Orígenes de la Casa de Misericordia de San iViamés en su ...

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Orígenes de la Casa de Misericordia de San iViamés en su 130- aniversario María Jesús Cava Mesa BILBAO fue desarrollando un sentido civilizador que tuvo expre- sión en elementos de vida social organizada, bastante precozmente. En lo asistencia!, y considerando el tipo de crecimiento que como ciudad portuaria Iiabía ido asu> miendo, eran muclias las precarie- dades que se dejaron sentir. Al lle- gar el siglo XVIII, las voces de la ciudadanía se habían convertido en clamor popular que llegó hasta el Ayuntamiento (sito en la tradi- cional Plaza Vieja) para demandar soluciones efectivas. La idea de organizar una Casa de Beneficen- cia se hacía ineludible. Las autori- dades locales expusieron en 1724 estas ideas, junto con las requisito- rias que el pueblo también había sabido exigir, y e! Síndico propuso la fundación, definitivamente, de una casa para “pobres” destinada a ambos sexos, para habitantes de la Villa y del Señorío. Los forasteros, iniciaJmente, tuvieron derecho a pasar allí una noche solamente, pues se les ordenaba a! día si- guiente que salieran ñtera del dis- trito. Como en todos los asuntos cuya resolución oficia! exige aná- lisis y trabajo previo, se creó una comisión encargada de estudiar el emplazamiento idóneo del asilo y obtener el obligado permiso real. A! parecer en el siglo XVII, se- gún Manuel Basas, ya había existi- do una casa-asilo de niños huérfa- nos, fundada en 1610 por Juan de Bengoechea; y por otra parte, co- mo era usual en aquellos tiempos, ^!os hospitales (el de la Magdalena, el de San Lázaro y de los Santos Juanes) habían sido los encarga- dos de recoger a los “desvalidos”, hasta entonces. El 21 de agosto de 1724 se acor- dó ñmdar la casa de beneficencia para pobres y el Señorío se encar- gó de ir recaudando para tal fin. No obstante, el proceso se retrasó hasta 1732, habiéndose acumula- do una cantidad exigua para lo re- querido (30.350 reales de vellón, dice Femando Olascoaga que, cu- riosamente, se destinaron a la construcción de la iglesia de San ^ -Nicolás). El Padre Calatayud, je - suíta, fue el encargado de ejercer la consabida “misión” destinada a promover ia recaudación para el ansiado asilo. Comienzos en Sendeja Ei parón sufiido por el proyecto aún se prolongó unos años más, sin que terminara de dársele sali- da. Por ello, en 1755 se liabilitó un edificio de Bilbao La Vieja como refugio de pobres. Pero en 1760 ..salió finalmente a remate la obra, con el fm de transformar una casa que tenía la Villa en la Sendeja y que había servido de carnicería con antelación. Así, surgió un pri- mer asiio de pobres, dos años des- pués denominado “Casa de la Pie- dad” (1762). Éste fue el comienzo de la Casa de Misericordia, regida por dos ca- pitulares o “Padres de los Pobres”. . Origen de una de las instituciones bilbaínas con aureola original, en materia de beneficencia, de las va- La Santa Casa de Misericordia fue inaugurada en 1872. Fotos P. Telesforo de Errazquin Bilbao dispuso de un Asilo de Huérfanos desde 1883, que estuvo en La Casilla, y acogió a niños menores de siete años A la derecha de la imagen el espléndido edificio de la Misericordia rias que se asocian con la topogra- fía urbana de la Villa, desde los al- bores de la sociedad contemporá- nea. Diez años después, aquel lo- cal resultaba reducido e insufi- ciente. Era preciso renovar espa- cios y cambiar normas administra- tivas para este fin social. En pri- mer lugar, se pedia la creación de un cuerpo estable para atender la Casa de la Sendeja: la Hermandad bajo la advocación de la Inmacula- da y de San Carlos, que se somete- ria a 28 reglas expuestas en im me- morial redactado en 1770. Y también se demandó ”un se- gundo suelo”, cuya ubicación es- tuvo en la calle Iturribide, en la ca- sa de los expulsados Padres de la Compañía de Jesús, una vez apli- cados los decretos desamortizado- res (aili tuvieron iglesia, casa y co- legio). Presentada la petición en Madrid, Carlos III autorizó por Real Provisión que el local y la huerta solicitados, así como la otra parte dei edificio destinada a ia Casa de Maestros de Retórica, La- tinidad y Primeras Letras, se otor- gara para ese cometido, diferen- ciándose de la Iglesia, a la que se trasladaba !a parroquia de San Juan o de los Santos Juanes. Los pobres de la Sendeja fueron acogidos rápidamente en este nue- vo edificio habilitado, estimándo- se entonces que los menesterosos albergados eran aproximadamente irnos iOO. En 1775 se concedieron el patio, los corredores del colegio de los jesuítas y otros espacios no ocupados por los maestros. Es evi- dente que las necesidades de la Casa de Misericordia iban en au- mento, por lo que fmalmente se decretó que todo el edificio fuera destinado a esta finalidad benéfica ( 1776). Como vemos, el desanollo social que acompañó al económi- co, en pleno auge industriaüzador, generó criterios de política social que paliaron los desequilibrios flagrantes de los años más duros del crecimiento industrial. La piqueta se llevó la portada centenaria de aquel edificio: la pri- mera Casa-asilo de Bilbao, en 1957; la que estuvo en ia calle Itu- rribide, fiente a la plaza que hoy es de Miguel de Unamuno. Un nuevo y más bucólico emplazamiento La propuesta de crear un segun- do asilo cundió en pocos años una vez más. A pesar de que inicial- mente se barajaba ia posibilidad de instalarlo en los solares del con- vento de San Agustín, donde lue- go se construiría el Ayuntamiento que hoy ostenta la Villa, los parti- darios de dedicar un edificio de nuevo planeamiento en San Ma- més fueron los vencedores del de- bate. El edificio que ya existía en San

