Placencia Hacia El Modelo

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 87 NUEVA SOCIEDAD  167  La concepción sistémica de la seguridad pública en México Luis González Placencia  Palabras clave:  seguridad pública, justicia, política criminal, México. El presente artículo discute de qué manera el discurso de la seguri- dad pública ha constituido una, quizá la más importante, entre las formas mediante las cuales el Estado mexi cano ejerce, con argumen- tos que se hacen pasar por democráticos, la denominada razón de Estado. Para ello, se ocupa de dos cuestiones principales: por una par- te, del contexto en el que se ha generado esta preocupación univer- sal en torno de la seguridad, en el seno de la denominada sociedad de riesgo y dentro de la cual el tema de la inseguridad pública viene inser- to; por la otra, al proceso que, en México, ha venido configurando una concepción sistémica de la seguridad que ha subsumido al sis- tema de justicia penal, instrumentalizándole y haciéndole depender de un telón de fondo en el que el cuidado del orden es privilegiado, incluso por encima de la división de poderes y desde luego, por enci- ma de los derechos humanos.  A  la preocupación original de los años 80 en México en torno del carácter amenazante de fenómenos que, como el narcotráfico, fueron la base para la construcción del discurso de la «s eguridad nacional» le siguió, a mediados de los 90, una orientación más «cercana», dirigida hacia expresiones más bien domésticas de la violencia y la criminalidad, con consecuencias concretas en el ámbito de la esfera pública, asociadas con la delincuencia convencional, con LUIS GONZÁLEZ  PLACENCIA : profesor en e l Departamento de Derecho de la Universidad Autó- noma Metropolitana, sede Azcapotzalco; coordinador de la Maestría Internacional en Siste- mas Penales Comparados y Problemas Sociales de la misma universidad, México; autor de varios libros y decenas de artículos y monografías sobre la temática del control social, los derechos humanos, la seguridad pública y la prisión. Nota:  El presente artículo es un avance de la investigación «Seguridad ciudadana y gober- nabilidad democrática» que actualmente desarrolla el autor. (o la secreta adscripción del discurso preventivo a la razón de Estado)

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  • 87NUEVA SOCIEDAD 167La concepcin sistmica de laseguridad pblica en Mxico

    Luis Gonzlez Placencia

    Palabras clave: seguridad pblica, justicia, poltica criminal, Mxico.

    El presente artculo discute de qu manera el discurso de la seguri-dad pblica ha constituido una, quiz la ms importante, entre lasformas mediante las cuales el Estado mexicano ejerce, con argumen-tos que se hacen pasar por democrticos, la denominada razn deEstado. Para ello, se ocupa de dos cuestiones principales: por una par-te, del contexto en el que se ha generado esta preocupacin univer-sal en torno de la seguridad, en el seno de la denominada sociedad deriesgo y dentro de la cual el tema de la inseguridad pblica viene inser-to; por la otra, al proceso que, en Mxico, ha venido configurandouna concepcin sistmica de la seguridad que ha subsumido al sis-tema de justicia penal, instrumentalizndole y hacindole dependerde un teln de fondo en el que el cuidado del orden es privilegiado,incluso por encima de la divisin de poderes y desde luego, por enci-ma de los derechos humanos.

    A la preocupacin original de los aos 80 en Mxico en torno del carcteramenazante de fenmenos que, como el narcotrfico, fueron la base parala construccin del discurso de la seguridad nacional le sigui, a mediadosde los 90, una orientacin ms cercana, dirigida hacia expresiones ms biendomsticas de la violencia y la criminalidad, con consecuencias concretas enel mbito de la esfera pblica, asociadas con la delincuencia convencional, con

    LUIS GONZLEZ PLACENCIA: profesor en el Departamento de Derecho de la Universidad Aut-noma Metropolitana, sede Azcapotzalco; coordinador de la Maestra Internacional en Siste-mas Penales Comparados y Problemas Sociales de la misma universidad, Mxico; autor devarios libros y decenas de artculos y monografas sobre la temtica del control social, losderechos humanos, la seguridad pblica y la prisin.

    Nota: El presente artculo es un avance de la investigacin Seguridad ciudadana y gober-nabilidad democrtica que actualmente desarrolla el autor.

    (o la secreta adscripcin del discursopreventivo a la razn de Estado)

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    el crimen organizado de alcances urbanos (delincuencia en redes) as comocon los ajustes de cuenta entre bandas delictivas y con la corrupcin policial.

