Pesca bonilla nº10

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Pesca Bonilla

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Número 10 de la revista Pesca Bonilla

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Nº 1 0 Año I I I Diciembre de 201 4

Y además. . .

Pesca BonillaTu revista de pesca en Lanzarote

Historias de Suso

Capítulo X

¡Medregal!

Inesperadobocinegroal amanecer

MemoriaPesquera 201 4

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STAFF

Manolo Hernández

Francisco Hernández

Óscar Hernández

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Sumario

Recapitulando el2014

¡Medregal!

Inesperadobocinegroal amanecer

MemoriaPesquera 2013

Historias de Suso(y X)

2 - 3

4 - 5

6 - 8

1 7

Editorial

Arrecife, septiembre de 201 4

8 - 1 6

Ya hace mucho tiempo que

debimos de haber publicado

el número 9 de la revista,

pero debido a circunstancias tales

que no son oportunas de referir

aquí y ahora, tuvimos que posponer

su salida. Pero tras publicar el

número 9 ya tenemos

prácticamente cerrada la edición del

número 1 0. La frecuencia con la

que comenzamos a publicarla

resultó estresante y, posiblemente,

ineficaz. Sin embargo, tampoco

justificamos el otro extremo que

recientemente tuvimos. Así que

nuestra intención es sacarla,

aproximadamente, cada tres

meses.

En este número 1 0 recogemos la

Memoria Pesquera 201 4, un

capítulo que recapitula el año

pesquero y dos episodios relativas

a capturas notables. Esperamos

que les guste.

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Recapitulando el 201 4

Es imposible comenzar a rememorar lo acontecido sin que no esté presente el cierto desencanto que nos haproducido la escasez de sargos que hemos constatado en largos periodos del año. Sí, sí es cierto que algunaspescas han cundido realmente, pero es que en ocasiones no se han visto ni por el forro. Por otro lado, no

podemos quejarnos de las salidas que hemos podido realizar en el Sara. Una de ellas con un premio de verdaderoórdago, un medregal de casi ocho kilos, al que le dedicaremos un capítulo completo de la revista. Con respecto a lascircunstancias meteorológicas y teniendo en cuenta que el día habitual de la semana que solemos ir de pesca es ensábado, nos ha dado la impresión que aquellas nos volvieron la cara en muchas ocasiones y, para mayor inri , trasobservar pasar unos días magníficos a lo largo de la semana. Aunque los ha habido bien fuertes, no se produjo en201 4 tantos temporales como en años anteriores, con lo que se pudo ir a pescar prácticamente siempre que se quiso.Y en esos fuertes sí que se debe hacer mención a los acontecidos con los episodios de pluviosidad de la últimaquincena de noviembre. Pero ciertamente no recordamos otros que hubieran impedido por completo el ejercicio de lapesca. En cuanto a las capturas desde ori l la, y más allá de los correspondientes al capítulo de la ausencia de sargos,la tónica ha venido a ser prácticamente la misma que en los años 2011 y 201 2. Recordemos que el 201 3 fue algomejor que los otros tres. Algunas especies han vuelto a aparecer ensartadas en nuestros anzuelos, como las briotas,que ya las echábamos de menos pero, sin embargo, otras como jureles, róbalos o bailas han bri l lado por su ausencia.De otras especies como meros, cazones, abades, guachinangos o congrios. . . sabemos que existen, pero ya son añosque no hemos vuelto a capturar alguno. También han fal lado las chopas perezosas y los gallos morunos, tan frecuenteantes en épocas de verano. Y lo cierto es que las esperábamos pues tenemos la impresión de que la temperaturamedia del agua del mar ha aumentado, siendo esas especies querenciosas de un medio con tal circunstancia. Desdeembarcación, volvemos a consignar el episodio del medregal y, como lo cierto es que la técnica de pesca que usamoses siempre la misma, hemos tenido un panorama regular en cuanto a especies y cantidades que años anteriores. Sicabe, nombrar la aparición de un pequeño pez que se capturaba antaño con frecuencia en las aguas de la costaarrecifeña, que por aquí l lamamos peine o incluso perro (Xyrichtys novacula), por la facil idad que tiene de revolverse ehincar con rabia los dos dientes más prominentes de su boca en cualquier parte de algún incauto pescador. ¡Y afi ladosque son dichos dientes!

