Parroquia y Municipio en Las Islas

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Recensión sobre el artículo PARROQUIA Y MUNICIPIO EN CANARIAS por el Prof. Vicente J. Suárez Grimón Revista Almogaren 30, pag. 207-279 El desarrollo de este complejo tema lo presenta el Prof. Grimón en torno a dos ejes fundamentales: el estudio por separado de la realidad “parroquia” y la realidad “municipio”, y sus implicaciones comunes en el devenir de los siglos, fijando su trabajo en la Época Moderna e inicio de la Contemporánea. El trabajo se remata con la cambio que produce la creación de los llamados ayuntamientos “constitucionales” tras la aprobación de la Constitución de 1812. Nosotros trataremos de reseñar, a tenor de lo desarrollado por el autor, aquellos puntos que nos resulten más significativos o esclarecedores sobre la cuestión. La complejidad del estudio, como ya hemos advertido, no estriba en la presentación de dos realidades tan amplias como son la parroquia y el municipio en la constitución de la sociedad civil y eclesiástica del archipiélago, sino en la repercusión que una y otra presentan en la configuración de las islas, como dos plataformas que se tocan en muchos puntos, y dónde no siempre es fácil saber dónde acaba la una y dónde empieza la otra. A esto hay que añadir que mientras no se produce el crecimiento demográfico que los años van dando, la unificación de “parroquia-isla” o “municipio-isla” hace muy difícil la determinación acerca del nacimiento de los pueblos o parroquias que hoy conocemos como realidades autónomas. Así pues, esta organización de “planta castellana”, como la llama el autor, se plasma en la unificación del poder en las islas de realengo por medio de los corregidores, y de los alcaldes ordinarios en las islas de señorío. Esta centralización, como es normal, buscaba un mayor aprovechamiento por parte de los “importantes” de los beneficios de la tierra, de los que se debían dar cuenta a los administradores. Es a partir de las reformas de Carlos III en 1766 cuando se empieza a descentralizar la

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Recensión sobre el artículo

PARROQUIA Y MUNICIPIO EN CANARIASpor el Prof. Vicente J. Suárez Grimón

Revista Almogaren 30, pag. 207-279

El desarrollo de este complejo tema lo presenta el Prof. Grimón en torno a dos ejes fundamentales: el estudio por separado de la realidad “parroquia” y la realidad “municipio”, y sus implicaciones comunes en el devenir de los siglos, fijando su trabajo en la Época Moderna e inicio de la Contemporánea. El trabajo se remata con la cambio que produce la creación de los llamados ayuntamientos “constitucionales” tras la aprobación de la Constitución de 1812. Nosotros trataremos de reseñar, a tenor de lo desarrollado por el autor, aquellos puntos que nos resulten más significativos o esclarecedores sobre la cuestión.

La complejidad del estudio, como ya hemos advertido, no estriba en la presentación de dos realidades tan amplias como son la parroquia y el municipio en la constitución de la sociedad civil y eclesiástica del archipiélago, sino en la repercusión que una y otra presentan en la configuración de las islas, como dos plataformas que se tocan en muchos puntos, y dónde no siempre es fácil saber dónde acaba la una y dónde empieza la otra. A esto hay que añadir que mientras no se produce el crecimiento demográfico que los años van dando, la unificación de “parroquia-isla” o “municipio-isla” hace muy difícil la determinación acerca del nacimiento de los pueblos o parroquias que hoy conocemos como realidades autónomas.

Así pues, esta organización de “planta castellana”, como la llama el autor, se plasma en la unificación del poder en las islas de realengo por medio de los corregidores, y de los alcaldes ordinarios en las islas de señorío. Esta centralización, como es normal, buscaba un mayor aprovechamiento por parte de los “importantes” de los beneficios de la tierra, de los que se debían dar cuenta a los administradores. Es a partir de las reformas de Carlos III en 1766 cuando se empieza a descentralizar la administración civil del “cabildo insular”, y que se refleja en la división municipal que se cerrará en el siglo XIX.

