Palabra de-vida-03-2013

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PALABRA DE VIDA Hoja Nº 75 - Marzo - 2013 Proponemos el siguiente comentario a un pasaje de las Escrituras, tomado de la liturgia de este mes, para que impregne nuestra vida cotidiana. Proponemos el siguiente comentario a un pasaje de las Escrituras, tomado de la liturgia de este mes, para que impregne nuestra vida cotidiana. «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra» (Jn 8, 7). Mientras Jesús enseñaba en el templo, los escribas y fariseos le llevaron una mujer a la que habían sorprendido en adulterio y le dijeron: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» (Jn 8, 5). De ese modo querían tenderle una trampa. En efecto, si Jesús se manifestaba en contra de la lapidación, podrían acusarlo de ir contra la Ley, según la cual los testigos directos de la culpa debían comenzar a lanzar piedras a quien había pecado, segui- dos luego por el pueblo. Y al contrario, si Jesús confirmaba la sentencia de muerte, entraría en contradicción con su enseñanza sobre la misericordia de Dios con los peca- dores. Pero Jesús, que estaba inclinado escribiendo con el dedo en el suelo –demostrando así su imperturbabilidad–, se incorporó y dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Ante aquellas palabras, los acusadores se retiraron uno tras otro, empezando por los más viejos. El Maestro, dirigiéndose a la mujer, dijo: «¿Dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». «Nadie, Señor», respondió ella. «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (cf. Jn 8, 10-11). «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Con estas palabras no es que Jesús se revele permisivo ante el mal, como el adulterio. Sus palabras «anda, y en adelante no peques más» dicen claramente cuál es el mandamiento de Dios. Jesús quiere destapar la hipocresía del hombre que se erige en juez de la herma- na pecadora sin reconocerse a sí mismo pecador. Así subraya con sus palabras la conocida sentencia: «No juzguéis y no seréis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros» (Mt 7, 1-2). Al hablar de este modo, Jesús se dirige también a esas personas que condenan a los demás sin apelación y sin tener en cuenta el arrepentimiento que puede brotar en el corazón del culpable. Y muestra claramente cuál es su comportamiento respecto a quien comete una falta: tener misericordia. Cuando aquellos hombres se alejaron de la adúltera, «sólo quedaron dos allí –dice Agustín, obispo de Hipona–: la miserable y la misericordia» . «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». ¿Cómo poner en práctica esta Palabra? Recordando, ante cualquier hermano o hermana nuestra, que también nosotros somos pecadores. Todos tenemos pecado, y aunque nos parezca que no hemos incurrido en graves errores, debemos tener siempre presente que se nos puede escapar el peso de las circunstancias que han inducido a otros a caer tan bajo y a alejarse de Dios de semejante forma. ¿Cómo nos habríamos comportado nosotros en su lugar? También nosotros hemos roto a veces el vínculo de amor que debía unirnos a Dios, no hemos sido fieles a Él. Si Jesús, el único hombre sin pecado, no lanzó la primera piedra contra la adúltera, tampoco nosotros podemos hacerlo contra quienquiera que sea. Así pues, tengamos misericordia con todos, reaccionemos contra ciertos impulsos que nos empujan a condenar sin piedad; debemos saber perdonar y olvidar. No mantengamos en el corazón restos de juicios o de resentimiento donde puedan anidar la ira y el odio, que nos alejan de los hermanos. Veamos a cada uno como si fuese nuevo. Si en lugar de juicio y condena, tenemos en el corazón amor y misericordia por cada uno, lo ayudaremos a comenzar una vida nueva, le daremos ánimos para empezar cada vez de nuevo. Chiara Lubich

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PALABRA DE VIDAHoja Nº 75 - Marzo - 2013

Proponemos el siguiente comentario a

un pasaje de las Escrituras, tomado de la

liturgia de este mes, para que impregne

nuestra vida cotidiana.

Proponemos el siguiente

comentario a un pasaje de las

Escrituras, tomado de la liturgia de

este mes, para que impregne

nuestra vida cotidiana.

«El que esté sin pecado, que le tire la

primera piedra» (Jn 8, 7).

Mientras Jesús enseñaba en el templo,

los escribas y fariseos le llevaron una mujer

a la que habían sorprendido en adulterio y

le dijeron: «La ley de Moisés nos manda

apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

(Jn 8, 5).