    La construccin del problema de la seguridad

    No me es posible desarrollar en extenso los detalles de este giro pero, al me-nos como punto de partida, propongo situar el origen de tal preocupacinpor la seguridad en el seno de dos procesos que, a pesar de caracterizarse porexpresiones que los hacen distintos, resultan convergentes como ejes expli-cativos del fenmeno1: me refiero, por una parte, a la produccin de una seriede discursos de alcance global, tendientes a generar imgenes de amenaza(del comunismo en los primeros tiempos, y del desastre ambiental, de unaposible hecatombe nuclear, de la expansin del crimen organizado y de todoposible outbreak sanitario fsico y mental, incluidas las drogas y el sida, enlos aos recientes) que en ese sentido, han sido la base para la correspon-diente instrumentacin de polticas globales y locales de prevencin y con-trol que desde el anlisis de la mirada sociolgica, hace ya algunas dcadas,ha sido tematizado al interior de la denominada sociedad de riesgo (Beck).Por otra parte, me refiero a un proceso, concomitante al anterior, de frag-mentacin de la potestad punitiva de un Estado que, por mor de las nuevasreglas del llamado capitalismo desorganizado, ha sufrido transformacionessustanciales y que se expresa a su vez en dos tendencias: una ms o menosvertical que implica una cesin explcita del monopolio de la violencia en tresplanos: hacia arriba, respecto de la sujecin a convenios y tratados de carc-ter trasnacional, transversalmente, mediante la encarnacin de medidaspenales de excepcin en la legislacin positiva, y hacia abajo, a travs de laadministratizacin de la reaccin punitiva y del poder de polica; y la otra decarcter ms bien horizontal en la que la cesin del monopolio de la fuerzatraza una lnea, si bien no del todo clara, desde la privatizacin del controlpenal hasta las expresiones ms radicales de la venganza privada2.

    Respecto del primer eje, la cuestin seguridad viene implcita de maneraabstracta al interior de un conjunto de discursos de matriz preventiva queasume la forma de una virtual administracin de la paranoia social, cuyovehculo privilegiado de expresin lo han constituido, me parece, los medios

    1. Aun cuando en este documento me ocupo solo de una de las mltiples perspectivas deanlisis que, desde ese punto de vista se plantean, la tesis que he sostenido sobre el temaparte del reconocimiento de que cuando se habla del problema de la seguridad se hace refe-rencia al producto de una construccin social que, ms all de su origen, tiene consecuenciassociales, jurdicas, polticas y culturales especficas; por tanto, que dicha construccin delproblema de la seguridad hay que rastrearla en un contexto mucho ms amplio, en el que setrascienda la sola consideracin de alguna de tales dimensiones; y finalmente, que as comose lo ha asumido ahora, el problema de la seguridad solo pudo haber sido construido en laconfluencia de procesos que, dadas las condiciones de la globalidad, nicamente pudieronconcurrir en el hic et nunc que caracteriza nuestro tiempo.2. En otros espacios he argumentado en torno de las consecuencias que este proceso defragmentacin tiene respecto de la redefinicin de la forma y de los espacios en los que seejercen el control y la censura sociales; v. sobre el particular Gonzlez Placencia 1997.

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    de comunicacin. Respecto del segundo eje, la cuestin de la seguridad vieneexplcita como necesidad para asegurar condiciones favorables al desarrollodel mercado. En esta lnea de anlisis, la seguridad se torna un presupuestode certidumbre (financiera, ecolgica, poltica y social), que debe ser controla-da, y que, tratndose de temas que ataen a la forma de Estado correspondien-te a esta fase del capitalismo avanzado que tiende a ser mnimo aunque nonecesariamente dbil se transforma en una exigencia elaborada desde elmercado, para que el aparato estatal ejercite todas sus potestades con el finde prevenir no solo, pero s declaradamente aquellas expresiones que ame-nazan la estabilidad requerida por la economa del libre comercio, medianteel recurso no siempre legtimo a los mecanismos legales creados al efecto elEjrcito, el sistema penal y las policas alrededor de una secreta adscrip-cin a la razn de Estado, que es en realidad el ncleo duro y su nica posi-ble fuente de legitimacin (Gonzlez Placencia 1998).