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Orígenes de la Casa de Misericordia de San iViamés en su 130- aniversario

María Jesús Cava Mesa

BILBAO fue desarrollando un sentido civilizador que tuvo expre­sión en elementos de vida social organizada, bastante precozmente. En lo asistencia!, y considerando el tipo de crecimiento que como ciudad portuaria Iiabía ido asu> miendo, eran muclias las precarie­dades que se dejaron sentir. Al lle­gar el siglo XVIII, las voces de la ciudadanía se habían convertido en clamor popular que llegó hasta el Ayuntamiento (sito en la tradi­cional Plaza Vieja) para demandar soluciones efectivas. La idea de organizar una Casa de Beneficen­cia se hacía ineludible. Las autori­dades locales expusieron en 1724 estas ideas, junto con las requisito­rias que el pueblo también había sabido exigir, y e! Síndico propuso la fundación, definitivamente, de una casa para “pobres” destinada a ambos sexos, para habitantes de la Villa y del Señorío. Los forasteros, iniciaJmente, tuvieron derecho a pasar allí una noche solamente, pues se les ordenaba a! día si­guiente que salieran ñtera del dis­trito. Como en todos los asuntos cuya resolución oficia! exige aná­lisis y trabajo previo, se creó una comisión encargada de estudiar el emplazamiento idóneo del asilo y obtener el obligado permiso real.

A! parecer en el siglo XVII, se­gún Manuel Basas, ya había existi­do una casa-asilo de niños huérfa­nos, fundada en 1610 por Juan de Bengoechea; y por otra parte, co­mo era usual en aquellos tiempos, ̂!os hospitales (el de la Magdalena, el de San Lázaro y de los Santos Juanes) habían sido los encarga­dos de recoger a los “desvalidos”, hasta entonces.

El 21 de agosto de 1724 se acor­dó ñmdar la casa de beneficencia para pobres y el Señorío se encar­gó de ir recaudando para tal fin. No obstante, el proceso se retrasó hasta 1732, habiéndose acumula­do una cantidad exigua para lo re­querido (30.350 reales de vellón, dice Femando Olascoaga que, cu­riosamente, se destinaron a la construcción de la iglesia de San

^ -Nicolás). El Padre Calatayud, je­suíta, fue el encargado de ejercer la consabida “misión” destinada a promover ia recaudación para el ansiado asilo.

