Pensar El Paisaje Definitivo-web-cept
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Paisaje y conjuntos arqueolgicos. Reflexiones a partir de una lnea de
investigacin
Florencio Zoido Naranjo
1. Justificacin
La relacin entre paisaje y conjuntos arqueolgicos es interesante y su
planteamiento conveniente para resolver determinadas cuestiones existentes en la
actualidad, especialmente en Espaa; adems, es posible extender este punto de
vista a otros casos y contextos; se conocen algunas experiencias previas o
contemporneas (Stonehenge, 2000; Criado Boado, 1986; Snchez Palencia,
2000; Serna, 2008; Martnez, 2009) a los estudios de los que se da cuenta en el
presente escrito.
Varias razones principales avalan la afirmacin anterior; en primer lugar
algunos de los debates actuales sobre el concepto de paisaje (dimensiones
objetiva y subjetiva; origen artstico y utilizacin actual; trayectoria cientfica
experimental frente a la primaca reciente de los contenidos culturales, etc.)
pueden ser iluminados desde la perspectiva relacionante aqu adoptada. Por otra
parte, en los estudios e investigaciones sobre paisaje con propsito de
aplicabilidad de los conocimientos a la planificacin y gobierno del territorio
(nuestro particular enfoque), la relacin que establece la nocin de paisaje con
los lugares de alto valor patrimonial (conjuntos arqueolgicos, conjuntos
histricos, bienes de inters cultural o monumentos destacados) muestra sus
virtualidades o utilidades y lo proyecta, potenciado, hacia otras finalidades
tambin necesarias, aunque quizs menos prestigiadas.Para el conjunto arqueolgico que se considere, tener en cuenta su
dimensin paisajstica, puede representar nuevas oportunidades en diferentes
planos: de comprensin o explicacin de su sentido originario (la eleccin de su
Este texto ha sido publicado por la Editorial Abada de Madrid en Javier Maderuelo, Paisaje yPatrimonio, cfr. pgs. 199-240. De la presente versin se han eliminado las ilustraciones. Es una reflexinpersonal sobre un trabajo colectivo, una lnea de investigacin continuada en la que han participadodiferentes personas adscritas al Centro de Estudios Paisaje y Territorio y colaboradores. En gran medida
las ideas sobre concepto y mtodos que se exponen proceden de los estudios que ms adelante semencionan, aunque la responsabilidad sobre lo expresado en este texto recae exclusivamente en quien lofirma.
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situacin y emplazamiento, las funciones atribuidas) y de su evolucin
posterior (razones del abandono o de su continuidad; de insercin o adecuacin a
las estructuras territoriales subsiguientes; de gestin actual, en una coyuntura en
la que crece la demanda social de su conocimiento o disfrute, aumentando porello el nmero de visitantes y las exigencias de accesibilidad). En general, tener
en cuenta el paisaje de un conjunto arqueolgico ampla, intelectual y
materialmente, las posibilidades de su comprensin, proteccin, gestin y
ordenacin.
La referencia especial a Espaa en el primer prrafo de este escrito
encuentra su justificacin en un doble argumento. Por una parte en la
insuficiencia de los conceptos legales actualmente existentes; encaminados
exclusivamente a la proteccin de determinados lugares, con una visin reducida
estrictamente al objeto considerado BIC (monumento, sitio histrico, etc.),
reforzada por un entendimiento restrictivo del concepto de entorno (Ley 16/85
art. 17), en general insuficientemente desarrollado en tentativas autonmicas
posteriores a la ley bsica mediante conceptos poco ajustados a la cuestin que
aqu se trata (zona patrimonial, zona arqueolgica, parque cultural o
arqueolgico, entre otros); algunas normas autonmicas ms recientes relativas al
patrimonio histrico o cultural (Cantabria, 1998; La Rioja, 2004; Navarra, 2005;
Murcia, 2007; ver Rodrguez Rodrguez, 2008) incorporan el trmino paisaje en
sustantivo aunque adjetivado como cultural, es decir definen una nueva figura
de proteccin aplicable a determinados lugares, pero sin alcanzar el sentido
general que tiene el concepto de entorno para todo BIC. Todo ello parece apuntar
que la idea de paisaje ha estado rondando en los propsitos de las autoridadescompetentes, aunque no han acabado de decantarse claramente por ella. En
segundo lugar por la situacin dominante de acoso y deslegitimacin de los
valores patrimoniales presentes en los bienes culturales a causa de la
proliferacin de construcciones y por el desorden territorial adyacente; segn se
ha puesto de manifiesto reiteradamente en los ltimos aos en debates y
polmicas pblicas, con gran repercusin en los medios de comunicacin, en
numerosos casos (Madinat al-Zahra, Numancia, Vega de Toledo, etc.).
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Sobre algunos de estos hechos, y con las ideas que siguen como punto de
partida, han trabajado los investigadores del Centro de Estudios Paisaje y
Territorio (en adelante CEPT), en general requeridos por las administraciones
responsables de mantener y mejorar los valores patrimoniales de determinadosbienes culturales, conjuntos urbanos histricos y conjuntos arqueolgicos,
principalmente.
2. Sntesis de antecedentes1
La lnea de investigacin que se presenta comienza a finales de los aos 90
con una ayuda pblica concedida para estudiar las relaciones entre paisajes y
conjuntos urbanos histricos andaluces y termina (por ahora, en 2009) con un
trabajo sobre el conjunto arqueolgico de Itlica en apoyo de su Plan Director,
actualmente en tramitacin. Los estudios realizados han sido los siguientes:
- 1998, Propuesta tcnico-metodolgica para la integracin paisajsticade los centros histricos andaluces (Consejera de Obras Pblicas y
Transportes. Junta de Andaluca).
- 2004, Gua del paisaje cultural de la ensenada de Bolonia, Cdiz(Instituto Andaluz de Patrimonio Histrico).
- 2004, Estudio sobre la relevancia paisajstica de Madinat al-Zahra(Direccin del Conjunto Arqueolgico).
- 2008, El paisaje en el conjunto arqueolgico de los dlmenes deAntequera (Consejera de Cultura, Instituto Andaluz de Patrimonio
Histrico y Direccin del Conjunto Arqueolgico).
- 2009, El paisaje en el conjunto arqueolgico de Itlica (Consejera deCultura y Direccin del Conjunto Arqueolgico).
Estos trabajos y algunas publicaciones basadas en ellos son citados con
mayor precisin en la bibliografa que acompaa a este escrito. En ellos han
participado cinco investigadores del CEPT (J.V. Caballero Snchez, I. Garca
Vzquez, J. Rodrguez Rodrguez, C. Venegas Moreno y F. Zoido Naranjo) y tres
colaboradores (I. Durn Salado, V. Fernndez Salinas y E. Lpez Martn),
1
Casi todos los hechos e ideas expuestos en este pargrafo han sido publicados con anterioridad(Caballero y Zoido, 2008); se sintetizan y completan aqu con el propsito de establecer el hilo conductorde una reflexin que conduce a planteamientos ms recientes no expuestos anteriormente.
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durante algo ms de una dcada. Todos los estudios fueron propuestos por los
organismos administrativos citados (si bien con recursos y duraciones dispares)
gracias a lo cual se ha podido crear una continuidad de investigacin colectiva y
pluridisciplinar (antropologa, arqueologa, arquitectura, geografa e historia)poco frecuente en el panorama cientfico espaol, particularmente en ciencias
sociales y humanidades.
La lnea de investigacin se forma por encargos sucesivos, a partir de sus
resultados y difusin, no haba sido predeterminada. Es decir, el aprendizaje y los
avances en la misma se van produciendo conforme se realizan los estudios en un
centro de trabajo en proceso de formacin y dedicado a la investigacin aplicada,
concretamente a suministrar criterios paisajsticos a las actuaciones pblicas, en
este caso principalmente para la proteccin de unos determinados bienes
patrimoniales, los conjuntos arqueolgicos.
Otros estudios realizados por los investigadores del CEPT han apoyado,
indirectamente, esta lnea de investigacin, principalmente los siguientes:
- 2003, Reconocimiento de los recursos paisajsticos del Parque NaturalSierra Norte de Sevilla (J. Rodrguez y C. Venegas, encargado por la
Diputacin Provincial de Sevilla); estudio cuyo propsito principal
queda expresado en su ttulo pero que tambin plantea cuestiones
relativas a los bordes de ncleos urbanos de alto valor patrimonial como
Cazalla de la Sierra y Constantina en la provincia de Sevilla.
- 2007, Tesis Doctoral de J.V. Caballero, La perspectiva hermenetica enGeografa. La aportacin del Tableau de la Gographie de la France
(Universidad de Sevilla), que aborda la descripcin interpretativa de lospaisajes; cuestin de gran inters para el tema aqu tratado.
- 2008, La situacin del paisaje en Espaa. Lneas de actuacin para laaplicacin del Convenio Europeo del Paisaje (Ministerio de Medio
Ambiente); trabajo con diversos componentes de carcter metodolgico,
jurdicos y de aplicacin de los conocimientos; de inters tambin en
relacin con algunos de los argumentos que se desarrollan en el presente
escrito.
