Piñera no quiere soltar los demonios de Tantauco
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Pepe Auth: "Piñera no puede soltar a los demonios de Tantauco" Entrevista en Revista Cosas
Según el presidente del PPD, lo que los asesores de Piñera (conocidos como grupos Tantauco) propondrían hacer en Chile es minoritario. “Las ideas de derecha en este contexto de crisis están
en retirada”, dice. Y sostiene que ante la irrupción de Enríquez-Ominami, el verdadero jaque lo tiene el candidato de la Alianza, quien “casi pasó a la clandestinidad” en este nuevo escenario
Por: María Olivia Browne / Fotos: Ronny Belmar
Un sensual blues a todo volumen emerge de los parlantes que le acaban de regalar, para instalar su
apreciado iPod, y se encarga de sintonizar con los aires de urgente renovación que invaden por estos
días los tradicionales partidos políticos. En ese esquema, el look –y contenido– de este sociólogo y
presidente del PPD calzan cómodamente. Aún más, si se considera su destreza como buen ajedrecista,
que viene hace ya un buen rato haciendo algunas jugadas arriesgadas –en algunos casos visionarias–,
pero que en su momento han puesto en jaque a las elites concertacionistas. Una de las últimas fue su
apuesta por Frei como posible abanderado de la Concertación, cuando aún no despegaba en las
encuestas.
Sin embargo, con el reciente jaque del “alfil Marco Enríquez-Ominami” –como se encarga de definirlo–,
vuelve a la carga en este nuevo partido: “Mi desafío personal es aprovechar la coyuntura de la
emergencia de una opción que refleja el descontento, para remecer a la Concertación y asumir el desafío
de ‘desachancharse’ y de proponer soluciones innovadoras y más progresistas. La competencia es
extremadamente estrecha y exige un nivel de ajuste y autoexigencia como no había existido en el pasado.
Estamos en un momento de necesaria transformación. Porque si ofrecemos pura continuidad, no vamos a
ganar la elección”.
–¿Cuán remontable es este jaque del “alfil Enríquez-Ominami”?
–Es un partido que recién comienza, donde también hay caballos, torres y peones. Frei fue nombrado el 5
de abril; luego, el incidente en Rancagua nos mató dos semanas. Y sólo se recuperó la iniciativa al
nombrar a (Sebastián) Bowen a cargo de la campaña. Todavía queda mucho juego, donde la salida
principal pasa por ir posicionando la candidatura de Frei como la que ofrece la justa combinación de la
necesidad de continuidad y de inicio de un nuevo ciclo. Esto, en el contexto de que un 67 por ciento
respalda a Michelle Bachelet, y más de un 50 al gobierno. Entonces, la pregunta que se empezará a
hacer la gente es: ¿Cuánto se querrá un cambio, como el que ofrece Piñera, que todavía no tiene mucho
contenido específico? Ya que él ha oscilado entre retomar el cambio, el que ahora amortiguó. Porque se
había ido contra Michelle Bachelet, pero como hace dos encuestas a la semana se da cuenta lo
inconveniente que esto le resulta. Por eso le tienen puesta una mordaza a mi amigo Carlos Larraín, para
que no la trate de mujercita dueña de casa.
–¿Cuán parecida puede ser la irrupción de Marco Enríquez-Ominami con la que tuvo en su momento Michelle Bachelet?
–El carácter de su emergencia puede tener un parentesco, pero son personajes totalmente distintos. La
historia de Michelle Bachelet es un cuadro político clásico, aunque no era una dirigente de primera línea.
–Usted es de los que ha aplaudido la irrupción de Marco Enríquez-Ominami. ¿Cree que él es un imput positivo de la política criolla?
–Claro, en el sentido de que nos plantea un desafío. Prefiero un escenario exigente, porque la sociedad
está más exigente y tremendamente competitiva, donde los jóvenes deben pelear por cada espacio. Pero
la política no asume esa realidad, porque es asegurada. Hay una disociación entre el nivel de
incertidumbre social y de una cierta estabilidad, de achanchamiento de la política.
–Entonces, ¿si no hubiese sido Marco Enríquez-Ominami, podría haber sido cualquiera?
–Llena un espacio que estaba vacío. Si miras las encuestas, lo más llamativo no es que le muerda un
poquito a Frei, porque hay un electorado más liberal y de izquierda, y uno que busca reivindicaciones
minoritarias. Puede marcar un 10 por ciento e incluso un poco más. Porque él no tiene el desafío ni de
gobernar ni de ganar la elección. Y ese electorado sabe que puede votar por Frei en segunda vuelta. Así
como dicen los franceses, donde se educó Marco: “En la primera con el corazón; en la segunda con la
cabeza”. Aunque también muerde un poquito a la candidatura de Sebastián, porque le quita el monopolio
del cambio.
