Orientaciones doctrinales y pastorales sobre algunos ... · desciende la estimación de los valores...
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Orientaciones doctrinales y pastorales
sobre algunos aspectos de la preparación
y celebración del Matrimonio
Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz
Presentación
Es una convicción compartida por todos los sacerdotes, por los colaboradores
de la acción pastoral y por los educadores cristianos que el sacramento del
Matrimonio, fundamento de la familia, tiene una gran repercusión en la vida de
los esposos, en la creación y desarrollo de la familia, en la educación cristiana
de la prole, en la vida de la Iglesia y en el desarrollo de la sociedad. Nos lo
advierte el Concilio Vaticano II cuando dice: «El Creador del mundo estableció la
sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana» (AA 11). De ello
se sigue la ineludible necesidad de preparar la celebración del matrimonio con
tiempo y debidamente, teniendo en cuenta los elementos que la integran. Los
primeros interesados han de ser los mismos contrayentes, como subrayan los
diversos documentos pontificios, así como los Directorios para la pastoral
familiar.
En el proceso preparatorio ha de cuidarse, antes que nada, la formación sobre
todo lo que se refiere a la esencia del matrimonio cristiano; a la belleza e
importancia sobrenatural; a las responsabilidades que comporta, coherentes con
la fe que se profesa al pedir este sacramento; a las actitudes fundamentales de
los esposos en orden al cultivo de las virtudes que han de presidir su
convivencia, su apertura a la vida y los principios que deben regir la educación
de la prole.
Asimismo, debe formar parte de la preparación del matrimonio cuanto puede
contribuir al conocimiento del rito sacramental y de los elementos que han de
ayudar a la digna celebración litúrgica y a su oportuna solemnidad.
Al mismo tiempo hay que advertir, pedagógica y pastoralmente, a los futuros
contrayentes acerca de los elementos extraños a la dignidad de la celebración,
porque ésta va a marcar su vida abriendo para ellos una nueva etapa bajo el
signo de la unión matrimonial. La advertencia que hacemos es cada vez más
necesaria en algunos ambientes en los que, por determinadas influencias, se
considera de forma equivocada la celebración litúrgica como una ocasión
propicia para introducir cantos y lecturas que están de más y empañan el valor
y la significación eclesial de la celebración.
No está de más, para ayuda de los sacerdotes, de los colaboradores en la
pastoral del matrimonio y de los mismos aspirantes a la unión conyugal
exponer, de forma clara y concisa, el conjunto de requisitos formales necesarios
para iniciar y completar la documentación imprescindible. Los compromisos de
la alianza matrimonial y su repercusión social exigen un rigor documental que
ha de respetarse y cumplirse con todo esmero.
La intención principal de las páginas que siguen ha sido la de ayudar a
cuantos están implicados, de un modo u otro, en la preparación y celebración
del sacramento del matrimonio.
La experiencia de los sacerdotes y de sus inmediatos colaboradores en esta
tarea tan importante podrá ir ofreciendo consideraciones y sugerencias para
completar el servicio que ha motivado esta publicación.
Los Obispos de la Provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz
+ Santiago García Aracil
Arzobispo de Mérida-Badajoz
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia
+ Francisco Cerro Chávez
Obispo de Coria-Cáceres
Introducción
1. Estado de la cuestión
«Los rápidos y profundos cambios sociales y culturales de nuestro tiempo repercuten,
a veces, de manera negativa en la institución matrimonial y en la vida de la familia. Es
un hecho que cada día aparecen nuevos síntomas de disgregación de la familia: crece el
número de demandas de separación o de declaración de nulidad del matrimonio, se
difunden ideologías divorcistas que prenden con fuerza en el ánimo de muchos jóvenes,
desciende la estimación de los valores éticos sobre el matrimonio y la familia con el
pretexto de una modernidad o de una liberación que en muchos casos es el rodaje de
muchas formas de egoísmo»1.
«Ante esta situación no podemos permanecer indiferentes. La salvación de la persona
y de la sociedad está íntimamente relacionada con la situación real del matrimonio y de
la familia. La Iglesia tiene la conciencia de que presta un servicio a la sociedad cuando
proclama el mensaje evangélico sobre el matrimonio y se esfuerza por ayudar a los
esposos a vivir de acuerdo con las exigencias del amor y fidelidad propios de toda unión
conyugal. Es necesaria la reflexión y el discernimiento. Es preciso que actuemos todos
con sentido y responsabilidad»2.
2. Preocupación de la Iglesia
La situación descrita, que tiene sus diferencias de grado y de
manifestaciones, pide a la Iglesia una seria reflexión acerca de cómo debe ser su
comportamiento pastoral. «Los pastores y la comunidad cristiana se esfuercen por
promover una renovación de la vida de fe y de la conciencia eclesial de los bautizados
que desean contraer matrimonio en la Iglesia»3. Por eso, desde hace ya muchos años,
la pastoral en torno a los distintos pasos y momentos previos y subsiguientes al
matrimonio ocupa un lugar destacado en la preocupación de los pastores. Con
frecuencia este es un motivo y un objeto de estudio y diálogo en muchas
reuniones sacerdotales. A ello nos urge el Concilio Vaticano II, reafirmando el
principio de que «la salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está
1
COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, La estabilidad del matrimonio, 1977, n. 1. 2 Ibidem, n. 2. 3 Ibidem, n. 27.
estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad familiar y conyugal… Por lo
tanto, el Concilio, al exponer con mayor claridad algunos capítulos de la doctrina de la
Iglesia, pretende iluminar y confortar a los cristianos y a todos los hombres que se
esfuerzan por proteger y promover la dignidad natural del estado matrimonial y su
eximio valor»4.
El matrimonio de los que se casan en el Señor se convierte, en virtud del
misterio pascual de Cristo, en lugar de gracia y santificación para los esposos.
“Casarse por la Iglesia” no es solo una forma jurídica de contraer matrimonio,
es celebrar un sacramento cristiano. El matrimonio sacramental presupone la
madurez de la fe y la vida cristiana de quienes desean celebrarlo.
«Una catequesis de adultos bien orientada, según la capacidad y la situación
espiritual de los novios, puede ser una ayuda inestimable para la adecuada celebración
litúrgica del matrimonio y, sobre todo, para iniciar esta nueva etapa de su vida en
conformidad con el Evangelio»5.
3. Exigencias que comporta el matrimonio
«Casarse por la Iglesia, o en el Señor, es una auténtica confesión de fe ante la
comunidad cristiana reunida, que exige de los novios una madurez en la misma fe, y que
necesita una adecuada catequesis»6. «El noviazgo ha de ser para los fieles no solo el
tiempo de preparación psicológica para el matrimonio, sino también de iniciación al
sacramento, y de desarrollo progresivo de las exigencias de la fe en orden al
matrimonio»7.
Por eso, «el rito del matrimonio está concebido para los contrayentes que de verdad
entienden y viven la significación y realidad de las nupcias cristianas. Solamente en un
clima de fe se puede entender que los esposos cristianos son llamados a ser signo del
misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, y a participar del mismo. Y
solamente con una viva conciencia de Iglesia los contrayentes irán ante la asamblea a
hacer pública manifestación de su amor para vivirlo en el Señor»8.
4 GS 47.
5 COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, o. c., n. 27.
6 RITUAL DEL MATRIMONIO (1970), n. 21.
7 Ibidem, n. 22.
8 Ibidem, n. 8.
Preparar a los contrayentes para que celebren su matrimonio con verdadero
sentido cristiano debe de ser una de las más grandes preocupaciones de todos
los que intervienen en ese periodo previo, y, sobre todo, de los pastores.
Celebrar el matrimonio, poniendo de relieve todos los valores catequéticos,
litúrgicos, comunitarios, de fe, etc. que lleva consigo toda celebración
sacramental, es una de las metas a las que siempre debemos aspirar sin
desánimo, sin falsas expectativas y sin concesiones indebidas.
Al Obispo diocesano le corresponde la regulación de toda la pastoral
matrimonial, ayudado de sus colaboradores los párrocos y sus vicarios. Esta
tarea debe hacerse de una forma organizada, en la clave de la nueva
evangelización, y con la ayuda de toda la comunidad local.9
4. Motivo y objetivo de estas orientaciones
El motivo que nos ha llevado a presentar estas orientaciones es que, desde
hace años, se experimentan dificultades en la preparación y celebración de los
matrimonios, no solo en lo que se refiere a la comprensión de su significado
como sacramento, sino también en lo que se refiere a la recta celebración del rito
sacramental. Ello se debe a la frialdad o indiferencia de algunos novios respecto
de la fe cristiana, y a la falta de una adecuada formación para afrontar
debidamente cuanto implica su unión matrimonial mediante un sacramento;
situación esta que les impide entender, valorar y respetar siquiera algunos
elementos constitutivos del rito sacramental. Esto explica también las
dificultades para participar en las actividades preparatorias.
Por la misma razón se tergiversa, en ocasiones, la postura de la Iglesia en lo
concerniente a la normativa que debe regir la celebración del matrimonio. Ese
es el motivo por el que los novios se sienten incomprendidos o incluso
injustamente tratados si no se acepta lo que ellos estiman equivocadamente
como un supuesto derecho. A ello contribuye notablemente también el hecho
de que en otros lugares han presenciado bodas aderezadas con las más
peregrinas e incorrectas intervenciones, o prescindiendo de elementos,
9 Cf. FC 66; Ritual del Matrimonio (1995), 12, 13, 26.
ciertamente no esenciales para la validez del matrimonio, pero preceptivos
según el Ritual establecido por la Iglesia católica.
No faltan en estos momentos propuestas o peticiones de intervención por parte
de familiares o amigos, que no están debidamente preparados, o que no siempre
reúnen las condiciones mínimas para ocupar el puesto o para realizar la función que
pretenden. La situación llega a ser especialmente delicada cuando algún sacerdote
amigo preside la celebración de la boda y se arroga el derecho a introducir ad libitum
algunas licencias impropias del acto y del lugar.
Lo que se establece en estas orientaciones ha tenido en cuenta el origen y el
motivo de los usos y peticiones anómalas, cuya noticia, que nos llega con
alguna frecuencia, nos pide una clarificación litúrgica o canónica, así como las
pautas para la enmienda necesaria y razonablemente expuesta. Con la puesta
en práctica de estas orientaciones se pueden coordinar y concretar los principios
jurídicos y también la preparación adecuada de los contrayentes, con el fin de
facilitarles una celebración comunitaria y bien participada que propicie, al
mismo tiempo, una rica vivencia de su condición eclesial.
Estas orientaciones han sido fruto de consultas, diálogos y aportaciones
diversas con el fin de ofrecer criterios y pautas de acción debidamente
autorizadas y libres de visiones particulares y localistas, sin la pretensión de
que sean consideradas como un Directorio.
Es posible, asimismo, que estas páginas no lleguen a dar respuesta
satisfactoria a todas las personas que plantean problemas en torno a la
celebración del sacramento del matrimonio. Con todo, hemos procurado
exponer aquellas referencias doctrinales, canónicas, litúrgicas y pastorales que
pueden iluminar suficientemente los interrogantes y las dificultades que salen
al paso.
No olvidemos, además, que la falta de formación en muchos casos, la pobreza
de vida cristiana en otros, y los mimetismos ante determinadas celebraciones
verdaderamente extrañas, e incluso incorrectas, contempladas en algunos
lugares, son elementos que condicionan y seguirán condicionando, de algún
modo, las buenas disposiciones de contrayentes y familiares para entender lo
establecido por la Iglesia.
5. Punto de partida de estas orientaciones
Estas orientaciones parten del supuesto de que, si se cuida en su momento la
preparación de los contrayentes, teniendo en cuenta lo que se dice en los
diversos documentos de la Iglesia, la celebración del matrimonio ofrecerá pocos
problemas, y se podrá llevar a cabo con todo orden y provecho. Para ello es
necesario que, directa e indirectamente, se vaya haciendo alusión, ya desde los
primeros momentos de la preparación próxima, a los puntos más importantes y
posiblemente conflictivos que suelen plantearse más tarde. Sólo de este modo
podrá asegurarse una solución airosa que evite el problema e incluso el
conflicto en el último momento.
Estas orientaciones están inspiradas en el talante pastoral que debe
caracterizar a los Obispos y a sus inmediatos colaboradores los presbíteros. El
estilo que sugieren estas páginas para el proceso de preparación al rito
sacramental, y para la clarificación de los posibles interrogantes, es el que
corresponde al verdadero pastor: espíritu acogedor, dialogante, motivador en
todos los aspectos que puedan resultar novedosos o no fácilmente
comprensibles por los interesados, y la paciente preparación de las personas
que hayan de intervenir en la atención a los novios y en el curso de la
celebración del Sacramento del Matrimonio.
6. Ámbito y límite de estas orientaciones
Las orientaciones que ofrecemos aquí para la preparación y celebración del
matrimonio no pretenden ocupar el lugar de un directorio. Solo tratan de
presentar ordenadamente algunas normas ya existentes en otros documentos
eclesiales y algunas reflexiones que sirvan para clarificar y concretar lo que está
establecido sobre la preparación y celebración del rito sacramental. Todo ello
viene exigido por la dignidad, trascendencia e implicaciones propias de la
celebración de este sacramento.
Sin embargo, en orden a la fundamentación teológica, litúrgica y pastoral, se
recogen también en estas páginas algunas ideas y textos del Magisterio de la
Iglesia, del Código de derecho canónico, de las orientaciones del Ritual del
Matrimonio, del Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España,
preparado por la CEE, así como de otros documentos que versan sobre este
mismo tema.
Las orientaciones aquí expuestas pertenecen a la disciplina de la iglesia
particular, con la firma conjunta de los Obispos de la Provincia eclesiástica de
Mérida-Badajoz. Tanto los sacerdotes, como los religiosos y seglares deben
poner interés en conocerlas y llevarlas a la práctica.
