Política de intervención del estado 1930

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Mencionar políticas de intervención del Estado en la década del ’30 La crisis económica mundial que se inició en 1929, la Gran Depresión, afectó fuertemente a Latinoamérica. Había fugas de capitales especulativos al centro de Nueva York y una caída de precio de los bienes de exportación. En la mayoría de los países de la región su impacto se reflejó, como en Brasil, en la constitución de nuevos bloques de poder que reemplazaron a las oligarquías hasta entonces predominantes. El primer impacto se produjo, lógicamente, en el sector externo. La balanza de pagos de 1930 fue netamente deficitaria. Entre 1929 y 1930 las exportaciones disminuyeron un 36% mientras que las importaciones se contrajeron sólo en un 24%. Esto se debió a la mayor inelasticidad del coeficiente de importaciones, que dependía principalmente, en un país de escasa industrialización, de la demanda interna de artículos de consumo. El valor de los productos agropecuarios, en especial del trigo, bajó drásticamente, agravando la situación. A fines de 1931, los precios de los cereales y el lino habían caído, en promedio, a cerca de la mitad del nivel existente antes de la crisis. Urgía resolver la situación y el gobierno lo iba a hacer echando por la borda la experiencia de 50 años de política económica de corte liberal, predominante desde que se implantó el modelo agroexportador en la década de 1880. Se produjo el 6 de septiembre de 1930 el primer golpe de estado de la época constitucional derrocando a Irigoyen y el retorno de las viejas élites que gobernaron hasta 1916. No hubo cambios o reformas sociales como en otros lados, pero el régimen conservador, de ideología liberal en lo económico, debió abandonar muchas de sus ideas y utilizar herramientas nuevas e impensadas de política económica para amortiguar los efectos de la crisis. Justo asume y pone a Pinedo como ministro de economía. Pinedo pensaba que la intervención del Estado era el mejor camino para salir de la crisis. Este intervencionismo de Estado en la Argentina no se debió a la iniciativa de “gobiernos populistas presionados por sus ‘bases’, sino a la acción de las viejas élites liberales que procuraron de ese modo salvaguardar un sistema económico en el que se hallaban especialmente involucrados sus propios intereses. La primera medida importante, que se tomó en octubre de 1931 con el fin de atenuar el desequilibrio del comercio exterior y la fuga de divisas fue:

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Mencionar políticas de intervención del Estado en la década del ’30

La crisis económica mundial que se inició en 1929, la Gran Depresión, afectó fuertemente a Latinoamérica. Había fugas de capitales especulativos al centro de Nueva York y una caída de precio de los bienes de exportación. En la mayoría de los países de la región su impacto se reflejó, como en Brasil, en la constitución de nuevos bloques de poder que reemplazaron a las oligarquías hasta entonces predominantes. El primer impacto se produjo, lógicamente, en el sector externo. La balanza de pagos de 1930 fue netamente deficitaria. Entre 1929 y 1930 las exportaciones disminuyeron un 36% mientras que las importaciones se contrajeron sólo en un 24%. Esto se debió a la mayor inelasticidad del coeficiente de importaciones, que dependía principalmente, en un país de escasa industrialización, de la demanda interna de artículos de consumo. El valor de los productos agropecuarios, en especial del trigo, bajó drásticamente, agravando la situación. A fines de 1931, los precios de los cereales y el lino habían caído, en promedio, a cerca de la mitad del nivel existente antes de la crisis. Urgía resolver la situación y el gobierno lo iba a hacer echando por la borda la experiencia de 50 años de política económica de corte liberal, predominante desde que se implantó el modelo agroexportador en la década de 1880. Se produjo el 6 de septiembre de 1930 el primer golpe de estado de la época constitucional derrocando a Irigoyen y el retorno de las viejas élites que gobernaron hasta 1916. No hubo cambios o reformas sociales como en  otros lados, pero el régimen conservador, de ideología liberal en lo económico, debió abandonar muchas de sus ideas y utilizar herramientas nuevas e impensadas de política económica para amortiguar los efectos de la crisis. Justo asume y pone a Pinedo como ministro de economía. Pinedo pensaba que la intervención del Estado era el mejor camino para salir de la crisis. Este intervencionismo de Estado en la Argentina no se debió a la iniciativa de “gobiernos populistas presionados por sus ‘bases’, sino a la acción de las viejas élites liberales que procuraron de ese modo salvaguardar un sistema económico en el que se hallaban especialmente involucrados sus propios intereses. La primera medida importante, que se tomó en octubre de 1931 con el fin de atenuar el desequilibrio del comercio exterior y la fuga de divisas fue:

La implantación del control de cambios: El mecanismo elegido consistió en la creación de una comisión de control de cambios que tenía por objetivo fijar periódicamente el valor de las divisas y asegurar el pago de las obligaciones financieras externas. Esto se garantizaba mediante un sistema de función de una lista de prioridades en donde figuraba, en primer término, el pago de la deuda externa y luego el de las importaciones imprescindibles (materias primas para las industrias nacionales, combustibles, bienes de consumo indispensables).

Tipo de cambio oficial y libre: En 1933, para flexibilizar el sistema se ajustaron algunas de sus disposiciones y en especial se creó un doble mercado de cambios –oficial y libre– de forma tal que ya no se limitaban las importaciones, aunque aquellas que no figuraban en la lista de prioridades debían soportar un tipo de cambio mucho más elevado que el oficial. El esquema de funcionamiento era muy simple. Los exportadores estaban obligados a vender sus divisas a la comisión a un tipo oficial de compra mientras que los importadores y aquellos que necesitaban efectuar pagos en el exterior debían para adquirirlas obtener permisos previos de la comisión, fijándose diariamente el tipo vendedor de licitación por los poseedores de permisos.

Una sustancial devaluación del peso, que permitió mejorar los ingresos de los exportadores, y la creación de un margen fijo de cambios entre el tipo vendedor y el comprador, complementaron aquellas medidas y posibilitaron una paulatina recuperación del sector externo, en tanto que los movimientos de capital se volvieron también positivos y el nivel de reservas experimentó una saludable alza. El

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incremento del 10% que se fijó en los aranceles aduaneros acentuó el efecto proteccionista que de hecho tenían las disposiciones cambiarias

Pacto Roca-Runciman: Establecían una política discriminatoria en favor de las empresas y exportadores ingleses. Tuviera o no esa finalidad, el fuerte proceso de industrialización por sustitución de importaciones que vivió el país en forma más bien espontánea por aquellos años, se debió en gran parte a la política adoptada por los gobiernos conservadores en el sector externo.

Juntas Reguladoras: Las principales fueron la Junta Reguladora de Granos y la Junta Nacional de Carnes. En total, entre 1930 y 1940 se crearon 21 organismos autónomos y 25 sin autonomía, entre ellos la Comisión Nacional de Fomento Industrial y la Junta Nacional para Combatir la Desocupación. El propósito de estos organismos puede ser ejemplificado por la acción de la Junta Reguladora de Granos, que compraba los cereales a los productores a precios “básicos” y los vendía luego a los exportadores. La idea era proteger a aquellos de la caída de los precios internacionales, absorbiendo las posibles pérdidas que pudieran tener.

Impuesto a los Réditos: Necesidad imperiosa ya que los ingresos fiscales dependían sobre todo de los menguados derechos aduaneros, y la del Banco Central, que regularizaba y centralizaba el hasta entonces disperso sistema financiero, fueron pasos que marcaron la febril actividad intervencionista del Estado en la década de 1930. Cierto es que el “clima” internacional ayudaba a adoptar estas decisiones gracias al ejemplo del New Deal en los Estados Unidos y a la aplicación de medidas proteccionistas en los principales países europeos, que contaban con el respaldo teórico de las nuevas ideas keynesianas. Sin embargo, la clase dirigente consideraba todavía que con el fin de la gran depresión el país podría volver a un esquema agroexportador y los mercados autorregularse, abandonando el Estado su carácter intervencionista. La ausencia de un verdadero sistema democrático –el régimen conservador había surgido gracias a un golpe de Estado y se había mantenido mediante métodos represivos y el fraude electoral– impedía, en verdad, un debate a fondo sobre la verdadera naturaleza de los cambios en las políticas económicas y sociales. El peronismo, con el apoyo popular, se propondría encarar estas cuestiones.