Pandillas y Violencia (1)

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PANDILLAS Y VIOLENCIA

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  • PANDILLAS, JVENES Y VIOLENCIA

    Por: Hctor Castillo Berthier

    I. INTRODUCCIN.

    Maras, clicas, bandas, pandillas, parches, gangas; y sus miembros: gamines, homies, parceros, pivetes, sicarios; con sus arengas: por el barrio nac, por el barrio morir, el enemigo es la ley, amor del Rey!; con las ropas de colores diferenciados y exclusivos; con los tatuajes como smbolos de identidad: tres puntos en el antebrazo o entre los dedos pulgar e ndice que significan dinero, drogas y mujeres, las cruces en el pecho o las lgrimas en los ojos que indican el nmero de muertos, y esa clsica leyenda en el cuello, en el pecho o en la espalda: Perdname madre ma por mi vida loca. Y sus nombres: la Vida Loca, la Blood for Blood (sangre por sangre), la Denfo du Barrio (morir por el barrio), la MM (Mexican Mafia), la Mara 13, la 18, los Panochos, la 21, los Salvatrucha... son slo algunos cuantos de los nuevos smbolos de una vieja realidad: organizaciones de autodefensa juveniles en territorios enemigos, donde ser joven pobre y ms an si se es migrante- tiene un alto costo de discriminacin; donde la nica salida a la marginalidad tiene que romper la ley; donde la violencia, propia del sistema capitalista, es enfrentada con ms violencia; donde la vida no vale nada, o mas bien, donde se da el encuentro de la funesta realidad de saber que la muerte comienza a ser un negocio lucrativo.

    Y los pases: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Brasil, El Salvador, Costa Rica, Panam, Mxico, y otros ms, en donde se est gestando una autntica unificacin latinoamericana respecto a la existencia de estos jvenes pandilleros que, ms all de la bsqueda de una identidad o del consumo y asimilacin de la hibridacin cultural globalizada, han encontrado en la violencia una forma para tratar de sobrevivir en una sociedad de la cual han estado excluidos permanentemente.

    Si en general a los aos ochenta se les calific como la dcada perdida, los jvenes de estos aos pasaron a ser automticamente una generacin perdida, hijos (o nietos) de las recurrentes crisis econmicas y de gobierno; pero en Centroamrica, y con mayor fuerza en Nicaragua y El Salvador, sus jvenes fueron, adems, hijos de la guerra.

    El Salvador es considerado por la Organizacin de las Naciones Unidas (ONU) como el segundo lugar ms violento de Latinoamrica, despus de Colombia y es en este pas donde el nombre de una pandilla en particular, la Mara Salvatrucha, empieza poco a poco a invadir la realidad de otros pases y obliga a voltear la

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  • mirada sobre un problema que, si bien siempre ha existido, hoy reaparece con una fuerza y una violencia nunca antes vista, en medio de un ambiente expansivo y de exportacin del fenmeno hacia los pases vecinos.

    Vale la pena detenernos en una declaracin reciente de la Fiscala General de la Repblica (FGR) de El Salvador, en voz de su director, Belisario Artiga, quien reconoce que los distintos gobiernos salvadoreos dejaron crecer el problema de los mareros. Una vez terminada la guerra en 1992, el Salvador entr en un lento proceso de reconstruccin que incluy nuevas leyes y el desarme obligatorio de todos los grupos armados, y agrega: Nadie vislumbr lo que significaba la poca de la posguerra y se cometieron errores... Al desmovilizarse los cuerpos de seguridad y la guerrilla, se dej suelta a una masa de 40 mil hombres que durante 15 aos aprendieron a defenderse o matar y que de lo nico que saban era de armas... la Polica Nacional Civil (PNC) era un cuerpo amorfo que no estaba preparado para controlar la delincuencia urbana (que es) muy diferente al combate en las montaas.... La economa estaba desecha y en cero la creacin de empleos... Por esos aos el gobierno estadounidense inici la deportacin masiva de salvadoreos que estaban en prisin o cometieron algn delito en las calles... Llegaron miles, sin control alguno. Jams supimos quienes eran o si tenan antecedentes penales; muchos de ellos venan directamente de la prisin y como no haban cometido delitos aqu, al llegar al aeropuerto quedaban libres, se iban a las pandillas.1

    En los primeros aos de la posguerra las maras pasaron desapercibidas y semi ocultos en el torbellino de la delincuencia urbana. las prioridades eran otras reconoce el Fiscal-, tenamos una alta incidencia de asaltos a mano armada, robo de bancos, de furgones con mercanca y de secuestros exprs, que por cierto vinieron de Mxico (Ibid). Y no fue sino hasta 10 aos despus, en el 2002, cuando el gobierno salvadoreo empez a aplicar ciertas medidas; pero el problema ya estaba fuera de control.

    Entre estas medidas sobresalen dos en particular: la llamada Ley Antimaras, que parece tener ms bien una orientacin poltica -ya que es impulsada por el presidente y su partido antes de las elecciones y termina tres semanas despus de que estas sucedan-, y el programa Mano Dura que, entre sus objetivos, prohbe pertenecer a pandillas, usar tatuajes, reunirse en la calle con ms de dos personas, adems de aplicar sanciones penales a menores de edad.

    Los resultados de estas medidas son similares a las que ocurren en muchos otros pases con situaciones anlogas: miles de detenidos -10178 en el caso de El Salvador de un total estimado por la PNC de 11 mil pandilleros distribuidos en 309 clicas-, 81 por ciento de ellos por sospechas de pertenecer a las maras o por traer algn tatuaje, de los que slo al 14 por ciento se les relacion con algn delito cometido por las pandillas y que arroja una cifra implacable: 95 por ciento de los 1 La Vida en Territorio Mara. 2004. Peridico La Jornada. Suplemento Masiosare. 7 de marzo. Pp. 5-9.

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  • detenidos estn libres por falta de pruebas (ibid). Qu nos dicen estas cifras sobre el problema?, no es posible la manipulacin del fenmeno social para sacar alguna ventaja poltica?, no parece acaso que los jvenes siguen siendo carne de can para ser utilizados slo en las pocas electorales va la manipulacin de sus estigmas en los medios?, cul es el verdadero alcance de estas disposiciones del estilo Cero Tolerancia?

    No es posible hablar en trminos maniquestas para decir que todos los jvenes son buenos o, al contrario, todos son malos. Es natural que en los grupos sociales haya una mezcla indeterminada de los dos tipos, que est subordinada a las condiciones de vida materiales y sociales, sin embargo y paralelamente a la efectividad de estas medidas que son anunciada sistemticamente en la prensa para obtener el objetivo meditico deseado-, surge en la sociedad un sentimiento y percepcin de lo que son los jvenes, del peligro que representan y que muchas veces la lleva a actuar en forma violenta e irracional, amparada por la inexistencia de justicia o la presencia de un Estado de Derecho dbil y sin bases slidas.

    As, surgen en Brasil los Escuadrones de la Muerte, en Colombia la Polica Cvica, en El Salvador la Sombra Negra que inician, por su cuenta, autnticas Operaciones de Limpieza, asesinando a los pandilleros o a quienes creen ellos que lo son-, aumentando el clima de violencia y de impunidad que permite que todas estas manifestaciones de barbarie sean, paradjicamente, aceptadas e incluso validadas por una buena parte de la sociedad. Menciona Eduardo Linares, Concejal del Ayuntamiento del Gran Salvador y durante nueve aos combatiente activo del Frente Farabundo Mart de Liberacin Nacional (FMLN), respecto a las fotografas de cadveres desmembrados que aparecen en un reporte de la polica: Era la forma de amedrentar a la gente en los aos de la guerra sucia... Decapitar personas y tirar la cabeza en sitios diferentes, o desmembrar varios cuerpos y juntar las partes de todos en un solo lugar fue el sello de la dictadura... Se han encontrado jvenes amarrados, colgados de los pulgares como en los tiempos de la guerra. Eso no lo hacen los mareros, no es su metodologa y por el contrario, queda la sensacin de que hay operativos para limpiar al pas de las maras (Ibid).

    La difusin de estas imgenes por los medios de comunicacin dieron el sustento para la aplicacin de las medidas en contra de las pandillas, sin embargo, para los jvenes pandilleros, su grupo -su familia-, sigue siendo una parte medular de su existencia, en donde ser pandillero significa ser solidario; en donde ser pandillero significa alimentar a otro pandillero o asesinar por tu pandilla. O sea, ser pandillero est considerado, por muchos, como una autntica forma de vida.

    Miles de jvenes -literalmente hablando-, se han sumado a las maras de El Salvador, pero no se trata de un fenmeno local, lo mismo ha ocurrido en Colombia, en Los ngeles, en Nueva York, en Nicaragua, Honduras o en Mxico, y una de las advertencias de un marero indica que tan slo en la Ciudad de Mxico ya existen unos mil 300 mareros distribuidos en siete clicas, que son la columna vertebral de los Salvatrucha en este pas, advirtiendo que si hoy se

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  • preocupan de que estn llegando tantos pandilleros no han visto nada todava (Ibid).

