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129 Historia y Antropología de Tlaxcala. ISBN: 0000-0000 Introducción Algo que he aprendido a lo largo de este tiempo de estar en la Arqueología, es que indistintamente del país de origen del investigador, su marco de referencia para describir a las sociedades mesoamericanas, está basado en la información que nos dan las fuentes de los primeros siglos de la Colo- nia, es algo obligado para el arqueólogo mesoamericanista, nadie se escapa de esta situación. Es por esto que la presen- te ponencia está basada en la utilización de la información histórica como auxiliar de la Arqueología, con esto quiero decir, que el dato arqueológico debe de predominar sobre el histórico. Los arqueólogos sabemos cuán difícil es que el dato ar- queológico coincida con la información histórica y, lo más difícil de todo, que no exista la menor duda de esa corres- pondencia, es por eso que cuando se logra esa equiparación casi perfecta se debe de explorar al máximo esa oportuni- dad y el éxito de la investigación será respaldado por el ma- nejo preferente del dato arqueológico, sino será una historia mal hecha, claro porque la hace un arqueólogo. A continuación se analiza un concepto regional sobre el sistema de gobierno en el área tlaxcalteca, el concepto Cua- tro Señoríos, el cual ha sido cuestionado desde los años cin- cuenta del siglo pasado, donde se plantea que dicho concep- to es de creación colonial, un término totalmente europeo y, por ende, desligado de las sociedades del valle poblano tlaxcalteca. Esta propuesta es apoyada por la investigación arqueológica en el área tlaxcalteca, llevada a cabo desde la década de los setenta del siglo pasado. El concepto Cuatro Señoríos Charles Gibson en su trabajo llamado Tlaxcala en el siglo XVI (1991), en las páginas 27-28, hace la observación de que el concepto cuatro señoríos, no es mencionado por los soldados cronistas, entre los que se encuentran Cortés, el Conquistador Anónimo y Andrés de Tapia, quienes nunca dan por hecho la existencia de estas cuatro parcialidades, como las que se ha dicho tenían el predominio del gobierno en Tlaxcala y lo único que mencionan es la existencia de “varios señores” y la presencia de un jefe militar; la mayo- ría de las veces solo hablan de Maxixcatzin y Xicoténcatl. Bernal Díaz menciona cinco señoríos, agregando Tepeyan- co a los cuatro ya conocidos. Este investigador (Gibson, 1991, p 27) sitúa la aparición de las cuatro cabeceras, en el año de 1540, cuando Moto- linia, hace la mención explícita de los nombres de estas; al planteamiento de este cronista lo van a secundar, Las Casas y Cervantes de Salazar y no es hasta que Diego Muñoz Ca- margo escribe su obra que se generaliza esta conceptualiza- ción, misma que utilizan más tarde Torquemada y Herrera. A partir de esto, dicho concepto, así como los nombres de los tlatoque que mandaban en cada sitio, quedan estableci- dos y se incorporan a la historiografía mexicana. Al analizar su trabajo llamado Tlaxcala en el siglo XVI, se observó que este planteamiento, lo apoya al relatar las di- ferentes delegaciones enviadas por Tlaxcala a España para solicitar la concesión de privilegios ya que al revisarse tales embajadas, se aprecia cómo se empieza a gestar, para luego consolidarse el concepto cuatro señoríos. Por las caracterís- ticas de los personajes que las componen, podemos inferir La organización política de Tlaxcala: inferencias arqueológicas Reynaldo Lemus

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129 Historia y Antropología de Tlaxcala. ISBN: 0000-0000

IntroducciónAlgo que he aprendido a lo largo de este tiempo de estar en la Arqueología, es que indistintamente del país de origen del investigador, su marco de referencia para describir a las sociedades mesoamericanas, está basado en la información que nos dan las fuentes de los primeros siglos de la Colo-nia, es algo obligado para el arqueólogo mesoamericanista, nadie se escapa de esta situación. Es por esto que la presen-te ponencia está basada en la utilización de la información histórica como auxiliar de la Arqueología, con esto quiero decir, que el dato arqueológico debe de predominar sobre el histórico.

