Perspectivas La tierra y la reforma agraria en América latina

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130 La tierra y la reforma agraria La tierra y la reforma agraria en América latina en América latina Perspectivas Miguel Teubal* El siglo XX en América latina fue el siglo de la reforma agraria y de las luchas campesinas por la tierra. Estas constituyeron algu- nos de los ejes centrales de procesos que incidieron sobre las grandes transformaciones sociales y económicas que se sucedie- ron en el continente. Entre las reformas agrarias más importantes se encuentra la de México, con que comienza el siglo y que deri- vó en un cambio sustancial del régimen agrario existente hasta ese momento. Pero también están las de Cuba, Bolivia y Nicara- gua que formaron parte de importantes transformaciones o revo- luciones sociales. Otras reformas más moderadas fueron impul- sadas, tras el triunfo de la Revolución Cubana, en el marco de la Alianza para el Progreso en Perú, Chile, Ecuador y Colombia. Va- rios movimientos de reforma agraria fueron abortados (Guatema- la en 1954, Brasil en 1964) y muchas terminaron siendo “congela- das” o desbaratadas (la de Bolivia del’52). Todas tuvieron como antecedentes las luchas campesinas que se manifestaron a lo lar- go del siglo. En la Argentina, fue una problemática que, en lo esencial y en términos comparativos, estuvo ausente. * Doctor en Economía Agraria (Universidad de California, Berkeley). Investigador Superior del CONICET. Profesor de la Universidad de Buenos Aires. MIembro del Foro de la Tierra y la Alimentación.

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La tierra y la reforma agrariaLa tierra y la reforma agrariaen América latinaen América latina

Perspectivas

Migue l Teuba l*

El siglo XX en América latina fue el siglo de la reforma agraria yde las luchas campesinas por la tierra. Estas constituyeron algu-nos de los ejes centrales de procesos que incidieron sobre lasgrandes transformaciones sociales y económicas que se sucedie-ron en el continente. Entre las reformas agrarias más importantesse encuentra la de México, con que comienza el siglo y que deri-vó en un cambio sustancial del régimen agrario existente hastaese momento. Pero también están las de Cuba, Bolivia y Nicara-gua que formaron parte de importantes transformaciones o revo-luciones sociales. Otras reformas más moderadas fueron impul-sadas, tras el triunfo de la Revolución Cubana, en el marco de laAlianza para el Progreso en Perú, Chile, Ecuador y Colombia. Va-rios movimientos de reforma agraria fueron abortados (Guatema-la en 1954, Brasil en 1964) y muchas terminaron siendo “congela-das” o desbaratadas (la de Bolivia del’52). Todas tuvieron comoantecedentes las luchas campesinas que se manifestaron a lo lar-go del siglo. En la Argentina, fue una problemática que, en loesencial y en términos comparativos, estuvo ausente.

* Doctor en Economía Agraria (Universidad de California, Berkeley). InvestigadorSuperior del CONICET. Profesor de la Universidad de Buenos Aires. MIembro delForo de la Tierra y la Alimentación.

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Presentación

Aunque en nuestro país e inclu-so en América latina en general elproblema de la tierra no siempreha sido ampliamente debatido enlos medios académicos, sociales ypolíticos no puede negarse queconstituye una problemática esen-cial para entender una parte im-portante de los procesos socioe-conómicos y políticos del siglo.Según Cristóbal Kay con la difu-sión del neoliberalismo económicohacia fines del siglo XX “la era dela reforma agraria parecería haberllegado a su fin...Esto no significaque la cuestión de la tierra se hu-biera resuelto en América latina si-no que no adquiere el apoyo polí-tico que tenía en los años 1960 y1970, cuando preocupaciones vin-culadas con la guerra fría surgidascomo consecuencia de la Revolu-ción Cubana, así como de un mo-vimiento campesino emergente,puso a la reforma agraria firme-mente en la agenda política”(Kay,1998).

Sin embargo, el problema de latierra, sigue vigente pese al emba-te del neoliberalismo económico y,quizá, con tanta o más fuerza ysignificación que antes. Cobrasentido la lucha por el acceso y lapropiedad de la tierra. Se mani-fiesta en los conflictos entre quie-nes son sus propietarios y quienesla trabajan, entre el campesino yel terrateniente, o respecto del sig-nificado que tiene para múltiplescomunidades indígenas o campe-

sinas. La tierra posee un sentidodiverso polisémico quizá muchomás diverso que el que tuvo conanterioridad debido precisamenteal auge de nuevos movimientosagrarios y campesinos, de los sintierra, y del nuevo y viejo indige-nismo que se manifiestan a lo lar-go y ancho del continente. Refi-riéndose al caso de la Argentinaen los ´90 señala Giarracca:

"La lucha por la tierra fue un reclamoque atravesó toda la década. En es-ta Argentina agraria heterogénea latierra tiene diversos significados pa-ra los distintos actores sociales. Latierra es un aspecto esencial de suscosmovisiones para las poblacionesindígenas mapuches o kollas. Porejemplo, el mapuche y el kolla sesienten pertenecientes a la tierra, ypiden básicamente una reparaciónhistórica a través de las leyes de re-cuperación de campos que pertene-cieron a sus ancestros. Para loscampesinos, por ejemplo, para elMovimiento Campesino de Santiagodel Estero (MOCASE), la tierra for-ma parte de sus herramientas bási-cas de trabajo, y luchan por accedera ella. Mientras tanto, las MujeresAgropecuarias en Lucha, que acce-dieron a la tierra por herencia de suspadres o abuelos, generalmente co-lonos europeos, sus campos signifi-can patrimonios familiares y luchanpor no perderlos. Podemos agregara esta polisemia que para el terrate-niente la tierra es una mercancía co-mo cualquier otra" (Giarracca, 2003:195).

Muchos autores pronosticabanque con el auge del neoliberalis-mo o como consecuencia de losprocesos de modernización el pro-

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blema de la tierra iba a desapare-cer o amainar su significado políti-co. Al adquirir primacía las políti-cas económicas del neoliberalis-mo se dio mayor ímpetu al capita-lismo agrario marginándose a laeconomía campesina. En muchospaíses fueron impulsadas medi-das tendientes a la privatizaciónde la tierras comunales de las co-munidades indígenas y campesi-nas y se desarticularon colectivi-dades que habían surgido comoconsecuencia de anteriores refor-mas agrarias. Asimismo, cobraronintensidad políticas que enfatiza-ban la liberalización de los merca-dos y los “derechos de propiedad”de los grandes terratenientes fren-te a aquellas que promovían la re-forma agraria en beneficio delcampesinado en el período ante-rior.

Por la fuerza del neoliberalismofueron adoptadas una serie demedidas tendientes a desarticularlos avances que en materia de re-forma agraria habían sido estable-cidos con anterioridad. Medidasque en todo el continente habríande afectar a los sectores mayorita-rios de la población agraria, me-dianos y pequeños productores,trabajadores rurales, campesina-do, comunidades indígenas, etc.Desde la revocación del artículo27 de la Constitución NacionalMexicana, hasta el Decreto deDesregulación de 1991 en la Ar-gentina, en casi todos los paíseslatinoamericanos fueron adopta-das medidas tendientes a la “libe-ralización” o “flexibilización” de las

instituciones agrarias para, conello, impulsar con mayor ahínco latransformación de la tierra en unamercancía, en detrimento de susotros múltiples sentidos. Se trata-ba de desregular y desarticular elandamiaje institucional que enmuchos países fue establecidopara defender y promover, aun-que sea mínimamente, a las eco-nomías campesinas o de peque-ños y medianos productores agro-pecuarios (véase Teubal y Rodrí-guez, 2002: cap 5).

Para muchos autores los proce-sos de industrialización y de mo-dernización indefectiblemente ha-brían de significar la desaparicióndel campesinado. Sin embargo, lacuestión agraria, la cuestión cam-pesina, con características dife-rentes a las que tuvieron en otrostiempos, imbricadas en cierta me-dida con los movimientos ambien-talista, y antiglobalizador, sigue vi-gente, incluso, con mayor fuerza yautonomía que antes. Como vere-mos seguidamente esta afirma-ción requiere dilucidar diversosaspectos inherentes a los movi-mientos de reforma agraria del si-glo pasado comparándolos contendencias que se manifiestan enlos albores del nuevo milenio.

Al concluir el siglo se van perci-biendo cambios en el panoramasociopolítico en torno de la cues-tión agraria y campesina deAmérica latina. Se perfilan una se-rie de movimientos campesinosde gran importancia entre los quese destacan, aunque no son los

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únicos en sus respectivos países,el Zapatismo en México, el MSTen el Brasil, la CONAIE en elEcuador, los movimientos para-guayos y bolivianos, entre otros.Todos ellos presentan plantea-mientos esenciales en torno de latierra y su significado. Las luchasagrarias y campesinas no son lu-chas corporativas del sector sinoque tienen que ver con visionesmás amplias vinculadas tanto conel mundo rural como con el mun-do en general. En este sentido seentroncan con el movimiento anti-globalizador, ya que se trata demovimientos antiagricultura indus-trial comandada por grandes em-presas transnacionales agroin-dustriales. Se trata de movimien-tos que impulsan un nuevo agra-rismo y que se vinculan con aque-llos que luchan en pro de la ciuda-danía de gran parte de la pobla-ción y en contra de los preceptosmás preciados del neoliberalismoeconómico (Vallianatos, 2003).

En la actualidad la lucha por latierra no es sólo una lucha de losque no la poseen para tener acce-so ella, sino parte de un conflictomás amplio de los excluidos, mar-ginalizados, desocupados tantourbanos como rurales. Tal comolo destacan José Vicente da Silvay Anita Brumer forma parte de lalucha por la ciudadanía, de las lu-chas democráticas por la plenaciudadanía de la población que semanifiesta en escala mundial(Brumer y da Silva, 1997). Asimis-mo, mas que una lucha por la con-quista del poder estatal y la aplica-

ción de políticas de arriba haciaabajo a partir de ocupar un lugaren el Estado se trata, por lo gene-ral, de movimientos que surgendesde la base, y que, a partir deallí, se orientan hacia la transfor-mación de la sociedad en su con-junto.

