Otoño de 1777.

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Otoñode1777.Un año después de la Declaración de Independencia americana, Filadelfia, lacapitalde lascoloniasrebeldes,queestáapuntodeserocupadapor las tropasbritánicas del general Howe, es una ciudad en guerra: no solo entre losinsurgentes americanos y el ejército británico, sino también entre sus propioshabitantes;unaguerraquedivideydesgarrafamiliasyqueengendra todotipodetraiciones.En primera línea de la batalla, entre las mortíferas armas del enemigo y laspuñaladas de sus propios políticos, están los casacas rojas. Para un británico,estos valientes son el martillo que aplastará la incipiente rebelión yanqui. Encambio,para lospatriotas americanos, losdespreciados«espaldas sangrientas»sonlosladronesdesulibertadylossaqueadoresdesupatrimonio.SamGilpinesunodeellos:havistomorirasuhermanoyahoradebeelegirentreeldeberaun rey distante, el llamamiento de su propia conciencia y el verdaderosignificadodelalealtad.Eseinvierno,nosoloatravésdeloscamposdehieloyfuegodeValleyForge,elolorapólvoradeGermantownyeltronardeloscañonessobreFortMifflin,sinotambiénenloslujosossalonesdeFiladelfia,sereescribirálaHistoriaycambiarálafortunaderebeldesypatriotasparasiempre.

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BernardCornwell

Casacaroja

ePubr1.0Titivillus18.12.2017

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Títulooriginal:RedcoatBernardCornwell,1987Traducción:PedroSantamaría

Editordigital:TitivillusePubbaser1.2

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«Y ahora, si os place, abordemos la cuestión desde otra perspectiva.Supongamos que nos rebelamos contra Gran Bretaña, que nos declaramosindependientes, que establecemos una república propia… ¿Cuáles serían lasconsecuencias?Mehorrorizaimaginarlo…,semehielalasangrecuandopiensoenlasdesgracias,enlosindescriptiblesmalesquehadetraernos».

ReverendoCharlesInglis,Filadelfia,1776

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BERNARDCORNWELL(Londres,1944).Novelistayperiodistainglés.ViviósuinfanciaenelsurdeEssex.Perdióasuspadresamuycortaedad,unsoldadodelasRealesFuerzasAéreasCanadiensesyunareclutadelCuerpoAuxiliarFemeninoBritánico.ElapellidoCornwelleseldesumadre.Segraduóen laUniversidaddeLondresy llegóaserempleadocomomaestrotraspasarporlaUniversidad.Trasestaexperiencia,pasóatrabajarparalacadenainglesadetelevisiónBBC,dondecomenzócomoinvestigadorparaelprogramaNationwide,ypermanecióen ella durante los siguientes 10 años, llegando a ser Jefe de la sección deActualidadesdelacadenaenIrlandadelNorte.Fue trabajandoenBelfast cuandoconoció a Judy,una turista americana, de laqueseenamoróyconlaquesetrasladóaEstadosUnidos,dondecomenzólassagashistóricasporlasquesehahechofamoso.SegúnCornwell,ladecisióndeescribirprocededeunanecesidadestrictamenteeconómica: al no tener tarjeta de residente (Green Card), solo la actividadintelectualleestabapermitidaparaganarselavidadentrodelalegalidad.Comoreconocimientoasulaborcomoescritor,enjuniode2006fuenombradoCaballero del Imperio Británico dentro de la lista colectiva en honor del 80cumpleañosdelareinaIsabelII.

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PRIMERAPARTE

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Losbloodybackscargaronalabrigodelacálidaoscuridadyenposdelabatalla.Unalunaocultatintabalasnubesdeplatayderramabaunbrillotenuesobre

las copas aserradas y picudas de los pinos que recortaban el horizonte haciaoccidente. Al este, el cielo estaba privado de nubes: un abismo de oscuridadmoteadopor la luzpurade lasestrellas.Lossenderosbajo losárbolesestabanoscuros, completamente oscuros, una oscuridad en la que las largas hileras dehombresmaldecíanenvozbaja.

Cuandoelsolemergiera,traeríaconsigoelvaporosoyasfixiantebochornodeldía;aunqueinclusoahora,aesashorasdelanoche,hacíauncalorsofocanteque provocaba que los hombres sudaran bajo las gruesas casacas de lana.Casacas rojas. Eran soldados; seis compañías, que seguían a sus oficiales, atravésdelfrondosodesfiladero,haciaunataberna,uncrucedecaminos,haciaelenemigo.

Seoíaelagradablefluirdeunarroyoquequedabaalsur,elvientosacudíalas ramas de los pinos y las hordas de insectos nocturnos ahogaban cualquierruidoquelastachuelasdelasbotaspudieranhaceralquebrarlasagujasdepino,caídas y secas. Una orden susurrada pasó de boca en boca por la hilera dehombres.Estossedetuvieronyseacuclillaron.

Lasmanos del soldado raso SamGilpin estaban empapadas de sudor. Elcalorhacíaquelepicaratodoelcuerpo.Seoyóelrelinchodeuncaballo.Debíadeseruncaballoenemigo,yaqueloscasacasrojashabíanvenidoapie.Inclusoelgeneralibaapie.ElruidoledijoaSamqueeladversarioestabacerca,muycerca,y,apesardelcalorpegajoso,sintióunrepentinoescalofrío.

No podía abrir fuego con su mosquete. Ninguno de los soldados podíahacerlo, ya que se les había ordenado que desenroscaran el pie de gato yretiraranlospedernales.Unmosquetesinpedernalnopodíaprovocarlachispaque encendía la pólvora, así que no podía disparar, pero tampoco se corría elpeligro de que algún patoso tropezara en la oscuridad y disparara, sin querer,alertandoalenemigo.

Loscasacasrojashabíanllegadoalabrigodelacálidanoche,ensilencio,yelenemigoestabacerca.

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—¡Seguidme!Una vezmás la orden fue un susurro. La compañía de Sam abandonó el

sendero y se adentró en la negrura del bosque. Todos intentaban caminar ensilencio, pero las ramas crujían, las agujas de pino secas chascaban y, en unaocasión,laculatadelatóndeunmosquetechocóconestruendocontraeltroncodeunpino.

Elruidohizoqueloshombressequedaranhelados,peronoseoyóningunavoz de alarma en las líneas enemigas. Sam se preguntaba si estos enemigosestarían esperando, despiertos, preparados. ¿Tendrían los mosquetes cargados,los pedernales tensos y listos para restallar y sembrar el bosque de humo ymuerte?Elcorazónlepalpitabaconfuerza,conelmiedoquesienteelsoldadoantesdelalucha.Elsudorhacíaquelepicaranlosojos.Sehacíadifícilrespirarelaireresinoso.LacolumnavolvióamoverseySamviounresplandorrojoasuizquierda.Supoentoncesqueallíseencontrabaelcampamentoenemigo.

—¡Abajo!Samsedetuvoy seacuclilló.Elbrillo rojizocorrespondíaa los restosde

unahoguera.Seveíanotrashoguerasmoribundasentre losárboles.Lasbrasasresplandecientes revelaban las siluetasdeunosedificiososcuros.Unavezmásrelinchóuncaballo,peroSamnopodíavermovimientoentrelashogueras.

—¡Bayonetas!¡Bayonetas!—Laordenfueunbruscosusurro.Sam desenvainó la bayoneta.Había afilado la hoja a la luz del atardecer

hastaconseguirunapuntaendiablada.Laenganchóalabocadelmosqueteylagiró para fijarla. Sintió en lasmanos la grasa pegajosa que servía para que labayonetanoseoxidase.Asualrededorpodíaoírelrasparyelchasquidodeotrashojas siendocaladas.Parecía imposiblequeel enemigonopudieraoírloy, sinembargo,nohubogritosnifogonazosdemosquete.Samcogióunatiradecuerodelacartuchera.Atóunextremoalabasedelabayonetayelotroalportafusil.Ahora ningún enemigo sería capaz de arrancar la hoja de su lugar, y Samtampocolaperderíacuandolaretirasedelasentrañasdeuncadáver.

Samteníamiedo,perotambiénsentíaeuforia.Noqueríadecepcionarasuscompañeros, temía defraudar al capitán Kelly o ser objeto del desprecio delsargentoScammell.Temíasupropiomiedo,aunquetambiénatesorabaelfogosoorgullodetodojoven.Eranbloodybacks,casacasrojas,losreyesdelcastillo,losgallosdelestercolero,soldadosdelrey,yenuninstanteseríandesatadoscomoperrossalvajes,paradespedazaralosenemigosdelmonarca.

Samoyópasosa laderechayvio la esbeltayoscura siluetadel sargentoScammellcaminandoalolargodelfrentedelalínea.

—Noestáis aquíparabailar conesos sodomitas,habéisvenidoamatar aesos hijos de puta. ¿De acuerdo?—La voz de Scammell no era más que un

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susurroy,sinembargo,aúnresultabatemible.Scammellnolecaíabienacasinadieenlacompañía,peroinclusoaquellos

que le odiaban agradecían su presencia esa noche, porque, en medio de laconfusiónde labatalla, el sargentohacíagaladeunaescalofrianteeficacia.Elrojo de las brasas de las hogueras se reflejaba en la bayoneta de acero, dediecisietepulgadasdelargo,deScammell.

Sam palpó su hoja grasienta. Era una bayoneta triangular, dotada de unaacanaladuraparapermitirquefluyeralasangre,paraqueelarmanosequedaseenganchadaenlacarne.Noeraunarmadecorte,sinodeestocada.

—Alastripasoalagarganta—susurrabaScammell—.¡Estoschismesnosonparahacercosquillas!¡Matadlos!

ElcapitánKellyyelalférezTrumbullyahabíandesenvainado lossables.Ambosoficialesestabanalbordedelaarboleda,observandoalenemigo.Kellyeraunhombrealtoytranquilo,yloshombresleapreciaban.Trumbullteníatreceaños, un escolar al que le había sido entregada una casaca de oficial. Loshombresledespreciaban.Samvioquelahojadelalféreztemblabaligeramenteysupoqueelmuchachoestabanervioso.

ElhermanogemelodeSamtambiénestabanervioso.—Notealejes,¿vale?—dijoNate.—Descuida—dijoSamparatranquilizarle,talycomosiemprehacía.En noches como aquellas, en casa, en Inglaterra, los hermanos solían

ocultarseenlosbosquesdeSquire.PeroasícomoSamsiempreaguardabaconansiaqueempezaralacaza,Natenohacíamásquepreocuparsedequepudieranpisaruncepooquepudieran ser sorprendidospor losguardas forestales.Samsiemprelideraba,Natesiempreleseguía,peroesanochelapiezaeramuchomáspeligrosaquelosciervosdeSquire.

Samcontemplólashoguerasmoribundas.QuizáenInglaterralasllamasdelhogarenlacabañadesuspadrestambiénseestuvieranapagandoalaesperadelamanecerparaserreavivadas.ElcapitánKellylehabíadichoaSamqueelsolsalía antes en Inglaterra de lo que lo hacía allí, pero Sam no alcanzaba aentenderlo,asíqueimaginabaqueenesemismomomentolosgallosdesumadreseestaríandesperezandoparadespertaralmundo,mientrasquelosperrosdesupadreestaríanaúnrevolviéndoseensueñosjuntoalfuegodelacocina.EntoncessepreguntóloquepensaríanlaschicasdelpueblosivieranahoraaSamGilpin,conelrostrosucioyelmosqueteenlamano,esperandolaordendeatacaralosenemigosdelrey.Pensarenesoahuyentólosnerviosylehizosonreír.

—Ojaláempezaranya—murmuróNateasulado.Elhorizontelucíaahoraunafranjagrisquehacíapalidecerelbrillodelas

estrellasdeleste.Eraloquellamabanfalsoamanecer.Latierraaúneranegra.El

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caballo enemigo volvió a relinchar y Sam oyó el repiqueteo de sus cascos ensuelo firme, y se preguntó si, en torno a las hoguerasmoribundas, yacían lassiluetasabultadasdehombresdurmiendo.La inevitable inquietud,nacidade laespera,empezabaahacermellaenél.¿Acasonoteníancentinelas?Elenemigodebía de haber apostado piquetes a lo largo del bosque. Quizá los estuvieranesperando. Quizá tuvieran cañones ocultos en la oscuridad, junto a las casas.Quizá, en un instante, los grandes bocales empezaran a escupir llamas ymetralla,areventarlastripasdeloshombresyaconvertirlasenunasangrientacasquería.

Samsepasólalenguaporloslabiossecosycoqueteóconelmiedoqueleproducíaloqueestabaapuntodeocurrir.ElcapitánKelly,antesdeponerseenmarcha, les había dicho que aquella era la retaguardia del enemigo, que sucometidoeraentorpecerelavancebritánico,yloscasacasrojasteníanintenciónde destruir esa retaguardia, no con fuego ni con balas, sino con las hojas dediecisietepulgadas.Samtemíaque,envezdeeso,estuvieranmarchandocomoovejashaciaelmatadero.

—¡Vamos,vamos,vamos!La orden se dio en voz baja. Por alguna razón Sam había esperado que

sonaran las trompetas, que se desplegaran los grandes estandartes de seda, laorgullosapanoplianecesariaparaempujaraunsoldadohacialamuerte.

—¡Enmarcha!—lessiseabaScammellaloshombres.Losoficialesemergierondelaespesura,caminandoalatenueluzdelaluna

queseescurríaentrelasnubesajadas.Samlossiguió.Asuizquierda,másalládel sendero, pudo ver filas de soldados surgiendo de entre los árboles comofantasmas.Lascasacasrojasparecíannegrasenaquellaoscuridad;sinembargo,los pantalones claros y las bandas blancas, cruzadas en bandolera, sí parecíanluminosas, aunque no tanto como las largas bayonetas que destellaban en lanoche.

Elsueloestabacubiertodehierbasalvajeeirregular.Lastropasavanzabanpor laoscuridaddistribuidasen tres líneasangulosasycongranafánde llegarhastaelenemigodormido.Aunquequizánoestuvieradormido.Sam,enlalíneadelantera, buscó con losojos el resplandorde algunamechaquepudiera estarlistaparadispararloscañones.

Unperropercibióenlalevebrisaelolordelossuciosextrañosyempezóaladrar. Una de las siluetas, tumbada junto a una hoguera, se movió y seincorporó.Las líneasdepuntasafiladasavanzaron, lasbotasretumbabansobrelahierba,seoíanlaspesadasrespiraciones.

Losladridosdelperrosetornaronfrenéticosydespertaronaotroperro,queempezó a aullarle a la luna; el escándalo azuzó a losoficiales, quedecidieron

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abandonartodosigilo.—¡Alacarga!¡Alacarga!—Lasegundafrasesurgiócomoelchillidode

unabansheeanunciandolamuerte.Yloshombres,desbocados,rugieron.Susnervios,cargadosdetensión,los

impulsaban hacia delante. Los miedos de Sam quedaron sepultados bajo laeuforia que provoca el peligro.Ningún cañón enemigo esparció el fuego y lamuerte. Ningún fogonazo de mosquete quebró la oscuridad. Los centinelasenemigos se habían quedado dormidos; los casacas rojas habían logradosorprenderlos.

Los primeros enemigosmurieronmientras dormían.Otros se despertaronsoloparaveranteelloslasbayonetasresplandecientes.Laspuntascayeron.Sam,cercayadelaprimerahoguera,apuntóalagargantadeunhombrequedormía.Empujóhaciaabajoyelaceropenetrólimpiamenteenlafinapielhastahundirseen la tierra que había debajo. La sangre salpicó a Sam y tiñó el rostro de suenemigodenegro.Mássangre,unchorrosurgidodeunaarteriaatravesada,siseóalcaersobrelasbrasasmoribundas.

Más casacas rojas adelantaron a Sam, lanzando estocadas al suelo. Elenemigo se revolvía para salir de debajo de las mantas, pero ya era tarde.Murieron con las hojas en las tripas, en las costillas, en las gargantas. Losbritánicos barrían el campamento, se oían los hoscos gruñidos de esfuerzo,seguidosdelsordocortedelaceroenlacarne.

Samtiródelfusilparasacarlabayonetadelatierra.Elcuerpodesuvíctimatemblaba, espasmódico, mientras Sam intentaba recuperar la hoja del cuellolacerado.Tuvoquepisarelpechodelmoribundoparaarrancarelacero.

AhoraSamestabaen retaguardia; sualma, ligeramerceda ladichade labatalla,corrióhaciadelante,sinpreocuparsededóndepodíaestarsuhermano.Vioadosenemigoscorriendohaciaunestantedemosquetesyalcanzóauno;lehizocaer,lediounapatadaenlamandíbulayatravesólaespaldadelotroconlabayoneta. El sujeto chilló, se inclinó hacia atrás e intentó aferrar el arma queSamleretorcíaenlosriñones.Labocaabiertadelhombreaullóalasestrellas;luego se desplomó, agonizante, chillando, aunque sus chillidos quedaronconfundidosporotrosyporelrugirtriunfaldeloscasacasrojas.

ElsargentoScammellnogritaba,solomatabaconsuhabitualeficacia.Laespada del capitánKelly estaba empapada en sangre hasta la empuñadura. Elalférez Trumbull chillaba como una niña entusiasmada, y gritaba órdenes quenadieobedecía.

HubofogonazosdemosquetealaizquierdadeSam.—¡Formación izquierda! —dijo el capitán Kelly con voz calmada—.

¡Formad!¡Lacompañíaavanzaráapasoligero!¡Tranquilos,muchachos!

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Sololamitaddelacompañíaatendióalaorden.Elrestoestabademasiadoocupadorepartiendomuerte.

—¡Alacarga!Samvioqueelpuñadodeenemigoshuíaantelaamenazadelasbayonetas.

Un hombre, probablemente el oficial de estos últimos, pues blandía un sable,lanzó un aullido de desafío y cargó contra los casacas rojas. Su sable restallócontraelcañóndeunmosquetealzadoparadetenereltajo;entonceslabayonetadelsargentoScammellsehundióenlascostillasdeloficial.Elhombreresolló,emitióungemido,yotrasdospuntasseclavaronensucuerpoconvirtiéndoleenundesecho.El resto de los enemigos echaron a correr y se dispersaronpor elbosque.Otro de ellos, cuya camisa blanca era fácil de ver en la oscuridad, seabalanzósobreuncaballosinensillarysalióalgalope.

La matanza concluyó tan rápido como había empezado. Un instante detriunfoysalvajismoy,actoseguido,losgritosdeoficialesysargentoshaciendounllamamientoaladisciplina.Samseviorodeadodecasacasrojassonrientesydesconocidos.Habíansido lascompañías ligerasdeseis regimientosdiferenteslasquehabían tomadoparteenaquelataque,ycasi todos tenían lasbayonetasmojadas.Unescocéscuyotartánestabaempapadoensangrerematóaunheridodeunarápidaysalvajecuchillada;luegoseacuclillópararegistrarlasropasdelcaídoenbuscademonedasycomida.

Se establecieron las guardias, los hombres colocaron los pedernales entrelasalmohadillasdecueroyluegolosatornillaronenlospiesdegato.Unpuñadode prisioneros, capturados en la taberna, fueron arrastrados al exterior. Loscasacasrojasforzaronunascarcajadas,expresióndelalivioquesentíanalhabersobrevivido.

El amanecer anegó la tierra con una luz gris que iluminó el camposembrado de cadáveres destripados. Sangre sobre sangre. Un perro lamía loscharcos rojos. Los prisioneros, vestidos tan solo con pantalones y camisas,observabanhorrorizadosloscuerposensangrentadosqueyacíanretorcidossobrela hierba pálida. Uno de ellos empezó a vomitar. Otro a llorar. Otros seenfrentabanalcautiverioconademánorgullosoyamargo.

En el claro que rodeaba a la taberna empezaron a zumbar las moscas,atraídasporlacarnicería.Unenemigo,abatidomientrascorría,habíacaídosobreunade lashoguerasmoribundas.Elpeloyelcuerocabelludolehabíanardidohastaalcanzaruncráneoahorachamuscado.Uncasaca roja leestabaquitandolospantalones,deunlinoexcelente.

NatedioconSam.LabayonetadeNateestabainmaculada.—Hasidocomocazarjabalíes—dijountantoanonadado.Samafilabalapuntadelabayonetaconunapiedra.Vioelarmalimpiade

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suhermano.—Mesorprendequenohayasechadoacorrerconestossodomitas.—Yosolonoloharía.Nate se acuclilló junto a Samy, con discreción, pasó la bayoneta por un

pegajoso charcodebarro ensangrentadopara quepareciesequehabía luchadocon tanta saña como sus compañeros.Miró al sargento Scammellmientras lohacía,perosuacosadorestabalejos.

—Perocorreré—dijoconfirmeza.Samseñalóalosmuertosconelmentón.—Acabaráscomoellos.—Todos acabaremos como ellos —dijo Nate mientras observaba su

bayonetamanchada—,anoserquecorramos.El calor empezaba a alcanzar unos niveles odiosos y sofocantes. Los

cadáveresempezaríanaapestarsinoeranenterradospronto,aunqueanteshabíaquedesvalijarlos.Losmuertosfuerondespojadosdesusropas,desusmonedas;se les arrancaron los dientes, que serían vendidos a hombres que fabricabandentaduras postizas para los ricos. Otros casacas rojas rompían el pan seco ycortabanlosgruesostrozosdeternerasaladaqueconstituíansudesayuno.

ElalférezTrumbullemergióde la tabernaconun trofeo.Eraunabanderaenemiga; uno de los nuevos estandartes que habían hecho su aparición en loscamposdebatallaaquelverano.Trumbull, triunfal,empezóaagitar labanderasobresucabeza.Nateobservóalchicodelascharreteras.

—Idiota—dijocondesprecio.—El idiota serás tú si desertas.—Sam le habló a su gemelo con severo

afecto—. Te cogerán. Y si tienes suerte serás azotado. —Sam apuntó a suhermano con la bayoneta limpia y afilada—. Pero lo más probable es que teejecuten.

—Nomecogerán.Sam se acabó de un trago el agua tibia y salobre que le quedaba en la

cantimplora.Intentócontarlosmuertos,perosedioporvencidocuandollegóalcentenar. No había fallecido ningún británico. Las moscas zumbaban. LosprimerosoficialesdelEstadoMayorllegaronacaballoparaverelresultadodelacarniceríanocturnaquehabíaconvertidoloscamposentornoalatabernaenuncaos.Losreciénllegadosrieronconganas.

Uno de los oficiales del Estado Mayor le arrebató la bandera al alférezTrumbully,volviendogrupas,cabalgóconellahaciasuscompañeros.Pasójuntoa Sam, y, mientras lo hacía, el sol salpicó el horizonte con un brilloresplandecientequeiluminólabanderaenemiga.Sam,alasombradelaenormebanderaporunosinstantes,secrispóanteelfulgordesusgruesasbarrasblancas

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yrojasconuncírculocompuestodeestrellasblancassobreuncuadranteazul.Eloficial pasó de largo y Sam parpadeó como si pretendiera librarse del vulgardestellodelestandarte.

Losbloodybackshabían llegadodenocheyhabían llevadoel aceroa losyanquis.SamGilpin,casacaroja,setumbóenlahierbaysequedódormido.

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Aprimera hora de lamañanadel viernes 19de septiembre de 1777, JonathonBecketsedespertóalarmadocreyendoqueelmundoestaballegandoasufin.

Eraunerrorexcusable,yaqueeldomingoanteriorelreverendoMacTeaguehabía predicado el SegundoAdvenimiento.Así que, cuando aquella noche lascalles sevieron repletasdeantorchasy losgritosdespertarona lasgentesquedormían en sus camas,muchos de los habitantes deFiladelfia creyeron, comoJonathon, que los ángeles de alas relucientes de Dios habían llegado paraerradicarelpecadodelmundo.

Seoyerontrompetasycascosdecaballoscuyoecoretumbóenlaslargasyrectascallesdelaciudad.Losciudadanosintentaban,torpemente,encendersusquinquéssoloparadescubrirquefaltabapocoparaelamanecer.Eltumultoeraidéntico al descrito en el Apocalipsis. Los niños lloraban, y las llamasproyectaban siluetas espeluznantes sobre las fachadas de las casas, donde lascontraventanasempezabanaabrirseylagenteseasomabaparapedirnuevasagritos.

Lasnoticiasconfirmabanque laamenazaa laqueseenfrentaba laciudadno era el fin del mundo, sino el ejército británico. Se habían avistado jinetescruzandoelSchuylkillalaalturadeUpperFerry.Loscasacasrojasestabandecamino,yelpánicoseapoderódeFiladelfia.

La verdad, sepultada por la alarma nocturna, era que una patrulla decaballería rebeldehabía estadoexplorando laorillaoestedel ríoyhabían sidoconfundidosconlosbritánicos,porloquelospatriotashabíanhuidoalabrigodelaoscuridad.

Los delegados delCongreso rebeldemetieron en sus baúles de viaje, y atodaprisa,documentosyobjetosdevalor.LaCampanadelaLibertadyahabíasidoretiradadelaCasadelEstado,ylosdocumentosdelabiblioteca,asícomoeldinerodelaOficinaPúblicadePréstamos,habíansidoenviadosalosvallesoccidentales de Pensilvania. Y ahora los patriotas, los arquitectos de larevolución,loshombresquehabíanredactadolaDeclaracióndeIndependencia,siguieronsuestela.

Seuncieronloscaballosalascarretasyestasfueronllevadasalaspuertas

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de las casas, donde las fueron cargando conmuebles. Lasmujeres, inquietas,mirabanhaciaeloeste, temiendoverencualquiermomentoa loscasacasrojasiluminadospor la luzde las antorchas.Filadelfia había sido escogida comoelhogar de la revolución, la capital de la recién nacida nación americana, y suspiadososciudadanostemíanquelallegadadelenemigoacabarasiendocomoeldescensodelosfilisteossobreloshijosdeIsrael:soldadosrecubiertosdebronce,barbudosyterribles,enbuscadevenganza;enconsecuencia,losniñosllorabanylasfustasrestallabanenlaoscuridad.

Había terroryprisa,aunqueno todos losciudadanos temíana loscasacasrojas. En Filadelfia había lealistas, tories que ansiaban que se restableciera elorden británico. En sus casas, la inquietud que provocaba la cercanía de lastropas del rey semezclaba con el alivio y los agradecimientos aDios ante laperspectiva de que al fin los rebeldes fueran expulsados. Abel Becket, cuyosalmacenesdominabanlosmuellesdelaciudad,eraunodeesoslealistasque,aloírlaalarma,empezóaladrarórdenesasussirvientes:

—¡Atrancad la puerta trasera! ¡Poned antorchas en la entrada, junto a lasescalerasquellevanalacalle!¡Vamos,aprisa!

Eraunhombrealto,depelonegroycortoquesolíadesaparecerbajounapulcrapelucablancayrizada.Eradelgado,ycincuentaañosdevidaleestabanpasandofacturaaunrostromacilento,aunquesusojosaúnbrillabanconjuvenilagudeza. Abel Becket era comerciante, y, del mismo modo que su astucia lehabía servido para sortear los obstáculos provocados por los traicioneros yrecientesdebatespolíticos,suriquezalehabíapermitidosobrevivirdurantelosescasos años de gobierno rebelde en la ciudad. Había comerciado con losrebeldes,nolehabíaquedadootraopción,aunqueaquelintercambionosololeresultódesagradable,sinoquelereportómuypocobeneficio.

—¡Arriba,señorita!¡Arriba!AbelBecketdespachóaunade las jóvenescocinerasa lasalade laparte

superior,dondelaseñoraBecketaguardabaacompañadadeunabibliayunlibrode oraciones. Al tiempo que la muchacha corría escaleras arriba, JonathonBecket,quesehabíapuestoatodaprisasusropasnegras,lasbajabacojeandodecamino al recibidor, donde Abel Becket se disponía a recibir a las tropasbritánicas.

—¡Tío! —Jonathon arrastraba el pie derecho, hinchado y retorcido,recubiertodecuerocomounamonstruosidad—.¿Quéocurre,señor?

—Los británicos están cruzando el Schuylkill. Lamorralla rebelde huye.SoloDiossabeloquesoncapacesdehacerahoraquesonpresadelpánico.

Había júbilo en la voz deAbel Becket, no porque previera el caos, sinoporqueladerrotadelosrebeldesparecíaestaralalcancedelamano.

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—¿Quiénestáenelalmacén?—preguntóJonathon.—HehechollamaraWoollard.—Iréyo,señor.—Noesseguro.Amododerespuesta,Jonathonseapartóelabrigoaunladoparadejaral

descubierto laempuñaduradeunapistolaque leasomabadelcinturón.Poruninstante, Abel Becket dudó entre la seguridad de su sobrino y la suerte quepodían correr las valiosas mercancías almacenadas junto al muelle. Venció lacodicia,yelcomercianteabrióloscerrojosdelapuertaprincipal.

—Veconcuidado.—Loharé,señor.Jonathonvolvióacubrirlapistola,luegosaliórenqueandoalascallesyse

adentró en una escena casi tan dantesca como la visión del SegundoAdvenimiento que había tenido al despertarse. Al igual que una colmena quehubierasidoatizada,MarketStreeterauncaos.Enlacalzadaopuestaarrancabauna carreta a latigazos. El vehículo estaba cargado hasta los topes, como lasgabarrasquedescendíanelDelawareenprimavera:camasyaparadores,mesasysillas,baúlesycajas,todoelloatadosinordenniconcierto,amontonadosobreellechodelacarreta.MientrasJonathonobservaba,unclavicordiosesoltódelasapresuradas ataduras, rebotó en el pescante trasero y se estrelló en un suelorepletodebachesemitiendouncacofónicoestruendo.Laruedadeuncarruaje,tirado por cuatro caballos al galope, rebotó sobre los fragmentos de maderatalladaymarfil.Nadiepareciópercatarsedelapérdidaensudesesperadaprisaporhuir.

Jonathon se abrió paso hacia el este entre la multitud. Oyó partes deconversacioneshistéricas.SedecíaquelacaballeríabritánicaestabasaqueandoNorthern Liberties, que los hesianos habían empezado a incendiar Southwark,mientrasqueloscasacasrojasahogabanalosciudadanosqueintentabanescaparcruzandoelDelaware.Lamuchedumbrereaccionabaacadaunodelosrumorestomandouncaminodiferenteparahuirdelaficticiaamenaza.EnlaesquinadeSecondStreet,pordondecarruajesycarretassedirigíanalnorte,haciaFrankfortRoad,unpredicadorgritabaquedebíanarrepentirse,queDiossalvaríalaciudadsi había suficientes justos que alabaran su nombre, pero los aullidos delpredicadorquedabanahogadosporeltraqueteodelasruedasylosrelinchosdelos caballos aterrados. Jonathon, cuyo rostro mostraba el dolor que sentía alcaminar,seabriópasoentreelcaos.

Habíanacidotullidoveinteañosatrás.Losgritosdesumadreaúnseoíancuando, a la luz de una vela, comprobaron que había venido almundo con lapierna derecha retorcida y que esta jamás llegaría a desarrollarse con

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normalidad. Sumadremurió, pero Jonathon, para sorpresa de su padre, habíasobrevivido.HabíamomentosenlosquelagenteolvidabaqueJonathonerauntullido.Quizátuvieralapiernatorcidayunpiezambo,perojamáshabíaqueridoinspirarlástima.Quizánopudieracorrer,peromontabaacaballotanbiencomocualquiera,inclusomejorquelamayoría.Quizárenquearaalandar,arrastrandoelpieybamboleándose,peroeraaltoyhabíaheredadolosrasgosagraciadosydelicadosdesufamilia.

Ahora, en medio del pánico desatado, Jonathon fue zarandeado por lamuchedumbre,llegóacaerpesadamentejuntoalaentradadeuncomercio,peroseincorporóysiguióavanzando,terco.Notodoslospatriotasfueroncapacesdeencontrar una carroza o una carreta que los alejase de la venganza realista, yJonathon, a medida que se acercaba a los embarcaderos de la ciudad, se vioenvuelto por una marea de refugiados que se dirigían a los barcostransbordadores del Delaware para cruzar a Nueva Jersey. Había una niñapequeñallorando,sehabíaperdido.ChillabadesesperadaenunportaldeFrontStreet.Jonathoncogióalaniña,lalevantóacercándolaalaluzdeunaantorchafijaygritópreguntandosialguienreconocíaalachiquilla.Suvozprovocóquelamuchedumbresedetuvierauninstante.

—¿Dequiénesestaniña?¿Dequiénesestaniña?Unamujerseabriópasocontracorrienteporlamareadefamiliasyalargó

losbrazosparacogeralaniña.Jonathonnoquisooírlosagradecimientosdelamujer;siguióadelanteytorcióporuncallejónquellevabadirectoalmuelle.Laspuertas del almacén de su tío, por lo que podía ver, estaban intactas y loscandadosestabanensulugar,perolachalupadecascoplanoquehabíaatracadaen el amarre de Abel Becket estaba repleta de hombres que, al no estarfamiliarizados con la nave, dificultaban la labor de la tripulación en susesfuerzosporzarpar.

—¡Deteneos!Jonathon llevaba cuatro años trabajando en los muelles y tenía una voz

potente,capazdellegarhastaunbarcoqueseencontraseenmediodelrío.Un hombre que pugnaba con el complicado resorte que mantenía la

embarcación firmemente anclada contra la corriente reconoció la siluetarenqueantealaluzbailarinadeunaantorcha.

—EsunBecket.¡Ignoradaesecabrón!—Vienenlosbritánicos…—¡Aprisa!Sus voces se unían para dar lugar a un tumultuoso balbuceo cargado de

miedo. Mujeres y niños de rostros lánguidos a la luz de los quinqués de lachalupa se arremolinaban en torno al palo mayor. Más tripulantes, recién

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levantadosdesuslechostabernarios,recorríanelmuelleatodaprisa.—¡Hedichoqueosdetengáis!Jonathonsacólapistoladelcinturón,apuntóalcieloypresionóelgatillo.

Eldisparorasgólanocheylasacudidaprovocadaporelretrocesoempujóhaciaabajosubrazo.Loshombresde laembarcación,consternadosporel repentinoestruendo, se lo quedaronmirando. Jonathon,mientras el eco rebotaba en losmurosdelalmacénymoríaadentrándoseenelrío,hablóconcalma:

—La chalupa está destinada al transporte de pólvora para el ejército delgeneralWashington.Yyahasidopagada.Siqueréis llevaroselbarco, llevaostambiénlapólvora.Acabodellegardelaciudadyallíaúnnohaybritánicos.Sivienen,podéiszarpar.Esosí,sinooslleváislapólvora,losbritánicosseharánconellaylausaráncontravosotros.—Volvióacolgarselapistoladelcinturón—.Además,laembarcacióncarecedelastre,asíqueosahogaréissinoleponéisalgodepeso.

LasúltimaspalabrasdeJonathon,oquizásuvozcalmadayfirme,bastaronpara convencer a los refugiados. El muchacho afianzó su autoridad sobreaquellos hombres reticentes dando órdenes rápidas y seguras. Los quinqués,portadoresdellamastraicioneras,recorrieronlaembarcacióndepopaaproa.Sepusieronpasarelasparaunir elmuellea lachalupa, luegosacaron rodando losenormes barriles del almacén, hacia el embarcadero, y los introdujeron concuidadoenlabodega.Cadaunodelosbarrilesconteníacuatrocientaslibrasdepólvorafina,todaellarequisadaaunbarcomercantebritánicoasaltadoelotoñoanterior en Chesapeake Bay por un corsario. Jonathon había comprado lapólvorayluegoselahabíavendidoalejércitorebeldeobteniendounrazonablebeneficio.SiJonathonsehabíaaventuradoenlascallesenesanochedehisteria,habíasidoparaprotegerelvaliosocargamentoyparaevitarquelosbritánicossehicieranconél.

Los barriles traquetearon sobre las piedras, luego por las pasarelas, peroningúncasacarojaaparecióparainterrumpirlostrabajos.Quiensíapareciófueunhombregigantescodehombroscaídosquemásparecíaunbueydecargayquellegóatodaprisaexigiendosaberquiénhabíaautorizadolacarga.

—Hesidoyo.Jonathonhabíapermanecidoentre las sombrasde la cubierta, pero ahora,

renqueando,volvióalmuelle.El enfado deEzraWoollard se desvaneció al ver al sobrino de su patrón

cojeandoalaluzdelosquinqués.—¿Sabesutíoqueestáhaciendoesto,señorJonathon?—Mehaenviadoél.LarespuestadeJonathoneraambiguayWoollard,percibiendolaevasiva,

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fruncióelceño.—¿Yporquéhacerquesellevenlapólvora?—Porquelahanpagado.—Pero si llegan los británicos, señor Jonathon, se la podemos vender a

ellostambién.Dospagosporlamismamercancía.—ElCongresohapagadoporella,yseladaremosalCongreso.Jonathon era alto, pero al lado del gigantesco Woollard, capataz y

encargadodealmacéndeAbelBecket,parecíaunenano.AligualqueWoollard,Jonathon trabajaba para Abel Becket, aunque en cuestión de meses JonathonpasaríaaserunodelosherederosdesutíoyseconvertiríaensociopropietariodelnegociodeBecket.HastaentoncesEzraWoollardhabía tratadoaJonathoncon una cautelosa mezcla de desprecio y respeto que dejaba patente elresentimientodelcapatazantelaideadequeaqueltullidoseconvirtiera,tardeotemprano,ensupatrón.

—¿Oacasoestá enviandoel cargamentoporque,por culpadeunamujer,sussimpatíasahorasonotras?—dijoWoollardconmalicia.

Jonathonhizooídossordosalaprovocación.—Apártatedemicamino,Woollard.—¡Por supuesto, excelencia!—Woollard hizo una irónica reverencia, dio

unpasoaunladoyobservóelavancedelosbarrilesporelmuellepedregoso.Cada vez era menos el gentío que se agolpaba en los embarcaderos

destinados a los transbordadores. Las llamas de las antorchas empezaban aperder brillo ante las primeras luces grisáceas del amanecer. El capitán de lachalupadiolasgraciasaJonathon.

—Heestadoapuntodeperdermibarco.Gracias.—Ytambiénlapólvora.—Hoy en día eso esmuchomás valioso. No sé cuándo volveré a verle,

señorBecket,peroqueDioslebendiga.Lapesadachalupaseadentróenlacorrientey,conlasvelasdesplegadas,se

apropió de la brisa matinal para llevar su carga hacia el norte. Mientrasobservabaeldestelloplateadodelaestelaquelaembarcacióndejabatrasdesísobrelasaguasoscuras,Jonathansintióunrepentinocansancio,pesadocomoelcargamentoqueacababadesalvardelosbritánicos.

Woollardsehabíaesfumado.Jonathoncerróelalmacénconllavey,poruninstante,observóconesperanzalaotraorilladelrío.Sinembargo,fueraloquefuese lo que quería ver, no apareció, así que dio la espalda a las aguas.Arrastrabaelpiederechoalcaminar.Habíamomentosenlosqueodiabaoírelsonidodesupieraspandoelsuelo,enlosquesedespreciabaporesaburlaqueerasupierna,aunqueloquemásodiabaeraquesecompadeciesendeél,odiaba

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inclusoquesedierancuentadequenoeraunhombreentero.Ahora lascallesestabanmás tranquilas.Lospatriotashabíanhuido,y los

lealistas, que parecían presentir que los británicos, al final, no estaban decamino, se lanzaron a explorar la ciudad iluminada por el amanecer, para verquiénsehabíaquedadoyquiénsehabíaido.LostoriessiemprehabíansidomásquelosrebeldesenFiladelfia,yJonathonsediocuenta,avergonzado,dequesuciudadledaríalabienvenidaalaocupaciónbritánica.

Renqueó hasta la esquina deMarket con Fourth y una vez allí subió lasescalerasdeunagrancasadepiedra.Lascontraventanasestabanabiertas,loqueindicabaquelacasahabíadespertado,asíquellamóalapuerta.Bostezóymiróhaciaoccidente,comosiesperaraveraloscasacasrojasallídondelascallesdelaciudadseconvertíanencampos.Nosepercibíamovimiento.Loúnicoqueseoíaeraelcantodelosgallosylosmugidosdelasvacaspidiendoserordeñadas.Tiempoatrás losamaneceresenFiladelfiahabíansidounaalegrecacofoníadecampanadas,pero los rebeldes sehabíanhechocon las campanasy lashabíanfundidoparafabricarcañones.Jonathonsediolavueltaygolpeólapuertaunavezmásconlaaldabadelatón.

Lapuertaseabrióestaveznadamásllamar.—¡PorDios, qué temprano has venido!—MarthaCrowl hizo unamueca

antelacegadoraluzdelsol—.Nohevistounamanecerdesdeeldíademiboda,yroguéentoncesparanovolveraverlojamás.Entra,queridohermano.

JonathoncojeósiguiendoaMarthahacialasaladevisitasquehabíaarriba.—Creíaqueoshabríaismarchado.—¿Y dejar aquí todas estas cosas bonitas para que los casacas rojas las

destrocen? —dijo Martha haciendo un gesto con el que abarcó la sala, que,efectivamente, estaba repleta de cosas bonitas. Un espejo veneciano coronabauna chimenea demármol blanco, sobre la que había un reloj dorado a cuyosflancos se alzaban sendos candelabros esbeltos de plata fina. El marido deMartha,unabogado,habíacompradocuadrosenEuropa,dibujosmagníficosenlos que se representaban antiguas ciudadesypaisajes arcadios.Tambiénhabíacompradomuebles de losmejores ebanistas deLondres. ThomasCrowl habíasidounhombrederefinadosgustos,yaMarthalegustabadecirquehabíatenidoeldetalledemorirprontoparaqueella,deveintiséisañosdeedad,seconvirtieraen una viuda rica. Además de su fortuna, Crowl también le había dejado aMarthaunahija,Lydia,queahorateníaseisaños.

—No se ha despertado —dijo Martha—. Solo Dios sabe por qué. ¿Teapeteceunté?

—Porfavor.Jonathon tomó asientomientrasMartha se acercaba a la campanilla para

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llamar al servicio. Era tan alta como su hermano menor, y tenía los mismosrasgos finos,quealgunosconsiderabandemasiadohuesudoscomopara tenerlaporunabelleza,peroMarthacompensabaesedefectoconsuelegancianatural.Suscabellos,aligualquelosdeJonathon,erandeunnegrointenso,aunqueesamañanalosteníaocultosbajolacofia.Sevolvióhaciasuhermano.

—Estásmuysucio.—He estado organizando un cargamento de ochenta barriles de la mejor

pólvora,paraquenocaigaenmanosdelosbritánicos.—Que no han llegado—dijo Martha secamente—. Puede que ya nunca

lleguen.—DependerádequeelgeneralWashingtonseacapazdedetenerlos.—Noloconsiguiólasemanapasada,¿verdad?Los británicos habían avanzado con cautela desde sus barcos en

Chesapeake Bay, el ejército rebelde les había salido al paso en BrandywineCreeky allí, unavezmás, los flancosdel generalWashingtonhabían acabadosuperados y este, derrotado. Era la historia de siempre. El general solo habíaganadounabatalla:habíasidoel inviernoanterior,enTrenton.Milprisioneroshesianoshabíanrecorridolascallesdelaciudadcomopruebadeltriunfo.Verloshabíaalentadolasesperanzasdelospatriotas,quecreyeronquealfinsugeneralhabíadadoconlarecetadelavictoria.Conesaesperanzahabíanvitoreadoalastropas que partieron hacia Brandywine, pero callaron una semana después,cuandoloshombres,heridos,derrotadosydesmoralizados,volvieron.

Los lealistas estaban entusiasmados, mientras que los patriotas cayeronpresadeladesesperación.MarthayJonathoncompartíanesadesilusión,porqueaunquesutíofuerauntoryyunrealista,Marthasehabíacasadoconunwhig,mientrasqueJonathonhabíaseguidoconentusiasmolosfervientesdebatesquehabíantenidolugarenlaciudadyhabíadecididoinclinarseporelbandorebelde.Ahoraesalealtadalacausaseríapuestaaprueba,porque,porprimeravezdesdequeempezaralacontienda,losbritánicosseacercabanaFiladelfia.

MarthaviodereojoqueJonathonsemasajeabaelmusloderecho.—¿Teduele?—Hecaminadomásdelonormal.Noteníatiempodeensillarelcaballo.—PobreJonathon.Marthaeralaúnicapersonaalaquelepermitíacompadecersedeél,pues,

desdesunacimiento,ellahabíasidosumáscercanacompañera.Elmatrimoniolahabíaalejadodecasa,luegoelpadredeamboshabíamuertoyJonathonhabíaentradoal serviciode su tío, aunque la complicidad entrehermanoyhermanajamás había cesado. Jonathon ya no era un chiquillo tullido necesitado deprotección,peroMarthateníaelhábitoenraizadoenlomásprofundo.

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Llegóelté.Jonathonestabasentadoenlasillaquehabíajuntoalaventana,observandocontristezalostejados.

—Lodeanochefuevergonzoso.Jamáspenséqueveríaalagenterebajarsehastatalpunto.

Marthaesbozóunamediasonrisa.—Eresdemasiadosevero,hermano.—¡Hasidoindigno!Marthaseencogiódehombros.—EstoyconvencidadequelahuidadelosbritánicosdeBostonfueigualde

ignominiosa.Jonathonsonrióalinstanteparaagradecerelconsuelo,luegoseapoyóenla

ventana.—¿Creesquepodemosganar?—Nosueleshacerpreguntastanestúpidas.¿Acasopiensasquetengoeldon

delaprofecía?Jonathonhizounamueca,nodedolor,sinoderepentinoenfado.—¡Esquenopuedosoportarlaideadetenerlosaquí!¡Recorriendonuestras

calles!¡Metiéndoseennuestrascasas!¡Riéndosedenosotros!—Si es que vienen…—Martha no parecía demasiado esperanzada, pero

habíallegadoelmomentodequelospatriotasseaferraranaunclavoardiendo—.Peroheoídoquequizásedirijanalsur,aBaltimore.

Jonathonnoestabaescuchando.Aúnteníalamiradaperdidaenlostejados,recortadoscontraloqueprometíaserotrodíasinnubes.

—Nosoportolaideadequedarmeyvercómoseregodean.—Seráduro—dijoMarthamostrándosedeacuerdo.Jonathonsevolvióhaciaella.—Asíquemevoy.Marthasequedóinmóvil.Suhermanoeraunasiluetaoscuraenlaventana,

pero no necesitaba verle la cara para saber la expresión terca que estabaesbozando.

—¿Irte?—Hesidoútilhastalafecha—dijoJonathon;deprontosuvozseantojaba

febril—.Soyunbuencomerciante,heservidoalCongreso,hesuministradoalejércitopieles,hierro,pedernalypólvora,y,sinembargo,vienenlosbritánicos.Ahora,sicomerciamos, tendráqueserconelenemigo.Asíqueyanosoyútil.¡Sime quedo aquí, tendré que aceptar oro británico y tratar con comerciantesbritánicos,ynopuedohacerlo!¡Noestoydispuestoahacerlo!

—¿Acasoeresdemasiadoorgullosoparahacerlo?—Siasíescomoquieresllamarlo,deacuerdo.

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Marthaaúnobservabalasiluetadesuhermano.—Entonces¿quéharás?—¡Puedocabalgar!—Jonathonsediounapalmadaenlapiernaderecha—.

Esciertoquenopuedomarchar,peromontotanbiencomocualquiera,ytodoloquenecesitahacerunjineteescabalgaryluchar.—Lededicóunasonrisaasuhermana—.Voyapresentarmevoluntario.

—¡Claro que puedes cabalgar! —dijo Martha a modo de reprimenda—.Pero¿quépasasimatanalcaballo?¿Quéharás?¿Retirartedandosaltitos?

Jonathonrio.—Sitengoquehacerlo,loharé.—¡Eres un necio!—Martha se puso en pie y se dirigió hacia él—. ¡Por

Dios,Jonathon!¡Eresunnecio!¿OtienequeverconCaroline?—Jonathonnorespondió,yMartha,irritadaantesucalma,leespetó—:¡Nopuedescasarteconella!

Jonathonsonrió.—Descuida,nolehepedidomatrimonio.Martha, más visceral que su hermano, sintió que su enfado crecía por

momentos.—¿Sabeleer?—Ymuybien,porcierto.—SabesqueEzraWoollardqueríacasarseconella…—Yelladijoqueno.A veces las respuestas de Jonathon eran parcas. Era una costumbre que

molestaba a bastante gente, porque incluso cuando se le provocaba solíamantenerlacalmaysiempreparecíasensato.

Martha,porelcontrario,podíallegaramostrarsemuypocorazonable.—¡Esunatendera!¡Vivealotroladodelrío!¡Vendeverduras!—Yyosoycomerciante—rioJonathon—.Peroenrespuestaatupregunta,

querida hermana, debes saber queCaroline ya ha intentado convencerme paraquenoabandonelaciudad.Piensalomismoquetú.

—Eso la honra —dijo Martha, mordaz—. Por Dios, ¿no has hecho yabastante?¡Elejércitonecesitahombresenteros,notullidos!

Jonathonnoseinmutóantelaprovocación.—Necesitahombres.—Nopermitiréquelohagas.—Marthavolvióasusitiojuntoalaventana

—.Sitevasaluchar,perderástuherencia,ytodoeltrabajodenuestropadrenohabráservidoparanada.EzraWoollardseharáconelnegocio.¡AAbel lecaebien!YeltíoAbelnotieneunhijoalquedejarlenada.¿Esesoloquequieres?

—Creoquequierolomismoquequierestú:libertad.

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—¡Dios misericordioso! —Martha miró fijamente a los ojos negros eimpasibles—.Sientohabertellamadotullido.

—Peroescierto.Arrastroelpiepor laciudadparasolazde losniños.Esalgoaloqueyameheacostumbrado.Peroahoraquierosersoldado.

Marthasesentóasulado.—Supón que te ofrezco otra forma aún mejor de luchar contra los

británicos.—Dime.Martha dudó un instante, como si estuviera buscando las palabras

adecuadasqueevitaranquesuhermanocometieraunaestupidez.—Yome quedo en la ciudad porque esmi hogar, porque es el hogar de

Lydia,yporquenopuedosoportarlaideadequemepersiganloscasacasrojaspormontesyvalles.Asíque soportaré supresencia,pero lucharécontraellos.Organizarérecepciones,Jonathon,lesdarévinoycontratarémúsicos,escucharésusbobadas,ytodoeltiempoestaréalertaparaobtenerinformación.Túpuedeshacerlomismo.Sicomerciasconlosbritánicos,llegarásaconocerlos.Confiaránen ti, te contarán cosas. ¡Y serás testigo de lo que ocurra en losmuelles!Lastropasque llegan,cuántos son…Esoes loque tenemosquehacerpornuestroejército,yesmuchomásútilqueapretarungatillo.

—Puede.—¡«Puede»no!¡Esasí!—Marthabuscóalgunaotrarazónparahacerque

Jonathonsequedaray,ensudesesperación,recurrióaunargumentoqueibaencontrade todo loquequeríaparasuhermano—.Además,Carolinesequedaráaquí.Estaráscercadeella.

Jonathon permaneció en silencio unos instantes. Contempló las columnasdehumoquesurgíandelaschimeneasdelascocinas.Entoncessuspiró.

—Simequedoaquí,rodeadodecomodidades,meodiaré.—Nadiepodráechárteloencara.—¿Poresto?—dijoJonathongolpeándoselapiernaderecha.—Sí,poreso.Elmuchachosonrió.—Perotantotúcomoyo,hermana,sabemosquepuedohacercasilomismo

que cualquier otro. Y si otros pueden luchar y arriesgar sus herencias, yotambiénpuedoponerenpeligro lamía.Nadieme loecharíaencara, salvoyomismo.

—Eresun idiota.—Marthamirópor la ventana—.Losbritánicos aúnnohan llegado, y los lealistas no están alardeando de su victoria. ¿Esperarás almenos?Esoestodoloquetepido,queesperes.

—¿Paraquetengastiempodeconvencerme?

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—Paraconvencertedequequedándotepuedeshacerlemásdañoalenemigoqueyéndote,poreso.

—Esperaré—dijoJonathon—.Noteníaintencióndeirmedeinmediato,asíquetendrástiempoparaatosigarme.

—Noesmi intenciónatosigarte.—Marthacerró losojos—.Heperdidoamimadre,amipadreyamimarido.¿Yahoratepierdoati?

—Diosyasehareídobastantedemí—dijoJonathoncondesprecio—,nocreoquetengaintencióndehacermecosaspeores.

—¿Te crees que vas a vivir para siempre? —preguntó Martha conamargura.

—Creo—dijoJonathonconcalma—quemeapeteceotratazadeté.

Yasí,Filadelfia,unadelasmásbellasciudadesdelacostaamericana,esperóaoírelredobledelostamboresextranjeros.Loscasacasrojasestabanencamino.

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—¡Aten…ción!—Lavozdelsargentomayorpodíaoírseacamposdedistancia.Setecientasbotasderechasgolpearonelsuelosecode lapradera,a loque

siguiólamásabsolutaquietudentrelasfilas.Laformaciónestabacompuestapordiez compañías, dispuestas en un cuadrado de tres lados. En cada una de lascompañías los hombres más altos ocupaban los flancos y los más bajos, elcentro,porloquelalargalíneadelbatallónsubíaybajaba,subíaybajaba,comounbellosetoornamental reciénpodado.Lossargentos,conlosbastones listos,recorríanlaslíneas.Elsolarrancabadestellosalashebillasdeloscinturonesyalosapliquesmetálicosdelosmosquetes.

Nohabíanubesenel cieloyeldíadesprendíauncalorhúmedo,opresor,queprovocabapicoresbajolasgruesascasacasrojasdelossoldados.Suscarasbrillabandesudor.

Frentealbatallónenformación,allídondehubieraestadoelcuartoladodelcuadrado,habíaunaltotrípodehechodevigasdemadera.Elvérticedeltrípodequedabaaochopiesdelsuelo,yparecíadiseñadoparacolgardeélunagranollapara el rancho. Pero bajo el trípode no había una hoguera, sino un soldadodespojadodesuropa,conlaexcepcióndesussuciospantalones.Estabaatadodemuñecasytobillosycolgabadelamaderareciéntalada.Untablón,arrancadodelacapilladeunaaldeacercana,habíasidoclavadoadosdelasvigasparaquelavíctimanopudieradoblarsuespaldadesnudayevitarellátigo.Elcondenadonotenía una tira de cuero cubriéndole los riñones, lo que significaba que susoficialesqueríanquemurieseaquellacálidatardeamericana.

Dos hombres observaban cien pasos más allá. No formaban parte de laparadadecastigo,asíquepodíanexpresaropiniones libremente,algoqueparacualquierotrohubierasupuestocompartirdestinoconelprisionero.

—Loquehahechomal—dijoelsoldadorasoNathanielGilpin—hasidodejarsecoger.

—Lo que ha hechomal—le corrigió su hermano SamGilpin— ha sidodesertar.Imbécil.

La mayor parte del uniforme de Sam estaba apilado en la hierba. Sedesabrochólaspolainasnegrasdelostobillosysequitólasbotas.Aligualqueel

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hombre atado al trípode, Sam estaba desnudo hasta la cintura, aunque no seenfrentabaaningúncastigo.Se remangó lospantalonesymetió lospies en elpequeño arroyo, silbandomientras lo hacía, y empezó a frotar el pelaje de layegua del capitán Kelly, Cleo. El caballo permanecía inmóvil. A Sam Gilpinsiempreselehabíandadobienlosanimales.Seledabanbientodoslosanimales,demasiadobien,lehabíadichosumadre,comoparaservirenelejército,peroalos diecisiete años se disfruta del donde la certeza, ySam le había partido elcorazónalamujer.

SuhermanoNateparecíaobsesionadoconelajusticiamiento.Lostamboresredoblaban en la praderamientras losmuchachos que blandían los látigos loshacían girar dos veces sobre sus cabezas antes de descargar su cola sobre laespaldadelavíctima.Natehacíaunamuecaconcadalatigazo.

—Debededolermucho.—¡Porsupuestoqueduelemucho!Esaeslaidea,¿no?Sam hacía caso omiso al castigo. Le gustaba cuidar de los caballos, le

recordabaalmundoquehabíadejadoatráshacíatresaños,cuandosevistióderojo.Ahoracontabaveinte,eraaltoyteníaunrostroalegreyvivaracho.Supelo,blanqueadoconpastadeharina,eradoradoyloteníarecogidoenunacoleta.

—¡Nomires!Estabacepillandoelpolvodelosflancosdelayeguayobservandocómoel

brillovolvíaalpelajedelanimal.MuchosdeloscaballosdelosoficialeshabíanmuertobajolaterribleytórridatravesíadesdeNuevaYork.Laflota,porrazonesqueningún soldado llegaría a saber jamás, había pasadodías parada sobre lasolas,quehicieronsuyoelresplandordelsol,altiempoquelacomidasepudría,los vómitos se sucedían y los caballos, enloquecidos por el calor y la sed,destrozaban sus compartimentos a coces hasta el punto de tener que serejecutados. Aquellas pocas semanas en tierra habían supuesto toda unabendiciónparalossupervivientes.

Samacariciólalargacicatrizquelayeguateníaenloscuartostraserosysediocuentadequeelanimalnoseinmutaba.Laheridaestabasanando.Unabalarebelde se le había hundido en la piel enBrandywineCreek, pero Sam habíapreparado un emplasto con pan mohoso y telarañas que había servido, comosiempre,paraobrarelmilagro.Acaricióelhocicodelayegua.

—Eresdura,¿eh,Cleo?Nohayyanquiquepuedamatarte,¿eh?—¡Jesús!—Nate estaba viendo el río de sangre que teñía los pantalones

blancosdelreo.Elhombreseretorcíayserevolvíaamedidaqueloslatigazos,alternos,ledesgarrabanlapiel.Losmuchachos,despuésdecadalatigazo,yconlosdedosempapados,retirabandelascolasdecuerocoágulosdesangreytrozosdecarne—.Pobredesgraciado.

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—¡Nomires!PerojustocuandoSamloestabadiciendo,elreoescupiólaboladecuero

que teníaen labocaydesusentrañasmanóungritohorrísono,vacilante,quehizoque layeguaechasehacia atrás lasorejasyqueSamsediera lavuelta apesar de su reticencia. Hombres de otros batallones, que acampaban en loscamposaambosladosdelcaminopedregoso,seestremecieronaloírelterriblegritodesesperado.Samtembló.

—Deberíanpegarleuntiroya.—Nodeberíahabersedejadocoger,¿verdad?—dijoNate.—Nodeberíahaberdesertado.Hacerloespedirloagritos.Desertareraunpecadoimperdonable,yeramerecedordelmássalvajede

loscastigos.—Yoloharébien—dijoNatesonriendo.EradepielunpocomásoscuraqueSam,pero teníanelmismo rostrode

pillos.Altos, criados en el campo, el tipodemuchachosque eran el sueñodecualquiersargentodereclutamiento,soloqueahoraNateteníaunsueñopropio.Quería desertar.Quería hacerlo porque estaba convencido de que,más allá deaquellahúmedallanuracostera,existíaunparaísoamericanodondelascosechascrecíansinesfuerzo,dondelosmanzanosestabantancargadosdefrutosquesusramas se quebraban bajo el suculento peso. Y lomás importante de todo: unlugarenelqueNatepudieravivirsuvidaconMaggie.NoexistíaelhambreenelparaísoamericanodeNate,nilosuniformes.Nohabíasargentos,nilatigazos,nipolainas,nohabíacaldohechoconcuero,nivarasquegolpearan,nimañanasdevómitos,deniñosllorandoporlanoche.Nohabíaejército.

—Tecogerán.—SamnocreíaenelparaísodeNate—.Yteazotaránhastaqueseteveanlascostillas.Noseasimbécil,Nate.—Miróasuhermanoconunamezcla de amor y súplica. Siempre habían estado muy unidos, y todavía loestaban,peroSamnopodíasoportarlaideadeverasuhermanocayendoenelcaosyeldolor—.Niseteocurra.

—Trespuedenhacerlomejorquedos,Sam.—Tecogerán, te azotarány seréyoelque tengaqueenterrarte. ¡No seas

imbécil!ElafectoqueSamleteníaasuhermanohizoquesuvozadoptarauntinte

de enfado. Se dio la vuelta y empezó a desenmarañar las crines de la yegua.Recordabaloquedisfrutabacepillandoalosgrandescaballosdetiroenlosdíasdefiesta,encasa.

Tresnovillas,delgadasytristonas,fueronguiadashastaelbordedelarroyo,atreintapasosdedistancia.Detrásdelosanimales,ydesuscarniceros,veníaungrupo de las mujeres e hijos de los soldados del batallón. Los hombres

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empuñaron los mosquetes y apuntaron; se oyeron tres disparos secos yestruendososenelairecálidoyhúmedo.Lastresnovillasseestremecieronysedesplomaron pesadamente en la hierba. Una de las bestias aún mugía. Fuerematadaconunhachazoenel cuello.Lasotrasdaban ligeraspatadascon laspezuñas al tiempo que los carniceros desenvainaban sus cuchillos. La sangrefluía como el agua y los niños rieron al verlo. Las mujeres, con sus propioscuchillos en lasmanos, se acercaron lentamente, comoanimales salvajes, parallevarsesuparte.Unodeloscarniceroshizoungestoconsuhachahúmedaparaahuyentarlas.Unaperritapintaymestizagruñó,yelespesoolorasangrenuevahizoqueCleoserevolvieseyquelasfosasnasalesdeSamseensanchasen.

—Hoytocaternera.—Nateseolvidódelreoporuninstante—.Almenosnocomeremoscerdootravez.Maggieestáahí.

—¡Déjalaenpaz,Nate!—Esella laquenomedejaenpaz.—Natehizoamagodedirigirsehacia

loscarniceros,queyaestabanechandohígadosyriñonesenuncubodemadera,exquisitecesparalosoficiales—.Mehavisto.

—¡PorelamordeDios,Nate!Samllevóalayeguaunospasoscorrientearriba,comosipretendieraalejar

a su hermano de lamirada de lamuchacha, pero el tronco de un sauce caídobloqueaba cualquier ruta de escape en esa dirección. El olor de las hoguerasrecién encendidas llegaba desde los puestos del batallónmientras que, al otroladodelcampo,proseguíanlosazotes.Elhombrehabíasidosentenciadoamillatigazosconlátigosdeseiscolas.Ungrupodeoficiales,cuyosuniformeslucíanbrillantes a la luz del atardecer, detuvieron sus caballos para contemplar laagoníadeldesertor.

Samseguíaconcentradoensutrabajo.Estenoeraocuparsedelayeguadelcapitán Kelly, pero todos los oficiales del batallón sabían que Sam Gilpin lohacíamejorquesuspropiossirvientes,asíquenolesimportabapagarunchelínparaquesusbestiasrecibieransuscuidados.RepasólosojosyelhocicodeCleoconun trapohúmedo, luegooyóundelatorchapoteoenelagua,unpocomásalládellugarqueocupabasu«paciente».

—¡Nate!—Maggiesonriónerviosaalsaludarle.Arrastrabalasfaldasporelagua,queemitíadestellosalsoldelatardecereiluminabaconrachasdeluzsurostrodelgadoybronceado.Nateseabrazóaella,sinimportarlequiénestuvieramirando.LamuchachamiróporencimadelhombrodeNateylededicóaSamunasonrisa—.Hola,Sam.

—SeñoraScammell—dijoSamsaludandocontodaformalidad.—Tehetraídoesto.MaggieteníaenlamanounrabodeterneraqueleofreciónoaNate,sinoa

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Sam.HabíasidoMaggielaquelehabíametidoaNateenlacabezala ideadedesertar.YeraMaggielaquesabíaqueNatenohuiríasinsuhermano.MaggiellevabatiempointentandoconvenceraSamdequeseunieraaellos,peroSamnoestabaadisgustoenelejército.Dehecho,habíadescubiertoquepodíaluchartanbiencomocualquiera;legustabanloscaballos,yestabasegurodequepodíaevitarloscastigos.

Senegóaaceptarelrabodeternera.—Dáseloatumarido,Maggie.—Jamásme casé con él por la iglesia—dijo lamuchacha con repentina

vehemencia.—No te hace falta, ¿no es así? —Sam sabía que aquellas palabras le

doleríanasuhermano,perosiemprehabíasidoelmásfuertedelosgemelosy,portanto,considerabaquesulaboreraprotegeraNate—.Yahoravete,Maggie.¿QuieresqueacabenazotandoaNate?¡Mira!—dijoSamseñalandoel trípode—.¿Aquenoesagradable?

PeroMaggiesenegabaamiraralhombreempapadoensangrequeestabasiendo ajusticiado. Tiró de Nate para resguardarse con él tras el flanco de layegua,dondequedaríanocultosdelbatallónquedescansabaenlaplanicie.Lasmoscas zumbaban alrededordel pechoy el rostro sudorososdeSam,mientraslos enamorados entrelazaban los brazosy se lo quedabanmirando, como si elhábilyfuerteSamfueralaúnicapersonaquepudieradarrespuestaasussueñosdealejarsedelejército.

El muchacho comprendía perfectamente la obsesión de su hermano. Lamayoría de las mujeres que seguían al batallón eran como burras de carga,enfermas,feas,decabellosenmarañadosybocasapestosas…,peroMaggieeradiferente. Su cabello castaño era grasiento y lacio, pero enmarcaba un rostroatractivoymelancólicoque,dealgúnmodo,incitabaaloshombresaprotegerla.ASam ledaba la sensacióndeque siempreestabaalbordedel llanto, aunquetambiénparecíaqueunactoamableounapalabracariñosapudieraniluminarsucaradefelicidadenuninstante.

Y Sam quería esa felicidad para Maggie, pero en Nueva York ya habíaelegidoalsargentoScammell,yelsargentoeraunhombreceloso.

—¿Por qué no esperáis a que caiga en combate?—les preguntó Sam—.Entoncespodréiscasaroslegalmente.

—Quieroirmeacasa—dijoMaggie.SuhogarestabaenConnecticut.EraConnecticutel lugardelqueMaggie

hablabacuandolellenabaaNatelacabezadesueñossobreelparaíso,ellugardonde lasmanzanas eran tan grandes que en los árboles apenas había espaciopara las hojas, donde los gansos esperaban para ofrecer su carne a lasmesas,

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dondeelaguacorríapuracomoelcristal.Maggiehabíahuidodeaquelparaísoyse había ido a NuevaYork, donde se había convertido en una prostituta de achelínenHolyTown,unlugarrepletodeburdeles.AhorasehabíaenamoradodeNateyqueríairseacasa.

—Os darán cincuenta acres a cada uno—sostenía. El rabo de ternera lecolgabaauncostado.Lasangrelegoteabasobrelafalda—.Cincuentaacres,dosaradosyuncerdo.¡Lohanprometido!

—Esfácilhacerpromesas—dijoSam.—Esverdad,Sam.—MaggieseaferróaNateymiróaSamconesosojos

grandesytristes—.Lohanescritoenpapel,¿verdad?—¿Sabesleer?—preguntóSamconbrusquedad.—¡Lohanprometido!—dijoNateenfurecido,comounniño.Sí,losrebeldeshabíanprometidotierrasycerdosacualquieraquedesertase

del ejército británico, pero Samdudaba que esa tierra fuera a valer lo que unescupitajo.Ysuponíaque loscerdos, siesque loshabía,estaríanescuálidosyenfermos. Sam tenía claro que en el paraíso de Nate habría más serpientesacechandosusmanzanosdelasquehabíahabidoenelparaísodelabiblia.Asíquenodesertaríaconellos.

—Perosilohaces—dijoapoyándosecontralasancasdelayegua—,hazloen condiciones. No te vayas de noche. Te cogerán y acabarás como esedesgraciado. —Hizo un gesto hacia el reo que ahora colgaba inerte de susatadurasdecueroycuyasangreregabalatierra.

—Loharébien—dijoNateconfirmeza.—¡Eresunimbécil!¡Jamáshashechonadabien!¿Tienesropadepaisano?

Nopuedesirpaseándoteporahíconeluniforme,Nate.Yaseaunbandouotro,daráncontigo.Necesitasropaadecuada,algodedinero,necesitassaberadóndetediriges.Tienesquetenerunlugarenelqueocultartelosprimerosdías,hastaquelacaballeríasehayadadoporvencida.¿Haspensadoeneso?Dime,¿lohaspensado?

—Yalohaspensadotú—dijoNate,terco.—Sí,peroyonovoyadesertar—dijoSamconfirmeza;hundióelcepillo

enelaguaparacepillarelpelajedelayegua.—¡Magnífico!—Lavozproveníadeunhombrealtoquesehabíaacercado

comounzorroalabrigodelamalezayqueahoraestabadepiesobreeltroncocaído.

Estaba ahí, con las piernas separadas y el rostro bajo la sombra del picoplateado de su tricornio. Contemplaba a Maggie y a Nate. Era un hombrerobusto,anchodeespaldasydeestómagoplano.Vestíaununiformeinmaculadocuyosbotones,bienpulidos,brillabanresplandecientes.Tambiéneraapuesto.Su

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rostro desprendía autoridad, y estaba dotado de una potente voz capaz deacobardaracualquiera.

—Besara laschicasyhacerlas llorar…,¿eseso,Nate?—Elsargento,sinpreocuparse por sus botas impolutas, saltó al arroyo y se dirigió hacia losenamorados.

Maggie retiró el brazo del codo de Nate a toda prisa y alzó el rabo deterneraenunpatéticointentoporaplacaralsargentoMichaelScammell.

—Teheconseguidoesto.—Alamierdaconeso.—Scammellgolpeóeltrozodecarneconsubastón,

coronadodemetal,yelrabosaliódespedidohacialahierbaquecrecíajuntoalarroyo.Volvióautilizarelbastón,estavezparagolpearasumujerenlamejilla—. ¡Y ahora piérdete, Maggie! ¡Y espérame! ¡En marcha! —Estas últimaspalabraslasgritócomosiestuvieradándoleunaordenaunbatallónalcompleto.

Maggie,aterradadesumarido,huyóporelarroyo.Scammellselaquedómirandouninstante,luegoseencaróconNate.—¿Quiereshaceralgoalrespecto,soldadoGilpin?—Soloestábamoshablando,sargento.—¡Cierra la boca! —El bastón apareció de la nada e impactó contra la

mandíbuladeNate—.Sisupielmehueleati,NateGilpin,tearrancaréelhígadoyharéquetelocomas.¿Entendido?

—Soloestábamoshablando.—¡Solohablando!Scammell hizo un barrido repentino con la bota derecha dirigido a los

tobillosdeNateparaqueestecayesealarroyo.Scammellnole teníamiedoaldolorfísico.EnBrandywine,cuandounacompañíarebelde,atrapada,amenazócon efectuar una carga desesperada para romper el cerco, Scammell se habíaabalanzadosobreellosconmosqueteybayoneta.Samrecordabalafríaeficaciaconlaqueaquelhombremataba.Unbuensujetoparateneralladoenlabatalla,notantoparatenerlecomoenemigo.

AhoraScammellsepusodepiesobreNate, lecolocóelbastón juntoa lacarayselaempujóaunlado.

—¿Vesaquello?Uncuerpo,cubiertodesangre,contirasdepielcolgándoledelacolumna

vertebral,estabasiendoretiradodeltrípode.Elhombrehabíamuertoalatigazos.—Yavesloquepasa,NateGilpin,cuandoleshacesunfeoatussuperiores.—Sí,sargento.ElbastónvolvióahacergirarlacabezadeNateparaqueestetuvieraque

mirardirectamentealosojosdurosyastutosdeScammell.—Sivuelvesamiraramimujer—Scammellsiseólaspalabras—,aunque

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solo seamirarla, haré que te lleven al trípode y te azotaré yomismo, soldadoGilpin,yameinventaréalgo.Ytearrancarélapielatiras.¿Meoyes?

—Sí,sargento.—Les gustas a las chicas, ¿verdad? ¡El apuesto Nate! —El rostro de

Scammelldeprontoseconvirtióenlavivaimagendelaira;golpeóalsoldadootravezconelbastón,yotra,yotra,haciéndoleaNatecortesenlamejillaylafrente. Entonces el sargento dio un paso atrás—. ¡Levanta y piérdete! —Eldespreciodelhombrefuerteporeldébileraabsoluto.

Nate salió del arroyo arrastrándose y el sargento Scammell se lo quedómirando,luegosesentóenunadelasramasdelsaucecaídoylimpióunchorrodesangredelapuntadelbastón.

—¿Estánpensandoendesertar,Sam?—Nosipuedoimpedírselo,sargento.—¡Esonoesloquetehepreguntado,malditasea!Sammiró a Scammell. Había otros que odiaban a aquel sargento alto y

seguro de sí, pero Sam no era uno de ellos. Sabía apreciar las virtudes deScammell, quien, por severo que fuera, sabía cómo mantener a la compañíafuera de peligro en el combate.De hecho, dado que solía dirigirse al enormesargentocontemerariahonestidad,Samsehabíadadocuentadequeeste,asuvez,letratabarelativamentebien.

—Novanadesertar,sargento.—Tienenqueestarmaldelacabeza.—Scammellparecíaverdaderamente

confundido—.¿Secreenquenomedoycuenta?Sam no quería decir que su hermano estaba enamorado, y que los

enamoradossiempreestánmaldelacabeza.—Nate siempreha sidounnecio, pero no es su intenciónhacerle daño a

nadie,sargento.—¡Quiere llevarse a mi puta! —La mirada de Scammell resultaba

extrañamenteinquietante,quizáporquepodíaverseensusojosqueencualquiermomentopodíaestallarenunarrebatodecólera—.Maggieesputa,peroesmiputa.Sihadevenderlaalguien,esealguienseréyo.Notuhermano.

—Esoyaselohedichoaél,sargento.ASamlehabíarevueltolastripasvercómoScammell ledababastonazos

en la cara a Nate, pero haber intervenido como buen hermano habría sidocoquetearconellátigoporhaberasaltadoaunsuperior.Laclaveenelejércitoeralacautela,ySamcreíaquedominababastantebienesearte.

Scammellabriósucartucheraydeellasacóunribetedelanaroja.—Toma.Samlocogió.Elribetemedíaunastrespulgadasdelargo,estababientejido

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yteñidodeunrojointenso.—¿Quées?—Pónteloenelsombrero.Todosvamosallevarlosapartirdeahora,Sam

—rioScammell—.¿Recuerdas laotranoche, cuando lesdimos lo suyoaesosmalditos yanquis? Los muy hijos de puta ahora se quejan. Dicen que no fuejusto.Deberíamoshaberlosdespertadoantesdematarlos.Losmuymaricashandicho que se vengarán, así que vamos a dejar claro a quiénes deben apuntar,Sam.Lollevaremosparaquesepanquiénfue.¿Dicenquesomosunosasesinos?Pueslollevaremosagala.Esossodomitasselopensarándosveceslapróximavezqueveanunribeterojoenungorro.¿Aquesí?

—Seguroquesí, sargento.—Samsesintióextrañamentehalagado: lodelribeterojoseleantojótodounhonor.Lolanzóhacialaorilla,juntoasurígidotricornionegro—.Locoseréestanoche,sargento.

Scammellseguíasentadoenlaramadelsauce.—Teestuveobservandolaotranoche,Sam.Lohicistebien.—Los yanquis estaban durmiendo —dijo Sam con modestia, como si

descartaralaspalabrasdelsargento,aunquelaaprobacióndeesteleprovocóunaextrañayplacenterasensación.

LeestabaotorgandoaSamelestatusdesoldadohechoyderecho,alguienquebienpodríallegaraformarpartedeloshombresdurosque,conlabendicióndeScammell,formabanelcorazóndelacompañía.

—Eresunbuenmuchacho,Sam,noteechesaperder.—¿Echarmeaperder?Scammell ahuecó lamano, cogió agua y se la llevó a la boca. Luego se

pusoenpie.—SiRomeoyJulietaseesfuman,Sam,quizásemepaseporlacabezaque

hasidoculpatuyapornovigilaratuhermano.¿Mecomprendes?Yentoncesmeenfadarécontigo.Asíquemantentealertaynohabráproblemas.

—Noseirá.—Silohace,morirá.—Scammellsaliódelarroyo—.Somosbloodybacks,

Sam, y así será hasta que nos hieran o nos maten. No hay otra salida. —Scammellcogióel rabode terneradel suelo—.Hicimosun juramento,Sam,yaquí permaneceremos hasta que les sirvamos de alimento a las margaritas.Díseloatuhermano.

El sargento le dedicó un seco asentimiento de despedida y se encaminóhaciadondeseencontrabaelrestodelbatallón.

Samcepillólacolacortadadelayeguaunaúltimavezyluegoserefrescóconelaguadelarroyo.Lashoguerasempezaronadesprenderoloracomidaquesemezclabaconelhedordelcampamento,demilesdehombresymujeressin

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asear, al que Sam ya se había acostumbrado hasta el punto de no percibirlo.Ansiabaunplatodecomida,charlarentornoalfuego,reírconloscompañeros.SabíaquelaestupidezdeNatepodíaponerenpeligroesaspequeñascosasqueleproducíanfelicidad.

Porque,parauncasacaroja,noexistíaelparaíso;soloelejército,elhumodelabatallayelorgullodellevarunribeterojoqueproclamaralaexperienciadelportadorenlamasacre.SamhabíarecibidoelChelíndelReyacambiodesuvida.Seríauncasacarojahastalamuerte,yseenorgulleceríadeello.

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Lascrestasdelasmontañasseperdíanenladistancia;cadaunadeesascrestasquedaba oscurecida por los árboles de la cima, y cuantomás lejos quedaban,haciaeloeste,más seconfundíanconel resplandordeuncielopálido.En losvallesentremontañashabíagranjas,calzadasyhastapequeñasciudades,aunquedesdesupuntodeobservacióntodoparecíavirgen.

—ComoGranBretaña—dijosirWilliam—cuandollegaronlosromanos.—No creo que el símil sea demasiado afortunado —dijo lord Robert

Massedene—.Recuerdequealfinalsefueron.—Asíes—dijosirWilliamconelgestoausente.Haciaelsudoestealgolehabía llamadolaatención:habíaunamanchade

humo en el cielo sin nubes, aunque estaba demasiado lejos como para podersaberquéeraloqueseestabaquemando.¿Unbosque?¿Unacasa?Temíanquefuesealgopeor,peronadieseatrevióaexpresarloenvozalta.

Losjinetesestabanenloaltodeunacolinapelada.Asuspies,serpenteandopor la falda hacia el vado, las tropas en marcha estaban convirtiendo unacarretera de tierra en una nube de polvo asfixiante. Batallón tras batallón, loshombres cansados avanzaban a un ritmo ausente. A estos los seguían susoficiales a caballo hacia el lugar en el que harían noche. Los cañones, cuyasrelucientescañasquedabanapagadasporelpolvo,levantabanunapolvaredaaúnmásintensaqueacababaporcaerenlascarretasdetechoaltodelosingenierosyen las de avituallamiento. Las mujeres del ejército y los niños seguían a lacolumnaporloslateralesdelcamino.Eldíaeracálido,conesecalorhúmedoyasfixiantedelveranoamericano,ylosjineteseranconscientesdeloqueestaríansudandoloshombresdeapieenfundadosensusgruesosuniformesdelana.

Unjinetevestidoconunacasacarojacabalgabaa lo largodelacarretera,apartandoalosgruposdemujeresyniñosqueseguíanalossoldados,hastaquereparó en los coloridosuniformesde lo altoy tiróde las riendaspara subir lapendiente. Los cascos del animal arrancaban del camino pequeñas estelas depolvo.

Eljinete,uncapitán,seacercóasirWilliamensuyeguacubiertadesudor.—Todavíanohaynoticias,señor.

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SirWilliamhabíaesperadooírotracosaajuzgarporlaprisaevidentedelhombre,aunquetampocosemostrócontrariadoantelafaltadenoticias.

—Parecequetengascalor,John.—Es un país asquerosamente cálido, señor. Solo Dios sabe por qué

luchamosporestemalditolugar.—Porsupropiobien,supongo.SirWilliamvolvióagirarsehaciaeloesteysiguióconsuinútilinspección

deltórridopaisaje.SirWilliameraunhombrecorpulento;sesentabapesadamenteensusilla

demontar, sucara severay tiznadanopegababiencon las llamativas ropasygalones que proclamaban su rango. Su rostro sugería que se trataba de unhombre nomuy dado a pensar las cosas y de temperamento colérico, pero enverdadeltenientegeneralsirWilliamHowe,comandanteenjefedelejércitodeSuMajestadenAméricadelNorte, eraun sujetoperezoso, tranquiloy afable.Era un hombre amable, al que amigos y subalternos apodaban «el bueno deBilly»,aunque tambiéneracapazdevolversevulgarcomounmozodecuadracuandoseleprovocaba,algoquenoocurríamuyamenudo.Sevolvióadirigiralreciénllegado:

—¿Salieronestamañanalosexploradores,John?—Sí,señor—confirmóelcapitánJohnAndre,ayudadecampodelgeneral

Grey, dando a entender que los exploradores se habían adentrado en elinterminablepaisajequeparecíaestarenebullición.

—Supongo quemirar no servirá de nada.—SirWilliam desmontó de unsaltoygruñóalsentirunapuñaladadedolorenlacolumnavertebral.Elpadredesir William había sufrido muchos dolores de espalda, y el general temía serobjeto de la misma aflicción, aunque el pinchazo no durómucho—. ¿Puedescomerconnosotros,John?

—Precisamenteporesomehedadoprisa,señor.SumesadejaenmuymallugaraladelgeneralGrey.

—Hoynohabrámásquerancho,John,peroeresmásquebienvenido.A sirWilliam le caía bien JohnAndre, y le hubiera encantado acoger al

jovenentresussubalternos,peronoleparecíaoportuno«robar»aotrogeneral.Eraunasituaciónincómoda,porquesirWilliamnecesitabaotroayudadecampoahoraqueelejércitoserpenteabaalolargodelascarreterasdePensilvaniayqueno estaba recluido en los cuarteles de Nueva York, donde los mensajes notardabantantoeniryvenir.

SirWilliam, amedidaque los jinetes ibandescabalgandoy los sirvientescorrían cargados de comida y vino hacia la cima de la colina, fue caminandohacia el extremo este.Desde allí observó las suaves pendientes y los bosques

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frondososqueseextendíanhastatoparconunallanurafluvialdesdibujadaporlabrumacálida.

—Unpaisajemagnífico—dijoconsatisfacción.El capitán lord Robert Massedene sabía lo mucho que le gustaba a su

superiortodoloamericano.Cualquiercapilladecampoconlasvigaspodridasyel techodesmoronándoseprovocaría la admiraciónde sirWilliam soloporquealguienlehabíadadounamanodecaly,por tanto,eramuestradel triunfodelesfuerzo sobre las adversidades. Massedene sabía que hubiera sido absurdoairearsuopinióndequeelpaisajeeradelomáscomún.

—Magnífico,señor.Sir William fijó la mirada en la franja plateada que recorría la lejana

planicie.EradesuponerquesetratabadelríoDelaware.—¿NodeberíamospoderverFiladelfiadesdeaquí?—Siempreycuandonohayamosdesembarcadoenellugarequivocado.Lord Robert Massedene tenía veintidós años; era el hijo de uno de los

amigos de sirWilliam, lo que había supuesto que su elección como ayuda decampofueraunacuestióndetacto,aunqueelgeneraljamáshabíatenidorazonespara lamentar aquel nombramiento forzado. Robert era bajo y recio, tenía unrostroredondoyaniñadoysiemprelucíaunaalegreeindomablesonrisa.Eraelhijopequeño,condenadoporderechosdeprimogenituraanoheredarnada,asíquehabíadecididoganarselavidaconlaespadaquelecolgabadelascadenasdeplataquellevabaalacintura.

—Laciudadestáaladerecha,señor.John Andre se unió a ambos oficiales y señaló hacia el lugar distante y

brumosoenelquesealzabaFiladelfia,ocultatrasbosquesfrondosos.SirWilliamcontemplóelpaisajereluciente.—Música—dijodepronto—.¡Música!Losjóvenesayudasdecampo,queapreciabanasirWilliamtantocomoéla

ellos,sonrieronantetalexplosióndeinexplicableentusiasmo.—¿Quierequecantemos,señor?—dijolordRobertamododechanza.—Siasílodeseas,Robert,adelante.PeroestabapensandoenFiladelfia.—

SirWilliam se dio la vuelta para comprobar el progreso de los sirvientes quepreparabanlacena—.Tenemosquellevarlamúsicaalaciudad.Quieroveralagente feliz. Debe brillar en medio de estos tiempos oscuros un invierno dealegría.

Elgeneralhablabaconunfervorquecontrastabaconsusplácidasmanerashabituales. Era primo lejano del rey, aunque detestaba las políticas que seestaban llevando a cabo, y, cuando comenzó la rebelión, juró no enfrentarsejamásaloscolonosalosquetantoadmiraba.Lafaltaderecursoshabíasidoel

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acicateparaquesirWilliamcambiaradeopinión,yaqueleeranecesarialapagade comandante en jefe para atender susmuchas deudas. Aunque,más que supuesto como comandante en jefe, lo que más valoraba era su cargo comocomisionadodePaz.Ansiaba la paz, y estaba convencido de que esta llegaríacuandoocuparanFiladelfia.

JohnAndresonrió.—Aunquenohabrá júbiloen laciudad, señor,hastaquenonoshayamos

hechoconlosfuertesquehayalolargodelrío.—Los tomaremos, John. —A sir William no parecía preocuparle el

problemadebarrerlosfuertesrebeldesquebloqueabanlasalidadeFiladelfiaalmaryqueimpediríanquelaflotabritánicapudierahacerllegarsuministrosalaciudad—.¿HayunteatroenFiladelfia?

—Hacecuatroañoslohabía,señor,aunquelosreligiososqueríancerrarlo.—Podríamosorganizarunciclodedramaparaelinvierno.¿Quéopináis?—Su segundo al mando—dijo John Andre con cierta sorna— sugeriría

colgarprimeroalseñorWashington.—¿LordCornwallis?Sinduda—dijosirWilliam—,perohastaélsabeque

nosepuedeconquistarunpaísasídesalvaje.¡Miradlo!—Elgeneralseñalóaloeste, hacia las lejanas y difusas cumbres—. ¡Llega hasta los confines delmundo!No.Nuestramejorapuestaesconvenceralosrebeldesdequenotienennada que temer de nosotros, nada en absoluto. Los seduciremos con nuestroéxitoylosasombraremosconnuestrabondad.¿Noesesoloquemedijiste?

—Siempre he sido así de elocuente.—Andre, mitad suizo, era un jovenelegante y avispado que sabía cómo encandilar a sus mayores—. ¡Ah!¡Salmagundiypollo!Almenoshoynomoriremosdehambre.

Lossoldadosmarchabanconesfuerzoporlacarreteramientras,enloalto,sirWilliamy su«familia»militar cenaban.Ademásde JohnAndre,había tresayudas de campo más, así como el intérprete hesiano de sir William y susecretario personal. Hamlet, el perro de sirWilliam, recibió caricias de todosellos,ledierondecomerlamejorcarneyletentaronabeberaguaconunpocode vino. Los caballos pastaban la hierba fina de la colina y los sirvientesaguardaban a una distancia prudencial desde la que no podían oír lo que sehablaba.La escenaera apacible: solo faltaban lasdamasparadar a la reuniónciertoencantodoméstico,aunquepodíapareceruntantoechadaaperderporlaspreocupacionesdesirWilliam,quenodejabademiraraloeste.

JohnAndre, que sabía exactamente lo que le producía inquietud, intentóreconfortarle.

—Llegaráhoy,señor.—Eso mismo dijiste ayer, John. —Sir William se había olvidado de la

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comida, teníalamiradafijaeneloeste—.SielseñorWashingtonlosupiera…¡Apenastenemosparaunabatalla!

—Tenemos munición suficiente para una victoria—dijo lordMassedenecondelicadeza.

—El señor Washington puede permitirse perder una batalla más y actoseguidoalzarse conunagloriosavictoria.—Distraído, sirWilliamacarició lasorejasdesuperro—.Anoserquesehayadadoporvencidodespuésdelúltimorevolcón.

—El señorWashington—dijoAndre— es como el hombre que tiene undolorde cabezaynohacemásquebuscarunaparedde ladrillo contra laqueestrellarelcráneo.No,señor.Volveráaaparecer.Ansíalagloriamilitar.

—Siapareciesehoy—dijosirWilliam—,laconseguiría.Somosunejércitocastrado.

Los ayudas de campo sonrieron ante el vulgar chascarrillo, que era, pordesgracia, casi verdad. El ejército de sir William, en su maniobra deaproximaciónaFiladelfia,estabaagotandosusreservasdemunición.Nohabíasidoelcombateloquehabíadrenadolascartucheras,sinoelmiedo.Cadanoche,varados en la inmensidad de las frondas americanas, los centinelas se poníannerviosos. Disparaban a fantasmas; en poco tiempo batallones enteros sedespertaban,sehacíanconsusmosquetesyseuníanalasdescargasyfogonazosque llenaban lanochevacíade ruidoyplomo.Ni lasórdenesni las amenazashabíanservidoparaevitarelderroche.

Era un despilfarro de un valor astronómico. Cada cartucho envuelto enpapel tenía que ser transportado de Gran Bretaña a Nueva York, y de ahí enbarcos más pequeños hasta Chesapeake Bay, desde donde recorrían unascarreterasenestadolamentablecargadosencarretas.Loscartuchoserancomoeloro, y, sin embargo, todas las noches la infantería disparaba contra la vacíaoscuridad como si dispusieran de unas reservas inagotables. La amenaza deazotaralosculpablesnohabíadadoresultado,puesculpableeratodoelejército,y la única esperanza de sir William, ahora, era que llegara una caravana decarretasrepletasdelapreciosamunición.

Lacaravanaseestabaretrasando.Enalgún lugar,entre losárbolesoscuros,enalgúnpuntodeaquelpaisaje

misterioso, se había perdido el convoy. Los exploradores de la reina, aunquefueranjineteslealistasquehabíannacidoenaquellastierrasvacías,habíansalidoenbuscadelacaravana,perosirWilliamtemíaque,aligualqueloscartuchos,hubieransufridounaemboscada.Nosemostrabatemerosoalrespectoporquenoqueríatentarlasuerte,perotodoslosoficialesreunidosenloaltodelacolinalosabían.

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—NosarreglamossinmuniciónenPaoli’sTavern,señor—dijoAndreconsutileza.

—Metemoquelosyanquisnosiemprenosvanacomplacerconcentinelasdormidos—dijosirWilliam.

Thomas Evans, el sirviente principal de sirWilliam, que gozaba de unaamplialibertadgraciasa laelevadaposicióndesupatrón,subióaloaltodelacolina.

—Deberíamosirnos,sirWilliam.—¿Preocupadopormiseguridad,Tom?—SirWilliamsegiróparaobservar

elflancoestedelacolina,loqueleprovocóotroespasmodedolorenlaespalda.Laretaguardiadelejércitoestabapasandodelargo—.Puedesretirarlosplatos,Tom,peroesperaremosunpocoantesdepartir.

Esperaron,aunqueprudentementemontados.Todoslosoficialessabíanporquéesperaban.SirWilliamqueríaelconsuelodelconvoy.Queríaveraparecerlaspesadascarretasrepletasdecartuchosbajolaslonas.Quizánofueralalabordeuncomandanteenjefeestarpendientedealgotannimiocomounconvoydesuministros, pero ningún oficial sabía tan bien como él el desastre al que seenfrentabansiesascarretasnollegaban.

—Deberíamosponernosencamino,señor—dijolordRobertalgonervioso.El ejército estaba seguro allá donde se encontrara, pero, en cuanto

desaparecía,losrebeldesvolvíanaocuparlatierracomoporartedemagia.—Unminutomás,Robert.SirWilliamteníalamiradafijaenellugarenelquelacarreteradesaparecía

bajolaespesasombradelosárboles.Deallíemergiódeprontounjineteconlacasacaverde.

Lamanode JohnAndre cayó instintivamente sobre la empuñadura de suespada,mientrasqueTomEvanssacóunacarabinadecaballeríadelapistoleraque tenía en su silla de montar. El mayor Zeigler, intérprete hesiano de sirWilliam,avanzóparacolocarseentreelcomandanteenjefeyelextrañojinete,peroelgeneralhizoungestoconlamanoparaqueelalemánseapartase.

—Nopasanada,Otto.Esunexplorador.La mano de Andre soltó la espada y la carabina de Evans volvió a la

pistolera. Aparecieron entonces más jinetes vestidos de verde, todos ellosamericanosqueluchabanporsurey,y,trasellos,unabenditavisión:lascarretasquelosexploradoreshabíanidoabuscar.ElrostrodesirWilliam,hastaentoncestensoporlapreocupación,seiluminódepronto.

—Diossiguesiendoinglés.Entonceselentusiasmodesapareciódelacaradelosoficiales.QuizáDios

fuerainglés,perosolohabíaenviadotrescarretas.Laslonasdelaterceraestaban

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chamuscadas, y las tres venían acompañadas de un contingente de tropashesianasqueparecíanhaberatravesadoelvalledelassombras.Aquelnoeraelconvoy,eranlosrestosdelconvoy.

Unoficialconcasacarojacaminabajuntoalainfanteríahesianatirandodesu caballo por las riendas. Miró hacia lo alto de la colina, vio los coloridosuniformes de los oficiales del Estado Mayor y, con un cansancio que podíapercibirse desde lo alto, se subió al caballo. Espoleó al animal para queremontase la pendiente, pero la yegua estaba agotada y solo podía avanzar alpaso.

Ningunodelosoficialesdijounapalabra.Eljineteresultóserunteniente;sus bellas facciones estaban cubiertas de tierra, sudor y manchas de pólvora.CuandosequitóelsombreroparasaludarasirWilliam,dejóaldescubiertosupeloclaropegadoasucuerocabelludo.Sucasacaroja,queteníalosdistintivosdeunregimientodelíneacualquiera,estabamanchadadesangreychamuscadaporelfuego.EntrelosuniformesprístinosdelosoficialesdelEstadoMayor,consus cordones dorados y sus charreteras, el desarrapado teniente parecía unhombredeotromundo.Unsoldado.

—TenienteVane,señor—informó.—¿Sabesquiénsoy?Vaneasintiósinenergía.—Sí,señor.La habitual afabilidad de sir William se desdibujó al ver el menguado

convoy.—¿Vienesadecirme,tenienteVane,quesolohaytrescarretas?—Sí,señor.NoerahabitualquesirWilliamperdieralosnervios,pero,antelascalmadas

palabrasdeVane,parecíaestarapuntodeestallar.—¿Quéhashechoconelresto?Vaneseirguió.—Yonohehechonada,señor.Elconvoynoeraresponsabilidadmía.HabíaorgulloenlavozdeVane,yaunquesutonodevozerarespetuoso,

suspalabrasteníanunposodesafiantequeningúntenientesehubieraatrevidoausar para dirigirse a un comandante en jefe. Vane se pasó una manga por lafrente, esparciendo con el gesto manchas de polvo y sudor por su peloenmarañado.

—Cincuenta carretas salieron de Head of Elk, señor, pero sufrieron unaemboscadaadiezmillasdeallí.Losrebeldesatrajeronalaescoltahaciaelnorteyluegoenviaronjinetesporelsur.—DeprontolavozdeVanesurgiócargadadeamargura—.Desjarretaron a las bestias de carga e hicieron arder las carretas,

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señor.Sir William miró hacia la mancha de humo que había en el horizonte.

Intentóimaginarlascarretasexplotando,loscaballosrelinchando,lasangreyelhorrorenunacarreterarodeadadebosques;entoncesleasaltaronpensamientosdelacrisisquetantohabíatemido.¿Cómoibaalucharsinmuniciones?

—No eran muchos rebeldes. —Vane interrumpió las reflexiones de sirWilliam—.Peroelfuegoseextendiódecarretaencarretaysolofuimoscapacesdesalvartresdeellas.

—¿«Fuimos»?—Howevolvióamiraralteniente.—Micriadoyyo,señor.—Vanehizoungestoalcasacarojaqueesperabaa

lafaldadelacolina;luego,exangüe,eltenienteexplicócómohabíanllegadoaestarconelconvoy—.Volvíamosalejército,señor,ysenosordenómarcharconlaescolta.

—Entonces ¿dónde está el comandante de la escolta? —preguntó sirWilliam—.¿Noesélquiendeberíaestarinformando?

Vane, trasun imperceptibleencogimientodehombros,hablóconaparentereticencia.

—ElmayorWoodward estimó que eramás sensato volver a ChesapeakeBay,señor.

—Pero…—SirWilliamsecontuvo—.Sigue,Vane.Eltenienteparecíaavergonzado.—Consideréque los recursosdel ejército estabanal límite, señor, así que

me pareció apropiado traer estas tres carretas. La compañía de hesianos seofrecióvoluntariaparahacerelviajeconmigo.—Vanese irguióen su silla—.Quieroresaltarsuvalentía,señor.

ElmayorZeigler,intérpretehesiano,sintióorgulloaloírtalesalabanzasdelosalemanes,mientrasqueelrestodelosoficialesobservabanaltenienteVaneyse preguntaban qué no estaba contando. No cabía duda de que Vane habíadiscutido con el mayor Woodward y que muy probablemente habríadesobedecido órdenes expresas al insistir en que el resto del convoy siguieraadelante.TambiéneraprobablequeVanehubierahechogaladeuna temerariabravura. Un teniente había desafiado a un mayor, había atravesado lostenebrososbosquesconunpuñadodetropasyhabíapasadojuntoalaspequeñasgranjasenlasquevivíanhombresconlosmosquetessiempredispuestos.Hacíafaltatodounbatallónparaescoltarunconvoyporunterritoriocomoese,y,sinembargo,aquelsimpletenientelohabíaatravesadoconunpuñadodesoldadosporquesabíalonecesitadoqueestabaelejércitodemunición.

Ahora, con el sudor recorriéndole el rostro y creando en él diminutosriachuelosatravésdelpolvoylosrestosdepólvora,Vaneaguardababajolaluz

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delsolcomoquienesperaunaseveraamonestación.—Lamentoquesolohayatres,señor.—¡Sintinohubierallegadoninguna!—dijosirWilliamconafecto.JohnAndre,alverlasmanchasnegrasenelrostrodeVane,causadasporla

pólvora que desprendían las cazoletas de los mosquetes, y consciente de queningún oficial disparaba esas armas a no ser que el peligro fuera terrible, sedirigióaVaneconamabilidad:

—¿Tuvieronquelucharparahacernosllegaresastrescarretas,Vane?—Sí.—Vanefruncióelceñocomosiintentararecordarelincidente—.Fue

haceunpardetardes,nadagrave.—¿Nadagrave?—preguntósirWilliam.—No eran más que vagabundos, señor. Estaban en la espesura, así que

decidídispersarlosantesdequepudierancomprobarloexiguodemistropas.Los oficiales de sirWilliam imaginaron los fogonazos de los mosquetes

entrelosárboles,yalpequeñogrupodesoldadosprotegiendolascarretas.Vanehablócondesdénsobreelacontecimiento,perosumodestiasolosirvióparaquelahazañaparecieraaúnmásimpresionante.

—Vane…—dijolordRobertpensativo—.HayVanesenNorthamptonshire,¿noesasí?

—No lo sé. Mis familiares eran tenderos. —El teniente admitió suvergonzosacondiciónconuntoquedeesaactituddesafiantedelaqueyahabíahechogala.

—¿Eran?—preguntósirWilliamcondelicadeza.Vanedudóuninstante.—Mipadremurió,señor.Yconlaherenciadecidípagarmeunpuestoenel

ejército.Saltabaalavistaquelainversiónnohabíasidodeltodofructífera,yaque

Vanemediabalaveintena,unaedadalaqueunhombreacaudaladoyaesperaríaser,almenos,capitán.PeroeraevidentequeeltenienteVanenodisponíadelosrecursossuficientescomoparacompraresapromoción.Suyeguaeraunanimallamentableysuuniformeestabahechojirones.Nopodíacomprarunacapitaníay,además,elhijodeuntenderonopodíaesperarelbeneficiodelpatronazgodelquedisfrutabanlosfamiliaresdelosnobles.Vaneeraunoficialcualquiera,deunregimiento cualquiera al que solo le esperaba el tedio ordinario de la carreramilitar. Y, sin embargo, en los últimos días, Vane había hecho gala de unaprodigiosavalentía.

—¿CuántotiempollevasenAmérica?—SirWilliamtiródelasriendasparahacer girar su caballo y, para alivio de sus ayudas de campo, al fin empezó adescenderlacolina.

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VaneseguíaasirWilliam.—Desdediciembre,señor.SirWilliamanimóaVaneaquecabalgaraasulado.—Entonces¿estuvisteenBrandywine?—Asíes,señor.—LavozdeVaneparecíaanhelarelrecuerdodelareciente

batalla,en laque los rebeldeshabíansidoexpulsadosde la rutadeavancedelejército británico—. Seme ordenó escoltar a nuestros heridos de vuelta a losbarcos.Temíaquealhacerlopudieraperderlaoportunidaddetomarparteenelsiguienteenfrentamiento,señor.

SirWilliamsonrióantetalexpresióndeentusiasmo.—¿Tegustalavidaenelejército?—Porsupuesto,señor.—¡Me alegra que te decantaras por ella y no por la de tendero, teniente!

¡Vayasimealegro!Trescarretassonmejorqueninguna,¿verdad?—Aunquenotantocomocincuenta,señor.—No.SirWilliam,alserlerecordadossusproblemas,sesumióenelsilenciohasta

quelosjinetesllegaronalacarreteraysiguieronalostresvehículos.Elcriadode Vane, que portaba unmosquete, empezó a seguirlos. SirWilliam sonrió aVane.

—Tuasistentepuedepasararecogerteporelcuartelgeneraldespuésdelacena.

—Porsupuesto,señor.Quizá Vane estuviera demasiado cansado como para mostrar asombro al

habersidoinvitadoacenarconelcomandanteenjefe.LediolasinstruccionespertinentesasucriadoyluegoseacercóasirWilliam,quesepreguntabaenaltocómohabríadelucharsinmunición.

—Llegarámás—dijoelmayorZeigler.—PeropuedequeelseñorWashingtonllegueantes.SirWilliamespoleósucaballoyrecorrióelconvoyalabandoelvalordelas

tropashesianas,queestabantansuciasycansadascomoVane.—Heamenazadoconellátigoacualquieraquedisparesinrecibirlaorden

expresa—se lamentó sirWilliamcuandodejaron atrás las carretas—,peronofunciona.¡Ellátigoraravezfunciona!

—Porquenoseazotacomodebiera.—ElmayorZeiglerhabíaocupadoelpuestodeVanealaderechadesirWilliam.

SirWilliamhizounamuecaaloírlaspalabrasdelhesianoysegirósobrelasilla para buscar a Vane. El general no había esperado una respuesta a suspalabras,soloeranunaespeciedeinvitaciónaqueVanesesintieracómodo.

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—¿Cómo harías para evitar que los centinelas malgasten munición,teniente?

—Obligaríaalosoficialesdelbatallónapagarconsupropiopeculiocadacartuchodesperdiciado,señor.

—¡Dios bendito!—SirWilliam hizo girar a sumontura entusiasmado—.¡Quéespléndida idea!Métele lamanoenelbolsilloaunoficialy teserá leal,¿noesasí,lordRobert?

LordRobertMassedenesemostródeacuerdo.—¡PorDios,Vane!Tantosayudasdecampoavispadosyniaunodeellos

se le ocurrió…—La voz de sir William fue muriendo y, acto seguido, unaampliasonrisaleiluminólacaraamedidaqueunaidea,tanespléndidasicabecomoladeVane,tomóformaensumente—.Mereceunarecompensa.

—¿Porcumplirconmideber,señor?—Pero el deber pocas veces se cumple. —Si algo le hacía feliz a sir

Williamerapoderhacerfelicesaotros,yahora,consuregalo,estabaapuntodeconcederle a Vane el impagable patronazgo del que los oficiales como élcarecían—.Semeocurrequepodríaserunodemisayudasdecampo.

El teniente se quedó asombrado hasta la incoherencia. Los caballos sehabíandetenidoyahoraestabarodeadoporlafamiliamilitardesirWilliam,alaque, con una sola palabra, podía ganar privilegiado acceso. En vez de eso, sequedómirandoasirWilliamy,alfin,logróbalbucirunarespuesta:

—Peronisiquierameconoce,señor.—Séqueesvalienteyacabodedescubrirqueeslisto,¿acasonecesitosaber

más?Vane parecía desbordado.Aquel era un golpe de suerte que superaba los

anhelosdecualquieroficial,y,alserleofrecido,eljovenparecíasuperadoporelasombro.

AlverlaexpresióndeVane,sirWilliamsesintióencantado.—Tampoco es para tanto,Vane. ¡Además, esmás probable que caiga en

combatesiendoayudadecampo!¿Verdad,John?Andre,queestabadisfrutandoconlaconfusióndeVane,sonrióalteniente.—Bienvenidoalmármol,Vane.—¿Elmármol?—VaneobservóperplejoaleleganteAndre.—Tu tumba en la abadía deWestminster—explicó Andre—. Acabas de

emprenderelcaminohacialagloria.—Siesqueaceptas—comentósecamentelordRobert.EsaspalabrassacaronaVanedesuensimismamiento.—Acepto,señor—ledijoasirWilliam—,esunhonorparaelquenohay

forma de expresar agradecimiento.Haré todo lo que esté enmimano por ser

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dignodelpuesto,señor.—Estoy convencido de que así será. —A sir William le alegró oír la

respuesta del joven.Había entregado un regalo y este había sido recibido conagradecimiento—.¡Peronopuedessersolounteniente,Vane!Esonopuedeser,de ningún modo. Mis coroneles no se toman en serio a los tenientes. Tenombrarécapitánestamismanoche.

—Sí,señor.FuetodoloquealcanzóadecirVane.Promoción,máspaga,patronazgo…

todo eso le había llegado en una carretera llena de baches que había acabadoconvertidaenpolvodespuésdelpasodelejército.

—YtampocopuedoseguirllamándoteVane.¿Cuálestunombredepila?—Christopher,señor—dijoVane.—Christopher, ¿eh?—Sir William miró a su nuevo ayuda de campo—.

¿QuieresquetellameasíoprefieresKit?—Kitestábien,señor.—Suenaanombredegatito—dijolordRobertconciertamalicia.Vanesevolvióymiróallordalosojos.Poruninstantehubounescalofrío

eneldíatórrido.—Nadiemellama«gatito».Nadie.MassedeneviolopálidosqueVaneteníalosojos.—Noeramiintenciónofender,capitánVane.—Prosigamos,caballeros.SirWilliam,ajenoalbreveintercambio,sonrióasusjóvenes.Puedequeel

comandante en jefe estuviese escaso de munición, pero tenía Filadelfia alalcancedelamano,unnuevoayudadecampoylafirmeconviccióndequelapaznotardaríamásqueunassemanasenllegar.AsíquesirWilliam,«elbuenodeBill»,estabacontento.

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El domingo después de que los patriotas huyeran de Filadelfia, el reverendoDonaldMacTeague,porprimeravezenmásdetresaños,leyópúblicamenteunaoraciónporSuMajestadcomopartedelservicio.MarthaCrowl,vestidadelutoparamaitines,permaneciódepieenprotestaencuantooyólasprimerassílabasdelaoración.Todaslasmiradasdelaiglesiasevolvieronaellamientrasrecogíasubiblia,sumisalyelparasol.LavozdelreverendoMacTeaguetitubeó.Marthacogió a supequeñahija de lamanita.Algunosde los feligreses en la atestadaiglesia esperaron a oír una tonante denuncia, pero el ministro calló cuandoMarthacerróconestruendolatapadesureclinatorioysalióporelpasillocentralagrandesyruidosaszancadas.Lydia,suhijadetansoloseisaños,visiblementeentusiasmadaconeldesafíodesumadre,sonrióasutíoJonathon,quiensintiólatentacióndeseguirelejemplodelamujer,ylededicóasuvezunasonrisa.

Instantes después hubo otra conmoción entre los feligreses cuandoMacTeague leyó en alto el texto que había seleccionado: el quinto verso delúltimocapítulodelLibrodeJosué:

—¡Elegid, pues, en este día a quién habéis de servir!—Hizo una pausa,comosiestuvieraretandoalosfeligresesaelegirelcaminoquehabíatomadolaviuda deCrowl.Nadie lo hizo, así queMacTeague pasó a elogiar lasmuchasbendicionesquecaeríansobrelaciudadcuandollegaranlosbritánicos:muellesactivos, almacenes llenos, la vuelta de unamoneda de calidad como lo era lainglesa, la confianzaentre los comerciantes…Aquellos,dijoMacTeague, eranlosregalosdeDiosquetraeríanconsigolastropasdelrey.

Durante la cena que siguió al servicio, Abel Becket cargó contra elvergonzosoespectáculoquehabíadadoMartha.

—¡Deshonraanuestrafamilia!—¿Porserconsecuenteconsusopiniones?—preguntóJonathon.—¿Meestásdesafiando?AbelBecketmiró fijamentea susobrinoconelcuchillode trincharen la

mano.PeroJonathonhacíatiempoquesabíaqueelmejormododetratarconsustíos eramostrarse honesto, demodo que sus palabras no pudieran ponerse encuestión. Jonathon vivía bajo el techo de su tío y se había convertido en un

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experto a la hora de evitar las típicas discusiones que habían provocado tantadesdichaenotrascasasdelaciudad.Sonrió.

—Solohehechounapregunta,señor.Elcuchillovolvióahundirseenlapatadecerdo.—¡Sitantoledesagradalaciudad,deberíairse!—O almenos acudir a los servicios de los presbiterianos—dijoHannah

Becket—. Esos son todos rebeldes. He oído que quieren prenderle fuego a laciudadantesdequelleguenlosbritánicos.

Eratiempoderumores,nacidosdela incertidumbre,porquelosbritánicostodavíanohabíanllegadoaFiladelfia.Sedecíaqueelejércitorebeldeaúnhacíaloposibleporimpedirelavancebritánicohacialaciudad,aunqueeranpocosloslealistasquecreíanqueeldesafíodeGeorgeWashingtonpudierateneréxito.Ala noticia de la victoria de las tropas del rey en Brandywine Creek, le habíaseguido la de Paoli’s Tavern. Así que los habitantes de Filadelfia que habíaninvitadoalospatriotasasumesaahoraproclamabanquejamáshabíandudado,niporunmomento,quelaautoridadrealvolveríaaserinstaurada.

—Bendigamoslamesa—dijoAbelBecketcuandoacabódecortarlapata.Jonathon inclinó la cabeza mientras su tío daba gracias a un Dios

todopoderosoybenéficoporunamesarepletayunaprometedoracosecha.AbelBecketlepidióaDiosqueprotegieraasufamilia,quebendijeselosalimentos,yluego,enlugardesuhabitualamén,añadióotrasúplica:

—Yte rogamos,Señor,que leotorgues lavictoriaa tu fielejército realyquebendigasasushombresycomandantes.Amén.

—Amén—dijoHannahBecket.Hubo una pausa. Tanto su tío como su tía esperaron a que Jonathon se

hicieraecodelapalabra,peroJonathonpermanecióensilencio.—Amén —volvió a decir Abel Becket; entonces, como si no hubiera

ocurrido nada, hizo un comentario sobre cómo había cambiado el tiempo derepenteysobrecómoesefríonoerapropiodelaestación.

—Seráuninviernoduro,deesoestoysegura—dijoHannahBecket.Y así, una vez más, se evitó el conflicto, aunque Abel Becket temía el

momentoenqueesteacabaraporempañarelfuturodesunegocio.Jonathonerael único heredero, pero joven, se temía, y no era tory. YAbel Becket era unfervientelealista.«Libertad»,paraél,noeramásqueunapalabraquesehabíaninventado los abogados para enardecer a lasmasas, y si al final ganaban esosignorantes y la autoridad del rey acababa siendo barrida deAmérica, la ruinasería absoluta. ¿Cómo esperaban comerciar trece colonias, en el extremo delmundoconocido,sincontarconlaproteccióndeunagranpotencia?

Porqueelcomercio,enopinióndeAbelBecket,beneficiabaaAméricamás

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quecualquier eslogan.El comercio traíadinero, así queAbelBecket esperabaconansia la llegadade losbritánicosy laaperturade losmares. Inclusohabíaapostado por una victoria británica, puesAbel Becket había acumulado en sualmacéngrandescantidadesdemaderadenogalnegroamericano,listaparaserembarcadahacia losmercados londinensesacambiodedinerodeverdad.Losfabricantes ebanistas deFiladelfia le habían rogado que les vendiese parte delpreciadomaterial,peroAbelBeckethabíadespreciadosusinserviblesdólaresdepapelrebeldes.Londreseralaciudadqueimportaba,laciudaddeloro,ellugarquepodíahacerqueFiladelfiavolvieraaserfuerte.

Sinembargo,sielcomerciodebíavolvera laciudad,entonceslosfuertesrebeldesdelDelawaredebíanserocupados.

Alamañanasiguiente,ensumuelle,AbelBecketviodosgrandeschalupasque,propulsadaspor susvelasgrises, luchabancontra el fríovientodel norte.Ambas naves estaban dotadas de pequeños cañones e iban tripuladas porhombresarmados.

—¡Míralos!—espetóAbelBecketcondespreciocontralabrisa.Enunodelos barcos ondeaba una bandera escarlata que llevaba bordado el árbol de lalibertad;elotro lucía lanuevabandera rebeldedebarras rojasyblancas—.Separece—dijoconsorna—alospantalonesdesplegadosdeunpayaso.

Losbarcosveníandelosfuertesrebeldes.Unodeellos,eldelabanderadebarras, fue empujado por el viento hasta el embarcadero en el que estaba elcomerciante.

—¡¿Han llegado?! ¡¿Han llegado?! —gritó un hombre ahuecando lasmanosdelantedelabocaparaformularlapreguntaqueestabaenbocadetodos.

—¡Llegarán!—respondióAbelBecket.Asulado,siempreservilcuandoseencontrabaencompañíadesupatrón,

EzraWoollardserio.—¡Yosecharánapatadasdelrío,JohnnyLyle!—¡Vetealinfierno,Ezra!—Alinsultolesiguióungestodeunamanoantes

dequelachalupavolvieseaencararsealviento.Becketobservócómosealejaba.—¿Ydicesqueestánobstaculizandoeltráficofluvial?—EstánhundiendopontonesenBillingsIsland,señor.—¿Tieneslosdetalles?—Ymapas.Woollard siguió a su patrón de vuelta al almacén; pasaron junto a los

montonesdemaderadenogalnegroylosfardosdesemilladelinoqueestabanpreparados para salir hacia Irlanda. Pero nada podría zarpar hasta que losbritánicoshubiesenllegadoylosfuerteshubieransidoocupados.

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EzraWoollard,asalvoeneldespachoprivadodeAbelBecket,desplególosplanosdelasdefensasrebeldessobrelamesa.

—Estabapensando—dijoWoollard—quedeberíamoshacérselos llegaralosbritánicos.

—Estoydeacuerdo—dijoAbelBecket.—Ahoraestánalnortedelaciudad.Noseráunacabalgadadifícil.—Puedoprescindirdeti.—Becketsepusoenpieyseacercóalaventana,

desde la que se dominabaWater Street—. Dios sabe que no habrá comerciohastaquelaciudadestésegura.

Woollardsonrió.—Estaba pensando, señor, que puede que yo no sea el mejor de los

mensajeros.Becketsevolvió.—Nadieconoceelríomejorquetú.—Ypuedo escribir lo que sé, señor, pero no semedabienhablar.Y los

británicos son caballeros, ¿no es así?Y quizá desprecien a un hombre vulgarcomoyo.

Becketlededicóasucapatazunadeesassonrisasquetanpocoprodigaba.—Notanvulgar,Woollard.—Peronoestoyacostumbradoatratarconcaballeros.Woollardhabíaaprendidoaserhumildea la fuerza.De joven,ynohacía

tanto tiempo, había prosperado como comerciante independiente en Filadelfia.HabíahechofortunacomotratantedebreaenNuevaJersey,yaveceshastadabalasensacióndequeaúnapestabaasulfuro.

El negocio de brea deWoollard, que consistía en una chalupa que hacíaaguayque traíabarrilesdesdeNuevaJerseyparaabastecera losastillerosdelDelaware, había quedado desbaratado por el bloqueo británico. Ya no seconstruíantantosbarcosenelrío,nihacíafaltarepararlos,asíqueWoollardsolohabía logradoevitar labancarrotagraciasa la intervencióndeAbelBecket.Elviejo se había hecho cargo de las deudas del ruinoso negocio de brea y habíacontratado a Woollard de capataz. El trato resultó ser provechoso, porqueWoollard contaba con las habilidades de un comerciante y con la constituciónfísica de un hombre acostumbrado al trabajo duro. Su cara redonda teníacicatricesyestabapicadadeviruela,supeloeragruesoybasto,eracorpulentoyfuerte.AlrescataraEzraWoollard,AbelBeckethabíadadoconuncapatazmuyefectivo.

—¿Sugieres que cabalgue yo al encuentro de los británicos?—preguntóAbelBecket.

—Se le daría mejor a usted persuadirlos que a mí, señor. Pero estaba

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pensandoenJonathon.—Ah.—Becket volvió a la mesa y se sentó. Observó los planos de las

defensasrebeldes—.Nocreoquevayaaserunmensajerobiendispuesto.—He oído—dijo Ezra con malicia— que el reverendoMacTeague leyó

ayerJosué,24,15.LosojosnegrosdeBecketmiraronalcapataz.—Asíes.—Porlotanto,elseñorJonathondebeelegir.—Jonathonesmisobrino.Abel Becket vestía de negro, como solía, y llevaba un corbatín, también

negroypasadodemoda,alcuello.Susombríaropasumóunaextrañafuerzaaltonodeadvertenciadesuvoz.

—No es asunto mío inmiscuirme en asuntos familiares —dijo Woollarddespreocupadamente—, pero me parece, señor, que los británicos estarán endisposición de recompensar o castigar a según qué familias en esta ciudad.Traeránelcomercio,peronoseloencomendaránaquienesnohagangaladeunalealtad absoluta.—Hizo una pausa, como si le estuviera dando a su patrón laoportunidad de protestar, peroBecket permaneció en silencio—.Y puede quealguienlescuente,señor,queJonathonembarcóatodaprisaochentabarrilesdepólvorafinalaotranocheparasacarlosdelaciudad.Esonolesgustará.

—Estabapagada.—Conpapel, no conel dinero contantey sonantequenoshubierandado

ellos.—Unavezmás,WoollardhizounapausayBecketnodijounapalabra.Elcapatazsabíaqueestabaexpresandoconpalabraslosmiedosdesupatrón—.Y,contodosmisrespetos,señor,suhermananoayuda.AmímeparecequedeberíaobligarsealseñorJonathonamostrarlealtadcomoesdebido.

Becketfruncióelceño.—Estoyconvencidodeque,cuandollegueelmomento,asílohará.—Siloqueheoídoesverdad,lodudo.Woollardvolvióacallar,yBecketfue incapazdeevitarhacer lapregunta

que pedía el silencio del capataz, aunque decidió formularla de maneradesdeñosa.

—¿Chismorreosportuarios,Woollard?—SehaencaprichadodeCarolineFisher.Becketvolvióafruncirelceñoantelanoticia;luegohizounamuecaalver

quelarevelaciónescondíaunamotivaciónpersonal.—¿Esachicaconlaquequisistecasarte?—Esofueantesdeconocersusopiniones,señor.Esunafervienterebelde.

Ahorametraesincuidado,ydejarédehablarencuantoustedmelopida,pero

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creo que si se obliga al señor Jonathon a mostrar lealtad, entonces CarolineFishernodudaráendesdeñarleencuantoseentere.

Becket, inquieto al conocer todo aquello, volvió a ponerse en pie y seacercódenuevoalaventana,nervioso.

—Jonathonjamásmehahabladodeella.—Noloharía.Ledaríavergüenza.Becketviocruzarsedoscarretasbajosuventana.Unodelosconductores,

quellevabauncargamentodepescadoseco,lanzóunlatigazoaunchiquilloqueestabaintentandoprocurarselacenadeformagratuita.

—Jonathon es joven —dijo casi para sí—, y a los jóvenes les gustacoquetear con ideas peligrosas. Pero es un buen chico. —Se volvió haciaWoollard—. Es un comerciante tan hábil como lo podamos ser tú y yo,Woollard. ¿Cuánto ganamos con el trato aquel del algodón? ¿Mil dólares?—Becket sonrió—.Es lapierna, lesda lástima, yno sabenque esmuchomejorpersonadeloquemuchosllegaránaserlonunca.

—Poresodebemosasegurarnosdenoperderle,señor.NopodemospermitirquegentecomoCarolineFishery,con todosmis respetos, la señoraCrowl, lellenenlacabezadetonterías.Queescoja—dijoWoollardseñalandolosplanosdesplegados sobre la mesa—. Envíele a los británicos, señor, y nadie dudaráentoncesdesulealtad.

ElcapatazsecallóyvioladudaenelrostrodeAbelBecket.SupoentoncesqueelcomercianteestabapensandoenloqueocurriríasiJonathonsenegabaaacatar su orden, y en cómo eso provocaría un enfrentamiento que hasta esemomentolafamiliahabíalogradoevitar.

Woollardsoltóunacarcajada.—¡ElseñorJonathonnoestanneciocomoparaponerenpeligrosupan!—

Adoptó entonces un tono de confidencia, casi tranquilizador—. Es un buenmuchacho.Loúnicoquenecesitaesquealguienleobligueadecidirse.

—Puede.—Becket seguíamirando a la calle por la ventana—. ¿CarolineFisher?

—Unazorra,señor.Leruegoquedisculpeel lenguaje.Semereceríaunosbuenoslatigazos.Noesasuntomío,peroseríaparamíunalástimavercómounamuchachacomoesadilapidaeltrabajodetodaunavida.—Woollardseencogióde hombros—. Pido disculpas, he hablado demasiado, señor, pero todo estoredundará en nuestro beneficio si les caemos en gracia a los británicos. Y siquiereustedqueseayoelquevayaalnorteconlosplanos,loharégustoso.

—No—dijoBecketyadecididoydándoselavuelta—.Déjalosahí.—Sí,señor.Woollard inclinó la cabeza y luego bajó las escaleras hasta el lugar que

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ocupabanlasmesasdecuentas.Losescritoriosvacíoserantestigosmudosdeloque había sufrido el comercio en los últimos años. Tan solo tres secretariostrabajabanyaenellugarenelque,ensudía,habíallegadoahaberunadocenagarabateando en sus libros de contabilidad. Los secretarios contuvieron larespiración hasta que el capataz desapareció. Pero a Woollard le traían sincuidadoloscontables,loquelepreocupabaeraeldestinodelnegocioqueteníaintención de poseer, para lo cual, y al margen de las más que respetablesjustificaciones, había que obligar a un tullido a decidirse. Jonathon tenía queelegir.

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FrenteaFiladelfia,en laorillaestedelDelaware,habíaunazonademarismasque llegaban hasta unas ligeras elevaciones arenosas sobre las que crecíavegetaciónabundante.La tierraerapobre,aunqueCalebyAnnaFisherhabíanlogradohacerdeellaunagranja.

La granja estaba al sur del lugar en el que el río Cooper se unía alDelaware.PeroaquellatierrapobrehabíadadosufrutograciasasucercaníaconFiladelfia, en cuyo mercado cubierto y bullicioso Caleb vendía melones,pepinos,calabazas,calabacines,moras,manzanas,cerezasycastañas.Suesposaconvertíalalecheenmantequilla,hacíaquesoyhorneabagrandestortasdemasagordaqueeranllevadasalotroladodelríoparaservendidas.

Larecompensaporsutrabajoeraunacasadetablonesdemaderacálidayacogedora.Lahabitaciónprincipaleraunacocinaenormejuntoalacualhabíaunapequeñasalitaenlaque,todaslasmañanasdeinvierno,CalebFisherleíalasSagradas Escrituras. En verano se sentaba en el porche de atrás para rezar asolas.Habíadosdormitorios,ambosenelático,yunachozaenlaquevivíaunafamiliadeesclavosnegrosqueconstituíantodalamanodeobradelagranja.LosvecinosdeCaleblehabíanayudadoalevantarungraneroenorme,juntoalquehabíaunbosquecillodearcesquedabansombraalcercadoenelqueteníanlasgallinas.Noeraunapropiedadrica,nigrandiosa,peroparaCalebyAnnaeraunpalacio.

—ElSeñorhasidogenerosoconnosotros—solíadecirAnna,aunquehabíaperdidotreshijosdecortaedad.

El único hijo varón que había sobrevivido llegó a ser adulto y se habíacasado.Peroéltambiénhabíamuerto,conlamayorpartedesufamilia,enunode los terribles incendios que a veces se cebaban con las pequeñas casas demaderaqueseconstruíanenFiladelfia.Unbebéhabíasobrevividoalincendio:lanietadeCalebyAnna,quevivíadesdeentoncesconellosenlagranjayalaque sus abuelos querían más que a nadie en ese mundo. La querían hasta elpuntodequeAnnaavecesolvidabaqueellanohabíadadoaluzaCaroline.

Había quienes pensaban, tanto en los pequeños asentamientos de NuevaJerseycomoenFiladelfia,alotroladodelrío,quelamuchachaeraunasalvaje.

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Decían que debería haberse casado mucho antes. Caroline ya tenía dieciochoaños,yportantoyasuperabaencuatrolaedaddeseableparaelcasamiento,perosus abuelos no tenían intención alguna de obligarla a contraer matrimonio.Incluso la habían apoyado cuando se negó a casarse con el cada vez másprósperoWoollard, cuyo joven negocio parecía destinado a convertirle en unhombre rico.Habíaquien creíaqueCalebyAnnanoqueríandesprendersedeCarolineporquelanecesitabanparaayudarenlastierras,perolosqueconocíanbienalosFishersabíanqueCarolineteníasupropiaopiniónsobreloquedebíaserelmatrimonio.Llegaría,perocuandoellaquisierayconquienellaquisiera.

Y tendría dónde elegir, porque era una muchacha que solía atraer a loshombres.Suscabellosdoradosseaclarabanaúnmásalsolhastadesprenderunbrillopálidoquecontrastabaconsupielbroncínea,desdelaquedosojosazulesretabanaunmundoinjusto.Sabíamontaracaballocomounchico,ordeñarunavacacomounalecheraymanejarunachalupaderíocomounmarinero.

A Caroline se la conocíamás por su habilidad con la chalupa, ya que amedidaquesuabuelosefuehaciendomayor,recayósobreellalatareadellevarlosproductosde lagranja a los embarcaderosde la ciudad.Unamuchachadecabellosclarosllevandounbotecontalpericiallamabalaatención.Aligualquetodonavegantederío,Carolinellevabaalcintouncuchilloparapodercortarlascuerdasqueseenganchaban,aunqueensurostrohabíaalgoquedabaaentenderque ese cuchillo podía usarse para otras cosas que nada tenían que ver concuerdasenredadas.

No todo lo que producía la granja acababa en el mercado de la ciudad.Carolinellevabalasfrutasmásjugosasylosquesosmássabrososasusclientesespeciales,entrequienesseencontrabaMarthaCrowl.HabíasidoprecisamenteencasadeMarthadondeCarolinehabíaconocidoaJonathon.Loprimeroqueviodeélfueelpiezamboaparecerporlasescalerasdelacocinay,deinmediato,habíasentidounapunzadadelástimaporelmuchacho.Estehabíaidocojeandoasuladohastaelmuelleyamboshabíandescubiertoqueeranhuérfanosyquelosdoseranpatriotasviviendoencasaslealistas.