Los arqueólogos sabemos cuán difícil es que el dato ar-queológico coincida con la información histórica y, lo más difícil de todo, que no exista la menor duda de esa corres-pondencia, es por eso que cuando se logra esa equiparación casi perfecta se debe de explorar al máximo esa oportuni-dad y el éxito de la investigación será respaldado por el ma-nejo preferente del dato arqueológico, sino será una historia mal hecha, claro porque la hace un arqueólogo.

A continuación se analiza un concepto regional sobre el sistema de gobierno en el área tlaxcalteca, el concepto Cua-tro Señoríos, el cual ha sido cuestionado desde los años cin-cuenta del siglo pasado, donde se plantea que dicho concep-to es de creación colonial, un término totalmente europeo y, por ende, desligado de las sociedades del valle poblano tlaxcalteca. Esta propuesta es apoyada por la investigación arqueológica en el área tlaxcalteca, llevada a cabo desde la década de los setenta del siglo pasado.

El concepto Cuatro SeñoríosCharles Gibson en su trabajo llamado Tlaxcala en el siglo XVI (1991), en las páginas 27-28, hace la observación de que el concepto cuatro señoríos, no es mencionado por los soldados cronistas, entre los que se encuentran Cortés, el Conquistador Anónimo y Andrés de Tapia, quienes nunca dan por hecho la existencia de estas cuatro parcialidades, como las que se ha dicho tenían el predominio del gobierno en Tlaxcala y lo único que mencionan es la existencia de “varios señores” y la presencia de un jefe militar; la mayo-ría de las veces solo hablan de Maxixcatzin y Xicoténcatl. Bernal Díaz menciona cinco señoríos, agregando Tepeyan-co a los cuatro ya conocidos.

Este investigador (Gibson, 1991, p 27) sitúa la aparición de las cuatro cabeceras, en el año de 1540, cuando Moto-linia, hace la mención explícita de los nombres de estas; al planteamiento de este cronista lo van a secundar, Las Casas y Cervantes de Salazar y no es hasta que Diego Muñoz Ca-margo escribe su obra que se generaliza esta conceptualiza-ción, misma que utilizan más tarde Torquemada y Herrera. A partir de esto, dicho concepto, así como los nombres de los tlatoque que mandaban en cada sitio, quedan estableci-dos y se incorporan a la historiografía mexicana.

Al analizar su trabajo llamado Tlaxcala en el siglo XVI, se observó que este planteamiento, lo apoya al relatar las di-ferentes delegaciones enviadas por Tlaxcala a España para solicitar la concesión de privilegios ya que al revisarse tales embajadas, se aprecia cómo se empieza a gestar, para luego consolidarse el concepto cuatro señoríos. Por las caracterís-ticas de los personajes que las componen, podemos inferir

La organización política de Tlaxcala: inferencias arqueológicas

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la forma en que se van acomodando las nuevas posiciones políticas de los dirigentes de Tlaxcala. Los documentos que Gibson consulta dan por resultado una serie de “campañas”, como las llama el autor, que proporcionan un dato muy im-portante referido a que la generalidad de los individuos que las llevan a cabo, se identifican con los descendientes del estrato dirigente de la época antigua, los cuales llegan a ocupar cargos en el gobierno indígena de la etapa colonial, cuando de acuerdo con una posición local eran asignados a esta nueva organización.

Es por eso que a continuación se reseñarán estas em-bajadas; en las dos primeras, comprendidas en el año de 1527 la primera y en 1534, la segunda, nos da el nombre de cinco integrantes de la primera de ellas (Charles Gibson, 1990:159-160), y logra establecer que tres de ellos perte-necen a la cabecera de Ocotelulco, dichos personajes son Lorenzo Tianquiztlatoatzin o Lorenzo Maxixcatzin, que como es natural es consignado como el hijo del gobernante prehispánico del mismo nombre; Valeriano de Castañeda, que está emparentado a la rama de los Maxixcatzin, el otro personaje es Juan Citlalihuitzin (Citlacuetzin), que de re-sultar cierta la interrogante que plantea Gibson, puede estar relacionado con Juan Ávalos, al que ubica como corregidor de Tlaxcala, perteneciente al barrio de Ocotelulco (Charles Gibson, 1990:115). A los otros integrantes, por el momento no se les puede asignar a una cabecera en particular. Con esta información, se puede empezar a ver el papel dominan-te que juega Ocotelulco.