A diferencia de lo que ocurría enel siglo XX estos movimientos noaparecen únicamente en contrade una oligarquía terratenientetradicional dado que, en el actualcontexto sociopolítico mundial, lanaturaleza de las clases dominan-tes o del establishment ha cam-biando sustancialmente. En lanueva etapa del desarrollo del ca-pitalismo mundial han surgidootras clases dominantes mundiali-zadas y globalizadas aparte de lasterratenientes. La lucha por la tie-rra adquiere entonces otro cariz,otra perspectiva. Se trata de unalucha en contra del modelo agra-rio o agroindustrial, del modelo deagricultural industrial hegemónicaen escala mundial comandado engran medida por grandes empre-sas agroindustriales transnaciona-les.

Queremos en este trabajo resal-tar algunos de los sentidos que vaadquiriendo la tierra en la actuali-dad, en el nuevo contexto mundialglobalizado, y la significación y vi-sión que, asimismo, van adqui-riendo para las comunidades en elmarco de lo que podría denomi-narse un nuevo agrarismo. Senti-do comunitario, nuevo agrarismo,antiagricultura industrial tales con-

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stituyen algunos de los términosque nutren el debate y las luchascontemporáneas por la tierra. Nose trata de un volver atrás como loplantean Griffin, Khan e Ickowitzquienes afirman que “los sistemasagrarios comunales...en principiopodrían contribuir a la equidad,eficiencia y crecimiento agrícolasy a una reducción de la pobrezarural, pero su tiempo ha pasado”(nuestro énfasis) (Griffin, Khan eIckowitz, 2002: 280), sino de im-pulsar una nueva perspectiva, unnuevo sentido para la tierra y lacomunidad, que se entronca conlos movimientos ambientalista, fe-minista y antiglobalizador, peroque se sustenta fundamentalmen-te sobre comunidades indígenas ycampesinas, que habrían llegadoa constituirse en los sectores másexplotados de la humanidad.

Reflexiones sobre la tierra ysus múltiples sentidos

Repasemos en primer término laperspectiva que plantean diversosautores en torno de la cuestión dela tierra. Polanyi hace más de me-dio siglo analizó la cuestión de latierra en el marco del surgimientodel liberalismo en los siglos XVIII yXIX. Este autor trata de entenderla base socioeconómica y políticadel surgimiento de un mercadoautorregulador, así como las con-vulsiones sociales impulsadas porlo que considera la construcción

de una utopía (en un sentido ne-gativo)1 de ese mercado autorre-gulador. “Lo que llamamos tierraes un elemento de la naturalezainextricablemente entrelazado conlas instituciones del hombre”, nosdice Polanyi. “Aislarla y formarcon ella un mercado fue quizásuno de los emprendimientos máshorripilantes2 de nuestros antepa-sados” (mi traducción).

Este autor destaca cómo la tierrase imbrica con el trabajo: “el traba-jo forma parte de la vida, la tierrade la naturaleza. La vida y la natu-raleza forman un todo articulado.”Como consecuencia “la tierra sevincula con la organización del pa-rentesco, del vecindario, de las ar-tes u oficios, y del credo. Se vin-cula con la tribu y el templo, elpueblo, la comunidad y la igle-sia”...”La función económica de latierra es sólo una de sus funcio-nes vitales. La tierra le otorga alhombre estabilidad; es su habitat;una condición para su seguridadfísica; tiene que ver con el paisajey las estaciones” (p.178) (véasetambién al respecto Hervieu,1996).

Un gran mercado, en cambio, esun arreglo de la vida económicaque incluye a mercados particula-res para los factores de produc-ción. “Dado que estos factores nopueden ser diferenciados de loselementos que conforman las ins-tituciones humanas, el hombre yla naturaleza, se percibe que la

1 Quizás el término “visión”, o “visión utópica” sería más apropiado.2 Weirdest, horripilante, misterioso, etcétera.

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economía de mercado involucrauna sociedad cuyas institucionesse subordinan a los requerimien-tos del mecanismo del mercado...Se trata de una propuesta quetanto con referencia a la tierra co-mo al trabajo es una utopía”(p.178).

Luego continúa Polanyi “la pro-ducción involucra la interaccióndel hombre y la naturaleza; si esteproceso se organiza mediante elmecanismo autorregulador deltrueque y el intercambio, entoncestanto el hombre como la naturale-za deberán ser incorporados a suórbita; deberán estar sujetos a laoferta y la demanda, o sea, sertratados como mercancías, comobienes producidos para su ven-ta...;” “sin embargo, mientras quela producción podía, teóricamen-te, ser organizada de esta mane-ra... dejar el destino del suelo y delas personas al mercado sería ani-quilarlos. Como consecuenciasurgieron medidas tendientes acontrarrestar la acción del merca-do en relación con los factores deproducción, tierra y trabajo. Setrataba de la principal función delintervencionismo...Paradójica-mente, no solo los seres humanosy los recursos naturales debíanser protegidos de los efectos de-vastadores del mercado autorre-

gulador sino también la organiza-ción de la producción capitalistamisma” (p.130-132)3. “Separar latierra del hombre y organizar lasociedad como para satisfacer losrequerimientos de un mercado in-mobiliario fue una parte esencialdel concepto (o la visión MT) utó-pico/a de una economía de mer-cado”(p.178).

Wolf sigue esta línea de análisis.Para este autor lo significativo esque el capitalismo destruyó las es-tructuras tradicionales separandoa las personas de su matriz socialacostumbrada con el fin de trans-formarlas en actores económicos,independientes de sus anterioresobligaciones sociales con parien-tes y vecinos. Las personas “tu-vieron que aprender a hacer máxi-mas las ganancias y reducir a unmínimo los gastos, a comprar ba-rato y vender caro, independiente-mente de los costos sociales-”(Wolf, 1973 (1969):380). “Con lacomercialización del trabajo, latierra y el capital, las transaccio-nes se convirtieron en actividadesuniversales y críticas (Wolf:1973(1969):380 citando a Heilbroner).

Mientras que con anterioridad lamentalidad mercantil era secun-daria respecto de los problemasesenciales de la subsistencia,ahora se transforman en esencia-

3 “Las clases comerciantes no tenían ningún órgano que pudiera percibir los peligrosque involucraban la explotación de la fuerza física del trabajador, la destrucción de lavida familiar, la devastación del vecindario, el despojo de la deforestación, la poluciónde los ríos, el deterioro de los estándares o pericias artesanales o de los oficios, la dis-rupción del folklore, y la degradación general de la existencia incluyendo la vivienda ylas artes...”(Polanyi, p.133) (nuestra traducción).

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les. Esto es posible sólo cuando eltrabajo, la tierra y la riqueza seconvierten en mercancías. “Esto,a su vez, sólo es una fórmulaabreviada para la liquidación delos obstáculos que constituyenciertas instituciones sociales y cul-turales. El capitalismo “liberó” alhombre como un agente económi-co, pero el proceso concreto de laliberación implicó una acumula-ción del sufrimiento humano, quefue objeto de críticas sociales ymorales de críticos anticapitalistastanto conservadores como radica-les” (Wolf; 1973(1969): 380).

Según estos autores en el con-texto de un proceso de coloniza-ción es cuando el mercado haceestragos, más severos que eneconomías que no son coloniales.. “Sea que el colonizador requieratierra para obtener la riqueza en-terrada en ella, o que simplemen-te se desea limitar la capacidaddel nativo para producir un exce-dente de alimentos o materia pri-ma ... lo importante es que el pro-ceso colonial, se empeña en pri-mer término en destrozar al siste-ma social y cultural de la vida na-tiva”(Polanyi, p.178).

Esto lo escribía Polanyi en losaños 1940. Tenía presente el au-ge del liberalismo decimonónicoen escala mundial percibiendo losestragos que habría de ejercer enel mundo contemporáneo. Su per-cepción puede quizá constituírseen el telón de fondo de los movi-mientos agrarios en pro de la re-forma agraria tanto del siglo XX

como los de la actualidad.

Según estos autores las nuevascolonias eran percibidas por loscolonizadores como almacenesde abastecimiento para el merca-do metropolitano. En ellas, losnuevos conquistadores teníanuna mayor libertad que en suspaíses natales para desplegar susprejuicios raciales y culturales ensu trato de la población local. “Entodas partes el predominio de lasmercancías produjo una crisisecológica. Si en el pasado el cam-pesino había obtenido una combi-nación estable de recursos parasostener un nivel de vida mínimo,la movilización separada y dife-renciada de esos recursos comoobjetos de compraventa puso enpeligro esa relación mínima”. EnMéxico, la comercialización ame-nazó el acceso de los campesinosa la tierra comunal, impidiéndolesreclamar tierras públicas. Asimis-mo, las apropiaciones directas dela tierra por colonos y empresasextranjeras arrojaron a los campe-sinos hacia una superficie de tie-rra que no bastaba para que pu-dieran cubrir sus necesidades mí-nimas. (Wolf, op. cit).

La tierra en América latina:de la conquista hasta lareforma agraria

No es de extrañar que Américalatina, en su conjunto, fuera elcontinente de la reforma agraria.No es de extrañar si considera-mos que fue una de las más anti-

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guas y vastas regiones de coloni-zación habidas en el mundo. Loscinco siglos de colonización y do-minio fundamentalmente españoly portugués hizo estragos en lasculturas indígenas preexistentes,tergiversó sus instituciones, susrelaciones productivos, su cultura,e hizo peligrar su existencia mis-ma. América latina fue un vastocontinente con una historia com-pleja y multifacética. La forma enque los conquistadores ocuparony se adueñaron de la tierra, some-tiendo a la población indígena,apropiándose de mano de obraafricana para transformarla en es-clava tuvo una influencia decisivasobre desarrollos ulteriores. Esasí que en América latina se ins-tauró masivamente el latifundio -oel complejo latifundio-minifundio-que fue posteriormente consolida-da tras la independencia en el si-glo XIX. Como veremos en la sec-ción siguiente las luchas por la re-forma agraria fueron en lo esen-cial luchas en contra de los regí-menes agrarios excluyentes delcampesinado y de las poblacionesindígenas consolidados en los pe-ríodos anteriores.

Las grandes haciendas constitu-yeron la base de sustentación delmodelo agrario latinoamericano.En el caso mexicano estas gran-des propiedades o haciendas fue-ron trabajadas por aborígenes li-gados a la hacienda mediante unasujeción por deudas; o no residen-tes que continuaban viviendo encomunidades indígenas que ro-deaban a las haciendas, pero que

obtenían cada vez más su mediode vida en las haciendas [Wolf,1973 (1969): 16].