LosabuelosdeCarolinenoeranlealistasalmodoqueloeraAbelBecket,quiensosteníasusidealescomosifueranuncredo.AnnaFisherrecordabahabervisto al anterior rey antes de embarcar hacia América. «¡Era un hombremagnífico,magnífico!».CalebjurabaqueAnnajamáshabíavistoalrey,sinoaalgúnnoblepasandoporsualdeadeYorkshire,peroAnnainsistíaenqueelreyde Inglaterra le había sonreído, y esa sonrisa había bastadopara granjearse sulealtaddurantecasisesentaaños.Larebelión,enlainmutableopinióndeAnna,habíasidoporculpadelosabogadosdeFiladelfia.

—Jamásmefiedeunabogado,fueronabogadoslosquejuzgaronanuestro

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SeñorySalvador,yabogadosfueronquienes lecortaron lacabezaalbuenreyCarlos…Todoloquepreocupayhapreocupadosiemprealosabogadossonsusbolsillos.¿Algunavezhasconocidoaunabogadopobre?

Calebconsiderabaqueuncristianodebíasergobernadoporunrey,porque,del mismomodo que la tierra necesitaba agua y un ternero necesitaba leche,estaba en el ordennatural de las cosas.Para él la rebeliónno eramásqueunbarulloquesehabíamontadoalotroladodelrío.

Pero Caroline jamás había visto a un rey, y cruzaba el río para oír losdebates que tenían lugar en la ciudad. La rebelión a ella se le antojabaperfectamente razonable. Había nacido en las colonias y su simpatía hacia lacausadelospatriotaserainstintiva,aligualqueloeralaantigualealtaddesusabueloshaciaelrey.Aesasimpatíaseuníalapasióndelosjóvenesquepiensanqueelmundopuedeconvertirseenunlugarmejor,yCalebyAnnaaceptabansuentusiasmo,porquesabíanqueera tan inútil intentarponerdiquesalDelawarecuandosedesbordabacomohacerlecambiardeopiniónasunieta.Caroline,aligualqueJonathonBecket,seríaunarebelde.

Sehabíanconocidohacíaunaño,ysusencuentrossiemprehabían tenidolugar en la ciudad. Jonathon abordaba a Caroline en el muelle e insistía enayudarlaallevarlascestashastaelmercado.Aveceslaacompañabacojeandoalosastilleros,alnortedelaciudad,paradecirlequécarpinterosusabanmaderademalacalidadycuálesaguabanlabrea.Aveceshablabansobrelarebelión,yJonathon le hacía una lista de los suministros que había conseguido para elejército rebelde esa semana, y cómo su hermana sufragaba de su bolsillo ladiferencia para que los pedidos del Congreso, mal pagados, le resultaranbeneficiososasutíoyestenopusierapegasalahoradevenderproductosalosodiados rebeldes. Caroline sabía que aquel joven elocuente, encantador yacaudaladointentabadecirlequeestabaenamoradodeella.¿Porquéibaasufrirpaseostandolorosossino?

—Serárico—seburlabaAnnadevezencuando.—Uncomercianterico.—Eldineronotienenadademalo,hija.Carolinehizounamuecaaloíreso.—Tendráquevivirenlaciudad,¿no?—Siesallíadondevaeldinero,sí,ysueleserelcaso.En una ocasión en la que Abel y Hannah Becket habían acudido a una

reuniónenlaiglesia,JonathonhabíallevadoaCarolineasucasa;lamuchachahabía contemplado la riqueza silenciosa y abundante de la familia, y le habíadado miedo. La mesa había estado dispuesta para la cena, y Caroline nuncahabía visto tal cantidad de cubertería, tantos platos, vasos de cristal tan

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relucientes, ni tantas velas de sebodeballena.Estas últimas costaban a nuevedólareseltrío.

—Nosotroslasusamosdesebonormal—habíadichoellaaladefensiva.—Tambiénnosotros,peroenlashabitacionesdearriba.—Las hago yo misma —había dicho Caroline—, empezando por el

sacrificiodelaoveja.—¡No!EllalehabíadedicadoaJonathonunamiradacasiretadora.—¿Jamáshasmatadounaoveja?—¡PorDios,no!Caroline era incapaz de imaginar que alguien pudiera vivir siendo tan

ignoranteconlascosasdelcampo,aunque,sidebíasersincera,ellatampocoseveíaviviendoenunaciudad.

PerosiJonathonsesalíaconlasuya,ellaviviríaenlaciudad.Elmuchachonolehabíapedidomatrimonio,peroloharía,yCarolinenosabíaquéresponder.Teníaqueadmitirquehabíaalgoencantadorenlasatencionesqueledispensaba,y laformaenquearrastrabaelpie invitabaa lacompasión,peroCarolinecasitemíaelmomentoenqueJonathonhicierasuproposición.

Entonces,durantelaúltimasemanadeseptiembrede1777,unjuevesporlatarde,JonathonfueacasadeCarolineporprimeravez.

Llegóconlapuestadesol.Alprincipio,alveralextrañojineterecorrerelsendero que llevaba al puente de tablones del Cooper, no reconoció en él aJonathon,peroentoncesélselevantóelsombreroysonrió.

—¿Estabasviendoatardecer?—lepreguntóalllegarasualtura.—Estoypensandoconquéanimalesquedarnos.—Carolineasintióhacialas

vacasquepastabanenlasmarismasjuntoalrío—.Elvientohahechoquedejendedarlechemuyprontoesteaño.—Miróalcielo—.Elinviernovaaserduro.

—¿Esocrees?—Losé.Carolinecomprobóque,acaballo,Jonathonnoparecíauntullido.Elestribo

derecho,parapoderalbergarsupiezambo,eraeldobledegrandedelonormal,pero Jonathon estaba bien sentado, erguido y alto, y lamuchacha percibió lodifícilquedebíadeserparaéltenerquecaminarcuandomontabatanbien.

—¿Quieresaguaparaelcaballo?Carolineseagachóparapasarpordebajodelavallayguioalayeguahacia

elabrevaderode lasvacas, juntoalcobertizodonde lasordeñaban.Desdeallí,cuando apretaba la cara contra los flancos de las reses al ordeñarlas, podíacontemplarelmaravillosoespectáculoque leofrecía laciudadalotro ladodelrío. En pleno verano, cuando no hacía viento, las agujas y los tejados se

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reflejabansobreelaguamansacomosielríofueraunespejo.Enprimavera,lastejasy losguijarrosperdían su color apagadoal tiempoque los álamosde lascallessellenabandehojas.Eninvierno,porelcontrario,lanieveleconferíaalaciudadunbrilloglorioso.Ahoraqueelveranoseestabaconvirtiendoenotoño,Filadelfiadesprendíaunadoradaoscuridadqueseacentuabadadalaausenciademástilesenlosembarcaderos.

—Hasvenidodelejos—dijomientrassecabaelsudordelosflancosdelayegua.

Jonathonque,parasí,hubieradeseadoserrecibidoconmásentusiasmo,sedeslizóparabajardelasilla.

—Hesalidodelaciudadalasnueveestamañana,hecruzadoporlacasadeDavieLoganyaquíestoy.

Había cabalgadomillas al norte, había cruzado elDelaware y luego esasmismasmillasalsuralolargodelaorilladeNuevaJersey.Caroline,quehabíaaprendido que el trabajo requería economizar energía, negó con la cabeza,asombrada.

—¿Quéproblemahayconusareltransbordador?—Todo.Noqueríaquemevieran.—¿Quién?—Cualquieraquepudieraquererdetenerme—dijoJonathonparaazuzarel

misterio;luegosonrió—.Yqueríaverte.¿Podemoshablar?Caroline le llevóhaciaunapartedel ríodondecrecíaunamatadehierba

pálidaenlaquesentarse.Lamuchachaparecíaaturdida,comosisupieraloqueestabaapuntodedecirley loquedebía responder, aunque, a suvez, todoerademasiadoinesperadoeinquietante.

—¿Hashuido?—lepreguntóaJonathon.—No sé si ese es el modo adecuado de expresarlo. Quizá me hayan

expulsado…Expulsadodelparaíso.Eljovenhizoungestohaciaelotroladodelasaguasmansas.Másalládela

siluetadelaciudad,elsoltintabaelcielodeloesteconpinceladasqueibandelcarmesídoradoalrosaleveysuave.

—¿Expulsado?—Mehanpedidoquelesentregueestoalosbritánicos.Jonathonmetió lamanoen la faltriqueray sacóuna seriededocumentos

dobladosqueleenseñóaCaroline.Entonces,mientras lamuchachamirabalashojas, Jonathon rompió a hablar sobre cómo su tío había exigido su lealtad, ysobrecómoJonathonnoqueríanegarsefrontalmenteporquehubieraparecidoundesagradecido después de años de amabilidad, sobre cómo el joven siemprehabía sabido que esa ruptura con su tutor llegaría, y sobre cómo, en vez de

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provocaruna terriblediscusiónconsu tío,habíadecididohacerlecreeraAbelBecketquecabalgaríaobedientehaciaelenemigoparahacerlellegarlosplanos.

Nohacíamásquehablar,pensóCaroline,comounpredicador.—Peronolosvasaentregar,¿verdad?Amododerespuesta,Jonathon lecogió lashojasde lasmanosy lashizo

añicos.—Tendréqueescribirleamitíoparainformarledequelehedesobedecido.

Supongo que hacerlo así es de cobardes, pero seme antoja que esmejor.—Lanzólostrozosdepapelalviento—.Ahíestá…,todoeltrabajodeWoollard,echadoaperder.

—¿Woollard?—El repulsivoEzra.—Jonathon se rio—. ¡Pero ahora soy libre de todos

ellos! No podía quedarme allí, no soporto la idea de ver a los británicospavoneándose.—Parecióestremecerseantela idea—.No,yasolopuedohacerunacosa:lucharcontraellos.

Carolinecontemplócómovolabanlostrozosdepapelamerceddelalevebrisayhaciaelresplandorardientedelhorizonte.

—¿Quéharátutíocuandoseentere?—Supongoqueseenfurecerá.—¿Tedesheredará?Jonathonsonrió.—¿Acasoimporta?—Amíno,peroati…Y, una vez más, Jonathon se lanzó a dar otro discurso, elocuente como

cualquieraqueCarolinehubieseoídoproclamardesdeelpúlpito.Losabogadosy los políticos hablaban de la libertad con la facilidad que los predicadoreshablabandelarrepentimiento,peroJonathoneracapazdeconferirlealapalabraunfervorconmovedor.CreíaquelosbritánicoseranunarazatiránicaycorruptaquehabíatraicionadoloselevadosidealesdesupropiagenteenAmérica.Habíallegadoelmomentodequelospatriotasdefendieranesosideales.ParaJonathonaquella guerra nada tenía que ver con los impuestos, ni con las tasas deimportación del té: era una guerra en la que hombres honestos, al amparo deDios,luchabanporcrearunparaísonuevoenunatierravieja.Nollegaríanmásparásitos desdeLondres, enviados a vivir engrandes casas y a cobrar salariosquenomerecíanaexpensasdel trabajode lagentedecente; todoaquelloseríasustituidopor buenaspersonasviviendo enuna tierra benigna:América. ¿Quésuponíaunaherenciaencomparaciónconunidealtanelevado?

Carolineescuchóconatenciónaquellasmaravillosaspalabras;dadoquelamuchacha tratabacon realidadesmásquecon ideas, hizounapreguntadirecta

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cuandoeljovendejódehablar.—¿Yquéharássitedesheredan?—Seré granjero —bromeó Jonathon, y fue recompensado por una

sorprendida mirada de incredulidad. Rio—. Puedo trabajar de abogado, ometermeenpolítica.Siempreycuando seamos libres,y siempreycuandomeestésesperandocuandovuelvadeluchar.

Hablóen tonocasual, aunquenoporelloconmenos sinceridad.Carolinehabía sabido, al reconocer al extraño jinete, que Jonathon había llegado parapedirleunadecisión.Llevabamuchotiempoesperándola,aunquelesorprendióquequisieraentrarencombateconsuscoloresatadosalalanza.Deprontosintióporélunalástimaincontrolable.¿Cómoibaaviviruntullidoenelbrutalmundodelossables,lasangreylosmosquetes?

—¿Quieresqueteespere?—dijoellaconlaintencióndeganartiempoparapensarsurespuesta.

—Esmásdeloquemerezco—dijoJonathon.Caroline,mientraspensaba, sequedócontemplando los reflejosbailarines

del ancho río. Jonathon la contemplaba a ella. El aspecto de lamuchacha nocasaba con la elegante y refinada delicadeza de la ciudad, en la que tanto sevaloraba una piel blanca, para el blanqueo de la cual la granja de los Fishersuministrabaalmercadolimones,pepinosytomatesconlosquesepreparabanemplastosatalefecto.ElrostrodeCarolineeradeunabellezasalvajeyrudaquepara algunos hombres quizá resultara ordinaria, pero que tenía a Jonathonembrujado.

—Esmásdeloquemerezco—repitióJonathon—,peroteinvitaríaahaceralgomásquesoloesperarme.

Caroline sabía cuál era esa petición, y era algo a lo que no queríaenfrentarseahora,menosaúnbajolaintensaluzdelsolmoribundoenunatardeen laque lasemocionesyaestabandemasiadoa flordepiel comoparaactuarconsensatez.Lamuchachafruncióelceño.

—Nodeberíasirte…—…nopuedoquedarme.Carolinesevolvióaélyhablóconvehemencia:—Diostehaconcedidootrosdones.¿Puedesmontaracaballotodoeldía?

¿Tieneslafuerzasuficienteparaeso?—Hoylohehecho.—Hasvenidoalpaso.¡Imaginagalopar,girar,luchar!PeroJonathoneratozudo.—Puedohacercuantomeproponga.Diosmehaconcedidoesedon,yhade

bastar.

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—Rezaréparaqueasísea.Caroline volvió amirar hacia la oscura e intrincada silueta de la ciudad,

dondeerafácil identificar loscampanariosdelas iglesiasy la torrepuntiagudadelaCasadelEstado,enlaquelosabogadoshabíanredactadolaDeclaracióndeIndependenciaydondealgunosdeestos,lobastantejóvenescomoparaluchar,recogieronsuspapeles,dijeronqueyahabíanhechobastanteporlarevoluciónyvolvieronasustierras.MientrasqueJonathon,impulsadoporsupasión,estabadispuestoacabalgarhaciaellugaralqueaquellostemíanir.

Carolinevolvióamirarle.—¿Tienescomidaparaelviaje?—Puedocomprarla.—Teprepararéalgo.—Lamuchachaserefugióenlopráctico—.Ypuedes

dormiraquíestanoche.Hayunacamaplegableenlacocina.Jonathonpercibiósuevasivay,condelicadeza,lecogiólamanoderecha.—Medaigualdóndedormir,loquesímeimportaesquemeesperes.Carolinesupoquehabíaevitadoresponderalapreguntamásimportante,y

nopodíanegarlelarespuestaalaquenoloeratanto.Asintió.—Teesperaré.Y, en cuanto dijo esas palabras, comprendió que estaba dando a entender

quedecíaque sí a ambas,yaque la felicidaddelmuchachoemergiódoradaygrande como el sol inmenso que se hundía en el extremo oeste del mundo.Jonathonlaabrazóderepente,apretóelrostrocontrasucabelloylaaferrócomosijamásfueraasoltarla.

—Esperaré—dijoelladenuevo,peroestavezsinqueélselopidiese:fueunregalopropionacidodesulibreysalvajealbedrío.

Mientras tanto, en la otra orilla del río, empezaban a brillar las primeraslucesdelaciudad,tenuesyamarillentastraslasventanascuyosreflejosbailabansobreel ríocaudalosoyapresurado.Enesamargen lejana,en lascasasde losmercaderes y en los más pequeños bloques de viviendas en el extremo de laciudad,lavidaseguíasuritmohabitual,peroJonathonsesentíacomosihubierasaltado de la oscuridad a la luz, de la confusión a las gloriosas promesas delamor. Era un patriota, y lucharía por su país contra los bloodybacks y susmercenarioshesianos.Ylucharíaporaquellamuchachacuyoamorseganaríayatesoraríaparasiempre.

Jonathonhabíarenunciadoalcomercio.Alfineraunrebelde.

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7

La paradamilitar de la compañía tuvo lugar en una zona de hierba pisoteadajuntoalastiendasdetepeymaderaqueahoraservíandehogaraloshombres.ElsargentoScammellarengabaalaCompañíaLigera:

—Prestad atención al tío Scammell y ni se os ocurra reíros, porque osarrancarélapieldelculoatiras.—Caminabaamenazadorantelaprimerafiladelaformación—.Estamosescasosdemunición.Asíquenadadeabrirfuegoconlosmalditosmosquetes.¿Comprendéis?Solopodréisabrirfuegosiseosordenaexpresamente.Yesaordennopuedevenirdeuncabo, tengoquedarlayo. ¡Sialgunodevosotros,hijosdeputa,disparáissinquelohayaordenado,mecobraréla piel de vuestras espaldas! —El desagrado que la orden le provocaba aScammell saltaba a la vista, pero la fuerza con la que lo dijo hizo que loshombresasintieran,nerviosos.ElsargentogirósobresímismoyseñalóalcaboDale,quien,bajolasórdenesdeScammell,estaríaalcargodelaprimerarondadeguardianocturna—.¿Quéesloquenodebeshacer,cabo?

—Disparar.—¿Amenosque…?—…nosloordeneelsargento.—Buenchico.Siveisaun rebelde,dadleunaspalmaditasen lacabezay

decidle que se vaya a tomar por el culo. Es todo una locura, pero esto es elejército. ¡Y eso vale para todos vosotros! —Miró con odio al resto de loshombresdelacompañíaque,aligualqueSam,noharíanguardiaesanoche—.¡Mantened lasmanosalejadasde losmosquetes,porque, sino,osarrancaré lapiel!¡Piquetes!¡Conmigo!

LospiquetesdeserviciosiguieronalicaídosalsargentoScammellhaciasuspuestos de guardia, donde los campos sembrados daban lugar a una frondaoscura.Loshombresquepermanecieronenelcampamentosesentaronentornoalashoguerasybebieronsuraciónderonmientrasmirabanconenvidialacasadonde se cobijaban los refugiados de la pequeña y cercana población deGermantown.

—Allí haymujeres—dijo LiamShaughnessy dándole un codazo a Sam.Liameraunhombredelgadoyllevabaunasemanatosiendosangre—.¿Quieres

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quetesujeteaunadeellas,Sam?—Notepreocupes,Liam,yamearregloyo.—Natesíquepuedearreglárselas,¿verdad?—Shaughnessyserio,ylarisa

se tornó en una tos dura y áspera. Escupió al fuego y le dedicó a Nate unasonrisa—. Scammy está de guardia toda la noche. Deberías ir a darle calor aMaggie.

—¿Quésabrástú,Liam?—ANatelemolestabaqueloshombreshablasendeMaggiecontalfamiliaridad.

Shaughnessyesbozóunamaliciosasonrisa.—Selaalquilóalcoronelanoche,esomehandicho.Pordoschelines,Nate.NatesevolvióhaciaShaughnessy,peroSamempujóasuhermanoparaque

nosemoviera.—¡Callaoslosdos!—¡Levoyapartir labocaaese irlandésdemierda!—dijoNatemientras

pugnabacontraelbrazodesuhermano.Shaughnessy tiró de la banda de cuero de la que pendía su bayoneta

envainadaysonriódenuevoconmalicia,comosiestuvierainvitándoleaatacar.—¡Por el amor de Dios, cálmate!—Sam fijó la mirada furibunda en su

hermano—.Bastantesproblemashascausadoya.—Solo es una zorra —dijo Shaughnessy—. Y habrá muchas zorras en

Filada, ¿a que sí? —No había muchos hombres que pudieran pronunciar elnombre de la ciudad, y tampoco se esforzaban—. ¡Estarán por todas partes!¡Esperándonosanosotros,Sam!

LosencantosdeFiladelfiaerantemadeanimadayconstanteconversaciónenlacompañía:todosestabandeacuerdoenque,unavezallí,todossussueñosde soldado se verían colmados en forma de techo, calor y abundancia demujeres.

Sam partió el tablón de una valla por la mitad y lo echó al fuego. Unabriznacaprichosahizoqueelhumolefueraalacara.Tosió.

—SiesquellegamosaFiladelfiaalgúndía.—Llegaremos—dijoShaughnessy—.Ybesaremosalaschicas.—Serio.Sammiróhacialacasa:noeramuchomayorqueladesuspadres,donde,

porúltimavez,habíavistoasumadre.Recordó,condolor,loorgullosaquesolíaestarsumadre.«Esrápido»,solíadecirdeSam.Aunquecuandolosgemelosdediecisieteañosentraronaservircomomozosdecuadraenunagranmansión,elcapatazafirmabaqueSamnecesitabaqueseleataseencorto.Soloaloscaballosvivaces, tercos y problemáticos se les ataba en corto. Nate nunca habíanecesitadodetalesrestricciones;siemprehabíavistoenSamasuguía,salvoeldía,hacíayatresaños,enqueNateviomarcharalossoldadosconcasacasrojas

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al ritmo quemarcaba un niño con un tambor.ANate le habían cautivado lasropasylaestudiadaconversacióndelsargentodereclutamiento.HastaentoncesNatesiemprehabíasidoelgemelovergonzoso.Peroahora,porsegundavezensuvidayenaquelloscamposextranjerosdondeelatardecer teñíadenegrolosárboleslejanos,Natenecesitabaqueseleataseencorto.Ylonecesitabaporqueseguíasoñandocondesertar.

—UnodeloscabosdelacompañíadelcapitánCourtneyhadesertadohoy.Todavíanolehancogido.

—Si es listo no le cogerán—dijo Liammientras se quitaba un trozo deterneradeentrelosdientes.

—Cogenalamayoría—insistióSam.—¡Bah! —dijo Nate con desprecio—. Eso es lo que dice el ejército.

Quierenquetengamosmiedo.Lamayoríasevanconlosyanquis.Paganmásynohaylatigazos.—Hablabaconlapasióndeunmetodistaenbuscadealmas—.Y uno no se alista de por vida. Ni siquiera tienes que alistarte si no quieres.Puedeslimitarteacogerlatierraqueteden.

—¿Quiénlohadicho?—leretóSam.—¡Esunhecho!Todoelmundolosabe.Empezabaacaerlanoche.Asualrededorlapresenciadelejércitoquedaba

patentepor lashoguerasque iluminaban losplieguesoscurosdelcampocomounamantadeestrellascaídas.Empezóallover.Elaguasiseabaalcaersobrelasbrasasytamborileabasobrelostricorniosquelucíanorgullososlosribetesrojos.Un perro pasó cojeando junto a la hoguera de Sam y cambió de rumbobruscamentealserelblancodelapatadadeunsoldado.Unniñollorabaenladistancia,peroalguien,deunbofetón,hizoque secallara.Loscaballosde lasunidadesmontadas relinchaban a lo lejos. Los piquetes, temerosos del castigoque los esperaba si abrían fuego, permanecían en silencio en los confinestenebrososdelcampamento.

—Ycuandolosyanquispierdan—dijoLiamShaughnessyencendiendounapipadearcillaconunaramitaardiendoqueacababadeprenderenlahoguera—,cogeránatodoslosdesertoresyloscolgarán.Asíquegracias,perono,Nate.Nomerecelapena.

—Yomevoy—dijoNate,terco.—Nohacesmásquehablardeello—seburlóLiam—,peronoloharás.—Loharé.—NateseguíasoñandoconelparaísodeMaggie,másalládel

horizonte—.Ytemorirásdelaenvidia.Yoestarécalentitoenlacamaconunamuchachamientrastúnohacesotracosaquemarcharysudar.

—Yoestarédándoteloslatigazos.—Shaughnessyserio.Natehizooídossordosalaspalabrasdelirlandésysedirigióasuhermano.

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—¿Túmeazotaríassidesertase,Sam?—Tearrancaríalacabeza,malditoimbécil—dijoSambromeando.—Lodigoenserio,Sam.—Natemiróasuhermanoconelgestoserio—.

¿Loharías?Samsefrotólacara.—Ya dije que cuidaría de ti, hermano, y lo haré.Quédate conmigo y no

habránecesidaddelátigos.—Observóasuhermanoyviolatristezaenél—.Porel amor de Dios, Nate. Liam tiene razón. Habrá muchachas a centenares enFiladelfia esperándonos. Todo el mundo lo dice. Son lealistas. Quieren quevayamos.

—EsMaggie—dijoNatesinmás.—¡QueledenporelculoaMaggie!Samestabahartodemantenerasuhermanoatadoencorto.Miróaunlado

yvioaunjovenamericano,pocomásqueunniño,explorandoconnerviosismolas tiendas del batallón. Liam Shaughnessy, que sospechaba que elmuchachoandababuscandocomida,lededicóunagroseraadvertencia.

Elchico,acobardado,huyóaloírlasairadaspalabras.Llevabapuestosunospantalones marrones hechos jirones, una chaqueta que debía de haber sidodesechada por alguien y un extraño sombrero de ala ancha sobre la largacabellera. Tenía una vieja pistola al cinto. Hizo un gesto dubitativo hacia laslucesquehabíamásalládelcampamento,comosiquisieradecirqueestabadecaminoaesepueblo.

—¿Quieres algo? —Sam habló con cierta brusquedad, haciéndose elsoldado,perosuvozresultóamablecomparadaconladeLiam.Eljovenparecióaliviado.

—Loscañones—dijopatéticamente.—¿Quieresverloscañones?—Sí.—Elchicoseñalólapequeñacasaconlacabeza—.Vengodeahí.Quizá supusieraquealdar esa informaciónpudiera limar lahostilidadde

loscasacasrojas.Samseñalóhaciaelpueblo.—Loscañonesestánenlaplaza,muchacho.Veconcuidado.Loúltimoque

quieresesquetevuelelacabezaalgúncentinelanervioso,¿verdad?El chico, que tan solo sentía curiosidad por aquellas extrañas criaturas

vestidasderojoquehabíanidoapareciendoalolargodeldía,parecióagradecerlaspalabrasdeSam,lascuales,aunquenofuerandeltodoamistosas,almenosno eran abiertamente hostiles. Sonrió de nuevo y siguió adelante con pasosinciertos,sorteandoconcuidadoalosgruposdehombresquedescansaban.Depronto estalló una pelea en la compañía del capitán Phillip. Dos hombresborrachosseagarrabanyarañabanmientrassuscompañeroscreabanuncírculo

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alrededorylanzabanvítores.Verlohizoqueelmuchachoamericanosepusieranervioso.Sedetuvo,incapazdediscernirsieraseguroseguiradelante.

Samsetumbósinimportarlelalluvia.—¿Quéharáscuandohayaconcluidolarebeliónyseponganabuscaralos

desertores?—Esunpaísgrande.—Nategesticulóhacia laoscuridad—.Nosepuede

buscar en todas partes, Sam. Y aquí uno puede ganarse la vida. La tierra esbuena.Nohayoficiales.Nisargentos.

—ElcapitánKellyesunbuentipo—dijoSamhaciendogaladesulealtad—,yScammynoesdeltodomalosilesigueslacorrientealmuycabrón.

Seoyóeldisparodeunmosqueteenelextremodelcampamento.Luegoseoyóotro.

—PorDios,Nate,noquierovercómotecuelganocómotepeganuntiro.NatebajólavozparaquesoloSampudieraoírle.—Maggie se ha hecho con ropa de paisano, como dijiste. También ha

escondido algode comiday tiene algodedinero.Lovamos a hacer,Sam.Lovamosahacerdeverdad.

—Noseasnecio.—Loharemosestasemana.—Natesusurrabaconurgencia—.Talycomo

dijiste,Sam.Ropa,dineroyesconderseunpardedíasdelamalditacaballería.¿Quédemoniosestáocurriendo?

Nategiróelcuellodeprontoparamirarhaciaelnorte.Losmosquetes,quesegún las órdenes recibidas debíanpermanecer en silencio, dada la escasez demunición,estabanabriendofuegodenuevo.

SeoyólavozdelsargentoScammell,alolejos,aullandoconfiereza,peroentonceslosmosquetesvolvieronatronaremitiendoelsordorepiqueteodelasdescargasacompasadas.

—¡Estánaquí!Liam Shaughnessy se puso en pie y corrió hacia los mosquetes. Otros,

alertadosporlosdisparos,salierondesusrefugiosysehicieronconsusarmas.Más descargas de mosquete perforaron la oscuridad desde la línea de

piquetes. Lenguas de fuego saltaban hacia la tenebrosa frondosidad en elextremo del campamento.Alguien emitió un aullido de deleite y los primerosdisparos surgierondel campamento.Era el antídotodel tedio, unaoportunidadirresistible.Loshombres,juntoalashogueras,apretabanlosgatillos,volvíanacargarydisparabandenuevo.Elmuchachoamericano,aturdidoporlarepentinaconmoción, permaneció quieto y desamparado entre hombres nerviosos quepasabanasuladoparallenarlanochedefuegodemosquetería.

—¡Altoelfuego!¡Altoelfuego!—gritabanlossargentosenlapenumbra,

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perolainfecciónyasehabíaextendido.Deunladoaotrodelalínea,contagiándosealosbatallonescercanos, los

mosquetesseguíanescupiendofuegocontralosárboles.Lospiquetes,alolejos,estaríanmaldiciendoyagachándoseparaevitarlasbolasdeplomoquesilbabansobresuscabezaseimpactabancontralashojas.

—¡Dejaddedisparar!¡Dejaddedisparar!—gritólavozdeunoficialdetrásdeSam.ElsargentoDerrick,segundosargentodelaCompañíaLigera,golpeóelmosquetedeunhombreconelbastónyluegoeldeotro—.¡Altoelfuego!¡Altoelfuego!

Poco a poco, los disparos fueronmuriendo.De vez en cuando volvían aempezar,repiqueteandocomoespinasenladistancia,perooficialesysargentos,cuyo descanso había sido perturbado, lograron imponer el orden entre loshombres,yestosfueronvolviendojuntoasushogueras.

Otrosoficialessalierondelpuebloalgalopeexigiendosaber,iracundos,quépiqueteshabíanabiertofuegoyporordendequién.

HabíasidoelpiquetedelcaboDale,y lohabíahechosin recibir laordenexpresa. Scammell, que era el sargento de guardia, volvió a toda prisa a laslíneas,donde,envoz lobastantealtacomoparaquefueraoídaporelbatallónsiguiente,juróquehabíansidolastopasdealladolasprimerasendisparar.

El teniente coronel Elliott, con la cara roja, fruto de todo lo que habíabebidoaquellanoche,sabíaquealosoficialesseleshabíaamenazadoconunamulta si ocurría algo así, que el sargento de guardia sería despojado de susgalones y volvería a formar con los soldados rasos y que los hombres seríanazotados.No le importaba que sus hombres recibieran unos cuantos latigazos,perosíleimportabasubolsillo,yleimportabatambiéneldestinodeunodesusmejoressargentos.ApartóaScammellaunladoylosdosinclinaronlacabezaparahablarenconfidencia.

—Leestácayendounbuenrapapolvo—dijoLiamShaughnessy.—Dijeron que cualquier sargento que disparara sin recibir orden expresa

perderíalosgalones.—Nateserio—.¿OsimagináisaScammydevueltaenlasfilas?

LarisamurióencuantoelsargentoScammelldiomediavueltaysedirigióalacompañíacongestoceñudo.

—¡Meteosenlacama,bazofia!¡Yvolvedacolocaresosmosquetesensusitio! —Su rostro iracundo buscaba una víctima, y su mirada fue a parar almuchachoamericano,que,todavíaasombradoporlasdescargasyeljaleo,lucíauna bobalicona media sonrisa junto a la tienda de Sam—. ¡Tú! ¿Qué estáshaciendoaquí?

Scammellapuntóconelbastóndepuntademetalhaciaelmuchacho.Este

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parecíaincapazdearticularpalabra,asíqueSam,quenisiquierahabíaidoaporsumosquete,hablóporél.

—Queríaverlaartillería,sargento.Porsorprendentequepudieraparecer,Scammellsonrió.—¡Laartillería!¿Quieresverloscañones?¿Eseso,chico?—Sí,señor—asintióelmuchacho.—¡Pueshaberlodicho!Ven,yo te los enseñaré.Y tedaré algode comer.

Seguroquetieneshambre.¿Aquesí?—Sí.—El chaval, de unos quince o dieciséis años de edad, esbozó una

sonrisaavergonzadaantelainesperadaamabilidaddelsargento.—¿Cómotellamas,chico?—James,señor.—¡Muybien,Jimmy,hijo!Tenemosunoscañonesgrandesyestupendos.Sam vio cómo el sargento se llevaba al muchacho, y supuso que el

desgraciadodeJamesacabaríaconvencidoparaunirseaunodelosregimientosdel rey. Y así debía ser, en opinión de Sam. ¿Por qué no iban a ayudar losamericanosenlaluchacontralosrebeldes?

Sam, en cuanto el barullonocturnoacabó, semetió a la tienda, reposó lacabezasobreelsombreroycerrólosojos.

Se despertó frío y húmedo bajo la luz gris que precede al amanecer. Lacorneta aún no había entonado el toque de diana, pero ya se veían algunassiluetascaminandoentrelaniebla:mujeresquereavivabanlashoguerasochicoscorneta restregándose el sueño de los ojos. Sam bostezó e intentó volver aquedarsedormido,peroencuantocerrólosojoslascornetasrasgaronelaireconsuestruendo.ElsargentoDerrick,unhombreafableygordo,debíadehabersedespertadohacíarato,porqueestabacompletamentevestido,alborozadoyyendodetiendaentienda.

—¡Arriba,cabrones!¡Arriba,despertad!¡Sam,Nate!¡Cogedunashachasyvenidconmigo!¡Vamos,vamos!

Derrickqueríaquecortaranleña.Unalaborinnecesaria,enopinióndeSam,porquehabíamuchasvallasenloscamposqueaúnpodíanalimentarlasllamas,peroDerrickinsistió,asíqueloshermanos,conlashachasalhombro,siguieronal sargentodesdeel campamentohacia elbosqueenvuelto enniebla,dondeelamanecerproducíasombrasgrisesymisteriosas.

—¿SigueMaggieimportunandoatuhermano,Sam?—preguntóDerrick.—Comounsarpullido,sargento.Derrickserio.—Esmuytonta.YaledijeaScammyquenosemolestaraconella,peroes

unapreciosidad.Esohacequeloshombressepongancelosos.Yotuveunavez

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una mujer marchando conmigo. —Se encogió de hombros y luego aferró elmosquetemientras se acercaban a los arbustos empapados de rocío que habíajusto antes de llegar al bosque—. Aquí no hay rebeldes —dijo alegremente,aunqueseleveíanervioso.Preparóelarma.Elruidodeltrinqueteselesantojóalostresestruendoso.

—¿Empezamosporaquí,sargento?—Samseñalóunabedulquecrecíaenelextremodelbosque.

—Demasiado húmedo. —El sargento Derrick miró alrededor—. Allí,muchachos.

Caminóporelbordedelbosque,comoelfurtivoquetemepisaruncepo.ASamlediolasensacióndequeelenormesargentobuscabaalgoquenadateníaqueverconmaderaparalaleña.Unospocospasoscautelososmásallá,Derrickdioconello:

—¡Vaya,vaya!¡Miradeso,muchachos!SamtuvoqueadelantaraNateparaverloquehabíaprovocadoelevidente

aliviodelsargento.Había un cadáver sobre la hierba crecida. Era unmuchacho, vestido con

una casaca y unos pantalones hechos jirones, estos últimos atados con unacuerdadeshilachadaquehacíalasvecesdecinturón.Unsombrerodealaanchayacíaaunpardepasosde lacabezadelchico,mientrasque, juntoasumanoextendida, y también sobre la hierba, estaba la pistola. El largo pelo delmuchachobrillabaporefectodelrocío,yensucuellodelgadohabíaunboqueterojoeirregular.Eraelmismochavalque,contantavergüenza,sehabíaacercadolanocheanterioralahogueradeSam,elquehabíaqueridoiraverloscañones.

—Esunodeesosmalditosyanquis—dijoelsargentoDerrickenvozbaja—.Conunabalaenelpescuezo.

AlaluzgrisdelamanecerSampudocomprobarquelapistoladelchiconoteníapercutor,yquelastirasdehierroquesosteníanelcañónestabansueltasyoxidadas.Eraimposibledispararconesapistola.Noeramásqueunjugueteenmanosdeunchicodemasiadointeresadoporlaguerra.

—Esenoeraunrebelde—dijoNateindignado.—¡Eh! ¡Vigila esa boca, chico! —Derrick sonrió como si estuviera

haciendounaconfidencia,peroNatenoestabadispuestoaplegarse.—¡Se llamaba James! Estuvo con Scammell anoche. Habló con nosotros

justoantesdequeempezaranlosdisparos.ElsargentoDerrickseaproximóaNate.—Escucha.Era un rebelde.Le dispararon anoche después de que abriese

fuegocontranuestroscentinelas.Esoes loqueocurrió,soldadoGilpin,porquedeesemodonolearrancaránlapielaningunodenuestrosmuchachos,ninguno

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denuestrossargentosperderásusgalonesyningunodenuestrosbufonestendráquepagarunamulta.¿Locomprendes?

—Pero…ElsargentoDerrickgolpeóaNateenelrostrocontalfuerzaqueel joven

sintióvibrarelcráneo.—¿No me has oído, hijo? Era un rebelde. Nos atacó, así que el jodido

piquete hizo lo correcto. ¿O acaso quieres una paliza? ¿Es eso, Nate Gilpin?¿Quieresquelossargentosterompanlacabeza?

SammirómásalládeDerrick.Elmuchachoabatidoparecíaestarenpaz.Susmanosestabanconvertidasenpuñosysuspiernas,untantoelevadas.Habíaalgoterriblementepatéticoenlacuerdaquellevabaalacintura.Unamoscaseacercó hasta el boquete ensangrentado. Sam supuso que Scammell habríaatravesado el cuello del chico con una bayoneta de modo que pareciese unagujero de bala. La sangre había empapado la casaca ajada y había tintado lahierba.

—Noeraunrebelde,sargento.—LavozdeSamsurgiócautelosa,privadadelavehemenciadelasprotestasdesuhermano.

DerricksevolvióhaciaSam.—¡Claroquenoeraunmalditorebelde,yolosé,túlosabesyNatelosabe,

peroelejércitonolosabe!—Elsargento,airado,observóaloshermanos,ySamcomprendióque,dadoqueScammellloshabíavistohablandoconelmuchacho,era importante quemantuvieran la boca cerrada. El sargento Derrick, un tipoquerido por la tropa, debía de haber recibido el encargo de prevenir a loshermanosGilpin.

—Esossodomitasdicenquenopodemosabrirfuego—continuóDerrick—,pero no pueden culparnos si fuimos atacados, ¿verdad? ¡Pues ahí está elenemigo!

Derrick,sinembargo,habíatopadoconunavetadeterquedadconNate.Dealgún modo Nate debía de pensar que si el sargento Scammell acababahumillado,Maggieseríalibre.

—Yo mismo estuve hablando con él —dijo Nate—. Y Sam también,¿verdad,Sam?

Samnodijonada.Natelesuplicóasuhermano:—¿Sam?Samseencogiódehombros.—Puedequenosestuvieraespiando,¿nocrees?Samsupoalinstantequehabíaerrado,queestabajustificandoelasesinato,

peroahora llevabaunribete rojoquemostrabaqueeraunode lossoldadosde

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élitequehabíanhundidoelaceroenelenemigoenPaoli’sTavern.Samsehabíaganado las alabanzas del sargento Scammell, y no quería que su superiorperdiese laconfianzaenél.Además,¿cómose ibanaoponerSamyNate,dossoldados rasos, al testimonio de oficiales y sargentos que insistirían en que elpatéticocadávereraeldeunsoldadorebelde?

La respuesta deSamhizo que el sargento sonriese, luego dio unos pasoshasta salir de la arboleda, agitó los brazos y llamó a gritos al piquete máscercano.LuegosedirigióaNate.

—Yahasoídoatuhermano,muchacho.Eraunrebelde.Nateseagachó,recogióelsombrerodealaanchaycubrióconélelrostro

delchicomuerto.—Noeramásqueunniño.Noeraunrebelde.Noloera.—¡Noseasblando! ¡Eraunyanqui!Nos sonríena la caraynosdisparan

unahoramástardecuandoleshemosdadolaespalda.El sargento Derrick cogió a Nate del hombro y le dio la vuelta con tal

fuerzaqueNateperdióelequilibrio,tropezóycayóalahierbajuntoalcadávercubiertoderocío.Derrickseinclinóhaciaél.

—Una palabra, Nate, y le diré a Scammy que compartiste sábanas conMaggieanoche.Eso loentiendes,¿verdad?Lediréque teestabas riendodeélmientras retozabas con sumujer.Tearrancará lapiel,Nate, tedaráunapalizacomonuncatehandado.—Derrickmovióelcadáver,yarígido,conelmosquete—. Era un rebelde, de este modo nadie sufrirá ningún daño. Ni latigazos niretiradadegalonesnimultas.¡Ytodoscontentos!—Derrickserioderepente—.Salvo su madre, claro, pero seguro que no echará de menos al pequeñocabroncete. Estos asquerosos yanquis se reproducen como conejos. Y ahoralevanta,muchacho.

Losoficialesdelbatallónacudieron.Ytrasellosvinounode losoficialesdel Estado Mayor a lomos de un enorme caballo negro. La maleza estabapisoteada alrededor del cuerpo del chico, y había un corro de oficiales queobservaba, triunfal, el patético cadáver. El sargento Scammell, con la barbillareluciente después de un reciente afeitado, proclamaba que el cuerpo era lapruebadequelospiqueteshabíansidoatacadosydeque,portanto,losdisparosestabanjustificados.

—Ahí—indicó el teniente coronel Elliott mientras miraba al oficial delEstadoMayor.

—Vayasuerte,¿eh,Elliott?—EloficialpidióverelarmadelmuchachoyelsargentoDerrickrecogiólainserviblepistoladelahierba.

—Estádañada,señor—dijoDerrickamododeconfidencia.Poruninstante,uninstantesuicida,Samsintiólatentacióndedarunpaso

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al frente y proclamar que el americano era inocente, que había estado con élcuando empezaron los disparos. El pie derecho de Sam llegó a moverseinvoluntariamente, pero entonces cruzó miradas con Scammell; los ojos delsargentoleobservaban,duroscomopiedras,yllevabanimplícitalapromesadeunaviolenciaextrema.Samsequedóhelado.

EloficialdelEstadoMayorpalpólosenganchesoxidadosdelarma.Saltabaalavistaquehacíamesesquelapistolanosedisparaba.Sonrió.

—Sonpeligrososestosyanquis.—Lanzóel juguete lejos,hacia lamaleza—.Unrebeldearmado—dijo,zanjandoasíelasunto.

—Centinelasalerta—dijoElliotttriunfal—,ybuenostiradores,¿nocrees?—Yocreoquetehassalvado,Elliott.Informaréalgeneral.El oficial volvió grupas y salió al galope. Las pezuñas del caballo

arrancabanpequeñasfuentesbrillantesalahierbahúmeda.Hubo un jocoso murmullo de alivio entre los hombres del corro. Elliott

asintióhaciaScammell.—Enterradleantesdequesumadreleencuentre.Ybienhecho,sargento.—Gracias,señor.Poco después de que enterraran el cuerpo en una tumba poco profunda

juntoalosárboles,Natenegóconlacabeza.—Eresuncabrón,Sam.Eraunniño,ylosabes.—YeranuestrapalabracontraladeScammy,Derrickyelcoronel.Puede

quetúquierasquetearranquenlapiel,Nate,peroyono.—Ha sido asesinato —dijo Nate—. Asesinato. —Miró a su hermano,

horrorizado—. ¿Serías capaz de volver a casa y decirle amadre lo ocurrido?¿Podrías?¿Alardearíasdeello?

—¿Cómopuedessertanimbécil?PeroSamestabamuyafectado.Unavezqueenterraronalmuchachoyque

cubrieronlatumbaconhojasviejas,SamhabíavistoaScammelldándoleunasmonedasaDerrick.Sabíaquesehabíacometidounasesinatoyqueuninocentehabíamuerto,peroesoeraelejército,ylosrecelosdeNatenoganabanguerras.Perosuhermanoteníarazón,ySamlosabía.Sepreguntabacómopodíaserqueelbienyelmalresultarantandifusoscomolanieblaqueaúnestabasuspendidasobreloscampos.

—Losiento—dijoalfinsinocultarsutristeza.Naterodeóelhombrodesuhermanoconelbrazo.Porprimeravezdabala

sensacióndequeNateeraelmásfuertedelosdoshermanos.—Tienesquesalirdeaquí,Sam—dijoNateconpreocupación—,antesde

quetecambien.—Noestoycambiando.

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—AcabarássiendocomoScammy—dijoNate—.Tienesquesalirdeaquí,Sam,antesdequetetuerzan.VenconMaggieyconmigo.

PeroSamno respondió, porquenohabía nadaquedecir, nadaquehacer.Porqueerauncasacaroja.

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8

Llegaban los británicos.Ya no había duda.El ejército deGeorgeWashington,que intentababloquearelpasode loscasacas rojashaciaFiladelfia,habíasidoflanqueadoysuperadoyahoraestabaaladeriva.Yanadaseinterponíaentrelaciudadylastropasdelrey.Dehecho,yahabíallegadounmensaje,traídoporelprimercasacarojaenaparecerporlascalles.LamisivapedíaalosciudadanosdeFiladelfiaquenosalierandesuscasascuandollegaranlastropas.Elmensaje,enviado por el comandante en jefe del contingente británico, no había servidomásqueparasembrarlaalarmaentrelasdamasdelaciudad.SielgeneralHoweinstaba a la gente honesta a permanecer en sus casas, el peligro debía de serterrible.

Lasveinticuatrohorasanterioreshabíansidoverdaderamenteinquietantes.Corrieron rumores de que había incendiarios equipados con brea y otrosmaterialescombustiblesquesehabían infiltradoen laciudad.Cuando llegaranlos británicos, decían,Filadelfia ardería en llamaspara preservar el orgullo delos rebeldes americanos, quepodrían así sostenerque su capital nohabía sidotomada.

Para evitar los incendios, los lealistas habían organizado partidas devigilantesquerecorríanlaciudad.AbelBecketyEzraWoollardhabíanestadoalmando de uno de esos grupos que buscaban en la penumbra, en las esquinasvacíasdelosalmacenesquehabíaalolargodeWaterStreet,yqueentrabanenlas casas abandonadas de los patriotas para asegurarse de que no habíaincendiariosocultos.Nadieencontrónirebeldesnibarrilesdebrea,peroporlanoche dos borrachos habían estado fanfarroneando y diciendo que habíanpreparadoyescaypedernal,asíquelaparejafueencerradaenlanuevaprisióndeWalnutStreet.

Lamañanaquellegaronlosbritánicosamaneciónubosayhúmeda,peroseabrieronjironesentrelasnubes,laluzdelsoliluminóelríoycesólalluvia,algoquelos lealistas interpretaroncomosímbolodeesperanza.Lamuchedumbre,apesardelarecomendacióndequelosciudadanosnodebíansalirdesuscasas,sereunió temprano, agolpándose en el camino desdeNorthern Liberties hasta elcentro de la ciudad. Resultaba evidente que a los británicos no les daría la

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bienvenidaa lacapitalrebeldeunpuñadodetercos lealistas,sinounamultitudcompuestapormilesdepersonas.

LoslealistasdeJerseycruzaronelríoenlostransbordadores.Ensucaminoibaunachalupaconunamuchachaaltimón.CarolineFishertambiénsedirigíaaFiladelfia, aunque no para vitorear a los británicos. La leve luz del solproyectabalargassombrascuandoatracólachalupaysubióalembarcadero.Elencargado delmuelle, que solía cuidar de la embarcación, no estaba. LomásprobableeraquesehubieseunidoalamasaqueibaaSecondStreet.Paraevitarla avalancha,Caroline se dirigió al sur por elmuelle y luego se adentró en laciudadporelestrechocallejónquehabíajuntoaDockCreek.

—¡Eh!—Oyóunavoz trasella.Caroline,acostumbradaa seracosada, laignoró—.¡Caroline!—Estavezlallamadasonóperentoria,yaestalesiguieronunas pesadas zancadas que hicieron que la muchacha se diera la vuelta paraencararseasuperseguidor.

EraEzraWoollard, sonrientey enorme,vestidoconuna ropadeuncortetan tosco que bien podría haber sido un cuáquero. Dejó de correr. Seguíasonriendo.

—¿Hasvenidoaveraloscasacasrojas?ElrostrodeCarolinereflejóeldesagradoqueleprovocabatenerdelantea

suantiguopretendiente.—Hubountiempoenelquetehubierasliadoatirosconellos,Ezra.—Quizáaúnpodría.—Woollardjadeabadespuésdelapersecución—.Pero

lalealtaddeunhombreesalgomásqueloquesepercibeaprimeravista.—SiWoollard pretendía espolear la curiosidad de Caroline con su falsa modestia,fracasó. La muchacha no mostró interés alguno en lo que tuviera que decir.Woollardlededicóunarápidasonrisa—.Hacemuchotiempo,Caroline.

—Nohabíaestadocontandolosdías.—Claro que no. Has estado demasiado ocupada con el señor Jonathon,

¿verdad? —Woollard se rio al ver el destello de ira, que consideró unarecompensaasuspalabras—.Fueaverteelsábadopasado,¿aquesí?

—Notengoporquécontarte…—¡Oh, vamos, chica! —la interrumpió Woollard—. Me lo contó Davie

Logan.Eltullidocruzóelríodosveces,¿adóndeibaairsino?¿Yahoraqué?¿Adóndehaido?

Carolinenollevabalacabezacubierta.Supelobrillabaalahúmedasombradel almacén que estaba junto a la ensenada. Miró a un lado, pero Woollardestabatancercaquehabíalogradoatraparlacontraunapareddeladrillo.Lemiróalacara,desafiante.

—Fueaentregarlestumensajealosbritánicos,Ezra.Lohasplaneadotodo

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conmimo.Yasédónderesidentuslealtades.—No tienes ni idea, chica. —Woollard no exteriorizó sorpresa ni

abatimientocuandosupoqueCarolineeraconscientedesutraición.Ensulugar,seacercómediopasohaciaellaynegóconlacabeza—.Jonathonnohaidoalmalditocampamentobritánico,¿verdad?

—Nomaldigasdelantedemí,Ezra.—¡Ytúnomedeslecciones,chica!Nohabíani rastrode la servilactitudcon laqueWoollard tratabaaAbel

Becket.Woollard era un hombre duro, y estaba resuelto a averiguar lo que lehabíapasadoaJonathon.Habíanpasadocincodíasdesdequeeljovensalieradela ciudad, y en esos cinco días nadie había sabido nada de él. EzraWoollardestaba convencido de que si Jonathon se hubiera dirigido al campamentobritánico,talycomolehabíaordenadosutío,habríantenidonoticiasdeélaesasalturas.Portanto,ydadoqueelparaderodeJonathoneraunmisterio,WoollardhabíaseguidoaCarolineparaaprovecharlaoportunidaddedescubrirlaverdad.

—SehaunidoalgeneralWashington,¿verdad?—¿Yatiquéteimporta,Ezra?Woollardsonrió.—Sisehaido,hayunasillavacante,¿nocrees?Sutíoyanoeseljovenque

solíaser.AsíquesiesasillanolaocupaJonathon…,quiénsabe.—Dejóquesuspalabrasquedaransuspendidasenelaire—.Dimedóndeestá.

—Yatehedichoadóndesehaido.Carolineseapartódelcorpulentocapataz,peroWoollardalargólamanoy

tiródeella.EsamañanaAbelBecket,juntoconotrosprominentescomerciantes,aguardaba para rendir la Casa del Estado a los británicos, yWoollard estabaansioso por llevarle noticias frescas a su patrón.Quería decirle aAbelBecketqueJonathonhabíarenegadodesupartedelnegocio,peroCaroline—Woollardestabaconvencidodequesabíalaverdad—semostrabadesdeñosaydesafiante.

Woollard la empujó contra la pared con lamano izquierda,mientras quecon la derecha amenazaba con golpearle el rostro. El agua chapoteaba a suespalda, y transportaba el hedor a las ratas muertas que moteaban las orillasfangosas.

—Quierosaberdóndeestá,ytúlosabes.Asíquedímelo,chica,otellevaréantelosmagistradosestamismamañanayaverquétaltesientauntiempoenelcorreccional.

—¿Elcorreccional?—seburlóCaroline.—Me han desaparecido cosas del almacén. Quizá las encuentre en tu

chalupa.¿Aquiéncreerán?¿Atioamí?Caroline empujó el rígido brazo izquierdo del hombre. Después, con

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ademánsumiso,seapoyócontralaparedysuspiró.—¿DeverdadcreesqueuntullidocomoJonathonpuedeluchar?Woollardfruncióelceño.—Sinoestáconelejércitorebelde,¿dóndeestá,chica?Carolineseencogiódehombrosfingiendoresignación.—FueaFrankfort.—¿Frankfort?LasorpresadeWoollardseconvirtióenunrepentinoresuelloalsentirun

dolor laceranteenelbrazo izquierdo.Comosihubierasidoaguijoneadoporelfuego,WoollardsacudióelbrazoyCarolinevolvióaatacarconsucuchillo.Estavez apuntó a los ojos. Ezra Woollard se agachó y se apartó de la hoja. Fueentonces cuando Caroline, incapaz de resistir la tentación, le empujó con lamano izquierday levio trastabillar,agitar losbrazosycaer,aullando,albarrofétidodelaorilla.ElaguasubióysellevóelgorrodeWoollard.Larisaburlonadelamuchacharebotóenlasparedesaltasyoscuras.

Carolinenoesperó.CruzóelpuentelevadizoquepasabaporFrontStreetyapareciómásalládelaCityTavern,adornadaconbanderinescomomuestradebienvenidaaloscasacasrojas.Lamuchedumbrealaquehabíaqueridoevitarleimpedíaelpaso,yahora,alolejos,seempezóaoírunrepiqueteo,ungolpeteorítmico que perforaba el aire. Y, aunque casi inaudible, hasta allí llegaba elsonidodeinstrumentos.EraunabandaquetocabaDiossalvealrey.

Carolinemiróasuespalda,temiendoquevolvieraaparecersuperseguidorcubiertodebarro,peronohabíanirastrodeEzraWoollard.Serioalrecordarlosaspavientosdesucaída,e intentóabrirsepasoentrelamasadecuerposqueseapiñabanenlasacerasjuntoaChristChurch.

—Atrás,muchacha—gruñóalguien.EntonceslacalleprorrumpióenvítoresyCaroline,caminandodeladoentre

los cuerpos amontonados, vio pasar a los primeros jinetes. Todos eranamericanos, ciudadanos de Filadelfia que habían salido para guiar a losbritánicoshastaallí.

Porque al fin las tropasdel reyhabían llegado.Marchabanpavoneándoseconsuslucidosuniformesentrelascasas,yselesvitoreaba.Tocabanlasbandas,loscaballosdelosoficialeshacíanelegantescabriolas,mientrasquesusjinetessequitabanlossombrerosemplumadosparasaludaralasmuchachasmásbellas.Cuando un oficial, más apuesto que el resto, le dedicó una reverencia a unabellezarubiaqueestabaasomadaaunaventanaenloalto,lamultitudempezóaaplaudiryareír.

—¡Diossalvealrey!—gritóalguienenvozalta.La consigna fue imitada y recorrió Second Street, repleta de banderines

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británicos, de punta a punta. Un general, cargado de cordones y distintivosmilitares,cabalgabarodeadodesusayudasdecampo.Sunombrefuesusurradoentodalacalle.EralordCornwallis,enviadoporsirWilliamHoweparatomarposesión de la ciudad. A Caroline se le antojó que cabalgaba como unconquistadorinsolenteentrandoenunacapitalenemiga.

Uninstantedespuéssehizoelsilencioenlasacerasatestadas:pasabaanteellos una compañía de granaderos marchando a paso de ganso. En cabeza,caminandoconmajestuosidad,llegabaunsargento;tirabadeunacadenadeplataalaqueibaatadounosonegro.Devezencuando,incitadoporsucuidador,elososealzabasobrelaspatastraserasyagitabalaszarpasenelaire.Detrásdelamascota,lossoldadosllevabancaladossuschacósmitradosrecubiertosdelatón.En los rostros lucían gruesos mostachos cuyos extremos, tratados con grasa,apuntaban al cielo. Lucían botones de plata y chalecos amarillos, así comocordonesplateadosquelescolgabandelaschaquetasazulmarino.Delascorreasblancas de cuero pendían, junto a sus caderas, espadas cortas de empuñaduradorada.Loscordajesdelosmosqueteserandecolorescarlataylosapliques,delatónbrillante.Susmuslos fuertes,cubiertosporpantalonesblancosyceñidos,se les subían a la cadencia de la grotescamarcha, antes de que sus botas conpolainasseestrellarancontraelsueloembarrado.

—¡Hesianos! —dijo una voz cerca de Caroline. Un siseo recorrió lamuchedumbre.

Los hesianos parecían demonios. Tras ellosmarchaba una banda hesianatocandounapiezacasiapocalíptica.Caroline,horrorizadaalveraesoshombres,procuróconsolarserecordandoalosprisioneroshesianos,capturadosenTrentonlas navidades pasadas, aunque ni siquiera eso sirvió para que desapareciera elmiedo que le producían aquellos veteranos bigotudos que parecían gigantes;magníficosyhábiles.Supasoparecíahacer temblar la calle, yCaroline sintiólástimadelosvoluntariosqueconformabanelejércitodelgeneralWashington.¿Quéprobabilidades tenía Jonathon ante aquellos autómatas?Pues el joven sehabíapresentadovoluntario,yestabaahoraal serviciode la rebelión.LacartaqueCarolinellevabaencimaloconfirmaba.

Detrásdeloshesianos,yalomosdecaballosmoteadosdebarro,llegabauncontingente de rangers de la reina, lealistas americanos, vestidos con sussencillos uniformes verdes de húsar y luciendo sus plumas negras. Muchostenían familiares entre la multitud. Reían, saludaban y lanzaban besos a lasmujeres.

Un vítor aún más fuerte surgió cuando apareció un grupo de oficialesbritánicosdecaballeríavestidosconpellizasconadornosdepieles,sustalegasbordadas, los botones, cordones y charreteras doradas y brillantes. Muy a su

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pesar,Carolinepensóquenohabíavistonadamásmaravillosoentodasuvida.—¡Diossalvealrey!—gritóavozengritounamujerdesdeunaventana,y

laconsignavolvióaencontrarecoenlaciudadprovocandoelvuelorepentinodelaspalomasquepoblabanlostejados.

Carolinerecordócómo,tansolosemanasantes,lasmasashabíanvitoreadoalejércitodelgeneralWashingtoncuandoatravesólaciudadparaenfrentarseaesos hombres.Ahora, sin embargo, parecía que los vítores eranmás intensos.Sintióvergüenza.

Se alejó poco a poco, como si pudiera extirpar aquella procesión de lamente,perounestruendosotraqueteohizoquesevolvieraparamirardenuevo.Pasabanlosgrandescañones,máquinasmortíferasdelatón,maderayhierro,conruedas enormes que lanzaban trozos de barro al aire, y vagonetas de las quecolgaban calderos que se balanceaban y cadenas enroscadas.Las bocas de loscañonesestabanteñidasdeunnegroirregular,pruebadequeaquellasmáquinashabían disparado y de que, suponía Caroline, habían matado. Sintiódesesperanza por Jonathon. ¿Cómo iba a poder vivir aquel muchacho en unmundo en que gobernaban esas armas? Aunque también sintió por él unarepentina oleada de orgullo, tan intensa, para su sorpresa, que las lágrimasempezaronaanegarlelosojos.

A su derecha Caroline oyó resollar y miró. Esperaba ver alguna otramaravilladelejércitobritánico.Ensulugarcontemplóelprimerhorrordeldía.Llegabanlasmujeresylosniñosqueseguíanalossoldados.Sehizoelsilencioentre lamultitudcuandoestasepercató,porvezprimera,del tipodeinvitadosqueestabanacogiendoenlaciudad.

Mujeresdemiradainsolentecaminabanjuntoacarretasrepletasdeenseresmugrientos.Chiquillossuciossonreíanmientrasobservabana lamultitud.Unaviejadesdentadaquellevabalasriendasdeunacarretasereíaacarcajadasdelosbienvestidosespectadores.Otramujer llevabaunbebéalpecho,yotra,gordacomo un barril de bacalao en salazón, caminaba y saludaba a los ciudadanosburlándosedelosoficiales.Llevabaunacabraatadaalcinturóny,trasella,comouna parodia de los días que precedieran al diluvio, venía un rebaño de vacas,cabras,ovejasypuercos,alosqueguiabanunosmuchachosconvaraslargasycaradepillos.

Unamujercon lacara repletade llagaspurulentascojeabasiguiéndolosatodos.Asuladoreíaunamuchachanegraquenohacíagaladelaactitudservilque hubiera esperado cualquier habitante de Filadelfia de alguien de su raza.Acababadellegaralaciudaduncircodepordioseros:elvertidoresidualdelossuburbios,ymarchabancomoconquistadores.Lasmujereserancustodiadasporcasacas rojas que caminaban a intervalos regulares a ambos lados del convoy,

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perotodoslosallípresentessepreguntabanquéocurriríacuandosoltaranaesaturbaporlasbellascallesdeFiladelfia.

Solocuandohubieronpasadolosnocombatientesyelsonidodelasbandasse perdió en la distancia por Chestnut Street, Caroline pudo cruzar la calle ycorrer porMarket Street.Giró por un callejón, se coló en un jardín trasero y,desdeallí,bajóunasescalerasdepiedrahastaunacocina.AllíestabaJenny, lacriadanegradeMartha,quesesorprendióalverla.

—¡Noesdíademercado,señoritaCaroline!Caroline abrió el zurrón que llevaba encima y sacó una carta sellada y

arrugada.—EsparalaseñoraCrowl,Jenny.Esimportante.Jennysesecólasmanoseneldelantal.—¡Quédía!¿Haoídoeljaleodelossoldados?—Loshevistoentrarmarchando.—Esoleromperáelcorazónalaseñora.—Jennycogiólacarta—.¿Quiere

esperar,señoritaFisher?Haytéenesatetera.Caroline se quedó allí mientras Jenny llevaba la carta al piso de arriba.

Entonces,parasorpresadelamuchacha, lamujernegravolvióyledijoquelaseñoraCrowlqueríaverlaenlasalita.

—Es arriba, la primera puerta que vea—dijo Jenny. Luego, al ver queCarolineseponíanerviosa,Jennysintiólanecesidaddeexplicarse—:Levendrábienunpocodecompañíaenundíacomoeste.

PerocuandoCarolinellegóalaeleganteybellamenteamuebladasalita,seencontró con que la viuda de Crowl ya tenía compañía. El reverendoDonaldMacTeague,quiensosteníaunatazadetéconsusmanosrechonchas,sevolvióysesorprendióalveraCaroline.Laschicascomoaquella,pensabaelreverendo,nodebíanserinvitadasalascharlasdelaaltasociedad,peroaMarthaCrowllegustaba provocar, y el reverendoMacTeague era demasiado caballeroso comopara hacer comentario alguno. Se puso en pie, apartando a un lado condelicadezaalapequeñaLydia,queestabaintentandosubirseasuregazo.

—LaseñoritaFisher,¿verdad?—Asíes,señor.—Hetenidolaoportunidaddedisfrutardelastartasdesuabuela.¿Havisto

llegaralaslegiones?—Sí.—¡Esundíadejúbilo!¡Dejúbilo,sinduda!MacTeaguevolvióasentarseyluegoinclinólatazadetéparaacabarsesu

contenido.Sonrióconbenevolenciaa laharapientamuchacha,dequienpensó,nosinsentirseculpable,quedesprendíaunaextrañabellezauntantomasculina.

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—Penséqueseríaapropiadoofrecerlemiproteccióna laviudadeCrowl.—ConesaspalabrasleexplicóaCarolinesupresenciaallí;luegolededicóunareverencia aMartha, quien lucía un vestido lila, de seda y de falda ancha.Laviuda estaba sentada junto a la ventana y tenía la carta, aún sellada, al lado.Martha tenía los cabellos negros recogidos y decorados con lazos de seda.Estabacalmada,ymásparecíahabersepreparadoparaunbailequeparaeldueloporunaciudadperdida.

—El reverendo MacTeague —dijo Martha secamente— teme que losvengativos británicosme asesinen. Le supondría perder mis aportaciones a laiglesia.

—¡Semofademí,querida!—MacTeaguesesintiódolido—.Hevenidoacumplirconmidebercristiano,nadamás.

Lydiaestabajuntoalaventanaysevolvióentusiasmadahaciasumadre.—¿Esesounbogavante?—Sí,preciosa.Estánmejorcocidos.—Marthaobservóauncasacarojaque

vagabaporlaaceradeenfrentemientrascontemplabaasombradolasaltascasasdepiedrayladrillo.Marthasuspiró—.DebiódeserparecidocuandolosgodossaquearonRoma.¿Ofueronlosvándalos?¿Oloshunos?

—Alcontrario.—MacTeaguehabíacolocadosutazabocaabajoenelplato,indicandoasídeformaeducadaquenoqueríamás—.EstedíaseparecemásalmomentoenqueRomalesfuearrebatadaalosbárbaros.Suponelarestauracióndelalegítimaautoridad,ymellenadejúbilo.

—Másbogavantes.—Lydiaparecíaencantadacon lapalabra—.Tenemosquecocerlosbogavantes.

MacTeague esbozó una doliente sonrisa, mientras Caroline, nerviosa alverse rodeada de tanta elegancia y ante la presencia del untuoso sacerdote,permanecíainquietacercadelapuerta.Martha,sinembargo,conungestoqueaCarolineseleantojóperentorio,leindicóquedebíasentarseenelsofáquehabíajuntoalachimenea.

—Así que ha hecho oídos sordos a la advertencia de no salir de casa,señorita Fisher —dijo MacTeague mirando a Caroline e intentando hacer loposibleporseguirconversando.

—Sí,señor.—Unaadvertenciaindignante,diríayo,aunquesindudabienintencionada.

No corremos ningún peligro con nuestros amigos, y es evidente que ni unahuérfanadepadreniunadamaviudatienennadaquetemer.—AlzólamanoyesbozóunavagabendiciónsobrelacabezadeLydia.

—Noeranmuchos—dijoCaroline.—¿Muchosqué,muchacha?—preguntóMacTeague.

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—Británicos.Hesianos.MacTeaguesonrió.—Nohanenviadotodassusfuerzas,porDios,no.Lamayoríadelastropas

estánenGermantown,porloquemehandicho.ElseñorWashingtonvagaporelnorte,asíquesirWilliamtieneintencióndedarallílabatalla.Nuestrasplegariasserviránparaapoyarsuesfuerzo.

—Puedequelassuyassí—dijoMartha—.Lasmíasno.—QueridaseñoraCrowl—murmuróelsacerdote;luegosegiróensusilla

paramiraralacalle,pordondeahorapasabaunelegantegrupodeoficialesquecaminaban despreocupados como si pasearan por el Strand de Londres—, noparece que corramos ningún peligro. ¿Puedo suponer que mis labores deprotecciónhanconcluidosatisfactoriamente?

Marthasonrióagradecida.—Satisfactoriayhonorablemente,caballero.MacTeaguesepusoenpie.—Puedequeestemosendesacuerdoenmateriasterrenales,querida,noasí

encuestionesmás importantes.Confíoenque jamás loestaremos.—HizounareverenciadirigidaaMartha,yluegolededicóunasentimientoaCaroline—.Simenecesita,hágamellamar.Quetenganunbuendía.

—Quiere—dijoMartha cuando el sacerdote se hubo ido— congraciarseconnuestrosconquistadores.Creoquelegustaríaconvertirseenelprimerobispode Filadelfia. —Martha habló con desprecio; examinó a Carolinesentenciosamente.Hastaelmomento,sololahabíavistodelejos,llevandofrutasyverdurasalacocinadeabajo.Elrostrodelaviudanodelatabaniaprobaciónnicondena.Deprontodejódemirarlaycogiólacarta.

—Porlaletra,supongoqueesdeJonathon.—Sí,señora.Llegóestamañana.Marthaabriólacartaconuncuchillodemarfil,luegoladesplegó.Setomó

sutiempoparaleerlaspalabrasdesuhermano.Caroline esperó. Lydia, aburrida de ver hombres con extrañas

indumentariaspaseandoporlascalles,cruzólahabitaciónymiróaCarolinealacaraconsolemnidad.Lamuchachasonriónerviosa,yesainvitaciónbastóparaqueLydiatreparaalsofá.

Marthasoltólacarta.—¿TehaescritoJonathonatitambién?—Sí,señora.Marthasuspiró.—Nodeberíahabersepresentadovoluntario.—No.

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—ComosinohubierabastanteshombrescondospiernasenAméricaquepuedan luchar sin necesidad de que Jonathon sea sacrificado.—Las palabrassurgieronairadas,pero,nadamásdecirlas,Marthanegócon lacabeza, tristeyarrepentida—.Aunquesupongoqueestoyorgullosadeél.

—Creoquedeberíaestarlo—dijoCarolinedesafiante.—¿El tío Jonathon? —Ahora que Lydia había oído el nombre, quería

noticiasdesutíoperdido.—Sehahechosoldado,cariño—explicóMartha.La carta decía que Jonathonhabía sidonombrado ayudade campodeun

coroneldecaballeríallamadoJacksonWeller.Jonathoncontabaenlacartaqueelnombramientonadateníaqueverconsusvirtudes,sinoconquehabíallegadohasta el ejército rebelde montado en un buen caballo, con su silla y arreos.MarthaintentóexplicarleaLydialoqueeraunayudadecampo,yalfracasar,leordenóalachiquillaquebajaseconJennyalacocina.

—TengoquehablarconlaseñoritaFisher,cariño.CuandosefueLydia,Carolinesesintióaúnmásnerviosa.Marthavolvióa

cogerlacarta.—DiceJonathonquesevaacasarcontigo.Laviudahabíahabladocontonogélido.—Sí,señora.—Siesasí—dijoMarthasinocultarlamolestiaqueleprovocaba—,porel

amordeDios,dejadellamarmeseñora.¡Mehacessentircomounaanciana!—Tepidodisculpas.—Aceptadas.—MarthavolvióaexaminaraCaroline—.Debodecirquea

mihermanoleatraeuntipomuyparticulardebelleza.¿Túquierescasarteconél?

Carolineseencogiódehombros.—Ledijequeleesperaría.—Loquenorespondeamipregunta.—Marthasepusoenpieacompañada

delruidodelassedas;cruzólaestanciaparaacercarsealsofá—.¿Tevasacasarconél?

Carolinesesintióofendidaporelinterrogatorio,yesolallevóaadoptarunaactituddefensivaymalhumorada.

—Séquenoeseldeseodetufamilia.—¿Quétehacepensareso?—dijoMarthaconairedivertido.Carolineseseñalósusfaldasgruesasypesadasytiródesuchaquetaazulde

lino.ComparadasconellujodelaestanciaylaselegantesropasdeMartha,sesentía pobre y despreciable, y sus gestos lo decían todo, sin necesidad deexpresarelcontrasteenpalabras.

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Marthalediolaespaldaalamuchacha.—Lafamiliademimaridoestabamuyencontradenuestrarelación.Yono

era lobastanterica,aunqueDiossabequemidotenofuedesdeñable.QueríanqueThomas se casara conunamuchachadeVirginia, sinpersonalidad,que lehabría aportado ocho mil acres de tierras productoras de tabaco. Hubieranpreferido una novia inglesa, supongo, con tierras en Inglaterra, pero estabandispuestos a conformarse con menos. Aunque no conmigo. Yo no era buenamercancía.

Carolinenoestabaseguradeporquéleestabacontandoesahistoria.—¿Ytumaridodesafióasuspadres?—Saltaalavista—dijoMarthaconbrusquedad;seencogiódehombros—.

Nosésihizobien,noéramosmuycompatibles.Yoerademasiadotestarudaparaél.Medalasensacióndequetúeresigual.—Carolinenorespondió,yMartha,quehabíavueltoalaventana,diomediavueltaparamirarla—.PeromecaséconThomasporsudinero.Queríaserrica,¿sabes?Noqueríaquenadievolvieraamirarmeporencimadelhombro.¿PoresotequierescasarconJonathon?

—Esélelquequierecasarseconmigo.—YJonathontienecostumbredeconseguirloquesepropone.Eslapierna.

La utiliza para chantajear al mundo. —Martha se rio entre dientes—. No sesentirácómodoenelejército.

ACarolineledesconcertóelrepentinocambiodetema.—Seguroquesí.—Separeceamíenmuchossentidos.—Marthasiguióhablandocomosi

Caroline no hubiera dicho nada—. Le gustan las comodidades. Estáacostumbradoaellas,yasabes,yyodiríaque lomerece,porquenopuedeserfácilarrastraresepiezambo.Nomeloimaginodejandolaciudadydedicándosealavidaenunagranja,¿ytú?

—No.—Ytú,esperoquesepasdisculparme,noestáshechaparalaciudad.CarolinepensóquecasipreferíaenfrentarseaEzraWoollardenuncallejón

asquerosoconuncuchilloenlamanoquesufriraquellaceranteexamen.Decidióponerlefinconabsolutafranqueza:

—¿Quieresdecirquenodeberíamoscasarnos?—¡Jamás diría tal impertinencia!—protestóMartha sin acordarse de que

esoeraexactamenteloquelehabíadichoasuhermano—.Tepuedescasarconquien te plazca, y lo mismo vale para Jonathon. Yo no creo en la libertad,señoritaFisher,paraluegonegárselaamihermano.Perohesidounaespeciedemadre para Jonathondesde el día que nació, así que semepodrá disculpar lacuriosidadquesientoporlamujerquequierequeseconviertaenmicuñada.

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—Sí.—Carolineestabaconfusay triste.Sentíaquese laestabaculpandopor una propuesta de matrimonio que producía mucho más entusiasmo en elhermanodeMarthaqueenellamisma.

Marthamiróporlaventanadenuevoyobservóconarroganciaelpasodeun oficial británico a caballo que hablaba con una muchacha en la acera deenfrente.

—Nome opongo a vuestro matrimonio—dijo en una voz extrañamentetensa—,porquesimeopongopuedequepierdaaJonathon.¿Noesasí?

—Nolosé.—CarolinedecidióqueaceptarlaspalabrasdeMartha,aunquefueraaregañadientes,eramejorquemostrardesacuerdo.

—Además, tengo otra razón para desear tu amistad. —Martha seguíamirandoaloficialquecoqueteabaconlachica—.ImaginoqueserádifícilenviarcartasaloshombresdelgeneralWashingtonahoraquehanllegadolosamigosdelreverendoMacTeague.

Esto era un giro inesperado en la conversación, aunque en este casoCarolinesintióqueleseríamásfácilsobrellevarlo.

—Supongoquesí.Marthasevolvió.—Perotúvivesalotroladodelrío,conloqueteserámáscómodo.—Sí, creo que sí. Siempre y cuando los británicos no establezcan una

guarniciónenCooper’sPoint.—¿Yporquéibanamolestarse?—Martha,haciendogaladelaarrogancia

habitual de los habitantes de Filadelfia, estaba dando a entender que no habíanadaenNuevaJerseyquemerecieralapenaocupar—.¿Puedesenviaralgomásquemerascartas?

—¿Algomás?—Carolinefruncióelceño.—Estoypreguntando si podrías enviar información al ejércitodel general

Washington. Información que pueda llegar a mis oídos y que quiera hacerlessaber.

Porprimeravezdesdequeentraraenlaestancia,Carolinesonrió.—Seríaparamíunhonorhaceralgoasí.—Por eso he permanecido en la ciudad. Bueno, y también para proteger

estas cosas.—Marthahizoungestodespreocupadohacia losobjetosdeplata,los espejos dorados y los cuadros—. Pero puedo hacer más por la causaenviandonuevasdelaciudadquehuyendo.Ytúpuedesayudarme.

—Meencantaría—dijoCaroline.—Entonces, querida, debes considerarte bienvenida en esta casa. Eres, al

fin y al cabo,mi futura cuñada.—Martha sonrió y le ofreció ambasmanos aCaroline,quien,desconcertadaporaquelúltimoyrepentinocambioenlaactitud

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delaseñoraCrowl,sepusoenpie,dubitativa,ycruzólaestancia.Martha,parasorpresadeCaroline,labesó.

—Nolehagasinfeliz—lesusurróconfiereza.—Noloharé.—Y no seré tu enemiga. —Martha acercó a Caroline a la ventana—.

Bastantesenemigostenemosyaenlaciudadcomoparapelearnosentrenosotras.Martha fijó lamiradaeneloficialbritánicoyunas lágrimasempezarona

recorrerle las mejillas. Lloraba porque el enemigo en verdad había llegado yporqueelfuturoseperfilabaoscuro.

—Eslavergüenza—dijoexplicandolaslágrimas—,lavergüenza.PorqueFiladelfia,sinqueniunosolodesusciudadanoshubierapegadoun

tiro para defenderla, daba la bienvenida a sus conquistadores con serviladulación.

PorqueFiladelfiahabíacaído.

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9

El capitán John Andre, un hombre elegante y puntilloso, estaba junto a laventana de una casa de campo que había sido requisada y transformada en elcuartel general de sir William Howe en Germantown. Contemplaba a lainfanteríadecasacasrojasqueestabaacampadaenlastierrascercanasalacasa;hombresque, en suafánporprocurarsemaderayciertascomodidades,habíansembradounatristedestrucciónenloquehabíasidohastaesemomentounbellohuertodeárbolesfrutales.Andrepensóenlaplagaquesuponíanesossoldados;una peste de enanos malvados y retorcidos: los desheredados, los fracasados,residuos sociales, criaturas que nadie más quería. Una tribu de hombresdesdentados, con las caras picadas, lumpen, mujeres riendo a carcajadas, sushijossuciosydemiradataimada.ElejércitodelreyJorge.

—Soldados—dijoabruptamente—.Quécriaturastanzafias.ChristopherVane,queestabatrabajandoenunescritorio,sonrió.—¿Tealistastepararemediareso,John?—Me alisté porque estaba decepcionado con el amor. La mayoría de

nosotros lo hacemos por eso. Somos un ejército de condenados liderado porhombres despechados.—Andre se dirigió a la cajonera en la que sirWilliamguardaba sus decantadores. De camino, le dedicó a Vane un fingido gesto dehorrorantesulaboriosidad—.¿Deverdadtienesquetrabajartanto,Kit?Hacesqueelrestodenosotrosparezcamosunosvagos.

Vanesonrió,peronodijonada.Avecesledabalasensacióndequemuchosde los ayudas de campo eran pocomás que pretorianos de salón, elegantes yprivilegiados, sabelotodos y arrogantes. Aunque esta era una opinión que secuidabadeairear,pormiedoaquepudieratenerunefectoadversoalahorademostrarse digno de la amabilidad que sir William le había dispensado. Aunahora,dossemanasdespuésdesurepentinapromoción,Vanesolíasobresaltarsedeplaceralpensarensunuevacapitanía,y,comorecompensahaciasupatrono,nohabíaayudadecampoquetrabajaramásqueVaneenaquellosdíasdeperros,grises y fríos de principios del otoño; días en los queVane había descubiertoque,comoayudadecampodelcomandanteenjefe,disfrutabadelrespetodeloshombres.Coronelesderegimientoqueunassemanasanteslehabríannegadoel

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saludoahoralebuscabanporquepodíaconseguirleslosfavoresdelgeneral.Las tropas, como lamayoría de los ayudas de campo, holgazaneaban. A

lordCornwallis, el segundo almando, se le había encomendado la captura deFiladelfia con un reducido contingente, mientras que el grueso del ejércitoacampaba en los alrededores de Germantown para proteger los accesos a laciudad. Se creía que GeorgeWashington, dolido por la pérdida de la capitalrebelde,quizáintentararetomarla,aunquemuchosenelejército,entrelosqueseencontrabaJohnAndre,creíanqueWashingtonnoharíanada.

—¿Porquéibaahacerlo?Loúnicoquetienequehacereselegirotracapitalrebelde.Filadelfianosirveparanada.

—Eslaciudadmásgrandedelascolonias—dijoVane,mostrandosuligerodesacuerdo.

—EsmáspequeñaqueBristol—dijoAndreentonodespectivo—,soloquecon demasiadas iglesias y escasas tabernas. Pormucho quemis anfitriones seempeñaranendecirqueera laNuevaJerusalén.Nomepareciópropioabrirleslosojos.

—¿Hasestadoallí?—dijoVanesorprendido.—Antes de que empezara todo esto, sí. Billy tiene muchas esperanzas

puestas en ella, pero te aseguro que no sé por qué iban a perder el sueño losrebeldes porque hayamos tomado Filadelfia. —Andre, después de haberseservido un vaso de ron,miró por encima del hombro deVane y se alarmó alcomprobarqueesteestabarevisandoellibrodecuentas,unregistrodetodoslosgastosdelEstadoMayorencaballos,comida,alojamientoyotrasnecesidades.

—PorelamordeDios—dijoAndre—,noseasdemasiadoeficiente.—¿PorquesirWilliamestárobandodinero?—Vanesonrió—.Supongoque

todoslosgeneraleslohacen,todoloquehagoesocultarlounpocomejor.—Diosmío.—AndreobservóaVaneconreticenteadmiración—.¡Síque

eresambicioso!—¿Acasoesesomalo?—Unonodeberíaadmitirlonunca.Vaneseencogiódehombros.—Mipadreperdiólamayorpartedesudineroantesdemorir,mifamiliase

está hundiendo en la irrelevancia, así quemi única esperanza yace en trabajarduro.

Se arrepintió de sus palabras nada más decirlas. Sintió que se habíasincerado ante un hombre que quizá fuera un rival. En realidad, Andre, unapresenciahabitualenelcuartelgeneraldesirWilliam,eraelmásagradabledetodosloselegantesjóvenesquevivíanenelnuevomundodeVane.HabíasidoAndreelquelehabíacontadoaVanequeelapododesirWilliameraBilly,yel

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queahoraleestabaexplicandoqueBillynecesitabaesedineroparaatenderloscaprichosdesucarísimaamanteamericana.

—Lizzie llegará en cuanto la ciudad sea un lugar seguro, y a partir deentoncesapenasveremosaBilly.Estáembobadoconella.

—¿Esguapa?—Másqueunángel.Einteligente.Unamezcladeltodoinjusta.Almarido

selohanquitadodeencimadándoleuntrabajoenNuevaYork.—¿EstácasadoBilly?AndresepreguntósienlaobservacióndeVanehabíauntintedepudor.—NomientrasestéenAmérica.—Ah.Vane cerró los libros de contabilidad cuando oyó pasos en el pasillo

contiguo.Atardecía.Eraentoncescuandolosayudasdecampo,trasrecuperarsedesulánguidacomida,gustabandereunirseantesdelacena.TodossalvoVaneestaban aburridos,molestos por tener quepermanecer en el campo cuando lasdelicias urbanas de Filadelfia estaban tan cerca. Lord Robert Massedene sedirigiósinmáshacia losdecantadores,saludóy leofrecióaVaneunacopadevinotinto.

—Heidoavertucaballo,Vane.Impresionante.—Es rápido. —Vane necesitaba dos caballos para cumplir con sus

obligaciones, así quehabíapedidodineroprestadopara comprarunmagníficosemental negro que tenía tres calcetines blancos y una mancha blanca en elpecho. Vane también había pedido prestado para comprar su nuevo uniforme,completo,incluidaslascharreteras.

—Seguroqueesrápido—concedióMassedene—,peroquizáseaunpocojoven.

Vanepasóaadoptarunaactituddefensiva,comosialcriticarasucaballoMassedeneestuvieraatacándoleaél.

—¿Joven?—Noestábienfogueado,almenosparaunabatalla—dijoMassedenecon

firmeza—. Un disparo de cañón, Vane, y ese caballo empezará a temblar demiedo.Sientrasencombate,queseacontuviejayegua,ybúscateaunhombrequeadiestrealcaballo.Noesmásqueunconsejo.

UnconsejoquemolestóaVane,másaúnporquesabíaqueMassedeneteníarazón:elsementaleraunabestianerviosaqueVanenoteníaintencióndemontaren una batalla hasta que estuviera bien entrenado; fue la condescendientepresuncióndesu ignoranciaporpartedeMassedene loque le resultómolesto.Vanesentíaresentimientoporquelacómodacarreradeaquelhombre,másjovenque él, estaba impulsada desde su noble cuna, mientras que Vane, que se

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considerababastantemásdiligente,teníaquepugnarporsubirpeldaños.Su aversión se veía acentuada por el hecho de que sus opiniones eran

completamente opuestas en lo que respectaba a la rebelión. Lord RobertMassedene,aligualqueJohnAndre,tansoloqueríaquelarebeliónacabaraynolepreocupabademasiadoelcómo,siempreycuandohubierapaz.Vane,aligualque Zeigler, el intérprete hesiano, creía que el sentir revolucionario de losamericanossolopodríasererradicadomediantelavictoriamilitar.

Eraunadiscusiónqueseretomóalahoradelacena.ElmayorZeigler,quehabía llegado tarde a la mesa, informó a sir William de que un maestro deescueladeunodelosasentamientosalemanesdePensilvaniasehabíaacercadoalaslíneashesianasparainformardequeelejércitorebeldeplaneabaunataquealamañanasiguiente.Marcharíandenoche,habíadichoelmaestro,yatacaríanalamanecer. Lord Robert Massedene desechó con vehemencia las palabras delalemán.

—Washingtonnoseatreveráaatacarnos.Unrevolcónmásysushombresdesertaránpormillares.

—Me temo que se equivoca. —Vane se sorprendió a sí mismo cuandoexpresó su opinión.Hasta elmomento se había limitadomás a escuchar y notantoatomarparteenlasconversaciones.

Massedene esperó con el decantador de oporto en la mano; luego seencogiódehombros.

—Nonosdejesasí,Vane.—Silosinformessoncorrectos—aVanelecostóescondersuaversiónpor

elaltivoMassedene—,elejércitorebeldenossuperaennúmeroporprimeravez.AsíqueopinoqueWashingtonatacará.

—¡Ah!¡Informes!—riosirWilliam,quepresidíaaquellamesarepletadejóvenes—. También recibimos en su día informes fiables que decían que losejércitos del Señor habían sido avistados descendiendo sobre la cima de unamontañaenMassachusetts.Creorecordarqueteníanlasalasdoradasyllevabanmosquetesdejaspe.Nuncamefíomuchodelosinformes,Kit.

Vane, que no estaba seguro de si aquello era una regañina, se mantuvofirmeyterco.

—SigocreyendoqueelseñorWashingtonatacará,señor.Tienequeobtenerunavictoriaparaqueserecuperelamoraldesustropas.

—ComohizoenTrentonelañopasado.—AndremiróaOttoZeiglerconmalicia.Aligualquetodosloshesianos,alalemánaúnleescocíaelrecuerdodeaquelladerrotahesiana.

—¡Nos sorprendieron! —dijo Zeigler a la defensiva—. Estábamosborrachos.Todoslosalemanesseemborrachanennavidad.

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SirWilliamsonrió.—Almenosaquínopuedesorprendernos.El general lo dijo con la satisfacción nacida de sus preparativos. Había

redoblado lospiquetesdeguardiay,graciasa la llegadade las trescarretasdemunición,aquellospodíandispararlealaoscuridadconimpunidad.SirWilliam,tranquilo,acariciólasorejasdesuperro.

JohnAndrecortóelexcesodecuerdadeunavela.—Nomeagradamostrarmeendesacuerdoconusted,señor,perocreoque

elseñorWashingtontienequeatacar.Pourencouragerlescrapauds.—Cuando te pones a hablar en francés, John,me da la sensación de que

estásflirteando—dijosirWilliam.—Luchará,señor,paraprovocarlaentradadeFranciaenlaguerra.SirWilliamnegóconlacabeza.—No tengo ninguna duda de que los franceses quieren avergonzarnos,

John,pero¿porquéibaaalentarelreyLuiselrepublicanismo?—¿Yporquéseibanaarriesgarlosfrancesesaotraleccióndehumildad?

—preguntóZeigler.—Porquelosfrancesescarecendememoria—dijoAndre,jocoso—.Cada

derrotalosanimaacreerquesoninvencibles.EsunrasgoquecompartenconelseñorWashington.

Hubo sonrisas cómplices, y entonces Zeigler opinó que los franceses noentraríanenguerraanoserqueestayaestuvieraganada,yquelosrebeldesnotenían ninguna posibilidad de ganar.No tenían capital, y el general Burgoynepronto aislaría Nueva Inglaterra del resto de las colonias y la rebelión se iríadesintegrando.

—Pero la mera amenaza de una intervención francesa —dijo Andre—podríapersuadiraLondresdelanecesidaddefirmarlapaz.

—Olavictoria—dijoVane.—Sololapaz.—SirWilliamlededicóaVaneunasonrisa—.Nopodemos

alzarnos conunavictoriamilitar,Kit.Todo elmundo lo sabe.El ejército soloestáaquíparaobligaralosrebeldesanegociar.

VanemiróasirWilliamasombrado.—¿Nopodemosvencerlos,señor?—¡No te sientas tan abatido! ¡Claro que no podemos! Mi querido Kit,

tuvimos que abandonar Boston para reunir las tropas necesarias para tomarFiladelfia. Hacen falta cincomil hombres para guarnecer una ciudad, y otroscincomilparaforrajearporloscamposquecircundanesaciudad.Asíquesolotenemos hombres suficientes como para mantener tres ciudades, puede quecuatro,enmediodeesta inmensidad.Además, tenemosqueprotegerCanadáy

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lasFloridas.PorDios,no.Haríanfaltacienmillaresdehombresparaaplastarlarebelión.¿Yquiénibaapagarporello?¿CreesquelaCámaradelosComunesaprobará subir los impuestos? Te aseguro que no, al menos mientras yo sigasiendomiembrodelaCámara.

ElrestodelosayudasdecampodesirWilliamsonrieronalverelrostrodedesconciertodeVane.

—¿Loves,Kit?—dijoAndreinclinándoseparaservirleaVanemásoporto—.Siloscolonossedierancuentadeeso,podríanconseguirloquequieranenlamesadenegociaciones.

—Salvolaindependencia—añadióMassedene.SirWilliamseguíamirandoaVane.—MiqueridoKit,metemoquetendrásqueaceptarlalógicamatemáticade

la guerra. Nuestro ejército es demasiado pequeño como para hacerse con uncontinente.

—La guerra no son solo matemáticas, señor. —Vane, azuzado por elderrotismo que estaba escuchando y quizá envalentonado por el oporto querecorríalamesacontodalibertad,deprontosesintióferviente—.Tienequeverconloshombres,conlamora,coneltiempoyconelespíritu.PorDios,señor,somosbritánicos.Somos losmejorespiratasque elmundohayavisto. ¿Ynospreocupan los franceses? ¿Una nación de maestros del baile? ¿O lassensibilidadesdeloscolonos?Nohabríacoloniassinnosotros.Loscolonossoncomochiquillosquesequejandelaniñera.

—¡Así se habla! —dijo Zeigler quebrando el silencio avergonzado quesiguió a las apasionadaspalabrasdeVane—.Romper algunas cabezasyhacerunoscuántoshuérfanos.Esobastaráparaarrancarlestantabilisdelastripas.

Hubo risas ante aquel alarde de ampulosidad germana. Sir William sepreguntósielseñorWashingtoncontaríaconconsejerosigualdebeligerantes,yZeigler exigió que el informedelmaestro de escuela se tomara en serio, peroMassedenelerecordóasirWilliamqueuncarnicerohabíacontadoalgosimilardos días antes y que había resultado ser falso. El general zanjó la discusiónafirmando que si el ejército rebelde decidíamarchar y atacar, las patrullas decaballeríalodescubrirían.

—Así que ignoraremos los chismes del maestro de escuela—sugirió sirWilliam—yecharemosunapartidadecartas.

Seabriómásoporto,sesacaronlascartasylasvelasfueronconsumiéndosehastaconvertirseentoconeshumeantes,antesdequeVanesubieralasescalerascondificultadhaciael almacénde telasquecompartíaconelmayorZeigleryquehacíalasvecesdehabitación.UndolordeestómagodespertóaVanejustoantesdelamanecer,ytuvoquesaliraljardín.Allísepusoencuclillasjuntoaun

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membrilloqueestabaenvueltoporunanieblaespesayreciente.Lablancuraquerodeabalacasasemezclabaconelgrisdelamaneceryocultabalaschimeneas.Uncocinerosilbabaenlacocina,ydesdeunladodelcaminollegabaelcaserotintineodelosbaldesdeagua.

—¡Señor! ¡Señor! ¿Está ahí? —Era el sirviente de Vane, el soldadoSmithers,queestabaencantadoconlavidaprivilegiadaqueahorallevabacomosirvienteenelcuartelgeneral.

—¡Calla,imbécil!Memuero.—AVaneselepasóentoncesporlacabezaque todo estaba en calma: al menos no había fuego de mosquetes. Malditosmaestrosdeescuela.

—¿Huevos,señor?—Smithers,quehabíasalidodelacasayahoraestabadepieanteél,lesonreíadesdeloalto—.¿Doshuevosparadesayunar,señor?Seloshecompradoalosartilleros.

—Y ellos los habrán robado, idiota, pero gracias de todos modos. —ChristopherVane, a quien le encantaban los huevos fritos, superó la repulsióninicial que sintió fruto del efecto de los licores—. Fríelos, y quizáme haganvolveralavida.

Seoyerondescargasdemosquetería,ahogadaspor laniebla,alnorte.Eradifícilcalibraraquédistanciaestaban,peromurieronunossegundosmástarde.Vane supuso que los piquetes se habían limitado a limpiar los cañones de susmosquetesalaoportunidadmásnimia.Sepusoenpie,seabrochólospantalonesy gruñó al sentir un intensísimo latigazo recorrerle la cabeza. Recordaba lasinterminablesbotellasdeoportodelanocheanterior,ysepreguntósialgúndíaaprenderíaamoderarse.

El sirviente de sir William apareció entonces en el jardín con un orinalrepleto.

—¡Buenosdías,señor!Vane,quesabíaquesersaludadoporTomEvanscontalalegríaeramuestra

de su aceptación dentro de la familia militar de sir William, gruñó condramatismo:

—Esunamañanademierda,Evans.—Sesentirámejorcuandopegueuntragoderon,señor.—TomEvansechó

el contenido del orinal en la hierba; luego frunció el ceño al oír crepitar otradescargademosquetería—.¿Estánunpoconerviososestamañana?

—Eslaniebla.Poneinquietaalatropa.Hamlet,elperrodesirWilliam,aparecióentrelanieblamoviendoelraboy

ladróparallamarlaatencióndeVane.Luego,feliz,sefueaexplorarlosnuevosoloresqueabundabanenesejardínqueunavezhabíasidobello.

Vane se acercó al surtidor de agua y se mojó la cara. Los mosquetes

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callaronyluegovolvieronasonar.Estavezenuncrescendoderuidosostenidocomo un trueno. Vane se incorporó. El agua le chorreaba por la cara. Miró,impotente, hacia el norte, a través de la niebla.A duras penas lograba ver lassiluetasdelosárbolesquehabíaatreintapasosdedistancia.

—¡Kit!¡Kit!—EralavozdesirWilliam,quelellamabadesdeunaventanadelpisosuperior.

—¡Señor!—Vaneentrócorriendoenlacasa—.¡Smithers!¡Smithers!Dejaloshuevos.Ensillaalayegua.

Corrióescalerasarriba,seabotonólacasacayseciñólaespada.Nopudoencontrarlapistola,ymaldijomientrasbuscabaentrelasmantascaídas,aunqueal fin la encontrómetida en una bota.OttoZeigler asomó la cabeza desde sujaleodemantasenelsuelo.

—¿Quéocurre?—Olospiquetessehanvuelto locosonosestánatacando.¡Misombrero,

porDios,joder,misombrero!—Toma.—Zeiglerlohabíaestadousandodealmohada.Vane cogió el sombrero, se abalanzó sobre la puerta y chocó con sir

William, que aún se estaba abrochando el cinturón de la espada mientrasdescendía lasescaleras.Unmensajero,cubiertodebarro,yahabíadadoconelgeneral, quien, sorprendentemente calmado en medio del pánico desatado,detuvoaVanealzandolamano.

—Ve al puesto de avanzada de Beggarstown, Kit. Averigua qué estáocurriendo.Teveréallí.

—Sí,señor.Smithersaúnestabaapretandolacinchadelayegua.Entrelazólasmanos,y

Vanelasutilizódeestriboparamontar.—VoyaBeggarstown.Tráemealgodecomidasipuedes.LordRobert,conlacasacadesabrochadayelsombreroenlamano,corrió

hacialosestablos.—¡Teníasrazón!—gritó,peroVanenotuvotiempoderesponder.Impulsólostaloneshaciaatrásygirólacabezadelayeguahaciael largo

camino,flanqueadoporchopos,queservíadeaccesoalavivienda.LoscascosdelanimalarrancabangrandestrozosdetierradelsenderomientrasVaneinstabaalossoldadosaqueseapartarandesucamino.

TiródelasriendascuandollegóaSkippackRoadygalopóhaciaelnorte.La plaza del mercado estaba repleta de soldados confusos, ninguno equipadopara la batalla, y Vane les gritaba que se apartaran de su caminomientras sedirigíaalacalleprincipalenvueltoporunanieblacadavezmásespesa.

Pasó al galope junto a la residencia de los Chew, el extremo norte del

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campamento británico. Luego continuó hacia el incesante repiqueteo de losmosquetesquellegabadelalíneadepiquetes.Sepalpóelchalecobuscandoelreloj;noloteníaencima.Maldijo,perosupusoquedebíandeserlascincodelamañana.Unperro salió corriendodel jardínde la casadeoracióny empezóaladraralostalonesdelayegua;entonces,repentinayparalizadora,unabolademosqueteaparecióentrelanieblacegadorayzumbójuntoalrostrodeVane.Uncasaca roja herido, que dejaba un rastro de sangre que le manaba del muslodestrozado,searrastrabaporlacarretera.Eranlasprimerasseñalesdelabatalla.

Vane pasó galopando junto a dos heridosmás que hacían lo posible porponerse a salvo. A su derecha, difusa, vio una compañía de casacas rojasformandoanteunaarboleda.Salióde lacarretera, saltóunazanja inundadadeagua y se dirigió a la retaguardia de la formación. Los hombres estabandispuestosentresfilas,todosmuyjuntos,comolaspiezasdeunpuzleinfantil.

—¡Fuego!—gritóelcapitán,yunadescargaescupiófuegoyhumohacialaniebla.Eloloramofetaquedesprendía lapólvoraquemada tomóal asalto lasfosasnasalesdeVane.

—¿Quéocurre?—¡Rebeldes, señor! —respondió un sargento que se encontraba en la

retaguardiadelacompañía.El capitán daba la orden de fuego con calma, como si estuviera en una

paradamilitarencasa.Loshombres,conlascarasyarenegridasporlapólvoraque estallaba en las cazoletas, mordían los cartuchos nuevos para abrirlos.Teníanribetesdetelarojosenlossombreros,loqueindicabaquesetratabadeuna de las compañías ligeras que habían tomado parte en la acción de Paoli’sTavernhacíadossemanas.

—¿Quérebeldes?¿Dónde?Depronto la pregunta deVane se antojó superflua, ya que una ráfaga de

bolasdemosquetefustigólaslíneas.Uncaboaullóysedesplomó;otrohombrediounasacudidahaciaatrásconunboqueteenlafrente.

—¡Cerradfilas!¡Cerradfilas!—ElsargentoignoróaVane.—¡Apunten!—gritóelcapitán—.¡Fuego!Habíaotracompañíabritánica,másalláde lacarretera,aúnen formación

dispersa.Loshombresseleccionabansusobjetivosenlanieblaydisparabanconunarodillaentierra.Vanetiródelasriendasyespoleóasumonturaparavolveralacarretera.

Lanieblanoseloestabaponiendofácil,peroChristopherVanesabíaquesulabor consistía en ayudar a su superior a comprender la situación. Así queavanzó hacia el enemigo y superó las posicionesmás avanzadas de las tropasbritánicas. No sabía si su cometido era avanzar tanto, pero estaba resuelto a

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hacer todo lo que sir William pidiera y más. El capitán Vane, arrancado delanonimato militar, se convertiría en el mejor ayuda de campo que cualquiergeneralpudieradesear.

Avanzóconsuyeguaalpaso,dispuestoavolvergrupasypicarespuelasencualquier momento. Paso a paso, nervioso, avanzó. Vane podía sentir que elanimal temblaba. Quizá fuera miedo. Tenía las orejas de punta, y estasreaccionabanacadasiseodebalaenlanieblagrisyhúmeda.Vanesepreguntabasi le había contagiado su nerviosismo al animal, pero entonces decidió que elmerohechodeplanteárseloerapruebasuficientedequenoteníamiedo.Unavezmás,elextrañoysosegadojúbilodelabatalla,queconocieraporprimeravezenBrandywine, lesorprendióyalegró.Sesintióvaliente, inmortal,bendecidoporunavidaamable;peroentoncesunarepentinaráfagadevientodispersólanieblay,atravésdelhuecomomentáneoqueseabrió,pudoverlosuniformesmarronesconfranjarojadelejércitorebelde.Lastropasenemigasestabandispersas,perodurante un destello, poco más, Vane vio una masa de hombres, a lo lejos,marchando bajo una estridente bandera. Sus sombreros estaban moteados deblanco.

Entonceselsilenciodelamanecerdejópasoaunruidorabiosoyfuribundo.Unabalahizoqueunchorrodebarrosalpicaseelhombroderechodelayegua,yotralepasóalladodelacabezacuandovolvíagrupas.Hundiólostalonesenlosflancosydejóquelayeguasalieradisparada.Oyólosinsultosdelosrebeldesasuespalda,peroVanehabíahechosutrabajoyhabíadivisadoalenemigo.Pasóal galope junto a losbritánicosmás adelantadosyvio aungrupodehombresmontadosgalopandohaciaélporlacarretera.EranlosotrosayudasdecampodesirWilliam.

—¡¿Yelgeneral?!—gritóVane.—¡Mirad!—Unmayordedragonesacaballoseñalóhacialacompañíaala

que Vane se había aproximado primero, y Vane giró para mirar en aquelladirección.Lacompañíahabíaadoptado formacióndispersaparaofrecermenosblancoalenemigo,peroeratanintensoelfuegoalqueestabansiendosometidosdesdelaoscuraniebla,másespesaaúnmercedalhumo,queloshombresestabanempezandoacederterrenoyaponerseacubiertodetrásdelosárboles.

—¡Formad!¡Formad!—SirWilliam,haciendogaladeunairapococomúnenél,estabadetrásdelossoldadosenretirada—.¡Noesmásqueungrupodeexploradores! ¡Formad! ¡Capitán! ¡Haga formar a sus hombres, por favor!¡Quieroverfirmeza!

SirWilliamvioaVaneylehizoungestoconlamano.Derepente,unabalade cañón disparada desde el frente rebelde impactó contra las ramas que elcomandanteenjefeteníasobrelacabeza.Ramas,hojasyastillasllovieronsobre

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sir William mientras su caballo se revolvía. Otra bala de cañón le abrió unboqueteauncasacarojaenelpecho,separándolelascostillaslimpiamentecomohubierahechouncarnicero.

—¡Noesunapartidadeexploradores, señor! ¡Vienenenmasa!—legritóVaneasirWilliam,quien,cubiertodehojascaídas,logrócontrolarasucaballo—.Loshevisto,señor.Vienenporlacarretera.

Asualrededorsilbaban lasbalasde losmosquetes; impactabancontra lashojas,siseaban,crepitabanyarrancabanastillasalostroncos.

—¡Atrás!—le gritó Howe al hombre al que, un instante antes, le habíaordenadoqueaguantaselaposición—.¡Atrás!Informaalosflancos.¡Formadentornoalacasadeoración!

—¡Debe irse, señor!—Vane intentóhacersecon losarreosdelcaballodeHowe, pero el general se lo impidió. Se quedó mirando el sudario nebuloso,sucioygrisdeaquelamanecermientraslaCompañíaLigeracorríaatodaprisahacialaretaguardia.

—¡PorDios, qué espectáculo,Kit!—Howe, por alguna razón, estalló deentusiasmoal ver a losprimeros rebeldes emergerde laniebla.Susbayonetaseranlomásbrillantedelamanecer,eraninclusomásluminosasquelostrozosdepapel blanco que todos llevaban en los sombreros. Sir William, a quien legustaba todo lo americano, estaba impresionado por su enemigo—. ¡Qué bienvienen,Kit!¡Muybien!¿Aquesí?

Vane intentó colocarse entre el general y el enemigo, pero sir Williaminsistióenquequeríaverelespectáculosininterrupciones.Asíquesuayudadecampoaferrólasriendasytiró,alafuerza,delcaballodelgeneral.

—¡Atrás,señor,selosuplico!Lalíneaavanzadabritánicaseencontrabaahoraencompletaretirada.Los

heridosestabansiendoarrastradoshaciaelpueblo,mientrasquelosmuertoseranabandonados donde yacían. A ambos lados de la carreta, con las banderasdesplegadas,losrebeldesavanzabanconlasbayonetasdesnudas.

HowedejóqueVaneloalejaradelcampodevisiónenemigo.—¡Ordenaré aMusgrave que forme aquí y contendré a esos pordioseros!

Túretírateconestosmuchachos. ¡Manténvigilados los flancos!—SirWilliamgolpeóconfuerzaelbrazodeVane—.¡Esperoquedisfrutesdeldía,Kit!

—Lomismodigo,señor.SirWilliamsonrióy,comosiestuvieraprotegidoporunamanoinvisibleen

aquella penumbra surcada de balas, salió disparado seguido de su séquito,pasando junto a un jinete solitario que cabalgaba hacia el enemigo. El jinetesonrióaliviadoalveraVane.

—¿Eldesayuno,señor?—EraelsoldadoPeterSmithers,yllegabamontado

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en el nuevo caballo del capitán, el joven, caro y negro semental con trescalcetines blancos y unamancha blanca en el pecho. Smithers le entregó dosrebanadasdepanentrelascualeshabíametidoloshuevosfritos—.¿Eldesay…?—Nopudoacabarlapalabra,porqueunabaladecañóndelosrebeldes,perdidaenlaniebla,learrancólacabezalimpiamente,comounverdugoconunhacha.En un instante Smithers sonreía satisfecho y al siguiente no eramás que unafuentedesangrebrillantequemanabadeuntocóndehuesoblancorodeadodecarneescarlata.

LossesosdeSmithers salpicaronel rostrodeVaneyeldesayunocayóalbarro.Lasangre,quesurgíacadavezconmenosfuerza,empapólospantalonesblancos de Vane. Acto seguido, el cuerpo descabezado se desplomó sobre ellodo, contra elque sehabíanestrellado lasyemasamarillasybrillantesde loshuevos.El jovensemental,aterradoporeloloryel tronardelasbalas,sealzósobrelasancastraseras,conlosojosenblancoylosdientesaldescubierto.

—¡Jesús!—Vanesequedóobservandoeltroncodesusirvienteconlabocaabierta—.¡Peter!¡Peter!

Sintióeldemencialimpulsodedesmontarparaconsolaralcaído,luegoalzólamiradayvio cómo su semental negrodesaparecía en la niebla.ChristopherVane pensó en el dinero que había pedido prestado y diomedia vuelta con layeguadispuestoaseguirasuaterradocaballo.Entoncesoyóelgritodetriunfode los rebeldes,demasiadocerca,ydecidiópicarespuelasycabalgarhaciaunlugarseguro.«Malditasea.Malditasea.Malditasea».Lapérdidaleenfureció,leirritó, y peor aún era pensar que un asqueroso rebelde pudiera hacerse con sucarísimo semental. Miró hacia atrás mientras se alejaba, se quitó la gelatinagrisáceadelosojosyviolosrostrosdeéxitodesusenemigos.Parecíanlanzarvítoresmientrasavanzaban.Otrogolpedevientovolvióacerrarlaniebla.

El enemigo había surgido de la niebla del amanecer, y entre ellos yFiladelfia no había más que un ejército desorientado que acababa de sersorprendido.ElseñorWashingtonteníasubatalla.

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A Martha Crowl la despertó un distante repiqueteo, interrumpido de vez encuandoporunapercusiónmássonoraqueparecíarasgarelairefríoyvaporoso.Eraellejanomurmullodelabatalla:elrepiqueteoeranlosmosquetes;losruidosmás intensos era la artillería.Martha se puso una bata de lana a toda prisa ycorrióescalerasabajohacialacocina.

Jennynegóconlacabeza.Ningunodelossirvientesteníanoticias,salvoelmozodelestablo,quehabíaoídoquelosbritánicosestabanatacandolosfuertesdelrío.

—Haciaelnorteno,esoseguro—dijoMartha—.Elsonidovienedelnorte,¿no?

Se dirigió a la puerta principal, la abrió y comprobó que sus vecinostambiénestabanensusescalerasescuchandoel lejanoestruendo.Ungrupodejinetes, parte de la guarnición de la ciudad, recorría Fifth Street al galopemientras que los casacas rojas marchaban por Fourth; todos iban en pos delsonidodelasarmas, locualerapruebasuficientedeque,fueraloquefueseloque estaba ocurriendo, era lo bastante alarmante como para que sir Williamhubierapedidoayuda.

Animada al reparar en ello, Martha volvió a entrar en casa, se vistió ydesayunó conLydia, que quería saber si los disparos significaban que estabancociendolosbogavantes.MarthafingiónocomprenderlapreguntaeinsistióenqueLydiaestudiaselacartilla.Lalecciónfueinterrumpidaporunosgolpesenlapuerta, unos golpes tan insistentes que Martha dio un respingo, alarmada,pensando que por fin los británicos habían venido a detener a la conocidapatriota.

Peroerasutío,AbelBecket,vestidodenegrocomosiempre,aunqueconelrostro blanco de ira. Jenny le acompañó a la sala de arriba, donde, sin previosaludo,lelanzóunacartaaMartha.

—¿Losabías?—Buenosdías,queridotío.Dalosbuenosdías,Lydia.Lydiasaludóhaciendounareverencia:—Buenosdías,tío.

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AbelBecket, enfrentadoa lacortés inocenciade laniña, logróemitirunarespuestamáscalmada.

—Buenosdías,preciosa.¿Hasrezadoyaestamañana?—Sí,señor.—Lydia,cuyoscabellosnegrosestabanrecogidosconlazosde

papel,sonrióasutíoabuelo—.Hemandadoquecuezanlosbogavantes.—¿Quehashechoqué?—No importa—dijoMartha con premura—. ¿Te apetece un poco de té,

tío?AbelBecketrehusó.Ensulugarexigióhablarenprivadoconsusobrina,y

luegoesperópacienteaqueJennyllegaraysellevaraaLydiaalacocina.—¿Losabías?—volvióapreguntar,airado,cuandolaniña,conlasmanos

cargadasdelibrosymuñecasdetrapo,sefue.Martha se sirvió con delicadeza un poco de té. Llevaba un vestido de

mañanayunacofiaconlazosbordadossobreelpelonegro.Setomósutiempocon el colador y la tetera, intentando calmarse, pues, aunque ella no estuvierabajo la tuteladesu tío,aunque jamáshubieravividobajosu techo, leaterrabacuandoseenfadaba.

—Si te refieresasisédóndeestámihermano,sí.¿Tehaescrito?Ledijequelohiciera.

LascalmadaspalabrasdelamuchachapusieronaBecketnervioso,yeste,cogiendo la carta, se acercó a la ventana a zancadas. El papel vibraba enconsonanciaconelgolpeteodelosdisparos.

—Puedequeseatuhermano,chiquilla,peroyanoesmisobrino.—Marthase encogió de hombros como si no le importara. Entonces Becket volvió alanzarlelacarta—.¡Lee!

—Creoqueyaséloquedice,tío.¿Estássegurodequenoquieresté?Esdecontrabando,ha logradoburlarelbloqueobritánico,asíque igual tepareceunpocofuerte.

Becketdecidióignorarlaprovocación.—¡Jonathonme dice, señora, que después demucho orar ha llegado a la

conclusión de que no tienemás remedio que luchar en favor de los traidores!¡Luego sugiere que le compre su parte de la herencia y que te dé a ti lo queresulte! —Hizo una pausa, como si pretendiera subrayar lo intolerable de lapropuesta—.Yonovoyaresponder.Perotúsípuedeshacerlo,Martha.Ledirásqueharenunciadoasusderechos,queesuntraidoryqueyonodoydineroalostraidores.¡Estádesheredado!

—Laley—dijoMarthaconcautela—puedenoestardeacuerdo.—¿Deverdadcreesque la leyamparará aun rebelde?—preguntó su tío,

acalorado—.¿Inclusosillegaraavivirytratasedeserperdonado?

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Marthapudopercibirlaangustiaenlavozdesutío.SabíaloorgullosoquehabíaestadodelasaptitudesdeJonathonparaelnegocio,ysabíaquelaactituddesuhermanolehabíacausadounprofundopesar.

—Si la rebelión triunfa —dijo ella con calma—, puede que la ley noperdonealoslealistas.

—¿Triunfar? —Abel Becket dio un brinco al decir la palabra—. Y sitriunfara,¿quétipodepaísgerminaría?¿Algunavezhaspensadoeneso?¿Haspensado por unmomento, en toda esta locura tuya, en el desastre al que nospuedenllevaresosabogados?

—¿Alalibertad?—aventuróMarthacondulzura.—¡Libertad! —La palabra aguijoneó la furia de Abel Becket—. ¿Acaso

carecíamosdelibertadantesdequelosrebeldessealzaran?¿Cuántosalmaceneshallenadola libertad?Aquíseganabadinero.Loshombreslevantabangranjasfabulosas y hacían buenas carreteras, y casas como esta. ¿Acaso carecías delibertad,chiquilla,cuandotemudasteaestacasa?Selevantóabasedetrabajo,noabasedepalabrasbonitas.¿YdóndeestaríatodoesetrabajosinInglaterra?¿HadeabrirnossusmercadosFrancia?¿OEspaña?¿Acasodebemostratarconlospaísespapistasennombredelalibertad?

Martha se preguntó qué le habría ocurrido a su tío, un hombre siempreamable,paraconvertirseenalguientanpartidista.Seencogiódehombros.

—Hubountiempoenelquefuisteunfervientedefensordelosderechosdeloscolonos.Firmastelasprotestas,tenegasteacomerciarconté,participasteenlamanifestacióncontraelgobernador.Y,sinembargo,ahoraeresunodeellos.Deverdad,tío,nolocomprendo.—Marthahablócondelicadeza,aunquepodríahaberle acusado de cosas peores. Le podría haber recordado que, durante losaños de gobierno rebelde en la ciudad, había estado sirviendo suministros alejércitocontinentalyhabíaaceptadoeldinerodelosrebeldessintenerelvalorde otros lealistas, que habían acabado encarcelados por atreverse a airear susopiniones—.¿Porquéarriesgastufortunaporunreyextranjero?

AbelBecketmiróasusobrinacomosidudaradesucordura.—No entiendes nada —dijo al fin—. ¡Nada! Protesté contra las

restriccionesalcomercio,yvolveríaahacerlosifueranecesario.Peroloquenohice,loquenoharíajamás,seríalucharporlalocuraqueunossoñadoresllamanindependencia. La vida es comercio. Trabajamos para vivir, para que hayacomida en lamesa y un techo sobre nuestras cabezas. Vivimos, trabajamos yadoramos a Dios.—Ahora hablaba con febril vehemencia—. Sé más de estemundoque tú.Conozcoa losbritánicos.EnLondreshaycorrupciónypecado,Dios lo sabe, pero también hay hombres justos y comerciantes que podríancomprar esta ciudad y todas las ciudades de América. ¿Estamos dispuestos a

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erigirnoscomorivalessuyos?¿Vamosadesafiartodaautoridadporelrencordeunospocos?—Hizoungestohaciaelrumordelasarmas—.¡Tehanlavadoelcerebro unos idiotas que piensan que lamuerte de nuestros jóvenes les ha degranjearvotos!¿Votosparaqué?¿Paraqueseenriquezcanlosabogados?

—¿Paraobtenerlalibertad?—sugirióMartha.—¡Jamáshasestadoprivadadelibertad,jamás!¡Lalibertadlaproporciona

lariqueza,chiquilla,nadamás!Lariquezaprovienedelcomercio.Elcomerciotedadecomer,teviste,yosmantienealejadasatuhijayatidelossuburbiosyrodeadas de un lujo por el que nunca habéis trabajado. ¡Y el comercio esLondres!

—¿Y tienen que gobernarnos desde Londres para poder comerciar conLondres?—preguntóMarthaconsequedad.

—SiLondresnocomerciaconnosotros,nosomosnada.¡Nada!¡PorDios!¿Porquénopuedescomprenderlo?

Martha sí comprendió algo de pronto, algo que le asaltó lamente con lafirmeza del joven que ve una debilidad en una persona mayor que, hasta elmomento,siemprelehabíaparecidofuerteyseguradesí.Comprendióquesutíoteníamiedo.Habíaclavadosuscoloresalmástil lealista,yahoraelruidodelabatallapodíasignificarunavictoriarebelde.

—Pobre tío mío, me aseguraré de hablar en tu favor si hoy pierden tusamigos.

—¡Nonecesitotucompasión!—AAbelBecketledoliósuamabilidad.Sedetuvoyrecogiólacartadelaalfombra—.Loquesítepidoeslealtadhaciatufamilia.¡Quieroqueleescribasatuhermanoparaqueseolvidedeestalocura!Dilequeséquelehanempujadoaello,peroquetodavíapuedevolverseatrás.Sueleprestaratenciónatusopiniones.

—Nosiempre.—Martha,alverquelaamenazadesutíosehabíadiluidobastante,seencogiódehombros—.Nohacecasode todos losconsejosque ledoy,tío.LedijequenodebíacasarseconesaFisher,peroesevidentequepiensahacerlo.

Saltó a la vista que Jonathon no había informado a su tío del proyectadomatrimonio.

—¿Esazorra?—estallóAbelBecket.Marthadeseónohabermencionadoelnombredelamuchacha.—EsomehadichoJonathon.—¡Está loco! ¡Tiene que casarse con alguien de provecho!—Becket dio

dospasosdefrustraciónysevolviódenuevo—.¡Esamuchachanoesnada!—Amíempiezaacaermebien,y teaseguroquenoesningunazorra.—

Marthafruncióelceñodepronto—.¿HundióEzraWoollardsuchalupa?

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La repentina pregunta desconcertó a Abel Becket, aunque su expresiónmostrabaclaramentequenosabíanadadelbarcohundido.

—El día que llegaron los británicos —explicó Martha—, la chalupa deCarolineFisher fuesaboteadaconbloquesdepiedra lanzadosdesdeelmuelle.CreequeEzraWoollardeselresponsable.

—Esoesunatontería.—Elbarcosehundió.Hetenidoquecomprarleotro.—Entonces eres estúpida. ¿Te crees que el dinero se puede tirar como si

fueranhuesos?Marthasonriócondulzura.—¿Cómovoyamantenerlascomunicacionesconmisamigosmásalláde

la ciudad si no tengo a nadie que pueda cruzar el río? ¿Cómo iba a poderescribirleaJonathon?

—Escríbele.—AbelBecket dejó la carta sobre unamesa tallada—.Él teescuchará.Escríbeleydilequevuelvainmediatamente.¡Inmediatamente!Delocontrarionoesmiembrodeestafamilia.Simedesobedece,estarárenegandodemí.¡Dileeso!

—Sicreeenlavictoria—dijoMartha,oponiéndose—,dudoqueatiendaaesasamenazas.

—Entoncesdilequesuvictoriadarálugaraunpaístullido.¿Yquéfuturotendríauncojoenunmundohechopedazos?—AbelBeckethizoungestohacialas ventanas, que temblaron ante un ataque renovado de la artillería—. ¡Hasenviadoatuhermanoamorirparanada!

—Jonathonestáhaciendoloqueconsideracorrecto.—Está enfermo,muchacha, enfermo.Le ha nublado el juicio la cháchara

absurdademujeresignorantes.Dilequevuelva.Dilequeabandoneestalocura.Dileque leperdonaré,perosolosivuelvede inmediato,porquenocompartirélosfrutosdemitrabajoconunrebelde.Tampocopermitiréquelareputacióndemi familia se vea comprometida por albergar en su seno simpatizantes de losrebeldes.

Marthasonrió.—¿Lacomprometoyo?—Tú eres unamujer.Y a unamujer no se la juzga por sus antojos. ¿Le

escribirásatuhermano?Martharecogiólacartaarrugada,laaplanóyladoblóyluegoselaentregó

asutío.—Dile tú loque lequierasdecir,yono loharé.Nocreoquedeba luchar,

perotampocopuedoanimarleaabandonarlacausaenlaquecreo.—Hizounapausa, intentando atenuar su negativa—. Por caprichosa que pueda parecer.

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Escribelacarta,tío,yomeasegurarédequeleseaentregada.AbelBecketsenegóacogerlacarta.—¿Nomeayudarásadesintoxicarledeestalocura?—¿Cómopuedohacerlo,silacomparto?—En ese caso, te consideraré responsable de su caída en desgracia. Que

tenga un buen día, señora.—Becket recogió su sombrero—.Me temoque notenemosmásasuntosquetratar.

Cerrólapuertadeunportazoalirse,dejandohechosjironesañosdeafecto.Eranenemigos.

Martha volvió a la ventana e intentó comprender el son de la lejanacadenciade losdisparos,sumensaje,aunquefue incapazdediscernirquiénsealzaríaconlavictoria.Escuchóyselamentóporsufamilia,lacual,aligualquelacosta,seveíasacudidanoporunarebelión,sinoporunaguerracivil.

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EltoquededianadeSamfueelrepiqueteodelosdisparosalamanecer,seguidodelosurgentesgritosdelossargentosrecorriendoelcampamento.Nadiesabíalo que estaba ocurriendo, pero el hecho de que fueran algo más que unospiquetesnerviososresultóevidentecuandoempezóelensordecedorbombardeodelaartillería.

No hubo tiempo de desayunar: tan solo hubo confusión, un remolino dehombres poniéndose las botas, los cinturones, el equipo, corriendo a formar.Algunasdelasmujeresdelbatallónseacercaronatodaprisaalaslíneasconpanyronparasushombres.Losniñospequeñoslloraban,aterradosaloírel tronardeloscañonesenlaniebla.

Maggieseacercótímidamentealacompañía.—¡Nateestáallí,querida!—dijoenaltoelcaboDaleparaquecundierala

risa,peroelsargentoScammell,ocupadojuntoalcapitánKelly,nolooyó.LamuchachasonrióaNateavergonzada,peronoseaproximóaél.Ensu

lugar,leentregóalsargentounbultoenvueltoentelaqueestelearrancódelasmanosdecaminoalacompañía.

Nate observaba el avance enemigo; se inclinó hacia Sam y le susurró aloído.

—Desertaremoshoy—dijoNate.Sammiróasuhermanoconasombro.—Esunamalditabatalla.Noseasimbécil.—Maggie se esconderáentre lamaleza.Yomeuniré a ella.Será fácil en

mediodelabatalla,¿nocrees?Nadiesabeloqueestápasando.—SiScammymuerehoy,serátuyadetodosmodos—dijoSam.—LosyanquisnopuedenmataraScammy—repusoNate.—Aalguienvanamatar.Miraeljaleoqueestánmontando.UnoficialdelEstadoMayorpasóasuladoatodaprisa;luego,unaráfaga

de órdenes hizo que el batallón virase al norte, y, en columnas por compañía,marcharon en la niebla sobre un camino embarrado.La furia cacofónica de lamosquetería no cesaba a la izquierda de Sam. Envuelto en el sudariodistorsionado de la niebla, intentó hacerse una idea de lo que estaba pasando,

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peroeraimposible.El batallón viró entonces a la derecha, hacia un claro en el que estaban

desplegadasdospiezasdeartilleríaligera.Amedidaquelaformaciónsedeteníaygirabaparamiraralfrente,ambaspiezasdispararon.Ladeflagraciónprovocóelbrutal retrocesodeestas,cuyascolassehundieronenelbarrohaciendoquelas ruedas dieran un brinco al tiempo que una gran nube de humo grisblanquecinosesumabaalanieblaespesa.Entonces,aunquenollegararespuestadelnorte,aunquenohubieraindicaciónalgunadelefectoquehabíantenidolosdosdisparos,lasdotacionesengancharonlaspiezasaloscaballos,arrearonalasbestiasyemprendieronelregresoalcampamento.

ElcapitánKelly,montadoensuyeguaCleo,seadelantóunosquincepasosconrespectoalacompañía.

—Carguen.—Hablócasienvozbaja,comosiseestuvieradisculpando.Samsacóunodeloscartuchosenvueltosenpapelyarrancólabalaconlos

dientes. Sintió en la lengua el sabor arenoso y salino de la negra pólvora.Levantó el rastrillo delmosquete y echó una pizca de pólvora en la cazoleta,luegolobajó.Actoseguidoposólaculataenelsueloparaverterelrestodelapólvoraenelcañón.Metiódespuéselpapelarrugadoyescupiódentrolabala.Luegosacóellargopistóndelatónylohundióconfuerzaenelcañónparaquelabala,elpapelylapólvoraquedaran,compactos,enelfondo.Volvióacolocarelpisónensulugaryalzóelmosqueteparainspeccionarlo.Aúnteníarestosdepólvoraenloslabios.

El sargento Scammell parecía ansioso y satisfecho ante la cercanía delcombate.TiródelpedernaldeSam,comprobóelrastrillodelmosqueteypasóaNate.

—Cuidadetuhermano,Sam—dijomirandoaNatealosojos.—Sí,sargento.—Noqueremosqueeltortolitosenospierda,¿aqueno?Scammell se rioysiguióadelante.ElalférezTrumbull,quien,a sus trece

años,eraeloficialmásjovendelbatallón,recorría,yendoyviniendo,elfrentedelacompañía.

—Confiemosenquepodamosutilizarlasbayonetas,sargentoScammell.—Porsupuesto,señor.¡Nohaynadacomoelpincho,señor!Scammelllededicóunsaludoexageradoaljoven,retirándoseelsombrero

hastatocarseelmusloderecho.ElalférezTrumbullnopareciódarsecuentadelaburla.Loshombressonrieron.

LayeguadelcapitánKellyempezóaexpulsarunchorrodeorinahumeantesobre la hierbamientras el capitán observaba la niebla con preocupación y seechabaunpocoderapéenlamano.Sampodíaoírelmartilleoprovocadoporlos

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disparos de las grandes piezas de artillería, pero era imposible saber dóndeestabanoquiénlashabíadesplegado.Entonceselcapitánestornudó.

—Está todoarreglado—susurróNatedenuevo—.Maggiehaencontradounlugardondeescondernos.

—¡Noseaszoquete!—¡No!Daréconellugar.Puedesvenirconmigo,Sam.Samgirólacabezaymiróasuhermano.—Noquieroir,Nate.Aquínoestoymal.Haycosaspeoresquesersoldado.—¡Noestamosenunareunióndelaparroquia!—gritóelsargentoDerrick

desdelaretaguardiadelacompañía—.Cerradlaputaboca.OtrooficialdelEstadoMayor,montadoenuncaballogris,pasóalgalope

comounjinetemisteriosoy,superandolasposicionesdelbatallón,fueengullidoporlaniebla.

—¡Descansen!—dijoelcapitánKelly.Sacóunreloj,abriólatapaybostezócomounleón.EltenientecoronelElliottseacercóaKellyaltroteyambosinclinaronsus

cabezasemplumadas.Su risa repentina le resultóextrañamente reconfortanteaSam.Losoficialesdelbatallónsoloaparecíancuandolaacciónerainminente;lamayor parte del tiempo eran los sargentos los que estaban al cargo de loshombres. Sin embargo, la presencia de los oficiales parecía servir para que elbatallónseaprestasealoquepudieraacontecer.YKellyeraunbuenhombrealque seguir, nunca titubeaba a la hora de alabar a los hombres, y siempre lesconcedíaasustropaselbeneficiodeladuda.