    Un marco general que unifica las realidades especficas de estos pases es la pobreza generalizada y sus efectos en la poblacin, que es hoy una discusin de primer nivel para los pases de Amrica Latina, debido al considerable aumento de este fenmeno social y econmico. Algo que contribuye al debate es que la pobreza se ha dado en medio de un contexto de raqutico crecimiento de la economa y a la vez, es caracterizado por un proceso de remodelacin radical del papel del Estado en relacin a las polticas sociales o de bienestar.

    Junto al tema de la pobreza aparecen nuevas concepciones de la privacin: vulnerabilidad, exclusin, discriminacin, explotacin y violencia. Algunos de estos son temas viejos en las ciencias sociales, pero olvidados o evitados por ciertos paradigmas cientficos disciplinarios. Pero la magnitud de las desigualdades con relacin a las clases sociales, las razas, gneros, edades y regiones, hacen que estos tpicos vuelvan a plantearse como pertinentes en la discusin de las formas de inequidad social.

    Por estas razones, es necesario ampliar el debate sobre la pobreza y sus diversas manifestaciones, as como la concepcin y materializacin de las polticas sociales en torno a este tema. Es urgente expandir el debate de la pobreza -entendida no slo como carencia econmica-, hacia la comprensin de la miseria como elemento clave para la construccin de prcticas sociales que buscan enfrentar de raz las necesidades del individuo, la familia o la colectividad. Esta tarea implica una perspectiva multidisciplinaria, por lo que el tema de la metodologa de estudio y de la reflexin normativa, resultan indispensables en una discusin que abra nuevos horizontes a la investigacin social. Pandillas, jvenes, violencia, estos conceptos unidos encierran un tema que es comn a la realidad de muchos pases, no slo de Amrica Latina, sino del mundo entero: la delincuencia juvenil. Su presencia es recurrente y ofrece, contradictoriamente, las visiones convergentes y en cierta forma engaosas que aparecen da con da en los medios de comunicacin, en la oficinas de gobierno en donde se disean las polticas pblicas y en los frecuentes temas de conversacin de las reuniones familiares. Quin podra no tener una opinin sobre los incrementos de la delincuencia en las calles?; quin podra abstenerse de reflexionar aunque sea superficialmente- sobre lo que son y representan las bandas y las pandillas juveniles en su ciudad o en su barrio?; quin no tiene una idea cercana a lo que supuestamente es hoy la juventud y a lo que se cre est sucediendo con este importante grupo social? La interaccin de estos conceptos, sin un anlisis de mayor alcance, fcilmente permite imaginar escenarios caticos, plagados de lugares comunes y muchas veces oscuros, como si se tratara de un tnel prefabricado en donde ya se sabe -o al menos se intuye con toda seguridad-, lo que va a ocurrir. Pero, curiosamente, tanto la juventud, como las pandillas o la violencia, son categoras que necesitan

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  • de una indispensable reconstruccin histrica, de acuerdo a los parmetros especficos de cada sociedad, si es que se quiere entender -en un sentido amplio-, el presente y el futuro de nuestra sociedad contempornea, en donde -al menos en Amrica Latina-, ser durante las dos siguientes dcadas cuando ms jvenes existan en toda la historia del continente, de seguir con las actuales tendencias demogrficas. Los pandilleros recrean toda una serie de smbolos identitarios que les permiten crear sus propios cdigos de comunicacin con un solo objetivo: diferenciarse e integrarse a algo que ha venido a suplir el rol de la familia. Pero no todo est perdido y agrupaciones como los Homies Unidos, en la ciudad de El Salvador, o Circo Volador en Mxico, se han reunido para buscar en las pandillas, en las bandas, sus fortalezas y sus habilidades, que les permitan transformarse en personas productivas y de paso dar una solucin al problema de la violencia social existente. Junto a ellos, estn los programas y las poltica sociales que surgen del gobierno, como es el caso de los partidos de ftbol nocturnos organizados, en El Salvador, por el Consejo de Seguridad. Ante esto, Luis Romero, de Homies Unidos, cuestiona: de qu sirve jugar al ftbol si en la noche me voy a morir de hambre? (Ibid). O sea, A qu sociedad se les quiere integrar si nunca han pertenecido a ella?. Es un hecho que actualmente las polticas sociales de los gobiernos estn en general disociadas, separadas y, muchas veces, en abierto antagonismo a los esfuerzos realizados desde la sociedad civil: qu quiere decir esto?, no es acaso el momento de replantear seriamente el papel del Estado frente a la catica realidad existente?, seguir vigente el viejo lema de las bandas no hay futuro?, hasta cundo? En los siguientes apartados de este trabajo, se pretende obtener alguna respuesta a estas interrogantes. II. PANDILLAS: UNA PERSPECTIVA SOCIOLGICA Los jvenes, como grupo social, estn forzosamente vinculados a su entorno, al ambiente econmico, social, poltico y cultural que se presente en cualquier etapa de la historia de un pas o de una ciudad, y de esta relacin histrica dependern los mecanismos, acuerdos, visiones y formas de convivencia que se hayan establecido entre ellos y su sociedad; de ella tambin depender la imagen pblica de los jvenes, su percepcin popular y las formas y lmites que encontraron para asociarse entre s, en cualquier contexto. Los jvenes no son un grupo homogneo, mas bien, el concepto juventud, encierra en si mismo la suma de numerosos grupos, muy distintos entre s, que algunas veces llegan a ser hasta antagnicos. Por ejemplo, es un hecho que no todos los deportistas son jvenes y que no todos los jvenes son deportistas, sin embargo, el deporte es una actividad ligada intrnsecamente a la juventud. De la misma forma, no todos los jvenes son

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  • delincuentes ni todos los delincuentes son jvenes, pero, al igual que en el ejemplo anterior, existe una cierta tendencia construida socialmente que, con frecuencia, relaciona estos dos conceptos hasta llegar a hablar, especficamente de una delincuencia juvenil: qu tan real es esta percepcin?, es sano para una sociedad pensar as de sus hombres y mujeres del maana?, cules son los efectos que tienen este tipo de interpretaciones sociales? Los motivos del surgimiento de estas percepciones sobre los jvenes son mltiples y de orgenes diversos, sin embargo, es un hecho -aceptado actualmente en las ciencias sociales-, respecto a que en este sector en particular existe una estigmatizacin que, con los aos, se ha visto reforzada y ampliamente difundida por los medios masivos de comunicacin. De dnde han surgido estas visiones?, existe acaso una estrategia perversa para marcarlos deliberadamente?, quines han sido los responsables de este complejo proceso de etiquetacin social?, hacia dnde se dirige este fenmeno y que resultados arroja?. En este pequeo apartado se pretenden describir los momentos ms sobresalientes de la historia reciente de este conflicto, en donde la relacin ciencias sociales-juventud, han dejado alguna huella posible de seguir y que, finalmente, han llevado a la construccin del concepto juventud, ligado a las caractersticas que se tienen actualmente respecto a las pandillas, las bandas y la violencia, a las que parecen estar irremediablemente unidos en forma indisoluble, igual que al deporte o la delincuencia. El estudio de las pandillas y las bandas juveniles tiene una larga historia que suma ya poco ms de ocho dcadas en los pases del primer mundo, en donde con todo cuidado y detalle, se empezaron a describir las diferentes formas de integracin y de interaccin social de los jvenes, dentro y alrededor de sus grupos de pertenencia. Podra decirse que dichos trabajos pioneros, se encontraban en general circunscritos a una demanda especfica de los gobiernos en turno, de los empresarios, o en general de las esferas de poder, que trataban de entender y prever los diferentes escenarios de consolidacin de sus clases populares juveniles, muchas de ellas compuestas por familias de inmigrantes. Casi desde el principio del siglo pasado en los Estados Unidos, la migracin estuvo ligada a las acciones de medicin y control de los impactos negativos y notorios -que se reflejaban en la formacin de pandillas o gangs- en los barrios donde se asentaban los nuevos ciudadanos. Debe decirse que, ante todo, la formacin de estos grupos de encuentro de los jvenes, obedecieron en muchos casos, a mecanismos primarios de defensa ante el racismo o la agresin directa de los residentes locales en contra de los recin llegados. Seguramente tambin existen otros aspectos presentes en este fenmeno, como seran los sentimientos nacionalistas, las costumbres de sus lugares de origen o hasta sus caractersticas tnicas, pero bien se puede afirmar que el llamado pandillerismo tiene su origen, al menos en la visin de las ciencias sociales de occidente, en los jvenes que emigraron, o bien en los hijos e hijas de las familias migrantes.