En 1810 a la hora de la lucha porla independencia, existían unoscinco mil grandes propiedades deese tipo en México, una cuartaparte de las cuales se dedicaba ala ganadería. En el centro del paísprevalecían haciendas agrícolas,en zonas en que la población indí-gena era numerosa y densa. Estosignificó necesariamente que lashaciendas se encontraran obliga-das a compartir el territorio con lascomunidades indígenas. Si bienmuchas comunidades perdieronsus tierras, hacia 1810 había to-davía más de 4.500 comunidadesindígenas autónomas que po-seían tierras. Así surgió en Méxicoen el siglo XIX un paisaje rural po-larizado entre las grandes propie-dades por una parte y las comuni-dades indígenas por otra. ”Vistadesde la perspectiva del orden so-cial mayor, cada hacienda consti-tuía un Estado dentro del Estado;cada comunidad indígena repre-sentaba una pequeña ´repúblicade indígenas´ junto a otras ´repú-blicas de indígenas´” [Wolf, 1973(1969): 17].

En toda América latina se replicóel sistema de haciendas, aunqueel establecimiento del latifundio seenfrentó con numerosos casos deresistencia y lucha en contra de suconsolidación. Desde el comienzode la conquista fueron eliminadosvastos conjuntos de comunidadesindígenas. En algunos casos debi-

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do a genocidios, explotacionesextremas, en otros, a la importa-ción y difusión de enfermedades.El control de la tierra y la forma-ción de una clase terrateniente es-tuvieron acompañados por múlti-ples formas de relaciones labora-les “no libres” o semifeudales, queformaban parte de lo que FalsBorda denomina el “régimen se-ñorial americano”. Wallerstein de-nomina el sistema de servidumbreinstaurado en América como“tra-bajo obligado en cultivos para elmercado” (coerced cash crop la-bour), o sea un sistema de controldel trabajo agrícola en el cual “alos campesinos se les requiere,por medio de algún proceso legalrespaldado por el Estado, paratrabajar, al menos a tiempo par-cial, en un dominio de grandes di-mensiones que produce algúnproducto para su venta en el mer-cado mundial” (Wallerstein, 1979-1974: 127; Fals Borda, 1975: 25).

El latifundio se fue formando através de un expediente legal quese llamó merced de tierras. Conlas mercedes se crearon hacien-das señoriales y posteriormenteplantaciones esclavistas, estas úl-timas cuando escaseó la mano deobra y comenzó la apropiación deesclavos del Africa para trabajartanto en las minas, como en lashaciendas y las plantaciones. Asi-mismo, a lo largo y ancho del con-tinente tanto los indígenas comola población esclava luchó en con-tra de estas formas de explotacióncoercitiva, incluso huyendo de sus

lugares de trabajo y estableciendoasentamientos autónomos en mu-chas regiones, siendo los más co-nocidos los “palenques” de Co-lombia y los “quilombos” del Bra-sil.

Vemos así que en América latinala formación de haciendas, planta-ciones y posteriormente estanciasconjuntamente con su correspon-dientes campesinados subordina-dos fue el resultado de un procesoprolongado cuyas raíces se en-cuentran en la evolución del régi-men colonial agrario. Los siste-mas originarios incluían la enco-mienda, y otras formas de trabajoforzado según las cuales los fun-cionarios de la corona adjudica-ban trabajadores indígenas a losespañoles que recibían grandesextensiones de tierra, denomina-das mercedes. Posteriormente lacorona reconocía la existencia delos resguardos o sea comunida-des indígenas mientras que la tie-rra asignada mediante las merce-des se transformaba en propiedadprivada de los terratenientes. Amedida que declinaba la pobla-ción indígena fueron reduciéndo-se los resguardos y sus tierrastransferidas a los terratenientes.“El monopolio de la tierra y el es-tablecimiento de relaciones deproducción no libres constituyeronalgunos de los mecanismos bási-cos que limitaban el acceso a latierra y que subordinaba a la fuer-za laboral al control de los terrate-nientes” (Zamosc, 1987: 15).

En el caso del Brasil se estable-

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ció un régimen de concesión detierras denominada sesmaríasque fue transplantado de la metró-poli a la colonia. Consistía en ladonación gratuita de tierras enabundancia a quien poseyese losmedios para cultivarla. En sus orí-genes se trataba de encontrar unmedio para solucionar una crisisde abastecimiento del reino portu-gués. La América portuguesa es-taba íntimamente relacionada conla producción azucarera colonial,que debía orientarse hacia las ex-portaciones a Europa. Aun siendoun régimen que favorecía la cons-titución de la gran propiedad, elsistema de sesmarías tenía comoobjetivo manifiesto la utilizaciónproductiva de la tierra, expresadaen la cláusula de condicionalidadsegún la cual el sesmeiro (el querecibía la tierra) tenía cinco añospara tornarla productiva. En el ca-so de que no cumpliera con estacondición la tierra podía volver asu dueño original (la corona portu-guesa) o sea, era sujeto de unadesapropiaçao. La tierra no pro-ductiva se consideraba terra vagano utilizada productivamente, ypodía formar parte del patrimoniopúblico. De todos modos, al igualque en el resto de América latinalos grandes latifundios, en granmedida improductivos, formaronuna parte importante del régimenagrario brasileño.

La independencia no modificó enlo sustancial la mayoría de los re-gímenes agrarios instaurados porla colonización española y portu-guesa. Sin embargo hacia fines

del siglo XIX las economías lati-noamericanas se integran a laeconomía mundial, y surgen lasdenominadas “economías prima-ria exportadoras” o “agroexporta-doras”. En este contexto se con-solidaron los regímenes latifundis-tas en América latina, mediante laplena “privatización” de las tierrasen todo el continente. La consoli-dación del latifundio oligárquicofue acompañado por múltiples re-laciones agrarias “no libres”, inclu-yendo el “peonaje por deudas”. Elmarco institucional en el que seestableció el régimen de propie-dad del nuevo latifundismo tuvoque ver con las constituciones demediados de siglo. Tanto en Méxi-co, como en el Brasil y la Argenti-na o Colombia prevalecieron lasconstituciones liberales, quecoadyuvaron en esta etapa a laconsolidación del latifundio.

La Constitución Mexicana de1857, la llamada Lei de Terras delestado imperial portugués en elBrasil sancionada en 1850, y laConstitución Argentina de 1853,fueron todas constituciones queestablecieron las bases que per-mitieron efectivizar la propiedadprivada de la tierra en manos degrandes latifundistas. Si bien entodos los casos se tomó comomodelo el régimen agrario deEstados Unidos, de pequeños far-mers o colonos, en los hechos es-tas constituciones contribuyeron ala consolidación del latifundio.

La Lei de Terras tuvo que vercon la necesidad de establecer un

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marco legal de ordenamiento delrégimen de propiedad para inter-ceder, entre otros factores, en lasdisputas entre sesmeiros y pos-seiros. También tuvo por finalidadla necesidad de concluir el comer-cio de esclavos, impulsando manode obra inmigrante. Asimismo, setrataba de reafirmar la capacidaddel estado para intervenir en loscasos en que las tierras donadasno hubieran sido cultivadas (Oso-rio Silva, 1997: 16-17). No es deextrañar entonces que en el con-texto de una apertura hacia laeconomía mundial, y el desarrollode nuevos productos de exporta-ción, hubiera comenzado a valori-zarse significativamente la tierray, por consiguiente, fuesen impul-sados regímenes de propiedadque terminaron consolidando unanueva clase terrateniente.

“La historia de la reforma agraria enel Brasil es la historia de oportunida-des perdidas. Durante el período enque el Brasil fue una colonia portu-guesa, no surgieron los movimientossociales equiparables a los que en elsiglo XVIII europeo democratizaronel acceso a la propiedad de la tierray cambiaron el perfil de aquel conti-nente. El espectro que arrasó a Eu-ropa en el siglo XIX y que contribuyóa acelerar los avances sociales, nocruzó el Atlántico, no amenazó alBrasil con su injusta concentraciónde la tierra. Mientras que losEstados Unidos ... resolvieron el pro-blema del acceso a la tierra (median-te el homestead movement MT) elmodelo brasileiro de ocupación terri-torial – aún no siendo plenamentecompletado – siguió el antiguo mo-delo latifundista, manteniendo el do-minio de la vieja oligarquía rural. Fal-

taba en el Brasil una revolución cam-pesina, equiparable a la de EmilianoZapata de México de comienzos delsiglo XX” (www.planalto.gov.br/_04/COLECAO/REFAGR3).

En la Argentina el estado liberalse consolidó tras las sucesivascampañas al desierto que erradi-caron y eliminaron casi por com-pleto a la poblacion indígena . Sepreparó de este modo el caminopara la plena ocupación territorialy la consolidación de una oligar-quía terrateniente (véase Arceo,2003). Las inversiones en los fe-rrocarriles y en infraestructurasexpandieron la frontera agrope-cuaria y la incorporación de tierracultivable distribuida originaria-mente a oficiales del ejército peroque pronto fue transferida al con-trol de una clase terrateniente re-cientemente consolidada. Median-te la promoción de la inmigraciónmasiva se habría de resolver elproblema de la escasez de manode obra sujeta, en gran medida, asistemas diversos de arrenda-miento. Sin embargo, tambiénfueron creados una serie de colo-nias que sustentaron un estratode medianos y pequeños produc-tores agropecuarios, en particularen las regiones en las que losgrandes terratenientes no encon-traban conveniente o posible con-trolar la tierra en forma directa.

La situación en México fue dife-rente. Las Leyes de la Reforma yla Constitución de 1856/57, poruna parte, y por la otra las Leyesde Colonización y de Baldío signi-ficaron un cambio importante en la

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propiedad de la tierra promovien-do de modo decisivo la tremendaconcentración territorial que ha-bría de caracterizar al México defines del siglo XIX, comienzos delXX. En primer término se dirigiócontra las tenencias de la Iglesia.Fueron transferidas un conjuntomuy grande de bienes raíces ecle-siásticos a propietarios privados.Las propiedades de la Iglesia pa-saron a manos privadas creándo-se una nueva aristocracia terrate-niente. Lo mismo aconteció conlas tierras comunales de las co-munidades indígenas, las que fue-ron declaradas ilegales y se obligóa dividirlas en tenencias individua-les. Muchos indígenas perdieronsus tierras que cayeron en manosde las haciendas y compañíasque negociaban en tierras. Se cal-cula que más de 810.000 hectá-reas de tierras comunales fuerontransferidas en el período de Por-firio Díaz (Wolf, 34). El gobiernotambién enajenó gran parte del te-rritorio nacional pertenecientes alEstado.

