qué sucede?

VLADIMIR: Va a hablar.

(Escuchan.)

POZZO: Perfecto. ¿Están todos? ¿Me miran todos? (Mira a Lucky, tira de la cuerda. Lucky levanta la cabeza.) Mírame, cerdo. (Lucky le mira.) Perfecto. (Se mete la pipa en el bolsillo, saca un pulverizador, se rocía la garganta y vuelve a metérselo en el bolsillo, carraspea, escupe, vuelve a sacar el pulverizador, se rocía la garganta y vuelve a metérselo en el bolsillo.) ¿Me escuchan todos? (Mira a Lucky y tira de la cuerda.) ¡Acércate! (Lucky avanza.)¡Ahí! (Lucky se detiene.) ¿Están todos preparados? Mira a los tres y tira de la cuerda.) ¿Ya? (Lucky levanta la cabeza.) No me gusta hablar sin que me atiendan. Bueno. Veamos.

ESTRAGON: Yo me voy.

POZZO: ¿Qué es exactamente lo que me han preguntado?

VLADIMIR: ¿Por qué el…?

POZZO: (Colérico.) ¡No me interrumpan cuando hablo! (Más calmado.) Si hablamos todos al mismo tiempo no nos entenderemos. ¿Por dónde iba? ¿Qué estaba diciendo?

(Vladimir imita a alguien que llevara una pesada carga. Pozzo le observa sin comprender.)

ESTRAGON: ¡Equipaje! (Señala a Lucky.) ¿Por qué? Siempre lo acarrea. (Imita a alguien que se dobla por un peso, jadea.) Nunca lo deja. ¿Por qué?

POZZO: Ya comprendo. Haberlo dicho antes. ¿Por qué no se pone cómodo? Intentemos ver claro. ¿No tiene derecho? Sí. Entonces, ¿no quiere? Es un buen razonamiento. ¿Y por qué no quiere? Señores, les diré por qué. Para impresionarme, para que no le deje.

ESTRAGON: ¿Cómo?

POZZO: Trata de inspirarme piedad para que no me separe de él.

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VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: El desea quedarse conmigo, pero no se quedará

VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: Cree que, viéndole tan eficaz cargador, le emplearé como tal en el futuro.

ESTRAGON: ¿Y usted no quiere?

POZZO: En realidad, carga como un cerdo. No es su trabajo.

VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: Cree que al verle infatigable, me arrepentiré de mi decisión. Como si me faltasen peones. Ya está. Supongo que he contestado a su pregunta. ¿Algo más? (Usa el pulverizador.)

VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: Piensa que yo podía haber estado en su lugar y él en el mío. Si el azar no se hubiera opuesto. A cada cual lo suyo.

VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: ¿Qué dice?

VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?

POZZO: Naturalmente. Pero en lugar de echarle, como muy bien hubiera podido hacer, quiero decir, en lugar de ponerle de patitas en la calle, es tal mi bondad que lo llevo al mercado de San Salvador, en donde espero sacar algo por él. Lo cierto es que a seres como éste no se le puede echar. Para hacerlo bien, sería necesario matarles.

(Lucky llora.)

ESTRAGON: Llora.

POZZO: Los perros tienen más dignidad. (Le da un pañuelo a Estragon.) Consuélelo, puesto que le compadece. (Estragon duda.) Tome. (Estragon coge el pañuelo.) Séquele los ojos. Así se sentirá menos abandonado.

(Estragon sigue dudando.)

VLADIMIR: Dame, yo lo haré.

(Estragon no quiere darle el pañuelo.)

POZZO: Dese prisa. Pronto dejará de llorar. (Estragon se acerca a Lucky y se dispone a secarle los ojos. Lucky le pega un violento puntapié en la tibia. Estragon suelta el

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pañuelo. Da vueltas por el escenario cojeando y aullando de dolor.) Pañuelo. (Lucky deja la maleta y el cesto en el suelo, recoge el pañuelo, se adelanta, se lo da a Pozzo, retrocede, vuelve a coger la maleta y el cesto.)

ESTRAGON: ¡Canalla! ¡Cerdo! (Se arremanga el pantalón.) ¡Me ha hecho polvo!

POZZO: Le advertí que no le gustaban los desconocidos.

VLADIMIR: Déjame ver. (Estragon le enseña la pierna. A Pozzo, colérico.) ¡Sangra!

POZZO: Eso es bueno.

ESTRAGON: (Con la pierna herida al descubierto.) ¡Nunca más podré andar!

VLADIMIR: Yo te ayudaré.

POZZO: Ya no llora. En cierto modo usted le ha sustituido. Las lágrimas del mundo son inmutables. Cuando alguien empieza a llorar, alguien deja de hacerlo en otra parte. Lo mismo ocurre con la risa. (Ríe.) No hablemos mal de nuestra época, no es peor que las pasadas. Pero tampoco hablemos bien. No hablemos.

VLADIMIR: Intenta andar.

(Estragon, cojeando, se detiene delante de Lucky y le escupe. Se sienta.)

POZZO: ¿Saben quien me ha enseñado estas cosas tan hermosas? ¡El!

VLADIMIR: ¿No llegará nunca la noche?

POZZO: Sin él jamás hubiera pensado, jamás sentido más que cosas rastreras. La belleza, la gracia, la verdad máxima, era incapaz de ellas. Entonces cogí un “knuk”.

VLADIMIR: Un “knuk”.

POZZO: Pronto hará sesenta años de esto… sí, pronto hará sesenta. No los aparento, ¿verdad? (Vladimir mira a Lucky.) Comparado con él parezco un hombre joven, ¿verdad? (A Lucky.) ¡Sombrero! (Lucky deja el cesto y se quita el sombrero. Una abundante cabellera blanca le cae a ambos lados del rostro. Se pone el sombrero bajo el brazo y vuelve a coger el cesto.) Ahora miren. (Pozzo se quita el sombrero. Es completamente calvo. Vuelve a calarse el sombrero.) ¿Han visto?

VLADIMIR: ¿Qué es un “knuk”?

POZZO: Ustedes no son del lugar. ¿Pertenecen ustedes al siglo? En otros tiempos se tenían bufones. Ahora se tienen “knuks”. Aquellos que pueden permitírselo.

VLADIMIR: ¿Y ahora lo despide? ¿A un criado tan viejo y tan fiel?

ESTRAGON: ¡Qué vergüenza!

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(Pozzo cada vez más agitado.)

VLADIMIR: Después de haberle chupado la sangre lo despide como una… como una piel de plátano. Reconozca que…

POZZO: (Gime.) Ya no puedo… ya no puedo soportarlo más… lo que hace… no pueden ustedes saber… es horroroso… es necesario que se marche… Me vuelvo loco. No puedo más… no puedo más.

VLADIMIR: No puede más.

ESTRAGON: Es horroroso.

VLADIMIR: Enloquece.

ESTRAGON: Es repugnante.

VLADIMIR: (A Lucky.) ¿Cómo se atreve? ¡Es vergonzoso! ¡Un amo tan bondadoso! ¡Hacerle sufrir así! ¡Después de tantos años!

POZZO: (Solloza.) En otro tiempo… era amable… me ayudaba… me distraía… me ayudaba a ser mejor… ahora … me ha asesinado…

ESTRAGON: (A Vladimir.) ¿Acaso quiere sustituirle?

VLADIMIR: ¿Cómo?

ESTRAGON: No he comprendido si quiere sustituirle o si no lo quiere a su lado.

VLADIMIR: No sé.

ESTRAGON: Hay que preguntarle.

POZZO: (Ya calmado.) Señores, no sé qué me ha sucedido. Les pido perdón. Olvídense de todo. (Cada vez más dueño de sí.) No sé muy bien qué he dicho, pero pueden estar seguro que ni una sola palabra era cierta. (Se pone en pie.) ¿Parezco yo un hombre a quien se le pueda hacer sufrir? ¡Vamos!

VLADIMIR: ¿No llegará nunca la noche?

(Los tres miran el cielo.)

POZZO: ¿No deberían marcharse antes?

ESTRAGON: Bueno… usted comprende…

POZZO: Pero si es lógico, es totalmente lógico. Yo mismo…, en su lugar, si tuviera una cita con un Godin… Godet… Godot… en fin, ya saben ustedes a quién me refiero, esperaría a que se hiciese noche cerrada antes de partir. (Mira la silla.) Me gustaría volver a sentarme, pero no sé cómo hacerlo.

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ESTRAGON: ¿Puedo ayudarle?

POZZO: Quizá, si me lo pidiera.

ESTRAGON: ¿Qué?

POZZO: Si me pidiera que volviera a sentarme.

ESTRAGON: ¿Eso serviría de algo?

POZZO: Creo que sí.

ESTRAGON: Pues bueno. Vuelva a sentarse, señor, se lo ruego.

POZZO: No, no, no merece la pena. Insista un poco.

ESTRGON: Pero vamos, no se quede en pie, puede enfriarse.

POZZO: ¿Usted cree?

ESTRAGON: Con toda seguridad.

POZO: Indudablemente, tiene usted razón. (Vuelve a sentarse.) Gracias amigo. Ya estoy instalado otra vez. ¿Qué estaba diciendo?

(Cae el sombrero de Lucky sin que éste lo advierta.)

VLADIMIR: Vámonos.

ESTRAGON: Mientras se espera, nada ocurre.

POZZO: ¿Se aburren?

ESTRAGON: Más bien.

POZZO: (A Vladimir.) ¿Y usted, señor?

VLADIMIR: No es divertido.

POZZO: Señores, ustedes han sido… amables conmigo.

ESTRAGON: ¡Qué va!

VLADIMIR: ¡Qué idea!

POZZO: Sí, sí se han portado con corrección. De modo que me pregunto… ¿Qué podría hacer yo por unas personas tan buenas que se aburren?

ESTRAGON: Una moneda sería bien acogida.

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VLADIMIR: No somos mendigos.

POZZO: ¿Qué puedo hacer para que el tiempo se les haga más corto? Les he dado huesos, les he hablado de una serie de cosas, esto es evidente. Pero, ¿es suficiente?

ESTRAGON: Basta con unas perras.

VLADIMIR: ¡Cállate!

ESTRAGON: Me voy.

POZO: ¿Es suficiente? Desde luego. Pero soy desprendido. Es mi modo de ser. Hoy. Peor para mí. (Tira de la cuerda. Lucky le mira.) Porque sufriré no hay duda. (Coge el látigo.) ¿Qué prefieren ustedes? ¿Que baile, que cante, que recite, que piense? ¿Saben ustedes pensar?

VLADIMIR: ¿El piensa?

POZZO: Perfectamente. En voz alta. En otros tiempos, incluso pensaba maravillosamente y yo podía escucharle durante horas. ¿Quieren que piense algo para nosotros?

ESTRAGON: Preferiría que bailase, sería más entretenido.

POZZO: No necesariamente.

ESTRAGON: ¿Verdad, Didi, que sería más divertido?

VLADIMIR: A mí me gustaría oírle pensar.

ESTRAGON: ¿Podría primero bailar y después pensar? Si no es pedirle demasiado.

VLADIMIR: ¿Puede ser?

POZZO: Desde luego, nada más fácil. Además, ése es el orden. (Ríe.)

VLADIMIR: Pues que baile.

POZO: (A Lucky.) ¿Has oído?

ESTRAGON: ¿Nunca se niega?

POZZO: (A Lucky.) ¡Baila, asqueroso!

(Lucky deja la maleta y el cesto en el suelo, va hacia la rampa. Baila. Se detiene.)

ESTRAGON: ¿Eso es todo?

POZZO: ¡Sigue!

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(Lucky repite los mismos movimientos. Se detiene.)

ESTRAGON: ¡Vamos, cerdo mío! (Imita los movimientos de Lucky.) Podría hacerlo yo. (Lo imita, casi cae.) Con un poco de entrenamiento.

VLADIMIR: Está cansado.

POZZO: En otro tiempo bailaba la farándola, la almea, el bamboleo, la giga, el fandango e incluso el hompipe. Saltaba. Ahora ya sólo hace eso. ¿Saben cuál es su nombre?

ESTRAGON: La muerte del lampista.

VLADIMIR: El cáncer de los ancianos.

POZZO: La danza de la red. Se cree atrapado en una red.

VLADIMIR: (Se retuerce imitando a Lucky.) Tiene algo de…

(Lucky se dispone a volver a su equipaje.)

POZZO: ¡Sooo!

(Lucky se queda quieto.)

ESTRAGON: ¿Nunca se revela?

POZZO: Les explicaré. A veces le pido que cante y en vez de cantar como yo le pedí, se pone a bailar, por ejemplo, o a pensar, o a…

VLADIMIR: (A Pozzo.) Dígale que piense.

POZZO: Déle su sombrero.

VLADIMIR: ¿Su sombrero?

POZZO: No puede pensar sin su sombrero.

VLADIMIR: /A Estragon.) Dale su sombrero.

ESTRAGON: ¿Yo? ¿Después de la patada que me ha arreado? ¡Jamás!

VLADIMIR: Se lo daré yo. (No se mueve.)

ESTRAGON: Que lo haga él mismo.

POZZO: Es mejor dárselo.

VLADIMIR: Se lo voy a dar.

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(Recoge el sombrero y se lo tiende a Lucky con el brazo extendido. Lucky no se mueve.)

POZZO: Hay que ponérselo.

ESTRAGON: (A Pozzo.) Dígale que lo coja.

POZZO: Es mejor ponérselo.

VLADIMIR: Voy a ponérselo.

(Gira con precaución alrededor de Lucky se acerca sigilosamente, le pone el sombrero y retrocede con rapidez. Lucky no se mueve. Silencio.)

ESTRAGON: ¿A qué espera?

POZZO: ¡Aléjense! (Pozzo tira de la cuerda. Lucky le mira.) ¡Piensa, cerdo! (Lucky empieza a bailar.) ¡Para! (Lucky se detiene.) ¡Piensa!

LUCKY: Además, respecto a…

POZZO: ¡Calla! (Lucky se calla.) ¡Atrás! (Lucky retrocede.) ¡Ahí! (Lucky se detiene.) ¡Piensa!

LUCKY: Dada la existencia tal como demuestran los recientes trabajos públicos de Poincon y Wattmann de un Dios personal cuacuacuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina apatía su divina atambía su divina afasía nos ama mucho con algunas excepciones no se sabe por qué pero eso llegará (Intensa atención de Estragon y Vladimir. Abatimiento y asco de Pozzo.) y sufre tanto como la divina Miranda con aquellos que son no se sabe por qué pero se tiene tiempo en el tormento en los fuegos cuyos fuegos las llamas a poco que duren todavía un poco y quien puede dudar incendiarán al fin las vigas a saber llevarán el infierno a las nubes tan azules por momento aún hoy y tranquilas tan tranquilas con un tranquilidad que no por ser intermitente es menos bienvenida pero no anticipemos y considerando por otra parte que como consecuencia de las investigaciones inacabadas no anticipemos las búsquedas inacabadas pero sin embargo coronadas por la Acacacacademia de Antropopopopometría de Berna en Bresse de Testu y Conard se ha establecido sin otra posibilidad de error que la referente a los cálculos humanos que como consecuencia de las investigaciones inacabadas inacabadas de Testu y Conard ha quedado establecido tablecido tablecido lo que (Primeros murmullos de Estragon y Vladimir. Aumentan los sufrimientos de Pozzo.) sigue que sigue que sigue a saber pero no anticipemos no se sabe por qué como consecuencia de los trabajos de Poincon y Wattmann resulta tan claro tan claro que en vista de los trabajos de Fartov y Belcher inacabados inacabados no se sabe por qué de Testu y Conard inacabados inacabados resulta que el hombre contrariamente a la opinión contraria que el hombre en Bresse de Tus y Conard que el hombre en fin en una palabra que el hombre en una palabra en fin a pesar de los progresos de la alimentación y de la eliminación de los residuos está a punto de adelgazar y al mismo tiempo paralelamente no se sabe por qué a pesar del impulso de la cultura física de la práctica de los deportes tales tales tales como el tenis el fútbol las carreras y a pie y en bicicleta la natación la equitación la aviación la conación el tenis el remo el patinaje

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y sobre (Estragon y Vladimir se calman y vuelven a escuchar. Pozzo se agita cada vez más y deja escapar algunos gemidos.) hielo y sobre asfalto el tenis la aviación los deportes los deportes de invierno de verano de otoño de otoño el tenis sobre hierba sobre mesa y sobre cemento la aviación el tenis el jockey sobre tierra sobre mar y en los aires la penicilina y sucedáneos en una palabra vuelvo al mismo tiempo paralelamente a reducir no se sabe por qué a pesar el tenis vuelvo la aviación el golf tanto a nueve como a dieciocho hoyos el tenis sobre hielo en una palabra no se sabe por qué en Seine-Seine-e-Oise-Seine-et-Marne-Marne-ey-Oise a saber al mismo tiempo no se sabe por qué de adelgazar vuelvo Oise Marne en resumen la pérdida seca por cabeza desde la muerte de Voltaire siendo del orden de dos dedos cien gramos por cabeza aproximadamente por término medio poco más o menos cifras redondas buen peso desvestido en Normandía no se sabe por qué en una palabra en fin poco importan los hechos ahí están y considerando por otra parte lo que todavía es más que que surge o que todavía es más grave a la luz la luz de las experiencias en curso de Steinweg y (Exclamaciones de Vladimir y Estragon. Pozzo se levanta de un salto, tira de la cuerda. Todos gritan. Lucky tira de la cuerda, tropieza, aúlla. Todos se lanzan sobre Lucky que se debate y vocifera su texto.) Peterman surge lo que todavía es más grave que surge lo que todavía es más grave a la luz la luz de las experiencias abandonadas de Steinweg y- Petermann- que en el campo en la montaña y a orillas del mar y de corrientes y de agua y de fuego el aire es el mismo y la tierra a saber el aire y la tierra por los grandes fríos el aire y la tierra hechos para las piedras por los grandes fríos por los grandes fríos ay en la séptima de su era el éter la tierra el mar para las piedras por los grandes fondos los grandes fríos sobre mar sobre tierra y en los aires poco queridos vuelvo no se sabe por qué a pesar del tenis los hechos están ahí no se sabe por qué vuelvo a lo siguiente resumiendo en fin ay a lo siguiente para las piedras quien puede dudarlo vuelvo pero -no anticipemos vuelvo la cabeza al mismo tiempo paralelamente no se sabe por qué a pesar del tenis a lo siguiente la barba las llamas los llantos las piedras tan azules tan tranquilas ay la cabeza la cabeza la cabeza en Normandía a pesar del tenis los trabajos abandonados inacabados más graves las piedras resumiendo vuelvo ay ay abandonados inacabados la cabeza la cabeza en Normandía a pesar del tenis la cabeza ay las piedras Conard Conard… (Embrollado. Lucky profiere todavía algunas exclamaciones.) ¡Tenis! ¡Las piedras!... ¡Tan tranquilas!... ¡Conard!... ¡Inacabados!