    De ah que ninguna referencia en torno de la cuestin seguridad, particular-mente en el terreno de las ciencias sociales, pueda en efecto prescindir deeste contexto. Ms an, cuando se percibe que ha sido en el seno del mismodonde las consecuencias perversas de los modelos basados en las nocionesde riesgo y de prevencin han evidenciado de qu manera, ms que la protec-cin real frente a la probabilidad de ocurrencia de un riesgo, la intervencinpreventiva solo ha logrado aumentar los mrgenes de incertidumbre (tcni-ca, econmica, poltica y social) de sus destinatarios.

    Siempre en el mbito de la cuestin seguridad, tales consecuencias hanimplicado la afectacin directa y concreta de personas reales. Ya sea a travsdel cumplimiento legal de dispositivos normativos, tales como leyes espe-ciales o polticas pblicas, o en la forma, todava ms preocupante, de actoscotidianos de violencia y represin, las consecuencias fcticas de la interven-cin del Estado en materia de seguridad, no solo no han resuelto los proble-mas que se supone estn destinadas a resolver, sino que han producido nuevosproblemas asociados, por ejemplo, con el incremento de la llamada violenciaestructural legal y econmica, con una creciente impunidad y con el surgi-miento de reclamos que ante esta realidad han vuelto a plantear argumentosde lnea dura en favor del aumento de la represin e incluso de la pena demuerte; todos los anteriores, obstculos de la mayor importancia, sin ningu-na duda, para la consolidacin de un proyecto democrtico, particularmentefrente al hecho de que, paradjicamente, la justificacin de estas polticasdescansa en argumentos segn los cuales su finalidad radica en garantizarcondiciones de gobernabilidad.

    As, en ltimo anlisis, el problema que se delinea y que es motivo de reflexinen estas pginas tiene que ver tanto con la orientacin como con los fineslatentes de esta aparente preocupacin por la seguridad de los gobernados,all donde dicha relacin es entendida ms bien en la tradicin de la llamadagubernamentalidad (Foucault), la cual en el fondo refleja una actitud deautoritarismo en la que dicha relacin encaja sin duda.

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    La concepcin sistmica de la seguridad en Mxico

    Al proceso globalizador que impulsa la diseminacin de las tendencias des-critas en el pargrafo anterior corresponde un proceso inverso de localizacin,es decir de aterrizaje, por utilizar una expresin convencional, mediante elcual las imgenes, los discursos y las ideologas de los temas globales ad-quieren un matiz nacional y regional. Como es sabido, al menos desde elsexenio de Miguel de la Madrid, se fue gestando en Mxico una orientacin atravs de la cual el pas abandon las polticas proteccionistas caracters-ticas de la economa nacional de los aos 70, en aras de su inclusin en elnuevo modelo de mercado internacional que se estaba gestando. Ya claramen-te durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, este esquema comien-za a materializarse en la bsqueda de un tratado que al firmarse con Ca-nad y Estados Unidos constituira la zona de libre comercio ms grandedel mundo.

    Est claro que para el gobierno mexicano de entonces esto era la prioridad,aunque tambin resulta evidente que las condiciones de negociacin entrelos tres pases no fueron para nada igualitarias. Por una parte, es sabido queeste problema encontr salidas en la medida en que, en el seno de la negocia-cin, la reorientacin de las leyes mexicanas fue fundamental, particular-mente en la funcin desreguladora atribuida al derecho econmico, y a ladefinicin de nuevas conductas y sujetos de punicin con motivo de prcticaseconmicas prohibidas destinadas a la proteccin de los empresarios, me-diante el derecho penal (Gonzlez Vidaurri; Prez Miranda). No obstante estasituacin, que en s misma es ya un reflejo importante de la supremaca de lalex mercatoria y de los fenmenos de desacralizacin del derecho codificado(Sousa Santos), no fue suficiente, sobre todo en un momento en que el des-crdito del gobierno mexicano ante algunas facciones del Congreso de EEUUestaba an latente, y donde los problemas relacionados con el narcotrfico,con la corrupcin y con la violacin de derechos humanos resultaban asigna-turas pendientes. De hecho, es posible presumir la necesidad de presentar alpas como una zona en la que no solo las leyes relativas al comercio y a laproteccin empresarial eran favorables, sino en el cual las condiciones de se-guridad interna y externa eran funcionales a la inversin.

