P. Iraburu - Cardenal Pie, Obispo de Poitiers

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    Jos Mara Iraburu

    Cardenal PieObispo de Poitiers

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    - 2013 -

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    Jos Mara Iraburu

    Cardenal PieObispo de Poitiers

    Tomado de:Blog Reforma o Apostasa del P. Jos Mara Iraburu,

    nmeros 33 al 38.

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    ndice

    I. Lcido y valiente. 4

    II. Maestro de Papas 8

    III. El naturalismo anti-cristo... 13

    IV. El relativismo liberal vigente.. 18

    V. Reino de Cristo y mundo secular... 23

    VI. Un gran Obispo... 28

    Card. Louis E. Pie

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    Cardenal Pie, Obispo de PoitiersJos Mara Iraburu

    I. Lcido y valiente

    Perdone, pero este escrito suyo no es un plagio del libro del P. Senz?Bueno, en realidad toma por base el libro del P. Alfredo Senz, S. J., ElCardenal Pie, lucidez y coraje al servicio de la verdad(Ed. Nihuil - Ed. Gladius,Buenos Aires 1987; hay nueva edicin en Gladius 2007, 538 ps.). Pero tantocomo un plagio no es. El P. Senz es buen amigo mo y me lo consiente con todogusto. En la Fundacin GRATIS DATE le hemos publicado tres preciosas obrassuyas (Catlogo FGD). l a su vez escribi su libro tomando como base la obrade Mons. Baunard,Histoire du Cardinal Pie, Ed. H. Oudin, 18862, vols. I-II; y

    la de Jean Cret, Vie du cardinal Pie, 1980. Unos y otros citan los textos deOeuvres de Monseigneur lvque de Poitiers, Paris-Poitiers, Ouidin 1886-1879,vols. I-IX.

    ouis Edouard Pie (1815-1880), hijo de un zapatero, nace en unpueblecito de la dicesis de Chartres, estudia en un colegio y en elSeminario Menor de esa ciudad, en 1835 ingresa en el Seminario de

    San Sulpicio, cerca de Pars, es ordenado sacerdote en 1839 y Obispo dePoitiers en 1849, donde ejerce su ministerio pastoral durante treinta aos,hasta su muerte, siempre bajo el lema mariano Tuus sum ego, que hacesuyo ya al recibir el subdiaconado. A mediados del XIX, cuando parte delepiscopado francs era galicano y otra parte ultramontano, segn seinclinase a una cierta autonoma de Roma o profesara una fidelidad total ala Sede romana, el Obispo de Poitiers se adhiere siempre en doctrina ydisciplina a Roma, como todos los obispos de la zona eclesistica deBurdeos, a la que pertenece Poitiers. Muerto el Beato Po IX (1878), conquien mantena una relacin personal y cordial muy estrecha, su sucesor,Len XIII, en uno de sus primeros actos, cre Cardenal al Obispo dePoitiers (1879).

    Mons. Pie, desde su ordenacin episcopal, se mostr sumamentedevoto de San Hilario de Poitiers (310-367) el gran defensor, con SanAtanasio, de la divinidad de Cristo frente a los arrianos, procurando entodo seguir su ejemplo y citando sus escritos con gran frecuencia. Cuidsiempre especialmente de los sacerdotes y de los religiosos. A semejanzade San Carlos Borromeo en referencia a San Ambrosio de Miln, fund Pielos Oblatos de San Hilario, para sacerdotes diocesanos con vidacomunitaria. Celebr veinte Snodos diocesanos, procurando siempre en

    ellos la buena formacin doctrinal de su clero, su fervor espiritual ypastoral, y si fidelidad disciplinar.

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    Poitiers es un lugar de Francia de muy especial significacinhistrica. En la batalla de Poitiers es donde los francos, dirigidos porCarlos Martel, logran una victoria militar definitiva sobre los invasoresislmicos (732), salvando la autonoma y el cristianismo de las naciones

    europeas.Cerca de la ciudad de Poitiers est la abada de Ligug, cuna dela vida monstica en las Galias. Fue fundada en el ao 361 por San Martnde Tours (316-397), discpulo de San Hilario, obispo de Poitiers, que lecedi el terreno de una antigua villa romana. Este monasterio fue rescatadode las ruinas por Mons. Pie y su ntimo amigo dom Guranger (1805-1875), restaurado en Solesmes de la vida monstica en Francia, que habasido eliminada por la Revolucin. La Vende, perteneciente a la dicesisde Poitiers, fue misionada por San Luis Mara Grignion de Montfort (1673-1716), y present la resistencia y la guerra ms valiente contra las fuerzasanticristianas de la Revolucin (1793-1796).

    Las tinieblas mundanas del siglo XIX fueron especialmenteoscuras en Francia, durante la vida de Mons. Pie. A partir delluteranismo, que rechaza a la Iglesia y a la Escritura, en cuanto Palabradivina, reducindola por el libre examen a palabra de hombre, y que rompeen trozos contrapuestos la unidad de la Cristiandad, se llega derechamenteal Siglo de las luces, a la Ilustracin, en gran parte difundida por losenciclopedistas franceses y la masonera, y al estallido de la Revolucin

    Francesa (1789-1792), cuyo espritu naturalista marca ya el Occidente de

    modo definitivo, y se va imponiendo ms y ms a lo largo del XIX en lacultura, la educacin, las instituciones y las estructuras polticas a travs delliberalismo.

    La vida de Mons. Pie transcurre en una Francia, posterior a laRevolucin Francesa, que avanza dando tumbos continuamente, concambios bruscos de rgimen, pero ya sellada para siempre por el espritudel 89, tanto en la restauracin de los Borbones (1814), como en lamonarqua republicana de Luis Felipe (1830), en la II Repblica (1848), en

    el II Imperio, con Napolen III (1848) y en la III Repblica (1870), conGambetta, Thiers, etc., que da inicio a una serie increble de gobiernosinestables, unos 50 hasta 1914. Francia, a lo largo del siglo XIX,

    permanece y crece en el espritu de la Revolucin, afirma los derechos delhombre negando los derechos de Dios y de su Iglesia, retira los crucifijosde los tribunales, hace estatal y laicista la enseanza, oprime o suprime lasrdenes religiosas, controla el nombramiento de los Obispos, etc.

    Es, pues, en el XIX cuando se consuma en Francia la configuracin

    cultural y poltica de la nacin en un espritu naturalista, que se cierra a lagracia, a lo sobre-natural, racionalista, que se cierra a la Revelacin divina

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    y a la fe, y liberal, que afirma la libertad del hombre como la fuente nicade los valores: seris como Dios, conocedores del bien y del mal (Gn3,5), rechazando toda sujecin a la soberana de Dios y del orden natural

    por l creado y mantenido.

    En medio de este mundo oscuro y perverso, la luz del Obispo de

    Poitiers fue una antorcha encendida, que llevaba siempre en alto la Palabrade la vida (cf. Flp 2,15-16). Mons. Pie mostr en el siglo XIX unaadmirable lucidez y valenta para combatir los buenos combates de la fe(1Tim 6,12). Su gran Instruccin sinodal de 1854 sobre los principaleserrores de nuestro tiempo es el antecedente inmediato de los documentosdel Papa Po IX, la encclica Quanta cura (1864) y el Syllabus o coleccinde los errores modernos (1864), textos muy notables que el gobierno deFrancia (la campeona de la libertad de prensa) prohibi publicar.

    En estos grandes textos, lo mismo el Obispo de Poitiers que el Papaintentan mostrar con claridad a los cristianos tanto los errores entonces msvigentes como las verdades catlicas que han de vencerlos con la luz deCristo. Mons. Pie combati, concretamente, con gran fuerza aquellasmodalidades de naturalismo y del liberalismo, que afectaban a buena partede sus hermanos obispos franceses, designados para tal cargo por elGobierno.

    Apoyndose continuamente en la Escritura y en el testimonio de losgrandes Padres y Doctores catlicos, Atanasio, Hilario, Agustn,Belarmino, el Obispo de Poitiers combate incansablemente el naturalismoimperante en todas sus expresiones, el ateo, el agnstico, el desta, elracionalista y liberal, como tambin el catolicismo liberal que admite elreinado de Cristo en las conciencias, pero que lo considera perjudicial enlas naciones.

    Hay ya en el mundo muchos anticristos. As lo afirma el apstol

    Juan: sta es la hora ltima, y est para llegar el Anticristo, y os digoahora que muchos se han hecho anticristos, y por eso conocemos que staes la hora ltima (1Jn 2,18). El Cardenal Pie, comentando este texto,denuncia el anticristianismo filosfico, moral, social, poltico, elanticristianismo ms radical que niega a Dios Padre, sustituyendo larealidad de Dios por abstracciones y sueos que fluctan entre el atesmo yel pantesmo; que niega a Jesucristo, el Hijo enviado por Dios, y alEspritu Santo.

    Es tambin anticristo el que niega el milagro; anticristo es el queniega la revelacin divina en las Escrituras; anticristo el que niega la

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    institucin divina de la Iglesia; anticristo el que niega la superioridad delos tiempos y de los pases cristianos sobre los pases infieles, o que diceque el cetro de Cristo, suave y bienhechor para las almas, y aun quiz paralas familias, es malo e inaceptable para las ciudades y los imperios

    (Oeuvres II,194).El Obispo de Poitiers, aludiendo a una afirmacin muy significativa

    escrita por un poltico anticristiano, escribe: Encarnando en la voluntad dela multitud el derecho supremo de dominar, hemos odo hace poco a laRevolucin, en las columnas de uno de sus rganos ms autorizados, que elentendimiento entre la Iglesia y la sociedad moderna seguir siendoimposible mientras no hayamos quitado de nuestros programas la mximade los Apstoles, que es preciso obedecer a Dios antes que a los

    hombres, dado que el artculo fundamental y en adelante indiscutible denuestras Constituciones es que la ley brotada de las voluntades del pueblono conoce nada por encima de ella, y que ella se impone, cualquiera que

    sea[aunque se trate, p. ej., del matrimonio homosexual o de la eutanasia,aado yo] a todas las conciencias (II,682). Mons. Pie declaraba en unaocasin: s evidentemente que el Anticristo ha de venir un da, y ha de

    prevalecer. Pero Dios me guarde de haber figurado entre sus agentes yprecursores (I,681).

