Ponencia Montevideo Moisés Pérez

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Es una conferencia sobre la formación sacerdotal

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LA FORMACIÓN MISIONERA DE LOS AGENTES ORDENADOS1

ENCUENTRO DE RESPONSABLES DE LA FORMACIÓN PRESBITERAL Y RESPONSABLES DE LAS COMISIONES NACIONALES DE MISIONES

REGIONES BOLIVARIANA Y CONO SURMontevideo, Uruguay del 20 al 23 de mayo de 2015

Moisés Daniel Pérez Díaz

Los estudios postconciliares sobre la naturaleza misionera del sacerdocio ministerial, han profundizado cada vez más las exigencias concretas que de ella derivan. Gracias a estos estudios y a la doctrina magisterial, hoy se acepta sin discusión (en línea de principio) que "los sacerdotes deben tener un corazón y mentalidad misionera" (RMi 67), por el hecho de que "la vocación sacerdotal es también misionera".2

En esos estudios se han tenido en cuenta, conjugándolos armónicamente, unos elementos que son la base de la misionariedad del sacerdocio ministerial:

La dimensión misionera de la Iglesia particular, La dimensión misionera del episcopado y de la Colegialidad Episcopal, La dimensión misionera del Presbiterio y del mismo sacerdocio ministerial en

cuanto tal.3

Miradas así las cosas, no deberían sorprender las repetidas afirmaciones de la exhortación postsinodal "Pastores dabo vobis" sobre la misionariedad del sacerdote, subrayando la "colaboración responsable y necesaria con el ministerio del obispo, en su solicitud por la Iglesia universal" (PDV 17) e indicando que la "pertenencia y dedicación a la Iglesia particular" (por la incardinación) "no puede reducirse a estrechos límites", sino que "los prepara a la misión universal" (PDV 32).4

1 Esta parte está tomada de un trabajo llamado DIMENSION PARTICULAR (DIOCESANA) Y UNIVERSAL (MISIONERA "AD GENTES") DEL SACERDOCIO MINISTERIAL del padre Juan Esquerda Bifet 2 ? Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo de 1979, n.8. A. BANDERA, Presbiterado, colegialidad e Iglesia universal, "Ciencia tomista" 11 (1984) 463-486; G. CAPELLAN, Dimensión misionera, en: Espiritualidad sacerdotal, Congreso, Madrid, EDICE 1989, 419-428;J. DELICADO, Dimensión misionera del sacerdocio, Burgos 1976 (38 Semana Misional) 109-126; J. ESQUERDA BIFET, Sacerdotes al servicio de la Iglesia particular y universal, en: Signos del Buen Pastor, Espiritualidad y misión sacerdotal, Bogotá, CELAM 1991; R. MACIAS, Vocación sacerdotal, vocación misionera, "Ominis Terra 13 (1981) 471-478; J. SARAIVA, Il dovere missionario dei Pastori, in: Chiesa e Missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990, 141-157; A. SARMIENTO, El Corazón de Cristo y el carácter misionero del sacerdocio ministerial, "Teología del Sacerdocio" 18 (1984) 203-246; I. TRUJILLO, En torno a la identidad misionera del clero diocesano, "Misiones Extranjeras" 88-89 (1985) 311-322; R., ZECCHIN, I sacerdoti fidei donum, una maturazione storica ed ecclesiale della misionarietà della chiesa, Roma, Pont. Opere Missionarie 1990; T. UBEDA, Cómo ser sacerdote hoy? Dimensión misionera de la espiritualidad sacerdotal, "Misiones Extranjeras" 87 (1984) 359-363. Ver más bibliografía en: Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. VII (Ministros del Evangelio).3    ? Además de la nota anterior, ver algunos estudios en colaboración: Chiesa locale e cooperazione tra le Chiese, Bologna, EMI 1973; Chiesa locale e inculturazione nella missione, Roma, Urbanian University Press 1987; Promición misionera de las Iglesias locales, Burgos 1976; L'Episcopat et l'Eglise universelle, Unam Sanctam 39 (1962). Otros estudios: A. ANTON, Iglesia universal, Iglesias particulares, "Estudios Eclesiásticos" 47 (1972) 409-435; W. BERTRAMS, De Episcopis quoad universam Ecclesiam, "Periodica" 55 (1966) 153-169; M. BONET, Solicitud pastoral de los obispos en su dimensión universal, en: La función pastoral de los obispos, Salamanca 1967; H. DE LUBAC, Les Eglises particulières dans l'Eglise universelle, Paris, Aubier-Montange 1971; J. ESQUERDA BIFET, La distribución del clero, Burgos 1972; Idem, Sacerdocio ministerial en la Iglesia particular, "Salmanticesnsis" 14 (1967) 309-340; W. ONCLIN, Les Evêques et l'Eglise universelle, en: La Charge pastorale des Evêques, Unam Sancatam 74 (1979) 87-101; X. SEUMOIS, Les Eglises particulières, in: L'activité missionnaire de l'Eglise, Paris 1967, 281-299; P. TENA, Eglise, in: Dict. Sipiritualité, fasc. 25, col. 370-384;J.M.R. TILLARD, Eglise d'Eglises, écclésiologie de communion, Paris, Cerf 1987; I. TING PONG LEE, Dioecesum incepta pro missionibus, "Comentarium pro Religiosis" 59 (1978) 125-137; 238-247: 345-347; 60 (1979) 36-45. Ver otros estudios en la nota 38.4    ? Cita PO 10 y lo comenta, ampliando la exigencia misionera no sólo por la ordenación, sino también por la incardinación. Ver otros número de PDV: 2, 4, 14, 16-18, 23, 31-32, 59, 74-75, 82. Ver comentarios a la exhortación postsinodal: Pastores dabo vobis, Esort. Apost. Post-Sinodale di Giovanni Paolo II (25 marzo 1992). Testo originale... (presentazione, introduzioni, commentoe sussidi (J.

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I. LA MISIÓN EN LA IGLESIA PARTICULAR

La Iglesia particular debería encarnar en sí la universalidad de la Iglesia. Se puede decir que si la Iglesia particular se apartara voluntariamente de la Iglesia universal pierde dos aspectos esenciales a su naturaleza misma: La referencia al designio de Dios y el empobrecimiento en su dimensión eclesial5. Concretamente, es la Iglesia particular, única y verdadera comunidad de salvación “en la que y desde la que está constituida la Iglesia universal”6; en ella acontece la Iglesia de Cristo.

El papel de la diócesis, dentro de la Iglesia universal, es el de servir de unidad en la diversidad. Ninguna experiencia de Iglesia es vivida por sí misma, ya que existe la conciencia común de caminar juntos y de participar en el mismo itinerario de fe. La Iglesia particular presidida en la fe y en la caridad por el obispo, “es el espacio en que se hace la experiencia de la catolicidad y del carácter misionero de la Iglesia, no sólo dentro de la misma diócesis, sino también de la Iglesia universal y del mundo al que está destinada”7.

La Iglesia particular es una concreción de la Iglesia universal. Si la Iglesia universal es por su naturaleza misionera y, la Iglesia particular es la concreción de ésta, entonces podemos decir, que la Iglesia particular es también por su naturaleza misionera, pues “la vocación de la Iglesia es estar presente en el corazón del mundo. Las esperanzas y el impulso que animan profundamente al mundo no son ajenas al dinamismo del Evangelio”8.

La naturaleza misionera de la Iglesia particular aparece en su realidad eclesial, que es de:-imagen de Iglesia universal;-porción o concretización de la Iglesia universal;-presencia y actuación de la Iglesia universal;-encarnación de la Iglesia universal9.

Al respecto es interesante el aporte, el enfoque y la proyección misionera de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo: “Reconocemos... que la conciencia misionera “ad gentes” es todavía insuficiente o débil... Nos encerramos en nuestros propios problemas locales, olvidando nuestro compromiso apostólico con el mundo no cristiano. Descargamos nuestro compromiso misionero en algunos de nuestros hermanos y hermanas que los cumplen por nosotros”(DSD 125 y 126).

Además, Santo Domingo en el No. 128 señala líneas de acción como compromisos concretos en el campo de la misión “ad gentes” para las Iglesias particulares:

1. Promover la cooperación misionera de todo el Pueblo de Dios traducida en oración, sacrificio,

Saraiva, L. Pacomio), Casale Montferrato, PIEMME 1992; Os daré pastores según mi corazón, Valencia, EDICEP 1992; Vi darò pastori secondo il mio cuore, Esortazione Apostolica "Pastores dabo vobis"..., Testo e commenti, Lib. Edit. Vaticana 1992.5 Cf. EN 62.6 LG 23.7 CAPPELLARO, Juan. Edificándonos como Pueblo de Dios. Bogotá: Celam, 1999. p.335.8 GIL, Cesáreo y CASTAÑO, H. Sínodo de los Obispos de 1971. En: Documentos Sinodales y Exhortaciones postsinodales. La justicia en el mundo. Introducción. Caracas: Trípode, 1994. p.31.9 ESQUERDA B., Juan. Espiritualidad misionera. Biblioteca de Autores Cristianos BAC Minor, n.49. Madrid: Edica, 1978. p.300.