—¿Quéocurre,sargento?—dijoenaltounhombrellamadoGeorgeCullen,unodeloscompinchesdeScammell.

—¿Te crees que el señor Washington ha tenido el detalle de decírmelo,George?¿Cómodemoniosquieresquelosepa?

SamtomóprestadaunapiedradeLiamShaughnessyyafilóconcadenciaobsesiva la punta de su bayoneta. Sintió una extraña confianza en sí mismo.Consideraba que se había ganado el ribete rojo que ahora lucía con orgullo.Antes, en las batallas en torno aNuevaYork, así como enBrandywine, habíatenido miedo del enemigo, pero esta vez pensó que, quizá, ahora fuera elenemigoelqueletemíamásaél.Elmiedonolehabíaabandonadodeltodo,nohabía valor que pudiera proteger a un hombre de una bala de cañón o de uncertero disparo rebelde, pero Sam se consideraba tan buen soldado comocualquiera a quien pudiese enfrentarse, o,mejor aún, porque llevaba un ribeterojo. A su alrededor oía los habituales comentarios jocosos que provocabanondasderisillasenlaformación.Unhombredelacompañíacontigua,quesufríalos perniciosos efectos de una resaca, vomitó.Otro temblaba sin control. Pero

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Samsesentíabien.Sesentíacomotodounsoldado.Elliottdiolavueltaasucaballo.—¿Quévaisahacerles,muchachos?—¡Matarlos!—Lasrespuestassurgierondesiguales.Elliottahuecólamanojuntoalaoreja.—¡Noosoigo!—¡Matar a esos hijos de puta, señor! —gritó Scammell, y los hombres

primerolanzaronvítoresyluegosehicieronecodesuspalabras.Elliottrioaloírlasvocesdesafiantes.—Son rebeldes, muchachos, y necesitan una buena lección. ¡Y lo vais a

hacer vosotros! ¡Vais a enseñarles cómo luchan los soldados de verdad! ¡Loharéisporvuestrorey!¡PorelbuenreyJorge,yporesos,muchachos,poresos!—Elliott señaló laspesadas sábanasde sedaque eran los coloresdel batallón,quehabíansidosacadasdesustubosdecueroydesplegadasalvientohúmedo.

Observar los estandartes con sus bellos flecos hizo que los hombresvolvieranalanzarvítores,ySam,depronto,sesintiórodeadodelacamaraderíayelafectodesuscompañeros.OlvidólosplanesdeNatededesertarenmediodel caos del combate, porque hoy Sam sabía que los casacas rojas eraninvencibles. Rezó para que el enemigo emergiese de la niebla, porque así losbloodybacksvolveríanadejarpatentequeentodalamalditacreacióndelSeñornohabíasoldadosquesupieranmasacrarasusenemigoscomolohacíanellos.

Sam tenía el alma en llamas y el mosquete cargado. Era un casaca rojainvencible.Samestabalisto.

Jonathon oyó un intenso vítor a su derecha. Era un regimiento de Virginia,incitado al ardor guerrero por su coronel. Luchaban, decía el oficial, por lalibertadyparahacerque lasviudas lloraranen Inglaterra.Eseeraeldíaenelque humillarían a los odiosos ingleses; matarían a aquellos idiotas, a esospetimetres,ylosenviaríandevueltaacasa,derrotadosycargadosdevergüenza.

—¿Porquequésois?—gritóelcoronel.—¡Americanos!¡Americanos!—¡Puesacabadconesosbastardos! ¡Acabadconesosbastardos! ¡Acabad

conesosbastardos!Y los de Virginia repitieron la consigna como un aullido desafiante que

amenazaraalanieblamisma.Jonathonsesentíaperdido,confundido,entusiasmadoyaterrado.Ninguna

de sus habilidades como comerciante podía ayudarle a superar aquello: su

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primera batalla. Tampoco estaba del todo seguro de que fuera una batalla,aunqueelcoronelJacksonWeller,queeraquienhabíaaceptadoaJonathoncomoayudadecampo,dijoque lo era.Además, losoficialeshablabanconemocióndelataquemasivoqueelgeneralWashingtonhabíaplaneadoparaesedía.Porprimeravezdesdesucreación,elejércitocontinental,reforzadoporlasmiliciasde los estados, superaba en número al enemigo. Los patriotas avanzarían encuatro grandes falanges para golpear la línea británica, y los británicos, segúnWeller,nosabríandedóndeveníanlosamericanos.EncuantoelgeneralHowepensaraquesabíacuáleraelataqueprincipal,sedesencadenaríaotrodesdeotradireccióny,encuestióndehoras,losbogavantesestaríantroceados,cocinadosyservidosalgeneralWashingtoncomoespecialidadculinariaparasudegustación.

—¡Vamos a ganar, Johnny! —dijo Jack Weller, y Jonathon se habíamostrado de acuerdo, aunque ahora, en medio de la niebla, era incapaz dediscernirloqueestabaocurriendo.

Sabíaque loshombresdelcoronelWeller teníanelcometidodeservirdeenlace entre las dos columnas desplegadas más al este. A medida que lascolumnasavanzaban,losjineteszigzagueabanentreellas,aunquelanieblahacíaque una tarea aparentemente sencilla se convirtiera en un aterrador misterio.Ningunadelasdoscolumnasestabaenmovimiento,aunqueenalgúnlugardelcampodebatallasecombatía,puesJonathonpodíaoírdisparoshaciaeleste.Elsonidoeraun retumbar intensoy lacerantequeaceleróelpulsode Jonathonyqueparecióaprisionarleelalientoenlagarganta.Lehorrorizabalaideadequeunaboladecañóndestrozarasucuerpoyatullido.

—¿Recuerdasloquetedije,hijo?—ElsargentoSpringacercósucaballoalde Jonathony se inclinóparadarleungolpecitoa la espadaqueblandíaeldeFiladelfia.

—Creoquesí,sargento.Spring era como un padre, un jinete experto que también era predicador

metodista.NolegustabanadaqueelcoronelWellerjurase;tambiénlereprendíacuando se emborrachaba, y solía pedirle a Dios que al coronel le fueranperdonadossusescarceosconmujeres,peroleseguíaconávidalealtad.SedecíaqueelsargentoSpringhabíamatadoaseiscasacasrojasenunasolaescaramuzadespuésdeBrandywine.

—Dijiste una plegaria junto a cada uno de ellos, ¿verdad, Spring? —bromeóWellerconsusargento.

—SonhijosdeDios,aunqueseaningleses.—Son los retoños de las mofetas y los cerdos —dijo Weller—. Yo me

sientomejorcadavezquematoauno.Ahora, ante la inminente batalla, el sargento Spring guardó su Nuevo

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TestamentoysonrióaJonathon.—¿Estáslisto?—Sí—mintióJonathon.Lociertoeraqueteníalabocasecayelestómagorevueltoyqueunodelos

músculosdesupiernabuenadabapequeñassacudidassincontrol.Teníalaropasucia, húmeda, estaba incómodo. Losmuslos le dolían después de una nochecabalgando, y las correas de la espada, a las que no estaba acostumbrado, nohacíanmásqueengancharseenuncostadodesgajadodelasilla.Queríavomitar,queríavaciarlastripas,perotambiénqueríadarlaimpresióndeserunhombretemerario.

ElsargentoSpring,quesabíacómoeranlosjóvenescuandoseenfrentabana la batalla por primera vez, sabía reconocer el valor. Se inclinóy le cogió elsableaJonathon.

—Utilizaelfilo,hijo,nolapunta.Datajos,noestocadas.Ydejaqueseaelcaballoelquehagaeltrabajoporti.

Jonathonagradecióquelerepitieralalecciónunavezmás.—Sí,sargento.—Ynocargueselpesosobreelestriboderecho.Noqueremosquetecaigas

porhaberteinclinadodemasiadoaunlado.—Elconsejofueelúnicoydiscretocomentarioen referenciaalpiezambodeJonathon—.Sinopuedesalcanzarauno,veteaporotroqueestémáscerca.

—Asíloharé.Springsonrióyledevolvióelsable.—Ynovayasacortarlelasorejasatucaballo,hijo.—No,sargento.DeprontoaJonathonleaterrólaideadeque,efectivamente,pudieraocurrir

eso.Llevabauntiemposintiéndoseculpableporlayegua,pensabaquequizáleacusarande habérsela robado a su tío, pero el coronelWeller había dichoquerobarcaballoseraunatransgresiónnimiaparaquienluchabaporrobarletodounpaísauntirano.

Y aquel día, si Dios así lo estimaba, Jonathan golpearía a ese tirano. Sugrito de guerra no sería «libertad», sino el nombre de la muchacha a la queamaba.CarolinelehabíaescritounacartaaJonathonyestelahabíaentendidocomounamuestradeafecto.Lohabía intuidoensusúltimaspalabras,con lasque,unavezmás,prometíaesperaraquevolviera.AsíqueJonathoncabalgabaporella,ysurecuerdoledabaelvalornecesarioparasobreponersealahúmedaincomodidaddelavidadeljinete.

Jonathon no había trabajado tanto en su vida, jamás le había dolido todotanto,jamáshabíadormidotanpoco,ynuncahabíasidotanfeliz.Paraquienes

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le daban consejos en Filadelfia, su pierna era un obstáculo, pero allí, entresoldados, no parecía importar. Si tardaba en llegar hasta el lugar en dondeestaban los caballos, oía bromas bienintencionadas, pero nadie le llamabatullido, y nadie se preguntaba por qué se había presentado voluntario. Eraaceptado,yhoyrecompensaríalaamistaddesuscamaradasdemostrandoqueunmuchachoacaudaladodeciudadpodíaluchartanbiencomocualquiera.

—¡Johnny! ¡Johnny!—gritó el coronel JacksonWeller cabalgandopor laniebla.

—¿Señor?—¿SabesdóndeestánlospatanesdeForrest?—Sí,señor.—Pues es más de lo que saben muchos. —Weller empezó a garabatear

sobre un papel con un trozo de carbón—. Son de la milicia, así que lo másseguroesque losmuy sodomitasno sepan leer.Sonuna recuade campesinosignorantes…,peronolesdigasquehedichoeso.—Lediolavueltaalpapelysiguióescribiendo.

Jonathonesperó.SuadmiraciónporWellerhabíaaumentadoenlosúltimosdías. El coronel era un hombre grande, más aún queWoollard; tenía la carademacradayunavozáspera,asícomountemperamentodifícilquehacíaqueloshombrestemierancontrariarle.LasmalaslenguasdecíanqueWellerhabíasidounharagányunadictoaljuegoantesdequelarebeliónledieraunasalidaasuindómita energía. Hoy Weller llevaba un jubón marrón y un fajín rojo a lacintura que proclamaba su rango. Su rostro duro quedaba a la sombra de unsombrerodealaquellevabauntrozodepapel.Este,enaquelmaremágnumdeuniformesyropascaseras,eraeldistintivodelospatriotas.AcabódegarabatearenelpapelyseloentregóaJonathon.

—SiForrestnopuedeleer,dilequeavancedetodosmodos.Primeroporelbarrancoyluegodirectoalpueblo.Díseloyvuelve.

—Sí,señor.—Y,Johnny…—¿Señor?—Hoytequieroamilado.Mesientomejorcuandovoyencompañíadeun

hombrebueno.Jonathon,cuyorostrollevabaarrugadodepreocupacióntodalamañana,se

riodepronto.—¡Sí,señor!Tiró de las riendas de su yegua ruana y salió trotando hacia el oeste. En

algúnlugar,asuespalda,unabandadeflautasrebeldeempezóatocarlatonadajacobitaWhite Cockade a modo de burla hacia el monarca hannoveriano del

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enemigo.Luego,conungrito,yalasombradesugranbandera,losdeVirginiaempezaronaavanzar,yJonathon,quecabalgabaenlaniebla,estabaresueltoaconvertirse en un hombre digno de la muchacha que le esperaba. Lucharía,doblegaríasusmiedosyharíasuparteporlacausa,noconlapuntadelaespada,sino con el filo. Porque aquel día, con la ayuda de Dios y en defensa de lalibertad concedida por el Señor a los hombres, Jonathon se convertiría ensoldado.

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JustocuandoSamempezabaapensarqueelbatallónestabacondenadoaesperarpara siempre en esa desmoralizante niebla blanca, el coronel Elliott se volviódesde loaltode sucaballoehizounaseñalcon laespadaalcapitánKelly.Elsabledelcapitánsaliódelavainachirriando.

—¡CompañíaLigera!¡Formacióndispersa!¡Solocienpasos!SamerapartedelaCompañíaLigera,losquedisfrutabandelhonordeser

losprimerosenenfrentarsealenemigo.Sulaboreraactuardepantallaparalasotras nueve compañías, una pantalla cuyo cometido radicaba en estorbar elavance enemigo con fuego de mosquete, cometido para el que se requeríapuntería. El enemigo intentaría derrotarlos con tropas ligeras propias. Sam yNateavanzaban,peroeraimposibleveraningúnrebeldeconaquellaniebla.

—¡Basta!—ElcapitánKellyhabíaacompañadoalacompañíaacaballo.ElalférezTrumbullrepitiólaordenconsuvozquebradaychillona.

Sampusounarodillaentierra.Adiezpasosdedistanciayaambosladoshabíaotroshombres,mientrasquemásatrás,aintervalosregulares,estabanloscompañeros de los de la línea frontal. Nate era el compañero de Sam, yavanzaríaunavezque suhermanohubieradisparado.Elmosquete cargadodeNate cubriría a Sammientras este volvía a cargar su arma.Y así dispararían,avanzarían y dispararían.Las nueve compañías restantes, esperando tras ellos,invisiblesenlaniebla,nuncasehubierandispersadodeesemodo:formaríanentresfilascompactasparaefectuardescargasdemosquetería.

ElcapitánKellypasólentamenteconsucaballoporlalíneadesoldados.LededicóaSamunasonrisa.

—Malamañanaparaluchar,Sam.—Sí,señor.Hablaronuninstantesobrecaballos,charlandocomolohubieranhechode

haber estado en la campiña inglesa, como si estuvieran esperando a que losperrossacaranalzorrodesumadriguera.Nadaparecíadisiparlanieblafrentealalíneadesoldados.

—Bien.Cuídate.—Kellyasintióygiróelcaballoparamiraraloeste,haciaellugardedondeproveníanlosdisparos.

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—Estamosenellugarequivocado—gruñóLiamShaughnessy,unodeloshombresdeavanzada,alaizquierdadeSam.

—¡Ojosabiertosylenguasquietas!—gritóelsargentoScammell.ElalférezTrumbullseaproximóalfrentecortandoortigasconlaespaday

sedetuvocercadeSam.—EresGilpin,¿verdad?—Sí,señor—dijoSam.—Muybien,muybien—dijoTrumbullsinmuchosentido.Luegosedirigió

al flanco derecho donde la tierra descendía hacia un valle boscoso que no eramásqueunborrónporculpadelaniebla.

Eluniformelequedabademasiadograndealalférez,anchoymuyapretadoalacintura.Parecíaunniñoquellevaralaropadesuhermanomayor.

—Estamos en el lugar equivocado—dijo Liam de nuevo—.Deberíamosestarallí,matandoaesoshijosdeputa.—Hizoungestoasu izquierda,dondetanto el pueblo como los fogonazosde losmosquetesquedabanocultospor laneblina.

—Deberíamosestarencasa—dijoNate—.¿Cuándofuelaúltimavezquebebisteuntragodebuenacerveza?Esacervezadepíceasabeaorinadecaballo.

—Seguroquetúlosabes,Nate,¿aquesí?—rioShaughnessy.Samteníalamiradafijaenlaespesurablanca.Posólaculatadelatóndel

mosqueteenelsueloyseapoyóenelarmacomounpastorsobresuvara.Palpólavainaenlaqueteníalabayoneta;estabaensusitio.Luegotocólabaladelasuerteque llevabaenelbolsillosuperior.Labala,desgastadadespuésde tantotiempo, había impactado contra su bandolera en Long Island y había caído atierrasincausarledañoalguno.Lahabíarecogidoydesdeentonceslaguardabacerca del corazón. Recordaba aquella batalla. Luego pensó en Brandywine;ambassehabíanluchadoaplenaluz,noenlaniebla.Aquelloseparecíamásalaoscuridad de Paoli’s Tavern. De pronto deseó que hubiera artillería cerca delbatallón.Recordaba elmodo enque la artillería británica había destrozado laslíneasenemigasenBrandywine.

—¿Todobien,Sam?—preguntóNate.—Asíqueaúnestásaquí,¿eh?—Samlesonrióasuhermano.—Porelmomento.—Noseasnecio,Nate.Teecharédemenos.—Puesventeconmigo.ElalférezTrumbullestabavagueandoporahí,dándolestajosalasortigasy

soñando cosas de niños sobre la gloria militar. Esperaba que su uniforme lehiciera parecer temible, aunque se sentía insignificante en comparación con elgigantescosargentoScammell.Trumbullcortóotraortigaymiróhacialamaleza

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que crecía en el pequeño valle frondoso. Allí vio, entre las hojas húmedas, ahombres vestidos con uniforme marrón que llevaban mosquetes con lasbayonetas caladas. Tenían distintivos blancos en los sombreros. Trumbull nopudo más que quedarse mirándolos, impactado e incrédulo. Por un momentopensóqueestabasoñando.

—¿Señor?—Su voz surgió convertida en un graznido infantil. Se volvióhacia el capitánKelly, queno eramásqueuna silueta borrosa en la niebla—.¿Señor?

Ninguno de los integrantes de la Compañía Ligera le oyó. Los hombresmirabanalfrentemientrasque,desdesuflancoderecho,hombresvestidosconropaspardasytrozosdepapelenlosgorrosempezaronacargar.

—¡Señor!—EltercerintentodeTrumbullfueunchillidodesesperado.—¡Flanco derecho! ¡Apuntad! —El aullido de Scammell provocó una

oleada de pánico cálido en el pecho de Sam al tiempo que veía al enemigoaparecerdeprontoporelvalle.

—¡Fuego! —El grito de Scammell hizo que Sam girase a la derecha.Levantóelmosquete,apuntóyapretóelgatillo.Sintiólacozdelaculataenelhombroylaquemazóndelaspavesasdepólvoraenlamejilla.

—¡Conmigo!—Scammell, comosiempre, estabacompletamente calmadoencombate.

Habíansidosorprendidosysuperadosporelflanco,peroScammellactuabacomosielataquenofueramásqueuninconveniente.

ElalférezTrumbullalzólaespada,quefueapartadaaunlado,yunhombrealto ensartó al muchacho con la bayoneta. El alférez chilló; entonces otrabayonetaselehundióenlagarganta,ylosamericanosavanzaroncomolamarea,dejandoatráselcuerpo,ensuansiaporatacarelflancoexpuestodelacompañía.

—¡Reagrupaos!¡Reagrupaos!—ElcapitánKellygalopóhaciaelpeligroyseñalóhaciaelbatallónquerecibiríaaquelataqueconunamortíferadescarga—.¡Vamos!¡Vamos!

Elcorneta,soloenlaniebla,tocóretirada.Una bala de mosquete impactó en Cleo. La yegua relinchó, la sangre

empezóamanarledelabocayelcapitánsacólospiesdelosestribosmientraselanimalretrocedía,seretorcíaycaía.

NateaferróaSamytiródeélhaciaatrás.—¡Corre,Sam!—¡Moveos!—Scammell,aúncalmadoenmediodelpánico,legritabaala

Compañía Ligera, pero los aullidos de los rebeldes estaban aúnmás cerca. ASam le pareció que chillaban como demonios. Corrió, preocupado, porque nohabíacargadoelmosquete.Depronto lanieblaque teníadelante, en laqueel

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batallónparecíaunmurorojoapagado,seconvirtióenunamiríadadellamasylenguasdefuego.Ladescargademosqueteríarestallóensusoídos.Fuecomosiselehubieradesatadounatormentaenelcráneo.

—¡Jesús! —Nate, sin un rasguño a pesar de la descarga, corrió en otradirección.

Ahora había tropas ligeras americanas entre los rebeldes y el batallón, ySam,confuso,sealejódeambos.CreyóoíraScammellgritándole,perotodalaconfianzaensímismosehabíaevaporadoanteelrepentinoataque.Oyóelrascarde las quetas en losmosquetes y los gritos de los heridos, y vio a un oficialamericanogritandoqueaquelloshombresllevabanribetesrojos.Sam,aisladodesubatallónporlacargarepentina,corrióaciegasenbuscadealgúnlugarenelquerefugiarse.

Otra descarga a su espalda.Más llamas. Entonces Sam vio una valla; seabalanzóhaciaellaparaestaracubiertoyempezóacargarelmosquete.Hubomás hombres de la Compañía Ligera que, apartados de sus compañeros,buscaronrefugiotraslosendeblestablonesdemadera.LiamShaughnessyestabaallí,jurandoyescupiendosangre.Nateesbozabaunanerviosasonrisa,mientrasqueelsargentoDerrick,jadeandoporelesfuerzo,maldecíatantaconfusión.

ElcaboDalellegóconotramediadocenadehombresalavalla.—Kellyhamuerto.Hanacabadoconélabayonetazos.—Nosmataránatodossinoagachaslacabeza—espetóDerrick.Sam escupió una bala en sumosquete y empujó la carga con la baqueta.

Pasó los dedos por la cazoleta para dejarla lista. Luego apuntó. Podía oír elcrepitardelasdescargasentreambasformaciones,ysiguióoyendolosgritos,loshorribleschillidosdeloshombresheridos.

Todohabíaocurridomuyrápido.Samhabía imaginadoqueveríaemergerlas primeras siluetas de la niebla, que lucharía como le habían entrenado parahacerloantesdequeelcornetaordenarareplieguehaciaelbatallónquebarreríaal enemigo con sus certeras descargas. Sin embargo, en un súbito acceso deviolencia, los yanquis habían aparecido por donde no se los esperaba y ahoraSam estaba aislado, perdido, acurrucado y temeroso en un campo de batallaextraño.LayeguadelcapitánKelly,alaqueSamhabíacuidadocontantomimo,daba sacudidas con las pezuñas en el suelo mientras le abandonaba la vida.Hombresensangrentadosymoribundosyacíanchillandoenlaniebla.

—Menudo caos, ¿eh, Sam? —El sargento Derrick había recuperado elaliento;susojoseranlavivaimagendelalocurayelmiedo.

—¿Quéhacemos?—Quitarnoslosribetes,esoesloquevamosahacer.—Derricksequitóel

sombreroyarrancólatiradetelaroja—.¡Escuchadme!¡Nopiensomorirporun

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malditotrozodetela!¡Quitáoslo!Loshombres,acuclilladosyaterradosdetrásdelavalla,obedecieron.Sam

arrancóelribete,símbolodesuorgullo,ylolanzóalpastizal.—¡Muybien,muchachos!—Ahoraquelosdistintivoshabíandesaparecido,

el sargento Derrick parecía más calmado—. Esperaremos a que esos yanquishijos de puta avancen, luego bordearemos el flanco derecho y llegaremos albatallón.

—¡Detrás!¡Detrás!—ElcaboDale,cuyavozcrecióenintensidadypánico,giróparamiraralnorte.

Sam también se volvió; sintió el terror en el pecho, y vio más hombresvestidosdemarrónenlaniebla.Eraotrogrupodeenemigosqueavanzabaaladerechadelprimerataque.Secolocó laculataenelhombro.Entoncesoyó loscascos de unos caballos a la derecha y vio las siluetas de hombres a caballoazuzandoasusmonturasparaponerlasalgalope.

—¡Corred!—gritóelsargentoDerrick,presadelpánico.—¡Fuego!—gritóSam—.¡Fuego,Fuego,Fuego!Quizá fueran media docena de hombres los que obedecieron a Sam.

Formaronunalíneairregular,secolocaronlasculatasenelhombroydispararon.El latón magulló el hombro de Sam y la cazoleta le escupió la pólvoraincandescente en el ojo derecho. Floreció el humo, que olía a suciedad, y através de este, a través de la niebla húmeda, Samvio que un jinete alzaba unbrazo,seinclinabaycaíadeladodesdesumontura.Untrompetachillabaenlamañana, los cascos de los caballos se antojaban tambores infernales y laluminosasorpresadesablesdesenvainadoscayósobreloscasacasrojas.

—¡Corred!—Shaughnessyestabayaadiezpasosdedistancia,alejándoseatodaprisa.

Sam aferró a su hermano del brazo y tiró de él hacia la derecha. Loscaballos llegaron al galope. No eran más que un puñado de jinetes, perodispersaronaloscasacascomounamanadadelobosgruñendoenmediodeunrebaño.

Samseapartódelasatronadoraspezuñas.Tropezó,yesacaídalesalvólavida.Unsablepasósiseandoaunpalmodesucabeza.Rodóyoyóelhorrendo,elterriblesonidopastosodeunahojahundiéndoseencarne.

—¡Nate!—¡Estoy aquí!—Nate estaba tumbado boca abajo, protegiéndose de los

cascosdeloscaballos.—¡Madre!—La palabra, patética y horrible, surgió del sargentoDerrick,

que caía, empapado en sangre, productodeunaherida en el hombro.Sugritodesesperado se convirtió en chillido cuando otro sable, afilado como una

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cuchilla,leabriólastripas.Lasdescargassesucedíanasuespalda.Losjinetesvolvierongrupasantela

amenaza y ahora, desde el norte, apareció un segundo batallón de tropasrebeldes.Estosecharonacorrerdesdesusfilasconlasbayonetascaladas.

—¡No! —gritó Nate al tiempo que levantaba la mano para evitar laestocadaasesina.

—¡Arriba!—gruñóelrebelde.Elamericanoeradelgadoymoreno;surostroleparecióaSamdurocomo

elcueroseco.Los hermanos se pusieron en pie. Otros supervivientes de la Compañía

Ligera también habían caído prisioneros, y, al igual que Sam, estaban siendodespojados de sus armas, munición, comida, todo lo que pudiera serles deutilidadalosrebeldes.

—¡Moveos! —El rebelde de la cara de cuero apoyó la bayoneta en lascostillasdeSam—.¡Muévete,cabrón!

Samavanzóaduraspenasporelpastizal.Asuespaldahubounvítordelosrebeldesqueseconfundióconunarepentinadescarga.Oyóaunoficialyanquigritar la orden de carga con la voz de un ángel vengador. PeroSamno podíahacer nada. Era un prisionero. Temblaba. Los rebeldes estaban nerviosos, susdedostensossobrelosgatillos,asíqueSamseapresuróaseguirsusórdenes.Elsargento Derrick yacía sin vida: sus tripas azuladas estaban esparcidas por lahierbayteníaeltorsocubiertodesangrebrillante.LiamShaughnessysangrabaporelestómago,resollaba,seestabamuriendo.Elolorasangreeraespesocomoelhumo.

—¡Sentaos,cabrones!Erandiezprisionerosde laCompañíaLigera.Sesentaron.El intercambio

dedisparosenlanieblasiguióunosinstantes,yluegomurióderepente.Habíagritos,losheridoschillaban,seladrabanórdenes.UnhombreaullabaelnombredeJesúsunayotravez,hastaquesuvozfuesilenciadadegolpe.Despuéstodopareció quedar en silencio. Entonces, entre la neblina, arrastrando los pies,aparecióunamasaderrotadaydesmoralizadadecasacas rojas capturados,quefueronempujadoshaciaelgrupodeSam.

—¡Jesús!—Nate, paralizado al ver que habían capturado a tantos, se losquedómirando.

Los recién llegados relataron cómo el batallón se había enfrentado a laprimera oleada enemiga y cómo, acto seguido, los habían sorprendido por elflanco izquierdo. La mayor parte del batallón, después de disparar, se habíaretirado antes de la carga rebelde. Aun así, habían caído prisioneros unossesenta. Fueron despojados de sus armas y munición y se les ordenó que se

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quitaranlasbotas.Una docena de americanos quedaron al cargo de los prisioneros. Los

centinelaseranhombressegurosdesíquemascabantabacomientrasordenabana los casacas rojas que recogieran a los heridosy amontonasen a losmuertos.LastripasdelsargentoDerrickfueronrecogidasenunacasacarojayretiradasdeallíarastras.LiamShaughnessysufrióunasacudida,comounpezpescadoconunanzuelo,ymurió.

Un jineteamericano,apie,quequizá fueraunoficial, siel fajín rojoquellevabaalacinturasignificabaalgo,empezóadarvueltasentrelosprisioneros.Llevabaelsabledesenvainadoymirabaacadaunodeloshombrescapturadoscomosibuscaraunacaraqueesperarareconocer.Supropiorostroparecíadurocomolamaderacurtida.SedetuvojuntoaSamyNate.

—¡Vosotrosdos,poneoslasbotasyvenidaquí!Los hermanos, en apariencia seleccionados al azar, fueron llevados a

cincuentapasosdedistancia,allugarenelquelosamericanoshabíanreunidoasus heridos junto a la carretera. Uno de ellos respiraba burbujas de sangre;moriríaenbreve.Otro,conunabalaenelescroto,serevolvíadeunladoaotroyllorabaquedamente.Untercero,quecalzababotasdemontaryteníaunavainasin sable junto a la cadera, yacía en la hierba con la cara blanca. Respirabaentrecortadamentey se lamentaba; sumusloderechoeraunamasijode sangrecuyofluirhabíasidoacotadoporunacuerdafuertementeatadacercadelescroto.

—Cuidad de ellos—dijo el oficial americano—. Si esa pierna vuelve asangrar,apretadlacuerda.

—Sí,señor.—PoruninstanteSamhabíallegadoacreerqueelamericanopensabaejecutarlosconelsable.

—Que no pase frío. Si quiere agua, dádsela. —El oficial dejó caer unacantimploraalsuelo;luegodesatóuncaballoquehabíaatadoalavallaalotrolado de los heridos. Montó con agilidad—. Volveré. Mantenedle con vida,malditoshijosdeputa,ojuroqueoscrucificaréalosdos.¿Entendido?

—Sí,señor—dijoSam.Entonces,mientraseloficialespoleabaasucaballoparaponerloalgalope,

Samsevolvióhaciaelamericanoyvioquenopodíasermuchomayorqueél.Elherido tenía un rostro pálido, fino y bello, y el pelo negro. Estaba intentandoincorporarse,peroeldolorlehacíaaullar.

—Tranquilo—dijoSam—.Tranquilo.Cálmate.Samsiemprehabíasidoungenioconloscaballosenfermos,yahorasedio

cuentadeque teníaelmismoefectoenaquelmuchachoherido,quien,con losojos centelleantes, observó alarmado la casaca roja de su cuidador para, actoseguido,relajarse.

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—Vamos a ver —dijo Sam—. Voy a echarte una mano para que teincorpores.Despacio.

Tiródeljovenyleayudóaapoyarlaespaldacontraunadelasestacasdelavalla. Uno de los centinelas americanos se acercó, no vio nada de quépreocuparseysevolvióparaseguirvigilandoalamasadeprisioneros.

Samsehumedeciólamanoderechaconaguayfrotóconellaelrostrodelmuchacho.Noleresultóextrañoayudaraunenemigo.

—Vasaquedarcomonuevo—dijoSam—.Soloesunagujerodebala.Elamericanoesbozóunadébilsonrisa.—Miprimerabala.—Amí nuncame ha alcanzado ninguna—dijo Sam—.Yme da que ya

nuncalohará.—Ylabatalla—dijoelamericano—.Esmiprimerabatalla.El hombre, que respiraba burbujas de sangre, hipó, se atragantó, giró la

cabezaaunladoydesubocamanóunaerupcióndesangre.Habíamuerto.Elsegundo ahora estaba inconsciente; gemía,mientras que el americano de Samteníalágrimasdedolorenlasmejillas.

—Vamos,vamos.—Samlesecólaslágrimas—.¿Noquerrásllorardelantedeuninglés?

—Bogavantes—dijoelmuchacho.—¿Bogavantes?—Así es como os llaman. Como os llamamos.—El americano respiraba

mejorahora,muchomejor.Samvioquelaropadeljoveneradebuenacalidad:unabrigodelamejorlana,camisadelinoyunmagníficocinturóndecueroparalaespada.

—¿Eresunoficial?—Creoqueno.—Elmuchachosonriódébilmente.—Digoyoquelosabrás,¿no?—bromeóSam.—Eraayudadecampo.—En ese caso debería llamarte «señor»—dijo Sam intentandomantener

altoelánimodelmuchacho.—Jonathon—dijoJonathonBecket—.MellamoJonathonBecket.—Comoelarzobispo,¿eh?—dijoSam.—Esemurió—dijoJonathondébilmente.—Notepongassentimental—dijoSamconseveridad—.YosoySam,éles

Nate.Somosgemelos.Yonacíprimeroysoyellisto.—DeprontoSamsealegródeque aquel no fuera el jinetequehabía abatido al disparar presadel pánico.Samhabíavistoaesehombremuerto,asíqueJonathondebíadehaberrecibidounabaladisparadadesdeotrolugarenlanebulosaconfusión—.Noestástanmal

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—dijoSamamododeconsuelo—.Tieneslapiernaunpocodesgarrada,peroelhuesonoestároto.

—Esmédico.—Natelededicóunasonrisaalamericano—.Sealistóenelejércitoporquenosoportabaversangre.

Jonathonserio,perolarisalehizoesbozarunarepentinamuecadedolor.—Duele,Sam.Duele.—Nodeberíasunirtealejércitosinopuedesaguantarunabroma.—Erael

chistemásviejoentresoldados,perofuncionó.Jonathonabriólosojosysonrió.—Te vas a poner bien. —Sam estaba observando la pierna herida de

Jonathon y, bajo la sangre, comprobó que tenía la pierna retorcida y un piezamboenfundadoenunabotagrotesca.«QueDiosseapiadedelosrebeldessitienen que reclutar tullidos para la guerra», pensó Sam—. He visto heridaspeores—dijoparaanimaralamericano.

—Solohascuidadodecaballos,Sam—dijoNateamododereprimenda.—Una vez curé a un caballo que se había empalado en la estaca de una

valla—dijoSam—,yestabatrotandocomouncampeónenmenosdeunmes.Yoteharéandar,yanqui.

ViotemblaraJonathon,asíqueseretirólagruesacasacadelana,sucasacaroja,yselapusoenelpechoasuenemigoparaqueentraraencalor.

—Esmiprimerabatalla—repitióJonathon.Parecía estar a punto de llorar, no de dolor, sino avergonzado por haber

fracasadodeformatanestrepitosaensuprimercombate.—Yatendrásotrasbatallas—dijoSam.—Sipierdolapiernano.—¿Dequéestáshablando?¡Esaheridanoesnada!—EldesdéndeSamera

al tiempo amable y cierto—. ¡Tienes que ser un oficial si montas esteespectáculoporunrasguñocomoese!

Samsabíaquelaheridaeramuchopeorqueunrasguño,perotambiénsabíaque su enemigo necesitaba consuelo, y que se aferraba a cada una de suspalabrasconesperanza.

Jonathonhizoamagodereír.—Tampocoesquefueraunapiernamuyfuncional,paraempezar.Samsonrió.—Es la que te dioDios, yanqui, así que casimejor que te aferres a ella.

Volverásaluchar,Johnny.Deesoyameencargoyo.Acabarásluchando,aunqueseaparaelbandoequivocado.Teloprometo.

Sam hizo una promesa mientras, a su alrededor, al abrigo de una nieblacadavezmásdensaporefectodelhumo,elejércitorebeldeavanzaba.

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13

El capitán Christopher Vane había empezado a creer que Dios tenía grandesplanes para él. ¿Por qué, si no, había sobrevivido las primeras horas de unabatallaenlaquehabíavistocosasque,antesdeaqueldía,solohabíanvividoensuspesadillas?

Había visto avanzar a los rebeldes y arrollar a la Infantería Ligera enretirada.NosehicieronprisioneroscuandoelasaltoanególacalleprincipaldeGermantown, el recuerdo del ataque nocturno en Paoli’s Tavern aún estabareciente.Loshombrescargaronyensartaronalosdefensoresconsusbayonetas.Vane había visto los dientes rabiosos del enemigo, había oído el siseo de surespiraciónyelrechinardelasbayonetasenlascostillas.Habíavistoauncasacaroja suplicando clemencia solo para acabar ensartado contra un árbol con talviolencia que la bayoneta de su asesino se había doblado por lamitad.Vane,espoleandoasuyeguahaciadelante,habíadescargadosusablesobreelcráneodel americano. Acto seguido, rodeado del macabro baile de la muerte, Vanehabíalogradohuirdeloscamaradasenloquecidosdeaquelhombre,cuyoataquematutinoamenazabaconalcanzarlamismísimaFiladelfia.

Unabalademosquetelehabíaarrancadopartedelacosturainferiordelacasaca, y otra había impactado contra la chaqueta que llevaba al hombro y lehabíaarrancadounadelascharreteras,mientrasqueunaterceralehabíahechosangreeneldorsode lamano.Permaneció juntoa la InfanteríaLigera,quesebatíaenretirada,obedeciendoasílasórdenesdesirWilliam,ydosveceslogrórechazar bayonetazos con el sable. La segunda vez, contraatacando con talvelocidadque lehabía arrancadounojoal americanoyestehabía retrocedidollevándoselasmanosalacara.Habíaabatidoadoshombresconsuspistolas.Elmundo se había convertido en un minúsculo círculo de niebla en el que loshombresjadeaban,gritaban,disparaban,seapuñalabanymorían.Vane,unavezmás,seasombródelaexultaciónqueleproducíalabatalla.Cadainstanteeraunretoycadapeligrosuperado,unavictoria.

—¡Muévase, señor! ¡Muévase! —le gritó a Vane una voz—. ¡Apártese,señor,malditasea,apártese!

Vane se volvió. Le sorprendió ver un batallón británico en formación

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compactaalolargodelacarretera,conlastresfilasdemosquetesapuntandoasu caballo. Espoleó al animal hacia el flanco del batallón, apartándose justocuandolaprimeradescargaescupíafuegoyllamascontralaniebla.

—¿Quiénessois?—legritóalteniente.—¡El40.º,señor!Esos eran, por tanto, los hombres que sirWilliam había desplegado para

contener el avance rebelde, y Vane sintió un júbilo feroz cuando el batallónadoptólamortíferacadenciadefuegoporcompañía.Ahora,envezdedescargasúnicas, las compañías disparaban de forma escalonada: cada media compañíaabríafuegojustodespuésdelamediaquetuvieraaladerecha;deestemodo,losmosquetesescupíanbalasyfuegocontinuamentealolargodetodoelfrente.Loshombres actuaban con precisión autómata. Disparar, cargar, baqueta, disparar,cargar, baqueta… Los únicos movimientos inadecuados se daban cuando uncasacarojacaíadeespaldasalcanzadoporelfuegoenemigo.

—¡Formacióncerrada!¡Formacióncerrada!—gritóelsargento.Loshombres, sin siquieramirar a sus compañeros abatidos, que caíande

espaldasodebruces,cerraronfilassinquebrarlacadenciadetiro.Lossoldadosdelafiladelanterahundieronlarodillaentierra,lasegundapermaneciódepie;estos apoyaron sus botas izquierdas contra las derechas del compañeroarrodillado que tuvieran delante, mientras que aquellos de la fila traseraapoyaban las botas derechas contra las izquierdas de los hombres de la filacentral.

El fuegodemosquetería bombeómáshumoen la niebla, haciéndolamásdensaaún,y,atravésdeella,conlasangrehirviendoantelainminentevictoria,cargaronlosamericanos.Pagaroncarasutemeridad.AquelnoeraunbatallóndeInfanteríaLigera,dispersoenformacióndeescaramuza,sinounobienentrenadoqueeracapazdedispararaunritmomortíferoydeesparcirsangreytripasporlacalleembarrada.

—¡Formacióncerrada!¡Formacióncerrada!Un sargento arrastró a un casaca roja herido para sacarlo de la línea y le

empujó,sangrando,aretaguardia.Untamborilerodejócaersusbaquetasalsueloycorrióaayudaralherido.

Las banderas del batallón, de pesada seda, daban sacudidas al recibir elimpacto de las balas. Un grupo de sargentos armados con alabardas de hojaanchacustodiabanlospreciadoscolores.

—¡Manteneos firmes! —gritó un coronel—. ¡Bien hecho! ¡Bien hecho!¡Manteneosfirmes,muchachos!—Penetróconsumonturaentrelaslíneasparamiraratravésdelhumoylaniebla—.¡Altoelfuego!¡Altoelfuego!¡Cargad!

Sehizoelsilencioenelbatallón.Loshombresquenoteníanlosmosquetes

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cargadosmordieronsuscartuchos.Lasbaquetassehundieronenloscañones.Elenemigo seguía escupiendo fuego desde la niebla, y los hombres seguíancayendo,perolasdescargasescalonadashabíanlogradorepelerelprimerataquerebelde.Elcoronel,ignorandodeliberadamentelosdisparosdirigidosasucasacaricamenteornamentada,desenvainósusable.

—¡Calenbayonetas!—¡Calenbayonetas!—Lossargentossehicieronecodelaorden.Los americanos se habían retirado para reagruparse.Ahora, con un vítor,

desencadenaronunanuevayvalerosacarga.Vanelosoyóantesdeverlos.Oyólos vítores y el chapoteo de las botas en el barro. Luego vio emerger de lablancura a las filas rebeldes que se abalanzaban sobre ellos a la carrera. Suformación,carentedelaexperienciadeloscasacasrojas,erapocomásqueunamasainforme,aunquesusbayonetasnodejabandebrillaramenazantes.

—¡Esperad!—gritóelcoronel—.¡Esperad,muchachos!¡Esperad!Elgritodelosamericanospareciócreceryconvertirseenunaullidodesed

de sangre y odio que reverberó hasta que, justo cuando Vane pensaba que elcoroneldel40.ºhabíadejadolaordendefuegoparademasiadotarde,laespadadeestecentelleóaldescenderylaordenfueaulladaalcielo:

—¡Fuego!Setecientosmosquetes abrieron fuego a la vez dando lugar a una terrible

descargaquehizo trizasa losatacantes.Vaneviohombresdaruna sacudidaycaercomomarionetasensangrentadas.

—¡Líneafrontal,enpie!—Elcoronelestabaahoradepiesobrelosestribosy con la espada en alto—. ¡El batallón avanzará! ¡Ami orden!—Proyectó laespadaalfrente—.¡Adelante!

Lasbrillantesalabardasdescendieronyloscasacasrojasavanzaron,noalacarrera como la masa informe de los rebeldes, sino con pesada y mortíferaeficacia. Los rebeldes heridos fueron rematados con las bayonetas. Losbritánicos no lanzaron vítores, ni uno de ellos gritó, ninguno rompió el lento,silencioso y punzante avance. Los enemigos supervivientes no esperaron arecibirlacarga,sinoque,pocoapocoyconcautela,fueronretrocediendo.

—¡Alto!¡Cargad!¡Primeralínea,rodillaentierra!¡Esperadlaorden!—Elcoronel aguardó mientras las baquetas subían y bajaban. Alzó la espada—.¡Líneastraseras!—Cayólahoja—.¡Fuego!

Otra descarga completa y compacta tosió entre fogonazos, esta vezbarriendolasyadesordenadaslíneasrebeldes,sometidasaladisciplinadel40.º.La infantería estaba llevando a cabo una labor impecable, pero resultó no sersuficiente. El coronel, con el frente silenciado por elmomento, trotó hacia elflancoderecho,dondevioaVane.

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—EresKitVane,¿verdad?—Sí,señor.—¿Contentoconelcargodeayudadecampo?Vaneserio.—Sí,señor.—Claroqueestabaencantado.El coronel Musgrave observó a sus dos líneas traseras mientras estas

cargaban.—Los muy sodomitas me están envolviendo por la izquierda. No puedo

hacernadaparaevitarlo.—Fijólamiradaenlaopacablancura—.Estosmalditosyanquissehanlevantadoconlascolasenaltoestamañana,¿verdad?

Vanesonrió.—Sinduda,señor.—Asíquemevoyaencerrar.—Musgraveseñalóhaciaunaenormecasade

ladrilloasuespalda—.Voyaapiñarahíalosmuchachosyvoyainvitaraesosmalnacidosaquenossaquen.¿SeloharíassaberasirWilliam?

—Porsupuesto,señor.El coronel Musgrave, con la peluca en su sitio y su corbatín blanco

impecableybienatado,miróhaciaelnorte.—Me temo que esta es su línea de avance principal,Vane. Juraría haber

visto al gordo de George. Maldito adefesio, monta como una verduleraembarazada,aunquealmenosesvaliente.—Musgravesacóunacajitaderapé,abrió la tapa y le ofreció aVaneun pellizco—.Pero después de esta pequeñalección, seguro que traen cañones, ¿no crees? Así que creo que la casa es lamejoropción.Intentadacudircuandopodáis.

—Porsupuesto, señor.—Vane rehusóel rapé, luegomiróa suespalda—.¿Creequelostenemosdetrás?

—Nomecabelamenorduda.Seráunacabalgadadivertida,Vane.Muerteogloria,¿eh?Buenasuerte.—Musgraveserioamargamente;ahuecólasmanosygritó—:¡Flancoizquierdo,virajearetaguardia!¡Concalma!—Asintióorgulloso—. Son buenos chicos,Vane, losmejores, pero ya va siendo hora de que lospongaacubierto.SaludaasirWilliamdemiparte.

—Asíloharé,señor.—Dilequesiel40.ºsalevivodeaquí,medeberáunabotelladeoporto.—

Musgrave,envezderetirarseantelosrebeldes,teníapensadoconvertirunacasadeladrilloenunfuerte.Quizáacabaranahíatrapadosyhechospicadillo,quizáacabaraviéndoseabocadoalarendición,oquizásehicieraunnombrecomoelcoronelquelogródetenerunvictoriosoavanceenemigo.

Amediamilladelacasa,elcomandanteenjefeesperabaenelcentrodesuprincipal línea defensiva, radicada en el extremo sur de Germantown. Sir

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William estaba jugueteando con su reloj. Le dedicó una airada mirada a laniebla,quenodabaseñalesdedisiparse.SirWilliamsepreguntabasiel señorWashington también se sentía contrariado por el tiempo; luego le asaltó lairracionalsupersticióndeque,dealgúnmodo,quizálehubieranpedidoaDiosqueintercedieraporellos,yasíhabíanlogradoquelanieblacubrieseelcampodebatalla.Losamericanosgustabanderezar:eraunadelaspocascosasqueasirWilliam le molestaba de ellos. Le había resultado divertida la punzanteobservación de Christopher Vane cuando dijo que, para ser unas gentes tanobsesionadasconlarazón,ladependenciadelosamericanosenlasoracioneserabastanteilógica.

John Andre, con el caballo babeando espumarajos, salió al galope de laniebla,vioaHoweytiródelasriendas.Sucaballosedetuvotembloroso,nosinantesdeslizarloscascosporelsuelo.

—Saludos del general Grey, señor. —Hizo una pausa para calmar a sucaballo—.Lunkel’sMillaúnestáennuestrasmanos.

—GraciasaDios.—Peronecesitahombres,señor.Lospuestosavanzadoshansufridomucho.

El batallón de Elliott le está apoyando, pero ha perdido un buen puñado dehombres.

—QueDioslosasista—dijoHowe,ysepercatódeprontodeque,aligualquesusenemigos,tambiénestabarecurriendoalhábitodelaoración.

Yeranecesariorezar,porquesilostemoresdesirWilliamerancorrectos,labatalla ya estaba perdida. Lentamente, como la niebla que le envolvía, sirWilliam empezaba a hacerse una idea del progreso de la batalla, y esta noresultabaalentadora.Lascolumnasamericanasestabanavanzandopor,almenos,tres carreteras, y la niebla hacía que fuera prácticamente imposible medir suprogreso. Sir William temía oír en cualquier momento una erupción demosquetería a su espalda, porque cabía la posibilidad de que ya le hubierancercado.

Sinembargo,yaunquesirWilliamhubierajuradounavezquenolucharíacontralosamericanos,tampocoteníaintencióndeperderanteellos.Quizáahoratuvieran la iniciativa, pero sirWilliam no era un comandante cualquiera. Losflancos,decidió,tendríanqueaguantar.Elderecho,muydebilitadoporelataquerebelde, solicitaba refuerzos, pero sir William no atendió la petición. Aquelenfrentamientosedecidiríaenelcorazóndelcampodebatalla,asíquereforzaríaelcentrode la líneacon laesperanzadequeelasalto rebeldeno tuviera lugarantesdequepudierareunirloshombressuficientespara,enprimerlugar,resistirel avance y luego pasar al contraataque. Sir William esperaba la llegada detropas procedentes de la guarnición de la ciudad al tiempo que retiraba las

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reservasdelosflancos.Tambiénviorostrosdepreocupaciónensuséquito,asíque,paradarlealasituaciónunairedenormalidadquecalmarasusmiedos,segirósobrelasillaybuscóconlamiradaasusirviente.

—Evans.—¿Señor?—¿EstáHamletasalvo?TomEvans,quemontabaenunodeloscaballosderefrescodesirWilliam,

levantóalperrodelgeneral.—Bienasalvo,señor.—Buenchico.Mientrasélestéasalvo,nopodemosperder,¿aqueno?Seoyeronrisasforzadas,ysirWilliamvolvióamiraralfrente.Anteéluna

bateríadeartilleríaapuntabahacialaampliaynebulosacalleprincipal,aunqueloscañones,enreposo,permanecíanocultosporlainfanteríavestidaderojoquedisparaba contra la vanguardia enemiga, que aparecía y desaparecía en lablancuracomounfantasma.Entonces,sorteandoadichavanguardia,cabalgandocomo un hombre dispuesto a ganar una fortuna en una carrera de obstáculos,aparecióunoficialsolitarioluciendounacasacaroja.Sucaballo,cuyaspezuñastriturabanelbarro,mostrabalosdientesyteníalosojosenblanco.LosbritánicoslanzaronvítoresyJohnAndre,depiesobresusestribosparapodervermejor,seriodepronto.

—¡PorDios,síqueloestádisfrutando!—¿EsVane?—EsKit,señor.LanieblasecerródetrásdeVane,quien,conelsombrerotorcidoyunade

las charreteras arrancada por una bala, pasó del galope al trote. Hizo unareverenciaaunladoyaotroaloscasacasrojas,quelevitoreaban;luego,conelrostroiluminadoporlosdeleitesdeldía,sequitóelsombreroantesirWilliam.

—Buenos días de nuevo, señor. Han logrado desplazar aMusgrave a unlado.

—¿Ah,sí?—Pero está convencido de que el ataque principal viene de aquella

dirección.CreehabervistoalseñorWashingtonconellos.—NuestrointrépidoGeorgejamásestámuylejosdelaacción,¿verdad?Aquella información le era útil a sir William, pues confirmaba sus

sospechasdequeelcombateporGermantowndecidiríalabatalla,aunquenoeraconsuelo. Aún no había logrado reunir a los hombres suficientes como paradetenerunempujefirme.

—¿QuéhaydeMusgrave?—preguntósirWilliam.Vanegiróenlasillaparamirarcalleabajo.

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—Sehaatrincheradoenunacasagrande,señor.—Pasarán de largo—dijo sirWilliam con tristeza; había contado con el

40.ºparaatenuarlafuerzadelataquerebelde.—¿HalogradoMusgraveentorpecersuavance?—Haestadounbuenratodescargandouninfiernosobreellos,señor.—Confiemosenquealmenosleshagafaltaunahoraparareagruparse.Parecíaunaesperanzavanaenlaquebasarlavictoria,peroeralaúnicaque

sirWilliamteníaenaquelmomento.Vane,quehabíacabalgadoyluchadotodalamañanarodeadodehorrores,

ansiabaquesusesfuerzosfueranreconocidosporsirWilliam.Pensóqueestabaapunto de recibir esa alabanza cuando el comandante en jefe se fijó en eluniforme ensangrentadodeVane, pero, antes de que sirWilliampudiera decirunapalabra,unabalaperdidapasóentreambos.Elgeneralfruncióelceñocomosi le estuviera molestando una avispa; luego se volvió al oír un aullido a suespalda. TomEvans había sido alcanzado por la bala. Solo le había hecho unrasguño, pero la impresión bastó para que soltase a Hamlet, que, ladrando ybrioso,saliócorriendohaciaelenemigo.

—¡Detenedlo!—gritósirWilliam—.¡Detenedlo!Huboun torbellinodeartillerosycasacasrojas lanzándoseaporelperro,

queladró,hizoquiebrosyseadentróenlaniebla.Desapareció.—¡Por Cristo crucificado! ¿Acaso no puedes hacer nada bien? —Sir

William tiró de las riendas para dar media vuelta—. ¡Por el amor de Dios,Evans!

—Losiento,señor.—Evansseestabamasajeandoelhombro.—¡PorlosclavosdeCristo!¡Bastardo!VerperderlosnerviosasirWilliamnoeraalgocomún.Elperrohabíasido

un regalo de su amante de Boston, y perderlo era para él doloroso. Tambiéntentaba al destino la broma de sirWilliam, que había ligado la seguridad delperroalresultadodelabatalla.Lossoldadossolíansermuysupersticiosos,yeldesafortunadocomentariodelgeneralparecía invitaraldesastre.AChristopherVane,quejamáshabíasidotestigodelmalhumordesirWilliam,lavirulenciadeeste le desconcertó. Luego se preguntó si lo que realmente había azuzado talreacciónhabíasidonoyalapérdidadelperro,sinoelhechodequesirWilliamsabía que tan solo una delgada e inquieta línea de tropas se interponía entreGeorgeWashingtonylavictoria.

El general dio vueltas por detrás de los cañones mientras sus ayudas decampopermanecíantrasél.JohnAndrefruncióelceñoalverlospantalonesdeVane.

—¿Tehanalcanzado?¿Esgrave?

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—Eslasangredeotro—dijoVanesinmás.Pensarensusirvientemuertolerecordó la amarga pérdida de su joven semental—. Billy ha montado unescándaloporunperroyyoheperdidomicaballoderefresco.—Vane lodijoenfadado al tiempo que Andre y él desmontaban junto a los armones de loscañones—.¡Cienguineasperdidasenlaniebla!

—Lolamento.—¡Cien guineas! No debería haber comprado el maldito animal. ¡Y he

perdidomireloj!Andrenopudoevitarreírantelaangustiadesucolega.GranBretañaestaba

apuntodeperderunabatalla,quizáperdiera trececolonias,yVanesolopodíapensarensucaballoysureloj.EntoncesAndrevioquehabíaofendidoaVaneyquisodisculparsedeinmediato.

—Lolamentodeverdad,Kit.—Notantocomololamentoyo.¡Ynisiquierahedesayunado!—Almenosaesopodemosponerleremedio.Losartillerosteníanunranchodelentejasycerdosaladosobreunarmón,y,

acambiodealgunasmonedasquelesdioAndre,permitierondebuenaganaquelosoficialeshundieranlascucharasenlaollatibiahastahartarse.Enalgúnlugar,hacia el oeste, las tropas se movían difuminadas en la niebla. Era tropasbritánicasavanzando,apresurándoseparataponarelpuntopordondeseesperabaque llegaran las fuerzas rebeldes, de un momento a otro, en cantidadesarrolladoras.Oyeronasuespaldaelsonidodecascosdecaballo,yVaneyAndrese dieron la vuelta. Vieron a lord Robert Massedene llegando al galope ycubiertodebarro.

MassedenehablóconsirWilliamyluegoseunióasuscolegasdelEstadoMayor.Desmontó,rígido.

—Estamos trayendo a todos los hombres disponibles de la ciudad. SoloDiossabesillegaránatiempo.¿Esoescomida?

Andrelededicóallordunareverencia.—Buenosdías,Robert.—Buenos días, John. —Massedene inclinó la cabeza hacia a Vane con

cortesía—.Parecequehasestadoluchando,Vane.Una repentina erupción al sur impidió que Vane respondiera. Fuego de

cañón y mosquetería adoptó un infernal crescendo, aunque, por culpa de laniebla, era imposible ver la mortífera labor que estaba desempeñando. Era elruidodelamasacre,aunquenopodíadiscernirsequiénestabamuriendoyquiénganando.

Massedene, que había sido enviado a la ciudad urgentemente para pedirrefuerzosalaguarnicióndelaciudad,sevolvióhaciaelestruendodecañonesy

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mosquetería.—PorDios,¿tanmalnosva?—MetemoqueelseñorWashingtonnoshacogidoconelpiecambiado.—

Andrehablabaenvozmuybaja—.Nosenfrentamosaunasituaciónligeramentedesesperada,creo.

Massedenemiróalnorte.—¿Cuántosson?—Solo Dios lo sabe. —Vane, decidido a no mostrar ni un ápice de

preocupación anteMassedene, imitó la indiferencia deAndre—.Tantos comolasputasdeapeniquequemerodeanalaspuertasdelosbarracones.

—Nuncamehepaseadoporlugarestales—dijoMassedenedespreocupado—,perositúlodices…

Vanesesintiódespreciado.Mirófuriosohaciaunladoyvioqueelsolsehabía convertido en un disco pálido. La niebla empezaba a disiparse y losrebeldesteníaneldevenirdelaguerraenlaspalmasdeunasmanosmanchadasdepólvora.TodoloquenecesitabahacerahoraelodiadoGeorgeWashingtoneraestrujarlos.

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Elcaballo,conlosestribosvacíosrebotandoenelaire,apareciótrotandoentrelaniebla.

Eraunanimaljoven,unsementalnegroconunamanchablancaenelpechoytrescalcetinesblancos.Vioalosprisionerosyviró,ysacudiósubellacabezadando lugar a un elegante remolino de crines. Uno de los centinelas dio unrespingo y corrió hacia el caballo. La bestia le esquivó con facilidad. Otroscentinelas, conscientes del valor del precioso animal, corrieron a ayudar. Sampensóqueparecíanniñosjugandoaalgúnjuegoescandaloso.

—SondeVirginia—dijoJonathon.Sonriócuandoelanimaltrotóhaciaelnorteyseperdióenlanieblaparaescapardesustorpesyruidososperseguidores—.Yono,yosoydeFiladelfia.

Los entusiasmados centinelas, habiendo perdido su presa, volvieron adondeestabanlosprisioneros.Elamericanoheridoqueteníaunabalaalojadaenelescrotoestabahechounovillo, tumbadodelado.Lasangreleempapabalospantalones.

—Nopuedohacernadaporél—dijoNate,impotente.Aún se oía el repicar de los mosquetes a lo lejos. Los prisioneros

permanecíansentados,ensilencio.—¿EresdeLondres?—lepreguntóJonathonaSam.—No.—Hubo un tiempo en el que no soñaba más que con ir a Londres. —

Jonathongruñóporunarepentinapunzadadedolor.—Jamás he estado en Londres—dijo Sam—.Me hubiera gustado, pero

nunca he estado. —Jonathon giró la cabeza para observar, asombrado, a uninglésquenuncahabíaestadoenLondres,peroSamseencogiódehombros—.Estámuylejosdemipueblo.

Samsepreguntócuántotiempopasaríaantesdevolveraversucasa,osialgún día volvería a verla. Estaba pensando en todas las historias que secontabanentornoalashoguerasdelcampamento:historiasquehablabansobrelos terribles camposdeprisionerosdonde losbritánicosmoríandehambre, defiebresodedisentería.

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—¿Quénospasaráahora?—No lo sé.—Jonathonseencogiódehombroscon tristeza—.Solo llevo

oncedíasenelejército.—Puessíquehassidolisto—dijoNate,aunquesinmalaintención.Samsevolviócuandooyóunaerupcióndedisparosalsur,luegootrahacia

eloeste.Era imposiblesaberquéestabapasando,pero ledaba lasensacióndequelanieblaempezabaadisiparse.Aunqueaduraspenas,pudoveralsementalnegro,conlacabezaerguida,aunossetentapasosalnorte.Supusoqueelanimalteníamiedoyquenecesitabaquealguien localmara,peroentoncesunaráfagadeniebladensavolvióaocultaralcaballo.

—¡Jesús!—Unapunzadadedolor le recorrió a Jonathon el escrotoy lastripas.Seretorció.Samlehabíavendadolaheridaconlacamisarasgadadeunhombremuertoyhabíaaflojadoeltorniquete.Jonathon,alsentireldolorenlacarneexpuesta,siseódeagonía.

—Voyaperderlapierna.Samleafeótalmuestradepesimismo.—¡No!¡Volverásabailar!Jonathonintentóreír,peroenvezdeesogimiódedolor.—¿Atiteparecequealgunavezhepodidobailar?—Tampoco es tan grave cojear un poco. —Sam observó el pie zambo

envueltoencuero—.¿Siemprelohastenidoasí?JonathonsesintióextrañamentehalagadoporelhechodequeSamhablase

desupiecontantanaturalidad.—Desdequenací.—Debedesermuyútilparapartirlelabocaagentequetecaemal.—Sam

vio que el dolor de la herida seguía atormentando a Jonathon y, dado que noteníanadamejorqueofrecerle,desenroscólacantimplora—.Esunalástimaquenoseacerveza,¿verdad?Echodemenosunabuenacerveza.Bienespesa.

Jonathonqueríadistraccióndeldolor.—Siguehablando.AsíqueSamempezóahablar sobre sucasa.SobreParsonHarvey,quien

solía disparar a los grajos desde el campanario de la iglesia con un trabuco.Sobrecómoseoíanloscuernosdelascaceríaseninvierno,reverberandoenlosfríoscampos;sobrelafiestadelarado,cuandosehacíaunbanqueteenlacasona.

—¿Teníaisescuela?—preguntóJonathon.—LamujerdeParsonnosenseñabalasletras,peropocomás.—Lascosas

realmenteútileslashabíaaprendidoSamdesupadre.Cómoherrarauncaballoo cómopreparar a un perro; o cómo solían llegar a casa con la tripa llena enaquellasmañanasdeeneroparasalirdecazaconlanobleza.Cómodetectarlos

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ceposenlaszonasdecazadefaisanes,ceposquepodíanarrancarlelapiernaaunhombre.Cómocazarun faisán lanzandounavara.Cómopescarun lucioalazo, cómo cazar un pájaro cantor para el mercado de Londres y cómoseleccionarunbuenterrierratoneroenunacamada.

—Tuveunterrierestupendo—dijoSamconmelancolía—.Podíacazarunadocenaderatasenunabrirycerrardeojos.

—¿Ychicas?—preguntóJonathon.—Nunca cazó ninguna. —Sam sonrió—. Había chicas. Las noches de

verano. Cuando volvíamos de los trigales. —La añoranza hizo que su vozsurgiesequejumbrosa.

—¿Por qué te alistaste en el ejército? —preguntó Jonathon con ciertoasombro.

—El tontodemihermanome retó ahacerlo.—SamgolpeóaNate enelhombro.

RecordabacómoNatehabíallegadoacasaalacarreraconnoticiasdeloroqueelejércitoofrecíaalosnuevosreclutas.«Elsargentomelashaenseñado,enserio—había dichoNate—. ¡Guineas! ¡Hemordido una!Y en un añopuedesllegaraseroficial.Allíhabíauncapitán,impecable,yhaceunañonoeramásqueungranjero.¡Elsargentomelohacontado!».

NateySamteníandiecisieteañosentoncesysabían,conlacertezaquedala juventud,quehabríaoro.YSamestabaconvencidodequehabríaalgomásque oro: que pasearía por la plaza del mercado con cordones de plata quecolgaríandeunachaquetabordada,yquellevaríaaunabellamuchachaalbrazo.Un futuro así parecíamejor que el ruidoso eco de los establos en los que, eninvierno,elhielocubríalaspiedrasyque,enverano,sellenabandemoscas.

—Esteimbécilmeretó—lerepitióSamaJonathoncontristeza.Nate le había retado antes, así que los gemelos corrieron a la ciudad,

recogieron el Chelín del Rey y descubrieron que el botín prometido acababagastadoenbotas,cepillos,mediasyenharinaparaelpelo.

—Esosíquedolió—rioSam.—¿Elqué?—preguntóJonathon.—Elpelo.Mira.—Samsegiróparamostrarlealmuchachoamericano la

gruesa coleta que le colgaba, rígida, de la cabeza—. Primero hay que dejarlocrecer,luegoteloechanhaciaatrás.¡PorDios,cómotiran!Telodigoenserio,tiran tanto que no puedes ni cerrar los ojos.Luego te lo empapan en sebo, loretuercenentornoauncojinetedecueroytelollenandeharina.Elresultado,unacoleta.

—Tambiénlollamandeotrasformas.—Natesonrió,yJonathon,alverlagruesayrollizacoletadepeloblanco,soltóunacarcajada.

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—Lopeorfueelcollarín—dijoNateconelperversoorgullodeunhombreque describe su calvario. Se dio un golpecito en la rígida banda de cuero quellevabaalcuello—.Alprincipioproducellagasenelpescuezo.

Su primera lección como soldados había sido cómomantenerse erguidosmientras el collar de cuero laceraba la piel bajo elmentón dando lugar a dosronchones sanguinolentos que acababan por convertirse en sendas franjasblancasycallosas.Despuéshabíanaprendidoamarcharlevantandolarodillaygolpeandoelsueloconfuerza,adispararsusgrandeseincómodosmosquetes,acómomantenerseenformaciónmientraseranacosadosporlamuerte.

Dormíanencamastrosdedosendos,conlacabezadeunoenlospiesdelotro,yporlasnocheslasrataslesmordisqueabanlascoletasrígidasdeharina.Comían la bazofia que el rey les daba. Los azotaban, les daban latigazos, leschillaban. Se gastaban el poco dinero que tenían en cerveza, frecuentandolocales en los que ningún hombre decente se hubiera atrevido a entrar, y seesperabaquesaciaransusinstintosconprostitutasalasqueningúnotrohubierapuestolasmanosencima.Ysabíanqueeraparasiempre,pueslaúnicasalidaeraacabarmuertooherido.Samlehabíarotoelcorazónasumadre.Sinohubierasidounnecio, habíadicho lamujer, si hubierapensadounpoco, podría haberllegadoasercocheroyllevadounabrigodetrescapas.Envezdeeso,lohabíaechadotodoaperderporunreto.Seencogiódehombros.

—¿Ytú?¿Porquétealistaste?—lepreguntóaJonathon.—Porque quiero que gane nuestro bando—dijo Jonathon—. Porque los

tiranosdeLondresquierenconvertirnosenesclavos.—¡Eres tanneciocomoeste!—exclamóSamseñalandoa suhermano—.

¡Nadiequiereesclavizaros!Jamásheoídounaestupidezcomoesa.¿Esclavos?Soisvosotroslosquetenéisesclavos,nonosotros.EnInglaterranohayesclavosnegros,niblancos.¿Esclavizaros?¡Quétontería!

—VeadecirleesoaGeorgeWashington.—Natelesonrióasuhermano—.Seguroquedejarádelucharencuantohayáischarladounpoco.¿Quésabrástúdeeso,Sam?

—Soyinglés,yestoyorgullosodeserlo—dijoSamconbeligerancia.—Yyo—murmuróNate—,perolodejo.Natemiróaloscentinelasrebeldes,quienes,aburridosdesulabor,estaban

sentadosenelsueloymirabanalsur.—No lo hagas —dijo Sam. No podía soportar la idea de perder a su

hermano—.Porfavor,Nate.—Maggie, Sam, Maggie. —La respuesta de Nate fue lacónica—. Se lo

prometí.Estaráesperándome,asíquemevoy.Tegusteono.Esmejorqueserunmalditoprisionero,Sam.

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—¿Quieresdesertar?—preguntó Jonathon,quehabíaestadopendientedelaconversación.

Natesonrió.—Esmi sueño,queridoyanqui.Encontrarun lugarenAméricaenelque

vivir.Amilealhermanoleponenerviosolaidea,peroamíno.NathanielGilpinestá harto del ejército del rey Jorge, y, enmi opinión, Sam, deberíamos irnosambos,renunciaranuestrascasacasrojasycorrercomocondenados.

Jonathonserio.—Deberíais.—¿Ybien,Sam?—preguntóNate.—Y obtendrás la libertad —dijo Jonathon con la firmeza de un joven

revolucionario.—Yo ya soy libre —dijo Sam en clara contradicción con lo que había

estadopredicando—.Yaélnoleinteresalalibertad.Esporunachica.—Unayanqui—ledijoNateaJonathoncon repentinoentusiasmo—.Me

estáesperandoenunbosquecillo,porallí.Esguapacomounretrato.—Lamíatambién—dijoJonathonconcalidez—.SellamaCaroline.Hubounrepentinoestallidodemosqueteríaalsur,haciadondehabíanido

losregimientosdeVirginia.Elruidoseconvirtióenunrepiqueteocontinuoquedaba a entender que se estaba librando un brutal combate. Había hombresmuriendoenlaniebla,cadavezmenosdensa.Aloeste,enalgúnlugar,ardíaunacasa:susllamasparecíanpálidasbajoelmantoblanco.

Elsementalnegrohabíavueltoaacercarse.—Si consigues que monte ese caballo —le dijo Jonathon a Nate—, iré

contigo.Puedoayudarteacruzarnuestraslíneas.Sam se volvió paramirar al semental, que temblaba a cuarenta pasos de

distancia. Tenía los orificios nasales dilatados y los ojos blancos.Mostraba elaspectodeunanimaldispuestoahuirantelamenorprovocación.

Natemiróasuhermano.—Podríascogerlo,Sam.Haceloquequiereconloscaballos.—Estoúltimo

selodijoaJonathon—.Amínosemedantanbien.—NatesedirigióaSamdenuevo—.Puedeshacerlo,Sam.¿Loharías?

—¿Paraquepuedashuir?—preguntóSamcondesdén.—Sam, por favor. —De pronto Nate se puso muy serio—. No puedo

soportarlo, Sam. Scammy no deja de darle palizas a Maggie, un día la va amatar.Yyolaquiero,Sam.Quieroestarconella.Estáallí.—Señalóalsurhaciaun lugar, entre los retales dispersos de niebla, donde un lejano borrón negroindicabalaexistenciadeunbosquecillo—.Puedoencontrarla.

—Yo te ayudaré —dijo Jonathon con contundencia—. Solo necesito un

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caballo.Sammiróasuhermano.—Nate…—¡Es mi vida, Sam! —Nate, de pronto, estaba furioso—. Tú y yo no

estamosencadenados.Séun soldadosiquieres,Sam.Séelmejor soldadoquepuedasllegaraser,perodejaqueyosealoquequiera.Sam,porfavor…

Samdudó.Jonathon,quehabíaestadoobservandoaloshermanosmientrasdiscutían,seapartóaunladolachaqueta.Juntoasupistoladeempuñaduradelatóncolgabaunabolsitaconcorreasdecuero.

—Necesitouncaballo—ledijoaSam—.Ytepagarésivasabuscarlo.—Creíaqueestabasherido—dijoSam.—Puedomontar, aunque no pueda andar.—Jonathon arrugó la frente—.

Porfavor,Sam.—Estáislocoslosdos—dijoSam,perosepusoenpie,e,ignoradoporlos

centinelas,seagachóparapasarpordebajodelavalla.—¿Necesitasayuda?—preguntóNate.—Conloscaballosno—dijoSamcortante.Caminómuy lentamentehaciaelpreciosocaballonegro.Estabaasustado.

Sus músculos daban pequeñas sacudidas bajo el pelaje negro, brillante ysalpicadodebarro.Samsupoal instanteelvalordeaquellabestianerviosa,debuencruce,quedebíadehaberlecostadounapequeñafortunaaalgúnoficial.

—Tranquilo,chico,tranquilo.Samsedetuvoaveintepasosdelanimal.Debíadehaberpertenecidoaun

oficial británico, porque teníabordadoel anagrama real en laparte traseradelsudaderoazuloscuro.

—Nopasanada,chico.Nopasanada.Notienesdequépreocuparte.SolosoySam.

Elmuchachosoltabasutranquilizadoraverborreaamedidaqueseacercabaalsemental,temblorosoydemiradanerviosa.Elanimalpusolasorejasenpuntayconlapezuñadelanteraderechahoradólatierra.

—Hace años que no veo un caballo como tú. Buen chico. Buen chico.Tranquilo.Tranquilo.—Samarrancóunpuñadodehierbay,sindejardehablar,alargó lamanoparaofrecérseloalanimal.Dejóqueelcaballo leolisqueara—.Buenchico.Buenchico.

El caballo, aún tembloroso, dio un paso hacia Sam y este, con muchocuidado, acercó la mano que tenía libre al bocado. Lo agarró y dejó que elanimalcomieradesumano.

—Tranquilo,chico,tranquilo.Tranquilo.Calmó al semental acariciándole los flancos para que el nerviosismo le

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fueraabandonando.Habíaestadoperdidoenlaniebla,aterradoporelruidodeloscañonesylosmosquetes,yahoratemblabaalrecibirlascariciasdeSam.

—Muybien,chico.Averquétalandas.¿Teparece?Sam agarró el pomo de la silla con lamano izquierda y se impulsó para

subiralomosdelanimal.Elcaballoserevolvióunpocoyvolvióaagacharlasorejas,peroSamsabíacómocalmaraunanimalnervioso.

—Buenchico,buenchico.Tranquilo.Rozólosflancosdelcaballoconlostalonesyeste,obedientealtoque,dio

unospasosadelante.El ruido de la batalla parecía envolver ahora a Sam; resultaba más

estruendosoqueencualquiermomentoanteriordeldía,peroestabaalomosdeaquel magnífico caballo y, por unos instantes, se olvidó de todo. Montarconstituíaunplacerpuro.

—¡Sam!—dijoNate.AhoraloscentinelasrebeldesestabanobservandoaSam,yunodeellosse

llevólaculatadesumosquetealhombro,aunqueestabademasiadolejoscomoparadisparar.Samvolvióahundirlostalonesenlosflancosdelcaballo.Podíacabalgardevueltaasuslíneas.PodíaolvidarsedelalocuradeNateyvolverallugarquelecorrespondía.Evitarelcampodeprisioneros,cabalgarhaciaelsur,volveralacalidezdelbatallónylacamaradería.

Hizogiraralcaballohaciaelsur.Unmilagroempezabaamaterializarseenlaniebla.Casacasrojas.Líneas de casacas rojas marchando bajo sus banderas para recuperar la

victoriadellugarenquehabíansaboreadoladerrota.Samselosquedómirando.A la cabeza de la formación marchaban los soldados de vanguardia y,

liderándolos,Samreconocióal sargentoScammell.El jovensonrió.Elpuñadodeprisionerostambiénvioasussalvadores.Estossepusieronenpieylanzaronvítoresaltiempoquesuscaptoreshuían.

—¡Sam!—ElgritodeNatefuedesesperado,frenético.—¡Demasiadotarde!—respondióSam.Se puso de pie sobre los estribos y saludó al batallón. Algunos de los

escaramuzadoresdispararona loscentinelasquesebatíanenretiradayunodelosamericanosfuealcanzado,cayóderodillasyluegodebruces.Deprontoseoyó el maullido de una gaita, feroz y gloriosa, delatando la presencia de unregimientodeescocesesenelflancodelacarretera.

—¡Sam!—Nateestabaapoyadocontralavalla,haciendoaspavientosparaquesuhermanolellevaseelcaballo—.¡Sam!

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—¡Hemos ganado, Nate! ¡Hemos ganado! —La exaltación de Sam eracompleta—.¡Hemosganado!

Ahora era el sargentoScammell el que lehacíagestos aSammientras legritabaalgoincomprensible.Nate,alverasuodiadoenemigo,diomediavueltayempezóacorrer.Corrióhaciaelnorte,endirecciónopuestaaloscasacasrojas,hacialalibertadquellevabaatormentándoledesdeque,semanasatrás,elejércitotocaratierraenChesapeakeBay.

—¡Nate!—gritóSam,quetiródelasriendasparadarlelavueltaalcaballo—.¡Nate!

Perosugemelohuía.Natehabíasaboreadouninstantedelibertadyqueríamás.Sequitó la casacamientras corría y lanzó la pesadaprendade lana a unlado, como si esta fuera a retrasarle en su afán de alcanzar el paraíso quebuscaba.

—¡SoldadoGilpin! ¡Alto!—gritóScammell, quemarchaba a la cabezaybastanteadelantadoconrespectoalbatallón.

Nate,conlasbotashundiéndoseenelbarropegajoso,siguióadelante.ElsargentoScammelltiródelpercutordelmosquete.Secolocólaculatade

latónalhombroyapuntó.—¡Bajeel arma!—JonathonBecket, tumbado juntoa lavallayaquince

pasosdeScammell,leestabaapuntandoconlapistola.Pero el sargento Michael Scammell no le temía miedo a un muchacho

rebeldeherido.—¡Alto!—gritó.—¡Sargento!—gritóSam.Scammellabriófuego.Elpedernal cayó sobre el rastrillo, la cazoletadioun fogonazoy el arma

retrocedióescupiendounanubedehumo.Sam vio el resplandor de la pólvora en la cazoleta y luego la lengua de

fuegoquesurgiódelabocachaaltiempoquesegiraba,gritabaychillaba.PeroNateyaencorvabalaespaldahaciaatrásy,enelcentromismodelacolumna,seleempezabaaextenderunamancharojaqueleempapabalasuciacamisagris.

—¡Sam!—Fueelgritodeunhombrea laspuertasdel infierno.Nate,derodillas,aúnintentóavanzar,perofueincapaz—.¿Sam?

Scammell estaba a treinta pasos de distancia. Un tiro largo para unmosquete.Quincepasosnoeramuchoparaunapistola,peroeltirodeJonathon,efectuado por unamanodebilitada, falló pormucho.El sargentoScammell seacercó almuchachoy lemiródesde la altura conojosbrillantes comoágatas.LuegohundióeltalóndelabotaenelmusloheridodeJonathon.Elamericanoaulló.

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Natetemblaba,debrucesenelsuelo.Teníalacamisaempapadaensangre.Sus dedos agarrotados arañaban el suelo mientras giraba la cabeza hacia suhermano.

—¿Sam?¿Sam?—¡Nate!Samyahabíaespoleadoalcaballo.Saltólavalla,tiródelasriendasybajó

delasilladeslizándose.Dejóqueelanimalvolvieraacorrerlibre.Lacaballeríalealistahabíaaparecidoenlospastosquehabíaalotroladodelavalla;algunosyaestabanenlacarreteraquehabíamásallá,peroSamnoteníaojosparanadie.Soloparasuhermano.

—¿Nate?—Sam.Nate lloraba.Los sollozos seconvirtieronenespasmosagónicosentre los

queSamsolooíalapalabra«madre»unayotravez.Samincorporóasuhermano,lediolavueltayleacunó.—¿Nate?PeroNateeraincapazdeoírle.Doblólaespalda,comounhombrequebrado

porelpotro,ysuchillidodeinsufribleagoníaperforólanieblaantesdequelasangre que le anegaba el esófago acabara por ahogarlo. Sam, abrazado a suhermanocomosicreyesequepodíainsuflarleaNatesupropiavidaysupropiafuerza,sintióunaterriblesacudidacuandoestedejódegritar.

La sangremanó como el agua y se hizo el silencio. Los ojos deNate setornaronvidriosos.Nohubomásmovimiento, salvopor losdedosde lamanoizquierdadeNate,que,pocoapoco,searquearon.Estabamuerto.

—¿Nate?—preguntóSam—.¿Nate?LacabezadesuhermanocolgabadelbrazoizquierdodeSam.Lasangrele

goteabadelrostrosinvidaylecaíasobreelpelo.—¿Nate?Una sombra cubrió aSam.El sargentoScammell había cogido al caballo

negroporlosarreosyahoraobservabaalmuchachomuerto.—Estabahuyendo,Sam.—Lehaasesinado.—¡Estabahuyendo!—Scammellescupiólaspalabras—.¡Yahorapontela

casaca roja antes de que me dé por decir que tú también estabas intentandodesertar,SamGilpin!

Samdejó a suhermanoenelbarro.Acarició lamejilladeNate, sintió lasangrepegajosaysepusoenpie.

—Lehaasesinado.—Estabadesertando.

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—¡Lehaasesinado!ScammellmiróaSamgélidamentealosojos.—Cuidado,Sam.—Hijodeputa.LazarpadeScammellvolóhaciaSamparahacerleentrarenrazón,peroel

mundodeSamhabíacambiado.Todohabíacambiado.—Hijodeputa.GolpeóaScammellconfuerza,ungolpequehizoqueelrostrodelsargento

seinclinaraaunladoyaraízdelcualScammellsoltóalcaballo.Samsehizoconlasriendas.Elsargentohabíaperdidoelequilibrio.Intentó

descolgarseelmosquetequellevabaalhombroconlabayonetacalada.Samlediounapatadaalsargentoenlastripasy,cegadoporlaslágrimas,diounsaltoparasubirsealcaballo.

EnSamhabíalocura,lágrimasypenaparallenarunmundo.Oyógritos.Elcampoeraunborróndecasacasrojas,banderas,humodisipándosey lágrimas.Vio el rostro sin vida de su hermano y hundió los talones en los flancos delcaballocomosipretendieragaloparhastaelfindelmundo.

ElsementalalejóaSamdelhumoydeloscasacasrojas.Scammellgritabafurioso a su espalda, pero Sam no teníamiedo, porque Nate estabamuerto ytodosloscaballosdelrey,ytodossushombres,yanoeranmásqueloqueunamotadepolvoenelojo.

Erauncasacaroja,ysuhermano,contodosesossueñosacercadelparaísoquehabíamásalládelascolinas,estabamuerto.

Sam,cabalgandosinrumbo,empezóallorar.

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15

Tocaban las bandas. La niebla se convirtió en una cacofonía de flautas ytambores, de chinescos y flautines, su son interrumpido por los cañonazosintermitentesyacompañadoporelincesanterepiqueteodelosmosquetes.

El sonido se coló en losoídosde sirWilliammientras esperaba aque superdición irrumpiera por la calle principal del pueblo. Los soldados de lavanguardia enemiga, heraldos de la inminente derrota británica, eran cada vezmásnumerosos.Y,sinembargo,losmomentossesucedíanunotrasotrosinqueaparecieran lascolumnasrebeldesbajosusbanderasdesplegadas.Seoíafuegodeartillería,peroniunsolodisparoestabadirigidoalaposicióndesirWilliam.Casi daba la sensación de que las fuerzas de George Washington estuvieranllevandoacabounaguerraprivadaenlaomnipresenteblancura.

—Noseráque…—SirWilliamseoyóa símismoempezaraexpresar laesperanzadelavictoria,perodecidiódetenerlalenguaparanotentaraldestino.

Lanieblaempezabaadisiparseyadejaraldescubiertouncaosdecuerpos.Los heridos se arrastraban para llegar a un lugar seguro, los muertos yacíandondehabíancaído,mientrasquelosvivosteníanlamiradaperdidayvacuadequien soporta la lotería de la muerte. Pero en medio del caos, convocadassiguiendolasórdenesdesirWilliam,lastropas,listasparaavanzar,empezabanaformarparaelcontraataque.SirWilliammiróelreloj.Latapachascóalcerrarse.Elgeneralsonrió.

—Quelamanadasepongamanosalaobra.Lasbanderasdetresregimientossealzaronalcielo.Losoficialescalmaban

asuscaballosylossargentoshinchabanlospulmones.—¡Derecha!¡Pasoligero!Las baquetas cayeron sobre el cuero recién tensado de los tambores. El

ataque, pesado y decidido, avanzaba. Las trompetas los empujaban hacia lavictoria.Laartilleríamontadaprotegíasusflancos,ylosinmensoscuadradosdesedalosguiabanhacialacalderaderuidoenlaqueestabaelfocodelpoderdelosrebeldes.

GeorgeWashington había tenido la victoria en la palma de lamano y lahabíadejadoescapar.

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Enelcentrodelcampo,allídondelosrebeldeshubieranpodidodesbordarlasdefensasdesirWilliam,Washingtonhabíadecididoentretenerseatacandolacasaenlaqueel40.ºdeMusgravesehabíaatrincherado.Losproyectilesdeloscañones rebeldes rebotabanen losmurosde ladrilloy silleríay recibíancomorespuesta insultos y fuego de mosquete. Los muertos se amontonaban en eljardínyenelhuerto,ytodoseranrebeldes.

A las afueras del pueblo, donde los hombres marchaban en apoyo delcombate que se libraba en el centro, la niebla provocó el fratricidio. Dosregimientos rebeldes, habiendo confundido a los otros con el enemigo, habíanabierto fuego. Los rebeldes se masacraron entre ellos mientras que, por losflancos,elcontraataquedeloscasacasrojasbarríaalossupervivientes.

Descargashomicidasdesgarraronlaslíneasrebeldeshastahacerlasjirones.El ataque avanzó inmisericorde. Sin órdenes, perdidos y derrotados, losamericanosempezaronacederterreno,ylaretiradaseconvirtióendesbandada.

Diosvestíacasacarojaaqueldía.Elcentroamericanohabíaestadoapuntodehacersecon lavictoria,pero

había vacilado. La derecha había topado con un barranco defendido porhesianos, y se había detenido. La izquierda rebelde había superado las líneasbritánicasyhabíaalcanzadoelcampamento,dondelatentacióndehacerseconun buen botín detuvo su avance mejor de lo que lo hubiera hecho cualquierfuego de mosquetería. Sus oficiales habían intentado azuzarlos para quesiguieranadelantemientrassepreguntabancuándollegaríaelapoyoprometido.Nuncallegó,ylosdeVirginiasequedaronallívarados.

ElcapitánChristopherVanecabalgóhaciaelflancoasediado.Allídioconun mayor de brigada que le ofreció un trago de brandy y señaló hacia elcampamentoquemoteabaelpaisaje.

—RepletodehombresdeVirginia—dijoconalegría.Unabala,disparadapor un buen tirador, pasó entre ambos oficiales. El mayor no le iba a dar alenemigolasatisfaccióndequeparecieraquesehabíapercatadodelaamenaza.

—Estánatrapados.—¿Atrapados?—Hemos enviado dos batallones por el norte. Dentro de diez minutos

tendrán que rendirse, Kit. —El mayor alzó la botella de brandy a modo debrindis—.¡Porundíaglorioso!

—¡Sinduda!Vanesintióeljúbilodelavictoriacuandolasdescargasbritánicasbarrieron

elcampamento.Lasbalasdeplomosehundíanenlosbloquesdetierrayhacíansaltarpavesasenlashoguerasquehabíansidoabandonadasalamanecer.LosdeVirginia,quesehabíanadentradotantoenlaslíneasbritánicas,cadavezestaban

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másapiñadosenunreducidoinfiernoenelquevolabanlasbalasyenelqueelhumosehacíamásdenso.Asualrededor,dandolugaraunanuevaniebla,estavezdehumodepólvora,casacasrojasyhesianosabríanfuego.Teníanlascarascubiertasdenegro,loslabiostambiénrenegridosylasbocasabiertasmostrandounos dientes amenazantes. Mataban y seguían matando. Los hombres searrancaban las uñas al tirar de los pedernales. Cargaban y volvían a cargar,haciendo que lloviera lamuerte sobre un círculo cada vezmás reducido. Losrebeldesrespondíanasuvez,perosufuegoseibaahogandobajolavengativayhomicidamosqueteríadelosvencedores.

Laresistenciadelosrebeldesacabócuandoloscañoneshesianos,cargadoscon latasqueal serdisparadas sequebrabanydespedíanmilesdeperdigones,abrieron fuego. El humo se acumuló en grandes nubes que volaban hacia elcampamento, donde las tiendas estaban siendo destrozadas y convertidas entrozos de tierra,madera y hombres gritando. Desde algún lugar, enmedio deaquelnebulososudariodehorror,unavozordenóagritoselaltoelfuegoalosalemanes.

Loscañones,que retrocedíancincoyardascadavezqueescupían su letalcarga,quedaronensilencio.Elhumo,espesocomogachasdeavenayapestandoa sangre, se fue disipando junto con la niebla. Una camisa blanca, patética yrasgada,ondeabaentrelasfilasrebeldes.

—Creo que con eso será suficiente—dijo el mayor, jocoso—. ¿Quieresvenirconmigo,Kit?

Cabalgaronjuntoshaciaelcampamentoconlossablesenvainadosy,desdelosalrededores,otrosoficialesemprendieroneltrotehaciaelregimientorebelde.ElcoroneldelosdeVirginia,rodeado,superadoennúmero,privadodelapoyoque le había prometido su general, estaba ayudando a los oficiales a hacerpedazossubanderaparaecharlaalfuego.Algunosdesushombresllorabanporlavergüenzaquelesprovocabalasituación.Otrossededicabanadestrozarlosmosquetes contra el suelo, rompiendo así las culatas para quenopudieran serusadoscontralospatriotas.Otros,losheridos,selimitabanasangraryasufrir.

—¡CapitánVane!—Uncoronelhesiano,alreconoceralayudadecampodesirWilliam,picóespuelasparaacercarseaél—.¡Enhorabuena!

—¡Lomismodigo!Vane se inclinópara estrechar lamanodel coronel.Losprimeros casacas

rojasyhesianos,victoriosos,empezaronarebuscarentrelasropasyloszurronesdelosrebeldes,alacazademonedas,ron,comidaoalgúntipodetrofeo.Vanelos observaba. Luego vio a los oficiales enemigos, con los rostros abatidos,acercarse con sus espadas para rendirlas. Vane disfrutó del espectáculo, perosabía,quizámejorquecualquieradelospresentes,loajustadaquehabíasidola

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victoria. De no haber sido por los fallos cometidos por Washington, quizáhubieransidoloscasacasrojaslosqueahoraestuvieranentregandosushojasalosvencedores.

Aquel terriblepensamientohizoqueVanevolvieragrupasy se alejaradelos oficiales que venían a rendirse. Recorrió las deprimentes líneas de losvencidos y vio, a lo lejos, hacia el norte, a otros batallones británicos quemarchaban en persecución del enemigo. Picó espuelas y se deleitó con elrepentino olor a libertad, respiró un aire limpio que no apestaba a humo ni asangre. Los cascos de su yegua batían la tierra. A su izquierda, pálida en laniebla que todavía se aferraba a aquellos parches de tierra que aún estabanhúmedos,ardíaunacasa.

Los campos estaban repletos de los tristes desechos de la batalla. Habíamosquetes abandonados sobre la hierba. Cuerpos amontonados y a vecessolitarios que parecían extrañamente pequeños.Lamayoría, observóVane conindiferencia, tenían lospuñoscerrados.Unhombreherido,quese taponabaunagujerorezumanteen las tripas,caminabahaciaelsurarrastrandolospies.Uncaballo,conunapatarota, intentabasalirdeunazanja, luegorelinchóaterradocuandounamujer,quevagabaporelcampodebatallabuscandocualquiercosade valor, le rebanó el cuello. El caballo tembló, coceó y murió, y la mujer,acompañada de dos niños pequeños, y sin perder el tiempo, desabrochó lacarísima sillademontar.Otrasmujeres, aquellasque acompañabanal ejército,atraídas también por el olor a botín, acudían con cuchillos desnudos paraencargarse de muertos y moribundos. Los niños actuaban como exploradorespara las mujeres, buscando hombres que estuvieran demasiado heridos comopara resistirsea laspuñaladasy lospuñetazos.Tanto rebeldescomobritánicoseranejecutadosydespojadosdetodo.Seoíangritos.Eraelrumordelcampodebatalladespuésdelavictoria.

Unadescargademosqueteríaastillólanieblacadavezmenosdensa,yVanevio a un grupo de rebeldes huyendo del avance británico. Había jinetes deuniformeverdealolejos,haciaeleste.LoslealistasamericanoscabalgabanporOldYorkRoadbuscandorebeldesparaabatirlosasablazos.Vaneoyóunvítoryvolvióamiraralnorte.Allí,ungrupodeprisionerosbritánicos,liberadosgraciasalcambiodemareadelabatalla,dabanlabienvenidaasussalvadores.

YVanevioasusemental.Vioalcaballonegroconsuscalcetinesblancosmontadoporunhombrecon

camisablanca.Saltaronunavallayelhombresesaliódelasilla;cayóyaferróelcuerpodeunhombremuerto.Otrosujeto,uncasacaroja,sehizoconlasriendasdelanimal.

Christopher Vane se quedó ensimismado, apenas podía creer su suerte.

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Gritó,peroestabademasiadolejoscomoparaqueleoyeran.Tendríaquepagarleuna recompensaaquienquieraquehubieraencontradoal semental, aunqueeramejoresoqueperderalcaballo.Espoleóalayegua.Esta,agotadadespuésdeundíadeesfuerzos,emprendióuntrotedesganado.

Entonces Vane vio al hombre de la camisa blanca volverse y golpear alcasacaroja.Vanegritóimpotente.Elcasacarojatrastabillóaunladoyelotrosesubióalcaballoyempezóagaloparhaciaelnorte.

La yegua, exhausta, nunca alcanzaría al semental negro. Vane gritóinútilmente, entoncesvio la que sería su salvación.Desde el valle frondoso alotro extremo de la carretera, y persiguiendo a los centinelas rebeldes queintentabanhuir,aparecieronlosuniformesverdesdeloshúsareslealistas.

Lossables,brillantesenlanieblayaescasa,cayeron.Unhombre,gritando,cayó ensangrentado.Los rebeldes intentaron rendirse, pero no hay guerramásamarga que la que se libra entre compatriotas, y los húsares americanos noestaban dispuestos a dar cuartel. Seis lealistas, con los sables teñidos de rojo,saltaron la valla hacia la carretera para cercar a sus víctimas y, al hacerlo,ahuyentaronalsemental.

Elmuchachoquecabalgabaalomosdelanimaldiomediavueltadispuestoasaltar lavalladenuevo.Vanesepercatódequeel jovenmontabaconclase,pero el semental se negó a saltar, y eso le dio a Vane, que había estadohundiendo las espuelas en los flancos de su yegua sinmisericordia, el tiemposuficiente como para saltar la valla y girar. Con absoluta calma, como si sehubiera encontrado con un amigo en un camino de Inglaterra, el capitán seinclinóysehizoconlasriendasdelcaballo.

Elsemental,alreconocerasucompañeradeestablo,relinchóyagachólacabeza.Ambosanimales seolieron loshocicos,yVane seencontrómirandoalosojosgrandes,enloquecidosporlabatalla,deunjovenapuesto.

—Buenastardes—dijoVane—.Creoqueesporlatarde.Algúncabrónmeharobadoelreloj,opuedequelohayaperdido.¿Eresinglés?

—¿Señor?—Sam temblaba comouna hoja enmedio de una tormenta—.Sí,señor.

Vaneacariciólasorejasdelsemental.—Esmicaballo.Teloagradezco.Supongoquequerrásunarecompensa.—¿Sucaballo?Era evidente que las luces del muchacho habían quedado esparcidas al

viento, como si hubiera estado demasiado cerca de la boca de un cañón en elmomentoenelquedisparaba.

—Nomelopodíapermitir—dijoVaneentonocoloquial—,peropensabaque igual me hacía ganar una o dos carreras.—El muchacho parecía estar a

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puntodeperderlosnervios—.Nodeberíatenerlojuntoaunayegua,peromedapenacaparlo.¿Quéopinas?

Elmuchachomiró al hombremuerto que yacía en el barro.Más allá losúltimos rebeldesmorían bajo los sables de los húsares. Uno de los jinetes seechóareír.

—SellamaHéctor—dijoVane—.Noesunnombremuyadecuado,peroelhombrequemelovendiónoteníaimaginación,niunpoco.¿Cómotellamas?

—¿Yo? —Sam no parecía darse cuenta de que su montura había sidocapturada—.Sam,señor.SamGilpin.

—¿Gilpin? Un apellido muy inglés.—«Y una cara muy inglesa», pensóVane.No era el típico hombre hosco, delgado y desdentado, sino un perfectosajón.ElrostromismodeInglaterra,pensóVane,ysepreguntóporquéunchicoasí se habría unido al ejército—.Debesde sabermontar bien, soldadoGilpin.Héctoresunanimalvivaz,¿nocrees?

—Sí,señor—SamnolequitabalavistadeencimaaNate.Teníalosojoshinchados,ylasmanchasdepólvoradesucaraestabansurcadasdelágrimas.

—¡Gilpin! ¡Bájate de ese maldito caballo!—El sargento Scammell, quehabía echado a correr detrás de Sam, se descubrió la cabeza ante Vane enreconocimientoalapresenciadeloficial—.¡Baja,cabrón!

—Serámejorquehagasloquedice—dijoVaneconamabilidad.—¿Señor? —Sam frunció el ceño, luego miró a Scammell—. ¡Le ha

matado!¡Lehaasesinado!—¡Ytúmehasdadounpuñetazo,cabrón,ytevaacaerunabuenatandade

latigazos,SamGilpin!—Scammellteníalacaraamoratada.—¡Era mi hermano! —El grito de Sam surgió cargado de dolor e

impotencia.Scammell aferró a Sam de la pierna, se la retorció, tiró de ella y el

muchachocayódelasilla.—¡Bastardo!—ScammellempezóapropinarlepatadasaSammientrasel

capitánVane,queaúnnopodíacreersusuertealrecuperaralcaballo,tiródelasriendas del animal para apartarlo de aquellos dos hombres y llevarlo hacia ungrupodeoficialesmontados.

El teniente coronel Elliott le fue presentado a Vane. Este le ofreció unabotella de ron y su enhorabuena. Intercambiaron noticias, y risas de aliviorecorrieron la carretera embarrada.Un regimiento de escoceses, ataviados conkilts,marchabahaciaelnorteporlospastizales.Desdeelpuebloquequedabaaloeste,loscañonesabríanfuegocontralosamericanosenretirada.

—Parecequehayasestadoenmediodetodoelasunto,Vane—dijoElliott.Vane semiró la sangre secade lospantalones.Losacontecimientosde la

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mañanaparecíanlejanos.—Misirviente,señor.Tuvoladesfachatezdeponermeperdidoalmorir.—¿Sabíacocinar?—Nomuybien.—Entoncesnoleecharásdemenos.Siemprehayquetenerunsirvienteque

sepacocinar.—EltenientecoronelElliottmiróhaciaelnorte—.PorDios,síquecorrencomomujerzuelasesosyanquis.

—Asíes.LlegóungritodesdelacarreterayVanesevolvió.Estabanlevantandoala

fuerzaaunprisioneroamericano.Esteerauntullidoheridoquenopodíatenerseen pie, así que un teniente ordenó que le hicieran una camilla entre dosmosquetesrebeldescapturadosydoscasacas.

Luego un aullido hizo que Vane mirara hacia el lugar en el que habíarecuperado su caballo delmuchachodepelo rubio.El airado sargento tenía alchicoacorraladocontralavalla.Vanefruncióelceño.

—Esemuchachodeahí,SamGilpin…,¿quétales?EraevidentequeaElliottleparecióextrañoqueselehicieraunapregunta

así,peroVaneeraayudadecampodesirWilliam,yhabíaquebailarleelagua.—Hace maravillas con los caballos. Solo Dios sabe por qué no está en

caballería.—Oporquésealistó,paraempezar—dijoVane—.Parecequenoselleva

muybienconsusargento.Elliottsonrió.—Scammelleseltipodepersonaalaqueesmejornoenfadar,Vane.ElsargentoScammellleestabaescupiendopalabrasaSamalacara.—¡Me has golpeado, SamGilpin! ¡Me has golpeado! ¡Te voy a subir al

trípodeyvoyahacerteazotarhastaquetebrillenlascostillas!Samleobservabaconodioasesino.—¡Lehadisparado!—¡Estaba desertando!Y tú no se lo has impedido. ¡También haré que te

azotenporeso,cabrón!—Scammelllediouno,dosytrespuñetazosaSamenlacara—.¡Hijodeputa!

—¡Basta!—dijounavozalaespaldadeScammell.Eraunavozgravey autoritaria quehizoque el sargento sevolvierapara

miraraloficialquehabíadetenidolademencialhuidadeSam.—¿Señor?—Scammelladoptólaposicióndefirmes.ChristopherVane no estabamuy seguro de por qué, un instante antes, le

habíapedidopermisoaElliottparaintervenir.QuizáfueraporquehabíavistolahabilidaddeSamconel semental,quizápor laeuforiade lavictoria.Fuera lo

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quefuese,VaneahorateníaeldestinodeSamenlasmanos.—¿Estabashuyendo,Gilpin?—El muy cabrón estaba desertando, señor —dijo Scammell a modo de

confidencia.—¿Selohepreguntadoausted,sargento?—No, señor.—TodoeldesprecioqueScammell sentíahacia losoficiales

quedópatenteenaquellasdospalabras.—¿Ybien?—VanevolvióamiraraSam.—Hamatadoamihermano,señor.—¡No te he preguntado eso!—dijoVane con voz autoritaria—. ¿Estabas

desertando?—¡No, señor!—En realidadSamno había sabido adónde se dirigía. Tan

soloquelehabíanposeídolarabiaylaimpotencia.—¡Estámintiendo,señor!—ElsargentoScammellhabíasidogolpeadopor

SamGilpin,yelsargentoScammellnoeraeltipodehombrequefueraadejarpasaruninsultoasí.Temíaquelaintervencióndeaqueloficialinterfirieraconlajusticianatural, sentíaque teníaquedejar claras sus razones—.Esunmalditoembustero,señor,yvaairdirectoaltrípode.

Vanehabíatomadonotadeldesprecioconqueelsargentosehabíadirigidoaélynopudoresistirlatentacióndebajarleloshumos.

—No puede azotar a mi sirviente. Al menos no sin mi autorización,sargento.

—¿Susirviente,señor?—ElsargentoScammellinsuflótantaindignaciónasuvozcomoseatrevió.

Vanedecidiótomarselapreguntacomoungestoamable.—Gracias,sargento.—MiróaSam—.¿Sabescocinar,SamGilpin?Samobservó,sincomprender,aloficialcubiertodesangre.—¿Sabescocinar?—preguntóVaneunavezmás.—¿Cocinar,señor?No,señor.—Peropuedesaprender.Ysabesmontar.Toma.—Lelanzólasriendasdel

sementalaSam—.Ysígueme.Samnosemovió,tansololemiraba.—¿Ybien?—Vaneestabadisfrutandodesupapeldivino.Aligualquesir

William le había arrancado de las monótonas labores de todo oficial deregimiento, Vane haría uso ahora de su patronazgo como oficial del EstadoMayorpararescataraesesoldadoraso—.¿Prefieresunoslatigazos?—preguntóVane.

Sam,depronto,seapartódelsargento,nofueraqueaquelquijotescooficialcambiaradeparecer,yseapresuróarecogerlacasacarojaquehabíadejadocaer

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Jonathon. Luego puso un pie en el estribo del semental y subió a la silla conagilidad.Aferrandolacasaca,miróhaciaelcadáverdesuhermanoyvioquedossoldadosleestabandespojandoaNatedetodohastadejarlodesnudo,listoparaser enterrado en una fosa común. Se hacía lo mismo con todos, pero verloresultaba desgarrador. A Sam le hubiera gustado decir una plegaria, inclusohaber cavado él mismo una fosa individual, pero no había tiempo. Su nuevopatrónestabaimpaciente.

—Vamos—dijoelcapitánVane—.Tengounhambredelobo.El sargentoScammell nopudohacer nada.Losbritánicoshabían logrado

alzarse con la victoria y Sam había sido rescatado. Recorrió los campos desangre envuelto en nubes de humo acre. El señor Washington habíadesencadenadolabatalla,sirWilliamlahabíaganado,Samyanoeragemelodenadieytodo,mercedalfuegoyalacero,habíacambiado.

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SEGUNDAPARTE

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LaseñoraElisabethLoring, lagloriosaLizzieLoring,estabadepie juntoasirWilliamHoweysonreíaconcordialeleganciaalosinvitadosdesuamante.

ElpropiosirWilliamvestíaunresplandecienteabrigodecolorrojointensoengalanadoconcordones,cadenasylazosdorados.Llevabauncorbatíndesedablanca anudado y abultado por un broche de oro entre los cuellos bordados,tambiénenoro.Unaestrelladoradaydeesmaltebrillabasobreunfajínazulqueteníaatadocómodamentealacintura.Consupeluca,elegante,felizyjuntoasuamada,sirWilliameraelhombremásorgullosodeFiladelfia.

Unminuetoenvolvíalaestanciaendulzura.Losmúsicosllevabanpelucasempolvadas que enmarcaban unos rostros absortos y perlados de sudor. Susuniformes blancos lucían estridentes cuellos de color escarlata y solapasfrontales carmesís, así comocharreterasdoradasquehacían suya la luzde losaltoscandelabrosqueiluminabanlatarimadondeseencontraban.

LaseñoraLoring,labellaseñoraLoring,vestíaunapolonesadesedaazulturquesa, con corpiño sobre tontillo con brocado demarfil. La polonesa teníalilas bordadas y escote. Bajo sus pechos colgaban hileras de perlas queabrazabanloscontornossedosos,mientrasqueenlasinclinacionessuperioresdeestos, osadamentedescubiertosydelicadamente empolvados, lucíados lunaresartificialesdeterciopeloenformadecorazón.Sucabellodoradoestabarecogidoen una composición barroca de rizos y pequeñas guirnaldas moteadas delágrimasdeperlaquecolgabandeganchitosdeplataylazosdesedacarmesí.Elelaboradopeinado,que,aligualqueelvestido,eramuchísimomáselegantequecualquieraquehubieraenelsalón,sealzabaquincepulgadasdesdeloaltodesucabeza.

El champán, que a causa de la presencia de los fuertes rebeldes quebloqueabanelDelawarehabía sido transportadopor tierradesde losbarcosdeaprovisionamientoenChesapeakeBay,eraservidoendelicadascopasdecristalque chocaban y tintineaban arrítmicas bajo el son dulce de violines, violas yflautas. Habría dos centenares de invitados, quizá más, pero era tal laprodigalidaddelcomandanteen jefequenadiepodíaestarseguro.Estabanallíparacelebrarelrestablecimientodelamonarquíaenlaciudadmásgrandedelas

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colonias.Unagranhoguera,enlachimeneademármol,calentabaelsalónhastatalpuntoquelaspuertasdecristalquedabanaljardínhabíansidoabiertasdeparenparyalgunosinvitadoshabíansalidoalaterraza,iluminadaporquinqués.Enlo alto resplandecíauna lámparade araña, con lágrimasde cristal ydotadadetresfilasdecarísimasvelasblancas.Lasllamastemblabanantelabrisanocturnaquesecolabaporlasventanas.

—¡El señor y la señora Becket! —Un mayordomo uniformado, demagnífico aspecto, junto a las puertas dobles por las que se accedía al salón,anuncióalosreciénllegadosconsonoravoz.

—¡Por Dios, pero si es el señor Becket! ¡Es un placer, caballero, unauténticoplacer!—YsirWilliam,quejamáshabíavistoaaquelhombre,síquedestilabaalegríaalconocerle, tratandoaAbelBecketcomosifueraunviejoyqueridoamigoalquehubieraechadodemenos—.Yusted,querida,cuántomehonra su visita, señora. —Sir William hizo una reverencia y cogió la manoregordeta y enguantada de Hannah Becket—. Permitan que les presente a laseñoraElisabethLoring.

LizzieofreciósusdedosenfundadosenguantesdeencajealseñorBecketyeste pareció quedarse ensimismado por aquellos generosos pechos que lequedabanalcaerdelamirada.Surostroeraincapazdeesconderlarepulsiónqueleproducía;apartólacabeza,peronopodíaignoraralaamantedelhombredecuyosesfuerzosdependíaelrestablecimientodelcomercioenlaciudad.Apenasrozólosguantesdeencaje.

—SeñoraLoring.—LlámemeElisabeth.—Porsupuesto,señora.AbelBecketjamáshabíavistotantodelpechodesumujercomolaseñora

Loringseempeñabaenenseñarlealmundo.—Comerciantelealista—susurróAmbroseSerle,secretariopersonaldesir

William,aloídodelgeneralduranteeldesigualencuentro—,depeso.—Debe decirme —a sir William le resultó divertida la conmoción

experimentadaporsusinvitadosantelosesplendoresdeLizzie—cómopodemosserle de utilidad al comercio, señor Becket. Ustedes, los comerciantes, sonnuestrafuerzaenlascoloniasynodebemosignorarlos.

—Puede ocupar los fuertes, sir William. —Abel Becket decidió que lomejorerahablarconfranqueza—.Elríosecongelará,señor.Secongelará.Ysinotenemosocasióndesacarnuestrasexistencias,acabaremosarruinados.Ysilaciudadnopuedeserreabastecida,compartiremosruina.

—Retomarélosfuertes—dijosirWilliam—.Dehecho,eseesmiprincipalobjetivoenlassemanasquesiguen.

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—¿Semanas? —Abel Becket, que temía que su compra de nogal negroamericanopudieraacabarsiendosuruina,nopudocontenersuindignación.

—¡Tranquilo, señor Becket!—dijo sirWilliam alegremente—. Deje queseayoquiensepreocupedelosfuertesmientrasusteddisfrutadelchampán.Unabebida escasa, pero amíme encanta, y la señoraLoring es testigo de que haviajadocomodebe.

Abel Becket se apartó de las impresionantes redondeces de la señoraLoring,ysepreguntócómopodíaunhombre,másaúnuncomandanteenjefeycomisionadodePaz,traerasuamanteypresentárselaagenterespetable.SieseeraelmodoenquesehacíanlascosasenLondres,quizáfueramejorque…Peroesaderivamentalerademasiadopeligrosa,demasiadorebelde,asíquesealejó,llevándosea suesposaconsigo,y cruzó la estancia atestadahacia el refugioycompañíadelreverendoMacTeague.

—¡Quéhombremásaburrido!—ledijoLizzieasirWilliam.Susojosgrandesy luminososdejarondemirara laespaldaenretiradade

Abel Becket, y se centraron en el oficial de casaca roja cuya vaina y espadacolgabandeunascadenasdeplatanuevas,yquelucíalasbrillantescharreterasqueproclamabansuestatuscomoayudadecampo.

—¿Esesetunuevomuchacho?—Asíes.¡CapitánVane!VaneseacercóasirWilliam,quienlepresentóalaseñoraLoring.Eljoven

hizounapronunciadareverenciaantesubelleza.—Señora…LizziedejóreposarsusdedosenfundadosenlamanodeVane.—Me dice sir William que hizo gala de una bravura ejemplar en

Germantown,capitán.—SirWilliamesmuyamable,señora.—Talesalabanzaseranmielparalos

oídosdeVane,quefueincapazdeocultarsujúbilo.—Demasiado amable, dicen algunos. —Lizzie sonrió—. Particularmente

conlosamericanos.Vane sabía que estaba siendo puesto a prueba, aunque no sabía con qué

objeto.Sonrió.—Saltaalavistaelporqué,señora.SirWilliamquedóencantadoconelcumplidodeVane,aunquetambiénera

cierto que sir William estaba encantado con aquella espléndida noche en suconjunto.Hizoungestohaciaelelegantesalón.

—Magnífico,¿verdad,Kit?Alapardecualquierrecepciónlondinense.Elsalón,conintrincadadecoracióndeescayola,quizánofueramerecedor

de las exageradas alabanzas de sir William, pero era indudable que en lo

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ornamental resultaba impresionante. Los espejos, decorados con elegantespaneles de estuco,multiplicaban el resplandor de las velas de sebo de ballenadesprendiendo destellos de luz quebrada. La casa, requisada para albergar alEstadoMayordesirWilliamenFiladelfia,eralamáslujosadelasgrandescasasdelaciudad.

—¡Pásalobien,Kit!—AsídespidiósirWilliam,afable,asunuevoayudadecampo.Y justoenelmomentoenque losmúsicossearrancabana tocar lapopular tonada Tiempo de Juventud, el general empezó a mecerse sobre sustaconesrojos.

En ese momento sir William se sentía anegado de un júbilo cálido ygeneroso.Hamlet, superro,aúnnohabíaaparecido,peroesoera loúnicoqueempañaba la satisfacción del comandante en jefe, quien, no obstante, seguíaconfiandoenquelaplacadeplataqueelanimalllevabaalcuelloaúngarantizasesufelizretorno.Porlodemás,sesentíadichoso.

Habíaobtenidounavictoria,Filadelfiaestabaasalvo,suesposaestabaenInglaterrayelmaridodeLizzieenNuevaYork.

SirWilliamtenía,portanto,garantizadossusdeleitesnocturnos,noasísusayudasdecampo,quebuscabansuspropiosysimilaresconsuelos.ChristopherVaneintercambiópareceresconJohnAndre,quien,aligualqueél,habíaestadoexplorando los encantos femeninos que poblaban las atestadas habitaciones.Vanehizoungestohaciaunamuchachaconunvestidoverdequeseensanchabaalaalturadelascaderasmercedaunmiriñaquepasadodemoda.

—Tieneunasonrisaencantadora,¿nocrees?Andreesbozóunadramáticamueca.—Tieneunosdienteshorribles,yelalientolehueleacloaca.Lahehecho

reírhaceunmomentoymehedesenamoradoalinstante.¿Quétepareceladelvestidodefranjasazules?

ChristopherVanesintióunescalofrío.—SiHelenaprovocóque sebotaranmilnaves, John,poresachicano se

habríahechoalamarniunbarcodejuguete.—Es difícil contentarte.—André señaló hacia la puerta—. ¿Qué hay de

aquella, la que lleva el vestido de algodón color crema? ¿No te he vistocoquetearconellaconciertatorpeza?

Vanesonrió.—Me estaba deshaciendo de ella, amigomío. ¿Te atrae esa criatura? Se

llamaPeggyShippen.Quizámerecieradosotresbotesderemos.—Eres injusto como un demonio,Kit.—Lamuchacha tenía los cabellos

dorados,pielfinayojosazules—.Yolededicaríaunaflotilla.—JohnAndreseatusólacasaca—.Contupermiso.

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LaseñoritaShippenerademasiadorollizaparaelgustodeVane.Sonrió.—Tedeseoeljúbilodelavictoria,John,ylarápidarendicióndelenemigo.Vane,solounavezmás,recorriólassuntuosashabitacionessonriéndolesa

las esposas de los comerciantes y picandode los grandes platos de ostras quehabíapordoquierparadeleitedelos invitados.Observóa lasmuchachas,perono vio a ninguna que lemereciera el esfuerzo que suponía todo flirteo. LordRobertMassedeneestababailandoconunamuchachaaltaypelirrojaqueVanehubiera considerado atractiva de no haber sido porque ya estaba envuelta enbrazosdelaristócrata.

—¿Cómolesuelenllamar,capitánVane?¿Christopher,KitoKitten?VanediomediavueltaysesorprendióalveraLizzieLoringsonriéndole.

Hizounareverencia.—Loúltimonunca,señora.—Supongoqueno.Entonces…¿Kit?—Esoes.—Yo,Lizzie.LamujersecolgódelcododeVaneylehizocruzarlaestanciahastauna

mesarepletadecomida.—Billyestáocupadoconloscomerciantes,yamímeaburren.—Cogióuna

ostraydejóquesedeslizaraensuboca—.Lasmejoresdelmundo—suspiró.—¿Señora?—¡Las ostras, Kit! Seguro que no se niega a admitir que es enAmérica

dondeseencuentranlasmejoresostras.Vane,aquiensolíamolestarleelhábitodeloscolonosdedecirquetodolo

americano era mejor, más grande y más bonito que cualquier otra cosa delmundo,noseviocapazdecontradeciraaquelladeslumbrantebellezaamericanaqueejercíatalinfluenciasobresirWilliam.

—Estánmuybien,señora.—¿«Muy bien»? —Lizzie repitió la tímida alabanza con indignación—.

Nuestrasostras,Kit,sonseleccionadasenellechodelcielo,sealimentandelalechedelosángelesysololosdiosessondignosdesaborearlas.

LamujerrioyvolvióacolgarsedelbrazodeVane.Actoseguidolellevóalaterraza,desdelaqueseveíaungrupodeluciérnagasquebrillabanjuntoalososcurosarbustosqueescondíanlascabañasdelosesclavosylosestablos.

—¿Ningunachica,capitán?—Estanochesoyelayudadeservicio.—¿Se toma su deber muy en serio? —dijo Lizzie con despreocupado

desprecio,aunque,dadasuíntimacercanía,lamujerlehizosentiralcapitánelplacerdeconvertirseenelblancodelasmiradascelosasdeotroshombres.

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Lizziediodospasosdebailealsondelamúsicayluegocogióunacopadechampándelabandejadeunodeloscriadosquepasabaporallí.

—¿Creequeestomarcaelprincipiodelapaz,capitán?—¿Yusted,señora?—preguntóVaneconcautela.—Billy sí. Y tiene intención de permanecer en las colonias en cuanto se

hayafirmadoeltratado.—¿Losrebeldeshanaccedidoanegociar?—Loharán—Lizzieseatusólaslustrosasfaldasyseapoyódelicadamente

contra la balaustrada de piedra, bajo los quinqués, en torno a los cualesrevoloteabannubesdemariposillas nocturnas—, siemprey cuando se les tratecon dignidad. Hoy, capitán, se negó usted a permitir que una delegación demujeresseentrevistaraconsirWilliam.

Vanesupoentoncesqueaquellamujerbellaeinteligentelehabíaabordadoconunpropósito,ysintióresentimientodequepudierainterferirdeesemodoensusobligacionessoloporserlaputadeungeneral.

—Elgeneralestabaocupado—dijoVanefríamente.La delegación había ido a rogar por los civiles patriotas que, habiéndose

quedado en Filadelfia, habían sido encarcelados ilegalmente por los lealistasantes de que llegaran los británicos. Vane había recibido a las esposas de losdesafortunados prisioneros y prácticamente se había limitado a encogerse dehombros al escuchar su petición. Sin embargo, era evidente que las mujereshabíanencontradoasuvengadoraenlaamantedesirWilliam.

—Todosseránpuestosenlibertadmañana—dijoLizzie.—EsoserásisirWilliam…—Yalohadecidido.Vaneaceptóladerrota.—Nomecabedudadequelascárcelesnotardaránenllenarsedenuevo.Lizzie le observaba como si de verdad deseara comprender lo que se le

estabapasandoporlacabeza.—Heoído,capitán,queesustedunodeesoshombresqueconsideranque

losrebeldesdebensercastigadosporlaosadíadedesafiaralreyJorge.Vanehubieraqueridodecirquesusopinionesnoeranasuntode laseñora

Loring,perosabíaque,ajuzgarporelpoderqueejercíaaquellamujer,nodebíamostrarsetanaltanero.

—Si cedemos ante los rebeldes en la mesa de negociaciones, señora,animaremosaotrosaseguirsuejemplo.Yentonceselimperioseveráanegadoporvándalos.No,señora,losrebeldesdebensercastigadosparaaleccionaralosdemás.

LizzieLoringfingióvalorarsuspalabrasuninstante.

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—Pero entonces, si azota usted a los niños, ¿cómo pretendemantener elordenenunaguarderíadesafectayqueleodia?

—Quenosodien.—¿Mientraslosteman?—seburlóLizzie—.Esustedunhombreorgulloso,

capitánVane.¿Tienequeverconelhechodequeseahijodeuntendero?Vane miró a Lizzie a los ojos. Estos reflejaban la luz de los quinqués

desprendiendodiminutosdestellos luminosos.Sepreguntóquiénhabría estadochismorreandosobreél.¿Massedene?

—No,señora.—Losinglesessientenunabsurdodespreciohacialoscomerciantes,¿noes

así?Seguroqueanhelaseraceptado.—ObienLizzieeraajenaalhechodequeestabahurgandoenlosmiedosmásprofundosdeVane,ocreíaquesubellezaledaba el derecho a decir lo que le viniera en gana. La mujer sonrió—. Sí lerogaríaqueapoyaralasambicionesdesirWilliam,capitán.Quieresellarlapazsinmásderramamientodesangre,ycreoqueesedeseomereceelapoyodesufamiliamilitar.

—Porsupuesto,señora—dijoVaneentononeutro.Comprendía que Lizzie Loring quisiera que su amante estuviera

cómodamenterodeadodehombresquemostraransuacuerdo,peroVanenoibaacambiardeopiniónsoloporqueaquellamujerconlossenosamediodescubrirlesonrieracondulzura.Noobstante,tambiénsabíaqueseríapeligrosoconvertirlaenenemigadadalainfluenciaqueejercíasobreelcomandanteenjefe.

—Le aseguro, señora, que ningún ayuda de campo cumple su deber conmásdiligenciaqueyo.¿Lesirveeso?

PeroLizzieLoringnoparecíaestarescuchándole.Ensulugar,distraídaporunrevueloprovenientedeunadelaspuertasacristaladasquedabanaccesoalacasa,Lizziemiróaladerecha,yVanesiguiósumiradaparaverquéeraloquehabíacaptadosuatención.

Elmundosehabíadetenido.Allíhabíaunamujeralta,delgada,joven,imperiosayespléndida.Llevaba

unsencillovestidoescarlatadealgodón,perodadasuesbeltafiguracualquierahubieradichoquesetratabadeunaprendadealtacosturaalaúltimamoda.Supeloeranegrocomoeldeunabruja,ylollevabarizadocondelicadezaentornoa un rostro bello y estrecho que desprendía carácter debido a una mueca deenfado.

Un teniente cuya labor consistía en acompañar a los invitados por lamansiónapareciójuntoalamujery,alveraVane,cruzóconellalaestancia.

—Señor,permitaquelepresentealaseñoraMarthaCrowl.Eltenienteestabanervioso.

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—Asuservicio,señora.—Vanelededicóunareverencia.—ElcapitánVane,señora—dijoelteniente—.Elayudadeserviciodesir

William.—Puede llamarle Kit. —Era evidente que Lizzie había presentido la

hostilidaddeVanehaciaella—.YosoyElisabethLoring.Ambas mujeres se miraron, y entre las dos surgió un destello de

camaradería, ya queMartha le dirigió aLizzie una rápida pero íntima sonrisaque se clavó en el alma de Vane como un dardo. El capitán no pudo evitarpreguntarsemediantequémagiasecomunicabanesasmujeres.

—LaseñoraCrowldeseahablarconelcomandanteenjefe,esurgente—explicóelteniente—.YalehecomunicadoquesirWilliamestá…

—… sir William estará encantado de conocerla —interrumpió Lizzie altiempoqueconungestodelamanodespedíaal teniente—.Séacienciaciertaque llevamediahora secuestradoporunoscomerciantes tediosos.¿Quierequevayamosarescatarlo?

Ysí, sirWilliamestabaatrapado,y tambiénestabademasiadocercade lachimenea, lo que le hacía temer que las medias de seda se le estuvieranchamuscando. Sin embargo, no se atrevía amoverse, porque no quería que lalegacióndecomerciantesdeFiladelfia,queleteníarodeado,selotomasecomounaofensa.Leestabanaburriendo,perosirWilliamsabíaquedebíamostraruncortés interés por sus preocupaciones. Aquellos, después de todo, eran loshombressobrelosquedescansabalariquezadelascolonias,ylosmásacérrimosdefensoresdelpoderreal.

—Lesaseguro—dijosirWilliamporterceraocuartavez—quelosfuertesdelríocaeránennuestrasmanos.Seloprometo,caballeros.

—¡Debenserocupados!—dijounfabricantedemueblescontristeza.—¡Y lo serán! —Sir William deseó que uno de sus ayudas de campo

acudiera a rescatarle, pero lo más seguro era que todos estuvieran con lasjóvenesinvitadas.

AbelBecketexigíasaberlafechaenlaqueelríoseríaseguroparaeltráficofluvial.

—Tengo mercancías listas para ser enviadas a Inglaterra, madera decastaño,sirWilliam,yyavanconretraso.

—Mehago cargo,mehago cargo.—SirWilliam, con el trasero ardiendopor la proximidad a las llamas, se preguntaba por qué el destino le estabacastigando con la compañía de aquel tratante de maderas—. El río quedaráexpeditodentrodepoco.

—Esperoqueantesdequelleguenlasheladas—continuóBecket—.Olosfranceses…

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EseúltimocomentariomolestóasirWilliam,quefruncióelceño,ungestomuypococomúnenél.

—Los franceses, señorBecket, noquierenverse envueltos en la rebelión.Sí,noniegoquelesencantaríaverhumilladaaGranBretaña,pero¿pagandoelprecio de apoyar el republicanismo?Francia es unamonarquía.—Esto últimofue dicho con cierto paternalismo, como si no pudiera esperarse que uncomercianteamericanodeprovinciassupiesegrancosasobrelapolíticaeuropea—.Además—sirWilliamrelajóelgesto—,larebeliónacabarápronto.Hemostenido la suerte de asestarle al señorWashington otro golpe.No creo que sushombrespuedansoportarel invierno,porDiosqueno.Ydentrodemuypoco,caballeros, tendremosnoticiadeléxitodelgeneralBurgoyne.Nueva Inglaterralesseráarrebatadaalosrebeldes.

—¡Alabado seaDios!—dijo el reverendoMacTeague, que estaba con laorejapuestaenlaconversación.

—Creo que la paz no solo es probable, sino inminente. —Sir Williamignoróalrollizosacerdote,quenohacíamásquedarlalataenelEstadoMayorpidiendopermisoparaoficiarunservicioparadargraciasaDiosporlavictoriadeGermantown.SirWilliamnoqueríahacernadasolemne,soloqueríaalegría,comolapiezaqueahoratocabanlosmúsicosconenergía:Elmundoalrevés.Unbrillante destello azul pasó por delante de una de las puertas que daban a laterraza.SirWilliamvio,conalivio,queLizzielellamabadiscretamente—.Lesruegoquemedisculpen,caballeros—murmuró,comosicuestionesmilitaresdevitalimportanciamerecieransuatencióninmediata.

Y,enciertosentido,asíera,porqueMarthaCrowl,quehabíasidollevadaala biblioteca vacía de la casa, acusó a sir William, a bocajarro, de crueldad.¿Había visitado sirWilliam los hospitales en los que se había hacinado a losheridosrebeldes?Laviudaexigíasaberlo.

SirWilliam,queadmirabaa lasmujeresconcarácter,auncuandoestas leinterrumpíanenmediodeunacelebración,confesóquenolohabíahecho.

PeroMarthaCrowlsísehabíatomadolamolestiadevisitarloshospitales,yahorapasóarelatarleasirWilliamloshorroresdelosquehabíasidotestigoenlas salas atestadas, de la agonía y el abandono que sufrían los heridos. LizzieLoring, sentada en una esquina de la estancia, escuchaba acompañada delcapitánVane.

—Ymipropiohermano—dijoMartha—estámuriéndoseenunodeesoshospitales.

Hubosilencioenlabiblioteca,salvoporeltintineodelamúsicaquellegabatenuehastaelpasillo.

—Lo lamento profundamente—dijo sir William al fin. Frunció el ceño

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buscando palabras más adecuadas. No encontró ninguna—. Lo lamentoprofundamente.

—He intentado que lo cambiaran de sitio —dijo Martha—, del mismomodoqueheintentadoaliviarlosmalesdetodosnuestrosheridos,sirWilliam.Yambas peticiones me han sido denegadas. Los médicos dicen que no seencargarán de los americanos heridos hasta que los británicos hayan sidotratados,peroesquetampocopermitenquenuestrospropiosmédicosaccedanaloshospitales.Estonoespropiodehombrescivilizados,sirWilliam.

—No.—SirWilliam estaba visiblemente afectado por las noticias de lasqueMartha leestabahaciendopartícipe,yVanesepercatódequemirabaa laseñoraLoringenbuscadeapoyo.Elgeneral tambiénsesentíaintrigadoporelposesivo«nuestros»queusabaMartha—.¿Puedopreguntarle,yleruegoquemedisculpe,sisimpatizaconlacausarebelde,señoraCrowl?

—Soyunapatriota,señor,yestoyorgullosadeserlo.—Agradezco suhonestidad.Deverdad.—SirWilliamhizootrapausa—.

¿Debosuponerquesiestáaquí,sola,esporquesumaridoestáluchandoconelseñorWashington?

—Mimarido estámuerto, señor, pero si estuviera vivo ahora se contaríaentrelastropasdelgeneralWashington.

SirWilliam tomó nota del énfasis con el que había sido pronunciada lapalabra«general»ysonrió.