De la segunda comisión, nos hace la referencia explíci-ta de que el gobernante indígena de los tlaxcaltecas es el que la va a encabezar, siendo este personaje Diego Tlilqui-yahuatzin o Diego Maxixcatzin, que pertenece a Ocotelulco al cual considera como “...un miembro de otra rama de la misma familia, un primo hermano, en un tiempo alejado de Maxixcatzin el viejo”. (Charles Gibson, 1990:108).

No es sino hasta la tercera embajada, que aunque no menciona el lugar de donde provenían los integrantes, re-fiere la posibilidad de que en este viaje se buscara “...la conservación de los linajes nobles, sucesiones de cabecera y formas de gobierno indio”. (Charles Gibson, 1990:160), dando como la fecha de su realización el año de 1540.

Aquí, si la suposición del autor en cuestión es cierta, se define el camino que trata de establecer a través de son-dear la pugna que en ese momento está presente entre los diferentes integrantes y que en esta tercera campaña puede decirse, siguiendo a Gibson, que el concepto de los cuatro señoríos alcanza plena vigencia y así, el objetivo en esta embajada era consolidar lo iniciado en las dos primeras, en las que obviamente se nota la influencia de Ocotelulco.

De la cuarta campaña fechada en 1550 aproximadamen-te (Charles Gibson, 1990:160), aunque proporciona varios datos interesantes, no habla de los participantes y mucho menos precisa cuáles fueron las concesiones que solicitan.

Es hasta la quinta embajada de 1562 (Charles Gibson, 1990:161), que ofrece datos más precisos de los integran-tes de ella, donde se inscribe la participación de las cuatro cabeceras como tales en esa misión diplomática, dando los nombres de los integrantes y al subgrupo que representan en este quinto viaje y entre los nombres que menciona se encuentran: Lucas García de Tepeticpac, Alonso Gómez de Quiahuiztlán, el representante de Ocotelulco es Antonio Pe-droso y de Tizatlán menciona a Pablo Galicia.

De la sexta comisión, cuya fecha de realización es entre los años de 1583-1585 (Charles Gibson, 1990:161), se pue-de precisar que la representación de la provincia de Tlaxca-la ante la Corte y los integrantes con su respectiva cabecera son los siguientes: por Ocotelulco, Antonio de Guevara, Pedro Torres por Tizatlán, Diego de Reyes (Téllez) por Quiahuiztlán y Zacarías de Santiago por Tepeticpac y entre estos incluye a Diego Muñoz Camargo; es en esta misión que Gibson nos reseña con más precisión los objetivos y los integrantes.

Con los datos aportados por estas campañas, se puede percibir que para las dos últimas, la quinta y la sexta, se puede hablar ya con seguridad de la forma en que estaban organizados los tlaxcaltecas en esa primera parte de la etapa colonial constituidos en un gobierno cuatripartita, que se-gún los habitantes era la forma en que se gobernaba antes de la conquista, pues como se aprecia era ya un concepto acep-tado como forma de gobierno indígena en la colonia y el hecho de pertenecer a alguna de estas cuatro cabeceras les daba acceso a los privilegios que se otorgaban por los ser-vicios prestados a la Corona y que, en el caso de Tlaxcala, por haberse aliado a los europeos esperaba ser merecedora de grandes recompensas.

Con la reseña de las campañas que Gibson enumera en su obra, se puede establecer una hipótesis que trate de ex-plicar cómo se elaboró el término de los famosos cuatro señoríos y para llevar a cabo esta proposición hipotética se plantea que en las referidas embajadas es posible determi-nar la existencia de dos momentos de la formación de este concepto, siendo el primero el que se ubica entre los años de 1527-1540, donde en estas tres primeras embajadas hay un predominio de Ocotelulco. En el segundo momento, Ocotelulco deja de ser el más representativo, para dar paso a la existencia de cuatro cabeceras dominantes y que son los ya conocidos cuatro señoríos.

