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HISTORIA DE LOS OBISPOS DE TERUEL (1614-1700)

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HISTORIA DE LOS OBISPOSDE TERUEL (1614-1700)

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JUAN JOSÉ POLO RUBIO

HISTORIA DE LOS OBISPOSDE TERUEL (1614-1700)

INSTITUTO DE ESTUDIOS TUROLENSES2005

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© Juan José Polo Rubio (✝)© Instituto de Estudios Turolenses

Fotografía de la cubierta: fachada del palacio episcopal de Teruel (F. J. Sáenz)

I.S.B.N.: Z-84-96053-16-4D.L.: Z-3438-2005Imprime: Servicio de Publicaciones. Universidad de Zaragoza

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PRESENTACIÓN

Hace unos años que Ibercaja publicó el libro Jaime Jimeno de Lobera(1580-1594), organizador de la diócesis de Teruel (Zaragoza, 1987). Con poste-rioridad, el Centro de Estudios Darocenses llevó a la imprenta Martín Terrerde Valenzuela (1549-1631), darocense ilustre y obispo aragonés (Zaragoza, 1999).En ellos se narraba la historia de los obispos de la diócesis de Teruel desdesu fundación hasta 1614, año en que Martín Terrer fue trasladado aTarazona y Tomás Cortés fue promovido de la sede jacetana a la diócesis deTeruel.

En este nuevo libro, titulado Historia de los obispos de Teruel (1614-1700),quedan documentados los pontificados de Tomás Cortés Sangüesa (1614-1624), Fernando Valdés Llano (1625-1633), Pedro Apaolaza Ramírez(1633-1635), Fray Juan Cebrián Pedro (1635-1644), Domingo Abad Huerta(1644-1646), Diego Chueca Rincón (1647-1672), Diego Francés deUrritigoyti (1673), Fray Andrés Aznar Naves (1673-1682) y JerónimoZolivera (1682-1700).

Todos estos prelados, excepto Fernando Valdés Llano, habían nacidoen Aragón. Pero, a partir de 1700, comienza una nueva etapa de la historiade España y de la Iglesia española, la situación cambia radicalmente yCastilla impondrá sus candidatos en la diócesis turolense.

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SIGLAS

A.C.B.: Archivo de la Catedral de Barbastro

A.C.G.E.: Archivo del Capítulo General Eclesiástico de Teruel

A.C.H.: Archivo de la Catedral de Huesca

A.C.J.: Archivo de la Catedral de Jaca

A.C.S.Z.: Archivo de la Catedral de la Seo de Zaragoza

A.C.T.: Archivo de la Catedral de Teruel

A.G.S.: Archivo General de Simancas

A.H.D.T.: Archivo Histórico Diocesano de Teruel

A.H.N.: Archivo Histórico Nacional

A.H.P.T.: Archivo Histórico Provincial de Teruel

A.S.V.: Archivo Secreto Vaticano

D.H.E.E.: Diccionario de Historia Eclesiástica de España

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1 En su lápida sepulcral, existente en la iglesia de San Lorenzo de Huesca, se dice quefalleció el día 9 de diciembre de 1624 a la edad de 73 años. Por tanto, habría nacido,aproximadamente, hacia el año 1551. En 1607, al ser nombrado obispo de Jaca, se dice quetenía 56 años. Y, de acuerdo con este apunte documental, la fecha de su nacimiento tambiéncoincidiría, sería el año 1551 (GAUCHAT, P., Hierarchia catholica, IV Monasterii, 1935, p. 205).

2 El Colegio Imperial y Mayor de Santiago fue fundado por Berenguer de San Vicente,maestro en Artes de la universidad de Huesca, confirmado al año siguiente por el rey CarlosI de España y emperador de Alemania, y aprobados sus estatutos por el papa Paulo III conbula fechada el 22-IX-1535. Las rentas colegiales eran suficientes, similares o incluso superio-res, a las que tenían los colegios mayores de Salamanca y Valladolid. El número de colegia-les no superaría los trece, nueve juristas o canonistas y cuatro teólogos. Como requisitos parasu ingreso, se exigía ser mayores de veinte años y menores de veintiséis, naturales del reinode Aragón, Valencia, Navarra y Cataluña, aunque estaba permitido admitir también a dos

CAPÍTULO I

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624)

1. SEMBLANZA BIOGRÁFICA

Cuando el obispo Martín Terrer de Valenzuela fue nombrado obispo deTarazona (7-abril-1614), le sucedió en la sede turolense el obispo TomásCortés Sangüesa (27-agosto-1614), que hasta entonces había regido la dió-cesis de Jaca (1607-1614).

1.1. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE HUESCA Y CANÓNIGO

Tomás Cortés nació en la ciudad de Huesca a mediados del siglo XVI1.A la edad de veinte años fue admitido como colegial del Mayor deSantiago, fundado en la ciudad de Huesca en 15342. Como escribe Gómez

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Uriel3, recibió la beca colegial con fecha 22 de diciembre de 1571. EstudióDerecho civil y canónico en la universidad literaria de Huesca4, obtenien-do el grado de bachiller el año 1575 y el de doctor en 1578.

Durante los años escolares de 1573-1574 y 1574-1575, sin tener todavíagrados académicos, fue profesor en la facultad de Derecho civil. El año esco-lar 1575-1576, habiendo obtenido ya el grado académico de bachiller enambos derechos, ocupó el cargo de rector en el Colegio Mayor de Santiagoy siguió enseñando en la facultad de Derecho civil. Durante el curso escolardel año siguiente, 1576-1577, siguió impartiendo docencia en esta facultad5.

Dice Gómez Uriel, siguiendo la exposición de Ramón de Huesca6, queel 25 de marzo de 1577, habiendo ya recibido los grados académicos enambos Derechos, Tomás Cortés tomó posesión de una canonjía en la cate-dral de Huesca. La afirmación, sin embargo, no es totalmente cierta. Segúnlas Actas capitulares en la catedral oscense, la prebenda doctoral estabavacante por muerte del canónigo Juan de Aísa. En sesión capitular del 20de marzo de 1577, el deán y cabildo propusieron al bachiller Tomás Cortéspara ocuparla y ese mismo día «tomó la colación canónica»7.

Durante los años escolares 1577-1578 y 1578-1579, siendo canónigo,enseñó en la Facultad de Derecho canónico. Su nombre no aparece ya en

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colegiales de Castilla y de los demás reinos de España. Los colegiales no podían ser casados,ni frailes; a los viudos se les permitía el ingreso únicamente con licencia de la Inquisición.Era exigida la limpieza de sangre (vid. VIDALLER SALILLAS, C. y BRIOSO y MYRAL, J., voz«Colegios Mayores», Gran Enciclopedia Aragonesa, III, Zaragoza, 1980, pp. 844-845).

3 GÓMEZ URIEL, M., Diccionario biográfico-bibliográfico, I, Zaragoza, 1885, p. 352.4 Fundada por el monarca Pedro IV de Aragón, mediante privilegio expedido en

Alcañiz el 12 de marzo de 1354, su mantenimiento corría a cargo del Concejo municipal.Con el paso de los años, el espíritu universitario primero decayó y tuvo que ser refundada amediados del siglo XV por bula del papa Paulo II, datada el 19 de octubre de 1464, pasandola dirección a manos de la iglesia de Huesca, que aportaría las rentas de ciertos beneficiosdiocesanos para su sostenimiento. Esto fue la salvación de la universidad oscense. El buenfuncionamiento de la misma se debió a la decisión de asignar para su mantenimiento losdiezmos y primicias de varias rectorías y de algunos beneficios. Los primeros estatutos datande finales del siglo XV, mejorados por Ambrosio Olcina en 1562, y en 1599 por CarlosMuñoz, obispo de Barbastro, visitador y reformador de la universidad por orden real y apos-tólica. La universidad oscense contaba con facultades de Teología, Derecho canónico y civil,Medicina, Filosofía y Artes. A partir de 1566, se fundó la escuela de Gramática. Las faculta-des más florecientes fueron las de Derecho canónico y civil, tanto por el número considera-ble de estudiantes como por la fama de sus profesores.

5 DURÁN GUDIOL, A., «Notas para la historia de la universidad de Huesca», HispaniaSacra, 21, 1968, pp. 145-146.

6 HUESCA, R. de, Teatro histórico de las iglesias del Reino de Aragón, VII, Zaragoza, 1807,p.160.

7 A.C.H., Actas capitulares (1560-1579), fol. 480 v.

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el claustro de la Facultad de Derecho civil. Y, al hacer referencia al cursoescolar 1578-79, en la nómina de profesores queda anotado que era doc-tor. Por tanto, Tomás Cortés ejerció la docencia universitaria durante seisaños escolares consecutivos, de 1573 a 1579. Y fue canónigo de la catedraloscense durante treinta años, desde 1577 hasta 16078.

Siguiendo el libro de Actas, podemos conocer qué cargos capitularesdesempeñó durante esos treinta años. Los oficios, que originariamenteeran anuales, se solían prorrogar incluso, como queda anotado en 1595,«por tiempo de tres años continuos»9.

En febrero de 1584 el cabildo oscense recibió la noticia de la muerte delobispo Pedro del Frago. El día 24 de ese mes se convocó sesión capitular yse hizo elección de cargos en sede vacante. El canónigo Tomás Cortés fuenombrado oficial de Curia, cargo que desempeñó hasta la llegada delnuevo prelado, Martín Cleriguet Cáncer, quien tomó posesión solemne dela diócesis de Huesca y prestó juramento con fecha 24 de enero de 158510.

Al vacar una prebenda canonical en septiembre de 1585, se concedió aJulián Franco. El canónigo Tomás Cortés protestó por esta designación, puesél abogaba a favor de Gaspar de Aguas. En el mes de octubre se hizo vota-ción secreta, saliendo favorecido el canónigo Franco, y aunque hubo algunosvotos en blanco tomó posesión. Ambos prebendados Cortés y Franco, habían«compuesto sus diferencias ante el deán» con anterioridad11.

En la nominación de cargos para el año 1586, realizada en el mes demayo, recibió el encargo de apuntar y llevar el registro de misas celebradasen sufragio por las almas de los difuntos. En 1587 no hubo una nuevadesignación y en mayo de 1588 «se prorrogaron los oficios capitulares»12.

En mayo de 1589 fue nombrado oficial del Estudio General (Univer-sidad). En 1591, junto con el canónigo Campo, recibieron el encargo de

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8 A.C.H. Libro segundo Prepositura (1570-1580) y Libro primero Prepositura (1605-1612). Los libros de Prepositura recogen las cuentas de la mensa canonical. En ellos, apare-ce el nombre de todos los canónigos que servían en la iglesia catedral de Huesca y, junto alnombre de cada uno, la cantidad de dinero y de productos agrícolas anejos a su prebendacanonical. En esas relaciones, desde el año 1578 hasta 1607, aparece el canónigo TomásCortés Sangüesa. Agradezco este dato y la explicación del mismo al profesor Latorre Ciria,que trabajó largamente en el archivo de la catedral de Huesca.

9 A.C.H. Actas capitulares, cabildo 21-abril-1595, fol. 438.10 Ibídem, cabildos de 2 y 24-febrero-1584 y 24-enero-1585, fols. 100-101 y 124 v.11 Ibídem, 20-septiembre, 1 y 3-octubre-1585, fols. 133-134. El titular de la prebenda

vacante, llamada de Arascués, era Juan Valero. El canónigo Cortés usufructuaba, en esemomento, la prebenda denominada de Buñales.

12 Ibídem, 5-mayo-1586, 3 y 4-mayo-1588, fol. 196.

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regidores de la casa (posiblemente donde residían los alumnos universita-rios del Colegio Mayor de Santiago). Y en 1592, regidor del hospital de laciudad13.

Desde 1589 hasta 1591 fue deán de la catedral oscense Pedro de Lunay, posteriormente, ocupó la decanatura Felipe Puyvecino. Ambos persona-jes están entrañablemente unidos a la historia eclesiástica turolense, puesactuaron como agentes de las causas episcopales y capitulares ante la SantaSede14. Siendo Felipe Puyvecino deán de la catedral oscense, se nombrósíndico al canónigo Cortés «para las Cortes que su Majestad ha convocadoen la ciudad de Tarazona». Allí se encontró y conoció a Martín Terrer deValenzuela, también canónigo y síndico por la iglesia catedral de la Seo deZaragoza. El canónigo Cortés Sangüesa percibió «un salario diario de cua-renta y cuatro sueldos»15 como retribución por sus trabajos en Cortes.

Según afirma Ramón de Huesca en su obra Teatro histórico de las iglesiasdel Reino de Aragón, el canónigo Cortés desempeñó el cargo de vicario gene-ral de la diócesis en 1593 y, ese mismo año, el monarca Felipe II le propu-so para la abadía de Nuestra Señora de la O y para una canonjía en la Seode Zaragoza, rechazando ambas prebendas. En 1595 se nombró «al doctorTomás Cortés asignado (rector) del Estudio General»16. Ya en 1602 fue ele-gido por su cabildo como visitador adjunto «para que, conforme al estatu-to, haga la visita con el señor obispo» de «la Seo y abadías»17. En 1603 y1604 el cabildo eligió como conjueces y adjuntos de visita al deánPuyvecino y al canónigo Cortés18. Y, finalmente, anotamos un último apun-te documental de su trabajo como capitular: en 1605 se le encargó cuidarel orden externo en el coro, haciendo guardar la compostura y el silencioa los capitulares19.

Desconocemos cuándo se produjo la presentación regia del canónigoCortés para ocupar la sede de Jaca, regentada hasta entonces por el obispoMalaquías de Asso y recientemente fallecido. Sin embargo, sabemos que labula papal con el nombramiento para obispo de Jaca está datada el 4 de

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13 Ibídem, 8-mayo-1589, 15-abril-1591, 13, 14, 15 y 30-abril-1592, fols. 232, 297, 335 v y336.

14 Ibídem, 6-mayo-1589 y 4-enero-1591, fols. 228 y 289. El deán Pedro de Luna hizo laprofesión de fe con fecha 6 de mayo de 1589 y Felipe Puynecino, el 4 de enero de 1591.

15 Ibídem, 23-mayo-1592, fol. 337 v.16 Ibídem, 24-agosto-1595, fol. 446 v.17 Ibídem, 13-septiembre-1602, fol. 18.18 Ibídem, 31-enero-1603 y 9-enero-1604, fols. 26 v y 38. 19 Ibídem, 30-abril-1605, fol. 58 v.

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julio de 1607 y que la propuesta regia fue expuesta ante el Consistorio porel cardenal Farnesio, protector ante la Santa Sede del Reino de Aragón20.Presentó a Tomás Cortés en estos términos: tenía 56 años de edad, erasacerdote desde los 25 años, doctor en ambos derechos, rector de la uni-versidad de Huesca y comisario de la Santa Inquisición21.

1.2. OBISPO DE JACA

El cabildo de Jaca ya conocía la noticia del nombramiento del canóni-go Cortés a mediados del mes de marzo de 1607 «y, por tener certidumbre,propuso el señor deán se le vaya a visitar y se diga un Te Deum laudamus,como la iglesia ha acostumbrado»22. El chantre y el canónigo Carbesa fue-ron nombrados para ir a Huesca a dar la enhorabuena al neo-obispo. Losmunícipes de Jaca se unieron a los prebendados y viajaron juntamente conellos a la ciudad de Huesca el 22 de marzo, para visitar y felicitar al canóni-go Cortés, obispo electo de Jaca23.

En los primeros días del mes de agosto, Tomás Cortés escribió al cabildosolicitando la toma de posesión de la diócesis por procurador. Una vez queel cabildo estudió el asunto y las propuestas del obispo electo24, con fecha30 de agosto recibió al Dr. Agustín Malo, «que venía con orden y cargo detomar la posesión, y presentó sus recaudos y sus bulas, pidiendo le den pose-sión»25. El procurador juró «los estatutos y loables costumbres de la presen-te iglesia». Levantaron acta Jaime Villacampa y Francés de la Sala. El procu-rador pagó los derechos de entrático, «doscientos escudos: ciento para lacapa, cincuenta para un aniversario por el señor obispo Don Malaquías y los

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20 Vid. VAN GULIK, G. y EUBEL, C., Hierarchia Catholica, III, Monasterii, 1924, p. 54 yMoroni, G., Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica, XXIII, Venecia, 1844, pp. 213-214.Odoardus Farnesius, natural del ducado de Parma, nació en 1574. Siendo abad comendadorde la cripta Ferrata, fue creado cardenal diácono con el título de San Adrián en la primerapromoción del papa Gregorio XIV, tenida el 19 de diciembre de 1590. Desempeñó el oficiode cardenal protector ante la Santa Sede del reino de Aragón, de Portugal, Inglaterra,Escocia… En 1624 fue nombrado cardenal obispo de Tusculano por el papa Urbano VIII.Murió fuera de Roma el 21 de febrero de1626.

21 A.S.V., Archivium Consistoriale, Acta Miscelanea 97, fol. 807.22 A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), fol. 97.23 Ibídem, fol. 97v.24 Ibídem, cabildo 13 y 21-agosto-1607, fol. 107. El obispo electo escribió dos cartas al

deán «diciendo que no quiere jurar su posesión sino sea al tenor de la bula de GregorioXIII». El cabildo resolvió estudiar el asunto «en lo que toca al juramento del señor obispo, yquedó en deliberación».

25 Ibídem, cabildo 30-agosto-1607, fol. 107 v.

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otros cincuenta para obras pías, a disposición del Capítulo». El cabildoentregó ápoca al procurador del obispo electo, quien escribió una carta«agradeciendo la voluntad con que se le dio la posesión»26.

Tomás Cortés fue consagrado obispo en Madrid el último día del año1607, en la iglesia de San Martín, regentada por los padres benedictinos.Juan Bautista Acevedo Muñoz, patriarca de las Indias Occidentales eInquisidor General, asistido por Juan Vigil Quiñones y Labaida, obispo deValladolid, y por Lucas Durán, de la Orden de Santiago, antiguo obispo deChiapas (México), presidió la ceremonia donde fueron ordenados otroscinco obispos: Juan del Valle, de la Orden de San Benito, obispo deGuadalajara (México), Diego Mardones, OP, obispo de Córdoba, DiegoÁlvarez, OP, arzobispo de Trani (Italia), Francisco de Sosa, OFM, obispo deCanarias y Domingo Valderrama, OP, arzobispo de Santo Domingo27.

Antes de hacer su entrada solemne como obispo de Jaca, estuvo desem-peñando el cargo de Diputado del Reino de Aragón (1607-1608) enZaragoza. El cabildo jacetano se comunicó epistolarmente con su preladorecordándole su obligación de buscar predicador para la inminenteCuaresma de 1608. Con este motivo, se cruzaron varias cartas entre el obis-po Cortés y su cabildo28 en el mes de febrero. Tiempo después, a comien-zos del mes de junio, se propuso en cabildo «que se considere cómo se hade recibir al señor obispo, y fue resuelto que al señor obispo se reciba enla forma y modo que a los demás se ha hecho, y se ponga el sitial en lugardecente, que salgan los semaneros a recibirle, y los señores canónigos nobesen la mano»29. Esta era la crónica capitular del 20 de junio. Cuatro díasdespués, el obispo Cortés expuso al deán «que sería de su gusto hacer supontifical en el oficio de la gloriosa Santa Orosia, estando los canónigos ydignidades con capas en el coro»30. Por tanto, el obispo Cortés tomó pose-

14 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

26 Ibídem, cabildo 7-septiembre-1607, fol. 108. 27 GUITARTE IZQUIERDO, V., Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España,

América, Filipinas y otros países, Roma, 1994. p. 123.28 A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), cabildo 8-febrero-1608, fols. 119-120. El cabil-

do, «viendo que teníamos la Cuaresma a las puertas sin respuesta de Vuestra Señoría…»,escribió al obispo Cortés. El obispo contestó por medio de un oficial, «el cual, explicando sucreencia, dice que el gusto y voluntad de Vuestra Señoría es predique el P. Guardián…». Elcabildo, aunque no compartía los gustos episcopales, admitió al predicador. Escribían:«habiendo declarado la nuestra [voluntad o deseo] y descargado nuestras conciencias, si aVuestra Señoría así le parece, se le dará el púlpito». El cabildo jacetano prefería a los padresjesuitas. Y así lo seguían manifestando años después cuando pidieron que predicase laCuaresma el P. Barba o el P. Blanc, sin lograr conseguirlo (vid. A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), cabildo 28-enero-1613, fol. 226).

29 Ibídem, cabildo 20-junio-1608, fol. 129.30 Ibídem, cabildo 24-junio-1608, fol. 129.

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sión personal y solemne de la diócesis de Jaca entre el 20 y 24 de junio de1608. Y en los primeros días del mes de julio realizó una visita al cabildo,donde los saludos mutuos de mera cortesía se prodigaron entre ellos31.

La ciudad de Jaca32, donde se encontraba la sede episcopal, poseía 460vecinos33. La catedral, cuyo titular era el apóstol San Pedro, tenía cabildocompuesto por siete dignidades (deán, arcediano de cámara, chantre,sacristán, arcediano de Larués [o Larrués], arcediano de Ansó y arcedianode Gorga (sic) y quince canónigos34. Había, además, dieciséis porcionariosde patronato laical, doce o trece beneficios simples y dos capellanes, encar-gados de la cura pastoral en la parroquia catedralicia, única existente en laciudad de Jaca. El cabildo catedralicio se regía por estatutos propios, queel obispo —cuyas rentas ascendían a 2.500 escudos— debía jurar obligato-riamente antes de la toma de posesión.

En la sede episcopal había un convento de monjas de San Benito, ubi-cado en la iglesia de San Ginés, otro convento de franciscanos observantes,situado extramuros de la ciudad, un monasterio de carmelitas, emplazadoen la ermita de Nuestra Señora de la Victoria, y un hospital bajo la advoca-ción del Espíritu Santo y San Juan Bautista. Fuera de los muros de la ciu-dad había edificadas, al menos, trece ermitas: cuatro de Nuestra Señora(del Rosario, de la Victoria, de Ypás y de la Cueva), y las otras dedicadas aSan Gregorio, San Miguel de Abós, San Miguel del Puente, San JuanBautista, San Marcos Evangelista, San Esteban, San Andrés, San Cristóbal ySan Salvador.

La diócesis jacetana, compuesta por ciento ochenta y siete pueblos, lamayoría de escasa población, contaba solamente con ciento quince benefi-cios curados35 (ochenta y ocho rectores, veintiséis vicarios y un presidentede colegiata). Por eso, algunos sacerdotes debían atender varios núcleos depoblación, que no poseían renta suficiente para mantener clérigo propio.La iglesia colegial, con nueve porcionarios, se hallaba en San Pedro de

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31 Ibídem, cabildo 7-julio-1608, fol. 130 v.32 Datos tomados de las «visitas ad limina» efectuadas por el obispo Tomás Cortés

Sangüesa, que regentó la diócesis desde 1607 hasta 1614. Se conservan dos relaciones adlimina: una de 1610 y otra de 1613, en A.S.V., Congregatio Concilii, Relationes 407, Jaccen. Vid.DURÁN, A., voz «Diócesis de Jaca», Diccionario de Historia Eclesiástica de España, II, Madrid,1972, pp. 1218-1219.

33 La población en 1682 se aproximaba a los 2.000 fuegos. Cfr. RITZLER, R. y SEFRIN, P.,Hierarchia Catholica, V, Patavii, 1952, p. 223.

34 En 1616 había diecisiete canónigos y en 1682 nueve dignidades y doce canónigos.Cfr. GAUCHAT, P., op. cit., IV, Monasterii, 1935, p. 205 y RITZLER, R. y SEFRIN, P., op. cit., p. 223.

35 En el texto de visita del año 1610 se dice que eran ciento veinte.

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Siresa. En toda la diócesis existían sólo veintiún beneficios simples (diez enAnsó, cinco en Fago, dos en Fiscal y uno en otros pueblos). La geografíadiocesana, abrupta, pobre y de escasa población, permanecía durante granparte del año cubierta por la nieve.

Los canónigos regulares de San Agustín residieron hasta 1569 en elmonasterio de Santa Cristina, construido en las inmediaciones delPrincipado de Bearne, trasladándose posteriormente al monasterio de SanAgustín de Montearagón (Huesca). Este monasterio, antiguo enclave paradar hospitalidad al peregrino, se encontraba en estado ruinoso y semiabandonado, pues, a comienzos del siglo XVII, todavía vivía allí un frailedominico. Los monjes negros de San Benito, presididos por su abad, ocu-paban el monasterio de San Juan de la Peña y regían la iglesia de SantaElena.

El obispo Cortés relata en los textos de visita ad limina que durante losmeses de invierno el frío y la nieve le impedían realizar la visita pastoral asu diócesis. Pero, una vez pasado el invierno y acabados los fríos, comenza-ba su trabajo episcopal confirmando en los lugares más apartados y peque-ños, predicando la Palabra de Dios y enseñando los rudimentos de la fe,corrigiendo las malas costumbres y las faltas de disciplina eclesiástica.Encontró un clero sano, que vivía honestamente, guardaba la residencia ycumplía puntualmente con sus funciones eclesiásticas. Los fieles cristianosse mantenían firmes en la obediencia al Romano Pontífice y a su fe católi-ca, sin contaminarse con los herejes protestantes del cercano principadode Bearne.

Cuenta también cómo en los primeros años de su pontificado celebrósínodo diocesano36. Por edicto convocó a los abades, priores, rectoresparroquiales y a todos los que por derecho o costumbre solían asistir.Además, por medio de carta solicitó informes sobre aquello que necesita-ba reforma. Pidió oraciones por el fruto espiritual del sínodo. Los textossinodales fueron preparados personalmente por el obispo, siguiendo losdecretos del Concilio de Trento. En este trabajo le ayudó el P. Fray JuanViescas, franciscano, maestro en Teología, regente de la cátedra deVísperas en la universidad de Huesca. Nombró examinadores sinodales alicenciados y doctores en Teología y Derecho Canónico. Sacó a los juecessinodales de entre las dignidades y canónigos. Designó también a los testi-gos sinodales, diseminados por toda la diócesis, para que velasen por la

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36 DURÁN, A., op. cit., p. 1219. A.S.V, Congregatio Concilii, Relationes 407, Jaccen, año 1610.

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grey y le informasen. Decretó que las Misas solemnes, ritos y ceremoniaseclesiásticas se acomodasen enteramente al misal y breviario del papaClemente VIII.

El obispo Cortés afirma en el texto de visita ad limina de 1610 que elsínodo terminó el día 25 de noviembre. En las Actas capitulares hay abun-dantes anotaciones sobre este acontecimiento diocesano37. Con ocasióndel sínodo diocesano surgieron las primeras desaveniencias entre el obispoy el cabildo por cuestiones protocolarias de asiento en las sesiones sinoda-les y por la asistencia de capitulares como procuradores del cabildo. Elenfrentamiento entre el obispo y el cabildo llegó a oídos de los frailes. Poresa razón el prior del convento de San Juan de la Peña, en nombre delabad, se presentó ante el cabildo para ser mediador entre el obispo y elcabildo38. El pleito sobre el asiento de los capitulares en el sínodo siguiópendiente durante los meses siguientes39.

Conocemos algunas de las constituciones sinodales aprobadas porTomás Cortés a través del texto publicado40 por el obispo Vicencio Domecen 163441. Allí se mencionan siete constituciones aprobadas en el sínododel obispo Tomás Cortés42.

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37 A.C.J., Actas capitulares (1610-1613), cabildo 8, 14, 21, 24, 25 y 27-noviembre-1608,fols.138-140.

38 Ibídem, cabildo-4-diciembre-1608, fol. 141.39 Ibídem, cabildos 5-diciembre-1608, 7 y 9-enero-1609.40 El sínodo del obispo Domec fue convocado por edicto el 16 de abril de 1633. Se cele-

bró del 10 al 12 de mayo de 1633. El texto está dividido en cuatro libros: primero, del síno-do en general y obligaciones del párroco; segundo, sobre los sacramentos; tercero, de la vidade clérigos y cuarto, de la curia episcopal. En el libro primero, constitución 2.ª, p. 1, se con-firmaban algunos textos sinodales anteriores con estas palabras: «Por cuanto hay muchasconstituciones loables y santas hechas en los sínodos por la buena memoria de los obispos,nuestros predecesores; reducidos a esta nueva y última impresión, los confirmamos, de suer-te que en este volumen se inserirán, quitando toda contradición, en cuanto no sean contra-rias a las que por Nos han sido hechas de nuevo».

41 Vicencio Domec gobernó la diócesis de Jaca de 1631 a 1636, siendo trasladado pos-teriormente a la diócesis de Albarracín, donde falleció. Celebró sínodo y publicó sus consti-tuciones en Huesca, Pedro Blusón, 1634, 4º, 152 folios. PALAU y DULCET, A., Manual del libre-ro hispano-americano, III, Madrid, 1990, p. 75.

42 Libro segundo, constitución 40, p. 73: «Que no se concedan descomuniones de deu-das, de sesenta sueldos abajo, sino que se concedan por contumacia». Constitución 41, p. 74:«Que por obligaciones concejiles y por una misma causa no se puedan descomulgar sinoocho personas». Libro tercero, constitución 46, p. 90: «Que de aprecios y talas paguen déci-mas y primicias». Constitución 51, p. 92: «Que no se arrienden campos ni heredades de lasiglesias si no es de tres en tres años». Constitución 80, p. 99: «Que ninguna persona eclesiás-tica pase a Francia sin licencia del señor obispo». Constitución 83, p. 100: «Que los aniversa-rios fundados con dinero sobre bienes raíces se digan perpetuamente». Libro cuarto.Constitución 93, p. 131: «Que se haga un archivo en que se pongan las escrituras y procesosdel oficialado y vicario general».

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El episcopado jacetano de Tomás Cortés estuvo lleno de peleas y faltasde entendimiento con el cabildo43. Acabamos de mencionar las cuestionesprotocolarias nacidas por el tema del asiento de los capitulares en el síno-do diocesano. El cabildo solicitó reiteradamente al obispo las medias anna-tas y los derechos de vacante por haber estado ausente durante su primeraño de pontificado en Zaragoza, que el prelado siempre se negó a pagar44.El obispo se mostró excesivamente celoso y exigió la revisión de cuentascapitulares tanto de la fábrica45 como de la sacristía46 y de la administraciónde Misas47. Exigió con insistencia que las ceremonias del templo catedralse adaptasen al ritual del papa Clemente VIII48. Todo esto causaba un granmalestar, que trascendía a los ambientes civiles49. Y, sobre todo, caldeó losánimos del cabildo que en 1612 no permitieron al obispo hacer la visita altemplo catedral50.

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43 Mandaba con exigencias que se arreglasen los objetos del culto. Por ejemplo elhostiero, «porque las hostias salen mal» (vid. A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), cabildo11-julio-1608, fol. 131). El cabildo le tenía que suplicar reiteradamente las cosas y hacerlosiempre con cautela, como pisando con pies de plomo. Así, por ejemplo, para funeralesregios, para la provisión de canonjías y prebendas (Actas capitulares (1600-1613), cabildo28-octubre-1611, fol. 182; cabildo 13-septiembre-1613, fol. 242). Los agravios y querellasepiscopales salpicaron también a los religiosos, como a los monjes de San Juan de la Peña,quienes contaron sus dificultades a los canónigos reunidos en cabildo: «Resolvióse queentrasen los dichos señores monjes. Y dieron sus razones: que el propio obispo no les que-ría admitir la conservatoria y otras gracias. Representaron y dijeron que no pedían favor,sino sólo pretendían dar esta satisfacción al Capítulo, en razón de que in futurum se po-drían ofrecer».

44 A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), cabildo 4, 18 y 23-julio-1608, fols 130-132; 7-enero-1609, sin foliar.

45 Ibídem, cabildos 12-diciembre-1608, fols. 141-142; 9-enero-1609, sin foliar; 29-abril-1611 y 20-diciembre-1613 en Actas capitulares (1613-1638), fol. 2. Siempre se anota en la cró-nica capitular: «se resolvió que los señores canónigos lleven el libro al señor obispo y que nolo dejen allí».

46 Ibídem, cabildo 26-agosto-1612, fol. 213.47 Ibídem, cabildo 22-diciembre-1612, fol. 223.48 Ibídem, cabildos 12, 14, y 24-agosto-1608, fols. 133-135; cabildo 29-octubre-1608, fol.

137; cabildo 12-diciembre-1608, fol. 142 y cabildo 29-agosto-1609, fol. 162. En febrero de1613 el obispo propuso al cabildo que nombrase un maestro de ceremonias. El cabildo resol-vió y le constestó: «que si quiere maestro de ceremonias que lo ponga su Señoría y se lopague, que el Capítulo no lo tiene menester, que ya sabe lo que está a su cargo» (cabildo 8-febrero-1613, fol. 227).

49 Ibídem, cabildos 19 y 23-enero y 6-febrero-1609, fols. 144-145. Los munícipes jaceta-nos, conocedores del problema, se ofrecieron a hacer de intermediarios entre el cabildo y elobispo. Para ejercer esta misión se presentó, concretamente, el jurado Hidalgo, prior de losveinticuatro. El obispo y el cabildo creyeron que era mejor arreglarse entre ellos sin interme-diarios.

50 Ibídem, Procesos de visita, marzo-abril, 1612, sin foliar; Actas capitulares (1600-1613), cabildo 26-febrero-1613, fol. 228 y cabildo 10-mayo-1613, fol. 234v.

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El mismo obispo Cortés cuenta en el texto de visita ad limina de 1613cómo los canónigos no le recibieron, ni le abrieron las puertas de la cate-dral, ni le facilitaron la visita al templo. El cabildo se negó rotundamente aadmitir la visita episcopal porque Tomás Cortés pretendía hacerla perso-nalmente, sin contar con la compañía y presencia de los conjueces nom-brados por el mismo cabildo.

Como consecuencia, el cabildo jacetano escribió en latín un memorialde agravios51 contra el obispo Cortés, que envió al papa Paulo V. Dichomemorial está dividido en varios epígrafes (cofradías, testamentos, cuestio-nes matrimoniales, dimisorias y testimoniales, sobre la visita pastoral y elmodo de comportarse con los eclesiásticos, licencia de Misas, limosnas yvida privada del obispo) y consta de 74 puntos concretos y específicos. ElPapa mandó examinar la veracidad de los agravios capitulares contra elobispo Tomás Cortes al metropolitano, Fray Pedro Manrique.

Cuando comenzó el concilio provincial52 ya hacía unos meses queTomás Cortés había sido nombrado obispo de Teruel. Marchó al concilioprovincial y dejó la ciudad de Jaca donde se había iniciado como obispo,sembrando un ambiente enrarecido en sus relaciones con el cabildo. Lostemas de conflicto y el modo personal de actuar del obispo se repetiránnuevamente en la diócesis de Teruel.

2. OBISPO DE TERUEL

Con fecha 5 de junio de 1614 el obispo Cortés comunicó al cabildo jace-tano, por medio del canónigo Barutel, que había sido promovido a la sedeturolense. El cabildo acordó ir «a visitar al señor obispo y darle el parabiéndel obispado de Teruel»53. Una vez declarada la sede vacante, el deán ycabildo jacetano, después de celebrada la Misa del Espíritu Santo, que oye-ron todos los capitulares, el día 23 de octubre de 1614 se procedió a la elec-ción y nombramiento de los cargos para la sede vacante54.

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51 A.C.T., 214-2-9.52 A.C.J., Actas capitulares (1600-1613), cabildos 10-septiembre-1613, fol. 240v; Actas

capitulares (1613-1638), cabildo 25-marzo-1614, fol. 5. En los primeros días del mes de sep-tiembre de 1613, el arzobispo Manrique mandó al cabildo de Jaca el edicto de convocatoriapara el concilio provincial, cuyo inicio quedó postergado hasta el mes de septiembre del añopróximo.

53 Ibídem, Actas capitulares (1613-1638), fol. 10.54 Ibídem, Actas capitulares (1613-1638), fol. 20v.

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El nuncio apostólico Antonio Caetani escribió al cardenal Borghese55 confecha 3 de junio, avisándole que el obispo de Jaca había sido trasladado aTeruel y la sede de Jaca había sido provista en la persona de Diego Ordóñez,que últimamente había sido comisario de la Orden de San Francisco56. Lapresentación del monarca Felipe III llevaba fecha de 28 de mayo de 161457.

El cardenal Zapata58 presentó ante el Consistorio cardenalicio la solici-tud regia a favor del obispo Cortés para la diócesis de Teruel. Expuso quela sede turolense estaba vacante por traslado de Martín Terrer a Tarazona;también el número de dignidades, canonicatos, porcionarios y beneficia-dos que servían en la catedral; y las órdenes religiosas masculinas y femeni-nas existentes en la ciudad y pueblos. Las rentas episcopales ascendían anueve mil ducados anuales. El proceso consistorial se hizo ante el nuncio,enviado a la Congregación del Concilio y presentado por el cardenalFarnesio, protector del reino de Aragón y, finalmente, estaba previsto quelas rentas episcopales fueran mermadas en 1.000 ducados anuales59.

El papa Paulo V nombró obispo de Teruel a Tomás Cortes. La bulapapal está datada el 27 de agosto de 161460. Tomó posesión por procura-dor de la diócesis de Teruel con fecha 5 de noviembre de 1614. El licencia-do Ginés Martínez, presbítero rector de la iglesia de San Vicente en Jaca,presentó las bulas. El tesorero turolense Juan Martín le dio la posesión enel templo catedral y los canónigos Pedro Bervegal y Dionisio Sebastián sela dieron del palacio y curia episcopal61.

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55 Vid. GAUCHAT, P., op. cit., p. 9, y MORONI, G., op. cit., VI, Venecia, 1840, pp. 220-221.Scipio Caffarelli-Borghese, nepote de Paulo V, fue creado cardenal en la primera promociónrealizada el 18 de julio de 1605. Recibió las órdenes menores, subdiaconado, diaconado ypresbiterado el 31 de julio, 1, 5 y 7 de agosto en Roma. Fue nombrado con el título de SanJuan Crisógono (17-agosto-1605) y obispo de Sabina (20-agosto-1629). Murió en Roma el 2de octubre de 1633 a la edad de 51 años. Había nacido en 1576 y era hijo de la hermana delpapa Paulo V.

56 A.S.V., Nunz. Spagna 60 B, 177/178.57 A.C.T., 104, fol. 3 y 105, fol. 49.58 Vid. GAUCHAT, P., op. cit., p. 7, y MORONI, G., op. cit., CIII, Venecia, 1861, pp. 412-413.

Antonio Zapata y Cisneros, siendo arzobispo de Burgos, fue nombrado cardenal por el papaClemente VIII el 9 de junio de 1604 con el título de San Mateo in Merulana, trasladado altítulo de la Santa Cruz in Hierusalem el 5 de junio de 1606 y con posterioridad al de SantaBalbina (16-octubre-1616). Murió en Madrid el 27 de abril de 1635. El 30 de enero de 1627fue nombrado Inquisidor General de España.

59 A.S.V., Archivium Consistoriale, Acta Miscellanea, 98, fol. 655.60 Ibídem, Acta Camerarii, 14, fols. 271v-272v.61 A.C.T., 128-1-2. En el acto de toma de posesión, celebrado entre las diez y las once de

la mañana, estuvieron presentes: Dr. Juan Lechago, deán; Dr. Juan Lorenzo Pedrellas, arce-diano; Juan Martín, tesorero; Gaspar Sebastián de Arroyta, sacristán, y los canónigos,Francisco Jordán, Dr. Miguel Corbalán, Pedro Bervegal, Dr. Miguel Pérez, Bartolomé Pérez,Marcos Polo, Dr. Felipe Royo, Dionisio Sebastián y Francisco Pérez Morón.

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El obispo Cortés se encontraba en Zaragoza, donde estaba celebrándo-se el concilio provincial, convocado por el arzobispo Pedro Manrique, quehabía comenzado el 9 de noviembre de 1614 y que se prolongó hasta el 1de marzo de 1615. En el concilio se le encomendó al obispo Cortés prepa-rar el Manual para la administración de los sacramentos, siguiendo el ritualromano recientemente publicado por el papa Paulo V.

En el mes de febrero de 1615, cuando el concilio provincial estaba paraterminar, el obispo Cortés comunicó al cabildo turolense su próxima llega-da. El cabildo designó a los canónigos Francisco Pérez Morón y DionisioSebastián para que fuesen a Torrelacárcel a esperar al nuevo obispo. Elresto de capitulares saldrían a recibirle con el palio a la puerta deGuadalaviar62. El obispo Cortés hizo su entrada solemne y juró la bulafundacional de la diócesis y los estatutos capitulares el 8 de marzo de 1615,según las normas dictadas por el papa Gregorio XIII en la bula del 2 deseptiembre de 158063.

Tomás Cortés gobernó la diócesis de Teruel durante diez años. En susrelaciones con el cabildo catedral rechazó frontalmente y no aceptó elnombramiento de conjueces, llevando el asunto ante los tribunales metro-politanos y la Curia Romana. Su gestión episcopal no contó con la aproba-ción del cabildo catedral. Las relaciones obispo-cabildo nunca fueron flui-das, existiendo abundante malestar y enfrentamientos continuos, práctica-mente durante todos los años de su gobierno episcopal. En 1618 hizo unaconcordia con el Capítulo General Eclesiástico para regular el nombra-miento de vicarios para las siete iglesias parroquiales de la ciudad. Constaque hizo personalmente la visita pastoral a la diócesis, al menos en 1616,1619 y 1624; y en 1622, por medio de su visitador general. Remitió a Romados textos de visitatio ad limina, en 1618 y 1622.

El obispo Cortés falleció en su ciudad natal, Huesca, el 9 de diciembrede 1624. En el mes de septiembre había viajado a Huesca para asistir a lainauguración de la basílica de San Lorenzo, como escribe Damián Iguacén:«El día 26 de septiembre, festividad de San Orencio, obispo de Aux, se cele-bró la primera Misa en la nueva iglesia y se hizo el traslado del SantísimoSacramento. Actuó de celebrante el señor obispo de Teruel, don TomásCortés, quien con su sobrino, don Faustino Cortés, vizconde de Torresecas,

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62 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 19 y 26-febrero-1615.63 Ibídem, 204-2, fol. 20. Tanto en Jaca como en Teruel, a la hora de tomar la posesión,

el obispo Cortés indicó que lo hacía según las normas establecidas por el papa Gregorio XIII,paladín y promotor de la reforma tridentina.

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fueron grandes bien hechores de esta parroquia. Se hicieron grandes fies-tas populares y religiosas, que duraron ocho días. El obispo don TomásCortés sobrevivió ya poco tiempo a estas solemnidades, pues murió estemismo año, en el mes de diciembre»64.

La noticia de que el obispo Cortés se encontraba «muy al último de suvida» llegó a Teruel en los primeros días del mes de diciembre65. El 14,sábado, se tuvo ya la noticia cierta de su muerte por medio de una carta delarcediano de Huesca, Francisco Salvador, subcolector apostólico de Hues-ca, y otra del Dr. Melchor Sebastián, diputado en Zaragoza. El cabildo turo-lense tomó rápidamente la siguiente determinación: avisar al vicario gene-ral y al prior del Capítulo General Eclesiástico para que mandasen tocar lascampanas en las iglesias por la muerte del obispo y, «de presente, no sehagan otras demostraciones». Además, encomiendan rezar por la inmedia-ta elección de oficios para la sede vacante, que se celebrará al día siguien-te, domingo, 15 de diciembre. Y, finalmente, nombran una comisión capi-tular, compuesta por los canónigos Juan Bonfil, Bartolomé PérezMonteagudo y Juan Fernández, para hacerse cargo de las casas episcopalesy escribanías, «tomando las llaves y poniendo cerrojos»66.

Ese mismo día se hizo la nominación de cargos para la sede vacante,recayendo el peso diocesano sobre la persona del Dr. Juan Lechago, deánde la catedral, y la responsabilidad de la Curia episcopal sobre el canónigoMarcos Polo67.

El obispo Tomás Cortés fue sepultado en el presbiterio de la basílica deSan Lorenzo, recién inaugurada, con el siguiente texto en la lauda sepulcral:

Vivit, non moritur, qui fama aeterna vivit hoc in secello jacet D.Thomas Cortes, episcopus Jacensis et postea Turolensis, ex nobili fami-lia Cortesia natus, pius, devotus ac suarum ovium vigilantissimus pastor,patruus D. Faustini domini de Torresecas, fundatoris, et patroni priora-tus, et duodecim portionum, huius almae ecclesiae divi Laurentii civita-tis Oscensis a qua oriundi fuerunt et naturales eorumdem patres, et avi.Obiit die IX Decembris anno M.DC.XXIIII. aetatis vero suae LXXIII.

Tres meses después de la muerte del obispo Cortés, concretamente el15 de marzo de 1625, el canónigo Juan Fernández, como procurador delcabildo turolense, solicitó al comisario apostólico Alejandro Deti el pontifi-

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64 IGUACÉN BORAU, D., La basílica de San Lorenzo de Huesca, Huesca, 1969, p. 56.65 A.C.T., Actas capitulares (113), cabildo 6-diciembre-1624.66 Ibídem, Actas capitulares (113), cabildo extraordinario 14-diciembre-1624.67 Ibídem, cabildo extraordinario 15-diciembre-1624.

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cal del prelado. En el documento manifestaba que el cabildo desconocíadónde había ido a parar dicho pontifical; solicitaba que la Cámara Apos-tólica pagase al predicador de la Cuaresma de 1625, pues ese gasto corríaa cuenta del obispo, y la sede estaba vacante; pedía que se hiciesen las hon-ras fúnebres al obispo, pues «hasta ahora no se han celebrado las exequiasde dicho obispo en la presente ciudad». Tampoco en las iglesias de la ciu-dad, porque no se habían abonado los gastos, como sucede en toda Españay en el Reino de Aragón. Finalmente, pedía al comisario apostólico Detique cancelase al cabildo la deuda de más de 52 corderos que el obispoCortés tenía contraída con la corporación. El notario Francisco Malo y lostestigos mosén Pedro Sevilla, presbítero racionero de Santiago, y DiegoMartínez, vecino de Teruel, avalaron la solicitud del canónigo-procuradorFernández, que incluye también el inventario del pontifical68.

El asunto del pontifical del obispo Cortés tardó un tiempo en solucio-narse. Con toda seguridad que las pertenencias del prelado quedaron enla basílica de San Lorenzo de Huesca. Por eso, el deán del cabildo basilical,señor Saravia, inventarió y tasó el precio del pontifical69. En el mes de juliode 1627 mandó copia al cabildo turolense70, que otorgó poderes a favor dellicenciado Juan Ciprés, beneficiado de la iglesia de San Martín de Huesca,para recibir el importe del pontifical. El beneficiado Ciprés entregó esacantidad al canónigo turolense Pedro Agramonte, fabriquero de la cate-

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) 23

68 Ibídem, 215-4-11. Se inventaría el pontifical blanco, carmesí y morado. Las prendasque comprendía, iguales para los tres colores litúrgicos, eran las siguientes: capa, casulla,tunicela, dalmática, estola y manípulo, gremial, credencia, delante altar, dos toallas con susfranjas de oro, un sobrecáliz, un par de medias, dos pares de zapatos de raso, cíngulo de seday guantes. Mitras: una mitra de tela de oro fino carmesí y blanco; otra llana de tafetán blan-co; otra de tafetán morado y otra de tafetán blanco con flores de lises de oro. Sitiales: unode terciopelo carmesí con franja de oro y seda, con dos almohadas de lo mismo; otro sitialcon dos almohadas; otro del mismo color, nuevo, y dos almohadas; una almohada de tercio-pelo negro; dos sillas de terciopelo con clavación dorada y franjas de oro. Libros: dos ponti-ficales y ceremoniales; dos misales; un breviario de cámara. Plata y oro: dos fuentes de platacon las armas del obispo; dos jarras sobredoradas; dos salvillas; dos vinajeras; un puntero; unhisopo; cuatro sortijas de oro con sus piedras; un pectoral de oro con sus piedras; cuatro can-deleros de plata; dos bujías; un báculo; cinco corporales con guarnición de oro; un atril dehierro; dos taburetes; un hostiero; dos cálices con sus patenas sobredoradas; dos albas yroquetes.

69 Ibídem, 189-17-35. La ropa y ornamentos, conforme a la tasación del Dr. Saravia,ascendió a 150 libras y 8 sueldos. Las 206 onzas de plata, reducidas a monedas, por su justoprecio que es de 8 reales, se vendieron por 165 libras. Los 32 escudos de oro, reducidos amoneda, a 26 sueldos por escudo, hacen un monto de 42 libras y 4 sueldos. En resumen:ropa y ornamentos: 150 libras y 8 sueldos; plata: 165 libras; oro: 42 libras y 4 dineros. Total:357 libras y 12 sueldos. Hay que restar 10 reales para los tasadores. Por tanto, resta para divi-dir: 356 libras y 2 sueldos.

70 Ibídem, Actas capitulares (113), cabildo-31-julio-1627.

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dral71. El cabildo turolense, que compró algunas prendas del pontificalepiscopal al deán Saravia72, se comprometió a entregar la parte correspon-diente del expolio episcopal a la diócesis de Jaca73.

La gestión y tramitación se había demorado cuatro años. Cuando elcabildo turolense entregó ápoca al beneficiado Juan Ciprés, era ya el 27 deabril de 162974. El cabildo de Jaca recibió 59 libras, 3 sueldos y 2 dineros.El de Teruel, 279 libras, 8 sueldos y 10 dineros. El obispo Cortés había ser-vido 7 años y 84 días la diócesis de Jaca; y la diócesis de Teruel, desde el 26de agosto de 1614 hasta el 10 de diciembre de 1624, fecha posterior a sufallecimiento.

2.1. LA DIÓCESIS DE TERUEL A COMIENZOS DEL SIGLO XVII

Aunque tenemos una imagen bastante aproximada de cómo era la dió-cesis de Teruel a comienzos del siglo XVII, intentaremos ampliarla un pocomás en las páginas siguientes, describiendo algunas de las actividades epis-copales de Tomás Cortés, estudiando sus textos de visita ad limina enviadosa Roma y rastreando sus visitas pastorales.

El obispo Cortés, sucesor de Martín Terrer de Valenzuela en el gobier-no diocesano, se encontró con una diócesis que caminaba ya hacia unatotal autonomía, aunque su fundación era reciente. Una vez solucionadoslos problemas habidos entre el Capítulo General y el cabildo catedral, lavida eclesiástica turolense se desenvolvía sin mayores dificultades. El cabil-do catedral tenía sus propios estatutos. El clero diocesano era abundante,estando establecido y funcionando el sistema beneficial. La diócesis deTeruel, por tanto, tenía solamente los problemas de administración ordi-naria. Sin embargo, en este capítulo de la historia diocesana comprobare-mos hasta qué punto se exaltaron los ánimos del cabildo catedral y del esta-mento clerical.

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71 Ibídem, cabildos 5 y 12-noviembre-1627.72 Le suplicó que le vendiese «un ceremonial de Clemente VIII, que estaba en el pon-

tifical» (A.C.T, Actas capitulares (113), cabildo 1-octubre-1627).73 El obispo Cortés arrendó la mensa episcopal de Jaca por 3.000 libras anuales. Por

tanto, durante siete años obtuvo unos beneficios de 21.690 libras, 8 sueldos y 2 dineros. Lamensa episcopal de Teruel se arrendó anualmente por 10.000 libras en dinero, quinientasfanegas de trigo y otras quinientas de cebada; éstas a 8 sueldos por fanega y aquéllas a 16 suel-dos, «no entrando en esto cera, pasas y otras regalías». Durante los diez años que rigió la dió-cesis, por tanto, obtuvo 149.000 libras, 6 sueldos y 3 dineros.

74 A.C.T., Acta capitulares (113), cabildo 27-abril-1629.

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2.2. TOMÁS CORTÉS, OBISPO DE TERUEL. ALGUNAS ACTUACIONES

Cuando Martín Terrer marchó de Teruel, la diócesis fue gobernada porel canónigo y vicario general Miguel Pérez75 hasta que Tomás Cortés tomóposesión76.

En 1615 el cabildo catedral recogió la propuesta de la ciudad de hacerun busto de Santa Emerenciana. Además, con esta iniciativa se invitaba asufragar los gastos equitativamente entre la ciudad, el cabildo catedral y elobispo. A través del vicario general se sondeó la opinión del obispo y sesupo «que, por ahora, no tiene orden de dar nada». Ante la negativa epis-copal, el cabildo nombró al canónigo Juan Villarroya para gestionar, encoordinación con la ciudad, la confección del busto-relicario de SantaEmerenciana. En el mes de septiembre el canónigo Villarroya viajó aZaragoza para encargar la imagen y la peana de plata «a expensas del cabil-do y ciudad»77. La obra fue encomendada al platero zaragozano ClaudioYanequi, quien a finales de 1616 ya había concluido la escultura78.

Una vez que el busto de Santa Emerenciana llegó a Teruel, a comienzosdel mes de enero de 1617, los canónigos Villarroya y Barutel visitaron alobispo para suplicarle «se sirviese bendecir la cabeza de la gloriosa SantaEmerenciana, que habían traído de Zaragoza. Y escogió el domingo prime-ro que había de venir, que es a 22 del presente»79. Era la víspera de la fies-ta de Santa Emerenciana. El obispo celebró la Santa Misa y, una vez finaliza-da, bendijo la imagen. Hubo música «y mucho concurso de gente»80.

En el mes de mayo de 1619 el cabildo «dio licencia para erigir en estasanta iglesia la cofradía de Santa Emerenciana». Y unos meses después, el«9 de Agosto se leyeron y aprobaron las capitulaciones de la cofradía de

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75 El canónigo Miguel Pérez falleció el 1 de enero de 1619, habiendo recibido los sacra-mentos y hecho testamento ante el notario Francisco Hernández. Se enterró «en el cuerpode la iglesia catedral» (A.P. Salvador, Parroquia Santa María, III (1616-1700), fol. 159).

76 A.H.P.T, Comunidad de Teruel, sección XIII.6, doc. 1.257. Con fecha 1 de agosto de1614 el canónigo y vicario general Miguel Pérez escribe al justicia, jurados y Concejo de lavilla de Mosqueruela prometiendo que reprenderá a algunos eclesiásticos que «dan tan malejemplo y tan públicamente escandalizan, como Viestras Mercedes me representan».

77 A.C.T., Actas capitulares, cabildos 14 y 20-agosto, y 13-septiembre-1615.78 TOMÁS LAGUÍA, C., «Las capillas de la catedral de Teruel», Teruel, 22, 1959, p. 20.79 A.C.T., Actas capitulares, cabildo 19-enero-1617, jueves.80 Asistieron los siguientes prebendados: Dr. Juan Lechago, deán; Dr. Juan Lorenzo

Pedrellas, arcediano; Dr. Clemente Gonzalo de Liria, arcipreste; Lic. Pedro Lázaro López,tesorero; Lic. Luis Pérez de Cuevas, chantre, y Lic. Gaspar Sebastián de Arroitia, sacristán, ylos canónigos Francisco Jordán, Dr. Juan Corbalán, Dr. Miguel Pérez, Juan Villarroya,Bartolomé Pérez, Marcos Polo, Dionisio Sebastián, Dr. Pedro Luis López, Francisco PérezMorón, Dr. Juan Antonio Burillo, Dr. Gaspar Luis Barutel y Matías Domingo.

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Santa Emerenciana y se nombró por primer prior al Dr. Juan Lechago,deán»81. El papa Gregorio XV (1621-1623) firmó una bula concediendoindulgencias a los cofrades de Santa Emerenciana, patrona de la ciudad deTeruel82.

El obispo era invitado a presidir la santa Misa en el templo catedral,«como es ordinario», en circunstancias especiales. Por ejemplo, en la fies-ta de la Presentación de María83, el día de Santo Tomás de Aquino84, en lapromulgación del jubileo concedido por el papa Gregorio XV85, en Misasde acción de gracias86 o rogativas87.

El cabildo y los beneficiados turolenses hicieron juramento solemne dedefender el misterio de la Inmaculada Concepción en 1619, «en la iglesiacatedral, en la capilla mayor, estando los señores justicia, alcaldes, juradosy otros muchos ciudadanos», como recogen las Actas capitulares. Y en1622, cuando el papa Gregorio XV dio unos decretos sobre la doctrinainmaculista, se organizaron grandes festejos. Se acordó hacer procesióngeneral, convocando a los clérigos, órdenes religiosas y a la ciudad. El cabil-do comunicó al obispo Cortés el 15 de julio, viernes, que convenía hacer«una procesión por la plaza principal, por las buenas nuevas que laSantidad de Gregorio XV nos ha dado con su nuevo decreto, acerca de lapura concepción de la Santísima Virgen»88.

Ese mismo día los munícipes turolenses mandaron al trompeta públi-co, Juan de Fox, publicar un bando por los lugares acostumbrados. Eltenor y texto del bando era el siguiente:

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81 A.C.T., 76, fol. 95.82 Archivo Municipal de Teruel, perg. n.º 312 del catálogo de Jaime Caruana. Vid.

AGUIRRE GONZÁLEZ, F.J., Catálogo de los archivos municipales turolenses, IV, Teruel, 1985, p. 238,donde se data el documento n.º 309, salido de la Cancillería romana el 15 de marzo de 1624.Creemos que la transcripción de la fecha de la bula papal no es correcta, puesto que el pon-tificado del papa Gregorio XV fue breve, comenzando en 1621 y terminando en 1623.

83 A.C.T., Actas capitulares, cabildo 20-octubre-1615.84 Ibídem, cabildo 6-marzo-1616, sábado.85 Ibídem, cabildo 9-julio-1621. Para promulgar el jubileo, acordaron celebrar la

santa Misa el domingo por la mañana, hacer una procesión por la tarde y otra al domingopróximo.

86 Ibídem, cabildo 27-octubre-1615, viernes. Se acordó que la Misa del domingo 29fuese celebrada por el obispo en acción de gracias por los matrimonios del rey de Franciacon la infanta mayor de España, y del príncipe de España con la infanta mayor de Francia.

87 Ibídem, cabildo 8-abril-1622: «resolvióse que el señor deán se sirva hablar con elseñor obispo acerca de que el Domingo primero viniente se hiciese una procesión de roga-tivas de agua».

88 A.C.T., Actas capitulares, cabildos 12 y 15-julio-1622.

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continuando la devoción que siempre se ha tenido a la ConcepciónPurísima de la Inmaculada y siempre Virgen Santa María, Madre deDios, Reina de los Ángeles y abogada de todos los pecadores…; en rego-cijo de la declaración que su Santidad ha hecho acerca de la limpia ypura Concepción de la Virgen María, concebida sin mácula ni manchade pecado original, se ordena y manda que mañana, sábado a la noche,al punto de la rolda enciendan luces y luminarias en las ventanas y, dedos en dos casas, hagan una hoguera. Y el día inmediato, domingo, demañana barran las calles y acudan a la santa iglesia catedral a las nuevehoras, a los oficios solemnes y sermón. Y el mismo día, a la tarde, endicha catedral se juntará toda la clerecía y conventos con sus cruces ypendones, y saldrá la procesión con la solemnidad que se acostumbra. Yse ordena y manda a todos los oficios que vayan en dicha procesión consus hachas y luces encendidas, en los puestos que tienen señalados89.

Un defensor de la teología inmaculista fue el P. Jerónimo Ripalda(1534-1618), nacido en la ciudad de Teruel, jesuita famoso por la publica-ción de un catecismo de la doctrina cristiana, que ha perdurado hasta bienentrado el siglo XX. Sin embargo, no hemos encontrado ninguna noticiadocumental sobre su fallecimiento, ocurrido precisamente en 161890.

El obispo Cortés profesó devoción a los santos mártires franciscanosJuan de Perusia y Pedro de Saxoferrato, pues en 1619 su sobrino donFaustino, señor de la villa de Torresecas, se curó milagrosamente por inter-vención de los santos mártires franciscanos.

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89 A.H.P.T., Consejo de Teruel, caja 10, doc. 29, Libro de acuerdos o manual de losactos del Concejo de Teruel siendo notario Juan Fernández (de 30-abril-1622 a 29-abril-1623), fol. 130.

90 Vid. GASCÓN, D., Relación de escritores de la provincia de Teruel, Zaragoza, 1908, p. 172.En Miscelánea turolense, Madrid, 1901, pp. 141-142, puede leerse: «En el seminario conciliarde Teruel, junto a la puerta principal del primer claustro, se halla colgado y conservado enbuen estado un cuadro que mide 1,14 metros de largo por 0,80 de ancho, pintado al óleosobre tela, representando al P. Ripalda sentado delante de una mesa en actitud contempla-tiva, con una pluma de ave en la mano derecha y señalando al cielo con el índice de laizquierda. Sobre la mesa, y en su lado derecho, figura un tintero con dos plumas, y en elizquierdo un arenero. En medio de ambos objetos, dos libros, colocado uno sobre otro. Enla parte superior derecha del cuadro aparece una imagen de la Purísima, de Murillo, entrenubes y celajes, rodeada de ángeles. Al pie del cuadro se lee lo siguiente: El V. P. JerónimoRipalda, nacido en esta ciudad de Teruel, llamóle Dios a la Compañía de Jesús y entró enella, en Alcañiz, a los catorce años de su edad. Dióse con tal ahínco al estudio de la perfec-ción evangélica que mereció ser señalado maestro de novicios y logró ser por algún tiempoconfesor de Santa Teresa de Jesús. Fue rector de los colegios de Villagarcía, Salamanca,Burgos y Valladolid, y lleno de merecimientos murió en Toledo el año 1618, a los 84 años deedad. Después de muerto, quedó flexible su cuerpo, más hermoso de lo que en vida habíasido. El concepto de su virtud fue tal que se llevó el renombre de santo, con que a voz engrito le apellidaron en su entierro. Extraordinario concurso de plebe y nobleza desnudaronel cadáver para repartirse las apreciables reliquias».

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Cuenta el cronista franciscano Hebrera91 que el 30 de septiembre de1619 el sobrino del obispo recibió una cuchillada en el codo del brazoderecho. Los cirujanos Lorenzo Polo y Martín Undiano determinaron cor-tarle el brazo. Apenada su madre, Gracia Arnedo, consultó con su cuñadoel obispo, que rogó a los padres franciscanos le enviasen las reliquias de lossantos mártires. Al momento, dos religiosos trajeron las reliquias al cuartodel enfermo. El obispo las pasó por el brazo herido de su sobrino, quienexclamó: «qué notable alivio y consuelo siento con las santas reliquias». Elsobrino del obispo sanó. Esta curación milagrosa se extendió y el prodigiose hizo más palpable porque, habiendo pasado las reliquias de SanLorenzo y habiendo rogado al santo por su salud, no la habían alcanzado.

Para celebrar esta curación, el obispo Cortés mostró su gratitud y en losaños siguientes celebró Misa de pontifical en la iglesia de San Francisco,durante las fiestas en honor de los santos mártires92. Y, para eternizar suagradecimiento, mandó labrar un retablo, que se concluyó en 1625, «conlas imágenes de los dos santos mártires San Juan y San Pedro, atados a doscipreses, con dos ángeles en forma de bajar del cielo con palmas y coronas,que las ofrecen a los victoriosos soldados de Jesucristo, por su gran triunfo.A los pies de los santos está puesto de rodillas, con hábito de pontifical, eldevoto prelado, como rogando a los ínclitos mártires acepten aquellaofrenda, en reconocimiento de su asistencia y poderoso patrocinio, coneste rótulo: Thomas Cortés, episcopus turolensis»93.

2.3. VISITA AD LIMINA

El obispo envió dos textos de «visitatio ad limina», uno en 1618 y otroen 1622 cuyo contenido es prácticamente el mismo94.

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91 HEBRERA Y ESMIR, J.A., Crónica de la provincia franciscana de Aragón, Parte Primera, edi-ción facsimilar, Madrid, 1991, pp. 190-193.

92 En las Actas capitulares del cabildo turolense quedó anotado lo siguiente:«Resolvióse que, a petición del Padre Guardián de San Francisco, el sábado y domingo pri-meros vinientes se toquen las campanas por la fiesta de los santos mártires San Pedro y SanJuan, que se les hace fiesta sin bulas de canonización ni otra cosa. También se resolvió que,si el señor obispo celebraba pontifical en San Francisco, no fuesen capitulares a asistirle, sinoen caso que el cabildo presida en el coro, como es costumbre» (A.C.T., Actas capitulares,cabildo 30-junio-1623, viernes, y A.C.T., 76, fol. 97).

93 HEBRERA Y ESMIR, J.A., op. cit., p. 193.94 A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes, 792. El primero lleva data de relación de

15-marzo-1618 y de recepción, 20-marzo-1618. El segundo fue presentado por el procuradorel 2 de octubre de 1622.

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La diócesis fue erigida por el papa Gregorio XIII en 1577. La catedralestá servida por el deán, cinco dignidades y trece canónigos. Había, ade-más, veinte beneficiados de patronato, aunque este número no estaba com-pleto, puesto que las rentas eran muy tenues. Y, según la bula de ereccióny composición, debía haber también diez porcionarios, incluidos los dosvicarios que servían la parroquia existente en la misma catedral. Hasta elmomento, no se había completado dicho número por falta de rentas, y, poreso, se había suplicado a Su Santidad la supresión de dos rectorías. Las ren-tas de las dignidades ascendían de 700 a 400 escudos; de los canónigos, de300 a 200 escudos; de los porcionarios, 100 escudos y de los beneficiados,de 60 a 70 escudos.

Las rentas de la fábrica catedralicia son tenues, no exceden los 400 escu-dos anuales, suficientes para el aceite y la cera. La sacristía posee buenosornamentos y jocalías, no abundantes, pero sin faltar lo necesario para elculto divino. Anualmente se nombra un canónigo fabriquero.

Hay abundantes fundaciones de misas perpetuas, celebradas por las dig-nidades, canónigos, porcionarios y beneficiados. También existen aniversa-rios y misas doblas perpetuas, cuyas cargas son levantadas por el cabildo.Hay un mayordomo encargado de esta gestión, que lleva un cuaderno depuntuación.

Los ritos y ceremonias del Pontifical Romano no eran bien observadosen la catedral turolense.

En la ciudad había siete iglesias, servidas por porcionarios naturales dellugar. Todos los porcionarios formaban parte del Capítulo GeneralEclesiástico, gobernado por un prior, elegido anualmente «sin ningunarenta». Cada iglesia estaba gobernada por un vicario y contaba con unnúmero mayor o menor de racioneros. En 1618 servían en las iglesias turo-lenses 70 porcionarios. En 1622, afirmaba el obispo Cortés, eran 80. Cadaracionero percibía 100 escudos anuales.

La ciudad se beneficiaba de las rentas de una limosna pía, que ascendíana 3.000 escudos anuales. Las cofradías tenían pocos recursos económicos.Existía hospital para pobres, transeúntes y enfermos, con unas rentas exi-guas de 35 escudos anuales, aumentadas con algunas limosnas y ciertoslegados píos. La administración del hospital corría a cargo del Concejomunicipal.

En Mora de Rubielos había una iglesia colegial con cuatro dignidades(deán, vicario, chantre y sacristán), seis canónigos y otros veinte eclesiásti-cos más (entre beneficiados y porcionarios). Las rentas del deán ascendían

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a 500 escudos; los canónigos y las dignidades cobraban 300 escudos; losbeneficiados y porcionarios recibían 80 escudos anuales. Las prebendas deesta colegiata eran mayoritariamente de patronato laical, del conde deFuentes, también llamado señor de Mora.

La diócesis estaba compuesta por 78 pueblos, siendo el mayor de 500casas. Había 23 rectores y 55 vicarios. En toda la diócesis existían 180 bene-ficios colativos y 107 capellanías. Contaba con 154 legados píos o limosnaspara diferentes fines. Algunas vicarías estaban encomendadas a la Ordende San Juan del Hospital, cuyas rentas eran tan tenues que, por eso, no seencontraban clérigos que deseasen administrarlas, percibiendo la mensaparroquial y los diezmos los comendadores de la Orden. Igualmente eranexiguos los ingresos de la vicaría de Manzanera, abonados por el Santuariode Nuestra Señora del Pilar, pues no superaban los 8 escudos anuales.Nadie quería cubrir esta vicaría de gran población, en ocasiones dispersapor las masías.

Los sacerdotes diocesanos guardaban la residencia canónica. En lospueblos había cofradías y hospitales, pero habitualmente pobres y sinrenta. Las gentes de esta diócesis eran bien dóciles y capaces de aprenderla doctrina. Y, por la gracia de Dios, no había pecadores públicos.

No existía seminario, por carecer de rentas. Sin embargo, había un estu-dio de gramática, que el obispo Cortés calificaba de mediocre. Por eso elprelado, preocupado por la instrucción de los jóvenes en materias doctri-nales de fe, quería que fuesen instruidos tanto en su casa particular comoen otros lugares de la diócesis.

La ciudad contaba con tres monasterios de frailes: franciscanos, trinita-rios y mercedarios. En esas fechas se había fundado otro de frailes predica-dores de Santo Domingo, bajo la invocación de San Raimundo.

2.4. VISITA PASTORAL

Consta que el obispo Tomás Cortes realizó personalmente la visita pas-toral a la vereda del río Cella en 1616 y 161995, administrando el sacramen-to de la Confirmación96. En la ciudad de Teruel la comenzó en 1620 y la

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95 A.P. Caudé, tomo II (1603-1642), sin foliar, visita realizada el 18-abril-1616; segundavisita, 13-abril-1619. A.P. Cella, Tomo VI, visita realizada el 24-abril-1616, fols. 164-167; TomoVI, visita realizada el 16-abril-1619, fols. 176-179.

96 A.P. Cella, tomo VIII, fols. 1-2: en 1616 confirmó 57 personas. Ibídem, fols. 2v-4v.: en1619 confirmó 80.

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mantuvo abierta hasta febrero de 162297. Por el contrario, en 1622 la visitapastoral al mundo rural fue girada por el licenciado Jerónimo PérezMonteagudo, rector de Formiche Alto y visitador general del obispo TomásCortés98.

Algunos de los mandatos de visita van dirigidos a los jurados, munícipesy fabriqueros. Les recuerda y exige su preocupación por la decencia de lostemplos, el arreglo y compra de objetos y ornamentos litúrgicos. Por eso,algunos de los mandatos que quedan anotados en los libros parroquialesson los siguientes: confeccionar un terno blanco y otro colorado; repararlas patenas y el copón para el Santísimo Sacramento; aderezar las casullas,estolas y manípulos; confeccionar un lavabo y vinajeras de plata para losdías de fiesta; proporcionar vino blanco para la celebración de la Misa;reparar la escalera de la torre o adecentar la pila de bautismo.

Los mandatos dirigidos a los párrocos, vicarios, beneficiados o porcio-narios son también concretos y puntuales, como visitar a los enfermos,celebrar la Santa Misa temprano, explicar la doctrina cristiana cada domin-go y día de fiesta, exigir a los penitentes cuaresmales el conocimiento delcatecismo para cumplir con la obligación anual. Se recuerda a los sacerdo-tes, repitiéndolo en todas las visitas pastorales, este consejo: «que todos losjueves renueven el Santísimo Sacramento y hagan repicar las campanas,para que los fieles acudan con más cuidado y diligencia a la dicha renova-ción». Y, para ayudar a su cumplimiento, añadía: «concedemos cuarentadías de indulgencia a todos los hombres y mujeres que se hallaren en dicharenovación»99.

2.5. RELACIONES DEL OBISPO CON EL CAPÍTULO GENERAL Y EL CABILDO

Para historiar el pontificado turolense de Tomás Cortés resulta obliga-do estudiar sus relaciones con el Capítulo General Eclesiástico y el Cabildo,protagonistas de la vida religiosa urbana.

Cuando Tomás Cortés llegó a Teruel, ambas instituciones tenían suspropios estatutos y constituciones. En 1618 el obispo Cortés y el Capítulo

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97 A.P. San Andrés, tomo II (1600-1732), fol. 289 v-292, visita iniciada el 29-mayo-1620 ycerrada el 11-febrero-1622; A.P. San Andrés, Parroquia de San Pedro, tomo III (1590-1625),visita iniciada el 24-mayo-1620 y cerrada el 11-febrero-1622.

98 A.P. Cella, tomo VI, visita realizada el 6-junio-1622; A.P. Caudé, tomo II (1603-1642),sin foliar, visita realizada el 2-junio-1622.

99 A.P. Caudé, tomo II (1603-1642), visita 18-abril-1616.

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General Eclesiástico firmaron una concordia para regular el nombramien-to de vicarios en las siete iglesias parroquiales de Teruel. Las relacionesepiscopales con el cabildo catedral, que analizamos en este epígrafe, estu-vieron llenas de tensiones. Cuestiones económicas, el nombramiento deconjueces o adjuntos en la visita episcopal al templo catedral, la provisiónde canonjías y beneficios, el cumplimiento de las ceremonias litúrgicas y delos estatutos capitulares serán motivos continuos de enfrentamiento.

Examinando las fuentes documentales, narramos los hechos históricos,dejando al lector el enjuiciamiento de los mismos. La historia diocesanadurante el pontificado turolense de Tomás Cortés se desarrolló como con-tamos en estas páginas.

2.5.1. El Capítulo General Eclesiástico

Teniendo a la vista cuanto sabemos sobre el Capítulo GeneralEclesiástico, resulta extraño que el obispo Cortés quisiera una intervenciónmás directa y personal en el nombramiento de vicarios para las siete igle-sias parroquiales. El Capítulo General tenía sus propios estatutos que hun-dían sus raíces en los tiempos medievales.

Cuando se crearon las vacantes de vicario en dos parroquias urbanas, elobispo Cortés quiso nombrar a los vicarios, pero el Capítulo General apelóal respeto de sus estatutos. Hubo un proceso curial y al final se llegó a unaconcordia entre el obispo y el Capítulo de racioneros, que puso punto finalal tema del nombramiento de vicarios en las parroquias urbanas100.

El obispo y el Capítulo General Eclesiástico deseaban solucionar el pro-blema amigablemente, nombrando jueces para que examinasen la causa, yambas partes pasarían por la sentencia que éstos dictasen. A los jueces seles encomendaba buscar cuál era la costumbre inmemorial en elnombramiento de vicarios para las iglesias de Teruel. Se pretendía resolverel asunto en la Curia turolense y de esa manera se evitarían toda clase degastos.

El deán Juan Lechago y Juan Jerónimo Cuber de Bernabé, rector deAbabuj, fueron nombrados «jueces de compromis». El obispo designócomo procurador propio a Tomás Alemán, presbítero capellán suyo. Confecha 22 de octubre se inició el proceso curial encaminado a cubrir lasvacantes de vicario en las iglesias patrimoniales de Santiago y San Andrés.

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El Capítulo de racioneros presentaba a Tomás Ponz para vicario de San-tiago y a Jusepe Torán para vicario de San Andrés.

Ese mismo día el prior del Capítulo General convocó a los vicarios101 ya otros racioneros para tratar de este asunto en una asamblea. La reuniónse celebró en la iglesia de Santiago.

Los jueces dictaron sentencia el 4 de noviembre de 1618102. El texto esmuy largo, pero suficientemente claro. Recoge la manera inmemorial deproveer las vacantes de vicario en las iglesias patrimoniales turolenses. Sedecía que «las vicarías de todas las siete iglesias parroquiales y patrimonia-les, desde tiempo inmemorial hasta ahora y siempre que han vacado, sehan proveído a presentación del Capítulo, de los lugartenientes de vicarioy racioneros de cada una de las dichas iglesias respectivamente, guardandola forma siguiente: dentro de cinco meses, contaderos desde el día de lavacante de dicha vicaría, el lugarteniente de vicario y racioneros de la igle-sia, como patrones, comparecían ante el ordinario y presentaban a uno delos racioneros de la misma iglesia para vicario de ella».

En los días siguientes se ponían edictos con el nombre del elegido, porsi había alguna apelación. No habiendo contradicción alguna, el candida-to elegido se presentaba al examen sinodal de idoneidad. Si superaba laprueba, «el ordinario le daba la colación y canónica institución».

En caso de no aprobar el examen, se publicaba un edicto para que otroracionero de su misma iglesia pudiera presentarse en el plazo de diez días.Si no acudía nadie, dando otro plazo de diez días, podría optar cualquierracionero de las demás iglesias patrimoniales. Mientras duraba la vacante,el racionero más antiguo desempeñaría el cargo de lugarteniente de vica-rio. El obispo encargaría transitoriamente la «cura animarum» a este racio-nero, si lo encontraba hábil.

La sentencia también declaraba idóneos para vicarios a Tomás Ponz yJusepe Torán, pudiendo ser admitidos a los exámenes sinodales. Los juecestasaron sus derechos en 500 sueldos jaqueses cada uno y 400 para el nota-rio Juan Bautista Bervegal. En el acto de lectura estuvo presente Tomás

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101 Al llamamiento de Baltasar Rodríguez, pertiguero y macero del Capítulo General,acudieron a la iglesia de Santiago: Andrés Baeza, prior, presbítero racionero de San Salvador;Martín Calvo, vicario de San Martín; Juan de Herrera, vicario de San Salvador; AlfonsoHernández, vicario de San Pedro; Juan Correja, vicario de San Juan; Domingo Marzo, vica-rio de San Miguel; José Martín, lugarteniente de vicario de San Andrés; Tomás Ponz,lugarteniente de vicario de Santiago, y otros muchos más racioneros, como Jusepe Torán.

102 Mosén Juan Gómez y mosén Felipe Sancho, presbíteros racioneros de la catedral.

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Alemán, presbítero procurador, y los testigos Luis Juan, «estudiante natu-ral del lugar de Rubielos, criado del Dr. Juan Lechago, deán, y Juan Martín,mancebo natural del lugar del Castellar, criado del Dr. Juan JerónimoCuber de Bernabé, rector de Ababuj».

2.5.2. El cabildo

En algunas ocasiones el nombramiento de canónigos era causa de fric-ciones entre los obispos y el cabildo. Desde 1613 el nuncio Antonio Caetanihabía intentado obtener una canonjía para su recomendado Lucas DionisoGamir, natural de Teruel y residente en Madrid103. Como no se producíanvacantes en el cabildo turolense, a comienzos del año 1614 la Secretaría deEstado vaticana aseguraba al nuncio Caetani que seguían teniendo encuenta su petición y aconsejaban que el pretendiente Gamir estuviera pen-diente y avisara cuando se produjese una vacante104. Dionisio Gamir nodebió enterarse que el canónigo magistral Felipe Royo falleció el 24 dejunio de 1615105. El obispo Cortés se adelantó y nombró magistral al Dr.Gaspar Luis Barutel, canónigo jacetano que se vino con el prelado al sertrasladado a Teruel106. Aunque el cabildo turolense protestó y se resistió,Barutel tomó posesión el 25 de julio de 1615107. Posteriormente el magis-tral Barutel fue nombrado arcipreste en septiembre de 1621, ocupando lavacante de magistral el Dr. Ginés Martínez, también clérigo al servicio delobispo Cortés venido desde Jaca. El cabildo, que seguía pretendiendo pro-veer conjuntamente con el obispo esta canonjía mediante oposición, pro-testó nuevamente. De nada sirvió porque el Dr. Ginés Martínez juró losestatutos capitulares y tomó posesión el 4 de septiembre de 1621108.

Todavía seguía pendiente la promesa hecha al nuncio Caetani para favo-recer con una canonjía a Lucas Dionisio Gamir en la catedral de Teruel. En1615 falleció el canónigo Pedro Bervegal109 y en 1616, el tesorero Juan

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103 A.S.V., Nunciatura Spagna, 337, fols. 411-412. Carta de la Secretaría al nuncioAntonio Caetani de fecha 17-julio-1613.

104 Ibídem, 339, fol. 32. Carta de Secretaría al nuncio Caetani de 31-enero-1614.105 A.P. Santa María, II (1597-1616), fol. 210.106 El arcipreste Barutel falleció en Teruel el 29 de noviembre de 1622 y fue sepultado

«en el cuerpo de la iglesia» (A.P. Salvador, Parroquia de Santa María, III (1616-1700), fol.161v.).

107 A.C.T., Actas capitulares, cabildos 27-junio, 4 y 25-julio-1615.108 Ibídem, cabildos 2 y 4-septiembre-1621.109 A.P. Salvador, Parroquia Santa María, tomo II (1597-1616), fol. 210v.: dice que murió

el 21 de agosto y en el tomo III (1616-1700), fol. 156: afirma que falleció el 25 de agosto.

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Martín110. En el mes de julio de 1618 el cardenal Borghese escribía al nun-cio Caetani que, al morir el canónigo Francisco Jordán111, la canonjía quedejaba vacante había sido provista en la persona de su protegido112. El nun-cio Caetani se lo había suplicado al cardenal Borghese por carta fechada el13 de mayo, exactamente dos días después de fallecer el canónigo Jordán.Una vez conseguida esta prebenda, se produjo inmediatamente la vacantedel arcedianato de Ansó en la catedral de Jaca. El nuncio Caetani y el con-fesor del rey solicitaron al cardenal Borghese que permutase la prebenda113.Esto no fue posible puesto que el arcedianato de Ansó había sido concedi-do ya a un familiar del cardenal de Trexo114, también aragonés, y curialdurante muchos años en Roma115. Dionisio Gamir renunció a esta canonjía,pero con fecha 6 de febrero de 1619 el papa le volvió a conceder otra canon-jía116, aunque el Dr. Gamir nunca tomó posesión ni residió en Teruel, acos-tumbrado posiblemente a vivir en ambientes cortesanos.

En 1620 el obispo Cortés proveyó el beneficio de San Antonio en lacatedral a favor de mosén Jerónimo Torres, natural de Cedrillas y criadosuyo. El cabildo impugnó este nombramiento, puesto que en los estatutoscapitulares se mandaba que el candidato, una vez hecha la presentación,tenía que ser examinado y aprobado por el cabildo. Mosén JerónimoTorres superó las pruebas y comenzó a ganar las «distribuciones como losdemás beneficiados» a partir del 24 de abril de 1621117.

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110 Ibídem, II (1597-1616), fol. 211, donde se afirma que falleció el 19 de abril y III(1616-1700), fol. 156v., se dice que murió el 14 de abril.

111 A.P. Salvador, Parroquia de Santa María, III (1616-1700), fol. 158v. Murió el 11 demayo de 1618.

112 A.S.V., Nunciatura Spagna, 340, fols. 407-408: carta del cardenal Borghese al nuncioAntonio Caetani de 8-julio-1618.

113 Ibídem, 60 F, fols. 257-258: carta del nuncio Antonio Caetani al cardenal Borghesede 21-julio-1618.

114 Vid. GAUCHAT, P., op. cit., p. 12 y MORONI, G., op. cit., LI, Venecia, 1851, pp. 98-99.Gabriel Tressius Paniaqua (Trejo y Paniagua) era doctor por la universidad de Salamanca,religioso, arcediano de la Orden militar de Calatrava y de la tercera Orden de San Francisco.Por haber ejercido plausiblemente el oficio de juez en la Curia regia, el rey Felipe III lo pro-puso para cardenal. Fue nombrado por el papa Paulo V en la sexta promoción (2-diciembre-1615) para el título de San Pancracio (2-junio-1617) y fue trasladado a San Bartolomé (29-noviembre-1621). En 1625, siendo arzobispo de Salermo, fue nombrado presidente delConsejo de Castilla y en 1630 obispo de Málaga, donde murió el 2 de febrero de 1630.

115 A.S.V., Nunciatura de Spagna, 340, fols. 424-425: carta del cardenal Borghese al nun-cio Antonio Caetani de 13 de agosto de 1618.

116 Ibídem, 341, fols. 68-69: carta de la Secretaría al nuncio Francisco Gennini de 22-febrero-1619. En esa fecha había quedado vacante una canonjía en la catedral turolense.Pues el canónigo Miguel Pérez falleció el 1 de enero de 1619 (A.P. Salvador, Parroquia deSanta María, III (1616-1700), fol. 159).

117 A.C.T., Actas capitulares, cabildos 17, 21 y 28-marzo-1620, y 24-abril-1621.

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El obispo Cortés pretendió que su vicario general tuviera un asiento enel coro catedralicio, precediendo incluso a los mismos canónigos. El cabil-do, que no aceptó esta intromisión, tenía «prevenido un notario, para laprimera vez que volviese, para hacer protesta»118. En febrero de 1616 orde-nó al cabildo que fuese a la iglesia de San Miguel para recibir la bula de laSanta Cruzada. Ante el mandato episcopal, «el cabildo acató ir procesio-nalmente, pero (resolvió) que se diese cuenta de esta innovación»119.

En 1615 el cabildo dio permiso al guardián de los padres franciscanospara hacer una procesión «hasta la villa vieja y otras ermitas del térmi-no»120, para esa oportunidad y otras que se pudieran ofrecer en el futuro.Se concedió licencia al ministro de los padres trinitarios para hacer unaprocesión por la plaza, «a instancia de los cofrades de la sangre de Cristo»,celebrar la Santa Misa, predicar y usar el coro del templo catedral121. A lospadres mercedarios, que iban a celebrar su Capítulo General el 21 de abrilde 1619, les prestó el altar, el coro y el púlpito122. En 1620 la ciudad pidióque todos los religiosos asistieran corporativamente a las procesiones. Losdominicos exigieron llevar el lugar más preferente, de acuerdo con la anti-güedad de la Orden, como les concedía un motu propio del papa ClementeVIII. El obispo Cortés quiso imponer esta norma, pero las otras órdenes seresistieron a obedecer. Ante esta dificultad, la ciudad acordó que los trini-tarios y mercedarios fuesen delante, y detrás marcharían los franciscanos ylos dominicos, alternando también el lado derecho o el izquierdo cada dosprocesiones. Los dominicos se resistieron a aceptar la medida pero, final-mente, obtuvieron sus pretensiones123.

El cabildo turolense, que en varias ocasiones vio atropellados sus dere-chos por las intromisiones del obispo Cortés en sus asuntos, siempre pro-testó por ello. En diciembre de 1616 el obispo se apoderó «por la fuerza»del texto del sínodo convocado «últimamente por Don Martín Terrer»,que se encontraba en poder «de Juan Bautista Bervegal, secretario que fuede dicho sínodo». El cabildo exigió el manuscrito al secretario Bervegal, delo contrario «se procederá contra él resolutamente hasta meterle en la cár-

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118 Ibídem, cabildo 25-junio-1616.119 Ibídem, cabildos 17, 19 y 20-febrero-1616.120 Ibídem, cabildo 11-abril-1615.121 Ibídem, cabildo 7-mayo-1615. En esa oportunidad, los trinitarios solicitaron al cabil-

do una copia de la fundación de la cofradía de la sangre de Cristo, hecha en tiempos deHernando de Aragón. El cabildo acordó darles una limosna de 100 reales.

122 Ibídem, cabildo 15-abril-1619.123 GARCÍA, M., La Orden de predicadores en la provincia de Teruel, Teruel, 1964, pp. 243-244.

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cel»124. En 1617 el vicario general presentó al cabildo unas letras episcopa-les prohibiendo romper paredes y hacer altares en la catedral, so pena deexcomunión latae sententiae. Con ello se quería impedir la construcción dela capilla donada a la catedral turolense por Francisco Martínez Lamata,deán del cabildo de Zaragoza. En el mes de junio se paralizaron las obras.El deán Lamata y el cabildo turolense apelaron a la Nunciatura Apostólica.Pasado un tiempo y aclarada la situación, el cabildo otorgó licencia al deánLamata para continuar con la fundación de la capilla, entregando 180escudos para aniversarios, y, «desde luego, (para que) puedan los artíficesproseguir su fábrica». Con fecha 19 de octubre de 1618 el notario AndrésAbril levantó acta de las capitulaciones entre el cabildo y el deán «sobre lacapilla que se hace en la iglesia catedral»125. En 1619 el obispo citó a su resi-dencia al arcipreste Clemente Gonzalo de Liria y al canónigo Pedro LuisLópez. Temiendo posibles maniobras episcopales, acordaron hacer «unprotesto de parte del cabildo por si hay algún perjuicio contra la iglesia enrazón de la jubilación que hizo la iglesia a dicho arcipreste, y contra elderecho y posesión en que está el cabildo»126. En 1623 reclamaron los dere-chos funerales por el enterramiento de un criado del obispo fuera del tem-plo catedral, que correspondían al cabildo y no habían sido abonados127.Mosén Domingo Marco, vicario de la iglesia de San Miguel, administró losúltimos sacramentos al criado del señor obispo e intentó darle sepultura enel templo de San Miguel128.

2.5.2.1. Asuntos económicos

Los habitantes del pueblo de Castralvo desde tiempo inmemorial paga-ban sus diezmos a la catedral. Algunos feligreses de la parroquia deCastralvo tenían también propiedades en el pueblo limítrofe de La Pueblade Valverde, cuyos diezmos pertenecían por entero a la mensa episcopal.El fiscal de la curia diocesana en el mes de agosto de 1616 les obligó pormedio de decreto y bajo pena de excomunión a pagar los diezmos de esastierras a la mensa episcopal. El cabildo mandó una cédula al vicario gene-ral protestando por este nuevo abuso129.

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124 A.C.T., 76, fol. 95. Actas capitulares, cabildos 2-diciembre-1616 y 19-mayo-1617.125 Ibídem, cabildos 14 y 30-junio, 22-julio y 11-agosto-1617; 1-marzo y 19-octubre-1618.126 Ibídem, cabildo 14-agosto-1619. El cabildo dio la jubilación al arcipreste Gonzalo de

Liria y temía que el obispo pudiese cubrir esta dignidad canonical, como así lo hizo poco des-pués en la persona de Gaspar Luis Barutel.

127 Ibídem, cabildo 23-abril-1623.128 Ibídem, 204-6, fol. 47.129 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 30-agosto y 2-septiembre-1616.

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Estando de visita pastoral en la sesma del río Jiloca, en Alba el 23 deabril de 1619 publicó un edicto que prohibía a los feligreses de Gallel130

pagar los diezmos a la catedral. El cabildo, nuevamente enojado, nombróal canónigo Francisco Pérez Morón para que visitase al obispo y hablasecon él sobre este asunto131. El canónigo Pérez Morón preparó un ampliomemorial sobre los derechos inmemoriales que tenía la catedral a percibirlos diezmos en los términos de la pardina de Gallel132. Habían sido admiti-dos por los arzobispos de Zaragoza, sancionados en los estatutos capitula-res aprobados por Jaime Jimeno en febrero de 1589 y por la autoridadapostólica en 1593. Pérez Morón afirmaba que el cabildo venía cobrandolos frutos decimales de la pardina Gallel desde hacía más de 300 años.

El canónigo Morón exponía cómo se había comprobado en el concilioprovincial de 1614 que la catedral turolense era «la más reformada y con-certada de todas, como Vuestra Señoría bien sabe y oyó». Esto era así por-que tenía sus propios estatutos, que el mismo obispo Cortés juró, albergan-do por ello «grandes esperanzas de que Vuestra Señoría», por lo menos,«los continuaría». Pero no ha sido así. Pues, «no sólo no les ha ayudado,sino que les está creando problemas».

El obispo rechazó el memorial que le presentaba el canónigo Morón ennombre del cabildo. Los canónigos escribieron al nuncio apostólico y acor-daron que, mientras durasen «los pleitos con el señor obispo, se diga al Dr.Barutel, vicario general, que no se halle en los cabildos que se hicieren» 133.

Tomás Cortés suspendió la aplicación del edicto, aunque nunca devolviólos diezmos cobrados. Y, por eso, el cabildo acordó que «se traiga el breve delnuncio y se prosiga la causa»134. Será nuevamente en 1623 cuando se acudiráa la Nunciatura reclamando que el obispo «pague a la iglesia y a los particu-lares todo lo que les debiere de los corderos de los años pasados». Y se leyó«una carta del señor Nuncio de España para el señor obispo, adonde le orde-na pague los corderos que debe a la fábrica y a los singulares prebendados»135.

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130 Ibídem, 204-3, fols. 19-33. Los diezmos de la pardina de Gallel, territorio que con-frontaba con los términos de Torrelacárcel, Santa Eulalia, Alba y Torremocha, pertenecíana la mensa capitular.

131 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 27-abril y 15-mayo-1619.132 Ibídem, 208-1-22. El documento no tiene fecha. César Tomás Laguía lo catalogó

como perteneciente al siglo XVII, con la siguiente regesta: Exposición de don FranciscoPérez Morón, canónigo y procurador del cabildo de la catedral de Teruel, a don TomásCortés, obispo de esta diócesis, sobre las diferencias del cabildo con él acerca de los diezmosde Gallel y otros puntos.

133 Ibídem, 76, fol. 95.134 Ibídem, cabildos 19 y 21-mayo y 1-junio-1619.135 Ibídem, cabildo 11-agosto y 6-actubre-1623.

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2.5.2.2. Visita a la catedral

En un manuscrito del archivo catedralicio136 se hace la historia de losprivilegios que el cabildo turolense tenía en materia de conjueces. Además,este asunto ha quedado suficientemente ilustrado en las biografías deJaime Jimeno y Martín Terrer. Por tanto, bastará que hagamos un breverepaso de la cuestión para recordar cómo se encontraban las cosas al llegarel obispo Cortés a Teruel.

Al ser elevada la colegiata de Santa María a catedral, fue investida detodos los privilegios que gozaban las catedrales españolas, y, por tanto, tam-bién el de los conjueces.

Jaime Jimeno aceptó el nombramiento de conjueces para realizar la visi-ta episcopal al templo catedral desde 1580 hasta 1584. Como obtuvo unadeclaración de la Congregación del Concilio que le permitía actuar sinconjueces, el cabildo volvió a someter la cuestión ante el tribunal de la Rotaromana. El obispo Jimeno de Lobera falleció quedando la cuestión en lostribunales romanos.

Al llegar a la sede turolense el obispo Martín Terrer, los conflictos porel tema de los conjueces seguían pendientes. Consultó a catedráticos deSalamanca, letrados de Valladolid y Roma, «los cuales le respondieron quela iglesia (catedral) tenía justicia y que su Santidad en conciencia no lespodía impedir el gozar de conjueces». El obispo Terrer, queriendo ponerfin a los pleitos que había tenido con su cabildo por este asunto en laNunciatura, en la Rota y en la Congregación del Concilio, hizo una concor-dia con el cabildo el 3 de noviembre de 1613, confirmada por el papaPaulo V con fecha 28 de julio de 1614. Además, el mismo obispo Terrerhabía actuado con conjueces en 1610 y los admitía en la legislación sinodalaprobada en 1612.

Los conjueces o adjuntos de visita eran elegidos anualmente por vota-ción en el cabildo de enero, en número de dos, entre los asistentes. Unavez aceptada la nominación, juraban el cargo ante el deán o presidentecapitular y, posteriormente, se comunicaba al obispo o en su ausencia alvicario general.

En el mes de diciembre de 1621 el obispo Cortés solicitó las cuentas dela fábrica catedralicia137. El cabildo reconoció el derecho que el obispo

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136 Ibídem, 105, fol.103-111.137 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 22-diciembre-1621.

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tenía a examinar los libros de cuentas pero en visita con dos adjuntos ysiguiendo la normativa y protocolo establecido para la visita a los temploscatedrales. Esto ocurrió el día 18 de diciembre, por medio del canónigomagistral Barutel, vicario general, y el Dr. Ginés Martínez, colaboradoresde plena confianza del obispo, quienes llevaron el encargo a la sesión capi-tular.

A la solicitud del obispo, el cabildo respondió con un largo escrito,donde exponían cómo y de qué manera aceptarían la visita episcopal altemplo catedralicio. En el archivo catedral se conserva una copia, que estu-diamos a continuación138 .

El cabildo estaba dispuesto a que el obispo hiciese la visita y examinaselas cuentas de fábrica, «pero según la forma y costumbre que en el presen-te obispado se suele hacer». Y para ello nombrarían adjuntos. Las cuentasserían supervisadas en la sala capitular «o en otro lugar de la iglesia, sin lle-várselas el obispo a su casa». Antes de hacer la visita, tendría que redactarun edicto de aceptación de los conjueces y reconocimiento de que la cate-dral era exenta. También se deberían concretar cuáles eran los objetos yasuntos a visitar. Y, finalmente, agradecerían al obispo que para tratar asun-tos capitulares no lo hiciera por medio de terceros, sino personalmente.

2.5.2.3. Las ceremonias litúrgicas

Con el asunto de las ceremonias litúrgicas se abrió otro nuevo frente dediferencias entre el obispo y el cabildo. En el mes de febrero de 1622 elobispo Cortés mandó un escrito con el arcipreste Barutel y el canónigomagistral Ginés Martínez «acerca de las ceremonias que se dejan de guar-dar en esta santa iglesia»139. Los mensajeros se salieron después de haberentregado el recado. El cabildo respondió al señor obispo: «si su Señoríaquiere o tiene que tratar de ceremonias que no se guardan en esta santaiglesia, que se sirva de venir a cabildo a tratarlas, que sería de mucho con-suelo para todos».

El obispo no se presentó en el cabildo catedral. Por el contrario, orde-nó al fiscal de la curia episcopal, Miguel Rubio, que redactase «unas letrascon censuras sobre las ceremonias que no se hacían en la catedral», quefueron entregadas al cabildo por Francisco Malo, notario de la curia. Elcabildo dijo al notario que las contestaría por escrito.

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138 Ibídem, 189-17-9.139 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 12-febrero-1622.

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En el documento del fiscal, fechado el 27 de febrero, se exigía a loscanónigos acompañar al obispo a la venida y al regreso a la catedral, y cuan-do celebrase de pontifical en la catedral. Los canónigos respondían que elobispo no podía ser juez de una causa en la que él mismo era parte intere-sada140. Añadían que él mismo había manifestado públicamente cómotenía por agravio personal que su cabildo no le hiciese los recibimientospropios y, «en venganza de esto que tiene por injuria y ofensa propia, pro-cede Vuestra Señoría con las dichas letras». Además, manifestaban sus que-jas contra el prelado por «las muchas ceremonias que hace contra las reglasdel Misal y Pontifical». Le recordaban que no podía intervenir contra elcabildo porque era exento y, por eso, necesitaba de los conjueces capitula-res. Terminaban solicitando permiso y cartas testimoniales para apelar alpapa Gregorio XV, al nuncio apostólico o al arzobispo de Zaragoza. Estedocumento fue redactado por el deán Juan Lechago y presentado por JuanFernández y Andrés Abril, notarios capitulares141.

El obispo Cortés, a petición de los canónigos Villarroya y Pérez Morón,suspendió momentáneamente las censuras. Ambas partes se comprometíana consultar la cuestión en Roma o en Zaragoza142 y la paz volvía al seno delcabildo. Pero, desgraciadamente, era tan sólo una tregua.

A comienzos del año siguiente, el 24 de enero de 1623, el canónigoVillarroya vino al cabildo con un nuevo recado del obispo, que seguía insis-tiendo que en la catedral se guardasen las ceremonias según el ritual deClemente VIII, pues hacía diez meses que lo había ordenado y no habíaobtenido respuesta alguna. Inmediatamente le comunicaron que, «habien-do comenzado a consultar en Roma, murió nuestro agente BartoloméFrancés, por lo cual no hemos tenido respuesta de la consulta»143.

A continuación, el obispo mandó un documento dirigido al deánLechago, donde le exponía con claridad cuáles eran sus pretensiones. Elceremonial de Clemente VIII debía ser acatado por todos los eclesiásticos;su cumplimiento obligaba bajo grave; el asistente mayor (maestro de cere-monias) debía ser presbítero y estar revestido con capa, sostener el misal,ofrecer la naveta del incienso e indicar al obispo en voz baja las rúbricas dela Misa o el canto. El largo documento terminaba con estas palabras: «eldeán, como dignidad más principal y más preheminente en el asiento del

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140 Ibídem, 214-2-12.141 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 3-marzo-1622.142 Ibídem, cabildo 5-marzo-1622.143 Ibídem, cabildo 24-enero-1623.

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coro, capítulo y otros actos capitulares, debe asistir a las Misas y vísperassolemnes como asistente mayor, pues lo es y debe serlo, atento que es ladignidad más preheminente y más digna de la dicha iglesia»144.

El documento episcopal levantó una gran polvareda en el seno delcabildo. Pues se veía claramente que trataba de herir y humillar al deánLechago.

Con posterioridad a esta fecha, el deán y el chantre, Luis Pérez deCuevas, fueron acusados de haber maltratado físicamente al fiscal mosénMiguel Rubio en una ocasión que fue a la catedral para entregar un docu-mento de parte del obispo al deán Lechago, como cabeza del cabildo. Éstele respondió que fuera del cabildo no era nada145. El chantre Pérez deCuevas se metió en la sacristía y desde allí observó el diálogo entre el fiscaly el deán. Pero, después de este pequeño altercado verbal, el vicario gene-ral y el obispo propalaron la idea de que el deán y el chantre estabanexcomulgados. En el documento se dice que el obispo Cortés, «con rencory mala voluntad que a los dichos deán y chantre tiene, ha manifestado queambos están excomulgados por haber puesto las manos sobre el fiscalmosén Miguel Rubio». El deán y el chantre se quejaron y apelaron por estainjuria ante el obispo. Pero, como no fue oída, acudieron al nuncio apos-tólico para solicitar que abriera un expediente y averiguara la verdad sobreel asunto146.

El año 1623 estuvo lleno de tensiones por esta cuestión. Y, además, elcabildo exigía al obispo que cubriese la dignidad de arcediano, que lleva-ba cinco años vacante, y atajase ciertas desavenencias surgidas entre loscapitulares por cuestiones del canto de las lecturas en el coro (durante elmes de octubre). También, cuando el cabildo intentó solemnizar la Asun-ción de María, revistiéndose «dos señores capitulares más a decir el evan-gelio y epístola en la Misa conventual», el obispo Cortés indujo al CapítuloGeneral a que no fuese a la procesión de Nuestra Señora. Los racionerosactuaron mal puesto que habían suscrito un acuerdo en tiempos del obis-po Terrer de Valenzuela147.

La situación seguía empeorándose. El obispo no reconoció la provisiónde un beneficio vacante en el pueblo de Cedrillas realizada por el deánLechago con permiso del nuncio apostólico. La rivalidad entre ambos era

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144 Ibídem, 214-2-11.145 Ibídem, 190-14-3.146 Ibídem, 214-2-10.147 Ibídem, 190-13-34.

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manifiesta. Hacía varios meses que el obispo perseguía al deán porque «lehace grande estorbo al imperio absoluto de su condición» y, sobre todo,porque aceptó la comisión apostólica para hacer este nombramiento. Elobispo se enfureció mucho más cuando mosén Juan Aguilar, beneficiadonombrado por comisión apostólica para el pueblo de Cedrillas, acudió alobispado a reclamar sus derechos. El obispo rechazó el nombramiento ymandó publicar edictos para cubrir ese beneficio, pues decía que el deánno podía ser comisario apostólico por estar excomulgado. Y no concediópermiso al deán para llevar la causa ante el tribunal metropolitano, dadoque tenía que ser estudiada primeramente en la curia turolense148.

El cabildo, cansado de tanta oposición episcopal, tomó una seria deter-minación en la reunión capitular del 20 de diciembre de 1623149, que tras-cribimos: «Resolvióse, que atendido y considerado que en dos ocasionesque la iglesia ha enviado capitulares a visitar al señor obispo, Don TomásCortés, con recados particulares y cartas, la primera en Galve llevando unacarta del cabildo (1619) el señor canónigo Morón no la quiso recibir nihablar, como consta por dicha carta que se volvió a la iglesia, y la segundaenviando el cabildo en el mes de octubre (1623) a los señores canónigosVillarroya y Ginés Martínez para que Su Señoría compusiese diferenciasparticulares que entonces había entre dignidades y canónigos, no les quisooír ni hablar, que ni se le visite, ni se le vea, ni se le acompañe si viniere ala iglesia».

Este asunto fue llevado a Roma. El agente del cabildo, Pedro Marzal, el13 de febrero de 1624 informaba que el monitorio episcopal no progresaráen Roma porque el proceso se llevó muy mal y se presentó peor150, «pues,pudiéndole intimar al cabildo pleno, no lo hicieron, sino a particulares».

El obispo volvió a insistir sobre el tema en el mes de mayo y mandó unnuevo memorial, redactado por el vicario general y presentado por el fis-cal Miguel Rubio con fecha 21 de mayo151. El cabildo, al responder almemorial, decía que era nulo y daba varias razones. Primeramente porquela comunicación debía hacerse al cabildo y no al deán, pues la materia eracompetencia de todo el colectivo; además, porque imponía una pena pecu-niaria (excesivamente elevada, 500 ducados) en un asunto exclusivamentecriminal; y, finalmente, porque la aplicación y puesta en marcha del nuevo

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148 Ibídem, 191-10-4.149 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 20-diciembre-1623 y 76, fol. 95.150 Ibídem, 227-9-46.151 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 14 y 24-mayo-1624.

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Ceremonial en el templo catedral sólo podría hacerla en unión con losconjueces152. Según las Actas capitulares, parecería que el obispo quiso darmarcha atrás de su pertinacia, aunque era ya un poco tarde. En la crónicacapitular quedó escrito que «el señor canónigo Gamir dio razón de cómollevó el memorial en respuesta del que Su Señoría envió al cabildo acercade las ceremonias, y lo admitió el señor obispo con gusto, y que deseabaservir y dar contento en todo y por todo al cabildo»153.

2.5.2.4. Los conjueces

En las páginas anteriores han quedado explicadas cuáles eran las fun-ciones de los conjueces, elegidos al comienzo del año en una de las prime-ras sesiones capitulares del mes de enero.

Sabemos que el cabildo turolense había llegado a un acuerdo consen-suado con el obispo Martín Terrer de Valenzuela sobre el asunto de losconjueces, mucho tiempo antes de que éste fuese trasladado a la diócesisde Tarazona. Y, posteriormente, los canónigos buscaron la aprobaciónpapal para dar mayor fuerza a lo acordado.

Al tomar posesión de la diócesis de Teruel, el obispo Cortés se encon-tró con esta situación, que él mismo no había acordado y por la que noestaba dispuesto a pasar, como había demostrado en sus relaciones con loscapitulares de Jaca.

2.5.2.4.1. El breve de Paulo V: 28 de julio de 1614

Mientras los obispos de la metrópoli cesaraugustana estaban reunidosen concilio provincial, al comenzar el año 1615 los canónigos turolenseseligieron conjueces a los canónigos Juan Villarroya y Dionisio Sebastián enla primera asamblea capitular del mes de enero154. Los conjueces juraronsu cargo ante el deán y el cabildo notificó sus nombres al vicario general,canónigo Marcos Polo155, porque el obispo Cortés estaba «ausente dedicho obispado en la synodo provincial convocado en la ciudad deZaragoza»156.

44 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

152 Ibídem, 214-2-8.153 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 31-mayo-1624.154 Ibídem, cabildo 2-enero-1615.155 Ibídem, 204-2, fol. 5. Actuaron de testigos mosén Antonio Aragón y mosén Esteban

Villarroya.156 Ibídem, fol. 1.

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A comienzos del año 1616 los canónigos volvieron a elegir conjueces.En esta oportunidad la elección recayó sobre el chantre Luis Pérez deCuevas y el canónigo Miguel Pérez157. El obispo Cortés no aceptó el nom-bramiento y solicitó examinar los documentos de la concordia entre elcabildo y el obispo Terrer de Valenzuela. El deán Lechago, el tesorero JuanMartín, el Dr. Corbalán y el canónigo Marcos Polo acudieron a hablar conel prelado y estuvieron pendientes de la contestación episcopal durante losprimeros meses del año158.

Ante la falta de respuesta del obispo, el cabildo turolense suplicó a laSagrada Congregación del Concilio que confirmase la concordia hecha conel obispo Terrer sobre conjueces159, entró en contacto con su agente romanoBartolomé Francés y le pidió que gestionase un documento papal para refren-dar el acuerdo entre Martín Terrer y los canónigos. En respuesta, a comien-zos del mes de febrero el agente escribía: «hice instancia con Su Santidad paraque ordenase a monseñor datario, valiéndome de un buen medio, que seexpediese y se me entregare para usar de ella. Y así, ayer, en ejecución de estaorden el datario la entregó al registrador; y mañana procuraré que se acomo-de la data en conformidad de lo que otras veces he escrito y atenderé a laexpedición de las bulas, para poderlas remitir con la próxima ocasión»160.

El agente envió el breve con fecha 15 de abril y al poco tiempo, congran alegría, fue recibido por los canónigos turolenses161. BartoloméFrancés comentaba en su carta: «remití la bula de la confirmación de laconcordia de los conjueces, de que a su tiempo aguardaré aviso del recibo,con que cesarán las sospechas de Vuestras Mercedes por lo que el señorobispo pretendía hacer en este negocio; pues, estando de por medio laconcordia, será necesario que se asosiegue y pase por lo que su predecesorhizo, pues ya la Sede Apostólica lo confirmó»162.

Una vez que el breve de Paulo V estuvo en poder de los canónigos, delega-ron al canónigo Francisco Pérez Morón para que fuese a mostrárselo al obis-po que se encontraba de visita pastoral 163. El obispo no aceptó el documento

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) 45

157 Ibídem, 203-6, fol. 1.; Actas capitulares, cabildo 2-enero-1616. Hicieron de testigosmosén Juan Gómez y Juan Alonso, estudiante, habitantes de Teruel.

158 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 8, 13 y 18-enero-1616.159 Ibídem, 200-10-3.160 Ibídem, 227-10-33, carta fechada en Roma a 5-febrero-1616; Actas capitulares, cabil-

do 26-marzo-1616: «se leyó una carta de Bartolomé Francés, de Roma, en que avisaba cómola súplica de los conjueces estaba ya en el registro y que luego despacharían las bulas».

161 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 18-abril-1616.162 Ibídem, 227-10-34, carta fechada el 15-abril-1616.163 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 30-mayo-1616.

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porque decía que la concordia había sido hecha cuando el obispo Terrer yahabía sido promovido a la sede de Tarazona, porque la concordia perjudicabasus derechos y, además, porque sus agentes romanos no le habían comunica-do nada sobre la existencia o confirmación de dicha concordia164.

Ante la negativa episcopal, los canónigos primeramente intentarondemostrarle que su predecesor había visitado la catedral con los conjuecesantes de ser nombrado obispo de Tarazona, como constaba en los librossacramentales de Santa María de Mediavilla, concretamente el 24 de febre-ro de 1614165. Si era cierto que la data del breve papal era posterior al nom-bramiento de Martín Terrer para la sede de Tarazona, no era una gran difi-cultad, como escribía el agente Francés: «que la data sea de julio de 1614,que es después que el obispo Don Martín Terrer se transfirió a Tarazona,no importa pues la confirmación la retrotrae al tiempo de la concordiaconfirmada; y, por ser esto así, el datario no quiso mudar la data, aunqueyo le hice constancia, porque fuese más clara la bula»166.

El cabildo comenzaba a molestarse por la actitud que había adoptado elobispo y «tomó la determinación de que el sacristán no dejase vestirse en lasacristía a los criados del señor obispo para decir Misa, sino que los enviase ala sacristía de los beneficiados, como lo hacían los otros criados de los señoresobispos pasados. Esto se hace por no introducir nuevas costumbres». Cuandoel obispo regresó de la visita pastoral, los capitulares deliberaron si había quepasar a saludarle, como era la costumbre, y determinaron que el sacristán y elcanónigo Luis López «pasasen a besarle las manos y darle la bienvenida»167.

2.5.2.4.2. De 1616 a 1623

A pesar de que el obispo no admitía el nombramiento de conjueces, elcabildo no dejó de elegirlos y de comunicar su nombramiento. Con fecha5 de enero de 1618 fueron elegidos conjueces los canónigos BartoloméPérez y Marcos Polo168 y comunicaron la noticia al obispo el 12 de enero169.

46 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

164 Ibídem, 203-6, fol. 38-40.165 Ibídem, fols. 48-52. Actuaron de adjuntos de visita el arcipreste Clemente Gonzalo de

Liria y el canónigo Miguel Pérez.166 Ibídem, 227-10-35, carta fechada el 2-julio-1616.167 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 4 y 10-junio-1616.168 Ibídem, cabildo 5-enero-1618; 203-7, fol. 1v. Actuaron de testigos mosén Dimas

Enríquez y mosén Juan Alonso.169 Ibidem, 203-7, fols. 3v.-7. En esta ocasión el obispo Cortés manifestó que su contesta-

ción no podía ser otra que la ya manifestada en el lugar de Galve a 31 de mayo de 1616. Y,así, de esta misma manera respondió siempre. Miguel Gil y Simón Domínguez, pajes y cria-dos del señor obispo, actuaron de testigos.