Comienzos en SendejaEi parón sufiido por el proyecto

aún se prolongó unos años más, sin que terminara de dársele sali­da. Por ello, en 1755 se liabilitó un edificio de Bilbao La Vieja como refugio de pobres. Pero en 1760

..salió finalmente a remate la obra, con el fm de transformar una casa que tenía la Villa en la Sendeja y que había servido de carnicería con antelación. Así, surgió un pri­mer asiio de pobres, dos años des­pués denominado “Casa de la Pie­dad” (1762).

Éste fue el comienzo de la Casa de Misericordia, regida por dos ca­pitulares o “Padres de los Pobres”.

. Origen de una de las instituciones bilbaínas con aureola original, en materia de beneficencia, de las va­

La Santa Casa de Misericordia fue inaugurada en 1872. Fotos P. Telesforo de Errazquin

Bilbao dispuso de un Asilo de Huérfanos desde 1883, que estuvo en La Casilla, y acogió a niños menores de siete años

A la derecha de la imagen el espléndido edificio de la Misericordia

rias que se asocian con la topogra­fía urbana de la Villa, desde los al­bores de la sociedad contemporá­nea. Diez años después, aquel lo­cal resultaba reducido e insufi­ciente. Era preciso renovar espa­cios y cambiar normas administra­tivas para este fin social. En pri­mer lugar, se pedia la creación de

un cuerpo estable para atender la Casa de la Sendeja: la Hermandad bajo la advocación de la Inmacula­da y de San Carlos, que se somete- ria a 28 reglas expuestas en im me­morial redactado en 1770.

Y también se demandó ”un se­gundo suelo”, cuya ubicación es­tuvo en la calle Iturribide, en la ca-

sa de los expulsados Padres de la Compañía de Jesús, una vez apli­cados los decretos desamortizado- res (aili tuvieron iglesia, casa y co­legio). Presentada la petición en Madrid, Carlos III autorizó por Real Provisión que el local y la huerta solicitados, así como la otra parte dei edificio destinada a ia

Casa de Maestros de Retórica, La­tinidad y Primeras Letras, se otor­gara para ese cometido, diferen­ciándose de la Iglesia, a la que se trasladaba !a parroquia de San Juan o de los Santos Juanes.

Los pobres de la Sendeja fueron acogidos rápidamente en este nue­vo edificio habilitado, estimándo­se entonces que los menesterosos albergados eran aproximadamente irnos iOO. En 1775 se concedieron el patio, los corredores del colegio de los jesuítas y otros espacios no ocupados por los maestros. Es evi­dente que las necesidades de la Casa de Misericordia iban en au­mento, por lo que fmalmente se decretó que todo el edificio fuera destinado a esta finalidad benéfica ( 1776). Como vemos, el desanollo social que acompañó al económi­co, en pleno auge industriaüzador, generó criterios de política social que paliaron los desequilibrios flagrantes de los años más duros del crecimiento industrial.

La piqueta se llevó la portada centenaria de aquel edificio: la pri­mera Casa-asilo de Bilbao, en 1957; la que estuvo en ia calle Itu- rribide, fiente a la plaza que hoy es de Miguel de Unamuno.

Un nuevo y m ás bucólico emplazamiento

La propuesta de crear un segun­do asilo cundió en pocos años una vez más. A pesar de que inicial­mente se barajaba ia posibilidad de instalarlo en los solares del con­vento de San Agustín, donde lue­go se construiría el Ayuntamiento que hoy ostenta la Villa, los parti­darios de dedicar un edificio de nuevo planeamiento en San Ma- més fueron los vencedores del de­bate.