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testimonio de vida cristiana y ayuda económica10.2. Ingrese en los programas de formación sacerdotal y religiosa cursos específicos de misionología e instruya a los candidatos al sacerdocio sobre la importancia de la inculturación del Evangelio11.3. Forme agentes de pastoral autóctonos con espíritu misionero en la línea señalada por la encíclica "Redemptoris Missio".4. Asuma con valentía el envío misionero, ya de sacerdotes12 como de religiosos13 y laicos. Coordine los recursos humanos y materiales que fortalezcan los procesos de formación, envío, acompañamiento y reinserción de los misioneros.

Establezca una positiva relación con las OMP14, las cuales deben tener un responsable eficaz y el apoyo de la Iglesia particular.

Se debe reconocer que empieza la toma de conciencia del papel de las Iglesias particulares en la misión, pues, “Ésta entendida como misión “ad gentes”, había quedado en manos de las congregaciones religiosas o de los institutos religiosos”15. Crece el sentido misionero de la Iglesia local, “crece la conciencia de que la misión es tarea de toda la comunidad, como lo fue en las primeras comunidades cristianas...”16. Así, se debe decir de toda Iglesia particular que es por “su misma naturaleza misionera” y esta verdad debe aparecer en sus estructuras, organizaciones, proyectos y preocupaciones. La Iglesia particular no es parte de la Iglesia de Cristo17, sino que es la Iglesia de Cristo. Es toda la Iglesia, tanto en su conjunto como en la singularidad de cada Iglesia particular, la que está llamada a prolongar la misión de Cristo en el mundo. En nuestra realidad suele a veces aparecer “como si cada Iglesia tuviese una función específica, diversa en el conjunto: una Iglesia es para dar y otra para recibir, una para dedicarse a obras de asistencia social y otra para fomentar la liturgia, etc. Donde existe verdadera Iglesia, allí existe deber misionero”18. Todos y cada uno de los elementos de la Iglesia particular deben tener una dimensión misionera. En definitiva la solicitud misionera es propia de toda Iglesia particular.

Si en cada diócesis se viviera el espíritu misionero y hubiera una adecuada pastoral misionera se tendría como fruto: UNA CONCIENCIA MISIONERA. Por eso es necesario “la formación de una auténtica conciencia misionera que debe cimentarse sobre una profunda renovación espiritual: antes de predicar el Evangelio hay que vivirlo. La vida de un cristiano o de una comunidad constituye su primer anuncio misionero (Cf. He 2,44.5,14): sin haber experimentado antes

10 Cf. RMi 78.11 Cf. SD 127; RMi 83; JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Dabo Vobis. Bogotá: Paulinas, 1996. p.144. En adelante se citará PDV.12 Cf. RMi 67; PDV 59.13 SD 86, 91-92.14 Cf. RMi 84.15 SALVATIERRA, Ángel. Problemas y perspectivas de la misionología actual. En: Medellín. V.20. n.77. (enero. 1974); p.26.16 Idem. ”Si no hubiera la conciencia y el compromiso generoso de seguimiento evangélico…la vida fraterna y la disponibilidad misionera no se harían efectivos ni duraderos” (ESQUERDA, Juan. Del seguimiento sacerdotal de Cristo, a la misión “Ad gentes” de la diócesis. En: Surge. Vol. 51. nn. 549-554 (jul-dic. 1993); p.409-410).17 “En un contexto misional y para rectificar ciertas opiniones insuficientemente se debe insistir en el hecho de que ninguna Iglesia particular debería como considerarse como ‘parte’ de la Iglesia...” (Cf. NUNNENMACHER, Op. Cit., p.93). La madurez de una Iglesia se da precisamente cuando se desarrolla su dimensión misionera en todos los niveles y ambientes dentro y fuera de su propia comunidad, sin perder de vista por supuesto, que es la Iglesia universal la que está realizando dicha acción.18 LÓPEZ, Jesús. Lo inédito del documento "Ad Gentes". Pamplona. En Misiones extranjeras. Madrid. n. 93-94 (may-agost. 1986); p.243. La fundación de la Iglesia no se puede entender hoy en día sin suscitar el intercambio de dones y carismas. Cf. HERRERA, César. Algunas consideraciones sobre la formación misionera. En: Vinculum. Bogotá. n.152 (sept-dic. 1983); p.62.

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personalmente que Cristo es el salvador, difícilmente sentiremos la necesidad de darlo a conocer a otros”19 .

La distribución es tan necesaria en las Iglesias ricas como en las Iglesias pobres. Dice Esquerda Bifet20 que no hay ninguna Iglesia tan rica que no necesite recibir de otras; ni hay alguna tan pobre que no pueda dar algo a las demás.

Para que sea posible una conciencia eficaz de la misión universal hay que tener como presupuesto una adecuada formación inicial en todos los campos que ésta abarca: doctrinal, espiritual, pastoral, comunitario, etc., que traiga consigo la disponibilidad y una adecuada formación permanente que solidifique el espíritu misionero y que pueda responder a las exigencias de los tiempos nuevos.

II. EL PRESBÍTERO EN SU IDENTIDAD ESTÁ LLAMADO A LA MISIÓN DE LA IGLESIA

La naturaleza misionera de la vocación sacerdotal

La misión de Jesucristo es la misión de salvación para todos. En él “el verbo de Dios se ha hecho carne”, se ha acercado lo más posible a la humanidad, se ha revelado del modo más accesible. El hecho y el acontecimiento de la encarnación han marcado para siempre la historia de la humanidad. Jesús es el enviado del Padre. “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la Virgen y se hizo hombre”; así proclamamos nuestra fe (Credo Niceno-Constantinopolitano). Ha muerto y –hecho único en la historia- ha resucitado de entre los muertos para ofrecernos a todos la salvación. Es el único Salvador de todos: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6). “Haced esto en memoria mía”. En memoria de mis palabras, en memoria de mis obras, en memoria de mi sacrificio en la cruz, continúen mi misión.

Frecuentemente se ha repetido que la Iglesia es, por naturaleza, misionera. Se puede decir lo mismo del sacerdocio? Bastaría considerar la afirmación del Concilio que arriba se ha citado para evidenciarlo. La dimensión universal “hasta los confines de la tierra” (He 1,8) es, pues, específicamente misionera en la insistencia del “don espiritual” o de la “gracia sacramental”. El mismo texto afirma que “todo ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles”; y concluye: Acuérdense, por tanto, los presbíteros que deben llevar en su corazón la solicitud de todas las Iglesias” (PO 10).

Otra razón que caracteriza la naturaleza misionera del sacerdocio es que el Orden presbiteral es participación en la misión misma de Cristo21. Una participación más íntima que la del mismo bautismo; íntima en el sentido de una identificación por la cual el presbítero actúa como servidor de Cristo y de la Iglesia.

Durante la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía y el sacerdocio, para perpetuar su sacrificio por la vida del mundo (Jn 6,51), para la salvación de todos los hombres. Nosotros, sacerdotes,

19 PABLO VI. Domingo Mundial de las Misiones de 1974. En: Departamento de Misiones del Celam. Animación misionera. Bogotá: Celam, 1980. p.62. En adelante se citará como DEMIS.20 ESQUERDA, Op. Cit., p.307.21 El envío que hace Jesús de sus discípulos, investidos de su poder, tiene por destinatarios a “todas las gentes”, el universo. (Cf. SÁNCHEZ, Op. Cit., p.305).

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estamos personalmente comprometidos en este sacrificio cuando prestamos a Jesús nuestra boca e, in persona Christi, decimos con eficacia: “Este es mi cuerpo, entregado por vosotros... Esta es mi sangre, sangre de la nueva alianza, derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. Cuerpo ofrecido, sangre derramada: ¡he aquí el sacrificio por la vida del mundo!22. Para realizar esta salvación y este perdón, para aplicarlo a todos, Jesús renueva, representa su sacrificio por nuestro medio y ofrece la salvación a todos; continuando a “congregar a su pueblo sin cesar, para que ofrezca en su honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta su ocaso”23.

