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186 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 90, 2016 Pfeifer, K. y P. Niki (Eds.: 2013), Forces of Nature and Cultural Responses, Springer Science, Dordrecht, 213 p., ISBN 978-94-007-4999-3, doi: 10.1007/978-94-007-5000-5 Las sociedades humanas conviven, de continuo y desde siempre, con los fenómenos naturales extremos. De esta interacción surgen los desastres naturales, que implican importantes disrupciones en el funcionamiento de las comunidades a las que afectan que, en respuesta, desencadenan toda una serie de ajustes que se manifiestan en el plano socio- lógico, económico, político, territorial y artístico, entre otros. Este libro aborda las relaciones entre las fuerzas de la naturaleza y la cultura humana, cuando estas se expresan en forma de desastre, desde la Edad Antigua hasta nuestros días. La interdisciplinariedad, un rasgo característico de la actual investigación sobre desastres, queda patente en la dispar experiencia académica de sus autores y autoras —procedentes de disciplinas tan variadas como la geografía, la sociología, la historia, la economía, la meteorología, las ciencias ambientales, la antropología o la psicología—, pero también en las colaboraciones que se establecen en algunos capítulos. En este sentido, los geógrafos se muestran como pivote en torno al cual se estable- cen las coautorías más fructíferas, destacando la de Graham A. Tobin y Linda M. Whiteford, geógrafo y antropóloga que estudian aspectos relacionados con la vulnerabilidad y la resiliencia en un contexto de riesgo natural continuado, o la del arquitecto Khanin Hutanuwatr, con los geógrafos Bob Bolin y David Pijawka, que da como resultado en un interesante abordaje de las dinámicas de recupe- ración de las regiones costeras de Tailandia tras el tsunami de 2004. El libro se estructura a través de cuatro sec- ciones, con una introducción magistralmente hilvanada por el matrimonio formado por Katrin y Niki Pfeifer, editores del volumen, pedagoga e historiadora ella, psicólogo él, interesados ambos en explorar la percepción e interpretación de los desastres naturales históricos, lo cual hacen desde las universidades de Groningen y Tilburg, Países Bajos, respectivamente. Aunque la temática de fondo es común, respuesta cultural ante fenómenos de origen natural, cada uno de los capítulos que in- tegran las diferentes secciones son autónomas entre sí, conteniendo su propio enfoque temático y meto- dológico. Es de agradecer la inclusión de numerosas tablas que ayudan a estructurar la información, así como la calidad de las imágenes incluidas, si bien el tratamiento gráfico es ciertamente desigual, pues mientras algunos capítulos incluyen gran cantidad de fotografías, esquemas y gráficos, otros apenas los hacen. Del mismo modo, como geógrafa, he echado de menos un mayor número de mapas y considero que, salvo excepciones, el volumen adolece de información cartográfica. Esto resulta especialmente llamativo si pensamos en el enorme interés que este recurso tiene para su utilización en el ámbito del estudio de desastres y sus efectos. En este sentido, los mapas temáticos son especialmente útiles, pues permiten representar de forma muy flexible el modo en que cualquier fenómeno se distribuye en el espacio −mostrando cambios en su intensidad, revelando la convivencia espacial y/o temporal de varios fenómenos, aludiendo a la gra- dación temporal de su distribución, etc.−. De este modo, no incluir un apartado cartográfico implica, en el caso de la obra que nos ocupa, renunciar a una herramienta didáctica imprescindible para ilustrar el modo en que las diferentes respuestas culturales se han articulado en el espacio y a través del tiempo respondiendo a fenómenos que, necesariamente, han tenido un determinado impacto territorial. Sin embargo, tan sólo los trabajos expuestos por Adriaan de Kraker, “Two Floods Compared: Per- ception of and Response to the 1682 and 1715 Flooding Disasters in the Low Countries”, y por

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Pfeifer, K. y P. Niki (Eds.: 2013), Forces of Nature and Cultural Responses,Springer Science, Dordrecht, 213 p., ISBN 978-94-007-4999-3, doi: 10.1007/978-94-007-5000-5

Las sociedades humanas conviven, de continuo y desde siempre, con los fenómenos naturales extremos. De esta interacción surgen los desastres naturales, que implican importantes disrupciones en el funcionamiento de las comunidades a las que afectan que, en respuesta, desencadenan toda una serie de ajustes que se manifiestan en el plano socio-lógico, económico, político, territorial y artístico, entre otros. Este libro aborda las relaciones entre las fuerzas de la naturaleza y la cultura humana, cuando estas se expresan en forma de desastre, desde la Edad Antigua hasta nuestros días.

La interdisciplinariedad, un rasgo característico de la actual investigación sobre desastres, queda patente en la dispar experiencia académica de sus autores y autoras —procedentes de disciplinas tan variadas como la geografía, la sociología, la historia, la economía, la meteorología, las ciencias ambientales, la antropología o la psicología—, pero también en las colaboraciones que se establecen en algunos capítulos. En este sentido, los geógrafos se muestran como pivote en torno al cual se estable-cen las coautorías más fructíferas, destacando la de Graham A. Tobin y Linda M. Whiteford, geógrafo y antropóloga que estudian aspectos relacionados con la vulnerabilidad y la resiliencia en un contexto de riesgo natural continuado, o la del arquitecto Khanin Hutanuwatr, con los geógrafos Bob Bolin y David Pijawka, que da como resultado en un interesante abordaje de las dinámicas de recupe-ración de las regiones costeras de Tailandia tras el tsunami de 2004.

El libro se estructura a través de cuatro sec-ciones, con una introducción magistralmente hilvanada por el matrimonio formado por Katrin y Niki Pfeifer, editores del volumen, pedagoga e historiadora ella, psicólogo él, interesados ambos en explorar la percepción e interpretación de los

desastres naturales históricos, lo cual hacen desde las universidades de Groningen y Tilburg, Países Bajos, respectivamente. Aunque la temática de fondo es común, respuesta cultural ante fenómenos de origen natural, cada uno de los capítulos que in-tegran las diferentes secciones son autónomas entre sí, conteniendo su propio enfoque temático y meto-dológico. Es de agradecer la inclusión de numerosas tablas que ayudan a estructurar la información, así como la calidad de las imágenes incluidas, si bien el tratamiento gráfico es ciertamente desigual, pues mientras algunos capítulos incluyen gran cantidad de fotografías, esquemas y gráficos, otros apenas los hacen. Del mismo modo, como geógrafa, he echado de menos un mayor número de mapas y considero que, salvo excepciones, el volumen adolece de información cartográfica. Esto resulta especialmente llamativo si pensamos en el enorme interés que este recurso tiene para su utilización en el ámbito del estudio de desastres y sus efectos. En este sentido, los mapas temáticos son especialmente útiles, pues permiten representar de forma muy flexible el modo en que cualquier fenómeno se distribuye en el espacio −mostrando cambios en su intensidad, revelando la convivencia espacial y/o temporal de varios fenómenos, aludiendo a la gra-dación temporal de su distribución, etc.−. De este modo, no incluir un apartado cartográfico implica, en el caso de la obra que nos ocupa, renunciar a una herramienta didáctica imprescindible para ilustrar el modo en que las diferentes respuestas culturales se han articulado en el espacio y a través del tiempo respondiendo a fenómenos que, necesariamente, han tenido un determinado impacto territorial. Sin embargo, tan sólo los trabajos expuestos por Adriaan de Kraker, “Two Floods Compared: Per-ception of and Response to the 1682 and 1715 Flooding Disasters in the Low Countries”, y por

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Forces of Nature and Cultural Responses

John Lynham e Ilan Noy, “Disaster in Paradise: A Preliminary Investigation of the Socioeconomic Aftermaths of two Coastal Disasters in Hawaii”, incluyen este tipo de mapas.

Por otra parte, destacaría como punto especial-mente positivo la amplia y actualizada bibliografía incluida en cada capítulo, algo que constituye un valor añadido si consideramos lo peculiar y espe-cífico de algunos de los temas que se tratan. Un buen ejemplo de esa especificidad lo conforman los dos capítulos que integran la primera sección, Ball Lightning, en la que se aborda la problemática empírica y epistemológica que suscita la investi-gación de los rayos globulares. Ambos trabajos basan sus conclusiones en los resultados de una profunda revisión bibliográfica sobre el tema, en combinación con la consulta de archivos de pren-sa e información recogida por otros medios de comunicación. Alexander G. Keul, miembro del Departamento de Psicología de la Universidad de Salzburgo, en su trabajo “The Ball Lightning Con-troversy: Empirical Case Studies”, profundiza en la problemática de clasificación, documentación y reproducción simulada en ambientes de laboratorio de este fenómeno. Se trata de un asunto controver-tido sobre el que Robert K. Doe, miembro de la Tornado and Storm Research Organisation y autor del segundo capítulo, titulado “Ball lightning: An Elusive Force Of Nature”, concluye: “No hay duda de que el fenómeno existe, pero tampoco de que es uno de los más difíciles de tratar desde el punto de vista científico”.

El impacto socioeconómico y psicológico de terremotos, huracanes y tsunamis, así como el desarrollo de los procesos de recuperación asocia-dos, tanto a nivel individual como comunitario, son tratados en los tres capítulos que conforman la segunda sección, Earthquakes and Tsunamis. En el primer capítulo, “How Does a Series Of Ear-thquakes Affect Academic Performance”, el equipo de psicólogos de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda, conformado por Simon Kemp, William S. Helton, Jessica J. Richardson y Neville M. Blampied, colabora con el sociólogo Michael Grimshaw en el desarrollo de dos estudios sobre el impacto que, en el desempeño académico del alumnado de dicha universidad, produjo el terre-

moto que afectó a Nueva Zelanda en 2011. Ambos estudios se basan en el seguimiento y evaluación de las calificaciones obtenidas tras el terremoto por el alumnado de dicho centro. A continuación, Khanin Hutanuwatr, Bob Bolin y David Pijawka discuten sobre las estrategias de recuperación promovidas por diversas entidades locales de las regiones cos-teras de Tailandia −residentes desplazados, agencias gubernamentales, líderes locales y ONG− a raíz del tsunami de 2004, en el capítulo “Vulnerability and Disaster in Thailand: Scale, Power, and Collabora-tion in Post-tsunami Recovery”. Los autores, que establecen sus conclusiones a partir de los resulta-dos de 100 entrevistas personales y la realización de trabajo de campo en el área afectada, destacan el importante papel que, sobre la vulnerabilidad de los espacios perjudicados, desempeñó el desarrollo territorial previo a los hechos. En el tercer capítulo de esta sección, “Disaster in Paradise: A Preliminary Investigation of the Socioeconomic Aftermaths of two Coastal Disasters in Hawaii”, John Lynham e Ilan Noy, ambos procedentes del Departamento de Economía de la Universidad de Hawai’i en Manoa, abordan las consecuencias socioeconómicas de dos desastres que afectaron a la costa de Hawái, el tsunami de 1960 y el huracán de 1992, mediante el análisis de los datos facilitados por diversas ins-tituciones públicas de carácter militar, académico y administrativo, y los comparan con otros desastres costeros y sus consecuencias a largo plazo.

El profesor emérito de la Universidad de Den-ver, Donald Hughes, abre la tercera sección Volcanic Eruptions and Plagues con un capítulo titulado “Responses to Natural Disasters in the Greek and Roman World” en el que analiza, a través de las fuentes clásicas, dos de los desastres más famosos de la Edad Antigua: la plaga que asoló Atenas en el año 430 a.C. y la erupción del Vesubio en el 79 de nuestra era. El veterano historiador y ambientólogo es pesimista en sus conclusiones acerca de nuestra capacidad de aprender de los desastres pasados: “Imaginar a la población actual de Nápoles enfren-tándose a una nueva erupción pliniana ofrece una espeluznante perspectiva en la que uno se pregunta si nuestro incremento de conocimiento ha mejora-do nuestra sabiduría y habilidad para lidiar [con los desastres]”. Cierran la sección Graham A. Tobin y

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Linda M. Whiteford con su estudio “Provisioning Capacity: A Critical Component of Vulnerability and Resilience Under Chronic Volcanic Eruptions” en el que, recurriendo a la realización de entrevistas personales, cuestionarios y análisis en grupos de trabajo durante los meses de mayo a agosto de 2004, indagan sobre las implicaciones ambientales, económicas y sociosanitarias del sometimiento crónico de dos comunidades ecuatorianas a las erupciones del volcán Tungurahua.