    Ciertamente, las referencias a la seguridad de la nacin se remontan almenos, segn describe Sergio Aguayo, a la dcada de los 40, y no obstante lasdiferencias de matiz en su significacin, desde entonces y hasta su inclusinen el Plan Nacional de Desarrollo de 1983 ya bajo la denominacin de segu-ridad nacional, las razones para apelar a su utilizacin giraban en torno decuestiones relativas a la proteccin de la soberana respecto de amenazas nodel todo claras. Aunque todava en el sexenio de Miguel De la Madrid, talesamenazas no fueron definidas, Luis Herrera-Lasso y Guadalupe Gonzlezsuponen su inclusin en la agenda poltica nacional debido a una serie dehiptesis de las cuales rescato dos, por la significacin que tienen para losfines del presente artculo. Estas hiptesis son las siguientes:

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    1) Los acontecimientos en las fronteras geopolticas de Mxico la violenciaen Centroamrica, as como el narcotrfico y el control de fronteras fsicas enEEUU exigen una readecuacin de esquemas, tanto en la definicin de lasamenazas como en las estrategias para su tratamiento; 2) En los ltimos aos,el potencial interno de desestabilizacin poltica y social del pas determinanun escenario general de transicin en lo econmico, lo poltico y lo social, conimplicaciones para la seguridad nacional. (Gonzlez/Herrera-Lasso, p. 394.)Ambos escenarios, como se sabe, fueron determinantes en los aos que si-guieron. El dibujado en la segunda hiptesis, de hecho, parece constituir el finlatente de todo proyecto de seguridad desde entonces. Los casos del lderpetrolero Joaqun Hernndez Galicia, el tratamiento que se dio al levanta-miento chiapaneco en el sexenio de Salinas, y la forma como se resolvi lahuelga de la UNAM, la ms grande en la historia de la universidad nacional,son buenos ejemplos de que dicha hiptesis tiene sentido. Pero aun con ma-yor claridad, en el escenario de la primera hiptesis, la cuestin del narco-trfico parece haber sido la que brind el mejor pretexto para insertar en ladiscusin pblica el argumento de la emergencia, segn el cual, frente a unfenmeno que dadas sus caractersticas escapa a los instrumentos conven-cionales del derecho penal, se justifica el recurso a medidas excepcionalesdestinadas a afianzar la accin de la justicia.

    No casualmente, en el Plan Nacional de Desarrollo de 1989 se cita al narco-trfico como la principal amenaza a la seguridad nacional, y podra aadir-se, para el fomento de la inversin extranjera. Cabe comentar en este puntoque, tal como seala Aguayo, la definicin de algunas de las amenazas frentea las cuales el Estado justifica la necesidad de seguridad, no significa queninguna de las referencias hechas al trmino desde el discurso gubernamen-tal, haya sido suficiente para aclarar, ni el contenido, ni los lmites o alcancesdel concepto seguridad nacional. Por ello este autor tiene razn al afirmarque ... podra concluirse que la definicin amplia (de la seguridad nacional)es un ejercicio retrico con el que se cubre la naturaleza coercitiva de la segu-ridad (p. 123). Y en efecto, esta afirmacin que planteada como lo fue pare-ca una sospecha en 1990, cobra sentido en la medida en que, ya claramenteen los ltimos dos sexenios, tal amplitud en el tratamiento del trmino se-guridad fue adquiriendo concrecin al menos por dos vas: una efectivamen-te retrica, en la que la cuestin se fue delimitando frente a la amenaza de ladelincuencia, organizada y comn; y otra menos explcita, de corte legal, enla que, por la va de una serie de reformas constitucionales y legales, se fuedelineando el perfil jurdico-poltico que para el Estado mexicano tiene has-ta la fecha la cuestin seguridad.

    Respecto de la primera va, baste decir que la lnea discursiva puede rastrearseal momento en el que el narcotrfico se instal como la principal amenaza ala seguridad, y que coincide, desde luego con la preparacin del terreno parala negociacin del Tlcan. De hecho, durante todo el gobierno de Salinas se dauna notoria actividad poltica y acadmica destinada a definir jurdico-penal-mente al narcotrfico, as como las estrategias para su atencin. Como pro-

