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Por qué hacemos lo que hacemos Prólogo de Mauricio Macri

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Por qué hacemos lo que hacemosPrólogo de Mauricio Macri

Por qué hacemos lo que hacemos relata los diferentes testimonios de una generación de jóvenes que tomamos la decisión de participar en política. A través de las distintas ópticas desde las que se escribe este libro, bajo diversos con-textos y realidades, encontramos puntos de coincidencia en la forma de ver la Argentina contemporánea y nuestra voca-ción de ser protagonistas en la construcción de su futuro.

Esperamos que las historias que se expresan en cada uno de los textos sean una manera de mostrar nuestras viven-cias y sentimientos de esta década y, sobre todo, que puedan convertirse en una herramienta que colabore en la formación del pensamiento político de las generaciones que vienen.

Vocación de servicio, trabajo en equipo, respeto a la identidad y diversidad de ideas son puntos que se repiten en cada párrafo sin perder la identidad de los actores que por diferentes caminos decidimos involucrarnos en la actividad cívica.

“El sueño en común es cambiar, y sabemos que se puede. También sabemos que siempre es mejor en equipo y que hay que hacerlo con alegría.”

Por qué hacemos lo que hacemos explica los fines y los medios; los fondos y las formas; los objetivos y los métodos de una Argentina que se va; pero, por sobre todas las cosas, de la Argentina que viene.

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01. Todo lo que vemos a nuestro alrede-dor alguna vez fue considerado imposi-ble. 02. El pecado más grande que un país puede cometer es obligar a sus ha-bitantes a la resignación permanente. Lo opuesto de la esperanza no es la resigna-ción, es la costumbre de la resignación. 03. No estamos condenados al éxito. Tampoco estamos condenados al fraca-so. 04. El pueblo no es responsable de los errores, la negligencia, la alienación, la indolencia, la corrupción o la imperi-cia de los dirigentes. Pero sí es responsa-ble de cambiar a esos dirigentes con el voto cuando descubre sus faltas. 05. Tenemos que reconocer que estamos solos en esto. Nadie vendrá en nuestra ayuda. 06. Cuando hablamos del futuro no estamos hablando de edificios, com-putadoras o robots, estamos hablando de nuestra propia vida de mañana y las oportunidades que tendrán o no ten-drán nuestros hijos ahí. 07. No hay lími-tes. No hay nada que pueda detenernos si nuestro objetivo es claro, ambicioso y audaz. Controlemos nuestro rumbo de manera sencilla: hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy, el año próximo mejor que este... Y no podremos equi-vocarnos. 08. Estamos hartos de los discursos. 09. Nunca un discurso pudo arreglar ni una puerta. Con palabras no se construye una casa, no se salva una vida, no se llega a la luna. 10. La paz para un país es como la salud para una persona. No se nota cuando se la tiene y nada es más importante que ella cuando se la pierde.

11. Actuemos con nuestros vecinos como actuamos con nuestros amigos y todo será mejor. 12. Si asumimos la parte que nos toca y confiamos en que los otros asumirán la suya, se formará una red. 13. Las reglas son como las líneas de cal en una cancha de fútbol, sin ellas no es posible jugar. 14. Justo es dedicar todos los esfuerzos a amparar a los que necesiten amparo y no hacerlo con aquellos que no lo necesitan. 15. Un gobierno que miente nos enloquece. Gobernar es decir la verdad. 16. No hay manera de cambiar algo con la mirada. Ver la realidad y limitarse a opinar sobre ella no sirve. Es la acción la que cambia al mundo, son nuestro cuerpo y nuestra mente actuando con un propósi-to lo que nos hace avanzar. 17. Si nos hi-cieran una prueba de ADN a todos los argentinos no podría encontrarse un gen que fuera sólo nuestro. Para bien y para mal, somos iguales a las personas de los demás países. Nuestro futuro no está en los genes sino en nuestras ideas, nues-tra voluntad, nuestra determinación. 18. Dentro de unos años sabremos qué fuimos capaces de hacer con las muchas oportunidades que se nos presentan hoy. 19. Hay una parte del mundo que nos necesita personalmente para ponerse en movimiento. 20. Si esperamos las condi-ciones ideales para producir un cambio, este nunca ocurrirá. El momento siem-pre es ahora. 21. Y de repente tenemos una revelación: somos nosotros mismos los responsables de hacer o de no hacer lo que hay que hacer.

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Por quéhacemoslo quehacemos

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Por quéhacemoslo quehacemos

Prólogo de Mauricio Macri

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© Konrad-Adenauer-StiftungSuipacha 1175, Piso 3. C1008AAWCiudad de Buenos AiresRepública ArgentinaTel: (54-11) [email protected] www.kas.de/argentinien/es/

ISBN: 978-987-1285-46-4

Diciembre de 2015

Impreso en Argentina.

Hecho el déposito que establece la Ley 11.723.Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

Gainza, Emanuel Por qué hacemos lo que hacemos / Emanuel Gainza ; Cristian Larsen ; prólogo de Mauricio Macri. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Konrad Adenauer Stiftung, 2015. 208 p. ; 23 x 16 cm.

ISBN 978-987-1285-46-4

1. Adultos Jóvenes. 2. Participación Política. 3. Institución Política. I. Macri, Mauricio, prólog. II. Larsen, Cristian III. Título. CDD 306.2

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ÍNDICE

Prólogo

Mauricio Macri .................................................................... 7

Introducción

Emanuel Gainza ................................................................. 11

Augusto Ardiles .................................................................. 17

Ayelén Bobbio .................................................................... 21

Cristian Larsen ................................................................... 29

Damián Arabia ................................................................... 35

Demian Martínez Naya ...................................................... 43

Emanuel Fernández ............................................................ 51

Federico Larsen .................................................................. 59

Federico Rossano ............................................................... 65

Jorge Roldan ...................................................................... 69

Josías Mescher ................................................................... 75

Juan Gowland .................................................................... 81

Juan Manuel Fernández ..................................................... 87

Kenji Gómez Matsumoto ................................................... 95

Khalil Aleua ..................................................................... 101

Lucas Pedrosa López ........................................................ 107

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Luciana Pérez ................................................................... 113

Mariano Berdiñas ............................................................. 119

Martín Siracusa ................................................................ 129

Martín Tomás Cesar ......................................................... 137

Maximiliano Sahonero ..................................................... 143

Nelson Alario ................................................................... 151

Nicolás Balero Reche ....................................................... 159

Nicolás Morzone .............................................................. 167

Paola Rodríguez ............................................................... 173

Ramiro Granado .............................................................. 181

Rodrigo Ojeda Benegas .................................................... 185

Rosario Rutilo .................................................................. 193

Yasmín Hassa ................................................................... 199

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PRÓLOGO

Mauricio Macri@MauricioMacri

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Emprendedores, curiosos, innovadores, apasionados, crea-tivos, audaces, impulsivos, abiertos, inquietos, solidarios,

participativos, diversos, soñadores. Éstos son algunos de los muchos atributos que caracterizan a los jóvenes de nuestras provincias a lo largo y a lo ancho del país.

Pero aun así, no llegamos a describirlos por completo. Por-que además de todas estas capacidades, los jóvenes representan una energía que nos llena de esperanza: la que genera su enor-me vocación por transformar la realidad. Son ellos mismos uno de los motores de cambio más importantes de la Argentina.

Tengo el orgullo de poder decir que en nuestro equipo los jóvenes ocupan un rol fundamental, ya que los invitamos cons-tantemente a participar y les abrimos las puertas para que pue-dan ocupar los lugares que se merecen.

Trabajando juntos, escuchándolos e intercambiando puntos de vista, pude compartir con ellos su manera de ver el mundo y conocer el enorme compromiso que tienen con el futuro de nues-tro país. Y ese futuro, en el que van a ser protagonistas, está cada vez más cerca, porque lo vamos haciendo realidad desde el pre-sente con acciones concretas para mejorar la vida de los demás.

Esta publicación reúne testimonios y ejemplos de muchos jó-venes que cuentan cómo fue apareciendo en cada uno de ellos la vocación de servicio y de trabajar por el bien del otro. Y es sólo una muestra de lo que se viene para nuestro país: un reen-cuentro entre la política y la sociedad y un acercamiento que nos permite ver todo lo que podemos lograr cuando nos uni-mos y sumamos lo mejor de cada uno.

Espero que estas historias generen en todos ustedes el mismo em-pujón y la misma fuerza que generan en mí, para que juntos traba-jemos con más entusiasmo que nunca por la Argentina que viene.

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INTRODUCCIÓN

Emanuel Gainza@EmaGainza

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Intentando definir las razones que nos motivaron a armar este libro, les diría que el objetivo fue plasmar la variedad de tes-

timonios personales que recopilan experiencias, emociones y sentimientos de muchos jóvenes que, más allá de provenir de diferentes regiones, distintas edades o profesiones, coincidimos en dos cosas: creemos en el “hacer” para transformar y encon-tramos en esa acción nuestra vocación de servicio.

Cuando empecé a participar en política estaba convencido de que el conjunto de ideas en las que creía y los valores que ellas representaban eran el combustible que motivaba mi accio-nar. Con el paso del tiempo, esas ideas se fueron complemen-tando con otros dos elementos: ver y escuchar. Las caminatas y las reuniones en lugares de mucha necesidad cambiaron mi visión sobre las cosas y en especial sobre las personas; traté de comprender y en ese proceso es cuando entendí que si hay algo que puede motivar la vocación de servicio es el enfocarse en lo que le pasa al que está al lado.

Nosotros afirmamos querer solucionar los problemas de la gente. Esa “gente” no es un número o una estadística; detrás de ese término hay nombres, historias, familias y afectos. En el momento en que uno entiende que la política es la que tiene el poder de determinar si un pibe va a estar bien alimentado desde que nace hasta que llega al jardín, que va a poder tener educa-ción que le brinde oportunidades y le permita tener un futuro, ese es el momento cuando uno toma conciencia de la importan-cia de lo que hace, es el clic que te permite entender ya no la op-ción de participar, sino la necesidad de involucrarse.

Siempre digo que en los cosas más sencillas, están las verda-des más profundas. Si algo aprendí en estos nueve años de ejercer política de manera activa es que no existe nada que genere más sa-tisfacción que el hacer algo que le cambie la vida a otra persona. Ahí aparece nuestra trascendencia, ahí hicimos la diferencia entre mirar para otro lado o el entender que de nosotros depende que lo que no nos gusta y nos parece injusto continúe o se transforme.

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El “hacer” es siempre difícil, el que actúa siempre comete errores y nadie es la excepción, pero no me caben dudas de que es mejor equivocarse por cambiar que el excusarse para dejar todo como está.

Uno de mis autores preferidos siempre afirma que todas las cosas se crean dos veces: una en la mente, cuando las proyec-ta, y una segunda vez, cuando las concreta mediante acciones. Si algo tiene que caracterizar nuestra visión y nuestro aporte a la política es el “hacer”. Uno es lo que hace, no lo que dice. En ese concepto, entendemos que la política tiene que convertirse en verbo y que ese accionar cobra importancia y bondad si está orientado en dar de uno para ayudar a otro.

Hacer política, en la mayor parte del mundo, pero sobre todo en la Argentina de los últimos doce años, implica estar dispuesto a soportar descalificaciones, agresiones y aprietes; en especial porque la cultura política de nuestro país se ha radicalizado en una visión que impone el pensamiento único denostando la pluralidad de ideas y fomentando una lógica de afirmar que el que piensa distinto es un enemigo a destruir.

Es importante no confundir el contenido del concepto del ha-cer. Yo no planteo la vocación de servicio en términos de sufrir por lo demás. Los políticos no deben convertirse en mártires; muy por el contrario, la satisfacción de transformar es tan po-derosa que suple cualquier sacrificio o privación que uno realice con miras a ayudar, a generar oportunidades o a construir futuro.

Stephen Covey dice, y estoy muy de acuerdo, que “uno más uno es más que dos”. Y si algo me entusiasma sobre esta publi-cación es que al revisar los escritos de muchos de mis amigos y compañeros quedé sorprendido por la coincidencia en los con-ceptos centrales que dan respuesta a la pregunta de por qué ha-cemos lo que hacemos.

Tengo la certeza de que muchos de ellos serán protagonistas de la historia política de este país y espero que en momentos

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de cansancio, agotamiento o circunstancias difíciles, vuelvan a sus propios escritos para no olvidar nunca cuáles son las ver-daderas razones por las que cada uno decidió tener el coraje de arriesgarse al hacer y el corazón de dedicar su vida en pos de los demás.

Los invito a que tomen parte de su tiempo en leer las experiencias y opiniones de muchos jóvenes que decidieron trascender, superar el miedo al error y ratificar con sus actos esa vocación de servicio que pone al político a favor del interés de todos por encima del personal.

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“Cuando los hombres honrados se van a su casa, los pillos entran a la del gobierno.”

Domingo F. Sarmiento

Augusto Ardiles@augustoardilesd

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Mi abuelo siempre solía contarme historias acerca de su in-fancia y su adolescencia.

Hubo una de ellas que me quedó grabada para siempre: cuando él era chico, vivía en el campo, junto con toda su fami-lia, “cerca” de lo que hoy es la localidad de Lezama, en la pro-vincia de Buenos Aires, por lo cual para ir al colegio rural al cual asistía debía hacer aproximadamente 20 km de ida y 20 km de vuelta en el caballo que le había regalado su papá.

El caballo tenía la particularidad de que no le gustaba en abso-luto el agua, por lo que para poder cruzar uno de los arroyos que separaba el camino entre el campo y la escuela, tenía que bajarse del mismo y cruzarlo caminando, arrastrando el caballo a la fuerza.

Más allá de esto que comento, nada impidió que fuera el abanderado en su escuela primaria ni el alumno que menos inasistencias tuvo.

Esta breve historia personal que cuento no era un caso aisla-do ni una utopía que se presentaba en aquella sociedad de épo-ca, sino que era una virtud y característica de la misma: tenían un sueño y una meta que lograr, unas constantes ganas de su-perarse día a día e intentar, cada uno desde su lugar en la so-ciedad, contribuir al desarrollo económico, social y sobre todo cultural de nuestra nación.

Ahora, cabe hacernos la pregunta: ¿qué nos pasó como so-ciedad a todos los argentinos?

Soy un convencido de que ser joven no es ninguna virtud, sino simplemente un accidente cronológico que tenemos que saber aprovechar para lograr ser realmente motores de cambio, para que realcemos aquellos valores y virtudes que supieron ca-racterizar y engrandecer a nuestro país, y que hoy se encuentran tan pisoteados y bastardeados.

Por ello es que hace cuatro años decidí involucrarme en po-lítica. Me di cuenta de que construir la Argentina de los próxi-

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mos años va a ser responsabilidad principal de muchos jóve-nes como nosotros, que soñamos con una Argentina en donde se realce y premie, nuevamente, la cultura del esfuerzo, de la superación y del crecimiento; en donde se entienda que el que piensa distinto no es un enemigo, sino un ciudadano que, des-de otro punto de vista, también quiere lo mejor para el país; en donde entendamos que la educación es el pilar fundamental de toda sociedad que quiera construir y lograr un futuro mejor; en donde la honestidad y el trabajo sean valores y virtudes que nos guíen en nuestro accionar y tomas de decisiones; y, por último, en donde se tienda a buscar como sociedad en todo su conjunto el desarrollo social, productivo, cultural y económico, que solo se puede lograr si entendemos que los otros caracteres antes mencionados son la base para lograr esto.

Los invito a que todos seamos partícipes de la Argentina que se viene, a que nos involucremos, que expongamos nues-tras ideas, que discutamos aquellas en las cuales no estemos de acuerdo, pero que logremos llegar siempre a puntos de encuen-tro pese a nuestras diferencias.

La Argentina que viene también necesita que pasemos de las palabras a las acciones.

La Argentina que viene la vamos a construir todos juntos, y necesita que todos sus jóvenes se involucren para lograr realizar una revolución y una transformación de valores.

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“... y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera

de probar que la realidad es transformable.”

Eduardo Galeano

Ayelén Bobbio@AyeBobbio

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De chica soñaba con ser veterinaria, médica, bióloga… Mu-cho tiempo quise estudiar genética, estudiar sobre las enfer-

medades, encontrar la cura al sida, al cáncer. Mis maestras del primario no veían mi fortaleza en las ciencias naturales, sino en las sociales. Pero yo estaba decidida. En el secundario me mudé a Carlos Paz y estaba feliz porque iba a poder elegir la orienta-ción en Naturales, ya que en mi colegio de Buenos Aires no te-nía esa opción. Sin embargo, antes de poder elegir me volví a la ciudad, a mi colegio, donde sólo podía optar entre contable y humanidades.

Creo que Dios tiene un proyecto para cada uno. Y me di cuenta tiempo después de que todo esto tenía un motivo…

Empecé a cursar materias como sociología, humanidades, antropología, historia, filosofía. Aunque yo estaba más entu-siasmada con empezar física y química ¡Qué desastre era! Me costaron mucho esas materias, no las disfrutaba. Y no me pasa-ba lo mismo con las “otras”, las sociales. Despertaron una in-quietud dentro de mí que creo que siempre estuvo. Sólo hacía falta que la dejara fluir, un empujoncito.

También coincidieron esos años con un nuevo proyecto que llegó al colegio, del entonces cardenal Bergoglio (sí, el que hoy es papa): “Escuelas Hermanas”. Un proyecto que se trataba de vincular las escuelas de la ciudad con otras más necesitadas del país, no para dar, sino para compartir, para hermanarse. Nues-tra escuela hermana fue una de Calete, en Jujuy, a la que tuve la suerte de ir dos años seguidos, mis últimos años de secundario ¡Creo que nosotros nos llevamos más de esa experiencia que lo que pudimos dejarles a ellos! Fueron días donde lo que más prevalecía era el amor, el compartir hasta lo que no se tiene, la confianza… Me acuerdo de que volvimos todos tocados de la cabeza; no queríamos ver la tele ni ser parte del consumismo. Ese creo que fue un momento de ruptura, donde empecé a re-plantearme: ¿para qué la vida, mi vida? Recuerden… Dios tiene un proyecto para cada uno…

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A su vez había otro programa en el que participaba, el Mo-delo de Naciones Unidas (sí, yo era de las que se enganchaba en todo lo que había). Se trataba de representar a un país, que te tocaba por sorteo, y tenías que defender su postura sobre un tema puntual en una asamblea donde había otros países con otras posturas. La riqueza de este programa creo que reside en que fomenta el diálogo, el respeto a otras maneras de pensar, en poner lo mejor de sí para llegar a un acuerdo, porque lo impor-tante es resolver la problemática en común y no imponer nues-tra manera de pensar.

Un año me tocó representar a Argentina, lo que marcó otra ruptura. O, en realidad, sumó a la ruptura de la experiencia de Jujuy, porque fue el mismo año. Como imaginarán, fue un año de una sacudida emocional muy grande. Me acuerdo de que no paraba de llorar, lo que leía para el Modelo sobre Argentina, o sobre otros temas mundiales, como la situación de Haití, ver cómo vivían en Jujuy, todo me parecía una injusticia. Pensaba: “¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué tanta pobreza?”.

Y en las materias de la orientación (que no quería seguir) nos hacían pensar constantemente en esto. En replantearnos la sociedad, la política, en ser críticos de lo que veíamos, leíamos, vivíamos. Caí en la cuenta de que nosotros como humanos éra-mos responsables de todo lo malo que pasaba en el mundo (que sigue pasando). Y eso que todavía no se bien qué es, pero que me moviliza todo el tiempo dentro de mí, no paró de crecer. Como una inquietud, un malestar. Y de repente, quinto año, acá el último año de secundario. ¡A elegir la carrera! ¿Qué carrera? ¿Asistente social, Ciencia Política, Relaciones Internacionales, Sociología…? Creo que es obvio que la genética y la biología ya las había descartado por completo. Pero me quedé sin tiem-po para pensar qué quería, o qué era lo mejor, lo que el país y el mundo necesitaban de mí.

Sí… hubo otro proyecto al que me sumé ese último año (¿no se lo esperaban?). Uno más con el que Dios me mostró el cami-

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no por el que debería andar. Desde la Vicaría Episcopal de Edu-cación de la Ciudad (que trabaja con las escuelas católicas –está clarísimo que fui a una de ellas, ¿no?–) invitaron a mi escuela, entre otras, a participar a través de algunos alumnos en la crea-ción del proyecto “Escuela de Vecinos”. Cuando me pregunta-ron si quería participar, obviamente dije que sí; ni sabía lo que era, pero parecía interesante. Y lo fue.

Ese año conocí a Victoria Morales Gorleri, que trabajaba con el cardenal Bergoglio. La conocía del Modelo de Naciones Unidas (porque también lo organizaba la Vicaría), pero nunca más de dos palabras cruzadas con ella. Y en Escuela de Veci-nos me di cuenta de que me estaba ofreciendo una oportuni-dad muy grande: siendo sólo una piba de diecisiete años, estaba siendo protagonista de algo nuevo. La idea era simple y brillan-te: que los jóvenes del secundario debatieran e investigaran so-bre temas que hacían a la realidad actual social y barrial, y pu-dieran discutirlo entre jóvenes de diversas escuelas. A nosotros nos dieron la tarea de pensarle un título, un motivo: ¿por qué los jóvenes? Ese año, entre los convocados, decidimos llamarlo “Futuro Hoy”, porque los jóvenes somos el futuro pero ese fu-turo se construye desde hoy. Hoy es el momento de empezar a cambiar la realidad que no nos gusta. No mañana, ¡no cuando tengamos cuarenta años!

Y en toda esta linda ensalada mental que tenía, debía tomar la decisión de la carrera a seguir. Me había politizado esos años. Pero no dentro un partido político. Todos me parecían asque-rosos, mentirosos, que buscaban sólo el poder y no cumplían con lo que debían hacer: obrar para el bien común. Obtener el poder no por el poder, sino porque te permite hacer cosas por los demás, por la sociedad.

Supongo que todos los adolescentes idealistas en algún mo-mento pensamos en cambiar el mundo. En lo fácil que sería sim-plemente dar todo de uno para cambiarlo. ¡Vamos! Termino la carrera y será todo fácil. Entonces me decidí por ciencia política,

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con la posibilidad de elegir la orientación en relaciones interna-cionales, porque creo que desde el ámbito internacional tam-bién se puede cambiar al mundo (influencia directa del Modelo de Naciones Unidas).

Así me recibí de licenciada en Estudios Internacionales. Por favor no pregunten la salida laboral ni qué se hace, porque me cansé de responder esas preguntas (¡no lo sé!). Simplemente me dejé llevar por las materias que me gustaban. La realidad es que me resulta muy interesante lo que se puede generar en el ámbi-to internacional, pero entiendo que nuestro país está todavía, lamentablemente, lejos de aprovechar su potencial debido a la falta de desarrollo en la temática. Por decir sólo un ejemplo, no existe la carrera como tal en la UBA (es una orientación de Ciencia Política). Y en la Di Tella, donde estudié, se diferencia de Ciencia Política por sólo siete, ocho materias.

Así que sí, debería haber optado por Ciencia Política. La vida me lo demostró a poco de recibirme, cuando Victoria Mo-rales Gorleri, que ahora era diputada de la ciudad de Buenos Aires, me invitó a formar parte de su equipo de asesores en la Comisión de Educación, que hace varios años preside. Fue to-talmente inesperado, y tampoco lo dudé. Me hacía ruido meter-me en política, pero me creí que iba a ser de afuera, que iba a investigar y dar mi opinión y listo.

Y con el pasar de los días fui conociendo su proyecto, sus ideas… y sentí la misma rebeldía idealista juvenil en una madre de cuatro hijos, en una mujer que ya vivía el mundo adulto (y político). Me daba temor dar el paso, porque sabía que la po-lítica era (y es en algunos casos) sucia. Que no era un trabajo copado, que era el causante de tanto mal a la sociedad. Pero, como vengo diciendo, Dios tiene un proyecto para cada uno… Y estaba empecinado con que me metiera en política nomás.

Así fui conociendo jóvenes que seguían el trabajo de Vicky y nos dieron ganas de dar el paso. Si hay algo que siempre decía, mientras recorría el camino del autoconocimiento en la secun-

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daria, era que había que comprometerse con los problemas de la sociedad, tanto del mundo como del país, de la ciudad, del barrio… Siempre había imaginado mi rol en una organización civil, porque a la vista de los demás (y mía) son más honestas, están “más limpias” de la mugre que envuelve a la política. Pen-saba que no había lugar para los “buenos”, los que realmente creemos que la política es servicio. Con Vicky me di cuenta de que estaba equivocada, que había gente mala, sucia, interesa-da sólo en el poder, pero que también estaban estos otros, los que trabajaban y trabajan por el bien común, por una mejor sociedad.