La última sección, dedicada a huracanes e inundaciones y titulada literalmente Hurricanes and Floods, comienza con un trabajo en el que se analiza la influencia del huracán Katrina sobre la escena jazzística de Nueva Orleans, “Jamming with Disaster: New Orleans Jazz in the Aftermath of Hurricane Katrina”. En él, el historiador del jazz Bruce Boyd Raeburn examina el modo en el que el jazz contribuyó a lidiar con las consecuencias del desastre en Nueva Orleans, pues la resiliencia de los propios músicos, para los que el Katrina fue un revulsivo artístico que reimpulsó la escena musical, se constituyó en una suerte de barómetro de la recuperación de la ciudad. En el segundo ca-pítulo, “Two Floods Compared: Perception of and Response to the 1682 and 1715 Flooding Disasters in the Low Countries”, con el que se clausuran la sección y el volumen, el geógrafo Adriaan de Kraker se sirve de los datos extraídos a partir de un minucioso examen de fuentes documentales procedentes de archivos públicos de carácter regio-nal, el Archivo de Zelanda, Archivo Nacional de La Haya (nacional), entre otros, así como interna-

cional, fundamentalmente la Biblioteca Alberto I de Bruselas, para establecer la diferencia entre las consecuencias de las inundaciones que en 1682 y 1715 afectaron a los Países Bajos. El autor destaca entre sus conclusiones la importante capacidad de las sociedades humanas para aprender de los desastres pasados, y nos permite cerrar el libro con un sentimiento optimista, a la par que contradicto-rio, con respecto a las conclusiones obtenidas por Hughes en “Responses to Natural Disasters in the Greek and Roman World”. No es extraño, sin em-bargo, que esto ocurra en ciencias sociales, incluso cuando estas conectan con las ciencias naturales para tratar de explicar un fenómeno tan amplio como complejo. Y tal vez sea en esta contradicción donde encontremos la principal conclusión a la que llegamos tras la lectura de este volumen: se hace ne-cesario el estudio de los desastres del pasado, tanto para constatar que a través de su acertado análisis se logra un impagable aprendizaje como para verificar que, cuando este no se produce, la historia siempre vuelve a repetirse. Debemos echar la vista atrás y hacerlo en perspectiva multidimensional, siendo la dimensión cultural una de aquellas a las que debemos atender necesariamente pues, después de todo, las estrategias de prevención y mitigación de riesgos naturales, su análisis científico y esta reseña en sí misma, no son sino respuestas culturales ante las manifestaciones de las fuerzas de la naturaleza.

Cristina García-HernándezDepartamento de Geografía

Universidad de Oviedo

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Martínez de Pisón, E. (2014),La Tierra de Jules Verne.Geografía y aventura,Fórcola Ediciones, Madrid, 397 p., ISBN 978-84-15174-89-9

La Tierra es el “planeta Verne”. Con estas palabras Eduardo Martínez de Pisón abre su ensayo con el que recupera la geografía del novelista francés en este libro para la lectura y gozo de las nuevas generaciones que podrán conocer la “configuración del mundo” a través de la narración del autor de La vuelta al mundo en ochenta días. Para esto, Martínez de Pisón se ha internado en la obra clásica de Verne: los Viajes extraordinarios (1863-1905), un conjunto de medio centenar de novelas, magna obra de la cultura francesa del siglo XIX y de la relación de la geografía y la literatura que ha marcado toda una época de aventura e imaginación. Catedrático y emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, Martínez de Pisón ha indagado las huellas de Verne y con su mirada sobre la letra impresa lo ha seguido “por polos, mares, islas, montañas, cavernas, vol-canes, ríos, bosques, estepas, ciudades, caminos, el aire, la luna, los cometas y el futuro” (Martínez, 2014:11). El resultado, una lectura diferente que integra las inquietudes del autor y el mosaico de paisajes, mapas y libros que caracterizan la obra del escritor galo (Ibíd.: 35).

Este libro se divide en dos partes: una primera y breve dedicada a las geografías fantásticas que emplean el mapa para localizar mundos imaginados por donde viajan los personajes. Así, “el que sabe manejar el mapa se vuelve el guía de la expedición y el mismo mapa revela el derrotero de la novela” (Ibíd.: 36). Martínez de Pisón señala que Verne vivió en una época productora de abundante información geográfica, él mismo pone sus ojos sobre una fuente clásica de la geografía francesa: “tengo abierto ante mí el Atlas manuel de Géogra-phie moderne de Hachette en su edición de 1884, que posiblemente podría haber utilizado Verne para los planteamientos generales de algunos de sus novelescos viajes” (Ibíd.: 37). En este atlas no

toda la Tierra se representa igual en los mapas, el Polo Ártico y África requieren de exploraciones, en cambio Europa tiene una alta precisión en los detalles de la cartografía.

Las búsquedas de Verne se extendieron a su biblioteca, donde había las obras que necesitaba, entre libros de sabios, como los de Humboldt, la información de las sociedades geográficas y las revis-tas con múltiples noticias de lugares remotos. Verne contaba con “obras más descriptivas, los dos tomos con sus 1 546 páginas de La Terre de Élisée Reclus, editados en 1870 con abundantes ilustraciones, donde se exponían con rigor y asombrosa infor-mación los caracteres, dinamismo, historias, teorías y lugares de llanuras, mesetas, montañas, nieves, glaciares, ríos, lagos, volcanes, terremotos, costas, océanos, mares, islas, atolones, atmósfera, vientos, lluvias, huracanes, nubes, monzones, climas, flora y fauna” (Ibíd.: 42). Los lectores de Verne buscaban, en los atlas, los trazos de los “escenarios inventados” por donde se movían los “exploradores, colonos, náufragos, piratas, héroes y traidores” (Ibíd.: 44).

De este modo, el “viaje verniano” preparaba al lector, era aquel “donde hay que aprender, que descubrir, adonde se encuentran otras costumbres, otras comarcas, otros pueblos, para estudiarlos en el ejercicio de sus funciones” (Ibid.:47). Con esta clave para leer al francés, hoy como ayer, junto a un atlas, Martínez de Pisón propone una lectura para “reordenar a Verne por continentes, mares y archipiélagos para darle más carácter descriptivo” (Ibid.:48). Este anuncio deja paso a la segunda y parte más larga del libro: “Los lugares de la aventu-ra”, con seis capítulos que presentan los escenarios de la “Tierra entera como una novela”.

En la segunda parte comienza la relación de la geografía y la aventura. Primero los dos extremos de la Tierra, el Ártico y la Antártida, espacios que

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Héctor Mendoza Vargas

los mapas dejaban en blanco, por desconocimien-to de sus rasgos durante el siglo XIX. Verne abre estos escenarios en varias de sus novelas y cautiva a los lectores con los misterios y la “especulación geográfica” a partir de los 84º de latitud. Para so-brevivir ahí se requiere “valor, competencia, trabajo y aguante” (Ibíd.: 71). La situación era similar en la Antártida, el contorno rocoso del continente era aproximado, Verne aprovecha la gruesa capa de “hielo antártico” para situar las aventuras de los personajes, los deshielos y las peripecias de la navegación.

En el siguiente capítulo, Verne situaba varias novelas en una “geografía descriptiva amplísima de mares y costas, mezclada con sucesos históricos, aventuras, intrigas, glorias y desastres” (Ibíd.: 112). En esta parte, por medio del Nautilos, Verne llevaba al lector por los “incontables secretos del mundo sumergido” de la Tierra representado en el atlas geográfico. El autor examinaba ahí los océanos: Ártico, Atlántico, Pacífico, Índico y Antártico; las aventuras continuaban, también, “fuera del agua”, en los barcos donde los tripulantes pasaban por arriesgados estrechos geográficos y episodios sorprendentes en las islas (Ibíd.: 139).

Las montañas, cavernas y volcanes eran los esce-narios elegidos por Verne y aquí da un giro el libro. El autor, aficionado a las grandes alturas, indaga si la montaña más alta estaba en Europa, América o Asia. Ha leído a los clásicos, como Humboldt o Whymper; sin embargo, indica que Verne no llevó su relato a las cumbres más altas, se quedó con los elementos que le daba Reclus sobre climas, valles, orogenia, fósiles, erosión, nubes, tormentas, nie- ves, glaciares, bosques o pastos (Ibíd.: 184). En el Viaje al centro de la Tierra se abre el mundo del vol- canismo, de laberintos internos del Globo, de lavas, erupciones y explosiones que tanto fascinaron a Verne y que dieron intrepidez al relato de perso-najes como Lidenbrock.

El Orinoco y el Amazonas tienen un lugar especial en el apartado de los ríos. Humboldt des-cribió el primero de ellos de una manera amena

y Verne lo sigue desde las fuentes y río abajo; en el segundo, la descripción señala: “aguas claras y negras, pueblos variados, fauna peligrosa, intrigas, personajes alegres y taciturnos, nobles y pérfidos” (Ibíd.: 245-246). El otro gran paisaje fluvial de Verne era el largo y complejo río Danubio, en este caso, desde sus orígenes hasta su salida en el Mar Negro. Verne, por otra parte, adentra al lector tanto al “bosque cultural” (Ibíd.: 252) del África ecuatorial, de intensas lluvias, como al bosque de montaña de los Cárpatos, a las estepas y desiertos del Sahara, donde hay moros y asaltos.

Luego de los grandes paisajes planetarios, el autor dedica dos capítulos a las grandes obras sobre la Tierra, primero, los caminos, trenes y carretas y, luego, las ciudades. En este orden, el libro termina con los relatos en los trenes por largos tramos, del Tíbet a Gobi. El mapa, en el país de la seda, se convierte en aventura y la aventura en relato (Ibíd.: 299). Con Verne “se aprende geografía porque, ante todo, la aventura la necesita” (Ibíd.: 301). De ahí que el viaje, en el autor fránces, pasa por una “sucesión de los paisajes” y continúa en la ciudad. Una parte de las novelas pasa por las ciudades que sitúa a su conveniencia. Ahí hay problemas como la vivienda y el transporte o la contaminación del aire, cargada de humos negros. Verne, en cambio, traza una alternativa, France-Ville, a la orilla del Pacífico, un “lugar saludable al pie de la montaña, con rio caudaloso, puerto natural, atmósfera lim-pia” (Ibíd.: 341).

Luego del largo recorrido, Martínez de Pisón “cree haber viajado por un mundo a la vez real y paralelo y, al final, es como si hubiera regresado de una expedición compuesta por incontables expediciones encadenadas” (Ibíd.: 381). Como un homenaje, el autor se complace con la edición de este ensayo geográfico y extiende su entusiasmo al lector para que inicie la lectura de las novelas, se sorprenda y viaje al mundo geográfico de Verne.

Héctor Mendoza VargasInstituto de Geografía, UNAM

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El paisaje es uno de los conceptos que en las últimas décadas ha aumentado en popularidad dentro de los estudios en geografía y otras ciencias sociales y naturales. Una tendencia significativa se desarrolla a partir de las exigencias que los pro-blemas contemporáneos han impuesto, esto es, la necesidad de un acercamiento interdisciplinario que considere la complejidad en la que estos se fundamentan.

Desde nuestra perspectiva el mismo concepto de paisaje, que engloba las diferentes formas de concebir, relacionarse y usar el entorno, requiere de un acercamiento que trascienda las disciplinas. El libro que aquí reseñamos es una aproximación encomiable a la integración de las diferentes ma-nifestaciones del concepto de paisaje en China. Además, acerca al lector hispanohablante a una cultura con una larga historia que no siempre es asible, siendo el idioma una de las barreras.

Así, Mezcua propone un acercamiento al paisaje en China (shanshui) y sus diferentes dimensiones durante la dinastía Song (960-1279 d.C). Ello se refleja en los tipos de representaciones y las fuentes que utiliza en sus análisis que van desde la pintura de paisajes, la poesía, la música, la jardinería, la degustación de té y vino, los viajes y los paseos por jardines, hasta las corrientes filosóficas y los estilos arquitectónicos utilizando un importante cuerpo de material de archivo.

