OTRA VISIÓN DE LA HISTORIA DEL MUEBLE. LA EVOLUCIÓN ...

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La evolución de los muebles está determinada principalmente por la transformación de las cos- tumbres, pero también se debe al desarrollo de las técnicas de la madera, cuyas aplicaciones coad- yuvan a configurar las estructuras formales más adecuadas para satisfacer las necesidades prác- ticas a las que responden las diferentes tipolo- gías. Este artículo, dirigido a los profanos en el estudio del mobiliario, realiza un breve recorrido histórico por las formas de construcción y decora- ción de los muebles, con el propósito de procurar pautas que faciliten su análisis técnico, necesario para acometer con fortuna el formal y el estilís- tico. Muebles cerrados Lo poco que sabemos sobre las técnicas constructi- vas y decorativas de los muebles del mundo cristia- no de la Edad Media se lo debemos principalmente a los escasos ejemplares que se han conservado y a aquellas representaciones artísticas que muestran alguna preocupación por mostrar fielmente cómo estaban hechos. El mito de la tosquedad de los tra- bajos se desmorona si observamos piezas como el arca de Astorga o la silla abacial de Sigena, en los que ya se aprecia la voluntad de ordenar jerárqui- camente los miembros de madera que las constitu- yen y de equilibrar el trabajo de las maderas jugan- do a contrapear las direcciones de las vetas para evitar el alabeo. Las armaduras de los muebles me- dievales se componen, a menudo, con elementos sustentantes de gruesa sección, en los que se en- samblan o se clavetean robustos tableros o tablas de cerramiento. Aunque los sistemas constructivos estén jerarquizados, el orden de los miembros com- positivos no resulta nunca perfectamente regular: las relaciones constructivas entre ellos y los ensam- blajes utilizados en cada tipo de unión varían mu- cho, de unos muebles a otros y dentro de un mis- mo mueble. Por último, aunque se establezca en general una gradación entre los grosores de las di- ferentes partes, las secciones de madera tienden a ser espesas y macizas. Un buen ejemplo de esta for- ma de hacer es el banco de Taüll 2 (fig. 1). Pondremos algunos ejemplos de la organización de los sistemas constructivos y de refuerzo más ca- 181 [núm. 17, 2008] OTRA VISIÓN DE LA HISTORIA DEL MUEBLE. LA EVOLUCIÓN TÉCNICA, BASE DE LA FORMAL 1 Fecha de recepción: marzo de 2008. 2 Llarás Usón, Celina. “El banco de Taüll”. Locus amoenus 1998-1999, número 4, pp. 107-126. O TRA VISIÓN DE LA HISTORIA DEL MUEBLE. LA EVOLUCIÓN TÉCNICA, BASE DE LA FORMAL SOFÍA RODRÍGUEZ BERNIS Subdirectora del Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid 1 Abstract: Furniture evolution is not only conditioned by the transformation in lifestyles but also by the de- velopment of woodworking techniques. This article is addressed to non specialized scholars involved in for- mal and stylistic aproaches to furniture and decorative arts with the proposal of providing a tool to under- standing the evolution of constructive and decorative techniques. Key words: Decorative Arts / Spanish furniture / decorative techniques. Resumen: La evolución del mobiliario no sólo está condicionada por la transformación en los estilos de vida, sino también por el desarrollo de técnicas de elaboración de la madera. Este artículo está dirigido a aquellos que investigan o se aproximan al mobiliario y las artes decorativas, con la intención de proporcionar una he- rramienta para la comprensión de la evolución constructiva y de las técnicas decorativas. Palabras clave: Artes decorativas / mobiliario español / técnicas decorativas.

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La evolución de los muebles está determinadaprincipalmente por la transformación de las cos-tumbres, pero también se debe al desarrollo delas técnicas de la madera, cuyas aplicaciones coad-yuvan a configurar las estructuras formales másadecuadas para satisfacer las necesidades prác-ticas a las que responden las diferentes tipolo-gías. Este artículo, dirigido a los profanos en elestudio del mobiliario, realiza un breve recorridohistórico por las formas de construcción y decora-ción de los muebles, con el propósito de procurarpautas que faciliten su análisis técnico, necesariopara acometer con fortuna el formal y el estilís-tico.

Muebles cerrados

Lo poco que sabemos sobre las técnicas constructi-vas y decorativas de los muebles del mundo cristia-no de la Edad Media se lo debemos principalmentea los escasos ejemplares que se han conservado y aaquellas representaciones artísticas que muestranalguna preocupación por mostrar fielmente cómoestaban hechos. El mito de la tosquedad de los tra-

bajos se desmorona si observamos piezas como elarca de Astorga o la silla abacial de Sigena, en losque ya se aprecia la voluntad de ordenar jerárqui-camente los miembros de madera que las constitu-yen y de equilibrar el trabajo de las maderas jugan-do a contrapear las direcciones de las vetas paraevitar el alabeo. Las armaduras de los muebles me-dievales se componen, a menudo, con elementossustentantes de gruesa sección, en los que se en-samblan o se clavetean robustos tableros o tablasde cerramiento. Aunque los sistemas constructivosestén jerarquizados, el orden de los miembros com-positivos no resulta nunca perfectamente regular:las relaciones constructivas entre ellos y los ensam-blajes utilizados en cada tipo de unión varían mu-cho, de unos muebles a otros y dentro de un mis-mo mueble. Por último, aunque se establezca engeneral una gradación entre los grosores de las di-ferentes partes, las secciones de madera tienden aser espesas y macizas. Un buen ejemplo de esta for-ma de hacer es el banco de Taüll2 (fig. 1).

Pondremos algunos ejemplos de la organizaciónde los sistemas constructivos y de refuerzo más ca-

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1 Fecha de recepción: marzo de 2008.2 Llarás Usón, Celina. “El banco de Taüll”. Locus amoenus 1998-1999, número 4, pp. 107-126.

OTRA VISIÓN DE LA HISTORIA DEL MUEBLE. LAEVOLUCIÓN TÉCNICA, BASE DE LA FORMAL

SOFÍA RODRÍGUEZ BERNIS

Subdirectora del Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid1

Abstract: Furniture evolution is not only conditioned by the transformation in lifestyles but also by the de-velopment of woodworking techniques. This article is addressed to non specialized scholars involved in for-mal and stylistic aproaches to furniture and decorative arts with the proposal of providing a tool to under-standing the evolution of constructive and decorative techniques.

