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Elísio Estanque y Dora Fonseca: Olas de indignación y su lógica política [RASE vol. 7, núm. 3: 587-607] rase | Revista de la Asociación de Sociología de la Educación | www.ase.es/rase | vol. 7, núm. 3, p. 587 OLAS DE INDIGNACIÓN Y SU LÓGICA POLÍTICA: MOVIMIENTOS SOCIALES Y NUEVAS EXPRESIONES DE RADICALISMO DE CLASE MEDIA ELÍSIO ESTANQUE 1 , DORA FONSECA 2 1. Introducción l contexto de la Unión Europea ha sido un escenario privilegiado de emergencia de nuevos actores colectivos en los últimos años. Estos muestran características distintivas tanto en lo que se refiere a los modos de acción y a la distancia de la dinámica institucional. Su formación ocurre en un contexto de cambios profundos que revelan la difícil acomodación delas sociedades contemporáneas a los procesos de modernización. Por un lado, el desempleo creciente, el desmantelamiento del Estado del bienestar y la segmentación del mercado laboral, entre otras cosas, imponen una redefinición de sociedad salarial. Por otra parte, la democracia liberal es cuestionada y los signos de desafección hacia las instituciones democráticas y el aparato estatal son evidentes. Además de la dominación de una visión agregativa de la democracia, que se considera estar en los orígenes de este descontento y de la galopante crisis de legitimidad que afecta a las democracias occidentales (Mouffe, 2000), una nueva cuestión social parece estar en juego dado que las relaciones laborales y la democracia, tal y como los conocemos, están siendo interrogados. Las protestas que nos ocupa son multicausales y parten de un contexto de movilización generalizada que abarca no sólo las sociedades capitalistas desarrolladas, sino también otras consideradas en general como menos desarrolladas. Este sería el caso de países como Brasil, 1 Elísio Estanque es profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal) e investigador del Centro de Estudios Sociales (CES) de la misma Universidad, profesor visitante en la Unicamp Universidad Estadual de Campinas (São Paulo Brazil), e investigador en el CESIT/Economía y en el IFCH/Sociología; [email protected] 2 Dora Fonseca es estudiante de doctorado en la Facultad de Economía y en el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coimbra (Portugal); [email protected] . E

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OLAS DE INDIGNACIÓN Y SU LÓGICA POLÍTICA: MOVIMIENTOS SOCIALES Y NUEVAS EXPRESIONES DE RADICALISMO DE CLASE MEDIA

ELÍSIO ESTANQUE1, DORA FONSECA2

1. Introducción

l contexto de la Unión Europea ha sido un escenario privilegiado de emergencia de

nuevos actores colectivos en los últimos años. Estos muestran características

distintivas tanto en lo que se refiere a los modos de acción y a la distancia de la

dinámica institucional. Su formación ocurre en un contexto de cambios profundos que revelan la

difícil acomodación delas sociedades contemporáneas a los procesos de modernización. Por un

lado, el desempleo creciente, el desmantelamiento del Estado del bienestar y la segmentación del

mercado laboral, entre otras cosas, imponen una redefinición de sociedad salarial. Por otra parte,

la democracia liberal es cuestionada y los signos de desafección hacia las instituciones

democráticas y el aparato estatal son evidentes. Además de la dominación de una visión

agregativa de la democracia, que se considera estar en los orígenes de este descontento y de la

galopante crisis de legitimidad que afecta a las democracias occidentales (Mouffe, 2000), una

nueva cuestión social parece estar en juego dado que las relaciones laborales y la democracia, tal y

como los conocemos, están siendo interrogados.

Las protestas que nos ocupa son multicausales y parten de un contexto de movilización

generalizada que abarca no sólo las sociedades capitalistas desarrolladas, sino también otras

consideradas en general como menos desarrolladas. Este sería el caso de países como Brasil,

1Elísio Estanque es profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal) e investigador

del Centro de Estudios Sociales (CES) de la misma Universidad, profesor visitante en la Unicamp – Universidad

Estadual de Campinas (São Paulo – Brazil), e investigador en el CESIT/Economía y en el IFCH/Sociología;

[email protected]

2Dora Fonseca es estudiante de doctorado en la Facultad de Economía y en el Centro de Estudios Sociales

(CES) de la Universidad de Coimbra (Portugal); [email protected].

E

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Túnez y Egipto. En ese sentido, nuestra intención es hablar de los últimos ciclos de protestas

sociales que tienen lugar por todo el mundo (destacando el Sur de la Europa), enfatizando el

caso de los indignados y tomándolos en un sentido más amplio que incluyen el caso portugués

(Estanque, Costa y Soeiro, 2013). El estancamiento al que se enfrentan las sociedades

occidentales es el resultado de lo que Erik Olin Wright (2012) ha llamado de fin del compromiso

de clase positivo. Según él, hay tres logros principales de la democracia social después de la II

Guerra Mundial: un sistema de diversas formas de seguridad social pública, un régimen de

impuestos suficiente para que el Estado pueda financiar un conjunto amplio de bienes públicos,

y un sistema de regulación del sistema capitalista y de sus externalidades negativas. El consenso

sobre estos logros ya no existe. Eran el resultado de un compromiso de clase positivo entre la

clase capitalista y las fuerzas de la clase obrera. Ahora bien, como el asalto al Estado afirmativo

se ha intensificado, lo que lo obligó a retirarse de su anterior función expansiva, y bajo el

espectro de una crisis del sistema capitalista, ya no parece aplicarse esta clase de compromiso a

las sociedades contemporáneas.

La imposición de las sociedades de la austeridad a las poblaciones parece ser la norma

hoy en día. Los poderes dominantes presentan la austeridad como la única forma de superar la

crisis económica. La austeridad es definida por Ferreira (2012) como una palabra-acción que

significa el proceso de aplicación de medidas políticas y económicas que conducen a la disciplina

y a la restricción de los derechos económicos, sociales y culturales. Esta idea es inseparable de la

idea de fatalidad e implica el reconocimiento y la aceptación de que las soluciones para la crisis

que se pueden encontrar son a través de las personas y de sus privaciones objetivas, ya sea por

medio de recortes en los salarios y prestaciones sociales o de la supresión de las formas de

conflicto y de los derechos de los trabajadores. La crisis es utilizada como argumento e

instrumento para subordinar a los trabajadores, los gobiernos y a la sociedad entera a la voluntad

del capitalismo global y a los mercados. La idea de la fatalidad es generalizada pero la sociedad

civil no se ha conformado en el fatalismo del discurso dominante. Por el contrario, ha venido

dando pruebas de gran dinamismo y capacidad de auto-organización.

Las formas contemporáneas de la acción colectiva, que en su mayoría son identificadas

con los nuevos movimientos sociales, sonpensadas como no teniendo nada que ver con la lucha

de clases. Algunos piensan que, en la sociedad contemporánea, el conflicto central sufrió un

desplazamiento hacia la cultura/identidad o que se ha fragmentado en campos o problemas

específicos. Aunque se reconozca la presencia de tipos de antagonismo que derivan de cuestiones

que no tienen que ver estrictamente con el conflicto de clase, rechazamos la negación de la

importancia de la clase social o de unabase socio-estructural para la acción colectiva, en lo que

concierne a las olas de indignación o, más concretamente, los indignados. Creemos que las clases

medias, y en particular las nuevas clases medias, desempeñan una función importante en el

desarrollo de las olas de indignación. Además del crecimiento extraordinario del precariado,

compuesto, según Standing (2011), por personas que desarrollan relaciones mínimas de

confianza con el capital o con el Estado, y que no son abarcadas por las premisas del contrato

social, estos elementos deben ser tenidos en cuenta cuando se habla de lareciente ola de

protestas.