7. Destinatarios
Con este documento se trata de ofrecer unas pautas comunes de actuación en
nuestras diócesis a cuantos intervienen en la preparación y celebración del
Matrimonio: sacerdotes, diáconos, matrimonios de acogida, catequistas de
cursillos prematrimoniales, delegaciones de familia, grupos de liturgia, etc.,
para que ayuden a los contrayentes a entender y cumplir cuanto les concierne
en la celebración digna y fructuosa de este sacramento; y para que asuman con
sencillez y espíritu eclesial la normativa diocesana en la que se concreta la
disciplina de la Iglesia.
Primera parte
PREPARACIÓN DE LA CELEBRACIÓN SACRAMENTAL
DEL MATRIMONIO
8. Necesidad de la preparación
«Las graves dificultades que encuentra una persona para constituir su matrimonio y
llevar adelante su familia, la extensión de los fracasos matrimoniales y las secuelas de
dolor que dejan en tantas personas (en especial en las más inocentes: los niños) nos
manifiestan la gran necesidad de preparar a las personas para afrontar, con la gracia de
Dios y la disposición propia, esta tarea peculiar que han de vivir en la Iglesia»10.
«La Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al
matrimonio para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos
matrimonios»11.
«El matrimonio es una expresión concreta de la vocación cristiana que los cónyuges
tendrán que realizar, bajo el signo de la cruz y de la esperanza y con la fuerza del
Espíritu, en medio de luchas, sufrimientos y pruebas. Todo el poder victorioso del amor
de Dios se despliega justamente en la debilidad (cf. 2 Cor 12, 9)»12.
Los pastores de almas estamos obligados a procurar que la propia
comunidad eclesial preste asistencia a los fieles cristianos para que la vocación
matrimonial se mantenga en el espíritu cristiano y progrese hacia la
perfección13. En este sentido, el mismo Código señala: «Corresponde al Ordinario
del lugar cuidar de que se organice debidamente esa asistencia»14.
El beato Juan Pablo II insiste en que «en nuestros días es más necesaria que
nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar»15; y concreta
diciendo que «la preparación al matrimonio ha de ser vista y actuada como un proceso
10
DPF 74. 11
FC 66. 12
COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, o. c., n. 15. 13
Cf. CIC, c. 1063. 14
CIC, c. 1064. 15
FC 66.
gradual y continuo. En efecto, comporta tres momentos principales: una preparación
remota, un próxima y otra inmediata»16.
9. La preparación remota
El mismo Papa centra la preparación remota en el curso de una formación
integral cristiana que, como es lógico, debe comenzar en la infancia y
prolongarse hasta lograr un correcto discernimiento vocacional para asumir el
matrimonio: «La preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa
pedagogía familiar… Es el periodo en que se imbuye la estima por todo auténtico valor
humano tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales con todo lo que
significa para la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias
inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo, etc.
Se exige, además, especialmente para los cristianos, una sólida formación espiritual y
catequística, que sepa mostrar en el matrimonio una verdadera vocación y misión»17.
10. La preparación próxima
Sólo desde esta preparación remota resulta lógica y bien aprovechable la
llamada preparación próxima. El contenido de esta nueva etapa preparatoria
para el Matrimonio debería centrarse en el desarrollo de una catequesis al estilo
catecumenal que preparase a los novios para la valoración y gozosa recepción
del sacramento. Esta etapa de la preparación al matrimonio «comporta –desde la
edad oportuna y con una adecuada catequesis, como en un camino catecumenal– una
preparación más específica para los sacramentos, como un nuevo descubrimiento. Esta
nueva catequesis de cuantos se preparan al matrimonio cristiano es absolutamente
necesaria, a fin de que el sacramento sea celebrado y vivido con las debidas disposiciones
morales y espirituales»18.
11. La preparación inmediata
Finalmente, el Papa se refiere a la conveniencia de la preparación inmediata:
«La preparación inmediata a la celebración del sacramento del matrimonio debe tener
lugar en los últimos meses y semanas que preceden a las nupcias»19. «Entre los
16
Ibidem. 17
FC 66. 18
Ibidem. 19 FC 66.
elementos a comunicar en este camino de fe, análogo al catecumenado, debe haber
también un conocimiento serio del misterio de Cristo y de la Iglesia, de los significados
de gracia y responsabilidad del matrimonio cristiano, así como la preparación para
tomar parte activa y consciente en los ritos de la liturgia nupcial»20.
En esta etapa, y como preparación inmediata al matrimonio, debe llevarse a
cabo, pues, una catequesis litúrgica. Esta catequesis debe consistir en una
explicación o preparación esmerada y viva de los aspectos litúrgicos: visión del
rito en su conjunto y en cada una de las partes, elección de lecturas, fórmula del
consentimiento, etc.
«La finalidad de esta catequesis es la participación activa y personal de los
contrayentes en su matrimonio… Para ello partirá de la riqueza de signos y significados
de la liturgia del matrimonio para introducirlos en el sentido propio de la celebración,
con su valor sagrado y el elemento de trascendencia que se viven en ella»21.
12. Cursillos prematrimoniales y pastoral familiar
Puesto que el cursillo constituye para muchos como un primer contacto con
la dimensión cristiana del matrimonio y con las exigencia de la misma, «es
absolutamente necesario que los cursos prematrimoniales no se separen del conjunto de
la pastoral familiar, sino que, por el contrario, por la participación en ellos, se perciba la
importancia de una preparación más profunda y se abra la posibilidad de una
vinculación con los itinerarios de fe. Igualmente, al hablar de su futuro matrimonial, se
deben presentar los servicios de ayuda eclesiales para la construcción de la familia,
señalándoles los momentos principales de esta ayuda y los medios que se les pueden
ofrecer para ello»22.
Estas indicaciones, que no agotan las advertencias de necesaria atención para
estructurar y realizar los cursillos prematrimoniales, deben completarse
acudiendo al Directorio de pastoral familiar de la Conferencia Episcopal
Española, sobre todo en los números 103-117.
13. Obligatoriedad de los cursillos prematrimoniales
20
Ibidem. 21
DPF 122. 22
DPF 115.
Es muy conveniente, de cara a la importancia de los cursillos
prematrimoniales, tener en cuenta la obligatoriedad con que pueden plantearse.
El papa Juan Pablo II, al mismo tiempo que manifiesta la importancia y
urgencia de la preparación inmediata al matrimonio, aclara que la falta de dicha
preparación no debe ser impedimento para la celebración del matrimonio: «Por
más que no sea de menospreciar la necesidad y obligatoriedad de la preparación
inmediata al matrimonio (lo cual sucedería si se dispensase fácilmente de ella), sin
embargo tal preparación debe ser propuesta y actuada de manera que su eventual
omisión no sea un impedimento para la celebración del matrimonio»23.
La forma como deban presentarse los cursillos prematrimoniales y la
urgencia con que se hayan de implantar o exigir, dependerá de la legislación
particular de cada Diócesis.
En cualquier caso, deberá tenerse en cuenta la situación de cada uno de los
aspirantes al matrimonio, tanto en su formación y vivencia cristiana como en su
disposición y capacidades personales24.
13. 1. Los cursillos prematrimoniales
No podemos omitir aquí la referencia clara e insistente que hace el beato
Juan Pablo II sobre la importancia de los cursillos prematrimoniales.
a) Contenidos fundamentales
El papa Juan Pablo II nos dice que los contenidos fundamentales deben ser
«doctrinales, pedagógicos, legales y médicos que interesan al matrimonio»25.
b) Objetivos fundamentales
«Los objetivos fundamentales de estos cursos están en continuidad con los de la
preparación próxima; el conocimiento del matrimonio cristiano como un camino de
santidad, y la adquisición de las disposiciones subjetivas para la recepción válida y
fructuosa del Sacramento»26.
c) Desarrollo
23
FC 66. 24
DPF 103. 25
FC 66. 26
DPF 117.
Respecto al desarrollo de estos contenidos, el Papa añade que deben
estructurarse «de manera que cuantos se preparen al mismo, además de una
profundización intelectual, se sientan animados a inserirse vitalmente en la comunidad
eclesial»27.
Se ve claramente que el objetivo de estos cursos es contribuir a la formación
integral de los futuros esposos. Lo cual quiere decir que los cursos
preparatorios no pueden aspirar a ser menos que una introducción sencilla,
viva pero debidamente motivada, para que los participantes en ellos sientan la
necesidad de ampliar sus conocimientos y de profundizar en el estilo de vida
personal y matrimonial que van a tener que afrontar.
d) Oportunidad para completar la iniciación cristiana
En el contenido de estos cursillos hay que tener en cuenta que muchas
parejas no habrán recibido el sacramento de la Confirmación. Este momento es
una oportunidad para acercarles a su recepción, al tiempo que se les prepara a
la participación en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. A ello nos
invita el Ritual del Matrimonio de 1970: «El sacramento del matrimonio…
presupone la madurez de la fe y de la vida cristiana, alimentada por la palabra de Dios,
sellada por los sacramentos que completan la iniciación cristiana: la confirmación y la
eucaristía»28.
Por ello, en el proceso de preparación al matrimonio debería facilitarse a los
contrayentes, en la medida de lo posible, la recepción de los sacramentos de la
confirmación y recomendarle encarecidamente que acudan a los sacramentos
de la penitencia y de la eucaristía para una fructuosa celebración del
matrimonio:
«Los católicos aún no confirmados deben recibir el sacramento de la confirmación
antes de ser admitidos al matrimonio, si ello es posible sin dificultad grave»29. En este
caso debería iniciarse con el tiempo necesario una catequesis preparatoria. Para
la celebración del sacramento, deberán ponerse en contacto con el Obispo.
27
FC 66 28
Ritual del Matrimonio (1970), nº 6. 29
CIC, c. 1065 § 1.
«Para que reciban fructuosamente el sacramento del matrimonio se recomienda
encarecidamente que los contrayentes acudan a los sacramentos de la penitencia y de la
santísima eucaristía»30.
14. El expediente matrimonial
14. 1. Importancia social del expediente matrimonial
Uno de los pasos en la preparación de los novios para recibir el sacramento
del matrimonio es, sin duda, la elaboración del expediente matrimonial. Este
requisito no debe ser visto como un mero trámite administrativo, sino como un
instrumento pastoral muy importante para garantizar la celebración válida y
lícita del sacramento del matrimonio, tanto en su dimensión humana como
sobrenatural.
Antes de que se celebre el matrimonio, debe constar que nada se opone a su
celebración válida y lícita (c. 1066). Quien asiste al matrimonio actúa
ilícitamente si no le consta el estado de libertad de los contrayentes a tenor del
derecho (c. 1114). El instrumento para obtener esta constancia es el expediente
matrimonial.
Además, el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre asuntos
jurídicos de 1979 establece lo siguiente: «El Estado reconoce los efectos civiles al
matrimonio celebrado según las normas del derecho canónico. Los efectos civiles del
matrimonio canónico se producen desde su celebración. Para el pleno reconocimiento de
los mismos, será necesaria la inscripción en el Registro civil, que se practicará con la
simple presentación de la certificación eclesiástica de que se realizó el matrimonio»31.
14. 2. Dimensión pastoral del expediente matrimonial.
La formalización del expediente matrimonial puede ser, en muchos casos, la
primera y casi la única ocasión para mantener un contacto con los aspirantes al
matrimonio. Por tanto, debe ser aprovechada al máximo con estilo pastoral,
cuidando que se logre un diálogo sencillo, paciente, alejado de toda impronta
burocrática, y procurando abrir a los novios a la consideración gozosa de la
belleza que encierra la vocación matrimonial, puerta de la familia; y cómo esta
belleza se percibe con especial fuerza y fruición cuando se vive como vocación
30
CIC, c. 1065 § 2. 31
Artículo VI. 1.
de Dios, con la conciencia de que Dios acompaña a los esposos que le reservan
un lugar en el seno de la pareja y de la familia que pueda ir formándose.
Por todo ello es aconsejable que este primer encuentro lo mantenga el
sacerdote, dedicándole el tiempo necesario, e incluso concertando previamente
la entrevista para que la espera de otros no rompa la serenidad de un encuentro
distendido.
Estos momentos son, para muchos, una ocasión de encuentro con la Santa
Madre Iglesia ante un acontecimiento feliz, que es centro y motivo de ilusiones,
proyectos, preocupaciones y esperanzas que marcarán una etapa decisiva de su
vida. A este respecto es importante que el interrogatorio de los novios y de los
testigos se tenga por separado, uno por uno, con el fin de que se manifiesten
con total libertad32.
Además, es la ocasión adecuada para informarles acerca de los requisitos que
han de tener en cuenta a la hora de iniciar el expediente, así como para
informarles de las fechas y estilos de los cursillos prematrimoniales,
motivándoles pacientemente para que los aprovechen.
Asimismo, si no han recibido el sacramento de la confirmación, es una
oportunidad para animarles a que lo reciban con la adecuada preparación,
considerando las posibles fechas para ello.
14. 3. Quién debe hacer el expediente
El responsable de garantizar que todas las actuaciones previas al matrimonio
se realizan correctamente y que nada obsta a su celebración válida y lícita es el
párroco a quien le corresponde asistir al matrimonio (c. 1070), que, a tenor del
canon 1115, pueden ser los siguientes: el párroco del domicilio o cuasidomicilio,
o de la residencia mensual de cada uno de los contrayentes, y si se trata de
vagos, la parroquia donde de hecho se encuentren. Además, y con licencia del
Ordinario o de uno de los párrocos citados, las investigaciones se pueden
realizar en otro lugar.
En principio, el párroco a quien corresponde asistir al matrimonio no debe
delegar en otra persona la tarea de redactar las informaciones matrimoniales,
32
DPF 126.
pero si realiza las investigaciones alguien distinto de él, ésta comunicará cuanto
antes su resultado al mismo párroco.
14. 4. Documentos necesarios para la realización del expediente matrimonial
a) Documentación general
Documento nacional de identidad o pasaporte. Presentarán el documento
original y la copia, la cual, tras su cotejo o comprobación, se incorporará
al expediente matrimonial.
