Plan Nacional de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana- José Caballero y Cecilia Gortari
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EL PLAN NACIONAL DE PREVENCIÓN DEL DELITO Y SEGURIDAD CIUDADANA
Contexto, conceptos centrales y experiencias
LIC. JOSÉ CABALLERO QUIÑÓNEZ1
LIC. MARÍA CECILIA GORTARI2
1. LOS FUNDAMENTOS DEL PLAN
La historia demuestra que la necesidad de seguridad ha sido siempre uno de los principales
resortes de la vida social organizada y garantizarla, un aspecto esencial de la legitimación del
poder ejercido en cualquier comunidad por sus gobernantes.
Ante la realidad del crimen, la solución utilizada más frecuentemente ha sido el recurso a la vía
represiva, oficialmente representada por el sistema penal. Sin embargo, desde la aparición, a
finales del siglo XVIII, de las primeras escuelas de derecho penal, se ha considerado que la
prevención del delito podía constituir un objetivo importante de dicho sistema, ya por el poder de
intimidación general que la amenaza de una pena debe ejercer sobre los ciudadanos, ya mediante
la aplicación de métodos orientados a la rehabilitación de los infractores condenados. Asimismo se
ha estimado tradicionalmente que la prevención del delito representaba una de las funciones
esenciales de la policía.
En las últimas dos décadas, en casi todos los países se ha podido observar una tendencia global
de incremento considerable de la criminalidad y la aparición y desarrollo de un nuevo fenómeno: el
sentimiento de inseguridad de los ciudadanos. Asimismo, este fenómeno ha sido acompañado de
fuertes reclamos de políticas criminales centradas en la represión, como reforma legales orientadas
al incremento de la severidad de las penas, la reducción de la edad para poder ser penalmente
responsable, y una mayor presencia policial, medidas englobadas en lo que se denomina
comúnmente “tolerancia cero”.
Sin embargo, la investigación criminológica indica el escaso -e incluso nulo- impacto de este tipo
de medidas en la reducción de la delincuencia, así como los cada vez mayores costos tanto de
éstas como de los organismos oficiales previstos para su tratamiento.
Tal como expresa Adam Crawford, el concepto de tolerancia cero es una designación errónea ya
que no implica la rigurosa aplicación de todas las leyes, lo que sería imposible - por no decir
1 Director de Política Criminal y Criminología del Ministerio Público2 Asesora de la Dirección de Política Criminal y Criminología del Ministerio Público
1
intolerable -, sino más bien una imposición extremadamente discriminatoria contra determinados
grupos de personas en ciertas zonas simbólicas. ¿Dónde está la “tolerancia cero” de los delitos
administrativos, del fraude comercial, de la contaminación ilegal y de las infracciones contra la
salud y la seguridad?. En realidad sería más exacto describir las medidas adoptadas en este marco
(de la tolerancia cero) como estrategias de intolerancia selectiva.
Ante esta situación, han surgido nuevos modelos y enfoques en la materia. Su experimentación y
evaluación parecen indicar que son más prometedores que los existentes. En el sector policial, los
países más avanzados están experimentando el modelo de policía comunitaria o de proximidad, y
en materia de prevención, el enfoque “situacional” se está aplicando con éxito en los países
anglosajones y escandinavos, mientras que en Europa (donde se han creado Consejos nacionales
para la prevención del delito) y Canadá se enfatiza en la prevención social del delito. Estas
tendencias implican además la participación de la comunidad en los campos citados como uno de
sus elementos centrales.
Actualmente, no se suele poner en tela de juicio la importancia de la participación comunitaria en
las estructuras políticas y sociales. Se trata de una necesidad histórica, ya que refleja tendencias
seculares del ser humano a ser actor de su vida social y, por consiguiente, de las estructuras que
determinan la calidad de la misma. Políticamente, es también un acto significativo en la medida en
que, mediante dicha intervención, se ejerce un derecho fundamental sin el cual la democracia
queda reducida a una simple formalidad.
La concepción y aplicación de los diversos modelos de prevención tienen su origen en los hechos
delictivos y en el sentimiento de inseguridad que dichos actos generan, así como en las
deficiencias del sistema penal, en principio previsto para enfrentarlos.
En América Latina, pese a la inexistencia y/o poca confiabilidad de estadísticas criminales y a las
diferencias en la forma de recopilar y clasificar los delitos descubiertos por la policía o denunciados
a este organismo o a las autoridades judiciales, algunos datos permiten establecer con respecto a
los últimos años ciertas tendencias comunes en materia de criminalidad3. Estas tendencias
apuntan a lo siguiente:
continuos incrementos en los índices de la criminalidad, siendo de destacar un mayor
crecimiento en las tasas en los delitos contra la vida y la integridad física de las personas4;
3 Laura CHINCHILLA M., “Seguridad ciudadana y reforma policial en Centroamérica”, en Actas del Programa de Cooperación Comunidades Europeas “Seguridad Ciudadana y Capacitación Policial en Centroamérica”, en prensa. 4 En Costa Rica, la disminución del 12,4% del conjunto de la criminalidad registrada en 1995 con respecto al año precedente, sobre todo de los delitos contra la propiedad, parece deberse esencialmente a la aplicación de directrices giradas a los jefes de oficinas del Organismo de Investigación Judicial consistentes en no recibir denuncias relacionadas con este tipo de delitos cuando el monto de lo sustraído no supere el mínimo establecido por la ley, aunque también a la
2
una mayor participación de los jóvenes en la delincuencia, sobre todo organizada;
una relación cada vez más estrecha entre la delincuencia, individual y organizada, y la
problemática de la droga y el narcotráfico;
la internacionalización del delito, que no conoce fronteras geográficas; tal es el caso del
tráfico de armas y drogas, del contrabando de mercancías y animales, del robo de automóviles,
etc.
Aunque las estadísticas criminales de los países latinoamericanos no ofrecen en general datos
sobre las víctimas del delito, algunas encuestas de opinión pública muestran porcentajes
importantes de victimización, superiores a los registrados en los países más avanzados.
El fenómeno criminal suele constituir en la mayoría de los países uno de los principales problemas
sociales. Todos los grupos y categorías de ciudadanos estiman que la delincuencia aumenta sin
cesar - lo que suele corresponder a la realidad -, consideran inseguros el país, la ciudad, el barrio,
la calle o el hogar donde viven y vaticinan ser asaltados o robados en los próximos meses; esta
opinión está mucho más acentuada entre los residentes de los centros urbanos.