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Las protestas en contra la austeridad y que cuestionan la legitimidad del sistema

democrático han descubierto una nueva comprensión de la política y de las formas de

participación, ya que “nuevos grupos, idiomas, propuestas y rebeldes están surgiendo y, en

muchos países del Occidente, la sociedad en su conjunto parece estar en movimiento y pidiendo

nuevos programas y repertorios políticos” (Estanque y Costa, 2012:257). Ese desplazamiento

subraya la función que desempeña la sociedad civil. Para Jean Cohen y Andrew Arato (2000), el

concepto de sociedad civil define un campo amenazado por la lógica de administración y los

mecanismos de mercado, y al mismo tiempo constituye la principal zona de expansión potencial

de la democracia en los regímenes democrático-liberales. Los autores enfatizan la importancia de

la diferenciación de la sociedad civil de la sociedad política de partidos, organizaciones políticas y

de una sociedad económica compuesta por las organizaciones de producción y distribución. Sin

embargo, como afirman los autores, en el contexto de las democracias liberales, sería un error

presuponer sin cuestionamiento la oposición de la sociedad civil al Estado y a la economía.

La relación antagónica entre la sociedad civil y la economía o el Estado sólo se plantea

cuando las mediaciones entre ellos fallan o cuando las instituciones políticas y económicas actúan

a fin de aislar los procesos de decisión y las formas de debate público. Los países sometidos a

programas de rescate se ven obligados a llevar a cabo reformas estructurales a cambio de ayuda

financiera, lo que resulta en una pérdida de autonomía nacional en lo que concierne las

decisiones políticas y económicas. En estas circunstancias se dibuja un antagonismo hacia los tres

actores, y desde allí surge nuestro actor colectivo: los indignados. Uno podría decir que la

formación de los indignados sucede de la aplicación de una nueva lógica de gestión que busca la

imposición de una sociedad de austeridad.

La noción de conflicto es fundamental. Su aspecto más importante es, según Alain

Touraine (1981, 1982, 1984), la definición clara de un adversario o enemigo y su carácter no

negociable. El conflicto se define en términos de valores culturales compartidos por ambos

adversarios, que luchan por su apropiación. Otros autores han hechohincapié en el hecho que

una acción colectiva está a menudo conectada con una crisis del sistema y la identifican con una

expresión de un desglose de los mecanismos funcionales y de integración de un conjunto

determinado de relaciones sociales. Los grupos dominantes tienden a definir los movimientos

sociales como meras reacciones a la crisis o a reducirlos a mecanismos disfuncionales del sistema,

haciendo hincapié en un contenido negativo que impide el reconocimiento de las demandas

colectivas que cuestionan la legitimidad del poder y la implementación actual de los recursos

sociales (Melucci, 1996). Argumentaremos que las tesis dominantes que presentan a los

indignados como meros síntomas de una crisis de coyuntura, sin un propósito o un conjunto de

propuestas, y por lo tanto como actores sociales de importancia menor, es errónea. Nuestro

argumento general es que representan una señal de que algo está cambiando en la balanza de

fuerzas que ha sostenido el consenso dominante en torno de las clases dominantes y sus

concepciones del mundo, y que esa señal está conectada con una reorganización de la estructura

de clases.

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2. Los Indignados, Acción Colectiva Contemporánea y Los Nuevos Movimientos Sociales

Las olas de indignación forman parte de un contexto global de lucha. Su inicio puede

situarse en el año 2011, a pesar de que sus raíces se remontan al movimiento antiglobalización.

Estas movilizaciones presentan elementos comunes. Uno de ellos es sin duda el descontento que

resulta de las condiciones económicas insoportables y de la creciente incapacidad de los

gobiernos nacionales para hacer frente a la situación. Otro elemento es la crisis de legitimidad del

sistema político y de la democracia representativa. En Europa, los nuevos movimientos sociales

luchan contra las consecuencias de una crisis financiera devastadora y una clase política que no

representa a los intereses de los ciudadanos, especialmente en lo referente a las opciones políticas

para la superación de la crisis económica.

Los indignados surgieron en España con la protesta del 15 de mayo 2011, convocada en

más de cincuenta ciudades, y, como ya hemos dicho, reflejan una variedad de protestas que

vienen ocurriendo en el Sur de Europa en los últimos años. En cierto grado fueron influenciados

por la protesta portuguesa ocurrida dos meses antes, el 12 de Marzo (laGeração À Rasca), en la

que cientos de miles llenaron las calles de varias ciudades (por lo menos 200 mil sólo en Lisboa y

Oporto). Los manifestantes fueron motivados por su descontento hacia la clase política y los

sucesivos planes de estabilidad y de crecimiento impuesto por el gobierno, por la pérdida de su

futuro y la negación de perspectivas.

En España, las protestas fueron motivadas por la crisis que empezaba a afectar a un

número de países de la Eurozona. Las señalas más importantes eran las altas tasas de desempleo

(22% y 47% entre los jóvenes, en 2011), recortes de presupuesto en salud, educación y servicios

sociales. También los sindicatos y los partidos políticos eran duramente criticados por sus

estrategias ineficaces e inacción. La movilización comenzó con la creación de un grupo

enFacebook, la Plataforma de Coordinación de Movilización de Grupos Pro-Ciudadanos, que

incluía algunas redes de activismo y movimientos por la justicia global como Juventud Sin Futuro

y la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. La plataforma se convirtió en una red

descentralizada de núcleos anónimos en distintas ciudades, bajo el nombre Democracia Real

Ya.El debate se centró en la mala gestión de la crisis por parte del sistema político, denunció la

falta de democracia y la incapacidad de los partidos políticos de representar a los ciudadanos.

Durante cerca de dos meses, el debate y movilización a través de herramientas de

ciberactivismo fueran constantes y culminaron en la decisión de la fecha de la primera protesta:

15 de mayo de 2011. La participación popular fue expresiva: decenas de miles de personas en 53

ciudades. No fue convocada por ningún partido político, sindicato o asociación de la sociedad

civil, y fue ignorada por los grandes medios de comunicación. La protesta del 15 mayo fue

simplemente divulgada en redes sociales tales como Facebook y Twitter. Y su éxitollevó a un

pequeño grupo de 100 manifestantes a ocupar, de forma espontánea, la Plaza del Sol, en el

corazón de Madrid. Ellos fueron desalojados violentamente por la policía, con varias detenciones

y heridos. La brutalidad de la policía reforzó la motivación de los manifestantes y una llamada a

tomar nuevamente la plaza se difundió rápidamente a través de las redes sociales. Al día siguiente

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miles de manifestantes regresaron y volvieron a ocupar la plaza. Cada día más personas se

unieron a la ocupación y la acampada continuó a crecer. Entre cinco mil y cincuenta mil

personas ocuparan la plaza en esos días. Los medios de comunicación social se referían a ella

como "la república de Sol" y la "Spanish Revolution". Fueran creadas cocinas para la distribución

gratuita de alimentos, el principal cartel fue cubierto con las palabras "Europa de pie!”, y la

realización de asambleas populares para decidir el sentido del movimiento era casi constante. Las

protestas lograron expandirse a otras plazas y el centro de Madrid se convirtió en una actividad

masiva en la calle, con talleres de teatro político y personas bloqueando los bancos.