Además de ser un trabajo íntegro, considero relevante que el análisis del autor se centre en un aspecto que si bien es el más polémico, es el que abona a la actualización de esta información histórica frente a los desafíos contemporáneos: la devastación de los paisajes. Ello lo consigue a través de un estudio que reconoce e indaga en las contra-dicciones de la cultura del paisaje. De esta manera, el autor encuentra una afinidad significativa entre

el período Song con la ideología del “desarrollo” incontrolado del libre comercio que impera actual-mente y entre la devastación de paisajes durante dicha dinastía y bajo el sistema capitalista actual. Si bien puede parecer arriesgado hacer este tipo de paralelismos el autor lo desarrolla de una manera razonable y prudente teniendo la concepción del paisaje como eje central de la discusión.

Antonio José Mezcua López es investigador de la Universidad de Granada donde actualmente es profesor en el Departamento de lingüística general y teoría de la literatura. Realizó una estancia de cuatro años en China, en la Universidad Normal de Nanjing y en la academia de Bellas Artes de Hang-zhou, donde llevó a cabo parte de la investigación de la cual se desprende el libro aquí comentado, además de que se formó como artista plástico en aquel país.

Los estudios de Mezcua sobre el paisaje en Chi-na parten de una tesis doctoral titulada Concepto de paisaje en China, a partir de la cual ha publicado cuatro libros desde 2009.1 Así, el trabajo del autor no se restringe al estudio durante el periodo Song, aunque es éste en el que pone mayor énfasis por los procesos sociales y el desarrollo cultural que ocu-rrieron en aquella época. Por esto, es necesario, si se quiere lograr una comprensión más cabal del paisaje en China, conocer los cuatro trabajos del autor. Inclusive, la lectura del primer tomo, Cultura del paisaje en la China tradicional: arqueología y orígenes del concepto de paisaje, es fundamental para poder

1 El primero de esta serie es Cultura del paisaje en la China tradicional: arqueología y orígenes del concepto de paisaje (2009), después le sigue Paisaje en tres dimensiones. Ciudad, jardín y montañas sagradas en la China antigua (2010a), el tercero es Paisajismo en dos dimensiones. Pintura y poesía de paisaje en la China tradicional (2010b), y por último el libro que aquí examinamos (Mezcua, 2014).

Mezcua López, A. J. (2014),La experiencia del paisaje en China. Shanshui o cultura del paisaje en la dinastía Song, Abada Editores, Madrid,338 p., ISBN 978-841-52-8986-9

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Gerónimo Barrera de la Torre

transitar por los otros libros con más facilidad, pues establece las bases teórico-conceptuales que permiten entender el paisaje a partir de las princi-pales escuelas de pensamiento en China (taoísmo, confucionismo y budismo) y de diferentes figuras letradas o religiosas de la época (Mezcua, 2009).

A continuación haré un examen sucinto de la estructura y contenido general del libro, siguiendo algunos temas que funcionan como hilos conduc-tores y nos llevan a uno de los aspectos que me parecen más significativos dentro de la propuesta del autor. Antes debo mencionar que el texto es ameno y de fácil lectura, que permite a un lector sin conocimientos previos sinológicos introducirse en la cultura del paisaje chino.2

El libro inicia con un preámbulo sobre la historia de la dinastía Song que es muy útil para comprender el contexto político, social, económi-co y cultural, en el que se construye el concepto de paisaje. Ello nos lleva a distinguir una serie de personajes que generaron diferentes corrientes de pensamiento relacionadas con las doctrinas bu-distas, taoístas y confucionistas, y que son claves para comprender la experiencia del paisaje y sus representaciones.

Los siete capítulos del libro pueden ser agrupa-dos en dos secciones principales, la primera, que engloba los capítulos uno a cinco, se centra en la ex-periencia del paisaje en muy variadas dimensiones. En términos generales cada uno busca responder a ¿cómo era experimentado el paisaje? y ¿cuáles eran las representaciones que esta experiencia arrojaba? Por su parte, que los capítulos seis y siete se centran en las formas como durante la dinastía Song se explotaron elementos del paisaje generando devas-taciones en grandes zonas del territorio y se analiza cómo esta experiencia puede ser útil frente a las problemáticas contemporáneas. Examinaré algunos de los aspectos relevantes de los capítulos uno, tres y cuatro, para después centrarme en la segunda sección y presentar los aspectos más sugerentes.

2 Debo referir las deficiencias en los mapas que aparecen al final del libro, ya que son de pésima calidad. Una buena cartografía podría ayudar a un mejor entendimiento de los procesos histórico-territoriales y situar las amplias descrip-ciones que se hacen de los paisajes.

El capítulo primero, titulado “Imágenes del paisaje sobrenatural”, analiza las representaciones de los paraísos de los inmortales y de los espacios sagrados o estéticamente importantes, como las montañas sagradas o las cuevas-paraíso. El autor realiza un rico análisis de las convenciones pictó-ricas, imágenes y representaciones en la poesía y las descripciones de viajes, así como el valor de la arquitectura dentro de la construcción de paisajes. Aunado a ello, es muy interesante el análisis sobre cómo este pensar/conceptualizar el paisaje desde lo sobrenatural está enmarcado por la colonización y el control territorial por parte de los cultos favore-cidos por el imperio en contra de los cultos locales. De manera que se generaron luchas espirituales en-tre taoístas, budistas y confucianos en contra de las creencias locales de “viejos espíritus y chamanes”, que tuvieron como punta de lanza la implantación de monasterios. Estos pioneros de la ocupación del territorio, como explica Mezcua (2014:55), estaban íntimamente vinculados con el poder: “La corte financiaba los asentamientos budistas y taoístas en las montañas famosas. A cambio, éstos ayudaban al gobierno a controlar la zona frente a los cultos locales salvajes fuera de la ortodoxia… Estos asen-tamientos religiosos cambiaban completamente el carácter de la montaña en los que se establecían bautizándolos con su propia ideología… Por eso el paisaje quedaba adscrito a los mitos y a la ideología de la religión predominante”.

Así se nos presenta una cuestión relevante: ¿en dónde se manifiesta este concepto de paisaje? En el discurso civilizatorio-colonizador estaba inmersa la concepción de paisaje y, por ende, su contraparte el no-paisaje, que evocaba lo indómito y salvaje. Monjes de las diferentes escuelas estaban a cargo de esta civilización y sometimiento de los cultos y los no-paisajes para “introducir esa tierra devastada y salvaje en la rutina del imperio y la civilización” (2014:77).

Por otro lado, en el capítulo tercero, “Paisaje, armonía social y felicidad humana”, se examina la cultura cortesana de los jardines como una con-cepción más extendida que la de la “minoritaria y elitista cultura de letrados” y religiosos (Mezcua, 2014:133). En este capítulo el autor se centra en las contradicciones del concepto del paisaje en las

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La experiencia del paisaje en China. Shanshui o cultura del paisaje en la dinastía Song

clases altas de la sociedad de la dinastía Song. Para ello analiza la dicotomía entre placer y felicidad y cómo la construcción del paisaje estuvo imbuida en un complejo sistema de valorización que llevó, por un lado, a la búsqueda de la armonía individual (cultivo del individuo) y social (el cultivo de lo ético) donde los paisajes y jardines se representaron como ideales de la armonía y la utopía social; frente a la visión más difundida en la cultura cortesana en la cual el ideal de paisaje servía de fachada a la opulencia y la competencia por el prestigio social.

En el primer caso, “la concepción del paisaje [tuvo] como principal meta la purificación men-tal del individuo, como vía para alcanzar una felicidad que se define por la serenidad y la paz mental” (2014:162). Tanto como “utopía onírica de trascendencia” y como lugar de armonización y crecimiento ético, el paisaje adquirió relevancia entre las tres escuelas y su contemplación fue una de las formas básicas para la práctica ascética, la higiene mental y la educación. Como asevera el autor, además de estas prácticas, la concepción del paisaje enfatizó “el perfeccionamiento y la supera-ción de las facetas caníbales que yacen dentro de la naturaleza humana” (2014:165).

Desde el punto de vista ético, el paisajismo durante la dinastía Song derivó en diferentes direcciones y niveles. Si bien el jardín se conce-bía como símbolo de armonía individual y de la sociedad entera, también se convertía en escenario de competición, despilfarro y prestigio social. Los paisajes fueron proveedores de distracciones que solo tenían como objetivo la satisfacción a corto plazo de los sentidos.

Como continuación en el capítulo cuarto, “Los espectáculos, la fiesta, los pasatiempos”, el autor examina las prácticas ligadas al paisajismo y la concepción de paisaje que se generaron alrededor de una cultura de consumismo exacerbado.

Si bien existía una larga tradición en la que el emperador, como intérprete de los mandatos del cielo, y su corte celebraban varias fiestas anuales como parte fundamental de los diversos rituales, el periodo Song puede caracterizarse por el derroche en vastas celebraciones, así como el hedonismo de la corte imperial y de las clases altas. Mezcua (2014:180) considera que “el diseño del paisaje

sirvió en este contexto como receptáculo para generar una industria del ocio y entretenimiento acorde con esa visión de prosperidad y alegría que el aparato estatal estaba tan interesado en enfati-zar”. Así, el autor nos muestra a través de diversas fuentes de la época cómo se llegó a un alto grado de refinamiento cultural y de derroche en la relación de los miembros de las élites cortesanas y letradas con su entorno, el diseño de los paisajes y los usos que hacían de este. Ejemplo de esta multiplicidad de expresiones y experimentación del paisaje fue-ron las actividades como el tiro con arco, juego de pelota (Cuju), la música, la cultura del té y el vino.

Después de este análisis el texto se enfoca en la siguiente cuestión: ¿cuáles fueron los efectos sobre los paisajes que el avance económico y cultural generaron durante el periodo de estudio? Para-lelamente, hay una cuestión que postula el autor y que considero resume de alguna forma la preo-cupación y los objetivos del estudio: “¿cómo una sociedad con esta intensa relación estética, cósmica y filosófica con el paisaje pudo albergar actitudes agresivas de explotación y desgaste del medio ambiente y la naturaleza?” (Mezcua, 2014:19-20).

De esta manera, el autor analiza las contradic-ciones que prevalecieron, como la explotación de bosques que irónicamente eran elogiados en la teo-ría estética, la pintura y las líneas de pensamiento de las tres escuelas. Es sugerente la forma en que el autor expone una serie de procesos y circuns-tancias que nos hablan de la complejidad con la que deben ser analizadas las actividades humanas en los paisajes.

La deforestación en la China de Song tuvo diversos motivos, desde las guerras con los estados del norte, el desarrollo urbano o como herra-mienta para suprimir focos de insurrección que encontraban en los bosques su cobijo, hasta las plantaciones de té y arroz y la construcción de monasterios de las diferentes escuelas en las mon-tañas. Así, la apreciación del paisaje, su belleza y el ideal de armonía, convivían con la explotación del entorno bajo un sistema desigual y de consumo desmedido. Desertificación, erosión, inundaciones y sequías se enmarcan en una concepción de paisaje llena de contradicciones como el mismo sistema que le dio origen. De manera que “no podemos

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Gerónimo Barrera de la Torre

sino reconocer que hubo conciencia acerca de las consecuencias que traía consigo la deforestación [fundamentalmente en los círculos vinculados del taoísmo religioso y al budismo]; sin embargo, estas no dejaron de estar ceñidas a una minoría, que tuvo escasa influencia sobre los verdaderos agentes del problema” (Mezcua, 2014:252).

Es interesante la forma de abordar el problema examinando las tergiversaciones, confusiones y las lecturas ahistóricas e ideológicas en las que se basan las nuevas conciencias ecológicas e intervenciones en los paisajes de la China contemporánea. En muchos casos es el período de la dinastía Song al que se le asigna un aura de armonía y equilibrio con los paisajes pero, como demuestra el autor, ello se basa en una lectura parcial. Cabe resaltar el énfasis del texto por demostrar la complejidad y las contradicciones que existieron durante ese periodo en el uso, manejo y experiencia del paisaje, aunque considero que se hace un uso muy laxo de conceptos como “armonía”, “sostenibilidad” y “equilibrio”, o expresiones como “naturaleza vir-gen” y “actividades poco agresivas”, que requieren de un manejo más fino y crítico.