A la opinión generalizada según la cual el sistema de justicia penal atraviesa desde hace mucho
una grave crisis puede añadirse, en las últimas décadas, la observación de serias limitaciones con
respecto a su forma de intervención en materia de seguridad ciudadana.
Una investigación realizada en España muestra, entre otros aspectos generales5, los siguientes
problemas, aplicables también a los países latinoamericanos:
la ausencia de una política integral y coherente en materia de seguridad ciudadana y
prevención del delito;
el desfase entre los objetivos ideales del sistema penal y las necesidades y expectativas de los
ciudadanos;
el escaso conocimiento que la población suele tener de las leyes y del funcionamiento del
sistema penal;
una intervención policial caracterizada en términos generales por un desempeño ineficiente en
la lucha contra la delincuencia y por prácticas autoritarias y corruptas lo que se traduce en
indiferencia y desconfianza de la comunidad hacia la policía. Esta situación se repite con
respecto a todas las instituciones que componen el sistema penal.
2. LA CRIMINALIDAD EN EL PARAGUAY
desarticulación de algunas bandas dedicadas al robo de automóviles.5 José Ma. RICO, Policía y sociedad democrática, Madrid, Alianza Universidad, 1983, pp. 19-22.
3
A fin de ofrecer un panorama general sobre la situación de la criminalidad en nuestro país,
presentaremos una breve síntesis de los datos estadísticos con que contamos.
En la década del 90 se ha dado en América Latina una tendencia al incremento de la criminalidad.
En nuestro país, según datos de la Policía Nacional, entre 1990 y 2001 se ha producido un
crecimiento en el índice de criminalidad que supera el 100%, pasando de 9035 delitos registrados
por esta institución en 1990 a 23035 registrados en el año 2001.
Si analizamos los datos de las causas ingresadas al Ministerio Público, podemos observar dos
tendencias. Por un lado, en lo que respecta a la distribución geográfica de la criminalidad, según
datos del año 2001 y sobre un total de 61.064 hechos denunciados, el 49,5% en Asunción y en
Central (San Lorenzo, Luque, Lambaré), uno de los principales centros urbanos del país. Si a esto
le sumamos los delitos ocurridos en Alto Paraná, principalmente en Ciudad del Este,
contabilizamos el 65,3% del total de hechos denunciados. Es decir, esta primera tendencia marca
claramente un predominio de los delitos ocurridos en los centros urbanos.
En cuanto al tipo de hecho punible, en todos los departamentos los delitos contra la propiedad
obtienen el mayor porcentaje, especialmente los hurtos y robos. En Central este tipo de hechos
constituyen el 61,8% de los delitos registrados y en Asunción representan el 44,2%. Del total de
hurtos registrados (12.011 hurtos), el 43,1% fueron denunciados en Asunción, mientras 16% se
registraron en Alto Paraná, es decir, el 59,1% de los hurtos han sido denunciados en estas zonas6.
En el caso de la distribución de los robos (sobre un total de 4.999 robos), se presenta una
tendencia similar. Asunción (31,6%) y Alto Paraná (29%) contabilizan poco más del 60% de los
robos registrados.
No podemos dejar de mencionar los datos relacionados a la distribución de los homicidios dolosos
denunciados. Sobre un total de 2.217 homicidios registrados en el primer semestre de 2001, el
20,5% de este tipo de hechos se concentra en Alto Paraná, con el mayor porcentaje seguido de
Itapúa (16,4%) y Asunción (11,1%).
De acuerdo a estas cifras, el Plan Nacional de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana se
centrará en una primera etapa en la prevención de los denominados “delitos callejeros” que
incluyen determinada gama de delitos contra la propiedad, como los robos y hurtos, y ciertos
delitos contra las personas como las lesiones. Asimismo, se priorizará su implementación en los
6 No se cuenta con datos del Dpto. Central
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centros urbanos. Esta restricción en el ámbito de aplicación no implica que en etapas posteriores
no se amplíe la gama de delitos así como las estrategias de prevención a aplicar.
A continuación expondremos las principales tendencias en materia de seguridad ciudadana y
prevención del delito, enfatizando aquellas que han sido privilegiadas en el diseño del Plan
Nacional de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana y centrándonos en sus tres ejes
centrales: a) la prevención del delito; b) la participación ciudadana; y c) un modelo de gestión
basado en la multiagencialidad.
3. LA PREVENCIÓN DEL DELITO
En los años ochenta se comenzó a producir un cambio de paradigma en lo que hace a las políticas
de control del crimen en diferentes países: Escandinavia, Francia, Países Bajos, el mundo
anglosajón (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Australia) y, a partir de los años
noventa, también en Italia: el renacimiento de la prevención del delito, presentándose separada
del recurso penal y de la racionalidad y programa políticos de la criminología positivista del siglo
XIX.
En un sentido amplio, se considera que la prevención es el conjunto de medidas destinadas a
impedir o limitar la comisión de un delito7.
Van Dijk define a la prevención del delito como: “...todas las políticas, medidas y técnicas, fuera de
los límites de sistema de justicia penal, dirigidas a la reducción de las diversas clases de daños
producidos por actos definidos como delitos por el estado” (1990, p. 205).
De esta manera, una primera observación con respecto a las definiciones citadas de prevención
del delito (ver nota 7) consiste en que deben excluirse del campo de la prevención las medidas de
intervención penal o para-penal tales como las consistentes en el posible efecto intimidante de la
7 “Desde un punto de vista científico, puede decirse que se entiende por prevención el conjunto de medidas de política criminal -con la exclusión de las medidas de intervención penal- que tienen por finalidad exclusiva -o al menos parcial- limitar la posibilidad de aparición de actividades criminales, haciéndolas imposibles, más difíciles o menos probables” (Raymond GASSIN, Criminologie, Paris, Dalloz, 1990, p. 713). “La prevención tiende a reducir la frecuencia de ciertas conductas incriminadas por la ley penal -aunque asimismo actos de ‘incivismo’ que no siempre constituyen delitos- mediante el recurso a soluciones diferentes a la sanción penal” (Philippe ROBERT, “Les chercheurs face aux politiques de prévention”, en ROBERT, op. cit., pp. 13-27 (en especial, p. 14). “Por prevención del delito se designan las intervenciones no penales sobre las causas próximas de los eventos criminales, con la finalidad específica de reducir sus riesgos o su gravedad” (Maurice CUSSON y otros, La planification et l’évaluation de projets en prévention du crime, Québec, 1994, p. 5). Se entiende por prevención “toda intervención en los mecanismos que causan los actos delictivos” (P. EKBLOM, “Proximal Circumnstances: A Mechanism-Based Classification of Crime Prevention”, en R.V. CLARKE (ed.), Crime Prevention Studies, vol. 2, Monsey, New York, Criminal Justice Press, 1994, pp. 185-233, en especial, p. 194).