Key words: Decorative Arts / Spanish furniture / decorative techniques.

Resumen: La evolución del mobiliario no sólo está condicionada por la transformación en los estilos de vida,sino también por el desarrollo de técnicas de elaboración de la madera. Este artículo está dirigido a aquellosque investigan o se aproximan al mobiliario y las artes decorativas, con la intención de proporcionar una he-rramienta para la comprensión de la evolución constructiva y de las técnicas decorativas.

Palabras clave: Artes decorativas / mobiliario español / técnicas decorativas.

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racterísticos, vinculados a las tipologías de usomás extendido. Los lechos que aparecen en las re-presentaciones plásticas de buena parte de Euro-pa hasta el siglo XIII, e incluso hasta bien entradoel XIV, son los conocidos como camas de postes,3

formadas por cornijales cilíndricos en las esquinasen los que se ensamblan, a caja y espiga, los trave-saños que constituyen la base del lecho; las espi-gas son muchas veces pasantes, e incluso estánacuñadas, sistema todavía algo burdo que se pue-de observar, por ejemplo, en alguna de las minia-turas de la época alfonsí.4

Los muebles cerrados de forma simple son los quemás abundan en este período: arcas, arquetas,

baúles, cajas, y algunos armarios y pupitres conreceptáculos para guardar libros. Multitud de ar-cas corrientes se realizaron vaciando un rollizo(un tronco de árbol) o se resolvieron claveteandovarios tableros por los cantos; de estas últimas, lasmás cuidadas se estabilizaron y reforzaron conguarniciones de hierro forjado –que era caro–, co-mo el arca de la catedral de Burgos que arrastrala leyenda de haber pertenecido al Cid. Pero hu-bo otros modos de hacer. Un grupo de arcas euro-peas se conformaron uniendo los dos tableros la-terales, enterizos, que son los que descansan enel suelo, a otros dos frontales, éstos sobrealzados;de este modo se lograba aislar el vaso de la hu-medad y evitar el ataque biológico. Una soluciónmás compleja se presenta en las mal llamadas ar-cas de pilastras (fig. 2), armadas con cuatro mon-tantes de esquina en los que se ensamblan los pa-neles frontales y laterales; para asegurarlas, se so-lían añadir refuerzos en los lados, para no inte-rrumpir con resaltes la superficie frontal, que con-sistían bien en simples travesaños horizontales amedia altura, bien en engatillados completos (en-tramados ortogonales de listones ensamblados amedia madera de centro en las intersecciones,que hacen el efecto de un enrejado sobrepuesto).Ha pervivido un buen número en Inglaterra y enFrancia,5 datables a partir del siglo XII, pero tam-bién debieron existir en el norte de la Península,donde se conservan ejemplares semejantes mástardíos, sin engatillar; además, esta forma de ha-cer se muestra en algunos frontales de altar cata-lanes como el de Sant Andreu de Sagàs,6 de finesdel XII, que se arma sobre dos montantes de es-quina en los que se ensamblan varias tablas hori-zontales. Los cerramientos de tablazón paralelatambién se presentan en muebles de concepciónalgo diferente, como el baldaquino de Sant Llo-renç Desmunts,7 o los pupitres representados enla escena del scriptorium del Libro del axedrez,dados e tablas. De mayor interés para nosotros esel arca de los apóstoles de la Catedral de Astorga(fig. 3), del siglo XIII, cuyo frente está reforzadocon listones verticales claveteados que, además,separan tectónicamente las distintas representa-ciones; esta opción funciona de forma muy pare-cida a la anterior, pero presenta la ventaja de

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3 Rodríguez Bernis, Sofía. Diccionario de mobiliario. Ministerio de Cultura, Madrid, 2006, voz cama de postes.4 Menéndez Pidal, Gonzalo. La España del siglo XIII leída en imágenes, Real Academia de la Historia, Madrid, 1986, p. 119.5 Tracy, Charles. English Medieval Furniture and Woodwork. Victoria & Albert Museum, Londres, 1988, p. 173 y ss.; Eames, Pe-nelope. Medieval Furniture. Londres, 1975, p. 109 y ss.6 El frontal se conserva en el Museo Episcopal de Vic, y los laterales en el Museo Diocesano de Solsona.7 Hoy en el MuseoDiocesano de Vic.7 Hoy en el Museo Diocesano de Vic.

Fig. 1. Banco de Taüll, MNAC, Barcelona.

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convertir un recurso arquitectónico en ornamen-tal. En los muebles cerrados se utilizaron regular-mente los ensamblajes machihembrados, peromenudean más que en épocas posteriores lasuniones de media madera, más sencillas aunquemenos seguras, por lo que siempre están reforza-das con clavazón.

Los asientos se resolvieron de forma parecida alresto de los muebles cerrados, a excepción de lassillas de tijera –denominadas faldistorios–, forma-das por montantes rectos, cruzados al medio,donde se articulan para permitir plegarlas. Sólolas metálicas presentan miembros curvos, ya quemadera no resulta estable si se vetisega.

Las técnicas decorativas relacionadas directamen-te con la madera que animaban estos muebles deformas poco complicadas eran los torneados –debola, de lenteja, de carrete– y la talla, sobre todola de rehundido.