Fue así como nació La Macacha, la agrupación que tiene como referente principal a Vicky y que trabaja hace años ha-ciendo política dentro del PRO, el espacio que nos permitió crecer, que nos dio oportunidades, que nos dijo: anímense, acá pueden hacer lo que quieran. Nadie nunca nos dijo cómo tenía-mos que hacer las cosas, ni qué teníamos que hacer. Nunca nos obligaron a asistir a actos públicos ni a militar por el Jefe de Gobierno, que era (y es) el principal referente del partido. Nada de eso. Nos dejaron ser. Y así encontramos nuestro lugar, nos descubrimos y crecimos en la política con la certeza de que lo que hacemos es servicio a los demás.

Nuestro crecimiento coincidió con el crecimiento del par-tido. Surgieron muchas agrupaciones, muchos referentes em-pezaron a aumentar su conocimiento público. La Juventud del PRO se vio ante grupos que representaban a diversos dirigentes, pero todos con un mismo objetivo: aportar a un partido polí-tico que sentíamos como propio, con lo bueno y lo malo, con aquello en lo que estábamos de acuerdo y aquello que criticába-mos. Porque, que quede claro, no existe espacio donde las ideas no se discutan, donde estén todos de acuerdo, donde no haya peleas, distanciamientos, acercamientos. De eso se trata, ¿no? De empujar hacia donde creés que hay que empujar y ponerte de acuerdo en la manera de hacerlo con el resto, sin perder el objetivo final: el bien común.

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Y sin siquiera pensarlo teníamos un candidato presidencial: Mauricio Macri. Para ser honesta, no me imaginaba el creci-miento que iba a tener de 2011, cuando se postuló por prime-ra vez a la presidencial, a 2015. Hoy me emociona pensar que nuestro partido, de la mano de Mauricio Macri, tiene la posibi-lidad real de llegar a dirigir el país y de demostrar que se puede gobernar distinto, que existe gente capacitada (y no politizada) para ocupar cargos públicos, que da lugar a gente que hace de la política un instrumento para mejorar la vida de las personas. Que logró unir distintos espacios políticos en pos del bien del país, de recuperar el federalismo, la República.

En los últimos años me ha dolido la realidad de Argenti-na. La realidad que yo veo, y esto con todo respeto por aque-llos que realmente creen en el modelo kirchnerista, cristinista. Si hay algo que me da lástima es que la política separe… y creo que todos conocemos gente cercana que se ha distanciado por temas políticos. ¿Desde cuándo dejamos que las ideas nos divi-dan? Siempre vamos a estar o tener gente a favor y en contra, incluso dentro de nuestro propio espacio, de nuestro círculo in-terno. Sólo desde el respeto a las ideas ajenas podemos crecer en conjunto como sociedad, como país.

Hago política porque creo firmemente que es una manera de ofrecerse a los demás. Porque hace tiempo que parece ser mala palabra cuando en realidad es responsabilidad de todos, de quienes participamos y de quienes no. Los gobiernos que hemos tenido son resultado directo de las decisiones nuestras como sociedad, y sólo siendo una sociedad más responsable e involucrada tendremos un Estado que gobierne para nosotros y no para sí mismo.

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“Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia, y si no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una

cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento.”

Nelson Mandela

Cristian Larsen@CristianGLarsen

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Durante una buena parte de mi vida, la idea de involucrarme en política aparecía un poco lejana. Simplemente descreía

de los políticos, veía que las cosas eran siempre más o menos si-milares y que los políticos prometían mucho y hacían poco. Si a eso le sumamos que mi familia nunca estuvo involucrada en ninguna actividad relacionada con la política ni con la función pública, mi participación en esta actividad parecía algo extraña.

Más allá de eso, como muchas otras familias, siempre hablá-bamos sobre cuestiones políticas, mirábamos programas que trataban y en donde se debatía sobre estos temas. Y es impor-tante, porque fue a partir de una charla con ellos en la que em-pezamos a debatir sobre la necesidad de involucrarnos en polí-tica para que las cosas cambien.

Ese fue el puntapié para involucrarme en este camino. A par-tir de ahí me contacté con un amigo y me sumé al partido con el que más me sentía identificado. Veía a Mauricio Macri como una persona que se involucraba en política sin buscar nada a cambio. Veía cómo una persona que tenía su vida hecha se in-volucraba no para llevarse algo de la política sino para hacer su aporte para tratar de torcer el rumbo de nuestro país.

A los diecisiete años terminé el secundario en Santiago del Estero y, como muchos chicos en mi provincia, movidos por la falta de oportunidades, me mudé a Buenos Aires en búsqueda de una realidad diferente.

La situación que viven muchas provincias del interior es realmente grave. Hay provincias, como Santiago, en donde el empleo público supera ampliamente el privado, donde la gente vive a merced de la voluntad de los gobernantes y en donde una acción que no sea bien vista por aquéllos lleva a perder un plan social, un empleo en el Estado o un beneficio social.

En estos lugares, la política ha dejado de estar al servicio de la gente y ha pasado a estar al servicio de los gobernantes. Allí los políticos se han olvidado que son servidores de los ciudada-nos y han comenzado a actuar como dueños del Estado.

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Esta situación ha generado que muchas personas se hayan enriquecido a costa del Estado y que muchas otras estén su-friendo las consecuencias de aquéllos. Parafraseando a un ami-go, cada peso que se va en corrupción es una tiza que falta en un colegio, un remedio que falta en los hospitales o un policía menos en la calle.

Por ello estoy convencido de que para que esa situación cam-bie se necesita de más personas que se involucren en política. Se necesita del compromiso de gente honesta y preparada para que las cosas puedan empezar a cambiar. Nadie duda que el fin últi-mo de la política debe estar orientado a disminuir la brecha en-tre los que más tienen y los que más necesidades padecen. Creo que la igualdad de oportunidades es el principal desafío de la política en nuestro país.

El PRO me ha dado la posibilidad, por intermedio de las di-ferentes actividades que se realizan, recorridas por barrios, tim-breos y mesitas, de tener contacto directo con la gente, de hacer política sin intermediarios y sin punteros políticos.

De todo eso tomé contacto directo con ciertas cosas desco-nocidas hasta ese momento para mí. La realidad es que en nues-tro país hay gente que día a día la pasa mal. En un país que pro-duce alimentos para 200 millones de personas hay gente que no llega a fin de mes y muchos padres que dejan muchas cosas para que sus hijos puedan tener un plato de comida al final de día en su mesa.

A partir de esto, creo que cambiar estas circunstancias de-pende de generar conciencia en la mayor cantidad de personas de que tener un país diferente es posible, y para que ello suce-da es necesario que nos involucremos en política. Para resolver los problemas de la gente, la política necesita ser conducida por personas honestas y preparadas. Así, solo por poner un ejem-plo, no es lo mismo que Aerolíneas Argentinas sea presidida por una persona que nunca tuvo preparación aeronáutica a que sea conducida por una persona preparada y con conocimientos ne-

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cesarios para ver cuál es la mejor forma de afrontar los proble-mas cotidianos.

En resumen, cambiar las cosas depende de que más personas tengan la voluntad de involucrarse y las ganas de pelear para tener un mejor país.

Así, puedo decir que me involucré en política porque no me resigno a vivir en esta Argentina donde las desigualdades socia-les han marcado un profundo quiebre social. Me involucré en este camino porque un día me miré al espejo y sentí la necesidad de comprometerme con la realidad de mi país. Comprometerse implica abrazarse a una causa. Y la causa es estar convencido de que una Argentina diferente es posible.

Creo que la política debe ser concebida como una herra-mienta para transformar la realidad en pos de la obtención del bien común. Hacer política significa poner a las personas en el centro de la escena. Analizar sus necesidades y realidades y construir en razón de ello. Estoy convencido de que la política se hace cerca de la gente, sobre la base del común denominador del esfuerzo puesto en una única finalidad: mejorar la calidad de vida de la gente, poniéndose en su lugar y viendo qué necesi-ta para resolver de esta manera sus problemas.

Creo que la política como herramienta para solucionar los problemas de los ciudadanos se resume en dos cosas básicas: 1) velar por los intereses de los más necesitados por medio de ser-vicios públicos de calidad, tales como la educación, seguridad, salud y justicia; y 2) generando condiciones propicias para la creación de trabajo genuino como forma de disminuir la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen.

A fin de cuentas, aquella idea es la que distingue una buena gestión pública de una deficiente. Estos últimos años del gobier-no nacional nos han demostrado que más allá de los aciertos y errores, la gestión ha estado marcada por graves hechos de corrupción porque han usado al Estado para crear una depen-

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dencia de los más necesitados para con los gobernantes. De esta manera, no se han generado las condiciones para la creación de empleos genuinos, no porque no hayan podido sino porque tie-nen pleno conocimiento de que la dependencia absoluta de los más necesitados respecto de la ayuda del Estado es lo que favo-rece a los políticos para perpetrarse en el poder.

Lisa y llanamente, se ha jugado con la necesidad de la gen-te malgastando los recursos del Estado para fines personales en lugar de utilizarlos para resolver los problemas de la gente.

Esta forma de hacer política contrasta en forma radical con la que propone el PRO. El máximo referente del PRO nos ha demostrado en estos últimos ocho años de gestión en la ciudad de Buenos Aires que cambiar la forma de hacer política y de ver al Estado es posible.

Algunos hitos, como la construcción de una obra subflu-vial, de escasa visibilidad y ajena a una finalidad política pero que beneficia para que más de 600.000 personas no se inunden cada vez que llueve (arroyo Maldonado), la gestación de una nueva policía (Policía Metropolitana) o llevar a la ciudad desde la emergencia edilicia en las escuelas a ser el único distrito en donde la matrícula pública crece más que la privada por la ra-dical mejora en el sistema educativo, son solo algunas muestras de que con personas honestas y preparadas para desarrollar los cargos públicos un Estado eficiente es posible.

Tal como ha dicho Mauricio Macri, “Gobernar es decir la verdad”. Y creo que a partir del 10 de diciembre de 2015, con él como presidente, vamos a tener un gobierno más transparen-te, donde se generen más puestos de trabajo, donde se combata el narcotráfico, donde se fomente el crecimiento de los pueblos del interior mediante el fortalecimiento de las economías regio-nales y, al fin y al cabo, donde se ponga énfasis en trabajar para el verdadero desarrollo de nuestro país.

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“Cada generación debe llegar como ola vigorosa a romperse contra la mole del pasado para hermosear la historia con el iris de nuevos ideales; juventud que no embiste es peso muerto para el progreso

de su pueblo.”

José Ingenieros

Damián Arabia@DamArabia

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Soy Damián Arabia, estudiante de arquitectura. Empecé a participar en Unión PRO hace más de siete años. Aquello

era apenas un bosquejo, una mera ilusión. Como tal, esa semi-lla germinó, creció y se convirtió en esta idea de cambio que la Argentina tanto necesita.

Me pregunté muchas veces qué hacía yo, maestro mayor de obras, estudiante de arquitectura de la UBA, involucrándome en política. En mi familia la discusión social estaba a la orden del día, aunque ninguno había participado nunca activamente. Sin embargo, me enseñaron a tener una mirada crítica de la rea-lidad, y una enorme sensibilidad social con los que más sufrían.

Siempre fui cuestionador, pero desde una posición de gran respeto por la visión del otro. Creo profundamente en la plu-ralidad y en la construcción en conjunto, y también en la labor en equipo. Se me ocurre pensar, de hecho, que mientras escribo estas líneas no soy yo solo quien las escribe, sino las diferentes personas con las que me he cruzado en la vida. Algunos amigos y familiares muy queridos, y otros lejanos conocidos con los que no necesariamente estuve de acuerdo, pero de quienes siem-pre intenté aprender lo mejor.

Elegí mi carrera, la arquitectura, después de elegir mi pasión, la política. Para ser honesto, debería decir que yo no elegí la po-lítica, sino que esta me eligió a mí. Cuando se despierta el irre-frenable sentimiento de involucrarse y hacer algo por el mundo que te rodea, deja de ser una decisión que se pueda tomar o no; simplemente sucede. Fue en 2008, cuando algo frustrado e in-dignado, con un país que atravesaba una profunda crisis social y cultural, de fuertes divisiones y enfrentamientos, en un arre-bato de locura, decidí escribir un e-mail a varios diputados na-cionales, expresando mi dolor.

Fueron pocos los que me respondieron y, menos aún, aque-llos que me llevaron a pensar lo que finalmente sería mi dedica-ción: de poco sirve indignarse si uno nada hace para cambiar. El camino no es nada fácil. Son muchas las idas y vueltas que

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se sufren. Derrotas, frustraciones, inseguridades. No es posible pintar la política como algo maravilloso. Sin embargo, y contra todo lo que se piensa, son las pequeñas batallas las que nos lle-nan de satisfacciones. Esto se aprende hablando con el vecino, estando cerca de la gente, sumando voluntades.

Desde hace más de cuatro años pertenezco a la Juventud de Unión por la Libertad, y acompaño a Patricia Bullrich en esta construcción colectiva que es el espacio de Cambiemos. De ella aprendí una de las cosas más valiosas, que es nunca dejar de trabajar, nunca dejar de luchar, nunca darse por vencido.

Nací en el seno de una familia de clase media, de esas en las que los viejos se rompieron el alma para darnos lo mejor a mis hermanas y a mí, muchísimas cosas que ni ellos mismos habían tenido. Ninguno de los dos llegó a recibirse en la universidad, pero les aseguro que son dos de las personas más brillantes que jamás conocerán. Cursé la primaria en una escuela privada de Martínez y la secundaria en una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires. Dos mundos bien distintos, de los cuales aprendí el valor de la diferencia y la pluralidad. Ninguno era mejor que el otro, sino que la diversidad en sí misma era un valor funda-mental para poder comprender aquello que Pablo Picasso de-cía: “Si la verdad fuera una sola, no se podrían pintar cien cua-dros sobre el mismo tema”.

El ser humano es naturalmente desigual, y es probablemen-te lo que nos hace tan infinitamente interesantes. Creo que es en la diversidad donde nace la creatividad y las combinaciones que resultan en cosas tan maravillosas. ¿Qué es lo que me llevó a hacer lo que hago? La indignación de ver que hay quienes no tienen nada. Y cuando digo esto, no me refiero únicamente a los bienes materiales o recursos económicos, sino que hablo más bien de aquellas cosas que el dinero no puede comprar: proyec-tos, motivaciones y sueños. Porque la falta de posibilidades y esperanzas no está dentro de los marcos de la desigualdad, sino que es algo completamente inhumano. Es inmoral permitir la

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miseria y el hambre, al igual que la falta de herramientas para generar un ascenso social, económico y cultural.

Hay una Argentina en la cual imaginar un futuro mejor está prohibido, y eso no lo podemos tolerar.

Creo profundamente en el valor de las cifras y las estadísti-cas, ya que nos abstraen por un momento de nuestra visión co-tidiana y subjetiva, y nos permiten pensar desde un punto más o menos objetivo la realidad. Al respecto, puedo decir que el 90% de mi vida sucedió bajo gobiernos pejotistas. Digo pejotistas porque creo que la Argentina debe ser el único país del mundo en el que un hombre, trascendental pero hombre al fin, sigue siendo el responsable de los aciertos y desaciertos de los gober-nantes aún cuarenta años después de su muerte. Desde 1989 a la fecha sucedieron veintiséis años de los cuales solamente dos no fueron bajo la el mismo partido.

Un politólogo me retaría por inexacto en términos científi-cos, pero podría decirse que la Argentina que yo conozco trans-curre bajo un sistema de partido único, en donde un único sec-tor gobernó prácticamente la totalidad de las últimas décadas. Y en donde, además, el partido de gobierno es también el par-tido de oposición. Los mismos que encarnaron ayer las priva-tizaciones son hoy los grandes estatistas. El viejo sistema bi-partidista, donde el radicalismo era una alternativa de gobier-no y disputaba el poder, hacía competir y en ocasiones ganaba, desaparece por completo luego de la crisis de 2001 y queda un vacío de representación en el cual, por ejemplo, en el año 2011, el 70% de los votos fueron a un candidato del PJ.

Muchos son los que dicen que sólo el Partido Justicialista puede gobernar nuestro país. Sin embargo, gobernar implica principalmente gestionar bien, y es exactamente lo contrario de lo que han hecho. Si observamos cualquier indicador de cual-quier tipo, realizado por cualquier firma internacional o na-cional, pública o privada, veremos que estamos peor que hace veinte años en todos los indicadores: salud, educación, segu-

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ridad, pobreza, desarrollo, etc. Y lo peor de todo es que no les importa. La realidad es que solo les importa una cosa: el poder. Concentrarlo, mantenerlo, ampliarlo y agrandarlo. He-mos entrado los argentinos en una aceptación de que la política solo está para servirse a sí misma. Naturalizamos por completo la corrupción, como moneda corriente. El problema no es que haya individuos corruptos, el problema es cuando gran parte del sistema está corrompido. Y no es una mera cuestión ética o moral, sino que la corrupción son miles de nenes que mueren desnutridos; la corrupción son decenas de crímenes y asesina-tos; la corrupción es un Estado que deja morir a inocentes.

La política argentina no responde a los objetivos del siglo XXI. El sistema no responde a las necesidades de un mundo posmoderno o contemporáneo, en donde los ciudadanos tene-mos otros valores y objetivos de vida.

Cierto dirigente dijo una vez que lo emocionaba el discurso de La Cámpora porque era el mismo que él tenía hacía cuaren-ta y cinco años ¡Y ese es el problema: dicen lo mismo que hace cuarenta y cinco años! Independientemente de que la agrupa-ción juvenil se haya convertido en una farsa, porque no son ni hacen lo que dicen, su verdadero problema radica en ser abso-lutamente anacrónica. La Argentina está en crisis hace décadas, porque su sistema político, que es el que ejerce el gobierno, que a su vez administra el Estado y todas sus herramientas, es abso-lutamente anacrónico.

Decía Albert Einstein que “en los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento”. El de-safío que tenemos los argentinos por delante es el de imaginar, desafiar, cuestionar, animarnos a soñar todas esas cosas que po-demos hacer juntos. El miedo que nos tiene de rehenes, que nos hace discutir todas las décadas sobre los mismos problemas, te-nemos que combatirlo con las ganas y las ideas. Tenemos que animarnos a cambiar el paradigma. Cambiar ha dejado de ser una opción para la Argentina, y se ha convertido en una necesi-

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dad. En tanto y en cuanto no tomemos la decisión de cambiar, social, política y culturalmente, los argentinos viviremos en un mar de vicisitudes, rodeados de cientos de incertidumbres, y ja-más podremos realizarnos verdaderamente ni como personas ni como comunidad. Tenemos que poner nuestras mentes y nues-tros corazones al servicio de la imaginación. Nuestros sueños son y serán realizables.

Debemos empoderarnos como personas en las decisiones de nuestras propias vidas. Esto significa tener oportunidades y po-sibilidades para todos y, una vez con las herramientas en mano, ser autores de nuestro propio futuro. Empoderarnos como ciu-dadanos, como soberanos, del país y nuestros propios destinos. Debemos ganar grados de libertad; no como una cosa abstrac-ta, sino como la posibilidad de hacer cosas y determinar nues-tros horizontes.

La educación, formal e informal, debe ser el punto de parti-da de una Argentina moderna, pujante, que integre y lidere los nuevos tiempos. El arte, la cultura, los deportes, la vida, deben florecer por todos los rincones.

Las habilidades, la inventiva y los descubrimientos no solo nos ayudan a realizarnos como individuos, sino que también nos realzan el valor como sociedad. Debemos revolucionar la forma en que vemos las cosas y la manera en que nos las proponemos. El cambio es un renacer del ser humano como eje central, y la re-valorización de la cosa pública en función de las necesidades rea-les. La política deja de ser para los políticos y empieza a estar al servicio de los millones de argentinos que día a día se levantan para hacer, trabajar, inventar, crear y pensar. La política debe re-cuperar la capacidad de los ciudadanos de poder cambiar las co-sas, tanto de la sociedad como de su vida misma.

La escritora francesa Françoise Giroud dice que no se puede transformar el mundo pero sí se pueden transformar las cosas. En un abuso de ironía, sintetiza la capacidad que tenemos de modificar nuestro propio pedacito de mundo.

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Es políticamente incorrecto decir que ser joven es una virtud en sí misma, pero creo que ese estado del alma de irrefrenable rebeldía es el combustible que requiere el motor para cambiar. Las sociedades suelen ser reacias aunque permeables a los cam-bios. Sólo se trata de inyectar las ganas y fuerzas para desper-tar al gigante dormido, y la juventud constituye un factor fun-damental y determinante en la constitución de un nuevo hori-zonte. Cuando tantas cosas están mal, el cambio se convierte en una virtud en sí misma. La idea del cambio es una idea muy concreta y palpable. ¿Qué es el cambio? Es proponernos los pa-radigmas de la nueva era. Haciendo un paralelismo con el mun-do de la computación, podríamos decir que acaba de salir el Windows 10 (gratuito, por cierto) y la Argentina todavía tiene DOS o Windows 95. O acaso somos una especie de Commodo-re. El sistema operativo argentino está obsoleto, y necesita una urgente actualización.

Debemos rediscutir la forma en la que nos movemos; la ma-nera en la que desechamos nuestros residuos; la calidad educa-tiva, pero también el modo de aprender y enseñar; cuánta ener-gía consumimos y cómo la fabricamos; el tipo de impuestos y la forma de recaudarlos; la descentralización del poder y la fuerza del federalismo; revolucionar en materia de obras civiles el país; volver a confiar en que el voto es universal y secreto y, para ello, la forma en la que lo emitimos. El acercamiento de las ideas, así como el respeto por la opinión del otro, algo tan fundamental pero perdido hoy en nuestra sociedad, son el punto de parti-da hacia un camino de recuperación y reconversión, porque es en el disenso y en el ejercicio del debate donde surgen aquellas ideas que nunca han sido pensadas. Sólo la unidad entre los argentinos nos permitirá avanzar en desafíos contemporáneos, los recursos, humanos, materiales y naturales con los que con-tamos son inmejorables. La Argentina necesita una actualiza-ción de software que sólo es posible si tomamos la decisión de cambiar y ese cambio lo construimos entre todos.

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“Enseñarás a volar… pero no volarán tu vuelo; enseñarás a soñar… pero no soñarán tus sueños; enseñarás a vivir… pero no vivirán tu vida; enseñarás a cantar… pero no cantarán tu canción; enseñarás a pensar… pero no pensarán como tú; pero sabrás que cada vez

que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen... Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!”

Madre Teresa de Calcuta

Demian Martínez Naya@DemNaya

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Soy Demian Martínez Naya, presidente de Unión-PRO Diversidad.

Reflexionando sobre las cosas que me pasaron lo veo todo muy sencillo y claro, pero al sentarme a escribir surgen en mi cabeza miles de situaciones buenas, malas, emotivas, tristes y complicadas que me ha tocado atravesar a lo largo de estos años. Para algunos, siete años de participar en política, sobre todo en un partido que tiene doce años de vida, pueden pare-cerles muchos años, pero en realidad no lo son.

Cuando me propusieron escribir, me puse a pensar qué men-saje quería transmitirles y se me cruzaba por la cabeza algo que si bien considero una de las mayores virtudes del PRO, es a la vez totalmente opuesto a las motivaciones naturales que, a mi entender, movilizan para involucrarse en política: la esperan-za, la fe y el positivismo. ¿Por qué digo esto? Porque yo estoy acá porque me enojé, me entristecí y decidí no conformarme ni aceptar lo que estaba viendo. Si yo al terminar el secundario y empezar a cursar en la facultad hubiera visto políticos desinte-resados, convicciones firmes y esfuerzos hasta el agotamiento por solucionar los problemas que tenemos como sociedad, se-guramente hoy no estaría acá, y seguramente vos tampoco me estarías leyendo. Te pido disculpas por la vehemencia en la for-ma de expresarme, me nace la llama peronista en mi interior y me cuesta contenerme. Pero sí, leíste bien: peronista, otro pe-ronista en el PRO, y esto me lleva a contarte cómo empecé a participar…

Hincha fanático de Boca, yo, un chico de 26 años nacido en el barrio de Flores, ciudad de Buenos Aires, al que nunca le gustó el fútbol aun teniendo pelota, botines y ropa deportiva a montones por la perseverancia de mi papá (radical) y mi mamá (peronista), pero que no lograban ningún tipo de interés en su hijo por aquel deporte.