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Con lo anterior, se establece la existencia de un gobierno cuatripartita, con iguales derechos y prerrogativas, lo que le ha dado a Tlaxcala una forma de gobernarse distinta a la de las principales sociedades mesoamericanas, por lo que se le ha considerado como una “república”, producto de la alianza de cuatro cabeceras indígenas que gobernaban a to-dos los tlaxcaltecas. A los cuatro sitios principales, se les pueden asignar funciones específicas, esto de acuerdo con la información que nos presentan las fuentes, en cuanto al papel jugado por Quiahuiztlán no dicen de qué tipo era. De las funciones de los tres restantes, a Tepeticpac se le consi-dera como el primer sitio donde se asentaron los tlaxcalte-cas, a Ocotelulco se le asigna el rubro del comercio o más llanamente “el mercado”, en lo que respecta a Tizatlán se le ha asociado con la profesión militar.

Con esta información, podemos empezar a trazar una lí-nea de como se establece en el interior de la organización colonial, la predominancia de un concepto inexistente a nuestra manera de ver las cosas, en la sociedad tlaxcalteca en particular, ya que al establecerse en Tlaxcala la existen-cia de este gobierno cuatripartita, nos da como consecuen-cia que en lugar de la existencia de una triple alianza, como era la asignada a la cuenca, siendo estos; Texcoco, Tlaco-pan y Tenochtitlan, este va a ser sustituido por un gobierno compuesto por cuatro tlatocayotl principales.

Las genealogíasOtro de los problemas inherentes al sistema de gobierno que se está cuestionando es la que plantea que las diversas sociedades de Mesoamérica, su sistema de gobierno, era similar al que se llevaba en Europa en esa época, las mo-narquías, donde las genealogías o linajes, jugaban un papel definitivo, donde el progenitor y el primogénito son la base o el eje de los linajes.

Esta situación fue difundida con gran énfasis por los misioneros que se dedicaron a adoctrinar a los indígenas, quienes al darse cuenta de la forma de establecer las rela-ciones de parentesco de los dominadores, adecuan las suyas a los requerimientos de estos, adoptando la misma forma de manera que empiezan a establecer las genealogías basados en la existencia de un antecesor común, el que da inicio al linaje y donde la relación padre-hijo pasa a ser el factor pre-dominante de la sucesión o de la forma de heredar dentro del linaje, así por lo general el hijo primogénito va a ser el que herede lo que se llama el mayorazgo de la casa, es decir, que será quien ocupe el lugar del antiguo jefe o gobernante de este, lo cual tenderá a repetirse sucesivamente, obtenien-do así, un linaje en toda la extensión de la palabra.

Siguiendo el trabajo de Gibson de Tlaxcala en el siglo XVI, en las páginas 105-106, donde deja entrever que esta conceptualización tiene serios contratiempos, hasta el ex-tremo de que para finales del siglo XVI los linajes de esa provincia, no seguían un patrón padre-hijo, pues para es-tas fechas algunas de las cabeceras eran representadas por mujeres. De hecho, ese no es el problema ya que en las genealogías europeas las mujeres sí podían acceder al man-do, la dificultad principal radica en que para esas fechas un forastero viene a ostentar el mando en las cabeceras de Ocotelulco y Tizatlán, siendo este personaje Francisco de Pimentel, oriundo de Texcoco, el que por casamiento ob-tiene estas gubernaturas, pues se casa en primer lugar con María Maxixcatzin de Ocotelulco y a la muerte de esta se casa con Francisca de la Cerda de Tizatlán, conservando el gobierno de ambas poblaciones.

Esto no solamente está documentado para Tlaxcala, sino que se puede ver que la forma de establecer las relaciones de parentesco era extraña en estas tierras y esto viene a ser apoyado indirectamente por el trabajo de Hidelberto Mar-tínez, Tepeaca en el siglo XVI, nos aporta el dato de que los apellidos van a “cambiar con frecuencia aun en la mis-ma familia o se repiten en familias distintas” (Hidelberto Martínez, 1994:45), con estos datos de la región poblana se ve que dicha sucesión padre-hijo es ocupada por varias mujeres.