Certificado literal de nacimiento (no en extracto), expedido por el Registro
civil correspondiente al lugar de nacimiento, haciendo constar el estado
civil de la persona. En el momento de su presentación (al iniciarse el
expediente) debe tener una antigüedad inferior a tres meses. No es
suficiente la mera presentación del Libro de Familia.
Partida de bautismo, emitida no más de tres meses antes de la fecha de inicio
del expediente matrimonial (legalizada por la curia diocesana de origen,
en caso de provenir de una parroquia no perteneciente a la diócesis de la
parroquia en la que se hace el expediente). En el caso de que el
expediente se instruya en la parroquia del bautismo basta con que se
anote en el impreso la referencia del libro, folio y número de la
inscripción.
Fe de soltería expedida por el párroco de la parroquia donde el contrayente
tenga su domicilio. Subsidiariamente, en el caso de que el párroco no
conozca personalmente al contrayente, la fe de soltería podrá ser
sustituida por una declaración jurada y escrita del contrayente sobre su
estado de vida.
Certificado del resultado de las amonestaciones, en el caso de haberse
realizado en una parroquia distinta a aquella en la que se tramita el
expediente. (En el supuesto de que solo se hayan hecho en la misma
parroquia en la que se tramita el expediente, bastará recoger el resultado
en el propio impreso).
Certificado de haber participado en el cursillo prematrimonial.
b) Documentación especial para algunos casos
Si alguno de los contrayentes es viudo: partida de defunción del cónyuge.
Si los contrayentes están ya casados civilmente entre ellos: certificación
literal del matrimonio, expedida por el Registro civil.
Si alguno de los contrayentes contrajo matrimonio civil con otra persona
distinta de aquella con la que quiere casarse ahora: certificación literal de
aquel matrimonio, expedida por el Registro civil, donde conste, si se ha
producido, su disolución civil por divorcio; certificación de la declaración
de nulidad matrimonial, si se hubiera producido.
14. 5. ¿Cuándo debe ser autentificada o legalizada una partida de bautismo u
otro documento eclesiástico?
Las partidas u otros documentos eclesiásticos (amonestaciones o fe de
soltería, comunicación de matrimonio celebrado, extracto de datos…) que han
de ser enviados de una parroquia a otra parroquia no perteneciente a la misma
diócesis, han de ser legalizados por la curia diocesana de la parroquia de
origen, para poder ser aceptadas como válidas.
Consecuentemente, no es necesario legalizarlas cuando se envían a una
parroquia de la misma diócesis, aun cuando el enlace matrimonial vaya a tener
lugar fuera de ella.
14. 6. ¿Qué debe hacerse cuando existan discrepancias entre los datos de la
certificación de nacimiento y la partida de bautismo o errores materiales en
esta última?
Deben enviarse todos los datos conocidos a la curia diocesana propia para
que el Ordinario, tras la debida indagación, autorice o no la subsanación de los
errores existentes en los libros sacramentales.
14. 7. ¿En qué casos debe remitirse el expediente matrimonial a la curia
diocesana?
El expediente deberá completarse en la curia diocesana necesariamente en
los siguientes casos:
1. Cuando uno de los contrayentes sea vago.
2. Cuando el matrimonio no puede ser reconocido o celebrado según la ley
civil.
3. Cuando uno de los contrayentes haya obtenido divorcio o nulidad de
matrimonio civil. Será el caso de quien esté sujeto a obligaciones naturales
nacidas de una unión precedente, hacia la otra parte o hacia los hijos de esa
unión (canon 1071, 3º).
4. Cuando uno de los contrayentes ha abandonado notoriamente la fe.
5. Cuando uno de los contrayentes esté incurso en una censura.
6. Cuando uno de los contrayentes es menor de edad, por no haber
cumplido los 18 años.
7. Cuando el matrimonio se celebre por procurador.
8. Cuando uno de los contrayentes no sea católico.
9. Cuando uno de los contrayentes tiene algún impedimento.
10. Cuando uno de los contrayentes haya obtenido declaración de nulidad
de un matrimonio canónico anterior y se le haya impuesto un veto para
contraer nuevas nupcias.
11. Cuando uno de los contrayentes sea extranjero (en este caso, como
veremos más adelante, todo el expediente se realizará en la curia).
12. En el caso de muerte presunta del cónyuge.
14. 8. ¿Qué debe hacerse si el matrimonio se celebra en una parroquia
distinta de aquella en la que se instruye el expediente?
Si se celebra en otra parroquia de la diócesis, una vez formalizado el
expediente, el párroco que lo instruyó lo hará llegar directamente a dicha
parroquia, entregándolo en mano o mediante correo certificado, sin darle este
encargo a los contrayentes.
Si se celebra en una parroquia de otra diócesis, el párroco que lo instruyó
enviará el expediente a la curia diocesana propia, y esta remitirá un atestado a
la curia de la diócesis en la que se celebrará el enlace, quien a su vez enviará el
atestado a la parroquia de celebración.
14. 9. ¿Dónde y cómo deben realizarse las amonestaciones?
Las amonestaciones o proclamas, por las que se comunica a la comunidad
parroquial la futura celebración del enlace, instando a aquel que pueda tener
conocimiento de algún hipotético impedimento matrimonial que lo comunique
al párroco, deben hacerse en las parroquias donde los contrayentes tienen o han
tenido su domicilio.
El resultado de tales amonestaciones debe ser recogido en el expediente
matrimonial, bien en el mismo impreso, en el caso de haberse realizado en la
parroquia donde se instruye el expediente, o bien mediante certificación en el
caso de haberse realizado en una parroquia distinta.
Las amonestaciones pueden realizarse mediante la colocación de un edicto
en un lugar visible de la parroquia, por un plazo de quince días, o, donde haya
tradición de ello, leyendo las proclamas al menos dos días de fiesta.
Por causa razonable, pueden ser dispensadas por el Ordinario del lugar.
15. ¿Cuáles son los trámites tras la celebración matrimonial?
Si no ha asistido el párroco al matrimonio, el sacerdote o diácono asistente y
los testigos deben firmar el acta de celebración para que le conste al párroco que
la celebración ha tenido lugar.
El párroco de la parroquia en la que se celebró el matrimonio ha de inscribir
cuanto antes en el libro de matrimonios de la parroquia el matrimonio
celebrado, y ha de anotar al margen de la partida de bautismo de cada uno de
los contrayentes, si están bautizados en la parroquia de celebración del
matrimonio, el matrimonio celebrado.
En el caso de que alguno de los contrayentes esté bautizado en otra
parroquia distinta de la parroquia de la celebración del matrimonio, el párroco
de esta debe enviar cuanto antes a la parroquia del bautismo de cada uno de los
contrayentes la notificación de la celebración del matrimonio para la nota
marginal. Si la parroquia del bautismo pertenece a la misma diócesis de la
celebración, la remitirá directamente a aquella parroquia; en caso contrario, se
enviará a la curia diocesana propia para su envío a la curia diocesana de la
parroquia del bautismo.
El párroco de la parroquia de celebración del matrimonio debe cumplimentar
la Certificación eclesiástica de matrimonio para su notificación al Registro civil y
archivar en el expediente el ejemplar que el Registro civil debe devolver a la
parroquia debidamente cumplimentado. Dicha notificación la deberá hacer el
párroco o un delegado suyo, evitando en lo posible dar este encargo a los
propios contrayentes.
Cuando los contrayentes ya se hubiesen casado civilmente entre sí, no debe
enviarse al Registro civil la Certificación eclesiástica de matrimonio.
16. Variedad y cuidado de los expedientes matrimoniales
De todos es conocido el incremento de los flujos migratorios en los últimos
años y la labor pastoral realizada por la Iglesia en este campo. Esta
circunstancia ha provocado el aumento de la solicitud de matrimonios
canónicos de diversos tipos, y la aparición de ciertas dificultades relacionadas
con el trámite a seguir en la preparación de algunos expedientes matrimoniales.
En el proceso de preparación del expediente debe cuidarse con esmero el
cumplimento de todo lo establecido para cada caso, precisamente por los
efectos civiles que se producen desde su celebración, y de los conflictos que
podrían seguirse de un expediente incompleto o equivocado.
Para facilitar la labor pastoral de los párrocos en esta materia, se exponen
aquí los diversos casos más importantes que pueden presentarse:
16. 1. Cuando uno o los dos contrayentes son menores de edad
Si el varón no ha cumplido 16 años o la mujer no ha cumplido 14 años, tienen
impedimento de edad, que afecta a la validez del matrimonio.
Si cualquiera de los contrayentes no ha cumplido 18 años, la celebración del
matrimonio es ilícita.
Si los padres de uno de los contrayentes ignoran que se va a casar o se
oponen razonablemente al matrimonio, nadie debe asistir al matrimonio sin
licencia del Ordinario.
Puede ser negada la inscripción en el Registro civil de un matrimonio de un
menor de edad y, en consecuencia, el reconocimiento por parte del Estado de
los derechos civiles del matrimonio canónico. (La legislación civil española fija
la edad matrimonial en los dieciocho años cumplidos, o bien a partir de la
emancipación, que puede tener lugar desde los 16 años cumplidos, pudiendo
dispensar del impedimento a partir de los 14 años el juez de primera instancia).
En caso de menor de edad hay que acudir a la curia diocesana cuando se está
tramitando el expediente.
Los pastores de almas han de disuadir de la celebración del matrimonio a los
jóvenes que no han alcanzado la edad en la que según las costumbres de la
región se suele contraer matrimonio.
La edad matrimonial de los no católicos viene determinada por el
ordenamiento jurídico al que estén sujetos, salvo que se oponga al derecho
natural.
El Ordinario no admitirá la solicitud del matrimonio de menores de edad sin
que cuenten con la autorización de los padres, que deberá garantizarse
mediante documento.
16. 2. Cuando uno o los dos contrayentes son extranjeros residentes en
España
La tramitación de todo el expediente matrimonial se llevará a cabo
inexcusablemente a través de la curia diocesana (Notaría de Matrimonios), con
intervención del Promotor de Justicia. A éste le corresponde examinar la
documentación.
El proceso a seguir será:
Primero: El párroco acogerá al contrayente o contrayentes que acudan al
despacho parroquial para solicitar el matrimonio canónico, y les explicará que
deben presentarse en la Notaría de Matrimonios de la curia diocesana,
provistos de los siguientes documentos:
1. Documento nacional de identidad, o pasaporte, o tarjeta de residencia en
vigor. Presentarán el documento original y la copia, la cual, tras su cotejo o
comprobación, se incorporará al expediente matrimonial.
2. Certificado literal original de nacimiento (no en extracto), expedida por el
Registro civil correspondiente al lugar de su nacimiento, haciendo constar el
estado civil de la persona. En el momento de su presentación debe tener una
antigüedad inferior a tres meses. No será suficiente la mera presentación del
libro de familia. El certificado literal de nacimiento debe estar debidamente
traducido por organismo diplomático, consular o intérprete jurado, así como
legalizado por las autoridades competentes representativas de dicho país.
3. Partida de bautismo original, expedida por la parroquia donde tuvo
lugar, y de fecha reciente (menos de tres meses). Esta partida debe ser
legalizada en el obispado correspondiente.
4. Certificado de haber recibido el sacramento de la Confirmación, en su
caso.
5. Certificado de haber realizado el cursillo prematrimonial o de haber
recibido la catequesis de preparación al matrimonio.
6. Certificado de empadronamiento actual del contrayente extranjero,
expedido por el Ayuntamiento al que ha pertenecido en los dos últimos años.
Este documento, en el momento de su presentación, debe tener una antigüedad
inferior a tres meses. En el caso de que lleve menos de dos años residiendo en
una localidad, deberá aportar el empadronamiento de la otra u otras
localidades en las que hubiese estado residiendo anteriormente, hasta
completar los dos años de empadronamiento.
Segundo: En la Notaría de Matrimonios de la diócesis en la que solicitan
llevar a cabo su matrimonio, serán entrevistados personalmente y por separado
por el Promotor de Justicia, una vez se haya comprobado que la documentación
aportada es completa y correcta.
Tercero: Si la comprobación de los documentos y la entrevista dan un
resultado positivo, a continuación se concederán las dispensas y licencias que,
en cada caso, sean necesarias.
Finalizada favorablemente toda esta tramitación, se avisará al párroco para
que acuda a la Notaría de Matrimonios y recoja el expediente, o se le enviará
por correo certificado. En ningún caso se le entregará a los futuros contrayentes.
El sacerdote de la parroquia en la que solicitan contraer matrimonio
procurará fijar con los contrayentes la fecha de la boda un vez que el expediente
haya sido completado, no antes. El motivo es el posible retraso que puede
ocasionar la falta de alguno de los requisitos señalados.
16. 3. Cuando uno de los contrayentes es extranjero no residente en España
La tramitación del expediente matrimonial se llevará a cabo, también
inexcusablemente, en la curia diocesana y a través de la Notaría de
matrimonios. Intervendrá el Promotor de Justicia, que deberá examinar la
documentación a los efectos del canon 1071 § 1 del CIC, citado más arriba.
El procedimiento a seguir será:
Primero: El párroco acogerá al contrayente, español o extranjero, que reside
en España, cuando acuda al despacho parroquial para solicitar el matrimonio
canónico. Entonces le explicará que debe presentarse en la Notaría de
Matrimonios, provisto con los documentos enumerados en el apartado anterior,
para ser entrevistado por el Promotor de Justicia.
Segundo: El contrayente extranjero que no reside en España ha de efectuar su
parte del expediente en la parroquia de su país. Deberá ser preparado en el
obispado del lugar, el cual lo enviará a la Notaría de Matrimonios del Obispado
en el que desea contraer matrimonio. Tras la comprobación pertinente, se unirá
al expediente del otro contrayente, efectuado en la diócesis española
correspondiente.
Tercero: El contrayente que no reside en España tiene que ser entrevistado
por el Promotor de Justicia de la diócesis de celebración del matrimonio.