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Es imposible comenzar a rememorar lo acontecido sin que no esté presente el cierto desencanto que nos haproducido la escasez de sargos que hemos constatado en largos periodos del año. Sí, sí es cierto que algunaspescas han cundido realmente, pero es que en ocasiones no se han visto ni por el forro. Por otro lado, no

podemos quejarnos de las salidas que hemos podido realizar en el Sara. Una de ellas con un premio de verdaderoórdago, un medregal de casi ocho kilos, al que le dedicaremos un capítulo completo de la revista. Con respecto a lascircunstancias meteorológicas y teniendo en cuenta que el día habitual de la semana que solemos ir de pesca es ensábado, nos ha dado la impresión que aquellas nos volvieron la cara en muchas ocasiones y, para mayor inri , trasobservar pasar unos días magníficos a lo largo de la semana. Aunque los ha habido bien fuertes, no se produjo en201 4 tantos temporales como en años anteriores, con lo que se pudo ir a pescar prácticamente siempre que se quiso.Y en esos fuertes sí que se debe hacer mención a los acontecidos con los episodios de pluviosidad de la últimaquincena de noviembre. Pero ciertamente no recordamos otros que hubieran impedido por completo el ejercicio de lapesca. En cuanto a las capturas desde ori l la, y más allá de los correspondientes al capítulo de la ausencia de sargos,la tónica ha venido a ser prácticamente la misma que en los años 2011 y 201 2. Recordemos que el 201 3 fue algomejor que los otros tres. Algunas especies han vuelto a aparecer ensartadas en nuestros anzuelos, como las briotas,que ya las echábamos de menos pero, sin embargo, otras como jureles, róbalos o bailas han bri l lado por su ausencia.De otras especies como meros, cazones, abades, guachinangos o congrios. . . sabemos que existen, pero ya son añosque no hemos vuelto a capturar alguno. También han fal lado las chopas perezosas y los gallos morunos, tan frecuenteantes en épocas de verano. Y lo cierto es que las esperábamos pues tenemos la impresión de que la temperaturamedia del agua del mar ha aumentado, siendo esas especies querenciosas de un medio con tal circunstancia. Desdeembarcación, volvemos a consignar el episodio del medregal y, como lo cierto es que la técnica de pesca que usamoses siempre la misma, hemos tenido un panorama regular en cuanto a especies y cantidades que años anteriores. Sicabe, nombrar la aparición de un pequeño pez que se capturaba antaño con frecuencia en las aguas de la costaarrecifeña, que por aquí l lamamos peine o incluso perro (Xyrichtys novacula), por la facil idad que tiene de revolverse ehincar con rabia los dos dientes más prominentes de su boca en cualquier parte de algún incauto pescador. ¡Y afi ladosque son dichos dientes!

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¡Medregal!

Son muchos ya los peces que unoha capturado que merezcan lapena recordar. Aquel mero, aquel

cazón, aquel guachinango. . . Losrecordamos en todos sus aspectos y,especialmente, las circunstancias quetuvieron que concurrir para terminar consu captura. Recordamos perfectamentecómo estaba el tiempo, a qué horacomió, cómo tuvimos que lucharlos, laspalabras de aliento de los compañeros. . .Al rememorarlos nos atrevemos a pensarque no nos puede ocurrir algo parecido.¡Ya casi nos pareció imposible la capturade los que rememoramos! Y sí, siemprehay una nueva esquina que, tarde otemprano, doblaremos. Y así fue comose terció en una salida, al lá pormediados de octubre. El buen tiemponos dibujaba una sonrisa esperanzadaen los rostros cuando partimos delmuelle de Playa Blanca, rumbo anegociar la Punta de Pechiguera.

Como quiera que salimos temprano,siempre tenemos la costumbre de echarunos lances a una profundidadintermedia, por si se tira algún bocinegroque haya quedado rezagado de sumarisqueo nocturno costero. Noquisimos llegar lo más arriba posible,

dentro de nuestras posibi l idadesnormativas, sino que echamos unoslances a una sonda de 60 metros deprofundidad, poniendo tonas de sardinay caballas en nuestros anzuelos. En losprimeros lances, aún sin amanecer. Senotaba alguna picadita -¡caray, noqueríamos ni pensar que fueran bogas!Al segundo o tercer lance clavamos unode los que estaban llevándonos lacarnada. Eran besugos. Tampoco es quehubiera luna, pero sí que representanuna buena señal de pesca -recordé esaobservación que mi suegro me habíaapuntado en su momento-.

