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Documento de Invest igación29/2018

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Programa de «Trabajo de Futuros»___

«Panorama de tendencias geopolíticas»

-Oriente Próximo, 2040: escenarios

previsibles-

Middle East, the outlook for the horizon 2040

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Organismo solicitante del estudio:Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE)

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Documento de Investigación del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE)

Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional

(CESEDEN)

Trabajo maquetado, en junio de 2018, por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).

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NOTA: Las ideas y opiniones contenidas en este documento son de responsabilidad del autor, sin que reflejen, necesariamente, el pensamiento del Ministerio de Defensa, del CESEDEN o del IEEE.______________________________________________________________________________________________

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Mª Dolores Algora Weber Oriente Próximo, 2040

Oriente Próximo, 2040: escenarios previsibles

Mª Dolores Algora WeberProfesora Titular, Universidad CEU San Pablo

Resumen

En este artículo recoge un ejercicio de prospectiva, basado en el análisis científico de los hechos, sobre las previsibles tendencias de la región del Próximo Oriente (incluidos los Países del Golfo) en torno a 2040. Aborda los factores que se consideran serán elementos determinantes del devenir de dicha área estratégica. Sin embargo, el lector debe ser consciente, de que la evolución de estos parámetros está sujeta a circunstancias difícilmente previsibles en una región en la que las tensiones internacionales y conflictos influyen de manera directa en los intereses estratégicos de todos los actores.

Palabras Clave

Oriente Próximo, intereses estratégicos, política internacional, fronteras, terrorismo yihadista, Siria, Iraq, Egipto, Arabia Saudí, Irán, Rusia, Estados Unidos, 2040.

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Middle East, the outlook for the horizon 2040

Abstract

This article includes a prospective exercise, based on the scientific analysis of the facts, on the foreseeable trends of the Middle East region (including the Gulf Countries) around 2040. It addresses the factors that are considered to be determining elements of the future of this strategic area. However, the reader should be aware that the evolution of these parameters is subject to circumstances that are difficult to foresee in a region where international tensions and conflicts directly influence the strategic interests of all actors.iew.

Keywords

Middle East, Strategic interests, International politics, borders, jihadist terrorism, Syria, Iraq, Egypt, Saudi Arabia, Iran, Russia, United States, 2040.

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Introducción

Oriente Próximo es una zona estratégica condicionada por factores geopolíticos sujetos a una evolución difícilmente predecible y con consecuencias inmediatas en la región, que a su vez resultan claves en el orden mundial. Esta

inestabilidad complica el vaticinio de las tendencias que puedan marcar su devenir, pero no impide destacar aquellos elementos que probablemente serán determinantes en la situación de la zona en torno a 2040.

Por encima de cualquier otra consideración, lo que mejor podría caracterizar los años venideros es la prolongación de la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán por la supremacía en Oriente Próximo, detrás de la que existe más allá de una connotación religiosa, entre sunníes y chiíes, una confrontación de carácter político-ideológico-cultural y económico. En este contexto, Turquía tampoco renunciará a un espacio para su liderazgo y la defensa de sus intereses nacionales y estratégicos. Este reparto de influencias afectará a los países musulmanes al igual que al resto de las potencias internacionales. Por tanto, la región acusará la multipolaridad del actual orden mundial, con la complejidad añadida de que las tres grandes potencias musulmanas regionales de Oriente Próximo se encuentran en proceso de redefinición de su proyección exterior con objetivos similares.

Partiendo del hecho de que en Oriente Próximo todos los factores estratégicos se entrelazan, lo que será decididamente determinante de las dos siguientes décadas será: la redefinición de las fronteras como consecuencia de los conflictos; la reconfiguración de las alianzas conforme a las estrategias de las grandes potencias internacionales y de las regionales en torno a nuevos actores locales; los retos a la gobernanza de los Estados; la evolución del terrorismo y en consecuencia la lucha antiterrorista; la distribución de los recursos naturales y el reparto del mercado energético ligado a los intereses internacionales.