Esto es con referencia a lo dicho por dos autores, ya que si llegáramos a escudriñar lo que nos refieren las fuentes y los documentos de los archivos, veríamos que no solamente en estas dos sociedades se da esta relación caótica de los supuestos linajes. Antes bien, esto viene a ser una regla ge-neral y, a manera de ejemplo, recordemos a doña Isabel de Moctezuma y sus conocidos argumentos para ser reconoci-da como descendiente de la “realeza” mexica.

Con lo anterior, se ve la inoperatividad de los linajes europeos para Mesoamérica, ya que la especificidad de las relaciones de parentesco existentes antes de la llegada de los españoles están basadas en otro tipo de requisitos, ya que por el hecho de que en la etapa mesoamericana, esta-ba permitido al hombre tener varias mujeres, es imposible establecer si existía una mujer principal, por la simple y sencilla razón, de que la forma de la familia mesoamericana distaba mucho de parecerse a la europea, que tiene como base la relación monógama, es decir el hombre solo puede tener una mujer (oficial) y por esto les era relativamente fácil a los europeos establecer un linaje.

Como se ve, en Nueva España esto no funcionó y de hecho no había funcionado nunca, siendo por eso que los supuestos linajes indígenas se ven inmersos en una anarquía

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terrible, ya que como se hizo ver en Tizatlán y en Ocotelul-co, sitios rectores en los que no existía una descendencia a finales del siglo XVI de los tlatoque que se encontraban rigiendo al momento de la conquista, es una de las razones por las que un representante del grupo de Texcoco es el que llega a detentar el poder en ambos sitios para esas fechas; con esto se demuestra, en un primer momento la inexisten-cia de este tipo de relaciones de parentesco en Mesoaméri-ca. Con lo anteriormente planteado, creemos que la especi-ficidad de las relaciones de parentesco existentes antes de la conquista, no se van a parecer para nada a las europeas y, por lo tanto, es materialmente imposible establecer una línea de descendencia directa, entendida esta por la relación padre-hijo primogénito.

La versión arqueológicaDe los arqueólogos que abordan este problema, están los trabajos de Ángel García Cook, en dos de sus escritos El desarrollo cultural del valle poblano: inferencias (1976), así como la Integración y consolidación de los señoríos en Tlaxcala; siglos IX al XVI (1986), este último escrito en colaboración con la arqueóloga Leonor Merino Carrión, abordan este problema y son quienes apoyados por la in-formación obtenida en ese proyecto, afirman que se pueden considerar como señoríos los siguientes: Tepeyanco, Atli-huetzian, Hueyotlipan y Tzompantzinco, los que a partir de los elementos arqueológicos hallados justifican su de-nominación de señoríos y agregan además que se pueden considerar también como señoríos a otros once sitios, a los que se suman los cuatro señoríos reconocidos como los más principales; el de Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Qui-ahuiztlán y se hace la aclaración de que “...no todos poseen la misma importancia socioeconómica;” (García Cook et al, 1986:26). Se redondea el planteamiento de los autores ante-riores con la siguiente conclusión:

No negamos de manera alguna la gran importancia que debieron de ejercer los cuatro Señoríos mencionados más insistentemente por las fuentes: Tepeticpac, Ocotelulco, Ti-zatlán y Quiahuiztlán, y de los cuales se tiene cierta relación de sus dinastías, pero si queremos aclarar que desde el pun-to de vista de los asentamientos arqueológicos existen otros “centros” de igual o mayor importancia que tales cuatro “señoríos”, entre los que destacan los enlistados anterior-mente. (García Cook, 1976:85).