La Eucaristía –dice Jesús- es “el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,51). En la fracción del pan del encuentro vivo con el Señor Resucitado, los discípulos de Emaús marcharon inmediatamente a compartir su felicidad con los otros, para llevar la Buena Nueva al mundo (Lc 24, 25-35). La Eucaristía es apertura al mundo, sobre todo porque es el sacrificio de Jesucristo “por la vida del mundo”. La Eucaristía impulsa a la misión. En toda Eucaristía, el sacerdote renueva su propio envío misionero. La Eucaristía representa la cumbre de la acción ministerial del presbítero. “Su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en el culto o asamblea Eucarística”24.

La Eucaristía es clave para establecer las relaciones entre el presbítero y el pueblo. La relación entre Eucaristía fue establecida desde los mismos comienzos: “Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1Cor 10,17). En la celebración Eucarística se nos muestra de forma eminente que no hay oposición entre evangelización25y sacramentalización, entre misión y culto, campos que se han presentado a veces como alternativos.

No es de sorprender que Jesucristo deje como testamento en sus últimos momentos de vida terrestre, la Eucaristía “por la vida del mundo”, y el sacerdocio para la salvación de todos, en beneficio de toda la humanidad. El sacerdocio nace, por tanto, misionero26, abierto al mundo, para la salvación de todos. No se puede quitar nada a su naturaleza y a su identidad. El sacerdocio es don de Dios a los hombres, es don de los hombres que retornan a Dios, es don de la Iglesia al mundo. No se puede concebir en nuestra vida cotidiana de manera limitada y desfigurada. Ella no sería ni el verdadero sacerdocio, ni la última Cena, es la fuente de la evangelización.

El ministerio ordenado tiene una doble virtualidad y proyección, la paternidad respecto a la comunidad27concreta de hombres concretos y conocidos y el alma de la universalidad de la 22 “La Iglesia no es el lugar de salvación contrapuesto al mundo, considerado éste como lugar de perdición, sino la comunidad que predica y celebra la acción de Dios en el mundo. Hay que evitar la nefasta consideración de una Iglesia sin mundo y un mundo sin Iglesia, de una Iglesia como comunidad privilegiada frente a cualquier otro grupo humano, sino en función de servicio a todo el género humano” (SÁNCHEZ, Op. Cit., p.307).23 CONFERENCIA EPOSCOPAL DE COLOMBIA. Departamento de liturgia. Misal Romano. Plegaria Eucarística III. 3ª edición. Bogotá: Nomos S.A., 1994. p.430.24 LG 28ª.25 La celebración existe en función del anuncio y del compromiso, no es monopolizable para fines meramente personales ya que es el testimonio del hecho salvífico. (Cf. SÁNCHEZ, Op. Cit., p.352). Cf. LOZANO, Javier. Hacia el tercer milenio. Teología cultura. Bogotá: Celam, 1988. p.371-372.26 El presbítero ha de formar comunidades de espíritu misionero, reflejo de los discípulos del resucitado, que compartió nuestra existencia y situación. Cf. Gadium et Spes 22.Al recordar a Jesús en la celebración, al escuchar sus palabras y al imitar su vida el presbítero asume la tarea que emprendió Jesús. Jesús rebasa el cálido circulo de los cercanos para abrirse a todos (Cf. Mc 1,38).27 Lo primero en la Iglesia es la comunidad, no el ministerio, y la razón de este es el servicio a la comunidad. Véase LG 9, 10 y 11.

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misión, que impide al ministro el arraigo en un solo lugar y el apego a una sola comunidad, pues su ministerio obedece a una vocación a la totalidad. El presbítero es consagrado para la humanidad entera. Según la PDV, sólo el radicalismo evangélico28 permitirá que el presbítero responda a la llamada de Cristo con generosidad y con la intención de seguirlo e imitarlo como testigo fiel de Cristo, casto, pobre y obediente. Esta vida se verá enriquecida y alimentada en la íntima comunión de vida con Cristo. La “expresión privilegiada del radicalismo son los consejos evangélicos que Jesús propone… íntimamente relacionados entre sí de obediencia, castidad y pobreza”29. Según lo analizado acerca de la dimensión misionera universal de los presbíteros, valdría la pena en este aspecto de los consejos evangélicos tener presente aquello que dice la exhortación con respecto a la pobreza: “Sólo la pobreza asegura al sacerdote su disponibilidad a ser enviado allí donde su trabajo sea más útil y urgente, aunque comporte sacrificio personal”30. Esto hace auténtica y real la docilidad al Espíritu y la disponibilidad a la misión. Es el talante católico del ministerio presbiteral, que llega a todos y no se circunscribe humana ni geográficamente.

Evolución de la conciencia misionera de los presbíteros

"Jesucristo Es el mismo, ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8). Esta frase de la carta a los Hebreos puede relacionarse con otro pasaje que puede ayudar a percibir una nueva comprensión del empeño misionero del sacerdote. “Convenía en verdad, que aquel por quien es todo y para quien es todo llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación” (Hb 2,10). Cristo encarnado tiene como misión abrir el camino de la gloria divina a todos los hombres. En su pasión y en su resurrección, su sacerdocio asume una dimensión universal31, y la establece de una manera única en su función de mediador. Comparte con los hombres la misión recibida del Padre “Como el Padre me envió así os envío yo” (Jn 20,21).

Hace algún tiempo parecía que el sacerdote diocesano tenía que permanecer asignado durante toda su vida a un determinado territorio: a su obispo y a su diócesis. La misión estaba reservada casi únicamente a los misioneros ad vitam. Estábamos demasiado acostumbrados a ser misioneros por delegación; podían serlo solamente los pioneros de los Institutos Misioneros, a los que se había delegado el celo del Evangelio por los pueblos lejanos. Con esta mentalidad el sacerdote diocesano se sentía recluido en su territorio que constituía su universo pastoral. El Presbítero diocesano32 se desposa con la Iglesia concreta que es su diócesis, su pueblo, donde ha nacido, vive, trabaja y morirá. Por la incardinación contrae y sella un compromiso para toda la vida. Hay una exigencia de amor esponsal a ese pueblo que tiene su cultura, costumbres y valores; esto es precisamente lo que habrá que evangelizar y para ello es necesario sumergirse en el alma de este pueblo y de sus expresiones más genuinas, el cual adquiere rostro y figura más concretos en la pequeña comunidad encomendada al Presbítero. Se otorgaba demasiada importancia a la incardinación y se olvidaba que el sacerdote era el colaborador privilegiado del obispo en su misionariedad al servicio de la Iglesia universal.

28 Cf. PDV 27.29 PDV 27.30 PDV 30.31 “El sacerdocio de Cristo…fue un sacerdocio universalista. Abarcaba y abarca a la totalidad de los hombres”. Cf. DE UNCITTI, Manuel. El carisma misionero del sacerdocio. En: Surge.Vitoria. Vol. 29. n.294 (mar. 1971); p.117.32 Cf. SÁNCHEZ, Op. Cit., p.334.

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Su pertenencia a una determinada Iglesia particular no encierra en ella la vida y la actividad del presbítero. Esto estaría en contradicción con la naturaleza misma de la Iglesia particular y del ministerio sacerdotal. La exhortación PDV señala dos aspectos muy importantes y que a su vez configuran la vida espiritual del sacerdote: La pertenencia a una Iglesia particular y la dimensión misionera33. Significa esto que la vida espiritual del sacerdote debe estar profundamente marcada por el anhelo y el dinamismo misionero para estar abierto a las necesidades de la Iglesia y del mundo.

Aparecen algunas consecuencias de gran alcance para la vida y actividad del presbítero. La pone de relieve la PDV:

Se sigue de esto que la vida espiritual de los sacerdotes debe estar profundamente marcada por el anhelo y el dinamismo misionero. Corresponde a ellos, en el ejercicio del ministerio y en el testimonio de su vida, plasmar la comunidad que se les ha confiado, para que sea una comunidad activamente misionera... todos los sacerdotes deben tener corazón y mentalidad misioneros, estar abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo, atentos a los más lejanos y, sobre todo, a los grupos no cristianos del propio ambiente. Que en la oración y, particularmente, en el sacrificio eucarístico sientan la solicitud de toda la Iglesia por la humanidad entera34.

Pío XII pedía en su encíclica Fidei Donum, la corresponsabilidad de los obispos para que sostuvieran con una efectiva solicitud eclesial la misión Ad gentes. La obra de la misión no era pues competencia exclusiva del Papa, de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de los Institutos misioneros. Esta madurez adquirida daba vida a un impulso generoso a través del envío de sacerdotes, llamados Fidei Donum durante un tiempo limitado y a favor del intercambio entre dos Iglesias.

El Concilio Vaticano II ha reforzado la idea de que la Iglesia, por su propia vocación, continúa la misión de Cristo en el plano local y universal: “...Cristo, elevado de la tierra, atrajo a sí a todos los hombres. Al resucitar de entre los muertos, envío su Espíritu de vida a sus discípulos y por medio de ÉL constituyó a su cuerpo, la Iglesia, como sacramento universal de salvación”35.