La redefinición de las fronteras

Un análisis prospectivo sobre la región obliga a poner en cuestión la viabilidad de las fronteras nacidas del colonialismo de comienzos del siglo XX. Este planteamiento induce a considerar la continuidad de la inestabilidad a través de conflictos híbridos, abiertos o latentes, como una amenaza real y probable. En los últimos años la escalada de conflictos ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las fronteras regionales, lo que ha tenido como primera consecuencia un aumento constante del gasto militar en todos los países de Oriente Próximo. Éste seguirá creciendo conforme al desarrollo tecnológico de la industria militar y los conflictos inacabados. Los índices de militarización de la zona sitúan a la mayoría de sus Estados entre los treinta primeros

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del ranking mundial. Simplificando mucho los datos, las capacidades armamentísticas saudíes, el programa de misiles iraní y el no reconocido programa nuclear israelí demuestran la gravedad de los peligros a los que estará expuesto Oriente Próximo en el futuro. En este contexto, la última guerra de Iraq de 2003 y, desde 2011, la todavía actual guerra en Siria, han aniquilado la seguridad regional, pudiéndose esperar de ello consecuencias dramáticas que necesitarán de comprometidas respuestas durante décadas. La guerra de Yemen, con repercusiones inicialmente locales, podría afectar a la estabilidad de Arabia Saudí y por tanto a todo el mundo árabe.

Imagen 1.- Fuente: International Institute for Strategic Studies (2017)

Por otro lado, al margen del factor armamentístico, la posible redefinición de las fronteras será un elemento que tense la complejidad política de la región. En cuanto al conflicto árabe-israelí que, a raíz de los acontecimientos que siguieron a las revueltas de la Primavera Árabe ha visto progresivamente desplazado el foco de atención internacional hacia otras prioridades estratégicas, no parece que se vayan a encontrar soluciones a corto plazo. Estas circunstancias están favoreciendo el replanteamiento por parte israelí de la Declaración de Principios del Proceso de Paz para Oriente Próximo, iniciado en la década de los noventa del siglo pasado. La nueva situación afecta directamente al futuro de las fronteras. El fundamento de dos Estados, recogido en la R. 181 (1947) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en torno a las fronteras de 1967, en las R. 242 (1967) y R. 338 (1973) del Consejo de Seguridad, está siendo gravemente alterado por la aprobación de la legislación israelí en el Parlamento –Knesset- del proyecto de la unificación de la soberanía de Jerusalén y la creación del «Estado nación judío». Las protestas internas, sumadas a la falta de respaldo internacional, hacen pronosticar una involución o parálisis de este contencioso, habitualmente sujeto al estallido de

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violencia en el momento que se produzca un aumento de la tensión entre palestinos e israelíes. A ello se suma la situación de los Altos del Golán, que si bien la R. 497 del Consejo de Seguridad en 1981 declaró nula la anexión del territorio por parte de Israel, todavía sigue a expensas de ser cumplida. Esta circunstancia complicará aún más las negociaciones destinadas a la solución de la guerra de Siria.

El estancamiento de la guerra en Siria es la mayor amenaza regional. En dicha contienda han entrado en liza múltiples rivalidades, entre las cuales, las posturas antagónicas de Arabia Saudí y de Irán representan el mayor obstáculo para alcanzar la paz, mientras que Estados Unidos y Rusia dirimen en este escenario su renovada Guerra Fría. Hasta el momento, Riad, con la aquiescencia norteamericana, se mantiene en la exigencia de la retirada del poder del presidente Bashar Al Asad, frente a Teherán que le ofrece su total respaldo y a Rusia que al menos frena la posibilidad de que el conflicto de lugar a la consumación de los intereses occidentales. Estas posiciones mientras permanezcan enconadas imposibilitan el avance de las negociaciones diplomáticas de Ginebra auspiciadas por las Naciones Unidas, a pesar de la oportunidad que significa el retroceso sobre el terreno de Daesh. Las consultas paralelas de Astana promovidas por Rusia, Turquía e Irán, podrían infundir un cierto optimismo de cara al fin de la guerra. El principal reto será aproximar las dos vías de entendimiento y la redacción, por parte de la recientemente creada Comisión Constitucional siria, de un documento inclusivo, representativo de todas las etnias y grupos políticos, que garantice la reconciliación. Mientras esto sucede, el gobierno moscovita está decidido a potenciar la recuperación de su influencia en este escenario como piedra angular hacia su presencia en otras áreas estratégicas más allá de Oriente Próximo. Este objetivo ruso, pudiera inducir a flexibilizar en el futuro la postura de Estados Unidos y Arabia Saudí respecto al régimen actual para evitar la recuperación de la influencia rusa.