    La lucha contra la Bestia liberal y contra sus efectos daosos era

    librada por el Cardenal Pie de modo total y coherente. A diferencia demuchos de sus hermanos Obispos, l no luchaba solamente contra losefectos nocivos del laicismo anticristiano imperantecuestiones concretas:el divorcio, la limitacin o supresin de la enseanza privada, etc.; lluchaba ante todo y sobre todo contra la Bestia laicista del Estado liberal,es decir, contra la causa incesante de la destruccin de Francia, de su ser,de su misin, de su historia, contra la degradacin de las leyes, de lacultura, de las instituciones, y consecuentemente, contra la causa principalde la descristianizacin del pueblo. Otros Obispos, como digo, aceptaban la

    Bestia secularista y secularizante a veces por una necesidad queconsideraban inevitable, pero otras veces incluso por una conviccindoctrinal errnea. En este sentido, merecen ser recordadas las ltimas

    palabras de Mons. Pie pronunciadas como testamento en su ctedraepiscopal:

    Vosotros todos, mis hermanos, si estis forzados a ver el triunfo delmal, no lo aclamis jams. No digis nunca al mal eres el bien; a ladecadencia, eres el progreso; a la noche, eres la luz; a la muerte, eres

    la vida. Santificaos en el tiempo en que Dios os ha colocado. Gemid porlos males y desrdenes que Dios tolera. Oponedle la energa de vuestras

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    buenas obras y de vuestros esfuerzos. Mantened toda vuestra vida pura deerrores, libre de impulsos malos. De tal manera que despus de habervivido aqu unidos al Espritu del Seor, seis admitidos a no ser sino unocon l por los siglos de los siglos (II,732). Amn.

    II. Maestro de Papas

    No ir usted a poner el magisterio de un Obispo por encima del Magisteriopontificio?No, ciertamente. Pero s quiero sealar, poniendo como ejemplo al Obispo dePoitiers, lo que puede hacer un Obispo, uno solo, cuando toma en serio sucondicin de Sucesor de los Apstoles, y no se autolimita en un corporativismoepiscopal que, en tiempos de crisis, puede ser muy lamentable.

    os seminarios de Saint-Sulpice, donde Pie se form en el de Pars,concretamente, daban una buena formacin espiritual y cultural;

    pero entre los profesores algunos eran de tendencia galicana, otrosultramontana. Y la enseanza doctrinal era eclctica, ciertamente notomista, y de escasa calidad.

    Catlico romano, no galicano. La mayora de los obispos deFrancia eran en aquel tiempo de tendencia ms o menos acentuadamente

    galicana. El galicanismo estimaba que las bulas de los Papas no obligabanen ninguna dicesis de Francia sino despus de ser aprobadas por elGobierno y promulgadas por los obispos. Durante el concilio de Trento fue

    precisamente la presin del episcopado francs la que impidi la definicindel primado del Papa. En 1682, a peticin de Luis XIV, la AsambleaGeneral del Clero proclam los cuatro principios del galicanismo, queresumo con poca precisin muy brevemente: Pedro y Pablo y sus sucesoresrecibieron una potestad espiritual, pero no civil; los concilios sonsuperiores al Papa; los cnones eclesisticos son vlidos, pero tambinobligan las tradiciones de la Iglesia de Francia; el Papa no es infalible sin elconsentimiento de la Iglesia. Esos cuatro principios fueron condenados porAlejandro VIII, y tambin por Inocencio XI. Y en 1693 Luis XIV se vioobligado a retirarlos, pero la doctrina galicana nunca fue abjurada y dehecho sigui vigente hasta el concilio Vaticano I.

    Amigo de Dom Guranger. Una de las miserias ms graves delgalicanismo era que casi todas las Dicesis francesas, al menos las msimportantes, tenan su liturgia propia o la tomada de alguna otra Dicesis,teniendo cada liturgia su propio misal y breviario. Dom Guranger, en el

    segundo volumen de sus Instituciones litrgicas (1841) denunciaba lasliturgias particulares diocesanas, permitidas o promocionadas por los

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    obispos, en las que no pocas veces iban implicados errores galicanos,jansenistas y antirromanos. Y recordaba a todos a todos los obispostambin, claroque el Concilio de Trento y el Papa Po V haban ordenadoque se estableciera la liturgia romana en toda la Iglesia latina , y que en

    todas las Iglesias de Europa se haba obedecido, menos en Francia.El libro de Dom Guranger recibi algunos apoyos, pero fue atacado

    con gran violencia por no pocos Obispos y escritores franceses. Uno deellos escriba en laRevue ecclesiastique: No van a servir para nada tantasvictorias conseguidas en los siglos pasados contra la omnipotencia papal?Siguiendo el mal ejemplo de otras naciones, Francia va cediendo poco a

    poco ante la idea seductora de una unin ms perfecta con el centro de lacristiandad. Es una tendencia que arrastra a las Iglesias nacionales arenunciar a sus derechos consuetudinarios y a sus tradiciones religiosas

    para ponerse bajo la dependencia absoluta de Roma Muchos de los

    obispos se callan y otros dan su plena aprobacin a ese movimiento dedesercin. La batalla fue dursima, y escasa la ayuda de Roma, que estabaconforme con Dom Guranger, pero que tema perder la unidad con losobispos de Francia.

    Cuando se estableci la II Repblica (1848), claramente anticlerical,trajo sin embargo ciertas libertades que para la Iglesia fueron beneficiosas.Entre ellas, autoriz a celebrar Concilios provinciales durante un ao, y se

    celebraron doce inmediatamente (1849-1850), llegndose en casi todosellos al acuerdo de asumir la liturgia romana. En pocos aos ms fue unmilagro, el rito romano era aceptado por fin en las dicesis de Francia. ElSeor obr este milagro muy especialmente a travs de Dom Guranger, ygracias al apoyo decidido de algunos Obispos valientes, como el dePoitiers. Ambos fueron sin duda los instrumentos principales elegidos porDios para la romanizacin de la Iglesia en Francia y para la superacin delgalicanismo. Los dos estaban unidos por una gran afinidad espiritual yamistosa. Y a Mons. Pie le correspondi el honor de predicar en Solesmes

    la Oraison funbre du T. R. P. Dom Prosper Guranger, abb de Solesmes(4-IV-1875).

    Catlico y tomista, que no es poca cosa, y ms en su tiempo. En losSeminarios franceses, tambin en los de Saint Sulpice, no se segua a SantoToms, el cual ha sido prescrito durante tantos siglos por Papas y Concilioscomo gua principal en los estudios filosficos y teolgicos (cf. tambin enel Vaticano II, OT 16; Cdigo Derecho Cannico c. 252,3). Por elcontrario, se proponan entonces sistemas filosficos diversos, precarios y

    extraviados. Era capaz Pie de ver estas deficiencias, y por su empeopersonal trat de superarlas, sobre todo siendo ya sacerdote. Estudi por su

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    cuenta lo mejor que pudo la sagrada Escritura, los Padres principales de laIglesia, y concretamente a Santo Toms. l, como tambin su amigo DomGuranger, entendieron perfectamente que para enfrentar y superar laavalancha de errores filosficos y teolgicos vigentes en aquel siglo, no

    solo en el mundo sino tambin dentro de la Iglesia, eran necesarioshombres de fe que estuvieran bien formados en las grandes verdadescatlicas. Con este fin Mons. Pie multiplic sus escritos y conferencias,celebr veinte Snodos diocesanos en sus treinta aos de Obispo, y funden Poitiers en 1875 la Facultad de Teologa, encomendando la docencia a laCompaa de Jess, que haba de ensear, como vena hacindolo durantetres siglos en el Colegio Romano, segn la ortodoxia catlica y elmagisterio de Santo Toms. En una conferencia deca a sus sacerdotes:

    Santo Toms ha faltado a nuestros contemporneos, incluso aaquellos mismos que lo nombran con respeto, que le toman, cuando esnecesario, algunos textos sueltos, pero que no lo han frecuentado paraconocerlo, y para quienes tanto su doctrina como su mtodo permanecencomo un libro sellado. La filosofa, en particular, no ha sabido sinoextraviarse desde que no lo tuvo por gua, y no volver a ser digna de ellamisma sino retomando sus huellas durante tanto tiempo abandonadas(II,576). Esta revalorizacin del tomismo sera ms tarde impulsada porLen XIII.

    Reprueba la Vie de Jsusde Renan. El prestigioso historiador,fillogo y filsofo Joseph Ernest Renan (1823-1892), public en 1863 Lavida de Jess, una obra racionalista y liberal, muy erudita y literariamenteatrayente, en la que negaba el carcter divino de Jesucristo y de la Iglesia, ycon la que colabor en su tiempo muy eficazmente a la causa de ladescristianizacin de Francia y de Europa. En medio de un silencioepiscopal generalizado, el Obispo de Poitiers se atrevi a condenar

    pblicamente esta obra en el mismo ao de su publicacin (Oratiosinodalis, qua condemnatur liber cui titulos: Vita Iesu, auctore Ernest

    Renan, etc., IX Snodo diocesano, 1863) .

    En esta accin valiente el Obispo de Poitiers actu solo, cumpliendocon su deber de Obispo-vigilante. No tuvieron muchos apoyos episcopalesAtanasio o Hilario cuando combatieron el arrianismo, ni tampoco los tuvoSan Agustn, obispo de la pequea dicesis de Hipona, cuando combatilas doctrinas de su contemporneo Pelagio. Tampoco los tuvo el obispo deuna pequea dicesis de Espaa cuando a fines de 2007 public su escrito

    El libro de Pagola har dao. Pues bien, el Obispo de Poitiers, siguiendo

    el ejemplo de los santos Pastores, alert a sus fieles de los gravsimoserrores de esta obra de Renan, impidiendo que el lobo hiciera estragos en

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    su rebao. Esto, como era de prever, le atrajo a Mons. Pie un alud decrticas despiadadas, a las que l se mostraba invulnerable:

    Vosotros me hablis de mis pruebas personales. Sera quiz

    presuntuoso decir que esas pruebas me son dulces, me son queridas. Unobispo que no bebe en el cliz de su Maestro, ni en el del Jefe visible delepiscopado, podra preguntarse con inquietud si es verdaderamentediscpulo de Cristo, si es defensor suficientemente esforzado del Vicario deCristo (II,154).