La regularización de los sistemasconstructivos

El camino iniciado a fines de la Edad Media haciala mayor complejidad y variedad de las tipologíascorrió parejo a algunas innovaciones técnicas. Losmuebles siguieron resolviéndose con maderas decortes rectos, pero su construcción se enriqueciómerced al desarrollo de sistemas en los que laspartes se jerarquizaron con claridad y los ensam-blajes se regularizaron, y a la difusión de nuevosensambles, en particular de los de lazos. Los table-ros de las arcas y de las arquetas comenzaron a ar-marse a lazo, es decir, con colas de milano o degolondrina,8 recortes trapezoidales complementa-rios entre sí que se tallan en las testas de los ta-bleros a unir (fig. 4). Los de este período son lazossimples, que resultan visibles en los dos lados delángulo de encuentro entre las tablas.9 El empleosistemático de este recurso favoreció la inclusiónsistemática de cajones en los muebles,10 que trans-formaron sus estructuras para dar lugar a la apari-ción de nuevas tipologías. Las cajas y las arquetaslos incorporaron en torno a 1500, en distintascombinaciones. María Paz Aguiló ha catalogadoalgunas piezas procedentes de talleres andalucesque incluyen cajoncillos perimetrales en el interiorde la boca del hondón, entre las que se encuen-

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8 Habitualmente se denominan de milano las de tamaño grande y de golondrina las pequeñas.9 Estas arcas recibirían mucho más tarde en Salamanca el nombre de arcas lazoneras. Cea, Antonio. Guía de la artesanía deSalamanca. Ministerio de Industria y Energía y Diputación Provincial de Salamanca, 1985, p. 80.10 Hay también un tipo de cajones de apertura superior en el interior de las arcas, que se sitúan en su interior, paralelos a unode los lados cortos. Se puede decir que son arquetas fijadas al interior de un arca; se destinaban a la guarda de objetos menu-dos como cintas o adornos, en tanto que el resto del vaso era ocupado por la ropa.

Fig. 2. Arca “de pilastras” con engatillado lateral. Inglaterra,hacia 1300.

Fig. 3. Arca de Astorga, siglo XIII. Detalle del sistema cons-tructivo.

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tran una perteneciente a la Catedral de Jaén yotra de la Hispanic Society.11 Pero donde las gave-tas se convirtieron en seña de identidad de losmuebles de lujo fue en Cataluña, donde a finesdel siglo XV surgieron las arcas de novia, cuya mi-tad derecha alberga un cuerpo de cajones que se

ocultan con una puerta exterior batiente.12 Gave-tas semejantes se encuentran asimismo en los ar-marios catalanes contemporáneos y en el ático delos primeros escritorios (bargueños) de esta proce-dencia, del segundo cuarto del siglo XVI. Los cajo-nes de los muebles españoles de los siglos XV alXVII son mayoritariamente asentados,13 y entranal vivo.14

También a fines de la Edad Media se aprecia unadiferenciación cada vez más clara entre las técnicasconstructivas y decorativas propias de distintasgrandes áreas geográficas. En la Península conver-gieron dos tradiciones: la mediterránea y la fla-menca. La primera atañe al Reino de Aragón, don-de las cajas de los muebles cerrados se forman congrandes planchas de madera enteriza armadas a la-zo en las esquinas, y sobre la superficie se fingeuna compartimentación recuadrada con moldurasy peinazos superpuestos (fig. 5). Estos últimos se ta-llan en hueco, es decir, se calan con tracerías y lue-go se aplican sobre la madera de base. Castilla, porsu parte, adopta el sistema de bastidores a la fla-menca (fig. 6), que arraiga en medios cortesanos afines del siglo XV. Consiste en la formación de bas-tidores de robustos montantes y largueros, ensam-blados a caja y espiga con refuerzo de clavijas o dedobles clavijas, en los que se ensamblan finos pane-les a ranura y lengüeta o por platabanda15 –es elsistema característico de Castilla–. El ritmo dadopor la compartimentación tiene valor ornamental,y permite alternancias cromáticas de maderas oscu-ras y claras, en general nogal bravío y nogal rubio,el primero para los bastidores y el segundo para lospaneles. Este procedimiento resulta extraordinaria-mente estable, ya que los paneles pueden trabajarcon extrema libertad en el interior del enrejado ex-terno, cuando se transforman las condiciones me-dioambientales, sin deformar el mueble.

Las marqueterías

Las técnicas decorativas de la madera de la últimaEdad Media también conjugaron prácticas de di-

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11 Aguiló, Mª Paz. El mueble en España. Siglos XVI y XVII. CSIC y Antiqvaria, Madrid, 1993, p. 226 y 231. La de la Hispanic So-ciety procede, a mi juicio, del Reino de Aragón, probablemente de Cataluña.12 Han sido estudiadas por María Paz Aguiló. “Muebles catalanes del primer tercio del siglo XVI”. Archivo Español de Arte1974, p. 249.13 Es el cajón cuyo fondo corre sobre un tablero que le sirve de base, que suele ser el atajo o entrepaño que compartimentatransversalmente el cuerpo del mueble.14 Cajón cuyo frente es de dimensiones similares a las del hueco en el que se desliza, de manera que, cuando se cierra, quedaenrasado con el marco.15 En el ensamblaje por platabanda no se tallan lengüetas en los cantos del panel, como en los Países Bajos o en Francia; éstosse rebajan en talud, de manera que es el perímetro adelgazado el que entra en las ranuras practicadas en los cantos de losbastidores.

Fig. 4. Ensamblaje de lazos. Arca francesa del siglo XVI. Dibujode Boison.

Fig 5. Arca formada por tableros ensamblados a lazo en las es-quinas y molduras superpuestas que los ocultan. El peinazocentral es de talla en hueco. Cataluña, segunda mitad del sigloXV. Museo Nacional de Artes Decorativas.

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ferentes orígenes que conocieron después unalarga vida. En Castilla ya predominaba la talla di-recta, que perduraría durante toda la Edad Mo-derna; los motivos de pergaminos y de plegadosde fines del siglo XV y del primer cuarto del XVI,de origen flamenco, fueron sustituidos progresi-vamente por grutescos y candelieri a la italiana.En el Reino de Aragón se prefirieron las orna-mentaciones coloristas como el denominado en-tonces obratge de Barchinona, tallas en hueco definos paneles de boj superpuestos a la madera denogal de base, a menudo con tejidos o pergami-nos intermedios de otras tonalidades. Las mar-queterías16 presentan una rica variedad: las depinyonet (fig. 7), de embutido de hueso sobrenogal, están documentadas a partir del siglo XIV,y presentan motivos geométricos delineados conpiececillas minúsculas romboidales, cuadradas ytriangulares. Desde mediados del siglo XVI, la in-troducción de motivos y escenas renacentistasobligaron a aumentar el tamaño de las piezas,que dibujan motivos complejos. Las taraceas enbloque (fig. 8) de origen hispanomusulmán nosólo adornaron las producciones granadinas an-tes y después de la conquista, sino también mue-bles levantinos y catalanes, con ligeras diferenciasen los motivos, las gamas cromáticas y el tipo demateriales empleados: en Andalucía dominaronlas lacerías realizadas con combinaciones de hue-so en su color y teñido de verde, piececillas deacero y maderas, en tanto que en el mundo cris-tiano se prefirieron geometrías transformadaspor la influencia italiana, compuestas con made-ras de diferentes tonos.