El movimiento de ocupación iniciado en la capital se extendió rápidamente por toda

España. En pocos días, en más de 100 ciudades españolas, tuvieron lugar ocupaciones similares

en las plazas principales, y pronto se extendieron a alrededor de 800 ciudades por todo el

mundo. La temporalidad de las protestas fue un factor clave pues una semana después las

elecciones autonómicas debían comenzar una semana después. Las ocupaciones fueron

declaradas ilegales ya que se creía que interferían con el período de reflexión antes de las

elecciones. El movimiento exigía cambios en las leyes electorales, que en teoría romperían con el

dominio de los dos grandes partidos políticos. Las consignas del movimiento eran claras: "no nos

representan", "la lucha es en la calle" y "democracia real ya". Después de eso, las movilizaciones

continuaron bajo diferentes formas, pero las ocupaciones del espacio público (acampadas)

terminaran a principios de julio.

La protesta de los indignadosfue dirigida contra el sistema y sus instituciones, que no

tendrían en cuenta los intereses de los ciudadanos. Esta idea es central en la formulación "no nos

representan", pues creen que son excluidos por el sistema. Los temas centrales son los límites del

sistema democrático representativo, el alto nivel de desempleo, las reformas laborales, programas

de rescate y su correlación con la pobreza. En conjunto, estos problemas frustran las

expectativas de futuro, especialmente las de movilidad social ascendente, ya que diversos sectores

de la población se enfrentan a la posibilidad de una degradación del status social y de las

condiciones de vida. Como se ha enfatizado anteriormente, se tratan de protestas multicausales

que van más allá del marco estrictamente económico. Sáenz (2014) señala la presencia de cuatro

temas principales, de lo más a lo menos importante, en lo que se refiere a la reciente ola de

protestas: la justicia económica y la austeridad, la falta de representación política, justicia global y

derechos de ciudadanía.

Los indignados pueden ser vistos como precursores de una crítica de la democracia

representativa y de las lógicas de la mercantilización de la vida. Critican la acción de los partidos

políticos y, a veces,asumen incluso una postura anti partidos políticos. Son escépticos sobre el

funcionamiento de la democracia hoy en día y, están muy atentos a la acción de las instituciones

políticas y sus actores. Defienden un modelo de democracia basada en la participación directa. El

lema "no nos representan" expresa el rechazo generalizado de la democracia representativa.

Abogan la participación directa de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones, que es

algo que las asambleas populares producen espontáneamente en el curso de las protestas. Por lo

tanto, la preocupación con la transformación del proceso político democrático es central.

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Desde el comienzo, los indignados basaron su práctica política en los principios de la

democracia directa. Las asambleas populares se convirtieran en el principal foro para la toma de

decisiones, planificación de acciones y formulación de demandas. Estas asambleas son

fundamentales para dar forma a un movimiento que empezó con un manifiesto político muy

general y sin cualquier organización formal. Las demandas fueron debatidas apasionadamente y

acordadas en las calles. Una serie de comisiones, cada una con sus propias asambleas, se

formaron para tratar cuestiones políticas y pragmáticas. En Madrid, alrededor de 22 comisiones

se reunieron casi constantemente. Todas las comisiones respondían ante la Asamblea General, el

más alto órgano de toma de decisiones para las cuestiones más importantes, que se reunía

diariamente y donde participaban miles de personas. Las asambleas y comisiones funcionaban

con una mezcla de consenso o voto de la mayoría y tenían una estructura horizontal, sin líderes,

y un portavoz.

Esta configuración no es específica de lo movimiento de los indignados en sí mismo sino

un rasgo común de la reciente ola de protestas en diferentes continentes (los indignados y los

movimientos de lucha contra la precariedad, Occupy Wall Street, Primavera Árabe, las protestas

brasileñas en 2013, etc.). Estas protestas se difundieron de forma contagiosa, apoyadas en

herramientas de ciberactivismo y de comunicación social, y su formación dependió de la

transformación del miedo en esperanza, como dijo Castells (2013). Las redes funcionaban no

sólo como contexto en el que se formaron los movimientos sino también como protección de

los poderes dominantes, una vez que ellos actúan a través de redes altamente organizadas. Los

movimientos mencionados son, según Castells (ibíd.), un tipo particular de movimientos sociales.

El autor se refiere a ellos como movimientos en red y afirma que las redes son la forma asumida

por los movimientos sociales contemporáneos. Las redes son espacios de autonomía, y en

combinación con la ocupación de las zonas urbanas y espacios simbólicos, crean un nuevo

espacio público donde es posible realizar actividades autónomas (ibíd.).

El actor colectivo al que nos referimos sigue las tendencias contemporáneas de acción

colectiva, visibles en la ampliación de las redes horizontales, forma reticular y fuerte dependencia

en respecto al uso de las nuevas tecnologías como medios de comunicación, entre otros

elementos. El ciberactivismo es una característica distintiva que ha permitido la expansión

geográfica de la indignación, lo que pone en evidencia su carácter modular, en consonancia con

las tendencias contemporáneas (Melucci 1996; Tarrow 1998). Su composición está muy

influenciada por las tendencias de flexibilización del trabajo y del empleo, que abarcan

principalmente a los jóvenes, mujeres, inmigrantes y desempleados. No es descabellado decir que

las clases medias, en particular las nuevas clases medias, son los sectores en los cuales la

indignación es más frecuente. Como hemos dicho en otro momento, "los nuevos sectores de

trabajadores precarizados y desempleados altamente cualificados que tienen participación en el

actual movimiento de los indignados”están "luchando contra un sistema que frustra sus

perspectivas de estabilización en una vida de clase media" (Estanque, 2012: 97).

Las formas contemporáneas de acción colectiva son identificadas frecuentemente con los

nuevos movimientos sociales. Estos presentan una serie de características que subrayan el

carácter distinto de los conflictos emergentes. Melucci (1996)las resume de la siguiente manera:

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(i) heterogeneidad y baja negociabilidad de los objetivos; (ii) tendencia a ignorar el sistema

político y desinterés hacia la idea de tomar el poder; (iii) desafío de la separación moderna entre

lo público y lo privado; (iv) superposición entre desviación y movimientos sociales; (v)

solidaridad como objetivo de la acción; y, (vi) énfasis en la participación y acción directas. Otros

autores proponen enfoques similares. Por ejemplo, Scott (1990) conecta los nuevos movimientos

sociales con cuestiones que, entre otras cosas, pueden ser contextualizadas en términos de

derechos civiles y la ciudadanía. Offe (1985) los percibe como siendo claramente de forma

diferente, a pesar de considerar que los valores defendidos por ellos no son "nuevos" en sí

mismos, sino que sonparte del repertorio de la cultura dominante, heredado de los movimientos

progresistas de la burguesía y de la clase trabajadora. Della Porta y Diani (1999) también

cuestionan la "novedad" de los nuevos movimientos sociales, una vez que dentro de los nuevos

movimientos sociales parecen convergir grupos sociales anteriormente activos en movimientos

de oposición “históricos”. Esto señala la existencia de una continuidad entre las diversas formas

de oposición. En ese sentido, según ellos, los "nuevos" movimientos representan una nueva

forma de organización de coaliciones de clase que están más preocupadas con la protesta que

con la acción política institucional.