    Unido a Pio IX en el combate contra los errores modernos. ElObispo de Poitiers, en 1854, le comunicaba a Dom Guranger: Voy aescribir sobre el tema de los errores contemporneos. Oigo en m una vozclara de la conciencia pidindome que aborde ante todo la necesidad delsobrenaturalismo (I,536). El ambiente espiritual y doctrinal en Francia,tambin en no pocos obispos y profesores de teologa, apestaba anaturalismo y liberalismo, pues haba invadido todas las esferas ms altasde la nacin. Pars es malo hasta en sus buenos (I,537). Ya en Roma seestaban preparando textos que, recogiendo las enseanzas de Pio IX,sealaran y refutaran los errores de la poca, y que salieron a la luz en1864, la encclica Quanta cura y el Syllabus o coleccin de los erroresmodernos. Para la elaboracin de textos tan importantes, fueronconsultados algunos Obispos ms sealados por su calidad doctrinal, entre

    ellos Mons. Pie, que ya haba celebrado un Snodo diocesano sobre esemismo tema y con ese mismo ttulo.

    En efecto, prlogo inmediato a los grandes documentos citados delPapa Po IX fue la Troisime instruction synodale de Mgr. lvque de

    Poitiers son clerg diocsain, assembl pour la retraite et le synode

    (julliet 1862 et aot 1863) sur les principales erreurs du tempos prsent.En su instruccin Mons. Pie rechaza con energa el falso Cristo presentado

    por autores, a veces pretendidamente catlicos, enfermos mentales de

    naturalismo, racionalismo y de historicismo crtico. Y denuncia a quienes,al mismo tiempo, propugnan una tica sin Cristo, sin fe, sin Iglesia, sinsacramentos, sin la gracia divina. Escribe Pie citando las palabras de unenemigo de la Iglesia: una liga europea se ha formado con el fin confesode componer un cuerpo de ejrcito que pueda resistir gloriosamente a lasdoctrinas que la Revelacin quiere imponer al espritu humano (I,619-620). En efecto, la literatura y el teatro, la novela y los diarios, todo se unaen un frente naturalista que procuraba cerrar la sociedad a todo influjo delosobre-natural, es decir, de la gracia del Salvador.

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    Como era de prever, volvi a caer sobre Mons. Pie una avalancha deduras crticas, procedentes tambin de los catlicos liberales, especialmentede los polticos, y entra ellas estaba una carta del Ministro de Cultos,transmitindole el disgusto del emperador. Ya Napolen III lo haba

    mandado llamar despus de una carta sinodal publicada con tesissemejantes en 1855. Pero estas impugnaciones, en lo personal ms ntimo,no hacan sobre el Obispo de Poitiers un efecto mayor que el ataque de unmosquito.

    Maestro de varios Papas. Hubo entre el Obispo de Poitiers y elPapa Beato Po IX, como hemos visto, una colaboracin personal y unagran coincidencia de pensamientos, concretamente en todo lo referente a ladescripcin y refutacin de los errores modernos. Y la contribucin de Pieal Concilio Vaticano I, sobre todo en el dogma de la infalibilidad pontificiafue, entre los Obispos franceses, quiz la ms importante.

    TambinLen XIII, Papa (1878-1903), que cre Cardenal al Obispode Poitiers (1879), recogi a veces, en citas implcitas, textos suyos.

    Uno de los plagios pontificios ms notables fue sobre aquel textode Pie: Hubo durante mucho tiempo, en el seno de la sociedad humana yfuera del claustro, un mundo que se mantena sinceramente cristiano. Hubodurante mucho tiempo, en todas las condiciones y estados de la vida, etc.

    (III,629-630). Len XIII, con la misma intencin apologtica, escribe en laencclicaImmortale Dei (1885, n.28): Hubo un tiempo en que la filosofadel Evangelio gobernaba los Estados, etc. Si se comparan completosambos textos, se advierte un gran paralelismo doctrinal.

    El magisterio de Mons. Pie, despus de su muerte, influy tambinnotablemente, a medio siglo de distancia, sobre San Po X, Papa (1903-1914). Un artculo de Fr. Nicholas Pinaud,Pius X and Cardinal Pie(23-X-2006) recoge en doble columna textos paralelos, en los que San Po X hace

    suyos o parafrasea prrafos enteros del Cardenal Pie. Es muy notable.

    La devocin de Po X por Pie vena de bastantes aos antes. CuandoMons. Sarto se aplic al aprendizaje del francs, ley con gran atencin lasobras del Obispo de Poitiers, llegando a decir: es mi maestro. l tambin,siendo Obispo de Mantua, convoc varios snodos diocesanos, y renov ladicesis en nueve aos, siguiendo los ejemplos de Mons. Pie. Ya siendoPapa, al recibir la visita de un sacerdote de Poitiers, ordenado por Mons.Pie, le felicit por tal hecho, y mostrndole su biblioteca personal, le

    mostr las Obras completas del Obispo de Poitiers, dicindole: hace aosque no paso casi un da sin leer algunas de sus pginas.

    http://www.angelusonline.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=306http://www.angelusonline.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=306http://www.angelusonline.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=306
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    Otro hecho muy significativo. San Po X, en su primera encclica Esupremi apostolatus, de 1903, expres como intencin y lema fundamentalde su pontificado Restaurar todas las cosas en Cristo. Y Mons. Pie, en1849, al tomar posesin de la sede de Poitiers, haba escrito a sus

    diocesanos: Si hubiera de dar una consigna, sera sta:Restaurar todas lascosas en Cristo.

    Y el lema episcopal del Obispo de Poitiers, Tuus sum ego, un sigloms tarde, fue precisamente el elegido por elPapa Juan Pablo II.

    III. El naturalismo anti-cristo

    Perdone, pero tengo informacin cierta de que el personal se va cansando deltema del Cardenal Pie.Y qu le vamos a hacer? Le cuento. En Burgos, en la Facultad de Teologa,hace aos, me encargaron seleccionar en los grandes fondos de la Bibliotecageneral los libros que deban reunirse en un Seminario de Espiritualidad,

    ponindolos ms a mano. Y revisando todos esos fondos, acumulados desde elsiglo XVI, pude comprobar, p. ej., que haba muy pocos ejemplares de las Obrasde San Juan de la Cruz, y que por el contrario se hallaban numerosas edicionesde obras comoAlfalfa espiritual para las ovejas de Cristo, o bienReloj asctico

    para despertar conciencias dormidas, y otros libros semejantes. Se veaclaramente que stos fueron en su tiempo los libros ms ledos por el personal, y

    que pocos lean a San Juan de la Cruz. Y qu le vamos a hacer? Yo hevenido al mundo para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37). Y el Cardenal Piedice la verdad. Y yo la digo.

    risto es Rey, y la Iglesia ora y labora para que reine sobre loshombres y sobre las naciones. Como ya confesamos en postsanteriores (20-21), Cristo es el Rey del mundo: a l le ha sido dado

    todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18); ya en el presentehistrico vive y reina por los siglos de los siglos, y sabemos adems conabsoluta certeza de fe que finalmente todas las naciones vendrn a

    postrarse en su presencia (Ap 15,4), y que su reino no tendr fin (Lc1,33). Esta verdad grandiosa es uno de los temas centrales de la sagradaEscritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

    Mons. Pie, recordando las tres primeras peticiones del Padrenuestrosantificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hgase tu voluntaden la tierra como en el cielo, escribe: Jesucristo, al ensear la oracindominical, dispuso que ninguno de los suyos pudiese cumplir el primeracto de la religin, que es la oracin, sin ponerse en relacin con todo lo

    que pueda hacer progresar o retardar, favorecer o impedir el reino de Diossobre la tierra. Y evidentemente, como las obras del hombre deben estar

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    coordinadas con su oracin, un cristiano no es digno de tal nombre si no seemplea activamente, de acuerdo a la medida de sus fuerzas, en procurareste reino temporal de Dios, y en despejar lo que lo obstaculiza (III,500).

    No queremos que l reine sobre nosotros (Lc 19,14). La fe enCristo Rey y en la conveniencia de que ya en la historia reine en el mundo,una fe siempre viva en la Europa cristiana, comienza a ser negadaabiertamente desde los comienzos del siglo XVIII por los filsofos, de losque parte la masonera, la Ilustracin, el liberalismo. El espritu diablicoinfunde as en los hombres la conviccin de que solamente lograrn ser deltodo libres, del todo hombres, cuando se sacudan el yugo suave y la cargaligera de Cristo (Mt 11,30), y afirmen con plena decisin, personal ycolectivamente. Es el mismo espritu que le hace decir al Israel rebelde aYav: no te servir (non serviam) Somos libres, no te seguiremos (Jer2,20.31).

    Esta rebelin de las naciones contra Cristo, iniciada en Occidente ydifundida a todos los pueblos que le siguen, es ya la forma cultural y

    poltica predominante en nuestra poca. Hombres de la cultura, yconcretamente los polticos, han sustrado, han robado el mundo a Cristo,

    su Seor natural. Y llevan siglos destrozando la antigua Cristiandadoccidental da a da, ms y ms, la cultura, las costumbres, la educacin, lasleyes, la vida poltica, los medios de comunicacin, el pensamiento, el arte,

    todo. Y aunque no llegan a derribar las Catedrales, ciertamente procuransiempre borrar hasta el menor vestigio secular del antiguo mundo cristiano.

    El Obispo de Poitiers combate el naturalismo y procura queCristo reine. Como ya comprobaremos ms adelante, no pocos catlicosde su tiempo, tambin obispos, sacerdotes y telogos, como tambin sucedehoy, asumen el convencimiento de que, efectivamente, Cristo debe reinaren los corazones de los hombres, pero no en la sociedad humana. Estimanque toda forma de colaboracin entre Iglesia y Estado, aunque sea

    perfectamente armoniosa, que d al Csar lo que es del Csar y a Dios loque es de Dios (Mt 22,21), es una forma de adulterio de la Iglesia, esposade Cristo, con el mundo secular. Consiguientemente piensan y dicen que lahistoria de la Iglesia se torci gravemente ya desde los tiempos deConstantino. El Syllabus de Po IX (19-55) contradice frontalmente estos

    planteamientos. Dice Mons. Pie:

    Es una proposicin explcitamente condenada por la Iglesia aquellaque afirma que la cristianizacin del poder y de las instituciones polticas

    por parte de Constantino y sus sucesores fue en s misma una cosanegativa. Nada que pertenezca a la necesidad del orden y a las exigencias

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    de la verdad puede ser negativo. La transformacin cristiana del rgimensocial era una consecuencia que deba seguirse lgicamente a la de losmiembros individuales de la sociedad. La expansin del Evangelio haba detraer con el tiempo la conversin de los Csares en cuanto Csares, y no

    solamente como particulares. Eternizar el muro de separacin entre elhombre privado y el hombre pblico hubiese implicado instaurar en elmundo el sistema del dualismo maniqueo, error principal contra el cual sedirigieron los primeros documentos de la polmica cristiana (IX,168).