Por otra parte, como he mencionado antes el autor hace un análisis valioso y notable sobre lo que denomina el “paisajismo imperial” que, a través de la reconversión de espacios, “crea” pai-sajes que son una construcción de las élites de la época. Este paisaje se concibe e impone a través de su supuesta superioridad en el proceso civiliza-torio, y en el orden y la prosperidad del imperio. Proyectando al mundo contemporáneo el análisis del paisaje en la dinastía Song, el autor indaga las miradas idealizadas que en la actualidad equiparan la “cultura ecológica [con] la cultura del paisaje en China” (2014:263), sin una contextualización y análisis crítico. Se ha creado entonces una imagen del paisajismo y del jardín letrado que terminó

cosificándose en fórmulas vacías de significado y en una inútil conciencia ecológica que hace el juego al sistema capitalista contemporáneo.

Coincidimos con el autor del libro en que la interpretación creativa de las ideas y procesos his-tóricos de forma crítica, considerando sus contra-dicciones inherentes, nos permite la interpretación y apropiación de conceptos e ideas que nos pueden ser útiles en “ciertos aspectos del presente que, de lo contrario, al estar precisamente ocultos en las marañas de la historia, nunca podrían salir a la luz” (Mezcua, 2014:311). En términos generales, la lectura de este libro y los otros textos del mis-mo autor, son útiles no solamente para aquellos interesados en la cultura china, sino para quienes estén interesados en los estudios de paisaje y las problemáticas actuales de devastación del medio. Es un ejemplo de la gran diversidad y posibilidades que el estudio de los paisajes tiene y su relevancia en los estudios interdisciplinarios.

Gerónimo Barrera de la TorreInstitute of Latin American Studies

University of Texas at Austin

REFERENCIAS

Mezcua López, A. J. (2009), Cultura del paisaje en la China tradicional: arqueología y orígenes del concepto de paisaje. Editorial Comares, Granada.

Mezcua López, A. J. (2010a), Paisaje en tres dimensiones. Ciudad, jardín y montañas sagradas en la China anti-gua. Editorial Comares, Granada.

Mezcua López, A. J. (2010b), Paisajismo en dos dimensio-nes. Pintura y poesía de paisaje en la China tradicional. Editorial Comares, Granada.

Mezcua López, A. J. (2014), La experiencia del paisaje en China. Shanshui o cultura del paisaje en la dinastía Song. Abada Editores, Madrid.

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Del Castillo, Ch. y D. Miranda (2015), Guía Goeritz, Arquine, Facultad de Arquitectura de la Universidad del Estado de Morelos, Secretaría de Cultura de Morelos, México, 191 p., ISBN 978-607-7784-93-7

La Guía Goeritz, publicada por Arquine, la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y la Secretaría de Cultura de la misma entidad, en el marco de la celebración del centenario del nacimiento de Mathias Goeritz (1915-1990)1 es una apuesta por hacer visible la presencia de la obra del canónico artista en el en-torno urbano de siete ciudades mexicanas y, a través de una guía, la vuelve susceptible de recorrerse en el espacio.

Conjuntar el formato de una guía urbana con un catálogo de obras es lógico para un artista como Mathias Goeritz quien no pensó la escultura como un objeto independiente y autónomo del espacio urbano. Conceptualmente, la investigación actua-liza algunos ejercicios cartográficos del tipo en el pasado, como el de Emily Edwards de 1934 o el de Frances Toor en el mismo año (Edwards, 1934; Toor, 1934). Desde aquel entonces la pretensiones eran similares. En lo experimental, sin embargo, desestima las exploraciones estéticas de la carto-grafía (que en aquellas obras había dado un salto hacia una retórica visual) usando la estandarización del mapa urbano en grises y blanco, como asevera-ción gráfica que neutraliza el espacio de la ciudad presentándolo como una extensión homogénea.

El texto de Daniel Garza Usabiaga, que hace de introducción o prólogo (más que a la guía a la obra de Goeritz) muestra la complejidad del análisis que es posible hacer tanto de los objetos como de la época en la que el artista fue, con toda

1 En el año 2015 también se trajo a la Ciudad de México la exposición El retorno de la serpiente, en el Palacio de cultura Banamex-Palacio de Iturbide, presentada antes en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, curada por Francisco Reyes Palma.

claridad, uno de los personajes principales.2 Pone en evidencia las dificultades de una interpretación general del estatus multifacético de las esculturas-arquitecturas, rango que va desde una “indagación fenomenológica del espacio” (p. 12) hasta la espec-tacularidad publicitaria de la escultura monumen-tal. (p. 15). También la relación difícil de la obra con su tiempo, ya sea entendida como alternativa a la “arquitectura moderna” o como relevo histórico de la “escuela mexicana” institucionalizado bajo los códigos globales del arte abstracto.

Hoy en día la interpretación de muchas de la obras de Mathias Goeritz tiene que lidiar con dos extremos que aparentan ser opuestos: sus conteni-dos de alto valor estético y complejas cualidades plásticas y la experiencia histórica post sesenta y ocho en torno a la onerosa fractura de la legitimidad del arte público. Crítica que no se abstiene de seña-lar las retóricas falaces y rápidamente desacreditadas que se erigen con la escultura pública (manifiestas también en la escultura abstracta) en contraparte a sus débiles efectos en el tejido social y urbano que, para algunos, incluso en sus hitos como la Ruta de la Amistad (1968), no dejan de producir, finalmente, más que “arte de camellón” (Sánchez, 2003: 31).

Esas transacciones necesarias con la escultura pública, puesto que de cierto modo esta guía viene a demostrar que ya es posible valorar la obra del artista como un patrimonio urbano histórico, se realizan en lo cotidiano sin posibilidad de norma, censura y/o indicaciones. Tú y Yo (1969-1970) se vuelve en la toponimia estudiantil “los bigotes”. Estas resignificaciones de los efectos estéticos de la escultura en el paisaje urbano, que en ocasiones se tensionan y pueden llegar a la destrucción icono-

2 Vale la pena mencionar que esta reflexión se extiende en Garza (2012).

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Omar Olivares Sandoval

clasta, confirman que la ciudad está viva y que el tejido estético del espacio urbano se autoconfigura en direcciones inesperadas.

Las Torres de Satélite son probablemente la obra más conocida del artista, ubicarlas en un mapa no sólo es, o debería ser, una tarea de localización.

La obra es, en efecto, como lo considera Peter Krieger, un landmark urbano, compuesto por re-ferencias medievales (San Gimniano) como por la arquitectura de rascacielos del capitalismo (Nueva York), bajo un concepto cinematográfico relaciona-do con el expresionismo alemán, en particular con la película Metrópolis de Fritz Lang (Krieger, 2006). Pero que como símbolo del espacio urbano de la ciudad de México se relaciona con los paradigmas del urbanismo de la ciudad jardín e inevitable-mente con el decálogo de la arquitectura moderna funcionalista. Las torres representan el suburbio y su exclusión de los emblemas y símbolos históricos de los viejos centros. Esta liberación de la ciudad del pasado, propugnada por el alzamiento de la torre, es ya de por sí una utopía urbana. Las torres de Goeritz conforman los acentos más altos de un urbanismo moderno que pretendió un reinicio, por lo tanto, la relación de estos objetos con su espacio no se reduce a su posición sino que incluye las tramas visuales y territoriales que establecen con el paisaje urbano.

Aún así, las torres también pueden verse como la actualización, en los últimos años de los cincuenta, de un viejo anhelo capitalino en torno a la escultura pública que iniciaron los Borbones, que Santa Ana y Lorenzo de la Hidalga imaginaron como una columna de trajano, y que Rivas Mercado materia-lizó con la columna de la Independencia, alegoría igual de complicada que la de la modernidad abstracta.

Es paradójico que Goeritz, abiertamente preo-cupado por el carácter público de sus creaciones, haya construido rejas, como la celosía del actual edificio de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (p. 34, en esa época unos laboratorios farmacéuticos) o que buena parte de los espacios que inventó buscaran una experiencia estética espiritual recortada en una intensa emoción acogida por la especificidad del sujeto. Esta última producida por medio de un empuje radical solip-

sista hasta su fractura y salida en una “emoción” pero como espacio trascendente.

No obstante, la complejidad de esta noción de lo público como comunión mística (tomando en cuenta los varios giros que Goeritz imprimió al concepto “emoción”) más legible de acuerdo con el gnosticismo que con las doctrinas políticas modernas, repele la intención de colocar a Mathias Goeritz como un precursor de las propuestas con-temporáneas de arte urbano y la utilización central de lo “público” como esfera estético-política, así como vuelve imposible toda interpretación histó-rica lineal de los “artes públicos” como la historia ficticia de la conquista de un solo y preconfigurado espacio público a la espera de su ocupación social. En este sentido, tampoco funciona la solución inversa, que sería ver en Goeritz, en momentos muy claros, como en la Ruta de la Amistad, a un antagonista de lo que sucede en la actualidad.

Evitar estas fórmulas hace posible la legibilidad de la obra y su sentido en la crítica y arte urbano contemporáneos de forma transversal, así como reconfigura el difícil como necesario transe con el pasado, que lejos de pensarse como lastre o lugar fundacional, requiere expandirse como un campo poliédrico de posibles y múltiples sentidos (Eder, 2014).

En este sentido, son interesantes las fotografías de la época seleccionadas, las cuales ayudan a res-tituir los valores plásticos originales y su relación con el paisaje urbano del momento. Muchas de ellas muestran obras que se han modificado con los años, algunas cambiaron totalmente y, a partir de casi todas, es visible que las transformaciones urbanas a escala de la megalópolis dan la espalda y aplastan la articulación paisajística buscada en principio por su autor, tal y como se muestra de forma impactante en La Corona (1981-1982, pp. 133-134) o en Pájaro amarillo (1957, pp. 138-141). Esta descontextualización de la escultura efectúa su desactivación y reduce su presencia a vestigio urbano que, no obstante, no deja de ser in-quietante y, como ahora se ve, tiene el potencial de producir reflexiones, así estén limitadas a la defensa del patrimonio, como en el caso del Espacio escul-tórico, sobre el que diversas voces han denunciado la intervención autoritaria del paisaje, dejando al

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Guía Goeritz

descubierto la cuestionable noción que de patri-monio tienen los administradores universitarios.

Esta guía se agrega a otras publicadas por Arquine (Guía Barragán, Guía O’Gorman, Guía Candela), con el característico cuidado editorial y palpable calidad de impresión. En el panorama bibliográfico se inscribe en un renovado mercado de guías urbanas de la ciudad de México durante los últimos años. En parte producto de nuevos modelos que compaginan el turismo, la publici-dad, la figura del artista y un consumista flânneur contemporáneo. Establecen un culto por la ciudad bajo distintos motivos y nombres. Sin duda, este florecimiento muestra que la experiencia urbana posible, en una ciudad como México, tiene capas múltiples.

Omar Olivares Sandoval Posgrado en Historia del Arte, UNAM

REFERENCIAS

Eder, R. (Ed., 2014), Desafío a la estabilidad. Procesos artísticos en México 1952-1967, UNAM, Turner, México.

Edwards, E. (1934), Modern Mexican Frescoes. A guide to all Mexican Frescoes with a special map to frescoes in the center of Mexico City, México.

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Krieger, P. (2006), “Las torres de Ciudad Satélite en Mé-xico. Potencial simbólico y actualidad conceptual del arte urbano de Mathias Goeritz”, en Paisajes  urbanos: imagen y memoria, UNAM, Instituto de Investiga-ciones Estéticas, México, pp. 179-227.

Sánchez, O. (2003), “Pan, circo y dominio público”, en M. Scherer B. y E. Ganado Kim, Agua-Wasser, UNAM, Instituto Goethe, México, p. 28-33.

Toor, F. (1934), Frances Toor´s Guide to Mexico. Compact and up-to-date, segunda edición, Frances Toor´s Studios, México.