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- 2010 (en realizacin), Inventario de recursos paisajsticos deAndaluca (Consejera de Medio Ambiente); estudio en el que se
pretende dar contenidos informativos concretos a las nociones de
identificacin, caracterizacin y cualificacin incluidas en elConvenio Europeo del Paisaje (Florencia, 2000), vinculndolos a un
sistema de informacin geogrfica, de modo que sea posible conocer en
trminos cuantificados las dinmicas que afectan a los distintos paisajes,
para evaluar las acciones y polticas encaminadas a su proteccin,
gestin y ordenacin.
Se trata, en suma, de un proceso intelectual de decantacin y maduracin deideas, conceptos, mtodos y propuestas de actuacin que no se considera
terminado. Posiblemente nuevas oportunidades de estudio relativas a otros
lugares con valores culturales semejantes pero con diferente base natural y
trayectoria histrica peculiar, por ejemplo la Alhambra de Granada o el Castillo
de Doa Blanca, asentamiento fenicio en el borde de la Baha de Cdiz,
aportaran mayor riqueza y profundidad a los conocimientos adquiridos.
3. El paisaje segn el Convenio de Florencia
Si se entiende el paisaje tal como lo define el Convenio de Florencia (BOE
n 31 de 2008): cualquier parte del territorio tal como la percibe la poblacin y
cuyo carcter sea resultado de la accin y la interaccin de factores naturales y/o
humanos (art. 1), esta nocin contiene al menos tres partes:
- la primera objetiva (cualquier parte del territorio),- otra subjetiva (tal como la percibe la poblacin),- y una tercera causal (resultado de la accin y la interaccin de factores
naturales y/o humanos).
Esta definicin, ampliamente aceptada, con mnimas crticas y posibles
desarrollos futuros (sustentables en las referencias a la poblacin en singular en
la versin oficial inglesa, pero en plural en la versin oficial francesa- y en eltrmino carcter, sobre el que, sin duda, se pone el nfasis o responsabilidad de
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la concrecin) supera una reiterada apelacin a la polisemia del concepto, aserto
que ha provocado interminables y estriles debates meramente nominalistas e,
incluso, su rechazo al tildarlo de trmino ambiguo, confuso y hasta endeble
(Bertrand, 2008).El Convenio Europeo vincula la idea de paisaje a todo el territorio (art. 2),
abarcando reas naturales, rurales y urbanas, comprendidas las zonas terrestre,
martima y las aguas interiores, al tiempo que seala que deben considerarse
paisajes tanto los lugares excepcionales como los comunes o cotidianos e,
incluso, los degradados.
Este entendimiento del paisaje lo considera, por tanto, como un hecho
dinmico en el que se cruzan, con diferentes temporalidades y ritmos de
evolucin, tres tipos de componentes:
- los que forman la base natural de todos los territorios (geolgicos,climticos y biticos);
- los cambios y formas introducidos en dicha base natural por la accinhumana, vinculados principalmente a la ocupacin (asentamientos, vas
de comunicacin) y a las funciones productivas asignadas a cada
territorio (usos del suelo, parcelacin, etc.);
- las atribuciones de valor hechas por la poblacin a los diferenteselementos y partes del territorio o al conjunto del mismo; tanto de tipo
utilitario como simblicas.
En el foro en el que se presenta este escrito es preciso aadir que si bien la
idea de paisaje es histrica (Berque, 1994), es decir aparece en cada cultura en
momentos diferentes, y ha llegado a las civilizaciones occidentales a travs del
arte (Maderuelo, 2005), existen en el trmino actitudes y resonancias anteriores
(Conan, 1999), presentes en su raz semntica (pagus, pas), pero sobre todo
manifestadas implcita o explcitamente por los humanos como percepcin
insoslayable de su marco vital o como asombro ante la naturaleza que los rodea
(Watsuji, 2006; Zoido, 2009). Igualmente es imprescindible tener en cuenta la
evolucin semntica del trmino, los nuevos significados atribuidos por
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determinados grupos sociales o por el conjunto de la sociedad, que quedan
recogidos en los diccionarios (J.R. Pitte, 2003), hasta el punto de que, en la
mayora de ellos, la acepcin artstica ya no es la que aparece en primer lugar.
Nuestro inters por el paisaje, reconociendo su trayectoria artstica ycientfica y valorando su gran prestigio cultural en el momento presente, est en
incorporarlo a la prctica de la ordenacin territorial con una doble utilidad
principal; como concepto de amplio sentido que permite valorar la coherencia
existente entre los elementos naturales del territorio y el artificio humano
sobrepuesto en l y, por otra parte, como expresin de la calidad de dicho
territorio. Como acertadamente ha sealado A. Phillips (2007), el Convenio de
Florencia crea un nuevo marco intelectual compartido para un concepto que ha
sido durante mucho tiempo una nocin resbaladiza; el difcil consenso
alcanzado con dicho acuerdo internacional puede servir para afrontar la
insoslayable tarea de la gobernanza territorial y a ello se disponen numerosos
cientficos, intelectuales y responsables pblicos en Europa en la actualidad. El
influjo de este nuevo acuerdo internacional ha llegado tambin a Amrica, del
Norte (2000) y del Sur (s.f.), y a Australia (2009).
4. Contribuciones del paisaje al conocimiento y gestin de los conjuntos
arqueolgicos
Partiendo de la posicin intelectual recogida en el apartado anterior y de los
estudios mencionados, entendemos que la consideracin del paisaje en los
conjuntos arqueolgicos puede contribuir, de una parte, a su mejor conocimiento
(descripcin y explicacin) y de otra, a su preservacin como bienes de interscolectivo.
4.1. Paisaje y comprensin de los conjuntos arqueolgicos
La eleccin en pocas pasadas lejanas (prehistoria, antigedad, medievo) de
la situacin y el emplazamiento de un asentamiento humano se haca desde un
minucioso conocimiento del territorio, tanto si se trata de lugares seleccionados
en un acto fundacional, como si dicha opcin se produca por tanteos o
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aproximaciones sucesivas. Existen sin duda numerosos ejemplos de fracaso o
abandono de lugares explicados por causas diversas, pero la continuidad de
innumerables asentamientos antiguos muestra con gran frecuencia la sabidura y
el acierto en las opciones tomadas. En el caso de asentamientos a los que seatribuyeron funciones estratgicas (de dominio, defensivas) o simblicas
(santuarios, templos, necrpolis), la localizacin es escogida no slo por sus
ventajas posicionales generales y productivas (salubridad, disponibilidad de agua
y alimentos, comunicacin), sino tambin por razones de prestigio (presencia,
exhibicin) y esotricas (mgicas, religiosas).
Tener en cuenta el contexto territorial y paisajstico de un conjunto
arqueolgico aumenta las posibilidades de comprender los valores de su
situacin geogrfica, es decir de su posicin relativa respecto a otros hechos de
similar importancia o magnitud presentes en dicho contexto y, a travs de ella, de
su sentido funcional originario como ncleo de poblacin. Un asentamiento
pequeo, de horizontes terrestres cerrados, pero abierto al mar, como Baelo
Claudia en la ensenada de Bolonia, se explica ante todo por la tranquilidad de las
aguas interiores y su riqueza ictcola (pesca de atunes), as como por su
accesibilidad martima (corrientes y vientos) que facilita la exportacin del
garum o pasta de pescado sazonada; expresado en trminos actuales Baelo
Claudia era una pequea ciudad al servicio de una factora de conservas de
pescado, funcin que ha continuado a lo largo del tiempo y que sigue presente en
la costa gaditana en asentamientos con mejor accesibilidad terrestre.
La situacin de Itlica es fruto de una opcin estratgica tomada en un
contexto de dominio militar a finales del siglo III a. C.; inicialmente es unoppidum turdetano y un campamento romano, situado en proximidad de varias
unidades territoriales (Aljarafe, Vega del Guadalquivir, Campo de Tejada y
Sierra Morena) con caractersticas constitutivas (geologa, suelos, aguas) y
posibilidades agronmicas bien diferenciadas. De gran valor explicativo es
tambin su relacin con la accesibilidad fluvial (a un antiguo cauce o madre vieja
del Guadalquivir) y terrestre (a la Va o Ruta de la Plata) en proximidad de
Hispalis, asentamiento urbano principal. Determinadas circunstancias posteriores
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(lugar de nacimiento de Trajano y Adriano) impulsan, mucho ms adelante (s. II
d.C.), la construccin de una nova urbs ennoblecida que por su emplazamiento
en una primera cornisa del Aljarafe, gozar de amplias vistas sobre la vega o la
ciudad principal y ser visible desde ellas.En esta ltima condicin de ncleo palaciego se apoyar la situacin de
Madinat al-Zahra, ciudad omeya efmera (poco ms de 50 aos de existencia),
prxima a la capital del califato (Crdoba), al ro Guadalquivir, con su feraz
vega, y a Sierra Morena, mbito rico en agua, materiales de construccin y caza.
Las relaciones fundacionales de los lugares escogidos con los elementos
territoriales estructurantes y con las que, en terminologa actual, llamaramos
diferentes unidades de paisaje, muestran las causas intervinientes en la eleccin
de su situacin; pero es la seleccin del emplazamiento (lugar exacto o marco
topogrfico concreto de localizacin) el hecho que les otorga una especfica
dimensin paisajstica, principalmente en relacin con su forma fsica y con las
posibilidades creadas por las relaciones de intervisibilidad; es decir, con las
capacidades que se adquieren tanto al poder ver y observar el espacio en torno
(cuenca visual) desde el sitio elegido (visin desde dentro hacia fuera), como de
ser visto (visin desde afuera).