POZO: ¡Su sombrero! (Vladimir se apodera del sombrero de Lucky, quien calla y cae. Silencio. Jadeo de los vencedores. Vladimir contempla el sombrero de Lucky y mira el interior.) ¡Démelo! (Arranca el sombrero de manos de Vladimir, lo tira al suelo y lo pisotea.) ¡Así ya no pensará!

VLADIMIR: Pero, ¿podrá orientarse?

POZZO: Yo le orientaré. (Le arrea unos cuantos puntapiés a Lucky.) ¡En pie! ¡Cerdo!

ESTRAGON: Tal vez esté muerto.

VLADIMIR: Lo va usted a matar.

POZZO: ¡En pie! ¡Carroña! (Tira de la cuerda. A Estragon y Vladimir.) Ayúdenme. ¡Levántelo!

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(Estragon y Vladimir ponen en pie a Lucky, lo sostiene un momento, luego lo dejan. Cae de nuevo.)

ESTRAGON: Lo hace a propósito.

POZZO: Hay que sostenerle. ¡Vamos, vamos, levántelo!

ESTRAGON: Ya estoy harto.

VLADIMIR: ¡Venga, intentémoslo de nuevo!

ESTRAGON: ¿Por quién nos toma?

VLADIMIR: Venga.

(Ponen en pie a Lucky, lo sostienen.)

POZZO: ¡No lo suelten! ¡No se muevan! (Pozzo coge la maleta y el cesto y se los lleva a Lucky.) ¡Sosténgalo bien! (Pone la maleta en la mano de Lucky, quien la suelta en el acto.) ¡No lo suelten! (Vuelve a empezar. Lucky termina por coger la maleta.) ¡Sigan sosteniéndole! (Hace la misma operación con el cesto.) Ya está, ya pueden soltarlo. (Estragon y Vladimir se separan de Lucky, quien vacila, se tambalea y se dobla, pero permanece en pie, con maleta y cesto en mano. Pozzo retrocede, hace chasquear el látigo.) ¡Adelante! (Lucky avanza.) ¡Atrás! (Lucky retrocede.)¡Date la vuelta!! (Lucky se vuelve.) Ya está puede andar. (Se vuelve hacia Estragon y Vladimir.) Gracias, señores, y permítanme que les desee (Olfatea.) que les desee… (Olfatea.) ¿Quién de los dos huele tan mal?

ESTRAGON: A él le huele el aliento, a mí, los pies.

POZZO: Voy a dejarles.

ESTRAGON: Muy bien. Entonces, adiós.

POZZO: Adiós

VLADIMIR: Adiós.

ESTRAGON: Adiós.

(Silencio. Nadie se mueve.)

VLADIMIR: Adiós.

POZZO: Adiós.

ESTRAGON: Adiós

(Silencio.)

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POZZO: Y gracias.

VLADIMIR: Gracias a usted.

POZZO: No hay de qué.

ESTRAGON: Claro que sí.

POZZO: Claro que no.

VLADIMIR: Claro que sí.

ESTRAGON: Claro que no.

(Silencio.)

POZZO: ¡Joder! No consigo… (Intentando despegarse del suelo.) …marcharme. (Se despega.)

ESTRAGON: Así es la vida.

(Pozzo se aleja soltando cuerda.)

VLADIMIR: Va en dirección contraria.

POZZO: Tomo impulso. (Al llegar al extremo de la cuerda, se detiene, se vuelve, grita.) ¡Apártense! (Chasquido de látigo.) ¡Adelante! (Lucky permanece inmóvil.)

ESTRAGON: ¡Adelante!

VLADIMIR: ¡Adelante!

(Chasquido de látigo. Lucky se pone en movimiento.)

POZZO: ¡Más rápido! (Atraviesa el escenario en pos de Lucky. Estragon y Vladimir se descubren y agitan la mano. Lucky sale. Pozzo hace chasquear cuerda y látigo al mismo tiempo.) ¡Más rápido, más rápido! (En el momento en que va a desaparecer, Pozzo se detiene, se vuelve. La cuerda se tensa. Ruido de Lucky que cae.) ¡Mi silla! (Vladimir va por la silla y se la da a Pozzo, quien la arroja hacia Lucky.) ¡Adiós!

ESTRAGON y VLADIMIR: (Agitan la mano.) ¡Adiós! ¡Adiós!

POZZO: ¡En pie! ¡Cerdo! ¡Adelante! (Pozzo sale. Chasquido de látigo.) ¡Adelante! ¡Adiós! ¡Más rápido! ¡Puerco! ¡Arre! ¡Adiós!

VLADIMIR: Con esto hemos pasado el tiempo

ESTRAGON: Hubiera pasado igual de todos modos

VLADIMIR: Sí, pero menos rápido.

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ESTRAGON: ¿Y qué hacemos ahora?

VLADIMIR: No sé.

ESTRAGON: Vayámonos.,

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto.

VOZ: ¡Señor!

(Ambos miran hacia el lugar de donde ha surgido la voz.)

ESTRAGON: Vuelta a empezar.

VLADIMIR: Acércate, hijo.

(Entra un muchacho, temerosamente. Se detiene.)

MUCHACHO: ¿El señor Alberto?

VLADIMIR: Soy yo.

ESTRAGON: ¿Qué quieres?

VLADIMIR: Acércate.

(El muchacho no se mueve.)

ESTRAGON: Te han dicho que te acerques.

(El muchacho avanza temerosamente, se detiene.)

VLADIMIR: ¿Qué hay?

MUCHACHO: El señor Godot… (Se calla.)

VLADIMIR: ¿Sí? Acércate.

(El muchacho no se mueve.)

ESTRAGON: ¡Te han dicho que te acerques! (El muchacho avanza temerosamente.) ¿Por qué llegas tan tarde?

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VLADIMIR: ¿Traes un mensaje del señor Godot?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: Dilo, pues.

ESTRAGON: ¿Por qué llegas tan tarde?

(El muchacho mira a uno y a otro, sin saber a quién responder.)

VLADIMIR: Déjale en paz.

ESTRAGON: Déjame tranquilo. (Al muchacho.) ¿Sabes qué hora es?

MUCHACHO: ¡No es culpa mía, señor!

ESTRAGON: Quizá sea mía.

MUCHACHO: Tenía miedo, señor.

ESTRAGON: ¿Miedo, de qué? ¿De nosotros? ¡Responde!

VLADIMIR: Ya sé qué sucede, le asustaban los otros.

ESTRAGON: ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

MUCHACHO: Hace un momento, señor.

VLADIMIR: ¿Te asustó el látigo?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Y los gritos?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Y los dos señores?

MUCHACHO: Sí señor.

VLADIMIR: Los conoces.

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: ¿Eres del lugar?

MUCHACHO: Sí, señor.

ESTRAGON: ¡Todo esto son mentiras! (Zarandea al muchacho.) ¡Dinos la verdad!

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MUCHACHO: (Temblando.) ¡Pero si es la verdad, señor!

VLADIMIR: ¡Déjale tranquilo! ¿Qué te sucede? ¿Qué te ocurre? (Estragon suelta al muchacho. Se lleva las manos a la cara.) ¿Qué te ocurre?

ESTRAGON: Soy desgraciado.

VLADIMIR: ¡No bromees! ¿Desde cuándo?

ESTRAGON: Lo había olvidado.

VLADIMIR: La memoria nos juega esas malas pasadas. (Estragon va a sentarse y empieza a descalzarse. Al muchacho.) ¿Y qué?

MUCHACHO: El señor Godot…

VLADIMIR: Te he visto antes, ¿no?

MUCHACHO: No sé, señor.

VLADIMIR: ¿No me conoces?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: ¿No viniste ayer?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: ¿Es la primera vez que vienes?

MUCHACHO: Sí señor.

VLADIMIR: Bueno, continúa.

MUCHACHO: El señor Godot me manda deciros que no vendrá esta noche, pero que mañana seguramente lo hará.

VLADIMIR: ¿Eso es todo?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Trabajas para el señor Godot?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Qué haces?

MUCHACHO: Apaciento las cabras, señor.

VLADIMIR: ¿Es bueno contigo?

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MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿No te pega?

MUCHACHO: No, señor, a mí no.

VLADIMIR: ¿A quién pega?

MUCHACHO: Pega a mi hermano, señor.

VLADIMIR: ¡Ah! ¿Tienes un hermano?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Qué hace?

MUCHACHO: Guarda las ovejas, señor.

VLADIMIR: Y a ti, ¿por qué no te pega?

MUCHACHO: No sé, señor.

VLADIMIR: Debe quererte.

MUCHACHO: No sé, señor.

VLADIMIR: ¿Te da bien de comer? (El muchacho duda.) ¿Te da bien de comer?

MUCHACHO: Bastante bien, señor.

VLADIMIR: ¿Eres desgraciado? (El muchacho duda.) ¿Me oyes?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Y?

MUCHACHO: No sé, señor.

VLADIMIR: ¿No sabes si eres o no desgraciado?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: Igual que yo. ¿Dónde duermes?

MUCHACHO: En el granero, señor.

VLADIMIR: ¿Con tu hermano?

MUCHACHO: Sí, señor.

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VLADIMIR: ¿En el heno?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: Bueno, vete.

MUCHACHO: ¿Qué debo decirle al señor Godot, señor?

VLADIMIR: Dile… Dile que nos has visto. Nos has visto bien, ¿verdad?

MUCHACHO: Sí, señor. (Retrocede y sale corriendo.)

(La luz se extingue. La noche cae de pronto. Sale la luna, al fondo, aparece en el cielo, se inmoviliza, baña el escenario con luz plateada.)

VLADIMIR: ¡Por fin! (Estragon se levanta, tiene los zapatos en la mano. Los deja en la rampa, y mira la luna.) ¿Qué haces?

ESTRAGON: Contemplo la luna, como tú.

VLADIMIR: Me refiero a tus zapatos.

ESTRAGON: Los he dejado allí. Otro vendrá, como yo, pero calzará un número menor, y harán su felicidad.

VLADIMIR: Pero no puedes ir descalzo.

ESTRAGON: Jesús lo hizo.

VLADIMIR: ¡Jesús! ¿A qué viene eso? No pretenderás compararte con Él.

ESTRAGON: Lo he hecho durante toda mi vida.

VLADIMIR: ¡Pero si allí hacía calor! ¡Hacía buen tiempo!

ESTRAGON: Sí. Pero te crucificaban enseguida.

VLADIMIR: Aquí ya no tenemos nada que hacer.

ESTRAGON: Ni en ningún sitio.

VLADIMIR: Vamos, Gogo, no seas así. Mañana todo irá mejor.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: ¿No oíste lo que dijo el chaval?

ESTRAGON: No.

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VLADIMIR: Dijo que seguramente Godot vendrá mañana. No te dice nada eso.

ESTRAGON: Entonces, no hay más remedio que esperar aquí.

VLADIMIR: ¡Estás loco! ¡Hay que cobijarse! Ven.

ESTRAGON: (Mira al árbol.) Que pena no tener un trozo de cuerda.

VLADIMIR: Ven. Empieza a hacer frío.

ESTRAGON: Recuerda que mañana traiga una cuerda.

VLADIMIR: Sí. Ven. (Tira de él.)

ESTRAGON: ¿Cuánto tiempo llevamos juntos?

VLADIMIR: No sé, Quizá cincuenta años.

ESTRAGON: ¿Recuerdas el día en que me arrojé al río Durance?

VCLADIMIR: Trabajábamos en la vendimia.

ESTRAGON: Me rescataste.

VLADIMIR: No pienses más, venga, vamos.

ESTRAGON: Espera.

VLADIMIR: Tengo frío.

ESTRAGON: Me pregunto si no hubiese sido mejor que cada cual hubiera emprendido, solo, su camino. No estábamos hechos para vivir juntos.

VLADIMIR: Vete a saber.

ESTRAGON: Nunca se sabe.

VLADIMIR: Todavía podemos separarnos, si crees que es lo mejor.

ESTRAGON: Ahora ya no vale la pena.

VLADIMIR: Es cierto, ahora ya no vale la pena.

ESTRAGON: ¿Vamos, pues?

VLADIMIR: Vayamos.

(No se mueven.)

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(Por la rampa llegan Fando y Lis. Estragon y Vladimir al notar su presencia y antes de ser vistos, se meten debajo de la rampa, los ven pasar y se ocultan. Fando lleva a Lis encima de un cochecito o carrito. Por fuera lleva colgado un tambor. Lis es paralítica de las dos piernas. Al llegar al final de la rampa, Fando deja el carrito, inspecciona el lugar y al reconocerlo, se alegra. Saca a Lis del carrito y la aposenta en el suelo.)

LIS: Pero yo me moriré y nadie se acordará de mí.

FANDO: (Muy tierno.) Sí, Lis. Yo me acordaré de ti y te iré a ver al cementerio con una flor y un perro. (Emocionado.) Y en tu entierro cantaré por lo bajines eso de “Qué bonito es un entierro, qué bonito es un entierro” que tiene la música tan pegadiza. Lo haré por ti.

LIS: ¿Me quieres mucho?

FANDO: Pero yo más bien no quiero que mueras. Me voy a quedar muy triste el día que te mueras.

LIS: ¿Ponerte triste? ¿Por qué?

FANDO: No sé.

LIS: Me lo dices sólo porque lo has oído. Eso es señal de que no te pondrás triste. Siempre me engañas.

FANDO: No, Lis, te lo digo de verdad. Me pondré muy triste.

LIS: ¿Llorarás?

FANDO: Haré un esfuerzo, pero no sé si podré. ¡No sé si podré! ¡No sé si podré! ¿Tú crees que esto es una contestación? Créeme, Lis.

LIS: Pero ¿creerte qué?

FANDO: No sé bien. Dime sólo que me crees.

LIS: (Automáticamente.) Te creo.

FANDO: Pero en ese tono no vale.

LIS: (Alegre.) Te creo.

FANDO: Así tampoco vale, Lis. Dímelo bien, Lis, que cuando tú quieres me sabes decir bien las cosas.

LIS: (En otro tono.) Te creo.

FANDO: No, Lis, no. No es así. Inténtalo otra vez.

LIS: Te creo.

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FANDO: No, no, Lis. Cómo eres, cómo te portas de mal conmigo. Inténtalo bien.

LIS: (Sin lograrlo aún.) Te creo.

FANDO: (Violento.) No, no, no es eso.

LIS: (Hace un esfuerzo desesperado por decirlo bien.) Te creo.

FANDO: (Violentísimo.) ¡Tampoco!

LIS: (Llena de sinceridad.) Te creo.

FANDO: (Conmovido.) ¡Me crees! ¡Lis! ¡Me crees!

LIS: (También conmovida.) Sí, te creo.

FANDO: ¡Qué feliz soy, Lis!

LIS: Te creo porque cuando hablas pareces un conejo y cuando te acuestas conmigo me dejas que me lleve toda la sábana y coges frío.

FANDO: No tiene importancia:

LIS: Y sobre todo, porque por las mañanas me lavas en la fuente, y así no tengo que lavarme, que me molesta mucho.

FANDO: (Muy resuelto.) Lis, quiero hacer muchas cosas por ti.

LIS: ¿Cuántas?

FANDO: Cuantas más mejor.

LIS: Entonces lo que tienes que hacer es luchar en la vida.

FANDO: Eso es muy difícil.

LIS: Es sólo así como puedes hacer cosas por mí.