El sacramento del orden constituye a los presbíteros como participantes de la misión apostólica “...por eso Dios les da su gracia para que sean servidores de Cristo entre los pueblos con el ejercicio del ministerio sagrado del Evangelio. Así Dios aceptará la ofrenda de los pueblos santificada por el Espíritu Santo,..., en efecto, su ministerio, que comienza con el anuncio del Evangelio, saca su fuerza y eficacia del sacrificio de Cristo”36, para que “Dios sea todo en todo” (1Cor 15,28).

El impacto de algunos documentos del Concilio, de los cuales ya hemos hablado (Ad Gentes, Evangelii Nuntiandi), ha sido de capital importancia para el desarrollo de la colaboración misionera37, pues ha permitido colocar la salida de sacerdotes para la misión en el cuadro más

33 Cf. PDV 31.34 PDV 32.35 CONCILIO VATICANO II. Lumen Gentium. Op. Cit., p.60.36 CONCILIO VATICANO II. Presiterorum Ordinis. Op. Cit., p.312.37 Cuando algunas diócesis han tomado la iniciativa de la misión, muchos sacerdotes han querido ser testimonios, a través de un ministerio sacerdotal limitado en el tiempo, de la comunión eclesial en los países de misión.

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amplio del intercambio entre Iglesias locales. La identidad38 del sacerdote se encuentra situada de esta manera en la naturaleza de su vocación por medio de una experiencia que lo hace más maduro espiritual y humanamente. En efecto, quien llama es el mismo que envía. Jesús llama a sus discípulos para estar con Él, y para enviarlos (Cf. Mc 3,14). Corresponde a los sacerdotes, de una manera muy especial, preocuparse de la necesidad fundamental de la Iglesia, que, tal como dice el Concilio Vaticano II, es la obra de la evangelización39.

En la EN se encuentra diseñada de manera particular la dimensión misionera que todo presbítero ha de vivir en su ministerio, dice Pablo VI: “...los pastores estamos invitados a tomar conciencia de este deber, más que cualquier otro miembro de la Iglesia”40, esta es la singularidad de nuestro servicio sacerdotal. En toda acción pastoral que realiza el presbítero se halla presente esta finalidad: “el anunciar el Evangelio de Dios” (Cf. 1Tes 2,9). Así, la tarea evangelizadora de los pastores tiene unas características propias que se ve enriquecida al no perder de vista su dimensión universal. El presbítero desarrolla la dimensión misionera esencial a su ministerio cuando: proclama con autoridad la Palabra de Dios, reúne al Pueblo de Dios, lo alimenta al celebrar los sacramentos, lo mantienen en la unidad formando comunidad en torno a Cristo, cuando vive la comunión, que tiene su fuente en el sacramento del orden, con sus obispos y hermanos presbíteros41.

Pero digamos que el grado de conciencia del presbítero con respecto a asumir el compromiso propio de la Iglesia con la misión y específicamente con la misión Ad gentes, pide hoy como nunca antes, no tanto la pretensión y la búsqueda de lugares con mentalidad geográfica, sino ante todo penetrar en el corazón de los hombres y de las culturas, es decir, en la historia misma. En este sentido este grado de conciencia es pobre y excepcional en comparación con el número de ministros ordenados en una diócesis por ejemplo; sigue siendo la iniciativa de unos pocos, de personas particulares y la escasa disponibilidad de una mayoría o al menos representativa, aunque en los proyectos y planificación pastoral aparezcan en sus objetivos. Las situaciones misioneras hoy presentan dimensiones nuevas, que exigen una conciencia formada y renovada en la comunión y participación. Hoy se hace necesaria la misión hacia dentro (agentes pastorales en el nivel de comunidades y diócesis) para que siga siendo posible en los tiempos nuevos la misión hacia fuera, Ad gentes, que anuncia la salvación ofrecida a todos los hombres, especialmente a quienes no conocen a Cristo.

Con la Redemptoris Missio Juan Pablo II sitúa la vocación misionera en el centro de la actualidad de la Iglesia. Sólo un profundo amor a la Iglesia puede sostener el celo misionero; su cotidiana obsesión es, según las palabras de San Pablo, “la preocupación por todas las Iglesias”. El Papa se ha empeñado personalmente como pastor infatigable; todo su celo pastoral está al servicio del mensaje evangélico. “He tomado la decisión de viajar hasta los últimos confines de la tierra para poner de manifiesto la solicitud misionera”42. Sigue el ejemplo de los apóstoles que Pablo condensa en su ardiente grito: “Ay de mí si no predicara el Evangelio” (1Cor 9,16).

38 * La identidad del sacerdote, como la del cristiano, pasa por la misión. En comunión con los obispos el sacerdote encuentra su identidad.Es “cooperador del orden episcopal para cumplir la misión apostólica confiada por Cristo” (PO 2).39 Cf. AG 35.40 EN 68.41 Cf. EN 68.42 RMi 1.

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El Papa coloca a todos los cristianos ante sus propias responsabilidades y advierte: “La misión de Cristo Redentor; confiada a la Iglesia,..., se halla todavía en los comienzos y, debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio”43. Invita a toda la Iglesia a comprometerse en la nueva evangelización y en la misión Ad gentes y subraya la responsabilidad común del anuncio del Evangelio. Por otra parte muestra, sobre todo a los presbíteros, la permanente fuente misionera que se encuentra en la gracia sacramental que han recibido y que está en ellos, tal como dice el Concilio Vaticano II: “El don espiritual que los presbíteros recibieron en la ordenación no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación hasta los confines de la tierra”44. Este es un texto muy importante que hay que meditar profundamente y poner en práctica.

III. DATOS BÁSICOS DE LA MISIONARIEDAD DEL MINISTERIO SACERDOTAL

De los documentos magisteriales del concilio Vaticano II y del postconcilio, se pueden destacar unos datos o elementos básicos sobre la dimensión misionera del sacerdocio ministerial y de su ministerio.

El presbítero está llamado a la misión local y universal por:

- participar en el mismo sacerdocio de Cristo,- prolongar la misma misión de Cristo,- colaborar estrechamente con el obispo, como partícipe de la sucesión apostólica y por ser miembro del Presbiterio,- pertenecer a la Iglesia particular como diocesano (incardinado),- ser llamado al seguimiento evangélico de los doce Apóstoles y sucesores.

Todo presbítero (diocesano o religioso) está al servicio de la Iglesia particular, cuyo "principio y fundamento visible de unidad" es el obispo (LG 23). El Papa lo es también, de modo peculiar, como portador de un carisma que es intrínseco a cada comunidad cristiana (ibídem). Cada Iglesia particular, con sus carismas peculiares en la herencia apostólica común (LG 13 y 17), es responsable de la Iglesia universal como su imagen, porción, presencia, actualización (cfr. LG 23, 26; CD 11). A esta Iglesia, con su peculiar herencia de gracia y con su responsabilidad de comunión y de misión universal, es a la que sirve todo presbítero, siendo, con el obispo y bajo su autoridad, custodio de la tradición apostólica misionera.45

La base fundamental del ser, del actuar y de la espiritualidad sacerdotal, es común a diocesanos y religiosos. La configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor, exige para todos el mismo seguimiento radical (Vida Apostólica de los Doce), la misma disponibilidad misionera (local y universal) y la misma vida de "comunión" con los demás presbíteros del Presbiterio de la Iglesia particular, cuya cabeza es el Obispo. Las exigencias de "Vida Apostólica", al estilo de los Doce, son las mismas. La caridad pastoral es la quinta esencia de la espiritualidad sacerdotal, sea del sacerdote diocesano que del religioso.

Ahora bien, todas estas realidades de gracia quedan matizadas por otras gracias, que podrían resumirse, para el sacerdote "diocesano", en la "incardinación", como pertenencia especial a la

43 Idem.44 PO 10. Cf. PDV 14. Cf. Vita Consecrata 72.

45    ? Ver bibliografía en notas 2 y 41.

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Iglesia particular y al Presbiterio, y como dependencia espiritual y ministerial respecto al Obispo; todo ello "como valor espiritual del presbítero" (PDV 31). En cuanto al sacerdote "religioso" (o de instituciones análogas), estas realidades de gracia quedan matizas por el "carisma fundacional", que se concreta en compromisos especiales de seguimiento evangélico y en modos peculiares de vida comunitaria y de misión.46

LA DIMENSIÓN MISIONERA EN LOS DOCUMENTOS MAGISTERIALES SOBRE FORMACIÓN PRESBITERAL47

Formarse es adquirir la forma de lo que se pretende ser. Es cultivar nuestras posibilidades de desarrollo según Dios nos ha hecho y dotado. Hay en todo cristiano un principio de forma misionera. La corresponsabilidad en la actividad misionera que compete a todo bautizado, no hay que interpretarla sólo como un deber consiguiente a su condición: antes que deber es una gracia, pues don gratuito de Dios es que se nos confíe participar en el anuncio de Jesús y en la construcción del Reino; en definitiva, participar de la misma misión de Cristo.