5
acción policial (como la investigación criminal) o de la sanción penal, o las que persiguen la
neutralización o rehabilitación del infractor, la indemnización a la víctima o la desjudicialización8.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es el clásico problema de las “causas” de la delincuencia.
Con respecto a él, ciertos especialistas consideran que el término “causa” debe interpretarse en el
sentido amplio de todo lo que puede influir en la probabilidad de comisión de un delito. Algunas
causas están relacionadas con las características y modo de vida de ciertos individuos (costumbre
de faltar a la escuela, frecuentación de camaradas delincuentes, impulsividad, permisividad de los
padres), mientras que otras provienen de determinadas circunstancias que los llevan a esperar
procurarse beneficios ilícitos, fáciles y rápidos, sin correr para ello ningún riesgo de sanción.
La búsqueda de las “causas” de la delincuencia ha sido, desde la aparición de la Escuela
Positivista a finales del siglo pasado, uno de los principales temas de la criminología tradicional; sin
embargo, ya Ferri subrayaba la necesidad de un enfoque multifactorial. Actualmente, cuando se
procede al examen de las condiciones que contribuyen a la delincuencia, se reconoce
generalmente que ésta no se puede atribuir a una única causa, sino que resulta de la interacción
de un grupo numeroso y variado de factores (impunidad, pobreza, desempleo, brutalidad y abusos
sexuales, analfabetismo, fracasos escolares, viviendas inadecuadas, familias disfuncionales y
otros).
3.1. Las estrategias de prevención del delito
Una de las clasificaciones más difundidas distingue entre prevención primaria (el conjunto de
medidas - en materia de salud, educación, empleo, vivienda, etc.- tendentes a modificar las
condiciones criminógenas del entorno social y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos),
secundaria (las acciones destinadas a grupos o poblaciones que presentan un riesgo particular de
delincuencia, tales como los estudiantes o los adolescentes residentes en barrios desfavorecidos) y
terciaria (dirigida a la prevención de la reincidencia, a través de acciones individualizadas de
readaptación social o de neutralización)9.
Algunos autores han resumido los diversos sistemas de clasificación de las medidas de prevención
en función de los niveles de la intervención (primaria, secundaria y terciaria), del papel (activo o
pasivo) desempeñado por los ciudadanos, del origen de la acción emprendida (estatal, corporativo
o comunitario), del nivel de aplicación (individual o colectivo), de las causas de la criminalidad
(medidas de carácter social o situacional), de su naturaleza (medidas mecánicas o sociales), de los
8 Como se verá más adelante, estas medidas forman parte del enfoque aquí privilegiado. La acción y la colaboración policiales son indispensables en cualquier programa de prevención comunitaria, y no se deben descartar a priori los efectos disuasivos que puedan ejercer las sanciones impuestas por los tribunales.9 GASSIN, “La notion de prévention de la criminalité”, op. cit., pp. 22-25 y 30-33.
6
factores del delito (medidas cuyo objeto es disminuir el deseo, capacidad u ocasión de los
delincuentes) y de sus destinatarios (medidas generales y específicas); además, en la provincia
canadiense de Quebec, se distinguen las medidas que apuntan a una víctima o blanco potencial
(disminuyendo su vulnerabilidad o su atractivo, lo que hace la infracción más difícil y menos
ventajosa), a un infractor potencial y a infractores y víctimas actuales.
Más recientemente, sin duda con un afán de simplificación, se distingue entre prevención social
(acciones que apuntan a la eliminación o neutralización de los factores de la delincuencia) y
situacional-ambiental (la cual agrupa todas aquellas medidas que puedan dominar el entorno
inmediato del delito mediante la disminución de las situaciones precriminales que favorecen la
comisión del delito o el incremento de las posibilidades de captura de los infractores)10. Esta
clasificación será la base del enfoque aquí privilegiado, razón por la cual se analizará este aspecto
con mayor profundidad.
3.2 La estrategia de prevención social
La prevención social de la delincuencia, denominada también “prevención de la delincuencia
mediante el desarrollo social”, implica fundamentalmente intervenciones y programas,
generalmente a largo plazo, orientados a mejorar el conjunto de las condiciones sociales y
económicas que a menudo originan conductas criminales y/o favorecen su desarrollo.
Este tipo de prevención se extiende a una amplia gama de factores relacionados con el delito,
mediante acciones realizadas en el marco de diversas políticas de desarrollo social (por ejemplo,
en materia de educación, salud, vivienda, seguridad de ingreso y servicios sociales). Los países de
Europa continental y Canadá suelen aplicar este modelo.
Teniendo en cuenta la presencia de uno o varios de estos factores, los objetivos de las acciones de
prevención social centrados en el potencial actual del infractor deben tender a ayudarle a satisfacer
sus necesidades esenciales y aspiraciones legítimas; facilitar su inserción familiar, escolar y
profesional; reforzar los controles sociales informales en la familia y la escuela; disminuir los
fracasos escolares, el absentismo y el abandono precoz de los estudios; desalentar los
agrupamientos criminales y esforzarse en desmantelar las bandas delincuentes; luchar contra el
abuso de alcohol y drogas; y hacer adquirir a tales sujetos las habilidades sociales que les faltan.
Pese a algunos beneficios indirectos para la colectividad, los programas clásicos de prevención
social sólo han dado resultados parciales, debido esencialmente a su presentación y aplicación
como panaceas universales, cuando la delincuencia, no sólo constituye uno de los elementos de la
10 GASSIN, “La notion de prévention de la criminalité”, op. cit., p. 31 y ROBERT, op. cit., p. 16.
7
vida social, sino asimismo un fenómeno complejo, que no puede resolverse con soluciones únicas
y a corto plazo. Tampoco existe una teoría capaz de explicar por sí sola, el problema de la
delincuencia. Además, los programas de esta naturaleza se han aplicado a poblaciones enteras, lo
que ha hecho prácticamente imposible aislar las variables que intervienen en dichos programas11.