    Contra el naturalismo y otros errores modernos. En la Troisimeinstruction synodal de Mgr. lvque de Poitiers son clerg diocsain

    (julliet 1862 et aot 1863) sur les principales erreurs du temps prsent,Mons. Pie denuncia con gran fuerza la posicin de los que se llamancatlicos independientes, que excluyen prudentemente a Cristo de lavida social: stos son realmente los adlteros, que se concilian con elmundo secular, y que se alan con aquellos que rechazan el reinado socialde Cristo. Combate contra los emancipadores o secularizadores; y msan contra los destas racionalistas, que, acompaados por pantestas,materialistas y ateos, rechazan lo sobrenatural como algo falso e imposible:

    En este sistema, la naturaleza se convierte en una suerte de recintofortificado, donde la criatura se encierra como en su dominio propio y deltodo inalienable. All se instala como si fuese completamente duea de s

    misma, munida de imprescriptibles derechos, teniendo que pedir cuentas,sin nunca tener que darlas. Desde all considera las vas de Dios, sus

    proposiciones y decisiones, o al menos lo que se le presenta como tal, yjuzga de todo con absoluta independencia. En suma, la naturaleza se basta,y poseyendo en s su principio, su ley y su fin, se construye su propiomundo, y se convierte poco a poco en su dios. All est el fundamento de

    la doctrina de la soberana del hombre, encarnada [polticamente] en lasoberana del pueblo (VII,191-192). A eso hoy se le llama a vecesinmanentismo, secularismo, laicismo radical.

    El naturalismo rechaza, pues, absolutamente la Revelacin y lagracia sobre-natural de Cristo. Y se puede decir que as como elcristianismo es la afirmacin de toda verdad y de todo bien, el naturalismoes el reino absoluto de la mentira y del mal (VII,193). El Obispo dePoitiers expresa abiertamente lo que los naturalistas piensan, sienten yquieren:

    Si bien es cierto que me avergenzo de todo lo que me degrada por

    debajo de mi naturaleza, tampoco siento atractivo alguno hacia lo que tienea elevarme por encima [la fe, la gracia, la esperanza de una gloria eterna, la

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    deificacin cristiana]. Ni tan bajo, ni tan alto. No quiero ser ni bestia, ningel; quiero ser solamente hombre Quedo, pues, agradecido a Dios porsus generosas intenciones, pero no aceptar ese beneficio, que sera para muna carga. Pertenece a la esencia de todo privilegio el que pueda ser

    rehusado. Y ya que todo ese orden sobrenatural, toda esa revelacin, es undon de Dios, gratuitamente sobreagregado por su liberalidad a las leyes demi naturaleza, yo me atendr a mi condicin primera: vivir segn las leyesde mi conciencia, segn las reglas de la razn y la religin natural. Y Diosno me negar, despus de una vida honesta y virtuosa, la nica felicidadeterna a que aspiro, el premio natural de las virtudes naturales (II,382-383).

    El que se ensalza ser humillado.En el fondo, el naturalista piensaque la gracia no sana, libera y eleva la naturaleza, sino que la oprime, laesclaviza y la destroza. El cautivo no quiere ser liberado, pues piensa quesus cadenas son collares y pulseras. No quiere el ciego que Dios abra susojos para que puedan ver la realidad. No quiere el hambriento ser saciado,ni el enfermo ser sanado. El naturalismo, en realidad de verdad, no es, enmodo alguno, exaltacin de la condicin humana, sino miseria,autolimitacin y pusilanimidad.

    Desgraciado mendigo del camino, el Rey te haba invitado a lasbodas de su Hijo, al banquete eterno de la gloria, y has desechado la

    invitacin. Sustancia ingrata, te has rehusado a esta afinidad gloriosa, ysers relegada entre los desechos y las deyecciones del mundo de la gloria;

    porcin resistente del metal puesto en el crisol, sers arrojado entre lasescorias y los residuos impuros (II,385).

    Jams la gracia de Cristo y de la Iglesia ha deprimido la naturalezadel hombre, sino que la ha sanado y ensalzado hasta unas alturas de

    perfeccin sobrehumana, personal y social, nunca conocidas en la historia.La misma razn, tericamente ensalzada por el naturalismo, ha venido a ser

    negada y atrofiada por el racionalismo naturalista, y bien puede decirse hoyque la filosofa ha muerto. Por eso si an queris encontrar algn hombreque haya verdaderamente conservado la fe en la razn humana, buscadlo enlas filas de quienes han guardado la fe cristiana en sus corazones (II,412).

    El naturalismo es el Anticristo. El naturalismo es lo ms opuestoque hay al cristianismo. En su esencial el cristianismo es completamentesobrenatural, o mejor, es lo sobrenatural mismo en sustancia y en acto.Dios es sobrehumanamente revelado y conocido, sobrenaturalmente amado

    y servido, sobrenaturalmente dado, posedo y gustado. As es todo eldogma, toda la moral, todo el culto y todo el orden sacramental cristianos.

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    Se supone ciertamente la naturaleza, y de manera indispensable, en la basede todo; pero esa naturaleza resulta por todas partes superada. Elcristianismo es la elevacin, el xtasis, la deificacin de la naturalezacreada (VII,193).

    El naturalismo, hijo de la hereja, es mucho ms que una hereja: esel puro anticristianismo. La hereja niega uno o varios dogmas, y que puedahaberlos. La hereja altera ms o menos las revelaciones divinas, pero elnaturalismo niega que Dios sea revelador. La hereja expulsa a Dios de talo cual parte de su reino, pero el naturalismo lo elimina del mundo y de lacreacin (ib.).

    A este Cristo, nuestro nico Seor y Salvador, a este Cristo que esdos veces nuestro dueo, dueo porque hizo todo, dueo porque rescattodo, se lo intenta excluir del pensamiento y del alma de los hombres,

    proscribirlo de la vida pblica y de las costumbres de los pueblos, parasustituir su reino por lo que llaman el puro reino de la razn o de lanaturaleza Tal es el signo de nuestra poca, su nota caracterstica, suerror, su crimen y su mal (VII,194).

    El diablo es el padre del naturalismo. El Obispo de Poitiers denunciacon toda claridad que el inspirador principal del naturalismo es el diablo. lfue el primero que se rebel contra Dios, y es opinin frecuente entre los

    Padres que Lucifer no acept el misterio de la Encarnacin del Verbo, ydecidi negar su adoracin a un hombre, Jesucristo, por divino que fuera,arrastrando en su rebelin a todos los demonios.

    Juzgndose herido en la dignidad de su condicin nativa, seatrincher en el derecho y en la exigencia del orden natural. No quisoadorar en un hombre la majestad divina, ni recibir en s mismo uncomplemento de esplendor y de felicidad derivado de esa humanidaddeificada. Al misterio de la encarnacin, objet la creacin; al acto libre de

    Dios opuso su derecho personal; en fin, contra el estandarte de la gracia,levant la bandera de la naturaleza. No se mantuvo en la verdad (Jn8,44), en la verdad del Dios hecho carne, en la verdad de la gracia y lagloria que emanan de Cristo. Y fue homicida desde el principio (ib.),

    porque jur la muerte del Hombre-Dios desde que el Hombre-Dios le fuemostrado (V,43). Por eso, cuando Cristo reproch a los judos que estabanmaquinando su muerte, les dijo: vosotros tenis por padre al diablo, yqueris poner en ejecucin los deseos de vuestro padre, que es homicidadesde el principio (Jn 8,44).

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    El naturalismo, pues, es obra del demonio, bajo cuyo influjo estn

    todos los que lo propugnan: son hombres diablicos; son, en palabras deCristo, hijos del diablo. En efecto, la antigua Serpiente, el Dragninfernal, arrojado del cielo con los ngeles que le siguen en su rebelin,

    segn nos refiere el Apocalipsis, intent hacer abortar a la Mujer de lahaba de nacer Cristo (Ap 12,4), y no habiendo conseguido matarlo en lacuna (Mt 2,13), ni vencerlo en la cruz, dejndolo para siempre en elsepulcro, al ver que se eleva glorioso hacia el trono celeste (Ap 12,5), seenfureci el Dragn contra la Mujer [Mara, la Iglesia], y se fue a hacer laguerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los

    preceptos de Dios y mantienen el testimonio de Jess (12,17). El diablopretende que toda la humanidad se una a su rebelin contra Cristo. sta esla substancia del naturalismo, aunque hemos de precisar ms adelante, conel favor de Dios, que se da en formas muy diversas, ms mitigadas oradicales. Pero sa es siempre en el fondo su substancia:

    Todo el trabajo del infierno se traduce fatalmente en el odio aCristo, en la negacin del entero orden de la gracia y de la gloria. La herejade los ltimos tiempos es el naturalismo, y ha debido llamarse as porque elnaturalismo es anticristiano por excelencia (V,45). Rene en s todas lasherejas posibles. Es anticristiano y diablico.

    IV. El relativismo liberal vigente

    Lo reconozco, aunque me cuesta mucho: el tipo este, Pie, era un fenmeno, untipo formidable.

    Ya se lo deca yo. El tipo este, como usted dice, el Obispo de Poitiers, fue ungran Obispo catlico, uno de los mayores de su tiempo.

    l liberalismo, a partir del siglo XIX, impone el naturalismo entodos los mbitos, en la poltica y las leyes, en la cultura y la

    educacin, en la pedagoga y el arte, en todo. Su definicin es muysencilla.El liberalismo es la afirmacin absoluta de la libertad del hombrepor s misma; es la afirmacin soberana de su voluntad al margen de lavoluntad de Dios o incluso contra ella. Es, pues, un rechazo de la soberanade Dios, que viene a ser sustituida por la de los hombres, es decir, entrminos polticos, por una presunta soberana del pueblo, normalmentemanipulada por una minora poltica, bancaria y meditica. Histricamente,el liberalismo es, pues, un modo de naturalismo militante, un atesmo

    prctico, una rebelin contra Dios. As lo describi ya muy claramenteLen XIII en su encclica Libertas, de 1888. Tanto Pie como Len XIIIdistinguen grados muy diversos en el liberalismo, que algunos cristianos,

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    por ejemplo, profesan solamente en referencia a la vida social y poltica.Pero tambin muestran cmo la substancia del liberalismo viene a darse entodas sus muy diversas modalidades.