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En 1618 el cabildo suprimió los poderes otorgados al canónigo Fran-cisco Pérez Morón para actuar como su procurador plenipotenciario170. Enesa oportunidad, el obispo tomó parte a favor del canónigo171 y el cabildonombró una comisión de capitulares para defender sus posibles derechosfrente al obispo y al canónigo Pérez Morón172, a quien se le había prohibi-do la entrada en las acciones litúrgicas en el templo catedral. El pleito fuellevado a los tribunales metropolitanos173, que resolvieron que no se lepodía gravar con suspensión o entredicho174. El deán Lechago apeló a laSanta Sede175, a pesar de que un perito en Derecho176 había aconsejado alcabildo que no podían impugnar el monitorio del obispo por haber levan-tado la suspensión al canónigo Morón. Como apreciamos en las Actascapitulares, el canónigo participó en el cabildo del mes de enero de 1619cuando fueron elegidos conjueces capitulares el tesorero Pedro LázaroLópez y el canónigo Juan Villarroya177. El nombramiento fue notificado alobispo el 11 de enero178 y, como siempre, rechazado el día 14179. Es otroepisodio más de la falta de sintonía entre el obispo y su cabildo, aunquedesconocemos con certeza cuál fue la chispa o razón motivadora de laexcomunión del canónigo Pérez Morón. Sin embargo, el cabildo usurpófunciones que no le correspondían y, además, apeló indebidamente almonitorio episcopal que levantaba la pena canónica al canónigo.

En el mes de mayo nuevamente actúa como procurador del cabildo elcanónigo Pérez Morón. Acudió a Perales, donde se encontraba de visitapastoral el obispo, para entregar un documento de protesta por el edictopublicado por el prelado donde prohibía a los propietarios de tierras en lapardina de Gallel abonar los diezmos al cabildo catedral180; los criados delobispo no quisieron recibirle y presentó sus quejas al Dr. Ginés Martínez,visitador del obispado, en estos términos: «en el día de ayer, que contába-

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) 47

170 Ibídem, 203-7, fol. 26v. Acta por la que el cabildo revoca y retira el nombramiento deprocurador a favor de don Francisco Pérez Morón, canónigo, y comunicación de la mismaal interesado, fechada el 3-abril-1618.

171 Ibídem, fol. 23v.172 Ibídem, fol. 22v. La comisión capitular estaba compuesta por el deán Lechago, el

tesorero Pedro Lázaro López y los canónigos Miguel Pérez, Marcos Polo y Gaspar LuisBarutel.

173 Ibídem, 200-10-1.174 Ibídem, 203-7, fol. 33.175 Ibídem, 203-7, fols. 31v.-32v.176 Ibídem, 200-10-5.177 Ibídem, 204-3, fol. 2; Actas capitulares, cabildo 4-enero-1619.178 Ibídem, fol. 3v.180 Ibídem, fol. 19-33.

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mos a quince del presente, entre seis y siete horas de la tarde, había llega-do de la ciudad de Teruel a dar un recado a Su Señoría de parte del cabil-do de dicha ciudad de Teruel, y le habían dicho y respondido los capella-nes de Su Señoría, diciéndoles quería entrar a dar dicho recado a SuSeñoría, que no se podía ver con dicho señor obispo hasta hoy por la maña-na. Y, habiendo llegado esta mañana a dar dicho recado a Su Señoría, nole han dado lugar los pajes y capellanes para ver de hablar con dicho señorobispo»181.

El obispo Cortés, como informaba el agente Bartolomé Francés al cabil-do, tenía sus agentes en Roma y quería impugnar la concordia de MartínTerrer con el cabildo y, por tanto, el breve de Paulo V. Y, para ello, se pedíael apoyo de los funcionarios regios de la embajada española ante la SantaSede e incluso del cardenal Borgia182, recientemente nombrado virrey deNápoles. El agente Bartolomé Francés informaba a los canónigos turolen-ses que el asunto estaba siendo examinado por el tribunal de la Rota y lesaseguraba que lucharía para que las pretensiones del obispo no prospera-sen, pues pensaba que los cabildos «no pueden vivir sin conjueces, al finson el freno que detiene la furia de los obispos»183.

El cabildo nombró conjueces y lo notificó al obispo durante 1620184,1621185 y 1622186.

48 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

181 Ibídem, fol. 17, 16-mayo-1619.182 Vid. GAUCHAT, P., op. cit., p. 12, y MORONI, G., op. cit., VI, Venecia, 1840, pp. 51-52.

Gaspar Borgia, hijo del duque de Gandía, nació en 1589. A propuesta del rey católico D.Fernando fue nombrado canónigo de Toledo y posteriormente presbítero-cardenal porPaulo V con fecha 17 de agosto de 1611 para el título de Santa Susana. Fue trasladado al títu-lo de Santa Cruz in Hierusalem el 17 de octubre de 1616 y el 15 de julio de 1630 fue nombra-do obispo de Albano. Habiendo renunciado el arzobispado de Sevilla en 1632, aceptó la sedearzobispal de Toledo, falleciendo en noviembre de 1645.

183 A.C.T., 200-9-7. El cabildo estaba perfectamente enterado de las gestiones episcopa-les en la curia romana por los informes postales que mandaban sus agentes (vid., Actascapitulares, cabildo 3-diciembre-1619).

184 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 3-enero-1620; 204-4, fol. 8. Fueron nombrados loscanónigos Francisco Pérez Morón y Juan Antonio Burillo. Actuaron de testigos mosén PabloMartín, vicario de la catedral y mosén Miguel Sánchez. Con fecha 12 de enero se notificó elnombramiento al obispo (Ibídem, 204-4, fol. 13), quien mandó ese mismo día respuestaescrita, como hacía habitualmente, para rechazar el nombramiento (Ibídem, fol. 14).

185 Ibídem, cabildo 2-enero-1621; 203-8, fols. 2-3. Fueron elegidos conjueces el tesoreroPedro Lázaro López y el canónigo Bartolomé Pérez. Actuaron de testigos en la votación capi-tular mosén Felipe Sancho y mosén Dimas Enríquez. Fue comunicado al obispo con fecha12 de enero ante los testigos Jerónimo Simón López, presbítero, y Pedro Galve, estudiante,criados del prelado (Ibídem, 203-8, fol. 4-6).

186 Ibídem, cabildo 7-enero-1622; 204-5. Fueron nombrados conjueces los canónigosPedro Luis López y Jacinto Gamir Palomar. Actuaron de testigos en la sesión capitular mosénPablo Martín, vicario de la catedral, y mosén Felipe Baltasar, maestro de coro.

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2.5.2.4.3. 1623: un año decisivo

Como hemos anotado en páginas anteriores, 1623 fue un año lleno detensiones en las relaciones entre el cabildo y el obispo Cortés. Al ser nom-brados conjueces el deán Lechago y el canónigo Juan Villarroya187, se ofre-cieron al obispo para solucionar conjuntamente los múltiples problemasdel cabildo. Le manifestaron que deseaban «acudir a su buena administra-ción de justicia y servicio de Dios Nuestro Señor, y cumplir con su concien-cia y obligación de su oficio»188. Esto ocurría el 25 de enero189. Tres díasdespués, el obispo respondió airadamente, sin elegancia literaria, en estostérminos: «porque estando, como está, esta lite pendiente entre el respon-diente y los asertas adversantes, no ha podido ni puede el dicho cabildoatentar e invocar cosa alguna, ni hacer los asertas nominaciones de los aser-tos conjueces en perjuicio de la litispendencia, ni del dicho respondiente,pues todo es atentado, que en su tiempo y lugar se deducirán y alega-rán»190. El obispo empleó este largo documento para atacar duramente alcabildo y manifestó que no ha corregido ni corregirá a ningún capitular, yque «lo ha dejado y deja de hacer por no perjudicarse en sus derechos, nicontravenir a la litispendencia y pretensión que tiene su Señoría de que asolas, y no con conjueces, puede y debe corregir y castigar a los dichos capi-tulares»191.

Conocemos cómo se indignó y actuó a partir de entonces el cabildo.Escribió al nuncio apostólico y le comunicó que el sobrino del obispo,Faustino Cortés, «había vendido corderos de la dicha fábrica y de algunoscanónigos de la dicha iglesia». El cabildo pidió con cortesía ese dinero(unas 100 libras de a 10 reales) y no quiso entregarlo. El nuncio apostóli-co envió una carta al obispo Cortés y le exigió el pago de esa deuda192.

Cansado y agobiado el cabildo, al terminar el año 1623 nombró unacomisión, compuesta por cinco capitulares (el deán Juan Lechago y loscanónigos Marcos Polo, Francisco Pérez Morón, Juan Antonio Burillo yJacinto Gamir Palomar) para «informar de los procedimientos perniciososde dicho señor obispo y de sus ministros a su Santidad, a su Majestad y real

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) 49

187 Ibídem, cabildo 2-enero-1623; 204-6, fol. 2.188 Ibídem, 204-6, fol. 27 v.189 Ibídem, fol. 26 v. Actuaron de testigos Juan de Rafal y Antonio Latre, presbíteros,

criados del obispo.190 Ibídem, fols. 30-34.191 Ibídem, fol. 35-36.192 Ibídem, fols. 88-90.

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Consejo, al señor Nuncio y a las personas que conviniere para el buen suce-so de lo que trataren»193. La delegación era amplia, pues daba licencia paragastar cuanto fuese necesario de las rentas capitulares para llevar adelantelos pleitos194.

2.5.2.4.4. Sentencia del deán de Orihuela

El día 5 de enero de 1624 eligieron conjueces a Pedro Luis López, canó-nigo doctoral, y a Pedro Agramonte, canónigo. En esa misma fecha juraronel cargo ante el deán Juan Lechago y acordaron que el canónigoAgramonte viajara «a Orihuela a lo que se le ordenara por instrucción par-ticular»195.

El deán Lechago y el chantre Pérez de Cuevas, con fecha 19 de enero,presentaron al vicario general del obispo Cortés, Gregorio de Aisa y Lasilla,la bula papal196 y exigieron su cumplimiento197. El notario Juan Fernándezse presentó ante Domingo Marco, paje del obispo, «al cual, estando en lapuerta de la antecámara, en la presencia de los testigos infrascritos, lerequerí me diese lugar de entrar a hablar con el señor obispo para presen-tarle las letras abajo insertas, el cual me respondió que el señor obispo esta-ba ocupado y que no podía haber lugar de entrar»198. El notario de la curiaepiscopal, Juan Bautista Berbegal, ocultó y no entregó oportunamente alcabildo las escrituras y demás documentos en la causa de apelación almetropolitano199.

El canónigo Agramonte viajó a Orihuela (Alicante) para entrevistarsecon el deán Marco Antonio Palau, quien facultó al deán y cabildo deTeruel para proceder contra el obispo por desacato al breve papal, docu-mento claro y favorable al cabildo turolense200. Pasó por Valencia y consul-

50 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

193 Ibídem, fols. 92-94. 194 Ibídem, Actas capitulares, cabildo 24-noviembre-1623.195 Ibídem, cabildo 6-enero-1624.196 Se trata de la bula del papa Paulo V confirmando la concordia hecha entre don

Martín Terrer, obispo de Teruel, de una parte, y el cabildo de la catedral de dicha ciudad,de otra, sobre el uso de conjueces en las causas contra capitulares, mandando su ejecuciónal deán y arcediano de Albarracín y al deán de Orihuela. Se encuentra una copia en A.C.T.,200-4.

197 Ibídem, 204-7, fol. 10.198 Ibídem, fol. 8.199 Ibídem, fol. 9.200 Ibídem, fol. 11 y 200-4. Las letras ejecutorias de la bula de Paulo V sobre los conjue-

ces del cabildo de Teruel, dada por Marco Antonio Palau, deán de Orihuela y juez comisa-rio apostólico en las diferencias entre el obispo de Teruel y su cabildo, llevan fecha de 31 deenero de 1624.

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tó el asunto al jurisperito Ramón Mora de Almenara, quien veía manifies-ta «renitencia del señor obispo en no querer obedecer los mandamientosapostólicos en caso cierto, claro e infalible»201.

En febrero el canónigo Agramonte escribió al cabildo para informarcómo iban las gestiones. El obispo Cortés también mandó al fiscal de lacuria turolense, Miguel Rubio, para que hiciese algunas gestiones en los tri-bunales eclesiásticos levantinos. Cuando el cabildo turolense consideró queel canónigo Agramonte había cumplido con el encargo capitular, le ordenóregresar202. Como el deán de Orihuela, Marco Antonio Palau, no podía via-jar personalmente a Teruel para intimar el asunto, dada la gran distanciadesde Orihuela hasta Teruel, por eso, con fecha 1 de febrero subdelegabaa Luis Sarabia, canónigo de Zaragoza, y a Juan de Fababuix, canónigo deSegorbe, para que conjuntamente ejecutasen la bula de Paulo V203. El cabil-do turolense presentó estas letras apostólicas al obispo y a su vicario generalel 6 de marzo204. Y en esa misma fecha notificó la elección de los conjue-ces205. El obispo protestó contra ambas cosas y redactó un amplio documen-to, bastante más razonable que en ocasiones anteriores. En él justifica su rei-terada negativa basándose en datos no del todo ciertos, pero que podíaninterpretarse a su favor, como así lo hacía. Cuando Martín Terrer hizo laconcordia con el cabildo, ya no era obispo de Teruel, la sede estaba vacan-te y los documentos del obispo Cortés para la sede turolense, así como losde Martín Terrer para Tarazona, se estaban tramitando en Roma. Si exami-namos los datos históricos minuciosamente, veremos que la argumentacióncarece de rigor documental. También afirmaba que la lite «aún pende inde-cisa en la dicha Rota romana». Y, al finalizar, se metía con la misma forma-lidad jurídica del documento e, incluso, no reconocía la existencia jurídicadel decanato de Orihuela206. Era el 9 de marzo de 1624207.

2.5.2.4.5. Ante el tribunal metropolitano

El canónigo cesaraugustano Luis Sarabia, juez metropolitano en estacausa, con fecha 15 de marzo envió las letras citatorias para examinar laapelación interpuesta por el cabildo de Teruel contra el obispo Tomás

TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) 51

201 Ibídem, 200-9-2.202 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 3-febrero, 9 y 16-marzo-1624.203 Ibídem, 200-5.204 Ibídem, 204-7, fol. 10.205 Ibídem, fol. 19.207 Ibídem, 204-7, fol. 20.

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Cortés208. Fueron recibidas el 23 de marzo por el procurador fiscal de lacuria eclesiástica de Teruel, Miguel Rubio209, y tres días después fueronentregadas a Juan de la Salda, oficial eclesiástico de Teruel, y a JuanBautista Berbegal, notario y escribano de la curia eclesiástica210.

Nuevamente, en estas circunstancias, el obispo con su comportamientomuestra falta de cordura. Al llegar la Semana Santa, no quiso hacer lasceremonias de consagración de los santos óleos en la catedral, sino en supalacio episcopal, y obligó a todos los clérigos a recogerlos allí. El cabildoprotestó. Al actuar de ese modo, además de confirmar falta de rectitud, elobispo iba contra la costumbre ancestral que tenía la catedral «de repartiry distribuir los dichos santos crismas y óleos a las iglesias parroquiales dedicho y presente obispado por medio de la persona del señor arcipreste deella, el cual está destinado y señalado por razón de su dignidad, conformelos estatutos y costumbres de la dicha iglesia». Ese año el obispo mudó lacostumbre y mandó distribuirlo en su casa «por uno de sus criados, engrave daño de los derechos y preeminencias de la santa iglesia catedral»211.

En el mes de junio el obispo dio muestras de querer enmendar su tercaconducta y nombró, por su parte, al canónigo Juan Villarroya para compo-ner las diferencias. El cabildo protestó por este unilateral nombramiento y,en cabildo extraordinario, acordó «que está pronto y aparejado para hacerconsueta y componer todas las diferencias que de presente hay, y las quepuedan suceder»212. Como veremos en las páginas siguientes, esos buenosdeseos por ambas partes llegaban ya muy tarde.

2.5.2.4.6. El canónigo Morón: un cronista de los hechos desde Zaragoza213

Para seguir las gestiones del pleito ante la curia metropolitana y laDiputación General de Aragón, el canónigo Pérez Morón viajó a Zaragoza,adonde llegó el día 10 de marzo, domingo, a las 4 de la tarde. Ese mismodía fue a visitar al deán Francisco de la Mata, quien no se encontraba en sucasa. Al día siguiente cuando le vio, postrado en cama, «me mandó entrar

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208 Ibídem, fols. 33-36.209 Ibídem, fol. 32v.210 Ibídem, fols. 24-29 y 37-38.211 Ibídem, fols. 38-41.212 Ibídem, Actas capitulares, cabildos 15, 18 y 21-junio-1624; 204-7, fols. 54-58.213 El canónigo Francisco Pérez Morón estuvo en Zaragoza, al menos, seis meses.

Enviado como procurador del cabildo, para mantenerle informado, durante estos meses lesescribió abundantes cartas. En el A.C.T. se conservan en torno a una veintena, que utiliza-mos a continuación.

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y me dio gratísima audiencia». Y, comenta el canónigo, «ha tomado el deántan a su cargo el negocio y diligencia con el virrey que me ha mandado nole dé la carta hasta que primero pongamos el memorial»214.

Para llevar adelante el pleito, el canónigo solicitó la documentación ori-ginal de la concordia y bula papal sobre conjueces215, así como el acto dejuramento de los estatutos capitulares realizado por el obispo TomásCortés216. Pidió dinero para los gastos217 e informó con conocimiento decausa que el obispo, como temían y creían los capitulares turolenses, nohabía escrito sobre el asunto ni al virrey, ni al rey, ni al Consejo Supremo.Según aconsejaba el deán de la Mata y otros capitulares de Zaragoza, el cabil-do turolense era quien debía tomar la iniciativa mandando memoriales aRoma y a Madrid. No al virrey de Aragón, pues había que ir a la cabeza218.

El canónigo Morón les comentaba cuánto había extrañado a los canó-nigos de Zaragoza el modo de proceder del obispo Cortés sobre el repartodel crisma y el lavatorio de los pobres el día de Jueves Santo. Se ofrecía parallevar a Madrid los memoriales y lo hacía, según apostilla, «sólo para mirarpor la honra de mi iglesia, y para que ese meón no nos mee»219.

Informaba que el nuncio apostólico, procedente de Barcelona, pasópor Zaragoza con destino a Calatayud. El canónigo escribe: «yo de partedel cabildo le besé las manos, di la bienvenida y le presté la obediencia. Y,luego, principié a darle razón del infeliz estado en que se halla todo eseobispado y de los malos procedimientos y asperísima condición del señorobispo». El nuncio le contestó: «señor canónigo yo vengo de Barcelonainformadísimo del modo de proceder de la rígida condición de monseñorobispo, primero debo arribar a Madrid, y no puedo hacer nada durante elviaje… Y aquella noche a la cena y el martes a la comida hablaron del obis-po largamente y dijo: por bien que el señor obispo esconda la hacienda dela Cámara, si él muere, yo haré que se halle quien la tiene». Concluye elcanónigo Morón con esta lapidaria frase: «El (nuncio está) va muy bieninformado»220.

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214 Ibídem, 260-1-1.215 Ibídem, 260-1-2, carta de 15-marzo-1624.216 Ibídem, 260-1-3.217 Ibídem, 260-1-10.218 Ibídem, 260-1-13.219 Ibídem, 260-1-14. El canónigo Pérez cuando menciona al obispo Tomás Cortés siem-

pre utiliza este calificativo: meón, el meón, ese meón. Al analizar las fuentes documentales,quedamos muy extrañados y no sabíamos cómo interpretarlo. En otra nota, damos la razónlógica de este desafortunado sobrenombre episcopal.

220 Ibídem, 260-1-15.

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El canónigo insiste en que está dispuesto a viajar a Madrid, como tam-bién le suplica el Dr. Luis Saravia, aunque necesitaría el permiso del cabil-do221. Anuncia que la resolución del proceso no saldrá durante todo elmes de mayo222. Recuerda cómo el Dr. Saravia aconsejaba que el cabildodebía avisar oportunamente a Su Santidad de «la caducidad y vejez de suobispo»223.

Aunque los oficiales del Justicia de Aragón ponían algunos reparos a laconcordia del obispo Terrer con el cabildo, en los primeros días del mesde agosto el lugarteniente Miravete presentó la jurisfirma y la obtuvo delJusticia de Aragón224. Por el contrario el proceso en la Curia metropolita-na se movía con mucha mayor lentitud y la sentencia se retardaba más delo previsto225.

Ya a comienzos del mes de julio el canónigo Morón estaba enterado deque el obispo Cortés iba a viajar a Huesca «para dar asiento a la fundaciónde Huesca, que es cierto que hasta hoy no ha dado un maravedí y los deHuesca lo quieren animar»226. Cuando el mes de agosto estaba terminan-do, el cabildo ordenó al canónigo Pérez Morón que regresara a Teruel,pero éste se detuvo unos días en Zaragoza227. Por eso, pudo dar noticias dela llegada del obispo Cortés a Zaragoza y de la salida hacia Huesca. El cro-nista Morón escribe su última carta el 17 de septiembre y cuenta que «llegóaquí el lunes a las nueve. Visitóle el señor arzobispo, y él al señor arzobis-po, el miércoles, y al virrey; y con cada uno estuvo bien poco, porque va yamuy azogado. Aquí le vinieron a visitar, de parte de Huesca, dos ciudada-nos, y de parte del cabildo, dos canónigos; y de parte de la parroquia, otrosdos. Parecían hombres tristes y obligados a realizar aquella acción paraobtener beneficios de la misma». Añade el cronista que el obispo se sintióbien herido porque no se había acercado a visitarle. Y añade que «el sába-do, a las cuatro, se partió de Zaragoza, porque hedía su miseria, y a pocospobres dio limosna, pues no daban lugar a que nadie se la pidiese»228.

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221 Ibídem, 260-1-16.222 Ibídem, 260-1-17.223 Ibídem, 260-1-18.224 Ibídem, 260-1-7; 260-1-24; 260-1-25 y 200-7. Con la jurisfirma quedaban reconocidos

civilmente los derechos del cabildo a nombrar conjueces y se exhortaba al obispo a que noactuase sin ellos, tanto «intra como extra visitationem».

225 Ibídem, 260-1-19.226 Ibídem, 260-1-21 y 260-1-22, donde escribe: «ya se dice por acá que viene el meón a

Huesca».227 Ibídem, 222-3-1 y 227-9-67.228 Ibídem, 260-1-28.

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2.6. UN PONTIFICADO LLENO DE TENSIONES

El obispo Tomás Cortés tuvo serias dificultades y problemas con el cabil-do de Jaca. Sabemos que los capitulares jacetanos mandaron un abultadomemorial de quejas al papa Paulo V, quien lo remitió para su examen almetropolitano Fray Pedro Manrique.

Con nuevos ánimos y posiblemente con intenciones de enmienda, des-pués de haber asistido al Concilio Provincial (1614-1615) de Zaragoza, elobispo Cortés tomó posesión de la diócesis de Teruel. Y, al poco tiempo,comenzaron nuevamente los problemas con el cabildo turolense, pues elobispo nunca aceptó el nombramiento de conjueces. El enfrentamientocon su cabildo y los recelos mutuos fueron in crescendo a lo largo de su epis-copado turolense, añadiéndose otras cuestiones puntuales, como asuntoseconómicos, cuestiones de ceremonias litúrgicas, la visita al templo cate-dralicio…, derivando finalmente en la excomunión de algunos canónigose, incluso, de toda la corporación capitular.

Ante una situación tan poco evangélica, pero sí real e histórica, el cabil-do no cesó de manifestar su total desacuerdo y desagrado con el procederepiscopal. No viendo ninguna otra salida más airosa, los prebendados turo-lenses prepararon varios memoriales de agravios contra el obispo Cortés,de la misma manera que habían actuado años atrás los capitulares de Jaca.

2.7. MEMORIAL AL NUNCIO APOSTÓLICO

El cabildo turolense redactó dos memoriales: uno para el nuncio apos-tólico de su Santidad en España y otro para el rey Felipe IV, aunque desco-nocemos si, saliendo de Teruel, llegaron a sus destinatarios. En el archivocapitular turolense se conservan las copias y borradores que, aunque notienen fecha, fueron redactadas en los primeros meses del año 1624. Eltono y contenido de los memoriales es diferente. No obstante, para com-prenderlos mejor convendrá tener a la vista, como sustrato referencial,aquel memorial que los canónigos de Jaca enviaron al Papa Paulo V229.

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229 Al estudiar el pontificado de Tomás Cortes, causa extrañeza que en el A.C.T., 214-2-9 haya una copia del memorial que los canónigos jacetanos remitieron al papa Paulo V. Sinembargo, los motivos pueden ser fácilmente deducibles. No existe razón archivística algunapara que el documento llegase al archivo turolense, excepto que el comportamiento episco-pal de Tomás Cortés con los canónigos turolenses fuese igual que con los jacetanos. Si enambas diócesis actuó de la misma manera, la respuesta en buena lógica sería más o menosidéntica. Por eso, los canónigos turolenses, conocedores de esto, solicitaron a la corporacióncanonical de Jaca una copia de dicho memorial.

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En el memorial al nuncio apostólico230 acusaban al obispo de haberalquilado la escribanía episcopal. Y, con esta manera de proceder pocohabitual, había dado lugar a que «los escribanos se lleven de todos losnegocios los derechos doblados».

Hacía más de cuatro años que no ordenaba de corona a estudiantes quevenían de Alcalá, Zaragoza o Valencia, «con intención de que los beneficiosque vacaren los provea a sus criados». Y tampoco daba «licencia para can-tar misa si primero no se lo pagan bien en carneros, perniles, perdices,capones, truchas y quesos de Mosqueruela o Tronchón».

Manda sacar publicatas para las órdenes menores, siendo sólo necesariopara recibir las mayores, teniendo que pagar por ello dos reales.

El pequeño proceso curial que se hacía para probar la libertad de loscontrayentes era habitualmente gratuito en Albarracín, Segorbe y Valencia,diócesis limítrofes. En Zaragoza cobraban cuatro reales y, por el contrario,en Teruel se tenían que abonar 35 reales.

Los clérigos diocesanos y los seglares con derecho a enterramiento den-tro de las iglesias estaban exentos de pagar los derechos de sepultura,como reconocían las constituciones sinodales de Jaime Jimeno. El obispo,por el contrario, exigía a todos la cantidad de doce reales y medio.

Se apropiaba de las intenciones de Misa sobrantes en las parroquias, exi-giendo dos reales por cada una, aunque los rectores o vicarios sólo percibíanun real de estipendio. Y, luego, cuando las mandaba celebrar a sus criados,les abonaba un real.

En la visita pastoral a los pueblos ocasionaba grandes dispendios. En oca-siones se metía tres o cuatro días en la cama sin mucha razón y la visita erarealizada por un criado suyo «bien humilde». A veces, las gentes se quejabany se negaban a colaborar. Entonces, podía suceder que se lo cobrasen de algu-na otra manera, como hizo un visitador que «se llevó un cáliz de la sacristía».

El obispo carecía de caridad cristiana al tratar a los sacerdotes y segla-res, castigándoles con crueldad en sus penas, aplicándoles epítetos como«mal sacerdote, turco, hereje o rebelde a la Santa Iglesia de Dios». Por elcontrario, con los que se sometían a sus arbitrariedades era benévolo.

No admitía apelaciones a las sentencias dadas en su curia episcopal. Siesto sucedía, eran sus mismos jueces y escribanos los que volvían a exami-nar la causa. Y esto «de ninguna manera se puede tolerar».

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230 A.C.T., 214-2-12.

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La cárcel se encontraba dentro de su mismo palacio. El carcelero era uncriado suyo, que examinaba las comidas que traían a los presos, quedándosecon los alimentos. Con cierta frecuencia se prohibían las visitas de amigos,familiares e, incluso, de los procuradores y abogados de los encarcelados.

En esta copia del memorial no aparece ningún tipo de encabezamientodel documento, ni tampoco conclusión o petición alguna.

2.8. MEMORIAL AL MONARCA FELIPE IV231

Dirigían este memorial al monarca «el clero, la ciudad y la comunidadde Teruel», suplicándole que retirase al obispo Tomás Cortés y les dieseotro nuevo. Para ello, aducían razones de edad, pero, sobre todo, de com-portamiento contrario a los sagrados cánones y faltas de prudencia, pacien-cia, hospitalidad, doctrina, humanidad y preocupación por su iglesia.

Primeramente exponían algunos rasgos del comportamiento personaldel obispo en Jaca y en el concilio provincial. Afirmaban que «casi todo eltiempo que duró el sínodo se gastó en oír querellas de agravios hechos pordicho obispo, con gran admiración y desconsuelo del arzobispo, de los pre-lados y demás personas que asistieron a dicho sínodo». Se le pidió que seenmendase, pero «hasta ahora no ha dado satisfacción, saliéndose con bue-nas palabras sin ánimo de cumplirlas, porque en esta materia es gran maes-tro, como se ha visto después». Algunos pensaron que cambiaría. Así lomanifestó el mismo obispo a sus amigos íntimos «cuando fue a Teruel enel mes de marzo de 1615, juró los estatutos dando esperanzas de gran favor.Y dijo que, mucho más que juraba, haría».

El cabildo y el deán acudían «al rey para que ponga remedio de losmuchos desórdenes, así en omisión como en comisión». Intentando daralguna explicación del anómalo proceder episcopal, decían que dominabasu corazón «la grandísima envidia, el amor y la estimación propia con incli-nación a venganza».

Calculaban que las rentas episcopales cobradas durante los últimosnueve años habían ascendido a más de 110.000 escudos. Decían que todolo había ahorrado, sin favorecer a los pobres o a la fábrica de la iglesia cate-dral, como hicieron Jaime Jimeno y Martín Terrer, sus predecesores. Por elcontrario, «del dicho Sr. D. Tomás Cortés, no ha recibido la fábrica cate-

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231 Ibídem, 230-27 y 214-2-7.

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dralicia el valor de un maravedí». Cuando los canónigos le mandaban reca-dos sobre la situación económica de la catedral, no los recibía, como ocu-rrió en Perales, donde estaba haciendo la visita pastoral. Allí, «ni quiso reci-bir la carta, ni ver al síndico, y hasta hoy está cerrada en el escritorio delcabildo».

Le acusaban de celebrar muy raras veces en el templo catedral, «congrave desconsuelo y escándalo del pueblo cristiano». Además, «el pontifi-cal que tiene es tan pobre y deslucido que no osa, sin vergüenza, celebrarporque el báculo es de valor de cincuenta reales, poco más o menos, quese lo dio la iglesia de Huesca cuando era capitular, y los ornamentos tan vie-jos que se puede dudar el color de ellos». Asistía raramente a rogativas yprocesiones e, incluso, «ha mandado a los clérigos de las parroquias queno acudan a dichas procesiones ni rogarias, con gran escándalo de todo elpueblo, que murmuran diciendo que no hay obispo sino para cobrar lasrentas».

En los tres primeros años que rigió la diócesis de Teruel no contratópredicador alguno para la Cuaresma232. Posteriormente, ante la exigenciay el mandato real, cambió de actitud, pero traía predicadores malísimos y,por pagar menos, les reducía a tres días por semana la obligación de pre-dicar, abonándoles tres reales diarios, que cancelaba parte en Misas y parteen grano.

Como padre y pastor, rehuía el cumplimiento de sus obligaciones dejuez y árbitro pacificador cuando surgían problemas dentro del cabildo odel clero. Si acudían a su despacho, los mandaba «despedir como si fueranenemigos suyos o pretendieran cosa que él por su oficio no estuviera obli-gado a remediarlo». Así ocurrió con el tesorero Pedro Lázaro, que ennoviembre de 1622 tuvo un altercado con Adrián Sancho, alpargatero, aquien agredió violentamente y lo dejó medio muerto. Un hermano delalpargatero, llamado Felipe, que era también clérigo, hirió al tesoreroLázaro. A raíz de estos desagradables acontecimientos, los canónigos supli-

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232 El cabildo catedral en 1617, el martes 28 de febrero, «hizo sindicatura al señor obis-po, representándole el escándalo que ocasionaba el no predicarse en la Cuaresma, y ser yael tercer año que faltaba. Respondió el señor obispo que el traer predicador tocaba a la ciu-dad» (A.C.T., 76, fol. 95). El deán Lechago y el canónigo Dionisio Sebastián trajeron esta res-puesta episcopal. El cabildo decide informar al vicecanciller de Aragón y a los regentes LucasPérez y Tomás Martínez Bochín. Y pocos días después, en el cabildo del viernes 10 de marzo,se decretó escribir «al señor arzobispo de Zaragoza en razón del predicador, en la forma quese ha escrito al vicecanciller de Aragón» (A.C.T., Actas capitulares, cabildos 28-febrero y 1 y10-marzo-1617).

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caron al obispo que castigase a los clérigos, nombrando conjueces y apo-yando la autoridad episcopal. El obispo prometió castigarlos, pero no lohizo. Y, a continuación, comentan: «así estamos, sin gobierno y sin justi-cia». Cuando querían entregarle alguna apelación, el obispo se escondía,teniendo que andar a la caza del prelado. Pues, en el asunto de los conjue-ces «cuando supo que el cabildo tenía la inhibición del metropolitano, seescondió y en muchos días no se la pudieron notificar. Y un día que conmaña entraron donde estaba, dijo injurias al notario; y contra el deán ycapitulares dijo cosas escandalosísimas».

Se comentaba en los círculos clericales que el obispo no sabía ceremo-nias, ni tampoco ninguno de sus sirvientes. Cuando acudía a las procesio-nes generales, «donde concurre el cabildo y todo el clero —más de cienpersonas— y los jurados con toda la ciudad, lleva sombrero en la cabeza,con grande irrisión de todos». Y, abusando de su autoridad, con fecha 23de noviembre de 1623 un agente curial presentó unas letras y un monito-rio al deán exigiéndole que hiciese de maestro de ceremonias.

Se reía con desprecio de los canónigos, diciendo burlonamente: «yo memeo en estos canoniguillos»233. El día de la Circuncisión del Señor de 1624el penitenciario, Dr. Melchor Salas, mencionó en el sermón que algunospobres morían de hambre por el frío y el rigor del invierno. Para remediar-lo, sugirió que los ricos, especialmente los eclesiásticos, debían hacer limos-na. Por eso, «en el primer domingo de Cuaresma le quitó a él y a los demáscapitulares de la iglesia las licencias de predicar y confesar». No es extraño,pues también perseguía a los frailes de los conventos de Teruel cuando ensus sermones recordaban la obligación que tenían los obispos de hacerlimosna. Y el obispo Cortés «se imaginaba que lo decían por él». Referíanal rey «que cada día, desde las once hasta las dos, están cerradas las puer-tas de su casa para que, entretanto que come, no le inquieten los pobres nilos negociantes».

Las tasas que debían abonar por los servicios gestionados ante laNunciatura Apostólica o la Comisaría de la Santa Cruzada, se veían aumen-tadas de una manera excesiva. Y de esto «hace tan gran granjería, que sonmuchos millares de reales los que tiene embolsados» por estos negocios.Hacía pagar las licencias expedidas «para pedir limosna al hospital de lapresente ciudad y a los conventos, siendo todos muy pobres» y habiéndose

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233 Esta frase está tachada, aunque es legible. El texto fue sustituido en estos términos:«palabras que por no ser honestas no se ponen aquí, pero se dirán cuando para ello darenlicencia».

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dado anteriormente de una manera gratuita. A los párrocos les exigía quele abonasen los derechos de enterramiento «que ellos habían hecho porlimosna». Los aranceles curiales habían subido excesivamente, como losderechos de visita pastoral, de enterramiento, las comunicaciones o avisosde los nuncios. A su antojo, obligaba a venir hasta Teruel a los jurados yvicarios de las aldeas con mucho gasto, molestia o con tiempo nublado,reteniéndolos durante muchos días. Los notarios cobraban unas tasas supe-riores a las indicadas en las constituciones sinodales. Si se quejaban, el obis-po contestaba: «más se llevaban en Jaca». Nadie deseaba el cargo de vica-rio general y oficial de curia, desempeñándolo sus capellanes «sin ser letra-dos, con gran daño de todo el obispado y de la justicia». No quería darlicencia de confesores para las aldeas.

Como era anciano, no iba de visita a confirmar, muriendo personas sineste sacramento. Enviaba a «un criado suyo por visitador, solamente pararecoger derechos. Y, así, suelen decir: ya vienen los porteros del obispo,con grave desprecio de la visita». En esas visitas, mandaba hacer a los jura-dos ornamentos caros y objetos litúrgicos de plata, no necesarios para esosambientes, superiores en precio a los ingresos por las primicias.

En cuestiones de administración de justicia era apasionadísimo, actuan-do sin respeto234 e, incluso, obligando a los testigos a declarar en falso. Poreso, su mismo notario, Bautista Bervegal, «ha dicho muchas veces que nose le podía servir, porque les hacía hacer actos falsos». Encarcelaba a losclérigos. No permitía que les llevasen comida. Y les mandaba recados conlos carceleros diciéndoles que, si querían salir, pagasen dinero. Si no lohacían, les retenía sin pasar el proceso adelante. Si aceptaban, en su decla-ración procesal debían manifestar lo que el obispo les había ordenado.Finalmente, salían de la cárcel, pero los costos económicos eran bien abul-tados. Como puede apreciarse, «en todo esto ni se guardan sinodales, niderecho, ni fuero».

Terminaban con algunos asuntos que guardaban estrecha relación conlas autoridades civiles. De esa manera se intentaba impresionar y forzarmás, si cabe, la voluntad regia. Comentaban que «el señor obispo TomásCortés nunca ha querido hospedar a ministros de su Majestad. Y ha sido

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234 Como ocurrió en Alfambra. En el mes de noviembre de 1623 los síndicos DomingoNadal y Juan abril se presentaron ante el obispo y le dijeron que hacía nueve años que nohabía visitado el pueblo. El obispo, sabiendo que era cierto, contestó que iría, pero sin admi-tir la mediación de terceros, «y menos al deán, porque no haré cosa por él, aunque en ellocargue mi conciencia».

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con tan grande extremo que pasando la señora marquesa de los Helmes,virreina de Aragón, de Valencia para Zaragoza y, teniendo recado particu-lar de la ciudad suplicándole que la hospedara, no lo quiso hacer. Fue hos-pedada y servida por cuenta de la ciudad en una casa particular».

Para arreglar sus desavenencias con el cabildo, el obispo no quiso pre-sentarse ante el regente del virrey de Aragón, Dr. José Sesse, quien en enerode 1624 se encontraba en Cella, a cuatro leguas de la ciudad, para la insa-culación de cargos en la Comunidad de Teruel. El regente del virrey se acer-có a Teruel; el cabildo aceptó al intermediario, pero el obispo «lo despidió».

Se había intentado todo. Por eso, ahora, pedían al rey que intervinieseante la Santa Sede para que pudiesen ser oídas ambas partes ante la Curiaromana. También suplicaban que enviase a la ciudad de Teruel a algúnrepresentante regio u otro obispo «para que se informe de las cosas sobre-dichas». Y, entretanto, pedían que el obispo no innovase nada, ni trabajasecontra el cabildo.

El memorial concluía de esta manera tan caritativa y elocuente: «portodas estas razones y otras que dejamos de representar a Vuestra Majestad,por avergonzarnos de que se sepan las flaquezas de nuestro prelado, supli-camos a Vuestra Majestad que, mirando por la honra de D. Tomás y por lasalud de nuestras almas, atendiendo la vejez y enfermedad y suplicando loque el derecho ordena, que Vuestra Majestad le mande remover» de estadiócesis.

2.9. EL MECENAZGO DE SAN LORENZO DE HUESCA

Antes de finalizar, no podemos pasar por alto el mecenazgo del obispoCortés con la ciudad de Huesca y, más concretamente, con la basílica deSan Lorenzo.

Ramón de Huesca da la razón de este mecenazgo cuando escribe: «Fuedevotísimo del invicto mártir San Lorenzo, en cuya parroquia había naci-do. En las ocasiones que estuvo en Huesca, siendo obispo, visitaba su igle-sia con frecuencia y, casi siempre, besaba la pila bautismal en que habíarenacido a la gracia y vida espiritual»235.

En 1616 fundó dos Montes de Piedad para socorrer a los labradores, nosdirá también Ramón de Huesca, «uno en Huesca de quinientos cahíces de

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235 HUESCA, R. de, op. cit, VIII, Zaragoza, 1807, p. 167.

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trigo de fondo, bajo la advocación de San Lorenzo236, y otro de trescientosen Jaca con la de Santa Orosia»237.

Añade otros detalles sobre el mecenazgo del obispo Cortés que comple-taremos teniendo a la vista el libro de Damián Iguacén Borau238. Afirmaque «fundó en dicha iglesia un priorato, doce raciones y dos capellanías.Ayudó a la fábrica del nuevo templo, que se construyó en su tiempo. Erigióy dotó la sacristía, gastando en esto sesenta y cuatro mil novecientos y vein-te y dos escudos, sin contar varias alhajas de precio»239.

Basados en el estudio crítico y documental de Iguacén Borau y la obrade Ramón de Huesca, decribimos en qué consistió el mecenazgo del pre-lado Cortés Sangüesa y de don Faustino Cortés, vizconde de Torresecas ysobrino del obispo.

En 1607, puesto que la iglesia gótica de San Lorenzo se encontraba enun estado semirruinoso, se decidió construir una nueva. La primera piedrafue colocada el 14 de marzo del año siguiente. Los trabajos de construc-ción no eran continuos, pues había grandes temporadas que no se trabaja-ba en la obra, principalmente porque no había dinero para ello. Sabemosque en 1616 el obispo Cortés instituyó una capellanía con 2.000 escudos decapital.

Al año siguiente, 1617, el obispo Cortés viajó de Teruel a Huesca240.Durante su estancia se hicieron grandes fiestas. Acudió para fundar en labasílica de San Lorenzo un priorato y doce raciones, diez colativas y dosnutuales, con los cargos de organista y cantor respectivamente. El sueldodel prior ascendería a doscientos escudos y el de los racioneros a cincuen-ta. Además, todos ellos percibirían cien escudos en concepto de distribu-ciones. La fundación se hizo para «honra y gloria de Dios, de su MadreSantísima y de toda la corte celestial, y en especial del invictísimo mártirSan Lorenzo».

62 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

236 Ibídem, VII, p. 32, dice: «fundó dicho Don Faustino con acuerdo del obispo, su tío,un Monte de piedad,… nombrando en patronos al vicario general del obispo de Huesca, aun canónigo diputado por el cabildo y a su heredero el señor de Torresecas, según constade la institución, que testificó Sebastián de Canales a 9 de agosto de 1616».

237 Ibídem, p. 161.238 IGUACÉN BORAU, D., op. cit. 239 HUESCA, R. de, op. cit., VIII, p. 162.240 El obispo regresó a Teruel para mediados del mes de octubre y, como queda anota-

do en las Actas capitulares, «el Dr. Corbalán y Marcos Polo fueron elegidos por el cabildopara ir a dar al señor obispo la bienvenida» (A.C.T., Actas capitulares, cabildo 15-octubre-1617).

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La familia Cortés aportó la cantidad de 50.597 escudos, más otros13.325 que habían gastado en otras obras (construcción y dotación de lasacristía, y las columnas del presbiterio) y 1.000 que donó don FaustinoCortés para fundar una capellanía en el altar mayor. Todo ello hace unmonto total de 64.922 escudos o libras jaquesas, sin contar el precio de lasalhajas que también donaron para la basílica.

Como agradecimiento a este mecenazgo, en 1617 se celebraron treintay dos misas por el obispo y un hombre viajó a Teruel a felicitar las Pascuasal obispo.

En la basílica de San Lorenzo, a partir de esas fechas, funcionará unaparroquia y el priorato. La parroquia estaba gobernada por un vicario(párroco) y el priorato, denominado también capítulo de beneficiados,por un prior. Entre ambas instituciones surgirán inevitablemente conflic-tos y fricciones, que se resolverán mediante concordias y compromisos.

La edificación de la nueva basílica fue lenta, pues no disponía demedios económicos. El señor obispo Tomás Cortés, deseoso de ver acaba-do cuanto antes el templo, costeó las dos columnas principales desde loscimientos, las más próximas al altar mayor, dando 2.000 escudos.

En 1624, cuando la construcción de la iglesia estaba bien avanzada,quiso el obispo Cortés presidir la primera misa. Y «para que se pudieseadornar el presbiterio, dio a la parroquia 800 varas de tafetanes de diferen-tes colores, 8 reposteros de raz, 12 reposteros bordados con escudos en ter-ciopelo carmesí y en ellos las armas de San Lorenzo y las suyas, un órganoy dos fuentes de plata sobredorada con sus armas».

En el mes de junio de ese año, Baltasar Salas viajó a Teruel para con-cretar con el obispo la fecha del traslado del Santísimo Sacramento a lanueva iglesia. La inauguración y primera Misa tendría lugar el 26 de sep-tiembre, festividad de San Orencio. Al acercarse la fecha, el entusiasmoera grande. Huesca se vestía de fiesta y se preparaba para recibir a uno desus mejores mecenas, Tomás Cortés Sangüesa, obispo de Teruel. BaltasarSalas y Vicencio Salinas viajaron a Zaragoza «con cabalgaduras y criadosa dar la bienvenida al señor obispo de Teruel y acompañarlo hastaHuesca».

Agradecida la parroquia a tan insignes bienechores, les hizo donaciónde la capilla mayor para sepultura suya y de los sucesores en el patronato,así como para aquellos que quisiere el patrono. Se dio facultad al obispo yal señor de Torresecas para colocar sus armas en el lado izquierdo del altarmayor.

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Como ya sabemos, el obispo Cortés falleció al poco tiempo de la inau-guración de la basílica, siendo sepultado en el presbiterio (capilla mayor)del nuevo templo241.

Pocos años después de la muerte del obispo Cortés, en 1635 fue apro-bada y aceptada la fundación de la sacristía de San Lorenzo por FaustinoCortés. Para la construcción de la misma, aportó 7.325 escudos y 4.000,para su dotación. Según las cláusulas fundacionales, un racionero desem-peñaría anualmente el cargo de sacristán, que administraría las rentasanuales del priorato o capítulo de beneficiados junto con el prior. Tambiénestaba previsto que hubiese otros ministerios inferiores, como un cantor osalmista, cuatro monaguillos, un macero y un campanero.

En 1646, Juan Orencio Lastanosa, canónigo y maestrescuela de la cate-dral de Huesca, ejecutor del testamento de Faustino Cortés, entregó a labasílica de San Lorenzo doce lienzos, donde se narra la vida del santo már-tir. Estos lienzos, así como los retratos del obispo Cortés y del vizconde donFaustino, son del pintor Jusepe Martínez, artista del siglo XVII.

3. CONCLUSIONES

A la hora de poner punto final a estas páginas, queremos recoger enunas apretadas conclusiones el itinerario biográfico del obispo TomásCortés Sangüesa.

Nació en Huesca a mediados del siglo XVI, probablemente el año 1551,siendo bautizado en la basílica de San Lorenzo. Como alumno del colegiomayor de Santiago, estudió Cánones en la universidad literaria de Huesca,se graduó en ambos derechos, obteniendo el título de doctor «in utroqueiure». Siendo canónigo de la catedral oscense durante treinta años (1577-1607), fue profesor de Derecho Civil y Canónico en la universidad, actuócomo síndico de su cabildo en las Cortes de Tarazona y, al ser nombradoobispo de Jaca, desempeñaba el cargo de rector de la universidad.

Gobernó la diócesis de Jaca durante siete años (1607-1614). Durante1607 desempeñó el oficio de diputado del Reino de Aragón. En 1608 cele-

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241 En la sacristía de la iglesia basilical de San Lorenzo hay un lienzo del obispo TomásCortés Sangüesa, reproducido fotográficamente en IGUACÉN BORAU, D., op. cit., p. 57.También existe otro lienzo de don Faustino Cortés, primer vizconde de Torresecas, cuyafotografía aparece en la página 113 del citado libro.

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bró sínodo diocesano. En 1610 y 1613 remitió a Roma los textos de visitaad limina. Cuenta Ramón de Huesca que, siendo obispo de Jaca, recibiócon gran solemnidad las reliquias de San Orencio, que eran trasladadasdesde Aux (Francia), donde el santo había sido obispo, hasta Huesca. Ydesde Jaca el obispo Cortés las acompañó hasta Huesca. Además, escribeque «el día 21 de enero del año 1612 intimó al cabildo la visita la iglesiacatedral: pretendía visitarla sin adjuntos». El cabildo se resistió. Como con-secuencia, se suscitaron «grandes diferencias y pleitos, que duraron hastaque fue promovido al obispado de Teruel»242.

Asistió al concilio provincial de Zaragoza (1614-1615). Rigió la diócesisde Teruel durante diez años (1614-1624). El enfrentamiento con el cabil-do turolense estalló por la misma cuestión que en Jaca, el nombramientode conjueces. El obispo permaneció en esa actitud durante todo su episco-pado turolense. Cuando la muerte sorprendió al obispo en Huesca, el pro-blema caminaba hacia unas aparentes vías de solución. Alrededor de estacuestión nuclear, se añadieron otros asuntos económicos, litúrgicos y jurí-dicos que no facilitaron la comprensión obispo-cabildo y enturbiaron gran-demente la vida eclesiástica y cristiana del momento. El obispo Cortés,como había hecho anteriormente en Jaca, utilizó como remedio, abusiva-mente, un arma espiritual: la excomunión del cabildo catedral.

Como buen hijo de Huesca, sintiendo una piedad profunda hacia eldiácono San Lorenzo, volcó su generoso mecenazgo exclusivamente con laneo-basílica, siendo una manifestación clara de ello la sacristía y el altarmayor del templo, donde reposan los restos mortales del obispo Cortés,como recuerda una lápida y lauda sepulcral.

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242 HUESCA, R. de, op.cit., p. 161.

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1 Para realizar la investigación sobre este obispo conté con la ayuda económica delInstituto de Estudios Turolenses, que me otorgó una ayuda a la investigación, sin la cual nohubiera podido llevar a cabo este trabajo.

CAPÍTULO II

FERNANDO VALDÉS LLANO (1625-1633)1

Cuando el obispo Fernando Valdés Llano llegó a Teruel la diócesis,erigida por el Papa Gregorio XIII, contaba con cincuenta años escasos dehistoria. Se encontraba todavía en un período de afianzamiento institu-cional y crecimiento jurídico. Habían regido la diócesis cuatro prelados:Andrés Santos de Sampedro (1578-1579), Jaime Jimeno de Lobera (1580-1594), Martín Terrer de Valenzuela (1596-1614) y Tomás Cortés Sangüesa(1614-1624).

1. SEMBLANZA BIOGRÁFICA

Los datos archivísticos disponibles para reconstruir el íter cronológicode Fernando Valdés Llano, quinto prelado del episcopologio turolense,son suficientes, ni excesivos ni escasos.

Gracias al proceso de limpieza de sangre, que le fue abierto por laInquisición en 1608, conocemos sus orígenes familiares, estudios y activi-dad profesional antes del nombramiento episcopal. Luego, la informaciónconsistorial, elaborada en la Nunciatura Apostólica de España, al ser desig-nado por el rey para la sede turolense, aumenta el paquete documental yaporta más detalles. La lectura y análisis de ambos nos ofrecen este perfilbiográfico al posesionarse del obispado de Teruel: un hombre de edadmadura —cincuenta años—, que había terminado sus estudios canónicos

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a los treinta en la universidad de Salamanca y que había gastado veinte alservicio de la Inquisición española. Fernando Valdés sucedía en la sede atres obispos aragoneses y había nacido en el Principado de Asturias.

Para el estudio de su corta estancia al frente del obispado de Teruel,como resulta obvio, he utilizado la documentación conservada en elArchivo Histórico Diocesano y Catedralicio de Teruel, archivos parroquia-les y Archivo Secreto Vaticano, encontrando algunas pequeñas referenciasen el Archivo Histórico Provincial de Teruel. He intentado reconstruir lossucesos más relevantes del episcopado de don Fernando Valdés, que seestrenó obispo en Teruel. Felipe IV valoró como meritoria su actuación alfrente de la diócesis, puesto que le nombró obispo de León y, antes detomar posesión, le designó arzobispo de Granada y presidente del Consejode Castilla.

Sin duda, Fernando Valdés Llano llegaba a Teruel en un momento críti-co. El cabildo catedral, el clero y el pueblo cristiano deseaban un verdaderopastor. La reciente experiencia negativa vivida en la diócesis con su predece-sor, el aragonés Tomás Cortés Sangüesa, contribuyó a reforzar este deseo.

1.1. NACIDO EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Fernando Valdés Llano nació en Cangas de Tineo (Oviedo) el 28 dejulio de 15752. El canónigo turolense Eixarch inicia su biografía con estaspalabras: «fue su patria nativa Cangas de Tineo, en el obispado de Oviedoy antiguo principado de Asturias»3.

El doctoral Eixarch Santapau utilizó, como única base archivística para«Sus apuntes biográficos», el llamado «libro de las Cintas» del cabildo cate-dral turolense4. Dos textos complementarios del «libro de las Cintas»5

resumen el apretado curriculum vitae de Fernando Valdés Llano:

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2 SÁNCHEZ, J., «Valdés, don Fernando», en Bibliografía Eclesiástica Completa, 29, Madrid,1867, p. 859.

3 EIXARCH, M., Los obispos de Teruel: Apuntes biográficos, Teruel, 1893, p. 47.4 Manuel Eixarch Santapau, canónigo doctoral y profesor del seminario, recogió algu-

nos materiales archivísticos, junto con otros datos bibliográficos, y dio a la imprenta estosapuntes biográficos sobre los obispos de Teruel. Reconocemos que la fuente archivísticamanejada por Eixarch fue «el libro de las Cintas» del archivo catedral de Teruel y, comosoporte bibliográfico, utilizó la obra de Manuel Gómez Uriel, Escritores aragoneses de Latassa.Conjuntados ambos elementos, teñidos de un tono elogioso y panegírico, resultó el libro,Obispos de Teruel: Apuntes biográficos.

5 A.C.T., 105.

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Por muerte del dicho D. Tomás Cortés, nombró su Majestad para obis-po de Teruel a D. Fernando de Valdés y Llano, del obispado de Oviedo, elcual había sido colegial del colegio de Oviedo en Salamanca, inquisidorde Barcelona, y después de Zaragoza, y últimamente de Toledo. Tomó laposesión del obispado en los últimos de Noviembre y vino a él el día deSanta Lucía, a 13 de Diciembre, en el mismo año de 1625.

Dicho Sr. obispo fue nombrado por obispo de León en el mes deEnero de 1632. Mandó visitar el obispado y dejó todo lo que se sacase dela visita a la fábrica de esta iglesia, para que el cabildo lo emplease en lascosas que mejor le pareciese y más por necesidad hubiese en la iglesia. Yasí, pareciendo al cabildo que la sacristía tenía necesidad de ornamen-tos, se proveyeron de Valencia. La medida y donativo que hizo dichoseñor obispo sería de cantidad de mil trescientos escudos.

Adviértase que, habiendo despachado dicho señor obispo por lasbulas de León, antes de pasarse la gracia en Roma, le nombró suMajestad para arzobispo de Granada y, en este año, le hizo también mer-ced de la presidencia de Castilla. Y, desde que se despachó en Roma porlas bulas de León, hasta que se pasó la gracia de Granada en la mismapersona, pasaron más de dieciocho meses6.

Y precisando más estos detalles otro cronista escribió: «el octavo obispo,y quinto que residió en esta santa iglesia, fue el Sr. D. Fernando de Valdésy Llano, natural del obispado de Oviedo en el Principado de Asturias. Fuecolegial mayor de Oviedo en Salamanca, inquisidor de Barcelona, Za-ragoza y Toledo. Tomó posesión a 28 de Noviembre de 1625 y entró en estaciudad a 13 de Diciembre del mismo año, de donde le trasladaron al obis-pado de León en Enero de 1632. Y, de ahí, ascendió al arzobispado deGranada y tuvo la merced de la presidencia de Castilla, en cuya ocupaciónmurió electo obispo de Sigüenza»7.

Pero volvamos a sus orígenes. Fernando Valdés Llano era hijo de JuanQueipo de Llano, natural de Cangas (Oviedo) y Catalina Valdés, oriundade Salas (Oviedo), que contrajeron matrimonio en la iglesia parroquial deSalas y establecieron su residencia familiar en Cangas. Sus abuelos paternosfueron Juan Queipo «el viejo», nacido en Cangas, y Mayor Álvarez, proce-dente de Tineo (Oviedo), donde se asentaba la noble casa de los Tineos,una de las principales familias de Asturias; y los maternos, Juan de Llano,nacido en Salas, y Elvira Velázquez de la Rúa, procedente de Oviedo8.

FERNANDO VALDÉS LLANO (1625-1633) 69

6 Ibídem, fols. 49-50.7 Ibídem, fol. 148.8 Tomamos estos datos genealógicos del proceso inquisitorial, abierto en 1608, para

demostrar la limpieza de sangre de Fernando Valdés, en A.H.N., legajo 1.430, n.º 1. POLO,J.J., «Proceso de limpieza de sangre de don Fernando Valdés Llano», Boletín del Instituto deEstudios Asturianos, 108 (1983), pp. 169-177.

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Los Valdés Llano eran cristianos viejos, de limpia sangre, familia princi-pal y noble, con ascendientes ilustres en el mundo eclesiástico9 y civil-polí-tico del siglo XVI10.

Fernando Valdés pasó su infancia y adolescencia en tierras asturianas.Presumiblemente aprendería las primeras letras en la casa solariega y pos-teriormente se trasladaría a Oviedo para cursar Gramática y Humanidades.A la edad de veinte años marchó a estudiar a Salamanca, ingresando en elcolegio menor de San Pelayo el 10 de abril de 159511, en el que estudiódurante seis años, recibiendo la educación y formación de la época que seimpartía en dichos colegios.

1.2. COLEGIAL DE SAN SALVADOR DE OVIEDO

En Salamanca hubo tres colegios para asturianos12, dos menores y unomayor. Los menores, ambos seculares, se denominaban del «Pan yCarbón», fundado en 1386 por el obispo Gutierre de Toledo, y de «SanPelayo», creado en 1556 por don Fernando Valdés13, tío abuelo de nuestrobiografiado. El colegio mayor sacerdotal de «San Salvador de Oviedo»había nacido bajo el mecenazgo del prelado Diego de Muros en 151714. A

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9 Fernando Valdés Llano, inquisidor general de España (1547-1566), obispo de Elna(1524), Orense (1529), Oviedo (1533), Sigüenza (1539) y arzobispo de Sevilla (1546), erahermano de Juan de Llano, abuelo materno del futuro obispo de Teruel. (Cfr. GONZÁLEZ,J.L., El inquisidor general Fernando de Valdés (1483-1568), Oviedo, 1968-1971).

10 El padre de la abuela materna, don Rodrigo, fue contador del emperador Carlos V,y varios hermanos de Doña Elvira desempeñaron el cargo de corregidores en ciudades espa-ñolas.

11 SÁNCHEZ, J., op. cit.12 PÉREZ, J.L., «Diego de Muros y su Colegio de Salamanca», Compostellanum, 4 (1959),

p. 195.13 MARTÍN, F., Voz «Colegios mayores y menores», Diccionario de Historia Eclesiástica de

España (D.H.E.E.), I, Madrid, 1972, pp. 455-460. El autor entiende por colegios mayores ymenores aquellos centros de educación y formación que existieron en España en siglos ante-riores, de carácter preferentemente universitario. El término secular excluye de intento a loscolegios de religiosos y de las órdenes militares. «Los seculares se solían dividir en mayoresy menores, denominación que en realidad no llevaba consigo ningún título jurídico y quemás bien se debía a la importancia que algunos colegios tomaron desde un principio, biense debiera a la preclara figura de su fundador o bien a los privilegios tanto reales como pon-tificios, que fueron obteniendo desde sus primeros años».

14 Trabajó al servicio del cardenal español Pedro González Mendoza y contó con elaprecio personal de los Reyes Católicos, que le eligieron para la sede de Mondoñedo, pasan-do el año 1512 a la diócesis de Oviedo, donde falleció el 18 de Julio de 1525 (Vid. GONZÁLEZ,J.L., voces «Diócesis de Oviedo» y «Diego de Muros», D.H.E.E., III, Madrid, 1973, pp. 1851-1855.

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él se incorporó Fernando Valdés el 13 de noviembre de 1601, según cons-ta en el catálogo manuscrito de sus colegiales15.

El colegio gozaba de gran prestigio. Para cerciorarse de ello, basta hacerun recorrido por la nómina de colegiales y leer el curriculum vitae de algu-nos. Once colegiales de San Salvador habían participado en el Concilio deTrento. Allí estudió, entre otros, Toribio de Mogrovejo. De sus aulas salie-ron arzobispos, obispos, canónigos… para el servicio de la Iglesia españo-la, y otros muchos desempeñaron altos cargos en el mundo civil y político,pues los estudios para la clerecía y el foro eran comunes.

En el perfil biográfico que hace dicho catálogo de Fernando ValdésLlano, y que lleva el número 18016, se incluye un dato curioso: desempeñóel cargo de juez escolástico en su colegio, que conllevaba una labor docen-te y el control de conocimientos de sus compañeros. Al ser nombrado inqui-sidor de Barcelona en el año 1611, abandonó el colegio de San Salvador.

Antes de llegar a Barcelona, Valdés Llano había recibido la tonsura cleri-cal17, aunque desconocemos cuándo y dónde. Apuntamos que la tonsurapodía ser condición necesaria para ingresar en los colegios asturianos deSalamanca o disfrutar algún beneficio eclesiástico, como era uso habitual enla época. Lo cierto es que, una vez introducido en el estado clerical por la ton-sura, obtuvo un beneficio en la parroquia de San Juan de Vega de Rengos18.Por eso afirma Sánchez Biedma que «pasó muchos años sin obtener cargoalguno proporcionado a su clase y carrera, viviendo como simple clérigo»19.

FERNANDO VALDÉS LLANO (1625-1633) 71

15 Biblioteca Episcopal de Teruel, 35/42. El manuscrito que se encuentra en la biblio-teca episcopal de Teruel posee idénticas características al descrito por José María FernándezCatón en su artículo «El colegio mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad deSalamanca», Studium Legionense, 1 (1960), pp. 259-329. Según nuestra opinión, el manuscri-to turolense perteneció al obispo Francisco José Rodríguez Chico (1707-1780), alumno delcolegio ovetense en Salamanca con el n.º 495 del catálogo y fundador de esa biblioteca, queregentó la diócesis desde 1757 hasta 1780.

16 Dice literalmente: «Dominus Ferdinandus de Valdes et Llano, natus in oppido deCangas de Tineo, Ovetensis dioecessis in Asturiam Principatu; hic judex scholasticus huiusAcademiae fuit et dessit, cum creatus fuisset ultimo sui collegii inquisitor Barchinonensis;postea anno 1.613 Cesaraugustanus canonicus et Legionensis; postea anno 1.623 inquisitorToletanus; et anno 1.625 a Philipo IVº electus est episcopus de Teruel; anno 1.631 promotusest ad episcopatum Legionensem; deinde anno 1.633 archiepiscopus Granatensis; deindeeodem anno ab eodem rege mense aprilis fuit creatus comuni voto totius regni supremusCastellae praesses. Electus 13 Novembris anno 1.601».

17 A.S.V., Processus consistoriales, 21, fol. 246.18 Lugar perteneciente a la provincia y diócesis de Oviedo, municipio de Cangas de

Tineo. En el proceso consistorial del A.S.V. se dice que pertenecía al concejo de Casijas.A.S.V., Processus consistoriales, 21, fol. 246. Vid. «San Juan de Vega de Rengos», EnciclopediaUniversal Ilustrada Europeo Americana, 53, Bilbao, Madrid, Barcelona, 1926, p. 805.

19 SÁNCHEZ, J., op. cit.

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Fernando Valdés se graduó en el colegio de San Salvador de bachilleren Derecho, paso previo a la licenciatura. El bachiller Valdés Llano se pre-sentó a examen de licenciatura con fecha 16 de enero de 1611, obtenien-do la máxima calificación por unanimidad de los diez miembros que com-ponían el tribunal20.

Antes, sin embargo, de finalizar sus cursos de licenciatura, la Inquisiciónse interesó por aquel brillante colegial con el propósito de incorporarlo asu servicio. Y, naturalmente, solicitó informes. La tramitación procesal,desde que salió del consejo inquisitorial (19-VI-1608) hasta que fue devuel-ta a Madrid (6-XI), duró cinco meses. Se obtuvieron informaciones de cua-renta y ocho testigos en Cangas de Tineo, pueblos limítrofes, Tineo, Salas yOviedo. Fernando Valdés resultó ser «limpio y de limpia sangre, merecedorde cualquier oficio que se le haga», concluía el canónigo vallisoletano JuanLópez, comisario del Santo Oficio que tramitó el expediente. El dictamenfinal decía: «en la vista de Madrid, a 22 de Noviembre de 1608, el Consejode su Majestad de la Santa y General Inquisición, habiendo visto las infor-maciones de la genealogía y limpieza de D. Fernando de Valdés y Llano, co-legial del colegio de Oviedo de Salamanca, hechas para oficial, dijeron queestaban bastantes para servir en el Santo Oficio»21.

1.3. AL SERVICIO DE LA INQUISICIÓN

El clérigo Fernando Valdés Llano llegó a Barcelona a comienzos del año1611. Iniciaba su trabajo profesional al servicio de la Inquisición. Para esas

72 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

20 A.S.V., Processus Consistoriales, 21, fols. 245-246. Los examinadores, colegiales de SanSalvador, fueron: Dr. Juan de Riego, rector del colegio, Lic. Juan de Salas y Valdés; Lic. Juande Gamarra Covarrubias; Lic. Baltasar Navarro de Arroyta; Dr. Martín de Ygoa; Lic. Antoniode Contreras; Lic. Bartolomé de Islastejas; Lic. Diego de Vargas; Dr. José Vela y Dr. Juan Sanz.La calificación obtenida, según el documento, consistió en diez veces la letra A (Aprobatus).El grado académico de Fernando Valdés era de licenciado, no doctor. Existen, no obstante,documentos donde se habla de doctor en Decretos (A.S.V., Archivium Consistoriale, ActaMiscelanea, 98, fol. 654; Ibídem, Acta Camerarii, 16, fol. 71 v.). Por el contrario, la mayoría deellos habla del licenciado Fernando Valdés Llano (A.C.T., 204-8, fol. 11; Ibídem, fol. 10;A.S.V., Processus Consistoriales, 21, fol. 248, donde con su propia letra, a la hora de hacer laprofesión de fe ante el nuncio Giulio Sacchetti, escribió: «licenciatus dominus Ferdinandusde Valdés y Llano, electus episcopus Terulensis»). Sin embargo, la certificación académicahabla de ambos títulos, sin dejar lugar a dudas, con estas palabras: «ad gradum licentiaturaeet doctoratus in eadem scientia obtinendum idoneus, habilis atque sufficiens repertus fuis-set; dictos gradus, honores et dignitates dignaretur impartiri, pariterque concedere». (A.S.V.,Processus Consistoriales, 21, fol. 245).

21 Vid. POLO, J.J., op. cit., p. 177.

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fechas, había decidido ordenarse sacerdote, como se desprende de la soli-citud cursada al obispo de Oviedo. El 21 de agosto de 1610, el ordinario deOviedo, Juan Álvarez de Caldas22, firmó las cartas dimisorias y autorizó paraque pudiese recibir todas las órdenes sagradas. Juan de Moncada23, obispode Barcelona, le confirió todos los ministerios en los meses de marzo, abrily mayo de 1611.

Las cuatro órdenes menores —ostiariado, lectorado, exorcistado y aco-litado— le fueron conferidas el 13 de marzo24. A los seis días, en la fiestade San José, recibió el subdiaconado. El Sábado Santo, 2 de abril, comohabía ocurrido en todas las ordenaciones anteriores, en la capilla del pala-cio episcopal se le otorgaron los poderes diaconales de predicar la palabrade Dios, bautizar y distribuir la sagrada comunión. El sacerdocio estaba alalcance de la mano.

El presbiterado le fue conferido en el monasterio de monjas clarisas dePedralbes con fecha 28 de mayo. En este monasterio, que había sido fun-dado por doña Elisenda de Moncada, última esposa de Jaime II de Aragóny que murió siendo abadesa, se le otorgó el sacerdocio de Cristo25.

En este majestuoso marco, Fernando Valdés Llano, inquisidor de Bar-celona, celebró su primera misa. Las monjas clarisas, sencillas y humildescomo su fundador San Francisco de Asís, se acercarían a besar las temblo-rosas manos del neo-presbítero. Eran unos momentos dichosos, de cielo enla tierra, para todas aquellas cándidas almas, sin sospechar siquiera que,pocos años más tarde, con motivo de la revuelta de los Segadores, cincuen-ta y cuatro religiosas deberían salir huyendo del monasterio.

El día y el lugar, con toda seguridad, quedaron grabados para siempreen la mente y en la vida de Fernando Valdés Llano. También quedó regis-trado el hecho en los libros de la curia de Barcelona. Por eso, años mástarde, el escribano curial de Barcelona, Jerónimo Sabater, extendió, a peti-ción del interesado, acta notarial de todas las órdenes sagradas.

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22 Obispo de Oviedo desde 1605 hasta 1612, año en que fue trasladado a Ávila (Cfr. Voz«Diócesis de Oviedo», D.H.E.E., III, Madrid, pp. 1851-1855).

23 Preconizado el 22 de marzo de 1610 y trasladado a Tarragona el 30 de julio de 1612(Cfr. SANABRE, J., voz «Diócesis de Barcelona», D.H.E.E., I, Madrid, 1972, p. 192).

24 A.S.V., Processus Consistoriales, 21, fol. 246.25 Voz «Pedralbes», Enciclopedia universal ilustrada europeo americana, 42, Madrid, 1988,

pp. 1248-1252. En este viejo cenobio, cuyas obras comenzaron en 1324, residían las monjasdesde el 3 de mayo del año siguiente. Un alto muro con dos puertas: una en dirección al mary la otra hacia la montaña, guardado por dos torres, circundaba el vasto territorio monacal.En el interior, había dos conventos de estilo gótico: el principal para las monjas y otro, deno-minado conventet, para los frailes franciscanos que les atendían.

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Pero volvamos a las labores inquisitoriales. Según la documentaciónestudiada, Fernando Valdés pasó a Zaragoza en 161326. Siguiendo los usosy costumbres del siglo, percibía sus frutos de una canonjía en la catedral deLeón. En las catedrales españolas estaba legislado que se dejase vacanteuna canonjía, cuyas rentas eran dedicadas a un miembro de los tribunalesinquisitoriales27. El manuscrito de la biblioteca episcopal turolense afirmaque Valdés Llano obtenía también las rentas de la canonjía inquisitorial enla catedral de Zaragoza. Fue, por tanto, canónigo «inquisitorial» de Zara-goza y León.

Permaneció diez años en Aragón. Con fecha 23 de septiembre de 1623,el inquisidor general de España, Andrés Pacheco, le nombró inquisidor deToledo. El secretario, Martín Real, extendió el nombramiento28.

Una vez conocida la voluntad del inquisidor general y con los documen-tos acreditativos en la mano, Fernando Valdés Llano se trasladó a Toledo,ciudad imperial y sede temporal de los monarcas españoles. Presentó suscredenciales ante Gutierre Bernando de Quirós y Gonzalo Chacón, inqui-sidores toledanos, el 28 de noviembre de ese mismo año. Juró guardarsecreto de los sumarios inquisitoriales. Francisco de Párraga y Vargas levan-tó acta de la toma de posesión. Comenzaba otra etapa —la última— de lavida de don Fernando al servicio de la Inquisición, donde consumió doceaños.

En 1625, año de su nombramiento para la sede de Teruel, Valdés Llanotenía cincuenta años. Intelectual de carrera, que frecuentó las aulas sal-mantinas durante quince años, y con un trabajo profesional intachable,como se afirma en el proceso consistorial vaticano29. Con estos anteceden-tes, el monarca Felipe IV puso sus ojos en él para regir la diócesis de Te-ruel, vacante tras la muerte de Tomás Cortés Sangüesa.

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26 Biblioteca Episcopal de Teruel, ms. 35/42, fol. 99. Vid. A.C.T., 105, fols. 49 v. y 148;A.S.V., Processus consistoriales, 21, fols. 246 v.-247 v.

27 MARTÍNEZ, J., «Las canonjías inquisitoriales», Hispania Sacra, 69 (1982), pp. 9-62.28 A.S.V., Processus consistoriales, 21, fols. 246 v.-247 v.29 Ibídem, Archivium Consistoriale, Acta Miscelanea, 98, fol. 654: «Fuit inquisitor officii

sanctae inquisitionis Caesaraugustanae et Toletani, in quibus muneribus laudabiliter segessit».

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2. OBISPO DE TERUEL

En el párrafo anterior hemos afirmado que el monarca Felipe IV ledesignó para obispo de Teruel. Por el patronato regio que detentaban losmonarcas españoles, así sucedía siempre durante aquellos siglos. A conti-nuación, se iniciaba en la nunciatura apostólica un proceso informativosobre las cualidades del candidato. Acabado éste, se enviaba a la Santa Sedey, tiempo después, se presentaban las conclusiones del proceso al Consisto-rio de cardenales. Oído el dictamen cardenalicio, se emitía la bula papal.Los trámites burocráticos eran largos y solían prolongarse durante variosmeses. Teniendo en su poder la bula, recibía la consagración episcopal.Finalmente, el nuevo obispo tomaba posesión por poderes de su diócesis yrealizaba la entrada solemne.

La diócesis de Teruel estaba vacante desde diciembre de 1624. El obis-po Tomás Cortés abandonó precipitadamente la ciudad de Teruel en elmes de septiembre30, con destino a su ciudad natal, Huesca, donde le sor-prendió la muerte. El cabildo turolense conoció rápidamente la noticia desu fallecimiento, ocurrido el 10 de diciembre. El arcediano de Huesca ysubcolector apostólico, Francisco Salvador, se lo comunicó por carta esemismo día. También el diputado por Zaragoza, Melchor Sebastián, envióotra misiva con la misma noticia desde Zaragoza31.

La luctuosa noticia se presentía en Teruel desde el 6 de diciembre32. Eldeán Juan Lechago convocó cabildo extraordinario el 14 de diciembre33 ycomunicó que «el dicho señor obispo murió en dicha ciudad de Huesca eldicho día, que se contaba a diez de diciembre, a las seis horas y tres cuar-tos de la mañana»34.

Tras la muerte de Tomás Cortés se iniciaba la sede vacante, que se ibaa prolongar durante un año. El gobierno de la diócesis recaía sobre elcabildo catedralicio, que repartió los encargos hasta la llegada del próxi-mo obispo.

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30 A.C.T., 260-1-28.31 Ibídem, 113, cabildo extraordinario 14-XII-1624.32 Ibídem, cabildo del 6-XII.33 Asistieron: Dr. Juan Lechago, deán; Dr. Luis Fuenbuena, arcediano; Lc. Pedro Lázaro

López, tesorero; Lc. Luis Pérez de Cuevas, chantre, y los canónigos Lic. Juan de Villarroya;Lic. Bartolomé Pérez; Lic. Marcos Polo; Lic. Dionisio Sebastián; Lic. Francisco Pérez Morón;Dr. Juan Antonio Burillo; Matías Domingo; Pedro de Agramonte; Dr. Ginés Martínez y Dr.Juan Bonfil.

34 A.C.T., 204-7, fols. 75-76.

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El 15 de diciembre eligieron vicario capitular. El Dr. Lechago fue esco-gido por votación, jurando su cargo ante Juan Villarroya, canónigo másantiguo de la corporación. Mosén Dimas Enríquez y Bartolomé García,bajonista de la «schola cantorum» catedralicia, actuaron como testigos35.El canónigo Marcos Polo fue nombrado oficial eclesiástico36. El cargo devisitadores del obispado recayó sobre Dionisio Sebastián y GinésMartínez37. Juan Villarroya, Juan Antonio Burillo, Juan Bonfil y GinésMartínez aceptaron la misión de ser examinadores sinodales38. El oficiode baile de la cuarteación vino a parar sobre el canónigo PedroAgramonte39. Las tareas de la escribanía serían desempeñadas por losnotarios Francisco Malo y Martín Pérez, siendo procurador fiscal mosénPedro García40. Todos aceptaron y juraron sus nuevos empleos ese mismodía ante el vicario capitular, Dr. Lechago, excepto el notario FranciscoMalo, que lo hizo al día siguiente41.

El primer acto del vicario capitular fue aceptar los dos conjueces que elcabildo catedralicio había nombrado: Dr. Pedro Luis López y Lic. Pedro deAgramonte. Las palabras del deán y vicario Lechago, bien expresivas, tra-ducen sus sentimientos interiores: «se ofrecía presto a proceder con dichosconjueces y hacer todo lo demás que, conforme a derecho y al santo con-cilio de Trento, es tenido y obligado»42.

Este organigrama funcional de la diócesis permaneció inalterable hastala llegada de don Fernando Valdés Llano. Se añadió, solamente, un nuevovisitador para el territorio diocesano. El 6 de octubre de 1625 se nombróal canónigo Domingo Pérez de Agramonte43.

Mientras todo esto ocurría en Teruel, en Madrid el nuncio GiulioSacchetti mandó incoar el proceso informativo sobre Fernando ValdésLlano con fecha 28 de abril de 1625, que elaboraron el notario Juan de

76 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

35 Ibídem, fols. 78 v.-79.36 Ibídem, fol. 79 v.37 Ibídem, fol. 80.38 Ibídem, fols. 80 v.- 81.39 Ibídem, fol. 81.40 Ibídem, fol. 81 v.41 Ibídem, fol. 82 v.42 Ibídem, 204-8, fol. 83.43 Ibídem, fol. 2. El macero Diego Martínez Monterde, a instancias del deán Lechago,

convocó a cabildo y asistieron: Dr. Juan Lechago, deán; Lic. Domingo Navarro del Espejo,arcipreste; Lic. Luis Pérez de Cuevas, chantre; Dr. Antonio Martínez Sierra, sacristán, y loscanónigos: Dr. Pedro Luis López; Dr. Juan Antonio Burillo Martínez; Domingo Pérez deAgramonte; Dr. Juan Bonfil y Dr. Ginés Martínez.

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Obregón y el secretario de la Nunciatura Francisco Gutiérrez Zorrilla,actuando de testigos Juan de Pau, Miguel López y Santos de Garay44.

Dos días después, el 30 de abril, comenzó la declaración de testigos enla Nunciatura: tres seglares y cuatro sacerdotes. Los presbíteros, colocandosu mano derecha primeramente en el pecho y posteriormente en la tonsu-ra clerical, juran ante los evangelios y el crucifijo, por Jesús y María, decirtoda la verdad sobre lo que fueren preguntados. Ceremonia similar, con loscambios propios de su estado, realizan también los seglares.

El cuestionario procesal, como hemos expuesto en algunos otros traba-jos45, tiene dos partes claramente diferenciadas: preguntas sobre la perso-na del candidato y sobre la situación canónica de la futura diócesis que vaa regir. Los cuatro testigos46, oriundos todos ellos de la diócesis de Oviedo,que declararon sobre la persona del obispo electo, fueron: Lic. AlonsoGarcía de Allende, natural de Tineo, de treinta y ocho años, presbíterocomisario del Santo Oficio; Domingo García, natural de Allende, de cin-cuenta años, contador de su Majestad; Lic. Menendo Fernández Sierra,natural de Cangas de Tineo, de cuarenta años, presbítero residente enMadrid, como mayordomo de la iglesia de San Andrés, y Matías de Llano,natural de Cangas, de cincuenta y seis años. Las afirmaciones de estos tes-tigos no añaden nuevos conocimientos a nuestra investigación sino que,por el contrario, la confirman plenamente.

El Dr. Melchor Sánchez47, oriundo de la diócesis de Teruel, de treinta yseis años, capellán real en el palacio de Aragón, había conocido a FernandoValdés Llano en Zaragoza cuando desempeñaba su cargo de inquisidor.Afirma que componían la diócesis de Teruel sesenta o setenta parroquias. Laciudad contaba con siete iglesias, además de la catedral, donde había seis dig-nidades y ocho canónigos, cinco monasterios (franciscanos, dominicos,mercedarios, trinitarios y clarisas), un hospital, una escuela de gramática yresidencia episcopal. Teruel poseía una población aproximada de mil veci-nos. Las rentas episcopales ascendían a doce o trece mil ducados anuales.Poco más añadieron los otros dos testigos48: Esteban de Moya y Torres, pres-bítero de la diócesis de Albarracín residente en Madrid, como agente delarzobispo de Granada, de veintiocho años, y Marco Antonio Martínez, agen-

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44 A.S.V., Processus Consistoriales, 21, fols. 235-236.45 POLO, J.J., «Jerónimo Salas Malo (1599-1664), deán y obispo de Albarracín, devoto de

Nuestra Señora del Pilar», Xiloca, 10 (1992), pp. 72-73.46 A.S.V., Processus Consistoriales, 21. Su declaración va desde el fol. 236 v. al 241.47 Ibídem, fols. 241-241v.48 Ibídem, fols. 241v.-243.

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te de negocios, de treinta y cuatro años, que conocía a don Fernando desdehacía doce años y había visitado la ciudad de Teruel en varias oportunidades.

Concluidas las informaciones, el nuncio apostólico comunica el resulta-do a la Congregación de cardenales con fecha 2 de mayo, considerando «aldicho Sr. D. Fernando de Valdés por sacerdote ordenado de todas órdenessacras y ejercitándose en ellas, docto, prudente y experimentado enmuchas cosas eclesiásticas de consideración, de buena vida y costumbres,en quien concurren las demás cualidades en las dichas informaciones bienaveriguadas, y por digno o capaz y merecedor de ser obispo del obispadode Teruel»49. Ese mismo día, ante la presencia del nuncio Sacchetti, donFernando hizo y rubricó la profesión de fe50.

La documentación salió de la Nunciatura española camino de Roma.Examinada en la Congregación de cardenales, el cardenal Borgia51 la pre-sentó ante el Consistorio. El cardenal expuso los datos relativos a la dióce-sis de Teruel y a la persona de Fernando Valdés Llano52, que eran un breveresumen del material documental llegado desde España. El 9 de julio seaprueba la presentación del candidato, reservando la cuarta parte de losfrutos de su prebenda para una o varias personas53.

La cancillería vaticana extendió con esa misma data una doble bula,para el nuevo obispo54 y para el cabildo catedralico de Teruel55. Segúndicha bula, la prebenda episcopal quedaría rebajada en mil ducados anua-les, que se reservaban a favor de Miguel Roca (ciento cincuenta), PascualGarcía (cincuenta), Antonio López (cincuenta), Jaime Bleda (ciento cin-cuenta), Dionisio López (ciento cincuenta), Jaime Ferrer de Ros (cien),Francisco de Borja (doscientos cincuenta) y Vicente Ferrer (cien).

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49 Ibídem, fols. 243-244.50 Ibídem, fol. 248.51 Se trata de Gaspar Borja y Velasco (Villalpando [Zamora] 26-VI-1580 +Toledo 28-XII-

1645). Cardenal y embajador de Felipe IV cerca del Papa Urbano VIII. Cfr. voz «Borja yVelasco, Gaspar», D.H.E.E., I, Madrid, 1972, pp. 279-280; MORONI, G., voz «Borgia Gaspare,Cardinale», Dizionario di erudizione storico-eclesiastica, VI, Venecia, 1840, pp. 51-52; GAUCHAT, P.,Hierarchia Catholica, IV, Monasterii, 1935, p. 12.

52 A.S.V., Archivium Consistoriale, Acta Miscellanea, 98, fol. 654.53 Ibídem, Acta Camerarii, 16, fol. 71 v.54 A.C.T., 204-8, fol. 10, donde se dice: «licenciatum in decretis, ex legitimo matrimo-

nio ac nobilibus et catholicis parentibus procreatum, et in quinquagessimo tuae aetatis annoet a pluribus annis in presbiteratus ordine constitutum, qui in Caesaraugustana et Toletanaofficium Inquisitionis haeretici et pravitatis Inquisitionis munus laudabiliter exercuisti».

55 Ibídem, fol. 11, donde recomendaba al cabildo: «per apostolica scripta mandamusquatenus eidem Ferdinando electo tamquam patri et pastori animarum vestrarum humiliterintendentes et exhibentes sibi obedientiam et reverentiam debitas, et devotas eius salubriamonita et mandata suscipiatis humiliter et efficaciter adimplere curetis».

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Cuando la bula de Urbano VIII llegó a manos de don Fernando, éste re-cibió la consagración episcopal56. Antes de ser consagrado, el 14 denoviembre de 1625 otorgó carta de procuración para tomar posesión de ladiócesis de Teruel a favor de Juan Queipo de Llano57, sobrino del obispo58

y colegial de San Pelayo en Salamanca59.

En la procura, el obispo señalaba que, encontrándose ocupado convarios asuntos en la Corte real, no podía venir personalmente a la toma deposesión. Por eso, mientras llegaba, otorgó poderes amplios a su procura-dor para el gobierno de la diócesis, toma de posesión y jura de los estatu-tos capitulares.

El sobrino del obispo, Juan Queipo de Llano, llegó a Teruel a finales delmes de noviembre. El cabildo catedral se reunió en sesión extraordinariael jueves 27 de noviembre. El procurador esperaba fuera de la sala capitu-lar. El maestro de capilla salió y avisó a Juan Queipo que le estaban aguar-dando. A la entrada del recinto capitular le recibieron los canónigos JuanBonfil y Matías Domingo. Sentado a la derecha del deán Juan Lechago,entregó una carta personal de su tío para el cabildo, la bula papal y la cartade procuración. El cabildo, habiendo recibido estos documentos, nombróal deán Lechago, al tesorero Pedro Lázaro y al canónigo Pedro López paraexaminarlos60. Con ello, acabó esta reunión capitular.

Al día siguiente61, el deán, tesorero y canónigo Pedro López informanen cabildo que, «vistos los poderes y las bulas, se encontraban bien». Secomunicó la noticia al procurador, indicando que la ceremonia de toma deposesión tendría lugar a las tres de la tarde.

El viernes sobredicho, después de vísperas, a las tres horas de latarde, por llamamiento del Sr. deán, el pertiguero Diego Martínez con-vocó a cabildo»62 . Reunidos los canónigos en la sala capitular, avisan al

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56 Fue consagrado el 16 de noviembre de 1625, domingo, en Madrid, en el convento deNuestra Señora de la Merced. Diego Guzmán de Haro, arzobispo de Sevilla, asistido porGarcía Gil Manrique, obispo titular de Útica, auxiliar en Cuenca, y por Alonso RequesensFenollet, O.F.M., obispo de Barbastro, le confirió el orden episcopal.

57 Ibídem, fol. 8. El obispo Valdés firmó la autorización en Madrid ante el notarioFrancisco Ortín de Saucedo y los testigos Domingo de Sora, Martín y Raimundo Zapata.

58 Ibídem, 113, cabildo 27-noviembre-1625.59 Ibídem, 204-8, fol. 6.60 Ibídem, 113, cabildo 27-noviembre-1625.61 Ibídem, cabildo 28-noviembre-1625. El libro De gestis (A.C.T., 113), que está sin

foliar, describe pormenorizadamente estos momentos.62 La corporación acudió en pleno. Asistieron: Dr. Juan Lechago, deán; Dr. Lorenzo

Pedrella, arcediano; Domingo Navarro del Espejo, arcipreste; Lic. Pedro Lázaro, tesorero;

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procurador Queipo de Llano, que tomó asiento a la derecha del deán.En la sala, adornada con una alfombra y una almohada carmesí, juró derodillas ante la cruz y los santos evangelios los estatutos capitulares. Elnotario del cabildo, Juan Fernández, levantó acta63. Hecho el juramen-to, el cabildo designó al arcediano Pedrellas y al canónigo Villarroyapara otorgarle la posesión, «los cuales, saliendo a acompañarle, le lleva-ban en medio. Y tomando dicho Sr. D. Juan un roquete sin estola, porno ser diácono ni presbítero, y un pluvial muy rico de tela de oro…, lellevaron en procesión por detrás del pilar del púlpito hasta el altar».Llegados al altar, donde había unas velas blancas encendidas y un atrilde plata, el procurador Queipo de Llano dijo la oración de la Asunciónde Nuestra Señora, titular de la catedral, y se sentó en la sede episcopal.Acabada esta ceremonia, regresaron a la sacristía, donde el colegial deSan Pelayo se quitó los ornamentos, se puso el manteo y se volvió a dargracias al cabildo. Y todos le dieron el osculum pacis.

El ritual de toma de posesión no concluía aquí. Se continuaba en elpalacio episcopal, donde se encontraban los tribunales de justicia, curia yla residencia o vivienda del prelado.

Los canónigos Bartolomé Pérez y Francisco Pérez Morón acompañaronal sobrino de don Fernando por estas dependencias.

Pocos días después de la toma de posesión, el cabildo mandó al notarioJuan Fernández para comunicar al vicario general Juan Queipo de Llanola elección de conjueces. Precisamente la comunicación y recepción deconjueces había enfrentado al cabildo diez años con el anterior obispo,don Tomás Cortés. El notario Fernández comunicó los nombres de losconjueces: Dr. Juan Bonfil y Dr. Ginés Martínez, canónigos, y el vicariogeneral «respondió que lo tenía por notificado y que, no perjudicando a lamitra episcopal, haría lo que de derecho es tenido y obligado». Era el 5 dediciembre64.

Don Fernando Valdés comunicó al cabildo que venía de viaje haciaTeruel. La corporación canonical, reunida de forma extraordinaria eldomingo 7 de diciembre, acordó enviar al arcipreste Navarro y al sacristán

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Lic. Luis Pérez de Cuevas, chantre; Dr. Antonio Martín, sacristán, y los canónigos Lic. Juande Villarroya, Lic. Bartolomé Pérez, Lic. Marcos Polo, Dr. Pedro López, Lic. Francisco PérezMorón, Dr. Juan Antonio Burillo, Matías Domingo de Miravete, Dr. Juan Bonfil y Dr. GinésMartínez.

63 A.C.T., 204-8, fol. 6. Existe una pequeña diferencia horaria respecto a lo que se diceen el libro De gestis. El notario Fernández asegura que fue «entre las diez y las once de lamañana, ante meridiem, en el aula capitular de la catedral».

64 Ibídem, fol. 21.

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Martín para salir al encuentro de la comitiva episcopal65. El 13 de diciem-bre llegaron a Teruel. El cabildo catedral, el clero del Capítulo GeneralEclesiástico, las autoridades civiles y «muchas otras personas» salieron arecibirle. En la puerta de entrada a la catedral había «un bufete, cubiertocon un paño de terciopelo carmesí, y sobre él un libro misal y otro de losestatutos de la dicha iglesia, abiertos. Se arrodilló y, puesta su mano dere-cha sobre el dicho misal y estatutos, dijo que juraba»66.

El obispo entró en la catedral en medio de dos canónigos revestidos concapa pluvial, don Fernando llevaba sobre sus hombros el gremial. Detrásiban otros dos canónigos con los ornamentos sagrados de diácono y sub-diácono y, entre ambos, caminaba el maestro de ceremonias. Así se acordó,«por esta vez tantum» (solamente), aquella misma mañana67.

La diócesis de Teruel, en sede vacante durante un año, tenía finalmen-te su pastor. Don Fernando, cargado de experiencia en tareas de gobierno,comenzaba su singladura episcopal. Meses antes de la toma de posesión,diseñó las armas episcopales que, posiblemente, reproducen elementosheráldicos del linaje familiar. Conocemos su sello episcopal por las Consti-tuciones Sinodales impresas en 1628. Con él se rubricarán todos los decre-tos de gobierno para la diócesis de Teruel durante seis años.

2.1. EL SÍNODO DE 1627

Acabadas las Cortes de Barbastro de 1626, el obispo Valdés Llano regre-só a Teruel. Aquel otoño y en los primeros meses del año siguiente reco-rrió la diócesis en visita pastoral. Le urgía conocer personalmente su dió-cesis y las necesidades de su grey.

La diócesis de Teruel se regía por las leyes sinodales promulgadas en1588 por el obispo Jaime Jimeno de Lobera. Su sucesor, Martín Terrer deValenzuela, mantuvo abiertas durante varios años las sesiones y trabajossinodales68.

Durante el episcopado de Tomás Cortés Sangüesa, por falta de entendi-miento con el cabildo catedral y los continuos enfrentamientos con otrasinstituciones diocesanas, resultó imposible afrontar las necesarias tareaslegislativas.

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65 Ibídem, 113, cabildo extraordinario 7 diciembre, domingo.66 Ibídem, 204-8, fol. 20.67 Ibídem, 113, cabildo 13 de diciembre.68 Ibídem, 138-1, 138-2 y 138-3.

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El nombramiento de don Fernando, jurista de carrera y perito en mate-ria sinodal por sus trabajos al servicio de la Inquisición, hizo realidad losdeseos legislativos de la comunidad diocesana. El sínodo69 de 1627 vino arecordar la legislación tridentina y aportó un nuevo marco jurídico a la dió-cesis de Teruel durante el siglo XVII.

2.1.1. La celebración del sínodo

En febrero de 1627 el prelado Valdés Llano manifestó al cabildo susdeseos de convocar sínodo diocesano y pidió las constituciones elaboradaspor Martín Terrer de Valenzuela. El cabildo nombró el 12 de febrero a loscanónigos Francisco Pérez Morón y Juan de Asín para sacar los manuscri-tos del archivo capitular y llevarlos al obispo70. Una semana después de esafecha, el canónigo Juan Asín «dio cuenta al cabildo cómo había entregadoen manos del Sr. obispo los papeles de la sínodo del Sr. Don Martín Terrery que su Señoría respondió cum gratiarum actione»71.

El obispo leyó y examinó el volumen sinodal de Martín Terrer deValenzuela. A comienzos del mes de abril, decide convocar y celebrar síno-do. Manda a su vicario general, Dr. Antonio Martín, comunicarlo al cabil-do. El prelado creía que era urgente, no sólo para designar examinadoressinodales, sino también para poner en orden otros muchos asuntos de ladiócesis. Solicitaba al cabildo que eligiesen a dos personas «para que, jun-tamente con el Sr. obispo, tuviesen sitiada tarde y mañana»72. Fijaba lafecha de celebración para el 14 de mayo. El cabildo nombró al deán, Dr.Juan Lechago, y al canónigo magistral, Dr. Ginés Martínez73.

Don Fernando Valdés y estos dos capitulares estuvieron ocupados en lostrabajos presinodales durante todo el mes de abril y la primera quincenadel mes de mayo. El cabildo designó por escrutinio, además, a los canóni-gos Marcos Polo y Juan Antonio Burillo como síndicos para asistir al próxi-mo sínodo74.

El 15 de mayo, viernes, el deán Lechago «hizo relación de las cosas dela sínodo y lo que estaba dispuesto en ella, que era todo a favor de la cate-

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69 Constituciones sinodales del obispado de Teruel. Copiladas, hechas y ordenadas por su señoríaD. Fernando Valdés y Llano, Zaragoza, Pedro Gabarte, 1628.

70 A.C.T., 113 (libro I de Actas capitulares [1604-1639]), cabildo 12 febrero, viernes, de1627.

71 Ibídem, cabildo 20 febrero, sábado.72 Ibídem, cabildo 10 abril, sábado.73 Ibídem, 105, fol. 102 v.74 Ibídem, cabildo 30 abril, viernes.

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dral»75. Informó sobre las ceremonias que debían observarse en la asam-blea, que coincidía con domingo de Minerva, debiendo hacer la renova-ción del Santísimo por la mañana y la procesión por la tarde, «por lomucho que había que hacer por la mañana en las ceremonias y funcionesde la sínodo». Las sesiones sinodales comenzaron, por tanto, el domingo17 de mayo de 1627.

Acabados estos días de asamblea sinodal que, presumiblemente, se pro-longaron durante la primera parte de la semana, «el deán dio cuenta alcabildo que todo lo que se había tratado y dispuesto en la sínodo era muya favor de esta santa Iglesia»76.

De los textos anteriores se desprende que la primera fase del sínodo delobispo Valdés Llano tuvo lugar durante el mes de mayo de 1627, desde eldomingo 17 hasta el día 20 aproximadamente. Ante la proximidad delperiodo estival el obispo suspendió los trabajos sinodales.

Ese verano murió el deán Juan Lechago, cuya desaparición supuso unagran pérdida por tratarse de un hombre joven —44 años— y bien prepara-do intelectualmente, con un futuro prometedor por delante77. El 13 deagosto, el mismo día de su fallecimiento, le había visitado una comisióncapitular, compuesta por los canónigos Juan Antonio Burillo y PedroAgramonte, para recordarle «la obligación que tenía de acordarse de laiglesia, de la que había sido veinticuatro años deán»78. Murió a las diez dela noche, solicitando sus testamentarios que fuese enterrado en el templocatedral junto a su predecesor, el deán Luis Sánchez Cutanda. El cabildoaceptó la solicitud y nombró al Dr. Ginés Martínez y Juan de Asín para reco-ger los documentos del archivo que el deán Lechago retenía en su domici-lio. No eran ciertamente pocos, pues «trajeron una canasta de ellos,muchos de mucha importancia»79, que fueron depositados en el archivocapitular. El cabildo encargó a los canónigos Pedro Agramonte y Juan Assinque ordenaran aquellos documentos80, prometiendo el Dr. Ginés Martínezayudarles en esa tarea81.

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75 Ibídem, cabildo 15 mayo, viernes.76 Ibídem, cabildo 21 mayo. Vid. A.C.T., 105, fols. 49-50.77 POLO, J.J., «Juan Lechago Ballestero (1583-1627): Segundo deán de la catedral de

Teruel», Boletín Informativo de la Diputación Provincial de Teruel, 72 (1982), p. 50.78 A.C.T., 113, cabildo 13 de agosto, viernes.79 Ibídem, cabildo 14 de agosto, sábado.80 Ibídem, cabildo 20 de agosto.81 Ibídem, cabildo 27 de agosto.

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Finalizado el verano, el obispo manifestó sus deseos de proseguir los tra-bajos sinodales y pidió al cabildo que nombrase otro capitular en sustitu-ción del deán Lechago. Se hizo votación secreta, recayendo la elección enel canónigo Pedro Agramonte. El notario y secretario del cabildo, LuisNovella, levantó acta del escrutinio82.

Los trabajos preparatorios de esta segunda fase duraron escasamenteveinte días, del 20 de septiembre hasta el 10 de octubre. Las sesiones delsegundo periodo sinodal comenzaron, según creemos, hacia el 10 de octu-bre y finalizaron para el día 15. Dos hechos avalan nuestra afirmación. Unoque el 13 de octubre los padres sinodales estaban reunidos en el palacioepiscopal, donde se leyó una carta del rey Felipe IV83. Otro que el l5 deoctubre los canónigos Agramonte y Bonfil dieron cuenta de lo que se habíatratado en el sínodo84.

El obispo Valdés, con fecha 20 de octubre, dio un edicto ordenando lapublicación de las constituciones sinodales «para que vengan a noticia detodos. Y que todas, y cada una de ellas, se guarden, cumplan y ejecuten entodo el dicho nuestro obispado. Y se juzquen por ellas todas las causas ynegocios que en él ocurrieren, así por nuestros vicarios generales y oficia-les como por otros cualesquiera jueces eclesiásticos»85. El edicto va dirigi-do al deán y cabildo catedral, al prior y cabildo colegial de Mora deRubielos, a los vicarios de las parroquias de Teruel, a los rectores y vicariosde la diócesis, a todos los eclesiásticos y fieles cristianos del obispado.Expone sucintamente las razones que le movieron a convocar esta asam-blea sinodal y el camino recorrido antes de su publicación. Recuerda quesus antecesores, los obispos Santos de Sampedro y Terrer de Valenzuela,celebraron sínodo, aunque no lo publicaron. Jaime Jimeno de Lobera, sin

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82 Ibídem, cabildo 20 de septiembre, lunes.83 Al final de las Constituciones de Valdés Llano, como prueba de nuestra afirmación,

puede leerse: «En la ciudad de Teruel a trece días del mes de Octubre del año de mil seis-cientos y veinte y siete, estando el muy ilustre y reverendísimo señor don Fernando deValdés…, en su palacio episcopal y en la sala dedicada para celebrar la sínodo diocesana, jun-tos en dicha sala todas las personas que concurren y asisten en dicha synodo, mandó leer unacarta del rey Nuestro Señor, su fecha en Madrid a veinte y tres de Septiembre de este presen-te año. Y habiéndose leído y significado Su Señoría la obligación que había de acudir conpuntualidad a lo que su Majestad… mandaba, … ordenó que en todas las iglesias parro-quiales… (se) pidiese limosna para el hospital de Nuestra Señora de Monserrat, fundado enla villa de Madrid» (Constituciones sinodales, p. 351).

84 A.C.T., 113, cabildo 15 octubre, viernes: «por cuanto el Sr. obispo nos había hechoparticulares favores y mercedes, se resolvió que por todos ellos fuesen a darle las gracias losseñores canónigos Agramonte y Bonfil».

85 Constituciones sinodales, p. 2.

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embargo, imprimió las primeras constituciones diocesanas en 1588.Justifica no haberlo celebrado antes por sus ocupaciones en las CortesGenerales de Barbastro y por sus tareas pastorales, al haber recorrido ladiócesis en visita antes de emprender este trabajo. Como material de basetuvo a la vista los memoriales que le remitieron los distintos sectoresclericales. A continuación, pasó un tiempo de estudio y elaboración de lostextos sinodales que, una vez leídos y aprobados en las sesiones, ahora hadado a la imprenta junto con las constituciones del sínodo de 1588. Estevolumen sinodal, que estudiamos en los epígrafes siguientes, está refrenda-do por Francisco Malo Avella, notario de la curia episcopal y secretario delsínodo de 162786.

Acabados los trabajos sinodales, don Fernando viajó a Cuenca. El obis-po Enrique Pimentel requería su presencia para actuar de coconsagrantede Juan de Pereda Gudiel, preconizado el 9 de agosto de ese mismo añopara la diócesis de Oviedo. El obispo Valdés Llano comunicó la noticia delviaje a su cabildo, el 25 de octubre, y la corporación le ofreció dos capitu-lares para acompañarle aunque, comenta el Libro de Gestis87, «su Señoríaestimó el cumplimiento y no aceptó la oferta».

Las constituciones sinodales fueron publicadas en Zaragoza en 1628. Elobispo, tan pronto como la edición salió de la imprenta y los ejemplares lle-garon a Teruel, firmó un decreto88 a instancias del procurador fiscal de lacuria, Francisco Almazán, ordenando a los rectores, vicarios y fabriqueros delas iglesias que acudiesen a recoger el libro impreso de las constituciones.

Este decreto recuerda que el sínodo se celebró en el palacio episcopaldurante el mes de octubre de 1627 y sus constituciones fueron «consenti-das, loadas y aprobadas por todos en ella congregados, por sí y con poderde los ausentes». Se acordó imprimirlas para entregar un volumen «a cadauno de los rectores, vicarios, curas y fabriqueros de ellas, y para otrascualesquiera personas que en cualquier manera respectivamente les toca ypertenece. De tal manera que cada uno de los dichos libros y volumentiene de gasto veintidós reales, y aún más». Sin embargo, como afirma eldecreto, «se tiene gran descuido en pedir y llevar los dichos volúmenes ylibros de dichas constituciones».

Partiendo de esta realidad, el obispo dio normas precisas para que ellibro de la normativa sinodal llegase cuanto antes a sus destinatarios.

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86 Ibídem, p. 352.87 A.C.T., 113, cabildo 25 octubre 1627.88 A.H.D.T., 61-24. Este documento carece de fecha.

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Exigió acudir a recogerlo en un plazo de quince días, «después que las pre-sentes nuestras letras les serán notificadas e intimadas», mandando queacudiesen individualmente o enviasen a persona «cierta y segura a recibiry llevar el volumen de dichas constituciones, y a pagar lo que cada un librotiene de gasto». En caso contrario, amonesta a los responsables con privar-les «de la administración de los sacramentos, de celebrar Misa y otros divi-nos oficios», o una sanción económica de veinticinco ducados «exigiderosde los propios bienes y hacienda».

Guardamos razonable sospecha que, ante la dureza de semejantespenas espirituales y económicas, todos concurrirían a retirarlo puntual-mente.

2.1.2. El texto sinodal

El sínodo había preceptuado obtener el volumen de las constituciones:«mandamos a los rectores y vicarios, y a sus lugartenientes y a todos losmayordomos de las iglesias, así de esta ciudad como de todas las iglesias denuestro obispado, que dentro de dos meses, después que estas nuestrasconstituciones fueran impresas en molde y hechas libros de ellas, los dichosrectores, vicarios y sus tenientes las compren y hayan, y los mayordomoshagan lo mismo, y las pongan en el coro o sacristía de cada iglesia, para quecon mayor oportunidad puedan leer y saber lo que son obligados a guar-dar y cumplir, según en ellas está establecido y ordenado»89.

El concilio de Trento, como se recuerda en estas constituciones sinoda-les, había mandado celebrar sínodo cada año y la legislación turolensehabía acatado, en efecto, esta exigente norma, aunque no se llevara a lapráctica90.

El texto constitucional de 1627 recoge también íntegramente los resul-tados del sínodo de Jaime Jimeno de Lobera, que se encuentran dispersosa lo largo del libro y ubicados en el lugar apropiado, de acuerdo con lamateria tratada91.

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89 Constituciones sinodales, Título II, De constitutionibus, constitución 4.ª, pp. 66-67.90 Ibídem, constitución 1.ª, p. 62: «Últimamente en el santo concilio de Trento se

mandó celebrar cada año una vez. Y Nos, deseando que cosa tan santa y necesaria se cumplay tenga efecto, ordenamos que de aquí adelante se celebre sínodo en este nuestro obispado,como lo manda el dicho santo concilio, no habiendo causa que lo impida».

91 Ibídem, p. 67: «Asimismo confirmamos y aprobamos las constituciones sinodaleshechas por el señor obispo don Jaime Jimeno, nuestro antecesor, las cuales se han puesto eneste volumen, señaladas a la margen con su nombre».

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Con anterioridad a la celebración del sínodo estaba previsto que los rec-tores y vicarios reuniesen a todos los clérigos beneficiados de su parroquiay deliberasen sobre posibles cuestiones a tratar en él, enviando memorialescon sus propuestas. Durante su celebración éstos debían acudir a la salasinodal, no pudiendo ausentarse de ella hasta su conclusión. Los gastosocasionados por el desplazamiento y estancia correrían a cargo de lasrespectivas iglesias donde servían.

El cabildo catedral y el cabildo colegial de Mora de Rubielos designabansus propios representantes, que ocuparían los primeros puestos en la asam-blea.

Los asistentes al sínodo de 1627, según se desprende del texto impreso,fueron: «el deán y cabildo de nuestra santa iglesia a la profesión de la fe yprocesiones; y a los actos de la sínodo, las personas que acostumbran nom-brar y diputar la iglesia catedral; el nombrado por la iglesia colegial deMora y el canónigo vicario en su nombre; los siete vicarios de las parro-quias de Teruel; y los rectores y vicarios de nuestro obispado; y los que depresente rigen la cura por ausencia o vacación del propietario»92.

El texto sinodal está dividido en 37 títulos con 250 constituciones (máslas instrucciones sobre el oficio de carcelero y visitador). Resulta apretadoy ocupa 352 páginas.

El volumen sinodal comienza con una amplia exposición de la doctrinacatólica, vertebrada sobre cinco temas: verdades que se han de creer(credo), el objeto de la esperanza y petición (oración), los preceptos regu-ladores del modo de obrar (mandamientos), los medios necesarios paravivir la vida cristiana (sacramentos) y las acciones que se deben evitar(pecado y vicios). Este compendio doctrinal es más extenso que el del síno-do de Jaime Jimeno, hasta el punto de que su conocimiento fue juzgadosuficiente para presentarse a exámenes de tonsura clerical93.

En los títulos siguientes —II, III y IV— se abordan temas de caráctergeneral sobre las constituciones, la costumbre y la renuncia de un benefi-cio. Se dedica un título a cada uno de los sacramentos94, excepto al orden

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92 Ibídem, pp. 63-64.93 Ibídem, Título V, De aetate et qualitate ordinandorum, constitución 2.ª, p. 77: «para pri-

mera corona han de estar confirmados, saber la doctrina como la dejamos puesta en el títu-lo de Summa Trinitate et fide catholica…».

94 Título VI, De Baptismo, pp. 81-84; Título VII, De sacramento Confirmationis, pp. 84-86;Título VIII, De sacramento Eucharistiae, pp. 86-90; Título IX, De sacramento Poenitentiae, pp. 91-112; Título X, De sacramento Extremae Unctionis, pp. 112-115 y Título XI, De sponsalibus et matri-moniis, pp. 115-122.

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sacerdotal. La vida y oficio de los clérigos se estudia con amplitud en estesínodo, como ocurre en la mayoría de los de la época. Siete títulos95, almenos, tratan sobre materias estrictamente clericales.

El sínodo pasa revista y da normas sobre los oficios delegados (jueces yexaminadores sinodales)96, el rector97, el procurador fiscal, los nuncios, ofi-ciales y notarios de la curia eclesiástica, carcelero, visitadores98 y baile decuarteación99, con instrucciones particulares para cada uno de ellos y lossalarios que pueden percibir.

Las cuestiones económicas ocupan un buen número de páginas. Ladoctrina sobre diezmos, primicias y ofrendas se recoge en veintidós consti-tuciones100. El modo de cuartear y dividir los diezmos en la diócesis se estu-dia ampliamente a lo largo de más de cincuenta páginas101.

Aborda también materias jurídicas (juicios y foro competente)102. Enu-mera ciertos pecados y delitos como simonía103, usura104, adivinación105 yblasfemia106, con las respectivas penas espirituales, como excomunión,suspensión y entredicho107.

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95 Título V, De aetate et qualitate ordinandorum, pp. 75-80; Título XII, De vita et honesta-te clericorum, pp. 123-128; Título XIII, De cohabitatione clericorum et mulierium, pp. 128-130;Título XIV, De filiis praesbyterorum, pp. 130-131; Título XV, De clericis peregrinis, pp. 132-133;Título XVI, De clericis non residentibus, pp. 133-137 y Título XVII, De celebratione Missarum,pp. 137-156.

96 Título XVIII, De officio delegati, pp. 156-158. Aparece la nómina de los jueces sinoda-les (nueve) y examinadores sinodales (treinta y uno) elegidos durante esta asamblea.

97 Título XIX, De officio rectoris, pp. 158-170.98 En el apartado relativo a la fábrica y ornamentos de las iglesias (Título XXXVI, De

fabricis et ornamentis ecclesiae, pp. 257-293), además de corroborar el texto sobre las mediasannatas aprobado en el sínodo de Jaime Jimeno, se recuerda la misión de los notarios de laescribanía eclesiástica (pp. 258-261), del procurador fiscal (pp. 261-263), de los nuncios (pp.263-265), del carcelero (pp. 265-266) y de los visitadores (pp. 289-293), especificándose losaranceles de la audiencia, del oficialato, de los notarios, del procurador fiscal, de los nunciosy del carcelero, y las tasas de visita y demandas (pp. 267-289).

99 Título XXXVII, De officio Bayuli, pp. 294-299.100 Título XXVIII, De decimis, primiciis et oblationibus, pp. 213-229.101 Título XXXVII, El modo de dividir y cuartear los diezmos en todo nuestro obispado,

pp. 299-351. Vid. LATORRE, J.M., «El reparto del diezmo en la diócesis de Teruel (SigloXVII)», Studium, 2 (1990), pp. 27-44.

102 Título XXII, De iudiciis et foro competente, pp. 181-191.103 Título XXXI, De symonia, pp. 236-243.104 Título XXXII, De usuris, pp. 244-248, donde se recoge el decreto sobre esta materia

publicado por el sínodo provincial de Zaragoza de 1615 (1 de marzo).105 Título XXXIII, De sortilegiis, pp. 249-251.106 Título XXXIV, De maledicis, pp. 249-251.107 Título XXXV, De sententia excommunicationis, suspensionis et interdicti, pp. 251-256.