Aunque el modelo de prevención social del delito es esencial, ya que ataca las causas profundas
de la delincuencia, debe tenerse en cuenta que sus posibles efectos sólo podrán manifestarse en
forma indirecta y a mediano y sobre todo, a largo plazo. Considerarlo de otra manera sería hacer
prueba de utopía o demagogia.
Sin embargo, algunas de las políticas adoptadas en relación a esta estrategia ofrecen un potencial
considerable, sobre todo por estar destinadas a atacar ciertos factores de la criminalidad grave.
Las principales se aplican:
a) en el medio escolar . Por ejemplo: promulgación de códigos de vida en las escuelas;
organización de mecanismos de mediación y arbitraje de conflictos; promoción de la
inserción escolar y del sentimiento de pertenencia de los alumnos, lucha contra el
absentismo, el fracaso escolar y el abandono, entre otras;
b) a los cómplices y bandas (en especial a sus líderes y a quienes reclutan cómplices), con
la finalidad de impedir, mediante su vigilancia, el agrupamiento de infractores y el
desarrollo de pandillas;
c) al mercado de trabajo, donde, para facilitar la integración de los jóvenes adultos, se
preconiza ofrecer programas de formación y orientación profesional.
3.3 La estrategia de prevención situacional - ambiental
El enfoque situacional, privilegiado en los países anglosajones y escandinavos así como en
Holanda12, es más específico que el modelo anterior, ya que se dirige sobre todo a las víctimas
potenciales de un delito, persigue la modificación del entorno y de ciertas situaciones, con la
finalidad de dificultar las conductas criminales, disminuir la victimización y el sentimiento
de inseguridad y aumentar las posibilidades de captura de los infractores. Como ejemplo de
11 RICO y SALAS, op. cit., pp. 202-203 y B. POYNER, "What Works in Crime Prevention: an Overview of Evaluations," en CLARKE, op. cit., vol. 1, pp. 7-34.12 Además de las referencias preentadas hasta ahora con respecto a Canadá, véanse, entre otros: R.V. CLARKE (ed.), Situational Crime Prevention. Successful Case Studies, New York, Harroe & Heston, 1992; R.V. CLARKE (ed.), Crime Prevention Studies, Monsey, New York, Criminal Justice Press (vol. 1, 1993, y vol. 2, 1994); H. HEAL y G. LAYCOCK (ed.), Situational Crime Prevention: From Theory into Practice, London, H.M.S.O., 1986; J. GRAHAM, Crime Prevention Strategies in Europe and North America, Helsinki, Helsinki Institute for Crime Prevention and Control, 1990; Steven P. LAB, Crime Prevention. Approaches, Practices and Evaluations, Second Edition, Cincinnati, Ohio, Anderson Publishing Co., 1992; O. NEWMAN, Defensible Space. Crime Prevention Through Urban Design, New York, Macmillan, 1972; y D.P. ROSENBAUM (ed.), Community Crime Prevention. Does it Work?, Beverly Hills, CA, Sage Publications, 1986.
8
medidas de esta naturaleza pueden citarse la instalación de cerraduras y sistemas de alarma en
residencias y comercios, una mejor iluminación de las calles y la vigilancia del barrio.
Frecuentemente, la policía desempeña un papel preponderante en la elaboración y aplicación de
este tipo de programas.
Como ya se ha visto, se entiende por prevención situacional “el conjunto de medidas no penales
tendentes a impedir el paso al acto mediante la modificación de las circunstancias particulares en
el marco de las cuales una serie de delitos similares se cometen o pueden cometerse”13. Se trata
pues de evitar que infractores potenciales realicen ciertos actos suprimiendo o haciendo menos
interesante la ocasión de llevarlos a cabo.
La prevención situacional se basa en una reflexión teórica, originada sobre todo en los Estados
Unidos y articulada sobre las oportunidades para el delito. Las teorías de este tipo más avanzadas
y conocidas están centradas en las actividades rutinarias14, la victimización interpersonal (o estilos
de vida)15 y la racionalidad de las elecciones hechas por los infractores16. Las dos primeras tienen
en cuenta el papel determinante que desempeña la situación precriminal en el paso al acto; la
segunda las completa al considerar las motivaciones de los delincuentes en este proceso.
El postulado de base de estas teorías es que el delito resulta en gran medida de elecciones
influenciadas por aspectos concretos e inmediatos de las situaciones en que puede encontrarse un
infractor potencial. Las acciones preventivas, que apuntan a modificar la situación precriminal,
están pues orientadas a pesar sobre las decisiones que éste puede tomar antes de pasar al acto,
alcanzando su objetivo cuando dicho infractor decide no exponerse a la tentación de violar la ley o
cuando, ante tal tentación, llega a la conclusión que la comisión del delito es demasiado difícil y
arriesgada, así como poco provechosa.
La investigación muestra la existencia de medidas de prevención situacional prometedoras, entre
las cuales se cuentan las relacionadas con:
a) La vigilancia y la detección. Se trata de aquellas medidas concebidas con la finalidad de detectar
las señales de una actividad delincuente y aumentar así los riesgos a que se exponen los
infractores.
13 CUSSON, “L’analyse criminologique et la prévention situationnelle”, op. cit., pp. 139-140.14 L. E. COHEN y M. FELSON, “Social Change and Crime Rate Trends: A Routine Activities Approach”, American Sociological Review, n. 44, 1979, pp. 588-608. 15 Michael J. HINDELANG y otros, Victims of Personal Crime: An Empirical Foundation for a Theory of Personal Victimization, Cambridge, Ballinger, 1978. 16 D.B. CORNISH y R.V. CLARKE (ed.), The Reasoning Criminal: Rational Choice Perspectives on Offending, New York, Springer Verlag, 1986 y CLARKE, Situational Crime Prevention, op. cit. Otras teorías en este sector son la del “espacio defendible” y de la reorganización del entorno físico (O. NEWMAN, Defensible Space. Crime Prevention Through Urban Design, New York, Macmillan, 1972).