El edificio que ya existía en San

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Plano de los ten'enos pertenecientes a la Santa Casa de Miserícordla de Bilbao en la nueva calle abierta entre las de la Ronda e Iturribide. Bilbao, 20 de setiembre de 1880.E. Hoffmayer

Plano de ta Real Casa de Misericordia y sus posesiones adyacentes, 1867. Superficie total: 69.947,287 pies cuadrados

Mamés pertenecía a la Diputación. Se hallaba en terrenos comprados a Rafael Guardamino quien, a su vez, los había adquirido del Estado en el proceso desamortizador que afectó a la anteiglesia de Abando. Aquel imponente caserón había si­do convento, anteriormente, y su secularización venía como conse­cuencia de aquellos decretos del ministro Madoz. En 1871 se firmó la escritura de adquisición. Pero la decisión del traslado ni fiie fácil, ni rápida. Prensa y vecinos expu­sieron su opinión y contribuyeron a dilatar el asunto, pues mediaba en ello la extensión jurisdiccional de la Villa en terrenos de una an­teiglesia limítrofe. Cuando esto fue autorizado de forma oficial, el edificio de San Mamés quedó den-

Pero desde sus origenes remo­tos, ia Casa había organizado, asi­mismo, varios talleres, como el de alfarería, panadería, telares, corde­lería, etc., en los que trabajaron to­dos. Las mujeres y niñas lo hicie­ron esencialmente en hilaturas. Sin embaído, una actividad que fiie proliferando en Bilbao al com­pás del desarrollo industrial fue ia Imprenta. La de la Casa de Miseri­cordia realizó desde 1821 trabajos esmerados, y pese a que se traspa­só en 1831, volvió a recuperar su sello años después. En 1842 la lo­za fina de la Misericordia había adquirido cierto prestigio, pero fi­nalmente su producción se des­manteló ante los resultados poco favorables que rendía (1855). Con la implantación del asilo en San

El Museo Etnográfico de Bilbao exhibe piezas de loza fina de la Misericordia de gran interés

tro del perímetro de Bilbao, y se simplificó el problema. Así pudo entonces efectuarse inmediata­mente el traslado. El Ayuntamien­to compró a la Diputación el edifi­cio y los terrenos colindantes de San Mamés en calidad de Patrono por 500.000 reales, el 3 de mayo de 1871. Y si bien iniciahnente su lejanía pareció inconveniente, su amplitud y servicios, mucho mejor dotados y organizados, paliaron las reticencias iniciales. Salubri­dad, higiene y capacidad fueron garantías contundentes de acepta­ción.

En Iturribide quedó una especie de sucursal como recuerdo de aquel primitivo emplazamiento, y junto a ella, la funeraria, la im­prenta y taller de encuademación. Ei resto del edificio del Casco Vie­jo se destinó luego a la Adminis­tración de Justicia y a Escuela de Artes y Oficios.

FinanciaciónEl mantenimiento del asilo ha­

bía sido desde sus inicios proble­mático. Los principales recursos provenían de los arbitrios sobre los consumos de los ciudadanos de la Villa.

Los aportes del Consulado, de los derechos de buques extranje­ros por tonelada, del consumo de vino y café, de los buhoneros y de los conductores de narrias, de “los corredores de anieros o del puen­te”, etc. eran los campos de proce­dencia de aquellas sumas disponi­bles a priori para su administra­ción.

Mamés sus actividades artesanales e industriales se diversificaron, al igual que otro tipo de prestaciones (sillas, etc).

Sus rifas (generalmente de alha­jas) se convirtieron proverbial­mente en algo común, perpetuado actualmente en la tradición -m u­cho más contemporánea- de la ri­fa del cerdo que celebramos el 21 de diciembre, día del mercado pre- navideño de Santo Tomás, y que ha calado popularmente por su simpatía y sentido social.