Tras salir con las carnadasdeshilachadas por la voraz acción de losbesugos, volví a iscar y mandé misaparejos para abajo, confiando quealgún animalote les acompañara en sufestín. Cuando llegué abajo, deinmediato, volvía a sentir el ramoneoinsistente de algún besugo, pero depronto dejó de hacerlo por un tiempo.Levanté un poco los aparejos, que esuna acción que suelo repetir confrecuencia, y solo al tocar de nuevofondo sentí un tironazo notable. Al clavarnoté que no podía ser bocinegro, puesaquello comenzó a halar y sacar hilo demi carrete con una fuerza extraordinaria.Si era un bocinegro, tenía que ser decampeonato. Como norma general,nunca aprieto el freno del carrete almáximo, sino que lo dejo en un estadoque pueda recoger sin enmendar supresión con pescados como cabri l las y,en ocasiones como esta, saque hilo sinmucha dificultad. Sin embargo, aún tuveque suavizar más la presión, porqueaquello tiraba de una formaendemoniada. Y, lo que más mesorprendió. . . ¡ no paraba de hacerlo! Unay otra vez intenté sujetar, a golpes de

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manivela más que otra cosa, aquellaembestida continua. Lo cierto es que enalgún momento dejó de hacerlo. Apretéun poco el freno y comencé a daralgunas vueltas de manivela, pero. . .¡ i luso de mí! , de inmediato aquella bestiainmunda volvió a poner agua de pormedio. Más se repitió la misma historiaque en los momentos anteriores: sevolvió a parar. Me rondaba en la cabezala idea de que tarde o temprano aquelbicho me iba a romper mis aparejos que,sin ser blandengues, tampoco es quesean propios para la captura de chernes.Pero aguanta bien. Volví entonces aintentar dar manivela. . . ¡ pero aquello nose movía del fondo!

Recuerdo que conseguí, a fuerza debombear, levantarlo un poco del fondo.-¡Ya viene! -le espeté a Manolo. Yalgunos metros conseguí subirlo.Recordé que estábamos pescando a 60metros de profundidad. . . -¡No me quedanada por halar! -pensé. Tras esosmetros. . . ¡otra carrera infernal que se dioel animalito! Pero eso sí, nada que vercon las primeras. Y de vueltas, a darvueltas más bombeo a mi Mitchellarcaico pero eficaz. Me pareció que eltiempo que transcurría subiéndolo erainterminable. Nos encontrábamos ene seperiodo del día que el amanecer confierecierta visibi l idad sin que sea aúnsuficiente como para no perder detal le y,al menos, recuerdo perfectamente quepude ver un barco que pasó muy cercafrente a nosotros observando mi manejo.Justo cuando volví la vista para el aguavi su destel lo por primera vez. -¡Vayajurel! -di jo Manolo. Unas vueltas más demanivela mientras el hi lo parecía estaracuchil lando la superficie del agua nospermitió apreciar al animalito en todo suimponente esplendor. ¡No, no es un jurel.

Cacho de medregal! -gritó Manolo, queya estaba bien provisto del bichero.Resultó una impresionante y a la vezplástica imagen ver cómo el medregal,manifiestamente vencido, sacóprimeramente del agua su cabeza conuna vertical idad que parecíahomenajear a su lucha.

Manolo estuvo tremendamente certeroen la peligrosa acción delembicherado. ¡A la primera! Laemoción que sentíamos, créanme, nosembargaba totalmente, mientras noparábamos de admirar la magnificenciadel animal. En mi caso, confieso, setrataba del primer medregal de porteimportante que conseguía capturar.Pesó 7,600 kilos. Y ahora nospreguntamos. . . ¿nos estará esperandodetrás de alguna esquina uno másgrande? Podrá ser o no, pero de estenunca nos olvidaremos.

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Inesperado bocinegro al amanecer

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Una de las acciones que siempre hemos entendido propia de laacción de la pesca desde ori l la es la del engodo. Si algunavez nos falta, como que las expectativas bajan hasta su

mínima expresión. No obstante, no quiere ello decir que el hecho deno engodar signifique hacer un bolo. Curiosamente, alguna de muybuenas pescas se ha hecho bajo esta circunstancia. También, y estohay que decirlo, muchos fracasos le han acompañado. Este episodioque pasamos a contar tuvo lugar este año en el mismo pesquero,que por prudencia de cautos pescadores no descubriremos, que elaño pasado dio también sus buenas piezas sin echar engodo algunoal mar. Betty y yo tenemos la costumbre de ir a pescar juntos en losmeses de verano y, por atención a ella, suelo buscar un pesqueroque sea, a la vez que bueno, relativamente cómodo para ella, pocoacostumbrada como es a transitar por lugares costeros. Realmenteacudimos con la intención de pescar viejas, pero no desdeñamosque otro tipo de bicho se pueda tirar, pero para ello se debemadrugar inexcusablemente. Ya, como decía, el año pasado dichopesquero nos había dado algún bocinegro de buen tamaño entrechamorraje, algún sargo y algún gallo moruno. La carnada quesolemos llevar es escasa, siendo unas pocas caballas y/o sardinas ycalamar. Ese día de jul io sal imos sobre las cinco y media de lamañana para procurar estar pescando en el pesquero justo antes delamanecer que, como seguro todo el mundo sabe, es la hora mágica