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  • A diferencia de esto, en Amrica Latina y en general en los pases del llamado Tercer Mundo, este tipo de trabajo son escasos, cuando no es que completamente inexistentes. De hecho, las ciencias sociales en nuestros pases empezaron a introducirse en esta problemtica hasta finales de los aos setenta, trasladando directamente algunos de los modelos analticos desarrollados y que, curiosamente, muchos de ellos tuvieron tambin su origen a partir de la demanda de los gobiernos que entonces se empezaban a interesar en los jvenes, por su aspecto, por su rechazo al sistema, por su rebelda, todo ello, para poder disear nuevas medidas de control, o de atencin, dentro de las polticas pblicas. Entre los trabajos iniciales sobre esta temtica desarrollada en los pases centrales est el libro de Adams Puffer, The Boy and his Gang (El nio y su pandilla),2 el hoy Clsico Gangs of New York (Pandillas de Nueva York) de Herbert Asbury,3 que muy recientemente se transform en una exitosa pelcula de Hollywood. Otros trabajos similares son los de Thrasher4 The Gang (La Pandilla), de Shaw con The Jack Roller,5 y el clsico libro de William Foote White Street Corner Society6 (La Sociedad de las Esquinas). En estos libros, el trabajo de investigacin estaba enfocado a mostrar los nexos de amistad, individuales, ocasionales o de compromiso racial o de pertenencia a un barrio especfico, que permitan a los jvenes de esos tiempos, desarrollar mecanismos bien definidos para establecer su interrelacin entre s y frente a su entorno. Por su parte, en Europa, Eduardo Spranger, en su libro Psicologa de la Edad Juvenil7 hablaba de la pandilla como el umbral que marcaba el ingreso de los adolescentes a la sociedad, bajo toda una serie de cdigos y ritos que deban cumplir para lograr tal propsito. De estos trabajos, quiz el estudio ms profundo sobre la juventud como una forma de interaccin social, es el libro de Whyte, que describe y analiza la vida de un barrio pobre de inmigrantes a finales de la dcada de 1930. El tema de este estudio se centra en la interaccin entre jvenes, la importancia de esta interaccin entre los individuos, y sus relaciones con la profesin, la asistencia social y la poltica. Whyte ofrece un cuadro vivo de la asociacin voluntaria entre los jvenes de Cornerville y esta asociacin se caracteriza por ser una estructura marcadamente informal de pandillas dbilmente integradas, compuestas por pequeos grupos de muchachos, pero creando simultneamente una estructura claramente jerrquica en trminos de influencia y prestigio. De ah que la aceptacin y participacin en estos grupos era decisiva para lograr un cierto equilibrio de las personalidades individuales. En el trabajo se divide a las pandillas en dos grandes grupos: los muchachos de la calle y los muchachos de la

    2 Puffer, J. Adams. 1912. The Boy and his Gang. Boston: Houghton Mifflin Company. 3 Asbury, Herbert. 1927. Gangs of New York. New York: Garden City Publishing Company. 4 Thrasher, F. 1927. The Gang. Chicago: University of Chicago Press. 5 Shaw, C.R. 1930. The Jack-Roller. Chicago: University of Chicago Press. 6 Whyte, William Foote. 1943. Street Corner Society: The Social Structure of an Italian Slum. Chicago: University of Chicago Press. 7 Spranger, E. 1929. Psicologa de la Edad Juvenil. Madrid: Revista de Occidente.

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  • escuela, que presentaban rasgos diferenciados y expectativas de vida radicalmente opuestas. Durante la dcada de los cuarenta del siglo pasado, la sociologa norteamericana haba logrado ya establecer una cierta imagen afectiva y, hasta cierto punto de vista, positiva de las pandillas, ya que, se aseguraba, estas agrupaciones apoyaban algunas de las experiencias primarias para favorecer la socializacin de los jvenes dentro del modelo econmico, poltico y social de la sociedad. Se argumentaba: las pandillas constituyen agrupamientos espontneos de adolescentes y jvenes, motivados por la necesidad de organizar algunas parcelas de sus vidas dentro de una rama afectiva de asociacin. Dentro de la pandilla, el joven aprende a superar sus frustraciones, a conocer y a respetar una reglas de juego limpio para convivir y la aceptacin de una tica inflexible que le llevar a saber adaptarse a situaciones nuevas.8 Para algunos autores, esta visin positiva que subraya el papel afectivo de las pandillas, oculta un trasfondo que est ligado al carcter competitivo de los individuos en que est fundamentado el desarrollo capitalista: El trasfondo de semejante inters por resaltar el papel afectivo de la pandilla lo seala G. Pearson aunque tambin de una manera bastante tangencial, por no decir ideolgica-: La cultura occidental acenta como ideal el derecho que el individuo tiene de poseer sus propias ideas sobre la religin, la poltica, la eleccin de su propia vocacin, la soledad y muchas otras cosas. Si cambiamos el trmino libre decisin propuesta por el capitalismo liberal, por entrenamiento a la decisin consumista del neocapitalismo, entendemos mejor este significado y podemos captar el sentido de los siguientes prrafos: para poder fortalecer su ego y proporcionarse confianza a s mismo, se ala el joven con un grupo de sus pares. Se incorpora a una pandilla que puede ser un grupo de cowboys callejeros, una pandilla de esquina, o de boy scouts u otra clase de grupo socialmente autorizado; y entonces comienza a sentir la solidaridad que le proporciona ser exactamente igual que el resto de su grupo, quien (que) siempre tiene las siguientes caractersticas: ritos de iniciacin, cohesin dentro del mismo; una actitud de rivalidad hacia todos los dems grupos; la exigencia de que cada uno de los miembros siga todas las costumbres y modales del grupo y, en particular, que cada miembro del grupo desconfe de todos los adultos, an si al hacerlo se ve obligado a enfrentarse abiertamente a sus padres(...) Esta actitud rebelde del grupo hacia la organizacin social es provechosa y necesaria, pues cuando el adolescente se convierte en adulto, lo incita a realizar esfuerzos tendientes a cambiar fundamentalmente las normas consuetudinarias de la organizacin social, a descartar aquellos aspectos que han pasado de moda y sustituirlos por nuevas costumbres que estn ms en consonancia con las realidades contemporneas.9

    8 Mestre, Esteban. 1976. Pandilla. Diccionario de Ciencias Sociales. Madrid: IEP. P. 423. 9 Pearson H. Gerald. 1970. La Adolescencia y el Conflicto de las generaciones. Buenos Aires. Siglo Veinte. Pp. 91-99. Citado por Francisco A. Gomezjara. 1987. En la introduccin de Las Bandas en Tiempos de Crisis. Mxico: Ediciones Nueva Sociologa. P. 9.

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  • Segn esta interpretacin, las pandillas seran una especie de clubes que permitiran capacitar a los adolescentes en un ambiente competitivo, imbuidos adems en una ideologa del cambio y la superacin personal y con una independencia en la toma de decisiones que el sistema capitalista demanda como regla imperativa del juego. Pese a esta visin optimista de una juventud fcilmente reciclable, otros autores mencionan que frente a estos grupos de nios normales, ligados entre s por fuertes vnculos externos como pueden ser las familias, las escuelas o incluso los clubes deportivos, tambin existe la posibilidad de que surjan pandillas de inadaptados o frustrados sociales, que inician sus nexos a edades muy tempranas y fundamentalmente en las calles, quienes necesitan de esta amistad callejera de otros amigos que han padecido el mismo tipo de maltratos o rechazo.10 En este sentido hay todo un campo de investigacin dentro de las ciencias sociales y la sicologa en donde los trabajos de Erikson11 mencionan que la creacin de pandillas impuestas o artificiales organizadas por maestros o tutores externos, facilitan y fomentan los mecanismos de integracin social para aumentar el desarrollo social y escolar dadas las virtudes intrnsecas a la organizacin pandilleril cohesin, ritos, reglas, competencia entre s, etc.-. Estas propuestas analticas dan pauta a los trabajos de terapia grupal y dinmicas de grupo con los jvenes, con un reconocimiento implcito de las virtudes que tienen las agrupaciones de jvenes. A pesar de este desarrollo conceptual aparentemente terso, en el que los jvenes se reunan para socializarse entre s y para iniciar su proceso de integracin a la sociedad adulta, llama la atencin cmo a partir de la dcada de los cincuenta surge un autntico estallido de nuevos estudios que empiezan a catalogar y a reconocer dentro de las pandillas sus aspectos negativos que podan transformarse en una autntica amenaza social. Para Francisco Gmezjara, esto no signific que la ciencias sociales hayan descubierto nuevas realidades sino que en el fondo se trat ms bien de un cambio de orientacin respecto a las demandas de trabajos de este tipo por parte de los grupos de poder.12 Desde esta perspectiva analtica, en estos aos ya no se requera de estimular a los jvenes sino ms bien, establecer mecanismos de control o de plano de nulificacin de las experiencias de organizacin juvenil, sobre todo en los casos cuando stas empezaban a ser contestatarias, crticas o abiertamente de rechazo al establishment, o sea cuando los jvenes parecan ya no estar dispuestos a esperar dcilmente la llegada de su etapa adulta y demandaban cambios, reformas y nuevos pactos sociales en el mismo momento en que estaban reunidos, o sea en su momento histrico y en su espacio vital.

    10 Mestre, Esteban. Op.cit. P.424. 11 Erikson H. Erik. 1985. Sociedad y Adolescencia. Mxico: Siglo XXI. 12 Gmezjara. Op.cit. P. 10.