Entre las consecuencias del conflicto, Siria sufre una grave crisis humanitaria. La salida de refugiados hacia otros Estados de Oriente Próximo y por el Mediterráneo suscita una alarma internacional para la que habrá que seguir buscando respuestas fundamentadas en un compromiso mayor de los países europeos, de los árabes y de otros también musulmanes. En este aspecto, la Unión Europea, que es el mayor donante internacional de ayuda humanitaria, seguirá centrando en esta línea su principal foco de atención, como ya se recogió en la Estrategia para Siria de 2017. Son varios los motivos que mueven a la organización a desempeñar un papel complementario y todo apunta a que mantendrá esta tendencia en el futuro. Primero, por el marcado perfil europeo como actor internacional centrado en la preservación de los derechos humanos; segundo, por razones geográficas, al verse obligado a responder a las oleadas masivas de inmigrantes que huyen del conflicto y, tercero, porque su capacidad de influencia como actor político, no económico, está muy limitada frente a las potencias internacionales mediadoras en las negociaciones de paz.

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Imagen 2.- Fuente: ACNUR (2016)

Por otro lado, la situación siria podría agravar la frágil estabilidad de Iraq. Aun abatido el yihadismo, no debe entenderse liquidada la amenaza terrorista, pues no se ha desvanecido su ideología. Sería posible una reactivación de su acción si no se cumplen los objetivos de estabilización previstos por el Gobierno bagdadí. A éste le queda por delante la reconstrucción material, económica y social del país, lo cual le ocupará no menos de dos décadas incluso en el caso de que se obtengan los fondos internacionales necesarios, se logre una diversificación de la economía y se mantenga el funcionamiento político interno.

Estos conflictos podrían tener importantes repercusiones fronterizas en Oriente Próximo. La integridad territorial de Iraq seguirá siendo muy vulnerable, como ya quedó demostrado en septiembre de 2017 con la celebración del referéndum no autorizado a favor de la independencia del Kurdistán iraquí, que fue seguido de una represión militar. Por su parte, cuando llegue la solución, el conflicto sirio habrá alentado las aspiraciones políticas kurdas dentro de su propio territorio, reavivado un nacionalismo que pudiera afectar a las fronteras de Turquía. De hecho, la prolongación de la guerra de Siria suscita la tentación de abandonar el modelo de Estado unitario centralizado existente hasta el momento, sustituyéndolo por algún tipo de federación que pudiera a la larga derivar en una división territorial, si no se lograra alcanzar un alto el fuego y un acuerdo a través de las negociaciones con mediación internacional. El movimiento kurdo sirio aunque sigue internamente fragmentado se ha fortalecido al amparo del apoyo norteamericano por las necesidades operacionales de la guerra. Esta circunstancia incomoda a Irán que tratará de evitar el reflejo de esta situación entre la población kurda iraní. Como simultáneamente el contexto bélico está reforzando la influencia del Gobierno de Teherán en la región, la posición de Irán ante el eje Kurdistán iraquí-norte de Siria resultará sustancial en las relaciones en Oriente Próximo en los años siguientes.

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Imágenes 3 y 4.- Fuente: IHS Conflict Monitor, Fuente: IHS Conflict Monitor, Oriente Siria (2015, 2018) Próximo (2018)

La reconfiguración de las alianzas

Frente a esta alineación, el territorio de Turquía podría verse amenazado al igual que el de Iraq y Siria, en unos momentos en los que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece dispuesto a la ruptura de la pretendida política exterior norteamericana de equilibrio en Oriente Próximo. Esto hace pensar que los conflictos de la zona conllevarán cambios estratégicos que replanteen las relaciones turco-norteamericanas.