De ese modo querían tenderle una

trampa. En efecto, si Jesús se manifestaba

en contra de la lapidación, podrían acusarlo

de ir contra la Ley, según la cual los testigos

directos de la culpa debían comenzar a

lanzar piedras a quien había pecado, segui-

dos luego por el pueblo. Y al contrario, si

Jesús confirmaba la sentencia de muerte,

entraría en contradicción con su enseñanza

sobre la misericordia de Dios con los peca-

dores.

Pero Jesús, que estaba inclinado

escribiendo con el dedo en el suelo

–demostrando así su imperturbabilidad–,

se incorporó y dijo:

«El que esté sin pecado, que le tire la

primera piedra».

Ante aquellas palabras, los acusadores

se retiraron uno tras otro, empezando por

los más viejos. El Maestro, dirigiéndose a la

mujer, dijo: «¿Dónde están? ¿Nadie te ha

condenado?». «Nadie, Señor», respondió

ella. «Tampoco yo te condeno. Anda, y en

adelante no peques más» (cf. Jn 8, 10-11).

«El que esté sin pecado, que le tire la

primera piedra».

Con estas palabras no es que Jesús se

revele permisivo ante el mal, como el

adulterio. Sus palabras «anda, y en adelante

no peques más» dicen claramente cuál es

el mandamiento de Dios.

Jesús quiere destapar la hipocresía del

hombre que se erige en juez de la herma-

na pecadora sin reconocerse a sí mismo

pecador. Así subraya con sus palabras la

conocida sentencia: «No juzguéis y no

seréis juzgados. Porque seréis juzgados

como juzguéis vosotros» (Mt 7, 1-2).

Al hablar de este modo, Jesús se dirige

también a esas personas que condenan a

los demás sin apelación y sin tener en

cuenta el arrepentimiento que puede brotar

en el corazón del culpable. Y muestra

claramente cuál es su comportamiento

respecto a quien comete una falta: tener

misericordia. Cuando aquellos hombres se

alejaron de la adúltera, «sólo quedaron dos

allí –dice Agustín, obispo de Hipona–: la

miserable y la misericordia» .

«El que esté sin pecado, que le tire la

primera piedra».

¿Cómo poner en práctica esta Palabra?

Recordando, ante cualquier hermano o

hermana nuestra, que también nosotros

somos pecadores. Todos tenemos pecado,

y aunque nos parezca que no hemos

incurrido en graves errores, debemos tener

siempre presente que se nos puede

escapar el peso de las circunstancias que

han inducido a otros a caer tan bajo y a

alejarse de Dios de semejante forma.

¿Cómo nos habríamos comportado

nosotros en su lugar?

También nosotros hemos roto a veces el

vínculo de amor que debía unirnos a Dios,

no hemos sido fieles a Él.

Si Jesús, el único hombre sin pecado,

no lanzó la primera piedra contra la adúltera,

tampoco nosotros podemos hacerlo contra

quienquiera que sea.

Así pues, tengamos misericordia con

todos, reaccionemos contra ciertos impulsos

que nos empujan a condenar sin piedad;

debemos saber perdonar y olvidar. No

mantengamos en el corazón restos de

juicios o de resentimiento donde puedan

anidar la ira y el odio, que nos alejan de los

hermanos. Veamos a cada uno como si

fuese nuevo.

Si en lugar de juicio y condena, tenemos

en el corazón amor y misericordia por cada

uno, lo ayudaremos a comenzar una vida

nueva, le daremos ánimos para empezar

cada vez de nuevo.

Chiara Lubich

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MISAL DOMINICAL Y FESTIVO03 marzo 2013

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

EL DIOS DE LA ZARZA Y DE LA HIGUERA

10 marzo 2013

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

LA TIERRA PROMETIDA, LA CASA Y LA PERSONALIDAD

17 marzo 2013

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD

19 marzo 2013

SAN JOSE, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍAJOSÉ, EL HOMBRE JUSTO Y FIEL

SEMANA SANTA

24 marzo 2013

DOMINGO DE RAMOSJESÚS ENTRA TRIUNFALMENTE EN JERUSALÉN

El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. La celebración

de hoy consta de dos partes: La entrada de Jesús en Jerusalén, con la

bendición de los ramos y la eucaristía, que nos lleva a recordar al Siervo

de Dios que sufre y muere para luego resucitar. La entrada de Jesús en

Jerusalén es un gesto profético que anuncia su triunfo en la resurrección.