Lo cierto es que tras haber sufii- do situaciones de precariedad ini­maginables en varios períodos, durante el siglo XIX, la Herman­dad se preocupó de reglamentar el establecimiento y de acondicio­narlo con mejoras higiénicas bási­cas, siempre en condiciones algo inseguras. Los legados, por este motivo, paliaron en ocasiones los déficits. Así, F. Olascoaga glosó la aportación de María Muñoz (más de 15.000 duros) y de Vicente Za- vala (10.000 reales) en los años 1840 y 1842 como cruciales. Pero el Ayuntamiento decidió con men­talidad progresista y responsable asignarle en sus cálculos presu­puestarios una asignación fija anual, lo cual siempre resultó es­fuerzo pequeño cuando alguna cir­cunstancia extraordinaria tenía lu­gar. Valga un ejemplo: la epidemia de cólera, que pasó a representar un azote para esta población asen­tada en un medio tan húmedo y so­metido a tantos riesgos de conta­gio. Dos brotes de gravedad consi­derable fueron los de 1855 y 1865.

La Misericordia y el campo de fútbol comparten emplazamiento

ras fue asimismo alcalde de Bil­bao.

Quedaba subrayado de este mo­do el final de aquella larga etapa de casi un siglo de permanencia de la institución en el Casco Viejo (en la actual calle María Muñoz), de­jando los locales que forman parte, en la actualidad, del Museo Ar­queológico, Etnográfico e Histórí- co de Bilbao (Museo Vasco).

Como las fotografías de aquel lúcido aficionado a la fotografía, el empresario Telesforo de Erraz- quin, nos permiten disfhitar, el im­ponente edificio de traza muy par­ticular y funcional -aunque no exento de bellos aunque escuetos detalles ornamentales- exhibe una notable suntuosidad extema e in­terna, y señalaba claramente desde aquella época im área expansiva para la Villa, de prometedor futu­ro.

Por entonces, los campos de cul­tivo diverso (entre los que figura­ban viñedos) y que rodeaban al asilo, le prestaban un aire de espar­cimiento campestre y bucólico que perduraría muchos años hasta que la urbe creció bien adentrado el si­glo XX. Y pasaron bastantes años hasta que la tradición futbolística de la Villa encontrara en sus proxi­midades lugar de devoción, pero finalmente así sucedió.

En 1885 quedaba constancia de los proyectos de mejora renovada con que quería dotarse a la Santa Casa de Misericordia: pabellones para inválidos y enfermos, además de obras de mejora varias en previ­sión de nuevos ingresos.

Imagen de San Mamés

De M aría Muñoz a San M amés

El 9 de agosto de 1872 se inau­guraba aquella nueva Casa de Mi­sericordia de San Mamés, con la presencia del Rey Amadeo de Sa- boya y su esposa María Victoria del Pozzo. El alcalde entonces era Alejandro Rivero y con él estuvie­ron en la inauguración otros repre­sentantes de la vida local, como ei diputado Eduardo Victoria de Le- cea quien durante varias legislatu­

Dos años después, una nueva vi-» sita real venía a incorporar en su agenda el obligado encuentro con aquel edificio. En aquella nueva ocasión fiie la Reina Regente Doña Cristina Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII, quien al llegar a Bilbao en septiembre de 1887, qui­so visitar junto con su joven hijo la Casa de Expósitos de la Villa y la Casa de Misericordia. Sin embargo, una indisposición de la Reina que se prolongó hasta el día 16 de septiem­bre, planteada de forma repentina tras haber vivido intensas jomadas, previamente, impidió que pudiera llegar a conocer el asilo nuevo. Nü?' obstante, antes de partir. Doña Cris­tina dejó donativos de 5.000 pesetas para ésta, así como para el Hospital y otras obras de beneficencia.

La Casa de San Mamés fue, sin duda, una obra cuya ejemplar con­dición y funcionamiento enorgulle­ció a sus responsables; y una de­mostración de que, desde finales del XIX hasta la actualidad, aquella mentalidad -de inicio filantrópica- fúe capaz de reconvertirse hasta los postulados asistenciales más mJ^ demos que el paso del tiempo le ha ido exigiendo.

Todavía hoy, la Casa de Miseri­cordia se erige desde su atalaya, co­mo la proa de un barco que contem­pla el proceso de transformación que este estratégico enclave portua­rio ha supuesto para la Villa. Su fi­nalidad social sigue siendo el em­blema de una labor muy importante, que destaca la emprendida desd;l^ 1872 de forma verdaderamente meritoria.