    Por otra parte, es muy importante sealar que el liberalismo es elpadre del socialismo y del comunismo. Ellos son sus hijos naturales, comoPo XI lo explica claramente en la Divini Redemptoris, de 1937. Son todosde la misma sangre: seris como Dios, conocedores del bien y del mal(Gn 3,5); no queremos que l reine sobre nosotros (Lc 19,14). ElEstado liberal, socialista o comunista, como forma poltica y culturalimpuesta al pueblo de modo suave y sutil o violento y revolucionario, peroen todo caso diablico, se constituye como una contra-Iglesia,apropindose de todas las funciones del reinado de Cristo sobre lasociedad. Histricamente no surge as un Estado pagano, sino un Estadoapstata, pues nace en pueblos de secular filiacin cristiana. Y no es, portanto, un Estado neutral y simplemente laico, sino anti-cristiano, antiCristo.

    Un mundo sinDios y contraDios se hace necesariamente anti-humano. Mons. Pie, en medio de un ambiente liberal tan generalizado, queafectaba a no pocos obispos, sacerdotes e intelectuales catlicos, entendi

    perfectamente la condicin tirnica congnita al naturalismo liberal, y loque es ms, se atrevi a denunciarla con toda fuerza. Vino a ser de estemodo una luz en las tinieblas, y su enseanza, lcida y valiente, apoy y

    prepar las preciosas encclicas antiliberales de los Papas, afirmndose ensu tiempo con muy pocos apoyos uno de los principales fue el de DomGuranger, gran liturgista, pero tambin gran apologista: tanto que algunosle llamabanDom Guerrier(Dom Guerrero).

    Mons. Pie denuncia a un mundo moderno que quiere construirsesinDios, y por tanto contraDios, como un mundo anti-humano. Sopretexto de escapar a la teocracia imaginaria de la Iglesia, hay que aclamarotra teocracia tan absoluta como ilegtima, la teocracia del Csar, jefe y

    rbitro de la religin, orculo supremo de la doctrina y del derecho;teocracia renovada de los paganos, y ms o menos realizada ya en el cismay la hereja, en espera de que tenga su pleno advenimiento en el reino del

    pueblo sumo-sacerdote y del Estado-Dios, con que suea la lgicaimplacable del socialismo. Es decir, a fin de cuentas, que la filosofa sin fey sin ley ha pasado en adelante de las especulaciones al orden prctico, seha constituido en reina del mundo, y ha dado a luz la poltica sin Dios.

    La poltica as secularizada, tiene un nombre en el Evangelio: all

    se la llama el prncipe de este mundo, el prncipe de este siglo (Jn 12,31;1Cor 2,6-8), o bien asimismo el poder del mal, el poder de la Bestia (Ap

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    11,7; 13,4). Y este poder () con una rapidez de conquista que ni siquieraconoci el islamismo, este poder emancipado de Dios y de su Cristo, hasubyugado casi todo a su imperio, los hombres y las cosas, los tronos y lasleyes, los prncipes y los pueblos (III,515-516).

    La prepotencia de la poltica sinDios no tiene lmites. Y loscatlicos liberales, por oportunismo cmplice o por conviccin errnea, se

    pliegan a ella, la aceptan y colaboran con ella, y por tanto unen sus

    fuerzas con la de los agnsticos y ateos para rechazar en los Estadosmodernosliberales, socialistas, comunistas, dictatorialestodo vestigio dela Autoridad divina y de la realeza de Cristo. Sin ellos hubiera sidoimposible una descristianizacin del Occidente tan rpida, extensa y

    profunda. Y es as como nace el Leviatn moderno, la Bestia poltica depoder absoluto:

    Nada admite que pueda sustraerse a su tirnica dictadura. Suproyecto consiste en el sometimiento de la tierra entera a su imperio: dixit

    [Nabucodonosor] cogitationem suam in eo esse, ut omnem terram suosubjugaret imperio (Jdt 2,3). De modo semejante, la Bestia poltica

    moderna absorbi todo en su autocracia: religin, propiedad, autoridadpaterna, corporaciones, leyes, costumbres, libertades, nada ha respetado

    No deja en pie a ningn otro dolo que a s misma. Toda voz debe ponerseal unsono con su voz. Todo dogma, aun sobrenatural y revelado, acaba por

    ser un programa sedicioso si est en desacuerdo con sus teoras. Todaconciencia, aun la formada segn la ley divina, debe dejarse remodelar ymodificar por la conciencia y la ley de los tiempos modernos (V,404-405).

    En el mundo de la poltica, concretamente, el nombre de Dios sehace impronunciable los mismos polticos catlicos lo silenciansistemticamente. La Educacin para la Ciudadana ser el catecismoobligatorio. Quien no reconozca, por ejemplo, que todas las variantes de lasexualidad son igualmente naturales ser expulsado de la vida poltica a

    no ser que guarde cautelosamente su conviccin en un silencio absoluto,podr ser privado de su profesin docente e incluso penado como undelincuente. No se reconoce la posibilidad de la objecin de conciencia aun mdico o a una enfermera que se nieguen a practicar un aborto. Y assucede en tantas cuestiones. Sencillamente, es imposible que los derechosdel hombre sean respetados cuando no se reconocen y respetan losderechos de Dios, en los que aquellos hallan su defensa y fundamento.

    El hombre moderno queda as despojado y embrutecido. El

    orgullo humano haba proclamado solemnemente la decadencia de lareligin cristiana, y sealado el trmino prximo de su muerte. La filosofa

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    suplantara al Evangelio; el Estado dispensador de toda instruccin,sustituira a la Iglesia; y el sacerdocio laico cumplira por su parte elministerio espiritual de las almas en lugar del viejo sacerdocio al que Cristohaba dicho: id y ensead (II,117-118). Dios ha muerto (Hegel,

    Nietzsche, Marx, etc.).Los resultados histricos de estas enormes mentiras son, sin

    embargo, para la humanidad trgicos, brutales, degradantes, y confirmanque el diablo es mentiroso, es el padre de la mentira, y homicida desde el

    principio (Jn 8,44). No se conocen en la historia siglos tan turbulentos yhomicidas como los siglos XIX y XX. Millones y millones de homicidiosen guerras y abortos El hombre, rechazando la elevacin deificante quele ofrece el Hijo de Dios hecho hombre, se hunde en abismos deimbecilidad y divisin, de fealdad, crueldad, mentira y muerte.

    Cuando la presencia de Cristo, que habitando en nosotros por la fenos eleva a una altura divina, se debilita en nuestras almas, con ella seopaca necesariamente el rayo de luz eterna que constituye el principio denuestra naturaleza inteligente y moral, de tal suerte que, por unacorrespondencia tan rigurosa como es real en Jesucristo la unin hipostticadel hombre con el Verbo, all donde el cristiano se eleva, el hombre seeleva con el cristiano, y all donde el cristiano desciende, el hombredesciende con el cristiano. Si, pues, una sociedad dejase de ser cristiana, se

    vera cmo la humanidad declina, se desploma, se atrofia cada da ms(III, 635-636).

    Solo la verdad es amiga de los hombres y de las cosas . El error,como la maldad, mintindose primero a s mismo, miente luego a los queseduce. Rechazando al Cristo que vino que los hombres tengan vida y latengan con gran abundancia, toda hereja, y con mayor razn toda doctrinaincrdula e impa, es ese ladrn que no viene sino para robar, matar y

    destruir (cf. Jn 10,10). (VII,216). La maldad da muerte al malvado (Sal

    33,22).

    Bien dijo el Sabio: vanos son por naturaleza aquellos hombresque carecen del conocimiento de Dios (Sab 13,1) No sonverdaderamente hombres, sino sombras y fantasmas de hombres, dehombres que no se mantienen ya de pie, de hombres inconscientes, fugaces,incapaces ya de captar ni retener nada; generacin condenada a ladesgracia, que se limita a buscar sus salvadores entre los muertos, como silos muertos pudiesen ofrecer una esperanza de salvacin. Si este pueblo es

    llevado cautivo, si es desmembrado, si es entregado a merced de todos losenemigos de fuera y de dentro, es porque su casa perdi la llave de toda

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    sabidura y el principio de toda fuerza, al perder el conocimiento de Dios(VII,207-208).

    El mundo sin Cristo se hunde en la miseria. Con admirable

    lucidez, el Obispo de Poitiers describe las miserias de una sociedadnaturalista, liberal, laicista, relativista, sin esperanza y sin Dios en elmundo (Ef 2,12). Y en varias ocasiones lo hace tomando del Evangeliocomo analogas fundamentales,

    el hijo prdigo (Lc 14,11-32; V,92), alejado del padre, cado en lamiseria moral, hambriento, reducido al servicio de los cerdos, y sin quenadie mire por su bien;

    los ciegos y sordomudos sanados por Cristo, que no ven nientienden la realidad, no oyen a Dios, han perdido el habla, la capacidad decomunicarse con Dios y con los hombres (VI,234-235);

    la mujer encorvada, incapaz de mirar hacia arriba, con su rostrohacia la tierra, como un animal, sujeta as por Satans dieciocho aos (Lc13,10-17; VI,138-141);

    aquel muchacho endemoniado, que se tira al fuego y al agua,atormentndose a s mismo (Mt 17,14-18; VIII,18). En este caso ltimo, los

    apstoles, por su poca fe, no han podido librarle de su cautividad diablica.Es preciso que el padre del joven, y tambin los apstoles, acudan a Cristo,el Seor, el nico que tiene poder para sanar a los pecadores, ciegos,sordos, mudos y endemoniados de nuestro tiempo y de todos los tiempos.

    Cuando un pueblo no da a Dios lo que le debe, es obligado adarlo todo al Csar, sea ste un rey o un emperador absoluto, un partidonico comunista, nazi o fascista, una dictadura, o una democracia socialistao liberal, que todo lo invade, domina y regula. En el fondo, viene a ser lo

    mismo. Cuando un pueblo rechaza la soberana del Seor y sacude su yugo,cuando el nombre mismo de Dios queda eliminado de la vida poltica ysocial, ciertamente cae bajo el dominio de la Bestia estatal apocalptica. Yentonces, aquellos cristianos que acepten el sello de la Bestia en la frente yen la mano sern respetados y apreciados, vendrn a ser mundanos, esdecir, apstatas. Y aquellos otros que, con Cristo Rey, se empeen encombatirla con la oracin, la cruz y los medios que tengan a su alcance,sern perseguidos a muerte.