Año 2000. Vuelvo a casa del colegio y me entero de que mi papá me va a llevar a la cancha de Boca a ver la final de la copa Libertadores (algo totalmente desconocido y que no generaba

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el más mínimo interés en mí; de hecho, no quería ir, pero fui). Para aquellos que no son hinchas del club más grande del mun-do, además de invitarlos a replanteárselo, esa final 2-2 entre Boca Juniors y Palmeiras fue el puntapié inicial a la década más gloriosa de la historia del club, por aquel entonces presidido por Mauricio Macri. De más está decir que a partir de ese día, Boca es una de mis pasiones, pero lo que quiero que sepan es que, a partir de ese momento, comencé a definirme como “más macrista que Macri”; un nivel de fanatismo tal, que sólo Mau-ricio Macri podría derrumbar años más tarde al enseñarnos la importancia de ser críticos de nosotros mismos.

Una vez terminado el secundario allá por 2006, emergía nuevamente la figura del por entonces diputado y presidente de Boca Juniors, Mauricio Macri como candidato a jefe de go-bierno porteño, en esta oportunidad acompañado por la mujer que lo alejaba de los prejuicios que tenían muchos sobre ser un privatizador y un empresario como imagen para denostarlo; esa mujer era Gabriela Michetti. Como un chico “más macris-ta que Macri” (por ese entonces seguíamos llamándolo por el apellido), mi voto para la elección de 2007 era cantado, pero no así mi participación política en ese entonces. Recién en 2009 y por la mujer del socio de mi papá me acerqué decididamente al PRO de la mano de Cristian Ritondo.

Aclaración poco relevante: desde chico siempre me intere-só más ver un programa político o leer el diario que cualquier otra cosa. Me llamaba la atención, me entretenía, y mi familia colaboraba en toda cena hablando de todos los temas sin tabú alguno.

De 2009 a 2013 mi participación política no tuvo grandes so-bresaltos, ni creo haber aportado demasiado a tu interés: campa-ña tradicional, eventos, redacción de proyectos propios, etc.

El 18 de abril de 2013, durante la movilización masiva con-tra la denominada “Democratización de la Justicia” (donde se buscaba la elección popular de jueces) impulsada por el FPV en

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el Congreso, siendo aproximadamente las 21 horas nos llega la noticia a todos aquellos que nos encontrábamos en la Plaza de Mayo de que el proyecto había recibido media sanción por parte del Senado. Comenzamos a movilizarnos hacia el Con-greso de la Nación cientos y cientos de personas. Una vez allí, comenzó a manifestarse la bronca contenida en la sociedad por este atropello a la democracia y que el Congreso devenido en escribanía durante esta década y media había materializado. Los manifestantes rompieron el candado y abrieron la reja que imposibilitaba el acceso a la explanada del Congreso (reja que cientos ya habían trepado para pasar) e ingresamos. Si bien sa-bíamos que era un lugar donde no debíamos estar, todo trans-curría con total normalidad dentro de un contexto de manifes-tación pacífica a nivel nacional.

La tranquilidad culminó cuando observo junto a tres jóvenes más un grupo de diez o doce violentos intentando vulnerar la puerta de ingreso al hall del Congreso, hecho que transforma-ría un reclamo legítimo en el mote “golpista”, “gorila” y “des-tituyente” que trataban de imponer desde el FPV hacia quienes pensábamos o pensamos distinto. Junto a estos tres chicos, ante la ausencia de presencia policial, siendo yo el más corpulento y usando una remera amarilla (no del PRO, pero con clara alu-sión a serlo), decidimos interponer nuestros cuerpos entre la puerta y este grupo de inadaptados. Frente a nuestra reacción, algún manifestante gritó: “Es de La Cámpora”, y frente a un forcejeo violento y cientos de flashes y cámaras filmando todo, consensuo retirarme siempre y cuando se dejara de vulnerar la puerta de ingreso a un edificio propio de la democracia que tan-to nos costó conseguir.

Para que pueda retirarme, los manifestantes arman un “puente chino”. Para los que desconocen, es un pasillo formado de personas por el que caminas mientras te pegan y escupen. La situación se torna aún más violenta, me apagan cigarrillo en el cuerpo, corro siendo filmado por todos los medios de comuni-cación hasta ser rociado con “gas pimienta” justo al ingresar a

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un kiosco, donde me cobijaron abriendo la reja, hecho que me salvó la vida, que ni la propia policía que había aparecido hu-biese podido garantizar.

En resumen, y obviando detalles, fue una noche violenta donde hacer lo correcto por poco me cuesta la vida.

A la mañana siguiente recibo en mi celular el llamado de Pe-dro Mouratian y Martín Fresneda, interventor del INADI y se-cretario de DDHH de la Nación, respectivamente, para tener una audiencia con ellos, hecho que ocurría días después. En esa reunión se solidarizan conmigo por lo ocurrido durante la ma-nifestación y me comentan que la Presidente de la Nación les había encomendado reunirse conmigo y que tenía el deseo de conocerme, si yo tenía algún problema en que eso fuera posi-ble. Mi respuesta obviamente fue que me encantaría hacerlo, ya que era una gran posibilidad para despejar dudas sobre la apli-cación de determinadas políticas públicas con las que no esta-ba de acuerdo, hecho que ocurrió y clarificó mi impresión sobre muchos temas.

Tuvimos la posibilidad de tener una audiencia privada con Cristina Fernández de Kirchner durante más de dos horas reloj, con parte del gabinete nacional (Guillermo Moreno incluido) esperando afuera de la puerta para ser atendidos.

Retomando lo importante de lo que pasó, pude entender las falencias de mi partido, ver lo poco maduros que estábamos en ese entonces para afrontar situaciones de relevancia, ya que mien-tras por orden de la Presidente se comunicaban conmigo, sólo Gabriela Michetti por intermedio de su equipo, principalmente Walter Bouzada Martínez, Santiago Riobó y Roberto Quattro-mano me contactaban, hecho que a los pocos días se materializa-ría en el primer encuentro personal a solas con Mauricio.

Mauricio en esa reunión me dijo: “Seguí estudiando, for-mándote, preparándote como lo venís haciendo. La Argenti-na necesita de jóvenes como vos que estén a la altura de las

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circunstancias. La vocación y los valores claramente los tenés, perfeccionate”.

Mi profundo cariño y respeto por Mauricio es, como habla-mos en familia, pensar que una persona que podría estar dis-frutando en alguna playa con su esposa e hijos, o en cualquier parte sin privación alguna, deja todo para venir a ayudar a los demás. Pienso en esto cada vez que me canso de la política y sus bajezas. Pienso en dejar algo a los demás y ayudar a que nuestra sociedad sea mejor, quizás y por qué no, la mejor del mundo.

Desde mi perspectiva personal, considero que Cristina Fer-nández de Kirchner es, sin duda alguna, la mejor política que haya tenido este país, aun a la altura del Gral. Juan Domingo Perón. Es una mujer que dejará el poder con una imagen positi-va superior al 40% luego de doce años de gobierno, que ha sa-bido crear pasiones, esquivar presiones, fomentar la participa-ción política joven, imposibilitar a los opositores y, fundamen-talmente, es una mujer que ha logrado destruir el peronismo desde adentro del peronismo. Este año se despide y me siento en condiciones de asegurar que será recordada en la historia Ar-gentina. Un halcón político que ha barrido, hasta el día de hoy, y creo que culminará con la derrota de Daniel Scioli, a los eter-nos nombres enquistados en el poder, debilitó el sindicalismo y conquistó a las masas. Una mujer, una esposa, un “animal” po-lítico a la que quizás contra todos los pronósticos le agradezca-mos en unos años ese debilitamiento del partido populista más grande que se haya creado en América.

Miles de veces me han dicho, y quizás lo creas vos también al leer el párrafo anterior: “Te equivocaste de partido, vení con nosotros”, desde el FPV, la izquierda, la UCR, etc. Ese es mi ma-yor orgullo, el saber por qué estoy en el PRO. Estoy en el PRO porque no pueden encasillarme. Estoy en el PRO porque la so-lución de los conflictos supera a las ideologías como estructu-ras rígidas. Estoy en el PRO porque me hartan el revisionismo histórico constante y las culpas eternas. Estoy en el PRO por-

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que quien no entiende que estamos para servir y no para ser-virnos queda excluido de la lógica partidaria. Estoy en el PRO porque creo que a la política se llega para irse; no es una “ca-rrera”, es una decisión de aporte a la comunidad con fecha de caducidad para regresar a cosechar lo producido y a sufrir las consecuencias de los errores provocados. Estoy en el PRO por-que creo en la familia, en el compromiso real y en la buena fe, porque no todo da lo mismo ni es igual, no lo es para mí, no lo es para mi familia y no lo es para todo el que cree que exista hambre o desnutrición en este país es inmoral. Estoy en el PRO porque creo en los equipos. Estoy en el PRO porque no pienso resignarme a la desidia, ni a transar con las mafias, porque mi moral no tiene precio. Yo creo en vos, y creo que tampoco que-rés las mafias, y que tampoco tu moral tiene precio. Yo creo en vos y te propongo que juntos construyamos esa Argentina que tanto nos merecemos.

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“Sé el cambio que quieres ver en el mundo.”

Mahatma Gandhi

Emanuel Fernández@EmaFernandezz

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Me llamo Héctor Emanuel Fernández, tengo 22 años y vivo en la ciudad de Comodoro Rivadavia, provincia del

Chubut. Actualmente soy estudiante de Derecho en la Universi-dad Nacional de la Patagonia. Hace diecisiete años que vivo en la provincia, ya que soy oriundo de Caleta Olivia, Santa Cruz.

Comodoro Rivadavia es una ciudad que se caracteriza por ser “la capital del viento”, por ser una de las ciudades petrole-ras más importantes del país. Por esa razón, Comodoro tam-bién es una ciudad donde hay mucho trabajo y mucha gente encuentra su lugar. Pero, lamentablemente, eso no significa pro-greso ni desarrollo. Lamentablemente, la dirigencia política que han tenido tanto Comodoro Rivadavia como Chubut nunca se ha preocupado en serio por las necesidades de la gente. Esta es la razón principal por la que elegí incursionar y participar en política. Llegó el momento de “meterme” y dejar de quejarme siempre por todo lo que se hacía mal en mí alrededor.

Siempre me interesó la política, pero fue en el año 2007, cuando yo tenía catorce años, que empecé a leer e investigar más sobre las elecciones presidenciales que estaban por suceder en el país ese año. Siempre lo tomé como un “hobby” el de leer o mirar programas políticos, pero sin participar activamente en ella. Fue recién en el año 2013 que me decidí a formar parte, harto de la política actual, de todo lo que pasaba, desde el clien-telismo hasta la corrupción. Durante ese año comencé a traba-jar en una consultora de medios en la que trabajé durante un año y seis meses. El trabajo constituía prácticamente analizar lo que sucedía en el ambiente político, desde lo bueno hasta las denuncias. Fue ahí cuando, harto de escuchar las cosas que pa-saban en la ciudad, como desde tener una municipalidad que, como le decían los periodistas a los que escuchaba, “era má-quina recaudadora”, todos los servicios estaban tercerizados, la Municipalidad no gastaba casi en nada pero sí recaudaban dinero que no se devolvía a los contribuyentes. Como ya men-cioné, Comodoro es una ciudad muy rica y llena de oportunida-des en el ámbito laboral, pero no se trasluce a la realidad de los

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comodorenses. Todos los veranos (sin excepción) hay cortes de agua cada dos días y a veces duran hasta una semana entera. En invierno, los cortes de luz son constantes, las calles de la ciudad están totalmente destruidas, nuestra salud pública sigue por el mismo camino tanto desde el hospital regional hasta los perifé-ricos de salud de cada barrio. Haber trabajado en la consultora y escuchado todo lo que pasaba en la ciudad (cosas que a veces, en su rutina diaria, no logran percibirse con detenimiento) me decidió a participar en política.

Me enojé, me peleé con mucha gente por las cosas que suce-dían, pero era el momento de dejar de quejarme para poder ac-tuar. Pero la pregunta era ¿dónde? Si bien el oficialismo actual de nuestro país no me gustaba, sentía que formaba parte de una era que ya viene gobernando hace mucho tiempo nuestro país. Tampoco había una propuesta opositora que me convenciera, ni de votarla ni de unirme a ella.

Pero la respuesta estaba muy cerca. Desde 2005 hasta 2013 había viajado muchas veces a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya sea por vacaciones, cumpleaños de una sobrina o a vi-sitar a mis amigos que fueron a estudiar a dicha ciudad. Si ha-bía algo que me sorprendía de CABA es que siempre que iba ha-bía algo nuevo, algo novedoso. Pero no eran cosas innecesarias, sino cosas que les servían a todos los ciudadanos en su vida dia-ria: desde el Metrobus (mis amigos me contaban cuánto tiem-po se ahorraban en viajar) hasta la renovación de los subtes, el cambio de los viejos vagones de madera por los nuevos coches con aire acondicionado; desde diferentes programas sociales, como “Ciudadanía Porteña”, que no era simplemente un plan social sino que incentivaba a que las personas pudieran traba-jar, hasta diferentes programas que educaban a las personas y les enseñaban sobre tolerancia, como “Buenos Aires Diversa” o “Chau Tabú”. Que innovaron en el tema de salud al crear las “Estaciones Saludables” en todas las plazas para que la gente pueda hacerse chequeos o realizar consultas y tener los resulta-dos al momento. Todas esas pequeñas pero grandes cosas hicie-

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ron que me convenciera de que el PRO era mi lugar, era el parti-do en el que yo quería formarme y ayudar a realizar el progreso de mi ciudad, mi provincia y mi país.

Empecé a militar a finales de 2013, cuando conocí a los re-ferentes de la ciudad. Fui el segundo joven que se sumaba al partido, por lo que dependía de los pocos que estábamos hacer crecer tanto al partido como a su juventud. Y así fue. Empeza-mos a buscar avales, afiliaciones para obtener la personería ju-rídica del partido y cada vez eran más los chicos que a través de las redes sociales se iban sumando al partido. En cada uno de los chicos y en mí iba creciendo la esperanza de que podíamos estar mejor, de que el cambio que se había realizado en CABA podría llegar al tan lejano sur. Realizamos desde sombrillas, los clásicos timbreos, como también grandes eventos, como el rea-lizado en diciembre de 2014, al que llamamos “Mate Show”, un evento realizado en el gimnasio número 3 del barrio Máxi-mo Abasolo. Mucha gente se acercó a presenciar el evento que organizamos con varios números artísticos y cuya entrada era un juguete para poder donar. En enero de 2015 y para la épo-ca de Reyes Magos pudimos regalar esos juguetes a chicos que los necesitaban. Ver la felicidad de los chicos, los pequeños mo-mentos de alegría que podrías ocasionar en la gente fue lo que me terminó de convencer de que la política es la herramienta fundamental que tenemos para estar con la gente, para estar al servicio de la sociedad.

Por eso, estoy convencido de que el PRO, y especialmente Mauricio Macri, son los encargados de trasformar la realidad en la que vivimos. Un país que apueste al desarrollo, que apues-te a su gente y al trabajo de la misma.

Somos un país inmensamente rico, un país en el que no se puede admitir que haya pobreza. Y, como siempre le oigo decir a Mauricio: “No nos podemos resignar”. Somos muy capaces de cambiar la realidad y cada uno desde su lugar. En mi provin-cia en particular, el petróleo en Comodoro Rivadavia y el cam-

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po en la zona del Valle tienen que ser nuestros motores del desa-rrollo para que la provincia pueda salir adelante. Deben ser las garantías de que nuestra provincia sea autónoma, como lo rige en nuestra Constitución. Un pilar fundamental del federalismo es la autonomía de las provincias y hoy no se respeta; depende-mos del Estado Nacional hasta para poder construir una plaza. Necesitamos de un federalismo real y no solo formal. Eso em-pieza en cada provincia, poniéndose de pie y fortaleciendo cada una de sus economías regionales. ¡Chubut es muy capaz y tiene cómo y con qué lograrlo!

Yo quiero ser parte de ese proceso. Todos debemos ser parte de él. Debemos involucrarnos para que el futuro pueda llegar a todo el país y a toda mi provincia, a cada pueblo, desde Rada Tilly hasta Puerto Madryn. Que las cuarenta y ocho localidades de la provincia puedan progresar gracias a un Estado local pre-sente. Y hoy siento que es posible.

En toda la provincia del Chubut, la juventud es imparable, tanto en Comodoro Rivadavia como en Trelew, Madryn, Gai-man, Sarmiento, Esquel y cada uno de los lugares donde el PRO está dejando su huella.

Militar no significa ser fanático de una personalidad política o de un partido, sino que significa comprometerse por el futu-ro de todos. En el camino se encontrarán momentos desafortu-nados, como alguna que otra persona que pueda insultarte por pensar distinto, y a veces eso te desanima, te genera desconfian-za; pero todo eso pasa cuando salís a la calle y, mientras uno puede insultarte, hay mucha gente con la misma esperanza que vos, que te dice: “Me pone feliz ver gente nueva en política”, gente que quizás no se compromete de manera directa pero te da su apoyo.

Lo más importante que aprendí en política es el “diálogo”, en el que el otro no es un enemigo. Tuve centenares de inter-cambios de ideas con familiares, compañeros de universidad o amigos por la política, pero eso no debe significar más que eso.

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Que sea simplemente disentir e incluso aprender de la posición política del otro, pero que en diez minutos podamos estar rién-donos y divirtiéndonos juntos. Siempre que puedo dialogar con alguien de mi edad o incluso menor o mayor, les digo algo y de-seo también poder decírselo a todas las personas que leen el li-bro: “Comprométanse!”. Para que algo cambie, no debemos es-perar que alguien nuevo o diferente esté en política o que otro sea el protagonista. ¡Metete! Se vos el protagonista y comenzá a cambiar las cosas desde tu lugar, sin importar cuál sea. La polí-tica es la herramienta fundamental para transformar la vida de la sociedad. Por eso mismo, debemos involucrarnos para que se deje de ver la política como algo malo y oscuro, sino como lo que es. Que el cambio arranque depende de todos y cada uno de nosotros.

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“Debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien.”

Nelson Mandela

Federico Larsen@Fede_Lar

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Muchas veces, caminando por la calle, timbreando, hablan-do con los vecinos, con amigos y conocidos, surgió varias

veces la pregunta: “¿Qué hacés en política? ¿Por qué te metiste en política? ¿Qué te llevo a hacerlo?”.

En un principio la respuesta era fácil: un amigo de mi her-mano me invitó mil veces a diferentes actividades y eventos del PRO, y esporádicamente iba, pero más por acompañarlo a él que por gusto.

Lo cierto es que entre eventos, actividades partidarias y ac-tividades solidarias fui conociendo a muchísimas personas, las cuales hacían que cada actividad, en vez de ser dura y tediosa, pasara a ser compartir entre amigos.

Y así una y otra vez, hasta el año pasado, cuando Mauricio Macri lanzó su candidatura a presidente de la República Argen-tina. A partir de allí vi cómo todo lo que hablaba con otra gen-te solo iba a cobrar virtualidad si me involucraba de verdad y aportaba mi granito de arena.

Muchas de las charlas que mantenía con mis amigos y de las quejas acerca de cómo estábamos como país fueron el motor que hizo que me involucrara activamente para lograr el cambio que Mauricio y todo su equipo nos proponían.

Resurgieron las esperanzas en mí de que se puede tener un país diferente, de que hay gente que en verdad está interesada en trabajar para cambiar la vida a los argentinos, que cree que la política es una herramienta para hacer que las personas ten-gan más oportunidades para vivir mejor.

Todo esto llevó a que hoy responder la pregunta sea un poco más difícil y largo de explicar; el por qué hago política es par-te de mi vida.

¿Por qué? Porque siento que tenía la responsabilidad de tra-bajar para que mi país cambie. Porque siento que en cada uno está la diferencia que puede hacer que el país cambie o no, ese

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granito de arena he decidido aportarlo. Estoy convencido de que este equipo que hemos formado a lo largo de todo este tiempo está preparado y dispuesto a devolverles la felicidad a los argentinos, a hacer que podamos volver a soñar con una país próspero y con crecimiento.

Sí, que el país cambie, avance y mejore. Nací en Santiago del Estero y el retroceso de esa ciudad desde 1989 en que nací y 2006, cuando me fui a vivir a Buenos Aires, fue increíble. Pero uno, inmerso en esa sociedad y en el día a día, no se da cuenta.

Cuando conocí la ciudad de Buenos Aires y fui viendo día a día cómo avanzaba, desde aquel 2006 a la fecha, pude darme cuenta la diferencia de una gestión que se preocupa por avan-zar, por mejorar y solucionar los pequeños problemas que tie-nen los vecinos y así resolver los grandes problemas de la so-ciedad. Me di cuenta de que una Argentina distinta es posible.

Esta no ha sido la única demostración de que las cosas se pueden hacer bien. Como hincha de Boca, no puedo olvidar la gestión que nuestro futuro Presidente hizo en el club que tanto quiero. Fue una muestra de que haciendo las cosas bien se llega a buen puerto. Así pasamos de tener un club casi en quiebra a ser la institución modelo a nivel mundial, más allá de los títulos ganados en ese período.

Después de todo esto, hoy tengo la convicción de que tra-bajamos en el #EquipoDelCambio. Al igual que muchos ar-gentinos, estoy esperanzado con que Mauricio sea presiden-te. Y si eso es lo que quiero, ¿cómo no voy a estar ayudando, para mejorar mi familia, mi provincia, mi país, con la educa-ción totalmente venida abajo aprovechada por unos inescru-pulosos que juegan con la ignorancia y se adueñan de la co-rrupción en la cara de toda la sociedad, provocando aulas sin útiles, maestros sin esperanzas, hospitales sin insumos, enfer-meros sin oportunidades y un sinnúmero de servicios que bri-llan por su ausencia?

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Todo esto me alienta a salir día a día a la calle, a contarle a la gente que el cambio es posible ¡y que está muy cerca! Que Mauricio Macri, con la gestión que ha hecho desde su llegada a la política, su gran equipo y sus grandes capacidades para re-solver problemas a los vecinos (con aciertos y errores), pueden mejorar la calidad de vida de los todos los argentinos.

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“Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad

y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.”

Martin Luther King

Federico Rossano@ffico

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Soy Federico Rossano, me dicen Fico, tengo 23 años, nací y vivo en Quilmes. Estudio marketing y soy hincha de River.

Entiendo la política como la herramienta para poder trans-formar la vida de la gente. Decidí participar porque creo que no podemos seguir depositando nuestro futuro en manos de los mismos de siempre.

Me sumé al PRO a fines de 2012, en un contexto donde el rumor de la re-re era fuerte. Sentía que no podía permitirlo, que no podía quedarme de brazos cruzados y, de alguna manera, te-nía que aportar mi granito de arena.

¿Por qué el PRO? Porque vi una nueva forma de hacer polí-tica: poniéndonos al servicio de los vecinos para brindarles res-puestas concretas a sus problemas y alejándonos del viejo dis-curso que se basa en armar un relato lejos de atender las nece-sidades de la gente.

Entendí que cuando hay compromiso, decisión, voluntad, ganas, trabajo y equipo se pueden lograr muchas cosas.

Vi en Mauricio Macri una persona capaz, que sabe gestionar y armar buenos equipos que pueden lograr un verdadero cam-bio. Lo hizo con las inundaciones, cuando parecía que la ciu-dad estaba condenada a inundarse ante cada tormenta. Lo hizo con la educación, donde logró una revolución educativa que le puso fin a la emergencia edilicia, a los paros y a las tomas de alumnos.

Pero no lo hizo solo. Lo logró sabiendo armar un gran equi-po para cada problema. Y eso para mí es muy importante. No existen lo líderes mesiánicos, ni las almas iluminadas. Todo se hace mejor en equipo.

Otro motivo por el cual elegí estar en el PRO es por la cerca-nía como valor. Siento que es muy importante estar cerca de la gente, escucharla, tomar nota de lo que quiere, sus sueños, sus problemas y poder hacer algo.

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La política está para servir y no para servirnos de ella. No tengo dudas de que desde el PRO podemos aportar frescu-ra a la sociedad y brindarle las herramientas necesarias para desarrollarse.

Desde la juventud venimos a romper con los viejos paradig-mas y ocupar un rol fundamental para el cambio que queremos lograr. Y para eso es importante que nos animemos a partici-par todos.