El Renacimiento introdujo numerosas novedades,que a menudo coexistieron con las técnicas tradi-cionales. En el terreno decorativo, la marqueteríade elemento por elemento de origen italiano (fig.9), con la que se obtenían representaciones figu-rativas complejas armadas con maderas de distin-tos tonos –no en vano se conoce también comopintura en madera–, fue adoptada en Cataluña,donde las hay durante todo el primer tercio del si-glo XVI, en una versión bastante sencilla; en Casti-lla sólo se encuentra un testimonio aislado, reali-zado por un artífice que conoció las grandes com-posiciones en perspectiva y claroscuro del nortede Italia. Hubo que esperar al último cuarto de lacenturia para que se pusieran de moda las mar-queterías alemanas procedentes de Augsburgo y

de la zona del Tirol, también de elemento por ele-mento, pero que proponían un lenguaje decorati-vo manierista muy atractivo, basado en las pers-pectivas fantásticas de Hieronymus Rodler y, sobretodo, de Lorenz Stoer; estos muebles, conocidosen la época como “de madera de aguas de Ale-mania” (fresno), se imitaron también en la Penín-sula.

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16 Sobre la marquetería en España, cfr. Castellanos, Casto: “Taracea o marquetería”. En I Salón de Anticuarios del Barrio deSalamanca (catálogo), Madrid, 1991, p. 5, y Aguiló, María Paz: “La taracea, una constante en la producción española”, Anti-qvaria, 1993, XI, p. 110.

Fig. 6. Sistema constructivo de bastidores. Armario castellano,hacia 1500. Museo Nacional de Artes Decorativas.

Fig. 7. Marquetería de embutido. Detalle de un escritorio ara-gonés, mediados del siglo XVI. Museo Nacional de Artes Deco-rativas.

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Cajones, colas de milano e ingletes

En cuanto a las estructuras, los muebles de cajo-nes y gavetas se multiplicaron. Los cajones –hoyllamados cajoneras, aunque también se denomi-naba cajón a otros muebles de guardar, como laslibrerías y los pies cerrados– se componían de dis-

tintas combinaciones de cajones de gran tamaño,más amplios los de sacristía para extender las ves-tiduras eclesiásticas. Los escritorios –conocidos tra-dicionalmente como bargueños–, cuya fecha denacimiento se ha establecido en torno al segundocuarto del siglo XVI, se convirtieron en el mueblemás significativo de la época, precisamente por-que supieron sacar el máximo provecho de las ga-vetas para componer su muestra. El Reino de Ara-gón y Castilla17 propusieron soluciones constructi-vas diversas para unir el frente y las gualderas (la-terales) de estas gavetas: en el primero las gualde-ras se unen al frente a lazos vistos, y se disimulancon molduras perimetrales superpuestas; en la se-gunda, en cambio, se emplea el sistema de lazosocultos, técnicamente más complejo: los lazos setallan sólo en la mitad del grosor del frente, demanera que las juntas no se ofrecen a la vista.

Es también la época en la que los ensamblajes ainglete empiezan a desarrollarse, procurando al-gunas soluciones originales. Los tableros abatiblesde los escritorios, que debían ser relativamente li-geros para resultar manejables, estaban formadospor tableros enterizos que corrían el riesgo dealabearse. Para evitarlo se cabecearon, es decir, seremataron en sus extremos por listones de testa acontraveta, cortados a inglete en sus extremos,cuyo trabajo compensa el del tablero principal.Los frentes de las gavetas castellanas están forma-dos de manera bastante semejante.

A partir de mediados de la centuria culmina latendencia, que ya apuntaba a fines del siglo XV, aaligerar las estructuras de los muebles. Las camasencajadas de la Baja Edad Media –cajones prismá-ticos formados por tableros– desaparecieron paradar paso a las de columnas, constituidas por basti-dores y fustes. Los macizos asientos hoy mal lla-mados cátedras –también encajados– fueron suce-didos, a mediados del siglo XVI, por las sillas debrazos que aparecen en los retratos de corte delos Austrias que, aunque de origen italiano, sehan convertido en seña de identidad del mobilia-rio español.

Otra tipología que fijó ahora su forma fue el bu-fete, mesa de tamaño regular que resuelve launión de las patas al tablero de una forma origi-nal, apeinazando este último. Consiste esta moda-lidad en ensamblar a cola de milano dos peinazos–gruesos travesaños– en el tablero, paralelos a suslados cortos, en dos ranuras practicadas en el gro-

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17 Sobre el bargueño y su evolución vid. Castellanos, Casto. “Escritorios españoles en el Museo Lázaro Galdiano”. Goya, 1984,p. 179, y “Los escritorios del Museo de Bellas Artes de Bilbao”, Anuario del Museo de Bellas Artes de Bilbao, 1988.

Fig. 8. Taracea en bloque. Detalle de una arqueta, hacia 1500.Museo Nacional de Artes Decorativas.

Fig. 9. Marquetería de elemento por elemento. Detalle de unasillería de coro italiana.

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sor de éste; en estos peinazos, gruesos y estables,se ensamblan los soportes, o se articulan con bisa-gras, si son plegables.