Las observaciones de Gibson, Merino Carrión y García Cook nos indican una falsedad en cuanto al concepto cuatro señoríos y, por ende, a la triple alianza, con esto se cuestiona al sistema de gobierno, ante esto se hace la pregunta obliga-da de cuál era la manera de gobernarse de estas sociedades,

en este caso la arqueología debe ser la que aporte los datos suficientes, para plantear cuál sería una posible forma de gobernarse de los antiguos, es por eso que las excavaciones en Tizatlán, Tlaxcala, en 1990, permiten proponer un siste-ma de gobierno basado en relaciones civiles o sociales, el cual es inferido de algo parecido a un modelo, contándose por el momento tres elementos que lo conforman, los cuales tienen la particularidad de estar estrechamente enlazados y uno no funciona sin los otros dos, por lo que al encontrarse cualquiera de estos tres, se da por sentado que estarán pre-sentes los otros dos.

Estos son el personaje, y en este caso la clase, los tla-toque plural de tecuhtli; el segundo, el lugar de residencia de los integrantes de esta clase, el tlatocayotl. El tercer ele-mento es el que será el punto nodal de este modelo, estos serían algo que hemos llamado símbolos ideológicos, y en estos enmarcamos al cuauhtli y al ocelotl, se sabe de ante-mano lo complejo que es el ámbito en que están inscritos estos dos animales.

Para empezar la argumentación, se hablará de manera específica de uno solo de esos tres aspectos, siendo este el personaje con el mayor poder, el cual ha sido llamado mo-narca, rey, cacique, señor, etcétera, y su contraparte nahua el tlatoani. Esta dignidad se adquiría por medio de relacio-nes de parentesco. Esta definición se ha mantenido desde los inicios de la colonia y, hoy en día, poco ha cambiado ya que sigue siendo la misma. Por lo que respecta a los estra-tos inferiores al personaje principal, no existe un consenso sobre cuáles estratos son los que componen ese sistema de gobierno, por lo que solo se tomará en cuenta a la clase de los tlatoque. Esta clase presenta la particularidad de tener como rasgo distintivo el uso de la nariguera, nadie más de estas sociedades la portaba.

Utilizando este aspecto como algo característico de esta clase en particular, permite reformular la función de dos sitios y con esto sustentar con bases arqueológicas del planteamiento de un gobierno civil, representado por los tlatoque, en contraposición a los monarcas. Esto sitios son los únicos en Mesoamérica, que actualmente poseen altares donde se perforaba el septum a los aspirantes a tlatoque, siendo Malinalco en el Estado de México y Tizatlán en Tlaxcala.

Por lo que se procederá a retomar la información arqueo-lógica del primer sitio, la cual es dada a conocer por estos desde 1936 en las excavaciones que lleva a cabo José Gar-cía Payón en Malinalco en las temporadas que arrancan en 1936, y donde el edificio y las estructuras más relevantes habían sido ubicadas en contextos diferentes; este ha sido interpretado como un adoratorio a Xiuhtecuhtli por el obis-po Plancarte, y el profesor Enrique Juan Palacios opina que posiblemente se trate de una fuente dedicada a Tláloc y el relieve de la fachada probablemente representaba al dios de la lluvia.

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En cuanto a la función del santuario, García Payón llega a considerar que este pertenecía exclusivamente a la organización militar de los caballeros del Sol, es decir los cuauhtli y los ocelotl (cuacuauhtin), conocidos por los caballeros tigre y águila. Argumenta esta hipótesis en el marcado simbolismo de estos animales y la importancia que se les daba en la mitología y en los ritos, para los mexicanos el águila era el símbolo del Sol y el felino era el que se comía al Sol en los eclipses, también era asociado a la Luna. La definición dada por García Payón a la función de las principales estructuras de Malinalco (Figura 1), a

las cuales considera que en esta mansión se conferían los grados a los candidatos a estos altos puestos, bajo la presen-cia del cuauhtliocelotl que lo era el mismo tlacatecuhtli o “emperador”; ceremonia que consistía en perforarle la nariz para colocarle el hueso o la uña de águila. (García, 1947: 19). La manera en que se llevaba a cabo esta función en este edificio, el personaje se acostaba sobre el cuauhtli o águi-la central, quedando la cabeza de dicho individuo, sobre la cabeza del cuauhtli y así le era perforado el septum, con el hueso del ocelotl y la uña del cuauhtli. (Figura 2)