El emplazamiento determina en multitud de ocasiones la forma del
asentamiento en sus dimensiones bsicas (extensin, altura de la edificacin) y
establece pautas significativas para sus trazas (localizacin de edificios
principales, pendientes y alineaciones de calles, ubicacin de espacios libres y de
construcciones defensivas, accesos al agua o a las vas de comunicacin, entre
otros). Estos hechos vienen siendo cuidadosamente analizados por arquitectos,gegrafos e historiadores estudiosos de la morfologa urbana (Sitte, 1889;
Lavedan, 1926; Panerai, 1983; Capel, 2002, etc.); todos ellos tienen una
indudable repercusin paisajstica, pero morfologa urbana y paisaje urbano no
deben ser confundidos. Lo que convierte a las formas urbanas en paisaje urbano
es la circunstancia o intencin de ser o hacerlos notorios a partir de su visibilidad
y su connotacin posterior como hechos conspicuos.
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En la mayora de los estudios realizados en la lnea de investigacin sobre
paisaje y conjuntos arqueolgicos se pone de manifiesto una alta (Itlica,
Madinat al-Zahra) y especial (Dolmen de Menga en Antequera) visibilidad del
asentamiento investigado o, si se prefiere, la ntida intencin en la eleccin de susemplazamientos de conseguir visibilidades excepcionales, no slo
cuantitativamente (alcance longitudinal de las vistas, extensin superficial del
espacio visto, convergencia de ejes visuales), sino tambin cualitativamente
(diversidad constitutiva o funcional de los mbitos visibles, dominio de lugares
de paso, condicin de lugar conspicuo).
Tomando como base estas observaciones surge la necesidad de reflexionar y
profundizar en lo que poda significar la visibilidad para los habitantes de dichos
asentamientos en pocas pasadas, tanto en relacin a lo que ellos vean como
hasta qu punto y de qu manera queran ser vistos. Determinadas escuelas o
corrientes de estudio existentes en Arqueologa estn desarrollando actualmente
este enfoque (Criado, 2002; Garca Sanjun, 2000, y Orejas, 2009), pero
conviene tambin hacer aportaciones desde un punto de vista terico
exclusivamente paisajstico, al margen de los distintos momentos histricos o
localizaciones geogrficas. Qu repercusiones tena ver y ser visto, en etapas
histricas en las que la capacidad tcnica era mucho menor y las mentalidades
ms mitificadoras?
Ver, antes y ahora, es querer conocer, intentar saber2. Desear ser visto es
promover el propio reconocimiento. Estas dos actitudes no aparecen siempre
unidas; se puede querer ver sin ser visto o poner nfasis para que un lugar brille o
resplandezca sin que vaya unido a la visin propia. Es fcil encontrar ejemplosde ambas finalidades. Si se tiene o se pretende lo que, con palabras actuales, se
llamara dimensin paisajstica, ambos propsitos suelen aparecer juntos; que
algo se vea sin inducir la visin propia es slo utilizar el paisaje, caso de la
2 Tomo esta idea fundamental de una pancarta: Queremos ver, queremos saber, desplegada en unacampaa ciudadana realizada por Ben Baso, asociacin de profesores para la difusin y proteccin del
patrimonio histrico, ante la ocultacin tras unas vallas enteladas de las obras del proyecto llamadoMetropol-Parasol en la plaza de la Encarnacin de Sevilla con incidencia sobre importantes restosarqueolgicos de origen romano.
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publicidad, aunque en ocasiones la ms ostentosa consiga cierta notoriedad
paisajstica .
Para entender con precisin y en toda su riqueza de sentido qu significa ver
y ser visto en relacin con un determinado asentamiento humano esimprescindible relacionarlo con los conocimientos que se posean de la cultura, la
sociedad o el pueblo que lo erige; tal puede ser la labor de los historiadores y
arquelogos en relacin con lugares de antiguo poblamiento y de los socilogos
o antroplogos para las manifestaciones recientes o actuales; no se pretende
improvisar aqu dichas tareas. No obstante desde que se construy el cromlech
de Stonehenge o el dolmen de Menga (aprox. 2500 a. C.) hasta que se realicen
las representaciones presidenciales estadounidenses de Mount Rushmore en
Dakota del Sur (1927), pasando por las pirmides egipcias, el Partenon o
Madinat al-Zahra, se puede rastrear y poner en evidencia una clara intencin
paisajstica (lvarez, 1992), es decir, una determinada actitud, sostenida en el
tiempo.
Ver desde un sitio privilegiado para tal fin y convertido en lugar preferente
como hbitat es controlar el mbito ms prximo del que se depende
estrechamente. Es observar y saber qu sucede en el; no slo de forma continua,
cotidiana o regular, sino tambin en relacin con determinadas horas del da y
con el paso del tiempo, a lo largo del ao y en la sucesin de estaciones e,
igualmente, en situaciones especiales crticas, por causas festivas, blicas o
catastrficas. Es saber qu est sucediendo en el espacio visto en cada momento;
qu o quin entra, sale o pasa; si se estn realizando las tareas necesarias; si todo
ocurre como se ha previsto o si se ha producido alguna incidencia o amenazaque requiere algn tipo de respuesta.
Segn esto ltimo, ver es tambin dominar el espacio visto para actuar; con
toda la amplitud de posibilidades de esta ltima palabra, principalmente en
momentos determinados, con mayores oportunidades o de alto riesgo; ocasiones
para conseguir un recurso que se presenta espordicamente (caza, botn) o para
atajar el peligro en situaciones de emergencia. Multitud de asentamientos
antiguos seleccionaron un emplazamiento prominente con la finalidad principal
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de defenderse mejor; defender el lugar en el que se reside y el terrazgo del que
depende la supervivencia; defenderse significa tambin preparar la forma de
resistir, obstaculizar la llegada o proximidad del atacante3.
Ser visto o mejor dicho, querer ser visto, es una actitud que corresponde apropsitos o deseos humanos muy distintos a los de ver. Se trata ante todo de
una afirmacin, ms o menos explcita, de la identidad. Mientras con la accin de
ver se busca saber o conocer para orientar la actuacin propia, las formas o actos
que propician ser visto pretenden ante todo el reconocimiento exterior, la
identificacin por otros. En los casos que nos ocupan no se trata de la visin
personal o del individuo, sino la de su obra, de las construcciones o marcas
realizadas en el territorio para que sean vistas, de convertirlas en seales o signos
que se proyectan para la visin exterior con el propsito de que se les atribuya un
significado. Edificios o marcas en el territorio propio se convierten en
monumentos-mensaje, segn la acertada expresin de Regis Debray (Paysages
- Neuchtel, 2010).
Ese mensaje puede ser portador de distintas informaciones, las ms
primarias o muy simples (este es el sitio, estamos aqu) se consiguen con la
visibilidad que proporciona la altura, con un destello (ver Garca Sanjun, 2008),
o con una forma llamativa o infrecuente que atrae la mirada y que es
inmediatamente interpretada como humana (Glacken, 1967)). En los casos
estudiados por nosotros se pone a veces de relieve la importancia de las formas
del lugar, al menos en la medida en que se conocen hechos suficientes para
interpretarlas; en los dlmenes de Antequera es la forma tumular, perfecta y
suavemente redondeada, lo que contrasta con el carcter pando de la Vega y conlas formas abruptas de los montes que establecen el fondo escnico; en el caso de
Madinat al-Zahra la blancura de los materiales constructivos y la geometra
regular de las edificaciones crearon un fuerte contraste con el oscuro teln de la
3 Impresiona la descripcin que hace un cronista blico, Vasili Grossman, de la expresin cotadominante: Este lugar est rodeado de un grueso crculo, tanto en los mapas rusos como alemanes. - desde la cual se divisa el Volga, sus dos orillas y toda la ciudad [Stalingrado]. Y en la
guerra todo lo que se domina se bate. Son dos palabras terribles: . Aos de Guerra,Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2009, cfr. pg. 232 (edicin original en ruso, Mosc 1942). Subrayadonuestro.
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Sierra Morena prxima, efecto aludido reiteradamente en los textos de viajeros y
literatos de la poca que narraron o alabaron la belleza de la ciudad (Valencia,
2010).
Desde hace mucho tiempo los seres humanos han utilizado el territorio y lohan convertido en paisaje lanzando a travs de l informaciones cargadas de
intenciones ms complejas que manifestar la existencia: Estamos aqu casi
nunca es slo una identificacin de la presencia, sino que generalmente va
acompaada de otras informaciones: somos fuertes, estamos en la cota
dominante.Los emplazamientos seleccionados, junto a las formas construidas,
buscan expresar las capacidades propias. Se marca el terreno con grandes
piedras, con figuras enormes que infunden temor, con altos muros erizados de
almenas y grandes torres puntiagudas que sugieren fortaleza y prestigio.
Adems, en no pocas ocasiones, las marcas trazadas o los edificios
levantados estn orientados, miran, hacia el hito ms significativo del relieve
visible, hacia los puntos en los que el orto o el ocaso de los principales astros (el
sol, la luna, determinadas estrellas y constelaciones) marcan el paso del tiempo o
el cambio de las estaciones y con ellos atribuciones trascendentes de vida o de
muerte. Es decir, lo que se hace para que sea visto puede estar transmitiendo
tambin mensajes esotricos, dirigidos no slo a los hechos o los seres a los que
atribuye valores sobrenaturales, sino al propio colectivo y a otras personas que
vean dichas manifestaciones para sealarles una relacin con lo trascendente que
hace ms fuerte y prestigioso a quien traz estas marcas o levant estos edificios.