Las lecturas de la celebración de la misa son muy significativas, forman

una unidad y presentan a Jesús como Siervo doliente. Jesús da a su

condición mesiánica, proclamada por el pueblo en su entrada en

Jerusalén, un todo de humildad pacifica. El rey de los judíos tiene como

única grandeza la de servir y entregar su vida (Ev.). Se despojará de ella

en oblación total. Así podrá “decir al abatido una palabra de aliento” (1ª

lect.). Dios lo levantará sobre todo y toda lengua proclamará; Jesucristo,

el Siervo, es el Señor (2ª lect.).

28 marzo 2013

JUEVES SANTOLA EUCARISTÍA, MISTERIO DE AMOR

El rito de la cena pascual constituía la cumbre del año en el calendario

hebreo. La Pascua era la fiesta nacional, el aniversario de la salida de

la esclavitud de Egipto. Anualmente, Israel conmemoraba aquel día. El

rito de la cena pascual hebrea era la ritualización de aquel gran aconteci-

miento de su historia. “Este día será memorable para vosotros” (1ª lect.).

La última Pascua que Jesús celebra con sus discípulos establece el

nuevo rito que perpetuará el recuerdo de su muerte y su resurrección.

Jesús pasa muriendo de este mundo al Padre, y pasa amando a los suyos

hasta el extremo (Ev.). Pablo recuerda a los corintios la institución de la

eucaristía, la nueva Pascua cristiana (2ª lect.).

29 marzo 2013

VIERNES SANTOEL MISTERIO DE LA CRUZ

El Viernes Santo es un día de silencio y contemplación. Nuestra oración

es la plegaria del salmista, que dice: “Suba mi oración como incienso

en tu presencia al alzar de mis manos como ofrenda de la tarde” (Sal.

140, 2). Jesús en la cruz eleva sus manos al Padre como oración y ofrenda

de la tarde, ora por la humanidad pecadora y ofrece su vida para la

salvación de todos. La celebración de esta tarde transcurre en silencio

contemplativo para que favorezca la meditación sobre la fidelidad de

Jesús al Padre. Para una auténtica participación en la acción litúrgica,

conviene conocer a fondo las partes de la celebración. Consta de las

siguientes:

1. Rito de entrada: procesión y oración.

2. Liturgia de la Palabra: en la que se proclama la pasión deJesús y se ora solemnemente por todos.

3. Adoración de la cruz: triunfo de la donación y del amorsupremo de Jesús.

4. Rito de comunión: configuración sacramental con Cristo,muerto y resucitado.

5. Rito de conclusión: las oraciones finales resumen lo que seha celebrado para vivirlo en este Viernes Santo.

El Siervo de Dios sufre y justifica a muchos por haber cargadosobre sus hombros los crímenes del pueblo. Luego seráexaltado (1ª lect.). Cristo es el Siervo de Dios (Ev.). Cristo,obedeciendo plenamente al Padre, se convierte en causa desalvación para todos los que le obedecen (2ª lect.).

TIEMPO PASCUAL

Noche del 30 al 31 de marzo 2013VIGILIA PASCUAL

CRISTO HA RESUCITADO

Esta noche es noche santa. Permanecemos en vela con las lámparas

encendidas en espera del Señor.

La celebración consta de cuatro partes:

1. Lucernario: bendición del fuego, procesión y pregón pascual.

2. Vigilia: la Iglesia proclama y medita las maravillas que Dios ha hecho

en favor de su pueblo.

3. Liturgia bautismal: nuevos discípulos se incorporan a la Iglesia y se

les perdonan los pecados por el agua. Los fieles cristianos renuevan

su compromiso bautismal.

4. Liturgia eucarística: la más importante de todo el año litúrgico.

31 marzo 2013

DOMINGO DE PASCUA

CRISTO HA RESUCITADO, RESUCITEMOS CON ÉL

Hoy la Iglesia se llena de alegría por la resurrección de Cristo. Su resu-

rrección es un hecho único en la historia y, a la vez, un misterio de fe.

Su resurrección es vida y gozo para quienes en el bautismo han

muerto y resucitado con Él. Hoy es el domingo de los domingos. La vida

cristiana tiene como centro la resurrección de Cristo. El sepulcro vacio

anuncia el misterio de la resurrección (Ev.). En su discurso, Pedro

resume la vida de Cristo, y afirma su resurrección como verdad

absoluta, y sus palabras dan testimonio de ella (1ª lect.). Pablo, en

cambio, nos invita a tener los ojos puestos en Cristo resucitado y nos

exhorta a configurarnos en su misterio pascual (2ª lect.).