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    ducto de esos anlisis, la categora de delincuencia organizada aparece porvez primera en el discurso oficial, motivando importantes cambios tanto enla percepcin respecto de ciertos delitos, como en su tratamiento jurdico.Despus de 1994, y en el contexto de una serie de sucesos violentos tales comoel levantamiento zapatista, los asesinatos del cardenal Posadas, Luis DonaldoColosio y Jos Francisco Ruiz Massieu, as como el secuestro del empresarioHarp Hel, ya en los discursos de campaa de Ernesto Zedillo el reclamo deseguridad fue concretndose an ms, adquiriendo esa dimensin que ya deca-mos ms cercana para el ciudadano comn. De hecho, entre las promesaselectorales del actual presidente, la que estuvo relacionada con la atencin deesta dimensin de la seguridad fue la de mayor relevancia, pues enfoc elproblema de modo tal que, como veremos, la concepcin tradicional de la se-guridad pblica allanada a una visin ms bien policial tanto de las infraccio-nes gubernativas como de la delincuencia comn, adquiri nuevos alcances. Caberecordar, asimismo, que la imagen del pas en el exterior se haba deterioradoa partir de los sucesos de violencia ocurridos durante 1994 ya descritos y que,en ese contexto, la fuga de las inversiones de capitales golondrina deriv enla crisis nacional de 1995 y en el denominado efecto tequila, por lo que nopuede dudarse de la necesidad de ajustar el discurso en trminos de recupe-racin de la credibilidad internacional, particularmente en los temas relati-vos a justicia, impunidad y seguridad pblica; sobre todo a la luz de ciertossucesos que sin duda encajan en esta visin, tales como el nombramiento deun procurador de la Repblica de filiacin panista, la persecucin y encarce-lamiento de Ral Salinas y los reiterados discursos que a lo largo del sexenioha expuesto Zedillo en torno de la supremaca de las leyes, el castigo de losdelincuentes, y el afianzamiento del orden pblico.

    Pero si del relato precedente puede desprenderse apenas una relacin presu-puesta entre las polticas de seguridad y la actitud del gobierno frente a losmercados internacionales, el seguimiento de las reformas constitucionalesdesde 1993 ofrece una visin de continuidad mucho ms clara, en la que elinters por la seguridad se vincula de forma ms contundente con la llama-da razn de Estado. Sin entrar en los detalles de la reforma, resulta intere-sante observar cmo, desde la ratificacin en 1990 de la Convencin de Vienasobre Estupefacientes y Psicotrpicos de 1988, las modificaciones constitu-cionales y legales, as como las nuevas leyes que de stas se derivan, configu-ran un sistema jurdico completo que articula desde la propia Constitucinun marco amplio de accin para extender las potestades coercitivas del Esta-do, con el pretexto de la seguridad:

    En 1993, todava en el contexto de la lucha contra las drogas, y despus dealgunos intentos fallidos por modificar el marco constitucional como el casode la llamada Ley Morales Lechuga son reformados los artculos 16, 19, 20y 119 de la Constitucin. Esta reforma introduce por primera vez en la Car-ta Magna las figuras delito organizado y delito grave, otorga asimismomayores potestades al Ministerio Pblico para detener personas sin ordenjudicial y con fines de investigacin hasta por 48 horas, o tratndose de delito

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    organizado, hasta por 96. Como se sabe, tales reformas fueron el marco paraque en enero de 1994 fueran introducidos cambios sustanciales en los cdi-gos penal y procesal penal, siempre en el sentido de afianzar la poltica con-tra el narcotrfico y la delincuencia organizada.

    En diciembre del mismo ao, recin inaugurado el sexenio de Zedillo, son re-formados diversos artculos de la Constitucin Federal3 cuyo resultado msrelevante, entre otras disposiciones respecto del Poder Judicial, el Juicio de

    3. Me refiero a los artculos 21, 55, 73, 76, 79, 89, 93 al 108, 110, 111, 116, 122 y 123.

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    Amparo y el Ministerio Pblico, es la creacin del Sistema Nacional de Segu-ridad Pblica. La exposicin de motivos del decreto de reforma, seala yacon toda claridad una serie de argumentos destinados a fundamentar en elreclamo de la sociedad mexicana medidas ms radicales contra el crimen yla inseguridad. Se reconoce en el mismo texto, de manera explcita, la corrup-cin y la participacin de funcionarios de polica en actividades ilcitas, ascomo la necesidad de coordinacin de acciones entre los distintos niveles degobierno. Cabe sealar que en la exposicin de motivos del decreto se utilizanindistintamente los conceptos seguridad y seguridad pblica, y que aun-que del sentido de los argumentos se desprende que el significado de cualquie-ra de ambos trminos es de un alcance ms bien domstico, la relevancia deesta reforma radica en que a partir de entonces seguridad equivale a seguri-dad pblica, y en que este ltimo trmino adquiere finalmente un carctersistmico. De hecho, ello queda formalmente planteado en 1995, al promul-garse la ley general que establece las bases de coordinacin del Sistema Na-cional de Seguridad Pblica, donde esta nueva visin queda plasmada. Enefecto, la llamada concepcin integral de la seguridad pblica fue amplia-mente celebrada debido a que se justific en la necesidad de reforzar un siste-ma penal ms bien ineficiente articulando con ste ltimo el quehacer de lapolica preventiva, aunque en un anlisis ms suspicaz resalta esta ley comoun instrumento que ampla y centraliza las potestades del Estado en mate-ria de control penal, al proponer un esquema en el que queda garantizada lasujecin terica, poltica, estratgica, orgnica e informtica de toda posibleaccin destinada a abatir la inseguridad, segn se aprecia enseguida:

    La sujecin terica, a partir de la definicin de seguridad pblica, segn lacual adquiere sta el estatus de un fin en s mismo destinado a salvaguardarla integridad y derechos de las personas, as como preservar las libertades, elorden y la paz pblicos, as como tambin desde la idea de que para alcanzartal fin es necesario comprender la funcin de la polica preventiva, del ministe-rio pblico, de los tribunales, de las autoridades carcelarias y de tratamientode menores infractores, con lo que se subordina, al fin de la seguridad, todoel quehacer de las instituciones involucradas, incluido el Poder Judicial.

    La sujecin poltica, mediante el compromiso con estados y municipios atravs de convenios de coordinacin sobre formacin policial, sistemas disci-plinarios y de recompensas, pero principalmente suministro e intercambiode informacin, financiamiento y acciones policiales conjuntas, entre otras.

    Sujecin estratgica, con la creacin de un Consejo Nacional de SeguridadPblica integrado por el secretario de Gobernacin, los gobernadores, el se-cretario de la Defensa, el de Marina, el de Comunicaciones y Transportes, elprocurador general de la Repblica, el jefe del gobierno del Distrito Federal,y el secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pblica. Comopuede observarse, en este nivel el sistema incorpora un gabinete de seguri-dad del que es perfectamente lcito desprender una lectura de continuumentre seguridad pblica y seguridad nacional.

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    Sujecin orgnica, garantizada mediante la creacin de las ConferenciasNacionales de Prevencin y Readaptacin Social, de Procuracin de Justiciay la de Participacin Municipal.

    Sujecin informtica, a travs del desarrollo de un sistema de acopio ydiseminacin de informacin nacional sobre seguridad pblica, y de bases nacio-nales de datos sobre probables responsables de delitos, indiciados, procesadoso sentenciados, donde se incluyen caractersticas criminales, medios de iden-tificacin, recursos y modos de operacin, y sobre armamento y personal po-licial.

    Algunos meses ms tarde el Programa Nacional de Seguridad Pblica re-dondea esta concepcin sistmica de la seguridad al incluir un diagnsticointegral que ofrece una imagen desalentadora de la formacin policial, de ladelincuencia comn, de las actividades de procuracin y administracin dejusticia y de la readaptacin social, y con base en el cual, son propuestaspolticas pblicas concretas entre las que destaca la necesidad de impulsarel desarrollo de esta concepcin sistmica a travs de leyes estatales de coor-dinacin.

    En julio de 1996, la Constitucin es nuevamente reformada4. Ahora el cam-bio est destinado a preparar el terreno a la Ley Federal contra la delincuen-cia organizada que, en noviembre del mismo ao entra en vigor introducien-do cuestiones debatidas tiempo atrs, desde el proyecto Morales Lechuga,que sin embargo ahora encuentran mucho menos reserva (incluso de la pro-pia comunidad acadmica que manifestara en 1989 su rechazo a estas medi-das), y en las que se incluyen, por ejemplo, el decomiso de bienes incautadosinvirtiendo la carga de la prueba, la punibilidad en relacin con la jerarquadel delincuente en la organizacin criminal, la posibilidad de concesiones comopremio a la cooperacin con la polica, un programa de proteccin a testigos,agentes infiltrados en organizaciones criminales y la posibilidad de interven-cin de comunicaciones privadas.