La unin entre los propsitos que quedan reflejados en la actitud de ver y
los que son propios de ser visto connota fuertemente al conjunto de la cuencavisual; especialmente en aquellos mbitos que, por las peculiaridades de su
conformacin natural, se convierten en territorio o en hinterland, es decir, en el
espacio propio, considerado idneo para el desarrollo de un grupo humano, o en
el necesario para el ejercicio de la funcionalidad atribuida a un determinado
asentamiento. Tal es la enseanza profunda que relaciona la nocin de paisaje, a
travs de la funcionalidad, con la de espacio vivido o marco vital de un pueblo o
una sociedad; este argumento ser desarrollado ms adelante.
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4.2. El paisaje y la proteccin, gestin y ordenacin de los conjuntos
arqueolgicos
En el ordenamiento jurdico espaol la inclusin de la nocin de entorno(art. 17 de la Ley 16/1985) supuso un avance respecto al entendimiento anterior
del monumento o bien cultural aislado y considerado en s mismo. Pero si se
analiza con detenimiento dicho artculo y las referencias al rea a la que
pertenece, los accidentes geogrficos y el paraje natural que lo conforma,
todo parece indicar que se tuvo en mente la idea de paisaje y finalmente se la
obvi. El tiempo transcurrido desde la aprobacin de esta importante ley, los
tanteos realizados en algunas normas posteriores y, sobre todo, la evolucin de
los propios hechos muestran la actual insuficiencia del concepto de entorno y la
necesidad de dar entrada en la normativa sobre patrimonio cultural a la nocin
de paisaje.
Efectivamente, incorporarla a la proteccin de los bienes de inters cultural
puede permitir no slo la necesaria ampliacin del concepto jurdico ya
establecido de entorno, sino una mayor justificacin de las normas de proteccin,
al vincularlas a relaciones explicativas del sentido funcional con el que un
determinado bien patrimonial fue concebido y por el que se hace plenamente
comprensible. Frente a la nocin de entorno, que sugiere nicamente la
dimensin espacial prxima, la de paisaje contiene mayores posibilidades
relacionales; de visibilidad y de localizacin, relativas a los usos del suelo y a la
funcionalidad en trminos territoriales, principalmente; tal como queda expuesto
en el apartado anterior al hacer referencia a la situacin, el emplazamiento, laforma y la orientacin de los conjuntos arqueolgicos estudiados.
Estas caractersticas son especficas de cada lugar y muy diferentes segn el
contexto en el que aparezca cada conjunto arqueolgico: aislado en medio del
campo, en un borde urbano o rodeado de los edificios de una ciudad. Las
circunstancias de cada lugar y los atributos que hacen distinto el carcter de su
paisaje establecern en cada caso qu hechos son significativos, para dichas
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relaciones y, a partir de ellas, para definir intervenciones compatibles o distancias
de respeto.
En este ltimo aspecto los estudios realizados muestran siempre la primaca
de las condiciones particulares de cada lugar, pues las caractersticas de suespecfica conformacin natural (formas del relieve, materiales constitutivos,
pendientes, etc.) y las propias del artificio humano sobrepuesto (delimitacin y
divisin del terreno, construcciones, espacios libres) en etapas diferentes y con
propsitos distintos son las que deben ser relacionadas con las formas, funciones
y usos del suelo actuales, con la continuidad visual y con la estructura u orden
territorial de conjunto existente. Dichas relaciones, expresadas en trminos
reales, son las que tienen que ser interpretadas para proponer mbitos de mxima
proteccin, de gestin compatible y de ordenacin.
No obstante, en determinadas situaciones ( por ejemplo en un lugar que
debe ser protegido preventivamente y todava no cuenta con excavaciones o
estudios suficientemente detallados), puede ser necesaria la aplicacin de
parmetros genricos, es decir de unas distancias mnimas de respeto que no
deben ser rebasadas; aunque este recurso tenga siempre una componente
convencional, en la prctica administrativa y de gestin, resulta con frecuencia
imprescindible, al menos como cautela que exige, posteriormente, un ajuste
particularizado.
En los distintos estudios hasta ahora realizados en el CEPT se han
propuesto como distancias cortas de proteccin 300 y 500 ms.4 de banda en
relacin con el permetro del hecho analizado; ambas se corresponden con las
caractersticas y con los valores atribuidos al bien patrimonial y a su contextoespacial inmediato; en el caso de los conjuntos arqueolgicos de Antequera e
Itlica, sin entornos bien definidos se emplea la distancia mayor, a causa
simultneamente de la gran importancia de los bienes protegidos y de la
tendencia al abigarramiento o al desorden de los suelos inmediatos.
4
Se trata de distancias referidas a suelos no urbanizados; en el primer caso una banda de 300 ms. derespeto paisajstico en carreteras que atraviesan el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla y de 500 ms. enrelacin con los conjuntos arqueolgicos cuando lindan con suelos rsticos.
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El concepto legal de entorno, pese a la crtica antes realizada, est
asentado jurdica y tcnicamente en el ordenamiento vigente y la nocin de
paisaje carece todava de suficiente firmeza normativa; la sustitucin inmediata
del primero por la segunda supondra, en la prctica real, un debilitamiento de losniveles de proteccin, pues en numerosos conjuntos urbanos arqueolgicos y
otros bienes patrimoniales la delimitacin del entorno no se ha producido y en
otros, aunque se haya establecido con frecuencia en trminos cicateros,
constituye un primer nivel de proteccin que no debe ser despreciado o
debilitado. Nuestra propuesta es que la idea de paisaje se sume a la de entorno,
no sustituyndola, sino amplindola espacial y semnticamente, aportando
profundidad y utilidad a una misma finalidad.
En relacin con ello se han propuesto en los anlisis relativos a los
Dlmenes de Antequera, Itlica y Madina al-Zahra tres aproximaciones y
parmetros de distancia que se vinculan, sucesivamente, a las ideas de
proteccin, gestin y ordenacin. El mbito de proximidad quedara fijado, como
se acaba de decir, por la distancia de 500 ms, que encuentra justificacin para la
actitud de proteccin tal como la define el Convenio de Florencia5. La mayora
de las delimitaciones de entornos de BIC actualmente vigentes estn lejos de lo
marcado por este nuevo parmetro propuesto por nosotros6. Con independencia
de lo anteriormente sealado sobre la necesidad de justificar la proteccin en
relaciones reales del bien con su contexto espacial, la distancia de 500 ms. desde
el punto de vista de la visibilidad establece buenas posibilidades para conseguir
un espacio suficiente para la coherencia, dignidad o legitimidad formal del
conjunto arqueolgico con su contexto7
.
5 Acciones encaminadas a conservar y mantener los aspectos significativos o caractersticos de unpaisaje, justificados por su valor patrimonial, derivado de su configuracin natural y/o de la accin delhombre (art. 2d).
6 La Ley 14/2007 del Patrimonio Histrico de Andaluca establece en su disposicin adicional 4 dosparmetros fsicos genricos, de 50 ms. en suelo urbano y 200 ms. en suelo urbanizable y no urbanizable,para determinados inmuebles considerados BIC que no tengan definidos sus entornos de formaparticularizada, basndose en un decreto de 1949 que defiende los castillos espaoles.
7
Salvo en hechos de gran magnitud, ante los que puede ser insuficiente. Caso por ejemplo de la relacinentre la Giralda (101 ms.de altura) y el proyecto de rascacielos denominado Torre Cajasol o Torre Pelli(178 ms. de altura) separadas entre s por 1500 ms., con gran afeccin del segundo edificio sobre el
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Las aproximaciones o distancias media y larga han sido referidas a los
radio de 3.000 y 10.000 ms. de un crculo que toma como centro el del conjunto
arqueolgico. En estas dos ltimas aproximaciones se pueden plantear
prcticamente la totalidad de las cuestiones y soluciones que relacionan losconjuntos arqueolgicos con su gestin y ordenacin, actitudes tambin definidas
por el Convenio en su artculo 2e y f8. Los conocimientos adquiridos en los
estudios realizados establecen numerosas cuestiones relativas a la gestin y
ordenacin de los conjuntos arqueolgicos; muchas de ellas relacionadas con la
gestin de la accesibilidad a dichos lugares en la actualidad, pues se estn
convirtiendo en espacios con demanda masiva de visita y, por otra parte, basadas
en la evolucin de los mbitos prximos en los que, con gran frecuencia y debido
en parte a su atractivo, se est generando un desorden fsico, que los devala.
La accesibilidad a los conjuntos estudiados debe entenderse en un sentido
amplio que incluye las vas de acceso, los lugares de estacionamiento de los
vehculos de los visitantes, las propias entradas al conjunto arqueolgico, los
edificios de recepcin de visitantes, capaces de acoger exposiciones permanentes
relativas a las caractersticas y contenidos del lugar visitado, as como espacios
pensados para exposiciones temporales que refuercen su atractivo. Estas
cuestiones estn planteadas en todos los conjuntos arqueolgicos espaoles de
mayor relevancia (Altamira, la Alhambra, Madinat al-Zahra, etc.) y estn siendo
planteadas en los instrumentos de gestin y ordenacin propios (planes
directores, planes especiales de ordenacin), muchos de ellos carentes de enfoque
paisajstico y con propuestas que perjudican esta dimensin del bien cultural.