9
b) Los obstáculos físicos. Con ellos se pretende reforzar el blanco elegido, rodeándolo de
obstáculos materiales, con vistas a hacer difícil - e incluso imposible - la comisión del delito
planeado o retardar las operaciones del delincuente.
c) Los controles de acceso, para impedir las intrusiones, controlar la circulación en un lugar o
limitar su entrada a las personas autorizadas pare ello.
d) Las medidas destinadas a desviar al infractor de su blanco. Se trata de medidas que, mediante
cambios en el entorno o en las costumbres y trayectos de la víctima potencial, apuntan a reducir la
frecuencia de los contactos entre el delincuente potencial y su blanco.
e) La eliminación o reducción de los beneficios que pueda procurar el delito
f) El control de instrumentos y objetos que puedan servir para la comisión de un delito (Ej. el control
de armas, prohibición de porte de armas en lugares de riesgo, reglamentación de la venta de
armas, etc.).
Pese a su pragmatismo y eficacia, que ha resultado en una extensión considerable del enfoque
situacional, las teorías que lo sustentan han sido objeto sin embargo de diversas críticas que ponen
en tela de juicio su pertinencia absoluta como instrumento de control social y muestran sus límites
conceptuales y prácticos.
En primer lugar, aunque el campo de aplicación del enfoque situacional es bastante amplio, existen
serias dudas sobre su eficacia con respecto a determinadas categorías de delitos y de
delincuentes. En principio, las medidas de esta naturaleza suelen tener como objetivo blancos
materiales (personas o cosas) y se refieren a las infracciones intencionales (agresiones, robos,
fraudes, etc.). En tales casos, la prevención situacional puede ser exitosa, a condición de que las
medidas previstas se adapten a las diversas variedades de este tipo de blancos. Sin embargo, no
parece concebible el recurso a medios materiales para prevenir la comisión de delitos inmateriales,
intelectuales o morales (por ejemplo, los que atentan contra la dignidad o el honor de la persona, o
la violación del secreto profesional). Es asimismo dudosa la eficacia de estos medios cuando se
trata de infracciones no intencionales (en particular, los delitos de imprudencia), ya que en estos
casos la voluntad está ausente o al menos no está vinculada al resultado delictivo, faltando por
consiguiente un elemento importante para una selección racional del blanco.
3.4 Un enfoque de prevención integrada del delito
Los dos modelos o enfoques que acaban de exponerse muy brevemente, deben ser considerados
como tipos ideales, y su aplicación práctica plantea cierto número de problemas.
10
Por esta razón, algunos especialistas preconizan la combinación de ambos modelos17: una
estrategia de prevención integrada del delito. De acuerdo con un esquema cruzado, que
presenta la ventaja de ser abierto y completo, se obtendrían dos tipos básicos: la prevención
situacional, aplicable a las circunstancias que pueden favorecer la comisión de un delito, y la
prevención social18, centrada en aquellos factores capaces de desarrollar o incrementar el potencial
criminal de ciertos individuos con riesgos. Este último tipo puede a su vez dividirse en dos
subcategorías: la prevención del potencial delictivo actual (por ejemplo, las medidas contra el
absentismo escolar de adolescentes con riesgo) y la prevención del desarrollo de dicho potencial
(es decir, aquellos factores socioeconómicos que contribuyen a propiciar tendencias delictivas).
Existen numerosos proyectos que han mostrado su eficacia para prevenir la delincuencia19, bien
porque las evaluaciones han mostrado -a menudo de manera repetida- su eficacia, o bien porque
los conocimientos criminológicos autorizan a pensar que podrían serlo, sin que esta hipótesis haya
sido contradicha por alguna evaluación que hubiera establecido su ineficacia.
Empero, conviene subrayar que una medida prometedora no significa que pueda ser eficaz en
cualquier circunstancia, sino que tenga posibilidades de serlo si se reúnen las dos condiciones
siguientes: que la medida pueda representar una solución apropiada al problema delictivo que se
pretende controlar y que sea aplicada correctamente.
Este enfoque es el que propiciamos en el marco del Plan a modo de lineamientos generales
para la prevención del delito, incluyendo además un apartado específico sobre el rol de la
policía en la prevención del delito.
3.5 La Policía y la prevención del delito. Nuevas tendencias
Conviene finalmente resaltar la importancia de la participación policial en cualquier programa de
prevención del delito, por esta razón tomamos como una estrategia que hemos denominado de
prevención policial aquellas medidas llevadas a cabo por la institución policial. Esta participación
puede concretarse en actividades tales como el suministro y análisis de las estadísticas criminales,
la formación del personal del equipo del programa, la generación de espacios de relacionamiento
con la comunidad y, obviamente, la patrulla (a pie o motorizada).
17 En este sentido, Partners in Crime Prevention: for a Safer Quebec, op. cit., pp. 117-122 y CUSSON y otros, op. cit., p. 10. 18 CUSSON y otros, op. cit., pp. 8-10, a quienes se debe esta tipología, utilizan la expresión “prevención individual”. 19 Lo esencial sobre este tema ha sido tomado de CUSSON y otros, op. cit., pp. 17-22, con base en un reciente inventario de 122 evaluaciones que implicaban 249 intervenciones (121 de las cuales fueron consideradas exitosas), realizado por B. POYNER, “What Works in Crime Prevention: an Overview of Evaluations”, en R.V. CLARKE (ed.), Crime Prevention Studies, vol. 1, Monsey, New York, Criminal Justice Press, 1993, pp. 7-34. Véase asimismo Maurice CUSSON, “L’analyse criminologique et la prévention situationnelle”, Revue Internationale de Criminologie et de Police Technique, vol. XLV, n. 2, 1992, pp. 137-149 (en especial, p. 146).
11
Con respecto a este tema, debe tenerse en cuenta el nuevo modelo de policía comunitaria,
imaginado como una solución prometedora para hacer frente al grave problema del incremento de
la criminalidad y de la inseguridad ciudadana. Este modelo, que se ha extendido en forma rápida
en Estados Unidos, Canadá y Europa, surge como reacción al escaso éxito del modelo policial
“profesional”, aunque en realidad no se trata de un nuevo concepto, sino más bien de la recuperación
del modelo elaborado hace más de 150 años por Sir Robert Peel y aplicado a la policía metropolitana
de Londres.
Este nuevo modelo ha dado lugar a una muy abundante literatura que permite determinar su definición
y objetivos.