Tapicerías al aire y tapicerías colchadas

La evolución de los asientos introduce una nove-dad: las tapicerías, que se fijan a la estructura, adiferencia de las almohadas y sitiales (tejidos conque se recubrían los asientos) medievales, queeran independientes. Las sillas de brazos se resol-vían con guarniciones al aire, formadas por sim-ples piezas cuadrangulares que se tendían sobrelos travesaños del asiento y entre los montantesdel respaldo, a los que se fijaban con clavos. Paraevitar que cedieran con el peso, se reforzaban: losde tela con piezas de cuero, principalmente debadana; y los de piel –badana, cordobán o vaque-ta, con la flor hacia arriba y la carnaza hacia aba-jo–, con otra tela. En algunos documentos se men-cionan, además, las cinchas. Las Ordenanzas deGranada de 1552, por ejemplo, mandan “que loscueros del asiento y respaldo que echaren en lasdichas sillas sean de buen cuero y bien curtido... yque las guarniciones que se echan en los cuerosde los asientos por debaxo que sean muy bien co-sidas con los dichos asientos con hilo de cañamorezio de manera que no se descosan ni menos sedespeguen con las juntas de las dichas guarnicio-nes”.18 Las guarniciones se fijaban a la estructuracon clavazón de chatones o tachuelas, es decir,con clavos ornamentales de cabeza grande: bollo-nes o cebollas abombadas, chaflanes poligonalesfacetados a modo de pirámide o punta de dia-mante, clavos de cabeza de pavón en forma deáguila, de espinaca con hojas en corona a manerade flor de lis, escarolados de pétalos concéntricos,y tachones de composición central (rosas o estre-llas). Se remataban con franjas (galones), flecos –amenudo de sirga, es decir, de seda torcida– y ra-pacejos –flocaduras de hilo metálico–. Sobre elasiento se depositaban cojines, los mejores hen-chidos de plumas. Una modalidad especial deguarnición al aire es la llamada a maderas vistas,que tenía la particularidad de que el espaldar sedisponía por detrás de los montantes del respal-do, que así se mostraban sin solución de continui-dad. Claveteadas en los laterales exteriores de di-chos montantes, se solían rematar con flocadurasde adorno.

Una novedad poco conocida del último tercio delsiglo XVI fueron los asientos colchados –tambiénacolchonados o de borrones–, que se henchíancon un material de relleno fijado a la estructura,en general crin vegetal –cáñamo o esparto– o ani-mal –pelo largo del caballo procedente del cuello,la cola o las patas–. La crin se envolvía en una telade recubrimiento, de fibra vegetal más o menosabierta, que se cubría por encima con la piel o eltejido visibles. Para que el conjunto no perdierala forma, se daban unas puntadas o bastas queunían todos sus componentes, caso en el que sedecía que la guarnición estaba pespunteada. Conlas líneas de costura se dibujaban motivos orna-mentales: de artesonado –formas oblongas queconstituyen un entramado de elementos comple-mentarios–, en aspa –red de rombos–, o de pechode azor –imbricaciones de escamas–. De este siste-ma resultaban asientos de comodidad, llamadossillas de descanso –o silla de o para dormir la sies-ta, silla para dormir o silla de reposo–. Con fre-cuencia se destinaban a aquellos que padecían laenfermedad de la gota, común por entonces, encuyo caso se conocen como silla de gota, la másconocida de las cuales es la que perteneció a Feli-pe II.

El chapeado

La expansión europea hacia otros continentespermitió la importación de nuevas maderas, he-cho que produjo cambios en los sistemas construc-tivo y decorativo, y que está en el origen de im-portantes transformaciones en la estructura gre-mial. Las especies exóticas se emplearon en unprincipio en macizo, en El Escorial19 por ejemplo,pero se prefirió reducirlas a hojas para chapearmuebles de lujo, debido a su alto costo, a lo de-leznable de algunas de ellas, que las hacía inade-cuadas para estructuras, y a la posibilidad que laschapas brindaban de combinarse con otros mate-riales ricos, como el marfil y la concha de tortuga.El mueble que se adornó preferentemente conellos, convirtiéndose en la pieza de lujo por exce-lencia de los interiores barrocos, fue el escritorio,que perdió su tapa abatible para transformarseen papelera y lucir la muestra sin trabas. No porello desaparecieron los tradicionales, pero evolu-cionaron más despacio y en general quedaron ex-cluidos de la Corte.

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18 Aguiló, María Paz, El mueble en España durante los siglos XVI y XVII. Ediciones de la UCM, Madrid, 1990, vol. II, p. 20.19 Sobre muebles y maderas en El Escorial vid. Aguiló, María Paz: Orden y decoro: Felipe II y el amueblamiento del Monaste-rio de El Escorial, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2001.

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Los últimos veinte años del siglo XVI asistieron alos primeros experimentos con chapas de granformato que lucían el color y la textura de los ma-teriales, que condujeron al abandono de las proli-jas escenas anteriores, armadas con recortes demaderas locales. Las combinaciones tempranas seinclinaron por el marfil grabado y el ébano, queadorna los escritorios que, desde los años ochen-ta, los potentados españoles importaron de Nápo-les. Aquí se imitaron ebonizando maderas localescomo el peral, y sustituyendo los marfiles por hue-so de vaca. A fines de los años treinta20 se introdu-jo en el mercado la concha de tortuga (fig. 10),que fue ganando favor en la segunda mitad del si-glo XVII, hasta constituir la parte principal deladorno. El palo santo y el granadillo gozarontambién de gran favor, sobre todo yuxtapuestosal carey. Los ojos de los mueblistas españoles se fi-jaron durante esta centuria en las produccionesde lujo italianas y de los Países Bajos, cuyos mode-los fueron imitados en la Península.

El trabajo de los nuevos materiales requería des-trezas específicas, por lo que en el gremio de losensambladores emergió un grupo profesional de-nominado ya en época de Felipe II ensambladores

de ébano, y ebanistas a partir de 1630. Fueron laCorte y algunas grandes ciudades, como Sevilla,las que produjeron e importaron muebles de eba-nistería. En los centros provinciales más modestosla tradición tuvo continuidad hasta el siglo XVIII,por lo que las novedades formales y decorativasse filtraron con prudencia y se acomodaron a lastécnicas y maderas locales: Aragón fosilizó susmarqueterías de grano de arroz, Castilla produjoun tipo muy falsificado con posterioridad, el escri-torio de columnillas torneadas de hueso, etc.

Los henchidos

El mueble de asiento, con ser muy conservador enlo que respecta a su construcción y aspecto gene-ral, se enriqueció con algunas variantes peculia-res. Aparecieron las sillas poltronas,21 las primerasprovistas de henchido abultado y mullido, quesurgieron a principios del siglo XVII. Se armabansobre una base de madera o de cinchas, encimade la que se extendía una tela fuerte sobre la quese colocaba el pelote, de crin vegetal o animal, yse remataban con una tela de protección y otrade adorno. A fines del primer tercio del siglo XVIIla documentación ya menciona en España orejasen los respaldos, llamadas aquí orejeras, y desdemediados de siglo la iconografía nos muestraasientos completamente tapizados, con los brazoshenchidos. Los asientos a la portuguesa del últimocuarto del XVII introdujeron la guarnición de bas-tidores, de piel tensada y claveteada sobre cercosde madera, sistema que perduró hasta bien entra-do el XVIII sin desbancar a las tradicionales guar-niciones al aire.