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Larrucea Garritz, A. (2016),País y paisaje. Dos invenciones del siglo XIX mexicano,UNAM, Facultad de Arquitectura, México,223 p., ISBN 978-607-02-7650-7

Amaya Larrucea Garritz es arquitecta paisajista, doctora en arquitectura y maestra en arquitectura con especialidad en restauración de monumentos. Forma parte de la planta docente de la Unidad Académica de Arquitectura de Paisaje, y es inves-tigadora de tiempo completo de la Coordinación de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde trabaja en la línea de arquitectura de paisaje y naturaleza. El libro País y paisaje. Dos invenciones del siglo XIX mexicano es una versión de su tesis doctoral defendida en el año 2013, en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Es importante men-cionar que el jurado de esta tesis lo formaron dos arquitectas (Geneviève Lucet y Catherine Ettinger) y un geógrafo (Omar Moncada), y que contó con la lectura de un historiador (Javier Sánchiz), lo que sin duda orientó a la autora hacia un acercamiento multidisciplinar a los paisajes, el cual caracteriza la obra.

A partir de que existen pocas reflexiones sobre los paisajes en México, en especial sobre la génesis de la idea de paisaje –al contrario de lo que pasa en otros países, por ejemplo España– Amaya La-rrucea Garritz se dedicó a investigar cómo nació la idea de país y de paisaje en México y cómo se fue desarrollando en el siglo XIX. La originalidad y el principal aporte de su trabajo consisten en estudiar el nacimiento del paisaje a partir de tres enfoques: el racional-cuantitativo, representado por la cartogra-fía, el estético, a través de las pinturas paisajísticas, y el poético. Si cada uno de estos enfoques ya ha sido estudiado desde distintas disciplinas, como la geografía, las artes y la literatura, el hecho de reunirlos en una misma obra y de explicar cómo cada uno contribuyó a un objetivo común ofrece una perspectiva distinta y completa, que se revela imprescindible para entender en su conjunto y

complejidad la génesis de los paisajes mexicanos. La autora relaciona la construcción de la idea de paisaje con el contexto histórico del siglo XIX de formación y consolidación de una nueva nación, mediante la búsqueda de una identidad propia, común a todos los mexicanos. Destaca en este proceso la importancia de las representaciones y de los imaginarios, transmitidos tanto por los mapas realizados en la época como por el arte pictórico y la poesía romántica.

Después de una introducción que nos explica la importancia que tuvo del paisaje como parte de los imaginarios formativos de la nación, el libro se divide de manera lógica en tres capítulos, correspondiendo a cada uno de los enfoques que permitieron el nacimiento de la idea de paisaje en México.

El primero, titulado “El territorio como un bien limitado”, se refiere a la cartografía. Explica en pri-mer lugar cómo los mapas son una representación e interpretación del territorio y una construcción cul- tural y cómo, por lo tanto, “representan las pre-ocupaciones de un momento histórico” (p. 32). La autora describe los mapas realizados antes de la época de estudio, para aportar antecedentes sobre la manera de representar el territorio, insistiendo en la ausencia de demarcaciones o en su represen-tación de manera muy vaga. Presta una atención especial a los trabajos realizados por Alejandro de Humboldt, considerados como punto de partida para la cartografía del nuevo país independiente. Los volcanes que rodean el altiplano, así como otros elementos característicos de la nación (plantas, rocas, etc.), fueron representados por el científico alemán y retomados en innumerables ocasiones en las décadas siguientes como puntos de referencia para la creación del imaginario de los paisajes de la nación mexicana. El Atlas, las Tablas estadísticas, el

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País y paisaje. Dos invenciones del siglo XIX mexicano

Ensayo político, que resaltan la grandeza de la patria, sus riquezas naturales y su posición estratégica, forman parte de una obra científica extensa, am-pliamente difundida y discutida dentro de México como en Europa.

En el contexto político agitado del siglo XIX, y más aún después de las intervenciones extran-jeras, la prioridad fue dada a la aportación de conocimientos nuevos, mediante mediciones y compilación de informaciones anteriores, a manera de asegurar una mejor defensa de los territorios. El mayor logro de la segunda mitad del siglo lo aportó la obra de Antonio García Cubas, descrita con mucho detalle por la autora, con base en múltiples imágenes. Sus mapas temáticos, rodeados por viñe-tas que representaban paisajes diversos, cambiaron definitivamente la relación de los mexicanos con su territorio. Por primera vez la representación de la nación se hacía desde adentro, y con base en un imaginario nuevo. Las viñetas, elementos pictóri-cos-estéticos-simbólicos que subrayaban el interés del mapa –considerado por García Cubas como demasiado abstracto– ilustraban la diversidad del país, tanto en sus formas topográficas e hidrográ-ficas como con las múltiples huellas de su pasado prehispánico, su riqueza agrícola y minera y sus tradiciones. Pero al mismo tiempo, las imágenes del Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos (1885), al destacar la grandeza de los paisajes comunes, afianzaban un imaginario de la nación que fomentaba el sentimiento de naciona-lidad. Permitieron un acercamiento abstracto al territorio y crearon un nuevo imaginario en cuanto a la nación.

El segundo capítulo, titulado “La realización del territorio como belleza paisajística”, fuertemente relacionado con las viñetas paisajísticas descritas al final del capítulo anterior, está dedicado a los paisajes pictóricos, con especial énfasis a las pin-turas del artista mexicano José María Velasco. La autora comienza el capítulo con una rápida revi-sión etimológica de las raíces de la palabra paisaje, que le permite precisar que este existe solamente a través del significado que los seres humanos le dan al mirarlo (pp.120-121), justificando así el papel fundamental de las pinturas paisajísticas. El mejor conocimiento físico de los paisajes, su representa-

ción por pintores nacionales y la cada vez mayor difusión que tuvieron sus obras, fueron elementos clave que contribuyeron a la creación de una idea nueva del paisaje nacional. El pintor representativo de los paisajistas mexicanos es, por supuesto, José María Velasco, que fue alumno del pintor italiano Eugenio Landesio y al cual la autora dedica la ma-yor parte del capítulo. Velasco logró enriquecer la mirada científica, muy en boga con la influencia del positivismo, con la visión contemplativa y estética de los paisajes. Sus representaciones del valle de México, que se volvieron emblemáticas de la nación, son paisajes perfectos, idealizados, mitificados, fundamentales en el nacimiento de la conciencia de ser mexicano.

Finalmente, el tercer capítulo “La poesía del paisaje mexicano”, explica cómo las referencias a dicho paisaje, que aparecieron inicialmente en la poesía durante la primera mitad del siglo XIX, fueron la base de su apreciación posterior en la pintura. Fue en especial a través del romanticismo que se enaltecieron las bellezas de los paisajes, mo-vimiento que estuvo muy presente en las tertulias y en las revistas –sobre todo femeninas– de la época. La exaltación de las bellezas de la naturaleza en distintos poemas fue lo que fomentó, en este caso, “la construcción del imaginario a través del vínculo emocional” (p. 196).

Si los tres capítulos que constituyen el libro están articulados de manera congruente en función de los tres enfoques que permitieron la construc-ción de la noción de paisaje, es importante señalar que presentan cierto desequilibrio entre sí. Los dos primeros tienen mayor extensión y desarrollo, y exponen un análisis mucho más detallado que el tercero, el cual se apoya principalmente –como lo explica la autora– en dos obras, un ensayo de Alfonso Reyes sobre la poesía mexicana de 1911 y un libro contemporáneo de Montserrat Galí Boadella que trata del romanticismo en México. Lamentamos que no se hayan incluido en este ca-pítulo obras de otros géneros literarios. En efecto, las descripciones y el enaltecimiento de la natura-leza están presentes no solamente en poemas sino también en distintas novelas de la época, como El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano (1999), Los bandidos del Río frio y El hombre de la situación de

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Virginie Thiébaut

Manuel Payno (2011; 2008), por citar las obras más conocidas, y en relatos de viaje, en especial redactados por viajeros extranjeros, dentro de los cuales La vida en México durante una residencia de dos años en ese país, de Madame de Calderón de la Barca (2006) es, sin duda, el más representativo. Presentar estas y otras obras y multiplicar así el estudio de las descripciones de paisajes mexicanos habría permitido, sin duda, profundizar más el análisis y asegurar así un mejor equilibrio entre los capítulos y los enfoques tratados.

El libro está en general bien documentado; la autora ha consultado una bibliografía variada, así como fuentes hemerográficas y pictóricas. La bibliografía corresponde a las distintas disciplinas relacionadas con el tema –geografía, historia, historia del arte, literatura, botánica, arquitectura del paisaje, arqueología– e incluye tanto obras “clásicas”, como la del historiador Edmundo O’Gorman, como publicaciones más recientes, como por ejemplo el libro del historiador Carlos Herrejón Peredo La formación geográfica de México (2011). Casi toda la bibliografía mencionada está en español, de autores mexicanos y españoles, y con algunos artículos y libros traducidos del alemán, del inglés y del francés.

Nos pareció, sin embargo, desafortunada la ausencia en esta bibliografía de varios trabajos del inicio de la década del 2010, que habrían podido enriquecer el libro de manera incuestionable. Sobre la cartografía del siglo XIX, no se mencionan por ejemplo dos obras que habrían podido contribuir al conocimiento más completo de la cartografía del siglo XIX, fundamento de la idea de paisaje en la nueva nación. El primero es el libro muy bien documentado de Raquel Urroz Kanán (2012) titulado Mapas de México, contextos e historiografía moderna y contemporánea, resultado de un impor-tante esfuerzo en cuanto a la revisión de la histo-riografía de la cartografía mexicana. El segundo, México cartográfico. Una historia de límites fijos y paisajes fugitivos, de Raymond B. Craib (2013), publicado originalmente en inglés en 2004, se refiere a la construcción del espacio mediante las imágenes gráficas y explica el papel de los diferen-tes actores en la elaboración de la cartografía: los agrimensores, los cartógrafos, los ingenieros, pero

también el Estado que mandó a hacer los trabajos y los habitantes de las localidades, que participaron en su elaboración.

Sobre las obras pictóricas, y en especial la obra de José María Velasco, se omite la obra maestra de Elías Trabulse (2012) titulada José María Velasco. Un paisaje de ciencia en México, que aborda la importancia de la ciencia en las pinturas del maes-tro y sus técnicas ilustrativas. Tampoco se citan autores como el reconocido historiador del arte Peter Krieger (2012), el cual ha trabajado sobre las transformaciones del paisaje en el valle de México a través de las artes, ni la fundamental obra colectiva Los pinceles de la historia. La fabricación del Estado 1864-1910, publicada en 2003 por el Museo Na-cional de Arte, el INBA, CONACULTA y la UNAM, que relaciona la demanda de pinturas paisajísticas con la “fabricación” de un Estado-nación moderno.

El hecho de que la mayoría de estas publica-ciones sean recientes o muy recientes, que el libro sea la versión posterior de una tesis de doctorado –resultado sin duda de largos años de trabajo– y que el enfoque multidisciplinar elegido por la autora no le permita abordar a profundidad todos los temas, no le exenta de no haber actualizado sus fuentes al momento de transformar la tesis en libro, dejando a un lado obras tan importantes y vinculadas tan de cerca con el tema de estudio.

Es importante resaltar, por otro lado, la muy buena calidad de reproducción de los mapas y pinturas, en toda la obra, representados a color y con buena resolución. Las pinturas de José María Velasco y los mapas con las viñetas de Antonio García Cubas se aprecian en todo su esplendor, ya que se representan a una escala que permite su valoración y se les dedica un buen número de páginas, en las cuales se intercalan de manera hábil y pertinente con el texto. Si todos los documentos aparecen acompañados con su referencia y año de publicación, habría sido útil precisar además el lugar de procedencia, en especial en el caso de las obras de Velasco (museo, colección, etc.).