Lo que tiene relación a la dimensión de toda vida cristiana, tiene aún mayor relevancia en la vocación presbiteral y en la específicamente misionera. Se necesita por eso, una sólida formación misionera que se deberá impartir primero en el Seminario durante los años de preparación de los futuros presbíteros. En este sentido es importante que la misionología ocupe un espacio destacado en el programa de estudios de la teología. Presbíteros así preparados podrán formar a su vez las comunidades cristianas para su auténtico empeño misionero. De esta manera la educación en el espíritu misionero desde el seminario garantiza la adquisición del sentido eclesial y del amor a la Iglesia universal. Esto seguramente proporcionará el conocimiento amplio y preciso del mundo actual en su realidad local y en su dimensión universal48.

La formación misionera en los documentos magisteriales anteriores al Vaticano II

El magisterio de la Iglesia, se ha preocupado por insistir en esta dimensión misionera de la Iglesia a través de sus encíclicas, decretos, exhortaciones y documentos misioneros, han insistido en la importancia de una seria formación misionera en los seminarios:

Benedicto XV, en el año 1919, inaugura la gran revolución misionera de la Iglesia en los tiempos modernos49. Decía Benedicto XV a los obispos de todo el mundo en la encíclica Maximun illud:

46    ? Ver: El sacerdote ministerial en la Iglesia particular o diocesana, en: Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. 6. La peculiaridad de la "Vida Apostólica" para el sacerdote diocesano se desprende del hecho de la "incardinación", como relación especial con el carisma episcopal, pertenencia específica respecto a la Iglesia particular y corresponsabilidad estricta de familia respecto a los demás miembros del Presbiterio. De ahí derivarán consecuencias respecto a las modalidades de: seguimiento evangélico, vida comunitaria, disponibilidad misionera. La armonía con otras formas de "Vida Apostólica" sacerdotal es una exigencia de esa misma espiritualidad específica.

47 Esta parte está tomada del trabajo de tesis de licenciatura del presbítero Orlando de Jesús Ramírez Galvez, titulada: La conciencia misionera del presbítero diocesano y su respuesta a la misión ad-gentes. Universidad Pontificia Bolivariana, UPB; Instituto Teológico Pastoral para América Latina, ITEPAL. Bogotá, SE, 2000. 136 p.48 “En lo concerniente, además, a los candidatos al sacerdocio, durante su formación es necesario conseguir que éstos, además de cultivar el amor hacia la diócesis, estén dispuestos a interesarse por toda la Iglesia” (ESQUERDA B., Juan. Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias Hermanas en la Misión. Comentario al documento sobre la distribución del clero en el mundo. Madrid, 1981. p.65). 49 A propósito del Código de Derecho Canónico del 83 siguiendo muy de cerca el espíritu y la doctrina del Concilio dispuso:

“como por una misma naturaleza, toda la Iglesia es misionera y la tarea de evangelización es deber fundamental del pueblo de Dios, todos los fieles conscientes de su propia responsabilidad, asuman la parte que les compete en la actividad misional”.

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“sabed que daréis la más exquisita prueba de afecto a la Iglesia, si os esmeráis en fomentar la semilla de la vocación misionera, que tal empieza a germinar en los corazones de vuestros sacerdotes y seminaristas”50.

Pío XI, en el año de 1926, vuelve a solicitar de los obispos, por medio de la encíclica Rerum Eclesiae el suscitar vocaciones misioneras en los seminarios. “...si hay algunos en cualquiera de vuestras diócesis, jóvenes, clérigos o sacerdotes, que parezcan llamados por Dios a este excelentísimo apostolado, secundad con vuestra benevolencia y vuestra autoridad sus planes e inclinaciones...”51.

En la encíclica Soeculo Exeunte Octavo Pío XII, en 1940, señala: “Deseamos también que en los seminarios se oriente la educación de los candidatos al sacerdocio, de tal manera, que adquieran una sólida y profunda conciencia misionera, que tanto contribuye a robustecer la formación sacerdotal con ventaja para el futuro ejercicio de su ministerio, en cualquier puesto que la providencia les señale”52. En la Menti Nostrae del año 1950 el mismo Pío XII, señaló una línea de reformas acerca del tema de la necesidad del Seminario para la preparación al sacerdocio, con unos toques procedentes sobre todo del campo de Pedagogía y de la Psicología que en aquel momento produjo su impacto.

Juan XXIII, con ocasión de estudios Misioneros organizado por la Unión Misional del Clero de Italia dirige una carta al director nacional: “Los ideales misioneros sean siempre cada vez más difundidos e insertados en la vida de los seminarios, dado su alto valor pedagógico para la completa formación de los candidatos al sacerdocio; y sean cultivados con aquel espíritu de fe que, como testimonio de catolicidad, debe vivificar el sagrado ministerio y alimentar la generosa cooperación a la causa de las misiones”53.

Pablo VI, en 1964, dirige un discurso en la clausura de los cursos de estudios misioneros para los seminarios de Roma, organizados por la unión misional del clero en el que dice:

Continuad dedicándoos con pasión al estudio de los problemas misioneros, según los programas culturales que de año en año, os vienen siendo propuestos; y recordad que la fecundidad de vuestro futuro ministerio... dependerá ciertamente también de la llama del ideal misionero que alimentáis viva en vosotros y que sepáis comunicarla a las almas confiadas un día a vuestros cuidados54.

Este ideal del que habla Pablo VI, hoy más que nunca es fundamental tenerlo en cuenta, ya que los seminarios y los estudiantes religiosos necesitan el ideal misionero para su específica formación. El ideal misionero que hace sentir la solicitud de todas las Iglesias; será para ella uno

(CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO. De la actividad misional de la Iglesia. Cánones 781. Biblioteca de Autores Cristianos BAC Minor. Madrid: BAC, 1983. p.359). Este canon tiene un alcance trascendental para el futuro misionero de la Iglesia. Será este el cimiento por el que se apoyarán los demás cánones misioneros. Los cánones 782 y 791 hablan respectivamente de la responsabilidad que tienen los obispos en cuanto a la tarea misional de la Iglesia universal y de cada Iglesia particular y, de cómo promover la cooperación misional en cada diócesis. El Código dedica un buen número de cánones a la actividad misionera a saber incluyendo los dos ya citados, hasta el 792 e incluso otros que podemos llamarlos propiamente misioneros, pero que se hallan a lo largo del Código como los cánones 257, 262, 271, 272, 385, etc. 50 BENEDICTO XV. Encíclicas misioneras. Bogotá: Paulinas, 1966. p.23.51 PÍO XI. Op. Cit., p.36.52 PÍO XII. Encíclicas Pontíficias. Tomo II. Buenos Aires: Guadalupe, 1958. p.1568.53 GOIBURU, Op. Cit., p.230.54 Idem.

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de los estímulos más eficaces para conservar y madurar su propia vocación. Un centro de formación que haya marginado este ideal decaerá seguramente y tendrá como consecuencia una completa esterilidad pastoral.

El Seminario preconciliar se caracterizaba fundamentalmente: Por una separación del mundo, un concepto sacro de la autoridad y por una espiritualidad individualista. Se imponía a los candidatos la separación física del mundo exterior, separación que tenía sus consecuencias ascéticas y pedagógicas: desarraigo de la familia y un negarse al contacto con los hombres. Esta situación creaba en ellos un cierto espíritu de temor. Miedo al hombre, al mundo, a la mujer, a la sociedad, al trato, a la conversación. Consecuencia de esto: de manera muy marcada resultaba ciertamente un hombre distinto y aparte, por otro lado esto dificultaba un poco su práctica pastoral. También se daba en aquella época un respeto a la autoridad mezclado a su vez con cierto miedo. Miedo a decidirse, a actuar, y esto por supuesto, creaba dependencia, conformismo, indecisión, disminución de la personalidad55.

Fruto de toda esta situación y de una educación estilo claustral, se tenía la concepción de una santidad y espiritualidad personal e individualista, importaba mucho en primer plano asegurarse la vida eterna, una vez terminada la formación podría ocuparse de la salvación de las almas y si existía el ideal misionero se miraba más como algo para el futuro, para después, cuando habría de salir al mundo.