“La promulgación de la ley que anu-laba la propiedad corporativa – ecle-siástica o comunal – aceleró la desa-parición del pueblo de Indias que po-seía tierras y que había subsistidodurante todo el período del régimencolonial, y el primer medio siglo deindependencia” (Wolf, p. 35). “La li-bertad para el propietario de tierrassignificaría una mayor libertad paraadquirir tierras y añadirlas a sus yagrandes tenencias; la libertad para elindígena – que ya no estaba sujeto asu comunidad y ahora era amo desu propiedad – significaría la capaci-

dad de vender su tierra y de unirse ala muchedumbre de desposeídosque buscaban empleo. En el cursode otros treinta y cinco años, Méxicodescubriría que había abandonadolos grilletes de la tradición sólo parapropiciar la anarquía social. La Re-volución habría de ser el resultado fi-nal” (Wolf, p. 30).

En efecto tal como lo plantea Sil-va Herzog “muchos ejidos, mu-chas tierras de común reparti-miento y muchas pequeñas pro-piedades desaparecieron, encon-trándose millares de ejidatarios,usufructuarios y pequeños propie-tarios, sin más camino para ga-narse el pan que ofrecerse comopeones en los ranchos, en las me-dianas y grandes haciendas; y co-mo era menor el número de bra-zos necesarios que el que se ofre-cía constantemente, funcionó demodo inevitable la ley de la ofertay la demanda” (Silva Herzog,1960: 36).

Estas políticas fueron impulsa-das con mayor ahínco durante elporfiriato. Uno de los grupos de lí-deres de este período conocidocomo los “científicos” veía al futu-ro de México en la “reducción y elaniquilamiento del elemento indí-gena, al que consideraban inferiory, por lo tanto, incapaz del desa-rrollo”. Asimismo, consideraban al“progreso” como inherente al “fo-mento del control ´blanco´ nacio-nal e internacional” (Wolf, p.31).

En definitiva: fue durante lostreinta años del gobierno de Porfi-rio Díaz que se consolidó una cla-se terrateniente pero a costa de la

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gran exclusión social del campesi-nado mexicano. Según algunosautores estas medidas podríanser interpretadas como necesa-rias para impulsar formas capita-listas de producción ya que las re-formas liberales “establecieron lasbases para la el despojo final delcampesinado de sus tierras trans-formándolos en trabajadores asa-lariados libres o peones endeuda-dos, estableciendo las bases paraun rápido desarrollo capitalistatanto en áreas rurales como urba-nas” (Cockcroft, 1983: 80).

En gran parte del país los cam-pesinos fueron expulsados de sustierras y obligados a vender sufuerza laboral sea en forma tem-poral o permanente. En Yucatánpersistió el sistema de peonajesegún el cual los indios y campe-sinos eran contratados por lasgrandes plantaciones o haciendaspero seguían dependientes deuna especie de “tienda de raya”.Según observa Cockroft el censode 1910 registra que 80 por cientode la fuerza laboral dependía desalarios rurales y trabajaba para20.000 terratenientes, mientrasque 96,6% de los hogares ruralesno poseía tierra alguna (Cock-croft, 1983: 91).

En este sentido la RevoluciónMexicana aparece “ante todo ysobre todo, como una violentísimairrupción de las masas de México,fuera de la estructura de la domi-nación estatal y contra ella, quealtera, trastorna y transforma deabajo a arriba todas las relaciones

sociales del país durante diezaños de intensa actividad revolu-cionaria. Esta actividad tiene unmotor central: la revolución sepresenta como una gigantescaguerra campesina por la tierra (le-tras itálicas en el original) , que lle-vada por su propia dinámica poneen cuestión el poder y la estructu-ra del Estado, controlado hastaentonces por un bloque de poderen el cual la hegemonía indiscuti-ble la detentaban los terratenien-tes” (Gilly, 1981 (1979): 22).

El empuje de la reformaagraria en el siglo XX

El alcance de la reforma agrariaen América latina fue –como lo se-ñala Kay– variable tanto en cuan-to a la cantidad de tierra expropia-da como al número de campesi-nos y trabajadores rurales benefi-ciados. Las reformas agrarias deBolivia y Cuba fueron las más ex-tendidas respecto de la cantidadde tierra expropiada ya que másdel 80% de la tierra cultivable fueobjeto de la reforma agraria. EnMéxico, Chile, el Perú y Nicaraguacasi la mitad de la tierra cultivablefue expropiada. En Colombia, Pa-namá, El Salvador y la RepúblicaDominicana entre un sexto y uncuarto, mientras que proporcionesmenores fueron afectadas a lasreformas agrarias del Ecuador,Costa Rica, Honduras y el Uru-guay. En Venezuela 20% de la tie-rra fue afectada por la reformaagraria pero se trató básicamentede un programa de colonización

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de tierras pertenecientes al Esta-do. Cuba, México y Bolivia fueronlos países donde fueron beneficia-dos la mayor proporción de cam-pesinos y trabajadores rurales. Enlos casos de Cuba y Bolivia trescuartas partes de los hogares ru-rales fueron incorporados al sec-tor reformado, mientras que enMéxico la mitad de la poblaciónagraria fue beneficiada. En Nica-ragua, el Perú y Venezuela la pro-porción de beneficiarios fue untercio, en El Salvador un cuarto yen Chile, un quinto (Kay, 2000:128).

Vistas en perspectiva históricalas reformas agrarias del siglo XXtuvieron –entre otras– las siguien-tes características: a) fueron engeneral el resultado de movimien-tos sociales o políticos que lucha-ban en contra de una oligarquíaterrateniente que controlaba elEstado. En efecto, las reformasagrarias más importantes fueronel producto de importantes revolu-ciones que lograron desplazar a laoligarquía terrateniente del poder;b) en todos estos procesos tuvouna participación importantísimael campesinado, pese a que nosiempre estos estratos resultaronser sus principales beneficiarios.Por otra parte, una vez comenza-do el proceso de reforma agraria,fue el campesinado el que mu-chas veces logró redireccionarloen favor de sus intereses. Porejemplo, los comuneros del Perúque habían sido excluidos de lareforma agraria lograron poste-riormente acceder a tierras en el

sector reformado; en el caso nica-ragüense ocurrió algo semejanteluego de que en sus inicios la re-forma agraria del sandinismo ha-bía privilegiado básicamente laconstitución de grandes empresasagrarias estatales, algunas de lascuales posteriormente fuerontransferidas a cooperativas o pre-dios individuales del campesina-do; y c) por lo general, fueron re-formas agrarias instituídas desdeel Estado y a partir de políticas es-tatales. Cabe destacar que mu-chos gobiernos latinoamericanosimplementaron reformas agrariasmoderadas pero no apoyaron sus-tancialmente al campesinado, o apropuestas de tipo comunal, conlo cual “se trató de gobiernos queeran o demasiado débiles paraimplementar una reforma sustan-cial o tenían la intención implícitade promover en vez un tipo de ca-pitalismo agrario” (véase Kay1998 haciendo referencia a traba-jos de Thiesenhusen).

Como decíamos a comienzos deeste trabajo, el siglo comienza conuna de la principales reformasagrarias del continente que fue laque surgió como consecuencia dela Revolución Mexicana y quepuede ser considerada como pa-radigmática de lo que fueron lasreformas posteriores.

En este caso “la revolución des-truyó el viejo estado de los terrate-nientes y la burguesía exportado-ra, el Estado sancionado por laConstitución liberal de 1857, y es-tableció un nuevo Estado burgués

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-la Constitución de 1917 garanti-za, ante todo, la propiedad priva-da- pero amputado de la clase delos terratenientes, caso único entoda América latina hasta la revo-lución boliviana de 1952 [AguilarCamín, 1981 (1979):17 citando aGilly]. Pero nada de esto se hubie-ra materializado si no fuera por lairrupción y lucha campesina, prin-cipalmente la liderada por Zapataen el Sur, que puso en jaque, unay otra vez, a diversas propuestasconciliatorias del Estado mexica-no tras la huída de Porfirio Díazen 1911. La lucha campesinamarcaba en todo momento su de-recho a la tierra. El Plan de Ayalapropone que la tierra sea repartidainmediatamente, en gran medidacomo retribución al despojo ope-rado en contra del campesinadoen décadas anteriores. Más aún,en Morelos se produjeron ocupa-ciones de facto de tierras defendi-das por el ejército Zapatista. LaConstitución de 1917 legitima lareforma agraria y la reconstitucióndel sistema ejidal, pero, en gene-ral, fueron los avances y retroce-sos de las demandas campesinaslas que en todo momento influye-ron sobre la efectividad lograda enlos procesos de la reforma agra-ria.

Como lo destaca Mackinlay “elreparto agrario (en el período1917-1934) estuvo caracterizadopor la compleja correlación defuerzas políticas resultante de lafase armada de la Revolución Me-xicana. El jefe del ejército consti-tucionalista Venustiano Carranza,se vio obligado a confirmar algu-

nas dotaciones de tierras realiza-das en los primeros años de la re-volución.” Empero, en el períodopresidencial 1916-1920 “se devol-vieron muchas más tierras a susantiguos dueños que las que serepartieron a los campesinos quehabían participado en la lucha re-volucionaria. Estos sólo obtuvie-ron el compromiso de que se ha-ría la reforma agraria una vez quese establecieran los procedimien-tos legales correspondientes, me-diante la futura reglamentacióndel artículo 27 de la Constituciónde 1917 (Mackinlay: p. 118 citan-do a Katz, 1982, p.278).

Durante la década de 1920 losgenerales Alvaro Obregón y Plu-tarco Elías Calles, en sucesivosgobiernos, intensificaron el repar-to agrario en las regiones que co-nocieron un importante auge de lalucha campesina por la tierra, obien en los momentos en que ne-cesitaban hacer mayores conce-siones para mantenerse en el po-der. Mackinlay cita a F.Katz al res-pecto señalando que en el perío-do 1916-1928 el Estado mexicanotuvo que mantener un delicadoequilibrio político, “enfrentandoconstantemente a la facción dere-cha contra la izquierda” (Mackin-lay, p.118):

“Cuando las presiones de EUA, delos grupos disidentes del ejército yde los hacendados se hicieron de-masiado fuertes, comenzó a movili-zar el apoyo popular y a llevar a ca-bo reformas agrarias. Cuando las or-ganizaciones populares se le salie-ron de las manos llamó al ejército ya los hacendados para que los com-

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batieran” (Katz, 1976: 131 citado porMackinlay, p.118).