El Gobierno de Ankara aspirará a desempeñar un nuevo papel regional independiente, alejado de los intereses de Estados Unidos y la OTAN, y en esencia, mucho más consecuente con sus intereses nacionales, dañados por el respaldo norteamericano a las Unidades de la Protección Popular, milicias kurdas consideradas por los turcos como un grupo armado terrorista. La guerra de Siria ha propiciado el enfoque de la proyección estratégica turca hacia Oriente Próximo para presentarse como potencia mediadora en los litigios futuros entre Europa, Asia y África. Retrasado su ingreso en la Unión Europea, dada su reislamización durante la Presidencia de Erdogan, el gobierno turco se beneficia de los acuerdos financieros con aquella para resolver la crisis de los refugiados sirios, lo que garantizará la seguridad europea mientras dure la guerra. Este argumento proporcionará peso a Ankara ensombreciendo las críticas sobre sus estándares democráticos en las negociaciones de adhesión para antes de 2023. Tampoco renunciará la República turca a un puesto en el G 10.

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Estos cambios estratégicos también podrán afectar a las relaciones turco-israelíes, que hasta los ataques de la flotilla de Gaza en 2010 y el conflicto sirio, habían sintonizado habitualmente con las aspiraciones estadounidenses. El respaldo incondicional norteamericano a Israel con el fin del traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén avivará la hostilidad política en el mundo musulmán en su conjunto, además de las violentas manifestaciones inmediatas de los palestinos que puedan seguir a la consumación de esta decisión. Este asunto lleva a Ankara a aproximarse a Teherán y Moscú. Además de que esta decisión también afectaría a las relaciones entre estadounidenses y saudíes, así como a las de los primeros con Jordania, dañando a sus aliados fundamentales en Oriente Próximo durante décadas. Aunque son muchos los intereses económicos y estratégicos que unen a estos Estados, este gesto no sería bien recibido. Igualmente sería rechazada la situación por Irán. En este contexto de tensiones entre las potencias más influyentes, el que fuera el conflicto central durante las últimas décadas, el palestino-israelí, pasaría a un plano secundario como ya está pasando. De esto, una de las consecuencias más notorias, será la cada vez más complicada voluntad de llegar a algún acuerdo en el marco de la solución de dos Estados, que cuenta con el respaldo internacional frente a la imposición de las tesis del gobierno israelí. El fracaso de esta opción tampoco garantizaría la alternativa basada en Estado unitario binacional. En definitiva, la determinación norteamericana supondría un riesgo a la seguridad regional e internacional difícil de evaluar en una región repleta de focos de potenciales conflictos, cuando, además, la guerra de Siria sigue sin una solución factible y creíble.

Los actores no-gubernamentales transnacionales

Otro factor determinante ligado a la conflictividad es el empoderamiento de los actores no-gubernamentales transnacionales. El análisis de Oriente Próximo en términos de gobernabilidad va acompañado del factor étnico-político-religioso que caracteriza a dichas facciones. Es previsible que se mantenga su relevancia condicionando la evolución regional. Así pues, el respaldo iraní hacia grupos como Hezbollah en el Líbano y a Hamas y a Yihad Islámica en Palestina, será decisivo de cara al posicionamiento de Arabia Saudí frente al Gobierno libanés, al que se le ha retirado la ayuda económica por la creciente influencia política del grupo chíi. Mientras que, en el sentido contrario, este elemento favorecerá el respaldo saudí al Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Por tanto, es previsible que las tendencias de estas facciones puedan llegar a alterar profundamente las relaciones gubernamentales. Así, se podría asistir a un reposicionamiento entre saudíes e israelíes al compartir intereses estratégicos frente a Irán. El Gobierno de Tel Aviv prodigará al máximo esta línea de acción para garantizar su seguridad y aminorar sus tensiones con el lado árabe. No obstante, este forzado entendimiento debería superar el escollo de la capitalidad de Jerusalén, favorecido por la ubicación de la Embajada norteamericana y que de no

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ser resuelto, contrariamente a lo anterior, en algún momento lo que podría impulsar sería un también forzado «cierto deshielo» en el diálogo entre saudíes e iraníes. Se puede añadir que esta última opción afectaría también a las relaciones entre la Unión Europea y Rusia en la región. Por tanto, todas ellas relaciones muy complejas y muy fluctuantes en función de las coyunturas por venir y no ajenas a las fuerzas transnacionales existentes.