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    V. Reino de Cristo y mundo secular

    Sigo pensando que este Pie era un tipo formidable. Pero este blog va a tratarya de l indefinidamente, es decir, para siempre?

    No, hombre, no. Con el prximo,y VI, ya termino. Aguante un poco ms.

    uchos catlicos de hoy no entienden nada del tiempopresente. Entienden al revs la historia de la Iglesia y lasituacin actual. Han asimilado lo que les han enseado en la

    escuela, la Universidad, lo que les dicen polticos y periodistas, laliteratura, la radio, la TV, y tambin los autores catlicos liberales. Portanto, estn ciegos para ver el mundo presente como robado a Dios y a suCristo, y como puesto bajo el influjo del Maligno. No acaban de enterarsede que la Bestia estatal trata de dominarlo todo, para sustraerlo cada vez

    ms de Dios y sujetarlo ms plenamente a Satans.

    Nuestro Seor Jesucristo reprocha a los judos resistentes alEvangelio que no saben discernir los signos del tiempo presente (Lc12,56). Siglos antes, por el contrario, los judos exilados en Babiloniasaban que estaban desterrados en un pas idlatra y pagano. Y tambin los

    primeros cristianos saban que, viviendo en el marco del Imperio Romano,haban de padecer persecuciones frecuentes y un psimo condicionamientomundano degradante. En cambio y aqu est el gran error y el gran

    peligro los cristianos de los ltimos tiempos apenas se enteran de queviven en Babilonia, en un mundo que est en buena parte configurado ygobernado por el Prncipe de este mundo (Jn 12,31), o ms an, por eldios de este mundo (2Cor 4,4). A estos cristianos, incluso no pocas vecesa los mejores, les ha faltado la predicacin verdaderamente apostlica: nose han enterado de que el mundo todo est en poder del Maligno (1Jn5,19; cf. Ap 13,1-8). Y es que la historia de la Iglesia es misteriosa, es unahistoria sagrada, an ms sagrada y misteriosa que la de Israel, y lo mismoque sta, necesita hagigrafos que la cuenten y la interpreten. sa fue una

    de las misiones bien cumplidas por el Obispo de Poitiers.

    Da pena ver tantos catlicos engaados. Cuando en una revistacatlica se comenta un suceso horrible, describindolo como un gesto de

    brbaros, cruel, salvaje, indigno de una sociedad civilizada: un actomedieval, propio de una cultura retrgrada, basada en conceptos absurdos;o cuando un Obispo reprueba indignado ese suceso diciendo: pareceincreble que, en pleno siglo XXI, viviendo en democracia, etc.; o cuando un poltico cristiano combate una ley criminal, alegando que no

    representa el sentir popular, y que por tanto no respeta la soberana delpueblo, y en otros casos semejantes, nos damos cuenta de que no pocos

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    fieles, y tambin Pastores sagrados, viven completamente engaadosacerca del tiempo presente.

    Sencillamente: en materias polticas y sociales sobre todo, estos

    cristianos han asimilado a fondo no pocos errores del mundo moderno ,marcado por el relativismo, el naturalismo, el liberalismo. Ya no combatenestos grandes errores, porque ms o menos creen en ellos. Y esto, despusde todo, no debe sorprendernos demasiado, si recordamos que ya Cristo ysus Apstoles anunciaron abiertamente que en los ltimos tiempos lograrSatans engaar a muchos (Mt 24,24; 2Pe 3; 1Tim 4; 2Tim 3). Por esoMons. Pie lucha con todas sus fuerzas contra el Enemigo, procurandodesengaara los cristianos, para liberarlos de l:

    Veo en la Iglesia dos clases de persecuciones: la primera, durantesus comienzos y bajo el Imperio Romano, en la que prevaleci la violencia;la segunda, al fin de los siglos, donde imperar el reino de la seduccin. Noquiero decir con esto que all no habr violencia, as como en la Roma

    pagana, donde predomin la violencia, no dej de haber seduccin. Perouna y otra se diferencian por lo que en ellas predomina.En la ltima fase seharn presentes los signos ms engaosos que jams se hayan visto, con lamalicia ms escondida y la piel de lobo mejor cubierta con piel de oveja(III,539).

    Cristianismo y mundo moderno se contraponen frontalmente. Yasabemos que esta afirmacin, aun siendo evidente, hoy atrae el anatema demuchos cristianos que estn engaados por los errores modernos, y que poreso mismo aborrecen el nefando Syllabus de Po IX que los denuncia(1864). Pero ese enfrentamiento Reino-mundo est mil veces enseado porla Sagrada Escritura, por el Magisterio de la Iglesia, tambin por el concilioVaticano II: a travs de toda la historia humana existe una dura batalla,etc. (GS 37b; cf. 13b), y en modo alguno es una enseanza individual delBeato Po IX o del Obispo de Poitiers. El mrito de stos, con pocos pero

    preciosos apoyos, fue que afirmaron esa verdad con gran fuerza, cuando eraignorada o negada por muchos cristianos, Pastores y telogos. Ellos nihicieron sino dar en el mundo el testimonio de la verdad:

    Jams [como hoy] la lucha entre el hombre y Dios haba sido msdeclarada, ms directa. Jams generacin alguna haba roto de manera msabsoluta toda alianza con el cielo. Jams una sociedad haba dirigido msinsolentemente a Dios esta palabra: vete! ([vete lejos de nosotros, noqueremos saber de tus caminos] Job 21,14). El hombre ha desterrado a la

    divinidad del dominio de todas las cosas de la tierra, y ahora reina allcomo seor (I,98-100).

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    Ante esa abominacin, los fieles cristianos, que quieren que Cristoreino y que se niegan a dar culto a la Bestia, claman sin cesar: Levntate,Seor, que el hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia.Seor, infndeles terror, y aprendan los pueblos que no son ms que

    hombres (Sal 9,20-21).

    Muchos cristianos ignoran hoy que viven en Babilonia bajo elimperio de Satans. Olvidando o ignorando las enseanzas del Salvador,confan en la virtualidad salvfica, al menos relativa, de ciertas leyes, detales partidos polticos o de algunos Organismos internacionales. Ignoranque todas aquellas fuerzas polticas y culturales que se cierranhermticamente a Cristo, y que lo combaten, estn actuando bajo el poderdel Prncipe de este mundo. Colaboran con ellos sin problemas deconciencia, y si es con un buen sueldo, tanto mejor y con mayorentusiasmo. Creen as en aquellos falsos mesas, que preparan el plenoadvenimiento del Anticristo (Mt 24,4-5.24-25) Os aseguro que yamuchos se han hecho anticristos (1Jn 2,18). Quien no confiesa queCristo vino en carne es seductor y anticristo (2Jn 7). Es anticristo quienniega al Padre y al Hijo (1Jn 2,22). sta es vuestra hora y el poder de lastinieblas (Lc 22,53).

    Estos cristianos engaados no saben que el combate actual por elReino no es tanto contra hombres de carne, sino contra los demonios que

    les inspiran y sujetan, y por eso, en su lucha por un mundo mejor, no tomanla armadura de Dios (Ef 6,12-20). Pretenden afirmar el Reino en elmundo con revistas dbiles, manifestaciones festivas, cartas al director,camisetas con lemas, concentraciones juveniles, campaas en internet, etc.,acumulando as derrota tras derrota, retrocediendo siempre ante el poderavasallador del Maligno y de los suyos. Todas las actividades aludidas son

    buenas y bienintencionadas, pero hay que practicar esto, sin omitiraquello (Mt 23,23): es decir, sin omitir las rogativas, la oracin de laIglesia en tiempos de afliccin, la penitencia, el rosario, el adiestramiento

    familiar y catequtico para estar en el mundo sin ser del mundo, y ante todoel testimonio bien claro (martirial) de la verdad de Cristo. Esos cristianosengaados, por ignorar tantas verdades, estn destinados al fracaso. Cristoanuncia a sus discpulos la persecucin del mundo, pero les confortadicindoles: confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16,33). Ellos, sinembargo, no pueden vencerlo, porque ni siquiera lo combaten; estn ya

    previamente derrotados, porque en el fondo creen que Satans y los suyosdeben ser quienes gobiernen el mundo secular.

    Los cristianos de hoy, ante todo, han de enterarse de quin les estgobernando, y han de saber que el camino actual del mundo secular lleva

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    colectivamente a una perdicin temporal y eterna. Toda planta que nohaya plantado mi Padre celestial, ser arrancada de raz. Djenlos! Sonciegos que guan a otros ciegos. Y si un ciego gua a otro ciego, amboscaern en el hoyo (Mt 15,13-14).

    Nada es para m en la hora actual ms desolador que ver estaenorme multitud de hombres, por otra parte serios, que siguen buscando lafuente de todos los males por doquier, excepto donde est, y que siguenesperando la salvacin de todo, excepto de aquello que puede conseguirla(VII,76).

    Afirmar la verdad, encender la luz en las tinieblas, es hoy latarea ms urgente de la Iglesia. As lo entiende y lo proclama conespecial empeo nuestro Santo Padre, Benedicto XVI. La perdicin de los

    pueblos est en la negacin de Dios. Abortos, divorcios, droga,criminalidad, degradacin de costumbres, enfermedades mentales, vidadesesperada, suicidios, fealdad del arte, ignorancia orgullosa de s misma,lujuria generalizada, rebelda, divisiones, nacin partida en partidos, que se

    parten a su vez en ms partidos, falsificacin de la historia, negacin de lapropia identidad nacional, disminucin tal de la natalidad que ciertasnaciones se vern dominadas en unos cuantos aos por los inmigrantes queahora ocupan en ellas lugares serviles, etc.: todo eso viene de la negacinde Dios y de su enviado Jesucristo. Por tanto, afirmar a Dios, a Cristo, a su

    Iglesia, es hoy la misin ms urgente de los cristianos.

    Jams el globo terrestre ha estado envuelto en una nube ms espesa,jams la humanidad ha caminado por caminos ms sombros y oscuros. Sedira que ha retornado el primer comienzo de la creacin, cuando todo eracaos y las tinieblas cubran la superficie del abismo, no habiendo Dios anseparado las tinieblas de la luz. En pleno da dudamos, tanteamos,tropezamos como en la noche Y los conductores de los pueb los, msciegos an que aquellos a quienes conducen, no logran sino precipitarnos

    con ellos en una misma fosa (VIII,167).