“Pero lo más llamativo de las encuestas es que Marco hace ingresar al sistema a un puñado de electores
que no se identificaba con ninguna de las opciones. De hecho, cuando uno hace el cruce de los datos en
una encuesta como TNC Time, de los 14 puntos que marca, cinco vienen de gente que de no estar Marco
en la papeleta, optaba por ninguno. Ese es aporte neto, que irá más en beneficio nuestro que de la
derecha”.
–El gran riesgo de una candidatura como la de Enríquez-Ominami es que puede terminar desgastando al principal candidato de la Concertación. A quien, en el fondo, le está diciendo en la cara: “Viejo, fome, pasado de moda, latero…”. –Pero eso te desafía a demostrar que no eres fome, viejo o conservador ni que propones más de lo
mismo, sino que te incentiva a conquistar a esos electores que tienen esa demanda. Los desafíos de
cualquier candidato son que las aspiraciones de los candidatos son diversas y, a veces, hasta
contradictorias. Hay un contingente mayoritario de electores que demanda seguridad en tiempos de crisis.
Pero también hay un sector de gente –a veces la misma– que pide cambios. Porque la gente siempre
quiere chicha y chancho, aunque dé diarrea comer las dos cosas al mismo tiempo. Aun así, mi hipótesis
es que cuando te aproximas al momento de la votación, la gente va evaluando mucho más que las
características personales, el significado que tiene uno y otro. Por eso, las cifras se politizan y tienden a
ser más o menos las mismas. Es decir, el voto tiene dos dimensiones, en una yo me expreso y me
identifico, y la otra es instrumental, la que termina siendo dominante en Chile. Por eso, la gente vota por
los que de verdad entran en la pelea.
–Pero hoy en la Concertación el escenario está aun más abierto que en la elección anterior… –Es cierto, porque Adolfo representa una minoritaria franja, pero dura, que le garantiza un segmento de la
votación, que no compite con Marco Enríquez. Por otro lado, la izquierda está más sensible. (Jorge)
Arrate casi no existe porque están (Alejandro) Navarro y Marco Enríquez. Y éste tiene la ventaja de captar
esta votación “suelta”, que no le gusta el carácter más conservador de la sociedad y prefiere marcar una
diferencia, aunque no sea para gobernar, pero sí para expresar un voto de protesta. La gente prefiere a
Marco más por lo que es, que por lo que dice. Cuando vaya marcando opción frente a los grandes temas,
probablemente va a ir perdiendo electores. –¿Debería mantenerse callado? –Creo que la preferencia por él está muy marcada en un estilo, en una crítica a la política en general, a
nosotros, a esa foto horrenda de los cuatro presidentes de partido encorbatados, “los emblemas de la
maldad”… Por eso, a él le hace muy mal la administración que quiere hacerle Carlos Ominami, de
empezar a conversar de cupos, como si Marco fuera el jefe de una tendencia organizada que quiere
traducir en poder todo esto. El representa mucho más una crítica, y Carlos le da un abrazo del oso a
Marco con esa actitud, y él lo entiende, ya que se ha alejado de cualquier negociación.
BAILE EN PARÍS –Usted conoció a Marco desde muy pequeño, cuando ambos vivían en París, usted era una especie de baby sitter de él…
–Sí, pero no soy responsable del adulto que produjo (se ríe). Hice una intervención educativa
extremadamente marginal. Lo acompañé a sus clases de tap todos los miércoles, durante un par de años,
a mediados de los ‘80, cuando él tenía 11 o 12 años. Pero la verdad es que yo iba a mirar a las niñas que
bailaban, y lo esperaba ahí durante la hora de clases. Pero de lo que más me acuerdo era del tren
eléctrico que él tenía. Marco era un niño de departamento, hijo único y nunca he vuelto a ver un tren más
grande y sofisticado, con túneles y de todo. Yo era el que más jugaba.
–¿Marco era un niño mimado?
–Seguro. Pero conmigo se portaba súper bien, porque debe haber sido entretenido para un niño de 12
años, que estaba centrado en su relación con su mamá, de encontrarse con un tipo que no era su par,
pero que tenía el pelo hasta la cintura, con quien hablaba en español. Y por mi lado, yo también cuidaba
otra infinidad de niños menos complejos, para llegar a fin de mes. –¿Eran los mismos tiempos en que usted posó como modelo en calzoncillos?