Mayor complejidad y dificultad presenta la consecucin del ltimo objetivoanteriormente planteado: que los conjuntos arqueolgicos no slo dejen de ser
bienes acosados en mbitos desordenados, sino que recuperen su condicin de
primero y sobre el conjunto histrico de Sevilla, especialmente sobre el sector urbano ms prximo (750ms. hasta la localizacin de la antigua muralla), y sobre el tramo urbano del ro Guadalquivir.
8 Por se entendern las acciones encaminadas desde una perspectiva dedesarrollo sostenible, a garantizar el mantenimiento regular del paisaje, con el fin de guiar y armonizar las
transformaciones inducidas por los procesos sociales, econmicos y medioambientales; por se entendern las acciones que presenten un carcter prospectivoparticularmente acentuado con vistas a mejorar, restaurar o crear paisajes.
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lugares conspicuos, y que sirvan como referentes de ordenacin en el mbito en
el que se ubican. Este ltimo logro es, como se pondr de manifiesto en el
siguiente apartado de este escrito, el que aporta mayor sentido a la consideracin
de la dimensin paisajstica en los conjuntos arqueolgicos.En los enclaves arqueolgicos andaluces que se localizan en suelos rsticos,
rodeados por actividades agrarias tradicionales (tierra calma, dehesas, etc.), como
es el caso de Acinipo en la provincia de Mlaga, o de Turbriga en Huelva
(RECA, 2009), esta cuestin no se plantea, aunque si en otros muchos que se han
ido viendo asediados por el abandono, la banalizacin o la intensificacin de los
usos del suelo prximo. Es el caso de la antigua ciudad romana de Carteia en la
baha de Algeciras, rodeada de instalaciones industriales inconexas, y de los
cuatro conjuntos arqueolgicos estudiados por nosotros.
Como casos aparte, con contextos espaciales an ms complejos, habra que
entender los conjuntos patrimoniales plenamente insertos en contextos urbanos
densos y ms o menos remodelados a lo largo del tiempo. En el presente escrito
no se aborda este ltimo tipo de situaciones que, sin duda, requiere consideracin
particularizada como tal tipo, adems de las concretas y singulares de cada caso.
Los cuatro conjuntos estudiados (Baelo Claudia, Dlmenes de Antequera,
Itlica y Madinat al-Zahra) se encuentran en situaciones intermedias, de borde o
aproximacin urbana, circunstancias que hacen especialmente necesario definir
mbitos de proteccin, gestin y ordenacin. Baelo Claudia se ubica en un
contexto espacial en el que todo es pequeo, desde las dimensiones totales de la
ensenada y de los otros elementos naturales que conforman el mbito la duna,
los cerros o colinas prximas hasta de los ncleos urbanos, tanto el antiguocomo el actual. Sin embargo no deja de ser un bien patrimonial amenazado por el
crecimiento de la urbanizacin desordenada y el turismo excesivo. Itlica
nicamente presenta un lmite digno, el septentrional, pues su borde meridional
aparece adosado al lmite edificado de Santiponce (el teatro romano y sectores no
excavados estn totalmente imbricados con el ncleo vivo); el oriental delimitado
por el trazado de una ruta antigua (la va de la plata) refuncionalizada en carretera
moderna (N-630) y actualmente convertida en calle o travesa semiabandonada;
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en su borde occidental lindante con suelos rsticos degradados por chabolismo
rural (corrales, casetas y cuadras provisionales hechas con material de acarreo
trozos de hojalata, somieres de cama reciclados en vallas, maderas y vigas viejas,
etc.). El conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra, como es de todos conocidodada la repercusin meditica del conflicto, se ha visto realmente acosado en la
ltima dcada por parcelaciones y urbanizaciones ilegales. Finalmente el
conjunto dolmnico de Antequera se encuentra en una dinmica de prdida
creciente de su profundo sentido paisajstico por implantaciones prximas
banales (una gasolinera, un concesionario de automviles, polgonos
industriales), por criterios urbansticos errneos afortunadamente no vigentes
todava y por la cercana de vas de comunicacin realizadas (circunvalacin) o
previstas (trazado del futuro AVE a Granada).
Todos esos conflictos se producen por la ausencia o debilidad de criterios de
proteccin, gestin y ordenacin en las cercanas del bien patrimonial. El
enfoque que aqu se ofrece debera hacer posible la reversin de las situaciones
presentes; aparece al considerar la dimensin paisajstica de los conjuntos
arqueolgicos estudiados.
Se trata de lugares que tienen atribuida la mxima estimacin patrimonial,
no slo porque hayan sido oficialmente declarados conjuntos arqueolgicos, sino
por sus excepcionales valores histricos y porque se quiere hacer de ellos
smbolos culturales de primer nivel. En Baelo Claudia y Madinat al Zahra se
han hecho recientemente importantes inversiones pblicas para la construccin
de sus centros de recepcin; en el conjunto dolmnico de Antequera se proyecta
el centro de interpretacin de la prehistoria en Andaluca (regin conaportaciones sustanciales en dicha etapa); para Itlica, unida al conjunto de
yacimientos arqueolgicos de la cornisa oriental del Aljarafe y a otros
monumentos de gran valor (Monasterio de San Isidoro del Campo), se ha lanzado
la idea de un posible parque cultural integrado en el rea metropolitana de
Sevilla. En todos ellos se invierten anualmente importantes sumas destinadas a
completar las excavaciones y al mantenimiento o reconstruccin del patrimonio
ya conocido, etc.
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Pero el argumento principal a tener en cuenta es que todos estos lugares
fueron concebidos o consiguieron ser lugares importantes en s mismos y se
convirtieron en smbolos; fueron pensados o adquirieron una relevancia pblica
que los hizo ser vistos y mostrados como lugares conspicuos. Traspasados estosvalores a la actualidad, tan significativo es que cuando se visita dichos lugares no
aparezcan asediados o perturbados por cuanto les rodea (visin de dentro a
fuera), como que puedan ser convertidos en referentes cualitativos del mbito en
el que se insertan (visin desde afuera). Este ltimo objetivo slo se puede
conseguir con una ordenacin del espacio exterior al conjunto arqueolgico que
lo ponga en evidencia y lo realce, es decir, que lo convierta de nuevo en un lugar
conspicuo.
Los instrumentos para realizar el necesario vuelco de la situacin, adems
de los propios de la proteccin y gestin del bien patrimonial (delimitacin del
entorno, plan director, etc.), son los de ordenacin territorial, tanto
supramunicipales como de planeamiento general y de desarrollo. Los planes
subregionales9 deben no slo identificar estos bienes patrimoniales, sino
establecer directrices para su proteccin, gestin y ordenacin (como las
distancias o parmetros de respeto antes sealados) que vinculen y prevalezcan
sobre el planeamiento general municipal; estos ltimos instrumentos locales
debieran invertir su errnea y despilfarradora orientacin predominante en la
actualidad (revalorizacin de los terrenos y solares inmediatos) comprendiendo
que el principal valor econmico y el ms duradero con que cuenta el municipio
es dignificar y revalorizar bienes tan excepcionales como importantes: en el caso
de Antequera tener los dlmenes y un centro de interpretacin de la prehistoria;en Crdoba la ciudad se beneficiara enormemente de la adicin a su
extraordinario patrimonio cultural de la rehabilitacin de un bien de importancia
universal como Madinat al-Zahra; Santiponce, un pequeo y poco relevante
ncleo metropolitano, tiene en Itlica su bien ms preciado; en Tarifa, una
reducida ensenada como la de Bolonia tiene en el momento actual su mejor
9
Con diferente denominacin en el abigarrado ordenamiento autonmico vigente: subregionales,parciales, insulares, etc.
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atractivo en la proporcin que guardan entre s todos sus pequeos componentes
naturales y antrpicos.
Dadas las caractersticas de los cuatro lugares estudiados, el planeamiento
especial, o de desarrollo del planeamiento general, es el tipo de instrumento quepuede invertir las tendencias al creciente desorden espacial; pero es preciso
reclamarle esta posicin tanto desde las figuras que establecen la proteccin del
bien cultural, como desde los planes territoriales. Tendr que hacerse
estableciendo con claridad qu objetivos son realmente alcanzables a causa de la
irreversibilidad de algunos de los hechos fsicos y las formas urbanas presentes10,
pero sobre todo proyectando un orden territorial nuevo, dotado de los recursos y
los elementos urbansticos y arquitectnicos capaces de recuperar la condicin de
lugares relevantes que tuvieron originariamente.
5. Aportaciones metodolgicas y conceptuales al paisaje desde el estudio de
los conjuntos arqueolgicos
Como se ha indicado en el apartado 3 de este escrito desde la formulacin y
asuncin del CEP se dispone de un concepto consensuado que permite superar
anteriores desencuentros intelectuales y aplicar la nocin de paisaje a necesidades
sociales existentes sin negar el origen ni los distintos enfoques que la han
desarrollado. No sobran los conocimientos relativos a la aparicin del trmino en
las distintas lenguas, ni los especiales matices de significado que adquiere en
cada cultura que lo plasma con races propias (shanshui, pagus, landschaft,
landscape, pays, paese, pas, etc.) en diferentes etapas o momentos histricos
(Paysage-Neuchtel, 2010). Tampoco tiene sentido renunciar a conocer e
interpretar los valores y sentimientos que cada artista (principalmente pintores y
literatos, pero tambin escultores, fotgrafos, cineastas o realizadores de obras o
instalaciones artsticas reales o virtuales ms recientes) ha querido reflejar sobre
sus relaciones con el mundo exterior, la naturaleza o sus elementos, los lugares
sentidos y el espacio vivido (Clark, 1971; Maderuelo, 2005). Igualmente valiosa
es la trayectoria cientfica del concepto, desde el inicio de su utilizacin en este
10Criado Boado (2009) seala que o se adoptan objetivos conseguibles o todo cuanto se plantee puedeconducir a la melancola o a una frustracin mucho ms difcil de superar que la situacin actual.