FANDO: ¿Luchar en la vida? Qué cosas dices. Casi parece una broma. Es que, Lis, no sé por qué tengo que luchar, y, quizá, si supiera por qué no tendría fuerzas; e incluso, si tuviera fuerzas, no sé si ellas me servirían para vencer.

LIS: Fando, haz un esfuerzo.

FANDO: ¿Hacer un esfuerzo? Quizás eso sea más sencillo.

LIS: Nos tenemos que poner de acuerdo.

FANDO: ¿Y es seguro que eso nos ayudará?

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LIS: Casi seguro.

FANDO: Pero ¿ayudarnos a qué?

LIS: No importa, el caso es que nos ayude.

FANDO: Para ti qué sencillo resulta todo.

LIS: No, para mí resulta también difícil.

FANDO: Pero tienes soluciones para todo.

LIS: No, yo nunca encuentro soluciones, lo que ocurre es que me engaño diciendo que las he encontrado.

FANDO: Pero eso no vale.

LIS: Ya sé que no vale, pero como nadie me pregunta nada, da lo mismo; además, hace muy bonito.

FANDO: Sí, es cierto, hace muy bonito. Pero ¿y si alguien te pregunta algo?

LIS: Pierde cuidado. Nadie pregunta nada. Todos están muy atareados buscando la manera de engañarse a sí mismos.

FANDO: ¡Huy! Qué complicado.

LIS: Sí, mucho.

FANDO: (Conmovido.) ¡Qué lista eres, Lis!

LIS: Pero no me sirve de nada, siempre me haces sufrir.

FANDO: No, Lis. Yo no te hago sufrir, todo lo contrario.

LIS: Sí, acuérdate de cómo me pegas en cuanto puedes.

FANDO: (Avergonzado.) Es verdad. No lo volveré a hacer, ya verás como no.

LIS: Siempre me dices que no lo volverás a hacer, pero luego me atormentas en cuanto puedes y me dices que me vas a atar con una cuerda para que no me pueda mover. Me haces llorar.

FANDO: (Tierno) Te hago llorar y a lo mejor cuando estabas en el mes. No, Lis, no lo volveré a hacer. Me compraré una barca cuando hayamos llegado a Tar y te llevaré a ver un río. ¿Quieres, Lis?

LIS: Sí, Fando.

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FANDO: Y tendré todos tus dolores, Lis, Para que veas que no te quiero hacer sufrir. Tendré hijos como tú, también.

LIS: (Conmovida.) ¡Qué bueno eres!

FANDO: ¿Quieres que te cuente cuentos bonitos, como el del hombre que llevaba a una mujer paralítica, camino de Tar, en un carrito?

LIS: Primero paséame.

FANDO: Sí, Lis. (Fando coge en brazos a Lis y la pasea por la rampa.) Mira, Lis, qué bonito está el campo y la carretera.

LIS: Si, ¡cuánto me gusta!

FANDO: Mira las piedras.

LIS: Sí, Fando, ¡qué piedras tan bonitas!

FANDO: Mira las flores.

LIS: No hay flores, Fando.

FANDO: (Violento.) Da lo mismo, tú mira las flores.

LIS: Te digo que no hay flores.

(Fando, se vuelve más violento por momentos.)

FANDO: (Gritando.) Te he dicho que mires las flores. ¿O es que no me entiendes?

LIS: Sí, Fando, perdóname. (Pausa.) ¡Cuánto siento ser paralítica!

FANDO: Está bien que seas paralítica; así soy yo el que te pasea.

(Fando se vuelve cada vez más violento.)

LIS: (Muy dulcemente, temiendo disgustar a Fando.) ¡Qué bonito está el campo, con sus flores y con sus arbolitos!

FANDO: (Irritado.) ¿Dónde ves tú los arbolitos?

LIS: (Dulcemente.) Eso se dice; el campo con sus arbolitos.

FANDO: Pesas demasiado.

(Fando, sin ningún cuidado, deja caer al suelo a Lis.)

LIS: (Gritos de dolor que se los reprime para no disgustar a Fando.) ¡Ay, Fando! ¡Qué daño me has hecho!

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FANDO: (Duramente.) Aún te quejarás.

LIS: (A punto de llorar.) No, no me quejo. Muchas gracias, Fando. Pero yo quisiera que me llevaras a recorrer el campo y a enseñarme las flores tan bonitas.

(Fando, muy disgustado, coge a Lis y la arrastra.)

FANDO: ¿Qué, ya ves las flores? ¿Qué, quieres más? ¿Eh? ¡Di! ¿Ya has visto bastante?

(Lis solloza, procurando que Fando no la oiga. Sufre.)

LIS: Sí… Sí… Gracias…, Fando.

FANDO: ¿O quieres que te lleve hasta el carrito?

LIS: Sí… Si no te molesta.

(Fando arrastra a Lis, hasta dejarla junto al carrito.)

FANDO: (Muy disgustado.) Todo te lo tengo que hacer yo y encima lloras.

LIS: Perdóname, Fando. (Solloza.)

FANDO: El día menos pensado te dejaré y me iré muy lejos de ti.

LIS: (Llora.) No, Fando, no me abandones. Sólo te tengo a ti.

FANDO: No haces nada más que molestarme. (Gritando.) ¡Y no llores!

LIS: (Se esfuerza por no llorar.) No lloro.

FANDO: Que no llores te digo. Si lloras me iré ahora mismo. (Lis, aunque trata de impedirlo, llora.) Con que llorando y todo, ¿eh? Pues ahora mismo me marcho y no volveré más. (Sale enfurecido. Al cabo de unos instantes, Fando entra de nuevo, muy despacio y temeroso.) Lis, perdóname. (Humilde, Fando se acerca a Lis.) No volveré a ser malo contigo.

LIS: ¡Qué bueno eres, Fando!

FANDO: Sí…, Lis, ya verás qué bien me porto desde ahora.

LIS: Sí, Fando.

FANDO: Dime qué quieres.

LIS: Que nos pongamos en camino hacia Tar.

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FANDO: Ahora mismo nos ponemos en marcha. (Fando coge a Lis en brazos con mucho cuidado y la pone en el carrito.) Pero llevamos mucho tiempo intentando llegar a Tar y aún no hemos conseguido nada.

LIS: Vamos a intentarlo otra vez.

FANDO: Muy bien, Lis, como tú quieras. (Va hacia Lis, la acaricia.) Perdóname por lo de antes. Yo no quería disgustarte.

LIS: Ya lo sé, Fando.

FANDO: Confía en mí. Nunca volveré a hacerlo.

LIS: Sí, confío en ti. Siempre eres muy bueno conmigo. Recuerdo que, cuando estaba en el hospital, me enviabas cartas muy grandes para que pudiera presumir de recibir cartas grandes.

FANDO: (Halagado.) Eso no tiene importancia.

LIS: También recuerdo que, muchas veces, como no tenías nada que contarme, me enviabas muchos papeles higiénicos, para que la carta abultara mucho.

FANDO: Eso no es nada, Lis.

LIS: ¡Qué contenta me ponía!

FANDO: ¿Ves cómo tienes que confiar en mí?

LIS: Sí… Fando. Confío.

FANDO: Siempre haré lo que más te guste.

LIS: Entonces, vamos a darnos prisa para llegar a Tar.

FANDO: Pero no llegaremos nunca. (Fando empuja el carrito.)

LIS: Ya lo sé, pero lo intentaremos.

(El carrito, empujado por Fando, sale. La luz va desapareciendo hasta hacerse el oscuro.)

(Música.)

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(Anochecer.)

(Cuando se hace la luz, Lis está en el carrito. Fando, sentado en la rampa, mira a Lis.)

FANDO: (Dulcemente desesperado.) Lis, estoy muy cansado. Voy a descansar un rato.

(Lis inexpresiva.)

Te digo que estoy cansado y que me voy a sentar un rato. ¿Quieres algo? Dime si quieres algo.

(Lis no responde.)

Háblame, Lis, no te calles, dime algo. Ya sé qué te pasa. Estás enfadada conmigo porque, después de tanto andar, no hemos avanzado nada y estamos en el mismo sitio que siempre.

(Lis parece que no oye nada.)

Lis, contéstame.

(Suplicante.)

¿Quieres algo? Lis, háblame.

(Fando sigue hablando en un tono lastimero, suplicante.)

¿Quieres que te cambie de posición? ¿Te molesta estar así?

(Lis no responde.)

Ya sé: lo que quieres es que te cambie de posición.

(Fando, con mucho cuidado, la cambia de posición. Ella se deja hacer. El la trata con mucho mimo.)

Así estarás mejor.

Fando pone sus manos sobre las mejillas de Lis y la mira entusiasmado.)

Lis, ¡qué guapa eres!

(Fando la besa. Lis sigue inmóvil.)

Pero dime algo, Lis, háblame. ¿Te aburres? ¿Quieres que toque el tambor para ti?

(Fando mira a Lis esperando que ella responda; luego, muy contento, añade.)

Sí, bien veo que quieres que toque el tambor para ti.

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(Fando, muy contento, coge el tambor y se lo coloca para tocar.)

¿Qué quieres que toque?

(Lis, calla.)

Bueno, tocaré lo de la pluma. ¿Te parece bien?

(Silencio.)

¿O prefieres que te toque lo de la pluma?

(Lis no responde.)

¡Como quieras!

(Va a tocar el tambor pero se para.)

Me da vergüenza, Lis.

(Silencio.)

Bueno, haré un esfuerzo para ti y te tocaré la canción de la pluma, que tanto te gusta.

(Va a comenzar otra vez, pero no se decide. Avergonzado.)

Siento mucho no saber más canción que la de la pluma.

(Fando toca el tambor, mientras canta.)

“La pluma estaba en la cama,y la cama estaba en la pluma.La pluma estaba en la cama,y la cama estaba en la pluma.

¿Te ha gustado, Lis?

(Lis no dice nada. Fando queda muy triste. Mira a Lis y toca rápidamente otra vez. Vuelve a mirar a Lis, pero ve que su música no hace efecto en ella. Defraudado, deja el tambor. Más triste que nunca.)

Háblame, Lis. Háblame. Dime algo. ¿Cómo quieres que sigamos nuestro camino si no me hablas? Me canso. Me parece que estoy sólo. Háblame, Lis, dime algo. Cuéntame cosas, aunque sean feas y tontas, pero cuéntame cosas. Tú sabes muy bien hablar cuando quieres, Lis, no te olvides de mí.

(Pausa.)

Yo te llevaré a Tar.

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(Pausa.)

De vez en cuando te callas y yo no sé qué te pasa. No sé si tienes hambre, o si quieres flores, o si tienes ganas de orinar. Yo me equivocaré, bien sé que no tienes nada que agradecerme y que incluso puedes estar ofendida conmigo; pero eso no es motivo para que no me hables.

(Pausa.)

Como sé que quieres ir a Tar, te he metido en el carrito y te llevo, no me importan las dificultades, sólo quiero hacer lo que más te pueda gustar.

(Silencio.)

Pero, Lis, háblame.

(Lis, sigue inexpresiva.)

(Por la rampa entran tres personas; Mitaro, Namur y Toso. Toso se cubre con un paraguas. Fando al verlos, va por Lis, y se la lleva en el carrito fuera del escenario. Se esconden. Las tres personas llegan al final de la rampa. Inspeccionan meticulosamente el lugar. Namur incluso huele el suelo.)

TOSO: Sí, aquí podemos dormir bien.

MITARO: Pero antes tenemos que saber por dónde viene el viento. (Comprueba por donde viene el viento.)

NAMUR: Eso no importa. Lo importante es saber por dónde se va.

TOSO: Pongámonos a dormir debajo del paraguas y dejemos en paz al viento.

MITARO: (Ofendido.) Tú siempre tan tranquilo.

NAMUR: (A Mitaro.) Si por él fuera, ya estaríamos todos muertos.

MITARO: (A Namur.) Muertos o peor aún. Y todo por su maldita manía de no tomar precauciones.

TOSO: Lo importante, creo yo, es dormir.

MITARO: Lo importante es saber por dónde viene el viento.

NAMUR: No, lo importante es saber por dónde se va.

MITARO: Insisto en decir que lo importante es saber por dónde viene el viento.

NAMUR: En fin, no voy a ser intransigente. No quiero ser como Toso. Como quieras.

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MITARO: (Satisfecho.) Entonces quedamos en que lo importante es saber por dónde viene el viento.

NAMUR: Eso es, saber por donde viene el viento… para saber por dónde se va después de haber venido….

TOSO: (Interrumpiendo.) A mí, digáis lo que queráis, me parece que lo realmente importante es ponerse a dormir cuanto antes.

MITARO: (Muy enfadado.) Eso es, no hay nada más sencillo, ponernos a dormir. ¿Y luego, qué?

NAMUR: Eso, eso, ¿y luego, qué?

TOSO: Luego… ¡cualquiera sabe!

MITARO: ¡Cualquiera sabe! Así suceden las peores catástrofes, por no prevenir, por no tomar las mínimas precauciones.

NAMUR: Eso, eso; total, ¿qué tiempo nos llevaría tomar precauciones? Prácticamente un instante. ¿Qué riesgos evitaríamos con nuestras precauciones? Infinitos.

MITARO: Muy bien hablado.

TOSO: Es que a mí me cansa tomar precauciones.

MITARO: El señor se cansa.

TOSO: Además, es muy difícil.

MITARO: Ahora nos va a descubrir que no puede hacer ni el más pequeño esfuerzo.

TOSO: No es un esfuerzo pequeño, es muy grande.

MITARO: El señor se va a herniar.

NAMUR: Quizá tenga razón, el esfuerzo de prevenir es muy grande y muy complicado. Y tomar las precauciones justas resulta casi imposible.

MITARO: Sí, no puedo menos de reconocerlo. Es un gran esfuerzo, pero instantáneo, un esfuerzo que dura poco tiempo.

NAMUR: ¿Qué dura poco tiempo? Eso depende de cómo lo observes.

MITARO: No me vengas ahora con tus historias, que ya recuerdo bien aquello que me dijiste el otro día de que dos fenómenos simultáneos para un observador terrestre no lo son para un observador planetario. De donde dedujiste que la simultaneidad era relativa, y que, por tanto, el tiempo también es algo relativo. Que yo de todo eso, ya te dije que no creo ni un pelo.

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NAMUR: Yo lo único que te afirmo es que el esfuerzo no dura poco tiempo.

MITARO: (Enfadado y sin saber qué contestar.) Pero nos hemos alejados del punto central de la cuestión, que era saber por dónde viene el viento.

NAMUR: Sí, eso es. Estábamos tratando de saber por dónde viene el viento… Para saber por dónde se va.

MITARO: Estábamos, sin más, tomando precauciones para poder dormir tranquilamente y en seguida, cuando Toso ha dicho que lo importante era ponerse a dormir.

TOSO: Pero…

NAMUR: (Interrumpiéndole en un tono indignado.) Reconoce, Toso, que nos has impedido dormir hasta ahora con tus disquisiciones y con tu falta de solidaridad hacia nuestras posturas.

MITARO: Ni un momento te has parado a estudiar inteligentemente nuestras posiciones, sino que, por el contrario, te has separado de nuestro punto de vista de una manera desconsiderada y destructiva.

TOSO: Yo sólo he dicho que lo importante es ponerse a dormir debajo del paraguas cuanto antes.

NAMUR: (Indignado.) ¡Qué audacia! Aún te atreves a reconocerlo cínicamente sin pedirnos perdón. A mí, en tu caso, se me caería la cara de vergüenza. Ya nos ves, todavía discutiendo por tu culpa.

MITARO: Eso es, nada más que por tu culpa.

NAMUR: Ya ves cómo yo he renunciado a mi primera posición que sostenía que lo importante era saber por dónde se va el viento en beneficio de un más rápido acuerdo que nos facilitara el ponernos a dormir rápidamente, y, dicho sea de pasada, cuando a todas luces está bien claro que lo importante es saber por dónde se va el viento.

MITARO: (Incisivo.) Sin desear contradecirte demasiado, quiero dejar bien claro que lo importante es saber por dónde viene el viento.

NAMUR: (Intenta disimular su enfado.) Me permito añadir que todo el mundo estará de acuerdo para reconocer que lo importante es saber por dónde se va el viento.

(Fando, que ha seguido la conversación muy interesado, se dirige a ellos.)

FANDO: (Tímidamente.) Perdón, Excúsenme. Qué bonito hace desde allí, oír como discuten ustedes. ¡Qué bien lo hacen! ¿Me dejan que yo discuta también?

(Los tres, al ver a Fando, se apartan y se acuestan bajo el paraguas.)

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Déjenme discutir con ustedes. Ella no me quiere hablar y a mí me gustaría contarle muchas cosas a cualquiera. Estoy solo.

(Los tres se ponen a dormir.)

Yo sé hacer muchas cosas. Puedo ayudarles con tal que me hablen. También sé tocar el tambor. (Se ríe tímidamente.) No muy bien, pero sé canciones bonitas como la canción de la pluma. Van a oír lo que es bueno.

(Fando va por el tambor. Los tres duermen.)

Les voy a tocar y a cantar, pero con la condición de que me hablen. (Va hacia ellos.) ¿Es que no me oyen?

(Fando al darse cuenta de que están dormidos, vuelve hacia Lis.)