Por lo general, los autores ubicados en el paradigma de los nuevos movimientos sociales

creen que sus formas de organización y sus preocupaciones resultan de la proliferación de la

crisis de credibilidad de los canales convencionales de participación en las democracias

occidentales y argumentan que sus características ideológicas son muy distintas de las del

movimiento de la clase obrera. El alejamiento deliberadodel actor de la clase obrera es utilizado

para poner en entredicho la capacidad de transformación social de los nuevos movimientos

sociales. Destacando el carácter contingente de la historia y de la sociedad, autores como Alain

Touraine (1984) niegan atribuir potencial de transformación social exclusivamente al movimiento

obrero y subrayan el hecho de que no se determine de antemano qué grupos sociales están

destinados a ser protagonistas. Nuevos tipos de conflictos son posibles y nuevos actores sociales

pueden desempeñar un papel central en la transformación social.

Los temas centrales a los nuevos movimientos sociales son aquellos cuyo predominio y

urgencia emergen de los procesos de ampliación e intensificación de la irreversibilidad de las

formas de dominación y privaciones. Estas cuestiones se ven agravadas por la creencia de que las

instituciones políticas y sus actores son ineficaces e insuficientes para hacer frente a los nuevos

desafíos. Por lo tanto, el surgimiento de nuevos movimientos sociales resulta de contradicciones

internas e inconsistencias en el sistema de valores de la cultura moderna, en lugar de surgir de un

enfrentamiento entre valores "dominantes" y "nuevos" valores. Sin embargo, las movilizaciones

recientes también revelan algunas características comunes de las redes virtuales, como sostiene

Manuel Castells cuando se refiere al caso de Túnez: (1) la existencia de un grupo de jóvenes

diplomados y desempleados, capaces de llevar la rebelión sin la ayuda del poder tradicional y de

las estructuras de representación; (2) una cultura de ciberactivismo muy fuerte, que ayudó a crear

un espacio público crítico contra la dictadura y autónomo respecto a la represión del Estado; y

(3) una alta tasa de difusión del uso de Internet, sea por medio de conexiones particulares, sea en

cibercafés o espacios educativos, que, junto con la presencia de sectores juveniles muy

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cualificados y sin empleo, hizo de la juventud un actor central de la revolución (Castells, 2012,

28-29).

Aunque, por lo general, se suponga que los nuevos movimientos sociales son expresión

de nuevos tipos de conflicto, es exagerado decir que las dimensiones material y redistributiva han

perdido su importancia en los conflictos contemporáneos, asumidos por movimientos en los

cuales la clase trabajadora ya no es central (Brooks y Manza 1994 apuddella Porta y Diani, 1999).

El conflicto social concierneuna noción general de la calidad de vida, bien comola asignación de

recompensas materiales por entre los diferentes grupos sociales. Es posible observar, en el

contexto de las políticas de austeridad, el regreso a las luchas materialistas. Ese parece ser el caso

de la ola de protestas de indignación.

Los nuevos movimientos sociales adoptan formas de acción extra institucionales y esto

puede justificarse por la incapacidad y falta de respuesta de las instituciones democráticas.

Muestran una preferencia por el uso de prácticas no convencionales de acción política no porque

carecen de experiencia con sus formas tradicionales, sino como resultado de experiencias

negativas o insatisfactorias.

A la luz de lo que antecede, nos parece posible ubicar los Indignados en el ámbito de los

nuevos movimientos sociales. En la sección siguiente, su carácter político será discutido y tenido

en consideración como un elemento que contribuye, o puede contribuir, para la redefinición de

la lucha por la hegemonía en las sociedades contemporáneas europeas.

3. Indignación, antagonismos y conflictos

El concepto de hegemonía es el terreno adecuado para el debate en torno a de la

dimensión política de nuestro actor colectivo. Tradicionalmente vinculado a Gramsci, este

concepto desarrollado posteriormente por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Las dos

teorizaciones serán utilizadas para demostrar el carácter político de los indignados y su

importancia en los contextos político y social actuales. En Gramsci, el concepto de hegemonía

permite reconocer y comprender la configuración de un nuevo equilibrio de fuerzas en el plano

político, por medio de la emergencia de un nuevo bloque histórico que cuestiona al consenso

que mantienen las democracias liberales y el sistema capitalista. Gramsci (1971) establece dos

grandes niveles superestructurales: la sociedad civil y la sociedad política o el Estado, que

corresponden a la función de "hegemonía" que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y a

la dominación ejercida por el Estado y gobierno jurídico, respectivamente. La hegemonía es

definida como el consenso espontáneo de las masas a la dirección general de la vida social

impuesta por el grupo fundamental dominante, y ese consentimiento es históricamente causado

por el prestigio y la confianza que el grupo dominante tiene debido a su papel en el mundo de la

producción. La hegemonía reside en el ámbito de la sociedad civil e implica una visión del

mundo no sólo apreciada por los grupos dominantes, sino que también apoyada activamente y

articulada por los grupos subordinados y los aliados. También explica cómo un grupo particular

logra ejercer liderazgo intelectual y moral sobre otros grupos, llevándolos a abrazar su visión del

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mundo, lo que presupone una unidad intelectual y una ética en conformidad con una concepción

de la realidad (Ibid). Los que ejercen la hegemonía tienen de conocer y respetar los intereses de

aquellos sobre quienes la ejercen y, por lo tanto, presupone un cierto equilibrio con el cual los

primeros se han comprometido (Ibid, 1974). Así, una crisis de hegemonía, la ruptura del

consenso, podría ser identificada con el desprecio de las clases dominantes ante los intereses

delas clases subalternas. La formación de un bloque histórico depende de la verificación tanto de

una visión del mundo como de un tipo adecuado de acción política colectiva.

La existencia de una voluntad colectiva, así como las condiciones que permiten su

formación, han preocupado a Gramsci a lo largo de su obra. Considera que la cuestión debe ser

planteada en términos de si las condiciones para el desarrollo de una voluntad colectiva nacional-

popular están disponibles. Si una determinada formación se encuentra todavía en lo que elautor

llamó la fase económico-corporativa, la construcción de colectivos populares tendrán que hacer

frente a graves limitaciones o será mismo imposible. Eso depende de la posibilidad, por un lado,

de alianzas entre diferentes grupos sociales y, por otro,de desarrollo de una reforma intelectual y

moral que ofrece una nueva visión del mundo. Una conciencia nueva e independiente de las

clases subordinadas no puede formarse sin la ruptura del consenso que sostiene el "viejo orden",

sin romper la unión de la ideología tradicional.