Si la comprobación de los documentos y la entrevista dan un resultado
positivo, a continuación se concederán las dispensas y licencias que, en su caso,
sean necesarias. Después se avisará al párroco para que acuda a la Notaría de
Matrimonios a recoger el expediente, o se le enviará por correo certificado. Sólo
entonces se concretará la fecha de la boda.
16. 4. Cuando ambos contrayentes son extranjeros no residentes en España
Primero: Los contrayentes han de efectuar todo el expediente en la parroquia
católica de su país y que sea aprobado por el correspondiente Obispado. Desde
ese obispado será remitido a la Notaría de Matrimonios de la diócesis donde se
haya de celebrar el sacramento del matrimonio, para que allí se compruebe la
documentación aportada.
Segundo: El Promotor de Justicia les convocará a una entrevista personal.
17. Matrimonios mixtos
17. 1. Concepto
Llamamos matrimonio mixto a aquel en el que uno de los dos contrayentes
está bautizado en la Iglesia católica o ha sido recibido en ella después de ser
bautizado válidamente en una Iglesia cristiana no católica, y el otro contrayente
está válidamente bautizado en una Iglesia cristiana no católica.
Estos matrimonios pueden presentar dificultades de convivencia y de
fidelidad a la propia fe. Por eso, la Iglesia desaconseja estos matrimonios, pero
como es de derecho natural contraer matrimonio, la Iglesia provee para que
queden tutelados la fe y el derecho al matrimonio.
17. 2. Expediente para el matrimonio mixto
El contenido y las formas son los mismos que para cualquier otro expediente
matrimonial, salvo lo que se indica a continuación.
El contrayente católico ha de firmar una declaración (se adjunta al final de
estas orientaciones) en la que manifieste que está dispuesto a evitar los peligros
de apartarse de la fe, y que promete sinceramente hacer lo que esté en su mano
para que los hijos se bauticen y eduquen en la iglesia católica (cf. c. 1125 del
CIC).
El contrayente no católico ha de firmar una declaración en la que manifieste
que conoce las obligaciones aceptadas por el cónyuge católico, así como que
conoce, acepta y no excluye los fines y propiedades esenciales del matrimonio.
Este documento debe incorporarse y archivarse en el expediente
matrimonial.
Es necesario pedir licencia al Ordinario para celebrar este matrimonio (cf. c.
1124 del CIC).
17. 3. Rito a emplear para la celebración de estos matrimonios
«Si el matrimonio se realiza entre parte católica y parte bautizada no católica, debe
emplearse el rito de la celebración del matrimonio sin misa»33.
Para esta celebración debe seguirse lo establecido en los números 186-224 del
Ritual del Matrimonio de 1995.
«Pero si el caso lo requiere, y con el consentimiento del Ordinario del lugar, se puede
usar el rito de la celebración del matrimonio dentro de la misa»34. 33
Ritual del Matrimonio (1995), 36.
En cuanto a la admisión de la parte no católica a la comunión eucarística, se
observarán las normas dictadas para los diversos casos: «Los ministros católicos
administran lícitamente los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Unción de
enfermos a los miembros de las Iglesias orientales que no están en comunión plena con
la Iglesia católica, si lo piden espontáneamente y están bien dispuestos»35.
18. Matrimonio en disparidad de cultos
18. 1. Concepto
Llamamos matrimonio en disparidad de cultos a aquel en el que uno de los
contrayentes ha sido bautizado en la iglesia católica o ha sido recibido en ella
después de ser bautizado válidamente en una Iglesia cristiana no católica, y el
otro contrayente no está bautizado válidamente.
La disparidad de cultos es un impedimento que hace inválido el matrimonio
si no se dispensa.
18. 2. Expediente para el matrimonio en disparidad de cultos y rito para la
celebración
El contenido y las formas son los mismos que para los matrimonios mixtos,
salvo lo que se indica a continuación.
El contrayente no bautizado presentará todos los documentos, menos la
certificación de bautismo.
Es necesario pedir dispensa del impedimento de disparidad de culto al
Ordinario para celebrar este matrimonio.
Cuando se trata del matrimonio entre una parte católica y una musulmana,
la Conferencia Episcopal Española estableció en el año 1988 unas Orientaciones
para la celebración de los matrimonios entre católicos y musulmanes en España,
que conviene leer detenidamente (Anexo I).
En el expediente matrimonial la parte católica «dejará constancia escrita de las
promesas y declaraciones específicas del matrimonio mixto», exigidas en el c. 1125, 1º.
A su vez, la parte musulmana «dejará constancia escrita de haber recibido
información sobre los fines y propiedades esenciales del matrimonio, como lo entiende la
34
Ibidem. 35
CIC, c. 844 § 3.
Iglesia católica; de no excluir dichos fines y propiedades esenciales al contraer el
matrimonio; de ser consciente de los imperativos de conciencia que al cónyuge católico le
impone su fe, y de las promesas hechas por este en conformidad con las exigencias de la
Iglesia»36. (Al final de este Documento va el texto de la Declaración de intención
para un cónyuge musulmán creyente, así como la Declaración de intención del
cónyuge católico. Anexos II y III).
36
CEE, Orientaciones para la celebración de los matrimonios entre católicos y musulmanes en
España (1988), Apartado V, n. 3.
Segunda Parte
LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
19. Los ministros ordenados que pueden asistir al matrimonio
«Solamente son válidos aquellos matrimonios que se contraen ante el Ordinario del
lugar o el párroco, o un sacerdote o diácono delegado por uno de ellos para que asistan, y
ante dos testigos»37.
La jurisdicción para asistir al matrimonio es territorial, por lo que el
Ordinario del lugar y el párroco asisten válidamente «en su territorio a los
matrimonios, no solo de los súbditos, sino también de los que no son súbditos, con tal de
que uno de ellos sea de rito latino»38.
«El Ordinario del lugar y el párroco, mientras desempeñan válidamente su oficio,
pueden delegar a sacerdotes y a diáconos la facultad, incluso general, de asistir a los
matrimonios dentro de los límites de su territorio»39.
Para que sea válida la delegación de la facultad de asistir a los matrimonios,
debe otorgarse expresamente a personas determinadas, y ha de ser aceptada; es
delegación especial cuando se da para un matrimonio concreto; y es general
cuando se da todos los casos que ocurran. Para la validez de la delegación
general es necesario que se dé por escrito; es conveniente dar por escrito
también la delegación especial, aunque se puede dar oralmente.40
20. Implicación de los sacerdotes en la preparación del matrimonio cuando
este no se celebra en la parroquia de los novios
Quizá sea bueno recordar que las bodas pertenecen por igual al cuidado del
sacerdote donde viven los novios y en cuya parroquia se inicia el expediente
matrimonial, y al sacerdote del templo en donde van a contraer matrimonio.
Cuando ambos lugares pertenecen a la misma diócesis, tiene mucho interés que
los presbíteros implicados mantengan entre sí algún contacto en orden al
conocimiento de los próximos contrayentes y a la casuística que puedan
37
CIC, c. 1108 § 1. 38
CIC, c. 1109. 39
CIC, c. 1111 § 1. 40
CIC, c. 1111 § 2.
plantear a última hora, especialmente en lo que se refiere al desarrollo de la
acción litúrgica y a posibles intervenciones ajenas a la acción sagrada.
El Ritual del Matrimonio publicado en el año 1995 dice: «Conviene que sea un
mismo presbítero quien prepare a los novios, haga la homilía en la celebración del
sacramento, reciba el consentimiento y celebre la misa»41. La razón de su
conveniencia no requiere largas explicaciones. Sin embargo, la experiencia nos
dice que, con alguna frecuencia y por motivos razonables, suele acudir algún
sacerdote invitado por los contrayentes o por la familia.
Cuando el sacerdote que va a presidir la acción litúrgica es desconocido,
conviene que, previamente a la celebración, el párroco mantenga una
conversación con él para ponerse de acuerdo acerca del desarrollo de la
celebración. Es muy importante que, por la dignidad de la liturgia matrimonial,
se evite cualquier forma arbitraria en el curso de la acción sagrada. La referencia
para ello nos la ofrecen, de modo muy claro y autorizado, tanto el Ritual del
Matrimonio como la Ordenación general del misal romano, que todos los
presbíteros y diáconos deberían conocer y seguir.
21. Implicación de la comunidad parroquial en la celebración del
matrimonio
Como todo sacramento es una realidad eclesial, solo los incorporados a
Cristo en la Iglesia por el bautismo son capaces de celebrar el Sacramento del
Matrimonio. Es, pues, en el seno de la comunidad eclesial, que tiene, para la
mayoría de los cristianos, su principal punto de referencia en la parroquia,
donde los esposos cristianos, y la misma comunidad con ellos, participan, cada
uno según su misión, en la unión sacramental.42
El Ritual del Matrimonio en vigor advierte que, «puesto que el matrimonio se
ordena al crecimiento y santificación del pueblo de Dios, su celebración tiene un carácter
comunitario, que aconseja también la participación de la comunidad parroquial, por lo
menos, a través de alguno de sus miembros»43. La imposibilidad de que sea así,
sobre todo cuando las celebraciones matrimoniales tienen lugar en templos
extraparroquiales elegidos por motivos devocionales u otros, aconseja que la 41
Ritual del matrimonio (1995), 23. 42
Cf. Ritual del matrimonio (1995), 26-27. 43
Ibidem, 28.
fuerza del signo comunitario eclesial tenga unos apoyos debidamente pensados.
De lo contrario parece que este sacramento es cosa exclusiva de los esposos y de
los familiares y amigos que les acompañan. No olvidemos que, en muchos
casos, buena parte de los asistentes no suelen tener gran sensibilidad religiosa
ni los hábitos propios de los miembros conscientes de la comunidad eclesial.
En estos casos no estaría de más una monición apropiada que permitiera a
los asistentes tener noticia, al menos, de la dimensión eclesial del sacramento
que se celebra. No estaría de más que, si se dispone de la publicación
explicativa del rito sacramental a la que antes hemos aludido, o de un folleto
para seguir la ceremonia, figurara en ella la advertencia a que nos referimos.
22. Lugar de la celebración del sacramento del matrimonio
El Código de derecho canónico dice a este respecto: «El matrimonio entre los
católicos o entre una parte católica y otra parte bautizada no católica se debe celebrar en
una iglesia parroquial»44.
«El matrimonio cristiano es celebración de la Iglesia. Los esposos cristianos expresan
su voluntad de unirse en el Señor “in facie ecclesiae”. La celebración del matrimonio
requiere la presencia no solo del sacerdote o del diácono, que pide y recibe el
consentimiento de los esposos, sino también de la comunidad cristiana formando
asamblea»45.
Esta orientación lleva a concluir que, en lo posible, se procure, también, la
presencia de la comunidad parroquial y se evite toda apariencia de
particularismo: «Por tanto, evítese en lo posible el estrecho círculo de familiares y
amigos y procúrese la presencia de la comunidad parroquial»46.
La legislación eclesiástica dispone, a su vez, que «se han de celebrar los
matrimonios en la parroquia donde uno de los contrayentes tiene su domicilio o
cuasidomicilio o ha residido durante un mes, o si se trata de vagos, en la parroquia
donde residen en ese momento»47. Queda, por tanto, suprimida la preferencia que
anteriormente se concedía a la parroquia donde residía la novia.
44
CIC, c. 1118 § 1. 45
Ritual del matrimonio (1970), 65. 46
Ibidem. 47
CIC, c. 1115.
No obstante, el mismo canon advierte que los matrimonios, «con licencia del
Ordinario propio o del párroco propio se pueden celebrar en otro lugar»48.
«Puede también celebrarse el matrimonio (si lo prefieren los esposos) en la parroquia
en que fijarán su domicilio después de la boda»49.
«Dada la movilidad en nuestro tiempos actuales, así como la costumbre razonable
cada día más generalizada de elegir los fieles, fuera de la propia parroquia, la comunidad
o asamblea del culto a la que desean incorporarse, facilítese en este caso, sin imponer
condición alguna, la celebración del matrimonio en dicho lugar, a cuya comunidad o
asamblea cultual ambos esposos o uno de ellos están incorporados»50.
«El matrimonio entre una parte católica y otra no bautizada podrá celebrarse en una
iglesia o en otro lugar conveniente»51. Para la determinación del lugar alternativo
de una iglesia deberá consultarse al Ordinario del lugar para estudiar
debidamente las circunstancias favorables o problemáticas que de ello pudieran
derivarse en la misma celebración o en casos sucesivos. Así lo determina el
Código de derecho canónico: «El Ordinario del lugar puede permitir la celebración
del matrimonio en otro lugar conveniente»52.
«Por otra parte procúrese disuadir a los esposos de contraer matrimonio en
determinados lugares por razón de vana ostentación o de índole económica o por otras
razones injustificables»53.
Todos los privilegios concedidos a oratorios privados antes de la publicación
del nuevo Código de derecho canónico en 1983, salvo los concedidos
directamente por la Santa Sede, quedan derogados al publicarse el nuevo
Código54. Por tanto, no se puede celebrar el sacramento del matrimonio en
capillas particulares, llamadas oratorios privados. Para ello sería necesaria la
concesión de un permiso o privilegio especial del que ahora carecen.
48
Ibidem. 49
Ritual del matrimonio (1970), 66. 50
Ibidem 67. 51
CIC, c. 1118 § 3. 52
CIC, c. 1118 § 2. 53
Ritual del matrimonio (1970), 68. 54
Cf. CIC, c. 6.
Tampoco se puede celebrar el matrimonio en templos no dedicados al culto,
aunque pertenezcan a antiguos edificios religiosos ya desacralizados, cerca de
los cuales resulta atractivo y cómodo celebrar la fiesta social subsiguiente al
acto litúrgico matrimonial.
No es “fuga de parroquia” el pasar del templo parroquial a otro dentro de la
misma demarcación en el que ordinariamente se celebra el culto sagrado. El
Código de derecho canónico afirma que ese otro lugar puede ser «otra iglesia u
oratorio»55. Al no hablar de otra parroquia, se entiende que esa otra iglesia u
oratorio está dentro del mismo territorio de la parroquia. Este sería el caso de los
santuarios de especial devoción de los fieles, en donde se celebra
frecuentemente el culto litúrgico.