Figura 1

Figura 2

Como era de esperarse, para este edificio y sus elemen-tos han surgido explicaciones alternas, las cuales han sido compendiadas por José Hernández Rivero en su segunda edición de 1997, denominado Ideología y práctica militar mexica en el cuauhcalli de Malinalco, siendo tantas y tan disímbolas estas explicaciones, y por salirse del enfoque de este escrito, solo se tomará en cuenta la propuesta de Hernández Rivero, quien menciona que la teoría de García Payón es la más sólida de las que se han propuesto para el sitio, pero entre los problemas que hay que aclarar y sus-tentar la explicación de García Payón, está considerar al sitio como propone R. F. Townsend, que eran actos para legitimar el poder político, ya que este autor considera que los cuauhtli ubicados en las banquetas y el ocelotl, son tro-nos reales. El otro problema va a estar relacionado con la propuesta del mismo García Payón, de que eran actos de graduación militar. Son de hecho las investigaciones pio-neras y casi exclusivas sobre este tipo de sitios, al grado que este investigador acuña un término que ha dominado este campo, por lo llamativo para definir ciertas estructuras existentes en el sitio y que él las relaciona directamente a la ceremonia donde se perforaba el septum. El término cuau-hcalli que se traduce como casa de las águilas, lugar que asocia a lo militar en específico a las órdenes de los cuauhtli y de los ocelotl a los que denomina caballeros del sol.

Para establecer su explicación o teoría, García Payón, se basa en los elementos más relevantes y que son los que se encuentran al interior de la construcción principal del sitio, la representación del cuauhtli y el ocelotl, y en el elemento central será donde se realice esta ceremonia de ungimiento de los tlatoque, por medio de la perforación de la nariz, para colocar la nariguera símbolo distintivo de los tecutli.

Existe otro sitio con similares aunque no idénticos alta-res de iniciación (Figura 3), que al ser excavados en 1927 en el poblado de Tizatlán, por Eduardo Noguera y Alfonso

Figura 3

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Caso, son considerados como altares de sacrificio humano, definición que fue aceptada y nunca se discutió esta ver-sión, a pesar de que Caso tenía la duda de que fueran alta-res de sacrificio humano, permaneciendo congelada desde aquellos años.

En el año de 1990, en el seminario Alfonso Caso, en el Museo de Antropología, es presentada una interpretación de los altares de Tizatlán, Tlaxcala. Esta versión de los investigadores Arturo Fernández Ruiz y Nazario Sánchez Mastranzo, contradice totalmente la función que le había asignado en un primer inicio Eduardo Noguera y, en menor medida, Alfonso Caso. Los investigadores del proyecto de 1990 hacen el análisis de los motivos representados en los altares, recurren al estudio de las fuentes y a la analogía con los códices, entre ellos el Becker I, Colombino y Nutall (Fi-guras 4, 5, 6) logrando identificar la función de los altares,

Figura 4

Figura 5

Figura 6

redefiniéndolos como altares de iniciación o, por decirlo en otras palabras, los relacionan con el lugar donde se llevaba a efecto la perforación del septum para obtener el rango de tecuhtli, en el territorio tlaxcalteca.

Esta explicación aclara dos de las dudas que le surgen a Alfonso Caso a finales de la década de los treinta del siglo pasado, una de ellas es la función de la canaleta o reborde en la pared sur de ambos altares, que Caso supone que es para depositar las ofrendas o los instrumentos de autosacri-ficio, por lo que de acuerdo con la versión de ser altares de iniciación, la canaleta y, en especial, la parte semicircular sobre el altar, es donde se acomodaba la cabeza del aspi-rante a tecuhtli y parte de las espaldas sobre la canaleta de la parte frontal del altar (Figura 7), la otra duda en Caso pero afirmación en Eduardo Noguera, sobre la función de los altares como de sacrificio. Estas estructuras se encon-traron debajo del Tecpan de Xicoténcatl, que se hallaba en funciones al arribo de los europeos a estas tierras.