La gobernanza de los Estados

La futura gobernanza de los Estados en Oriente Próximo será otro de los factores determinantes. El mantenimiento de la estabilidad interna será un riesgo que deberán afrontar los gobiernos. Desde la Primavera Árabe de 2011, el rechazo de los regímenes autoritarios por las sociedades civiles no podrá ser ignorado. La intolerancia a la violación de derechos fundamentales y la privación de libertades ha obligado a la introducción de reformas que impidan el colapso de la gobernabilidad. Sin éstas, los gobiernos no podrán librarse de la dinámica de los conflictos. Cualquiera que haya sido el resultado de las revueltas se ha sembrado una semilla que acabará dando unos frutos definitivos en las próximas décadas.

En esta región se ha asistido a dos ejemplos, cada uno de ellos con su propio perfil, pero igualmente trascendentales en torno a este proceso: Egipto y Arabia Saudí. En ninguno de los casos, las carencias democráticas de sus regímenes han impedido que sigan siendo ambos los mejores aliados en Oriente Próximo de los países occidentales.

Egipto es piedra angular en el mundo árabe. Basta recordar que, si la Primavera Árabe se inició en Túnez, el ejemplo cundió a partir de su transmisión a El Cairo. Tras la caída del régimen de Mubarak, Egipto no ha recuperado la estabilidad interna, lo cual representa una amenaza tanto a la situación del país como a la seguridad de todo Oriente Próximo. Se evidencia que, sin recuperación económica, Egipto quedará permanentemente expuesto a la crisis político-social interna. Por tanto, el objetivo primordial de su futura gobernanza y de la proyección exterior de su política estará determinado por las soluciones que le permitan recuperar sus finanzas.

Tras un periodo breve de apertura democrática, los Hermanos Musulmanes se hicieron con el Gobierno, poniendo sobre el escenario la posible evolución de Egipto hacia una «democracia islámica», similar al nuevo modelo tunecino entre los países árabes o al turco entre otros países musulmanes no árabes de Oriente Próximo. Sin embargo, la radicalización política de Mohamed Morsi, impidiendo una gobernanza no sectaria, provocó la irrupción en el poder del general Abdelfatah Al Sisi. Éste declaró a la Hermandad como organización terrorista tras una fuerte represión del islamismo. El ascenso del nuevo presidente fue legitimado por las elecciones de 2014. Actualmente la firmeza con la que ejerce la política ha devuelto a Egipto a la vía dura

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del control militar que la caracterizó antaño. Sin embargo, la sociedad egipcia del presente poco tiene que ver con la de aquellos años ochenta y posteriores.

Ante este panorama a Egipto se le podrán presentar dos situaciones en la próxima década:

1. Que retroceda al sistema político de Mubarak, lo cual sin el respaldo de un proceso democrático transparente y libre, estará condenado a ser temporal. Hoy este tipo de régimen resulta incompatible con el estado de derecho demandado por la sociedad egipcia. Los defensores de derechos humanos han denunciado el encarcelamiento de más de 60.000 opositores políticos y periodistas, y el cierre de numerosas páginas web. Las elecciones que tendrán lugar próximamente en 2018 podrán dar una idea sobre si la tendencia será el respeto de la diversidad política egipcia o la continuidad de los modelos del pasado.

2. Que se logren poner en marcha mecanismos auténticamente garantes de una democracia real. En tal caso sería necesario emprender políticas preventivas de diálogo hacia la moderación de la Hermandad, ahora fragmentada y muy radicalizada. El principal riesgo no es una república democrática islámica, sino una república teocrática incapacitante de la alternativa secular. Un futuro Egipto convertido en una «democracia islámica» obligaría al total replanteamiento de la proyección de los países occidentales sobre la región de Oriente Próximo.

La estrategia regional del gobierno egipcio le ha llevado a recuperar su papel esencial como garante de la estabilidad, pero su posicionamiento es mucho más independiente que en otras épocas. La figura del actual presidente da alas tanto a la recuperación de la influencia rusa en la región como facilita el camino para la de otros actores como es el caso de Arabia Saudí.