No me han hecho caso, Lis, no quieren oírme. Tengo muchas cosas que decirles y además iba a cantarles la canción de la pluma.

(Lis sigue inexpresiva. A Lis, con sentimiento.)

Lis, tú eres mejor que ellos. Tú sabes decir cosas bonitas. Háblame.

(Lis calla.)

¿Quieres que haga una exhibición para que te contentes? Voy a hacer acrobacias, ¿eh?

(Lis calla. Fando ejecuta una serie de ejercicios variados, encima de la rampa.)

Mira qué difícil, Lis, mira qué difícil.

(Lis calla. Fando cae sobre la rampa. Lleno de tristeza. Se lamenta.)

¡Háblame, Lis, háblame!

(Fando, llora, mientras llega la noche y la luz desaparece.)

FIN DEL 1º ACTO.

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(Mañana del día siguiente. Los tres del paraguas hablan con Fando. Al fondo Lis, inexpresiva, subida en el carrito. El árbol está cubierto de hojas.)

NAMUR: Nosotros llevamos ya intentándolo muchos años.

FANDO: Yo he oído que es imposible llegar.

NAMUR: No, no es que sea imposible. Lo que ocurre es que hasta hoy nadie ha llegado ni nadie espera llegar.

MITARO: Lo que ya no es tan complicado es intentarlo.

FANDO: Entonces, ella y yo ¿no llegaremos nunca?

MITARO: Usted está en mejores circunstancias que nosotros. Usted tiene un carrito. Así puede ir mejor y más deprisa.

FANDO: Sí, es cierto que voy deprisa, pero siempre vuelvo al mismo sitio.

MITARO: A nosotros nos ocurre lo mismo.

NAMUR: Pero eso no es lo más grave; sin duda, lo peor es que nunca tomamos precauciones.

MITARO: Sí, tiene razón Namur, eso es lo peor. ¡Cuánto habríamos adelantado si hubiéramos tomado precauciones!

TOSO: Ya estáis con lo de las precauciones. Ya os he dicho que lo importante es seguir nuestro camino.

NAMUR: Para ser exacto, lo que nos impide llegar a Tar es él, Toso, siempre con su falta de conformidad, siempre poniéndose en contra de nosotros.

MITARO: No es que nosotros, Namur y yo, pensemos lo mismo ni tengamos las mismas ideas, pero al fin y al cabo, nos ponemos de acuerdo, pero él… Él es el culpable de que aún no hayamos llegado a Tar. Ayer sin ir más lejos…

NAMUR: (Quitándole la palabra de la boca.) Sí, lo del aire y lo del dormir.

MITARO: Sí…, eso, eso.

FANDO: (Recordando con entusiasmo.) ¡Oh! ¡Qué bien discutían ustedes, qué bonito hacía!

NAMUR: (Irónico.) Sí, sí, bonito.

MITARO: ¿Es que usted no oía lo que decíamos?

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FANDO: Sí, pero no me fijaba, sólo oía cómo sonaba. Sonaba muy bien. Así: “Patatí, patatá, simimí, simomó, que si lo, que si la…”

NAMUR: ¡Es verdad! ¡Qué bonito debía resultar!

FANDO: Desde allí resultaba muy bien oírlo.

MITARO: Eso es lo triste, resultaba muy bien desde lejos, suena bien, pero ¿qué sucede?

NAMUR: Lo peor, lo más triste.

MITARO: No podemos evitarlo, él siempre metiendo discordia en nuestra unidad. El sin duda es un cerdo.

NAMUR: Peor aún que un cerdo.

FANDO: ¿Qué es lo que usted ha dicho? ¿Qué hay peor que un cerdo, o que hay mejor que un cerdo?

NAMUR: Mira, mira, ahora va a resultar que este tío va a ser un perito en materia de animales.

FANDO: No, yo sólo pregunto si lo que él busca son animales mejores o peores que el cerdo.

MITARO: (Tras una pausa.) Se me ha olvidado.

NAMUR: (Recriminándole.) Siempre tan desmemoriado y tan filantrópico.

MITARO: (Disgustado.) ¿Te das cuenta cómo siempre tratas de insultarme? Para que veas, para que te chinches, me acuerdo muy bien de lo que pregunté, que fue cuáles son los animales peores que el cerdo y cuáles son los mejores.

FANDO: (Muy contento.) Yo lo sé: los peores son el león, la cucaracha, la cabra y el gato. Y los mejores son la vaca, la liebre, la oveja, el loro y el canguro.

NAMUR: ¿El canguro?

FANDO: Sí, el canguro.

NAMUR: ¿Ha dicho usted que el canguro es peor?

FANDO: (Un poco avergonzado.) Sí, sí.

NAMUR: Pero ¿está usted seguro?

FANDO: (Dudando.) Sí…

NAMUR: Pero… ¿seguro seguro?

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FANDO: (Abatido.) Se pone usted ya en un plan, que me hace dudar.

NAMUR: (Cruel.) Pero… ¿seguro seguro seguro?

FANDO: (Llorando.) Es usted demasiado fuerte.

MITARO: Le has hecho llorar.

NAMUR: Pero es que el tío no está seguro y se permite unas afirmaciones que ya ya.

MITARO: Pero le has hecho llorar como si fuera un hombre que va hacia Tar con una mujer dentro de un carrito.

FANDO: (Disculpándose.) Pero he llorado muy poco; dos gotas.

TOSO: Yo creo que lo que teníamos que hacer es menos discutir e intentar llegar a Tar.

MITARO: (Ofendido.) ¿Usted lo ve? Siempre así. Cuando vamos a ponernos en camino, cuando ya nos vamos a poner de acuerdo, entonces él salta con una patochada.

NAMUR: Es insoportable.

FANDO: Entonces, ¿por qué lo llevan con ustedes?

NAMUR: Eso sería muy largo de contar.

MITARO: ¡Eterno!

TOSO: Dejad en paz tanto discusión y vámonos hacia Tar.

MITARO: ¿Es así como nos ayudas? Estamos intentando terminar enseguida nuestra conversación con este hombre para ponernos en marcha hacia Tar y ¿qué haces tú? Importunarnos, molestarnos día y noche.

NAMUR: ¡Qué destructivo eres! ¡Qué poco sociable!

MITARO: (A Fando) Ya ve usted. Es para lamentarlo, ¿no cree usted?

FANDO: Sí, verdaderamente.

MITARO: Usted sí que es feliz con ella.

FANDO: Sí que es cierto, ella no me molesta nada. Ella es encantadora.

MITARO: ¡Qué suerte!

FANDO: Vengan a verla.

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(Mitaro y Namur van con Fando a ver a Lis que está dentro del carrito. Lis, con los ojos abiertos, parece ausente y se deja hacer sin el más mínimo gesto. Fando, entusiasmado.)

FANDO: ¡Mírenla! Miren qué guapa es.

MITARO: Sí, es muy guapa.

FANDO: Agáchense para verla desde abajo, en perspectiva.

(Mitaro y Namur, en cuclillas, miran a Lis.)

Vengan aquí, verán qué bonito. (Los dos se acercan al carrito.) Miren qué piernas tan bonitas y qué combinación tan suave. ¡Tóquenla!

(Mitaro y Namur tocan la combinación.)

MITARO: ¡Es verdad! ¡Qué tela tan suave!

FANDO: (Satisfecho.) Miren los muslos que tiene, tan blancos y tan suaves.

(Fando sube la combinación a Lis para que le vean los muslos.)

MITARO: Es verdad, qué blancos y qué bonitos.

FANDO: Lo que más me gusta es besarla. Su cara es muy suave, da gusto acariciarla. Acarícienla. (Fando le descubre los pechos.)

MITARO: ¿Ahora?

FANDO: Sí, acarícienla así. (Fando la acaricia.) Venga, acarícienla, verán qué bonito.

(Mitaro con una mano acaricia el pecho de Lís.)

No, con las dos manos.

(Mitaro la acaricia con respeto.)

¿Qué, qué le ha parecido?

MITARO: ¡Muy bien!

FANDO: Usted también. (Namur la acaricia.) Bésenla también, como yo. (Fando la besa en la boca.) ¡Háganlo, ya verán qué bien resulta! (Namur y Mitaro besan a Lis, llenos de respeto, en los labios, Lis continua inexpresiva.) ¿Qué, les ha gustado?

NAMUR y MITARO: Sí, mucho.

FANDO: (Muy satisfecho.) Pues mi novia.

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MITARO: ¿Para siempre?

FANDO: Sí, para siempre.

MITARO: Y ¿nunca se cansa?

TOSO: (Interrumpiéndoles.) ¿Cuándo nos vamos a poner en camino hacia Tar?

MITARO: ¿Usted se da cuenta de cómo se porta?

FANDO: Sí.

NAMUR: Nunca nos deja terminar.

TOSO: Yo lo que digo es que nos debemos poner en marcha hacia Tar cuanto antes.

MITARO: Discúlpele todas sus incorrecciones. El es así, él ha nacido así. Contra eso nada se puede hacer.

NAMUR: No se le puede enseñar, es inútil. En cuanto vamos a hacer algo él viene enseguida a estorbarnos con sus complicaciones. No nos deja ponernos de acuerdo.

FANDO: Pero quizá tenga razón en eso de que lo bueno sería ponernos en marcha.

NAMUR: Razón, lo que se dice razón, siempre tiene un poco.

MITARO: Hay que reconocer que no va a hablar por hablar.

NAMUR: Eso es, si bien se mira, a veces, tiene algo de razón, no mucha, naturalmente, pero algo sí.

MITARO: Quizás sea el mayor inconveniente para nosotros. Me explicaré, nosotros siempre encontramos una base, aunque muy lejana, en todo lo que dice, de razón.

NAMUR: Lejanísima.

MITARO: Sí, sí, lejanísima, pero, al menos, siempre encontramos una base. Por eso, aunque encontramos normalmente sus proposiciones absurdas y disolventes, siempre las aceptamos y discutimos sobre ellas e incluso nos esforzamos en hacerles ver los puntos buenos y los puntos malos de lo que dice.

TOSO: Yo lo que creo es que nos debemos poner en marcha hacia Tar.

NAMUR: ¿Usted ve?

MITARO: ¿Se da usted cuenta?

FANDO: Sí, sí, ya veo.

MITARO: Con lo sencillo que sería que se callase.

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FANDO: ¿Es sencillo callarse?

MITARO: No digo que no haga falta tomar las debidas precauciones, e incluso tener experiencia, pero, si se intenta de verdad, uno puede llegar a callarse.

FANDO: Pues yo lo intenté un día… y no se crea usted que el camino es de rositas.

NAMUR: ¡Huy! Qué hombre tan interesante, qué cosas ha hecho.

MITARO: ¿Y qué le pasó la vez que lo intentó?

FANDO: Fue divertido.

MITARO: Cuéntenos, cuéntenos. ¡Huy! Qué interesante.

NAMUR: ¿Cómo fue? ¿Qué hizo?

FANDO: Yo me levanté por la mañana y me dije: “hoy me pasaré el día callado”.

NAMUR: (Tratando de comprender.) Se levantó por la mañana y se dijo “hoy me pasaré el día callado”.

FANDO: Y entonces…

NAMUR: Hay algo que no comprendo bien. Si usted nos ha dicho que intentaba pasar un día callado, ¿cómo es que habló?

MITARO: No seas bruto, se habló mentalmente.

NAMUR: ¡Ah, eso lo cambia todo!

MITARO: Siga, siga, que esto es muy interesante.

FANDO: Entonces, ya decidido a no hablar, comencé a pensar qué es lo que podía hacer para compensar el no hablar, y me puse a andar de un lado para otro.

NAMUR: Se sentiría muy contento.

FANDO: Al principio sí. Yo andaba y andaba. Pero luego vino lo malo. (Se calla.)

NAMUR: (Muy interesado.) ¿Qué pasó?

MITARO: No, no lo cuento; es muy íntimo.

NAMUR: ¿Y nos va a dejar así, con la miel en los labios?

FANDO: Es mejor que calle ahora… la historia termina mal.

NAMIUR: Pero ¿muy mal?

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FANDO: (A punto de llorar.) Sí, sí, muy mal

NAMUR: ¡Qué pena!

MITARO: Es verdad, ¡qué triste!

TOSO: Mejor será que nos pongamos en marcha hacia Tar.

MITARO: (Con consternación.) Ya lo ve usted. ¿Para qué insistir?

FANDO: Si, sí, verdaderamente.

MITARO: Es lo que más me gusta de usted. Usted nos ha comprendido. Porque, a veces, ni eso. El otro día nos encontramos con otros dos hombres que también iban a Tar y que se empeñaba en darle la razón todo el rato.

FANDO: Yo enseguida me di cuenta de que eran ustedes quienes tenían la razón y no él. En cuanto comenzaron a discutir con aquello del viento me di cuenta.

MITARO: ¿Y cómo se dio cuenta tan pronto?

FANDO: Eso para mí es fácil. Yo me dije…

NAMUR: (Interrumpiéndole.) ¿Mentalmente?

MITARO: Claro, hombre.

NAMUR: (Asombrado.) Vaya un tío, cómo se habla mentalmente.

FANDO: Entonces yo me dije: tendrá razón el primero que diga la palabra “dónde” y como la dijeron ustedes antes que él, supe que él no tenía razón.

NAMUR: (Entusiasmado.) Pues es un buen procedimiento para saber quién tiene la razón.

FANDO: Si, es muy bueno.

NAMUR: Y ¿siempre lo emplea?

FANDO: Casi siempre.

MITARO: Pues así, tendrá mucha experiencia.

FANDO: Sí, no me falta. Aunque a veces empleo otro sistema.

NAMUR: (Con asombro.) ¿Otros sistemas?

FANDO: Pues claro.

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NAMUR: ¡Qué tío tan fecundo!

MITARO: ¡Qué preocupación por conocer dónde está la razón!

FANDO: Desde que era niño utilizo sistemas infalibles para conocerla.

NAMUR: Eso es lo que deberíamos haber hecho nosotros y no perder el tiempo de la manera que lo hemos perdido.

MITARO: Ya no es hora de lamentarse.

NAMUR: Sí, claro. ¿Y qué otros procedimientos ha utilizado usted para saber quién tiene la razón?

FANDO: Otro que también he empleado es el de los días de la semana, pero es muy complicado.

MITARO: (Interesado.) ¿Cómo es?

FANDO: Es así: los días múltiplos de tres tiene razón los señores de edad, los días pares tienen razón las madres y los días que terminan en cero, nadie tiene razón.

MITARO: ¡Muy bueno!

FANDO: Pero muy complicado; hay que estar siempre pendiente del día que es y con cuidado de no confundirse. Así resultaba que algunos días daba la razón a quien no la tenía.

MITARO: ¡Muy grave!

FANDO: ¡Gravísimo! Muchas veces esto me impedía que me crecieran las uñas.

MITARO: Se comprende que usted prefiera el sistema de ahora.

FANDO: Resulta, si bien se mira, más sencillo.

NAMUR: ¿Más sencillo? ¿Y si nadie dice la palabra “dónde”?

FANDO: Ya lo tengo previsto. Si a los cinco minutos nadie ha dicho la palabra “dónde” doy la razón al primero que dice la palabra “mosca”.

MITARO: (Con asombro.) Muy completo.

FANDO: (Satisfecho.) Sí, sí, sin duda es un sistema muy completo.

NAMIUR: ¿Y si nadie dice la palabra “mosca”?

FANDO: Entonces la cambio por la palabra “árbol”.

MITARO: ¡Qué bien lo prevé usted todo!

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FANDO: (Halagado.) Sí no me puedo quejar.

NAMUR: ¿Y si nadie dice la palabra “árbol”?

FANDO: Entonces le doy la razón al primero que diga la palabra “agua”.

MITARO: ¡Caramba, qué cantidad de previsiones!

FANDO: (Satisfecho.) Yo siempre prefiero hacer una cosa completa. A la larga resulta mejor, aunque resulta más pesado al principio.

NAMUR: (Con malas ideas.) ¿Y si nadie dice la palabra “agua”?

(Fando y Mitaro miran a Namur con rencor.)

Yo sólo pregunto qué ocurrirá si nadie dice la palabra “agua”. Yo no quiero ofenderle.

MITARO: No sólo ofenderle, sino que más parece que le tienes tirria.

NAMUR: Bueno, bueno, no he preguntado nada.

MITARO: Así es mejor.

NAMUR: Aunque bien sé que si nadie dice la palabra “agua” estará fastidiando todo el sistema.

MITARO: (Ofendido.) Eres tan testarudo como Toso.

FANDO: No tiene importancia, porque todo lo tengo previsto. Si nadie dice la palabra “agua” yo doy la razón al primero que dice… (Duda.) …que dice… que dice… la palabra… la palabra… “¡palabra!”.

NAMUR: Eso no vale, se la acaba de inventar.

MITARO: Me avergüenzas, Namur, con tus incorrecciones.

FANDO: No, no es cierto, no me la acabo de inventar.

NAMUR: Entonces, díganos, ¿cuándo la ha experimentado?

FANDO: (Avergonzado.) La verdad es que no la he experimentado aún.

NAMUR. (A Mitaro.) ¿Lo ves, lo ves?

TOSO: (Interrumpiendo.) ¿Cuándo vamos a ponernos en camino a Tar?