El libro de Amaya Larrucea Garritz es el fruto de una reflexión que, como lo hemos mencionado, es un aporte esencial para los estudios de paisajes. Se integra a una serie de libros recientes, resultados de un esfuerzo de reflexión sobre la génesis de la

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País y paisaje. Dos invenciones del siglo XIX mexicano

idea de paisaje por parte de varios especialistas del tema, como Javier Maderuelo (2005), Alain Roger (2007), Nicolás Ortega Cantero (2002, 2010), Joan Nogué (2007), Alain Corbin (2001) y John Wylie (2007). Sumar un trabajo particular y espe-cífico sobre los paisajes mexicanos a los esfuerzos de estos especialistas europeos –historiadores, filósofos, geógrafos, arquitectos del paisaje– es es-pecialmente significativo, en un contexto de escasas publicaciones sobre el tema del paisaje.1

Consideramos por lo tanto que se trata de una obra de gran interés para los estudios de paisajes en México, que utiliza además una metodología ori-ginal basada en un acercamiento multidisciplinar. La autora demuestra, como arquitecta del paisaje, su capacidad a integrar y utilizar otras miradas para entender de manera integral y exhaustiva el concepto y el nacimiento de la idea de paisaje en México. Justifica por lo tanto la importancia de estudiar el paisaje desde varios enfoques y que el paisaje sea objeto de estudio para los especialistas de disciplinas variadas. Su planteamiento de la construcción de la idea de nación y de la identidad mexicana, vinculada al paisaje magnificado en la cartografía, el arte y la poesía, complementa de manera útil los estudios anteriores.

Virginie ThiébautInstituto de Investigaciones Histórico-Sociales

Universidad Veracruzana

REFERENCIAS

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Favila Vázquez, M. (2016),Veredas de mar y río: navegación prehispánica y colonial en los Tuxtlas, Veracruz,Universidad Nacional Autónoma de México-Coordinación de Estudios de Posgrado, México, 288 p., ISBN 978-607-02-7639-2

Como arqueóloga, Mariana Favila sabe que la zona del Golfo de México ha sido un espacio de importantes asentamientos humanos desde épocas tempranas y a lo largo de todo su desarrollo his-tórico. Distintos grupos étnicos aprovecharon un medio ambiente abundante y diverso que abarca costas, llanura costera y sierras. Su explotación comprendió, por ejemplo, la pesca en el mar, en los manglares de las costas y en las corrientes interiores, pero también el cultivo del maíz y el algodón tierra adentro. De modo que los abundantes pantanos, lagunas, ríos y arroyos formaron parte de la vida social y de las comunicaciones entre las costas, las sierras y altiplanos interiores. Todo ello en conjunto conformó un paisaje cultural, el mismo que puede apreciarse tanto en las evidencias arqueológicas como en el trabajo de campo y en los documentos coloniales.

Precisamente es en esta área de México donde nació y creció Mariana. Pero solo como una joven adulta, investigadora de Posgrado por la UNAM en Estudios Mesoamericanos, sintió la necesidad de interactuar con su objeto de estudio e involucrarse con este espacio y su gente, para emprender el aná-lisis de la apropiación histórica del hombre de su entorno. Así se fue configurando un estudio multi-disciplinario desde la arqueología en combinación con la geografía cultural, la historia ambiental, la etnografía y la cartografía antigua.

Lorenzo Ochoa nos describe el área de la si-guiente manera:

Allá, la explotación pesquera fue en la época prehispánica y es hoy en día parte fundamental de la economía. De igual manera, las corrientes interiores y aun el mar se aprovecharon como vías de comunicación e intercambio cultural, de materias primas y objetos suntuarios, que se entre-

lazaban con veredas, senderos, calzadas y caminos de diferente factura, que llegaron a conformar un complejo sistema de comunicación con el inte-rior del territorio. Actualmente todo ello forma parte de la historia cultural, tanto como el paisaje original lo es de la geografía histórica (Ochoa, 2013:159).

Concretamente la zona de Veracruz-Tabasco y su medio geográfico “está conformado por terrenos bajos, donde los ríos, lagunas y pantanos se entre-lazan de manera caprichosa entretejiendo sus hilos de agua de mayor o menor anchura para regalarnos una intrincada red hidrológica de varios miles de kilómetros de aguas navegables” (Ibid.).

Estamos refiriendo lo que en geografía histórica se conoce como la región del Sotavento, que es fundamentalmente un espacio plano que se pro-longa hasta el litoral. Dos ríos, el Tonto y el Santo Domingo se juntan para formar el Papaloapan, su rasgo físico dominante. Entre este y el río Coatza-coalcos se forma un espacio de sucesión de colinas que van marcando la línea del litoral hasta donde emerge una elevación de origen volcánico: la Sierra de los Tuxtlas. La misma que puede alcanzar en algunos picos hasta los 1 500 metros sobre el nivel del mar y que aparece coronada por el volcán San Martín con su laguna de Catemaco en el medio (García, 2008: 109).

Los Tuxtlas en realidad es un inmenso sistema concentrador de aguas que además las vierte y las derrama en miles de afluentes que forman una enorme red hidrológica que va, al menos desde Alvarado hasta el Coatzcoalcos. Esto es, la región de los Tuxtlas nació y fundó su existencia gracias a sus vías fluviales. Se trata de todo un sistema fluvial porque el Papaloapan es navegable y tiene su propio puerto de origen colonial: Tlacotalpan.

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Veredas de mar y río: navegación prehispánica y colonial en los Tuxtlas, Veracruz

Y aunque esta parte del sur del Golfo po-dría funcionar como lindero de dicha vertiente (Ibid:112), en esta obra más bien se nos presenta como una región entendida como un sistema cul-turalmente funcional que, además, abre muchas ventanas no solo hacia las costas sino al interior del territorio. Esto es precisamente lo que descubre y enfatiza Mariana, es decir, que los ríos son vías de comunicación hacia múltiples direcciones y que no deben separarse conceptualmente del territorio en su conjunto.

Mariana Favila emprende entonces su estudio no solo bajo un enfoque ecológico del paisaje, afec-tado por eventos atmosféricos, por ejemplo, donde el agua es su principal rasgo, sino como una entidad viva en el sentido de que ha sido históricamente transformado por el actuar intenso del hombre sobre el medio y por la prolongada ocupación humana. En este sentido nuestra autora propone la “conectividad” entre el territorio y el “paisaje fluvial” donde el hombre se mueve sin poner fronteras distintivas sobre su topografía, sino todo lo contrario: el espacio es una unidad conformada por costas, montañas y selva, pero también por ríos que lo conectan en un todo cultural.

Dentro de su enfoque “histórico-ambiental” sobresale la definición de paisaje cultural y su transformación histórica integrada bajo el tema de la navegación. Para ello sigue a su maestro ecó-logo Sergio Guevara, del Instituto de Ecología de Xalapa, y al teórico del paisaje en la región Alfred Siemens. A partir de ellos y otros más, Mariana aplicó la idea de un paisaje como un espacio de acción continua e inscrito en el tiempo (Nogué, 1985). Buscó probar que los Tuxtlas en su conjun-to, con sus rasgos geográficos propios y diversos, pudo fungir como una “unidad de convergencia” entre la naturaleza y la cultura transformada a lo largo de su historia.

Sin dar más o menos peso a una u otra noción el paisaje, como objeto de análisis, debía ser en-tendido no solo como un espacio cultural que se le apropia y se percibe de determinada forma, sino que se modelaba como una sola unidad compuesta de factores tanto marítimos como terrestres. Ade-más de concebir un espacio en donde todos los cuerpos de agua formaban parte de una cultura de

interrelaciones y organizaciones sociales, así como de una tecnológica que permitió la navegación desde épocas muy antiguas (Vargas y Ochoa, 1982; Morante, 2010).

En este sentido, Mariana busca trascender la arqueología procesual pero también tener una postura crítica frente a la perspectiva actual deno-minada post-procesual donde el paisaje cultural no solo se entiende como medio ambiente, ni como patrón de asentamiento, por un lado; pero tampoco únicamente como interpretación subjetiva y per-cepción simbólica. Es decir, el paisaje es una reali-dad física, pero ya modelada social y culturalmente para conformar un sistema funcional a la medida de las necesidades y la tecnología desarrollada por sus habitantes.

En realidad, nos dice la autora, las evidencias arqueológicas son escasísimas y se reducen a algunas representaciones en códices o uno que otro objeto de cerámica en miniatura. Añadiendo datos de carácter etnohistórico Mariana Favila ahonda en el problema, estudiando el vínculo con la actividad social y la posible apropiación del paisaje fluvial como medios de transporte esencial.

Para comprobar científicamente esto Mariana plantea un modelo que sustente la hipótesis, a sa-ber: que la región de los Tuxtlas fue ampliamente navegable. Propone entonces una metodología donde combina la evidencia arqueológica con al-gunas variables de análisis espacial que tienen que ver con las pendientes y los cuerpos de agua. Así, presenta sus resultados por medio de representa-ciones cartográficas que construyen un modelo de “evaluación del potencial de navegación”.

Esta tesis de maestría en Estudios Mesoameri-canos fue publicada para su reconocimiento dentro de la “Colección Posgrado” a las mejores tesis (de maestría y doctorado) de alumnos egresados del sistema universitario de Posgrados de la UNAM. Be-llamente intitulada Veredas de mar y río. Navegación prehispánica y colonial en los Tuxtlas, Veracruz, esta obra no es solo una descripción de carácter geo-gráfico y cultural del sur del Golfo de México que se inserta en una historia cultural de un contexto mesoamericano, sino que también reivindica las posibilidades de una tradición de navegación en la región de los Tuxtlas.

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Raquel Urroz

Libro de referencia y fuente de inspiración, el libro de Mariana logra sistematizar la arqueología del área con la documentación colonial, dos fuen-tes de información escasas y difíciles de integrar, como son, por ejemplo, las Relaciones Geográficas y la cartografía antigua. El resultado es el estudio del paisaje de los Tuxtlas plasmado en un modelo espacial de navegación con propuesta metodo-lógica donde vincula la arqueología y el análisis espacial sobre una cartografía temática. Incluye mapas de curvas de nivel, de líneas de costas, de rutas de piratas hacia el interior, de rutas fluviales por periodos históricos en la época prehispánica, entre otros esquemas con variables de análisis espacial.

Raquel UrrozPosgrado de Antropología, UNAM

REFERENCIAS

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Morante López, R. (2010), “La antiguas rutas comer-ciales: Un camino por las sierras nahuas de Puebla y Veracruz”, en Long Towell, J. y A. Attolini Lecón (coords.), Caminos y mercados de México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto Nacional Antropología e Historia, México, pp. 107-127.

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Vargas, E. y L. Ochoa. (1982), “Navegantes, viajeros y mercaderes: notas para el estudio de la historia de las rutas fluviales y terrestres entre la costa de Tabasco-Campeche y tierra adentro”, Estudios de Cultura Maya, t. XIV, pp. 59-118.

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Exposición fotográfica: “Pescar en el Vizcaíno. Imágenes desde la geografía de un paisaje mexicano”, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México,Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 15 de febrero-4 de marzo 2016

En el Instituto de Geografía (IGg), entre el 15 de febrero y el 4 de marzo de 2016, se exhibió en los muros del vestíbulo de la planta baja una exposición fotográfica bajo el título: “Pescar en el Vizcaíno. Imágenes desde la geografía de un paisaje mexicano”. El autor, José Manuel Crespo Guerrero, es investigador del Departamento de Geografía Económica (IGg). Posee una trayectoria de investigación en espacios naturales protegidos, que le ha llevado desde Andalucía en España a Córdoba en Argentina, pasando por Quebec en Canadá y, desde luego, México, como lo muestran las imágenes que son resultado de su trabajo de campo en Baja California Sur.

La exposición fotográfica, fruto de la investiga-ción de campo realizada por el autor, nos trasladó a un particular finis terrae: la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno (REBIVI). Esta área protegida desde 1988, es la más extensa del territorio mexicano (2 546 790 ha.). Una particularidad es su posición,

bañada por el mar del Cortés al oriente y el océano Pacífico al occidente. Y entre ambos… el desierto. Sin duda, el ojo fotográfico del autor encontró en el paisaje sudcaliforniano la inspiración oportuna para apretar el botón del obturador.

Crespo Guerrero vertebró su discurso geográ-fico acercándonos al mundo de la pesca comercial ribereña, una de las actividades económicas más importantes de la zona protegida. Esta se practica en embarcaciones que no superan los 10.5 metros de eslora y que pueden tener motor fuera de borda y sistemas de conservación a base de hielo (Figura 1). En el estado de Baja California Sur se realiza “en bahías, sistemas lagunares o estuarios y en el mar, utilizando embarcaciones menores y en viajes con duración no mayor a un día” (Gobierno del Estado de Baja California Sur, 2010:5).