En cuanto a Arabia Saudí, el régimen no sucumbió a las revueltas árabes, pero ello no ha evitado ver sus pilares sacudidos. El Gobierno de Riad se ha visto forzado hacia un tímido aperturismo, necesariamente sensible hacia reformas favorecedoras de la integración social de la mujer. Lo dicho no ha impedido un férreo control de la política interna.

Estos hechos sugieren el dilema sobre el rumbo que tomará el régimen saudí en el futuro, cuestionando si estos son sintomáticos de una modernización política interna y una limpieza de la corrupción o si, por el contrario, lo son de la firmeza del poder que ejercerá el príncipe Mohamed Ben Salman cuando por sucesión ocupe el trono. Todo apunta a que éste, sin perder los valores tradicionales del Reino, impulsará una nueva política más compatible con las demandas internas y externas. Sin embargo, no es posible considerar el porvenir de Arabia Saudí en términos de un Estado democrático liberal, lo cual desligaría religión y política en el actual régimen o cualquiera que lo sustituyera. Siendo este país el lugar de origen del Islam y el guardián de los Santos Lugares este vínculo representa la razón de su propia existencia.

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Su estabilidad podría verse afectada por conflictos sobre sus fronteras, lo que supone un riesgo real. La integridad territorial saudí está amenazada por el sur debido a la inconclusa y olvidada guerra del Yemen y por el este, podría estarlo, en la Provincia Oriental. Ambos conflictos hunden sus raíces en la rivalidad de intereses provenientes de la rama chií del Islam, detrás de la cual Irán seguirá ejerciendo su influencia. En el primer caso por su afinidad chií con los hutíes y en el segundo por la competencia empresarial. La guerra yemení implica a países como Sudán, Eritrea y Somalia, además de provocar la ruptura entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes frente a Qatar acusado del respaldo a grupos terroristas, pero sobre todo por sus relaciones con Irán. El deterioro de la situación yemení crece desde el asesinato del presidente Ali Abdullah Saleh en diciembre de 2017. Actualmente el país enfrenta su peor crisis humanitaria. La tensión creciente en la zona agudiza las disputas en el seno del Consejo de Cooperación del Golfo, enfocadas especialmente hacia el desafecto que ocasiona la política seguida por el Gobierno de Doha. De producirse la desintegración territorial y el colapso de la monarquía saudí, toda la región del Golfo estaría amenazada por una situación de anarquía, al no estar instituidas las bases internas en Arabia Saudí, ni los otros Estados, para un régimen alternativo fundamentado en un sentido nacional más allá del pilar endogámico de origen tribal. Por ello se explica, volviendo a los supuestos anteriores, que resultara muy probable la aceptación del actual modelo político, perpetuándose por las fuerzas internas que lo sostienen, antes de verlo transformado en un Estado fallido o dominado por otra dinastía salafí todavía más conservadora, sin que por ello se renuncie a reclamar un mayor aperturismo y transparencia política.

El terrorismo yihadista

Estos escenarios permiten presagiar la tensión que, además de los conflictos latentes, generará en el futuro el terrorismo yihadista en Oriente Próximo y allí donde logre expandirse. Así pues, la seguridad internacional permanecerá expuesta a esta amenaza, si las medidas preventivas y la lucha antiterrorista no dieran los resultados esperados. La prolongación o el posible estallido de conflictos abiertos empeorarán la situación. Estas circunstancias tendrían múltiples efectos en el mundo árabe, pero igualmente las sociedades occidentales deberían desarrollar más los mecanismos jurídicos, políticos, económicos o sociales para afrontar estos retos en las próximas décadas.

Ni las monarquías del Golfo ni ningún otro régimen de Oriente Próximo pueden permanecer al margen de la revolución tecnológica y mediática. Ésta supone un desafío para los gobiernos empeñados en posiciones totalitarias, pero además es que ejerce un efecto nocivo sobre el control del mensaje religioso. Ello permite una movilización que, más allá de la tecnología, acabe siendo una herramienta para la motivación ultraconservadora y radical que desemboque en actividades delictivas y terroristas. Por otra parte, la creciente influencia internacional de la cadena qatarí Al Jazzira exaspera a sus socios del Golfo.