Los conceptos de Gramsci a los cuales nos referíamos, aunque brevemente, pueden

aplicarse a las olas de indignación y son fundamentales para su comprensión. La indignación

corresponde a la ruptura de la hegemonía ejercida por las clases dominantes. La ola de protestas

ha erosionado el consenso en torno dela gobernabilidad neoliberal yde la democracia liberal y

representativa, y así se han establecido las bases de lo que Gramsci ha denominado una guerra de

posición, que corresponde a la separación de las clases subalternas frente a la visión dominante

del mundo. En ese contexto, la construcción de alianzas entre las clases subalternas o grupos

dominados es esencial para la emergencia de una concepción alternativa del mundo (Ibid, 1971,

1974). En el caso de los indignados, la protesta es lleva a cabo por una alianza compuesta por

elementos de la nueva clase media, clases medias antiguas y grupos empobrecidos y excluidos.

Esa alianza se opone a la visión dominante del mundo, rechaza el consenso en torno de ella y

propone una concepción alternativa. La existencia de un nuevo bloque histórico no puede

tomarse como una certitud pues sería prematuro, aunque podamos hablar de la formación de un

nuevo bloque histórico, que supone un nuevo sentido político-ideológico y el consenso como

condiciones de acceso y mantenimiento del poder.

La formación de un nuevo bloque histórico implica no sólo la creación de un nuevo

sistema hegemónico, sino también una crisis de hegemonía de la clase dominante en resultado de

su fracaso en la ejecución de una tarea o de una movilización inesperada de las masas y su

participación en la vida política. En lo que se refiere a los indignados, su organización, objetivosy

participación en vida política institucional son limitados, pero su aparición y modularidad son

congruentes con una movilización inesperada de las masas. Por otra parte, a pesar de las

limitaciones que se pueden señalar, es innegable que el consenso que permite a las clases

dominantes gobernar e imponer su visión del mundo está siendo sacudido, y, por lo tanto, un

nuevo equilibrio de fuerzas puede surgir.

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El concepto de hegemonía fue desarrollado también por Ernesto Laclau y Chantal

Mouffe, que lo tornan más adecuado a la configuración social del capitalismo tardío, con el

objetivo de identificar las disputas hegemónicas en las formaciones contemporáneas. Su

concepto de hegemonía es un producto de la interacción entre la lógica política de Gramsci y una

serie de categorías post-estructuralistas, y que en llenan el vacío dejado por la necesidad histórica

pre-establecida del marxismo, respondiendo al problema de las situaciones concretas de

contingencia (Laclau y Mouffe, 2010).

En su análisis de la lógica política del populismo, Ernesto Laclau (2010) se basa en tres

categorías con el objetivo de evaluar la construcción de un pueblo: discurso, significantes vacíos

y hegemonía, y retórica. Las dos primeras categorías nos sirven para identificar un antagonismo3.

La primera categoría, el discurso, es concebida como un complejo de elementos dentro de los

cuales las relaciones juegan un rol constitutivo. La construcción del actor “Indignado” no se

puede disociar ni del contexto relacional dónde ocurre (las sociedades de austeridad), ni de los

agentes que actúan en él (Estado, mercados e instituciones internacionales). Hay que analizarlo

teniendo en cuenta esas interconexiones complejas.

La segunda categoría, significantes vacíos y hegemonía, requiere, en primer lugar, la

comprensión conceptual de la totalidad, con el fin de diferenciarla de su exterior, y la única

manera de constituir un exterior de verdad es si excluimos lo que queda afuera. Toda identidad

esconstruida a través de tensiones entre las lógicas de equivalencia y de diferencia, y la totalidad

es siempre al mismo tiempo imposible y necesaria. En ese sentido, la constitución de los

indignados ocurre por medio de su diferenciación del discurso dominante, es decir, de las

instituciones y prácticas que transmiten el discurso de la austeridad. Si una diferencia asume la

representación de una totalidad inconmensurable, la operación se denomina hegemonía. La

identidad hegemónica es un significante vacío4 que transforma su singularidad en una totalidad

que es al mismo tiempo inalcanzable y un horizonte posible. Por medio de su diferenciación del

sistema dominante, los indignados representan a todos los que son afectados por la lógica

neoliberal del sistema (la totalidad inconmensurable): el pueblo, los " 99 %". La acumulación de

demandas insatisfechas y la incapacidad creciente del ámbito institucional en incorporarlas

promueven la construcción de relaciones de equivalencias, así como la constitución de una

frontera interior y la dicotomización del campo político.

La política es el espacio del antagonismo y del conflicto (Mouffe, 2007). Hay una división

dicotómica entre las demandas sociales insatisfechas y el poder que las pasa por alto, lo que

resulta en la exclusión de los elementos identificados con el poder, que por eso son considerados

ilegítimos. Laclau y Mouffe(2010) sostienen que la resistencia sólo se plantea como política

cuando deja de oponerse a una instancia concreta de dominación y pasa a tener como objetivo la

3 Aunque nuestra propuesta sea aplicar la lógica política del populismo, no consideramos que los Indignados

sean un caso de populismo.

4 Los significantes vacíos permiten la unificación de múltiples demandas en una cadena de equivalencias

heterogénea.

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desaparición de la estructura de subordinación en su totalidad. En ese caso, las formas

normalizadas de sumisión son ilegitimadas y la eliminación de la subordinación y construcción de

una alternativa pueden ser imaginadas por los actores sociales. Los indignados son vehículos de

una crítica y rechazo del orden social actualy buscan una alternativa. Su dimensión política es,

por lo tanto, incuestionable.

La referencia a una alternativa es un elemento fundamental en el discurso de los

indignados, aunque ese sea aún indefinido e incoherente. Sin embargo, esto no es necesariamente

un punto crítico. Marcuse (2002) subraya que la sociedad industrial actual ha llegado a la etapa en

la cual ya no puede ser adecuadamente definida en los términos tradicionales de las libertades

económicas, políticas e intelectuales. Los nuevos modos sólo serían mencionados en términos

negativos. Los poderes dominantes critican a los indignados por la presunta falta de propuestas

concretas para el cambio social, sus principios ideológicos borrosos, y formulación de demandas

en términos negativos. Subrayan lo que no quieren en lugar de formular, en términos positivos,

propuestas concretas. El capitalismo global y la democracia representativa son los blancos

principales, pero no se presentan alternativas concretas para su sustitución. El carácter utópico

que el discurso dominante atribuye a algunas de las propuestas es, como subraya Marcuse (ibíd.),

indicativo no de su carácter irrealista, sino de la potencia de las fuerzas que impiden su

realización.

La falta de carácter propositivo de las protestas repercute en la tendencia de los poderes

políticos en ofrecer soluciones tecnocráticas para los problemas, como es el caso de la

sustitución gobiernos elegidos por gobiernos de tecnócratas presuntamente neutrales, como en

Grecia e Italia. Esa opción política ha evolucionado hacia un estado permanente de la

excepcionalidad y austeridad (Ferreira, 2012). En Portugal y España, las protestas se basaban en

la premisa fundamental de la auto-organización y buscaban la constitución de un movimiento de

la sociedad civil capaz de ejercer presión sobre los gobiernos y partidos políticos.