La exposición estuvo organizada en cinco es-pacios. El primero, de carácter introductorio, se compuso por diez imágenes en blanco y negro.

Figura 1. Embarcación tecnificada de pesca comercial ribereña en Punta Abreojos, Reserva de la Biósfera de El Vizcaíno. Autor: José-Manuel Crespo Guerrero, archivo de campo, julio de 2015.

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Araceli Jiménez Pelcastre

Aquí, el investigador no sólo mostró los rostros de los pescadores, sujetos de la actividad económica, sino que permitió al espectador situarse frente a su mundo privado: sus casas con las puertas siempre abiertas. El resto de las secciones se ordena de acuerdo con las cuatro zonas de pesca de la REBIVI: Golfo, Esteros y Laguna de San Ignacio, Pacífico Norte y Complejo lagunar Ojo de Liebre. Cada una, compuesta por siete fotografías en color, fue acompañada con un mapa que expresaba la locali-zación, la extensión y la cantidad de embarcaciones menores activas (Figura 2).

México posee un amplio litoral y las cifras sobre la actividad pesquera se pueden consultar en regis-tros oficiales, pero esos datos, de tipo cuantitativo, adquieren profundidad cuando hay una inmersión en las localidades. Así ocurre con el trabajo de Crespo Guerrero, en él es innegable la convivencia

con los pescadores y la observación in situ de sus actividades, como parte de su metodología.

Las imágenes exhibidas permiten identificar que Santa Rosalía es el enclave donde la minería y la pesca se desarrollan de manera paralela. Ciudad fundada en 1885 por la compañía minera El Boleo, dedicada a la explotación del cobre. Hoy se estima la población rosalina en unos 12 000 habitantes. Las actividades mineras han sido intermitentes du-rante las últimas décadas; la pesca siempre ha estado ahí, en ocasiones como complemento de rentas y en otras como actividad principal. El huracán Ji-mena, en 2009, alejó al calamar gigante, el recurso que tenía mayor importancia económica y que en mejores épocas representó 70% de la producción nacional. Como resultado, la crisis económica entró en escena. El crecimiento urbano en el accidentado terreno tiene espacios sin servicios, el muelle está

Figura 2. Mapa de las cuatro zonas pesqueras de la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno (REBIVI). Fuente: elaboración propia. Cartografía: Geóg: Víctor Ríos-Ramírez.

O c é a n o P a c í � c o

Bahía Tortugas

GuerreroNegro

Villa Alberto

SantaRosalía

HeroicaMulegé

M u l e g é

L o r e t o

C o m o n d ú

G o l f o d e C a l i f o r n i a( M a r d e C o r t é s )

Bahía Asunción

San Hipólito

Punta Abreojos

Campo René

El Dátil

La FreideraEjido Luis Echeverría

El Cardón

El Vizcaíno (Vivero Forestal)

El Vizcaíno (Acueducto)

La Bocana

Campo Delgadito

B a j a C a l i f o r n i a

Isla Natividad

Punta Eugenia

San Ignacio

San Francisco de la Sierra

LagunaOjo

de Liebre

LagunaSan

Ignacio

Manuela

La Purisima

Punta Abreojos

Pescadores Nacionales de

abulón

Emancipación

Progreso

Leyes de Reforma

Buzos ypescadores

Bahía Tortugas

California de San Ignacio

112°W

112°W

113°W

113°W

114°W115°W

115°W

29°N

29°N

28°N

28°N

27°N

27°N

26°N

26°N

0 10 20 30 Km

Zonas pesqueras de la Reserva

Rasgos territoriales

Vía pavimentada(2 carriles)

Terracería! Localidadrural Límite municipalLocalidad

urbana!(= Límite REBIVI

Pací�co Norte Golfo (Santa Rosalía) Esteros y laguna de San Ignacio

Complejo lagunar Ojo de Liebre (Guerrero Negro)

Áreas de pescaconcesionadas

Mulegé

Número de embarcaciones

por recurso

233

347

826-855

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Pescar en el Vizcaíno. Imágenes desde la geografía de un paisaje mexicano

deslucido y las lanchas se amontonan junto a las viviendas. Los pescadores contemplan el patrimo-nio industrial minero y el puerto, a espera de otra oportunidad que haga honor al lema de Santa Rosalía: “El pueblo que no quiso morir” (Figura 3).

Los Esteros y Laguna de San Ignacio represen-tan la zona menos poblada y con menor número de pescadores. En las imágenes se observan los problemas de accesibilidad: múltiples caminos con escasa señalización que cruzan el desierto; de repente, los tiraderos de conchas anuncian la proximidad de los poblados. La tranquilidad de la laguna, refugio de ballenas azules desde tiempos inmemoriales, contrasta con el dinamismo de las aves. Al final de la ruta, aparecen playas con limi-tada infraestructura. Allí los pescadores redoblan esfuerzos para entregar los productos limpios a los compradores. Los camiones con cajas refrigeradas se estacionan a escasos metros del estero y preparan su particular ruta migratoria hacia los mercados nacionales e internacionales.

La Pacífico Norte es una franja extensa, que alberga unos 6 000 habitantes. La organización pesquera de las localidades gira en torno a las coo-perativas, que suman ocho en la zona y tienen más de medio siglo de formación. Debido a su trayec-toria y a la inversión del capital social, cuentan con infraestructuras apropiadas y una especialización laboral. Destacan por las buenas prácticas en el

manejo de los recursos pesqueros, el cuidado de los polígonos concesionados y la investigación sobre ecosistemas costeros. Además de pescar, se dedican a la industrialización de productos del océano, la reproducción y engorda de abulón y el ecoturismo.

El Complejo lagunar Ojo de Liebre tiene como principal centro de población a Guerrero Negro, que cuenta con poco más de 13 000 habitantes. Aquella localidad fue fundada en 1957, tras la apertura de la Exportadora de Sal. La pesca adquirió importancia en la zona a finales del siglo XX. Un recurso fundamental fue la almeja mano de león. A partir de 2011, los pescadores se percataron de la mortandad de la especie, sin razón aparente. Las imágenes de Crespo Guerrero son ilustrativas del impacto que tuvo en la población: pescaderías cerradas, lanchas aparcadas y rostros de preocupa-ción. Los técnicos de la reserva y los pescadores se aúnan en los monitoreos de la mano de león y otros bivalvos como parte de la búsqueda incesante de alternativas que reactiven la economía.

El recorrido por el territorio costero de la REVIBI, mediante las imágenes de la exposición, proporciona otra perspectiva y resalta el papel de la fotografía como fuente de información geográfica. Aún hoy, existen muy pocas investigaciones o estu-dios exhaustivos sobre la región. La contemplación de las imágenes que muestran estos paisajes mexi-canos agita los sentidos por la calidad artística del

Figura 3. Santa Rosalía: monu- mento a la fundación de la ciudad por parte de la compañía minera El Boleo, 1885-1985. Autor: José-Manuel Crespo-Guerrero, archivo de campo, junio de 2015.

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Araceli Jiménez Pelcastre

trabajo y porque obliga a tomar conciencia sobre la diversidad de los ecosistemas, su fragilidad y la responsabilidad del ser humano en los procesos de conservación y aprovechamiento de los recursos.

Araceli Jiménez PelcastreInstituto de Ciencias Sociales y HumanidadesUniversidad Autónoma del Estado de Hidalgo

REFERENCIA

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Mesa Redonda: “Sujetos étnicos y procesos migratorios y socio-territoriales en la frontera México-Estados Unidos”,Instituto de Geografía, UNAM, 14 de abril de 2016

El 14 de abril del presente año, en el Auditorio del Edificio Anexo del IGg UNAM, se llevó a cabo la mesa redonda: “Sujetos étnicos y procesos migra-torios y socio territoriales en la frontera México-Estados Unidos”. Este evento se dio en el marco del proyecto “Migración, territorio y etnicidad”,1 cuyo propósito es abordar, en el contexto socio-histórico de la debacle del sector rural y del cambio de siglo, los impactos y las repercusiones que las movilidades de los grupos étnicos tienen en sus localidades de origen. Se ha puesto especial énfasis en los cambios en las dinámicas de uso y apropiación del territorio y en las transformaciones de la organización social y política de las localidades rurales de las que son oriundos los migrantes.

El foro estuvo dirigido a un público amplio. Entre los asistentes se contó con la presencia de investigadores del IGg UNAM, profesores e investi-gadores de otras entidades de la UNAM, estudiantes del posgrado y de la licenciatura en Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como de personas de otras instituciones de educación pública superior interesadas en el tema.2

Teniendo como marco las reflexiones espaciales de la geografía social sobre las movilidades huma-

1 Proyecto PAPIIT IA300216, 2016-2017, bajo la coordi-nación de Guillermo Castillo Ramírez en el Departamento de Geografía Social del IGg UNAM. El estudio se lleva a cabo dentro de la línea de investigación sobre Geografía de la migración y procesos socio territoriales de comunidades indígenas y campesinas del Departamento de Geografía Social del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (IGg UNAM), 2 De esta mesa redonda se llevó a cabo un registro audiovi-sual el día del evento y posteriormente se subió a un canal personal del sitio web youtube.com. Las personas intere-sadas en ver las grabaciones de esta mesa redonda pueden consultar las siguientes ligas: https://www.youtube.com/

nas (Derek et al., 2009),3 el propósito general del evento fue abordar la migración en tanto vastas dinámicas de movilidad y relocalización de la población con miras a la resolución de las diversas necesidades de los grupos humanos. Contextua-lizan esta reflexión los procesos estructurales de carácter socioeconómico y político que relacionan, con base en la desigualdad de niveles de desarrollo y asimetría en los grados de bienestar e ingreso económico, a los lugares de origen de los migran-tes con los sitios de destino (Delgado, Márquez y Rodríguez, 2009; Castillo, 2014).

Este foro resulta pertinente por varias razones. Por un lado, y a diferencia de otras disciplinas, como la sociología rural o la antropología social y cultural, los grupos indígenas en movilidad geográ-fica y los procesos de cambio sociocultural y eco-nómico en contexto étnicos han sido temas pocos trabajados desde la geografía social contemporánea en México.4 Este encuentro pretendió abonar a

watch?v=AgmX6wBBlLE y https://www.youtube.com/watch?v=0vOwYDKwMxA 3 Desde la perspectiva de la escuela anglosajona de geografía social la migración, en tanto proceso de relocalización de grupos humanos, presenta diversas vertientes: puede ser documentada o indocumentada, temporal o permanente, voluntaria o forzada, interna/nacional o internacional (De-rek et al., 2009: 462). 4 El México contemporáneo tiene como uno de sus rasgos característicos la diversidad de grupos sociodemográficos con variadas tradiciones culturales distribuidos a lo largo del territorio nacional. Los indígenas, que representan al-rededor del diez por ciento de la población total nacional, se han distinguido por sus manifestaciones socioculturales y modos de vida y organización social y política vincu-lados a la tierra y el territorio así como por las relaciones de poder asimétricas en las que se encuentran respecto al Estado mexicano y otros actores y grupos sociales. Si bien durante buena parte del siglo XX se asoció a estos grupos con comunidades parcialmente asiladas, vincula-

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Araceli Jiménez Pelcastre

esta veta de investigación a través del análisis de las experiencias migratorias de diversos grupos in-dígenas originarios del sur y norte de México. Por otra parte, los hallazgos producidos por el diálogo disciplinario entre la geografía y otras disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, en este caso con la antropología social y cultural, la historia y los estudios culturales y del desarrollo, muestran que determinadas temáticas de investigación, por las condiciones de los sujetos sociales que involucran y los distintos contextos socioeconómicos y polí-ticos en los que acontecen, requieren de miradas que conjunten múltiples perspectivas y diversos niveles escalares.