El proceso de reforma agraria enMéxico culmina durante el sexe-nio de Cárdenas en el período1934-1940. El reparto masivo dela tierra efectuado a partir de 1936modificó sustancialmente la es-tructura agraria del país, fraccio-nando numerosos latifundios y so-cavando el poderío de los grandesterratenientes. “Por primera vezdesde 1910 se concibió la reformaagraria como un proceso globalque, además de ser fuente de jus-ticia social en el campo, estabaencaminada a crear unidades pro-ductivas eficientes, capaces deproducir los alimentos básicosque la población en expansión re-quería. La educación socialista, lacreación del Banco Nacional deCrédito Ejidal, la formación de eji-dos colectivos en las zonas de rie-go con sus correspondientes pro-gramas de capacitación y asisten-cia técnica, la organización decooperativas agrícolas, el intentopor desarrollar una infraestructurade investigación y extensión agro-pecuaria fueron algunos elemen-tos que distinguen la política car-denista de sus predecesores.Ade-más, de la tierra repartida bajo lamodalidad ejidal, en este sexeniose inició el reconocimiento en ma-yor escala de las comunidades in-dígenas, estableciéndose el reco-nocimiento y titulado de bienescomunales sobre más de 15 millo-nes de hectáreas”(Mackinlay,1991: 130, 131).

En el sexenio 1934-1940 se dis-

tribuyeron cerca de 18 millones dehectáreas a ejidos y comunida-des, aumentado la superficie delsector social a cerca de 25 millo-nes de hectáreas. Además, se or-ganizaron 5.172 sociedades decrédito y 647 cooperativas queabarcaban, respectivamente, el26,6% y el 3,7% de todos los eji-datarios. “Estas cifras no incluyenla considerable distribución de tie-rras en forma semiprivada y priva-da, por medio de la creación decolonias agropecuarias, la enaje-nación a título gratuito de terrenosnacionales (en beneficio de los“rancheros” y ocupantes de terre-nos baldíos) y el fraccionamientoy venta de terrenos particularescon base en leyes estatales.”También fueron otorgados certifi-cados de inafectabilidad agrícolay ganadera que abarcaron 240 milhectáreas agrícolas y 114 mil ga-naderas garantizándoles a estospropietarios que sus predios noserían expropiados (Mackinlay,131).

Aunque no se acabó del todocon la gran propiedad rural duran-te el sexenio cardenista práctica-mente se eliminó el poder políticoy económico de la antigua oligar-quía terrateniente. Asimismo, seconsolidó el sector social ejidal ycomunal, el cual perdió el caráctertransitorio marginal que había te-nido durante el período anteriorpara convertirse en una parte im-portante de la estructura agrariadel país (Mackinlay, p.133).

Como es sabido el sexenio de

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Cárdenas fue un hito importantede la reforma agraria mexicana,no replicado posteriormente yaque en los sexenios siguiente serevirtieron gran parte de estas ten-dencias.

En 1940 comienza la contrarre-forma agraria; si bien continúa –afuego lento– el reparto agrario,pierde en gran medida la dinámicaque tuvo durante el sexenio car-denista. Se concluye la etapa másejidalista y se reanuda la concen-tración de los apoyos a la agricul-tura comercial privada. Se da im-pulso también a lo largo del perío-do 1940-1958 a la denominada“revolución verde”, que fue dise-ñada en función de los requeri-mientos productivos y tecnológi-cos de la agricultura comercial pri-vada, fundamentalmente del nortedel país, que recibió una parte sig-nificativa de la inversión públicaagropecuaria que se registró du-rante todo el período (véase He-witt de Alcántara, 1978).

Reflejo del abandono de las polí-ticas cardenistas lo constituye elhecho de que en los años 1940 y1950 hubo un marcado descensoen la cantidad de tierra expropia-da y redistribuida por el gobierno.En más de 20 años fueron distri-buidas 15 millones de hectáreas a527.115 campesinos, una exten-sión de tierras menor a la distribui-da por Cárdenas en 5 años (Ba-rros Nock, 2000: 163).

El estado promueve fundamen-talmente la agricultura comercialen gran escala relegando al sector

ejidal a la agricultura de subsis-tencia. Fueron los grandes empre-sarios agrícolas quienes se bene-ficiaron de los nuevos sistemas deirrigación financiados por el esta-do y de los incentivos otorgadosque impulsaron una mayor con-centración de la propiedad. Comocontrapartida los pequeños pro-pietarios y el sector ejidal se vie-ron sujetos a una cada vez mayorsubdivisión de sus tierras, creán-dose predios cada vez más pe-queños. En los años 1960 ante lacreciente presión del campesina-do sin tierra se retomó nuevamen-te el reparto agrario. Sin embargo,la mayor parte de esta tierra erade pobre calidad, o fue sólo distri-buida en los papeles, quedandonumerosos ejidos sin las tierrasreclamadas.

Pese al embate del sector ejidal,éste sobrevivió e incluso creció yse consolidó. Según Barkin “el es-tímulo de tener su propia tierra pa-ra trabajar fue suficiente como pa-ra incentivar a los campesinos amejorar dramáticamente sus con-diciones productivas. Contraria-mente a lo que pronosticaban mu-chos expertos, estos campesinospobres y no escolarizados fueroncapaces de aumentar la producti-vidad de sus tierras a un promedioanual de más del 3% tras la redis-tribución de los años 1930. Haciael año 1960 habían duplicado losrendimientos de su magra produc-tividad alcanzando más de 1,2 to-neladas por hectárea. O sea, elsistema establecido por el carde-nismo incentivó al campesinado a

147Tierra y reforma agraria en América latina

lograr sustanciales mejoras deproductividad mediante la aplica-ción... de prácticas de cultivo he-redadas, juntamente con los re-sultados de una experimentacióncon semillas, fertilizantes y técni-cas de consevación del suelo y elagua. Pese a estos incentivos loscampesinos se vieron condena-dos a la pobreza debido a su sis-tema rígido de control estatal delcrédito y mediante los precios desus insumos y productos” (Barkin,1994: 30).

En los años 1970 frente al cre-ciente descontento social mani-festado entre la población rural yurbana en la década anterior queel gobierno precedente había res-pondido con medidas represivas,se revió la estrategia agraria, otor-gándosele un nuevo apoyo al sec-tor ejidal. Pero los nuevos progra-mas de los ‘70 no cumplieron conlas expectativas creadas, presu-miblemente porque no habíansurgido del sector ejidal mismo, si-no que habían sido impuestos porel Estado. Asimismo, fueron bene-ficiados sólo algunos pocos eji-dos, localizados en zonas de altaproductividad (Barros Nock, 164-165).

En definitiva como lo señalaMackinlay, numerosos analistasde la cuestión agraria mexicanaindentifican al período 1940-1958,como el de la contrarreformaagraria. Las tendencias a revertirla reforma agraria fueron muymarcadas, no sólo en este perío-do, sino también durante todas las

administraciones gubernamenta-les posteriores (véase Mackinlay:162).

Con todo, el reparto agrario des-de sus inicios estuvo controlado ydirigido por el Estado, impidiéndo-se la organización independientey autónoma de los campesinos. Sia esto se agrega que “la mayoríade los gobiernos posrevoluciona-rios repartieron la tierra en granmedida obligados por las circuns-tancias políticas, sin un proyectode desarrollo económico para losejidos que se formaron”, y que ac-tuaron además “debido a la nece-sidad de pacificar al país despuésde la fase armada de la Revolu-ción de 1910, o de apoyarse enlos campesinos en ciertas coyun-turas críticas o de ejercer un con-trol político sobre la población ru-ral”, es evidente que estos facto-res marcaron profundamente elcarácter de las reforma agrariamexicana. No es de extrañar en-tonces que el sistema ejidal se hu-biera debilitado sustancialmente yque el denominado neolatifundis-mo hubiera avanzado significati-vamente en décadas recientes.

Sin embargo, como lo destacaLewis (2002: 416) “los ejidos es-tán profundamente arraigados enla cultura e identidad rural mexica-na. Constituyen el recuerdo conti-nuo a los campesinos de la san-gre derramada por sus antepasa-dos en su lucha por un tratamien-to equitativo. No es por consi-guiente sorprendente que las re-formas legales y económicas de

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los años 1990 y sus impactos so-bre los ejidos sean consideradostan significativos para la historiacontemporánea de México. Segu-ramente continuarán siendo un tó-pico de conflicto y debate por mu-chos años en el futuro”.

Tendencias semejantes puedenseñalarse en otras reformas agra-rias, por ejemplo la de Bolivia o lade Nicaragua. El caso de Cubapor cierto es diferente, en el cualno se impulsa en última instanciaun capitalismo agrario al estilo delo ocurrido en los casos mexicano,boliviano o nicaraguense, o enotros países con reformas agra-rias más moderadas. Pero haydos hechos que merecen desta-carse con respecto al caso cuba-no. Por una parte, la tradición delucha del campesinado cubano alo largo de los últimos dos siglos.Por la otra, el hecho de que desdelos inicios de la reforma agrariacubana se hubiera distribuido unaproporción significativa de la tierraal campesinado, sea en cooperati-vas o en términos individuales.

La primera reforma agraria cuba-na, promulgada en 1959 por FidelCastro y su Movimiento 26 de Ju-lio, puso aproximadamente 70 porciento de la tierra cultivable delpaís en el sector estatal. Ademásde crear un enorme sector agríco-la estatal, la reforma agraria cuba-na también creó un amplio cam-pesinado con tierra al otorgar a to-dos los arrendatarios y colonos elderecho a reclamar la tierra quelaboraban; “la cantidad de peque-

ños propietarios de tierra en elsector rural cubano se multiplícómás de tres veces [Deere y León,2002 (2000): 91]. A los arrendata-rios y ocupantes se les adjudica-ron hasta 27 hectáreas de tierrasin costo; tenían derecho a com-prar tierra adicional hasta un má-ximo de 67 hectáreas. “Hacia fi-nes de 1963, el sector privado enla agricultura cubana consistía deunos 154.000 hogares campesi-nos que poseían cerca del 26 porciento de la tierra agrícola de lanación; otro 3 por ciento estaba enmanos de hogares no campesi-nos” (Deere y León, citando aTrinchet, 1984). Esta cantidad deexplotaciones campesinas con-trasta con los 40.000 que existíanantes de la Revolución.