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Habla de la observancia del ayuno108 y de la veneración de las reli-quias109. Dicta normas específicas sobre testamentos110 y sepulturas111,regula el derecho de patronato112 y la provisión de los beneficios curadosvacantes113, contempla asuntos sobre la fábrica y ornamentos de las igle-sias114, la venta de las cosas pertenecientes a la iglesia115 y el comporta-miento en los lugares religiosos116. Prohíbe, finalmente, que los fieles deTeruel puedan cambiarse por propia voluntad de parroquia, sin consenti-miento del obispo117.

2.1.3. Análisis legislativo del sínodo de 1627

Una vez expuestos genéricamente los contenidos del sínodo de 1627,analizamos los puntos doctrinales más significativos a la luz del conjuntosinodal turolense.

En materia sacramental, resaltamos aspectos sofre la Confirmación y elMatrimonio. Recuerda el sínodo la necesidad de recibir el sacramento dela Confirmación, dando facilidades para su recepción.

Al hablar del matrimonio, defiende la libertad para elegir contrayentey rechaza la costumbre inmoral del amancebamiento o cohabitacióndurante largo tiempo después de los desposorios, antes de las velaciones.Por eso, se manda que los desposorios y velaciones se realizasen en elmismo día.

La vida y el ministerio de los clérigos resultaba materia obligada en lossínodos postridentinos. Aunque la repetición doctrinal es una constante entodos ellos, resaltamos ciertos aspectos. A los clérigos les quedaba prohibi-do usar armas, acompañar mujeres, danzar, representar comedias, partici-par en disfraces y entrar en tabernas o bodegones.

Si se castiga el concubinato de los clérigos con mujeres solteras, mayores la severidad al hablar del amancebamiento con mujeres casadas. Loshijos ilegítimos de los clérigos no podían vivir con su padre, ni servirle, ni

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108 Título XXI, De observatione ieiuniorum, pp. 177-180.109 Título XX, De reliquiis et veneratione sanctorum, pp. 170-177.110 Título XXV, De testamentis, pp. 198-205.111 Título XXVI, De sepulturis, pp. 206-212.112 Título XXX, De iure patronatus, pp. 234-235.113 Título XXIII, De praebendis et dignitatibus, pp. 191-192.114 Título XXXVI, De fabricis et ornamentis ecclesiae, pp. 257-258.115 Título XXIV, De rebus ecclesiae alienandis vel non, pp. 192-197.116 Título XXIX, De religiosis domibus, pp. 229-234.117 Título XXVII, De parrochiis et alienis parrochianis, p. 212.

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acompañarle, ni alcanzar beneficio, servicio o pensión en la iglesia dondesu progenitor ejerció el ministerio, para que «la memoria de la incontinen-cia se apartase cuanto fuese posible»118.

Cuando recomienda a los sacerdotes la adquisición de ciertos libros, elsínodo estaba haciendo una exhortación al estudio: «dentro de dos mesestengan, a lo menos, Biblia, concilio tridentino, catecismo romano y, paraadministrar los sacramentos, el ritual romano reformado, los cánonespenitenciales y bula in Coena Domini»119. Además de la digna celebración dela Santa Misa, concretaba la manera de rezar las horas canónicas: «lesexhortamos que recen las Horas por el libro, y no de memoria, en partedecente o recogida, no en las plazas y calles, ni a las puertas o ventanas, nien otro lugar público, adonde haya concurso de gente o conversación, niinterpolando»120. Recomendaba la devoción mariana por medio de la cele-bración de la Misa dedicada a la Virgen, el canto de la Salve cada sábado121

y el rezo del Ángelus al tañido de la campana122. Los sacerdotes velaríanpor la decencia del culto, eliminando las imágenes viejas, mal pintadas,rotas, que «provocan la risa e indevoción y andan por rincones de las igle-sias, claustros y sacristías con harta indecencia», y solicitando la autoriza-ción del obispo para poner retablos, cruces e imágenes en las iglesias123.

Cada parroquia tendrá su propio archivo con dos llaves, una en poderdel cura y otra en manos del jurado mayor. Además de los quinque libri yotros documentos, poseerán un libro cabreo para asentar las escrituras,posesiones, heredades y tributos pertenecientes a la iglesia, beneficios ycapellanías, así como los bienes para aniversarios, fiestas y memorias. Ladocumentación permanecerá habitualmente en el archivo. Si alguien pre-cisara sacar algún documento, dejará una prenda hasta que lo devuelva.Los visitadores velarán por el estricto cumplimiento de estas normas.

Buscando la congrua sustentación de los clérigos, el sínodo regula ladotación de los beneficios en doscientos sueldos de pensión para los denueva creación en toda la diócesis y de trescientos sueldos en Rubielos deMora, exceptuando de la norma a la colegiata de Mora, a las parroquias deTeruel y la patrimonial de Cella. Esta legislación modificaba la normativaanterior de los sínodos de Jaime Jimeno y Martín Terrer. Cataloga como

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118 Título XIV, constitución 2.ª, p. 131.119 Título XIX, De offitio rectoris, constitución 2.ª, pp. 159-160.120 Título XVII, De celebratione missarum, constitución 12.ª, p. 145.121 Ibídem, constitución 28.ª, pp. 155-156.122 Ibídem, constitución 25.ª, p. 153.123 Título XX, De reliquiis et veneratione sanctorum, constitución 2.ª, p. 171.

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pecado de simonía el que los clérigos hagan tratos o rebajas en la adminis-tración de sacramentos.

Cuando los beneficios queden vacantes, la provisión se efectuará siem-pre por medio de concurso, realizando el examen ante el obispo o su vica-rio general y tres examinadores sinodales. Aparecerá el edicto de convoca-toria en la puerta de la catedral y en la iglesia donde vacó, permaneciendoexpuesto durante un tiempo no inferior a diez días, ni superior a veinte, ydando lectura del mismo durante el ofertorio de la misa. Esta legislaciónno se refería a las siete iglesias de Teruel124 . Los patronos de los beneficiosejercerán su derecho en el momento que éste vaque, no antes, sin recibirdádivas de los candidatos.

Dada la abundancia de clérigos en las iglesias, el sínodo precisa con cla-ridad el tema de las precedencias en el coro, procesiones y actos públicos,teniendo en cuenta el criterio de la antigüedad en la posesión del cargo,pero matizando que la ordenación in sacris o la posesión de títulos acadé-micos otorgaban primacía sobre la antigüedad125.

El sínodo contempla algunos pecados del pueblo cristiano como blasfe-mia, usura, adivinación y simonía. Para recriminar el gravísimo pecado dela blasfemia, recuerda la doctrina del Magisterio en el concilio de Letrán yen el Motu proprio de Pío V. Al hablar de la usura, hace suya la normativapromulgada en el concilio provincial de Zaragoza (1 marzo de 1615),ordenando leerla el primer domingo de Cuaresma, y amplía la lista desituaciones usurarias. Condena la superstición, la adivinación, hechicería,encantamiento y todo tipo de curanderismo, prácticas habituales en unambiente en el que abundaba la ignorancia. Recrimina la costumbre simo-níaca de ciertos seglares que, teniendo el oficio de confeccionar ornamen-tos, cálices y aras, los hacen bendecir primeramente para venderlos máscaros posteriormente.

En los textos sinodales, ciertos delitos y pecados eran castigados conpenas económicas y espirituales. El obispo Valdés Llano, experto canonis-ta, reconoce que se había abusado de la pena de excomunión y recomien-da prudencia en su uso, después de haber agotado todos los procedimien-tos legales, como ordenaba el concilio de Trento126. Los excomulgados

FERNANDO VALDÉS LLANO (1625-1633) 91

124 Título XXIII, p. 191: «Y en cuanto a la provisión de las vicarías de las siete parroquiasde esta ciudad, queremos se guarde la costumbre que hasta aquí ha habido».

125 Título XVII, De celebratione missarrum, constitución 3.ª, p. 140.126 Título XXXV, De sententia excomunicationis, suspensionis et interdicti, constitución 4.ª,

pp. 253-254.

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tenían prohibida la asistencia a los oficios divinos y el trato con los demásfieles cristianos, pudiendo requerir la ayuda del brazo secular para hacereficaces tales efectos. Sus nombres eran publicados en la Misa dominicaldurante el ofertorio.

Las iglesias, ermitas y cementerios, considerados como lugares sagra-dos, exigían un comportamiento digno. Debían, por tanto, evitarse lasrisas, conversaciones, estrépito y pleitos en las iglesias, y los bailes, danzas,juegos de bolos, argolla, pelota y naipes en los cementerios. Los pobrespedirían en la entrada de los templos, nunca en el recinto sacro. Nadie vivi-rá en iglesia o ermita, ni pernoctará en ellas mientras realiza una novena.Los ermitaños, examinados primeramente por el obispo, serán preferente-mente varones, en raras ocasiones mujeres y nunca esposos. Para poner unbanco o silla de uso particular en los lugares sagrados, se contará con elpermiso del obispo.

Los delincuentes, acogidos por el privilegio del fuero en lugar sagrado,permanecerán en él sólo por espacio de ocho días, evitando siempre el juego,el canto y la música de «cosas deshonestas»127. Y, para ser apresados por elpoder judicial, será preciso el permiso del obispo o del vicario general.

Los vagabundos que deseen pernoctar en los hospitales rurales presen-tarán un volante del cura o jurados locales. Sólo podrán permanecer undía. En cada hospital habrá una habitación para hombres y otra para muje-res. Si se encontraran enfermos y debieran guardar cama, confesarán ycomulgarán al tercer día. En caso contrario serán despedidos.

La casuística sobre diezmos y primicias abarca veintidós constituciones.Recuerda, primeramente, la obligación de pagar diezmos, incluso los bienesde personas eclesiásticas y exentas. Manda abonar los diezmos de cadaparva de grano, sin poder extraer cantidad alguna, dado que ciertas perso-nas abonaban todo el diezmo de la parva de peor calidad. Exhorta a losdueños de masías a proceder con recta conciencia, puesto que resultabaimposible la presencia de los colectores en el momento de la trilla.Recrimina la costumbre, existente en ciertos pueblos, de no entregar pan,vino o limosna durante el ofertorio, como castigo al sacerdote que lesreprende o corrige, habiéndose conjurado colectivamente para actuar deesa forma. Regula la diezmación de corderos con meticulosidad, sin sepa-rar ninguno para manso o mardano, entrando todos, buenos y malos.Reprueba la costumbre de comidas y bebidas a expensas de los dueños en

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127 Título XXXV, constitución 4.ª, pp. 232-233.

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el día en que se realiza la diezmación, pues solían acudir los habitantes delpueblo y muchas gentes de fuera, ocasionando grandes dispendios.Contempla también el diezmo de novillos, lechales, pollos y lechones. Elpastor asalariado, que apacentaba los corderos propios junto con los de suamo, abonará el diezmo en el mismo lugar que el dueño. Y, si es vecino deotro pueblo, pagará la mitad en cada sitio. Cuando el ganado permanecie-ra medio año en Teruel y la otra mitad en los extremos, concreta que abo-narán los diezmos en la tierra donde nacen los corderos, siendo válidopagar la mitad en cada sitio, previa presentación de justificante.

En ocasiones, la instintiva malicia enturbiaba la actuación de los colec-tores que empleaban distinta medida a la hora de recibir y al momento deentregar, estipulándose unanimidad de medidas, reconocidas y aprobadaspor el baile de la cuarteación. Para evitar fraudes, cambiando el buen trigopor el malo, mandaba a los señores de las mensas, administradores o colec-tores no tocar el grano diezmado hasta después de la cuarteación.Recomienda a los colectores, como legislaban los sínodos de Zaragoza, lle-var un cuaderno para anotar los diezmos recaudados a cada persona y darcuenta exacta a los dueños de la mensa. Con el fin de alimentar gratuita-mente sus cabalgaduras con los granos del diezmo, algunos colectores pro-longaban excesivamente los días de trabajo.

El sínodo de Valdés Llano dedica atención a las últimas voluntades delhombre. Habla de testamentos y enterramientos. A veces, los herederosimpedían a los notarios acudir al lecho de muerte cuando los moribundoslo solicitaban. En ausencia del notario, los curas desempeñarían esas fun-ciones. Los religiosos son considerados inhábiles como testamentarios, eje-cutores o comisarios.

Aunque algún feligrés no hubiera previsto actos funerarios en su testa-mento, éstos se presumían y debían ser exigidos a los herederos por el visi-tador o vicario general. Las honras fúnebres previstas —defunción, novenay cabo de año—, «según la costumbre de las iglesias de nuestro obispado,son actos ordinarios parroquiales forzosos»128. La misma normativa regíapara los que morían ab intestato, fuera de la parroquia o diócesis.

La normativa sinodal era reticente en otorgar derecho de enterramien-to en las iglesias, teniendo en cuenta los graves problemas que esto ocasio-naba. La concesión del permiso recaía sobre el obispo, que sólo lo otorga-ba ante un gran beneficio económico para la iglesia, cifrado en la creación

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128 Título XXV, constitución 4.ª, p. 200.

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de un aniversario anual, en cincuenta sueldos para la fábrica y veinte parael obispo. Exigía, en cumplimiento de un motu proprio de Pío V, que el suelode las iglesias quedase completamente plano. Los pobres eran enterradosde forma gratuita en el cementerio. Quedaba prohibido enterrar por lanoche y tocar las campanas por los difuntos desde el tañido para la oraciónde la tarde hasta la mañana siguiente. Recoge trece ocasiones en las que sedebía negar la sepultura eclesiástica129. Los religiosos de Teruel no asistiríana los entierros, excepto a aquellos a los que también acudían el cabildo cate-dralicio y el Capítulo General, para «evitar las diferencias»130.

En este sínodo también se legisla sobre la curia diocesana, los visitado-res, el carcelero, el baile de la cuarteación, los nuncios y los aranceles. Enlas páginas siguientes me ocupo de cada uno de ellos.

Al exponer las funciones y obligaciones de los notarios, el sínodo repiteprácticamente todas las constituciones de Jaime Jimeno, añadiendo peque-ños matices. Ordena que los notarios y escribanos acudan a la audienciauna hora antes de abrir al público y se retiren una hora después.Recomienda tener cajones en los escritorios cerrados con llaves, guardarsecreto de los testimonios recibidos y fidelidad al juramento hecho de cum-plir meticulosamente el oficio.

Los nuncios juraban el cargo ante el vicario general y un notario de lacuria levantaba acta. Su función no consistía en cobrar deudas, sino llevarencargos. Las dietas de viaje y estipendios corrían a cargo de quien lesmandó. Nunca serían saldadas por los receptores del mensaje. Entregaríanlos documentos al interesado, o a su esposa, en el propio domicilio. Además,retornarían el documento con la firma del párroco u otro sacerdote dellugar, asegurándose de que la parte interesada había recibido el encargo.

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129 Título XXVI, constitución 8.ª, pp. 209-210: «Primeramente a los infieles, paganos,judíos, moros u otros cualesquiera que no sean bautizados; ni a los herejes que, aunque sebautizaron, ellos se salieron en vida y se apartaron del gremio de nuestra madre la Iglesia. Alque muere en batallas prohibidas, o torneos prohibidos. Al que muere en desafío. A los quemueren corriendo toros, lidiando con ellos voluntariamente, o con otros animales fieros. Alque no confesare ni comulgare cuando lo manda la Iglesia. Al canónigo reglar, fraile omonje, que muere con propio no se ha de dar sepultura eclesiástica. Al blasfemo que noacepta, ni cumple, la penitencia que le es impuesta por las blasfemias. Al usurero manifies-to. Los que mueren en tiempo de entredicho o les está entredicha la entrada de la Iglesia.El que muere estando en excomunión mayor. Los que mueren en pecado público sin hacerpenitencia. Los que entierran en sagrado en tiempo de entredicho. A los que desesperan yse matan a sí mismos, estando en su juicio, no se les ha de dar eclesiástica sepultura. Más, sihay conjeturas que lo hicieron furore, vel mentis alienatione, se le ha de dar, aunque parezcauno ahogado en un pozo».

130 Ibídem, constitución 10.ª, pp. 211-212.

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En la diócesis había una cárcel para eclesiásticos y seglares. Por eso, elsínodo da una instrucción minuciosa y detallista sobre el carcelero. Jurarásu cargo ante el vicario general y custodiará celosamente a los presos, impi-diendo que hablen con nadie, antes de haberse confesado. Negará la entra-da a los portadores de armas, no añadirá ni quitará dureza al castigoimpuesto, procurará que no les falte sustento y, si el recluso fuera pobre,avisará al mayordomo para que le procure comida. Tratará a los eclesiásti-cos de acuerdo a su condición y no consentirá juegos ni palabras indecen-tes. Si alguno cayese enfermo, avisará al vicario general para que vele porsus necesidades materiales y espirituales. Impedirá que los presos salgan dela cárcel en ninguna ocasión, y menos a pernoctar, prohibiendo el ingresode mujeres. El texto sinodal recomienda al vicario general la frecuente visi-ta al establecimiento penitenciario para supervisar el estado de los presosy cumplimiento de las normas.

El encargo de visitador era delicado e importante en la estructura dio-cesana del siglo XVII. Por tanto, convenía que el sujeto fuese el instrumen-to más idóneo para predicar, enseñar, dar doctrina y destruir el error,como describe con certeras palabras el texto sinodal: «no debe ser ciego,ignorante, ni perro mudo que no puede ladrar, lo cual será, como dice SanJerónimo, si deja de predicar la verdad». Expondrá el evangelio, declararáel camino de la virtud, exhortará a la frecuencia de los sacramentos (con-fesión y comunión) y animará a los padres para que bauticen y confirmena sus hijos. Denunciará los vicios y pecados de aquel pueblo, informadoanteriormente por el párroco u otras personas. En la visita, guardará elorden estipulado en el manual romano con las matizaciones específicas delzaragozano, siguiendo esta pauta: Santísimo Sacramento, óleos y crisma,pila bautismal, cinco libros, reliquias, cruces, cálices, patenas, ornamentos,libros y campanas, mandatos de la última visita, limpieza de los objetoslitúrgicos (corporales, albas, amitos, palias y purificadores), posesiones dela iglesia, beneficios, capellanías, aniversarios y memorias (recogidas en ellibro cabreo) y recopilación de informes acerca del comportamiento de loscuras: administración sacramental, enseñanza de la doctrina, inscripciónde partidas, celo apostólico y celebración diaria de la Santa Misa.

El texto sinodal recoge los aranceles diocesanos en veintidós páginas. Enel sínodo se votó y aprobó que se colocasen al final de las constituciones.Estaba preceptuado que hubiese copia de los mismos en la escribanía yaudiencia eclesiástica con una doble finalidad, señalar el justo precio de losservicios y evitar posibles abusos, estando la minuta fijada detalladamente.

El último título del sínodo habla del oficio del baile de cuarteación.Hacía este nombramiento el obispo. En sede vacante, el encargado de

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designarlo era el cabildo. Juraba el cargo, en compañía de medidores, taje-ros y paleros, ante el prelado. Antes de salir a cumplir su misión, confeccio-naba dos fanegas nuevas y se informaba del precio de los corderos.Habitualmente empezaba al día siguiente de San Francisco, 5 de octubre,seguía la ruta que quería y tenía de paga seiscientos sueldos jaqueses.Llevaba seis o siete cabalgaduras, recibiendo cuatro cuartillos de cebadapor cabeza. Formaban la comitiva el baile, el arrendador de la mensaepiscopal, el delegado del cabildo, el medidor, el tajero y el palero. Al lle-gar al lugar, con el fin de no perjudicar a nadie, debía estudiarprimeramente el resultado de las cosechas y tomar juramento al dueño dela mensa de que allí se encontraban todos los diezmos. Si algunas cosechasfueran recogidas con posterioridad al paso del baile, se avisaría a éste paraque acudiese en Navidad o primavera. El grano podía permanecer en losalmacenes hasta el día de San Juan Bautista del año próximo; a partir deesa fecha, se retiraba a otro lugar, abonando el almacenaje el dueño delgrano.

El baile llevaba cuenta de su gestión en unos libros específicos, llama-dos de cuarteación. Estos libros, en ocasiones, no eran claros. Por eso, elsínodo de don Fernando Valdés estableció la manera concreta de realizarla cuarteación en las parroquias sujetas a ella. Recopila y especifica las ren-tas de la catedral, de cada una de las siete iglesias patrimoniales de Teruel,del Capítulo General Eclesiástico y de cuarenta y siete vicarías de la dióce-sis. Vuelve a recordar tres importantes fuentes de ingreso pertenecientes ala fábrica de la catedral: las veinticuatro casas fabriqueras distribuidas porla geografía diocesana, las vacantes de dignidades y canonjías y las mediasannatas.

Antes de cerrar este apartado, hacemos un apretado recuento de fuen-tes literarias utilizadas por el sínodo del obispo Valdés Llano: SagradaEscritura, Magisterio, Santos Padres y autores cristianos. Aparecen setentay una citas de la Sagrada Escritura: veinte del Antiguo Testamento y cin-cuenta y una del Nuevo, siendo veintiséis de los evengelios y las restantesde los otros libros neotestamentarios. Las referencias bíblicas se colocan almargen de los textos sinodales, indicando el libro sagrado y capítulo, sinconcretar versículo.

Los decretos del concilio de Trento, como resulta obvio, se mencionanexplícitamente en treinta y ocho oportunidades, siendo numerosas las refe-rencias implícitas sobre su doctrina.

Emplea los siguientes documentos del Magisterio de la Iglesia: el símbo-lo apostólico; el decreto del Papa Inocencio III sobre la confesión anual,

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del IV concilio de Letrán (1215) y otro de León X sobre la blasfemia del Vconcilio de Letrán (1512-1517); los Motu proprios «Intunctum nobis» sobrela profesión de fe al comienzo del sínodo, el que prohíbe a los médicos visi-tar a los enfermos que no deseen confesarse, otro sobre el rezo del oficiodivino y el «In conferendis» acerca de la provisión de beneficios curados; ylas bulas «contra deambulantes per ecclesias, pauperes per eas mendican-tes, ac alias in eis illicita facientes», prohibiendo la blasfemia, acerca de laadmisión de renuncia de beneficios y «nova constitutio de confidentiisbeneficialibus», todas ellas del Papa Pío V; la bula «in Coena Domini» delPapa Gregorio XIII (1575); la extravagante de Paulo IV (1468) sobre laprohibición de vender los bienes eclesiásticos; el edicto del sínodo provin-cial de Zaragoza (1-III-1615) sobre la usura y la extravagante de Martín Vsobre la absolución de censuras e irregularidad contraída por celebrar elsanto sacrificio estando excomulgado.

Resultan escasas las citas de los Santos Padres. Se menciona a SanAgustín en tres oportunidades: al dar las definiciones de fe y pecado y alenumerar las obras de misericordia corporales. Recuerda a San Cipriano alhablar del padrenuestro y a San Ambrosio, junto con San Agustín, al enun-ciar las obras de misericordia.

Las referencias a la doctrina de Santo Tomás son abundantes. Aparecentodas en el título primero de las constituciones, donde se expone el resu-men de la doctrina católica. Se apoya en la doctrina del Aquinate al tratardel culto de latría, de la ley natural, del alma, de las obras de misericordia,de las virtudes cardinales, de los pecados capitales… El sínodo recoge ladefinición de sacramento de Pedro Lombardo. Al explicar la doctrina delalma, hace referencia a sentencias filosóficas de Aristóteles y cita, concreta-mente, la teoría hilemórfica.

Al tratar sobre las oraciones del Ave-María, salve y señal del cristia-no, menciona a Estanislao Hosius131, Francisco Coster132 y Martín deRoa133, autores espirituales de los siglos XVI-XVII. Estanislao Hosiusexpone elegantemente el tema del saludo del ángel a María en la

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131 Uno de los cardenales más ilustres de ese siglo, que nació en Cracovia (1504) y murióen Roma (1579). En 1549 fue nombrado obispo de Kulm, de donde pasó a ocupar la sedeepiscopal de Warnia, siendo nombrado cardenal el año 1561.

132 Teólogo nacido en Malinas (Bélgica) el 16 de junio de 1531 y muerto en Bruselas el16 de diciembre de 1619. Fue recibido en la Compañía de Jesús por el mismo San Ignacioen 1552.

133 Historiador y escriturista de la Compañía de Jesús, nacido en Córdoba en 1561 ymuerto en Montilla en 1637.

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Anunciación134. Francisco Coster, en Las meditaciones sobre la Salve, narrabaque esta oración mariana había sido compuesta por San Bernardo135. Y,finalmente, Martín de Roa explicaba, en su obra Rerum singularium, que lapráctica de la señal de la cruz tenía unas raíces tan antiguas como los sím-bolos de la fe136.

2.2. GOBIERNO DE LA DIÓCESIS

El prelado Valdés Llano vivía en Teruel desde mediados del mes dediciembre de 1625. Una vez acomodado, en enero se marchó a Barbastro,donde Felipe IV había convocado Cortes para los reinos de Aragón,Cataluña y Valencia. Tan pronto como concluyeron, regresó a Teruel ycomenzó su tarea de gobierno.

En las Cortes de Barbastro se habían aprobado subsidios económicospara apoyar la maltrecha economía española y levas de soldados para con-tinuar la política belicista en Europa y defender la integridad nacional.Como consecuencia de esta política, se impuso la sisa del vino, que grava-ba también la economía de los eclesiásticos, lo que produjo cierta tirantezy polémica con el Concejo de Teruel, siendo precisa la intervención dedon Fernando para defender los intereses del clero.

Cumplió con su misión pastoral, ocupándose de las tareas ordinarias degobierno y, en algunas ocasiones, dando solución a problemas más difíci-les. Visitó la diócesis cada dos años y envió a Roma la relación de visita adlimina.

En este capítulo examinaré la actuación de don Fernando al frente dela diócesis de Teruel. La designación para la sede de León fue la razón desu marcha de Teruel a Madrid, donde permaneció hasta ser nombradoarzobispo de Granada. Había regido la diócesis de Teruel durante seis

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134 En el sínodo se habla de la obra In confessione catholicae fidei. Con toda seguridad setrata De expresso Dei Verbo, publicada en Roma (1559). La colección completa de sus escritos,la mayor parte de los cuales son de carácter polémico, se publicó bajo el título de Hosii operaomnia (Colonia, 1584), alcanzando un alto número de ediciones. Cfr. Bibliografía eclesiásticacompleta, 9, Madrid-Barcelona, 1857, pp. 1149-1151.

135 Se refiere a Meditaciones quinquaginta de vita et laudibus Deiparae Virginis Mariae, edita-da en Amberes (1587). (Cfr. Bibliografía eclesiástica completa, 4, Barcelona-Madrid, 1851, pp.233-236).

136 Se trata de Singularium locorum ac rerum libri V. In quibus, cum ex sacris tum ex humanislitteris multa ex gentium, hebraeorumque moribus explicantur, publicada en Córdoba (1600). Laedición se incrementó en los años 1604 y 1634. (Cfr. Bibliografía eclesiástica completa, 22,Madrid, 1864, pp. 364-365).

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años. Su alejamiento de la escena diocesana se vivió con nostalgia, puesperdían un prelado preocupado por su grey.

Divido el capítulo en seis epígrafes. Expongo de forma sintética la laborepiscopal de Valdés Llano en el primero. Dedico los apartados segundo ytercero a estudiar las Cortes de Barbastro y sus consecuencias económicasen la diócesis de Teruel. Finalmente, en los tres epígrafes últimos analizoel texto de visita ad limina mandado a Roma, el carácter de sus visitas pas-torales y otras actuaciones del prelado Valdés Llano.

2.2.1. Seis años al servicio de la diócesis de Teruel

El obispo Valdés Llano asistió a la primera sesión capitular del año 1626,denominado cabildo de Reyes, donde se nombraban los oficios para el añoentrante, celebrado el viernes 2 de enero. El secretario del cabildo comen-ta en el libro de Gestis que «dio demostración el Sr. obispo de agradeci-miento, de la cortesía que con su Señoría hasta el presente se ha usado»137.

A su regreso de las Cortes de Barbastro, abiertas el 15 de enero, estudióy solucionó el asunto del nombramiento y aceptación de los conjuecescapitulares138. En 1626 y 1627 realizó la primera visita pastoral139, dandocomienzo en el mes de septiembre140. En 1627, desde abril hasta octubre,permaneció ocupado con los trabajos del sínodo diocesano.

Don Fernando estuvo bien atareado durante el bienio de 1628 a 1630.Redactó y envió a Roma la relación de visita ad limina141, hizo la segundavisita pastoral a la diócesis, consumió muchas horas y energías en arreglarlas desavenencias internas del cabildo catedral142 , apoyado en el prestigioy estima de que gozaba143, atendió las reivindicaciones del CapítuloGeneral Eclesiástico, que rechazaba algunas constituciones sinodales144.

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137 A.C.T., 113, cabildo 2 de enero de 1626.138 Ibídem, cabildos del 25 y 26 de agosto de 1626.139 Vid. A.P. Caudé, Quinque libri, II (1603-1642), 7 diciembre 1626. A.P. Cella, Quinque

libri, VI, fols. 200v-201v, 5 diciembre 1626. A.P. Torremocha, Quinque libri, II (1598-1672),fols. 255-256, 30 noviembre 1626. A.P. Torrelacárcel, Quinque libri, II (1602-1717), fols. 221-222, 29 noviembre 1626 y A.P. San Andrés (Teruel), Quinque Libri, II (1600-1732), fols. 301-303, 6 mayo 1627.

140 A.C.T., 113, cabildo 19 de septiembre de 1626.141 A.S.V., Relationes ad limina, Terulensis, fols. 132-141.142 A.C.T., 159-9-4; 113, cabildo 7 enero de 1628, 16 octubre de 1630 y 14 diciembre de

1630, a modo de ejemplo.143 Ibídem, cabildos 22 mayo 1629, 2 febrero 1629 y 27 enero 1628, entre otros.144 Ibídem, 159-8-33; 113, cabildos 18 y 22 de septiembre de 1628. A.C.G.E., perg. 372,

doc. 453.

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Secundando los mandatos de la Congregación de las Causas de los Santos,las súplicas del pueblo cristiano y de la comunidad franciscana de Teruel,mandó incoar el proceso de virtudes heroicas de los mártires Juan dePerusa y Pedro Saxoferrato145.

En 1630 realizó la tercera visita pastoral146. Una justa valoración de estasvisitas debe tener necesariamente en cuenta las incomodidades del caminoy del viaje por la abrupta geografía turolense. Fue su última visita. Cuandoen enero de 1632 el canónigo Ginés Martínez comenzó, en misión delega-da, la visita pastoral, el obispo Valdés Llano ya había sido propuesto para ladiócesis de León147.

El canónigo Dr. Ginés Martínez, hombre de confianza del obispo Valdésy que le acompañó siempre en la visita pastoral, comunicó al cabildo confecha 12 de diciembre de 1631 «que su Majestad le había hecho merceddel obispado de León»148. El obispo se despidió del cabildo el 6 de febrerode 1632. El libro de Actas lo narra con estas elogiosas palabras para donFernando: «hizo muy particular demostración de sentimiento en esta oca-sión, y correspondió también generalmente el cabildo de la misma mane-ra, sintiendo la pérdida de tan gran prelado. Ofreció, después de otrasmuchas razones fervorosas de alma, espirituales y prudentes, que no seolvidaría en toda la vida de ésta su esposa y que lo mostraría teniendo oca-sión de mayor comodidad. Y esto lo ofreció en esta ocasión muchas veces.Con esto, abrazó a cada uno por su antigüedad. Y el cabildo le acompañóhasta la segunda pieza de su palacio, habiendo hecho lo mismo, al bajar,muchos prebendados»149.

El obispo se marchó a Madrid y esperó las bulas papales para León, quenunca llegaron. En 1632 el monarca Felipe IV, según comenta SánchezBiedma, pretendió enviarlo a Flandes acompañando al Infante Car-denal150. El proyectado viaje a los Países Bajos no se realizó. Dificultadesde salud lo desaconsejaron e impidieron. Don Fernando, vinculado toda-vía a la diócesis de Teruel, enfermó gravemente. El cabildo turolense,enterado de su enfermedad el 26 de noviembre, «resolvió que se le dijese

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145 HEBRERA, J.A., Crónica de la provincia franciscana de Aragón, 1.ª Parte, edición facsímil,Madrid, 1991, p. 214.

146 A.P. Torremocha, II, fols. 261v-262v, 19 noviembre 1630. A.P. Torrelacárcel, II, fols.234v-236, 18 noviembre 1630 y A.P. Cella, IX (1630-1730), fols. 2-3 v, 21 noviembre 1630.

147 Ibídem, cabildo 12 diciembre 1631.148 Ibídem, 113, cabildo 12 diciembre 1631.149 A.C.T., 113, cabildo 6 febrero de 1632.150 SÁNCHEZ, J., op. cit., p. 860.

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una Misa de gracias por la mejoría de su salud, y que se le responda a lacarta»151.

El obispo Valdés Llano siguió en Madrid en espera de su nuevo destino.El monarca Felipe IV le designó arzobispo de Granada y Presidente delConcejo de Castilla con fecha 7 de abril de 1633152. La archidiócesis deGranada había quedado vacante ese mismo año por muerte de MiguelSantos de Sampedro. El Papa Urbano VIII, con data 18 de julio de 1633,comunicó al monarca Felipe IV el nombramiento de Fernando Valdés parael arzobispado de Granada153. El cabildo turolense conoció la decisión realel l5 de abril y resolvió enviar a Madrid al deán Francisco San Martín.

Las bulas del nombramiento para Granada llevan data de 18-VII-1633,como acabamos de afirmar. El cabildo supo la noticia por carta de su agen-te en Roma con fecha 3 de septiembre154. El mismo don Fernando se locomunicó por carta fechada el día 17 del mismo mes155.

El cabildo, sobre quien recaía el gobierno de la diócesis en sede vacan-te, nombró el 3 de septiembre de 1633 vicario capitular al deán FranciscoSan Martín, examinadores sinodales a los canónigos Morón, Burillo, Bonfily Benedicto, y visitadores a los canónigos Agramonte, Ginés y Villarroya156.

La sede turolense permaneció poco tiempo en sede vacante. Desdefebrero de 1632 el cabildo era sabedor que el obispo de Albarracín, Pedro

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151 A.C.T., 113, cabildo 26 de noviembre de 1632.152 A.H.N., Consejos, Libro 726 E, fols. 184v-185. Siendo presidente del Consejo de

Castilla y arzobispo de Granada, residiendo en Madrid, en septiembre de 1632 consagró aFernando de la Torre, benedictino, nombrado arzobispo de Santo Domingo, en el conven-to benedictino de San Plácido, asistido por Francisco Maldonado, agustino, obispo titular deSiria, auxiliar en Toledo, y por Timoteo Pérez Vargas, carmelita descalzo, obispo titular deBabilonia, auxiliar en Toledo; el 19 de marzo de 1634, domingo, en el Convento dominicode Nuestra Señora de Atocha, a Antonio Valdés Herrera, obispo de Mondoñedo, asistido porJuan Bravo Lagunas, agustino, obispo emérito de Ugento (Italia), y por Miguel Avellán, fran-ciscano, obispo titular de Siria, auxiliar en Toledo; el 3 de febrero de 1636 en el convento deTrinitarios Descalzos, a Diego Arce Reinoso, obispo de Tuy, asistido por Gaspar PrietoOrduña, mercedario, obispo de Elna-Perpiñán (Principado de Cataluña), y por Miguel Ave-llán; y, al año siguiente, el domingo 4 de enero en el convento de los Padres mercedariosconsagró a Blas Tineo Palacios, que era mercedario y, como obispo titular de Thermopyles,sería su obispo auxiliar en Granada. El arzobispo estuvo asistido nuevamente por GasparPrieto Orduña.

153 A. General de Simancas, Patronato Real, legajo 63, fol. 9: «Datum Romae apudSanctam Mariam Maiorem Anno Incarnationis Dominae millesimo sexcentesimo trigesimotertio, quinto decimo kalendas Augusti, Pontificatus nostri anno decimo».

154 Ibídem, 105, fol. 123.155 Ibídem, 113, cabildo 17 de septiembre de 1633: «léyose una carta del Sr. arzobispo

de Granada, en que nos dio aviso de la vacante. Se resolvió se le respondiera luego».156 Ibídem, cabildo 3 de septiembre de 1633.

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Apaolaza, había sido designado por Felipe IV para la diócesis de Teruelaunque, según su propia expresión, era «cosa larga»157. Resuelta la bula dedon Fernando, se emitió la de Pedro Apaolaza con data 8 de agosto de1633158. El obispo Apaolaza tomó posesión por procurador el 22 de octu-bre de ese año159.

El ahora arzobispo Fernando Valdés moriría en Granada el 30 dediciembre de 1639, sin llegar a tomar posesión de la diócesis de Sigüenza,para la que últimamente fue designado. Sus restos fueron sepultados en laiglesia parroquial de Cangas de Tineo.

2.2.2. Año 1626: Cortes en Barbastro

El monarca Felipe IV, por carta del 17 de diciembre de 1625, convocóCortes. El inicio estaba previsto para el 15 de enero en Barbastro e invita-ba al cabildo a nombrar y enviar un síndico160. Leída la carta el 6 de enerode 1626, designaron al deán Juan Lechago como procurador. Durante laausencia del deán, el canónigo más antiguo, Juan de Villarroya, presidiríalas sesiones capitulares161.

Aprovechando la presencia del obispo y deán en las Cortes deBarbastro, el cabildo remitió el 1 de febrero a la magna asamblea el asun-to del cobro de la dignidad de sacristán —vacante durante años por muer-te de Gaspar Sebastián de Arroyta y ahora en posesión, como regente, delSr. Navarro162—, otorgó poderes al deán Lechago para cobrar el pontificaldel obispo Tomás Cortés y ordenó que «no consienta en las rentas ecle-siásticas ninguna imposición y carga»163.

Felipe IV solicitó al reino de Aragón 3.333 soldados y 240.000 ducadospara abonar sus salarios. El deán comunicó las pretensiones reales al cabil-do164. La contestación de la corporación turolense fue sencilla y clara: «que

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157 Ibídem, 113, cabildo 17 febrero 1632: «En este cabildo dio cuenta el Sr. canónigoJuan de Asín y el Dr. Juan Benedicto Calvo de la respuesta que trajeron del Sr. obispo deAlbarracín, dándole la enhorabuena del obispado de esta iglesia, que su Majestad le hizomerced por la vacante del Sr. Don Fernando de Valdés y Llano, que fue promovido a la igle-sia de León. Y, porque es cosa larga, se deja en silencio».

158 A.S.V., Archivium consistoriale, Acta Camerarii, 17, fol. 47.159 A.C.T., 113, cabildos del 21 y 22 de octubre de 1633.160 A.C.T., 225-9-14.161 Ibídem, 113, cabildo 6 enero de 1626.162 Ibídem, cabildos 1 febrero de 1626 y 31 julio de 1627.163 Ibídem, cabildo 6 febrero de 1626.164 Ibídem, 218-4-41, carta del deán Lechago al cabildo fechada el 22 de febrero de

1626.

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no hallaban fuerza en la iglesia, ni aún en el reino, para poder servir a suMajestad con lo que manda. Y que, aunque lo prometiesen, no lo podríancumplir» . En las asambleas por brazos, el deán expuso este punto de vista,que era compartido también por el deán de Huesca y el maestre de la Ordende San Juan. Se armó un gran revuelo en la sala de sesiones, forzando al deánLechago para que cambiase su voto. Así ocurría el viernes 20 de febrero.

Al día siguiente, se aprobó el subsidio de 240.000 ducados «sobre lashaciendas de los vecinos de este reino, así seglares como eclesiásticos». Lavotación resultó casi unánime. El deán de Huesca no se encontraba presen-te en la asamblea puesto que había viajado para consultar con su cabildosobre la leva de soldados. El deán Lechago votó negativamente. Una vezexpresada su opinión, intervino el arzobispo de Zaragoza diciendo: «bue-no, ¿es que vuestra merced y su cabildo quieren saber más que todos losque estamos aquí?». A continuación, tomó la palabra el obispo de Tarazonay salió en defensa del deán de Teruel cuya opinión, según manifestó, repre-sentaba la de todos los canónigos de Teruel. Luego, votó el maestre de SanJuan diciendo: «yo soy del voto del Sr. deán de Teruel». Acabando dehablar, le mandaron salir fuera de la sala y le recriminaron su actitud, adu-ciéndole que su Orden era muy favorecida por el rey. Sin haber examina-do sus cartas credenciales, nunca más apareció por la asamblea.

El deán Lechago se encontraba muy molesto y comentaba que, aunquehabía manifestado con claridad el parecer de su cabildo, no había otra salidaque la de aceptar la opinión de la mayoría165. En esta situación, la estancia leresultaba poco grata. Por eso, en la carta, indicaba que se encontraba enfermocon fiebre y dolor de cabeza. A pesar de ello, asistía diariamente a las sesionesen su escaño del brazo eclesiástico. Opinaba que las reuniones eran anodinas,faltas de asuntos a tratar y predecía que se finalizarían en marzo. Recibidos lospoderes para cobrar el pontifical del obispo Tomás Cortés, no pudo realizar lagestión puesto que el nuncio apostólico no se personó en Cortes, además deciertos inconvenientes surgidos en la catedral de Jaca166. El cabildo turolense,con fecha 4 de marzo, dio permiso al deán para regresar a Teruel167. De hecho,Juan Lechago presidía ya la reunión capitular el 8 de mayo168.

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165 En la carta, el deán comentaba que el voto de las Universidades era también favora-ble. Zaragoza estaba ganada para la causa real. A Zaragoza le seguirían las otras ciudades,según escribía el deán: «Las Universidades son con villas, ciudades y comunidades 31 votos.Con 26 votos es la mayor parte, y ya están consignados. Y en declarándose Zaragoza, que yaestá en eso, la seguirán las demás».

166 A.C.T., 218-4-42.167 Ibídem, 113, cabildo 4 de marzo de 1626.168 Ibídem, cabildo 8 de mayo de 1626.

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Las Cortes se trasladaron a Calatayud el día 21 de marzo, donde conclui-rían el 24 de julio de 1626169. Aunque el deán Lechago se cansó y retornóa Teruel, el obispo Valdés Llano permaneció hasta el final, manteniendoinformado al cabildo por carta de los asuntos tratados170.

Meses después, y serenados los ánimos, la actitud del cabildo turolensedio un giro en sentido contrario. El 10 de julio escribieron al obispo donFernando para «que se aparte de las protestas hechas»171, pero sin concre-tar la cuantía de la ayuda.

A la vuelta de don Fernando, el 8 de agosto, se convocó cabildo extraor-dinario, informando el obispo sobre los temas tratados y las resolucionestomadas en las Cortes172. En esta oportunidad, el secretario capitular o noredactó apunte alguno o se le olvidó trascribirlo en el libro de Actas, dejan-do el folio en blanco. Su proceder nos ocasiona un vacío documental, pri-vándonos de algún dato seguramente interesante.

Ya que de Cortes hablamos, durante el bienio de 1632 a 1633 hubointentos frustrados de celebrar también Cortes en la ciudad de Teruel. El25 de junio de 1632 llegó carta al cabildo comunicándole que preparaselugar y nombrase síndico para las Cortes, que se proyectaban para el 5 dejulio. Pedro Asensio Monterde, portero ordinario del Reino de Aragón,trajo la misiva173. El 2 de julio se entregaron «los paños de la iglesia a PedroAsensio Monterde, para que se aderece el solio que se pone en el altar ma-yor»174. El 5 de julio, aunque conocían que la asamblea había sido prorro-gada, nombraron síndico al deán Francisco San Martín175.

Se pensó en la catedral como lugar más idóneo para celebrar las Cortes.Los estamentos estarían ubicados de la siguiente manera: los caballeros ehijosdalgos detrás del coro; los prelados, en la sacristía; en la capilla deFrancés de Aranda, los nobles; y en el claustro, donde se encontraba la peanade Santa Emerenciana, las Universidades. Por los inconvenientes ocasiona-dos, «los diputados de este Reino dieron para beneficio de esta catedral 2.000reales castellanos y toda la madera que se había gastado en hacer el solio»176.

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169 Aragón en su historia, Zaragoza, 1980, pp. 284-286.170 A.C.T., 113, cabildo 8 de julio de 1626.171 Ibídem, cabildo 10 de julio de 1626.172 Ibídem, cabildo 8 de agosto de 1626.173 Ibídem, cabildo 25 junio 1632.174 Ibídem, cabildo 2 julio 1632.175 Ibídem, cabildo 5 julio 1632. El deán Francisco San Martín, que sucedió a Juan Lechago

en el deanato, tomó posesión el 7 de julio de 1628 (A.C.T., 113, cabildo 7 de julio de 1628).176 Ibídem, 105, fol. 115.

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Volvieron a convocarse para el 15 de septiembre177 y 30 de octubre de1632178. Hubo nuevos intentos para el 21 de febrero179 y 20 de mayo de1633180. Durante estos meses, la catedral turolense permaneció preparadapara la asamblea, que no tuvo efecto. Por ese motivo, comenta el «libro delas Cintas», «se celebraron los oficios divinos en el altar del SantísimoSacramento, por estar ocupado el (altar) mayor con dicho solio»181. Elcabildo reconoció al Sr. Sacanela los múltiples trabajos realizados para ade-centar y preparar el templo catedralicio y le hizo un regalo182.

2.2.3. Defensor de los intereses del clero: la sisa del vino

El Concejo de Teruel, con fecha 19 de abril de 1626, pregonó un bandopor la ciudad que afectaba a los mercaderes de vino. Ordenaba a quienestraían vino del Reino de Valencia entrar en la ciudad por la «puerta deValencia», y a quienes lo hacían desde Aragón y Castilla, por la «puerta deGuadalaviar». Una vez dentro de la ciudad, debían encaminarse a casa deFrancisco Clemente, labrador y arrendador de la sisa del vino, para decla-rar la cantidad que portaban. Acabada esta gestión, se dirigirían al domici-lio de Jerónimo Torres, «mercader y persona nombrada para recibir losmanifiestos de vino». En caso contrario, se les impondría una multa de 60sueldos, que se repartían entre el arrendador (1/3), los jurados (1/3) y elacusador (1/3). Se exhortaba a los mesoneros a delatar a los detractoresbajo la misma pena183. Este bando municipal, acorde con los subsidios eco-nómicos previstos en las Cortes de Barbastro, desató una fuerte oposicióndel clero turolense. Teniendo en cuenta la actitud de rechazo que manifes-tó el deán Lechago en la regia asamblea, comprenderemos mejor la postu-ra del cabildo contra la excesiva fiscalización que sobre el vino imponía elConcejo de Teruel.

El Concejo turolense encargó a los jurados Pablo de Castellot, Dr.Juan Luis Calvo, Jaime Cubel y Francisco de Ocón de la Calomarda, aJuan Luis de Castelblanc, mayordomo síndico, a los ciudadanos Jerónimo

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177 Ibídem, 225-9-12, carta de Felipe IV datada el 2 de septiembre de 1632, donde sedecía: «elegimus eandemque civitatem et decimam quintam diem mensis Septembris prae-sentis anni cum dierum sequentium continuatione huiusmodi serie assignamus…».

178 Ibídem, 225-9-7, carta del rey Felipe IV con fecha 14 de octubre de 1632.179 Ibídem, 225-9-10, carta del monarca Felipe IV fechada el 8 de enero de 1633.180 Ibídem, 225-9-13, carta de Majestad Felipe IV del día 2 de mayo de 1633.181 Ibídem, 105, fol. 115.182 Ibídem, 113, cabildo 5 marzo 1633.183 A.H.P.T., Caja 10, doc. 30, fols. 24-25.

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Arnal de Marcilla, Pedro Bautista de Castellot y Lamberto AndrésCamarena, a Miguel Sanz, zapatero, y a Esteban Gómez, labrador, el 11de marzo de 1627 que redactaron el estatuto de la imposición sobre elvino. Se reunieron en sesión el 17 de marzo y pusieron por escrito la nor-mativa que, entre otras cosas, decía: «por cada cántaro de vino que entra-se, a saber, es un sueldo y seis dineros, moneda jaquesa. Y del vino que secogiese en la presente ciudad o sus términos, diez dineros por cada uncántaro»184. Dicho estatuto fue refrendado y aprobado, con fecha 18 dejunio de 1627, por Juan Fernández de Heredia, presidente de la Audien-cia de Aragón.

Enterados los capitulares de dicha reglamentación, acordaron comuni-cárselo al Sr. obispo, «para contradecir en la imposición y sisa que pone laciudad en el vino, por exceder mucho más de lo que se ha de sacar para elservicio de las Cortes a su Majestad». Ese mismo día, 20 de marzo de 1627,nombraron al deán Juan Lechago, al arcediano Luis Fuenbuena, al sacris-tán Antonio Martínez de la Sierra y al canónigo Juan Bonfil para tratar elasunto con el prelado Valdés Llano185.

El 26 de marzo acudieron al cabildo Juan Fernández y Andrés de Abrilen nombre de la ciudad «para que juntamente, con los que la ciudad tienenombrados, todos traten la materia de la sisa, que se ha de poner para elservicio que se ha de hacer a su Majestad». El cabildo designó al arcedianoFuenbuena y al canónigo Bonfil186.

El día 27 de marzo, en la sala denominada del secreto del Concejo turo-lense, se reunieron los dos capitulares y los redactores del estatuto sobre lasisa del vino. Los eclesiásticos «dijeron que protestan no sea cargado elbrazo eclesiástico más de aquello que por los fueros y actos de Corte últi-mamente celebrados está dispuesto». Los ediles turolenses respondieronque, si les habían cobrado más, les devolverían el dinero187.

Ese mismo día, el arcediano y el canónigo Bonfil informaron al cabildode la reunión mantenida en el Concejo. La ciudad quería imponer una sisade dieciocho dineros por cántaro de vino, «incluyéndose también en lacontribución los eclesiásticos». El cabildo, como anota el libro de Actas,«no queriendo pagar de ellos, hizo un protesto»188.

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184 Ibídem, fols. 205-212.185 A.C.T., 113, cabildo 20 marzo 1627.186 Ibídem, cabildo 26 marzo 1627.187 A.H.P.T., Caja 10, doc. 30, fols. 190-191.188 A.C.T., 113, cabildo 27 marzo 1627.

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Entretanto, el Concejo firmó la capitulación de arrendamiento de lasisa del vino el 6 de abril con Jerónimo Guitar, ciudadano, y JerónimoTorres, mercader189. Una de las cláusulas de arrendamiento decía: «se capi-tula que el arrendador deba de cobrar, y cobre, por cada cántaro de cual-quier género de vino que entrare en la presente ciudad y sus términos die-ciocho dineros por cántaro, y de los vinos que se cogieren en la presenteciudad y sus términos, diez dineros por cada cántaro»190.

La excesiva presión fiscal del Concejo no sólo obtuvo un veto de los ecle-siásticos sino que, a juzgar por la documentación examinada, también seoponían las comunidades de Albarracín y Teruel, junto con la villa deMosqueruela. Los representantes comunitarios —Luperto Arcayne y PedroMorillo por Albarracín y Luis Arago, Valerio Cortés del Rey y Miguel Cipréspor Teruel y Mosqueruela— obtuvieron jurisfirma el 22 de mayo de 1627 deljusticia de Aragón, Luis Pérez Manrique, para eximir de la sisa a todo vinotraído de Valencia, «para beber y gastarse». La jurisfirma, además, reconocíaque la tasa era excesiva, puesto que en las Cortes de Barbastro se cifró en dosdineros por cántaro de vino tinto, y cuatro dineros por cántaro de vino blan-co, quedando eximidas de pago las comunidades de Teruel y Albarracín191.

El cabildo consultó al obispo don Fernando sobre la conveniencia dellevar el asunto a las Cortes Generales, donde desempeñaba el cargo dediputado don Martín Terrer de Valenzuela, obispo de Tarazona192. El 9 dejulio, con la anuencia de Valdés Llano, se escribió al obispo de Tarazona,informándole del tema193 y enviándole un memorial, donde se especifica-ban las razones del abuso.

Las protestas fueron oídas. El jurado Fernández acudió al cabildo turo-lense (2-VI-1628) y rogó que designasen a dos capitulares para tratar cómodevolver lo que se había cobrado en exceso. En esa oportunidad, vuelvena nombrar al arcediano Fuenbuena y al canónigo Bonfil, «con tal quevayan primero a dar cuenta de esto al Sr. obispo, para que de su buen pare-cer se haga lo que importa»194.

La reunión no se tuvo de inmediato. Un mes después de lo previsto, enel cabildo del 7 de julio de 1628, el arcediano y el canónigo Bonfil infor-

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189 A.H.P.T., Caja 10, doc. 30, fols. 190-191.190 Ibídem, fols. 213-224.191 Ibídem, Caja 35, doc. 18.192 A.C.T., 113, cabildo 18 junio 1627.193 Ibídem, cabildo 9 julio 1627.194 Ibídem, cabildo 2 junio 1628.

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maron que el domingo próximo acudirían «a las casas de la ciudad paratratar el negocio de la sisa y servicio de su Majestad»195. El Concejo deTeruel daba largas a la solución del problema. En enero de 1629, se resol-vió que «personas del cabildo con otras de afuera, amigos suyos, hablasena los jurados para que dichas diferencias se procurasen componer amiga-blemente»196. Pocos días después, el 2 de febrero, mandaron recado a losjurados de la ciudad «para que en ningún tiempo tuviesen queja de la cate-dral, que no habían procurado la paz por todos los medios suaves que leshabía sido posible, para ajustar la sisa del vino»197.

A partir de esa fecha los aconteciemientos se precipitan. El cabildo des-pide al notario capitular, Luis Novella, y nombra a otro más agresivo, queretoma el asunto con mayores bríos. El Concejo envía un memorial de pro-testa al obispo Valdés Llano198. El deán San Martín y el jurado mayor dialo-gan y buscan una salida al problema199. El cabildo manda un memorial deprotesta al Concejo y el Concejo responde con otro200. El 26 de marzo, enla misa conventual, se leyó un decreto del obispo Valdés declarando exco-mulgados a quienes imponían sisas por el vino a los eclesiásticos. Llevadala voz al Concejo, el jurado Fernández y el notario Andrés Abril, temero-sos, se personaron ese mismo día ante el cabildo201.

Dos días después se convocó cabildo extraordinario. El obispo informócómo dos jurados de la ciudad acudieron a su palacio para ver la manerade solucionar definitivamente el tema. Don Fernando propuso la conve-niencia de nombrar un capitular para entablar diálogo con un jurado ensu residencia episcopal. La corporación canonical rogó al obispo que élmismo lo eligiese y eligió al canónigo Dr. Jacinto Gamir202. El canónigoGamir recibió de su cabildo «las advertencias, que ha de llevar, para tratarla materia de la sisa con el señor obispo y la ciudad»203. La reunión se llevóa cabo entre el 29 y el 31 de marzo. La cuestión, a juzgar por la ausenciaposterior de referencias al tema en la documentación, quedó zanjadadefinitivamente. Se reconoce la validez del impuesto municipal, pero conuna pequeña matización: el dinero, aportado por los eclesiásticos a la causa

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195 Ibídem, cabildo 7 julio 1628.196 Ibídem, cabildo 30 de enero, martes, 1629.197 Ibídem, cabildo 2 febrero 1629.198 Ibídem, cabildo 7 febrero 1629.199 Ibídem, cabildo 16 febrero 1629.200 Ibídem, cabildo 23 febrero 1629.201 Ibídem, cabildo 26 marzo 1629.202 Ibídem, cabildo 28 marzo 1629.203 Ibídem, cabildo 29 marzo 1629.

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de su Majestad figurará no como recibido «por vía de tasa», sino «por víade justificación»204.

El debate había durado tres largos años. Los eclesiásticos, resigna-damente, contribuyeron a las exhaustas arcas reales. Aceptando el términode «justificación» y rechazando el «de tasa o sisa». Salvadas estas cuestionesde nomenclatura, el brazo eclesiástico turolense acató los postulados eco-nómicos de las Cortes de Barbastro.

2.2.4. Visita ad limina

Don Fernando llevaba tres años al frente de la diócesis de Teruel y debíacumplir con la obligación de la visita ad limina. El 4 de mayo de 1628 dele-gó este encargo al Lic. Juan Galve, clérigo de la diócesis de Teruel y estu-diante en Roma205. El notario de la curia turolense, Juan Bautista Bervegal,levantó acta de esta delegación ante los capellanes del obispo Lic.Francisco de Almazán, presbítero de Segorbe, y Bartolomé Ferrero, sacer-dote de Zaragoza.

El obispo Valdés Llano entregó el texto de visita al licenciado Galve conuna carta personal para su Santidad206, donde manifestaba que, siendoobispo de Teruel desde hacía tres años, poco más o menos, no podía acu-dir personalmente a Roma por razones de gobierno diocesano y, más enconcreto, por problemas en el seno del cabildo catedralicio. Por todo esto,suplicaba a su Santidad que aceptase a su delegado, ofreciéndose a remitircualquier tipo de informe que se le solicitase sobre su diócesis, bien perso-nalmente o a través de un nuncio.

Resumo a continuación este apretado texto de visita207, que refleja lasituación de la diócesis de Teruel a comienzos del siglo XVII. La relaciónad limina, que sigue fielmente modelos curiales, se ciñe a dos campos temá-ticos: la ciudad de Teruel (sede episcopal) y las parroquias rurales.

La iglesia catedral estaba servida por seis dignidades (deán, arcediano,arcipreste, tesorero, chantre y sacristán), trece canónigos (incluyendo alDoctoral, Magistral, Penitenciario y canónigo de la Inquisición) y veintebeneficiados que, debido a las escasas rentas, eran, en ese momento, sola-mente diez. Según las bulas fundacionales, en la catedral debería haber

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204 Ibídem, cabildo 31 marzo 1629.205 A.S.V., Relationes ad limina, Terulensis, fols. 140-141.206 Ibídem, fol. 136.207 Ibídem, Relationes ad limina, Terulensis, fols. 132-134.

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diez porcionarios y, de éstos, dos presbíteros con cura de almas para el ser-vicio parroquial de la catedral. Recuerda cómo en visitas anteriores sehabía solicitado la supresión de dos rectorías en la diócesis para que, apli-cando sus rentas, se pudiesen abonar los salarios de estos dos presbíteros.Hasta el momento, no había sido aceptado.

Las rentas de las dignidades oscilaban entre 700 y 400 escudos. Los canó-nigos percibían de 250 a 300 escudos, los porcionarios 100 escudos y losbeneficiados 60 escudos. Los oficios divinos se celebraban con dignidad, aun-que con un número escaso de porcionarios para el canto y la música. Todoslos que asistían a los oficios litúrgicos percibían retribución económica.

Los ingresos de fábrica no excedían de 400 escudos anuales. A pesar dela pobreza, no faltaba el aceite y la cera necesarios para la iluminación. Lasacristía poseía los ornamentos necesarios para el culto divino.Anualmente se nombraba un canónigo fabriquero, que daba cuentas de sugestión. Existía también el oficio de canónigo mayordomo, que llevaba laadministración de las fundaciones de misas.

Las dignidades y canónigos percibían sus rentas en diferentes lugares dela diócesis, existiendo también una mensa canonical común formada porlos frutos obtenidos en determinados lugares de la diócesis. Los porciona-rios eran beneficios nutuales208 provistos por el Capítulo GeneralEclesiástico. Los beneficiados eran de patronato. Los porcionarios y benefi-ciados lucraban distribuciones en el coro y procesiones, la mitad que lasdignidades y canónigos. La catedral poseía la mensa denominada de cargasy salarios, con 700 escudos de renta anual, insuficientes para cubrir loshonorarios de unos pocos cantores y músicos.

La ciudad contaba con siete iglesias parroquiales, servidas por racione-ros, también conocidos con el nombre de porcionarios, naturales deTeruel. Cada parroquia era regida por un vicario. En esa fecha, el númerode porcionarios alcanzaba la cifra de 70. El salario anual, incluidas las dis-tribuciones de coro, se cifraba aproximadamente en 100 escudos, aunqueoscilaba en cada momento según el número de porcionarios, al no existirun «numerus clausus». Los bienes del Capítulo, provenientes de los diez-mos de la ciudad y de ciertos pueblos de la diócesis, formaban una masacomún. La presentación de candidatos, al ser un patronato laical, corres-pondía a los jurados municipales. El Capítulo se regía por un prior, cargoque se renovaba anualmente por votación.

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208 A voluntad y designación del Capítulo General Eclesiástico.

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La ciudad de Teruel contaba con un pobre hospital administrado por elConcejo municipal, donde se ofrecía posada a los transeúntes y remedio alos enfermos. Los ingresos del hospital no superaban los 35 ducados anua-les y, dada su carencia económica, sobrevivía gracias a las limosnas genero-sas de particulares.

La vida religiosa ciudadana se ponía de manifiesto a través de abundan-tes cofradías, de rentas generalmente exiguas. La iglesia diocesana realiza-ba una meritoria labor social, remediando las necesidades más elementalesde los pobres, con las limosnas y legados píos encomendados a ella, entrelas que se menciona la cuantiosa limosna del Venerable Francés de Aranda,que en aquel momento ascendía a 3.000 escudos anuales de renta.

La relación informa exhaustivamente sobre la colegiata de Mora, dondehabía cuatro dignidades (prior, vicario, chantre y sacristán), seis canónigosy veinte beneficiados. El sueldo del prior ascendía a 500 escudos, el de lasotras dignidades y canónigos a 300 escudos, y los beneficiados cobraban 80escudos anuales. Las dignidades y canonicatos eran de patronato laical,que correspondía al Conde de Fuentes, señor de la villa de Mora.

La diócesis estaba compuesta de 78 pueblos: 23 rectorías y 55 vicarías.En ella había, además, 180 beneficios colativos y 107 capellanías. En cadapueblo, dependiendo de los beneficios instituidos en el mismo, residían unnúmero mayor o menor de clérigos.

La Orden de San Juan de Jerusalén percibía, desde tiempo inmemorial,los diezmos de ciertos pueblos de la diócesis, cuyos vicarios nombraba,pagándoles bajos e insuficientes salarios. El obispo Valdés Llano constata-ba que los comendadores de la Orden no se preocupan de las iglesias ni delos ornamentos. La solución de estos problemas, comentaba resignado elobispo, no se presentaba fácil, a no ser que su Santidad lo remediase.

Don Fernando informaba que nadie quería ocupar la vicaría de Man-zanera, puesto que la remuneración del vicario residente no pasaba de 8escudos anuales, percibiendo las rentas un vicario de Nuestra Señora delPilar de Zaragoza. Esta situación era insostenible. Por eso, teniendo en cuen-ta que la localidad poseía suficiente población, incrementada con los habi-tantes de las masías, reclamaba una solución jurídica desde la curia romana.

La mayoría de los pueblos de la diócesis poseía pobres hospicios y cofra-días escasas de medios económicos, sostenidas a base de las limosnas de loscofrades. Allí vivían los rectores, vicarios y otros sacerdotes beneficiados ocapellanes. Sus gentes eran dóciles y honradas, capaces de compartir lapobreza con los necesitados, como demuestran las 154 limosnas fundadashasta aquel momento.

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Aunque la ciudad de Teruel carecía de seminario, contaba con unaescuela de Gramática. En la ciudad había cuatro conventos masculinos(dominicos, franciscanos, trinitarios y mercedarios) y uno femenino (clari-sas de San Francisco).

El texto de «visitatio ad limina» del obispo Valdés Llano, entregado porel procurador Juan Galve, llegó a la Congregación de Cardenales en agos-to de 1628. Una vez leído en la Congregación y subrayados los párrafos mássignificativos, el 28 del mismo mes se esbozó la minuta de respuesta: el obis-po exigiría a los comendadores de la Orden de San Juan de Jerusalén queabonasen una congrua retribución a sus vicarios. Para solucionar el asuntode la vicaría de Manzanera, actuaría de acuerdo con lo legislado en el con-cilio de Trento (Sesión 7.ª, De reformatione, cap. V) y en la constitución dePío V denominada «de vicariis». Finalmente, se ordenaba al obispo que,cuanto antes, enviase documento notarial haciendo constar la imposibili-dad del cabildo para ir a Roma.

Tan pronto como llegó esta comunicación al obispo, solicitó el docu-mento al cabildo. El presidente de la corporación, Bartolomé Pérez, reu-nió en cabildo a los canónigos el 25 de marzo de 1629 y preguntó si algúncapitular deseaba viajar a Roma. «Todos juntos, y cada uno de por sí, nemi-ne discrepante, respondieron que tenían ocupaciones precisas, que les impe-dían hacer dicha jornada y el ir a cumplir con lo que su Señoría pedía»209.El secretario del cabildo, canónigo Lic. Juan de Asín, extendió la certifica-ción el 28 de marzo. Este documento, junto con una carta personal de donFernando a la Congregación de Cardenales210, llegó a Roma a finales delmes de mayo. Inmediatamente, el procurador Juan Galve recibió las autén-ticas de haber realizado la visita ad limina con fecha 2 de junio de 1629211.

2.2.5. Visita pastoral

El obispo Valdés Llano, como queda apuntado en páginas anteriores,realizó tres visitas pastorales a la diócesis de Teruel: en 1626, 1628 y 1630.

Hemos estudiado las visitas de don Fernando en los libros de variosarchivos parroquiales, concretamente los de las parroquias de la sexma delrío Cella. A través de sus actas de visita se detecta el comportamiento y elestilo pastoral del prelado Valdés Llano.

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209 A.S.V., Relationes ad limina, Terulensis, fol. 137.210 Ibídem, fol. 138.211 Ibídem, fol. 134.

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Realizó la visita pastoral con regularidad, cada dos años, cobrando lastasas de visita preceptivas212. Administró, durante la primera, el sacramen-to de la Confirmación213. El canónigo Ginés Martínez fue siempre secreta-rio y escribió los decretos de visita214. El obispo y sus acompañantes seguíanun itinerario establecido con anticipación, de pueblo en pueblo, comohicieron otros prelados215.

Insiste en la decencia de los objetos de culto y ornamentos sagrados216, sepreocupa por los edificios parroquiales, fuente bautismal y capillas217.Recomienda respeto en el lugar sagrado y exige, tanto a los eclesiásticos comoa los demás fieles, un comportamiento digno en el coro de la iglesias218.

El obispo don Fernando efectuó también la visita pastoral al templo cate-dral, salvadas ya las dificultades que otros prelados tuvieron para hacerla. Ellibro de las Cintas219 describe la visita y enuncia las formas protocolarias de lasiguiente manera: «El señor obispo avisa, con seis u ocho días de anticipa-ción, al deán o presidente del cabildo para que éste lo comunique al capí-tulo. El deán o presidente del cabildo reúne cabildo para comunicar lafecha exacta en que el señor obispo desea venir a la iglesia catedral. Lesexhorta a que vengan a recibirle. Se nombran dos capitulares para que jun-tamente con su Señoría hagan la visita de dicha iglesia. El notario del cabil-do notificará al obispo los dos capitulares designados para acompañarle».

Llegado el día, los canónigos comienzan las horas canónicas. Acabadoel rezo, salen los dos prebendados vestidos con hábito de coro en busca del

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212 A.C.T., 113, cabildo 30 enero 1632.213 7-XII-1626 en Caudé (A.P. Caudé, Quinque Libri, tomo II [1603-1642], sin foliar). 5-

XII-1626 en Cella (A.P. Cella, Quinque libri, tomo VIII, fols. 4v-7). 29-XI-1626 en Torrelacárcel(A.P. Torrelacárcel, Quinque libri, tomo II [1602-1717], fols. 221-222). 30-XI-1626 enTorremocha (A.P. Torremocha, Quinque libri, tomo II [1598-1672], fols. 255-256).

214 A.P. Torremocha, Quinque libri, tomo II, fols. 260-263. A.P. Torrelacárcel, Quinquelibri, tomo II, fols. 229-238. A.P. San Andrés (Teruel), Quinque libri de San Andrés, tomo II[1600-1732], fols. 301-303 y Quinque libri de San Pedro, tomo IV [1626-1692], fols. 314-316.

215 POLO, J.J., «La visita pastoral del obispo Pedro Jaime a la diócesis de Albarracín(1598-1599)», Teruel, 77-78 (1987), pp. 237-260 y «Jerónimo Salas Malo (1599-1664), deán yobispo de Albarracín, devoto de Nuestra Señora del Pilar», Xiloca, 10 (1992), pp. 79-81.

216 Vid. visita (7-XII-1626) a Caudé, a Cella (5-XII-1626) en tomo VI, fols. 200-201 y 206-207, y (21-I-1630) en tomo IX, fols. 8-10.

217 Vid. visita (21-I-1630) a Cella en tomo IX, fols. 2-4. A modo de ejemplo, trascribimosun mandato de visita (27-I-1632) en la parroquial de Caudé: «Mandamos a los jurados del pre-sente lugar hagan aderezar y componer la cubierta de la fuente bautismal, de modo que nopueda entrar ninguna sabandija ni polvo en la pila, y echen cerradura en dicha cubierta».

218 A.P. Cella, tomo IX, (29-I-1632), fols. 8-10.219 A.C.T., 105, fols. 34-36. Vid. POLO, J.J., Jaime Jimeno de Lobera (1580-1594). Organizador

de la Diócesis de Teruel, Zaragoza, 1987, pp. 105-106.

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obispo, que vestido con hábitos de coro y acompañado de sus familiares, seaproximará a la puerta de entrada por las casas episcopales.

En la puerta habrá un sitial con almohada de terciopelo carmesí, asícomo el presbítero con diácono y subdiácono, revestidos con los ornamen-tos más preciosos de la iglesia. Sale a recibirle toda la corporación con elpalio, portando las varas las dignidades y canónigos.

Llega el obispo y toma el hisopo, asperjando al presbítero y cabildo. Besala cruz y la inciensa. Se entona la antífona «Sacerdos et Pontifex», y suSeñoría bajo el palio va al altar mayor por medio de la iglesia. Allí se inicia lamisa; el obispo está en un sitial, y a su lado los dos comisionados, colocadosen la parte del evangelio. Acabado el evangelio, se lee el edicto de visita.

Finalizada la Misa, el obispo revestido de amito, alba y cíngulo, pectoraly capa blanca, y los dos asistentes con capas blancas, visitan el SantísimoSacramento. Después de haber hecho la visita al Santísimo Sacramento,vuelto a su lugar, visita la pila bautismal y las crismeras.

Acabada la visita de la pila, con estola y capa violácea, hace la absoluciónde los difuntos.

Adviértase que los dichos dos adjuntos «in visitatione» tienen voto deci-sivo con su Señoría, y con ella comienzan y acaban la visita. Cualquieraletras y provisiones se firman por el señor obispo y asimismo todos, es asaber, dicho obispo y adjuntos firman y defenecen la visita.

También se advierte que, «después del día que se hace la visita principalde dicha iglesia, en los siguientes, el señor obispo y adjuntos visitan la fábri-ca, ornamentos, jocalías, y no otras cosas, ni administraciones».

2.2.6. Otras actuaciones

Al finalizar este capítulo quiero referirme, aunque sea muy brevementedebido a la escasez de fuentes disponibles, a la contribución del obispo enla causa de beatificación de Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, márti-res franciscanos220.

El obispo Valdés Llano tomó parte activa en este proceso, como noscuenta el cronista franciscano José Antonio de Hebrera221.

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220 AMORÓS, L., «Los santos mártires franciscanos B. Juan de Perusa y B. Pedro deSaxoferrato en la historia de Teruel», Teruel, 15-16 (1956), pp. 5-142.

221 HEBRERA, J.A., Crónica de la provincia franciscana de Aragón, Madrid, 1991, pp. 214 y218-219.

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El Custodio de la provincia de Aragón, Fr. Jaime Jiménez de Aragüés,acudió a Roma en 1625 para participar en el Capítulo General de la Ordenfranciscana. Cuenta Hebrera que «este mismo año se expidieron en aque-lla Curia las letras remisoriales y compulsoriales por la Sacra Congregaciónde Ritos, siendo pontífice Urbano VIII, cometiendo su autoridad a los ordi-narios de Valencia y Teruel para formar el proceso de la averiguación desantidad, martirio y milagros de los santos Fr. Juan y Fr. Pedro».

En 1626 el P. Jaime Jiménez, continúa escribiendo Hebrera, «en el díade nuestro padre San Francisco, presentó las letras remisoriales o rótulo alseñor obispo de Teruel, que entonces era D. Fernando de Valdés, y se cele-bró el acto de aperción con públicos regocijos y festivas demostraciones enaquella ciudad».

Acabados los trabajos procesales, en 1628 don Fernando «bajó en perso-na al convento de San Francisco de Teruel, y mediante acta, que se conservaen el archivo del convento, legalizada por diez y siete notarios, y está insertaen el proceso, visitó y vio las reliquias venerables de los santos mártires».

A pesar de todos estos esfuerzos y del empeño puesto en la causa por elobispo, afirma León Amorós que, por motivos que desconocemos, «esteproceso no dio resultado positivo alguno, sino que quedó estancado enRoma esperando tiempos mejores»222. Y así fue. Aunque el obispo ValdésLlano no colmara su ilusión de ver en los altares a los que hoy son copatro-nos de la ciudad de Teruel, esos «tiempos mejores» llegaron en el sigloXVIII, al reconocer la Sagrada Congregación de Ritos el culto inmemorialde los santos mártires y aprobarlo el Papa Clemente XI por decreto de 31de enero de 1705223. A la postre, su interés no había sido en vano.

Tampoco quiero silenciar la ilusión que, sin duda, el obispo ponía enpresidir las procesiones, muestra siempre de la religiosidad popular, comose desprende del siguiente bando municipal del año 1629, a la que donFernando asistió224. Con antelación al jueves de Corpus Christi (3-junio-1629), el Concejo publicó este bando. Ordenó a los mayordomos y cofra-des que acudiesen con sus hachas encendidas, mandó a los vecinos barrerlas calles, aderezar las puertas, paredes y ventanas, exhortó a los clérigos delas siete parroquias a ir a la catedral con las cruces parroquiales, peanas yreliquias de los santos. Y, finalmente, marcó el itinerario, que nos traslada

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222 AMORÓS, L., op. cit., p. 95.223 Ibídem, pp. 96-97.224 A.H.P.T., Caja 11, doc. 31, fols. 56-57.

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al Teruel del siglo XVII y nos revela su callejero. Trascribimos literalmentealgunos párrafos de ese bando. La procesión «saldrá por la puerta que salea la plaza de la casa de la ciudad. Irá recta vía por la calle adelante de la Pazy, por fuera, por enfrente la iglesia de San Martín. De la SantísimaTrinidad, volverá a la calle del Estudio e irá al monasterio de Santa Clara y,dándole la vuelta por la placeta, entrará en la calle del canónigo Camarenay bajará a la calle de San Salvador, las Carnicerías bajas y, la calle adelante,subirá por la cuesta de la iglesia de San Pedro, por debajo el campanario,y la calle adelante hasta dar a la puerta de Zaragoza, al Tozal abajo y entra-rá en la plaza Mayor, en donde se harán las reverencias al SantísimoSacramentado. Y volverá por la calle de la Cárcel a entrar en dicha catedralpor la dicha puerta que salió».

Conocida la geografía urbana de Teruel, la procesión del CorpusChristi recorría prácticamente toda la ciudad.

2.3. INSTITUCIONES DIOCESANAS

En el cuarto capítulo analizamos las relaciones del obispo Valdés Llanocon el cabildo catedralicio y el Capítulo General Eclesiástico, las institu-ciones más representativas de la clerecía turolense.

Desde los primeros momentos se hizo acreedor de la confianza de sucabildo, que acudió a él para que mediase amigablemente en sus discre-pancias internas y en la solución de sus problemas, aunque no faltaranalgunos motivos de disensión.

El Capítulo de racioneros se querelló contra algunas constituciones delsínodo de 1627, llegando el conflicto hasta los tribunales de Roma, quefavorecieron los derechos inmemoriales del Capítulo General.

Divido el capítulo en tres apartados. En los dos primeros estudio los asun-tos relacionados con el cabildo catedralicio en los que intervino el preladoValdés y en el tercero las cuestiones relativas al Capítulo General Eclesiástico.

2.3.1. Un obispo con prestigio para su cabildo catedralicio

La actuación precisa del prelado Valdés Llano en favor del cabildoqueda manifiesta en asuntos como la ubicación de la sillería del coro, lasmedias annatas, las «consueta» capitulares, los conjueces…, que expongoen las páginas siguientes.

Don Martín Terrer de Valenzuela, obispo de Tarazona y anteriormentede Teruel, había regalado la sillería del coro de la catedral. En cabildo de

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14 de aril de 1627 se dialogó sobre cómo habría que colocarla225. Habiendoopiniones encontradas entre los capitulares, se acordó «que se diese parteal Sr. obispo, suplicándole en nombre del cabildo que nos hiciese la mer-ced a todos de bajar a decirnos su buen parecer y gusto, y, según él, resol-viese el cabildo».

A la mañana siguiente, se acercó el obispo a la catedral y aconsejó colo-car toda la sillería en la parte trasera del coro. Hallándose en estas delibe-raciones, se acercó el canónigo Juan de Asín que, «con las razones quemejor supo, representó al Sr. obispo cuán mal le estaba a la iglesia aquellaresolución». Don Fernando, volviendo a pensar el asunto y teniendo encuenta la conversación mantenida con el canónigo Asín, mudó de opinión.«Después, vino a decir el Sr. obispo que se asentase parte adelante y parteatrás. Y así se hizo, aunque con disgusto de algunos de los señores preben-dados, por parecerles que el segundo parecer, que había tomado el Sr. obis-po, había sido por haberle hablado persona fuera de la iglesia».

Las medias annatas —la mitad de los frutos de cualquier beneficiodurante el primer año—, impuesto sancionado desde el sínodo de 1588,suponían un buen ingreso para la fábrica catedralicia. El regente de sacris-tán, Sr. Navarro, se negaba a pagarlas226. El asunto —como ya quedódicho— se llevó a las Cortes de Barbastro. Don Fernando no deseabaentrar en él y daba largas, pero el cabildo, velando por sus intereses ypreocupado porque dicha actuación no crease precedentes, nombró aldeán Lechago y al Dr. Ginés para hablar con don Fernando227 . El obisposancionó la jurisprudencia anterior y favoreció a la fábrica catedralicia,como ha quedado apuntado al exponer la doctrina sinodal de 1627.

Don Fernando se mostró muy cercano a los canónigos, incluido elmomento tan importante de la muerte. Por ejemplo, cuando al surgir desa-veniencias entre los albaceas, designó en 1628 ejecutor testamentario alcanónigo Marcos Polo228, o cuando atendió espiritualmente al canónigoJacinto Gamir, que murió el 3 de julio de 1631229.

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225 A.C.T., 113, cabildo 14 abril 1627.226 Ibídem, cabildo 31 julio 1627.227 «Resolvióse, acerca de la pretensión que tenía la fábrica en los frutos de la vacante

de la sacristía, que se pase por lo que el Sr. obispo declare en esto, fiándolo de su concien-cia, pues le va tanto a su Señoría como al cabildo» (Cabildo 4 de septiembre de 1626).

228 Ibídem, cabildo extraordinario 27 de enero de 1628.229 A.C.T., 113, cabildo 4 de julio de 1631: «el día de ayer jueves, a tres, murió el Sr. Don

Jacinto Gamir, canónigo y prebendado de esta iglesia, natural de esta ciudad y racionero deSan Andrés, sepultóse en dicha iglesia este día, en la capilla de Santa Emerenciana. Murió contodos los sacramentos, y al de la Eucaristía asistió el Sr. obispo Don Fernando Valdés y Llano».

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En 1629, y como el cabildo necesitara urgentemente una consueta, pueshabía situaciones en las que no estaba claro el modo de proceder, se deci-dió capitularmente su elaboración. El deán San Martín transmitió estadecisión al obispo y la noticia alegró tanto a don Fernando que, comentael libro De gestis, se ofreció a colaborar en la redacción230.

Defendió los intereses económicos del cabildo frente a la Comunidadde Teruel, que había embargado las rentas capitulares, poniendo candadosen los graneros231. Los canónigos Burillo y Gamir informaron del asunto alprelado que, «aunque lo había tratado antes de esto, se ofreció a hacerlo».

El obispo Valdés castigó con ejemplaridad cualquier insubordinacióndel cuerpo beneficial inferior. El Lic. Gaspar Bueso, beneficiado, habíacelebrado la santa Misa antes que el Dr. Ginés, pasándose por alto una cos-tumbre inmemorial contraria y aduciendo que llevaba mucho tiempo espe-rando. «Cuando se acababa de desnudar de decir Misa, habló mal al Dr.Ginés diciéndole, delante de muchos señores prebendados en la sacristía,que era villano y que le daría un arto de palos». Enterado de lo ocurrido,el obispo mandó meterlo en la cárcel232.

Estas buenas relaciones entre obispo y cabildo sólo se vieron empañadasfugazmente en la Navidad de 1630. El 25 de diciembre don Fernandoregresó a su palacio sin celebrar la Misa pontifical en la catedral porque«los dos señores prebendados, que le habían de asistir para decir la epísto-la y evangelio, no estuvieron puntualmente»233. El cabildo, para mostrar sudesagrado por lo que consideró un desaire, se abstuvo de asistir a la comi-da ofrecida tradicionalmente por el obispo al día siguiente. Fue la únicaexcepción.

Ahora bien, donde el talante conciliador de Valdés Llano y la buena dis-posición con su cabildo se aprecia claramente es en la cuestión de los con-jueces capitulares, que había encrespado las relaciones obispo-cabildodurante los anteriores diez años. El cabildo, pocos días después de la tomade posesión de don Fernando, presentó los conjueces al procurador JuanQueipo de Llano, sobrino del obispo y vicario general234 y en enero de1626 —como era práctica habitual— nombró conjueces capitulares a loscanónigos Juan de Villarroya y Bartolomé Pérez235.

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230 Ibídem, cabildo 2 febrero de 1629.231 Ibídem, cabildo 16 octubre 1630.232 Ibídem, cabildo 14 diciembre 1630.233 Ibídem, cabildo 25 diciembre 1630.234 Ibídem, 204-8, fol. 21.235 Ibídem, 113, cabildo 3 enero 1626.

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Al regreso del obispo Valdés Llano de las Cortes de Barbastro en los pri-meros días de agosto de 1626, el cabildo volvió a la carga con el asunto delos conjueces, eligiendo al deán Lechago, al arcediano Fuenbuena y al teso-rero Lázaro para parlamentar con don Fernando esta cuestión. Era el 25de agosto de 1626236.

El deán, arcediano y tesorero le mostraron los documentos probatoriosdel derecho de conjueces. Don Fernando los estudió minuciosamente. Aldía siguiente, informaron de las gestiones realizadas ante el prelado, donFernando aceptaba la designación de conjueces, pero acotando que era underecho «de compromis». El cabildo respondió al obispo «que la iglesia lotiene consultado y confirmado, y puesto en ejecución, y que no le está biendejarlo en compromis, ni consulta»237.

El 2 de enero de 1627 el cabildo eligió por escrutinio, como conjueces,a Juan Antonio Burillo y a Jacinto Gamir238, comunicando sus nombres alobispo. Don Fernando respondió «que los admitía, en cuanto no contrade-cían al santo concilio de Trento, según las bulas y privilegios de esta igle-sia»239. No obstante, todavía en diciembre de ese mismo año el obispoquiso solucionar personalmente, por medio de su vicario general, sin lapresencia de conjueces, los problemas surgidos entre el tesorero Lázaro yel canónigo Agramonte, por lo que el cabildo protestó enérgicamente240.Quizá por efecto de dicha protesta, cuando el notario Novella levante actade la siguiente elección de conjueces en la primera sesión capitular del añosiguiente, en la que estaba presente el obispo, don Fernando «la aceptó sinlimitación ninguna»241.

El obispo Valdés aceptó siempre los conjueces. La elección se hacía acomienzos de año y posteriormente se comunicaba al obispo. Así ocurrióen enero de 1629242. En 1632, cuando don Fernando estaba ya propuestopara la sede de León, nombraron al deán San Martín y al canónigo JuanBenedicto. Se hizo la notificación al obispo «y la admitió, como lo habíahecho todos los años pasados»243.

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236 Ibídem, cabildo 25 agosto 1626.237 Ibídem, cabildo 26 agosto 1626.238 Ibídem, cabildo 2 enero 1627.239 Ibídem, cabildo 15 enero 1627.240 Ibídem, cabildo 21 diciembre 1627.241 Ibídem, cabildo 7 enero 1628.242 Ibídem, cabildo 5 enero 1629.243 Ibídem, cabildo 2 enero 1632.

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2.3.2. Litigios sobre preeminencias en el seno del cabildo

Durante los siglos XVI-XVII no eran infrecuentes los conflictos sobrepreeminencias entre los miembros de los cabildos catedrales. Las causas yasuntos por los que se peleaban los canónigos pueden ser variados, asícomo la vida misma de los cabildos.

Al morir el deán Lechago, el cabildo turolense estaba gobernado porun presidente capitular y entre los canónigos se litiga sobre cuáles eran susatribuciones. Pedro Lázaro, que detentaba la dignidad canonical de tesore-ro, se arrogaba y reclamaba el derecho a tener las llaves del arca donde seguardaban los fondos del cabildo. Creía que era propio y le correspondíaen función de su cargo y dignidad canonical.

2.3.2.1. Preeminencia del presidente

Como el cabildo turolense carecía de deán, tras la muerte de JuanLechago, Bartolomé Pérez Monteagudo, canónigo más antiguo, detentabala presidencia. En esas circunstancias, el canónigo Pedro Agramonte y eltesorero Pedro Lázaro López discutieron el 21 de diciembre de 1627 acer-ca de las preeminencias del presidente capitular244.

La discusión personal atrajo la atención de los que en ese momento seencontraban en la catedral y el vicario general intervino para solucionar elasunto. El cabildo, sintiéndose herido en sus derechos por esta intromi-sión, se querelló y solicitó la intervención episcopal en colaboración de losconjueces. Entretanto, el presidente del cabildo había mandado ponerorden por medio del racionero mosén Sánchez, que ordenó callar al canó-nigo Agramonte y al tesorero Lázaro y retirarse a sus domicilios. Éstos obe-decieron.

Restablecida la paz, el cabildo nombró al Dr. Ginés Martínez y al Dr.Francisco Aínsa, canónigos, «para que hablasen al Sr. obispo, suplicándolemetiese la mano con los conjueces a la punición de los excesos que habíahabido». Don Fernando respondió «que sentía mucho lo sucedido y quetrataría de procurar la paz lo antes que pudiese».

El obispo Valdés Llano, que presidió el cabildo del 7 de enero de 1628,«representó el sentimiento que le había causado los disgustos que habíantenido el tesorero y el canónigo Agramonte por las diferencias de dar la

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244 Ibídem, cabildo 21 diciembre 1627.

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paz en el coro al presidente primero. Después de haber hecho el Sr. obis-po una larga y bien ordenada plática, encargándonos mucho la uniformi-dad y la paz, y deseando tomar buen medio para ambas partes de canóni-gos y dignidades, se resolvió nombrar a uno de parte de los canónigos, yotro de parte de las dignidades, y al obispo para resolver el pleito»245. Laelección recayó en el Dr. Juan Bonfil, por los canónigos, y en el chantreLuis Pérez de Cuevas, por las dignidades. Don Fernando «estimó mucho elbuen ánimo en los prebendados de paz y la confianza que hacían ambaspartes de su buen celo».

El notario Luis Novella, ante la presencia de los testigos Pablo Martín,vicario de la catedral, y Felipe Baltasar, maestro de capilla, levantó acta deesta sesión capitular246, convocada por el presidente, canónigo BartoloméPérez.

En dicha acta aparece en toda su dimensión el núcleo del problema ori-gen de la disputa: ¿cómo actuar en algunas ocasiones, no habiendo deán,con el presidente del cabildo? Las situaciones conflictivas, necesitadas declarificación, radicaban en la prioridad o no del presidente a la hora derecibir la paz en el coro, emitir el voto en el cabildo, aceptar la vela el díade la Candelaria, la ceniza el miércoles de Ceniza o la palma el Domingode Ramos, iniciar las antífonas de la «O» en los días que preceden a laNavidad y presidir los actos de visita al obispo y autoridades civiles.

El obispo Valdés y los conjueces, oídas las opiniones y estudiados losderechos y pretensiones, dictaron sentencia el 13 de enero247. Reconocíancomo una costumbre inmemorial de la catedral turolense, cuando era cole-giata y después de su elevación a catedral, que, en ausencia del deán, elcanónigo más antiguo le representaba y hacía sus veces. Señalan que, trasla muerte del deán Lechago, esta práctica se puso en duda. A pesar de ello,revalidan el uso antiguo y dictan sentencia arbitral sin acudir a la SagradaCongregación de Ritos, que podría o no corroborarla. El documento,rubricado por el obispo y los conjueces capitulares, se redactó en el pala-cio episcopal ante los testigos Juan de Oro y Juan Muñoz, familiares delprelado.

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245 Ibídem, cabildo 7 enero 1628.246 Ibídem, 159-9-4. Asistieron: Lic. Bartolomé Pérez Monteagudo, canónigo presidente,

Dr. Luis Fombuena, arcediano, Lic. Pedro Lázaro López, tesorero, Lic. Luis Pérez de Cuevas,chantre, Dr. Antonio Martín de la Sierra, sacristán, y los canónigos Lic. Francisco PérezMorón, Dr. Juan Antonio Burillo, Lic. Jacinto Gamir Palomar, Dr. Juan Bonfil, Dr. GinésMartínez, Lic. Juan de Asín, Lic. Miguel Dalda y Dr. Francisco Aínsa.

247 Ibídem, fol. 10.

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La sentencia reconocía la preeminencia del canónigo-presidente a lahora de proponer asuntos y votar en cabildo, al recibir la vela, ceniza ypalma, al presidir las visitas al obispo y autoridades, a comulgar el día deJueves Santo, besar la cruz el Viernes Santo y salir a recibir al obispo cuan-do venga a la catedral, imponerle la ceniza y darle la vela y la palma. Enotras oportunidades, como recibir la paz en el coro, iniciar las antífonas dela «O»…, no gozaría de preeminencia, ocupando siempre el lugar que lecorrespondía como canónigo en el coro, en las sesiones capitulares, en lasembajadas y en las procesiones de ida y vuelta al canto del oficio divino. Elchantre Cuevas y el canónigo Bonfil informaron de la sentencia al cabildoel 14 de enero248. El veredicto consagró las formas protocolarias antiguasmientras no hubiese una resolución superior contraria. El cabildo, segúnse desprende del acta del 21 de diciembre de 1627, pretendió elevar lacuestión «en forma de dubio» a los organismos curiales de Roma249.

2.3.2.2. La llave de las arcas capitulares

Las discordias capitulares, mitigadas durante dos años y medio despuésde la sentencia arbitral dictada por el obispo Valdés Llano y los conjueces,volvieron a reaparecer en julio de 1630. El causante fue el Lic. PedroLázaro López, dignidad de tesorero, hombre conflictivo, como puede yadeducirse de las páginas anteriores.

El 5 de julio de 1630 presentó al cabildo una papeleta exigiendo la llavede las arcas capitulares, donde se guardaba el dinero. El cabildo, sin acep-tar la pretensión del tesorero, defendió el derecho capitular de entregar oquitar las llaves a cualquiera de sus miembros250. Como prueba de estaprerrogativa, el 12 de julio se distribuyeron las tres llaves de las arcas, aldeán y a los canónigos Bartolomé Pérez y Juan Antonio Burillo251.

Pedro Lázaro, sin acatar esta decisón, obtuvo sentencia favorable a susexigencias en los tribunales metropolitanos de Zaragoza 252 . El cabildo,con fecha 13 de septiembre, exigió al tesorero la devolución de las bulasoriginales de su dignidad, que había sacado del archivo253. Pedro Lázaro«respondió que daría copia de ellas, pero no los originales».

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248 A.C.T., 113, cabildo 14 enero de 1628.249 Ibídem, cabildo 21 diciembre 1627.250 Ibídem, cabildo 5 julio 1630.251 Ibídem, cabildo 12 julio 1630.252 Ibídem, cabildo 9 agosto 1630.253 Ibídem, cabildo 13 septiembre 1630.

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Habiendo dictado sentencia el tribunal metropolitano a favor del teso-rero, el obispo Valdés Llano apoyó los derechos de Pedro Lázaro. El cabil-do mostró su malestar al obispo don Fernando el 16 de octubre y la comi-sión capitular, compuesta por el deán San Martín y el canónigo FranciscoAínsa, manifestó su extrañeza254.

Los canónigos apelaron la sentencia y recurrieron al NuncioApostólico. El deán Francisco San Martín viajó a Madrid el 12 de febrerode 1631255. El nuncio de España, Cesare Monti, el día 4 de abril decretó lainhibición del ordinario y demás jueces en la causa del tesorero de la cate-dral turolense256. Pasado el tiempo, el Nuncio de su Santidad resolvió queel cabildo entregara una llave al tesorero Pedro Lázaro257, como consta enel acta capitular fechada el 14 de agosto.

La corporación canonical, sin perder la esperanza, prosiguió la causa enlos tribunales de la Nunciatura Apostólica, asesorándose sólidamente porlas opiniones de juristas como Dionisio Ambel y otros258.

El criterio de los canonistas consultados, apoyados en la doctrina jurídi-ca común, era favorable a los postulados del cabildo catedral: la corpora-ción en pleno era dueña de los bienes de la iglesia y, consecuentemente,podía entregar las llaves a quienes juzgase oportuno. Animados los capitu-lares por los informes jurídicos positivos, continuaron el pleito contra eltesorero259.

Pedro Lázaro sotenía, en cambio, que tener una llave le correspondíaen virtud de la dignidad de tesorero. Decía que, desde tiempo inmemorial,el cabildo entregó siempre la llave a sus predecesores en el cargo. Y, final-mente, mantenía que la administración de los fondos capitulares depen-día, por una parte de él, y del resto de la corporación por otra.

El cabildo presentó al Nuncio sus propuestas, desmontando las preten-siones abusivas del tesorero. A la dignidad de tesorero —manifestaba— lecorrespondía preparar el crisma y el incienso, el cuidado de los ostiarios yel suministro de velas para el Santo Sacrificio y el Santísimo. Poseer una

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254 Ibídem, cabildo 16 octubre 1630.255 Ibídem, cabildo 12 febrero 1631.256 A.C.T., 206.3-44. Santos de Garay, notario y archivero de la Nunciatura, extendió el

siguiente certificado: «se ha prorrogado, hoy día de la fecha de ésta por su Ilustrísima, paraotros cuarenta días más, para que en ellos se inhiban del conocimiento de dicho procedi-miento».

257 Ibídem, 113, cabildo 14 agosto 1631.258 Ibídem, 157-5-1 y 5-2.259 Ibídem, 157-5-3.

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llave era, sin embargo, una falsa presunción por parte del tesorero, puestoque «el cabildo es administrador legítimo de los bienes de la iglesia y, portocarle la administración, se ha de decir que le toca tener las llaves de losbienes y el dinero que se administra, y usar de ellas a su voluntad, pues sinellas no podría usar libremente de la administración que el derecho le con-cede». Y de hecho el cabildo distribuyó siempre las llaves a su criterio,como afirman varios testigos260 y prueban las actas capitulares de accionessemejantes261. Además —insitían—, el tesorero «no puede pretender tenermás derecho en la administración que los demás capitulares, no tiene dere-cho particular para tener la llave más que los demás. El haber dado la llaveel cabildo a los tesoreros, que han sido en la dicha iglesia, ha sido actofacultativo y voluntario». Si el cabildo actuó de ese modo en tiempos pasa-dos se debió, concluían, a que los consideró hábiles, aunque el tesorero nopuede deducir derecho alguno de esta forma de proceder.

El Nuncio Cesare Monti, con fecha 17 de enero de 1632, dictó senten-cia contra las pretensiones del tesorero Pedro Lázaro y reconoció los dere-chos del cabildo262. De esta manera, se zanjó definitivamente la cuestión.

2.3.3. El capítulo general eclesiástico rechaza algunas normas sinodales

En el sínodo de 1627 se legisló que los dueños de las mensas y colecto-res no pudiesen tomar ningún fruto decimal antes de la cuarteación. Estanormativa sinodal mencionaba expresamente los graneros del CapítuloGeneral, de donde se prohibía sacar cualquier tipo de bienes. Los porcio-narios de San Pedro tenían este derecho por costumbre inmemorial: per-cibir para su sustento ciertos frutos, décimas, primicias y otros bienes antesde la cuarteación. Por eso, viendo disminuidas sus atribuciones por laconstitución sinodal, acudieron a Roma.

El auditor de causas del Colegio Apostólico, Jerónimo Verosquio, queactuaba como juez comisario del cardenal Antonio Barberini, ordenóhacer justicia y reconoció los derechos inmemoriales y consuetudinariosdel Capítulo General Eclesiástico263. Mandó al obispo Valdés Llano y a los

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260 Un testigo afirma: «El cabildo ha encomendado siempre las llaves a las personas másantiguas e inteligentes». Otro asegura: «haber visto encomendar el cabildo las llaves a dife-rentes personas, y que las han tenido diversos canónigos, y no siempre unos: todo a volun-tad y beneplácito del cabildo».

261 A.C.T., 113, cabildo 12 mayo 1617; cabildo 30 agosto de 1624.262 Ibídem, 157-5-4.263 A.C.T., 159-8-33.

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oficiales eclesiásticos turolenses que, mientras el asunto no fuese resueltoante la Santa Sede, no actuasen contra esta costumbre. Así lo decretó, conla anuencia del Papa Urbano VIII, el 6 de septiembre de 1628264.

Enterados de esta resolución los clérigos porcionarios de San Pedroentregaron un memorial al obispo Valdés Llano265, en el que exigían susderechos. El cabildo catedralicio, saliendo en defensa del obispo y de losintereses capitulares, tomó el asunto como propio y consultó al Dr.Sánchez, jurisconsulto de la corporación, quien dictaminó que los postula-dos de los racioneros carecían de consistencia.

Los canónigos redactaron un instrumento de apelación, refrendado yfirmado por don Fernando Valdés, y acordaron proseguir la causa contralos racioneros de San Pedro266. El pleito se llevó a Roma. Con fecha 22 dediciembre de 1628 «leyóse una carta de Pedro Murillo, procurador de laiglesia, dando cuenta del negocio de los clérigos de San Pedro y que, en lajusticia original, la catedral obtendrá contra ellos»267.

Ignoramos cuál pudo ser el desarrollo posterior de este conflicto, perocreemos improbable que se dictase sentencia contraria a la de 1628. Portanto, la costumbre inmemorial, que favorecía los derechos del CapítuloGeneral, debió seguir vigente durante algún tiempo.

3. CONCLUSIONES

Para poner punto final a este trabajo, resalto las facetas que, a mi juicioy a modo de conclusiones, identifican a Fernando Valdés Llano, obispo deTeruel.

Gracias a los procesos de limpieza de sangre y de elección para la sedeturolense, poseemos abundantes datos biográficos sobre Fernando ValdésLlano, nacido en Cangas de Tineo (Oviedo) el año 1575.

Estudió Derecho en los colegios salmantinos de San Pelayo y SanSalvador de Oviedo, obteniendo el grado de licenciado. Trabajó al serviciode la Inquisición en Barcelona, Zaragoza y Toledo. Recibió la ordenaciónsacerdotal en el monasterio de Pedralbes.

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264 A.C.G.E.T., perg. 372, doc. 453.265 A.C.T., 113, cabildo 18 septiembre 1628.266 Ibídem, cabildo 22 septiembre 1628.267 Ibídem, cabildo 22 diciembre 1628.

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Cargado de experiencia, fue nombrado obispo de Teruel a la edad decincuenta años. Rigió la diócesis durante seis años. Siendo obispo electo deLeón, abandonó Teruel. El rey Felipe IV, a la vista de los méritos persona-les de don Fernando, lo propuso para el arzobispado de Granada y lo nom-bró presidente del Consejo de Castilla.

Siguiendo las normas y el espíritu reformador del concilio de Trento,giró frecuentemente visita pastoral, envió puntualmente relación de visitaad limina y convocó sínodo diocesano. Bien puede ser calificado como obis-po tridentino.

A los pocos días de su llegada a Teruel, partió a Barbastro, donde elmonarca Felipe IV había convocado Cortes en 1626. Permaneció en laregia asamblea hasta su conclusión, regresando inmediatamente y comen-zando la primera visita pastoral. Este primer contacto le sirvió para cono-cer personalmente la diócesis y fue, sin duda, el que trajo a su ánimo ladecisión de convocar el sínodo de 1627.

La diócesis de Teruel, que venía rigiéndose por las constituciones sino-dales del obispo Jaime Jimeno (1588), precisaba un código legislativo másamplio. Esta necesidad quedó satisfecha con la normativa sinodal de ValdésLlano. Los campos disciplinares y el número de constituciones y títulossuperan a los anteriores sínodos diocesanos.

Permaneció muy cercano a su cabildo, con quien mantuvo siempreunas relaciones cordiales, actuando de mediador en los pleitos capitularesy ganándose su confianza. Aceptó el derecho del cabildo —tan controver-tido en la época anterior— a designar anualmente dos conjueces y, confrecuencia, asistió a las sesiones capitulares.

Las diferencias entre el cabildo catedral y el Capítulo GeneralEclesiástico, que habían ensombrecido la vida eclesiástica turolense en lasdécadas anteriores, dejaron de existir durante su pontificado. Cuando elCapítulo de racioneros rechazó algunas constituciones sinodales de 1627,el cabildo se puso de parte del obispo Valdés Llano.

Durante su pontificado, la diócesis de Teruel cumplió sus bodas de oro.La componían la iglesia catedral, las siete iglesias parroquiales de la ciudad,setenta y ocho parroquias rurales y una colegiata en Mora de Rubielos. Elsistema beneficial y de rentas estaba delimitado. Las mayores dificultadessurgían en los lugares encomendados a la Orden de San Juan de Jerusalén.En la ciudad de Teruel había cinco conventos de religiosos, cuatro masculi-nos y uno femenino. Aunque todavía careciera de Seminario la diócesis, conproblemas y dificultades de ordinaria administración, había ya tomado con-ciencia de identidad y se desarrollaba en busca de la madurez

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1 DOMINGO, T. y GONZÁLEZ, V., Pedro de Apaolaza, Zaragoza, 1992.2 ROYO, J.R., «Evolución histórica de Moyuela (Zaragoza), entre los siglos XVI y XIX»,

Aragonia Sacra, IX (1994), pp. 99-130.

CAPÍTULO III

PEDRO APAOLAZA RAMÍREZ (1633-1635)

La diócesis de Teruel había estado gobernada durante los últimos seisaños, de 1625 a 1631, por el obispo Fernando Valdés Llano. A finales delaño 1631 o comienzos de 1632, el monarca Felipe IV propuso al preladoValdés Llano para la diócesis de León. Por eso, el 6 de febrero de 1632 donFernando se despidió del cabildo turolense y se marchó a Madrid. Allíesperó la emisión de las bulas papales para la sede de León. Éstas nuncallegaron. Entretanto, el monarca pretendió enviarle a Flandes. Pos-teriormente le presentó para la archidiócesis de Granada y le nombróPresidente del Consejo de Castilla, con fecha 7 de abril de 1633.

Desde que don Fernando Valdés se despidió de Teruel hasta su nombra-miento para la sede de Granada había trascurrido un año. La diócesis turo-lense permaneció durante todo ese tiempo sin pastor, aunque eclesiástica-mente era una noticia conocida que el rey Felipe IV había nombrado obis-po de Teruel a Pedro Apaolaza Ramírez, que por entonces regía la sede deAlbarracín.

El prelado Apaolaza gobernó escasamente un año la diócesis de Teruel.El obispado de Teruel fue para él un lugar de paso. Por tanto, es compren-sible que las huellas archivísticas sean relativamente escasas. Existe unabuena biografía del obispo Apaolaza1, para cuya redacción se han tenidoen cuenta también las fuentes documentales existentes en los archivosturolenses. Basándome en ella y en otras fuentes bibliográficas2, redactaréeste apartado.

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1. NACIMIENTO, FORMACIÓN Y SACERDOCIO

Pedro Apaolaza Ramírez nació en Moyuela, lugar perteneciente a laComunidad de Daroca. Era hijo de Domingo y María y fue bautizado el día13 de julio de 1567 en la iglesia parroquial de Moyuela, dedicada a MaríaSantísima bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad. Fueron suspadrinos Antonio Oruño y Ana Lázaro.

En Moyuela crece y pasa los primeros años de su infancia. A una edadtemprana fue llevado por sus padres a Daroca, donde existía una escuelade Gramática y Retórica. En Daroca cursó sus estudios de Humanidades,como recordará posteriormente —«los sucesos y lances que le habían suce-dido estudiando Gramática»— en una visita pastoral realizada a esta ciu-dad, siendo arzobispo de Zaragoza. Pedro Apaolaza conservará en sumemoria con agrado los años de su vida pasados como estudiante en la ciu-dad de Daroca.

Concluidos los estudios en la escuela de Humanidades darocense,Pedro Apaolaza se trasladó a vivir a Zaragoza. La familia del infanzón ara-gonés don Juan de Mauleón acogió en su casa y tuteló los pasos de PedroApaolaza en la ciudad cesaraugustana.

Pedro Apaolaza deseaba continuar sus estudios en el recientementecreado Estudio General de Zaragoza. Don Pedro Cerbuna había puesto enfuncionamiento el año 1583 la Facultad de Artes. En las aulas del EstudioGeneral y en la Facultad de Artes estudió los cuatro años necesarios paraobtener el grado de bachiller. Pedro Apaolaza recibió el bachillerato enArtes el 14 de mayo de 1588. Fray Jerónimo Box, ministro del convento deSan Lamberto de Zaragoza, de la Orden de la Santísima Trinidad, apadri-nó al neo-bachiller. Fray Jerónimo Box había sido también su maestro.

Apaolaza siguió sus estudios de Artes Liberales en la Universidad cesa-raugustana. El 8 de agosto de 1590 obtuvo el grado de licenciado y tresaños después, con fecha 1 de mayo, el doctorado en Artes, también deno-minado con el nombre de Magisterio.

Durante su etapa estudiantil, Zaragoza se vio conmocionada por lossucesos históricos protagonizados por Antonio Pérez y, como consecuen-cia, las alteraciones fueristas aragonesas de 1591. Ciertamente escucharía yhablaría de las Cortes de Tarazona, de su presidente el arzobispo Andrésde Bobadilla, fallecido durante la magna asamblea, y del recorte sustancialque sufrieron las leyes forales aragonesas en dichas Cortes. Pedro Apaolazaera entonces un hombre joven con un gran porvenir por delante. Tenía 24años.

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Había recibido la primera tonsura clerical el 22 de mayo de 1587 en lacapilla del palacio arzobispal de Zaragoza. Y en 1589 las cuatro órdenesmenores. El ostiariado el 18 de marzo «en la capilla de Santa Tecla del pala-cio arzobispal»; el lectorado, exorcistado y acolitado, el 27 de mayo en eltemplo metropolitano de la Seo. El subdiaconado, el 16 de junio de 1590también en la catedral de la Seo, «ad titulum patrimonii, propter necessi-tatem ecclesiae dicti oppidi (de Moyuela), cui adscribitur». Todas las órde-nes, incluida la tonsura clerical, le fueron conferidas por el arzobispoAndrés de Bobadilla.

A la edad canónica justa, 24 años, recibió el presbiterado en Monrealdel Campo (Teruel) el 22 de febrero de 1592. Fray Malaquías de Asso, abadde Rueda, obispo titular de Útica y auxiliar de Zaragoza, estaba girandovisita pastoral por aquellos lugares en nombre del arzobispo Bobadilla,ocupado por los asuntos políticos de las Cortes de Tarazona. En aquellaocasión recibieron el presbiterado tres diáconos, entre ellos, el segundo dela lista, «Petrus a Paulaza de Moiuela».

El mismo día de su ordenación presbiteral en Monreal del Campo pre-sentó la solicitud y documentación pertinente ante el vicario general,Miguel Jiménez Palomino, para optar a un beneficio eclesiástico enAzuara, aldea de la Comunidad de Daroca, cercana a su pueblo natal, quecontaba entonces con 130 fuegos.

El vicario general mandó al párroco de Azuara que publicase la vacan-te del beneficio en honor de San Vicente, fundado por Pedro Bueso yJuana Lop, difuntos, que había estado regentado hasta entonces pormosén Pascual Marín, recientemente fallecido. Una vez hechas públicas lascitadas letras del vicario general, presentó también su documentación yalegó sus derechos el presbítero Domingo Aznar, natural de Azuara. Se ini-ció un procesillo entre ambos pretendientes, resuelto el 14 de febrero de1594 a favor del sacerdote nativo de Azuara, don Domingo Aznar, quienrecibió la colación canónica el 2 de abril de ese mismo año.

Frustrada su pretensión al beneficio de Azuara, disfrutó de un benefi-cio en la iglesia de su pueblo natal. Se trataba de una capellanía fundadapor mosén Miguel Ortiz, con la obligación de celebrar unas misas en elaltar de la Concepción de Nuestra Señora. Esta capellanía tenía una rentade 1.200 sueldos anuales y era compatible con otros beneficios. Por eso, elmaestro Apaolaza siguió lucrando sus rentas cuando años después obtuvola rectoría de Torrelosnegros.

El 4 de febrero de 1596 tomó posesión de la rectoría de la iglesia deTorrelosnegros, aldea de la Comunidad de Daroca, en la margen derecha

PEDRO APAOLAZA RAMÍREZ (1633-1635) 129

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del río Pancrudo, de unos 30 fuegos. La rectoría valía «un año con otro 400sueldos». Ocupó la titularidad de la rectoría durante nueve años. Residiópermanentemente, al menos durante seis años. Conservando la rectoría,en febrero de 1601 dejó como regente al licenciaco Martín Sancho, natu-ral de Torrelosnegros. En marzo de 1605 Pedro Apaolaza renunció a la rec-toria, tomando posesión de la misma el hasta entonces regente, licenciadoMartín Sancho.

Pedro Apaolaza se marchó a vivir a Zaragoza. Intentaba continuar susestudios y obtener los grados académicos en Teología. Necesitaba un bene-ficio eclesiástico en la ciudad cesaraugustana que justificara su presenciacontinuada allí. En marzo de 1606 presentó la solicitud para un beneficioen la iglesia de la Santa Cruz. El arzobispo don Tomás Borja (1603-1610),una vez admitida dicha presentación, nombró beneficiado de la Santa Cruzal «dilecto nobis in Christo Magistro Petro Paulaza, presbytero huius dioe-cesis». Era una capellanía de escasa renta, unos 7 u 8 ducados anuales, queotorgaba al maestro Apaolaza un derecho suficiente: el de residencia en laciudad de Zaragoza. Durante el bienio de 1606 a 1607 obtuvo el grado dedoctor en Teología.

Mientras vivió en Zaragoza gozó de fama como excelente orador.Sabemos que el año 1609 la ciudad de Huesca celebró unos grandes feste-jos, con ocasión del traslado de las reliquias de San Orencio desde la ciu-dad francesa de Aux a Huesca. De los siete sermones predicados en aque-llas fiestas, tres corrieron a cargo del Dr. Apaolaza. Al hacerse memoria delos hechos, se le califica como «varón de grandes letras y doctrina, y exce-lente predicador» y se afirma «que predicó docta y altamente». Por eso en1615 Martín Carrillo, al enumerar el Catálogo de los abades de SanVictorián, describe su personalidad con estas palabras: «es muy grande yelegante predicador, y por eso y sus buenas partes estimado mucho».

1.1. UN PRELADO ARAGONÉS

En 1612 comenzó su vida mitrada. Atendiendo a su excelente prepara-ción académica, piedad, experiencia pastoral y facilidad para el ministeriode la palabra, fue presentado por el rey Felipe III para abad de SanVictorián, después de oír el parecer del Consejo de Aragón. El Papa PauloV (1605-1621) aceptó dicha presentación, con el visto bueno del virrey deAragón y de la Audiencia de Zaragoza, el 8 de julio de 1611.

La abadía benedictina de San Victorián de Asán, en el Sobrarbe arago-nés, como las de Montearagón, San Juan de la Peña y Santa María de

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Alaón, tanto por su jurisdicción cuasi episcopal en amplias comarcas comopor la presentación regia de sus abades, daban una característica peculiara la distribución territorial y al ordenamiento eclesiástico del norte deAragón. Equivalían en la práctica a pequeños obispados.