4. Indignación, clases medias y precariado

El cambio de las propiedades del sistema social producen diferentes precondiciones

estructurales para el conflicto y crean la posibilidad de conflictos de diferente tipo, una vez que

las desigualdades generadas en la sociedad posindustrial proveen las bases estructurales para la

aparición de nuevos actores colectivos (della Porta y Diani, 1999). Algunos estudiosos han

destacado que el cambio social es responsable de la aparición de un nuevo estrato social, la nueva

clase media, y que esa clase juega un papel central en los nuevos conflictos. Sus miembros son

más propensos a involucrarse en conflictos de tipo diferente en resultado de su técnica y

competencia cultural y económica de su posición funcional. A pesar de ser frecuente el hecho de

cuestionar su capacidad de promover cambios sociales, hay fuertes evidencias de que los

segmentos de las clases medias juegan un papel importante en las movilizaciones que han tenido

lugar desde el primer trimestre de 2011. Plantean se preguntas importantes sobre las

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posibilidades de transformación social de las clases medias, así como sobre su carácter

conservador o, en su lugar, su rol en la construcción de un proyecto de transformación social.

Las experiencias de los años 60, de las cuales surgieron los nuevos movimientos sociales,

dejaronclaro que el conflicto social asume diferentes configuraciones y se extiende desde la

producción a otros dominios (Estanque, 2011). Una serie de enfoques hacen hincapié en la

"novedad" de los nuevos movimientos socialesno sólo porque ellos comparten una base de

nueva clase media, sino también porque buscan la transformación de los valores y del estilo de

vida a través de la acción directa sostenida por redes informales. Con frecuencia, son

identificados con las expresiones de la pequeña burguesía dado que se trata de una protesta

basada en una estructura objetiva, por un lado, bloqueada en la parte superiorporque sus

miembros no tienen el poder de tornar legitimas sus necesidades, y, por otro, distinta del

proletariado, dado el control que ejerce sobre los medios de producción y sus puestos de trabajo

en el sector público (Eder, 1993). Así, estas expresiones de la pequeña burguesía se distancian de

lo que los participantes piensan ser la instrumentación de las clases más bajas, y destacan la

legitimidad de las demandas expresadas.

Los nuevos movimientos sociales son, por lo general, considerados movimientos de las

clases medias educadas, especialmente de la nueva clase media, o de los sectores más educados o

privilegiados de los grupos menos favorecidos. Alain Scott, por ejemplo, propone esa

interpretación (Scott, 1990). Se basa se en el caso del Movimiento Verde alemán: los que

participan en ese movimiento o en nuevos movimientos sociales formarían parte de una tercera

generación que da forma a una nueva política de las personas “bien educadas” (con altos niveles

de educación pero con poco poder). El autor defiende que los niveles de educación altos

desempeñan un papel importante en los nuevos movimientos de activismo. La posición de Offe

es similar, aunque él haga hincapié en el hecho de que sería inexacto identificar a todos los

nuevos movimientos sociales con casos de radicalismo de clase media, ya que ellos están

compuestos también por elementos de otros grupos y sectores, grupos periféricos o

empobrecidos/excluidos, y elementos de la vieja clase media, con los cuales las clases medias

tienden a formar una alianza más o menos estable (Offe, 1985). Parece ser el caso de las últimas

movilizaciones en Portugal y España. La indignación es, en primer lugar, una marca de jóvenes

con un nivel de educación alto, que se sienten traicionados por el capitalismo y por el sistema

democrático. Pronto se extendió a otros grupos y sectores de la población, que han sufrido los

efectos de las dinámicas de descualificación social, y se formó una alianza más o menos estable,

que ha funcionado bien en los casos demovilizaciones para eventos específicos, como es el caso

de las protestas.

Las nuevas clases medias son identificadas con los grupos que tienen un capital "cultural"

y "educativo", pero con unacceso a los procesos de toma de decisiones políticas relativamente

restringido. Hay una ambigüedad en la estructura objetiva de la clase media, que es vinculada al

habitus de las nuevas clases medias (Eder, 1993). Ese habitus, que abarca la doble función de

reproducir sus condiciones de existencia y que sirve como medio de acción colectiva, es

determinado por la situación de clase entre las clases más altas y las más bajas. Sin embargo, el

habitus no logra explicar la dinámica de auto-transformación y de la creatividad. Ese problema se

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puede solucionar ubicando la construcción de un habitus en el proceso mismo de la acción

colectiva (Bourdieu, 2011).

La política de clase media, identificada con la nueva política, es, en contraste con la

política de la clase obrera, una política de una clase pero no en nombre de una clase (Offe, 1985).

La nueva política expresa las frustraciones de la nueva clase media debido a que sus miembros se

identifican y articulan un conjunto de cuestiones excluidas de la negociación política (Scott 1990)

y puede estar conectado con el radicalismo de clase media. El radicalismo de clase media se dirige

a las reformas sociales de contenido moral y que no benefician directamente a la clase media,

antes se trata de beneficios de carácter público o en conexión con otros grupos, por lo que

difiere del radicalismo de la clase obrera, que es transversal y específico de esa clase y dirigido a la

realización de reformas de carácter económico o de naturaleza material (Parkin, 1968). En el

primer caso, los beneficios son psicológicos o emocionales y no están vinculados a la clase o a

intereses materiales,una vez que la satisfacción sederiva de la expresión de valores personales en

el curso de la acción.

El contraste entre política de la clase trabajadora y política de clase media o nueva política

puede ser analizado en términos de la distinción entre política expresiva y política instrumental.

La política instrumental busca realizar objetivos concretos y hace hincapié en los fines más que

en los medios empleados para atingirlos. De manera diferente, la política expresiva se preocupa

menos de loslogros concretos que delos beneficios y satisfacciones que brinda la actividad en sí.

El énfasis se pone en la búsqueda del poder y en la estricta adhesión a principios y posiciones

morales, respectivamente. En su estudio acercade la Comisión para el Desarmamento Nuclear

(CND), Parkin (Ibíd.) sugiere que el apoyo a ella puede ser analizado como un ejemplo de

política expresiva, que, en gran medida, es sostenida por subase de clase media.

El hecho de que las clases medias no actúan en nombre de sus intereses puede explicarse

en parte por la seguridad económica de los radicales de clase media, así como por una relativa

independencia con respecto a la propiedad privada de capital, lo que les permite interesarse porla

política expresiva y ser menos predispuestos a la adopción de valores y políticas pro-capitalistas.

En general, los miembros de la clase media ocupan profesiones creativas o en las estructuras del

Estado de bienestar, por lo que a menudo se sugiere que tales valores profesionales les

predispone a que participen en la política radical. Sin embargo, en el caso de Parkin, la conexión

entre estas diversas ocupaciones y el radicalismo político es el resultado de la tendencia de los

individuos que ya son radicales para elegir a estos tipos de empleo más que otros. La nueva clase

media y su participación en nuevos movimientos sociales es considerada como una propiedad

emergente de la opción individual en términos del empleo, moldeada por valores políticos, y que

se pone de manifiesto en el marco de las limitaciones de la educación y del mercado de trabajo

(Bagguley, 1995).

La naturaleza distinta de los reclamos expresados por los nuevos movimientos sociales se

vincula a un cambio en los valores de los públicos occidentales,con un mayor énfasis en el

bienestar material y la seguridad física hacia preocupaciones relacionadas con la calidad de vida

(Inglehart, 1977). Las condiciones excepcionales de seguridad económica permitieron el cambio

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hacia cuestiones menos relacionadas con la privación material o las necesidades inmediatas. Al

mismo tiempo, tuvo lugar, en los años70, un proceso de desplazamiento de la insatisfacción

política de los grupos de bajos ingresos para los Post-Materialistas. Los cambios en la naturaleza

de lo social son una señal de un proceso de cambio devalores, en el que predominan cual los

valores Post-Materialistas, que hacen hincapié en la expresión y en la participación directa.