El agro cubano estuvo dominadopor las plantaciones azucareras yuna importante fuerza laboral pro-letaria, incluyendo una gran pro-porción de trabajadores estacio-nales, incluyendo zafreros prove-nientes de zonas urbanas. El sec-tor de plantaciones fue estatizadacon la reforma, estableciéndosegrandes unidades agroindustria-les bajo la dirección del Ministeriode Agricultura o el Ministerio delAzúcar pero que no tuvieron de-masiado éxito: la producción decaña de azúcar cayó de 7,6 millo-nes de toneladas en 1991 a 4,2millones en 1993. En los años ‘80se cooperativizaron los predioscampesinos, se crearon las coo-perativas de producción agrope-cuaria (CPA), incorporándose mu-chas familias campesinas que se

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resistían a integrar las empresasestatales En los años ´80 dos ter-cios de las explotaciones campe-sinas formaban parte de las CPA(Kay,1998).

Un cambio sustancial en la políti-ca agropecuaria se produjo en1993 cuando el gobierno anunció,por una parte, que el sector agro-pecuario estatal sería transforma-do en una red de cooperativas detrabajo, concluyéndose de estemodo el énfasis puesto hasta en-tonces sobre el sector estatal “co-mo la forma más elevada de laagricultura socialista” (Deere,1995: 13). En segundo lugar, quea partir de 1994 se liberalizaríanlos mercados agropecuarios quehabían sido cerrados 8 años antesporque tendían a exacerbar lasdesigualdades y a promover elsurgimiento de una nueva clasemercantil.

Bajo el nuevo programa muchasempresas estatales – que combi-naban la propiedad estatal, con eltrabajo asalariado, y el gerencia-miento centralizado – fuerontransformadas en cooperativasautogestionarias. Los trabajado-res de las empresas estatales tu-vieron la opción de formar Unida-des Básicas de Producción Coo-perativa,(UBPC) mediante elarrendamiento de tierras del Esta-do sin sin el pago de renta. Losmiembros de lsa UBPC se trans-formaron en dueños de la planta yequipo, de las empresas estata-les, que pudieron adquirir con cré-ditos del Banco Central de Cuba a

bajo interés y también en propie-tarios de su propia producción.Cualquier ganancia que lograbanobtener se distribuía entre susmiembros. En poco tiempo se pro-dujo la conversión de empresasestatales en UBPC. Para diciem-bre de 1993 el 87% de la tierraperteneciente a las empresas es-tatales habían sido traspasadas alas UBPC. Tendencias semejan-tes ocurrieron en relación con laproducción no cañera.

En lo esencial por fuerza de lascircunstancias inherentes al perío-do especial que se produce tras ladisolución de la URSS, logran unamayor autonomía los productoresagropecuarios en el marco de lasUBPC, como una forma de hacerfrente a la escasez creciente dealimentos básicos esenciales parala supervivencia de la población.

Excepto en el caso de la reformaagraria cubana, muchos autoresseñalan que en última instancialas reformas agrarias instauradasen este período contribuyeron aldesarrollo de una nueva etapa enel desarrollo del capitalismo basa-do sobre una burguesía industrial.Según Kay “los cambios institucio-nales involucrados (en la reformaagraria) contribuyeron sin duda aldesarrollo del capitalismo. Tantolos mercados laborales como detierra se hicieron más flexibles ymejoraron las oportunidades deinversión en la agricultura. Mejorótambién la respuesta del agro a lapolítica macroeconómica y lasfuerzas del mercado global. El

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principal legado de la reformaagraria tiene que ver con el papelque tuvo en acelerar el ocaso dela oligarquía terrateniente y en eli-minar los resabios institucionalesque impedían el desarrollo delmercado y la plena comercializa-ción del agro. Los principales be-neficiarios fueron los agricultorescapitalistas. Aunque la mayoría delos campesinos obtuvieron algu-nos beneficios, para la mayoría lapromesa de la reforma agraria semantiene inconclusa”(Kay 1998).

De todos modos la reforma agra-ria en América latina fue objeto dedebate en el período 1930-1970conjuntamente con las políticasde industrialización sustitutiva delas importaciones en boga en esaépoca. En la medida en que elproceso de industrialización setornó uno de los objetivos centra-les de la política del desarrollo enel debate centro-periferia impulsa-do por Prebisch y la CEPAL, elpapel del agro adquiere una im-portancia fundamental. Para algu-nos se trataba simplemente de im-pulsar la modernización del agro–objeto de innovaciones tecnoló-gicas– a los efectos de impulsarlos procesos de industrialización,mediante nuevas exportacionespara financiar importaciones debienes de capital, o alimentos pa-ra alimentar una población urbanacreciente, o para proveer de manode obra requerida en la industriasque se iban estableciendo. Sinembargo, la pregunta que surgíauna y otra vez era si las inversio-nes en infraestructura, en tecnolo-

gía y en las instituciones subya-centes eran suficientes como paraimpulsar el proceso de industriali-zación o si la reforma agraria con-stituía un condicionamiento impor-tante para todo esto dado el fuer-te arraigo que en la región teníanlas tradicionales oligarquías terra-tenientes (véase Burbach y Flynn,1983).

La reforma agraria en la eradel neoliberalismo

Hacia los años ‘70 concluyen losregímenes de acumulación deno-minados de industrialización porsustitución de las importacionesen América latina, y se hacen he-gemónicos los programas de ajus-te estructural impulsados por elFMI y el Banco Mundial inscriptosen el neoliberalismo económico,programas que fueron aplicadosquizá con mayor severidad en elcontinente que en los países capi-talistas avanzados. Las privatiza-ciones, desregulaciones de todotipo, y apertura a la economíamundial, así como la ortodoxia fis-cal, se transforman en aspectoscentrales de las politicas económi-cas en los años ‘80 y ‘90 pivotea-dos en torno del endeudamientoexterno y la primacía de los intere-ses del capital financiero.

Estos cambios en el panoramade la política económica de lospaíses latinoamericanos incidensignificativamente sobre sus res-pectivos sectores agropecuarios.Los ajustes estructurales que in-

151Tierra y reforma agraria en América latina

cluyen la reducción de subsidios ydel gasto público, en áreas queatañen al comercio exterior y a laproducción y comercialización dela producción agropecuaria ha-brían de tener efectos significati-vos sobre el andamiaje institucio-nal y empresarial instituído en laetapa anterior. La nueva políticagubernamental “basada sobre laprivatización de la economía, lainversión extranjera y la aperturacomercial, junto con la disminu-ción en términos reales de subsi-dios y del gasto público y el “retirodel Estado” de los procesos de co-mercialización y regulación de laactividad agropecuaria, pretendíacrear las condiciones para trans-formar el capital privado nacionaly extranjero en el principal agentede la reactivación del sector” (Ro-mero Polanco, 1995: 69/70).Estasnuevas políticas abrieron el cam-po a procesos de globalizaciónmotorizadas por grandes empre-sas transnacionales agroindustria-les que se difunden a lo largo yancho del continente y que inci-den significativamente sobre lossistemas agroalimentarios de laregión (Teubal y Rodríguez, 2002:58). Asimismo, se trataba de ir de-jando de lado los programas dedesarrollo que incluían programasde reforma agraria, en favor deaquellos destinados a la expan-sión de productos de exportacióna fin de facilitar el servicio de lasdeudas externas (véase Huizer:1999: 1).

Entre las normas o políticas máscorrientes que son adoptadas se

encuentra el fin de los subsidiosdirectos, de los precios sostén ode garantía y de los créditos pre-suntamente “subsidiados” para elsector. Estas disposiciones sonacompañadas por medidas de li-beralización arancelaria y apertu-ras al exterior que, en muchos ca-sos, imposibilitan a los medianosy pequeños productores agrope-cuarios competir con productos yempresas internacionales fuerte-mente subsidiados en sus paísesde origen. Los productores agro-pecuarios se enfrentan con pre-cios mucho más variables e ines-tables a la vez que el crédito sehace más caro. Además, se redu-cen los recursos públicos destina-dos a la asistencia técnica y a laextensión, a la investigación cien-tífica y tecnológica vinculada conel sector y a las inversiones en in-fraestructura. Asimismo, en diver-sos países, muchos de los orga-nismos e instituciones que tradi-cionalmente regulaban la activi-dad son eliminados o se privati-zan. En la Argentina, por el decre-to de desregulación del año 1991,fueron eliminados los principalesorganismos que regulaban y con-trolaban la actividad agropecua-ria: la Junta Nacional de Carnes,la Junta Nacional de Granos, laDirección Nacional del Azúcar,etc. Como parte de esta políticaque se impuso regionalmente, sedesreguló y privatizó un gran sec-tor de la estructura agroindustrialvinculada con el campo mexicano.Una serie de empresas, fideicomi-sos y organismos estatales fue

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transferida al sector privado. Losgrandes grupos financieros com-praron bodegas, supermercados ycentros comerciales, complejosagroindustriales de granos, lechey productos pecuarios de la gigan-tesca paraestatal CONASUPO,plantas industriales de Fertimex,Tabamex e Imecafé, infraestructu-ra portuaria, laboratorios, ingeniosazucareros, etcétera” (Teubal yRodríguez, 2002: 59; BarrosNock, 2000).

No es de extrañar entonces queen este contexto fueran adopta-das medidas que incidieran sobreel acceso a la tierra. Un aspectofundamental que refleja ciertastendencias que se manifiestan enescala continental tiene que vercon la reforma del artículo 27 de laConstitución Mexicana que decre-ta el fin del reparto agrario en esepaís. Según Romero Polanco lareforma de ese artículo “piedraangular del pacto social entre elEstado y el sector campesino...busca desde la óptica oficial rea-decuar la estructura de tenenciade la tierra de acuerdo con las ne-cesidades impuestas por la priva-tización y globalización de la eco-nomía mexicana, creando un nue-vo marco jurídico más favorablepara atraer inversiones en el cam-po, generar economías de escalay fomentar distintas formas deasociación entre el capital privadoy los productores tradicionalescon potencial productivo” Segúneste autor el nuevo esquema mo-dernizador del agro mexicano exi-gía “una nueva actitud de los pro-

ductores rurales, ya que sóloaquellos sectores de agricultoresque demuestren eficiencia pro-ductiva y competitividad podríanaspirar a recibir apoyos y subsistiren el mercado. En este esquemala mayoría de los recursos finan-cieros y tecnológicos se concen-tran en estimular la producción deactividades donde existen pers-pectivas de competir en el merca-do nacional e internacional (Ro-mero Polanco, 1955: 70/71). Cla-ramente se evidencia entre los ob-jetivos de tales medidas que deninguna manera habrían de favo-recer necesariamente a sectoresde medianos y pequeños produc-tores o campesinos.