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“Nuestra gloria más grande no consiste en no haberse caído nunca, sino en haberse levantado después de cada caída.”

Confucio

Jorge Roldan@JorgeBRoldan

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Cuando uno hace un repaso de por qué se metió en política, se da cuenta de que hay hechos concretos que cambiaron el

rumbo de su vida. Estando en la ciudad de Paraná por el año 2009 viví una experiencia que le toca pasar a todo joven en esta ciudad: ¿qué hago una vez que termine de estudiar?

Dentro de mi grupo de cinco amigos, tres eran estudiantes de Agronomía y dos nos volcamos a las Ciencias Sociales. En ese momento me di cuenta de que en Paraná, y también en En-tre Ríos, había poca salida laboral: tener un comercio, vivir del campo o tratar ser empleado estatal. Cuando entrás en ese mo-mento incierto de tu vida, al igual que la mayoría de tus amigos, tenés que tomar una importante decisión. La mía fue dejar mi ciudad y probar suerte en donde dicen que Dios siempre atien-de: la ciudad de Buenos Aires.

Recuerdo que mi vieja no quería saber nada, me decía con lágrimas en los ojos que era una ciudad insegura y que me iban a robar. En cambio, mi viejo, un hombre más duro, me dijo que aprovechara mi oportunidad.

Gracias a una persona, que es el principal responsable de que hiciera mis primeros pasos en la política, mi tío Gus, que me presentó a una gran mujer, con valores y principios extraor-dinarios que me incentivaron a realizar lo que siempre me gustó y no supe cómo exteriorizarlo, que es ayudar a los demás. Gra-cias a la diputada Cornelia Schmidt-Liermann, mi segunda ma-dre adoptiva, me fui interesando en la política y en cómo trans-formarla en una herramienta para cambiar la vida de las per-sonas. Lo que nunca imaginé fue que ese comienzo me llevaría a conocer a varios jóvenes con las mismas preocupaciones de uno; y que junto a ellos podría replicar en distintos puntos del país que un cambio es posible.

Dentro de esos jóvenes apareció un gran amigo, también pa-ranaense y con muchas ganas de cambiar la vida de las perso-nas de nuestra ciudad. Con Emanuel fui aprendiendo muchas cosas de la política. Él llevaba un par de años en esto más que

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yo, pero compartíamos las mismas ganas de trabajar duro para conseguir ese anhelado cambio.

De las variadas recorridas y actividades que fuimos haciendo me quedaron increíbles recuerdos, pero siempre hay uno que te marca y te deja anonadado. Recuerdo que habíamos consegui-do que el Polo Circo de la CABA fuera al Teatro Rex de Para-ná e invitamos a todos los chicos de dos barrios muy humildes, Bajada Grande y Barrio San Martín, llamado popularmente el Volcadero, donde se tiran todos los residuos de la ciudad y la gente vive de esa basura. Esa tarde hicimos una vaquita con to-dos los chicos de la Juventud Pro Paraná y compramos más de setenta bolsas de pochoclos (acá le decimos así… ja, ja) para re-partirles a los chicos mientras gritaban con cada truco del circo.

Mientras todos se entretenían con el espectáculo, me acer-co a Isabel, responsable mayor de los chicos del Volcadero y mamá de cuatro de ellos, y le digo qué hermoso recuerdo les va a quedar a los chicos. Ella, con lágrimas en los ojos, me dice que nunca va a olvidar lo que hacemos por su barrio y por cada gesto que teníamos, pero que tenía un miedo: que hiciéramos como hicieron todos los políticos, que porque se venía la época de campaña nos aprovecháramos de la situación de vulnerabi-lidad de ese barrio y una vez finalizado todo nos olvidáramos de ella como habían hecho todos los políticos. En ese momen-to se me estremeció el corazón; un terrible nudo en la garganta, que no sabía cómo expresarle que era lo que más repudiaba de esos, que se dicen llamar políticos y solo se preocupan por sus intereses personales.

No me canso de decir en cada lugar que recorro que nos pueden llamar como quieran: los chicos chetos, los de derecha, los de plata y otras grandes chicanas. Lo cierto es que dejamos todo en cada barrio que visitamos y demostramos que somos todo lo contrario. De a poco se está evidenciando que somos el gran cambio que necesita nuestra sociedad. Y que en cada lugar que recorremos, nadie nunca me preguntó si para solucionarle

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sus problemas iba a utilizar teorías de izquierda o de “nuestra” derecha. Es más, siempre me pregunto, y les pregunto: ¿qué es ser de derecha? Es tan trillado ese ataque, que varios los repiten sin tener idea de su significado.

Cansado de tantas chicanas y de poco compromiso de los políticos, decidí aportar mi granito de arena y dejar una huella en la historia. Para ello, elegí el PRO y a Mauricio.

Estoy convencido de que él es el mejor candidato para que la Argentina cambie de una vez por todas. Y no solo lo digo por su persona y por los ideales que representa, sino también por su gran equipo de trabajo. Existe un excelente grupo humano que está integrado por varios jóvenes que tienen como objeti-vo primordial la búsqueda del bienestar del otro, sin intereses personales, y acompañados con valores como la honestidad, la sinceridad y el respeto.

Y si ese anhelo que tenemos todos de que gobernemos este país solo es un sueño y no se puede alcanzar en este 2015, estoy convencido de que este equipo nunca bajará los brazos y siem-pre irá por más.

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“El triunfo político es la suma del sentido común y la capacidad de liderazgo.”

Enrique Tierno Galván

Josías Mescher@JosiasMescher

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Me llamo Josías Eduardo Mescher, nací en Posadas, Mi-siones. Mi papá es técnico en periodismo y mi mama es

maestra jardinera.

Tuve la oportunidad de crecer en un hogar en el cual las charlas, los mates y el compartir eran algo cotidiano. Mi familia se completa con mis dos hermanas, Melody y Ruth.

Me tocó vivir de manera consciente, siendo adolescente, la crisis de los años 2000. Recuerdo como si fuera hoy los cacero-lazos y las marchas para que “Se vayan todos”.

En lo personal, eso me ayudó a crecer, porque fue en la épo-ca en que tuve que aprender a cocinar, ya que mis padres traba-jaban todo el día.

Luego de esa experiencia, por el año 2003, viviendo como hoy, en la ciudad de Leandro N. Alem, Misiones, comencé a participar en política colaborando con mi papá, quien junto a mi tío comenzó a militar activamente en el Partido MID (Movi-miento de Integración y Desarrollo), y fui creciendo, apasiona-do principalmente por las ideas del desarrollismo, encarnado en figuras como Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi.

Desde temprana edad salí a visitar a los vecinos con folletería e instructivos relacionados con las ideas que proponíamos para lo-grar el apoyo a nuestros candidatos desarrollistas, entre otros mis propios padres, entendiendo el valor de la cercanía con la gente.

Con el correr del tiempo fui descubriendo una vocación po-lítica que me llevó a estudiar la carrera de abogacía y a poder tener mejores herramientas para desarrollarme en este ámbito.

Después de participar en distintos espacios políticos tuve la oportunidad de conocer a gente que me impulsó, que me motivó a sumarme a su equipo abriéndome puertas, y hoy me encuen-tro trabajando activamente en el PRO de la provincia de Mi-siones, siendo privilegiado por el apoyo de la juventud, gracias al cual sirvo y milito como presidente de Jóvenes Pro Misiones.

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¿Cuáles fueron las motivaciones que me llevaron a partici-par en el PRO?

Descubrí que este espacio representaba los valores e ideas que me identificaban, pero por sobre todo la búsqueda de for-mar equipos, entendiendo una nueva manera de hacer política: la unidad de los argentinos, la recuperación de la verdadera de-mocracia y entender que la política tiene que estar al servicio de la gente, sin agresiones, con diálogo, con oportunidades para los que de verdad aman a este país y quieren progresar, sin pre-bendas y con ganas de trabajar; la oportunidad de volver a co-nectarnos con el mundo, a través de intercambios de tecnología, comercio, culturas, etc.

¿Cuál es mi objetivo como persona y como dirigente juvenil?

Mi objetivo es lograr, con el apoyo de los jóvenes del PRO en Misiones, formar y consolidar equipos de trabajo en cada uno de los setenta y cinco municipios de la provincia. La preocu-pación es tener un nuevo modelo de provincia y de país. Creo que en este sentido, los jóvenes pueden ser protagonistas de este cambio.

Quiero trabajar por una Argentina mejor, en la que valga la pena vivir, no solamente pensando en las futuras generaciones, sino en el hoy, en el día a día.

Estoy convencido de que la única manera de cambiar las co-sas es involucrándome. Y creo que la política es la herramienta que permite construir y desarrollar todas aquellas ideas que de otro modo no serían posibles.

Como persona, como joven, me involucré porque quiero aportar a mi provincia, poder contagiar el entusiasmo y las ga-nas de tener un país mejor, entender que no alcanza con lo que tenemos hoy, que podemos mejorar nuestra realidad.

Pero eso solo se logra si nos ponemos de acuerdo y trabaja-mos juntos, enfocados en lo que tenemos que hacer, comenzan-

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do desde la casa, rescatando los valores que se fueron perdien-do, comprendiendo la importancia que debería tener la familia dentro de nuestra sociedad.

Estoy convencido de que estamos viviendo un fin de ciclo, así como el retorno de la democracia en el año 1983, como cuando colapsó nuestro país en 2001, hoy tenemos la oportu-nidad de tener un nuevo comienzo, y es el momento de ser pro-tagonistas, si cada uno de nosotros, convencidos de que pode-mos estar mejor, transmite un mensaje de esperanza, de futuro, y pasamos de la mera opinión a la acción. Como dijera una vez Martin Luther King, la pregunta más urgente y persistente en la vida es: ¿qué estás haciendo por los demás?

Esa es mi motivación: ayudar al prójimo, trabajar por un futuro y también por un presente con verdaderas posibilidades para todos. Pero eso no lo voy a lograr solo, por eso te invito a que te involucres, a que participes, en la escuela, en el club del barrio, con tus vecinos, y que te sumes a esta causa si de verdad creés que las cosas se pueden cambiar y que podemos construir la Argentina que soñamos, para que juntos, en equipo, luche-mos día a día con la convicción de que si hacemos lo mejor, al finalizar, estaremos satisfechos de haber colaborado con nues-tro granito de arena para lograr ese país que queremos.

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“No esperes resultados distintos si haces siempre las mismas cosas.”

Albert Einstein

Juan Gowland@JuanGowland

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Mi nombre es Juan Gowland. Me gusta pensar que la voca-ción política es una forma de ver y vivir la vida. Es apa-

sionante, desgastante, frustrante e increíblemente gratificante. Ser joven y político es aceptar que uno es y será una minoría; es sentarse a tomar una cerveza en un grupo de diez amigos y ha-blar de lo que nadie quiere escuchar. Así fue que fui el único de mi año (aproximadamente egresamos ochenta) que decidió es-tudiar ciencia política.

Empecé como voluntario en distintas ONG y actividades so-ciales, siempre relacionadas con el catolicismo: misiones en ciu-dades de distintas partes del país, caminatas a la noche dándo-le de comer a gente en situación de calle, talleres de arte en la Fundación Cosechando Alegría, hacer la tarea con chicos en el hogar Albisetti, etc. Si bien me gustaba sentir que estaba ayu-dando a construir una mejor comunidad, sentía que me faltaba algo. Algo más, más profundo y estructural. Como a casi todos los que pasamos de la actividad social a la política, creo que lo que nos mueve al cambio es el impacto. La política permite poder impactar en la vida de miles de personas. Por eso es tan importante.

Mi primer acercamiento a la política partidaria fue justa-mente en una campaña. Mi hermano se presentó en 2007 como candidato a diputado nacional y, sin entender mucho, lo empe-cé a ayudar repartiendo folletos en las esquinas, acompañán-dolo en las actividades. Era justo el año en que yo empezaba a estudiar ciencia política. Pensé que estudiarla me haría ser po-lítico, pero nada más alejado de la realidad. Me tocaron cuatro años de mucho estudio en una universidad (San Andrés) donde se cursaba doble turno, justamente para evitar que uno trabaja-se. Estaba pensada para que uno pusiera el 100% de la atención en sus estudios. Fue una etapa que disfruté mucho. Me permi-tió desarrollar muchas capacidades que (ahora que lo analizo con algo de perspectiva) hoy son impensadas, dada la exigencia de tiempo que nos requiere este trabajo. Pero también acumulé mucha ansiedad por meterme a militar. Fue así que en 2010 mi

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hermano decide abrir un local partidario y me ofrecí a convo-car a distintos jóvenes a ser parte del PRO.

Fue así que empezamos a crear nuestro grupo (PRO LIBER-TAD), que se nutrió de jóvenes con una increíble vocación de servicio. Siempre digo que en ese año en el local teníamos un grupo de diez/quince personas, de las cuales ninguna trabajaba en el Estado. Todos nos acercamos a la política porque quería-mos aportar. Sentíamos que teníamos que dar nuestro tiempo para cambiar la realidad de nuestro país. También digo con or-gullo que la mayoría de nosotros decidió manifestar su voca-ción en la acción, trabajando en el Gobierno de la Ciudad. De-cidimos ser parte de lo que hoy es el mejor gobierno que tuvo la ciudad de Buenos Aires y cada uno aportó su granito de arena.

Volviendo a mí, me tocó ser parte de la comisión de la con-ducción de Jóvenes Pro Capital. También estoy actualmente es-toy en la comisión directiva de un increíble grupo político que es La Generación y soy secretario de formación política de Jó-venes Pro a nivel nacional. Si bien tuve siempre roles de lideraz-go, me tocó aprender muchísimo de muchos jóvenes que deja-ron su huella en este partido. Ese es el éxito de toda organiza-ción: la capacidad de transmitir valores que trasciendan a las personas.

Entiendo la política como un servicio que tiene que estar orientado a transformar la realidad, y sobre todo la de los sec-tores más excluidos. La pregunta de este libro es la clave para cualquier cosa que uno emprenda: si uno lo hace sin un sentido, la vida se nos torna vacía; se automatiza. Siempre que me toca conversar con alguien que recién se suma, lo primero que le pre-gunto es por qué se decidió a participar. La respuesta a por qué decidimos ser parte es lo que nunca tenemos que olvidar y es lo primero a recordar en los momentos difíciles.

Uno de los principales desafíos que emprendimos con un gran equipo de jóvenes PRO fue trabajar en la identidad. Nos propusimos debatir con todos los jóvenes del PRO del país

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el para qué estamos en política y cuáles son nuestros valores, nuestras ideas, nuestras propuestas y cómo las vamos a llevar a cabo. Nos propusimos trabajar nuestra identidad de forma co-lectiva porque entendemos que la política también se construye de forma horizontal. Nos propusimos ser la generación del me-jor candidato a presidente de la historia de este país.

Hoy somos miles los jóvenes que creemos que se puede ha-cer política de otra manera y que no estamos condenados a vi-vir en un país con dirigentes que hacen de la mentira una polí-tica de Estado. Queremos un Estado que esté al servicio de la gente con dirigentes que sepan dialogar y den oportunidades para que los argentinos podamos desarrollar nuestro potencial.

Mi agradecimiento a todos aquellos que me enseñan día a día y a este gran partido que busca transformar este gran país. Ojalá seamos cada día más. Depende de todos.

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“El mundo no será destruido por las personas que hacen el mal. Sino por las que se sientan a ver lo que pasa.”

Albert Einstein

Juan Manuel Fernández@juanmafad

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Mi nombre es Juan Manuel Fernández Alves Dacunha, ten-go 28 años y me gradué de abogado en la Facultad de De-

recho de la Universidad de Buenos Aires con especialización en Derecho Administrativo. Trabajo en la Legislatura de la Ciu-dad Autónoma de Buenos Aires hace ocho años en proyectos relativos a la cultura, la educación y la vivienda.

Sin ánimo de convertir este relato en autobiográfico, me gus-taría compartir con el lector aquellas características personales que creo mejor me describen, a los efectos de entablar, aun des-de estas palabras, un vínculo directo entre ambos.

Provengo de una familia de clase media, en la cual hombres y mujeres eran el sostén del hogar, lo cual me ha impregnado un profundo respeto y reconocimiento hacia el rol de la mujer en la sociedad en perfecta igualdad con los hombres.

Mis abuelos llegaron desde diversos puntos del viejo con-tinente buscando un país seguro y próspero en donde formar y hacer crecer a su familia. Mis padres, por su parte, han sido los primeros profesionales de la familia, logro alcanzado luego de muchísimo sacrificio pero siempre con la mirada puesta en darles a sus dos hijos las mejores posibilidades para crecer y progresar. Las dos generaciones, en contextos muy diferentes, mantenían un mismo faro, el construirse un mejor futuro para su familia.

Seguramente algo de esa convicción haya hecho mella en mí, pero he llegado a la conclusión de que ese progreso familiar de mis abuelos y mis padres que yo pretendo ofrecerles a mis hijos no voy a encontrarlo mirándome el ombligo, porque hoy ese fu-turo no solo está amenazado por poder competir en las mejores condiciones en el mundo del trabajo, sino por un contexto so-cial y cultural propio de nuestra realidad argentina que amena-za a diario ese futuro.

Una realidad jaqueada por la inseguridad, la marginalidad, el narcotráfico, la corrupción, el constante deterioro de los va-

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lores culturales y donde la educación ha dejado de ser un fac-tor de equidad e igualdad de oportunidades y ha pasado a ser un proceso de profundización de la brecha entre aquellos que tienen más y quienes tienen menores oportunidades de progre-so. En nuestro país, y con profunda tristeza lo afirmo, muchos argentinos están condenados desde antes de nacer a una vida sin futuro.

Desde muy chico me involucré en diversos programas de Asociación Conciencia, una organización de la sociedad civil orientada hacia el fortalecimiento de la sociedad civil, la in-clusión y equidad educativa. Allí me enseñaron que había que echar por tierra aquella frase trillada de que “los jóvenes son el futuro” y comenzar a reemplazarla por otra que diga que “los jóvenes son actores y protagonistas del presente”.

De esta forma entendí, luego de una profunda crisis voca-cional al terminar mi escuela secundaria en un colegio indus-trial, que debía comprometerme en transformar esa realidad que amenazaba mi futuro. Y la única forma de lograrlo era en-tendiendo que los cambios debían producirse desde adentro, metiéndose en el barro.

Así se inicia un camino que vengo recorriendo hace ocho años en el sector público y la militancia partidaria dentro del PRO, que ha sido y sigue siendo el espacio en donde todos los días se ponen en jaque las lógicas con las que la política tradi-cional viene administrando los destinos de nuestro país. Difícil-mente podamos lograr algo distinto con las recetas de siempre.

El PRO no es el partido perfecto. Tiene sus discusiones, pro-cesos internos y sus crisis como toda organización política y so-cial. Pero más allá de eso, ha logrado derribar todos los prejui-cios que yo tenía sobre la política al momento de abrir la puer-ta y entrar.

Recuerdo que cuando comencé a trabajar en la Legislatu-ra Porteña, muchos nos señalaban con el dedo tildándonos de

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derecha, de que veníamos a privatizar el Estado, de que repre-sentábamos la vuelta de la dictadura y tantas otras agresiones más. A mis escasos dieciocho años, estas afirmaciones solo me provocaban sorpresa, porque no podía entender que un partido con esas características me hubiera abierto las puertas para dar mis primeros pasos en el camino de transformación que quería emprender.

El ejercicio de la política me permitió ver al tiempo que quie-nes pretendían instalar esos prejuicios eran en realidad aquellos responsables de haber conducido a nuestro país y su sociedad a la actualidad y sentían como una verdadera amenaza a un mo-vimiento político que crecía, ganaba elecciones y no tenía nin-gún compromiso previo que le atara las manos para cambiar las dinámicas de poder que nos habían llevado al lugar que an-tes describí.

Esta vocación política pude desarrollarla desde dos ámbi-tos: desde mi trabajo en la Legislatura Porteña, que es emi- nentemente una casa política en donde confluyen todos los partidos políticos mayoritarios de esta ciudad, y en la militancia partidaria que desarrolle en Jóvenes PRO, donde desde muy chico represento a La Generación.

En cuanto a mi trabajo, viví en estos ocho años grandes victorias políticas compartidas y que han sido un verdadero antes y después para la vida de muchos vecinos de esta ciudad.

Coordiné el equipo técnico que llevó adelante en el ámbito legislativo la negociación y sanción de la Ley de Creación del Distrito de las Artes en los barrios de La Boca, Barracas y parte de San Telmo, lo que constituyó un gran aporte para esos ba-rrios postergados de la ciudad con tan solo potenciar y acom-pañar desde el Estado el desarrollo de actividades económicas ligadas a la cultura que siempre estuvieron en este sector de la ciudad pero que guardaban y guardan un potencial de creci-miento significativo.

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Asimismo, participé en los aspectos jurídicos del tratamien-to legislativo de la ley que creó la primera Unidad de Evalua-ción Integral de la calidad y equidad educativa de la Argentina, un organismo especializado y dedicado a la evaluación sistemá-tica de nuestro sistema educativo que permitirá no solo emitir índices de cómo están nuestras escuelas y el aprendizaje de los alumnos, sino también el monitoreo e investigación de políticas educativas aplicadas al sistema para su mejora constante.

Por último y de un modo más reciente, participé activa-mente en el tratamiento de la primera Ley de Habilitaciones de Centros Culturales, que permitió dar un marco habilitan-te claro para el desarrollo de estos espacios culturales, cuna de la cultura emergente, en un marco de seguridad para artistas y espectadores.

Estas tres conquistas, que son para mí las más representati-vas, son una muestra clara de que el PRO, lejos de ser ese parti-do conservador y privatizador, es en realidad una fuerza políti-ca transformadora que les ha dado a los barrios del Sur oportu-nidades de crecimiento, potenciando su identidad cultural, que ha decidido evaluar y diseñar las políticas educativas para la mejora constante del sistema educativo, y aquel que les ofreció condiciones de seguridad y legalidad a los espacios culturales emergentes en esta ciudad.

En cuanto a la política partidaria, a los dieciocho años co-mencé a dar mis primeros pasos como un militante más de la juventud PRO Capital, responsabilidad que aún sigo ostentan-do y me enorgullece, cuando aún no teníamos estatuto y nos reuníamos semanalmente para pensar las normas que nos re-gularían de allí en adelante. La juventud fue creciendo al rit-mo que crecíamos todos sus integrantes, tanto en la militancia territorial como en formación política.

Hoy me toca ejercer el cargo de Vicepresidente 1° y Sub-secretario de Juventud del PRO Capital, lo cual me imprime un enorme responsabilidad al representar desde este lugar la

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conducción de una juventud militante y comprometida que es el orgullo de muchos dirigentes de nuestro partido, incluidos Mauricio, María Eugenia y Horacio.

Esta Juventud del PRO es el espacio donde jóvenes de esta ciudad y de la Argentina encontramos el lugar para poner nues-tra energía transformadora y salir a la cancha para hablar con cada argentino/a.

En esta tarea encontramos que cada vez son más los que se levantan cada mañana preocupados porque la inseguridad y la droga amenazan todos los días a sus hijos y el Gobierno no les tiende una mano; los que están cansados de levantarse todos los días a las seis de la mañana buscando construir un mejor futuro y al momento de acostarse se dan cuenta de que siguen igual de lejos de ese futuro soñado porque hay un Estado que ni siquie-ra les ofrece las condiciones necesarias para que su esfuerzo les permita alcanzar su cometido.

Somos la juventud que pretende representar a los millones de jóvenes que, como nosotros, no están conformes con el país en el que vivimos y que no se ven representados en aquellos otros que canjean militancia por espacios de poder sin ningún tipo de convicción más que el aprendizaje de memoria de un relato.

Que estas palabras sirvan, además de la trasmisión de mis convicciones, para el compromiso con todo aquel que las lea de que estoy en política porque confío en que somos mayoría los argentinos que, como mis abuelos y mis viejos, queremos cons-truir un mejor futuro para nuestros hijos.

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“Quien no vive para servir, no sirve para vivir.”

Madre Teresa de Calcuta

Kenji Gómez Matsumoto@KenjiGom

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Descendiente japonés oriundo del norte de nuestro país, un agradecido y apasionado de lo que realiza. Soy Kenji Gó-

mez Matsumoto, nací en San Ramón de la Nueva Orán, provin-cia de Salta. Salta la Linda, tan linda que enamora… Una pro-vincia hermosa desde su paisaje hasta la calidad humana, pero que en la política deja mucho que desear; a tal punto, que los buenos hábitos, los valores y la amabilidad que tanto nos carac-terizan se van perdiendo por la nueva cultura y pensamiento so-ciológico que este gobierno les va introduciendo.