Teniendo en cuenta los elementos presentados, es evidente la presencia de expresiones

de radicalismo de clase media y de lanueva política entre los activistas y simpatizantes de los

indignados. Tanto en Portugal,como en España, las protestas iniciales fueran promovidas por

estudiantes universitarios y trabajadores jóvenes calificados pero precarios, cuyas actividades y

contextos sociales son de clase media. Sin embargo, los sectores de la población presentes en la

reciente ola de movilizaciones, así como la naturaleza de la indignación, no se pueden separar ni

de los procesos de degradación de las condiciones de vida ni de la expansión de precariedad

laboral, y los dos afectan a grandes sectores de la población y de la fuerza de trabajo.

4.1 Precariado y la indignación

En esta sección, nuestro objetivo es poner de relieve la relación que existe entre lo que

Guy Standing (2011) conceptualiza como precariado y el surgimiento de nuevos actores

colectivos, promotores de nuevas demandas y de estrategias innovadoras de movilización. En

opinión la opinión de Estanque y Costa (2012), las nuevas tendencias de acción colectiva reflejan

una nueva interconexión entre dos lados distintos: el socio-cultural, que está relacionado con

sectores estudiantiles y segmentos bien educados de la población; y el lado de los trabajadores,

conectado con el precariado. En el contexto actual, la precariedad laboral es una de las

principales preocupaciones y sus efectos perturbadores tienen un impacto negativo en todos los

aspectos de la vida. La expansión de la inseguridad en el empleo pone en cuestión la

universalidad atribuida, al menos en las sociedades occidentales, a la condición salarial moderna.

Sus características y límites han sido redefinidos, despojándola de su carácter normativo y

quebrando el vínculo que la unía a la idea de progreso que ha dominado la mayor parte del siglo

XX.

La precariedad laboral es indisociable del análisis de dos aspectos diferentes pero

complementarios: la relación con el trabajo y la relación con el empleo. Paugam (2000) considera

que la relación con el trabajo es parte de la lógica productiva de la sociedad industrial, en el

sentido que transforma cada individuo en un potencial productor. Por otra parte, la relación con

el empleo pone en relievela protección del Estado de Bienestar y su lógica se basa en el acceso de

los ciudadanos a los derechos sociales debido a su participación en el proceso de producción y

pertenencia a la condición de ciudadanía. Mientras que la relación con el trabajo permite captar

las dimensiones de satisfacción con la actividad, la relación con el empleo permite la distinción

de grados de estabilidad con respecto al estatuto de empleo, definido por la naturaleza del

contrato de trabajo. La inseguridad en el puesto de trabajo hace más probable la precarización de

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las condiciones de vida, que tienden a perpetuarse en el tiempo y a transformarse en una

condición permanente.

En las últimas décadas se ha delimitado una zona híbrida de la vida social entre trabajo y

no trabajo, integración y desafiliación, dentro de la cual están ausentes las condiciones necesarias

para que las personas puedan construir su independencia económica y social. Esa zona

intermedia es inseparable de la construcción de una profunda sensación de incertidumbre en lo

que respecta tanto la representación del futuro como la capacidad de actuar sobre él, en que la

referencia al riesgo "desemboca en una representación totalizadora de la sociedad

contemporánea como una ‘sociedad del riesgo’" (Castel, 2010: 30). La especificidad de la

sociedad del riesgo deriva del hecho de dejar de lado cualquier posibilidad de recuperar las

seguridades ofrecidas a los asalariados por la sociedad moderna. Abarca nuevas formas e

imágenes de la economía y del trabajo, de la sociedad y de la política, y envuelve dinámicas de

individualización (Beck, 1998, 2000). Se espera que el individuo se haga cargo de su trayectoria

personal y profesional, y que se adapte a los cambios sin ningún tipo de apoyo colectivo.

La interacción de esos factores lleva a lo que Guy Standing (2011) denomina el

precariado, compuesto, como hemos dicho,por personas que desarrollan relaciones mínimas de

confianza con el capital o con el Estado, y que no son abarcadas por las premisas del contrato

social. Además de la inseguridad laboral y de ingresos sociales inseguros, el precariado

experimenta insuficiencias en lo que dice respecto a las identidades basadas en el trabajo y en el

empleo. El primer tipo compromete la capacidad de construir la acción colectiva; el segundo

socava las posibilidades de construir una carrera. Esta situación desemboca en experiencias de

ciudadanía incompleta, así como en pocas posibilidades de movilidad social ascendente.

En un estudio desarrollado por Savage y sus colaboradores (2013), en el cual fueron

identificadas siete categorías de clase, el precariado es la clase económicamente más pobre y

necesitada en lo que concierne a los tres tipos de capital (económico, social y cultural). Para los

autores, esa clase refleja la existencia de un grupo importante que se caracteriza por una

inseguridad significativaen todas las medidas del capital. Además, consideran que es muy poco

probable que los miembros de esa clase hayan frecuentado la universidad. Sin embargo,

pensamos que esa afirmación no puede ser totalmente corroborada en los casos de España y

Portugal, donde existe un número importante de jóvenes que tienen un título universitario,

aunque eso ni siempre se traduce en un trabajo cualificado y bien pagado, a la altura de sus

expectativas.

La formación del precariado puede entenderse mejor sise toma como el proceso por el

cual las personas son precarizadas. Ese proceso corresponde al conjunto de las "presiones y

experiencias que conducen a una existencia precaria, de la vida en el presente, sin una identidad

segura o sentido de desarrollo alcanzado a través del trabajo y estilo de vida" (Standing, 2011:

16). Un posible resultado es la experiencia de una "discordancia de estatus" que provoca un

sentimiento de frustración de status. Esa es una situación recurrente entre los jóvenes

trabajadores en situación precaria. En lo que se refiere a su composición, el precariado sólo

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puede ser definido como heterogéneo, aunque se puede decir que, para todos aquellos que

forman partedel precariado, el trabajo es instrumental e inseguro.

Las olas de indignación fueron en parte motivadas por el descontento provocado por la

integración de una parte de losasalariados en el precariado y por una dinámica generalizada de

movilidad social descendente.A pesar de la heterogeneidad señalada más arriba, los jóvenes se

encuentran entre los candidatos más clarosde pertenecer al precariado. Ellos, aunque tengan

niveles de educación más altosque las generaciones anteriores, suelen entrar en el mercado de

trabajo a través de empleos precarios. Como la precariedad se ha convertido en una tendencia

frecuente en la entrada al mercado de trabajo, los jóvenes experimentan un sentimiento fuerte y

generalizado de descualificación.

La dinámica referida tiene como consecuencia la apariciónde una masa creciente de

personas que sienten insatisfacción y frustración profundas, y que por lo tanto están menos

predispuestas a involucrarse en la política. Entre los jóvenes precarios es fácil identificardiscursos

marcados por una gran hostilidad hacia generaciones más mayores y sus estructuras de acción

colectiva. Una de las hipótesis que puede dibujarse es que, debido al alejamiento de la actividad

política y de las estructuras de la democracia representativa que es manifestado por los

ciudadanos, los que están afectados por la precariedad tienden a movilizarse sólo si están

motivados, por un período corto, por un acontecimiento percibido como negativo. A pesar de

tener objetivos y de ser consciente de su oponente, el precariado aún no ha encontrado la forma

de hacerse representar en la política formal. Ese hecho hace más difícil su identificación como

actor político.