—Nos negamos obstinadamente a reconocer su rango, señora, debedisculparnos. —Se giró para mirar a Christopher Vane—. ¿Eres el ayuda deservicio,Kit?

—Sí,señor.—Quizá puedas dar orden a los hospitales para que le sea facilitado el

accesoacualquiercivilquedeseeatenderalosheridosrebeldes.Vaneasintió.—Porsupuesto,señor.Redactarélaordenestamismanoche.SirWilliamvolvióadirigirseaMartha.—¿Ydicequesuhermanoseestámuriendo?—Si no se le amputa la pierna, sí.—Martha dudó, pero fue incapaz de

resistir la tentaciónde echar sal a la herida de sirWilliam—.Yni siquiera lohubiera sabido de no haber insistido en recorrer los hospitales. —Martha, aligualquetodas lasmujeresquebuscabansabersobresusseresqueridos,habíasalido a averiguar si alguno de los prisioneros había visto a Jonathon en labatalla,pero,envezdenoticias,habíaacabadodandoconsuhermano—.Insistíenquemedejaranacceder—dijodesafiante.

SirWilliamsonrió.

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—Celebroqueasífuera,señora.—PeronomepermitieronllevarmeaJonathon.—Seremediarádeinmediato.—Sevolvió—.¿Kit?—Deinmediato,señor.—VanemiróaMartha—.¿Dóndeseencuentrasu

hermano,señora?—EnlaCasadelEstado,capitán.—¿Adónde quiere que lo llevemos? —Vane garabateaba notas en un

pequeñocuaderno.—Mi casa es el edificio de piedra caliza en la esquina de Fourth con

Market. ¿Puedo sugerir que lleven a Jonathonpor la parte de atrás?Hayunasescalerasqueconducenalacocina.Allíhabráuncirujanoesperando.

Vaneesbozóunasonrisacondescendienteantelainsinuacióndequeseríaélquiencargaríaconelrebeldeheridoporlascalles.

—Misirvientelollevará,señora.¿Cómosellamasuhermano?—JonathonBecket.SirWilliamesbozóungestodesorpresa.—¿NoseráelhijodeAbelBecket?—Su sobrino, sir William, aunque el señor Becket ha desheredado a

aquellos de su familia que son patriotas —dijo Martha con desprecio. Actoseguidorelajóeltonoehizounareverenciadirigidaalcomandanteenjefe—.Seloagradezco,sirWilliam.

Elgeneraldevolviólareverencia.—Solo lamento que se haya visto en la necesidad de venir a esta casa,

señora.—Y yo estoy encantada de haber venido. —Martha parecía sorprendida

antetanfácilvictoria.LuegosesonrojócuandoVaneleofreciósubrazo.—Dijo que la cuestión era urgente, señora. Deberemos, pues, actuar con

urgencia.—Sí, capitán. —Martha, obediente de pronto, tomó el brazo que se le

ofrecíaysaliódelaestancia.SirWilliamresoplóapreciativo.—¡EsperoqueVanesepaloquetieneentremanos!Todaunabelleza,sies

quealgunavezviuna.Exceptuándoteati,porsupuesto.—Esperemosquesepainsuflarlealcapitánalgodesentidocomún.—¿NotecaebienKit?—SirWilliamparecíasorprendido.—Esunhombreorgullosoyconambición.Esunacombinaciónpeligrosa,

William.—Pero yo soy general y él es capitán, así que creo que podemos dormir

tranquilos.¿Volvemosconnuestrosinvitados?

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Sir William esbozó su benevolente sonrisa, capaz de iluminar esa tierrasalvaje.Soñabaconlapaz,soñabaconlasrisasquehabríandeengalanaresapazcon alegría, a cuyo fin, mientras el capitán Vane acompañaba a la viuda, sirWilliamvolvíaalbaile.

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17

—PorelamordeDios…El oficial de servicio en la Casa del Estado era un teniente ya mayor y

perezosoaquienelalientoleapestabaaron.Unhombredesencantadoquecreíaque le estaba siendo negado aquello que merecía. El teniente sostenía laautorizacióndelsoldadoSamGilpincercadelallamadeunavela.

—¿SirWilliamHowe?—dijoeltenienteinsinuandoincredulidad.—Lohafirmadoél,señor—dijoSamprocurandoserútil.EnrealidadelsecretariopersonaldesirWilliamhabíafalsificadolafirma,

perosoloporquenoqueríaimportunarmásasirWilliamensunochedefiesta.—Existeunacosaquesellamaluzdeldía,¿losabías?Diosdijo«hágasela

puta luz», y se hizo. ¡Pero no! Sir William tiene que mandarte a la putamedianoche,¿verdad?—EltenienteledevolvióaSameldocumentoselladoy,aregañadientes,dioporbuenasuautenticidad—.¿Hasvenidoaquíabuscaraunyanquidemierdayallevartealmuycabrón?,¿eseso?

—Sí,señor.—Mucha suerte, hijo. Han estado cayendo como gorriones, así que el

sodomita al que buscas estará muerto seguramente. —El teniente bostezó—.Llévateunputoquinqué,ynovayasaprovocarunincendio.Ynodespiertesalosheridos.Bastantelatadanya.

SamaccedióasíalaCasadelEstado.Encendióelquinquéconlaveladelteniente de servicio. La vida del sirviente de un oficial, se estaba percatando,estaba repleta de sorpresas, ya fuera servir dos desayunos al capitán y a laprostitutaquesehabíallevadoarribalanocheanterior,oirdeunladoparaotrohaciendoextrañosrecadoscomoaquel.Todohabíaempezadocuandoelcapitánvolvió pronto de la recepción del general, despertó a Sam, que dormía en elsuelo de la cocina, y le ordenó que saliera de inmediato a buscar a un heridorebeldeenlaCasadelEstado.

Sam,parpadeandoaldespertar,seincorporó.—¿Unrebelde,señor?—Veinteaños.SellamaJonathonBecket.Debedehabercaídoheridocerca

dellugarenelquegolpeastealsargento.—AVanelegustabarecordarleaSam

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aquel crimenparagarantizar sugratitud—.Vey encuéntralo.Alguiendebedetenerunalistadesusnombres.Despiértalos,quesemuevan.UsalaautorizacióndesirWilliam¡ydateprisa!

—¿JonathonBecket,señor?¿Comoelarzobispo?—¿Ahora quieres hablar sobre crímenes históricos?Por el amor deDios,

Sam,¡despierta!—Esque le conozco, señor.Tuveque cuidarde él.Si esque se tratadel

mismo…—¡Diosmehahechounregalo!—VaneazuzóaSamconrepentinobuen

humor—.CuandoDiostehizo,SamuelGilpin,sesuperóasímismo.Levanta,escoria,veyencuéntralo.Hayunamujerenjuego.Pontealasenlospiesyuncartuchoencendidoenelculo.Enresumen,Sam,¡dateprisa!

Y así es como Sam acabó en la Casa del Estado. No se había hechorecuentodelosheridos,asíqueSamtendríaquerecorrerlasimprovisadassalasdehospitalunaauna,aunquelalabornoseleantojódesagradable.Alolargodelos últimos días a Sam le había atormentado el recuerdo del joven americanoheridoquehabía intentadoayudaraNateaescaparyque,comorecompensaasusesfuerzos,habíaacabadosiendoagredidoporelsargentoScammell.Samsesentíaculpable.Sisehubierahechoantesconelcaballo,osihubieraaceptadodesertar conNate, quizá suhermanonoestaríamuerto, y Jonathon,que ahoraparecíaguardarunacuriosarelaciónconNate,quizánoestuvieratendidoenesehospital.

Si Jonathon Becket aún vivía…, algo que, a juzgar por el hedor y lasuciedad que reinaban en la Casa del Estado, parecía poco probable. Samempezó su búsqueda por el piso superior, sorteando heridos rebeldes que selamentaban,jurabanylloraban.Eledificioapestabaacarneulcerada,aheridasgangrenadas, a vómito, mierda y muerte. Los hospitales de verdad, si se lospodía llamar así, habían sido reservados para los heridos británicos, así queaquellos rebeldes,bajasdeGermantown,habíansidohacinadosen laCasadelEstado, y allí aguardaban una muerte agonizante. Algunos dormían, otros yaestabanmuertosyotrosparpadeabanalpercibirlarepentinaluzdelquinquédeSam,y,desesperados,alargabanpatéticamentelasmanoshacialatenuellama.

—Amigo—dijounavozentrelassombras—.Amigo.El hombre que hablaba estaba envuelto en unamanta llena de parásitos.

Sam,asqueadodelapestequeleenvolvía,acercóelquinqué,peroaquelhombrenoeraJonathon.LamanodelhombreintentóagarraraSamdelamanga.

—Agua,porfavor.Sam le ofreció su cantimplora. El hombre la aferró con una fuerza casi

demoníaca y succionó como si llevara una semana sin beber. La estancia al

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completo, despertándose lentamente y viendo una muestra de compasión,empezóallenarsedehorrísonassúplicasdeayuda.

—¿Cómoseteocurre?¿Deverdaderanecesario?—dijounavozpetulantedesdelapuertadeentrada.

Sam dio media vuelta y vio que le miraba un cabo con casaca rojaparpadeandosoñoliento.

—¿Cabo?—¿No ves que molestan?—El cabo tenía un tono de voz extrañamente

educado—. ¡Vamos,muchachos! ¡A dormir! ¡Os vendrá bien! ¡El sueño es ladulceenfermeradelanaturaleza!

Perolosrebeldessehabíandespertadoylevantabanlasmanos,pedíanaguay comida, cosas queSamnopodía darles.Le arrebató la cantimplora vacía alrebelde,cogiósuquinquéyhuyódelasala.

—Nosirvedenadadarlesesperanzas—dijoelcaboamododereprimenda—.Quizácreasqueleshacesunfavor,peroalalargaesmuycruel.Esloquelesdijealasmujeresquequeríancuidardeellos.¿Porqué?,lespregunté,¿paraquéprolongar su sufrimiento? Pero a las mujeres les gusta meterse en todo, ¿nocrees?

Sam se apoyó en la pared, junto a una ventana abierta.Las nubes, de unnegruzcoplateado,pasabanjuntoaunalunaclara.Respiróelairepuroyfresco.Unacucarachasemoviópor la repisade laventana.Samsepalpó lacasacaypensó en su hermano y, como siempre, sintió que se ahogaba en lágrimas alrecordarlo.SamintentabaconsolarsepensandoquelarápidamuertedeNateeramejorfinalparaunsoldadoqueaquellatorturalentaycruel.

—Soloqueríanagua—dijo.—Ya beben una vez al día —dijo el cabo con severidad—. Hasta ir a

buscarlaesunproblema.Nodisponemosdehombressuficientes.Ytampocoesqueseanuestrotrabajocuidaralosheridosdelenemigo.¡Yosoyflautista!

Samintentóquitarseeldensohedoramuertedelagarganta.—¡Seestánmuriendodehambre!—Pues me temo que es todo culpa del señorWashington.—El cabo se

desentendió del problema agitando unamano curiosamente fina y elegante—.Lascostumbresdelaguerradictanquedebeserélquiensuministrelonecesarioparaelsustentoycuidadodesushombrescuandocaenprisioneros,ysiélnosemolesta en organizarlo, nosotros no estamos obligados a hacerlo.—Dijo estasúltimaspalabrasenuncuriosotonocantarín,comosiselashubieraaprendidodememoria—.Ynoesquenomedenpena,novayasapensareso.¡Claroquemeladan!Lesleosalmos.

—Esoseguroquelosanima—dijoSamconamargura.

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—Quise entrar en la Iglesia.—El cabo, ahora completamente despejado,parecíahaberdecididoque,yaqueestabadespierto,haríasuguardia.Seabotonólacasacayseabrochóelcinturón—.EralaIglesiaoelteatro,peroheacabadotocandoparaelreyJorge.O,mejordicho,deenfermerodeestoszafioscolonos.¡Quécastigo!—MiróaSamdearribaabajoydiolasensacióndequelegustabaloqueveía—.¿Sesuponequetienesqueestaraquíoesunavisitasocial?

—BuscoaunmuchachoquefueheridoenGermantown.—Lo más seguro es que esté muerto. Caen como moscas, ya sabes.

Tenemos que sacar los cuerpos. Es asqueroso, repugnante. Pero para ellos enrealidad supone todo un descanso.No se puede disfrutarmucho de la vida siacabastullido.

—El muchacho al que busco ya estaba tullido —dijo Sam—. Tenía lapiernatorcidayelpiezambo.

—¡Ah!—dijoelcaboconrepentinoentusiasmo—.¿Elchicobienparecidodepelonegro?Almenosayerestabavivo.Creo.—LehizoungestoaSamparaquelesiguierayalllegaralasescalerasposólamanoenelbrazodeSamparaadvertirle—.Tencuidadodedóndepisas,noeselmássalubredeloslugares.

LlevóaSamporunpasilloque,alhabersidoconvertidoenlaletrinadelosguardias, estaba repletodeexcrementosyorina.Dos ratas, ahuyentadaspor laluzdelquinqué,corrieronarefugiarseenlaoscuridadmientraselcaboabríaunapuerta alta e invitaba a Sam a pasar a una habitación de paredes cubiertas dericospaneles.

—Estos —dijo el desencantado músico con su voz delicada— son losafortunados.Nohansufridoheridasdeconsideración,¿ves?—EmpujóelbrazodeSamhaciaarribayelquinquéiluminóunpocomáslaestanciadetechosaltos—. Esta es la mismísima habitación en la que los rebeldes firmaron suDeclaracióndeIndependencia—rioelcabo.

—¿Suqué?—Samjamáshabíaoídohablardedeclaraciónalguna.—Noimporta.—Elcabomiróalosheridos,quienes,alsentirelbrillodela

llama, dieron comienzo a sus terribles lamentos en petición de ayuda—. Noparece que les haya servido de mucho, ¿verdad? El muchacho al que buscasestabaallí,bajolaventana.

Era difícil ver en quémodo aquellos hombres, cuyas heridas eran leves,eranmásafortunadosqueelrestodesuscamaradas,salvoquizáporelhechodequetardaríanmásenmorir.Lahabitaciónolíaaputrefacción.Apestabaasudorfebril, a fluidos corporales, a carne pudriéndose sobre los huesos. Allí habíafiebresycólera.Eraunvertederodecadáveres.

Perobajolaventana,conlosojosbrillantescomobrasas,SamvioelrostroagraciadoydelgadodelmuchachojuntoalquehabíaestadoenGermantown,y

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vio, también,queJonathonhabíaenfermadomuchomásalládelaheridadelaque había cuidadoSam.Los ojos delmuchacho brillaban de fiebre, el cuerpodelgadotemblaba,ySamsintióunasacudidadepenayculpaalsortearcuerposapiñadosparaacabararrodillándosejuntoalmuchacho.

—¿Jonathon?Nohuborespuesta.Samviounpiojotrepandoporelcuellodelacamisade

Jonathon.Elchicoapestabaasuspropiosexcrementos,asangreyasudor.—¿Jonathon?—¿Entonceslehasencontrado?—preguntóelcabo.—Sí.En el momento en que Sam dijo esa palabra, los ojos de Jonathon

parecieron iluminarse de conocimiento. Lentamente estos se fijaron en los deSamyungestodeconfusiónanegóel rostrodel americano.A laconfusión lesiguióunamiradadealivioalcomprenderquehabíallegadoayuda,unamiradaquehablabaporsísoladelinfiernoquehabíasoportadoeneselugar.Samsabíaqueromperíaallorardepenasinodecíaalgo.

—Tevoyasacardeaquí,Johnny.—¿Telollevas?—dijoelcabo,sorprendido.—ÓrdenesdesirWilliamHowe—dijoSam.Alolargodelosúltimosdías

habíaaprendidoelpoderqueledabanaquellaspalabrasmágicas.—Unyanqui afortunado, entonces—dijo el cabo sin dirigirse a nadie en

particular—. ¿Te arreglas?Yonopuedo ayudarte, ya sabes, no con loquemeduelelaespalda.

—Mearreglo.Sam levantó a Jonathon de su ciénaga, el cuerpo cubierto de mugre y

suciedad no pesaba demasiado en brazos. Le llevó hasta la casa, en MarketStreet,donde,talycomolehabíaindicadoelcapitánVane,esperabauncirujanoenunacocinailuminadaporvelas.Conélhabíaunamujeraltayeleganteyunacriadanegra.AmbasgritaronconmocionadasalverentraraSamconsuterriblecarga.

—¡Diosmío!Elcirujanosehizoecodelhorrordelacriada.—¡Diosmío!Samdejóelcuerposobrelamesa.Actoseguido,dadoquenosabíaquémás

hacer, se dirigió hacia la puerta solo para ser increpado por la voz airada delmédico.

—¡Túhascausadoeldaño,asíquepuedesayudararepararlo!—¿Yo?—Eresuncasacaroja,¿no?Unodeesoshombresrefinadosquehanvenido

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asalvarnosdenosotrosmismos.—Elmédicoescupiólaspalabrasconrabia—.¡Asíquevenaquí!Tumalditocapitánesdemasiadodelicadocomoparaecharunamano,tetocahaceralgoporunpatriota.

ElmédicoempezóadespojaraJonathondesus ropas,cortandoconunaslargastijeraslascapasdetelapodridas,suciasdeexcrementosyrígidasdepus.La bella dama estaba pálida,mientras que la criada negra ayudaba con dedosrápidosydiligentes.

—¿No están haciendo nada por ellos ahí dentro? —preguntó el médicofurioso.

—No,señor—dijoSamconabsolutatristeza.—Bárbaros.Escoria.Basura—dijo elmédico al retirar la última capade

lino.Samobservabaconfascinadohorrorelamasijodecarneretorcidaqueerael

piederechodeJonathon.—¡Notequedesahípasmado!—espetóelmédico—.¡Diosmío!Hayque

amputar.Agua,Jenny.Sábanas.Diosmío.Lapiernaestabahinchada,podrida.Apestaba.—¿Puedes…?—empezóadecirladama.—Puedo,Martha,perovasatenerquedejarmehacerenpaz.Elmédicoestabacasi completamente calvo,y teníaun rostro regordetey

malhumorado.Abrióunmaletíndemadera,conelinteriorforradodeterciopelo,queteníahendidurasconlasformasdelasherramientasquecontenía:unasierra,cuchillos, taladros, fórcepsypequeñosbisturís.En losdientesde la sierraaúnhabíarestosdesangreseca.

Elmédico se inclinó sobre elmaltrechomuslo de Jonathony olisqueó lacarnerancia.

—Nohaypielsuficienteparacubrirelmuñón.¿Tenéisbrea?—No—dijoJenny.—En ese caso, un espetón al rojo vivo, un hierro incandescente…,

cualquiercosa.¡Tú!—ledijoaSam—,venaquí.Sam,obediente,seacercóalbordedelamesadelacocina,dondeelmédico

estabaatandounalargatiradecueroentornoalpacienteylamesa.—Ténsalabien—dijoelcirujano—.Noquieroquesemueva.Le puso otra tira de cuero a la cintura y dosmás alrededor de la pierna

buena.—¡Espetones,Martha,espetones!MarthametiótresespetonesalfuegomientrasJennyaccionabalosfuelles

de cuero. El cirujano se quitó la chaqueta y se puso encima un delantal conmanchasdesangre.

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—Levaadoler.—¿Serviríadealgounpocodebrandy?—preguntóMartha.—Dudoquepuedabeberlo—dijoelmédico—,peroamímevendrábien.

—MiróaSamconelgestoagresivo—.Estáatado,perodarásacudidascomounpez fuera del agua. Tienes que hacer que se esté quieto, ¿comprendes? Y nomiresaloqueestoyhaciendo,limítateaagarrarlobien.

—Sí,señor.—¡Martha!¡Elbrandy,ymásluz,másluz!Esperaron.Jonathongemíaymovíalacabezadeunladoaotro.Entonces

Marthaentróenlacocinacondoscandelabrosaltosdeplata.Tambiéntraíaunabotellanegra,debrandy,queelmédicolearrebatódelasmanos.

—Ahora ve hacia la cabeza de tu hermano, Martha. Cógele la cara,reconfórtale.Lomás seguro esqueno teoiga, inclusopuedequemuera, peropodemos intentar deshacer lo que nuestros monárquicos señores han hecho.¡Jenny,nodescuideselfuego!

—No,señor.Elcirujanohabíaenganchadounafiladordecueroaunganchodemetaly

ahoradeslizabaelcuchilloporélarribayabajo.—Dicen —no le hablaba a nadie en particular— que lleva unos veinte

minutosamputarunapierna.Son tonteríasde los soldados.Yo lohehechoennoventa segundos,yasí seráahora.Si llevamás tiempo, todoelorganismoseresiente.Noesagradableparanadie,menosaúnparaelpobrepaciente,perosiqueremos darle un cuarto de oportunidad de sobrevivir, lo mejor que podéishacerparaayudarmeesnogritar,nodesmayarosynomostrarningunadeesasdebilidades femeninas. Esto también vale para nuestro valiente soldadobritánico.AgarrafuerteypiensaenInglaterra,peronodejesqueelpensamientotehagavomitar.¿Estánlosespetonesalrojovivo?

—Sí,señor.—Jenny,acobardadaporlaampulosidaddelmédico,hablóconhumildad.

—QueDios nos bendiga.—Elmédico posó el cuchillo, ya afilado, y sesirvióunagenerosacantidaddebrandy,quesebebiódeuntrago—.SiDiosseapiadadeél,caeráinconsciente.Agarradlo.

Sam puso los brazos sobre el abdomen de Jonathon. Martha colocó susdedos largos y blancos en las mejillas, aún más blancas, de su hermano. Elmédicocogióelcuchillo.

—Que Dios nos conceda valor—dijo el médico en tono sombrío. Actoseguido hundió la punta del cuchillo, brillante y fina como una pluma, en lacarnedeJonathon.

Elamericanodejóescaparungritoquebienpodríahabersidoeldeunalma

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sumiéndose en la perdición eterna. Al mismo tiempo su cuerpo empezó aconvulsionarse con tal ímpetu que Sam tuvo que hacerle frente con la fuerzaacumuladaduranteañosdevidaenlaaldea.

—¡Que no se mueva!—gritó el médico como si pretendiera ahogar loshorrísonoschillidosdeagoníaydesesperación.Samempujóelcuerpomientraselcuchillocercenabaelmuslo,delqueahoramanabaunariadadepusysangrequecaíaalsuelo.

El medico descartó entonces el cuchillo y aferró la sierra; gruñó, y losdientes del utensilio resbalaron, se trabaron y empezaron a emitir un ruido deserrado.Jonathon,porsuerte,sedesmayó.Sammirabaendirecciónopuestaalaoperación,alosojosnegrosdeladama,que,sinsaberlo,leestabamirandoaél.Lasierra,veloz,empezóaoleraquemado.

Elcirujanodejóescaparunúltimogruñidodeesfuerzoconlasierra;luegoconunsegundocuchilloretirólacarnequequedaba.

—¡Losespetones,rápido,chica,rápido!Jenny le entregó el primero almédico, y el cuerpo de Jonathon volvió a

convulsionarsecuandoelhierroalrojovivocauterizólacarneviolentada.—¡Elotro!Unsiseomásy,denuevo,eloloracarnechamuscadaselecolóaSampor

lasfosasnasales.—¡Elotro!YSamcerrólosojos,comosilaoscuridadfueraaahuyentarelterribleolor

yeldesquicianteescándalo.—¡Noventayochosegundos!—Elmédicosudaba—.¡Vendas!Las vendas habían sido empapadas en acetato de plomopara combatir la

infección.—Tú.—UnavezmássedirigíaaSam—.Sacalapiernayentiérrala.Samrecogió lapierna,grotescamenteretorcidaa laalturadel tobillo,y la

sacó al jardín.No había luz, ni forma alguna de encontrar una pala, no habíaforma de saber en qué lugar del pequeño jardín debía enterrar el miembroamputado.Lodejócaersobrelahierbay,entristecido,sesentóapoyadocontraelmuro.

Un grito le hizo levantar la cabeza. Era una niña pequeña, en pijama yaterrada,quehabíaaparecidojuntoalapuertadeentrada.LlamabaasumadreySam,temerosodequelacriaturavieralapiernaamputada,corrióhacialapuertaycogióalaniñaenbrazos.

—Nopasanada,nopasanada.—Lapuertaestabacerrada.Lachiquilla,despertadaporlosterribleschillidos,habíaintentadobajarala

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cocina.—Nopasanada—dijoSamparacalmarla.AespaldasdelaniñaSampudoverunahabitacióntanlujosaquelerecordó

alacasonadeSquire,enInglaterra.Leexplicóalaniña,contodaladelicadezadelaquefuecapaz,queloquehabíaoídoeraelgritodealguienquesehabíahechomuchodañoperoaquienahoraestabancurando.

—¿Quién?—dijo la niña, con esa capacidad de adaptación típica de suedadyreconfortadaporlaspalabrasdeSam.

—AlguienllamadoJonathon.—¿EltíoJonathon?Samoyóelhorrorenlavozdelachiquillayseapresuróaapaciguarla.—Sepondrámejor,teloprometo.DeprontoSamrecordólacozdelmosquete,lanubedehumo,eljúbilode

haberabatidoaotroenemigoynopudoevitarpensarencómohabíanllegadolascosashastaesepunto; larecompensadesangre,serruchosygritosenlanochequerecibíaunsoldado.QuizáNatehabíasidoafortunado.YentoncesSamsupoque la muerte de su hermano y la supervivencia de Jonathon estabanentrelazadas; también supo que debía mantener la promesa que acababa dehacerleaunaniñasiqueríaqueelalmadesuhermanoencontraseelparaísomásalládelasestrellasmáslejanas.Debíasalvarlelavidaaunrebelde,asílohabíaprometido.

AtravésdeJonathon,Samexpiaríasuspecados.

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Creyendoquelosplaceressencillosbastaríanparaponerfinalarebeliónyparaseducir a los colonos desafectos, sirWilliam, con la ayuda de Lizzie Loring,decidió convertir la vida social de Filadelfia en un auténtico despliegue deostentosoencanto.Aunafiestaleseguíaotra,lascomidasacababandandopasoacenasalaluzdelasvelas,mientrasquelosmúsicos,envezdeexhortaralastropas de rojo a adentrarse en el humode la batalla, animaban a que la gentebailara sobre los suelos pulidos de la ciudad. Filadelfia vería, y el resto deAméricaacabaríaporcomprenderlo,quelostiranosbritánicosdelapropagandarebeldeeran,enrealidad,portadoresdealegríaydelaúnicaesperanzaposiblederiquezaypazenlascolonias.

Y,sinembargo,laguerranopudoserolvidadadeltododurantelasprimerassemanasdeocupaciónbritánicaenFiladelfia.Aúnpersistíalacansinamolestiadelosfuertesrebeldesenelrío,ylaciudadteníaqueestarrodeadadepuestosdevigilanciaparaprotegeraloshabitantesdelasincursionesrebeldes.Noobstante,en el interior de aquel perímetro protector, sirWilliam quería júbilo, y a susayudasdecampo,quehacíanomuchohabíancabalgadoentre lamuertey lasdescargasdemosquetería,selesencargólatareadeconvertirseenmaestrosdeceremonias.

ElcapitánVanerecibió lanoticiaconentusiasmo.PorqueelcapitánVaneestabaenamorado.

En lanocheen laque lapiernadeJonathonfueamputada,Vaneesperóarecibir el agradecimiento de la viuda, y este, cuando llegó, aunque breve, fueamable.Enlosdíasquesiguieron,Vaneasedióalaviudaconflores,regalosycumplidos.Estabaenamorado,yamabaconlapasióndeunjovenhambrientodecompañíafemenina.Creíaquehabíaencontradoenunamujertodoaquelloqueañorabaensecreto.LedijoaSamqueestabaenamorado,yaqueningúnhombreeracapazdeocultarletalessecretosaunsirviente,ytambiéncompartiólafeliznoticiaconJohnAndre.

—¿Ydicesqueesbella?—bromeóAndre.—Comounángelnegro.—¿Noleapestalaboca?

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—Lehueleapétalosderosamezcladosconrocío.—Entoncestendrálosdientespodridos.—Puroscomoelmarfil.—¿Espobre?—Bendecida conuna riquezaquevamás allá de los sueñosde cualquier

hombre,John.Andreparecíaalarmado.—Debedeteneralgunaimperfección,Kit.—Tieneunahija—concedióVane—.Peroesunaniñamuydulce.Andreserio.—En ese caso, te deseo toda la felicidad delmundo,Kit. Te lomereces.

Peroseguroqueesunarebelde.—Las ideas de una mujer—dijo Vane, quitando importancia— cambian

confacilidad.Esbiensabido.—Peroraravezdelmodoenquenosgustaría.Esotambiénesbiensabido.

—Andresonrió—.Entonces¿cuándomevasapresentaraesajoya?¿Oprefieresquenoseexpongaamismuchosencantos?

—LallevaréalaBacanaliadeBilly.—Procurarénodesmayarmecuandolaveaaparecer.LaBacanaliadeBillyeraelnombrequelehabíandadoaunafiestaalaire

libreconlaquesepretendíadar labienvenidaalotoño,aunqueenrealidadnoeramásqueunaexcusaparadisfrutardeunlugaralquellamabanelCuello,unentornoprecioso,pobladodeárbolesviejos,queseencontrabadondeconfluíanambos ríos.Allíhabía lujosísimascasascercade losmárgenes, levantadasporlasfamiliasacaudaladasdeFiladelfiaparaelveraneo.FueeneljardíndeunadeesascasasdondesirWilliamordenóquesesirvieraunamerienda-cenaparaquelos invitadospudieran comerybebermientras iba anocheciendo.Losmúsicostocaban bajo pérgolas ricamente decoradas y de los árboles colgaban faroleschinosqueparecíanlunaspálidasalsoldelatardecer.LosinvitadosrecorríanelSchuylkill en las bateas que solían usarse para cazar patos y que solían estaramarradasalolargodelaorilla.

Eldíaeranublado,peronohabíallovido.Porlatardesedisputóunpartidodecríquetentre losoficialesdecaballeríay losde infantería.Pocosfueron losquevieronelpartido,puesresultabamásplacenteroverse losunosa losotros.Lizzie Loring, radiante con un vestido blanco de satén con corsé escarlata,llevaba un parasol cerrado bordado con guirnaldas de flores a juego con lapamela. Paseaba del brazo de sirWilliam, y a derecha e izquierda, tanto losoficialescomolasdamasquelosacompañabanlesdedicabanreverencias.

Martha llegóvestidaconunapolonesaazuloscuroyconelcabellonegro

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peinado y recogido hasta casi alcanzar la altura del de Lizzie Loring. Ambasmujereshabíanentabladociertaamistaddesdequesevieranporprimeravez,yLizzietiródesuamantecondelicadezaparairasuencuentro.SirWilliamhizounareverencia.

—¿Cómoseencuentrasuhermano,señoraCrowl?—Elcirujanoquieresangrarlo.¿Piensaqueesbuenaidea,sirWilliam?—No soyningún experto.—SirWilliam le dedicóuna sonrisa al capitán

Vane, que caminaba orgulloso junto a la viuda—. Pero hay en Londres quiendicequelossangradosnosonbuenaidea.Aunquetampocopuedodecirqueamímehayanhechoningúnmal.

—Yo creo que la sangría es una práctica aberrante. —A pesar de lapregunta, resultaba evidente que Martha ya había tomado una decisión alrespecto—.Elpobremuchachoyahaperdidodemasiadasangre,asíquelediréalmédicoquesellevesussanguijuelas.

—¿Peroseestárecuperando?—preguntóLizzieconinquietud.—Al menos no empeora —dijo Martha—. Pero el sirviente del capitán

Vanelecuidamucho,yesoparecehacerlebien.—Sam es un buen tipo —dijo Vane—. Y un genio con los caballos

enfermos,sirWilliam.—Nomecabedudadequesuhermanonotardaráenvolveratrotar—dijo

sir William cordialmente antes de invitar a Vane y a Martha a compartir sucarruajeparairavisitarlasbateríasqueprotegíanelpuntoenelqueconfluíanelDelawareyelSchuylkill.

Allí se habían congregado otros invitados a los que se les ofrecía vino yostras.Aunqueloquehabíaatraídoalapequeñamuchedumbrehastaeselugarno habían sido los refrigerios, sino las distantes nubes de humo blanco quesurgían entre las marismas que había al sur. A cada nube que se veía en elhorizonteleseguía,segundosmástarde,elsonidoamortiguadodeloscañones.

Losinvitadoscontemplabanunaguerraque,dadoqueelotoñoamenazaballuviayvientoshelados,sehabíareducidoaunapugnadefuegosobrelasaguas,desangreenlasmarismassaladas,dehombressolitariosquegritabancomolasgaviotasquebuscabancomidaaorillasdelaguagrisácea.

Los fuertes del río debían ser ocupados, así que sir William habíadesplazadotropashacialainmensidaddelasmarismasquehabíaalsur,dondelasbaterías,desembarcadasyprotegidasdelaguaporsacosdearena,llenabanelaire salado con nubes blancas de pólvora. El río giraba y corría entre islitascubiertas de hierba de camino a la bahía del Delaware, donde lord Howe,hermanodesirWilliamyalmirantedelaflotadeAméricadelNorte,esperabaconlosbarcosquenotardaríanenunirFiladelfia,unavezmás,conelmar.

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Losbritánicosdominabanlamargennortedelrío.Allí,enlasmarismasdeProvinceIslandydeCarpenter’sIsland,losingenieroshabíanfabricadograndesrampascontroncosdesdelasquesuscañonesbombardeabanFortMifflin.Estese alzaba sobre la muy propiamente llamada Mud Island, isla del barro,ocupandoelcentromismodelampliocaucedelDelaware.Losgrandescañones,queretrocedíananteelempujedesusexplosivascargas,hundíanlasrampasenelbarrosalado,traslocuallospesadosarmatostesseinclinaban,yeranecesarioreforzarlasprovisionalesestructurasconmástablones,troncos,cuerdasytierra.Además,loscañonesamericanos,quedisparabanparapetadosenlasdefensasdemaderadeFortMifflin,causabanbajasentreartillerosyzapadores.

MásalládeMud Island,más alláde los traicionerosbancosde arenadelrío, más allá de Bush Island, donde los americanos tenían una batería bienatrincherada,estabanlosparapetosdenuevepiesdealturadeFortMercer,enlacosta deNueva Jersey. Tanto FortMifflin como FortMercer, bastiones en unhúmedo lodazal, estaban siendoasediadosno solopor tierra, sino tambiénpormar. Las lanchas cañoneras británicas y las fragatas, cuyas velas grisestemblaban cuando sus baterías abrían fuego, sumaban sus disparos albombardeo. A sirWilliam le habría gustado que se hubieran desplegadomásnaves en el caudaloso río, pero los americanos habían hundido obstáculoscorriente abajo, y la sola labordehacerqueunnavíodeguerra remontara lasaguas hubiera resultado ser un proceso dolorosamente lento. La guerraprogresaba a ritmo de tortuga; no había lugar para la gloria de los sablescentelleantesalgalopeodelasbanderasondeandoalsolnaciente.Aquellaunaeraunalabortediosa,llevadaacaboporingenierosyartilleros,pormatemáticosymedidores quepesabany distribuían la pólvora como si fuera oro.Unpocomás de lo necesario y la bala acabaría volando por encima del objetivo ycayendoalríosincausardañoalguno.

Martha,queobservabaeldistantehumodeloscañonesdesdelacomodidaddelcarruajeabiertodesirWilliam,lesonrióalcomandanteenjefe.

—Tendrá que explicarme lo que está ocurriendo, sir William. De locontrario,nodejarádeserunmisterioparamí.

—Noesmásqueunalaborlentayardua,querida.RendiremosFortMifflinconlaartillería,yluegousaremosesosmismoscañonessobreFortMercer.

—Algoquellevarámuchotiempo,sinduda.—Eso me temo. Salvo que se rindan. Ojalá lo hicieran, porque ya han

dejadopatentesuvalentía,ynopodránhacermuchomás.Martha sabíaque sirWilliamestabaalabandoa laguarnición rebeldepor

ella,asíquesonrióamododeagradecimiento.—Aunque estoy convencida de que aún pueden llevar a la ruina a los

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comerciantesdelaciudad,sirWilliam.—Esodicenloscomerciantes.—SirWilliamledevolviólasonrisa—.Pero

elríoacabaráquedandoexpedito.Pero mientras la salida al mar del Delaware siguiera bloqueada, los

cargamentosacumularíanpolvoenlosalmacenesmediovacíosylaescasezdecomida amenazaría a la ciudad. Algunos comerciantes lealistas pedían que seconcentrasen los esfuerzos en Fort Mercer, defendiendo que, una vez fuesecapturadoalasalto,laartilleríadelfuertepodríaserutilizadaparaconvertirFortMifflinenpolvo,yMarthalepreguntóasirWilliamporquésenegabaaaceptareseconsejo.SirWilliam,halagadoporelinterésdeMartha,negóconlacabeza.

—Una operación de ese calibre llevaría elmismo tiempo. Se tendría quetransportarlaartilleríaporelrío, levantarterraplenes,cavarzanjas.Habríaquefabricar escalas y abrir una brecha. No, lentamente y de forma segura: así escomosehacenlascosas.

—¿Ymientrastantonosmoriremosdehambre?—insistióMartha.—Nopermitiréquesemueradehambre,señoraCrowl.No,tengointención

de levantar un puente de pontones sobre el Schuylkill.—SirWilliam hizo ungestohacialarápidacorrientedelrío—.TraeremoslacomidadesdeChesapeakeBay.

—Parece un proyecto titánico—dijoMartha con cierta malicia—. ¡Soloparaderrotaraunpuñadodecolonosrevoltosos!

SirWilliamnopicóelanzuelo,peroLizzieLoring,queaúnsospechabadelabeligeranciadelcapitánVane,nopudoresistirseadarleuntirónaesacuerda.

—¿Estádeacuerdo,capitánVane?Vanequisoganartiempo,confiandoenquesirWilliamcambiaríadetema.—¿Estardeacuerdo,señora?—Conlaideadequeelesfuerzonecesarioesdesproporcionadositenemos

encuentalaposiblerecompensa.Vane, habiendo perdido la esperanza de que sir William retomara la

cuestión,sevioobligadoaresponder.—Si perdemos las trece colonias, estaremos alentando la insurrección en

otros lugares. Habrá rebeliones republicanas en Canadá, en las IndiasOccidentales, incluso en Irlanda.Es comouna enfermedad contagiosa, y debecortarsederaíz.

—¡Nosabíaquefuéramostanpeligrosos!—dijoMartha,loqueprovocólasonrisadesirWilliam.

LacuestiónquedózanjadacuandosirWilliamsugirióquedeberíaprestarun poco de atención al partido de críquet antes de que el ocaso pusiera fin aljuego.Martha dijo que era un juego imposible de comprender y que prefería

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volvercaminandohaciaellugardondesedaríaelbaile.—Me temo —dijo Martha colgándose del brazo de Vane— que nunca

estaremosdeacuerdoencuestionespolíticas,Kit.—Podemosintentarlo.Vane estaba tan encantado con que le hubiera cogido del brazo que la

política era la menor de sus preocupaciones. Hizo un gesto con la mano queteníalibrehaciaelsenderoherbosoqueseapartabadelcaminoprincipal,yquecorríabajolasombradelosárbolesprometiendounremansodeintimidad.

—¿Tomamosaquelsendero?Martha, que sabía muy bien lo que él quería, no estaba dispuesta a

concedérselo.SuamistadconVaneeraútil,yaqueeste laprotegíadelvenenoqueesparcíanloslealistas,molestosporquehubierapermanecidoenlaciudad.Martha también era consciente de que un ayuda de campodel comandante enjefe era alguienalquepodíanescapárseledetalles sobre las intencionesde losbritánicos,queluegoellapodíahacerllegaralosrebeldes.Sinembargo,noibaapagarporesossecretosconintimidad,aunque,porelmomento,tampocoqueríafrenar las ensoñaciones amorosas del capitán. Ignoró su invitación a tomar elsenderodelasombradiciendoqueestabaimpacienteporverasusamigos,yqueestos laesperabanenel lugarenelque losmúsicosafinaban los instrumentosparaelbaile.Vaneocultósudesilusión,peroseconsolópensandoquealaviudaparecíaagradarlesucompañía.

Orgulloso de su belleza, se la presentó a John Andre, quien, igual deorgulloso, hizo lo propio con Peggy Shippen, tras lo cual la señorita ShippenproclamóqueFiladelfiahabíamejoradomuchodurantelastressemanasquelaciudadllevabaocupadaporlosbritánicos.

—¿Mejorado?—preguntóMartha.—Esmuchomásdivertida.—Peggymiróasualrededor,alcéspedradiante

deuniformesyvestidosdeseda—.Ymuchomáscivilizada.—¿Civilizada? —saltó Martha—. ¿Insinúa, señorita Shippen, que

adolecemosdefaltadecivismo?—¿Cómo podría faltar nada en América —Andre decidió desviar la

conversación—cuandocuentaconusted,señoraCrowl?Marthaserio.—AAméricanolefaltanada,capitánAndre,salvolaindependencia.—¿Vamosaponernosserios?—selamentóAndre.—No discutas con la señora Crowl sobre América —dijo Vane—.

Comparte la creencia de los colonos de que enAmérica se encuentra todo lomejor.

—Cierto—dijoMartha—.Talycomolepodrádecircualquieramericano,

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nuestra arquitectura es la de mejor calidad, nuestra comida no tiene igual ynuestros paisajes no conocen parangón.No hay caballos tan rápidos como losnuestros, y tampoco encontrará sirvientes más honestos ni fieles mástediosamentedevotos.Nocreoquequieraponerendudatantamodestia,capitánAndre.

Andre, que había disfrutado con las exageraciones de Martha, hizo unareverenciaamododerendición.

—¿Acasonolesfaltanada?—Unaaristocracia—intervinoVane.—¡Ah!—Marthasonrió—.¿Quétipodecarenciaesesa?—Laaristocracia—dijoVanecontiento—eslafuentedelbuengusto.El

buengustoprocededelplacer,nodeldinero.—Losplaceressuelencostardinero—dijoMarthaconbrusquedad—.Pero

aceptemosladistinción.¿Quéresultadeldinerocuandonohaybuengusto?—Eldinerosinbuengusto,queridaMartha,soloconducealavulgaridad.PeggyShippensemostródeacuerdo,peroMarthafingiópensaruninstante

yluegofruncióelceño.—Creoquenolecomprendodeltodo.—Pongamosestacasaporejemplo.—Vaneseñalóhaciaelcéspedylacasa

deveraneoentornoalacualsedabalafiesta—.Nopuedenegarsesuesplendor,tampocoelgastoquehadebidodesuponer.¡Peroesosdorados,puestoscomosifueran escayola…! El ojo no tiene dónde descansar. Un único detalle seríamuchomásexpresivo.

—¿Ylaaristocraciaestádotadadeungustonatural?—preguntóMarthaenuntonopeligroso.

—¿Buenomalgusto?LavozsurgióaespaldasdeMartha.Laviudadiomediavueltayvioaun

hombrebajodecararedonda.ElhombrelesonrióyluegomiróaVaneparaserpresentado.

Vane,reticente,accedió.—SeñoraCrowl,permitaquelepresentealordRobertMassedene.—Su humilde servidor, señora. Sospechaba que Kit tenía ojo para la

belleza,perojamásmehabíapercatadodesuloableadmiraciónporlanobleza.Marthasonrió.—¿Tieneungustonatural,milord?—¿Yo? Ninguno en absoluto. La aristocracia, señora, ha cimentado sus

dinastías siendo mejores ladrones que los demás. Aquello que brillaba lotomabanparasí.Laaristocraciadeverdadjamáshaperdidoesasanavulgaridad.

—¿Ladronesbienvestidos?—preguntóMartha,divertida.

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—Que ahora quieren robarles esta tierra. Espero que sean capaces deresistirnos.

EraevidentequeMarthaestabaencantadaconelaristócrata.—¿Noquiereganar,milord?—¿Ganar el qué? —Massedene fingió alarma—. América, mi querida

señora Crowl, es una jungla con un clima insoportable. Demasiado cálida enverano, demasiado fría en invierno. Solo es adecuada para los insectos, lasculebrasyparaesosbaptistastrastornados.SoloDiossabeporquéluchamosporella.

—Por su propio bien, por supuesto —dijo Vane un tanto bruscamente,molestoante laabsurda intervencióndeMassedene—.Yporque lamayoríadeloscolonosdeseanquesigamossiendonosotroslosquegobernemos.

—¡Yono!—dijoMartha.Luego,percibiendoloscelosdeVane,losaplacócolgándolelamanodelbrazomientrasvolvíaamiraralordRobert—.Loquenocomprendo,milord,esporquéestáaquísitantoledesagradaAmérica.

—Dinero,querida.Necesitoeldinero.Loshijosmenoresnonosrebajamosacomerciar,asíquedebemosganarnoselprestigioconlaespada.Esundestinocompletamenteabsurdo,peronotodostenemossentidocomún.

Vanesabíaqueelcomentariosobreelcomercioestabadestinadoaél.Oyóqueempezabaunminueto,y,sinpreocuparsedequepudieraparecerlegroseroaMassedene,giróaMarthahacialamúsica.

—¿Mepermite?—¿Por qué no? —Martha se volvió para sonreír y decirle adiós al

aristócrata, y luego siguió a Vane al baile—. No le cae bien lord RobertMassedene,¿verdad?

—Noletengoparticularaprecio.Marthadejópatentesuincredulidadconunasonrisa.—Estabarealmenteenojado,Kit.¿Estabaceloso?—Provocaustedsentimientosenmí.Vane,habiendorecuperado laalegríagraciasasusonrisa,cogióaMartha

ensusbrazosy juntosseunierona los invitadosquebailabandispersosporelcésped,mientraslamúsicaahogabalosdistantescañonazosqueproveníandelatierra llana en la que estaban muriendo hombres. El sol, inmenso, rojo yespléndido,dejóatrásunbancodenubesehizopalidecer lospequeñosfaroleschinos que colgaban de los árboles. Estos ya estaban adoptando losextraordinariosyvívidoscoloresdelotoñoamericano.

Sir William Howe, que volvía del partido de críquet en el carruaje queconducía su fiel sirviente Tom Evans, le pidió a este que se detuviese paraobservaralosinvitadosquesehabíananimadoabailar.

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—Estalycomoloimaginaba—ledijoaLizzie.Estahizounamueca.—Dicen,querido,quesinotomaslosfuertesconpremurahabráhambre.Y

lagentehambrientanoesbuenacompañía.—Cierto.Y la sonrisa de sirWilliam se hizomás grande, porque el general estaba

engañando a los rebeldes.En sociedad hablaba abiertamente sobre sus planes,lentos y seguros, para tomar los fuertes, pero en secreto preparaba un audazgolpeconelqueconfiabaen liberar la ciudadyquehabríadeconcluir con lapaz.

Porquedentro de tres días, sirWilliampretendía llevar a cabo lo que loscomerciantes de la ciudad le habían instado a hacer. Dentro de tres días FortMercer sería asaltadodesde tierra.Tresmilhesianos cruzaríanelDelawaredenoche.Dadoquesuspreparativosparaelcrucenopodíanserocultados,sehabíahechocorrer el rumordequeaquellas tropas teníanporobjeto recorrerNuevaJersey enbuscade comiday forraje.En realidadmarcharíanhacia el sury, alamanecer,estaríanlistosparatomaralasaltounFortMercerdesprevenido.Eraunplanintrépido,ysilosrebeldesllegabanasaberdeél,fracasaría.

Portanto,solohabíacompartidoelsecretoconunpuñadodehombres.Elcomandantehesiano,elgeneralDonop,losabía,peronoestabamuysatisfechocon el hecho de que, para mantener la operación en secreto, se le hubieraprohibidofabricarescalasconlasquesuperarlosparapetosdenuevepiesdealtodeFortMercer.LordCornwallisysusmásallegadosconocíanelplan,yaqueCornwallis era el segundo almando, y habría sido una descortesía no hacerlepartícipe.LosayudasdecampodeHowetambiénlosabían,yaqueeranelloslosquedebíanredactarlasórdenes,queseríancursadasenelúltimomomento.Asícomo el almirante Howe, ya que el puñado de embarcaciones que pudieransortear los obstáculos del río distraerían a los defensores de Fort Mercerabriendofuegomientrasloshesianosloasaltabanportierra.Másalládeaquelloshombres,enquienessirWilliamconfiabaplenamente,ningúnotrooficialhabíasidoinformado.

Peroahora,mientrasobservabanalosinvitadosquebailabanenelcésped,sirWilliam le confió el secreto a Lizzie Loring. Se lo dijo porque sabía queestaba deseosa de que la contienda acabara, y se lo dijo también porque nisiquiera un comandante en jefe podía resistir la tentación de alardear ante suamantedelainteligentetretaquehabíaorganizado.

—Si levanto un puente de pontones, todo el mundo sabrá que el asediodurarámuchotiempo,asíque,aunqueelsitiovayaaconcluirdentrodetresdías,tengoqueseguirhablandosobremisplanesparaelpuente.—SirWilliamserio

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alegremente—.¿Comprendes?—Alaperfección,querido.—Lizziesecolgódelbrazodesuamanteyse

acomodócontrasucuerpofornido—.¿Quieredeciresoqueatacarásdentrodetresdías?

—Dentro de tres días, aunque, como es lógico, confío en que guardes elsecreto.

—Porsupuesto,aunquemecostaránoalardeardetuperspicacia.A sir William le agradó el elogio. El enemigo, dijo, estaría durmiendo,

entoncescaeríansobreellosconímpetusalvajey,estabaconvencido,encuantolosfuerteshubieransidotomados,habríapaz.

—¿Deverdad?—preguntóLizzieentusiasmada.—Deverdad.—SirWilliamdioungolpecitoenlapuertadelcarruajepara

indicarleaTomEvansquesiguieseadelante—.Elríoquedaráabiertoalmar,miamor, y la riqueza empezará a fluir de nuevo. Los lealistas querrán su parte,vendránanosotros,ylarebeliónirádisolviéndose.

SirWilliamhabía llegado a las colonias centrales porque le habíandichoqueungrannúmerodelealistasaguardabanunabanderaentornoalacualpoderagruparse.Lacaídadelosfuertesylallegadadelariquezaseríanlasseñales,einclusoeltercoseñorWashington,queaúnacechabaenalgúnlugaralnoroestede la ciudad, se convencería de lo fútil que era seguir con la rebelión.Lapazllegaríaconlosbarcos.Lapazylaabundancia,tododependíadelarápidacaídadeaquellosdostenacesfuertes.

Por tanto,elsecretodebíamantenersesisequeríaqueelasaltoabrieseelríoalariquezaylapaz.SirWilliam,observandolafelizescena,soñabaconelfindelaguerrayconlasrecompensasquehabríadetraerlapaz.Seimaginabaconvertidoenelínclito,poderosoynobleWilliam,duquedeFiladelfiaycondedePensilvania,vizcondedeBrandywineyChesapeake,baróndeGermantown,caballero de la Nobilísima Orden de la Jarretera y honorable miembro delconsejodeSuMajestad.Seacabaríanentonceslaspreocupacionespecuniarias.

—¡Quémaravilla!—dijoenvozalta.La repentina exclamación de sir William no tenía nada que ver con su

soñadoascensoa lasmásaltascotasde lanobleza, sinoconque,aldoblarunrecododelbosque,elgeneralfuetestigodelarepentinaygloriosaaparicióndelaciudadbañadaporelsoldelatardecer,quesurgíadelosconfinesdelmundoycuyaluzseextendíabajolasnubesapagadas,demodoquelosedificiosparecíanbrillarcomoeloro,cautivadores,bajouncielooscurecido.

—LanuevaJerusalén—dijosirWilliam.—¿Repletadefariseos?—preguntóLizzie.PeronohabíanadaquefueraaacabarconelbuenhumordesirWilliam.

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Estaba sintiendo una repentina oleada de puro júbilo que interpretó comopremoniciónespiritualdelavictoria.Contemplólaciudaddelamorfraternalysupoque,cuandoseabrieraelaccesoalmaryelcomercioempezaraaprosperar,podría llevar una vida luminosa, justa y feliz en aquella ciudad de nombreevocador.

—Creo que cuando la rebelión haya concluido, viviré aquí. —Hizo unapausaylededicóunasonrisaasucompañera,e, ignorandolaexistenciadesupropia esposa y del marido de Lizzie, reformuló su feliz deseo—. Viviremosaquí,miamor.

Y animado por tales expectativas, sirWilliam guio a su amante hasta lafiestadelapuestadesol,dondebailabanlosenamorados.

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—¿Huevos?—sugirióelsargentodeintendencia.—Solo dos para mí—dijo Sam—. Al capitán Vane ya no le gustan los

huevos.—¡Menudo tiquismiquis que está hecho tu pimpollo! ¿Ahora no quiere

huevos?¿Túquiereshuevos,Tom?TomEvans,el sirvienteprincipaldesirWilliam,confirmóquese llevaría

huevos,alforfón,pepinos,ostras,almejas,nuezmoscada,legumbresycordero.—Leapetecencostillasasadas.Unparparaestanoche.—Qué afortunados Billy y Lizzie.—El sargento empujó una puerta que

dabaaunpequeñocorralenelquehabíaunadocenadecorderossalpicadosdebarro—.¿Mematasunpardeellos,Sam?

Sam desenvainó la bayoneta y complació al sargento. Luego recibió unapierna de cordero para su oficial. Habría escasez de comida si los fuertes nocaían, pero aquel almacén era una cornucopia: había barriles de cerdo y bueysalados,barrilesdelimas,tonelesconlicoresycubasconarroz.Habíamelaza,azúcar en caña en brillantes envoltorios púrpura, pasas de Corinto, cajas deginebra.Habíacestosconsal,cajasdequeso,barrilesdemantequilla;todoellolocustodiabauncomisionadoqueseestabaconvirtiendo, rápidamente,enunodeloshombresmásricosdelaciudad.Eloropasabademanoenmanoacambiode comida, y el capitán Vane confiaba en que Sam le encontrara, a diario,exquisitecesqueVanecomprabaconloqueobteníavendiendoobjetosdelacasaenlaquesealojabaconotrosdosoficialesyqueeranpropiedaddeunpatriotaausente.

—No es robar, Sam—le había dicho Vane—; se trata de castigar a uninfamerebelde.

—¿Cómosabequeesinfame,señor?—¿NuncahasoídohablardeBenjaminFranklin?—No,señor.—Samhabíavistounretratodelpropietarioquehabíaencima

delachimenea—.Esuntipoconunapintaunpocoextraña,señor.—Pues ese tipo con una pinta un poco extraña, Samuel, está intentando

meteralosfrancesesenlaguerra.EsperoquealgunaputadeParíslepegueuna

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buenaenfermedad.Ahorallévateeserelojynoaceptesmenosdetreslibrasporél.

Samsecólasangredelabayoneta,luegosacóelrelojdesumochilayseloofreció al sargentode intendencia,que sacudió lapieza, con incrustacionesdeoroymarfil,paraasegurarsedequenohabíanadasueltoenelinterior.

—¿Doslibras?—Queríamoscuatro,sargento.—Puesestásmeandocontraelviento.¿Cuatrolibrasporestamierda?—Es de los que solo tienes que dar cuerda una vez a la semana, vale

mucho.—Doslibras.—¿Dosdiez?—Doscinco.—Hecho.Samcogiólasmonedasquequedaronaldescontarelcordero,loshuevosy

lasdosbotellasdeBurdeos.—¿LequedanpíldorasdeldoctorKeyser,sargento?—Hastaquenolleguelaflotanada,Sam.—¿Regaliz?Elsargentosoltóunbufidoambiguo.—¡Haymuypoco,Sam!Tecostarácincochelines.—¡Oh,vamos!—Cincoonada.Samdudó,peroluegodecidióquelediríaalcapitánVanequeporelreloj

sololehabíandadodoslibras.Vanenoestaríamuycontento,perodadoquedetodosmodoselrelojhabíasidorobado,elenfadonoleduraríamucho.

—Es un atraco —gruñó Sam mientras se alejaba del almacén con TomEvans—.¿Cincomalditoschelinesporuntrozoderaíz?

Tom Evans nunca pagaba un penique. Se rumoreaba que el atestadoalmacén solo existía porque sir William tenía parte en los beneficios. TomEvans, por lealtad, nunca había confirmado el rumor. De hecho, comocorrespondíaaunhombrequecompartíaciertaintimidadconelcomandanteenjefe,Evanscasinuncahablabacon lossirvientesdel restode losoficiales.Sinembargo,teníadebilidadporSamGilpin,quesiempresemostrabarespetuosoyservicial.

—¿Sabescómoprepararunapiernadecordero,Sam?—Latrinchas,enciendesunfuegoylevasdandovueltas.Evans se escandalizó ante tal filisteísmo y le dio a Sam una serie de

instruccionessobrecómoasarlapiernaysobrecómoprepararunaliñodeaceite

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yvinagreparaacompañarla.—¿TienepensadoVanecomerlohoy?Samnegóconlacabeza.—EstanocheestáconBilly.Loquiereparamañana.—¿Preparándoseparalabatalla?—Evanslepropinóunapatadaaunperro

quesehabíaacercadoaolisquearlacarnequellevabaenelsaco.—¿Batalla?—preguntóSam.—¡PorDios!¡Debesdesermuysimple,SamGilpin!Dentrodedosdíasva

aatacarlosfuertes.Loshesianosestáncruzandoelríoytupimpolloiráalaislacon los granaderos—rio Tom—. ¡Tendrás que mantener la cabeza agachada,Sam!

LanoticianosorprendióaSamdel todo.Yasehabíapercatadodequeelcapitán Vane estaba muy callado últimamente. Vane solía encerrarse en unasalitadelacasayallípasabahorasescribiendo,ysiempreseasegurabadequeSamnovieselosdocumentosqueredactaba.

—¿Cómolohassabido,Evans?—¡Todoelmundolosabe!Evansestabaansiosopordejarpatentesuestatusdentrodelajerarquíade

los sirvientesmilitares, y disfrutó aireando la información que había obtenidomientrasconducíaelcarruajedesirWilliamlanocheanterior.Admitirquehabíapuesto la oreja hubiera sido rebajarse, y lo que quería era recordar a Sam suinferioridad.

—Todoelmundolosabe—repitió,burlándose—.Bueno,todoslosquesonalguien.

—Supongoquesehanolvidadodedecírmelo—dijoSamjovialmente.Evansserio.—¡Vasatenerqueponercuidado,Sam!Tupimpolloesdelosquedisfrutan

conlosrevolcones.Elsirvientequeteníaladiñó,¿verdad?—Esunbuentipo.ASamlegustababastantetrabajarparaelcapitánVane.Noeraunalabor

demasiadoonerosa.En lacasa,el restode lossirvientesde losoficialessolíandividirse las tareas con Sam, y él, por lo general, se ocupaba de todos loscaballos.AvecesSamcocinaba,aunquenotantocomoelsirvientedelcapitánAndre, que era un tipo quisquilloso y exigente cuando se ponía a prepararcomidas.Porlodemás,SamseocupabadelimpiarlosuniformesdeVane,algoqueteníaquehacerconespecialmimoahoraqueelcapitánestabaenamorado.

Dehecho,aSamledabalasensacióndequetantoVanecomoélpasabanmástiempoencasadelaseñoraCrowlqueensupropioalojamiento.Elcapitán,porsupuesto,accedíaporlapuertaprincipalparaseguirconelasedioalaviuda

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mientrasqueSamentrabaporlapuertadelservicioparacumplirlapromesaquehabía hecho en el campo de batalla. Sam le llevaba a Jonathon comida delalmacéndelcomisionadodeintendencia,yremediosquelepreparabaélmismo.

Lasmedicinas eran esenciales, pues a Jonathon le estaba costando sanar.Las fiebres que visitaban Filadelfia en primavera y otoño amenazaban larecuperacióndeJonathon,y,paramantenerlasen jaque,Samhervíacortezadesauce y luego le daba a beber el caldo al herido.A la señoraCrowl le hacíangracia los remedios de Sam, aunque no confiaba demasiado en ellos, así quecontabaconqueSamtrajeseelregalizylaspíldorasdeldoctorKeyserqueestehabíaprometidollevaresatarde.

SamseanuncióalapuertadelacocinadeMarthaconburlonafanfarria.—Dos rabosdecordero,unacajadevelasyel regalizprometido.—Sam

hizounamuecaalrecibirunabofetadadecalorhúmedo—.¿Quédemoniosestáshaciendo,Jenny?

Jenny, con la ayuda de otras dos muchachas, estaba calentando agua alfuego y luego vertiéndola en una tina recubierta de zinc que había sobre lasbaldosasdelacocina.

—¡Miraquéaspectotraes!—Hematadounpardecorderos.—Samguardabasumejoruniformepara

cuando teníaqueatender al capitán.El restodel tiempovestía suvieja casacaroja,conrestosdebatalla,ysuspantalonesgrises—.¿Dóndepongolosrabosdecordero?

—En la mesa—dijo la mujer negra con alegría—. Y límpiate las botasantesdeentrar,SamGilpin.

Samsemirólospies.—¡Noestántansucias,Jenny!—¡Están asquerosas!—Jenny vertió el contenido de la última olla en la

bañerahumeanteydespuésleshizoungestoalasotrasdossirvientasparaquesalierandelacocina—.Tusbotasestáncomotú—dijoamododeregañina—.¡Sucio!

—¡Asqueroso, apestoso, repugnante, sucio, rancio, fétido! —La señoraCrowl acababa de entrar en la cocina—. ¿Me oyes, Sam Gilpin? Horrible,indecente,inmundo,británico.¡Estássucio!

Sam,dolidoporlosinsultos,semirólacasaca.—¡Noestátanmal!Tieneunpocodesangre,esoestodo.—¡Tucasacano,idiota!¡Tú!Quítatelaropa.—¿Qué?Marthalesonrió.—Vasadarteunbaño,Samuel.

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—¡No, señora!Por favor, señora.—Samempezóadarpasosatráspor lacocina: al fin comprendía por qué había una bañera humeante en la cocina—.¡No!

Marthaatrancólapuertatrasera.—Me caes bien, Sam, que Dios me asista. Puede que seas un soldado

británico, pero, por alguna razón,me caes simpático, pero si vas a visitar estacasa te quiero limpio. ¡Y quiero que sigas visitándonos! ¡Eres bueno paraJonathon,peroapestas!

—¡Nomásquecualquierotro!Martha alargó lamano hacia Jenny entregándole un rodillo de cocina de

madera.—¡Atizaaesebritánico,Jenny!—¡No!—Samdecidióresistirsealasdosmujeres—.¡Nomepiensobañar!

¡Leshetraídoelregaliz!—Sam,queridoSam.—Marthaestabahaciendounesfuerzopornoreírse

—.¿Cuándofuelaúltimavezquetedisteunbaño?—¡Nuncamehebañado,conaguacaliente,no!—¡Diosmisericordioso!¿Quieresdecirque llevasencima la roñade toda

unavida?—¡Melavo!—dijoSamindignado.—¿Quieresdecirqueavecesdejasquetecaigalluviaencima?—preguntó

Martha con dulzura—. ¡Mírate el pelo, Sam! ¡Hay cosas corriendo debajo detodaesasuciedad!Yhueles.

Sam,terco,negóconlacabeza.—Esmaloparalasalud,¿noesasí?Marthasonrió.—Ilumíname,Sam.—Bañarse—Samseñalólabañera—tedafiebres.Todoelmundolosabe.

¡Podríamorir!—Enesecaso,acabaréconuncasacarojaporAmérica.Marthaavanzóamenazantehaciaelsoldadoacorralado.Sam,albordedel

pánico,mostrabalaspalmasdelasmanosparamantenerlaalejada.—¡Señora,porfavor!—Yomebaño,Sam—dijoMarthaamododeconfidencia—,unavezala

semana.Entera,¿verdad,Jenny?—Lasirvientaseestabadivirtiendodemasiadocomo para poder articular palabra—. Y Jenny también se baña, Sam —dijoMarthacontonoseductor—.Nosenoshueleaunamilladedistancia,¿verdadqueno?Loscerdosnohuyenaterradosalolernos,loshombresnosedesmayan,loscaballosnoseencabritan. ¡HastaelcapitánVanesebaña!Pero tú…¡estás

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asqueroso!¡Quítatelaropa!Sam se irguió por completo y adoptó una pose digna del sirviente de un

capitán.—Señora,nomevoyadesvestiren…—¡Malditoasnopretencioso!—dijoMartha—. ¡Jenny!Échaleencimaun

calderodeagua.—¡No! ¡Por favor, no! —Sam vio que Jenny cogía un caldero—. De

acuerdo.Peroloharéyosolo.Marthaasintió.—Unareservarazonable.Considérateuncaballo,Sam.Frótatebienconel

cepillo primero.Luego el jabón.Es un jabónbastante caro, Sam, pero puedesusarcuantoseanecesario.Ynoteolvidesdelpelo.¡Deshazteesaestúpidacosaquetecuelgaporlanucaymételaalagua!Tequierolimpio,Sam.

—Sí,señora.—Te dejaremos tranquilo—dijoMartha—, y si huyes, jamás dejaré que

vuelvasaentrar.SeacabarálacervezadeJennyyseacabaráesodesentarsealfuegomientraselrestodeloscasacasrojasenfermanenlasmarismas.

—Sí,señora,muybien,señora.Samesperóaquelasmujeressefueranyvaloróbrevementelaposibilidad

de emprenderuna innoblehuidapor las escalerasde la cocinahacia el jardín.Luego pensó en la amenaza de la señora Crowl en cuanto a la privación deaquellosplaceresyseresignóasufrirsuordalía.Pusolaorejaenlapuertadelacocinaycuandoestuvosegurodequenohabíanadiedispuestoa tenderleunaemboscada,sedesvistió lentamenteantesdemeter,conmuchocuidado,unpieenelagua.

Estabacaliente. Jamáshabíametidoelpie en aguacalientey lo sacóporinstinto.

—¡Vamosaentrar!—dijoalegrementelavozdeMarthadesdeelotroladodelapuerta.

—¡No!Pero la puerta se abrió y Sam solo pudo escapar metiéndose en el agua

ardiendo.Aullódelaconmoción.ElaguasederramóporlosbordesyMarthayJenny,firmesensupropósito,entraronenlacocinaagrandeszancadas.

—¡Lávale,Jenny!—¡No!Samseagarrólasrodillas,peroJennymetiólamanoenlabañera,lecogió

deltobilloytiró,demodoqueSamresbalóysucabezaacabóbajoelagua.Elsoldadotuvoquedarmanotazosparavolveralasuperficie.

—Nohaynadadequéavergonzarse—dijoMartha,yrompióareíralverel

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rostro de indignación del británico. Jenny, que tampoco podía parar de reír,empezóafrotarlelaespalda.

—¡Diosbendito!—dijoMartha—.¡Esblanco!Lo que provocó aún más risas al tiempo que la moral de Sam se

desplomaba a cotas aúnmás bajas, porqueMartha, fingiendo estremecerse deterror,habíarecogidosusropasylashabíametidoenuncalderodeaguafría.Loúltimoquecogiófuelacasaca.

—Lascasacasrojas—dijocondesprecio—sololasllevanlosmalnacidosdelasCarolinasylostutoresdebaile.

—PuesbienqueleenseñamosabailarasuGeorgeWashington—dijoSam,belicoso. Luego se vio obligado a arrebatarle a Jenny el cepillo antes de quellegaraaun lugarvergonzoso.Almenosel jabóny lamugreestaban lograndopreservarsumodestia—.Noesjusto—dijo.

—PobreSam.—Marthasonrió—.ElbuenodeSam.¿Quédemonioshacestúenelejército?

—Lucharcontraustedes.Marthaserio.—¿Ytegusta?Sampensósurespuesta.NohabíaestadomaldeltodohastaqueNatehabía

muerto, y suponía que, ahora que el dolor por el fallecimiento de su hermanoremitía, empezaba a gustarle de nuevo. Eramejor ser el sirviente del capitánVane que el objetivo del sargento Scammell. Una semana antes, mientrasentrenabaaljovensemental,Samsehabíatopadoconsuantiguacompañía,quevolvíadepatrullarporlasmarismas.Maggie,porloquelehabíandicho,habíahuido hacia lo desconocido, y Scammell culpaba a Sam de ello. Este habíaevitadoalsargento,perosabíaquealgúndíatendríaqueenfrentarseaél.

—¿Ybien?—insistióMartha—.¿Tegusta?—Noestámal—dijoSamsinmuchaconvicción—.Siempreycuandono

tepeguenuntiro.—Nosiemprepuedescontrolaralgoasí,¿nocrees?MiraaJonathon.—¡Porque fue tonto! —dijo Sam—. ¿Por qué se fue a luchar? Es rico.

Podríahaberlotenidotodoysevaaquelemetanunabalaenlapierna.—¿Crees que es más importante ser rico que honorable? —preguntó

Martha.—Eso,señora,esalgoquesolopreguntaríaunrico.—Muybien,Sam.—Marthaabrióelpaquetequeconteníaelregalizyechó

laraízaunaolla;lainfusiónconaguacalienteservíaparacombatirlafiebre—.¿QuéhaydelaspíldorasdeldoctorKeyser?

—Nohay,señora.Bastantesuertehetenidoconelregaliz.

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—Malditosbritánicos—dijoMarthasinlevantarlavoz—.JonathonestarámuertoantesdequehagáisllegarsuministrosaFiladelfia.

—Paranada.—SamvolvióaentregarleelcepilloaunaJennyimpaciente—.Vanatomarlosfuertespasadomañana,asíqueelríoestaráabiertoantesdequeacabelasemana.EntoncestraerélaspíldorasdeldoctorKeyser,loprometo.

Marthaseloquedómirando,peroSamnosepercatódelarepentinamuecade alarma de la dama. El joven empezaba a sentir un extraño placer en todaaquellasituaciónigualdeextraña.SerecostócontraelrespaldoaltodelabañeramientrasJennylefrotabaentrelosdedosdelospies.

—¿Pasadomañana?—preguntóMarthainocentemente.—Loshesianosvanacruzarelríoylosgranaderosvanaatacarelfuertede

laisla.Elcapitánva,asíquesupongoquetendréqueencargarmedemantenerloconvida.

Marthamiróalsoldadofijamente.—¿Cómolosabes,Sam?—¡Todoelmundo lo sabe!—Samrepitió la respuestadesdeñosadeTom

Evans,que,contodainocencia,sehabíacreído.—¿Deverdad?Martha se colocó detrás de Sam y empezó a deshacerle la coleta

embadurnadadeharina.Poralgunarazón,el tactodeladamaseleantojómásvergonzantequelosíntimoscuidadosdeJenny,ysealegrócuando,deuntirón,Marthaalfinlogróquitarleelcojinetedecueroalqueestabaenrolladalacoleta.

—Pero¿quiéntelohadicho,Sam?—ElsirvientedeBilly.—Samsehabíaaprendidoelapododelcapitán.—¿Entoncessolosonhabladurías?—¡No!—dijoSam, indignado—.El capitán lleva días escribiendo cosas.

Órdenes,supongo.Ysiempreencerrado.—A mí no me ha dicho nada—dijo Martha fingiendo tristeza—. Y sir

Williamtampoco…—Suvozfuemuriendoamedidaqueseibadandocuenta,absolutamenteconvencidadequesuinstintonolefallaba,delgranengañoquesehabíalogradoextenderporlaciudad.

ElsilenciodeMarthalehizosospecharaSamquequizá,alcontrariodeloque había dichoTomEvans, no todo elmundo lo sabía. El soldado se volvióalarmado.

—Notepreocupes,Sam.Nolediréalcapitánquehasdichonada.—¿Deverdad,señora?—Niunapalabra.QueDiostebendiga,SamuelGilpin.Y,paraasombrodeSam, laviudase inclinóy lediounbesoen la frente

recién lavada. El soldado se sonrojó, pero Martha le asintió a Jenny, quien,

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sonriendo, tiró del pie de Samhacia arriba. En ese preciso instanteMartha leempujabalacabezaparameterlobajoelagua.Gritó,tragóaguasuciaconjabónyvolvióaemergerchorreandoyprotestando.Jennypasóaatacarelpeloconuncepilloparaarrancarlelagruesacapadegrumosdeharina,grasa,sudorymugre.

—¿Eresrealista?—Martha,obviandoelmisteriodelaactitudreservadadeesosúltimosdíasdelcapitánVane,asintióhaciaelbrazodeSam,enelque,envivoscolores,lucíauntatuajeconelescudodearmasdelrey.

—¡Porsupuestoquelosoy!—dijoSam.—¿Porqué?Samintentó,entresalpicaduraysalpicaduradeaguaenlacara,describirla

seguridadqueserespirabaenlacampiñainglesa,loacogedordeunpaísenquetodosloshombreseranlibres,dentrodeunarcodeorden.SamtrabajabaparalosSquire,queasuvezestabanal serviciodeunconde,queasuvezservíaaunduquequeavecesibadepaseoconelreyporWindsor.

—Unavezibanaahorcaraunodelpueblo.—Samhablabadeunhombrequehabíasidocondenadoporrobarcaballos—.Peroelreyleperdonó.¡Squireyelrectorescribieronunacartayelreyleperdonólavida!

—El bueno de Jorge —dijo Martha con delicadeza—. Pero Sam Gilpinnuncallegaráaserconde,niduque.

—DecíanquepodríahaberllegadoajefedecocherossinohubieracogidoelChelíndelRey.

—¡Oh!—Marthafingióestarmuyimpresionada—.Mientrasqueaquí,SamGilpin,hayunbuenmercadoparaunhombrequesepadecaballos,carruajesyarneses.Sepuedeganarmuchodinero.—Sonrió—.Tieneselpelodelcolordeloro. ¿Quién lo habría dicho? —Martha cruzó la cocina y cogió una enormesábanade algodón—.No tienesnadaque Jennyyyonohayamosvisto antes.Hay ropa en la despensa. Pertenecía a mi finado marido, así que te quedaráholgada,peropuedesllevarlamientrassesecaeluniforme.

—Sí,señora.—¿LesubeselregalizaJonathon?—Sí,señora.—YLydiaquiereoírunadeesasterribleshistoriasquelecuentascuandose

vaalacama.—Seráunplacer,señora.—Te lo agradezco—dijoMartha junto a la puerta—. Lo haría yo, pero

tengoqueescribirunacarta.¿VendráestanocheelcapitánVane?—Nolosé,señora.EstáconBilly.—¿Tengolanochelibre?—dijoMarthaburlándose;luegosefue.SamesperóaqueJennyestuvieradeespaldasantesdesalirdelabañeray

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cogerlasábanadealgodón.Entróenladespensaparavestirseysaliógruñendo.—Mesientocomounpollodesplumado.—Nadiesehamuertonuncaporestarlimpio,Sam.—Jenny,señoradesu

cocina,lediouncodazoparaapartarledesucamino—.Yeresunchicoguapo,noloechesaperder.¡Mírateconesaropa!¡Parecesunrey!

Samsonrióavergonzado.Hacíatresañosquenovestíaropasdecivil,peroahora llevaba una camisa, pantalones y medias que en un tiempo habíanpertenecido a un abogado. La ropa limpia sobre la piel limpia le hizo sentirextraño,aunquenoeraunasensacióndesagradable.

Elpelolebrillaba,yJennyhizoquesevolvieraparapoderatárseloconunapajaritanegra,comolohubierallevadouncaballero.

—¡Estás para cocinarte! —dijo Jenny con alegría—. Ahora ve a ver alseñorJonathon.

Jonathon, tumbado en una amplia cama, ni siquiera reconoció a Sam alprincipio,perosonrióencuantooyósuvoz.

—¿Quétehanhecho?—Me han emperifollado como si fuera un potro al que van a llevar al

mercado.¿Quétalestás?Jonathon estaba pálido, delgado, y tenía el rostro brillante de sudor. La

habitaciónapestabaporculpadelmuñóncauterizado,queaúnsupuraba.—Puedosentirelpiequemehanamputado.Yduele.—Lolamento.—Tampocoesquefueraunpieenelsentidomásestrictodelapalabra.—Los he visto mejores—dijo Sam; luego dio la vuelta a la cama y se

detuvo.Mirósureflejoenunaltoespejoquehabíamontadoenlapuertadeunarmario—.¡Porlosfuegosdelinfierno!

Jonathonesbozóunamuecadediversión.—Sam,Samelcaballero.Elsoldadoestabaobservandoaunhombredeconstituciónrecia,fuerte,de

cabellosdoradosyrostrofeliz.Segiróparaversedeperfilyserioantesupropiavanidad.

—¡Sipudieravermemimadreahora!—Algúndíateverá.—Puede.—Sampensódeprontoen la tristezaque lecausaríaasupobre

madre recibir la noticia, en unas semanas, de lamuerte de su hijo. Le dio untirónalacamisablanca—.Nadaqueverconunacasacaroja,¿eh?

—Esmejor.Samdejódemirarsureflejo.—¿Necesitasquetelave?

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Jonathonnegóconlacabeza.—Jennyyalohahechoantes.Dime,¿quéestáocurriendo?AsíqueSamsesentójuntoalacabeceradelacamayrelatólasnuevasde

la ciudad. Cómo un coronel de caballería había salido de una casa,completamentedesnudo,perseguidoporunmaridoenfurecido.Hablósobrelaspatrullas que hacían lo posible por mantener las calles limpias de ladrones yborrachosporlasnoches.Intentódescribirelbailedelanocheanterior,bajolosárboles,enelCuello,donde,parasupesar,Samhabíahechodecamarero.

—Odio hacer eso.Vestido de etiqueta para servirle vino a un puñado deborrachos.

—¿Preferiríasluchar?—Esoesloquehacenlossoldados,¿no?—Meresultaextrañoqueseaselenemigo.Samseencogiódehombros.—Nolosoy,¿no?Almenoshastaquevuelvasaempuñarunarma.—Esa

eralapromesadeSam,elsueñoquelehabíaofrecidoaJonathon.Alamericanolegustabaesesueño,aunqueestabaperdiendolafe.—Sigosiendounprisionero.Nuncamedejaránsalirdelaciudad,¿verdad?Dejó de hablar y giró la cabeza sobre la almohada hacia las voces que

llegabandesdelaescalera.SamoyóhablaraMartha,ysepreguntóaquénuevaindignidadibaasometerle.

Pero no tenía nada que ver con indignidades. En su lugar, entró en lahabitación, conMartha, unamuchacha demelena dorada que sostenía en altounacajitadecartón.

—PíldorasdeldoctorKeyser.Miabuelolashaencontrado.—¡Caroline!—Jonathon alargó los brazos hacia ella y Sam vio cómo la

muchachaseinclinabaybesabaalherido.Y Sam, que seguía mirando, comprendió por qué Nate había estado

dispuestoaarriesgarlotodoporunachica.Aquella eramuchomás bella queMaggie. Era unamuchacha de aspecto

salvajeyojosazulescuyasfaccioneshablabandefuerzaytesón,peroqueenesemomentonomostrabamásquefelicidadconJonathon.

—Encontramoslaspíldorasenlacajaenlaquemiabuelaguardalabiblia—dijoCaroline.

—TuspíldorasyelregalizdeSam.—LaemocióndeJonathondiolugaraunaoleadadecolorensusmejillas—.EsteesSam.

—Quenoteengañesuropa—dijoMarthasecamente—.Enrealidadesunmonstruo tiránicoquehavenidoaesclavizarnos.EllaesCarolineFisher,Sam.—Marthahizounapausa—.SevaacasarconJonathon.

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—Algomehancontado.—SamlesonrióaJonathon,quelehabíahabladomuchodeella.

CarolinelededicóaSamunasonrisa.—Así que es usted el hombre que se ha portado tan bien con Jonathon.

Gracias.—No he hecho mucho —dijo Sam avergonzado—. No hago más que

decirlequeestarábailandoencuestióndeunmes.MarketStreetarribayMarketStreetabajo,¿verdad,Jonathon?

—Nuncahepodidobailar—dijoJonathon.—Solohayquedarsaltitosalsondelamúsica—dijoSam—.Yateharéyo

unapatadepalo.—¡Patapalo!—rioCaroline.—En mi pueblo había un tipo con una pata de palo—dijo Sam—. Era

capazdebailarenmediodeunvendaval.—¡No!—dijoCaroline.—Unavezleserramosunapulgadadelapata—Samsonrió—.Creyóque

estababorracho.Recorriólacallecomounacarretaconunejeroto.—Serio,ysintióqueserelajaba—.Medieronunasbuenascollejasporaquello.

—Conrazón—dijoMartha.—¡Aélnoleimportó!¡Setomólabromamuybien!Fueélelquellenólas

escalerasdelcampanariodejabónparaqueelsacristánseresbalaraenunaboda.¡Cayócomounsacodeharina!—Sam,depronto,sediocuentadequeestabaacaparandolaconversacióny,avergonzadosedetuvo.MiróaMartha—.Perdón,señora.

—Esunplacerescucharte,Sam.—MarthahabíaestadoobservandoaSamyaCaroline,yhabíavistocómolamuchachasonreíaalescucharlahistoriadeSamycómoestesesonrojabaalmirarla.YMartha,sintiéndosedeprontomásmayor y más sabia que sus veintiséis años, pensó en lo que podría suponeraquello.Aseado,pensó,Samresultababastanteatractivo,másaúnconsu ropaprestada—.¿QuieresirameterleelmiedoenelcuerpoaLydiaconunadetushistoriasdeantesdedormir,Sam?

—Sí,señora.—SamsonrióylededicóaCarolineunanerviosadespedida:luego,obediente,saliódelahabitación.

—Pero no te vayas de casa. —Martha le había seguido hasta la puerta.Dudó un instante y sonrió—. Caroline no debería recorrer sola las calles.¿Puedesacompañarlaalmuelle?

Martha esperaba que Caroline, siempre celosa de su independencia,protestara.Peronodijoniunapalabra.

—Seráunplacer,señora—dijoSam.

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Así que, dos horas más tarde, aunque vestido ahora con un uniformehúmedoyconelpelounavezmásblanqueadoconharinayprietoen tornoalcojinetedecuero,SamcaminabajuntoalachicadeJonathon.ElsoldadollevabaunpetateparaCaroline;eranunasvelas,unregalodeMarthaparalosabuelosdeCaroline.Caíaunalevellovizna,peroSamnisedabacuenta.Queríamiraralamuchacha como si, en los círculos intermitentes de luz que desprendían losquinqués,pudieragrabarsuaspectoenlamemoriaparasiempre.

HablarondeJonathon.—Nuncavolveráaluchar¿verdad?—dijoCaroline.—Noconunapatadepalo—dijoSam—.Peroenlaguerrahaymáscosas

que apretar gatillos. ¡Hay más papeleo del que pueda imaginar! Y él es unhombreconestudios,¿noesasí?

—Sí—dijoCaroline,anhelante.—Losnuestrossiempreestánconsusgarabatos—dijoSamcondesprecio

—. No se puede poner el pie en un estribo sin una tonelada de papel. Unapérdidadetiempo.

Carolinecaminóensilenciounospasos.—¿MejoraráJonathon?—Claroquesí—dijoSamconinapelablefirmeza.Carolinelesonrió.—Tienesuertedecontarconusted.Samseencogiódehombros.—Fuebuenoconmihermano.Estoyendeudaconél.—Jonathondijoquesuhermanohabíamuerto.—Sí.—Eraextraño,peroahoranoselehacíadifícilhablardeNate,nocon

esamuchacha.Samempezó a contarle aCaroline lo deNate yMaggie, sobrecómohabíanplaneadodesertarybuscarjuntossuparaísoperfecto,ysobrecómoelsueñohabíaacabadoconunabalaenlaespaldadesuhermano.

—¿Quélepasóalachica?—preguntóCaroline.—Medijeronquehuyó.Eslomejor.Carolinediounospasossindecirpalabra.Laluzdeunestablecimientode

ginebrasiluminósucabelloydibujósombrasensusmejillasybajosuslabios.—PobreNate—dijodepronto.—Fueunidiota.—Samsonriócontristeza—.Solosehizosoldadoporla

casaca roja, y por el dinero que jamás nos dieron. Pero no debería habersealistado.Nateodiabaluchar.Solíaecharacorrerconsoloverunpalo.

—¿Unpalo?—preguntóCaroline.—Sí,cuandojugábamosalasespadas—explicóSam—.Esunjuegoalque

jugamosen Inglaterra.Peleas,yelprimeroenhacerleunaheridaalotroen la

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cabezagana.Habíanllegadoauncallejónoscuroyestrechoquellevabaa lazonaalgo

másiluminadadelosmuelles.LosdientesdeCarolinebrillaronníveoscuandolesonrióaSam.

—¿Debosuponerqueerabuenojugandoalasespadas?—Meencantaba.Salierondelcallejónyllegaronalosampliosembarcaderosiluminadospor

antorchas. Cada uno de los puestos de centinelas tenía su antorcha. Estabandispuestos a lo largo delmuelle y formaban parte del gran perímetro que losbritánicoshabíanestablecidoentornoaFiladelfia.

Caroline llevóaSamhaciael extremonorte,haciaunade lasbateríasdecañones. Los artilleros reconocieron a la muchacha y la saludaronamistosamente.

—¿Tehasechadonovio,chica?—Lolamento—dijoSamdisculpándolos.—Nomemolestan.—Carolinebajóunosescalonesoscurosydeshizo los

amarresdelaembarcación.—¿Lallevaustedsola?—preguntóSamasombrado.—Yosolita.—Lamuchachasonriódesdelaoscuridaddelembarcadero.A

suespalda,reflejandoloslevesdestellosdelaluzdelaluna,elaguasemecíaentonosplataynegro.AlargólamanoparaqueSamledieraelpetateconlasvelas—.Ustedyyo,Sam,¿lograremosqueJonathonsepongamejor?

Samleentregóelpaqueteysintiólacalidezdelacomplicidadimplícitaenelgesto.

—Claroquesí.—Observómientras lamuchacha tirabadeunaúnicavelaparaizarla—.¿Cómosabeadóndeva?

—Allíhayunaluz.Esmicasa.—Vayaconcuidado.Carolinesonrióamododeagradecimiento;luegosacóunpequeñoremoy

lohundióenelagua.Samdiounospasosatrásyviounrectánguloblancoenelúltimo escalón. Bajó a toda prisa, lo recogió y palpó el pegote de cera quesellabaunacarta.

—¿Selehacaídoesto?Carolineyaestabaapartándosedelembarcadero.Su rostro,almiraratrás,

esbozóungestodealarma.—Semehacaídodelpaquete—dijo.—Tenga.Samalargóelbrazoalmáximoparasuperarelespaciocadavezmásgrande

que separaba la embarcación del muelle y a punto estuvo de caer al agua.

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Carolinetambiénalargóelbrazoylesostuvoconlamano.LosdedosdeambosseentrelazaronylacartadeMarthacasicayóalrío.Samdiounrespingoparaincorporarse y le entregó la carta a Caroline. Luego pidió disculpas por sutorpeza.

—Gracias,Sam.—LosojosdeCarolinebrillabanconintensidadsobrelasaguaslúgubres.

—Buenas noches, señorita. —Sam estaba pensando en el tacto cálido yfirmedelamuchacha.

—¡Buenasnoches,Sam!Caroline,conasombrosadestreza,remabaparaapartar laembarcacióndel

abrazo del embarcadero y hacia el viento. Dijo adiós con la mano cuando lachalupatomóimpulsoysesentóaltimón.

Samno semovió.Contemplóelprogresode la sombraoscurapor el río,observóhastaquelachalupanofuemásqueunborrónentrelassombrasdelaotraorilla.Sintióalgoquenohubierapodidodescribir,perosupoqueteníaalgoque ver con la felicidad. Entonces recordó que Jonathon estaba prometido aCarolineyseestremecióporloqueestabapensando.Volvióasubirlospeldañosyregresócaminandohacialaciudadpenumbrosa.Pero,loquisieraono,teníalacabezaembotadaconaquellamelenarubia,elrecuerdodelosdedosfuertesdelamuchachatocandolossuyosylasrisastanfácilmentecompartidas.YelmundodeSam, por lamejor ymás elevada de las razones, aunque sin esperanza, deprontosehizomásluminoso.

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20

Durantelamañanaenlaqueestabaproyectadoelasaltoalosfuertesrebeldes,sir William Howe se despertó con una maravillosa sensación de bienestar,bastantepocoacordeasuscuarentayochoañosdeedadyenabiertodesafíoaloportoylasostrasfritas;estasúltimaslashabíaingeridocasiamedianoche,aunsabiendoquesedespertaríalamentándolo.Perosucedióalcontrario,casivolvíaasentirsejoven.

Abandonando a Lizzie en una cálida maraña de sábanas, se dirigió alvestidor, donde Thomas Evans le afeitó y le informó de que hacía un díaespléndido. Sí que lo era, repuso sir William mientras respiraba los aromasentrelazadosdeljabóndeafeitaryelcaféreciénhecho.Unvendedorambulante,de aquellos que se levantaban temprano, anunciaba sus mercancías a voz engrito,algoqueletrajoasirWilliamrecuerdosdelalegreybulliciosocaosdelascallesdeLondres.

El pensamiento provocó en el general destellos de agradablemelancolía.LasorillasdelTámesisenprimavera,cuandoelríobailabaalaluzdelsol.LaCasaChinadeRanelaghGardens.ElteatrodeDruryLane,dondeDavidGarrickeraelrey,oelLittleTheatreenHaymarket,dondeSamuelFooteanimabaalasmujeresdelpúblicoadestensarseloscorsés,nofueraquesusrisasprovocarandesgarronesenellos.SirWilliamsoñóconelClubAlmack’senaquellasnochesdeinvierno.RecordócuandoobservabanalasprostitutasdeCoventGardenysepreguntaban cuál de ellas moriría de alguna enfermedad venérea y cuál secasaríaconalguiendelaaltasociedad.¡Yloscafés!¡PorDios,habíamáscafésenelStrandqueentodaPensilvania!

—Leveopensativo,señor.LordRobertMassedene, el ayudade campode servicio, traía los asuntos

deldía.SirWilliamyaseestabavistiendo:medias,pantalones,camisa,chaleco,casaca,peluca,zapatosyespada.

—Estaba recordando el café de Somerset, Robert. ¿Te acuerdas de aquelcamarerotanrollizoytanpocoservicial?

—ElcafédeSlaughterHouse—dijoRobertMassedene,burlón—.Turk’sHead,elPiazza…

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—ElasadordeClifton,¿eh?—Dolly’s—repusoMassedene.—¡Donde las putas beben cerveza negra para desayunar! —La

conversaciónnohizomásqueanimara sirWilliam—. ¡Ypensarque tenemosqueconformarnosconelCaféLondresdeMarketStreet…!

—Donde anoche, señor, oí rumores de que el general Burgoyne se habíarendido.

PerohoynadapodíamellarelbuenhumordesirWilliam.—¡Rumores,Robert!¡Siemprehayrumores!¿Cuántasvecesnoshandicho

queelseñorWashingtonhabíamuerto?¡Deanginas,defiebres,dedisentería,decólicos,hastaencombate!

—Esa, señor—RobertMassedene dejó los papeles sobre la mesa de sirWilliam—,seríaunamuertequelamentaríaprofundamente.

SirWilliamcerró losojosmientrasEvansconcluíaelperfectoempolvadodelapelucayrio.

—¿Creequelereemplazaríanporalguienmejor?—¿Acasopodríanencontraraalguienpeor?—Lo dudo, Robert. Hace que me sienta como un buen general. —Sir

Williamsonrióparamostrarquesumodestianodebíasertomadademasiadoenserio.Actoseguidosedirigióa lamesa,en laqueleesperabanunajarritaconcafé, jamón en lonchas, pan y mantequilla. Miró hacia los informes queMassedenehabíadejadosobrelamesa.

—¿Tengoqueleerlosyo,Robert,omevasahacerunresumen?—Donop salió a la hora prevista, señor. Los navíos de su hermano están

remontando el río.El sol ha salido, como siempre.Dios, por lo que dicen lospredicadores,estáensucielo.

—Aménaeso.—SirWilliamuntómantequillaenelpanyaguzósuoídoexperto para escuchar los lejanos cañonazos que hacía que se estremecieranlevemente las ventanas—. No parece que se haya intensificado el fuego deartillería,Robert.¿CreesqueDonopmarchaconretraso?

—Losabremospronto,señor—dijoMassedeneentonoreconfortante—.ElcapitánVaneseráelprimeroenhacernosllegarnoticias,estoyconvencido.

—¡Cómo le gusta el olor a pólvora!—A sir William le había resultadocuriosalainsistentepeticióndeVanedeacompañaralosgranaderosensuasaltoaFortMifflin—.¿Tantoleaburrelavida?

—Estáansiosoporlabrarseunareputación,señor.Yanhelalavictoria.—Yalaviuda,diríayo—riosirWilliam.—Sinduda,señor.¿Puedotentarleaprobarunpocodesábalosalado?—Deningúnmodo.—SirWilliamseestremecióconsoloimaginarlo;luego

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pensóenVaneylaseñoraCrowl—.Seríaunbuenpartidoparaél.Esrica.—Ybella—dijoMassedenesecamente.PensarenelmatrimoniodeVaneavivóelentusiasmodesirWilliam.—Esperoquelesvayabien,¡porDiosquesí!Esloquenecesitalaciudad,

Robert.¡Romanceenunaciudadenguerra!¡Unahistoriadeamorquenosuna!¿Estásdeacuerdo,miqueridoRobert?

—Nopuedomásquepreguntarmesilaviudaestaríadispuesta,señor.—¿Porquénoibaaestarlo?Vaneesuntipobastantedigno.Puedequeno

seadealtacuna,perotampocoesqueseadesdeñable.¡Haycosaspeoresporahí!—Tambiénlashaymejores,señor.SirWilliammiróasuayudadecampofijamentey,alcomprender,esbozó

unacrecientesonrisa.—¡Estásceloso,Robert!¡Laviudatambiéntehaconquistadoati!Massedenelonegó,aunquesinexcesivafirmeza.—AlquemecuestatragaresaVane,señor.Suvisióndelavidaesladeun

tendero.Haypérdidaohayganancia,yentreambas,nada.Aunqueprocurosercortésconél.

—Seguroquesí—dijosirWilliamconpremura.—Tampoconiegoqueseaunhombrevaliente,señor,yconfíoenquehoy

noshagallegarlasnoticiasdelavictoria.—¡Ah,claro!—dijosirWilliamrecordandoelasuntoqueleocupabaaquel

día.Elgeneralllevólatazadecaféhastalaventanacomosiesperarasertestigo

delavictoriamásalládelostejados.Sepreguntósilacadenciadelosdisparosdeartilleríahabíaaumentado.Sepermitióunsilenciosodeseopor laseguridaddesuayudadecampoChristopherVane.

Vane, acuclillado junto a un dique para resguardarse del viento helado,aguardaba a que comenzara el ataque. El capitán llevaba esperando desde lasprimeras luces grisáceas del amanecer, desde que un puñado de fragatas ycañoneras, con las velas teñidas de rosa por efecto del sol naciente, habíansorteadoaduraspenas losobstáculoshundidosenel lechodel ríoysehabíanarrastradocorrientearriba.Yseguíaesperando.

—¡Donopllegatarde!—¿Señor?Sam, tembloroso, se acurrucó junto al dique armado con mosquete y

bayoneta.

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Vane no repitió lo que había dicho. Se preguntaba por qué se habíapresentado voluntario para esa misión, y decidió que, en realidad, no podíasoportarqueunaoperacióndeesanaturalezafuesepuestaenriesgopornoestarélahí.Vanesabíaqueestabapecandodesoberbia,peroesonosignificabaquenofueraverdad.DesdequesirWilliamlearrancasedelassombras,Vanesentíaqueestabadestinadoalagrandeza,ysabíaqueaquelperíododesujuventudnoerasinopartedelaprendizajequehabíadecatapultarloalafama.Esagrandeza,por supuesto, había sido puesta en peligro al presentarse voluntario para esecombate,peronocreíaqueeldestinotuvieralamuerteencombateescritajuntoasunombre.

—¿Tienesmiedo,Sam?—No,señor.Vanesevolvió.—¿Enserio?—Nomásquecualquierotro,señor.Vanesonrió.—Tehe visto pasarmiedo,Sam.Te he visto aterrado.Ese sargento…, el

queteestabagolpeandocuandotuvelaamabilidadderescatarte.Sampensóenello.—CualquieraletendríamiedoaScammy,señor.Esuncabrón.—Cuéntamealgunadesuscabronadas,Sam.Diviérteme.Vane, aburrido, quería pasar el rato, y Sam se encontró describiendo al

sargento Scammell. Se sorprendió a sí mismo al oírse hablar con reticenteadmiración sobre la valentía de Scammell, pero esa admiración se desvaneciócuandohablódelanocheenlaqueScammellhabíaestadodeservicioconlospiquetesantesdelabatalla.

—¡Matóaesechiquillo,señor!—¿Deverdad?—Vanesesintióintrigadoporelrelato.—Peronohaganada,señor—dijoSamalarmado—.Nodeberíahabérselo

dicho.—No seme ocurriría apartar del ejército a un hombre tan valioso—dijo

Vane—.Necesitamoshombressinescrúpulos,Sam,siesquequeremosacabarcon esta rebelión. —Vane se puso en pie y miró hacia la otra orillapreguntándoseporquéDonop seguía sin atacar—. ¿Porqué tebañaste el otrodía,Sam?

—¿Bañarme,señor?Vanebajólamiradayobservóasusirviente.—Me he dado cuenta, Sam. Un día estabas cubierto de mierda y al

siguienteolíasarecibidordeprostíbulo.¿Hasconocidoaunachica?

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—No,señor.—Puesyocreoquesí.¿Quiénes?¿Unaputita?—Soloesunachica,señor—dijoSamsinmuchaconvicción.—¿Quétipodechica?¿Algunasirvienta?—Sí, señor —dijo Sam aprovechando la invención del capitán. Luego

pensóquedebíadeciralgomásparadecorarsuspalabrasydijolaverdad—.Espreciosa,señor.

—Seguroquesí.Vane se preguntó qué tipo de pasión sentían los soldados rasos. Algo

insulso, seguramente, la mera llamada de la carne, nada comparado con eléxtasis sacramentalqueVanesentíaporMarthaCrowl.PensarenMarthayenvolveracasadesuamadaconsuespadavictoriosacomotributoprovocóqueelcapitán sonriera. Esa noche, pensó, cuando todo ese asunto hubiera concluidogloriosamente,guiaríaa laviuda, condelicadeza,desdeel corséde laamistadhacia las pasiones del amor. Pensar en ello resultó tan excitante como lo eraanticiparlaacciónque,inexplicablemente,aúnnohabíacomenzadoentornoalosfuertesacosados.

Las sombras de las nubes se movían a lo largo de las aguas y estasescondíanelsol.UnagarzarecorríalaorillamientraselcapitánVanecaminabaimpacientedeun ladoaotrodeldique.Encualquiermomentoesperabaoír elfuegodelaartilleríamontadaqueacompañabaaloshesianosdeDonop,perolamañana avanzaba fría y dolorosamente, y no acababa de oírse el rugir de loscañonesalotroladodelascalmadasygrisáceassábanasdeagua.Dosfragatasytres cañoneras, desde donde llegaban gritos solitarios informando de laprofundidaddelagua,avanzabanlentamentecontracorriente.

Amediodíalasnubesamenazabanlluvia,yunvientorepentinohizoqueserevolvieran las aguas. La proa de una nave rebelde emergió de una de lasintrincadas ensenadas que había a lo largo de la costa de Nueva Jersey. Estaefectuóundisparocon lapiezamontadaenproay recibió, como respuesta, elestruendo tonante de un fuego lateral de artillería que dio lugar a una enormenube de humo sucio en el centro del río. La nave rebelde, indemne, se retirógallarda.

—¡Estoesunalocura!—LosnerviosdelcapitánVane,apesardelafelizexpectativadelanoche,estabanallímiteporlaespera.

Lacomidasesirvióalaunaymedia.VanecomióconlosoficialesdelascompañíasdegranaderosquedebíanparticiparenlarendicióndeFortMifflin.EnesemomentopensóenvolveralaciudadparaversisirWilliam,poralgunaextrañarazón,habíasuspendidoelataquedeloshesianos,perolacuriosidadlomantuvojuntoaldique,másalládelcual,varadaspesadamenteenlaorilla,unas

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gabarras esperaban para transportar a los granaderos hasta Mud Island. Losgranaderos eran las fuerzas de choque del batallón, y seis batallones habíanaportado compañíaspara la tomadel fuertede la isla.Loshombres, hartosdeesperar, dormían bajo el dique o afilaban unas bayonetas ya afiladas. Vane,inquieto, abriódegolpe la tapade sunuevo reloj, un artilugioque, en sudía,colgaradeunacadenabajolabarrigadeBenjaminFranklin.

—¡Sesuponíaquedebíaserunataquesorpresa!—Aún puede tener éxito—dijo un mayor bigotudo mientras cortaba un

trozoranciodecerdosalado.—Deberíanhaberatacadoalamanecer.Elmayorsemetióeltrozodecarneenlabocaymasticólentamente.—Estoeselejército.¿Acasohayalgoqueocurraconpuntualidad?

SirWilliamHowe,aúnenFiladelfia,dondehabíadecididopermanecerporsisuausencia alertaba al enemigo, también estaba inquieto debido al paso de lashoras.

—¿Sehaperdidoesehombre?¿HavueltoaAlemania?¡Malditasea!Lord Cornwallis, un hombre eficiente y adusto que comía esa tarde con

Howe,nodijonada,perosusilenciodelatabaque,dehaberostentadoelmando,quizá hubiera organizado mejor la operación. Cornwallis quería volver aLondres, y sir William sintió una sacudida de celos. ¿Por qué debía volverCornwallis a casa?¿Quémaldadesurdiría en los salonesyantecámaras en lasquesellevabaacabolaverdaderalabordegobierno?

LordRobertMassedenecortabauntrozodecarnemientrasesperabaaqueelfuegodeartilleríadieracomienzoalossonesdelabatalla.

—PuedequeFortMercersehayarendidosinluchar—aventuróelayudadecampo.

—¡Ja!—prorrumpióCornwallis.—¿Milord?—dijosirWilliamparallamaralordenasusegundo.CornwallisobservóasirWilliamconagresividad.Alfin,ydespuésdeuna

prolongadadeliberación,selimitóadecir:—Atucocineroselesuelepasarlacarne.—Habíapensado—dijo sirWilliam ignorandoa su antipático segundo—

eniraverunapeleadegallosestatarde.¿NohayunaarenaenFrontStreet?—EnMoore’s Alley, señor, junto a la tienda de Carr.—Lord Robert le

ofreciólasalsera—.Ydicenquesebatenunosanimalesextraordinarios.Peronohubopeleadegallos,porquea las tresde la tarde,conlacomida

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aún siguiendo su curso natural, el grito de la guardia y el repiqueteo de unoscascosanunciaronsibiennonoticias,almenosagitación.SirWilliam,delatandounosnerviosqueestabahaciendoloposibleporocultar,tirósuservilletaalsueloy,seguidodeoficialesamediocomer,bajóalpatio,dondehabíaunhombreacaballo con los ojos vendados. Dos dragones también a caballo escoltaban alextrañoy,milagro,este llevabaalperroperdidodesirWilliamatadoaunodelosestribosconunacorrealarga.

—¡Hamlet!Elperroladrabafrenéticamenteintentandosoltarsedelacorrea.SirWilliam

corrióaayudarlo.Luegoleespetóaunodelosdragones:—¡Liberadlo!¡Liberadlo!—¿Alrebelde,señor?SirWilliam,conelperroahoraensusmanos,sepercatódequeelhombre

de los ojos vendados era, efectivamente, un rebelde. El hombre había venido,segúnrelatóunodelostenientesdedragones,ondeandounabanderablanca,ylosojoslehabíansidovendadosparaquenopudierainformarsobrelasdefensasqueprotegíanlosaccesosnortedelaciudad.

Elhombre,liberadodesuvenda,lededicóasirWilliamunareverencia.—SoyelcoronelMitchell.—SirWilliamHowe—sepresentóelgeneral.Mitchellsonrió.—Este es su perro, supongo.Lo encontramos con nuestro ejército, señor,

perosucollardelatódónderesidíansuslealtades.—¡Yme lohadevuelto! ¡Pormihonor,caballero,que ledoy lasgracias!

¡Mismássentidasgracias!—Vieneacompañadode los saludosdelgeneralWashington,ypororden

expresasuya.—Esmuyamablede…—sirWilliamhizounapausa:noqueríadignificar

al comandante rebelde mentando su rango, pero la gratitud le hizo sentirsebenévolo—del generalWashington; le hará llegar que estoy en deuda con él.Confíoenquenohayarecibidomaltrato.

—Deningúnmodo,señor.—¿Comeráconnosotros?Tenemoscarneasadayunexcelenteburdeosun

tantorevueltodespuésdelviaje.Ycreoquetambiénhaypasteldecalabaza.Mitchellsonrióanteelentusiasmodelgeneral,peronegóconlacabeza.—Sinoleofende,señor,deboirme.—¿Nohayformaenquepuedamostrarmiagradecimiento?—SirWilliam,

encantado con el gesto deWashington, acarició al animal, que, por suerte, noparecíahaberlopasadomalensuaventura—.¿Ningúnregaloquepuedaofrecer

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acambio,coronel?Mitchellesbozóunapícarasonrisa.—ElgeneralWashingtonnopidenada,yaqueconsideraquetomarácuanto

desee.—¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Bien dicho, caballero! —Howe miró a sus

oficiales confiando en que estuvieran participando de su júbilo, aunque, salvoMassedene, ninguno parecía verle la gracia. PeroHowe estaba disfrutando deeseextrañocaraacara.

—Le hará partícipe al general —esta vez la palabra surgió con másfacilidad—demisrespetos,asícomodemismejoresdeseosparasuesposaymipesarporelhechodequeeldestinonoshayaconvertidoenenemigos.

—Al menos —Mitchell parecía un tanto desconcertado ante tan afablerecibimiento—yanonecesitamoscontarconelgeneralBurgoyneentrenuestrosenemigos.

—Austedestambiénleshallegadoelrumor,¿eh?—LafelicidaddeHoweporhaberrecuperadoasuperronoseveríacomprometidaportaleschismes—.SoloesperoqueelbuenodeJohnnynuncadéconel tipoquevacontandoporahítalesmemecesdeél.

—Esalgomásqueunrumor,señor.SeharendidoenSaratoga.—¡Magnífico! ¡Magnífico! —Sir William era todo alegría—. Muchas

gracias,caballero,mismássincerasgracias.Lamentolanecesidaddetenerquevendarledenuevolosojos.Seguroquelocomprende.

ElcoronelrebeldesefueysirWilliamvolvióalcomedor,donde,plenodefelicidad,lediodecomercarneasadaasumascotapródiga.Jugueteóycepillóalanimal, y solo se detuvo cuando desde el sur y el oeste, al fin, empezaron atronar los cañones, informando así a la ciudad de que se libraba una batalladondeelaguasemezclabaconelbarroentornoadosfuertes.

Y donde, superando el dique, Christopher Vane avanzaba con losgranaderosquedebíanocuparelfuertecastigado.

Labatallahabía estalladode repente.Enun instante losbarcos sehabíanalejadoyposicionadofueradealcance,yalsiguienteunaerupcióndefuegodeartillería,alotro ladodeFortMercer, informabaa las tropasqueesperabandequealfin,despuésdetantotiempo,loshesianosestabanatacando.

Lasnavesvolvieronaacercarse,lasvelasaletearoncomoalasmonstruosasy fueron recogidas. Luego las bordas empezaron a tronar desde los costadosajedrezados de los barcos.En lasmarismas, todos y cadaunode los cañones,desde todas lasbateríasbritánicas, abrieron fuego.Losoficialesdegranaderosberreabanórdenes,azuzabanasushombresparaqueseapresurasen,corriendopor el barro, a embarcar en las gabarras que esperaban, y cuyas tripulaciones

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estabancompuestasporhombresdelaflota.Lagarza,conlaspatasextendidashaciaatrás,echóavolarcondesdénentrelasnubescadavezmásextendidasdehumoqueplaneabanenfinastirassobreelrío.Estenotardóenversealimentadoconmáshumoprovenientedeloschorrosdellamasqueescupíanlosinmensoscañonescadavezquedabansacudidashaciaatrás.Losmorteros,achaparrados,terribles,desdesuslechos,disparabancargasquedescribíanparábolassobrelasaguaspocoprofundas.Losproyectiles,cuyasmechasdibujabantrazosenelaire,estallabanenllamasdentrodelrecintodeFortMifflin.

SamcorríajuntoalosgranaderosquevitoreabanelataquemientrasVaneleseguía por el barro y hacia la última gabarra de la izquierda.Ya podía ver elhumo al otro lado del fuerte, señal inequívoca de que los hesianos estabanatacando en Nueva Jersey, aunque le preocupaba bastante más Fort Mifflin,ahoracompletamenterodeadoporlaartilleríabritánica.

—Noestánrespondiendoalfuego,señor—dijoSam,esperanzado.—Puede que estén reservándose para nosotros, Sam —bromeó Vane,

jubiloso. Aunque podía ser que el fuerte hubiera recibido tal castigo de laartillería que los defensores quizá estuvieran esperando la oportunidad derendirse—.¡Estamosenlaspicas,Sam,enlaspicas!—dijoVane,extasiadoantelainminenciadelcombate.

—¿Enlaspicas,señor?—En la primera fila del teatro, Sam, donde ponen las picas para que los

espectadoresnoseabalancensobrelasactrices.Perovamosadarlesanuestrosyanquisunbuenrevolcón,¿eh?

—¡A ello! ¡Remad! —dijo el contramaestre encargado de la gabarra deSam, como si creyese que se trataba de una carrera contra las otras onceembarcaciones cuyos remos subíanybajabanamedidaqueavanzabanpor lasaguas.

Las gaviotas, conmocionadas por el fuego de artillería, volabandescontroladassobresuscabezas.

Unanotadiscordantesecolóentreeltronardeloscañones.Fueunestallidomásprofundo,quedelataba lapresenciadeunapiezadegrandesdimensiones.Sam vio una gran nube de humo sobre los terraplenes de Fort Mifflin. Unafragata que navegaba lentamente junto a los muros que emergían del aguaparecióestremecersecuandolabalaenemigaimpactódellenoenella.

—¡Ese fuerte no está muerto! —dijo un teniente desde la proa de laembarcación.

—¡Loestarápronto!—ElentusiasmodeVaneeradesbordante.La espera había concluido, y cargaría junto con aquellos hombres de

magníficoaspectocontralosescombroschamuscadosdeunfuertebatidoporel

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fuegoartillero.Ahora,tancercayadelcombate,ysinquererlo,empezóasoñardespierto. Martha, de algún modo, había llegado hasta el fuerte y estaba enpeligrodemuerteyél,elcapitánVane,acudíaarescatarla.Lloraríaagradecidaysederretiríadeafecto,eseafectoquetandesesperadamentequeríadeella.

—¡ElAugustahaencallado!—Elcontramaestreaplastódeprontoelsueñode Vane. El marino estaba señalando hacia la fragata que había recibido elprimerdisparodelenemigo.

—¡No! —dijo Vane, aunque, a pesar de su negación, del Augustaempezabanabajarbotesderemosconlosquelatripulaciónintentaríaremolcarlanaveparaapartarladelaorilla—.Tampocoimporta—murmuróVaneparasí.

—¿No importa? —Sam, acuclillado junto al capitán, buscaba serreconfortado.

—Aúnpuededisparar,¿no?—Vanehizounamuecaalrecibirunchorrodeaguadeunodelosremos—.Ynoesquelosyanquisesténhaciendograncosa.

Nadamásdeciresaspalabras,todalalíneadedefensasdeFortMifflinquemiraban al río estalló en llamas y humo. Las baterías americanas estabancentrando su fuego en la nave varada. La segunda fragata acudía al rescate yrespondióconlasbateríasdeproa.

—¡Creíqueíbamosaocuparunfuerteyaabatido!—protestóSam.—¡Amásenemigos,másgloria!—dijoVaneenvozalta.LagabarradeSamvarósobreelbarroylavozgravedeunsargentoordenó

aloshombresquedesembarcaran.—¡Enpie,hijosdeputa!—¡Formacióndispersa!—gritóunmayorenlagabarradeallado.Elresto

delasembarcacionesfueronencallandoenelbarroylascoloridascasacasrojasdelosgranaderossedesperdigaron—.¡Adelante!

—¡Alabrecha,Sam!—Vanealzóelrostroalpercibirelolorapólvorayelretumbardelospesadosproyectilesquesurcabanlosaires—.¡Adelante,noblesingleses!—rio,ydesenvainóelsable.

ASamleparecíaunalocura.Estabanamediamilladelfuerte,ylamayorparte de aquella distancia no eramás que barro pegajoso y charcos. Algunoshombressehundíanhastalasrodillas.Fluíanpequeñosriachuelos,pasaronjuntoalesqueletodeunboteabandonado,ytodoeralodopringosoquesuccionabalasbotasdelacadenadehombresqueseaproximabanalfuerteenvueltoenhumo.El resto de los combates, en el otro extremo del fuerte y sobre las aguas,parecíanajenos,comosiestuvieranocurriendoenotrolugar,comosinotuvierannadaqueverconSam.

Los granaderos, en Mud Island, llegaron al fin a suelo más firme y sepusieronacubiertotrasunosbancosdearena.Ahoraesperarían,explicóVane,a

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que Fort Mercer hubiera sido capturado para que la artillería de este abrierafuegosobreFortMifflin.Losrebeldes,quehabíansidotestigosdelavancedelosgranaderos,empezaronadisparardeformaesporádica.Lasbalassilbabansobresus cabezas, pero la distancia era demasiado grande como para que el fuegoresultaraefectivo,aunquenotantocomoparanooírlosinsultosquelosrebeldesespetabandesdelosparapetos.

—¡Ignoradlos!—Un mayor paseaba junto a los hombres acuclillados—.¡Haremos que se traguen sus palabras dentro de poco! ¡Cargaremos contra laempalizada,muchachos! ¡Sufriréisbajas,peroparaesoosalistasteis! ¡El cielode lossoldadosestáalfombradodeputas,asíqueno tengáismiedo! ¡Hacedlescomerplomoaesoscerdos!¡Quesaboreenelinfierno!

Esperaron.Eldueloartillero llenabael airede truenos; eracomosi sobresuscabezasrodarangigantescosbarrilessobrepasarelas.Sam,queobservabaelfuertedesdelacrestadeladuna,vioquelasempalizadassalíandespedidascomosi fueran leña.Losproyectilesde losmorterosestallabandando lugara llamasescarlata y humo en el interior del fuerte. En lo alto de la plaza, indemne, labanderarebeldeseguíaondeandoalvientohumeante.

Al igual que la bandera que coronaba FortMercer. Las baterías de aquelfuerte, lejos de haber sido capturadas por los hesianos, disparaban contra lafragatavarada.Otranave, bastantemáspequeñay algomás alejada río abajo,tambiénhabíaencalladoyestabasiendosometidaafuegoenemigo.

—¡Estáardiendo!—dijoSammirandoalAugusta.ElcapitánVaneaúnestabaansiosoporentrarencombate,perosevolvióa

tiempoparaverunalenguadefuego,puracomounrayo,alzarsedesdeelcentrodelanaveycrecerhastallegarasuperarenalturaelpalomayor.

Por un instante, mientras todos observaban el navío malogrado, dio lasensacióndequetodosloscañonesdelríohabíandejadodedisparar.Lalenguadefuegoseretorció,perdiófuerza,yjustocuandoparecíaquelafragataestabaasalvo,lanaveenteraestallóenunestruendosoespectáculodefuego.Unodelosmástiles,despedidohaciaelcielocomounaflecha,empezóadarvueltasenelaire y se hizo pedazos. Los tablones que habían formado parte de la cubiertavolaronpor los aires.Unavela, ardiendoy retorciéndose comounmurciélagogigantedelinfierno,aleteabadeformagrotescaenelcielo.Lanavealcompleto,sumasaimponente,sólidayelegante,seconvirtióenunavoráginedeapestosohumo negro y muerte. Los escombros, escupidos desde la nube ardiendo,cayeronchapoteandoalagua.

Pasaronunosextrañossegundosdeaturdidosilencio.Entonceslareverberacióndeladeflagraciónllegóhastaellosconvertidaen

unruidoensordecedorque,al igualqueun terremoto,pareciósacudirelsuelo.

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Unaolasuperólaorillayseadentróenlaisla.Másexplosiones,perforandolostímpanos de los soldados que observaban, sacudieron las marismas cuandoexplotólasantabárbaradelanave.

Cenizas,escupidasporlasllamasyllevadasporelviento, llovieroncomonieve negra sobre las aguas. Las grandes costillas de la estructura se veíaniluminadas por el fuego que devoraba el casco abierto.El agua, que volvió alcaucedespuésdelempujedelaexplosión,diolugaracolumnasdehumonegrascomolasnubesdelinfierno.

—¡Jesús!—Vanemirabaconlabocaabierta.La segunda nave varada también estaba en llamas, el fuego centelleaba

entre ladelicada telade arañaque formabanmástilesy jarcias.Unosbotesderemoshuíandelnavíocondenadoconlatripulación.

Entonces, desde el fuerte rebelde, surgieron vítores: triunfales, alegres,burlones.Unhombresepusoenpiesobreelbastiónmáscercanoyahuecólasmanoshacialosgranaderos.

—¡Eh,hijosdeputa!¿Quétalesabienvenidaamericana?—¡Que ledenpor el culo!—Vane, con lamoral ahoraconvirtiéndoseen

desesperación,learrebatóelmosqueteaSam,secolocólaculataenelhombroydisparóalprovocadorrebelde.

—¡Has fallado!—rio el hombre, que saltóparabajardel parapeto, yunapequeñapiezadeartilleríacargadaconmetrallayqueestabareservadaparaelasaltodelosgranaderosabriófuego.

Lametralla,silbandoychascando,pasóporencimadesuscabezas.—¡Atrás!—gritóelmayordegranaderos,quesabíaquetodohabíasalido

malesedía—.¡Atrás!El capitán Vane quería seguir adelante, quería cargar contra el insolente

fuerte.Queríacargar,peronoledieronelección.—¡Atrás!—repitióagritoselmayordegranaderos,yVaneretrocedió.Recorrió a duras penas el barro pegajoso, retirándose con la infantería

mientraseranperseguidosporlasdescargasartillerasdelamericanoburlón.Samayudóaungranaderocuyapiernahabíarecibidoelimpactodelametralla.Otrohabíacaídodebrucessobreellodo,sehundía,ysehubieraahogadodenoestarmuerto ya, alcanzado por una bala en la columna vertebral. La metralla seincrustabaenelbarroylolevantaba,ycadapasodelaretiradadelosgranaderosseviomarcadopormásinsultos.

Seabalanzaronsobrelasgabarras.Doshombreshabíanmuerto,tresestabanheridos. La segunda nave varada, un balandro incendiado por su propiatripulaciónparaevitarqueelenemigopudierareflotarlo,explotó,aunque,dadaslascalamidadesdeldía,prácticamentenadieleprestóatención.Elhumodelas

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dosnavesrecorrióelríoy,alatardecer,lasnavesseguíanardiendo,iluminandolasorillasconunaluztenebrosa.

YtantoenFortMercercomoenFortMifflinseguíanondeandolasbanderasdebarrasdelosrebeldes.

—¡SirWilliamsevaaenfurecer!—ElmismoVaneparecíaestaralbordedel llantomientras, conSama su lado, cabalgabadesde elSchuylkill hacia laciudad—. ¡Hasalidomal,Sam, terriblementemal! ¡Odioserportadordeestasnoticias!

PeroVanenonecesitabahacerlellegarlasnoticias,porqueelgeneralyalosabía.

SirWilliam, preso de la desesperanza, estaba sentado junto al fuego. Hamletdormía a sus pies. Intentó sonreír cuandoVane, cubierto de barro y exhausto,entróenlaestancia,perosolologróesbozarunamueca.

—Séloquehaocurrido,Christopher.—Lolamento,señor.Williamnegóconlacabeza.—Noimporta.—Los fuertes acabarán cayendo, señor—dijoVane, sorprendido de estar

ofreciendo consuelo. Se percató de la presencia de Hamlet, pero no era elmomento de hacer comentarios, porque jamás había visto a sir William tanabatido.

—Claroquesí,losfuertescaerán—dijoelgeneral—.Pero¿paraqué,Kit?¡Nopodemosganar!Nopodemosocuparcadaciudad,cadapueblo,cadapuente,cada maldita granja. Y si lo hiciéramos, ¿cómo íbamos a gobernarlos? Hansaboreadolavictoria.Yajamássedaránporvencidos.¡Jamás!

—¿Victoria, señor? Solo han logrado repeler un ataque. Volveremos aintentarlo.

—No.—Lentamente, sir William alzó una única hoja de papel como sipesaraunatonelada—.LohatraídouncúterdesdeNuevaYork,luegoportierra.

ChristopherVane,cuyasombraeraalargadamercedalaluzparpadeantedelasvelas,cruzólaestanciaycogióelpapel.Leyóunavez,luegootraycerrólosojos.

—Diosmío.Lavergüenzaerademasiado lacerante.Susojosempezaronaanegarsede

lágrimas.Oyólarisadelaviudaensucorazón.Derrota.—Saratoga—sirWilliamdijoelnombreconamargura—, soloDios sabe

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dóndedemoniosestáSaratoga.Vaneabriólosojos;esperabaverelmundocompletamentecambiado,pero

sirWilliam seguía sentado en su silla de cuero, ante el fuego, y el viento fríoseguíagolpeando lasventanasy traíaconsigo,desde lacalle, lacancióndeunhombreborracho.Vanevolvióamirarlamisiva.

—¿Todoelejército?¿Rendido?—Alosrebeldes.—SirWilliam,enunarrebatodecólera,asustóasuperro

alarrebatarleeldocumentoaVane.Lolanzóalfuego—.LepedíaDiosquenofueracierto.¡SelopedíaDios!—SirWilliamsecalló.Deprontoparecióhaberenvejecidomásalládesuscuarentayochoaños—.Lohehecholomejorquehepodido,Kit.Hehecholoposiblepornoluchar,peroheganadotodaslasbatallasen las que he participado. He refrenado a los hombres más beligerantes delGobiernoconfiandoenqueacabaríaporpersuadiralosrebeldesdenegociar.Heintentado proteger a sus mujeres y sus casas. ¡Les he ofrecido una amnistía,compensaciónporsuspérdidas,lapaz!¡Hablandetiraníayyomeheconducidocondecencia!¡Decenciacristiana,inglesa,caballerosa!—Deprontosesacudió,presadeunescalofrío—.Quizádeberíadarles loquequieren.¡Fuego,hierroyodiosinfin!

SirWilliam estaba predicando el evangelio de Vane, pero este no podíatomar ventaja de ello. Sentía demasiada lástima por aquel hombre bueno yabatido.

—Peronolohará,señor.—No. Y ahora los franceses se unirán a la contienda. Era todo lo que

necesitaban.¡Saratoga!—SirWilliamcerrólosojos—.Cienmilhombres.¡Cienmil hombres! Esa era la cantidad que necesitaba, y me dan treinta mil paracontrolartodoloquehaydesdelasFloridashastaCanadá.Treintamil,menoslosseismildeSaratoga.¡Jesús!—Ledioungolpealreposabrazosde lasillayelperro gimoteó—. Si caminase sobre las aguas y multiplicase los panes y lospeces,¿sesentiríansatisfechosenLondres?

PeroVaneeraincapazdedarunarespuesta.Diossehabíaquitadolacasacaroja,ylasesperanzasdelejércitonoeranmásquecenizasflotandoenunvientoheladohaciaunmarvacío.

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21

ElcapitánVanecaminabapor lascalles frías.Nopodíacreerel informesobreSaratoga,delmismomodoqueera incapazdecreer loquehabíavistoconsuspropiosojos en lasmarismas.Fue a cambiarse el uniforme, cubiertodebarro,antesdebuscarelconsuelodelaviuda,confiandoenquevalorasesuamistadlosuficiente comopara compadecerle, incluso para amarle, en esa noche aciaga.Vane sepreguntaba cuántoshombreshabríanmuerto, soldados cuyosnombresserían publicados en los porches de las iglesias a lo largo y ancho de GranBretañae Irlandapara informarde loshijosyespososquehabíanmuertoparamantenerlaplagadelrepublicanismoalejadadeAmérica.

Vanedoblólaesquinadelcallejónquellevabaalacasaenlaquesealojabay tuvo que hacerse a un lado cuando John Andre, apestando a ron ycompletamenteborracho,salióalacalletambaleándose.

—¿Kit?—Sí,soyyo,John.¿Estásbien?Andreparecióvalorarlapregunta.—Estoy borracho, pero voy a casa de la señora Taylor. Es lomejor que

podemoshacer,Kit,despuésdeladerrota.Emborracharseyecharunpolvo.¿Teapetecevenir?

—Hedejadolasputas,John.—¡DiosTodopoderoso!—AndremiróaJohnconincredulidad.Entoncesse

volvió hacia la calle y les gritó a las sombras—: ¡Está enamorado! ¡Estáenamorado!

—¡John!—protestóVane.—No importa, Kit. Solo estoy borracho. ¿Puedes creer las noticias de

Sara…Sara…comosellame?—No.—Yo tampoco. —Andre dio con una petaca de ron que llevaba en el

bolsillodeatrás—.Quizánoseacierto.¿Porquénotecasasconlaviuda?—Megustaría.—Yoestuveapuntodecasarmeunavez.¿Telohecontado?—Muchasveces,John.

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Andreseapoyóenunodelosmurosdelcallejónybebiódelapetaca,que,actoseguido,comobuencompañero,ofrecióaVane.

—SellamabaHonoraSneyd.—Andreparecíaestarriéndose,peroVaneviode pronto que su amigo, en realidad, estaba sollozando lágrimas ebrias—.¡Sneyd!—dijo Andre—. Era una belleza tísica, Kit. ¿Por qué amamos a losdesvalidos?Deberíamosbuscarmujeres robustas,que tengan losmuslosdeungranadero,pero siemprenosenamoramosde lasmás frágiles,maldita sea.Medejó.QueDioslamaldiga.QueDiosmaldigaatodaslasmujeres.

—Vetealacama—dijoVane.—Alamíano—dijoAndreconladignidaddelborracho—,estanocheno.

Estanoche,dadoque laseñoritaShippenmuestraunamodestiaquedesprecio,yomevoyacasadelaseñoraTaylor,aunquetúnovayas.—Chupódelapetaca,pero estaba vacía, así que la lanzó a la calle, donde repiqueteó sobre losadoquines—.¿Lehaspedidoyalamanoalaviuda?

—Aúnno.—Loscorazonesdébilesjamásseganaronaunamujerquevalieralapena.

Sinolohacestú,Kit,loharánotros.¡Luegonodigasquenoteheavisado!Andre,conmuchoesfuerzo,empujólaparedysedirigiótambaleantehacia

laluzdelasantorchas.Vanecorriótrasél.—¿Quéhasqueridodecir?Andre,conlamanodeVanesobreelhombro,sevolvió.—Hequeridodecir,apreciadoamigo,quelasmujerespuedenhacerquenos

sintamos tristes como gusanos. La tuya, querido Kit, da una recepción estanoche.¿Tehainvitado?

—¿Unarecepción?—Música,vino,alegría.Miamigo,queeseltuyo,lordRobertMassedene,

melohadicho.—¡PorlosclavosdeCristo!Vaneechóacorrer.Suspiessevierondotadosdelavelocidadquedanlos

celos,que,comounamareadebilis,leenvenenaban.TorcióhaciaMarketStreet,apartóaunapatrulladesucaminoycorrióhacialacasadeMartha.