(Los tres se miran impresionados por la pregunta de Toso.)

MITARO: Es verdad, debemos ponernos en marcha.

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FANDO: ¿Me dejan que vaya con ustedes?

NAMUR: ¿Con nosotros?

FANDO: Sí, con ustedes.

NAMUR: Yo no sé. Habrá que saber si los tres estamos de acuerdo. (A Mitaro.) Tú, ¿qué opinas?

MITARO: Bueno, que venga.

NAMUR: (Hablando a Mitaro casi al oído, tratando de que no lo oiga Fando.) Pero ten en cuenta que lleva una mujer y un carrito. No podemos permitirnos tanta compañía. Es demasiada responsabilidad.

MITARO: Bueno, ¿qué más da?

NAMUR: No olvides que nos va a oír. (Fando disimula.) ¿Tú has pensado bien todo lo que nos puede ocurrir? Piénsalo bien. Nada más y nada menos que una mujer y un carrito. ¿Te das cuenta de la responsabilidad que pesará sobre nosotros? ¿Te das cuenta de la cantidad de precauciones que tendremos que tomar?

MITARO: Sí, sí, ¿y qué? Da lo mismo.

NAMUR: ¡Da lo mismo! ¡Da lo mismo! ¡Qué bien se dice eso! Luego no digas que no te he avisado.

(Hablando fuerte para que le oiga Fando y con mal humor.)

Bueno, entonces tú, Mitaro, ¿estás de acuerdo para que venga con nosotros?

MITARO: (Con enfado.) ¿Cuántas veces te lo voy a repetir?

NAMUR: Bien, bien. ¿Y tú, Toso?

TOSO: Yo lo que quiero es que nos pongamos en marcha de una vez. Lo mismo me da que vayamos con este hombre o sin él.

NAMUR: (Contrariado, pero sonriente.) Así, resulta que todos estamos de acuerdo. Usted puede venir con nosotros.

FANDO: ¿A dónde?

NAMUR: ¿Aún pregunta usted que a dónde? Pues a Tar. ¿A dónde quería usted ir?

FANDO: Pero ¿para qué hay que ir a Tar?

NAMUR: ¡Vaya pregunta!

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FANDO: ¿Es que es tan importante?

NAMUR: ¡Pero este hombre nos ha salido tonto del culo completamente!

FANDO: (Disculpándose.) Es que yo no sabía…

NAMUR: ¿Es que usted podría dejar de intentar llegar a Tar?

FANDO: (Avergonzado.) No.

NAMUR: ¿Lo ve usted? Lo intentará siempre. Eso demuestra lo importante que es.

FANDO: Ah, bueno.

MITARO: Vamos a ponernos en marcha.

(Empiezan a salir por la rampa.)

FANDO: ¿Y cuándo llegaremos?

NAMUR: Eso nadie lo sabe.

FANDO: Yo no he oído que nadie haya llegado aún, a pesar de que casi todo el mundo lo ha intentado.

NAMUR: ¡Habladurías!

MITARO: Sí, sí, habladurías… Pero son ciertas.

NAMUR: La verdad es que nadie ha llegado todavía a Tar.

(Los tres van saliendo por la rampa. Fando les sigue empujando el carrito donde lleva a Lis.)

FANDO: Yo también he oído que es imposible llegar.

MITARO: Pero siempre queda la esperanza.

(Todos van desapareciendo por lo alto de la rampa.)

(Oscuro.)

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(Mañana del día siguiente. Fando y Lis sentados. Fando detrás de Lis. La tiene abrazada muy cariñosamente. Lis atada con una larga cadena al carrito.)

FANDO: ¿Qué te pasa?

LIS: Estoy mala.

FANDO: ¿Qué quieres que te haga, Lis? ¿Qué te duele?

LIS: No sé.

FANDO: ¿Qué enfermedad tiene?

LIS: No sé.

FANDO: Eso es lo malo, si yo supiera qué enfermedad tienes, todo cambiaría.

LIS: Pero me encuentro muy mal.

FANDO: (Muy triste.) ¡No te irás a morir!

LIS: No sé.

FANDO: No te mueras, ¿eh?

LIS: Tengo un malestar muy grande. Me siento muy mal, Fando.

FANDO: Qué lástima que no estén los hombres del paraguas. Ellos saben muchas cosas. Seguro que te curarían.

LIS: Pero ellos estarán aún muy lejos; has ido muy deprisa.

FANDO: (Contento.) Sí, les he sacado mucha ventaja. Y eso que salimos al mismo tiempo; eso es por llevar el carrito.

LIS: Pero otra vez volvemos a estar en el mismo sitio de siempre. No hemos adelantado nada.

FANDO: ¡Qué pesimista eres! Lo importante es que le hayamos sacado ventaja.

LIS: Has corrido demasiado, has ido muy deprisa. Esa rapidez no me ha sentado bien. Ya te lo dije.

FANDO: (Con culpabilidad.) Es verdad, Lis, perdóname.

LIS: Siempre me pides que te perdone, pero nunca me haces caso.

FANDO: Es verdad, qué malo soy contigo…

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LIS: Además, siempre me dices que me vas a esposar las manos, como si no tuvieras bastante con la cadena.

FANDO: No, no te esposaré.

LIS: Nunca me haces caso. Acuérdate de cómo, a veces, cuando no estaba paralítica, me atabas a la cama y me pegabas con la correa.

FANDO: Yo no creía que te molestaba.

LIS: Yo bien te lo decía. ¡Cuántas veces te repetí que casi no podía resistir el daño que me hacías!

FANDO: Lis, perdóname. No volveré a atarte a la cama para pegarte con la correa. ¡Lo prometo!

LIS: Luego te has empeñado en ponerme la cadena que me impide separarme del carrito; apenas puedo arrastrarme.

FANDO: Es verdad, Lis. Debías haberme avisado.

LIS: De todo te aviso, pero nunca me haces caso.

FANDO: Lis, no te pongas seria conmigo, bésame.

LIS: (Con resignación.) ¿Crees que así se arregla todo?

FANDO: Me atormentas, Lis. (Ahora contento.) ¿A quién le voy a dar un besito en su boquita?

LIS: No son bromas, Fando.

FANDO: Lis, no me riñas, yo se bien que soy culpable, pero no me riñas que me voy a poner muy triste.

LIS: No te creerás que así se arregla todo.

FANDO: Bésame, Lis. (Lis, muy seria e inexpresiva, permite que Fando la bese.) Olvídate de todas esas cosas y no me hagas a mí pensar en ellas.

LIS: Ayer te empeñaste en dejarme desnuda toda la noche sobre la carretera y sin duda estoy mala por eso.

FANDO: Pero yo lo hice para que te vieran los hombres que pasaban… para que todo el mundo viera lo guapa que eres.

LIS: Hacía mucho frío. Yo estaba tiritando.

FANDO: ¡Pobre Lis!... Pero los hombres te miraban y eran muy felices y seguro que luego caminarían con más alegría.

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LIS: Yo me sentía muy sola y con mucho frío.

FANDO: Yo estaba a tu lado, ¿no me viste? Y además, muchos hombres te acariciaron cuando yo se lo pedí. Pero no lo volveré a hacer, Lis, bien veo que te disgusta.

LIS: Eso dices siempre.

FANDO: Es que a veces eres muy rara y no te das cuenta de que todo lo que hago es por tu bien. (Recordando.) Estabas muy guapa toda desnuda. Era un espectáculo maravilloso.

LIS: Yo soy siempre la que me fastidio.

FANDO: No, Lis. ¡Qué pene que tú no tengas mis ojos para verte a ti misma!

LIS: Fando, estoy muy mala. Me siento muy mal.

FANDO: ¿Qué quieres que te haga, Lis?

LIS: Ahora ya no hay remedio. Lo que quiero es que me trates siempre bien.

FANDO: Sí, Lis, te trataré bien.

LIS: Pero haz un esfuerzo.

FANDO: Bueno, lo haré.

(Lis se fija en un bulto que hay en el pantalón de Fando.)

LIS: ¿Qué es lo que llevas en el bolsillo?

FANDO: (Trata de ocultarlo.) Una cosa.

LIS: Dime qué es.

FANDO: No, no.

LIS: (Autoritaria.) Enséñame eso que escondes.

FANDO: No es nada malo.

LIS: Te digo que me lo enseñes.

(Fando saca, avergonzado, de su bolsillo unas esposas de hierro.)

¿Lo ves? Las esposas.

FANDO: Pero no las quiero para nada malo. Sólo para jugar.

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LIS: ¿Lo ves? Sólo buscas un descuido mío para ponérmelas.

FANDO: No, Lis, no te las pondré.

LIS: Entonces, tíralas.

FANDO: (Con seguridad.) No. (Se las vuelve a guardar.)

LIS: (A punto de llorar.) ¿Ves cómo me tratas?

FANDO: (Muy conmovido.) Lis, no llores, Lis, te quiero mucho. No llores, Lis.

LIS: (Le abraza apasionadamente.) No me dejes, Fando. Sólo te tengo a ti. No me trates tan mal.

FANDO: (Conmovido.) ¡Qué malo soy contigo! ¡Ya verás qué bien me portaré desde ahora!

LIS: Abrázame, Fando, abrázame. (Se abrazan.) Estoy muy mala.

FANDO: Te pondrás buena enseguida y entonces nos pondremos en camino de Tar y lo pasaremos muy bien y te regalaré todos los animales que ves en el suelo, para que puedas jugar con ellos: las cucarachas, los escarabajos, las mariposas, las hormiguitas, los sapos… Y cantaremos juntos y te tocaré el tambor todos los días.

LIS: Sí, Fando seremos felices.

FANDO: Y seguiremos caminando hacia Tar.

LIS: Eso es; hacia Tar.

FANDO: Los dos juntos.

LIS: Sí, sí, los dos juntos.

FANDO: Y cuando lleguemos a Tar, entonces sí que seremos felices.

LIS: ¡Qué bueno eres, Fando, qué bien me tratas!

FANDO: Sí, Lis. Todo lo haré por ti, porque te quiero mucho. (Fando coge el tambor y se lo enseña a Lis.) Mira el tambor, Lis.

LIS: ¡Qué bonito!

FANDO: Mira qué redondito es.

LIS: Sí es cierto que es redondito.

FANDO: Pues sólo lo tengo para poder cantarte canciones.

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LIS: ¡Qué bueno eres!

FANDO: Cuando lleguemos a Tar, como seremos muy felices, inventaré nuevas canciones para ti.

LIS: Esa canción de la pluma es muy bonita.

FANDO: (Halagado.) ¡Bah!, no tiene importancia. Inventaré otras mucho mejores. Otras en las que no sólo se hable de plumas, sino también de… (Piensa.)… de plumas de pájaros y también de… plumas de águilas y también de… y también de…

LIS: Y también de mercados de plumas.

FANDO: (Contento.) Sí, sí, y también de mercados de plumas y también de… de… de…,¡ah!, y también de plumas.

LIS: ¡Qué canciones tan bonitas! ¡Qué bueno eres, Fando!

(Fando, de pronto, saca las esposas.)

LIS: (Nerviosa e inquieta.) No me hagas sufrir.

FANDO: (Muy duro.) ¿Por qué piensas que te voy a hacer sufrir?

LIS: (Suave. Con temor.) No me hables en ese tono, Fando.

FANDO: (Enfadado. Se levanta.) Siempre te hablo con el mismo tono.

LIS: ¿Qué intentas?

FANDO: (Violento.) Nada.

LIS: Sí, intentas algo malo. Lo veo bien.

FANDO: (Violento.) Ya estás con tus cosas.

LIS: Bien veo que quieres ponerme las esposas. No lo hagas, Fando. (Solloza.)

FANDO: (Agrio.) No llores.

LIS: (Se esfuerza por no llorar.) No, no lloraré, pero no me pongas las esposas.

FANDO: (Irritado.) Siempre desconfías de mí.

LIS: No, no desconfío de ti. (Muy sincera.) Te creo. (Llora suavemente.)

FANDO: (Autoritario.) Dame tus manos.

LIS: No, no lo hagas, Fando, no me pongas las esposas. (Lis extiende sus manos. Fando le coloca las esposas.)

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FANDO: Así es mejor.

LIS: ¡Fando! (Tristísima.) ¡Fando!...

FANDO: Te las he puesto para ver si puedes arrastrarte con ellas. ¡Venga, intenta arrastrarte!

LIS: No puedo, Fando.

FANDO: Inténtalo, o será peor para ti.

LIS: No me pegues, Fando, no me pegues.

FANDO: Inténtalo, te digo.

LIS: (Hace un gran esfuerzo sin lograr arrastrarse.) No puedo, Fando.

FANDO: Inténtalo otra vez.

LIS: No puedo, Fando. Déjame. No me hagas sufrir.

FANDO: Inténtalo, o será peor para ti.

LIS: No me pegues. Sobre todo, no me pegues con la correa.

FANDO: ¡Inténtalo!

LIS: No puedo.

FANDO: (Va al carrito y saca una correa.) Inténtalo o te pegaré.

LIS: No me pegues. Estoy mala.

FANDO: (Fando azota a Lis con violencia.) Arrástrate.

LIS: (Hace un gran esfuerzo y logra arrastrarse.) No puedo más.

FANDO: ¡Más! ¡Más!

LIS: No me vuelvas a pegar.

FANDO: ¡Arrástrate! (Fando la vuelve a azotar.)

(Lis se arrastra titubeando. En un falso movimiento tropiezan sus manos atadas con el tambor y rasga la badana.)

FANDO: (Colérico.) ¡Me has roto el tambor! ¡Me has roto el tambor!

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(Fando la sigue azotando brutalmente. Lis cae desvanecida, echa sangre por la boca. Fando, irritado, coge el tambor y se aparta de ella.)

FANDO: (La cólera se va transformando en queja y lamento. Llora.) Me has roto el tambor. Me has roto el tambor.

(Lis, está inerte. Silencio.)

(Por la rampa entran los tres del paraguas. Llegan abajo. Se acercan a Lis. La miran con mucha atención. Ni Fando se fija en ellos, ni ellos en Fando.)

MITARO: Mira lo que tiene en las manos.

NAMUR. (Levanta las manos de Lis para ver bien las esposas.) Son unas esposas.

MITARO: Hace bonito, ¿verdad?

NAMUR: No mucho.

MITARO: ¡Qué afán de llevarme la contraria tienes!

TOSO: (Distante.) Tiene sangre en la boca.

(Mitaro y Namur inspeccionan la boca de Lis.)

MITARO: Pues verdad.

NAMUR: Esto sí que es raro. (Abre la boca de Lis.)

MITARO: (Mete el dedo en la boca de Lis, lo saca y lo huele.) Huele a sangre.

NAMUR: ¡Qué extraño es todo esto!

MITARO: (Ha seguido observando la boca de Lis. Le toca los dientes.) Mira qué dientecitos tiene. ¡Qué duros!

NAMUR: Los dientes siempre son duros.

MITARO: (Siempre observando la boca de Lis. Saca la lengua de Lis.) Mira qué lengua tan bonita. ¡Qué blandita!

NAMUR: Las lenguas siempre son así.

MITARO: Siempre tienes que decir algo.

(Dejan de inspeccionar la boca y miran sus rodillas con atención.)

MITARO: ¡Qué rodillas!

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NAMUR: Como todas.

MITARO: (Inspecciona las rodillas de Lis.) Mira qué hoyo hace aquí.

(Namur toca el hoyuelo.)

TOSO: (Fríamente.) Está muerta.

MITARO: Ya estás tú con tus cosas.

TOSO: Está muerta porque no se le oye el corazón.

MITARO: ¿A ver? (Pone su oído en el corazón de Lis.)

TOSO: Además no respira.

NAMUR: (Apoya su oído contra el pecho de Lis.) Pues es verdad, no se le oye el corazón.

MITARO: ¿Se ha muerto entonces?

TOSO: Sin duda.

NAMUR: Habrá que decírselo a Fando.

MITARO: Claro.

(Namur y Mitaro se acercan a Fando, que está trabajando afanosamente tratando de arreglar el tambor roto.)

NAMUR: (A Fando.) Oye, que Lis se ha muerto.

FANDO: (Aturdido. Sin esperarlo.) ¿Qué Lis se ha muerto?

NAMUR: Sí.

(Fando va hacia Lis. La incorpora. La cabeza de Lis cae inerte. Fando se da cuenta que está muerta. Se va desesperando trágicamente. Grita.)

FANDO: ¡No, Lis! ¡Muerta, no! ¡No! ¡Lis, no! ¡Muerta, no! (Desesperado, abraza a Lis mientras sigue lamentándose.)

(Los tres del paraguas, asustados, se empiezan a marchar por la rampa. Fando al verlos marcha va hacia ellos. Ellos aligeran el paso y salen. Fando, vuelve a Lis y sigue con su trágico lamento.)

(Oscuro.)

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(Tiempo después.)

(Los tres del paraguas entran hablando y discutiendo por la rampa.)

MITARO: El le había prometido que cuando se muriera la iría a ver al cementerio con una flor y un perro.