Desde chico me enseñaron a ser agradecido de lo que tengo. Eso me dejó como enseñanza la importancia de comprometer-me con el otro. Construir empatía con la gente que nos rodea y necesita es fundamental en mi vida y en mi accionar.

Actualmente estudio y trabajo en Salta Capital, donde toda mi familia ya se instaló hace seis años. Pero uno nunca se ol-vida de sus raíces y las extraña. Por ello sentía la necesidad de devolver un poco de todo lo que tengo y soy a mi ciudad natal. Fue entonces cuando hace tres años me animé a armar un gru-po de jóvenes con ganas de aportar algo para ayudar a nues-tra ciudad e intentar que las desigualdades sociales que viven los niños no las sintieran tan crudamente. “Jóvenes Solidarios” nos llamaban en los medios, y nos quedó ese nombre. Empeza-mos una Navidad repartiendo juguetes en diferentes barrios y merenderos, y seguimos realizando maratones, peñas, colectas y otras actividades para ayudar fundaciones o refaccionar co-medores. A medida que realizábamos actividades, más me iba acercando a la política sin darme cuenta y, sobre todo, políticos se iban acercando para involucrarme y la respuesta era negati-va. Ahora parecería un doble discurso; en esos momentos de-cía: “No me gustaría involucrarme y mezclar las cosas porque solo lo hago por mi vocación de ayudar a los demás en forma de agradecimiento”.

Cada vez me hacía más ruido y también me causaba intriga qué sería estar adentro de todo eso, pero en mi cabeza estaba

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muy claro que la política era corrupta, como lo piensa la ma-yoría de las personas o también era todo lo que consumimos de la sociedad, que todo el tiempo asocia a los políticos con vagos que entran para hacerse ricos con la plata de la gente. Mi abue-lo (el japonés) siempre me decía que en su país los políticos eran muy prestigiosos y que ante cualquier hecho de corrupción se los castigaba, que cada persona se involucraba con la idea fija que representaba a su ciudad, que eran servidores del pueblo y se los veía como empleados de la sociedad. Si fuéramos un poco parecidos, con lo rico que es este país seríamos de los mejores. Cada vez que me acordaba de lo que me repetía mi abuelo me quería involucrar, pero siempre con ese miedo a qué diría mi familia.

Un día estábamos en clase en una de las fundaciones a las que asisto como voluntario y le pregunté a una amiga cuyo ma-rido estaba involucrado en política cómo se trabajaba, qué sig-nificaba, qué visión tenía y cómo se podía ayudar desde ese lu-gar. Yo tenía la intriga de poder sumarme y poder así colaborar. Ella me dijo que estaría encantada de que pudiera sumarme en ese proyecto y que sin dudas iba a gustarme. Semanas después me presentó a una persona para que hablara con ella y enten-diera un poco más de qué se trataba todo eso. Semanas más tarde nos juntamos, nos presentamos y charlamos de lo que hacía cada uno. Le comenté que no me involucraría en políti-ca porque era corrupta. “La política es pura, hay personas que actualmente la ejercen y ellos son los corruptos”, me dijo. Esas palabras fueron las justas para empezar con esta gran pasión…

Empecé a contarles a todos sobre mi decisión de involucrar-me en política para intentar cambiar la situación de nuestro país y sobre todo de mi provincia. La única manera de lograr un resultado es involucrándose y ser parte de la solución, no del problema. Tenemos una sociedad de millones de opinólogos que en cada charla de café entre amigos pueden solucionar el país, pero con una opinión o una queja nada se puede cambiar. Hay que pasar de la queja al hecho.

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Una persona pudo sacarme ese erróneo concepto que tene-mos sobre la política. ¿Por qué no podía hacerlo yo con el resto de las personas?

Encontré el espacio político que me representa en todo lo que soy y quiero para los demás, un espacio en el que no hay una ideología cerrada sino que sus pilares son los valores: en las calles es una pregunta común que nos hace la gente: ¿cuál es su ideología? A la que respondo: es el sentido común de la gente sana, la idea del esfuerzo, del trabajo, de la unión, de la coope-ración, de la solución, del no solo decir sino de saber qué decir y después cumplir. Un espacio en el que ningún dirigente habla de una persona sino de un equipo, un espacio que mostró resul-tados con la acción y la gestión, un espacio horizontal en don-de los jóvenes tienen capacidad de tomar decisiones, un espa-cio abierto a todas las personas que quieran trabajar en equipo para encontrar soluciones.

Un camino muy duro, en donde tanto familia como amigos cuestionan y critican una de las mejores decisiones que tomé en mi vida, a lo que respondo de forma convincente: entendí que a través de la política puedo ayudar a muchas más personas. Pue-do entender y ayudar al prójimo.

Vas por mal camino, una persona no va a cambiar todo lo malo que viene de décadas y décadas, vas a mancharte y ser más de lo mismo. Siempre que me dicen eso les sonrío y les digo: lo malo se termina con abundancia de bueno, es por este hecho que no solo necesitamos en nuestra política a los más brillantes, sino también que sean honestos y transparentes. Me dicen que soy un loco que cree que esto va a cambiar. No soy un loco… somos varios locos que hoy conformamos un equipo que está trabajando por la convicción de que de a poco esta sociedad va a cambiar para bien. Quizás no lleguemos a ver ese cambio, pero sabremos que fuimos parte de esta historia. Estamos tra-bajando en una de las provincias más clientelistas del país, lu-chando contra personas que juegan con el hambre de la gente.

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Ellos ven votos, no personas. Pero nosotros estamos convenci-dos y usamos nuestra mejor herramienta, que es la palabra, con la que día a día seguimos sumando apoyo para nuestro futuro presidente, Mauricio Macri.

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“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.”

Mahatma Gandhi

Khalil Aleua@khalilaleua

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Soy Khalil Aleua, concejal de la capital riojana y presidente de la juventud PRO de esta provincia, pero principalmente

soy un militante de un partido que cambió los paradigmas de la política argentina. Voy a contar mi historia empezando por definir “militante”: ser militante es tener un sueño, una convic-ción, un ideal. Tenés una idea que te suena muy fuerte todos los días y que decidís difundirla orgulloso de la forma en que pen-sás y del grupo político en el que participás. No importa cuál sea, importa que realmente estés convencido de que es el cami-no correcto para tu país. Es importante que respetes tu convic-ción, esa que sentís en el corazón y que defendés pasionalmente en un debate. Ser militante es realmente una pasión.

Ingresé al partido en marzo de 2014, pero previo a esto tuve que pasar por otras experiencias inolvidables, sobre todo una anécdota que me gustaría compartir.

A principios de septiembre de 2013 estaba conversando con mi hermano sobre la situación del país y las pocas esperanzas que yo tenía de que cambie de rumbo. Mi idea era irme de Ar-gentina luego de recibirme como economista y seguir estudian-do en el exterior para tratar de desarrollar mi profesión y mi vida. Pero en cuanto dije eso, mi hermano me resaltó: “Vos te-nés que devolverle al país lo que te dio. Podés ir, estudiar allá, trabajar unos años, pero tenés que volver y devolverle a la Ar-gentina lo que ella te generó”. Esa frase quedó impresa en mi memoria.

A los pocos días de esa charla surgió la toma en la UNLaR. Durante muchos años estuvimos gobernados por un rector que estuvo veinticinco años despidiendo profesores que participa-ran en listas opositoras, reprobando a los alumnos que pensa-ran distinto. La Universidad no tenía pluralidad de voces, solo se debía opinar lo que el rector dijera. Un grupo de alumnos co-menzó la toma como producto de un despido masivo de profe-sores (aquellos que hacían a la excelencia académica). Ese día no me involucré por miedo a represalias, pero al día siguiente

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recordé la frase de mi hermano. Debía devolverle a la institu-ción mis estudios y generar ese cambio que tanto necesitaba. Me sumé a la toma y mis compañeros de Ciencias Económi-cas me eligieron como delegado de nuestra carrera. Veintinueve días después, con cincuenta mil personas en la plaza, logramos destituir al rector y a sus decanos, y volvieron las elecciones de-mocráticas a la Universidad. Ahí comienza mi vida política.

Desde el PRO me hablaron para sumarme al partido y me pi-dieron que me encargara de volver a conformar la juventud. Al comienzo éramos cuatro, actualmente somos más de cincuen-ta jóvenes en una provincia en la que no es fácil ser oposición. Junto con los cincuenta militantes estamos trabajando ardua-mente para lograr esos sueños que tenemos como riojanos y como argentinos.

¿Por qué el PRO? Porque es un partido que realmente le da participación a la juventud; pongo como ejemplo la opor-tunidad que a mí me dieron: encabezar la lista de concejales con sólo veintiún años, siendo que era el único estamento que presentábamos en la provincia. Le dieron responsabilidades a un joven, confiaron en su capacidad y lo guiaron en su camino. Es el partido ejemplo de participación juvenil; pero además, es un espacio político cuyos representantes no vienen de la vieja política, decidieron involucrarse porque quieren hacer algo por el país y demostrar con su trabajo que los argentinos tenemos muchas oportunidades. Es un partido nuevo que viene a cam-biar los paradigmas de la política argentina. Tenemos aciertos y desaciertos, pero tenemos la humildad para reconocerlos y co-rregirlos. Conformamos un gran equipo dispuesto a hacer esa revolución que nos va a llevar a tener la Argentina que todos queremos.

Hoy me toca hablar desde el lugar de un militante, que puede hacer oír las voces de muchos jóvenes y adultos en un concejo deliberante. La misión que tiene la juventud argenti-na es fundamental en un país que necesita reafirmar valores.

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Debemos regenerarla y llevar nuestra sangre joven, llena de pasión, valores, energía y sueños. Tenemos que decirles ¡bas-ta! a la vieja política y a aquellos políticos que van en con-tra de los valores democráticos, republicanos y federales que nuestra Constitución Nacional nos encomienda sabiamen-te. Vamos a llevar a nuestro país a un camino de desarrollo que tantos añoramos, un país con los mejores niveles educa-tivos y culturales; uno en que la pobreza ya no sea un proble-ma; en donde la división social y cultural se haya reducido has-ta los niveles más bajos. No queremos provincias gobernadas por feudos, bajo el manto de un gran poder que se perpetúa. Tenemos todo para lograrlo, pero necesitamos unirnos y traba-jar juntos. Me sentiré satisfecho si esta pequeña historia hace despertar un sentimiento de esperanza y de saber que juntos va-mos a poder cambiar la Argentina. Somos capaces de grandes cosas, pero debemos unirnos y trabajar por el futuro y por las generaciones que vienen. Después de todo, “si no eres parte de la solución, eres parte del problema, ¡actúa!”.

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“Los juicios tienen una doble cara:una mira al mundo, la otra a nosotros.”

Rafael Echeverría

Lucas Pedrosa López@lucaspedrosaC13

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Mi nombre es Lucas Pedrosa López, argentino, nacido en la ciudad de Buenos Aires el 16 de octubre de 1986. Hijo de

Julio Pedrosa y Patricia López. Tengo tres hermanas: Carolina, Macarena y Lara, un hermoso perro, Tomy, a quien amo, una abuela que es una reliquia, Lola, ¡que ya tiene 98 años! Y ahora puedo decir que voy a ser el padrino de una hermosa bebe, un bomboncito llamado Ámbar que vino a enseñarnos a todos que lo lindo de la vida son realmente las pequeñas cosas.

Luego de buscar mi carrera por muchos años y habiendo dejado varias carreras universitarias, decidí estudiar coaching, un lugar donde poder experimentar mi ser desde una nueva perspectiva.

Amo interactuar con la gente, conocer nuevas personas, dis-fruto de las relaciones humanas ya que me muestran todo lo bueno y lo no tan bueno que tenemos como especie. Logré con el tiempo darme cuenta de que en el otro encuentro un maes-tro, un ser que refleja lo que me falta aprender en esta vida. Por eso es que también me apasiona tanto la política y hace tantos años que me dedico a desarrollar mis habilidades y capacida-des para cada día ser un eslabón más fuerte en esta cadena que es nuestra sociedad y a su vez poder ayudar a los demás a que se fortalezcan. Quiero que Argentina logre brillar y dejar de su-frir las consecuencias de haber elegido gobiernos mediocres que nivelan para abajo o que regalan sus ideales por unos cuantos papelitos de colores. Estoy convencido de que juntos podemos superar nuestras debilidades y desarrollar a la vez la mejor ver-sión de nuestra sociedad argentina que el mundo haya visto ja-más. Soy agradecido de ser argentino.

Suelo guiarme por algunas máximas que me gustaría com-partir con ustedes.

Empecemos por nunca olvidar que no estamos solos en este mundo, que es mejor hacer las cosas acompañados de gente lin-da a cortarnos solos dejando en banda a los que confiaron en nosotros.

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Nunca olvidar de dónde salimos, dónde crecimos, dónde nos formamos y todos los ideales que pusimos en juego al decidir unirnos a una causa que consideramos relevante para el bienes-tar de nuestra gente y, mucho más, para el de nuestra individual existencia. Que si vemos un poquito más que otros no es por-que seamos gran cosa, sino porque se nos da la posibilidad para poder ayudar a los demás para que también puedan ver. Que la política es el mayor desafío que encontré en mi vida. Me permi-tió aprender tanto que no sabría ya decir qué no aprendí des-de que decidí participar en este maravilloso mundo. Me mostró que la posibilidad de generar un cambio es real, que solo hay que querer hacerlo. Que podemos dejar nuestros espacios de confort y salir a hacer realidad nuestros sueños.

Conocí gente hermosa y gente horrible y, sin embargo, logré amar a todos, ya que desde su lugar me ayudan a superarme día a día. Me muestran que no soy perfecto, que siempre puedo encontrar una nueva forma de ver las cosas y que quizás lo que pensaba ayer... hoy ya no me sirve y lo puedo reciclar y cam-biar para mejor.

Agradezco de corazón a esas personas que me brindan su apoyo y su confianza y a todas aquellas que me critican, ya que me ayudan a mejorar, me ensañan a ver eso que seguramente me estaba faltando aprender. Agradezco poder ser útil y funcio-nal a mi ciudad y hoy poder empezar a pensar que también le puedo ser útil y funcional a todo mi país.

Desconozco con exactitud cuánto aporto para mejorar la realidad en que vivimos, pero sí estoy seguro de que lo estoy haciendo de corazón y con las mejores intenciones. Estoy con-vencido de que la única forma de lograr el país que queremos es con nuestro compromiso de participar y hacerlo posible.

Te propongo que dejemos de quejarnos y pasemos a la ac-ción. ¡Quiero que vos también puedas experimentar los lindos momentos que se viven cuando te pones en acción y decidís cambiar! ¡Cuánta alegría, cuánta energía! Lo que hago no po-

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dría ser sin mis compañeros y amigos de militancia. Día a día dejamos todo en la cancha para lograr la Argentina que soña-mos, esa Argentina que estamos seguros que es posible, ¡y que vamos a hacerla realidad! Mi deseo es que te sumes a esta cau-sa, que participes, ¡que hagas todo lo que esté a tu alcance para lograr este cambio!

Si querés hacerlo con nosotros, te esperamos con los brazos abiertos. Si querés hacerlo desde otro lugar, te deseamos mu-cha suerte. Lo único que te pido es que lo hagas de corazón y con la convicción de estar haciendo lo mejor que podrías estar haciendo.

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“Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos de mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.”

Nelson Mandela

Luciana Pérez@luperez88

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Nacer en una familia humilde trae consigo innumerables con-secuencias; te deja marcas y muchas enseñanzas.

Nací en Tucumán en un hogar humilde y a lo largo de mis veintisiete años me faltaron muchas cosas, pero tuve amor en abundancia. La riqueza que no tenía en dinero la tenía en el afecto de una familia cálida y unida que formaron mis viejos en un matrimonio en el que sobran amor y compañerismo.

Ser la menor de cuatro hermanos significaba la desventaja de tener que usar lo que les quedaba chico a los más grandes, pero también la ventaja de tener tres maravillosas personas que a medida que fueron creciendo procuraron que yo pudiera dis-frutar de cientos de cosas que ellos no pudieron.

Por el esfuerzo incansable de mis papás para darme todo lo mejor que podían aprendí a valorar cada cosa y, sobre todo, cada persona en mi vida. Me enseñaron que si me esforzaba podía cumplir todos mis sueños. Sí, yo podía hacerlo. Todas las limitaciones económicas no lo iban a impedir, igual podía alcanzar mis metas. Fue por eso que tuve la fuerza para poder estudiar y trabajar al mismo tiempo desde que egresé de la se-cundaria. Las cosas no fueron fáciles. Siempre sentí que a mí me costaba el doble. Será porque tenía que generarme oportu-nidades con las que otros nacían. Sin embargo, siempre me sen-tí afortunada. Tener personas que creen en mí, que me alientan y festejan mis logros hace que la felicidad de cada meta cum-plida sea el doble. Que alguien te enseñe a creer en vos, a soñar y a saber que podés cumplirlo es invaluable. Las personas que Dios fue poniendo en mi camino, como mi familia, mi novio, mis amigos, hicieron que me diera cuenta de cuán afortunada era. Sí, afortunada porque tengo muchas personas que me con-tienen, que me apoyan, porque eso forjó mi personalidad y me convirtió en la persona que soy ahora.

Me pregunto qué pasa con las personas que nacen en con-diciones como la mía o aun más precarias, pero que no tienen quién los contenga. Me sentía pobre porque me faltaban cosas,

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porque tenía que trabajar mientras la mayoría de mis amigas podían concentrarse en el estudio y en divertirse, hasta que co-nocí la pobreza de verdad. Ese chico que tiene hambre, que está descalzo, que no puede ir a la escuela, que en vez de jugar tra-baja en un semáforo, que no sueña porque ¿para qué?, un chi-co al que nadie le dijo que podía ser lo que quisiera. Ese chico al que como sociedad estamos condenando a seguir viviendo en la pobreza, porque están ahí y yo, ¿qué estoy haciendo por él?

Esa es la razón por la que hago política, porque cinco años atrás decidí dejar de ser indiferente a lo que le pasa al otro. Por-que puedo decirle a un pibe que sueñe, que se esfuerce, que lo va a lograr, pero no puedo quedarme al margen y dejar que la rea-lidad política, económica y social de nuestro país lo siga con-denando a no poder superar los obstáculos que la vida le puso en su camino.

Sin darme cuenta, estuve interesada en la política desde ado-lescente. Fui parte del centro de estudiantes del colegio. Me apasionaba hacer campaña, la idea de poder hacer las cosas de otra forma, de mejorar lo que se hacía mal. Estaba convencida de que se podían hacer mejor las cosas y convencer a mis com-pañeros y al resto de los alumnos del colegio que yo podía ha-cerlo era divertido. Quizás no tenía idea de lo que significaba la palabra política, o creía que no la tenía. Pero era lo que hacía.

Comprendí que no quería ser parte de una sociedad que con-dena a un niño a no poder disfrutar de su infancia, a no poder soñar, a no poder desarrollar todo su potencial en la vida adul-ta. Entendí la política como la herramienta para transformar la realidad. Las cosas que no me gustaban, como lo hacía en el colegio, se pueden cambiar y hacerse mejor. Mi compromiso es devolver a esta vida algo a cambio de todas las cosas buenas que me dio. Pero tampoco es un gesto despojado de egoísmo y totalmente desinteresado de mi parte. Quiero que otros tengan las oportunidades que yo tuve y las que no, quiero que puedan revertir su situación como yo pude hacerlo con la mía, pero

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también lo hago por mí, por mi futuro y por el de los hijos que quiero tener. Transformar la realidad para vivir mejor, quiero eso para mí, para mis amigos, para mis vecinos.

Las decisiones políticas afectan toda nuestra vida, muchas veces, por error u omisión, negativamente. Decidí que quie-ro participar en los espacios donde se toman esas decisiones. La voluntad de tomar una decisión simplemente porque pue-de cambiarle la vida a una persona es lo que necesitamos de los políticos. No es lo mismo pavimentar la calle de un barrio re-sidencial en el que vive un amigo que sale de su casa al trabajo todos los días en su auto que pavimentar la calle de ese barrio humilde donde las mamás salen caminando en el medio del ba-rro cuando llueve para poder llevar a sus hijos a la escuela. No es que el primero no merezca que con sus impuestos se pavi-mente su calle, pero no le cambia la vida. A los segundos, sí les cambia la vida salir de su casa y poder cruzar la calle un día de lluvia. Eso requiere de voluntad política para hacer primero lo que más se necesita. Por eso quiero estar donde se toman esas decisiones, para poder afectar la vida de las personas positiva-mente. Esa es mi aspiración.

Decidir hacer política fue difícil. Involucrarme y tomar la responsabilidad de luchar por cambiar las cosas por mí, pero sobre todo por los demás, es difícil. Los prejuicios que tenemos sobre el mundo de la política y por los hombres que están en él hacen que involucrarnos sea difícil.

Lo que no fue difícil para mí fue elegir el partido al que que-ría pertenecer. Quise hacer política y en el PRO. Mauricio llamó mi atención cuando asumió su primera gestión y fui siguiendo su mandato, me parecía un tipo que hacía lo que debía. Lo ad-miro porque tiene la capacidad de reconocer sus errores, algo a lo que los políticos de nuestro país nos tienen poco acostum-brados. Sentí que quería pertenecer a su partido. Me acerqué por su gestión y me quedé porque representa mis ideales. Estoy en un espacio que me permite tener voz, donde hay muchas per-

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sonas que piensan distinto pero que saben que es esa pluralidad la que nos enriquece, de donde surgen ideas superadoras.

Es un partido donde alguien como yo, que no es “hija de”, puede llegar a la presidencia de la juventud de su provincia por su esfuerzo y porque logró que los jóvenes PRO de Tucumán sintieran que era la persona indicada para representarlos. La política es estar al servicio de los demás, en eso creemos en el PRO. Mi anhelo es que podamos, juntos, reivindicar la política, que debe ser una de las actividades más nobles de los seres hu-manos. Ponerse al servicio del otro.

Como tucumana, deseo terminar con las viejas prácticas de la política con las que algunos hombres manchan nuestra histo-ria, para que podamos elegir libremente y desde nuestras con-vicciones a quién queremos confiarle nuestro voto y el destino de nuestra provincia.

Como argentina, tengo la certeza de que Mauricio Macri es la persona indicada para conducir y administrar el país, inser-tarnos en el mundo e implementar una política social inclusiva de verdad.

Confió plenamente en su capacidad para formar equipos técnicos idóneos para solucionar nuestros problemas. Tengo fe en nosotros como ciudadanos, como sociedad que está evolu-cionando, que madura, que tiene ganas de vivir mejor y el com-promiso de involucrarse para lograrlo.

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“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país.”

John F. Kennedy

Mariano Berdiñas@marianoberdinas

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Eran días calurosos de diciembre de 2001 en Nogoyá, Entre Ríos, la ciudad en la que vivo desde muy chico, y algo sucedía, no se

respiraban los aires típicos de las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Las imágenes de la crisis de aquellos días volvían una y otra vez a mis pensamientos. No lograba comprender qué había sucedido ni adónde había quedado aquella Argentina de la que, con tanto or-gullo, me habían hablado mis abuelos desde pequeño.

Argentinos enfrentados con argentinos. Pobreza, miseria, violencia, el país desangrándose y sin encontrar la solución a semejante estallido.

El “que se vayan todos”, que se cantaba en cada plaza ar-gentina, en algunos casos con terrible rabia e impotencia y, en otros, con un profundo pesar, sacudieron mis más íntimos sentimientos.

Sentí, a mis jóvenes quince años, que necesitábamos un cam-bio que consistiera en saldar definitivamente y para siempre aquellas deudas históricas que la clase dirigente tenía con todos nosotros. Pero ¿cómo iban a ser los mismos que siempre habían gobernado nuestro país los que produjeran ese cambio? No po-día ser. Definitivamente necesitábamos algo nuevo que nos de-volviera la esperanza de volver a ser aquella nación que alguna vez habíamos sido y que era admirada por todo el mundo.

Fue entonces que comprendí que la única forma de lograr-lo era comprometiéndome, involucrándome. Comencé a intere-sarme cada vez más por la política, entendiéndola como la más noble de las actividades cuando está dirigida a lograr el bien común. Días enteros dedicados a la lectura para tratar de com-prender qué nos había sucedido y cómo podíamos revertirlo.