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  • Para estos aos, el panorama poltico y social del mundo desarrollado haba cambiado enormemente con la llegada de las guerras -Segunda Guerra Mundial, Corea, Argelia y despus Vietnam-, con la masificacin de los medios de comunicacin principalmente de la televisin- y con ellos el consumo masivo de bienes y servicios, las modas, etc., con lo que se facilit el inicio de una hibridacin de los gustos y las culturas, unidas ahora por el consumismo, que paralelamente permitan tener imgenes estereotipadas, aceptadas o rechazadas de acuerdo al sector social que emitiera su juicio valorativo. Dentro de este tipo de manifestaciones algunas se empezaron a manifestar pblicamente y a asumirse como pandillas de verdad, como bandas o colectivos, interesados en empezar a transgredir el sistema, en mostrarse diferentes, en adquirir imgenes provocadoras que fueron de inmediato interpretadas por la sociedad como amenazantes y, al no seguir o romper con las reglas del juego establecidas, empezaron a ser catalogados dentro de los conceptos de conductas irracionales, ominosas y peligrosas que deberan ser controladas. A partir de este momento, la investigacin social fue dirigindose ms hacia la bsqueda de los elementos antisociales de las pandillas. En el libro Nios Delincuentes: La Cultura de la Pandilla, de Albert Cohen13 se presenta un listado con las primeras caractersticas negativas de las pandillas: violencia, negativismo, rechazo a lo establecido y anti utilitarismo. Estas reflexiones no buscaban las razones de actuar de los jvenes y al contrario favorecan una interpretacin desde la perspectiva del sistema social, o sea, el rechazo a lo establecido dejaba de ser una caracterstica de la demanda de cambio generacional, para empezar a ser interpretada como una reaccin contraria a lo que se deba esperar de una juventud organizada y con un futuro promisorio dentro de la sociedad norteamericana. Esta posicin se fue acentuando poco a poco con la participacin de los Estados Unidos en las diferentes guerras, olvidando un poco o dejando de lado que el comportamiento agresivo era innato al sistema y a la reproduccin natural del capitalismo. De esta forma, en el campo de la teora renace el concepto de la anomia de Durkheim, tanto en su versin de desorden y trasgresin, como en la visin de Merton que habla de una deficiente integracin entre la estructura cultural y la social.14 A partir de este momento se empieza a hablar de la desviacin social como una forma de integrar en un solo concepto, diversos fenmenos que antes se vean de forma multidisciplinaria y por separado derecho, medicina, sicologa, antropologa, tica, etc.- y que, finalmente unidos, podan llegar a considerarse entonces como problemas sociales que provocan o fomentan una desintegracin social.15 Pero an as, las problemticas especficas relacionadas con la desviacin social, seguan interpretndose como casos aislados, excepciones a la regla, desequilibrios momentneos, actitudes extraordinarias, posiciones exclusivas de un solo grupo, cuya explicacin causal poda interpretarse desde la

    13 Cohen, Albert K. (1955). Delinquent Boys: The Culture of the Gang. Glencoe, Illinois. Free Press 14 Merton, Robert. (1966). Teora y Estructuras Sociales. Mxico. Fondo de Cultura Econmica. 15 Pitch, Tamar. 1980. Teora de la Desviacin Social. Mxico: Nueva Imagen.

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  • perspectiva social de la anomia o la deficiente integracin social, hasta algunas otras explicaciones fundamentadas en la biologa o el psicoanlisis.16 Esto llev al surgimiento de una serie de tipologas en donde primero se defina al tipo de pandilla para luego ser estudiada como conducta desviada.17 Un caso curioso se presenta en los llamados pases socialistas, en donde las pandillas aparecen catalogadas como conductas criminales que deben ser incorporadas al campo de las socio patologas18. Los medios de comunicacin tuvieron un impacto directo en la expansin y arraigamiento de este tipo de interpretaciones del fenmeno. Para Horkheimer y Adorno, con el colapso de la familia como principal instancia socializadora, surgi la industria cultural, que apoyada en los medios de comunicacin masiva devino en una estratgica agencia socializadora, cuya principal caracterstica es la de tener una funcin mediatizadora, evidenciando as el carcter represivo y manipulador de los medios de comunicacin masiva.19 Los medios de comunicacin mereceran un estudio aparte en su relacin con la creacin y asimilacin social de estereotipos... adems de ser un jugoso negocio empresarial. Exhibir en pelculas y programas televisivos a los jvenes como violentos, pandilleros, ladrones o de plano criminales, crearon todo un nuevo mercado en donde la imagen de los jvenes no solo estaba destinada al pblico consumidor sino que, al mismo tiempo, fue una especie de escuela en la que se le mostraba a los jvenes en general- cmo deberan vestir, comportarse y actuar si es que queran expresar abiertamente su rechazo social, su rebelda, su insatisfaccin adolescente o su inconformidad con el sistema. La juventud, es el divino tesoro de sexo, drogas y rocanrol que el cine no slo convirti en una receta de explotacin barata en donde caba prcticamente de todo: desde El Salvaje (1954), Rebelde Sin Causa (1955), Semilla de Maldad (1955), Nacidos para perder (1967), Easy Rider (1969), hasta Naranja mecnica (1971), Fiebre del Sbado por la Noche (1977), Los Guerreros (1979) que son considerados los padres de las Bandas de la dcada de los ochenta en la Ciudad de Mxico-, La Ley de la Calle (1981), El Odio (1994) o Trainspoting (1996), y muchas ms, lo que cre toda una mitologa sobre una generacin rebelde, por naturaleza ensimismada en sus conflictos generacionales y derrotada de antemano por sus vicios.20 Puede decirse que ya para el final de los aos sesenta, la teora de la desviacin social haba adquirido su carta de naturalizacin en las instituciones acadmicas y en las agencias gubernamentales encargadas de formular y aplicar las polticas de desarrollo social.

    16 Germani, Gino. 1971. Estudios sobre Sociologa y Psicologa Social. Buenos Aires: Paidos. 17 Para profundizar la informacin en este sentido se recomienda revisar el libro Delincuentes Juveniles y Criminales de Don C. Gibbons. 1969. Mxico: FCE. 18 Mitter, W. 1975. Criminalidad Juvenil. En Marxismo y Democracia. Serie Sociolgica. No.3. Madrid: Rioduero. Pp. 39-45. 19 Castillo Berthier, Hctor. 2000. Juventud, Cultura y Poltica Social. Mxico: Instituto Mexicano de la Juventud. P.31. 20 Castillo Berthier, 2000. Op Cit. P.167.

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  • En el caso de Mxico, parece oportuno sealar un cierto paralelismo entre los enfoques analticos de la juventud y la formulacin de la poltica gubernamental dedicada a la atencin de la juventud, (cuyos orgenes datan de la poca cardenista en 1939) y que podra resumirse en cuatro lineamientos bsicos: 1) mantener a los jvenes ocupados y entretenerlos creativamente (capacitacin, promocin, uso del tiempo libre); 2) llevar un control social de los jvenes, movilizados (cooptacin de grupos de lderes de izquierda, guerrilleros, pandillas, bandas y todos los que representen un peligro real o potencial); 3) la captacin poltica (incorporarlos al partido oficial y a la direccin poltica de diversos frentes y movimientos sociales); 4) la institucionalizacin de los apoyos (programas de combate a la pobreza, de insercin laboral para excluidos, de prevencin del delito, contra la frmaco-dependencia, de educacin abierta, etc.)21. O sea, funcionalmente, los jvenes eran controlables si se les incorporaba en forma individual y tratando de evitar la creacin de agrupaciones de mayor alcance, sobre todo si stas pretendan ser independientes, pero en realidad no se trata de un problema individual ya que la vida colectiva requiere certidumbre y, en particular, certidumbre precisamente acerca de lo colectivo.22 Todo esto permiti consolidar una idea ms o menos clara y comn en los pases occidentales: las conductas anmicas juveniles correspondan a una visible y ostensible desviacin social y el origen de la misma estaba en los individuos y en la familia, con lo cual, simultneamente, se eliminaba casi por completo el derecho a la crtica, a la organizacin colectiva de los desviados, al ejercicio de la libertad de asociacin, para dejar sus problemas en las manos de las polticas asistenciales del Estado y de los especialistas en resolver este tipo de problemticas. La resistencia juvenil, tratada como desviacin social, abarca tanto las manifestaciones de la clase media radical y a las pandillas influidas por el jipismo de los aos 60-70, como a las expresiones pandilleriles nacidas entre los jvenes desocupados, sub ocupados u ocupados discriminativamente, asentados en las barriadas decadentes que ocupan el 50 por ciento del territorio urbano. Desde esta perspectiva terica, no se aspira a comprender el fenmeno juvenil, sino a descalificarlo globalmente de antemano. Es as como las ciencias sociales oficiales juegan el doble papel de contenedoras de las manifestaciones crticas de los jvenes y de justificadoras de las medidas de control social del estado-empresa privada sobre esos mismos sujetos.23 Pero para principios de los aos setenta el fenmeno de las pandillas y las bandas juveniles explota y empieza a aparecer lentamente en la vida cotidiana de prcticamente todas las ciudades del mundo, con una nueva generacin de 21 Castillo Berthier, Hctor. 1996. Cultura y Juventud Popular en la Ciudad de Mxico. En Rafael Cordera, Jos Luis Victoria y Ricardo Becerra (coords.). Mxico Joven: Polticas y Propuestas para la Discusin. Mxico: UNAM. Pp. 210-219. 22 Lechner, Norbert. 1990. Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y poltica. Chile: FCE. P.129. 23 Gomezjara. 1987. Op.Cit. P.14.