NAMUR: No, no es eso. Lo que ocurrió fue que ella había dicho que se quería suicidar y él le dijo que era lo que mejor podía hacer. Luego resultó que entre los dos hombres y ella mataron al hombre de los billetes para poder pagar el plazo del triciclo. Y entonces ellos se fueron a comprar bocadillos de anchoas y a pagar el plazo, pero vinieron los guardias y, aunque no lo habían hecho con mala intención, se lo llevaron.

MITARO: Sí, ya recuerdo, que uno de ellos pasaba el tiempo dormido y que decía que no quería pensar, porque era aburrido, y entonces el amigo le dijo que lo mejor sería que pensara en chistes y él respondió que no sabía…

NAMUR: No. Las confundes. Esa era la historia de los dos que estaban esperando en medio del camino a un tal… Godin o Godot y entonces llegó un hombre que fumaba en pipa y llevaba atado a otro con una cuerda que le servía de maletero y ése era el que sabía pensar.

MITARO: Pero ésa es otra historia, la que yo digo es la historia del hombre que llevaba en un carrito a la mujer paralítica para poderla llevar a Tar. Recuerdo que él le dijo que había oído que llegar a Tar era muy difícil, pero que lo intentarían, pero más tarde le dijo que cuando llegaran le compondría muchas canciones bonitas como las de la pluma, para tocarlas con el tambor y entonces fue cuando se abrazaron.

NAMUR: No, entonces fue cuando descubrió que llevaba unas esposas en el bolsillo para ponérselas. Él dijo que sólo era una cosa, pero no las soltó. Entonces ella se disgustó mucho y dijo que…

MITARO: No, no, todo lo cambias, te olvidas de todo y todo lo confundes. Lo que ocurrió fue que luego llegó un guardia al que era muy difícil entender y dijo al viejo de la flauta que no lo entendía porque era tonto del culo, y él se enfadó mucho. Y luego ya fue cuando entraron aquellos dos hombres que uno tocaba el armónium y el otro la máquina de escribir.

NAMUR: ¡Ah! Sí, lo recuerdo muy bien, estaban en el cementerio de autobuses. Y tenían una vida muy triste porque no podían cambiarse los instrumentos.

MITARO: Sí, sí que podían.

NAMUR: Pero eso fue más tarde. Además enseguida llego el hombre inteligente y les hizo ver todo lo que sabía y se quedaron atontados. Pero antes ocurrió todo aquello de la discusión de los hombres del paraguas sobre si había que tomar precauciones. O no.

MITARO: No, no, entonces lo que pasó fue que ella y él se pusieron a jugar a pensar. Pero como él no sabía colocarse bien pensaba muy mal y ya cuando ella le enseñó la postura que había que poner para pensar sólo pensó que se tendría que morir.

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TOSO: Lo que pasó fue que él vivía con su madre y ella quería que se marchara de su casa y para lograrlo le daba muy mal de comer; lentejas con agua y un huevo duro para cenar. El se puso enfermo con ganglios y su madre siguió sin darle bien de comer por eso se puso tuberculoso. Pero luego todas las culpas cayeron sobre él, porque cuando le dijo a su hermano lo que le hacía su madre, su hermano no sólo no se lo creyó sino que lo trató de hijo desagradecido por decir esas cosas de su madre. Entonces él le contó cómo su madre había maltratado a su padre que estaba en la cárcel hasta volverlo loco, aunque ya le había dicho el director del penal que no le escribiera cartas así. Luego resultó que el hijo no sabía realmente si su madre era culpable de su enfermedad y de la locura de su padre o no, y esto empezó a atormentarle, porque decía que nada estaba claro y que lo que había pensado hasta aquel momento no resultaba tan cierto como se lo pensaba…

(Namur y Mitaro han seguido las palabras de Toso con muestras de fastidio.)

NAMUR: (Interrumpiéndole.) ¿Y todo esto a qué viene?

MITARO: ¿Te das cuenta cómo siempre nos estorbas?

NAMUR: No se puede con él.

MITARO: No le tenemos que hacer caso nunca más, como si no existiera.

NAMUR: ¿Por dónde íbamos?

MITARO: Yo te había dicho que él le había prometido ir a verla al cementerio con una flor y un perro.

NAMUR: No, eso es anterior. Lo que yo te contaba es cómo la chica se puso muy triste cuando vio que él no sabía hacer el burrito, ni siquiera con la cola…

MITARO: Sí, eso, se puso triste. Pero lo que ocurrió fue que ella se levantó la falda para atraer al hombre de los billetes y entonces el hombre se acercó a ellos y lo mataron saltando por la tapia.

NAMUR: No, hombre, no; lo que pasó es que no sabían qué método encontrar para ordenarlo todo y además estaban preocupados porque ella había dicho que si encontraba el plan malo lo diría sin preocuparse de nada. Y fue cuando a él se le ocurrió que lo mejor era medirlo todo.

(Entra Fando con una flor y un perro. Namur y Mitaro se callan. Fando cruza el escenario sin decir nada, sin detenerse.)

NAMUR: Vamos a acompañarlo.

MITARO: Sí.

TOSO: ¿Y cuándo vamos a Tar?

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NAMUR: Primero tenemos que acompañarlo. Después nos pondremos en camino los cuatro.

MITARO: Sí, todos juntos.

(Los tres comienzan a andar detrás de Fando. Salen.)

(Los zapatos de Estragon y el sombrero de Lucky permanecen en el mismo lugar donde quedaron. Aparece por debajo de la rampa Vladimir. Se detiene. Luego bruscamente sube por la rampa, al pasar por delante del árbol lo observa un momento. Se detiene ante los zapatos, se agacha, recoge uno, lo examina, lo olfatea y vuelve a dejarlo en su sitio. Reanuda su ir y venir. Se detiene, mira hacia lo lejos con la mano de pantalla. Va de un lado para otro. Se detiene y empieza a cantar a voz en grito.)

VLADIMIR: Un perro fue a la…

(Ha empezado demasiado bajo, calla, tose y empieza de nuevo a cantar, ahora más alto.)

Un perro fue a la despensay cogió una salchichapero a golpes de cucharónel cocinero lo hizo trizas.Al verlo los demás perrospronto pronto lo enterraron…

(Calla, se aclara la voz, luego continúa.)

Al verlo los demás perrospronto pronto lo enterraronal pie de una cruz de maderadonde el caminante podía leer:Un perro fue a la despensay cogió una salchichapero a golpes de cucharónel cocinero lo hizo trizas.Al verlo los demás perrospronto pronto lo enterraron…

(Calla, se aclara la voz, luego continúa.)

Al verlo los demás perrospronto pronto lo enterraron…

(Calla, se aclara la voz, luego continúa.)

Pronto pronto lo enterraron…

(Calla, permanece inmóvil un momento, luego de repente recorre de nuevo la rampa, febrilmente, en todas direcciones. Al pasar delante del árbol lo mira, va y viene, se

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detiene ante los zapatos. Va y viene, mira a lo lejos, va y viene. Entra Estragon, descalzo, cabizbajo. Vladimir le ve.)

VLADIMIR: ¡Tú, otra vez! ¡Ven, deja que te abrace!

ESTRAGON: No te acerques.

(Vladimir retiene su impulso.)

VLADIMIR: ¿Quieres que me marche? ¡Gogo! (Vladimir lo observa.) ¿Te han pegado? ¡Gogo! (Estragon continúa callado.) ¿Dónde has pasado la noche? (Vladimir avanza hacia Estragon.)

ESTRAGON: ¡No me toques! ¡No me preguntes nada! ¡No me digas nada! ¡Quédate conmigo!

VLADIMIR: ¿Te he dejado alguna vez?

ESTRAGON: Me has dejado marchar.

VLADIMIR: ¡Mírame! (Estragon no se mueve.) ¡Te digo que me mires!

(Estragon levanta la cabeza. Se miran, se observan. Van uno hacia el otro. Se abrazan. Estragon está a punto de caer.)

ESTRAGON: ¡Qué día!

VLADIMIR: ¿Quién te ha sacudido? ¡Cuéntame!

ESTRAGON: ¡Vaya! Un día menos.

VLADIMIR: Aún no ha acabado.

ESTRAGON: Para mí ha terminado, pase lo que pase. Hace un momento te oí cantar.

VLADIMIR: Es cierto, lo recuerdo.

ESTRAGON: Me ha apenado. Me decía, está solo, cree que me he ido para siempre y canta.

VLADIMIR: No podemos controlar nuestro estado de ánimo. Durante todo el día me he sentido extraordinariamente bien. No me he levantado ni una sola vez en toda la noche.

ESTRAGON: ¿Lo ves? Orinas mejor cuando yo no estoy.

VLADIMIR: Te echaba de menos, y al mismo tiempo estaba contento. Es curioso, ¿no?

ESTRAGON: ¿Y ahora?

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VLADIMIR: (Tras pensarlo.) Ahora… (Dichoso.) aquí estás de nuevo… (Indiferente.), aquí estamos de nuevo… (Triste.), aquí estoy de nuevo.

ESTRAGON: Ya ves, cuando estoy aquí estás peor. Yo también me encuentro mejor cuando estoy solo.

VLADEMIR: (Ofendido.) ¿Por qué has regresado, entonces?

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: Pero yo sí lo sé. Porque no sabes defenderte. Yo no hubiera permitido que te pegaran.

ESTRAGON: No hubieras podido impedirlo.

VLADIMIR: ¿Por qué?

ESTRAGON: Eran diez.

VLADIMIR: No, no. Quiero decir que hubiera impedido que te expusieras a que te pegaran.

ESTRAGON: Yo no hacía nada.

VLADIMIR: Entonces, ¿por qué te pegaron?

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: No, Gogo, mira; hay cosas que a ti se te escapan y a mí no. Debes saberlo.

ESTRAGON: Te digo que no hacía nada.

VLADIMIR: Quizá no, Pero hay medios, medios, cuando uno quiere cuidar su pellejo. En fin, no hablemos más del asunto. Has regresado y estoy muy contento.

ESTRAGON: Eran diez.

VLADIMIR: Tú también debes estar contento en el fondo, confiésalo.

ESTRAGON: ¿Contento? ¿De qué?

VLADIMIR: De haberme encontrado de nuevo.

ESTRAGON: ¿Tú crees?

VLADIMIR: Dilo, aunque no sea cierto.

ESTRAGON: ¿Qué debo decir?

VLADIMIR: Di: estoy contento.

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ESTRAGON: Estoy contento.

VLADIMIR: Yo también.

ESTRAGON: Yo también.

VLADIMIR: Estamos contento.

ESTRAGON: Estamos contentos. ¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto.

VLADIMIR: Ha habido novedades desde ayer.

ESTRAGON. ¿Y si no viene?

VLADIMIR: Ya pensaremos algo. Te digo que ha habido novedades desde ayer. Mira el árbol. (Estragon no le hace caso.) El árbol, te digo que mires el árbol.

ESTRAGON: (Mira el árbol.) ¿No estaba ayer?

VLADIMIR: Claro que sí. No lo recuerdas. Poco faltó para que nos ahorcáramos. Pero tú no quisiste. ¿Recuerdas?

ESTRAGON: Lo has soñado.

VLADIMIR: ¿Será posible que lo hayas olvidado?

ESTRAGON: Yo soy así. O me olvido en el acto o no me olvido nunca.

VLADIMIR: Y a Pozzo y a Lucky, ¿también los has olvidado?

ESTRAGON: ¿Pozzo? ¿Lucky?

VLADIMIR: ¿Y a los tres que iban debajo del paraguas?

ESTRAGON: No me acuerdo.

VLADIMIR: ¡Ha olvidado todo!

ESTRAGON: Recuerdo a un energúmeno que me arreó unos cuantos puntapiés. Y después hizo el idiota.

VLADIMIR: ¡Era Lucky!

ESTRAGON: Eso lo recuerdo. Pero, ¿cuándo sucedió?

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Page 72: nunca

VLADIMIR: Y a quien lo conducía, ¿lo recuerdas?

ESTRAGON: Me dio huesos.

VLADIMIR: ¡Era Pozzo!

ESTRAGON: ¿Y dices que todo eso sucedió ayer?

VLADIMIR: ¡Naturalmente! ¡Sí!

ESTRAGON: ¿Aquí?

VLADIMIR: ¡Seguro! ¿No reconoces el lugar?

ESTRAGON: (Furioso, de pronto.) ¡Reconoces! ¿Qué hay que reconocer? ¡He arrastrado mi perra vida por el fango! (Mira a su alrededor.) ¡Mira esta basura! ¡Nunca he salido de ella!

VLADIMIR: Calma, calma.

ESTRAGON: ¡Así que déjame en paz con tus paisajes!

(Silencio.)

VLADIMIR: Es difícil convivir contigo, Gogo.

ESTRAGON: Sería mejor que nos separáramos.

VLADIMIR: Siempre dices lo mismo. Y siempre vuelves.

ESTRAGON: Entretanto, intentemos hablar sin exaltarnos, ya que somos incapaces de callarnos.

VLADIMIR: Es cierto, somos incansables.

ESTRAGON: Es para no pensar.

VLADIMIR: Tenemos justificación.

ESTRAGON: Es para no escuchar.

VLADIMIR: Tenemos nuestras razones.

ESTRAGON: Todas las voces muertas.

VLADIMIR: Hacen un ruido de alas.

ESTRAGON: De hojas.

VLADIMIR: De arena.

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Page 73: nunca

ESTRAGON: De hojas.

(Largo silencio.)

VLADIMIR: ¡Di algo!

ESTRAGON: Estoy pensando.

(Silencio.)

VLADIMIR: (Angustiado.) ¡Di cualquier cosa!

ESTRAGON: ¿Qué hacemos ahora?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto.

(Silencio.)

VLADIMIR: ¡Qué difícil!

ESTRAGON: ¿Y si cantaras?

VLADIMIR: No, no. Lo que hay que hacer es empezar de nuevo.

ESTRAGON: Eso no me parece difícil.

VLADIMIR: Lo difícil es empezar.

ESTRAGON: Podemos empezar con cualquier cosa.

VLADIMIR: Sí, pero hay que decidirse.

ESTRAGON: Es cierto.

(Silencio.)

VLADIMIR: ¡Ayúdame!

ESTRAGON: Pienso.

(Silencio.)

VLADIMIR: Cuando uno piensa, oye.

ESTRAGON: Cierto.

VLADIMIR: Y eso impide reflexionar.

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Page 74: nunca

ESTRAGON: Claro.

VLADIMIR: Impide pensar.

ESTRAGON: De todos modos se piensa.

VLADIMIR: ¡Ni hablar!, resulta imposible.

ESTRAGON: Eso es, contradigámonos.

VLADIMIR: Imposible.

ESTRAGON: ¿Tú crees?

VLADIMIR: Ya no nos arriesgamos a pensar.

ESTRAGON: Entonces, ¿de qué nos quejamos?

VLADIMIR: Lo peor no es pensar.

ESTRAGON: Claro que sí, seguro, pero algo es algo.

VLADIMIR: ¿Por qué algo es algo?

ESTRAGON: Eso, hagámonos preguntas.

VLADIMIR: ¿Qué quieres decir con algo es algo?

ESTRAGON: Que es algo, pero menos.

VLADIMIR: Evidentemente.

ESTRAGON: ¿Entonces?

VLADIMIR: Lo terrible es haber pensado.

ESTRAGON: Habría que volver de una vez a la naturaleza.

VLADIMIR: Eso no es lo peor.

ESTRAGON: Entonces, ¿qué es?

VLADIMIR: Haber pensado.

ESTRAGON: Evidentemente..

VLADIMIR: Pero hubiéramos podido no hacerlo.

ESTRAGON: ¡Qué se le va a ser!

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Page 75: nunca

VLADIMIR: Lo sé, lo sé.

ESTRAGON: No ha estado mal para empezar.

VLADIMIR: Sí, pero ahora habrá que encontrar otra cosa de que hablar.

(Reflexiona.)

ESTRAGON: Veamos.

VLADIMIR: Veamos.

ESTRAGON: Veamos.

VLADIMIR: ¿Qué estaba diciendo? Podríamos partir de ahí.

ESTRAGON: ¿Cuándo?

VLADIMIR: Justo al empezar.

ESTRAGON: Al empezar, ¿qué?

VLADIMIR: Esta noche. Decía… decía…

ESTRAGON: Creo que me pides demasiado.

VLADIMIR: Espera… nos hemos abrazado… estábamos contento… qué hacemos ahora que estamos contentos… esperamos… veamos… eso es… esperamos… ahora que estamos contentos… esperamos… veamos… ¡Ah! ¡El árbol!

ESTRAGON: ¿El árbol?

VLADIMIR: ¿No lo recuerdas?

ESTRAGON Estoy cansado.

VLADIMIR: Míralo.

(Estragon mira el árbol.)

ESTRAGON: No veo nada.

VLADIMIR: Anoche estaba negro y esquelético. Hoy está cubierto de hojas.

ESTRAGON: ¿De hojas?

VLADIMIR: ¡En una sola noche!

ESTRAGON: Debemos estar en primavera.

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Page 76: nunca

VLADIMIR: ¡Pero, en una solo noche!

ESTRAGON: Te digo que ayer noche no estuvimos aquí. Lo has soñado.

VLADIMIR: ¿Y según tú dónde estuvimos anoche?

ESTRAGON: No sé. En otra parte. El vacío no falta.