Así, la policía comunitaria se define en función de las siguientes características principales:
ampliación del mandato policial tradicional, que no se limita al mantenimiento del orden y a la
prevención y represión de la criminalidad, sino que abarca la resolución de los problemas de la
comunidad;
actitud y comportamiento proactivo más que reactivo;
establecimiento de mecanismos de asociación y cooperación con las autoridades políticas, los
servicios públicos y privados, los medios de comunicación y la comunidad en general;
descentralización y delegación de responsabilidades, con énfasis en los problemas locales;
desarrollo de policías más generalistas que especialistas; y
obligación de rendir cuentas a la comunidad y a los responsables políticos del nivel territorial
correspondiente.
En cuanto a los objetivos del nuevo modelo, parece existir consenso en considerar como meta general
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y favorecer una mayor cohesión y solidaridad sociales y,
como finalidades específicas, conseguir la disminución de ciertos delitos (agresión, robo en las casas,
vandalismo, distribución de drogas) y del sentimiento de inseguridad; mejorar la imagen de la policía;
sensibilizar a la población sobre el problema de la seguridad personal; y contribuir a la participación de
la comunidad en la resolución de los problemas sociales (incluido el delictivo) que puedan aquejarla.
Este modelo policial presenta ventajas evidentes y ha dado hasta ahora resultados satisfactorios:
disminución de ciertos delitos y del sentimiento de inseguridad; demostración de una ruptura del lazo
causal entre criminalidad y sentimiento de inseguridad (la criminalidad puede no disminuir, pero sí el
miedo al crimen), fenómenos que evolucionan en forma relativamente independiente; mayor
visibilidad; contactos más ricos y prometedores; 0mejor imagen y satisfacción de la policía ante y con
la ciudadanía.
12
4. LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
La participación ciudadana es el elemento dinamizador del Plan constituyéndose en el eje central
para su puesta en marcha.
Tal como expresa Garrido, “... toda medida preventiva basada en la comunidad para ser
realmente efectiva, debe lograr que el ciudadano, se involucre en la planificación y
desarrollo de las actividades, vea el crimen como un problema comunitario, y perciba que
su reducción lleva aparejada una mejora en la calidad de vida de su comunidad”20.
Numerosos estudios señalan que el establecimiento y el fortalecimiento del sentido de comunidad y
de la interacción social entre los habitantes actúa como un importante inhibidor del crimen. En la
medida en que el ciudadano sienta mayor sentido de pertenencia a su comunidad, crecerán su
compromiso y participación, uniéndose con otros ciudadanos para la planificación de acciones
tendientes a mejorar la calidad de vida de la comunidad.
La participación ciudadana será el motor fundamental del Plan, constituyéndose en el vehículo
para el desarrollo de las estrategias preventivas destinadas a hacer nuestras ciudades más
seguras.
En este sentido se presupone que21:
1. El problema de la inseguridad urbana es una responsabilidad ineludible del Estado, aunque es
preciso reconocer los limites de la acción gubernamental, teniendo en cuenta que el Estado
no es autosuficiente.
2. Las intervenciones para la producción de la seguridad urbana deben construirse con una activa
participación ciudadana en el seno de las comunidades locales, contribuyendo a la
democratización de las políticas públicas e incrementando su efectividad y eficacia.
El proceso de participación ciudadana deberá cumplir con los siguientes lineamientos básicos:
1. Asegurar una adecuada información a los ciudadanos acerca de los alcances de la
participación previstos en el Plan.
2. Crear mecanismos e instancias permanentes de participación de los ciudadanos -
individualmente o a través de organizaciones de la sociedad civil- y los actores
gubernamentales en cada una de las comunidades locales.
20 Garrido Genovés, V. Y López Latorre, M. J. La prevención de la delincuencia: el enfoque de la competencia social. Ed. Tirant lo blanch. Valencia, 1995.21 Plan Nacional de Prevención del Delito Urbano, República Argentina.
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3. Promover una convocatoria abierta, de manera que todos los ciudadanos tengan la
posibilidad de involucrarse en los mecanismos participativos.
4. Generar las condiciones para que estos mecanismos se constituyan en verdaderos espacios
para la deliberación e intercambio efectivos entre los ciudadanos y los actores
gubernamentales.
En cuanto al rol de esta participación, la misma asumirá un cuádruple carácter:
(a) Consultiva: en tanto actuará como proveedora de información para la elaboración del
diagnóstico con relación a la situación de la seguridad urbana en la comunidad local.
(b) Resolutiva: en tanto intervendrá en el proceso de toma de decisiones a través de la
elaboración de opciones y alternativas en conjunto con los actores gubernamentales sobre el
tipo de intervenciones a realizar en la comunidad local.
(c) Ejecutiva: en tanto podrá ser parte de la ejecución de las intervenciones en colaboración con
los actores gubernamentales.
(d) Fiscalizadora: en tanto realizará un seguimiento constante respecto al desarrollo de las
intervenciones definidas como resultado de la deliberación pública en el marco del Plan, sobre
la base de los consensos alcanzados durante el proceso de participación ciudadana.
Siguiendo estos lineamientos generales, el proceso participativo se pondrá en marcha en cada
distrito de acuerdo a las características y problemáticas particulares del mismo, previa realización
de un estudio cualitativo sobre el grado de organización y participación de la sociedad civil, un
mapeo de los recursos comunitarios, etc. Ejemplos de los distintos mecanismos participativos
son las asambleas barriales (en las que pueden participar los ciudadanos en forma directa o a
través de las organizaciones vecinales), las mesas multisectoriales, los grupos focales con un
segmento específico de la población (jóvenes, por Ej.), proyectos comunitarios de prevención
situacional del delito (al estilo neighbourhood watch u otros), etc. Todos estos mecanismos serán
coordinados por un representante del gobierno local capacitado para llevar a cabo dicha tarea.
Por último, cabe mencionar que hay ciertas actitudes y actividades que este Plan NO promueve
desde la participación ciudadana:
a. El accionar directo de grupos de ciudadanos - especialmente involucrando el uso de armas de
fuego- en las tareas de vigilancia de espacios públicos;
b. La modificación de las rutinas de la vida cotidiana evitando por miedo al delito actividades que
tradicionalmente se llevaban adelante.
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c. Los comportamientos de autoprotección, destinados a garantizar un menor riesgo de ser víctima
de un delito, que conlleven una mayor sensación de inseguridad, una reducción de la utilización del
espacio público y la adquisición y posesión de armas de fuego.