Unavezallíviolasventanasiluminadasporlaluzdelasvelas.Lamúsicase desparramaba por la calle y enfurecía a un grupo de lealistas incapaces decobrarsevenganzaporaquellainapropiadacelebracióndebidoalapresenciadecuatrocasacasrojasarmadosque,conrostroestoico,hacíanguardiaalaentradadelacasa.

Vanesubiólasescalerasyabriólapuerta.Lasrisasllegabandesdelasalitadearriba.Elcapitánabriójustoatiempoparaoíranunciarunbrindis:

—¡PorSaratoga!

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—¡PorSaratoga!Quizáfueranunadocenade lospatriotasmásconspicuosde laciudadlos

que había en la habitación, iluminada por toda una batería de velas blancas yaltas.Todoslosinvitadosbebían,salvoRobertMassedene,quien,divertidoyensilencio, observaba a los demás. Tres músicos, dos violinistas y un flautista,estabansentadosenelhuecodelaventana.Anteellos,proponiendoelbrindis,estabaMartha,ataviadaconunostentosovestidodesedaescarlatacon lazosajuegoconlosquellevabaenelpelo.

—¡CapitánVane!¡Aúnllevaelbarrodelasmarismasencima!—Dondehevistomorirhombreshoy,señora.—LapresenciadeMassedene

habíaenfurecidoaVanecasitantocomoaquelalardeodelavictoriarebelde.—¿Han sido casacas rojas los que hanmuerto?—le preguntó aVane un

hombremayor,unrespetablemédicodelaciudad.—¿Yquépasa si lohan sido?—Vane sevolvió con agresividadhacia el

médico.—He venido a celebrar una derrota británica —dijo el médico con fría

dignidad—.¿Porquéibaadejardehacerlo?—¡Quelejodan!—¡Basta!—LordRobertMassedene cruzó la habitación. Su voz, cuando

llegóhastaVane,erasuaveyapaciguadora—.Quizáseamejorquetevayas,Kit.Vanesabíaquesu ira loestaba llevandoalbordedelduelo,pero también

sabíaquelosduelosdesatabanlaformidable,aunquerara,furiadesirWilliam.Asíque,haciendoímprobosesfuerzosporcontenersusimpulsos,miróaMartha.

—¿Deseaquemevaya?—Creoquedeberíatomarunacopadevino,Kit.—Ellalesonrió,yconsu

natural y silenciosa elegancia le cogió del brazo y le llevó hasta la pequeñahabitaciónenlaquesolíadesayunaryqueestabadetrásdelasala.Marthacerrólapuertatrasellos—.Lehabríainvitado,peromeheenteradodelodeSaratogaestatarde.

LapalabraseclavócomouncuchilloenelorgullodeVane.—¿Mehabríainvitadoparacelebrareso?—¿Porquéno?—dijoMartha,divertida—.Yovoyalasfiestasenlasque

secelebraelpoderdeGranBretaña,Kit.¿Acasomevaanegarlaoportunidaddedisfrutardeunavictoriadelospatriotas?

Vanegirólacabezaparamirarporlaventanaalaslucesdelaciudad.—Dudoqueesperequepuedadisfrutardealgoasí,aunquecualquieradiría

quelaslealtadesdelordRobertsonmásflexibles.—Nolocreo.Meinformósobrelarendiciónconmuchopesar,perotuvola

amabilidaddeofrecermesuprotecciónestanoche.Ustednoestabadisponible;

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de lo contrario, por supuesto, se lo hubiera pedido primero. ¿Habría sido tanamablecomolohasidoél?

Vane apartó la vista de la ventana y, como si le estuviera suponiendo ungranesfuerzo,dijoloquelepedíaelcorazón.

—Seríaamableconusted.—Hizounapausaconfiandoenqueelladijeraalgo,ycomprobóque,alaluztenuedelasvelas,lassombrasquesedibujabanensurostroleconferíanunauramisteriosayencantadora,demodoquelasolaidea de perderla se volvió insoportable—. Sería todo amabilidad con usted,queridaMartha.

Marthasonrióagradecida.—Yo también confío en que sigamos siendo amigos, aunque deberá ser

aceptandoquemisopinionesnocambiarán,delmismomodoquesospechoquelassuyastampoco.

Vane pensó en todos los hombres a los que había declarado su amorpasionalporaquellamujer,ypensótambiénenladeshonraquesupondríaperdersuestatuscomoacompañantehabitualdeladama.

—Yodesearíaseralgomásqueamigos.Losabe.Marthahizounapausa.Luegoasintió.—Losuponía,capitánVane.—¿Y?—dijoelcapitánconlavozanhelanteylairadeunosinstantesatrás

yaenelolvido.AhorafueMartha laqueseacercóa laventanaparamirara lanoche.Su

rostrosereflejabaenloscristalesoscurosalhablar.—NuncaquisequelosbritánicosentraranenFiladelfia,Kit,y lloréeldía

quellegaron.Quizádebierahaberhuido,peronotuvevalor.Nopodíasoportarlaidea de ser arrastrada con Lydia por Pensilvania, siempre temiendo que loscasacas rojasaparecieranen lasiguientee incómodaaldea.Asíquemequedé.—Se volvió hacia él—. Deseo, de hecho, sé, que algún día se irán. Hastaentoncesnomeenemistaréconhombrealguno,perotampocopuedosermásqueamigadecualquierhombrequequieraveraminaciónderrotada.

Vaneescuchabaconcrecientedesesperación.—No nos iremos. Los casacas rojas envejeceremos y moriremos en

Filadelfia,nonosiremos.Marthanegóconlacabezaendelicadacontradicción.—Abandonaron Boston para tomar Filadelfia. ¿Qué abandonarán para

ocupar Charleston? ¿O para defender las Indias Occidentales cuando losfrancesesseunana lacontienda?Yloharán.Lasnoticiasdehoylos traeránaesteladodelAtlánticoporquequierenlasislasdelazúcar.Unadeesasislasvaleloqueelcomerciodedosdeestascolonias,yLondresprefiererendirFiladelfia

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docevecesantesque rendirAntigua.Asíqueyahansidoderrotados,Kit,hanperdido.¿Nolocomprende?

Vane,sinenergía,negóconlacabeza.—No hemos perdido. ¡No perderemos! —No era más que una terca

declaracióndefe,algoaloqueaferrarsemientrassedesvanecíansusesperanzasdevivirunahistoriadeamor.

—Hanperdido—dijoMartha,implacable—.Ysinoloaceptan,lapérdidaserápeor.SirWilliamlosabe.Quiere lapaz.¿Quégananempeñándosecon laguerra?

—Ganaremos —dijo Vane, obstinado—. Ahora perdemos porque noslideran hombres que quieren ser benévolos con los rebeldes. ¡Pero eso ha decambiar!¡Traeremossoldadosdeverdadaestascostas!

—¿Comousted?Vaneseirguió.—Comoyo.Yganaremos.Marthanegócontristeza.—QueridoKit,ahorasoloquierematarrebeldesparaapaciguarsuorgullo.—¡Esonoescierto!—¡Claroqueescierto!—Estavez fueMartha laquesemostróairada—.

Nosdesprecia,Kit, y nopuede soportar haber sufridounaderrota amanosdegentealaquedesprecia.

—Yonoladesprecioausted.Marthahizoungestodeimpaciencia.—Considera que tenemos un gusto descuidado y vulgar. Carecemos de

aristocracia. Se ríe de nuestros mercaderes y de su opulencia. Nos mira porencimadelhombro,Kit.

Vaneafeóelgestoalrecibirellatigazo.—Jamáslahemiradoporencimadelhombro.—¡Amigente,amiciudad!¿Deverdad leextrañaque tantosamericanos

odien la tiranía de Gran Bretaña? ¿Cómo se sentiría usted si unos extrañosvinieranenbarcoaalardeardesusuperioridadporlascallesdeLondres?

—Aquínohaytiranía.Marthasuspirócomosileestuvieraexplicandoalgomuysencilloaalguien

lentodeentendederas.—¡Eslatiraníadelaignorancia,Kit,delaestupidezydelaarrogancia!—Pues yo creo, señora —dijo Vane con parecido desdén al recibir el

aguijonazo—, que los colonos dependen de nuestra benévola protección paramantener alejados a los salvajes. Y creo que los franceses no son los mejorcualificadosparaserjuecesdeloqueeslatiranía,laestupidezolaarrogancia.

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—¡Ahí! ¿Lo ve? ¡Me habla como si fuerami padre!—Martha lo dijo lobastante alto como para que el murmullo de voces en la habitación contiguaquedaraensuspenso,aunque,casialinstante,volvióareanudarse.

Vaneparecíaestartemblandoderabia.Sinembargo,cuandohablabanoerarabialoqueexpresaba,sinolaterriblesúplicadeunhombreherido.ParaVane,perder a aquella mujer suponía sufrir el rechazo público. De modo que,desesperado,pusoenjaquesufuriaybuscósucompasión.

—Nuncaharíatalcosa.Yolaquiero.Marthaoyólaagonía,ysupoqueenaquelhombrehabitabaunalmavacíay

dolida.Creíaqueelmundoledespreciabaporsubajacuna,ybuscabaconsueloen los adornos del éxito. Vane, Martha lo sabía, siempre iba a querer ununiformemásllamativoqueeldequientuvieraal lado,yunamujermásbellaque lade su rival.Marthahablócon ladulzurade lamúsicaquesonabaen lahabitacióncontigua.

—Mehonra,Kit,peronopuedodevolvereseamor.Sinembargo, seré suamiga,siempreycuandocomprendaque,sencillamente,yanolosnecesitamos.Niparaquenosprotejanniparaque,pormuchoquelecuestecreerlo,seerijanenárbitrosdenuestrogustoinfantil.

PeroVane,dolidoporlanegativa,nooyólaamabilidadensuvoz.—Perobienque se apresuró enbuscarnuestra ayuda cuando suhermano

necesitóserrescatado.¡Esosíqueesmuyamericano!Declararlaautosuficienciay luego lloriquear pidiendo auxilio en cuanto un salvaje con la cara pintadaasomaentrelosárboles.

—Esoesunaestupidez,Kit,ylosabe.—LavozdeMarthasurgiófirme—.Pedíayudaporqueestabaenmanosdelosbritánicosdarla.¡PorquehabíansidolosbritánicoslosquehabíanmetidoaJonathonenelhospital!

—¡Yleliberamos!¿Ycómosenosagradece?—¡Por Dios! —Martha cerró los ojos exasperada. Cuando los abrió no

había más que desprecio en su mirada negra—. Qué patéticas esperanzasalbergabaaquellanoche,capitánVane.

El capitán vio que cualquier anhelo que hubiera podido tener estabacondenado,queinclusoantesdeaquellanochehabíanestadocondenados,yquetodoloquehabíaqueridoMarthahabíasidollevaralladoauncasacarojaparamanteneralejadosaloshostileslealistasdelaciudad.Tambiénvioquelamujersentíalástimaporél,yrepararenelloencendiólafuriaquetantohabíapugnadoporocultar.

—Malditasea,mujer.Marthadiounpasoatrásyabriólapuertaquedabaalaescalinatatrasera

porlaqueaccedíaelservicio.

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—Porlovisto,yanosomosamigos,capitán.Buenasnoches.Novuelvaapasarporaquí.

—¡QueDioslamaldiga!Vanecogiósusombreroybajólasescalerasatodavelocidadhastallegara

lacalle.Seabriópasoentrelapequeñamultitudquehabíafueraycreyóoírrisasburlonasenlacasaquedejabaatrás.

Un viento nocturno y frío llegaba desde el río oscuro. En algún lugarladrabaunperroyllorabaunniño.Lasnubes,recortadasenplata,surcabanloscielosantelaluna.SeoíaelecodelasbotasdeloscentinelasenChestnutStreet,ylasllamasdesusantorchasproducíanlargassombrasdesdesussoportes.Vaneempezó a caminar más lentamente, sin saber hacia dónde se dirigía. Aunquetampoco era que le importara. Había sido rechazado. Había sido objeto deldesprecio,eldesdény la lástimadeMartha,ysudeseodevenganzaeraahorapuroysalvaje.

Unaprostitutaseasomódesdelapuertadeunatienda.—¿Coronel? ¿Coronel?—Llamaban coronel a todos los oficiales—. ¿Se

sientesolo?—¡Apartademicamino!—estallóVanederabia.Lepropinóunabofetadaconeldorsodelamanoylamujersaliódespedida

contraelpostigodelatienda.ChristopherVanehabíavenidoaFiladelfia,habíasaboreadoladerrota,ylasrisasdeunamujerparecíanhacerecoenlanochequese iba quedando atrás. No habría paz con esa gente hasta que la victoria lesextirpaseelpreciodesuatrevimiento.ElcapitánChristopherVane,ensuguerrainconclusa,habíadadoconsuenemiga,yestalehabíalaceradoelorgullo.Portalofensa,Vanejuró,llegaríaeldíaenqueellasearrastraríaanteéldelmismomodo que él, aquella noche, había suplicado su amabilidad y había sidorechazado.

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22

El reverendo MacTeague, consciente de que las esperanzas de los lealistashabían recibido un duro golpe debido a los asombrosos acontecimientos delnorte,eligióEclesiastés,7,versículo6paraeldomingosiguiente.

—«Porquecomouncrepitardeespinosbajolaolla,asíeslarisadelnecio.Ytambiénestoesvanidad».

Elindecorosojúbilo,dijo,conqueunospocosmiembrosdelacomunidadhabíanrecibidolastristesnoticiasdeSaratoga,nodebíasertenidoencuenta,nomás que un matojo de maleza ardiendo. Tal vanidad sería castigada y suscarcajadastornaríanenlamentos.Peroelsermónresultópocoreconfortanteparalos lealistas, cuya fe en la invencibilidad del ejército del rey había quedadohechaañicos.

El hambre se sumó a la desgracia de la derrota lealista. Los barcosmercantes, con el paso bloqueado por los fuertes rebeldes, languidecían en labahía del Delaware mientras que los convoyes de carretas del ejército, queavanzaban lentamente desde Chesapeake Bay por carreteras que las lluviasotoñaleshabíanconvertidoenlodazales,eranincapacesdesuministrarmásqueladécimapartedelacomidaquenecesitabalaciudad.Dehecho,laprioridaddelascarretaseranlapólvoraylamuniciónparaloscañones,nolacomidaparalastripashambrientas.Asíquelosalmacenesdelaciudadsefueronvaciandoylosprecios se doblaron. Del campo llegaban algunos productos, pero muchosgranjerostemíanalaspatrullasrebeldesquecumplíanencantadasconelcastigodecretado por GeorgeWashington: doscientos cincuenta latigazos a cualquierhombre o mujer que comerciara con el enemigo. Aquellos granjeros, que noestabandispuestos a vender su comidapor el dinero de papel de los rebeldes,escondían las cosechas hasta que las partidas de casacas rojas en misión deforrajeollegabanconorobritánico.

El reverendo MacTeague, invitado a comer con Abel Becket unas dossemanasdespuésdelasterriblesnoticiasdeSaratoga,sesirviódemalaganaunpocodecerdosalado.

—Nosoycapazdecomprendercómohanpodidoocurrirestosdesastres,deverdadqueno.

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—Los calvinistas —dijo Becket con tristeza— tienen una relación máscercanaconDios.

—¡LassandíashansidolacausadelacaídadeSaratoga!—declaróHannahBecket.

—¿Sandías,señora?—ElreverendoMacTeagueestabaacostumbradoaquela señora Becket hiciera continua referencia a la comida, pero no lograbaestablecerunaconexiónlógicaentreeldesastredeSaratogaylassandías.

—Es un hecho incontrovertible, reverendo, que las sandías provocanfiebres.Losmáseminentesmédicos losostienen.Estoyconvencidadeque losrebeldes se han buscado el modo de que los hombres del general Burgoynecomansandía.

Elreverendo,porunacuestióndetacto,decidiónoponerloenduda.—Esmásqueprobable,señora.—Bien es cierto que aquí no podríamos comer sandía—HannahBecket,

unamujerrolliza,yasehabíaanimadoconsutemadeconversaciónpreferido—,¡aunqueaalguienpudieragustarle!¿Quévamosahacerconlacomida?¡Lenguasaladaatreschelineslalibra!¡Elalforfónagotado!¿Bacalao?Nohay.¿Hemosdealimentarnostansolodeesperanzas?

—Losfuertescaerán—dijosumarido.—Esodices, y para ello le rogamos aDios.Pero ¿quéhayde lamiel de

caña? Nada. ¿Queso? Meras tiras. Un puñado de guisantes secos cuesta unchelín,yacasinohayazúcardecaña.¿Piesdeternera?Todounlujohoyendía,yyasabesquedisfrutodeunabuenagelatina.

—Yo he visto unos pepinos estupendos, señora —sugirió MacTeaguemodestamente.

—¡Pepinos! ¡Pepinos! ¿Acaso esperan los británicos que muramos dehambrecomiendoverde?

—¡Losfuertescaerán!—repitiólavozdeAbelBecketexigiendosilencioasuesposa.

Si losfuertesnocaíanmedianteunasaltorepentino,acabaríanhaciéndoloporhambreyabasedefuegodeartillería.Yteníanquerendirse,porquedelocontrario un buen número de comerciantes de Filadelfia, entre ellos el propioBecket,acabaríanarruinados.Talposibilidad,exacerbadaahoraporeldesastrede Saratoga, convirtió a Abel Becket en un compañero de sobremesa pocoagradable. Después de comer, ambos hombres se retiraron al despacho deBecket.

MacTeagueledabasorbosalté.—Lasaluddesusobrinohamejoradonotablemente.AbelBecketatizóelfuego.Laleñaestabaverdeyardíamal.

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—Sufuturoessuyo.Mehadespreciado.—Lesserbynoestádeacuerdo.LamencióndesuabogadoprovocóelrecelodeBecket.—Noentiendoporquétienequemeterleausted…—Soysupastor,aligualquelofuidesuhermanoyaligualquelosoyde

Jonathon.Alprincipiotemíaporél,perohamejorado.AAbelBecketletraíasincuidadolasaluddeJonathon.—¿QuéqueríaLesserby?Elsacerdotesonrióconfalsainocencia.—Lesserbymehahabladodesuscharlasconél.Ahorasemehaconfiado

elpapeldehumildemensajero,ysemeencargaqueledigaque,envirtuddelasúltimasvoluntadesdesuhermano,nohaycertezalegaldequeaJonathonselepuedadesheredardesupartedelnegocio.—MacTeaguelediootrosorboalté—.Creoquecumplelosveintiunoenabril,¿noesasí?

—En abril. —Becket frunció el ceño hacia las débiles llamas de lachimenea.

—Yseguroqueviviráhastaabril—dijoMacTeague.—Rezoporello—dijoBecketdeformaautomática.—Porsupuesto,porsupuesto.Más allá de las ventanas se oyó el ruido lejano y amortiguado de la

artillería,quecontinuabaconsuasedioenlasmarismas.Luegovolvióahacerseelsilencio.

AbelBeckethabíasupuestoqueJonathonmoriría.Ahoraquesabíaquesusobrino sobreviviría, comprendió lo que significaban esas noticias. Se volvióparamiraralsacerdote.

—Jonathonestarábajolainfluenciadesuhermana.—Nocabeduda—asintióMacTeague.EnabrilBecketseveríaobligadoapagarleaJonathonunacuartapartede

los beneficios como sociominoritario…, si es que había beneficios, algo queahora estaba enmanosde los hombres que luchaban en lasmiásmicas y pocoprofundasaguasdelrío.

—Y el dinero —dijo MacTeague— será destinado a fines contrarios anuestrosintereses.¿Sabedelasindiscrecionesdesusobrinahacedossemanas?

—¡Indiscreciones! —Becket estalló de rabia—. ¡Presuntuosidad,MacTeague!¡Perversidad!

La celebración de Martha, que parecía tácitamente bendecida por sirWilliam debido a la presencia de lord Robert Massedene, había causadoprofundomalestarentreloslealistasdeFiladelfia.

—No dejaré que se apropie de los beneficios de Jonathon, si puedo

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remediarlo—dijoBecket.—SegúnLesserby,notieneotraopción.—¡PeroJonathonesunrebelde!Elsacerdoteseencogiódehombros.—LaseñoraCrowltambiéntieneunabogado.Si lohace, tendráunjuicio

entremanos.Costarádinero,muchodinero,yLesserbynosemuestraoptimista.Nadaoptimista.

—Sí,costarádinero—dijoAbelBecketconvozsombría.LosabogadosdeFiladelfiaeranelmismísimodemonio,yeldobledecaros.

—Amenosque…—dijoMacTeaguetentativo.Becketmiróalrollizoysuspicazsacerdotecondureza.—¿Amenosque…?MacTeaguesepusoenpie,dejólatazadetésobrelarepisadelachimenea

yseacercóalaventana.—La opinión médica en cuanto a lo eficaz del sangrado está dividida,

Becket.Hayunanuevacorrientequeabogaensucontra,aunqueyonoestoydeacuerdo con lo que propugnan. Su sobrina, sin embargo, comparte la nuevacorrientedeopinión.LeniegaaJonathonlosbeneficiosdelaescarificación,y,aunqueseencuentrabastante recuperado,aúnno loestádel todo.¿Pudieraserporquecarecedeloscuidadosmédicosapropiados?Esoesloquemepregunto.—Elsacerdotediomediavuelta—.Permitaquelerecuerde,contodahumildad,queeseltutorlegaldeJonathonhastaabril.Sisuopiniónesquesolovivirásiessometido a sangrado, deberá someterse a ello.—El reverendo se encogió dehombros—.Aunque dudo que el tratamiento pueda ser llevado a cabo con eldebidososiegoencasadelaseñoraCrowl.

Becketcomprendióalinstante.—¿Debotraerleaquí?—¿Acasonodebeunmuchachopasarsuconvalecenciaenelfelizentorno

de su propio hogar? Y si Jonathon estuviera aquí, Becket, no podría hacerpartícipe a su hermana mayor de sus intereses en el negocio, ¿no es así?—MacTeaguevolvióasusillay,condelicadeza,volvióacolocarseelplatoy lataza de té sobre el regazo—. Sí hay, no obstante, un obstáculo. Elmuchachoquizánoestéalalcancedenuestrasleyes.Oficialmentesiguesiendoprisionerodelosbritánicos,yestoshanaccedidoaqueseaatendidoencasade laseñoraCrowl.Podríaninsistirenquepermanezcaallí.

—¡Peroesunarebelde!—¡Y una rebelde muy querida! —MacTeague negó con la cabeza—.

Nuestraciudadestáenmanosdehombresquevaloranmáselentretenimientoylas cursilerías que lamesura.En una sociedad así la señoraCrowl es todo un

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ornamento.¡EsacriaturadesirWilliamhaintimadoconlaseñoraCrowl!—Porun instantebreveydesleal,MacTeagueestuvo tentadodepensarqueSaratogaquizáhubierasidouncastigodivinoporlainmoralidadbritánica.Sedeshizodetalpensamientoalmomento—.Perosípuedosugerirlealgo.

—Porfavor—leinvitóBecket.—EstoypensandoenelpuentequehayproyectadoenMiddleFerry.¿Les

vaavenderelmaterial?—Sinoaumentanelprecioofrecido,no.—Becketdesconfiabadelpuente

depontonesque,despuésdelfallidoasaltoaFortMercer,tendríaquelevantarsesobre el Schuylkill. No cabía duda de que el puente facilitaría el goteo desuministros que llegaban por carretera, pero no serviría para transportar lospesadoscargamentosdenogalnegro.

—Losbritánicos semuestran impacientesde repente.—MacTeaguecerrólos ojos y se pasó los dedos por la cara—. Necesitan clavos, brea, cuerda,madera,ytodoelloantesdequelasaguassecongelen.Unregalo,señorBecket,haríaqueestuvieranmuyagradecidosconeldonante.—LosojosdelsacerdoteseabrieronparamiraraBecketfijamente.

—¿Unregalo?—Piénselo. Creo que el oficial que más animadversión siente hacia la

señoraCrowl,enelEstadoMayordesirWilliam,eselcapitánChristopherVane.—MacTeaguerioentredientes.

—¿Vane?—preguntóBecket.MacTeague, que consideraba parte de su labor estar al tanto de los

chismorreosdelaciudad,saboreóelmomento.—Porlovisto,tuvolamalafortunadedeclararlesuafectoasusobrinay,

después de muchos esfuerzos, no recibió más que displicencia. Le mandó atomarvientofresco.—SaltabaalavistaqueMacTeagueloestabadisfrutando—.No está nada contento, señor Becket, nada, nada contento. Pero quienes sonheridosporlasflechasdeCupidoraravezloestán.ElnuevoacompañantedelaseñoraCrowlesun lord,nadamenos,perocreoqueel capitánVaneestá a sualtura.Yestoyconvencidodequeacambiodeunpocodemaderaviejaycuerdadesgastada, el capitán Vane estaría encantado de organizar el traslado delprisionero a esta casa de leales.—MacTeaguemiró al reloj de la chimenea yfingiósorprenderse—.¡Quétarde!Mimujerestarápreparandolacena.Leruegoquemedisculpe.Hasidounacomidaestupenda.

MacTeagueresultóhaberjuzgadoconmuchacertezalacapacidaddecomprade

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unos cuantos clavos, olmo, brea y cuerdas, de modo que, al amanecer, dosmañanasmástarde,EzraWoollardacudiócondoshombresalapuertatraseradelaresidenciadeMartha,mientrasAbelBecket,conotroscuatro,sedirigíaalapuertadelantera.Loshombreserantrabajadoressinocupacióndebidoaquelosmuellessehallabanvacíos,yestabanansiososporganarselasmonedasqueAbelBecketleshabíaprometido.Lamañanaerafría.Retalesdenieblaflotabansobrelostoconesdeloschoposyplátanosquehastahacepocoflanquearanlascallesperoquehabíansidotaladosparaobtenerleña.

Becket golpeó la puerta principal. Jenny, la sirvienta negra, abrió y fueapartadaaunladoporlamareadehombresfornidos.Jennychilló.Unodelossirvientessubiócorriendodesdeelsótanoconunapistolaenlamano,soloparatoparsedebrucesconelcañóndecoradoconfiligranasde latóndel trabucodeAbelBecket.

—Levantaesaarma—dijoBecket—ytemato.¿Sabesquiénsoy?—Sí,elseñorBecket.—Abrelapuertadeatrás.El sirviente se volvió al oír a Ezra Woollard aporrear la puerta. El eco

recorrió las cocinas. Luego el hombre miró a Jenny, que le gritaba quemantuvieselapuertacerrada.AbelBecketlepropinóunbofetónalamuchacha,peroJennyvolvióagritar:

—¡Mantenlacerrada!¡Mantenlacerrada!—¡He dicho que te calles!—Becket la golpeó de nuevo y le rompió el

labio.Entoncesunodeloscorpulentosy lealesestibadoresagarróaJennyylaempujócontra lapared.El sirviente, aterradoalver la sangrey segurodequehabíamásporvenir,corrióaabrirlapuertadelacocina.

—EnelnombredeDios,¿quéestáishaciendo?—Martha,vestidaconunabata de seda y el pelo recogido en una redecilla, apareció en lo alto de lasescaleras.Lydia,conunpijamadefranela,seagarrabaalasfaldasdesumadre.

—He venido a por mi sobrino.—Abel Becket se encaró con su sobrinadesdelabasedelasescaleras.

—No digas ridiculeces. No está en condiciones de moverse. Y tampocodeseahacerlo.

Seoyeronmáspasoscuando loshombresdeEzraWoollard,a todaprisa,subieron lasescalerasdesde lacocina.Deprontoel recibidorseviorepletodehombrescorpulentos,aunquesuvalorflaqueóaltoparseconelrostrodesafiantedeMartha.

Suvozretumbófríaydisplicente.—Suelta a Jenny. ¿Me oyes, animal? Suéltala o haré que te lleven a la

cárcel.Estaesmicasa,nohabéissidoinvitadosyosiréisahoramismo.

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Por un instante su voz consiguió paralizarlos. El hombre que aferraba aJennylasoltóylasirvientaechóacorrer,soloparaserdetenidaporelbrazodeAbelBecket.

—¡Agarradla! —Empujó a Jenny hacia atrás; luego subió las escalerashaciasusobrina—.SiintentasimpedirquemelleveaJonathonaunlugardondepueda ser atendido como es debido, seré yo el que haga que te metan en lacárcel.Estáamicargo,asílodiceunaordenjudicial.Asíqueapártate.

Marthapermanecióinmóvil.—Estárecibiendoeltratamientomédicoadecuado,tío.Ytúestáshaciendo

elridículo.Vete.Yllévateaesoszoquetescontigo.AbelBecketsedetuvoadosescalonesdeella.—Losmédicosaconsejanqueselepractiquensangrados.Aparta.Marthasiguiósinmoverse,ysuspalabras,aunquenoalzaralavoz,llegaron

atodosycadaunodeloshombresdelrecibidor.—Silesangraslomatarás.—Aparta.—¿Tantos hombres necesitas para tratar con una mujer?—El desdén de

Marthaeramajestuoso—.Puedesirtealinfierno,AbelBecket.Becket recorrió los últimos dos peldaños y Martha le empujó. Abel se

agarróalbrazodesusobrinapararecuperarelequilibrioy,porespaciodeunoodos segundos, tío y sobrina forcejearon de manera grotesca en lo alto de laescalera.Lydia,aterradaporloqueestabapasando,chilló,yEzraWoollardlesgritóaloshombrescontratadosqueleayudaran.Suspiesbatieronlasescaleras,yMartha fue apartada a un lado por la avalancha.AbelBecket, oliendo ya elaromade lavictoria,empujóa lamujer.Marthacayóarrastrandoconellaasuhija, que no hacíamás que sollozar. Los estibadores abrían puertas buscando,peroAbelBecket,queconocíabienlacasa,lesgritóquesubieranalasegundaplanta.

Jenny, libre desde el momento en que los hombres cargaron escalerasarriba,habíahuidohacialapuertaprincipal.MarthasevolvióaponerenpieyabrazóaLydiacontra sí.Luego laapartócuandosu tíogritó,desdeelpisodearriba,quehabíadadoconJonathon.

MarthametióaLydiaenlasalaeintentósubirlasescalerasquellevabanalpisosuperior,peroWoollardladetuvo.

—Tienetodoelderecho,señoraCrowl.—¿Qué sabrás tú de lo que es justo o injusto,Woollard? ¡Aparta de mi

camino!—¡Mantenlaalejada!—gritóBecket.Entonces Martha oyó, por encima de los llantos aterrados de Lydia, el

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quejidodedolordesuhermanoalserleretiradadeencimalaropadecama.—¡Jonathon!Martha gritó el nombre de su hermano y luego intentó apartar a Ezra

Woollardaunlado,peroalgranhombrenolecostódetenerla.Marthatratódegolpearle, arañarle los ojos, pero el capataz se limitó a reírse, la cogió de loshombros con sus enormesmanos y la empujó de espaldas contra la pared delpasillo.Lydia,quemirabadesdelapuertadelasala,yviendocómotratabanasumadre,saliócorriendoyempezóapropinarlealcapatazdébilespuñetazosenelmuslo. El hombre le dio a la niña una bofetada y esta salió despedida por elpasillo,doloridaysumidaenllanto.

Jonathonaullódedoloralserlevantadoporunodelosestibadores.—¡Dejadleenpaz!—gritóMartha,peroelcuerpoimpotenteycubiertode

sábanas de su hermano ya estaba siendo llevado hacia las escaleras, donde suúnicopieseenganchóconunodelospilaresdelabarandilladandolugaraotroaullidodeangustia.

—¡Mírale! —le gritó Becket a Martha desde arriba—. ¡Eres una bruja!¡Necesitaquelesangren,mujer,quelesangren!

Martha intentó escabullirse para apaciguar a Lydia, peroWoollard, cuyofétidoalientolesoplabaenlacara,laestabaaferrandoconfuerza.Lasmanosdelcapataz,prietassobresushombros,hicieronquesubataseabrieraalaalturadelcuello.Woollardsonrió.

—Unabrujamediodesnuda,¿eh?Los estibadores que había cerca se rieron. Martha gemía intentando

liberarse,peroWoollardcargótodosupesosobreella.EntoncesseoyeronnuevasvocesenelrecibidordeabajoyEzraWoollard

girólacabezayvioqueunoficialconcasacarojacorríaescalerasarriba.Jenny,quenosehabíadejadollevarporelpánico,habíallamadoaunadelaspatrullasbritánicascuyocometidoeramantenerlapazenlascallesdeFiladelfia.

Unjovenynerviosotenienteaparecióenloaltodelasescaleras.Secrispóal oír los chillidos de la niña y luego frunció el ceño al ver a Martha tandesaliñada e indefensa.Sin embargo, erademasiado joveny estabademasiadoconfundidocomoparasaberquéhacer.

Marthaforcejeósinéxitocontralasmanosquelateníaninmovilizada.—Estoshombreshanirrumpidoenmicasa—legritóMarthaalteniente—.

¡Estánsecuestrandoamihermano,deténgalos!—Estáloca—dijoWoollardamododeconfidencia—.Maldelacabeza.—Creo que debería soltarla, señor —dijo el teniente con una autoridad

inefectivaytitubeante.Woollardnegóconlacabeza.

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—Estonotienenadaquevercontigo.Déjanosenpaz.Unsargentoconcasacaroja,aúnmásrobustoqueWoollardyquelucíauna

cicatrizenelrostro,pasójuntoasuteniente.—Eloficial—dijo el sargentocomosi estuviera cansado—hadichoque

sueltes a la dama.Así que suéltala.—La autoridad del sargento era veterana,practicada,y llegabareforzadapor lapresenciadeunmosquete—.¡Yamehasoído!

Woollard,comosihubierasentidounpicotazo,soltóaMartha,queseatusólaprendaycorrióacogerenbrazosalaaterrorizadachiquilla.Apretóalaniñacontrasupecho,peromiróaloficial.

—¡Estánsecuestrandoamihermano!—¡Quitaos!Sobreellos,AbelBecketapartabaa losestibadoresparaabrirlecaminoal

hombre que cargaba con Jonathon. Se detuvo en seco cuando vio el uniformerojo.

—¿Quiénesusted?—TenienteJarvis,señor.Delséptimo.Becketmirócondesdénelmosquetedelsargentoyluegoaloshombresde

Jarvis, que, con lasbayonetas caladas,mirabanhacia lo altode la escalera.ElcomerciantesacóunpapeldelbolsilloyloblandióanteelnerviosoJarvis.

—Estaorden, teniente,debidamentefirmadaenelEstadoMayor,confíaaJonathonBecketamiscuidados.

—¡No!Marthaintentóarrebatarleelpapelprovocandounnuevoestallidodellantos

desuhija.PeroBecketapartóaMarthaaunladoycolocólaordenenmanosdelteniente.

Jarvis leyó. Sus simpatías, al igual que las de sus hombres, estaban conMartha, pues era mujer y era bella, pero el documento llevaba un selloreconocible para él. Lo volvió a leer intentando buscar algún resquicio en elimplacabletexto.

—¿Tienedoloreselmuchacho,señor?—Tiene dolores, teniente, porque en esta casa no está recibiendo el

tratamientoadecuado.—¡Mentiroso!—legritóMarthaasutío,yLydiasehizoecodelapalabra

conunpatéticoyasustadochillido.—Seacomosea,señor—Jarvisdudaba,peronoqueríaabandonarlacausa

delamujer—,quizáseamejordarleunosdíasmásparaqueserecupere.Noesbuenoandarmoviendoalosheridosdeunladoaotro,señor,sipuedeevitarse.

—Quizá seamejor—dijounanuevay lánguidavozdesde el recibidor—

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queobedezcalaordendelcomandanteenjefe,teniente.Lavozeraburlona,casual, triunfal.ElcapitánChristopherVane,quien,a

juzgarporsuuniformeinmaculado,sabíaquequizásefueraadareseepisodioeneselugaryaesahora,subiólasescaleras.Sequitóelsombrero.

—Buenos días, señora Crowl. ¿No puede hacer que se calle esa malditaniña?

MarthalearrebatóaJarvislaordendelasmanos.—Firmado,enrepresentacióndelcomandanteenjefe,porelcapitánVane.

—Leyólaspalabrascondesprecio—.¿Cuántolepagan,capitán?—Me está ofendiendo, señora. Su hermano necesita la debida atención

médicayahoravaarecibirla.¡Vosotros!¡Abridpaso!—EsaspalabrasestabandirigidasaloshombresdeJarvisquehabíaenelrecibidor—.¡SeñorBecket!—VanefingióveraBecketderepente—.¡Buenosdías,señor!

Jarvis, superado en rango, no pudo más que mirar mientras el pálido yquejumbroso Jonathonera llevadoabajo.Losestibadores sonreían, saboreandolavictoria sobre tanconspicua rebelde.Sehabía rotounamesaenelpasilloydos de las delicadas columnas del balaustre, hechas de madera de caoba, sehabíanpartido.ChristopherVane,elúltimoenbajar,mirólamaderaquebrada.

—Esto no lo cubrirá el ejército. Se ha resistido a cumplir una ordenexpresa,señora.

MarthaseguíaabrazandoaLydiaconfuerza.—Nocogeríasudineroaunquemeloofreciesenderodillas.¡Estámatando

aesechico!El capitánVane, victorioso, se detuvo en el cuadrado de luzmatinal que

penetraba por la puerta abierta que daba a la calle. Sonreía burlón, casiesbozando un gesto compasivo, pero Martha oyó el patético eco de su vozsuplicanteensunuevotonoarrogante.

—Siemprepuedohacerquevuelvanatraerasuhermanoaquí,señora.Martha,enloaltodelasescaleras,seestremeció.—¿Acasonohanbastadolastreintamonedasdeplataquelehadadomitío,

capitán?Vaneapartólamesarotaaunladoconelpie.—Yoestabapensandoenotrotipodecompensación,señora.—¡Fueradeaquí!JonathonyanoestabayMarthanopodíahacernada.Losestibadores,en

triunfal procesión, cargaban con su hermano por Market Street mientras loshombres de Jarvis, derrotados por Vane, hacían lo posible por dispersar a lapequeñamultitudquehabíallegadoatraídaporeljaleo.Vaneaúnsequedóporallí, saboreando su éxito. Jenny, con el labio sangrando, pasó junto al oficial

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británicoysubióparacogeraLydiayreconfortarla.—¡Fueradeaquí!—ledijoMarthaunavezmásaVane.PeroVanequeríadisfrutardesuvictoriahastaelfinal.—Puede que así aprenda, señora, a no celebrar cosas en momentos

inapropiados.—Celebrarésuderrota,capitán.¡Ahorasalgadeestacasa!Vanesonrió.—Es que estaba pensando en alojarme aquí, señora. Ahora tiene una

habitaciónlibre,¿noesasí?¿Nocreequepodríamosserfelices?—¿Enunacasaen laqueunavez searrastró suplicandomis favores?—

Martha se rio—. Si se atreve a venir a esta casa de nuevo, capitán Vane, laquemaréconusteddentro.¡Váyase!

Vane seguía sinmostrarse dispuesto a obedecer, así queMartha cogió unjarróndeunamesaquehabíaenelpasilloylolanzóalrecibidor.

Vaneseapartódespreocupadamenteaunladoyviocómoeljarrónestallabaenfragmentos;luegosalióporlapuerta.Unapatriotahabíarecibidounalecciónde humildad y el capitán Vane había logrado cumplir parte, aunque no latotalidad,desuvenganza.

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ElcapitánVanesedirigióalospequeñosestablosdondeSampasabalamayorparte del tiempo, y le dijo que no debía volver a visitar la casa de la señoraCrowljamás.

Sam,asombradoporunaorden tanabrupta,nodijonada.Podíaverenelrostrodelcapitánqueestanoadmitiríaréplica.

Aldíasiguiente,quizádebidoaqueVanenecesitabasentirlalealtaddesusirvienteenunmomentoenelquecreíaquelaciudadalcompletosereíadesufracaso,VaneleofrecióaSamunaexplicaciónbarata.

—LosmédicosinsistíanenqueJonathonfuesetrasladadodeallí,Sam.¡Ylosabogados!Noesbuenaideapelearseconabogados.

—Sí,señor.LarespuestaobedienteperoprivadadeentusiasmodeSammolestóaVane.—¡Por el amor deDios, Sam! ¡Si vas a estar enfurruñado todo el día te

cambiaréporotro!¿Acasoquieresvolverconesesargento?Sam,queestabamachacandoraícesdejengibreenunmorteroparapreparar

unremedioparauncaballoenfermo,decidiódefenderalaviuda.—Loquepasaesque la señoraCrowlme tratabaconmuchaamabilidad,

señor.VanepercibióeldolorenlavozdeSam,y,dadoquealcapitánlegustabala

eficienciadelaqueeljovenhacíagala,ampliósuexplicación.—LaseñoraCrowlesunarebelde,Sam,ylosrebeldessuelenseramables

cuandoseestácaraacara,perotraicioneroscuandolesdaslaespalda.Nocreoquevayasaentenderlo,perosíesperoqueconfíesenmí.Eslomejor,Sam.

—Porsupuesto,señor.Samsabía, tanbiencomoVane,porquésehabíanllevadoaJonathon;no

teníanadaqueverconlosmédicos,niconlosabogados,teníaqueverconquelaviudahabíaechadoalcapitándesucasa.Habíasidounapeleadeenamorados,ySamnoteníaintencióndequealgoasíseinterpusieraensusvisitasalacasadelaviuda.FingiócumplirlaordendeVane,perolalibertaddelaqueSamgozabaal ser el sirviente de un oficial le dabamuchas oportunidades de pasar por lacálida cocina en la que Jenny siempre le recibía bromeando y donde, más

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importanteaún,podíafingirquesusencuentrosconCarolineerancasuales.Elcalordelacocinasefuevolviendomásagradableamedidaquelosdías

se hacían más fríos. Grandes bandadas de gansos anunciaban la cercanía delinvierno. Sus alas llenaban el aire de un aleteo que se extendía por los cielosotoñales. Cada día se veían bandadas dirigiéndose al sur y, al atardecerdescendían pormillares incontables sobre lasmarismas en las que los fuertesrebeldesaúndesafiabanlosesfuerzosdesirWilliam.

Desde que repelieran el ataque, los combates se habían recrudecido. Unpuentedepontones, levantadocon lamaderaquehabíaproporcionadoBecket,unía ambas orillas del Schuylkill a la altura de Middle Ferry, y las carretasllevabansuministros,municiónyhombreshacialasmarismas.Pesadoscañones,desembarcadosde losnavíos, fueron llevadosa reforzar el asedio.Sehicieronbaterías flotantes, tan repletas de cañones que se hundían y tenían que serelevadas y reforzadas antes de ser trasladadas a las orillas desde las queescupirían su fuego devastador sobre Fort Mifflin. Nuevos morteros fueronubicadosensuslechos,juntoalosdiques,parabombardearlasdefensasconsuscargasparabólicas.

Lasmarismasapestabanahumodepólvora.Loshombresmoríanhundidosenaguahastalacintura.Luegosetrajeronmáscañones,yaúnmás,quetuvieronqueserarrastradoshastaallíenaquellosdías,cadavezmásfríos,deoctubre.Enla ciudad nadie podía recordar un octubre tan gélido, ni un año en el que lashojasdelosárbolesbrillarancontantaintensidadybelleza.

Las fiebres fueron a peor. En la ciudad, los soldados temblaban en sushúmedascasuchasysuscadávereseranenterradosenfosascomunesjuntoasusenemigos, que morían en hospitales infectos. La comida era cada vez másescasa.Algunoscampesinos,dispuestosaarriesgarsealosdoscientoscincuentalatigazosdel generalWashington, atravesaban las defensas conmaízy cerdos.Peronuncahabíasuficientecomida.La leña tambiénescaseaba.Loshabíaqueentrabanenlascasasvacíasenbuscademueblesparapoderquemar,yseoíandescargasdemosqueteríaporlaciudadcuandolaspatrullasintentabandeteneralos ladrones.Ycadadíaquepasabatraíaconsigovientosmásfríosyhoguerasmáspequeñas.Lasopulentas fiestasdesirWilliamquizádistrajerana losmásacaudalados, pero la mayoría de la población, así como el común de lossoldados,sufría.

Elfinaldelmesquedómarcadoportormentasquellegabandelasmarismasy que arrancaron las tejas demuchos de los tejados de la ciudad.Las últimashojas del otoño cayeron sobre el barro. El 25 de octubre, el decimoséptimoaniversario de la ascensión al trono del rey Jorge III, tuvo lugar un solemneservicioreligiosoenagradecimientodellargoreinadodelmonarca,perolavoz

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delreverendoMacTeaguequedóahogadaporel terriblevendavalqueenvolvíala iglesia de St. Paul’s. El río empezó a verse cubierto de placas blancas. ElpuentedepontonesdelSchuylkillsepartióylasembarcacionesqueloformabanfueron arrastradas por la corriente, acompañadas de tablones quebrados.Mientras tanto, en las marismas, el viento traía consigo un agua salada queahogabalasbateríasyconvertíalapólvoraenbarrogrisycongelado.

Connoviembrellególacalma,perotambiénlasheladas,queconvirtieronlahierbaquebradizadelasmarismasenunmardepicasblancasybrillantes.Loshombrestiritaban,veíancómoseibanformandocapasdehieloenloscharcos,ysepreguntabansilacorrientedelríoseestabadeteniendoparaacabarrodeandolaciudadenhieloytraerelhambrealaguarnición.Loscomerciantesmaldecíanalospocoshombresquetercamenteseaferrabanalosdosfuertesdestrozados;lamentabaneldineroinvertidoenloscargamentosdestinadosaInglaterra,ysepreguntabandedóndehabríandesacareldineroparasobrevivirelinvierno.

Sinembargo,aSamlefuebienenaquellaciudaddesufrimientograciasasuhabilidadconloscaballos.Erararoeldíaenquenoseacercabaalguienporelestablo de Sam con algún animal enfermo. Incluso uno de los caballos de sirWilliam Howe, un semental castaño que sufría de cólicos y que sir Williamhabíadadoporperdido,lefuellevadoaljoven,yestehabíalogradocurarlo.Aotros animales les quitaba los callos de las pezuñas quebradizas, que luegotrataba con antimonio. Hervía linaza y hacía con ella una especie de gelatinapara lasbestiasenfermas, incluso reparaba las sillasdemontarque lastimabanlos lomos de los caballos. Una tarde el capitán Vane observaba cómo Samreparabaelarmazóndeunadelassillas.

—¿Quéhacesconeldinero,Sam?Eldineroestabametidoenunabolsadecueroyescondidobajounadelas

baldosassueltasdelsuelodelacocina,peroSamnoestabadispuestoaadmitirsuexistencia.

—Nomedandinero,señor.Ustedes,losoficiales,sontodosunostacaños.Elcapitánse rio.LoschismessobreVaneyMarthahabían idomuriendo,

hasta que todo el asunto se fue olvidando, así que la vieja complicidad entresirviente y oficial había renacido. Era difícil que dos hombres vivieran en tancercana coyuntura sin que hubiera complicidad, en particular en lo querespectaba al capitánVane, que ahorausaba aSampara laboresque ibanmásalládeloqueunoficialsolíapedirdeunsirviente.

Las laboresextraordinariasquehabíanhechoqueSamconociera tanbienlossecretosdelcapitánVaneeranconsecuenciadirectadelrechazodelaviuda.Yaque,amedidaquelasnochesseibanhaciendomásfrías,VaneenviabaaSamalburdelmás selectode laciudad,eldeWilliam’sAlley,conordende traerle

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unamuchacha.—Yasabeseltipodechicaquemegusta,Sam.Nadaderubiasinsípidas.Unadeesasnochesenlasquelasestrellasparecíanfríoslucerossobrelas

calles oscuras, Sam fue enviado a hacer ese recado.Llevaba una antorcha, yaque sirWilliamhabíaordenadoquecualquierhombreque recorriera las callessinuna fuera tenidopor ladróny abatido a tiros si no sedetenía cuando se ledieraelalto.

Hacíamuchísimofrío,peroSamllevabaunabrigodecentinelaconcapuchay guantes gruesos. Llamó a la puerta de la casa, que, por una cuestión dediscreción, tenía las ventanas cerradas. Tembló cuando una sirvienta le dejóentrarallujosorecibidor.

—¡Quéfríohace!Samapoyólaantorchasobrelasescalerasdeaccesoylagiróparaextinguir

lasllamas.—¿Quiénes?—dijounavozdesdelasalita.—ElhombredelcapitánVane—repusolasirvienta,ylapuertadelasalita

seabriódeinmediato.Salió entonces unamujer de baja estatura, alegre, con aspecto demadre.

Susmanosrepletasdeanillossealzaronamododebienvenida.—¡Sam!Estásaterido.Entra,muchacho.Gracias,Marie.LaseñoraTaylor,aligualqueTomEvans,habíadesarrolladounparticular

afecto por el siempre servicial Sam. El muchacho había curado a uno de loscaballosdesucarruaje.

—¿Cómoestáelcapitán?—preguntó.—Demalhumor.Nolegustaelfrío.—Esto no es frío,muchacho, solo un poco de fresco. Escucha lo que te

digo:todavíaharámuchomásfrío.—LaseñoraTaylorlesirvióaSamuntédeunateteraquecolgabadeuntrípodesobreelfuego—.Confíoenqueelcapitánmantengaunabuenatemperaturaensuhabitación,nopuedoarriesgarmeaquelaschicassemeresfríen.

—Está lo bastante caliente, señora. —Sam sonrió agradecido cuando laseñoraTaylorleinvitóasentarse—.LegustaríaquefueraBelinda,siesposible.

—¡Quélástima!Belindayaestáocupada.EstáencasadelgeneralGrey.—AlaseñoraTaylor legustabaalardearde laexcelsacompañíadesuschicas,ySam la animaba a tales indiscreciones, ya que aquellos chismes eran muyapreciados por sus clientes en los establos—.Aver qué podemoshacer.—LaseñoraTaylor cogió una agenda forrada en negro, dio con la página del día yluegoalzólacabezaaloírunasrisasprovenientesdeunadelashabitacionesdelpisosuperior.

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—LordRobertMassedene—explicó—.Quéjoventandivertido.—Yuncaballero—dijoSamconsinceridad.SuaprecioporlordRobertMassedenehabíanacidoenlosdíasdespuésde

que Jonathon le fuera arrebatado a la señoraCrowl. Samhabía oído rumores,entre los sirvientes de la casa de sir William, de que el lord había hecho loposibleparaqueelheridolefueradevueltoasuhermana.Nohabíaservidodenada. La necesidad de sirWilliam de levantar un puente de pontones era unacuestiónmásurgentequelafelicidaddeJonathon.Además,asirWilliamselehabíaaseguradoqueJonathonrecibiríalamejoratenciónmédicadelaciudad,yni las palabras de lordRobert ni las deLizzieLoring lograron persuadir a sirWilliamparaqueofendieraaunnotable lealistaen favordeunanotoriaviudapatriota.

AsíqueJonathonhabíasidoabandonadoalacustodiadesutíoyaSamyanoselepermitíavisitarlo.

—He intentado ir a verle—le dijo a la señora Taylor, quien, empática,escuchósusdesgracias—,peromedijeronquemefuera.

—AbelBecketesunhombreestricto—dijolaseñoraTaylor—.Lalechedelacaridadhumanaseagriaenél.Eslaguerra,yasabes.Cambiaalagente,Sam,peronocabedudadequeesbuenaparaelnegocio.

—ElseñorBecketnisiquierapermitequeCarolinepaseaverle—dijoSamindignado.

—Claroqueno, ¿cómo ibaahacerlo?—dijo la señoraTaylorcargadaderazón—.Quierodecirqueesunacriatura intrigante,peroestá lejosdeserunanoviaadecuadaparaunBecket.Élesunjovenculto.

—Ellasabeleer—dijoSamaladefensiva.—Yo sé leer, querido, pero dudo que esome convierta en una candidata

aceptable.—La señora Taylor suspiró—.Aunque, para ser sinceros, no habrámatrimonio, Sam, con nadie. Por lo que tengo entendido, el joven se estámuriendo.

—¿Muriéndose?—Sam había oído que su salud había empeorado, se lohabía dicho Jenny, quien se lo había oído decir a las sirvientas de HannahBecket, pero era la primera vez que a Sam le decían que Jonathon estaba tandelicado.

—Noeslapierna,querido—dijolaseñoraTaylor—,sinolasanginas.Sammiróalaamablemujer.—¿Estásegura?LaseñoraTaylorseencogiódehombrosconademáncoqueto.—Nodeberíadecirteesto,peroeresun jovendiscreto.Susacerdotesuele

visitarnos,querido.¡Noparaeso,claro!,sinoparareconfortarespiritualmentea

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laschicas.Ylegustahablar.—¿Anginas?—Esodice.—¡Yopuedocurareso!—dijoSamconfirmeza.—Si te permitieran intentarlo—dijo la señoraTaylor, incrédula, antes de

volveracentrarlamiradaenlaagenda—.Tengounanuevachicade…,bueno,decabellooscuro.Sacharissa.

—¡Ese no puede ser su nombre! —A Sam le divertían los nombresfabulososquelaseñoraTaylorseinventabaparasusempleadas.

—Es el nombre de una heroína poética. Me sorprende que seas tanignorante,SamGilpin.ElproblemaesqueaSacharissanolegustasalirdeestacasa,perolevendrábienunpocodeejercicio.Ypuedoasegurarlequecaminaráseguracontigo.

—Claroquesí—dijoSam.—Ynopuedequedarseaquí sinhacernada,¿verdad?Muybien,Samuel.

¿QuénosenvíaelcapitánVaneestavez?—Esto,señora.—Samsacódelprofundobolsillodelabrigodecentinelaun

tubo de cuero de marroquinería del que la señora Taylor sacó un catalejodecoradoconmarfilyfiligranasdelatón.

—Québonito—dijolamujer.—Creequevaleportresnoches,señora.—Sí,novoyanegarquelovale.—LaseñoraTaylorgarabateóunasnotas

enlaagenda—.¿EsotradelasposesionesdelseñorFranklin?—Sí,señora.—Se lo guardaré. —La señora Taylor estaba haciendo acopio de las

posesionesmásvaliosasdelospatriotasydecíaquealgúndíaselasdevolvería.Sepusoenpie—.IréabuscarteaSacharissa.

Samtambiénsepusoenpie,ybuscó,sinesperanzas,ciertoconsuelo.—¿TanmalestáJonathon,señora?—Muymal.—LaseñoraTaylorseencogiódehombros—.Losmédicosle

sangrancuatroveces aldía.Dicenquees elúnicomododecurar las anginas,pero…—Se encogió de hombros y dejó la frase inacabada—. Sírvetemás témientraspreparoaSacharissaparaelpaseo.

Samesperó.Sobreelmarcodelachimeneadescansabauntrabucodebocaancha que la señora Taylor utilizaba para ahuyentar a visitantes indeseados.Sobre este había una tela bordada conmimoqueSamhabía logrado descifrarconmuchoesfuerzo.Decía«Reinelapazenestacasa».Bajoeltexto,ybajounmuyelaboradoalfabeto, la telaestabafirmadaconpreciosaspuntadasdecolorescarlata:«MargaretTaylor,sieteaños,1733».

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—Estarás segura, chiquilla, no te preocupes —dijo la voz de la señoraTaylordesdelapuerta.SamsevolvióyseencontrómirandoalosojosmarronesnodeSacharissa,sinodeMaggie.

—¡Diosmío!—dijoSam.—Sacharissa,querido—dijolaseñoraTaylor.—¿Sam?—dijoMaggie.Elsoldadolaobservabaasombrado.—¿Maggie?—Señor—dijolaseñoraTaylor—.Quénombremáshorrendo,ymiraque

denombresséunrato.—¡Creía que te habías marchado! —dijo Sam—. ¡Dijeron que habías

huido!Huboundestellodeterrorenlosojosdelamuchacha.—¿EstáScammycontigo?—No.Llevosemanassinverle.Yanoestoyconél,¿sabes?—Yatehedicho—dijolaseñoraTaylormientrasanimabaaMaggieadar

unospasosadelante—quevasahacerlecompañíaalcapitánVane.Uncaballerojovenygentil.

—¿DóndeestáNate?—Maggieparecíaestarhaciéndoleoídossordosasupatrona.Vestíaundelicadomantodelanayteníaelpelobienrecogidoenloaltodelacabeza.Estabalimpia,guapayextrañamentecambiada.Lehabíanlavadolos dientes, le habían pintado la cara, y a Sam se le antojó que no habríadesentonadoencualquieradeesaselegantesrecepcionesalasqueavecesasistíaencalidaddecamarero.

—¿YNate?—insistióMaggie.Luego,comosipresintieralarespuestaenelrostrodeSam,sesentóenunsofáyrompióallorar.

—¡El polvo de ladrillo!—gritó la señora Taylor alarmada, y se sacó unpañuelodelamanga.Enjugócondelicadezalosojosdelamuchacha.Laescasezquesevivíaenlaciudadhabíaobligadoalamayoríadelasmujeresausarpolvode ladrillo en vez de maquillaje, pero antes de que la señora Taylor pudieraevitarlo, las lágrimas ya habían arrastrado consigo parte del polvocuidadosamenteaplicado.

—¿Quépasó?—lloróMaggie.—¿Nolosabías?—preguntóSam.—Creíaquelehabíancapturadointentandodesertar—dijoMaggie—,creía

quevendría…—Suvozfuemuriendo.Sam no sabía cómo contarle lo ocurrido. Se sentía desamparado, quería

permanecerensilencio,peroelrostroahoraemborronadodeMaggielemirabasuplicandounarespuesta.Encogiéndosedehombros,Samselodijo:

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—Scammy ledisparópor la espalda.—Samsintióque las lágrimas se leagolpabanenlosojos—.Estámuerto.

LaseñoraTaylorpalmeóaMaggieenelhombro.—Sácalotodo,querida,antesdeiratrabajar.—¡Nopuedoir!—sollozabaMaggie.—Lo que no puedes hacer esmorirte de hambre. ¡Claro que puedes ir a

trabajar!—¿Ysimeve?LaseñoraTaylorsuspiró.—¿Conocesaesesargento,Sam?—Sí, señora.Perono lepasaránada.—Delotrobolsillodel abrigo,Sam

sacóunapequeñapistola—.¿Ves,Maggie?—¡Sacharissa!—insistiólaseñoraTaylor.—¡PeroScammysabequeestoyaquí!—chillóMaggie.—Nolosabe,querida.—LaseñoraTaylorseencogiódehombros,yluego

lapersuadiódequesepusieralosguantes,elgorroyelchal—.Arréglatelacaracuandolleguesallí,querida.Estarásasalvo.

Samvolvióaencenderlaantorchaconunadelasvelasdelburdel,cogióelbrazo tembloroso de la muchacha y la ayudó a bajar las escaleras hacia elcallejón.MaggiehizoqueSamlecontaramáscosassobrelamuertedeNate.

—¿Qué te pasó a ti? —preguntó Sam cuando acabó de relatar laespeluznantehistoria—.Medijeronquehabíashuido.

—No lleguémuy lejos—dijoMaggie convozde extrema tristeza—.Nosirvoparanada,salvoparaesto,Sam.

—Esonoesverdad.—Caminaronensilenciojuntoalacasadeoración,dedondesalíanalanochesiluetasindefinidas.

—Esperé a Nate —dijo Maggie con amargura—. Estuve allí dos días.Luegocaminéhaciaelnorte,juntoalrío.Mepersiguióunperro.

—PobreMaggie.—LleguéhastaFrankfort,peronomesirviódenada.Tuvequeirme,Sam.

Nosepuedeganardinerocomosirvienta—resolló—.LaseñoraTayloresmuyamable.

—Amímecaebien—dijoSamafectuosamente.—¡PeroScammysabequeestoyaquí!—ElterrordeMaggieerapalpable.—Pero no te reconocería—dijo Sam—. Estás preciosa,Maggie. Pareces

todaunadama.ElconsuelodeSamnosirviódenada.—¡Elcoronelvinoymereconoció!—ElliottnoselodiráaScammy.—Samnoestabadeltodosegurodeestar

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diciendo la verdad—. Sea como sea, Scammy se habrá olvidado de ti a estasalturas.

—Élnuncaolvida.Ylegustaganardinero,Sam.Habíanochesenlasquesesacabaunaguinea.Ahoramedantres—dijoMaggieconevidenteorgullo.

—Esoestámuybien,¿no?—Estoyahorrando,¿sabes?—Suvozvibrabaahoraconvivazpatetismo—.

No puedo huir como si tal cosa, Sam, necesito tener dinero. Puede que meembarque.

—¿ParavolveraConnecticut?—¡ALondres!—Porlovisto,Maggieteníaunnuevosueñoqueyanotenía

nada que ver con los cincuenta acres y los tres cerdos; era un sueño másluminoso y tenía por objeto una gran ciudad—.Oquizá conozca a un oficial,Sam,alguienaquienleguste.AunquenopodrásersiScammymeencuentra.

—Nodarácontigo—dijoSam.CaminabanporelcentrodeFourthStreet,dondeelfríodelanochehabía

congeladolossurcosdejadosporlascarretasenelbarro,dandolugaraextrañasy pequeñas cordilleras. Era más seguro ir por en medio de la calle quearriesgarseacaminarporlasaceras,demasiadocercanasaloscallejonesoscurosy los sombríos portales de las tiendas. Las llamas de la antorcha de Samiluminabanlaescarchasobreellodoendurecido.

Maggietemblaba.—¿Cómoesesecapitán?—No es mal tipo. —Sam pensó en Vane mientras ayudaba a Maggie a

superar las rugosidadesdel camino—.Aveceshace cosasunpoco raras, peroprocuroignorarlas.Limítateahacerloquetedigaynodiscutas.

Maggielemiró;susojosbrillabanporefectodelaslágrimasquereflejabanlaluzdelaantorcha.

—¿Es…?Lamuchachadudó,peroSamsabíaloqueleestabapreguntando.—Noesunhombrerudo,teloprometo.Maggielesonrió.—¿Tieneschica?Sam de detuvo un instante. Pensó en el cabello luminoso de Caroline y

negóconlacabeza.—No.Maggieseaferróasubrazoconmásfuerza.—Si quieres…, ya sabes. Quiero decir, que siempre te has portado muy

bienconmigo.Samserio.

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—Perosimeportéfatal,Maggie.—Nosabesloqueesportarsefatal,Sam.Lamuchacha dejó de caminar de repente.Una patrulla de infantería que

recorríaArchStreet enbuscadepersonasque estuvieranviolandoel toquedequeda logró meterle el miedo en el cuerpo. Sam sintió que la muchachatemblaba.

—Nopasanada—dijoSam—.Vasconmigo.Lapatrulla lespasópordelante.Loshombres,al igualqueSam, llevaban

abrigos de centinela con capucha, y eso los hacía parecer monjesfantasmagóricos. El último hombre de la patrulla se detuvo un instante paramirar aMaggie ySamhizo que lamuchacha se apresurara.El hombre siguiómirándolahastaqueSamlametióenlapenumbradeCherryAlley.

—¡Mehareconocido!—dijoMaggie.—¡Lehasgustado,esoestodo!SamempujólapuertadeatrásdelaresidenciadeVaneyayudóaMaggiea

quitarseelmanto.—Esarriba.—Siempreloes—dijointentandoretocarseunpocolacara.Unavezlesirvióa laparejavinoyostras,Samvolvióa lacocina,donde

teníaunaollaenlaquehervíaunamezcladecera,seboyhollínnegroparahacerbetún. Mientras observaba las burbujas viscosas que estallaban, deseó queMaggienohubieravueltoaaparecerensuvida.Deprontosintióquelaguerraera como un vendaval que engullía a gente inocente para destruirla. Habíamatado a Nate, había convertido a Maggie en la patética Sacharissa y ahoraamenazabaaJonathonconunamuertelentaydesagradable.

Pero al menos esto último Sam podía intentar curarlo. No mediantesangrados, sino mediante un método mucho más antiguo. Sam tendría queencontrar los ingredientes necesarios para hacer que aquella magia antiguafuncionara.Empezaríaalamañanasiguiente,yrezaríaparaquelosmédicosnomataranaJonathonantes.

Un ruido en el callejón le hizo dirigirse a la puerta.Miró a la oscuridad,diciéndosequeprobablementehubierasidoungatosaltandosobrelatapasueltadelbarrilenelqueserecogíaelaguadelluvia,pero,afectadoporelmiedodeMaggie,Sam tembló receloso. ¿AcasomerodeabaScammell entre las sombrasbuscando a su mujer? Cerró la puerta. Había muchos asuntos por resolver.Jonathon,Scammell,Maggie…,inclusoCaroline.AunqueCaroline,sedijo,noeracosasuya.EradeJonathon,yteníaquesalvaraJonathon.

A dicho fin Sampasó la semana siguiente buscando los ingredientes quenecesitabaparaobrarelmilagro,y,mientraslohacía,elcombatequeselibraba

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enelríollegóasuinevitablefinal.MuchosdelosobstáculosquehabíanevitadoquelosbarcosdelordHoweremontaranelríohabíansidoretirados,ylaflota,cuyosmástiles se alzaban sobre las marismas, logró aproximarse a los tercosfuertes.

ElFury y el Roebuck, el Somerset y el Liverpool, elPearl, el Isis y elVigilant abrieron fuegosobreelesqueleto renegridodelAugusta.Loscostadosde los inmensos barcos eran como acantilados ajedrezados cubiertos de unaniebladehumodepólvoraque,minutoaminuto,eraperforadaporlenguasdefuegoqueescupíanhierrosobrelosfuertes.Lasgaviotaschillaban.Larespuestadelosfuertesamericanosfuemuriendopocoapoco.

Nopodíadurar.FortMifflinfueelprimeroencaer,nodebidoaunasalto,sinoaladesesperanzadeunosdefensoressometidosaunaauténticapicadoradecarne. Una a una sus piezas de artillería fueron estallando; sus heridos secongelaban y morían sobre charcos de sangre. Los muros acabaronchamuscados, se abrieron brechas. Los proyectiles de los morteros esparcíanmuerteyterrormientrasquelassólidasbalasdeloscañoneshacíanvolarastillasquedestripabanaloshombres.Eraunanocheoscurayfría.Laguarnicióndelaislaseescabullóenbotesfluviales,y,porlamañana,elfuerteestabaenllamas,aunquelabanderaaúnondearasobreaquellas.

Cincodíasdespués,pasadotodounmesdesdeelfallidoasalto,FortMercerdecidió no seguir luchando. La guarnición se amontonó en los últimos botesdisponibles, y un amanecer helado intentó remontar el río por el recodo quepasabajuntoalaciudad.DesdeelmuelledePestHousehastaelfinaldeVineStreet, las baterías británicas de Filadelfia abrieron fuego. Las embarcacionesrebeldes volaron convertidas en astillas y los hombres cayeron a las aguasgélidas solo para ser recogidos por las embarcaciones más pequeñas que losseguíanaremobajoelfuegodeartillería.Sololosbotesmáspequeñoslograronabrirsepaso;losgrandessehundieronenlasaguascalmadas.

Unadocenadeprisioneros,incapacesdellegarhastalasembarcacionesdesus compañeros, fueron recogidos de la orilla y llevados, con los dientescastañeteando,hastaelcuartelgeneraldelprimerodegranaderos,justodetrásdela batería de Pest House. Allí, el mayor Zeigler, intérprete hesiano de sirWilliam, habló con los rebeldes capturados. Quería saber cuál había sido lasuertedelgeneralhesianoDonop,quehabíaresultadoheridoyhechoprisioneroduranteelasaltofallidoaFortMercer.

Despuésdelinterrogatorio,ZeiglerfueenbuscadesirWilliam.ElgeneralDonop,informóelhesiano,habíamuertotresdíasdespuésdesucaptura.

—Unamalamuerte,sirWilliam,dolorosa.—Lolamento,Otto.

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Elhesianoseencogiódehombros.—Laguerraescruel.Ja?Paranosotrosyparalosrebeldes.Perosabíanque

íbamosaatacar.SirWilliam,queestabajuntoa laventanadesucuartelgeneral,sevolvió

paramiraralintérprete.—¿Losabían?Zeiglersacóunapequeñalibretaypasólashojas.—Ja.Untenienterebeldemelohadicho.Sejactabadeello,porsupuesto,

perodicequelosupieroneldíaanterior.Fueroncapacesdellevar tropashastaun bastión abandonado desde el que mataron a muchos de los nuestros. —Zeiglercerrólalibreta—.Esonoesbueno,señor.

—No.—SirWilliamfruncióelceño.Tansolounpuñadodesushombreshabían sido partícipes del ataque secreto, pero sir William, con crecientedesesperanza, recordó habérselo contado a Lizzie, y con el gesto amargo alreparar en que había sido culpa suya, volvió a mirar por la ventana—. Novolveráaocurrir,Otto.

—¿Losabía, señor?—Zeigler estabaconfundidopor la calmada reacciónantelasnoticiasrelativasalatraición.

—¡Otto,mira!—dijosirWilliamobviandolastristesnuevasdefelonía.Deprontoseñalóhacialaventana.Másalládelostejadosdelaciudad,difuminadosporlascolumnasdehumoquesurgíandelascocinasquepreparabanlasfrugalescenasdeFiladelfia,seveíanlosprimerosmástilesdelosbarcosdeguerraqueseacercaban.Losmercantes los seguían, lo que significaba queFiladelfia estabasalvada, que el caminoalmarhabíaquedadoexpeditoyque la fortunade loscomerciantesestabaasalvo.

YSam,conlaayudadeCaroline,estabaplaneandoobrarunmilagro.

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24

La copa medía algo más de cinco pulgadas de alto; estaba hecha de maderaoscurayrobustaquehabíasidopulidaconmimohastabrillar.

—Esraízdehiedra—explicóSam—.Laheencontradodetrásde laCasadelEstado.

Marthagirólacopaconlasmanos.Debíadehaberllevadohorasdetrabajoobsesivo hacer algo como aquello. Las paredes del recipiente eran finas ybrillantes y parecía emerger del estrecho tallo que descansaba sobre una baseelegante.

—¿Lahashechoatorno,Sam?—No,acuchillo,perohasidoCarolinelaquelahapulido.Las palabras de Sam sugerían, de algúnmodo, que si habíamérito en la

fabricaciónde la copaera todoatribuibleal trabajodeCaroline.SamsonrióaCarolinealhablar,yellaaél.

Marthafuetestigodelintercambiodemiradas,yviocómoelesfuerzopordevolver la salud a Jonathon había hecho que los dos jóvenes adquirieran tancercana complicidad, tan cercana, queMartha no tuvo arrestos para decirles aambosqueellayadabalavidadesuhermanoporperdida.

—Esunapreciosidad—dijoalposarlacopa.—Bastará—dijoSamconmodestia.Estaba sentado a la mesa de la cocina de la señora Crowl con Caroline

enfrente y sendas tazas de té entre ambos. La lluvia fustigaba furiosa, a suespalda,lasescalerasquellevabanalsótano.Jennyylassirvientasdelacocinaestabanhaciendounavinagretaparalasostrasenladespensa,llenandolacocinadeoloranuezmoscadayvinagre.

Lascocinaseranahoralasestanciasmáscálidasenlamayoríadelascasas.Lafaltadeleñasuponíaquelaslumbresteníanqueserracionadas,ylascocinas,donde el fuego servía tanto para cocinar como para dar calor, eran las únicashabitaciones donde no se escatimaba combustible. Comida y otros productoshabíanllegadoenlosmercantesqueseguíanalaflotadelalmiranteHowe.Perosesuponíaquelaciudaddebíaabastecersedesupropialeña,asíquelosbellosbosques delCuello, talados por los soldados, estaban desapareciendo, al igual

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quelasesperanzasdeMartharespectoalasaluddesuhermano.YlaconfianzadeSamenunamagiaantiguanoservíaparaavivaresasesperanzas.

Podía percibir la fe de Sam y de Caroline patéticamente expresada enaquella bella copa, pero también percibía más, mucho más. La magia de laInglaterra rural de Sam exigía una copa de madera de hiedra sin usar, peroMartha sabía que la copa no tenía por qué estar tan bien hecha. Cualquierreceptáculo mal acabado hubiera satisfecho la fórmula mágica, pero Sam yCaroline, trabajando juntos, no se hubieran contentado con cualquier cosa. Lacopa, pensabaMartha, era el reflejo de lo que el uno significaba para el otro,peroerandemasiadotercosparaadmitirlo.Descartótalesbarruntos.

—Entonces tenemos la copa —dijo Martha—. Ahora solo necesitamosllenarla.

—HayuntipollamadoCathcart—dijoSam—,¿lordCathcart?—Decimoséptimodedragones—asintióMartha—,leconozco.—Tieneunayeguapreñada.Está furioso, ya sabe, conel inviernoy todo

eso.Creoqueestáapuntodeparir,podríainclusoserestanoche.—¿Bastaría?—Bastará—dijoSam—,siemprequeyollegueantesaella.Estoypasando

allílasnoches,perosielcapitánrequieremipresenciaencasa…—Seencogiódehombros.

—Esperemosqueno.Martha escuchaba la lluvia. Llevaba cayendo desde que se rindieran los

fuertes, la tormenta estaba inundando sótanos y convirtiendo las calles enlodazales. No había forma de mantener una casa limpia con ese tiempo. Losvisitantesllegabansalpicadosdebarrohastalacintura.Elbarroseextendíaporalfombras y escaleras y se aferraba a las ropas. Gran parte de ese barro sequedaríadondeestabahastalalimpiezaafondodeprimavera.

—Y si es esta noche, sigo pensando que debería…—Sam, recurriendoempecinadoaunargumentoyamanido,fueinterrumpidoporCaroline.

—Lo voy a hacer yo—insistió lamuchacha; luego, para evitar que Samprotestara, miró aMartha y recitó sus bien ensayadas palabras—: Voy por elcallejónquehaydetrásdelaescuela.Eslacuartaportillaalaizquierda.Trepoelmuro…

—…quetienecristalesrotosenloalto—interrumpióSam.—Nomedanmiedo loscristales—dijoCaroline—.Trepoporelcostado

derecho, juntoa losestablos,ynodespiertoa losesclavos.Sigoelpasajequehayenlapartetraseradelosestablos.Hayunaventanasobreelahumadorquelleva a las escaleras de servicio. Subo un piso, abro la puerta y voy a dar aldescansillo.LahabitacióndeJonathoneslaquequedaenfrente.

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—Yhayunperroeneljardín—dijoSamenuntonoquedabaaentenderqueCarolinenosabríacómoencargarsedeuncanhostil.

—¡Seréyolaqueentreenesacasa,Sam!—Carolinemiróalcasacaroja,desafiante—.¿QuépensaríaJonathonsinolointentara?

Paraquelamagiafuncionara,hacíafaltaunacopa,unapoción,yquebienSam, bien Caroline, entraran en casa de Abel Becket. Esto último no podíahacerseabiertamente,yaqueAbelBecketlehabíanegadoelaccesoaSam,asícomo a cualquiera que pudiera avivar el patriotismo de su sobrino. Así queallanarían la casa, y Caroline insistía en asumir el riesgo. Sam prepararía elelixir,peroCarolineloentregaría.

—Enesecaso,dejaquevayacontigo—dijoSam.—¿Yquiénvigilalaentradaprincipaldelacasa?—exigiósaberCaroline.—Puedohaceresoyluegoiralapartedeatrás.—Para entonces ya no estaré allí —dijo Caroline con desdén—. Pero

puedesesperarmeahíporsitengoalgúnproblemaalsalir.Sam,sabedordequehabíaperdidoladiscusión,asintióaregañadientes.—Supongoqueeslomejor.Marthasonrióalverqueseponíandeacuerdo.—Lamejornochees ladel jueves,porqueel señorBecket suele ir auna

reuniónconalgunoscomerciantes.Samseencogiódehombros.—Dependerádelayegua,señora.Puedequetengamosqueircualquierdía.Marthamiróalamuchacha.—QuenotecojaelseñorBecket.—Ysilohace,pártelelabocaaesesodomita—dijoSam,quesesonrojóal

instanteporhaberusadoesaexpresión—.Lolamento,señora.—Amínome importaríapartirle laboca—dijoMartha—,niaélnia tu

apreciadocapitán.—Esunbuentipo—dijoSamaladefensiva.SesentíaatrapadoporlaanimadversiónquesentíanentreellosMarthayel

capitánVane,pues,aunqueapreciaraaMartha,Vanenuncasehabíaportadomalconél.Además,SameraconscientedequeVanelehabíasalvadodeldesastre,ydequeledebíalavidaprivilegiadaylucrativaquesuponíaserelsirvientedeunoficial. Esa vida bien podía llegar a su fin si Vane se enteraba de que Samfrecuentabaaquella casa,pero suponíaqueel capitánno se enfadaría sinuncallegabaasaberlo.

Y nada iba a evitar que Sam los visitara, porque era allí, en esa cocinahumeante, donde compartía una feliz intimidad con Caroline. Sam intentabaconvencerse de que solo tenían la obsesión de curar a Jonathon, una obsesión

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quehabíadadolacopacomofruto.Noseatrevíaasoñarconmás.ElrelojdelrecibidortocólascuatroySamhizounamueca.—Tengoqueirme,señora.Estanochequierequevayademacaroni.—¿Demacaroni?—preguntóMartha.—Emperifollado,señora.Tengoqueservirenunafiesta.—Pobre Sam.—Martha esperó hasta que Sam hubo salido al torrencial

aguacero,y sevolvióparaver cómoCarolineenvolvía lapreciosacopaenuntrozode teladesaco—.¿EstásseguradequenoesmejorqueseaSamelqueentreencasademitío?

Carolinenegóconlacabeza.—Simecogen,lopeorquepuedepasarmeesquemeechen,peroaSamle

arrestaríanporladrón.Además,Jonathonquerríaquefuerayo.—Supongoquesí.Martha, amedida que el invierno se recrudecía y los patriotas hacían lo

posiblepormantenerseunidosenunaciudadocupada,sehabíaidoacercandoaCaroline. Admiraba la valentía de la muchacha, la usaba para hacer llegarmensajes al otro lado del río, pero seguía temiendo un matrimonio que laenfermedaddeJonathon,porsísola,quizáseencargaradeevitar.Marthadecidióadentrarseenelescabrosotema.

—TegustaSam,¿verdad?—Sí,mecaebien.—Caroline, con lamirada fijaen lamesa, lodijocasi

desafiante.—¿Más que Jonathon?—Martha se arrepintió al instante—.Lo lamento,

estoysiendoinjusta.Carolinealzólamirada.—EstoyprometidaaJonathon,¿no?—Sí.Peroaveceslaspromesassontrampasquenostendemosanosotros

mismos.—Solosilasrompemos—dijoCaroline,tercayaladefensiva.Marthahizounapausa.—¿QuieresaJonathon?—Lequiero—lodijosinemociónalguna.Lo cierto era que Caroline, de forma bastante irracional, se culpaba a sí

mismadequeaqueltullidosehubieramarchadoalaguerra,yesesentimientodeculpahabíaprovocadoenlamuchachaunamezcladepenayafectoque,sinoeraamor,síconstituíaunsucedáneoconvincente.

El silencio deMartha dejó constancia de su escepticismo. El viento y lalluviacastigabanlacasaenuncrescendode furiaque lehizovolver lacabezahacialasescaleras,comosihubieraoídolavozdesuhija.

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—Puede ser—dijoMartha rompiendo el silencio—, aunque esmejor nocasarse por amor. Yo lo hice así, y fui muy feliz. Intercambiamos votos,convertimosestacasaen lamáselegantede laciudadymehizorica.Hubierapreferido un hijo en vez de una hija, pero eso podría haberse remediado atiempo.—Marthaesbozóunamuecadedoloralrecordary luegoseacercóunpocomásaltenueresplandordelfuego.

Carolinehabía escuchado laspalabrasdeMarthay creyóentender loquequeríadecir.

—¿EntoncesJonathonyyopodemosserfelices?—Jonathon será feliz. —Martha hablaba con dolor—. Es apasionado, y,

mientrascreaquetúlequieres,estaráagradecido.—Perolequierodeverdad—insistióCaroline.—Peroelgusanodelamanzana—siguiódiciendoMarthacomosilajoven

nohubierahablado—empiezaamordisqueartecuandollegaelarrepentimiento.Cuando ves al hombre con el que quizá te habrías casado, y sabes que estásligadaaunoconelquenodeberíashaberlohecho.Hubomomentos…—Marthahizo una pausa; pensaba que estaba a punto de desvelar demasiado, pero seencogiódehombros—.Hubomomentos en losquedeseéquemuriese.Luegomurió,yfuehorrible.Horrible.

Carolinenodijonada.Marthasecóunagotadetéderramada.—¿Qué harías si Sam permaneciera en América? Puede que lo haga,

¿sabes?¿Lecerraríaslapuertadetucasa?¿ConvenceríasaJonathondequenovolvieraaverle?Porquesinolohaces,querida,seráSamconelquesueñesenlaslargasnoches.

Carolinenoqueríaenfrentarseaesaspreguntas.—Samesuncasacaroja—dijosinmás—,yestáorgullosodeello.Algún

díavolveráallugaralquepertenece.—Lo curioso de América —dijo Martha cambiando, aparentemente, de

tema—esquecualquierapuedeperteneceraquí.YamímecaemuybienSam,asíquequizáintentepersuadirleparaquesequedeenAmérica.

—Nolohará—dijoCaroline.—¿Quiere decir eso que descansarías mejor por las noches si no se

quedara?—dijoMarthaprovocadora.PeroCarolinenoquisoentrarenesetema.Ensulugarsegiróparaescuchar

elrepiqueteodelalluvia.—¿Podríadormiraquíestanoche?—Seríaunplacer.

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Carolinedurmióenlahabitación,juntoalacocina,destinadaalospartosyenlaque los hijos del servicio pasaban sus primeros meses de vida, pero Sam nologrópegarojoentodalanoche.Sehabíavestidodemacaroni,yalastresdelamañanaasistióaunebriopero felizcapitánVanea llegara lacama.Después,acompañadodelosjuramentosdelrestodelossirvientes,queestabanintentandodormirenlacocina,Samsepusosuviejouniformeyelabrigodecentinelayseadentróenlanoche.

Lalluviacaíaahorasesgada,empujadaporunvientoqueaullabarevoltosoycuyasráfagas,enlasesquinasdelaciudad,aplanabanlasllamasdelaantorchade Sam. Una teja, desprendida de un tejado, golpeó una contraventana y eljoven,sobresaltadoporelruidorepentino,sevolvió.Leatormentabalasospechadequeestabasiendovigilado,temíalassombrasqueveíamoverseporelrabillodelojo.Sedijoquenoeranmásquefruslerías,queMaggielehabíametidoenlacabezaunmiedoabsurdoalsargentoScammell,aunquesemanteníaalertaporsien unmomento dado aparecía su enemigo.No ocurrió, tan solo eran sombrasproducidasporelvientoylalluvia.

Siguió adelante, giró por un callejón y empujó una portilla. Allí vio elreflejodeunquinquésobrelapuertadeunestablo.AlinstanteSamtemióhaberllegado tarde, pero el mozo de cuadra de lord Cathcart, esperando junto alcubículodelayegua,negóconlacabeza.

—Casitelopierdes,Sam.Samechóelcerrojoalapuerta.—¿Estáalcaer?—Encualquiermomento.Pobrebicho.—Elmozotembló—.Esunanoche

demasiadofríaparanacer.Samseagachóparapasarpordebajodelacadena.Layeguatemblabade

miedo,peroelmuchacho la tranquilizó.Elvientoaullabaentre los tejados.Elrestodeloscaballos,nerviososporeltiempoyporlayegua,semovíaninquietosensuscubículos.

Elpotrollegómediahoradespués.Reptósobrelasangreylapajayluegopugnóporponerseenpie sobre suspatasescuálidas.Samseacuclilló juntoalvientredelayeguayaproximóunacantimplorademaderaalastetashinchadasdelanimal.Layeguadiounrespingo,peroSamla tranquilizóyusó losdedospara ordeñar la primera leche materna. Cuando el pequeño recipiente estuvolleno,pusoalpotroamamar.

Samlepagóalmozoalgunasdelasmonedasquehabíaobtenidocuidandoa los caballos de los oficiales; más tarde se adentró con la cantimplora en elamanecergrisyhúmedo.Habíatalladolacopa,yahorateníaelingrediente:loscalostros.Estos,servidosenunacopavirgendehiedra,erancapacesderevivira

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los muertos. No había medicina más fuerte, y jamás un remedio había sidopreparado con tanto cariño. Ahora todo lo que hacía falta era introducir lamezclamágicaenlabiencustodiadaviviendaenlaqueestabaJonathon.AllíiríaCaroline,yloconseguiríaconlaayudadeSamyunpocodesuerte.

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—Elteatrosolonecesitaunamanodepintura—dijoelcapitánJohnAndreconalegría—ytendremostodaunatemporadadejúbiloydeleite.Lossacerdotesdelaciudadsepondránfuriosos,asíqueestosolopuedetraercosasbuenas.Quizáquierasformarpartedelreparto,Kit.

—Yo no soy actor, John.—Vane tuvo que alzar la voz para hacerse oírsobrelasconversacionesylamúsica.

La caída de los fuertes y la llegada de la flota eran razón suficiente paracelebrarlo, así que la espaciosa residencia de sirWilliam volvió a llenarse deoficialesydedamas.LosuniformesazulmarinoconfrenteblancodelaMarinasemezclaban con las llamativas casacas del ejército. Saratoga empezaba a serolvidada,oalmenosahogadaenvino,bajolaluzesquirladaporloscristalesdelaslámparasdearaña,quealiviabanlapenumbradellluviosoatardecer.

—Empezaremos enAñoNuevo.—Andre le dedicó una reverencia a unamuchachaquepasópordelantedeellosyvolvióamiraraVane—.Elproblema,comosiempre, son lasmujeres.Puedoencontrarhombrespara actuar, peronohay suficientes mujeres. ¿Crees que las chicas de la señora Taylor estaríandispuestas?

—Pierden mucho vestidas —dijo Vane secamente—. Y me da que ellatambién.—Hizo un gesto hacia Lizzie Loring, quien, resplandeciente, vestidacon sedas verdes, charlaba con algunos invitados en el centro del salón. Sinembargo,Lizzie,porvezprimera,noeraelcentrodeatención.Asuladohabíaunhombredealturaconsiderableyuniformeextraordinario.

—¿Quiéndemoniosesese?—preguntóVaneasombrado.—El general Charles Lee, aunque le llamanCharlie.—Saltaba a la vista

queAndrevenerabaaaquelhombre—.Tepresentaré.—¿Perodequédiabloseseluniformequelleva?LaseñoraElisabethLoringleestabahaciendolamismapreguntaalgeneral

CharlesLee,cuyafiguraesbeltayextremadamentedelgadaestabaembutidaenungrotescoabrigoamarilloarlequinado,rematadoconsedasblancasyenormescharreterasbrillantes.Una faja roja, en laqueestabaenganchadaunaplacadenácar decorada con un águila negra, envolvía un chaleco azul claro. Tenía un

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pañuelode terciopeloescarlataen tornoalcuello,suspantaloneserandesaténblancoylasbotas,quelellegabanalasrodillas,estabandecoradascontirasdecuerocolorescarlata.Deunadelasmangas,sueltas,a laalturadelhombro, lecolgabaunapelliza con filigranas de oro.Lavaina del sable lucíamotivos deplata.

—Es—dijoaltivoelgeneralLee—eluniformedelacaballeríapolaca.MeloconfeccionóunsastredelaMarina.¿Noesfabuloso?

—¡Jamáshaestadoenelejércitopolaco!—dijoLizzie.—Sinofueratanbella,yyonoestuvieralocamenteenamoradodeusted,la

golpearíapordudardemipalabra.Fui,señoramía,soldadoenelejércitopolaco.Tres años en la caballería, contra el turco infiel. ¡Hola, John! —El antañoguerreropolacosonrióaAndre,quien,antesde laexpedicióndesirWilliamaFiladelfia, había navegado hacia el sur y había intimado con Lee—. ¿Siguesvivo?¿Ningúnrebeldehalogradolibraralmundodeuntipocomotú?

—Sigovivo,Charlie,yencantadodeverte.¿PermitesquetepresenteaKit?EselnuevoayudadecampodeBilly.

—¿OtrohijodeAlbiónparalacarnicería?—LeelededicóaVaneunalegresaludo,yeste,trasdevolvérselo,lehizounareverenciaaLizzieLoring.

PeroLizzie,quesehabíaunidoalacausadeMarthaCrowlenlabatallaporeldestinodeJonathon,ignoróelsaludodeVaneysedirigióalgeneralLee.

—¿Tambiénrenuncióalservicioenelejércitopolaco,Charlie?—Renuncioalserviciodetodoslosejércitos,perosolounavezquemehe

aseguradodesuvictoria.Lee,nacidoenInglaterra,habíaservidoconpolacosybritánicosyahoraera

general en el ejército rebelde. Se había labrado una reputación salvandoCharlestonde losbritánicosyhabíaascendidohastaconvertirseensegundoalmando del mismísimo George Washington. Después, durante la retirada porNuevaJersey, sehabíaentretenidomásde lodebidoconunaprostitutaenunataberna y había sido capturado por la caballería británica.ALee le encantabaconfirmarlahistoria.

—Se rumorea que Su Excelencia, celoso de mi triunfo en Charleston,organizólapresenciadelaprostituta,perolodudo.Elpobrehombrenisiquieracreequetalesmujerespuedanexistir.

—¿SuExcelencia?—preguntóChristopherVane.—El generalWashington exige que se le trate con lamás absurda de las

dignidades.¡Cómoodiaríaelmuysosoesteuniforme!—Leesoltóunacarcajadaaguda y extraña y luego miró a su alrededor, al salón atestado—. ¡Quéafortunadosson!

—¿Afortunados?—preguntóLizzie.

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—De tenerme aquí alegrándoles la velada. —Aunque en realidad elafortunado de estar en Filadelfia era Lee, ya que al ser capturado se habíaconsiderado que siendo un antiguo oficial británico debía ser ejecutado portraición.Elhechodequeaseverasequehabíarenunciadoformalmenteasucargobritánico,unidoaquegozabadelasimpatíadesirWilliam,lehabíabastadoparasalvarlavida.AhoraLeeeraunprisioneromuyapreciado.Existíaelrumor,unode losmuchos que envolvían su enjuta figura, de queLee había sugerido quetomarFiladelfiaeraelmejormododeacabarlaguerra.

PerosirWilliamyanoqueríaformarpartedeaquellacontienda.Elgeneralquería irse a casa, a cuyo fin había redactado su dimisión, documento que seharía llegar al Gobierno en Londres. Sir William no había perdido ningunabatalla,peroeraunhombrederrotado.

Mientras sus invitados disfrutaban en las lujosas habitaciones del pisoinferior,elcomandanteenjefepermanecíaenlabiblioteca,asolas,salvoporlapresencia de su hermano, y contemplaba por la ventana, a través de la lluviaconstante,ladelgadatorredelaCasadelEstado,encuyacimahabíaunaveletacon forma de gallo. Pensó cómo, si hubiera tenido tiempo, le habría gustadoecharabajoesatorreylevantarensulugarunacúpula.

—Yelreloj—dijoenalto.—¿Elreloj,Willie?—ElalmirantelordHowealzólamiradaydejódeleer

lacartaderenunciadesuhermano.—Junto a la Casa del Estado. Quizá no lo hayas visto. Es ridículo, está

metidoenunaespeciedecajoneradeladrillo.Unacúpulaconunrelojdecuatrocarasseríamejor.Defondoazul,conlasmanillasdeoro.Quedaríabien.—SirWilliam se encogió de hombros—. Si nome reemplazan, quizá lo construya.SeríaagradabledejarFiladelfiamejordeloquelaencontré.

—Sinduda.—LordHowecompartíalapredileccióndesuhermanoporlosamericanos, unapredilecciónquehabía sido cimentada cuando los ciudadanosdeMassachusetts,almorirelhermanomayordelosHoweenlasguerrasfranco-indias, habían pagado por un monumento que ahora estaba en la abadía deWestminster.LordHowe,mayorymáscorpulentoquesirWilliam,dejócaerlacarta.

—¿Cuántagentesabeesto,Willie?—Tú, yo,mi secretario, que hizo una copia, yLizzie, por supuesto, pero

nadiemás.—Quieroquevuelvasaconsiderarlo.SirWilliam, hundido por Saratoga y agotado tras el largo asedio de los

fuertes,dejódemirarporlaventanaysegiróparaexculparse.EnLondresnadieleescuchaba:Londrescreíaquelamayoríadeloscolonoseranleales,yquizálo

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fueran, pero no tanto comopara empuñar las armas.La guerra podía ganarse,dijosirWilliam,peronocontanescasasfuerzasytandispersasentreHalifaxylasFloridas.

—Necesitaría cien mil hombres aquí, Richard. ¿Y para qué? ¿Para quevuelvanarebelarsedentrodediezaños?—Aquellamentonoeranuevo.

Gage,elprimergeneralen lucharcontra losrebeldesenesaguerra,habíadicho que la labor era imposible. El comandante del ejército británico habíaadvertidoquenopodíaconquistarsetalextensióndetierra.Otros,comoelcondedeEffingham,elvizcondePittyel almiranteKeppel,habían renunciadoa suscargos para no tener que luchar contra los suyos en un país tan grande queconstituía un desafío hasta para los cartógrafos. Casi lamitad del Parlamentoestabaencontradelaguerra,ysirWilliam,miembrodeaquel,queríavolveracasaparaunirsuvozaladeaquellosqueseoponíanalacontienda.

—SiesqueLondresaceptaturenuncia—dijolordHowesinconvicción.—¡Sinolohacen,almenosquemepermitannegociar!SirWilliam volvió amirar a las nubes oscuras que había sobre la lluvia

rabiosa.—Silasnegociacionessirvenparamanteneralejadosalosfranceses—dijo

lordHowelentamente—,puedequeLondresacepte.—Tenemosqueofrecerlesalosrebeldestodoloquequieran.Niimpuestos

sobrelosbeneficios,niarancelesnigobernadoresenviadosdesdeLondres…,yaloúnicoaloquetienenquerenunciaresalaindependencia.—SirWilliamdiomediavueltaparamirarasuhermano—.Sipodemosconvenceralreydequeseha derrotado al republicanismo, quizá no se percate de que los rebeldes hanobtenidotodolodemás.

—¿Y qué pasa si creen que pueden obtener la independencia? —LordHoweseacercóasuhermanoyobservó,conelojoprofesionaldelmarino, laveletadelaCasadelEstadoylasnubes—.Losmalditosfrancesesestánansiososporunirsealbaile.

—Que les jodan a los franceses—dijo sirWilliam—. ¡SoloDios sabe loque el señor Washington pensará de ellos! Si cree que nosotros somos unostiranos, espera a que esté bajo los amables cuidados del rey Luis. ¿O acasopiensaqueesosmalditosgabachostraicionerospiensanayudarleporcaridad?

LordHowenegóconlacabeza.—He oído que a los franceses se les han ofrecido sus viejas tierras en

Canadá.Ytodasnuestrasislasazucareras.SirWilliam,apesardesutristeza,tuvoquereírseantelapresuntuosidadde

losrebeldes.—Recibieron un buen revolcón cuando intentaron tomar Canadá por sí

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mismos, así que supongoque lesda lomismo invitar a los franceses aque lohaganellos.

—NosetratadeCanadá.—LordHoweencorvósusanchoshombrosbajounas charreteras que, por mucho que se pulieran, nunca quedaban libres desalitre—.Silosgabachosentranenlacontienda,Willie,necesitaréhombresparaprotegerlasislas.

—¡Hombres!—SirWilliamsedirigióalamesaydestapóundecantador—.¿Ydedóndevendrán?¿AbandonoFiladelfiaparaguarnecerlasislasazucareras?¿AcasonosabenenLondresloqueestáocurriendoaquí?

LordHowecogióunvasodevinoyseaventuróarecordarleasuhermanoque Londres prefería perder la más rica de las colonias americanas a losbeneficiosdeunasolaislaazucarera.

—Quesevayanalinfiernolascoloniasyanquis,Willie,perodefendamoselazúcar.Aunquepodríamosmantenerambascosas.

—¿Ambas?—Siempreycuandolosgabachosnointervengan.—Ah,claro,sí.Claro.—SirWilliamsabíaloqueveníaahora.—DestruyendoaesemalditoWashington.—El invierno se encargará de eso. —Sir William miró por la ventana,

oscura. Ya era de noche—. Dicen que los pájaros migraron al sur pronto,Richard.Esosignificaqueelinviernoseráduro.

—Los rebeldes soportarán el invierno si saben que vienen los franceses.Aguantarán.—Lavozdelalmirantesevolvióinsistente—.Perosilosfrancesesoyen que el señor Washington ha acabado balanceándose de una soga, se lopensarán dos veces, Willie. No querrán arriesgar sus tropas. Están indecisosporque temenrecibir la tundadecostumbre.LespreocupaqueSaratogapuedahabersidounaseñalfalsa.SipuedesaplastaraWashingtonantesdequelleguenlasnieves,puedequelosfrancesesdejenlasespadasensusvainas.

SirWilliamseinclinóhaciasuperro,quedormíajuntoalfuego.—Noestoysegurodequefueraunaseñalfalsa.—Seapresuróaevitarque

suhermanomayorleinterrumpiese—.NoderrotaronaJohnnyencombate.Sir William había recibido informes fiables de lo ocurrido en Saratoga.

Burgoyne, acosado y desgastado por la vanguardia enemiga, había quedadoaisladoenmediodeunterritorioinmensoyhostildondeeraincapazderecibirsuministros.Elhambreylasedhabíansidolasaliadasdelossoldadosrebeldesquehabíanderrotado aBurgoyne, y el primerode aquellos espectrosyahabíaatormentadoasirWilliamenFiladelfia.

—Deberíahabermarchadoasuencuentro,¿nocrees?—LaconfesióndesirWilliam,dichaenvozbaja,másparecíadirigidaasuperro,aunqueelalmirante

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decidióresponder.—Nopodíassaberlo,Willie.Noentonces.PerosirWilliamnopodíaserconsolado tan fácilmente.Pensabaen todos

los sueñoshechos añicos.Si los británicosmarchaban sobreFiladelfia, habíandicholoslealistasamericanos,lascoloniasdelcentrosealzaríanenfavordelreyy los rebeldes acabarían siendo derrotados por sus propios compatriotas. Nohabíaocurridonadadeeso.Ensu lugar, sirWilliamdominabaFiladelfiay losrebeldeselterritoriocircundante,casihastalasmismísimasacerasdelaciudad.Nohabíapaz,niducado,niunanuevaJerusalén.SirWilliammiróasuhermano.

—¿SabíasqueWashingtonmedevolvióaHamlet?—¿Quehizoqué?—Habíavecesquealalmirantelecostabaentenderasu

hermano.Sir William hizo una mueca de dolor al incorporarse por culpa de un

latigazoenlaespalda.—Bajobanderadepaz.Creoquefueunactodelomáshonorable.—Pues dale las gracias antes dematarle. Y hazlo antes de que llegue la

primavera,Willie.Losfrancesesnosemoveránhastaquemejoreeltiempo.SirWilliamasintióconseveridad,comosielesfuerzoquesuponía lanzar

otro ataque contra los rebeldes fuera, aunque necesario, demasiado onerosocomoparaobtenerplaceralguno.Doblósucartaderenunciaylaguardóenuncajón.Hizoungestohacialaspuertasdelabiblioteca.

—Creoquedeberíamos irbajando.Tusadmiradoresestánesperandoparadedicarteunaplauso.

Y,efectivamente,elalmirantequehabíalogradoabastecerlaciudadrecibióuncalurosorecibimiento.Losaplausosrecorrieronelsalóndebaile,ysevieronreforzadospor«hurras»;aestolesiguieronvariosgritosde«bravo»cuandoloshermanos,delbrazoyuniformados,bajaronlasampliasescaleras.

A medida que los aplausos fueron muriendo, Christopher Vane sesorprendióalveralgeneralLeeasulado.LeeseinclinóhaciaVane.

—Espero que sepa disculparme, capitán. Sé que apenas nos conocemos,peromepreguntabasipodríasuplicarleunfavor.

—Porsupuesto.Leetiródeunodeloslazosquesobresalíandesusmangasamarillas.—Johnmehadichoquehableconusted.—Bajólavozhastahablarenun

susurro confidente—. Cuando acabe toda esta farsa, ¿sería tan amable deindicarmeunacasadecentealaqueir?Johnmehadichoqueconocíauna.Enlosbarcosnohaynadaquemerezca lapena, ano serqueauno legusten losalféreces.Yamínomegustan.

Vanesonrió.

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—Hayuna.LadelaseñoraTaylor.LosojosdeLeemiraronaunladoyaotrocomositemieraquealguienle

estuvieraescuchando.—¿Limpia?—Mucho.—¿Chicasrojas?—preguntóLeeansioso.—¿Rojas,señor?—Estuvecasadoconunaprincesadelatribudelosseneca.Bueno,máso

menos casado, y ella era una especie de princesa. He desarrollado ciertapredilecciónhaciaellas—dijoLeecomosiseestuvieradisculpando.

A pesar de que el hombre simpatizara con la causa rebelde, a Vane leresultógracioso.

—Nohevisto aninguna roja,pero tieneblancas,negras,mulatasyhastaunachina.

Leeesbozóunasonrisalobuna.—¿Meharíaelfavordehacerlaspresentaciones?—Serátodounplacer,caballero.—Proponerle a Lizzie un revolcón no serviría de nada. Le es demasiado

lealaBilly.—DeprontoLeese irguió todo loqueeradealtoymiróhaciaelrecibidordelaentrada—.Pormisantotrasero,¿quiénesesa?

Vanemiró.LaviudaCrowl,colgadadelbrazode lordRobertMassedene,había acudido a la celebración. Vane no dijo nada. Había contado con que laderrotadeMartharespectoaJonathonhubierasupuestoungolpedegraciasocialparalamujery,sinembargo,respaldadaporsunuevaamistadconlordRobertMassedeneyLizzieLoring, la viuda seguía alardeandode su patriotismo antesusenemigos.

—¿Ybien?—preguntóLee.—Esunadelosvuestros,unarebelde.LeeoyóeldisgustoenlavozdeVaneyloachacóaloscelos.—¿LahaseducidoRobert?Vanetuvoquehacerunesfuerzoparaquelarabianosedejasenotarensus

palabras.—Laprotege,señor,delocontrarioloslealistaslasacaríandelaciudada

patadas.LeeobservóaMarthadesvergonzadamente.Laviuda,comosiempre,lucía

un aspecto magnífico. Vestía una de aquellas polonesas de falda abierta queLizzie Loring había puesto demoda en Filadelfia, y su cabello, aunque no lollevaratanaltocomoeldeLizzie,estabamagníficamenteesculpidoydecoradoconlazosenjoyados.

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—Eso sí que es una mujer con la que disfrutar del invierno—dijo Leereverencialmente.

MarthamiróhaciaelexóticouniformepolacoyVaneapartólacara,aunquedemasiado tarde por una fracción de segundo. La viuda le había visto y, sinreceloalguno,empezóacruzar laestanciahaciaél.Los invitadossegiraronamirar.LasociedaddeFiladelfiaalcompleto,asícomotodoslosoficialesdelaguarnición,sabíandelamalasangrequehabíaentreambos.

ElgeneralLeesepreparóparapresentarse,peroMarthaignoróalespigadogeneralrebelde.

—CapitánVane…—Señora… —Vane hizo una reverencia. Deseaba que el corazón se le

calmara.Ahora necesitaba estar despejado, no dejarse llevar por la hostilidad.Temía que las palabras adecuadas solo le llegaran a los labios una vez que laviudasehubieraido.

—¿Sabealgodemihermano?—dijoMarthaenvozaltaparaquecualquierinteresadopudieraoírla.

—Algo he oído, señora. Tengo entendido que su pierna ha mejoradomucho,algoquemellenadejúbilo.

—Tantosujúbilo,capitán,comolacelebracióndelavictoriadeestanoche,sonprematuros.—Marthalemirabacondesprecio—.Sufredefiebresyanginas.Confíoenqueestésatisfechoconloquehahecho.

—Rezaréporél—dijoVanecondesdén.—Guárdese sus oraciones, asesino. —Se había hecho el silencio en la

estancia,comosiunángelhubierapasadovolandoporencimade la tumbadeVane.Ahora, incluso sirWilliamy lordHoweobservabana laviuda—.Simihermano muere, necesitará todas esas oraciones, porque le aseguro que noobtendrámisericordiapormiparte.—Marthahizounapausa;luego,amododeburla,ylobastantealtocomoparaalcanzarhastaelúltimorincóndelgransalón,disparósuúltimoylacerantedardo—:Kitten.

La viuda se dio la vuelta y se alejó. De pronto el salón retomó lasconversacionesmientraslosinvitadosfingíanquenadiehabíarecibidounbañodevergüenza.

—¡Vaya, vaya, vaya! —dijo Lee. El rebelde se alejó un paso, como sitemieraquelecontagiaraalgo.

VanemiróaLee.—¿Deseaquenosvayamosya,caballero?—¿Ahora?—Leenohabíatenidointencióndesalirdeallí,almenoshasta

dentrodeunashoras.—Ahora, señor.—La rabiadeVane sevioexacerbadapor la impotencia.

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Habíachocadoconlaviuda,lehabíahechodañoalquitarleaJonathon,peroestahabíahechousodesuscontactosparavolveryhumillarleensociedad—.Yomevoyahora,caballero.

Leemiróalrededoryseencogiódehombros.—Supongoqueesesoounalférez.Muybien,capitán.¡Vayamosenposde

larefriega!Salieronalanoche.Azotadoporelvientohelado,elcapitánVanesoñabaconelconsuelodela

venganza.

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26

CarolineesperabaentrelassombrasdeuncallejónquedabaalapartetraseradelaenormecasadeAbelBecket.Losdienteslecastañeteaban,perocontóenaltohastatrescientos.

Unadeprimentepatrulladeinfantería,arrebujadabajolalluviagélida,pasóencorvada por el extremo del callejón, y Caroline se ocultó bajo el arco quellevabaalosjardinesdelaescuela.

—Doscientostres—susurró—,doscientoscuatro…Elsonidode lamúsica,que llegabaamortiguadoporelsiseode la lluvia,

surgíadelcuartelgeneraldelcomandanteenjefebritánico.Noestabamuylejosdeallí.Carolinenorecordabauntiempoenelquesehubieraoídotantamúsicaen la ciudad: había bandas militares en Centre Commons, orquestas en lasgrandesmansionesymarineroscantandoenlastabernas.

—Doscientosdiez,doscientosonce,doscientosdoce…La ciudad estaba anegada de música, borrachos y jugadores. Los

predicadores de Filadelfia escupían vitriólicos sermones en contra de losoficialesqueapostaban,perosusdiatribastansoloservíanparaanimarmásalosjugadores. Dos de los oficiales de la guarnición habían abierto un libro deregistros,enelCaféLondres,enelqueapuntabanladuracióndelossermones.Elmáslargohastalafechahabíasidolaperoratadecuatrohorasymediadeunmalhumoradosacerdotepresbiterianoque,alacabarelservicio,recibióelburlónaplauso de un grupo de oficiales que solían ganar en las timbas. SirWilliamprohibió,apartirdeentonces,talesactosdeprovocación,aunquenosuprimiríalafiebredeljuegoquesehabíaapoderadodelaciudad.ElabuelodeCaroline,leyendo las escrituras aquellamañana, al otro lado del río, había dicho que eljuegoeraunainvencióndeldiablo.CarolinesepreguntabaahoraloquepensaríaCalebFishersisupieradelosmerodeosnocturnosdesunieta.

—Doscientossesenta,doscientossesentayuno…Uncarruajepasóporelcallejónsalpicandoagua.Losquinquésiluminaban

unoscaballosmoteadosdebarroyunosarreosempapadosygoteantes.CarolinesupoquesetratabadelacarrozadelosGalloway.Muchosdelosmercaderesdela ciudad ya no asistían a las hedonísticas recepciones de sir William, que

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ofendían al alma firmemente protestante de Filadelfia. Caroline simplementedespreciabatalesfrivolidades,yestohacíaquedesearaaúnconmásfirmezaladerrotade losbritánicos.MarthaCrowlasistíaa las fiestas,porsupuesto,peropara Caroline la viuda era una criatura exótica que vivía una especie de vidadiferente.

—Doscientosnoventaynueve—contó—,trescientos…Caroline se preparó, confiando en que Sam hubiera contado a la misma

velocidadqueella.Samestabaenotrocallejón,unoquedesembocabaenMarketStreet, casi

enfrentedelagranmansióndeAbelBecket.Erancasilasdiez,aunquelacalleno estaba oscura, nimuchomenos. Sam no llevaba una antorcha encendida amodo de protección, pero el principal puesto de guardia de la ciudad estabacerca,ylaluzdelosquinquésquelorodeabandabalugaraunjuegodesombrasenlacalleembarrada.Laoscuridadtambiénquedabaahuyentada,entornoalaresidenciadesirWilliam,por losbrillantísimosquinquésante loscualespodíaversecaer la lluviaendensascolumnasplateadas.Eracomoestarviviendolosdíasanterioresaldiluviouniversal:lluviaymáslluvia,lluviaquetamborileabasobre los techos de los carruajes que esperaban a la puerta para llevar a losinvitadosdelgeneralacasa, lluviaquecaíaporloscanalones,queanegabalascallesyqueempapabaaSamhastaeltuétanodeloshuesos.

Contóhastatrescientos,respiróprofundamente,ysaliódelcallejón.LaprimerapiedradeSamimpactócontraelcristaldeunadelasventanas

delsalóndeAbelBecket.Elproyectilchocócontralascontraventanasinteriores,cerradasyaaesashoras,yseoyóelgritodeunamujer.Lasegundarepiqueteó,inocua, contra losmurosdecalizaque separaban lasventanas.La tercerahizoañicos el quinqué que colgaba de la entrada principal, mientras que la cuartachocó contra la puerta en el momento mismo en que un sirviente la estabaabriendo.

Samvolvióaocultarseenelcallejón.Lospasosdeunapatrulla,atraídaporel ruido de cristales rotos, chapotearon sobre el lodo y el barro mientras susantorchas daban lugar a grotescas sombras bailarinas en la calle. Pero Sam,habiendoatraídoalserviciodomésticodeAbelBecketalextremoopuestodelaparte trasera de la casa, había huido al amparo de la oscuridad y corría paraesperaraCaroline.

La noche de Sam había empezado en casa de Martha, donde le habíaentregado aCaroline los calostros para luego ir con ella hasta el callejón quedabaalapartetraseradelosestablosdeAbelBecket.Samhabíatraídounaviejamantade caballoque, antesde ir a romperventanas, habíadobladoy lanzadosobreloscristalesrotosquehabíaincrustadosenloaltodelmuro.Ahora,aloír

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romperse lasventanas,Carolinediounsaltoparaposarelbrazosobre la lana,dobladahastalograrungrosorconsiderable.Unapicadecristalrotoatravesólascapas de tela y le rasgó la piel. La muchacha siseó de dolor, pero trató deignorarlomientras,conlasbotas,hacíaloposibleporbuscarunlugardeapoyoenlosladrillosempapados.Sumanoencontróunpuntoenelqueagarrarseyseimpulsóhacialoalto.Llevabaunapesadamochila,loquehizoquelaescaladaresultaraincómoda.Elbrazolesangraba.

Permanecióen loaltoun instante,dubitativa,y luegosaltóalespacioquehabíadetrásdelosestablos.Losperrosdelazona,alertadosporlaroturadeloscristales,ladrabandesdetodoslosjardinesdelacalle,ylaperraquehabíaatadajuntoalalmacéndepiensodeAbelBecketlegruñóalasombraquedeprontosematerializóensuterritorio.CarolinemetiólamanoenlamochilaylelanzóalanimalelcuartodepatadecorderoqueSamhabíarobadoparatalpropósito.Laperraolisqueólacarneyempezóacomer.Carolineacaricióalanimalyesperóaque le lamiera la mano a modo de aceptación. Los caballos de Abel Becketdabanvueltasensuscubículosatrancados.

Caroline sedetuvoun instanteparapermitir que susojos sehicieran a laoscuridad del recinto; acto seguido, envuelta en ropas negras, corrió hacia elahumadoryseencaramóaltejadoempinadodeeste.Susbotasresbalaron,perolapesadachimeneademetaldetuvosucaída.Miróporlaventanadeguillotinaquedabaalasescalerasdelservicio.

TalycomoMarthalehabíaadvertido,laventanaestabaatrancada.Carolinemetió lahojadel cuchillopor elhuecodelmarcoy lediounosempellones alcerrojodemetal.ParecíamásdifícilquelaventanadecasadeMarthaconlaquehabíapracticado.Lalluviahacíaqueelmangodelcuchilloseleescurriera.Porun instante Caroline sintió que la desesperación se apoderaba de ella; fueentoncescuandoelcerrojocedióantelapresióndelahoja.Loscontrapesosdelaventanahicieronruidocuandolamuchachaempujólaventanahaciaarriba.Lacortinadelonaaleteóconfuerzaalserexpuestaalvientohúmedoysedetuvodepronto cuandoCaroline, ya dentro y a salvo, cerró la ventana. Se quedómuyquieta,conelcuchilloenlamano,yaguzóeloído.

Oyó voces, alarmadas y atraídas por los cristales rotos de la ventana.Gritaban desde la parte frontal de la casa. Oyó el tintineo de sartenes en lacocina,a lospiesde lasescaleras,peronopercibiósonidocercanoalguno.Lasangre lehabía llegadoa lamuñeca;se lasecóenlagruesafalday,aoscuras,subiólasescaleras.

Una débil ranura de luz indicaba la presencia de la puerta que daba aldescansillo.Carolinepalpólapuertahastadarconelpestillo,lodeslizóyafeólacara cuando oyó chirriar los goznes. Pero nadie la vio, y nadie dio la voz de

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alarma cuando salió al pasillo. Podía oír a un hombre en el piso de abajoexplicandoque,probablemente,hubieran sidounosborrachos los responsablesde la rotura de las ventanas y que si el señorBecket redactaba la relación dedañosyselahacíallegaraloficialdeguardia,leseríanreintegradoslosgastos.

Caroline, que chorreaba agua y sangre sobre la gruesamoqueta, cruzó elpasillo y abrió la puerta de Jonathon. Estuvo a punto de dar un paso atrás alpercibirelfétidohedoraenfermedad.Encuantoentróenlahabitación,supoqueolíaamuerteinminente.

La última vez que había visto a Jonathon el muchacho estabarecuperándose. El dolor que sentía en el muñón había desaparecido, habíaengordado un poco y el color le había vuelto a las mejillas. Ahora Jonathonparecíaaúnmásdébilqueungatito reciénnacido.Temblabamientrasdormía,sudaba,tiritaba,ysupiel teníauncolorblancoamarillentoalaluzdelaúnicavelaqueardíaenlamesitaqueteníajuntoalacama.

—¿Jonathon? ¿Jonathon?—Caroline susurró su nombre al tiempoque sequitaba la mochila empapada de la espalda y la dejaba sobre la cama—.¿Jonathon?

Podíaverlascicatricesdesangrecoaguladaenelbrazodeljoven,costrasycostrasqueseguíanunpatrónextrañamenteregular.Posólamanosobrelafrentedelenfermoylesorprendióelcalorquedesprendía.

—¿Jonathon?Losojosdelmuchacho se abrieronunpocoy luegovolvieron a cerrarse.

Después seabrierondenuevo.Se laquedómirando,yaCaroline se le antojóquenolareconocía.

—¿Jonathon? —Caroline le sonrió, y sintió tal lástima que los ojosempezaronallenárseledelágrimas—.SoyCaroline.

—¿Estoysoñando?—LavozdeJonathon,porculpadelasanginas,surgióásperacomounalija.

—Noestássoñando,Jonathon.Estoyaquí.Carolineempezóallorarporquelaexpresióndesurostrohablabadealivio,

de asombro, de alegría, y eso le partió el corazón en dos a la muchacha. Leabrazó y sintió en la mejilla el calor febril y rabioso del rostro del joven.Jonathon sollozaba su nombre una y otra vez, incrédulo y a la vez pleno dedicha.

Carolineseapartódeélcondelicadeza.—Tienesqueincorporarte.Jonathonfruncióelceño.—Nopuedo.—Claro que puedes.—Le cogió de las axilas y lo levantó, percatándose

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entoncesdelopocoquepesaba—.¿Quéteestánhaciendo?Jonathon,conungestotanimperceptiblequenisiquierahubieraespantado

aunamosca,señalóunextrañoartilugioquehabíajuntoaunabiblia,sobreunbaúl,bajolaventana.Carolinenoleprestóatenciónalaparatoenesemomento,yaqueestabademasiadoocupadaacomodandoaJonathonentrealmohadas.Vioque sábanas y mantas estaban manchadas con la sangre que le estabanextrayendo, y sintió una repentina ira al verle reducido por losmédicos a esapatéticasituacióndedebilidad.Aunquenoestabatandébilcomoparanoreírsederepente.

—¡Hasvenido!—Claro que he venido. Lo he intentado en otras ocasiones, pero los

sirvientesdetutíonomedejanentrar.—Carolinehablabaensusurrosaltiempoque deshacía el nudo de la mochila y sacaba de ella la copa cuidadosamenteenvueltaylacantimplora.

—Yo… —Pero fuera lo que fuese que quisiera decir Jonathon, quedóahogado en una terrible tos. Pasado el ataque, hizo lo posible por volver arespirar.Supechodelgadosubíaybajabacubiertoporunatoalladefranelarojaconlaquelehabíanenvueltolascostillas—.Meestoymuriendo.

—No te estásmuriendo—dijo Caroline con firmeza—. ¡Vas a volver alejército!—Habíaempezadoaverterloscalostrosenlacopa.

—¿Ytú?—preguntóJonathon.Carolinesabíaloquequería.—Irécontigo.Perosolosibebesesto.Jonathongiró lacabezaendirecciónopuestaymiróa lascontraventanas.

Seadivinabalaluzdeunasantorchasyseoíanvocesdehombresenlasacerasdelacalle.

—¿Quéocurre?—Samha roto algunas ventanas para que yo pudiera colarme en la casa.

Levantalacabeza,ya.Jonathonobedeció.Caroline,concuidado, lesostuvolanucay le llevó la

copaaloslabios.Sucabellonegroestabaempapadoensudor.—Bébetelotodoahora.—Eracomocuidardeunchiquillo.Jonathon,sindudarlo,bebiódelacopa.Lellevóuntiempo,yaqueteníala

garganta hinchada por la enfermedad.Hizo unamueca de dolor con el últimotrago.LuegovioqueCarolinevertíamáslíquidocremosoyamarilloenlacopa.

—¿Quées?—LamagiadeSam—dijoCaroline—.Calostrosdeyegua.¡Sigue!—Una

vezmás,acercólacopaalabocadeJonathon,yluegolesecólosrestosdelascomisurasdeloslabios.Sintiódenuevoqueleardíalapiel—.Unúltimotrago.

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—Vertió lo poco que quedaba en la cantimplora e hizo que Jonathon se loacabara—.Nohasidotanterrible,¿aqueno?

Jonathon,exhausto traselnimioesfuerzodebeberse loscalostros, temblómientrasCarolinevolvíaaacomodarleenlacama.Leagarrólamanocomosinofueraasoltarlanunca.

—¿Quédíaes?—No lo sé. ¿Miércoles? No tienes por qué preocuparte del día que es,

Jonathon.Solotienesquepreocupartedeponertebien.—Seinclinóhaciaelbaúly,conlamanoqueteníalibre,cogióelextrañoobjetodemetal—.¿Quées?

—Unescarificador.—¿Unescarificador?—Unamáquinadesangrado.Jonathonmiró el objeto con odio.ACaroline se le parecía a un rallador

grandedenuezmoscada.Eraunacajadeacero,detrespulgadascuadradasporcada lado, uno de los cuales estaba provisto de unmango,mientras que en elopuestohabíaunoshuecos,comosifuerauncolador.Elmangodisponíadeunaespecie de gatillo, justo detrás de una pequeña palanca de la que Caroline,retirando la mano del febril agarre de Jonathon, tiró, como si estuvierapreparándoseparadispararunmosquete.

—Apártalodelaotramano.—LavozdeJonathoneradébil,perorespirabamejor.

Carolineobedecióy,conciertaexpectación,apretóelgatillo.Elobjetodioun respingo, como cuando se acciona un cepo para ratones, y una docena decuchillas,dispuestas simétricamente, todasellasafiladascomogubias, salieronde los agujeros. Cada una de las pequeñas cuchillas estaba tintada de sangrenegraycoagulada,yCarolinecomprendiódedóndeprocedían lospatronesdecicatricesenelbrazodeJonathon.Lamáquinaestabadiseñadaparasangraralospacientes,paraprovocarunadolorosaefusióndesangre.

—Sonbárbaros—dijoCaroline.—EsloúltimoenLondres.—No lo volverán a usar contigo.—Carolinemetió el escarificador en el

bolsillodesufalda.—Seenfadaránsisepierde—dijoJonathon.—¿Creesqueteculparán?Debesmostrartedesafiante.—Ahoramismonoestoyparadesafiaranadie.—Serecostó,agotado.Su

mano empezó a buscar la de la muchacha. Su voz, al hablar, casi quedabaahogadaporlalluviapersistentequegolpeabalasventanas—.¿Creesquesaldrédeaquíalgúndía?

—Saldrás—dijoCaroline,yempezóacontarlelospreparativosquehabía

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llevado a cabo.Había hecho una especie demezcla seca y solidificada que alañadirle agua caliente se convertía en sopa y que duraba mucho. Sam losayudaría a encontrar caballos con los que Jonathony ella cabalgaríanhacia elnorte para unirse al ejército deWashington. Hizo que sus palabras sonaran aesperanza.IntentóofrecerleaJonathonalgoaloqueaferrarse.

—Nopuedocabalgar—dijoJonathon.—¡Claroquepuedes!Nopodemosnavegarcontracorrientehastaqueelrío

se calme llegada la primavera, así que tendremos que ir a caballo si lo quequieresessalirprontodeaquí.Detodosmodos,diceSamquehabíaunhombreensupuebloquesoloteníaunapiernayquemontabaaloamazona.Esoharás.

—Mitíonopermitiráquemevaya.—Nolosabrá.Sihemospodidoentraraquí,podremossacarte.Ymejorarás,

Jonathon.Samdicequetodoelmundomejoraconloscalostros.—¿Cómoestá?—Legustaríaverte.Caroline permaneció con Jonathon hasta que se quedó dormido. En una

ocasiónoyópasosalotroladodelapuerta,peronollegóaentrarnadie.Carolineacariciaba la frentede Jonathone intentaba trasladarpartede su fuerzavital aaquelmuchachoalquelehabíajuradolavida.

Esperóhastaqueelrelojdelrecibidordiolasonceymedia.Entonces,conmucha delicadeza, le besó en la frente ardiendo. Jonathon murmuró algo ensueños, pero no llegó a despertarse. Caroline le dejó la copa de hiedra comorecuerdodelaclandestinavisita.

La luz de una vela bailaba en la caja de la escalinata principal. Carolinerecorrióelpasilloy llegóhasta lapenumbradelasescalerasdelservicio.Bajóhasta la ventana, la abrió y salió trepando por ella al exterior, donde la lluviarepiqueteabacontratejasybaldosasyanegabalosjardines.

Laperra reconocióaCaroliney le lamió lamano.Caroline, temiendo loscristalesrotosdeloaltodelmuro,sedirigióalapuertadeloscarruajes.Retiróelpestillodeunapequeñapuertayfueadaraunadelasgrandesportillasacabadasenpuntasdelanza.Laabrióyseadentróenlaabsolutaoscuridaddelcallejón.

—¡Caroline! —Era la voz de Sam, ahogada y desesperada—. ¡Corre!¡Corre!

Entonces las sombras cobraron forma y se movieron, y Caroline se viosuperadaporlaamenazaqueseescondíaenlapenumbra.

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27

Despuésde tirar laspiedras,Samhabía corridohacia el callejón, habíagiradohacia Fourth Street y allí se había ocultado en la penumbrosa entrada a unatiendadelibros.Alotro ladodelacalle, iluminadaporantorchasquesiseabanbajolalluvia,unapatrullahabíadadoconunestablecimientoilegaldebebidasalcohólicas.Barrilesybotellas estaban siendo sacados a la calle, y soldadosymarinos,desconsolados,estabansiendoescoltadoshaciaelsur,haciaelmuelledePestHouse,dondeseríanencerradosenceldasinundadasdeaguaparapasarla noche. Sam, en caso de ser descubierto por las calles sin una antorcha,recibiríauntratosimilar.

Enunahabitación,enloaltodeuntallerdemuebles,enFourthStreet,ungrupo de oficiales tocabamúsica.Algunos tocaban flautas y violines, el restocantaba,ySamsequedóescuchandolasdelicadasmelodíasmientraselbarulloprovocadoporlaredadaibamuriendo.Deunadelasventanasdeledificioenelque estaban losmúsicos salía un leve resplandor, provocado por la luz de lasvelas,queiluminabalalluviaplateadaquecaíasobrelasaceras.

Un ciudadano sin piernas pasó junto a la puerta de la tienda de librospropulsándoseconsusbrazosmusculosos,chapoteandodemodogrotescosobreeldensolododelacalle.Dosmujeres,refugiadas,aligualqueSam,enotrodelos portales, se rieron quedamente. Los integrantes de la patrulla que habíaefectuadolaredadaseacercaronaellasconalgunasbotellasderonconfiscadasqueserviríancomopagodesusservicios.

Sam esperó media hora. Luego, cuando al fin la calle se vio libre depatrullas y centinelas, salió a la lluvia y corrió hacia el norte. CruzóMarketStreetycorrióporelbarrotemiendosersorprendidoporloshombresquehacíanguardia en sus casetas. Luego se adentró en el callejón y recorrió a grandeszancadaslapartetraseradelaescuela.Pudoidentificarlaformadelamantadecaballosobreelmurocoronadodecristales,loqueconfirmabaqueCarolineaúnestaba en el interior de la vivienda de los Becket. No se oía ninguna voz deprotestaen la casa, asíque, temblandobajo la lluviagélida, se refugióbajoelarcoquellevabaalaescuelaparaesperaraCaroline.

Percibió un repentino movimiento a su lado, un parpadeo en el sombrío

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refugio,y,esperandounimpacto,segiróparaenfrentarsealoquefueraaquello.La culata de unmosquete se le hundió en las tripas; un segundo sujeto,

surgidodeotradirección,golpeóaSamconunmosqueteenlacabezahaciendoquesugorrosalieradespedido.

Samresbalóycayó,yunabotalepropinóunpuntapiéenelmuslo.Intentóincorporarse,alargólasmanoshacialaoscuridadyvolvióarecibirelimpactodeuna culata. Esta vez la noche oscura se convirtió en un destello blanco yescarlataalrecibirelgolpeenlacabeza.Pudooírlarespiraciónylosgruñidosdesusasaltantes,yentoncesunhombrepesadoseabalanzósobreél.Leapoyóuna rodilla en el vientre, y Sam sintió el frío acero de una bayoneta en lagarganta.

—Unapalabra,Sam,yestásmuerto.Sampermanecióensilencio.Ledabavueltaslacabeza,ysusojosparecían

estar ofreciéndole un espectáculo de luz y sombras. El dolor en el cráneo eraterrible,peronoestabatanaturdidocomoparanoreconocerlavozdelsargentoMichaelScammell.

—¿Quiénesesazorra,Sam?—¿Zorra?La bayoneta se hundió un poco en el cuello de Sam abriéndole la piel.

Scammellsoltóunacarcajada.—Has venido hace una hora con una puta. Te has ido, ella ha saltado el

muroyahoralaestásesperando.Estásrobándolealagenterespetable,¿eh?—Ellaviveaquí.—¡Nomejodas,Sam!—Scammellsiseólaspalabras.QuienquieraqueestuvieraacompañandoalsargentoScammellseacuclilló

juntoaSam,conelmosquetealzado, listoparagolpearaSamen lacabezasiintentabasacudirseaScammelldeencima.Samteníalacabezaenelbarro.Labayonetaimpedíaquepudieramoverse.