Tal como lo plantea Barros Nockeste cambio de la ConstituciónMexicana dio lugar a la privatiza-ción de las tierras ejidales otor-gándosele al capital privado la se-guridad en el acceso a la tierra.Se trataba de adecuarse a lascondiciones para el ingreso alTLC con EUA y Canadá. “Comoun anticipo del ingreso al NAFTAel gobierno mexicano modificó laConstitución permitiendo la priva-tización del ejido. Este cambio re-virtió el principio ejidal de la pose-sión comunal de la tierra y conclu-yó el reparto agrario. Los miem-bros de cada ejido podían ahoradecidir en una asamblea generalsi querían continuar como hastaentonces o transformarse en pro-pietarios. Otros cambios se rela-cionaron con el decreto que per-mite a los ejidos utilizar sus tierrascomo bien colateral (garantía) pa-

153Tierra y reforma agraria en América latina

ra la obtención de crédito. El ejido... podía ahora asociarse de dife-rente modo con el capital privadoo internacional” (Barros Nock,2000: 166/167).

Sin embargo, desde la imple-mentación de estos cambiosconstitucionales en México seproduce una mayor diferenciacióneconómica dentro del sector eji-dal. Entre 1990 y 1994 la distribu-ción de la tierra en el sector ejidalfue alterado. Los predios más pe-queños cayeron debajo del nivelde subsistencia, o bien fueronabandonados y sus dueños emi-graron. Sus tierras fueron absorbi-das por los predios medianos ygrandes como parte de un proce-so de consolidación del minifundioen explotaciones más grandes. Almismo tiempo, los campos comu-nales de pastoreo fueron reasig-nados para el cultivo como tierratemporal. Según Barros Nock “laprivatización de la tierra ejidalabrió el camino para la enajena-ción de los derechos de propiedadde colectivos y asociaciones enfavor de los derechos de propie-dad de los individuos, empeoran-do la situación de los pobres rura-les”. Sin embargo, “el cambio enlos patrones de tenencia de la tie-rra fue más lento que lo esperado,en parte debido a la falta de opor-tunidades estables para la gene-ración de ingresos en el sector noagrario fuera de los ejidos. Si bienla mayoría de los ejidatarios com-plementaban sus ingresos en acti-vidades extraagropecuarias, dadasu inestabilidad eran renuentes a

vender sus tierras” (Barros Nock,2000: 67).

Los ajustes estructurales abrie-ron el camino a procesos de glo-balización que afectaron a lasagriculturas y sistemas agroali-mentarios en toda América latina.Fueron procesos relacionadoscon la consolidación de un siste-ma agroalimentario mundial bajola égida de grandes empresastransnacionales agroalimentarias.En esta nueva fase del desarrollodel capitalismo tales empresascontrolan segmentos importantesde los sistemas agroalimentariosde los países latinamericanos.Son grandes empresas transna-cionales las que controlan la distri-bución de alimentos, la industriaalimentaria y la industria semille-ra, la producción de agroquímicosy otros insumos que son vendidosmasivamente a los productoresagropecuarios de muchos países.La “revolución verde” de antañose transformó en la “revoluciónbiotecnológica” de la actualidadcon su énfasis sobre la produc-ción de semillas transgénicas, locual ha creado grandes controver-sias en el continente. La intensifi-cación del dominio del capital so-bre el agro, en el marco de proce-sos crecientemente globalizadosha llevado a la progresiva orienta-ción de la produccin agropecuariahacia los mercados (incluyendolos mercados externos), en detri-mento de la producción para elconsumo propio, local o nacional;la difusión creciente del trabajoasalariado; la precarización del

154 realidad económica 200

empleo rural; la multiocupación,especialmente en aquellas fami-lias con una escala de producciónrelativamente pequeña; la expul-sión de medianos y pequeños pro-ductores y campesinos del sector;las continuas migraciones campo-ciudad o a través de las fronteras;la articulación de los productoresagrarios con complejos agroin-dustriales en los que predominanlas decisiones de núcleos de po-der vinculados con grandes em-presas transnacionales o transna-cionalizadas; la conformación enalgunos países de los denomina-dos pool de siembra que permiteintegrar al agro a la especulaciónfinanciera, etc. (Teubal y Rodrí-guez, 2002: 42) son todas tenden-cias que se manifiestan en estanueva etapa de hegemonía delneoliberalismo económico.

Demás está decir que todos es-tos elementos contribuyen a lacreciente regresividad en la distri-bución del ingreso en nivel nacio-nal y desarticulación de sus eco-nomías no sólo en lo que hace alagro y los sistemas agroalimenta-rios sino también a la economíaen su conjunto. El aumento de ladesocupación en todas sus for-mas, la creciente pobreza e indi-gencia, la expulsión de vastossectores campesinos del sectorson todas consecuencias de laaplicación de estas políticas y delos procesos de globalización im-pulsados en el medio rural. De al-guna manera se replican tenden-cias que se manifestaron con an-terioridad hacia fines del siglo XIX

en México, y América latina en ge-neral, ante el embate del liberalis-mo decimonónico a que hacemosreferencia en este trabajo. En al-gunas regiones -como en la Ar-gentina- se va consolidando una“agricultura sin agricultores”, po-tenciada mediante nuevas tecno-logías, y la expulsión de muchísi-mos productores agropecuariosdel sector. Existe no obstante unareacción que se manifiesta en elsurgimiento de diferentes movi-mientos agrarios pero que no ad-quieren la envergadura que ha-brían de tener en otros países delcontinente.

Hacia fines del milenio en todo elcontinente latinoamericano semanifiesta el resurgimiento de im-portantes movimientos campesi-nos, de medianos y pequeñosproductores y trabajadores rura-les. Como consecuencia la cues-tión de la tierra y la reforma agra-ria adquieren una nueva entidad.Estos debates y luchas puedenser visualizados como una reac-ción en contra de esta etapa deconsolidación del neoliberalismobajo la égida de grandes empre-sas transnacionales agroindustria-les aunque también tienen que vercon resistencias que duran 500años desde el “descubrimiento”de América. Demás está decir quetambién son reacciones en contrade las contrarreformas agrariasinstrumentadas en muchos paí-ses.

En algunos casos -en Colombiacon las FARC, en México con el

155Tierra y reforma agraria en América latina

EZLN, por lo menos en sus ini-cios, y hasta hace poco en El Sal-vador y Guatemala- estos movi-mientos estuvieron atravesadospor la lucha armada, como reac-ción en contra de la opresión cre-ciente de los gobiernos de turno.En México, el cambio en el artícu-lo 27 de la Constitución Mexicana,y el ingreso al NAFTA, fueron al-gunas de las mechas que impul-saron el surgimiento del movi-miento zapatista. En Guatemala,Bolivia, México y el Ecuador, es-tos movimientos se reafirmaronen el marco de identidades étni-cas, indigenistas y comunitariasque han cobrado últimamente unacreciente importancia en el mediorural latinoamericano. En otros ca-sos, también se fusionaron conlos movimientos de mujeres yecologista; éstos últimos, porejemplo desarrollando accionesen contra de grandes obras públi-ca, como los proyectos hidroeléc-tricos faraónicos que desplazannumerosas comunidades de sustierras y habitat. En general, sonexpresiones impulsadas por lossectores más explotados del me-dio rural, aunque también se ex-tiende a grupos de productores detipo farmer o chacarero, como elMovimiento de Mujeres Agrope-cuarias en Lucha de la Argentina.

El acceso a la tierra en las últi-mas décadas del milenio se trans-formó en una de las mayores de-mandas de las organizaciones ru-rales, fundamentalmente campe-sinas, en México, el Brasil, Colom-bia, el Perú, Bolivia y el Paraguay.

Estas demandas se manifiestanen el marco de cierta autonomíadel Estado y de las organizacio-nes estatales o paraestatales es-tablecidas durante anteriores re-formas agrarias o utilizadas comoinstrumentos de control social ypolítico en muchos países. Tantola lucha por la tierra como el cues-tionamiento del control estatal pa-recen ser especialmente promi-nentes en áreas rurales con unapoblación predominantemente in-dígena. La Confederación de Na-ciones Indígenas del Ecuador(CONAIE), como el Consejo Re-gional Indígena del Cauca en Co-lombia, como el EZLN de Méxicomismo, y por supuesto los diver-sos movimientos de Bolivia con unprotagonismo muy importante enlos acontecimientos recientes quese desenvuelven en ese país, sonorganizaciones que han congre-gado al campesinado indígenabajo banderas políticas étnicas.

Desde su fundación en 1984 elMST (Movimiento de los SinTierra) del Brasil asume una cen-tralidad importantísima dentro dela vida nacional de aquel país. Sufuerza estriba en sus raíces socia-les, en su persistente estrategiade movilización y de presión a fa-vor de la expropiación u ocupa-ción de las haciendas que son im-productivas, o cuyos propietariostienen deudas con el Banco doBrasil o la autoridad impositiva.Comenzó siendo un dinámico mo-vimiento social que operaba úni-camente en los tres estados delsur para, posteriormente, adquirir

156 realidad económica 200

un importante papel nacional. Laeficacia de las movilizaciones sur-ge por fuerza de las ocupacionesde tierras, las ocupaciones de lassedes del INCRA (Instituto Nacio-nal de Colonizaçao e ReformaAgraria), grandes caminatas, con-centraciones, acampamientos, et-cétera. Al igual que el EZLN enMéxico, el MST también conquistóun importante espacio en los me-dios, de modo tal que gran partede la población apoyó su luchapor la reforma agraria y estaba deacuerdo con que el gobierno de-bía confiscar tierras improductivasy distribuirlas a los sin tierra, a lavez que admitía la ocupación detierras como una forma de luchalegítima (Poletto, 1997: 79).

“En los años 1983/1984 –nos seña-la Stedile, uno de los líderes máxi-mos del MST– tuvimos grandes de-bates en torno a cómo construir unaorganización que pudiera difundir lalucha por la tierra y, sobre todo, pu-diera transformar los conflictos loca-les en una gran batalla por la refor-ma agraria (en nivel nacional). Era-mos conscientes de que con sóloreunir algunas pocas familias y ocu-par una tierra no utilizada no íbamosa cambiar nada. Sabíamos por lasluchas agrarias del pasado que silos campesinos o productores agra-rios no se organizan, no luchan poralgo más que un pedazo de tierra,nunca iban a desarrollar una con-ciencia de clase más amplia que lespermitiría afrontan una serie de pro-blemas subyacentes. Porque la tie-rra en sí no libera al productor agro-pecuario de la explotación” (Stedile,2002: 80).