5. EL MODELO DE GESTIÓN: EL ENFOQUE DE LAS ASOCIACIONES
En la mayoría de las experiencias internacionales (Europa, América del Norte, Oceanía) en
seguridad comunitaria, el desarrollo de la prevención del delito ha estado vinculado a lo que Adam
Crawford denomina el “enfoque de las asociaciones”. Dicho enfoque consiste en políticas que
convocan a distintos organismos relevantes y a la comunidad para que se constituyan en
coproductores de la prevención del delito y la seguridad pública.
Según este enfoque, que consideramos un componente esencial de toda política de seguridad
ciudadana, la prevención del delito y la seguridad comunitaria están fuera de la competencia de
cualquier organismo individualmente considerado. El delito es, por naturaleza, multifacético, tanto
en sus causas como en sus efectos. Sin embargo, la respuesta social al delito está segmentada.
Los distintos organismos interactúan de diferentes formas en relación a los problemas específicos
del delito y aportan conocimientos diferentes.
Un enfoque de asociaciones permite la coordinación del conocimiento y la reunión de la
información y recursos y, lo que es más importante, abona un enfoque holístico al delito y
cuestiones asociadas que están basadas en la “resolución de problemas” más que en la
“burocracia”.
La literatura sobre intervención multiagencial en el problema del delito está dominada por la
discusión sobre la relación entre las instituciones involucradas, centrándose en las posibilidades de
cooperación y probables conflictos entre las agencias22. Este énfasis deja a un costado la
vinculación, que consideramos de crucial importancia, entre las agencias y los ciudadanos.
5.1 Niveles de colaboración: trabajo interorganizacional y trabajo multiorganizacional
Según Crawford, existen dos tipos ideales de asociaciones: las relaciones multiorganizacionales,
por un lado y, por otro, las relaciones interorganizacionales. Estos dos tipos ideales pueden verse
como dos puntos en una línea continua que van desde la simple cooperación hasta niveles cada
vez mayores de colaboración.
22 Lea, John y otros. La intervención multiagencial frente al delito y la constatación del apoyo público. El “Hammersmith and Fultham Survey” . Delito y Sociedad, Revista de Ciencias Sociales. Año 1, Nro. 2. Buenos Aires, 1992.
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Las asociaciones multiorganizacionales implican la unión de varios organismos respecto de un
tema dado, sin que esto afecte o transforme su tarea en forma significativa. Las mismas tareas son
llevadas a cabo en cooperación con otros mientras que los roles de los socios permanecen
diferenciados.
En el marco del Plan Nacional de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana, este tipo de
asociaciones se promueven entre el Plan y otros programas u organismos que se encuentren por
fuera de su estructura (Desarrollo Social, Trabajo, Educación, etc.).
En el otro extremo de la línea se encuentran las relaciones interorganizacionales, que afectan y
penetran las relaciones internas normales. Implican colaboración e interdependencia. Por ejemplo,
el trabajo interorganizacional puede tener impacto sobre la naturaleza de las prestaciones de
servicio principales en los organismos que participan. En general, surgen nuevas estructuras de
equipo, unidades identificables o formas de trabajo.
Este tipo de asociaciones, en el marco del Plan, se promueven entre los diferentes niveles de
gobierno (nacional y municipal) que participan de la implementación así como con instituciones que
formarían parte de su estructura de gestión tal como se ha evidenciado en la conformación del
Equipo de Coordinación Local en el marco del Plan Piloto en la Zona Sur de Limpio al que nos
referiremos más adelante y en el trabajo que ya estamos desarrollando en coordinación con la
Municipalidad de Asunción. Sin dudas, la Policía Nacional debe ser un componente central de
estas estructuras así como los gobiernos locales. Esta cooperación se traduce en la conformación
de equipos e instancias de coordinación (Equipo de Coordinación General, Equipos de
Coordinación Local y Equipos de Implementación Local) que trabajan de manera interrelacionada,
compartiendo tareas y responsabilidades.
Asimismo, cabe destacar que el Ministerio Público tiene una importante presencia geográfica en
los ámbitos locales de todo el país a través de las fiscalías zonales, que tendrán un papel
central en la conformación de los Equipos de Coordinación Local y serán un importante nexo con
los niveles de coordinación general.
5.2 Estructura de Gestión
Para la coordinación del Plan se conformará un Equipo de Coordinación General (en adelante
ECG) encargado de la planificación general del Plan. A este equipo podrán incorporarse
autoridades de otros organismos públicos (Ministerio del Interior, Policía Nacional, SENAD, etc.)
que por su responsabilidad en lo que respecta a la seguridad ciudadana y la prevención del delito
tienen un rol central en este Plan.
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Siguiendo el enfoque de la multiagencialidad en el que se basa el modelo de gestión del Plan,
diversos organismos e instituciones colaborarán en diferentes instancias de la planificación e
implementación del Plan y podrán conformar estructuras de coordinación ad-hoc en caso de ser
necesario.
Asimismo, deberá constituirse un Equipo Técnico General (ETG), que dependerá del ECG,
interdisciplinario para la coordinación técnica y seguimiento de las distintas etapas de
implementación.
La estructura de gestión del Plan se extenderá también al plano local, incorporando a las fiscalías
zonales, a los representantes de la Policía Nacional en cada localidad y al nivel de gobierno
municipal. En esta instancia se conformará un Equipo de Coordinación Local (ECL).
A su vez, para la aplicación del Plan en las diferentes zonas definidas al interior de un municipio, se
deberá contar con un Equipo de Implementación Local (EIL). Este equipo interdisciplinario tendrá
a su cargo las actividades del Plan en terreno, principalmente en lo que se refiere a los procesos
de participación ciudadana y se organizará en equipos por barrio o zona.
Podrán formar parte de este equipo representantes de organizaciones de la sociedad civil y
vecinales representativas de la zona de implementación que quieran sumarse al compromiso de
este Plan.
6. LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS DEL PLAN
El Proyecto Plan Nacional de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana comienza a diseñarse
a fines del año pasado (año 2001). A principios de este año, con el proyecto avanzado y definidos
sus lineamientos generales, el Ministerio Público a través de su Dirección de Política Criminal y
Criminología inicia los primeros contactos con la Municipalidad de Asunción a fin de implementar
una experiencia piloto.
Poco tiempo después un grupo de vecinos de Limpio organizados en torno al tema de la seguridad
presentan un petitorio a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Senadores de la
Nación que es derivado a la Fiscalía General del Estado. De esta manera, comenzamos a afrontar
el segundo desafío en el marco de este Plan.