La renovación a partir del Concilio Vaticano II

La renovación conciliar de la Iglesia como servidora de la misión, trajo consigo un cambio en la identidad del futuro pastor como misionero, como presbítero inserto en una Iglesia misionera. De ahí la insistencia del concilio en formar para la misión. El Vaticano II hablando de la responsabilidad y del deber misional de los sacerdotes dice que ya desde el seminario se ha de informar y de formar a los futuros sacerdotes sobre la situación del mundo y de la Iglesia misionera. Esto entre otros tiene un firme propósito, cual es el de formar LA CONCIENCIA MISIONERA de los futuros sacerdotes.

En Christus Dominus se dice:

Los obispos cuiden con empeño de que se preparen ministros sagrados idóneos, y también auxiliares religiosos o laicos, para las misiones y regiones que sufren escasez de clero. Procuren a sí mismo que, en la medida de lo posible, algunos de sus sacerdotes marchen a las referidas misiones o diócesis para ejercer allí el sagrado ministerio a perpetuidad o por lo menos por un tiempo determinado56.

La importancia de la formación misionera de los seminaristas no sólo debe considerarse en el fundamental objetivo de que sus horizontes sean plenamente universales, sino también con miras al talante pastoral del futuro sacerdote que se verá enriquecido con su mirada misionera y sobre todo con su compromiso concreto. La dimensión misionera no puede sino conseguir que esta mirada y compromiso adquieran perspectivas cristianas que se dilaten hasta alcanzar la totalidad del mundo.

55 Cf. MARTIL, Germán. La necesidad del Seminario. En: Seminariun. Año XXV nueva serie año 13, n.2 (abr-jun. 1973) p.428-43056 CONCILIO VATICANO II. Christus Dominus. Op. Cit., p.275.

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La formación misional en los seminarios no puede quedar reducida a una mera información misionera, ni a una participación activa en campañas, ni siquiera a un cursillo de misionología, hay que ir mucho más lejos. “Los profesores de los seminarios y de las universidades expondrán a los jóvenes la verdadera situación del mundo y de la Iglesia para que aparezca ante ellos y aliente su celo la necesidad de una más intensa evangelización de los no cristianos (...) hagan notar los motivos misionales que ellas contienen”57.

En el decreto Optatam Totius sobre la formación sacerdotal el concilio declara la importancia de algunos principios en la formación de los futuros pastores de la Iglesia y para el interés de este apartado se tomarán aquellos que tienen que ver con la dimensión específicamente pastoral y misionera, teniendo en cuenta los cambios y la proyección que los nuevos tiempos requieren.

Se encuentra claramente allí cómo “la preocupación pastoral que debe animar enteramente la formación de los alumnos, exige también que sean instruidos diligentemente en todo lo que se refiere de una manera especial al sagrado ministerio...”58. Se debe tener en cuenta que la formación diligente de los candidatos al ministerio ordenado con miras a una formación integra, permitirá que se cultiven las cualidades convenientes, para ejercer el ministerio con espíritu de caridad y para mantener el corazón sacerdotal abierto y disponible a las necesidades de la misión, que Cristo ha confiado a su Iglesia.

Los seminarios mayores son necesarios para la formación sacerdotal. Toda la educación de los alumnos en ellos debe tender a que se formen verdaderos pastores de las almas a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor... Y llénese de un espíritu tan católico que se acostumbren a traspasar los límites de la propia diócesis, nación o rito y ayudar a las necesidades de toda la Iglesia, preparados para predicar el Evangelio en todas partes59.

En OT la dimensión pastoral del Seminario resulta siendo como el eje central, se señala reiterativamente en muchas ocasiones. Es que la preocupación fundamental de la Iglesia en este campo es la formación del futuro pastor de almas60; se presenta esta dimensión desde distintos puntos de vista. El seminario como institución interesa y preocupa a la Iglesia, en tanto se dedica a preparar pastores. Todos los aspectos de la formación han de orientar en unidad de acción a esta finalidad pastoral y a su vez urge el impregnar dicha finalidad del espíritu misionero, aquel mismo espíritu que le dio Jesús a su Iglesia.

El que hacer pastoral de los seminaristas con una adecuada preparación y acompañamiento, facilitará no sólo el afianzar mucho más su vocación y su disponibilidad, según las necesidades y circunstancias de la Iglesia, sino que irá creando en ellos la conciencia de su responsabilidad en la misión y la necesidad de trabajar en equipo con otros en el espíritu de comunión y participación, propio de la Iglesia y del ministerio. De esta manera se entiende que sea “... necesario que los alumnos aprendan al arte del apostolado no solo en la teoría, sino también en la práctica, que puedan trabajar con responsabilidad propia y en unión con otros...”61.

Los Seminarios posconciliares con los cambios producidos a la luz de la OT y otros documentos posteriores han de caracterizarse fundamentalmente: Por un talante evangelizador de la

57 AG 39.58 CONCILIO VATICANO II. Optatam Totius 19.59 CONCILIO VATICANO II. Optatam Totius. Op. Cit., p.298-305.60Cf. OT 4. Véase al respecto LG 91.61 OT 21.

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institución como tal (inculturación, espíritu de diálogo, ecumenismo), talante de comunión, apertura a la historia y al mundo, conocimiento y cercanía del hombre actual, creatividad pastoral.

Hoy por hoy se dan formas diversas de vivir el sacerdocio, porque son muy variadas las formas de vida moderna y postmoderna; la Iglesia62 quiere hacerse presente allí donde haya un hombre que salvar; pero de la formación que se reciba depende la conciencia de entrega, servicio e inserción en el mundo. Sólo así tendremos sacerdotes capaces y disponibles para cualquier tipo de misión que en nombre de Cristo le encomiende la Iglesia.

El seminario deseado por el Concilio y exigido según las circunstancias y necesidades del mundo y de la Iglesia tiene unas características propias, distintas de las de los seminarios preconciliares, puesto que ha de ser un seminario en constante renovación. Se requiere que tengan una proyección eminentemente misionera, ya que los seminaristas pasan pero los seminarios son permanentes, si lo esencial no cambia, lo transitorio quedará marcado. La tarea fundamental del seminario es buscar siempre a Jesucristo evangelio del Padre y más grande evangelizador (Cf. DSD 7,8,27).

La congregación para la Evangelización de los Pueblos siempre se ha preocupado también de este aspecto de la formación misionera de los presbíteros. Sus reflexiones, intervenciones y documentos han sido un valioso aporte en la dimensión misionera de la ministerialidad. En el año de 1970 dirigió un mensaje a los sacerdotes y seminaristas con respecto a la formación, conciencia y compromiso en la misión de la Iglesia. Se recuerda allí la importancia que deben darle los seminarios a despertar en los futuros sacerdotes “una espiritualidad abierta a la universalidad de la Iglesia, a la misión redentora de Cristo que debe realizarse en toda la tierra... hay que formar al clero en una espiritualidad apostólica atenta también a horizontes misioneros, donde está en juego el destino del plan redentor de la humanidad”63. Es en esta espiritualidad en la que las perspectivas misioneras tendrán el lugar que les corresponde.

Un aporte importante lo ha dado la Iglesia española en su plan de formación para los Seminarios Mayores publicado en el año 1986 con un fuerte énfasis misionero en los diversos aspectos de la formación:

En cuanto a la formación humana se encuentra: “Difícilmente podrá asumirse vitalmente y desempeñarse eficazmente la misión del presbítero, ni siquiera en lo más elemental, si no es desde una madurez humana”64. Desde la dimensión espiritual que se brinde “Han de evitarse tanto los universalismos evasores como los localismos cerrados. Será así una formación urgida por la búsqueda del bien espiritual de toda la diócesis y por la expansión de la caridad hasta los últimos confines de la tierra”65. Académica e intelectualmente los estudios del seminario tienen dos vertientes: la fundamentación intelectual de la vivencia cristiana personal y la proyección apostólica. Esta segunda vertiente pastoral ha de estar marcada por la misión evangelizadora entre los alejados y no creyentes66. Cuando el documento habla de la formación pastoral práctica

62 La Iglesia viene de Dios y su destino es el mundo. Se define como misión en la puesta a punto para la evangelización. (Cf. SÁNCHEZ, Op. Cit., p.306).63 GOIBURU, Op. Cit., p.231. Vale la pena hacer una minuciosa lectura de esta carta que se encuentra en la p. citada y siguientes, ya que recoge elementos y principios fundamentales relativos a la formación de la conciencia misionera de los que se han consagrado al ministerio o se preparan para ello.64 AGUIRRE, Andrés. La formación misionera en el nuevo plan de formación para los Seminarios Mayores. En: Misiones extranjeras. Madrid. n.99 (may-jun. 1987); p.291. Cf. PDV 43.65 Ibid, p.292.66 Idem.