Las olas de indignación suscitan algunas preguntas acerca de la coherencia de esta

respuesta a la crisis. ¿Estas protestas y actores colectivos ofrecen una estrategia defensiva o,

contrariamente, movilizan se en torno a un proyecto para superar la crisis? Mientras que la

primera presupone una mera jugada defensiva como la resistencia a recortes de gastos sociales, la

segunda implica, según Wright (2012), una reconstrucción o transformación de las condiciones

económicas y políticas sociales de los ideales democráticos. Sin embargo, ¿hasta qué punto es

posible un tipo de política progresista dadas las condiciones dramáticas a las que nos

enfrentamos hoy en día? El autor asume que la salida del capitalismo no es una opción en el

período histórico actual ya que no se presenta un tipo de estrategia de ruptura viable. Algunas de

las propuestas presentadas por el autor, como la economía social y la solidaridad, también son

contempladas en el discurso de la indignación. Además de la restitución de las condiciones

anteriores, inherentes a un compromiso de clase positivo, el discurso de la indignación subraya la

necesidad de un modelo alternativo de economía. En ese sentido, la reconstrucción de un

compromiso positivo no parece ser la forma más realista de superar la crisis. Tal vez, la búsqueda

de una alternativa basada en estrategias que fortalezcan dominios no capitalistas sea más eficaz.

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5. Conclusión

Los episodios recientes de acción colectiva en Europa, especialmente en España y

Portugal, son caracterizados por la presencia del sentimiento de indignación. La emergencia de

los indignados tuvo lugar en un contexto de agitación política, económica y social intensa.

Protestan contra el sistema capitalista y la clase política, demandan mejores condiciones de vida,

un sistema diferente, trabajo decente y derecho a tener un futuro. Avanzan con demandas de un

nuevo tipo, reformulan las anteriores por medio de la aplicación de nuevos símbolos y lenguajes,

y demandan agendas y repertorios políticos nuevos. Son considerados como no políticos por que

rechazan las “viejas” ideologías. De la misma forma que otras movilizaciones contemporáneas,

las olas de indignación pueden ser entendidas como señales de la "reaparición" de la sociedad

civil y como expresiones de un antagonismo entre la sociedad civil, el Estado y las instituciones

internacionales que imponen la austeridad. El campo social está dividido entre los que son

partidarios del racional de la austeridad y aquellos que la rechazan vehementemente. Este

conflicto abarca cuestiones que van más allá de las cuestiones tradicionales, relacionadas con el

ámbito de la producción.

La formación de los indignados puede ser contemplada como un paso en la construcción

de un nuevo bloque histórico, de una voluntad colectiva nacional-popular basada en una alianza

entre clases o grupos subordinados, que se compone de elementos de la nueva clase media y del

precariado, aliados con algunos elementos procedentes de la antigua clase media. Este actor

colectivo emerge a partir de su diferenciación de las instituciones y prácticas que promuevenel

discurso de la austeridad y expresa el rechazo de la idea de la inevitabilidad de los cambios que se

están produciendo. El antagonismo identificado permite colocar a los indignados en el campo de

la política. La presencia de un antagonismo y la verificación de un conflicto ponen de manifiesto

un enfrentamiento sobre la forma en que la sociedad es instituida y sobre el control y asignación

de recursos clave. Los indignados contestan el orden instituido, demandan una alternativa, y

hasta ahora han tenido éxito en la desconstrucción del discurso de austeridad/inevitabilidad y del

consenso que sostiene la democracia liberal y el sistema capitalista.

Este actor colectivo puede ser ubicado en el ámbito de los nuevos movimientos sociales

y de una nueva política: expresa contradicciones internas einconsistencias del sistema de valores

de la cultura moderna, y la naturaleza de la protesta es influenciada por valores pos-materialistas.

Los nuevos movimientos sociales adoptan formas de acción extra institucionales, motivadas por

la incapacidad de respuesta de las instituciones democráticas. Son criticados por su organización

incipiente y por las ideologías "borrosas", y eso es usado como argumento para cuestionar su

capacidad para lograr el cambio social.

Hemos sostenido que segmentos de las clases medias, en particular de las nuevas clases

medias, juegan un rol central en las últimas movilizaciones. Laparticipación de las nuevas clases

medias en nuevos movimientos sociales es consideradauna propiedad emergente de la opción

individual en términos del empleo, y, en ese sentido, como un caso de radicalismo de clase

media. Las credenciales educativas son también importantes, ya que ayudan a moldear los valores

que influencian las elecciones individuales en términos de empleo. Esto quiere decir que aquellos

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que ocupan posiciones que no dependen directamente del capital económico están menos

predispuestos a adoptar valores pro-capitalistas y a involucrarse en un tipo de política pro-

capitalista. Los beneficios de la acción son esencialmente emocionales y expresivos, y la

seguridad económica de la clase media permite a sus miembros a involucrarse en la nueva

política, influenciada ampliamente por valores post-materialistas. No obstante, el crecimiento del

precariado agrega nuevos elementos a la ecuación.

Después de un período de movilidad social ascendente generalizada, las clases medias

experimentan ahora procesos de degradación social y económica. También se ven afectadas por

la precariedad laboral, lo que implica procesos de precarización de las trayectorias de vida. Puede

decirse que la indignación moviliza a un contingente creciente de personas cuya existencia es

cada vez más precaria y de inseguridad permanente y total. Aunque originalmente la indignación

era protagonizada por las clases medias, especialmente por las nuevas clases medias, el

radicalismo de clase media y el habitus pequeño burgués no son todavía suficientes para explicar

la ola de protestas recientes. Las cuestiones que tienen que ver con la privación material

readquirirán centralidad. Las olas de indignación conjugan política expresiva y política

instrumental. Por lo tanto, consideramos que los indignados configuran una combinación única

de acción expresiva e instrumental en la medida en que, además de las demandas por más y

mejor democracia, justicia y un sistema alternativo que no sea dominado por cuestiones

económicas, luchan contra la precariedad laboral y por un trabajo decente. Por tanto, ya no

podemos asignar exclusividad de los valores post-materialistas. Estos elementos ponen de relieve

los cambios en la acción colectiva y requieren nuevas hipótesis.

Como última observación, quisiéramos hacer referencia a la distancia mantenida por los

nuevos actores colectivos en relación a estructuras como sindicatos y partidos políticos. Deben

ser capaces de movilizar a sus propias agendas a través de los canales institucionales apropiados o

permanecerán circunscritos a cambios en los valores y en las mentalidades, sin tener

repercusiones políticas importantes. Son necesarias nuevas alternativas, una vez que la

reconstrucción de un compromiso de clase positivo dentro del sistema capitalista parece cada vez

menos viable. Sin embargo, aquellos deben basarse en los valores democráticos y presionar para

una reinvención de las prácticas en las instituciones burocráticas en el sentido de una

mayortransparencia y de objetivos emancipadores. De lo contrario, las promesas populistasvan a

destruir lo que aún queda de la cultura democrática.

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Fecha de recepción: 01/07/2014. Fecha de evaluación: 15/08/2014. Fecha de publicación: 30/09/2014