A continuación expondremos brevemente ambas experiencias y las actividades realizadas en cada
una de ellas.
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6.1. La experiencia en Asunción
En conjunto con la Dirección del Area Social, se decide trabajar de manera coordinada con otro
proyecto que también daba sus primeros pasos: el Programa Atyrá. Dicho programa comienza su
experiencia piloto en el Barrio Vista Alegre de la ciudad de Asunción y se acuerda realizar
actividades conjuntas en materia de seguridad ciudadana.
Después de una serie de reuniones entre los equipos de los dos proyectos, se decide realizar un
primer “Foro sobre Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana” en la zona 323 del Barrio Vista
Alegre con los siguientes objetivos:
Transmitir los principios, fundamentos y objetivos del Plan Nacional de Prevención del Delito y
Seguridad Ciudadana en el marco de la implementación del Programa Atyrá
Difundir las nuevas tendencias en materia de prevención del delito
Conocer las principales inquietudes y problemáticas de los vecinos en materia de seguridad
Confeccionar una agenda de trabajo mínima con los vecinos de la zona para la implementación
de una prueba piloto del Plan en coordinación con el Programa Atyrá
El Foro se llevó a cabo el día 16 de abril y consistió en una presentación de la propuesta del Plan y
la introducción a ciertas nociones básicas con respecto a la prevención del delito y la seguridad
ciudadana.
De este primer encuentro con los vecinos de Vista Alegre se confecciona la mencionada agenda
mínima en la que se incluyen dos actividades:
1. Organización y realización de una “Jornada de Orientación Ciudadana” con el objetivo de
brindar a los ciudadanos del Barrio Vista Alegre las orientaciones necesarias para ejercer sus
derechos y conocer las instituciones, leyes y organismos a los que puede recurrir en cada caso.
Esta actividad se llevó a cabo el día 21 de junio y contó con la presencia de una asistente fiscal, un
representante de la Policía Nacional y un representante de la Secretaría Nacional Antidrogas (en
adelante SENAD).
2. Organización y realización de un Taller de Diagnóstico Participativo con los siguientes
objetivos:
Lograr una activa participación de los vecinos en la definición de sus problemas a través de
herramientas metodológicas de la teoría de sistemas y de la perspectiva de la
investigación-acción participativa.
23 El Programa Atyrá dividió al barrio en tres zonas.
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Contar con un panorama detallado de los problemas de la zona relacionados con la
seguridad
Priorizar una agenda de problemas a partir de los cuales, en una próxima reunión, se
establezcan estrategias y actividades de prevención del delito.
Establecer un plan de trabajo que contenga, como mínimo, las modalidades de la
participación, la periodicidad de las reuniones y un calendario para los próximos dos
meses.
Del trabajo en este taller se establecieron las siguientes prioridades:
A. Capacitación/información: habilitar espacios de contacto con las autoridades. Realizar
charlas y reuniones.
B. Organización para la seguridad: planificar y organizar esquemas de vigilancia y definir
estrategias para lograr mayor participación.
C. Iluminación: elaborar un plan de trabajo con el fin de mejorar la iluminación del barrio, a
partir de un censo de luminarias que identifique las zonas más oscuras.
En la próxima etapa se buscará llevar a la práctica estas acciones identificadas como prioritarias,
en un esquema de co-gestión con la comunidad.
Por otra parte, a partir de la firma del Convenio Marco de Cooperación Interinstitucional firmado por
la Fiscalía General del Estado y la Municipalidad de Asunción en el “Primer Seminario Internacional
sobre Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana en el Paraguay”, se profundizará el trabajo
conjunto ampliándolo a otras zonas de la ciudad que serán eventualmente definidas por un Equipo
de Coordinación Local.
6.2. El Plan Piloto en la Zona Sur de Limpio
Como mencionamos anteriormente, un petitorio de los vecinos de la zona sur de Limpio,
organizados en la “Coordinadora de Vecinos de la Zona Sur de Limpio” dio el impulso inicial a esta
segunda experiencia piloto.
Esta organización de vecinos surge como respuesta a una seria y compleja problemática de
inseguridad que nos planteó y nos sigue planteando un gran desafío.
La primer actividad realizada el 6 de abril del corriente año es un “Encuentro sobre prevención
del delito y seguridad ciudadana” en el que participaron numerosas instituciones: Ministerio
Público, Policía Nacional, SENAD, Intendencia de Limpio y Coordinadora de Vecinos de la Zona
Sur de Limpio”. En este encuentro el Ministerio Público asume el compromiso de comenzar a
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implementar, en conjunto con la Coordinadora de Vecinos y con las instituciones que decidan
sumarse a la experiencia, un Plan Piloto de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana.
Cabe destacar el gran impulso que la Coordinadora de Vecinos le ha dado a esta experiencia y la
invalorable colaboración de los vecinos de la Zona Sur de Limpio.
En este marco se planifican y llevan a cabo una serie de actividades:
“Jornada de orientaciones ciudadanas” con la participación de Fiscales y representantes de
la Policía y la SENAD.
Censo de Familias de la Zona Sur de Limpio: la Dirección de Política Criminal y Criminología
capacita a 50 censistas “voluntarios”, muchos de ellos jóvenes y docentes de la comunidad de
Limpio y se censa a 642 familias y a más de 2000 personas. Se relevan datos
sociodemográficos y relacionados con la sensación de inseguridad, el nivel de victimización, el
grado de confianza en las instituciones, entre otros.
Conformación del Equipo de Coordinación Local. Participan: Coordinadora de Vecinos,
Ministerio Público, Secretaría Nacional de la Infancia y la Adolescencia, Intendencia de Limpio,
Gobernación Central, Policía Nacional y SENAD.
Taller de Diagnóstico Participativo con los miembros de la Coordinadora de Vecinos de la
Zona Sur de Limpio y coordinado por la Dirección de Política Criminal y Criminología.
La conformación del Equipo de Coordinación Local es uno de los logros más significativos de esta
experiencia hasta el momento e implica comenzar a adoptar la filosofía de trabajo promovida por
este Plan: la cooperación y el trabajo coordinado entre diversas agencias y distintos niveles de
gobierno con la comunidad, buscando un objetivo común y optimizando el empleo de los recursos
públicos.
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