–Era la misma época, ya que tenía una beca muy exigua del gobierno francés, la que se me iba en el
arriendo. Eso de la foto fue un episodio. No llegué a convertirme en un gigoló profesional. Había un
estudiante salvadoreño en la residencia universitaria donde yo estaba, que me abordó un día y me ofreció
500 francos para una campaña en El Salvador. Sólo me quedaron dos fotos de esa experiencia y una de
ellas la puse en mi diaporama de los 50 años. De ahí se filtró.
–¿Por qué cree que Marco hoy despierta tanta simpatía, incluso en gente de la Concertación? –Creo que tiene mucho que ver con eso del ninguneo y de tratarlo como niño. Se quiere permitir que se
exprese, pero creo que también hay que ponerle límites, porque es obvio que tiene cosas que no son
coherentes. Veo, por ejemplo, que ante las propuestas laborales sale Paul Fontaine cuestionando el
salario mínimo. Veamos qué pasa cuando empiece con una campaña de verdad y diga: “Quiero mar para
Bolivia”; “Deseo derechos reproductivos para todas las mujeres en todas las circunstancias”.
Planteamientos respetables, pero derechamente minoritarios, que representarían cerca de un 10 por
ciento, pero los países no se pueden gobernar con esos porcentajes. –En este contexto, ¿cómo se defiende Frei?
–Frei entró en las encuestas porque cambió, aunque ha costado que se le reconozca. Primero cambió él
como persona. Y en esto hay varias teorías. Unos dicen que el haberse enterado de que su padre fue
asesinado fue un golpe tremendo; segundo, que pasó muy cerca de la muerte, y tercero, creo que el
hecho de haber vivido la separación de sus hijas, y haber viajado de manera permanente y con períodos
largos a España, y haber experimentado la vida donde no eres tratado como ex Presidente, a él de alguna
manera lo despercudió. Nunca he sido amigo suyo, pero francamente he visto cómo ha cambiado en el
trato, en el humor, la disposición a reírse, a enganchar en temas distintos. Aunque la Martita nos cuenta el
cuento que siempre él fue así. LOS SOCIOS DE PIÑERA
–¿Cómo afecta este nuevo escenario a Sebastián Piñera, quien apostó por Jorge Schaulsohn y Fernando Flores en su “Coalición por el Cambio”? –Como decía Eugenio (Tironi, en su columna “El Vidente” publicada en “El Mercurio”), se ve como
antidiluviana esta alianza; como si no hubiesen pasado estos 20 años. Hoy invitar a un ex ministro de la
Unidad Popular como ampliación de tu coalición, francamente lo que se suma a la Alianza, aunque suene
duro, es a un abogado lobbista, que hizo sociedad con Allamand y se dedicó al lobby durante siete años y
que está involucrado en un proceso donde se le imputa haber recibido dinero de lavado. Y un senador
que hace por lo menos tres años abandonó el ejercicio respecto a sus electores. He invitado a Piñera a
que el acto que hizo en Santiago lo haga en Arica e Iquique, para ver si Fernando Flores es o no una
contribución verdadera. Al final, ellos llegaron solos, porque fracasaron rotundamente en el intento de
construir un partido. Además, una vez que lo hicieron, Fernando provocó su propio sabotaje, casi como si
lo hubiésemos digitado nosotros. Primero dijo que si eso no le gusta, se va en tres meses más, y luego
mostró su nivel de intolerancia frente al diálogo democrático.
–¿Lo dice por la polémica frase que le dijo al periodista de CNN?
–Le dije a Fernando (Flores) que su problema es que él se acostumbró, durante años, a hablarle a
personas que le pagaban por escucharlo. Participé de sus cursos y, si alguien osaba criticar algo de lo
que decía, lo destrozaba. Pero esa visión autoritaria no se puede aplicar en una relación democrática
normal. Esa es la razón por la cual Flores no encontró su lugar en el Senado. El espera que las máquinas
se paren cuando comienza a hablar. Yo le dije: “En política es uno el que tiene que pagar para que te
escuchen”.
–¿Cuánto perjudica Enríquez-Ominami la candidatura de Sebastián Piñera? –Claro que lo perjudica, le quita el monopolio de la renovación. Casi pasó a la clandestinidad después del
surgimiento de Marco Enríquez-Ominami. Creo que Piñera está descolocado y sus comités estratégicos
de campaña están en alerta. Y el dilema de Piñera es que no puede soltar a los demonios de Tantauco,
porque lo que ellos propondrían hacer en Chile es minoritario. Las ideas de derecha en este contexto, de
crisis mundial y financiera, de Estado más chico, hoy están en retirada. Por decirlo de alguna manera, los
vientos corren a nuestro favor. Pero, eso sí, tenemos que saber navegar.