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mbito por Alexander von Humboldt (Gmez Mendoza, 2008), hasta la aparicin
y desarrollo de la ecologa del paisaje (Gonzlez Bernldez, 1981) o el llamado
sistema E(cosistema)-T(erritorio)-P(aisaje) enunciado por Claude y Georges
Bertrand (2002). No deben ser ignorados los esfuerzos realizados para dar unadimensin til a la nocin de paisaje en distintos campos de aplicacin, como los
espacios agrarios o rurales (Cabanel, 1995 y 2000; Ambroise, 2000; Bolliger,
2002) y urbanos (Linch, 1960; Cullen, 1978). Tampoco pueden ser despreciados
los esfuerzos que vinculan la nocin de paisaje a los intentos de superacin de la
actual crisis ambiental (Priore, 2009), las insuficiencias de la gobernanza
territorial (Zoido, 2010) o una mejor preservacin del patrimonio cultural, objeto
especfico de la ocasin que nos ha reunido y ha hecho posible la presente
publicacin.
Con el propsito explcito de aproximar los distintos enfoques existentes,
intentando reunir los valores estticos, ticos y tiles del paisaje se exponen a
continuacin las enseanzas y consecuencias que para dicha finalidad han
aportado los estudios sobre conjuntos histricos y arqueolgicos del CEPT.
5.1. Contribucin metodolgica
Aunque conocida con posterioridad al inicio de los trabajos mencionados,
las investigacin del CEPT se han ido centrando progresivamente en la idea de
carcter del paisaje recogida en la definicin del CEP y aplicada en los
importantes trabajos de la Countryside (actualmente Agency) Commission
mediante su reconocida metodologa Landscape Character Assessment (LCA,
Clark y otros, 2004); como es sabido el carcter de un determinado paisaje se
expresa por la singular combinacin de sus atributos (geolgicos, climticos y de
ocupacin humana del terreno), hecho que lo hace diferente de otros11.
En el estudio de Gmez Zotano y Riesco Chueca antes mencionado y
actualmente en publicacin (2010) se plantea un amplio desarrollo metodolgico,
11 Debe subrayarse que el trmino carcter es de amplia utilizacin y que se aplica comnmente ahechos de distinta naturaleza (personas, objetos, normas, etc.); asociado al paisaje adquiere la misin de
concretar en cada caso los aspectos significativos, hasta el punto de que si stos cambian muta tambin elpaisaje; permitiendo, simultneamente, el seguimiento de la dinmica paisajstica y, por tanto, laactuacin en el sentido que se desee (proteger, gestionar u ordenar).
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que no procede reproducir aqu, sobre las posibilidades existentes en Espaa
(diferentes y menores a las propias del Reino Unido) para indagar y establecer
los atributos de los paisajes en tres escalas espaciales (subregional, comarcal y
local).Acompaando al concepto de carcter del paisaje se ha enunciado
(Caballero Snchez y otros, 2008) el de recurso paisajstico, que hace
referencia a la identificacin de aquellos atributos que, mediante la percepcin
individual, convertida posteriormente en representacin social, adquieren un
significado cultural propio (patrimonial o simblico). La connotacin artstica o
por las prcticas colectivas de un determinado elemento caracterstico y su
reiteracin a travs de relatos o imgenes que le confieren un especial significado
social convierte algunos aspectos objetivos del paisaje en recurso compartido.
Este concepto ofrece la posibilidad de desarrollar en trminos objetivables el
segundo componente de la definicin del CEP (tal como es percibido), al
tiempo que mantiene abiertas las aportaciones que al entendimiento profundo del
paisaje provengan de la experiencia artstica y de las prcticas culturales de cada
grupo humano o sociedad.
De importancia se considera tambin el concepto acuado (Caballero
Snchez y otros, 2010) de lugar conspicuo12, presente en el territorio con
mayor importancia que el mero hito (Lynch, 1960), puesto que enuncia un
hecho, generalmente una geoforma relevante o un asentamiento humano que,
adems de ser un referente visual, es tambin un atributo y recurso paisajstico al
que se han conferido valores simblicos excepcionales (esotricos, de poder o
identidad) hasta el punto de que el mbito en que se encuentra se ordena,conjuntamente, en relacin con l.
Los conceptos anteriores han permitido, igualmente, la formulacin de otros
vinculables a la proteccin, gestin u ordenacin del paisaje, como los de
alteracin y perturbacin paisajstica; mediante los cuales es posible evaluar
12
Este concepto est basado, en cierto modo, en el haut lieu utilizado en la geografa cultural francesa(ver Debarbieux, 1993 y Haut lieu en www.hypergeo.eu) aunque el planteamiento que se hace en losestudios del CEPT aade mayor sentido paisajstico a dicho antecedente conceptual.
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la repercusin de las transformaciones atendiendo a su condicin secundaria o
sustancial y, por tanto, a su importancia respecto al carcter del paisaje.
Ms all de los atributos o valores singularizables de un determinado
paisaje, entrando en el campo ms complejo de las relaciones entre ellos,importantes hasta el punto de que algunas son tambin atributos o recursos
nicos que pueden caracterizarlo, en los estudios del CEPT se ha dedicado una
atencin especial a la visibilidad o, mejor dicho, a la intervisibilidad; cuestin
que, como se ha expuesto en el apartado 4.1 de este escrito, tiene gran significado
en los conjuntos arqueolgicos analizados.
La visibilidad ha sido ampliamente asociada a los estudios de paisaje con
diferentes enfoques, tanto en los ms tericos (Berger, 1974 y 2000; Smardon,
1986), como en los ms aplicados y de proyecto (Ramos, 1980; Smardon, 1992;),
abarcando un amplio campo de inters intelectual en relacin con esta temtica.
Los conceptos y mtodos de esta aproximacin estn slidamente basados en
estudios fsicos (relativos a la visin, los colores y sus combinaciones, las formas
simples y en tramas, etc.), psicolgicos (preferencias, fobias) y artsticos
(aportaciones a la comprensin del gnero pictrico en distintas etapas)13. Desde
estos enfoques un amplio repertorio de conceptos han sido asentados (cuenca
visual, exposicin y fragilidad visual, alcance de las vistas, ejes visuales, ngulo
de incidencia visual, fondo escnico, etc.); por otra parte la disponibilidad de
referencias informatizadas (sistemas de informacin geogrfica, modelos
topografa del terreno y programas de clculo o dibujo adecuados) han
potenciado los anlisis de intervisibilidad, pudiendo aplicarlos con facilidad a
13 Especialmente valiosa resulta al respecto la consideracin de Shitao, monje pintor chino del sigloXVIII, que en el captulo dedicado al paisaje en su Tratado sobre pintura, seal: La sustancia delpaisaje se obtiene alcanzando el principio del universo; la apariencia exterior del paisaje por la posesinde las tcnicas del pincel y de la tinta. Si se busca nicamente la mera apariencia exterior sin tener encuenta el principio, el principio peligra. Si se busca nicamente el principio, con menosprecio de latcnica, la tcnica se vuelve mediocre. Los primitivos comprendieron bien ese peligro y esa mediocridady se dedicaron por eso a obtener la sntesis de lo nico. Si lo nico no es claramente percibido, lamultiplicidad de lo real se esfuma. Si lo nico es bien percibido la multiplicidad de lo real revela su ordenarmnico (traduccin nuestra del francs en Ryckmans, 2007, ver en www.paisajeyterritorio.es). Esteimpresionante texto, probablemente uno de los ms profundos y certeros que se haya escrito sobre elpaisaje, contiene un sentido que va ms all de la reflexin sobre la pintura o el gnero pictrico
paisajstico; su comprensin del tema es a la vez holstica y analtica, y puede ser trasladada ntegramentea la consideracin cientfica del paisaje, ms an, a la necesidad de conciliacin entre pensamientocientfico y comprensin artstica de la nocin de paisaje.
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amplios espacios y con alto grado de detalle. En los estudios sobre conjuntos
histricos y arqueolgicos realizados en el CEPT se ha dedicado una especial
atencin a este enfoque, en general aplicando conceptos y mtodos enunciados
previamente, intentando desarrollarlos metodolgica y tcnicamente (programaArc-Gis Esri, mdulo de visibilidad), orientados a las caractersticas propias de
los hechos estudiados y obteniendo algunos resultados interpretativos de gran
inters: tales como que la ciudad palatina de Madinat al-Zahra est emplazada en
el lugar con mayor visibilidad y utilidad de sta en el mbito en que se ubica, o
que el dolmen de Menga ocupa un emplazamiento en el que se cruzan todos los
ejes visuales con atribuciones esotricas existentes entre la Vega de Antequera y
los fondos escnicos montaosos que la rodean; en ambos casos, por tanto, la
visibilidad existente desde la localizacin escogida contribuye poderosamente a
convertirlos en lugares conspicuos. No se trata, en consecuencia, de un mero
anlisis mecnico de la visibilidad o intervisibilidad de estos lugares, sino de
conocer, a travs de ella, en qu medida este aspecto contribuye a comprenderlos,
o incluso de formular un interrogante de mayor alcance: hasta qu punto la
visibilidad condicionaba o determinaba la ocupacin y organizacin de
determinados territorios en pocas pasadas?