La abadía de San Victorián, hasta la erección del obispado de Barbastro(18-junio-1571) contaba con 54 lugares. Como consecuencia de la creaciónde la diócesis barbastrense y otros reajustes territoriales, su jurisdicciónquedó reducida a 20 lugares, ejerciendo tres monjes además la cura pasto-ral en Graus, que pertenecía a la diócesis de Barbastro.

La abadía pertenecía a la congregación claustral benedictinaTarraconense-Cesaraugustana. El abad recibía la bendición litúrgica. Elcargo era perpetuo, previa presentación regia, siendo preconizado en con-sistorio papal. Podía conferir la tonsura clerical y las cuatro órdenes meno-res. Expedía dimisorias, otorgaba beneficios, daba licencias, hacía visitapastoral y podía convocar sínodo. Además era insaculado en la bolsa deprelados de la Diputación del Reino de Aragón.

Cuando el Dr. Apaolaza llegó a la abadía de San Victorián era un hom-bre maduro, tenía 45 años y unos deseos grandes de hacer realidad elmodelo de pastor diseñado por el concilio de Trento.

Como abad de San Victorián, acudió en 1614 al concilio provincial con-vocado por el arzobispo cesaraugustano Fray Pedro Manrique (1611-1615).El concilio provincial, inaugurado el 1 de noviembre, se clausuró en marzode 1615. Una vez finalizada la magna asamblea, el abad Apaolaza regresó asu monasterio. Regentó la abadía de San Victorián durante diez años(1612-1622).

En 1621 residió en Zaragoza ejerciendo su cargo de Diputado delReino. Presidió una comisión de juristas y teólogos para estudiar un hechopresuntamente milagroso, acaecido en Zuera en marzo de 1621 y relacio-nado con el juramento inmaculista. Y, de manera improvisada, predicóante un público cualificado la Cuaresma que se celebraba en el hospital deNuestra Señora de Gracia.

El rey Felipe IV, con fecha 14 de mayo de 1622, presentó al abad de SanVictorián para la sede de Barbastro. El 24 de agosto el Papa Gregorio XIV(1621-1623) firmó las bulas. Fue consagrado obispo por el cardenal DiegoGuzmán Haro, arzobispo de Sevilla3.

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3 GUITARTE IZQUIERDO, V., Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España,América, Filipinas y otros países, Roma, 1994, p. 143, n.º 912.

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El obispo Apaolaza tomó posesión de la diócesis por medio de procura-dor el 19 de noviembre. Antes de comenzar a residir en Barbastro, desem-peñó junto con Martín Terrer, obispo de Tarazona, una comisión pontifi-cia en el proceso de beatificación de Pedro de Arbués, canónigo inquisito-rial de la Seo de Zaragoza, muerto en una conspiración de conversos judai-zantes en el lejano 1485, y reabierto en 1621 por el Papa Gregorio XIV.

Residiendo en Zaragoza, en febrero de 1623 anunciaba al cabildo bar-bastrense su próxima entrada en la ciudad. En los primeros días del mes demarzo ya se encontraba residiendo en Barbastro y escribía el edicto de con-vocatoria para el sínodo diocesano, que pensaba celebrar el 29 de abril. Eneste sínodo se promulgaron 32 constituciones.

En 1624 fue llamado por Fray Juan Martínez de Peralta, arzobispo deZaragoza (1624-1629), a presidir la comisión examinadora que discerniríaacerca del carácter sobrenatural de los conocimientos que Sor ÁngelaAstorch, religiosa capuchina, parecía tener de la Sagrada Escritura y de lalengua latina.

El pontificado de don Pedro Apaolaza al frente de la sede de Barbastrono fue muy grande. No duró íntegramente un trienio (1622-1625). Seránuevamente el monarca Felipe IV quien proponga en abril de 1625 al obis-po Apaolaza para la sede de Albarracín, vacante por muerte de Fray JuanBautista de Lanuza, acaecida en diciembre de 1624. El Papa Urbano VIII(1623-1643) expidió las bulas de nombramiento con fecha 18 de julio de1625.

Era la sede de Albarracín, enclavada en pleno Sistema Ibérico, una dió-cesis pequeña, pero con unas raíces históricas muy antiguas, que se remon-taban al medioevo.

Tomó posesión por poderes en noviembre de 1625 e hizo su entradasolemne en el verano de 1626. Tenía el obispo Apaolaza 58 años y era ya latercera prebenda mitrada que usufructuaba. Su pontificado en SantaMaría de Albarracín duró ocho años largos (1625-1633). En la ciudad delos Azagra llevó una vida tranquila. Como había hecho en los otros lugaresdonde ejerció su ministerio sacerdotal o episcopal, se dedicó a la oración yal estudio. Vivió apartado de su grey albarracinense en 1629 puesto quepor segunda vez tuvo que acudir a Zaragoza para desempeñar el cargo dediputado de la Diputación General del Reino.

En febrero de 1632 fue presentado para el obispado de Teruel. El nom-bramiento pontificio, por las razones que señalábamos en las palabrasintroductorias, se demoró mucho en salir, hasta el mes de agosto de 1633.

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En octubre llegaron de Roma las bulas papales. El obispo Apaolazaescribió, con fecha 16 de octubre, al cabildo albarracinense para que decla-rase la sede vacante. En las Actas Capitulares del cabildo albarracinensepuede leerse: «en virtud de una carta del señor obispo Don Pedro Apaolazaen la que dice que la puede dicho Capítulo publicar (la sede vacante), porcuanto tiene aviso de Madrid que sus bulas del obispado de Teruel, a queestá promovido, están ya en en el Consejo Supremo de Aragón para despa-charlas, y porque es voz común y fama pública».

2. OBISPO DE TERUEL

La bula del Papa Urbano VIII para la sede de Teruel lleva data de 8 deagosto de 1633. El obispo Apaolaza tomó posesión por medio de procura-dor con fecha 22 de octubre e hizo su entrada solemne en la ciudad deTeruel el día 28 del mismo mes. Su paso por la sede turolense iba a ser muybreve, como hemos afirmado en páginas anteriores. Permaneció escasa-mente un año.

Fray Juan de Guzmán, arzobispo de Zaragoza (1633-1634), falleció el 1de marzo de 1634 y dejó vacante la sede metropolitana. Nuevamente FelipeIV, con fecha 30 de octubre de 1634, propondrá a don Pedro Apaolaza, elprelado más antiguo en aquel entonces del Reino de Aragón, para arzobis-po de Zaragoza.

El cabildo turolense felicitó al obispo Apaolaza por esta nueva promo-ción. Este correspondió enviando una carta al cabildo turolense, leída enla sesión capitular del 21 de diciembre de 1634. Para esas fechas, presumi-blemente, ya se encontraba residiendo en Zaragoza. Las bulas del PapaUrbano VIII se expidieron con fecha 8 de enero de 1635. Juró su cargo enla catedral de la Seo con fecha 7 de marzo de 1635. Pedro ApaolazaRamírez tenía 67 años de edad y había regido el abadiado de San Victoriány los obispados de Barbastro, Albarracín y Teruel.

La provisión de las sedes aragonesas en eclesiásticos naturales del Reinofue el modo habitual de actuar durante la monarquía de los Austrias.Existió, además, cierta catalogación entre las sedes, dependiendo estrecha-mente del valor de las rentas anuales de las mensas episcopales. Había tam-bién un escalafón entre los mitrados aragoneses, que culminaba con la pro-moción a la sede metropolitana. Sólo algunos pasaban este «cursus hono-rum». Martín Terrer de Valenzuela, obispo de Albarracín, Teruel yTarazona, lo recorrió antes que Pedro Apaolaza. Y lo haría también Fray

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Juan Cebrián, quien regiría las sedes de Albarracín, Teruel y Zaragoza,siempre tras el prelado Apaolaza.

El arzobispo Apaolaza gobernó la sede metropolitana durante ochoaños4. En su pontificado se dictó sentencia (1641-1642) al famoso milagrode Calanda. El mancebo Miguel Pellicer, agraciado por la Virgen del Pilar,recobró su pierna amputada en el hospital de Nuestra Señora de Gracia. Elarzobispo reconoció la sobrenaturalidad del hecho, cuyas actas fueronconocidas en el siglo XVII por todo el mundo católico de Europa, y le diorenombre y fama universal.

Falleció el día 21 de junio de 1643, domingo, a las cuatro de la tarde.Con su muerte Aragón perdió un excelente obispo, un gran orador y unmagnánimo mecenas. Sus restos mortales estuvieron sepultados en la igle-sia parroquial de su pueblo natal. La tumba fue profanada durante la con-tienda civil española de 1936.

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4 Siendo arzobispo de Zaragoza, con fecha 6 de mayo de 1635, en la catedral de la Seoconsagró obispo a Gaspar Gil Miravete, natural de Blancas (Teruel), para la diócesis de Vich;y el día 14 de marzo de 1638 a Cipriano Arcón, para la diócesis de Alghero (Cerdeña). Enesta segunda oportunidad intervinieron en la ceremonia litúrgica, como coconsagrantes,Alonso Requesens Fenollet, O.F.M., obispo de Barbastro, y Vicencio Domec, obispo deAlbarracín.

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1 La trayectoria del obispo Cebrián se ha elaborado con los materiales de archivo cita-dos en las notas, los trabajos de los cronistas mercedarios mencionados en el texto y con lasiguiente bibliografía: MILLÁN, J., Santa María de El Olivar, Elche, 1997; POLO, J.J., «JerónimoSalas Malo (1599-1664), deán y obispo de Albarracín, devoto de Nuestra Señora del Pilar»,Xiloca, 9 (1992), pp. 147-169, Xiloca, 10 (1992), pp. 71-94 y Xiloca, 11 (1993), pp. 95-122; SANZ,A., «Biografía de Fray Juan Cebrián de Alagón, ilustre hijo de Perales», Teruel, 27 (1962), pp.167-176.

CAPÍTULO IV

FRAY JUAN CEBRIÁN (1635-1644)

Cuando el padre mercedario Fray Juan Cebrián llegó a Teruel era ya unhombre maduro de 50 años de edad. Había sido comendador de dosmonasterios (1615-1625), provincial de Aragón (1625-1627) y MaestroGeneral de la Orden de Nuestra Señora de la Merced (1627-1632). Veníaa Teruel de la cercana y limítrofe diócesis de Albarracín, que había gorber-nado escasamente durante dos años (1633-1635). Por tanto, cuando sehizo cargo de la diócesis turolense era un hombre con suficiente experien-cia de gobierno1.

Sucedía en la sede a Pedro Apaolaza Ramírez, que había sido promovi-do a la metrópoli cesaraugustana. Venía a regir la diócesis de Teruel, quele era bien conocida. Su pueblo natal, Perales del Alfambra, dista apenas40 kilómetros de esta ciudad. Se encontraba, pues, en su propio ambiente,cerca de su tierra natal, donde con el correr de los años levantaría su resi-dencia solariega.

La diócesis de Teruel contaba ya con su propio ordenamiento canóni-co, que recientemente había sido remozado por el obispo Fernando ValdésLlano.

España estaba gobernada por el monarca Felipe IV, que en repetidasocasiones favoreció a Fray Juan Cebrián. Aquellos tiempos fueron bien difí-

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ciles, tanto económica como políticamente. Una crisis aguda se cerniósobre la economía, no sólo peninsular sino también en los ámbitos europe-os. Además, España tuvo que soportar las consecuencias políticas, socialesy económicas de las guerras secesionistas de 1640. Por eso el cuadro espa-cio-temporal en que se desarrolló la vida episcopal de Fray Juan Cebrián nofue nada halagüeño.

Gobernó la diócesis de Teruel durante nueve años. Al finalizar su epis-copado turolense, como sucedía habitualmente, fue promocionado a lasede zaragozana. Regentó la archidiócesis cesaraugustana por espacio de18 años, hasta su muerte, acaecida en 1662.

Al estudiar el episcopado de Fray Juan Cebrián descubriremos variasfacetas: el fraile mercedario, el religioso que desempeñó tareas de gobier-no dentro de su Orden y el obispo de Albarracín, Teruel y Zaragoza. Comoreligioso y obispo de su tiempo, no pudo escaparse de algunos modos habi-tuales de obrar en su época: nepotismo, ambición política y excesivo servi-lismo a la Corona.

1. FRAILE MERCEDARIO

Fray Juan Cebrián estudió y profesó como religioso mercedario en elmonasterio de Nuestra Señora del Olivar, ubicado cerca del pueblo deEstercuel, que pertenecía a la archidiócesis de Zaragoza. Fue comendador(prior) de este monasterio. Tuvo un amor entrañable y una preocupaciónconstante por el monasterio del Olivar. Así se desprende de dos textos quetraíscribo a continuación, donde el mismo se confiesa como «hijo delmonasterio y convento del Olivar».

El primero es de una bula de Urbano VIII (Nuper pro parte), donde sereconoce y se concede permiso a Fray Juan Cebrián, Maestro General de laOrden de la Merced, para dejar todos sus bienes a favor del Olivar, pues allí«había vestido el hábito, que suelen llevar los frailes de la Orden, en la casaregular de dicha Orden del lugar del Olivar, de la diócesis zaragozana, y allíhabía emitido igualmente la profesión regular. Por eso, concedemos que,cuanto fuere hallado al tiempo de su muerte, todo sea cedido a esa casa enque vistió el hábito y emitió su profesión, como se ha dicho».

El otro texto está tomado de una carta de donación, otorgada enMadrid el 13 de febrero de 1632 por el Maestro General Fray Juan Cebriána favor del Olivar, que cedía 44.000 reales «al dicho monasterio y convento

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de Nuestra Señora del Olivar, cuyo hijo soy y donde, como va referido,tomé el hábito y profesé. Y desde luego los renuncio, doy y dono y traspa-so al dicho monasterio».

1.1. ESTUDIANTE Y COMENDADOR DEL MONASTERIO

DE NUESTRA SEÑORA DEL OLIVAR

Juan Cebrián Pedro nació en Perales del Alfambra (Teruel) el 24 de octu-bre de 1585. Era hijo de Juan Cebrián y Eleonora Pedro. Juan Cebrián pasólos años de infancia en Perales del Alfambra. Sabemos que los habitantes dePerales acudían anualmente en romería al monasterio del Olivar, donde seveneraba una imagen de Nuestra Señora bajo el mismo nombre. Resulta nor-mal que los lugareños de los pueblos cercanos acudiesen a este monasterio-santuario. Sin embargo, Perales del Alfambra se encontraba a bastante dis-tancia del monasterio. Quienes acudían allí en romería necesitaban de cincoo seis días para ir, visitar y regresar a sus hogares. Por eso no resulta extrañoque los padres de Juan Cebrián, incluso acompañados de su propio hijo,conociesen este lugar y posteriormente lo llevasen a estudiar al monasterio.

Aprendidas las primeras letras, cursó Humanidades, Filosofía y Teologíaen el monasterio del Olivar, donde había Estudio de Gramática desde1576. Allí tomó el hábito mercedario e hizo la profesión religiosa.Completó sus estudios de Teología en la universidad de Alcalá de Henares(1611-1612) y, residiendo en el colegio y monasterio mercedario de la VeraCruz, continuó sus estudios teológicos en la Universidad de Salamanca(1612-1614). Siendo necesario en el Olivar como formador de los futurosreligiosos, regresó al monasterio sin obtener el título académico universita-rio. Durante estos años, antes o después, presumiblemente sería ordenadosacerdote. En ese tiempo era comendador del Olivar el padre PedroDomingo.

En el capítulo provincial de 1612, celebrado en Barcelona del 4 al 10 demayo, el padre Pedro Domingo fue nombrado comendador del conventode Daroca (Zaragoza) y el padre Pedro Valverde del Olivar, permanecien-do en el cargo durante tres años, que era el tiempo que mediaba y era exi-gido entre los sucesivos capítulos provinciales.

En 1615, en el capítulo provincial celebrado en Zaragoza del 16 al 21 demayo, Fray Juan Cebrián fue nombrado comendador del Olivar.

Cerca del pueblo de Oliete estaba el monasterio mercedario de SanPedro de los Griegos, próximo geográficamente y, por tanto, relacionadocon el monasterio del Olivar. En San Pedro de los Griegos había un

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comendador y una comunidad, aunque su autonomía y economía por aque-llos tiempos venía siendo problemática. El padre Juan Cebrián, comendadordel Olivar, llevó y expuso este problema en el capítulo general del año 1618,celebrado en Murcia. Pedía que el convento de San Pedro de los Griegosfuese anexionado al del Olivar «en la forma y manera en que los años atrásestuvo incorporado y agregado». Dicha proposición fue traspasada al capítu-lo provincial, para ser estudiada y tratada. Celebrado éste en la ciudad deDaroca el mes de abril de 1619, se «determinó que se hiciese la dicha incor-poración con el de Nuestra Señora del Olivar, aplicando el directo dominiode todas las heredades, posesiones y demás hacienda perteneciente al dichoconvento…, con tal que el dicho convento del Olivar esté obligado a tenerun religioso que diga Misa en la dicha casa de San Pedro de los Griegos».

En este Capítulo provincial de Daroca se reconoció al Padre JuanCebrián el título de presentado. Obtuvo 30 votos, sobre 33 votantes, paraelector del Capítulo General y 1 sufragio para desempeñar el cargo deDefinidor de la Orden. Al terminar el capítulo provincial, Fray Juan seguíasiendo prior del convento del Olivar.

En mayo de 1622 hubo Capítulo General y Provincial en Zaragoza. ElPadre Juan Cebrián asistió como comendador del Olivar y como electorgeneral. En el Capítulo Provincial, con la asistencia de 47 mercedarios, eli-gieron por 44 votos al padre Juan para el cargo de Definidor General de LaOrden. Pidió y se le concedió el título de Maestro.

Puede afirmarse que en este Capítulo, o al poco tiempo de su celebra-ción, fue nombrado prior del convento de Santa Eulalia de Barcelona, queera el más representativo de la Merced. El priorato de Barcelona tenía la pre-rrogativa de que el religioso que lo ocupaba, en caso de renuncia o muertedel Maestro General, quedaba automáticamente constituido en vicario gene-ral de la Orden. Esto ocurrió en alguna ocasión, dado que varios MaestrosGenerales de la Orden fueron elevados a la dignidad episcopal, y en 1632acaecería con Fray Juan Cebrián quien, antes de ser elevado a la dignidad deMaestro General de la Orden, desempeñó el cargo de Provincial.

El padre Juan Cebrián fue calificador del Santo Oficio. Los cronistas dela Orden no se ponen de acuerdo si desempeñó el oficio mientras fuecomendador del Olivar o mientras vivió en Barcelona.

1.2. PROVINCIAL DE ARAGÓN

Al capítulo provincial del año 1625, celebrado en Barcelona durante elmes de enero, asistieron 43 capitulares. El día 18 se hizo la elección de pro-

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vincial, que recayó por 42 votos en la persona del padre Juan Cebrián. Eneste Capítulo provincial se dictaron también doce disposiciones, que cons-tituían un verdadero programa reformista del nuevo provincial. Estas nor-mas del padre provincial Fray Juan Cebrián estaban apoyadas en suexperiencia de gobierno como comendador del Olivar y de Santa Eulalia.

El Maestro General, padre Gaspar Prieto, promovido al episcopado, noacabó su mandato y tuvo que renunciar al cargo en enero de 1627. Habíaque celebrar Capítulo general electivo. Antes de esto, el padre provincialde Aragón se reunió con los padres definidores y electores de su provinciaen Zaragoza. Era el mes de abril de 1627: un padre elector y otro padredefinidor presentaron su dimisión por razones de salud. Admitidas ambasrenuncias, los padres electores aragoneses acudieron al Capítulo General.En el mes de mayo se convocó el Capítulo General electivo, que se celebróen la ciudad de Toledo.

1.3. MAESTRO GENERAL DE LA ORDEN DE LA MERCED

El Capítulo General electivo se celebró en el monasterio de SantaCatalina. Comenzó el 21 de mayo de 1627, vigilia de Pentecostés, y acudie-ron 27 electores. Las crónicas mercedarias dicen que «el sábado 22 deMayo de 1627, después de la Misa del Espíritu Santo y demás ceremoniasacostumbradas, habiendo votado todos, se halló una cédula que decía: elpadre maestro fray Lorenzo de Altava; y las 26 restantes: el padre maestrofray Juan Cebrián. Y, así, quedó Maestro General electo. Y, habiendo hechoel juramento, le prestaron obediencia». Fray Juan Cebrián, con el voto uná-nime de todos los electores se había convertido en el 39 Maestro Generalde la Orden de la Merced.

El Maestro General Fray Juan Cebrián y los demás capitulares permane-cieron reunidos hasta el día 28 de mayo. Durante esos días, elaboraronalgunas nuevas ordenaciones como —a modo de ejemplo— las relativas ala labor misionera en Indias, a la disminución del número de presentadosy maestros, al nombramiento de un solo predicador en cada convento o ala obligación impuesta a los Maestros generales de permanecer desempe-ñando el cargo durante los seis años preceptivos, sin poder aceptar entre-tanto la presentación regia para una sede episcopal.

El Generalato de Fray Juan Cebrián se caracterizó por su talante refor-mador. En 1627 dictó 51 disposiciones para las provincias de las Indias yaprobó la fundación de la Orden mercedaria en China y Japón, aunque nose consiguió que progresase dicha fundación. Ese mismo año, consiguió

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reducir el número de graduados (llamados de baratillo) que en la Merced,como en las otras Órdenes, se concedían con notable abuso, luchando porla calidad de los graduados, «no sin contradicciones bien pesadas». En1628 la Santa Sede aprobó las causas de canonización de San PedroNolasco y San Ramón Nonato y se pusieron en marcha los procesosinformativos sobre Pedro Armengol y María de Socós.

Durante su Generalato se llevó a cabo la extensión de la Orden aPortugal y también, lamentablemente, la separación de la Orden y desgaja-miento de la rama de los hermanos descalzos. Gobernaba la Iglesia el PapaUrbano VIII (1623-1644). El padre Luis Aparicio, procurador general de laOrden mercedaria en Roma, obtuvo más de 15 bulas papales con privile-gios y reconocimientos para el nuevo Maestro General y su Orden: confir-mando la elección del padre Cebrián para general; concediendo el rezo deSan Pedro Nolasco, misa y oficio, perpetuamente, para toda la Orden; per-mitiendo al General el uso de altar portátil para sus viajes de visita a laOrden o dándole permiso para que pudiese testar a favor del convento delOlivar y todos sus bienes pasasen a dicho monasterio en el momento de sumuerte.

En 1628 «sorteó el oficio de diputado del Reino de Valencia, y lo ejer-ció todo el trienio, sirviendo a su Majestad en disponer las materias de sureal servicio». El padre Salmerón, coetáneo de Cebrián y cronista merce-dario, propenso siempre a realzar todo lo que significara servicialidad dela Orden mercedaria a los soberanos, asegura que los ascensos del MaestroGeneral al episcopado y dentro del mismo los debió al monarca Felipe IVquien, pasados los años, presenciaría personalmente la entrada solemnedel arzobispo Cebrián a la sede metropolitana.

El año 1629 colaboró en la fundación del colegio mercedario deValencia. Escribió De initio Ordinis Constitutionibus, et legibus eius, cui pontifi-cias bullas, quae ad regimen optimum spectant intexuit (Madrid, 1628);Información y mermorial acerca del tiempo que en la vacante del oficio de Generalde la Orden de Nuestra Señora de la Merced ha de ser Vicario General de ella el padreprior del convento de Barcelona (Madrid, 1632) y las obras manuscritas, fecha-das el año 1630 en Zaragoza, De violenta clerici persecussione, ac de absolvendipercussorem a censura y De iure episcopali. Patrocinó la edición de obras comoCenturia Sanctorum, del padre Luis Aparicio (Roma, 1628); Constitucionesantiguas y bulario, con nota de Fray Serafín de Freitas (Madrid, 1632);Crónica General, del padre Alonso Remón (tomo II, Madrid, 1636) yConquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, editada por el padreAlonso Remón (Madrid, 1632).

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Pero en la tarea que puso mayor ilusión y entrega fue en la reconstruc-ción del monasterio-convento del Olivar. El cronista Tirso Téllez afirmaque «encontró viejo el convento y empleó todas sus industrias y desvelos nosólo en remendarlos, sino en fabricar de nuevo toda aquella casa, en cuyareligiosa empresa gastó cuanto así por los gajes de su Generalato le perte-necia, como lo que de su padre grangeó y de sus hermanos, uno y otroscaudalosos. Quedó la iglesia y el monasterio tan hermoso y tan autorizadoque, fuera del de Zaragoza, no tenemos en todo aquel gran Reino algunoque le iguale. Puso pinturas excelentes en los claustros, retablos en la igle-sia, ornamentos y muebles en la sacristía».

En la obra Historia de la Aparición de la sagrada imagen de Nuestra Señora delOlivar, de su santuario y convento anexo, escrita por el padre Guillermo Bravoen 1892, se describe el primitivo convento —o sea el edificio que se fueconstruyendo y ampliando desde la fundación en el siglo XIII hasta la granreforma hecha entre 1627 y 1632 por el padre General Fray Juan Cebrián—con las siguientes palabras: «constaba la primitiva fábrica del convento dedos compartimentos o claustros, que se extendían en cuadros regulares; elprimero comprendía el área que forma la plaza de la iglesia, hasta el pie dela montaña septentrional, por donde pasa el camino de Crivillén; el segun-do, unido al anterior por el lienzo del mediodía, ocupaba todo el campo dela plaza mayor. El edificio tenía dos pisos, con todas las localidades y ofici-nas indispensables en un convento grande, y más en uno como éste que,por razón de su aislamiento, ha de menester de tantas otras, como hornos,graneros, corrales, etc., que no son necesarias en los de las ciudades».

El Padre Pedro de Luna, en su obra Breve relación historial, panegírica ydoctrinal de la aparición de Nuestra Señora del Olivar, fundación y aumentos de suconvento, con un compendio de sus prodigios, y dos novenarios a favor de sus devo-tos, impresa en Zaragoza en 1723, describía la obra llevada a cabo en elOlivar durante el Generalato del padre Cebrián con estas palabras: «edifi-cada la iglesia, y pasados veintitrés años, se dio principio a la fábrica delconvento nuevo y se concluyó en cinco años, de manera que se empezó elaño 1627 y quedó ya perfecta el de 1632. Era en este tiempo MaestreGeneral el Excelentísimo Señor Don Fray Juan Cebrián. Habiendo llegadoa sus manos, estando en la coronada villa de Madrid, una limosna cuantio-sa para que la gastara en alguna obra pía, como hijo de esta casa la aplicóa ella, mandando se fabricara nuevo claustro. Con esta ayuda, con lo quepudo contribuir el convento, y con algunos arbitrios y limosnas llegó en tanbreve tiempo a la perfección que hoy tiene».

El matrimonio granadino, compuesto por Rolando Levanto y MaríaBibalil, otorgaron carta de donación en Madrid con fecha 13 de febrero de

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1632 por valor de 60.000 reales, que el Maestro General Cebrián empleóen la obra de reconstrucción del monasterio del Olivar, iniciada con ante-rioridad y pagada posteriormente.

Por todo el convento puso el padre Cebrián buenas pinturas de temaspiadosos y mercedarios. Aunque no tenemos seguridad de quién fue elautor de tantas pinturas, la gran mayoría fueron ejecutadas por el religio-so mercedario de Tarazona padre Agustín Leonardo (+1634), que viajó deconvento en convento plasmando su arte. El padre General le mandó ir alOlivar, donde realizó treinta y ocho cuadros mayores y algunos pequeños.

Siendo ya obispo ayudará, intervendrá y seguirá muy de cerca la vidamonástica del Olivar, de tal manera que «a la hora de asignar comendadoresa cada casa, el del Olivar se deja a disposición del Ilustrísimo señor Don FrayJuan Cebrián, obispo de Teruel, para que su Ilustrísima ponga religioso deprendas por prelado de aquella casa, como interesado y bienhechor de ella».En 1651, siendo arzobispo de Zaragoza, colaboró en la construcción de laplaza denominada de las Malvas, donde hay «una pared adornada con alme-nas de ladrillo, en medio una gran puerta, y sobre ella está en una piedra elescudo de armas del señor Cebrián, como también sobre las de los cuartos ysala capitular del convento nuevo, en memoria de que para estas obras con-tribuyó con mucha parte su Excelencia», según afirman los padres Luna yBravo. Su mecenazgo queda también documentado en los armarios y sacris-tía de la iglesia del monasterio, equipada de calajera, ornamentos, cuadros,alhajas para el culto…, donde aparecen las armas del obispo Cebrián.

A la hora de enjuiciar la labor del Generalato del padre Cebrián, lasvaloraciones de los cronistas mercedarios no son unánimes. Mientras elpadre Salmerón sentía una gran admiración, el padre Tirso Téllez señalaen múltiples ocasiones que tuvo sus contrarios. Es cierto que el padreCebrián fue un hombre recto, emprendedor, exigente, laborioso y, porello, en algunas ocasiones criticado y no siempre bien entendido.

Al ser presentado para la mitra de Albarracín, renunció con fecha 29 demarzo de 1632 a su grado de maestro y, pocas fechas después, el 4 de mayoal gobierno de la Orden.

2. OBISPO DE ALBARRACÍN

Con fecha 6 de enero de 1632 el monarca Felipe IV presentó a Fray JuanCebrián para ocupar la sede de Albarracín, que estaba siendo gobernada por

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don Pedro Apaolaza Ramírez. La bula papal de Fray Juan tardaría más de unaño en ser emitida, pues lleva data de 5 de septiembre de 1633. El ascensode Fernando Valdés Llano, hasta entonces obispo de la diócesis de Teruel, alarzobispado de Granada y a la Presidencia del Consejo de Castilla, retardó laemisión de las bulas de Apaolaza para Teruel y de Cebrián para Albarracín.

La noticia de su elección episcopal era conocida en Albarracín. Por eso,siguiendo los modelos protocolarios del momento, el cabildo nombró uncapitular para felicitar al obispo electo. Con fecha 13 de octubre el canóni-go Tomás Antillón Igual viajó a dar la enhorabuena a don Pedro Apaolazapor su promoción a la sede turolense y, de paso, se entrevistó con Fray JuanCebrián, aprovechando también para darle el más sentido pésame por lamuerte de uno de sus sobrinos. El canónigo Antillón estaba de regreso enAlbarracín para el 19 de octubre, miércoles, fecha en que se eligieron losoficios o cargos de sede vacante.

La sede de Albarracín permaneció vacante escasamente un mes. FrayJuan Cebrián fue consagrado obispo por don Juan Guzmán, arzobispo deZaragoza, en el convento mercedario de San Lázaro, ubicado en la ciudadde Zaragoza. Una vez recibida la consagración episcopal, el 16 de noviem-bre de 1633 tomó posesión de la diócesis de Albarracín por medio de susobrino, que tenía el mismo nombre que el tío. El arcediano, Dr. AntonioCuber de Bernabé, presidió este acto que, siendo meramente protocolario,tenía consecuencias pecuniarias. A partir de ese momento, el obispocomenzaba a percibir los derechos propios de la mensa episcopal.

Con fecha 28 de noviembre los canónigos nombraron una comisión decapitulares para salir a recibir a Fray Juan Cebrián hasta el pueblo deRoyuela, como era costumbre. Con toda seguridad ese mismo día, o al díasiguiente, hizo su entrada solemne en la catedral de su diócesis.

El ceremonial de entrada tenía siempre parecidos hitos protocolarios:el obispo adoraba la cruz que le presentaba el deán, juraba las constitucio-nes capitulares, entraba procesionalmente en el templo catedral, mientrasel coro cantaba el Veni Creator, y llegaba al altar mayor donde entonaba elTe Deum y, finalmente, recibía la felicitación del cabildo, beneficiados, clé-rigos y pueblo cristiano.

El 1 de diciembre el cabildo catedral, capitularmente y vestidos conhábitos corales, visitó al prelado. El deán Salas Malo tomó la palabra paradar la bienvenida al obispo Cebrián. El acto tuvo lugar a las dos de la tarde,momento antes del canto de vísperas.

El obispo Cebrián no permaneció mucho tiempo al frente de la dióce-sis de Albarracín, que ciertamente era una sede de paso, de primera salida.

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El 15 de marzo de 1635 el cabildo albarracinense, conocedor de que supastor había sido promovido a la sede de Teruel, resolvió enviar aZaragoza, donde se encontraba el obispo Cebrián, una embajada para feli-citarle.

Mientras permaneció en Zaragoza, el domingo 6 de mayo de 1635, elrecién nombrado arzobispo de Zaragoza, don Pedro Apaolaza Ramírez,asistido de Fray Juan Cebrián y de don Vicente Domec, obispo de Jaca, con-sagró en el altar mayor de la catedral de la Seo a Gaspar Gil Miravete, natu-ral de Blancas (Teruel), para obispo de Vich.

Tras ocho meses de prolongada ausencia en Zaragoza, Fray JuanCebrián regresó a Albarracín para recoger sus pertenencias. Con fecha 19de junio el cabildo catedralicio acudió capitularmente a saludarle y felici-tarle. El prelado, antes de salir hacia su nueva sede, devolvió la visita y sedespidió costesmente del cabildo. Las bulas papales para Teruel llevan datade 9 de julio, aunque los otros trámites burocráticos retrasarían todavía unmes para declarar la sede vacante. El obispo Cebrián escribió con fecha 7de agosto al cabildo de Albarracín y les comunicaba que, una vez declara-da la sede vacante, podían proceder a la elección de oficios. La diócesisalbarracinense permaneció sin pastor durante más de un año. El obispo deJaca, Vicencio Domec, fue nombrado para sucederle.

3. OBISPO DE TERUEL

Fray Juan Cebrián Pedro entró solemnemente y tomó posesión de ladiócesis de Teruel el 6 de octubre de 1635. Gobernó la diócesis durantenueve largos años, hasta 1644. El padre mercedario Marcos Salmerón, ensu obra Recuerdos históricos y políticos de los servicios que los Generales y varonesilustres de la Religión de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos, hanhecho a los Reyes de España, asegura que «en sus ocho años de obispo turo-lense, nunca salió de los límites diocesanos si no era en servicio del rey,como cuando el año 1642 concurrió a Zaragoza para la Junta de los Brazosdel Reino». Cuando el padre Salmerón escribía estas cosas en 1646, el ya«arzobispo Cebrián estaba sirviendo al Soberano en el oficio de consejero,en una gran Junta que se celebraba en Zaragoza, con objeto de resolver enmaterias de guerra y de paz concernientes al reino de Aragón».

Los siete primeros años de su pontificado turolense, como se despren-de de una atenta lectura de las Actas Capitulares, fueron años pacíficos,sosegados y sin ningún tipo de sobresalto. Durante el bienio de 1642 a 1644

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las noticias documentales conservadas en los archivos turolenses son mayo-res. Hay dos temas puntuales: las ayudas del cabildo catedralicio y la ciudadde Teruel a la maltrecha economía española, secundando la Unión deArmas propuesta por el Conde-Duque de Olivares, y los pleitos ruidososentre el obispo Cebrián y su cabildo con ocasión de un nombramientocapitular, hecho en la persona de un sobrino carnal del prelado. De ambosasuntos trataremos en los parágrafos siguientes. El obispo Cebrián, comootros prelados antecesores y sucesores suyos en la silla episcopal turolense,estuvo también enredado con este tipo de litigios, nada aleccionadorespara el pueblo cristiano y donde el poder episcopal (abusando incluso delas penas canónicas) se dejará sentir con toda su fuerza.

Fray Juan Cebrián era un hombre de su tiempo. En ese contexto habráque juzgar sus decretos y mandatos episcopales, teniendo en cuenta, ade-más, que habitualmente queda sólo en los archivos la documentación ema-nada por pleitos o cuestiones en litigio. La vida ordinaria normalmente noqueda plasmada en documentos. Por eso, al historiar el pontificado turo-lense de Fray Juan Cebrián no podemos caer en el error, ni tampoco afir-mar categóricamente, que fue un hombre conflictivo.

3.1. AYUDA ECONÓMICA PARA LAS CAUSAS REGIAS

Tan pronto como Fray Juan Cebrián regresó de las Cortes celebradas enZaragoza a Teruel, en el mes de junio de 1642 propuso al cabildo catedra-licio que sería necesario celebrar sínodo (sic) «para ver cómo la ciudad y lospueblos podían ayudar a la nación en la cuestión de las levas de soldados,para defender la nación contra la invasión de los franceses»2. El obispo lessugirió también que programasen algunos actos litúrgicos para pedir aDios por el éxito de las armas españolas, dado que los franceses se habíanapoderado «de muchos lugares».

El cabildo catedralicio tomó buena nota de las propuestas episcopales,nombró cuatro capitulares para estudiar el asunto —el deán PedroMartínez Rubio, el tesorero Pedro Lázaro López y los canónigos JuanPasamonte y Lorenzo Dimas Carnicer— y retrasó unos días la celebraciónde los actos cultuales, puesto que estaba ocupado en la celebración delCorpus Christi y su octava.

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2 A.C.T., 114, cabildo 23 de junio de 1642.

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Con fecha 3 de julio el cabildo acordó hacer un novenario de Misaspidiendo por esa intención, que daría comienzo el 6 de julio. Durantela Misa se recitarían también las letanías de los Santos «semitonadas,como se acostumbra en tiempo de guerra». Convendría que la noticiase divulgase desde «los púlpitos, para que el pueblo asistiese estos nuevedías»3.

Una vez acabada la novena de misas, se vio conveniente continuar condichas rogativas y, al mismo tiempo, «se dio aviso a todas las iglesias y Órde-nes para que asistieran a una procesión general que el señor obispo y cabil-do habían convenido que se hiciera»4. La procesión pasaría junto alHospital y la iglesia de San Pedro.

Además de la oración que consideraban muy necesaria, en el mes deagosto los munícipes y autoridades comenzaron a estudiar medidas concre-tas de tipo económico y de levas de soldados. El cabildo designó al deánMartínez Rubio y al canónigo Juan de Asín para tratar el tema5.

La ciudad de Teruel debía colaborar a la Unión de Armas con 2.567libras y 8 dineros. La tercera parte (855 libras y 26 dineros) sería abonadapor los eclesiásticos de la ciudad, a modo de «donativo gracioso». Los capi-tulares comunicaron este acuerdo al obispo y al cabildo. El obispo Cebrián,aceptando la propuesta, prefería que el dinero que se debía aportar fueseentregado en calidad de sisa o impuesto y no como «donativo gracioso». Yasí se comunicó a los síndicos y jurados de la ciudad6.

La presión bélica seguía aumentando y, por lo mismo, las necesidadeseconómicas seguían creciendo. Al año siguiente los ediles municipales soli-citaron al estamento clerical nuevamente ayuda económica para pagar «laslevas de soldados». Aragón estaba siendo invadida por los catalanes y fran-ceses.

El Concejo municipal turolense, sin convocar al estamento clerical,había acordado unilateralmente sobre esta materia. El obispo Cebrián pro-testó enérgicamente. El cabildo catedralicio estaba dispuesto a pagar comolo habían hecho anteriormente pero siempre que se contase con el permi-so episcopal. Sugerían a los munícipes que escribiesen al obispo solicitan-do su consentimiento7.

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3 Ibídem, cabildo 3 de julio de 1642.4 Ibídem, cabildo 18 de julio de 1642.5 Ibídem, cabildo 12 de agosto de 1642.6 Ibídem, cabildo 10 de septiembre de 1642.7 Ibídem, cabildo 10 de marzo de 1643.

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Los jurados municipales debieron exponer su solicitud al obispoCebrián, quien aceptó que los eclesiásticos colaborasen con la parte pro-porcional que les correspondiese8. Esta colaboración del estamento cleri-cal sería abonada por el obispo, el cabildo catedral y el Capítulo GeneralEclesiástico, según lo establecido por una constitución sinodal reciente-mente aprobada en el sínodo celebrado por el obispo Cebrián9. Loseclesiásticos turoleneses no eran remisos en ayudar al mantenimiento delejército y Unión de Armas, siempre y cuando los ediles municipalesrespetasen sus estatutos y leyes propias.

3.2. RELACIONES CON EL CABILDO CATEDRAL

Creemos que las relaciones del obispo Cebrián con el cabildo catedralfueron cordiales hasta 1640, año en que empezaron las tensiones, hastaderivar en comportamientos bien anómalos, tanto por parte del preladocomo del cabildo, aunque comprensibles para aquellas circunstancias his-tóricas.

El obispo Cebrián pretendió ciertos derechos frente al cabildo, como elnombramiento para ocupar canonjías, la visita al templo catedral y lacorrección de capitulares sin conjueces, intentanto imponerse a los dere-chos de los canónigos con la obtención de breves papales que respaldasensus actuaciones10.

Fray Juan Cebrián no tuvo ningún problema para hacer la visita canó-nica al templo, jocalías y documentos catedralicios el año 1637, como cons-ta por el acta de visita del testamento otorgado por el canónigo MarcosPolo de la Torre, levantada el 27 de octubre11.

En 1640 realizó gestiones ante la Santa Sede para nombrar canónigo dela catedral turolense a un sobrino suyo, llamado Gil Pedro Cebrián, menorde edad y que ya disfrutaba de un beneficio en la villa de Manzanera. ElPapa Urbano VIII, con fecha 24 de julio de 1640, le dispensó del defecto

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8 Ibídem, cabildo 28 de mayo de 1643.9 Ibídem, cabildo 29 de mayo de 1643.

10 Ibídem, 158-1-70.11 Ibídem, 156-20-1, fol. 10. El canónigo Marcos Polo de la Torre testó con fecha 30 de

diciembre de 1628: manifestaba sus deseos de ser sepultado en el templo catedral, fundabaun aniversario perpetuo en la catedral, dejaba un legado pío a favor del hospital general deTeruel y otro también a favor del hospital de Nuestra Señora de Gracia, que estaba enZaragoza.

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de edad para obtener una canonjía diaconil12 y, por bula datada el 6 de sep-tiembre del mismo año, le nombró canónigo de la catedral de Teruel13.

El cabildo aceptó de mala gana este nombramiento y se indispuso con-tra el obispo. El sobrino del prelado, sin cumplir con la obligación de resi-dencia14, pretendía cobrar sus rentas. El cabildo se oponía tenazmente yambas partes estaban enfrentadas y sumidas en pleitos. Se acudió al Justiciade Aragón15, que apoyó favorablemente los derechos del sobrino del obis-po16. El cabildo tenía su propio agente, don Braulio Sunyer, en Roma paraseguir esta causa procesal17. La Sagrada Congregación del Concilio, en1643, dictó sentencia a favor de don Gil Pedro Cebrián18, confirmada porun breve del Papa Paulo V, fechado el 20 de abril de 164319.

El obispo Cebrián tomó parte a favor de su sobrino. El cabildo catedra-licio, que estaba gastando mucho dinero por este motivo, pensó exponerestos problemas a los jurados y munícipes de la ciudad, con el fin de ganary atraer sus voluntades a favor de los postulados del cabildo frente al obis-po Cebrián. Los canónigos Juan de Pasamonte y Lorenzo Dimas Carnicerfueron designados por el cabildo para exponer el problema ante el consis-torio turolense y, posteriormente, viajar a Madrid para seguir el pleito ydescribir la situación ante el Nuncio Apostólico20. La ciudad de Teruel con-testó diciendo que procurarían, siempre que fuese posible, influir en lavoluntad episcopal para que desistiese de sus pretensiones y paralizase elpleito21.

El obispo Cebrián montó en cólera, prohibió bajo pena de excomunióna don Juan Pasamonte predicar y confesar en la diócesis y firmó un decre-to en Perales el 21 de enero de 164322. El cabildo nombró a los notariosLuis Novella y Juan Aparicio como procuradores del cabildo para entrevis-tarse con el obispo y pedir que restableciese al canónigo Pasamonte en sucargo de penitenciario, pues estando suspendido a divinis no podía confe-sar ni absolver de las censuras23.

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12 Ibídem, 158-1-27.13 Ibídem, 158-1-24.14 Ibídem, 216-5-19.15 Ibídem, 158-1-28 y 158-1-39.16 Ibídem, 261-6-19.17 Ibídem, 158-1-50 y 158-1-46.18 Ibídem, 158-1-9.19 Ibídem, 261-6-15.20 Ibídem, 158-1-45.21 Ibídem, cabildo 19 enero 1643.22 Ibídem, 261-6-16.23 Ibídem, 114, cabildo 25 enero 1643.

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El obispo Cebrián contestó que tenía sus dudas sobre el nombramientode penitenciario a favor del canónigo Pasamonte y, por eso, quería ver sustítulos y «mientras no le costasen, no le tenía por tal canónigo». Afirmabaque para quitarle las licencias ministeriales no necesitaba la aprobación delos conjueces y, además, el delito en que había caído el canónigoPasamonte era exclusivamente civil y no eclesiástico24.

Se acordó capitularmente que el deán escribiese al obispo, exponiéndoleque había examinado los títulos del canónigo Pasamonte y los había encon-trado correctos. En ese mismo cabildo se acordó nombrar a Juan de Asín yJuan Benedicto, canónigos, para que preparasen la documentación necesariapara mandar a Roma y proseguir el pleito25. El deán Martínez Rubio escribióal prelado, que seguía en Perales del Alfambra, con fecha 5 de febrero26.

El tribunal eclesiástico turolense, con fecha 28 de marzo de 1643, dictósentencia a favor del canónigo Gil Pedro Cebrián. Don Jerónimo Torán deGarnica, oficial eclesiástico del tribunal turolense, dictó sentencia obligan-do al cabildo a dar a don Gil Pedro Cebrián las distribuciones y frutos pro-pios de su canonjía27. El cabildo apeló contra la sentencia28.

El cabildo acordó escribir al arzobispo de Zaragoza, don PedroApaolaza, para que certificase los títulos y nombramiento del canónigoPasamonte como penitenciario, hacer un memorial para que en lo sucesi-vo ningún obispo, una vez transcurridos tres años de la toma de posesiónde un canónigo, pudiese pedir los títulos y, finalmente, escribir a Romapara obtener información sobre la manera correcta de actuar cuando sediesen estas situaciones. Se pidió nuevamente al deán que escribiese alobispo e intercediese a favor de Miguel Juan Fonfría, paje del obispoCebrián, que había sido despedido injustamente por el prelado, ya queequivocadamente había tomado un fajo de correspondencia, dirigida alcabildo, de la estafeta de correos y se la había llevado al obispo. La equivo-cación había sido involuntaria y el prelado reaccionó de una manera pre-cipitada29.

El obispo devolvió al cabildo las cartas que había recibido equivocada-mente30 y escribió al deán y agradeciéndole su discrepancia con el resto del

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24 Ibídem, cabildo 3 de Febrero de 1643.25 Ibídem, 114, cabildo 3 de febrero de 1643.26 Ibídem, 239-1-46.27 Ibídem, 158-1-10 y 158-1-20.28 Ibídem, 158-1-10: 20 de abril de 1643.29 Ibídem, 114, cabildo 7 de febrero de 1643.30 Ibídem, 263-2-30.

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cabildo, que había promovido acciones ofensivas contra su prelado31. FrayJuan le comunicaba que don José Aínsa, hermano de su vicario general,había obtenido bula papal para ocupar la coadjutoría de arcediano y queestaba decidido —tozudamente convencido, queremos decir— a proseguirel pleito32. Con fecha 20 de marzo dio un decreto mandando que se guar-dasen como fiestas de precepto en la diócesis las de San Jorge, patrón deAragón, y la de Santa Emerencia, patrona de la ciudad de Teruel33.

El nuncio apostólico se inhibió en el asunto de la suspensión a divinisdel canónigo Pasamonte34. Don Jerónimo Torán de Garnica dio un decre-to y declaró en entredicho a la iglesia catedral35 y excomulgó a don Juande Asín, canónigo presidente del cabildo36, en ausencia del deán MartínezRubio. El deán viajó a Madrid para entrevistarse con el NuncioApostólico37. El obispo Cebrián comentó por carta todos estos incidentesal deán Martínez Rubio38. El virrey de Aragón rogó al obispo que levanta-se el entredicho que pesaba sobre la catedral y ciudad de Teruel, para quepudiesen proseguir con el novenario de rogativas ordenado por el rey39. Elcabildo mandó un memorial al monarca Felipe IV comentándole que nohabían podido hacer las rogativas y pidiéndole que pusiese remedio en lospleitos promovidos por los sobrinos del prelado40.

Los capitulares, como ha quedado apuntado más arriba, estaban dividi-dos. No era algo nuevo, ni tampoco sería la última vez. Había enfrenta-mientos entre dignidades y canónigos. Lo mismo había sucedido en 1628,siendo obispo Fernando Valdés Llano, que había aprobado una sentenciaarbitral con fecha 13 de enero. Aprovechando que el deán estaba ausente,los ánimos de los capitulares se exacerbaron, teniendo que intervenir elobispo. Fray Juan volvió a recordarles la doctrina, por medio de un decre-to y bajo censuras, de aquella sentencia arbitral de 162841.

El cabildo desplegó sus agentes en Zaragoza, Madrid y Roma. Mandóinstrucciones a don Pedro Marzal, su procurador en Madrid42, que les

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31 Ibídem, 262-2-31.32 Ibídem, 263-2-27: 12 de febrero de 1643.33 Ibídem, 96-1-6.34 Ibídem, 216-5-11:18 de abril de 1643.35 Ibídem, 158-1-102: 21 de abril de 1643.36 Ibídem, 158-1-44.37 Ibídem, 114, cabildo 30 de marzo de 1643.38 Ibídem, 263-2-28: Perales, 5 de mayo de 1643.39 Ibídem, 239-1-9: 29 de abril de 1643.40 Ibídem, 158-1-43 y 261-6-14.41 Ibídem, 216-5-1, 159-9-3 y 239-1-9: 29 de mayo de 1643.42 Ibídem, 216-5-9: 29 de abril de 1643.

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mantenía informados43. Acordó enviar a mosén Pedro García a Roma44,donde ya tenía otro agente, don Braulio Sunyer, que informaba oportuna-mente45. Pidió al nuncio que escribiese al obispo para que se inhibiese eneste pleito, pues era parte interesada al ser tutor de don Gil PedroCebrián46 y obtuvo en la Corte del Justicia de Aragón jurisfirma del dere-cho de conjueces47.

El oficial eclesiástico, don Jerónimo Torán de Garnica, levantó el entre-dicho con fecha 9 de julio de 164348. Las gestiones realizadas por el deánMartínez Rubio en Madrid habían surtido efecto49. Escribió al obispoCebrián el 1 de agosto y le comentaba que el nuncio había firmado unasletras levantando el entredicho y mandando poner en libertad a don PabloMartín, vicario de la catedral, detenido en las cárceles episcopales porhaber ejecutado ciertos mandatos de la Nunciatura sobre el pleito con elcanónigo Gil Pedro Cebrián50. El Nuncio Apostólico apoyó al cabildo con-tra las pretensiones del sobrino del prelado51.

Al ser trasladado Fray Juan Cebrián a la sede metropolitana de Zaragozael pleito perdió fuerza y la causa fue relegada poco a poco al olvido.Desconocemos cuál fue el futuro de aquel imberbe canónigo, nepote de sutío. Con toda certeza que en el cabildo turolense no tuvo asiento.

4. METROPOLITANO DE ZARAGOZA

La primera noticia que tuvo Fray Juan Cebrián de su promoción a lasede metropolitana de Zaragoza fue aproximadamente en torno al mes deoctubre de 1643. El arzobispo Pedro Apaolaza, que la había gobernadohasta entonces, había fallecido el 21 de junio de 1643. Precisamente en el

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43 Ibídem, 158-1-42.44 Ibídem, 114, cabildo 23 de abril de 1643. El acuerdo fue unánime. Se estipuló que el

agente tenía permiso para permanecer en la Ciudad Eterna por espacio de dos años. Cadames percibiría un sueldo de 10 escudos, incrementado en 30 fanegas de trigo y 20 escudos,pagaderos a los familiares de mosén Pedro García residentes en Teruel. El viaje de ida y vuel-ta correría a cargo del cabildo.

45 Ibídem, 227-9-49, carta de 27 de junio de 1643.46 Ibídem, 159-1-72.47 Ibídem, 158-1-23.48 Ibídem, 158-1-37.49 Ibídem, 227-9-51 y 227-9-52.50 Ibídem, 239-1-48 y 232-19-4.51 Ibídem, 158-1-25.

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libro de Actas Capitulares se anotó que el deán de la catedral de Teruel,Pedro Martínez Rubio, juntó cabildo en el coro y comunicó a los capitula-res «que el obispo le había enviado una enbajada con un capellán» y lehabía hecho saber la noticia de su «designación real para arzobispo deZaragoza». Acto seguido, el cabildo nombró a cuatro capitulares (Dalda,Villarroya, Pasamonte y Carnicer) para acudir inmediatamente al palacioepiscopal y dar la enhorabuena al prelado52. Las diferencias entre el obis-po y el cabildo, entre Fray Juan y el canónigo Pasamonte, quedaron apar-cadas, como es lógico y habitual en estos casos.

Una vez propuesto por el monarca Felipe IV para ocupar la sede metro-politana se comenzaron los trámites burocráticos entre la embajada espa-ñola y la Santa Sede. El cabildo turolense tenía a su agente en Roma, elracionero mosén Pedro García, quien les tuvo bien informados sobre lacelebración del consistorio papal, y la emisión de la bula, que se retardó ensalir precisamente por la enfermedad del Santo Padre53. Los agentes de laembajada española comunicaron al cabildo turolense que en el consistoriodel 18 de abril de 1644 Fray Juan Cebrián había sido nombrado arzobispode Zaragoza54.

Con fecha 12 de julio de 1644 se proclamó la sede vacante. Se reunie-ron los canónigos, eligieron como vicario capitular al deán Martínez Rubioy nombraron los demás cargos necesarios en situaciones semejantes55. Ladiócesis fue gobernada por don Pedro Martínez Rubio, vicario capitular ydeán, hasta la toma de posesión del nuevo obispo, Domingo Abad Huerta.

Siendo ya arzobispo de Zaragoza, en 1647 promovió la fundación delcolegio de San Pedro Nolasco, asignando para ello la cantidad de 100.000reales, aunque se gastaron con anterioridad a su construcción para reme-diar a los enfermos infectados de peste por aquellos años. Si, en buena lógi-ca, no puede afirmarse que el colegio fuera pues obra suya, sin embargo,colaboró para superar las dificultades fundacionales y dejó bienes para sumantenimiento.

El padre Guillermo Vázquez Núñez, en su obra Mercedarios ilustres, escri-be que el arzobispo quería al «príncipe heredero don Baltasar Carlos y,cuando murió de diecisiete años en Zaragoza el 9 de Octubre de 1646,nuestro Cebrián llevó su cadáver a El Escorial con tanta grandeza y magni-

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52 Ibídem, 114, cabildo 18 de octubre 1643.53 Ibídem, 227-9-53, 227-9-56, 227-9-57, 227-9-58 y 227-14-7.54 Ibídem, 158-1-36.55 Ibídem, 215-5-2.

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ficencia que admiró a todos, especialmente a los embajadores extranjeros;corriendo todos los gastos por cuenta del mercedario que no pidió nadade la exhausta bolsa de Felipe IV». Y continúa afirmando que «durante laguerra de Cataluña le valió mucho al rey el apoyo del arzobispo, que tuvoque cubrir con subsidios continuos la pésima administración estatal.Consecuencia de tanta fidelidad fue que el rey lo hizo su virrey y capitángeneral de Aragón, cargo de que tomó posesión en la Seo el 23 de agostode 1658 con la pompa y grandeza acostumbradas en presencia del cabildo,del Reino, del Consejo y de la ciudad».

Durante su vida mitrada en Zaragoza consagró cuatro obispos. El domin-go 6 de octubre de 1647, asistido por Pablo Durán, obispo de Urgel, y porDiego Chueca, obispo de Teruel, consagró a Miguel Escartín Arbeza, cister-ciense, para la diócesis de Barbastro. El 30 de noviembre de 1649, asistidopor Diego Chueca, obispo de Teruel, y por Pedro Orozco, auxiliar deToledo, en la capilla arzobispal ordenó a Jerónimo Ipenza para obispo deJaca. El 15 de junio de 1653, asistido por el cisterciense Miguel EscartínArbeza, obispo de Barbastro, y por Francisco Rodrigo, abad de la Real Casae iglesia de Montearagón, consagró al agustino Bartolomé Fontcalda, pre-conizado obispo de Jaca. Y, finalmente, el domingo 25 de junio de 1656, enla catedral de la Seo, consagró a Diego Antonio Francés Urritigoyti y Lermacomo obispo de Barbastro, que en 1673 será nombrado obispo de Teruel.

De su labor literaria, mientras regentó la sede zaragozana, se conservanel Rituale romanum Pii V, Pontifex Maximus, iussu editun de mandatoIlustrissimi Archiepiscopi Caesaraugustani ad usum suae diocesis (Zaragoza,1646); Domino confido. Consulta que hace el Excelentísimo señor Don Fray JuanCebrián, arzobispo de Zaragoza y del Consejo de Estado de su Majestad Católica delRey nuestro Señor (Zaragoza, 1655); Constituciones sinodales del arzobispado deZaragoza, hechas por el Ilustrísimo y Excelentísimo señor Don Fray Juan Cebrián ensu villa de Valderrobles, 30 de Abril del año 1656 (Zaragoza, 1656) e Instituciónde capellanías, aniversarios y píos legados, hecha por el Excelentísimo Señor DonFray Juan Cebrián, arzobispo de Zaragoza, virrey y capitán general del Reino deAragón.

Murió el 27 de diciembre de 1662 en Julisbol, lugar próximo a Zaragozay predio del arzobispado. Gobernó la archidiócesis de Zaragoza por espa-cio de 18 años. Su vida mitrada casi se aproxima a las 3 décadas. Ocupó car-gos de responsabilidad dentro de la Orden de la Merced por espacio de 3lustros. En definitiva, toda una vida estuvo ocupado en tareas de gobierno.

No por ello careció de sentimientos y llevó una profunda vida cristianay religiosa. El culto divino y la devoción al Santísimo Sacramento fueron de

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promordial importancia en su vida y apostolado. El papa Urbano VIII leconcedió en 1628 el privilegio de usar altar portátil en la visita a los con-ventos. Como buen mercedario e hijo del Olivar, amó entrañablemente ala Santísima Virgen. Era austero y mortificado. Sabía mandar y hacerse res-petar. Era humilde, respetuoso y gran defensor de la inmunidad de laIglesia.

5. CONCLUSIONES

A la hora de poner punto final a la biografía de Fray Juan Cebrián, mer-cedario ilustre y obispo aragonés, ésta podría sintetizarse con los epígrafesen que se ha dividido este capítulo de la Historia de los obispos de Teruel.

Fray Juan Cebrián se crió a la sombra del monasterio de Nuestra Señoradel Olivar. Allí creció y se educó. Medró y ocupó cargos de responsabilidad,hasta llegar a Maestro General, dentro de la Orden de Nuestra Señora dela Merced.

Presentado para ocupar la mitra de Albarracín, sede considerada deentrada, ascendió al ser promovido para la diócesis de Teruel, culminó sucursus honorum al ocupar la sede metropolitana de Zaragoza.

Contó con el favor regio y no se vio exento de las lacras propias delmomento histórico en que le tocó vivir: nepotismo, abuso de influencias yde utilización de las penas canónicas, confundiendo lo temporal con loespiritual.

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1 En el episcopologio manuscrito del A.C.T., 105, fol. 149 se dice que «el undécimoobispo y octavo que residió en esta Santa Iglesia fue el Señor Don Domingo Abad y Huerta,natural de Cubel, de la Comunidad de Calatayud, que siendo inquisidor de Barcelona leecharon y expelieron de Cataluña los catalanes en tiempo de la turbación de aquel principa-do y el rey, nuestro señor, le premió con este obispado, de que tomó posesión a 19 deSeptiembre de 1644 y murió a 16 de Mayo de 1646, de edad de sesenta y cinco años.Enterróse en el presbiterio de esta Santa Iglesia al lado de evangelio, donde se pone lacredencia, y quedó la Iglesia heredera de los pontificales, que son muy buenos».

2 En el A.H.N., Sección Inquisición, legajo 1.216, el expediente n.º 4 se refiere aDomingo Abad Joven, presbítero, natural de Cubel, a quien el tribunal inquisitorial de

CAPÍTULO V

DOMINGO ABAD HUERTA (1644-1646)

La diócesis de Teruel fue gobernada desde 1635 hasta 1644 por el mer-cedario Fray Juan Cebrián, que fue promovido a la archidiócesis de Zara-goza. Para ocupar la sede turolense, el monarca Felipe IV presentó aDomingo Abad Huerta, inquisidor de Barcelona.

No existe trabajo alguno sobre el obispo Abad Huerta. Las reseñas bio-gráficas sobre el mismo son escuetas y breves, faltas de rigor histórico-críti-co y teñidas de cierto carácter panegírico.

En mi intento de reconstruir el episcopologio turolense del siglo XVIIhe constatado que la documentación existente sobre el obispo AbadHuerta en los fondos archivísticos consultados no es abundante1. A pesarde ello, escribo una incipiente semblanza biográfica con la cual pretendocubrir el espacio temporal de su pontificado al frente de la diócesis y susci-tar posibles intereses investigadores sobre este personaje.

1. AL SERVICIO DE LA INQUISICIÓN

Domingo Abad Huerta, hijo de Domingo e Isabel Joven, nació enCubel2, pueblo perteneciente a la comunidad de Calatayud, a finales del

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siglo XVI (en torno a 1580)3. Estudió en la Universidad de Valencia, dondeobtuvo el grado de doctor en Derecho4. Trabajó como paje, capellán ysecretario de Fray Isidoro Aliaga, dominico que regía la archidiócesis deValencia desde 1612. Residiendo en Valencia, en 1619 otro dominico ara-gonés, el P. Luis Aliaga, fue nombrado Inquisidor General. El arzobispovalentino y el Inquisidor General se convirtieron en padrinos del Dr. AbadHuerta. En 1621 el tribunal de la Inquisición mostró interés por su perso-na, solicitando información sobre él y abriéndole expediente de limpiezade sangre.

Con fecha 26 de enero de 1621 el Consejo Supremo de la Inquisiciónordenó al tribunal de Zaragoza que se incoase el expediente genealógicodel Dr. Domingo Abad Huerta, natural de Cubel5. Una vez recibido estemandato, los inquisidores zaragozanos6, con fecha 4 de febrero encomen-daron esta función al rector de la parroquia de Plenas, Andrés Diago. Ellicenciado Diago, acompañado del secretario Julián García de Molina,durante tres días de febrero, tomó declaración a diez testigos7. El secretario

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Zaragoza, en 1621, a petición de la Suprema, le abrió expediente informativo para poderdesempeñar algún oficio. Según esta documentación, los datos genealógicos del informan-do eran los siguientes: padres, Domingo Abad Lázaro e Isabel Joven, naturales y vecinos deCubel; abuelos paternos, Domingo Abad y María Lázaro, naturales y vecinos de Cubel; abue-los maternos, Pedro Joven y María Lázaro, también nacidos y avecindados en Cubel.

3 Según el Proceso Consistorial, que se guarda en el A.S.V., elaborado ante laNunciatura de España en los primeros días del mes de enero de 1644, intentando mostrar laidoneidad de don Domingo Abad para ocupar la sede episcopal turolense, interrogados lostestigos sobre la edad del candidato, respondieron unánimemente que tendría aproximada-mente unos 60 años (A.S.V., Processus Consistoriales, 45, fols. 655-688).

4 A.S.V., Processus Consistoriales, 45, fol. 655.5 A.H.N, Inquisición, legajo 1.216 (4), fol. 2. El documento está fechado en Madrid y

firmado por los Dres. Ramírez, Becerra y Ayala.6 Ibídem, fols. 3-4. Rubrican el documento el Dr. Miguel Santos de Sampedro, el Dr.

Jerónimo Gregorio y el Lc. Fernando Valdés y Llano, que gobernó la diócesis de Terueldesde 1625 hasta 1633 (POLO, J. J., «Fernando Valdés Llano, un asturiano obispo de Teruel(1625-1633)», Studium Ovetense, XXIII (1995), pp. 129-192).

7 El día 9 de febrero comparecieron estos tres testigos: Andrés Pascual, de 76 años,Juan Gil, de 65 años y Pablo Pascual, de 70 años. Eran labradores de oficio y naturales y veci-nos de Cubel. Afirman unánimemente que Domingo Abad Huerta, a quien conocían desdeniño, se encontraba residiendo en Valencia. El día 10 fueron interrogados los labradores,naturales de Cubel, Pedro Yagüe, de 61 años, Pascual de Jorge, de más de 70 años, DomingoGarcía, de 70 años, y otro Pedro Yagüe, de 68 años, que declaró que el abuelo de DomingoAbad Huerta fue regidor de la Comunidad de Daroca hasta su muerte. Francisco Ruiz, pelai-re, natural de Ciudad Real, «que reside en este lugar de Cubel sesenta años, y es de edad desetenta años», afirma que sirvió como pastor en casa del abuelo paterno de don DomingoAbad Huerta durante seis años y, posteriormente, pasó al servicio de sus padres. Al díasiguiente fueron interrogados Martín de Argüedas, de 52 años, y Juan de Tornos, de 58 años,coetáneos del Dr. Abad Huerta, que afirman conocerle «de vista, trato y comunicación quecon él han tenido desde niño hasta que se fue a sus estudios».

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consumió diez días en realizar su trabajo mientras Diago consumió seis paraefectuar las tareas encomendadas por el tribunal inquisitorial de Zaragoza8.

Acabadas las diligencias, el comisario Andrés Diago remitió a Zaragoza,con fecha 14 de febrero, el siguiente auto: «se ha hecho la información, quellevó dicho secretario, examinando diez testigos, los más ancianos, honradosy cristianos viejos que se pudieren hallar; y todos concuerdan en que el dichoDr. Domingo Abad y los dichos sus padres y abuelos, así paternos como mater-nos, son cristianos viejos, sin raza de judíos, ni otra alguna; y, asimismo, meinformé de palabra de otros muchos que concuerdan en dicha limpieza»9.

Recibida la documentación por los inquisidores zaragozanos, «Dr. DonMiguel Santos de Sampedro y Lic. Don Fernando de Valdés y Llano, Dr.Don Jerónimo Gregorio y Lic. Don Juan de Brizuela, habiendo visto estainformación de la genealogía y limpieza del Dr. Domingo Abad, natural dellugar de Cubel, dijeron que están suficientes para que consiga la mercedque se le ha hecho y lo rubricaron»10. Al mes siguiente, «habiendo visto losseñores del Consejo de su Majestad de la santa y general Inquisición lasinformaciones de la genealogía y limpieza del Dr. Domingo Abad, comopara oficial, en el lugar de su naturaleza, dijeron que están bastantes paraque el susodicho pueda servir en el Santo Oficio»11.

Presumiblemente ese mismo año el Dr. Abad Huerta comenzó a serviral Santo Oficio. Sabemos que trabajó en los tribunales inquisitoriales deMurcia, Llerena (Badajoz) y Barcelona12, como fiscal e inquisidor. El año1631 cinco diputados del Reino de Aragón escribieron al inquisidor gene-ral, cardenal Antonio Zapata, para solicitar le concediera «la primeravacante que hubiere de inquisidor en este Reino»13.

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8 Al secretario Julián García de Molina se le abonaron 220 reales, a razón de 22 realesdiarios. El rector de Plenas cobró 72 reales, con un sueldo diario de 12 reales. Se pagaron 20reales por el derecho de escribanía de 10 testigos y 4 reales, por una comisión. Los gastostotales por realizar el expediente de limpieza de sangre del Dr. Abad Huerta ascendieron a316 reales que, según la forma habitual de proceder, fueron cancelados por el interesado.

9 Está firmado en Plenas por el «Lic. Andrés Diago, Comisario del Santo Oficio, Rectorde Plenas».

10 El documento está datado en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza a 16 de febrerode 1621.

11 Examinaron el expediente de limpieza de sangre los señores Ramírez, Benabides yAyala, que rubricaron junto con el Dr. Pedro de Alcedo en Madrid a 22 de marzo de 1621.

12 A.S.V., Processus Consistoriales, 45, fol.655. Los tres tribunales —Barcelona (1484),Llerena (1485) y Murcia (1488)— habían sido fundados en las postrimerías del siglo XV.

13 «Al Eminentisimo e Ilustrísimo Cardenal Zapata, Inquisidor General:El Doctor Domingo Abad y Huerta, natural de este Reino, ha sido algunos años fis-

cal en la inquisición de Murcia, y en ella y en la de Lerena inquisidor apostólico, como ahoralo es de Barcelona, por ser muy conocidas sus muchas partes, virtud y letras. En esta consi-deración suplicamos a Vuestra Eminencia se sirva de honrar y hacer merced al dicho doctorDomingo Abad en la primera vacante que hubiere de inquisidor en este Reino, como lo ha

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2. OBISPO DE TERUEL

En 1640 ejercía el cargo de inquisidor en Barcelona. En aquellosmomentos críticos defendió los intereses monárquicos frente a las preten-siones secesionistas de los catalanes e, incluso, según ciertos autores, escri-bió un libro. Perseguido como otros funcionarios reales, disfrazado salióhuyendo de Barcelona14.

Con estos antecedentes, Felipe IV, para premiar su fidelidad, lo presentópara la mitra de Teruel con fecha 13 de septiembre de 164315. El nuncio deEspaña, monseñor Giovanni Battista Panzirolo abrió el expediente consisto-rial el 11 de enero de 1644. Isidoro Jacinto de Pau, secretario de la Nunciatu-ra, tomó declaración a los testigos. Tomás del Pozo y Toribio Martínez, fami-liares del nuncio apostólico, y Cristóbal del Manzano, notario-secretario,estuvieron presentes mientras se realizaban las tareas burocráticas16.

Miguel Calvo17, presbítero racionero de la catedral de Tarazona, y PedroFernández18, ricohombre natural de Cubel, testificaron acerca de la perso-

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hecho con otros sujetos de Aragón, que hoy sirven en ésta y otras inquisiciones. Que portener tan grande experiencia de la estimación que Vuestra Eminencia hace de la nación y delo que honra a sus naturales, nos prometemos admitirse nuestra intercesión, y se acrecenta-rán las obligaciones que tenemos de servir a Vuestra Eminencia, a quien guarde Diosmuchos años. De Zaragoza a 12 de Agosto de 1631.

Eminentísimo y Reverendísimo, besan las manos a Vuestra Eminencia sus más servido-res: el canónigo Francisco Pérez Morón, el doctor Felipe Gazo, el Conde de Castelflorido, DonMartín de Bardaxí, Francisco Tomás, diputados del reino de Aragón. Pedro López, secretario».

Miguel Ángel Herrero me proporcionó fotocopia de este documento.14 Vid. LAFUENTE, M., Historia General de España, XI, Barcelona, 1888, pp. 287-311.15 A.S.V., Processus Consistoriales, 45, fol 671: Gregorio Romero de Morales, secretario de

la Nunciatura española en Roma ante la Santa Sede, extendió con fecha 1 de junio de 1644una certificación de haber recibido unas cartas expedidas por el secretario real don José deVillanueva y firmadas por el monarca Felipe IV, datadas en Madrid a 30 de septiembre de1643, presentando a Domingo Abad Huerta para la diócesis de Teruel, vacante por trasladode Fray Juan Cebrián a Zaragoza. Dio dicho documento para proseguir el proceso consisto-rial en la provisión del obispado de Teruel a favor de Domingo Abad Huerta. En el docu-mento regio ya estaba previsto recortar las rentas de la mitra episcopal con una reserva de2.660 ducados. No son correctos los datos de GAUCHAT, P., Hierarchia Catholica, IV,Monasterii, 1935, cuando en la p. 331 menciona el 3 de diciembre de 1644 como fecha dela designación regia y habla de 2.680 ducados como reserva de pensión sobre la mitra.

16 A.S.V., Processus Consistoriales, 45, fol. 654.17 Ibídem, fol. 655. Miguel Calvo, de 60 años de edad, conocía a Abad Huerta desde

hacía 50 años. Afirmaba que, nacido en Cubel, aldea de la Comunidad de Calatayud y obis-pado de Tarazona, era hijo de Domingo Abad Huerta e Isabel Joven y Huerta, naturales tam-bién de Cubel. Aseguraba que el electo tenía alrededor de 60 años, era graduado en cáno-nes por la Universidad de Valencia, había sido inquisidor en Murcia y Llerena y, en la actua-lidad, de Barcelona, estaba ordenado y el testigo le había visto «decir Misa con mucha devo-ción, decencia y autoridad».

18 Ibídem, fol. 656. Pedro Fernández, de 60 años de edad, conocía a Domingo Abaddesde que tenía uso de razón, por ser del mismo pueblo y amigos desde la infancia. Afirma

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na, y Juan López19, Francisco González20 y el Dr. Miguel de Lobera21 sobrela situación y estado de la diócesis. Acabados los interrogatorios procesales,Domingo Abad hizo la profesión de fe ante el nuncio Panzirolo22. Pocosdías después, el señor nuncio remitió el expediente a Roma afirmandoque, «por las dichas informaciones, como por lo que ha oído y entendidoen esta Corte, tiene al dicho Rvdo. Sr. Dr. Don Domingo Abad y Huerta porpersona grave, prudente, docto y experimentado en cosas de considera-ción, y por digno, capaz y merecedor de ser presentado al dicho obispadode Teruel, a que ha sido nombrado por su Majestad católica, y en quienconcurren todas las demás partes y cualidades que en las dichasinformaciones van averiguadas»23.

Cuando este texto procesal llegó a la Ciudad Eterna fue traducido allatín24 y examinado por la Congregación de Cardenales el 1 de junio de164425.

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que el obispo electo haría, poco más o menos, 33 ó 34 años que había sido ordenado sacer-dote. De esta declaración se deduce que debió recibir el presbiterado en torno al año 1610.

19 Ibídem, fol. 657. Juan López era natural de Calatayud, tenía 53 años y conocía al pre-conizado desde hacía 30 años.

20 Ibídem, fols. 658 y 686. Francisco González, de 48 años de edad, era natural y vecinode Teruel. En su declaración sobre el estado de la diócesis dijo que la ciudad de Teruel teníamás de 2.000 vecinos, 8 iglesias parroquiales, 5 conventos de frailes (San Francisco, SantoDomingo, Trinitarios, Mercedarios y Capuchinos), 1 monasterio de monjas (Santa Clara) yhospital general. No había Seminario «aunque en dicha ciudad hay Estudio General de todaslas ciencias».

21 Ibídem, fol. 688. El Dr. Lobera, natural del Reino de Aragón y residente en Madrid,de 30 años de edad, no añadió nada nuevo a las declaraciones de los otros cuatro testigos.

22 Ibídem, fols. 672-673. El texto de la profesión de fe, común para todos los neoprela-dos, posee las siguientes palabras autógrafas: «Ego, Doctor Dominicus Abbad et Huerta,inquisitor heretica pravitatis in civitate Barcinone per catholicam regiam magestatem adecclesiam et episcopatum Terulensis in Regno Aragoniae presentatus». Francisco Monzón,Diego Pérez y Toribio Martínez presenciaron el acto en calidad de testigos.

23 Ibídem, fol. 689. Rubricado por el nuncio apostólico en Madrid a 16-enero-1644,actuando como testigos Francisco Monzón y Tomás de Bimiario, familiares del nuncio.Cuatro días después Cristóbal Manzano, notario-secretario de la Nunciatura, testificó que lacopia que mandaba a Roma coincidía con el original.

24 Ibídem, fol. 682. Pedro González Perales realizó la traducción.25 Ibídem, fol. 683: «Et ego, Franciscus Cardinal Montaltus, viso hoc processu et con-

tentis in eo, censeo supradictum don Dominicus Abad et Huerta dignum esse, qui ad eccle-siam Turolensem promoveat, illique preficiat in episcopum et pastorem». Aparecen, además,las firmas de los cardenales Franciscus Barberinus (nepote de Urbano VIII [1623-1644], creadocardenal el 2-octubre-1623; murió siendo obispo de Ostia, en Roma, el 10-diciembre-1679);Marcelus Lantes (creado cardenal por Paulo V [1605-1621] el 11-septiembre-1606; muriósiendo obispo de Ostia, en Roma, el 18-abril-1652) y Aloysius Capponius (natural deFlorencia, creado cardenal por Paulo V el 21-noviembre-1608; murió en Roma el 26-abril-1659). Vid. GAUCHAT, P., Hierarchia Catholica, IV, Monasterii, 1935, pp. 10-11 y 18-19.

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La noticia de la designación regia de Domingo Abad para ocupar la dió-cesis de Teruel era ya conocida en la ciudad desde comienzos del mes defebrero. El cabildo catedralicio, con fecha 13 de febrero, nombró a loscanónigos Asín y Villarroya para viajar a Valencia y dar la enhorabuena alobispo electo26. Con posterioridad a esa fecha, el cabildo recibió carta desu agente en Roma y del mismo Fray Juan Cebrián, obispo de Teruel hastaentonces y recién nombrado arzobispo de Zaragoza, comunicándoles quela diócesis se hallaba en sede vacante. A partir de ese momento el gobier-no de la misma recaía sobre el cabildo27. El deán Pedro Martínez Rubioconvocó a los capitulares para la elección de cargos y el canónigo Juan deAsín tomó posesión de la Curia episcopal28. El canónigo Francisco Aínsacesó como vicario general de Fray Juan Cebrián y fue elegido por votaciónel deán Martínez Rubio como vicario capitular. La curia diocesana fueremodelada, efectuándose los nombramientos para los cargos deresponsabilidad29.

Con el fin de lucrar los beneficios económicos derivados de la visita pas-toral, los canónigos acordaron comenzarla el 5 de julio, tanto en las parro-quias urbanas como en la ciudad30. Entretanto, en el Consistorio secretocelebrado en Roma el 13 de julio de 1644, el cardenal Montalto presentóa Domingo Abad Huerta para la diócesis de Teruel. El Papa Urbano VIII lenombró obispo y la Cancillería pontificia emitió la bula31. Se exigía alnuevo obispo erigir el Seminario y fundar un Monte de Piedad.

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26 A.C.T., 114, cabildo 13-febrero-1644: «se determinó el mismo día a la tarde de desig-nar a los señores canónigos y prebendados que habían de ir a visitar y dar la enhorabuena alseñor obispo electo, Don Domingo Abad y Huerta, del obispado de nuestra iglesia. Y paraello fueron nombrados por escutrinio el señor canónigo Asín y Villarroya. Dióseles ordenpara que dispusieran su jornada a Valencia, que era donde se halla dicho señor obispo».

27 Ibídem, cabildo 11-junio-1644.28 Ibídem, cabildo 12-junio-1644 y 215-5-2. Los capitulares asistentes fueron los siguien-

tes: Pedro Martínez Rubio, deán; Dr. Miguel Julve, arcediano; Dr. Pedro Pablo Durán, arci-preste; Lic. Pedro Lázaro López, tesorero; Dr. Juan Pérez de Cuevas, chantre, y los canóni-gos Lic. Juan de Asín, Lic. Miguel Dalda, Lic. Pablo de Villarroya, Dr. Juan de Pasamonte, Dr.Francisco de Aínsa, Dr. Pedro Jerónimo Pérez, Lic. Lorenzo Dimas Carnicer, Dr. JuanAntonio Zaragoza, Dr. Lucas Sangorrín y Lic. José Aínsa.

29 Ibídem, Visitadores: Dr. Juan de Pasamonte y Lic. Lorenzo Dimas Carnicer, canóni-gos; examinadores sinodales, los mismos canónigos que desempeñaban ese oficio durante elpontificado de Fray Juan Cebrián; depositario o bolsero, Lic. Juan de Asín, canónigo; escri-banos de la Curia, Juan Aparicio y Luis Novella; procurador fiscal, Juan Pastor; sacristán dela catedral, notarios y escribanos de visita, Jerónimo Larraniaga y Lucas Soriano y los «nun-cios de la Curia fueron confirmados».

30 Ibídem, cabildos 3 y 5-julio y 26-agosto-1644.31 A.S.V., Acta Camerarii, 18, fol. 211.

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El 20 de agosto llegaron las bulas papales a poder de Domingo Abad,que se encontraba en Valencia. Al día siguiente, con un correo propio, fue-ron remitidas a Madrid para ser examinadas por el Consejo de Aragón y,sin ser devueltas al interesado, fueron llevadas a Teruel32. Pedro LázaroLópez, dignidad de tesorero de la catedral turolense, las presentó al cabil-do con fecha 16 de septiembre. La corporación canonical nombró a losDres. Juan Benedicto Calvo y Francisco Aínsa para examinarlas33. Dos díasdespués los peritos capitulares dieron su informe positivo y el cabildo acor-dó dar posesión al neoprelado el 19 de septiembre34. El tesorero Lázarotomó posesión como procurador de Domingo Abad Huerta, juró los estatu-tos capitulares y abonó las tasas arancelarias en concepto de entrático35.

Domingo Abad sería consagrado obispo el 27 de diciembre de 1644 enla basílica de Santa María la Mayor, en Roma, por el cardenal EgidioAlbornoz36. El nuevo obispo escribía a su cabildo con fecha 21 de diciem-bre y les comunicaba su inminente ordenación, así como los grandesdeseos que tenía de regresar a casa37.

Sabemos que a finales del mes de octubre el prelado seguía residiendoen Teruel, no habiendo emprendido todavía viaje hacia la Ciudad Eterna.Por eso, en aquella oportunidad, el cabildo catedral comisionó a los canó-nigos Benedicto y Carnicer para visitarle e informarle que, según teníansolicitado a la Sede Apostólica, las libras abonadas como derecho de entra-da serían aplicadas en beneficio de la fábrica catedralicia38.

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32 A.C.T., 228-39-1, carta de Domingo Abad al cabildo turolense fechada en Valencia a21-septiembre-1644: «a 20 del pasado llegaron aquí los despachos y bulas que yo esperaba deRoma y, por venir el pliego remitido a su Majestad, el siguiente día, a 21, con persona pro-pia lo envié a presentar en el Consejo de Aragón, y con harta brevedad lo despacharon aque-llos señores. Y advertí, a quien los llevaba, que a la vuelta los dejase en Teruel, para que allílos reconociesen y viesen los señores del cabildo, y que enviaría poder para tomar posesión,como lo hice, por medio del señor tesorero, a quien lo remití. Y, por no cansar tanto aVuestra Señoría, me pareció no escribir entonces, confiando me haría merced de admitirlo,no habiendo inconveniente».

33 Ibídem, 114, cabildo 16-septiembre-1644.34 Ibídem, cabildo 18-septiembre-1644.35 Ibídem, cabildo 19-septiembre-1644. Los canónigos Asín y Benedicto le dieron la

posesión. Los músicos cantaron el Te Deum laudamus. El procurador Pedro Lázaro Lópezabonó 425 libras, en concepto de entrático y pago de ministros, y «20 reales en señal de dis-tribuciones».

36 GUITARTE, V., Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España, América,Filipinas y otros países, Roma, 1994, p. 174.

37 Ibídem, 228-39-1, carta de 21-diciembre-1644, donde escribía: «yo entiendo que miconsagración será a 25 del corriente; y, luego, trataré de irme a mi casa y en esa ciudad ser-vir a Vuestra Señoría, que mi deseo es acudir con puntualidad a todas mis obligaciones».

38 Ibídem, 114, cabildo 31-octubre-1644.

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2.1. RELACIONES CON EL CABILDO

Cuando el obispo Abad llegó a Teruel existían discrepancias entre lasdignidades y canónigos del cabildo catedralicio sobre quiénes debían ejer-cer las funciones de diácono y subdiácono en la misa conventual. Según losestatutos antiguos, estaba legislado que en las fiestas de primera y segundaclase y los domingos de Adviento y Cuaresma dos canónigos desempeñasenestos oficios, aunque hacía muchos años que dicho estatuto se encontrabaen desuso39. Habiendo llegado a un acuerdo las dignidades y canónigos,con fecha 23 de septiembre de 1645 el obispo Abad bajó a la sala capitularpara sancionar con su presencia la mutua concordia40. Se acordó encomen-dar la traducción de este texto al latín al Dr. Gregorio Julve41. Una vez queel perito Julve hizo la traducción, el cabildo catedralicio designó al arcedia-no, chantre, sacristán y canónigos Pasamonte y Carnicer para examinar-lo42. Aprobado el texto definitivo, se envió a la Congregación del Conciliosolicitando su autorización. El Secretario de la Congregación, FranciscoPaulutius, con fecha 9 de abril de 1646, escribió al obispo pidiéndole suopinión. El obispo remitió un informe43, que analizamos a continuación.

Los canónigos turolenses tenían cierta dificultad en cumplir este estatu-to antiguo. Aunque el número de canónigos ascendía a trece, la presenciaen los actos cultuales era menor, recayendo sobre unos pocos la obligacionde hacer las funciones en el altar, pues de ellas quedaban excluidos loscanónigos penitenciario, doctoral, magistral —por estar ocupado en tareasdocentes— e inquisitorial, cuya canonjía era exclusivamente nominal parajustificar las rentas de un funcionario del Santo Oficio. Si a las ausenciasjustificadas de estos cuatro canónigos añadimos las posibles por enferme-dad, el número restante de canónigos, que deberían realizar los oficios dediácono y subdiácono, no era muy grande, surgiendo problemas y dificul-tades para hacer las sustituciones. No correspondía desempeñar esas fun-ciones a las seis dignidades canonicales, que asistían puntualmente a coro,

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39 Ibídem, 160-3-9.40 Ibídem, 114, cabildo 23-septiembre-1645: «bajó el señor obispo Sr. don Domingo

Abad y Huerta y se juró una concordia entre los señores dignidades y canónigos en las dife-rencias (que) tenían, la cual testificó Juan Aparicio, y quedó acordado (que una vez que) tes-tificasen la conformidad, se la darían».

41 Ibídem, cabildo 30-septiembre-1645.42 Ibídem, cabildo 6-octubre-1645.43 A.C.T., 160-3-9, que César Tomás Laguía cataloga, sin fecha (1644), con esta regesta:

«copia de un informe de Don Domingo Abad y Huerta, obispo de Teruel, a la SagradaCongregación del Concilio sobre oficiar en la Misa conventual de la catedral de diácono ysubdiácono los canónigos en determinados días».

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y los canónigos asistentes no estaban dispuestos a cargar con todas lassuplencias de los ausentes. Por eso, según manifestaba el prelado, desdeantiguo las funciones diaconales y subdiaconales habían sido cumplidaspor cuatro porcionarios amovibles (llamados también nutuales), que ejer-cían su ministerio en el templo catedral.

El obispo manifestaba a la Congregación del Concilio que sus predece-sores no habían urgido el cumplimiento de este estatuto a los canónigos.Reconocía las dificultades reales manifestadas por los mismos para cumplirestas obligaciones, le parecía bien el acuerdo y, al final de su largo informe,escribía: «yo creo, eminentísimo Señor, que es conveniente que se escuchela petición de dichos canónigos y se les libre de dicha carga».

2.2. LAS CORTES DE 1645

Con fecha 11 de agosto de 1645 el monarca Felipe IV convocó las CortesGenerales del Reino de Aragón para el 20 de septiembre44. Estaba previsto quela Cortes se celebrasen en Zaragoza, que el príncipe Baltasar Carlos jurase losfueros aragoneses y fuese recibido como heredero de la corona. En el edictode citación ordenaba que los representantes del brazo eclesiástico se presenta-sen en la asamblea e invitaba al cabildo a nombrar y enviar un síndico. DonAlonso de Gurrea, baile general del Reino, mandó la carta de convocatoria45.

El cabildo catedral de Teruel aplazó la designación de síndico hasta el9 de septiembre46, puesto que los prebendados Pasamonte y Pérez habíanviajado a Albarracín para dar la enhorabuena a don Martín de Funes, nom-brado recientemente obispo de aquella diócesis47. El secretario del cabildodejó anotado en el libro de Actas: «se hizo escrutinio y salió elegido el deánDr. Pedro Martínez Rubio».

El obispo Abad y el deán Martínez Rubio viajaron a Zaragoza, llegandopresumiblemente a la ceremonia de apertura de las Cortes Generales.Según escribe Enrique Solano, «el día 20 de agosto Baltasar Carlos habíajurado los Fueros de Aragón en la catedral de la Seo, mientras que el 11 deoctubre las Cortes, presididas por el monarca, juraban al príncipe como

DOMINGO ABAD HUERTA (1644-1646) 163

44 Ibídem, 225-9-8.45 Ibídem, 114, cabildo 29-agosto-1645.46 Ibídem, cabildo 9-septiembre-1645.47 Rigió la sede albarracinense desde 1645 hasta 1653, haciendo su entrada solemne en la

ciudad de los Azagra el 25 de julio de 1645. Vid. POLO, J.J., «Jerónimo Salas Malo (1599-1664),deán y obispo de Albarracín, devoto de Nuestra Señora del Pilar», Xiloca, 9 (1992), p. 168.

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futuro sucesor de su padre»48. El deán Martínez Rubio solicitó el 6 de octu-bre «procura especial para poder jurar al príncipe»49. El deán permanecióen Zaragoza hasta el mes de febrero de 1646, aunque las Cortes duraronhasta el 3 de noviembre, e informó puntualmente a su cabildo de los temastratados, cuya crónica utilizaremos a partir de este momento.

La ceremonia de juramento del príncipe, realizada por diputados de loscuatro brazos, resultó preciosa. Le besaron las manos y, para no cansartanto al príncipe, del brazo eclesiástico sólo lo hicieron algunos.

El rey Felipe IV en esos primeros momentos no pidió nada. Entre losdiputados se rumoreaba que pronto abandonaría la ciudad, dirigiéndosehacia Valencia y pasando obligatoriamente por la ciudad de Teruel50.

El obispo Abad Huerta escribió a los capitulares de Teruel y les mandóun papel con las ceremonias protocolarias que debían observarse durantela posible visita regia a la ciudad, según indicaciones del patriarca de Indiasque acompañaba a la comitiva real51.

Como el rey debía partir con prisa de Zaragoza, pidió que cada brazonombrase algunas personas, con voto decisivo, para tratar con mayor rapi-dez los asuntos. Las Cortes no aceptaron la propuesta regia. El monarcasugirió disolver las Cortes hasta el 10 de febrero o trasladarlas a otro lugarmás cercano de Castilla. La asamblea decidió unánimemente prorrogar lasCortes en Zaragoza todo el tiempo que fuese necesario52. El rey Felipe IV,

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48 SOLANO, E., «Felipe III de Aragón», en Aragón en su historia, Zaragoza, 1980, p. 302.49 A.C.T., 114, cabildo 6-octubre-1645: «se resolvió se le enviara y que la arreglara el Dr.

Gregorio Julve. Recibióse con dicha carta la propuesta que su Majestad hizo a los brazos paratratar en las Cortes», Vid. A.C.T., 190-10-1.

50 Ibídem, 261-6-7, carta fechada el 12-octubre-1645, donde el síndico capitular escribe: «nose sabe cosa alguna de lo que su Majestad ha de pedir, pero no se dilatará esta propuesta porquese trata aprisa de jornada. Dicen que sería para Valencia, y por esa ciudad sin falta, para los 23 deéste y, tan de paso, que no dará lugar para que se haga solemnidad, ni ceremonia alguna».

51 Ibídem, 114, cabildo-24-octubre-1645: «recibióse un papel del señor obispo, delorden le había dejado el Señor patriarca que se había de guardar en el recibimiento de suMajestad y su Alteza, al entrar en la iglesia». El cabildo designó personas para recibir al rey,cuyos nombres fueron comunicados al obispo, sin tener que aceptarlos obligatoriamente. Elviaje se realizó como ha documentado recientemente VEGA, C.L., «Apuntes históricos sobreun viaje por Teruel en 1645», Diario de Teruel, 23, 24, 26 y 27-julio-1996.

52 Ibídem, 261-6-6, carta de 25-octubre-1645: «hiciéronse diferentes embajadas a suMajestad porque también limitó el tiempo de tomar la última resolución hasta por todo elsábado; y, así, aquella noche, un cuarto antes de las doce, se ajustó que se prorrogaran aquílas Cortes por quince días, con facultad de prorrogarlas todo el tiempo que pareciere con-veniente, para tomar primero asiento en el modo de la defensa del Reino y después tratar delas conveniencias públicas. En esto habemos quedado, y hoy se han nombrado por cada unode los brazos cuatro personas para que vayan confiriendo las materias entre sí, y después lascomuniquen para tomar resolución en los brazos».

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urgido por «los graves negocios, cuyo adelantamiento dependía indispen-sablemente de su presencia en Madrid», nombró a don Pedro de Aragón,consejero de Estado y de Guerra, para que presidiera en su ausencia lasCortes aragonesas53. Felipe IV, con el fin de clausurar las Cortes, volvió aregresar a Zaragoza en otoño de 164654.

El desenvolvimiento de la asamblea era muy lento y el estudio de lascuestiones avanzaba muy poco55. A las Cortes llegaban ecos de los desastresocasionados por la guerra secesionista catalana e invasión francesa, asícomo los desmanes cometidos por los soldados56. Hubo presiones porimponer un virrey extranjero y se votaron ayudas extraordinarias para apo-yar a los combatientes contra Francia en los puntos más frágiles57.

Al llegar las fiestas de Navidad, los diputados pidieron permiso pararegresar temporalmente a sus casas, volviendo a reincorporarse a las sesio-

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53 Ibídem, 190-10-1.54 SOLANO, E., op. cit., p. 302.55 A.C.T., 261-6-8, carta 8-noviembre-1645: «poco se han adelantadao esta semana las

materias, con ocasión de una pretensión que las universidades han suscitado contra Zarago-za, pretendiendo no ha de hallarse en todas las embajadas un síndico por Zaragoza, la cualpretende estar en posesión; y, sobre ello, ha obtenido una firma posesoria. El deán informa-ba a su cabildo que «ya ha vuelto el lugarteniente Don Miguel Pérez de Nueros», (que habíaestado ausente de Zaragoza tomando las aguas medicinales en los baños [Ibídem, 261-6-7]),para tratar con él los asuntos eclesiásticos pendientes relativos al cabildo turolense. Dos díasdespués, «leyóse una carta del señor Dr. Don Pedro Martínez Rubio, deán residente enZaragoza por síndico de las Cortes, en que daba cuenta del estado en que estaban, y de lapretensión que tenía la iglesia del Pilar con las demás iglesias catedrales en orden a las pre-cedencias, y de la propuesta que los tratadores de su Majestad habían hecho a los brazos»(Ibídem, 114, cabildo 10-noviembre-1645).

56 Ibídem, 261-6-4, carta 15-noviembre-1645: «llegó aviso que en Sariñena la gente de lavilla se había resistido a Don Martín de Azlor, que de orden del gobernador llevaba a acuar-telar quinientos caballos, y que no le habían querido dejar entrar en la villa, aunque fuerade ella, en el arrabal, le alojaron y dieron lo necesario». Y se tuvo noticia «de que en laAlmolda Don Carlos de Padilla, comisario general de la caballería, se hacía contribuir condoscientos reales…, y que un tercio de borgoñones quería acuartelarse en tierra de Huesca,donde ya había otro tercio». Ante tantos desmanes, según comenta el deán Martínez Rubio,«se puso en tanto cuidado a los brazos que resolvieron de no tratar de negocio alguno hastahaber tomado forma en los alojamientos, pidiéndosele al gobernador toda jurisdicción paracastigar los excesos de los soldados». Se habló sobre el número de caballeros que el Reinohabría de mantener para la defensa de sus fronteras. La solución, según comentaba el deán,no era nada fácil, «siendo dañosa la dilación, pues la caballería en el interim, aunque no tienepropio cuartel, no deja de estar alojada».

57 Ibídem, 260-3-3, carta 20-diciembre-1645: «siempre insta el fiscal en pedir la formapara que pueda jurar el virrey extranjero y, según dijeron, hay esperanzas de que se ha deconceder, pero hasta ahora no se sabe se haya hecho». Se acordó «socorrer los lugares de lafrontera de Alcañiz con dos mil escudos, en atención a lo mucho que padecen, y al lugar deMontañana con quinientos escudos. De allí ha llegado hoy aviso que el enemigo volvía a jun-tarse otra vez en doblado número, que será de cuatro mil hombres, según los espías, paraacometer de nuevo el puesto del Puente, que es la llave de aquella tierra».

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nes en el mes de febrero. Ante la negativa a concederles licencia, el deánMartínez Rubio volvió a Teruel, acompañando presumiblemente al obispo,al comenzar la Cuaresma. El deán presidió ya el cabildo celebrado el 23 defebrero de 164658.

2.3. MUERTE DEL PRELADO

Pasada la Semana Santa y el tiempo pascual, el 16 de mayo falleció, demanera repentina posiblemente, el obispo Abad Huerta59, estando acom-pañado de su prima doña Isabel de Bello60. El cabildo, sorprendido por lainesperada muerte, carecía de pautas concretas de comportamiento antesucesos luctuosos como ése. Desde la fundación de la diócesis hasta aque-llos momentos sólo el obispo Jaime Jimeno de Lobera había fallecido en laciudad de Teruel. Por tanto, no existía una referencia cercana a seguir enlas ceremonias fúnebres por los prelados61.

La prima del obispo solicitó del cabildo un lugar de enterramiento y losservicios religiosos más dignos para su tío62, mientras los capitulares exigie-ron a los familiares del obispo todos los bienes —el pontifical— del reciénfallecido63. La capilla ardiente se instaló en el palacio episcopal. El féretro

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58 Ibídem, 114, cabildos 17 y 23-febrero-1646.59 A.P. Santa María, III (1616-1700) fol. 180 v. El acta de defunción dice lacónicamen-

te: «en 16 de Mayo de 1646 murió Don Domingo Abad y Huerta, obispo de Teruel, con todoslos sacramentos. Enterróse en el presbiterio a mano derecha del altar mayor. Hízose fiestaordinaria con dos sermones. Se hizo tocar en todas las parroquias durante su fiesta». Vid.también A.C.T., 206-3-1 y 128-1-3.

60 A.C.T., 114, cabildo 15-mayo-1646.61 Ibídem, 105, fol. 113: nota sobre los funerales de los obispos de Teruel.62 Ibídem, 114, cabildo-15-mayo-1646: «se trató del puesto en que se había de enterrar

el señor obispo, Don Domingo Abad y Huerta, porque Doña Isabel de Bello pretendía sehabía de dar entierro en el nicho más preeminente que había, en el que tenía la iglesia paralos señores prebendados, y, asímismo, pedía fuese la iglesia a decir un oficio de difuntos alpalacio, y que se diese lugar para una capilla ardiente».

63 Ibídem, cabildos 16 y 17-mayo-1646: «se resolvió fueran los señores Dr. Juan Pérez deCuevas, chantre, y el Lic. Laurencio Carnicer, canónigo, a tratar con doña Isabel de Bello,prima del señor obispo, acerca del pontifical y a decir cómo era de la iglesia todo él, porhaber sabido no querían dar la plata que de dicho pontifical había. Se resolvió que diesen elpontifical por entero y el testamento, y que el entierro se hiciese al otro día, viernes». El vier-nes 17 de mayo «se volvió a tratar si había de enterrarse el señor obispo en el entierro de losseñores prebendados, que es lo que pretendían los deudos de su Señoría, o en el prebiterio.Votóse por escrutinio y se resolvió se enterrase en los nichos de dicho entierro y que habíande dar el pontifical en la forma siguiente, que era lo que habían ofrecido: de cuatro fuentes,dos, una preciosa y la mejor, la otra mediana; de tres jarros, uno, el mejor y más precioso; detres salvillas, sin la de las vinajeras, la mejor y más preciosa. Para esto se nombraron a losseñores Dr. Juan Pérez de Cuevas, chantre, y el Dr. Juan García, canónigo».

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fue llevado procesionalmente a hombros de los vicarios de las parroquiasde la ciudad, recorriendo las calles de Teruel por los lugares habituales pordonde pasaban las procesiones generales. Fue enterrado la tarde del 17 demayo en la catedral64.

El 21 de mayo fueron elegidos los cargos de la sede vacante65 y, dos díasdespués, el cabildo designó a dos prebendados para que fuesen a dar elpésame a la familia del obispo en nombre de la corporación66.

Una vez fallecido el prelado y estando el gobierno en manos del cabildo,éste mandó secuestrar los frutos de los graneros de Camarillas67 y percibióen depósito los dineros de la cuarta décima del obispo recién fallecido68.

La vacante por muerte del obispo Abad Huerta se prolongó hasta el 6de mayo de 1647, fecha de la emisión de las bulas de Diego Chueca para lasede de Teruel, y que había regido hasta entonces la diócesis de Bar-bastro69. El nuncio Giulio Rospigliosi, como era costumbre, recibió la parte

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64 Ibídem, 105, fol. 113: «de lo que se gastó en el entierro del señor Don DomingoAbad y Huerta, no hay memoria. Sábese que se pagó el entierro y que el cuerpo le llevaronlos vicarios de las parroquias, yendo el acompañamiento de defunción por toda la ciudad ycalles por donde se suelen hacer las procesiones generales».

65 Ibídem, 114, cabildo 21-mayo-1646. Vicario capitular, Dr. Juan Benedicto Calvo (8votos); oficial eclesiástico, Dr. Pedro Jerónimo Pérez (8 votos); visitadores, Dr. Juan Pérez deCuevas, chantre (9 votos) y Dr. Juan de Pasamonte (5 votos); bolsero, Juan García (6 votos);notarios de escribanía, Luis Novella y Juan Aparicio; notarios de visita, Pedro Larrañaga yLucas Soriano y procurador fiscal, Antonio Muñoz.

66 Ibídem, cabildo-23-mayo- 1646: «resolvióse que se fuera a dar el pésame de la muer-te del señor obispo a Doña Isabel de Bello y se nombraron a los señores, el Dr. Miguel Julve,arcediano y, el Dr. Juan Pérez de Cuevas, chantre».

67 Ibídem, cabildo 16-mayo-1646: «se hizo procura a mosén Juan Valero, de Camarillas,para poder apartarse de un embargo que el señor Dr. Lucas Sangorrín, colector de la cuar-ta décima, había hecho con orden de la iglesia en el granero de dicho lugar del trigo que enél tenía Don Lamberto Andrés, arrendador del obispado, el cual se había embargado por lacuarta décima y excusado que debía el señor obispo Don Domingo Abad».

68 Ibídem, 114, cabildos 16-junio-1646, 19-enero y 16-marzo-1647. El 16 de junio «seacordó que las 500 libras, que Don Lamberto Andrés de Camarena había de dar por razónde la cuarta décima a dicha iglesia, no se entendiese sino que las prestaba al cabildo y que elcabildo se le obligase en una comanda de dicha cantidad. Dicho día el señor Dr. LucasSangorrín dio fianzas para cobrar la cuarta décima a Salvador Jordá y Jaime Soriano.Asimismo le entregaron al señor Dr. Juan Pérez de Cuevas, chantre, las sortijas, báculo y pec-toral, que había entregado el señor deán por orden de la iglesia al señor obispo, como afabriquero que es». Con fecha 19 de enero «se archivaron 54 libras que habían cobrado losseñores canónigos Asín y Villarroya de Don Lamberto Andrés por la parte que tocaba pagaral señor obispo de la cuarta décima, para que a su tiempo se la entregasen al colector quefuese de dicho subsidio». Y el 16 de marzo «se le otorgó ápoca a Don Lamberto Andrés delos dineros que había pagado a la cuarta décima por el señor obispo Don Domingo Abad,como arrendador del obispado, y se le descanceló una comanda en que estaba obligado».

69 GAUCHAT, P., Hierarchia Catholica, IV, Monasterii, 1935, p.331.

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correspondiente del pontifical de Domingo Abad Huerta70 y abonó alcabildo turolense los derechos de la vacante71.

3. CONCLUSIONES

Para poner punto final a esta monografía sobre Domingo Abad Huerta,concluiré de una manera apretada con los seis puntos siguientes, que sonuna recopilación de sus datos biográficos más significativos.

Domingo Abad Huerta, hijo de Domingo Abad Huerta e Isabel Joven,nació en Cubel, pueblo de la Comunidad de Calatayud, a finales del sigloXVI, en torno al año 1580. Estudió en la Universidad literaria de Valencia,donde obtuvo el título de Doctor en Cánones. Recibió el presbiteradohacia 1610 y entró al servicio del arzobispo de Valencia, Isidoro Aliaga,como paje y capellán.

En 1621 el Santo Oficio, probablemente a petición del dominico Luis deAliaga, Inquisidor General, le abrió expediente de «limpieza de sangre», inte-resándose por su persona. Desempeñó el oficio de inquisidor por espacio demás de 20 años en los tribunales de Murcia, Llerena (Badajoz) y Barcelona.

En septiembre de 1643 Felipe IV lo presentó para la mitra de Teruel,vacante por traslado a Zaragoza del mercedario Fray Juan Cebrián. El PapaUrbano VIII lo nombró obispo el 13 de julio de 1644. Fue consagrado enValencia el 25 de septiembre. Al tomar posesión de la diócesis era un hom-bre maduro, pues contaba más de sesenta años.

Rigió la diócesis de Teruel escasamente durante dos años. Murió el 16 demayo de 1646, siendo sepultado en la cripta de enterramiento construidadebajo del presbiterio del templo catedral. El cabildo catedral recibió enherencia los bienes del prelado, cuyo pontifical no era nada despreciable.

Como obispo de Teruel asistió a las Cortes del Reino celebradas de 1645a 1646 y serenó los ánimos del cabildo catedralicio, apaciguando losenfrentamientos entre las dignidades y canónigos.

168 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

70 A.C.T., 114, cabildo 12-septiembre-1646: «se trató si se le había de dar al señor nun-cio una de las piezas del pontifical del señor Don Domingo Abad y Huerta, obispo de estasanta iglesia, que pretende se le debe. Se resolvió que, si tenía derecho, se le diese».

71 Ibídem, 105, fols. 124-125. Mandó 7.335 reales de plata por los derechos de vacante,desde el 16 de mayo de 1646 hasta el 6 de mayo de 1647; 5.835 para los ministros de la jus-ticia; 1.000 para el predicador, y 500 «por la limosna que mandará repartir entre los pobresde ese obispado, como se ha acostumbrado en las demás vacantes».

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1 A.P. de Cálcena, quinque libri, Tomo Iº, fol. 146.2 JIMÉNEZ CATALÁN, M., Memorias para la historia de la universidad de Zaragoza, Zaragoza,

1925, pp. 101-102.

CAPÍTULO VI

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672)

La diócesis de Teruel estaba vacante desde el 16 de mayo de 1646, fechade la muerte del obispo Domingo Abad Huerta, permaneciendo así hasta el6 de mayo del año siguiente, pues ese día fue nombrado obispo de TeruelDiego Chueca Rincón, quien hasta entonces había regido la pequeña dióce-sis de Barbastro. Cuando el prelado Chueca llegó a Teruel era un hombremaduro, con 60 años de edad, experimentado en las tareas del gobierno epis-copal, en la administración del cabildo catedral y en las funciones universi-tarias y docentes. Su episcopado al frente de la diócesis turolense fue muylargo puesto que ocupó la sede durante 25 años. En la historia diocesana delos siglos XVI y XVII se trata del pontificado más dilatado temporalmente.

1. SEMBLANZA BIOGRÁFICA

Diego Chueca nació el año 1591 en Cálcena, provincia de Zaragoza ydiócesis de Tarazona, siendo bautizado por mosén Miguel Royo, coadjutorde la parroquia, el día 9 de mayo. Era hijo de Jerónimo Chueca e IsabelRincón. Diego Rincón e Isabel Chueca fueron sus padrinos de bautismo1.

Estudió en la Universidad de Zaragoza, donde obtuvo el grado de bachi-ller en Teología el 7 de marzo de 1619, y en 1623 el doctorado. En 1621opositó a la cátedra de Artes, que regentó durante los cursos escolares de1625-16262 y en 1628 a la canonjía magistral de la Seo de Zaragoza, que

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ganó con fecha 12 de abril de 16283. Desempeñó su beneficio canonicalhasta 1643, año en que fue nombrado obispo de Barbastro.

Durante los quince años que ocupó la canonjía magistral realizódiversas funciones capitulares. En enero de 1630 fue nombrado adminis-trador de la mensa canonical4, oficio que también desempeñó en 16355.En febrero del año siguiente se le encargó la sacristía y fábrica catedra-licia6. En el mes de noviembre de 1631, al morir el arzobispo MartínTerrer de Valenzuela y quedar la sede vacante, como la visita pastoralhabía que seguir haciéndola en la diócesis, en la sesión capitular del día28 de noviembre escogieron «por visitadores para los tres arciprestazgosa los señores arciprestes de Zaragoza y a los canónigos Urbán yChueca»7.

Desde septiembre del año 1633, fecha en que el canónigo secretario delcabildo Sellán marchó para hablar con el virrey «sobre las cosas del Pilar»,hasta comienzos del año 1635, se le encargó este trabajo al canónigoChueca. Él redactó las actas capitulares durante todo ese tiempo8. En 1636desempeñó el cargo de administrador de misas y durante los años de 1637y 1639 el de administrador de la mensa canonical9.

En enero de 1639 hubo oposición a la canonjía doctoral y se presenta-ron trece candidatos. Acabados los ejercicios, con fecha 19 de enero, sellevó a cabo la votación. El Dr. Chueca no pudo votar, aunque sí que estu-vo en dicha sesión capitular donde «concurrieron veinticuatro votos», porno haber estado presente durante los ejercicios de oposición. La eleccióncanónica recayó sobre el Dr. Diego Gallán, graduado en Leyes por laUniversidad de Huesca10. El canónigo Chueca había estado en Madridrealizando algunas gestiones capitulares, informando «de su viaje y nego-cios» al cabildo el 24 de enero. A su regreso a Zaragoza se le encomendó

170 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

3 AÍNA, L., El milagro de Calanda a nivel histórico, Zaragoza, 1972, p. 128. En el Archivocatedralicio de la Seo de Zaragoza no existe el libro de Actas Capitulares correspondiente alos años 1626-1629.

4 A.C.S.Z., Actas Capitulares 1630-1638, cabildo 4-enero- 1630.5 Ibídem, cabildo 29-diciembre-1634.6 Ibídem, cabildo 14-febrero-1631. Al morir el canónigo Diego Terrer Valenzuela,

sobrino del arzobispo Martín Terrer de Valenzuela, que ejercía este encargo capitular desdecomienzos de año, se nombró en sustitución al magistral Chueca.

7 Ibídem, cabildo 28-noviembre-1631.8 Ibídem, cabildo 16-septiembre-1633.9 Ibídem, cabildo 12-enero-1636, 2-enero-1637 y Actas Capitulares (1639-1644), cabil-

do 1-febrero-1639.10 Ibídem, cabildos 29-diciembre 1638 y Actas Capitulares (1639-1644), cabildos del 2

al 19-enero-1639.

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que continuase los asuntos iniciados durante su viaje, escribiendo a los pro-curadores que el cabildo tenía en Madrid11.

En 1640 intervino como juez consultor de unas misteriosas palabrasescuchadas por el canónigo penitenciario Martín de Funes, posteriormen-te obispo de Albarracín, pronunciadas por el Crucifijo del trascoro de lacatedral de la Seo. Y, al año siguiente, firmó también la sentencia del pro-ceso, realizado durante el pontificado de Pedro Apaolaza, sobre la califica-ción del milagro de la restitución de la pierna al mancebo Juan Pellicer,natural de Calanda12.

En 1643, mientras desempeñaba el cargo de contador capitular, fuenombrado, el 13 de julio, obispo de Barbastro. A fines de ese año, cuandola noticia de su designación para la sede barbastrense era pública, él seguíaasistiendo al cabildo como canónigo magistral y, con fecha 4 de diciembre,en el libro de Actas Capitulares quedó anotado: «el señor obispo de Barbas-tro, canónigo Chueca, funda un aniversario a su intención. Dio cien duca-dos»13. En el cabildo para la elección de cargos capitulares anuales, cele-brado el 16 de enero de 1644, estuvo presente el canónigo Chueca y fuenombrado, junto con los canónigos Sada y Miguel de Urriés, para diligen-ciar los asuntos del arrendamiento de las propiedades capitulares y las«cuartaciones de la obrería».

El sábado 13 de mayo, en la reunión capitular, «el señor canónigoChueca, obispo electo de Barbastro, dio cuenta al cabildo como paramañana, Domingo, estaba señalado para consagrarse con asistencia delseñor obispo de Huesca y el de Alguer, juntamente con el Abad de SanJuan de la Peña». Esteban Esmir, obispo de Huesca, consagró obispo aDiego Chueca, acompañado de Antonio Nusco, obispo de Alguer(Cerdeña), y el abad del Monasterio de Nuestra Señora de la Peña(Huesca)14.