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El freno al ISIS o Daesh en Iraq no implica el fin definitivo de la amenaza terrorista. El Califato ha perdido su territorio físico, pero sus seguidores permanecen soterrados. Por otro lado, otros grupos implicados en el terrorismo internacional, como el caso de al Qaeda, o en el terrorismo regional, no permitirán bajar la guardia ante esta amenaza. Sin perder de vista la gravedad del terrorismo en Siria, hay que señalar su incremento en el Sinaí, que junto a la inestabilidad interna, impiden una recuperación de la economía egipcia. En Yemen, a lo mencionado se añade por ende que es el santuario de al Qaeda en la Península Arábiga. Esto supone unos costes altísimos para el Gobierno de Riad, que acompañados del estancamiento del precio del crudo, son razones suficientes para centrar la atención sobre la alteración de fuerzas en las que pudiera terminar la región del Golfo.

El suministro energético y los recursos naturales

Estas circunstancias afectarían plenamente al equilibrio regional que resulta esencial para el suministro energético mundial. Mientras no se consolide la revolución energética, puesta ya en marcha hacia nuevos recursos alternativos al petróleo, la posición geográfica de la península arábiga seguirá siendo vital para el control de la seguridad de las rutas marítimas que canalizan el suministro de recursos energéticos tanto por el acceso al Mar Rojo como por paso por el Estrecho de Hormuz.

Imagen 5.- Fuente: Focus Economics (2017) Imagen 6.- Fuente: International Energy Agency (2009)

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Imagen 7.- Fuente: Central Intelligence Agency (2007)

El Gobierno de Riad es consciente de la urgencia de renovación económica y modernización industrial para seguir manteniendo el liderazgo del mundo árabe y del Islam. De ahí su imperiosa necesidad, al igual que la de otros Países del Golfo, de diversificar su producción y expandirla en el mercado mundial. Ésta será la tendencia en los próximos años, de hecho el príncipe heredero Mohamed bin Salman ya ha proyectado la construcción de dos ciudades artificiales con el fin de cumplir este objetivo hacia 2030. No alcanzar este objetivo resultaría dramático para todos los Países del Golfo.

En este contexto el levantamiento de las sanciones internacionales sobre Irán, que se prolongaron una década, se ha convertido en otro de los factores determinantes del Oriente Próximo, tanto por el despertar de su capacidad de influencia política como económica. Desde 2013, el régimen de los Ayatollah ha podido expandir y afianzar su presencia en la región. Ahora aparece como un mercado energético abierto y con un potencial comercio de consumo variado alejado de la influencia del poder occidental. El Gobierno de Teherán se predispone a intensificar su liderazgo en el continente asiático en coalición con Rusia, China, India y Pakistán. A ello hay que sumar su potencial demográfico en la expansión de su estrategia regional.

El equilibrio entre Arabia Saudí e Irán es percibido de manera muy distinta entre las potencias mundiales en este nuevo orden multipolar. Las relaciones de Estados Unidos e Irán han sido fluctuantes en los últimos años. Las consecuencias de la Primavera Árabe llevaron al presidente Obama a replantear un diálogo con el Gobierno de Teherán, pero la Administración de Trump ha vuelto a dar un giro al inclinarse hacia la posición israelí. Para Tel Aviv, la contención de Irán es el primer interés nacional, incluso prioritario, respecto al conflicto palestino. Esto hace pensar en el regreso a una posición de firmeza de Estados Unidos con respecto a Irán en el futuro. Esta proyección pendular norteamericana suscita el recelo de los Países del Golfo, especialmente de Arabia Saudí. No obstante, lo más alarmante es que este contexto favorece la escalada de violencia entre Israel e Irán, pudiendo derivar en consecuencias catastróficas para el orden mundial. Predecir el futuro de este escenario resulta prácticamente imposible

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debido a que al cumplirse el primer año de la Presidencia de Trump es complicado esclarecer si la presente proyección de Estados Unidos sobre Oriente Próximo es una posición circunstancial o si realmente se está fraguando una nueva tendencia en la Política Exterior norteamericana.