VLADIMIR: (Seguro de lo que dice.) Bueno, si ayer noche no estuvimos aquí, ¿qué hicimos anoche?

ESTRAGON: ¿Que qué hicimos?

VLADIMIR: Sí, sí, ¿qué hicimos?

ESTRAGON: Estaríamos charlando.

VLADIMIR: ¿De qué?

ESTRAGON: Pues… de todo un poco; nos iríamos por los cerros de Úbeda. (Con seguridad.) Ya me acuerdo, anoche estuvimos hablando sin ton ni son. Hace medio siglo que hacemos lo mismo.

VLADIMIR: ¿No te acuerdas de nada en concreto?

ESTRAGON: (Agotado.) No me tortures, Didi.

VLADIMIR: ¿El sol? ¿La luna? ¿No te acuerdas?

ESTRAGON: Estarían allí, como siempre.

VLADIMIR: Y el hombre que llevaba a una mujer paralítica en un carrito.

ESTRAGON: Ya te digo que no me acuerdo de nada.

VLADIMIR: Y el puntapié.

ESTRAGON: ¿El puntapié? Es cierto, me pegaron puntapiés.

VLADIMIR: Lucky te los pegó.

ESTRAGON: ¿Todo eso sucedió ayer?

VLADIMIR: Enséñame tu pierna.

ESTRAGON: ¿Cuál?

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VLADIMIR: Las dos. Súbete el pantalón. (Estragon, apoyado en un pie, tiende la pierna hacia Vladimir, está a punto de caer. Vladimir le coge la pierna, Estragon se tambalea.) Súbete el pantalón.

ESTRAGON: No puedo.

(Vladimir sube el pantalón, mira la pierna y la suelta. Estragon está a punto de caer o cae.)

VLADIMIR: La otra. (Estragon le tiende la misma pierna.) ¡La otra, he dicho! (Lo mismo, con la otra pierna.) Vaya, la herida está a punto de infectarse.

ESTRAGON: ¿Y qué?

VLADIMIR: ¿Dónde están tus zapatos?

ESTRAGON: Debí tirarlos.

VLADIMIR: (Yendo por los zapatos que están en la rampa.) ¿Cuándo?

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: ¿Por qué?

ESTRAGON: Me hacían daño.

VLADIMIR: (Le muestra los zapatos.) Aquí están. (Estragon mira los zapatos.) En el mismo sitio en donde los dejaste anoche.

ESTRAGON: No son los míos.

VLADIMIR: ¡No son los tuyos!

ESTRAGON: Los míos eran negros. Estos son amarillos.

VLADIMIR: ¿Estás seguro de que los tuyos eran negros?

ESTRAGON: Mejor dicho, eran grises.

VLADIMIR: ¿Y éstos son amarillos? A ver.

ESTRAGON: Bueno, son verdosos.

VLADIMIR: A ver. (Estragon le alarga el zapato. Vladimir lo mira.) ¡Vaya! (Lo arroja indignado.) ¡Mierda!

ESTRAGON: Ya ves, todo esto son…

VLADIMIR: Ya veo qué es. Sí, ya veo qué ha sucedido

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Page 78: nunca

ESTRAGON: Te digo que todo esto son…

VLADIMIR: Está claro como el agua. Ha venido un tipo, ha cogido los tuyos y ha dejado los suyos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Porque los suyos no le quedaban bien. Entonces ha cogido los tuyos.

ESTRAGON: Pero los míos eran muy pequeños.

VLADIMIR: Para ti. Para él, no.

ESTRAGON: Estoy cansado. Vámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto. Entonces, ¿qué hacemos?

VLADIMIR: No hay nada que hacer.

ESTRAGON: Yo ya no aguanto más.

VLADIMIR: ¿Quieres un rábano?

ESTRAGON: ¿No hay nada más?

VLADIMIR: Hay rábanos y nabos.

ESTRAGON: ¿No quedan zanahorias?

VLADIMIR: No. Además, exageras con tanta zanahoria.

ESTRAGON: Pues dame un rábano. Vladimir hurga en sus bolsillos y sólo encuentra nabos; por último, saca un rábano que da a Estragon.) ¡Es negro!

VLADIMIR: Es un rábano.

ESTRAGON: ¡Sólo me gustan los rosados, lo sabes de sobras!

VLADIMIR: ¿Entonces, qué, no lo quieres?

ESTRAGON: ¡Sólo me gustan los rosados!

VLADIMIR: Pues devuélvemelo.

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(Estragon se lo devuelve.)

VLADIMIR: Esto cada vez tiene menos interés.

ESTRAGON: Todavía es poco. No sabes lo que te queda. Esto no es nada.

VLADIMIR: ¿Y si te los probaras?

ESTRAGON: Ya lo he probado todo.

VLADIMIR: Me refiero a los zapatos.

ESTRAGON: ¿Tú crees?

VLADIMIR: Así mataremos el tiempo. (Estragon duda.) Será entretenido, ya verás. Prueba.

ESTRAGON: ¿Me ayudarás?

VLADIMIR: Claro que sí.

ESTRAGON: Juntos, no nos las arreglamos del todo mal, ¿verdad, Didi?

VLADIMIR: Claro que no. Anda, inténtalo primero con el izquierdo.

ESTRAGON: ¿Verdad, Didi, que siempre encontramos algo que nos produce la sensación de existir?

VLADIMIR: (Algo impaciente.) Claro que sí, claro que sí, somos magos. Pero no nos desdigamos de lo que hemos decidido. (Coge un zapato.) Ven, dame el pie. (Estragon le da un pie.) ¡El otro! (Estragon levanta el otro pie.)¡Más alto! (Pegados el uno al otro recorren, tambaleándose, el escenario. Por fin, Vladimir consigue ponerle el zapato.) Intenta andar. (Estragon anda.) ¿Qué?

ESTRAGON: Me queda bien.

VLADIMIR: (Saca un cordón del bolsillo.) Vamos a atarlo.

ESTRAGON: ¡No, no, lazos, no, lazos, no!

VLADIMIR: Bueno, bueno. Probemos el otro. (Lo mismo.) ¿Qué?

ESTRAGON: También me queda bien.

VLADIMIR: ¿No te hacen daño?

ESTRAGON: (Da unos pasos, pisando con fuerza.) Aún no.

VLADIMIR: Entonces puedes quedártelo.

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ESTRAGON: Son demasiado grandes.

VLADIMIR: Algún día quizá tengas calcetines.

ESTRAGON: Es verdad.

VLADIMIR: ¿Qué? ¿Te los quedas?

ESTRAGON: Ya hemos hablado bastante de los zapatos. (Va a sentarse.)

VLADIMIR: Sí, pero… Anoche estabas sentado ahí mismo.

ESTRAGON: Si pudiera dormir.

VLADIMIR: Anoche dormiste.

ESTRAGON: Lo intentaré. (Adopta una postura uterina.)

VLADIMIR: (Se acerca a Estragon y empieza a cantar en voz alta.) Do do do do…

ESTRAGON: (Levanta la cabeza.) No tan alto.

VLADIMIR: (Más bajo.) Do do do do Do do do do Do do do do Do do…

(Estragon se duerme. Vladimir se quita la chaqueta y lo cubre. Luego empieza a andar de un lado para otro para calentarse, se frota los brazos. Estragon se despierta sobresaltado, se levanta, da algunos pasos, inconsciente. Vladimir corre hacia él.)

VLADIMIR: Aquí… aquí… estoy aquí… no temas.

ESTRAGON: ¡Ah!

VLADIMIR: Aquí… aquí… ya pasó.

ESTRAGON: Me caía.

VLADIMIR: Ya pasó. No pienses más en ello.

ESTRAGON: Estaba sobre un…

VLADIMIR: No, no, no digas nada. Ven, caminemos un poco.

(Caminan. Vladimir le ayuda.)

ESTRAGON: Ya basta. Estoy cansado.

VLADIMIR: Como quieras. (Deja a Estragon, recoge su chaqueta y se la pone.)

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Page 81: nunca

ESTRAGON: Vayámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto. (Vladimir reemprende su ir y venir.) ¿No puedes estarte quieto?

VLADIMIR: Tengo frío.

ESTRAGON: Hemos venido demasiado temprano.

VLADIMIR. (Ve el sombrero de Lucky.) ¡Mira!

ESTRAGON: Me voy.

VLADIMIR: ¡El sombrero de Lucky! Hace una hora que estoy aquí y no lo había visto. (Muy contento.) ¡Perfecto!

ESTRAGON: No volverás a verme.

VLADIMIR: Así que no me he confundido de lugar. Ya podemos estar tranquilos. (Arregla el sombrero de Lucky.) Debió ser un hermoso sombrero. (Se lo cala en lugar del suyo, y este se lo tiende a Estragon.) Toma.

ESTRAGON: ¿Qué?

VLADIMIR: Ténmelo.

(Estragon coge el sombrero de Vladimir. Vladimir se cala con ambas manos el sombrero de Lucky. Estragon se pone el sombrero de Vladimir en lugar del suyo que tiende a Vladimir. Vladimir coge el sombrero de Estragon. Estragon se cala con ambas manos el sombrero de Vladimir. Vladimir se pone el sombrero de Estragon en lugar del de Lucky, el cual tiende a Estragon. Estragon coge el sombrero de Lucky. Vladimir se cala con ambas manos el sombrero de Estragon. . Estragon se pone el sombrero de Lucky en lugar del de Vladimir, que tiende a este. Vladimir coge su sombrero. Estragon se cala con ambas manos el sombrero de Lucky. Vladimir se pone su sombrero en lugar del de Estragon, el cual le tiende a éste. Estragon coge su sombrero, Vladimir se cala con ambas manos su sombrero. Estragon se pone su sombrero en lugar del de Lucky, el cual tiende a Vladimir. Vladimir coge el sombrero de Lucky. Estragon se cala su sombrero con ambas manos. Vladimir se pone el sombrero de Lucky en lugar del suyo, que tiende a Estragon. Estragon coge el sombrero de Vladimir. Vladimir se cala el sombrero de Lucky con ambas manos, Estragon tiende el sombrero de Vladimir a Vladimir, quien lo coge y lo tiende a Estragon, quien lo coge y se lo tiende a Vladimir, quien lo coge y lo tira. Todo con movimientos muy rápido.)

VLADIMIR: ¿Me queda bien?

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ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: No, pero, ¿qué te parece? (Pone posturas de maniquí, moviendo la cabeza.)

ESTRAGON: Horroroso.

VLADIMIR: Pero, ¿más de que costumbre?

ESTRAGON: Igual.

VLADIMIR: Entonces, me lo quedo. El mío me hacía daño.

ESTRAGON: Yo, me voy. (Empieza a salir por la rampa.)

VLADIMIR: ¿No quieres jugar?

ESTRAGON: (Se detiene en medio de la rampa.) ¿Jugar? ¿A qué?

VLADIMIR: Podríamos jugar a Pozzo y a Lucky.

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: Yo seré Lucky. (Le da la espalda a Estragon y se pone a imitar a Lucky, doblándose con el peso del equipaje. Estragon le observa y sale.) Y tú serás Pozzo. (Se vuelve y al no ver a Estragon, lanza un grito desgarrador.) ¡Gogo! (Empieza a recorrer el escenario. Estragon vuelve precipitadamente, sin aliento, corre hacia Vladimir.) ¡Por fin has vuelto! ¿Dónde has estado? Creí que te habías marchado para siempre.

ESTRAGON: Vienen.

VLADIMIR: ¿Quiénes?

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: ¿Cuántos?

ESTRAGON: No sé.

VLADIMIR: (Contento y triunfal.) ¡Godot! ¡Por fin! (Abraza efusivamente a Estragon.) ¡Gogo! ¡Es Godot! ¡Estamos salvados! ¡Vayamos a su encuentro! ¡Ven!

ESTRAGON: ¡Dime qué hay que hacer!

VLADIMIR: No hay nada que hacer.

ESTRAGON: Tú te colocas allí. (Vladimir se coloca en la rampa, cerca del árbol, de espaldas.) Ahí, quieto, y mantén los ojos muy abiertos. (Estragon se coloca en el otro

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extremo. Los dos miran a lo lejos.) Hombro con hombro como en los viejos tiempos. (Siguen mirando.) ¿Ves algo?

VLADIMIR: ¿Cómo?

ESTRAGON: Que si ves algo.

VLADIMIR: No.

ESTRAGON: Yo tampoco.

(Prosiguen al acecho.)

VLADIMIR: Te habrás equivocado.

ESTRAGON: ¿Qué?

VLADIMIR: (Más alto.) Que te habrás equivocado.

ESTRAGON: No grites.

(Prosiguen al acecho.)

VLADIMIR y ESTRAGON: (Se vuelven al mismo tiempo.) Es…

VLADIMIR: ¡Oh, perdona!

ESTRAGON: Te escucho.

VLADIMIR: ¡No, no!

ESTRAGON: ¡Sí, sí!

VLADIMIR: Te he interrumpido.

ESTRAGON: Al contrario.

VLADIMIR: Vamos, sin cumplidos.

ESTRAGON: No seas testarudo, vamos.

VLADIMIR: (Con énfasis.) Acaba lo que ibas a decir.

ESTRAGON: (Igual.) Acábalo tú.

VLADIMIR: ¡Mira que eres bruto!

ESTRAGON: ¡Eso es, insultémonos!

(Se intercambian insultos.)

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VLADIMIR: Burro.

ESTRAGON: Borrico.

VLADIMIR: Asno.

ESTRAGON: Cuadrúpedo.

VLADIMIR: Jumento.

ESTRAGON: Zopenco.

VLADIMIR: Bestia.

ESTRAGON: Ahora reconciliémonos.

VLADIMIR: ¡Gogo!

ESTRAGON: ¡Didi!

VLADIMIR: ¡La mano!

ESTAGON. ¡Aquí la tienes!

VLADIMIR: ¡Venga un abrazo!

ESTRAGON: ¿Un abrazo?

VLADIMIR: (Abre los brazos.) ¡Aquí dentro!

ESTRAGON: ¡Venga!

(Se abrazan.)

VLADIMIR: ¡Cómo pasa el tiempo cuando uno se divierte! Hagamos algunos ejercicios respiratorios.

ESTRAGON: Yo ya no quiero respirar.

VLADIMIR: Tienes razón. De todos modos, hagamos el árbol, para el equilibrio.

ESTRAGON: ¿El árbol?

(Vladimir hace el árbol.)

VLADIMIR: (Se detiene.) Te toca a ti.

(Estragon hace el árbol, tambaleándose.)

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ESTRAGON: ¿Crees que Dios me ve?

VLADIMIR: Hay que cerrar los ojos.

(Estragon cierra los ojos, se tambalea más. Cae.)

ESTRAGON: ¡Dios, ten piedad de mí!

VLADIMIR: (Ofendido.) ¡Ah! De ti, y de mí ¿qué?

ESTRAGON: ¡De mí! ¡De mí! ¡Piedad! ¡De mí!

(Entran por la rampa Pozzo y Lucky. Pozzo se ha vuelto ciego. Lucky, cargado como en el acto primero. Cuerda, como en el acto primero, pero mucho más corta, para permitir que Pozzo pueda seguirle más cómodamente. Lucky, tocado con un nuevo sombrero. Al ver a Vladimir y a Estragon, se detiene. Pozzo, continúa su camino, choca contra él.)

POZZO: ¿Qué sucede? ¿Quién ha gritado?

(Lucky cae, soltándolo todo, y arrastra a Pozzo en su caída. Quedan tendidos, inmóviles, en medio de la rampa.)

ESTRAGON: ¿Es Godot?

VLADIMIR: Llega a tiempo. ¡Refuerzos, por fin!

PÒZZO: (Con voz inexpresiva.) Socorro.

ESTRAGON: ¿Es Godot?

VLADIMIR: Comenzábamos a flaquear. Ya tenemos asegurada nuestra velada. POZZO: ¡Auxilio!

ESTRAGON: Pide ayuda.

VLADIMIR: Ya no estamos solos para esperar la noche, para esperar a Godot, para esperar. Hemos luchado toda la tarde con nuestros propios medios. Ahora se acabó.Ya es mañana.

ESTRAGON: Pero sólo están de paso.

POZZO: ¡Auxilio!

VLADIMIR: Ahora el tiempo pasa de otro modo. El sol se pondrá, saldrá la luna, y nos iremos …de aquí.

ESTRAGON: Pero si sólo están de paso.

VLADIMIR: Bastará.

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POZZO: ¡Piedad!

VLADIMIR: ¡Pobre Pozzo!

ESTRAGON: Sabía que era él.

VLADIMIR: ¿Quién?

ESTRAGON: Godot.

VLADIMIR: Pero si no es Godot.

ESTRAGON: ¿No es Godot?

VLADIMIR: ¡No es Godot!

ESTRAGON: Entonces, ¿quién es?

VLADIMIR: Es Pozzo.

POZZO: ¡Soy yo! ¡Soy yo! ¡Levántenme!

VLADIMIR: No puede levantarse.

ESTRAGON: Vámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto.

VLADIMIR: Quizás aún tenga huesos para ti.

ESTRAGON: ¿Huesos?

VLADIMIR: De pollo. ¿No te acuerdas?

ESTRAGON: ¿Era él?

VLADIMIR: Sí.

ESTRAGON: Pregúntaselo.