No obstante, dada la complejidad creciente en algunos casos a la hora de
elegir el lugar de la celebración del matrimonio es conveniente que se clarifique
lo más posible los templos que pueden entenderse por otra iglesia u oratorio. Para
ello, y para no actuar de forma innecesariamente restrictiva, es muy
conveniente que los párrocos manifiesten por escrito y razonadamente los
títulos o clases de templos no parroquiales donde se vienen celebrando
matrimonios tradicionalmente, o donde, por circunstancias razonables, los
contrayentes piden esporádicamente celebrar su enlace matrimonial. A partir
de estos datos podría elaborarse un elenco de templos donde ordinariamente se
pueden celebrar las bodas sin crear problemas especiales ni agravios
comparativos. Quedaría resuelto así el problema que se crea cuando no hay
referencias concretas a la hora de consentir o prohibir la celebración del
matrimonio ante solicitudes inesperadas y cansinamente argumentadas desde
intereses particulares.
23. La acumulación de celebraciones matrimoniales en un mismo templo
El motivo de este apartado es la situación en que se encuentran algunos
templos que, por la devoción a la imagen de Jesucristo o de la Santísima Virgen
María allí venerada, por la belleza de la fábrica, o por otras circunstancias,
reciben gran número de solicitudes para celebrar el sacramento del Matrimonio,
interfiriendo así el desarrollo normal del culto sagrado.
55
CIC, c. 1118 § 1.
No se puede olvidar que los templos son lugares de culto y oración, donde
no solo se celebra el sacramento del Matrimonio, sino también otros
sacramentos como, por ejemplo, el Bautismo y la Penitencia; y donde se tienen
otras celebraciones no sacramentales como, por ejemplo, el santo rosario, las
novenas y los actos piadosos propios de la devoción a las imágenes allí
veneradas.
Además, en el templo, se deben facilitar también espacios de silencio para la
oración personal, la adoración al Santísimo, etc. Por lo tanto, sería prudente
establecer un número limitado de días y horas para la celebración del
sacramento del Matrimonio.
El Ritual del Matrimonio, considerando este problema, dice: «Teniendo en
cuenta las costumbres de cada lugar, si no hay inconveniente, pueden celebrarse varios
matrimonios al mismo tiempo, o realizarse la celebración del Sacramento en la asamblea
dominical»56. Sin embargo, dada la forma tradicional de celebrar el matrimonio
en nuestras diócesis, no parece prudente insistir en la propuesta del Ritual,
como el mismo texto citado nos dice.
24. Ornato del templo, música y fotos.
«Es necesario que se exprese de manera adecuada el carácter festivo de la celebración
del matrimonio, incluso en la ornamentación de la iglesia. Sin embargo, los Ordinarios
cuidarán de que no se haga ninguna acepción de personas privadas, o de clases sociales,
excepto los honores debidos a las autoridades civiles, según las leyes litúrgicas»57.
El DPF también aconseja que «los cantos y las obras musicales sean adecuados al
rito del matrimonio de manera que expresen la fe de la Iglesia»58. Por esta razón, habrá
que velar cuidadosamente para que los cantos no desvirtúen la fe de la Iglesia
que la celebración se esfuerza en manifestar.
Asimismo, y con la finalidad anteriormente expresada respecto de los cantos,
«se buscará que la actuación de los fotógrafos y operadores de video sea discreta y en
modo alguno sea motivo de distracciones en la celebración»59. Así, se les indicará con
56
Ritual del Matrimonio (1995), 28. 57
Ibidem 31. 58
DPF, 135. 59
DPF, 135.
claridad a estos profesionales que no podrán hacer fotos en los momentos en
que se precisa mayor atención por parte de los fieles por ser los momentos
celebrativos más importantes. Por consiguiente, deberán aprovechar los
momentos de menor relieve celebrativo para realizar su trabajo. Esto se refiere
sobre todo a la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre del Sacramento
del Matrimonio, que es la misma entrega de los esposos, no puede, lógicamente,
excluirse de las fotografías.
25. Celebración del matrimonio: ¿con o sin misa?
25. 1. Afirmaciones de los documentos eclesiásticos
La constitución SacrosanctumConcilium, sobre la Sagrada Liturgia, del
Concilio Vaticano II, afirma: «celébrese habitualmente el matrimonio dentro de la
misa»60.
La exhortación apostólica de Juan Pablo II, Familiarisconsortio,
fundamentando la razón de esta preferencia en la íntima relación entre el
sacramento del matrimonio y la Eucaristía, dice: «La eucaristía es la fuente misma
del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza del
amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este
sacrificio de la nueva y eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la
que brota, configura interiormente y vivifica desde dentro su alianza conyugal»61.
Los praenotanda del Ritual de 1995, a su vez, afirman: «El matrimonio se
celebrará normalmente dentro de la misa»62.
Por su parte, el Directorio para la pastoral familiar, publicado por la
Conferencia Episcopal Española, dice: «El matrimonio se celebrará normalmente
dentro de la misa. De esa manera aparece más claro el vínculo que tienen todos los
sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo y se pone de relieve la acción de Dios en
la celebración del Matrimonio, en cuanto gesto sacramental de santificación. Por otra
parte, los esposos se verán ayudados a recordar la verdad y raíz más profunda de su
mutua donación y entrega: la indivisible unidad que han formado encuentra su
60
SC 78 61
FC 57. 62
Ritual del Matrimonio, 29.
explicación última en el misterio de amor de Cristo por la Iglesia, cuya fuente y cima es
la Eucaristía»63.
El Ritual del Matrimonio, considerando que posibles circunstancias puedan
chocar de algún modo con que el matrimonio se celebre dentro de la misa, dice:
«No obstante, el párroco, atendiendo tanto a las necesidades de la cura pastoral como al
modo con que participan en la vida de la Iglesia los novios o los asistentes, juzgará si es
mejor proponer la celebración del matrimonio dentro o fuera de la misa»64.
En consecuencia, teniendo en cuenta los documentos de la Iglesia, el
matrimonio es un sacramento que se celebra del modo más apto dentro de la
misa; y esta será la forma ordinaria de celebrarlo, bien en el horario normal, o
en el establecido para bodas, aunque haya que binar, bien en horario distinto, si
este cabe en horario parroquial, o bien si preside un sacerdote ajeno a la
parroquia debidamente autorizado. Así también, para una mejor recepción del
sacramento eucarístico, es aconsejable que se recomiende a los contrayentes la
práctica previa del sacramento del perdón65.
25. 2. Excepciones
Sin embargo, la situación personal de algunos novios (poca formación
religiosa, falta de fe suficiente, no participación habitual en la misa dominical,
etc.), o la situación pastoral de la parroquia (el hecho de que la celebración del
matrimonio tuviese que ocupar habitualmente las misas de la comunidad, el
tener que binar para atender otras necesidades de la parroquia, etc.) hará
prudente proponer la celebración del matrimonio fuera de la misa, en diálogo
pastoral y explicativo con los contrayentes.
26. El cuidado de la celebración
Tanto si se celebra el matrimonio en la misa como fuera de ella, «será objeto
de una atención particular cuanto atañe a la misma celebración»66. «Guárdese,
igualmente, la dignidad y el decoro de los vestidos en la celebración del sacramento.
63
DPF 137. 64
Ritual del Matrimonio, 29. 65
Cf. DPF 123 y 137. 66
DPF 132.
Para la celebración del matrimonio, se emplearán siempre los formularios y ritos
previstos en el Ritual, eligiendo los más adecuados a cada situación»67.
Sobre la celebración del matrimonio afirma la exhortación pastoral
Familiarisconsortio: «El matrimonio cristiano exige por norma una celebración litúrgica
que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza esencialmente eclesial y
sacramental del pacto conyugal entre los bautizados.
»En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio
(inserida en la liturgia, culmen de toda la acción de la Iglesia y fuente de su fuerza
santificadora) debe ser de por sí válida, digna y fructuosa. Se abre aquí un campo amplio
para la solicitud pastoral, al objeto de satisfacer ampliamente las exigencias derivadas de
la naturaleza del pacto conyugal elevado a sacramento…
»En cuanto signo, la celebración litúrgica debe llevarse a cabo de manera que
constituya, incluso en su desarrollo exterior, una proclamación de la Palabra de Dios y
una profesión de fe de la comunidad de los creyentes. El empeño pastoral se expresará
aquí con la preparación inteligente y cuidadosa de la liturgia de la Palabra y con la
educación a la fe de los que participan en la celebración, en primer lugar, de los que se
casan.
»En cuanto gesto sacramental de la Iglesia, la celebración litúrgica del matrimonio
debe comprometer a la comunidad cristiana, con la participación plena, activa y
responsable de todos los presentes, según el puesto e incumbencia de cada uno: los
esposos, el sacerdote, los testigos, los padres, los amigos, los demás fieles, todos los
miembros de una asamblea que manifiesta y vive el misterio de Cristo y de su Iglesia»68.
«El canto es elemento importante en la celebración, porque integra en la misma a
toda la asamblea. Especial atención requieren el cántico de entrada (que no debiera
suplantarse por compases musicales) y también la aclamación de la asamblea después
del consentimiento de los nuevos esposos»69.
27. Intervención activa de los novios en la preparación del rito
sacramental
67
DPF 136. 68
FC 67. 69
Ritual del matrimonio, 38.
El Ritual del matrimonio afirma: «La misma celebración del Sacramento se ha
de preparar cuidadosamente, y, en cuanto sea posible, con los que van a casarse… De
acuerdo con los mismo novios, si es oportuno, se escogerán las lecturas de la Sagrada
Escritura que serán explicadas en la homilía; la fórmula con que se expresarán el mutuo
consentimiento; los formularios para la bendición de los anillos, para la bendición
nupcial, para las intenciones de la plegaria universal y para los cantos»70.
28. Tiempo en que puede celebrase el sacramento del matrimonio
Las nupcias cristianas pueden celebrarse en todo tiempo litúrgico, incluso
en los tiempos privilegiados de Adviento y Cuaresma.
Todos los días son aptos para la celebración del matrimonio, excepto el
Triduo Pascual.
«Es deseable que el Sacramento del Matrimonio se celebre alguna que otra vez
dentro de la misa del domingo o en solemnidades de precepto en presencia de la
comunidad»71.
«Sin embargo, la fecha de la celebración del matrimonio deberá estar condicionada
por la necesidad pastoral, es decir, por el tiempo suficiente para la debida preparación
catequética de los contrayentes»72.
29. Renovación del sacramento del matrimonio
«Entre las muchas ocasiones que pueden ser propicias para que los esposos
actualicen su compromiso y misión en la Iglesia, procúrese aprovechar el momento de la
Vigilia Pascual. Ayúdeseles en esta ocasión a descubrir la estrecha relación existente
entre su bautismo y su matrimonio, e invíteseles a renovarlo»73.
«Asimismo, no se descuide la magnífica oportunidad que brindan la nueva
liturgia bautismal y la catequesis preparatoria al bautismo de sus hijos, para que tomen
conciencia de la responsabilidad contraída y de su misión educadora»74.
«Invítese a los esposos, con ocasión del aniversario de su boda, a renovar
concientemente su compromiso matrimonial, especialmente sus bodas jubilares. 70
Ritual del matrimonio, 29. 71
Ritual del matrimonio, 63. 72
Ibidem, 64. 73
Ibidem, 81. 74
Ibidem, 82.
Ténganse en cuenta los nuevos formularios para la celebración de la misa en estas
ocasiones»75.
30. A modo de conclusión
La preparación (acogida, expediente matrimonial, cursillos
prematrimoniales, proceso de catequización…) y la celebración (catequesis
litúrgica, confesión previa, celebración del matrimonio…) deben formar un
todo unitario. Por eso, cuando se separa el lugar de la preparación del lugar de
la celebración, deberá haber conexión, no solo por la información de los
documentos que se entreguen, sino también por el diálogo personal entre el
párroco que prepara el expediente, el párroco que lo recibe y el sacerdote que
presidirá la celebración. De este modo se garantiza toda la ayuda que necesitan
los contrayentes, en orden a una celebración fructuosa y digna, y para una
incorporación viva a la comunidad parroquial en la que van a vivir.
75
Ibidem, 83.
ANEXO I
Orientaciones para la celebración de los matrimonios entre católicos y
musulmanes en España
Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales
I. SITUACIÓN DEL PROBLEMA EN ESPAÑA
1. Fenómeno nuevo y reciente
El hecho de que los matrimonios entre cristianos y musulmanes puedan
calificarse de fenómeno nuevo se debe a la infrecuencia con que han venido
dándose no solamente en aquellos países, como en España, en que la pluralidad
religiosa era mínima, sino también en los de tradición religiosa plural. Entre
nosotros este fenómeno es relativamente reciente. Hace unos veinticinco años
que comenzó en España, debido a un doble factor: el número cada vez mayor
de estudiantes universitarios musulmanes que venían a nuestras universidades,
y el auge de la mano de obra norteafricana causado por el despegue —hacia los
años sesenta— de nuestro desarrollo económico industrial, el cual reclamaba
preferentemente una mano de obra barata y sin exigencias. A estos dos grupos
principales de musulmanes hay que añadir los empleados en los bancos de
capital árabe y los hombres de negocios cada día más numerosos. Además de
los también numerosos turistas de países musulmanes que visitan España y
cuyas estancias esporádicas a veces se tornan habituales.
2. Números de musulmanes y de matrimonios con católicos
El número total de musulmanes en España, sin contar los 50.000 de Melilla y
Ceuta, puede cifrarse en algo más de 200.000. Cifra aproximada, ya que la
ausencia hasta hace poco de una adecuada Ley de Extranjería, que por lo menos
facilitase los debidos censos y controles, obstaculizaba una mayor precisión.
