Pan de Vida

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Editor Responsable: Arturo Sandiano, SJ 2 de Mayo 5to. Domingo de Pascua (Ciclo C) «Así como yo los he amado, ámense también ustedes» Del Evangelio según san Juan (Jn 13,31-33A.34-35) Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: “A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros». Es Palabra del Señor. REFLEXIÓN * * * * * * «Así como yo los he amado, ámense también ustedes» Nunca se insistirá lo bastante en que el amor fraterno es lo primero y lo más importante a la hora de verificar la autenticidad de la fe de una comunidad que se dice cristiana. Lo que permite descubrir la «verdad» de una comunidad cristiana no es el hecho de recitar un mismo credo, ni el cumplimiento preciso de un ritual, ni la inserción en un determinado modelo de organización o la observancia de un régimen disciplinario. El signo por el que se deberá reconocer a los seguido- res de Jesús es el amor vivido en lo concreto de cada día y en el contexto en el que a cada uno le toque vivir. En el intento de ser fieles al mensaje de Jesús, los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo y curiosa- mente, no siempre lo hemos hecho a partir de lo que fue la praxis de Jesús, es decir, de lo que Jesús hizo, y de lo que fue su modo de ser y de estar en el mundo. Es cierto que las exigencias concretas del amor no pueden determinarse de antemano con la precisión con la que se pueden fijar y delimitar las obligacio- nes de una ley. Pero tan cierto como eso es que, para Jesús, son las necesidades del otro las que nos pueden ayudar a descubrir cómo debemos actuar en cada situación. Jesús concibe el amor no como un sentimiento, sino como un compromiso activo y creativo que toma en serio las necesidades del otro y se esfuerza en hacer por él todo lo que sea necesario para ayudarlo a vivir más humana y dignamente. Esto quiere decir, en primer lugar, que para dar un contenido concreto a nues- tro amor a los demás en clave «jesua- na», es necesario mirar lúcida y crítica- mente la realidad, detectar las diferen- tes opresiones que atentan contra la vida y la dignidad de las personas, y preguntarnos seriamente qué podemos hacer desde nuestro lugar y desde nues- tras posibilidades para que haya más justicia, más fraternidad y más humani dad en nuestros ambientes y en la sociedad. Pero además, si queremos amar como Jesús amó, también es necesario que seamos capaces de descubrir - desde su misma actuación - el modo concreto de vivir el amor en nuestras relaciones cotidianas y con las personas con las que habitualmente compartimos la vida. El que quiere amar como Jesús, debe valorar las diversas opciones posibles y asumir aquella actitud que, aun no siendo la más cómoda, la más fácil o la más «políticamente correcta» y social- mente aceptable, sea la que esté más en sintonía con el obrar de aquél que amó a los necesitados compartiendo su suerte, defendió a los débiles expo- niéndose a la injusticia de los fuertes, amó a todos sin ser neutral ante las desigualdades, y denunció toda injusti- cia sin ser injusto con nadie. Pero todo esto, sin olvidar algo funda- mental. Lo reconozcamos o no y seamos concientes de ello o no, el impulso vital que con más fuerza opera en cada uno de nosotros nace del amor y busca su desarrollo y su plenitud en el amor. Por eso, más que un deber que los cristianos hemos de cumplir o una tarea moral que nos hemos de propo- ner, amar como Jesús lo hizo es un camino de humanización y de realiza- ción personal. Porque en definitiva, el amor es la vida misma, orientada de manera sana. Y sólo quien trata de ir por la vida movido por el amor, encami- na su existencia en la dirección acerta- da.

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Reflexión dominical.

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Page 1: Pan de Vida

Editor Responsable: Arturo Sandiano, SJ

2 de Mayo

5to. Domingo de Pascua (Ciclo C)

«Así como yo los he amado, ámense también

ustedes»

Del Evangelio según san Juan (Jn 13,31-33A.34-35)

Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: “A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros».

Es Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

* * * * * *

«Así como yo los he amado, ámense también ustedes»

Nunca se insistirá lo bastante en que el amor fraterno es lo primero y lo más importante a la hora de verificar la autenticidad de la fe de una comunidad que se dice cristiana.

Lo que permite descubrir la «verdad» de una comunidad cristiana no es el hecho de recitar un mismo credo, ni el cumplimiento preciso de un ritual, ni la inserción en un determinado modelo de organización o la observancia de un régimen disciplinario. El signo por el que se deberá reconocer a los seguido-res de Jesús es el amor vivido en lo concreto de cada día y en el contexto en el que a cada uno le toque vivir.

En el intento de ser fieles al mensaje de Jesús, los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo y curiosa-mente, no siempre lo hemos hecho a partir de lo que fue la praxis de Jesús, es decir, de lo que Jesús hizo, y de lo que fue su modo de ser y de estar en el mundo.

Es cierto que las exigencias concretas del amor no pueden determinarse de antemano con la precisión con la que se pueden fijar y delimitar las obligacio-nes de una ley. Pero tan cierto como eso es que, para Jesús, son las necesidades del otro las que nos pueden ayudar a descubrir cómo debemos actuar en cada situación.

Jesús concibe el amor no como un sentimiento, sino como un compromiso activo y creativo que toma en serio las necesidades del otro y se esfuerza en hacer por él todo lo que sea necesario para ayudarlo a vivir más humana y dignamente.

Esto quiere decir, en primer lugar, que para dar un contenido concreto a nues-tro amor a los demás en clave «jesua-na», es necesario mirar lúcida y crítica-mente la realidad, detectar las diferen-tes opresiones que atentan contra la vida y la dignidad de las personas, y preguntarnos seriamente qué podemos hacer desde nuestro lugar y desde nues-tras posibilidades para que haya más justicia, más fraternidad y más humani

dad en nuestros ambientes y en la sociedad.

Pero además, si queremos amar como Jesús amó, también es necesario que seamos capaces de descubrir - desde su misma actuación - el modo concreto de vivir el amor en nuestras relaciones cotidianas y con las personas con las que habitualmente compartimos la vida.

El que quiere amar como Jesús, debe valorar las diversas opciones posibles y asumir aquella actitud que, aun no siendo la más cómoda, la más fácil o la más «políticamente correcta» y social-mente aceptable, sea la que esté más en sintonía con el obrar de aquél que amó a los necesitados compartiendo su suerte, defendió a los débiles expo-niéndose a la injusticia de los fuertes, amó a todos sin ser neutral ante las desigualdades, y denunció toda injusti-cia sin ser injusto con nadie.

Pero todo esto, sin olvidar algo funda-mental. Lo reconozcamos o no y seamos concientes de ello o no, el impulso vital que con más fuerza opera en cada uno de nosotros nace del amor y busca su desarrollo y su plenitud en el amor. Por eso, más que un deber que los cristianos hemos de cumplir o una tarea moral que nos hemos de propo-ner, amar como Jesús lo hizo es un camino de humanización y de realiza-ción personal. Porque en definitiva, el amor es la vida misma, orientada de manera sana. Y sólo quien trata de ir por la vida movido por el amor, encami-na su existencia en la dirección acerta-da.