    En 1999, el Legislativo aprob una iniciativa en la que el Ejecutivo solicitreformas constitucionales, penales y procesal penales con implicaciones im-portantes en trminos de la ampliacin de las potestades del Estado frenteal gobernado. En el mbito de la Constitucin con medidas tales como la flexi-bilizacin de los requisitos para la obtencin de rdenes de aprehensin, lareduccin de los elementos necesarios para dictar el auto formal de prisin, ynuevos criterios para asegurar la apropiacin de los bienes decomisados enfavor del Estado, reforzando la inversin de la carga y la prueba en este senti-do. En el Cdigo Penal las reformas se relacionaron, entre otras, con la nega-cin de beneficios para los responsables de delitos graves, privilegios en laejecucin de la pena para quienes colaboren con la persecucin de los delitos,la elevacin de la punibilidad en los casos de tentativa punible en delitos

    4. En sus artculos 16, 20, 21, 22 y 73.

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    graves, la ampliacin de los plazos para la prescripcin de delitos graves y elaumento en la punibilidad para ciertos delitos. Y en el Cdigo Procesal se desta-ca una nueva conceptualizacin de la flagrancia como flagrancia equipara-da (Gudio/Ros)5. Tambin en 1999, bajo el marco legal plenamente vigentepara entonces, se creo una corporacin de polica que bajo la denominacin dePolica Federal Preventiva, agrup las ya existentes policas federales de cami-nos, de aduanas y fiscal, a partir de una argumentacin de corte administrativoque supone una mejor organizacin de todos esos cuerpos en uno solo. Sorpren-dentemente, sin embargo, esta nueva polica incorpor a 5.000 efectivos prove-nientes del Ejrcito, con lo que, contrariamente a la pretendida policializacinde estos militares, ocurri una militarizacin de facto, con consecuencias quese pueden intuir, pero que, en apariencia al menos, no fueron adecuadamentedimensionadas por las autoridades responsables de este proyecto. A pesar delos reclamos de distintos sectores, la pregunta por la legitimidad de esta for-macin policial an est en espera de respuesta.

    Como puede desprenderse de esta apresurada revisin, la concepcin sist-mica de la seguridad se concreta en lo legal con un nuevo marco constitucio-nal, penal y procesal que ha incorporado ya un rgimen de excepcin en elinterior mismo de la ley, y a nivel de poltica criminal, mediante el entrama-do de sujeciones plasmado en la ley de coordinacin de 1995. Ms an, estaconcepcin sistmica se autoproduce porque, entre sus resultados, hay con-secuencias de diversa ndole que han propiciado un contexto del que serdifcil desprenderse, debido al menos a las siguientes razones: porque teri-camente, la tendencia se dirige a ubicar la cuestin seguridad en el seno deun modelo ms bien tecncrata y antidemocrtico, en el que la discusin delas garantas y de los derechos humanos viene instrumentalizada y subordina-da a una discusin ligada a la cientifizacin de la polica y al perfecciona-miento de dispositivos de seguridad y de compilacin de informacin; porqueen el mbito jurdico-poltico se ha instalado una formulacin retrica en laque la cuestin seguridad es ya un fin en s misma; porque la actuacin con-creta de la polica y dems funcionarios del sistema respecto de las vctimas,

    5. En el mbito local, tambin ocurrieron ese ao reformas de trascendencia en el marco deesta concepcin sistmica de la seguridad. En el ahora Cdigo Penal local se elimin cierta-mente la adscripcin a la lista de delitos graves, pero no esa categora; se recurri a la viejafrmula de la media aritmtica (con un parmetro de 5 aos) para determinar la gravedadde los delitos, medida con la cual la mayor parte de ellos se volvieron graves. Evidentemen-te, ello implica la reduccin de garantas tales como el derecho a la fianza, o a la solicitud debeneficios de libertad anticipada en el caso de ser condenado. Visto en abstracto salta de in-mediato el carcter antigarantista de esta medida, pero un caso reciente ha permitido dimensio-nar las consecuencias de esta reforma: hace unas pocas semanas, la Procuradura de Justi-cia del Distrito Federal intent fijar responsabilidad penal a un visitador de la Comisin deDerechos Humanos local, quien elabor una recomendacin a esa institucin, acusndole defalsedad en declaraciones, delito que en la nueva ptica, es calificado como grave. Por otrolado, se reform tambin la Ley Orgnica del Tribunal Superior de Justicia del DistritoFederal; ahora, sta posibilita al acusador la eleccin del Juez ante el cual consignar; tam-bin obliga a los jueces a fundamentar los casos en los que rechacen las consignaciones, ascomo a decir con qu fundamento habra entonces sido posible aceptar las mismas es decir,virtualmente, obligaron a los jueces a corregir la plana al ministerio pblico.