Un número tan elevado de musulmanes, en su gran mayoría hombres, en edad
núbil y con la libertad de relaciones que les otorga el vivir lejos de su patria y del
rígido marco de la sociedad musulmana, especialmente en lo que a relaciones
hombre-mujer se refiere, así como los cambios operados en la sociedad española,
han dado origen a este problema de los matrimonios entre cristianos y
musulmanes.
Disponemos de una encuesta completa sobre el número de esos matrimonios
celebrados en la Iglesia, correspondiente al período incluido entre los años
1973-1977. Durante esos cinco años se celebraron por la Iglesia 1.275
matrimonios con musulmanes, entre los que 73 eran mujeres musulmanas, sin
contar los que pudieran celebrarse civilmente.
La última estadística que conocemos es la realizada entre los años 1980-1985.
En ella están incluidas todas las diócesis españolas. El total de matrimonios
celebrados por la Iglesia en ese lapso de tiempo es de 841, entre los cuales 79 de
los contrayentes fueron mujeres musulmanas.
Como se puede observar, hay una tendencia a disminuir, lo cual es debido al
aumento que han conocido los matrimonios civiles y a la disminución de
estudiantes musulmanes en las universidades españolas, así como de obreros
norteafricanos.
3. Características de estos matrimonios
Debemos subrayar tres características fundamentales:
Primera: en la mayor parte de los casos, la parte musulmana es hombre, lo
cual es explicable teniendo en cuenta que el Derecho musulmán y la praxis
consideran el matrimonio de la mujer musulmana en tales circunstancias como
nulo a todos los efectos.
La segunda es que, con frecuencia, el nivel social y sobre todo cultural de la
parte católica es inferior al de su cónyuge musulmán, confirmándose el
principio sociológico de que el matrimonio mixto suele ir acompañado de una
promoción social, aunque sea de distintos matices. La mujer española accede a
un más elevado estatus socio-económico, pues sólo en algunos casos una mujer
de alto o medianamente alto nivel social se decide a casarse con un árabe
musulmán o musulmán en general. La parte musulmana masculina de la pareja
accede, por su parte, a la posibilidad de adquirir la nacionalidad española y las
facilidades que ello comporta. Se da la misma circunstancia en los matrimonios
mixtos celebrados entre personas de un parecido nivel, como pueden ser los
relativos a trabajadores obreros emigrados a España en situaciones precarias y
que aquí contraen matrimonio con españolas pertenecientes asimismo a la clase
obrera más desatendida y menos cualificada.
La tercera característica es que generalmente se está de acuerdo en que con
dichos matrimonios se abre para los dos cónyuges una vida de dificultades,
porque ninguno de los dos —y menos la parte católica— suelen estar
preparados para una tal convivencia. Son muy pocos los que reflexionan a
tiempo y con conocimiento de causa sobre lo que semejante unión acarrea en
cuanto a compromisos recíprocos y dificultades específicas. Excesivas
diferencias de costumbres, tradiciones, culturas y creencias separan a los
futuros esposos. Diferencias que, aun contando con la mejor voluntad del
mundo por parte de ambos contrayentes, no pueden soslayarse a la hora de
intentar construir un hogar feliz, ya que supone una distinta visión de la vida.
Estas dificultades se acentúan extraordinariamente cuando, más tarde o más
temprano, el matrimonio acaba instalándose en la sociedad musulmana;
experiencia que, aunque tal vez prevista, nunca es afrontada con la debida
preparación por parte de la mujer española, la cual además encuentra en dicha
sociedad una presión e influencia familiar y social infinitamente más
acaparadora y determinante de lo que suele serlo en España.
Todo ese conjunto de tradiciones, costumbres, normas jurídicas y sociales,
cuyo valor no juzgamos, comienza poco a poco a hacer sentir su peso, incluso
viviendo todavía los contrayentes en España. Añádase, como detallaremos más
adelante, el hondo y delicado problema de la educación religiosa de los hijos y
comprenderemos lo difícil y problemático de tales uniones. En consecuencia, y
aunque no se niegue la posibilidad de éxito de estas uniones mixtas, la
experiencia y el parecer de los especialistas en el tema demuestran que tales
matrimonios son arriesgados y, por lo mismo, exigen una especial preparación.
4. Talante nuevo
Este documento, en su espíritu y en su letra, busca ante todo promover en los
responsables de la Pastoral Matrimonial un talante que no sea de rechazo y de
condena, sino de acogida y de sincero acompañamiento, de honda misericordia
y de crecimiento constante, escrupulosamente respetuoso de las etapas debidas
y de las respectivas maduraciones. Talante que no es óbice para, con voluntad
de colaboración, informar con verdad y respeto sobre la complejidad de los dos
mundos implicados en dichos matrimonios, con sus respectivas visiones del
amor, de la convivencia y del propio matrimonio en sí, al igual que sobre la
situación jurídica que sus códigos imponen, para que ambos cónyuges a tiempo
conozcan plenamente la nueva realidad hacia la que se encaminan y los serios
riesgos a que se exponen.
Inspira este comportamiento la fe en Dios, el respeto sagrado, la estimación
fraterna por los caminos diferentes que los seres humanos siguen para ir a Él, y
la convicción de que en esos matrimonios, si se hacen con la debida
preparación, se encuentra una de las fórmulas especiales del diálogo islamo-
cristiano.
Gracias a los hijos se puede asegurar un mejor futuro para el entendimiento
interreligioso, tal como lo desea el Vaticano II cuando dice: «Si en el transcurso
de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y
musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado,
procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan
unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los
hombres»1.
II. EL MATRIMONIO EN EL ISLAM: SEXUALIDAD Y MATRIMONIO EN EL ISLAM
1. El Islam toma en consideración, incluso asume, el instinto sexual, como se
asume una fuerza de la naturaleza que es obra de un Dios infinitamente sabio,
que ha hecho de ese instinto una de las piezas claves de su obra en el mundo, al
cual el ser humano pertenece por su cuerpo.
2. El Islam considera igualmente los excesos a los cuales tal instinto —explotado
por el componente más fuerte de la pareja, el varón— puede conducir al caos de la
sociedad humana y de los valores que constituyen la dignidad del individuo y su
disponibilidad a vivir bajo la obediencia de Dios.
3. El Islam debía asumir, por tanto, la tarea de educar ese instinto para que el
edificio religioso que quería levantar tuviese sólidas y sanas bases humanas;
sobre todo teniendo en cuenta las costumbres del hombre en sus relaciones con
la mujer en la sociedad preislámica de Arabia. La mujer en aquella sociedad no
interesaba generalmente al hombre sino en la medida en que pudiera saciar el
goce de sus instintos y su necesidad de progenie masculina. El matrimonio era
una forma de ley natural del instinto primitivo, ejercida en beneficio del más
fuerte. Norma que, por otra parte, se ha dado igualmente en todas las
sociedades patriarcales que han existido, fuera cual fuera su religión o credo.
4. A tal efecto, pues, el Islam ha buscado hacer de la mujer la compañera de
pleno derecho del hombre, invocando los profundos sentimientos de la
solidaridad humana y de la equidad basados en la comunidad original, la
semejanza de naturaleza y la identidad de la aventura espiritual; aportando,
sobre todo, a estos valores y al nuevo orden social que quería promover el
respaldo religioso referente a un Dios creador de la naturaleza y de las
personas, organizador de su sociedad, el cual además les recuerda su voluntad
y sus designios por medio de la revelación coránica, y a quien los seres
humanos volverán para rendirle cuentas de esta vida que se les ha dado y del
uso que han hecho de ella.
5. De ahí que el Corán, remontando una corriente social totalmente contraria,
revaloriza plenamente a la mujer, proclamándola igual al varón en cuanto a su
origen2, pues ambos son creados de la misma manera3 y ambos tienen en común
aquello que les eleva por encima de las demás criaturas4. Si el varón y la mujer
son diferentes en algún aspecto de su fisiología corresponde a un designio de
Dios5. Para el Corán, varón y mujer son complementarios; cada uno tiene
necesidad del otro, y ambos viven su historia humana: ambos son tentados y
caen en la seducción satánica6 comiendo del Árbol7. Los dos son recriminados
por su Señor y a los dos se les condena al mismo castigo8. Tampoco se hace
distinción entre el hombre y la mujer en cuanto a la fe, a las obligaciones
legales, a las recompensas y a los castigos9. Especialmente prescribe la bondad
respecto a la madre igual que al padre. No obstante, justo es reconocer que la
preocupación coránica por revalorizar a la mujer no llegó a los niveles que se
exigen hoy. También el Corán es deudor de la mentalidad de la época en que
fue escrito. En él nos llaman la atención elementos como: «El derecho de
corregir y disciplinar a la esposa10; la afirmación de la prevalencia del hombre11;
lo tocante a la herencia12; la poligamia y el trato de los esclavos13; el repudio
como derecho del hombre»14, etc.
6. El Corán, por otra parte, expresa enérgicamente la voluntad de respetar la
personalidad y dignidad de la mujer15, exigiendo el consentimiento de la futura
esposa como requisito esencial del matrimonio. Exige además la entrega de la
dote16, la cual pertenece enteramente a la mujer en compensación de la entrega
que ella hace de sí misma a su marido, y le permite una independencia y
libertad económica desconocida en la sociedad de su tiempo. Finalmente, el
Corán introduce una novedad indiscutible para la sociedad árabe preislámica, y
que nada debe, al menos directamente, a la transacción del mismo nombre
conocida hasta entonces: esa unión entre hombre y mujer es un contrato. Pero
no un contrato ordinario. El Corán recurre al término alianza, palabra que sólo
se emplea en los pasajes donde Dios ordena a sus criaturas que le adoren,
profesen su unidad o cumplan su ley17. El hecho de recurrir a este término
señala la decidida voluntad del Islam de distinguirlos de los contratos
ordinarios, y hasta de vincularlos a los actos de culto. Para Mahoma, «el
Matrimonio equivale a la mitad de la Religión» del individuo.
7. Sin embargo, ese contrato privado no es un contrato religioso propiamente
dicho, sino un contrato civil, pese a la ceremonia religiosa que normalmente
acompaña su conclusión. Para que sea válido tiene que haberse acordado por
mutuo consentimiento de los contrayentes, quienes a su vez deben ser personas
capacitadas para ello, y ha de pactarse en presencia de dos testigos, aunque no
adquiere fuerza contractual apremiante para la esposa si la mitad de la dote no
le ha sido entregada antes de la boda. Como contrato civil, puede romperse,
según los términos del Corán18 bien unilateralmente por uno de los cónyuges o
bien bilateralmente.
8. En defensa de los derechos de la mujer, los Estados islámicos modernos
han publicado leyes civiles con vistas a hacer del matrimonio un contrato
público, imponiendo ciertas condiciones respecto a la edad de los contrayentes,
a la dote y a ciertas cláusulas particulares añadidas al contrato. Una de dichas
cláusulas puede ser la prohibición al futuro marido de casarse con otra mujer.
Los árabes del período preislámico no ponían límite al número de mujeres que
podían tener, entregando sin embargo la dote a los padres o tutores de la mujer.
El Corán vino a limitar el número a cuatro19, a condición de que el marido sea
equitativo con ellas y sus respectivos hijos, cosa humanamente imposible20.
9. Divorcio. El Islam está contra el divorcio, acerca del cual dice un hadiz que
es «de las cosas toleradas, la peor de todas a los ojos de Dios». Sólo se tolera el
recurso a la ruptura de la «alianza» matrimonial por medio del divorcio cuando
la oposición entre los dos miembros de la pareja ha llegado a un estado tal que
no deje lugar a otro sentimiento más que al odio. Pero incluso habiendo llegado
a esos extremos, el Corán interpone todos los medios posibles para hacer el
divorcio difícil y oneroso21. Aunque de alguna forma siga manteniéndose la
sociedad patriarcal que concede las iniciativas al hombre, en el caso concreto
del divorcio, el Corán le complica especialmente los pasos, sobre todo con
condiciones de tipo económico bastante duras. Sin embargo, a la mujer el Corán
le facilita el medio de provocar la disolución del contrato cuando la vida en
común se le vuelve insoportable22.
10. A esta visión coránica, inspiradora de la igualdad del hombre y de la
mujer y de su convivencia como pareja basada en el amor y la misericordia23, se
han ido añadiendo, en el transcurso de los siglos y por motivos muy diversos,
toda una serie de disposiciones jurídicas no siempre acordes con la letra ni
mucho menos con el espíritu coránico; espíritu y doctrina coránica que son el
horizonte hacia el cual deben tender, personal y comunitariamente, los
seguidores del Islam. En la práctica tales disposiciones jurídicas hacen que, ni
en sus derechos ni en sus deberes, la condición de la mujer musulmana sea
igual a la del hombre. Por la incidencia que tienen en los matrimonios mixtos,
subrayamos algunas de estas disposiciones:
Se continúa manteniendo en los modernos códigos civiles —excepto en
Túnez y Turquía— la poligamia, aunque sometiéndola a ciertas
condiciones.
El hijo siempre tiene que seguir la religión del padre y debe ser educado en
esa religión, sin tener en cuenta para nada el derecho de la madre.
Igualmente se sigue manteniendo que sólo se hereda entre personas de la
misma religión; por consiguiente, en el caso de un Matrimonio Mixto, la
mujer cristiana no hereda del marido, ni éste de ella. Por la misma razón
tampoco heredan de la madre los hijos, ya que éstos deben ser
necesariamente musulmanes.
Si se disuelve el matrimonio, la esposa musulmana o cristiana podrá
beneficiarse del derecho de guarda de los hijos menores, pero sólo en la
medida de que eso no dañe la educación musulmana de los hijos, y
durante un tiempo limitado. Pasada la edad fijada, según el Derecho
Musulmán Ordinario, los hijos son devueltos a su padre, o, si ha
fallecido, a la familia de éste, pero no a su madre.
Con todo, el Islam obliga al marido musulmán a respetar la religión de la
esposa cristiana y dejarle todas las posibilidades de practicar su religión.