—Tuputanomeimporta—dijoScammell—.Meimportalamía.TevieronporlacalleconMaggiehaceunpardesemanas.Teheestadoobservandodesdeentonces,Sam.—Scammellserio—.TrabajaparalaseñoraTaylor,¿verdad?

—Nolosé,sargento.—¡Lo sabes! Y sé que lo sabes. Elliott estaba allí, ¿a que sí? Pagó tres

guineas.Quieroesedinero,Sam,ytúmelovasaconseguir,porqueellaesmía,muchacho.—LavozdeScammellpendíasobreSamenlaoscuridad—.¡Esmía!No tenía nada cuando la conocí, nada. Era una zorra de a penique, y yo laconvertíenunadeaguinea.¿Mecomprendes,chico?Esmía.

SiScammellvolvíaadarconMaggie,pensóSam,supreciovolveríaacaeraloscincochelines.LacabezadeSam,aunqueledolieracomounamaldición,

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empezaba a despejarse. Pudo ver las siluetas oscuras de los dos hombres quetenía encima. Pero tenía un rayo de esperanza, porque había apoyado el piederecho en el tablón suelto de una puerta. Se preparó, listo para escabullirse,aunque sabía que tenía que calcularmuy bien los tiempos y esperar a que sediese laoportunidadadecuada. Inclusoentonces,pensó,erapocoprobablequeescaparadeambos.SepreguntabaquiéneraelayudantedeScammell,ysediocuentadequedebíahacerqueelsargentosiguierahablandohastaquesedieraesaoportunidad,pormínimaquefuera.

—Maggienoquiereestarconusted,sargento.—Me importa unamierda lo que quieraMaggie—dijo Scammell—. Lo

queimportaesloquequierayo.¡Esmía,chico,mía!—Sisabedóndeestá—dijoSamdébilmente—,¿porquénovaacogerla?—Porque la asquerosa vieja que la lleva no deja que entre nadie. Es

territoriodeoficiales,demasiadoselectoparaunputosargento.Perotupimpollotemandaallíaporlasputas,¿verdad?Asíquelaviejadejaráqueentres.YmevasatraeraMaggiehastaaquí.

Samnodijonada.Scammellserio.—Estoesloquevasahacer,SamGilpin.VasairacasadelaseñoraTaylor

y le vas a decir que tu pimpollo quiere queMaggie vaya ahora.Y en vez dellevárselaaél,melatraerásamí.¿Comprendes?

—Puedequenoquieravenir,sargento.Sam se giró lentamente. En uno de los pequeños bolsillos del abrigo de

centinelallevabalapequeñapistolaquesiempreteníaencimacuandorecorríalaciudad. Acercó la mano derecha al bolsillo, pero la rodilla de Scammell leimpedíallegaraella,ycualquiermovimientobruscopodíaalertaralsargentodesuexistencia.

—Vendrá—dijoScammell—,porqueharásquevenga,chico.¿Quiénestuputa,Sam?

—Noesunaputa.Scammellserio.—Todas son unas putas. Todas y cada una de ellas. Te he estado

observando.¡Tehevistoconella!Esguapa,¿eh?IgualmelaquedoaellaenvezdeaMaggie.

SamserevolvióyScammell,queestabapreparadoparaque lohiciera, leechóunpuñadodebarroalacara.LasuciedadselemetióaSamenlabocayScammelllemetióaúnmáslodoviscosoporlaboca.Sevolvióareír.

—Asíestaráscalladito.Sam dio una arcada, se atragantó y escupió, pero la bayoneta giró y le

presionó,amenazante.Elmuchachosequedóquieto,escuchando.

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La lluvia castigaba el callejón. Salía a chorros de los canalones de laescuela y creaba remolinos en los sumideros abiertos. Sam movió la manolentamente,comosiestuvieraacariciandoaungato,eintentóllegaralapistola,pero Scammell, al percatarse del movimiento, giró aún más la hoja y elmuchacho,unavezmás,sequedóinmóvil.

Samoyóqueseabríalaventana.Sepreparóparaactuar,peroScammelllepresionólosojosconlospulgares,amenazandoconhundírselosenlascuencas,yeljovensupoquehabíasidoderrotado.Nosemovió.Laventanadioungolpeal cerrarse. Oyó gimotear a un perro y la cadena de este tintinear sobre unosadoquines.

Podía distinguir la silueta, en lo alto del muro, de la manta doblada. Laobservó, temiendo ver la sombra deCaroline aparecer en cualquiermomento.AunquequizáelhechodequellegaradistrajeraaScammellunsegundo.Luegoseoyeronloscerrojosdelagranportillayelchirriardelosgoznes.

—¡George!—dijo Scammell, y Sam supo al momento quién era el otrohombre.

GeorgeCullen: el hombre que alardeaba de habermatado a tresmujeresantesdehuirparaalistarseenelejércitoyescaparasídelajusticia.ACullenlegustaba causar daño, y siempre se presentaba voluntario cuando había quemarcarconunhierroalrojoaaquelloshombresquerobabanasuscompañeros.Cullen,alque leencantabaasistira losazotesyquesolíaagazaparseentre lastiendas del campamento como un perro trastornado, con la boca abierta y losojosfueradesí.EseCullen.

La portilla se abrió. Sam escupió el barro que tenía en la boca, giró lacabeza para apartar los ojos de los dedos amenazantes e hizo unmovimientobruscoconlapiernaderecha.

—¡Caroline!¡Corre,corre!Labayonetaabrióunsurcoen lamandíbuladeSamcuandoScammell se

inclinó involuntariamentehaciadelante.Carolinechilló,peroelgritomuriódeprontocuandoCullenlacubrióconunabrigoylaempujóalsueloembarradodelcallejón.

Sam se revolvía para quitarse a Scammell de encima. Intentó alcanzar elrostrodelsargentoconlamanoizquierdamientrasqueconladerechaintentabacoger la pistola que llevaba en el bolsillo. El sargento le golpeó con el puñoizquierdoylecolocólahojadediecisietepulgadasdelargoenlagarganta.

—Si no te estás quieto, hijo de puta, me cepillaré a esa zorra ante tuspropiosojos,¿esesoloquequieres?

Sam,unavezmás,sequedóinmóvil,peroyateníalapistolaenlamano.Elarmasehabíaenredadoentrelatela.Sinembargo,ymuylentamente,Samtiró

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delmartillopercutoraltiempoquegirabaelcañóndelapistolahaciaScammell.Carolineseretorcíaypataleaba,peroCullenlaabofeteódosvecesatravés

de la espesa lana de la prenda empapada. Acto seguido, y sinmiramiento, lalevantóylaempotrócontraelmurodeladrillo.Lamuchacharesollódedolorydejóderesistirse.

—Muybien,Sam—dijoScammellvictorioso—.Estuputa,¿verdad?—No.—Tevi, chico.Embobado con ella.Y es guapa.Conozco a unos cuantos

oficiales que pagarían un buen precio por una chica como esa. ¿Te gusta,George?

Cullenserio.TeníaaCarolineagarradaporelcuelloycontralapared.Conlamanoizquierdaempezóasubirlelasfaldas.

—Deliciosa—dijo Scammell—. Deliciosa. Bien. Escúchame, Sam. Ve aporMaggieytráemela.Sinolohaces,novolverásaveraestazorraenlavida.Melacepillaré,ytambiénloharáGeorge,yselavenderéatodoslospimpollosdelbatallón.¿Quiereseso,Sam?¿Quieresquelamontenlosoficiales?

Caroline se revolvió de pronto, porque la mano de Cullen ya le estabapalpando la cintura. Cullen gruñó, la abofeteó y le empujó la cara contra lapared.Luegovolvióaintroducirlamanobajoelabrigo.

—Lamuyzorraestabaintentandocogeresto.Cullenlequitóelcuchilloquesiemprellevabaencimaylotiróalsuelo.—Tienesunahora,Sam—dijoScammell.—¡PuedequeMaggieestétrabajando!—Entonces tendrás que encontrarla, ¿no crees? —Scammell redujo la

presiónqueejercíaconlabayonetaenelcuellodeSam—.¿Lovasahacer?Samapretóelgatillo.NoseatrevíaadejaraaquelloshombresconCarolineniunminuto,menos

aúnunahora.Ahorateníaqueluchar,yrezóparaqueelpedernal,alcaer,noseviera enredado en la tela. Rezó para que la lluvia no hubiera atravesado elabrigo,delocontrarioelaguahabríaconvertidolapólvoradelacazoletaenunapastagrisácea.

Lapistoladisparó.Elsonidoquedóamortiguadoporlatelaylalluvia.El pedernal hizo chispa sobre elmetal, el fuego viajó hasta la carga y la

balaatravesólasgruesascapasdelanaypareciódesviarsealtoparconunbotónde metal. La pequeña pelota de plomo atravesó el interior del muslo deScammell como un látigo al rojo vivo, y el sargento dio una sacudida deespaldas. Sam se incorporó, intentó empujar a Scammell a un lado y sacó lapistoladesubolsillohumeante.Scammell lanzóunaestocadaconlabayoneta,

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pero falló, y Sam golpeó al sargento en la cabeza con la pistola; volvió agolpearleunavezmásy,depronto, sevio libre.Searrastróhacia la izquierdaparacogerunodelosdosmosquetes.

Scammell, con el dolor y la sangre extendiéndosele por elmuslo, intentóagarraraSamdelaspiernas,peroSamlepropinóunapatada,cogióelmosqueteysepusoenpie.

—¡Un movimiento y la mato! —Cullen le había puesto a Caroline labayonetaenelcuello.

La muchacha, al oír la pelea, había intentado liberarse, aunque tan solohabía logrado retirarse de la cara la tela que la cegaba. A la tenue luz delcallejón,sucabellodoradoparecíamuyluminoso.

CullenhabíainmovilizadoaCarolineapoyandosurodillaizquierdacontraelvientredelamuchacha.Scammell,condificultad,sepusoenpieblandiendolabayoneta.

—Siquieresrecuperarla,Sam,veaporMaggie.CullensonreíaporquehabíalogradosalvarelmeticulosoplandeScammell.

Entonces,depronto,chillóalsentirunapunzadadedolorenlapierna,ysellevólamanoalacarne.Caroline,al intentarliberarseyaprovechandolaconfusión,había cogido el escarificador, lo había empujado contra elmuslo de Cullen yhabía accionadoelmecanismo.Acto seguidoarrastró las cuchillashacia abajocreandosurcosdecarnedesgarradaporlaqueempezóamanarlasangre.Cullen,porinstinto,sellevólamanoalorigendelintensodolor.Enelinstanteenquesuasaltanteleretirólabayonetadelcuello,Carolineseescabulló.

—¡Corre,Sam!SamatizóaCullenenlacabezaconelmosquete,luegoabandonóelarmay

echó a correr con ella. Le cogió lamano y tiró de lamuchacha.Doblaron laesquinaalfinaldelcallejón,sealejarondelacasetadeloscentinelasycorrieronporFourthStreet.Ladróunperro.Uncentinela,alverdossiluetascorriendoenlaoscuridad,lesdioelalto.

Sam giró en la esquina de Arch Street. Scammell y Cullen, ambosrenqueantes, llegaron hasta la acera, pero al ver a una patrulla volvieron aocultarseenunportal.

—¡Poraquí!—Carolineletiródelamano.Había visto otra patrulla en Arch Street, así que obligó a Sam a seguir

corriendoporFourth;luegotorcieronyseadentraronenRaceStreet.Dejaronaunladolatétricaiglesiareformistaalemana.

Carolineempezóareírse.Teníalacaraempapada,elvientolelacerabalasmejillasyloscasacasrojaslaperseguían.

—¡Aquí!—Samhabíavistounaportillaabiertaytiródeella.Perdieronel

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equilibrio, resbalaronenel lodoy cayeron, a travésde aquella, enuncallejónoscurocubiertoporuntejadodemadera.Samempujólaportillaparacerrarlayse acuclilló. Aguzó los sentidos, pero solo era capaz de oír el bombeo de susangreenlasorejasyelsonidodesurespiraciónenlagarganta.

Entoncesunavoz,asuespalda,hizoqueSamresoplaraysevolviera.—¿Quiénessois?Eralavozamabledeunhombreocultoenlaespesapenumbradelcallejón.Sam se dispuso a enfrentarse a esa nueva amenaza, pero Caroline se lo

impidió.—Estamoshuyendodelosbogavantes—dijo.—Sé bastante bien lo que significa huir—dijo el extraño. Parecía tener

ciertaedad—.Estoyapuntodecerrar,hijos.Noosserádifíciltreparlaportillacuandosehayanidolossoldados.QueDiososbendiga.

El hombre pasó a su lado, salió y cerró la portilla. Sam oyó una llavepenetrandoenuncandado.Lospasosdelapatrullamáscercanaseoyeronmásallá, y Sam oyó también la voz del anciano deseando a los soldados buenasnoches.Yno,nohabíasidoimportunadoporningúngamberro.

—¿Dóndeestamos?—lesusurróSamaCaroline.—Eslasinagogadelaciudad—susurróelladevuelta.—¿Laqué?—Noimporta.Retiró lamano de la de Sam y le puso un dedo en los labios. La lluvia

repiqueteabacontralostablonesqueteníansobrelacabeza,sefiltrabaentrelasjuntasdelatoscatechumbreycaíasobreloscharcosdelcallejón.

Samsesentóyapoyólaespaldacontraelmurodelasinagoga.Carolinesesentóasulado.Lamuchachatemblaba,asíqueSamsequitósupesadoabrigoyse lo colocó sobre los hombros. Ella, envuelta en la prenda y en su brazo, seapoyóenél,ySampudoolersucabellomojadoysentirelcalordesurostroenlamejilla.LarodeóconsuotrobrazoyCarolinehundiólacaraentrelastelasdesuuniformerojo.Todoresultósermuynatural.Samlaabrazóconfuerza,paradarlecalor.Másalláde laportillaquedabaalcallejónseoíanpasoscadavezmáslejanos.

—Nodeberíamos…—susurróCarolineenvueltaensusropas.—No—dijoSam,aunquenosemovió.Caroline se apartó, obligando a Sam a que retirara un brazo. Había

empezado a reírse al huir de los casacas rojas, pero ahora estaba al borde delllanto.

—ElestadodeJonathoneslamentable,Sam.¡Estánmatándolo!Carolinecogióelescarificador,alquesehabíaaferradodurantesuhuida,y

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lolanzóhaciaelfondodelpequeñocallejón.—Mejorará. —Sam habló con absoluta confianza en sí mismo—. Los

calostrosnohanfalladojamás.Carolinenoparecíahaberleoído.—Ledijequevolveríaalejército,perojamáslologrará,Sam.Nunca.Lehe

mentidoparahacerlesentirmejor.—Estábiencontarmentirasparaeso—dijoSamconfirmeza—,ytetienea

ti, eso le dará fuerzas. ¡Eso esmejor que los calostros!—Aún tenía el brazorodeándoleloshombrosy,sinembargo,SamsabíaqueCarolinejamáspodríasersuya, porque ambos le habían hecho promesas a Jonathon, y las promesas nopodíanromperse—.Mejorará—dijoSam—,telodigoyo.

Carolinesonrióaloírloobstinadodesuvoz.—¿Nuncaterindes,Sam?—Jamás. —Hubo un destello de luz producido por los quinqués de un

carruaje que pasó junto a la sinagoga salpicándolo todo. Sam esperó a que elruidode cascosy ruedas sehubiera alejado—.Si te rindes, viene a cogerte elHombreVerde.

—¿ElHombreVerde?—Untrasgo,unduende.—LavozdeSamsurgiódulceenlaoscuridad—.

Tieneelalmadeundemonioylapielverde.Viveenlosbosques,¿sabes?Ytecome si tienesmiedo.A veces se le puede oír. Sus pies son como troncos deárbolpisandolashojas,ysuvozsuenaagalerna.

Caroline escuchó sus palabras, plenas de convicción, y supuso que elHombreVerde era la típica historia que lasmadres de la campiña inglesa lescontabanasushijosparaquesefueranadormir.

—¿ElHombreVerdeviveenInglaterra?—Aquí no le heoídonunca—dijoSam—, solo en Inglaterra.Mi abuelo

viounavezunoenelbosque.Unacosahorrible.—LavozdeSamadoptódeprontoelénfasisenla«r»típicadesupueblo,comosiporunmomentosintieraquevolvía a estar encasa—.Unacriaturagrande,moviéndoseen la arboleda,entrelaoscuridad.Sinoletienesmiedo,notemolesta.

Caroline se quedó en silencio un instante. Parecía no importarle tener elbrazodeSamentornoaloshombros,einclusosintióciertaseguridadalsentirsucercanía.Pocoapoco,cansada,sefueapoyandodenuevoenél.

—¿EchasdemenosInglaterra?Samsonrió.—Ahorano.—¿No?—dijoCaroline,descreída.Aunquesabíaquenodebíahacerlo,Samrespondióabrazandodenuevoala

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muchacha.Ella,aunquesabíaquenodebíahacerlo,sedejóatraer.—Le prometí a Jonathon —dijo Caroline en voz muy baja— que nos

ayudaríasaencontrarcaballoscuandonosvayamos.—Loharé.—Aunquepuedequeseamejorelrío—dijoella.—Sí,irenbotequizáseaunabuenaidea—dijoSam.—Pero tendríamos que esperar hasta la primavera —dijo Caroline

suavemente—. Hay rápidos entre Filadelfia y Trenton.—Se calló y luego seencogiódehombrosen losbrazosdeSam—.Nodeberíavolveralejército,noconunapiernasolo.Quizácambiedeidea.

—Quizá—dijoSam.—Martha dice que debería estudiar derecho. Dice que no importa si un

abogadosolotieneunapierna.—Noseráimpedimentoparacontareldinero,¿aqueno?CarolinesemovióunpocoymiróaSamalosojos.—Perolosabogadosvivenenlasciudades,¿no?—Algunosvivenenelcampo—dijoSam.—Jonathon no. Haga lo que haga, será el mejor en ello, y los mejores

abogadosnovivenenelcampo.Samsupusoqueteníarazón.—Yonopodríavivir enunaciudad—dijo—.Mealegrahabervistouna,

peronopodríavivirenella.Escomoestarenunacárcel.—Sí.Sehizoelsilencioentrelosdos.CarolineseguíatemblandoySamlaabrazó

con fuerza y le acarició el cabello con ternura, aunque con tal delicadeza queCarolinecasiseconvenciódequenohabíasidointencionado.Lamuchachadejódescansar lacabezaensuhombrounavezmás.La lluvia seguíacastigandoelendeblerefugioyelaguasedeslizabaporlaparedqueteníandelante.

—¿Seguirássiendosoldado,Sam?—Notengoelección.—¿Peroconindividuoscomoesosdos?—Carolineseestremeció.—No son todos así. Tenía un oficial estupendo, el capitán Kelly, pero

murió.Erauntiposimpático.Lamayoríasonbuenoschicos.Tejedores.—¿Tejedores?—Encasanohaytrabajo,asíquesealistanenelejército.—Samsonrió—.

TenemostejedoressuficientescomoparahacerunamantaquecubraFiladelfia.Caroline se apartó un poco de él otra vez, aunque no tanto como para

obligarleasoltarla.—¿Perodeverdadquieresseguirsiendosoldado,Sam?

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LaurgenciaenlavozdelamuchachahizoqueSamdudara.—Notantocomoantes,supongo.—¿Quéesloquetegustaría?Samvolvióadudar.Loquequeríaera loque teníaahora:aaquellachica

entre sus brazos. Pero eso era algo que no podía decir, por unmuchacho queestabaencamasudandosuenfermedad.Samseencogiódehombros.

—Megustaríaquemedejaranenpaz,imagino.Carolinefruncióelceño.—¿Noquiereslalibertad?Samsonrió.—Esoessolounapalabra,¿no?Nosignificanada.—Lagenteluchaporella.—Lalibertadesunajarradecerveza,unhogaryungranerolleno.—¿Esesoloquequieres,Sam?—Volvíaamostrarseinsistente.EstavezfueSamquienlamiróaella.—Untrozodetierranoseríamalacosa,yalgunasyeguasparacriarpotros.

—Secallóunsegundo,pesaroso—.Avecessueñoconeso.—Aquípodríastenerlo,Sam.—¿Trescerdosycincuentaacres?Carolinefruncióelceño.Nocomprendía.—¿Cincuentaacres?—Es loquenosofrecen los rebeldes,perono te lodan.Almenosesohe

oído.—Perosupónquelohicieran.—Podríaencontrarun trozode tierraen Inglaterra si fuese loquequiero.

Peronoloes.Carolinenodijonada,noporquenoquisieraqueSamsiguiesehablando,

sinoporquequeríaque ledijera loquedeseaba,yqueríaque lodijerasinqueella tuviera que animarle a ello. En aquella noche gélida quería ese regalo.YSam,asulado,pensativo,selodio.

—Loquequieronopuedotenerlo.Carolinehablóenunsusurro.—Asíqueaveces te rindes.ElHombreVerdevendráapor ti,Sam,y te

engullirá.—¿Deverdad?Se habían acercado demasiado al tema prohibido, e, infeliz, Caroline se

encogiódehombros.—Nolosé.Nolosé.YSam,quenopudoevitarloylodeseabacontodassusfuerzas,labesó.

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Solotuvoqueinclinarseunaspulgadas.Lohizolentamente,paraqueellaseretirarasiasí lodeseaba.Perolamuchachapermanecióinmóvilyél lebesólamejilla.Luegolerodeóloshombrosconelbrazoylaatrajomáshaciasí,comosi quisiera consolarla y darle calor en la oscuridad, para siempre. Carolinesuspiró.Lasuciedadenel rostrodeSam le raspó lapiel,pero lamuchachasesintióreconfortada.

Sampodíaolersupelo.Sentíaloslatidosdesucorazónenelcuello,bajolosdedosdesumanoderecha.

Eljovennoteníanadaquedecir.Sabía,igualquelosabíaella,quenohabíanadaquedecir.TeníanquemantenersefielesalapalabradadaaJonathon,yelbesonohabíasidomásqueunmomentorobadoaloquepodríahabersidoperoquenopodríaserjamás.Yasípermanecieron,abrazadoselunoalotro.Lalluviacaíaconfuerzasobrelaciudaddormida,ycorríahaciaelríonegro,yempapabalos bosques lejanos en los que, salvo por los rebeldes, no acechaba ningúnHombreVerde.

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Llególaestaciónmuerta.Los vientos trajeron el granizo de un cielo doliente sobre una tierra

congelada. El río lucía un color grisáceo, como el terrazo de Gales, y traíaconsigolapromesadehieloenelsilenciolargoyoscurodelinviernoamericano.Las calles rectas de Filadelfia, privadas de árboles, se habían convertido enavenidasdeunpálido intensopor lasque los soldados,uniformadosde rojoyencogidos por el viento, caminaban lentamente, temblando. El viento cortabacaras,castigabalapielyteñíalosdedosdeazul.

Losúltimosbarcosmercantesyahabíanzarpado rumboa Inglaterra.AúnhabíacomercioentreFiladelfiayNuevaYork,asícomohaciaelCaribe,peroelinviernoamenazabaconponerfinalanavegaciónentreFiladelfiayelmar.Losriachuelosmáspequeñosyasehabíancongelado.Elríofluíacadavezconmáslentitud,mientrasquelahierbadelasmarismassehabíaheladohastaelpuntodeconvertirse en rígidas púas. LordHowe se dirigió hacia el norte con la flota,hacia la seguridad de Rhode Island, dejando atrás tan solo un puñado depequeñasembarcacionesparaahuyentaralosnavíosrebeldesqueenocasionesintentabaninterrumpirelcadavezmásescasotráficomarítimo.

Enlaciudad,elfríoabatíaelánimo.Losmercaderesdebíanesperarahoraaque sus cargamentos, enviados a Londres, volvieran con beneficios al añosiguiente.Algunosyasehabíanarruinado.Susmercancíassehabíanhundidoaltoparseconlosobstáculosrebeldesqueaúnnosehabíanretiradodellechodelrío. Algunos ciudadanos, considerando que el futuro de Filadelfia eradesesperado,habíansubastadosusbienesyhabíanabandonadolaciudadantesdequelanieveyelhieloconvirtieranlaincomodidadenmiseria.

LamayoríadeloshombresdesirWilliamaúnteníansucampamentoalasafuerasdelaciudad.EstabanhacinadosencabañasquedesfigurabanlatierraentornoaCentreCommons,aunquelosequiposdeintendenciamilitaryabuscabanpor las calles casas vacías y tiendas que pudieran servir como cuarteles deinvierno. La comida escaseaba, y más aún la madera para las hogueras. Lascosasnohabíansidoasí,decíanloslugareños,cuandolosrebeldeshabíanestadoalmandoenFiladelfia.

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Sin embargo, el mayor clamor contra el gobierno de sir William llegócuandoordenólaconfiscacióndeunadocenadelasiglesiasdelaciudad.Todasellas,menosuna,erantemplosdeadscritosacultosnoreconocidos,ylaordenprovocólaorganizacióndeunalegacióndesacerdotes,decanosyseglaresquesedirigieron al cuartel general. Había luteranos, metodistas, presbiterianos,secesionistas, baptistas, un ministro un tanto tosco de la iglesia reformistaalemanaquenohablabainglés,dosanglicanosytrescuáqueros,quienes,aunquesu iglesia no hubiera sido requisada, acudieron a protestar contra lamarea deimpiedadqueahorasacudíaFiladelfia.

SirWilliam les ofreció té y charla banal y luego les informó de que susiglesiasseríanconvertidasenestablos.

—¿Establos?—dijo un presbiteriano bien conocido por sus sentimientosantibritánicos. El sacerdote miró a sir William iracundo—. ¿Caballos en lascasasdeDios?¡Puedeutilizaralmacenesvacíosparaestabularalosanimales!

SirWilliam,acompañadodeChristopherVane,suspirópaciente.—Loscaballosnecesitancubículos.Nopuedenestardandovueltasporun

espacio diáfano, no son ovejas. Sus iglesias están compartimentadas para losfieles,loquelashaceidealescomoestabulación.Esmás,loscaballosnecesitangrandespuertas.No,metemoquetendráqueserenlasiglesias.—SirWilliamdedicóasus interlocutoresunaafablesonrisa.Estos,vestidoscon lasobriedaddeloscuervos,lemirabanconindisimuladahostilidad.

Abel Becket, que había acompañado al reverendo MacTeague porque laiglesia deSt. Paul’s era el templo anglicano seleccionadopara la profanación,hizohincapiéenelhechodequeelteatrodeSouthStreetllevabatiemposinserusadopararepresentacionesgraciasalosesfuerzosdeloshombrespiadososdelaciudad.Eledificioestabaahoravacío.Habíasidousadocomohospitalparaoficialesheridosque,obiensehabíanrecuperado,oyaestabanenterrados.Eraseguro,suplicabaBecket,queaqueledificiocumplíalascondicionesparahacerlasvecesdeestablo.

—AlmenossalvaríaunadelascasasdeDios,sirWilliam.—Puede ser —concedió sir William—, pero aún les sentaría peor si

organizaseobrasdeteatroenunadesusiglesias.—¿Obrasdeteatro?—Elpresbiterianopodíaolerlasulfurosapresenciadel

demonioenlaciudad.—¡Porsupuesto!Elinviernoestiempodediversión.—SirWilliamsonrió

—.Yamísiempremeenseñaronqueaunquepuedaorarsesinnecesidaddeunaiglesia,nopuedehaberteatroencondicionessinunescenario.

Despuésdelareunión,quefuetanmalcomoseesperaba,elcomandanteenjefe indicóamablementeasus invitadoselcaminohacia lapuerta.Christopher

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VaneseacercóaAbelBecket.—¿Puedopreguntarquétalseencuentrasusobrino,caballero?Becket,disgustadoporcómohabíaidolareunión,optóporsermaleducado,

aunque las noticias resultaban ser alentadoras. Por lo visto Jonathon se estabarecuperandorápidamente.

—¡Es verdaderamente notable! —MacTeague había oído la respuesta yahora se dirigió a Vane—. Lo que demuestra el poder curativo de un hogarafectuoso y de la oración constante. Jonathon ahora come alimentos sólidos einclusopracticaconsuflauta.

—Me alegro muchísimo —dijo Vane—. Es evidente que hicimos locorrectoalmudarle.

LarecuperacióndeJonathonsehabíaconvertidoenelpilarprincipaldelavictoriadeVanesobrelaviuda.

—Confío —le dijo Vane al reverendo MacTeague— que ofrecerá unaoracióndeagradecimientopor larecuperacióndelmuchachoenelserviciodeldomingo.

—¿En un establo?—preguntóMacTeague, aunque, dado que se le habíaprometido una renta generosa por la confiscación de su iglesia, asintió—. Seofreceráunaoración.Puedeestarsegurodeque lafelizredencióndeJonathonseráproclamada.

VanevioquesirWilliamhabíasidoarrinconadoporunpresbiterianoyunbaptistaqueexigían saber,demalosmodos, si estabaaseguradoun suministroadecuado de comida para los tresmeses siguientes.Vane se volvió a dirigir aBecket.

—¿Ysusobrinosedacuentadeloserroresquehacometido?—¡Sedarácuenta!—dijoBecketconfirmeza—.Norecibirániunpenique

desupatrimoniosinohacesujuramentodelealtad,capitán.—Sipudieraserútilenestesentido…—dijoVane.Luegodiomediavuelta

porqueelpastorbaptista,cuyavozeraásperacomoladeunacodorniz,estabaamonestandoalcomandanteenjefe.

—Están atrapados en la ciudad —dijo el baptista—, están rodeados depatriotas,sirWilliam,ymoriremosdehambresinosemarchan.

—Estamos lejos de estar atrapados. —Sir William estaba resuelto a noperderlosnervios.

—¡Pues yo digo que sí! —espetó el baptista—. ¡Y si no prestan másatención a los mandamientos del Señor, sirWilliam, su ira se desatará sobreustedes!

SirWilliam,enunintentodedeshacersedeinvitadostanincómodos,abriólapuertadelanteraélmismo.Caíaunalevenevada,aunquenollegabaacuajar.

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El reverendoMacTeague, ansioso por proyectarse como un hombre máscivilizadoquesuhomólogobaptista,rioentredientes.

—YorezoporqueseasuiralaquesedesatesobreelseñorWashington,sirWilliam.

—¿Conestetiempo?Elbaptistaseriocondesdén.—PueslanievenoparecedesalentaralseñorWashington.Sir William tuvo que luchar contra un acceso de ira. Había vivido en

Américalosuficientecomoparasaberqueloscolonospodíansermuydirectos,incluso cuando hablaban con quienes tenían por encima, y sabía que lossacerdotesexpresabanunapreocupaciónextendidaentretodosloslealistasdelaciudad. El ejército rebelde, habiendo abandonado sus cuarteles de invierno yhabiendo sido reforzado con hombres llegados triunfales de Saratoga, habíamarchado hacia las inmediaciones de la ciudad. Quizá esperaban tentar a sirWilliamaofrecer combate, oquizá eraunademostraciónde fuerzaparadejarpatenteque losbritánicosestabanaislados.AbelBecketexpresósuopinióndeque tal actitud desafiante debía ser castigada, pero sir William desbarató susesperanzas.

—Es diciembre, señor Becket. El invierno no es, y nunca ha sido,temporadadeguerra.

Sir William al fin cerró la puerta a la legación y rugió con exageradadesesperación.

—Lospredicadoresamericanoscasiconsiguenquecreaqueesteesunpaísdebárbaros.Ignoranciaypasión,Kit,unamezclapeligrosa.Puedequedebamosganarestaguerra,aunquesoloseaporsalvaraAméricadesuspredicadores.

Sir William se rio para dar a entender que sus palabras no debían sertomadas en serio y aireadas por la ciudad, porque luego acababan siendoescupidasconmaliciadesdepúlpitosinmisericordes.

Vanecruzólaestanciaparacalentarsealfuegodelachimenea.—Confiemosenquelecrean,señor.SirWilliamestabaintentandovolveraengañaraloschismososyespíasde

la ciudad.Quizá el invierno no fuera temporada de campaña, pero a la nochesiguiente, el 4 de diciembre, bajo la oscuridadmoteadade estrellas, de la queparecía colgar la luna, plateada como un círculo sólido de metal, el ejércitoestabaenmarcha.LosbatallonesseguíanlacarreteraendurecidaporlaheladayatravesabanNorthern Liberties, dejando atrás las posiciones defensivas dondelasllamasdelasantorchas,queiluminabanlospuestosdeguardia,permitíanvercaras ateridas de frío. Los soldados llevaban a la espalda raciones de comidaparacuatrodíasycartuchosparatodaunabatallaensuscartucheras.

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Los cañones hacían crujir la tierra helada bajo sus ruedas reforzadas conhierro,mientrasquelacaballeríabuscabaelterreno,algomásllano,alosbordesdel camino. Compañía tras compañía, escuadrón tras escuadrón, batería trasbatería, todos marchaban hacia el norte desde Filadelfia en una noche heladabajolasestrellas:unmillóndediamantesdiminutosenlaoscuridad.

SirWilliam,vestidoconsuabrigo,bufandayguantesparaprotegersedelfrío, cabalgaba detrás de la brigada que marchaba en cabeza. Soñaba consorprenderalenemigo,unsueñodelquesusegundoalmando,lordCornwallis,seburlaba,maleducado.

—¡Ha ordenado a los panaderos de la ciudad que preparen cuarenta milhogazasdepan! ¿Creeque aWashingtonno se lohan contadounadecenadeveces?¿Unaveintena?¡Lamalditaciudadestárepletadeespías!

Sir William atribuía el tono colérico de lord Cornwallis al agravio quesuponía estar en marcha esa noche desagradable. Le costaba soportar a susegundo. No cabía duda de que Cornwallis era enérgico y capaz, pero sirWilliamavecessentíaquesoloexistíaparacriticarle.

—Sicolgaraaunpuñadodedescontentos—continuóCornwallis—,quizálograsedesalentaralresto.Nohaynadacomounpuñadodecuerposcolgandodeunasogapararecordaralagenteaquiénledebenlealtad.

—Una victoria será una lección más saludable —dijo sir William conamabilidad.

Siempre que la acción resultaba inminente, al general le invadía eloptimismo.QuizálaguerrahubierarotolossueñosdesirWilliamylehubierallevado a redactar su carta de renuncia, pero jamás había sido derrotado en elcampo de batalla. Y sabía que su hermano tenía razón. Si lograba quebrar aGeorgeWashingtonmedianteunataquesorpresa,losfrancesesseacobardaríanysenegaríanaapoyarunacausaperdida,conloqueloslíderesdelarebeliónnotendríanmásopciónquepedirlapazquesirWilliamtantodeseabayenposdelacualmarchabaaquellanocheoscura.Confiabacaersobreelloscomounrayoenunamanecerinvernal.Quizáestavezsuvictoriafuesecompleta,yquizálosfrancesesquedarantandeslumbradosporlasllamasdelrayoquemantendríanasustropasaresguardoenFrancia.

Soloque,alastresdelamañana,cuandolosbatallonesquemarchabanencabezallegaronaloaltodeunapequeñacordillera,divisaronunresplandoralolejos. Eran las hogueras de un campamento que ardían en la oscuridad, unadensaconcentracióndeellas,millasymillasdellamas,yaúnmáspuntosdeluzcuando lasbaterías rebeldesdieron laalarma informandode lacercaníade losbritánicos.

—Preparados y aguardándonos—dijo Cornwallis con la satisfacción del

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hombrecuyaprofecíaharesultadosercierta.—Y,sinduda,temerososdenosotros—dijosirWilliamamablemente.—Enesecaso,ataque.¡Ataque!Peroelrayodudó.SirWilliamsabíaelcaosquesuponíaluchardenoche,y

noqueríalanzarasusvalientessoldadosporunoscaminosplateadosporlalunaylaheladahastasaberacienciaciertaloquelosrebeldeshabíanpreparadoconvistasalenfrentamiento.

—Esperaremosaqueamanezca.—Ordene quemarchen por la carretera, ahora—le animó Cornwallis—,

¡conlabayonetacalada!—Cuandoamanezca.Pero,alamanecer,sirWilliamcomprobóquelosamericanos,advertidosde

su avance, habían levantado fortificaciones de tierra sobre una elevación ybloqueabanlacarreteracontrincherasdeestacaspuntiagudas.

—¡Podemosabrirnoscamino!—insistíaCornwallis.—Nomecabeduda—dijosirWilliam—,pero¿aquéprecio?Nopodemos

reponer pérdidas. Cada hombre que muera será un regalo para el enemigo.DejaremosqueseaelseñorWashingtonquiennosataque.

Pero el señorWashington, consciente de las derrotas que había sufrido amanos de sir William, no tenía intención de abandonar sus fortificaciones.Durantedosdíasambosbandosesperaron.Lenguasdehumosealzabanalcielotras las líneas británicas, allí donde los forrajeadores daban con granjas quesaqueabaneincendiaban.Laheladadecorabalosárbolesdeunblancodelicadoybrillantehastaqueunalluviafría,alcomenzarelsegundodía,arrastróelhielodelasramasnegrasdediciembre.

Altercerdíallegaronmássuministrosdelaciudad,ysirWilliamordenóuncautelosoataquedesondeoporelflancoderecho.

—Nopuedoarriesgarmeaunataquefrontalsinsufrirmuchaspérdidas—lesdijoasusayudasdecampo—,asíquemaniobraremosyleinvitaremosaquecoqueteeconeldesastre.

Esatardeaumentaronsusesperanzas.ElgeneralWashington,alverquelacaballería británica estaba aislada en la carretera de Bethlehem, ordenó a lamiliciadePensilvaniaqueatacara.

Soloquelacaballeríanoestabaaislada.Dosbatallonesdecasacasrojaslecubrían el flanco, y, durante diez minutos, ambos cuerpos de infanteríaintercambiaronfuegodemosquetería;entonceslosbritánicoscalaronbayonetas.Avanzaron en silencio, amenazantes, en orden cerrado, y lamilicia rebelde sebatióenretirada.Unpuñadodemosquetesamericanosabrieronfuegosobre latierraendurecida,cayeronunospocoscasacasrojasde lasfilas,pero las largas

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puntas de acero siguieron avanzando. La milicia no estaba entrenada paraenfrentarseaesetipodeataques,ysumiedoalashojaspuntiagudasacabóporconvertirlaretiradaenhuida.

Pero los británicos no los siguieron, y volvió a hacerse el silencio en elcampo de batalla. Los cuervos picoteaban a los muertos, que habían sidodespojadosdesusuniformes.SirWilliamrealizóotrocautelosoataquesondaporeleste,perofueincapazdedarconunarutaquesuperaraelflancoenemigo.Ytampocoestabalograndotentaralosrebeldesaqueabandonaransusposicionesyseadentraranencampoabierto,dondeelentrenamientosuperiordelastropasbritánicashubieradiezmadoalenemigo.

—Volveremosalaciudad—anunciósirWilliamcuandollegóeltercerdíademaniobrasinfructuosas.

—¿Queharemosqué,señor?—preguntóhorrorizadoChristopherVane.—Hace demasiado frío como para permanecer aquí más tiempo. —Sir

Williamtemblabaensucaballomientrasobservabaeldesalentadorpaisaje.—¡Deberíamos atacar! —Vane, cuyo habitual recato había quedado

afectado por el frío y la frustración de aquellas jornadas de idas y venidasinútiles, se oyó a sí mismo dando lecciones a su comandante en jefe—. Sisobrevive al invierno, señor, las esperanzas rebeldes recibirán un espaldarazo.¡Tenemosqueacabarconélahora!

—¡Cuidado,Vane!—advirtiósirWilliam,estupefactoantelatemeridaddelcapitán.

PerolalenguadeVanenohabríadepermanecerenreposo.Alfin,despuésdetantotiempo,elejércitobritánicohabíamarchadoparaaplastaralosrebeldes,yahora,despuésdedíasdemaniobrasinsustanciales,sirWilliamqueríamarchardevuelta.

—¡Moriránmiles,señor!—insistióVane—,perohabrámilpáginasenloslibrosdehistoriaenlosquesehablarádecómoacabóaplastadalarebelión.Sinoslimitamosavolver,seremoselhazmerreírdetodoslospatriotasdelaciudad.¡Ataquemos,señor!Nostienemásmiedoque…—Vanesecalló.Deprontosepercatódequehabíaidodemasiadolejos.TemblóyleofrecióasirWilliamunasonrisaavergonzada—.Pidodisculpas,señor.Mehedejadollevar.

PerosirWilliam,queobservabaasucapitánenelfríoatardecerdeundíadeinvierno,noseibaaablandar.Hablóconvozgélida:

—No tengomiedo, capitán Vane, y si pretendes seguir contando conmiafecto, te agradecería que te abstuvieras de darme pueriles lecciones sobre eldesarrollo de las operaciones militares.—SirWilliam tembló, como si en suinteriorestuvieraenebulliciónunestallidoaúnmáscolérico,perologrócontenersumalhumor—.Buenosdías,Vane.

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SirWilliamtiródelasriendasdesucaballoysealejódelcapitán.Porvezprimera, las disculpas de Vane, expresadas con su melancólico encanto, nohabían surtido efecto. Sintió un escalofrío de alienación, aunque tambiénresentimiento, porque la pusilanimidad de sir William suponía que GeorgeWashingtonviviríaparalucharotroañomás.

SirWilliammarchódevueltaaFiladelfiayordenóquelastropassealojaranensus cuarteles de invierno. Las viejas cabañas junto a Centre Commons,demasiadoendeblesparasoportarelcruelfíoinvernal,fueronechadasabajoylamadera fuecortadaparahacer leñaoparahacer loscatresque seapiñabanencada casa abandonada. La población de Filadelfia aumentó drásticamente. Nosolosehabíanacuarteladoallí lastropas,sinoquetambiénllegabanrefugiadosde lacampiñaasoladaenbuscade techoycomida.Tanto lounocomolootroescaseaba.

Tan solo los ricos se librabande las privaciones.Las tiendas, abastecidaspor losbarcosquehabían logradoremontarel ríodespuésde lacapturade losfuertes, ofrecían productos de lujo a losmás acaudalados. Se podían comprarvelasdesebodeballenaacincochelineslacaja.Dientespostizosdeexcelentecalidad,hechosconlasdentadurasdeloscaídosenBrandywineyGermantown,a ocho guineas el juego. Además podían conseguirse cadenas de reloj, tirassanitarias,polvosparaelcabello,pelucas,mediasdesedayungüentos.Siemprehabíavino,brandy,ginebrayrondisponibles,aunqueelqueso,laharina,elarrozy lacarneyahabían llegadoaser tanescasoscomoen losdíasanterioresa lacaída de los fuertes. Los precios no hacíanmás que subir, los pordioseros semultiplicabanyloscielos,cadavezmáscercanosyoscuros,amenazabannieve,yestaexacerbaríalaspenurias.

Eralaestaciónmuerta,untiempoenelquelosdébilesdelatierramorían.Sinembargo,Jonathonseestabarecuperando.

Marthaoyóhablardelamejoríadesuhermanograciasalchismorreodelossirvientesdel reverendoMacTeague.Lehizo llegar labuenanuevaaCaroline,aunque lamuchacha ya lo sabía, porque una de las sirvientas de cocina de laresidencia deAbel Becket ahora hacía de correo clandestino entre Caroline yJonathon.

—HansidoloscalostrosdeSam—dijoCaroline.—Estoyseguradeello.—Marthapercibióorgulloenlavozdelajoven—.

AsíqueJonathontendrásupatadepalocuandolleguelaprimavera—dijoconalegríaparavercuáleralareaccióndeCaroline.

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La respuesta no fue entusiasta. De hecho, Caroline estaba atizando lospequeñostrozosdeleñadelacocinaconunespetón.

—Primavera.—Dijolapalabrasinmás.—Laestaciónenlaquelaspromesassehacenrealidad.Carolinesonrióyasintióavergonzada.—Quiere ir aTrenton.Dice que quiere ser secretario en el ejército. Sabe

quenopuedeluchar.—¿Ytúirásconél?Carolineasintió.—Seloheprometido.—¿Yquéhaydetusabuelos?Carolinesequedómirandoalasllamas.—Siemprehansabidoqueundíamemarcharía.Lamayoríadelaschicasse

casanalosquince.—MiróaMarthacasidesafiantealdecirlo—.Sinoantes.—Supongoquesí.—Ypuedohacerlemuyfeliz.—Sí,puedes.—Marthasepusoenpieyseacercóalapequeñaventanaque

dabaaljardíntrasero.Elgranizogolpeabaelcristal—.¿CómoestáSam?Hacemuchísimoquenoleveo.

—Samestáocupado.Estácuidandocaballosyahorrando.Martha oyó la calidez en la voz de Caroline, ausente un instante antes.

Marthasevolvió.—¿VesaSamconfrecuencia?—Aveces—dijoCaroline,evasiva.Laviudavolvióalfuegoyalargólasdelicadasmanoshacialasllamas.—¿Quieres que te dé un consejo? —No esperó a que le respondiera, y

decidióhablardetodasformas—.Quizáseamejorquepermanezcasalotroladodel río. Si veo aSam, le diré quenopuedes venir a la ciudadhasta quehayapasadoelpeligrodelhielo.

Carolinenorespondió.Selimitóafijarlamiradaenlasllamasdiminutas.—Opuedodecirlequeaquelloshombresqueosatacarontehanmetidoel

miedoenelcuerpo—sugirióMartha—.Diga loquediga,nosahorrarámuchaconfusión.

Carolinefruncióelceño.—Yo no estoy confundida. —Hizo una pausa y recordó la noche en el

callejón,juntoalasinagoga.Negóconlacabeza—.Samesuncasacaroja.Marthapodíapercibirelecodelealtadesencontradas.—Samesuncasacarojaalquelehascogidocariño,ynopuedodecirque

teculpe.Perohayunapromesaquetienesquecumplir.

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—Losé.—Puesquédatealotroladodelrío—dijoMarthaconfirmeza—.Sialgono

sepuedehaceresrascarseunaheridaamediocurar.Déjalaestar.Carolinemiróalaviuda.—¿Quéhaydetusmensajes?Marthaseencogiódehombros.—Ahora solo hay chismorreos. No habrá combates hasta que llegue la

primavera.Perosituvieraalgoimportantequeenviar,haréquetelohagallegaralguiendelservicio.

Carolinevolvióacentrarlamiradaenelfuego.—Lediré aSamque no puedovolver a la ciudad hasta que se derrita el

hielo.Noseríajustoqueselodijeraotrapersona.—Es un casaca roja —dijo Martha de buen humor—, seguro que está

acostumbradoarecibirmalasnoticias.Carolinenosonrió.—Y,de todosmodos,nopuedover a Jonathon—dijoanhelante—.Es lo

mejorparatodos.—Loes.Carolinesefue,yesanochecayólaprimeranevadaintensa.Nevótodala

nochey todoel día siguiente.Erancoposdenievepesados, suavesygruesos.Caíanenremolinossobrelostejados,seamontonabanenlascallesycubríanlosmontones de estiércol. Cubrió los caminos congelados y los surcos de lascarretasconunacapabrillanteyclara.Lascasasdelaciudad,iluminadasporelreflejodelanieve,parecíanmásradiantes,yduranteunosdíasalmenos,subiólamoraldeloshabitantes.AlolargodelosdocedíasdenavidadhubopeleasdebolasdenieveenCentreCommons,mientrasque los trineosaltos, tiradosporcaballos, con los arreos dotados de campanillas tintineantes, raudos sobre suspatinesreforzadosconacero,aparecíanporlascalles.HabíacarrerasdetrineosenelCuello,ysecelebróunafiestadelhieloenunadelascasasabandonadasdeveraneoaorillasdelSchuylkill.

AlllegarelAñoNuevo,elríosehabíacongelado,asíquelagenteseanimóapatinarsobreelhielobrillante.

Y, cadadía,Sambuscaba indiciosdequeelhielo fueraaderretirse,perocadavezparecíamásgrueso.Eneroseconvirtióenfebrero,yelinviernoresultóserelmásduroqueserecordara.Lanieveseensuciaba,peronuevasnevadasledevolvían su frescura. Los suministros escaseaban y los hombres morían deescorbuto.Selescaíanlosdientes,temblaban,seacurrucabancontralasparedesdesnudasy,sencillamente,morían.Sololasratasparecíanestarengordando.Unpar de ratas, bien destripadas y despellejadas, servían para hacer un cocido

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decente.—Es conejo, señor —le solía decir Sam al capitán Vane. Y el capitán

tampoco se molestaba en averiguar cómo era que su sirviente había logradoencontrar conejo en esa Filadelfia invernal. Partidas de forrajeadores seadentrabanen la tempestad enbuscade lasgranjasmás cercanasparahacerseconsuministrosquepudieranhabersidoocultados.Y,aveces,enlosdíasfríosycortos, se oía el eco del fuego de mosquete en la tierra inmisericorde, quehablabadealgunabrutalescaramuzaentrecasacasrojasyrebeldes.

Aquellosrebeldesnoeranmásquepatrullas,yaqueelgeneralWashingtonhabíaordenadoqueelejércitocontinentalseretiraraasuscuartelesdeinviernoen un lugar llamado Valley Forge. Lizzie Loring pensaba que el nombredescribíaunlugaragradable.

—¿Agradable?—lepreguntósirWilliam.—Todasesasforjasenunmismovalle.Debedeseracogedor.—Creo recordar que incendiamos las forjas el verano pasado, y los

desertoresdicenqueesunlugardelomásespantoso.Lizzie estaba de pie junto a la ventana de la habitación. De las repisas

colgabancarámbanosbajouncielogrisenelqueelsol,muybajosobreeltejadodelaCasadelEstado,lucíadeunamarilloenfermizo.

—¿Será eso lo que digas cuando nos abandones?—dijo volviéndose—,¿queAméricaesunlugardelomásespantoso?

SirWilliam se sintió emocionadopor la tristeza de su voz, peronopudoofrecermuchoconsuelo.

—Puedequenoaceptenmirenuncia.—¿Ysilohacen?—PuedesveniraInglaterra.—NocreoquealadyHowelehicieramuchagracia.Yatitampoco.—No. —Sir William llevaba un gorro y una pesada prenda de noche.

Acarició al perro, que dormía hecho un ovillo a sus pies—. Pero si hay paz,querida,mequedaré.

—¿Habrápaz?SirWilliammiróasuamantecondesesperanza.—Silosfrancesesnointervienen,sí.—¿Ysilohacen?SirWilliam pensó en la respuestamientras removía lamezcla de oporto,

azúcar,limónyespeciasquesecalentabajuntoalfuego.—Será una guerra diferente, amor mío. Una guerra en la que ganarán

importancialasislasazucarerasylasflotas.Puedequelosespañolesseunanalos franceses. Será una guerra europea a la antigua usanza… y todo por tres

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peniquesdeimpuestosenelté.—Dijoestoúltimoconamargura.—Yte irás.—Lizzie,sumidaensupropia tristeza,noleestabaprestando

atenciónaladesirWilliam—.YledirásaInglaterraquejamásmereciólapenaluchar por América, y que es un lugar de lomás espantoso, repleto de genteignorante,predicadoresvociferantesyunclimaasqueroso.

—No—dijosirWilliam—.Nodirétalcosa.—Sepusoenpie,seacercóaella y la envolvió en sus brazos—.Diré que es el lugar en el que encontré lamayorfelicidaddemivida.Yqueluegolaperdí.

Era invierno. La tierra, cubierta de blanco, esperaba a que llegara laprimavera.

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TERCERAPARTE

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El edificio era cavernoso, oscuro, las paredes hacían eco. Apestaba a pintura,peroesanochedeprincipiosdeabrilde1778,eseolorsemezclabaconeldelosperfumesylospolvoscosméticos.

Sedasdevivoscoloresrecorríanlaoscuridad.Unamujerserioyalguienlechistóparaquecallara.

Solohabíacuatrolámparasdeaceitecubiertas,queardíanenelinteriordeledificio.Laspequeñasllamasdesprendíanunbrillobailarínyamarillentosobreuna escena pintada que representaba colinas verdes, bosques frondosos y unriachuelo que corría hacia una aldea con casas de piedra en la que había unaiglesiadecampanarioespigado.EldecoradocolgabacomounaenormecortinayocupabaelescenariodelteatrodeFiladelfia.Alosoficialesquehabíadepie,enlaoscuridaddelfoso,lesevocabarecuerdosdelacampiñainglesa.

Desdealgúnlugardelteatro,untamborocultoempezóatocarunamarchalentayamenazante.

Una trompeta, algo más cercana aunque también oculta, emitió unestruendo que estremeció al público con deliciosa expectación. Habíamás dedoscientaspersonas,depie,enlaoscuridad,observandoelescenarioiluminado.Las manos de los enamorados, al abrigo que proporcionaba la oscuridad,entrelazabanlosdedos.

Cesó el trompeteo. Y el tamborilero hizo una última floritura. Entonces,salvoporelrepiqueteodelalluviaquecaíasobreunaventanaelevada,sehizoelsilencio.

Unapausa, lobastante largacomoparaavivar laexpectacióndelpúblico.Entoncessurgióunavozincorpóreadesdeelescenario,aparentementevacío.

—¡Unavezmás,deseosodeobtenergloriaescénica,elactordeHowesepresentaanteustedes!

Al decir «se presenta», las cuatro luces que había ante el escenario seapagaron de repente y otras lámparas, ubicadas detrás de la escena pintada,fuerondescubiertas.Lacampiñainglesaestabapintadasobretelóndegasa,erauna gran sábana. La imagen se desvaneció. Era un astuto truco teatral quesiempre lograba arrancar aplausos, y así ocurrió aquella noche. En un abrir y

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cerrardeojos,lascolinasdesaparecieronyfueronreemplazadasporunhombrevestido de negro cuyo rostro quedaba oculto por una máscara cadavérica depapelmachéblanco.

El hombre adelantó el pie derecho, se llevó el puño derecho al pectoralizquierdo y, a medida que la gran sábana transparente era izada de formaimperceptible, su potente voz declamatoria volvió a retumbar en el foso delteatro.

—Desde más allá de las colinas, de los valles y los pantanos, contra elvientoylamarea,ytrashuirmuchasvecesporlamínima,hellegadohastaaquí,pues los verdaderos vagabundos, descendientes de Tespis, mientras dura elverano,noconoceneldescanso.

El tambor oculto volvió a redoblar, débilmente al principio, aunque cadavezconmásfuerza.Elactorfingiópánico.

—Late cada corazón de los yanquis al oír nuestro tambor. ¡Escuchad!¡Escuchad!¡Alarma!¡SeaproximanloshombresdeHowe!

Al decir la última palabra, se retiró lamáscara de papelmaché y la tiróhacia un lado.Hubomás aplausos,más intensos que los anteriores, cuando elmuy conocido capitán JohnAndre se descubrió y le dedicó una reverencia alpúblico.Eneseinstantedospuertas,unaacadaladodelproscenio,seabrieronyaparecieron filas de hombres uniformados que llevaban largos candelabrosencendidosybrillantes,parailuminarelinteriordelteatro.

Andrevolvióaalzarunamanopidiendosilencio.Sonrió.—¡Damas,caballeros,amigos!LaSociedaddeCaballerosdelEjércitoyla

Armada,alaquetengoelhonorderepresentarestanoche,lesdalabienvenidaalteatro.

Másaplausos.Loscandelabrosestabansiendoubicadosenmesascubiertasdelinoqueestabanrepletasdecomidayvino.

—¡Unteatroenelque,este invierno,hemos tenidoelplacerdeofreceroslasgemasmásselectasdelartedramático!¡Laparejaconstante!—Hubovítoressocarrones al oír mencionar el título de la obra, vítores que Andre acallólevantandolamano—.¡Lamaravilla!¡Elsecretodeunamujer!

Hubo más vítores y risas, y Andre, una vez más, alzó la mano paraacallarlos.Seacercóalbordedelescenariomientras losmúsicosaparecíanporlasalasparaorganizarsussillasysusatriles trasél.Esanoche,envezdeunarepresentación teatral, habría un baile para recaudar fondos para las viudas yhuérfanos de aquellos que habían caído sirviendo al rey. Los bancos del fosohabíansidoapartadosyubicadosbajolospalcosparadejarespacioparaelbailemientrasque,enelrecibidor,dosoficialeshesianoshabíanpuestovariasmesasparajugaralascartaspensandoenaquellosquenopodíansoportarunanochede

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entretenimientosinapostar.Eraunanochedealegría,yelcapitánAndrediolasgracias a todos aquellos que habían pagado por asistir. También arrancó unascarcajadas imitando a los predicadores que sostenían que el teatro habíacorrompidoalajuventuddeFiladelfiayanimóalosinvitadosaquedisfrutarandelavelada.

Aldiscursolesiguióunaplauso.—¡Lohahechomuybien!—SirWilliamHoweaplaudió conentusiasmo

—.Haescritoélelpoema,¿sabes?Johnesunmuchachoconmuchotalento.—Sinduda.—CharlesLee le sonrió aLizzieLoring—.Measombraque

nuncahayapisadoelescenariodeJohn,señoraLoring.—¡PorDios,no,Charlie!¡Nosoyactriz!SirWilliamvioaMartha,que ibadelbrazode lordRobertMassedene,y

agitólamanoparallamarsuatención.—Ademásdemismuchospecados,queridaseñoraCrowl,¿consideraque

hecorrompidoalajuventudamericana?—QueridosirWilliam—Martha,quellevabaunesplendorosovestidoazul

deseday teníaelpelo recogido,alzadoy repletode lazosdelmismocolor, leofreció al comandante en jefe la mano para que se la besara—, ¿a quién hacorrompido?—preguntó.

—Laclerecíadicequeatodoelmundo.—Deberían agradecer el negocio, ¿no cree? Los sacerdotes necesitan

pecadores,delmismomodoqueloscarnicerosnecesitancerdos.QueridaLizzie—MarthaintercambióbesosconLizzie,luegomiróasirWilliam—,sienverdadquiereevitarcorromperanuestrajuventud,¿porquénoenvíaaCharliedevueltaalejércitodelgeneralWashington?

—Esoyaestádispuesto, seharádeaquíadossemanas.—SirWilliam lesonrióalgeneralrebelde—.¡Teecharédemenos,Charlie,porDiosquesí!

—Yyoaustedes,sirWilliam.Metemoquevuelvoaunatristeexistencia.Nuestrocongresoestáplanteándoseprohibirlascarrerasdecaballos,lascartas,las peleas de gallos, las obras de teatro o cualquier diversión excesivamenteonerosa. —Negó tristemente con la cabeza—. A veces me pregunto por quéluchoenfavordelarebelión.

—¿Ybien?¿Porquélohaces?—SirWilliamsentíaauténticacuriosidad.Lee,espigado,luciendosuvistosouniformepolaco,seencogiódehombros.—Supongoqueparaqueminombrefigureenloslibrosdehistoria.—¿Creesquelahistoriarecordaráunaguerratannimia?—Esoespero.Losmúsicos ya lo tenían todo listo. Observaron el arco del violín de su

director,quetocóuna,dosytresveceslascuerdas.Eralamismaorquestaque

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habíatocadoalolargodelinviernoenotrasfiestasdelaciudad,yafueraenelcuartel general o en las casas de los mercaderes lealistas más ricos quedisfrutaban de tales entrenamientos. Tocaban para los mismos invitados quehabíanidodecelebraciónencelebraciónparaolvidarelfríoyelhambre.

La ciudad no había llegado a sufrir el aguijón del hambre, pero habíafaltadopoco.Laspartidasdeforrajeohabíanluchadoencarnizadasbatallasenelinterior de Pensilvania. Habían sufrido emboscadas y bajas, aunque siemprehabían logrado volver con comida. Los granjeros, a quienes se les habíaordenadoquenovendierancomidaalosbritánicos,laescondíandelosrebeldesconlaesperanzadeintercambiárselaa los inglesespororo,yasí,conaquellospreciososcargamentosquetraíanlaspartidasdeforrajeo,laciudadsobrevivió.

Cuandoempezóelbaile,MarthaapartóaCharlesLeeaunlado.—Queríahablaruninstanteconusted,Charlie.LeehabíaentabladoamistadconMarthaalolargodelinvierno,atraídopor

subellezayporelhechodequecompartíancausa.Charliemiróhaciaatrás,alordRobertMassedene.

—¿NosepondrácelosoRobert?—Robertyyosolosomosamigos—dijoMarthaconfirmeza—,nadamás.

Es un hombre encantador, pero no me he quedado en la ciudad para acabarsometidaaunenemigo.

—¿Quieredeciresoquepuedoalbergaresperanzas?—dijoLee,travieso—.Me gustaría llevar conmigo aValley Forge a una bella esposa, y ver cómo elgeneralWashingtonfingenodarsecuenta.

—No seré yo, querido Charlie, pero ¿en serio vuelve con el generalWashington?

—¿Acaso lo ha dudado alguna vez?—bromeó Lee. Sabía perfectamentequealgunosde lospatriotascreíanquehabíaestrechadodemasiados lazosconsus captores británicos—. Me van a intercambiar por el general Prescott, lehicieronprisioneroenlabenditaSaratoga,peroloquenoséessiSuExcelenciaquieredeverdadquevuelva.

—¿Yporquénoibaaquererlo?—AlbuenodeGeorgenolecaigonadabien,aunque,adecirverdad,nole

cae bien nadie que tenga éxito contra los británicos. Eché a perder su estimacuandoganéenCharleston,yleapuestoloquequieraaqueGatesyArnoldsehanganadoeldespreciodeSuExcelenciadespuésdelodeSaratoga.

Marthacogióunvasodevinodeunamesa.—¿QuieredecirqueelgeneralWashingtonesunhombreceloso?—Digoquehacegaladelrencordeunamujerydelmismoapetitoquelas

damasporlalisonja.

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Marthaescuchó impasible lascríticaspalabras.Habíavistoelmismo tipode celos entre losmandos británicos, entre sirWilliamy lordCornwallis, quehabía partido recientemente. Supuso que a los hombres ambiciosos y conautoridadleseraimposibleconvivirenarmonía.

—ElgeneralWashingtondebedeteneralgunavirtud,Charlie.Leeseencogiódehombros.—Esvalientecomounleón,ytercocomounbuey.AunqueDiossabeque

unhombrequehayasufridotalcantidaddederrotasnecesitaserlo.—Todoloquetienequehaceressobrevivirhastaquelleguenlosfranceses.

Siesquevienen—dijoMarthaanhelante.—Sí—dijoLeeconsemblanteserio.Larumorologíahabíasidointensaalolargodelinvierno,perolosfranceses

seguían mostrándose indecisos. Valoraban las pérdidas que podían sufrir a lolargo y ancho del globo terráqueo si acudían en ayuda de los rebeldes. Otrorumor, muy extendido por la ciudad, era que sir William había ofrecido surenuncia y que sería relevado.Lee, presionadoporMarthapara ahondar en lodicho,seencogiódehombros.

—ImaginoqueLizzieselohabríadicho,¿no?PobreBilly.Jamáshatenidolas ideas claras sobre si hacernos la guerra o el amor. —Lee observó a sirWilliamconaprecio—.Loquelegustaríaseríafirmarlapaz,perometemoqueesonovaaocurrir.

—Debemosalentar esa esperanza en él—dijoMartha conaspereza—.SiBillypensaraquelapazestáalalcancedelamano,nolucharía,¿verdad?

Leelaobservópensativo.—Esa, querida señoraCrowl, es una propuesta a todas luces deshonesta.

Megusta.Martha,agradecidaporelcumplido,sonrió.—SiBillyseva,¿quiénlesustituirá?Leeabriólosbrazosparadejarpatentesuignoranciaalrespecto.—PuedequeHenryClinton.Martha jamás había conocido al general Clinton, un hombre nacido en

AméricayqueahoraestabaalmandodelaguarnicióndeNuevaYork.—¿Esunhombrecapaz?—Tanto como Billy, si es que eso significa algo. Y, al igual que Billy,

siempresehaopuestoalaguerra.Peroelmandoavecesproducecambiosenlosgenerales.Lavictoria,comoobjetivo,suelesobreponersealosescrúpulos,ymetemoquesirHenryquizáestémásansiosoporobtenerlavictoriaqueBilly.

—¿Peroesunhombrecapaz?—insistióMartha.—Noesdesdeñable—concedióLee—,asíquehabráquebuscarungeneral

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quepuedaganarbatallassiesquequeremosderrotarle.Marthaobservóalasparejasquebailabanydabanvueltasanteelescenario.—¿Usted,Charlie?—Mi humilde deseo es servir a la sagrada causa de la libertad. —Tal

bobadasolosirvióparaconfirmarleaMarthaque,dehecho,eraelmandodelasfuerzasrebeldesloqueLeeambicionaba.Charliesonrióconmalicia—.Aunquetengoentendidoquenuestranuevaesperanzadoradaesunimplumearistócratafrancés.¿Haoídohablardeél?¿Lafayette?Quécosassenos imponen, señoraCrowl.Jóvenes, reciénsalidosde lacuna,seconviertenengeneralesmercedaloscaprichosdeSuExcelencia.Peronoimporta.—Leesuspiróexageradamente—. Puede que el pequeño Lafayette consiga enseñarle aGeorge a bailar. Losfranceses suelen ser buenos maestros de baile. —Lee le ofreció el brazo—.¿Bailamos?

Marthadiounpasoatrásdelbrazoqueseleofrecía.—Peroaúnnolehepedidoelfavor,Charlie.—QueridaMartha,llevoesperandotodoelinvierno.Marthasonrióanteelflirteo.VioaChristopherVaneabriéndosepasoentre

lamultitudy,paraquenolaviera,diomediavueltaybuscólapenumbradelascolumnasquesosteníanlagalería.

—Esunfavorparamihermano.—¡Lohabíaolvidado!¿Cómoestá?—Magníficamente recuperado.Lehanpuestounapiernademadera,yno

tardaránensoltarleporlascallesdelaciudad.Oesotengoentendido.Hizo una pausa cuandoun oficial de laMarina pasó entre ellos.La flota

había vuelto cuando el hielo, en marzo, se hubo derretido, trayendo consigopólvora,cartuchosyracionesparalainminentecampaña.MarthavolvióamiraraLee.

—Jonathonquierevolveraunirsealejércitocontinental.Leefruncióelceño.—¿Conunasolapierna?—En realidad nunca tuvo dos, pero puede desempeñar labores

administrativas,¿no?—Supongoquesí.Unoshurrasrepentinoshicieronqueambossevolvieran.ChristopherVane

estaba bailando un reel escocés. Sir William aplaudía a su ayuda de campo.Duranteelinviernohabíahabidociertodistanciamientoentreambos,despuésdela infructuosamarcha haciaGermantown, pero sirWilliam no era un hombrerencoroso,yKitVane,parapesardeMartha,volvíaadisfrutardelfavordesirWilliam. El comandante en jefe rio encantado cuando vio que un grupo de

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oficiales rebeldes, en libertadbajo juramentoy libresde recorrer la ciudad, seunieron al baile. Sobre ellos, en el escenario, un oficial escocés bailaba solosobredosespadascruzadas.

—Losbritánicosentodosuesplendor—dijoMarthaconfrialdad.—Más esplendorosos que George, que no le quepa duda —dijo Lee

impertinentemente.Marthavolvióacentrarseenelasuntodesuhermano.—Dado que va a volver, Charlie, me preguntaba si sería tan amable de

ayudarle.—Conmuchogusto.¡Porsupuesto!Anoserquelascosashayanmejorado

mucho, que lo dudo, se alegrarán de contar con un hombre inteligente en laoficinadelcomisionado.

—Ysuesposa.—¿Suesposa?—Jonathontieneintencióndecasarse.LeesepercatódeltonopocoentusiastaconqueMarthahabíahablado.—¿Noestádeacuerdoconelmatrimonio?—Lamuchachamecaemuybien.—¿Pero?—indagóelgeneralrebelde.Marthaquisoevitarelasunto.—Jonathonnopodráirsehastafinalesdeabril.Debequedarseparafirmar

unospapelesoperderásuherencia.¿Sehabráidoparaentonces?—Metemoquesí.¿Queríaqueviajaraconmigo?—No podría. Oficialmente es un prisionero. Tendría que sacarlo de la

ciudadaescondidas.Leeserio.—Seledabastantebiensacarcosasdelaciudad,¿noesasí,querida?Marthasonrió.—Nosédequémeestáhablando.—Yotampoco—dijoLeealegremente—,peroharécuantoestéenmimano

paraayudarasuhermano.Seráunhonor.Tantoélcomosuesposanecesitaránalojamiento,yélnecesitaunpuesto.¿Quierequeleescribainformándoladeloquepuedaorganizar?

—Seríamuyamableporsuparte.—¿Cómomecomunicaréconusted?—AtravésdelacasadelosFisher,enCooper’sPoint.—Es fácil hacerle favores. —Lee hizo una reverencia—. Ahora puede

devolvérmelobailandoconmigo,asílesdaremoslaoportunidadaloschismososdehablarmaldenosotros.

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Lee le ofreció el brazo aMartha, y juntos se unieron al baile, ahoramásvistoso aúnporque se había distribuido parte del vestuario del teatro entre losinvitados.LizzieLoring vestía una capa de gasa brillante de lentejuelas.A sirWilliam le habían entregadoun sombrero enorme conplumas con el quehizounaexageradaygalante reverenciadedicadaa lospresentes, cuyosaplausosyrisasretumbaronenelteatro.

ChristopherVanesoltóelbrazodeunadelasmujeresparaenlazarseaotra,ycomprobóqueseveríaobligadoaofrecerleunamanoaMartha.Asíque,conunelegantepasoaunlado,abandonóelbaile.

Sedirigióalespacioquehabíabajolospalcos,cogióunacopadevinoyvioalmayorOttoZeigler,elintérpretehesianodesirWilliam,soloytristeentrelassombras.

—Estoy borracho —dijo Zeigler, sin más, como respuesta al saludo deVane.

—¿Yporquéno,Otto?—VanemirabaaPeggyShippen,envueltaenunacapapúrpura,queobservabaensimismadaelrostrodelcapitánAndre.

—Deberíamosestarluchando,nobailando—gruñóelhesiano.—Sinduda.—Losinglesesnosabéiscómolucharenunaguerra.Sabéisbailar,ja,pero

nosabéisluchar.¡Ostraicionanynohacéisnada!¡Nada!—Nos…Vane se volvió, pero Zeigler se había ido abruptamente y se dirigía al

recibidor,donde,conasombrosahabilidad,losoficialeshesianosrepartíancartasyganabandineroaespuertas.Zeiglersesentó,sacóunpuñadodemonedasyseunióalapartida.

ChristopherVaneyasehabíaolvidadodelbaile.Fuealrecibidorysepusodepiedetrásdelintérprete.ObservóuntiempomientrasZeigler,borrachohastaelpuntodenoimportarlenada,perdíadineroaunavelocidadendiablada.Elfarono era un juego de sutilezas, solo de suerte; en él los jugadores intentabanadivinar el orden en que saldrían las cartas. Zeigler apostaba continuamente aque saldría el faraón, el rey de corazones, carta sobre la que se doblaba loapostado.

VaneseinclinóhaciaZeigler.—¿Aquéterefierescon«traicionados»,Otto?Zeiglerbuscómásmonedasenelbolsilloyencontródosguineas.—Misúltimosfondos—dijo—.Silospierdo,mevuelolossesosdeuntiro.Una buena cantidad de oficiales ya se habían suicidado por culpa de las

deudasacumuladasalolargodelinvierno.—¿Aquéterefierescon«traicionados»?—volvióapreguntarVane.

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—¿A quién demonios le importa? —Zeigler dudó entre apostar sus dosguineasal faraónoal tresdediamantes.Entonces, conel ademándelhombrecondenado,sedecidióporlacartamenor.

—¡Dímelo,Otto!—¿Estoypensandoensuicidarmeymeatosigas?ChristopherVane,sonriendo,cogiólasdosguineasdeltresdediamantesy

lascolocósobreelfaraón.—Mesientoafortunadoestanoche,Otto.—Porelamorde…Lamano deZeigler se abalanzó sobre lamesa para volver a cambiar las

monedasa lacartamás segura,peroVaneagarróalhesianode lamuñecaconfuerza y no le soltó hasta que la banca empezó a desvelar sus cartas. Vanesuponíaquehabíaunassesentaosetentaguineasenjuego,perosoloeldinerodeZeiglerestabasobreelfaraón.

—Puedesllegarasermuycabrón,Vane.—Zeigler,conlamuñecaliberada,observabacómoseibandandolavueltalascartas—.Esloúnicoquemequeda.Silopierdo,notendrénada.Salvounabala.

—Yatelohedicho,mesientoafortunado.Meharécargodetuspérdidas,ypodrásquedarteconlasganancias.

Lasextacartadelabarajaeraelreydecorazones.Eldineroseamontonósobre lamesa, labancadobló loquehabíayunapequeñamontañadeoro fueempujadahaciaelhesianoborracho.

—¡Por los clavos de Cristo! —Zeigler se quedó ensimismadocontemplandosufortuna.

Vanerecogiólasmonedasylasechóasupañuelo.—Ven,hablemos.—¡Esedineroesmío!—Telodarécuandohayamoshablado.Zeiglergruñó,peroobedeció.SehizoconunabotelladeBurdeosycaminó

tambaleantehastaunamesaenlaqueVaneleesperaba.—Donop—explicóZeiglercuandoVanelevolvióaformularlapregunta—

fuetraicionado.Vane tuvo que pensar un instante antes de recordar que Donop era el

general hesiano que había liderado el ataque sobre Fort Mercer en otoño. Elgeneralhabíaresultadoheridodurantelaterriblecarniceríaquesupusoelasaltofallido,fuecapturadoymuriótresdíasdespués.

—Sabíanqueíbamosaatacar.—Zeiglersesirvióunacopadevino—.Notienescopa.Necesitasunacopa.Loscaballerosnobebendelabotelladelantedelas damas.—Sevolvió ymiró a lasmujeres que había sentadas en torno a la

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mesadeapuestas—.Nisiquieradelantedelasputas.—¿PorquépiensasqueDonopfuetraicionado?—¡Notienesunacopa!—dijoZeiglerconebriaindignación.Vane, paciente, fue a coger una copa y se sirvió un pocode vino.Luego

volvióasentarse.—¿Porqué?—¡Porquemelohandicho!¡Poreso!¡Tienesmidinero!—Ytelodaré.¿Quiéntelodijo?Zeiglereructó.—PorDios.Apostaremosaguineaporbotella.¿Quéteparece,Kit?Ynos

lasbeberemos,ja?Elprimeroencaerdesplomadopierde—rio,encantadoconelreto—.¿Deacuerdo?

—¿Quiéntelodijo,Otto?Zeiglerarrugólafrenteintentandorecordar.—Unavezmebebídiecisietebotellascontraunruso.Nadiebebemásque

unalemán,Kit,¿losabías?Yerauntipogrande.Voyaporlasbotellas—declaróconabsolutadecisión,perodeprontosesintióincapazdelevantarsedelasilla.Envezdeeso,seacabóelvinoqueteníaenlacopa,ynegóconlacabeza—.Nodeberíanhabernosvencido.Nostraicionaron,Kit.¡Nostraicionaron!

—¿Quiéntelodijo?—Los prisioneros rebeldes—dijo Zeigler indignado, como si ya hubiera

explicadotodoelasunto—.Losquecapturamosenelrío.HabléconellosymeenterédelodeDonop.Melodijounodeellos.

Hizounapausa,yVanepidióaDiosqueelmomentodelucidezcontinuara.Zeiglervolvióaeructar.Sudaba,yparecíaquelefaltaraelaire.Debíadellevarbebiendodesdeelmediodía.

—¿Quédijoelprisionero?—Fuehacemuchotiempo—dijoZeiglersinenergía.—Séquefuehacemuchotiempo,pero¿quédijo,Otto?—¡Dijo que lo sabían!—volvió a decir el hesiano, indignado—. ¡Se lo

habían dicho! ¡Estaban preparados! ¡Estaban esperando! —gritó, y atrajo lasmiradasdelosjugadores.

—¿AvisaronaFortMercer?—Ja!Mira—Zeiglerrebuscóensusbolsillosysacóunpequeñocuaderno

quedejóenlamesadeungolpeamododeprueba.Luegopasólashojas—.MelodijountaltenienteLynch.¡Mira!¿Loves?Lotengoapuntado.

La nota estaba escrita en alemán, y por tanto para Vane resultabaincomprensible.

—¿Quédijo?

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—¡Dijoqueloshabíanavisado!¡Quieromidinero!—¿Cómoibanaavisarlos?Nadielosabía.ZeiglercogiólacopadeVane.—Nadieguardalossecretos,Kit.Todostienenputas,¿noesasí?—Cogió

unabarajadestinadaaserutilizada,yaavanzadalanoche,parajugaralwhist—.Bla,bla,bla,enlacama,amigomío.Bla,blabla.¡Nohaysecretos!—Tirólascartas al suelode rabia—. ¡Ycuatrocientos compatriotasmíosmuertos enunazanja!

—¿YLynchnotedijoquiénlehabíahechollegarelmensaje?—No.Al principio empezó a alardear, pero luego, ¿cómo se dice?…, se

volvióunatumba.—¿Guardósilencio?—dijoVane.Tenía sentido. Vane había visto prisioneros recién capturados mostrarse

desafiantes, incapacesde aceptarquehabían sidoderrotados,yVane leshabíaescuchado burlarse de sus captores y vanagloriarse. Probablemente, aqueltenienteLynch,sacadodelríoarastras,habíaqueridorestregarlavictoriaenlacaradesuscaptoresyasíseríacomohabíasurgidotalindiscreción.

—Noestásbebiendo—acusóZeigleraVane.—Síqueestoybebiendo.Vane se sentía horrorizado ante las revelaciones de Zeigler. Tan solo un

puñado de oficiales, losmás cercanos a sirWilliam, había sabido del plan deataque a los fuertes. Uno de ellos habría sido, en el mejor de los casos,indiscreto;enelpeor,un traidor.Vanerecordó tambiénque lamarchahaciaelnorte de sir William había apestado a traición. ¿Por qué, si no, se habíanencontradoaWashingtonatrincheradoyesperando?Vanefruncióelceño.

—¿Porquénoselodijisteanadie,Otto?—¡Síquelohice!SelodijeaBilly.PeroaBillyledaigual.Elalemánempezóareírsey,solemne,declamóelversoburlónquehabía

recorridolaciudad.—Sir William, cómodo como una garrapata, pasa el tiempo entre

ronquidos.Nosueñaconeldolor,puesdisfrutadelcalorenlacamaconLizzieLoring.

Vane,cadavezmásimpacientedebidoalainactividaddesirWilliam,habíacantado el injurioso verso varias veces, pero sonrió apreciativamente como sifueralaprimeravezquelooía.

—SeguroqueBillyhahechoalgo,Otto.—Dijoquemeolvidaradeello. ¡Quemeolvidaradeello! ¡Cuatrocientos

hombresmuertosyyotengoqueolvidarmedeello!Vanemiró a un lado,más allá del arco. SirWilliam estaba bailando con

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MarthaCrowl,ylaescenaprovocóenelalmacelosadeVaneunasacudidadecelos.¿Olvidarlatraición?EraalgomuyhabitualensirWilliamcreerqueunarespuesta amable podía hacer que se desvaneciera la ira. El ejército rebeldellevabatodoelinviernoenValleyForge,apocomenosdetresdíasdemarcha,ysirWilliamseguíasinhacernada.Vane,queveíaquelavictoriaseleescapabasumido en la inactividad, había dado alas al vejatorio verso para provocar lavergüenza del comandante en jefe y, con ella, la acción. Y, sin embargo, sirWilliamestababailandoconMarthaCrowl,aquienselepermitíaalardeardesupatriotismoenlosmásaltoscírculosdelEstadoMayorbritánico.

Zeiglerrioconamargura.—Los inglesesnose toman laguerraenserio,Kit.MecaebienBilly,de

verdad,peronosepuedeseramableconelenemigo.—Deprontoseenfureció—. ¡Amable! ¡Amable! ¡Amable! Hay que golpearlos, descuartizarlos,aterrorizarlos. ¡No deberíamos estar aquí bailando! ¡Deberíamos estarmasacrandoyanquis!

—Esonopuedesersinostraicionan.—Puescolgadalostraidores.Zeiglersellevólabotellaaloslabiosyseacabóelvino.—¿Dóndeestámidinero?—Toma. —Vane empujó el pañuelo sobre la mesa, pero se quedó con

algunasmonedas—.¿SiguevivoeltenienteLynch?—¿A quién le importa? —Zeigler hipó; luego dejó descansar la cabeza

sobreelmontóndeguineas—.Voyadormir.Christopher Vane cogió la libreta, arrancó la hoja con el nombre del

prisionero y se la metió al bolsillo. La guerra aún no estaba perdida. Losfrancesesaúndudaban,yseguíaexistiendolaposibilidaddeobligaralenemigoaentablarcombateaprincipiosdelaprimavera.SiaplastabanaWashington,losfranceses temerían otro revolcón, aunque eso no podría darse si volvían atraicionaralosbritánicos.YVane,observandoalaviuda, iluminadaporlaluzde las velas, estaba decidido a que, esta vez, la traición no sirviese paraarrebatarleslavictoriaalasarmasreales.

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Nubesblancassurcaban loscielos.Al fin la luzdelsoldabacalor.Lasnochesseguíansiendofríasyelvientoaúncortabacomounacuchilla,pero lamuertehabía abandonado la tierra y las aguas volvían a resplandecer. La primaverallevabaelverdorallitoralyFiladelfiasepreparabaparaunanuevatemporadadecampaña.

LosartillerospracticabansupunteríadisparandocontrabarrilesflotantesenelDelaware,lainfanteríacorríacargadaconmochilasrepletasparafortalecerlosmúsculos, agarrotados después del invierno, y los sables de la caballeríadesprendíanchispasalserafiladosparalamatanza.

Caballosyhombresteníanquevolveraestarfuertes,ySamseaseguródeque los animales a su cargo estuvieran en condiciones para el combate. Losllevaba alCuello y los hacía cabalgar sobre la tierra húmeda para reforzar sumusculatura. En la iglesia luterana que había sido su establo de invierno,restregabasuspelajesconpajayluegoloscepillabahastaquebrillaban.Entrenóal jovensementaldelcapitánVanepara labatalla,disparandomosquetescercade él, gritándole, intentando asustarlo, pero siempre reconfortando al animal,dándoleaentenderque,fueracualfueseelpeligroqueparecieraacechar,viviríaysobreviviría.Samleenseñóalsementalacaminarhaciaatrásyacocear,paraque cualquiera que pretendiera atacar al jinete se viera obligado a alejarse. Elentrenamiento tenía lugar todas lasmañanas;y todas lasmañanasSampasabaconsuscaballos juntoa lacasadeJonathon.Unavez,pocodespuésdequeelhielodelríosederritiese,SamhabíavistoaJonathonporunadelasventanasdelpisodeabajo.Lesaludóconlamano,peroJonathonnolevio.

Unmesdespués,a lamañanasiguientedelbailebenéficodel teatro,Samestabalimpiandoelinteriordeloscascosdelsementalnegro.Unabrisaroíalasventanasrotasporlasquesalíaelhumodeunbraseroquehabíaubicadoenelaltardelaiglesia.Samsilbabafueradetonomientrastrabajaba.Estabasolo.Sehabíaquitadolacasacarojaylahabíacambiadoporundelantaldeherrero.Losgorriones que habían anidado en la iglesia durante el duro invierno bajabanvolandoapicotearrestosdeavena.

Oyóqueseabríalapuertaprincipaldelaiglesia,y,suponiendoqueeraotro

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delosmozosdecuadra,gritóunalegreymaleducadorecordatorioparaquenodejaralamalditapuertaabierta.

—Noeresmásqueotroinglésarrogante—dijounavoz—.Cómoosgustaandardándonosórdenesaloscolonos.

Samdejócaerelgancho,soltóelcascodelanimalymiróhaciaelfondodelanave.

—¡Jonathon!—Apartóeltaburetedeunapatadaycorrióasuencuentro—.¡Mírate!¡Patapalo!

—Hola,Sam.—Jonathonsonrióencantadoyuntantoavergonzadoconelreencuentro.

Samnosentíavergüenzaalguna.SeabrazóaJonathon,quehabíaentradoconsupiernabuenayunadepaloconlapuntadecuero.Dosmuletasledabanestabilidad.

—¡Telodije!—aullóSam,triunfal—.¡Tedijequeandarías!—Esteesmiprimerpaseodignodeesenombre—explicóJonathon—.Me

lapusieronhacedossemanas,yllevodesdeentoncesdandosaltitosporcasa.—Seapoyócontraunode loscubículosvacíosparaqueelpesodesucuerponodescansarasobreelmuñón.Estesolíaescocerledebidoalafricciónejercidaporlacazoletadecueroqueteníaatadaalmuslo—.Esmejorquelapiernaquetenía,peroesmuymolesta.

—Claro.—SamvioquehabíaunanuevadurezaenelrostrodeJonathon:surcos provocados por el dolor—. Lleva tiempo acostumbrarse a una pata depalo,yasabes.

Fueracomofuera,Jonathonsonrió.—Tengoquedartelasgracias,¿verdad?Fuetodocosadeloscalostros.Samseencogiódehombrosquitándoleimportancia.—FueCarolinelaquehizolamayorpartedeltrabajo.—Pueselladicequefuistetú.—Jonathonmiróhaciaelfondodelanave,

hacialapuertadelasacristía—.Dijoquenosveríamosaquí.Sam sintió que el pulso se le aceleraba de repente, pero sabía que debía

ocultarsurepentinaemoción.—¿Aquí?—preguntóconnaturalidad,comosiledieraigualunacosayla

contraria.—Mehanpuestounguardián—dijoJonathon,burlón,aunque,másalláde

lapuertaentreabierta,Sampudoveraunsirvienteapoyadocontraelporchedeacceso.Jonathoncerrólapuertadeltodoconlamuleta—.Mitíosiguepensandoquetengointencióndehuir,asíquesolosemepermiteabandonarlacasasimesigueunmozodecuadra.Peroestáhartodeloscaballos,asíquenoentrará.

—¿Entonces?¿CómohaceCarolinepara…?

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—Nosescribimos.—Jonathonaúnteníaelrostrodemacradoporculpadelaenfermedad,peroteníacolorenlasmejillasyhabíabrilloensusojos.Sonrió,satisfechodesuastutométododecomunicación—.Unade lassirvientasde lacocinallevamiscartasacasadeMartha,yMarthaselasenvíaaCaroline.

—Llevo sin ver a Caroline… —dijo Sam encogiéndose de hombros—¡meses!

—Diceque le aterranesosdoshombres. ¿Recuerdas?También tengoquedartelasgraciasporeso.

—Estuvo fantástica —dijo Sam afectuosamente; luego recordó cómoCaroline y él habían pasado la húmeda noche de su huida abrazados, laintimidad,tanlejana.Guardósilencio.

Jonathonvolvióamirarhacialasacristía,impaciente.—Dijoqueentraríaporlapartedeatrás.—Esosolíahacerantes…—dijoSam;unavezmás,suvozfuemuriendo

—.Seguroquelahasechadomuchodemenos.—Másquealapierna.—Jonathonrioconamargura,yactoseguidovolvió

acogerlasmulerasyempezóadirigirsehaciaelaltar.Samcaminabaasulado.Vioqueelsementalgirabalasorejashaciaatrásy

supoquealguienhabíahechoruidoenlasacristía.Samsedijoquesussueñosinvernales sobre Caroline no habían sido más que eso: sueños. La ausenciaprovocabaqueelcorazónamaseconmásfuerzayquelaausenteseantojaraaúnmás deseable. Sam intentó convencerse de que cuando Caroline cruzara lapequeña puerta arqueada solo vería a una muchacha corriente, y sedesvaneceríanloscelosquetantoleavergonzaban.

Lapuertaseabrió.Allíestabaella.Jonathon se apresuró torpemente con las muletas y, por un instante,

CarolinemirómásalládeljovenyfijólavistaenSam.YSam,quellevabatantotiempoesperandoaquesederritieranloshielos,

sintiódeprontoqueselehacíaunnudoenlagarganta.—Hola.—Hola, Sam—dijo Caroline, que se dirigió a Jonathon. Sam se dio la

vueltaaltiempoqueellosseabrazabanjuntoalasescalerasdelaltar.El inglés acarició al semental e intentó no escuchar el alegre reencuentro

queestabateniendolugarasusespaldas.PeroJonathonnoestabadispuestoapermitirqueSamnoformarapartedel

jubiloso momento. Bombardeó al inglés con preguntas. ¿No estaba Carolineguapísima?¿Acasonoeraundíainmensamentefeliz?¿Noeramaravillosoestartodosjuntosdenuevo?

Samteníaqueresponder,asíquesevioobligadoamiraraCaroline,yvio

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quenadahabíacambiado.Nada.Sesonrojó.—Hapasadomuchotiempo.—Casicuatromeses,Sam.Caroline no era una muchacha corriente, no podía ser desterrada de los

sueños de Sam, y el joven pudo ver que su imagen de ella, invocadainnumerables veces durante las silenciosas noches nevadas, había estadoequivocada,comoladeuna tallademadera.Nohabíarecordadolavidadesurostro, ni los ojos azules, desafiantes, salvajes y alegres, ni la definidamandíbula.

—He estado muy ocupada —dijo Caroline sin convicción—. Estánpariendolasovejas.

—Claro,esverdad.—PeroJonathonqueríaquenosviéramos.—Carolineparecíanecesitardar

explicaciones respecto a su repentina aparición—. Dije que deberíamosencontrarnosaquí.

—Esomealegra.Caroline retiró la mano de las de Jonathon y se dirigió al cubículo más

cercano, donde empezó a acariciar al caballo gris y capado de lord RobertMassedene.

—Necesitamos que nos ayudes, Sam—dijo lamuchacha con voz plana,casihostil.

—Loquesea.Sevolvióhaciaél.—Nosiremospronto.—Dentrodetressemanas—dijoJonathon,impaciente.Eraevidentequehabíanestadoplaneandosuhuidaensucorrespondencia

secreta,peroahoraseveíanobligadosadecírseloaSam.—¿Osdirigísalnorte?—SamhabíaesperadomuchoparaveraCaroliney

ahoraseiba.Apenaspodíasoportarmirarla.—En barco hasta Trenton —dijo Jonathon—. No puedo luchar, pero sí

puedohacerlaboresadministrativas.—¿Paralosrebeldes?—Sí.—Jonathonrioquedamente,avergonzado—.Porsupuesto.Samforzóunasonrisa.—Puedequetengaquedisparartedenuevo.—Puede.—Locomplicado—interrumpióCarolineconsuvozresueltayátona;casi

parecíaquelaamigablecharlalemolestara—essacaraJonathondelaciudad.Siguesiendounprisionero,asíquenopuedesalir.

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—Yaimagino—dijoSam.SirWilliam,alolargodelasúltimassemanas,habíaestablecidounsistema

desalvoconductosparaquienquisieracruzarelperímetrodeguardiabritánico.La idea era disuadir a los oficiales rebeldes, en libertad bajo juramento, decualquierintentodehuida.Dehecho,cadaunodeelloshabíadejadounafianzadecienlibrasparasellarlapromesa,aunquemuchosseguíanintentandovolveralejércitodeWashington.

—Peroloscentinelas teconocen,Sam.—CarolinemiróaSamalosojos,casi desafiante. Era como si esperara que el joven se negase a cumplir susdemandas—.Siestuvierasayudandoaunoficialborrachoasubirseaunbote,nadiesedaríacuenta,¿nocrees?

—Sí.—Asíquenecesitaremosununiforme.Samsesecólasmanoseneldelantaldecuero.—¿Aquéhoradeldíapensáishacerlo?—Por la noche.—Jonathon miró hacia la puerta principal de la iglesia;

saltaba a la vista que temía que elmozo de cuadra de su tío los hubiera oídoconspirando.

—Enesecasoserámejorununiformenaval—dijoSam—.Sonlosúnicosqueseacercanal ríopor lanoche.Paravolverasusbarcos,yasabéis…—Suvozfueperdiendofuerza.

—¿Puedesconseguirmeuno?—preguntóJonathon.Samasintió.—Ylapatadepalo tampoco importarámucho.Hayunparde tiposde la

Marinaasí.Jonathonsonrió.—Sabíaquenosecharíasunamano,Sam.—Loquesoyesunimbécil—dijoSamdevolviendolasonrisa.JonathonvolvióamirarhacialapuertaprincipalyluegoaSamconcierta

vergüenza.—¿Teimportasinosmetemosenlasacristía?—Ahoraguardamosallílosarreos—dijoSam.CarolinevolvióacolocarsealladodeJonathon.—Gracias,Sam.Eljovenoyóladespedidaensuvoz.—Mehaalegradovolveraverte,Caroline.Eltonoformalselehizoextraño,perousarcualquierotrohubieradejadoal

descubiertounabreveintimidadpasadaqueCaroline,mediantesuactitud,hacíaloposiblepornegar.

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—¿Podrías llevar el uniforme a casa de la señora Crowl? —preguntóCarolineconunavozdistanteydolorosaparaSam.

—Sí.—Haréloposibleporvolver,Sam.—Jonathonleofreciólamano.Elinglés

selaestrechóysintiólafuerzadeJonathon.Alserlenecesariosuplir lapiernaconlafuerzadelosbrazos,habíadesarrolladolosmúsculosdeestos.

—Conseguiré el uniforme —prometió Sam, que se quedó mirando aCarolinemientrasestaayudabaaJonathonaaccederalasacristía.Lapuertasecerrótrasellos.

Sampermanecióinmóvilunosinstantes,luegovolvióhaciaelsemental.Leacaricióelhocico.

—Nose teocurra soñar, ¿eh?Los sueñosno sonmásque tonterías.Solosirvenparadecepcionarte.

Sesentóeneltaburete,levantólapezuñaylimpióelinteriordeloscascospara que le proporcionaran al animal un agarre firme. Sam había esperadomucho, había permitido que sus esperanzas alcanzaran una altura absurda yvertiginosa. Y ahora se habían estrellado. Cerró los ojos de pronto, como sitemieraempezarallorar.

Samseguíacon losojoscerradoscuando lapuertade lasacristíaseabriótrasél.Oyópasossobrelosadoquinesdelaltar.Noseatrevióamirarpormiedoaladecepción.

—Hola,Sam.Abriólosojos.Nohubodecepción.Carolineleestabamirando.Lamuchachaseencogiódehombros,comosi

laexplicaciónqueestabaapuntodedarnofueradeltodonecesaria,aunquesíobligatoria.

—Jonathon ha salido por detrás. No se atreve a estar demasiado tiempofueradecasaparanolevantarsospechas.

Samcolocó laherraduraenelcascoconunos tacos.Más tarde llevaríaalcaballoalaherreríaparaqueleaseguraranbienlaherradura,perobastaríaporelmomento.

—¿Noseatreveaqueleveancontigo?—dijoSamsinapartarlamiradadeloscascosdelanimal.

—Teme a su tío. Teme perder su herencia. —Caroline se sentó en lasescalerasdelaltar—.EstarámejorcuandolleguemosaTrenton.

—¿Tecasarásallíconél?—Sam,queobservabacómopisabaelsemental,intentóhacerquesuvozsonaradespreocupada,aunquepercibióciertaamarguraensuspropiaspalabras.

—Seloprometí—dijoCarolineconcautela.

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Sampalmeóalcaballoenlasancas.—Asíestámejor,¿verdad,chico?Ahorayanoteresbalarás.El animal relinchó a modo de respuesta. Caroline estaba en silencio. Se

oyeronlasruedasdeuncarruajeyelchasquidodeunlátigoprovenientedeRaceStreet.

—¿Cómoestás,Sam?—dijoCarolinepararomperelsilencio.—Contentodequehayallegadolaprimavera.Todoelmundoloagradece.

Elinviernoponelosnerviosaprueba,¿nocrees?—Sí.—Y aquí tenéis inviernos duros. Pero ha llegado el momento de luchar,

¿verdad,muchacho?—lepreguntóalcaballo,que,afectuoso,restregóelhocicocontralamejilladeSam.

Carolinesepusoenpieysubiólasescalerasdelaltar.Laluzdelsolentrabapor la ventana rota que había sobre ella, haciendo que le resplandeciera elcabello.

—¿Quéserádeti,Sam?—¿De mí?—Sam se rio como si la respuesta no importara, aunque en

realidadlehabíadadobastantesvueltasalasuntoalolargodelinvierno—.Melasarreglaré.

—Dime.Samdudóuninstanteyseencogiódehombros.—Lecuréuncólicoalcaballodelgeneralysusirvientedicequepuedeque

medenuntrabajoensusestablos.—¿Esoesbueno?—preguntóCarolinecontristeza.—Podríasuponerunasalidadelejército.—Creíaqueunosealistabadeporvida.Samsonrió.—Y así es, pero, si les caes bien, te arreglan los papeles, ¿sabes? Si el

general me quiere para sus establos en casa, entonces buscará la forma delicenciarme.Cuandohayaacabadolaguerra,claro.

—¿Esesoloquequieres?Samllevóalsementalhaciasucubículo.—Esmejorquecargarconunmosquete.Carolineasintió.Pasaronunos segundosen losquenodijonada,y luego

hablóconvozqueda,casiimperceptible.—Confiabaenquevinierasconnosotros,Sam.AlprincipioSampensóquehabíaoídomal,peroluego,volviéndosehacia

ella,vioensurostroqueno.—¿ATrenton?

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—Allíesadondevamos.PoruninstanteSamnosupoquédecir.Seencogiódehombros,soltóuna

carcajadaynegóconlacabeza.—¿Quieresqueluchecontralosmíos?—Haymuchoscasacasrojasquehancambiadodebando,Sam.—Ya.Mihermanoqueríahacerlo,ymiradóndeestáahora.Loshevisto,

con las espaldas abiertas por el látigo, con la sangre chorreándoles por laspiernas.

—¿Tienesmiedo?—dijoCarolineconuntoquededesdén.—No.Notengomiedo.Samcerróalanimalensucubículo.Noleatóunacuerdaalacabezada,se

limitóaatrancarlapuertabaja.—Mepasaunpoco como le pasa a Jonathon.Solohayuna cosaqueme

haríadesertar,ynotienenadaqueverconlalibertaddequehabláistodoelrato.Carolinenodijonada.Acercólasmanosalcarbóndelbrasero.Samsabíaquehabíallegadoelmomentodedecirlaspalabrasquellevaba

semanas ensayando en la mente, pero ahora que debía decirlas, le resultabaimposible,asíqueoptópordarunrodeo.

—Nohicemásqueesperaraquesederritieraelhielo.Caroline estaba ensimismada con las llamas.Parecía quenohubiera oído

sus palabras. Pero al fin, con la voz queda como antes, respondió con unaevasivaalaalturadeladeSam.

—LogramosqueJonathonmejorara,Sam.—Asíes.—Ysabíamosloqueesosignificaba.—Sí,losabíamos.Caroline siguió observando las llamas que envolvían el carbón

incandescente.—Notepidoquevengaspormí,Sam.—¿Entoncesporqué?¿Porcincuentaacresde tierray trescerdos?—dijo

Samcondesprecio.SuspalabrashicieronqueCarolinevolvieraamiraraljovenalosojosysu

vozsetornóenurgentesúplica.—Es un país completamente nuevo, Sam, con el futuro por delante, algo

parasiempre.Algobuenoyluminoso.Noescomoelviejomundo,Sam.¿Noloves?Setratadeempezardenuevo,sinpodredumbrenicorruptelas.Seráunpaíslimpio.—Todossusanhelosypasionesseproyectabanensuvoz—.ElpaísdeDios,Sam.Unpaísbueno.Podríasserfeliz,podrías…

Carolinedejódehablarcuandolapuertaprincipaldelaiglesiaseabriócon

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estrépitoyunoficial,vestidoconunacasacarojayespadaalcinto,entróeneltemplo.Suvozimperativayestridenterebotóenlosmurosdeledificio.

—¡Sam!¡Sam!¡Sam!—dijoelcapitánChristopherVanemientraspasabaagrandes zancadas junto a los cubículos de los caballos—. ¿Has acabado?Necesitoque…—VanesecallócuandovioaCaroline.Sedetuvoabruptamente,lamiró, se retiró el sombreroy le dedicóunapronunciada reverencia—.Creoquenonoshanpresentado,señorita.

Caroline permaneció en silencio. Vane, que debía de estar de muy buenhumor,seincorporó.

—¿Nonosvasapresentar,Sam?El joven sentía una vergüenza lacerante, pero logró balbucir una

presentación:—LaseñoritaCaroline,señor.ElcapitánVane.—¡Caroline! —Vane dijo el nombre como si fuera el de un ángel. La

observóconabsolutadesvergüenza,asombradoporsuimpactantebelleza.Quizáfueraunacampesina,pero lograbahacer latir loscorazones,yVane,pasmado,sintióelimpulsodeloscaballerosdeleyenda,capacesdecargarcontradragonesyatravesarlasescamasconsuslanzas.Aquellamuchacha,pensó,erademasiadobellacomoparaserunasimplesirvienta.

—¿EreslamisteriosachicadeSam?Carolineasintiórauda.—Sí,señor.—¡Miquerido,Sam,nomeextrañaqueguardaraselsecreto!—No debería estar aquí, señor —dijo Caroline mientras se dirigía a la

puertadelasacristía.—Por favor,Caroline—dijoVane, encantador—.Noquerría apartarte de

Sam.—No,señor.Tengoqueirme.CarolineasintióhaciaSam,ylefaltópocoparacorrerhacialasacristía.Vaneesperóhastaqueoyóquelapuertaquedabaalexteriorsecerrabade

unportazo.—¡PorDios,Sam!Puedequesearubia,peroesunapreciosidad.—Esguapa,señor.—¿Guapa?—Vaneempezóadarvueltasalrededordesusirviente—.¡Por

Dios,chico!Hayhombresquemataríanpormenos.¿Esaquídondelaconociste?Nomeextrañaquepasestantotiempoenlosestablos,Sam.Yotambiénloharía.Sialgúndíatecansasdeella…—Vanevioenfadoenlacaradesusirviente,yseaprestóanegarconlacabeza—.Olvídalo,Sam.Soyuninsensible.Lolamento.—Vanesonrió—.Perohedesersincero.Eresunnecio,Sam.

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—¿Necio?—Unsoldadonuncadeberíaencariñarsedeunachicabonita.Eligesiempre

unafea.Elplacerensíeselmismo,ysonmásfácilesdedejar.Además,sonmásagradecidas.—Vane se rio, y luego acarició el hocicodel semental—. ¿Cómova?

—Yapisabien,señor.—¿Deverdad?Samsonrió.—Aparteunpoco,señor.El sirviente esperó a que Vane, un tanto confundido, obedeciera. Luego

silbó. El caballo relinchó, saltó la puerta baja, trotó obediente hacia Sam einclinólacabezabuscandosuscaricias.

Vanevolvióareírse.—¿Leestásenseñandotrucos?—Esmuybueno,señor.Elmejor.—Samllevóalcaballounavezmásasu

cubículo y ató la cuerda a la cabezada—. Ahora está bien, señor. ¿Queríasacarlo?

—No,no.Soloestoypasandoelrato,Sam.—Vanemiróasualrededor,alinteriordesnudodelaiglesia,comosifueralaprimeravezqueentrabaallí—.Esunaiglesiasombría,¿nocrees?

—Sí, señor.—Sam se preguntaba por qué el capitán estaba hablando decosasinsustanciales.

—Sombría, sombría, sombría.—Vane se volvió para observar la nave—.Unaiglesianecesitamisterio,Sam.Necesitaunlugaroscurodetrásdelaltar.Escomounpaís.Necesitaun toquevengativoy fantasmagórico, reyesynobleza,unahistoriaqueapesteainexplicable,peroaquínohaynadadeeso.¡No!Aquítodo es dulce razón.Y yo le pido a ese, suDios rentable, que siga siendo unpueblosombríoyaburrido,porquecomosetopeconunmisterionohabránadaensucredoqueseacapazdeexplicarlo.¿Cómosellamabaelsargentoesequetemetíaelmiedoenlastripas?

Laúltimapreguntalahizotanderepente,llegótanabruptamenteenmediodeladiatribadeVane,queSamfueincapazdecomprender.

—¿Señor?—Esequeestabacasadocon…¿cómosellamaba?¿Sacharissa?—¿Scammell,señor?—dijoSamhorrorizado.—¡Ese,ese!Gracias,Sam.—Elcapitándiomediavueltadispuestoairse.—¡Señor!Vanediomediavuelta.—¿Sam?

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El joven estaba alarmado. Desde la noche en la que Scammell habíaintentadoreteneraCarolinecomorehénacambiodequeleentregaraaMaggie,SamnohabíavistonioídohablardelsargentoMichaelScammell,ylehubieragustadoseguirenlainopia.

—Nolevaadenunciar,¿verdad,señor?—¿Denunciarle?—Vaneeraelrostromismodelainocencia.—Porloqueleconté.AquellodelmuchachoenGermantown,señor.Elque

mató.—¡Fueasesinato,Sam!—dijoVaneentonoburlón—.¿Acasocreesqueno

deberíasercastigado?—Deberían colgarle, señor, pero si se entera de que se lo he dicho, me

arrancarálacabeza.Vaneserio.—Novoyadenunciarle,Samuel,asíquecálmate.Misrazonestienenmás

queverconunacuestióndecapricho.SemeinformadequelabellaSacharissaha estrechado lazos con un oficial. Está cautivada, y el oficial en cuestión noquiereproblemasconsumarido.¿Mesiguesahora?

—Nuncasecasaronporlaiglesia,señor.—Sea como sea, he prometido arreglar las cosas entre ellos, así que no

temas.NovoyaprovocarquelairadelsargentoScammellcaigasobreti.—Esuncabrón,señor—dijoSamamododeadvertencia.—Es gracias a los cabrones que obtenemos victorias. Ellos y los buenos

caballos,comotú,amigomío.—Vanepalmeóelcuellodelsemental—.Gracias,Sam.

Eljovenvioirsealcapitánysepreguntóporquésentíatantofríodeprontoen lacolumnavertebral.Tembló.Actoseguido,y sin sabermuybienporqué,fueabuscarsubayoneta,romadespuésdelainactividaddelinviernoy,consuhabitual mimo y habilidad, se puso a afilarla. Había llegado la primavera, yllegabadenuevolaguerra.

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31

El capitán Christopher Vane se dio cita con el sargento Scammell junto a unedificio de piedra cuyas ventanas estaban desfiguradas por barrotes de hierrooxidados.Vane,aunquesolohubieravistoaScammellunavez,yaquellafueenmediodeldesastrequeerauncampodebatalla,lereconocióalinstante.Eraunhombrealto,deojosavispados,derasgosatractivosaunquedemasiadosalvajescomoparaserconsideradobienparecido.Scammelldabalasensacióndeserunapersonaalaquenadapodíasorprenderenaquelmundocruel.

—¿Es usted el sargento Scammell? —preguntó Vane para ocultar laconmociónquehabíasentidoalreconocerle.

—¡Señor!Scammellaúnlucíaunacicatrizenlapiernaproductodeundisparoenuna

nochedeinvierno.Sabíaqueaqueloficialeraelhombreacuyoservicioestabaelsujetoquelehabíaherido.PrecisamenteporesoScammelldesconfiaba.

—MellamoVane,capitánVane.—Le recuerdo, señor.—LosojosdeScammelldiseccionaronel rostrode

Vane,buscandounadebilidadquepoderexplotar—.¿Algunaorden,señor?—Nohacernadaynoabrir labocaanoserqueyoselodiga.—Vanese

giróytiródeunacuerda.Seoyóellamentodeunascampanillasenalgúnlugardellúgubreedificio.

Scammellcontemplaba lacalle:mirabacondesprecioa loscivilesqueseapresuraban a resguardarse de la llovizna. El teniente coronel Elliott,desconcertado, le había dicho que el capitán Vane necesitaba su ayuda.Scammell supo que tal petición, al no ser una orden, probablemente nopresagiara ningún problema. Sin embargo, además de curiosidad sentía ciertonerviosismo.

—¿LehahabladoSamdemí,señor?—MehadichoqueasesinóaunmuchachoenGermantown—dijoVanesin

preámbulos,yviounbienvenidodestellodemiedoenel rostrodelcorpulentosargento.

—Deberíahaberasesinadoamásdeuno—dijoScammellconvozquedaydesafiante.

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Vane ignoró sus palabras. Pensó que quizá había dejado al descubiertodemasiadoprontoelpoderquepodíaejercersobreaquelhombreamedrentador.Sin embargo, hacer tal revelación aseguraría la lealtad del sargento. Y Vanenecesitaba lealtad. Tal necesidad le avergonzaba en extremo, pero tanto laambicióncomoloscelosempujabanaVane,inexorablemente,enesadirección.Se estaba perdiendo una guerra por culpa de los titubeos, había llegado elmomentodequealguienactuaradeformamásbrutal.Vanevolvióatirardelacuerdaylapuertaseabriódeinmediato.Uncentinelabritánicodejóentraralosdos hombres en un amplio recibidor donde parecía habitar una horda dedementesquebabeaban,farfullabanyque,tanrápidocomolespermitieronsuscadenas,seapresuraronainvestigaralosreciénllegados.

—BienvenidosalParlamento,señor—ledijoelcentinelaaVaneamododeconfidencia.

—¿Qué es eso? —Vane se apartó de un hombre medio desnudo quebabeabayqueestabaintentandolamerleelaguadelasbotas.

—Asíescomollamamosaloslunáticos,señor.De una patada, el centinela empujó a unamujer contra la pared. Esta se

sacóunpechodescomunalyseloofrecióalcapitánVane.Scammell,siguiendoaloficial,rioanteelespectáculo.

Vaneesperóaqueel centinelaabriese lapuertaenrejadaque llevabaa lazona del asilo que había sido habilitada como cárcel para los oficialesamericanoscapturados.LanuevaprisióndeWalnutStreetestaballena,yelasilodisponíadeceldas,barrotesycandados,porloqueresultabasertanseguracomocualquier prisión que se preciara de serlo.Y también apestaba a prisión.Vanearrugólanarizdeascomientrasseguíaalcentinelaporunpasilloflanqueadoporceldasquehedíanaexcrementos.Nohabíanadaqueprodujeracalorenaquellaseccióndelasilo;acadaprisioneroseleentregabaunamantarepletadechinchesyunasquerosojergóndepajaparalacelda.Losprisioneros,aquellosquehabíansobrevividoalcrudoinvierno,vestíanharapos,ylamayoríaestabanacurrucadosy temblandodefiebresenunaesquinadesusceldas.Vane,aquienesperaban,fuellevadoaunagranhabitaciónconparedesdepiedradondehabíaunamesayunasilla.Untenientedeaspectoamargado,unodelosoficialesdeserviciodelaprisión,ordenóquetrajeranalprisioneroJamesLynch.

—¿Leapeteceunté,señor?—lepreguntóaVane.—No he venido a hacer una visita social, teniente —dijo Vane con

brusquedad—.Déjenos.Mientras esperaba, Vane sacó de un maletín unos papeles, un tintero y

plumas, y lo organizó todo sobre la mesa. El sargento Scammell, mientrasobservaba al oficial, entrelazó los dedos, puso las palmas de lasmanos hacia

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fuerayestiróhastaquelecrujieronlosnudillos.ElsonidohizoqueVanealzaralamirada.Scammellsonrió.Elcapitán tuvo lasensacióndequeaquelhombrepodíaleerleelalma,asíquefingióocuparsedesuspapeles.

Lapuertaseabrió,yunprisionerovestidoconunafinachaquetadelinoysuciospantalonesdecalicófueempujadodentro.Elhombreteníalacarapálida,debidoallargotiempopasadoentrerejas,yelpeloenmarañado,aunqueatadoalanucade formapatética, comosipretendieradarseunairede respetabilidad.Temblabadefrío.

—¿Otravezusted?—dijoelprisionerorebeldecondesprecio.Vane aún estaba organizando los papeles sobre la mesa y ni siquiera se

molestóenmirarle.—Efectivamente.Buenosdías,teniente.EltenienteLynchgirólacabezayobservódearribaabajoalsargentoque

esperaba tras él. El rostro de Scammell le provocó un escalofrío al oficialrebelde;luegosedirigióaVane.

—Quierolalibertadbajojuramento.—Esodijoennuestroúltimoencuentro.Aquelhabíatenidolugarhacíacuatrodías,alamañanasiguientedelbaile

benéfico,yelresultadohabíallevadoalcapitánVaneasolicitarlosserviciosdelsargento Scammell. Seguía confiando en que tales servicios no fuerannecesarios.

Lynchinsistió:—¡Tengoderechoaello!¡Soyunoficial!Vanefijólamiradaenél.Lynchteníalacarapicadadeviruela,magulladay

escuálida. El hambre y la enfermedad casi habían logrado quebrarlo, pero suexpresiónaúneradesafiante.Vaneseencogiódehombros.

—La libertadcondicional leseráconcedida, teniente,previopagodecienlibras.

Lynch,quenisiquierapodíaimaginarunafortunasemejante,escupióhaciaelinmaculadocapitánVaneamododeprotesta.

—¡Esunderecho!¡Nohacefaltadinero!Vanesonrió.—Haperdidoesederechoalactuardemaneradeshonrosa,teniente.Silos

oficialesamericanospudieranmantenersusjuramentos,talesgarantíasnoseríannecesarias.

—¡Nonecesito leccionesdehonordeun inglés!—Lynchseguía teniendociertodejeirlandés,ytodalaarroganciadeaquellaraza.

—Puesamímeparecequesí—dijoVaneentonojocoso.Lalibertadbajojuramentoservíaparaqueunoficialrebeldepudieravivir

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libremente en la ciudad, aunque también implicaba la promesa solemne de novolver a unirse al ejército de Washington. Demasiados oficiales americanos,haciendo caso omiso a su palabra por considerar el juramento una prácticaanacrónica, y viendo la posibilidad de huir al alcance de la mano, habíanprestado juramento y luego habían desaparecido. George Washington, en suscartasasirWilliam,habíareprobadotalesactos,perosehabíanegadoaentregardenuevoaesoshombresalcautiverio.Lamayoríadelacorrespondenciaentreambos estaba dedicada a cuestiones relativas al bienestar de los prisioneros, yambosbandos,haciendogaladeuncinismosimilar,asegurabanalotroquelosreosrecibíanlasmejoresatenciones.

Vanesonrió.—¿Disponedecienlibras,teniente?—Sabequeno.—Enesecaso,seguirásiendoelhuéspeddeSuMajestad.—Vaneabrióel

tinteroyhundiólaplumaenélcomosipretendieradaraentenderquelacharladistendidahabíaconcluidoyque,ahora,debíancentrarseenelasuntoatratar—.Esel teniente JamesLynch,yeraoficialen laguarnicióndeFortMercer. ¿Esasí?

—¿Porquénonosdandecomer?Solonosdanbazofia,cabrón.¡Esonoescomida!

ElsargentoScammellseapoyócontralapared;parecíaansiosodedarleaaquelrebeldeunaleccióndemodales.Vaneignoróalsargento.

—SesuponequeessuseñorWashingtonelquetienequeproveervuestrasraciones,nonosotros.¿Seríatanamablederesponderalapregunta,teniente?

—Sabe perfectamente quién soy. ¿Cuántas veces necesita preguntármelo,inglés?

—Tantascomoseanecesario—dijoVaneimpasible.EscribióelnombredeLynchenunahojanuevadepapel—.¿RecuerdaelataquedeloshesianosaFortMercer?

—Recuerdohabermatadoaunoscuantosdesushijosdeputa.—¿Quiénlesavisódelataque?—Nadie.Hasta el momento el interrogatorio había seguido la línea de la primera

entrevista: protestas virulentas relativas a las condiciones de la prisiónintercaladasconnegativas.Vanedejóqueelexcesodetintagoteasedelapuntadelaplumayluegolapusoalladodelahojadepapel.

—LedijoalmayorZeiglerqueleshabíanavisado.Quierosaberquiénleshizollegarelmensaje.

—Nohubomensaje.

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Vane se puso en pie, se acercó a la pequeña ventana de barrotes ymiróhacia el patio, donde crecían pequeños parches de hierba nueva y verde a lasombradeunárbolmuertoynegro.

—Había un bastión cerca de Fort Mercer que la guarnición habíaabandonado.Lanoche antesdel ataque fue reocupado.No sehabría llevadoacabonadaparecido,teniente,sinohubieranrecibidoavisodequeerainminenteunataque.—Vanesevolvió,susbotasrascaronlapiedra—.Séquelesavisaron.Alardeó de haber recibido elmensaje cuando le capturaron. Tengo constanciaescritadesuspalabras.

—Mentí. No nos avisaron. Les dimos una buena paliza, inglés, y lossacaremosapatadasdeestepaís.

Vane suspiró y volvió a la mesa. Quería el nombre del mensajero. Elmensajerolellevaríaalsiguienteeslabóndeesacadenadetraición.Buscóentrelospapelesqueteníaenlamesaysacóunoselladoconlacre.

—Esto,teniente,esunsalvoconductoenvirtuddelcualestoyautorizadoallevarle hasta nuestro punto de avanzada enWissahickon Road. Allí le seránentregadosuncaballo,ropasydinero.Desdeallípodrádirigirseadondedeseedentro de las colonias.—Colocó el documento sobre lamesa para queLynchpudiera leer loqueponía—.Todo loque tienequehacer esdecirmequién lesavisódelataqueaFortMercer.

LynchmiróeldocumentoyluegoaVane.—Quelejodan.Vaneseacercóalrebelde.—Pero qué oficiales más distinguidos se ve rebajado a aceptar el señor

Washington.Nomeextrañaquesushombrescorrancomoconejosencombate.—VanemiróaLynch fijamente,comosi leestuviera retandoaque leatacase.Lynchparecióestarapunto,perosecontuvo.Elcapitánsuspiró.

—SargentoScammell.—¿Señor?—¿Haoídolaspreguntasqueheformulado?—Contotalclaridad,señor.—Quizáustedseamásventurosoalahoradecolegirunarespuesta.Scammellcomprendió loqueserequería,aunquenoelsignificadoexacto

dealgunasdelaspalabras.—Puedeser,señor.Aunqueantesmegustaríahablarenprivado.Vanesevolvió,asombradopor laactitudun tantodesafiantedelsargento,

aunque incapazdehacernadaal respecto.Laordenque le acababadedarerailegal, y Scammell lo sabía, así que Vane no pudomás que asentir y señalarhacialapuertaconelmentón.

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—Fuera.Estuvieron fuera cinco minutos, tiempo durante el cual Lynch pudo

reflexionarsobreloqueleaguardaba.CincominutosenlosqueelcapitánVaneselló un pacto con el diablo y en los que el sargento Scammell descubrió ladesesperadanecesidaddevictoriaqueardíaenlasentrañasdelcapitán.

Concluidos los cincominutos, la puerta de la celda volvió a abrirse y elsargentoScammellagachólacabezaparaentrar.Entróasolas,echóelcerrojoymiróaLynchalosojos.

—Tieneunminutoparacontármelotodo,chupapollas.—Soyunoficial,sedirigiráamí…Scammellnosemolestóenesperarunminutoyempezóatrabajar.Christopher Vane se alejó del ruido. Quería respirar aire puro, limpio de

oloraexcrementosyhorror.Apartóaloslunáticosapatadasysalióalacalle,donde,apoyadoenlosmurosdelasilo,llenólospulmonesconelairehúmedoyfríodeabril.

Lo que estaba haciendo estabamal, y lo sabía. Era deshonroso, y eso leatormentaba. Sin embargo, a pesar del deshonor y del pacto sellado con elsargento, podía llegar la llave que abriera la puerta de la victoria. Había untraidor,yeraalguiencercanoasirWilliam,ynopodríahabervictoriafinalsinose apresaba al traidor. Y la victoria, quiso convencerse Vane, justificabacualquier acto, pues esta desalentaría a los franceses y aplastaría la insolenterebelión. Aquella primavera, a pesar de las vacilaciones de sir William, quemanabandesudeseodepaz,elejércitotendríaquehacerungranesfuerzoparaatrapar y destruir al ejército rebelde, pero todo esfuerzo sería en vano si erantraicionados.AsíjustificabaVaneloqueestabaocurriendoenaquellahabitaciónhúmeda, fría y desnuda.Y, sin embargo, elmiedo a ser descubierto le estabarevolviendolastripas.

Eltintineodeunosarreoshizoquegiraralacabeza.Porlacalle,tiradodedos caballos grises, venía un faetón alto de ruedas amarillas y caja colorescarlata. Sentado en el pescante del conductor, llevando las riendas con elaplomodecualquierconductor,estabasirWilliamHowe.TrasélseencontrabaLizzieLoring.

ChristopherVanenoquería servisto,y sevolvió.Seestabaocultandodelos suyos, como un criminal, y sintió la necesidad de volver a entrar en elmanicomioparaponerfinalasalvajadaquepodíaacabardestruyéndole.

Una vez dentro, oyó los horrísonos sonidos que, poco a poco, ibanmuriendo.Llevóuntotaldeveinteminutos,peroalfinalelsargentoScammellemergiódelaceldacontodaslasrespuestasqueelcapitánVanebuscaba.

—FueuncerdollamadoDavieLogan,señor.—Scammellteníalasmanos

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empapadas de sangre—.Es barquero, señor, río arriba.Tiene un solo ojo y lanarizrota.

Vanesequedómirandoalenormesargento.—¿Noesdelaciudad?—Ríoarriba,señor.Unascuantasmillas.—Jesús—dijoVanequedamente.Esperabaqueelsujetofuesealguiende

Filadelfia.Esperabahaberle oído el nombre aMarthaCrowl, y ahora tenía unnombre que no significaba nada de un sujeto que vivía lejos de su área deinfluencia.Juróparasí—.¿Estáseguro?

—Completamente—dijoScammellconvozadusta.—¿Cómoestáelprisionero?—preguntóVaneconindiferencia.—Agonizando,señor.VanemiróaScammellalarmado.—¿Agonizando?Scammell,queyalehabíatomadolamedidaaloficial,sonriódesdeñoso.—¿Y qué demonios esperaba? ¿Cómo iba a explicar una paliza a un

yanqui?—¡Leordenéqueleatemorizase!—Yasílohehecho—dijo,implacable,elsargento.—¡PorDios!—Vaneseacercóalapuertadelacelda,miródentroyapunto

estuvodevomitardenuevo.Tuvoqueapoyarseenelmarcodelapuerta—.Diosmío.

—Diréqueleatacó,señor.—ElsargentoScammellnoparecíaafectadoporelamasijosangrientoyespasmódicoqueyacíaenelsuelo—.Quetuvimosquematarle,¿verdad?Sevolvióloco.

Vaneeraincapazdearticularpalabra.SuintenciónhabíasidoatemorizaraLynch, había querido que confesara el nombre, pero jamás había pensado entamañasalvajada.Hizoloposibleporcontenerlasarcadas,yluegopensóque,aligualqueelsargentoScammell,podíanacabarenlahorcaporaquello.Sedoblóporlamitad.Sentíanáuseas.

Scammell pasó a su lado y desenvainó su bayoneta. Se inclinó y Vaneapartólamiradaatodaprisa.LarespiracióndeLynch,quehastaesemomentohabíasidopesadayquejumbrosa,sedetuvoderepente.

Scammellsepusoenpie.—Nohabráproblemas,señor.—Jesús.—AVanelecostabarespirar.—Le atacó, luchó como un maldito lunático y tuve que matarle. —

Scammellsecólasangredelabayonetaysaliódelacelda.Ahoraeraélquienestabaalmando.

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Vaneasintiólentamente.—Sí,sargento.—Noeselprimerprisioneroquesevaalinfierno,señor.Vanenecesitabaconsueloinmediato.—Seguroqueno.—¿QuéhaydeMaggie,señor?—Scammell,másaltoqueVane,observaba

aloficialcomosifueraunconfidente—.¿Estanoche?El tono conspirador y confidencial del sargento laceró la autoestima de

Vane.Elcapitánseirguiópararetomarelcontrolenaquellaterriblerelación.—Seledevolverácuandoselahayaganado,sargento.Losojosdelsargentoseencendierondeiradesafiante,perodespuéselya

instintivorespetohacialaoficialidadsesobrepuso.—¿Cuandome lahayaganado, señor?—preguntóel sargentomirando la

celda—.¿Acasonoesesopruebasuficiente?—Cuandodescubraqueestehombrelehadicholaverdad.—Hadicholaverdad—dijoScammell,terco.—Esotendréqueaveriguarlopormicuenta,¿nocree?—Vanepercibióque

recuperabasuvozautoritaria—.Mientrastanto,sargento,nohablarádeestoconnadie.

—Nosoyelchicodeuncoro—dijoScammellconvozcáustica.—No,noloes.Vanesealejódelaceldaparacontarlamentirasobreelcrimencometido,

aunque también con el nombre de Davie Logan en la cabeza. Aquel era elsiguiente peldaño en ese camino de sangre. Logan. Vane se preguntó cómodemonios iba a encontrar a eseLogan, pero debía dar con el sujeto, pues, delmismomodoqueLynchloshabía llevadoaLogan,Loganllevaríaalsiguientetraidor,yestealsiguiente,hastaqueelúltimodeleslabónestuvieraamerceddeVaneyyafueraincapazdetraicionarlacausadelrey.

UnacausaporlaqueVanehabíaemprendidoelcaminodelhorror.Perolohabíahechoasabiendas,porqueeraelcaminoquepodíallevaralavictoria.

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32

El general Charles Lee se despidió de Filadelfia en abril. Ya no vestía suuniforme de general de caballería polaco, sino el más austero atuendo delejército continental. Se le había facilitado un carruaje de viaje para sucomodidad,cuyotechoibarepletoderegalosdelosoficialesbritánicos.Habíacajasdevinoacolchadasconserrín,dosjamones,unbarrilconostrasencurtidasyunpardebotasdemontardelamejorcalidadmanufacturadasporelzapaterolondinensedesirWilliam.

—Levendránbienparahuirmásaprisa,Charlie.—Leecharédemenos,deverdadquesí.—LeeseabrazóasirWilliamy

luego besó a la señoraLoring—.QueridaLizzie, ¿no puedo convencerla paraquemeacompañe?

—Lecapturaremosdenuevo,ypronto,Charlie.—¡Quéfácileshacerpromesas!—LeevolvióaabrazarseasirWilliam.Lapenaporladespedidaeragenuina.—InformealgeneralWashingtondemipropuestadepaz—lerecordósir

William.—Loharé,yleanimaréaaceptar.LeesesubióalasilladeunadelasyeguasdesirWilliam.Leecabalgaríala

primera docena de millas en el animal prestado, y solo entonces usaría elcarruaje, que, a pesar de lo caluroso del día, tenía cortinas de cuero tras lasventanas.

MediadocenadeoficialesdelEstadoMayor,ChristopherVane,JohnAndreylordRobertMassedeneentreellos,haríanlaprimerapartedelrecorridoconelgeneralrebeldedestinadoalintercambio.Lanocheanteriorunafuerzamixtadeinfantería británica y caballería lealista había avanzado y atacado uncampamentorebeldeentornoaunapostallamadaCrookedBillet.LosoficialesdelEstadoMayor,depermiso,acompañaríanaLeehastaallíyluegovolveríanala cabeza de aquellas tropas. Seis sirvientes, incluido el soldado Sam Gilpin,llevabanvinoycomidaparacelebrarunalmuerzodedespedidaalairelibre.

—¿Aquiéntieneocultoenelcarruaje,Charlie?—preguntósirWilliamentonojocoso.

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—Aunadocenadesusdesertores,señor.SirWilliamserio.—QueDioslebendiga,Charlie.—Igualmente,señor.Ambossedieronlamano,yentonceselcocherohizochascarellátigoylos

caballos emprendieron el trote sobre los adoquines del patio exterior haciaMarketStreet.Leeylosoficialesbritánicoscabalgabanencabeza,mientrasquelossirvientesibanalazagadelcarruaje.