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  • jvenes rechazados o auto rechazados y auto devaluados, retando abiertamente al sistema, a sus smbolos, a las viejas creencias, con los cuales aparece toda una corriente de pensamiento descontenta con el papel conservador que haban venido construyendo las instituciones. Diversos autores sealan simblicamente el ao de 1968 como el punto de partida de esta corriente reformista, encargada de relativizar el valor de las normas legales, modificando la apariencia objetiva y cientfica del conocimiento, para introducir una propuesta mucho ms abierta y libre que regresaba a los sujetos su papel como nuevos actores sociales y en donde la revaloracin cultural de los grupos empez a jugar un papel determinante. Un autor como C.W. Mills,24 considerado por muchos como el fundador de la sociologa radical norteamericana, describa a los patlogos sociales como guardafronteras del sistema capitalista en el momento que pretendan separar y apartar los factores econmicos, polticos, sociales, culturales e histricos de los desviados sociales, lo cual es un absurdo ya que, finalmente, estos elementos conforman el gran marco de referencia que le da un cierto significado a esa desviacin. Desde la sicologa tambin se hicieron propuestas en este sentido, pero ciencias como la antipsiquiatra o la llamada psiquiatra democrtica, han demostrado que el uso de muchos conceptos asociados a la locura, han servido para aislar y vigilar diversas manifestaciones de rechazo y desacuerdo social.25 De esta forma la mera descripcin simplista de las pandillas y bandas juveniles como simples sujetos aislados, desadaptados, inmaduros o enfermos apareca expuesta como un mecanismo de control ideolgico del Estado y las clases dominantes y la aparicin visiones ms abiertas, menos rgidas, ligadas a la interpretacin histrica de los sujetos y al respeto de las identidades sociales, han permitido ampliar mucho la visin que se ha tenido de estos grupos, e incluso han favorecido su auto percepcin como formas de resistencia y reagrupamiento civil para enfrentar una realidad opresora y poco comprensiva. Un ejemplo de ello es Foucault26 quien despoja a la teora criminolgica de su pretendida racionalidad universal y exhibe claramente su rol como controladora y supervisora del comportamiento de la sociedad. Dice Gomezjara: Mientras en la esclavitud al que infringe la norma es convertido en esclavo, en el feudalismo es castigado fsicamente porque el cuerpo es el bien ms accesible dada la escasez de moneda y produccin. Bajo el capitalismo el que viola la ley es creado, recreado, manejado y utilizado por el sistema. No es ajeno ni desviado. Por el contrario: es premeditadamente confeccionado para apuntalar el funcionamiento social en general. Sirve para que la poblacin crea que es el origen de los males sociales: objeto sobre los cuales las clases populares vierten su hostilidad y desconfianza, dejando intacta la imagen del poder. Se utiliza para mantener el control de actividades pblicamente ilegales 24 Mills C. Wright. 1964. Poder, Poltica, Pueblo. Mxico: FCE. 25 Martn, Claudio. 1985. El Fin del Manicomio. Mxico: Nueva Sociologa. 26 Foucault, Michel. 1980. Vigilar y Castigar. Mxico: Siglo XXI.

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  • pero econmicamente muy redituables como el narcotrfico, la prostitucin, el contrabando; aparece como proveedor de los cuerpos policiales y viceversa (policas-delincuentes). Justifica los grandes presupuestos policiaco militares y los proyectos de control personal (tarjeta de identidad, filiacin de empleados pblicos).27 Hoy estamos frente a una realidad indiscutible, los jvenes cada vez ms se agrupan alrededor de sus intereses colectivos: la cultura, sus creencias, sus imgenes contestatarias, su percepcin auto devaluatoria, el uso del tiempo libre, el consumo, o bien su rechazo a la globalizacin y al sistema en general, los cuales podran ser apenas algunos ejemplos de las vas a travs de las que la juventud contempornea va conformando su actual identidad histrica. Pero paralelamente y frente al alarmante aumento de la delincuencia y la violencia social, hay otros jvenes que se han ligado a la delincuencia y a los grupos criminales organizados, -los sicarios colombianos, las maras de El Salvador, las pandillas de Los ngeles, Nueva York o Chicago y muchos ms-, cuya imagen no siempre se distingue de los otros y que sirve para recrear una percepcin social negativa de los jvenes en general, frenando su desarrollo generacional como actores estratgicos del cambio social. Por ello y pese a todo, se deben distinguir claramente dos tipos de grupos juveniles, muy diferentes entre s y con objetivos de vida diametralmente opuestos: las bandas, o tribus, o colectivos reunidos a partir de distintas interpretaciones culturales en donde de generan y reproducen patrones visibles de comportamiento comn-; y, los pandilleros que siempre han existido y que estn directamente conectados a la delincuencia y al crimen organizado-, que pueden jugar un papel determinante en la contaminacin de otros jvenes habitantes de sus barrios. En entrevistas con jvenes, con sus familias, con educadores y agrupaciones que trabajan en estrecho contacto con ellos, somos testigos cotidianos de la importacin y adopcin de la cultura del pandillerismo entre las bandas: su vestimenta, los tatuajes, los smbolos corporales, los lenguajes, el graffiti, la msica, que va ligada a un creciente clima de inseguridad, de portacin de armas, de delincuencia y de violencia, clima que los pandilleros generan y que acentan en cambios significativos en el comportamiento de los menores en sus familias, en sus barrios y hasta en sus escuelas. Separarlos e identificarlos no es sencillo, pero debera ser, sin duda, uno de los objetivos actuales de la investigacin social a este respecto. III. VIOLENCIA: VCTIMAS Y VICTIMARIOS El mundo atraviesa por momentos muy crudos y la violencia es uno de los reflejos ms dramticos de los procesos de globalizacin. La violencia se ha convertido en 27 Gomezjara, Francisco. Op. Cit. P.16.

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  • un lugar comn en nuestras sociedades y sta se ha incrementado sin precedentes durante los ltimos treinta aos, en los cuales hemos sobrepasado su percepcin frente a cualquier experiencia anterior de la humanidad. Una vez que el mundo se ha vuelto ms pequeo, con el fin de la guerra fra, la cada del muro, la aparicin del internet y el desplome de mitos e identidades impuestas a la fuerza, el hombre voltea la mirada sobre s mismo y se descubre esclavo de sus propios errores. Todas las distintas formas de injusticias inimaginables, las guerras, la lucha por el poder econmico, la impunidad, la corrupcin, el terrorismo, el racismo, el hambre, la pobreza, la miseria extrema, aparecen cotidianamente en las noticias y, por consiguiente, en la construccin de la historia contempornea a travs del cine, la radio y la televisin, que se han erigido en los principales medios de educacin, culturizacin y mediatizacin para los pueblos. La constante y permanente repeticin de muchas y muy distintas situaciones de violencia en nuestra vida diaria, nos ha desensibilizado ante lo que representa el dolor y el sufrimiento humano, todo esto oculto atrs de una enorme mscara publicitaria que alienta la exhibicin de programas blicos y amarillistas. Los efectos de esta prdida de sensibilidad, van acompaados de otros fenmenos de tipo econmico estructural: los bajos salarios, el desempleo, la proliferacin de la informalidad, el narcotrfico, las bajas tasas de crecimiento econmico y la prdida de confianza en las instituciones. Por ello no es exagerado decir que los orgenes de una gran parte de la violencia presente en nuestra sociedad se encuentre localizada en el pobre desarrollo econmico de las ciudades, que es en donde se concentra, al menos, el 75 por ciento de la poblacin en Amrica Latina. As, mientras los procesos de globalizacin de los mercados van ahondando cada vez ms las diferencias sociales entre los estratos sociales ms ricos (pocos) y los ms pobres (muchos), la violencia se va arraigando y multiplicando en las formas ms insospechadas, principalmente entre los jvenes, que la reciben como enseanza diaria y en forma natural, ante la aparente modificacin de los valores tradicionales que se tenan respecto a la vida, al trabajo, a la familia y a la sociedad en su conjunto. El dinero se ha convertido en el valor esencial de nuestra sociedad, y no tener acceso a l, o tener un acceso muy limitado, propicia el aislamiento, la frustracin, la exclusin y la soledad. Es justamente en esta perspectiva econmico-emocional en donde podemos encontrar una de las fuentes principales por las que se desarrolla el creciente clima de violencia. La desvalorizacin de la sociedad familiar defrauda a muchos jvenes ante la ausencia, en muchos casos, de un ambiente feliz al cual justificadamente sienten que tienen derecho. Los jvenes toman sus propias decisiones, pero claramente estn influenciados por aquellos con quien se relacionan y as, mientras para algunos la base de relacin es la familia, un club deportivo o la escuela, para otros solo est la calle, la esquina, la pandilla, el ghetto, o sea, el inframundo de la exclusin social.