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establece “que el seminario ha de favorecer la presencia de los seminaristas en proyectos que subyacen la eclesialidad de la fe, la vida comunitaria, la misión evangelizadora” 67. En cuanto a la dimensión comunitaria puntualiza que “la vida en comunidad tenderá a crear una actitud de comunión con otros pueblos e Iglesias locales más necesitadas. Es importante que en la vida del seminario se valore e impulse la presencia de personas y experiencias evangelizadoras, misioneras y ecuménicas”68.

Se pueden deducir de estos planteamientos y directrices unos valores claves correspondientes a cada una de las dimensiones de la formación. El valor clave de la formación humana del sacerdote es el equilibrio armónico. Se trata de todo aquello que procede de la naturaleza humana del hombre que depende de la perfección humana de Jesucristo. El valor clave de la dimensión espiritual sería el vivir como hombre maduro su exigencia sacerdotal de fe. La espiritualidad de quien se prepara para el futuro ministerio ha de estar marcada por una profunda intimidad, una continua búsqueda de Dios, un hombre que sienta con la Iglesia y un hombre quemado por el celo de Dios, es decir, con un profundo sentido de pastor.

El valor clave en el área intelectual es el logro de la sabiduría teologal, haciendo de ella alimento de su fe, de su piedad, de su celo pastoral. Ir creando una conciencia misionera hasta constituirse como el elemento formal, el alma y el corazón mismo de la teología. En el campo de lo pastoral el valor clave es el ser auténtico y fiel servidor. La auténtica vocación de pastor la encuentra el hombre en la tarea de la encarnación de la Palabra y en el saber hacer lo que esa Palabra le sugiere y concretamente en el hacer de la misión, que empieza con la propia vida, con la vida de una comunidad, con la vida de toda la Iglesia. Finalmente, la clave de la dimensión comunitaria es aprender a mirar más allá, las ventajas que ofrece, los horizontes que se dilatan. Viviendo en comunidad se aprende a pensar en los demás. La comunidad es el instrumento de las gracias y es la semilla de la Iglesia diocesana. La comunidad es un grupo de hermanos en crecimiento que está por encima de instituciones, etnias, culturas, fronteras.

Lo interesante de este plan de formación es que en definitiva vale para todo el proceso de la formación. No está diseñado para un año determinado, ni para un ciclo de formación, ni mucho menos para que sea una experiencia pastoral, sino que toda la formación esté impregnada de este espíritu misionero. Este es el gran vacío que se tiene hoy en la mayoría de los centros de formación diocesanos y religiosos, en los planes y normas básicas para la formación.

Con la formación que se imparte actualmente en los seminarios no se prepara a los futuros pastores para presentar a la persona de Jesús y los valores evangélicos ante personas y grupos que no son cristianos. Es decir, se prepara fundamentalmente para asumir una pastoral de acompañamiento69. Existen en este sentido carencias en la formación para el diálogo. Hay dificultades para dialogar dentro y fuera de la comunidad eclesial.

La formación es un elemento esencial para la Nueva Evangelización en el campo de la misión, pues sin ella es imposible responder al apelo de numerosas comunidades que esperan el anuncio. La formación misionera debe de estar solidificada en una teología misionera, espiritualidad misionera, metodología misionera que impregne a cada uno de los seminaristas para que su proyección y vivencia pastoral sean realmente eficaces70. Teniendo en cuenta la 67 Ibid, p.293.68 Ibid, p.294.69 Osorno, Op. Cit., p.180.70 “Se hace urgente integrar la formación misionera en los programas de formación de agentes de pastoral de modo especial en

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eficacia de una acción depende de la buena formación que para realizarla se tenga; en el presente crece la conciencia de una urgente y conveniente formación en el campo misionero para quienes en el futuro estarán al frente de las comunidades.

Debe tenerse en cuenta que para una buena formación71 en un nivel misionero se hace necesario romper esquemas institucionales que no logran dar una perspectiva de misionariedad como lo exige la realidad de hoy.

La formación misionera72 no puede constituirse en algo separado del verdadero sentido pastoral, sino que debe impregnarlo todo e igualmente no puede constituirse en algo aislado al interior de cada seminario o comunidad, sino que debe hacerse en un verdadero espíritu de comunión intereclesial para una mayor y mejor eficacia.

El Sínodo del 90 y la “Pastores Dabo Vobis”

Nuevas aspiraciones religiosas hacen aparecer nuevas exigencias concernientes al ministerio de los sacerdotes, su preparación y su realización. Parece llegado el momento de analizar la situación y de buscar las vías de una formación que responda plenamente a las expectativas del Pueblo de Dios y a las necesidades de la evangelización, en la próxima apertura del tercer milenio73.

El Sínodo de los obispos tuvo como tema central la Formación de los sacerdotes en la situación actual y uno de los temas que más se debatieron y fue objeto de profundas reflexiones ha sido precisamente el de la formación misionera de los sacerdotes. Los padres sinodales subrayaron su importancia para una formación integral de los que están llamados a continuar en el tiempo, la misma misión salvífica de Cristo.

Todo Sínodo es presentado de una manera orgánica. Tiene como trabajo preparatorio lo que se llama los “Lineamenta”, viene a ser un texto sencillo cuyo único objetivo es el de estimular la reflexión, es un instrumento para indicar el tema preciso y para solicitar sugerencias, para profundizar y lograr mayor participación. Se tiene también el “Instrumentum laboris” que es propiamente el instrumento de trabajo sometido a la atención y discusión de la asamblea del Sínodo. Tanto los “Lineamenta” como el “Instrumentum laboris” afirman que toda la formación debe estar orientada a la acción misionera de la Iglesia. Los “Lineamenta” dedican un número entero a la formación en el espíritu misionero y ecuménico. El texto es explícito al afirmar:

La educación al espíritu misionero no es un elemento sobreañadido al conjunto de la formación74; es una dimensión esencial de la preparación a un sacerdocio apostólico. El

el currículum de los seminarios y en los centros de formación para religiosos y religiosas” CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Santo Domingo, realidad y esperanza misionera. En: Departamento de Misiones del Celam. Colección DEMIS, n.11. Bogotá: Celam, 1993. p.25.71 “La importancia de una buena formación misionera exige de hecho profundizar con los formandos temas de reflexión misionológica que preparen no sólo intelectualmente, sino que lleven a la práctica pastoral como respuesta a las diversas exigencias de las comunidades” (DEMIS, Op. Cit., p.31).72 “La falta de formación misionera... es una de las raíces del por qué el crecimiento misionero de América Latina aunque real es lento” (CASTRO, Op. Cit., p.24-25).73 RUBIO M., Luis. La formación de los sacerdotes en la situación actual. Colección Lux Mundi. Sínodo 90. Salamanca: Sígueme, 1991. p.13.74 “Esta formación comporta la adquisición de un conocimiento amplio y preciso del mundo actual en su realidad local y en su dimensión universal. Una visión planetaria sería irrealista sin este conocimiento y esta comprensión pastoral de las realidades locales... Debe llevar a una viva percepción de las necesidades y de las urgencias apostólicas y disponer para anunciar el

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Derecho Canónico pide así que “por la formación espiritual los seminaristas [sean] formados al espíritu misionero” (Canon 245). El amor y el conocimiento íntimo de Jesucristo suscitan el deseo y la necesidad de darlo a conocer 75.

En orden a una adecuada formación los candidatos al ministerio presbiteral tendrán que moverse en un clima de evangelización76 y considerarla como la meta de todos sus esfuerzos. La misión de evangelizar es común a toda la Iglesia y la misión en la Iglesia otorga identidad. El configurarse con la misión de Cristo será la única y verdadera identidad del futuro presbítero, ya que por la unción y misión recibida en forma sacramental en la ordenación el sacerdote se convierte en un misionero.

No menos explícito es el “Instrumentum laboris” cuando afirma:

La formación en el espíritu apostólico y misionero es una dimensión esencial de la preparación al ministerio presbiteral... La formación en su globalidad debe tener esta orientación. La formación pastoral prepara a las celebraciones como también al encuentro y diálogo misionero. Ella dispone a percibir con realismo las urgencias de la Iglesia particular, pero su horizonte es más amplio: los futuros presbíteros tendrán en gran estima la evangelización del mundo entero. Serán cuidadosamente informados sobre la acción y las necesidades misioneras de la Iglesia (No. 45)77.

En el Sínodo hubo varias acentuaciones, una de ellas fue la acentuación del “espíritu misional”, con la insistencia en la destinación de por sí universal de los presbíteros, aunque están ligados a un territorio concreto; no se puede llegar al ritmo del particularismo que impida ver más allá de sus fronteras.