VLADIMIR: ¿Y si primero le ayudáramos?

ESTRAGON: ¿A qué?

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VLADIMIR: A levantarse.

ESTRAGON: ¿No puede levantarse?

VLADIMIR: Quiere levantarse.

ESTRAGON: Pues que se levante.

VLADIMIR: No puede.

ESTRAGON: ¿Qué le sucede?

VLADIMIR: No sé.

(Pozo se retuerce, gime, golpea el suelo.)

ESTRAGON: ¿Y si primero le pedimos los huesos? Si se niega lo dejamos en el suelo.

VLADIMIR: ¿Quieres decir que tenemos la sartén por el mango?

ESTRAGON: Sí.

VLADIMIR: ¿Y que debemos poner condiciones a nuestros servicios?

ESTRAGON: Sí.

VLADIMIR: Lo mejor sería aprovechar que Pozzo pide ayuda, le auxiliamos y especulamos con su agradecimiento. No todos los días hay alguien que nos necesita.

POZZO: ¡Socorro! ¡Les daré dinero!

ESTRAGON: ¿Cuánto?

POZZO: Cien francos.

ESTRAGON: ¿Suizos?

POZZO: Sí.

ESTRAGON: Es poco.

POZZO: ¡Doscientos!

VLADIMIR: Ya vamos, ya vamos.

POZZO: ¡Trescientos! ¡Cuatrocientos!

ESTRAGON: ¿Quién se ha tirado un pedo?

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VLADIMIR: Ha sido Pozzo.

POZZO: ¡He sido yo! ¡He sido yo! ¡Piedad!

ESTRAGON: Es asqueroso.

POZZO: ¡A mí!

(Vladimir se acerca a Pozzo.)

VLADIMIR: ¿Quieres callarte de una santa vez? ¡Qué perra has cogido! Sólo piensas en ti mismo.

POZZO: ¿Quiénes son ustedes?

VLADIMIR: Somos hombres.

POZZO: ¿Qué ha ocurrido?

VLADIMIR: (Va hacia Estragon.) ¿Has oído? ¡Quiere saber qué ha ocurrido!

ESTRAGON: Déjale. Duerme. (Se prepara para dormir.)

POZZO: ¡Piedad! ¡Piedad!

VLADIMIR: ¡Otra vez ese cerdo de Pozzo!

ESTRAGON: ¡Dile que se calle! ¡Pártele la boca!

VLADIMIR: (Pega a Pozzo.) ¿Has terminado? ¿Quieres callarte? ¡Gusano! (Pozzo lanza gritos de dolor y se aleja arrastrándose.) ¡Se ha escapado! (Pozzo se desploma.) ¡Se ha caído!

ESTRAGON: ¿Se había levantado?

VLADIMIR: No.

ESTRAGON: Y, sin embargo, dices que se ha caído.

VLADIMIR: Andaba a gatas. Quizá nos hayamos excedido.

POZZO: ¡Socorro!

ESTRAGON: Vayámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

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ESTRAGON: Es cierto. ¿Qué podemos hacer?

POZZO: ¡Socorro!

VLADIMIR: ¿Y si le auxiliásemos?

ESTRAGON: ¿Qué quiere?

VLADIMIR: Quiere levantarse.

ESTRAGON: ¿Y después?

VLADIMIR: Quiere que le ayudemos a levantarse.

ESTRAGON: Bueno, ayudémosle. ¿A qué esperamos?

(Ayudan a Pozzo a levantarse, se separan de él. Cae otra vez.)

VLADIMIR: Hay que sostenerle. (Ayudan a levantarlo. Pozzo permanece en pie entre los dos, colgado de sus cuellos.) Tiene que acostumbrarse a estar en pie. (A Pozzo.) ¿Qué tal va eso?

POZZO: ¿Quiénes son ustedes?

VLADIMIR: ¿No nos reconoce?

POZZO: Soy ciego.

ESTRAGON: Quizá vea más adelante.

VLADIMIR: (A Pozzo.) ¿Desde cuándo?

POZZO: Tenía una vista excelente, pero… ¿son ustedes amigos?

ESTRAGON: (Ríe.) ¡Pregunta si somos amigos!

VLADIMIR: No, pregunta si somos amigos suyos.

ESTRAGON: ¿Y?

VLADIMIR: La prueba es que le hemos ayudado.

POZZO: ¿Son ustedes bandidos?

ESTRAGON: ¡Bandidos! ¿Tenemos cara de bandidos?

VLADIMIR: ¡Vamos! Es ciego.

POZZO: ¿Dónde está mi criado?

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VLADIMIR: Allí.

POZZO: ¿Por qué no responde a mis llamadas?

VLADIMIR: No sé. Parece dormir. Puede que esté muerto.

POZZO: ¿Qué ha sucedido?

VLADIMIR: Han caído los dos.

POZZO: Vayan a ver si está herido.

VLADIMIR: No podemos dejarle a usted solo.

POZZO: No es necesario que vayan los dos.

VLADIMIR: (A Estragon.) Ve tú.

POZZO: Eso es, que vaya su amigo. Apesta tanto.

VLADIMIR: Ve a despertarle.

ESTRAGON: ¡Después de lo que me hizo! ¡Nunca!

VLADIMIR: ¡Ah, por fin recuerdas que te hizo algo!

ESTRAGON: No recuerdo nada. Tú me lo has dicho.

POZZO: Nada tiene que temer. ¿Qué espera?

VLADIMIR: (A Estragon.) ¿Qué esperas?

ESTRAGON: Espero a Godot.

VLADIMIR: Ayer su criado le atacó cuando lo único que quería era enjugarle las lágrimas.

POZZO: Nunca hay que ser amable con gentes como éstas. No lo soportan.

VLADIMIR: Entonces, ¿Qué hay que hacer?

POZZO: En primer lugar, tirar de la cuerda, con cuidado de no estrangularlo. Casi siempre, eso le hace reaccionar. En caso contrario, pegarle patadas en el bajo vientre y en la cara.

VLADIMIR: ¿Ves? No tienes nada que temer. Incluso se te presenta la ocasión para vengarte

ESTRAGON: ¡No me pierdas de vista! (Va hacia Lucky.)

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VLADIMIR: Comprueba si está vivo. Si está muerto no vale la pena patearlo.

ESTRAGON: (Inclinado sobre Lucky.) Respira.

VLADIMIR: Pues anda, dale.

(Súbitamente desatado, Estragon, aullando, arremete a patadas contra Lucky. Pero se lástima un pie y se aleja cojeando y gimiendo. Lucky recobra el sentido.)

ESTRAGON: (Apoyado sobre una pierna.) ¡Qué bestia!

(Estragon se sienta arriba de la rampa. Intenta dormir en una postura uterina.)

POZZO: ¿Qué sucede ahora?

VLADIMIR: Mi amigo se ha lastimado.

POZZO: ¿Y Lucky?

VLADIMIR: ¿Así que es él?

POZZO: ¿Cómo?

VLADIMIR: ¿Se trata de Lucky?

POZZO: No comprendo.

VLADIMIR: ¿Y usted es Pozzo?

POZZO: Pues claro que soy Pozzo.

VLADIMIR: ¿Los mismos de ayer?

POZZO: ¿De ayer?

VLADIMIR: Ayer nos vimos. ¿No lo recuerda?

POZZO: No recuerdo haberme encontrado con nadie ayer. Pero mañana no recordaré haberme encontrado con alguien hoy. No cuente conmigo para salir de dudas... Y basta ya. ¡En pie!

VLADIMIR: Usted habló con nosotros. Él bailó. Usted veía.

POZZO: Si usted lo dice. Déjeme, por favor. ¡En pie!

VLADIMIR: Se levanta.

(Lucky se levanta, recoge el equipaje.)

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POZZO: Hace bien.

VLADIMIR: ¿Adónde se dirige?

POZZO: No me preocupo por eso.

VLADIMIR: ¡Cómo ha cambiado!

(Lucky, cargado con el equipaje, se coloca delante de Pozzo.)

POZZO: ¡Látigo! (Lucky deja el equipaje en el suelo, busca el látigo, lo encuentra, se lo da a Pozzo, vuelve a recoger el equipaje.) ¡Cuerda! (Lucky deja el equipaje en el suelo, pone el extremo de la cuerda en la mano de Pozzo, vuelve a recoger el equipaje.)

VLADIMIR: ¿Qué hay en esa maleta?

POZZO: Arena. (Tira de la cuerda.) ¡En marcha!

(Lucky se pone en movimiento, Pozzo le sigue.)

VLADIMIR: No se marche todavía.

POZZO: Me voy.

VLADIMIR: Antes de irse dígale que cante.

POZZO: ¿A quién?

VLADIMIR: A Lucky.

POZZO: ¿Qué cante?

VLADIMIR: Sí. O que piense. O que recite.

POZZO: Pero si es mudo.

VLADIMIR: ¡Mudo!

POZZO: Absolutamente. Ni siquiera puede gemir.

VLADIMIR: ¡Mudo! ¿Desde cuándo?

POZZO: (Furioso de repente.) ¿No ha terminado de envenenarme con sus historias sobre el tiempo? ¡Insensato! ¡Cuándo! ¡Cuándo! Un día, ¿no le basta?, un día como otro cualquiera, se volvió mudo, un día me volví ciego, un día nos volveremos sordos, un día nacimos, un día moriremos, el mismo día, el mismo instante, ¿no le basta? (Mas calmado.) Dan a luz a caballo sobre una tumba, el día brilla por un instante, y, después, de nuevo la noche. (Tira de la cuerda.) ¡En marcha!

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(Salen. Vladimir mira cómo se alejan. Ruido de caída, subrayado por la mímica de Vladimir, anuncia que han caído otra vez. Vladimir va hacia Estragon, le contempla un momento, después lo despierta.)

ESTRAGON: ¿Por qué nunca me dejas dormir?

VLADIMIR: Me sentía solo.

ESTRAGON: Soñaba que era feliz.

VLADIMIR: Me pregunto si está ciego de verdad.

ESTRAGON: ¿Quién?

VLADIMIR: Pozzo.

ESTRAGON: ¿Está ciego?

VLADIMIR: Nos lo ha dicho.

ESTRAGON: ¿Y qué?

VLADIMIR: Me ha parecido que nos veía.

ESTRAGON: Lo has soñado. ¿Seguro que no era él?

VLADIMIR: ¿Quién?

ESTRAGON: Godot.

VLADIMIR: Pero, ¿quién?

ESTRAGON: Pozzo.

VLADIMIR: ¡No, por supuesto que no! No, no.

ESTRAGON: ¡Mis pies! (Intenta descalzarse.)

VLADIMIR: Ya no sé qué pensar. ¿Habré estado durmiendo mientras los otros sufrían? ¿Estaré durmiendo en este momento? Mañana, cuando crea despertar, ¿qué diré acerca de este día? ¿Que he esperado a Godot, con Estragon, mi amigo, en este lugar, hasta que cayó la noche? ¿Que ha pasado Pozzo, con su criado, y que nos ha hablado? ¿Que un hombre llevaba en un carrito a su mujer paralítica? Sin duda. Pero ¿qué habrá de verdad en todo esto? (Estragon está adormecido. Vladimir lo mira con ternura.) El no sabrá nada. Hablará de los golpes recibidos y yo le daré una zanahoria. (Pausa.) A caballo sobre una tumba y un parto difícil. En el fondo del agujero, pensativamente, el sepulturero prepara sus herramientas. Hay tiempo para envejecer. El aire está lleno de nuestros gritos. Pero la costumbre los calla. A mí también, otro me mira, diciéndose: Duerme, no sabe que duerme. (Pausa.) No puedo continuar. ¿Qué he dicho?

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(Entra el muchacho.)

MUCHACHO: Señor… Señor Alberto.

VLADIMIR: Vuelta a empezar. ¿No me reconoces?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: ¿Fuiste tú quien vino ayer?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: ¿Es la primera vez que vienes?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: De parte del señor Godot.

MUCHACHO: Si, señor.

VLADIMIR: ¿No vendrá esta noche?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: Pero vendrá mañana.

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: Seguro:

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Te has encontrado con alguien?

MUCHACHO: No, señor.

VLADIMIR: Otros dos… hombres.

MUCHACHO: No he visto a nadie, señor.

VLADIMIR: ¿Qué hace el señor Godot? ¿Me oyes?

MUCHACHO: Si, señor.

VLADIMIR: ¿Y?

MUCHACHO: No hace nada, señor.

VLADIMIR: ¿Qué tal está tu hermano?

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MUCHACHO: Está enfermo, Señor.

VLADIMIR: Quizá fuera él quien vino ayer.

MUCHACHO: No lo sé, señor.

VLADIMIR: El señor Godot, ¿lleva barba?

MUCHACHO: Sí, señor.

VLADIMIR: ¿Rubia o… morena?

MUCHACHO: Creo que blanca, señor.

VLADIMIR: Misericordia.

MUCHACHO: ¿Qué debo decirle al señor Godot, señor?

VLADIMIR: Le dirás…, le dirás que me has visto. (Vladimir avanza, el muchacho retrocede. Vladimir se detiene, el muchacho se detiene.) Dime, ¿estás seguro de haberme visto, no me dirás mañana que nunca me has visto?

Vladimir da un salto hacia delante. El muchacho al verlo venir, escapa como una flecha. Silencio. El sol se pone, la luna sale. Vladimir permanece inmóvil. Estragon se ha ido despertando, se descalza, se pone de pie, con los zapatos en la mano, los deja en la rampa, se dirige cabía Vladimir.)

ESTRAGON: ¿Qué te ocurre?

VLADIMIR: Nada.

ESTRAGON: Yo me voy.

VLADIMIR: Yo también.

ESTRAGON: ¿He dormido mucho?

VLADIMIR: No sé.

ESTRAGON: ¿Adónde iremos?

VLADIMIR: No muy lejos.

ESTRAGON: ¡No, no, vayámonos lejos de aquí!

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Mañana debemos volver.

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ESTRAGON: ¿Para qué?

VLADIMIR: Para esperar a Godot.

ESTRAGON: Es cierto. ¿No ha venido?

VLADIMIR: No.

ESTRAGON: Y ahora ya es demasiado tarde.

VLADIMIR: Sí, es de noche.

ESTRAGON: ¿Y si no le hiciéramos caso? (Pausa.) ¿Y si no le hiciéramos caso?

VLADIMIR: Nos castigaría. (Mira el árbol.) Sólo el árbol vive.

ESTRAGON: (Mira el árbol.) ¿Qué es?

VLADIMIR: El árbol.

ESTRAGON: No, ¿qué clase de árbol?

VLADIMIR: No sé. Un sauce.

ESTRAGON: Ven a ver. (Van hacia el árbol.) ¿Y si nos ahorcáramos?

VLADIMIR: ¿Con qué?

ESTRAGON: ¿No tienes un trozo de cuerda?

VLADIMIR: No.

ESTTRAGON: Pues no podemos.

VLADIMIR: Vayámonos.

ESTRAGON: Espera, podemos hacerlo con mi cinturón.

VLADIMIR: Es demasiado corto.

ESTRAGON: Tú me tiras de las piernas.

VLADIMIR: ¿Y quién tirará de las mías?

ESTRAGON: Es cierto.

VLADIMIR: De todos modos, déjame ver. (Estragon desata la cuerda que sujeta su pantalón. Este, demasiado ancho, le cae sobre los tobillos. Miran la cuerda.) La verdad, creo que podría servir. ¿Resistirá?

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ESTRAGON: Probemos. Toma.

(Cada uno coge una punta de la cuerda y tiran. La cuerda se rompe.)

VLADIMIR: No sirve para nada.

ESTRAGON: ¿Dices que mañana hay que volver?

VLADIMIR: Sí.

ESTRAGON: Pues nos traeremos una buena cuerda.

VLADIMIR: Eso es.

ESTRAGON: Didi.

VLADIMIR: Sí.

ESTRAGON: No puedo seguir así.

VLADIMIR: Eso es un decir.

ESTRAGON: ¿Y si nos separásemos? Quizá sería lo mejor.

VLADIMIR: Nos ahorcaremos mañana. A menos que venga Godot.

ESTRAGON: ¿Y si viene?

VLADIMIR: Nos habremos salvado.

(Vladimir se quita el sombrero, el de Lucky, mira el interior, lo sacude, se lo cala.)

ESTRAGON: ¿Qué? ¿Nos vamos?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: ¿Qué?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: ¿Qué me quite los pantalones?

VLADIMIR: Súbete los pantalones.

ESTRAGON: Ah, sí, es cierto.

(Estragon se sube los pantalones.)

VLADIMIR; ¿Qué? ¿Nos vamos?

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ESTRAGON: Vamos.

(No se mueven.)

(Se oye el ruido de un gran objeto que se acerca, silbante, parecido al de un gran proyectil que se acerca. Vladimir y Estragon lo ven venir y se asustan. Se oye una gran explosión y un hongo atómico se refleja en el panorama mientras se hace el oscuro.)

TELÓN

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PERSONAJES

ESTRAGON 1.

VLADIMIR 1.

LUCKY.

POZZO.

MUCHACHO.

LIS.

FANDO.

MITARO.

NAMUR.

TOSO.

VLADIMIR 2.

ESTRAGON 2.

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