El Islam no admite la libertad de conciencia tal como la entienden la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre y la Iglesia Católica.
III. EL MATRIMONIO EN LA IGLESIA CATÓLICA
1. Según la doctrina de la Iglesia Católica, la alianza matrimonial, por la que
el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida,
ordenado por su propia índole natural al bien de los cónyuges y a la generación
y educación de los hijos, tiene siempre como propiedades esenciales la unidad y
la indisolubilidad. Estas propiedades alcanzan una especial firmeza cuando la
alianza matrimonial es sellada entre bautizados y adquiere la dignidad de
sacramento24.
2. En la doctrina católica es requisito indispensable para la validez del
matrimonio la libre manifestación del consentimiento matrimonial. Esto implica
que no hay matrimonio válido si cada uno de los contrayentes no ha elegido o
aceptado libremente a su cónyuge, pero no significa que cada fiel tenga libertad
plena para casarse con quien no profesa la fe católica.
El matrimonio entre una persona católica y una no bautizada es declarado
inválido por el c. 1086,1 del Código de Derecho Canónico. Se trata del conocido
impedimento dirimente de disparidad de cultos. También el matrimonio entre
una persona católica y otra bautizada, pero no católica, está prohibido en el c.
1124, si no hay una licencia expresa de la autoridad eclesiástica competente.
Tanto la concesión de esta licencia como la dispensa del impedimento
dirimente de disparidad de cultos está condicionada al cumplimiento de los
requisitos determinados en el c. 1125, que tienen por finalidad garantizar:
que ambos contrayentes conocen y no excluyen los fines y propiedades
esenciales del matrimonio, tal como lo entiende la Iglesia Católica;
que la parte católica permanezca en la fe y haga cuanto le sea posible para
bautizar y educar en la fe católica a sus hijos;
que la parte no católica conozca las promesas y obligaciones asumidas por
su propio cónyuge católico.
El modo concreto como han de exigirse estas garantías está regulado en las
Normas de la CEE para la aplicación en España del motu proprio de S. S. sobre
matrimonios mixtos, que fueron dadas el 25 de enero de 1971 y han sido
mantenidas en vigor por el art. 12,3 del primer Decreto General de la
Conferencia sobre las Normas complementarias al nuevo Código de Derecho
Canónico.
3. La positiva actitud de la Iglesia frente al Islam, manifestada en los
documentos del Vaticano II25, no le impide ser consciente de que la diferencia
de fe y de contexto social y jurídico entre los países de cultura cristiana y
musulmana puede crear serios problemas para la convivencia del matrimonio y
para la plenitud de la vida conyugal, así como para el ejercicio del derecho y el
cumplimiento del deber de educar cristianamente a los hijos26. La Iglesia, en
consecuencia, establece impedimentos para los matrimonios mixtos por las
dificultades que casi siempre comportan y porque impiden la comunión entre
los cónyuges.
Cuando la Iglesia exige a quien solicita dispensa para casarse con una
persona de religión musulmana la promesa de hacer cuanto le sea posible para
que todos los hijos sean bautizados y educados en la religión católica, es
consciente de la dificultad del cumplimiento de esta promesa, contrapuesta no
sólo a las obligaciones religiosas del musulmán practicante, sino también,
cuando la parte musulmana es el varón, a las disposiciones jurídicas que, en el
derecho musulmán, obligan al hijo a seguir la religión del padre.
IV. ACTITUDES Y ORIENTACIONES PASTORALES
1. Generales
1.1. Todos los que tienen encargo pastoral para estos casos necesitan, ante el
Islam y los musulmanes, una actitud de conocimiento y estima del Islam que les
libre de prejuicios y tópicos tradicionales, al mismo tiempo que responsabilidad
para respetar y descubrir el plan de Dios en otros caminos religiosos además
del cristiano. «La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay
de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de
vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo
que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad
que ilumina a todos los hombres»27.
1.2. Necesitarán, asimismo, un conocimiento lo más completo posible del
derecho matrimonial musulmán en general, y de los diferentes Códigos civiles
modernos, así como de las realidades sociológicas del país de la parte
musulmana.
1.3. Necesitarán especialmente un tacto exquisito y valentía, fruto del mejor
amor, para reconocer las exigencias recíprocas y los riesgos específicos
(culturales, religiosos, jurídicos y pedagógicos) de tales matrimonios, llegando a
desaconsejarlos absolutamente si los hechos lo requieren. Y todo ello
acompañado de una gran misericordia para comprender, acoger y colaborar en
cada caso concreto.
2. Actitudes particulares con vistas al discernimiento y la preparación
2.1. Se impone una acogida sincera y una colaboración generosa que huya de
todo paternalismo, y más aún, de un proselitismo camuflado. Esa acogida es
fundamental, ya que, al infringir las normas sociológicas de su entorno del que
surgirán inevitablemente incomprensiones y rechazos, la pareja va a sentirse,
aunque no lo confiese, marginada, aislada, vulnerable, si no se franquean
impunemente los muros de sus respectivas culturas y sociedades.
2.2. Junto a la acogida, el servicio más importante que puede prestársele a esa
pareja joven en el transcurso de la conversación pastoral es permitirles a ambos
tomar conciencia, leal, serena y conjuntamente de las distancias personales,
culturales, religiosas que les separan, y que permanecerán, pues no pueden
superarse completamente. Es de suma importancia para la futura solidez
perdurable del matrimonio que ambos sopesen juntos lo más objetivamente
posible las dificultades que se les presentarán de modo inevitable. Dificultades
que no harán sino acentuarse con la venida de los hijos.
2.3. La parte cristiana tiene por lo general un completo desconocimiento
acerca de las cuestiones jurídicas relativas a la herencia, custodia de los hijos,
comunidad de bienes, divorcio, etc., así como de que los hijos que nazcan de tal
unión serán, según Derecho, musulmanes; lo cual hará difícil que la mujer
cristiana tenga la posibilidad de compartir la propia fe con sus hijos. Igual
ignorancia suele presentar sobre las condiciones sociológicas en que tendrá que
vivir, especialmente si el matrimonio se instala en un país musulmán. También
es importante que sepa que, en tal medio musulmán, el amor entre el hombre y
la mujer no tiene ni la misma forma ni la misma expresión que en la concepción
tradicional del Occidente cristiano. Otra dificultad a tener en cuenta por la parte
occidental es la representada por la separación entre la sociedad masculina y
femenina; agregándose a esto que allí ya no se tratará de la familia unicelular, es
decir, restringida al núcleo de la pareja y sus hijos, sino de una familia de tipo
patriarcal, donde además la prole numerosa es considerada como signo de la
bendición de Dios.
2.4. La parte musulmana, pese a su esfuerzo de adaptación a la lengua y
culturas españolas, seguirá normal y legítimamente pensando en función de sus
categorías religiosas y socio-culturales islámicas. Eso hará que las concepciones
occidentales cristianas de la familia corran el riesgo de despistarle, de modo que
no pueda comprender en su amplitud la sensibilidad y las reacciones de su
pareja y entorno. Por otra parte, habituado a la acogida, a la hospitalidad
tradicional y a las numerosas visitas a la familia y a los allegados, tan frecuentes
en su propio entorno social, el musulmán difícilmente aceptará las corrientes
actitudes de reserva, individualismo o de aparente distanciamiento que aquí se
dan, pudiendo incluso interpretarlo como desprecio. En algunos casos, además,
la parte musulmana no es bien aceptada por la familia de la parte católica,
produciéndose en dicha parte un sentimiento de aislamiento e inseguridad que
le incitará tal vez a precipitar el regreso a su país, en el cual hallará su mundo
familiar.
2.5. Toda la pastoral estará, pues, orientada a que ambos asuman sus
diferencias, para convertirlas en riquezas. Lo cual supone mucho corazón,
inteligencia y sabiduría. Por ello no todos están capacitados para fundar un
hogar islamo-cristiano, a causa de las diferencias que deben asumirse, o de la
tendencia a minimizarlas o a creer que en su propio caso va a ser distinto. Hay,
pues, un discernimiento formal que debe suscitarse en los dos interesados; algo
nada fácil, pero que forma parte del trabajo pastoral.
2.6. Hecho el discernimiento, si se deciden consciente y maduramente a seguir
adelante, estas parejas deberán hacer gala de una creatividad muy especial; lo cual
es ya por sí mismo un gran enriquecimiento. Deberán sobre todo hacer algo
original, sin copiar ni el modelo occidental ni el del país de origen de la parte
musulmana. Deberán inventar un estilo de vida propio que tendrá, más que otros
matrimonios, que apelar a esas cualidades esenciales del corazón, como la
comprensión, la delicadeza y la paciencia. Deberán sobre todo hacer acopio de una
gran calidad de amor.
2.7. En la preparación de la celebración de los matrimonios mixtos islamo-
cristianos ante la Iglesia, se instruirá a los contrayentes sobre la peculiaridad
religiosa del matrimonio que pretenden contraer, sobre los fines y propiedades
esenciales del mismo, que ninguno de los dos puede excluir, así como sobre la
existencia del impedimento dirimente de disparidad de cultos y sobre las
condiciones requeridas para obtener la necesaria dispensa. También se
orientará a los contrayentes sobre las formas posibles de celebración del
matrimonio católico, tanto en forma canónica como dispensa de la misma, y
sobre las exigencias e implicaciones que lleva consigo cada una de ellas, de
modo que en el diálogo pastoral se pueda discernir cuál es la forma de
celebración más adecuada a la actitud religiosa de los contrayentes. En esta
instrucción de los novios puede participar el ministro religioso musulmán.
2.8. Al instruir a la parte musulmana sobre los fines y propiedades esenciales
al matrimonio, y sobre la necesidad indispensable de comprometerse por
escrito a no excluir dichos fines y propiedades, se le hará ver que la renuncia a
las posibilidades de divorcio y poligamia, que le ofrece la ley islámica, no tiene
nada estrictamente incompatible con el Islam, sino que es una vía reconocida
dentro de su religión, libre y gustosamente practicada por muchos
musulmanes. Sin duda, es posible ayudar a la parte musulmana en el
reconocimiento de esta vía islámica, que debe ser la suya propia para que su
proyectado matrimonio sea válidamente contraído ante la Iglesia.
Es indispensable para celebrar el matrimonio cristiano con disparidad de
culto que la parte musulmana sea consciente, y de forma muy precisa, de las
exigencias que comporta el matrimonio, abandonando las posibilidades que le
concede la Ley Islámica (divorcio, poligamia, etc.), exigencias que no tienen
nada estrictamente incompatible con el Islam.
Aunque el éxito de estos matrimonios es muy problemático y exige (no nos
cansaremos de repetirlo) una muy seria y comprometida preparación, sin
embargo, cuando se realizan con las debidas garantías, encierran enormes
riquezas. Puede ser la ocasión en el plano religioso de una real profundización
de la dimensión religiosa personal. La solución negativa sería eludir esta tarea
refugiándose en la indiferencia. Al contrario, será dentro de un progreso
espiritual y de una mayor fidelidad como creyentes como los jóvenes esposos
pueden extraer fuerza y certidumbre para llevar a buen término su proyecto en
común.
Este encuentro y confrontación islamo-cristiano puede ser fuente de una
mayor exigencia, que invita a volverse juntos hacia lo esencial, Dios, que está
más allá de todo cuanto los discursos humanos pueden jamás decir al respecto.
El matrimonio mixto, además, confiere al diálogo islamo-cristiano otra
dimensión más extensa que la de los encuentros de expertos, pues se enraíza en
plena realidad humana a través de la vida cotidiana y se multiplica en
numerosos hogares. Estos matrimonios, seriamente llevados, son un signo de
reconciliación posible entre los pueblos, las razas y las religiones. Y pueden ser
un enriquecimiento de las comunidades humanas y religiosas que testimonien
que los particularismos, las estrecheces de miras, los racismos de cualquier
índole en suma, pueden superarse. Y hasta puede ocurrir que algunos hogares
mixtos adquieran conciencia de una misión de reconciliación y de paz que
arraigue en su propia existencia.
3. Otras orientaciones particulares con vistas a disminuir los riesgos
específicos de estos matrimonios islamo-cristianos
A fin de ser muy concretos y habida cuenta de los cuatro riesgos específicos
de dichos matrimonios (cultural, religioso, educacional y jurídico), indicamos
algunas orientaciones particulares dictadas por una larga experiencia:
Antes de su matrimonio la parte católica procura pasar un cierto tiempo en
el país de su futura familia política, incluso aunque después la pareja
vaya a instalarse en España. Además de aportar una experiencia real, es
también un gesto de respeto hacia los lazos de solidaridad familiar que
en las sociedades árabe-musulmanas y musulmanas en general se han
mantenido vigentes hasta hoy. Psicológicamente servirá para acallar las
susceptibilidades y reducirá la oposición de los padres.
Conocer y acoger la tradición cultural y religiosa del otro. Es ésta una tarea
indispensable para el éxito de estos matrimonios. Especialmente para la
parte cristiana en país musulmán. Para poder insertarse en la vida social
y tomar parte en la educación de los hijos, deberá aprender la lengua del
país; de lo contrario será siempre un extranjero.
Aunque guardando estrechos lazos con sus familias, tendrán cuidado de
conservar la independencia que necesitan. Lo cual exige mucho tacto,
delicadeza y determinación. Cualidades todas que deberán desarrollar y
que contribuirán al equilibrio del hogar. Además es de capital importancia,
para que sean libres frente a la presión familiar y social (que en la sociedad
musulmana tienen especial influencia), que él sea independiente laboral y
económicamente. Y que comiencen solos y no convivan, en la medida de lo
posible, con una de las dos familias.
Infórmese cuidadosamente sobre el estatuto jurídico de las parejas mixtas,
para el acondicionamiento de su vida en común por los derechos
musulmanes clásicos y modernos.
Póngase de acuerdo desde el principio sobre ciertos puntos esenciales y no
dejen al azar lo que a la larga pueda dividirles. Entre estos puntos se
cuenta la educación religiosa de los hijos, que habrá de hacerse en el
espíritu propio de la libertad y evitando todo peligro de indiferentismo.