para la práctica de lapesca en general,salvo la de la vieja.Así que justamente lologramos y lo primeroque hice fue montarsu caña, iscarle lacarnada y dárselapara, de inmediato, ira preparar la mía.Bueno, pues que casino tuve tiempo dellegar a la mochilacon los aparejos,

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pues ya me avisó de queestaba pegada. Voy haciael la y le animo a que saque elpescado, cosa que con arduoempeño realizar paraterminar poniendo en tierraun hermoso bocinegro decasi un kilo de peso. ¡Caray!-le di je, -pues ya teestrenaste con este hermosoejemplar. Y seguimos con elmismo ritual. Le desisco elbocinegro, le isco la carnaday se la doy de nuevo. Voy aarmar mi aparejo y laescucho, ¡de inmediato! ,dando voces que tenía algogrande pegado. Tengosiempre la cautela de dejarle flojo el freno para que si sucede algoparecido a lo que ocurrió, que no esperado, para ser sincero, estarpreparados. Tras l legar hasta el la observé como la caña la teníahorizontal y la puntera apuntando hacia el mar, mientras notaba cómosalía, y con qué rapidez, el nylon del carrete. Enseguida me di cuentade lo excepcional del caso y tomé la caña para trabajar en lo quepudiera. Me temía, la verdad, que rompiera el aparejo que, por otrolado, no le pongo muy exigente. Pero favorablemente aguantaba. Trasalgunos minutos de pelea, y ya prácticamente aclarado el día,pudimos contemplar su resplandor junto al veri l de la piedra. -¡Troncode bocinegro! -le di je a Betty. Con algún cuidado -lo cierto es que elestado del mar era inmejorable- me acerqué a la ori l la para echarlemano, cosa que pude hacer tras un cierto apuro inicial al haberseenrocado el plomo justo en la ori l la. Nos resultó sorpresivo al observarque no venía solo el bocinegro, sino que una galana veníaenganchada en el otro anzuelo. Y lo verdaderamente inesperadotomó cuerpo al pesar al bocinegro. ¡Nada menos que 2,31 5 kilos quedio el animal que no esperábamos, pero que recibimos con una granalegría!

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The ending page:Historias de Suso (X)

Suso fi lantrópico

En Suso hemos podido observar, aparte de unas innegables dotes pesqueras,actitudes que llaman la atención en lo que respecta a su relación con el prój imo.Relataremos algunas para que el lector valore la contribución de este hombre ental culto.

La primera que referimos en este episodio de sus historias sucedió, según contóSuso, en las cercanías de la Montaña del Majo, a la que había acudido aentrenar a sus perros de caza. Ya era algo tarde, pero acuciado por la cercaníadel levantamiento de la veda no dudó en llevarlo a cabo. Contó que no más salióde su C1 5 se le acercó una joven que parecía estar afectada. De hecho, l loraba,según contó. Preocupadamente fi lantrópico le preguntó sobre qué le habíasucedido. Contó nuestro amigo que aquella le contó que había l legado hasta allícomo parte de un negocio carnal pactado con cierto individuo, desconocido parala dicente. Y que tras consumar una parte del negocio, fue agredida por el sujetomasculino, dejándola dolorida y no pagada.

-¡Pero cómo has podido dejarte hacer eso, mujer! -contó Suso que le dijo, -¿esque no sabes que primero se cobra y luego se trabaja en lo tuyo?

Tras la interpelación, contó que recogió a los extrañados perros y los subió juntoa la mujer a su coche para devolver a esta a Arrecife. No contó Suso en quéparte la dejó.

Y esto es lo que contó. Independientemente de toda interpretación que se dé alcaso, no me podrán negar de la cuota fi lantrópica que Suso entregó en él.¡Abandonar el entrenamiento de los perros de caza por devolver a una ultrajadamujer a su lugar de origen.

Y que todo en la vida no es caza y pesca. Y esto no hace falta que lo cuenteSuso para que lo asumamos como cierto.

Francisco Hernández, enero de 201 5

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