El caso de la organización “parroquia-isla”, aunque con diferencias de bulto, mantiene una misma estructura. La división parroquial se va efectuando en tres momentos. En la primera etapa, se van creando alcaldes donde existen ermitas o iglesias de beneficios. La podríamos situar en el primer periodo de la colonización, y afecta, sobre todo, a las tres islas realengas. Hablamos de la primera mitad del siglo XVI. La segunda etapa, que situamos en el siglo XVII, afecta sobre todo a zonas de Tenerife, debido a la expansión por el cultivo de la vid. Empiezan a crearse parroquias donde había alcaldes o viceversa. Finalmente, debido al fuerte incremento demográfico, situamos la tercera etapa en la segunda mitad del silo XVIII y XIX, donde se crean parroquias y al alimón se nombran los empleos públicos.

Si en un principio, desde el Cabildo Catedral se atendían los diferentes pagos, con el paso de los años, se hace necesaria una mayor autonomía parroquial para la atención de las almas. El problema de las ganancias de los curatos se debía a que el

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Cabildo contaba con los beneficios y las primicias de la mayoría de la isla de Gran Canaria, que nos vale como ejemplo.

El caso es que esta división que va imponiendo la necesidad de la población, es a la vez la causa de la configuración de los distintos núcleos urbanos que hoy conocemos, por lo que la imbricación de la parroquia y el municipio es gestor de los procesos de configuración de los asentamientos demográficos. Todos estos procesos de expansión y creación de parroquias y de nombramientos de alcaldes, darán como resultado, tras la Constitución de Cádiz, la transformación de las antiguas alcaldías en los ayuntamientos constitucionales.

Es difícil, por tanto, señalar en cada caso determinado, quién llega antes, si el párroco o el alcalde. Lo que parece cierto es que allí donde se asentaba una parroquia, ya había una población considerable, con necesidad y derecho a alcalde. Si bien, debido a las dificultades económicas que antes hemos reseñado, esto no siempre fue así. Los migraciones internas de la población, hacían necesarias las reestructuraciones parroquiales y civiles. Las segregaciones de las parroquias matrices se van produciendo a medida que la población aumenta o se posiciona en zonas de mayor desarrollo comercial.

El desarrollo en la ampliación de parroquias, no se traduce en la creación de ayuntamientos, upes ya hemos apuntado que la realidad de las islas en la configuración “Ayuntamiento-isla”, es decir, una sola organización desde la que se rige toda la población insular. La existencia de alcaldes, no significa la existencia de ayuntamientos. Los alcaldes tienen un papel de “delegados” del consejo insular en los distintos núcleos de población. Así que es el desarrollo de estos núcleos está claramente condicionado por la estructura organizativa insular. Es a partir de las reformas de Carlos III cuando el nombramiento de alcaldes deje de hacerse por medio del consejo insular en beneficio de la Audiencia. El corte de este cordón umbilical que unía a los señores del consejo con las rentas de los pueblos, abrirá el paso a la posterior creación de los diversos ayuntamientos. Así pues, las rentas de las distintas zonas dará pie a que la organización administrativa centrista pierda su favor en beneficio de dichas zonas, donde se crearán las administraciones locales.

Dos datos hay que señalar en el desarrollo municipal del siglo XIX: de una parte, la creación de los ayuntamientos allí donde existían alcaldes reales o pedáneos; de otra, la vuelta al anterior modelo administrativo con la centralización de los poderes y derogación de la Constitución por Fernando VII. Finalmente, en 1836 desaparece el régimen municipal único, estableciéndose definitivamente el modelo administrativo básico que se ha mantenido en los años contemporáneos. Con la creación de los nuevos ayuntamientos del siglo XIX, se establecían las herramientas organizativas para los distintos núcleos de población. Si bien, esta organización no coincidía exactamente con los división parroquial. El discurso de los años acabaría por independizar dos realidades que durante luengo tiempo, fueron confundidas territorial, económica y organizativamente.

Antonio Diego Hernández Rodríguez

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