A los pocos días de la consagración del obispo Chueca, el cabildo de laSeo de Zaragoza promulgó «los edictos de la canonjía que vacó por promo-

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 171

11 Ibídem, cabildos 24-enero y 11-febrero-1639. Se le encomendó seguir las gestionesacerca de la herencia de la condesa de Puño en Rostro, dejada a favor del colegio de losPadres Jesuitas de Pamplona y la Seo de Zaragoza.

12 GÓMEZ, M., Escritores aragoneses de Latassa, I, Zaragoza, 1885, pp. 377-378; JIMÉNEZ

CATALÁN, op. cit., pp. 101-102.13 A.C.S.Z., Actas Capitulares (1639-1644), cabildos 16-enero, 14-mayo y 4-diciembre-

1643.14 GUITARTE IZQUIERDO, V., Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España,

América, Filipinas y otros países, Roma, 1994, n.º 1.074, p. 173.

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ción del señor canónigo Chueca a obispo de Barbastro». Encomendó estatarea a los canónigos Martel y Aznar15.

2. OBISPO DE BARBASTRO

La diócesis de Barbastro estaba compuesta por la misma ciudad, sededel prelado, y 151 pueblos. Contaba con iglesia catedral, seis colegiatas y,hasta mediados del siglo XVIII, con 108 parroquias, más 32 ó 37 iglesiasanejas con pila bautismal y 5 sin pila.

A comienzos del siglo XVII, la población de esta diócesis, incluida la ciu-dad de Barbastro, apenas llegaba a 3.000 fuegos. A finales del siglo XVII,en la ciudad de Barbastro había 800 fuegos, descendiendo a 500 a comien-zos del siglo siguiente por causa de las guerras.

La catedral estaba dedicada a la Asunción de la Virgen. Era bastantecapaz y de hermosa arquitectura. Cerca de la misma estaba el palacio epis-copal que, según los prelados barbastrenses, era decente y cómodo paraalbergar a su familia.

A comienzos del siglo XVII, en la ciudad de Barbastro había cuatroórdenes masculinas con un convento en la misma: franciscanos, merceda-rios, trinitarios y capuchinos. Además de los citados conventos masculinos,en la ciudad había dos conventos femeninos: uno de clarisas, sujeto a losfranciscanos, y otro de capuchinas, bajo la jurisdicción del obispo. A muygrandes rasgos ésta era la diócesis que tenía que gobernar el obispo DiegoChueca16.

Tan pronto como recibió las bulas papales de su nombramiento, en losprimeros días del mes de diciembre de 1643, siendo todavía obispo electo,escribió al cabildo de Barbastro y solicitó la toma de posesión por procura-dor, enviando las bulas papales. El deán y cabildo examinaron las bulas, asícomo los abogados capitulares Gracia y Caberni, resolviendo dar la pose-sión al canónigo Xal, procurador del obispo electo Chueca, el día 16 dediciembre, «miércoles, a las dos y media de la tarde, después de vísperas»17.

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15 A.C.S.Z., Actas Capitulares (1639-1644), cabildos 13 y 19-marzo-1644.16 Vid. PUEYO COLOMINA, P., «La diócesis de Barbastro en el siglo XVII a través de las visi-

tas ad limina», Somontano, 4 (1994), pp. 173-190; LALUEZA, S., voz «Diócesis de Barbastro»,D.H.E.E., I, Madrid, 1972, pp. 183-187 y LÓPEZ NOVOA, S., Historia de la muy noble y muy lealciudad de Basbastro, Barcelona, 1861, pp. 192-193.

17 A.C.B., Libro de Gestis (1638-1644), fols. 128 v-129.

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En la sala capitular y en presencia del deán Vela, el procurador Xal jurósobre los evangelios la bula de erección y los estatutos del cabildo. Actoseguido, los canónigos salieron procesionalmente y se dirigieron al altarmayor, mientras el coro cantaba el Ave maris stella. Allí el procurador Xalentonó las oraciones de ritual y posteriormente se dirigió al coro, sentán-dose en la silla episcopal. A continuación dio el «osculum pacis» a todos losprebendados y, una vez finalizada la ceremonia en la catedral, se dirigió «alpalacio episcopal, en donde tomó posesión del consistorio y casa episco-pal». Pagó 394 libras por derechos de entrático, de las cuales 275 eran parala fábrica catedralicia y 49 para pagar los servicios y a los servidores del actode toma posesión18.

El obispo Chueca hizo su entrada solemne en Barbastro el 1 de mayo de1644. Al día siguiente, el cabildo catedral le visitó capitularmente en elpalacio episcopal. El obispo abonó 125 libras por los derechos de adminis-tración diocesana, que el cabildo había ejercido durante los cinco mesesque el prelado estuvo ausente una vez que tomó posesión, a razón de 25libras mensuales19.

Al poco tiempo de su llegada a Barbastro, en el mes de septiembre,comenzó la primera visita pastoral a la diócesis. El Dr. Francisco Vela, deáncoadjutor, quedó al frente de la diócesis como vicario general20.

El obispo Chueca regresó bien impresionado de la visita pastoral ydeseó «poner remedio a la falta de doctrina y enseñanza en todos los vallestan vecinos del reino de Francia, porque me causa gran lástima ver tanextendida diócesis y tantos valles de gente bien inclinada y dócil que pue-den peligrar con la comunicación de Francia, sin haber conventos algunosde los que pueden ir a predicarles el evangelio y enseñar la doctrina cris-tiana y administrarles el sacramento de la penitencia». Como el canónigoXal había manifestado al obispo su voluntad de fundar dos capellanías, elobispo pensó aplicar esas rentas para mantener una comunidad religiosaen alguno de aquellos valles. Habló con los padres carmelitas descalzos deZaragoza, que aceptaron la fundación «en la ermita de Bruis, por estar yahecha la casa». El obispo creía que la fundación reportaría muchos bienesy, entre otros, que el prelado tendría allí un cuarto para hacer la visita pas-toral. Allí podría residir temporalmente y desplazarse «a confirmar a losniños de los lugares vecinos». El obispo propuso esta solución al cabildo

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18 Ibídem, fol. 130.19 Ibídem, (1644-1654), fols. 2 y 39 v.20 Ibídem, fol. 16 v.

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«para que, no existiendo inconveniente, con su consejo y consentimientome ayuden a que ejecutemos esta obra tan del servicio de Dios. Y, dado elconsentimiento, será hacer un gran servicio a la Virgen y a mí». El cabildoacató la fundación con fecha 10 de noviembre de 1646, aunque el proyec-to no se llevó a cabo21.

En octubre de 1644 nombró canónigo arcipreste a su sobrino don JoséChueca, quien al cabo de dos años renunció a dicha prebenda. El obispovolvió a proveerla en la persona de don Miguel Chueca, que tomó posesiónde la misma con fecha 18 de febrero de 164722.

Como consecuencia de los movimientos secesionistas, en el noreste deEspaña se vivía en una situación bélica, que afectaba también a los territo-rios altoaragoneses. La contribución económica, de servicios y personalmilitar de Aragón fue elevada, como evaluó magistralmente el profesorEnrique Solano23. La diócesis de Barbastro también se vio afectada porestos acontecimientos.

El monarca Felipe IV acudió a Barbastro en los primeros días del mes demayo de 1644, coincidiendo con la entrada solemne del obispo Chueca. El reyFelipe IV recibió al obispo y al cabildo barbastrense con fecha 2 de mayo, escu-chando sus inquietudes y recibiendo un memorial escrito con las mismas24.

En 1645-1646 se celebraron Cortes en Zaragoza con la presencia delmonarca. El cabildo de Barbastro envió al canónigo Donat, estando tam-bién en las Cortes el obispo25, asistiendo a las exequias del malogrado prín-cipe Baltasar Carlos celebradas en Zaragoza. En la catedral barbastrense,como en otros templos y lugares, el 14 y 15 de diciembre también se hicie-ron honras fúnebres por el eterno descanso del príncipe.

En el mes de julio de 1644 la ciudad de Barbastro corría peligro, dadoque la guerra en Cataluña se libraba en la cercana ciudad de Lérida. Poreso, los munícipes barbastrenses y el cabildo catedralicio decidieron rogaral Señor para que las tropas rebeldes no invadieran las fronteras deAragón. Acordaron hacer «una procesión general por la ciudad y quetodos los días se canten las letanías después de la misa conventual». Comoesta situación cambió en el mes de agosto, acordaron acudir procesio-

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21 Ibídem, cabildo 29-septiembre-1646, fols. 79-80, y cabildo 10-noviembre-1646, fol. 81v.22 Ibídem, cabildos 8-octubre-1644, 16 y 18-febrero-1647, fols. 29, 87v y 88.23 SOLANO CAMÓN, E., Poder monárquico y estado pactista (1626-1652). Los aragoneses ante la

Unión de Armas, Zaragoza, 1987, pp. 39-51, 57-183 y 191-98.24 A.C.B., Libro de Gestis (1644-1654), cabildo 2-mayo-1644, fol. 2.25 Ibídem, cabildos 11-agosto y 9-septiembre-1645, 9-mayo y 15-septiembre-1646, 14 y

15-diciembre-1646, fols. 52, 61-69, 74 y 83.

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nalmente al santuario de Nuestra Señora del Pueyo para dar gracias a«Dios Nuestro Señor y a la Virgen María del Pueyo, su Santísima Madre,abogada y patrona de esta tierra, reconociendo que el no haber pasado elenemigo el río Cinca con su ejército se debía a la protección y amparo deesta Señora que en aquella centinela (desde su santuario) ha defendidosiempre esta ciudad». Irían en procesión general «con sus banderas y con-ventos», confesarían, comulgarían y harían otras obras pías «para rendirlelas gracias por tamaña merced». En 1647 el cerco de la ciudad de Léridafue levantado y la ciudad fue recuperada por las tropas reales. El monarcaFelipe IV escribió para que se elevasen «oraciones en hacimiento de gra-cias de haber el francés levantado el sitio de Lérida». Para cumplir losdeseos regios, el cabildo acordó realizar «una procesión general por la ciu-dad y cantar el Te Deum Laudamus»26.

En los primeros días del mes de mayo de 1645 el obispo acudió al cabil-do catedralicio y les manifestó su voluntad de celebrar sínodo diocesano.Pensaba comenzarlo el 28 de mayo, domingo de la infraoctava de laAscensión del Señor. El cabildo nombró a cuatro capitulares (García,Caberni, Gilberte y Donat) para que ayudasen al obispo en los trabajossinodales. Pocos días antes del sínodo, el prelado envió al cabildo el textode las constituciones que pensaba presentar ante la asamblea, «para quesobre ellas le diera el cabildo su parecer». El clero de la catedral y de la ciu-dad entregó a los sinodales capitulares un memorial con sus pretensiones.El canónigo Caberni fue nombrado maestro de ceremonias, «para queordenara los asientos y puestos de las iglesias colegiales y rectores, así en laprocesión como en la iglesia». El sínodo, como estaba previsto, dio comien-zo el domingo 28 de mayo. A las siete de la mañana se recitó la hora litúr-gica de Prima. A continuación se hizo la procesión sinodal, siguiéndoseminuciosamente el ceremonial habitual para estas ocasiones. El obispocelebró la santa Misa y, una vez finalizada, predicó «en el púlpito revestidocon el hábito de coro». Los munícipes barbastrenses no estuvieron presen-tes, excusándose y diciendo «no se los habían hecho saber, ni les convida-ron». El canónigo García «leyó los decretos del santo concilio de Trento yla profesión de fe». Las ceremonias se tuvieron en el templo catedral yduraron hasta la una de mediodía. El sínodo continuó el día 29 de mayo,en sesión matutina y vespertina, en las dependencias del palacio episcopal.Finalizó al día siguiente en la sesión de la mañana, «a las doce horas demedio día». El clero colaboró con un subsidio caritativo, cifrado «a razón

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26 Ibídem, cabildos 16-julio y 8-agosto-1644; 4-mayo-1646 y 6-julio-1647, fols. 9, 11, 68 y 92.

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de nueve dineros por libra». Este sínodo de Chueca, que recoge tambiénlas constituciones sinodales de sus predecesores, fue publicado en 1645 porDiego Dormer, impresor zaragozano27.

A comienzos del mes de julio de 1647 llegó a Barbastro la noticia de queel obispo Chueca había sido promovido a la diócesis de Teruel. Al principio,el obispo se resistió a declarar la sede vacante, aunque el cabildo se lo exi-gía. El cabildo envió algunos procuradores a Zaragoza que confirmaron laveracidad de la noticia. Ante la certeza y seguridad de la misma, el obispo sepersonó ante el cabildo y se despidió, «diciendo se iba a Zaragoza, para deallí irse a su obispado de Teruel. Y, que antes de irse había querido haceresta acción, ofreciéndose en todo hacer favor, en general y en particular, aeste cabildo». A estas palabras, respondió el deán y ofreció al prelado doscapitulares para que le acompañasen «no sólo a Zaragoza, sino a Teruel». Elobispo no admitió este servicio, aunque mostró su agradecimiento por ello.El cabildo en pleno volvió a acompañarle a su regreso al palacio28.

3. OBISPO DE TERUEL

El monarca Felipe IV propuso a Diego Chueca para ocupar la sede deTeruel en los primeros días del mes de diciembre de 1646, comunicandola noticia a su embajador ante la Santa Sede con fecha 3 de diciembre. ElNuncio Apostólico, Julio Rospigliosi, comisionó, por carta datada enMadrid el 1 de diciembre, al arzobispo Fray Juan Cebrián para que el obis-po Chueca hicise ante él la profesión de fe, acto que tuvo lugar el día 5 dediciembre.

Posteriormente, antes de finalizar el citado mes, el Nuncio Apostólicoelaboró el proceso canónico de promoción a la sede turolense. El día 22 dediciembre examinó a los testigos, el 24 firmó el decreto de idoneidad delcandidato para ser promovido a la sede turolense y remitió la documenta-ción al Consistorio Cardenalicio el 19 de enero de 164729.

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27 Ibídem, cabildos 8, 10, 26, 27, 28, 29 y 30-mayo-1645, fols. 42 v.-44. 28 Ibídem, cabildos, 6, 7 y 13-julio-1647, fols, 91 v.-93.29 A.S.V., Processus Consistoriales, 47, fols. 374-386. Los testigos examinados fueron: Juan

Purroy, de 50 años de edad; Pedro López, presbítero de 44 años; Diego Matías de Aragüés, de42 años; José Sánchez Ricarte, de 25 años; Miguel Jerónimo del Val, de 19 años, y Juan VicenteVillanueva, de 28 años. Los testigos no aportan datos significativos sobre la persona del obispoChueca y sobre la diócesis de Teruel. Cristóbal Manzano actuó como notario del proceso canó-nico y Francisco de Porras y Toribio Martínez, familiares del Nuncio Apostólico, como testigos.

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El cabildo turolense conoció la noticia de la promoción del obispo deBarbastro a Teruel en los primeros días del mes de diciembre de 1646,según la voluntad del monarca Felipe IV manifestada en la presentacióndel Consejo de Aragón ante la Santa Sede. Los canónigos de Teruel, en lareunión capitular del día 4 de diciembre, acordaron enviar a Zaragoza unacomisión, formada por los canónigos Francisco Aínsa y Lucas Sangorrín,para dar la enhorabuena al obispo Chueca, quien manifestó su agradeci-miento por carta escrita el 17 de diciembre. Los canónigos Aínsa ySangorrín, a su vuelta de Zaragoza, informaron de la visita al obispo elec-to, de su recibimiento y agradecimiento, quien les entregó una carta enmano, de la que acabamos de hacer referencia. Aprovecharon también elviaje para visitar al arzobispo Fray Juan Cebrián, que había gobernado ladiócesis de Teruel en años pasados30.

La voluntad regia de promover a Diego Chueca a la diócesis turolensetardó unos meses en concretarse. Fue en el Consistorio del 6 de mayo de1647 cuando el cardenal Columna propuso a Chueca para obispo deTeruel. La sede turolense estaba vacante por muerte del anterior obispo31.Con esa misma fecha el papa Inocencio X firmó la bula, reteniéndole 3.333ducados de las rentas episcopales a favor de ciertas personas, imponiéndo-le la obligación de erigir la prebenda teologal y la penitenciaría, hacer unMonte de Piedad y ordenándole hacer la profesión de fe ante el arzobispode Zaragoza o el obispo de Albarracín32.

Al ser trasladado el obispo Chueca a la diócesis de Teruel, el monarcaFelipe IV presentó a Miguel Escartín, de la Orden de San Benito, para obis-po de la diócesis de Barbastro. En ese mismo Consistorio el cardenalColumna lo propuso y el Papa lo nombró33.

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30 A.C.T.,114, cabildos 4 y 27-diciembre-1646, y 228-18-2, carta del obispo electoChueca, agradeciendo la visita capitular, fechada en Zaragoza el 17-diciembre-1646.

31 A.S.V., Archivium Consistoriale, Actae Camerarii, 19, fol. 92.32 A.C.T., 128-1-4. La reducción de las rentas episcopales favorecía a Miguel Bayetola

(330 ducados), Miguel Fierro (220 ducados), Andrés Morata (220 ducados), Juan FranciscoCebrián (220 ducados), Pedro Nocito (165 ducados), Jerónimo Pérez (150 ducados), JuanMuñoz (150 ducados), Mateo Bayetola (130 ducados), José López (110 ducados), uno llama-do Terraza (110 ducados), José Pastor (100 ducados), Antonio Altarriba (90 ducados),Lupercio Fernández (100 ducados), Felipe Maza (58 ducados) y Pascual García (50 duca-dos). El agente del rey de España ante la Santa Sede, don Bernardino Barberio, extendióuna copia certificada del consistorio celebrado por Su Santidad «in monte Quirinali» confecha 6 de mayo de 1645. El agente manifestaba que el documento «irá firmado de mi manoy sellado con el sello del Excmo. Señor conde de Oñate y Villamediana, embajador enRoma».

33 A.S.V., Archivium Consistoriale, Actae Camerarii, 19, fol. 95.

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Chueca tomó posesión por procurador de la diócesis de Teruel el 5 deseptiembre de 1647. Antes de que se acercase la fecha de la toma de pose-sión, el cabildo decidió hacer la visita pastoral a la ciudad, encomendandoese trabajo al canónigo Juan Pasamonte. El canónigo Lucas Sangorrín pre-sentó al cabildo las bulas del obispo y una carta «para que se le diese laposesión como a procurador». El cabildo nombró al tesorero Pedro Lázaroy al canónigo Carnicer para estudiar la documentación. Una vez examina-da, «se resuelve dar la posesión al Dr. Lucas Sangorrín el jueves 5 de sep-tiembre por la tarde». El procurador Sangorrín abonó «451 libras y 18dineros: 400 libras por el ingreso y 51 libras y 18 dineros por las propinasde los ministros». Los canónigos Dalda y Villarroya le acompañaron atomar posesión del coro y sede episcopal, los canónigos Pérez y Aínsa deltribunal eclesiástico y de las casas episcopales. A los pocos días el cabildonotificó la toma de posesión a la Nunciatura Apostólica34.

El obispo hizo su entrada solemne en la ciudad de Teruel el 28 de octu-bre de 1647. El tesorero y chantre le salieron a esperar a Caudé. Los canó-nigos Miguel Dalda y Laurencio Carnicer le recibieron en la iglesia de SanFrancisco. Las autoridades y el pueblo cristiano conocieron y saludaron alnuevo prelado al día siguiente, 29 de octubre35.

El episcopado turolense de Diego Chueca fue muy dilatado, extendién-dose por espacio de un cuarto de siglo. Al comenzar su biografía, conven-drá recordar algunos hitos de su actuación al frente de esta diócesis. Realizóla visita pastoral personalmente en 1648, 1653, 1657 y 1664, y sus visitado-res, en 1661 y 1668. Envió a Roma un único texto de visita ad limina, en1663. Fundó el convento de Madres Carmelitas Descalzas en 1660. Celebródos sínodos diocesanos, en 1657 y 1662. Aprobó unas nuevas Ordinacionesdel Capítulo General Eclesiástico en 1660. Desempeñó el oficio deDiputado del Reino de Aragón en dos oportunidades, en 166036 y 1666.

Siendo obispo de Teruel, en octubre de 1647 intervino como coconsa-grante de Miguel Escartín Arbeza, sucesor suyo en la sede barbastrense, y ennoviembre de 1649, de Jerónimo Ipenza, obispo de Jaca. En las dos ocasionesel arzobispo Fray Juan Cebrián actuó de consagrante principal. En octubre de

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34 A.C.T., 114, cabildos 28-junio, 1, 4, 5 y 13-septiembre-1647. En A.C.T., 105, fol. 51 v.,se afirma: «tomó posesión como procurador de su Señoría el Dr. Lucas Sangorrín, canónigode esta iglesia, a 9 de septiembre de 1647».

35 Ibídem, 105, fol. 149; 114, cabildo 27-octubre-1647.36 Ibídem, cabildo 28-febrero-1660. Estando en Zaragoza, el obispo mantenía frecuen-

te relación epistolar con su cabildo, como medio habitual para soluccionar los asuntos. Asíocurrirá tanto en 1660 como en 1666.

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1661, siendo el consagrante principal el arzobispo de Valencia, Martín LópezHontiveros, actuó como coconsagrante junto con el obispo de Orihuela, FrayAcacio March Velasco, del obispo electo de Segorbe, Anastasio Vives deRocamora37. Pocos meses después, concretamente el 4 de diciembre, domin-go segundo de Adviento, consagró en la catedral de Teruel a don JoséBarberá, canónigo de la iglesia metropolitana de Valencia y obispo electo deMallorca. En esta oportunidad actuaron de coconsagrantes Jerónimo SalasMalo, obispo de Albarracín, y Fray Anastasio Vives, obispo de Segorbe38.

En 1651 se fundó la cofradía de Minerva en la catedral de Teruel y elobispo ingresó en la misma, de la que formaban parte los doce caballerosmás importantes de la ciudad, quienes sufragaban la fiesta de los tercerosdomingos de mes. Chueca fue el primero en hacer esta fiesta, concreta-mente el domingo 16 de abril39.

En 1654, apoyado por el prior del convento de Padres Dominicos deZaragoza, intentó fundar tres cátedras de Artes en la Universidad deZaragoza, siguiendo la doctrina de Santo Tomás. La cuestión dividió alclaustro de profesores y el monarca Felipe IV debió intervenir en la polé-mica imponiendo perpetuo silencio sobre la cuestión40.

El año 1664 fundó el beneficio de San Antonio Abad en el pueblo deBueña, que obligaba al beneficiado a residir en el lugar, enseñar a leer yescribir a los niños y celebrar 104 misas por el eterno descanso del alma deAntón Polo de Ibáñez41. En 1672, antes de morir, fundó diez beneficios enla iglesia parroquial de Cálcena, su pueblo natal42.

En 1666 se marchó a Zaragoza para desempeñar por segunda vez elcargo de Diputado del Reino. Mantuvo frecuente correspondencia con sucabildo catedral, que no dejaba de felicitarle anualmente las Pascuas deNavidad43. Como la permanencia del obispo se prolongaba más de la cuen-

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37 GUITARTE IZQUIERDO, V., op. cit., Roma, 1994, p. 177, n.º 1.099; p. 179, n.º 1.113 y p.194, n.º 1.216.

38 A.C.T., 114, cabildo 4-diciembre-1661. TOMÁS LAGUÍA, C., «Las capillas de la catedralde Teruel», Teruel, 22 (1959), p. 21.

39 TOMÁS LAGUÍA, C., op. cit., p. 20.40 Vid. DOMINGO, T. y GONZÁLEZ, V., Pedro Apaolaza, Zaragoza,1992, pp. 181-182.41 A.H.D.T., Sección Beneficial, Bueña: Expedientes de cargas espirituales de beneficios

y capellanías. El obispo Chueca fundó este beneficio el 5 de noviembre de 1664 ante el nota-rio Fernando Noguera. Los niños que aprendieran a leer y escribir pagarían mensualmenteun real; medio real, quienes aprendían sólo a leer.

42 A.P. de Cálcena, quinque libri, Tomo I, fol.146, nota marginal.43 A.C.T., 228-18-4, carta del obispo Chueca a su cabildo agradeciendo la felicitación de

Pascuas, fechada en Zaragoza a 23 de diciembre de 1666, y 228-18-5, carta del 22-diciembre-1667, agradeciendo felicitación y expresando los motivos de su ausencia.

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ta, manifestaba que ciertos pleitos, «que penden en el tribunal del Justiciade Aragón»44, para defender los intereses de la mitra, le retenían en la ciu-dad de Zaragoza. Él deseaba regresar cuanto antes a Teruel, como escribíaen sus cartas de 167145, aunque su avanzada edad y salud precaria no se lopermitirían. Falleció en Zaragoza el 18 de junio de 167246, siendo sepulta-do en la capilla de San Martín de la catedral de la Seo47. Sus restos morta-les fueron trasladados en 1679 a la iglesia parroquial de Cálcena48.

3.1. LA CIUDAD DE TERUEL A MEDIADOS DEL SIGLO XVII

En las páginas siguientes intentamos exponer cómo era la ciudad deTeruel a mediados del siglo XVII. Con escasos datos bibliográficos, narra-mos cómo vivían y a qué se dedicaban los habitantes de la ciudad de Teruel.Entresacamos algunas referencias archivísticas y describimos pequeñas esce-nas de la vida ciudadana de aquellos momentos. Describimos pormenoriza-damente la fundación del convento de Madres Carmelitas Descalzas realiza-da durante el pontificado del obispo Diego Chueca. Y, finalmente, historia-mos el pleito «de las cortesías», que tuvo enfrentados al cabildo catedral y alcuerpo edilicio municipal durante más de un año, por cuestiones meramen-te protocolarias de precedencia en el saludo. Asunto, éste último, intrascen-dente en la actualidad, pero sustantivo, al parecer, en aquellos momentos.

3.1.1. Población49

En las Cortes de Aragón celebradas en 1646 se ordenó hacer un censo,para conocer pormenorizadamente cuántos y cuáles eran los ciudadanos

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44 Ibídem, 105, fol. 149.45 Ibídem, 228-32-1, carta de 17-marzo, donde reconocía unas deudas superiores a

3.000 escudos, que durante los 24 años de su pontificado no había tenido más que pleitos,sin conseguir un beneficio para uno de sus parientes; 228-18-9, carta de 9-septiembre, dondemanifiesta su deseo de regresar a Teruel, y 228-18-10, carta de 23-diciembre, pero la edadavanzada, la salud quebradiza y los pleitos retenían al obispo. Como él escribía, «me tienenimposibilitado para poder acudir a la asistencia que pide mi obligación».

46 A.P. de San Juan el Viejo (Zaragoza), quinque libri, Tomo II, Sección Difuntos, f. 32 v.El acta de defunción dice: «Año 1672. (Al margen) El señor obispo Chueca de Teruel. (Alcentro) El señor obispo de Teruel, Don Diego Chueca, murió en diez y ocho del mes dejunio, entre dos y tres de la mañana, habiendo recibido los Santos Sacramentos. Depositósesu cuerpo en la Seo de Zaragoza».

47 EIXARCH, M., Los obispos de Teruel: Apuntes biográficos, Teruel, 1893, p. 7648 AÍNA, L., op. cit., p. 128.49 Para redactar este epígrafe tenemos a la vista estos dos artículos: LATORRE CIRIA, J.M.,

«Notas sobre la población de Teruel en 1647», en Homenaje a Purificación Atrián, Teruel,1996, pp. 469-477 y VEGA Y LUQUE, C.L., «Aspectos inéditos de la vida en Teruel durante lossiglos XV al XVII», en Homenaje a Purificación Atrián, Teruel, 1996, pp. 447-468.

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que debían contribuir a las cargas reales. Este censo fue realizado enTeruel el año 1647 por el justicia de la ciudad y los vicarios de las parro-quias urbanas. El texto original de dicho censo, según afirma el profesorLatorre, se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Teruel, en elprotocolo notarial de Lucas Soriano.

En ese censo se habla de 219 vecinos, distribuidos de la siguiente forma:labradores 89, pelaires 13, zapateros 7, cirujanos 3, alfareros 3, sogueros 2,sillero 1, botero 1, cardero 1, mercaderes 22, notarios 9, apotecarios 5, obre-ros 3, tintoreros 3, albarderos 2, cordoneros 1, fusteros 1, banqueros 1,alpargateros 16, sastres 8, calceteros 5, herreros 3, tejedores 2, maestros dehacer carros 2, cuerero 1, mazonero 1, médico 1 y sin especificar 13. A estosvecinos habría que añadir aquellos que no pagaban impuestos: «la nobleza,el clero —sin duda numeroso—, los vecinos exentos por razones que desco-nocemos, los pobres o de bajos recursos y los forasteros». Aunque no es muyfiable el dato, según comenta nuevamente Latorre, la estadística que pose-emos sobre la ciudad de Teruel en 1650 es de 503 vecinos.

Clasificados en gremios, tendríamos las siguientes cifras estadísticas:alpargateros, seroneros, sogueros y talegeros 18; pelaires o cardadores,bataneros, tintoreros, apuntadores y tundidores 17; médicos, boticarios ycirujanos 9; sastres 8; zapateros y zurradores 7; calceteros (separados de lossastres desde 1629) 5; carpinteros, obreros de villa, cuberos, torneros y can-teros 5; herreros, carderos, caldereros, cerrajeros, puñaleros, cuchilleros,escopeteros, herradores y albéitares 4; olleros 3 y tejedores 2.

Carlos Luis de la Vega describe cómo se hacían y cuáles eran los arren-damientos de los diferentes trabajos en la ciudad de Teruel. Este asuntoresulta interesante para dar a conocer las ocupaciones, costumbres y algu-nos rasgos de la vida ciudadana turolense en el siglo XVII.

Un pregonero publicaba por las calles qué se arrendaba y por cuánto.En la plaza de la Lonja, no en las casas del Concejo, se concentraba lagente. Estaban presentes cuatro regidores del municipio. Los interesadosen la contrata pujaban a gritos la cantidad ofrecida. En el instante en queel arrendamiento era adjudicado, se apagaba una vela, en señal de que lapartida tenía ya dueño. Los arrendadores juraban ante el juez, estando pre-sentes los regidores, delante de un crucifijo y sobre los cuatro evangelios.A continuación, el arrendador abonaba la fianza. A los pocos días se firma-ba la comanda, escritura pública de depósito o encomienda. Los arrenda-mientos no duraban todos el mismo tiempo; la cuantía abonada no eraigual en todos los casos y las sanciones aplicadas a los infractores eran dife-rentes.

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En la ciudad de Teruel se arrendaba el almudí, los establecimientos debotigueros y traperos; las carnicerías de ganado menor y las carnicerías devacuno; el jabón, carbón y aguardiente; la hierba; la caza; los garbanzos yotras legumbres; el aceite; los montes y las vegas; la pesca salada; el tocino;las tiendas del cáñamo y pez; el río; la sisa de carnes y vinos; los patios,tableros y cobertizos; las tabernas; la fábrica de las fuentes; el fiemo delcorral de las carnicerías; los mesones y posadas; los tres molinos: deLamberto, Medio y Nuevo.

3.1.2. Acontecimientos de la vida ciudadana

En las siguientes páginas describimos algunas escenas del acontecerordinario y corriente en el Teruel del siglo XVII. Aunque estos hechos notienen mucha relación entre sí, sin embargo, dan una imagen aproximadadel día a día en la vida ciudadana.

En 1649 el municipio turolense recibió aviso por carta de Zaragozadonde les comunicaban que la peste estaba causando estragos en Andalu-cía y en otras partes del país. Los munícipes pasaron el dato al cabildo yconvocaron una reunión de autoridades, con el fin de buscar medios paracombatirla. Los canónigos Pérez y Sangorrín acudieron al Concejo muni-cipal. Acordaron guardar las puertas de la ciudad por la noche, controlan-do la entrada de forasteros, como se había hecho en situaciones similares.Cada una de las puertas de la ciudad estaría guardada por un oficial, unciudadano y un prebendado50. Se hizo un turno de prebendados, así comode racioneros y beneficiados, que acompañarían a los canónigos51.

Pasado un tiempo, el azote de la peste parece que había remitido. Loscanónigos Royo y Sangorrín, citados por los munícipes, acudieron otra veza la sala consistorial y acordaron, momentáneamente, «que los eclesiásticosy ciudadanos no guardasen, sino que se pusiera en cada una de las puertasun hombre o andador hasta tomar otra resolución»52. En mayo de 1650parece que todavía existía algún problema y se acordó seguir guardandolas puertas de la ciudad53.

Cuando llegaba la primavera y las lluvias tardaban en aparecer, habitual-mente se recurría a las rogativas. Los habitantes de la ciudad acudían pro-

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50 A.C.T., 114, cabildo 28-junio-1649.51 Ibídem, cabildo 2-julio-1649.52 Ibídem, cabildo 28-noviembre-1649.53 Ibídem, cabildo 6-mayo-1650.

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cesionalmente a la ermita de Nuestra Señora de la Villa Vieja. Se traía laimagen al templo catedral. Allí permanecía un tiempo, siendo devueltaposteriormente a su iglesia en procesión de acción de gracias, cuando laslluvias se habían producido. Así sucedio, por ejemplo, en los meses demayo y junio de 165054.

Felipe IV atravesó durante su reinado por múltiples dificultades, tantoeconómicas como políticas y militares. En múltiples ocasiones solicitóayuda económica y oraciones al estamento clerical, quedando abundantedocumentación archivística de todo ello. En 1648 la cantidad de dineroque la ciudad de Teruel tenía que aportar se cifró en 2.000 libras, segúninformó el canónigo Francisco Aínsa al cabildo. Así se acordó en la reu-nión municipal. La clerecía debía pagar aproximadamente 1.000 libras; elobispo 180 libras, el cabildo 280 libras, el Capítulo General 235 y los reli-giosos exentos 235 libras55. Ese mismo año pidió oraciones de desagraviopor los desmanes ocasionados en Tortosa por los franceses hacia «elSantísmo Sacramento, profanando iglesias y violando las vírgenes dedica-das a Dios». También necesitaba soldados «que acudieran a la defensa».Los canónigos Martín Royo y Juan Pasamonte programaron una procesióna la ermita de la Villa Vieja y a San Sebastián56.

En 1651, tras los movimientos secesionistas de 1640 en Cataluña, la situa-ción era crítica en Barcelona. El rey volvió a pedir soldados y dinero a travésde su emisario don Miguel Bager. El cabildo ofreció 100 ducados y 11 reales.Con esa cantidad se podría pagar la soldada a 12 hombres. El representanteregio solicitó que se aumentase la cantidad ofrecida para poder pagar, almenos, hasta 15 soldados. El cabildo acordó sacar el dinero de las rentas pro-ducidas por la mensa del Pobo, urgiendo al canónigo Villarroya, adminis-trador de las mismas, a que hiciese efectiva la cantidad acordada57.

En 1653 se requirió la ayuda para la ciudad de Gerona. El cabildo cola-boró con 100 fanegas de trigo, cincuenta de la mensa del Pobo y otras cin-cuenta de los capitulares58. En 1654 el cabildo recibió «una carta de suMajestad, donde pide rogativas y oraciones». Los canónigos aguardaron elregreso del obispo, que estaba de visita pastoral, para consultar y acordarqué es lo que convenía programar59.

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54 Ibídem, cabildos 6-mayo y 4-junio de 1650.55 Ibídem, cabildo 8-julio-1648.56 Ibídem, cabildo 28-agosto-1648.57 Ibídem, cabildos 22-octubre, 3, 4 y 24-noviembre y 8-diciembre-1651. 58 Ibídem, cabildo extraordinario entre los días 11 y 26 de septiembre de 1653.59 Ibídem, cabildo 22-mayo-1654.

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Felipe IV, por carta fechada el 7 de diciembre de 1657, comunicó alcabildo el nacimiento del príncipe Carlos, ocurrido «el 28 de noviembre,miércoles, a las once y media de la mañana». Una vez recibida la noticia,aquella misma tarde se cantó el Te Deum en la catedral. El día de SantoTomás Becket (29 de diciembre) se celebró una misa de acción de gracias,donde predicó el señor obipo y, por la tarde, se volvió a cantar el Te Deum,realizándose una procesión general por toda la ciudad, a semejanza de ladel Corpus Christi. Asistió el prelado vestido de pontifical y «la víspera dedicho día se hicieron hogueras delante de la iglesia y en la torre fuegos,arrojando cohetes y repicando las campanas»60.

Felipe IV, muy devoto de María Santísima, pidió al Papa Alejandro VII queproclamase la doctrina de la Inmaculada Concepción. El rey recomendó a losobispos y cabildos que solicitasen al Sumo Pontífice este privilegio mariano61.

Las dificultades de la Corona no terminaron con el reinado de FelipeIV. A su muerte, Luis XIV, rey de Francia, exigió los Países Bajos para suesposa María Teresa, ocasionando la guerra contra España denominada dela Devolución (1667-1668), que finalizó con la Paz de Aquisgrán (1678),donde España recobró el Franco Condado y cedió importantes plazas fla-mencas. Margarita de Austria, reina gobernadora y regente durante laminoría de edad de Carlos II, escribió con fecha 15 de julio de 1667 a loscabildos españoles en estos términos: «Amados nuestros: habiendo ocupa-do el rey cristianísimo en los Países Bajos diferentes puestos y plazas queestaban en la obediencia del Rey, mi hijo, contra el derecho natural de gen-tes y continuando en el designio de llevar adelante sus progresos, en mani-fiesto rompimiento de paz, y siendo preciso prevenir el remedio de los pre-juicios de una guerra tan intempestiva e injusta, y el más principal de acu-dir a Dios para que favorezca la justicia de nuestra parte y nos acuda consu amparo en ocasión tan urgente, os encargo dispongáis que en esa igle-sia se hagan las más fervorosas y humildes oraciones y rogativas en orden aeste fin, para implorar su divino auxilio, en que recibiré particular serviciode vuestras señorías»62. El cabildo acordó hacer una procesión general y

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60 Ibídem, cabildo 16-diciembre-1657.61 Ibídem, cabildo 26-junio y 12-agosto-1656. Algunos «habían calumniado al señor

obispo de que impedía se predicase la limpieza de la Concepción de la Virgen y que se dije-se al principio de los sermones la salutación Bendita y alabada sea la Concepción». Tambiéncorría la voz que «castigó a alguno o algunos predicadores porque alabaron a la Virgen ensu limpia Concepción». Todo esto era falso, según afirmaba el deán, y se levantó «un acta deque ni el señor obispo prohíbe ni ha prohibido se alabe la Concepión de la Virgen, ni se sabeque haya castigado a nadie por esto».

62 Ibídem, cabildos 4-agosto y 26-agosto-1667.

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cantar las Letanías de los Santos durante ocho días, después de la recita-ción de la hora litúrgica de Nona.

Sabemos que los eclesiásticos pagaban la sisa de todos los alimentos63,como los demás ciudadanos, excepto por el vino. Sucedió que en 1668 losmunícipes pidieron a los canónigos que pagasen también la sisa del vino.Los canónigos Mezquita y Serrano acudieron al Concejo municipal paraparlamentar sobre el asunto y acordaron conjuntamente no modificar laforma de actuar hasta entonces. El presidente del cabildo, canónigoCarnicer, presentó la lista de la cantidad de vino que cada prebendado,racionero y beneficiado necesitaba para su consumo anual, quedandoexentos de abonar la sisa64. Como contrapartida de esa exoneración, algu-nos meses después, los munícipes pidieron que el obispo y el cabildo apo-yasen las tasas impuestas sobre los demás alimentos (aceite, carne…),pidiendo que las aprobasen y firmasen. De esa manera, «la ciudad procu-rará sacar breve de Su Santidad para que justamente se impongan»65.También se solicitó la firma y aprobación al prior del Capítulo General y alos vicarios de las iglesias de Teruel66.

En 1669 cuando fue nombrado Virrey de Aragón Juan José de Austria,hijo bastardo de Felipe IV, el cabildo turolense, a semejanza de los capitu-

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63 Las sisas abonadas en la ciudad eran entre otras: «sobre la carne cuatro dineros encada libra; en cada cántaro de vino, seis; en cada fanega de trigo que se moliera, un sueldo;en el aceite y pescados, dos dineros» (A.C.T., 115, cabildo 14-agosto 1668).

64 A.C.T., 115, cabildos 14, 17 y 25-agosto-1668. Los beneficiados de esta medida y loscántaros de vino consumidos anualmente eran los siguientes: el señor obispo, 250; el señordeán, Dr. Tomás Antonio Martínez, 110; el señor arcediano, Dr. Miguel Julve, 60; el señorarciprestre, don Jorge Rodrigo, 70; el señor tesorero, don José Dolz del Espejo, 80; el señorchantre, Dr. Juan Pérez de Cuevas, 100; el señor sacristán, Dr. Martín de Avenia, 100; el señorcanónigo Juan de Asín, 100; el señor canónigo Laurencio Dimas Carnicer, 80; el señor canó-nigo José Dalda, 90; el señor canónigo Juan Valeriano Barcelona, 90; el señor canónigo Dr.Juan Martín Arroyos, 110; el señor canónigo Dr. Jacinto Puyuelo, 70; el señor canónigo JuanAntonio Blasco, 70; el señor canónigo Pablo Pedro Mezquita, 80; el señor canónigo Dr.Jerónimo Serrano, 70; el señor canónigo Lupercio Hinojosa, 70; el señor canónigo PabloCavero de Espinosa, 80; el señor canónigo Dr. Juan Agustín Olivas, 80; y la fábrica, 70. La listase ampliaba con los racioneros, beneficiados y demás ministros siguientes: el vicario, 50; elmaestro de capilla, José Alcalá, 40; mosén Bartolomé Longas, organista, 35; mosénRaimundo Villarroya, racionero, 40; mosén Pedro Garzón, racionero, 50; mosén FranciscoJordán, racionero, 40; mosén Bartolomé Villalba, racionero, 35; mosén José Andrés, racione-ro, 40; mosén Domingo Aznar, racionero, 30; mosén Lucas Navarro, beneficiado, 45; mosénJuan Villarroya, beneficado, 30; mosén Juan Recio, beneficiado, 30; mosén Esteban Molina,beneficiado, 30; mosén Blas Alegre, beneficiado, 40; mosén José Conches, beneficiado, 30;mosén José Latorre, 30; Pedro Centellas, tenor, 30; Juan Cano, contralto, 30; José Hinojosa,sacristán menor, 25 y Gaspar Martínez, pertiguero, 30.

65 Ibídem, cabildo 19-octubre-1668.66 Ibídem, cabildo 3-noviembre-1668.

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lares de Huesca, Barbastro y Tarazona, se apresuraron a ir a Zaragoza paradarle la enhorabuena. Los canónigos Arroyos y Puyuelo fueron diputadospara llevar a cabo esta embajada, siendo acompañados en aquellos momen-tos por «mucho número de capitulares, racioneros y beneficiados de dichametropolitana»67. Aprovechando que el tesorero viajaba a Madrid, el cabil-do dio la enhorabuena a don Melchor de Navarra, natural «de esta ciudady parroquiano de esta iglesia», nombrado recientemente vicecanciller delConcejo de Aragón68.

Fue noticia muy comentada en los ambientes turolenses la marcha delcanónigo Sangorrín al monasterio de San Juan de la Peña, dejando la pre-benda canonical que había regentado durante veinte años y abrazando unavida más austera69. En el mundo eclesiástico se difundió la noticia que elracionero y vicario de la parroquia del Salvador, Juan Herrera, había escri-to un libro sobre el Patrimonio Eclesiástico de Teruel y el racionero IsidoroBeltrán otro sobre las cualidades medicinales del agua de los Baños Nuevosde Teruel70. Desde mediados del siglo XVII los eclesiásticos turolenses dis-pusieron de la impresión del oficio litúrgico de Santa Emerenciana, patro-na de la ciudad. El cabildo se empeñó en dicha impresión y el obispo alabóesta gestión71.

3.2. EL CABILDO CATEDRAL

Desde hacía mucho tiempo, el Cabildo Catedral y el Capítulo GeneralEclesiástico eran las dos instituciones rectoras de la vida eclesiástica en laciudad de Teruel. Por tanto, a la hora de reconstruir el largo pontificadodel obispo Chueca no podemos pasar por alto la historia de ambas institu-ciones.

El cabildo catedralicio ya tenía una larga andadura como institución,que sobrepasaba el medio siglo. Estuvo gobernado durante toda la segun-da mitad del siglo XVII por los deanes Pedro y Tomás Antonio MartínezRubio, hermanos. Describimos su actuación al frente de la institución yestudiamos algunos rasgos biográficos de ambos, siguiendo el libro de

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67 Ibídem, cabildos 20 y 24 julio, 16 y 29 agosto.68 Ibídem, cabildo 23-mayo-1671. 69 Ibídem, 114, cabildo 30-marzo-1662.70 Vid. GASCÓN, D., Relación de escritores de la provincia de Teruel (Zaragoza, 1908), pp. 109

y 135.71 A.C.T., 216-1-5 (3-diciembre-1659) y 216-1-4 (25-diciembre-1659).

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Actas capitulares. Apoyados en esta crónica, resaltamos algunas accionessingulares de la institución canonical, como las oposiciones a la canonjíapenitenciaria o magistral, los acontecimientos que poseen cierta relevanciaen la vida del cabildo, así como los esfuerzos capitulares por obtener unapensión de las rentas episcopales a favor de la fábrica catedralicia.

3.2.1. Oposiciones a canonjías

En las bulas fundacionales de la diócesis de Teruel y en los estatutos cate-dralicios se contemplaba la normativa relativa al modo y tiempo de cubrirlas vacantes de las canonjías. El cabildo luchó por intervenir en estas gestio-nes, siendo esto motivo de enfrentamientos y desavenencias. Será duranteel pontificado de Diego Chueca cuando se imponga la práctica de convocaroposiciones para cubrir las canonjías penitenciaria, magistral y doctoral.

En abril de 1657 murió el Dr. Juan Antonio Pasamonte, canónigo peniten-ciario72. El chantre y el canónigo Carnicer visitaron al obispo Chueca para tra-tar acerca de la necesidad de convocar la oposición a la penitenciaría. El deánpreparó los edictos, firmados por el obispo, el secretario del cabildo y el mismodeán, y los envió a Valencia para ser impresos. Estaban sellados a la derechacon el cuño episcopal y a la izquierda con el del cabildo catedralicio73.

Al regresar el obispo de una visita pastoral, el chantre y el canónigoCarnicer volvieron nuevamente al despacho episcopal e hieron ver a «suseñoría la importancia de la brevedad en la provisión de este canonicato».Era el 30 de junio, ambos canónigos, junto con el deán, el canónigoSangorrín y el obispo prepararon los puntos de la oposición. El concursose celebró el 20 de julio con la asistencia del señor obispo. Opositaron losdoctores Sánchez y Recio. Ganó la penitenciaría el Dr. Lucas Sánchez,obteniendo catorce votos, frente a los cuatro del Dr. Recio74.

El Dr. Lucas Sánchez disfrutó poco tiempo la prebenda canonical, puesfalleció 24 de octubre de 1658, habiendo testado en poder del notario JuanAparicio y dejado albacea al deán Tomás Martínez Rubio75. A comienzos

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72 A.P. Santa María, III (1616-1700) fol. 188v. Murió el 11 de abril de 1657. Fue enterra-do en el panteón de los canónigos, recientemente construido debajo del presbiterio de lacatedral. Hizo testamento ante el notario Juan Aparicio el 6 de abril, poco antes de morir,dejando a «su alma como heredera (de sus bienes), pero creo que son tantas las deudas queno quedará cosa (alguna), una vez pagadas ellas», anotaba el vicario de la catedral en losquinque libri.

73 A.C.T., 114, cabildos 14 y 20-abril, y 4-mayo-1657.74 Ibídem, cabildos 30-junio, 3, 20 y 21-julio-1657.75 A.P. Santa María, III (1616-1700), fol. 189 v.

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del año 1659 se publicaron nuevamente los edictos de convocatoria. Enesta ocasión había tres postulantes: el Dr. Lobera, canónigo de la iglesiacolegial de Calatayud, el Dr. Atanasio Pascual, canónigo coadjutor del Dr.Juan Antonio García Aranguren, canónigo turolense, y el Dr. MartínArroyos, capellán y secretario del señor obispo, además de ser su sobrino.El resultato de la oposición, como parecía obvio, se declinó a favor del Dr.Martín Arroyos, al que veremos, a partir de ahora, actuar continuamente ycon cierto protagonismo en la historia diocesana76.

En octubre de 1668 murió el Dr. Jerónimo Serrano, canónigo magistral77.El obispo se encontraba en Zaragoza y el cabildo acordó informarle de lamuerte del canónigo y preguntar a los capitulares de Albarracín y Huescacómo realizaban las oposiciones a canonjías. El obispo contestó a vuelta decorreo, diciendo que en Roma no aceptarían esta manera de proceder, pues-to que el nombramiento y provisión de canonjías se hacía por bula papal78,«aunque en Castilla las proveen sin bula», manera de actuar que el obispoChueca y su vicario general preferían. Defendiendo este punto de vista, elobispo exponía en su carta que el Papa Sixto V había dado este privilegio alas iglesias metropolitanas y catedrales de Castilla, «pero después lo extendióel Papa Inocencio VIII a los de Aragón». Añadía que la provisión de estascanonjías por oposición era un asunto que ya estaba reglado en los estatutoscapitulares turolenses. Y, finalmente, añadía una tercera razón: los SumosPontífices deseaban que las iglesias catedrales estuviesen regentadas por suje-tos idóneos, contando entre los miembros del cabildo un doctor teólogo yun canonista79.

El cabildo se mostraba indeciso en cuanto al modo de proceder. A fina-les del mes de noviembre de 1688 optó por aceptar el nombramiento y pro-visión romana. Por el contrario, el 22 de diciembre cambiaba de opinión y,tras felicitar las Pascuas de Navidad al obispo, le comentaba «la nueva y últi-ma resolución: haber puesto ya los edictos, en contemplación de ser gusto,consejo y voluntad de su Ilustrísima»80.

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76 A.C.T., 114, cabildos 18-enero y 21-febrero-1659.77 A.P. Santa María, III (1616-1700), fol. 199v. Falleció el día 3 de octubre, habiendo

hecho testamento ante el notario Jerónimo Escobedo con fecha 13 de enero de 1667.Sepultado en el panteón de la catedral, las honras fúnebres corrieron a cargo de laHermandad de canónigos, racioneros y beneficiados. Nombró ejecutores testamentarios alobispo Chueca, al canónigo Juan Martín Arroyos y a su madre, Ana Jiménez. Dejó dineropara la celebración de 1.000 Misas por el eterno descanso de su alma.

78 A.C.T., 115, cabildos 12, 19 y 26-octubre-1668; 228-39-3, carta del obispo Chuecafechada en Zaragoza el 17-octubre-1668.

79 Ibídem, 228-39-4, carta del obispo fechada en Zaragoza a 21-noviembre-1668.80 Ibídem, 115, cabildos 26-noviembre y 22-diciembre-1668.

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Se celebró la oposición a la canonjía magistral y el cabildo votó por elcanónigo Atanasio Pascual, pero de Roma vino bula a favor del canónigoGarcía Aranguren. Ambos eran prebendados turolenses. Ante esta situa-ción, se entabló pleito en la real Audiencia. Así estaban las cosas en 1670cuando el cabildo turolense felicitó nuevamente las Pascuas al obispo, queseguía en Zaragoza. Para poner paz y solucionar esta cuestión, habiendofallecido el canónigo Lupercio Hinojosa, el cabildo propuso al prelado queesta vacante fuese ocupada por el canónigo García Aranguren. El obispono aceptó, proponiendo al Lic. Juan José Falcón para ocupar la vacante,que tomó posesión tan pronto como los canónigos Carnicer y Mezquitaexaminaron la documentación81.

El canónigo Atanasio, puesto «que ha tenido muchos gastos en el plei-to de su canonicato, pidió licencia para dejar el canonicato y venirse a sutierra». El cabildo no vio con buenos ojos esta determinación, haciéndose-lo ver al canónigo Atanasio por medio de una carta que le escribió el canó-nigo y vicario general Dr. Juan Martín Arroyos. El obispo, por su avanzadaedad y ocupaciones, seguía residiendo en Zaragoza, como muestra la feli-citación navideña de 18 diciembre de 167182. Por otra parte, el asunto dela canonjía magistral se resolvió con la muerte del canónigo GarcíaAranguren el 30 de enero de 167383.

3.2.2. Acontecimientos capitulares significativos

Tan pronto como el obispo Chueca se hizo cargo de la diócesis deTeruel, los canónigos le exigieron que abonase al cabildo los derechos porla administración de la vacante. Entre el nombramiento papal y la toma deposesión transcurría obligatoriamente un tiempo de vacancia. La adminis-tración diocesana recaía entonces sobre el cabildo y durante ese tiempotenía derecho a percibir unos honorarios84. Así lo reconocía el Nuncio

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81 Ibídem, cabildos 17-octubre y 19-diciembre-1670; 7, 23, y 29-marzo-1671.82 Ibídem, cabildos 4-abril, 2-mayo y 18-diciembre-1671.83 A.P. Santa María, III (1616-1700), fol. 203.84 Como sucedió en el mes de enero de 1647 que, estando la sede vacante, el canónigo

Dr. Pedro Jerónimo Monteagudo, oficial eclesiástico, nombra procuradores fiscales a PabloCortés, notario, y al Lic. Vicente Martorel, presbítero, residentes en Valencia, para que pue-dan defender del privilegio del fuero al clérigo ordenado de tonsura José Hernández, natu-ral de Manzanera y detenido en las cárceles de la ciudad de Valencia. El oficial eclesiásticoturolense, Jerónimo Monteagudo, exigía que fuese trasladado «a estas cárceles episcopalespara conocer de su causa y administrar justicia». Así lo habían determinado, después de estu-diar el asunto, los canónigos Francisco Aínsa y Gregorio Julve (A.C.T., 114, cabildo 11-enero-1647 y A.H.P.T., Caja 40, doc. 22, procura fiscal en sede vacante apostólica [8-X-1647].

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Apostólico y así se lo recordaba el cabildo al obispo Chueca a través delarcipreste Pedro Toledo y el canónigo Francisco Aínsa en los primeros díasdel mes de julio de 1648, al regreso de la visita pastoral. El obispo respon-dió que «no debía pagarla, pues no podía administrar, aunque la gracia latuviera pasada, sin tomar la posesión». Su Señoría, por tanto, no estaba porabonar esos derechos que le exigían. El cabildo turolense escribió y pre-guntó a otros cabildos. La respuesta, por ejemplo, de la iglesia catedral deBarbastro, sede que había regido hasta entonces el obispo Chueca, fue«que se debe pagar por la administración de justicia en tiempo de vacante;y que dicha iglesia estaba en posesión de cobrarla de los señores obisposdesde el día de la gracia hasta el de la posesión». La pretensión del cabil-do de cobrarle al obispo los derechos de vacante se vuelve a mencionar enlas reuniones capitulares de comienzos del año 164985. El obispo no pagóestos derechos durante su pontificado. El cabildo los exigió y los cobró, porel contrario, a la muerte del prelado.

En 1654 el cabildo felicitó al deán de Albarracín, Jerónimo Salas Malo,por su promoción al episcopado. Ese mismo año se mandó fabricar unacustodia para la procesión del Corpus Christi86. En 1667 el canónigoSerrano entregó al cabildo la parte del pontifical del arzobispo Fray JuanCebrián, que acababa de fallecer87.

El obispo Chueca actuó con frecuencia como intermediario en los asun-tos internos surgidos en el seno del cabildo y favoreció las pretensiones delos beneficiados88. Mandó secuestrar las rentas del arcipreste Pedro Ignaciode Toledo, sujeto enfermizo, que no había cumplido con las obligaciones desu prebenda89. Presentó a don Miguel Jerónimo de Salazar y Pastor para abo-gado del cabildo puesto que el anterior abogado capitular, don Jerónimo deNueros, había sido promovido por Su Majestad a lugarteniente de la Cortedel Justicia de Aragón. El cabildo aceptó incondicionalmente la propuestaepiscopal90. Por el contrario, Chueca no siguió la sugerencia de su cabildo a

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85 A.C.T., 114, cabildos 29-mayo, 8-julio, 30-julio, 13-agosto y 12-octubre-1648, y 22-enero-1649.

86 Ibídem, cabildos 10 y 17-abril-1654.87 Ibídem, cabildo 6-junio-1667. El pontifical del arzobispo Cebrián «fue un cáliz con

pie de bronce, una salvilla y vinajeras, un paño de terciopelo morado, dos cubrecálices y doscorporales, y tres sortijas de oro».

88 Ibídem, cabildos 10 y 17-diciembre-1649, 12-febrero, 7 y 22 abril, y 29-noviembre-1650.

89 Ibídem, 228-27-1, carta del obispo Chueca a su cabildo, fechada en Zaragoza a 20 demayo de 1660.

90 Ibídem, 228-39-2, carta del obispo Chueca fechada en Zaragoza a 19-febrero-1660;145-2-45, carta de 3-marzo-1660 y 228-18-3, otra de 18-marzo 1660.

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la hora de proponer predicador de Cuaresma para los años siguientes a1666. Ese año había predicado el arcediano de la catedral turolense, hacien-do un gran bien a las almas, y el cabildo solicitó al obispo que lo hiciese enlos años siguientes. El obispo, puesto que había adquirido un compromisoanterior con los padres dominicos de Teruel, «desde que se dio comienzo alColegio de dominicos, que la ciudad tanto solicitó, por parecerle convenien-cia, quedó empeñado con la religión a darles la Cuaresma, teniendo sujetoa propósito, mientras duraba esa fábrica, porque el predicador da la mitadde lo que se le da para el convento de esa ciudad»91.

En 1668 el cabildo y el concejo municipal firmaron un acuerdo sobre laatención médica de los canónigos y beneficiados de la catedral. El juradoprimero municipal, don Juan Muñoz, trató el asunto con los canónigosCarnicer y Mezquita. El cabildo aceptó la propuesta de pagar «60 fanegasde trigo de la casa de Teruel para los médicos, que habían de visitar ambosa todos los señores capitulares, racioneros, beneficiados y demás ministrosde la iglesia». El jurado mayor municipal mandó una nota al presidente delcabildo solicitándole 80 fanegas por el servicio. El cabildo no aceptó la pro-puesta comunicándoselo al Concejo municipal a través del presidente capi-tular y el canónigo Mezquita92.

En el mes de octubre de 1669, estando el obispo Chueca en Zaragoza, elcabildo despidió al maestro de capilla, mosén José Alcalá. Esto originó unpleito y dividió a los miembros del cabildo. Para evitar «gastos a la iglesia yenfados a los prebendados», se decidió «hacer un acto de compromis, dejan-do la causa del maestro de capilla a conocimiento del señor obispo, y quese pase por lo juzgado por su Ilustrísima»93. El obispo recibió informaciónde las partes litigantes, el acto de compromis y dictó sentencia arbitral, buscan-do la paz de los miembros del cabildo turolense, en fechas cercanas a laNavidad. El obispo se dio prisa en dictar sentencia, «en consideración deque se llegaba la Pascua y era necesario prevenir los villancicos» y creía quesu resolución «sería, sin duda, aprobada»94. Tal como pensaba el obispo, asíocurrió. En cabildo «se vio que dicho señor obispo pronuncia la sentenciapor vía de paz y amigable composición, declarando que pro nunc se quedeel maestro en la iglesia, renunciando y apartándose dicho maestro de la per-petuación, sometiéndose dicho maestro a la disposición del cabildo y que-dándose éste con libertad de admitirle o despedirle como a los demás minis-

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91 Ibídem, 228-41-1, carta del obispo Chueca firmada en Zaragoza a 8-abril-1666.92 Ibídem, 115, cabildos 23-noviembre y 7-diciembre-1668, y 18-enero-1669.93 Ibídem, cabildos 8 y 11-octubre-1669.94 Ibídem, 228-18-6, 228-18-7 y 228-18-8.

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tros, y como en las demás iglesias de España se acostumbra». El obispo firmóla sentencia arbitral en Zaragoza a 20 de noviembre. El notario MiguelJerónimo Escobedo presentó la sentencia al maestro de capilla con fecha 7de diciembre de 1669, volviendo la paz al seno del cabildo turolense95.

3.2.3. Los deanes Martínez Rubio

Pedro Martínez Rubio fue deán del cabildo turolense desde 1640 hasta1652. Su hermano Tomás Antonio le sucedió en el cargo, que ocupó hastasu muerte, acaecida el 1 de febrero de 167896. Por tanto, los hermanosMartínez Rubio gobernaron el cabildo turolense por un espacio de tiempocercano a los 40 años.

Cuando la diócesis comenzó a ser gobernada por el obispo Chueca, eldeán Pedro Martínez Rubio marchó a Valencia para desempeñar el cargode vicario general del obispo Isidoro Aliaga. En octubre de 1647 escribió asu cabildo y mandó «un breve de su Santidad, en que le dispensaba (de laresidencia y le permitía) llevarse los frutos (del deanato), siendo vicariogeneral de Valencia»97. En 1649 el monarca Felipe IV le nombró visitadordel reino de Cerdeña. En el mes de septiembre se despidió de su cabildocon mucho sentimiento, pronunciando unas efusivas palabras de despedi-da el canónigo Benedicto, constituido en presidente de la corporación. Enesa oportunidad el Nuncio Apostólico le concedió seis meses de presencia.El deán permanecía en contacto epistolar con su cabildo, dando noticia desu viaje y de las gestiones realizadas98.

Como la ausencia del deán se prolongaba y la licencia de presencia con-cedida por el Nuncio Apostólico se había terminado, el cabildo de Teruelcomenzó a impacientarse, y, después de múltiples reuniones capitularestenidas desde 1650 hasta 1652, decidieron y acordaron secuestrar las ren-tas que el deán tenía en Cedrillas. Su hermano, Tomás Antonio MartínezRubio, que entonces era rector de Hinojosa de Jarque, se constituyó enprocurador y defensor de los intereses del deán. El rey suplicó al cabildo afavor del deán. El cabildo escribió al Romano Pontífice para que no indul-tase al deán por sus ausencias injustificadas, aduciendo que la fábrica cate-dralicia, pobre y necesitada, podría beneficiarse de esas rentas99.

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95 Ibídem, 115, cabildos 6 y 7-diciembre-1669.96 A.P. Santa María, III (1616-1700), fol. 207.97 A.C.T., 114, cabildo 11-octubre-1647.98 Ibídem, cabildos 17-septiembre y 15-octubre-1649, y 20-junio-1650.99 Ibídem, cabildos 9 y 21-noviembre-1650, 10 y 29-febrero, 14-abril, 3-junio, 16, 21 y 22-

septiembre-1651.

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Intervino el virrey de Aragón, conde de Lemos, y el obispo Chueca tam-bién tomó parte en el asunto. El cabildo llevó la causa a los tribunales deZaragoza, mandando a mosén Antonio Fonbuena, beneficiado en la cate-dral turolense, con la documentación pertinente. Se nombró una comisióncapitular, compuesta por los canónigos Juan de Asín, Pasamonte, San-gorrín, Aínsa y el chantre, «para que no se juntara cada día cabildo». ElNuncio Apostólico, favoreciendo la causa del deán Martínez Rubio, citó ajuicio al cabildo turolense. El cabildo «otorgó una procura a pleitos a donJuan Araiz y al Lic. Simón Calvo, beneficiado de San Pedro, para que res-pondieran y parecieran en el tribunal del señor Nuncio». Entre tanto, eldeán había sido nombrado auditor de la Rota Romana y su hermano donAntonio, en abril de 1652, pedía al cabildo que aguardasen hasta el mes deagosto para resolver el asunto. El rector Tomás Antonio actuó de esa mane-ra porque ya tenía noticia de lo que iba a suceder: su hermano renuncia-ría al deanato y la dignidad recaería en su persona100.

El 8 de septiembre fueron presentadas las bulas del decanato a favor deTomás Antonio, quien tomó posesión dos días después, de manos del teso-rero, Pedro Lázaro López, y el sacristán, Andrés de Elicehe. Abonó los 100escudos de entrático, para fundar un aniversario, y las 15 libras y 4 sueldospara pagar a los ministros que intervinieron en la ceremonia de toma deposesión. El virrey de Aragón, conde de Lemos, con fecha 26 de septiem-bre 1652 se quejaba de que las bulas de la decanatura no habían sido reco-nocidas por el Consejo de Aragón. El nuevo deán, como primer acto dereconciliación, en los primeros días del mes de noviembre manifestó que«tendría gusto pagar todo lo que el señor auditor, su hermano, y su mer-ced debían a la iglesia, ajustándole las cuentas»101.

El cabildo pidió al deán que, como parte interesada en el conflicto, noestuviera presente en las sesiones donde trataban este asunto, que fueronabundantes. Los canónigos Asín y Pérez informaron del tema al obispo yestudiaron la sentencia dictada por el Nuncio Apostólico, y, como no esta-ban de acuerdo, apelaron a Roma. El cabildo nombró a cuatro capitularespara seguir todas las gestiones del pleito102. Estando así la situación, el deánTomás Antonio propuso que, «para evitar pleitos y gastos, cedería de su jus-

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100 Ibídem, cabildos 23-octubre, 7-noviembre, 8 y 13-diciembre-1651; 12, 21 y 29-enero,4, 15 y 16-febrero, 16-marzo, 12-abril y 5-julio-1652.

101 Ibídem, cabildos 8 y 29-septiembre, y 8-noviembre-1652.102 «Las personas nombradas para este fin fueron los señores Dr. Matías Fonda, arcipreste,

don Andrés de Eliceche, sacristán mayor, Sr. don Francisco Aínsa, canónigo doctoral, Dr. PedroJerónimo Pérez Montagudo, fabriquero en este año» (A.C.T., 114, cabildo 28-julio-1653).

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ticia a favor de la fábrica», pidiendo al cabildo que nombrase dos personaspara arreglar esta cuestión. El cabildo nombró al sacristán Eliceche y alcanónigo doctoral Aínsa103.

El deán y el cabildo estuvieron de acuerdo en que los derechos benefi-ciales adeudados por el auditor de la Rota, antiguo deán, don PedroMartínez Rubio, recayesen en beneficio de la fábrica catedralicia.Comunicaron el acuerdo al obispo, quien lo vio razonable. En la sesióncapitular del 18 de agosto de 1653, después del rezo de la hora litúrgica deVísperas, el deán Tomás Antonio, «en nombre y como procurador del Sr.don Pedro Martínez Rubio, Auditor de la Sacra Rota y deán que fue de estasanta iglesia», rubricó el acuerdo «y dejaba a favor de la fábrica de nuestrasanta iglesia todos los frutos, rentas, proventos y emolumentos, que porrazón de la dignidad del decanato, casa y campos de dicho decanato le per-tenecían desde el día que se partió hasta el día que dicho Sr. D. TomásMartínez tomó posesión de dicho decanato, que fue el diez de septiembredel año mil seiscientos cincuenta y dos»104.

En 1655 el asunto todavía seguía pendiente, urgiendo su cumplimientoen el cabildo de primero de enero. Fue en 1657, año en que don PedroMartínez Rubio fue nombrado arzobispo de Palermo, cuando hizo un mag-nífico regalo a la fábrica catedralicia, que suplía con creces lo adeudado,recogido en el puerto de Barcelona por los canónigos Eliceche y Blesa105.

194 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

103 A.C.T., 114, cabildos 11-noviembre-1652; 11, 18 y 28-julio, 1 y 2-agosto-1653.104 Ibídem, cabildos 4, 6, 13 y 18-agosto-1653.105 Ibídem, cabildos de 20-febrero y 25-mayo-1655; 13-septiembre-1658 y 3-enero-1659.

En el cabildo del día 3 de enero se hace una larga relación biográfica de don Pedro MartínezRubio y del regalo hecho a la fábrica catedralicia, que transcribo literalmente: «en este cabil-do el Sr. Dr. D. Antonio Martínez Rubio, deán de esta iglesia y procurador de su hermano elIlmo. y Excmo. Sr. D. Pedro Martínez Rubio, arzobispo de Palermo y virrey de Sicilia, deánque fue de esta santa iglesia desde el año 1640 hasta el año de 1652, vicario general de estaciudad y después del arzobispo de Valencia, visitador por su Majestad Felipe IV del patrimo-nio real del Reino de Cerdeña y gobernador vicerregia de aquel Reino, auditor de la SacraRota romana, de donde pasó al arzobispado de Palermo, que lo posee y le hizo merced suMajestad. Tomó posesión de dicho arzobispado a 9 de abril del año 1657 y se consagró enRoma el día de San Gregorio, 12 de marzo de 1657, en la iglesia de Monserrat, haciendo lafunción el Eminentísimo señor cardenal Francisco Barberino, nepote de Urbano VIII, porcuya intercesión consiguió el decanato de esta santa iglesia. Examinóse en el mes de diciem-bre delante de su Santidad, que hoy felizmente gobierna la Iglesia, y quedó aprobado conmucho crédito y favorecido de su Santidad, que lo nombró prelado asistente en Roma. Hizodonación dicho señor deán, como procurador de dicho Ilmo. Sr. arzobispo, de una cajuelay dosel de plata para la reserva del Santísimo el Jueves Santo, el Corpus Christi y su octava.Pesa mil ochenta y ocho onzas tres cuartos. También donó una reliquia de San Bonifacio,mártir, cuya fiesta celebra la iglesia a 14 de mayo, puesta en relicario de plata, de peso desiete marcos y tres onzas. También, unos candelabros de bronce, que llaman salomónicos,

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Años después, el arzobispo agradecerá por carta, en agosto de 1659, alcabildo las honras fúnebres celebradas en sufragio de su madre, doñaJuana Ana Gómez106, y, cuando fallezca en 1668 el arzobispo MartínezRubio, el cabildo agradecido hará unas dignas exequias por el eterno des-canso de su alma107.

Al poco tiempo de morir el arzobispo Martínez Rubio, el deán TomásAntonio se despidió de su cabildo, pues marchaba a Valencia para ser vica-rio general del arzobispo Antonio Luis Alonso de los Cameros. Antes departir, «entregó el libro de las cintas coloradas; unas copias de cartas que laiglesia ha escrito en distintas ocasiones y tres llaves: dos del archivo y unade la puerta de la iglesia. Las dos del archivo entregó al señor Carnicer,como a presidente. La de la iglesia se dará al vicario que se nombre». Eldeán prometió no olvidarles, «ofreciéndose muy al servicio de todos encomún y en particular»108.

El obispo Chueca se encontraba en Zaragoza, desempeñando por segun-da vez su cargo de diputado del Reino, y allí examinó los breves papales queeximían al deán Tomás Antonio de residencia por espacio de doce meses, congoce de los frutos de su beneficio, excepto las distribuciones cotidianas109. Eldeán felicitó las Pascuas a su cabildo en diciembre de 1668 y, mientras estuvoen Valencia, se preocupó de imprimir un librito con la vida y oficio de todoslos santos propios de la diócesis de Zaragoza, que pagó a sus expensas. ElSanto Padre le concedió otro breve con permiso para estar ausente de subeneficio durante otro año110. Regresó a Teruel a comienzos del año 1670 y,habiendo fallecido el obispo de Albarracín Fray Antonio Agustín en el mes dejulio de 1670, el cabildo turolense y el arzobispo de Valencia hicieron gestio-nes ante la Corte para que fuese nombrado obispo de Albarracín111.

3.2.4. Pensión para la fábrica de la catedral

Los ingresos de la fábrica catedral turolense eran menores que los gas-tos y esto era así desde los mismos comienzos de la fundación de la dióce-

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para la noche de Navidad. De todo lo cual hizo donación gratuita a esta iglesia dicho señordeán, como procurador de dicho señor arzobispo, y la testificó Juan Aparicio, notario y secre-tario del cabildo, dicho día 3 de enero de 1659».

106 Ibídem, cabildo-1-agosto-1659.107 Ibídem, 115, cabildo 2-marzo-1668. 108 Ibídem, cabildo 7-agosto-1668.109 Ibídem, 228-24-1, carta del obispo Diego Chueca fechada en Zaragoza a 21 de mayo

de 1669.110 Ibídem, 115, cabildos 22-diciembre-1668; 3-mayo, 6 y 28-junio y 5-julio-1669.111 Ibídem, cabildo 26-septiembre-1670.

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sis, aunque la situación se irá agravando con el paso de los años. En 1647,el Papa Inocencio X, reconociendo que las deudas de la fábrica catedrali-cia ascendían a 2.000 escudos, permitió que los 400 escudos que los obis-pos abonaban como derecho de entrático fuesen aplicados a saldar estedéficit ocasionado por la compra de ornamentos sagrados, las reparacioneshabituales y mantenimiento del edificio112.

Esta situación deficitaria será una constante durante toda esta segundamitad del siglo XVII. En 1656 se nombró una comisión capitular, formadapor el deán, tesorero y los canónigos Carnicer y Sangorrín, para exponerla cuestión al obispo Chueca y solicitar ayuda al arzobispo de Zaragoza,Fray Juan Cebrián. Como remedio de las necesidades más inmediatas, elcabildo pidió licencia al obispo para aplicar las rentas que el cabildo teníaen la mensa de Rillo durante cuatro años sucesivos, tanto de cereales comode ganado, y, de esa manera, sanear las cuentas de la fábrica. El obispoaprobó esta proposición y firmó el decreto, donando además 500 fanegasde trigo de las rentas episcopales. El cabildo le agradeció su generosidad yel chantre se presentó a finales del año 1657 en los graneros episcopales,que tenía en La Puebla de Valverde, a recoger las 500 fanegas de trigo113.

En 1662 se estropeó el órgano de la catedral. Con este pretexto, el deány el canónigo Mezquita acudieron al obispo y sondearon cuáles eran susdisposiciones «y si daría su consentimiento para cargar una pensión de qui-nientas libras» sobre las rentas de la mitra. El obispo «respondió que cuan-do hubiese de ser la pagaría en frutos (no en dinero), pero no resolvió porcuánto». En cuanto al órgano, «sólo dijo que se había descompuesto muytempranamente»114.

En 1666 la situación de la fábrica catedralicia seguía siendo crítica. Paramejorarla, el cabildo acordó que los canónigos diesen el 5% de sus ingre-sos en trigo y cebada. Los canónigos Carnicer y Blasco fueron nombradospara exponer la desastrosa situación económica y la decisión capitularadoptada al obispo. En aquellos momentos la fábrica tenía una deuda queascendía a 5.000 escudos. Como no surtió efecto esta embajada, pues «suIlustrísima no declaró su intento y ánimo, se cometió a los señores Arroyoy Serrano que, como de casa, procurasen sacarle y saber lo que el señorobispo quería mandar». Los prebendados Arroyos y Serrano, íntimos cola-boradores del prelado, obtuvieron la donación de 300 fanegas de grano y

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112 A.C.T., perg. 590, doc. 730 (5-enero-1647) y perg. 591, doc. 731 (9-enero-1647).113 Ibídem, 114, cabildos 10, 17 y 19-mayo-1656, 9 y 12-febrero y 22-diciembre-1657.114 Ibídem, cabildos 1 y 9-septiembre-1662.

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esta promesa: el obispo «consentiría sobre el obispado 200 escudos para ladicha fábrica y los empezaría a pagar luego que se consiga la gracia». Loscanónigos Carnicer y Blasco le agradecieron su liberalidad, animándole aque aumentase la cantidad prometida, teniendo en cuenta la extremapobreza de la fábrica y que el monarca no autorizaría una pensión perpe-tua sino temporal115.

Estando así las cosas, el 16 de septiembre, el cabildo, en presencia delobispo, aprobó el estatuto por el cual todos los capitulares ayudarían a lafábrica con el 5% de sus ingresos durante ocho años. El obispo continuóofreciendo su ayuda para el mismo período de tiempo116. En ese momen-to «su Señoría se despidió del cabildo, por irse a Zazagoza a la ocupaciónde diputado del Reino en que sorteó». Los canónigos Dimas Carnicer yJosé Antonio Blasco acudieron al despacho episcopal para agradecerle sugenerosidad y despedirse en nombre del cabildo, que rogaría «a NuestroSeñor dé a su Señoría mucha gracia, acierto y salud para que de su ocupa-ción del Reino vuelva a su diócesis con toda prosperidad para consuelo desus súbditos». No obstante, conocemos que el obispo ya no regresará aTeruel. A partir de ese momento, la comunicación con él para tratar éste yotros problemas será epistolar117. El obispo escribió a la reina gobernado-ra, Mariana de Austria, pidiendo licencia para cargar 300 fanegas de granode la mitra episcopal a favor de la fábrica catedral. El cabildo apoyó la ges-tión escribiendo cartas a la Reina gobernadora, al Consejo de Aragón y alarcediano Blesa, «a quien se le encomienda la diligencia» de este asunto118.

En 1670 la Reina no había dado ninguna respuesta, mientras la situa-ción económica de la fábrica era angustiosa. El cabildo sugirió por carta alobispo que pidiese de Su Santidad la gracia de aplicar las ganancias de las24 casas fabriqueras a favor de la fábrica catedral. El obispo contestó a vuel-ta de correo, con fecha 12 de noviembre de 1670, en estos términos:«ahora en esta nueva petición de las casas fabriqueras si hubiera algunapersona o personas que saquen la gracia de la Reina y consentimiento,junto con pedirlo a Su Santidad, se puede intentar; que por mi parte daréel consentimiento para que se efectúe, que ya se ha visto siempre el deseo

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 197

115 Ibídem, cabildos 22-mayo, 4 y 11-septiembre-1666.116 Asistieron el deán, Dr. Tomás Antonio Martínez Rubio, el arcediano, Dr. Miguel

Julve, el arcipreste, Lic. Jorge Rodrigo, y los canónigos, Lic. Lorenzo Carnicer, Lic. JuanValeriano Barcelona, Lic. Pablo Pérez Mezquita, Dr. Jacinto Puyuelo, Lic. Juan AntonioNolasco, Lic. Pablo Cavero de Espinosa y Dr. Antonio Asín.

117 A.C.T., 152-9; 114, cabildos 16-septiembre y 12-noviembre-1666.118 Ibídem, cabildo 2-diciembre-1667.

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de favorecerla, pues he dado tantos años doscientas fanegas de trigo, yescribiré a Su Santidad, que para la Reina yo no soy buen medio»119.

En el mes de mayo de 1671 el canónigo tesorero José Dolz viajó aMadrid para felicitar al vicecanciller del Consejo de Aragón, don Melchorde Navarra, y aprovechó la ocasión para exponerle la situación dramáticade la fábrica catedralicia turolense y el estado de las gestiones ante laReina. A partir de esta fecha, el asunto empezó a agilizarse. Había alguienque movía los hilos y se interesaba por el asunto120. El obispo volvió a escri-bir otra carta a la Reina con fecha 16 de junio de 1671121. A continuación,con fecha 26 de junio, la Reina gobernadora escribió a don Juan José deAustria, Virrey de Aragón, para que le informase sobre la situación real dela fábrica catedralicia de Teruel122.

El cabildo agradeció al obispo sus desvelos, mientras el canónigo tesore-ro Dolz seguía en Madrid agilizando las gestiones «con el patrocinio delvicecanciller Don Melchor de Navarra» y el Virrey Juan José de Austria remi-tía su informe a Madrid123. Los canónigos turolenses Falcón y Mezquita, queestaban en Zaragoza, colaboraron con Chueca e influyeron en él para agili-zar los trámites. A su regreso a Teruel el canónigo Mezquita informó a sucabildo y el canónigo tesorero Dolz «hizo una larga relación al cabildo desu sindicatura», diciendo que se preocupó «mucho en el tiempo que estuvoen Madrid y lo dejó en tan buen estado que a pocas diligencias se puedecontinuar y proseguir este negocio». El tesorero reclamó 46 dineros de plata«que había gastado en un despacho para el señor virrey de Aragón» y elcanónigo Martín Arroyos, fabriquero, le abonó dicha cantidad124.

En los primeros días del mes de septiembre de 1671 se recibió una cartadel vicecanciller Melchor de Navarra y Rocafull en la que informaba «quela Reina hizo gracia a esta santa Iglesia de 300 fanegas de trigo por diezaños». El despacho real costó 40 libras de plata. El agente del cabildo enMadrid, don Pedro Pomar, cobró 25 reales por sus diligencias. A él se leremitió una certificación del valor global de las rentas del obispado de

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119 Ibídem, 115, cabildos 27-octubre y 21-noviembre-1670.120 Ibídem, cabildo 2-mayo-1671.121 Ibídem, 228-32-2, donde escribía, entre otras cosas: «y señalo esta renta en frutos, y

no en dinero, porque como toda renta de este obispado consiste sólo en panes invendiblesy unos pocos corderos incobrables, sin otros frutos ni dinero, no me atrevo a cargarme ni aagravar a mis sucesores con paga de dinero, por no ponerlos en las apreturas en que me hevisto y me veo en los pagos de los pensionistas».

122 Ibídem, 225-17-6.123 Ibídem, 115, cabildos 26-junio y 9-julio-1671.124 Ibídem, cabildo 24-julio-1671.

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Teruel, justificante exigido y presentado ante la Corte real. Los canónigosCavero y Olivas gestionaron dicha certificación ante el vicario general de ladiócesis, que la extendió con la información proporcionada por el Lic.Pedro Sanz, vicario de San Martín y baile de cuarteación, y el racioneromosén Antonio Pérez. El canónigo Falcón, que seguía llevando adelante elasunto desde Zaragoza, escribió con fecha 13 de noviembre de 1671 que yatenía en su poder el despacho real de la concesión. Y manifestaba además«que hará la diligencia para que se encaminen luego a Roma, para que suSantidad la confirme»125.

Durante los primeros meses del año 1672 se llevó a cabo la gestión enRoma y a mediados del mes de mayo llegó a Teruel la noticia de que la pen-sión había sido confirmada por bula papal. Los trámites de gestiónascendieron a 108 escudos de oro, abonados de los ingresos de la cuartadécima, que administraba el canónigo Arroyos126.

El canónigo Falcón escribió al cabildo de Teruel sobre la necesidad depresentar y visar estos documentos en el Consejo de Aragón. El cabildoresolvió que fuesen enviados a Madrid para su tramitación. El obispo esta-ba contento por esta concesión papal, agradecía las manifestaciones deafecto de su cabildo y, sobre todo, las oraciones que le ofrecían, pero, comoya era muy anciano y estaba enfermo, se excusaba de escribir127. El fin desu vida terrena estaba ya cercano, pero la concesión de pensión a favor dela fábrica ya era una realidad, que seguirán abonando los prelados turolen-ses del siglo XVII, como medio más eficaz de favorecer a la catedral.

3.2.5. El pleito de las cortesías

El pleito denominado de las cortesías, entre los munícipes y los canóni-gos de la catedral, les tuvo enfrentados durante un año, desde marzo de1665 hasta el mes de abril del año siguiente. Las diferencias entre ambascorporaciones ya se habían presentado en otras oportunidades. Durante elpontificado del obispo Chueca hubo algunos brotes esporádicos, anterioresa este pleito de las cortesías, que ocasionó un gran malestar en la ciudad deTeruel y propició la intervención de las altas magistraturas del Reino.

Sabemos que ya en 1650 los caballeros de la ciudad habían pretendidoacompañar al Santísimo Sacramento portando los barales del palio, despla-

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125 Ibídem, cabildos 11-septiembre, 13 y 24-octubre, y 13-noviembre-1671.126 Ibídem, cabildos 6 y 20 mayo-1672.127 Ibídem, 145-4-5; 115, cabildos 3 y 25-junio-1672.

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zando a los canónigos, que quedarían ubicados delante del palio. El obis-po Chueca fue informado oportunamente de esta pretensión128. Tambiénen 1658 debió existir algún problema entre las autoridades eclesiásticas yciviles, pues éstas obtuvieron jurisfirma a favor de algunos habitantes deTeruel para que no fuesen excomulgados ni sacados de los oficios divi-nos129. Desconocemos cuáles fueron las razones o motivos de la excomu-nión y expulsión de los oficios.

Los dos hechos que acabamos de exponer no han dejado más huelladocumental. Por tanto, presumiblemente fueron asuntos muy puntuales.Por el contrario, la crónica del pleito de las cortesías está suficientementedocumentada.

Al comenzar la Cuaresma de 1665, en el cabildo del día 3 de marzo, loscanónigos abordaron este asunto: los munícipes de Teruel habían comuni-cado que no acudirían a los sermones si el predicador, al comenzar el ser-món, no saludaba en primer lugar a los ediles municipales, antes que a loscanónigos130. El cabildo no estaba dispuesto a ver atropellada su dignidad,según decían, pues hacía sólo seis años que se había impuesto, «habiendoestado siempre en uso lo contrario». El cabildo nombró a los canónigosCarnicer y Serrano para que tratasen el asunto, «pro bono pacis», con elseñor obispo y con los munícipes. La ciudad desoyó la protesta del cabildo,buscó otro predicador distinto y organizó los sermones cuaresmales en laiglesia patrimonial de San Pedro.

El cabildo, «atendiendo al bien de las almas y al bien de paz», mandóun mensaje-propuesta al municipio en estos términos: «vendría bien alcabildo que, estando su Ilustrísima o sus sucesores, sólo a ellos se les salu-de o se les haga la venia en los sermones, como es justo; y que, estando el

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128 Ibídem, 114, cabildo 14-abril-1650.129 A.H.P.T., Consejo de Teruel, Caja 35-Dep., doc. 29. En Aguirre González, F.J. (Dir),

Cátalogo de los archivos municipales turolenses, IV, Teruel, 1985, p. 245. La jurisfirma está fecha-da en Zaragoza a 16 de octubre de 1658 a favor de los jurados Martín Francisco Clemente yMiguel Jerónimo Castellote, entre otros, como procuradores de los esposos José Pomar yEsperanza Sorando, Juan Pomar, Martín del Espejo y Calixto Pomar, ciudadanos de Teruel.En la jurisfirma se reconoce que los ciudadanos turolenses están sujetos al Fuero aragonés ylos obispos no pueden actuar contra esos fueros, obligando «a comparecer a juicio en lasCortes eclesiásticas o mandar descomulgarlos, echarlos, evitarlos o sacarlos de los divinos ofi-cios». También estaba prohibida la «enajenación de sus bienes muebles» y, si habían actuadode forma contraria, «lo revoquen y lo manden revocar, restituyéndolo en su primer estado».

130 A.C.T., 114, cabildo 3-marzo 1665. Los munícipes turolenses eran: Lucas Gregorio,justicia; José Celaya, lugarteniente; José Pomar, Juan Rivera y Francisco Maza, alcaldes;Bartolomé Durán, jurado mayor; José González, Pedro Asensio y Miguel Pomar, jurados, yJosé Aquavera, mayordomo de la caña.

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cabildo y la ciudad juntos sin el prelado, el predicador a ninguno de los doshaga cortesía»131.

La ciudad no admitió esta propuesta, insistiendo en su pretensión debuscar otro predicador y organizando los sermones cuaresmales en la igle-sia de San Pedro. El cabildo «determinó dejarlos se fuesen con su predica-dor a San Pedro y que se les hiciese un protesto». Nombró al canónigopenitenciario Arroyos y al doctoral Puyuelo «para arreglar este protes-to»132. Se acordó escribir al cabildo de Tarazona, que había tenido un pro-blema similar, obteniendo una respuesta de la Congregación de Ritos,donde se afirmaba «que se saludase antes al cabildo que a la ciudad»133.

Algunos capitulares pensaron que era mejor no hacer el protesto y queel obispo diese permiso para que los sermones cuaresmales tuviesen lugaren la iglesia de San Pedro, «en esta ocasión con licencia especial». No seaceptó la propuesta y se hizo el protesto al señor obispo, al prior delCapítulo General y a la iglesia de San Pedro, abogando por el manteni-miento «de la costumbre y posesión en que está la catedral de que enCuaresma no haya en otra iglesia sermón»134.

Para defender sus derechos, los munícipes mandaron sacar una jurisfir-ma en Zaragoza. Enterado el cabildo hizo lo mismo, enviando a mosénPedro Bellido, maestro de ceremonias, y a mosén Raimundo Villarroyacomo testigos a Zaragoza, acordando gastar el dinero necesario de lamensa del Pobo y llevar a cabo estas gestiones135. El 20 de marzo la ciudadpresentó su jurisfirma y, «estando el cabildo ya en las tribunas, eligió pormedio el salirse de ellas y no estar ya en el sermón». Pues, conocido eltenor de la jurisfirma por el predicador, éste saludaría antes a la ciudad queal cabildo. Y, por eso, decidieron abandonar la tribunilla, para no asistir«en forma de cabildo»136.

El cabildo dejó de acudir a los sermones y comunicó su decisión al obis-po, quien aprobó su comportamiento. Durante aquellos días, dosprebendados acompañaban al obispo al ir y al venir de los sermonescuaresmales. El cabildo «dejó de asistir a tres o cuatro sermones, hastatanto que no vino la contrafirma». Ningún notario quiso presentar el docu-

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131 Ibídem, cabildo 7-marzo-1665.132 Ibídem, cabildo 12-marzo-1665.133 Ibídem, cabildo 14-mayo-1665.134 Ibídem.135 Ibídem, cabildo 16-marzo-1665.136 Ibídem, cabildo 20-marzo-1665.

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mento de contrafirma a la ciudad, «pues hasta Juan Aparicio, que eraentonces notario del cabildo, no lo quiso hacer». No obstante, se entregóel documento al predicador. Conocido el hecho por los munícipes, «novinieron más en toda la Cuaresma a los sermones, ni aun el día de Ramos».Además, «dispusieron que las procesiones de la Semana Santa no pasasenpor la catedral, pasando por las demás parroquias137.

El cabildo, preveyendo que los pleitos iban a ser largos, designó y diopoderes para continuar el litigio, con facultad de subdelegar, a favor del Dr.Jacinto Puyuelo, canónigo doctoral138. Y, aproximándose el día de JuevesSanto, la ciudad de Teruel obtuvo otra jurisfirma que reconocía a los justi-cias y lugartenientes la costumbre de llevar en las iglesias las insignias de sucargo, ocupar los puestos y honores que en razón de su cargo les pertene-cía. Entre éstos figuraba la entrega de la llave del Sagrario al justicia o, siéste no concurría, al lugarteniente del justicia, después de haber sido reser-vado el Santísmo Sacramento en el monumento139.

En el mes de mayo los turolenses iban de romería a Nuestra Señora de laFuensanta en Villel. Algunos caballeros y ciudadanos llevaban procesional-mente las hachas utilizadas en los terceros domingos, llamados de Minerva.Habían llegado rumores de que, solidarizándose con los munícipes, noactuarían según costumbre. El cabildo estaba prevenido, no innovandonada, «más que aguardar a ver si los seises o ciudad la hacían»140. Pasadasestas fechas, no consta documentalmente que ocurriera algo novedoso.

El cabildo y la ciudad seguían distanciados. El cabildo nombró unacomisión de cinco miembros para seguir el pleito, encabezada por el deán,quien comunicaba puntualmente cómo estaban las gestiones141. Tambiénmantenían informado al señor obispo. Por eso, al aproximarse la festividaddel Corpus Christi, habiendo regresado el obispo de visita pastoral, unacomisión capitular, formada por los canónigos Arroyos y Blasco, le visitarony le previnieron de «lo que en la procesión del Corpus se podía presumirde novedad»142.

Las diferencias entre ambas instituciones habían traspasado los límitesdiocesanos y eran conocidas en Zaragoza y Madrid. El cabildo recibió una

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137 Ibídem, cabildo 21-marzo-1665.138 Ibídem, cabildo 27-marzo-1665.139 A.H.P.T, Caja 35-Dep., Doc. 33, fechado en Zaragoza el 27-marzo-1665.140 A.C.T., 114, cabildo 23-abril-1665.141 Ibídem, cabildo 29-mayo-1665.142 Ibídem, cabildo 2-junio-1665.

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citación del Justicia de Aragón para que acudiesen a Zaragoza para buscaralguna solución143. El virrey de Aragón escribió al cabildo, comunicando«que Su Majestad le ha cometido orden para que compusiera las diferen-cias que pendían con la ciudad»144.

A finales del mes de septiembre la Reina Gobernadora, Mariana deAustria, comunicó al cabildo la muerte de su esposo, el rey Felipe IV. Laciudad optó por celebrar los funerales en la iglesia de San Pedro. El cabil-do decidió hacer las exequias el mismo día que la ciudad, pero en el tem-plo catedral, «y de esto se dio cuenta al señor obispo, por saber lo que sien-te de esta resolución»145.

Al terminar el año 1665 las diferencias entre ambas institucionesseguían de igual manera. Y, al comenzar el nuevo año, el cabildo recibióuna carta del gobernador donde era informado que la reina gobernadorale había nombrado mediador entre las partes. El cabildo «resolvió se abra-zase el medio y el ajuste como fuese que no se perdiese mucho»146.

El gobernador expuso al cabildo la propuesta del municipio. Era lasiguiente: «que en sede plena, asistiendo el señor obispo al sermón, se salu-de a su Ilustrísima y que en aquella salutación se entienda el cabildo, yluego se salude a la ciudad; y, que no siendo sede vacante, si no asiste elobispo, se retire el cabildo al coro, sin salir a las tribunas; y que, sólo ensede vacante, se le salude en primer lugar al cabildo». Los capitulares noaceptaron la propuesta. Y el gobernador insinuó otra solucción en estostérminos: «en sede plena, no asistiendo el prelado, no se salude al cabildoni a la ciudad». Ante esta nueva propuesta, los capitulares estaban dividi-dos: unos optaban porque, estando el obispo, no era necesario nombrar alcabildo, pero no estando el prelado, tanto en sede plena como vacante,«sea preferido el cabildo»; otros, la mayoría de capitulares «con más gustoabrazaron que no se salude a unos ni a otros»147.

La comisión de capitulares informó al cabildo de las propuestas. Lacomisión veía bien y estaba apta para aprobar esta proposición: «que,estando el prelado en el sermón, se entienda el cabildo en la salutación delprelado y se salude después a la ciudad; y que, no asistiendo el prelado ensede plena, no se salude al cabildo ni a la ciudad; y que, en sede vacante,

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143 Ibídem, cabildo 4-julio-1665.144 Ibídem, cabildo 6-julio-1665.145 Ibídem, cabildo 30-septiembre-1665.146 Ibídem, cabildo 12-enero-1666.147 Ibídem, cabildo 21-enero-1666.

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se salude primero al cabildo». Por el contrario, la corporación canonicalno la aceptó y «sólo se convino en que vendría bien el cabildo en lo yadeterminado, que es, que ni a unos ni a otros se salude»148. A instancias delseñor gobernador, el obispo Chueca bajó al cabildo y dijo «que el medioque la ciudad había propuesto era muy decente al cabildo». Los capitula-res pidieron al obispo que se retirase, para de esa manera poder elloshablar más libremente de la cuestión. Como el debate iba para largo, elobispo se retiró al palacio episcopal. Los canónigos volvieron «a tomarresolución, y se resolvió se prosiguiese en no abrazar el medio de la ciudad,por entender perdía el cabildo»149. El gobernador les pidió que le diesenesta respuesta «por acto de notario». El canónigo Arroyos preparó el docu-mento y lo testificó el notario Miguel Jerónimo Escobedo150.

El gobernador se marchaba de Teruel «muy desconsolado». Antes departir, al despedirse de la comisión capitular, todavía se atrevió a proponer-les otra solucción en estos términos: puesto que «la diferencia mayor esta-ba en el caso de ausencia de prelado en sede plena y, no queriendo irse sinajustarlo, señaló que aquella cortesía se hiciese al preste. Viendo el cabildoque la ciudad buscaba y procuraba no saludar al cabildo», tampoco acepta-ron151.

El deán expuso a la corporación canonical que se habían ideado otrosdos medios. Eran los siguientes: «el primero que, estando el señor obispo,después de saludar a su Ilustrísima, se salude a la ciudad y después, al cabil-do; y que, en ausencia del señor obispo por cualquier causa, se salude pri-mero al cabildo y después a la ciudad. El segundo es que se alternen lassalutaciones, de tal forma que un mes se salude al cabildo y otro a la ciu-dad». Acordaron estudiarlo y abrazar «lo que mejor visto les fuere pro bonopacis»152.

A finales del mes de enero de 1666 parecía vislumbrarse una luz verdey las dificultades empezaban a allanarse153. El cabildo estaba más abierto,admitiendo que «en ausencia del señor obispo, en sede plena, se salude alpreste o al que haga el oficio de preste, en caso que el preste no se hubie-se de revestir para decir la Misa». El gobernador acudió a la catedral a des-pedirse del cabildo y pidió que le aceptasen como árbitro en el asunto. Los

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148 Ibídem, cabildo 25-enero-1666.149 Ibídem.150 Ibídem, cabildo 28-enero-1666.151 Ibídem, cabildo 29-enero-1666.152 Ibídem, cabildo 30-enero 1666.153 Ibídem, cabildo 31-enero 1666.

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canónigos le respondieron que, existiendo «prohibición de derecho» paraque los eclesiásticos pudieran admitir seglares como intermediarios, elcabildo designaría «al señor obispo u otro eclesiástico bien visto» para quehiciesen de árbitros junto con el gobernador154.

Estando así las cosas, el cabildo acordó hacer «poder a los cinco de la juntapara que concluyesen el ajuste y capitulasen como bien visto les fuese»155. Laciudad insistía en admitir al gobernador como único árbitro, mientras enZaragoza se continuaban las gestiones «en el pleito de las salutaciones»156.

El gobernador de Aragón, que se encontraba circunstancialmente enSarrión, escribió una carta al cabildo, fechada el 11 de marzo de 1666,exhortándoles nuevamente a optar ya por una de las múltiples soluciones.Todos los canónigos, excepto los señores Arroyos y Serrano, estaban llanosa aceptar la solución denominada «de la alternativa o el medio que en pre-sencia del prelado, después de su salutación, se salude a la ciudad y, en casode ausencia del prelado o sede vacante, primero al cabildo y después a laciudad»157. Se nombraron al deán y al canónigo Mezquita para que fuesena Sarrión «para concluir el ajuste con el medio de la alternativa. Se advier-te que el señor Serrano, aunque se halló en este cabildo, nunca vino bienal medio de la alternativa»158.

El deán y el canónigo Mezquita informaron al cabildo de cómo habíanfirmado el acuerdo, «que fue con el medio de la alternativa por años ycómo se echaron suertes sobre quién había de empezar y cayó a la ciu-dad»159. El gobernador de Aragón y el Virrey escribieron cartas de felicita-ción al cabildo «de que se hubiesen ajustado el cabildo y la ciudad en lasdiferencias de las salutaciones del predicador»160.

3.3. EL CAPÍTULO GENERAL ECLESIÁSTICO

El Capítulo General Eclesiástico, junto al Cabildo catedral, era la otragran institución eclesiástica turolense. Nacido en la Edad Media, el patro-

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154 Ibídem, cabildo 8-febrero-1666.155 Ibídem, cabildo 11-febrero-1666.156 Ibídem, cabildo 24-febrero-1666. El Dr. Bernardo del Castellar, canónigo de la igle-

sia del Pilar, escribía al cabildo turolense que había actuado de testigo a favor de la corpora-ción «en el pleito de las salutaciones. Se resolvió se le diese cumplidamente las gracias».

157 Ibídem, cabildo 14-marzo-1666.158 Ibídem, cabildo 17-marzo-1666.159 Ibídem, cabildo 26-marzo-1666.160 Ibídem, cabildo 13-abril-1666.

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nato laical detentado por el Concejo municipal desde muchos siglos habíasido ratificado a finales del siglo XVI, según estipulaban los cánones triden-tinos. El Capítulo General se regía por unas ordenaciones estatutarias,modificadas con cierta periodicidad. Durante el pontificado del obispoChueca, concretamente en 1660, fueron aprobadas unas nuevas constitu-ciones, que comentaremos en las páginas siguientes.

3.3.1. La nueva ordinación del año 1660161

El Capítulo General tenía una norma estatutaria, aprobada durante elpontificado de Fray Juan Cebrián, para solucionar posibles desavenenciassurgidas entre alguna de las siete iglesias turolenses. Cuando esto sucedía,el Capítulo nombraba una comisión de racioneros para estudiar el proble-ma. Una vez analizada la cuestión y rubricada la sentencia, las partes debíanaceptarla inexorablemente, sin posibilidad de apelación.

En 1645 hubo una lite entre las iglesias de San Pedro y San Salvador. Lacuestión fue juzgada por los peritos del Capítulo General, dictaron senten-cia y las partes aceptaron la resolución. Pero en 1648 surgieron dificultadesentre la iglesia de San Juan y San Pedro por la percepción de los diezmosde la Gasconilla, partida ubicada en los términos de Teruel, pues ambasiglesias decían tener derecho. El tribunal de racioneros falló a favor de laiglesia de San Juan, no pasando por ello los racioneros de San Pedro. Anteesta situación inusitada, el Capítulo General acudió al obispo Chueca paraque ratificase dicha sentencia arbitral162.

El Concejo Municipal y el Capítulo General venían trabajando desde1658 en la elaboración de unos nuevos estatutos, que el obispo Chuecaconoció en Zaragoza con fecha 25 de marzo de 1660.

Contando con la aprobación verbal del obispo, los munícipes y losracioneros celebraron sesión en las casas del Concejo el 29 de marzo de1660, leyeron los nuevos estatutos, introdujeron las modificaciones oportu-nas y aprobaron el texto definitivo, que presentaron al obispo para su apro-bación. Esta no se hizo esperar, pues llegó el 26 de abril.

Los munícipes que intervinieron en la reunión fueron BartoloméDurán y Gamir, justicia y juez ordinario de la ciudad y Comunidad de

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161 A.C.G.E., legajo 35, n.º 4: Ordinaciones del Capítulo General Eclesiástico aprobadaspor Diego Chueca con fecha 26 de abril de 1660. Son 41 ordinaciones, recopiladas en 19folios.

162 A.C.T., 183-3, alegación enviada al obispo Chueca y fechada el 3-abril-1648.

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Teruel, el Dr. Juan Agustín García, lugarteniente del justicia, don GasparLópez Hurtado, infanzón, Vicente Pomar, infanzón y labrador, y PedroAyora, pelaire, todos ellos residentes en la ciudad. Por parte del Capítuloasistieron los racioneros Pedro Sanz, vicario de San Martín, mosén JuanAlcón Julve, vicario de Santiago, mosén Cristóbal de Alegría, racionero deSan Andrés, mosén Jerónimo Campillo, racionero lugarteniente de vicariode San Miguel, y mosén Vicente Marco, racionero de San Pedro.

Para poder optar a una plaza de racionero era necesario haber nacidoen la ciudad de Teruel, de legítimo matrimonio, «y haber aprendido lasprimeras letras en la misma ciudad según la declaración del señor obispoArnaldo»163. Los progenitores, si eran forasteros, debían probar su limpie-za de sangre ante los jurados municipales y el prior del Capítulo General.Además, estarían avecindados en Teruel, así como, al menos, un abuelopaterno y otro materno.

No podían postular a racioneros los hijos, nietos y biznietos de «perso-na infame por derecho» (criminales de lesa Majestad, condenados a gale-ras por ladrones, desterrados por cosas infames, los verdugos, los peniten-ciados por el Santo Oficio, cortantes de carnicerías, dueños de casa públi-ca, etc.).

Los postulantes a racioneros podían solicitar el ingreso a cualquiera delas siete iglesias patrimoniales, «aunque sus padres no sean parroquianos dela parroquia donde se presentare». La petición debía hacerse obligatoria-mente antes de recibir el subdiaconado, pudiendo ordenarse «de corona ygrados donde quisieren, sin preceder presentación alguna». El acto de pre-sentación se realizaba después de la misa conventual, vísperas, completas omaitines, por medio de un racionero. El candidato llevaba los documentosacreditativos de haber recibido las órdenes menores. Luego, ese mismoracionero le conducía ante el prior del Capítulo y ante los munícipes.

Antes de transcurrir un mes, recibía la respuesta de su aceptación orechazo. Previamente, los racioneros de la iglesia patrimonial y el prior delCapítulo habían estudiado si el candidato «tiene las cualidades que serequieren». Un racionero llevaba la respuesta al Concejo municipal, dondelos jurados daban también su veredicto. Si era admitido, el nombre delnuevo racionero era asentado por el secretario de la sala en el libro queexistía en el Concejo municipal. Por el contrario, si era rechazado, «no

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163 El decreto de don Arnaldo, al que se hace referencia, está fechado el 17 de junio de1257 y fue dado a instancias de don Pedro Martín, arcipreste de Teruel.

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podía volverse a presentar en aquella, ni en otra alguna de las dichas sieteiglesias». Si alguna de las partes ponía algún impedimento, la cuestión eraanalizada minuciosamente por los representantes de las tres instituciones,hasta que todos estaban convencidos de la idoneidad o del impedimentodel sujeto. Cuando había desacuerdo, se hacía un proceso ante cinco jue-ces propuestos y aceptados por el Capítulo General y el Concejo municipal.

Una vez aceptados y asentados en el libro de admisión, para poder orde-narse de subdiáconos, realizaban un examen en la sala del Concejo muni-cipal, que era convocado dos veces al año: en Cuaresma y en el mes de sep-tiembre, quince días antes de las órdenes sagradas, que en esos tiemposeran conferidas. Los candidatos tendrían, al menos, 23 años cumplidos. Sieran bachilleres, licenciados, doctores, dignidades, canónigos, rectores ocuras podían permanecer «cubiertos y asentados en dichos exámenes».Para ser ordenados de diáconos o de presbíteros, «no estaban obligados ahacer ninguna presentación ni examen, sino sólo para epístola, comodicho es», pues «una vez admitidos y aprobados para epístola por la Sala,podían ordenarse de las demás órdenes sacras sin otras presentaciones,exámenes, ni letras, pues en la aprobación de epístola se verificaban lascalidades y suficiencia».

Al examen asistía el jurado primero, por el Concejo, el prior, por elCapítulo General, y el vicario o lugarteniente por la iglesia a la que era pre-sentado. Además, dos examinadores, uno nombrado por parte de la ciu-dad y otro por el Capítulo. Los examinadores nombrados juraban guardar«la forma y rigor de estas ordinaciones, de proceder en el examen con elrigor, circunstancias y formas que en estas ordinaciones se requieren». Losexaminadores cobrarían diariamente diez y seis sueldos jaqueses por su tra-bajo, pagaderos a partes iguales por el Capítulo General y el Concejo. Lesestaba prohibido examinar a sus propios parientes.

Los candidatos eran examinados de latinidad y moral. Con anteriori-dad, precedía una prueba de canto llano, cuya superación era «conditiosine qua non» para acceder a los otros dos exámenes. En la sala había cua-tro libros: los decretos del Concilio de Trento, el Catecismo Romano, lasepístolas de San Jerónimo y el Breviario Romano. Los examinadores esco-gían dos libros, marcando el punto, capítulo, epístola o evangelio sobre elque se tenía que disertar, y el candidato respondía «a las preguntas que delatinidad sobre aquellos puntos le hacían los dichos examinadores».Acabada esta prueba, se le examinaba «de Moral, de la misma forma ymanera que se acostumbra examinar por el ordinario a los que quieren serexaminados para administrar los santos sacramentos».

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Finalizadas las tres pruebas, los cinco jurados daban su aprobación oreprobación. Si el candidato «tuviere tres habas blancas, era admitido».También, emitían «relación de moribus et vita del examinado». El juradoextendía una certificación, firmada y «sellada con los sellos de la ciudad,Capítulo e iglesia donde fuere presentado, para que conste al señor obispode su título del Patrimonio». Si era reprobado, no podía examinarse otravez hasta que había transcurrido un año. Si era suspendido por segundavez, tardaría dos años a presentarse nuevamente. Y si lo era por tercera vez,quedaba inhabilitado totalmente para ser racionero.

Servían a su iglesia un año de subdiácono y otro de diácono, gozandode media ración durante el diaconado y un cuarto de ración durante elsubdiaconado. Juraban ante el vicario de su iglesia «guardar las presentesordinaciones». El subdiácono no tenía asiento en el coro, ni voto en elCapítulo, ejerciendo «todos los días el oficio de subdiácono en las misascantadas». El diácono gozaba, además de la media pensión, «de lasdistribuciones y todos los demás réditos y emolumentos pertenecientes alos demás racioneros de dicha iglesia», excepto «de la caridad de las misaspara los sacerdotes». Pasado el año de diaconado, entraban a formar partedel Capítulo como capitulares. Los diáconos debían hacer este acto «per-sonalmente», no pudiendo «gozar de la renta entera hasta que conste sercapitulares».

Los racioneros que se ausentaban por treinta días continuos de su igle-sia perdían sus derechos a percibir la renta y distribuciones, excepto cuan-do la ausencia estaba justificada «en servicio de su Majestad, Reino, ciudad,Capítulo o su iglesia». Por el contrario, no estaban justificadas las ausenciasde los racioneros que servían vicarías, rectorías, canonicatos, dignidades,coadjutorías o al hospital real de la ciudad.

Los racioneros que fueran coadjutores de alguna dignidad o canonica-to tenían derecho a recibir su ración, pero, «llegando a tener en propiedadla dignidad o canonicato de que fueren coadjutores, no tengan ni lleven enla iglesia donde fueren racioneros cosa alguna de renta, distribuciones, nidemás emolumentos».

El racionero se jubilaba después de 35 años de servicio, contados a par-tir del subdiaconado, teniendo derecho a la renta, distribuciones y otrosemolumentos «sin disminución alguna, de la forma y manera que cual-quier otro racionero de dicha iglesia». Estaba obligado a fundar un aniver-sario «de cuatrocientos sueldos de principalidad por su alma». Los vicariosse jubilaban a esa misma edad, «pero no faltando a las obligaciones delcurato y asistencia en la administración de los sacramentos de su iglesia».

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Al finalizar estas ordinaciones se hacen algunas pequeñas observacionesy concreciones de las normas establecidas. Quedaba terminantemente pro-hibido que dos hermanos fuesen racioneros en una misma iglesia. El votoemitido por los jueces al finalizar el examen realizado en la sala delConcejo municipal era irrevocable. El maestro de enseñanza primaria dela ciudad entregaría anualmente dos relaciones de la matrícula (una parael Capítulo General y otra para el Concejo) de los niños escolarizados,como modo de garantizar en el futuro que los posibles racioneros habíanaprendido las primeras letras en la ciudad de Teruel, según se legislaba enel decreto del obispo Arnaldo. Si algún racionero «incurriere en algunairregularidad por alguna desgracia o desdicha, y no pudiere de ningunamanera asistir a su iglesia», gozará de toda la renta, distribuciones y demásprovechos del Patrimonio Eclesiástico turolense.

3.4. LAS ÓRDENES RELIGIOSAS

A mediados del siglo XVII en la ciudad de Teruel había frailesTrinitarios, Franciscanos, Mercedarios, Dominicos y Capuchinos. Desde lostiempos medievales había religiosas Clarisas y durante el pontificado deChueca se fundó el convento de las Carmelitas Descalzas.

En el mes de agosto de 1666 el provincial de los padres dominicos,Tomás Rocaberti, visitó el convento de Teruel y el obispo le pidió quedicho convento se convirtiese en colegio de Gramática, Artes y Teología. Laciudad se comprometió a pagar seis cátedras, tres de Gramática, dos deArtes y una de Teología, firmándose el acuerdo entre ambas partes en abrilde 1667. El provincial Rocaberti solicitó el permiso del Padre General,quien lo aprobó con fecha 2 de abril de 1669164.

Carecemos de más datos archivísticos relevantes sobre la actuación delas órdenes religiosas165 durante el mandato de Chueca, excepto la crea-

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164 GARCÍA, M., La Orden de predicadores en la provincia de Teruel, Teruel, 1964, pp. 247-251.165 En A.C.T., 114, cabildos 1-febrero y 9-febrero-1664 podemos leer unas anotaciones

bien curiosas, aunque no bien claras, referentes al entredicho o suspensión temporalimpuesta a los franciscanos y capuchinos para ejercer el ministerio de la predicación.Carecemos de datos suficientes para historiar este hecho. Es cierto que fueron suspendidosde la facultad de predicar, aunque desconocemos cuándo, cómo y por qué. Acudieron aDiego Chueca para que les levantase dicha suspensión. El obispo comentó el hecho a losmiembros del cabildo catedral. Los frailes franciscanos y capuchinos se hicieron presentesante el cabildo catedral para que favoreciera y apoyara su solicitud ante el obispo. Los canó-nigos Barcelona y Puyuelo hicieron de mediadores entre los frailes y el obispo quien,presumiblemente, levantó el entredicho que pesaba sobre los franciscanos y capuchinos.