Maderas cintradas y superficies alabeadas

El siglo XVIII introdujo una novedad sustancial, eluso de las maderas cintradas (fig. 11), impuestaspor el cambio generalizado de gustos. Durantesus dos primeros tercios predominaron los cortesalabeados, que dieron lugar a los denominadosmuebles de doble curvatura –en planta y en alza-do–. Si los elementos rectos tradicionales estabancohesionados por las fibras, que los recorrían deextremo a extremo sin solución de continuidad,los alabeados veían parte de sus fibras vetisega-das por la curvatura de los cortes, de manera quese incrementaba el peligro de agrietamiento. Enel caso de los muebles de estructura abierta comolas sillas o las consolas, la talla de cajas y espigas

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20 Aguiló, María Paz. El mueble en España. Siglos XVI-XVII. Op. cit., p. 115.21 Esta denominación no aparece hasta 1640, aunque la tipología es anterior.

Fig. 10. Chapeado de madera ebonizada y concha de tortuga.Cabinet, Amberes, mediados del siglo XVII. Museo Nacionalde Artes Decorativas.

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en los extremos de montantes, largueros y trave-saños resultaba especialmente crítica; aunque nose renunció a estos ensambles, también se emplea-ron espigas y llaves independientes en los puntosde unión.

En el caso de los muebles de fachada, formadospor grandes paneles ondulados, se recurrió a di-versas soluciones para estabilizarlos. La más co-rriente fue serrar en curva sólo la superficie exte-rior, manteniéndose la interior recta, pero impli-caba el empleo de cortes de madera demasiadogruesos. Hay otros sistemas más ingeniosos, demayor o menor complicación, que tienen en co-mún la formación de los paneles con elementosmás pequeños y más estables, unidos de diversasmaneras. El empleado en las grandes cómodas22

del Real Taller de Ebanistería de Madrid, imitadode Francia, consistía en armar tableros curvosyuxtaponiendo gruesos listones verticales, enra-sados de manera que daban la sensación de for-mar una sola pieza. En Cataluña y Mallorca seprefirió formarlos con tablas de disposición hori-zontal.

Los muebles de ensambladuría de lujo –espejos,consolas, asientos– se realizaban con maderas delpaís que se solían tallar y dorar o platear. Las lacasorientales, importadas por las compañías de In-dias, indujeron a la búsqueda de fórmulas queimitaran los efectos satinados de unos acabadosque se revelaban, además, resistentes y durade-ros. Los charoles europeos experimentaron conbarnices de todo tipo. España no creó una solu-ción original, pero imitó propuestas inglesas, fran-cesas e italianas. Los muebles japanned con gomalaca que, procedentes del Reino Unido, penetra-ban por los principales puertos del Atlántico y delMediterráneo, fueron emulados en Levante, en laBaja Andalucía y en Madrid.23 También en las dosprimeras zonas arraigó otra modalidad, la laccapovera, procedente de Venecia, realizada con pin-tura al temple y barnices y adornada con graba-dos recortados y pegados. Otra vía de penetraciónfueron las traducciones de libros extranjeros, co-mo el Tratado de barnices y charoles de FranciscoVicente Orellana (Valencia, 1755), que trasladabadel francés el procedimiento del vernis Martin de-sarrollado por la familia de este nombre.

Los ebanistas del siglo XVIII se aplicaron a la cons-trucción y decoración de las nuevas tipologías veni-das de Francia y de Inglaterra y a menudo transfor-madas superficialmente en Italia, entre las que des-tacan las cómodas y los innumerables tipos de es-critorios (de tambor, burós con biblioteca, etc.). EnEspaña, contraviniendo la costumbre francesa queatribuía la construcción de los muebles pintados ydorados (sillas y mesas) a los menuisiers (ensambla-dores) y la de los muebles marqueteados (de facha-da) a los ébénistes, se chapearon los muebles deasiento de lujo, tanto en el Real Taller de Ebaniste-ría de Palacio como en alguno mallorquín.

Los chapeados dieciochescos prefirieron las hojasextensas de maderas de vetas muy marcadas, engeneral más claras que las que habían estado demoda en el siglo XVII: el palo rosa, el palo violetay la caoba. Además de estas especies, importadas,que se asociaron principalmente al mobiliario dela Corte, se hizo uso de maderas del país, sobretodo en Cataluña, donde predominan el nogal, elolivo y la tuya, todas ellas a menudo de raíz, o enMallorca, donde se usaron el cerezo y la morera.

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22 Se conservan dos muy semejantes de hacia 1768, una en Palacio Real y otra en el Museo Nacional de Artes Decorativas; unatercera, con el mismo sistema de construcción pero con decoración distinta a las mencionadas, pertenece a una colección pri-vada madrileña.23 Junquera, Juan José. “Salón y Corte, una nueva sensibilidad”. Doménico Scarlatti en España. Salón y corte, una nueva sen-sibilidad, Ministerio de Cultura, Madrid, 1989.

Fig. 11. Armadura de maderas cintradas. Silla neoclásica fran-cesa. Dibujo de Boison.

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Las hojas se cortaban al hilo para favorecer losjuegos de las vetas rectas, que se contraponíanpara lograr efectos de espina de pez, de punta dediamante, etc. También gustaron las combinacio-nes con piezas de plantilla, de dibujo ovalado,que se obtenían cortando el rollizo en sentidodiagonal; durante el período rococó se recortabanen secciones con las que se componían corazonesy rosáceas, pero en los últimos años del siglo XVIIIy a principios del XIX se prefirieron las chapas am-plias que presentaban los óvalos en toda su ampli-tud.

Las combinaciones decorativas fueron numerosas.La más simple jugaba con maderas de la mismaespecie, contrapeando la dirección de sus vetas;son las que en Francia se denominan bois unis,que en España no tuvieron más que un éxito mo-derado. De más predicamento gozaron los plu-meados, rizados o frisados (fig. 12), composicionesformadas por un campo central de gran desarro-llo que se bordeaba con frisos perimetrales en-marcantes y se compartimentaba con plataban-das, cinteados estrechos que delineaban arabes-cos decorativos. En los chapeados radiales las ma-deras se disponían de forma que las vetas irradia-ran hacia el exterior a partir de un punto central.