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    del presunto delincuente, frente a la imagen corporativa y frente a la propiademanda institucional, queda justificada en el teln de fondo de la seguridady el orden pblico; finalmente, porque esta concepcin sistmica ha sido fun-cional al fomento y diseminacin de un discurso de temor social, que a su vezest en la base de una demanda social por mayor y ms dura intervencindel Estado.

    Es en este contexto en el que cobra relevancia nuevamente la idea de que elpotencial interno de desestabilizacin poltica y social del pas determina unescenario general de transicin en lo econmico, lo poltico y lo social, conimplicaciones para la seguridad nacional, que Gonzlez y Herrera-Lasso ha-ban propuesto ya en 1990. Particularmente porque un nuevo llamado delEjecutivo para una alianza nacional contra la delincuencia ha reforzado enla opinin pblica y en los medios la imagen de la inseguridad, y porque enese contexto el diseo de polticas de control federal de las policas y el nimoexpresado por algunos legisladores de tratar la inseguridad como un asuntode seguridad nacional, parecen cerrar el cerco para que, en tiempos que pue-den preverse como del mayor riesgo para el futuro poltico de la clase en elpoder y de su proyecto econmico global, la ley y el discurso de la seguridadocupen un papel central en el control penal de la disidencia.

    A manera de conclusin

    Como colofn a la argumentacin que he intentado elaborar hasta este pun-to podra afirmarse que, en Mxico, la recepcin de los discursos globales dela seguridad result no solo funcional al desarrollo de un proyecto econmicoinsertado en la lgica trasnacional del libre comercio, sino que adems fue labase para la construccin de una concepcin propia de la seguridad que alamparo de la llamada visin sistmica permiti el diseo de un marco le-gal que est en la va de constituirse, si no es que ya lo ha hecho, en el veh-culo privilegiado de expresin de la llamada razn de Estado. La secretaadscripcin del discurso preventivo a esta ltima se encubre por lo tanto eneste supuesto deber que al Estado se impone responder, incluso mediantefrmulas ante delictum a un reclamo social que, por cierto, segn han do-cumentado otros estudios, expresa un inters divergente respecto de aqulque la poltica criminal asume como legtimo6. La incongruencia ms notoriaresalta, por ejemplo, cuando a la demanda de accin local se responde conpolticas centralistas de carcter federal. An es pronto para evaluar los efec-

    6. Una lectura menos prejuiciada de los resultados de las encuestas sobre inseguridad he-chas por la prensa, as como de algunos otros trabajos acadmicos al respecto, dan cuenta deque existen elementos para afirmar que cuando la gente reclama ms seguridad lo hacerespondiendo ms a una sensacin de desproteccin de la que responsabilizan a la ineptitudde las autoridades y no a un clculo ms o menos objetivo respecto de las dimensiones de lacriminalidad. Por otro lado, tales estudios aclaran que dicha sensacin da por resultado,como se coment, una demanda de atencin local que, de ser en efecto el centro de la preocu-pacin gubernamental, habra generado polticas pblicas diametralmente opuestas a lasvigentes (v., entre otros, Fournier; Gonzlez Placencia / Rodrguez Luna).

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    tos que a largo plazo tendr esta concepcin sistmica de la seguridad, peroya hay elementos que permiten reflexionar sobre su posibilidad; la incursinde esa polica federal preventiva que en realidad implic una incursin defacto del Ejrcito en el campus universitario es la ms reciente, y de segurono la ltima, entre las muestras que se pueden apreciar respecto de estaactitud autoritaria en la poltica criminal.

    Tomando en cuenta las apreciaciones aqu vertidas, el cuestionamiento delmodelo de la seguridad presenta un rostro que desde luego trasciende la solaconsideracin de la dimensin que la asocia a la criminalidad. En el nivel desu inscripcin en los fenmenos propios de la condicin global, implica unareflexin ms comprehensiva respecto de su rol en la configuracin de un mo-delo cultural que ya se ha impuesto como una constante en las sociedades deOccidente; en el nivel de sus efectos en el mbito nacional, exige su anlisisen el seno del proceso ms amplio de nuestra inacabada transicin a la de-mocracia, sobre todo cuando ha sido el reclamo legtimo de los gobernadosrespecto de un Estado responsable y capaz de cumplir con sus funciones, elque se ha utilizado para aumentar sus de por s amplias potestades en detri-mento de los derechos de los ciudadanos.

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