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ción de la escuela de Gramática, Artes y Teología en el convento de lospadres dominicos y la fundación de las Carmelitas Descalzas.

3.4.1. La fundación de las carmelitas descalzas

El magistrado y notario Agustín Abengochea, casado con doña Beatrizde Oliva, hizo testamento el 25 de mayo de 1646 en Zaragoza y dejó suhacienda para fundar en Teruel un convento de monjas del SantoSepulcro de Jerusalén, como el que había en la ciudad de Zaragoza166. Losjurados turolenses no mostraron gran interés en llevar a cabo esta funda-ción y, por ello, los ejecutores testamentarios, cansados de esperar, en 1651exigieron una pronta respuesta a los munícipes turolenses. El silenciodocumental hace prever que en esta oportunidad tampoco manifestarongran interés a dicho requerimiento.

Sor Esperanza Abengochea, hija del don Agustín Abengochea, monjaprofesa en el convento del Santo Sepulcro de Zaragoza, albacea y benefi-ciaria directa del testamento de su padre, con permiso de su priora doñaPolonia de Salazar, renunció a todos los derechos de la herencia paternaen favor de la ciudad de Teruel. En compensación, recibiría anualmentetres mil sueldos jaqueses en dos pagas anuales, una para la fiesta de SanJuan Bautista y otra para la Natividad del Señor. Y con fecha 26 de julio de1657 se decidió emplear los bienes testamentales del Dr. Abengochea parafundar un convento de carmelitas descalzas en la ciudad de Teruel.

Los regidores de la ciudad y los patronos administradores de la SantaLimosna, instituida por Francés de Aranda a comienzos del siglo XV yestablecida en la Colegiata de Santa María de la Catedral de Teruel, en estaoportunidad se mostraron interesados por esta fundación. Con fecha 14 deseptiembre de 1657 asignaron ocho mil sueldos anuales para dotar a jóve-nes turolenses con vocación a la vida religiosa. Estas rentas de la SantaLimosna, incluso la concesión de tomar por adelantado tres o cuatro años,se aplicaron y fueron necesarias para la construcción del convento de car-melitas descalzas en Teruel. El establecimiento del Carmelo en Teruelparecía inminente, comenta Sor Ana María de la Santísima Trinidad167. Sinembargo, la fundación tardó en hacerse realidad dos largos años.

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166 EIXARCH, M., op. cit., Zaragoza, 1893, p. 72; LÓPEZ POLO, A., «Centenario del terceraniversario de la fundación del convento de carmelitas descalzas», Diario Lucha, n.º 6.171, 20junio 1961 y SEBASTIÁN, S., Inventario artístico de Teruel y su provincia, Teruel, 1974.

167 El monasterio de Carmelitas Descalzas de Teruel (según los documentos de su archi-vo), pp. 8-13.

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Desde el año 1624 existía en Zaragoza un convento de madres carmeli-tas descalzas, sujeto a la autoridad del arzobispo. Eran conocidas con elnombre de las Fecetas, por su fundador Diego Fecet168.

En esos momentos regía la archidiócesis de Zaragoza el mercedario FrayJuan Cebrián, quien había gobernado la diócesis de Teruel desde 1635 a1644. La diócesis de Teruel estaba regentada por el obispo Diego Chueca,quien en 1660 se encontraba a la sazón en Zaragoza desempeñando elcargo de diputado por el brazo eclesiástico en la Diputación del Reino.

Para hacer las capitulaciones de la nueva fundación del convento demadres carmelitas descalzas turolenses, el delegado de los jurados de la ciu-dad de Teruel (don Gregorio Julve) y las madres carmelitas fundadoras(Isabel de Jesús María, Ana del Espíritu Santo e Ignacia de Santa Teresa) delconvento de Zaragoza, firmaron un acuerdo ante el notario Francisco Ibáñezde Aoiz, en Zaragoza, con fecha 24 de septiembre de 1659. En las capitula-ciones se estipulaba que el convento sería de carmelitas descalzas reforma-das por Santa Teresa de Jesús, sujeto al obispo y bajo la invocación de SantaTeresa y San José. Se nombraba patrones de la fundación a los jurados de laciudad de Teruel, a los albaceas testamentarios del Dr. Abengochea y, a lamuerte de éstos, al deán de la catedral y al prior del Capítulo General turo-lense. El convento tendría capacidad para 21 religiosas y se emplazaría en ellugar donde el obispo y los patronos considerasen más apropiado. Entretanto, hasta que estuviese construido, las religiosas vivirían en las casas deBartolomé Durán, ubicadas en las inmediaciones de la iglesia de San Martín,sirviendo como iglesia conventual la ermita de San Bernardo.

La madres carmelitas se comprometían a recibir en el futuro conventosin dote a seis monjas de coro y dos legas, nacidas en la ciudad de Teruel ovecinas de la ciudad o, en último término, originarias de la Comunidad deTeruel. Estaba previsto que Sor Esperanza Abengochea viniese al conventode religiosas carmelitas de Teruel, aunque no ocurrió así y murió en suconvento zaragozano del Santo Sepulcro.

En las capitulaciones se especificaban los bienes testamentales del Dr.Abengochea, la mayoría censos, según la costumbre de la época. La rentade los inmuebles, propiedades situadas en Teruel y Zaragoza, ascendía a2.070 sueldos. La deuda reconocida por los acreedores de censos hacía unmonto de 95.627 sueldos anuales169.

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168 Vid. voces «Órdenes religiosas» y «Carmelitas», en Gran Enciclopedia Aragonesa, IX,Zaragoza, 1981, pp. 2.503-2.504 y III, Zaragoza, 1980, pp. 666-667.

169 Archivo Carmelitas Descalzas de Teruel, A-2-1 y B-minor 9.

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La llegada de las madres fundadoras todavía se retrasó unos meses. Seráel 18 de junio de 1660 cuando la priora del convento de Santa Teresa deZaragoza haga entrega al obispo Diego Chueca de las tres religiosas desig-nadas para la fundación turolense, madres Isabel de Jesús María, Ana delEspíritu Santo e Ignacia de Santa Teresa. Y ese mismo día salieron deZaragoza con destino a Teruel, acompañadas por el obispo.

El día 21 de junio, en cabildo extraordinario, el deán Tomás AntonioMartínez Rubio «propuso cómo las religiosas descalzas venían a esta ciudada fundar por el día de San Juan o el otro día y, por cuanto el señor obispo,Don Diego Chueca, volvía de Zaragoza, de la Diputación, y las religiosas,sería necesario hacer alguna demostración y dar la bienvenida al señorobispo y a las religiosas, por cuanto sale la ciudad al recibimiento de dichasreligiosas»170. Se acordó recibir al señor obispo y a las religiosas, evitando,sin embargo, concurrir y salir juntamente con la ciudad.

Dos días después, cuando la llegada del obispo y las religiosas era inmi-nente, nuevamente el deán Martínez Rubio en cabildo extraordinario«propuso cómo las religiosas carmelitas venían a fundar y la ciudad salía arecibirlas al portal de Guadalaviar». Informó que «el cabildo convino conla ciudad esperarlas en la puerta de la catedral. Allí recibirían al señor obis-po y señoras religiosas. Después las acompañaría la ciudad con el señorobispo a su casa, la casa del hospicio, en casa de Bartolomé Durán, fronte-ra a la Trinidad»171. Éste fue el acuerdo entre la ciudad y el cabildo. Senombró a los canónigos Benedicto y Carnicer para dar la bienvenida alobispo y religiosas.

No existe crónica escrita alguna del viaje realizado por el obispo y lasreligiosas. Llegaron a Teruel el día 24 de junio, festividad de San JuanBautista. Tras los saludos de bienvenida, el señor obispo llevó a las monjasa las casas de Bartolomé Durán, comenta Sor Ana María de la SantísimaTrinidad. Estableció la clausura y nombró priora a la madre Isabel de JesúsMaría, subpriora y maestra de novicias a la madre Ana del Espíritu Santo,y sacristana y portera a la madre Ignacia de Santa Teresa. Las religiosas car-melitas conservan en su archivo un documento, con la firma autógrafa delobispo Chueca, fechado el 25 de noviembre de 1660, pocos meses despuésde haber llegado a Teruel, donde corrobora «in scriptis» la fundación conestas palabras: «ratificamos la licencia que dimos y concedimos para suejecución y aprobamos, en cuanto fuere necesario, la erección que se hizo

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170 A.C.T., 114, cabildo extraordinario de 21-junio-1660.171 Ibídem, cabildo de 23-junio-1660.

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en un día del mes de junio próximo pasado de este presente y corrienteaño de mil seiscientos y sesenta, habiendo precedido la entrega de dichasreligiosas hecha por el señor arzobispo, su superior, y las dichas haberseconstituido debajo de la obediencia, corrección y gobierno nuestro y denuestros sucesores»172.

No poseemos documentación escrita sobre la construcción del conven-to. Sabemos, no obstante, que el obispo colaboró con 40.000 escudos paralas obras. Cuando él falleció, en 1672, todavía no se había concluido la edi-ficación. Las religiosas colocaron sus armas episcopales, labradas en már-mol, en la puerta de entrada del convento y, pintadas, en la bóveda centralde la iglesia; en una sala del claustro conventual guardan un lienzo al óleocon el retrato del prelado Diego Chueca, fundador del convento de carme-litas descalzas de Teruel.

Diez años después de la muerte del prelado, estando la sede turolensevacante por muerte de Fray Andrés Aznar, su sucesor, se bendijo la iglesiaconventual. El 10 de noviembre de 1682 los capitulares turolenses tuvieroncabildo en el coro de la catedral y resolvieron «hacer la bendición de laiglesia nueva de las madres descalzas con asistencia del cabildo y la ciudad.Esto fue a petición del Sr. Mezquita (Pablo Pedro Miguel Mezquita), canó-nigo sacristán y visitador de dichas religiosas (en sede vacante), por haberconocido tendrán mucho consuelo en esto»173.

Ese mismo año, tres meses antes, se bendijo la iglesia nueva de ElSalvador174. La decoración de ambas iglesias es muy parecida, como resal-tó el profesor Santiago Sebastián.

Una vez bendecida la iglesia conventual, «las religiosas descalzas dieronlas gracias al cabildo por medio del señor deán»175. Los capitulares acorda-ron con fecha 20 de noviembre colaborar con los gastos de cera en el tras-lado del Santísimo Sacramento a la nueva iglesia, que había de realizarseen los días sucesivos. Los gastos de esta ceremonia correrían por cuenta delcabildo, sacando «el dinero de la bolsa de la sede vacante». Para esasfechas, presumiblemente el convento e iglesia estaban ya concluidos.Habían transcurrido más de veinte años, desde el lejano 1660 hasta 1682.Sus moradoras haría tiempo que habitaban dentro de sus muros. Todavíaquedaban otras edificaciones por construir, como la enfermería y el cerca-

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172 Archivo Carmelitas Descalzas de Teruel, A-16.173 A.C.T., 115, cabildo 10-noviembre-1682.174 Ibídem, cabildo 14-agosto-1682.175 Ibídem, cabildo 20-noviembre-1682.

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do del recinto conventual, que se hizo en tiempos y con la ayuda del obis-po Francisco Pérez Prado, en el siglo XVIII.

Al establecerse las madres carmelitas en Teruel necesitaban la direcciónespiritual y formación continua impartida por los padres carmelitas, quie-nes también fundaron convento en la ciudad. En otro capítulo de esta his-toria hemos dejado escrito que la fundación del convento de carmelitasdescalzos se formalizó en los últimos años del pontificado de JerónimoZolivera. No obstante, la gestación fue labor de años. Los padres carmeli-tas fueron arrastrados a la ciudad por la llegada de las madres carmelitasdurante el pontificado de Diego Chueca.

Cuando los padres carmelitas vinieron a la ciudad, vivían y trabajabanen el hospicio de la ciudad. El Justicia de Aragón, don Miguel Jerónimo deCastellot, a mediados del siglo XVII, había dejado en el testamento susbienes para fundar un convento de carmelitas descalzos, varones o muje-res, en la ciudad de Teruel176.

Viviendo los padres carmelitas en el hospicio de Teruel, con los dinerosde esa institución compraron algunas posesiones en los extramuros de la ciu-dad. Así lo reconocían el prior y clavarios del convento carmelita de San Joséde Zaragoza, que hacían la siguiente declaración con fecha 12 de octubre de1680: «hacemos fe que una casa, con otras dos casitas, un huertecillo con suspatios y un tirador de paños, que se han comprado en la ciudad de Teruel,

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176 Ibídem, 253-14. Había hecho testamento el 21 de junio de 1657. Dejaba sus bienespara edificar un convento de madres carmelitas o, si esto no se llevaba a cabo, de padres car-melitas. Manifestaba en su testamento que «por intercesión de la Santa Madre Teresa deJesús he recibido en esta vida muchos y particulares beneficios de Dios Nuestro Señor y heexperimentado siempre en esta santa oficios de verdadera madre y abogada». Deseaba queel convento se pusiese bajo la invocación de San José, porque la Santa puso ese nombre a losconventos que fundó en vida, por la gran devoción que le tuvo. Se regirían por las constitu-ciones escritas y aprobadas por Santa Teresa. Las madres fundadoras vendrían del conventode San José de Zaragoza. Las jóvenes que estuviesen emparentadas con el fundador tendríanpreferencia de ingreso en el carmelo turolense. Daba libertad a las religiosas y a los juradosmunicipales para elegir el lugar donde edificar el monasterio. Pedía al concejo municipalque favoreciesen la fundación, por los beneficios espirituales que ello reportaría. Encargabaa las monjas la celebración de dos misas semanales en memoria de su eterno descanso, desus ascendientes y descendientes difuntos. Daba siete años de plazo para llevar a cabo la fun-dación. En caso contrario, el testamento programaba plazos sucesivos de cinco años para queel obispo y los jurados de Teruel edificasen el convento, o para que el padre provincial de laCompañía de Jesús en Aragón, el padre rector del colegio de la Compañía en Zaragoza y elpadre rector del colegio San Pablo de la Compañía en Valencia aplicasen los dineros de lafundación para levantar un convento o un colegio de la Compañía bajo la advocación de SanFrancisco Javier. Si ninguna de estas posibilidades se realizaba, mandaba a sus albaceas entre-gar sus bienes para beneficio de los pobres del hospital de Nuestra Señora de Gracia deZaragoza.

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en la partida que llaman Valdeparaíso, junto a la puerta de Guadalaviar, aun-que los actos están hechos y otorgados en favor de este convento, pero enrealidad y verdad se han comprado con dinero del hospicio que la religióntiene en dicha ciudad, y este convento sólo tiene el nombre prestado endicha compra. Y para que en adelante, cuando llegue la ocasión de la funda-ción en dicha ciudad y se haya de hacer en el sitio que está dicha casa, y esuno de los señalados por dicha ciudad, conste que es de la fundación»177.

Consta documentalmente que los padres carmelitas en 1668 solicitaronpermiso al concejo municipal para edificar el convento. Los munícipesturolenses autorizaron la fundación en el mes de abril de 1668, dando noti-cia de ello al cabildo catedral, quienes solicitaron al concejo municipal lascondiciones y «pactos con que la ciudad los había admitido, para discurrirsi se debía prevenir otras cosas»178. Pocos meses después, en el mes de julio,el deán seguía recordando al cabildo «cómo era justo no perder de lamemoria la fundación de los carmelitas y así se considerase si era necesa-rio prevenir algo». Se resolvió nuevamente solicitar al concejo municipal«los cabos con que los había admitido»179. En 1670, cuando ya el concejomunicipal había otorgado la licencia de construción, a cambio del pago de800 libras que abonarían los religiosos, el cabildo nombró al canónigomagistral Puyuelo para exponer o defender ante la Curia episcopal lasrazones «que se ofrecisen de embarazo porque dicha fundación no hayalugar, por estar ya fundado en dicha ciudad otro convento de carmelitasdescalzas, religiosas de dicha orden»180.

Superados todos los trámites burocráticos y posibles oposiciones, comohemos afirmado un poco más arriba, el monasterio de los padres carmeli-tas se levantó en los últimos años del pontificado de Jerónimo Zolivera.

3.5. LA ADMINISTRACIÓN DIOCESANA

Para conocer un poco más la situación de la diócesis de Teruel a media-dos del siglo XVII, puede ayudar bastante el estudio de las visitas pastora-les y ad limina realizadas por el obispo Diego Chueca, como también el aná-lisis de la legislación sinodal elaborada durante su dilatado pontificado.

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177 Ibídem, 258-1,fol. 151. Firmaban esta declaración Fray Nicolás de San Elías, prior,Fray José de Santa Teresa, subprior y clavario, Fray Pedro de San José y Fray Miguel de SantaMaría.

178 Ibídem, 115, cabildo-6-abril-1668.179 Ibídem, cabildo 6-julio-1668.180 Ibídem, cabildo 27-octubre-1670.

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Los datos recopilados sobre la visita pastoral no son muchos, aunqueelementales, por ausencia de fuentes documentales. El obispo sólo mandóun texto de visitatio ad limina a Roma. Las noticias sobre los sínodos dioce-sanos celebrados durante su pontificado son abundantes. El litigio jurisdic-cional entre el prelado y las iglesias regentadas por la Orden de San Juande Jerusalén quedará historiado en las páginas siguientes.

3.5.1. La visita pastoral

Revisados algunos libros parroquiales181, podemos afirmar que el obis-po Diego Chueca realizó la visita pastoral a las parroquias de la diócesiscada cuatro años: en 1648182, 1653, 1657, 1661, 1664 y 1668183. Consta quevisitó personalmente la diócesis, al menos, en cuatro ocasiones, 1648, 1653,1657 y 1664. Sin embargo, no la hizo los años 1661 y 1668. En 1661 estabaen Zaragoza desempeñando el cargo de diputado del Reino y en 1668 mar-chó nuevamente a Zaragoza para ocupar el mismo cargo por segunda vez,se quedó allí resolviendo algunos asuntos y, dada su avanzada edad, le sor-prendió la muerte en 1672. En las iglesias patrimoniales de la ciudad deTeruel no realizó visita pastoral alguna durante todo su pontificado184.

En 1661 y en 1668 realizó la visita el Dr. Juan Martín Arroyos, sobrino delobispo Chueca, doctor en Teología y ambos Derechos, protonotario apostó-lico y vicario perpetuo de Santa Eulalia del Campo, penitenciario de la cate-dral turolense y, posteriormente, vicario general del obispo Fray Andrés

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181 A.P. Torremocha, II (1598-1672), fol. 312-335; A.P. Torrelacárcel, II (1602-1717), fol.282v-326; A.P. Cella, IX (1630-1730), fol. 86v-155; A.P. Caude, III (1642-1701), sin foliar y A.P. San Andrés y San Pedro.

182 Con fecha 19-junio-1648 el cabildo catedral acordó nombrar a los canónigosBenedicto y Pérez para saludar al obispo Chueca, quien acababa de regresar de su primeravisita pastoral a la diócesis ( A.C.T., 114, cabildo 19-junio-1648).

183 En Torremocha el 11-mayo-1648 (fol. 312), 27-mayo-1653 (fols. 315-317), 20-mayo-1657 (fol. 320), 18-mayo-1661 (fols. 325v-326), 31-octubre-1664 (fols. 332v- 333) y 2-diciem-bre-1668 (fol. 335). En Torrelacárcel el 10-mayo-1648 (fol. 282v), 27-mayo-1653 (fols. 285-287), 21-mayo-1657 (fols. 315-316), 22-mayo-1661 (fol. 319), 3-noviembre-1664 (fols. 321-322) y 1-diciembre-1668 (fols. 325-326). En Cella el 7-mayo-1648 (fols. 86v-87), 23-mayo-1653(fols. 98-100), 15-mayo-1657 (fols. 106-107v), 16-mayo-1661 (fols. 123v-126), 29-octubre-1664(fols. 140v- 143) y 7-diciembre-1668 (fols. 154-155). En Caudé el 6-mayo-1648, 17-mayo-1653,10-mayo-1657, mayo-1661, 1-mayo-1666 y 8-diciembre-1668.

184 En el «libro de las Cintas» (A.C.T., 105, fol. 124v) se dice que en 1672, a la muertedel obispo Chueca, en 1672 el visitador nombrado por el cabildo giró visita pastoral a las igle-sias patrimoniales de la ciudad de Teruel. Se indica que «dos racioneros acudían a por el visi-tador a su casa. Acabada la función de visita, todos los racioneros de la parroquia visitadaacompañaban a la casa al visitador». Parece deducirse de la nota precedente que se trataría,como en otras múltiples ocasiones, de rasgos o normas protocolarias, vindicando con ellasuna singular situación del patrimonio de las iglesias de Teruel.

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Aznar, sucesor del obispo Chueca en la sede turolense. El Dr. MartínArroyos, experimentado en estos trabajos de visita pastoral, acompañarásiempre al obispo Fray Andrés Aznar y actuará como secretario de visita.

De los mandatos de visita se desprende que el obispo Diego Chuecarevisaba primeramente si se habían cumplido los mandatos de visitas ante-riores. Exigía meticulosamente el cumplimiento de todas las últimas volun-tades testamentarias y los legados píos185. Recordaba a los sacerdotes quedebían cumplir las normas sinodales y los mandatos salidos de la Curiadiocesana. En ocasiones dejaba la visita abierta, ordenando que los librosparroquiales fueran llevados a la Cancillería para examinar detenidamentelos quinque libri, las cuentas parroquiales y el racional de misas186. Recor-daba la manera concreta de hacer el asentamiento de partidas de bautis-mo, confirmación, matrimonio y defunción. Y obligaba siempre al párrocoo vicario a leer los mandatos de visita el domingo o fiesta más próxima aldía de la visita episcopal187.

3.5.2. La visita ad limina

En el Archivo Secreto Vaticano solamente se conserva un texto de visitaad limina enviado por el obispo Chueca el año 1663188. El obispo, con fecha4 de septiembre, escribía a la Congregación del Concilio manifestando lasrazones que le impedían hacer personalmente la visita. Tenía 72 años y,consecuentemente, sentía los achaques propios de la edad. Por defenderla doctrina del Concilio de Trento sobre la provisión de beneficios, mante-nía varios litigios frente a los patrones de los beneficios, de libre colación,de patronato eclesiástico y de la Orden militar de San Juan del Hospital.Éstas eran algunas de las razones expuestas por el prelado para delegar estacarga en otra persona.

Como ningún canónigo estuvo dispuesto a viajar a Roma para entregarel texto de visita ad limina, el obispo mandó al clérigo turolense Jerónimo

218 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

185 «Visitamos los legados píos de los difuntos que ha habido en la iglesia desde el añomil seiscientos cincuenta y tres hasta el año mil seiscientos cincuenta y seis inclusive» (A.P.Caudé, III [1642-1701], visita 10-mayo 1657, sin foliar).

186 «Mandamos al rector de dicho lugar que, por todo el mes de diciembre del presen-te año, lleve a la ciudad de Teruel el cabreo de la iglesia, continuado con todas las rentas, losracionales, para todo lo cual dejamos la visita en abierto por el tiempo que fuere nuestravoluntad» (A.P. Caudé, III [1642-1701], visita 1-mayo 1666, sin foliar).

187 «Mandamos al rector de dicha iglesia que publique en ella el primer Domingo o fies-ta colenda, al tiempo del ofertorio de la Misa conventual, estos mandatos y haga relación desu publicación y alcance de ellos» (A.P. Caudé, III [1642-1701], visita 6-mayo-1648, sin foliar).

188 A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes ad limina, año 1663.

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Dolz, que no era prebendado ni canónigo189. Al ser rechazado para cum-plir con esta misión, el obispo Chueca escribe al Santo Padre y le suplicaque sea aceptado el P. Maestro Juan del Cerro, agustino, residente enRoma190.

El obispo informaba en el texto de visita que la diócesis de Teruel, ubi-cada en el Reino de Aragón y sufragánea de Zaragoza, tenía templo cate-dral servido por seis dignidades, trece canónigos (cuatro presbiterales, cua-tro diaconales, cuatro subdiaconales y una para el oficial de la Inquisición),diez porcionarios (uno encargado de la «cura animarum», dos cantores delevangelio y de la epístola, tres músicos, dos cantores de antífonas, un orga-nista y un maestro de capilla) y veintitrés beneficiados. De las canonjíaspresbiterales, una era magistral, otra doctoral, y otra penitencial. La peni-tenciaría se proveía por concurso, interviniendo en la elección tanto elobispo como los canónigos.

En la ciudad de Teruel, además, había siete iglesias. A saber: San Pedro,San Andrés, San Miguel, San Salvador, San Martín, San Juan Bautista ySantiago el mayor. Al servicio pastoral de las mismas, eran admitidos sólolos nacidos en la misma ciudad, que formaban el Capítulo de Racioneros.Los aspirantes a formar parte de este Capítulo eran muchos. La cabeza delCapítulo era el prior, elegido anualmente. Para su sostenimiento, percibíanlos diezmos de la ciudad de Teruel y de otros lugares de la diócesis. Para lafábrica de estas iglesias y la adquisición de ornamentos y jocalías, se desti-naban las primicias de esos mismos lugares. En cada una de esas iglesiashabía varios porcionarios, que administraban los sacramentos a susparroquianos. Cada iglesia tenía su propia fuente bautismal aunque, segúntradición multisecular, todas formaban una única y exclusiva parroquia.Por eso, al frente de cada una había un vicario. Los turolenses, en elmomento de contraer matrimonio, podían elegir la parroquia a la quedeseaban pertenecer. Y a ella estaban adscritos siempre, sin poderse cam-biar, mientras no hubiese una causa justa, contando siempre con el permi-so del obispo.

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 219

189 Con fecha 15 de septiembre de 1663, el notario turolense, Dr. Juan Arroyo, presbíte-ro, extendió certificación de nombramiento para hacer la visita ad limina a favor del clérigoJerónimo Dolz, bachiller en Derecho civil con estudios en Derecho canónico, próximo aobtener el grado de doctor en ambos Derechos, «diocesano mío de familia ilustre», segúnescribía el obispo Chueca. Los estudiantes Pedro Puertas y Francisco Sanz, residentes en laciudad, actuaron como testigos de esta delegación.

190 El Padre del Cerro también actuará años más tarde, concretamente en 1679, comodelegado de visita ad limina para el obispo agustino Fray Andrés Aznar, quien gobernó la dió-cesis de Teruel desde 1673 hasta 1682.

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En la ciudad de Teruel había siete monasterios, cinco de varones y dosde mujeres; franciscanos observantes, mercedarios, trinitarios, capuchinosfranciscanos y dominicos eran los monasterios masculinos; las monjas deSanta Clara, sometidas a la autoridad y obediencia de los frailes francisca-nos, y las carmelitas de Santa Teresa, sujetas a la jurisdicción episcopal, dereciente fundación en la ciudad, eran las dos congregaciones femeninas.

Fuera de la ciudad de Teruel, en los pueblos había cinco monasterios,cuatro de varones y uno femenino: de monjas agustinas y carmelitas descal-zos en Rubielos de Mora, de mercedarios en Sarrión, de franciscanos enManzanera y Mora de Rubielos.

La diócesis estaba compuesta por 80 parroquias y una colegiata en Morade Rubielos. La colegiata estaba servida por cuatro dignidades (prior, can-tor, sacristán y vicario), cinco canónigos, varios porcionarios, capellanes yotros servidores, todos beneficios de patronato laical.

La Orden de San Juan de Jerusalén tenía dominio temporal en cuatropueblos, a semejanza del que poseen los arzobispos, obispos, abades ymonasterios en sus propias jurisdicciones.

Los sanjuanistas detentaban una jurisdicción restringida, sin dominioen el campo civil o criminal. Nombraban un juez, denominado vulgarmen-te justicia, que ejercía la justicia en nombre del rey, acomodada a las leyesdel Reino de Aragón. Si los súbditos apelaban, lo hacían directamente a lostribunales reales, nunca al comendador del lugar o prior provincial, deno-minado castellán de Amposta.

Según documentos antiguos, como son las donaciones reales aprobadaspor los Sumos Pontífices, la jurisdicción espiritual sobre las iglesias, ecle-siásticos y fieles cristianos pertenecía al obispo del lugar.

Los sanjuanistas percibían los diezmos y primicias de esos lugares. Elcastellán de Amposta (prior de la Orden militar de San Juan de Jerusalén)y los comendadores de los cuatro pueblos pretendían tener el derecho depresentación y nombramiento de los vicarios parroquiales, como en tiem-pos pasados lo tuvieron hombres seculares, los arzobispos de Zaragoza y losobispos de Teruel tras la desmembración.

Ahora, interpretando mal las bulas papales, dicen tener derecho de visi-ta sobre esos lugares y quieren que los sacerdotes que regentan dichasparroquias estén obligados a vestir el hábito de las Orden. Todo esto,comenta el obispo, está causando un profundo malestar.

El problema se suscitaba, según el parecer del obispo Chueca, porquelos sanjuanistas percibían las primicias de esos lugares, para el

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mantenimiento de la fábrica de los templos y la adquisición de jocalías yornamentos. En tiempos pasados la Orden militar de San Juan había cons-truido esos templos y, por todo esto, ahora se arrogaban muchos derechosy se consideraban dueños de las mismas.

El obispo Chueca solicitaba a Su Santidad que pusiese remedio a estosproblemas y suplicaba que el nombramiento y provisión de esas vicaríasrecayese sobre el ordinario del lugar.

En la diócesis existía, además, otro problema serio. Había algunas vica-rías que los sacerdotes no querían regentar porque los emolumentos quepercibían eran muy exiguos. Los patrones se reservaban gran parte de losfrutos de la rectoría, abonando a los vicarios unas rentas muy pequeñas,insuficientes para vivir decentemente. El obispo pedía al Papa que no tole-rase estas situaciones lamentables. Rogaba que las pensiones de las vicaríasascendiesen, al menos, a la mitad de las rentas de las rectorías.

3.5.3. El sínodo de 1657

El obispo Chueca celebró dos sínodos diocesanos, uno en 1657 y otroen 1662, pero publicó un solo volumen de constituciones en 1661.

En los primeros días del mes de marzo de 1657 el obispo comunicó alcabildo que deseaba celebrar sínodo diocesano «por haberlo escrito suSantidad a todos los obispos de España, para procurar de que reformen lascostumbres, y también en cumplimiento de los decretos del santo conciliode Trento»191. Pedía al cabildo que nombrase, como era costumbre, a cua-tro capitulares para examinar con él las materias «que convendría tratar endicho concilio (sic)». El cabildo eligió por escrutinio, con fecha 5 de marzo,al deán Tomás Martínez Rubio, al tesorero Pedro Lázaro, y a los canónigosJuan Benedicto Calvo y Francisco Aínsa192, quienes recibieron todas lasfacultades «para que comenten con el señor obispo todo lo que pareciereconveniente disponer en el sínodo»193.

El edicto de convocatoria está fechado el 4 de marzo. Va dirigido aldeán y cabildo catedral; al prior y cabildo de la colegiata de Mora deRubielos; a los rectores, vicarios y regentes de cura; a todos los demás clé-rigos y fieles cristianos. El sínodo comenzaría el 22 de abril, tercer domin-go después de la Resurrección del Señor, aunque se mandaba a los sinoda-

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191 A.C.T., 114, cabildo 3-marzo-1657.192 Ibídem, cabildo 5-marzo-1657.193 Ibídem, cabildo 14-abril-1657, sábado.

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les estar presentes en Teruel para el día 21, presentándose al secretario delsínodo, Dr. Juan Martín Arroyos.

Una vez recibido el edicto de convocatoria y transcurridos ocho días, lossacerdotes podían mandar memoriales sobre «algunas cosas que se debantratar, remediar, corregir, enmendar y determinar en dicho sínodo, asítocantes y pertenecientes a sus propias iglesias y parroquias, como al buenregimiento, gobierno y moderación de costumbres de toda nuestra dióce-sis». Los memoriales serían enviados cerrados y sellados al secretario delsínodo. Y cuando acudieran al sínodo, traerían memoria de los beneficiosy capellanías fundados en su parroquia, renta, obligaciones de misas y tipode residencia exigida al capellán o beneficiado; las misas doblas, de tabla,de almas y aniversarios.

El edicto fue publicado en la catedral y en las parroquias de la diócesisen la misa conventual del Domingo próximo a la recepción. El obispopedía «sus oraciones para que en todo acertemos».

Estaba prescrito que debían acudir necesariamente al sínodo «el deán ycabildo de nuestra santa iglesia a la profesión de fe y procesiones; y a losactos del sínodo las personas que acostumbran nombrar y diputar la igle-sia catedral; el nombrado por la iglesia colegial de Mora y el canónigo vica-rio en su nombre; los siete vicarios de las parroquias de Teruel; los recto-res y vicarios de nuestro obispado, y los que de presente rigen la cura porausencia o vacación del propietario. Todos los cuales han de venir conhábitos decentes, sobrepellices y mucetas para las dichas procesiones»194.Los gastos correrán a cargo «de la renta común de dichas iglesias», siendotenidos «por presentes en sus iglesias y beneficios, ganando todos las distri-buciones, frutos y emolumentos que en aquellos días les tocara»195.

El sínodo comenzó el día previsto. Los sinodales, acompañando proce-sionalmente al obispo, salieron del palacio episcopal y se dirigieron a lapuerta o entrada llamada del «Almudí». El obispo celebró la Santa Misarezada. Los sinodales estaban en la nave central de la iglesia catedral. Elcabildo permaneció en el coro. El obispo predicó, mientras los capitularesescuchaban el sermón desde las tribunilas.

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194 Constituciones Sinodales del obispado de Teruel. Hechas y recopiladas por el ilustrísimo y reve-rendísimo Señor Don Diego Chueca, obispo de Teruel, del Consejo de su Majestad, en la sínodo que cele-bró y concluyó en su palacio episcopal a 28 de abril el año 1657, siendo Pontífice nuestro Santo PadreAlejandro VII y reinando el invictísimo Filipo III de Aragón, Zaragoza, Diego Dormer, 1661 (a par-tir de ahora citaremos Constituciones Sinodales de 1657), Libro primero, Título primero, Deconstitutionibus, constitución 3.ª, p. 4.

195 Ibídem, constitución 2.ª, pp. 2-3.

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Al día siguiente, 23 de abril, se volvió a hacer procesión al templo cate-dral. Se celebró la Santa Misa, asistiendo todos los clérigos del CapítuloGeneral Eclesiástico, y durante todo el día estuvo expuesto el SantísimoSacramento en la catedral a petición de su Majestad el rey, «por el buensuceso de las armas de Portugal»196.

Las sesiones se continuaron «en la sala de palacio alta, donde se tienenlos convites las Navidades». El sínodo finalizó el 28 de abril a las seis de latarde. Se confirmaron «las constituciones impresas en el volumen quemandó hacer el señor don Fernando Valdés el año 1627». Para que losseglares pudieran tener noticia de las constituciones aprobadas en el síno-do de 1657, se ordena «a los curas las lean en los días de fiesta que hubie-se mayor concurso en la iglesia». Se manda «que todas las iglesias tenganestas constituciones, que las compren los mayordomos y las coloquen en elcoro y sacristía para que los capellanes y beneficiados las puedan leer»197.El obispo perdonó los derechos sinodáticos. Levantaron acta los notariossinodales Jerónimo Escobedo y Antonio Muñoz y la documentación delsínodo se archivó en la Curia eclesiástica. Actuó de secretario, como hemosdicho más arriba, el Dr. Juan Martín Arroyos, vicario de Santa Eulalia delCampo198.

3.5.4. El sínodo de 1662

El 14 de abril de 1662 asistió el obispo Chueca a la reunión del cabildoy expuso que «había algunas cosas que reformar y declarar algunas consti-tuciones que no se entendían como conviene, y añadir otras que con lamudanza de los tiempos son necesarias»199. Les pidió que nombrasen acuatro capitulares y, dos días después, mediante escrutinio secreto, fueronelegidos el deán Tomás Antonio Martínez Rubio, el tesorero Pedro LázaroLópez y los canónigos Laurencio Dimas Carnicer y Juan Martín Arroyos200.Se acordó que durante la celebración de la Santa Misa en el sínodo todoslos sinodales «asistieran dentro del coro como se había hecho en lo anti-guo, para que no quedase el cabildo tan desairado, comunicándolo con elseñor obispo, que piensa que no contradeciría»201.

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196 A.C.T., 105, fol. 102 v.197 Constituciones sinodales de 1657, Libro primero, título primero, De constitutionibus,

constituciones 6.ª y 7.ª, pp. 6-8.198 Ibídem, pp. 493-495.199 A.C.T., 114, cabildo 14-abril-1662.200 Ibídem, cabildo 16-abril-1662.201 Ibídem, cabildo 21-abril-1662.

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El sínodo comenzó el 23 de abril, domingo, después del canto litúrgicode nona. Celebró la Misa rezada el señor obispo, «sin otra música que tañerel órgano»202. La manera de celebrar las sesiones, así como el lugar, fueidéntica al sínodo de 1657. El sínodo «concluyó el miércoles por la tarde,26 de abril de 1662. Notificó el señor obispo al clero que pagasen por losgastos del sínodo los vicarios a cinco reales, y los rectores a diez. Y, en pre-sencia de su Señoría, fueron pagados los dichos»203.

Acabado el sínodo, el cronista capitular anotó tres asuntos que, a su jui-cio, convendría enmendar en futuras ocasiones. Primeramente que elcabildo quedaba muy solo en el coro mientras se están celebrando los ofi-cios en el presbiterio. Además, se salió de la iglesia muy tarde y, para evitar-lo, sería conveniente comenzar más pronto, por ejemplo, una hora antesde los oficios o a la hora acordada. Y, finalmente, el obispo «no se quitabael bonete» cuando hacía las proposiciones, comentando el cronista queestaría bien hacer alguna demostración de cortesía con los asistentes, aun-que no era obligado, pero estaba bien visto.

Se acordó en el sínodo, entre otras cosas, «cobrar diezmo de las hereda-des que de nuevo se han plantado de árboles (frutales)», como informaronlos cuatro capitulares sinodales al cabildo204. Los ciudadanos de Teruel seopusieron frontalmente, estando a la cabeza los munícipes. Se nombró aldeán y al tesorero «para que trataran el asunto con la ciudad», intentando«ver si, de bien a bien, vendrían en que se retirasen de las protestas y ape-lación que han interpuesto de dicha sinodal».

Años más tarde el Capítulo General Eclesiástico protestó contra la cons-titución sinodal donde se regulaba que los forasteros eran parroquianos dela catedral. El deán, el chantre y los canónigos Carnicer y Arroyos fueronnombrados para dialogar con el Capítulo General sobre esta cuestión205.

3.5.5. Las constituciones sinodales de 1657

El texto de las constituciones sinodales de 1657 está dividido en sietelibros. A su vez cada libro está subdividido en títulos y los títulos en consti-tuciones. La materia sinodal viene expuesta a lo largo de 495 páginas. Laenumeración de libros y títulos se hace en lengua latina. El volumen del

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202 Ibídem, 105, fol. 121.203 Ibídem.204 Ibídem, 114, cabildo 28-abril-1662.205 Ibídem, cabildo 19-febrero-1667.

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obispo Chueca recoge 56 textos del sínodo de Jaime Jimeno y gran partede las constituciones del sínodo del obispo Valdés Llano. Se trata, portanto, de un texto que refunde otros anteriores y que contiene escasos pun-tos que podamos considerar singulares y significativos.

Al tratar la materia de los sacramentos, se dan normas minuciosassobre el culto a la Eucaristía, manifestando de esa manera la estima delsínodo hacia el Santísimo Sacramento, reservado en el sagrario206 con unalámpara encendida día y noche207. La pila del bautismo se colocará en unacapilla cerrada. No existiendo esta capilla, la pila estará cubierta y limpia,cerrada con una llave, siempre en poder del párroco208. Los párrocos lee-rán cada año, el día de la Circuncisión del Señor, los bautizados, confir-mados, casados y muertos en el año que termina, «para que si el cura seha olvidado de escribir alguno de ellos, lo adviertan los que no le oyerennombrar»209. Para que los sacerdotes tuvieran a la vista los pecadosreservados en la diócesis por autoridad episcopal, en cada iglesia habríauna tablilla con la lista de los mismos210. El sínodo preceptúa a los que vana casarse saber la doctrina cristiana, al menos, el padrenuestro, el avema-ría, el credo, la salve y los mandamientos211. También se exigirá conocerla doctrina cristiana a los que se acerquen a recibir el sacramento de laPenitencia212.

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 225

206 Constituciones sinodales de 1657, Libro segundo, título tercero, constitución sépti-ma, pp. 20-21: «Ordenamos y mandamos que en cada iglesia parroquial haya sagrario fijo, demanera que no se pueda mudar… Y el dicho sagrario esté cerrado con llave, la cual tenga elcura, o su teniente, sin fiarla de otro que no sea presbítero; y el sagrario esté muy limpio, queno haya en él telarañas, ni polvo, ni se ponga en él otra cosa alguna, y esté hecho a tabla bienjunta, sin resquicio, ni agujero, lo más rico y adornado que se pueda, y delante de la puertahaya una cortina de seda con que se cubra, y esté decente. Otrosí mandamos a los dichoscuras renueven el Santísimo Sacramento de ocho en ocho días en verano, y de quince enquince en invierno, con hostias frescas del mismo día, o del día antes».

207 Ibídem, constitución novena, p. 22.208 Ibídem, Libro segundo, Título primero, constitución segunda, pp. 9-10.209 Ibídem, constitución sexta, pp. 12-13.210 Ibídem, Libro segundo, Título quinto, constitución décima: «Los casos a Nos reser-

vados. 1 La absolución de la excomunión por Nos impuesta. 2 La blasfemia pública. 3 Pecadode incesto. 4 Pecado contra naturam. 5 Cópula con religioso o religiosa. 6 Quien procuraaborto. 7 Cópula con hija espiritual. 8 Sacrilegio. 9 Poner manos violentas en padres o abue-los. 10 Quien por negligencia mata alguna criatura acostándose con ella. 11 Incendiario decasas, panes y taladores de árboles y vides. 12 No pagar diezmos. 13 Falsario de escrituras otestimonios. 14 Quebrantar la inmunidad eclesiástica. 15 Enviar criaturas al hospital tenien-do con que sustentarlas, sin que primero restituyan el daño al hospital. 16 Falsario de pesosy medidas. 17 Comer carne los días prohibidos sin necesidad. 18 Pecado de sortilegio oencantamiento. 19 Jurar falso juicio. 20 Raptor de vírgenes».

211 Ibídem, Libro segundo, Título octavo, constitución quince, p. 93.212 Ibídem, Libro tercero, título trece, constitución octava, pp. 154-155.

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Exhorta a los sacerdotes a guardar siempre la compostura para quenadie les falte al respeto, especialmente cuando celebren la Misa213.Prohíbe a los clérigos entrar en «taberna o bodegón, ni casa que se vendie-re vino blanco o claro, a comer, beber o jugar», y manda que no «jueguenvino entre sí, ni con seglares. Y si se embriagare, allende de las otras penas,por la primera vez esté un mes en la cárcel; por la segunda, dos; por la ter-cera quede suspenso por un año»214. Llevarán siempre hábito talar negro,bonete en la cabeza, corona abierta, la barba baja y sin bigotes. No adorna-rán sus dedos con anillos o sortijas215. Los párrocos vivirán en la casa parro-quial, conservando, mejorando y reparando los edificios parroquiales. Deesa manera se pretendía que las viviendas parroquiales tuviesen el decoropropio y necesario para desempeñar el oficio216.

El sínodo recoge el calendario de los días de fiesta para que los curasavisen anticipadamente a sus feligreses de las mismas217. En los días de fies-ta quedan prohibidos los juegos de «naipes, dados, bolos, argolla, pelota,trucos y otros antes que en esta ciudad, en nuestra iglesia catedral, se aca-ben los divinos oficios y en los lugares (aldeas) antes que se acabe la Misa

226 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

213 Ibídem, Libro segundo, título cuarto, constitución catorce: «Exhortamos a los recto-res y vicarios que en todas sus acciones procedan con tanta compostura y recato que no denocasión para que se les pierda el respeto…, porque estamos informados que algunas perso-nas, al tiempo que el cura o su teniente celebran la Misa conventual, por odio o pasión quetienen, o porque cumplen las obligaciones de su oficio reprendiendo los pecados del pue-blo, o ejecutando nuestros mandatos, atrevida y temerariamente se ponen a responder yaltercar con los curas y tenientes, llegando a tratarlos injuriosamente con escándalo del pue-blo».

214 Ibídem, Libro tercero, título primero, constitución quinta, pp. 98-99.215 Ibídem, constitución primera, pp. 94-95.216 Ibídem, Libro tercero, título trece, constitución doce, pp. 158-159.217 Ibídem, Libro tercero, título noveno, constitución primera, pp. 128-130: «Todos los

domingos del año. Las dos Pascuas de Resurrección y Pentecostés, con los dos días siguien-tes. La Ascensión del Señor. La solemnidad del Corpus Christi. La fiesta del patrón de cadalugar. enero: 1 La circuncisión del Señor. 6 Epifanía. 23 Santa Emerenciana, patrona de laciudad, y en ella es de guardar tan solamente, no en los lugares de la diócesis. febrero: 2 LaPurificación de Nuestra Señora. 24 San Matías, apóstol. marzo: 19 San José, esposo de laVirgen. 25 La Anunciación de Nuestra Señora. abril: 23 San Jorge, mártir, patrón del Reino.mayo: 1 San Felipe y Santiago. 3 La Invención de la Santa Cruz. junio: 24 La Natividad deSan Juan Bautista. 29 San Pedro y San Pablo. julio: 25 Santiago Apóstol. 26 Santa Ana. agos-to: 10 San Lorenzo, mártir. 15 La Asunción de Nuestra Señora. 24 San Bartolomé, apóstol.septiembre: 8 La Natividad de Nuestra Señora. 21 San Mateo, apóstol. 29 La dedicación deSan Miguel arcángel. octubre: 28 San Simón y San Judas, apóstoles. noviembre: 1 Todos losSantos. 30 San Andrés, apóstol. diciembre: 8 La Concepción de Nuestra Señora. 21 SantoTomás, apóstol. 25 La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. 26 San Esteban. 27 San Juan,apóstol y evangelista. 28 Los Santos Inocentes. Y encargamos a los curas persuadan a sus feli-greses que asistan el Jueves y Viernes Santo a los divinos oficios, acordándose que en estosdías se celebran los misterios de nuestra Redención, y lo mismo el día de Ánimas, para quetodos se acuerden de rogar por los difuntos».

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conventual. Y, asimismo, mandamos que en dichas fiestas ningún barberoafeite a persona alguna»218.

Se encarga a los párrocos leer el edicto de los pecados públicos en la pri-mera dominica de Cuaresma219. Una de las tareas principales de los párro-cos es la predicación. El sínodo recomienda utilizar el Catecismo Romano,«cuya doctrina seguirán en todo», para enseñar «aquellas cosas que a todosson necesarias para salvarse; las virtudes que han de seguir y los vicios quehan de huir, para conseguir la gloria celestial y librarse de la pena eterna.Y, asimismo, expliquen y enseñen los artículos de nuestra santa fe católica,los mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia, y la observancia de ellos; eluso y eficacia de los santos sacramentos, la santidad y reverencia con quelos deben recibir; los provechos y misterios de la Misa, y la devoción conque deben asistir a ella; encargando mucho el de la Penitencia y Comu-nión, cómo se han de confesar y disponer para comulgar; y cómo han dehacer oración a Dios, y lo que deben pedir en ella; y que se valgan de lainvocación a Nuestra Señora y de los Santos; y cómo han de adorar yreverenciar sus imágenes y reliquias; y la doctrina del Purgatorio, y que alas almas que en él están ayudan mucho los sufragios de los fieles,particularmente el santo sacrificio de la misa; y los disuadan y procurenapartar de todo género de superstición e induzcan a toda piedad»220. Serecomienda a los párrocos que cada sábado bendigan el agua de las pilas,que el sacristán habrá dejado limpias con anterioridad221. Se aconseja a lossacerdotes seculares y religiosos celebrar Misa del Patrocinio de laSantísima Virgen el segundo domingo del mes de noviembre, empleandolas rúbricas aprobadas para el día 5 de agosto. Este privilegio había sidoconseguido por el monarca Felipe IV222.

Se nombraron examinadores sinodales a todos los canónigos y dignida-des de la iglesia catedral. Y, además, para que hubiese más objetividad enlos concursos a beneficios y curatos, con permiso del Santo Padre se desig-na también a los siguientes sacerdotes: Lic. Juan de Bujeda y Alamán, canó-nigo vicario de la colegial de Mora; Dr. Juan Martín Arroyos, visitador gene-ral de nuestro obispado y vicario de Santa Eulalia; don Lucas Sánchez, rec-tor de Hinojosa; Dr. José Torán, racionero de San Salvador; don JuanLuesma, vicario de Rubielos; don Juan Barrera, vicario del Castellar; don

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 227

218 Ibídem, constitución segunda, pp. 130-131.219 Ibídem, Libro tercero, título trece, constitución catorce, pp. 160-167.220 Ibídem, constitución primera, pp. 145-147.221 Ibídem, constitución trece, p. 159.222 Ibídem, Libro tercero, título noveno, constitución quinta, pp. 134-136.

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Antonio Fuster, rector de Galve; don Jacinto Buil, rector de Rubiales; P.Presentado Fr. José Tibera, ministro del convento de la Santísima Trinidad;P. Presentado Fr. Tomás Pichón, comendador del convento de la Merced;P. Fr. Juan Francisco Zavallos, prior de San Raimundo; P. Fr. Antonio Jasso,guardián de San Francisco y P. Fr. Pedro de Zaragoza, guardián de los capu-chinos223.

Recuerda que en las iglesias no se hagan representaciones, comedias odanzas224. Prohíbe tomar tabaco en la iglesia, sacristía y coro, antes de lamisa y hasta una hora después de su celebración225. Exige a los sacerdotes«que en manera alguna permitan, ni den lugar, para que en las torres desus iglesias, ni dentro de ellas de día ni de noche, aunque sea en las festivi-dades de los santos que la tal iglesia celebra, ni por otra cualquiera causa,persona alguna eclesiástica o secular dispare mosquetes, arcabuces u otrocualquier género de arma de fuego, ni tire cohetes, boladores, tronadores,ni demás invenciones que se hacen con pólvora»226.

Se pagaba arancel, entre otros conceptos, por colación de canonjías,rectorías, vicarías y beneficios; por construir una iglesia o capilla; parahacer un altar, una pila de bautismo, o bendecir una campana; por lasletras dimisorias de un presbítero que se ausenta de la diócesis; por la licen-cia para trabajar los días colendos; para realizar procesiones fuera del tér-mino parroquial; por las letras dimisorias para ordenarse…227.

3.5.6. La Orden de San Juan del Hospital

Los problemas de los obispos de Teruel con la Orden de San Juan delHospital no eran algo nuevo. La cuestión se arrastraba de tiempos atrás. Yaen esta historia hemos dejado escrito que la Orden de San Juan de

228 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

223 Ibídem, Libro sexto, título primero, constitución primera, pp. 264-265. Los canóni-gos y dignidades que fueron nombrados examinadores sinodales son los siguientes: Dr.Tomás Antonio Martínez Rubio, deán; Dr. Miguel Julve, arcediano; don Gregorio Blesa, arce-diano coadjutor; don Matías Toda, arcipreste coadjutor; Lic. Pedro Lázaro López, tesorero;Dr. Juan Pérez de Cuevas, chantre; don Andrés Eliceche, sacristán coadjutor; Lic. Juan deAsín; Lic. Pablo Villarroya; Dr. Juan Benedicto Calvo; don Francisco Aínsa, canónigo docto-ral; Lic. Laurencio Dimas Carnicer; don Pedro Jerónimo Pérez Montagudo; don LucasSangorrín, canónigo magistral; Lic. Jose Aínsa; Lic. José Sebastián Dalda; Lic. Juan ValerianoBarcelona; don Antonio Asín, canónigo coadjutor; Lic. Atanasio Pascual de Vea, canónigocoadjutor y el Dr. Pedro Ambrosio Barberán, tesorero coadjutor.

224 Ibídem, Libro quinto, título primero, constitución primera, pp. 348-349.225 Ibídem, constitución quinta, pp. 252-253.226 Ibídem, constitución sexta, p. 254.227 Ibídem, Libro séptimo, Arancel de los derechos del sello, pp. 319-368.

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Jerusalén percibía, desde tiempo inmemorial, los diezmos de ciertos pue-blos de la diócesis, nombrando los vicarios y pagándoles bajos e insuficien-tes salarios. El obispo Valdés Llano informaba en el texto de visita ad limi-na que los comendadores de la Orden no se preocupaban de las iglesias nide los ornamentos y comentaba resignado que la solución de estos proble-mas no se presentaba fácil, a no ser que su Santidad lo remediase.

Cuando el obispo Chueca llegó a la sede turolense, las cosas seguían dela misma manera. Desde los primeros años de su pontificado comenzó aexigir sus derechos episcopales de visita y nombramiento de vicarios.

Escribió al Gran Maestre de la Orden informándole de sus pretensio-nes, quien le contestó en dos oportunidades casi seguidas (1-abril y 7-mayo-1648). El Gran Maestre reconocía al obispo el derecho de visita (sobre losquinque libri, la cura animarum, la administración de sacramentos, las obraspías, etc.), excepto a los miembros de la Orden. Sin embargo, otra cosabien distinta era poder ejercer este derecho. Los comendadores sanjuanis-tas turolenses se lo impedían al obispo.

Sumando a esto, además, que todos los privilegios e indultos de la Ordende San Juan del Hospital anteriores al Concilio de Trento habían sido abo-lidos por una bula del Papa Gregorio XIII fechada el 25 de noviembre de1580. Por tanto, a partir de esa fecha, las iglesias regentadas por la Ordensanjuanista debían gobernarse según la doctrina común tridentina.

Con fecha 31 de marzo de 1650 el obispo Diego Chueca hizo reconocerestos derechos por jurisfirma del Justicia de Aragón, don Agustín deVillanueva228. En 1663, aunque la doctrina estaba clara, la cuestión prácti-ca seguía sin resolverse, como exponía largamente el obispo en el texto devisita ad limina.

Siendo ya muy anciano el obispo, apoyado por su cabildo, volvió a reto-mar el asunto haciendo gestiones ante la real Audiencia. En 1668 el deánMartínez Rubio mandó a Zaragoza al canónigo tesorero José Dolz delEspejo y Arnal para que gestionase y agilizase la cuestión. Chueca facilitómucho el negocio «por haber abierto ya el camino», comentaba el tesore-ro Dolz del Espejo, al presentar documentación de cómo ya el arzobispoHernando de Aragón había hecho la visita en lugares regentados por laOrden de San Juan. Así se lo escribía el tesorero Dolz del Espejo al deánturolense en carta fechada en Zaragoza el 19 de enero229. Y le manifestaba

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 229

228 A.C.T., 189-17-22.229 Ibídem, 145-3-27.

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que los procuradores asalariados que el deán tenía en Zaragoza, lideradospor Faustino las Foyas, estaban agilizando las gestiones ante la realAudiencia.

Con fecha 8 de febrero230 el tesorero Dolz del Espejo comunicó al deánMartínez Rubio que el lunes pasado, 6 de febrero, el gobernador generalde Aragón y presidente de la real Audiencia, don Pedro Jerónimo de Uniésy de Navarra, reconoció al cabildo de Teruel el derecho de posesión sobrelas iglesias y lugares que anteriormente había tenido la Orden de San Juande Jerusalén231. El tesorero escribía en esa carta: «partiré con brevedad deesta ciudad y llevaré las letras de mittendo in possesionem y, así mismo, instruc-ción de la manera y forma que se ha de tomar la posesión de cada lugar yparroquia».

El cabildo turolense, después de cerca de dos años y medio de haberrecibido el documento, el 2 de octubre de 1671 nombró a mosén JoséLatorre, maestro de ceremonias de la catedral, como procurador paratomar posesión de aquellas parroquias232.

El cabildo llevaba intentando hacer la visita canónica a estos lugares, almenos, desde 1668. El obispo Chueca, por enfermedad y ancianidad, resi-día en Zaragoza y, por tanto, la responsabilidad de la visita pastoral recaíasobre el cabildo, como si la sede estuviese vacante. La toma de posesión delas parroquias sanjuanistas, sin embargo, no se efectuó hasta después de lamuerte del obispo Chueca. Mosén José Latorre, acompañado del notarioturolense Fernando Noguera, visitó y tomó posesión de esos lugares en elmes de julio de 1672, Villel (7 julio), Riodeva (11 julio), Sarrión y Albentosa(12 julio), Alfambra (14 julio), Escorihuela, Alcamín y Porteguela (15julio), Camañas (20 julio) y Campos (21 julio). No se menciona cuál fue lafecha de toma de posesión del pueblo de Orrios, perteneciente también ala Orden de San Juan. En el «Libro de las Cintas» encontramos esta escue-ta noticia: «1672. Por muerte de Don Diego Chueca, ocurrida el 18 de juniode 1672, el cabildo visitó las iglesias de San Juan de Jerusalén. Éstos no que-rían pagar, pues decían que eran exentos en virtud del documento MagniMagistri, según decían. Pero la catedral obtuvo jurisfirma del tribunal delJusticia de Aragón y con ella ejecutó la visita, y cobró los derechos»233.

230 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

230 Ibídem, 145-3-28.231 Ibídem, 189-17-1. Años más tarde, el canónigo Juan José Falcón, que se encontraba

en Zaragoza desempeñando el cargo de diputado, envió también varias copias de este docu-mento con fecha 24-agosto-1672.

232 Ibídem, 115, cabildo 2-octubre-1671.233 Ibídem, 105, fol. 124 v.

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4. CONCLUSIONES

El obispo Diego Chueca estaba en Zaragoza, acompañado por su sobri-no Jerónimo Chueca, quien le cuidaba en su ancianidad. Jerónimo Chuecaescribió el 7 de junio de 1672 al deán de Teruel y le informó sobre el esta-do crítico de la salud de su tío234. También se hallaba circunstancialmenteen Zaragoza el canónigo Juan José Falcón, desempeñando el cargo dediputado del Reino. Como la salud del obispo era precaria y la edad avan-zada, no resulta extraño, pues, que los últimos momentos de su vidaestuviesen cercanos. La noticia de su muerte fue comunicada por el canó-nigo Falcón al cabildo turolense en estos términos: «el señor obispo, queesté en gloria, murió sábado de mañana, antes de las tres horas, con dosdías de enfermedad y con todos los sacramentos. En este lugar ha causadomucho dolor, porque lo amaban generalmente muchos»235.

Diego Chueca murió el 18 de junio de 1672 «en la ciudad de Zaragoza;fue depositado su cuerpo en la capilla de San Martín de la metropolitanaiglesia de la dicha ciudad de Zaragoza», como quedó anotado en los quin-que libri de la parroquia de Santa María de la catedral 236.

La noticia del fallecimiento llegó al cabildo turolense el 25 de junio porcarta del canónigo Falcón. El cabildo mandó tocar las campanas de la cate-dral y de las demás iglesias en señal de duelo. En cuanto a «hacer la fiesta yactos funerarios por su alma queda a mayor inspección». Se acordó escribiruna carta de pésame al sobrino del obispo, Jerónimo Chueca. Además, «sedeterminó que se escriba a la reina dándole aviso de la muerte del señorobispo que, aunque esto no está en uso en la iglesia, no se va a perder poresta parte»237. Y se resolvió enviar una carta a todas las parroquias de la dió-cesis ordenando se hiciesen «rogativas por el alma del señor obispo»238.

Las carmelitas descalzas solicitaron inmediatamente el permiso y la pre-sencia del cabildo para realizar en su iglesia conventual un funeral por eleterno descanso del alma del obispo Chueca, fundador de su monasterio239.

Desconocemos la fecha exacta de cuándo se celebró el funeral en laiglesia catedral. Sabemos que el canónigo Arroyos abonó los derechos

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 231

234 Ibídem, 145-4-6.235 Ibídem, 260-2-4.236 A.P. Santa María, III (1616-1700), fol. 203.237 A.C.T., 115, cabildo 25-junio-1672.238 Ibídem, idem, cabildo 8-julio-1672.239 Ibídem, idem, cabildo 1-julio-1672.

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arancelarios, incluidos los entregados a los músicos que armonizaron laceremonia240.

El deán turolense, antes de fallecer el obispo Chueca y temiendo ya porsu vida, escribió al sobrino del obispo que le cuidaba en Zaragoza,Jerónimo Chueca, interesándose por la salud del prelado y recordándoleque debía entregar todas las pertenencias del obispo. El sobrino reconocíaal deán que era «muy justo que Vuestra Señoría atienda a los derechos pon-tificales que tan de justicia son» y, entre otras cosas, dio al canónigo Falcón«calices, vinajeras, salvilla, bujías, palmatoria, anillo, pectoral, jarro…» yprometió entregar todo «conforme es razón y justicia», asegurando que noha de faltar nada241.

El deán de Teruel escribió una carta de pésame al sobrino del obispoChueca, que le hizo llegar por medio del canónigo Juan José Falcón. Elcanónigo Falcón informó al cabildo que la disposición del sobrino del obis-po Chueca era muy buena, pues, comenta, «es cristiano y no faltará a suobligación»242. A vuelta de correo, el sobrino del obispo contestó al deán,manifestándole el profundo dolor que le había causado la muerte de su tíoy agradeciéndole la carta de pésame que le había enviado243.

Todas las pertenencias que el obispo Chueca llevó a Zaragoza fueronentregadas por su sobrino al canónigo Falcón, quien en los primeros díasdel mes de julio comunicaba al cabildo que lo enviaría «con brevedad» aTeruel244.

El subcolector apostólico, licenciado Blasco, exigió245 al canónigoFalcón en nombre del Nuncio Apostólico una pieza del pontifical del obis-po Chueca246. El canónigo Falcón y el canónigo Tabuenca, representantedel cabildo de Barbastro, no permitieron inventariar el pontifical al subco-

232 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

240 Ibídem, idem, cabildo 22-julio-1672.241 Ibídem, 145-4-6.242 Ibídem, 145-4-7, 29-junio-1672.243 Ibídem, 228-18-11. El sobrino del obispo, Jerónimo Chueca, consumido de dolor por

la muerte de su tío, se expresaba en estos términos: «toda la merced y honra que VuestraSeñoría es servido hacerme es bien merecida en el dolor que estoy experimentando de lamuerte de mi tío; pues, aunque procuro no dar rienda al sentimiento, sino poner la consi-deración en los consejos tan sanos que Vuestra Señoría me participa, con todo hallo razonescon que lo natural no me puede detener».

244 Ibídem, 260-2-5, carta fechada el 6-julio-1672. 245 Ibídem, 191-10-14, carta del Nuncio Apostólico al cabildo de Teruel, fechada el 27-

agosto-1672, reclamando y justificando su petición de una pieza del pontifical del obispoChueca; 145-4-12, carta del canónigo Falcón fechada el 24-agosto-1672.

246 Ibídem, 260-2-6, carta de 3-agosto-1672.

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lector apostólico. Sin embargo, aceptaron entregar una pieza al NuncioApostólico y le exigieron ápoca de ello. El Nuncio Apostólico escribió alcabildo turolense, explicando las razones jurídicas de sus derechos. El sub-colector también había exigido otra pieza por su trabajo, aunque le fuenegada247.

El cabildo turolense evaluó económica y temporalmente el pontificadodel obispo Chueca. Los datos estadísticos escuetos son los siguientes:«Estuvo en el obispado de Barbastro tres años y ocho meses; y, computadoen 4.000 escudos de renta cada un año, ganó 14.666 libras, 13 sueldos, 4dineros. Fue promovido a este obispado de Teruel y estuvo en él veinticin-co años, un mes y cinco días; y, computado éste en 10.000 escudos cadaaño, sacó de útil en dicho tiempo, 250.972 libras, 4 sueldos, 3 dineros.Importó el pontifical 445 libras, 17 sueldos. Se dividió y le tocó a esta igle-sia (Teruel) 425 libras, 8 sueldos; y a Barbastro le tocó 20 libras, 8 sueldos,11 dineros; y, en esta cantidad, se les dio las alhajas siguientes: una capablanca de tafetán, en 8 libras; dos tunicelas coloradas de rosetón, en 10libras; un pectoral de dos escudos con piedras verdes, en 2 libras, l6 suel-dos. Diósele 16 sueldos de más, por no poderlo ajustar de otra forma»248.

El obispo Chueca debía al cabildo turolense 50 escudos por la adminis-tración de justicia desde que fue nombrado obispo de Teruel hasta quetomó posesión de la sede. La deuda era legítima. El cabildo le pidió al obis-po muchas veces que la saldase. Éste siempre respondió que la cancelaría,pero «ha muerto sin pagarlos»249. El deán expuso el asunto al NuncioApostólico250.

DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) 233

247 Ibídem, 145-4-13, carta del canónigo Falcón fechada el 7-septiembre-1672.248 Ibídem, 115, cabildo 21-octubre-1672, viernes.249 En A.C.T., 217-92 hay un documento curioso, sin fecha, cuya regesta dice textual-

mente: «memoria de lo que deben pagar los albaceas testamentarios de Don Juan MartínArroyos, canónigo de Teruel, a Don Diego Chueca, obispo de Teruel, tío de aquél, por unaventa y otros créditos». El canónigo Juan Martín Arroyos falleció el 14 de mayo de 1682, diezaños después que su tío el obispo Chueca, como se cuenta en otra parte de esta historia. Almorir y hacer balance de sus bienes, a sus albaceas se les exige pagar a la diócesis de Teruel(entiéndase el cabildo catedral) algunas deudas que el canónigo Arroyos no había saldadoen vida. Aprovecharon el momento de la muerte para exigir el pago de las deudas atrasadas.Según este documento, éstas eran: los gastos ocasionados por la toma de posesión de la vica-ría de Santa Eulalia, pagados enteramente por el obispo Chueca; 500 libras por derechos devisita, los cuales se encontraban en poder del Dr. Arroyos a la muerte de su tío; un préstamode 2.206 libras que el obispo Chueca hizo a favor del canónigo Arroyos; el trigo, ordio yavena de los graneros de Cedrillas, el Pobo y Rillo que se quedó el canónigo a la muerte delobispo y, finalmente, la pensión alimenticia de los tres o cuatro años que el canónigo vivióen palacio, «sin tener necesidad de que estuviese en la casa con el obispo Diego Chueca».

250 Ibídem, 115, cabildo 27-julio-1672, miércoles.

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A comienzos del mes de septiembre el canónigo Falcón dio la noticiadel nombramiento de un nuevo obispo para la sede turolense, DiegoFrancés de Urritigoyti, hasta entonces prelado de Barbastro. Tomó pose-sión el 18 de mayo de 1673, habiendo permanecido la diócesis vacante porespacio de once meses. No obstante, Diego Francés no llegó a ejercer comoobispo de Teruel dado que el 25 de septiembre fue nombrado obispo deTarazona. El cabildo cobró los derechos de visita durante este período detiempo251. El Nuncio Apostólico comunicó al cabildo turolense con fecha3 de junio de 1673 que mandase a una persona idónea para cobrar losderechos de sede vacante, «conforme se ha estilado en las vacantes antece-dentes, con la puntualidad que acostumbra la Cámara Apostólica»252.

234 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

251 Ibídem, 76. El canónigo Carnicer rindió cuentas de esta sede vacante en tres oportu-nidades: 23-noviembre-1673, 9-marzo y 21-agosto-1673. El canónigo Mezquita visitó la vere-da de Cella. El chantre y mosén José Hinojosa visitaron la ciudad de Teruel y el resto de ladiócesis. El cabildo recibía mensualmente por administración de justicia en sede vacante lacantidad de 50 libras, que eran abonadas por la Real Cámara, como autorizó el Nuncio JulioRospigliosi, elegido Papa con el nombre de Clemente IX (Vid. A.C.T., 105, fol. 124 v).

252 Ibídem, 232-19-10.

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1 A.C.T., 105, fol. 150.2 En Guía de la diócesis de Teruel y Albarracín, Teruel, 1960, p. 8: «Nació en Zaragoza en

1612 y en 1632 profesó en el convento mayor de San Agustín de dicha ciudad. Fue enviadoa América, ejerciendo su apostolado en la provincia del Perú y siendo maestro de la univer-sidad de Lima. En Roma ejerció, después, importantes cargos en la Orden, trabajando en lacausa de canonización de Santo Tomás de Villanueva. En 1663 fue consagrado obispo deAlguer de Cerdeña, de cuya isla fue también virrey. En 1670 se posesionó del obispado deJaca y en 17 de julio de 1674 fue trasladado al de Teruel, en cuya ciudad entró el 26 de octu-bre de dicho año. Escribió varias obras, entre las que se hallan la vida de Santo Tomás deVillanueva y el Sermonario de Santos y Cuaresma, que fue muy utilizado. Hallándose en visitapastoral, en el pueblo de Bueña, falleció el 5 de mayo de 1682, siendo sepultado en la crip-ta del presbiterio de la catedral».

CAPÍTULO VII

FRAY ANDRÉS AZNAR NAVES (1673-1682)

Al comenzar mi investigación sobre el obispo Fray Andrés Aznar Navescomprobé que las noticias biográficas conocidas eran muy elementales. Enel episcopologio manuscrito del archivo catedral de Teruel puede leerse:«El décimo obispo que gobierna esta santa iglesia es el Sr. don Fray AndrésAznar, natural de la ciudad de Zaragoza, religioso agustino. Después de lasocupaciones de su religión y la de haber solicitado en Roma la canoniza-ción de Santo Tomás de Villanueva, su Majestad le hizo merced del obispa-do de Jaca, y del de Jaca pasó a éste, donde toma la posesión a 17 de juliode 1674 por procurador, que lo fue el canónigo Sebastián Dalda. Hizo suprimera entrada el 26 de octubre de 1674. Y habiendo salido a visitar suobispado, el año 1682, murió en el lugar de Bueña, día de la Ascensión delSeñor, a 7 de mayo. Fue traído su cadáver a la catedral, y está sepultado enel presbiterio, en el carnerario adonde se entierran los señores prebenda-dos, en uno de los nichos. Se puso su cadáver en un cajón, y está en elnicho de enfrente, bajando la escalera a la mano derecha, el más alto»1.

Estos datos fueron publicados y ampliados en el Breve episcopologio de ladiócesis de Teruel 2. Y, con anterioridad, habían sido recogidos por Manuel

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Eixarch Santapau3, que con toda seguridad tuvo a la mano y consultó laobra magna de Gómez Uriel4.

Para reconstruir la biografía de Fray Andrés Aznar investigué en losarchivos capitular e histórico diocesano de Teruel. Examiné la sección deprocesos consistoriales y de visitas ad limina del archivo secreto vaticano.Para estudiar los encargos desempeñados en la orden de San Agustín, con-sulté una abundante bibliografía agustiniana y algunos documentos delArchivo General de Simancas.

El trabajo consta de dos partes bien diferenciadas: datos biográficos ymisiones desempeñadas por el P. Andrés Aznar como religioso agustino ysus quehaceres episcopales al frente de tres diócesis, estudiando funda-mentalmente los trabajos pastorales como obispo de Teruel, donde trans-currió la última década de su vida.

1. FRAILE AGUSTINO

Todos los biógrafos de Andrés Aznar afirman unánimemente que nacióel año 1612 en Zaragoza. El cronista agustino de la provincia de Aragón, P.Jordán, indica además que era hijo de Andrés y Águeda, feligreses de laparroquia de Santa María Magdalena5.

A temprana edad, aproximadamente hacia los 12 años, ingresó en elconvento zaragozano de San Agustín. Las normas de la Orden, vigentesdesde el Capítulo General de 1507, prohibían recibir a jóvenes menores de12 años y ordenaban que no hiciesen la profesión religiosa antes de habercumplido los 186.

El antiguo convento de San Agustín había sido fundado el año 1286.Anteriormente había estado en posesión de los frailes franciscanos, a quie-nes se lo había donado el Papa Nicolás IV. En el siglo XVII era un viejocenobio de honda raigambre religiosa, remodelado recientemente por el

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3 EIXARCH, M., Los obispos de Teruel: Apuntes biográficos, Teruel, 1893, pp. 83-87.4 GÓMEZ, M., Escritores aragoneses de Latassa. Diccionario biográfico-bibliográfico, I-III,

Zaragoza 1885-1886, Concretamente I, pp. 167-168.5 JORDÁN, J., Historia de la provincia agustiniana de la Corona de Aragón, III, Valladolid,

1704, p. 177.6 ESTRADA, B., Los agustinos ermitaños en España hasta el siglo XIX, Madrid, 1988,

pp. 63-64.

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P. Tomás Antillón, albarracinense de origen7, y que será destruido durantela guerra de la Independencia8.

1.1. PROFESIÓN RELIGIOSA

Andrés Aznar realizó en este convento los estudios humanísticos, filosó-ficos y teológicos. La preparación humanística se prolongaba durante bas-tante tiempo, culminándose tres años después de haber realizado la profe-sión religiosa, según la normativa del Capítulo provincial de Aragón de16259. Andrés Aznar, finalizado el noviciado, profesó el 19 de septiembrede 1632 ante el prior Fr. Juan de Urraca10, a la edad de 20 años.

La carrera eclesiástica, como afirma Estrada, «tenía una duración deocho a nueve años para los religiosos que aspiraran solamente al sacerdo-cio; y de doce a quince años a quienes conseguían, sin dispensa, todos losgrados académicos»11. Con estos presupuestos, Fray Andrés concluiría susestudios filosófico-teológicos hacia 1640.

1.2. LECTOR DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA

La Orden le otorgó el grado académico de Lector en Filosofía yTeología12 y le mandó al convento de Huesca, fundado pocos años antes13,para enseñar Teología en la cátedra de Prima. Los agustinos observantesposeían Estudio de Teología en la casa conventual de San Nicolás deTolentino (Huesca) desde 162014. Hay constancia documental de que en1643 (3-V) sus hermanos de hábito del convento de San Sebastián de Épilale consultaron ciertas cuestiones. Aparece su firma, junto a otros 16 religio-sos, con el título de Lector15.

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7 Ibídem, pp. 495-496. «Era casa matriz, con noviciado y estudios de Filosofía yTeología. Había conferencias semanales de esa facultad, además de las de Moral católica,obligadas en todos los conventos por estatuto».

8 FATÁS, G., (coord.), Guía histórico artística de Zaragoza, Zaragoza, 1982, p. 233.9 ESTRADA, op. cit., pp. 63-64.

10 BARRUECO, M., Agustinos aragoneses misioneros, Zaragoza, 1990, pp. 48-50.11 ESTRADA, op. cit., pp. 63-64.12 GÓMEZ, M., op. cit., I, Zaragoza, 1885, p. 167.13 Los aragoneses y el nuevo mundo, Zaragoza, 1986, p. 86.14 DURÁN, A., voz «Diócesis de Huesca», D.H.E.E., II, Madrid, 1972, p. 1108.15 BARRUECO, M., «Los agustinos aragoneses y la evangelización de América», Semanario

católico El Pilar, n.º 4820, 29 enero 1986.

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Los superiores religiosos le mandaron interrumpir sus tareas docentesen Huesca y le enviaron a América. Debió ocurrir con posterioridad al año1643 y, con toda seguridad, no antes de 1650, dado que su nombre no figu-ra en la lista de embarques de la Casa de Contratación que conocemos16.Fue destinado al Virreinato del Perú, donde enseñó Teología en laUniversidad de San Marcos17.

El P. Jordán describe, en su Crónica de la Corona de Aragón, el efímeropaso de Fray Andrés por Indias de esta manera: «A pocos años que estuvoen aquella provincia, fue tal el concepto que formaron los Padres de ella,de las letras y prudencia del Padre Lector Aznar, que, ofreciéndoseles cier-tos negocios graves —de los que nos ocuparemos más adelante—, le eligie-ron para que fuese a Roma a comunicarles con Nuestro ReverendísimoPadre General»18. Tras breve estancia en España a finales de 1652, «llega ala Ciudad Eterna, expone la cuestión al Padre General, las razones que loavalan y la solución probable. La Curia acepta sus conclusiones. El PadreGeneral aprecia las dotes excepcionales que posee y lo retiene cerca de él,como un hombre experimentado en los negocios del Nuevo Mundo»19.

Estando en Roma, el Padre General le delegó para presidir el Capítuloprovincial del Reino de Aragón de 1654. En la provincia agustiniana deAragón, como ocurría en Castilla y Andalucía, la corriente regionalistacreó dificultades en el gobierno interno de las casas religiosas. En ocasio-nes fue necesaria la intervención de Roma, a nivel de la Orden y de laSanta Sede, para restablecer la calma.

Los aires regionalistas se agudizaron en Cataluña durante la guerrasecesionista de 1640 a 1658. Los agustinos catalanes solicitaron al PadreGeneral formar una provincia independiente. Por motivos similares, desdecomienzos del siglo XVII, estaba establecido el turno alternativo para cele-brar los Capítulos provinciales en el Reino de Aragón, según este orden:Cataluña, Aragón, Valencia e Islas Baleares. Estas asambleas provinciales secelebraban en seis conventos: San Agustín de Barcelona, Zaragoza yValencia, el Socorro de Valencia y Palma de Mallorca, y San Sebastián deÉpila. La concesión de este privilegio a favor del convento de Épila, funda-do por los Condes de Aranda, era reciente, desde 1638.

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16 MARTÍNEZ, M.ª C., «Participación de los agustinos en la evangelización de América yFilipinas según los libros de pasajeros de la Casa de Contratación (1600-1650): Agustinos enAmérica y Filipinas», Actas del Congreso Internacional, II. Valladolid-Madrid, 1990, pp. 961-983.

17 ESPADA, A., voz «Aznar y Naves, Andrés», D.H.E.E., I, Madrid, 1972, p. 166.18 JORDÁN, op. cit., p. 177.19 BARRUECO, op. cit.

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De sobras es conocida que la situación de Cataluña por esos años eracrítica. Barcelona, tras quince meses de asedio, capituló el 11 de octubrede 1652. La Generalidad reconoció a Felipe IV. En este ambiente, reincor-porada Cataluña a la Corona de Aragón, se celebró el Capítulo provincialen Épila, que se estrenaba como casa grande capitular. Era el 25 de abrilde 1654. Allí acudieron los representantes de los cuatro reinos y presidió elP. Andrés Aznar Naves, representando al General de la Orden20.

Acabado el Capítulo provincial regresó a Roma. En 1655 hubo CapítuloGeneral y el P. Aznar asistió como Definidor por la provincia de NuestraSeñora de Gracia (Perú y Bolivia). En este Capítulo romano resultó elegi-do como Asistente General de España e Indias21. Desempeñó el cargo,como era práctica habitual, durante seis años. Durante ese período detiempo actuó también como Calificador del Santo Oficio y Consultor de laCongregación del Índice22 e intervino en la causa de canonización deSanto Tomás de Villanueva23, pues «del despacho final de la bula decanonización, preparativos para las fiestas que se celebraron en Roma en1658, y de todo lo demás concerniente a los solemnes actos que allí tuvie-ron lugar para la proclamación de Santo al Padre de los pobres, estuvoencargado el P. Aznar por comisión de las provincias de España».

Al finalizar sus funciones como Asistente General, regresó, en 1661, alconvento de San Agustín de Zaragoza. Ese mismo año fue nombrado pre-dicador del monarca Felipe IV. Al año siguiente fue designado para regirla diócesis de Alguer (Cerdeña). En aquellos momentos la isla de Cerdeñapertenecía a la Corona española y, de acuerdo con el fuero «De Praelatu-ris» votado en las Cortes de Maella de 142324, los obispos nombrados paragobernar sus diócesis debían ser regnícolas de Aragón.

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20 ESTRADA, op. cit, pp. 93-94 y 99.21 A.G.S., Estado, leg. 3.028.22 SANTIAGO, G. de, Ensayo de una biblioteca iberoamericana de San Agustín, I, Madrid, 1913,

p. 299.23 Tomás García, conocido como Tomás de Villanueva porque sus padres vivían en

Villanueva de los Infantes, nació en Fuenllana (Toledo) el año 1486. Comenzó sus estudios(1502) en Alcalá, obteniendo el bachillerato en Artes (1508) e ingresando (1509) en elColegio de San Ildefonso hasta alcanzar el título de Maestro en Artes. Ocupó cátedra de Artes(1512-1516) en Alcalá. Marchó a Salamanca (1516) e ingresó en la Orden de San Agustín,donde tomó el hábito (21-XI-1516) y profesó (25-XI-1517). Desempeñó cargos de responsabi-lidad dentro de la Orden, siendo nombrado predicador y consejero de Carlos V, que le presen-tó (1544) para arzobispo de Valencia. Murió santamente en Valencia (8-IX-1555) y fue sepul-tado en la iglesia de la Virgen del Socorro. Fue beatificado por Paulo V el 7-X-1618, y canoni-zado por Alejandro VII (1-XI-1658). Vid. ITURBE, A., voz «Tomás de Villanueva», D.H.E.E., IV,Madrid, 1975, pp. 2763-65 y TURRADO, A., Santo Tomás de Villanueva, Madrid, 1995.

24 MIGUEL, I., Don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza (1539-1575). Índole pastoral ytalante reformador del último arzobispo de la casa real de Aragón, Zaragoza, 1994, p. 51.

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Fray Andrés recibió la consagración episcopal en el convento zaragoza-no de San Agustín25. Le confirió el orden episcopal el agustino FrayBartolomé Fontcalda, obispo de Jaca y posteriormente de Huesca. Diezaños más tarde, según escribe Barrueco, «el 25-IV-1672 sucede un hechomemorable para la provincia de Aragón: el Padre Francisco de Urraca,exprovincial, es consagrado obispo de Bosa (Cerdeña). Preside la ceremo-nia litúrgica el arzobispo de Zaragoza, P. Francisco de Gamboa, agustino;le auxilian los obispos de Jaca y Huesca, agustinos. Cuatro agustinos sehallan en la iglesia de San Agustín. El arzobispo, hijo del célebre conventode Salamanca; los otros tres, hijos del convento de San Agustín deZaragoza»26.

El talante espiritual del obispo agustino Andrés Aznar queda reflejadopor el cronista Jordán con estas elogiosas palabras: «Vivió nuestro obispoAznar con grande ejemplo. Ayunaba a pan y agua todas las vísperas deNuestra Señora. Oía tres y cuatro Misas cada día, y algunos dejaba de decir-la, teniéndose por indigno de llegar todos los días a la Mesa del Altar.Nunca se ponía en cabecera de mesa, lamentándose de los pobres que notenían qué comer y confundiéndose de que Nuestro Señor le hubiera dadoa él con tanta abundancia, sin merecerlo»27.

1.3. OBRA LITERARIA

La obra literaria de Andrés Aznar es enumerada de manera genérica porGómez Uriel en su Diccionario Biográfico-Bibliográfico28. Gregorio de Santiagoanaliza y verifica esas afirmaciones 29, que son concretadas por Espada30.

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25 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fols. 307 v - 308.26 BARRUECO, M., Agustinos aragoneses misioneros, p. 50. Francisco de Gamboa fue arzobis-

po de Zaragoza desde 2-VII-1663 hasta 22-V-1674. CANELLAS, A., voz «Diócesis de Zaragoza»,D.H.E.E., IV, Madrid, 1975, p. 2809 y CARRETERO, E. D., voz «Gamboa, Francisco», D.H.E.E.,II, Madrid, 1972, p. 970.

27 JORDÁN, op. cit., p. 177.28 GÓMEZ, op. cit., p. 168: «Escribió: 1.º Memorias relativas a la canonización del beato

Tomás de Villanueva, religioso agustino, arzobispo de Valencia. 2.º Actas de la canonizaciónde este Santo, Roma, imprenta de la reverenda Cámara Apostólica, 1658. 3.º Versión de lavida del mismo Santo. 4.º Discursos sobre asuntos de su religión en América. 5.º Un Santoraly Cuaresma».

29 SANTIAGO, op. cit., pp. 300-302.30 «Series actorum omnium in canonizatione Sancti Thomae a Villanova, Romae 1658.

Carta a Felipe IV participándole la canonización de Santo Tomás de Villanueva. Memoriasrelativas a la canonización de Santo Tomás de Villanueva, manuscrita, y muchos papeles delPadre Aznar y Naves se encuentran en el Archivo de Simancas». ESPADA, op. cit., p. 166.

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El libro sobre la canonización de Santo Tomás de Villanueva fue reedi-tado en 165931. El Sermonario de Santos y Cuaresma no consta que fueseimpreso. Los discursos sobre asuntos de su religión en América, de los que noshabla Gómez Uriel, aunque no llegaron a la imprenta, fueron tema cons-tante de su trabajo desde su arribo a Europa por espacio de seis años. Vinoa Roma como delegado de la provincia de Nuestra Señora de Gracia. Actuócomo Definidor del Perú en el Capítulo General de 1655, donde salió ele-gido Asistente General de España e Indias.

1.4. TRABAJANDO EN EL VIRREINATO DEL PERÚ Y EN ROMA

Las órdenes religiosas tuvieron un papel importante en la evangeliza-ción de América Latina. A los franciscanos y dominicos, llegados a prime-ra hora, se añadieron posteriormente la Orden de San Agustín (1533), losjesuitas (1566) y la Orden de la Merced (1576)32.

Los agustinos llegaron al Virreinato del Perú en 1551. Por real cédulade la Casa de Contratación, fechada el 29 de marzo de 1550, se mandabadar «pasaje y malotaje a estos religiosos» agustinos que, con aprobación delCapítulo General de la Orden, se embarcaban hacia el Perú. Aquella pri-mera expedición estaba compuesta por doce frailes33. Además, cuando elvirrey de Méjico, Antonio de Mendoza, fue trasladado al Virreinato delPerú en 1550, el monarca Carlos V le sugería en la cédula de nombra-miento llevar consigo algunos frailes agustinos. Los superiores de la Ordenen Méjico mandaron con él a dos religiosos, que desembarcaron en Limael 12 de septiembre de 155134.

En los comienzos, los agustinos llegados al Virreinato del Perú dependíanjurídicamente de la Provincia de Castilla. El vicario de la Orden de San

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31 SANTIAGO, op. cit., VIII, El Escorial, 1931, p. 494.32 SASTRE, E., «Ensayo de una periodización de la construcción de la Iglesia en las Indias

(1492-1648)», Hispania Sacra, 91 (1993), p. 208.33 MORA, J.L., Misiones agustinianas en el Perú: Agustinos en América y Filipinas, I,

Valladolid-Madrid, 1990, pp. 189-203.34 Vid. EGAÑA, A. de, Historia de la Iglesia en América española. Desde el descubrimiento hasta

comienzos del siglo XIX, Madrid, 1966, pp. 351-353, donde afirma que «se residenciaron enLima, Huamachuco, Laymebamba (Chachapoyas), Trujillo, Cuzco, Arequipa, Abancay,Collao, Cajamarca, Ica, Saña, Huánuco, Chusgón, Nazca, Cañete, Callao, Nuestra Señora deGuadalupe (entre Cañete y Trujillo), Charcas, La Paz, La Plata, Potosí, Tarija, Copacabana,Cochabamba, Valle de Clisa… Los agustinos desde el Perú avanzaron hacia la región deApolobamba, al oriente del Titicaca, y trabajaron con los indios lecos, y fundaron el pueblode Nuestra Señora de Guadalupe (1615) y llegaron hasta la tierra de los mojos (BoliviaNorte)». Vid. también VILLAREJO, A., Los agustinos en el Perú y Bolivia (1548-1965), Lima, 1965.

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Agustín, P. Tadeo Guidelli, en 1586 (16-VIII) los desvinculó de la jurisdicciónde Castilla, creó la provincia de Nuestra Señora de Gracia (Perú y Ecuador),nombró un vicario general para la nueva provincia y señaló que el tiempo deduración para los cargos de provincial y prior en Indias sería de cuatro años35.

Una vez iniciados los trabajos misioneros, los agustinos que vivían enLima construyeron convento e iglesia36. Durante el provincialato de FrayAlonso Pacheco (1594-1598) comenzaron a edificar unas dependenciasindependientes del convento para los novicios y profesos estudiantes: unEstudio General propio y exclusivo de la Orden, que recibió el nombre deSan Ildefonso. Estos locales se terminaron de construir el año 1612. ElEstudio de San Ildefonso recibió el título de Universidad Pontificia «intraclaustra» por breve de Paulo V (13-octubre-1608), con capacidad para otor-gar grados académicos37.

1.5. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS

Todos los esbozos biográficos sobre Fray Andrés Aznar aseguran unánime-mente que enseñó Teología en Lima, en el Estudio General de San Ildefonsoy en la Universidad de San Marcos38. Los agustinos traspasaron al clero secu-lar la mayoría de las doctrinas (parroquias) regentadas por ellos en elVirreinato del Perú a finales del siglo XVI y concentraron sus esfuerzosevangelizadores en las ciudades, tomando parte activa en labores docentes.Durante todo el siglo XVII —según afirma Carlos Alonso—39 los frailes agus-tinos que tuvieron cátedra en las aulas universitarias de San Marcos40 superanla cifra de un centenar, entre quienes se debe contar a Fray Andrés Aznar.

Como ha quedado expuesto en páginas anteriores, Fray Andrés no perma-neció muchos años en Lima. En la provincia de Nuestra Señora de Gracia sur-

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35 ESTRADA, B., op. cit., pp. 43-45.36 Vid. BERNALES, J., El arte agustiniano en el Virreinato del Perú: Agustinos en América y

Filipinas, I, Valladolid-Madrid, 1990, pp. 525-572, especialmente sobre el convento e iglesiaen pp. 528-542.

37 LOHMANN, G., «Pensamiento de agustinos ilustres del Perú en los siglos XVI-XVII»,Agustinos en América y Filipinas, I, Valladolid-Madrid, 1990, pp. 205-236.

38 ESPADA, A., op. cit.; GÓMEZ, M., op. cit., p. 167; SANTIAGO, G. de, op. cit, I, p. 299 y Losaragoneses y el nuevo mundo, Zaragoza, 1986, p. 86.

39 ALONSO, C., «Los agustinos y la cultura universitaria en América», Agustinos en Américay Filipinas, I, Valladolid-Madrid, 1990, pp. 416-419 y 424-427.

40 La Universidad de San Marcos fue fundada según el modelo salmantino por losdominicos. Primeramente se estableció en el Estudio General que los dominicos tenían enLima. La real provisión de creación está fechada el 12-mayo-1551. Desde los comienzos seluchó por independizar a la Universidad de los claustros religiosos, consiguiéndose en 1571con la ayuda del virrey Francisco de Toledo. La confirmación papal de la Universidad vino

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gieron algunos problemas de régimen interno. El número de religiosos nati-vos creció notablemente y, en ocasiones, igualaba o superaba a los españoles.Por ello, con lógica reivindicación, deseaban acceder también a los cargos rec-tores en la provincia y en los conventos. La solución se conoce con el nombrede alternativa o alternancia, como escribe el cronista agustino BernardoTorres: «para quitar y destruir todas las riñas, pleitos y controversias quepuede haber, admitimos y concedemos a nuestra Provincia peruana laalternativa; conviene, a saber, que en adelante, en los tiempos futuros, en uncuatrienio se elija provincial algún padre natural de ella, vulgarmente llama-do criollo, y en el cuatrienio siguiente se elija también provincial algún padrecastellano, que sea hijo de hábito de la provincia»41. Esta normativa fue con-firmada por bula del Papa Urbano VIII dada en Roma a 12 de abril de 1625.

El año 1649 se celebró el XXX Capítulo Provincial de la Orden de SanAgustín en el Perú, siendo elegido provincial el P. Maestro Fray Juan deRibera, el 21 de julio. En su provincialato, el Padre General Pretelo mandócrear un jurado de siete miembros con la finalidad de revisar la administra-ción del período anterior. Esta cuestión suscitó recelos, enfrentamientos yproblemas en la Provincia agustiniana del Perú42. Encrespados los ánimos,Fray Andrés Aznar fue enviado a Roma para exponer la situación al nuevoPadre General, Felipe Visconti, que «revocó esta patente de los siete jue-ces», según se narra en la crónica de Bernardo Torres.

Durante su estancia en Lima, Fray Andrés Aznar pudo conocer a los cro-nistas de la Orden de San Agustín en Perú, Antonio Calancha y BernardoTorres43, que describen la fundación de conventos, historia cotidiana y pro-blemas de la Orden en el Perú hasta 1657.

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con la bula de Pío V (25-julio-1571). El virrey Toledo dotó de constituciones a estaUniversidad en 1581, según el modelo de los estatutos salmantinos. Vid. RODRÍGUEZ, A.M.ª,«Colegios y Universidades en la fundación de los reinos indianos», Descubrimiento y fundaciónde los reinos de Indias (1475-1560), Madrid, 1988, pp. 365-367.

41 MERINO, M., Crónicas agustinianas del Perú, II, Madrid, 1972, pp. 551-552.42 El cronista Bernardo Torres lo describe de la siguiente manera: «Aceptóse otra

patente del Reverendo Pretelo, en que creó siete jueces para que tomaren cuentas a losPadres provinciales que acababan de serlo, y púsola en ejecución el P. Presidente que la trajo,formándose un nuevo tribunal no visto otra vez en la Provincia. Los efectos fueron ruidosos.Duraron más de dos años las cuentas con muchos desabrimientos, y una sola centella deaquel fuego encendió tan grande llama de pleitos y disgustos, que duran hasta hoy y no sesabe cuándo tendrán fin, no obstante que después nuestro Reverendo Visconti revocó estapatente de los siete jueces. Raras veces se han introducido novedades en los gobiernos y cos-tumbres sin tragedia». MERINO, M., op. cit., p. 743.

43 El P. Calancha escribió Crónica moralizadora de los agustinos del Perú, publicada enBarcelona (1639), llevando su crónica desde los inicios de la evangelización hasta el año 1594.Calancha, sorprendido por la muerte (1-mayo-1654), dejó inconclusa su obra, que continuó

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Como ha quedado dicho, Fray Andrés Aznar regresó a Europa el año1652, actuando como Definidor en el Capítulo General de 1655 y siendoelegido Asistente General de España e Indias.

1.6. CRONISTA DE LA CANONIZACIÓN DE SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA

Precisamente, como Asistente General, Fray Andrés escribió a Felipe IVcomunicándole la feliz culminación del proceso de canonización del beatoTomás de Villanueva y agradeciéndole las gestiones realizadas ante la SantaSede por medio de su embajador. La carta44, fechada el 15 de abril de 1656,decía así: «Por hallarme Asistente General de España de la Orden de SanAgustín, juzgo precisa obligación dar cuenta a Vuestra Majestad de la felizterminación que ha tenido la causa de canonización del beato arzobispode Valencia, Fray Tomás de Villanueva, de la misma Orden.

A 22 de mayo de 1654 fue servido Vuestra Majestad despachar su realcarta al Duque de Terranova, vuestro embajador, en que Vuestra Majestadle encargaba hiciese con su Santidad todos los oficios que pudiesen condu-cir para la breve y feliz expedición de este negocio; obró el duque con lapuntualidad y eficacia que acostumbra en todo cuanto importa al serviciode Vuestra Majestad, y se lograron tan dichosamente sus diligencias que, elmartes, 28 de marzo de este presente año, habiéndose propuesto la causade dicho beato Fray Tomás de Villanueva en la Congregación magna deRitos, que se tuvo coram Sanctissimo, se declaró por todos los votos ser buenala validez del proceso y relevancia de los milagros, y su Santidad aprobóuno y otro con especial gozo, y grande consuelo de los fieles.

El Maestro Fray Buenaventura Fuster de Ribera, que como ProcuradorGeneral ha solicitado y agenciado con toda satisfacción esta causa, se partede Roma a los 19 del corriente a dar cuenta a Vuestra Majestad de todo losucedido».

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el P. Bernardo Torres en Crónica del Orden de los ermitaños de San Agustín Nuestro Padre, dondenarra los acontecimientos ocurridos desde 1594 hasta 1657. Posteriormente la crónica de laProvincia de Nuestra Señora de Gracia será retomada por el P. Juan Teodoro Vázquez, inédi-ta hasta 1991. Vid. CAMPOS, F.J., «Lectura crítica de las crónicas agustinianas del Perú, siglosXVI-XVII», Agustinos en América y Filipinas, I, Valladolid-Madrid, 1990, pp. 237-260; APARICIO, T.,«Juan Teodoro Vázquez y su crónica inédita sobre los agustinos de la provincia de San Agustíndel Perú», Agustinos en América y Filipinas, II, Valladolid-Madrid, 1990, pp. 921-932. Las dos pri-meras han sido publicadas por el C.S.I.C. con un estudio preliminar de MERINO, M., Crónicasagustinianas del Perú, Madrid, 1972; la tercera, de Juan Teodoro Vázquez, por APARICIO, T.,Crónica continuada de la provincia de San Agustín del Perú, Zamora, 1991.

44 A.G. Simancas, Estado-Roma, legajo 3.029.

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Pero volvamos a los hechos protagonizados por Fray Andrés Aznar a suregreso del Virreinato del Perú. Camino de Roma pasó por España y estu-vo en Madrid. Era a finales del mes de septiembre de 1652. El Consejo deAragón le entregó dos cartas cerradas del monarca Felipe IV: una para elPapa45 y otra para el cardenal Trivulcio46, embajador de España ante laSanta Sede.

En el Capítulo General de 1649 había sido elegido Asistente Generalpara los reinos de España un aragonés: el Padre Martín Blas de Ricarte,quien moriría sin finalizar el sexenio para el que había sido presentado,falleciendo en 1652. El monarca Felipe IV había influido para que el nom-bramiento recayese sobre un fraile agustino de origen aragonés47.

Tras la muerte del P. Martín Blas de Ricarte, el Consejo de Aragón pidióque fuese elegido otro aragonés para completar el sexenio. De esta justaaspiración, avalada por el refrendo regio48, era portador Fray AndrésAznar. Al llegar a la Ciudad Eterna, viendo que el ambiente era poco favo-rable a los postulados aragoneses, Fray Andrés Aznar no entregó las cartasa sus destinatarios, puesto que el Asistente General de la Orden por Italiahabía propuesto al Papa para cubrir la vacante a los Padres Rivarola,Pacheco y Silva, de origen portugés y descendientes de judíos. El Papa noaceptó la proposición y remitió dicho memorial al Padre General que,«habiendo cumplido con sus obligaciones, en particular de vasallo deVuestra Majestad, siendo milanés, hizo tales informes a su Beatitud, quemandó no se innovase cosa alguna y se solicitare al Padre Herrera… quevenga»49.

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45 Ibídem, legajo, 3.025. Ambas cartas están fechadas el 29 de septiembre de 1652.46 Theodorus Trivultius (Trivulzio) fue creado cardenal por el Papa Urbano VIII (1623-

1644) en la quinta promoción de su pontificado (19-XI-1629). Anteriormente había sidoprotonotario apostólico. Vistió la púrpura cardenalicia con los títulos de San Cesáreo inPalatio (17-XII-1629), de San Nicolás in Carcere (17-X-1644), de los Santos Ángeles in ForoPiscium (12-XII-1644), de San Eustaquio (23-IX-1652), de Santa María in Via Lata (21-VII-1653) y de Santa María de Populo (14-V-1655). Murió el 3 de agosto de 1656. Vid. GAUCHAT,P., Hierarchia Catholica, IV, Monasterii, 1935, pp. 22-23.

47 A.G.S., Estado-Roma, legajo 3.025, carta de Fray Buenaventura Fuster de Ribera,Procurador General de la Provincia Reinos Corona de Aragón, al rey de 4-octubre-1653,donde indica que Felipe IV escribió (19-XI-1648) al Papa y al embajador español ante laSanta Sede para que el Capítulo General eligiera a un aragonés, puesto que las demásProvincias de España e Indias ya habían tenido el suyo propio.

48 El rey ordena al cardenal Trivulcio «que, dando a su Beatitud la carta que va junta-mente en creencia vuestra, le supliquéis en mi nombre, se sirva de conceder esta gracia aaquellos reinos».

49 A.G.S., Estado-Roma, legajo 3.024, carta del cardenal Trivulcio al rey (10-octubre-1652) comunicando que la elección ha recaído sobre el P. Tomás Herrera, de la Provinciaagustiniana de Castilla.

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El cardenal Trivulcio era contrario al nombramiento de cualquier por-tugués para el cargo, resistiendo las presiones en favor del P. BaltasarCampuzano, de esa nacionalidad50. La elección recayó sobre el P. TomásHerrera, agustino de la Provincia de Castilla, que se resistía a aceptar el ofi-cio, a pesar de la insistencia del Padre General en que viniese a Roma.

Estando así las cosas, el Consejo de Estado decide escribir al provincialde Castilla51, Fray Francisco de Aguilera, solicitándole manifieste cuáleseran las razones que impedían el viaje del P. Tomás Herrera a Roma. Elprovincial Fray Francisco de Aguilera, después de hablar con el P. TomásHerrera, contestó al Consejo de Estado con los motivos aducidos: la avan-zada edad —68 años— y el precario estado de salud, la experiencia nega-tiva del clima romano, al haber vivido cuatro años en Roma al servicio delcardenal Spínola y, finalmente, el reciente nombramiento para tomarparte en la Junta de estudio sobre la Concepción Inmaculada de María,además de los trabajos para el tribunal inquisitorial. El P. FranciscoAguilera, haciendo suyas las razones del P. Tomás Herrera, concluye conestas palabras: «puede servir más a Dios y a su Majestad estando vivo enEspaña que podrá servirle muriendo sin consuelo en el camino o en llegan-do a Roma con la fatiga de la jornada tan larga por tierra y por mar, enedad ya mayor y con natural delicado»52.

Al rechazar el cargo el P. Tomás Herrera, y según refiere el cardenalTrivulcio53, Fray Baltasar Campuzano se movilizó para que no se prorroga-se excesivamente dicha elección, alcanzando para sí la Asistencia Generalde España con el beneplácito del Padre General. El cardenal Trivulcioaceptó esta solución, «más por necesidad que por inclinación», pero ha-ciéndole firmar un documento, en el que se comprometía a renunciar, siel P. Tomás Herrera decidía venir a Roma.

El P. Campuzano, «una vez que se vio en el cargo, rompió con elGeneral, quien da muchas quejas de su proceder, mayormente en lo quetoca a las cosas de esos Reinos, y en particular al de Aragón, en ocasión delCapítulo», que deseaban celebrar en Épila (1654).

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50 Ibídem, «aunque tengo dispuesto que en cualquier caso no se nombre ninguno delos tres sobredichos, ni otro portugués, y antes caería más fácilmente la elección en el PadreCampuzano, sujeto en quien concurren todas buenas partes».

51 Ibídem, el Consejo de Estado (10-XII-1652), formado por los marqueses deValparaíso y Velada, conde de Periaranda y don Melchor de Borja, resuelve pedir informa-ción al provincial de Castilla sobre las razones de la negativa del P. Herrera.

52 Ibídem, carta del P. Francisco Aguilera al Consejo de Estado (8-enero-1653).53 Ibídem, legajo 3.025, carta del cardenal Trivulcio al rey de 10-mayo-1653.

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En esta misma carta, el cardenal Trivulcio informaba al rey que FrayAndrés Aznar no le había entregado en su momento las cartas de que eraportador, puesto que las dejó en depósito a Fray Baltasar Campuzano. Porello, el cardenal Trivulcio pidió explicaciones a ambos religiosos, haciendosus pliegos de descargo ante él54, que ahora remite al Consejo de Estadopara esclarecer responsabilidades.

El P. Baltasar Campuzano acusaba al P. Andrés Aznar de haber quema-do aquellos documentos y de haber intentado obtener el título de Maestroen la Orden, como paso previo para lograr el cargo de Asistente General.A la vista de todo esto, Fray Andrés Aznar se sinceró ante el cardenalTrivulcio, contándole los hechos crudamente: después de llegar a Roma enlos primeros días del mes de enero de 1653, se había enterado que la elec-ción para Asistente General había recaído en la persona del P. BaltasarCampuzano. Usando de las facultades recibidas en su Provincia para poderutilizar los documentos o no, los retuvo en su poder. El P. BaltasarCampuzano, doce días antes de ser confirmado en el cargo por laCongregación de religiosos, pidió los documentos al P. Andrés Aznar, queentregó «en depósito los pliegos cerrados y sellados con el sello real paraque los guardara». Al obrar de esta manera, el P. Andrés Aznar no impedíael nombramiento del P. Baltasar Campuzano como Asistente General ycreía ganar su voluntad para los asuntos del Reino de Aragón. Además,Baltasar Campuzano se comprometió a devolver en su momento los docu-mentos, para que Fray Andrés Aznar los entregase al cardenal Trivulcio odevolviese al Consejo de Aragón. Sin embargo, continuaba Fray Andrés, elP. Baltasar Campuzano no sólo se había olvidado de favorecer los interesesde la Provincia de Aragón, sino que actuó contra las proposiciones del P.General encaminadas a solucionar los problemas internos de la Orden enesta provincia. Por eso, cuando el P. General, Felipe Visconti, presentó aFray Andrés Aznar y al P. Jerónimo Marta como candidatos para la presi-dencia del Capítulo Provincial de Aragón, el P. Baltasar Campuzano seopuso a esta designación «con voces altas, con palabras descompuestas,con demostraciones furiosas y con acciones indignas», acusándoles dehaber traído unos documentos reales falsificados por ellos mismos.

Fray Andrés Aznar, para restablecer su honor y probar que la afirmaciónde Baltasar Campuzano era calumniosa, le escribió una nota, exigiéndolela devolución de los documentos. «A este papel —escribe Andrés Aznar—

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54 Ibídem. La nota exculpatoria del P. Baltasar Campuzano lleva fecha de 8-mayo-1653,la del P. Andrés Aznar está datada el 10-mayo-1653.

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no me respondió», para no poner en evidencia que los había abierto y quele había calumniado.

Ante la confesión sincera de Fray Andrés, el cardenal Trivulcio exigiólos documentos al P. Campuzano, quien, aconsejado por personas de suconfianza, manifestó que «los había quemado, pareciéndole que, como notenía testigos para poder convencer, se podría de esta manera disculparmejor».

El comportamiento poco leal del P. Baltasar Campuzano, según mani-fiesta Fray Andrés Aznar al cardenal, «lo ha experimentado VuestraEminencia cuando le mandó llamar: cómo se contradice dicho Padre en loque habla; y, en los colores que muda tratándole de la materia, se dejaentender cuán culpado se halla en su interior».

El P. Baltasar Campuzano, una vez elegido Asistente General con laayuda del P. General y de Fray Andrés Aznar, no reconoció estos servicios55.Así las cosas, a Fray Andrés Aznar no le quedaba otra solución que poner aDios por testigo de su declaración56.

1.7. PRESIDENTE DEL CAPÍTULO PROVINCIAL DE ÉPILA

Una vez recibida la carta del cardenal Trivulcio con las exculpaciones yacusaciones de los padres Baltasar Campuzano y Andrés Aznar, el Consejode Estado propuso con fecha 25 de septiembre de 1653 consultar el asun-to al Consejo de Aragón57. El Procurador General de los Reinos de laCorona de Aragón, Fray Buenaventura Fuster de Ribera, confirmó ladeclaración del P. Andrés Aznar y manifestó la clara oposición del P.Baltasar Campuzano a los asuntos de España y especialmente a los relacio-nados con Aragón, donde Felipe IV deseaba que hubiese CapítuloProvincial con el fin de serenar los ánimos de los frailes catalanes. «Y es entanto grado la enemiga que tiene contra la Provincia de Aragón, que atodos los negocios y causas de ella se le opone, y especialmente a la que

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55 «Pero quien ha correspondido tan mal con nuestro Reverendísimo Padre General,habiéndole hecho tanto bien, pues los favores de su Reverendísima y diligencias suplieronen dicho P. Campuzano, para que fuera Asistente, méritos y capacidad. Y antes de ocho días,después de recibido el beneficio, se le conspiró mortal enemigo. No me maravillo tenga tanmala correspondencia conmigo».

56 «Dios Nuestro Señor es testigo universal de todas nuestras acciones, y espero de sudivina Majestad ha de obrar su justicia castigos en sacerdote tan sin conciencia».

57 A.G.S., Estado-Roma, leg. 3.025. Componían el Consejo de Estado los marqueses deLeganés y Valparaíso y don Melchor de Borja.

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Vuestra Majestad ha pedido por sus cartas, ahora recientemente por suembajador, al General de la Religión se abreviara el Capítulo Provincial dela dicha Provincia en los seis meses que faltan, a fin de componer los con-ventos del Principado de Cataluña y ajustar al buen gobierno aquellos frai-les catalanes, por lo que tanto importa a la seguridad y conservación de lafidelidad a la real corona; y, debiendo dar calor a la petición de VuestraMajestad, el dicho Maestro Campuzano en todo se ha opuesto, con que nose ha conseguido lo que Vuestra Majestad tan justificadamente pedía»58.

El Consejo de Estado, sin eximir de culpa a Fray Andrés Aznar, dictami-nó que el P. Baltasar Campuzano «no es digno de confianza alguna, y queconviene advertir de ello al nuevo embajador»59, Duque de Terranova,recientemente nombrado.

Las pretensiones regias relativas a la Corona de Aragón fueron escucha-das por el P. General, Felipe Visconti, quien envió al P. Andrés Aznar a pre-sidir el Capítulo Provincial celebrado en Épila el 25 de abril de 1654.Además, el General, antes de finalizar el período de su Generalato, escri-bió al monarca Felipe IV, para que propusiese nombres de posibles candi-datos para la Asistencia General de los Reinos de España e Indias60. ElConsejo de Estado61 recabó informes a los provinciales de Castilla62,León63, Aragón64 y Andalucía65.

Teniendo a la vista todas las propuestas de los Padres Provinciales, elConsejo de Estado66 resolvió por votación presentar para el cargo de AsistenteGeneral de España al P. Payo de Ribera, Definidor de la Provincia de Castilla.

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58 Ibídem, carta de 4-octubre-1653. 59 Ibídem, Consejo de Estado, compuesto por el marqués de Valparaíso, conde de

Periaranda y don Melchor de Borja, celebrado el 24 de octubre de 1653.60 Ibídem, legajo 3.027, carta de 21-julio-1654.61 Ibídem, Consejo de Estado celebrado el 31-XII-1654 con la presencia del duque de

Sanlúcar, marqués de Valparaíso y condes de Periaranda y Oñate.62 Ibídem, contestación del P. Juan de Aguilar (9-enero-1655).63 Ibídem, respuesta del P. Francisco Gamboa fechada en el convento de San Felipe

(Madrid) el 18 de enero de 1655.64 Ibídem, el P. Jerónimo Marta decía en su carta de 15 de enero de 1655: «En Roma

tiene esta provincia tres sujetos que todos están deseosos de conseguir Magisterio y, si loconsiguiesen, serían muy al propósito para el oficio, como son: el P. Definidor General,Buenaventura Fuster de Ribera, el P. Andrés Aznar y el P. José de Villarroya, sujetos que hanleído Teología en la Religión doce años y han servido diferentes oficios de autoridad».

65 Ibídem, reunión del Consejo de Estado, formado por el marqués de Leganés, condede Periaranda y duque de Alba, de 5 de febrero de 1655 y carta del P. Miguel de León, pro-vincial de Andalucia, de 22 de febrero de 1655.

66 Ibídem, Consejo de Estado, formado por los duques de Sanlúcar y Alba, los marque-ses de Valparaíso y Velada, conde de Periaranda y don Melchor de Borja, celebrado el 13 demarzo de 1655.

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1.8. ASISTENTE GENERAL DE ESPAÑA

Dos meses después, el Duque de Terranova, embajador de España antela Santa Sede, comunicaba al rey Felipe IV los resultados del CapítuloGeneral celebrado el 15 de mayo de 1655: la elección de P. General habíarecaído en el P. Maestro Fray Pablo Luchino, natural de Pisa, «y en el deAsistente de España el P. Maestro Fray Andrés Aznar, hijo de la ciudad deZaragoza en el Reino de Aragón, a quien procuré se diese este empleo enconformidad de las órdenes de Vuestra Majestad para ello»67.