    Ya vimos que estas mismas verdades eran ya afirmadas en el sigloXVII por santos como La Colombire y Grignion de Montfort (post 4).Pues bien, hoy son verdades ms verdaderas, si cabe, pero mucho mssilenciadas. Entonces podan decirse, hoy no. Al menos, casi nadie las dice,temiendo verse proscrito.

    Toca a nosotros proclamar ms alto que nunca que no hay sino un

    solo Nombre bajo el cielo en el que los hombres pueden ser salvados, elnombre de Jess [Hch 4,12] Toca a nosotros proclamar que el

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    cristianismo es inmutable, y que la Revolucin que cambi la faz social deFrancia y de una parte del mundo, no ha cambiado nada de la obligacin

    positiva en que estn todos los hombres de conocer y practicar la religinsobrenatural y divina, nica que puede obrar la salvacin de las almas y

    de los pueblos (III,199). Volved a colocar la verdad sobre su pedestal;enseguida habr numerosos hombres, y no tendris otro problema que el deelegir a alguno de ellos, para que gue a los otros (VII,260). Ocurre comoen los tiempos de la ruina del Imperio Romano: Romanus orbis ruit, ettamen cervix nostra erecta non flectitur[cae en ruinas el Imperio, pero semantiene erecta nuestra cerviz] (San Jernimo). Llenos de horror por elmal, tenemos an ms horror por el remedio. Y porque no estamosdispuestos a suprimir la causa de la enfermedad, la enfermedad esincurable (VII,76-77).

    El reinado social de Cristo es el nico plan vlido para lospueblos. Todos los otros planes llevan a perdicin. Sin embargo,abrumados muchos cristianos por el poder generalizado de Satans sobre elmundo, se pliegan a ese poder, lo aceptan al menos como inevitable,admiten como irremediable que el poder del Maligno impere sobre elmundo, llegan a pensar que el cristianismo es aplicable solo a personas yfamilias, o a pequeas comunidades, pero no a la sociedad. Estiman

    piadosamente que, por permisin de la Providencia divina, el mundo todoest bajo el Maligno (1Jn 5,19), y que no pueden cambiarse los planes de

    Dios.

    Pero decir que Jesucristo es el Dios de los individuos y de lasfamilias y no el Dios de los pueblos y de las sociedades, es decir que no esDios. Decir que el cristianismo es la ley del hombre individual, y no la leydel hombre colectivo, es decir que el cristianismo no es divino. Decir que laIglesia es juez de la moral privada y domstica, y que nada tiene que vercon la moral pblica y poltica, es decir que la Iglesia no es divina(VI,434).

    Estos cristianos, que aceptan el naturalismo liberal, consideran quizque la Europa de Carlomagno, de San Luis de Francia, de San Fernando deEspaa, de San Esteban de Hungra, de los Reyes Catlicos fue un sueo

    pasajero, y que sera una exageracin afirmar la histrica realidadmilenaria de la Cristiandad (cf. P. Alfredo Senz, S. J., La Cristiandad.Una realidad histrica, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2005). Nocombaten, consecuentemente, al Enemigo del gnero humano,considerndolo invencible, sino que se concilian con l, buscando un lugar

    favorable en su Imperio siniestro. Todo intento de evangelizar el mundo en

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    su vida social y poltica sera irrealizable, y por tanto vano, intil, malo,incluso perjudicial para la Iglesia.

    Pero nada hay de quimrico en el programa [del Evangelio] al que

    se deben tantos beneficios de primer orden.Lo que es de verdad quimrico,lo que es irrealizable, es el programa de la Revolucin, no el de la Iglesia .Cuando la Iglesia pone sus principios, aun cuando impliquen una

    perfeccin que no ser jams alcanzada en la tierra, quiere susconsecuencias, todas sus consecuencias. Cuando la Revolucin pone sus

    principios, no quiere sino una parte de sus consecuencias; frena, encadenalas consecuencias demasiado generales y extendidas; la consecuenciaextrema y total sera el infierno. La Revolucin no puede y no quiere serlgica hasta el fin. La Iglesia puede y quiere serlo siempre: nada en elmundo es ms prctico y menos quimrico (V,189).

    Supongamos el caso imposible de un pueblo que viviera cabezabajo,con los pies por alto, y que en consecuencia estuviera abrumado por malesinnumerables. De poco servira que les llevramos medicinas, alimentos,ropa, etc., si no cumpliramos con aquellos pobres hombres la caridad msurgente: decirles que se pusieran de pie, con la cabeza arriba y los pies enla tierra. Solo la verdad podra liberarlos de sus miserias. Habramos, pues,de advertirles bien claramente que, si no lo hacan, de ningn modo podransuperar sus males; habramos de gritarles que, de seguir cabeza abajo no

    tenan remedio! Y en el supuesto de que, obstinados en su error, no nosquisieran creer, nada nos eximira del deber fraterno de darles eltestimonio de la verdad, una y mil veces. sa fue la norma del Obispo dePoitiers, y sa es la norma de Cristo y de todos los santos.

    VI. Un gran Obispo

    Por fin. Termina esta serie de posts sobre el Card. Pie, una serie de longitud

    realmente monstruosa.Hombre, larga ha sido, pero tanto como monstruosa no. Yo he publicado librosde 300 o de 1.000 pginas, y no tengo noticias de que hayan provocado en suslectores infartos, apoplejas, ataques epilpticos ni nada semejante. Por esoespero que a los lectores de este serie de posts no les pase nada.

    os catlicos liberales estiman que no debe Cristo reinar sobre elmundo secular, sino solamente sobre las conciencias individuales,las familias o pequeas comunidades. As lo veamos en posts

    anteriores. Ellos reconocen que a Cristo le ha sido dado todo poder en el

    cielo y en la tierra (Mt 28,18); pero creen que el bien comn de lospueblos se logra mejor si esa autoridad de nuestro Seor Jesucristo no se

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    ejerce sobre las sociedades. Esta posicin, aunque no lo quieran quienes lamantienen, lleva consigo inevitablemente la conviccin de que el mundo

    secular debe ser dejado bajo el influjo del Maligno Pero tal conviccin

    es incompatible con el Evangelio, y solo puede ser mantenida por cristianos

    infieles. O tontos.

    La infidelidad, por muy general que se haga, sigue siendoinfidelidad. Se preguntaba el Obispo de Poitiers se lo preguntaba amediados del XIX, cuando el 90 % de los cristianos iba a Misa, cuandohaba vocaciones, etc., si el Evangelio que viva la mayora de loscatlicos de su tiempo, tan mundanizados en no pocos pensamientos ycostumbres, era el mismo que predicaron y vivieron sus antecesores, SanHilario, San Martn de Tours Porque se trata de

    un cristianismo que capitula cotidianamente ante Satn, que pactacon las pompas del mundo, que amalgama las tinieblas con la luz, a Belialcon Jesucristo; un cristianismo que cambia segn todo viento de doctrina,que revisa y corrige a cada instante las verdades de la fe, las enseanzas dela Iglesia, segn los prejuicios y las opiniones mviles del tiempo; uncristianismo que duda de s mismo, y que no tiene ni el coraje ni ladignidad de sus convicciones; un cristianismo demasiado a menudo sinespritu de penitencia, sin prctica de la mortificacin, y que se imagina

    poder subsistir llevando una vida cmoda y sensual; un cristianismo que

    relega al segundo o, mejor, al ltimo lugar en nuestros afectos, elsentimiento que debera ser el primero y el ms fuerte de todos: maximumet primum (Mt 22,38), el amor al Seor, nuestro Dios (III,294-295).

    Y esta apostasa implcita y tan frecuente en el pueblo cristiano,segua diciendo, afecta tambin en ocasiones a sacerdotes y telogos, y alos obispos que los toleran o los apoyan:

    A la misma teologa sagrada se le pide suavizarse, modificar los

    principios antes invariables. Hay telogos que se agotan estudiando hastaqu punto podrn flexibilizar lo que durante mucho tiempo fue reputadoinflexible Todas las verdades son disminuidas, todas las virtudes sondebilitadas. Y si los cristianos de los viejos siglos retornasen a la tierra, noreconoceran sino fantasmas de cristianos (III,631).

    Los catlicos liberales, moderados, combaten a los catlicos fielesa la Escritura, a la Tradicin, al Magisterio apostlico. Son para ellos unosfanticos, gente que propugna metas imposibles, cristianos que enfrentan a

    la Iglesia con el mundo moderno, distancindola de l irremediablemente.Con frecuencia denuncia Mons. Pie a estos catlicos, que en la afirmacin

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    de ciertas verdades de la fe ignoradas o negadas no ven sino un escndaloque se agrega al escndalo de quienes las rechazan. Ellos, cuando losapstoles de la verdad se esfuerzan por hacer su voz ms fuerte que la delos apstoles de la mentira, unen su indignacin a la del enemigo.

    Ya el Apocalipsis afirma que un lago ardiente de fuego y azufreaguarda a los cobardes e infieles (21,8). Los catlicos liberales ymoderados son pacifistas falsos, que se escandalizan de las luchas del

    pueblo de Dios con el mundo. Ellos rehuyen el combate que es necesariopara la paz, y hacen virtud de su cobarda. Porque la paz verdadera deCristo es una paz que desciende como don de Dios a travs del combate delos cristianos con el mundo diablico. No pensis que yo he venido a traer

    paz sobre la tierra; no he venido a traer paz, sino espada (Mt 10,34).Basta, pues, de engaos y mentiras dentro de la misma Iglesia:

    Es tiempo de romper esta alianza de la luz y de las tinieblas, decondenar esta frecuentacin casi simultnea de la mesa del Seor y de lamesa de los demonios, esta amalgama impura de los sacramentos cristianoscon los misterios totalmente paganos (IV,135).

    Luchemos con buen nimo por el Evangelio, seguros de lavictoria final de Cristo. Hasta el fin de los tiempos ser deber de losverdaderos cristianos, de los hombres de fe y de coraje, trabajar sin

    descanso por el triunfo del reino de Dios sobre la tierra. Nuestro apostoladonunca deber ser alcanzado por el descorazonamiento. Y cuando eluniverso al desplomarse nos trague en sus ruinas, aun entonces habremosde caer teniendo todava la palabra de salvacin en nuestros labios, yafirmando ante los prncipes y los pueblos las leyes que dan vida a lasnaciones (IV,6). No importa que seamos pocos, y que sean mucho msnumerosos nuestros enemigos: basta un pequeo nmero de confesores

    para salvar la integridad de la doctrina. Y la integridad de la doctrina es lanica posibilidad de restablecer el orden en el mundo (V,203). La

    esperanza jams quedar confundida (Rm 5,5). Por tanto, arrojemos todoel peso del pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos al combateque se nos ofrece, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe,Jess (Heb 12,1-2).