Otro punto que hay que mencionar de los alcances de esta investigación es la forma en que van a dar un impulso a la tesis de García Payón, ya que solamente cambian a los

Figura 7

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actores y la función queda intacta, quedando la misma línea planteada por este investigador, de ser el lugar donde se per-foraba el septum, por lo que deja de ser una función de la clase militar, para insertarse dentro del evento político más importante de esas sociedades, la toma del poder.

Esta información arqueológica demuestra la existencia del tecuhtli, cuya característica principal es el uso de la nariguera, la que solamente será usada por la clase de los tlatoque, nadie más. Con este dato, la Arqueología nos per-mite hacer una lectura más concreta de cierta información existente en las fuentes referentes a este personaje, de estas fuentes la que más datos concretos aporta es la Historia tol-teca chichimeca, editada por Kirchhoff et al, en 1976.

En la lámina VIII (F 21r Ms 46-50) (Figura 8) en su parte superior, se localiza a Quauhtli y a Ocelotl como una sola unidad, el campo rectangular en que está compuesta la lá-mina, queda dividida por las huellas de unas pisadas que descienden y dividen en dos al referido campo; estas pisa-das entran por un acceso que está en la parte superior que queda parcialmente cubierta por el símbolo de Quauhtli y Ocelotl unidos en un solo glifo, dejando establecido un lado derecho y un lado izquierdo donde en ambos lados se pre-

Figura 8

senta un acceso y se observa que las pisadas descendentes salen por el acceso inferior.

El interior de la lámina se encuentra dividida en dos es-cenas donde en la superior, están cuatro personajes, siendo el principal Quetzaltehueyac el que aparece pintado de ne-gro, este se encuentra cara a cara con los tres Tepilhuan a los que les da de comer una mazorca de maíz que saca de su chitaco; estos personajes se distribuyen de izquierda a derecha en el siguiente orden: Moquiuix, Teuhctlecozauqui y Aquiauatl; en la parte inferior se encuentra en el mismo orden Couatzin, Tzontecomatl y Tecpatzin y a estos les va a perforar el septum Icxicouatl, que junto con Quetzalte-hueyac, comparten el papel principal y van a ir pintados de negro, como investidos de tecuhtli. Al terminar el ayuno de cuatro días y cuatro noches, requeridos para que les fuera perforado el septum, se les dan las esteras, los asientos, por parte de los toltecas de Cholula.

Esta correspondencia y apoyo entre los datos arqueoló-gicos e históricos, donde la información que nos da Motoli-nia, el cual nos dice que esta clase es la máxima preminen-cia que puede aspirar un indígena, esto nos permite plantear que la clase de los tlatoque es la que va a detentar el poder, será la clase dominante en esta parte de Mesoamérica.

ConclusiónCon esto se puede concluir que el sistema de gobierno exis-tente en la Tlaxcala antigua, y que se puede transpolar a otras regiones del Altiplano, consistía en la existencia de un solo sitio dominante, en contraposición a los cuatro se-ñoríos y a la triple alianza,, este sitio dominante o hueytla-tocayotl o cemtlatocayotl, siguiendo a Luis Reyes, el cual estaría gobernado por un tecuhtli principal o el de más alto rango y este gobernante tendrá bajo su dominio a una serie de tlatoque, los que estarán organizados de acuerdo con su posición en el tecpan, la que se definía por la cercanía al tecuhtli principal, el cual era la parte central del que partían dos lados, el izquierdo y el derecho.

Es por eso que lo definiremos como un gobierno con un sustento civil, consiste en la dominancia de una clase de estas sociedades sobre las demás, en este caso estamos ha-blando de los tlatoque, clase a la que se accedía de acuerdo con los requerimientos impuestos por las sociedades y has-ta el momento la única manera certificable de cumplir los requisitos más importantes la podemos ubicar en la guerra.

De la existencia de este tipo de gobierno civil, en contra-posición al monárquico, por el momento solo se puede hablar con datos y, por ende, con seguridad la existencia de un co-rredor geopolítico, que tendría como puntos de referencia los sitios arqueológicos de Malinalcoen el Estado de México y Tizatlán en Tlaxcala y la cuenca de México en la parte central.

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136 Historia y Antropología de Tlaxcala. ISBN: 0000-0000

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