Desde sus inicios los organiza-

dores del MST eran conscientesde que tenían que crear un movi-miento autónomo e independientede los partidos políticos y que lalucha por la reforma agraria sólopodría avanzar si fuese una luchamasiva, que involucrara a la ma-yor cantidad posible de habi-tantes. Incluso participaban en lasocupaciones una multiplicidad depersonas: padres, madres, hijos,ancianos, niños. Asimismo, la lu-cha por la reforma agraria se con-stituiría en una lucha “por un Bra-sil diferente, por una sociedad sinexplotadores” (Stedile, p.81).

De allí como la presión en pro dela reforma agraria surge de abajo,del mismo movimiento y la impor-tancia de las ocupaciones y de laformación de los assentamientos.Según el MST en los primeros 18años desde que se contituyó elmovimiento 350.000 familias ocu-paron tierras, en febrero de 2002eran 80.000 las familias queacampaban en las banquinas delos caminos o en tierras desocu-padas. Eran familias que no ha-bían resuelto sus problemas y, co-mo consecuencia, se enfrentabandirectamente con el gobierno. Asi-mismo, el MST cuenta con unos20.000 activistas. Su estrategia noes la de tomar el poder del estadosino impulsar la reforma agraria“desde abajo”. En la actualidad,con el gobierno de Lula, sigueejerciendo esa misma función.

Vemos de este modo que la tie-rra se ha transformado el foco deatención no sólo para los que latrabajan y la perdieron sino tam-

157Tierra y reforma agraria en América latina

bién para los desocupados urba-nos que visualizan el acceso a latierra como un medio importantepara resolver el problema de ladesocupación y la pobreza. En es-te sentido la reforma agraria se hatransformado en una parte impor-tante de ese gran movimiento pa-ra la democratización de la socie-dad brasileña.

Stedile nos presenta una pers-pectiva muy concreta respecto dela necesidad de la reforma agra-ria. “Existe acuerdo internacionalde que debe existir algún tipo dereforma agraria que pudiera de-mocratizar la tierra, tanto comobase de sustentación de una de-mocracia política, como para laconstrucción de otra agricultura.En los tiempos de Zapata en Mé-xico o Juliâo en el Brasil, la inspi-ración por la reforma agraria pro-venía de la idea de que la tierrapertenece al que la trabaja. Hoydebemos ir más allá. Necesitamosuna práctica agraria que transfor-me a los campesinos y producto-res agropecuarios en guardianesde la tierra, lo cual implica tambiénuna forma diferente de cultivarla,que asegure el equilibrio ecológi-co y que la tierra no sea vista co-mo propiedad privada” (Stedile,pp. 99-100).

El MST y otras organizacionesagraria y en otras partes del mun-do han tendido a converger unoscon otros y en organizaciones in-ternacionales en la lucha en con-tra del neoliberalismo. “Realiza-mos ocupaciones de tierra porque

constituye la única forma que tie-nen muchas familias para resolversus problemas más inmediatos -osea, tener un lugar para trabajar-.Sin embargo, si queremos avan-zar hacia una reforma agraria po-pular debemos enfrentarnos conel programa neoliberal mismo yaquello no puede hacerse única-mente mediante las ocupacionesterritoriales. Por ello el MST se haunido a otras organizacionesagrarias para luchar en contra delas multinaciones que controlan laproducción de leche y en especiallas semillas genéticamente modi-ficadas. Son estas las expresio-nes más extremas de la extensióndel control que ejercen las empre-sas transnacionales bajo la égidadel nuevo modelo económico. Aeste rítmo de los acontecimientos,en cinco años, todas las semillasque necesitan los productoresagropecuarios brasileños paracultivar serán propiedad de lasgrandes corporaciones...”Asimis-mo, unos pocos grupos de empre-sas transnacionales “monopolizanel comercio agrícola, y controlanla investigación en biotecnología,al tiempo que aumentan su controlsobre la propiedad de toda la se-milla del planeta. Es la nueva eta-pa del capitalismo la que ha crea-do las condiciones para que loscampesinos y productores agro-pecuarios se unan en contra delmodelo neoliberal” (Stedile, pp.96-100).

Reflexiones finales

158 realidad económica 200

1) Los movimientos de reformaagraria del siglo XX se inscribíanen el marco de la lucha en contrade oligarquías terratenientes quecontrolaban los estados naciona-les, y del régimen agrario que lassustentaba. Frente a perspectivasque impulsaban las economíasagroexportadoras se presentaronotras perspectivas “desarrollistas”que promovieron procesos de in-dustrialización y modernización alo largo y ancho del continente. Lareforma agraria en este contextotiene un sentido instrumental en lamedida en que puede coadyuvara esta “modernización” y a lasgrandes transformaciones socia-les en el continente. Si bien se ha-ce hincapié en que “la tierra debeser para el que la trabaja” se ma-nifiesta una tensión entre las pers-pectivas comunitarias presenta-das por el campesinado y las co-munidades indígenas, y aquellasque impulsan fundamentalmenteuna agricultura en gran escala,motorizada por grandes empresassean éstas nacionales, transna-cionales o estatales. O sea, unatensión entre esta perspectiva“desarrollista”, con aquella deno-minada algunas veces “populista”,que enfatiza los intererses delcampesinado incluyendo a las co-munidades indígenas. Para estossectores la tierra es vista más co-mo un medio de vida, y tiene unsentido comunitario más profun-do.

2) En la actualidad y frente a pro-cesos de globalizacion que se ma-

nifiestan en escala mundial la lu-cha por la tierra y la reforma agra-ria toma otro cariz. Por una parte,existen cambios importantes, alos que aludimos en este trabajo,en la naturaleza del capitalismomundial en el cual adquieren unprotagonismo importantísimo lasgrandes empresas agroindustria-les transnacionales. En este senti-do la lucha por la tierra y la refor-ma agraria también incluye una lu-cha en contra del modelo de agri-cultura industrial o agroalimenta-rio (Vallianatos, Teubal) impulsa-do por estas transnacionales, quedominan gran parte de la tecnolo-gía de punta, los canales de co-mercialización de alimentos, lasgrandes empresas alimentarias,así como también la producciónde productos transgénicos. En es-te sentido la lucha por la tierra estambién una lucha en contra de unnuevo establishment surgido enescala mundial y que incide sobremúltiples aspectos que atañen ala tierra y al sistema agroalimenta-rio en su conjunto. Para Bové deVía Campesina el movimientoagrario constituye una defensa delos intereses del campesinado(pequeños productores agrope-cuarios) en su carácter de trabaja-dores. “Somos explotados tam-bién por los bancos, por las com-pañías que compran nuestra pro-ducción, por aquellas que nosvenden nuestro equipo, fertilizan-tes, semillas y alimentos balan-ceados ... se trata de una lucha encontra del sistema de agriculturaintensiva. Los objetivos de las

159Tierra y reforma agraria en América latina

multinacionales que lo gerencianson reducir al máximo el empleo yorientar la producción hacia lasexportaciones, sin considerar pa-ra nada el medio ambiente o la ca-lidad de la alimentación” (Bové:2001: 90/91).

3) Los movimientos por la refor-ma agraria del presente tienden aser mucho más autónomos de lospartidos políticos, de los sindica-tos y del Estado que antes. Sonmovimientos que se basan funda-mentalmente sobre el campesina-do, en las comunidades indígenasy en la construcción de sus orga-nizaciones desde la base misma.Asimismo, son movimientos que –por lo general – no necesariamen-te se proponen la toma del poderdel Estado. La importancia de es-tos movimientos, y de las refor-mas agrarias que impulsan pare-cerían ser más importante que loque se cree. En este sentido elsignificado de la tierra y de la re-forma agraria cobra otro sentido,menos asociado con los movi-mientos de modernización que ca-racterizaron al período anterior.

4) Estos movimientos campesi-nos y agrarios tienden a articular-se con los otros movimientos se-mejantes y con el movimiento an-tiglobalizador. Existe una conver-gencia entre los movimientosagrarios de Europa, América lati-na, Asia y Africa. Todos son movi-mientos que adoptan estrategiasque van más allá de la tradicionaldemanda por la tierra y la reformaagraria. También luchan en contra

de las grandes transnacionales,contra el comercio libre de pro-ductos agropecuarios, contra eluso de hormonas, y organismosgenéticamente modificados (OGM).Asimismo, se manifiestan a favorde la seguridad y la soberanía ali-mentaria mundial.

5) Desde ya los movimientosagraristas van más allá de la de-fensa de sus intereses corporati-vos específicos, presentándoseuna perspectiva global que con-tiene aspectos democratizadoresimportantes. González Casanovarefiriéndose a los nuevos movi-mientos sociales y políticos, enparticular el EZLN, señala que nosólo impulsan demandas por latierra y el territorio sino por muchomás: por la defensa de la cultura ylos derechos de los pueblos indí-genas, por el respeto de su auto-nomía y dignidad, de su cultura ycostumbres, y de su participacióny representación en el estado na-cional. “Se trata de un proyectodemocrático, que se opone a todoacto terrorista y a cualquier víncu-lo con el narcotráfico, y que, lejosde luchar por la toma del poder,se propone una transformación delas relaciones jurídicas y socialesempezando por una democraciaparticipativa y representativa noexcluyente que se dé en el senode la propia sociedad civil y de lospueblos indígenas y no indígenas”(González Casanova, 2001: 5).

6) Estos nuevos movimientosagrarios asignan una importanciafundamental a su convergencia

160 realidad económica 200

con diversos movimientos socia-les. Como lo plantea Stedile delMST “nos hemos dado cuenta dela necesidad de ampliar nuestrohorizonte de lucha ...y de la nece-sidad de confrontar con el progra-ma neoliberal mismo. Y que aque-llo no puede hacerse únicamentemediante las ocupaciones de tie-rra... En los últimos 18 años he-mos logrado construir un movi-miento social con una ideologíacoherente y un estrato de activis-tas importante. Si hubiésemos si-

do un movimiento agrario comúnnos hubieran liquidado. La avalan-cha de propaganda en contra delos sin tierra en los medios, lasofensivas económicas en contrade nosotros, los intentos por sofo-carnos, desarticularnos conjunta-mente con nuestros asentamien-tos, han sido impresionantes. Loque nos salvó fue el apoyo de lasfuerzas sociales que no creen enla propaganda oficial y que nosprotegen” (Stedile, 2002: 96).Bibliografía

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