Eviten el aislamiento y, si viven en la sociedad musulmana, apresúrese la
parte católica a aprender el árabe y a tomar contacto con su parroquia o
con algún grupo cristiano. Si se instalan en España, vean si existe un
lugar de oración para la parte musulmana. En este sentido, sería de gran
utilidad que el responsable de la pastoral, si sabe que la pareja debe
partir a un país musulmán, anunciase la llegada de la parte cristiana a la
Iglesia local para que pueda ser convenientemente acogida.
V. CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
1. Es aconsejable que quienes pretenden contraer un matrimonio islamo-
cristiano asistan conjuntamente a algún cursillo de preparación especializado
sobre matrimonios mixtos.
2. Para la celebración válida del matrimonio entre una persona de religión
islámica y otra católica es necesaria la dispensa del impedimento de disparidad
de cultos, que puede conceder el Ordinario del lugar, si se cumplen las
condiciones determinadas en el c. 1125.
3. En el expediente matrimonial la parte católica «dejará constancia escrita de
las promesas y declaraciones específicas del matrimonio mixto» exigidas en el c.
1125,1. A su vez, la parte musulmana «dejará constancia escrita de haber
recibido información sobre los fines y propiedades esenciales del matrimonio,
cual lo entiende la Iglesia católica; de no excluir dichos fines y propiedades
esenciales al contraer el matrimonio; de ser consciente de los imperativos de
conciencia que al cónyuge católico le impone su fe, y de las promesas hechas
por éste en conformidad con las exigencias de la Iglesia»28.
4. La observancia de la forma canónica de la celebración del matrimonio
islamo-cristiano es condición necesaria para su validez29.
«No obstante, cuando concurran causas graves que dificultan el
cumplimiento de esta condición, el Ordinario del lugar puede dispensar
también de la forma canónica. Se consideran como tales las siguientes:
La oposición irreductible de la parte no católica.
El que un número considerable de los familiares de los contrayentes rehúya
la forma canónica.
La pérdida de amistades arraigadas.
Un grave conflicto de conciencia de los contrayentes, insoluble por otro
medio.
Si una ley civil extranjera obligase a uno, al menos, de los contrayentes a una
forma distinta de la canónica»30.
5. Celebración del matrimonio con la forma canónica:
Cuando el matrimonio se contraiga con la forma canónica, se ha de celebrar
según el ritual del matrimonio aprobado por la CEE31, empleando el rito
en él previsto para los matrimonios entre católicos y no bautizados.
«El matrimonio entre una parte católica y otra no bautizada podrá celebrarse
en una iglesia o en otro lugar conveniente»32.
«Se prohíbe que antes o después de la celebración canónica haya otra
celebración religiosa del mismo matrimonio para prestar o renovar el
consentimiento matrimonial; asimismo no debe hacerse ninguna
ceremonia religiosa en la cual, juntos el asistente católico y el ministro no
católico y realizando cada uno de ellos su propio rito, pidan el
consentimiento de los contrayentes»33.
6. Celebración del matrimonio con dispensa de la forma canónica: el
matrimonio sea celebrado en la forma pública exigida por el c. 1127,2. La
celebración puede hacerse ante la autoridad competente tanto por la parte
musulmana como por la parte católica o ante la autoridad civil, en la forma
civilmente prescrita.
Es condición indispensable que la forma utilizada no excluya los fines y
propiedades esenciales del matrimonio. Es de desear que la celebración del
matrimonio, cuando se celebra con dispensa de la forma canónica, vaya seguida
de algún acto religioso.
7. Registro del matrimonio.
El matrimonio islamo-cristiano celebrado conforme a la forma canónica será
registrado en los libros de matrimonio y de bautismo de la parte católica como
todos los demás matrimonios canónicos. La inscripción en el Registro Civil se
realizará a tenor de las normas concordadas entre la Iglesia y el Estado en
España.
Cuando el matrimonio islamo-cristiano se haya «contraído con dispensa de
la forma canónica, el Ordinario del lugar que concedió la dispensa debe cuidar
de que se anote la dispensa y la celebración en el registro de matrimonios, tanto
de la curia como de la parroquia propia de la parte católica, cuyo párroco
realizó las investigaciones acerca del estado de libertad; el cónyuge católico está
obligado a notificar cuanto antes al mismo Ordinario y al párroco que se ha
celebrado el matrimonio, haciendo constar también el lugar donde se ha
contraído, y la forma pública que se ha observado»34.
1 de marzo de 1988
APÉNDICE I
DECLARACIÓN DE INTENCIÓN PARA UN CÓNYUGE MUSULMÁN
CREYENTE
«¡En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso!
En el momento en que yo, ante Dios, me comprometo con los lazos del
matrimonio, declaro que soy musulmán/musulmana.
El día de mi matrimonio, ante todos, quiero en plena libertad crear con… una
verdadera comunidad de vida y amor.
Quiero, por este compromiso, establecer entre nosotros un vínculo sagrado que
nada, durante nuestra vida, pueda destruir.
Sé que mi futuro esposo/mi futura esposa se compromete, según su fe cristiana
y la demanda de la Iglesia, a un matrimonio monógamo e indisoluble. En
reciprocidad, yo le prometo, a lo largo de toda nuestra vida, una fidelidad total,
así como un verdadero apoyo, y ella será mi única esposa/mi único esposo.
Acogeré a los hijos que nazcan de nuestra unión. Soy consciente de los deberes
que tiene mi esposa respecto a la educación cristiana de los hijos. Les
educaremos en el respeto a Dios y a todos los seres humanos con lo mejor de
nosotros mismos.
Aunque no me adhiera a la fe cristiana, reconozco como míos algunos
principios de vida que también son de los cristianos, como fidelidad a Dios, la
bondad, la generosidad, el respeto a la palabra dada y el compartir con los más
necesitados.
Me comprometo a respetar la fe y la práctica religiosa de mi futuro
esposo/esposa. En esta perspectiva me esforzaré también por conocer mejor el
espíritu del Cristianismo que ella/él profesa, y animaré a mis hijos a hacer lo
mismo.
Pienso, en fin, que nuestro amor nos llama a trabajar con los demás para que
haya más amor, más justicia y más paz».
APÉNDICE II
DECLARACIÓN DE INTENCIÓN DEL CÓNYUGE CATÓLICO
«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En el momento en que, ante Dios, me comprometo con los lazos del
matrimonio, yo profeso la fe cristiana.
El día de mi matrimonio, ante todos, quiero con plena libertad crear con… una
verdadera comunidad de vida y de amor.
Quiero, por este compromiso, establecer entre nosotros un vínculo sagrado que
nada, durante nuestra vida, pueda destruir.
Estando mi futuro esposo musulmán (o mi futura esposa musulmana)
debidamente informado/informada de la meta (fines y propiedades) esencial
del matrimonio cristiano monógamo y perdurable, hago por tanto las
declaraciones y promesas aquí requeridas según mi fe cristiana y la demanda
de la Iglesia.
Declaro estar dispuesta/o a desechar los peligros de abandono de mi fe, y
prometo sinceramente hacer todo lo posible por mi parte para que todos los
hijos sean bautizados y educados en la Iglesia Católica.
Con él/ella comparto algunos valores de la fe que nos son comunes, como la
fidelidad a Dios, la oración, la bondad, la generosidad, el respeto a la palabra
dada y el compartir con los más necesitados.
Me comprometo a respetar la fe y la práctica religiosa de mi futuro esposo/a. En
esta perspectiva, me esforzaré también por conocer mejor el espíritu del Islam
que él/ella profesa, animaré a mis hijos a hacer lo mismo. Pienso que nuestro
amor nos llama a trabajar con los demás para que haya más amor, más justicia y
más paz».
APÉNDICE III
TEXTOS MUSULMANES PARA LA LITURGIA DE MATRIMONIOS ENTRE
MUSULMANES Y CATÓLICOS
1) La Fatiha:
En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.
Alabanza a Dios, Señor del Universo.
El Clemente, el Misericordioso.
Soberano del día de la Retribución.
Es a Ti a quien adoramos.
Es a Ti de quien imploramos el auxilio.
Condúcenos por el camino recto,
por el camino de los que Tú has colmado de beneficios.
De los que no se han hecho acreedores a Tu cólera
y que jamás se desvían.
Amén.
2) Lecturas Coránicas y Sunníes:
Dios os ha creado de una sola alma, y de ésta creó a la pareja. Les esparció
por el Universo como hombres y mujeres en abundancia.
Dios creó a la esposa de vuestra misma especie para el sosiego espiritual del
hombre y entre ellos originó el amor y bondad.
La esposa es la vestimenta para el hombre, así como el hombre es la
vestimenta para la esposa.
Os son lícitas como esposas las mujeres honradas de quienes tuvieron el
Libro antes que vosotros, los judíos y los cristianos.
El hombre perfecto es el más virtuoso y el más cariñoso con su mujer.
La vida es un conjunto de valores. El valor más loable es la esposa adecuada.
Temed el llanto de la mujer; pues Dios cuenta sus lágrimas.
APÉNDICE IV
TEXTOS BÍBLICOS PARA LA LITURGIA DE MATRIMONIOS ENTRE
MUSULMANES Y CATÓLICOS
1) Se evitarán los que insisten en la divinidad de Cristo. Los textos siguientes
pueden ser fácilmente utilizados:
Primera lectura: Gén 1,26-28. 31a; Rom 12,1-10. 14-18; 1 Cor 12,31-13. 8a.
Evangelio: Mt 19,3-6. 22,35-40; Mc 10,6-9; Jn 2,1-11.
ANEXO II
Declaración de intención para un cónyuge musulmán creyente
“¡En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso!
En el momento en que yo, ante Dios, me comprometo con los lazos del
matrimonio, declaro que soy musulmán / musulmana.
El día de mi matrimonio, ante todos, quiero en -plena libertad- crear con
..........................una verdadera comunidad de vida y amor.
Quiero, por este compromiso, establecer entre nosotros un vínculo sagrado
que nada, durante nuestra vida, pueda destruir.
Sé que mi futuro esposo / mi futura esposa se compromete, según su fe
cristiana y la demanda de la Iglesia, a un matrimonio monógamo e indisoluble.
En reciprocidad, yo le prometo, a lo largo de toda nuestra vida, una fidelidad
total, así como un verdadero apoyo, y ella será mi única esposa / mi único
esposo.
Acogeré a los hijos que nazcan de nuestra unión. Soy consciente de los
deberes que tiene mi esposa respecto a la educación cristiana de los hijos. Les
educaremos en el respeto a Dios y a todos los seres humanos con lo mejor de
nosotros mismos.
Aunque no me adhiera a la fe cristiana, reconozco como míos algunos
principios de vida que también son de los cristianos, como la fidelidad a Dios,
la bondad, la generosidad, el respeto a la palabra dada y el compartir con los
más necesitados.
Me comprometo a respetar la fe y la práctica religiosa de mi futuro esposo /
esposa. En esta perspectiva me esforzaré también por conocer mejor el espíritu
del Cristianismo que ella / él profesa, y animaré a mis hijos a hacer lo mismo.
Pienso, en fin, que nuestro amor nos llama a trabajar con los demás para que
haya más amor, más justicia y más paz”.
ANEXO III
Declaración de intención del cónyuge católico
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En el momento en que, ante Dios, me comprometo con los lazos del
matrimonio, yo profeso la fe cristiana.
El día de mi matrimonio, ante todos, quiero con plena libertad crear con
..........................una verdadera comunidad de vida y de amor.
Quiero, por este compromiso, establecer entre nosotros un vínculo sagrado
que nada, durante nuestra vida, pueda destruir.
Estando mi futuro esposo musulmán (o mi futura esposa musulmana)
debidamente informado / informada de la meta (fines y propiedades) esencial
del matrimonio cristiano monógamo y perdurable, hago por tanto las
declaraciones y promesas aquí requeridas según mi fe cristiana y la demanda
de la Iglesia.
Declaro estar dispuesta/o a desechar los peligros de abandono de mi fe, y
prometo sinceramente hacer todo lo posible por mi parte para que todos los
hijos sean bautizados y educados en la Iglesia Católica.
Con él / ella comparto algunos valores de la fe que nos son comunes, como la
fidelidad a Dios, la oración, la bondad, la generosidad, el respeto a la palabra
dada y el compartir con los más necesitados.
Me comprometo a respetar la fe y la práctica religiosa de mi futuro esposo/a.
En esta perspectiva, me esforzaré también por conocer mejor el espíritu del
Islam que él / ella profesa, y animaré a mis hijos a hacer lo mismo. Pienso que
nuestro amor nos llama a trabajar con los demás para que haya más amor, más
justicia y más paz”.
ANEXO IV
Declaración de intenciones conjunta de los dos contrayentes
En la Diócesis de Madrid se usa el siguiente documento que se tiene como
declaración conjunta de intenciones:
“En Madrid, a (fecha)
Yo.........................., y yo..........................,
queremos constituir libremente una comunidad de vida y amor, fecunda e
indisoluble, basada en la fidelidad total y en la ayuda mutua;
nos comprometemos a respetar la conciencia y las creencias de cada uno de
nosotros;
aceptamos responsablemente los hijos que puedan nacer de nuestra unión y
pondremos de nuestra parte todo esfuerzo para educarlos humanamente en el
respeto, la tolerancia y el amor;
somos conscientes de la promesa que asume la parte católica de hacer
“cuanto le sea posible para que toda la prole se bautice y eduque en la Iglesia
Católica Romana”; esta promesa tendrá que cumplirse en las circunstancias
concretas de nuestro matrimonio con el debido respeto de las razones y
convicciones que nos son particulares;
queremos que, de esta forma, nuestro hogar sea ejemplo de convivencia
humana en la paz y en la comprensión mutua:
Firman la declaración:
El contrayente
La contrayente
Dos testigos
Ilmo. Sr. Vicario General
El Notario