En la misma carta, el embajador informaba al rey que las cartas, sustraí-das al P. Andrés Aznar por el P. Baltasar Campuzano, no habían sido que-madas, sino que «las sacó un fraile lego, que le asistía en su celda, porhaberle maltratado injusta y escandalosamente en la pública plaza, que lla-man aquí de España, en cuya venganza le tomó éstos y otros papeles, queha ido dando a quien podía por ellos tener en mal concepto al dichoCampuzano. Con que los que miran esta materia, pasaron en poder delcardenal Trivulcio». El P. Baltasar Campuzano, continuaba el embajador,«valiéndose de cohecho, que dio a diversas personas, fue elegido porAsistente. Lo ha sido tan indignamente que ha procedido como un saltea-dor de caminos, enemigo de su General, que es un milanés de la familiaVisconti, y muy buen vasallo de Vuestra Majestad, enemigo del cardenalPallota»68. El Duque de Terranova añadía, finalmente, que el P. BaltasarCampuzano alteró la paz del Capítulo General de 1655 y procuró «consobornos, con amenazas y con embustes ser prorrogado en la Asistencia,con sumo perjuicio de su religión y del servicio de Vuestra Majestad, lle-gando a decir en el público Capítulo que lo que yo ayudaba a Aznar, paraque saliera Asistente, era contra la voluntad de Vuestra Majestad, y que yome valía de su real nombre para lo que quería y se me antojaba contra sureal voluntad. Que esto le constaba a él y lo afirmaría. De que se admirótodo el Capítulo y el protector que lo oyó, le reprendió y mortificó dicién-dole que era indigno del nombre español».

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67 Ibídem, Estado-Roma, legajo 3.028, carta del duque de Terranova al rey Felipe IV(22-mayo-1655), recibida el 23 de junio de 1655.

68 Joannes Baptista Pallotus aut Pallota, arzobispo de Tesalónica y nuncio apostólico deAlemania, fue nombrado cardenal por Urbano VIII (1623-1644) en la quinta promoción (19-noviembre-1629). Regresó de Alemania el 25 de abril de 1631 y recibió el capelo cardenali-cio cuatro días después. Fue titular de San Silvestre (25-mayo-1631), de San Pedro in Vincula(23-septiembre-1652), de Santa María in Transtiberim (21-abril-1659), de San Lorenzo inLucina (21-noviembre-1661), de la sede de Albano (2-julio-1663) y de Túsculo (11-octubre-1666). Ejerció el cargo de cardenal protector de la Orden de San Agustín. Murió en Romael 22 de enero de 1668. GAUCHAT, P., op. cit., IV, p. 22.

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Como Asistente General de España e Indias, Fray Andrés Aznar prote-gió los intereses políticos de la monarquía, que se debatía angustiosamen-te en la guerra secesionista con Portugal. Por eso, juzgó necesario dar aconocer al monarca las actuaciones de cierto religioso agustino, llamadoBaltasar Chumacero, de origen portugués, relacionadas con los movimien-tos levantiscos que apoyaban al Duque de Braganza.

La carta de Fray Andrés Aznar, fechada el 1 de enero de 165969, descri-be los comportamientos poco religiosos del agustino Chumacero. Informaal monarca que «se parte de esta Curia para España Fray Baltasar Chu-macero, portugués, de la misma Orden, el cual después de haber ido a laProvincia de Quito el año de 1652, con limitadísima jurisdicción para visi-tarla, estando allá, hizo una patente falsa y procedió con tantos inconve-nientes, escándalos y tiranía que en menos de dos años volvió a España contreinta y dos mil piezas de a ocho que, sin temor de Dios y con grandes vio-lencias, había quitado así al común de los conventos como a religiosos par-ticulares.

Viéndose tan agraviada la Provincia, se quejó a nuestra CongregaciónGeneral. Remitiéronme copia de la patente falsa, autorizada con testimo-nio de tres notarios, la cual tengo en mi poder y, aunque el General y yo,deseando hacer justicia, constituimos un juez comisario para que viese lacausa; luego, como se principió el proceso, viendo el delincuente que seaveriguaban aún mayores delitos, se valió de su dinero y de algunos portu-gueses rebeldes a la Corona de Vuestra Majestad, y halló protección de per-sonas superiores, de manera que se nos embarazó la prosecución de lacausa, habiendo quedado sin castigo delitos gravísimos que ha cometido.

Ha tratado con Francisco Sosa Cutiño, agente del Duque de Braganza,con tan gran frecuencia y confidencia que era voz y fama pública en Romaser su espía. Y se ha averiguado esta alevosía tan de cierto por el Duque deTerranova, que entonces era embajador de Vuestra Majestad, que semandó no entrare en su palacio.

Prosiguió en esta mala voluntad a nuestra nación con tanto perjuicioque, viviendo fuera del convento, en una casa muy cercana del palacioadonde habitan los embajadores de Vuestra Majestad, se vio obligado donJuan Bautista Nicolás, agente de Vuestra Majestad y a cuyo cargo estabanlos papeles de la embajada, a diligenciar con esfuerzo saliese de aquellacasa, por los daños que con su habitación se seguían.

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69 A.G.S., Estado-Roma, legajo 3.032.

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Ha continuado siempre estas correspondencias con todo empeño, ymuy en especial con el dicho Francisco Sosa Cutiño, como informará aVuestra Majestad con mayor extensión don Gaspar de Sobremonte, queaveriguó la correspondencia tan perjudicial de Fray Baltasar Chumacerocon los enemigos de la Corona de Vuestra Majestad.

Este religioso, a quien el General y yo habemos deseado sacar de Roma, yno se ha podido, se parte hoy para España, con intención de volver presto. Y,discurriendo su partida con algunas circunstancias que han sucedido, deboentender puede ser muy dañosa su asistencia en España, tanto en orden a lamala intención, cuanto respecto del mucho dinero que en Andalucía tiene».

Esta carta llegó al rey Felipe IV con otra de don Gaspar de Sobre-monte70, que aporta más detalles sobre las actividades del P. BaltasarChumacero, «que embarcó para España en las galeras del Papa, en que vael nuncio monseñor Visconti»71. Este religioso «llevó en esta Corte vidamuy escandalosa sin que los prelados, sus superiores, lo hayan podidoremediar, por haberlo embarazado a cara descubierta el cardenal Pallota,protector de esta religión, amigo estrecho de Coutiño y apasionado de losportugueses desde el tiempo que fue colector de aquel Reino».

Al recibirse estas noticias en Madrid, el Consejo de Estado72 solicitóinformes sobre Baltasar Chumacero al prior del convento de doña Maríade Aragón (Madrid), Fray Miguel de Aguirre, y al Consejo de Indias y com-probó la certeza de su desembarco en España, así como las cantidades dedinero depositadas a las personas y en los lugares indicados73.

Aunque desconocemos documentalmente el desenlace final de estoshechos, eran como una premonición sobre los acontecimientos que se ave-

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70 Ibídem, carta de don Gaspar de Sobremonte al monarca y al marqués de Mortara (1-I-1659), o al gobernador del puerto «donde llegarán las galeras del Papa», para que deten-gan al fraile agustino Baltasar Chumacero.

71 Vitalianus Vicecomes (Visconti), arzobispo de Éfeso y nuncio apostólico en Españahasta 1668, fue creado cardenal por Alejandro VII (1655-1667) en la quinta promoción desu pontificado (15-II-1666). Vistió la púrpura cardenalicia con el título de Santa Águedaextra moenia (18-marzo-1669). Murió en Roma, a la edad de 53 años, el 7 de septiembre de1669. GAUCHAT, P., op. cit., IV, pp. 34-35.

72 A.G.S., Estado-Roma, legajo 3.032, reunión del Consejo de Estado, formado por losduques de Sanlúcar y de Alba, y el marqués de los Balbases, tenida el 23 de febrero de 1659.

73 «En Sevilla, en poder de Don Diego López de Salcedo, diez mil ducados. ManuelÁlvarez Gallegos, que unas veces asiste en Córdoba y otras en Sevilla, tiene una gruesa canti-dad, como consta de una carta de un tal Giner escrita a Roma, para que a su cuenta le die-sen todo el dinero que hubiese menester. Creo esta carta se escribió a Borges. Tiene enBarajas, en poder de una religiosa, Doña Mariana Basconzelos, en el convento de SantaClara, tres mil ducados de plata labrada y otras cosas de valor».

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cinaban. Los agustinos portugueses, apoyados por el cardenal Pallota y elPapa Alejandro VII (1655-1667)74, colaborarían al triunfo del movimientosecesionista en Portugal. El Papa, dolido por su exclusión en lasnegociaciones de la paz de los Pirineos entre España y Francia (1659) yenfrentado con Felipe IV porque el nuncio Camilo Massimi quería resta-blecer el tribunal de la Nunciatura, favoreció las pretensiones del incipien-te Reino lusitano.

El Papa Alejandro VII, presionado por el cardenal Pallota, dio un brevecon fecha 4 de junio de 1661, donde mandaba al Capítulo General de losagustinos elegir un miembro como Asistente General para los Reinos dePortugal y Ultramar75. Para ello, debió anular una bula del Papa InocencioX, donde estaba previsto que tuvieran únicamente dos Asistentes Genera-les. La expedición del breve se realizó con el máximo sigilo, en la mismafecha de la celebración del Capítulo General.

Los Padres agustinos españoles asistentes al Definitorio General, enca-bezados por Fray Andrés Aznar, protestaron enérgicamente76: «habiéndo-se leído el breve en presencia de todo el Definitorio General, antes que seprocediese a la elección de los Asistentes ultramontanos, se levantó elAsistente General de España y, yéndose al lugar del cardenal, le protestó lanulidad de la elección de la intrusa Asistencia que se pretendía, excusán-dose de concurrir y pidiendo licencia para dar noticia al señor embajadorde todo cuanto pasaba, con otras razones que defendían el derecho de lasprovincias de España, para no tener en Portugal tal Asistente intruso, y lamisma protesta hicimos todos nosotros, postrados a los pies del cardenal,suplicándole no procediese a semejante elección… No hubo remediopoder reducir a su Eminencia, cuyo tesón en obrar tienen bien conocidolos señores embajadores».

El nuevo embajador de España ante la Santa Sede, don Luis Ponce,escribió una larga carta al monarca Felipe IV, donde daba cuenta de lo

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74 Vid. LLORCA, B., GARCÍA, R. y MONTALBÁN, F., Historia de la Iglesia católica, IV, Madrid,1963, pp. 32-34.

75 A.G.S., Estado-Roma, legajo 3.034.76 Ibídem, memorial de protesta de los agustinos españoles contra el breve papal y la

actuación del cardenal Pallota, protector de la Orden, fechado el 17-junio-1661. Firman eldocumento: «Fray Andrés Aznar, Asistente General de España, Fray Juan Palacios, FrayPatricio de San Agustín, Fray Pedro Núñez, Fray Eugenio de Fontecha, Fray Juan Ponce, FrayJuan de Medina Lozano, Fray José de Larumbe, Fray Francisco de Guevara y FrayHermenegildo Navarro. El Maestro Fray Andrés Aznar, calificador del Santo Oficio y AsistenteGeneral, afirma que los religiosos que firman el documento asistieron en su mayor parte,como vocales, en el Capítulo General y se hallaron presentes en los hechos que se narran».

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sucedido, junto con su visión personal de los hechos y las actuaciones pro-tagonizadas por él mismo para poner remedio al asunto77. No obstanteestas gestiones, el Capítulo General de 1661 nombró como AsistenteGeneral para Portugal a Fray Buenaventura de Praxis, religioso que nogozaba de buena fama en Roma ni en su país, «de donde salió desterradoy cortada la cara en dos partes, por delito que fuera inmodestia mía decla-rarme más».

El embajador Ponce enjuicia la actuación del Papa, con las consecuen-cias nefastas para los intereses monárquicos de España, con estas palabras:«En seis años del pontificado presente se ha experimentado bien la ingra-ciable condición de su Santidad, pero después de las paces la voluntad dedesfavorecer a Vuestra Majestad, en lo que se ha ofrecido y en lo quemenos se podía pensar (ha ido en aumento), pues, por lastimar a VuestraMajestad en lo más sensible, ha desestimado su Santidad cuanto debíaanteponer por crédito propio… Esta novedad no sólo miraba a desfavore-cer a Vuestra Majestad, como a un acto de separación del Reino dePortugal, en crédito de la rebeldía y perjuicio de los legítimos derechosque por herencia y conquista concurrían en Vuestra Majestad, que le poníaen consideración el empeño a que obligaba a Vuestra Majestad y los soco-rros que facilitaba al rebelde esta declaración de su Santidad, siendo muyposible que a un mismo tiempo concurriese el favor del rebelde el que suSantidad le hacía y los que pretendía de los herejes; pues, yo no podía creerque dejase de estar engañado su Santidad de malos informes, pues, conentera reflexión, era imposible que su Santidad hubiese tomado una reso-lución tan poco necesaria, como ofensiva a Vuestra Majestad».

Buscando una solución al problema, el embajador Ponce se entrevistócon el cardenal Chigi78, sobrino y nepote del Papa Alejandro VII, quehabló con su tío y confirmó al embajador que su Santidad suspendería laelección del Asistente General de Portugal. Considerando el embajadorque no era «satisfacción bastante», lo manifestó al cardenal Chigi, quienprometió trasmitirlo al Romano Pontífice.

Como el cardenal Chigi tardaba en darle una respuesta, el embajador supu-so que estaban empleando con él la conocida práctica de «valerse del tiempo

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77 Ibídem, carta del embajador de España al rey Felipe IV fechada el 20-VI-1661.78 Flavius Chisius (Chigi), protonotario apostólico, nepote del Papa Alejandro VII, fue

nombrado cardenal por su tío en la primera promoción (9-abril-1657). Fue cardenal con eltítulo de Santa María de Populo (23-abril-1657), de Albano (18-marzo-1686) y de Portuen(19-octubre-1686). Murió en Roma el 13 de septiembre de 1689. Vid. GAUCHAT, P., op. cit.,IV, pp. 32-33.

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para que se enfríe la sangre». Por eso, acudió nuevamente al cardenal Chigi,obteniendo la respuesta de que el breve sería anulado. Sin embargo, no satis-fecho con las palabras, consiguió un documento escrito, donde monseñorVitaliano Visconti confirmaba que el breve había sido anulado y recogido dela secretaría de minutas y del poder del Padre General de los agustinos79.

El embajador, queriendo apurar todavía más su gestión, solicitó unaaudiencia con el Papa, para conseguir un breve derogatorio del anterior.No fue posible porque su Santidad cayó enfermo. Por eso, don Luis Ponce,no queriendo diferir por más tiempo su informe, lo envió con fecha 20 dejunio, añadiendo algunas otras impresiones personales: el cardenal Pallotase había ganado la voluntad del Sumo Pontífice, haciéndole llegar unmemorial de los agustinos de Portugal, en el que solicitaban esta gracia; elsecretario de Cámara del Papa, que se había dejado «vencer por los rega-los de los portugueses», fue quien ordenó a monseñor Ugolino, secretariode breves, emitir el documento papal. Por eso, aunque ahora todos desea-ban exculparse, el embajador Ponce no eximía a ninguno de ellos.

Leída la carta del embajador Ponce en el Consejo de Estado80, se redactauna minuta de respuesta que incluía estos extremos: felicitarle por su actua-ción; mandarle que, habiendo conseguido la anulación del breve, no prosi-ga en otras actuaciones hasta recibir nuevas órdenes y encomendarle que seabstenga de emprender acciones contra los portugueses residentes en Roma.

Para esas fechas, Fray Andrés Aznar, acabado su mandato como AsistenteGeneral, regresó al convento de Zaragoza. El rey Felipe IV le nombró pre-dicador de la Corte y, en reconocimiento de su fidelidad y servicios presta-dos a la Corona, no tardará en premiarle con una mitra episcopal.

2. PASTOR DE TRES SEDES EPISCOPALES

El 26 de abril de 1673 murió en Tarazona el obispo Miguel Escartín81. Lareina gobernadora, Mariana de Austria, propuso a Diego Antonio Francés

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79 A.G. S., Estado-Roma, legajo 3.034, documento firmado por monseñor Visconti el 11-junio-1661.

80 Ibídem, Consejo de Estado (11-agosto-1661) integrado por: don Luis de Haro, condede Castrillo, duques de Sanlúcar, Alba y Terranova, y don Fernando de Borja.

81 Anteriormente había sido obispo de Lérida. Fue preconizado obispo de Tarazonacon fecha 21-VII-1644, gobernándola hasta su muerte. Vid. ZAMORA, F., voz «Diócesis deTarazona», D.H.E.E., IV, Madrid, 1975, p. 2.526.

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Urritigoyti, obispo de la diócesis de Teruel, para ocupar aquella sede. Lasbulas papales del obispo Diego Antonio Francés para Tarazona salieron deRoma el 25 de septiembre de 167382. A partir de ese momento, la diócesisde Teruel estaba canónicamente vacante, aunque desde el mes de julio yaexistieran rumores de que Fray Andrés, obispo de Jaca, estaba propuestopara Teruel83. El mismo Fray Andrés comunicó la noticia al cabildo turolen-se el 6 de agosto de 167384. El nuncio apostólico Galeazo Marescotti, el 12de agosto85, dio comisión al arzobispo de Zaragoza, al obispo de Huesca oal obispo de Albarracín, que recientemente había sido promovido aBarbastro86, para que Fray Andrés Aznar hiciese la profesión de fe ante cual-quiera de ellos. El nuevo obispo de Teruel firmó el acta el 14 de septiembreante su hermano de hábito Bartolomé de Fontcalda87, obispo de Huesca88.

El cabildo catedralicio mandó con presteza una carta de felicitación al obis-po electo. El canónigo turolense Juan José Falcón, residente en Zaragoza porgestiones administrativas de su cabildo, hizo de intermediario y remitió la misi-va a Jaca89. El concejo municipal turolense designó síndicos para viajar a Jacay dar la enhorabuena al nuevo prelado. Los canónigos, puesto que la noticiales había sorprendido en pleno verano y «faltaban algunos señores capitula-res», difirieron una designación semejante90 hasta el 29 de agosto, fecha enque resuelven «mandar al canónigo Dalda a Zaragoza» para que, junto conJuan José Falcón, muestren sus respetos a Fray Andrés91. Los gastos de despla-zamiento correrían a cargo de los ingresos obtenidos por la sede vacante92. El

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82 A.C.T., 115, cabildo 18 octubre 1673: se leyó una carta del obispo Diego Francés,donde comunicaba la emisión de sus bulas para Tarazona y autorizaba hacer pública lavacante.

83 Ibídem, cabildo 27 julio 1673: «se leyó una carta de Falcón, en la que avisa cómo lehan dado esta mitra al Sr. obispo de Jaca».

84 Ibídem, 228-18-18. El prelado, que no acababa de «entender este ascenso en la gra-duación», confiesa «la insuficiencia de su persona» y pone su confianza en Dios para desem-peñar correctamente este ministerio. Se propone «seguir el camino que dejaron seguro pre-lados tan santos, tan insignes, tan ilustres como ha merecido venerar esa santa iglesia, encuya imitación se convencerá sin temor mi recelo».

85 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fol. 314.86 Se trata de Fray Íñigo Royo, obispo de Albarracín desde el 17 de noviembre de 1670

hasta el 25 de septiembre de 1673, fecha de su traslado a Barbastro. Vid. RITLER, R., y SEFRIN,P., Hierarchia Catholica, V, Patavii, 1952, p. 74.

87 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fol. 315.88 Vid. DURÁN, A., voces «Diócesis de Huesca» y «Diócesis de Jaca», D.H.E.E., II, Madrid,

1972, p. 1110 y II, pp. 1.218-1.219. Anteriormente había sido obispo de Jaca, hasta el mes denoviembre de 1671, sucediéndole Fray Andrés Aznar. Regentó la diócesis oscense hasta sumuerte, acaecida el 27 de febrero de 1674.

89 A.C.T., 260-2-24.90 Ibídem, 115, cabildo 18 agosto de 1673.91 Ibídem, cabildo 29 agosto de 1673.

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proyectado viaje a Jaca no se llevó a cabo, por la dureza que llevaba consigo eldesplazamiento hasta las tierras altoaragonesas. Con buen criterio, esperarona que el obispo Aznar llegase a Zaragoza para cumplir con sus propósitos93.

2.1. CONSAGRACIÓN EPISCOPAL

Aunque la noticia de la designación de Fray Andrés para la sede deTeruel era pública, a juzgar por los datos documentales referidos, la pre-sentación regia lleva fecha de 20 de septiembre de 167394. A partir de esemomento, siguiendo los mecanismos burocráticos, el nuncio Marescottidebía abrir un proceso consistorial para averiguar la idoneidad del candi-dato. Acabadas las gestiones procesales, remitiría dicha documentación aRoma95. Este proceso consistorial se llevó a cabo en la nunciatura deMadrid desde el 12 al 14 de octubre. Aporta noticias sobre las tareas epis-copales de Fray Andrés en Alguer (Cerdeña) y Jaca, sedes que había regi-do con anterioridad a su elección para la diócesis de Teruel.

Tres testigos de este proceso conocían personalmente a Fray Andrés:Diego Tello, natural de la Almolda (Zaragoza)96, residente en Zaragoza yoficial de la secretaría de Cataluña en la Diputación de Aragón, AntonioBasilio Escaler, oficial mayor de la secretaría de Valencia en la Diputaciónde Aragón, y Laureano de Sola y Morales, presbítero natural de Zaragozaresidente en la Corte de Madrid y secretario particular de Fray Andrésdurante diez años. Todos afirman que Fray Andrés había sido consagradoobispo en el convento agustiniano de Zaragoza, aunque no se ponen deacuerdo en cuanto al año de consagración97. Coinciden igualmente en lapersona del consagrante principal y de sus ayudantes. Laureano de Solaincluso había estado presente en la ceremonia de consagración.

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92 Ibídem, cabildo 1 septiembre 1673.93 Ibídem, 228-18-20.94 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fol. 313. El secretario de la embajada de España

ante la Santa Sede, Francisco de la Rita y Velasco, certificó el 13 de noviembre de 1673 quehabía presentado el documento real al cardenal Nithard.

95 El proceso consistorial consta de quince folios. El texto está por duplicado, en latíny castellano. Declararon seis testigos: Diego Tello (fols. 306-307), Antonio Basilio (fol. 307),Laureano de Sola y Morales (fols. 307 v.-308), Crisóstomo Gregorio (fol. 308), CristóbalAntonio Provenza (fol. 320) y el Lic. Vicente Fernández (fols. 320 v.- 321). Los trámites pro-cesales iniciales se encuentran en el fol. 306, y los informes concluyentes en el fol. 321.

96 Municipio de la provincia de Zaragoza situado al sur de la sierra de Alcubierre,comarca de Monegros.

97 Diego Tello afirma que fue en 1662. Antonio Basilio, en 1660 y Laureano Sola, en1662 ó 1663.

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Fray Bartolomé de Fontcalda, agustino, obispo de Jaca, actuó de consa-grante principal. Diego Antonio Francés de Urritigoyti, obispo deBarbastro, y «el prior de Nuestra Señora de la O» intervinieron como ayu-dantes. Fray Andrés recibió el episcopado en el mismo convento dondetreinta años antes había hecho su profesión religiosa. Tenía cincuenta añosy comenzaba entonces sus trabajos episcopales, que le llevarían a las sedesde Alguer, Jaca y Teruel.

2.2. OBISPO DE ALGUER

Las bulas papales de Fray Andrés para Alguer (Cerdeña) llevan fecha de5-I-1663. Había sido presentado el 14 de agosto de 1662. Regentó la dióce-sis durante ocho años. Allí desempeñó los cargos de diputado e interina-mente de virrey de Cerdeña (1669), durante la minoría de edad deCarlos II98. Presentó en Roma el texto de visitatio ad limina por medio deprocurador, el arcipreste de Alguer. Demostró su celo pastoral «enseñandola doctrina cristiana a los niños por la calle, juntamente con los padres fran-ciscanos, y visitando a los pobres en el hospital». Defendió los intereses desu iglesia y la inmunidad eclesiástica «excomulgando a la ciudad de Alguer,al concejo y al mismo virrey de Cerdeña, por no haber obedecido sus man-datos»99.

La diócesis de Alguer fue creada en 1503 (8-XII), al traspasar a Alguerel obispado de Ottana100, anexionándole también las iglesias episcopalesde Bisarchio y Castro101. A partir de esa fecha todas estas jurisdiccionesepiscopales recibieron el nombre genérico de Alguer, sufragánea de laarchidiócesis de Sássari.

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98 COIGNET, J., voz «Aznar y Naves (Andrés)», Dictionnaire D’Histoire et de Geographie eccle-siastiques, V, París, 1935, p. 1362.

99 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fols. 307-308.100 VAN GULIK, G. y EUBEL, C., Hierarchia Catholica, III, Monasterii, 1923, p. 104 y GAUCHAT,

P., op. cit., IV, Monasterii, 1935, p. 78.101 «Ozieri: obispado residencial, en la provincia de Sássari (Italia); fundado en el siglo

XIII; sufragáneo de Sássari. Nombre de curia Octerien(sis) u Othieren(sis). Este obispado fuesuprimido en 1503, y restablecido en 5 de marzo de 1803 con el antiguo nombre deBisarchio, nombre de curia Bisarchien(sis). Castro de Cerdeña: Cuya situación y época de fun-dación son inseguras, pero que probablemente se erigió en 1164, como sufragáneo deTorres (Turritan[us]). El Papa Alejandro VI lo transfirió a Ottana, y en 1503 fue incorporadoal obispado de Alguer o Alghero, que se había fundado recientemente. Turritan(us): Nombrede curia del arzobispado residencial de Sássari», en Enciclopedia de la religión católica, II, V yVII, Barcelona, 1951-1956, pp. 542, 1114 y 413.

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La ciudad de Alguer102, donde residía el obispo, contaba con una pobla-ción aproximada de 3.000 habitantes. Las rentas episcopales ascendían a3.000 escudos, reservándose el monarca una pensión de 1.000 ducados. Lacatedral, bajo la advocación de la Purísima Concepción de María, teníacabildo compuesto por tres dignidades (deán, arcipreste y arcediano) ycatorce canónigos. Además, había diez beneficiados. En la sede episcopalestaba el seminario, un colegio de jesuitas, un hospital, un monasterio demonjas franciscanas (Santa Isabel) y seis conventos de frailes: tres francis-canos (observantes, conventuales y capuchinos), agustinos, carmelitas ymercedarios. La villa de Ozieri poseía una colegiata, con arcipreste, seiscanónigos y seis beneficiados.

La diócesis estaba compuesta por cuarenta y dos villas, con cuarenta yuna iglesias parroquiales y sesenta y dos rurales, servidas por ciento quin-ce clérigos (dieciséis rectores, siete vicarios y otros noventa y dos sacerdo-tes, beneficiados o simples clérigos). Desperdigados por la geografía dioce-sana había nueve conventos de religiosos: dos en Ozieri (de franciscanosobservantes y capuchinos) y en Bolotana (de franciscanos capuchinos yhospicio de mercedarios); uno en las siguientes villas: Mores (hospicio deagustinos), Nuoro (franciscanos observantes), Oraní (franciscanos obser-vantes), Bosidda (hospicio de franciscanos conventuales) y Patada-Bantina(dominicos). Había fundadas treinta y siete cofradías: veinte de la SantaCruz, doce de Nuestra Señora del Rosario y cinco bajo otras advocaciones.

2.3. OBISPO DE JACA

De la diócesis de Alguer fue presentado el 2-X-1670 al obispado de Jaca,vacante por haber sido trasladado a Huesca el prelado agustino Bartoloméde Fontcalda. Las bulas para Jaca llevan fecha de 16-XI-1671103, tomandoposesión el 15 de enero de 1672. Jaca fue una sede de paso. Residió escasa-mente durante dos años, permaneciendo siempre en su diócesis, excepto«cuando salió a la protestación de la fe, que fue a la ciudad de Huesca»104.Cumplió con su ministerio episcopal y, según manifiesta el testigo DiegoTello, el mismo Fray Andrés predicó «toda la Cuaresma pasada en su igle-

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102 Datos tomados del texto de visita ad limina del obispo Aznar Naves, en A.S.V.,Congregatio Concilii, Relationes 30, año 1668, fols. 66-78. El texto, fechado el 12-noviembre-1667, fue presentado por el arcediano de Alguer, Dr. Diego Lai, quien visitó las basílicasromanas de San Pedro (1-junio) y San Pablo (2-junio) en 1668.

103 RITZLER, R. y SEFRIN, P., Hierarchia Catholica, V, Patavii, 1952, p. 223.104 A.S.V., Processus Consistoriales, 73, fol. 308.

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sia». Sermoneaba con ardor y ciencia, «por ser sujeto de muchas letras,calificado con los puestos que tuvo en su religión y cátedras que ha defen-dido y, después de ser obispo, lo ha continuado»105. Por su corta perma-nencia en Jaca, no envió procurador ni texto de visita ad limina106.

La diócesis de Jaca, cuyas raíces históricas se hunden en los tiempos dela Reconquista, permaneció unida a Huesca hasta 1571, año de la desmem-bración efectuada por San Pío V (18-junio). Situada en las tierras fronteri-zas de los Pirineos, limitaba con las diócesis de Huesca y Barbastro en elReino de Aragón, con Pamplona en el Reino de Navarra y con Olorón enel Reino de Francia. Originariamente era sufragánea de la archidiócesis deSantiago de Compostela, y en el siglo XVII pertenecía a la metrópoli deZaragoza.

La ciudad de Jaca107, donde se encontraba la sede episcopal, poseía 460vecinos108. La catedral, cuyo titular era el apóstol San Pedro, tenía cabildocompuesto por siete dignidades (deán, arcediano de cámara, chantre,sacristán, arcediano de Larués [o Larrués], arcediano de Ansó y arcedianode Gorga) y quince canónigos109. Había, además, dieciséis porcionarios depatronato laical, doce o trece beneficios simples y dos capellanes encarga-dos de la cura pastoral en la parroquia catedralicia, única existente en laciudad de Jaca. El cabildo catedralicio se regía por estatutos propios, queel obispo —cuyas rentas ascendían a 2.500 escudos— debía jurar obligato-riamente antes de la toma de posesión.

En la sede episcopal había un convento de monjas de San Benito, ubi-cado en la iglesia de San Ginés, otro convento de franciscanos observantes,situado extramuros de la ciudad, un monasterio de carmelitas, emplazadoen la ermita de Nuestra Señora de la Victoria, y un hospital bajo la advoca-ción del Espíritu Santo y San Juan Bautista. Fuera de los muros de la ciu-dad había edificadas, al menos, trece ermitas: cuatro de Nuestra Señora(del Rosario, de la Victoria, de Ypás y de la Cueva), San Gregorio, SanMiguel de Abós, San Miguel del Puente, San Juan Bautista, San MarcosEvangelista, San Esteban, San Andrés, San Cristóbal y San Salvador.

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105 Ibídem, fol. 306.106 Ibídem, fol. 307.107 Datos tomados de las «visitas ad limina» efectuadas por el obispo Tomás Cortés

Sangüesa, que regentó la diócesis desde 1607 hasta 1614. Se conservan dos relaciones adlimina: una de 1610 y otra de 1613; A.S.V., Congregatio Concilii, Relationes 407, Jaccen.

108 La población en 1682 se aproximaba a los 2.000 fuegos. Cfr. RITZLER, R. y SEFRIN, P.,op. cit., p. 223.

109 En 1616 había diecisiete canónigos y en 1682 nueve dignidades y doce canónigos.Cfr. GAUCHAT, P., op. cit., p. 205 y RITZLER, R. y SEFRIN, P., op. cit.., p. 223.

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La diócesis jacetana, compuesta por ciento ochenta y siete pueblos, lamayoría de escasa población, contaba solamente con ciento quince benefi-cios curados110 (ochenta y ocho rectores, veintiséis vicarios y un presidentede colegiata). Por eso, algunos sacerdotes debían atender varios núcleos depoblación, que no poseían renta suficiente para mantener clérigo propio.La iglesia colegial, con nueve porcionarios, se hallaba en San Pedro deSiresa. En toda la diócesis existían sólo veintiún beneficios simples (diez enAnsó, cinco en Fago, dos en Fiscal y uno en otros pueblos). La geografíadiocesana, abrupta, pobre y de escasa población, permanecía durante granparte del año cubierta por la nieve.

Los canónigos regulares de San Agustín residieron hasta 1569 en elmonasterio de Santa Cristina, construido en las inmediaciones delPrincipado de Bearne, trasladándose posteriormente al monasterio de SanAgustín de Montearagón (Huesca). Este monasterio, antiguo enclave paradar hospitalidad al peregrino, se encontraba en estado ruinoso y semiabandonado, pues, a comienzos del siglo XVII, todavía vivía allí un frailedominico. Los monjes negros de San Benito, presididos por su Abad, ocu-paban el monasterio de San Juan de la Peña y regían la iglesia de SantaElena.

Al ser nombrado obispo de Teruel, y como él mismo manifestara alcabildo, había ascendido en graduación. Así pensaban también los testigosdel proceso consistorial, Crisóstomo Gregorio, natural de Teruel, VicenteFernández, oriundo de Albarracín, y Cristóbal Antonio Provenza, origina-rio de Madrid y que residió temporalmente en Teruel. Atestiguan que lasrentas episcopales ascendían a 8.000 ducados anuales, que la diócesis con-taba con ochenta parroquias y una colegiata, de patrimonio laical delconde de Fuentes y marqués de Mora, en la villa del mismo nombre, quela ciudad de Teruel, donde había «casas episcopales contiguas con pasadi-zo a la catedral», tenía una población superior a los 1.000 vecinos, que nohabía Seminario, «si bien hay escuelas donde se enseña a leer, escribir ygramática», que en la sede había cinco conventos masculinos de frailes(San Francisco, Santo Domingo, Nuestra Señora de la Merced, Trinitariosy Carmelitas Descalzos) y dos femeninos (clarisas franciscanas y carmelitasdescalzas) y, finalmente, que en el altar mayor de la catedral se guardabauna estimada reliquia: la cabeza de Santa Emerenciana, expuesta constan-temente a la veneración de los fieles111.

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110 En el texto de visita del año 1610 se dice que eran ciento veinte.111 Ibídem, fols. 308 y 320-321.

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Este proceso consistorial, rico en referencias biográficas, fue rubricadoel 14 de octubre por el nuncio Gaelazo con este dictamen sobre FrayAndrés Aznar: «idóneo y merecedor de ser promovido al dicho obispadode Teruel». Enviado a Roma y examinado por el consistorio cardenalicio,se resuelve y se escribe en el texto la siguiente nota: «promoción del obis-pado de Jaca al obispado de Teruel»112.

El obispo electo de Teruel escribía al cabildo el 24 de diciembre de1673, agradeciendo la felicitación navideña: «muy en breve partiré aZaragoza para esperar el despacho de mis bulas; y es sensible mortificaciónel no haber podido conseguir antes la expedición de esta gracia, por lo quedeseo hallarme en mayor cercanía, para que V. Sría. pueda experimentarcon efecto mi segura voluntad»113.

Fray Andrés llegó a Zaragoza en enero de 1674. El canónigo Juan JoséFalcón, puntual informador del cabildo turolense, escribía: «doy cuenta aV. Sría. cómo a tres de este mes, a la noche, llegó el Señor nuestro obispoa esta ciudad. Y no ha tenido aviso hasta este correo (de la expedición delas bulas)…, y no sabía si se había pasado la gracia, sólo que se había pre-conizado la iglesia de Teruel»114.

Al conocerse la llegada de Fray Andrés a Zaragoza, el cabildo envió alcanónigo Sebastián Dalda. Llevaba cartas del deán para Fray Andrés y parael canónigo Falcón. Ambos se entrevistaron en la posada zaragozana donderesidía transitoriamente Juan José Falcón115.

A comienzos del mes de febrero visitaron al obispo Aznar. El preladoagradeció esta visita de cortesía y así lo manifestó en carta al deán: «el cui-dado que ha debido a V. Sría. mi arribo a esta ciudad, en la conformidadque han hecho su proposición los síndicos de V. Sría, no puedo excusarmea poner en sus noticias las gracias que es justo les corresponda, por la ente-ra satisfacción con que han desempeñado a V. Sría»116.

El cabildo catedral, el clero urbano y rural, así como el pueblo cristia-no, esperaban con ansiedad la llegada del nuevo prelado. La diócesis deTeruel, por varias razones, llevaba casi una década sin pastor.

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112 Ibídem, fol. 321 v.113 A.C.T., 228-18-19.114 Ibídem, 260-2-29: carta del 10 de enero de 1674. «Léyose una carta de Falcón, en la

cual da cuenta cómo el Sr. obispo ha venido de Jaca a Zaragoza, y en el estado que está eldespacho de sus bulas» (Ibídem, 115, cabildo 19 enero 1674).

115 Ibídem, 260-2-30.116 Ibídem, 228-18-20: carta de 6-II-1674.

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2.4. OBISPO DE TERUEL

Cuando esperaba con ilusión la llegada de su nuevo obispo, FrayAndrés, la diócesis de Teruel se disponía a conmemorar el primer centena-rio de su fundación. El prelado era un hombre maduro, contando 62 años.Traía un amplio bagaje de cultura teológica, aprendida y explicada duran-te varios años de docencia en España y Lima. Venía cargado de experien-cia de gobierno, después de haber desempeñado el cargo de AsistenteGeneral de España de la Orden agustiniana en Roma y de doce años comoobispo en Alguer y Jaca. Puede afirmarse que poseía un talante universalis-ta. Conocía el nuevo mundo y había trabajado en la capital de la cristian-dad. Sin embargo, y a pesar de ello, acudía a Teruel con gran ilusión.

Desde los primeros momentos mantuvo unas relaciones cordiales con elcabildo. Fue generoso con las constantes necesidades de la fábrica catedra-licia, defendió con tenacidad los derechos de los clérigos y veló por lainmunidad eclesiástica, atendió con cariño las pretensiones del CapítuloGeneral Eclesiástico y cumplió con el precepto de la «visitatio ad limina»,informando sobre el estado de su diócesis. Sin pararse en dificultades, rea-lizó la visita pastoral a su grey en 1675. Contando ya 70 años, inició en 1682un segundo recorrido.

2.4.1. En espera del nuevo prelado

Las bulas papales nombrando a Fray Andrés para Teruel llevan fecha de16 de abril de 1674117. El Cardenal Federico de Hassia118 hizo la presenta-ción del candidato al Consistorio. Aceptada la propuesta de Fray Andréspara la sede de Teruel, la bula especifica su desvinculación con la diócesisde Jaca, la disminución de las rentas episcopales en 1.368 ducados y 12 rea-les, y la obligación de fundar un Monte de Piedad en Teruel119.

Fray Andrés conoció la noticia en Zaragoza a mediados del mes demayo. El 23 del mismo comunicaba la novedad al cabildo de Teruel, dandolas razones de la tardanza curial en estos términos: «particípanme de

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117 RITZLER, R., y SEFRIN, P., op. cit., V. Patavii l952. p. 372.118 Se trata de Fridericus Landgravius de Hassia (von Hessen-Darstadt), de origen ale-

mán y prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en su patria. Creado cardenal porInocencio X (1644-1655) el 19 de febrero de 1652. Fue cardenal de Santa María in Aquiro(31-mayo-1655), de San Cesáreo (30-marzo-1661), de San Eustaquio (14-noviembre-1668),de San Nicolás in Carcere (12-marzo-1669) y, finalmente, de Santa Águeda (14-mayo-1670).Murió fuera de Roma el 19-II-1682. Vid. GAUCHAT, P., op. cit., IV. Patavii 1935. p. 30.

119 A.S.V., Acta Camerarii, 22, fol. 164.

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Roma, con el correo de abril, cómo quedaba concedida la gracia de misbulas para esa santa iglesia, no habiéndose podido conseguir el despachocon mayor adelantamiento, por lo que sus muchos años y achaques le retar-dan al Papa la asistencia de los Consistorios»120. El cabildo recibió esta cartael 1 de junio de 1674 y respondió a vuelta de correo «con la estimacióndebida, por el cariño que muestra a esta santa iglesia»121.

Con posterioridad a esa fecha llegaron las bulas a España. No obstante,todavía quedaban otros trámites burocráticos, que comenta el obispo encarta del 11 de julio: «ahora puedo decir a V. Sría. que, después de haberconcurrido con todas aquellas diligencias porque necesita pasar así enMadrid como en Aragón este género de despachos, se me mandaron entre-gar las bulas para que se pusiesen en ejecución»122.

En esta misma carta el obispo comenzaba a dar pruebas de su confian-za en el cabildo: «presentará las (bulas) a V. Sría. el Dr. Don Juan Martínde Arroyos, su canónigo y vicario capitular, nombrado por V. Sría. en sedevacante. Y hallando a esta persona condecorada con la aprobación de V.Sría. en tan repetidas ocasiones, sobre el honor que le ha merecido siem-pre, la notoriedad de sus prendas, he tenido a bien nombrarlo por vicariogeneral, para que pueda continuar en las atenciones que ha conocido V.Sría. de sus hondos procedimientos».

El 15 de julio los canónigos Dalda y Arroyos presentaron a la corpora-ción canonical la certificación de delegación para la toma de posesión porprocurador. Entregaron también las bulas para su reconocimiento. Elcabildo nombró a los canónigos Carnicer y Barcelona para su comproba-ción y examen. Miguel Jerónimo Escobedo, notario capitular, levantóacta123.

Dos días después, los canónigos Carnicer y Barcelona dan su juicio peri-cial positivo acerca de las bulas de Fray Andrés. El cabildo resuelve dar laposesión al procurador, Lic. Sebastián Dalda. «Y, habiendo nombrado elcabildo, para su asistencia, a los señores Carnicer y Barcelona, salieron dela sala capitular asistiendo a dicho señor procurador, que acompañado delos racioneros y beneficiados de esta santa iglesia, fueron procesio-

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120 A.C.T., 228-18-22. Era Papa Clemente X (1670-1676). Tenía 80 años al ser nombradoPapa y no estaba para desplegar gran actividad. Por eso, dejó los negocios en manos delexperto Paluzzo Paluzzi, a quien adoptó como nepote y creó cardenal. Vid. LLORCA, B.,GARCÍA, R., y MONTALBÁN, F.J., Historia de la Iglesia Católica, IV, Madrid, 1963, pp. 38-39.

121 Ibídem, 115, cabildo 1 junio 1674, viernes.122 Ibídem, 228-18-24.123 Ibídem, 115, domingo, cabildo 15 julio 1674.

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nalmente al altar mayor. Y, en él, dijeron una oración. De allí bajaron alcoro, cantando el Te Deum laudamus. (El procurador) entró y se sentó en lasilla episcopal». Regresaron a la sala capitular, sentándose el procurador enun sillón «de terciopelo colorado». Juró ante el deán los estatutos capitula-res y abrazó a dignidades y canónigos. Pagó el derecho de entrático, asícomo los aranceles debidos a los ministros catedralicios. Finalmente, elcanónigo Dr. Arroyos juró el cargo de vicario general ante el deánMartínez Rubio. El notario capitular Escobedo certificó la toma de pose-sión por procurador. Era el 17 de julio de 1674124.

Aunque faltaban todavía unos meses para la llegada del obispo, el cabil-do iba haciendo los preparativos. El protocolo a seguir estaba fijado conprecisión en el «libro de las Cintas»125. Y, en esta ocasión, así se seguiría.Designó a los canónigos Puyuelo y Dalda «para salir al recibimiento en elprimer lugar de la comunidad»126, puso en antecedentes al obispo sobrealgunos inconvenientes que podían originarse a la hora del recibimiento—por el asunto conocido con el nombre genérico de cortesías— si acudíansimultáneamente los ediles del concejo y los miembros del capítulo cano-nical y encargó al maestro de Gramática de la ciudad que preparase el dis-curso de entrada127.

A comienzos del mes de octubre el obispo vuelve a escribir al cabildo.Pide disculpas por su tardanza en emprender viaje y da las explicacionespertinentes en estos términos: «han concurrido con tan continuada repe-tición los negocios que no he hallado disposición para abreviar, con la pres-teza que deseaba, mi partenza, la cual espero, en Nuestro Señor, ejecutaréa los diez u once del corriente con muy particular alborozo»128.

El agente y canónigo Falcón escribía por aquellas mismas fechas: «el Sr.obispo dispone su jornada a toda prisa, para ir a su residencia y consolar aV. Sría. en tan larga ausencia de prelado»129.

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124 Ibídem, 115, cabildo 17 de julio, martes. Los derechos de entrada, que revertían enbeneficio de la fábrica catedralicia, eran 402 libras y 8 dineros. Los aranceles pagados a losministros de la catedral fueron: para el maestro de ceremonias, 2 libras; para el sacristánmayor, 3 libras; para el sacristán menor, 3 libras; para ocho infantillos y barrendero, 6 libras;para el notario del cabildo, l5 libras; para el macero, 4 libras; para el campanero, 3 libras;para la capilla (sin chirimías), 2 libras y para los chirimías, 2 libras.

125 Ibídem, 105, fol. 36 v.126 Ibídem, 115, cabildo 20 septiembre 1674. Torrelacárcel era «el primer lugar de la

Comunidad» de Teruel en viaje desde Zaragoza.127 Ibídem, cabildo 27 septiembre 1674.128 Ibídem, 228-18-26, carta de 3-X-1674.129 Ibídem, 260-2-34, carta de 26-IX-1674.

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Para obviar las dificultades derivadas de las cortesías, el cabildo decidióque, una vez se concluyese la ceremonia de entrada solemne del obispo enel templo catedral, permanecerían allí mismo y rezarían maitines.Entretanto, los representantes edilicios acompañarían a Fray Andrés alpalacio episcopal. Comunicaron esta decisión al obispo, que comprendió yaceptó130.

Los representantes del concejo municipal deberían esperarlo en ellugar conocido como «Santa Catalina», mientras los dos síndicos del cabil-do le recibirían en la iglesia de San Francisco, extramuros de la ciudad.Para esta misión fueron designados el arcediano y el chantre131.

2.4.2. Entrada solemne

Al llegar la noticia de que Fray Andrés se iba aproximando, los canóni-gos Dalda y Puyuelo iniciaron su viaje hacia el límite de la diócesis, aunqueapenas «pasando de Cella, lo encontraron en el camino». El obispo hizoparar el carruaje y bajó a saludarles, invitándoles a subir y compartir sucarroza; era la tarde del 14 de octubre. Aquella noche cenaron juntos y per-noctaron en Cella132. El obispo Aznar, cansado seguramente del largo viaje,todavía encontró tiempo para escribir al cabildo y agradecer este cortésdetalle del envío de síndicos. Desde Cella escribía: «experimento tan nuevaobligación en la cortesanía de V. Sría… Los síndicos de V. Sría. propusie-ron con entera satisfacción cuanto V. Sría. les había prevenido, y debo darmuchas gracias a V. Sría. por las honras que recibo de su grandeza con laocasión de mi arribo, el cual me deja gozosísimo en consideración dehallarme en la cercanía que tanto he deseado, para que pueda V. Sría.conocer de mi buen afecto el adelantamiento con que obraré en conve-niencia de V. Sría»133.

El 16 de octubre llegó la comitiva episcopal a Teruel. Los síndicos delconcejo, contrariamente a lo que estaba previsto, decidieron bajar a laiglesia de San Francisco «con mazas, pareciendo esta función cosa nueva,por no haberlo jamás usado la ciudad con ningún prelado». Actuando así,usurparon fraudulentamente los derechos del cabildo, pero Fray Andrés,conocedor de estos litigios de cortesías, limó y suavizó las posibles aspere-zas, como narra la crónica de los acontecimientos: «Determinó el señor

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130 Ibídem, 115, cabildo 8 octubre 1674, lunes.131 Ibídem, ídem, cabildo 12 octubre 1674.132 Ibídem, 105, fol. 36 v.133 Ibídem, 228-18-17.

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obispo que no bajara la iglesia, sino que lo saliera a recibir al puesto acos-tumbrado con todo el clero procesionalmente. A las cuatro de la tarde,después de vísperas, se tocaron las campanas y se salió al recibimientofuera de la primera puerta de la ciudad. Púsose un altar. Se aguardó allíque subiera su Señoría asistido de la ciudad con sus mazas. Hizo su ora-ción delante de la Cruz, que estaba en dicho altar y, luego, procesio-nalmente se le trajo hasta la puerta de la iglesia catedral debajo el palio,llevando las varas dignidades y canónigos. En la puerta de la iglesia se letenía su sitial y, sobre él, un misal. Y, después de haberlo incensado elmaestro de ceremonias, el señor deán tomó el misal, abriéndolo, le dijo elseñor deán a su Señoría cómo aquel era el puesto adonde todos los seño-res prelados, sus antecesores, tenían costumbre de jurar los estatutos y loa-bles costumbres que la iglesia tenía para su buen régimen. Que, pues suprocurador los había jurado, le tocaba a su Señoría jurarlos perso-nalmente. Y, levantando el misal y poniéndoselo delante, los juró de guar-dar y observar conforme sus antecesores y procuradores. Hecha esta cere-monia, entró en la iglesia y fue al altar mayor y, después de haber hechooración en secreto, arrodillado en el sitial que se tenía prevenido, dijo laoración de Santa Emerenciana, patrona, en alta voz y después se sentó enuna silla y dio el osculum pacis a todo el clero. Los prebendados lo recibie-ron sin arrodillarse, los demás, arrodillados delante de su Señoría. Dio lasgracias al pueblo por el agasajo en su recibimiento. Y, por evitar los incon-venientes que se ofrecían entre la iglesia y la ciudad de acompañarlo hastasu palacio, determinó su Señoría que el cabildo se quedara a decir maiti-nes y que su Señoría se iría asistido de la ciudad hasta su palacio, confor-me lo había recibido, hízose en la misma conformidad. El cabildo se entróen el coro a decir maitines y su Señoría se fue asistido de la ciudad, y elCapítulo a sus parroquias»134.

Al día siguiente, después del oficio divino, el cabildo acudió corporati-vamente a dar la bienvenida al obispo. Fray Andrés salió a recibirlo a laescalera y les invitó a pasar a la sala de visitas. El deán pronunció unas bre-ves palabras, «significando el gozo que todos tenían» y el señor obispo res-pondió «que estaba con mucho agradecimiento de los obsequios de la igle-sia y que, como cabeza de ella, no podía faltar a su asistencia»135.

Los canónigos Dalda y Puyuelo subrayaron ante sus compañeros la deli-cadeza y buen trato que les había dispensado durante el viaje de Cella a

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134 Ibídem, 115, cabildo 16 octubre 1674.135 Ibídem, ídem, 17 octubre 1674.

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Teruel136. Fray Andrés había causado buena impresión. La diócesis deTeruel tenía en casa a su nuevo pastor, adornado con el carisma, tan agus-tiniano, del amor.

2.4.3. Relaciones con el cabildo

La función desempeñada por los cabildos durante el siglo XVII era decierta relevancia. Por ello, el análisis de las relaciones del obispo con elcabildo aporta suficientes datos en la comprensión de un episcopado.Antes de que Fray Andrés llegase a Teruel, puesto que la Cuaresma estabaya próxima, el cabildo le había escrito para concretar quién sería el predi-cador. En los años anteriores había predicado el jesuita P. Ignacio Viu137 ysolicitado al obispo que lo hiciese nuevamente el mismo padre138. Confecha 27 de marzo Fray Andrés contestó diciendo que ya había designadoa un religioso de su Orden, al mismo tiempo que pedía disculpas por nopoder complacerle139. De hecho, frailes agustinos debieron ser con todaprobabilidad los que desempeñaron este ministerio durante los nueve añosde su pontificado140.

La situación socio-política española de finales del siglo XVII no era muyalentadora, ni en Aragón ni en el resto del Reino. La ruptura de relacionesdiplomáticas con Francia, cerrándose las fronteras pirenaicas a consecuen-cia de las guerras franco españolas, y las medidas proteccionistas originaronun aumento de la presión fiscal, con objeto de sostener la frágil economíadel Reino141. La ciudad de Teruel debía contribuir con la cantidad de 1.050escudos. El municipio turolense exigía que el clero colaborase también a

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136 Ibídem, 18 octubre 1674.137 Ibídem, 106-3-17 y 3-18; 232-19-15 y 19-18.138 Ibídem, 228-18-21. El obispo escribía: «Muy de la cristiandad de V. Sría es el celo que

manifiesta en el mayor bien espiritual de los fieles de esa ciudad, deseando continúe el P.Ignacio de Víu otro año en el santo ejercicio de la Cuaresma, por el provecho que tan deconocido se ha conseguido en los sermones de esta Cuaresma».

139 Ibídem la carta continúa de esta manera: «Debo decir a V. Sría. cómo, muy luego quela real grandeza de su Majestad hizo presentación de mi persona para esa santa iglesia, meprevino mi Religión para que a religioso de mi hábito emplease en ese ministerio. Y, en con-sideración de hallarse esta proposición tan asistida de la justicia natural y política, me fuepreciso contraer el empeño que hoy tengo, para no excusarme a que predique religioso demi hábito la Cuaresma del año del setenta y cinco; con que me deja muy mortificado estesuceso, por lo que me embaraza el cumplimiento de lo que V. Sría. me pide».

140 En 1679 predicó la Cuaresma el Maestro Juan del Cerro, que ese mismo año actuócomo procurador de visita ad limina. Vid. A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes 792,Terulen.

141 SOLANO, E., «Carlos II de Aragón», Aragón en su historia, Zaragoza, 1984, pp. 314-315.

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levantar esa carga. El deán Martínez Rubio consultó el asunto al preladoAznar el 8 de junio de 1674 y la respuesta no deja lugar a dudas sobre supostura: «No puede V. Sría. admitir esa contribución o ha de incurrir en lascensuras de la bula In Coena Domini. No es opinión, doctrina es cierta»142.

Como aragonés, el obispo apreciaba la delicada situación del Reino yveía la urgente necesidad de ayudar a su maltrecha economía. Como obis-po, sin embargo, denunciaba que ese tributo fuera impuesto unilateral-mente por los poderes civiles sin contar con el consentimiento de la Iglesia.Por ello, aconsejaba al deán rechazar rotundamente tal arbitrariedad143.Agradeció la confianza del cabildo al exponerle este asunto y volvió aescribirles el 26 de junio en estos términos: «Espero muy en breve tener ladicha de poder discurrir esta materia personalmente con V. Sría.»144.

En los días anteriores a su toma de posesión por procurador se habíasuscitado la cuestión del cobro de aranceles por el gobierno de la diócesisdurante el tiempo que precedió a su llegada. El cabildo tenía derecho apercibir 50 libras mensuales. Se resolvió —nemine discrepante— que el deánpropusiese el tema al obispo145 aunque, según se desprende de una cartadel agente Juan José Falcón146, hubo un mal entendido de la posturaepiscopal. Fray Andrés aceptó su obligación de abonar las tasas al cabildopor la administración de justicia en su ausencia, pidió disculpas al deán yle aseguró su voluntad decidida de colaboración147.

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142 A.C.T., 228-38-2. El siguiente párrafo de la carta de don Andrés muestra claramentela situación del Reino de Aragón a consecuencia del cierre de fronteras pirenaicas: «paraconducir al más pronto socorro de la necesidad que padece este Reino, se habían reducidoa repartir por su vecindad una contribución universal, en que se hiciese equivalencia al útilque se recibía por los derechos de la ropa que de Francia entraba, para que, proporcionadoen esta satisfación el interés que se perdía cerrando los puertos, se embarazase el comercioque tan dañoso se había experimentado. Y, en esta consideración, se le pide a V. Sría. con-tribuya con la parte que le tocare de los mil y cincuenta escudos, que han cabido a los veci-nos de esa ciudad».

143 Ibídem: «como la cooperación en este hecho se opone directamente al fuero de lainmunidad, que debe mantener el estado eclesiástico, sienta mucho V. Sría. no hallarse conla libertad que desea, para que experimentara el Reino con puntual obediencia…».

144 Ibídem, 228-18-23.145 Ibídem, 115, cabildo 13 julio 1674.146 Ibídem, 260-2-23, carta de 25 julio 1674. El agente Falcón comentaba la angustia inte-

rior del prelado en estos términos: «me preguntó qué era en lo que había faltado, que lepenaba mucho y deseaba satisfacer, porque su ánimo no había sido jamás faltar, ni quitarhonores a su iglesia, sino antes darle los que pudiera porque, cuantos más tenía su cabildo,más tenía su Ilustrísima, pues son los que aumentaban y califican a su prelado». El obispomostró a Falcón un borrador con sus disculpas.

147 Ibídem, 228-18-25, carta de 8 agosto 1674. El obispo afirmaba en su misiva que «enesta consideración vine siempre prevenido, y lo he practicado con los dos cabildos adonde

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El obispo Aznar, como hemos comentado en páginas anteriores, abonólos derechos de entrático que, según el breve de Clemente X (24-VIII-1673), debían emplearse para el ornato del templo catedralicio148. Y así sehizo en su caso, pues el 20 de julio, tres días después de la entrada porprocurador, «se propuso cómo se ha de mejorar el órgano por no podersetañer y, así, que para este gasto es necesario valerse de las 400 libras que elseñor obispo ha dado de entrada a la fábrica»149. Se encomendó la repara-ción al organero Iranzo, que emitió su juicio pericial a mediados de sep-tiembre150. El arreglo costaría 600 escudos. De ahí que aconsejara hacer unórgano nuevo, como había fabricado recientemente el de Aliaga por valorde 1.200 escudos. El cabildo, cuyo parecer no era unánime en este asunto,dejó la decisión final en manos del señor deán y de los canónigos Carnicery Puyuelo. Aunque desconocemos por cuál de las soluciones se optó, en lasNavidades de ese año el órgano estaba compuesto. Eran las primerasNavidades de Fray Andrés en Teruel151.

El cabildo contó siempre con Fray Andrés para organizar las ceremoniaslitúrgicas y actos eclesiásticos. Así ocurrió, por ejemplo, en 1676 a la horade promulgar el año jubilar compostelano. El cabildo de Santiago comuni-có la noticia a la corporación turolense. Consultaron el asunto al obispo,resolviendo la publicación «cuando el señor obispo determinare, para quelos fieles no pierdan tanto bien»152.

El año de 1680 fue un año de sequía y se decidió hacer rogativas enmayo y septiembre. La crónica de lo ocurrido en mayo es la siguiente: «pro-puso el señor presidente cómo había parecido a muchos de la iglesia seríabien hacer, por la necesidad de agua, alguna rogativa, pues se reconocía serla necesidad grave, supuesto que todos lugares no cesaban de hacer conti-nuas diligencias y esta ciudad no tiene menos necesidad, pues la devoción

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tan indignamente he presidido. Y, quien obró así con lo menos, no se hacía creíble procura-se faltar con lo más». Recriminaba los posibles recelos del deán y garantizaba su desvelo pas-toral, como había mostrado hasta entonces, con estas palabras: «Y no puede excusarme arepresentar a V. Sría. era para despreciado el reparo, suponiendo la estimación que V. Sría.había experimentado en mis operaciones, las cuales continuaré con toda la demostraciónque entendiere ha de resultar en mayor autoridad y decoro de V. Sría.».

148 Ibídem, 215-6-2, fol. 3 v. y perg. 593, doc. 733.149 Ibídem, 115, cabildo 20 julio de 1674, viernes.150 Ibídem, cabildo 14 septiembre 1674.151 Ibídem, cabildo 14 diciembre 1674: «propúsose que se le dieran las gracias al señor

obispo por la dádiva de 30 fanegas de trigo, que su Señoría da para el organero de limosna.Y, así, se nombró al señor Cavero para que, de parte del cabildo, le dé las gracias al señorobispo por tan buena limosna».

152 Ibídem, cabildo 20 noviembre 1676.

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de los fieles, junto con la necesidad, ha obligado a traer a Nuestra Señorade Cilleruelos en procesión a la iglesia de San Juan. Y se resolvió se fuerael día siguiente en procesión a la iglesia de San Juan a visitar a la Virgen,en donde se diga una Misa cantada y, así mismo, en dicho día, por la tarde,se digan vísperas de difuntos en esta santa iglesia. Y al día siguiente, unamisa cantada, todo con la solemnidad posible. Y que se convide para todaslas sobredichas funciones al señor obispo y a la ciudad»153.

Si en esta ocasión la iniciativa había partido del cabildo, en el mes de sep-tiembre fue Fray Andrés quien propuso la necesidad de pedir las bienecho-ras lluvias y, posteriormente, de dar gracias por ellas. El libro «de Gestis» lonarra de la siguiente manera: «significó el señor deán cómo el obispo pedíase hiciese una procesión general a San Sebastián por la necesidad de agua.Y se resolvió se hiciese en la forma propuesta, así por pedirlo el señor obis-po, como también por ser todos interesados en este negocio»154.

Quince días más tarde, y habiendo llovido copiosamente, consigna ellibro de Actas: «Propuso el señor deán cómo el señor obispo pedía se hicie-se procesión general a San Sebastián en hacimiento de gracias por el bene-ficio del agua, y se resolvió se hiciese en la forma dicha, así por ser peticióndel señor obispo, como también hallarnos todos favorecidos»155.

El afecto y estima que el cabildo profesaba hacia Fray Andrés lo demos-tró en ocasiones con las personas de su entorno. Así, por ejemplo, lo hizoen 1675 con su sobrino. La ocasión se presentó en el mes de febrero cuan-do la Iglesia celebra la fiesta de la Candelaria. Por eso, no extraña el acuer-do capitular del 1 de febrero, donde se «propuso que parecía bien enviar-le al sobrino del señor obispo una hachuela. Y se resolvió que se le en-víe»156. Queda también constancia cómo en abril de 1681 agasajaron alagustino Fray Francisco López Urraca, obispo electo de Barbastro que, depaso hacia su diócesis, permaneció unos días en Teruel, huésped de su her-mano de hábito157. Los síndicos capitulares visitaron a ambos obispos agus-tinos en su residencia. El obispo electo de Barbastro, acompañado de loscanónigos Cavero y Asín, devolvió la cortesía a la corporación canonical,departiendo en amistosa conversación la tarde del 26 de abril en la salacapitular158.

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153 Ibídem, cabildo 20 mayo 1680, jueves.154 Ibídem, cabildo 13 septiembre 1680.155 Ibídem, cabildo 28 septiembre 1680.156 Ibídem, cabildo 1 febrero 1675.157 A.C.T., 115, cabildo 5 abril 1681.158 Ibídem, cabildo 26 abril 1681.

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Los gastos de sostenimiento del templo catedral, derivados de la com-pra de objetos para el culto y del mantenimiento material del edificio, eranelevados, contando para ello con escasas rentas. Por eso, en los últimostiempos del obispo Diego Chueca (1647-1672) se había solicitado permisoal rey para gravar la pensión de la mitra con un impuesto anual en benefi-cio de la fábrica catedralicia. El obispo Chueca aceptó el impuesto de 300fanegas de trigo por año159. También efectuó este pago el obispo DiegoFrancés Urritigoyti (1672-1673)160. El prelado Aznar continuó con esa cos-tumbre. Durante su episcopado, el cabildo pretendió obtener autorizaciónregia para ampliar dicha dotación en cantidad y en años, haciéndoselosaber por carta a Fray Andrés, que se encontraba en las Cortes Generalesdel Reino, en las que también se hallaba José Dolz del Espejo, dignidad detesorero y síndico del cabildo. El obispo Aznar aceptó la proposición capi-tular y les escribió en estos términos: «en esta consideración previne altesorero don José Dolz, síndico de V. Sría, concurriré con singular demos-tración a la continuación de pagar en la pensión situada de ciento y ochen-ta escudos con trescientas fanegas de trigo, aun después de haberse con-cluido el efecto de la gracia que concedió su Santidad, y cooperaré tam-bién interponiendo mi consentimiento, para que su Majestad, si fuere ser-vido, haga merced a V. Sría. de trescientas libras de annua pensión, paraque, conseguida, se cobre después de mis días a beneficio de la fábrica»161.

El monarca Carlos II, presente en las Cortes de Zaragoza, admitió la soli-citud. El cabildo agradeció al obispo su mediación y éste le respondió res-tando importancia: «de muy poca gratitud se hace digna la cooperación deconsentimiento que he dado a conveniencia de la fábrica de esa santa igle-sia en la pensión que su Majestad ha concedido»162. El tesorero Dolz delEspejo mandó la solicitud a Madrid, firmada por Fray Andrés163, el 31 deagosto. Esperaba que las diligencias burocráticas en la capital no tardasenmás de quince días. Posteriormente habrían de ser corroboradas por laCancillería Vaticana, según decía y era práctica habitual.

La tramitación del expediente siguió su curso. Había una diferenciacuantitativa entre la solicitud episcopal y la concesión regia. Para subsanar

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159 Ibídem, 225-17-6 y 152-9.160 Ibídem, 115, cabildo 22 febrero 1674.161 Ibídem, 228-32-3, carta 22-VI-1677.162 Ibídem, 228-18-28.163 Ibídem, 145-4-51, carta 1-IX-1677: «anoche con el correo de Madrid envié, por no

haber hallado antes ocasión, el acta del consentimiento del señor obispo por duplicado…,el cual lo ha otorgado muy gustoso».

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esta pequeña discrepancia y obtener la bula papal, acudieron nuevamentea Fray Andrés a comienzos de 1682. El secretario capitular narra esta entre-vista de la siguiente manera: «Dio cuenta el señor deán cómo, en compa-ñía del señor Arroyos, habían estado con su Ilustrísima a pedirle que elconsentimiento que había dado de la pensión para la fábrica fuese servidose conformara con el del Rey. Y su Ilustrísima, con la bizarría de príncipe,lo dio de la manera que el cabildo deseaba y solicitaba, el cual dijo el señordeán lo había remitido ya a Roma»164.

Pocos meses después, el agente del cabildo en Roma escribió que teníatodo preparado para solicitar el documento papal. El cabildo turolense,enterado del reciente fallecimiento de Francés Urritigoyti, obispo deTarazona, juzgó oportuno esperar un tiempo, pensando una posible pro-moción de Fray Andrés a Tarazona165.

La bula de Inocencio XI, concediendo la pensión de 206 ducados deoro y 4 reales, por 10 años, a favor de la fábrica de la catedral lleva data de30 de diciembre de 1682166. Con ella el cabildo turolense obtenía un doblebeneficio: el testimonio de la ayuda incondicional de Fray Andrés y, ade-más, alargar los años de disfrute de la misma. En la misma fecha, el Papaextendió otra bula167, comisionando a los obispos de Albarracín y Cuencapara que velasen por la ejecución de lo allí mandado.

2.4.4. En las Cortes aragonesas de 1677

Los obispos eran miembros natos de las Cortes del Reino por el brazoeclesiástico, adonde obligatoriamente debían acudir. El año 1677 se cele-braron Cortes Generales en Aragón. Como escribe Enrique Solano, «origi-nariamente estas Cortes habían sido convocadas en 10 de marzo de 1677para Calatayud; sin embargo, se trasladaron a Zaragoza, donde concluiríanel 25 de enero del año siguiente. El primero de mayo el rey, en solemneprocesión entraba en Zaragoza que a tal efecto había sido engalanada. Enla Seo y ante las Cortes y principales dignatarios del Reino juraba la obser-vancia de los fueros, privilegios y costumbres del Reino de Aragón. Fue el14 de mayo cuando el rey abrió las Cortes»168.

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164 Ibídem, 115, cabildo 28 enero 1682, miércoles.165 Ibídem, cabildo 20 abril 1682.166 Ibídem, perg. 584, doc. 734.167 Ibídem, perg. 595, doc. 735.168 SOLANO, E., op. cit., pp. 310-311.

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Ese mismo día el obispo Aznar acudió a la catedral para despedirse delos canónigos «con mucho cariño», partiendo hacia Zaragoza al díasiguiente, «suplicándoles le tuvieran muy presente en sus sacrificios y ora-ciones, para que sus operaciones fuesen con todo acierto, y para el biencomún de este Reino, y le restituyese Dios Nuestro Señor al servicio de estasanta iglesia con mucha salud, a lo cual respondió el señor deán por todoel cabildo: significándole el sentimiento con que el cabildo quedaba por laausencia de su Ilustrísima»169. Los canónigos Cavero y Gómez fueron desig-nados por el cabildo como síndicos para decir adiós al obispo.

Una vez en Zaragoza, el día 29 de mayo prestó juramento de fidelidada Carlos II en la Seo, como el resto de diputados. El agitado viaje, las calo-res del verano y su avanzada edad hicieron que el obispo hubiese de per-manecer postrado en el lecho durante varios días. El cabildo turolense seinteresó por su salud y rogó con insistencia a Nuestra Señora de losDesamparados por la pronta recuperación170.

El cabildo, como era práctica habitual, tenía también su síndico en lasCortes, el canónigo tesorero Dolz del Espejo, a quien el cabildo abonaríasus honorarios, a razón de 10 reales diarios hasta el mes de noviembre. Apartir de esa fecha, dada la situación precaria de las arcas capitulares, supli-caron «al señor tesorero tuviera a bien de asistir lo restante del tiempo quedurasen las Cortes a sus expensas, sólo con la presencia de la iglesia»171.

El tesorero se avino a estas condiciones y a finales de noviembre recibió150 libras del Dr. Arroyos por sus honorarios. Al concluir las Cortes y regre-sar a Teruel, solicitó que se le abonasen otros gastos extraordinarios, comoel pago de las gestiones realizadas por los abogados en el asunto sobre lapensión de la fábrica catedralicia172. El cabildo vio justificadas las peticio-nes del tesorero y mandó al señor Arroyos ajustar las cuentas, según losalbaranes presentados por el tesorero173.

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169 A.C.T., 115, cabildo 14 mayo 1677.170 Ibídem, 228-18-28. Fray Andrés agradecía las oraciones por su salud con estas pala-

bras: «el beneficio de misericordia que recibí de Nuestro Señor, considero haberle tenido enel concurso de oraciones que aplicó V. Sría. para la consecución de mi salud; y propongo aV. Sría. muy repetidas gracias en haberme participado el mérito de sus santos ejercicios,interponiendo la intercesión de la Virgen Santísima de los Desamparados, para que del todome hallare en la mejoría que tengo».

171 Ibídem, 115, cabildo 26 noviembre 1677.172 El tesorero decía en su carta de 1 de septiembre: «he pagado al notario que ha testi-

ficado el consentimiento del señor obispo». Además, abonó al agente 486 reales y medio deplata. Vid. A.C.T., 145-4-51.

173 Ibídem, 115, cabildo 22 abril 1678.

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Faltó coordinación entre el tesorero y el obispo a la hora de presentarconjuntamente en Cortes la lista de síndicos por la Comunidad de Teruel.El tesorero, «sin haber comunicado este negocio con su Ilustrísima, (hizo)la insaculación en las personas de su cariño»174. El obispo se quejó al deánMartínez Rubio, y éste disculpó al tesorero Dolz que, aunque habi-tualmente desempeñaba sus funciones con esmero y cuidado, en estaoportunidad se había descuidado175.

Al ser disueltas las Cortes, el 25 de enero de 1678, el obispo Aznar noregresó de inmediato a Teruel, pues hubo de permanecer en Zaragoza por-que una hermana suya se encontraba muy enferma, muriendo al pocotiempo. Enterado de la noticia, el presidente del cabildo la comunicó a loscapitulares y le escribió una carta, expresando la condolencia de lacorporación176.

Antes de su regreso, los ediles municipales comenzaron ya a poner enpráctica el sistema tributario votado en las recientes Cortes, gravando elaceite con una sisa. Los síndicos municipales, Dr. Félix Civera y Dr. FélixCavero, presentaron la propuesta al cabildo turolense el 8 de agosto177. Elcabildo nombró al presidente señor Arroyos, al arcediano, al tesorero y alos canónigos Dalda y Olivas para estudiar la respuesta. Acordaron unáni-memente escribir al obispo y nombrar a los señores Cavero y Corbalán parallevar esta contestación al Concejo turolense178. La carta del obispo no sehizo esperar. Estaba fechada en Zaragoza a 17 de agosto. Iba dirigida aljurado mayor del municipio turolense. Defendía la inmunidad eclesiásticay pedía a los munícipes cautela y prudencia en sus operaciones179. El 23 deagosto los síndicos del cabildo llevaron este escrito al Concejo y solicitaronlas explicaciones que motivaban tal impuesto180.

El obispo Aznar retornó a Teruel a mediados del mes de septiembre. Elarcediano y sacristán dieron la bienvenida al obispo181. La presencia deFray Andrés vino a serenar los ánimos en la cuestión de la sisa del aceite,

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174 Ibídem, cabildo 22 octubre 1677.175 Ibídem, cabildo 29 octubre 1677.176 A.C.T., 115, cabildo 23 junio 1678.177 Ibídem, cabildo 8 agosto 1678. Los síndicos de la ciudad «suplicaron al cabildo dé su

consentimiento, con esperanza de conseguirlo, por considerar ser menos dañoso este medioque el que tiene al presente para todo el estado ecelsiástico», que gravaba la adquisición devino.

178 Ibídem, cabildo 12 agosto 1678.179 Ibídem, 190-14-4.180 Ibídem, 115, cabildo 23 agosto 1678.181 Ibídem, cabildo 16 septiembre 1678.

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poniendo las cosas en su sitio. Los eclesiásticos turolenses colaboraban conel impuesto del vino desde las Cortes de 1626. El municipio «suplicaba alcabildo tuviese a bien de hacer una cédula del aceite que los señores capi-tulares habían de menester para el abasto y servicio de su casa, en cada unaño, en la forma que se dio cuando se hizo la tasa del vino, y que, por fene-cer el arrendamiento a veinticuatro del corriente, suplicaba la ciudad alcabildo adelantase su determinación lo que fuese posible, porque pendíade ella el comenzar a tratar de este negocio»182.

Los canónigos Olivas y Gómez comentaron esta proposición a FrayAndrés. Por su parte, también lo hizo el canónigo penitenciario Dr.Arroyos, vicario general del obispo y hombre de su entera confianza. Todosestuvieron de acuerdo en que «se diese la memoria en la forma que se diocuando se hizo la tasa del vino»183.

Los canónigos Cavero y Corbalán comunicaron esta resolución alConcejo municipal y presentaron la nómina de aceite que necesitaban. Afinales del mes de octubre se zanjó definitivamente el asunto de la sisa delaceite. Los eclesiásticos turolenses, como se aprobó en las Cortes y conocíael prelado Aznar, contribuyeron al igual que los seglares en el sostenimien-to de las exhaustas arcas reales.

Mientras se sucedían las gestiones encaminadas a solucionar este pro-blema, el deanato había quedado vacante por muerte de Tomás AntonioMartínez Rubio184. Los hermanos Martínez Rubio, Pedro y Tomás Antonio,lo habían detentado durante cerca de 40 años185. El cardenal Nithard obtu-vo la prebenda para Pedro Martínez Asensio y comunicó la noticia porcarta al cabildo turolense. El notario Miguel Sanz, que actuaba de procura-dor del recién nombrado deán, presentó las bulas. El arcediano y tesorerofueron elegidos para examinarlas186. Era el 20 de diciembre de 1678, ape-nas trascurridos seis meses desde la muerte del deán Tomás Antonio. Dosdías después, examinados los documentos, se nombró al arcediano y arci-preste para dar posesión al deán Martínez Asensio. Pagó 116 libras y 16

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182 Ibídem, cabildo 21 octubre 1678.183 Ibídem, cabildo 23 octubre 1678.184 Había fallecido el 1 de febrero de 1678. Vid. A.P. Santa María de la Catedral, tomo

III (1616-1700), fol. 207.185 Vid. POLO, J.J., «Ocho personajes eclesiásticos turolenses del siglo XVI y XVII»,

Aragonia Sacra, VI (l991), pp. 177-179. El deán Tomás Antonio, que había sido rector de laUniversidad oscense en 1643, fue propuesto para obispo de Teruel a la muerte de DiegoChueca en 1672. Vid. A.C.T., 115, cabildo 27 junio 1672 y 106-3-15.

186 A.C.T., 115, cabildo 20 diciembre 1678.

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sueldos de derecho de entrada. Tomó posesión de su dignidad y, en el acto,hizo una breve alocución y presentación de su persona187. Al finalizar elaño 1678 el cabildo contaba con un nuevo deán. Él presidió la corporacióncuando acudieron al palacio episcopal a felicitar las Navidades de ese añoa Fray Andrés.

2.4.5. La visita ad limina

A partir del Concilio de Trento, y aun antes todavía, los obispos estabanobligados a realizar la visita ad limina o, en su caso, enviar el texto de lamisma con un procurador. Durante 1679 Fray Andrés, que notaba sobresus espaldas el peso de los años, se dedicó a tareas burocráticas. Redactó eltexto de «visitatio ad limina» y aprobó los nuevos estatutos del CapítuloGeneral Eclesiástico.

El texto de visita ad limina está redactado en castellano188, contra la prác-tica habitual de ser presentado en lengua latina. De alguna manera, por suestilo y forma, rompe los modelos protocolarios. En él queda reflejada laimpronta personal de Fray Andrés, incluso grafológica, pues no se sirvió deamanuense o secretario a la hora de redactarlo, lo hizo personalmente.Aun respondiendo al cuestionario obligado de toda «visitatio ad limina», lohace en un tono muy epistolar, como contando la situación a un amigo.Rubricó su testimonio de una manera bien particular: «Fray Andrés, obis-po indigno de Teruel».

A Fray Andrés le hubiera agradado acudir personalmente a Roma.Conservaba gratos recuerdos de la Ciudad Eterna, donde intervino activa-mente en el proceso de canonización de Santo Tomás de Villanueva189,pero su avanzada edad se lo impedía. No encontró prebendado ni sacerdo-te diocesano para llevar el texto a Roma. Aceptó este encargo el agustinoMaestro Juan del Cerro «que, con ocasión de que ha predicado laCuaresma de este año de setenta y nueve en esta catedral, se conformó conmi dictamen, por aliviarme del desconsuelo en que me había puesto elconocer era imposible satisfacer con brevedad a esta obligación». En surelatio el obispo describe la vida eclesial, tanto en la ciudad de Teruel comoen los pueblos.

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187 Ibídem, cabildo 22 diciembre 1678.188 A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes 792, Terulen.189 Lo recuerda Fray Andrés en su carta al Papa: «por la buena fortuna que me cupo el

año que asistí en Roma a la canonización de Santo Tomás de Villanueva, el besar entoncesrepetidamente la sacra púrpura de Vuestra Santidad».

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La catedral estaba servida por 18 prebendados (6 dignidades y 12 canó-nigos), 1 vicario, 12 racioneros y 22 beneficiados. En la ciudad había 7parroquias, cada una regida por 1 vicario y 15 racioneros. La ciudad conta-ba con 5 conventos masculinos (trinitarios, mercedarios, dominicos, fran-ciscanos y capuchinos) y 2 femeninos (franciscanas de Santa Clara y carme-litas descalzas). No había seminario190, pero sí estudio de Gramática. Losenfermos y pobres recibían atención en el hospital general y, recientemen-te, en un hospicio administrado por religiosos carmelitas descalzos.

La diócesis de Teruel abarcaba 73 pueblos (32 rectorías y 41 vicarías).En Mora de Rubielos había una colegiata de patronato laical (con prior y6 canónigos) y convento de religiosos franciscanos. En Sarrión, poblaciónde 400 vecinos, existía un convento de religiosos mercedarios. La villa deManzanera poseía un convento de la Orden de San Francisco. Rubielos deMora, «en cuya iglesia se dispone una autorizadísima fundación de colegia-ta, que se espera en Dios verse concluida con brevedad de tiempo», teníados cenobios: uno masculino, de carmelitas calzados, y otro femenino, deagustinas.

Fray Andrés concluía su texto de visita con estas palabras: «Ésta es,Santo Padre, la puntual y exacta relación que puedo y debo proponer a lospies de Vuestra Santidad, suplicando me dé su santa bendición, para queacierte a cumplir con la obligación del empleo en que la Santa SedeApostólica me ha puesto».

2.4.6. Relaciones con el Capítulo General Eclesiástico

El Capítulo General Eclesiástico, de honda raigambre en la historiaeclesiástica turolense, revisaba periódicamente sus constituciones y, paraello, necesitaba el refrendo episcopal. Este Capítulo Eclesiástico, cuyopatronato laical ostentaba el Concejo municipal turolense, monopolizabala atención espiritual de la ciudad en sus siete parroquias. Hundía sus raí-ces en tiempos de la Reconquista y precisababa adaptar sus constitucionesestatutarias. Será Fray Andrés quien refrende en 1679 unas nuevas consti-tuciones para el Capítulo191, después de que fueran realizados los trabajosprevios.

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190 «No hay seminario, pues tiene la iglesia unos ministros que llama infantes, para ejer-citar el servicio del altar y demás ministerios importantes».

191 Se encuentran en A.C.G.E.T., Carpeta que contiene documentos referentes aOrdinaciones. Legajo, 35, n.º 6 (19 folios). Fueron trascritas y publicadas por SOTOCA, J.L.,«Las ordinaciones del Capítulo de Racioneros», Teruel, 68 (1982), pp. 134-162.

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En efecto, en 1675 el Concejo de Teruel había delegado a los infanzo-nes Dr. Lucas Gregorio y Antillón y Antonio Antillón y Marcilla, al juristaDr. Félix Domingo Civera, al labrador Gil Marqués y al pelaire JerónimoTerrer para redactar el borrador de unos nuevos estatutos. Ocurría esto eldía 6 de septiembre, levantando acta de la sesión el notario AgustínNovella, infanzón y caballero.

Al año siguiente, el 23 de julio de 1676, el Dr. Francisco Gómez, vicariode San Miguel y prior del Capítulo, el Lic. Damián Paxador, vicario de SanAndrés, el Lic. José Piñol, racionero del Salvador, y el Dr. José CaveroEspinoza, vicario de Santiago, fueron nombrados por el Capítulo Generalpara llevar a cabo la misma tarea. El notario Fernando Noguera, secretariodel Capítulo, hizo acto público del acuerdo.

Elaborados, estudiados, modificados y ampliados los estatutos del Capí-tulo, el 26 de junio de 1679 se presentaron al obispo para su aprobación.El notario José Rubio, ante la presencia de los testigos Antonio Cabrero,andador de los jurados de la ciudad, y el mancebo Juan Pérez, cardero, tes-tificó el documento de presentación.

Habiendo transcurrido un mes escaso, el 16 de julio de 1679, los estatu-tos del Capítulo General Eclesiástico obtuvieron la aprobación episcopal,siendo rubricados y sellados por Fray Andrés Aznar, y publicados por elsecretario canciller del obispo, Dr. Juan Antonio Jiménez.

Las 66 constituciones aprobadas por Fray Andrés regulaban la vida delCapítulo con meticulosidad y detalle. Daban normas sobre las condicionesde los candidatos, el examen de ingreso y la vida de los racioneros hasta sujubilación. Expondremos el resumen de su contenido, como análisis indi-cativo de la vida misma del Capítulo General Eclesiástico en el siglo XVII.

Se prescribía que el candidato hubiese «nacido en la presente ciudad, odentro de los términos de ella, y bautizado en una de las pilas de cualquieriglesia de dicha ciudad, o sus términos, y que haya de ser hijo legítimo y delegítimo matrimonio procreado», habiendo aprendido los rudimentos degramática en la ciudad de Teruel. Los verdugos, los cortantes de carniceríapública, los infames (de crimen de lesa Majestad, condenados a muertepor ladrones, los azotados, condenados a galeras), los moros, los judíos,herejes o descendientes de herejes quedaban excluidos del patrimonioeclesiástico de las siete iglesias de Teruel.

No podía ser recibido en dicho patrimonio si no había recibido la pri-mera tonsura clerical. Postularía para cualquiera de las siete iglesias, nosiendo obligatorio hacerlo por aquella iglesia donde había recibido el bau-

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tismo o donde sus padres eran feligreses. El título patrimonial del racione-ro no variaría nunca a lo largo de su vida, siendo siempre el de la iglesia endonde obtuviera ración. El acto de presentación del candidato lo hacíandos racioneros, que no pertenecían a la iglesia para la que estaba postulan-do, durante la misa cantada, vísperas, completas o maitines. El pretendien-te exhibiría sus credenciales de bautismo, confirmación y tonsura. Hechoel acto de presentación, un racionero de la iglesia donde deseaba servir loconduciría hasta el prior del Capítulo General. Éste lo pondría en conoci-miento de los jurados de la ciudad en el espacio de tres días. La documen-tación entregada por el candidato era examinada por el capítulo de la igle-sia patrimonial, por el prior del Capítulo y por los jurados a lo largo de unmes. Cada uno de estos tres estamentos analizaría la documentacióndurante diez días. Finalizado este plazo, darían su dictamen por escrito.

Una vez admitido como racionero, entregaría su documentación al vica-rio de la iglesia parroquial. Luego, una vez recibidas las cuatro órdenesmenores, serviría por espacio de un año en la iglesia y recibiría con fre-cuencia los sacramentos. Al cabo de ese tiempo, si había llegado a la edadde 21 años, podía presentarse al examen de subdiácono.

Se rendían los exámenes en la sala de la ciudad ante el jurado delConcejo, el prior del Capítulo y el vicario de la iglesia patrimonial en dosoportunidades anuales: un mes antes de las témporas de Cuaresma y deseptiembre, tiempos litúrgicos en que se conferían las órdenes sagradas.Cuando la sede estuviese vacante, se estipulaba que el tiempo fuese de mesy medio. Examinados de canto y considerados hábiles, pasaban a la prue-ba de contenidos teológicos. En caso contrario, no podían hacerlo.

En la sala de exámenes había tres libros: un breviario, los decretos delConcilio de Trento y el Catecismo Romano. El jurado o prior marcaríanuna página con un cuchillo en los tres libros. El candidato respondería altema que había salido fortuitamente. Acabado el examen, se hacía la vota-ción utilizando habas. Para aprobar, el candidato debía obtener tres habasblancas. Caso contrario, era reprobado.

Los parientes de los candidatos quedaban excluidos del tribunal exami-nador, quienes juraban actuar con imparcialidad. Al candidato a las órde-nes del diaconado o presbiterado, se le exigía presentar al tribunal una cer-tificación de su iglesia patrimonial, en el que constara que había ejercidosu ministerio. Si los que se examinaban eran doctores, maestros, digni-dades, canónigos… durante el examen estarían con las ropas propias de sucargo. El pretendiente que era suspendido, tardaría un año en volver a exa-minarse. Si lo era durante tres años consecutivos, no podría presentarse

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nuevamente al examen por espacio de cuatro años. Era su última oportu-nidad. Si nuevamente era eliminado, quedaba rechazado para siempre.

Examinado y ordenado de subdiácono, se le señalaba un día paracomenzar sus funciones en la iglesia patrimonial. Recibía un cuarto deración. Asistiría a coro, a la misa cantada y ayudaría a llevar la comunión alos enfermos. Ejercería su oficio por espacio de un año. Después podíaordenarse de diácono, pasando un examen similar al de subdiácono ypresentando la certificación de su iglesia de haber ejercido perfectamentesu ministerio. Cuando hubiese en una iglesia patrimonial varios subdiáco-nos, servirían en el altar por semanas.

Ordenado de diácono, se le marcaba día para comenzar sus funciones.Ejercería el diaconado durante dos años. Ganaría media ración. Si habíavarios diáconos, actuaban por turno semanal en las funciones litúrgicas.Los presbíteros racioneros ganarían una ración entera y, cuando no hubie-se subdiácono o diácono en su iglesia patrimonial, los racioneros presbíte-ros más jóvenes ejercerían estos ministerios.

Los racioneros con grados académicos en alguna facultad eclesiásticagozaban de ciertos privilegios: si estaban estudiando, podían hacer elingreso por medio de procurador, y presentarse posteriormente, antes derecibir el subdiaconado, para realizar los exámenes previstos; los subdiáco-nos ganarían media ración; los diáconos una ración y los presbíteros racióny media, ayudando en la administración de los sacramentos; los racionerosdoctores tenían precedencia en asiento (coro, procesiones, concursos yfunciones eclesiásticas) y voto; los diáconos doctores podían acceder alpresbiterado sin haber ejercido durante dos años el cargo.

Los racioneros que poseyeran la coadjutoría de alguna dignidad o canon-jía en la catedral de Teruel, no dejaban de percibir su ración hasta que toma-ban posesión de ella. Los ausentes por causas propias perdían automática-mente su ración. Por el contrario, los ausentes por razones de ministerio onegocios del Capítulo se les consideraba como presentes en los actos litúrgi-cos de su iglesia y percibían su retribución económica. Lo mismo ocurría conlos enfermos, encarcelados o recluidos por el obispo o su superior ordinario.A los 35 años de servicio todo racionero pasaba a la situación de jubilado,percibiendo su ración, sin obligación de asistir a los actos de culto de su igle-sia, excepto la celebración de la Santa Misa en las capellanías a su cargo. Elvicario podía también solicitar la jubilación de las funciones cultuales, aun-que no de las tareas de la vicaría y de la administración sacramental.

Estas ordinaciones de Fray Andrés Aznar entraron en vigor al díasiguiente de su aprobación, quedando derogadas las antiguas y conservan-

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do las costumbres propias de cada una de las iglesias patrimoniales, que noeran contrarias a estas constituciones.

2.4.7. Una visita pastoral inacabada. Muerte de Fray Andrés

El obispo Aznar realizó dos visitas pastorales. La primera en mayo de1675, al poco tiempo de residir en Teruel, después de un largo y crudoinvierno y de haber presidido las ceremonias de Semana Santa en el templocatedral. Según costumbre, el arcediano y chantre acudieron a palacio paradespedirse del obispo192. Fue el primer contacto de Fray Andrés con elmundo rural turolense. La segunda visita la comenzó en 1682, cuando con-taba 70 años de edad. El deán Martínez Asensio comunicó al cabildo el 17de abril de 1682 que el obispo había decidido salir de visita pastoral. El vica-rio general, Dr. Juan Martín Arroyos, canónigo penitenciario y secretario devisita, transmitió al cabildo los vivos deseos de despedida del anciano obispo.Acto seguido, los canónigos Mezquita y Cavero pasaron al palacio episcopalpara expresar los sentimientos de la corporación y decir adiós al prelado193.

La comitiva de visita siguió el itinerario habitual, avanzando de puebloen pueblo dentro de la misma sexma, comenzando por la denominada ríode Cella. Por tanto, giró visita a las parroquias de Concud, Caudé, Cella,Villarquemado, Torremocha y Torrelacárcel, llegando a Bueña el día 5 demayo. El Dr. Arroyos hizo el asentamiento de la visita y mandatos esa mismatarde, ordenando al rector que los publicase en el primer día festivoinmediato194. El obispo no pudo administrar la Confirmación, como habíahecho el 26 de mayo de 1675 en su primera visita a Bueña195, al sentirse gra-vemente enfermo. La muerte, inesperadamente, llamaba a su puerta.

El rector de Bueña, Lic. Pedro Juan Ladrón de Guevara, dejó escrito enlos libros parroquiales la crónica de lo sucedido: «A siete días del mes de

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192 A.C.T., 115, cabildo 10 mayo 1675.193 Ibídem, cabildo 17 abril de 1682, viernes.194 A.P. Bueña, Quinque Libri, III (1667-1744), Libro de Difuntos, fol. 21 v. El rector de

Bueña obedeció y escribió: «A diez días del mes de mayo del año de mil seiscientos ochentay dos, domingo de la infraoctava de la Ascensión del Señor, al tiempo del ofertorio de la misaconventual leí, publiqué y notifiqué los sobredichos mandatos, como lo manda el señor visi-tador general, el señor Dr. Don Martín Arroyos. Y, para que conste, hice la presente y lafirmé, die et anno ut supra calendado. El Ldo. Pedro Juan Ladrón de Guevara, rector».

195 Ibídem, Libro de Confirmados, fol. 1. En 1684, cuando el vicario general Dolz delEspejo y Arnal examinó los libros parroquiales de Bueña, anotó lo siguiente: «Visitóse y sehalla que en el año 1682, cuando visitó el señor obispo Aznar, por su enfermedad no le diolugar para confirmar. Y, por ello, no está aquí la relación de haber confirmado. Datis en lavisita, a 14 de mayo de 1684. Dr. José Dolz del Espejo y Arnal, vicario general».

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mayo del año de mil seiscientos ochenta y dos, yendo de visita, murió elIlmo. Señor Don Fray Andrés Aznar, obispo de esta diócesis de Teruel.Entró su ilustrísima en este lugar de Bueña a cinco de dicho mes, y a seisrecibió el Santo Sacramento de la Penitencia, y a siete el Viático yExtremaunción. Y los administró el señor vicario general, el señor Dr. DonMartín Arroyos, visitador general. Y por la tarde llevaron su cuerpo aTeruel, en donde fue enterrado. Y, para que sea memoria y conste, hice lapresente de mi mano y la firmé a 11 de mayo del dicho año de 1682»196.

El cronista del «libro de Gestis» del cabildo narra de la siguiente mane-ra el entierro y funeral del obispo Aznar: «En nueve de mayo se hizo ladefunción (el funeral) del señor obispo don Fray Andrés Aznar. Murió eldía siete de mayo en el lugar de Bueña, en visita. Trajeron el cuerpo aTeruel el día ocho de mayo y, por llegar ya corrompido, sin poderse dete-ner para el día siguiente, lo enterró el cabildo de noche, sin más aparatoque pasarlo de palacio y bajarlo al entierro que la iglesia tiene para suscapitulares. Se le cantó un responso y el Benedictus. Al día siguiente, a lasonce, se hizo la defunción con el Capítulo de Racioneros y los religiosos.Hubo una capilla ardiente de dos cuerpos: en el superior estaba el túmulocon báculo y mitra, el inferior se llenó de epitafios latinos y castellanos.Predicó el Rvdo. P. Agustín de Frías, religioso capuchino, predicador delrey y calificador de la Suprema»197. Durante ese día, 9 de mayo, los canóni-gos, beneficiados y racioneros celebraron treinta y tres misas por el eternodescanso de su alma198.

El obispo murió «a las tres y media de la tarde». La distancia de Bueñaa Teruel es aproximadamente de 50 kilómetros. Un mensajero trajo la luc-tuosa noticia aquella noche o al romper el día. El cortejo fúnebre camina-ba con mayor lentitud. El deán Martínez Asensio comunicó la noticia alcabildo en la mañana del 8 de mayo. «Y lo primero que pareció al cabildofue avisar a todas las parroquias, para que toquen a muertos juntamente lascampanas de las iglesias. Y, con esto, se publique la muerte del señor obis-po». Acto seguido, «enviáronse al sobrino del señor obispo dos síndicos departe del cabildo —al Sr. Zapata y al Sr. Ibáñez— para que le representasenel sentimiento que el cabildo tenía por la muerte de su Ilustrísima». Y,

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196 Ibídem, Libro de Difuntos, fol. 21 v.197 A.C.T., 115, cabildo 9 mayo 1682.198 Los aranceles por los actos fúnebres —según acuerdo capitular— ascendieron a 72

libras por el entierro, y a 8 libras por la música. Sin embargo, el colector de la CámaraApostólica preceptuó unos honorarios mayores por un monto total de 95 libras (80 libras porentierro, 8 libras y 8 dineros por la música, y 6 libras y 12 dineros por las 33 misas).

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finalmente, «también nombró el cabildo a los señores Dalda y Barcelonapara que, en nombre del cabildo, tomasen posesión del palacio, de la sillade la Corte, de las escribanías, y entrega de los procesos y papeles archiva-dos». El notario Fernando Noguera levantó acta de todas y cada una de lasactuaciones del cabildo199.

El día 9 de mayo, acabados los funerales del obispo, el deán MartínezAsensio convocó a las dignidades y canónigos para efectuar la votaciónsecreta de los oficios en sede vacante. El Dr. Juan Martín Arroyos, quehabía acompañado al obispo Aznar en los últimos momentos, obtuvo 16votos. Por ello, quedó elegido y confirmado en el cargo de vicario general.El Lic. Pablo Cavero de Espinoza ejercería como baile de la cuarteación.Los Dres. Gregorio Blesa y Juan Valeriano Barcelona y Losilla fueron desig-nados visitadores del obispado, ayudados por el canónigo Dr. Pablo PedroMezquita como visitador de las madres carmelitas descalzas de Teruel200.

La sede turolense permaneció vacante hasta el 20 de abril de 1683.Durante ese período de tiempo la carga del gobierno diocesano, junto alos beneficios económicos que esto reportaba, recaía sobre el cabildo. Ellibro con las cuentas de esta sede vacante se conserva en el ArchivoCatedral201. Resaltamos la minuciosidad y detalle de dichas cuentas, quedan pormenores valiosos sobre la emisión de dimisorias de órdenes,certificaciones a rectores y vicarios, licencias ministeriales, tiempo emplea-do en completar la visita pastoral interrumpida, fechas en que se pasaronlas cuentas y las cantidades que percibieron equitativamente cada uno delos canónigos202.

Cuando moría un obispo, era práctica usual en el Reino de Aragónrepartir sus pertenencias entre las distintas sedes que había gobernado.Por eso, no nos causa extrañeza la carta que el 17 de mayo escribió el deánde Jaca a su homónimo turolense, de la cual entresacamos los párrafossiguientes: «Déjanos con desconsuelo la noticia del fallecimiento del Sr.don Fray Andrés Aznar, prelado que fue de V. Sría. como nuestro, que,habiendo sido tan memorable en ambas iglesias, nos queda igual senti-

284 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

199 A.C.T., 115, cabildo 9 mayo 1682.200 Ibídem, cabildo 9 mayo 1682.201 Ibídem, 76. 202 Libraron cuentas en cuatro oportunidades: 10 de agosto y 20 de noviembre de 1682;

7 de enero y 13 de julio de 1683. Los dos visitadores recorrieron la diócesis en un mes aproxi-madamente. Ambos salieron el 21 de septiembre. El arcediano, Dr. Blesa, regresó el 14 deoctubre y la efectuó en compañía de mosén Jorge Herrero. El canónigo Barcelona, que lle-vaba como secretario al racionero Lic. José Alavés, retornó a Teruel el 28 de octubre.

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miento de su ausencia. Hacemos, juntamente con la memoria, a V. Sría. delinconcuso estilo de la santa iglesia de este Reino en la división de los pon-tificales entre aquellos de que fue prelado, para eternizar más en ellas lamemoria con el vínculo del adorno de sus alhajas, que se servirá V. Sría.disponer se nos remitan cuando hubiere ocasión y hubiere V. Sría. enjuga-do sus lágrimas»203.

El cabildo turolense comunicó al de Jaca qué alhajas le pertenecían. Lasmandó con un agente a Zaragoza y allí fueron recogidas por el represen-tante de la catedral jacetana204.

3. CONCLUSIONES

Antes de finalizar, deseo recopilar de una forma sintética la biografía deFray Andrés Aznar en las siguientes conclusiones. Fray Andrés era hijo deAndrés y Águeda, feligreses de la parroquia zaragozana de Santa MaríaMagdalena, nació en 1612. Estudió en el convento de San Agustín(Zaragoza), donde profesó en 1632 y cursó la carrera eclesiástica.Culminados los estudios filosófico-teológicos, la Orden le otorgó el gradoacadémico de Lector en Filosofía y Teología, ejerciendo la docencia en elconvento de Huesca y en Lima, en el Estudio General de San Ildefonso yen la Universidad de San Marcos.

Habiendo surgido ciertos problemas en la provincia de Nuestra Señorade Gracia, fue enviado a Roma como Definidor provincial. Camino de laCiudad Eterna, pasó por España y recibió unas cartas del Consejo deAragón para el Santo Padre y el embajador de España ante la Santa Sede.El Padre General, Felipe Visconti, secundando las peticiones de Felipe IVencaminadas a serenar los ánimos en la provincia de Aragón, le mandó en1654 a Épila para presidir el Capítulo provincial.

En el Capítulo de 1655 fue elegido Asistente General de la Orden.Mientras desempeñó el cargo, trabajó en la causa de canonización deSanto Tomás de Villanueva y en el tribunal del Santo Oficio, velando porla observancia religiosa y los intereses monárquicos. Reconociendo los ser-vicios prestados a la Corona, el monarca Felipe IV le presentó para una

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203 A.C.T., 234-32-1.204 Ibídem, 234-30-1.

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mitra episcopal, gobernando las diócesis de Alguer (1663-1671), Jaca(1671-1674) y Teruel (1674-1682).

Como obispo, mantuvo siempre unas relaciones cordiales con el cabil-do catedral, defendió los intereses de la Iglesia frente a las pretensionesabusivas del poder civil, realizó la visita pastoral, envió puntualmente aRoma la relación de visita ad limina, predicó con ardor y ciencia la palabrade Dios y enseñó con celo la doctrina cristiana. Estando en visita pastoral,murió en Bueña (Teruel) el 5 de mayo de 1682. Sus restos mortales, trasla-dados a Teruel, reposan en la cripta del templo catedral.

286 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

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CAPÍTULO VIII

JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700)

La diócesis de Teruel se encontraba en sede vacante desde el 7 de mayode 1682, festividad de la Ascensión del Señor a los cielos y fecha de la muer-te del obispo Fray Andrés Aznar. A partir de ese día, la diócesis fue gober-nada por su vicario general y canónigo penitenciario, el Dr. Juan MartínArroyos, elegido vicario capitular con fecha 9 de mayo, quien falleciórepentinamente pocos días después. El tesorero del cabildo turolense, Dr.José Dolz del Espejo, le sucedió en el cargo de vicario capitular.

La sede turolense permaneció así, en espera de un nuevo prelado, hastael mes de abril del año 1683, fecha en que tomó posesión de la diócesis DonJerónimo Zolivera. Era de origen aragonés y venía de Tarragona dondehabía ejercido como obispo auxiliar. Al llegar a Teruel, pues, no se estrena-ba como obispo sino que tenía una dilatada experiencia de gobierno.

Jerónimo Zolivera rigió la diócesis de Teruel durante los tres últimoslustros del siglo XVII cuando España estaba gobernada por Carlos II y atra-vesaba por una profunda crisis. La monarquía de los Austrias estaba llegan-do a su fin. Y, con ella, también los privilegios y fueros de presentación parasedes aragonesas de eclesiásticos nacidos en estas tierras. Jerónimo Zoliveraserá uno de los últimos obispos que, siendo aragonés, regirá la diócesis deTeruel durante el Antiguo Régimen. Sabemos que, con la dinastía de losBorbones y la implantación de los decretos de Nueva Planta, los fueros yprivilegios propios del Reino de Aragón serán derogados.

1. DATOS BIOGRÁFICOS

Acerca de la infancia y años de formación de Jerónimo Zolivera losdatos biográficos que poseemos son relativamente escasos. Pueden resu-

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mirse en estas dos afirmaciones: nació en las primeras décadas del sigloXVII en Barbastro y estudió Derecho en Huesca.

El episcopologio del «libro de las Cintas»1 recoge sumariamente esosdatos biográficos más elementales, hasta su toma de posesión como obispode Teruel, con las siguientes palabras: «El decimoquinto obispo y undéci-mo que gobierna esta santa iglesia es el Señor Don Jerónimo Zolivera,natural de la ciudad de Barbastro; colegial que fue en Huesca del colegio,que fundó el señor emperador Carlos V, del apóstol Santiago y catedráticodos veces de Decretos en aquella universidad.

Fue electo vicario general y visitador del arzobispado de Tarragona porel ilustrísimo señor arzobispo Espinosa, y éste mismo lo hizo su obispo auxi-liar, en cuyo empleo, con el título de obispo de Tranópolis y de goberna-dor de dicho arzobispado de Tarragona, estuvo catorce años, hasta el de1682, en el cual su Majestad le hizo merced de promoverlo al obispado deesta santa iglesia.

Pasóle su Santidad la gracia el 22 de enero del año 1683 y tomó la pose-sión el martes 20 de abril del dicho año 1683, con procura que su ilustrísimaotorgó a favor del canónigo Don Pablo Mezquita. Y su entrada en esta ciu-dad fue el mismo día de San Juan Bautista, por la tarde, de dicho año 1683».

Jerónimo Zolivera fue nombrado obispo titular de Tranópolis y auxiliarde Tarragona el 22 de febrero de 16722. En el mes de mayo de ese mismoaño fue consagrado obispo en la catedral de Tarragona. El señor arzobis-po de Tarragona, don Juan Emanuel de Espinosa, religioso de la Orden deSan Benito, asistido por Jaime Copons, obispo de Vich y por José Fajeda,fraile de la Orden de San Jerónimo y obispo de Tortosa, le confirieron elorden episcopal.

Siendo ya obispo electo de Teruel, Jerónimo Zolivera intervino en lacatedral de Tarragona el 4 de octubre de 1682, domingo, junto con SeveroTomás Auter, obispo de Gerona, en la consagración de Juan BautistaDesbach, obispo de Urgel, presidida por el arzobispo José Sanchiz Jerez,religioso mercedario, sucesor del arzobispo Espinosa3.

288 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

1 A.C.T., 105, fols. 150-151. Vid. EIXARCH, M., Los obispos de Teruel: Apuntes biográficos,Teruel, 1893, pp. 89-96.

2 GUITARTE IZQUIERDO, V., Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España,América, Filipinas y otros países, Roma, 1994, p. 209. CÁRCEL, V., voz «Obispos auxiliares ycoadjutores», D.H.E.E., III, Madrid, 1973, p. 1.795. Aquí se afirma que fue obispo titular deTranópolis desde 1672 hasta 1681, año en que fue trasladado a la sede de Urgel. En las fuen-tes documentales aparece también como titular de Tranópolis (Tranopolitanus).

3 GUITARTE, V., op. cit., Roma, 1994, p. 223.

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Una vez fallecido su mecenas, el arzobispo Espinosa, y nombrado elmercedario Sanchiz para sucederle, la presencia y ministerio episcopal deJerónimo Zolivera en Tarragona no era tan necesaria e imprescindible.Como estaba preparado para gobernar una diócesis, se pensó en él paraocupar la sede turolense que se encontraba vacante.

2. OBISPO DE TERUEL

El vicario capitular y canónigo penitenciario, Dr. Juan Martín Arroyos,falleció el 14 de mayo, «cerca de media noche», de 16824. Rigió la diócesisescasamente una semana. Una vez celebradas las exequias fúnebres y ente-rrado el vicario capitular Arroyos, pocos días después, el 21 de mayo de1682, el deán Pedro Martínez convocó a cabildo a los capitulares turolen-ses. En el libro de Actas se dice que «se sacó la cajuela para votar secreta-mente y, hecho el escrutinio, tuvo el señor tesorero, Dr. Don Juan Dolz,catorce votos, que fue la elección nemine discrepante. Resistióse a admitirloy, a ruegos e instancias del cabildo, lo admitió y juró, como se acostumbra.Y de todo hizo acto Fernando Noguera, notario del cabildo»5.

El Dr. Juan Dolz del Espejo gobernó la diócesis hasta la llegada del obispoJerónimo Zolivera al siguiente año, aunque ya en agosto de 1682 era conocidala noticia de su promoción a la sede turolense. El mismo obispo Zolivera locomunicó al cabildo con estas palabras: «habiéndome su Majestad hecho mer-ced de promoverme, tan sin méritos como debo reconocer, a esa santa iglesiade Teruel, me hallo con la obligación de participar a vuestras señorías esta noti-cia y ponerme con ella a la obediencia y servicio de vuestras señorías»6. El

JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700) 289

4 A.P. Santa María, Quinque libri, III (1616-1700), fols. 214v-216. Recibió todos los sacra-mentos. Tenía hecho testamento ante el notario Fernando Noguera, que fue abierto el 15de mayo. Fue sepultado en el panteón de los canónigos. El día de su entierro se distribuye-ron 50 fanegas de trigo a los pobres. Dejó cinco ducados de plata para el hospital de Teruel;una cantidad de dinero para la celebración de 4.000 Misas, a tres sueldos de limosna porcada una de ellas, y un censal por valor de 1.000 libras jaquesas, cuyo rento anual se encar-garía de distribuir el señor cura de Santa Eulalia de acuerdo con los deseos del testador: elprimer año para pobres vergonzantes, al siguiente para jocalías del templo parroquial deSanta Eulalia, al próximo para las necesarias del templo catedral turolense y en el cuarto añopara las jocalías de la capellanía por él fundada en Castejón de los Monegros. De esa mismamanera habría que proceder cada cuatro años. Nombró ejecutores testamentarios a Pedro yAna Arrojos, sus hermanos, al Dr. Miguel Belenguer, su sobrino, y a don José Dolz del Espejoy don Jacinto Puyuelo, tesorero y canónigo respectivamente de la catedral.

5 A.C.T., 115, cabildo 21 de mayo de 1682.6 Ibídem, 228-18-30.

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cabildo eligió a los señores Andrés Celaya, sacristán, y Antonio Zapata,canónigo, para felicitar al nuevo obispo7. A comienzos del mes de octubre,Zolivera escribió al señor deán informándole que la documentación parasu nombramiento había sido enviada a Roma. Le decía que, una vez fueseemitida la bula papal, viajaría a Zaragoza y allí —eran los deseos del obis-po— «recibiría la sindicatura de la enhorabuena, por ser la jornada aTarragona muy dilatada y penosa». El obispo añadía «que los señores sín-dicos no tomen el trabajo de tan penosa y dilatada jornada como el venira esta ciudad que, pues, espero llegar a Zaragoza, en teniendo aviso dehaber pasado la gracia, lograré en aquella ciudad, o donde vuestra señoríagustase, los favores que vuestra señoría se sirviere hacerme, que en mi esti-mación y aprecio nunca podrán llegar tarde»8. El cabildo acordó hacerlode esa manera y, en esos mismos términos, se contestó a su ilustrísima9.Felicitó las Pascuas de Navidad al nuevo obispo y éste contestó con fecha17 de diciembre, diciendo que «estas Pascuas fueran para mí más cumpli-das si las hubiera podido pasar en la cercanía que debo, pero, con los avi-sos que llegan de Roma, espero que podré celebrarlas con más breve-dad»10.

Cuando la diócesis de Teruel aguardaba a su nuevo obispo, la nacióny la ciudad estaban amenazadas por la peste. El señor deán «leyó unacarta del rey, nuestro señor, para el cabildo, en la que se pide se haganrogativas por la peste que está cercana a la Corte. Se resolvió hacer unnovenario a San Roque, de letanía y salve, y el domingo primero vinien-te una procesión general con asistencia de la ciudad»11. Además el señordeán «dio noticia cómo había tenido un recado de la ciudad en que supli-caba al cabildo tuviera por bien se hiciera una rogativa a Nuestro Señorpara que nos libre de la peste, que amenaza por tantas partes, para eldomingo siguiente». El cabildo aceptó la petición de la ciudad. Los muní-cipes eligieron el lugar donde se iba a realizar la rogativa, la ermita deSan Sebastián. El vicario capitular convocó al Capitulo General y a lasÓrdenes religiosas para asistir a la procesión programada para el domin-go 5 de julio12.

290 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

7 Ibídem, 115, cabildo 16 de agosto de 1682.8 Ibídem, 228-18-31.9 Ibídem, 115, cabildo 23 de octubre de 1682.

10 Ibídem, 228-18-32.11 Ibídem, 115, cabildo 13 de julio de 1682.12 Ibídem, ídem, cabildo 4 de julio de 1682.

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2.1. ELECCIÓN Y NOMBRAMIENTO

Gracias al proceso consistorial conservado en el archivo secreto vatica-no conocemos los pormenores de la elección y promoción de JerónimoZolivera a la diócesis de Teruel13. En el mes de junio de 1682 el nuncio deSu Santidad en España, monseñor Millini, comisionó al arzobispo deTarragona, o al obispo de Tortosa, para recibir la profesión de fe deJerónimo Zolivera. Con fecha 19 de agosto el arzobispo Fray José Sanchizdevolvió al señor nuncio la profesión de fe firmada por Jerónimo Zolivera.

Dado que el monarca Carlos II había presentado a Jerónimo Zoliverapara la diócesis de Teruel, el nuncio Millini llamó a los testigos, recibió lasdeclaraciones y elaboró el proceso que debía enviar a Roma. Esto ocurríalos días 9 y 10 de septiembre. Baltasar Fernández Montero actuaba comosecretario de la Nunciatura.

Testificaron sobre las condiciones personales del electo el Dr. don Joséde Cuéllar, presbítero, de 35 años de edad, natural de Granada y residenteen Madrid, mosén Francisco Anglés, presbítero de 24 años de edad, natu-ral de Belusell (Tarragona) e incardinado en aquella archidiócesis y mosénGabriel Salvat, presbítero oriundo de Reus, de 25 años de edad, que ejer-cía su ministerio en Tarragona.