Pero a medida que fui formando mi propio juicio, me topé con un problema: no encontraba a ningún dirigente político que representara, por aquella época, las ideas que consideraba co-rrectas para lograr el cambio que entendía (y entiendo) necesario y fundamental.

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Así las cosas, y sintiendo cierta frustración por ese “vacío”, en 2003 escuché una entrevista televisiva que le realizaban a Mauricio Macri, candidato a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y me impactó, sentí que aquella “orfandad” que sentía desaparecía. ¡Por primera vez escuchaba decir a alguien lo que yo pensaba!

Fanático de Boca, como he sido desde que tengo memoria, Mauricio era para mí el presidente del club con el cual había-mos conseguido todo a nivel deportivo. Pero, si bien estaba feliz con su gestión al frente de Boca, no había conocido hasta en-tonces su faceta política.

Desde aquel día decidí que era el momento de participar des-de mi lugar. No podía observar pasivamente y no hacer nada. Algo tenía que hacer.

Comencé, entonces, a hablar y a escribir sobre el cambio que sentía y pensaba esencial para construir una gran nación, sien-do éstas mis primeras experiencias políticas.

En las rondas de mates compartidas con amigos ya no se ha-blaba solamente de fútbol o de los planes que teníamos para el fin de semana, sino que, paulatinamente, había logrado que ha-bláramos de política, de cómo cambiar la realidad que nos ro-deaba, cómo hacer para vivir mejor. También sobremesas lar-guísimas compartidas junto a mi abuelo en las cuales continué formando mi criterio político y me hicieron comprender cabal-mente que tenía que participar.

Mauricio continuaba con su campaña de 2003 y, más allá de que en esa primera ocasión no se consiguió el resultado electo-ral deseado, definitivamente vi en él al hombre que podía llevar adelante el cambio en Argentina.

Vinieron, luego, los años de facultad en la ciudad de Buenos Aires y los interminables debates políticos con amigos, estando también siempre atento y expectante por los pasos que Mauri-cio daba en su vida política.

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Ya con Mauricio como jefe de Gobierno, en 2008 el país se conmocionó con el conflicto del campo. Aquellos días grises de 2001 donde nos enfrentábamos entre nosotros volvían nueva-mente a mis pensamientos. ¿Cómo podía ser posible que el go-bierno nacional, más allá de la polémica e ilegítima Resolución 125, sostuviera durante tanto tiempo semejante nivel de violen-cia contra sus propios ciudadanos? ¿Cómo podía ser que hubie-se fomentado la división entre los argentinos?

Fue éste el disparador para comprometerme, ahora sí, en se-rio con la política. Promediando 2009 fui invitado por amigos de la facultad a formar parte de un grupo de formación política, y fue ésta mi primera incursión verdadera en la actividad polí-tica, para luego sí, hacia 2012 y ya nuevamente en Entre Ríos luego de concluir mis estudios, comenzar a militar activamen-te en el PRO, participando del mismo tanto en Nogoyá como a nivel provincial.

Las ideas que desde 2001 venía construyendo intelectual-mente y enriqueciéndolas a través de las charlas, los debates, la formación política, las lecturas, me indicaron que el PRO era el lugar donde podía llevarlas a cabo, es decir, desde donde podía contribuir y trabajar activamente por el cambio. Y así comencé a hacerlo, trabajando desde entonces por las ideas que durante tantos años construí.

La principal idea de todas las que se cruzaban por mi cabe-za era la de trabajar por la concordia entre todos nosotros, los argentinos. Considero firmemente que no podremos salir del estancamiento en el que nos encontramos hace tanto tiempo si primero no nos reconciliamos, si primero no logramos dejar atrás la idea que durante doce años nos han inculcado desde el poder central de que quien piensa distinto es un enemigo a ven-cer. Es urgente y primordial recuperar los lazos de hermandad entre nosotros y volver a comprender que quien piensa distinto es sólo un argentino con otras ideas de las cuales nos podemos enriquecer y nutrir para lograr sacar adelante a nuestro país.

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Sin dudas, otra de las ideas centrales por las cuales me com-prometí con la actividad política es la de trabajar y aportar mi “granito de arena” para que todos tengamos las mismas opor-tunidades, sin diferencia alguna por la familia, el lugar o la épo-ca en la que hayamos nacido. La generación de oportunidades en cada ciudad de la Argentina es indispensable para que todos tengamos la posibilidad de un futuro mejor. Para ello necesita-mos contribuir al desarrollo de cada rincón de nuestro país, lo que sólo lograremos garantizando reglas de juego claras, tanto a nivel político como jurídico y económico, lo que atraerá las inversiones necesarias. La creación de polos de trabajo, confor-mes a las realidades y capacidades productivas de cada lugar, es fundamental para que recuperemos la cultura del esfuerzo y la superación personales.

Pero esto también va de la mano con el impostergable lugar que la educación debe tener para que el cambio sea tal. El ver-dadero cambio lo provocaremos produciendo una revolución educativa, donde esté garantizado que cada niño argentino ten-ga a su alcance todas las herramientas del siglo XXI para estar inmerso dentro del mundo en el cual vivimos, y para ello es fun-damental terminar con la inmensa deserción escolar existente en estos días. Una verdadera reforma educativa y la aplicación eficiente de los recursos en tal sentido, revalorizando y recono-ciendo la labor de los maestros, es claramente en pos de lo que debemos trabajar arduamente. Asimismo, una inmediata refor-ma del sistema de salud pública es esencial en el cambio que considero necesario. Las pésimas condiciones edilicias de los hospitales y la absoluta falta de recursos para atender a quie-nes lo necesitan son inadmisibles. La destinación de recursos al sistema de salud y la administración eficiente de los mismos es totalmente imprescindible.

Estas ideas centrales de las cuales hablo deberán ser los prin-cipales pilares para terminar definitivamente con la inmensa pobreza que, lamentablemente, está presente en todo nuestro país. Sólo la reconciliación de los argentinos, la generación de

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trabajo y la garantía equitativa de acceso a la educación y a la salud dará fin a este flagelo que tanto nos duele.

Existiendo la concordia entre nosotros y la seguridad políti-ca, jurídica y económica seremos tierra fértil para la generación de oportunidades. Con la generación de oportunidades (traba-jo) terminaremos con la pobreza y las lamentables consecuen-cias que ella trae aparejadas (desnutrición, marginalidad). Los padres de familia podrán acceder al trabajo y obtener un sala-rio digno, y con un Estado garantizando la salud pública y la educación de los niños, nos catapultaremos como un país en franco crecimiento y desarrollo.

Siempre consideré que estas ideas eran las que representaban la verdadera justicia social. No podemos hablar de la existencia de justicia social cuando tenemos números críticos en desem-pleo, deserción escolar, salud, y pobreza.

Pero también es cierto que para que estas ideas puedan ser concretadas necesitamos una recuperación de las instituciones democráticas de la República, lo que nos asegurará el respe-to de todas las libertades individuales. Con esto quiere decir que debemos volver a ser verdaderamente una República, don-de exista una real división de poderes, tal como lo establece nuestra Constitución. Parece una obviedad, pero lamentable-mente no lo es. Necesitamos una Justicia verdaderamente inde-pendiente y un Congreso que no sea una escribanía del Ejecuti-vo. Pero la única forma de que esto sea garantizado es teniendo como jefe de Estado a un verdadero demócrata. Sin lugar a du-das, Mauricio es quien representa esos valores.

Sólo con una verdadera recuperación y fortalecimiento de las instituciones de la República podremos combatir en serio y erradicar definitivamente el narcotráfico y la inseguridad. Para ello, estoy convencido de que necesitamos una Justicia fuerte e independiente, un Congreso que sancione las leyes pertinentes y un presidente que tenga la decisión política de llevar adelan-te esa lucha.

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En idéntico sentido, serán las instituciones las que deban po-ner fin a uno de los grandes males que hemos padecido en las últimas décadas: la corrupción. Los argentinos, en virtud de la democracia representativa que tenemos constitucionalmente como forma de gobierno, necesitamos volver a confiar en nues-tros dirigentes y, para ello, tenemos que dar una muestra cabal de que no es lo mismo el que hace las cosas bien que el que las hace mal. Debemos terminar definitivamente con el subjetivis-mo en este tema: el corrupto debe rendir cuentas a la justicia y debe recibir de la misma la sanción que corresponda. Sólo así, y manteniendo esta decisión política en el tiempo, lograremos volver a reconstruir el vínculo gobernante/dirigente-ciudada-nos, lo que fortalecerá nuestra democracia.

Del mismo modo, es hora de hacer efectivo el federalismo instaurado por nuestra Constitución Nacional. Debemos diri-girnos a una nueva república, donde el federalismo sea cabal-mente respetado. Las provincias, con sus economías regionales, deben ser impulsadas a ocupar el papel de importancia que es-tán llamadas a interpretar. No debemos tolerar ya el centralis-mo absoluto que contraría el espíritu constitucional. Desde el gobierno central se debe garantizar el federalismo y permitir el desarrollo de las provincias, a través de sus economías regio-nales, garantizándoles a las mismas los recursos que les corres-ponden con el fin de que éstas los puedan aplicar a su desarro-llo. Tenemos que dirigirnos a un sistema económico-productivo en el cual las economías regionales les agreguen valor a sus pro-ductos, a sus materias primas. Debemos dejar de ser el “grane-ro del mundo” para convertirnos en el “supermercado del mun-do”. Es urgente, por todos estos motivos, la necesidad de san-cionar la ley de coparticipación federal.

Finalmente, estoy convencido de la imperiosa necesidad de to-mar las medidas macroeconómicas necesarias para garantizar al autoabastecimiento energético que nuestro país requiere para su desarrollo y, así también, la adopción de todas las herramientas correspondientes para la protección de nuestro medioambiente.

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Estas ideas que, como contaba al principio, he ido desarro-llando a lo largo de los últimos catorce años, con seguridad serán perfeccionadas, ampliadas y, por qué no, modificadas, a medida que el tiempo transcurra y uno también avance en su pensar.

Pero más allá de eso, son las que me han llevado a adop-tar la firme decisión de contribuir, desde mi humilde lugar de militante, a una nueva Argentina que, estoy convencido, nos merecemos.

Por ese motivo trabajo día a día desde este espacio que me abrió las puertas desde el primer momento, el PRO, y confío plenamente en que Mauricio será el presidente del cambio y el que responderá y solucionará aquellos planteos que, con triste-za, me hacía en aquellos calurosos días de diciembre de 2001 en Nogoyá cuando por televisión miraba cómo los argentinos perdíamos la esperanza.

Hoy puedo decir que esa esperanza se encuentra más reno-vada que nunca y que sé que trabajando juntos y formando ver-daderos equipos lograremos que Argentina sea el país con que todos soñamos.

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“Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas.”

Woody Allen

Martín Siracusa@MartinSiracusa

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Nací en la Ciudad de Buenos Aires y vengo de una familia donde los almuerzos, las cenas y también los mates están,

desde que tengo recuerdos, altamente politizados. Mi papá es profesor de taekwon-do y mi mamá, maestra jardinera. Nunca participaron en política. Sin embargo, los dos siempre tuvieron una creencia de que la Argentina puede ser más grandiosa de lo que llegó a ser. Me educaron con mucha devoción y me enseña-ron que el valor de una buena educación lo construye cada uno con su propio esfuerzo.

Tuve la suerte de que me enseñaran a valerme por mí mismo. Mi primera bicicleta me la compré con mi propia plata, gra-cias a una revista barrial que hicimos con mi hermano. Yo tenía doce años y el diez. Escribíamos artículos cortos de temas varia-dos y los ilustramos con dibujos hechos a mano. Después íba-mos por los comercios del barrio de Villa Urquiza, donde nos criamos, vendiendo publicidades y sacamos fotocopias. Con esa plata que juntamos me compré la BMX que quería.

Y así como me inculcaron la disciplina del trabajo y el es-fuerzo cotidiano como un mandato para honrar la vida. Tam-bién supieron respetar cada una de mis ideas y me acompa-ñaron en todos mis proyectos, aunque algunas veces sonarán alocados.

La política es una de esas locuras, pero llegó para quedarse cuando tenía quince años. Por algún motivo que nunca me puse a pensar, el día que di un discurso sobre los derechos humanos en un modelo de Naciones Unidas supe que se había prendido en mí una chispa. A partir de ese momento, mi vida se fue enca-minando hacia la política. Cuando llegó la crisis de 2001 tenía dieciséis años, me encontré en el balcón de casa golpeando la cacerola, indignado y gritando “que se vayan todos”. Mis pa-pás no me dejaron ir a la Plaza de Mayo. No recuerdo haber puesto mucha resistencia, era muy grave lo que estaba pasando.

Esa chispa hizo que molestara a profesores del colegio con mis cuestionamientos a casi todas las posturas políticas que

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ellos traían y luego me impulsó a inscribirme en la carrera de Economía, en la UBA, donde terminé la licenciatura –no sin ha-ber cursado también unas pocas materias de la carrera de Cien-cia Política–. La universidad me fogueó con muchas agrupacio-nes políticas, tanto estudiantiles como nacionales. Hoy todavía le encuentro placer a un buen debate y me siento totalmente honesto cuando tomo partido para defender a quien haya sido víctima de una injusticia. Creo que esa es la cualidad de ser pro-gresista; sin importar la construcción de ideas que una persona tenga, el mundo evolucionó gracias a millones que, con ideas absolutamente diferentes, compartieron la visión de compro-meterse por una causa justa. El movimiento obrero que formó la Comuna de París en 1871 y gobernó durante sesenta y dos días no tenía los mismos intereses que la burguesía revoluciona-ria que deseaba abrir las fronteras comerciales en Inglaterra en el siglo XVIII. Aun así, ambos movimientos pudieron acuñar un mismo concepto del filósofo John Locke: los frutos de trabajo de una persona le pertenecen. Por eso lucharon y gracias a esas luchas es que el mundo fue progresando.

No tiene mucho sentido ahondar en más historias persona-les. Allá por el año 2005, el kirchnerismo no representaba ni de cerca lo que llegó a ser en la cúspide de la ola. Antes de la pelea con Clarín, antes del conflicto con el campo, de La Cámpora en Aerolíneas, del cepo al dólar, del estancamiento económico de 2011, del Memorándum con Irán, de Nisman (la lista queda corta), el Gobierno todavía crecía sacando provecho a la escena de un presidente de la democracia bajando el cuadro de Videla. Ese “Eternauta”, ese hombre común dispuesto a salvar la Tie-rra, que sólo llegaron a comprender en su totalidad unos cuan-tos políticos de raza –y los habitantes de la provincia de Santa Cruz que habían padecido su soberbia y autoritarismo–. El res-to todavía no le habíamos sacado la ficha. Detrás de ese héroe que revolvía en las capas más profundas de una memoria co-lectiva que ya se había ido apaciguando con el juicio a la Junta Militar y, posteriormente, las leyes de obediencia debida y pun-

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to final y los indultos a ambos bandos, se ocultaba una obsesión familiar por el dinero y el poder. En ese momento, sucedía que el reclamo por los derechos humanos, por la memoria, no sólo enamoró a las madres de pañuelos blancos, sino a todo un sec-tor intelectual de centroizquierda que planteó hacer un “apo-yo crítico” a ese gobierno que decía querer llevar banderas que tanta reminiscencia les generaban.

Como yo nací en democracia, mi condición de joven –que me era en apariencia una desventaja dentro del juego político de ese sector lleno de filósofos, escritores, historiadores y algu-nos economistas del Plan Fénix– me permitió ver lo que otros no podían ver con claridad. Mi juventud me dio perspectiva en ese debate en donde muchos planteaban que había que apoyar al kirchnerismo para que no volviera la dictadura. Como yo no conocí la dictadura, me fue más claro darme cuenta de que ese miedo era irracional. Que escondía otros intereses más munda-nos. Y tuve que elegir estar de la vereda de enfrente, ya no sólo del kirchnerismo sino, ahora, también de mis ex compañeros de debates, a quienes –me surge importante dejar constancia– ja-más les retiré el saludo. Me resultó muy claro: el kirchnerismo no le estaba haciendo bien al país, como tampoco se lo había hecho el menemismo.

Una de las cosas más divertidas de mi participación política fue conectarme con amigos y compañeros de militancia en las marchas. Tener un objetivo en común y expresarlo caminando hacia adelante, con la fuerza que tiene el conjunto, dejando que el inconsciente colectivo guíe a la manada mientras se compar-ten charlas y mate con bizcochitos.

Nunca había votado en el colegio en que me tocaba votar, porque siempre fiscalicé en todas las elecciones. Conocí cuál mesa me correspondía recién con el cambio en la ley electoral, que ahora impide a los fiscales a inscribirse debajo del padrón. Para mí, la democracia es el bien más preciado que heredamos las nuevas generaciones y como todo en la vida, hay que regar-

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la, cuidarla, ayudarla a crecer y a llegar a cada rincón del país. Veo con mucho dolor que no siempre se respete la voluntad po-pular por beneficio de unos pocos señores feudales y en perjui-cio de millones. La transparencia electoral es sin dudas el desa-fío más importante que tenemos para los próximos años. Para eso es fundamental entender la transparencia como la ruptura de sistemas de poder que tienen un enorme arraigo cultural y que pueden evolucionar revirtiendo el atraso de la matriz pro-ductiva de esos lugares. Pensando en términos económicos: una persona que recibe un bolsón de comida a cambio de un voto debe recibir mucho más que un bolsón a cambio de renunciar a esa relación de dependencia con el puntero político y de ele-gir libremente. Esa persona debe recibir la oportunidad de pro-gresar y tener la seguridad de que nunca más va a necesitar ese bolsón que le daba el puntero. Ese es el desafío, el desarrollo humano.

Cuando la conocí a Patricia Bullrich descubrí que a las per-sonas no nos unen tanto las ideologías como los valores. Me formé, aprendí todo lo que pude y después de años de trabajar en su equipo sigo aprendiendo que la política requiere de pa-sión y de cerebro, mente fría y corazón caliente.

Mantener el corazón caliente es sostener la pasión a lo lar-go de todo el camino, nunca olvidar hacia dónde nos dirigimos. Quizá la mejor técnica para esto sea cerrar los ojos y recordar qué sentíamos cuando arrancamos esa ruta de hacer política para los demás. Recordar siempre que una buena canción trae tormenta y que vale la pena cantar más fuerte, porque las tor-mentas pasan y la canción se queda por siempre. Gran parte del sistema político intenta moldearnos y es a través de peque-ñas decisiones cotidianas que elegimos mantenernos rectos, ho-nestos, sirviendo a los otros y no a nosotros mismos. La pasión es lo más primitivo, lo que nos motiva a entregar todo nuestro tiempo a los demás, porque de eso se trata la militancia políti-ca. Parafraseando al papa Francisco, “hacer política es servir a los demás”. Esas ganas de ver un país pujante, una locomotora

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que vaya por las vías del progreso e impulse (y por qué no con-duzca) el desarrollo económico y social de América Latina, una deuda histórica de la humanidad.

Tengo una necesidad de alcanzar el sueño profundo de erra-dicar la pobreza en cada uno de los 2.780.000 kilómetros cua-drados del territorio argentino; de darle a cada persona la opor-tunidad que tuve de estudiar, trabajar y elegir mi propio futuro. Esa necesidad no solo de ver esa Argentina, sino de construirla.

Al contrario de sostener la pasión, que se vuelve más com-plicado con el paso del tiempo, con las frustraciones y decep-ciones que suceden, tener la mente fría es más fácil a medida que crecemos. No tiene nada que ver con la edad. Lo que define nuestro crecimiento político es la experiencia y la coherencia. Demostrar que ante los avatares de la política nos mantenemos coherentes es crecer, no importa cuántos años hayamos vivido sino cuántas veces elegimos seguir por el camino correcto. La mente fría es un requisito fundamental porque la política es un verdadero juego de ajedrez. Se puede jugar en equipo, pero a cierto nivel es importante para uno mismo conocer exactamen-te el potencial y el riesgo de la posición de cada pieza. No sólo de la posición actual de las piezas, sino de sus probables movi-mientos, es decir que usar el cerebro es darse el tiempo necesa-rio para analizar cada posibilidad. La pasión nos quiere apurar siempre, pero la mente necesita tiempo para pensar y es nuestro carácter el que tiene que mediar entre ambos.

Militar por el cambio, enfocar todas las energías en un pro-yecto que tiene un objetivo colectivo: romper con el statu quo. Llegar al poder ganando las elecciones con un equipo conven-cido de desarmar las estructuras anacrónicas que limitan la li-bertad individual y la esperanza de progreso de los argentinos. Moldear el futuro poniendo el cuerpo y la inteligencia en un proyecto que busque cambiar la forma de concebir el poder que tenemos. Un futuro para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres y mujeres del mundo que quieran ha-

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bitar en el suelo argentino, como manda nuestra Constitución Nacional. Un futuro con oportunidades para todos, donde el esfuerzo sea valorado.

Una sociedad progresa vinculándose con el mundo inteligen-temente y fortaleciéndose internamente. Valorar el esfuerzo es tener salarios altos, es reinvertir nuestras ganancias y mejorar la productividad para competir sin estar pensando en el precio del dólar; producir innovaciones perfeccionando técnicas y lo-grando avances tecnológicos para poder resolver los problemas de nuevas formas más eficaces; favorecer la creatividad y gene-rar emprendedores.

Una economía se desarrolla con instituciones fuertes y tam-bién con un Estado que invierta los recursos de los ciudadanos en infraestructura social que redunde en beneficios para la pro-ducción y el comercio, especialmente para reducir los costos de las economías regionales. Que ese impulso del Estado poniendo los recursos donde es necesario y donde se ven los resultados funcione como una incubadora de nuevos proyectos del sector privado, que vuelva sus ahorros en inversiones dentro del país para que desaparezca de una vez el miedo a perder el empleo.

Detrás de un país que se desarrolla están los ciudadanos que progresan a la par de su trabajo, que pueden dormir tranquilos porque saben que nadie les va a hipotecar el futuro ni a ellos ni a sus nietos, que tengan la oportunidad de estudiar como tuve yo y de forjar su destino. Yo elegí hacer política para que todos puedan elegir su futuro, yo tuve esa posibilidad y sien-to la responsabilidad de dedicarme a lo público; tengo la suer-te de vivirlo con alegría porque, en palabras de Arturo Jauret-che: “Nada grande se puede hacer con la tristeza”. Hago lo que hago para que todos puedan elegir su propio destino.

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“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.”

Winston Churchill

Martín Tomás Cesar@mtcesar

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Soy un porteño modelo 91, hijo de Cacho y Betty, hermano menor de Nicolás, que antes de nacer ya era socio del mis-

mo club que hasta el día de hoy es parte. Formado en una casa en la cual el deporte, la familia y los amigos son centrales para la buena vida, fui de la camada fundadora del jardín de infantes del “Lengüitas” (Escuela Lenguas Vivas), institución educativa en la que realicé mis estudios hasta el quinto año del secundario inclusive.

Tengo una vocación docente que hasta el día de hoy pude desarrollar dando clases de tenis, de modelos de ONU, debate y oratoria. Espero poder hacerlo durante toda mi vida.

Siempre rodeado de mis seres queridos, tuve la suerte de asistir a un excelente colegio y hacer distintos deportes. Tal vez por ello mi espíritu competitivo y de superación personal sigue vigente para todo lo que quiero llevar a cabo. El año 2006 –mi tercer año– fue una bisagra para mí: allí tuve la gracia de cono-cer el mundo de los Modelos de Naciones Unidas (un juego de roles en el que uno debía representar un Estado en determinado tópico, desarrollando el liderazgo, la oratoria, la negociación y un profundo conocimiento de la política internacional), activi-dad que permitió canalizar todas mis energías en ejercicios no-vedosos que despertaron mi amor por la meta de querer cam-biar el mundo.

Durante 2007 y 2008 empecé a dar clases para los nuevos alumnos de los Modelos, años en los que paralelamente tuve el honor de representar a nuestro país en Nueva York y Repú-blica Dominicana, respectivamente. Afortunadamente, junto a un gran equipo de personas obtuvimos distinciones y mencio-nes de todo tipo, pero teníamos la sensación de que estábamos llegando a tocar nuestro techo. Por eso, a principios de 2008, junto a otros “ONUístas”, decidimos fundar EIDOS, una fun-dación que hoy triunfa en el plano local e internacional con el fin de promover los valores democráticos, el pensamiento crí-tico, el liderazgo y políticas innovadoras en materia educativa.