El séquitodeLee seentregóauna felizcabalgada.Losoficialeshicieronalardedesuhabilidadcomojinetesporlascallesdelaciudad,luegogaloparonatravésdeNorthernLiberties.Porvezprimera,elterritorioqueseextendíahaciael norte estaba libre de patrullas rebeldes, y los jóvenes casacas rojas podíancabalgaraplacer.

Eraelprimerdíadelañoquedisfrutabandetandespreocupadalibertad.Alo largo de la primavera, las patrullas rebeldes habían tendido emboscadas yatacadoa laspartidasde forrajeadoresque aúnbuscabancomidaoculta en lasgranjas del norte. Amedida que el tiempo fuemejorando, y amedida que latierrase tornómásbenignapara lasoperacionesacaballo, laactividadrebeldehabía aumentado. Las encarnizadas escaramuzas habían dejado casacas rojasmuertosengranjasymaleza.Enlosbosquesquecrecíanentrepradoyprado,losamericanos estaban en casa, y las compañías británicas, entrenadas para lasmaniobraspropiasdelabatallaacampoabierto,eranvulnerables.Losrebeldes,acostumbrados ahora a la victoria, abucheaban a sus enemigos, torpes en eseestilodeguerra.

Pero la victoria también había hecho que se confiaran demasiado. El díaantes de que Lee partiera para unirse al ejército deWashington, las patrullasrebeldes se concentraron hasta sumarmás demil quinientos hombres. Teníanproyectadobarrerlacampiñahastallegaralaslíneasdefensivasdelaciudadyatacar a las partidas destinadas a la tala de leña y encargadas de suministrarcombustiblealaatribuladaciudad.

Pero un granjero lealista había llevado a la ciudad aviso de laconcentración, y los británicos, conocedores del paradero del enemigo, habíanorganizadounataquenocturno.

—Porlovisto—dijolordRobertMassedene,queseacercóaltroteaVaneyseñalóhaciaunacolumnadehumoquesealzabaenelhorizonteprimaveral—,hemostenidoéxito.

—Si hubiéramos fracasado ya lo sabríamos —dijo Vane con ciertadescortesía.

Aún le caíamalMassedene, y esa animadversión estaba alimentada, aún

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más, por los celos que le había provocado la viuda durante el otoño anterior,aunque, al trabajar tandecercaenelEstadoMayorde sirWilliam,nopodíanignorarse.Vanetratabaallordcondistanteeducación,mientrasqueMassedene,parasecretodesagradodeVane,seguíaactuandocomosinopasaranada.

—Estamañanatienesmejorcara,Vane.—¿Mejorcara?—Todoscreíamosquehabíascogidounasfiebresestosdíasatrás.Teníasa

Billypreocupado.Vanerecordóalinstanteelbultoensangrentadoyespasmódicodelacelda

delasilo.Laculpase leenrollóen las tripascomounaserpiente;sintió frío,yespoleóasucaballoparaqueMassedenenolevieralacara.

—Unmeroresfriado,milord,nadamás.—Billycreíaqueestabasdeseosodeentrarenacción.—¿Acasonoloestamostodos?—dijoVane.Habíaun tintedepetulanciaensuvoz,unapetulanciaquecompartíacon

muchosenelejércitodesirWilliam.Habíallegadolaprimavera,peroelgeneralnomarchabacontraelejército

rebelde. Las tropas seguían holgazaneando en sus cuarteles de invierno,preguntándose si los rumores sobre los franceses, sobre la renuncia de sirWilliam y sobre las negociaciones de paz eran ciertos. Algunos oficiales,resentidos con el hecho de no poder desenvainar las espadas, refunfuñaban ydecían que sir William amaba más América de lo que amaba Gran Bretaña.Otros,comoVane,leanimabanamarchar.Peroelgeneralpedíapaciencia.

—Dentro de poco les ofreceremos un tratado de paz muy generoso. Noprovoquemossuodioahoraquebuscamossuamistad.

Sinembargo,elgranjerolealistaquehabíasidotestigodelaconcentraciónde tropas rebeldes en la posta deCrookedBillet había forzado lamanode sirWilliam. Tal alarde de fuerza por parte de los americanos, tan cercano a laciudad,nopodíaserignorado.Yasí,amediodía,losoficialesquecabalgabanencabezadelcarruajepasaronporellugarenelquehabíatenidolugarlacarniceríanocturna.

Seiscasacasrojashabíanresultadoheridosdurantelaoperación,peromásdeuncentenarderebeldesyacíansinvida.CharlesLee,montadoenlayeguadesirWilliam,observóloscuerposconhorror.

—¿Quéhaocurrido?—Huyeron—dijo,riéndose,unmayordelosrangersdelaReina,ataviado

con su uniforme verde. La caballería lealista luchaba una guerra encarnizadacontra sus compatriotas rebeldes—. Los centinelas estaban dormidos, comoocurrióenPaoli’sTavern.

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Christopher Vane cabalgó al paso entre los cuerpos. Las hogueras delcampamento rebelde aún humeaban.Había un saco de harina demaíz junto aunade lashogueras,ya su ladounpardebotasdemasiadodestrozadascomoparaservirdebotín.Eldueñodelasbotas,conloscalcetinesllenosdeagujeros,yacíasinvidaporuncortedesableacincopasosdedistancia.Loscasacasrojaslehabíanarrancado las ropasenbuscademonedas,puesalgunoshombres lasescondíanentrelascosturasdelaschaquetasylospantalones.Unacantimplorabritánica de latón, atravesada por una bayoneta, le colgaba del cuelloensangrentado.

—¿Quiéneseran?—preguntóLee.—Los hombres de Lacey —dijo el mayor de los rangers, satisfecho de

jactarsedesuéxitoanteelgeneralrebelde.—Nostraicionaron—dijoLeeconamargura.—Que sirva por las veces que nos han traicionado a nosotros—dijo el

mayorcondureza.Leesacóasuyeguaprestadadeallí.LapostadeCrookedBilletaúnardía.

Unadelasvigasdeltechosedesplomóprovocandounremolinodepavesasquehizoqueelanimalseasustara.Ungranero,en laparte traserade laposta,quehabíasidoutilizadocomoalmacéndepaja,noeraahoramásqueunmontóndecenizas. Entre las brasas, envueltos en humo, Lee pudo ver un grupo decadáveresrenegridos.Elaireolíaacarneasada.

—¿Patriotas?—preguntóLee.Elmayorasintió.—Selesincendiólapajacuandoabrieronfuego.—Riocomosiconsiderase

queeldestinodelosrebeldeserabienmerecido.Leeespoleósumonturaparaalejarsedelaterribleescena.Vanepermaneció

allí.Loscadáverescalcinadosleresultabanfascinantes.Estabanchamuscadosyencogidosporlasllamas,tansoloeranreconociblescomohumanosporlaformadesuscuerpos.Sevolvióaloírloscascosdeuncaballoasuespalda.EraSamGilpin,que,atraídoporsumismacuriosidad,seacercabaaverloscadáveres.

—Esoteenseñará,Sam,anoabrirfuegocuandoestésenungranerorepletodepaja.

—No abrieron fuego, señor. —Vane levantó una ceja y Sam, quecontemplabaelhorror,sintiólanecesidaddeexplicarse—.Losempujarondentrounavezquehabíaempezadoelfuego.

Vanesoltóunaabruptacarcajada.—Nodigastonterías,Sam.—Esoes loqueestándiciendo,señor.—Samseñalóconelmentónhacia

unadocenadehombresconeluniformeverdequedescansabanmásalláde la

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posta—.Estánjactándosedeello,señor.—¿Empujadosdentro?—Lo negarán, señor. Pero el mayor tuvo su parte en ello —dijo Sam,

haciendo un gesto con la cabeza hacia el oficial de los rangers, que habíaadoptadoelpapeldeguíatriunfaldelamasacreparaCharlesLee.

VanesupoqueSamdecíalaverdad.Lossoldadosrasosalardearíandealgoasí con otros soldados rasos como Sam, pero el horror sería negado convehemenciaporlosoficiales.

—¿Tehandichoporquélohanhecho?—Unodeellosdisparóaunodelosnuestrosporlaespalda.—Enesecasolomerecían.Asíaprenderánanosertraicioneros.Samhizounamuecaaloírelcruelcomentario.—HablacomoelsargentoScammell,señor.Eljoven,queseguíaintrigadoporladiatribadeVaneenlosestablos,había

dicho el nombre del sargento a sabiendas, pero lo que no se esperaba fue elefectodesuspalabras.VanetiródelasriendasdelcaballoyseencaróconSam.Losmúsculosdelcuellodelcapitánsetensaron.

—¿Cómoteatreves,Gilpin?¡Malditocerdoinsolente!—Señor,yo…—¡Y cierra la puta boca cuando te hablo! ¡PorDios, te olvidas de quién

eres!¿Creesqueporelhechodesermisirvientenoestássujetoaladisciplina?¡Podríaordenarqueteazotaran,soldadoGilpin,hastaquelasangreteempapelasbotas!¡Noloolvides!

LeeyAndre, alarmadospor el estallidode furia, se dieron la vuelta paraescuchar.Samnodijonada.EraconscientedelofebrilysensiblequeestabaelcapitánVanedesdeeldíaenqueconocióaCarolineenlaiglesia,aunqueaúnnohabíavistoenélunaexplosióntaldecólera.

—¡Meponesenfermo!—gritóVane—.¡Eresuncateto!¡Unignoranteyundescarado!¡Metienesharto!¡Apártatedemivista!

—Lolamento…—¡Vetealamierda!Sam hizo dar media vuelta a su yegua. John Andre, preocupado por la

situación,espoleóelcaballoyseacercóaVane,peroestehundiólostalonesenloscostadosdelsementalypasódelargoparadirigirsealmayor.

—Deberíadecirlesasushombresquesecallaranlaboca,mayor.ElrangermiróaLee,peroelgeneralrebeldeestabalobastantelejoscomo

paranooírloquesedecía.—¿Porqué?—Sabeperfectamenteporqué.—Vaneaúnhablabaconrabia.

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Elmayor,quehabíasidogranjeroenPensilvaniaantesdeempuñarelsable,sesintióinsultadoporeltonodevozdeVane.

—¿Quiénesustedparadarmeórdenes,capitán?Vanerespiróprofundamenteparacalmarse.—MellamoChristopherVane,señor.FormopartedelpersonaldelEstado

MayordesirWilliam.—YosoyMoir,mayorWilliamMoir.Moir era un hombre corpulento de cara demacrada y manos lo bastante

grandescomoparaestrangularaunbuey.LosojosdeMoirnoparabanquietos,semovíandeunladootrosincesar.Eraunacostumbreadquiridaenlosbosques,donde,al igualque todos los rangers, jugabaalgatoyal ratóncon loshábilesexploradoresamericanos.Teníaarrugasentornoalosojos.

Vane,quenoqueríaofenderaloficialamericano,sonrió.—Mayor,metraesincuidadoquehagaquemarvivosatodoslosrebeldes

quehayde aquí a lasmontañas.Yomismo le ayudaré a echar a esoshijosdeputaalasllamas,perohagaquesushombresguardensilencioalrespecto.

Moir hizo un seco asentimiento. Miró sin emoción hacia el granerohumeantedondeyacíanloscuerpos.

—Losmuycabronesnosdispararonporlaespalda.Yanoshabíamoshechoconlaposta,perodispararonigualmente.

—Enesecasohizolocorrecto,perosirWilliamnosemostraríasatisfechosilosupiera.

Moiresbozóunaleveydesagradablesonrisa.—Hay muchas cosas de las que pasan aquí que a sir William no le

gustarían.Noesqueestaguerraseaentrecaballeros,capitán.—Puedo asegurarle que sirWilliam no se enterará pormí.—Vane sintió

que se desprendía de una pesada carga. Al menos no era el único queconsiderabaquelabrutalidaderaunclarocaminohacialavictoria.

Pormuyqueridoque fuera sirWilliam, su estrategia tenía a los soldadosencorsetadoshasta la asfixia.Una rebeliónno sederrotaba siendoconsideradoconlosrebeldes,sinoabasedebrutalidadyfuerza.

—Acambio,mayor,quizápuedaayudarme.Los ojos de Moir, por vez primera, se quedaron inmóviles al observar

suspicazmentealelegantecapitánVane.—¿Unfavor?—¿Conoceestazona?—Mecrieaquí.Vanesintióesperanzasrenovadas.Habíaobtenidounnombreenunacelda

sangrientadelmanicomio,peronadiedelaciudadsabíadequiénsetrataba,yel

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capitánVanehabíaempezadoasumirseenladesesperación.—EstoybuscandoaunhombrellamadoDavieLogan.Estuertoytienela

narizrota…—Conozco aDavie—le interrumpió elmayor—. Le rompió la nariz un

predicador borracho, en el molino, y perdió el ojo cuando la esposa delpredicadorleatacóconunespetóndechimenea.

Vane,apesardesuemoción,sonriódivertido.—¿Unpredicador?—Unbaptistaempapadoenron—dijoMoircondesprecio—.¿Porquéle

busca?Vanenorespondióalapregunta.—Tengoentendidoqueesbarquero.—Cualquieraquetengaunboteenelríodiceserbarquero—dijoMoir—.

Davieesalgomás.Suelellevarcomidaalaciudad.—¿Ymensajes?—sugirióVane.Una vezmásMoirmiró fijamente a Vane. Pensó unos instantes y luego

asintió.—Puedeser.—Sutonodevozdabaaentenderquejamáshabíavaloradotal

posibilidad, pero que ahora, al pensarlo, tenía sentido—. ¡PorDios, sí! ¡Llevacomida a la ciudad! ¿Por qué iban a dejarle esos cabrones hacerlo si no es acambiodealgo?¡Dios!—Moirsegolpeó laenormepalmade lamanoconunpuñoigualdegrande;luegomiróaVaneconpreocupación—.¿Estáseguro?

—SéqueavisóalosdefensoresdeFortMercerdenuestroataqueelotoñopasado.Unprisionerolohaconfesado.

Moirnoparecíaconvencido.—Esoshijosdeputasoncapacesdedecircualquiercosaporunmendrugo

depan.Vanedecidióqueteníaqueofreceralgoacambiodelosconocimientosde

Moir.Segiróenlasillaymiróhacialoscuerposchamuscados.—HaycosasquepasanenlaciudaddelasquesirWilliamnotieneniidea.

—La silla crujió cuando Vane se volvió de nuevo para mirar al mayor—. Elprisionerodijolaverdad.¿CómopuedodarconLogan?

—Esuncabrónescurridizo.Encuantopresienteelpeligrosehacealrío.—Moirmiróhaciaelnorte—.Yhayunascuantascasasrebeldesentrenosotrosyél.

—Perosihaceentregasdecomidaalaciudad,¿noleencontraréallí?—Es un lugar grande —dijo Moir sin más—. Y puede que no haga el

recorridocompleto.Quizáseencuentreconotrobarcoamitaddecamino.—Seencogió de hombros y Vane sintió que sus esperanzas, una vez más, se

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desvanecían.Moirnegóconlacabeza—.Haypocoqueentregarenestaépocadelaño,capitán.PuedequeDavienobajeelríohastadentrodeunpardemeses.

Vanemirópensativoalaspequeñascolumnasdehumo.—¿Podríadarconélunapatrulladerangers?—Nadame produciríamayor placer—dijoMoir, ceñudo—. Pero para ir

hastaallínecesitamosunpermisoexpresodesirWilliam.—Loobtendré.—Nose lodarán.—Moirserio—.Por loqueparece,ahora tenemosque

hacernos lossimpáticosconesoscerdos.Solosenospermitióvenirhastaaquíporqueesosneciostuvieronabiensubirsesolosalcadalso.—Moirchasqueólosdedosdepronto—.HayunhombrequeconoceaDavieLoganyquetrataconél.EzraWoollard.

—¿ElcapatazdeBecket?—Ezraseenteradetodoloqueocurreenelrío.—LaalabanzadeMoirfue

poco entusiasta—.Si hay alguienque conozca losmovimientos deDavie, esealguienesWoollard.

—Por Dios, que me ha sido de gran ayuda.—Vane había llegado a uncallejónsinsalidahastatoparseconaquelenormehombredePensilvania.

Moirhizoungestohaciaelgranero.—Ynodiránada…—Mi querido mayorMoir, abrieron fuego estando dentro de un granero

lleno de paja.—Vane, alertado por un gesto de alarma deMoir, se volvió ycomprobóqueCharlesLeeseacercaba.

Elgeneralrebeldealzólamano.—Esperoquesepadisculparme,Vane.Nopuedosoportarlaideadecomer

aquí.—Le echaremos de menos, señor —dijo Vane, quien, olvidándose de

momentodelasrevelacionesdeMoir,yvolviendoaadoptarlaposeelegantedeunoficial delEstadoMayor, llevó a su caballohasta el carruaje—.Quizánosencontremosenelcampodebatalla.

—Ano serqueBilly logre sellar lapaz—dijoLee esperanzadomientrasobservabaelgraneroconhorror—.Vendremosacomercuandoseamosamigosdenuevo,Vane.Seré ungranhombre enunpaís nuevo.Puedeque incluso leponganminombreaalgunaciudad.

JohnAndresehabíaunidoaellos.—Iréasuciudad,Charlie.Estoyconvencidodequeseráunlugardedicado

aladiversión.Leetiródelasriendasdesucaballo:lehabíaacudidoalamenteunhorrible

pensamiento.

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—¡Diosmío!¿CreenquelepondránaalgunaciudadelnombredeGeorge?¡Qué lugar más aburrido sería! —rio, y se dejó caer del caballo prestadodeslizándose—.QueDiosleguarde,Vane.

—Hastaahoranolohahechomal,señor.—VaneestrechólamanodeLee.ElrestodelosoficialesdelEstadoMayorseabrazaronaLeeoledieronun

apretóndemanos.Aúnlefueronentregadosmásregalosalgeneralrebelde,asícomo una lluvia de parabienes y una saludable batería de bienintencionadosinsultos. El cochero, que volvería a la ciudad cuando hubiera concluido laentrega,observóconestoicismoelpaisajesoleadoqueteníadelanteyenelquelasmoscassearremolinabansobreloscuerposcalcinados.

—¡Podrán comer conmigo cuandocaiganprisioneros!—Lee lesdedicó alosoficialesunareverenciayabriólapuertadelcarruaje.

JohnAndre,queseacercóalacarroza,creyóverenelinteriorlasiluetadeunamujercubiertaconunchal.

—¿Quiénes,Charlie?—Parte del botín que me llevo de Filadelfia.—Lee cerró la puerta con

presteza,perosubiólacortinaybajólaventana.Actoseguidogolpeólapuertadelvehículodosveces—.¡Suerte,bastardos!

—¡Suerte,Charlie!El carruaje empezó a avanzar yAndre intentó ver quién era lamujer del

chal,peroestamanteníaelrostrooculto.Lacarrozadiounosbotesalbordedelacarreterayluegotraqueteóhaciaelnorte.Cuandoestabaaunasveinteyardasdedistancia,unabanderarebeldesurgiódelaventana.

—¡Menudocabrón!—rioAndreanteelúltimogestodedespedidadeLee.Entonces, de pronto, la otra ventana se abrió y una muchacha asomó la

cabeza.—¡Sam!¡Sam!Sam, que estaba desplegando la comida en un prado más allá de la

carretera,alzólamirada.—¡Adiós,Sam!—EraMaggie,sinelchalyconelcabellosuelto,felizmás

alládeloquepodíahabersoñado,yviajandoparaserpresentadaanteelgeneralWashingtoncomolaseñoraLee—.¡Venavisitarnos,Sam!

Samselaquedómirandoyseechóareír.Ledijoadiósconlamanoylelanzóunbeso.Maggiehabíaencontradosuparaísomásalládelascolinasysedirigíahaciaélenuncarruaje.

ChristopherVaneobservabahorrorizado.—¿Quéocurre,Kit?—lepreguntóAndreasuamigoconpreocupación.—Sacharissa—dijoVanecomosiestuvieraentrance.Andreserio.

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—¡Loes!¡UnhombreafortunadoesteCharlie!—¡Malditosea!¡Selaprometíaotrapersona!—Hay muchas más en el lugar de donde viene —dijo lord Robert

Massedenesecamente.Pero Vane estaba pensando en el sargento Scammell, en su pacto con el

diablo, y se preguntaba cómo iba a honrar tan horrible pacto. Aunque eseproblemapodíaesperar,yaqueestabacercadelsiguienteeslabónenlacadenade traición que le llevaría hasta el enemigo que había en el entorno de sirWilliam.Enuncampoenelqueeloloracarneasada lehabíadadoconsuelo,Vaneteníaesperanza.

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Alamañanasiguiente,despuésdesuexcursiónaCrookedBillet,SamvolviódeejercitaraloscaballosyseencontróalsargentoScammelldepieenlacocina.

—¡SeñoritaSam!—dijoelsargentomientrascortabauntrozodequeso—.¿Teestoyensuciandolacocinita?

—¿Quédemoniosestáhaciendoaquí?—Noseasgrosero,Sam.Esasnosonformasdesaludaraunviejoamigo.

—Scammell dio la vuelta a lamesa blandiendo el cuchillo del queso como sifueraunarma.ApoyólapuntadelahojaenlatripadeSam,peroelsoldadonise movió ni dio muestras de tener miedo. Scammell se rio—. No se me haolvidado,muchacho.Tedebounapaliza.

—Cuandosea,sargento.—No, chico. Cuando yo quiera. —Scammell apretó el cuchillo con la

fuerzasuficienteparaatravesarlaviejacasacadeSamyrozarlelapiel,luegoloretiróylolanzóalamesa.

—Heoídoquemiputasefueconunpimpolloyanquiayer.—Alfinhaencontradounhombre—dijoSam.Scammellhizooídossordosalinsulto.—Mucho más de lo que hubiera encontrado en tu hermano. ¿Es este tu

uniforme?—ScammellpalpólanuevacasacarojadeSam,quecolgabasobreelhogar.Samlahabía limpiadoyplanchadoporque teníaqueservirenunacenaelegantequedabasirWilliamesatarde.TodoslossirvientesdelosoficialesdelEstadoMayordebíanacudir.

—No—dijoSam—.Noesmío.—Entonces no importará si se mancha, ¿verdad? —Scammell cogió un

trozodecarbóndelamesa.—Nolohaga—advirtióSam.Scammellsevolvió,miróaSamalosojosy,suavemente,volvióadejarel

trozodecarbónenlamesa.—Teestásvolviendouninsolente,Sam.Mehancontadoqueayerenfadaste

atupimpollo.Silohacesotravez,temandarádevueltaconmigo,¿sabes?Sam no dijo nada. El capitán Vane, desde su estallido de cólera el día

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anterior,sehabíamostradodistanteconSam,yelsoldadotemíaexactamenteloque estaba diciendo Scammell. Sam no comprendía lo que le había pasado alcapitán,tampocolaconexiónqueVaneteníaconaquelsargentoastutoymedioloco.

Scammellrioentredientes.—Tupimpolloesunbuentipo.Noestanblandocomocreía.Unospocos

máscomoélynoestaríamoslloriqueandoporlasesquinasdeestaputaciudad.Les estaríamos dando a los rebeldes una buena tunda. —Scammell peló lacortezadelquesoy ladejó caer al suelo—.¿Cómoesta esaputita tuya?Hacetiempoquenolaveoporahí…,yesoquemantengolosojosabiertos.

—Noesmía.—Quizá me ponga a buscarla.—Scammell miró a Sam de reojo—.Me

haríaganarunbuenpuñadodepeniques.Puedequetupimpollomelaconsiga,Sam.TeníapensadodevolvermeaMaggie…

—Mentira—dijoSamdescreídoyentonoburlón.—¡Señor!—Scammell dejó caer el queso y adoptó la posición de firmes

cuandoelcapitánVaneabriólapuerta.VaneparecíaavergonzadodeveraSam.—Hasvueltopronto.—Despuésdelodeayernoleshacíafaltamuchoejercicio,señor.Vanegruñó.—Supongoqueno.Tome.Esa última palabra estaba dirigida al sargento e iba acompañada de una

bolsademonedasquetintineaba.—¡Señor!¡Gracias,señor!—DeprontoScammellsevolviómuycorrecto.—Puederetirarse,sargento.—¡Señor!Scammelldiomediavuelta,pisólacortezadequesoconsubotaderechay

actoseguidopasójuntoaSamysedirigióalpequeñojardíntrasero.Samsintióquelatensiónseevaporabadesucuerpocuandoelsargentose

fue.ElcapitánVane,incómodoporelhechodequeScammellhubierasidovistoenlacasa,palpólacasacacolgadadeSam.

—¿Leheoídodecirqueyoleibaadevolverasuesposa?—Sí,señor.—LavozdeSamaúnvibrabaconresentimientodespuésdelo

ocurridoeldíaanterior.VanefruncióelceñoaloíreltonodeSam.—Hay cosas que son difíciles de comprender en una guerra, Sam.Cosas

crueles.Era evidente que el capitán estaba usando un tono conciliador para

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enmendar lo sucedido en la posta. Pero Sam no estaba de humor como pararecogerlaramadeolivo.

—PeroMaggieeraunamuchachaagradable,señor.—¿Agradable?—dijoVaneatodaprisa—.¿Agradable?Túeresagradable,

Sam. Yo puedo ser muy agradable cuando quiero, puede que incluso GeorgeWashingtonloseaaveces.Billyloes.¿Ydequésirveesoenlaguerra?

—Nolosé,señor.—¡Laguerranoesagradable!—Vanevolvíaaestarirritado—.Laguerraes

sangrienta,Sam.Eselúltimorefugiodelapolítica.Esloquehacemoscuandonada más funciona. Yo solía pensar que era bella; banderas, caballerosidad,jinetesgloriosos,peronoloes.Essangre,dolorycuerposchamuscados.Noesagradable,Sam.Nadaagradable.Peroesnecesaria,yestaloes,paraquetodosesosbastardosnoestablezcanunarepúblicaenlascolonias.Ysiintentamosseragradables,loconseguirán.¿Quieresperderestaguerra?

Sam,aloírlaextraordinariaintensidaddelavozdelcapitán,nopudoevitarpreguntarseporquéelsargentohabíarecibidodinerodeél.

—No,señor.Noquieroperder.ElánimodeVane,tanvolubleeimpredecibleenaquellosdías,deprontose

tornómássosegadounavezmás.—Lolamento,Sam.Nodeberíahabertegritadoayer.—Vanesehabíadado

la vuelta para no tener que mostrar la cara mientras ofrecía la vergonzantedisculpa.Volvióatocarlacasacalimpia.

—¿Hoyvasdemacaroni?—Sí,señor—dijoSamalgomásafectuoso.—Supongo que yo también tendré que emperifollarme.—Vane hizo una

pausa—.Y,Sam…—¿Señor?—MealegraqueSacha…MaggiesefueraconLee.—Gracias,señor.—Yahorapiérdete, granuja.—Era evidente queVane estaba contentode

quelastensionesentreamboshubieranacabado—.Ynovayasaderramarvinodurantelacena.

Samsonrió.—No,señor.Fueunacenapródiga.Hicieronfaltaseismesaslargas,dispuestasenforma

deherradura,paraacomodaratodoslosinvitados;oficialesderangosuperiorysusayudasdecampo.Elalmirante,lordHowe,habíaacudidoalaciudaddesdeDelawareBay,lugarenelqueestabaancladalaflota,ysehabíatraídoconsigoaunpuñadodeoficialesdeMarina.Sam,juntoconelrestodeloscriados,servía

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vinoyfiletesdebuey,pavoycordero.Lacenateníaunarazóndeser,perosirWilliamnoqueríadarlaaconocer

hasta que el vino hubiera alegrado el humor de sus hombres. En su lugar, selimitóaescucharlasconversacionesquecirculabanasualrededor,yseasombróal comprobar la belicosidad de sus mandos. Se brindó por la escaramuza deCrooked Billet, y sir William percibió que aquellos hombres necesitaban serliberadosdesuscadenas.Laposibilidaddequelosfrancesespudieranentrarenlaguerranoparecíapreocuparleslomásmínimo.Lamayoríadudabanquefueraaocurrir,mientrasqueotrosinclusoagradecíanquepudieradarse.

—Quevengan—gruñóuncoronel—,sialgosenosdabienalosinglesesesmatargabachos.

UncapitándelaMarinavitoreólaspalabrasdelcoronelypropusoque,silos franceses declaraban la guerra, debían hacer una fiesta para celebrar laoportunidaddepodermasacraralosenemigostradicionalesdeGranBretaña.

—¡UnafiestacomonosehayavistoenAmérica!Elcoronelalzósucopa.—¡Porlosfranceses,caballeros,quevenganalamatanza!Hubounaplausodeentusiasmo.ElalmirantelordHowe,quecompartíala

esperanzadepazdesuhermanomenor,noseunióalbrindis.LordRobertMassedeneseencogiódehombrosysedirigióasirWilliam.—¿Celebraríaunafiestaasí,señor?—¿Para celebrar la inminente debacle de los franceses? Sería fantástico,

peronoestaréaquíparahacertalcosa,Robert.Mirenunciahasidoaceptada,ysirHenryClintonme sustituirá en cuantopuedavenir desdeNuevaYork. ¿Leimportapasarmelasalsa?

Pidiólasalsaconelmismotonodevozindiferenteconelqueacababadeconfirmarelrumordequesemarchaba.

Lasalsapermanecióensusitio.HubosilencioentornoasirWilliam,unsilencioquesefueextendiendoa

medidaqueelsusurroibarecorriendolasmesas.—Esosí—sirWilliam fingiónohabersepercatadodel silencio repentino

—,seguiréenAméricacomocomisionadodePaz,perocreoqueseríainjustodecara a sir Henry que me quedara en Filadelfia. Me temo que tendrá que serNuevaYork.Noesuna ciudadquemegusteparticularmente, pero—finalizó,pensando en que después de años de lucha, y a pesar de las victorias, losbritánicos seguían recluidos en tres pequeños enclaves en una esquina delcontinente— tampoco es que haya mucho donde elegir, ¿no es así? ¿Puedosuplicarquemepaseslasalsa,Robert?

—Lasalsa,señor.—LordRobertMassedeneselaentregó.

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UncorodeprotestasdesbordóasirWilliam.Lacenahabíasidoorganizadapara dar a conocer su inminente partida, y la consternación que causó leemocionóenlomásprofundo.Hombresquehastaentonceshabíanabogadoporunapolíticamásenérgicaahoraprotestabanporsumarcha.SirWilliamalzólamanoparaquebajaranlavoz;nadieobedeció,yelgeneral tuvoqueenjugarselaslágrimasdelosojos.

—Hastaahoratodoelmundocriticabaquenohacíamásqueroncar,¿noesasí,Kit?

Vanesesonrojó.Nuncahubierapensadoqueelinjuriosoversoquetantosehabíapreocupadodepropagarpudierallegaraoídosdelgeneral.

Alverlesonrojarse,sirWilliamseechóareír.—¡Noshizomuchagracia,alosdos!ChristopherVaneestabadesconcertado.—Leecharemosdemenos,señor.Alosdos.—Cuantoantesmevaya,antesmeolvidaréis—dijosirWilliam,confiando

enquenofueracierto.—Pero no dejaremos que se vaya, señor.—Vane golpeó lamesa con un

cucharón, pidiendo el silencio de todos los oficiales—. No dejaremos que sirWilliam se vaya… —dijo de nuevo— ¡sin una fiesta de despedida que searecordadaparasiempreenestascolonias!

Lapropuestafuerecibidaconvítores.SirWilliamnegóconlacabeza.—¿Vaisacelebrarquemevoy?—Celebraremoslostriunfos,señor—dijoVaneconfirmeza.SirWilliamserio.—Seríaunafiestadiminuta,Kit.¿Quéserviríais?¿Unacuradehumildad?—¡No!—Vaneprotestócon talvehemenciaqueSam,ocupadoenunade

lasmesas,sevolvióparamiraralosinvitados.Vane,queteníaenmentepedirleun favor a sir William, se lanzó a declamar un bien ensayado panegírico—.DesdequellegóaAmérica,señor,noshemosenfrentadoseisvecesalenemigoenbatallacampal.Entodasycadaunadeesasocasiones,noshemosalzadoconla victoria. Se capturó Nueva York y Filadelfia. Desde Bunker Hill hastaGermantown no hemos conocido la derrota. ¡Por tanto, propongo unacelebraciónqueestéalaalturadelostriunfosdelaantiguaRoma!

—¡Secundo lamoción!—dijouncapitándenavío,y todos los invitados,estavezincluidoelalmirante,golpearonlamesaconloscubiertosparaapoyaraloradoryprovocarunaplacenterasensacióndevergüenzaensirWilliam.

—¡PorDios,Kit,hacesqueparezcaalgo!—dijosirWilliamconciertoairenostálgico.

Vanelevantólamanoparaquesehicieseelsilencioenelsalón.

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—Hablaréenfavordelamoción,señor.—¡Pontedepie,Kit!—gritóalguien,y laordenhallóecoenotrasvoces

hastaqueVaneempujólasillahaciaatrásypidiósilencioconungesto.—EnBunkerHill,señor,sehizoconelcampodebatallaylomantuvo.En

Brooklyn Heights provocó la huida del enemigo. En White Plains logródesalojarlos de sus fortificaciones. Tres mil enemigos se rindieron en FortWashington. En Brandywine fueron superados, sucumbieron al pánico yacabaronderrotados.EnGermantownrepeliósurepentinoataqueysutemeridadsufrióelcastigodeladerrota.Haconquistadosumalllamadacapital.Jamáshasidoderrotado.—UnavezmásVanedetuvolosaplausos.Luegomiróalrededordelsalón—.¿Seoponealguienalamoción?

—¡No! —Hubo un rugido de aprobación. La habitual modestia de sirWilliamquedósepultadabajolamareadeafectoquelerodeaba.

—Creo,señor—dijoVaneofreciendounareverencia—,quelamociónhatenidoéxito.Celebraremossusgloriosasvictoriascomomerecen.

SirWilliamlededicóaVaneunasonrisatristeperoagradecida.—Quizápodamoscelebrarlapazensulugar,Kit.—Lavictoriaeslapaz—dijoVane;erasunuevocredo,yunavezmásun

vítorinundóelsalón.Finalizada la cena, y mientras la mayoría de los invitados trasegaban

tranquilamentebrandyyoporto,sirWilliamdiosuhabitualpaseoporeljardín.Legustabapasearsolo,peroesanocheVanesuplicóelprivilegiodeacompañarasugeneral.

—¡Con sumo placer! —Sir William, aunque suspicaz después de tantalisonjavertidaporelcapitán,sonrió—.Hasidotodoundetallequeaplaudieran,queridoKit,peropocoapropiado.

Vanesonrió.—¿Pocoapropiado,señor?—TresmilenemigoscapturadosenFortWashingtonnosumanlosseismil

perdidosenSaratoga.—SirWilliamcaminóensilenciounospasosmientrassuperro,queeraporquiendabaelpaseodelanoche,escarbababajounarbusto—.Nuestraúnicaoportunidaddeéxitoesquelosrebeldesseavenganaaceptar lapropuestadepaz.

—Si usted lo dice, señor…—Vane, aunque no estuviera de acuerdo, secuidódeairearsuopinión.

—Ylosfrancesesestánansiososporunirsealbaile—dijosirWilliamcontristeza.

—Puedequelosrebeldesconsideraranlapropuestadepazsisufrieranotraderrota.

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SirWilliamrioconamargura.—Creo que ya tuvimos esta conversación hace unos seis meses. Una

victoriamásyllegarálapaz,¿noesesoloquedecíamos?Puesbien,obtuvimosnuestravictoria,perononossirviódemucho,asíquequizátengasrazón.Quizádebería dejar que vosotros, inconscientes, tomarais las riendas por un tiempo.¿Noeseso loque tegustaría,Kit?Séquequieresalgo,¿oacasoese fabulosopanegíricohasidofrutodetubuenavoluntad?

ChristopherVaneforzóunasonrisa.—Creíaqueestabasiendomuysutil,señor.—No.—SirWilliamrecorrióelcéspedensilenciounossegundosyluego

miró a su ayuda de campo de reojo—.Cuando te tomé ami servicio,Kit, elveranopasado,despuésdequehicierasalardedetantavalentía,¿quécreíasqueibaaocurrir?

—¿Ocurrir,señor?—Tusambiciones.¿Quéambicionabas?Vanesintióvergüenza.—Complacerle,señor.—Tu trabajomecomplace.Ymucho.Eresmuyeficaz—dijo sirWilliam

esbozandounasonrisa—.Avecesmeinclinoapensarquetienequeverconelhechodequeteeducastecomocontable,aunquequizáesoseainjusto.

Vane odiaba que le mencionaran el origen comercial de su familia, perotampocopodíanegarlo.

—Noesinjusto,señor,no.—Peromehasdecepcionadoenotrosaspectos.—SirWilliammiróaVane

congestoamable,comosiquisieradejarpatentequenodebíatomarseamalsuscríticas—.Veslaguerracomosisetrataradeunacruzadapersonal,ynoesasí.Nosomosmásqueinstrumentosalserviciodelapolítica.—ElcomandanteenjefedejódecaminarysevolvióparamiraraVanealosojos—.Meadulasparaablandarme, y me temo que pueda ser para servirte de mí en alguna de tusvenganzaspersonales.¿Quiénesestavez?

Vaneestabahorrorizadoporlareprimenda.Poruninstantesesintiótentadodeabandonarsupropósito,peroteníaelhedordelatraiciónmetidoenlanariz,yestaba convencido de que, destapando aquello que apestaba, podría inclinar labalanzadeladerrotayconvertirlaenvictoria.

—Nosésiesunavenganzaono,señor.Loquesíséesquenuestroataquecontralosfuertesdelrío,elpasadootoño,fracasódebidoalatraición.Tambiénséquiénllevóelavisoalosfuertes.

ParecióquehabíasorprendidoasirWilliam,porqueelcomandanteenjefese quedómudo de pronto. Su única reacción fue la de hacer una levemueca,

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luegosefrotólaespalda.Hacíadíasqueledolía.—Estoyhablandodetraición,señor—dijoVane,insistente.—Supongosí.—Elhombrequeentregóelmensaje,señor,debedetenerinformantesenla

ciudad.Quieropermisoparaencontraraesesujetoeinterrogarle.—¿Unhombre,dices?—El interésdesirWilliamparecíamáscortésque

urgente.—Sí,señor.SirWilliamarqueólaespaldaymiróalasramasmásaltasdeunmanzano

enfloración.—¿CuántosmilesdepersonasvivenenFiladelfia?¿Treintamil?¿Yotros

diezmilaunasmillasalaredonda?Esprobablequeunterciodeellossimpaticeconlacausarebelde.Noveocómoencontraraunoentretantospuederedundarennuestrobeneficio.

—¡Señor!—dijoVaneconunafirmezauntantoexcesiva,peroqueobligóasirWilliam amirarle a los ojos—. Solo un puñado de personas conocían losplanes.¡Solounpuñado!Esonosonmiles.

SirWilliam,obligadoaaceptarsulógica,empezóacaminardenuevo.—¿Ycómohasaveriguadolaidentidaddeesehombre?—Unprisionerorebeldeconfesó,señor.—¡Ah!—AlfinsirWilliammostrabaundestellodeinterés—.¿Yquépudo

provocarladeslealtaddeeseprisionero?—Queríarecuperarlalibertad,señor.—¿Yselahasdado?—SirWilliamparecíaasombradoantetalmuestrade

venalidad.—Dijequeleplantearíasucaso,señor,esoestodo.—¡Te aseguro que no le concedería la libertad a un hombre capaz de tal

deslealtad!¡Deningunamanera!Además,loshombresasísoncapacesdedecircualquiercosaparaobtenersusfines.Cualquiercosa.

—Yocreoaesehombre,señor.Yeracierto,pueseltenienteJamesLynchestabaenterradoenlafosadela

peste,aloestedelaciudad.Lasautoridadesdelaprisión,queteníansuspropiospecadosqueocultar,nohabíanmostradoescepticismocuandoVanelescontóloocurrido.Lynchhabía atacadoaunoficial británicoyLynchhabíamuerto.Elasuntoestabacerrado.

Sir William pareció aceptar la fe de Vane en las declaraciones delprisionero.

—¿Yquéteconfesóesedeslealprisionero?—MedijoelnombredelsujetoquellevóelavisoaFortMercer,señor.Un

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barquerollamadoDavieLogan.Viveríoarriba,estátuertoytienelanarizrota.LosúltimosdetallessurgierondeloslabiosdeVanesinconvicción,peroa

sirWilliamleresultarongraciosos.—¿Yquéesloquequiereshacerconesebarquerotuerto?—Hehabladoconlosrangers,señor,ydicenquenodeberíaserdifícildar

conél.Estándeseososdehacerlo,señor.SéqueLogannoesimportante,perosídeberíamossaberquiénlefacilitólainformación.Sipudieraaveriguarlo,señor,tendríamos a la persona que ha estado filtrando nuestros planes a lo largo delinvierno.

SirWilliamhizounanotamentalsobrelainsinuacióndequelapersonaquehubieratraicionadoelataquealosfuertestambiéneraresponsabledetodosloscontratiempossufridosduranteelinvierno,aunquenohizomencióndeello.Envezdeeso,sirWilliamhundiólapuntadelabotaenelcésped.

—¿Hashabladoconlosrangers?—Sí,señor.—Untantoprecipitado,¿noteparece?El general lo dijo con amabilidad, peroVanedetectó en sus palabras una

reprimenda más. Había hecho lo posible, con las lisonjas, por restablecer supasadayestrecha relaciónconelcomandanteen jefe,yahoraquisoofrecer laúnicaexcusaposibleporhaberanimadoalosrangersalavenganza.

—Solo quería aprovechar su conocimiento del terreno, señor—dijo, y alpercibirlatibiezadesupropiavoz,Vaneesbozóunasonrisadearrepentimientoyserefugióenlaconfesióndelaverdad—.Noescierto,señor.Loquequeríahacer,ypara ellomehace falta supermiso, es cabalgarhacia elnorte con losrangers para dar con ese talLogan.Lopodemoshacer enundía, señor, y losrangersconsideranquenoserácomplicado.

Sir William, con las manos enlazadas a la espalda, dio unos pasos ensilencio.

—Me temo que lo que voy a decir no te va a gustar, Kit, pero deboprohibirtequesigasindagandoenestacuestión.

—¿Prohibir?—dijoVane,incapazdedarcrédito.SirWilliamseencogiódehombroscomosipretendieradisculparse.—Nodebesemocionarteconestascosas.Elenemigotieneespías,comolos

tenemos nosotros. ¿Cómo hubiéramos sabido si no lo de aquellos pobresdesgraciadosdeCrookedBillet?

—Pero el traidor está en su círculo, señor. ¡Demasiado cerca para suseguridad!

LarespuestadesirWilliamfueinterrumpidaporlaaperturadeunadelaspuertasquedaba a la terrazade laparte superior.LordHowe, resplandeciente

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consuatuendodealmirante,teníaelceñofruncido.—Malditasea,Willie.—¿Richard?—Elabrigoyelsombrero.Desaparecidos losdos.Esechico tuyo,Evans,

juraqueloscolgóenelrecibidor.Habíavenidoaversiloshabíascogido.—Metemoquenohesidoyo.—SirWilliammostrólasmanosenungesto

deignorancia.—¡Malditosladrones!—gruñóelalmirantemientrasvolvíaameterseenla

casa.SirWilliam, recuperando el hilo de la conversación interrumpida,miró a

Vanecontristeza.—Puedequetedebaunaexplicación,Kit.—Seloagradecería,señor.Elgeneralarrugólafrente.—OttoZeiglermedijomásomenoslomismohacetresocuatromeses.No

sabíanadadeesetalLogan,perosabíalosuficientecomoparacausarmepesar.—SirWilliamseencogiódehombros—.Nohicenadaentonces,ytengorazonesparanohacernadaahora.

Vane, presintiendo que el general le estaba haciendo una confidencia,permanecióensilencio.

SirWilliammiróhacialahierbapálidaquetantohabíasufridodurantelosmesesdehelada.

—Como bien dices, tan solo un puñado de personas sabía lo del ataque;todos ellos oficiales en los que confío plenamente. Pero sí se lo dije a otrapersona.

—Ah.—Vanesintióelbochornointensodeljovenalqueselemuestranlasdebilidadesdeunhombremayor.

—Asíes.NoesqueLizzieseaunatraidora,esoesunatontería.Peropuedellegaraser indiscreta,yhaestrechado lazosconMarthaCrowl.—SirWilliamsonrió llenode remordimiento—.Séquenosoportasa laviuda,peroamímecaebien.Mecaemuybien.

—¿Amaatusenemigos?¿Hazelbienaquienesteodian?—Lo que más me gusta de la señora Crowl —dijo sir William

regodeándose—esqueescasilaúnicadeentremisenemigosquenomecitalassagradas escrituras continuamente. Eso sí, no tengo ninguna duda de quecompartiríamisplanesconsusamigos.

—¿Ynopiensacastigarla?—dijoVaneconciertadesfachatez.—Fue culpamía, Kit. Yomismome traicioné, y no puedo culpar a una

rebelde declarada de haberse aprovechado de mi estupidez.—SirWilliam se

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encogiódehombros—.Meatrevoadecirquesidiesescontubarquerotuertoyleconvenciesesparaquehablara,tellevaríahastalaseñoraCrowl,peronoveoquéseganaríaconello.Nopuedevolveratraicionarnos,salvoqueyovuelvaaserindiscreto.No,Kit,debopedirtequenohagasnada.—Violadecepciónenelrostrode suayudadecampo—.Además,no tengo intencióndemolestar aunsimplebarqueroahoraquelasnegociacionesdepazestánalalcancedelamano.LaseñoraCrowlmehasidomuyútilenestasnegociaciones,muyútil.

—¿Útil?—Vaneeraincapazdeocultarsuasombro.—Esmuy útil tener una piedra de toque enemiga—dijo sirWilliam con

alegría—,yahoraqueCharliehavueltoconlosrebeldes,nocreoquehayaotramejorquelaseñoraCrowl.—Elgeneralserio—.YtengoentendidoqueCharliesellevóasucortesanaconél.

—Sí,señor.—AVaneaquellolehabíacostadocincoguineas.—Él se encargaráde instar al generalWashington a aceptar lapaz.—Sir

William, ahora que la paz que quería era tan necesaria, estaba dispuesto aconcederle a su antagonista el rango correspondiente—.La señoraCrowl estáesperanzadaconeltratado.Susopinionesmealientan,vayasimealientan.

—Esoharía,señor,alentarle—dijoVaneconrencor—.Siempreycuandocreamosposiblelapaz,espocoprobablequemarchemosalaguerra.

SirWilliamsonrió, tolerante,anteelescepticismodesuayudadecampo.La sonrisa, lejosde aplacar aVane,nohizomásque empujarle aunode esosestallidosdelosqueluegosearrepentía.SesentíadolidoporelhechodequesirWilliamlenegasesalirdecaceríaconlosrangers,y,aunqueaúnpodíarecurriralabazadeEzraWoollard,VanesupusoquecontarconlaayudadelmayorMoirydesusvengativosjineteslealistasharíaquelascosasfueranmásrápido.

—¿Debo suponer, señor, que quizá sir Henry Clinton tenga una opinióndiferenterespectoaestostraidores?

ElrostrodesirWilliamsetornórojodeiraalinstante.—SirHenryaúnnomehasustituido,ynoloharáhastaqueyoconsidere

oportuno dejar el mando. ¡No hablarás de este asunto con sir Henry ni conningún otro!—Sir William estaba emparentado con el rey, aunque de formadistante,yhabíamomentosenlosqueeracapazdeexhibirlafrígidaarroganciadeunmonarca.Aquellafueunadeesasocasiones—.¡Nopretendasser loqueno eres, capitán Vane! ¡Estás a mi servicio porque así lo quise, y del mismomodopuedodevolvertealanada!

Vanesabíaquehabíaidodemasiadolejos.Sesonrojó.—Pidodisculpas,señor.PerosirWilliamnosevioaplacadoporlosremordimientosdelcapitán.—¡Olvidarásesteasunto!¡Esunaorden!

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Vane estaba horrorizado por la reprimenda. Aquel hombre afable, paraprotegerasuamanteyenposdeunaquimeradepaz,estabaordenandoaVanequeignoraraunactodetraición.Vanefingióqueacatabalaorden.

—Sí,señor.Porsupuesto.—Simedesobedeces,capitánVane,tedevolveréaturegimiento.Yyano

habráascensos,¡ninguno!Volvióahacerseelfrío;volvióaabrirseunabrechaentredoshombresque

habían estado muy cercanos cuando, en los esperanzadores días del últimootoño,sirWilliamhabíaestadoconvencidodequeconlatomadeFiladelfialascoloniasvolveríanadisfrutardepazyfelicidad.

Perolapaznohabíallegado,ylafelicidadahoraconsistíaenquemarvivosa rebeldes en graneros llenos de paja. Y, sin embargo, sir William seguíasoñandoconlaamistaddeloscolonos.Noobstante,lossueñosdesirWilliamnoeranlosdelcapitánVane,yaestenoleengañaríantanfácilmente.SirWilliamhabíamencionado a la viuda, y esamención solo había servido para afilar eldeseo de venganza del capitán, quien, si no podía contar con una patrulla decaballería para remontar el río, quizá tuviera que buscar ayuda más cerca decasa,enlapersonadeuncapatazdealmacén.

SirWilliamqueríalapaz,peroVanequeríalavictoria,ysealzaríaconella.

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AbelBecket,ataviadoconsucorbatínnegroypasadodemodasobresuhabitualtraje austero, se mostraba inusualmente locuaz mientras caminaba junto aJonathonporelmuelle,alasombradeunmercanteamarrado.

—Llevó productos acabados a las plantaciones de Antigua. Relojes,cronómetros e instrumentos de navegación londinenses. Cajas de reloj conacabados de nácar provenientes de Suiza, cristal francés, hojas de espada deAustria,productosdelujo,ytodosaAntigua.¡Tenloencuenta!

—Noheolvidadonuestronegocio,señor.Jonathonsepusoalladodesutíoylevantólacabezaparaobservarelcasco

cubiertodesaldelDeirdre-Ann,unmercantecuyasbodegasestabanrecibiendoelcargamentodelalmacéndeBecket.

—Compramos productos terminados con especias dejadas en garantía enLondres.LosentregaronennuestronombreenAntigua.—AbelBecketrepitióelnombre de la islamaravillado al pensar que un lugar tan pequeño pudiera sercapazdepermitirsetantoslujos—.YlosplantadoresdeAntiguanoshanpagadoconmelaza,ron,añilycaobasintratar.

—Comosiemprehacen,señor.AbelBecketfingióignorareltonosardónicodesusobrino.—Ydeaquíllevaránlacaobayatratada,castaño,robleylinazaaEuropa.

Comercio,Jonathon,comercio.Esaeslasaviadeestascostas.Jonathon se preparó para el sermón que sabía que estaba a punto de

soportar,yaquesutíonoperdíalaoportunidadderidiculizarlasimpatíaquesusobrinosentíaporlacausarebelde.

—¡No la libertad, Jonathon, sino el comercio! «Libertad» es una palabravacía,unapalabraqueutilizanlospolíticosparaenardeceralasmasas.Ycuandoacabelarebelión,muchacho,lasmasasseguiránsiendomasas,elpreciodelpansehabrádoblado,ysololosabogadosseránricos.«Libertad»esunapalabraquese utiliza en la acuñación de monedas, pero las monedas las produce elcomercio,Jonathon,elcomercio.

—Esotegustadecirme,tío.AestasalturasJonathonestabaacostumbradoa lapropaganda.Observaba

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losmercantesqueesperabanenelríosuturnodeamarre,peronoleinteresabanesosgrandesnavíoscomerciales: loquequeríaeraver lachalupadeCaroline.Sinembargo,laúnicanaveenmovimientoeraunbalandrobritánicoque,conlasvelasdesplegadas,estabaabandonandosuembarcaderoparadirigirsealsurenuna interminable labor de patrulla para disuadir a las naves rebeldes que aúnmerodeabanporlapartebajadelrío.

—¿Puedes subir bien por la pasarela? —le preguntó Abel Becket aJonathonenunpococomúndestellosolícito.

—Puedo,señor.A Jonathon el muñón aún le producía molestias, pero estaba resuelto a

soportar eldolor.Todas lasmañanasembadurnabaconmantequilla la cazoletadelapatadepaloparaevitarlafricción,aunque,encuestióndeminutos,yaledaba la sensación de que se le estuvieran clavando alfileres al rojo vivo en lacarne.Habíainsistidoenabandonarlasmuletas,yahoraselimitabaallevarunbastón.

Lapasarelaeraempinada,aunquedotadadelistonesdemaderaunidosconcuerdas para crear una especie de pasamanos. Jonathon se obligó a subirignorandoeltormentodesumuñónyaocultarcualquierdebilidaddelantedelosmarinerosbritánicos,que,bajo laatentamiradadeEzraWoollard,cargaban lamadera en la bodega delDeirdre-Ann. A cada lado de las trampillas abiertashabíacañones,pruebadelpeligroquesuponíanloscorsariosamericanos.Habíamuniciónparalaartilleríaamontonadaenunasrejillasjuntoalosmástiles.

WoollardlededicóunasonrisacómpliceaJonathon.—Teveoágilcomounaardilla,Jonathon.Jonathon suprimió la instintiva animadversiónque sentía hacia el capataz

desutío,quien,ensusañosprósperos,habíapedidoaCarolineenmatrimonio.—Hagoloquepuedo,Woollard.—¡Estarástrepandoporlosflechastesdentrodenada!Woollard rio entre dientes, luego se volvió para gritar una orden a los

hombresqueestabancargando lapreciadamaderaconcuerdasentrelazadasenintrincadosnudos.Tiempoatrásaquellasescenashabíansidoelpandecadadíade Jonathon. Solía supervisar el acarreo para evitar desfalcos por parte de loscapitanesdelosbarcosylosestibadores,peroahoraletraíasincuidado.Vioahombresrudossubirtonelesdecarnedesecadadebueyybarrilesdeaguadulceporlapasareladepopa,ycómoloscargabanenlabodega.

—He pensado en abrir una tienda de suministros navales —dijo AbelBecket—.Haycapitanesqueloúnicoquequierenesholgazanearporelpuerto,yquesoncapacesdenohacersealamaraduciendoqueselesharotolahebilladelzapato.

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—Porsupuesto,señor.Becketsonrióasusobrino.—Hepensadoque quizá quisieras hacerte cargo de ese proyecto. Podrías

utilizarlaviejatiendadecuerdas.Solohacefaltadarleunamanodecalyagua.—Esoestaríamuybien,señor.Jonathondebíamostrarentusiasmoporvolveral trabajo,peronoeramás

queunafachada:enmenosdeunasemanaleseríanentregadoslospapelesdelaherenciadesupadre,losfirmaríay,esemismodía,siSamhabíaencontradoeluniformedelaMarina,JonathonseiríadeFiladelfiayseolvidaríadelcomercioydelestablecimientodesuministrosnavales.ViajaríaalnorteconCaroline,enbusca del ejército rebelde, y solo cuando las batallas hubieran acabado y laguerraestuvieradecidida,volveríaareclamarloquequedaradesupatrimonio,sialgoquedaba.

Sinembargo,confesarsuplanasutíoeracoquetearconeldesastre,yaqueBecket no toleraría tal cosa. Por tanto, durante unos pocos díasmás, jornadasque contaba como pueda contarlas un reo en espera de ser liberado, Jonathondebíadisimular,fingirfascinaciónconlacompradecáñamo,brea,añil,lienzoymadera,cuandosolosoñabaconCarolineysoloañorabalavictoria.

Becketagachólacabezaparapasarpordebajodeunascuerdasysedirigióapopa.Unavezallí,ydespuésdellamardeformamecánicaaunapuertaaltaybienpulida,laempujóparaentrar.

—Buenastardes,capitán.—¡SeñorBecket! ¡Es un placer, señor!—Unhombre alto, de pelo gris y

conelrostrodemarinocurtidoporlosvientos,marcólapáginadelabibliaqueestaba leyendo y alargó la mano a modo de saludo—. Y este debe de ser susobrino.

—Asíes.—AbelBecket,enesemomento,inclusoparecíaestarorgullosodeJonathon—.ElseñorCarroll,Jonathon,capitándelDeirdre-Ann.

—Una nave magnífica, señor. —Jonathon suponía que esas eran laspalabrasqueseesperabandeél.

—Lo es sin duda. Seis años hará en Pentecostés. Está construida con elmejor roble inglés. —El capitán Oscar Carroll tenía una voz dulce quecontrastabadeformaextrañaconsusdurasfacciones.Tambiénsufríadeunticque hacía que su ojo izquierdo sufriera espasmos desconcertantes que másparecían descargas de guiños cómplices—. Tu tío me dice que eres uncomercianteprometedor,Jonathon,algopococomún.

—Esustedmuyamable,señor.—Esunavidacómodaladelcomerciante,aunquenotantocomoladeun

lobodemar,¿eh?—ElcapitánCarrollhizoungestoalrededordesucamarote

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como prueba de su aseveración, y, efectivamente, el camarote era un lugarcómodo y acogedor. Estaba recubierto con paneles de roble pálido en los quehabía dibujados monstruos marinos. Las ventanas de la galería daban a losbarcos amarrados en el río, y Jonathon, habiendo sido invitado a sentarse,observó anhelante en busca de la pequeña chalupa de velas oscuras. Su tíohablaba de Londres con el capitán inglés, de los mercaderes que tenían susoficinasenFishStreetHillyenPuddingLane.LosánimosenLondres,decíaelcapitán Carroll, estaban caldeados. La rebelión había trastocado el comercio.Algunos comerciantes se quejaban de la incapacidad del ejército a la hora deponer de rodillas a los rebeldes, mientras que otros aseveraban que nuncadeberíahabersemandadoalejército,paraempezar.

—En Londres hay partidarios de los rebeldes. Nos está costando unacantidaddesorbitadadedineroyhayquienpiensaquenomerecelapena.

—Al diablo nunca le faltan acólitos—dijo Becket apesadumbrado. Hizounapausacuandoentróun sirviente conuna lata calientede tédulce—.¿Hantenido problemas con los corsarios? —Becket formuló la pregunta connerviosismo.

Carrollnegóconlacabeza.—Esteañoyonohevistoninguno,peroheoídoquecapturaronunbarcode

Bristolen las islasharácosadeunmes.—Elcapitán,cuyacara temblabaporculpadelosespasmosinvoluntarios,empezóallenarlacazoletadeunapequeñapipa y luego la encendió con una vela que solo estaba encendida para esepropósito—.Perolarutadelnorteessegura.

—¿Algunanoticiadelosfranceses?—Estánalerta.—Despuésdelaenigmáticarespuesta,Carrollexpulsóuna

nubedehumoaromáticoquesubióarremolinadahacialasvigasdelcamarote—.LoquesídicenenLondresesquequizáseabandoneFiladelfia,señorBecket.—Eraevidentequeelcapitánestabaaireandounrumorparavercómoreaccionabaaquel prominente lealista—. He oído decir que si los franceses declaran laguerra,necesitaremostropasenlasislas,ysoloelSeñorsabededóndevamosasacaraesoshombres.

—DelaguarnicióndeFiladelfiano—dijoBecketenuntonoquedesafiabatodaréplica.

—Siustedlodice…—PeroelcapitánCarrollnoparecíamuyconvencido.AbelBecket,alpercibirvacilaciónenlaspalabrasdelinglés,hizovalersus

argumentos.—Estaráconmigosidigoquelosinglesestienenintencióndemantenerlas

colonias.Siesasí,¿cómovanaabandonar laciudadmásgrandedeAmérica?No,capitán,Filadelfiaestásegura.

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—Por el bien de todos ustedes, así lo espero. Ayudé a sacar a losciudadanoslealistasdeBoston,ynofueundíadejúbilo,señorBecket,nadadeeso.

—NoabandonaránFiladelfia—dijoBecketconabsolutavehemencia.—Mealegraoíreso.—Carroll,dejandodeun ladoelasunto, sedirigióa

Jonathon, que hasta el momento había permanecido en silencio. El rostroespasmódico del capitán parecía guiñarle el ojo de continuo—.He oído decirquetehirieronluchandoconlosrebeldes,Jonathon.

—Asíes,señor.—Lanecedadenlajuventudllevaalasabiduríaenlaedadadulta,¿noes

así,señorBecket?AbelBecketnorespondió;ensulugar,sedirigióasusobrino:—Hasaprendidolalección,¿verdad,Jonathon?—Heaprendidoquenohayqueavanzarcontra la infanteríacuando tiene

losmosquetescargados.ElchascarrillodeJonathonfuerecibidoporelcapitánconunasonrisa.—AlmenosenLondresnohabráinfanteríaparamolestarte,esoseguro.Elnombrede la ciudadquedó suspendido en el aire comoel humode la

pipadelcapitán.—¿Londres?—LavozdeJonathonsurgiócomoungraznido.—¿Nosdisculpauninstante,Carroll?—dijoAbelBecket.Elcapitánmiróaltíoyluegoalsobrinoyasintió.—Porsupuesto,porsupuesto.—Carrollsalióacubierta,alaluzprimaveral

dondesushombrescontinuabancargandolamercancía.Lapuertasecerró.Unaluzondulantebañabaeltechodelcamarote,reflejo

delasaguasapopa.Seoíaelruidodecubierta,lospiesdeloshombres,elcrujirde laspoleas,peroJonathon,quepresentía lopeor,eraajenoa todosalvoa laexpresiónseveradesutío.

—¿Londres?—¿Deverdadhasllegadoacreerenalgúnmomentoquevoyapermitirque

tehagasconunapartedelnegocioparaqueselaentreguesalosrebeldes?Jonathonempezóatemblar.—¿Londres?—Parecíaincapazdedecirnadamás.—Estás enfermo, muchacho —dijo Abel Becket con voz severa—.

¡Enfermo de deslealtad! Tu hermana te contagia, y esa zorra con la que teescribes…¡Claroquesélodelascartas!Necesitasunabuenacuarentena,yporDiosquelavasatener.

—Nopuedes…—Soy tu tutor. Hago lo que es mejor para ti.—El tío se encaró con el

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sobrino—.PorDios,chico,nosabeselfavorquetehago.¡Londres!¡Laciudadmásgrandedelmundo!Yojamáshetenidounaoportunidadasí.¡Jamás!—AbelBecket sacó unos papeles de un bolsillo interior—. He puesto dinero a tudisposición,losuficientecomovivirunavidafrugaldurantedocemeses,ytehehecho una carta de recomendación dirigida a JohnMartin, deAngel Passage.Vivirás con su familia y trabajarás en su casa de cuentas. —Abel Becket lededicóasusobrinounaextrañasonrisa—.ElseñorMartin,unbuenamigomío,tieneunahija.Porloquetengoentendido,noesdeltodofeay…

—¡No!La protesta de Jonathon no se debió solo al hecho de que pretendieran

casarle con una londinense, sino a todo aquel despropósito planteado con talbrusquedad.

—Tencuidado.—Yomequedoaquí…—Harásloquetediga.—AbelBecketdiounpuñetazosobrelamesaque

hizoquelalatadetésetambalearayquesemovieranlaspiezasdeuntablerodeajedrez—.Medesobedecisteunavez,ynovolverásahacerlo.¡Ytemerecesuncastigo! El Señor consideró apropiado privarte de la pierna, y si vuelves arecorrerelcaminodeladesobediencia,estoysegurodequesecobrarátuvida.IrásaLondres,yallí,enelcorazóncomercialdelmundo,aprenderáselartedelosnegocios.Toma,tudineroytucartaderecomendación.—Becketempujólospapeleshaciaél—.Tuscosaslashansubidoabordohaceunahora.Heincluidoentuequipajeunabibliaqueleerástodoslosdías.

AbelBecketdejódehablarcuandoJonathon,apesardeldolorquesentíaenelmuñón,sehabíaabalanzadohacialapuertadelacabina,peroantesinclusodehaberalcanzadolamesa,lapuertaseabrióyaparecióunoficialbritánicoesbeltoyvestidoderojo.Jonathon,atónitoalverle,sequedóinmóvil.

El capitán Christopher Vane parecía ajeno al ambiente viciado delcamarote.Asintióamododesaludo.

—Los papeles que quería, señor. —Cogió un documento doblado delbolsilloyse loentregóalmercader—.Elsalvoconductooficial.NohapasadoporlasmanosdesirWilliam,peroservirá.—VanemiróaJonathon—.TúdebesdeserJonathon.—Eljovennodijonada—.Eresunjovenmuyafortunado.

—¿Afortunado?VanehizoungestohaciaeldocumentoqueAbelBecketahoraexaminaba.—Ereslibre,Jonathon.YanoeresprisionerodelejércitodeSuMajestad,y

por tanto puedes abandonar la ciudad. Verá que está todo en orden. —EstoúltimoibadirigidoaAbelBecket,quien,sonriendo,semetióeldocumentoenelbolsillo.

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—Muchísimasgracias,capitánVane.Vanedudó.—¿YelseñorWoollard?—preguntóeloficial.—Leheordenadoqueledigatodoloquequierasaber.—Becketesperóa

que el inglés se hubiera ido, y luego miró a su sobrino—. ¿Todavía quieresescapar?YahasoídoalcapitánVane.Ahoraeresunhombrelibre.Puedessalirde este camarote, pero dudo que ni el capitánVane niEzraWoollard vayan apermitirqueabandoneselbarco.

Jonathonpermaneció inmóvil. Sabía que en esemomento no podía hacernada.

Abel Becket, al ver que la actitud desafiante de su sobrino había sidoquebrada,sonrió.

—ElseñorMartintemandarádevueltadentrodeunaño,siempreycuandoconsiderequehasabandonadocualquiersimpatíaporlarebelión;denoserasí,tienemiveniapararetenerteenLondres.—Becketseinclinóhaciadelante—.ElSeñortesalvólavidaporunarazón.

—¿QuévoyahacerenLondres?—dijoJonathonapesadumbrado.—¿Acasocreíasquedejaríaquetecasarasconesafurcia,conesaFisher?

¿Creías que todomi trabajo, mis beneficios y mi sudor iban a acabar en susmanos?

—Mecasaréconellaaunquetengaqueesperardiezaños.Becketesbozóunamuecadedesdén.—Cualquierotroyatehabríadesheredado,ohabríadejadoquetepudrieses

en la cárcel, como merecías, pero yo te estoy haciendo un favor, ¡un favor!¡Londresesunagranoportunidadparaaprender!—Becketseapartódelamesalentamenteysepusoenpie—.Algúndíameloagradecerás.

LosojosdeJonathonsevieronanegadosdelágrimasderabiaalmirarasutío.

—Temaldeciré.—Tieneselpasajepagado.Tealojaráscontodaslascomodidadesdignasde

un caballero, en un camarote de popa. Te ruego que seas educado con misamigoslondinenses.—AbelBecketcogiósusombrero—.Zarpáisestatarde,conlamarea.—Alargólamanohaciasusobrino—.Adiós.

Jonathonnoleestrechólamano,tampocorespondió,solosediolavuelta.Sutíosefue.

Eljovenesperó.Asualrededor,amerceddeunalevebrisaqueacariciabalasvelasrecogidasylosmástilesdesnudos,elDeirdre-Anncrujía.Lasventanasde popa no podían abrirse, y aunque hubiera sido posible, había un centinelabritánicoal finaldel embarcaderoquehabríadado lavozdealarma. Jonathon

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estabaatrapado.Lamareasubíayelevabalanave;seaproximaba,inexorable,elmomento

enquelaembarcaciónpondríaproaalmarparacruzarlasinmensasaguasconsucargamento,haciaunlugarenelqueJonathonestaríalejosdelarebeliónydesuamada.Buscólachalupaconlosojos,peronopudoverla.

Lasgaviotaschillabansobrelastrampillasqueempezabanacerrarse,listaspara la travesía.Elviento sevolviómás fresco,y Jonathonesperóa lanoche,durante la cual, juró, habría de escaparse de aquel barco y de la condena deexilioque su tíohabíaplaneado.No iría aLondres, no le sacaríande supaís;huiría.

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35

El capitánChristopherVane, después de entregar el salvoconducto, que habíasido el precio exigido porAbel Becket a cambio de la ayuda que necesitaba,tuvoqueesperaraqueelcapatazdejaradediscutirconelhombrealtodecabellogriscuyorostrosufríaespasmosincontrolables.Woollard,conscientedequeeloficialdecasacarojaleesperaba,zanjóladiscusiónentregándolealhombredepelogrisunabolsacondinero.

Vane, en cuanto Woollard estuvo disponible, le hizo un gesto con elmentón.

—¿Teacuerdasdemí?—Por supuesto, señor.—Woollard, que estaba cogiendouncuchilloyun

palodecómputo,nomiróal inglés,sinoa lamaderaqueseestabasubiendoabordo.

—ElseñorBeckethasugeridoquehablecontigo—dijoVane.—Mehadichoquenecesitabaqueleecharaunamano—dijoWoollardsin

ambages;luegomiróaloficialconairedesafiante—.YqueustedhapagadoporelloliberandoaljovenJonathon.

—Cierto.—Vanesiguióalcapatazhastalaregaladeestribor,desdedondeWoollard,entredoscañonesquelucíancostrasdesal,podíaseguirsupervisandoelprocesodecarga—.¿Noestásdeacuerdo?—preguntóVane.

—¿Deacuerdo?—Woollardsoltóunacarcajada—.SiJonathonvaatenerpartedelnegocio, entonces cuantomásaprenda sobre elmundodel comercio,mejor. Aunque sospecho que ya no se siente atraído por ello, y que ya no legusta, pero la fortuna rara vez recae sobre quien la merece, ¿verdad? ¿Quédemonioseseso?

LaúltimapreguntasereferíaaunaembarcaciónqueestabapasandoaremojuntoalDeirdre-Ann.Lanave,pintadadeblanco,teníalasregalasdecoradasconguirnaldasyunacabezadecisnetallada,aúnsinpintar,enlaproa.

—Esparalameschianza—dijoVaneamododeexplicación—.Vaahaberundesfiledeembarcaciones.

—¿Meschianza?—AWoollardlecostópronunciarlapalabra.—UnacelebraciónenhonordesirWilliam.

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—EstaríabienquecelebraranhaberahorcadoaGeorgeWashington.EldesprecioqueWoollardsentíahacialasfrivolidadesdelaaltasociedad

deFiladelfiaeraevidente.Aligualqueotrosciudadanos,nolograbacomprenderpor qué se invertían tanto tiempo y tanto dinero en espléndidas celebracionesmientras el ejército rebelde seguía campando a sus anchas. Sin embargo, pormuchoqueWoollardestuvieraresentidoconlosairesydesairesdelosingleses,tenía una sólida reputación como lealista, y Abel Becket le había ordenadoresponderalaspreguntasdeVane.

—Sí, conozco bastante bien a Davie Logan—aseguró el capataz—. Levendimossuchalupahacecuatroaños,ynoscostóhorrorescobrarle.

—¿Sabesdóndepuedoencontrarle?Woollard no respondió hasta haber tallado otra muesca en el palo de

cómputo para anotar la carga de otro fardo de madera; después, con vozchulesca,dijoqueLoganteníaunacasamásalládePennypackCreek.

—Eso ya lo sé—dijo Vane intentando no ser grosero—. Lo que quierosaberesdóndeatracacuandovienealaciudad.

La expresión deWoollard parecía insinuar que la ignorancia deVane erapatética.

—Logan debe demasiado dinero en esta ciudad como para arriesgarse aatracar en un embarcadero de Filadelfia. No, capitán, está usando a unintermediario.

Era la primera información útil que Vane obtenía de aquella incómodaconversación, y, aun suponiendo un paso adelante, también resultabadescorazonador. Vane había llegado allí pensando que todo lo que tenía quehacer era dar con Logan, y que Logan le llevaría a la viuda. Ahora estabadescubriendoqueexistíaotroeslabónmásenlacadena.Ocultósudecepción.

—¿Unintermediario?WoollardmiróaVanecomosiestuvieraloco:actoseguido,yconinsolente

lentitud,miróhacialacostadeNuevaJerseyyescupióhaciaella.—Allí,capitán.—Explícate—dijoVaneconvozautoritaria.Woollard,ofendidoporeltonodevozdelcapitán,setomósutiempo.Pero

había sido su patrón el que le había encomendado aquella tarea, así que,haciendo acopiodepaciencia, explicó cómoa losgranjerosdePensilvania leseradifícilcomerciarconlaciudad,porqueloscaminosquellevabanaFiladelfiaeranpatrulladosdecontinuoporlosrebeldes,yestossiempreestabandispuestosahacerusodel látigo.Eramuchomás fácil,dijoWoollard,para losdeNuevaJersey, porque no solo había menos patrullas rebeldes, sino que lo único quehabía que hacer era enviar sus productos por barco desde la otra orilla. Ese

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tráfico no se consideraba suministrar al enemigo, porque, hasta hacía unasemana,losbritánicosnohabíanocupadolaorilladeNuevaJersey.Cuandolosproductos llegaban a la orilla de Nueva Jersey, eran vendidos a la poblaciónlocal, y los lugareños, a su vez, cruzaban el Delaware para venderlos en elmercadodeFiladelfia.

—Losintermediarios—explicóWoollard—ganandineroconelhambre.—¿AsíqueLoganllevasusmercancíasaCooper’sPoint?—Cerca de allí, sí —dijo Woollard lacónicamente mientras hacía otra

muescaenelpalodecómputo.—¿Aalguienenconcreto?Elcapatazhizounapausa.—NomecaebienDavieLogan—dijoWoollardalfin—,peroesbarquero

ysurcamirío,yunbuendía,capitán,volveráaserclientemío.NoquieroquelagentevayadiciendoporahíqueEzraWoollardtraicionóaunbarquero.

Elcapatazdijolaspalabrascomosifueranunreto,yVanesintióunaccesode furia que casi le llevó a exigir las respuestas que buscaba. Resistió latentación,puessospechabaquedehaceralgoasísoloconseguiríaqueelhombresevolvieramás terco.PuedequeWoollard lesdebiera lealtada susbarqueros,peroBecketeralealalrey,yVanedebíaconfiarenqueesasimpatíafueramássólida.

—Tengorazonesparacreer—dijoVaneconcautela—queDavieLoganesunenemigodelaCorona.

—Deesoshaymuchos,capitán—dijoWoollardconvozátona.—También creo—dijo Vane ocultando su enfado— que Logan sirve de

correoentreFiladelfiaylosrebeldes.—Loganno—dijoWoollard—.Suintermediario.La cerrazón del capataz estaba acabando con la paciencia de Vane, pero

aceptóelmatiz.—Sitúlodices…YWoollard,porvezprimeradesdequecomenzaralaconversación,esbozó

unalevesonrisa.Sevolvió,seapoyóenlaregalaymiróhaciaelnorte,haciaelgranrecododelrío.

—¿Veaquelpequeñoembarcadero?Eldelostransbordadoresno,esemáspequeñoquehayallado.

Vanepodíaverlo,alotroladodelasaguasresplandecientes;eraunmuellecochambroso,demadera,queseadentrabaenlasaguasdesdelaorilladeNuevaJersey.

—¿Allí?—Sí. —Woollard escupió por la borda—. Y si observa con atención,

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capitán,veráaunazorradepeloclarosaliendodeallíconunbote.Unajoven.SellamaFisher.

—¿Fisher?—CarolineFisher.Vaneapuntóelnombre.LachicadeSamsellamabaCaroline,lorecordaba,

peroelcapitánlodescartódesumentecomoirrelevante.—YestatalFisher…—Es una rebelde. —Woollard afeó la cara al decirlo—. Una muchacha

altiva,insolente.Undemonio,capitán.—¿YviveenCooper’sPoint?—Amedia milla al sur, con sus abuelos.—Woollard apartó la vista del

cargamento ymiró la libreta deVane—.Caleb yAnnaFisher, una especie degranjeros.

Vaneanotólosnombres.—¿Tambiénsonrebeldes?Woollardseencogiódehombros.—Dependedepordóndesopleelviento,¿verdad?Siemprehecreídoque

Calebesunlealista,perohacriadoaunanietarebelde.—¿YDavieLogancomerciaconellos?—Vendenloquelestrae.Peroseguroquesesacanunpuñadodechelines

concadaviaje.Vanecerrósulibretayselaintrodujoenelbolsillodeluniforme.—Te estaría muy agradecido si guardaras el secreto respecto a los

pormenoresdenuestraconversación.WoollardvolvióasonreírleaVane.—Si el hecho de guardar silencio, capitán, culmina con el castigo de esa

malditacría,callaréhastaeldíadeljuiciofinal.Vanepercibióelecodeunaantigualujuria.Sonrió.—Teaseguro,Woollard,que,silomerece,serácastigada.Woollardasintióehizootramuescaenelpalodecómputo.—Últimamentenovienemuchoporlaciudad,perohoyestáaquí.—Señaló

haciaelnorteconelmentón—.VerásuchalupaenPainter’sWharf.Esnueva,ytienelaproaunpocomásaltaquelasdemásyelcodasteblanco.

—¿Traeproductosalmercado?—preguntóVane.Woollardasintió.—Yaalgunascasasprivadas.Elcapitánaventuróunasuposición:—¿AladeMarthaCrowl,quizá?Woollardselequedómirandofijamente.LaflechadeVane,lanzadaalaire,

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habíadadoenelblanco.—Sí—dijoWoollardpausadamente—,suele iracasade laviuda.Allíes

dondeconocióaltullidoyloembrujó.Yfuelaviudalaquelecomprólachalupanueva.

Ya estaba. ¡Ya lo sabía! Había descubierto al enemigo. Sintió laincontrolable satisfacción del éxito, aunque logró ocultarla tras una expresióncalmadaymesurada.

—Hassidodemuchaayuda.Tedoylasgracias.—Si necesita que azote a esa zorra, dígamelo. Eso sí, es escurridiza. Si

cruzaelrío,capitán,lomásprobableesquedesaparezca.—Lahosquedadinicialdelcapatazsehabíaconvertidoenunaservicialdisposición—.¿Hablaráhoyconella?

—Lo dudo. —Vane no estaba preparado para una confrontación de esanaturaleza,ynoqueríaalertaralamuchachadesussospechas—.Perosilavesaparecerporlaciudadenlospróximosdías,házmelosaber.CualquiermensajequedejesenelEstadoMayordesirWilliammellegará.

—Asíloharé.Vanesonrióamododeagradecimiento.—¿TienestiempoparaenseñarmedóndeestáPainter’sWharf?Woollardnegóconlacabeza.—Tengoquequedarmeabordo,capitán,hastaquezarpe.—Hizoungesto

haciaelcamaroteenelqueJonathonestaba retenido,yVane,comprensivo, sedirigióalembarcadero,dondelassombrasdebalizasymástilessealargabanalaluzdelatardecer.

Recorrió los muelles atestados. Los centinelas y artilleros de la bateríacentralsecuadraronalverle,yVanesellevólamanoalsombrero.Unmarineroborrachoseapartódesucamino.Habíaunaollaconbreaenebulliciónjuntoaunodelosembarcaderos, iluminandoelaireconelcalorquedesprendía.Vanesorteóunascuerdasenrolladas,trampasparapecesyarosdeamarre.Asuladosealzabanimponentesbarcosconlasbodegasrepletas.Unmarinerotirórestosdecomidaporlabordayunabandadadegaviotascayóenpicadodesdeelcielo.Lasprostitutasdelmuelle,deojosamoratados,observabanaVaneeignorabanalpredicador que, con la biblia en la mano y entusiasmo en su joven rostro,pugnabaporapartarlasdelmalcamino.Eloloracáñamollegabadesdeuntallerde cuerdas en el que una cuadrilla de negros empujaba un torno enorme parafabricaruncabolobastanterobustocomoparamanteneramarradounbarcoenmediodeunatempestad.

Los embarcaderos del extremo norte eran demasiado pequeños para losgrandesnavíos,asíqueeraallídondelaschalupasylasgabarrasseapiñabanen

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torno a escolleras cochambrosas. De las embarcaciones se descargaban cestascon pescado cuyo contenido era vertido en toneles, dando lugar a cascadasplateadas. Una mujer le ofreció a Vane un puñado de ostras. Era allí dondellegaba la comida, aunque, salvo por el mercado de pescado, los almacenesestaban vacíos. Filadelfia tendría que esperar aún para la recogida de lascosechas.Vanesevolvióalavendedoradeostrasylepagóunchelínporestas.

—¿CuálesPainter’sWharf,señora?—Elpenúltimo.Vanedioconelembarcaderoyrecorrióelextremodelmuelle.Unadocena

dechalupas,conlasvelasrecogidasenlasbotavaras,semecíansobrelasaguassuciasqueteníaasuspies.Unadeellasteníaelcodastepintadodeblancoyunaproaalta.Eraelbarcoquehabíacompradolaviuda,yVanevio,enlachalupadeCaroline,unarmadelosrebeldes.

Vaneseapartóabruptamente.Alfinaldelosmuelles,dondeunapareddeladrillo marcaba el lugar donde empezaban los astilleros, había otra bateríabritánica, protegida por un tosco parapeto de piedra desnuda que daba al río.Vaneseacercó.

—¿Leimportasitomoelaireporaquí,sargento?Elsargentoalmandoocultósudesagradoalsermolestadoporunoficialal

quenoconocía.—Esunhonor,señor.—Hepensadoqueasushombreslesvendríanbienunasostras.—Gracias,señor.Vanesonrióalosartilleros,quienes,antesdequeapareciera,habíanestado

holgazaneando junto a sus cañones con pipas encendidas. Habían apagado eltabacoatodaprisaencuantovieronaparecerlascharreteras.

—Seguidfumando,chicos.Estoyconvencidodequeconocéislospeligrosmejorqueyo.

Elsargento,agradecidoporlaamabilidaddelgesto,sonrió.—Loscañonesnoestáncargados,señor.—¿No?—¡Llevamosseismesessinverunrebelde!Posado sobre el parapeto había un catalejo viejo y desgastado que se

utilizabaparacomprobardóndecaíanlosproyectiles.Elcapitánlocogió,retiróla tapa de la lente exterior y miró al otro lado del río. La aldea ribereña deCamdenpasópordelantedeélmientrasmovíaelinstrumentohacialaizquierda.EneltrechoqueseparabaCamdendeCooper’sPoint,segúncomprobó,habíaunbosquefrondoso,aunquesípudoveralgunascasasdemaderaentrelosárboles.Másalaizquierda,másalládellugarenelquedesembocabaelríoCooper,pudo

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ver la empalizada de la pequeña guarnición británica encargada de la tala demadera.Sehabíaconstruidohacíaunasemana.Eraunfuerteminúsculoalbordede un bosque abundante que serviría para proveer de leña a las cocinas deFiladelfia.Nohabíamuchaspatrullasrebeldesquepudieranentorpecerlatareadelaspartidasdetala.Vane,porelcatalejo,pudovercasacasrojassacandoaguadelríoconcalderos.

Vane volvió a posar el catalejo y se acomodó en una de las troneras. Lapunta de su sombrero le daba sombra en la cara. El viento llegaba frío, peroestabaaresguardoenlatroneraynoleimportabaesperaraqueanochecierasiera necesario. El río fluía ante él y su sonido resultaba extrañamentereconfortante.

La chalupade codaste blanco apareciómedia hora después.Vane, que sehabíaquedadomediodormido,nosehabíapercatado,peroelsargento,solícitodebidoalaactitudamistosadelcapitán,llamólaatencióndeVane.

—Aquellamereceunvistazo,señor.—¿Sargento?—dijoVanesobresaltado.—Lachalupano,señor.Lamuchacha.Unamordechiquilla.Vanetiródelcatalejoylocolocóenposición.Poruninstantenopudover

másqueelborrónrojooscurodelasvelasdesplegadas;luegoenfocóelcatalejoylomovióhaciaunladohastaquepudoveraunamuchacha.Habíasacadounpequeñoremoybogabadesdelaproa.Manejabalaembarcaciónconinstintivapericia.Estabadeespaldasalabatería,yVanesintiólatentacióndegritaralgúnpiropoquehicieraquesevolviese.Semordiólalengua.SiaquellamuchachaeraunadelastraidorasquehabíanprovocadoelsangrientofinaldeloshesianosenFortMercer,Vanepreferíapasardesapercibido.

Elvientofríogolpeólaveladelachalupacuandolaembarcaciónsealejabadel embarcadero, y Vane vio cómo la muchacha metía el remo a bordo y sesentabaaltimón.

Tuvo que darse la vuelta para sentarse y, de pronto, su rostro llenó elcatalejo.Vanelareconocióalinstanteyresollóasombrado.

—Todaunabelleza.—Elsargento tomólareaccióndelcapitáncomounamuestradeadmiración—.Peroesbastantereservada.Unalástima.

CarolineFisher.LaCarolinedeSam.Vanesiguióobservando.Parecíaaúnmásbellaahoraquecuandolahabíavistoenlaiglesia.Vioaunamuchachaconelpeloblanqueadoporelsolylosojosrelucientes,yunrostroquebienmerecíaquesebotaranmilchalupasenlasaguasdeldeseo.Unachicaalaqueamarydejar, aunque ahora debía ser capturada y castigada. El capitán sintió unasacudidadeexcitaciónalpensarlo.¿QuédemonioshacíaSamconesachica?Noera una sirvienta de cocina, sino una rebelde que entraba y salía de la ciudad

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ocupadaconsuinocenteembarcación.Lamuchachasevolvióymiródirectamentealcatalejo.Vaneestuvoapunto

de apartarlo, y entonces se dio cuenta de que, precisamente, el instrumento leocultaba la cara y, por tanto, Caroline no podría identificarle. Fingió ser unsimple observador lascivo. La muchacha, al darse cuenta, se rio, se llevó elpulgaralanarizylehizoburla.

—Unarameritavivaz—dijoVane.—Peroesreservada,señor.—Esohadicho.Cuandolamuchachasehuboalejado,Vanecerróelcatalejoyseapartóde

latronera.—¿Algunavezregistranustedeslaschalupas?—No me importaría hacerle un buen cacheo, señor. En realidad no, no

solemoshacerlo.Muydevezencuandoechamosunvistazoenlasbodegas,perojamásencontramosnada.

Hacia el sur, desde uno de los grandes embarcaderos, elDeirdre-Ann sehacía al río. Vane vio que las gavias se desplegaban al viento y oyó a losmarinerosque tirabande las jarcias.Losprimeros remolinosdeun largoviajeaparecieronenlapopadelmercante.

VanevolvióamiraralachalupadeCaroline,peroyaestabalejos,rumboalmuellecochambrosoquehabíacercadeCooper’sPoint.Sam,pensóVane,Sam.El bueno de Sam, el recto y honesto Sam. ¿Acaso también era un traidor?Elcapitántuvolatentacióndeirenbuscadesucriadoyobligarleaqueledijeralaverdad.Entoncesseleocurrióalgomássensato.Todoloquehabíaaveriguadoesedíaerasecreto,yeramejorquesiguierasiéndolohastaquefueseútil.Vanemiróalsargentodeartillería.

—¿Podríareconoceraesamuchachadenuevo?—¡Porsupuesto,señor!—Megustaríaquelehicierallegarunmensaje,sargento.Elsargento,malinterpretandolasintencionesdeVane,sonrió.—Porsupuesto,señor.—Se apellida Fisher. —Vane ignoró lo que insinuaba la expresión del

sargento—.Noquieroquelamolestenhastaqueyolodiga.Ycuandoledéelmensaje,nomemencione.¿Comprendido?LedicequeesdeuntalSam.SoloSam.—Vane leentregóelcatalejoal sargento—.Puedequeno lepidaque lohagahastadentrodeunosdías,sargento,perolerecompensaréconunaguinea.¿Cómosellama?

—Pollock,señor.—Buenasnoches,sargentoPollock.

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—Buenasnoches,señor.Lynch le había llevado a Logan, pensó Vane, y Logan a Caroline, y

Carolineibadirectamenteacasadelaviudausandounbarcoquelamismaviudalehabíacomprado.Ahora,unanegativa insolenterecibiríacomorespuestaunavenganza.TodoloquenecesitabaVaneeranpruebas.YSam,eltraidor,pondríalosmediosasualcance.

Vaneseentregó,dichosoysatisfecho,alosplaceresnocturnos.

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—Mateo,Marcos,LucasyJuan,bendecidlacamaenlaquemeacuesto.Cuatroángeles enmi cama, cuatro ángeles sobremi cabeza: uno para cuidarme, otropararezarydosparallevarmialma.

LydiaCrowlhizounapausa.—Dios,bendiceamamá,al tío Jonathon, aCaroline, a Jennyya todoel

servicio, y, por favor, Dios, envía a los franceses y la libertad y mata a losbogavantes.Amén.

—Sesuponequenopuedesdecireso—dijoMarthaconternura—cuandoSamestáaquí.

—MenosaSam—añadióLydiarápidamenteasuoración;luegoabriósusojosazulintensoymiróporencimadesusmanitas.

—Hola,Sam.—Hola.—Mevoya lacama.—Lydia,con toda laenergíadeunacriaturadeseis

años,semetióatodavelocidadbajolassábanasdesdelasquetansolemnementehabíaestadomirandoaSam—.Carolinehaestadoaquí.

—¿Deverdad?—MehacontadolodelHombreVerde.Dicequelosabestodosobreél.—Asíes.Samse sintiópresionado, yhabló sobre el enormemonstruoque recorría

losbosquesporlanocheenbuscadeniñosamericanos.—Vendráytecomerá—ledijoaLydia,yadesaparecidabajolassábanas.—Lavasaasustar—dijoMartha.—¡Tecomeráentera!¡Oh,sí!Perohayunaformadedetenerle.Dosojosaparecieronporelbordedelasábana.—¿Cómopuedohacerlo,Sam?—Diciendotusoracionesysiendobuena.—Yasoybuena,¿verdad?—Eresmaravillosa.—Marthaseinclinóybesóasuhija.Lascortinasque

colgabanjuntoalaventanaestabanempapadasdevinagreyhierbasparaalejarelhedorquedesprendíanlascallesdelaciudad—.Duermebien.

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—Quierounbeso.DeSam.Sam,aquienJennyhabíaenviadoalpisodearriba,complacióaLydia.Una

vezfuera,yacerradalapuerta,Marthasonrió.—Lesgustasalaschicas,¿eh,Sam?—Nolosé,señora.Marthaarrugólanariz.—Mealegravertedenuevo,aunquenecesitesunbaño.—Sí,señora.—Samsonrió—.HetraídolaropaparaJonathon.—SoloDiossabeporquénosayudas,Sam,peroteloagradezco.Martha le llevó escaleras abajo hasta la cocina, donde Jenny admiraba la

casacayeltricorniodeunoficialdeMarina.Elsombreroestabadecoradoconunafranjadeoroyllevabaunaplumanegraenloalto.

—¡Diosmío!—Marthacogióelsombreroyselopuso—.¿LehasrobadoelsombreroalordHowe,Sam?

—Supongoquetendráotro—dijoSamavergonzado.Marthaserio.—Jonathontendrámuybuenaspecto,¿verdad?—Tendrá que llevar una espada bajo la casaca—dijo Sam— para estar

perfecto.Yuncorbatínblancoenelcuello.Marthadejóelsombreroenlamesa.—¿Serápeligrosoparati,Sam?—¡No! —dijo Sam burlándose de los peligros que implicaba hacer que

Jonathon superase los puestos de guardia de Painter’sWharf—.Lo único quetiene que fingir es que está borracho. ¿Quién iba a sospechar de un oficialborrachoenFiladelfia?

Marthasuspiró.—OjaláJonathonnosefuera.Elmundoseestávolviendoloco,Sam.Loco.

—Martha se sentó en el lado opuesto de la mesa—. ¿Has visto lo que estánhaciendoenlamansiónWharton?

—Hepasadoporallíestamañana—dijoSam.La mansión Wharton, en Walnut Grove, se levantaba en los amplios

jardinesdelsurdelaciudad.Elcéspedllevabadelaespaciosacasahastaelrío.Eldueñodelamansión,unpatriota,habíahuidodeFiladelfiaenotoño,yahorasu casa estaba siendo preparada para la gran meschianza. Mesas, tapices,porcelana, cristal, cubertería de plata, colgaduras, quinqués, sillas, espejos ycandelabrosestabansiendotomadosenpréstamodelasfamiliasacaudaladasdela ciudad para decorar el entorno. Artilleros navales estaban haciendo lospreparativos para un espectáculo de fuegos artificiales, mientras que loscocinerosseafanabaneneldiseñodeunbanqueteexótico.

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—Lord Robert Massedene quiere que vaya —dijo Martha—. Pero noquieroirdisfrazadacomomehadicho.¡Deesclavaturca!Jamáshabíaoídounasandeztal.

Jennyserio.—Estaríaespectacular,señora.—Irévestidadebarrasrojasyblancas,conlapalabra«Saratoga»bordada

encadapliegue.—Marthaparecióalegrarsealpensarenello.—Seráunafiestafantástica—dijoSamcontristeza.—SirWilliamsiempredafiestasfantásticas—dijoMartha—.Essumayor

ymás indudable talento.Me da pena que se vaya.Mi enemigo es un hombreamable,comoloerestú,Sam.

—MecaebienBilly.—SamevadióelcumplidodeMartha.—Yserásustituidoporescoria—dijoMarthaconamargura—.¿Hasoído

loqueleshicieronalosprisionerosenCrookedBillet?—Samnorespondió,yMartha,alpercibirqueevitabalapregunta,dioungolpeenlamesa—.¿Ybien?¿Lohasoído?

—Estuveallí,señora.Noduranteelcombate,sinoaldíasiguiente.—¿Esverdad?Samhizounapausa.—Nolosé.—¡Sam!Sam,acorralado,seencogiódehombros.—Losrangersdicenquelohicieron,peronolosé.—Seestávolviendoencarnizado,Sam.Cometenasesinatosydicenquees

queesunaguerra.Lossiguientesseránlasmujeresylosniños.—¡No!—dijoSam,dolido.Marthahizooídossordosasuprotesta.—PoresonoquieroqueJonathonsevaya.Noquedahonor,Sam.Estose

estávolviendohorrendo.Perosisetienequeir,ysupongoquesí,preferiríaquefuesesconél.

—¿Yo?—dijoSamaturdido.MarthasonrióenagradecimientoporlainevitabletazadetéqueJennydejó

enlamesa.—Notesorprendastanto—dijoMarthaconaspereza—.SéqueCarolinete

lohapedido.—Sí,lohahecho—admitióSam;luegoseencogiódehombros—,perole

hedichoqueno.—¿Otro inglésquenoquiere la libertad?—Mientrashablaba,Marthavio

que el rostro de Sam se tensaba—.Y nome des una de tus recias respuestas

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inglesas,Sam.¡Lalibertadexiste!LaintensidaddesuvozhizoqueSamsepusieraaladefensiva.—Nuncahedicholocontrario.—Entoncesdimeloquees.Samseencogiódehombros.—Esconloquesoñabamihermano,¿no?Siempremásalládelascolinas,

siempreenotrospastosmásallá.—¿Creesquelosrebeldesestánmuriendoparanada?—MihermanoNatemurióparanada.Yyohevistoalosrebeldes,señora.

Inclusohematadoaunoscuantos,simepermitedecirlo.Ynosondiferentesanosotros.Chicosnormalesempujadosalabatalla.Elhechodequeluchenporlalibertad no los hace especiales. No hay un cielo especial para los rebeldes,señora.

Marthaserecostóensuasiento.—La libertad no es el cielo, Sam, no es una recompensa. La gente aún

moriráen lapobrezayen ladesesperacióncuandoobtengamos la libertad.Loqueimportaespoderserlibredeescogeruncamino,nadieteprometeeléxito.Yo no odio a los ingleses. Algunos de vosotros incluso sois agradables. PeroodioteneraungordoarroganteenLondresdiciéndomeloquepuedoynopuedohacer. Preferiría que ese hombre gordo y arrogante residiese en Filadelfia,porque almenos así podría abuchearle.Ya no necesitamos a Londres.Hemoscrecido. Queremos la libertad. Tú creciste, Sam, y no querías que tus padresestuvierandiciéndotetodoelratoloqueteníasquehacer.Queríaslibertadylaobtuviste. Te uniste al ejército, lo que prueba que hasta el mejor de nosotrospuedehacermalusodesulibertad,peroesmejortenerlayhacerunmalusodeellaqueno tenerla enabsoluto.—Marthameneó la cabeza—.Hablocomounabogadobaratoenunareunióndepueblo.

Sam,avergonzadoporsuanteriorestallido,hablóarrepentido.—Amímegustaoírlahablar,señora.Marthalesacólalengua.—Peromegustaríaquefueras,Sam.PorJonathon.—Jonathonestábien—dijoSamconfirmeza.Marthadesechósuspalabras.—Jonathonnoestábien.Esuntullidoconunapiernademaderaatadaaun

muñón.Estáenamoradoy,porlotanto,febril,ysolosevaporqueesuntercoyunnecioquetienequeprobarsequevaleparalomismoquecualquiera.¿TehasparadoapensarloquelecostaráaCarolinellevarlehastaTrenton?Tendránquenavegarporlosrápidos,yJonathonnosirveparaeso.Tendráqueserellalaquehagatodoeltrabajo,yélnoharámásquecojeartrasella.Poresoquieroquelos

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ayudes.Túestásentero.Samnegóconlacabezalentamente.—Sinopuedenirsolos,señora,nodeberíanirse.Marthasonriócontristezaaloíresaverdad.—Claroquenodeberíanirse,peroJonathonestáenamorado.Loquenosé

essiCaroline loestá,peroél sí.—ObservóaSamesperandoalguna reacción,peroelsoldadonohizoniunamuecayMartha,exasperada,meneólacabeza—.Amor,amor,amor…¿Algunavezsetehaocurridopensarenlobienqueleiríaalmundosinofueraporesatontería,Sam?

—Nosénadadeeso,señora.Marthaseencogiódehombrosaloírsuevasiva.—PerosiJonathonnoestuviera,cruzaríaselrío,¿verdad?Sam,nodijonada.Jenny,apoyadajuntoalfuego,leobservaba.Marthatiródeltricorniohaciaellaypasóundedoporlaplumatiesa.—PensemosenCarolineFisherporunincómodoinstante.—Hahechounapromesa—dijoSam,completamenterígido.Marthalehizounamueca.—Noteconvertiríasenamericanoporlalibertad,Sam,porquecreesqueno

nos falta. Tampoco lo harías por convicción republicana, porque ni siquierasabescómoseescribe«república».PerosíteharíasamericanoporCaroline.Esoesamor,Sam.

—Nuncahedichoquefueraahacerlo—dijoSamindignado—.¡Yellanocambiaríadebandopormí!

—¡Claroqueno!Sientepasiónporotrascosasquenosonelhombrealqueama.—Marthahizootramueca—.YnohablodeJonathon.Élespatriotaporqueloesella.Carolinenoabandonará larevolución,asíquesuhombretendráqueaceptarlacomopartedeella.¿Cuáles tupasión,Sam?¿Esealemánobesoquetenéis por rey? ¿Sientes por el feo de Jorge III lomismo queCaroline por elgeneralWashington?

Samsequedómirandoalamesa.—Nopuedolucharcontramipropiobando.—Por el amor deDios, ¿qué bando es ese? ¿De dónde te crees que son

todas nuestras familias?—Martha no tuvo en cuenta la presencia de Jenny—.¡DeInglaterra!Carolineestaninglesacomotú,soloqueviveaquíynoallí.PorDios,Sam,¿quieresquedarteparasiempreenelejército?

—Quizánotengaquehacerlo.—¡Ah!Ya…Carolinemelodijo.Hayunaremotísimaposibilidaddequete

conviertasenelmozodecuadradesirWilliam.—LavozdeMarthahabíasidoburlona,peroahorasevolvióyseñalóaleste—.Allíhayunrío,Sam,yalotro

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ladoestálalibertad.Todoloquetienesquehacerescruzareserío.Seacabaronloslatigazos,lossargentos,loscapitanesVane.—Sampermanecióensilencio,yMarthasuspiró—.¿Tantonosdesprecias,Sam?

—Sabequeno—dijoSam,indignado.Marthaseencogiódehombros.—Puedescruzarelrío,Sam.Allíhayunmundonuevo.Haymáscolinasy

vallesdelosquepuedassoñar,yestánesperandoqueunhombrehundaelaradoenellos.HayríosmáscaudalososquetuTámesis,ynisiquieratienennombre.Haycaballosquecriar,yhaypastosparaalimentarlos.Aquíhaytodoloqueunhombrepuedadesear,Sam,ysiganamosestaguerra,inclusotendremoslibertadparahacermalusodeello.

Sammiróaltecho.—Puedequecruceelrío.Marthacomprendiósutonopesimista.—Pero a tu tiempo y a tumodo, ¿verdad? ¿Porque no puedes estar con

Caroline?—Puesno,nopuedo.Marthahizounapausa.Elvientogolpeabalapuertadelacocina.—Nosé,Sam.Quizásípuedas.¿Quiénsabe?Perosíséunacosa…Laviudasecalló,esperandoaqueSamdijeraalgo.Ylohizo.—¿Señora?Marthamiróelvistososombrero.—Mi tío te diría que lo único que merece la pena seguir es el dinero.

Dinero, dinero, dinero, pero eso nunca le ha dado unmomento de reposo. Elejércitotediráquesigas…¿elqué?¿Lagloria?¿Labandera?¿Lavictoria?Yalfinaldelcaminosoloesperalatumba.—Marthalemiróalosojos—.Loquetedigoesquesigasalamor,Sam.Nohay razónparahacerlo,y símuchodolor,peroesloúnicoquepuededartelafelicidad.

Samescuchóatentamente;loquemásdeseabaeraseguiresosconsejos.—Peroalguienacabarásufriendo,señora.—Y lomás seguro es que seas tú—dijoMartha—, porque los tres sois

jovencísimosyabsurdamentehonrados,perosiguesiendo loúnicoquepuedeshacer.Yduele,Sam,yolosé.—HubotantodolordeprontoenlavozdeMarthaqueSamfruncióelceño,yMartha,alpercibirsulástima,quisoapresurarse—.Siguealamor,Sam,ditusoracionesyséunbuenchico.ElHombreVerdenotecomerá.

—Sí, señora.—Sonrió, se puso enpie y se señaló la casaca roja—.Peroestáesto.

—Noesmásqueunachaquetaencarnada,Sam,malteñidaypeorcosida.

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—Hiceunjuramento.—¿Eldequemarprisionerosvivos?—Marthavio el dolor en su rostroy

sonrió—.Lo siento,Sam.Séqueno fuiste tú.Pero si te quedas en el ejércitocambiarás.

Sam recordó cómo, antesde lamuertede suhermano,había admiradoalsargento Scammell, cómo había querido ser como él. Sintió vergüenza alrecordarlo.

—Nocambiaré,señora.—Esoespero,Sam.Dehecho,rezoporello.

Mástarde,cuandoSamsehuboido,laviudasubióalpisodearribaycontemplóasuhijamientrasdormía.LacaradeLydiaerael rostromismode lapaz, tandelicada y tan pura, y, sin embargo,Martha sentía que una terrible presenciaamenazaba la ciudad. El HombreVerde, pensó, había cruzado el océano paraatormentarlos y traer consigo el terror.Martha se dijo que no había nada quetemer,peroelterror,informeeirracionalcomocualquiermonstruodelbosque,pendíasobreella.Temíaporelfuturo.Temíaporsuhijayporlalocuraqueseestabaacercandoalascostas.TemíalapartidadesirWilliam,porqueelhombrequelesustituyesequizácreyera,comoelcapitánVane,enlavictoria.

Temíamuchas cosas.Y, como temía tanto,Martha empezó a llorar en lanochedeFiladelfia.

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ElDeirdre-Annnavegóríoabajosoloconlasgavias,lastrinquetillasylamesanadesplegadas.Lasgrandesvelasmayores,quepropulsaríanalanavehaciaelotroextremodelAtlántico,estabanrecogidasenlasbotavaras.ElcapitánCarroll,queparecíadispuestoamostrarseamable,leexplicóaJonathonqueechardemasiadavelaerapeligrosoenaguastanpocoprofundasyqueelDeirdre-Annrecorreríalentamenteelrío,yqueecharíanelancla,alanochecer,asotaventodeBillingsIsland.Después,cuandoamaneciese,pasaríanjuntoalosrestosdelosobstáculosrebeldesqueaúnnohabíansidoretiradoscompletamentedellechodelrío.

—Paramañanaalmediodíaestaremosenmarabierto,Jonathon,yentoncesveráscómonosempujaelviento.

Jonathon, abrigado contra el frío de la noche, estaba apoyado contra unpequeñocañónqueestabaatadoenel castilletedepopa.Elpiloto, americano,estaba juntoal timonel,mientrasqueel capitánOscarCarroll fumaba supipa,satisfecho,alladodeJonathon.

—Tutío—dijoelinglés—medicequenotehacemuchailusiónesteviaje.—No,señor,ninguna.—Echarásdemenostucasa,claro,peroLondresesunaciudadmagnífica.

—Los espasmos del capitán distorsionaban su rostro dando lugar a guiñoscontinuos—. Allí hay muchas tentaciones, pero es una ciudad magnífica, enparticularparaunjovenconposibles.

—Seguroquesí,señor.Jonathonestabamirandohaciaabajo,alaorillalodosaquepasabaanteéla

la luz cada vezmás tenue del atardecer.Había pequeños botes varados en lasorillasy,algomáscercadelmercante,embarcacionesostrerascargadasdecestasycajasrecorrían las inmediacionesde losmuroschamuscadosdeFortMifflin.Ahorahabíaunaguarniciónbritánicaallí; sussoldadoshacíanguardia frentealascostillasdelmalogradoAugusta,ahoraababordelDeirdre-Ann.Másalládela fragata hundida, sobre un islote pequeño y repleto de juncos, un bote bocaabajo había sido convertido en vivienda por una familia de pescadores. Unacolumnadehumoflotabahaciaelmardesdeunachimeneaachaparradademetalquesobresalíadelaviejaquilla.LaislaestabatancercaqueJonathonpodíaoler

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elpescadoqueestabancocinandoenladiminutachabola.Habíaredesconbreacolgadas a secar junto a una chalupa cochambrosa y desgastada por loselementos en la que un chiquillo chupaba ostras. El capitán Carroll hizo unamueca.

—Seguroquehanpasadounmalinvierno.—Hasidouninviernoduro.CarrollvioenJonathonungestoanhelante.—¿Pensandoendarteunchapuzón,muchacho?—No,señor—mintióJonathon.Estaba resuelto a escapar, y tendría que ser esa noche, ya que al día

siguienteelDeirdre-Annhundiríalaproaenmarabierto.La cara deCarroll sufrió un espasmo cuando golpeó la pipa en la regala

paravaciarla.—Noeresunprisionero,muchacho.Enmibarcono.Dijequetellevaríaa

Inglaterra,ytellevaré,peronocomocautivo.Peronohayunodemishombresquevayaaquedarsequietosiintentasahogarte.

Jonathon juzgó los comentarios contradictorios del capitán y se preguntócuáleraelmensajequequeríatransmitiraquelhombre.

—¿Siquierodesembarcarmedejará?—Noteayudaré—dijoCarroll—,asíquenomelopidas.—Entonces¿soyunprisionero?—Serásmiinvitadoparacenar,espero.Quizádespuéspodamosecharuna

partidadeajedrez.Lanochefueoscura.ElDeirdre-Anneraelúltimodeentreunadocenade

mercantes que esperaban en Billings Island para sortear, al amanecer, losobstáculosmediohundidosdelosrebeldes.Elríogolpeabalalíneadeflotacióndelbarco,y reflejaba las llamasde las embarcaciones atracadasdando lugar asiluetas de luz bailarinas sobre las aguas negras. El capitánCarroll sirvió unacenadebeiconylentejasalaquesiguierontrespartidasdeajedrez.Jonathonlasperdiótodas.Jugómal.SolopodíapensarenCarolineyenlaorillaque,alaluzdelatardecerybajoelbrillodeVenus,selehabíaantojadotancercana.

AmedianocheelcapitánCarroll lehizojaquemateaJonathonporúltimavez.

—Vasatenerquepracticar,muchacho.—Sí,señor.Carrollmiróalaoscuridad.—Está subiendo lamarea. Toca acostarse.—Cogió su biblia y abrió sus

páginasmanoseadas—.Duermebien, chico, y piensa en todas las bendicionesquetehadadoDios.

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Jonathoncojeóhastasucamarote,quenoeramásqueunpequeñocubículoenfrentedelmásespaciosocamarotedeCarroll.Nohabíaventana,solouncatreencajadobajoel agateradodepopa. Jonathon semetiódentroy se sentóenelcatre.Suequipaje,dosbolsasdeviaje,ocupabanlatotalidaddelsuelo.Nohabíaluz.

Sedesvistió,pero sedejópuesta lacamisay la ropa interiory sepusoelabrigosobreloshombros.Nosedesatólapiernademadera;permaneciósentadoenelcatreyesperó.

NoiríaaLondres.Dosotresañosatrásquizáhubieraestadotentadodeir.Hasta la rebelión,con todas susmaravillosaspromesas,era incapazdehacerlesombra a lo que significaba Londres, pero ahora Jonathon había conocido aCaroline, y ni siquiera una ciudad que fuera diez veces Londres hubiera sidocapazdeapagarloquesentíaporella.

Jonathonestabaenamorado.Aunque tambiénera ciertoquepresentíaqueese amor no era del todo correspondido. Le había impuesto a Caroline unapromesa,yellahabíaaccedido,peroJonathonestabaresueltoaganarsesuamor.Hastaesemomentonohabíaconseguidonada,ylosabía.Habíacabalgadoconelejércitorebeldeunosdíasyhabíacaídonadamásolerlapólvora.EsanocheseríadignodeCaroline.Huiría.

Esperóaquesonaranlosrelojes.Esperóhastaquesehizoelsilencioenelexterior.Entonces,cogiendosubastón,abriólapuerta.

Habíaunmarinerojuntoaltimón.Unquinquéproyectabalasombradelosradioshaciadelante.

—¿Vasaalgúnsitio,muchacho?Jonathonhizoungestodedolor.—Mistripas.Elmarineroserio.—La sopa del capitán, ¿eh? Más te vale desarrollar un estómago de

marinero,chico.¿Quieresuncaldero?—Iréalasletrinas.—¿Necesitasayuda?—No,perogracias.Jonathonsedirigióaproa.Supiernademaderagolpeabalacubierta.Pasó

junto a los cañones y al ladode dos hombres quehacíanguardia por si veíanalgúnbarcorebelde.ElpebeterodelbarcodondesepreparabalacomidaseguíaardiendocuandoJonathonpasójuntoaél.Enlaproadelbarco,dondeelbauprésapuntaba hacia la oscuridadmoteada de estrellas enmedio de unamaraña decuerdas,cadenasyredes,habíaunaregalabaja,másalládelacualestabanlosretretes,suspendidossobrelasaguas.

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Jonathon hizo una mueca de dolor cuando levantó la pierna de maderasobre la regala. Agarró una cuerda y puso la pierna buena en el bauprés;entonces,cuandoestabaapuntodecaer,sesentó.Vioqueelmarinoquehabíaestado junto al timón le había seguido por cubierta y ahora le observaba.Jonathonsupusoque,aunqueelcapitánCarrolllehubieraaseguradoquenoeraun prisionero, no dejaba de ser considerado un rebelde que necesitaba servigiladodecerca.

Jonathon se arrebujó en su abrigo y miró el agua negra. A sus pies seextendíaunareddestinadaasalvaraquienquieraquecayesedesdeeselugartanprecario. A su derecha estaban los pechos enormes del mascarón de proa delDeirdre-Ann. Los grandes ojos pintados de la talla brillaban siniestros en laoscuridad.Másalládelamarañadejarcias,yseccionadaporlaenormecuerdanegradelancla,Jonathonpodíaverlacosta.Noparecíaestarmuylejos.

Elmarinero,quizáportacto,diomediavueltaysedirigióalpebetero.Encuantoelhombrese fue,Jonathonsedesabrochó lapiernademadera.

Teníaunacorreaenelmusloyotraalacintura.Elfríohizoquesesintieratorpeconlosdedos.Seretirólacazoletadecuerodelmuñónysintióelbenditofrescordelanocheenlacarneensangrentada.Dejócaerlapiernayelbastónalared.Miró a su izquierda. El marinero había desaparecido. Consciente de quecualquierdemorapodíadaraltrastecontodo,Jonathonmovióloshombrosparadesprendersedelabrigo,alargólasmanosparaagarrarseaunadelascuerdasdelbauprés y se inclinó hacia el vacío. Estuvo colgado un instante de la gruesacuerdayluegosedejócaer.

Rebotóenlaredsuciaderestosviejosdeexcrementos.Unadelascuerdasdelaredleraspóelmuñón,yapuntoestuvodegritar,perosemordiólalenguayrecogiólapiernademaderayelbastón.Trepóporelinteriordelared.Resultóser mucho más difícil de lo que había imaginado. Su único pie se escurríacontinuamente por entre los huecos de la red, pero al fin alcanzó el extremosuperiorconlamanoderecha,y,graciasalafuerzadesarrolladaenlosbrazos,seimpulsóhastapodercontemplarlasaguasnegrasaseispiesdedistancia.Teníalapiernayelbastónenlamanoizquierda.Permanecióenellugaruninstanteyluegopasóalotroladosindejardeagarrarsealared.Sequedócolgandoduranteunlatidoydespuéssedejócaer.

Elaguaestabacongelada.Estabatanfríaquecasiparecíaquemarle.Se hundió y emergió de nuevo junto al casco rugoso y duro de la nave.

Sollozabadefrío,temblaba.Sesumergiódenuevobajoelcascoyconfióenquelapiernayelbastónpudierandarle cierta flotabilidad.Nohabíanadadoen suvida, aunque recordaba que Caroline le había dicho que era tan fácil como

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caminar.Rezóparaquefueracierto.Lacorrienteempezóaarrastrarloporelcostadodelbarco.Aferrólapierna

de madera y el bastón y se los puso bajo el pecho mientras con una manoempujabaelcascoparaalejarse.Oyóqueunavozgritabadesdeloalto,ysupoquelebuscaban.

Doblólapiernabuenacontraelcascoysepropulsóendirecciónopuestaala gigantesca nave. El agua se le metía en la boca, le ahogaba; escupió ychapoteóconelbrazoqueteníalibre.Vioelreflejodeunaluzenelaguaysupoquealguiensosteníaunquinquéporlabordadelbarco.

—¡Eh!—Lavozparecíamuycercana—.¡Eh,chico!Deprontounacuerdachapoteóasulado,yJonathon,quetansoloestabaa

unos pies del mercante, intentó propulsarse desesperadamente con su piernabuenay con lamanoderecha. Sintió al hacerlo que la corriente le alejaba delDeirdre-Ann.

Nadabacomopodía.Contorpeza,salpicando,desesperado,perolamaderalemantenía a flote y su desesperación le concedió la inercia suficiente comoparaalejarsedel tenuecírculode luzquedesprendíaelquinqué.Pudooírpiesdescalzoscorriendoporlacubierta,luegoungritoyaalguienordenandoquesebajaraelbote.

El frío lemordía la carne.Solo llevabauna camisa.Teníaque lucharporcadabocanadadeaire.Oyóruidosasuespalda,ycuandosegiró,comprobóconasombrololejosqueestabayadelDeirdre-Ann.LacorrientelellevabahacialacostadeNuevaJersey,hacialaoscuridadylassombrasdelaorillaembarradaenlaquehabríadeocultarse.

Crujieronlaspoleasdelbotemientrasdescendía.Jonathonseguíaadelanteaduraspenas, tragandoagua,atragantándose,aunque lograndodealgúnmodomantenerseaflote,resueltoahuirdelacondenaquesutíohabíamaquinado.Elgruesoartilugioqueeralapiernaerasusalvaciónyelvalor,suinspiración.

Oyó, amortiguada, a lo lejos, laordende sacar los remos.Undestellodesentidocomúnlehizodetenerseensufrenéticochapoteo.Seabrazóalapierna.Habíaperdidoelbastón.Flotó,giróenlosremolinosysollozódefrío.PensóenCaroline, invocandosu imagencomosi fueraunespírituoceánicoquepudieraguardarleysalvarle.Quisodecirsunombreenalto,comosifuerauntalismán,peroguardósilencio, salvoporelcastañeteodesusdientesy los involuntariosresuellosprovocadosporelfrío.Nopodíaoírelbote,ynoseatrevióamirar.

Lacorriente,quepodríahaberlellevadoalatumbaenlaanchabocadelrío,lesalvó.Lamareaestabasubiendoylellevóatierra,dejándoleallísuavemente,delmismomodoqueotracorrientehabíallevadoaMoiséshacialosjuncos,soloque Jonathon topó con un banco de barro brillante. Durante unos instantes,

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agonizante de frío, Jonathon ni siquiera supo que estaba a salvo. Entonces,asaltado por el instinto ciego de quien se encuentra al borde de lamuerte, searrastróhacialaoscuracostadeNuevaJersey.

Se arrastró por el lodo espeso y pegajoso, que le cubrió de negro. Searrastró por una elevación y subió a lo alto de otro banco de barro, donde,exhausto,sedesplomó.Alzólamiradayviolalíneadecostarecortadacontralasestrellas;luegooyóelcrujiryelchapoteardeunosremosasuespalda.Sevolviócautelosoyviolasombradelboteenelaguay,aligualqueunabestiaherida,sedeslizóporelbarrizal.Allísequedaría,tumbado,ocultotraslamontañadebarrohastaquesusperseguidoressehubieranmarchado.

No supo que se había quedado dormido, tampoco que el frío le habíaempujadoalrefugiodelossueños.Soñóquemarchaba,condospiernassanas,porunpradodeolordulcebajo el soldelverano.A sualrededor,victoriosos,habíahombrescantandobajounabanderadebarras.Elenemigoestabamuerto,derrotado, sus banderas rendidas y sus cañones fríos. Después soñó con unamuchachadecabellosdoradosqueledabalabienvenidaalhéroequevolvíadela guerra, y sonrió cuando soñó con sus brazos extendidos hacia él y con susonrisacomorecompensa.Luego,lafríamanodelamarealearrancódelsueñoyle lanzócontralabrutalrealidad.AbriólosojosparavernoaCaroline,sinolos primeros destellos del amanecer acariciando las elevaciones onduladas delodoqueteníadelante.

Yviodosparesdebotas.Doshombresdepieaunaspulgadasdesucara.Jonathon intentó levantar la cabeza para hablar con los dos sujetos, pero

unadelasbotasleempujólacaraaunlado,haciaelaguaqueavanzaba.—¡Caroline!—dijoJonathon,ysintióqueelaguagélidaselemetíaenla

bocayenlanariz.Solohabíadosdedosdeagua,peroerasuficiente.Unode loshombres le

pusoaJonathonunabotaenlacabezayselahundióenelaguasalada.Erafácilcomo ahogar a un gato recién nacido. Jonathon tembló y se revolvió unosinstantes.Sumanoizquierdaarañóelbarro,impotente,yluegodejódemoverse.Unpocodesangre,manadadelmuñóndesupierna,sehabíamezcladoconelbarro.

El capitán Carroll levantó la bota y comprobó que el muchacho estabamuerto.

—Un muchacho desagradecido. —El capitán negó con la cabeza, contristeza, como si se sintiera personalmente ofendido por la predilección deJonathon hacia los rebeldes—.Le han dado elmundo en una bandeja y lo hatiradoporlaborda.

Elcapitánlehablabaalcontramaestre.Elboteestabaaunascienyardasde

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distancia,enelextremodelbancodelodo.—Es unmilagro que haya durado tanto—dijo el contramaestre antes de

inclinarse y registrar el cuerpo en busca de objetos de valor—. Ha dicho tunombre.

—Soloelseñorsabeporqué.Nosientoningúnaprecioporlosrebeldes.—CarrollempujóelcuerpodeJonathonhacialazonamenosprofundaydiomediavueltaparavolveralbote—.Esmejorasí—dijoconcalma.

—Yolehubieraechadoporlaborda—gruñóelcontramaestrecomosiselehubieraescatimadounplacerlargamenteesperado.

—Nos pagan lo mismo —dijo Carroll mientras su cara sufría losincontrolables espasmos—. Además, así lo encontrarán yWoollard sabrá quehemoscumplidoconnuestrapartedeltrato.

Lamareacasihabíallegadoasupuntomásalto.Losprimerosmercantesyaestabanlevandoanclasparaempezarasortearlosobstáculosdelcamino,aunquetuvieron que esperar a que un balandro de la Marina, que navegaba haciaFiladelfia,pasaraprimero.Elcontramaestre,quehabíaservidoenlaMarinareal,secolocólamanoamododeviseraparavermejorlanave.

—ElPorcupine—dijo—.Navegandorápido.—Bonitobarco—dijoCarrolldemalagana.ElPorcupine,habiendosuperadolosobstáculos,desplególavelamayor,y

elaguasetornóblancaalapopa.Susvelasestabansuciasyalgoajadas,pruebadequeelviajehabíasidolargoyduro.

—¿DespachosdeLondres?—sepreguntóCarrollenalto.—Eslomásprobable,señor—convinoelcontramaestre,quelesgritóalos

remerosdelbotequeacercaranlaembarcaciónalbarro.Doshorasdespuésel ríoestabavacío.ElcuerpodeJonathonflotócon la

corrientehastalosremolinosqueseformabanentornoalosobstáculosquelosrebeldes habían hundido el verano anterior.Allí quedó su cuerpo enganchado.Lasgaviotasdieronconélypicotearonlacarneyablanca.

Mientrastanto,sobreél,yllenandoelcieloconsusalasgloriosas,volabanlosgansosdevueltaalnorte.

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El general sirHenryClinton llegó a la ciudad en una fragata desde la que, alpasarjuntoalosantiguosobstáculosrebeldes,unvigíadevistaagudaavistóuncuerpoenganchadoenunasestacasnegrasyretorcidas.Elcapitándelafragata,quenoqueríaretrasarlallegadadetanimportantepasajero,senegóadetenerse.Ensulugar,selehicieronseñalesaunbalandrocercanoparaquebajaraunboteylafragataprosiguióhacialaciudad.

ElrecibimientodesirHenryenFiladelfianofuecomoeldispensadoaloshombres de sirWilliam sietemeses atrás. El invierno, Saratoga y las noticiasllegadas a bordo el Porcupine habían minado la moral de los lealistas de laciudad. ElPorcupine había hecho elmayor daño, dado que sus despachos deLondresinformabandequeFranciahabíadeclaradolaguerrayque,porlotanto,una pequeña rebelión se había convertido en un conflicto europeo.De hecho,másqueeuropeo,yaqueloslejanosfuertesdeFlorida,einclusolosdelaIndia,habíansidopuestosenalertayseestabanpreparandoparacombatir.

Por tanto, sir Henry cabalgó por unas calles tristes. También apestaban:estabansuciasy repletasdeestiércol.Lasbuenas formas,pensó sirHenrycontristeza, estaban decayendo. Menos fiestas, menos bailes y más disciplina lesentarían estupendamente a Filadelfia. SirHenry, al pensar en la titánica tareaqueselepresentaba,esbozólaexpresióndequienestáresueltoaplantarlescaraalcaosyalaincertidumbreconfuerzaydecisión.

Sinembargo,antesdepoderimponersuvoluntaddesdesunuevopuestodemando, debían llevarse a cabo las ceremonias preceptivas, así que sir HenrycabalgóhaciaCentreCommons,dondeesperabanochomilsoldadosenperfectaformación.Habíahesianosdeuniformeoscuro,británicosconcasacarojayunelenco de elegantes jinetes vestidos con uniformes inmaculados y cadenasdoradas.Todosellosformabantrassusbanderasparasometerseainspecciónporpartedesuantiguocomandanteenjefeydelnuevo.

—Excelente, excelente.—Sir Henry, que trotaba entre las filas del 40.º,elogió a su coronel. Aunque la ciudad estuviera sucia, al menos los hombresparecíanaseadosydignos.SirWilliam,sepermitiócolegir,nohabíadejadoquedecayerantodaslasformas.

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TambiénsaltabaalavistaquesirWilliameramuyquerido.SirHenrytuvoqueoírlosvítoresconlosquecadabatallónsedespedíadesirWilliamHowe,yaquellonohizomásqueconfirmarladifíciltareaqueselehabíaencomendado.Los hombres recelarían de él porque lamentaban lamarcha de su predecesor,aunque sir Henry estaba convencido de que no había resentimiento que nopudierasercuradoencombateyrecompensadoconlavictoria.

LosdosgeneralescabalgaronjuntoshastaelextremooccidentaldeCentreCommons.UnabandanutridatocabaYankeeDoodleDandyy,comosiempre,losmúsicos alargaban la última nota y la convertían en una especie de pedorretacacofónica para burlarse de las pretensiones del enemigo yanqui. La músicacambió a lamarcha de granaderos, y comenzó el desfile.Las damas, llegadasdesde la ciudadparacontemplar tanmagníficodespliegue, añadían loscoloresdesusparasolesalagala.

—He oído —dijo sir William inclinándose hacia su sucesor concomplicidad;hizounamuecaalsentirunlatigazodeintensodolorenlaespalda—quenuestrosenemigosnohanhechootracosaquepracticarmarchasdurantetodoelinvierno.

—Enesecaso,puedequeahoraseamásdivertido—dijosirHenrymientrassaludaba a las banderas de un batallón escocés, todos duros montañeses queseguían a sus tradicionales caudillos al combate.Con taleshombres, pensó sirHenry, ¿cómo iba a perderse la guerra? Después de los escoceses pasó elSegundo Batallón de Voluntarios de Nueva Jersey y luego los rangers de laReina,acaballoyataviadosconuniformesverdes.

SirWilliamhizoungestohacialacaballeríalealista.—Sonlosmejoresjinetesdelosquedispones.—Solo que aún no son míos. Quizá sea conveniente —dijo sir Henry

mientrassaludabaalasbanderasdeunregimientoirlandés—quemantengaselmandoefectivohastaquepartas.

—Esmuyamableportuparte,muyamable—dijosirWilliam,asombradoantelagenerosapropuesta—.Nodudaréenaceptar,pero¿estásseguro?

—Estoyseguro—dijosirHenrysinmás;noestabadispuestoadecirquesesentíaalgonerviosoconlaideadesustituirasirWilliam.

El recelo de las tropas al perder a su querido comandante quizá fueseatenuadosisirWilliamseguíaostentandoelmandoefectivohastaquedecidieramarcharse.Deesemodo,seevitaríanlasinmediatasyodiosascomparaciones,ysirHenrytendríatiempoparajuzgarporsímismoquéhombresheredaba.

—Aunquesupongoquenotardarásenemprenderelviaje—dijosirHenry,sinpreocuparseporocultarsuinterésporqueasífuera.

—Aún tengo que pasar por lameschianza—dijo sirWilliam amodo de

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disculpa.—¿Lameschianza?SirWilliamsonrió.—Es la mezcla de dos palabras italianas. «Mescere», «escanciar», y

«mischiare», «mezclar». Una palabra imaginativa para describir una pequeñafiesta quemarcarámi despedida.—Saludó a lord Cathcart, que cabalgaba encabezade loshúsarespararevista—.Nadaexagerado,yasabes.—SirWilliamasintióconmodestia.

—Porsupuesto.Lapalabra«meschianza»resumíatodoloquelehabíancontadoasirHenry

sobrelaconspicuavidasocialdeFiladelfiaalolargodelinvierno.SirHenrynohabíaalentadotalesextravaganciasenNuevaYork.

—YsigosiendocomisionadodePaz,porsupuesto,asíquepermaneceréenAmérica el tiempo que sea necesario.—El antiguo entusiasmo de sirWilliamvolvía a brillar—. ¿Sabías que los rebeldes han aceptado entrevistarse connosotros?

—Perono enFiladelfia—dijo sirHenry, alarmado ante la posibilidaddequesupredecesorsiguieraresidiendoenlaciudad.