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  • Ya es mucho lo que se ha escrito sobre el comportamiento de los jvenes desde muy distintas disciplinas, sin embargo, para contextualizar a este grupo en especial, suponemos, en un principio, que en el interior del universo social y territorial de las clases populares, su juventud ha adquirido nuevos modos de vida y nuevas expresiones en varios niveles. La escuela, institucin que con anterioridad generaba expectativas de movilidad social ascendente demuestra hoy, en los hechos, una limitada capacidad para lograr este objetivo. El mundo del trabajo por su parte, no ofrece ya un amplio abanico de opciones ocupacionales sino que, por el contrario, presenta fuertes barreras para que un joven con escasa o nula calificacin manual u ocupacional dispute un lugar en un mercado que se ha estrechado con las crisis recurrentes. Por su parte la cultura, los valores, los comportamientos tradicionales de la sociedad ya no son los suyos, ya no los incorporan tal como lo hicieron las generaciones anteriores. La familia parece debilitarse frente a la imposibilidad de ofrecer a sus miembros jvenes un espacio de socializacin primaria fuerte, contenedor, capaz de orientar, como lo hizo tradicionalmente, una de las etapas ms difciles del ser humano: la juventud.28 Los jvenes que crecen en familias donde hay abusos y maltrato, o bien sufren de diferentes comportamientos violentos de sus seres ms allegados, aprenden desde pequeos a responder en la misma forma cuando tienen que enfrentar alguna situacin de enojo o frustracin. Pero aquellos que nacen ya de por s en condiciones econmicas adversas, enfrentan desde el inicio de su vida una doble lucha: primero contra la pobreza y su medio ambiente, y despus contra una sociedad que no ha acabado de establecer reglas claras y un Estado de Derecho que faciliten y apoyen el desarrollo y la igualdad de los individuos. La violencia existe con distintos niveles en todos los pases del mundo, es una condicin humana a la que no se le puede huir o esconder, y se presenta de muy diversas formas y con particularidades muy concretas. De esta forma, podemos encontrar muchos tipos de violencia. Lo que en ciertos pases puede ser considerado como normal desde las peleas de gallos, las corridas de toros, la lapidacin, la pena de muerte, el derecho a la venganza, o la muerte por inanicin- en otros, estos mismos son temas de verdadero escndalo. Pero la violencia es innata al ser humano y el hombre, en su primitivismo, ha utilizado la violencia para todo: para conquistar la tierra, para defenderla, para ganar dinero, para imponer una ideologa, para obtener prestigio y poder, y despus de esta cuantiossima inversin de violencia, hoy aparece en un mundo cada vez ms devastado, donde la geografa impuesta parece desmoronarse poco a poco, dando pie a nuevas luchas, cada vez ms violentas. Pero hay otros tipos de violencia, como aquella que resulta de las apremiantes necesidades econmicas de la poblacin, o del fanatismo religioso, o de la bsqueda de identidad por la sentida destruccin de los valores culturales y tradiciones de algn

    28 Castillo Berthier, Hctor. 2002. De las bandas a las Tribus Urbanas. En Revista Desacatos. No. 9 Transgresiones. Mxico: CIESAS. P.58

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  • grupo social o de una etnia. Pero entre todos estos tipos, hay uno en especial que gira alrededor del fantasma de los llamados barrios bajos, empotrados en ciudades perdidas, en callampas, en los tugurios marginales de las periferias urbanas y en donde la pobreza aparece a cada paso. Hoy, el mundo actual presenta una estadstica brutal: ochenta por ciento de la poblacin mundial es pobre y un alto porcentaje de esta est en condiciones de pobreza extrema. El hambre provoca ira, sin duda, y la miseria de los pueblos exacerba esta situacin. Cada da mueren cientos y miles de personas en rias callejeras, asaltos y violaciones, entre hombres y mujeres de las zonas marginales, pero esto, de ser tan cotidiano, casi pasa desapercibido, como si estuviera lo suficientemente lejos de nuestras vidas. Se dice que es lgico que las situaciones de violencia se agraven con la pobreza, y que los jefes de familia que se encuentran sin haber terminado siquiera la escuela primaria, desempleados, o que viven de milagro gracias a la informalidad econmica, estn ms propensos a tener hijos delincuentes, pero sta es slo una de las caras del problema. Entre los distintos tipos de violencia que pueden generarse en las sociedades, existen verdaderos abismos que separan una lgica de otra: est la violencia como forma de protesta, la violencia como mecanismo de defensa, la violencia exhibicionista, la violencia poltica y muchas ms, lo cierto es que dentro de este clima de violencia, los jvenes ocupan un lugar sobresaliente en las estadsticas oficiales y en la imagen que se presenta de ellos en los medios masivos de comunicacin. Se dice que la violencia juvenil, expresada en la delincuencia, es una de las formas de violencia ms evidente en la sociedad. A escala mundial, los medios de comunicacin, sean impresos o electrnicos, a diario nos dan cuenta sobre la violencia en jvenes que se manifiesta de la ms variada forma, ya sea en la calle, en la escuela o dentro del propio hogar. En casi todos los pases, los adolescentes y los adultos jvenes son tanto las principales vctimas como los principales generadores de la delincuencia.29 La Encuesta Nacional de Inseguridad realizada por el Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad (ICESI) en el 2002,30 mostr que el 54.3% de los delincuentes tienen entre 16 y 25 aos de edad, es decir que ms de la mitad de los delincuentes son jvenes. Solamente un 3% son nios menores de 15 aos. Estos datos demuestran que los jvenes recurren a la delincuencia, siendo el robo o salto a persona el delito en que ms incurren con el 58.2% de los casos, utilizando para la perpetracin del hecho delictivo navaja o cuchillo en la mayora de los casos. Los jvenes de los sectores populares en Mxico son vctimas de un modelo social que conduce a la violencia, no slo por los estigmas tradicionales que ligan

    29 Jimnez Ornelas Ren. 2003. Delincuencia Juvenil y Prevencin. Mxico. IISUNAM. (mimeo). 30 ICESI. 2002. Encuesta Nacional Sobre la Inseguridad. Mxico. Realizada del 2 al 24 de marzo del 2002, con un nivel de confianza del 95% y un margen de error del +/- 1%, representatividad nacional y estatal con 35,001 cuestionarios.

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  • a los jvenes con la violencia, la delincuencia, el consumo de drogas y el alcohol (se estima que en nuestro pas hay 3 millones 241 mil consumidoras de alcohol, cigarro y drogas ilcitas),31 sino que tambin influyen otros elementos valorativos que estn presentes de muy diversas formas: el odio, el sentimiento de olvido y abandono, el rechazo, el resentimiento social, la venganza, y muchas ms que parten tanto del sentimiento de los jvenes hacia la sociedad y muy particularmente hacia las instituciones-, como de estas hacia los jvenes. Por ello no se debe olvidar el verdadero origen que tiene esta situacin y que no es otra que la conformacin histrica del sistema poltico, econmico y social, en donde los jvenes han jugado y juegan actualmente, apenas un papel muy secundario y de muy bajo perfil.

    Diversos especialistas en la atencin a los jvenes coinciden en que la principal causa que permite explicar la delincuencia juvenil, tiene que ver con los bajos niveles de la calidad de vida en Mxico. Si se hiciera una comparacin entre las estrategias y polticas pblicas que se desarrollan de manera permanente para los jvenes en los pases industrializados, frente a los magros avances de las polticas nacionales para la juventud, podramos entender el porqu, en una encuesta reciente realizada por el Instituto Nacional de la Juventud, ms del 90 por ciento de los jvenes entrevistados a nivel nacional dijeron no saber o conocer muy superficialmente de la existencia de dicho instituto y mucho menos estar enterados de las actividades que desarrolla.

    Como comenta la doctora Elena Azaola, consejera de la Comisin de Derechos Humanos del D.F: qu se puede esperar de un pas donde slo el 17% de los jvenes pueden acceder a la universidad, de una ciudad en la que 24% de la poblacin joven no estudia ni trabaja. Sostiene que desde 1995, la juventud mexicana no tiene ms referentes que la crisis econmica, la corrupcin, la violencia, los crmenes, y si a eso se agrega el desgaste del tejido social o la patologa de los vnculos sociales, la situacin resulta peor. De verdad, es grave, terrible, la prdida de calidad de vida en el pas.32

    Por otro lado, la participacin de adolescentes y jvenes se ha vuelto muy importante para el xito o fracaso de ciertas operaciones delictivas, prueba de ello es que 3% de los menores que viven en las principales ciudades del pas estn unidos al crimen organizado, como el robo de vehculos, asaltos, prostitucin infantil, etc. organizndose en bandas o pandillas.33 Por ejemplo, en la Ciudad de Mxico se dice que existen alrededor de 351 pandillas de delincuentes, muchas de las cuales han incorporado a sus filas a menores de edad, adolescentes y

    31 Sevilla, Ramn. 2003. "Engancha crimen organizado a tres de cada 100 menores". En Peridico Reforma. 6 de noviembre. 32Azaola, E. 2002. Revista Proceso. 9 de Mayo. Citado por Ren Jimnez. 2003. Op cit. 33 Sevilla, Ramn, Op cit.