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Mi último año del colegio coincidió con el primer año de la gestión de Mauricio Macri a cargo del gobierno de la ciudad (año 2008).

Los rumores y prejuicios sobre el PRO estaban a la orden del día y la oposición destructiva, al acecho para llevar a cabo distintas acciones que, al fin y al cabo, tenían como único ob-jetivo dañar la imagen de un gobierno que representaba algo distinto a lo que conocíamos hasta ese entonces. Comenzada lo que casi ocho años más tarde se convertiría en la gestión más transformadora de la historia de la Ciudad, se tomaron distin-tas medidas que a la casta política troglodita que fogoneaba ac-ciones injustificadas por parte de los adolescentes no le cayeron bien: eliminar el clientelismo de las becas estudiantiles a través de una mejor distribución de las mismas, obras de infraestruc-tura que se adeudaban hacía más de diez años y la mejora en la repartición de viandas escolares (entre otras) fueron la pólvora que necesitaban algunos para evitar que se llevaran a cabo estas necesarias y bienintencionadas medidas de gobierno. Recuerdo que, por esas iniciativas, partidos y movimientos detractores del PRO irrumpieron en mi colegio para organizar una toma que aprisionaba a los alumnos y evitaba que recibieran la educación que necesitábamos. Allí tuve un encuentro cara a cara con una tremenda injusticia y creí imperioso combatirla: gracias al es-fuerzo de muchos logramos frenar semejante atropello y –por gusto a la gestión y con una fuerte vocación de luchar contra las injusticias– decidí involucrarme en la política partidaria.

Al año siguiente (2009) ingresé a la carrera de Relaciones Internacionales de la UCA, institución de la que tuve grandes enseñanzas –pude abrirme a nuevos conocimientos y formas de pensar– y donde logré en 2012 ser el presidente del Centro de Estudiantes de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Allí también tuve la oportunidad de trabajar al servicio de los demás, intentando con cada acción mejorar la vida del prójimo. Ese 2009 fue importante no solo para mí sino para la política nacional, ya que se trataba de un año electoral más que turbu-

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lento: las candidaturas testimoniales, los carpetazos y los peo-res vaticinios eran moneda corriente.

Ya en ese entonces mi activismo principal era el relaciona-do con el PRO. Allí tuve la oportunidad de conocer excelentes equipos, con una vocación de servicio envidiable. Jóvenes PRO fue la puerta que me hizo ingresar a la política partidaria y el espacio al que le dedico la mayor parte de mis energías: un con-glomerado de cientos de jóvenes convencidos de que la política es la herramienta –por excelencia– para alcanzar el bien común, mejorando la calidad de vida de la gente es la mejor escuela para aprender a llevar a cabo esta vocación de servicio que tie-ne uno adentro.

Quienes formamos parte de este espacio consideramos que durante estos últimos treinta años gobernaron los mismos y que prometieron mucho y cumplieron poco. Por eso, creemos que es hora de dar lugar a una fuerza nueva, en sus personas, pero por sobre todo en sus ideas: desarrollar el país, tomar las diferencias como una característica que nos nutre y no sentir-nos indefensos, en palabras de Mauricio: “Pobreza cero, unir a los argentinos y combatir al narcotráfico”.

Sabemos que el camino es difícil y que nos enfrentamos a un obstáculo muy grande y organizado para perpetuarse en el gobierno. Tenemos presente que no estamos hablando solo de confrontar distintos modelos de país, sino de quitarles el poder a aquellos que creen que el Estado es algo que les pertenece y no que debe estar al servicio de todos. Pero tenemos la convicción, demostrada empíricamente, de que el PRO es el espacio que más mitos y barreras derribó en la historia de la democracia: pensar que una persona que por ser presidente de uno de los clubes más importantes del mundo podía ejercer de la manera que lo hizo el gobierno de una ciudad era considerado imposi-ble. También era imposible pensar que, luego de hacerlo, podía disputar la presidencia de la Nación en las condiciones en que lo hace hoy día: trabajando en conjunto con un partido cente-

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nario y altamente reconocido por toda la sociedad como lo es la UCR y con un espacio como el ARI, conducido por una diri-gente con historia como Elisa Carrió, y compitiendo “de igual a igual” contra el pejotismo más corrupto y con más poder que ha visto nuestra joven democracia. Trasladar las políticas so-ciales, de salud y educación, infraestructura, de desarrollo sus-tentable, transporte, seguridad e institucionales de la ciudad de Buenos Aires al país es posible, pero también absolutamente ne-cesario, siempre enarbolando las máximas que establece nues-tra Constitución y los derechos adquiridos gracias a las luchas históricas que se llevaron a cabo en nuestro país.

Hace treinta y dos pedíamos a gritos democracia. Hoy pedi-mos república, pero con bienestar para todos. Porque entende-mos que la falta de instituciones y previsibilidad es un síntoma de subdesarrollo que padecen los populismos en América Lati-na. También pedimos gestión por sobre relato, porque lo que queda son las obras, no las cadenas nacionales. Porque el país necesita acciones concretas y no eufemismos que tapen la rea-lidad y nos impongan la lógica amigo-enemigo para concebir la vida sociopolítica. Porque tapar la pobreza con estadísticas falsas es tapar la pobreza con estadísticas falsas, incluso si lo llaman “reestructuración de los índices”. Negar la inseguridad latente siempre fue negar la inseguridad, incluso si lo llaman “sensación”. Atropellar la justicia es atropellar las institucio-nes, incluso si lo llaman “democratización del sistema”.

Somos optimistas, no nos parece útil ser otra cosa. Por eso, tenemos la convicción de que esas fábulas tienen que ser parte del pasado y el futuro nos tiene que sorprender con obras y ac-ciones que tiendan a mejorar nuestra calidad de vida. Como de-cía un estadista en el siglo XX: «Mejorar es cambiar; ser perfec-to es cambiar a menudo». Los invito a ser parte de este cambio.

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“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.”

Madre Teresa de Calcuta

Maximiliano Sahonero@MaxiSahonero

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Mi nombre es Maxi Sahonero. Soy presidente de Jóvenes PRO Capital y legislador electo de la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires.

Nací, crecí y me formé en la Villa 20 de Lugano, en el sur de la ciudad. Soy nieto de bolivianos y con mi familia somos de-votos de la virgen de Urkupiña. Mi viejo es carpintero y presi-dente de una cooperativa dedicada a la urbanización de villas, y mi mamá un ama de casa que maneja un comedor comunitario. De ellos aprendí la importancia del laburo y de la solidaridad.

Me dedico a muchas cosas, y si los días tuvieran más horas haría más. Además de la Legislatura, la militancia y darles una mano a mis viejos, con mis amigos tenemos una murga y centro cultural que se llama Los Bohemios de Lugano. Todas esas co-sas que parecen tener poco en común se unen en un mismo ob-jetivo: cambiar la realidad para mejor.

Nacer en Lugano me enseñó lo que es la necesidad, pero también aprendí que es posible recuperar la dignidad. Para pro-gresar sólo hace falta tener oportunidades. Desde chico, siem-pre fui muy compañero de mi viejo, y eso hizo que creciera ro-deado por la política. Él es peronista. Militó desde que era pibe y llegó a Buenos Aires. Vivía en Retiro, donde el Padre Carlos Mugica lo rescató de la calle. Así se formó para la política y como persona. Creo que ese es un legado que mi viejo me pasó y que siempre tenemos presente en nuestro trabajo.

Cuando alguien dice “urbanización de villas”, todos pueden entender de qué se trata y la importancia que tiene, pero no to-dos comprenden la dimensión de ello. Urbanizar un barrio es más que asfalto, cloacas y luminarias. Es mucho más que entre-gar una escritura. Urbanizar un barrio es incluir a los vecinos en su propio futuro.

Los barrios no los construyen un gobierno o una coopera-tiva, los construyen sus habitantes. Cuando se urbaniza un ba-rrio, éste ya existía, con sus historias, sus vecinos, sus lugares.

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Ya tiene una identidad. La urbanización tan sólo integra este barrio a un tejido urbano, para que sus habitantes tengan los mismos derechos y oportunidades que el resto.

Lo más gratificante de ser parte de esto es que el cambio se manifiesta de manera concreta y clara: lo ves y lo vivís todos los días. Es poder contratar servicios, que el colectivo entre al ba-rrio y pare en la esquina de tu casa.

Siempre recuerdo la historia de un amigo que en las entre-vistas laborales la pasaba muy mal, no porque no estuviera a la altura del puesto, sino por las caras que le ponían cuando leían el domicilio en el DNI. “Mza. 4 Casa… ¿qué dice acá?”, le pre-guntaban siempre, y ahí tenía que explicar que así se anotan las direcciones cuando vivís en un barrio marginal. Luego venían las caras raras, las excusas y los “Cualquier cosita, nosotros te llamamos”.

Algo que parece tan insignificante, como tener en el DNI un domicilio con la misma notación que usan en toda la ciudad, representa nunca más pasar por la situación de tener que ex-plicar tu dirección, y que posiblemente te discriminen por vivir donde vivís.

Para los que vivimos en un barrio marginal, se trata de cam-bios culturales muy profundos. Que te entreguen una escritura es más que recibir un simple papel. Es que tu hogar sea efectiva-mente tuyo. Entrás en una clase social distinta. Y te da la con-fianza para seguir creciendo, porque cada ladrillo que pongas va a ser sobre algo seguro.

Todo esto es posible cuando hay gente que tiene la convic-ción y la voluntad de cambiar la realidad de los vecinos. Cuan-do María Eugenia Vidal se acercó sentimos desconfianza, por la cantidad de veces que los políticos nos habían defraudado. Pero ella era diferente: no nos pedía nada a cambio.

Nosotros teníamos un baúl lleno de treinta años de promesas, que recién se hicieron realidad con la gestión de Mauricio y

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María Eugenia. Muchos se llenan la boca hablando de inclu-sión y juegan con las ilusiones de los que menos tienen, pero el cambio real sucedió gracias a la gestión del PRO.

Fue ese pragmatismo lo que me sedujo para sumarme al PRO. Me propuso un desafío y, a la vez, me invitó participar de una revolución diferente: la revolución del hacer.

Así empecé junto a compañeros y amigos a involucrarme en la juventud del partido y empezamos a traer otra perspectiva. Había prejuicios hacia nosotros, así como yo tenía los míos res-pecto de la Juventud.

Resultaron ser nada más que prejuicios. Apenas empecé a participar, todos nos dimos cuenta de que teníamos mucho más en común de lo que pensábamos, aunque viniéramos de lados completamente diferentes. Nos unen los mismos valores, tene-mos las mismas expectativas acerca del rol del Estado y para qué debe trabajar la política.

Puede sonar raro, pero nacer en Recoleta o nacer en Luga-no en algunas cosas no es tan distinto. Las inquietudes, miedos y sueños son cosas que tenemos todos los jóvenes, no importa de dónde vengas.

Lo que promovemos es que el pibe no se sienta marginal de-bido a dónde vive. Que pueda tener los mismos derechos y obli-gaciones, educación y salud de calidad, eso es hacer un cambio cultural. Darle las herramientas para que encuentre un motivo, una idea, una fuerza que lo lleve a levantarse temprano y salir a buscar aquello que lo haga feliz.

El PRO es, sin lugar a dudas, un partido de oportunidades. Que un pibe que viene de un barrio como yo tenga la oportu-nidad de ser el presidente de la juventud de un partido del cual decían que era elitista es la demostración de que es más amplio de lo que se cree.

En Jóvenes PRO compartimos el trabajo por el mismo fin de transformar la realidad, dejando de lado las diferencias que no

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construyen y debatiendo aquellas que creemos verdaderamente importantes. Cuando tenemos diferencias no las escondemos, sino que, por el contrario, las llevamos orgullosos. No es casua-lidad que el lema de la Juventud sea “Podés pensar distinto”, porque nosotros entendemos que nadie es dueño de la verdad y que siempre existe la posibilidad de estar equivocado.

Lo que te hace distinto es también la manera en la que se asimilan las diferencias o los problemas. Este partido demostró que frente a una equivocación o una adversidad siempre hay que dar la cara. Si tu trabajo no tuvo los resultados que espera-bas, o te equivocaste en la solución, es tu responsabilidad rendir cuentas por ello y dar la cara. Reconocer los errores es lo prime-ro y más importante para resolver un problema.

Somos un partido joven, que aún está formando su iden-tidad, y que en sus diez años de existencia creció de manera ininterrumpida. Hay gente que milita, que tiene grandes ideas y que en la gestión ha demostrado ser sumamente talentosa. Esa es una característica que no todos tienen, contar con gente crea-tiva y formada en todas las áreas, y se debe a que creemos que para participar en política no importa si sos ingeniero, albañil, diseñador o comerciante. Lo que importa son las ganas de me-jorar la realidad en la que todos vivimos.

Hoy estamos en un momento histórico donde necesitamos un cambio más que nunca. Porque en nombre de la inclusión se dijo que se hizo mucho, cuando en realidad los problemas de fondo siguen igual o peor. Todo se llevó hacia la confrontación y no hacia la construcción en conjunto. Necesitamos volver a creer, a crecer juntos. Argentina tiene que ser un verdadero país de oportunidades en el que todos puedan progresar, sin impor-tar la clase social en la que te encuentres, y la fuerza que mejor representa este deseo es Cambiemos.

Creo en Mauricio, en Gabriela, en María Eugenia y en todos los que forman este espacio porque son ellos los que demostra-ron que el Estado puede ser más eficiente y resolver los proble-

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mas de verdad. Son ellos los que sostuvieron estos últimos años que los derechos son de cada uno y no del gobierno de turno. Confío en ellos porque entienden que los problemas de los chi-cos en Argentina son más que un problema de plata, y que la verdadera inclusión se hace desde la infancia, con una atención médica digna y una educación que se adapte al tiempo en que vivimos.

Sueño con que el 10 de diciembre de 2015 sea el primer día de una nueva Argentina, donde todos nuestros sueños, sin im-portar quiénes seamos, de dónde venimos o qué pensamos, pue-dan hacerse realidad.

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“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.”

Franz Grillparzer

Nelson Alario@NelsonAlario

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Mi nombre es Nelson Alario, soy de una pequeña ciudad del norte argentino a 1.350 km del Obelisco llamada Pirané,

ubicada a 110 km hacia el oeste de Formosa Capital.

De niño, mis padres me enseñaron que existe solo una ma-nera de progresar, y es sacrificarme para tener mis cosas o cum-plir mis metas.

Recuerdo que allá por 1995 o 1996 quería un bicicleta y me habían regalado una usada, que por cierto no era muy linda (re-cordar esto me emociona ya que en su momento fue lo que po-dían darme). Pero yo quería una más grande, más linda. Enton-ces, Papá me planteo que fuera a trabajar con él y que me paga-ría $10 pesos por semana. Así que trabajé un mes por la tarde, ya que a la mañana debía ir a la escuela. Al cabo de treinta días ya tenía cincuenta pesos: cuarenta de mi trabajo y los otros diez eran de vueltos de mandados que jamás volvieron a las manos de sus antecesores ja, ja, ja. Fuimos con Mamá al negocio de un amigo de la familia y me elegí la bicicleta más linda, una con dieciocho cambios, gris y negra; era hermosa me salía $252 y Mamá me la sacó en seis pagos. Así, juntando de mi trabajo y algo que me daban mis padres por ahí, fui pagando mi primera bicicleta. Estaba muy feliz, pero nunca me di cuenta de lo que realmente estaba aprendiendo con todo eso.

Con incentivos como ese y el paso de los años aprendí a ga-narme mi platita y a comprarme mis cosas. Me perdí muchas fiestas así como fui a muchas también y por momentos me eno-jaba muchísimo con ellos porque los consideraba injustos, ya que yo era un adolescente limitado en el tiempo o permisos.

Con el paso del tiempo aprendí que no había límites, que con trabajo duro podía lograr todo lo que uno quisiera o hu-biera soñado; cada fin de semana que salía o celular que que-ría o cualquier tipo de gusto, algunos muy difíciles y otros no tanto, pero no eran imposibles, solo necesitaba trabajar duro. Y cómo no aprovechar las herramientas y el conocimiento que mi padre me brindaba.

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Casi al final del secundario pasó algo que me cambió mu-cho: repetí el penúltimo año, por irresponsable. De la vergüen-za no quise ir más a ese colegio ni a ninguno más, pero debía terminar quinto año y mi padre me había dicho que lo pensara, que si no iba a estudiar más tenía que trabajar tiempo comple-to. Entonces, decidí trabajar y rendir libre lo que me faltaba de materias. Parecía muy difícil. Fui al campo a trabajar, a la siesta o la noche me sentaba a estudiar y me presentaba a rendir. Tuve la suerte de poder terminar mi quinto año en tiempo y forma junto a todos mis compañeros, fui de viaje de estudios con ellos. Eso sí, el viaje me lo pagué yo.

Ya estaba casi formado como persona y, con muchos valo-res inculcados por mis padres, fui a estudiar ingeniería civil, lo cual estudié un año y después me di cuenta de que lo mío no era encerrarse horas a leer. Por lo tanto, llame a Papá y le dije que quería volver a trabajar con él y que estudiaría otra cosa. Él aceptó y me volví a mis pagos.

Así estuve trabajando en el campo mucho tiempo. Estuve en-cargado de un equipo de máquinas viales que teníamos, cono-cí todo tipo de personas de distintas culturas y de distintas cla-ses sociales. Eso me ayudó muchísimo en mi formación, ya que aprendí a valorar mi casa, mi familia, el valor del sacrificio. Viví el sufrimiento de esa gente que trabaja bajo un sol de cuaren-ta grados, había veces en que no podía dormir por la tierra, las moscas, los mosquitos, las víboras u otros insectos que abun-dan en los montes de nuestra provincia, sin ventilador, sin aire acondicionado, sin tomar agua fresca, sin poder disfrutar las comidas de Mamá, sin que alguien pudiera lavar mis ropas, etc.

La típica vida de un obrero que debe adaptarse a el clima y las circunstancias para poder llevar algo a su casa, todo eso es-taba viviendo y a todo eso se sumaba que extrañaba a mi fami-lia, hablar con Papá, que siempre fue una persona no muy de-mostrativa y notar que me extrañaba, que se preocupaba por mi vida.

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Una vez, en vísperas de Navidad, se acerca una mujer ofre-ciendo alhajas suyas. Recuerdo que pedía una suma a la cual yo llegaba solo a la mitad. Entonces le ofrezco cien pesos, que era lo único que tenía en ese momento, y la mujer acepta con el compromiso de pasar otro día a cobrar lo faltante. Pero ella ha-bía entendido mal; yo no estaba comprándole nada, solo estaba ayudándola, y me preguntó por qué. A lo que respondí que yo esa plata la hubiera usado para tomar una coca, comprar un ci-garrillo o cualquier cosa sin sentido y para eso prefería dárselo a ella, para ayudar aunque sea a mejorar un poco su Navidad. En ese momento, la mujer se quiebra en llanto y me agradece con una mirada que nunca voy a olvidar, nunca me sentí mejor.

¿A qué voy con todos estos relatos? Me parece importante destacar cada uno de ellos, ya que fui testigo de personas que realmente están sufriendo, personas que deben salir en vísperas de Navidad buscando alguna manera de poder comer algo esa noche. Fui testigo de personas que trabajan de sol a sol para poder comer, de personas que están meses y años lejos de su fa-milia para poder salir adelante. Soy testigo de los ochocientos jóvenes como yo que viven en Pirané, que tuvieron que emigrar a otras provincias a buscar un futuro, padres que quedaron su-friendo el desarraigo porque en nuestra provincia no hay tra-bajo. Soy testigo de personas que realmente necesitan una luz de esperanza.

Al mismo tiempo que transcurría todo esto estaba estudian-do tecnicatura superior en administración de empresas, otro tema más con mis habilidades de retener información ja, ja, ja, pero me fue bien, me fue muy bien. Con mucho sacrificio pude recibirme e impresionar con una tesis que nos llevó a exposicio-nes y, gracias a la misma, junto a mi equipo de chicos tuvimos ofertas de compra de la misma.

Hace ya un poco más de un año me tocó por fin quedarme un poco más en la oficina, y siempre con la misma idea de tra-bajar y seguir estudiando.

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Todos y cada uno de estos acontecimientos, circunstancias, o simplemente cada momento, me fueron puliendo como perso-na con valores que, gracias a Dios, se los debo a mi papá, a mi mamá y a mi hermana.

El año pasado, ya cansado de nuestros gobernantes y diri-gentes por su escasa capacidad para administrar las reparticio-nes del pueblo, Papá trato de conectarse con gente del PRO, y tuvo la suerte de hacerlo. Asistiendo a reuniones y demás co-sas fue nombrado coordinador departamental. Por supuesto, yo lo ayudaba en algunas cosas, pero siempre manteniendo mi distancia ya que mi concepto sobre la política era basado en lo habitual (ladrones, manipuladores, lavado de dinero, etc.). Pero me fui dando cuenta de que ya no era como antes, de que por más que uno se esforzara era muy difícil llegar a las metas o cumplir objetivos. Ya no eran falencias nuestras, sino que era nuestro Estado quien nos ponía las trabas. Aun resignado, igual no quería participar, hasta que un día, en una conversación con Papá, me dice: “Nelson, ¿a vos te gusta cómo van las cosas? A lo que respondí que no. Me dice: “¿Y hacés algo para cambiar-las?” Fue en ese momento donde me di cuenta que tenía razón, que no podíamos esperar a que alguien saliera a dar la cara por nosotros, que había que participar, ayudar a recuperar todos esos valores de los que carece nuestra sociedad. Ahí fue donde entré a meterme en el PRO y a ayudar a Papá.

En diciembre, para ser más exacto el 12 de diciembre de 2014, conocí a los chicos de la juventud de Formosa. También se nom-bró la Junta Directiva en la cual fui designado vicepresidente. Fue una reunión muy linda y emocionante. No voy a olvidar lo que sentí al hablar con jóvenes tan buenos y con los mismos ideales, con las mismas preocupaciones y ganas de cambiar las cosas, en-tre ellos la presidenta, Ludovica, una mujer excelente, con una preparación muy buena y una personalidad impecable. Hablar con ella me motivo más aún porque su historia era muy parecida a la mía. Por lo tanto, luego de ese día volví renovado y con mu-chas más ganas de trabajar para lograr el cambio.

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Por abril de 2015 viajé junto a Ludo a Buenos Aires por el proyecto Güemes, que básicamente consistía en conocer las instalaciones del PRO, la casa de gobierno y las obras que se estaban haciendo ahí, de usar como ejemplo la ciudad de Bue-nos Aires para poder contar en nuestros pagos que las cosas realmente se pueden hacer. Fue un viaje muy lindo; entablé una linda amistad con Ludovica y con los demás chicos de las de-más provincias.

Al poco tiempo, Ludo debió renunciar a su cargo por asun-tos personales y debí quedar yo, con una juventud un poco distanciada.

Ya pasó un tiempo desde que estoy en este cargo y puedo decir que encontré y conocí un grupo de chicos asombrosos con muchísimas ganas de ayudar y trabajar. Actualmente es-tán conmigo acá Pirané y Clorinda, una ciudad a 200 km, y Formosa Capital también tiene jóvenes con muchas ganas de un cambio. Hoy estamos todos juntos coordinados, en un per-manente contacto y también, por qué no decirlo, formando una amistad.

Hoy, a esta altura del partido, me siento preparado para el lugar en el que estoy. Tengo muchísimas ganas de llegar al cam-bio y tengo bien claro algo que una vez no supe entender: un granito de arena, por más pequeño y solo que se encuentre, puede hacer grandes cosas. Hace poco más de un año yo estaba solo acá y hoy son muchos chicos los que están. Con que una sola persona pueda llegar a convencer a otra persona, es asom-brosa la cantidad de ayuda que vamos a lograr al cabo de se-manas. ¿Por qué es importante para mí contar eso? Porque en el camino uno se va encontrando con muchas personas que te dicen “somos muy pocos” o “estoy solo, no puedo”, y nosotros somos testigos de que sí se puede.

Entonces, no bajemos los brazos. Hay mucha gente que real-mente necesita, y cada cosita que hagamos, por más pequeña que sea, es un pequeñito paso para ayudar a todas esas personas ca-

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renciadas. No perdamos las esperanzas. Tenemos uno y mil moti-vos para seguir. Y aunque a veces parezca todo perdido, recorde-mos por qué peleamos y que no está vencido quien pelea.

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“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.”