La mesa redonda contó la participación de Su-sana Vargas, investigadora posdoctoral del Centro de Investigaciones Sobre América del Norte de la UNAM, quien, a partir de las condiciones de exclusión y discriminación que existen en Estados Unidos, abordó los procesos identitarios y las narra-tivas de resistencia de los jóvenes hijos de migrantes indígenas oaxaqueños en una región con fuerte actividad agrícola mercantil en California. María Eugenia Hernández, doctoranda del Posgrado en Antropología de la Universidad Autónoma Unidad Iztapalapa, mostró las complejas y ambiguas diná-micas de incorporación sociocultural y laboral de los hijos de migrantes indígenas mexicanos en el Valle Central de California, tanto en los entornos escolares e institucionales, como en los ámbitos laborales y familiares. Por su parte, Abddel Camar-go, del Instituto de Estudios y Divulgación sobre

das a la agricultura y auto-contenidas en entornos rurales, ya entrada la segunda mitad del siglo XX, y con mayor énfasis a inicios del presente siglo, fueron más visibles y estudiados los procesos de movilidad espacial nacional e internacional en que se veían inmersos los pueblos indígenas, y que los ubicaban en diversas actividades productivas, desempeñando variados empleos, ya fuera como jornaleros agrícolas, trabajadores de la construcción o en el sector de servicios. Las migraciones indígenas se debían y deben tanto a la iniciativa propia de estos grupos étnicos con miras a la resolución de sus necesidades y an-helos, como a los contextos estructurales de marginación y adversidad que los obligaban a salir de sus comunidades y buscar otros espacios para reproducir su vida familiar y social, incorporándose frecuentemente a los grupos de trabajadores concebidos por los empleadores como mano de obra barata, explotable y desechable.

Migración describió cómo, tras un prolongado proceso de movilidad que se originó en el sur de México y concluyó en los campos agrícolas del norte de país, los dinámicas de asentamiento de indígenas oaxaqueños en el valle de San Quintín en Baja California posibilitaron la conformación de un protestantismo étnico. Y Guillermo Castillo, del Departamento de Geografía Social del IGg UNAM, explicó la genealogía histórico-estructural de los procesos de cambio socio-territoriales entre los o´odham del noroeste de Sonora, quienes de re-laciones práctico utilitarias con el territorio pasaron a vinculaciones de carácter simbólico y político, en el contexto de largas y complejas dinámicas de migración indígena interna y de inserción urbana marcadas por las políticas y relaciones de discrimi-nación étnica por parte de diversas instituciones del Estado mexicano y los mestizos sonorenses.

El foro se organizó en torno a dos ejes principales. Desde el marco de las categorías me-diante las cuales ciertas instituciones del Estado mexicano, a nivel federal y estatal, elaboran las construcciones sociales de la etnicidad de los pueblos indígenas, se abordaron las variadas re-percusiones socio territoriales y los procesos de reconfiguración étnico-comunitarios en los luga-res de origen y destino entre indígenas migrantes oaxaqueños y sonorenses dentro de dinámicas de movilidad intranacionales que se dirigieron a la frontera noroeste de México, particularmente en los contextos de centros urbanos del noroeste de Sonora y en el región de agricultura mercantil de exportación del Valle de San Quintín en Baja California Norte. Por otra parte, se revisaron las dinámicas identitarias y los procesos sociocultura-les de inclusión y exclusión que experimentan los hijos de migrantes oaxaqueños, particularmente en el ámbito de las sociedades receptoras en Cali-fornia, donde las relaciones de discriminación que experimentan los hijos de los migrantes en Estados Unidos son polivalentes, tiene múltiples niveles y están elaboradas con base en una lectura estigma-tizada de las categorías de nacionalidad, etnicidad, escolaridad, ocupación laboral y apariencia física.

Finalmente, uno de los aportes más significati-vos de los trabajos presentados en este evento aca-démico fue que, debido a la compleja variedad de

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Pescar en el Vizcaíno. Imágenes desde la geografía de un paisaje mexicano

procesos socioeconómicos y político culturales que permiten abordar la movilidad indígena intrana-cional e internacional en múltiples escalas en zonas fronterizas, se hizo necesario recurrir a un diálogo articulado entre conceptos y andamiajes teóricos de diversas ópticas disciplinares. Por ello, fueron requeridas tanto las reflexiones sobre la producción social del espacio y las dinámicas de territoriali-zación de la geografía social como las reflexiones antropológicas e históricas sobre la reproducción de las prácticas socioculturales y la visibilización de los marcos políticos institucionales en México y Estados Unidos desde donde se crean y legitiman las etnicidades y las relaciones de discriminación.

Guillermo Castillo RamírezInstituto de Geografía, UNAM

REFERENCIAS

Castillo, G. (2014), “Migración internacional de campe-sinos mexicanos a Estados Unidos: entre las carencias histórico-estructurales y la ausencia de derechos”, Revista Argentina Margen, núm. 75, pp. 1-7.

Delgado, R., H. Márquez y H. Rodríguez (2009), “Seis tesis para desmitificar el nexo entre migración y desarrollo”, Revista Migración y Desarrollo, vol. 12, pp. 27-52.

Derek, G., R. Johnston, G. Pratt, M. Watts y S. What-more (eds.; 2009), The Dictionary of Human Geography, Wiley-Blackwell, Malden, Massachusetts.

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Primer Seminario Internacional:“Representaciones cartográficas de ciudades en la investigación”,Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y Universidad Autónoma de la Ciudad de MéxicoCentro Histórico, Cd. Mx., 2-4 mayo 2016

Los días 2 y 3 de mayo de 2016. en el Centro Cul-tural Casa Talavera y el 4 de mayo en la Casa de la Primera Imprenta de América, ambas, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se llevó a cabo el Primer Seminario Internacional: “Representaciones Cartográficas de Ciudades en la Investigación”, bajo la coordinación de Consuelo Córdoba Flores, jefa del Área de Estudios Urbanos de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y el Cen-tro de Estudios sobre la Ciudad de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Se propuso analizar y debatir las implicaciones de las representaciones cartográficas y documentales como un ejercicio común entre las investigaciones de diferentes disciplinas. Se estableció como objeti-vo general: “Analizar y debatir los grandes temas y problemas que implica la representación cartográ-fica y documental en la investigación de ciudades, a través de enfoques inter, multi y transdisciplinares y destacar el papel instrumental de la cartografía en el marco de las relaciones sociales y políticas” y, como objetivos específicos: “Generar un diálogo en torno a las principales problemáticas de estudio sobre las cuales se trabaja hoy día; discutir los enfoques y los paradigmas teórico-metodológicos que guían la investigación y su representación cartográfica; consolidar redes académicas de investigación en las que se integren las perspectivas de los estudios urbanos y de la planeación urbana y divulgar los resultados obtenidos de los trabajos presentados y fomentar la vinculación académica”.

Las siete líneas de la convocatoria fueron: Análisis y producción del espacio urbano; Histo-ria urbana e historia del urbanismo; Identidades, prácticas ciudadanas y cultura urbana; Políticas públicas vinculadas al espacio público y privado; Movilidad, vulnerabilidad y riesgos ambientales y Geografías urbanas y demografía. Por último, se

añadió una línea relacionada con las anteriores: Repositorios documentales. Metodologías aplica-das. Sobre estas líneas se convocó a investigadores a participar a partir de la experiencia, la reflexión teórica y la construcción metodológica. El Comité Organizador recibió cuarenta y seis propuestas, de las cuales, después de haber sido revisadas, se eligieron diecinueve trabajos.

Las ideas presentadas en este encuentro aca-démico, evidenciaron puntos de convergencia de los diferentes trabajos expuestos, aun cuando se abordaron desde diferentes ángulos y disciplinas, por tanto, es adecuado reflexionar la relevancia de foros como éste, cuya experiencia exhibió el inter-cambio de ideas y de conocimientos, en un espacio académico donde participaron investigadores de España y Brasil. Durante la organización de las distintas mesas, se consideró establecer una transi-ción temática con base en las propuestas de los tres conferenciantes internacionales,1 quienes desde su ejercicio profesional y de investigación mostraron diferencias de intereses y de metodologías. Así se dispuso una temática por día.

Dicha transición se dio entonces, al empezar el primer día con la temática “La evolución carto-gráfica de las ciudades. Entre el plano y el alzado”, donde las ponencias versaron sobre la experiencia de investigación con el manejo de información y representación a través de los mapas antiguos, así como su evolución con diversos ejercicios de repre-sentación tanto en el plano como en el alzado. Aquí se destacó el cómo surgieron los primeros mapas

1 Participaron, uno cada día, en este orden: Manuel Mollá Ruiz-Gómez de la Universidad Autónoma de Madrid; Emi-lio López-Galiacho Carrilero de la Universidad Nebrija y Universidad Politécnica de Madrid y Natacha Silva Araújo Rena de la Universidade Federal de Mineas Gerais.

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Primer Seminario Internacional: “Representaciones Cartográficas de Ciudades en la Investigación”

a través de representaciones cartográficas de las culturas antiguas con el fin de reconocer el espacio y su utilidad para acceder a otros territorios; así como la evolución de la cartografía de las ciudades, gracias a los avances científicos y tecnológicos de la astronomía y las matemáticas, ya sea para el reclamo del territorio, o para fines sólo de representación. Se habló de los enfoques teórico-metodológicos utilizados en las investigaciones, en los que se vin-culan también la historia urbana y la historia de los paisajes; los cuales, tienen la posibilidad de integrar numerosas fuentes cartográficas que, al contrastarse con otras fuentes o datos estadísticos, permitieron visualizar las transformaciones de las ciudades.

El segundo día, en la temática “Cartografías urbanas de lo invisible” se mostraron nuevas mi-radas que contraponen el carácter hegemónico de la cartografía, a través de nuevas representaciones cartográficas como consecuencia del alcance y uso de las redes telemáticas y de los dispositivos móviles. Se presentó la paradoja del “poder de los mapas” y del “súper poder de la cartografía digital”, ya que los Sistemas de Información Geo-gráfica (SIG) como representación del territorio, cada vez son más nítidas, pero con problemas de autoría, de propiedad intelectual, lo cual se presta a la subjetividad. Se destacó la elaboración de representaciones cartográficas a través de trabajos interdisciplinarios entre cartografía, periodismo, literatura, sociología, historia y paisaje; donde los mapas se generan a partir de las “notas rojas” como percepción sobre vicio y corrupción construida por la prensa de la Ciudad de México; el análisis social de novelas urbanas, que sitúan las tramas de ficción en un plano de catastro; o el paisaje como un sistema simbólico complejo, el cual incide en las prácticas de los actores sociales, donde analizar el territorio es importante, pero también las redes, ya que no es posible analizar el espacio sin los actores en interacción y el contexto.

El tercer día y último, y también como resultado de los alcances que la tecnología ofrece, la temática “Cartografía colaborativa e indisciplinar” evidenció que la producción cartográfica se vuelve colaborati-va con el fin de apoyar la lucha de los movimientos sociales y fortalecer la producción de los comunes urbanos a través de las redes sociales virtuales, donde la cartografía actúa como dispositivo para “hacer-conocer-transformar” la realidad, de manera que se construyen nuevos mundos al mismo tiempo que se hace un mapa; o bien, la cartografía como instrumento en el análisis de la movilización del espacio etnográfico de la cultura de la resistencia, la hermenéutica de los actores sociales, la inserción de acontecimientos en el contexto socio-histórico; o la penetración global de las redes sociales en las representaciones cartográficas como apoyo para los movimientos sociales. Dicha búsqueda de vincula-ción se reiteró con la inquietud de colaboradores de OpenStreetMap por compartir no solo su expe-riencia en este proyecto de mapeo colaborativo y editable utilizado en Web y dispositivos móviles; sino también su interés en establecer redes con estudiantes de posgrado e investigadores. Asimis-mo, por último, en continuidad con los avances tecnológicos, se indicó cómo elaborar cartografía por medio de un modelo de acumulación de flujos gracias a las imágenes “Landsat”, las cuales registran elementos del paisaje y clima y que se contrastan con los programas de ordenamiento urbano; o la producción de una cartografía acústica, la cual se desarrolla por un conjunto de mapas que integran elementos acústicos, usos de suelo, vialidades, fa-chadas de edificios y otros datos, para generar un mapa de ruido como una tecnología aplicada a la planeación y diseño urbano.

Consuelo Córdoba Flores

Área de Estudios UrbanosUniversidad Autónoma Metropolitana-

Azcapotzalco