Las indagaciones y avances metodolgicos sobre el paisaje revelan y,
simultneamente, contribuyen a poner en evidencia que, ante un concepto que
aprecia el sentido de conjunto y semnticamente tan comprensivo como el de
paisaje, no basta con analizar los elementos componentes, sino que es tambin
imprescindible incluir las relaciones que se establecen entre ellos dando lugar a
situaciones complejas y sentidos holsticos singulares. Esto explica el recursofrecuente y sucesivo de los estudios del paisaje a ideas como las de integracin o
sistema, las apelaciones a la necesidad de establecer puentes intelectuales entre el
conocimiento cientfico y la intuicin artstica, o la utilizacin reiterada de la
metfora para acabar de entender y comunicar comprensiblemente el amplio
significado que, a lo largo del tiempo, ha adquirido la nocin del paisaje.
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5.2. Contribuciones conceptuales: precisin, profundizacin y ampliacin de
la nocin de paisaje
El estudio de la dimensin paisajstica de los conjuntos arqueolgicos ayuda
a precisar esta compleja nocin, al tiempo que puede servir para darle mayorprofundidad y para sacar consecuencias tiles desde el punto de vista de su
aplicacin a la gestin y gobierno del territorio en la actualidad. Esta afirmacin
se apoya en dos argumentos principales. En primer lugar, si se parte de la idea de
que en dichos conjuntos se produce una cuidadosa seleccin del lugar de
asentamiento y se llega a establecer una peculiar trama de relaciones funcionales
y simblicas con el mbito prximo, cabe interpretarlos como modelos
relativamente sencillos en los que son ms fciles de entender los procesos y
dinmicas de relacin o integracin de cada sociedad con su territorio. Puede
servir tambin para sacar algunas conclusiones operativas sobre los vnculos
entre los seres humanos y sus espacios de vida en el momento actual,
caracterizado por una progresiva desconexin entre las caractersticas del mbito
vivido y los comportamientos sociales; tal es la perspectiva abordada por
Augustin Berque en su ltimo libro (2009).
Los asentamientos premodernos (prehistricos, protohistricos, de la
antigedad clsica, incluso los medievales) reflejan fcilmente, a travs de la
seleccin de su situacin y emplazamiento (como se ha puesto de manifiesto en
el apartado 4.1 de este escrito), una opcin de adaptacin al medio natural y de
integracin con l (proximidad a lugares de caza y a suelos frtiles pero fciles
de trabajar, acceso al agua, control visible, dominio de las pendientes, etc.). La
comprensin de estas relaciones entre un determinado grupo humano y el espacioque ha escogido como territorio permite identificar las caractersticas fsicas que
se convierten en fundamentos naturales, no slo del territorio elegido, sino de lo
que ms tarde se entender como paisaje, puesto que, previsiblemente, fueron
interpretadas y seleccionadas desde una determinada cultural material y una
manera de entender el mundo (no se elige un lugar de igual manera disponiendo
de la rueda o sin ella, usando el fuego o el arado para cultivar, atribuyendo valor
a determinadas circunstancias astronmicas o ignorndolas, etc.). En esta
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interpretacin hay la posibilidad de establecer una primera aproximacin a los
paisajes funcionales, en el ms amplio sentido de esta palabra que comprende no
slo utilidades para la supervivencia (productivas, defensivas), sino tambin de
organizacin social e ideolgicas, todas ellas interrelacionadas.Estos mismos asentamientos (los conjuntos arqueolgicos estudiados u
otros) han llegado hasta nosotros desde la larga duracin, recorriendo amplios
perodos histricos, con distintas trayectorias; a veces ocultndose
temporalmente su memoria tras una vida ms o menos efmera (Madinat al-
Zahra, Baelo Claudia), otras imbricndose con asentamientos posteriores que
alcanzan el presente hasta convertirse, como tantas veces se ha dicho, en un
palimpsesto territorial con desigual espesor de sus trazas y capas (Itlica), o
mantenindose exentos en un prodigioso transcurso simblico (Dlmenes de
Antequera14). Si el paisaje, como se ha sealado acertadamente, es un
totalizador histrico (Garca Fernndez, 1975, pg. 2), el estudio del proceso y
las diferentes etapas en las que se forma permite reconstruir no slo la aparicin
de sus elementos fsicos componentes, sino de las causas a las que responden y,
sobre todo, de los valores sociales a ellas atribuidos y a sus cambios en el tiempo.
En gran medida ste ha sido el modo de trabajar de la Geografa Regional
clsica, desarrollado en Europa, principalmente durante los siglos XIX y XX.
Este enfoque fue aplicado con excelentes resultados para conocer la
evolucin de mbitos concretos (localidades, comarcas, regiones) mediante la
llamada descripcin interpretativa que relaciona la observacin directa del
terreno (los paisajes) con las causas naturales o sociales y con los procesos de
ocupacin y transformacin humana en l habidos. Al aplicarse este mtodo porpersonas de formacin esencialmente humanstica, las descripciones e
interpretaciones realizadas alcanzan con frecuencia cualidades literarias,
consiguiendo en consecuencia una infrecuente aproximacin entre la visin
cientfica y artstica del paisaje (Caballero Snchez, 2007). Existen importantes
14 No es despreciable, interpretativamente, la continuidad que existe entre el conjunto dolmnico
explicado como lugar reservado a la liturgia de la muerte o la trascendencia, con su sostenido aislamientoposterior y con la proximidad de ulteriores necrpolis hasta la ubicacin inmediata actual del cementeriode Antequera; ver Burillo, 2009).
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paralelismos entre dicho enfoque y el actualmente aplicado por la llamada
Landscape CharacterAssessment, particularmente cuando sta se refiere a los
paisajes histricos (English Heritage, ver Clark y otros, 2004), estudiados en
general con mayor profundidad temporal que en la citada metodologa geogrficaregional. Estos enfoques consiguen avanzar en el conocimiento de las relaciones
que, a lo largo del tiempo, se producen entre los aspectos naturales constitutivos
de un determinado mbito espacial y de ellos con sus ocupantes; analizan y
explican las localizaciones, los itinerarios, las trazas o marcas para la divisin del
terreno, el mbito abarcado y convertido en territorio; ponen en evidencia las
adecuaciones existentes entre forma y funcin, al tiempo que contribuyen a
plantear la conversin del espacio vivido en marco vital, es decir en lugar de
pertenencia que refleja la propia identidad, elaborada en el transcurso del tiempo
y con rasgos duraderos 15.
Es este ltimo aspecto el que establece el sentido ms importante de su
conexin con la nocin de paisaje y con su inters actual desde los puntos de
vista de su valor patrimonial y para el gobierno del territorio. Ms all de que
existan ciertas permanencias o restos que ayudan a conocer la historia del lugar o
de que puedan ser convertidos en recursos culturales cuya puesta en valor
tenga cierta repercusin en la imagen proyectada o, incluso, en la economa de un
determinado lugar, estos valores patrimoniales y, sobre todo, su repercusin o
presencia paisajstica pueden ser entendidos y tratados como parte del marco
vital de cada grupo humano o sociedad, vinculndose por ello a los dos
principios fundamentales en los que se asienta el Convenio de Florencia: el
paisaje forma parte de la calidad de vida y de la identidad del grupo humano quelo puebla.
15El entendimiento del paisaje como memoria es una de las principales aportaciones de la literatura aesta nocin, junto a su condicin de hecho permanente o al menos ms duradero que la propia existenciahumana. A ttulo de meros ejemplos significativos pueden recordarse las obras de Julio Llamazares(1980)El ro del olvido, de Milan Kundera (1990)La inmortalidad, o de Juan Mars (1993)El embrujode Shangai. En la primera se encuentra el reiteradamente citado prrafo de arranque el paisaje esmemoria (pg. 2); en la segunda, Agnes, personaje femenino, hace una sentida comparacin (pgs. 266 a268) entre el paisaje europeo que asocia a su niez y el americano vinculado a su madurez; el siguienteprrafo del escritor cataln: As, con el tiempo y casi sin darme cuenta, el escenario vitalde mi infancia
se me fue convirtiendo poco a poco en mi paisaje moral, y as ha quedado grabado para siempre en mimemoria(pg. 77), resulta definitivo en el sentido indicado, incluso desde el punto de vistaterminolgico; subrayado nuestro.
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Preexistencias espaciales tan valiosas como los conjuntos arqueolgicos
estudiados suelen y pueden ser parte principal de las percepciones individuales y
de las representaciones culturales colectivas; ayudan a que las sociedades
presentes entiendan como prxima y propia una herencia que han recibido dequienes les precedieron y que, al mismo tiempo, la utilicen como un puente
interpretativo para la proteccin, gestin y ordenacin del territorio propio,
confirindole un sentido ms profundo al considerarla como paisaje, es decir
como la calidad (ambiental, funcional, cultural y esttica) de su marco vital.