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  • jvenes,34 a lo cual habra que contraponer un dato significativo y esperanzador: en 1988, en el Diagnstico de Bandas, realizado en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, se hablaba de la presencia de poco ms de mil 500 bandas de jvenes que se agrupaban en torno a su cultura y al uso colectivo de su tiempo libre sin que necesariamente estuvieran ligados a la delincuencia.35

    Aqu hay que hacer una acotacin importante sobre un problema que lleg a ser muy frecuente durante el apogeo del fenmeno de los llamadas chavos banda en los aos ochenta, y es que el Cdigo Penal Federal, establece en su Libro Segundo, Ttulo Cuarto, referido a los Delitos contra la Seguridad Pblica, en su Captulo IV: Asociaciones Delictuosas, y especficamente en el artculo 164, que ser delincuente: al que forme parte de una asociacin o banda de tres o ms personas con propsito de delinquir, y se le impondr prisin de cinco a diez aos y de cien a trescientos das de multa..., y, un poco ms adelante, en el artculo 164-BIS explica: Cuando se cometa algn delito por pandilla, se aplicar a los que intervengan en su comisin, hasta una mitad ms de las penas que les correspondan por el o los delitos cometidos... Se entiende por pandilla, para los efectos de esta disposicin, la reunin habitual, ocasional o transitoria, de tres o ms personas que sin estar organizadas con fines delictuosos, cometen en comn algn delito....36 Y esto result ser muy significativo, ya que la diferencia semntica que hacan los policas -fundamentndose en el Cdigo Penal, que define: Banda (delincuentes) y Pandilla (grupos de reunin habitual, ocasional o transitoria... sin estar organizados con fines delictuosos)-, eran entendidos exactamente de manera opuesta entre los jvenes: (banda es recreacin; pandilla es delincuencia), por lo que al momento de ser detenidos por la polica y decir que estaban con su banda eran de inmediato remitidos a los juzgados por Asociacin Delictuosa, aunque hay que aclararlo- sta slo era una estrategia cotidiana que serva para extorsionar con mayores cantidades de dinero a estos jvenes y a sus pobres familias.

    A pesar de que el sistema penal en Mxico no es eficiente y que se sabe de la existencia de una cifra negra que revela que la mayora de los delitos no son nunca denunciados, las cifras existentes demuestran que la mayor parte de los delincuentes consignados son jvenes. En este sentido, la Encuesta Nacional Sobre Inseguridad mostr tambin que el 37.6% de las vctimas report el delito, de este porcentaje, el 77.5% levant un acta ante el Ministerio Pblico y slo en el

    34 Archundia, Mnica. 2002. "Sobreviven en la ciudad 351 pandillas juveniles". En Peridico El Universal. 9 de octubre. 35 Castillo Berthier, Sergio Zermeo y Alicia Ziccardi. 1989. Juventud Popular y Bandas en la Ciudad de Mxico. En Revista Presencia. No. 14. Ro de Janeiro. 36 Instituto de Investigaciones Jurdicas. 2004. Cdigo Penal Federal. Mxico: UNAM.

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  • 13.3% se consign al delincuente. De estos casos consignados el 53.7% eran jvenes de 16 a 25 aos.37

    En este mismo sentido, una investigacin periodstica publicada por la revista Proceso,38 revela que el 60% de la poblacin penitenciaria sentenciada en los Centros de Reclusin del Distrito Federal es catalogada como joven, con un rango de edad de entre los 15 y los 29 aos, y que en los 134 centros de readaptacin social juveniles a nivel nacional (Correccional, Tutelar y Centros de Diagnstico) tenan una poblacin de 2879 menores de 18 aos reportados hasta el ao 2001. En estos sitios, la problemtica de los jvenes se complica, ya que los centros de readaptacin social se han transformado en autnticas escuelas del crimen, en donde los adolescentes consignados por un delito menor, aprenden ah nuevas estrategias para delinquir, con lo cual aumenta su riesgo de reincidir con delitos mayores. Al tratar a la delincuencia, como uno de los puntos ms importantes relacionados con la violencia juvenil, es fcil darse cuenta del rumbo que puede tomar esta problemtica si no se establecen medidas de contencin. Por ello, la primera medida en este sentido debera ser la apertura de nuevos espacios de interaccin y trabajo con los jvenes no para o de los jvenes- que permitan empezar a generar una confianza que hoy est prcticamente ausente. En la primera Encuesta Nacional de la Juventud del 2000, un 89.5 por ciento de los jvenes confes no tener ningn tipo de confianza en los polticos. Pero en esos mismos datos aparece que s tienen confianza en los maestros, en los padres de familia, en los amigos, por lo cual no se trata de una puerta totalmente cerrada o de un abismo insalvable. La segunda prevencin, debera ser el fortalecer su autoestima y remarcar la importancia de su participacin ciudadana, para que se perciban a s mismos como actores estratgicos y protagonistas de su proceso de desarrollo. Si bien es cierto que los jvenes tienen la fortaleza y energa para violentar, tambin es cierto que en su mayora desean ser tiles, experimentar con nuevas cosas y tener una visibilidad que les permita ser reconocidos por los otros individuos. Todo ello apunta a un objetivo comn: enfrentar los estigmas que han propiciado su exclusin y que los transforma en vctimas y victimarios simultneamente. La sociedad de la exclusin se ha venido apoderando de nuestras ciudades y est cada vez ms presente en nuestra vida. Los efectos de la inconmensurable brecha econmica entre ricos y pobres puede verse en todas las sociedades del Tercer Mundo y los pases atraviesan por una crisis recurrente que mantiene separados a los segmentos sociales igual que el agua y el aceite. El futuro de las ciudades es ciertamente previsible si se le mira a travs de la violencia: tendremos una activa sociedad de consumo, organizada alrededor de las grandes firmas corporativas, con una clase media pujante, aunque reducida, encargada de su funcionamiento y que guardar celosamente las nicas esperanzas y expectativas posibles para 37 ICESI. 2002. Op.cit. 38 Monge Ral. 2002. Juventud delincuente, explosivo crecimiento. En Revista Proceso. 1331. 9 de mayo. Pp.4-8.

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  • continuar la vida en las ciudades. Del otro lado, en los cinturones de miseria, habr legiones de desempleados y subempleados, hurfanos de la modernidad y herederos perpetuos de las crisis econmicas, enfrentando da con da la violencia que representa el sobrevivir a toda costa. Los nios y jvenes representan el futuro de la sociedad como se le quiera ver. Sern ellos la mano de obra, los encargados de ofrecer los servicios, los consumidores, los polticos, la fuerza de la economa y en ellos se concentra la nica esperanza posible de cambio y modificaciones de los lastres que arrastra nuestra maltrecha realidad. Pero, al menos hasta este momento, no parecen tener en su horizonte esa amplia gama de posibilidades que permiti a otras generaciones mejorar sus condiciones de vida y trabajo y, por el contrario, los jvenes de los sectores populares parecen estar ms lejos del concepto de desarrollo social que de poder jugar un papel predominante en el porvenir. En la perspectiva de la administracin pblica cuyo objetivo central seala que es la bsqueda de la felicidad colectiva-, el objetivo central respecto a la violencia debe girar en identificar claramente, desmitificar y reorientar lo que se ha denominado como factores de riesgo, ya que mientras el impulso destructivo bsico de la rebelda de los jvenes permanece intacto, los mtodos de expresin de esa rebelda y las deterioradas condiciones de su entrono son hoy ms peligrosas. Actualmente una pistola dice ms sobre esta rebelda de lo que pudo haber dicho el pelo largo, un arete en la nariz o un tatuaje hace apenas unos aos. De ah la necesidad de implementar esfuerzos multi y transdisciplinarios, que involucren en su concepcin y puesta en prctica a los propios actores sociales, a los jvenes. Dichos esfuerzos deben concentrarse justamente en atenuar los factores de riesgo la venganza, la impunidad, la bsqueda de la identidad extraviada, la desesperanza, el consumo y trfico de drogas entre muchos otros- pero, sobre todo, debe combatirse seriamente la pobreza y la miseria extrema. Por ello, los programas de atencin y prevencin de la exclusin social, deben empezar desde las edades ms tempranas de los sujetos, incluso desde antes de que se empiece la educacin elemental, ya que esperar hasta la adolescencia o hacerlos solamente a partir de la juventud, puede resultar en muchas ocasiones en una accin tarda.

    IV. CONCLUSIONES. Ya se han mencionado las distintas percepciones que se tienen de los jvenes, de sus estigmas, de esa permanente idea de etiquetarlos negativamente y del papel que han jugado los medios de comunicacin para la construccin de estas imgenes perversas. Tambin qued claro que no todos los jvenes tienen una actitud positiva y de superacin ante la vida. Aqu no hay absolutos ni puede drsele un mismo color al complejo espectro de grupos que conforman el concepto juventud.