—Solicité que el encuentro se llevara a cabo en Nueva York—dijo sirWilliamencantado—.Puedequeyanohayamáscombates.

Sir Henry consideraba que la paz era tan probable como que los cerdospudieranvolar,peronodijonadaalrespectoduranteeldesfile.Tampocodurantelacenaquesiguióaeste,tanpródigacomoaquellaenlaquesirWilliamhabíaanunciadosuinminentemarcha.Y,unavezmás,aligualqueenaquellaocasión,seordenóque todos lossirvientesdisponiblesacudieran.SamGilpin,mientrasservía rebanadasdeganso asado, oyóundistante crepitar demosquetería.Lascabezas se volvieron hacia las ventanas. Una vez más se oyó fuego demosquetes.SirWilliamsonrióalordRobertMassedene.

—¿Te importaría investigar, Robert? No me gustaría que los rebeldesrecibanasirHenrycontanmalosmodos,aunquemetemoqueesadebedeserlarazón.

Lord Massedene volvió media hora después para informar de que unapatrulladecaballeríaenemigahabíaasomadoporlacarreteradeGermantown,alnortedelasdefensasdelaciudad.

—Porlovistoerafeudejoie,señor.Massedene se había dirigido a sir William, pero sir Henry se tomó la

libertaddedarunamalhumoradarespuesta:—¡Diloeninglés,pordios!Estonoesunacasadeputas.RobertMassedenesesonrojó.

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—Los rebeldes disparan para celebrarlo, señor. También han desplegadounabanderafrancesa.

—Malditaseasuinsolencia—gruñósirHenry.Despuésdelacenalosdoscomandantesenjefeseretiraronalestudiodesir

William.—Metemo—dijosirWilliamcolocándoseaHamletenelregazo—quelas

noticias de Francia harán que tu tarea sea algo más complicada. Muycomplicada.

—Puedeser.—SirHenrydabazancadasdelamesaalachimenea.—¿Puedeser?SirHenryfruncióelceño.—Londresmehaordenadoqueenvíeochomilhombresalasislas.—¿TeenviaránreemplazosdesdeInglaterra?—Dosmil,sipueden.TambiénestánpeinandoHannover,porsupuesto.—Diosmío.—SirWilliamsequedómirandoalfuego;aunquelaprimavera

estuviera caldeando la tierra, legustabaencontraruna lumbreencendidaen suestudio—.Diosmío. ¿Un tercio de tus tropas destinadas alCaribe?—Su vozexpresaba el alivio de un hombre que ya no necesitaba deshacer el nudogordiano.

—Aunquepuedequenollegueaeso—dijosirHenryconbrusquedad.—Claroqueno—dijosirWilliamconamabilidadaldarsecuentadequesu

sucesor,aligualqueél,confiabaenquelasnegociacionesdepazllegaranabuenpuerto—.Meinclinoapensarquelosrebeldesseránlobastanteprudentescomoparaverlogenerosasquesonnuestraspropuestas,y,sipodemosfirmarlapaz,lomásseguroesquelosfrancesessemantenganalmargen.

—¡Paz!—dijosirHenryhorrorizado—.Nacíaquí,sirWilliam,conozcoaesta gente. Son como niños malcriados. Dales una pulgada y pedirán más.Saratogaacabóconcualquieroportunidaddepaz,yno lahabrá ahoraque losgabachos sehanunido a la refriega.Solohan aceptadonegociar paraquenosconfiemos.¿Acasonoloves?No,William.Hablaconellostodoloquequieras,pero la cuestión no quedará zanjada hasta que los aplastemos en el campo debatalla.

—Siempreunabatallamás—dijosirWilliamconvozqueda.—¿Unabatallamás?—SirHenryfruncióelceñosincomprender.Sir William temía que su sucesor pudiera tener razón, y que las

negociacionesdepazquedaranennada,peronopodíarenunciarasusueñotanfácilmente.

—Hayvocesrebeldesenlaciudadquesonalentadoras.—EstuvoapuntodemencionarelnombredeMarthaCrowl,pero luegodecidióque seríamejor

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que sir Henry fuera presentado a la exótica viuda en circunstancias másfavorables—.Losrebeldesharánruidoalahoraderenunciaralaindependencia,por supuesto, pero creo que podemos persuadirlos. —William negó con lacabeza, reprobador—. La independencia es un absurdo, y tienen que darsecuenta.¿Dóndeestálajusticiaenalgoasí?Nofuesudineroelquepoblóestascolonias, sino el nuestro. Son como jornaleros que piden la propiedad de latierra,¿verdad?Ynohayleynirazónqueinvitenatomaresareivindicaciónenserio.

SirHenrysehabíaidoenfureciendoamedidaqueoíaeltibioargumento.—Malditasseanlasleyesymalditalarazón—gruñó—.¡Milaborconsiste

enderrotarlos!Asíquizásearrastrensuplicandolapaz,peronopiensodarlesunmomentodedescansohastaquelohagan.

SirWilliamsediocuentadequehabíahabladoenvanoysuspiró.—Verásquesonmuyhábilesalahoradeevitarnuestrosgolpes.SirHenrynoparecióhaberoídolacalmadarespuesta.—Y si consigo alejar a los rebeldes de la ciudad, no veo por qué no se

pueden reducir las guarniciones de la costa.Cincomil hombres para defenderFiladelfia,ylamismacantidadenNuevaYork:conesodeberíasersuficiente.

—Porsupuesto,porsupuesto.—DeprontosirWilliamsesintiódemasiadocansadocomoparadiscutir.

—UngolpecerteroaWashingtonantesdequelaflotafrancesallegueconrefuerzos. ¡Si es que llega a burlar a nuestra flota en el canal!—Sir Henry,mientras aireaba su optimismo, se había acercado a la mesa. Allí había unmontóndesuspapelesjuntoalosdocumentosdesirWilliam—.Peromedalasensación, William, de que cualquier operación que se plantea contra losrebeldes acaba por ser objeto de traición.—Sir Henry encontró el papel quequeríaylosacó.

—¿Traición? —preguntó sir William, aparentemente aturdido por lapalabra.

—ElcapitánVanemehaescrito.Hedesuponerquehasleídounacopiadesucarta.

Sir William cerró los ojos para evitar dejar al descubierto su amargadecepción. Por un instante estuvo tentado de decir que le había prohibidoexpresamenteal capitánVanecomunicarsecon sirHenry,peroesaprotestanohubieraservidodenada.ClintoneraahoraquienteníaeldestinodeVaneensusmanos,nosirWilliam,quien,porlotanto,permanecióensilencio.

SirHenryleechóunsomerovistazoaldocumento.—Dice que tiene pruebas de la existencia de una organización rebelde

operandoenlaciudad.Yqueestahatraicionadotodosycadaunodenuestros

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movimientos.Dicequehastoleradosuexistenciacomopartedelprocesodepaz.Alescuchartalesacusaciones,quesabíaqueseríandebidamentepuestasen

conocimiento del Gobierno de Londres, y susurradas en el Parlamento, sirWilliamsuspiró.

—Nofueexactamenteasí.—Peroahora los franceseshandecididounirsea lapartida.Tenía sentido

tratarconlosrebeldesantesdequeesosucediera,peroahorano,William.Ahorano.Hallegadoelmomentodeserinmisericordesconnuestrosenemigos.—SirHenry,aúnconlacartaenlamano,seacercóalaventanayobservóeltejadodela Casa del Estado—. ¡Me produce buenas sensaciones ese joven Vane! Nopareceuntipoquesedejellevarporlastonterías.

—Estoyconvencidodequelegustaráoírtedecireso.—Lemantendré como ayuda de campo, por supuesto, y le permitiré que

continúe con sus pesquisas.—SirHenry recordó que ya le había pedido a sirWilliam que siguiera ostentando el mando temporalmente—. Con tu permiso,porsupuesto.

SirWilliamvalorólaposibilidaddeoponerse,peroluegosediocuentadeque,encuestióndeunasemana,sehabríaidoydequesunegativanoserviríadenada.Seencogiódehombros.

—Elmandoserátuyodentrodepoco,Henry.Debesprepararlatemporadadecampañacomoestimesconveniente.

—En ese caso, le pediré al capitán Vane que ponga sus propuestas enpráctica.

—Loagradecerá—dijosirWilliamausente.Entonces,temiendoqueseletuviera por un grosero, intentó hablar con entusiasmo sobre los vehementesplanes de su sucesor—. Los lealistas se alegrarán cuando sepan que tienesintencióndepermanecerenlaciudad.

—Deben ser recompensados—dijo Clinton con firmeza—. Si se los veprosperar, entonces habrá más lealistas que empuñen las armas en favor denuestracausa.

—¡Porsupuesto!—dijosirWilliamcomosijamásselehubierapasadoporlacabezaesasencillasoluciónparaacabarconlaescasezdetropas.

—Quesean los lealistas losquedefiendanPensilvaniayNuevaJersey—dijoClinton—,yasípodréderrotaralosfrancesesenelCaribe.

—¿Yluegovolverycompletarlapacificacióndelascolonias?—Unavezmás, sirWilliam logró dar a sus palabras un tono de impresionado asombro,como si la respuesta que había estado buscando a lo largo de aquellosmesesfrustrantessehubieramaterializadoanteélderepente,aunquedemasiadotarde.

—Exacto.

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—Esgrato.—SirWilliamhizounapausamientrasdejabaaHamletsobrelaalfombra,ygruñóalsentirotrolatigazodedolorenlaespalda—.Esgratovertellegarcontantasganasdeseguiradelante,Henry.

SirHenryseirguióorgullosoaloírlalisonja.—Esta guerra nunca debería haber estallado, por supuesto, pero no

podemosperder.Ahorano.Nosllevaríaa laruina.Estamosmetidosenesto,ytenemosquezanjarestemalditoasunto.

—¡Puede que acabemos viéndote como conde de Filadelfia! —dijo sirWilliam, jubiloso—. Si me disculpas, a Hamlet le gusta dar un paseo por eljardínantesdelanochecer.

SirWilliam,aquienlasituaciónyaletraíasincuidado,pasóporelsalón,dondelossirvientesestabanrecogiendolaslargasmesas.Lesdedicóunaseriedevagas sonrisas, y luego intentó abrir la puerta que daba al jardín, pero otrasacudidadedolorenlaespaldalehizoafearlacara.

UnamangarojapasóalladodesirWilliamyleabriólapuerta.—Señor—dijounavoznerviosaconrespeto.—Teloagradezco.—Deprontoeldolordeespaldasevolvióinsoportable,

hasta tal punto que tuvo que apoyarse en lamanga roja para no caerse—. Teruegoquemedisculpes.

—¿Quieresentarse,señor?—No,no.Semepasará.Mipadresufríadelamismadolencia.Losmédicos

nuncasupieroncómotratarla.Nunca.SirWilliam,mientrasdecíaesaspalabras,seapoyóensusalvador,yjuntos

salieronal jardín.Hamletsaliódisparadohacia losarbustosdelfondo,perosirWilliamsevioobligadoacaminardelbrazodelcasacaroja.Vioqueelhombreeraunodelossirvientes.

—EreselsirvientedeVane,¿verdad?—Sí,señor.—Por supuesto. —De algún modo, el hecho de reconocerle pareció

molestar a sir William, pero, dado que aún necesitaba la ayuda de Sam, elgeneralforzóunasonrisa—.Enrealidadesunatontería.Nohesufridoundolortanintensodesdehacemeses.Puedequeseaeltiempo,quellegahúmedo.

—Esosiempreempeoralascosas,señor,perounacataplasmadeaceitedelinazadeberíasolucionarlo.

ElrostrodesirWilliamseiluminóalrecordar.—¡Sam!Tellamasasí,¿verdad?Ereselmuchachoquelecuróelcólicoa

micaballo.—Enenero,señor.TomEvansmelotrajo.—¿Quédemonioshiciste?—SirWilliam,envezdeserelcomandanteen

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jefe hablando con un soldado raso, se convirtió de pronto en un simpleciudadanoinglésquehablabasobresumateriafavoritaconunexperto.

—Nomucho,señor.Solocalentarunpocoelaguaquebebíaydarlemielymenta.

—Tengoquerecordareso.—Yluegounpocoderegalizconpolvodejengibre,señor.—Creoquemevendríabienunpocodepolvodejengibre.—SirWilliam

retirólamanodelbrazodeSamyprobóaverquétallerespondíalaespalda—.Parece que seme está pasando. ¿Por qué demonios estás en infantería, Sam?Hubierasupuestoqueunmuchachocomotúestaríaencaballería.

—Nolosé,señor.—Sam,ahoraquesuapoyoyanoeranecesario,sesintióavergonzado.

Sir William se percató de ello, y, ansioso como siempre de ver a sushombres a gusto y contentos a su alrededor, hizo lo posible por apaciguar lacongojadelsoldado.

—Perotegustaríatrabajarconcaballos,¿verdad?—Sí,señor.—Deberíashacerlo,deberías.Enelmundonohaytantosexpertoscomose

suelepensar.¿TepagóEvansporcuraralcaballo?—Sí,señor.—Así debe ser—asintió sir William satisfecho—. Tengo entendido que

conocistealcapitánVaneenGermantown,¿estoyenlocierto?—Sí,señor.—Buena tierra para los caballos—dijo sirWilliam anhelante—. Buenos

pastosyaguaabundante.Sinofueraporestamalditaguerra,Sam,mededicaríaacriarcaballos,allíoencualquierotrolugar.

LavozdeSamsurgiócálidaenrespuestaalcomentario.—Seríaunabuenavida,señor,muybuena.SirWilliamasintió.—Ahora no está enmismanos disfrutar de esa vida, Sam. Losmalditos

francesessehanencargadodeeso.NoséporquéDioshizoalosfranceses,nolesirvenalmundoparanada.—Serioquedamente—.Aunquesifueraunhombrejoven, y si no hubiéramos sido tan estúpidos, esta revolución ya se habríaacabado.—Seencogiódehombros—.PerovolveréaInglaterra,allítambiénhaybuenospastos.¿QuéharáscuandovuelvasaInglaterra,Sam?

Samsemirólacasacaroja.—Notengoelección,señor.—¡Claroquesí!¡Unhombrecomotúpuedeconseguirloquequiera!—Sir

William miró a Sam y decidió que le gustaba lo que estaba viendo, que le

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gustabamucho—.¿Quieresentraraformarpartedemiservicio?Sam estaba tan asombrado que al principio fue incapaz de responder, y

cuandolohizonofuemásqueunbalbuceo.—¿Partedesuservicio,señor?—Caballosdecarreras,Sam.¡Rápidos!—dijosirWilliam,entusiasmadode

repente—.SeremoslaenvidiadeNewmarket.¿Quéteparece?Bueno,piénsaloyhablaconTomEvansantesdequeacabelasemana.Diréquenoeresaptoparaelservicio—riosirWilliam—.¡Siemprehayunaformadehacerlo,Sam!

—Estoyconvencidodeello,señor.—HablaconTom.YameencargoyodequeVanenoselleveunberrinche.

—SirWilliamañadió lasúltimaspalabrascon tristeza,entoncesvioapareceraLizzieLoringen la terrazadelpisosuperiory lasaludócon lamano—.HablaconEvans,Sam.

—Loharé,señor.—Y gracias, Sam. Gracias—dijo sirWilliam por encima del hombro, y

Sam,estupefacto, supoquehabíaalcanzadoel sueñodecualquier casaca roja:podíavolveracasa.

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Latardeantesdelameschianza,enelcementerio,dondelalluviacaíadesdeuncielo gris, el reverendo MacTeague leyó la oración para el entierro de losmuertos.

—Elhombrenacedemujer—declamó—,nodisponedemuchotiempo,ytodosondesgracias.Emergeycae,comounaflor.

—¡Asesino! —dijo Martha Crowl a voz en grito, del mismo modo quehabíahechoacadapausadecadaoración.Mirabaasutíofijamentealdecirlo,sinpreocuparsedelovergonzosoqueresultaba.

—Santoymisericordiososalvador.—MacTeaguealzó lavozparaahogarlas interrupciones de la viuda—. No nos dejes caer en el dolor de la muerteeterna.

—¡Asesino!ElcapitánlordRobertMassedenecogióaMarthadelbrazoylaapartódela

tumba.Lamujer,obediente,sefue,caminandoentrelápidasytocones,apoyadaen un brazo cubierto por una manga roja. Martha había temido su propiareacción al llegarle la noticia de la muerte de su hermano, hasta el punto depedirleaMassedenequelaacompañaraalfuneralydejandoaLydiaencasaalcuidadodeJenny.Lavozdelsacerdotesefuedifuminandoasuespalda.Lalevellovizna del atardecer perlaba el velo negro que le cubría el rostro.Vestía susropasdeviuda.

—Jonathonnosefueporvoluntadpropia,Robert.—Seguroqueno—dijoMassedene,aquien,aunquenoleconvencieranlas

palabrasdeMartha,hablabaconamablecompasión.—¡Miente! —dijo Martha llorando las dolorosas palabras—. Jonathon

estabaenamorado.NosehabríaidoaLondresaunqueselehubieraofrecidoeltrono.

Cruzó la hierba mojada con Massedene hasta el lugar donde, bajo unacolumnarotaquemarcabaellugardeunaantiguatumba,esperabaCaroline.Lamuchachahabíacruzadolapuertadelcementeriohacíauninstante.

—No he podido llegar antes —dijo Caroline observando con la miradaperdidaaloscurogrupodedolientes.

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—No importa—dijoMartha abrazándose a la chica—.Me alegra que tehayallegadomimensaje.

Martha había enviado una breve nota al otro lado del río, pero lospreparativos del funeral habían sido tan precipitados que Martha dudaba queCarolinepudierallegarantesdequeelataúdlefueraconfiadoalatierra.

—¿Quéhaocurrido?—preguntóCaroline.—DicenqueseibaaLondresyquesecayódelbarcoporlanoche—dijo

Marthaentredientes.—Mienten.—LavozdeCarolinesurgiólúgubrecomoelcielolloviznoso.MarthainvitóaMassedeneaaproximarseehizolapreceptivapresentación.—Quiero que le digas a lord Robert Massedene lo que planeaba hacer

Jonathon.Carolinedudó.Massedeneseretiróelsombreroamododesaludo.—Nopasanada—dijoMarthaalverelrecelodeCaroline—.Esunodelos

quemerecen lapena. ¡Nocomoeseasesino!—Unavezmás,elaullidoestabadirigidoasutío—.Cuéntaselo—dijoMarthadenuevo.

—Jonathonibaahuir—dijoCarolineafectada—,ynosíbamosacasar.ElrostrodelordRobertMassedenesearrugódedolor.Nosupoquédecir,

asíquerecurrióalaconsabidafórmula.—Lolamentoprofundamente.—Nunca se hubiera subido a ese barco por voluntad propia —insistió

Martha.—Locomprendo—dijoMassedenequedamente.—Quizáestuvieraintentandoganarlaorilla,puedequeleempujaran,pero

siguesiendoasesinato,Robert.¡Asesinato!—dijoMarthaconlavehemenciadelaira.

Massedenenegóconlacabeza,impotente.—Elmercantesefuehacedías,señora.Marthasevolvióparamiraralosdolientes.—QueDioslosmaldiga—dijo,yempezóallorar.Caroline también estaba sollozando. Lloraba en silencio, con

remordimiento, porque no había podido amar más a Jonathon. La voz delsacerdoteseguíaadelante.Apesardelataúd,elhedordelcuerpoerarepugnanteysepercibíaentodoelcementerio,dondelalluvia,lacerante,caíasesgada.Lanubesoscurasamenazabanconunanochecertemprano.

UngolpeteosordohizoqueMarthasedieralavueltahacialatumba.AbelBeckethabíaechadotierrasobreelataúdconunapalayahoraeraelenterradorelqueempezabaaecharlatierraquehabríadecubrirlabaratacajadepino.

—¡Esperad! —La voz de Martha se dejó oír en todo el cementerio—.

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¡Esperad!Cogió a Caroline del brazo y tiró de ella hacia la tumba abierta. Ezra

Woollardseinterpusoensucamino,peroRobertMassedeneacudióraudo,yelcapataz, recelandode un enfrentamiento con un oficial británico, se hizo a unlado.

Elenterrador,conlapalarepletadetierra,dudó,mientrasqueMacTeague,con las ropas empapadas, se acercó a Martha como si pretendiera ofrecerleconsuelo,peroMarthapasódelargo,sedesabrochóelabrigonegroysacóunabandera que desdobló.Las barras rojas y blancas, así como las estrellas sobrefondoazul,brillabanenlalluvia.

—Al menos que sea enterrado como le hubiera gustado —dijo Marthadesafiante.

AbelBecketdiounpasoalfrenteenunintentoporarrancarlelabanderadelasmanos.

—¡Habíarenegadodeesasestupideces!¡Estoessacrilegio!Marthatiródelabanderaparaquesutíonolaalcanzase.—¡Norenegódenada,asesino!BecketmiróaMassedene.—¿Vaapermitireso?¿Ensuelobritánico?Lord RobertMassedene se acercó lentamente y le arrebató la bandera a

Martha.BecketyWoollard,presintiendoladerrotadelaviuda,sonrieron.PeroMassedene solo había cogido la bandera para desplegarla. Cogió la

telapordosdelasesquinasyleentrególasotrasdosaMartha.Lesonrió,diounpasoatrásylatelaquedóextendidaentreambosysobrelatumba.Lacasacarojade Massedene, así como sus charreteras doradas, enmudecieron cualquierprotestaporpartedelosdolientes.

Caroline,dubitativa,alargólamanoparatocarlatelayentoncesMassedeneyMartha soltaron las esquinas y la luminosa bandera cayó aleteando hacia elataúd, donde quedó en reposo. Lord Robert se quitó el sombrero a modo dedespedidaformal:

—Diosledédescansoasualma.—¡Almenosprontodescansaráenunpaíslibre!—Marthamiróasutío—.

Gracias a los franceses. ¿Adónde huirás entonces, Abel Becket? ¿Dónde teocultarás?

—Fueunaccidente—dijoAbelBecket.Suesposaletiródelamangaparallevárselo, pero Becket no era ningún cobarde. Miró a Martha a los ojos—.QueríaqueJonathonfueraaLondresaaprenderelnegocio,soloeso.Nohabíamalaintenciónenmideseo.¡Ninguna!

—Hasidounasesinato,tío.

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—Teestásdejandollevarporeldolor,noporlarazón.—¿Ytú?—MarthasevolvióhaciaEzraWoollard—.¿Tútambiénafirmas

quefueunaccidente?Ezra Woollard miró a Abel Becket como si buscara apoyo, pero no lo

encontró.Seencogiódehombros.—Lacubiertadeunbarco,laoscuridadysolounapierna.Sí,yodiríaque

losingredientessonlosdeunaccidente.—¿Ycuándopiensashacerteconunapartedelnegocio,EzraWoollard?—

preguntóMarthaenvozaltayclaraparaquelooyerantodoslospresentes—.Yanohayunincómodosobrinoenmedio,¿noesasí?

—Estásloca,mujer.—¡Yabasta!—AbelBeckethabíadicho loque teníaquedeciryno tenía

ganasdequedarse enuncamposantoempapadoescuchando ladiatribadeunahistérica.Él,suesposaysuserviciodomésticosealejaron.

EzraWoollardleasintióalenterradory,despuésdededicarleunaúltimayceñudamiradaaMarthayaCaroline,diomediavuelta.

—¡Asesinos!—gritóMartha.—Querida señoraCrowl…—dijoel reverendoMacTeagueacercándosea

Martha,perolaviudaseapartódeél.El enterrador empezó a llenar la tumba, cavando a toda prisa, como si

estuvieraansiosoporcubrirelsímbolorebelde.Martha caminaba entre lordRobertMassedeneyCarolinehaciaunnogal

queproporcionaba cierto refugio de la lluvia lacerante.El cuerpode Jonathonhabíallegadoalaciudadeldíaanterior,unashorasdespuésdequearribarasirHenry,aunquenosehabíaidentificadoelcadáverhastaesamismamañana.

—Le han querido enterrar a toda prisa—dijoMartha con voz vengativa,sugiriendoquelaculparecaíasobresutío.

—Metemoquesehanvistoobligadosaello—murmurólordMassedene.—Losé.Mehandichoqueloencontraronenunestadohorrible.—Martha

posó el brazo sobre el hombro de Caroline—. Intenté decírselo a Sam, peroJennynohapodidoencontrarle.

Carolinetembló.—Supongoquetendréquedecírselo.—Yaloharéyo—seofrecióMartha.—Quierevermeestatarde,alasseis—dijoCarolineapesadumbrada—.Le

dejó unmensaje al sargento del muelle. Creía que quería decirme algo sobreJonathon.

—Silosabe,noespormí—dijoMartha—,ynopuedoimaginarquiénmáshapodidodecírselo.¿Irás?

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Carolinesevolvióparamiraralatumba.—Nosésidebería.—Nohasidoculpatuya,Caroline.Nohassidotúquienlehamatado.—

MarthasedirigióaMassedene—.¿PorquéestabaJonathonenunbarco,Robert?Sesuponequeeraunprisionero.

—Fuepuestoenlibertad.—¿Porquién?—LavozdeMarthaadoptóuntonopeligroso—.Nomelo

digas,Robert.Dejaqueloadivine.¿ElcapitánVane?Massedeneseencogiódehombros.—No lo sé.De verdad. El nombre de Jonathon fue añadido a la lista de

personasa lasqueconcederun salvoconducto,ynohay formade saberquiénanotósunombre.

—Yyonopuedohacernada,¿noeseso?—Marthavolvíaaestaralbordedel llanto—.Un hermanomuerto, hombres quemados vivos en un granero ¡ynadie puede hacer nada porque los asesinos visten de rojo!—Casi le gritó laúltimapalabraaMassedene,casial instante,consumidaen llanto,negócon lacabeza—.Lolamento,Robert.Hesidoinjusta.

Massedenenodijonada.Elenterrador,concluidasulabor,diounosgolpesalmontóndetierraconelplanodelapala.Luegodesaparecióentrelaslápidascubiertasdemusgo.Caroline,sinquitar lavistadelnuevomontículode tierra,quebróelsilencio.

—Samvistederojo.—Unacasacasepuedequitar—dijoMarthacondesprecio.Carolineseguíamirandoalatumba.—NoiréaveraSam—dijoquedamente—.Nopuedo.Marthaseaproximóalamuchachaylelevantóelrostroconlosdedos.—¿Porquéno?—Hoyno.—Carolinesehizoaunladoparavermejorlatumba,sobrela

quecaíalalluviacreandoriachuelosqueacababanporformarpequeñoscharcosenlatierrarecientementeremovida—.Despuésdeestono.

—¡Jonathonestámuerto!Carolinenegóconlacabeza.Eradifícildiferenciarlaslágrimasdelaguaen

sucara.—Hoyno.Marthacogióalamuchachadeloshombros.—Escúchame, ve con Sam. Dile que cruce el río. Dile de mi parte que

acabaráperdiendoelalmasinolohace.LacaradeCarolineestabaahoraanegadadelágrimas.Nodijounapalabra.Marthanegóconlacabeza.

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—¡Debesir!Dilequecruceelrío,sabráaloquemerefiero.DilequehanmatadoaJonathonyquedebecruzarelrío.

PeroCarolinenoescuchaba.Estaballorando,y,enunrepentinoarrebatodehorribleverdad,seabrazóaMartha.

—¡Queríaquemuriese!—Diosmío,chiquilla.—Marthalaestrechócontrasí.—Solía imaginarlemuertoporqueentoncesyo sería libre.—Laspalabras

deCarolinemanarondoloraseintermitentes,entrellantos—.Odiabapensarasí,recé para que parara, pero seguía pensando en ello. Soy despreciable.Despreciable.

—No.—Traselvelo,Marthacerrólosojos—.Yotambiéndeseélomismounavez.¿Deverdadcreesquenoesnatural?

—OjalánuncahubieraconocidoaSam.—No,noesverdad—dijoMarthaestrechandoaCarolineconlafuerzacon

laquehubieraabrazadoasupropiahija—.IrásaveraSamyledirásquecruceelrío.

—Hoyno—dijoCaroline apartándosemientras se secaba losojos con lamanga—.Quieroir,peronopuedo.Porél—dijoseñalandoalatumba—.Noesmucho,peroquierohacerloporJonathon.NoquieroveraSamhoy.

Martha,comprensiva,asintió.—¿Quéharás?—No lo sé.—Caroline, que se enorgullecía de no habermostrado nunca

debilidadalguna,seveíaincapazdecontrolarelllanto.—Venacasa.—Meiréalamía.—Nolegustabaquelavieranasídevulnerable,menos

aúndelantedeunoficialbritánico.Suspiró—.Nuncameperdonarás loquehedicho.

—Jonathonteamaba—dijoMarthaconternura—,ytodalafelicidadquellegóaexperimentarprocedíadeeseamor.Nuncaloechasteaperder,ytedoylasgraciasporello.PeroSamytúestáishechoselunoparaelotro.

SiCarolineentendióloqueseleestabadiciendo,nodiomuestrasdeello.Resollóysepasólospuñosporlosojos.

—Mevoyacasa.—QueDiostebendiga.Marthamiró cómo se alejaba y, de pronto, sintió que le abandonaban las

fuerzas.—Ojaláfueraunhombre.—¿Porqué?—dijoRobertMassedeneacercándoseaella.—Parapoderjurarymaldecir.—MarthavioaCarolinecruzarelumbraldel

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cementerio.Luegoseencogiódehombros—.Estáenamoradadeuncasacaroja.Massedenemiróhacialatumba,comprendióyentoncesvolvióadirigirsea

Martha.—Pobremuchacha.—Esafortunada.Jonathonnuncahubierasido lobastante fuerteparaella.

Nunca.Ysucasacarojanoesunhombredébil.Avecesodioelamor.—Mentira.—PobreRobert—dijocogiéndoledelbrazo—.Tanpaciente…Graciaspor

venir.Nopuedehabersidounaexperienciaagradableparati.—Hoytehubierabuscadoporcualquierparte,ocurrieraloqueocurriera.—

Caminójuntoaellahacia la tumba—.Semehaencomendadoqueteentregueunmensaje, de sirWilliam.Desea que te diga que al capitánVane le ha sidoconcedidalicenciaparabuscartraidoresenlaciudad.

Marthasedetuvoymiróallordalosojos.—¿Traidores?—Alguien avisó a Fort Mercer —dijo lord Robert Massedene con voz

queda,apenasaudiblesobreelrepiqueteodelalluviaquecaíasobrelarecientetumba—.SirWilliampiensaqueLizzietelodijoyquefuistetúlaqueenvióelmensaje.

Marthasoltóunaabruptacarcajada.—Esonoesloqueocurrió.Lizzienomedijonada.DíseloasirWilliam.—

Negó con la cabeza—. Robert, fueron rumores entre los sirvientes, solo eso.Rumoresentreelservicio.

—¿Perofuistetúlaque…?—¡Claro que fui yo! —Martha pareció molestarse por el hecho de que

Robert tuviera que formular esa pregunta, pero enseguida se contuvo—. Lolamento,Robert.Imaginoqueahoratendrásqueadoptartuposedeoficial.¿Vasa arrestarme? Lo negaré todo, por supuesto, pero no quiero que Lizzie tengaproblemas.

—No los tendrá.Y tú tampoco, almenos en lo que a sirWilliamo amírespecta.Perodentrodesietedías,queridaMartha,nosiremosdelaciudad.SirHenryasumiráelmandoentonces,yelnuevocomandanteenjefeestáencantadoconelcapitánVane.

Marthanegótristementeconlacabeza.—Comprendo.—Y sirWilliam quiere protegerte—dijoMassedene—. Siente que es el

responsabledelamuertedetuhermano,yteaprecia,aligualqueyo…—MiqueridoRobert.—…poresomehadadoesto.

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Massedene cogió un papel de un bolsillo interior, pero, por miedo a lalluvia,noloabrió.

—Es un salvoconducto para ti y para todo el servicio de tu casa. Podrásabandonar la ciudad con dos carretas para tus enseres —dijo mientras leentregabaeldocumentoaunaMarthareacia—.Porfavor.

Marthacogióeldocumento,vioel sello rojodesirWilliamysemetióelsalvoconductoenunodelosbolsillosdelabrigo.

—Teaseguroquenoséporquéhacesesto.Somosenemigos,Robert.—Ninguna mujer es mi enemiga, tú la que menos —dijo Massedene

sonriendotímidamente—.Másaún,valoro tuamistad,ymegustaríaquefueraalgomásqueeso.

—Robert…—No,escúchame,porfavor.—Estabasonrojadocomounniñodecolegio,

peromiróaMarthaa losojosydijo loque teníaquedecir—.Teofreceríamihumildeprotección,querida,delúnicomodoquepuedo.Soyelhijomenor,notengo riquezas, pero no habrá un hombre que se atreva a ofenderte si teconviertesenladyMassedene.Séqueestaspalabrasnosonapropiadasenestelugarnienundíacomoeste,perosonsinceras.

—Gracias.—Confíoennohaberteofendido.—Mi querido Robert… —Martha dio unos pasos y le dedicó a su

pretendienteungestopesimista—.¿Podríashacerteamericano?Pensóenelloseriamenteyacontinuaciónesbozóunairónicasonrisa.—Nocreoquetengaelvalor.Inglaterraesellugarqueconozco,allíestán

misamigos,almenoslamayoríadeellos.Hacefaltaserunhombremuyvalienteparaabandonaratusamistades.

—Yunamujervaliente.—MarthaesperóaqueMassedeneabrieralaverjadelcementerioycaminóconélporelsenderoquellevabaalaciudad—.Yundía,Robert,verénuestrabanderaondeandoallíarriba—dijoMarthaseñalandolatorrepuntiagudadelaCasadelEstado—.Notengoningúndeseodevivirbajootrabandera.Nisiquierajuntoaalguientanqueridoparamícomotú.Yaestá,hesidounagroserayahorapuedesconsiderarmeunadesagradecida.

—Jamás.Marthasonrió.—Hubo un tiempo, milord, en el que soñaba con que me llamaran

«milady»,yenelquecreíquemoriríadepena simeveíaobligadaavivir enFiladelfiaynoenLondres.Peroaquíestoy,ymicorazónsiguelatiendo.

—Noestarde.—Esos sueños,queridoRobert, eran las fantasíasdeunaniña.Puedeque

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algúndíaveaLondres,peropreferiríamilvecesverAméricalibre.Ylaveré.Massedenecaminabaensilencioasuladohastaquetorcieronhaciaelnorte

por Seventh Street. Su voz, cuando al fin habló, estaba cargada debienintencionadacuriosidad.

—¿Siemprehasestadotanseguradelavictoriarebelde?Marthaserio.—¿Segura?Avecesmirocómocaenlasgotasdelluviaenlaventanayme

digoquesi lagotade laderecha llegaa la repisaantesque lade la izquierda,obtendremos la victoria.Me he visto rebajada a rezar para que una gota vayamásrápidoqueotra—dijocontristeza—.Esaeslamedidademicerteza.

—Eneseaspectosomosiguales—dijoMassedenecontristeza—.Solemosbuscarseñales.Lamayoríadelossoldadoslohacen.

—¿Lamayoría?¿Notodos?Massedene, de formamecánica, le devolvió el saludo a un sargento que

liderabaunacolumnadehombreshaciaelcuartelgeneraldelSegundoBatallóndeGranaderos.

—Lamayoríasí,peronotodos.CreoquevuestrogeneralWashingtontienelacertezadelavictoriaenloshuesos;delocontrario,nopodríasoportartantasderrotas. No es fácil vivir con hombres así, pero las guerras no se ganan sinellos.

—¿Tenéisvosotroshombresasí?Massedenesonriócontristeza.—Enestaguerrano.EnsulugarcreemosqueDiosesinglésyque,cuando

loconsidereoportuno,nosconcederálavictoriaquemerecemos.Hastaentonces,iremos de un lado a otro, sin saber muy bien por qué estamos aquí, o sideberíamosestaraquí,paraempezar.O, loqueespeor, sinsabercómoacabarcon este endiablado asunto. —Massedene, que caminaba lentamente junto aMartha, fruncióelceñodepronto—.Pero también tenemoshombresa losquenolesbastaconirdeunladoparaotro,hombresquequierenforzarlamanodeDios.

—¿TerefieresalcapitánVane?—dijoMarthaconvozátona.Massedenesedetuvoysevolvióhaciaella.—Quiero que me prometas que no te quedarás en Filadelfia. El capitán

Vanehacambiado.Nopuedoexplicarenquésentido.Heprocuradoseramablecon él, y seguiría haciéndolo, pero…—Massedene negó con la cabeza—. Esvalienteencombate,muyvaliente.Lleguéasentircelosdeél.Peronosoportaladerrota,ymetemoquesientequehasidoderrotadodemasiadasveces.Reniegadesucuna.Piensaquesernombradolordseríaelmayorregalodeestemundo.Lepodríadecirquenotienenadadeespecial,peronomecreería—suspiró—.

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¿Debo suponer, querida Martha, que has rechazado mi proposición dematrimonio?

—Probablementeparatualivio,sí.—Cuando todo esto acabe, querida, y tu nueva bandera esté ondeando,

quizálointentedenuevo.—Aguardaréencantadatuvuelta—dijoMarthaconabsolutasinceridad—.

¿Tevasdentrodeunasemana?—Será entonces cuando ya no puedas contar con la protección de sir

William.—Enesecaso,meiréeldíaantesdequezarpes,einvitarásasirWilliamy

aLizzieLoringacenaramicasaelviernesporlanoche.¿Meloprometes?—Contodomicorazón.Massedene sintió un inmenso alivio al saber que Martha abandonaría la

ciudad,yesasensaciónsereflejabaensucara.—Me temo que no veré a sir William hasta entonces. El luto tiene sus

reglas.—Lameschianzaserátristesintupresencia.—Peroelviernesnosdespediremoscomoamigos.—Marthavolvióamirar

latorredelaCasadelEstado,ysuvozsevioinundadadeexpectantealegría—.Yundía,Robert,volverás,verásminuevabanderaenelcieloazulysabrásqueyoayudéaqueestuvieraallí.

—Asíserá—dijo lordRobertMassedenesonriendo—.Creosinceramentequeasíserá.

El minutero del reloj que lucía la torre se movió y se oyó un clic quemarcaba la nueva hora de la tarde. Eran las seis, y Martha no pudo evitarpreguntarsesiCarolinehabríacambiadodeopiniónrespectoasuencuentroconSam.Yconfióenque,poramor,lohubierahecho.

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—Dejará de llover —dijo el capitán John Andre agitando la mano como situvieraunavaritamágica—amedianoche.

—Esoespero,señor—dijoSam.—No «esperes», jovenGilpin.Confía enmí.He hablado conDios, y ha

atendidomisplegarias.Lalluviacesaráymañanaseráundíadesolespléndido.—Andremiróporlaventanahaciaelampliojardínenelque,aldíasiguiente,secelebraría lameschianza—: ¡Plumas!—dijo Andre alegremente, haciendo undibujo en el aire con las manos para ilustrar el tamaño de las mismas—.¡Elaboradas,bellas,magníficasplumas!

—¿Altas?—Samhabíacuidadodelosdoscaballosdelcapitánduranteelinvierno,ysiempreleresultabagraciosoelentusiasmoconqueAndresetomabalascosas.

—Muyaltas—dijoelcapitánconfirmeza—.¡Plumasnegras,rojas,verdes,blancas, y altas! Sí, altas. Plumas para los caballeros de la Bella Rosa y susenemigos jurados, los caballeros de laMontaña de Fuego. Los cascos de suscorcelesharántemblaralatierramismaconsufierocabalgar.—Andreimitóelgolpeteodeunoscascosdecaballoconlospuñoscerrados.

Samasintió.—Peronopasaránpordebajodeesosarcos,señor.Noconplumasen los

yelmos.—Notengoningunaduda—dijoAndreconvozapesadumbrada—deque

cuandoDios Todopoderoso dijo que iba a crear la Tierra y el cielo, hubo unángelsombríoquedijoquenopodíahacerse.¡Claroquepasaránbienpordebajodelosarcos!

—Si las plumas no son pequeñas, no pasarán, señor. A no ser que loscaballerosagachenlacabeza.

—¡Un caballero no agacha la cabeza! ¡Va erguido! ¡Y lleva plumasgrandes!—Lasmanos deAndre volvieron a perfilar en el aire sus plumas defantasía—.¡Enormes!¡Tremendas!

Samserio.ElcapitánVanelehabíaordenadoquefueraaWalnutGroveyle había dado instrucciones de que permaneciera en la mansión y ayudara al

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capitánAndreenlaspreparacionesdeúltimomomentoparalagranmeschianza.Yseríaunagranfiesta,sinduda.Losinvitadosllegaríanporelrío,amenizadosporbandasyescoltadosporninfasdelasprofundidadesdelmar,queposaríanenlasproasdelargosbarcosderemosdecorados.Unavezenlaorilla,losinvitadosseríanescoltadosporunapendienteherbosa,dondepresenciaríanuntorneoentredosequiposdecaballeros;soloentonces,cuandounodelosdossealzaraconlavictoria,seabriríanlaspuertasdelamansiónparabailarycomer.

—Quizá,señor—sugirióSam—,loscaballerospodríanllevarloscascos.—¿Quieresdecirdebajodelbrazo?¿Comofantasmasllevandosuscabezas

cercenadas?—Asíselespodránverlascaras,señor.—Cierto —concedió Andre, aunque sin mucho entusiasmo—. ¡Pero

llevaránescudos,Sam,ylanzas!—Podríancolgarlosdeloscuernosdelassillas.—¡Secaerían!Andre, alarmado al visualizar las plumas en el suelo, observó desde el

refugiodelsalóndebaile losdosarcos.Parecíasentirseofendidoporellos.Elmás cercano al río estaba dedicado al almirante lordHowe y estaba decoradocon el tridente de Neptuno y la maqueta de un barco, mientras que el másalejado, en honor al comandante en jefe al que ahora despedían, estabaengalanado con banderas desplegadas, tambores y armas amontonadas ycoronado por una estatua alegórica de la diosa Fama, que al día siguientecoronaríaconsusefímeroslaurelesasirWilliam.

—Creo que son lo bastante altos—dijoAndre—.Lo que pasa es que tegustaponerpegas,sinvergüenza.

—Llegaránaltrote—dijoSamconpesimismo.—¡Algalope,chico!Soncaballeros,nogranjerosyendoalmercado.—Sumaráunpardepiesasualtura,señor.Arribaoabajo.—Samimitóel

movimientodeunjinete.—Sémontaracaballo—dijoAndre,fingiendoqueleheríaensudignidad;

luego se volvió para observar todo el jardín—. ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mireinoporuncaballo!¿Porquédecidiríaesehombreescribiralgotanobvio?

Nohabía caballos a lavista.Habíaungrupodemarineros levantandounandamio sobre el que colocarían algunos de los fuegos artificiales de lameschianza,yhabíasoldadosllevandotablonesycaballetesalamansión,peronohabíacaballos.

—¿Ysiusarancaballospequeños?—sugirióSam,solícito.Andrenisiquierasepreocupódehacercasoalcomentario.—Te demostraré que estás equivocado, Gilpin el Sinvergüenza. Ve a

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buscarmeuncaballo.—Sí,señor.—Uno grande, ¿eh? No me vayas a traer un poni con esparaván.

EncuéntrameuncaballodignodeuncaballerodelaMontañadeFuego.Esmás,trae dos: ensayaremos juntos la magnífica marcha. —Andre señalóimperiosamentehacialalluvia—.¡Apresúrate,Gilpin!

Sam echó a correr. Tenía ganas de que llegara lameschianza. El capitánVane iba ser uno de los caballeros de la Bella Rosa, para lo que Sam habíacogido prestado un peto de coracero y un yelmo de dragones y había dejadoamboslustrosos.EnlacocinadeVanehabíaunescudodecoradoconuncorazónatravesado por una flecha. En realidad, Sam estaba bastante seguro de que elcapitánVane,asícomoelrestodeloscaballeros,podríanpasarpordebajodelosarcos,pero tanto él comoel capitánAndrequeríanhaceruna justa, asíque sehabían dedicado a discutir, lo que significaba que Sam podría pasar la tardecargandosobreelsementaldelcapitánVaneconunalanzadebajodelbrazo.

Sam recorrió Second Street, giró a la izquierda hacia Race y sintió elcalambrequesentíacadavezquepasabajuntoa lasinagoga.Losrelojesdelatiendadelrelojeromarcabanlasseisyveinte,asíqueapretóelpasoparapodertenermás tiempocruzando lanzasantesdeque laoscuridadecharaaperder ladiversión.

Lapuertadelaiglesialuteranaestabaentreabierta.Samempujólapuerta,entró y chascó la lengua para saludar, como solía, a los caballos. Sus carasalargadassevolvieronhaciaél,yseasomaronmientrasrecorríalanave.Sequitólacorreadelaquecolgabasubayoneta:siemprelemolestabacuandoensillabaloscaballos,ylacolgójuntoalapuertadelsemental.Luegolequitóalanimallacabezadadecuerdayleacariciólamanchablanca.

—Hoyvasaserelcaballodeguerradeuncaballero,chico.El animal le restregó el hocico; luego Sam se volvió para subir las tres

escaleras que lo separaban de la sacristía, donde se guardaban los arreos. Alllegar al segundo escalón percibió movimiento por el rabillo del ojo y giróinstintivamentealaderecha,bajólasescalerasycogióelprimerarmaqueteníaamano:uncubovacío.

ElsargentoScammelleraunfirmedefensordelafuerzabrutayrepentina,pero la rapidez de Sam había dado al traste con su ataque. Scammell,emergiendo de la penumbra del púlpito, había intentado dejar a Saminconscientegolpeándoleconlaculatadeunmosquete,peroSamsalióindemney,aunquemalarmado,preparadoparaluchar.

—¡Alto!—dijounavozdesdeelextremodelaiglesia.Sam miró hacia las sombras y vio aparecer al capitán Vane entre los

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cubículosde loscaballos.Vanecerró lapuertade la iglesiay recorrió lanave.HacíaunmomentoSamhabía estadoentusiasmadocon la tonteríade la justa,pero, de pronto, la iglesia, con sus ecos, se había convertido en un lugaramenazante.Vane,cuyorostroparecíaacosadoporlasfiebresdebidoalatenueluz,sedetuvojuntoalcubículodelsemental.

—¿Dóndeestá,Sam?—¿Quién,señor?Vanenorespondió.Empezóaacariciaralcaballo.—CreíhabertedichoquetequedarasconelcapitánAndre.—Queríasucaballo,señor.—SamhizoungestohacialayeguadeAndre,

cuyo cubículo se encontraba a medio camino—. Y yo iba a coger el suyoprestado,señor,porque…

VaneinterrumpióaSamconungestodeimpaciencia.—¿Tehasvistohoycontuchica,Sam?—¿Michica?—Samretrocedióescalerasarriba—.No,señor.Vanesonrió.—Creoqueyanotequiere,Sam.Sesuponíaqueteníaqueencontrarseaquí

contigohacemediahora.Sam no dijo nada. No entendía nada. Scammell, cerca de él, levantó el

mosquete.—Sueltaelcubo,Sam—dijoVaneenvozbaja.Esperó—.¡Hedichoquelo

sueltes!Sam abrió lamano y el caldero demadera cayó y bajó rodando los tres

escalones.—¿Laavisaste,Sam?—No sé de qué me está hablando, señor. Nome iba a ver con ella. He

venidoarecogerloscaballos.VanemiróaSamcomosiestuvieraviendoasusirvienteporprimeravez.—Nadiepuedesertaninocente,Sam,nadie.¡Mehasmentido!Dijisteque

servía en una cocina.Y no es así.Es una rebelde, Sam. ¿Sabías queCarolineFisheresunarebelde?

Sampensóqueelmundosehabíavueltoloco.—¡Respondealoficial!—gritóScammell.—¡Losabía!—dijoSam—.¡Claroquelosabía,jamáslohaocultado!—¡Señor!—ScammellleladrólacorrecciónaSam.Vanehizoungestocon lamanodándoleaentenderalsargentoquedebía

guardarsilencio.—¿Sabías que era una rebelde y nunca has tenido a bien informarme de

ello?

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—¿Por qué iba a hacerlo?No es asunto suyo.—Sam hizo una pausa—.Señor.

—Peroesquesíesasuntomío,Sam.—Vaneseacercómás—.¿Recuerdaselataquealosfuertes?Fuimostraicionados,Sam.¡Traicionados!¿Yquiénfuelaquellevóelmensajealotroladodelrío?—VaneseñalóaSam—.¡Tuchica!

—¡No!—Noloséacienciacierta—dijoVane—,peromevoyaenterar.—Ellanuncaharía…—¡Cállate!—espetóVane—.Noeratuchica,ylosabes.Estabaencariñada

deunrebelde.Teutilizó.SoloDiossabeloquecreíaquepodríascontarle,peroteutilizó.Ytodoloqueaveriguabaselodecíaasusqueridosamigos.Vamosadarconesosamigossuyosyvamosaerradicarlatraición.

Samnegótercamenteconlacabeza.—Nomeutilizó.Vaneaplastóconlapuntadelabotaunosgranosdecebadacaídos.—Eresunnecio,Sam.Mecaesbien,peroeresunmaldito,malditonecio.

Estoy seguro que te susurró bonitas palabras al oído, pero durante todo esetiempo ha estado enamorada de un rebelde. —Vane dio otro paso hacia susirviente—. Tu Caroline es una chica lista, Sam,muy lista. Demasiado comoparahabervenidoestanoche.Igualesquemimensajenohafuncionado.¿Hayalgunapalabraespecialqueutilicescuandoquierescitarteconella?

—No,señor—dijoSamindignado.—Perositevieramañanaensugranja,Sam,nosospecharía,¿verdad?No

echaría a correr.—Vane escrutó la cara de Sam buscando alguna reacción—.Puedesayudarmemañana,Sam.

El silencio de Sam hizo que el sargento Scammell levantara otra vez elmosquete.

—Nonossirveparanada,señor.—¡Cállese!—le espetóVane al sargento; luego subió las escaleras hasta

encontrarse a dos pasos de Sam—. ¿Estás enamorado de ella, Sam? Escomprensible,tieneeseaspectodemuchachaguapadecampo,¿verdad?Peroesuna traidora, Sam, una traidora.—Vane vio que los labios de Sam semovíanparaprotestaryseapresuróaacallarle—.¡Cierralaboca,Sam!Quieroquemeescuches.TesalvélavidaenGermantown,¿recuerdas?Precisamenteporesomedebeslealtadyconfianza.Quieroesasdoscosasahora.Quieroqueentiendasqueenlaguerrahaycosasdifícilesdecomprender.Poresoexistenlosoficiales.Sonlosoficialeslosquetomandecisiones,noloshombres.¿Locomprendes?

Samdiounpasoatrás.—¿Quéibaahacerleestanoche,señor?

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—Solohacerleunaspreguntas,Sam.—Vanesonrióparacalmarle—.Solounaspreguntas.

—¿Conél?—dijoSamseñalandoalsargentoconelmentón.—Así que le haremos esas preguntas mañana —dijo Vane ignorando la

pregunta de Sam y hablando como si lo que estaba diciendo fuera lo másrazonable del mundo—. Tenemos que descubrir dónde se hace con esosmensajes, yquieroquemeayudes,Sam. ¡Me loheganado!—Vane sonrió—.¿Meayudarásmañana?

Pero Sam sabía que el capitán Vane maquinaba algo perverso. De locontrario, no habría necesitado a Scammell. Percatarse de ello aturdió a Sam.Losoficialespodíanestardebuenodemalhumor,podíanserestrictosolaxos,peronuncaeranculpables.Nadaeranuncaculpasuya.Losoficialespodíansernecios o sabios, pero nunca malvados, y en esa iglesia profanada Sam podíasentirelmal.MiróaVaneyvioenél,porvezprimera,noaunoficial,sinoaunhombrejoven,unhombremásdébilqueél.

Vane,alnoobtenerunarespuesta,seencogiódehombros.—Sam,tienesqueconfiarenmí.Quieroquemeayudesmañana.Caroline

Fisher nos ha traicionado, y tenemos que detenerla—dijo con voz cómplice,amistosaincluso—.Tehaengañado,peroconfíaenti.Ahoratetocaati.Sivasalagranjanohuirá,seirácontigo.Yasípodrástraérmelaadondeyotediga.Allíteestaréesperando.¿Haríasesopormí?—Vanehizounapausa—.Nosolopormí,Sam,porturey.¡PorInglaterra!

Pero Sam no estaba pensando en Inglaterra, sino en un muchachoamericano al que Scammell había asesinado en Germantown, y recordó,también, su pusilanimidad cuando el sargento Derrick insistió en que elmuchachoeraunrebelde.Natehabíasidovalienteentonces,ySam,porganarseel favordeScammell,sehabía tragadolamentira.NatehabíaregañadoaSamporaquello,yahoraSamsabíaqueelespíritudesuhermanomuerto leestabaescuchandoyleestabajuzgando.Ladecisiónquetomaraahora,pensóeljoven,seríaunapesaeternaenlabalanzadesualma.PodíaelegirelbienorepetirelmalhechoenGermantown.

Vanehabíaobservadolaluchainternaenelrostrodesusirviente,ypensóquenoobtendríaunarespuesta.Suspiró.

—Te lo voy a preguntar una vez más, soldado Gilpin, y si te niegas aayudarme, dejarás de ser mi sirviente y te devolveré al cuidado del sargentoScammell.

—¡No soy su sirviente de todos modos! —espetó Sam—. ¡Sir Williamquierequetrabajeparaél,ymevoy!¡Mevoyacasa!

Vanenegócon lacabeza,comosieldesafíodeSam le resultasea lavez

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patéticoydivertido.—Sam, Sam, Sam…Qué poco sabes del mundo.—Vane se dirigió con

ademánagotadoalsargentoScammell—.TengoentendidoqueelsoldadoGilpinlegolpeóenGermantown,sargento.

—Asíes,señor,lohizo.—¿Ynohasidocastigadoaúnportamañaofensa?—¡No,señor!—Scammelleralavivaimagendelsargentoeficiente.Vane volvió a dirigirse a Sam; su tono de voz seguía siendo el de un

hombrerazonableyamable.—Si nome ayudas, Sam,me temo que serás arrestado en virtud de una

acusación extremadamente seria. Dudo mucho que sir William vaya a tenertiempo de recordar que existes antes de irse de Filadelfia.Así que, Sam, ¿meayudarásmañana?

Sam volvió a vacilar, no por indecisión, sino en busca de las palabrasadecuadasquepudieransalvarsualmadelaperdición.

—Puedeirsealinfierno,señor.Vane,apesadumbrado,miróaSamunsegundoydiomediavuelta.—Todosuyo,sargento.—¿Muerto?—preguntóScammellsinmás.—¡Hedichoqueestodosuyo!—Vaneempezóaalejarseporelpasillodela

iglesia,aunquesedetuvoparaatarlacuerdasueltadelsementalaunpilarjuntoa su cubículo—. Sam ha renunciado a seguir ami servicio, sargento, así quevuelveaestarbajosuautoridad.Hagaconélloqueconsidereoportuno.—Vanellegóalapuertadelaiglesia,laabrióysevolvió.Susojosparecíanbrillarenlaoscuridad—.Vengaavermeporlamañana,sargento.

—¡Sí,señor!Scammelltiródelpercutordelmosquete.Sam,queestabamirandoaVane,

noparecióenterarsedelsonidometálico.Vanesonrió.—Buenasnoches,sargento.Elcapitánsaliódelaiglesiaycerrólapuertacontalfuerzaqueelestruendo

retumbóeneltemplo.Samcomprendiódeprontoloqueeraelsonidometálicoydistantequehabíaoídoamediashacíauninstantey,conlaagilidaddeungatose tiró al suelo, giró y se arrastró hacia el altar. El chasquido del mosquetecoincidió con el portazo de Vane, pero Sam había oído ambos. Habíasobrevivido y la bala se había incrustado en los bancos del coro. El humoprovocóunanubequeapestabaapólvoraySamsepusoenpie.

Scammellserio.Sepalpólaespalda,desenvainólabayonetaylacalóenlabocadelmosquete.

—Eresrápido,¿eh,Sam?

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El joven no respondió. Observaba la bayoneta de diecisiete pulgadas delargo. Había visto lo eficaz que era Scammell con esa arma en un campo debatalla, y una bayoneta era más certera que una bala, de trayectoria siemprecaprichosa. Scammell, caminando lentamente hacia Sam, lucía un gesto deabsolutacertezaenelrostromarcadodecicatrices.

El ataque no fue ni repentino ni frenético, sino lento y deliberado. Elsargento obligó a Sam a retroceder hacia el altar, juzgando el momento, laestocada asesina. Esta, cuando llegó, fue un impulso seco y corto destinado ahundirlahojaenelpulmónizquierdodeSam.

SoloqueSamatacóprimero.Habíaretrocedidoantelaamenazadelahoja,perosabíaquelaretiradano

leproporcionaríalaoportunidaddehuir,soloelataque,yasí,unlatidoantesdequelabayonetaseabalanzarasobreél,Samgiróydiounsaltoparadejaratráselarma.IntentóarañarlosojosdeScammellconlamanoderechamientrasqueconla izquierda cogía el cañón delmosquete, del que tiró con fuerza repentina yendiabladajustoenelmomentoenelqueScammellselanzabaalataque.

EltiróndeSam,unidoalempujedelsargento,hizoqueScammellperdieraelequilibrio.Samsintiólaeuforiadeléxito,lanzóuncabezazoyactoseguidounrodillazo.Luego intentó retorcerelmosquetecon lamano izquierda.GolpeóaScammellconladerechaehizousodetodassusfuerzasparaarrancarleelarmaal sargento. Para sorpresa de Sam, Scammell soltó el arma y el soldado, queestaba tirandoconambasmanos, trastabillódeespaldas, tropezóycayóconelarmasobreelpecho.

Scammell fue a por él con saña. El sargento era un combatienteexperimentado. Había aprendido, en mil trifulcas, cómo golpear, mutilar yengañar, y había dejado que Sam cogiera el arma para que se cayera. AhoraScammellacabaríaconél.

El sargento le dio una patada en los riñones y otra en las costillas. Samresolló.ActoseguidoScammell lehundiólarodillaenlas tripasyseabalanzósobre él descargandopuñetazos sobre la caradel joven.La sangremanóde lanarizdeSam.

—¡Hijodeputa,hijodeputa!—leinsultabaScammell.Scammellintentóhundirlelospulgaresenlosojos.UnoselemetióaSam

en la boca y lo mordió. Sintió el espasmo de dolor de Scammell. El joven,deshaciéndose delmosquete, rodó hacia la derecha, se incorporó de rodillas ylanzóelpuñoderechocontralanarizdelsargento.Notóqueelhuesoserompía,perotambiéntemióhaberserotolamano.EntoncesSamsintióunrelámpagodedolorenelescrotoysedobló.Scammellgruñóunarisadesagradable.EmpezóunavezmásapropinarleaSampuñetazosenlacara,y,cuandoSamsehizoun

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ovilloylevantólasmanos,elsargentosepusoenpieparadarleunapatadaenlastripas.SamgiróhaciaScammellparaagarrarlelapierna,peroelsargentodiounpasoatrásyelsoldadocayódebrucessobrelosadoquines.

Sam,aunquenolovieravenir,nopudohacernada,porquehabíaperdidoelequilibrio.Scammelllevantólabotaylediounpisotónenlamanoderecha.Eldedocorazóncrujió,ySam,acuatropatas,aullódedolor.Loscaballos,comosisecompadecierandesucuidador,relinchabanaterrados.

—Voyaacabarcontigo,chico.LarespiracióndeScammelleraintensa,profundayentrecortada.Cogióel

mosquete del suelo, apuntó con la bayoneta, apuntó con la hoja al cuelloexpuesto del caído y lanzó su estocada. Sam, con la visión borrosa por lospuñetazos y el dolor que le alanceaba el brazo, no vio el ataque, pero oyó elgruñidodeesfuerzocuandoelmetalcayó,yseapartóaunladoevitandoquelabayonetaleacertara.Lapuntarestallócontraelsueloylahojasedoblócomounjuncoanteelimpacto.

Sam rodó, sepuso enpiey lanzóunapatada.Scammell habíaperdido elequilibriodespuésdel salvajeataque,y labotadeSam impactóde llenoen larodilla del sargento, a lo que siguió una lluvia de puñetazos en la cara con lamano izquierda. La mano derecha de Sam parecía inútil, pero Scammelltrastabillódeespaldasalrecibirlosimpactosdelazurda.EntoncesSamtropezóconelmosquetecaídoyScammellaprovechólaaperturaparacontraatacar.Lerompió almuchacho el labio superior y le empujó, lanzando acto seguido unpuñetazo contra el ojo izquierdo del soldado.Ninguno de los dos hablaba. Sepusieron en pie como luchadores de apuesta, listos para arrancarse la piel yromperseloshuesos,peroScammellteníadospuñosySamsolouno.

ElsargentovolvióaempujaraSam,yestesaboreólasangresaladaenlaboca que salía de un diente suelto. Scammell estaba ganando y gruñía entrepesadasbocanadasdeaire.

Samalzólamanoderecha,noconvertidaenpuño,sinomostrandolapalma,yla lanzócontraelesternóndeScammellprovocándoleunasacudidadedoloren el corazón. El sargento dio un paso atrás. Sam le propinó una patada, legolpeóconlaizquierdayluegolanzóladerechacontraelplexosolar.Eldolordeldedorotoeracomoeldeunganchoalrojovivoquelerasgaraelbrazo.Cadavezquegolpeabaconél,gimoteaba,perosiintentabaprotegerlamanodiestra,moriría.

Scammellseapartóparaevitarunpuñetazoyavanzó;lanzóuncabezazo,ysucráneocrujiócontraeldeSam.PeroSamhabíabajadotambiénlacabeza,yelimpactoprovocóqueamboshombrestrastabillarandeespaldas.

Por un momento ninguno de los dos pudo luchar. Scammell estaba

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dolorido,aunqueSamloestabamásaún.Sabíaquesicaíayanuncavolveríaalevantarse. Los ojos del sargento, aturdido, le observaban desde una caracubiertadesangre.Conlarodilladolorida,Scammellavanzócojeando.

El veterano ignoró los golpes de Sam; su objetivo ahora era agarrarlo yderribarlo.Una vez estuviese en el suelo, sus botas acabarían el trabajo. PeroSamcerróelpuñoderechoy,aullandodedolorcomouncerdoasaeteado,atizóaScammellenlanariz.Yotravez.Jadeaba,estabacasicegadoporlasangrequelemanabadelojo,perovioqueelsargentohacíaunúltimoesfuerzo.Samdejóllegarelpuñetazo,seinclinóhaciaatrásyScammellfalló.Entonceselsoldadolanzóunganchocon laderechaque impactó con la fuerza suficienteparaqueScammell trastabillara escaleras abajomientras buscaba apoyarse en el primercubículo,aquelenelqueestabaatadoelaterradosementalnegro.

Samseapoyóenlosbancosdelcoro.Lasangrelefluíadelojoydelaboca.Ledolíanelestómagoylascostillas,probablementetuvieraalgunarota,yteníala mano derecha pegada a la tripa, como si pudiese extirpar así el dolor. Noqueríamoverse.

Aunque,por lovisto,elsargentoScammell tampoco.MiróaSamconlosojos rabiosos de un animal y con la cara cubierta de sangre. Respirabaprofundamente,comosiestuvierabuscandofuerzasparahacerunúltimoataque.Lesalíasangredelaboca.Estabapalpandoasuespalda,ySam,depronto,fuepresa de la desesperación, porque comprendió que Scammell había visto labayoneta de Sam en la puerta del cubículo.Dio con ella y empezó a caminarhacia él blandiendo la nueva arma, con la mano derecha, como si fuera uncuchillo.

—Maté al idiota de tu hermano—dijo Scammell—. Ahora te toca a ti,cabrón.—Scammellsubiólentamentelasescalerashacialosbancosdelcoro—.Ymañanamecepillaréaesazorratuyaantesdematarla.

Samnopodía lucharcontra labayoneta,y losabía.Diounospasosatrás,haciaelaltar,quehabíasidocubiertoconuna lona,yse llevódosdedosde lamanoizquierdaalaboca.Intentósilbar,perosuboca,hinchadayensangrentada,senegabaahacerelsonido.Escupiósangreaunsueloyallenodesalpicadurasrojas.

Elsargentoseguíaavanzandolentamente,precavidodadalafuerzadeSam,aunque seguro de que la bayoneta, afilada y resplandeciente, acabaría con lapelea.

Samsesecólabocaconlamanga,sepresionólalenguaconlosdedosunavez más y sopló. El repentino silbido resonó en la iglesia y, al instante, elsementalnegrotiródelacuerda.Suscascosempezaronacocearcontralapuertadelcubículo.

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Scammell,aloírelruido,segiró.Elcaballo,conlosojosblancos,tirabaycoceaba.

Samsilbóunayotravez.Scammellvolvióacentrarseenél.—Estásmuerto,Sam.Estásmuerto.El sargento avanzó renqueante. Por última vez, Sam silbó con todas sus

fuerzas,yelsonidoprovocóqueelcaballotiraradesucuerdadenuevo.Lacuerdasepartió.ElanimalsaltóyScammellsegiróparaenfrentarseala

nuevaamenaza.—¡Arriba!—gritóSam—.¡Arriba!¡Arriba!El caballo, tal y como Sam le había enseñado, se alzó sobre las patas

traseras mientras daba sacudidas en el aire con los cascos brillantes de lasdelanteras.Elsargentolegritabaalabestiamientraslanzabaestocadasinútilesyretrocedía.

—¡Arriba,chico,arriba!—gritóSammientrasseacercabatambaleante.El caballo, relinchando y asustado, volvió a levantarse sobre las patas

traserasaltiempoqueSamcogíaelmosqueteconsubayonetadoblada.Eldolorde su mano derecha se había convertido en algo que le atenazaba el cuerpoentero.Gemía.Scammell sevolvióunavezmásalpresentirunnuevopeligro,peroSamyaestabagirandoelmosqueteenunúltimoesfuerzodesesperado.Laafilada bayoneta, doblada en ángulo recto con respecto al arma, se hundió yrasgólastripasdeScammell.

ElsargentofijólamiradaenSam,sellevólamanoizquierdaalvientre,setambaleóhaciadelantee intentódarunaestocadacon labayonetaqueblandíaconlamanoderecha.Intentóhablar,perofueincapaz.

Samdiounpasoatrás.Lasangredelsargentoempezóafluir,aderramarsesobre el suelo, haciendo un charco cada vez más grande. Scammell cayó derodillas. Miró, suplicante y patético, al joven, y se desplomó de bruces. Elmosqueterepiqueteóenelsuelounayotravezmientraselsargentosemovíaytemblabasobresupropiasangre.

Samsabíaquenohabríaclemencia.Losabíademaneravaga,a travésdelassábanasrojasdesuconcienciayporloslatidosdedolorquelellegabandelhuesorotoylacarnecastigada.Samhabíaintentadomatar,yeraprobablequelohubieraconseguido,yelejércitoexigiríaquefueracastigado.YVanealentaríaelcastigo.Sam,instintivamente,seapartódelhombreagonizanteyquejumbrosoyllamóalsementalporsunombre.

Nohabíatiempodebuscarsillayarreos.Noquedabatiempoparanada.Nohabíamásqueuncaballoyunhombreensangrentado.Samguioalcaballohaciaelextremodelaiglesiaytiródelapuertaconlamanoizquierda.Sollozabade

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dolor.Le sorprendió ver que, bajo la llovizna de la tarde, viandantes corrientes,

cubiertosporsusparaguasdecoloresapagados,recorríanaquellacallecorrientededicándoseasusasuntoscorrientes.

Lentamente,dolorido,Samsesubióaloslomosdesnudosdelcaballodesdeel poyo que había a la puerta de la iglesia.Algunos viandantes se detuvieronpara observar, atónitos, al casaca roja ensangrentado, quien, ignorándolos,hundió los talones en los flancos del animal. Se aferró a las negras crines delsementalysalióalgalope.

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Sam huyó de la ciudad. Los callejones y los jardines hubieran ofrecido alfugitivo un mejor escondrijo, pero Sam era un muchacho de campo que seencontrabamáscómodoalládondelashojasdelosárbolesdabancobijo.Dejóque el caballo cruzara las chabolas del extremo oeste de la ciudad, recorrióCentreCommons y se dirigió hacia los tocones desnudos de lo que en su díahabían sido los bellos árboles del Cuello. Cabalgaba a pelo, sin estribos niarreos,peroasíeracomohabíaaprendidoahacerloensuniñez,y,fielaSam,elcaballoobedecíalasórdenesqueeljovenledabaconlapresióndesusrodillas.

Sam detuvo sumontura tirando de la cuerda rota de la cabezada. Buscórefugioentre lasvarasquehabíansidohundidasen la tierraparaapoyode lasjudíasverdesque los soldadoshabíanplantadoparacomplementar susescasasraciones y se tomóun respiro.Sintió la lluvia sobre el rostro ensangrentado eintentócontemplarsufuturosacudidoporeldolor.

Podíadirigirsea laciudadysuplicar laclemenciadesirWilliam,opodíacruzarelrío.

SirWilliam,pensóSam,eraunhombrebueno,perotendríaqueexplicarunasesinatoenunaiglesiaantesdequeelgeneral leconcediesesuprotección.Y,sin embargo, la tentación de un establo en Inglaterra, lejos de casacas rojas yrebeldes,erapoderosa,másaúnsipensabaenlacasadesuspadres.

Samhizoungestodeangustiaprovocadoporeldolordelamanoderecha.Apretólasrodillasysebalanceóhaciadelanteyhaciaatrásparaintentardisiparel dolor que le alanceaba desde el dedo roto. El caballo tembló, y Sam, sinpensar,leacaricióelcuelloconlamanoizquierda.

Todasuvida,pensó,lehabíaconducidoaaquellugar,averseempapadoenmediodeunahuertadeverduras.ElmomentodeNatehabíallegadoenelcampodebatalla.Suhermanohabíaoptadoporlalibertadyhabíarecibidounabalaenla columna como recompensa. La bala había sido vengada, pero la venganzasignificabaque,salvoqueSamrogaselaclemenciadelejército,seconvertiríaenunacriaturaacosadaduranteelrestodesusdías.Podíadesertary,mendigandoycazandoporcaminosdesconocidos,dirigirsealnorte,aCanadá,donde,segúnserumoreaba,loscapitanesdelosbarcosofrecíanalosdesertorespasajeacasaa

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cambio de trabajo. Pero incluso si Sam llegaba a su aldea en Inglaterra, sunombreacabaríacolgadoalapuertadelaiglesiacomoasesinoydesertor.

Miró a un lado y a otro al desolado paisaje que ofrecía elCuello, dondetocones,malashierbasypobreshuertosdeverdurashabíansustituidounbosqueantaño mágico. Había un puñado de oficiales que, desafiando a la lluvia,ejercitaban a sus caballos, y Sam supo que debía alejarse antes de que sepercataran de su presencia. Pero temía moverse. Parte de él sabía que debíadesertar,perosolopodríahacerloenposdeunfuturoquequedabalejosdecasa.Eraunextrañoenunatierraextraña,ylamuchachaquehabríapodidoarrastrarleaesemundonuevoestabaprometidaaotro.Samestaríasolo.

Estaríasolo,sabiendoquehabíatraicionadoasuuniformerojoyasubellabandera.Enaquelmomento,alomosdeuncaballoasustado,Samqueríasaberquéeralocorrecto,quédebíahacer.ElcapitánVanehabíaactuadomal,esolosabía, peroVane no era Inglaterra. Inglaterra eramañanas ventosas y caballosinquietosmientras losperrosperseguíanunzorro. Inglaterraeraunacuerdadepelodecaballocon laquepescaruna trucha,enunarroyo,a lasombrade lossauces. Inglaterra era risas y cerveza en la posada, era la llana amistad de loslugareños,quesabíantantoqueelsolapareceríaporlamañanacomoquevivíanenelmejorpaísdelmundo.ParaSam,lacampiñaeraInglaterra,nounaciudadrepletadeavaroscomerciantesyambicionesvenales.Ydespuésdehaberpasadoun inviernoenunagranciudad,Samsupodeprontoqueechabademenos losbenignos prados ingleses, donde el sol nunca abrasaba y la nieve jamás seamontonabatanto.Samqueríairacasa.

PeroCarolineestabaalotroladodelrío,yelcapitánVaneiríaasucasayharía el mal en nombre de Inglaterra. El joven dudaba que pudiera evitarlodirigiéndoseasirWilliam,porqueelcomandanteenjefe,poramablequefuera,no podía atender las acusaciones de un soldado. Samdebía tomar sus propiasdecisiones,ysihacerlocorrectosignificabaabandonarseasímismoalasoledadenuna tierra extrañay salvaje, lejosde casa, que así fuera.Deotromodo,nohubiera podido soportar sus días. Sam podía traicionar a su bandera o podíatraicionaralamuchachaalaqueamabaperoquenuncapodríaamarle,porquehabíaotrohombre.

Hizoqueelcaballogirarahaciaelsurychascólalengua.Samecharíademenos Inglaterra, tantoque lloraría supérdida,pero Inglaterra sobreviviría sinSam,mientrasqueCarolineno.Cabalgaríaporamoryquizá,cuandosusheridashubiesensanadoylosejércitossehubieranido,searriesgaríaairaCanadáyaviajaracasaconfiandoenquesuscrímeneshubiesensidoolvidados.Elcaballo,conelpelajebrillantedelluvia,olióotrosanimalesyrelinchó.

Samsegiróyvioaungrupodeoficialesacaballoqueseacercabanaél

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desdelaciudad.Sospechabandebidoalestadodesusropasensangrentadas.Unode ellos le dio el alto, y Sam, temiendo sus preguntas, espoleó al animal y lesoltólascrines.

ElcaballonegrogalopócomosielmismísimoHombreVerdelepisaralostalones.Galopócon todoelpodery lavelocidadqueSamhabíapuestoensusmúsculos durante las largas mañanas de paciente ejercicio, y ahora, bajo lalluvia,elcaballodejóatrásasusperseguidores.Samsedirigióalsur,másalládelpuestodeguardiadeGray’sFerry,yno tiróde lascrinesdelcaballohastallegar a la maleza y los arbustos que crecían junto al Schuylkill, al norte deLowerFerry.Allí,conscientedehaberseprocuradounosmomentosdepaz,bajódelomosdelcaballo.

El dolor le estaba volviendo loco. Se acuclilló entre las hojas nuevas yprocuró respirar profundamente para calmarse. Las heridas podían esperar, lacarneajadasanaría,peroeldedorotoeraun tormento.Tomóunabocanadadeaireycerrólosojos.

Lentamente, con cuidado, envolvió el dedo roto con su mano izquierda.Apretó hasta que el dolor se hizo casi insoportable y dio un tirón seco paraenderezareldedo.Samsedobló,agónico,selenublólavista,peroalmenoseldedoyanoparecíalabayonetadobladaquehabíaservidoparaabrirlelastripasaScammell. Sam aún podía sentir el rechinar del hueso. Se quitó la correa decuero del cuello e, ignorando el dolor, se ató el dedo corazón al anular. Oyóentonceslasjóvenesvocesdelosoficialesqueleperseguían.Elejércitoledaríacaza, Sam ya era un desertor, pero aquellos hombres, espoleados por lacuriosidaddeveraunsoldadocubiertodesangre,constituíanelmismopeligroquecualquierpartidadebúsqueda.Losoficialesdecaballeríasabíanquehuíadealgo, y disfrutarían llevándose al fugitivo a rastras hasta la caseta de loscentinelas.Todosaquellosquehastaelmomentohabíansidoamigossuyoseranahoraenemigos,yeltrípodeprecederíaalamuerte.Sammiróhaciaeloesteyvio, con alivio, que la luz se iba desvaneciendo en el cielo encapotado. Undesgarroentrelasnubesgrisesbrillabaencarnadoy,alaluzmortecina,Samvioaunpájarodecolorescarlataquevolabasobreelrío.Poralgunarazónaquelloledioesperanza.

Elcaballotembló,ySamlesusurróquesecalmara.Yanopodíahacerusodelcaballo,teníaquecruzarelrío.

Sedeslizóhacia la orilla delSchuylkill y caminóhacia el sur junto a lasaguas.Había recorridoelCuellomuchasmañanas,ysabíadóndeencontrar lasbarcasqueunosoficialesdelcuerpodeingenieros,alojadosenunadelaslujosascasasdeveranojuntoalrío,solíanusarparairacazarpatos.Rezóparaquelalluvialoshubieraobligadoaquedarseencasa.

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Sam recorrió la orilla a duras penas, resbalándose en el lodo, abriéndosepaso entre las zarzas y haciendo caso omiso de la hiedra venenosa. Intentócomprender lo que había llegado a saber en la iglesia: que Caroline habíaavisadoal fuertedelataquede loshesianos,peroera incapazdeencontrarunarazónparacondenarla.LalealtadaInglaterraestabaconfundidaporelamor,ySam se decía queCaroline jamás había ocultado que fuera simpatizante de larebelión.Ellano lehabíaengañado,pormuchoqueelcapitánVanesostuviesequesí.

Sam sintió un acceso de ira hacia el capitán Vane. El hombre siempremirabahaciaarribaenbuscadeseguridad,perosielseñorestabapodrido,¿quéesperanzahabíaparaelvasallo?Estabasolo,aisladodetodoaquelloquelehabíainspiradoydadofuerzas.SamseveríaobligadoaaceptarlatanelogiadalibertaddelaquehablabaMartha,porqueyanolequedabanadamás.

Entonces,quebrandosusfebrilespensamientos,Samoyóelcrujirdeunasramas,seguido,instantesdespués,porlavozenérgicadeunoficialinformandosobreeldescubrimientodelsemental.

Peroelfugitivotambiénhabíaencontradoalgo:dosbotesparacazarpatosvaradosenunacalaembarradadelrío.Losbotesestabanencadenados.Enellosnohabíaniremosnipértigasparapropulsarlos,tansololoscascos,vacíossalvoporlastallasdemaderaconformadepatoqueloscazadoresusabanparaatraerasuspresasalasmarismas.

Lascadenasestabanenganchadasalasarandelasdeproadecadaunodelosbotes,yfijadasaunasgruesasestacashundidasenlatierraenlapartesuperiorde la orilla. Sam tiró de la cadena e hizo unamueca de dolor.Tiró de nuevo,arriesgándose a que el tintineo de los eslabones oxidados alertase a susperseguidores,perotantocadenascomoestacaeranfirmes.

Echóunvistazoa lasarandelas.Unaparecíaestarsuelta,aunquenotantocomoparapodertirardeellaconsumalogradamanoizquierda.Aguzóeloído.Lellegabaelsonidodelríoydelalluvia,peronodecaballosyjinetes.

Levantóelpiederechoysedetuvouninstantetemiendoelruidoqueestabaapuntodehacer.Actoseguidohundióeltalóndesubotaenlaarandelasuelta.El bote dio un salto al recibir el impacto. Golpeó una y otra vez el hierrooxidado,pero los tornilloseran tercosy laarandelapermanecíaensusitio.Lacadenatintineabaconcadaempellón.

Lamalezacrujióenloaltobajoelpesodeunaspezuñas.Sam,sollozandoyresollando,ignoróeldolordesumanoderecha,aferróelbotedeambasbordasy,con toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo, tiró en dirección opuesta a laestaca.

—¡Alto!

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Unoficialdecaballeríairrumpióentrelosarbustos,quecrecíanaseispiesdelacabezadeSam.

Samtiródenuevo,con lafuerzade ladesesperación,y los tornillosde laarandela salieronarrancando lamadera.Sam trastabillódeespaldas,elbote sesoltó y ambos se deslizaron hacia el río, donde la corriente amenazaba conllevarse la embarcación.El fugitivo corrió chapoteando con las botas sobre elbarropegajosoy,medianteunúltimoesfuerzo,seabalanzósobrelaborda.

Eloficialdecaballeríasegirósobrelasilla.—¡Porallí!¡Porallí!Samhabíaoídomuchasvecesesegritoenloscamposinvernales,cuandoel

zorro salía de su escondrijo y los cazadores gritaban para que los perrossiguieranlapistamientrasqueloscaballoscastigabanlatierraenposdelabestiaque huía.Ahora él era la bestia, y ese grito significaba que los jinetes iban adarle muerte. Sam se impulsó para entrar en el bote y se tumbó, jadeando yexhausto,sobrelostablonesdelcasco.

Eloficialobservóqueelbotesealejaba.Sacólapistoladelafundadesusillaytiródelpercutor.Alargóelbrazoconelarma,calculóunpiededesviaciónyotroporelvientoyapretóelgatillo.

La bala le silbó a Sam por encima de la cabeza y arrancó astillas de laregala.

Oyómaldicionesenlaorilla.Mediadocenadeoficialessehabíanunidoalprimeroy,alverquesetratabadeunevidentecasodedeserción,desenfundaroncarabinasypistolas.Aquelloeralomásdivertidoquepodíanhaberseencontradoenunatardelluviosa.

Samsearrodillóyarrancóunodelosbancosdeproayempezóahundirlocomosifueraunremo.ElSchuylkillfluíaconfuerza,suscorrienteschocabanycreabanremolinos,yeljovencomprobóaquévelocidadpasabanlasorillasantesus ojos. Pero los jinetes eran más rápidos, y sus disparos atrajeron a máshombresdelascasasalolargodelrío.

Las balas salpicaban en el agua. La distancia era grande, cada vez másgrande,peroalgunosdelosoficialesseteníanporbuenostiradores.Unodelosproyectiles le rozó laespalda, abriendounabrechaen sucasaca roja,mientrasqueotrabalaseincrustóenlaproadandolugaraunadiminutavíadeaguaenaquelbotedepococalado.Unodelospatosdemadera,alrecibirelimpactodelplomoenelpecho,diounsaltoyrepiqueteócontralaestructura,perolarisadelos perseguidores de Sam se fue desvaneciendo a medida que la corriente lealejabacadavezamayorvelocidad.

Ahora, ante susojos, se extendía el anchoDelaware;pudover la espumaque se formaba en el punto en el que ambos ríos se encontraban y chocaban

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dandolugaraolassinuosas.Siguióremandoconsuimprovisadoremohaciaelamplioríocaudaloso,ysolosevolvióparaverdóndeestabansusperseguidorescuandolaproadelbotetemblóantelasacudidadelosremolinos.

Los oficiales de caballería se habían dado por vencidos. En vez decontinuarlapersecución,detuvieronasusmonturasjuntoalabateríadeLowerFerrydandolugaraunarcoírisdecolor.

Sam sabía lo que estaba a punto de ocurrir. Remó desesperado, pero eraincapazdelucharcontralasaguas,yestassacudieronlaembarcaciónhastacasivolcarla. De algúnmodo logró aferrarse al remo, y acto seguido vio que unanubedehumoblancoflorecíaenelparapeto.

MenosdeunsegundodespuéseltronardelcañónrestallóenlostímpanosdeSam.Soloelruidolehizodaño.Laboladehierrolepasóaunayardadelacabeza.Samviounacolumnadeaguasurgirydesplomarseasuderecha.

Siguióremando.Lacorrientelellevabaríoabajo,perolemanteníacercadelaorilladePensilvania.Hizousodetodassusfuerzasparaimpulsarsehaciaeleste,pugnandoporllegaralasaguasmáscalmadasdelcentrodelDelaware.

Otroestallidolemartilleólosoídos.Seagachóporinstintoyoyópasarlaboladehierrocomounsegundotrueno.Lasegundabateríahabíaabiertofuego,pero el cañón estaba frío y los artilleros habían compensado la elevación delarma en exceso y apuntado demasiado alto. Sam imaginó a los artilleroshundiendoelescobillónporlabocadelcañón,ahoracaliente,recargándoloconbolaycarga.Contólossegundosyhundióelremoconfuerzaenelagua.

Las dos piezas de artillería dispararon a la vez. El ruido se le antojó unportazodelaspuertasdelinfierno.ElaguasalpicóyempapóaSamcuandolosproyectiles cayeron. El joven sintió frío, pero almenos estaba vivo.Aulló unretodemeraalegría,gritandoqueestabavivo,queganaría,queescaparía,quecruzaríaelrío,quenoseríaderrotado.

Lacorrientelellevabahaciaelsur,hacialasislasenlasqueunaguarniciónbritánica ocupaba FortMifflin, pero Sam obvió el dolor, se arrodilló y siguióremando.Cada palada le alejaba de los torbellinos, hacia el otro lado del río,hacia la orilla mate y lodosa de Nueva Jersey. En Fort Mercer, ahoraabandonado, no había guarnición. La más cercana era la apostada en el ríoCooper,yestaestabademasiadopróximaalagranjadeCaroline.

Unbalandro,ríoabajo,oyólosdisparosygiró.Susvelasaletearon.Samloobservó y acto seguido vio que se alzaba una columna de agua ante él. Laespuma le salpicó la cara. Pero ofrecía un blanco diminuto, y cada vez lo eramás, sobre todo ahora que la luz se iba desvaneciendo. Sintió la euforia deléxito, aunque sabía que no habría ni felicidad y éxito si no lograba avisar aCaroline. Otro joven, en ese mismo río, había usado a la muchacha como

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talismán,peroSamignorabalasuertequehabíacorridoJonathon.Lasbateríasabrieronfuegoporúltimavez,ySamviounabalanegrarozar

lasaguasgrisescomosialguienestuvierajugandoahacerlarana.Elaguadejóde salpicarle y el humo se fue difuminando. El balandro, confundido por elfuegoartillero,nohabíadisparado.

LacorrientehabíaarrastradoaSamunamillaríoabajo,lejosdeCooper’sPoint,dondevivíaCaroline,y,pocoapoco,suembarcaciónseibaacercandoalacostadeNuevaJersey.Remófrenéticamente,sindarsecuentadequegruñíade dolor cada vez que su mano derecha hacía un esfuerzo. Ahora que loscañones habían dejado de disparar, todo se volvió extrañamente silencioso.Hundióelremoporúltimavezysintióquelaproadelbotesedeteníaal tocartierra.Permanecióinmóviluninstante,arriesgándoseaquelacorrientevolvieraaempujarlehaciaelcentrodelrío,entoncessedejócaerporlabordaysintiólasfríasaguasdelríoacariciarlelasheridas.Eracomounbálsamo.

Trepó hasta lo alto de la orilla. Estaba oscureciendo con rapidez, y lassombrasamenazantesempezabanaextendersebajo losárbolesquehabríandeentorpecersucaminohaciaelnorte.Empezóacaminar,trastabilló,luegoalzólacabezaparaver,alotroladodelrío,laextensióndeFiladelfia,convertidaenunaciudadmágica, cada vezmás envuelta por la oscuridad.Unamiríada de lucesbrillaba pálida: eran los últimos destellos del sol que rebotaban en los tejadosmojados y en las ventanas, y Sam, libre ya de la amenaza del río, observóobnubilado.

Sacudiólacabezaparaliberarsedelamagníficavisión.QuizáelcuerpodeScammellyahubierasidohallado,yelcapitánVanesabríaperfectamentehaciadónde había huido. Compañías enteras de centinelas recibirían la orden deabandonar su campamento y los botes de la Marina serían puestos a sudisposición.Ahora se trataba de una carrera entre su antiguo patrono y él poralcanzaraunachicarebelde.

Desparecieronlosúltimosrayosdelsol,ylasnubesdescendieron,pesadas,haciaelrío.Undestellodeluz,repentinoyluminoso,rasgólaslejanascolinas,yse oyó el restallar de un trueno justo antes de que la lluvia, con malévolaindiferencia, empezara a anegar el rostro del soldado. Se enfrentaba a unacaminata de millas envuelto en una húmeda oscuridad. No lo hacía por lalibertad,niporlarepública,sinoporamor.

Samsedirigióalnorte.

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Una vez que oscureció, la lluvia empezó a caer con más fuerza. Apagó lasantorchas de los puestos de guardia y anegó los sótanos de Front Street. Elviento castigaba puertas y ventanas, sacudía con violencia los carteles quecolgabanalaentradadeloscomerciosydecorabaelríodeestelasblancas.Uncentinelairlandéssepersignóysedijoquelossheecabalgabanesanocheenelvientoyqueesonopresagiabanadabueno.Enalgún lugar,haciaeloeste,unrepentinorelámpagoacuchillólanocheysuresplandorblancoazuladoiluminóalos hombres que se reunían a sotavento de un almacén cercano a Painter’sWharf.

SehabíaordenadoadoscompañíasdeInfanteríaLigeraqueacudieranalosmuellesdelaciudad.Lasbocasdesusmosquetesestabancubiertasconcorcho,ysuspercutores,envueltosentelaparaprotegerlosdelalluviainclemente.Unoficial deMarina, cubierto con su uniformey temblando, se acuclilló junto alembarcaderoybuscóconlamiradalosbotesprometidos.

LordRobertMassedenecorriómuellearriba.Llevabapuestossuszapatosdebaile.Eraevidentequeeldeberlehabíasacadodelacalidezdealgunacasa.Sus medias blancas estaban empapadas y tenía la piel fría. Tenía el abrigocalado,ysupelucalucíalosronchonesdetintebaratoqueibadesprendiendosutricornio.

—¡CapitánVane!¡CapitánVane!Vane, a refugio de la tormenta en la puerta del almacén, dio un paso al

frente.—¡Aquí!Massedenecorrióhacialapuertayallí,conrabia,sequitóelsombreroyla

pelucaylanzóambosalsuelo.—¿Quédemoniosestáocurriendo?—Quellueve—dijoVaneconcalculadagrosería.—¡Sabes perfectamente a quéme refiero! ¿Qué le has hecho a la señora

Crowl?Lasantorchasdeloscentinelasseestremecíanenelembarcadero.Lalluvia

hacíasisearlasllamas,perolamadera,empapadaenbrea,manteníaencendido

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elfuegoqueiluminabatenuementelapuerta.VanepudoverlairaenelrostrodeMassedeney,enesemomento,sintiódespreciohaciaél.Ellordrepresentabaporsísololaineficazpolíticabritánicaquepretendíaacabarconlarebelión,yVanenopudoevitarhablarconuntonodedesdénenlavoz.

—NolehehechonadaalaseñoraCrowl.—Dice…—Claro,estoyconvencidodequetehadichomuchascosas.Al igualque

cualquieryanquiqueseprecienodudaensolicitarayudaalosbritánicoscuandoalgoleresultainconveniente.

—Hasregistradosuvivienda…—empezóadecirMassedene,pero,unavezmás,Vaneleinterrumpió.

—Heregistradosucasaenbuscadeunasesinoqueademásresultaserundesertor. ¿Acaso hay alguna ordenanza que diga que hay que salvaguardar lascasasdelosrebeldescuandosedauncasoasí?

—Elquehahuidohasidotusirviente—dijoMassedeneamenazante,comosiladeslealtaddeSamfueseunreflejodeloqueeraVane.

—Noeramisirviente—dijoVanefrívolamente—,sinodesirWilliam.¿OacasonosabesquesirWilliamlequeríacomomozodecuadra?

—Ha huido hacia la otra orilla—protestóMassedene—. ¡Lo sabes! ¡NohabíarazónalgunapararegistrarlacasadeMartha!

—Sehavistoaunhombrecruzandoelrío—dijoVanecontonogélido—.Peronohaypruebasdequese tratasedeGilpin.Mehe limitadoa registrarellugarenelquepodríahaberbuscadorefugio.Además,todosehallevadoacaboconlaaquiescenciadesirHenryClinton.

—Sir Henry debería haber solicitado la aprobación de sir William —argumentóMassedeneaunsabiendoqueelrazonamientoerapobre.

—SirWilliammantiene el mando por cortesía de sir Henry—dijo Vaneexponiendolabrutalrealidad.

—¿YtehapedidosirHenryquedestroceslacasa?—LavozdelordRobertMassedene se tornó más petulante, atrayendo las miradas de los incómodoscasacasrojasqueesperabanbajolalluviaaquellegaranlosbotesprometidos—.¡PorDios,Vane!¡Parecequehayaentradoallíunarecuadesalvajes!¡Tablonesarrancados,panelesdestrozados,laniñaaterrada!

—Semeordenóqueactuaraconpremura—dijoVane—.Noteníatiempode andarme con las contemplaciones con las que pareces querer llevar estaguerra.

Massedene se apoyó, agotado, contra el marco de la puerta. La lluviarebotabaenlosadoquinesysiseabaenlosdebilitadosfuegos.

—Eresunbastardo,Vane.

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—¿Por cumplir con mi deber? —estalló Vane de pronto—. ¡Gilpin hamatadoaunbuenhombreestanoche!Lohizoporquelehaseducidounamujerrebelde y le ha vuelto contra su rey. ¡No podemos amar a nuestros enemigos,Massedene!Silohacemos,acabaránconnosotrosunoauno.¡Peroamínomepasaráeso!¡PorDiosqueno!

—Confundesvictoriayvenganza—dijoMassedeneconvozqueda.Vaneserioaloírlaacusación.—Milord, fuimos traicionados cuando atacamos el fuerte. Tengo razones

paracreerquefuelaseñoraCrowllaqueenvióelavisoalagranjaquehayalotroladodelrío—dijoVanemientrasseñalabahacialalluviaylaoscuridadqueocultabanlaotraorilla—.Traidores,milord,traidores.¿Creesquedeberíadejarque siganhaciendo loquehacen?¿Rendirías las coloniaspor los sentimientosqueteinspiraunamujer?

Lord RobertMassedene negó con la cabeza como si el argumento se leantojarairrelevante.

—¡Has destrozado la casa de la señora Crowl! ¿Pretendes mantener lascoloniasmediantelabarbarie?

—Haréloqueseanecesarioparaaplastarestarebelión.Vane miró con enfado hacia el río; estaba ansioso por que llegaran los

botes.Hacía tiempo que había pasado lamedianoche, y le empezaba a costarluchar contra la impaciencia. Le había llevado horas hacer que la Marinacumpliese su cometido, y los casacas azules habían insistido en que laexpedición esperara hasta que las horas más oscuras hubieran quedado atrásantesdearriesgarasushombressobrelasturbulentasaguas.YVanesabíaquecadamomentoquepasabaacercabamásaSamGilpinacasadelosFisher.

—No encontraste nada en casa de la señora Crowl —dijo Massedeneacusador,comosiquisieraprobarquelosactosdeesanochedeVanehubiesensidotanfútilescomobárbaros.

—Encontrarélaspruebas—dijoVane—.LojuroporDios.LordRobertMassedenetemíaqueVanetuvierarazón,ytemíaporMartha.

Si se podía probar su culpabilidad, todos sus bienes serían confiscados. Susmuebles, ropas, joyas e incluso su casa serían subastados y a ella se laexpulsaría, arruinada, de la ciudad. Sir Henry Clinton, como cualquier nuevocomandante, estaba ansioso por hacer alarde de una política enérgica, yVanehabíahechousodeesedeseoparallevaracabosuvenganzapersonal.SiVaneobteníapruebasesanoche,nielafectodeMassedenenilabondaddesirWilliambastaríanparaprotegeraMarthadelaignominia.

—Voyacruzarelríocontigo—dijoMassedene.—¡Porsupuestoqueno!

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—¡Notienesderechoaimpedírmelo!—Massedeneencontróensuinteriorla chispa de ira necesaria para gritarle a Vane—. No permitiré que inventespruebas esta noche, Vane. ¡Tengo órdenes expresas de sir William paraasegurarmedeello!

ElrostrodeVanesepusopálidodeira.—¿Meacusasdedeshonestidad?LordRobertsupoqueVanebuscabaunduelo,peronoleimportaba.—Te acuso, capitán Vane, de tener el alma de un comerciante. ¡No te

importa el honor! ¿De verdad crees que rompiendo dos o tres cabezas puedeshacerqueAméricavuelvaaserleal?¡Américaestáperdida,Vane!¡LaperdimosenSaratoga!

—En ese caso, tendremos que recuperarla —dijo Vane—. A base desoldados.

Ungritodesdeelmuelleanuncióquehabíanllegadolosbotes.Losremoscrujíanylasregalasgolpeabanlospeldañosdelembarcadero.Vane,olvidándosedeMassedene,corrióparaquetodoelmundoembarcaraconpremura.Lalluviaparecía roja a la luz de las antorchas, iluminando los botes que habían sidoconvertidos en cisnes y serpientes marinas con vistas a la meschianza. Porridículosqueparecieran,loscuatrobotesserviríanparallevaralastropasalotroladodelrevueltoríopararecogerlaspruebasdeVane.

LordMassedene cogió su sombrero y la pelucay siguió a los soldados aunode losbotesque semecían sobre las aguas.Hacia el este, elhorizonteyaestabatintadodegris.Losrelámpagoscentelleabanyelretumbardelostruenosrecorríaelcieloencapotado,bajoelcual,alfin,habíaaparecidolaverdaderafazdelcapitánVane.

SamGilpin estaba empapadoy tenía el fríometido en loshuesos.Recorrió lamalezaaduraspenasmientraslaszarzaslerasgabanlacarayaensangrentaday,aveces,seleenganchabaneneldedoroto,loqueleobligabaaacuclillarseparadejarqueeldolorselepasase.Suuniformetambiénseenganchabaenramasypinchos. La casaca roja estaba repleta de aros que servían para fijar lascartucheras, los pantalones, para hacer que un hombre luciese el aspecto quedebía en un desfile, pero esa noche se enganchaban en cada arbusto. Sam searrancó las cartucheras y también los aros, pero decidió seguir con la casacapuesta,aunquesolofueraparaprotegerseunpocodelvendaval.

Sehabíaapartadodelcaminodelríoysehabíaadentradoenelbosqueparaevitar laspequeñasaldeasquemoteaban laorilladeNuevaJersey.Nosabíasi

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los lugareños serían lealistas o patriotas, solo que cualquier hombre podía serahorasuenemigo,yasí,Samseabriópasoporentrelosárboles.Enunaocasión,dobladodedolorporculpadeldedo,pensóhaberoídolaspisadascenagosasdeunosgrandespiesasuespalda.Temblódemiedo.Oyóla lluviayelviento,elcrujirdelasramas,ysupoqueunabestiamonstruosa,verdecomolosárboles,arrastraba losmiembrospersiguiéndole.Obvióeldolorysiguióhaciaelnorte,huyendodelHombreVerde,quehabíavenidoaAméricaaatormentarle.

Huía, pero quizá nada de eso fuera a servir de nada. Quizá Caroline yahubiera sido capturada. Quizá otro sargento, tan duro como Scammell, laestuvierainterrogandoenunaceldadepiedra.OquizáelcapitánVaneestuvieraesperandoenlagranjasabiendoqueSamiríaallí.QuizáaldíasiguienteSamseencontrara desnudo hasta la cintura y subido al trípode, y los dedos de losverdugos recorrerían las colas de los látigos para retirar los trozos de carneensangrentadaquelearrancaran.

Siguióadelante,manteniendosiempreelbrillodelasdiminutaslucesdelaciudada la izquierda.Samhabíapuesto todassusesperanzasenel retrasoquesabía que supondría cualquier autorización para cruzar el río. Había sido elsirvientedeunoficialduranteeltiemposuficienteparasaberqueelcapitánVanenopodíahacerseconhombresybotesdeinmediato,perolanocheavanzabaycadamomentoinsuflabamásmiedoenelalmayaaterradadeSam.

TeníamiedoporCaroline,seestremecíaacadatruenoytemíaalHombreVerde,querecorríaelbosqueenlaoscuridad.Temíaporsufuturo.PodíasalvaraCaroline, aunque jamásobtendría suamor.Sabíaque seenfrentabaaunavidaextraña en la inmensidad de aquel país extraño. Era un fugitivo. En casa, sepublicaríasunombrejuntoalapalabra«criminal»,mientrasqueenAmérica,silosbritánicosganabanlaguerra,tendríaquehuirdelajusticia.Y,sinembargo,elamorleempujabaatravésdelahúmedaoscuridad.Nadaimportaba:nielrey,niInglaterranielregimiento,nisucasa;soloelamor.

Seencaramóaloaltodeunaelevaciónarenosadondehabíamenosmalezay por la que podría avanzar más aprisa. Corrió, trastabillando, jadeando,saboreandolasangrequelemanabadeloslabiosrotos.TemíanopoderdarconlacasadeCaroline;sololahabíavistodesdelosmuellesdelaciudadcuandolamuchacha laseñalódesdeallí.En invierno,cuandoelhielosehabíaadueñadodelDelaware,SamhabíaobservadomuchasvecesCooper’sPointconañoranza,y sabía dónde estaba la vivienda en relación al recodo del río, pero no estabasegurodepoderencontrarlaenlaoscuridad.Imaginóelfracaso,imaginóaVanegolpeandoaCarolineenelrostroparaobtenerunaconfesión,ylloróporculpadel dolor que le recorría el cuerpo y porque teníamiedo de llegar demasiadotarde.

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Llegó al final de la colina y vio los primeros destellos grises en el cielo,haciaeleste.Lalluviaseguíacayéndoleenlacarayelcuerpo,ySam,parasusorpresa,empezóalamentarquetodaslasesperanzasqueelcapitánAndrehabíapuesto en lameschianza acabaran echadas a perder. Sam se rio al sentir unremordimiento tanabsurdo,ysupoque,dehaberservidoaJohnAndreynoaVane, todo aquello jamás habría ocurrido. Que Dios maldijera a Vane, pensóSam.Entonces,bajoel resplandordeun relámpagoque iluminóel río,vio losbotesqueseacercabanalacostadeNuevaJersey.

Corrió.Lostruenosretumbabansobresucabeza,estruendososcomofuegode artillería, pero Sam no lo oía.Olvidó la lluvia, olvidó susmiedos y corrióhaciael lugarenelque,graciasaotrorepentinodestellode luz,habíavisto lacasa de madera. Corrió como si toda su vida dependiera de aquel momento.CorrióenposdeCaroline.

Recorrióunospastos,seempotrócontraunavalla,trepóysiguióadelante.Llegabalaluzsuficientedelhorizontecomoparaverrecortadaslassiluetasdelos soldados que avanzaban desde la orilla del río. Sam sabía que aún teníatiempo,aunquenofueramucho.

—¡Caroline!—Gritósunombremientrascorría—.¡Caroline!Un perro ladró en la casa, entonces más truenos sepultaron los sonidos

mientras Sam trepaba una última valla y chapoteaba por la hierba empapada.Golpeó con fuerza la puerta principal de la casa con el puño ensangrentadoprovocandoqueelperroenloqueciera.

Mástruenosdesgajabanloscielossobresucabeza,yunrelámpagoqueolíaaquemadocayóentrelosárbolesfrutales.Sampudoveralossoldadosmásalláde la arboleda: ya estaban demasiado cerca. Volvió a hundir los puños en lapuertaatrancada.

—¡Caroline!¡Caroline!Samsabíaquelossoldadostendríanmiedoaqueelmetalqueseproyectaba

desdeelextremodesusmosquetesatrajeraunrayo.Correríanhacialacasaenbusca de refugio ahora que tenían la tormenta sobre susmismísimas cabezas.Samgolpeódenuevolapuertademadera,sollozandodefrustración.Depronto,convencido de que Caroline se había ido, o de que aquella era la casaequivocada,supoqueseríacapturadoyazotadohastalamuerte.Peroeraincapazde alejarse de la puerta, porque aún había una mínima posibilidad de queCarolineestuvieradentro,ajenaalhechodequeloscasacasrojashabíancruzadoelríoparahacerlaprisionera.

—¡Caroline!¡Caroline!Samgritósunombredesesperadoy,depronto,lapuertaseabrió.Elperro,

atadoaunacorrea, tirabadeelladispuestoamorder aSam.Unviejo, conun

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trabucoenunamanoylacorreadelperroenlaotra,exigióunaexplicación.—¡Soldados!—interrumpióalanciano—.¡Soldados!¡Salgandeaquí!Unaluzparpadeóenlaestancia,yaparecióunaanciana,queabriólapuerta

delfogónysoplóparaquelasbrasascobraranfuerzayseconvirtieranenllamas.ElperroseguíaintentandoatacaraSam,peroelviejotiródeél.

—¿Soldados?—¡Estánaquí!—dijoSamseñalandohacialosfrutalesporentreloscuales

avanzabanloscasacasrojas.Laancianaencendióunavelaconlasllamasdelfogón,e,iluminadaporla

luzbrillante,SamvioaCarolinequien,alospiesdeunasescalerasdemadera,observabalaapariciónensangrentadaquehabíaenlapuerta.

—¡Vienenaporti!—dijoSam—.¡Corre!—¿Sam? —Caroline, envuelta en una bata de lana, observaba con

incredulidadalcasacaroja—.¿Sam?—¡Estánaquí!¡Sal!¡Corre!Elanciano,quedebíadeserelabuelodeCaroline,sediolavuelta.—¡Lamochila,Anna!¡Usadlapuertadeatrás!¡Rápido!Laancianacogióunamochilaquecolgabajuntoaunapuertaalfondodela

estancia.En esta, supusoSam, la familia guardaba todo lo que tenía de valor,parapodersacarlodeallíencasodeincendioodecualquierotropeligro.

—¡Sal,Anna!—gritóCalebFisher,quesopesólaviejaarmaconlamanoderecha—.¡Yolesenseñaréadespertarabuenoscristianos!¡Yo…!

—¡Vamos!—Sam empujó al viejo hacia lamesa de la cocina y hacia lapuerta—.¡Dejeelarma!¡Váyase!—Samlearrebatóeltrabucoalviejo—.¡Vete,Caroline!

PeroCaroline,envezdehuir,sehabíadirigidoalotroladodelamesadelacocinaytirabadeunaparadorquehabíajuntoalapuertaprincipal.

—¡Tengoquellevarmeunacarta!—dijocondeterminaciónmientrastirabadelgranmuebledemadera.Susabuelosya sehabían ido—. ¡Ayúdame! ¡Estáocultaaquí!

—¡Olvida lamalditacarta! ¡Vete!—Samlacogiódelbrazoy tiródeellahacialamesa.

Yapodíaoíra lossoldadosenelexterior;entoncesvioel terroranegarelrostro de Caroline y se aprestó a protegerla al tiempo que una voz estridentellenabalaestancia.

—¡Noosmováis!Sam se giró. Un sargento enorme, vestido con un sobretodo chorreante,

llenaba la puerta principal. Otros hombres se fueron agrupando detrás delsargento. Las brillantes bayonetas se proyectaban desde sus mosquetes. Era

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probablequelalluviahubieseconvertidolapólvoradelascazoletasenunapastanegra,aunqueSamnopodíaestardeltodoseguro.VioqueloshombresretirabanlascubiertasdeteladelospercutoresysecolocódelantedeCaroline,paraque,encasodequeabrieranfuego,lamuchachaestuvieraprotegida.CarolinetiródeSamhacialapuertadeatrásbordeandolamesadelacocina.

—¡Quietoahí,muchacho!—avisóelsargento.Sam,caminandodeespaldas,apuntabaconel trabucoa loscasacas rojas,

mirándolos a los ojos, y cuando superó la mesa empujó a Caroline hacia lapuertadeatrás.

—¡Corre!—Metemoqueno.ElcapitánChristopherVaneapareciódeprontoporlapuertadeatrás.Tenía

laespadadesenvainadaen lamanoy lasacudíaaderechae izquierdacomosipretendierasecarla.Elmetalsiseóenelaire.

—Bienhecho,sargento,muybuentrabajo.Vane había perdido su sombrero en la oscuridad, y la lluvia se había

encargado de pegarle los cabellos claros al estrecho cráneo. Esbozaba unaexpresiónduraypeligrosa.Tambiéndesatisfacción.

—Bajaelarma,Sam.Samnoobedeció.ObservabaaVaneconmocionado,mientrasqueeloficial

contemplaba fascinado las heridas sanguinolentas que Sam lucía en la cara,heridas que hablaban del enfrentamiento de la iglesia. Vane sabía que Samestaba acorralado y desesperado, y fingió una indiferencia que no sentía enrealidad.

—¡Bajaelarma,soldado!Samalzóel trabucoy loapuntóal rostrodeVane.Elsargento,quehabía

empezadoaaproximarsebordeandolagranmesa,sedetuvo.Sehizoelsilencioen la estancia. Dos hombres más aparecieron detrás de Vane y se quedaronparalizadosalverlabocaenormedelarmaqueamenazabaaloficialdelEstadoMayor.

ElcapitánVanemiróaCarolineyluegootravezaSam.—Eresundesertor,Sam,yunasesino,peroséqueteníasrazonesparahacer

loquehashecho.Deverdadquesí.—Vanehablabaconesacadenciadehombrerazonable que Sam tan bien conocía—. Scammell se ensañó contigo y teníasmiedo.Asíquehuiste.Puedoexplicarlo,Sam,todo.Perosiaprietasesegatillo,Sam Gilpin, no habrá clemencia en el mundo para ti. Serás un rebelde,muchacho.Serásunenemigo.Noserásnada.

—Aparte—dijoSam.—Noseasnecio.¿Creesquemeapartoantecampesinos?—dijoVane,que

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acontinuaciónmiróaCarolinecondesprecio—.¿Lohacesporella,Sam?¿Tehaconvencidoparaqueseasunrebelde?

—¡Muévase!—LasangrelecaíaaSamporlabarbillaysobrelacasaca.—Estás atrapado,Sam—dijoVane—.Baja el arma.—Hizounapausa y

luegovolvióaespetarlaspalabras—:¡Bajaelarma,soldadoGilpin!ElinstintodeSamleimpulsabaaobedecer.Erauncasacaroja.Habíasido

entrenado para obedecer. Pero Vane había hecho añicos esas cadenas y Sam,observandoelrostrobrillantequehabíaalotroladodelaanchabocadelarma,nosemovió.

Vaneparecíadesdeñar laamenazaquesuponíaSam;miróporencimadelhombrodesuantiguosirvienteysedirigióalsargento:

—Préndanle,sargento.Yasuzorra.Vaneescupiólaúltimapalabraysupoquehabíacometidounerror.Vioque

el sargento abría la boca a modo de aviso. Vane volvió a mirar a Sam en elinstanteenqueesteapretabaelgatillo.

ElretrocesodelarmaprovocóunlatigazodedoloreneldedodeSam,yeljoven aulló. Pero el grito quedó sepultado bajo el estruendo tonante del arma,queescupióllamas,humoysusuciacargadeclavostorcidosytrozosdemetalcontraelrostrodeVane.

—¡Corre!—gritóSamtirandodeCaroline.No oyó los percutores de los mosquetes al impactar contra las cazoletas

húmedas.Nohubodisparos.Cargó hacia la nube de humo producto del disparo; vio a un casaca roja

tendidoenlapuerta,aotroarrastrándoseenlanoche:dabalasensacióndequeelcaído hubiera sido desollado vivo por la metralla. Cargó con el hombro pordelante contra el tercero, haciéndole trastabillar, y cruzó el umbral. Carolineestaba con él.Habíamás soldados en los alrededoresde la casa, hombresquehabían estado abriendo las puertas del graneroyque ahora, con las bayonetascaladas,sevolvíanhacia losfugitivos.Samsabíaquetodoestabaperdido,queestaba atrapado, pero la locura de la batalla le estaba nublando la razón, yblandíaelarmadescargadacomosiestuvieradispuestoaenfrentarsecontodounbatallónantesderendirse.

—¡Atrás!¡Altoelfuego!—oyóSam,ypensóqueestabasoñando.Corríaatodavelocidad,tirandodeCarolineconsumanorota,sollozando

de dolor y de rabia. Entonces Caroline se soltó y arrastró a Sam hacia lapenumbraquehabíamásalládelgranero.DeprontoSamsevioenvueltoporlanoche mientras la lluvia, fresca y bendita, le caía en la cara ensangrentada.Tropezó,peroCarolinetiródeél,ySamsepercatódequenadielosseguía,dequenadielesgritabaquesedetuvieran.

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Se detuvieron junto al bosque. Ambos jadeaban, pero Sam oyó queCaroline decía su nombre en alto, se lo oyó decir una y otra vez. El joven laabrazóenlaoscuridadgrisácea.Nosabíasilahumedadquesentíaenlacaraerasupropiasangre, la lluviao lágrimasdefelicidad.Porque,con todoelejércitocontraél,Samnohabíafracasado.

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Lalluviacesó.Cuandoamaneció,lasnubes,deshechas,sebatíanenretiradaenun cielo azul en el que el sol brillaba con la dulzura que cualquiera hubieradeseado.Lameschianzasehabíasalvado.

Lasmultitudes se congregaron pronto y se apiñaron en los embarcaderosrepletos de banderines y ya secos gracias a la cálida luz del sol. Otrosespectadoressehicieronalríoenbotesparacontemplarlamagníficaprocesión.Alastresymediadelatardedel18demayode1778,diocomienzoelansiadoevento. Lameschianza, para la que los oficiales de sirWilliam, por lealtad yamor,habíanrecaudadomásdetresmilguineas,habíacomenzado.

Una flota de botes llevaban a los invitados hacia el sur desde Knight’sWharf.Unapinaza,algomásgrande,transportabaalosdoscomandantesenjefebajo un colorido toldo de seda. ElRoebuck, una fragata que había pasado ellargoyfríoinviernoenFiladelfia,hizounsaludodediecinuevesalvascuandolapinaza pasó ante ella, y los espectadores vitorearon la escena. Era evidente,pensabanloslealistas,quelosbritánicosnotemíanladerrotasierancapacesdemontar un espectáculo como aquel. Los franceses llegarían. Sin embargo, taldespliegue de confianza daba a entender que, ocurriese lo que ocurriese,Filadelfiaestabasegura.

Los invitados desembarcaron en los amplios jardines de césped de lamansiónWharton,queestaba lobastante lejosde lascallesde laciudadcomopara no tener que soportar el hedor fétido de sus calles. Siete damas jóvenes,todasellassolteras,fueronllevadasaunpabellónquehabíasidolevantadoparala ocasión en el extremonorte del césped, y otras siete fueron llevadas a otroidéntico que había al sur. Las muchachas, elegidas por su belleza, serían lasdamasdeloscaballeros.Llevabanunaespeciedeturbantesdecoradosconlazosde plata de los que colgaban perlas y borlas de oro.De los turbantes tambiéncolgabanunosvelos.Susvestidosblancos,recortadosparadejaraldescubiertocombinaciones de seda, llevaban unos fajines que cada una de lasmuchachasdebíaentregaralcaballeroquehubieraelegido.

Aquellos, agalope tendidoycon lasplumas tiesas,pasaronbienbajo losarcosgemelos.Cadaunodeloscatorcecaballeroseraunoficial,aunquejamás,

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nisiquieraenaquelejércitoqueamabasusuniformes,sehabíanvistooficialesvestidos con tal magnificencia. Llevaba jubones de satén blanco, mangasrasgadas paramostrar los colores de las sedas que llevaban debajo y botas decueroplateado.LoscaballerosdelaMontañadeFuegoretaronaloscaballerosdelaBellaRosaauntorneoquehabríaquedecidirencuáldelosdospabellonesseencontrabanlasdamasmásbellas.Selanzaronguantes,sealzaronlaslanzasyelcombatediocomienzo.

Todoresultósermuydivertido.Loscaballeroscargaron,sedeshicierondesus lanzas coloreadas y lucharon con espadas romas. Las damas resollabanadmiradas.Los caballerosdesenfundaron suspistolasy sedispararon solo conpólvora,dandolugarapequeñasexplosionesquerecordaronalosespectadoresque había una guerra que luchar, aunque hoy eran los caballeros los que seenfrentaban,noparaconteneraquelrepublicanismoinfame,sinoporsusdamas.Al finalde labatalla,durante lacualnosederramóniunagotadesangrequepudieraenturbiareldía,seproclamóqueambosgruposdecaballeros,asícomoambosgruposdedamas,eranigualdevalientesydebellas.

SirWilliamaplaudiólasabiadecisión,perosumenteestabaenotrolugar.Al fin, después de tanto tiempo, los rebeldes habían accedido a enviarcomisionadosdePazaNuevaYork,dondetrataríanelfindelaguerra.Aunquehubiera quienes defendíanque los rebeldes no estabanhaciendootra cosa queganartiempohastaquellegaranlosfrancesesparaacabardeinclinarlabalanza,sir William hacía lo posible por convencerse a sí mismo de que la paz eraposible.

—Willie—dijoLizzieLoringinclinándosehaciaél.—¿Sí, querida? —dijo sir William como si acabara de despertar de un

sueño.Parpadeóysaludóconeleganciahaciaeljardínengalanado—.Precioso,¿verdad?

—Sesuponequetenemosqueencabezarlaprocesión,querido.—¿Laprocesión?¡Ah,claro!Tienesrazón.Los invitados, ahoraque el combate entre los caballeroshabía concluido,

caminaronporparejas,entreuncentenardemúsicosy,amedidaqueeldíaseibaconvirtiendoenunatardeperfecta,entraronenunsalónrepletodecolgadurasdesedae iluminadoporunagalaxiadevelasdecolorblanco leche.Losmúsicostocaronylosinvitadosbailaron.

SirWilliamdejóaLizzieLoringacargodeJohnAndreycaminóconlordRobertMassedenehaciaeljardín,bañadoporlaluzdelcrepúsculo.Sedirigieronal gran arco erigido en honor de los triunfos de sir William y decorado conmontañas de armas y banderas desplegadas y sobre el que reinaba unarepresentaciónde ladiosaFama,que llevabaunacoronade laurel en lamano

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extendida.SirWilliam,depiebajoelarcodehonor,serio.—Menudaestupidez,Robert.Estodounagranestupidez.—Obtuvo esas victorias, señor —le reprendió Massedene—. Aún no ha

sidoderrotadoenestatierra.—Cierto,nohesufridoningunaderrota,peromedalasensacióndequeesa

dama —dijo sir William mirando a la diosa que sostenía los laureles— norecompensará las victorias sobre el señor George Washington con famaimperecedera.Y,victoriasono,Robert,aúnestamosconelmaralaespalda,¿nocrees?

SirWilliammiróhaciaelRoebuck,que,ancladoenelrío,estabailuminadoporquinquéscuyaluzbailarinasereflejabaenlasaguasoscurasdelrío.

—¿EstáasalvolaseñoraCrowl?—Ahora sí, señor. Su casa ha sufrido destrozos, pero…—Massedene se

encogiódehombros.—Lascasaspuedenrepararse.¿Quéhaydelosdocumentosqueencontraste

alotroladodelrío?Massedenenegóconlacabeza,desdeñoso.—SolohabíaunacartadeCharlieLeeofreciéndolealhermanodelaseñora

Crowl un puesto en el ejército rebelde. Nada que pueda ser consideradotraición…,creo.

SirWilliamsonrió.—Deningúnmodo.Peroduranteelregistro,Robert,elcapitánVanemurió.—Asíes—dijoMassedenesinemociónalguna.—DicesirHenryquedeberíaserenterradoconloshonoresdeunhéroe—

dijosirWilliamtambiénconvozátona.—Muyapropiado,señor,sisemepermitedecirlo.SirWilliamsevolvióhaciasuayudadecampo.—DicesirHenryquetambiénevitastequecapturaranasuasesino.—¿Esodice,señor?—dijoMassedenecomosiestuvierasorprendido.SirWilliamsonrióenlapenumbra.—UnodeloscapitanesdelaCompañíaLigeradicequelesordenastealos

hombresquenodispararan.—Llovía, señor. Los mosquetes no podían disparar. Además—dijo lord

RobertMassedeneencogiéndosedehombros—,estabaoscuro.Nohabíaformadesabereldañoquecausaríaunfuegoindiscriminado.

—Cierto,cierto.—SirWilliamempezóacaminarporelcésped—.¿FueelsirvientedeVaneelqueefectuóeldisparo?

—Notengoformadesaberlo,señor.SirWilliampareciónohaberoídolanegativa.

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—LaseñoraCrowlestarásatisfecha.—¿Deverdad?—Massedenefingiósorpresa.—Mehadichoqueleteníamuchocariñoaese…comosellame.—Mealegraoírlo, señor.—Seoyeronvocesdesde lacasa,y lordRobert

señaló hacia allí—. Me temo que su presencia es necesaria para los fuegosartificiales.

—¡Ah,sí!¡Porsupuesto!¡Fuegosartificialespormisvictorias!Québonito.ALizzieleencantará.Ybienhecho,Robert.Bienhecho.

Massedenesedetuvoasombrado.—¿Bienhecho?—Paraesoestamosaquíestanoche,¿noesasí?Paradarnoslaenhorabuena

losunosalosotros.—SirWilliamsonrióyluegosoltóunacarcajada—.Asíquebienhecho,miqueridoRobert,bienhecho.

Los fuegosestallarondando lugaraestrellasescarlataquevolaroncomo joyassobre el río. Las fuentes chinas escupían fuego blanco y hacían que la nochevolviera a parecer día. Veinte soportes diferentes lanzaron sus deslumbrantesllamasalaoscuridad,asombrandoalaciudad.

Samobservabadesdeelotro ladodel río.Se sentó sobre lahierbaconelbrazo en torno a los hombros de Caroline. A veces se giraba para mirarle elrostro, que, iluminado por los destellos de los fuegos artificiales, parecía aúnmásbello.Sintióque las lágrimas le inundaban losojos.Suhermano, aquientantohabíaamado,nuncahabíaencontradosuparaísoamericano,yJonathon,dequienSamsehabíahechoamigo,ahorayacíamuertobajosu tierra.PeroSamvivía,ydebíaseguirvivoporambos.

—¿Quéestáncelebrando?—preguntóCaroline.—Lavictoria.Lamuchacharioquedamente;luegoentrecerrólosojosanteelbrillodeun

fuegomásbrillantequeestallósobreelríoconvertidoenplumasdeluzblancayquedibujólargassombrasdelosalmacenesdelmuelle.

—Nuncamegustólaciudad—dijoCarolinedepronto.—Amítampoco.—Perohubieravividoallí.—Sí, hubieras tenido que hacerlo —convino Sam. Le cogió una de las

manosconsumanoizquierda.Losdedosseentrelazaron.—Noqueríavivirallí—dijoCarolineconremordimiento.Samcomprendióloqueleestabadiciendo.

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—JamásabandonasteaJonathon.—Enmissueñossílohice.—Para eso son los sueños. Cosas que no son reales. Como el Hombre

Verde.—SonrióporquelehabíaconfesadoaCarolineloaterrorizadoquehabíaestadolanocheanterior.

Carolinelemiró.—Losueñospuedenconvertirseenrealidad,Sam.—Nohicimosnadaparaqueestelofuera.—No—dijoCaroline,reconfortadaporlaverdad.Llevabanescondidostodoeldíaenelbosque.Porlamañanalossoldados

habían registrado la granja de los Fisher, habían sacrificado al ganado paraprocurarse comida y se habían llevado todo lo que tenían almacenado en elgranero.Lagranjahabíasidosaqueada,perolafamiliaestabaasalvo.CalebyAnna estaban ahora con unos vecinos, esperando a estar seguros de que loscasacasrojasnoibanavolver.Mientrastanto,SamyCarolineestabansentadosalaorilladelrío.

Carolinedejódescansarlacabezasobreelhombrodelmuchacho.—¿Quétienesintencióndehacer,Sam?—¿Después de haberte avisado?—Sam pensó un instante—. Irme lejos,

supongo.Aalgúnlugarenelquenopuedanencontrarme.—¿Ycriarcaballos?—Puedequesí.Ella sonrió. La noche estaba iluminada por el fuego, embellecida por las

chispasquesiseabanmientrascaíanalrío.LavozdeCarolineerapocomásaltaqueelsonidodelaspavesasmoribundas.

—Aquípodríascriarcaballos,Sam.—Esunbuenlugarparacriarcaballos—dijoeljoven.Hizounapausa,no

porque temiera decir la siguientes palabras, sino para saborear el placer dedecirlas—.Yniños.

—Sí.Caroline sintió una oleada de felicidad tan fuerte que se asombró a sí

misma.No existía una explicación para el amor, pensó, pero solo un necio laquerría.

—Perolosniñosnecesitanpaz—dijoSam,anhelante.Carolinenodijonada.Susúltimosintercambiosdepalabras,portentativos

que pudieran parecer, eran declaraciones de amor que durarían toda una vida.Pero Sam era un casaca roja, y ella una rebelde, y Sam había insinuado lapreguntaquenohabíasidoformulada.

—Hijosypaz—dijoSamdenuevo,peroestavezconmayorfirmeza—,así

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queimaginoquetendremosquelucharporello.CarolinegirólacabezaparamiraraSam.—¿Tendremos?—Tendremos—dijoSam,y,poruninstante,Carolinesupusoquenodiría

más.Ynoesperabamás,yaqueSamnoeracomoJonathon,quehubieraqueridohablaryhablarenunmomentocomoaquel.Samcreíaquecuantomássencillafuera una afirmación tanto más firme era. Pero entonces, para sorpresa de lamuchacha,síquediounaexplicación—.Unhombredebelucharporsuhogar,¿no?

—¿Esestetuhogar,Sam?—Elhogarestáendondeseama.Ydondeteaman.Carolineleacariciólamano.—Puesesteestuhogar.Losfuegosartificialesmurieron.Lamúsicasiguiótocando.Llegabatenue

desdelaotraorilladelrío,peroSamyCarolinesealejaron.Caminaronhacialacasay,en laorilla,dejaron lacasacaqueSamhabíaextendidosobre lahierbaembarrada para que Caroline no se ensuciara el vestido. Era su casaca desoldado,laquehabíallevadoenPaoli’sTavernaquellanocheenlaquesuhojasetiñóderojoenlamatanza.Peroahoraallíquedaba,tendidaenelbarro.SeríaotralabanderaquedeslumbraríalosojosdeSam.

Porqueelcasacarojaeralibre.

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NOTAHISTÓRICA

Mehetomadociertaslibertadesencuantoalacronologíadelarevolución;detalmodo,laescaramuzaenPaoli’sTavernocurriólanochesiguientealpánicoqueseapoderódeFiladelfiayno,comosugiereelordendeloscapítulos, lanocheanterior.Headelantadoundía laexplosiónquedestruyóelHMSAugustaparaque coincida con los asaltos fallidos.De igualmodo, las noticias de Saratogallegaron a Filadelfia días después del fracaso de los asaltos, pero me parecíaapropiado que sir William recibiera todas las malas noticias de una vez. Hehechoque lapresenciaenFiladelfiadelgeneralCharlesLeefuera temprana,yluego he retrasado su vuelta a Valley Forge una semana para que pudierapresenciarelresultadodelaaccióndeCrookedBillet.

Losúnicospersonajeshistóricos,apartede losnombresmásfamosos,sonlosgenerales,elalmirantelordHowe,JohnAndreyLizzieLoring.

LosbritánicossolomantuvierontropasenFiladelfiahastaunmesdespuésdelameschianza.Después,dadoquenecesitabanalaguarnicióndelaciudadenotros puntos, abandonaron Filadelfia a los rebeldes. Los lealistas huyeron,algunosaCanadá,otrosalasislasyalgunosaGranBretaña.Laocupacióndelaciudadhabíaduradotansoloochomeses.

Casaca roja bebe de muchas fuentes, pero debo reconocer una deudaextraordinaria con el trabajo de John W. Jackson With the British Army inPhiladelphia,1777-1778(PresidioPress,SanRafael,California,1979):CasacarojaledebeaestamagníficapublicacióndelseñorJacksonyasufabulosalabordedocumentacióngranpartedesuprecisión.Todainexactitudquepuedahabereneltexto,porsupuesto,solopuedesermeatribuidaamí.

Page 433: Otoño de 1777.

TableofContentsCasacarojaCitaMapaPrimeraparte

Capítulo1Capítulo2Capítulo3Capítulo4Capítulo5Capítulo6Capítulo7Capítulo8Capítulo9Capítulo10Capítulo11Capítulo12Capítulo13Capítulo14Capítulo15

SegundaparteCapítulo16Capítulo17Capítulo18Capítulo19Capítulo20Capítulo21Capítulo22Capítulo23Capítulo24Capítulo25Capítulo26Capítulo27Capítulo28

TerceraparteCapítulo29

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