Como han sealado Claude y Georges Bertrand (2002) si se desea actuar sobre el
territorio, la consideracin del paisaje introduce el sentimiento, el aprecio que
cada sociedad tiene por el espacio que le est adscrito. Esta idea ha sido
recientemente desarrollada por J. Zimmer al apelar a la dimensin tica de la
esttica del paisaje.
La vinculacin entre tica y esttica es un argumento abordado por la
filosofa occidental desde hace mucho tiempo. Planteado inicialmente por los
griegos (Pitgoras) y romanos (Vitrubio) y recuperada por Agustn de Hipona
(Glacken, 1967), no ha dejado de estar presente, tras su reaparicin, en
pensadores y autores sucesivos; renacentistas (Alberti, Palladio), modernos
(Kepler), ilustrados (Kant, Goethe) y contemporneos, vinculados tanto a la
especulacin y reflexin (Konrad Lorenz, Erich Fromm) como a la accin
(Eduardo Torroja, Louis Sullivan).16 Tambin est presente en otras
cosmovisiones, como las filosofas orientales hinduismo, budismo, taoismo, etc.
(ver Pujol, 2004 y Preciado)17. La novedad es la relacin explcita de las ideas de
16Para esta temtica ver la interesante sntesis realizada por Fritz Leonhardt (1982); en ella se abordansucesivamente cuestiones tales como las propiedades estticas de los objetos, la percepcin y valoracinhumana de las proporciones, las consecuencias valorativas de las relaciones entre forma y funcin y,finalmente, las relaciones entre esttica y tica, sobre las que afirma: La tica, en cuanto responsabilidad,significa tambin el estudio bsico de todos los requerimientos funcionales. En el entorno creado por elhombre debemos exigir tambin las categoras de calidady bellezay citando a Lorenz, tanto la bellezade la naturaleza como del entorno cultural creado por el hombre, son igualmente necesarias paraconservar la salud mental y espiritual del ser humano, y a Fromm, la categora es unimportante requisito para la categora , si la belleza debe ser un valor permanente, la tica es casiun presupuesto para un diseo bellola supervivencia fsica de la humanidad depende de un cambioradical espiritual del ser humano (subrayados originales).
17A ttulo de simple ejemplo ver, en la primera obra citada, la sntesis de la conversacin entre RafaelArgullol y Vidya Nivas Mishra confrontando antropocentrismo y biocentrismo en el pensamiento
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tica y moral con la nocin de paisaje; si bien esta innovacin se produce tras un
largo trayecto que tica y naturaleza han realizado unidas, aunque con gran
tensin dialctica.
Efectivamente, tanto los planteamientos filosficos como los artsticos hanvinculado naturaleza y tica de forma recurrente, aunque con sentidos dispares o
incluso contrapuestos; la literatura y el gnero pictrico dedicados a reflejar el
espacio vivido se han inspirado ampliamente en su dimensin natural, hasta
mostrarla como componente esencial de lo sublime, experiencia de redencin
del hombre sobre la naturaleza segn Raffaele Milani (2007, pg. 131). Estos
discursos desarrollan los vnculos entre tica y naturaleza; aunque slo insinan o
bordean la relacin directa entre tica y paisaje. Para que esta ltima conexin
surja con intensidad propia ser necesario esperar a la conciencia sobre la crisis
ecolgica y ambiental iniciada en los aos 70 del pasado siglo.18
La nueva situacin ecolgica y ambiental, no slo ha creado una ideologa y
una conciencia social de rapidsima expansin a nivel planetario, como
corresponde a la gravedad de los hechos y a la globalizacin de la informacin,
sino que tambin ha dado lugar a un nuevo planteamiento filosfico y cientfico,
a un nuevo paradigma (environmental ethics) que reclama la superacin del
antropocentrismo, de una moral basada exclusivamente en las consecuencias
sobre el propio ser humano de sus actuaciones, exigiendo respeto para el
conjunto natural ms amplio del que la humanidad forma parte; en este enfoque
cobra protagonismo propio la nocin de paisaje (Cortina, 2010).
Jrg Zimmer, apoyndose en lecturas sustanciales (Jonas, Cassirer,
Habermas, entre otros) plantea directamente la relacin entre tica y paisaje, noslo como dos nociones que se relacionan en trminos abstractos o tericos, sino
tambin aplicados: una planificacin y ordenacin de los paisajes que tuviera
occidental e hind; de la segunda obra citada se extraen dos versos del Tao Te Ching (A 11, 69, XXVI):El hombre tiene a la Tierra por norma/ la Tierra al Cielo por norma tiene; expresivos en el aspectotratado, especialmente si se tiene en cuenta el propsito esencialmente asctico y mstico de dicha reglade comportamiento humano.18En un texto reciente dedicado a la Calidad de lo vivido, Eduardo Martnez de Pisn (2009) cita aChateaubriand para sealar el sentido moral que ensea la naturaleza, y a Ritter para recordar que
tiene conciencia ntima de la relacin entre sus fuerzas y lo que se le da desde elmundo exterior, desde ; finalmente se refiere al sentido tico de los paisajes en uncontexto de crecimiento econmico y regresin cultural.
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presentes, adems de la inevitable dimensin instrumental, una dimensin de la
naturaleza como espacio esttico, podra manifestar para la experiencia cotidiana,
es decir como entorno habitual, un modelo para una relacin respetuosa con la
naturalezael paisaje como orden simblico expresa un reconocimientounilateral de la naturaleza que, como espacio vital, inmediatamente nos convence
de su conveniencia (pg. 42)19.
Llegados a este punto es necesario, para finalizar, volver a la relacin entre
conjuntos arqueolgicos y paisaje. Estos valiosos lugares muestran una relacin
primigenia de los humanos con sus espacios de vida, sencilla en comparacin con
las actuales, aunque tambin rica en la medida en que implica aspectos naturales
y culturales o amplios procesos histricos. La consideracin de su dimensin
paisajstica ayuda a comprenderlos, potencia su singularidad y, al mismo tiempo,
propicia la evocacin en quienes los visitan (para apreciar este punto de vista en
todo su valor basta quizs con imaginar la prdida de dicha dimensin o recorrer
alguno de ellos que la haya disminuido o eliminado recientemente, hecho por
desgracia nada infrecuente). Conjuntos arqueolgicos como los estudiados tienen
conferidos un gran sentido patrimonial como memoria que no debe perderse, al
tiempo que, con frecuencia, se encuentran descuidados o acosados. Todo ello, as
como su condicin de bien comn o colectivo, institucional y legalmente
reconocido, impele a actuar. Accin para la que resulta imprescindible tomar el
paisaje en consideracin.
La disociacin planteada por Berque (2009) (forclusines el trmino por l
empleado) respecto a las sociedades occidentales y sus paisajes en la actualidad
se debe, segn l, a la separacin o contradiccin entre dos paradigmas, el quesirve para realizar los paisajes actuales y aquel con el que se aprecian los paisajes
heredados20. Esta observacin es verdadera en trminos fcticos, pero no tiene
19En nuestra opinin este texto contiene una idea que puede representar un importante avance en cuantose refiere a la reflexin y a la accin que vinculen esttica, tica y paisaje, aunque puede hacrsele laobservacin de que la referencia ltima a la naturaleza debe extenderse en la actualidad al territorio,comprendidos sus componentes naturales y los de origen humano.20La prctica habitual engendra fealdad y por eso nos preocupamos de (pg. 86,
subrayado original), o el amor al paisaje mata al campo (Berque,) son dos titulares expresivos de laposicin intelectual de uno de los autores que ms han contribuido a generar el extraordinario inters porel paisaje presente en la sociedad europea.
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por qu ser aceptada como inevitable. Que los seres humanos transforman el
espacio en el que viven, es ineludible y tambin que esos cambios pueden
alterarlo irreversiblemente; pero no es menos cierto que en ocasiones lo mejoran
(actuando con lo que l mismo autor llama el pensamiento paisajero), que enesa dinmica hay grados y evoluciones en distintos sentidos (ciertos paisajes
recuperan calidad tras largos periodos de destruccin y abandono) y, sobre todo,
porque cualquier grupo humano puede cambiar de comportamiento; todo
depende del valor o importancia que realmente se atribuya al paisaje y de aplicar
con inteligencia y tesn los instrumentos de proteccin, gestin u ordenacin
correspondientes.
El valor objetivo como componente de la memoria histrica colectiva y la
importancia cultural atribuida a los conjuntos arqueolgicos puede ser un
excepcional campo de pruebas (no el nico) para actuar con criterios paisajsticos
en todo el territorio. Su gran carga simblica los hace semejantes, en cierto
modo, a las obras de arte colocadas al aire libre, en medio de la naturaleza, tan
apreciadas en este foro que nos rene; transmiten un mensaje similar: volver de
nuevo la mirada al territorio, al espacio en el que vivimos, actuando en l como
lo hicieron nuestros antepasados, y como nos sugieren los artistas, buscando su
utilidad en armona con la naturaleza y creando belleza; es la mirada humana la
que atribuye valor a los lugares y los actos que interpretan su sentido unitario los
que refuerzan su singularidad. Como seala Shitao los primitivos (nuestros
lejanos antepasados) comprendieron bien; podemos actuar como ellos,
apoyndonos en el prestigio del que goza actualmente la nocin de paisaje y en
su ampliacin semntica hasta convertirla en cualidad del espacio vivido.
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