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  • Los jvenes de los sectores populares, las bandas, las pandillas, han pasado de los conceptos invisibles de la academia a las imgenes ostensibles de los medios, y muchas perspectivas antisociales siguen permeando el ambiente en forma creciente. Un graffiti textual de la ciudad de Tijuana hace algunos meces indicaba: Yo no soy anti-sociedad; la sociedad es anti-yo. Hay ciertamente un sentimiento de indefensin -que no es privativo de los jvenes- y que es una realidad cotidiana de todos los ciudadanos frente a los gobiernos, a la impunidad poltica, a sus fracasos para disminuir la delincuencia y la inseguridad, frente a un clima de violencia expansivo con orgenes diversos, lo cual desemboca en la demanda de acciones puntuales tambin visibles-, reflejadas en los operativos de control y medidas policacas, principalmente en los barrios populares. Se trata de un discurso que engendra su propio orden y que se ofrece a s mismo como discurso de la certidumbre y que se alimenta precisamente del miedo (al otro especialmente), de la duda y contribuye a erosionar el vnculo social... (por ello habra que) reflexionar en torno a los mecanismos que han convertido a los jvenes (especialmente de los sectores populares) en los destinatarios del autoritarismo que tiende a fijar en ellos, de manera obsesiva, los miedos, las incomprensiones, las inquietudes que provoca hoy la vulnerabilidad extrema de la sociedad en diversos rdenes.39 Existe alguna forma de promover una mejor comprensin de los jvenes?, quines seran los responsables de esto?, o acaso no lo somos todos? A pesar de la catica situacin existente hay que mencionar un dato importante: as como se dice que los jvenes delincuentes son minoritarios frente al espectro global de la juventud, de la misma manera, las pandillas tambin lo son -socialmente hablando-. Sin embargo el contexto de esta ventaja relativa, est inmerso en un entorno de alta peligrosidad que puede quebrantar con cierta facilidad a los jvenes no pandilleros o no delincuentes, que son vecinos directos de las zonas consideradas de alta peligrosidad. Entre ellas y slo para citar algunas de las ms visibles, estn: el elevado nmero de familias pobres, las condiciones de infra subsistencia, la falta de proyectos de nacin de largo plazo, la ausencia de una planeacin estratgica frente al futuro previsible, la inexistencia de espacios de socializacin y recreacin de los jvenes fuera de la escuela, los estigmas negativos diseminados y machacados por los medios de comunicacin, el surgimiento de un discurso autoritario que demanda un mayor control de los gobiernos y que clama por las operaciones de limpieza, el incremento de la marginalidad y la exclusin social, la desintegracin familiar, el abandono escolar, la falta de empleo, la prdida de credibilidad en las instituciones y la penetracin de la delincuencia organizada en los grupos juveniles. Existen barrios en donde la violencia es una forma de vida y los residentes tienen que adoptar esa actitud, si es que desean ser tratados con respeto y no ser simples vctimas, es decir combaten violencia con violencia.

    39 Reguillo Rossana. 2003. La Construccin del Enemigo. Mxico: ITESO. (mimeo).

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  • En Mxico existen actualmente alrededor de 30 millones de jvenes con edades que fluctan entre los 12 y los 29 aos, representando cerca del 30 por ciento de la poblacin total del pas. Sin embargo, y a pesar de la magnitud numrica, la poltica o mejor dicho las polticas pblicas y privadas implementadas para su atencin hasta la fecha, han tenido una vida fortuita y aventurada y no han logrado integrarse a las demandas que impone la realidad. Por ejemplo, si partimos de la premisa que el desempleo juvenil es igual al del resto de la economa, y que por ende, si se resuelve el problema del desempleo se resuelve el desempleo juvenil, partimos de una premisa falsa, ya que el desempleo juvenil es un fenmeno estructural en donde, adems del empleo en s mismo, la edad, la falta de experiencia, la capacitacin y la calificacin de la mano de obra slo sirve para apoyar a los jvenes ms integrados, dejando fuera casi automticamente a la mayora juvenil popular. Por eso es importante diferenciar las problemticas existentes en el mundo juvenil. La exclusin se da en el campo de la educacin porque hay una incorporacin segmentada, relacionada directamente con el tipo de servicios educativos que el joven haya adquirido, su grupo de interaccin cotidiana y, por consiguiente, a su origen social.

    La propia lgica educativa actual resulta de un modelo pensado ms para jvenes integrados, con una base familiar estable; es por ello que pensamos que para los jvenes excluidos de los sectores populares resulta indispensable pensar y trabajar en sus formas de integracin a partir de sus experiencias vitales.

    En otro terreno, podramos decir que los jvenes tambin se encuentran excluidos en el campo de la salud porque, como lo dicen los propios mdicos, son los que menos se enferman, dando prioridad a la atencin de los ms vulnerables. Los sistemas actuales de salud pblica parecen estar ms pensados para adultos con programas de combate a las enfermedades (clera, difteria, tos ferina, ttanos, etc.) que como programas de prevencin y promocin de estilos saludables de vida.

    En lo tocante a la vivienda, por ejemplo, todas las polticas estn pensadas para que el individuo que quiera acceder a un lugar donde vivir est incorporado previamente al sistema laboral, por eso los jvenes, generalmente, slo tienen acceso a algn tipo de vivienda cuando se proponen formar una pareja y trabajar, generalmente cuando ya no se consideran jvenes. Pero stos, como grupo social, necesitan de programas de salud preventiva, capacitacin laboral, educacin, empleo y algn tipo de vivienda, sin embargo, en muchos casos son excluidos, y esto hay que subrayarlo: actualmente, la exclusin juvenil no es un tema de la agenda pblica. Los jvenes no deben verse solo como usuarios, beneficiarios o simples destinatarios pasivos o receptores de la poltica, sino que deben ampliarse sus habilidades, sus potencialidades, deseos y necesidades con el objeto de transformarlos en actores reales de su propio desarrollo.

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  • La juventud popular se desenvuelve en un medio caracterizado por la falta de oportunidades de empleo; a pesar de ello, la cultura alternativa que genera en la esquina, en sus reuniones informales, en el barrio, sirve como producto generador de identidad, y crea medios diversos para expresar sus ideas, preocupaciones, sentimientos, emociones, etc. El joven urbano popular lo mismo lee una revista de modas o deportes, que se preocupa por temas polticos y sociales. Si se revisan con cuidado estos productos, se encuentra una fuerte carga de valores: honestidad, respeto, amistad, confianza en la familia, pero sobre todo en s mismo, que se ven reflejados en la cotidianeidad de su produccin cultural. Al joven urbano popular le preocupa tanto la contaminacin como la inseguridad de su ciudad, lugar con el que establece una intensa relacin de atraccin y rechazo a la vez. Por ello, ah en el seno de estos sectores se deben valorizar sus formas de expresin, ya que estas colaboran para que, tanto los propios jvenes como el resto de la sociedad, reconozcan que son capaces de contribuir y de construir soluciones viables para los conflictos sociales y la violencia. Se trata, en suma, de articular las mltiples experiencias locales basadas en principios comunes, en valores, en respeto a las identidades colectivas. Pensamos, por ejemplo, en los campesinos migrantes a Estado Unidos que encontraron en ese pas una mejor alternativa de vida. Sus hijos y nietos nacieron all, se educaron y se formaron de acuerdo con un determinado entorno econmico y social que, en muchos casos, les fue dando cierta identidad, que los catalog como pachuchos, chicanos, cholos, asumiendo con ello toda una serie de caractersticas (lenguaje, vestido, formas de actuar, etc.) y estigmas (drogas, armas, tatuajes, etc.), y que al regresar o venir de visita a Mxico, a sus pequeas comunidades rurales, traen consigo toda esa gama de actitudes y valores que los hacen integrarse de una forma deforme y muchas veces maligna con su comunidad local. No merece la sociedad local de sus comunidades conocer abiertamente el significado de estas nuevas expresiones?, no se puede pensar en espacios estructurados en dnde trabajar organizadamente con estos grupos?, no es posible conjugar los conceptos juventud y cultura con la definicin de una poltica social pblica que prevea estos escenarios?. sa respuesta es justamente la propuesta final de este trabajo. Vivimos actualmente en sociedades permeadas sistemticamente por la informacin (a todos los niveles) y la seduccin del consumo, en donde la lgica del capital, para obtener lucro o plusvala, produce infinidad de mercancas con una obsolescencia programada que no slo desecha productos, sino que desecha tambin personas. Los jvenes de Mxico nacen y crecen en medios muy diferentes, con posibilidades de xito o fracaso sealadas de antemano casi desde el momento de nacer. Los jvenes llevan marcados en la frente, por as decirlo, su raza, su origen y su condicin social, por lo que algunas veces puede adivinarse sin muchas dificultades su futuro.

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  • Hoy en da la sociedad mexicana es ms desigual que antes, ms heterognea que antes, con una riqueza ms concentrada y una poblacin ms excluida. En las ciudades y el campo encontramos por todos lados mundos distanciados por situaciones sociales tan dismiles como las que separan a Ginebra de Calcuta. Hoy la miseria ms extrema est en las grandes ciudades, muy cerca del corazn de los centros financieros: ah estn los indigentes, los nios de la calle, las maras, los vendechicles, los limpiavidrios, los payasitos, los ambulantes, los separadores de basura y alimentos, hombres y nios y jvenes que no son realmente "otra sociedad" coexistiendo en el mismo pas, sino la cara deforme de una misma moneda, el reverso real de nuestra modernidad. Cul puede ser el futuro de los jvenes de los sectores populares en esta situacin? Las generaciones actuales recibimos un pas por construir y hay problemas especficos a resolver, como seran las diferentes relaciones: juventud-escuela; juventud-familia; juventud-instituciones; juventud-empleo; juventud-medios, juventud-delincuencia, etctera. Debemos reforzar las redes de integracin social y apoyar la reconstruccin valorativa de los distintos segmentos sociales, frenar la destruccin psicolgica del individuo, recuperar la confianza, fortalecer la autogestin y la autoestima. An quedan muchas cosas que aprender de los jvenes y de su realidad, por eso es tarea fundamental de toda la sociedad llevar a cabo acciones que garanticen su continuidad y su sano desarrollo libre de violencia, delincuencia y desigualdad.

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