En todas estas composiciones se podían incluirmotivos figurativos recortados en otras maderas yembutidos en el conjunto, y grandes composicio-nes de marquetería de elemento por elemento.Otros temas de éxito, sobre todo en los años se-senta y setenta, fueron los chapeados que formanfondo (interpretación libre de la expresión france-sa jeux de fond), repeticiones tapizantes de losan-ges, ajedrezados y otras figuras geométricas, pla-nas o en volumen fingido.

Hasta la industrialización, pues, las técnicas no ex-perimentaron variaciones sustanciales, predomi-nado los muebles formados por superficies unidasy homogéneas y armados con piezas macizas. Lasformas simples y masivas se animaban, a lo sumo,con cornisas y con molduras simples, que subraya-ban de forma general la arquitectura de las pie-zas. Los muebles de ebanistería se montaban an-tes de ser chapeados. Este panorama cambió ra-dicalmente a partir de la mecanización de los ta-lleres.

Henchidos envolventes

A partir del reinado de Felipe V los henchidosevolucionaron a tenor de los dictados franceses,para acolchar los sillones, las poltronas y las va-riantes de la chaise longue conocidas aquí comootomanas. En un primer momento el relleno se si-guió disponiendo como en el siglo XVII, sobre latablazón de madera, pero redondeándose y abom-bándose en los bordes del respaldo y del asientoal modo de las guarniciones en goute de suif. Mástarde aumentó progresivamente el volumen delhenchido para resaltar los perfiles y contornos delos muebles de asiento.

Los henchidos dieciochescos se armaban sobrecinchas, de cáñamo, de esparto o de cuero –sobretodo del primero, de fibra más larga y por tantomás estable– claveteadas sobre el bastidor de lacintura. La tela de refuerzo solía ser de lino bastono muy tupido, o de fibras de cáscara de lino.Cinchas y tela de refuerzo se impregnaron a ve-ces, en la segunda mitad del siglo, con un engobede cola y un pigmento blanquecino, para prote-gerlas. El pelote, muy abultado, se cubría con latela de cobertura, y se modelaba con bastas decordel. En los asientos de buena calidad se añadíaaún otra capa de almohadillado, más suave yblanda, previa a la tela decorativa. Durante el ro-cocó, cuando mandaba la línea sinuosa, predomi-naron los rellenos en cúpula, reforzados con bro-cales de tela y pelote dispuestos siguiendo la lí-nea de la cintura; el neoclasicismo prefirió loshenchidos altos, de bordes en ángulo, que caían

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Fig. 12. Chapeado plumeado. Dibujo de Roubo, 1772.

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a plomo sobre la cintura. Esta modalidad tuvo susorígenes en la Inglaterra del rococó, y fue adop-tada por Francia, y enseguida por toda Europa, apartir de 1770. Para que los asientos pudieranasentar mejor todo el aparato de capas de diver-sos materiales, y para darles altura, se claveteantaquetes en el interior de la cintura, justo debajode las cinchas.24

Otra novedad dieciochesca fueron los asientos yrespaldos de galleta, armados sobre un segundobastidor que se insertaba en el de la estructura,para cambiar las tapicerías al ritmo de las sucesi-vas modas de los tejidos. Nacidos hacia 1680 enFrancia, se extendieron por toda Europa a partirde 1720.

La mecanización de los talleres

Durante la primera mitad del siglo XIX el utillajetradicional dio paso a las máquinas herramienta25

movidas por motores de vapor, hidráulicos y degas. Los primeros, de émbolo horizontal, se exten-dieron en los años treinta y se usaron práctica-mente hasta fines de la centuria. Los hidráulicosevolucionaron hasta alcanzar un auge relativa-mente efímero en los cincuenta. Los de gas goza-ron de un gran éxito a partir de los diseños deÉtienne Lénoir, que en 1859 desarrolló un modelomuy semejante al de los movidos con vapor, per-feccionado en 1876 por la firma alemana Otto &Langren. La aplicación al trabajo de la madera delos motores se inició tímidamente a principios desiglo, cuando se comenzó a experimentar con sie-rras circulares hidráulicas, aunque hubo que espe-rar a las décadas de los treinta y de los cuarentapara que su empleo se hiciera extensivo. Fue en-tonces cuando se multiplicaron las patentes deútiles mecánicos, como sierras de bastidor, de cin-ta y circulares, cepillos, mortajadoras para ma-chihembrar, reengruesadoras, molduradoras, tor-nos, y máquinas de taracear o calar madera. Suuso abarató y mejoró la calidad constructiva delos muebles a la moda, accesibles a partir de en-tonces para más amplios sectores de población, ytransformó radicalmente el sistema de construc-ción.

Las máquinas herramienta permitieron fabricarmuebles ensamblados con precisión, de superfi-cies carentes de ondulaciones y de irregularida-des. Aunque las maderas de construcción siguie-ron siendo las tradicionales, el mobiliario corrien-te se realizó preferentemente en especies blandasy de crecimiento rápido, como el pino y el aliso,que se talaban jóvenes, antes de que se ralentiza-ra su ritmo de engrosamiento y se hicieran menosrentables. Para aprovecharlas mejor se cortabanen secciones finas que resultaban poco estables. Elcontrachapado (fig. 13) vino, a partir de los añoscuarenta, a solucionar el problema: consiste en laformación de tableros con tres planchas,26 encola-das entre sí con las fibras contrapeadas –dispues-tas en sentido vertical las de la central y las de laslaterales a contrahilo– de manera que el trabajode la una se vea contrarrestado por el de las otras,evitando el alabamiento. La plancha central es al-

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24 Ossut, Claude, Tapisserie d’ameublement. H. Vial, París, 1996, p. 37. Otro libro muy útil para el estudio de los sistemas fran-ceses de tapizado, del mismo autor, es Le siège et sa garniture. H. Vial, París, 1994.25 La evolución de los motores aplicados a las máquinas utensilio se trata de manera clara y precisa en Menéndez Pidal, Gon-zalo. La España del siglo XIX vista por sus contemporáneos. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988, 2 vols. Estospárrafos se basan en esa obra.26 Las vanguardias del Movimiento Moderno introdujeron el sistema de cinco láminas muy finas del mismo grosor, que permi-ten el curvado de las piezas.