Informaron sobre la diócesis de Teruel Juan Antonio de Cuenca, naturalde Sarrión (Teruel), de 30 años de edad, José González, de 40 años, capellánde su Majestad en Daroca, y el Lic. Pedro Domingo, de 48 años, natural deFielga, pueblo perteneciente al obispado de Tarazona. Los testigos Cuenca yGonzález conocían bien la realidad socio-religiosa de Teruel. Mencionanque las casas episcopales, contiguas a la catedral «en los años pasados nece-sitaban de reparos, algunos de mucha consideración». Hablan de que «hayconventos de Santo Domingo, San Francisco y la Merced, y Trinitarios yCarmelitas Descalzos, y dos conventos de monjas, y hospital. No hay semina-rio de niños, aunque hay escuelas y estudio de gramática y otras ciencias».Afirman que «en la misma ciudad hay niños e infantes que asisten al serviciodel coro e iglesia». Las rentas episcopales se cifraban «en ocho mil ducados;pero al presente, respecto de consistir en los diezmos de los frutos que notienen tanta estima, habrán bajado mucho las dichas rentas».

Escuchadas las declaraciones de los testigos sobre la persona del candi-dato y la situación de la diócesis, el nuncio Millini remitió el proceso al con-

JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700) 291

13 A.S.V., Processus Consistoriales, 82, fols. 450-466.

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sistorio cardenalicio certificando la idoneidad. Lo hacía con estas palabras:tengo «al susodicho por digno para ser presentado al dicho obispado deTeruel».

El consistorio cardenalicio aceptó la propuesta. En el proceso todavíapuede leerse lo siguiente: «viso hoc processu ex contentis in eo, censeo R.P. D. Hieronimum de Zolibera, episcopus Tranapolitanus, dignum esse quiapud ecclesiam Terulensem transferatur, illique preficiamur in episcopumet pastorem». Así lo rubricaron los cardenales Pío de Savoia, Fachinetti,Maidalchini y otro cuya firma es ilegible.

El secretario de la embajada española ante la Santa Sede, Diego Ortizde Zárate, a comienzos del mes de noviembre certificaba que el rey CarlosII presentó a Jerónimo Zolivera para la diócesis de Teruel con fecha 27 deseptiembre. La bula papal se emitió con data 11 de enero de 1683. Las ren-tas episcopales fueron recortadas en 1.489 ducados y 14 reales y se impusoal nuevo obispo la obligación de reparar el palacio episcopal, erigir el semi-nario y crear un Monte de Piedad14.

2.2. ENTRADA SOLEMNE

Una vez que el obispo Zolivera recibió las bulas papales viajó a Zaragoza,como tenía previsto, y las presentó en el Consejo de Aragón, como era pre-ceptivo. Posteriormente las envió al canónigo turolense don Pablo PedroMezquita, para que tomase posesión de la diócesis en su nombre, en cali-dad de procurador. El cabildo trató este asunto el día 19 de abril y nombróal señor arcediano, Dr. Gregorio Blesa, y al canónigo Valeriano Barcelonapara examinar la documentación15. Al día siguiente, el Dr. Blesa y el canó-nigo Barcelona informaron al cabildo que no había dificultad ninguna.Por tanto, se podía proceder y, acto seguido, se podía dar la posesión canó-nica. El vicario capitular, Dr. Dolz del Espejo, mandó tocar todas las cam-panas de las iglesias parroquiales. El deán llamó al notario y a los testigos,el procurador, arrodillado en la sala capitular ante el deán, juró guardar losestatutos y constituciones.

Acabado el juramento, revestido con capa pluvial y acompañado por elseñor arcediano y el canónigo Barcelona, el procurador Mezquita se diri-gió al altar mayor. El coro, mientras «en este tiempo se tañían las chirimías,

292 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

14 RITZLER, R., y SEFRIN, P., Hierarchia Catholica, V, Patavii, 1952, p. 372.15 A.C.T., 115, cabildo 19 de abril de 1683.

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cantó a cuatro (voces) con órgano el Te Deum laudamus»16. En el altar reci-tó la oración preceptiva y «se sentó dicho señor procurador en la silla epis-copal». Regresó a la sala capitular, dio el osculum pacis a todos los señoresdel cabildo y pagó los derechos de entrático17.

Ese mismo día los canónigos Andrés Celaya y Antonio Zapata, síndicosdel cabildo, informaron de su viaje a Zaragoza, «de lo mucho que su ilus-trísima les había favorecido, y del cortejo y asistencia que tuvieron para estafunción de los señores capitulares de Zaragoza». Entregaron al deán ycabildo una carta personal del prelado. Se leyó la carta y «se resolvió res-ponderle dándole las gracias de lo mucho que se ha favorecido a los seño-res síndicos y del regalo que les hizo». Los síndicos «dijeron que de las 100libras, que el cabildo les dio para este viaje, se las habían gastado, y que nohabía sobrado cosa alguna».

En esta misma sesión capitular pasaron cuentas de cuáles eran los dere-chos del cabildo por la administración de la sede vacante, desde el 11 deenero hasta el 20 de abril de 1683. Habían trascurrido tres meses y diezdías. La cantidad que se debía abonar era de 50 libras por mes, por lo queel monto total ascendía a 166 libras, l3 sueldos y 6 dineros, que se repartie-ron entre los 18 miembros del cabildo18.

El obispo Zolivera se encontraba en Zaragoza y, presumiblemente, amediados del mes de junio se puso en camino con dirección a Teruel.Tenemos noticia que el día 21 se encontraba cerca de Cella. Nuevamenteserán los canónigos Celaya y Zapata quienes vayan a recibirle. El obispo diomuestras de aprecio y cariño, pues «mandó parar (la comitiva y el coche);salió de él, hizo las ceremonias políticas y honró a los síndicos mandándo-

JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700) 293

16 Ibídem, cabildo del 20 de abril de 1683.17 Los gastos de la toma de posesión, que se abonaron en moneda castellana, fueron los

siguientes: «primeramente del ingreso para la fábrica, 400 libras; ítem para el notario por elacto, 15 libras; ítem a los sacristanes, a partes iguales, 6 libras; ítem al macero, 4 libras; ítemal campanero, 3 libras; ítem al maestro de ceremonias, 2 libras; a los chirimías, 2 libras; a lacapilla (sin que se les dé parte a los de las chirimías), 2 libras; ítem a los infantillos y barren-dero, a partes iguales, 6 libras. Y fue resolución del cabildo que en adelante se divida estacantidad en la forma que aquí está puesta. Y, a más de esto, se dan tres de a ocho para la cere-monia de la distribución, y son para la fábrica. Con que toda la cantidad hace 442 libras, 8sueldos».

18 Los nombres y cargos de los capitulares en aquel momento eran los siguientes: Dr.Pedro Martínez, deán; Dr. Gregorio Blesa, arcediano; don Jorge Rodrigo, arcipreste; Dr. JoséDolz del Espejo, tesorero; don Miguel Pérez Villarroya, chantre; don Andrés Celaya, sacris-tán; Dr. Valeriano Barcelona, Dr. Jacinto Puyuelo, don Pablo Pedro Mezquita, don PabloCavero de Espinosa, Dr. Antonio Asín, Dr. Juan José Falcón, Dr. Antonio Gómez, donAntonio Zapata, Dr. Francisco Ibáñez, don Antonio Barrachina, Dr. Agustín Arbisa y Dr.Miguel Belenguer, canónigos.

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les entrar en el coche. En Cella les honró con su mesa y, al tiempo de ladespedida para regresarse los síndicos a esta ciudad, les envió a su posadacon un capellán una fuente de bollos de chocolate. Y se vinieron a esta ciu-dad». Al día siguiente, 22 de junio, que era miércoles, llegó el obispo aTeruel. Se apeó en el convento de San Francisco, donde salieron a recibir-le dos síndicos del cabildo, los canónigos Asín y Gómez.

Hizo su entrada solemne el día de San Juan Bautista, a las seis de latarde. La comitiva partió del convento de San Francisco, llegando hasta lapuerta de Guadalaviar. Allí salió a recibirle el cabildo, clero y religiosos. Elobispo «vistióse el hábito de coro, todo carmesí. Y en este tiempo los músi-cos cantaron un villancico. Y, acabado, se formó la procesión y se puso elseñor obispo debajo el palio, que lo llevaron las seis dignidades». En el por-tegado de Santa María juró los estatutos capitulares y, a continuación,entró en la catedral, mientras se cantaba el Te Deum laudamus. Llegó al altarmayor y, al finalizar el Te Deum, cantó la oración de Santa Emerenciana.Saludó a los eclesiásticos. Dio la bendición al pueblo cristiano. Se dirigió alpalacio episcopal acompañado por el cuerpo edilicio de la ciudad. Loscanónigos se quedaron en el templo catedral rezando Maitines. Al díasiguiente visitaron corporativamente al nuevo prelado19.

2.3. AL SERVICIO DE LA DIÓCESIS

Jerónimo Zolivera gobernó la diócesis de Teruel durante 17 años.Leídas las fuentes documentales de esos momentos, genéricamente pode-mos afirmar que su episcopado fue fructuoso, carente de tensiones, capazde realizar algunos proyectos religiosos, administrativos, arquitectónicos yjurídicos. Desde los comienzos de su pontificado gozó de la estima y cari-ño del cabildo, que perduró hasta su muerte. Aunque de todo esto habla-remos extensamente en este capítulo, a continuación resumimos sus prin-cipales actuaciones episcopales.

Realizó cuatro visitas pastorales, en 1685, 1690, 1695 y 1698. En la últi-ma cayó enfermo y tuvo que regresar apresuradamente a la sede episcopal.Cada una de estas visitas le servían para conocer el estado espiritual y mate-rial de la diócesis, precediendo a la elaboración y remisión del texto devisitatio ad limina a la Santa Sede. Envió cuatro «relationes» de visita, en1686, 1691, 1696 y 1699.

294 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

19 A.C.T., 115, cabildos del 4 y 21 de junio de l683.

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Estuvo en las Cortes Generales de Aragón en 168620. Reguló los estatu-tos del Capítulo General Eclesiástico en 1691 y 169621, intervino y dio solu-ción a los pleitos entre el cabildo catedral y los racioneros del Capítulo porcuestiones de la percepción de los diezmos y primicias22.

Mantuvo buenas relaciones con el cabildo catedral y ayudó económica-mente al sostenimiento de la fábrica catedralicia23. Ejerció un mecenazgoartístico, patrocinando obras materiales en el templo catedral y en el palacioepiscopal, regalando objetos para el culto y ornamentos sagrados, sufragandolos gastos ocasionados por la compra de materiales, retablos o pago de obre-ros24. Dejó una fundación de Misas y aniversarios por su eterno descanso25.

Convirtió el convento de dominicos de Teruel en un cenobio de estrictaobservancia26. Preparó, desde 1693 hasta 1697, el proceso diocesano de losmártires franciscanos Juan de Perusia y Pedro de Saxoferrato, que les condu-cirá definitivamente a los altares27. Apoyó la posible fundación de un colegiode los padres de la Compañía de Jesús en Teruel, aunque no llegó a cuajar28.Los padres carmelitas descalzos, presentes en Teruel en las décadas anteriores,adquirieron los terrenos para edificar su convento29 durante su pontificado.

Se preocupó también por la administración diocesana, como aprecia-mos en algunos apuntes documentales de carácter estrictamente económi-co. Tuvo un gran cariño por sus tierras y por sus gentes. Manifestó una pro-funda devoción a la Santísima Virgen.

2.4. AMOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN: DEVOCIÓN DEL DIARIO

Hace bastantes años que César Tomás escribió y dio noticia acerca de lainstauración de la devoción del Diario en la catedral de Teruel30. Esto ocu-

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20 Ibídem, 228-18-33, carta fechada el 6-febrero-1686. El obispo Zolivera manda a su cabil-do las leyes recientemente aprobadas por las Cortes Generales con fecha 11 de enero, que aca-baban de imprimirse, y le pareció bien «remitirlas para que tengan noticia de lo que contienen».

21 A.C.G.E., Legajo 35, n.º 8 y n.º 9.22 A.C.T.,187-17; 188-2-8.23 Ibídem, 260-3-95; 260-3-96; 260-3-97; 260-3-98.24 Ibídem, 105, fol. 227 y ss.25 Ibídem, 220-5-3; 1005, fol. 228.26 GARCÍA, M., La orden de predicadores en la provincia de Teruel, Teruel, 1964, pp. 251-252.27 AMORÓS, L., «Los santos mártires franciscanos B. Juan de Perusa y B. Pedro de

Saxoferrato en la historia de Teruel», Teruel, 15-16 (1956), pp. 95-97.28 A.C.T., 211-6-1; 211-6-2; 211-6-4; 211-6-5.29 Ibídem, 258-1.30 TOMÁS, C., «Las capillas de la catedral de Teruel», Teruel, 22 (1959), pp. 50-51.

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rrió durante el pontificado de Don Jerónimo Zolivera. El obispo tenía devo-ción a la Santísima Virgen, como pondrá de manifiesto con esta fundación.A la devoción del prelado se agregarán otras circunstancias, de las que sedaba cuenta en la sesión capitular del 18 de julio de 1691. El obispo habíarecibido «carta de su Majestad para instituir y fomentar en toda su diócesisla devoción de la Virgen María Santísima, con título de año virgíneo. Y, quehallándose aquí predicando el paborde Dolz esta devoción, autor que es deella y del libro en cuarto folio que sobre ello se ha compuesto, se resolvióque se fomente esta devoción, y que el cabildo aplique toda su autoridadcon el señor obispo para establecerla y fundarla, en la forma que el dichopaborde dirá y ha ejecutado en Madrid y en otras partes»31.

El obispo Zolivera y el cabildo tomaron un gran interés por estableceresta devoción que predicaba Don Esteban Dolz del Castellar, catedrático deTeología de la Universidad de Valencia. El cabildo eligió al deán Dolz delEspejo para promoverla32, que quedó establecida el 4 de julio de 1692 enla antigua capilla de San Simón y San Judas de Santa María la Vieja, vulgar-mente llamada de los Marcillas, y en la actualidad denominada de SantoTomás de Villanueva.

El cabildo nombró al tesorero Juan Martínez Bayo y al canónigoBarrachina para que se preocupasen de las obras materiales que debíanrealizarse en aquella capilla. La obra total ascendería a 800 libras. Confecha 4 de septiembre de 1693 se habían abonado 269 libras, 14 sueldos y9 dineros. Faltaba hacer el retablo, «que ha ofrecido hacer el señor obis-po». El cabildo comunicó al obispo que ellos pagarían la reja33.

En diciembre de 1695 estaban redactadas las ordinaciones de la devo-ción del Diario, que «se leyeron (al cabildo) en borrador, y parecieronbien. Se resolvió que se consultase con el señor obispo por si se le ofrecequé añadir o quitar»34. Jerónimo Zolivera estudió los estatutos, los encon-tró apropiados y a comienzos del año 1693 les dio su aprobación35.

El obispo Zolivera cumplió con su palabra y en su testamento dejó dine-ro para terminar esta capilla. Manifestó deseos de que su corazón fueseenterrado en ese lugar. Las armas episcopales del prelado quedaron graba-das en el retablo. Hay un retrato del obispo y debajo una lápida en bronce

296 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

31 A.C.T., 115, cabildo del 18 de julio de 1691.32 Ibídem, cabildo 19 de julio de 1691.33 Ibídem, cabildo 4 de septiembre de 1693.34 Ibídem, cabildo 9 de diciembre de 1695.35 Ibídem, cabildo 20 de enero de 1696.

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con la siguiente inscripción: «aquí se guarda el corazón del ilustrísimo donJerónimo Zolivera, meritísimo prelado de esta iglesia, la cual agradecida asu magnífica liberalidad desea eternizar tan venerable memoria».

2.5. MUERTE DEL OBISPO ZOLIVERA

En el «libro de las Cintas» hay una descripción pormenorizada de losúltimos momentos, muerte, actos fúnebres y sepultura del obispo Zolivera.La partida de defunción es, por el contrario, mucho más escueta36.Apoyados en esta primera fuente, que reproducimos casi literalmente,historiamos estos sucesos.

Murió el domingo de Pasión, 28 del mes de marzo del año 1700, a lasnueve de la noche, habiendo recibido los santos sacramentos con grandevoción y edificación. «Porque es digno de perpetua memoria en estasanta iglesia tan gran príncipe y prelado, así en vida como en muerte, sehará aquí resumen de cuanto le debe esta iglesia catedral, así como lo quese hizo en sus exequias para norma en lo venidero».

Estando enfermo, el 20 de marzo llamó al notario Gaspar Novella deLuna. Dejó dos comandas a favor del cabildo, una de 6.000 libras jaquesas«para la obra de la bóveda y cimborrio, florones y dorar el retablo deNuestra Señora del Diario», otra de 4.000 libras «para repartir a su familiaactual».

Recibió el viático el día 26. A continuación, pidió perdón a todos lospresentes, rezó la profesión de fe, recomendó al cabildo que realizasen enel templo catedral las obras previstas y para las que había hecho tan grandonación y solicitó el sacramento de la Extremaunción, que recibió al díasiguiente.

El cabildo nombró cuatro prebendados para atender al obispo, al deán,tesorero y los canónigos Gómez y Aínsa. Dos frailes capuchinos le ayudarona bien morir, «conservándole Nuestro Señor los sentidos hasta cerca demorir. Seis horas antes de expirar, pidió lo bajasen al suelo que quería

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36 A.P. Santa María, Quinque libri, IV (1700-1764), fol. 325: «el Ilmo. Sr. don JerónimoZolivera, obispo de Teruel, murió a veinte y ocho de marzo del año mil setecientos. Recibiótodos los sacramentos y fue enterrado después de tres días de difunto en el entierro que tie-nen los señores prebendados en la santa iglesia. Se hizo su defunción solemnísima con asis-tencia del muy ilustre cabildo, Capítulo General de las siete iglesias y todas las religiones.Hubo sermón en que se predicaron sus honras, tañéndose generalmente las campanas de lasdichas iglesias».

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morir allí, e hizo algunos conatos para salir de la cama, pero el Padre defi-nidor de los capuchinos, Fray Isidoro de Calatayud, no se lo permitió».

«Lo embalsamaron y lo colocaron vestido de pontifical en el salón depalacio sobre un tablado, rodeado de hachas. Estuvo así aquella noche,todo el lunes, martes, hasta el miércoles, 31 de marzo, celebrándose misasen el mismo salón continuamente». Tocaron las campanas de las iglesias yconventos. El entierro se hizo el miércoles por la mañana.

Cuatro vicarios y cuatro racioneros llevaron a hombros el cadáver delpalacio episcopal al templo catedral. «Salió de palacio con el cabildo,Capítulo General y religiones, acompañamiento de la ciudad, nobleza ypueblo. El duelo lo llevaban el vicario general, oficial, criados, capellanes ypajes actuales, y los que tenía ya acomodados en diferentes curatos».

El recorrido de la comitiva fúnebre fue idéntico al que hacía la proce-sión de Santa Emerenciana: «por debajo la torre a la plazuela; de allí a lade la Señoría; y por la calle de los Ricos Hombres al Mercado arriba entrópor la callejuela que va a la plaza del Mesón de la Comunidad, y de allí a laSanta Iglesia».

En el templo catedral se colocó encima de una capilla ardiente, «que sepidió a la ciudad», y se emplea «para las exequias reales». Se celebró la Santamisa. «Y en esta función se estrenó el terno rico de difuntos que dicho señorobispo, poco hacía, había dado a su santa iglesia». Pronunció la exhortaciónfúnebre el Padre Abadía, que precisamente estaba predicando los sermonesde Cuaresma en el templo catedral. Al final, se le dijeron cinco responsos. Seenterró en el panteón capitular. Sus entrañas en la capilla del Diario, «endonde se pondrá una plancha de bronce dorado con su inscripción».

El cabildo agradeció a los munícipes y asistentes tanto la oración comola presencia.

2.6. LAS INSTITUCIONES DIOCESANAS

En este capítulo analizamos la actuación y relaciones del obispo Zoliveracon las principales instituciones diocesanas: el cabildo catedral, el CapítuloGeneral Eclesiástico y las órdenes religiosas. No hemos estudiado específica-mente cómo era su comportamiento con los clérigos diocesanos, las autorida-des civiles y los fieles cristianos. Sin embargo, algo podemos vislumbrar cuan-do describimos, en el último epígrafe de este capítulo, cómo era la diócesis deTeruel a finales del siglo XVII, al hablar de los textos de la visita ad limina ynarrar aspectos de la vida ordinaria en la ciudad y en las parroquias rurales.

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2.6.1. El cabildo catedral

El obispo Zolivera favoreció siempre al cabildo catedral. Es una afirma-ción que quedará suficientemente probada cuando historiemos a conti-nuación los hechos concretos de su pontificado, como la ayuda o pensióneconómica que autorizó de sus rentas episcopales para mantener la fábri-ca de la catedral, la fundación de capellanías y misas o su mecenazgo artís-tico y económico.

2.6.1.1. Pensión a la fábrica catedral

El obispo Fray Andrés Aznar había autorizado la pensión a favor de lafábrica catedralicia, aceptada por su Majestad, a propuesta del Consejo deAragón, y sancionada por el Romano Pontífice. El período de concesiónestaba para expirar. Este asunto fue tratado en cabildo capitular con fecha12 de marzo de 1692. El cronista anotaba: «se propuso que la pensión delseñor obispo se acaba, y se resolvió que se hablara al señor obispo para que,si gusta, vuelva a consentir la misma, por la pobreza con que se halla lafábrica y que, si viese bien, se escriba a Madrid al agente don MiguelNavarro, para que lo solicite con su Majestad»37. La voz de alerta estabadada. A partir de ahora se comienza a actuar, visitando al obispo y escri-biendo cartas a diversas personas e instituciones. Nos resulta fácil seguirtodo el proceso a través del libro de Actas capitulares y la correspondenciacon los agentes en Madrid y Roma, celosamente guardada en el archivocatedralicio.

El cabildo nombró al arcediano y al canónigo Gómez para que hablasencon el obispo Zolivera. Éste, según informan los síndicos capitulares, acep-tó la propuesta38. Los síndicos capitulares agradecen al obispo su generosi-dad y el deán envía un memorial al monarca, escribe al agente MiguelNavarro y al Consejo de Aragón39. A comienzos del mes de septiembre elagente Navarro informa que ha recibido las cartas, también para elConsejo de Aragón, «a quien —escribe— se las daré en propia mano»40. Ycomenta que era «preciso que el señor obispo envíe su consentimientoindividual» por escrito41. Para esas fechas, el cabildo sabía ya que el monar-

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37 A.C.T., 115, cabildo 12-marzo-1692.38 Ibídem, cabildo 18-marzo-1692.39 Ibídem, cabildo 20-marzo-1692.40 Ibídem, 260-3-95, carta fechada el 6-septiembre-1692.41 Ibídem, 260-3-96, carta 13-septiembre-1692.

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ca Carlos II había consentido la gracia para otros 20 años42. El cabildo, paraobtener esta concesión del monarca, movilizó también al marqués deAriza. Éste respondió al deán y se ofreció a contribuir «siempre a cuantofuere de su mayor satisfacción y servicio»43.

El agente Navarro recibió la carta-poder del obispo Zolivera44. El reyCarlos II escribió al duque de Medinaceli, marqués de Cogalludo, su emba-jador ante la Santa Sede, para que agilizase la prórroga de esta pensiónpara la fábrica de la catedral turolense45. El documento regio, que prorro-gaba la pensión, fue remitido al cabildo por el agente Navarro. El importeascendía a 69 reales de a ocho. El cabildo, como sugirió el agente Navarro,abonó esta suma el 18 de octubre de 1692 a mosén Manuel Navarro, her-mano del agente46. Éste, a pesar de encontrarse enfermo en la cama, infor-mó prontamente al cabildo que había recibido «diez doblones, de a dosescudos de oro», por medio de don Juan Terrer47.

A partir de ahora las gestiones debían realizarse ante la Curia romana,pues la documentación se encontraba en la Ciudad eterna. El deán escri-be al agente romano don Juan Martínez de Lárraga, con fecha 31 de enerode 1692, el cual le informaba del precio de los trámites que, «habiéndosede despachar por la vía ordinaria, deberé pagar componenda y mediaannata, y que con la bula será el coste, poco más o menos, de 375 escudosde oro, de a 16, que hacen unos 600 escudos de moneda romana»48. Elagente Martínez de Lárraga asegura que él podía conseguir una rebaja enel precio, llegando a pagar solamente 40 escudos. El cabildo rechazó susservicios, aunque siguió a nivel meramente personal escribiendo einformando al cabildo sobre el tema49.

Por esas mismas fechas, el cabildo escribió y preguntó a otro agenteromano, don Manuel Ignacio Hertueta, quien escribía que, «por habersido ya gracia concedida, y la presente ser prórroga de aquélla, se puede

300 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

42 Ibídem, 115, cabildo 7-septiembre-1692.43 Ibídem, 260-3-97, carta 20-septiembre 1692.44 Ibídem, 260-3-98, carta 20-septiembre-1692.45 Ibídem, 218-2-24, carta 26-septiembre-1692.46 Ibídem, 218-2-11, carta 10-octubre-1692 y 145-2-12, carta 25-octubre-1692, donde

manifiesta que mandó el documento «por mano de mi hermano y, ahora, remito copia desu contenido».

47 Ibídem, 218-2-8, carta 21-octubre-1692.48 Ibídem, 218-2-10, carta 15-marzo-1693.49 Ibídem, 218-2-12. Son tres cartas, del 2-junio, 2-julio y 11-octubre de 1693. En ellas

menciona a don Manuel Hertueta como agente elegido por el cabildo para realizar las ges-tiones en Roma.

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disponer el despacho en el mero coste de 30 escudos, con poca diferen-cia»50. El cabildo aceptó sus trabajos. El agente cumplió y pudo informar amediados del mes de octubre de 1693 que la gracia había sido concedida.La noticia llegó a Teruel en los primeros días del mes de noviembre51. Elcosto económico del breve papal ascendió a 32 escudos de oro52. El obispomandó autorización para retirar el documento de la Curia vaticana53. Elbreve papal llegó de Roma a Madrid, a manos del agente Miguel Navarro,quien lo hizo registrar en la Corte, enviándolo posteriormente al cabildo54.

El breve está datado el 10 de octubre de 1693. El papa Inocencio XIIprorroga por diez años, a petición del rey don Carlos y con el consenti-miento del obispo de Teruel, la pensión de 206 ducados de oro y 4 realesde moneda española, que se concedió por el papa Inocencio XI a la fábri-ca de la catedral sobre las rentas de la mensa episcopal55.

2.6.1.2. Fundación de misas

A finales del mes de diciembre del año 1696 el obispo Zolivera manifes-tó sus deseos de hacer una fundación de misas y aniversarios por valor de6.000 libras56, que se plasmó en una escritura pública el 20 de marzo de170057. En esa misma fecha el cabildo catedral aceptó la fundación58. Elobispo dejó el rento de ocho censales59, cada uno con una propiedad de22.000 sueldos y 1.000 sueldos de pensión, aproximadamente, para fundarsufragios por el eterno descanso de su alma60.

JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700) 301

50 Ibídem, 218-2-13. Son cuatro cartas, fechadas el 15-marzo, 21-junio, 5-julio y 12-octu-bre. En ellas informa puntualmente del desarrollo de las gestiones.

51 Ibídem, 115, cabildo 4-noviembre-1693.52 Ibídem, cabildo 13-noviembre-1693.53 Ibídem, cabildo 30-diciembre-1693.54 Ibídem, 218-2-17. El agente Navarro dio el documento a don José Villanueva para

que lo entregase personalmente al deán turolense.55 Ibídem, perg. 597, doc. 737.56 Ibídem, 105, fol. 228, 115, cabildo 31-diciembre-1696.57 Ibídem, 220-5-3.58 Los capitulares aceptantes fueron los siguientes: José Dolz del Espejo Arnal y Navarro,

deán, Gregorio Blesa Miguel, arcediano coadjutor, Millán Antonio Golochín Chueca, arci-preste coadjutor, Dr. Juan Martínez Bayo, tesorero coadjutor, Miguel Pérez de Cuevas, chan-tre, y los canónigos Pablo Cavero de Espinosa Pérez, Dr. Antonio Asín, Dr. Antonio GómezXabierre, Dr. Francisco Ibáñez, Dr. Juan de Suelbes, Arsenio Atanasio Blasco, Dr. JerónimoPérez Monteagudo, Dr. Valentín de Ayusa y Pérez de Oliván. Fueron testigos los beneficiadosde la catedral mosén Juan Recio, presbítero, y Gaspar Ruanalias, fraile estudiante.

59 El obispo hizo la cesión de los censales en Zaragoza con fecha 16 de noviembre de1696 ante el notario Francisco Antonio Español. Estos censales pertenecieron al marqués deValdeolmos. Fueron aceptados por el cabildo el 15 de junio de 1697.

60 El notario Fernando Noguera afirma que los censales ascendían «a ciento y veintemil sueldos de propiedad con seis mil sueldos de annua pensión».

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La fundación consistía en el funeral de corpore insepulto61, doce aniversa-rios anuales62, una Misa dobla el día de San Jerónimo63, tres misas anua-les64, dos misas cantadas el día de Ánimas, una misa para el 1 de agosto65 y10 responsos cantados el día de Ánimas. Si sobraba dinero, se celebraríanmás misas a 4 sueldos de estipendio.

El obispo deseaba que las rentas de los ocho censales fuesen disfrutadas,mientras viviesen, por don José Aznar, presbítero beneficiado en la iglesiaparroquial de San Pablo de Zaragoza, y don Juan Alzamora, capellán delobispo Jerónimo Zolivera y beneficiado de Prades en el arzobispado deTarragona. Posteriormente revertirían en favor del cabildo, excepto larenta del quinto año, pues ese año los réditos servirían para aumentar elcapital de la fundación.

2.6.1.3. Ración de Santa Teresa

El cabildo mandó un memorial al obispo en abril de 1687 pidiendo lainstitución canónica de la ración llamada de Santa Teresa, pues, según elconcilio de Trento, el prelado era el ejecutor de todas las voluntades pías66.Cuando el obispo recibió la petición del cabildo catedral estudió el asuntoy lo solucionó con bastante rapidez, por medio de un decreto firmado el14 de mayo de 168767.

El deán Juan Lechago, según su testamento fechado el 12 de agosto de1627, dejó un legado pío (consistente en un censal cargado sobre la ciudadcon una pensión de 1.200 sueldos anuales) a favor de Petronila, Magdalena yFrancisca Vicente, religiosas del convento de Santa Clara. Las religiosas eran

302 JUAN JOSÉ POLO RUBIO

61 Habrá limosna para los pobres. Los gastos anuales por todas las ceremonias litúrgi-cas están perfectamente estipulados. El campanero 80 sueldos y los cantores 8 sueldos porfunción, 140 en total.

62 Uno cada mes, de 100 sueldos, con toque de campanas y música, idéntico al que sele celebraba a Francés de Aranda en el día aniversario de su muerte. En el oficio de vísperasarderán seis hachas, de 250 sueldos cada una. Todos los años se adquirirá una bula de difun-tos, de 4 sueldos y 6 dineros.

63 A cuatro voces, con vísperas. Tendrá un arancel de 200 sueldos.64 Una el día de su muerte, otra el día de San Juan Bautista, fecha en que hizo su entra-

da solemne en la sede y, finalmente, la tercera el día de San Jerónimo, con responso en elcoro después del rezo de Laudes, a semejanza como se hacía para el obispo Jimeno deLobera. El estipendio por las tres Misas ascenderá a 150 sueldos.

65 Se celebrará en el altar de N.ª Señora del Diario, donde será enterrado el corazóndel obispo.

66 A.C.T., 220-3-11. Memorial enviado al obispo y fechado el 11 de abril de 1687.67 Ibídem. Decreto de Jerónimo Zolivera, firmado y fechado el 14 de mayo de 1687, ins-

tituyendo la ración de Santa Teresa en la catedral.

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sobrinas del deán Lechago, hijas de Jerónimo Vicente y Juana Lechago. Eldeán dispuso que las monjas disfrutasen de estas rentas hasta que falleciesen.Cuando esto ocurriese, con ese dinero se fundaría una ración en la catedralbajo el título de Santa Teresa, con obligación de celebrar tres Misas rezadascada semana por el eterno descanso del testador y sus familiares difuntos.

Sor Magdalena y sor Petronila fueron las primera en morir y el 10 deseptiembre de 1686 falleció también sor Francisca Vicente. Antes de quepasase un año, el cabildo rogó al obispo que cumpliese la voluntad pía deldeán Lechago.

Jerónimo Zolivera decretó la fundación de la ración llamada de SantaTeresa. Debía ser nutual, provista a voluntad del cabildo, servida por unsolo sujeto. Por deseo del fundador, la ración de Santa Teresa no era cape-llanía y, además, el usufructuario no tenía derecho alguno de posesión. Elcabildo se reservaba la potestad de cancelar el censal cuando lo juzgaseconveniente, invirtiendo el dinero en otro lugar más productivo.

2.6.1.4. Mecenazgo artístico y económico

El obispo Zolivera recibió dinero prestado del cabildo en varias ocasiones,cancelando sus deudas puntualmente e, incluso, en muchas ocasiones antesde lo previsto en los contratos68. También defendió los intereses económicosdel cabildo cuando vio peligrar la recuperación de ciertas rentas capitulares69.

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68 Mencionaremos algunos de estos préstamos. A.C.T., 115, cabildo 4-enero-1692: préstamode 3.000 libras. Ibídem, cabildo 13-enero-1692: entrega de un censal de 4.000 libras, dos coman-das de 4.000 y 500 libras, y una consignación de 100 fanegas de trigo. Ibídem, cabildo 23-julio-1694: luición de 2.000 libras. Ibídem, 196-38, 23 de julio de 1694: el obispo cancela la mitad deun censo de 80.000 sueldos, por el cual debía abonar 4.000 sueldos anuales. Ibídem, 115, cabil-do 2-enero-1695: el prelado canceló sus deudas pendientes con el cabildo. Ibídem, 196-40, 9 dejulio de 1697: Zolivera tenía un préstamo del cabildo por valor de 126.000 sueldos, con una rentaanual de 6.000. Cancela 96.000 sueldos, que eran parte de un censo y comanda. Ibídem, 115,cabildo 19-julio-1697: el obispo entrega al cabildo 2.000 libras. Ibídem, 196-35, 19 de julio de1697: el cabildo levanta acta de cancelación de una comanda y un censo con que estaba gravadoel obispo a su favor y perdona y anula, si las hubiese, todas las deudas del prelado. Para otorgarlos préstamos de dinero al obispo, en las reuniones capitulares intervinieron los siguientes canó-nigos: en 1694 el Dr. José Dolz del Espejo y Arnal, deán, Dr. Gregorio Blesa, arcediano, MillánAntonio Galochino Chueca, arcipreste y los canónigos, Dr. Antonio Asín, Dr. Antonio Gómez,Antonio Zapata, Francisco Ibáñez, Juan Antonio Barrachina, Juan Suelbes, Arsenio AtanasioBlasco, Jerónimo Pérez Monteagudo, Clemente Gonzalo de Liria y José Iranzo; en 1697 el Dr.Jose Dolz del Espejo y Arnal, deán, Dr. Gregorio Blesa, arcediano, Jorge Rodrigo, arcipreste, JuanMartínez Bayo, tesorero, Miguel Pérez de Cuevas, chantre y los canónigos Dr. Antonio Asín, Dr.Antonio Gómez, Juan Antonio Barrachina, Dr. Juan Suelbes, Asensio Atanasio Blasco, Dr.Valentín de Aínsa, José Iranzo, Jerónimo Pérez Monteagudo y Clemente Gonzalo de Liria.

69 Ibídem, 199-2-7, Santa Eulalia, 24-abril-1698. El obispo se encuentra en Santa Eulaliay escribe al prelado de Tortosa. La villa de Cabanes, perteneciente a la diócesis de Tortosa,

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Contribuyó económicamente para la edificación y construcción dealgunas obras materiales. Donó objetos para el culto y ornamentos sagra-dos y colaboró con grandes sumas de dinero para la remodelación deltemplo catedral. De ahí que hayamos titulado este epígrafe mecenazgoartístico y económico. De un viejo manuscrito capitular copiamos la abul-tada lista de colaboraciones episcopales70: «100 libras jaquesas a la fábricade la iglesia catedral. Las tres jarras de plata para los óleos con su caja.Nueve taburetes de baqueta para el coro y altar mayor. Para el órganonuevo, dio 200 fanegas de trigo y el gasto de traerlo de Zaragoza a Teruel.Dio 325 libras para el gasto de dorar el retablo de la capilla del Diario deNuestra Señora. 100 fanegas de trigo para las cortinas del monumento yel ángel de la puerta del monumento. Para la puerta que sale hacia el pala-cio, dio 60 libras. La custodia pequeña que se estrenó el Corpus de 1696.500 libras para Santa Emerenciana. 300 ducados de pensión a favor de lafábrica de la catedral sobre su mitra por tiempo de otros diez años. Parala puerta de la catedral al palacio, añadió 40 libras, hasta llegar a las 100,y 100 fanegas de trigo. Además dio todo el ladrillo, que costó 15 libras.Además dio toda la teja, que costó 10 libras. Además dio todas las bigas.La concha de alambre estañada para la pila bautismal, que costó 9 libras.Para la portada principal ofreció 200 libras en dinero y trigo. Para haceruna naveta con cucharilla, dio 25 libras. El día 4 de diciembre de 1699,continuando su Ilustrísima su generoso ánimo, presentó a esta SantaIglesia un terno de difuntos rico, de terciopelo negro, y las cenefas de ter-ciopelo verde, guarnecido con franjón riquísimo de oro, juntamente confranjas, borlas y cordones también riquísimos de oro. En todo él, en dife-rentes puestos se ven las armas de su Señoría Ilustrísima, ricamente bor-dadas de oro y plata. Consta dicho terno de las piezas siguientes: pañofrontal con su bastimento, crescencia, capa, casulla, dalmáticas, estolas,manípulos, y collaretes; gremial, paño de atril, cubrecáliz y bolsa de cor-porales. Y, habiendo visto el cabildo esta demostración, pareció era muyde su obligación el dar las gracias a su Señoría Ilustrísima por medio delos señores prebendados, que lo ejecutaron el mismo día por la tarde losseñores canónigos Pablo Cavero de Espinosa y Pérez y don Jerónimo PérezMontagudo». Al día siguiente, se estrenó el terno y se celebró por la salude intenciones del obispo.

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recibió un censal de 6.000 libras jaquesas del cabildo catedral turolense, que se veía «en con-tratiempo de perder dicha cantidad». Por eso, el cabildo solicitó al obispo Zolivera que escri-biera al prelado de Tortosa y le informase que un canónigo de Teruel estaba viajando a lavilla de Cabanes para recuperar el dinero.

70 Ibídem, 105, fol. 227.

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Y se termina esta larga cita con estas palabras: «En el año 1700, a 20 demarzo, se obligó su Ilustrísima en dos comandas, la una de 6.000 librasjaquesas para la obra de la bóveda y dorar el retrablo de Nuestra Señora delDiario, y la otra de 4.000 libras jaquesas para distribuir a su familia, despuésde sus días. Todo lo cual se ha cobrado, y el día 14 de mayo del mismo añose empezaron dichas obras, porque el día 28 de marzo murió dicho señorobispo, de tan feliz memoria para esta santa iglesia».

2.6.2. El Capítulo General Eclesiástico

El obispo Fray Andrés Aznar aprobó el 16 de julio de 1679 lasOrdinaciones por las que se regía el Capítulo General Eclesiástico desdeesa fecha hasta 1691. Después de veinte años y, conservando gran parte deaquellas normas rectoras, el prelado Jerónimo Zolivera aprobó unas nue-vas en 1691 y otras en 169671, que analizamos a continuación.

2.6.2.1. Las nuevas ordinaciones

El notario Juan Francisco Rubio levantó acta de la sesión celebrada el20 de julio de 1691 en la Sala del Concejo municipal. Jurados turolenses ymiembros del Capítulo General Eclesiástico redactaron colectivamente lasnuevas ordinaciones. Eran 41 en total.

Los munícipes redactores fueron: Antonio Antillón y Marcilla, justicia yjuez ordinario; Jerónimo Trullenque, jurado en cap; Dr. Gaspar Mateo yPalomar, José Corbalán, Baltasar Coley y Dr. Cosme Damián Cañamache,ciudadanos, y Gil Marqués, labrador. Y los racioneros del Capítulo: Dr.Melchor Castillo, vicario del Salvador y prior, Dr. José Cavero de Espinosa,vicario de Santiago, Lic. Esteban Rubio, vicario de San Andrés, Lic. JoséNavarrete, racionero de San Juan, Lic. Miguel Coley, racionero de SanPedro, Lic. José Garcés, racionero de San Miguel y Dr. Juan Espejo, racio-nero de San Martín.

Sólo los nacidos de matrimonio legítimo y bautizados en Teruel podíanoptar al Capítulo General. Los padres del candidato también debían serhijos legítimos. El padre tendría, al menos, cinco años de residencia ydomicilio continuo en la ciudad de Teruel. Demostrarían su limpieza desangre. Cuando no fuesen conocidos sus orígenes y raíces, un miembro del

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71 A.C.G.E., Legajo 35, n.º 8 (Son 36 páginas en folio, aprobadas el año 1691) y n.º 9(son 5 hojas en folio, aprobadas en 1696).

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Capítulo haría una investigación. Quedaba reglado que «había de ser hijode padres que sean cristianos viejos, sin raza ni mezcla alguna de judío,moro, ni converso y, si la hubiere y se probare, no puedan ser admitidos adicho patrimonio». De la misma manera eran rechazados «los que fuereninfames por derecho, o hubieren cometido crimen de lesa majestad divinao humana, o hubieren sido azotados, o echados a galeras por ladrones, ohubieren sido penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición por cau-sas de fe o dependiente de ella».

Si los padres se ausentaban de la ciudad para servir al rey, al reino deAragón, a la ciudad, al Capítulo o para desempeñar algún oficio público,no perdían su derecho de vecindad. Los nacidos en Teruel, pero que suspadres no se hallaban domiciliados en la ciudad, no podían solicitar elingreso. Por el contrario, los nacidos circunstancialmente fuera de Teruel,donde sus padres residían habitualmente, eran considerados hábiles parapostular a una ración. Era exigido que, al menos, uno de los abuelos mater-nos y otro paterno estuviesen avecindados en Teruel.

Aquellos que reunían las condiciones antedichas, podían postular a latonsura clerical y grados (ostiariado, exorcistado, lectorado y acolitado) encualquiera de las siete iglesias de la ciudad. Para solicitar el subdiaconado,por el contrario, se requería la presentación del candidato en una y parauna iglesia concreta. Un racionero, al finalizar un acto litúrgico, presenta-ba al candidato. Luego, era llevado ante el prior del Capítulo y éste le con-ducía ante los jurados del Concejo municipal, donde existía un libro-regis-tro para anotar a todos aquellos que eran presentados.

Los candidatos aceptados recibían una constancia. Si eran tachados conalgún impedimento, coincidiendo en ello tanto los jurados, el prior comoel vicario de la iglesia para la que era presentado, automáticamente queda-ba anulada la solicitud. Pero, si alguna de las partes no estaba de acuerdo,se iniciaba un pequeño proceso para dilucidar el asunto, con estructurajudicial, jueces y testigos propios.

Una vez aceptada la candidatura, debían superar unos exámenes decanto llano, rudimentos de latinidad y teología moral. Había dos oportuni-dades: una en Cuaresma y otra en el mes de septiembre, unos 15 días antesde las ordenaciones que se celebraban en esas témporas. Para realizar losexámenes de subdiácono, el candidato tendría 23 años de edad. Si eranaprobados estos exámenes, ya no era necesario volver a realizar otros antesde ser ordenados diáconos o presbíteros.

Los exámenes se realizaban en el Concejo municipal. El jurado mayor,el prior y el vicario de la parroquia a la que postulaba el candidato o, en su

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defecto, quienes fuesen sus delegados, presidían el tribunal. Además, dosexaminadores, doctos y virtuosos, estarían presentes durante todo el tiem-po que durasen los exámenes y juzgarían a todos los examinandos, reci-biendo 16 sueldos diarios de propina por su trabajo.

Primeramente eran examinados de canto llano, cuyo conocimiento era«conditio sine qua non» para acceder a las pruebas de latinidad y Moral. Eldesarrollo de la prueba de latinidad se describe de la siguiente manera:«haya en la sala tres libros, que sean un Concilio, un Breviario y unCatecismo; el jurado o prior abrirá con un cuchillo en tres partes, en cadauno de dichos libros, de los cuales podrá elegir el examinando lo que lepareciere, y le darán tiempo competente para ver la homilía, sesión o capí-tulo que hubiere elegido». A continuación, «pasarán los examinadores aexaminarles de Moral, de la misma forma y manera que los que son exami-nados por el ordinario para administrar los santos sacramentos». Los gra-duados en Teología o Derecho eran eximidos de rendir prueba de los con-tenidos morales.

El jurado y los examinadores votaban la aprobación o desaprobacióncon habas blancas o negras. Los aprobados recibían un documento firma-do y sellado por el jurado mayor, el prior y el vicario de la parroquia quepresentaba al candidato. Los desaprobados por tercera vez quedaban«inhábiles para subir a otro examen, e incapacitados para poder gozar dedicho patrimonio en todo el decurso de su vida».

Una vez ordenado de subdiácono, diácono o presbítero, comenzaría elministerio en su iglesia el día asignado. Ese mismo día juraría en poder delvicario «guardar las presentes ordinaciones, observar las costumbres de suiglesia y, si alguno rehusare de hacer dichos juramentos, no sea admitido alservicio, ni menos a la renta, hasta que haya prestado con efecto dichosjuramentos». El subdiácono no tenía voz en el capítulo parroquial, ni tam-poco derecho de asiento. Ejercía su ministerio, que obligatoriamente debíadurar por espacio de un año, en las misas cantadas. Diariamente recitabael oficio divino en el coro. Acompañaba en las procesiones que interveníasu iglesia e iba con el sacerdote que llevaba el Santísmo Sacramento a losenfermos. Si en una iglesia había varios subdiáconos, servían al altar porturno y semanas. Su ración ascendía a la cuarta parte del monto asignadoa un racionero, sin distribuciones ni otros emolumentos. El diácono, quetambién servía por espacio de un año, percibía media ración. Si caíanenfermos mientras desempeñaban el ministerio de subdiácono o diácono,ese tiempo también se contabilizaba. Cuando se ausentaban por más de 30días, perdían su derecho a la ración anual. Sin embargo, no sucedía esto

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cuando no estaban en su iglesia por servir a su Majestad, al Reino deAragón, a la ciudad o al Capítulo de racioneros. Si algún racionero poseíala coadjutoría de una canonjía, mientras permanecía en esta situacióncanónica, percibía su renta como racionero. Cuando tomaba posesión dedicha prebenda, dejaba de cobrar su renta en el Capítulo General.

A los 34 años de servicio podían jubilarse. Seguían percibiendo suración aunque no asistiesen a los oficios. Y estaban obligados a fundar ensu iglesia un aniversario por un capital de 400 sueldos. Los vicarios perpe-tuos también podían jubilarse de sus funciones como racioneros, aunqueno dejaban los encargos estrictamente parroquiales, como atender el des-pacho y el confesonario.

Quedaba prohibido que en una misma iglesia hubiese dos hermanos. Sivarios hermanos deseaban ingresar en el Capítulo General, postularían a«racioneros de cualquiera de las demás iglesias, de manera que aunque sepresenten siete hermanos, puedan ser racioneros y gozar del patrimonioen cada una de las siete iglesias parroquiales». Cuando algún racioneroincurría en irregularidad canónica que le impedía desempeñar o asistir alos oficios eclesiásticos en su iglesia, seguía percibiendo su ración.

Estaba previsto que estas ordinaciones entrasen en vigor después de serexaminadas y ratificadas por el señor obispo. Jerónimo Zolivera, deseandola concordia dentro del seno de la institución y buscando la renovaciónespiritual de sus miembros, las aprobó con fecha 1 de agosto de 1691.

Pasados escasamente cinco años, se habían introducido algunas corrup-telas, siendo necesario corregir algunos extremos de las ordinaciones eintroducir ciertas normas nuevas. Por eso, el 29 de febrero de 1696 los jura-dos turolenses y los racioneros se volvieron a reunir en el Concejo munici-pal. En esta oportunidad participaron por parte del Concejo donBartolomé Pérez de Cuevas, justicia ordinario y juez de la ciudad yComunidad, Félix Civera, jurado en cap de la ciudad, Sebastián de la Sala,ciudadano, Domingo Torán, sastre, Jaime Esteban, tejedor, y Juan Navarrode Martín, labrador; representando al Capítulo asistieron el Lic. DiegoAntonio Marín, racionero de San Pedro y prior, el Dr. José Cavero deEspinosa, vicario de Santiago, Juan Fausto Muñoz, vicario de San Juan,Francisco Gómez, vicario de San Miguel, el Lic. Esteban Rubio, vicario deSan Andrés, el Lic. Miguel Coley, vicario de San Pedro, y José Hernández,vicario del Salvador.

En la asamblea se admitió unánimente que en los últimos años el riguro-so examen del que hablan las ordinaciones «no se ha practicado, ni obser-vado, en notable perjuicio de las siete iglesias». Y, por ello, abogaban por un

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mayor rigor, como era norma en los exámenes exigidos a «los que preten-den habilitarse por el ordinario para administrar los sacramentos, que esoficio propio de curas de almas y confesores». Deseaban para la ciudad deTeruel «ministros del altar doctos, virtuosos, útiles, diligentes y provechosospara la educación y enseñanza del pueblo, aunque sean pocos, más quemuchos inútiles, perezosos e inhábiles para semejantes ministerios».

Acordaron introducir algunas novedades en el modo de realizar los exá-menes. Se estableció que los candidatos, «antes que se les concedan lasletras del título, tengan y sustenten un acto público de conclusiones deTeología escolástica, o Moral escolástica», en un lugar público, propo-niendo argumentos y dificultades el prior, el jurado, el vicario parroquial ylos examinadores. Esta normativa entraría en vigor dentro de cinco años.Entretanto, continuarían los exámenes de canto llano, latinidad y Moral.Posteriormente, quienes hubiesen defendido su tesis y sustentado el ejerci-cio de conclusiones, quedaban excluidos de rendir examen de canto llanoy Moral. Se normaba que los examinadores fuesen tres, para evitar el empa-te de votos, que obligatoriamente debían asistir a las pruebas, puesto queen los últimos años se había introducido la corruptela contraria.

Los jurados municipales y los racioneros refrendaron nuevamente todasy cada una de las normas vigentes desde 1691. Presentaron estas nuevasordinaciones al prelado Zolivera que, después de examinarlas minuciosa-mente, alabó y aprobó con fecha 12 de junio de 1696.

Por esas mismas fechas, el Capítulo General Eclesiástico solicitaba alConcejo Municipal, como patrones, que momentáneamente no admitiesemás racioneros. Pedían que el Concejo recibiese solamente a los quepudiese mantener con una congrua sustentación. Argumentan y apoyan supetición diciendo que la dignidad del cuerpo clerical exigía unas rentassuficientes para su sostemimiento. Sugerían que se fijase un numerus clau-sus de porcionarios, teniendo en cuenta las rentas del patrimonio eclesiás-tico, y que se pudiese aumentar el número de plazas si las rentas subían ose producían vacantes72.

2.6.2.2. Regulación de diezmos y primicias

En otras páginas de esta historia ya hemos hablado de las rivalidadesexistentes entre el cabildo catedral y el Capítulo General por asuntos de

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72 A.H.P.T., Concejo de Teruel, Caja 38, Doc. 19. Libro de actos comunes del Concejode Teruel, año 1695.

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precedencias. En este apartado les vemos enfrentados por cuestiones eco-nómicas, concretamente por el cobro de diezmos y primicias. En 1680 elcabildo catedral y el Capítulo de racioneros se encontraban enemistadospor estas cuestiones. El Concejo municipal designó a dos jurados, al Dr.Francisco Gómez y Antonio Pérez, para que arbitrasen una solución entreambas instituciones. El Capítulo General aceptó que se nombrase unacomisión para estudiar tranquilamente el tema. Manifestaba que la solu-ción final viniese no por votación mayoritaria de los miembros, sino poraceptación unánime de todos los miembros de la comisión, teniendo encuenta cómo se había hecho el reparto de diezmos en los tiempos anterio-res. De esta manera respondía a los requerimientos del Concejo municipalel secretario del Capítulo de racioneros, el vicario Francisco Dobón73.

El obispo Zolivera deseó resolver este asunto. En 1693 todavía seguíapendiente, como se deduce de una rápida lectura de las Actas del cabildocatedralicio en esos momentos. Jerónimo Zolivera «había concedido edic-to para las décimas», aunque desconocemos en qué términos. El jurisperi-to, Dr. Mateo, asesoraba al cabildo y opinaba que les convenía obtener undocumento donde fuesen reconocidos sus derechos inmemoriales74. Paraello, se eligieron como testigos al tesorero, chantre y los canónigos Caveroy Barrachina. El Capítulo de racioneros ofrecía al cabildo 700 fanegas detrigo como pago global de diezmos75. Los racioneros incluso estaban dis-puestos a entregar 800 fanegas y dar «puerta abierta a los parroquianos»para que, en el futuro, pudieran empadronarse como feligreses en cual-quiera de las iglesias de la ciudad76. A mediados del mes de julio de esemismo año todavía seguía tratándose el tema por las partes interesadas: elobispo Zolivera, el cabildo, el Capítulo y el Concejo municipal, a través desu síndico don Antonio Antillón77. Pocos días después, en sesión capitular«se leyeron los papeles del cabildo y Capítulo por medio del señor obispoy don Antonio Antillón»78.

Después de muchas reuniones, el cabildo y el Capítulo de racionerosllegaron a un acuerdo sobre diezmos y primicias con fecha 4 de abril de

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73 Vid. AGUIRRE, F.J., Catálogo de los archivos municipales turolenses, IV, Teruel, 1985, p. 248:«Advertencias y limitaciones con que el Capítulo General admite los medios que los juradosse han propuesto para ajuste y concordia de las diferencias que hay entre el Capítulo y elCabildo sobre la percepción de los frutos doctrinales».

74 A.C.T., 115, cabildo 4-junio-1693.75 Ibídem, cabildo 27-junio-1693.76 Ibídem, cabildo 3-julio-1693.77 Ibídem, cabildo 14-julio-1693.78 Ibídem, cabildo 24-julio-1693.

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1695, que fue refrendado por bula del papa Inocencio XII el 15 de febre-ro de 169679.

Conocemos el contenido de los acuerdos por el edicto rubricado porJerónimo Zolivera, fechado en el mes de julio, sobre el modo como se hande pagar los diezmos y primicias en la ciudad de Teruel80. Los diezmos delas partidas conocidas con los nombres de San Blas y Villaespesa correspon-dían íntegramente al cabildo catedral. Los diezmos del resto de las tierrasde la huerta turolense eran abonados por cada uno de los fieles a surespectiva parroquia, en definitiva al Capítulo. Cada cristiano entregaba lasprimicias a la parroquia de la que era feligrés, como ya estaba normado porel sínodo del obispo Diego Chueca.

En julio de 1699 el obispo Zolivera emitió otro edicto, donde reconoceque las diferencias entre el cabildo y el Capítulo sobre la percepción dediezmos y primicias en la ciudad de Teruel había sido un problema can-dente durante su pontificado. Confiesa que esos problemas afligían sucorazón. Manifiesta la alegría que le proporcionó el acuerdo entre ambaspartes, pagar el diezmo no por parroquialidad, como se había hecho hastaentonces, sino por partidas y lugares en la huerta turolense. Publica el edic-

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79 Ibídem, 186-17. Los capitulares que firmaron el acuerdo fueron los siguientes: Dr.José Dolz del Espejo Arnal y Navarra, deán, Dr. Gregorio Blesa, arcediano, Millán AntonioGalochino, arcipreste, Juan Martínez Bayo, tesorero, Miguel Pérez de Cuevas, chantre, JoséDolz del Espejo y Andrés, sacristán, y los canónigos Pablo Cavero de Espinosa, Dr. AntonioGómez, Dr. Francisco Ibáñez, Antonio Barrachina, Dr. Juan Suelves, Dr. Valentín de Aínsa,Jerónimo Pérez Monteagudo y José Iranzo. Y los racioneros siguientes: Dr. José Cavero deEspinosa, vicario de Santiago y prior, Dr. Juan Fausto Muñoz, vicario de San Juan, Dr.Francisco Gómez, vicario de San Miguel, Lic. Miguel Coley, vicario de San Pedro, Dr. JoséHernández, vicario del Salvador, Francisco Dobón, secretario del Capítulo, José Torres,Melchor Pitarque, Pedro Campillo, Jerónimo Calpe, Francisco Ferrer, Antonio Marín, JoséNavarrete, Valentín Espinosa, Lucas Sanz, Miguel Antolino, Gabriel Martínez, MiguelGonzález, Miguel Escobar, Juan Piñol, José Garcés, Dr. Antonio Hernández, AmbrosioTorres, José Olivas, Jorge Conejero, Antonio Colás, Pedro Benedicto, Domingo Torres, JuanGorriz, Andrés López, Juan Cortés, Martín Navarro, Diego Vicente, Salvador Luna, SimónJiménez, Silvestre Torres, Juan Garzón, José Hinojosa, Jaime Castillo, Miguel Pérez,Francisco Jiménez, Antonio Delgado, Jerónimo Aquavera, José Sanz, José Lapuerta, Dr.Pablo Civera, Pedro Navarro, Dr. Domingo Cortés, Dr. José Comín, Dr. Antonio Vicente,Antonio Villarroya, Juan Marín, José Alegre, Antonio Valero, Pedro Cortés, Juan Adán, JaimeCalvete, Gaspar Espejo, Gregorio Valero, Melchor Asensio, Francisco Tomás, José Ranque-tad, Dr. Pedro Campillo, Vicente Buil, Antonio Cañada, José González, Ildefonso Pradas, JoséMaza, José Julián, Roque Maicas, Dr. Diego Hervás, Dr. Pedro Jerónimo Noguera, JuanCamañas y Miguel Alcaine.

80 Ibídem, fol. 26. El ejemplar impreso que hemos utilizado es del año 1698. Nos cons-ta, sin embargo, que el edicto manuscrito se publicaba anualmente en las siete parroquiasde la ciudad desde 1695. Así, por ejemplo, se hizo el 15 de agosto de 1695 en la catedral, el24 de julio de 1697 en la parroquia de Santiago y también el día 25, festividad de SantiagoApóstol, del año siguiente.

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to para que no se pueda alegar ignorancia de la norma y manda que sealeído en la catedral y en las siete iglesias de la ciudad81.

2.6.3. Las órdenes religiosas

Por el texto de visitatio ad limina conocemos que en la ciudad de Teruelhabía cinco conventos de religiosos: franciscanos, dominicos, trinitarios,mercedarios y capuchinos. Los padres franciscanos tenían también conven-to en Mora de Rubielos y Manzanera, los mercedarios en Sarrión y los car-melitas calzados fundaron un monasterio en Rubielos de Mora en los albo-res del siglo XVII82. En Teruel había religiosas clarisas y carmelitas descal-zas, en Rubielos de Mora agustinas.

Los carmelitas descalzos llegaron a la ciudad de Teruel con posteriori-dad a las religiosas de la misma Orden. Vivían en Teruel, aunque no teníanterreno para levantar el convento, que adquirirán durante el pontificadode Jerónimo Zolivera. Y, durante esos mismos años, hubo intentos de fun-dar un colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad, que quedaron frus-trados momentáneamente.

En los archivos diocesanos las noticias relativas a los religiosos son nece-sariamente puntuales y escasas. Teniendo esto en cuenta, analizamos cuálfue la actuación del obispo Zolivera con los religiosos.

2.6.4. Franciscanos, dominicos y trinitarios

Durante el gobierno del prelado Zolivera se elaboró el proceso canónicosobre culto inmemorial a los beatos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato,mártires franciscanos. En 1690 los padres franciscanos del convento de Teruelentregaron dos llaves de la arqueta donde se guardaban los restos mortales delos beatos Juan y Pedro al obispo Zolivera, al cabildo, a los munícipes y a donDiego Andrés. Así queda anotado en el acta de la sesión capitular del 3 defebrero83. Unos meses después, el obispo recibió carta del provincial de losfranciscanos, donde le manifestaba que la provincia franciscana y su provincialrefrendaban el gesto de los padres franciscanos turolenses84. Ambos detallesmuestran que la devoción hacia los mártires franciscanos seguía viva en Teruel.

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81 Ibídem, 188-2-8.82 VELASCO BAYÓN, B., Historia del Carmelo español (1563-1835), II, Roma, 1992, pp. 367-

368; POLO, J.J., «El convento de carmelitas calzados de Gea de Albarracín (Teruel)»,Aragonia Sacra, XIII (1998), pp. 217-223.

83 A.C.T., 115, cabildo 3 de febrero de 1690.84 Ibídem, cabildo 5 de junio de 1690.

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Había sido en el año 1628, durante el pontificado de Fernando ValdésLlano, cuando se incoó el primer proceso canónico. En aquella oportuni-dad se llevó la causa por vía de la comprobación de la santidad, martirio ymilagros de los mártires. Como escribe León Amorós85, «pasados sesenta ycuatro años de esta fecha, con las ansias que tenían todos, religiosos y segla-res, de ver a nuestros ínclitos varones en el catálogo de los santos, laProvincia de Aragón recurrió por segunda vez a la Curia romana, a finesdel año 1692, pidiendo nuevamente la introducción de la causa».

La Sagrada Congregación admitió la causa con fecha 10 de enero de1693, siendo Sumo Pontífice el Papa Inocencio XII, dándole un giro al pro-ceso: probar el culto inmemorial a los beatos. La Congregación encomen-dó esta misión al obispo Zolivera, que nombró procurador de la causa al P.Juan Pérez López, sustituido posteriormente por el P. Miguel Sala. El P.Juan preparó el cuestionario de preguntas a los testigos, 38 cuestiones entotal. Se desarrolló en la Curia turolense y duró cuatro años. Se le pusopunto final el 3 de junio de 1697, quedando probado el culto inmemorialen la ciudad de Teruel de los beatos Juan y Pedro.

En el archivo del convento franciscano de Teruel existió el «proceso delos santos mártires de Teruel San Juan de Perusia y San Pedro deSaxoferrato, sentenciado por el ilustrísimo Sr. don Jerónimo Zolibera, obis-po, super cultu inmemorabili praestito. Apertus 1693. Finitus 1697». Según ladescripción de León Amorós, el manuscrito forma un voluminoso códicede papel escrito, como indica el título, de 1693 a 1697, encuadernado concubiertas de pergamino. Consta de 958 folios. Y, fundamentalmente, sonlos documentos de las declaraciones y sesiones llevadas a cabo en la Curiaepiscopal de Teruel durante esos cuatro años.

El obispo Zolivera no vio culminados los esfuerzos de tanto trabajo, yaque este proceso comenzó a ser visto en la Sagrada Congregación el año1702 y el decreto de culto inmemorial fue dado el 31 de enero de 1705.Será el Papa Benedicto XIII quien, con fecha 23 de julio de 1727, apruebeel texto de la misa y Oficio de los beatos.

Los frailes dominicos del convento de Teruel, según escribe ManuelGarcía86, vivían un poco relajados. En 1687, siendo obispo el ilustrísimoZolivera, procuró, de acuerdo con el padre provincial Albalat, que fuese

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85 AMORÓS, L., «Los Santos mártires franciscanos Beato Juan de Perusa y Beato Pedrode Saxoferrato en la historia de Teruel», Teruel, 15-16 (1956), pp. 7-8 y 95-97.

86 GARCÍA, M., La orden de predicadores en la provincia de Teruel, Teruel, 1964, pp. 251-252.

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enviado al convento-colegio un rector «que pudiera restablecerle en lotemporal, que nada tenía, y en lo espiritual, que tenía menos. Y le envió lapatente para el padre lector Fray José Arcil, prior que había sido del con-vento de Ayerve, religioso ejemplar». A partir de entonces, volvió a relucirel espíritu de religión, que casi estaba para expirar.

En el convento de dominicos de Teruel estaba fundada, con fecha 19 deabril de 1697, la cofradía de la milicia angélica o del cíngulo de SantoTomás. Jerónimo Zolivera aprobó los estatutos con fecha 2 de julio.

El prelado Zolivera acudía, siempre que sus ocupaciones se lo permitían,a los actos que el convento de dominicos programaba, como ocurrió el ter-cer domingo del mes de febrero de 1698 a la procesión del Rosario por lascalles de la ciudad. En esa ocasión también estuvieron los canónigos, reves-tidos con bonete y hábitos corales.

El Padre General de los Trinitarios realizó la visita canónica al conven-to de Teruel en febrero de 1689. Encontrándose en la ciudad, acudió a lacatedral y se entrevistó con el deán Dolz del Espejo, quien devolvió la corte-sía en los días siguientes87.

2.6.5. Carmelitas descalzos88

La fundación del convento de carmelitas descalzos se formalizó en losúltimos años del pontificado de Jerónimo Zolivera. No obstante, la gesta-ción fue labor de años. Los padres carmelitas fueron arrastrados a la ciu-dad por la llegada de las madres carmelitas durante el pontificado deDiego Chueca.

Cuando los padres carmelitas vinieron a la ciudad, vivían y trabajabanen el hospicio de la ciudad. El Justicia de Aragón, don Miguel Jerónimo deCastellot, a mediados del siglo XVII, había dejado en el testamento susbienes para fundar un convento de carmelitas descalzos, varones o muje-res, en la ciudad de Teruel.

Viviendo los padres carmelitas en el hospicio de Teruel, con los dinerosde esa institución compraron algunas posesiones en los extramuros de laciudad. Así lo reconocían el prior y clavarios del convento carmelita de SanJosé de Zaragoza, que hacían la siguiente declaración con fecha 12 de octu-

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87 A.C.T., 115, cabildo 19 de febrero de 1689.88 Ibídem, 258-1. Para redactar este epígrafe, seguimos exclusivamente esta fuente, bas-

tante voluminosa. A partir de ahora, citaré únicamente el folio.

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bre de 1680: «hacemos fe que una casa, con otras dos casitas, un huerteci-llo con sus patios y un tirador de paños, que se han comprado en la ciudadde Teruel, en la partida que llaman Valdeparaíso, junto a la puerta deGuadalaviar, aunque los actos están hechos y otorgados en favor de esteconvento, pero en realidad y verdad se han comprado con dinero del hos-picio que la religión tiene en dicha ciudad, y este convento sólo tiene elnombre prestado en dicha compra. Y para que en adelante, cuando lleguela ocasión de la fundación en dicha ciudad y se haya de hacer en el sitioque está dicha casa, y es uno de los señalados por dicha ciudad, conste quees de la fundación»89.

Esas propiedades —concretamente una casa, un corral, un huertecillo,un tinte y un lavador, según las fuentes— habían pertenecido a donFrancisco Cebrián y a su esposa. Habían sido compradas el 22 de septiem-bre de 1662 por Felipe Martín de la Sierra, caballero residente en Teruel,por un valor de 6.520 sueldos jaqueses. El caballero Martín de la Sierra lasarrendó por cuatro años a los esposos José Anozibar y Gracia Sanz confecha 22 de septiembre de 1672, al precio de 2.250 sueldos. En 1678 FelipeMartín renunció a la posesión a favor de los arrendatarios. Los esposospusieron en venta esta propiedad que compraron con fecha 5 de septiem-bre de 1680 los carmelitas descalzos de Zaragoza, como hemos escrito másarriba. Pagaron por ella 11.000 sueldos90.

La propiedad, que abonaba un sueldo anual de censo y treudo perpe-tuo al Capítulo General Eclesiástico, se describe como «una casilla y tiña-dor sitiados en la huerta de dicha ciudad de Teruel, en la partida llamadaValparaíso, que está bajo el mirador de la puerta de Guadalaviar, que con-fronta con huerta de Juan José Piles y tañería del oficio de zapateros dedicha ciudad y camino real»91.

La huerta de Juan José Piles —concretamente un pedazo de huerto desecano y otro de regadío de tres fanegas de sembradura— fue comprada porlos padres carmelitas el 14 de octubre de 1699 por valor de 6.000 sueldos92.Ese mismo día adquirieron también nueve anegadas de tierra que pertene-cían a don Antonio Cebrián, infanzón residente en Rubielos de Mora.Gaspar Mateo Palomar, doctor en derecho y ciudadano de Teruel, actuó en

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89 Ibídem, fol. 151. Firmaban esta declaración Fray Nicolás de San Elias, prior, Fray Joséde Santa Teresa, subprior y clavario, Fray Pedro de San José y Fray Miguel de Santa María.

90 Ibídem, fols. 65-80, 81-87, 90-94, 95-110.91 Ibídem, fols. 141-150.92 Ibídem, fols. 51-61.

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calidad de procurador del infanzón Cebrián. Las tierras fueron tasadas en22.442 sueldos. Aunque no habían completado la compra de los lugares másinmediatos, donde se pretendía levantar el convento, ya que faltaba, entreotros, «la tañería del oficio de zapateros»93, el virrey de Aragón, marqués deCamarasa, escribió al jurado y justicias de Teruel para que agilizasen las ges-tiones de la fundación. Esto sucedía el 25 de febrero de 1699 94.

El Concejo municipal turolense debatió la cuestión durante los mesesde marzo y abril y aprobaron la fundación el 2 de abril de 1699. Los padrescarmelitas estaban ya residiendo en las casas del futuro convento desde elmes de enero de 1697. Y el Definitorio General, que había tenido lugar enLisboa, en el convento de Nuestra Señora de los Remedios, había dado elvisto bueno poco tiempo después, concretamente el 19 de mayo de 169895.

2.6.6. Proyecto de fundación de un colegio de la Compañía de Jesús

En 1690 el duque de la Palata, don Melchor Navarra y Rocafull96, dejó ensu testamento parte de sus bienes para fundar un colegio de la Compañía deJesús en la ciudad de Teruel. Había testado en Lima el 13 de noviembre y dis-ponía «la fundación de un colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad deTeruel, con escuela de Gramática, Artes y Teología Moral». Para este fin, des-tinaba 30.000 pesos y sus haciendas en Teruel y en la Comunidad.

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93 Ibídem, fols. 154-174. Con fecha 2 de diciembre de 1747 el prior del convento deTeruel solicitó permiso de la Congregación del Concilio para vender algunas propiedadesque, dejadas en testamento por el Justicia Castellot, se encontraban a censo. Con los dinerosde la venta se pretendía comprar la tañería de calzado. El obispo de Teruel, Francisco PérezPrado, apoyó esta petición, como se desprende del documento firmado en Madrid el 31 deagosto de 1748. El Definitorio General de los carmelitas, que se encontraba reunido en elconvento de San Hermenegildo de Madrid, manifestó también su beneplácito el 6 de octu-bre de ese mismo año. Finalmente, el provincial de Aragón y Valencia dio permiso para rea-lizar la gestión el 2 de noviembre. La acción, pues, contaba con todas las bendiciones. Poreso, no resulta extraño que la ciudad de Teruel vendiese la tañería a favor del convento decarmelitas al precio de 1.455 pesos. Así consta en el acta notarial firmada el 17 de marzo de1749.

94 Ibídem, fol 2.95 Ibídem, fols. 24-35.96 Vid. FUERTES, M., «El duque de la Palata: de Torrelacárcel a Virrey del Perú», Xiloca,

10 (1992), pp. 95-115. Nació en Torrelacárcel (Teruel) y fue bautizado el 10 de septiembrede 1627. Era hijo de Melchor Sebastián Navarra y Magdalena de Rocafull. Ocupó el cargo deregente del Consejo de Nápoles y fiscal del Consejo Supremo de Italia. En torno al año 1660se casó con doña Francisca Toralto de Aragón. En 1680 fue nombrado virrey del Perú, dadasu gran amistad con Mariana de Austria, reina madre, gobernadora y regenta, y Carlos II. Alfinalizar la estancia en Lima y abandonar el cargo, fue designado para ocupar la presidenciadel Consejo de Aragón, cargo que no pudo regentar, puesto que falleció el 13 de abril de1691 en el viaje de regreso, en Portobelo.

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Una vez que el cabildo turolense se enteró de la muerte del Virrey delPerú, se acordó escribir a la viuda para darle el pésame y, de paso, recor-darle «la obligación en que están de hacer la portada (de entrada a la capi-lla denominada de los Reyes), a cargar Maitines el día de los Reyes, comola noche de Navidad… Y también que se escriba al P. López, jesuita para lomismo, con la ocasión de la fundación de los padres de la Compañía enesta ciudad». Así lo anotaba el secretario del cabildo con fecha 3 de diciem-bre de 169197. La duquesa de la Palata y el P. López contestaron en marzode 169298 al cabildo turolense, dando «pocas esperanzas sobre la capilla delos Reyes» Por el contrario, nada se decía sobre la fundación del colegiojesuítico.

En el mes de noviembre de 1694 la duquesa de la Palata escribía desdeMadrid una larga carta al cabildo, dando los pormenores sobre esta funda-ción. Manifestaba que «el duque, mi marido y mi señor, en las disposicio-nes de su muerte explicó cuánto había deseado en toda su vida la funda-ción de un colegio de la Compañía de Jesús en su estimada patria, pare-ciéndole que éste era el mayor beneficio que podía hacerle, por la grandeenseñanza de esta sagrada Religión (Orden), deseada de todas las ciudadescatólicas y acreditada por maestra de la juventud con larga experiencia».La duquesa rogaba al cabildo se sirviese «admitir y amparar esta fundación,que espero ha de ser muy del servicio de Dios, de gloriosa memoria delduque, y será de suma estimación mía cuanto Vuestra Señoría me señalareen perfeccionar esta dependencia, en que deseamos contribuir al mayorbeneficio de esa ilustre y antiquísima ciudad con afectuosa voluntad»99.

El cabildo catedral leyó esta carta, u otra similar, el 10 de junio de 1695y tomó la determinación de informarse cuál había sido la manera de pro-ceder en otras ciudades cuando se habían fundado colegios de laCompañía100. Se nombró una comisión, compuesta por el tesorero, el arce-diano, el penitenciario y el canónigo Ibáñez, para hacer el seguimiento deltema. Por esas fechas, el cabildo catedral y el Capítulo General visitaron alobispo Zolivera, que les aseguró que apoyaría sus gestiones101.

El cabildo catedral, con fecha 18 de junio, envió una carta a algunas per-sonas particulares y a otros cabildos de ciudades limítrofes, para informar-

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97 A.C.T., 115, cabildo 3 de diciembre de 1691.98 Ibídem, cabildo 4 de marzo de 1692.99 Ibídem, 211-6-1.

100 Ibídem, 115, cabildo 10 de junio de 1695.101 Ibídem, cabildo 13 junio de 1695.

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se sobre cuáles habían sido las cláusulas de fundación en su ciudad y si losjesuitas pagaban diezmos de sus posesiones o, por el contrario, estabanexentos. El canónigo doctoral de Zaragoza, Agustín Arbissa, contestó el 22de junio y les aconsejaba que «no se contenten Vuestras Señorías conponer las limitaciones o pactos que se juzgaren convenientes en el acto dela licencia que Vuestras Señorías han de otorgar, sino también obligándo-se los Padres con licencia, facultad y permiso de sus superiores, hasta la delPrepósito General, al cumplimiento de todo lo pactado, con penas en casode contravención y cláusulas muy fuertes»102. El cabildo de Albarracínremitió su respuesta el 24 de junio, diciendo que no podía aportar datos«por no haberse visto esta iglesia en lance igual al que Vuestra Señoría sehalla, con la fundación de los padres jesuitas en esa ciudad»103. La carta delcabildo de Tortosa lleva fecha de dos días después. En Tortosa se había fun-dado recientemente un colegio, pero no habían hecho «concordia algu-na». Los padres jesuitas no percibían limosnas, ni intenciones de misas quepudiesen disminuir los ingresos del cabildo de Tortosa y, «en los días festi-vos y de concurso, en su iglesia (de los padres jesuitas) el plato de las almasde esta nuestra iglesia (del templo catedral) entra y hace su limosna comoen casa propia»104.

La junta capitular acudió al Concejo municipal. Celebraron asamblea yelaboraron unas bases conjuntas para la posible fundación105, que manda-ron al canónigo zaragozano Agustín Arbissa, para que las estudiase. Elcanónigo Arbissa, a vuelta de correo, remitió su respuesta el 29 de junio de1695, alababa esas pautas previas, mandaba copia de los pactos hechos enla villa de Graus y de la declaración de la Sagrada Congregación delConcilio confirmando la fundación jesuítica en Zaragoza. Por eso, aconse-jaba a los canónigos turolenses que importaba muchísimo, «antes de darun paso en la fundación, venga la confirmación y decreto de la Santa SedeApostólica, a instancia de la misma religión»106. Manifestaba que conveníainsistir en que los religiosos no pidiesen exención del pago de los diezmosy «se obligen a pagar toda la décima y primicia de las tierras, aunque seanjardín, huerta o masada del dicho colegio, aunque sirvan para la casa de surecreación y se cultiven por los religiosos, hermanos, ministros o criadosdel dicho colegio por sus propias manos, aunque estén murados y conti-

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102 Ibídem, 211-6-2.103 Ibídem, 211-6-4.104 Ibídem, 211-6-5.105 Ibídem, 115, cabildo 4 junio de 1695.106 Ibídem, 21-6-6.

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guos al colegio o a cualquier otra casa suya». Debían pagar diezmo de loscorderos y ganados que criaban en la ciudad y fuera de ella. Finalmente,aconsejaba que los acuerdos deberían estar refrendados por el padre pro-vincial, el padre Prepósito General y la Santa Sede. Los gastos de toda estatramitación, comentaba el canónigo Arbissa, correrían a expensas de lospadres jesuitas107.

Poco a poco fueron llegando otras contestaciones de los cabildos. El deHuesca comentaba que «sólo en lo perteneciente a la solución de las déci-mas y primicias se dispuso ese concordato, para extinguir en su principiolos altercados que pudieran ejercitarse en adelante, cuya observancia invio-lable hasta el día de hoy nos ha conservado en una amable y segura paz, enque nos prometemos continuar»108. Los canónigos de Tortosa volvieron aescribir, diciendo «hemos averiguado el caso y hemos encontrado que detodas sus posesiones pagan diezmo y primicia»109. Lo mismo respondían loscapitulares de Calatayud110, donde había un colegio de la Compañía, y losde Jaca111, donde no existía. Los capitulares de Huesca manifestaban que,tanto pagasen diezmos y primicias como no, «nos parece será convenienteel que venga la bula de su Santidad a poder y manos de Vuestra Señoríaantes que ponga la primera piedra esta religión en la fábrica del colegio».Manifestaban que en Grau se había fundado un colegio y a los padres se lespermitía «el no pagar décimos de cierto número de cepas, por considerar-se el fruto de ellas suficiente y necesario al consumo de su colegio. Y coneste concordato han pasado muchos años sin que a esta iglesia se le hayaseguido detrimento alguno»112.

Los canónigos de Valencia no guardaban en su archivo copia de los esta-tutos fundacionales. Sin embargo, comentaban que los religiosos jesuitas deGandía se habían negado recientemente a pagar los diezmos y primicias desus posesiones. La Audiencia del reino de Valencia había fallado a favor delcabildo en 1664. También decían que eran «muy provechosas a la causapública las fundaciones de esta religión, y especialmente para la educaciónde la juventud»113. En Segorbe se opusieron a la fundación. Se siguió pleitoante el obispo de la diócesis, el Nuncio de su Santidad y el tribunal de la

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107 Ibídem, 211-6-8.108 Ibídem, 211-6-10. Carta fechada el 3 de julio de 1695. 109 Ibídem, 211-6-9.110 Ibídem, 211-6-12.111 Ibídem, 211-6-11.112 Ibídem, 211-6-13.113 Ibídem, 211-6-14.

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Rota, que falló a favor de los religiosos jesuitas con fecha 28 de junio de 1635.Pero, una vez fundado, «no hemos experimentado ningún perjuicio, así enlos derechos parroquiales como en los decimales»114. En la carta del cabildode Tarazona se especificaban algunos extremos puntuales de lo acordadoentre el cabildo y los religiosos: cuando los frailes vayan a la catedral, se lessaldrá a esperar con cruz alzada; en la iglesia del convento no se podrá darsepultura sin permiso del cabildo; en Adviento los padres predicarán en lacatedral, siguiendo un turno de antigüedad; en Sábado Santo no tocarán lascampanas de gloria antes que en la catedral y, finalmente, tampoco lo harándespués del toque de queda y del Ave María de la catedral115.

Los eclesiásticos (cabildo catedral y Capítulo General) redactaron unosacuerdos, siguiendo las pautas marcadas por el canónigo Arbissa. Lospadres Pío Veyro y Jaime Soriano, del colegio de la Compañía de Jesús enZaragoza, vinieron a Teruel para examinar las condiciones de la proyecta-da fundación, que encontraron excesivamente exigentes. Hicieron sus aco-taciones y observaciones al margen del documento, entregándolas en elConcejo municipal116. Los munícipes depositaron estos documentos enpoder del obispo Zolivera, quien los devolvió a la junta de canónigos nom-brados para estudiar el asunto117.

Una vez vista la dureza de los proyectos de fundación y la negativa de lospadres jesuitas a aceptarlos, el cabildo y la ciudad redactaron otros decarácter más suave, que exponemos en dos notas de este trabajo. El cabil-do, mostrando su clara voluntad para que se hiciese la fundación del cole-gio, los entregó a don Juan Pérez, jurado primero del Concejo. Por el con-trario, el Capítulo General Eclesiástico se opuso a dicha fundación. El jura-do Pérez devolvió nuevamente el documento al cabildo «porque se habíapuesto silencio al tratado», y les pedía «que los guardasen para cuando sevolviera a ejercitar».

En abril de 1696 la ciudad dio a examinar al cabildo los pactos que elloshabían hecho con la Compañía y pidieron al obispo que influyese en la

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114 Ibídem, 211-6-3.115 Ibídem, 211-6-15.116 Los padres jesuitas se quejaban, entre otras cosas, de que no se les eximiese de pagar

los diezmos por la huerta del convento, como ocurría con las otras Órdenes establecidas enla ciudad. Veían excesiva la tasa de diezmación de ganado, que también se les aplicaba aellos. Protestaban porque no se les permitía aceptar fundaciones de misas o poner dinero acenso. Estaban dispuestos a predicar en la catedral, exceptuando «las fiestas de los santos dela religión y titular del colegio; los otros días podrá ser el sermón por la tarde». Y anotanmarginalmente que «los gastos que se admitan, los firmará el Padre General».

117 Ibídem, 211-6-16.

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junta de capitulares para que estudiasen con celeridad el tema118. Los canó-nigos se quejaron y manifestaron «que no se puede atropellar, especial-mente siendo Semana Santa». La ciudad pactó con la Compañía de Jesússin contar con el estamento clerical119 y el Capítulo General se quejó deello120. Por su parte, el cabildo presentó también sus propios acuerdos121,que no fueron aceptados por el Capítulo de Racioneros122, y fueron entre-gados por el tesorero y canónigo Aínsa al jurado mayor123. Los jurados delConcejo solicitaban del cabildo que los gastos fundacionales se repartiesenentre ambas instituciones124. El Capítulo General pidió al deán que se vol-viesen a repensar el asunto, apoyando la postura negativa125. Y, a pesar de

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118 Ibídem, cabildos del 3 y del 16 de abril de 1696.119 Ibídem, 211-6-7. Comienzan diciendo que será un bien para la ciudad la llegada de los

padres jesuitas —para el confesonario, las cárceles, los hospitales, los enfermos y la enseñanza dela doctrina cristiana—, como ocurría en otros lugares. La ciudad cedía «las casas en que al presen-te enseña gramática su preceptor, con sus aulas, patios y corrales, que confrontan con conventosde la Trinidad y real de las religiosas de Santa Clara, iglesia de San Marcos y vía pública». Pagarápor la enseñanza 60 escudos (moneda valenciana) y 75 fanegas de trigo. Los estudiantes no abo-narán nada por la enseñanza. Habrá tres maestros de gramática, maestros de altura, como los deZaragoza, Huesca o Calatayud, que sería conveniente permaneciesen bastante tiempo en la ciu-dad, sin ser cambiados, pues eso perjudica a la enseñanza. Los alumnos serán de la ciudad o de lasaldeas de la Comunidad de Teruel. Los maestros se preocuparán de que los jóvenes «oigan Misatodos los días, frecuenten los sacramentos y devociones espirituales». Los padres jesuitas invitarándos veces al año a los jurados y mayordomos síndicos del Concejo para que visiten el colegio y, conesta ocasión, los colegiales harán una demostración literaria y retórica. Se aconsejaba a los religio-sos que no comprasen huerta en los alrededores de Teruel, aunque no se les prohibía, dado quela población agrícola era abundante y el terreno de regadío cultivable no alcanzaba para todos.Deberán pagar diezmos, siguiendo en ese campo las pautas marcadas por el estamento clericalturolense. El acuerdo surtirá efecto cuando sea rubricado por el Prepósito General.

120 Ibídem, 115, cabildo 5 de julio de 1696.121 Ibídem, 211-6-19. El cabildo les permitía que tuviesen una huerta exenta de pagar

diezmos, como también la poseían los franciscanos y capuchinos; no así los dominicos, mer-cedarios o trinitarios. Por tanto, la cesión se consideraba un privilegio. Abonarían el diezmode los ganados (mayores y menores) y de las otras posesiones. Los padres jesuitas no admiti-rían fundaciones de misas. Cuando alguien dejase un legado pío a favor del colegio, la cuar-ta parte se entregaría a la parroquia del donante. Mientras se estuviese celebrando Misa, pro-cesión u otro acto cultual en la catedral, no se podría hacer ninguna celebración litúrgica enel colegio. Si hubiese algún pleito con la clase clerical, éste se dirimiría siempre en el fueroeclesiástico. Estos pactos serían rubricados por el Prepósito General y sus consultores, por elcardenal protector y la Santa Sede. Se les prohibía comprar cualquier posesión en la ciudady sus alrededores.

122 Ibídem, 115, cabildo 1 de junio de 1696 y 13 de julio de 1696.123 Ibídem, cabildo 1 de agosto de 1696.124 Ibídem, cabildo 10 de noviembre de 1697.125 Ibídem, cabildo 12 de noviembre de 1697. «El reverendo Capítulo General de dichas

parroquias ha hallado nuevos motivos y razones por los cuales le parece que dicha funda-ción, de cualquier modo que se admita, ha de ser en conocido dispendio y menoscabo desus rentas. Por este motivo, se previene y advierte que estos pactos se entregan de parte delmuy ilustre cabildo de la santa iglesia catedral, pero el Capítulo General de las siete iglesiasparroquiales no intenta quedar comprendido en ellos» (A.C.T., 211-6-19).

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que el rey Carlos II y el virrey de Aragón apoyaban la fundación, ésta sequedó en mero proyecto126.

2.7. CUATRO TEXTOS DE VISITA AD LIMINA

El obispo Zolivera cumplió esmeradamente con la obligación de la visi-ta ad limina. Mandó la relación de visita «ad limina apostolorum» en losaños 1685, 1691, 1696 y 1699127. En las cuatro ocasiones el texto es casiidéntico y las variaciones y añadiduras son casi insignificantes.

A comienzos del año 1685, cuando se aproximaba ya la fecha de cum-plir con la obligación de enviar el texto de visita ad limina a Roma, el obis-po invitó al cabildo para que eligiesen a un capitular que llevase el docu-mento a la Curia romana. Nadie aceptó la proposición128, como manifesta-ba el obispo Zolivera al comienzo del texto de visita, que rubricó con fecha25 de julio de ese mismo año. En carta al cardenal Colonna, datada el 3 deagosto, le suplicaba que aceptase, como procurador de visita, al Dr. JuanMartínez de Lárraga, presbítero y beneficiado de la catedral turolense. Elobispo se excusaba de no poder «ejecutar personalmente este debido obse-quio por las continuas cargas del gobierno de este obispado, y convenir miasistencia en él para el mayor servicio de Nuestro Señor y bien de lasalmas». Con fecha 20 de abril de 1686 se aceptó el procurador y el 18 demayo se expidió el documento curial (la auténtica) de haber cumplido conla obligación.

El texto se adapta y responde al esquema tradicional de visita ad limina.Al margen y con letra distinta, aparecen las observaciones hechas por laCongregación del Concilio a algunos puntos o temas expuestos en la misma.

La ciudad y diócesis de Teruel está ubicada en el reino de Aragón. LaAsunción de María es la titular del templo catedral y Santa Emerenciana,patrona de la ciudad, catedral y diócesis. El cabildo catedral estaba compues-to por seis dignidades y trece canónigos. Las canonjías, en aquellos momen-tos, eran tres presbiterales, cinco diaconales y todas las demás subdiaconales.De los canónigos, uno hacía de Penitenciario, otro de Magistral y otro deDoctoral. Una canonjía se reservaba para un funcionario de la Inquisición.

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126 Ibídem, cabildo 22 de octubre de 1698.127 A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes 792, Terulensis, años 1685, 1691, 1696 y

1699.128 A.C.T., 115, cabildo 23-febrero-1685.

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Las seis dignidades (deán, arcediano, arcipreste, chantre, sacristán y tesore-ro) eran presbiterales. Las rentas episcopales, de las dignidades y de los canó-nigos estaban reguladas en la bula fundacional. Además, para el servicio deltemplo catedral, había diez porcionarios y veintitrés beneficiados. Los por-cionarios, nutuales, provistos a voluntad del cabildo, eran diáconos y subdiá-conos, cantores del evangelio y de la epístola, y que formaban parte de lacapilla coral catedralicia. Los veintitrés beneficios eran simples y, de ellos,tenía el derecho de patronato parte el obispo, parte el cabildo y parte los lai-cos. La cura de almas en el templo catedral, puesto que era parroquia, laejercía un vicario, presentado por el cabildo y nombrado por el obispo,quien predicaba todos los domingos, los días de fiesta y de Cuaresma.

En la ciudad había siete iglesias: San Pedro, San Andrés, El Salvador, SanJuan, San Miguel, Santiago y San Martín. Cada una de ellas estaba servidapor un vicario y muchos clérigos porcionarios, presentados por el CapítuloGeneral y el Concejo municipal. El Capítulo General Eclesiástico, formadopor todos estos clérigos que obligatoriamente debían ser nacidos en la ciu-dad, estaba gobernado por un prior, elegido anualmente por votación.

También había en la ciudad cinco monasterios de varones y dos demujeres. Los conventos masculinos, además de la residencia momentáneade los carmelitas descalzos, que vivían en el hospital, eran: San Francisco,Santo Domingo, la Merced, los Trinitarios y los Capuchinos de SanFrancisco. Los monasterios de monjas eran: Santa Clara, sujetas al padreprovincial de los franciscanos, y las carmelitas de la Virgen del Carmen(sic), sujetas al obispo diocesano.

Había hospital bajo el patrocino de Santa María y San Juan, gobernadopor celosos caballeros cristianos. Los enfermos, tanto hombres como muje-res, eran atendidos separadamente en amplias salas. Un sacerdote, presen-tado por los patrones laicos y aprobado por el obispo, desempeñaba fun-ciones de vicario y prestaba los servicios sacerdotales y sacramentales,viviendo en una casa junto al mismo hospital.

No existía Seminario. El obispo indicaba que sus antecesores no lo eri-gieron por falta de rentas. Sin embargo, había dos escuelas de gramática.Al margen del texto de visita puede leerse: «procure erigir el Seminario,según el mandato del Concilio». La Congregación del Concilio le hacíauna observación al obispo de Teruel sobre la fundación del Seminario.Conocida era la urgencia impuesta por el concilio de Trento y, además, laCongregación consideraba que era insuficiente la razón aducida por elprelado turolense: la creación reciente de la diócesis, separada de la archi-diócesis de Zaragoza, pues habían transcurrido más de cien años.

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La diócesis estaba compuesta por 88 parroquias, la mayoría de ellasregentadas por párrocos, que accedían al oficio por concurso.

En Mora de Rubielos había una colegiata. El cabildo colegial, presididopor un prior, estaba compuesto por cuatro dignidades y seis canónigos. Elconde de Fuentes y marqués de Mora era el patrón y proponía a los eclesiás-ticos para estas dignidades y canonjías. Había también veintiún beneficios:cuatro de patronato del marqués de Mora y otros diecisiete fundados por per-sonas particulares. La cura de almas recaía sobre el canónigo vicario u otropresbítero designado por el cabildo colegial que, posteriormente, era aproba-do y nombrado por el obispo. En la villa existía un convento de franciscanos.

La parroquia de Rubielos de Mora estaba regida por un vicario perpe-tuo. Había veintiséis beneficiados. Recientemente había habido un inten-to de elevarla a colegiata. El patrón dejó su hacienda y rentas suficientespara dicha fundación, aunque no se llevó a efecto. El obispo manifestabasu decisión de continuar estas gestiones. Y, al margen del texto, se le res-pondía que procurase obtener de la Santa Sede el permiso oportuno paraque pudiese ser erigida cuanto antes. Rubielos de Mora contaba con dosmonasterios: uno de hombres, carmelitas descalzos, y otro de mujeres, reli-giosas agustinas, sujetas a la obediencia del ordinario diocesano.

En Cella existía un Capítulo de racioneros, exclusivamente formadopor clérigos nacidos en dicha localidad. La parroquia era regentada por unvicario elegido a perpetuidad. Además, en aquellos momentos había otrostreinta y seis clérigos residentes. Los diezmos del lugar constituían el patri-monio del Capítulo, que se repartían en tantas porciones como racioneroshabía en cada cicunstancia. Tanto la fundación del Capítulo como la per-cepción de los diezmos se apoyaban en privilegios regios, sancionados porla autoridad eclesiástica. En la actualidad dichas rentas estaban mermadasen una cuarta parte que engrosaban la mensa episcopal y canonical.

Los mercedarios tenían un convento en Sarrión. Allí gobernaba la parro-quia un vicario, que contaba también con dieciocho beneficios simples.

Los franciscanos estaban presentes con un convento en Manzanera,dependiente del provincial de Valencia. La cura pastoral recaía sobre unvicario y había dieciséis beneficios simples.

En todas las parroquias de la diócesis, cada domingo, durante la Misaconventual, los párrocos u otros sacerdotes idóneos, nombrados y designa-dos para ello por el mismo obispo, exponían los rudimentos de la fe al pue-blo cristiano en lengua vernácula. Asimismo, explicaban la Palabra de Dioscada domingo y en Cuaresma todos los días. Al margen del texto, quedaapuntada una breve anotación laudatoria y de felicitación.

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El obispo informaba que visitó personalmente toda la diócesis, exceptocuatro parroquias sujetas al patronato de la Orden de San Juan. Durante lavisita pastoral administró el sacramento de la Confirmación, explicó losrudimentos de la fe, exhortó a sus diocesanos a obedecer a Dios y a suspadres, trabajó por incrementar la gloria de Dios, el decoro de las iglesiasy la disciplina eclesiástica, animando a que observasen los decretos y leyessinodales aprobados por sus antecesores. En toda su diócesis se profesabafirmemente la religión católica y se vivía de acuerdo con las buenas y sanascostumbres.

Manifestaba que desde 1662 no se había celebrado sínodo diocesano, y,por ello, al no haber nombramientos recientes de jueces y examinadoressinodales, se originaban algunos pequeños problemas. Para evitar estosinconvenientes, vivificar el culto divino y mejorar el estado eclesiástico, teníaintención de convocar sínodo diocesano prontamente, cuestión a la que laCongregación del Concilio le animaba. Cuando en 1690 se aproximaba lafecha de llevar un nuevo texto de visita ad limina a Roma, el deán propuso alcabildo catedral «si alguno gustaba el ir»129, realizando la misma propuestaen noviembre de 1691130 sin que ningún capitular aceptase el encargo.

Con fecha 2 de diciembre de 1691, el obispo Zolivera, reconociendoque se había retrasado en enviar el texto de visita ad limina, escribía a mon-señor Palanecino, secretario de la Congregación del Concilio, en estos tér-minos: «por haber padecido gran quiebra de salud en la visita pastoral deeste obispado, no cumplí con la obligación de hacer la (visita ad limina) delos sagrados templos de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo dentroel tiempo de la constitución de la buena memoria de Sixto V». Y le mani-festaba que el Santo Padre le había otorgado, «con su gran benignidad yclemencia, seis meses para el cumplimiento de esta obligación». Nombrabapor segunda vez al Dr. Juan Martínez, beneficiado de la catedral turolense,como procurador de visita. En los mismos términos y con la misma fechaescribía al cardenal prefecto de la Congregación. El procurador Martínezde Lárraga entregó el texto de visita, quedando registrada la entrega el 26de enero de 1692.

En 1696 envió idéntico texto de visita ad limina con el mismo procura-dor. Se excusaba de no poder realizarla personalmente. Manifestaba quelos canónigos, unos por enfermedad, otros por edad y algunos por ocupa-ciones, no habían aceptado el encargo. Informaba que el número de racio-

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129 A.C.T., 115, cabildo 22-julio-1690.130 Ibídem, cabildo 30-noviembre-1691.

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neros del Capítulo General ascendía aproximadamente a cien. Expresabasus deseos de celebrar sínodo diocesano cuando escribía, «sine moracongregabo». Este texto fue recibido y registrado el 5 de mayo de 1696.

En 1699 envió al presbítero Raimundo Montanana con el texto de visi-ta. Se excusaba de no realizarla personalmente131, aduciendo algunas razo-nes, y también a los canónigos. Informaba que en Rubielos de Mora ya sehabía erigido la colegiata. Manifestaba que el año pasado visitó toda la dió-cesis, aunque con mucha brevedad y premura de tiempo. Seguía teniendodeseos de celebrar prontamente un sínodo diocesano132. El procuradorentregó el texto el 13 de junio y recibió el certificado acreditativo con fecha25 de junio de 1699.

2.8. LA MUERTE DEL OBISPO

El obispo Zolivera falleció el día 28 y fue sepultado el 31 de marzo de1700. Con fecha 3 de abril se reunió el cabildo de los canónigos para ele-gir vicario capitular y los demás cargos de la sede vacante133, pues de acuer-do con el concilio de Trento se debía hacer antes de haber transcurridoocho días después de la muerte del prelado.

Primeramente los canónigos Asín y Cavero se hicieron cargo del palacioepiscopal y de las oficinas curiales, luego se procedió a la sesión capitularelectiva. En primera votación salió elegido vicario capitular el señor deán,que renunció, posteriormente fue votado como vicario capitular el canóni-go penitenciario Valentín de Aínsa, que aceptó el cargo. A partir de esemomento el penitenciario Aínsa se convertía en vicario capitular de la sedeturolense y presidía las votaciones para los demás cargos diocesanos134. Elcabildo corporativamente se reservó el derecho de proveer los curatos ybeneficios que vacasen durante aquel tiempo. El notario FernandoNoguera levantó acta y los presbíteros residentes en la ciudad Pedro Ferrer

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131 Decía: «quia nec mea salus favet ad iter agendum, nec necessitas ecclesiae et multi-plicata quae in dies crescunt negotia mihi concedunt facultatem destituendi meas oves».(A.S.V., Sacra Congregatio Concilii, Relationes 792, texto del año 1699).

132 Ibídem: «summopere exopto dioecesanam synodum congregare».133 Ibídem, 189-17-21; 215-5-3; 115, cabildo de 3 de abril de 1700. Eran capitulares el

deán José Dolz del Espejo, el arcediano Gregorio Blesa, el arcipreste Jorge Rodrigo, el teso-rero Juan Martínez Bayo, el chantre Augusto (Miguel) Pérez de Cuevas, el sacristán José Dolzdel Espejo y Andrés, y los canónigos Pablo Cavero de Espinosa, Antonio Asín, AntonioGómez Xavierre, Francisco Ibáñez, Juan Suelbes, Asensio Atanasio Blasco, Valentín de Aínsa,Jerónimo Pérez Monteagudo y José Iranzo.

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y Crisanto Jacinto Escobar actuaron como testigos. Se comenzaba unanueva etapa en la historia diocesana de Teruel.

El cabildo inventarió y tasó el pontifical de Jerónimo Zolivera, el cualascendió a 1.093 libras y 5 sueldos135. El obispo de Barbastro, don Franciscode Paula, que circunstancialmente se encontraba de visita a comienzos delmes de septiembre manifestó deseos al cabildo de comprar algunas piezasde este pontifical. En la sesión capitular «se propuso cómo este señor obis-po pedía unas fuentes, jarro, palmatoria…, y también un cáliz que había deplata». La resolución capitular fue «vender la plata que no hubiere demenester la iglesia»136.

La sede turolense no permaneció mucho tiempo sin obispo. La presen-tación del nuevo prelado no se hizo esperar. El cabildo turolense se enteróde la noticia el 11 de junio de 1700 y en esa ocasión «se leyó una carta delseñor don Lamberto López, electo obispo de esta santa iglesia». Sería unade las últimas presentaciones realizadas por el monarca Carlos II, cuyo rei-nado estaba llegando a su fin. El prelado electo manifestaba en su carta aldeán que «excusa la sindicatura que estila hacer el cabildo a los señoresobispos». El cabildo momentáneamente no tomó resolución alguna, sino«esperar a ver lo que hacía la ciudad»137.

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134 Oficial eclesiástico, Jerónimo Pérez Monteagudo; visitadores del obispado, JuanMartínez Bayo y Antonio Gómez Xavierre; visitador de las iglesias parroquiales de la ciudad,Francisco Ibáñez; visitador y confesor de las carmelitas descalzas, Juan Antonio Barrachina;visitador y confesor de las religiosas de Rubielos de Mora y baile de la cuarteación, PabloCavero de Espinosa; examinadores sinodales, Antonio Asín, Francisco Ibáñez, Juan AntonioBarrachina y Augusto Pérez de Cuevas; bolsero, Juan Suelbes; notarios de Curia, FernandoNoguera y Gaspar Novella; procuradores fiscales, mosén Juan Recio, presbítero, y AnastasioAsín, notario de número en la ciudad; carcelero, mosén Hermenegildo Asensio.

135 A.C.T., 109-3. El documento resulta curioso. Se inventarían los ornamentos sagradospor colores y, aparte, la ropa blanca. Se le pone precio a cada una de las piezas. A manera deejemplo, reseñaré algunos detalles que me parecen representativos. El valor de la ropa blan-ca ascendió a 142 libras y 12 sueldos; los ornamentos de color verde, a 26 libras y 4 sueldos;de color negro a 36 libras y 2 sueldos; de color blanco, a 405 libras y 8 sueldos; de color rojo,a 267 libras y 5 sueldos; y otros objetos fueron valorados en 215 libras y 14 sueldos. Entre laropa blanca se inventaría un cuadro de la Virgen del Pilar, los libros pontificales, tres alfom-bras pequeñas, un roquete con mangas de Cambray y con encaje fino, y un alba de Cambraynueva, con su encaje de palmo y medio de hilo y seda. Las piezas más caras eran una mitrade tafetán blanco bordado en oro y plata, valorada en 36 libras, y otra mitra de tafetán blan-co, bordada en oro y plata, con piedras, cuyo precio ascendía a 40 libras. Entre otras cosasinventariadas y tasadas aparece un par de zapatos de terciopelo colorado, con sus medias yligas de seda colorada, por valor de 2 libras y 8 sueldos; una capa consistorial colorada, por15 libras y 12 sueldos; una capa morada de tafetán, por 10 libras; un manto de coro, por 14libras y 8 sueldos y dos tunicelas de tafetán morado, guarnecidas con un galoncillo, por valorde 11 libras.

136 Ibídem, 115, cabildo 2 de septiembre de 1700.137 Ibídem, cabildo 11 de junio de 1700.

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ÍNDICE

CAPÍTULO I. TOMÁS CORTÉS SANGÜESA (1614-1624) . . . . . . . . . . . . . . . 91. SEMBLANZA BIOGRÁFICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

1.1. Profesor de la Universidad de Huesca y canónigo . . . . . . . . 91.2. Obispo de Jaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

2. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192.1. La diócesis de Teruel a comienzos del siglo XVII . . . . . . . . . 242.2. Tomás Cortés, obispo de Teruel. Algunas actuaciones . . . . 252.3. Visita ad limina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282.4. Visita pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302.5. Relaciones del obispo con el capítulo general y el cabildo . 31

2.5.1. El Capítulo General Eclesiástico . . . . . . . . . . . . . . . . . 322.5.2. El cabildo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

2.5.2.1. Asuntos económicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 372.5.2.2. Visita a la catedral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392.5.2.3. Las ceremonias litúrgicas . . . . . . . . . . . . . . . . 402.5.2.4. Los conjueces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

2.5.2.4.1. El breve de Paulo V: 28 de julio de1614 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

2.5.2.4.2. De 1616 a 1623 . . . . . . . . . . . . . . . 462.5.2.4.3. 1623: un año decisivo . . . . . . . . . . 492.5.2.4.4. Sentencia del deán de Orihuela . 502.5.2.4.5. Ante el trinunal metropolitano . . 512.5.2.4.6. El canónigo Morón: un cronista

de los hechos desde Zaragoza . . . 522.6. Un pontificado lleno de tensiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 552.7. Memorial al nuncio apostólico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 552.8. Memorial al monarca Felipe IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 572.9. El mecenazgo de San Lorenzo de Huesca . . . . . . . . . . . . . . 61

3. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64

CAPÍTULO II. FERNANDO VALDÉS LLANO (1625-1633) . . . . . . . . . . . . . . . 671. SEMBLANZA BIOGRÁFICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

1.1. Nacido en el principado de Asturias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68

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1.2. Colegial de San Salvador de Oviedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 701.3. Al servicio de la Inquisición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

2. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 752.1. El sínodo de 1627 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

2.1.1. La celebración del sínodo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 822.1.2. El texto sinodal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 862.1.3. Análisis legislativo del sínodo de 1627 . . . . . . . . . . . . 89

2.2. Gobierno de la diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 982.2.1. Seis años al servicio de la diócesis de Teruel . . . . . . . 992.2.2. Año 1626: Cortes en Barbastro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1022.2.3. Defensor de los intereses del clero: la sisa del vino . . 1052.2.4. Visita ad limina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1092.2.5. Visita pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1122.2.6. Otras actuaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114

2.3. Instituciones diocesanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1162.3.1. Un obispo con prestigio para su cabildo catedralicio 1162.3.2. Litigios sobre preeminencias en el seno del cabildo . 120

2.3.2.1. Preeminencia del presidente . . . . . . . . . . . . . 1202.3.2.2. La llave de las arcas capitulares . . . . . . . . . . . 122

2.3.3. El capítulo general eclesiástico rechaza algunas nor-mas sinodales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124

3. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

CAPÍTULO III. PEDRO APAOLAZA RAMÍREZ (1633-1635) . . . . . . . . . . . . . . 1271. NACIMIENTO, FORMACIÓN Y SACERDOCIO . . . . . . . . . . . . . 128

1.1. Un prelado aragonés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1302. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

CAPÍTULO IV. FRAY JUAN CEBRIÁN (1635-1644) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1351. FRAILE MERCEDARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136

1.1. Estudiante y comendador del monasterio de Nuestra Se-ñora del Olivar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

1.2. Provincial de Aragón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1381.3. Maestro general de la orden de la Merced . . . . . . . . . . . . . . 139

2. OBISPO DE ALBARRACÍN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1423. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144

3.1. Ayuda económica para las causas regias . . . . . . . . . . . . . . . . 1453.2. Relaciones con el cabildo catedral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

4. METROPOLITANO DE ZARAGOZA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1515. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154

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CAPÍTULO V. Domingo Abad Huerta (1644-1646) . . . . . . . . . . . . . . . . 1551. AL SERVICIO DE LA INQUISICIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1552. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158

2.1. Relaciones con el cabildo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1622.2. Las Cortes de 1645 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1632.3. Muerte del prelado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166

3. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168

CAPÍTULO VI. DIEGO CHUECA RINCÓN (1647-1672) . . . . . . . . . . . . . . . . 1691. SEMBLANZA BIOGRÁFICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1692. OBISPO DE BARBASTRO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1723. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176

3.1. La ciudad de Teruel a mediados del siglo XVII . . . . . . . . . . . 1803.1.1. Población . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1803.1.2. Acontecimientos de la vida ciudadana . . . . . . . . . . . . 182

3.2. El Cabildo Catedral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1863.2.1. Oposiciones a canonjías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1873.2.2. Acontecimientos capitulares significativos . . . . . . . . 1893.2.3. Los deanes Martínez Rubio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1923.2.4. Pensión para la fábrica de la catedral . . . . . . . . . . . . . 1953.2.5. El pleito de las cortesías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199

3.3. El Capítulo General Eclesiástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2053.3.1. La nueva ordinación del año 1660 . . . . . . . . . . . . . . . 206

3.4. Las órdenes religiosas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2103.4.1. La fundación de las carmelitas descalzas . . . . . . . . . . 211

3.5. La administración diocesana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2163.5.1. La visita pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2173.5.2. La visita ad limina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2183.5.3. El sínodo de 1657 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2213.5.4. El sínodo de 1662 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2233.5.5. Las constituciones sinodales de 1657 . . . . . . . . . . . . . 2243.5.6. La Orden de San Juan del Hospital . . . . . . . . . . . . . . 228

4. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

CAPÍTULO VII. FRAY ANDRÉS AZNAR NAVES (1673-1682) . . . . . . . . . . . . . 2351. FRAILE AGUSTINO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236

1.1. Profesión religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2371.2. Lector de Filosofía y Teología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2371.3. Obra literaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2401.4. Trabajando en el virreinato del Perú y en Roma . . . . . . . . . 241

HISTORIA DE LOS OBISPOS DE TERUEL (1614-1700) 331

Page 332: OBISPOS 1 - Diócesis de Teruel y Albarracín y otros/Historia de los obispos de... · 1 En su lápida sepulcral, existente en la iglesia de San Lorenzo de Huesca, se dice que falleció

1.5. Profesor de la Universidad de San Marcos . . . . . . . . . . . . . . 2421.6. Cronista de la canonización de Santo Tomás de Villanueva 2441.7. Presidente del Capítulo Provincial de Épila . . . . . . . . . . . . . 2481.8. Asistente General de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250

2. PASTOR DE TRES SEDES EPISCOPALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2552.1. Consagración episcopal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2572.2. Obispo de Alguer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2582.3. Obispo de Jaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2592.4. Obispo de Teruel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

2.4.1. En espera del nuevo prelado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2632.4.2. Entrada solemne . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2662.4.3. Relaciones con el cabildo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2682.4.4. En las Cortes aragonesas de 1677 . . . . . . . . . . . . . . . . 2732.4.5. La visita ad limina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2772.4.6. Relaciones con el Capítulo General Eclesiástico . . . . 2782.4.7. Una visita pastoral inacabada. Muerte de Fray Andrés 282

3. CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285

CAPÍTULO VIII. JERÓNIMO ZOLIVERA (1682-1700) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2871. DATOS BIOGRÁFICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2872. OBISPO DE TERUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289

2.1. Elección y nombramiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2912.2. Entrada solemne . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2922.3. Al servicio de la diócesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2942.4. Amor a la Santísima Virgen: devoción del Diario . . . . . . . . . 2952.5. Muerte del obispo Zolivera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2972.6. Las instituciones diocesanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298

2.6.1. El cabildo catedral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2992.6.1.1. Pensión a la fábrica catedral . . . . . . . . . . . . . 2992.6.1.2. Fundación de misas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3012.6.1.3. Ración de Santa Teresa . . . . . . . . . . . . . . . . . 3022.6.1.4. Mecenazgo artístico y económico . . . . . . . . . 303

2.6.2. El Capítulo General Eclesiástico . . . . . . . . . . . . . . . . . 3052.6.2.1. Las nuevas ordinaciones . . . . . . . . . . . . . . . . 3052.6.2.2. Regulación de diezmos y primicias . . . . . . . . 309

2.6.3. Las órdenes religiosas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3122.6.4. Franciscanos, dominicos y trinitarios . . . . . . . . . . . . . 3122.6.5. Carmelitas descalzos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3142.6.6. Proyecto de fundación de un colegio de la Compañía

de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3162.7. Cuatro textos de visita ad limina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3222.8. La muerte del obispo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326

332 JUAN JOSÉ POLO RUBIO