    No sabis que los santos han de juzgar al mundo? (1Cor 6,2).El cristiano que acepta el puesto de los acusados se engaa de lugar: lo quele compete no es el banquillo de los acusados, sino el tribunal del juez. Esel cristiano quien tiene el metro en sus manos. No se deje mensurar en la

    medida del hombre y de los criterios del hombre aquel que posee el metrodivino y los criterios de Dios. No se deje reformar segn las doctrinas

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    cambiantes de este siglo aquel que debe reformar este siglo segn la reglainvariable que le ha sido dada, la palabra de Dios y la enseanza de laIglesia (III,123-124). Hijos mos, vosotros sois de Dios y habis vencidoa esos falsos profetas, porque Aquel que est en vosotros es ms grande

    que el que est en el mundo (1Jn 4,4).A nosotros nos toca responder con el grito de guerra del arcngel

    victorioso: Quis ut Deus? A nosotros nos corresponde combatir el buencombate en esta gran lucha en que tenemos a nuestro favor cuatro mil aosde promesa y dos mil de victoria (IX,513). Nos toca a nosotros combatircon esperanza por la paz, sirviendo al Prncipe de la paz, Jesucristo: yoformo la luz y yo doy la paz (Is 45,7). Es Cristo el nico que puede darnosla paz que el mundo no puede dar (Jn 14,27). Por la fe, tenemos paz conDios por medio de nuestro Seor Jesucristo (Rm 5,1). Dando gloria a Diosen el cielo, traemos la paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14).

    Es la doctrina del Obispo de Poitiers la misma del Magisterioapostlico actual? Por supuesto que s, es la misma porque es verdadera, yla verdad de Cristo permanece para siempre. Concretamente, la condena delnaturalismo liberal hecha con tanto fuerza por Mons. Pie sigue siendomantenida por la Iglesia, aunque lo haga con menos frecuencia y con otrotono: es preciso que reine Cristo. La Iglesia sigue condenando todonaturalismo, liberal y secularista, que propugne: no queremos que Cristo

    reine sobre nosotros. La enseanza del Obispo de Poitiers no solocoincide con el Magisterio apostlico de su tiempo y de la pocasubsiguiente, sino tambin con el Magisterio actual.

    Es cierto que con el tiempo ha cambiado el tono en esa enseanza.En el siglo XIX lo mismo Pie que las encclicas pontificias combatan muyclamorosamente un naturalismo anti-cristiano que pugnaba entonces porapoderarse del mundo social, cultural y poltico. Actualmente la situacines diferente, sobre todo desde mediados del siglo XX: esa secularizacin

    del mundo es ya un hecho consumado. A mediados del siglo XX ycomienzos del XXI, la expulsin total de Dios es ya en la vida pblica de lasociedad la forma misma del mundo moderno.

    Por eso ya despus de Po XII apenas hay en el Magisterio grandesdocumentos sobre doctrina poltica, aunque s los hay sobre doctrina

    social; pero no es lo mismo. Si la Biblioteca de Autores Cristianos, deMadrid, que public en 1958 un volumen de 1.073 pginas, titulado

    Doctrina pontificiaDocumentos polticos, reuniendo en l varias docenas

    de encclicas y de grandes textos, hubiera de reeditarse hoy, apenas podra

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    aadir, para actualizarse, unos poquitos documentos, casi nada. Pero laIglesia no ensea cuando calla, sino cuando habla.

    Es verdad que tampoco hallamos documentos polticos cristianos

    en los tres primeros siglos de la Iglesia de las catacumbas , como no sea ellibro del Apocalipsis. Pero entonces todos los cristianos saban que elpoder romano era una encarnacin histrica de la Bestia apocalptica anti-cristo; mientras que los actuales, en su mayora, incluso entre los obispos,

    parecen ignorar que el poder del imperio liberal es en Occidente otraencarnacin diablica de la Bestia apocalptica, y muchos la reconocencomo el medio, se entiende, relativamente mejorpara procurar el biencomn de los pueblos. Y este error es hoy en la Iglesia uno de los msgraves y difundidos.

    La doctrina del Cardenal Pie es la doctrina de la Iglesia, tambinhoy. La Iglesia sigue hoy propugnando el reinado de Cristo en los hombresy en las naciones, y persiste en condenar toda exclusin sistemtica de Diosen la vida social, cultural y poltica. Para comprobarlo recordar algunostextos pontificios.

    Po XII, en su primera encclica, Summi Pontificus, de 1939:

    Las angustias presentes y la calamitosa situacin actual constituyen

    una apologa tan definitiva de la doctrina cristiana, que es tal vez estasituacin la que puede mover a los hombres ms que cualquier otroargumento. Porque de este ingente cmulo de errores y de este diluvio demovimientos anticristianos se han cosechado frutos tan envenenados, queconstituyen una reprobacin y una condenacin de esos errores, cuyafuerza probativa supera a toda refutacin racional (17).

    Narra el Evangelio que cuando Jess fue crucificado,las tinieblasinvadieron toda la superficie de la tierra (Mt 27,45); smbolo lamentable

    de lo que ha sucedido, y sigue sucediendo, cuando la incredulidad religiosa,ciega y demasiado orgullosa de s misma, excluye a Cristo de la vidamoderna, y especialmente de la pblica (23).

    Esto lo escribe Po XII antes de los cientos de millones dehomicidios causados por la II Guerra Mundial, por el Imperio comunista,

    por otras cien guerras del siglo XX, por las innumerables matanzas delaborto. Esto lo afirma antes del divorcio exprss, del matrimoniohomosexual, de la gran difusin de la droga, del aumento continuo de la

    criminalidad, de las enfermedades mentales, del suicidio, de la eutanasia,antes del suicidio demogrfico de las naciones ricas, etc. Los horrores

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    presentes confirman la verdad catlica: las tinieblas cubren la faz de latierra cuando la sociedad mata a Cristo en s misma. Y es inevitable queas sea, en Occidente y en Oriente, con regmenes comunistas o liberales,en cualquier nacin que, rechazando a Dios, quiera construirse sobre el

    hombre.

    Juan XXIII, en la encclicaMater et magistra, de 1961:

    La insensatez ms caracterizada de nuestra poca consiste en elintento de establecer un orden temporal slido y provechoso sin apoyarloen su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de

    Dios, y querer exaltar la grandeza del hombre, cegando la fuente de la quebrota y se alimenta, esto es, obstaculizando y, si fuera posible, aniquilandola tendencia innata del alma hacia Dios (217).

    El Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, de 1965, despus deafirmar el sentido verdadero de la autonoma de la realidad terrena,aade:

    pero si autonoma de lo temporal quiere decir que la realidad creadaes independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia alCreador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envueltaen tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece (36).

    Pablo VI, en la Octogesima adveniens, de 1971:

    Previene el Papa a los cristianos acerca de la ideologa liberal, a laque podran afiliarse olvidando fcilmente que en su raz misma elliberalismo filosfico es una afirmacin errnea de la autonoma del

    individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad(35).

    Juan Pablo II seala la vigencia actual de toda la herenciaracionalista, iluminista, cientifista del llamado liberalismo laicista enlas naciones del Occidente, que ha trado consigo la negacin radical delcristianismo (discurso Turn, 13-4-1980, n.3: es el tema desarrollado porAlberto Caturelli, Liberalismo y apostasa, Fundacin GRATIS DATE,Pamplona 2008). Y el mismo Papa en la encclica Veritatis splendor, de1993, hace una fuerte crtica de aquel sistema filosfico, moral y prcticoque hace hoy de la libertad humana la fuente nica de los valores, sinreferencia a Dios, a la verdad o a la ley natural: es la alianza entre

    democracia y relativismo tico, que quita a la convivencia civil cualquierpunto seguro de referencia moral (20). De ah han salido, p. ej., el

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    favorecimiento de la anticoncepcin, el matrimonio homosexual, laimposicin estatal en la educacin de ideologas antinaturales yanticristianas, la legalizacin y financiacin del aborto, etc. ltimamentelos Papas, recuerda Juan Pablo II, han sealado con frecuencia que una

    democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visibleo encubierto, como demuestra la historia (101; cf. 31-34).

    Benedicto XVI, en la encclica Caritas in veritate, de 2009, dedicaal tema un amplio nmero final (78), del que extracto nicamente algunasfrases:

    Pablo VI nos ha recordado en la Populorum progressio que elhombre no es capaz de gobernar por s mismo su propio progreso , porqueno puede fundar l solo un verdadero humanismo. Slo si pensamos que senos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de lafamilia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un

    pensamiento nuevo y sacar nuevas energas al servicio de un humanismontegro y verdadero Al contrario, la cerrazn ideolgica a Dios y elindiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidartambin los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayoresobstculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es unhumanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos

    puede guiar en la promocin y realizacin de formas de vida social y civil

    en el mbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos,protegindonos del riesgo de quedar apresados por las modas delmomento (78).

    Continuidad doctrinal y no ruptura. Esta conviccin del CardenalRatzinger, fue la misma que Benedicto XVI expuso a la Curia Romana, alda siguiente de su eleccin en un importante discurso (2-XII-2005). En lrechazaba una hermenutica de ruptura aplicada al concilio Vaticano II,y reafirmaba una hermenutica de continuidad, congnita a la Iglesia

    catlica, cuya doctrina es bblica y tradicional. Defender hoy la verdaderaTradicin de la Iglesia significa hoy defender el Vaticano II, perointegrndolo siempre en los veinte siglos precedentes de doctrina catlica,sin retornos anacrnicos al pasado, y sin huidas arbitrarias hacia delante.

    El problema hoy est en que no pocos de los eclesisticos formadosdespus del Vaticano II en los noviciados, seminarios y facultades sufrenuna gran laguna doctrinal, que les cautiva mentalmente ms o menos enuna hermenutica de ruptura, pues generalmente ignoran, y an a veces

    rechazan la enseanza antiliberal enseada por la Iglesia durante cienaosdel Syllabus (1864) al Vaticano II (1963-1965), sobre todo en lo

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