La Unión Europea, al contrario, adquiere progresivamente tintes de moderación. La Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) estará enfocada hacia un diálogo sin romper el equilibrio entre potencias regionales e internacionales. Su posición seguramente se definirá argumentando la aproximación a saudíes o a iraníes en función del resto de intereses internacionales para la organización, previsiblemente procurando la compatibilidad entre ambas fuentes de suministro. En Europa el levantamiento de las sanciones y el retorno de Irán al mercado energético se conciben como una oportunidad.

Sin embargo, lo que tendrá consecuencias más críticas para los europeos es el fracaso en la aspiración de transformar la región de forma progresiva y por medio de la cooperación. La guerra de Siria se presenta como un importante desafío para la Unión Europea tanto político como económico. Ha dejado a la organización internacional fuera de los planteamientos estratégicos que se puedan pergeñar para las siguientes décadas. Su presentación como un modelo de integración y prosperidad económica podría convertirse en la base de su propia vulnerabilidad, si es percibida desde sus vecinos del sur como el espacio de seguridad en el que refugiarse de los conflictos. Si la Unión Europea no es capaz de dotar su proyección exterior hacia Oriente Próximo, como hacia todo el Mediterráneo, de instrumentos y enfoques que le permitan recuperar su fortaleza como potencia estratégica estará expuesta a un crecimiento demográfico, resultado de las previsibles migraciones, que podrá cuestionar la continuidad del modelo europeo. La política exterior europea necesita una coordinación y unidad de acción, que potencie su capacidad de mediación diplomática y evite su condición de mero actor económico en la reconstrucción post-conflictos de la región. Al mismo tiempo, el posicionamiento político de la Unión Europea en las conversaciones de paz para Siria le ocasiona tensiones con Rusia, que es uno de los suministradores de gas imprescindible para muchos países europeos.

En los últimos años Rusia ha recuperado su papel en Oriente Próximo que, sin renunciar a su aspiración histórica de acceso al Mediterráneo, queda reflejado en su respaldo al Gobierno sirio y, por ende, de Irán. Esta alineación condiciona sus lazos con Arabia Saudí, pero no impide al Gobierno de Moscú mantener unas relaciones muy pragmáticas con Israel para la mediación entre estos países. Esta tendencia se mantendrá en las próximas décadas, respondiendo además a su estrategia energética. Razones muy similares permiten predecir la creciente intervención de China en los asuntos regionales, pues el Mediterráneo es vía de tránsito entre Europa y Asia.

El proyecto de la «Nueva Ruta de la Seda» lanzado como interés nacional prioritario por el presidente Xi Jinping en 2013, potenciará las relaciones con Irán restando transcendencia a las previstas con Arabia Saudí. China seguramente será la mayor

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potencia económica mundial de las próximas décadas, por lo que su progresiva implicación en Oriente Próximo podría alterar de forma poco previsible las tendencias financieras presentes.

En conclusión, todos estos factores que caracterizan a Oriente Próximo permiten predecir que en las décadas venideras la región seguirá siendo vulnerable en sus fronteras, frágil en el equilibrio político y deficiente en el desarrollo humano. Igualmente, seguirá quedando predestinada a la intervención internacional externa a la región, condicionando la seguridad global.

Bibliografía

Algora Weber, Mª Dolores: Principales actores en el escenario geopolítico de Oriente Próximo y Oriente Medio, en Relaciones Internacionales y Geopolítica. Conflicto, vulnerabilidad y oportunidad. Universidad Fuerzas Armadas de Ecuador ESPE. Centro de Estudios Estratégicos, 2016.

Miles, Hugh: The future of the Middle East. Global Policy, Durham University, octubre 2017.

Otte, Marc: The Quest for a Regional Order in the Middle East. Security Policy Brief, Egmont, nº94, febrero 2018.

Poza Cano, David: El derrumbe del «status quo» en Oriente Medio: las estrategias de seguridad de Irán y Arabia Saudí. Documentos de opinión del IEEE 10/2017.

Este artículo forma parte de los resultados del proyecto I+D «La dimensión internacional de las transformaciones políticas en el mundo arabo-islámico (CSO2014-52998-C3-3-P) y «Crisis y procesos de cambio regional en el norte de África, sus implicaciones para España» (CSO2017-84949-C3-3-P).

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