Fig. 13. Contrachapado. Armario francés, mediados del sigloXIX. Dibujo de Boison.

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go más gruesa que las que la flanquean, éstas detres o cuatro milímetros de espesor. Su cara exter-na –y a veces la interna también, de nuevo con elpropósito de compensar los trabajos– se cubríacon chapeados desarrollados, del grueso de unahoja de papel gracias a la precisión del corte me-cánico. Los paneles de contrachapado se engargo-laban en vivo en montantes y largueros, ya queresultaba poco seguro tallar lengüetas en sus can-tos. Cuando sus bordes quedaban a la vista, comopor ejemplo en los anaqueles, se remataban conlistones para disimularlos.

Los tableros, simples o de contrachapado, se si-guieron ensamblando en bastidores unidos a cajay espiga, siguiendo la tradición. Pero el siglo XIXintrodujo otra solución, que lo liviano de las ma-deras de cerramiento pudo permitir sin excesivodetrimento de la estabilidad: los paneles pasarona apoyarse simplemente en el perímetro interiordel bastidor, al que se fijaban con molduras peri-metrales superpuestas que se encolaban y clave-teaban a ambos.

Los muebles, al igual que muchos otros objetos,pasaron a fabricarse en serie, lo que comportabala preparación previa de todas las piezas, que sechapeaban y tallaban antes del montaje final, alcontrario de lo que sucedía en la ebanistería tra-dicional. Esta forma de construcción limitaba la

obtención de superficies continuas y homogéneas,y favorecía en cambio las transiciones abruptasentre unos elementos y otros. Para dulcificar losresaltes se recurrió a escalonamientos de moldu-ras que recorrían las uniones entre paneles, mon-tantes y largueros, que pronto invadieron tam-bién las superficies lisas. Además de un papel de-corativo tuvieron una función tectónica, como seha descrito. Las molduras gruesas tenían un almade madera barata semejante a la de la estructuradel mueble, que se reengruesaba con otra más ri-ca; este sistema presentaba la ventaja de que evi-taba los desencolados, ya que el reengrueso ac-tuaba como barrera protectora del interior, mini-mizando los efectos que los cambios de tempera-tura y de humedad relativa podían tener sobre lasmaderas y las colas. El siglo XIX es la época dora-da de las molduraciones, lisas, talladas a máquinao estampadas en caliente y a presión.

Las decoraciones de marquetería también pasarona hacerse en serie gracias a las sierras con guía co-rredera y movimiento paralelo continuo, que per-mitían cortar con regularidad y precisión espeso-res de muchas chapas sin astillarlas, con lo queuna operación resolvía la ornamentación de mu-chos muebles. Las piezas resultantes se armabancomo puzzles sobre papeles, encima de los que seencolaban antes de fijarse a la estructura. En rea-lidad, este método supuso una puesta al día delempleado tradicionalmente para obtener mar-queterías de parte y contraparte (fig. 14), queexistieron desde el siglo XVI. Este sistema combi-naba dos materiales,27 con los que se dibujabanarabescos intrincados, de manera que uno forma-ba el fondo y el otro el motivo. En España no tu-vieron tanto arraigo como en Italia y Alemania enel Renacimiento o en Francia en el Barroco, dondelas combinaciones de metal y concha se hicieronfamosas durante el reinado de Luis XIV. Esta mo-dalidad decorativa que jugaba con rojos y oros serecuperó en el siglo XIX, y llegó a España dondese produjo principalmente en las manufacturascatalanas.

Las fábricas de muebles del siglo XIX, incluso lostalleres más pequeños, emplearon máquinas he-rramienta. No se dejó de recurrir a los procedi-mientos manuales para los acabados de los mue-

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27 Dichos materiales se cortaban juntos, ligeramente encolados para que no se movieran, de manera que, una vez separados,se obtenían dos juegos decorativos completos, uno “en negativo” y otro “en positivo” que encajaban entre sí a la perfección.Este método se utilizó para encajar lo más perfectamente posible los diseños de arabescos que tan de moda se pusieron du-rante parte del Renacimiento, de perfiles muy difíciles de hacer coincidir en motivo y fondo si se cortaban a mano alzada. Lomás habitual fue combinar dos materiales, uno más duro, que era el que garantizaba la cohesión del paquete durante el pro-ceso de corte.

Fig. 14. Marquetería de parte y contraparte de concha y metal.Detalle de una mesa de juego francesa, hacia 1860. Museo Na-cional de Artes Decorativas.

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bles de lujo a los que se deseaba conferir la apa-riencia de las producciones del pasado, prácticaque condujo a menudo a la falsificación.

Resortes y capitoneados

La extensión de los asientos de comodidad, en losque las maderas perdieron su protagonismo paraverse sepultadas bajo mullidos y telas, propiciaronla formulación de un sistema armado sobre mue-lles. Para albergarlos, las cinchas pasaron a clave-tearse en la cara inferior de la cintura del asiento;los resortes se cosían con un basteado a esta base,y se unían entre sí con cordeles para que no baila-ran; encima se disponían primero la tela de re-fuerzo y después el almohadillado. Tras los prime-ros ensayos de los años veinte, la popularizacióndefinitiva de esta forma de hacer llegó en los

treinta gracias a que las fábricas de Birminghamse dedicaron a producir resortes en serie.

Pero para que el espeso conjunto de elementos seconsolidara de veras era recomendable pasar unasbastas largas que lo travesaran verticalmente, quese disimularon al exterior con botones. Al tensar-las resultaban abombamientos en la superficie,que se aprovecharon para extremar el efecto de-corativo modelándolas en cupulilllas y plegandoartísticamente las telas de acabado a su alrededor.Resulta así un efecto de red de rombos denomina-do capitoneado, cuyos precedentes se remontan ala Inglaterra de mediados del siglo XVIII, cuandoel relleno de ciertos asientos se fijaba ya con pun-tadas sueltas. En España se adoptó el capitoneadocon reservas durante los años cuarenta, y más ex-tensamente a partir de los cincuenta.

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