Son numerosas las ocasiones que se presentan a un sacerdote de poder ejercer su ministerio en perspectiva misionera y evitar todo indebido encerramiento en los límites de la propia comunidad.

El hecho de que el tema de la formación misionera en el seminario y en el presbítero (diocesano o religioso) se haya puesto sobre el tapete, se convierte en todo un signo para las reflexiones y compromisos post-sinodales en este campo y para albergar la esperanza de que sea toda una realidad lo que he llamado crecimiento de la conciencia misionera en la Iglesia.

Lo importante en este momento de la historia se convierte en reto para este nuevo milenio que es recuperar la conciencia del carácter misionero que tiene todo ministerio sacerdotal. No es sólo misionero exclusivamente quien se dedica a la evangelización en regiones lejanas, sino que toda la comunidad cristiana es misionera en virtud del universal e indivisible plan divino de salvación 78. De manera que todos los cristianos y en especial quienes se forman en los seminarios y los sacerdotes, deben sentir y compartir el celo misionero. Dice Eloy Bueno79 que la formación misionera de los seminarios, para que sea adecuada y equilibrada, debe basarse en una genuina reflexión teológica sobre la misión de la Iglesia.

Evangelio en otros países y en otras culturas” (Ibid., p.32).75 Lineamenta, 28.76 Cf. Lineamenta, 6.77 RUBIO, Op. Cit., p.80.78 Cf. Alocución dominical a la hora del Ángelus pronunciada por el Papa Juan Pablo II durante el Sínodo,del 3 de junio de 1990, en RUBIO, Ibid, p.116.79 BUENO, Eloy. La formación misionera en los Seminarios. En: Misiones extranjeras. Madrid. n.140 (mar-abril. 1994); p.163.

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La Pastores Dabo Vobis y la formación para la misión

La Exhortación Apostólica “Pastores Dabo Vobis” es un documento extraordinario que trata sobre la formación de los sacerdotes en la Iglesia. El tema de la dimensión y formación misionera del sacerdote ha sido tratado con profundidad bíblica, teológica y pastoral. Aparecen allí unas directrices dignas de estudio, meditación y reflexión. En efecto, todo sacerdote es un missus, un enviado al servicio del anuncio de la Buena Noticia a todo el mundo.

El texto precisa bien que la misión no es un elemento extrínseco o yuxtapuesto a la configuración sino que constituye su finalidad. “La consagración es para la misión”80. El Señor Jesús recibió el Espíritu para la misión y el envío, lo mismo los apóstoles, la Iglesia entera y, por lo tanto, los presbíteros. Es entonces algo vital en la vida ministerial.

Consagración y misión se hallan bajo el signo del Espíritu. Los presbíteros existen para el anuncio del Evangelio. Son servidores de la Iglesia-misión. La misionariedad no es pues un añadido al orden sagrado sino una dimensión esencial del mismo. El presbítero existe y actúa para difundir la Buena Noticia. La dimensión misionera sacerdotal es ontológica no psicológica, más que a su obra mira a su ser mismo. “En virtud de su consagración, los presbíteros están configurados con Jesús buen Pastor y llamados a imitar y revivir su misma caridad pastoral”81. Los presbíteros están llamados a ser imagen viva de Jesucristo. Su vida debe estar impregnada de un profundo amor a los hombres y a la comunidad que sirven, como lo supo hacer Cristo con su Iglesia; aquí Juan Pablo II hace alusión a aquella entrega que es propia del esposo hacia la esposa. En ciertas ocasiones los presbíteros no llevan muy grabado esto en su corazón sacerdotal y las comunidades logran captarlo. Por lo cual, hay un permanente llamado al presbítero a vivir en el amor de Cristo y hacer creíble esto a los hombres. La caridad pastoral le permite hacer una, transparente y fecunda su vida interior y sus actividades múltiples, propias del ministerio82.

El presbítero adquiere conciencia de la verdadera naturaleza de su misión en la medida en que profundice en algo que es constitutivo a su condición de consagrado: “ser ministro de Jesucristo Cabeza y Pastor”83. Aquí podemos hablar de una llamada de amor por parte de Jesús y de una respuesta amorosa en correspondencia a la llamada84. De esta manera “...todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo”85. Toda la vida del presbítero está entretejida por actitudes y gestos de caridad, sobre todo con los más pobres y débiles, en una total entrega y espíritu de servicio a la Iglesia, expresada esencialmente en una situación esponsal permanente ante la comunidad, impregnada de una total capacidad de donación y de amor a la gente con un corazón nuevo y puro.

80 PDV 24.81 PDV 22.82 Cf. PDV 23.83 PDV 25.84 Cf. PDV 25.85 PDV 25.

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Todo el capítulo V está dedicado a la formación de los candidatos al sacerdocio, planteada desde el seguimiento de Cristo como apóstoles; como punto final de la formación pastoral, que se centra en el dinamismo de comunicar la caridad de Jesucristo Buen Pastor, dice el Papa:

La conciencia de la Iglesia como comunión misionera ayudará al candidato al sacerdocio a amar y vivir la dimensión misionera esencial a la Iglesia y de las diversas actividades pastorales, a estar abierto y disponible para todas las posibilidades ofrecidas hoy para en anuncio del Evangelio…; y a preparase para un ministerio que podrá exigirle la disponibilidad concreta al Espíritu Santo y al obispo para ser enviado a predicar el Evangelio fuera de su país86.

Educar al presbítero para una pastoral misionera, más aún para un compromiso misionero, sigue siendo un gran reto para la Iglesia. Para ello, existen muchas formas prácticas para generar y acrecentar la conciencia, el espíritu y la disponibilidad misionera. Pero las formas prácticas no tienen sentido sin el fondo que las sustenta. No se trata de buscar misioneros para tierras de misión, se trata de una cuestión de principio. Por eso, un presbítero formado con la dimensión misionera debe hacer que su comunidad sea misionera, cualquiera sea el lugar donde esté; y una comunidad misionera debe generar necesariamente vocaciones misioneras. Con sentido de Iglesia se podría expresar que será una tarea inacabada el hecho del crecimiento de la conciencia misionera.

Se constata en general que en los centros de formación la escasa presencia de la misionología como asignatura en el currículum académico87 y sobre todo una deficiente presencia del dinamismo misionero en el planteamiento radical del saber teológico88.

Esta realidad hace que, tanto la preparación como las motivaciones y disposición para la misión desde el seminario y en los primeros años de ministerio, sea un tanto pobre y desproporcionada, de acuerdo al número de ordenaciones y de acuerdo a las necesidades de nuestro tiempo y de nuestro mundo. No podemos negar que se han ido dando pasos en la Iglesia y concretamente en algunas diócesis en lo que respecta a la formación misionera en los seminarios, pero en general los jóvenes que se forman en la actualidad no logran percibir la urgencia y el sentido de la misión Ad gentes.

86 PDV 59.87 Propiamente en la realidad latinoamericana en cuanto a la cátedra de misionología, el DEMIS constata que existe solo en

seminarios de Costa Rica, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, México y Paraguay. En cuanto a facultades explícitamente misioneras según datos suministrados por el departamento de “Vocaciones y Ministerios”, sólo existen en Bolivia y Brasil. CF. CASTRO, La situación actual de la realidad misionera en la Iglesia de América Latina, Op. Cit., p.24-25.88 A propósito Luis Augusto Castro presenta en su obra “El gusto por la misión” una encuesta realizada a escala latinoamericana sobre la enseñanza de la misionología en los seminarios: “Una encuesta realizada hace unos meses, a nivel latinoamericano, sobre la enseñanza en los seminarios, dio unos resultados poco alentadores:A la pregunta: La formación misionera en los seminarios es: -rechazada,-ausente, -implícita,-explícita, otros; la respuesta fue: rechazada: 0,00%; ausente: 31,21%; implícita: 56,25%; explícita: 6,25%; otros: 6,25%. Solamente el 6,25% de los países encuestados tienen en sus seminarios una formación misionera explícita. Es elevado el número de países latinoamericanos que responde que esa formación está ausente y elevado también el número de los que dice que se imparte esa formación en forma implícita, lo que puede quedar es algo tan genérico que poco impacto puede tener para despertar el gusto por la misión.A la pregunta: el concepto teológico de la misión ad gentes es en su país: -muy claro;-claro pero restringido;-confundido con sus manifestaciones;-confuso; la respuesta fue: muy claro: 12,50%; claro pero restringido: 31,25%; confundido con sus manifestaciones: 31,25%; confuso: 25,00%.Entre quienes confunden la misión ad gentes con alguna de sus manifestaciones (por ejemplo con la colecta anual o con los indígenas) y los que tienen un concepto confuso se pasa ampliamente del 50% de los países en América latina” CASTRO, El gusto por la misión, Op. Cit., p.10-11.