Platón

Nicolás Balero Reche@NicoBalero

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Yo soy Nico Balero Reche. El último de cuatro hermanos, na-cido en una familia desinteresada de la política, pero que me

dejó una linda herencia: la militancia misionera dentro del ca-tolicismo. Esto fue clave en el por qué hago lo que hago ahora.

Otra cuestión clave fue estudiar filosofía, donde descubrí que los dos temas que más me apasionaban eran la política y la ética.

Qué lindo sería para nuestro país si se unieran un poco más, ¿no?

Comencé estudiando abogacía durante año, creyendo que allí iba a encontrar las respuestas para ayudar a la gente. Pero en vez de eso descubrí que la ley dependía de la interpretación y conveniencia de cada persona. Quería algo más puro, más gran-de, más ideal… esas ideas o valores los encontré en la filosofía.

Así es como durante el secundario hice todo tipo de ayudas sociales dentro del grupo misionero. Y después lo continué du-rante unos años, ya que empecé a trabajar en el mismo colegio como preceptor y dentro de la coordinación del grupo. Visité lugares inhóspitos donde vivían de lo que cultivaban, donde no había agua, ni baño, ni cemento. Me acuerdo de Moctezuma, de San José del Boquerón, de La Adela, en Santiago del Este-ro, en el Chaco, en La Pampa. Siempre quise cambiar esa rea-lidad, lograr una real igualdad de oportunidades… y creía que estaba en el lugar correcto. Desde la Iglesia hacíamos mucho, llevábamos donaciones, compartíamos con ellos el tiempo, los visitábamos… pero casi siempre repetíamos los lugares. Noso-tros éramos simplemente paliativos de los problemas, parches, pero el problema seguía estando. Con esta idea en la cabeza es que empecé a pensar que la política era el camino y, por desti-no, causalidad, o como quieran llamarlo, me crucé con Victoria Morales Gorleri y comencé a militar con ella.

Cuando estaba en el secundario participé, entre otras co-sas, de un proyecto piloto que se llamaba “Escuela de Vecinos”,

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organizado por la Vicaría de Educación, que es el área del Ar-zobispado de Buenos Aires (a cargo de Jorge Bergoglio en esa época, hoy Francisco) que controla los colegios católicos de la ciudad de Buenos Aires. Este proyecto consistía básicamente en hacer una ley entre alumnos de cuatro año para solucionar al-guna problemática de la ciudad. Allí fue cuando conocí por pri-mera vez a Vicky Morales Gorleri, que en ese entonces trabaja-ba codo a codo con Bergoglio en la Vicaría. El proyecto conti-nuó al otro año y luego acompañé como preceptor a los chicos que participaban, por lo que seguía cruzándome con Victoria, hasta que fue convocada por Mauricio para ser legisladora por el PRO en la ciudad.

Años más tarde, con esta idea que les contaba de que la polí-tica debía ser el camino, en la Plaza de Mayo, me la encontré en un Corpus Christi (que es una marcha juvenil hacia la Catedral Metropolitana, nótese que hay mucha gente y es poco proba-ble encontrarse con alguien conocido allí). Me reconoció y me comentó que ahora estaba en política, que era legisladora del PRO y que estaba formando un grupo de jóvenes con un perfil distinto que quisieran involucrarse en política.

Junto con otros diez jóvenes comenzamos a pensar y masti-car esta idea, sobre todo teniendo en cuenta que queríamos un grupo de jóvenes con valores y que los formara, desde el per-fil social que nos había dejado la Iglesia, para ocupar espacios de poder. Pero el poder BIEN entendido, el poder político, que debe servir, el poder político honesto. Este grupo hoy es “La Macacha”, por la hermana de Martín Güemes, y tiene por ob-jetivo formar jóvenes dirigentes que se quieran involucrar en la política, formarlos desde lo académico pero también desde lo social, teniendo un contacto con la realidad más vulnerable.

Este grupo fue creciendo, y yo también fui descubriendo que el verdadero cambio se logra a través de políticas públicas a lar-go plazo. La política es algo hermoso, pero los políticos la vuel-ven odiosa, repugnante, corrupta. Y, sin embargo, políticos va a

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haber, los lugares se ocupan, y pensé… si la gente honesta no se mete a ocupar lugares, los deshonestos los seguirán ocupando. Esta frase siempre la repetía Victoria en sus charlas. Por eso la importancia de meterse y participar.

La verdad es que tengo muchísimas vivencias que me ayu-dan a convencerme de que este es el camino, ya que es muy difí-cil mantenerse firme. Por ejemplo: recuerdo visitar a una mamá de la Villa 31 bis de Retiro en la ciudad que vivía detrás de los containers. Ella nos contaba que estaba trabajando hacía un año cobrando ocho mil pesos por mes. Nos invitó a conocer su casa y no pude creer en qué condiciones vivía con sus cinco hi-jos: una sola cama matrimonial donde dormían los siete, con toda la ropa que tenían sobre la misma, ya que estaban buscan-do una rata que habían sentido por la noche, techos de chapa que goteaban a pesar de no estar lloviendo, obviamente piso de tierra… y muchas otras cosas. Yo me pregunté cómo podían vi-vir así teniendo un sueldo de ocho mil pesos (teniendo en cuen-ta que fue a principios de 2014, porque un número ya no es re-ferencia sin el tiempo, con la inflación que se vive). Y ahí descu-brí que muchas veces no es el dinero lo que da la dignidad, sino la educación y la cultura.

Esta mamá era analfabeta y no sabía en qué y cómo gastar su dinero; ni sabía que podía estar viviendo en mejores condi-ciones que esas.

El día a día de por qué uno hace lo que hace es complicado, cuesta continuar con la misma energía de siempre. Hay muchos golpes, trabajo en vano, dedocracias y no reconocimiento de méritos, muchos prejuicios incluso sobre el espacio y hasta pe-leas familiares basadas en colores y fanatismos políticos. Cuan-do tomás una postura política, más hoy en día, ya pasás a tener enemigos, sólo por la decisión. Perdí muchos amigos por par-ticipar en política, simplemente por creer esos prejuicios. Creo que toda participación política es positiva y admiro a los mili-tantes; pero hay personas que no. Que piensan que por meterte,

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tan solo por eso, ya estás corrompido y corrupto, cuando justa-mente lo que necesitamos es eso.

Les debe pasar a muchos. Pero no había un solo día que al-guien no me insultara mientras repartía boletas en las esquina de la ciudad. Incluso llegaron a escupirme simplemente por es-tar parado con la remera del PRO. Lo que más valoro de la vida partidaria es que no es en vano. Va más allá de ganar o perder una elección: es el informarte, el dialogar, el pensar propuestas que solucionen problemas, es embarrarte, es conocer la reali-dad, es saber que vale la pena y que no es en vano cada día de militancia. Es crecer. Muchas veces, golpearte; pero seguir ade-lante con la vocación de servicio.

Para eso es fundamental el diálogo, aunque a veces se com-plique. He tenido miles de diálogos con representantes de la oposición, aunque debo decir que en la mayoría es muy difícil, porque hay mucho fanatismo basado en ideales y no en reali-dades. Una vez participamos de un desayuno con políticos en una escuela de zona norte y fue una muy buena experiencia. Lo hermoso del diálogo verdadero es que se nota que hay más en común que diferencias, y que esas diferencias enriquecen y construyen.

Hoy en día sigo militando con La Macacha, dentro de la conducción. Sigo el proyecto de Vicky, el proyecto de Cambie-mos a nivel nacional de la mano de Mauricio Macri, milito con Jóvenes Pro. Creo que es el único que puede lograr que nuestra sociedad madure, que se dé cuenta de lo que puede lograr con trabajo digno.

Vivimos la época del sinsentido, es muy difícil cargar de va-lor y sentido cada decisión de nuestra vida que nos haga pen-sar un proyecto de vida. Pero es más difícil aún cuando no hay garantías por parte del Estado de que te dé oportunidades para crecer, desarrollarte, estudiar, relacionarte, producir, comprar, vender, tener una familia. O que si te da las oportunidades lue-go te las quite porque pendemos de un hilo fino. Este equipo es

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el único que seriamente se va a preocupar por los intereses de todos en pos del bien común y va a dejar a un lado los intere-ses personales.

No sé si hay una respuesta al por qué hacemos lo que hace-mos, muchas veces uno no entiende los porqués, sino los para qué. Sé que este grano de arena vale la pena para mejorar lo que tenemos, para intentar dar una mejor vida a los argentinos que hoy no la tienen y la merecen.

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“Aquellos que defienden la justicia siempre ocupan el lado correcto de la historia.”

Barack Obama

Nicolás Morzone@NicoMorzone

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Mi nombre es Nicolás, tengo 23 años y nací en la ciudad de La Plata. Soy estudiante de derecho, apasionado por

el fútbol y el tenis. Pero por sobre todo, un apasionado por la política.

Desde muy chico descubrí mi primera pasión, el tenis. Fue este deporte el que me enseñó la importancia de la perseveran-cia y del sacrificio. Con este deporte aprendí que para lograr re-sultados hay que esforzarse al máximo y dar lo mejor de uno. Fue mi viejo, a los dieciséis años, el que me aconsejó involucrar-me en política. En aquel entonces, él me dijo: “Mauricio es un tipo distinto, él va a revolucionar el país”.

Al principio no tenía mucha idea de la política, pero a me-dida que me fui involucrando me fui dando cuenta de que la única manera de cambiar la realidad es participando e involu-crándose. Me fui dando cuenta de que las cosas no eran como yo pensaba que eran, que muchos hermanos platenses vivían en condiciones desiguales y, por medio de la interrelación que tuvimos con varias provincias gracias a nuestro partido, me di cuenta de que esa realidad se replicaba por todo el país.

Luego de unos años de militancia, y a pesar de mi corta ex-periencia, puedo decir que descubrí mi segunda gran pasión. Aprendí la importancia del trabajo en equipo, la importancia de la proyección de políticas públicas a largo plazo que le pue-dan resolver los problemas a la gente. Aprendí que las ideolo-gías son cosas del pasado, que hay que dejar de lado la con-frontación para generar mayor inclusión y un mayor consenso social y político, donde se prioricen el diálogo, el respeto, la to-lerancia y la amistad social, que creo que es la gran deuda que tenemos los argentinos para con nosotros mismos.

Creo que la lógica de trabajo, los principios y los valores del PRO representan esos valores esos ideales y esos valores. Creo que la política es cercanía con la gente, es positividad, es futu-ro. Y, como dice mi gran maestro político, Marcelo Daletto, con el cual tuve la oportunidad de conocer y de trabajar a lo largo

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de estos años de militancia: “La política es cuando un grupo de personas se organiza para cambiarle la vida a la gente”. Creo que Cambiemos representa eso, un amplio consenso social y político, que va más allá de tres partidos políticos porque repre-senta el deseo de miles de argentinos que tienen la necesidad de vivir distinto, de tener una mejor educación para sus hijos, que tienen ganas de vivir seguros y que quieren construir un futuro a largo plazo para las próximas generaciones.

Soy un convencido de que lo que crece no es una candida-tura personal de Mauricio Macri, ni de María Eugenia Vidal, sino una verdadera sed de cambio de todos los argentinos. Po-demos vivir distinto y por primera vez tenemos la oportuni-dad de representar una alternativa distinta para todos los bo-naerenses y para todos los argentinos. Estoy convencido de que juntos podemos construir nuestro futuro y nuestros sue-ños si nos animamos a dejar los miedos de lado y si elegimos cambiar. El desafío que tenemos por delante en La Plata y en la provincia de Buenos Aires es el de seguir caminando casa por casa, calle por calle, manzana por manzana, y seguir escu-chando a todos los vecinos para poder resolver sus problemas y transformar sus realidades. Junto con Emanuel Gainza y un grupo de amigos, tengo la visión de una juventud federal, pro-tagonista, con opinión y con una presencia importante en el partido y en la sociedad, porque soy un convencido de que la juventud es la verdadera protagonista y la verdadera renova-ción y el verdadero cambio.

Los argentinos estamos cansados de las promesas. La ma-nera de transformar nuestra realidad es haciendo, y el PRO ha demostrado su capacidad al frente de la ciudad de Buenos Ai-res. Hoy tengo la posibilidad de ayudar desde el Ministerio de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires junto con Marcelo Da-letto, quien me ha enseñado sobre política y sobre lo que repre-senta la posibilidad de conducir y liderar diferentes grupos de trabajo. Me esperan diferentes desafíos a lo largo de este año que se viene, vamos a trabajar desde la Cámara de Diputados

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de la provincia de Buenos Aires y esperamos gestionar para to-dos los vecinos de la provincia con la esperanza de mejorar sus vidas.

Trabajamos con apertura, pensando en el futuro. La con-frontación no es la sustancia de la democracia; ese lugar le co-rresponde al diálogo. Ese diálogo debe ser cooperativo. El con-senso tiene como meta el bien de las personas. Un paso funda-mental en el camino del diálogo es crear la cultura de poner en práctica nuestros valores. Queremos vivir en un país abierto e integrado, donde todos los argentinos se sientan parte. No po-demos negar los problemas o solo repudiar los hechos, cada uno de nosotros TIENE que trabajar sobre las causas de esos problemas. TENEMOS que superar esa desigualdad social la-tente y el creciente aislamiento social, como así también el nú-mero de chicos que no estudian ni trabajan, el flagelo de la dro-ga y el delito del narcotráfico, que son hechos que atentan con-tra nuestra vida y son signos de nuestra fragilidad social. TE-NEMOS que luchar por un diálogo sincero como base de una cultura del encuentro, de la inclusión y la amistad social. TE-NEMOS que desterrar la magia de la promesa y asumir como decisión la defensa de la vida humana, el valor del trabajo y la exigencia moral de la equidad social y vivir bajo el imperio de la ley junto al pleno ejercicio de la Justicia. TENEMOS que as-pirar a la concordia entre los argentinos como un bien superior a una pertenencia partidaria o ideológica. TENEMOS que creer todos juntos que la Argentina puede más y da para más. Yo creo en la Argentina y en su gente. Yo creo en vos.

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“Seré uno más entre los ancianos de nuestra sociedad, seré uno más de los habitantes de la población rural,

uno preocupado por los niños y los jóvenes de nuestro país; y seré un ciudadano del mundo comprometido, mientras tenga fuerzas, con la tarea de conseguir una vida mejor

para las personas en todas partes.”

Nelson Mandela

Paola Rodríguez@ipaorodriguez

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Es un privilegio poder ser la voz de los que aún no se animan a expresarse. Tantas son las personas que no tienen la posibi-

lidad de superar situaciones en la vida al encontrarse solas u ol-vidadas y al creer que en esta vida hay que sobrevivir y no vivir. Mi familia me enseñó la importancia del respeto, del dar sin es-perar recibir nada a cambio, de ser solidaria y, por sobre todo, me enseñó que el amor y la pasión siempre deben estar presen-tes en cada paso que demos.

Hace cuatro años, una maravillosa persona me impulsó a trabajar por los demás, mi abuela. Su nombre, Emilia, una gue-rrera que vivió sus últimos años con una enfermedad que le imposibilitó continuar con la normalidad de sus días. Con ella aprendí a leer los silencios, a sonreír mirando su sonrisa, a va-lorar y apreciar enseñanzas que muchas veces pasamos por alto en las personas que nos rodean. Me impulsó a querer frenar las injusticias en las que vivimos las personas al ser consideradas como un número más para el gobierno nacional y provincial.

Una tarde en la que debía comprar sus insumos médicos, tra-bajadores de una farmacia me advirtieron que ya no se comer-cializarían los mismos por las prohibiciones de importación es-tablecidas por el actual gobierno. Fue en ese momento en el que me di cuenta realmente de que no les importamos a nuestros gobernantes y de que mi abuela era afortunada por tener una familia que la protegía y cuidaba. Fue aquí donde me pregunté: ¿qué les queda al resto de los jujeños que no tienen la conten-ción de sus familias ni las posibilidades de cubrir sus necesida-des cotidianas y vitales?

En esta mezcla de sentimientos de angustia, impotencia, eno-jo y energías de querer cambiar la realidad, en una breve pero acertada conversación con uno de mis tres hermanos, Francis-co, sabíamos que este cambio solo se podía generar a través de personas que quisieran lo mismo que yo. Que sin ser políticas quisieran trabajar por los demás y que no fueran más de los mismos que nos gobernaban y que no hacían nada por la so-

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ciedad. Fue mi hermano quien me aconsejó que en el partido de Mauricio Macri aquí en Jujuy mis inquietudes podían ser escuchadas.

Tuve la oportunidad de conocer a un excelente político y, por sobre todas las cosas, a una maravillosa persona, Dago Pubzo-lu, quien sería el conductor que nos trasmitiría el gran traba-jo que realizaron junto a Mauricio en esos diez años de haber iniciado un compromiso para el cambio y quien nos inspiró e inspira cada día a seguir trabajando dentro de este espacio po-lítico que es distinto a los demás. Un espacio en donde prima el esfuerzo sobre el dinero, en donde se premia la militancia y no la dedocracia, y en donde, por sobre todas las cosas, se trabaja en equipo, entendiendo que la política es una herramienta para mejorar la realidad en la que vivimos sirviendo a los demás.

Soy una joven estudiante que entendió que no se podía per-der más tiempo y que el cambio comienza por uno mismo de-jando la comodidad de nuestras vidas, dejando de criticar desde afuera para pasar a formar parte de la solución.

Decidí involucrarme porque es necesario un cambio, porque era necesario apoyar a las personas que ya se habían animado a luchar contra las grandes estructuras en mi provincia sacrifi-cando horas de sus vidas por un futuro mejor para mí y para cada jujeño.

Soy jujeña, amo mi provincia y me duele ver cómo cada día, en lugar de progresar, retrocedemos, ya que Jujuy crece en po-breza, crece en violencia, en intolerancia, crece en muertes. Años atrás fue la cuna que albergó a mis abuelos, les permitió traba-jar dignamente y constituir sus familias. Jujuy permitía que los ciudadanos caminaran libremente por las calles, felices de estar en una provincia tan linda como lo era la Tacita de Plata, como así cariñosamente se la llama por la belleza de sus paisajes.

Quiero que mi provincia sea nuevamente un lugar en el que los jóvenes quieran quedarse, en donde podamos vivir seguros

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y en donde sus cimientos sean valores como la solidaridad, el amor y el dialogo y en donde cada persona sea respetada por lo que es.

Como presidente de Jóvenes PRO Jujuy, mi misión es que cada día lleguemos a más jujeños para demostrarles que real-mente es posible un cambio y que junto a Mauricio lo logra-remos. Muchas son las personas que ven en nuestro espacio la oportunidad de despegar, pero sin trabajar y sin interesarles los demás. Y es por ello que mi compromiso es que nuestro parti-do crezca con personas que realmente reflejen nuestros valores: la cercanía, el diálogo, el futuro. Mauricio necesita de jujeños comprometidos con la sociedad, de personas que transpiren la camiseta sin esperar recibir nada a cambio, con el deseo de lo-grar un cambio y no de venir a la política para servirse o para vivir de ella. Dago me enseñó el significado de lo que es hacer verdadera política, y el gran equipo de personas aquí en Jujuy y en otras provincias me motiva cada día para seguir trabajan-do para que Mauricio sea el próximo presidente de los argenti-nos. Necesitamos de un presidente como Mauricio, que recorra cada una de las provincias, hasta su más pequeño pueblito, que trabaje codo a codo con su equipo conociendo las realidades de cada punto geográfico del país.

En este recorrido conocí maravillosas personas: Cornelia Schmidt-Liermann, siempre con sus palabras de aliento hacia nosotros, los jóvenes. Vicente, Omar, Charly, Ale, Gus, Abi, Sofi, Paul, Lidia, Margarita, Cielo, Cele, Robert, Rami, Ema, Cris, Fede, Jime, Tomás, Claudio, Héctor, Nelson, Pablo, Fabi son parte de este gran equipo con quienes trabajamos incansable-mente para lograr el país que tanto soñamos.

Llegó el momento de involucrarnos. Está en cada uno de no-sotros lograr el cambio que necesitamos. Está en nosotros con-tagiar a cada jujeño y a cada argentino.

Para mí es un orgullo formar parte de este equipo, y más en mi provincia, en donde cada día debemos superar grandes obs-

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táculos para salir adelante, con la convicción de que junto a Mauricio podremos construir la provincia que deseamos.

El diálogo y el contacto con las personas son el motor que nos impulsa cada día y nos recarga de energía para seguir tra-bajando por los jujeños. Queremos llevar soluciones a las nece-sidades de los ciudadanos y, por sobre todo, queremos trabajar junto a ellos.

Somos personas que decidimos venir a la política para hacer verdadera política. Queremos trabajar por los demás y necesi-tamos que nos den la posibilidad de hacer y de demostrar que realmente podemos mejorar la realidad en la que vivimos.

Ya no es un sueño que podemos construir la provincia y el país que soñamos, es una realidad, pero es una realidad que ne-cesita de cada uno de nosotros.

Siempre escuchamos que nos van a dejar un futuro mejor, pero la verdad es que nuestro futuro es hoy, y por eso debemos construirlo juntos.

Quiero agradecer a Mauricio por haber creado este espacio político que dio apertura a miles de jóvenes y que nos devolvió la esperanza a los argentinos. También quiero darle las gracias a Dago, por haberse animado, hace más de trece años, a acom-pañar a Mauricio en este gran proyecto. Gracias por cuidarnos siempre la espalda, por impulsarnos a lograr nuestros sueños, por ser nuestro ejemplo, por compartir con nosotros sus viven-cias junto a Mauricio y, por sobre todas las cosas, por hacernos respetar y valorar frente a los demás.

Son lo que quiero para mi provincia y para mi país. Son per-sonas que trabajan con dedicación, pasión y con el corazón. ¡El cambio está en marcha!

A mi familia, que tanto la amo, gracias por acompañarme en todas. Carlos, Carmen, Juan, Fran, Yovi, Cris, Marti, Fran-cis, gracias por brindarme tanto amor y apoyo y por recordar-

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me que cuando uno quiere, ¡puede! A mis abuelos, que siempre guiarán mis pasos, ¡gracias por tanto!

Y gracias a cada uno de los jujeños por confiar en nosotros, ¡por abrirnos las puertas de sus hogares y sus corazones!

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“La felicidad es un estado de alegría sin contradicciones. Es posible sólo para el hombre racional, el hombre que sólo desea objetivos racionales, sólo persigue valores racionales y sólo encuentra su

alegría en acciones racionales.”

Ayn Rand

Ramiro Granado@RamiroGranado

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Mi nombre es Ramiro Granado. Soy tucumano, de una ciu-dad llamada Concepción, y el menor de tres hermanos.

Hace varios años que participo en política, pero hace dos exactamente tuve la suerte de ser elegido vicepresidente de la juventud PRO. Mi incursión en la política se remonta hace un par de años atrás…

En 2001 los argentinos vivíamos una crisis muy grande. Yo era chico, tenía quince, pero me marcó muchísimo. Me acuerdo de las escenas que mostraban en la tele: había represión, caos y un recambio constante de presidentes.

Estoy convencido de que en esa época algo cambió adentro de mí. Algo que se fue alimentando a lo largo del tiempo y que años después me llevó a involucrarme en política. Sentía que no podía seguir siendo un mero espectador de todo lo que pasaba. Para alguien inquieto como yo, era desesperante. Necesitaba hacer algo. No me podía quedar de brazos cruzados.

Cuando tenía diecisiete años empecé a participar en Recrear (partido que posteriormente se fusionó con el PRO). Estaba muy entusiasmado, pero no paraba de escuchar cosas como: “¿Qué hacés perdiendo el tiempo ahí...?”, “Andá a estudiar”. Me dijeron muchas cosas, pero nada me sacaba la alegría de es-tar haciendo algo que me gustaba, y que sentía que hacía una diferencia.

Desde allí fueron tiempos difíciles para ser oposición: el kirchnerismo acumulaba poder sobre la base de la teoría schmittiana del amigo/enemigo, mientras los gobiernos pro-vinciales arrasaban en las urnas con porcentajes por arriba del 70%. Veía que los argentinos gastábamos más energías discu-tiendo que construyendo el país que soñábamos.

En lo personal fueron años de mucha experiencia, donde pude conocer a cientos de jóvenes de todo el país con los que compartíamos los mismos valores republicanos de gobierno. Aquel semillero de jóvenes actuó con una profunda vocación

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política y nos unió la idea de entender el poder como servicio y no como beneficio personal.

No importaba si proveníamos de ámbitos académicos, de la sociedad civil o del sector privado: nos había hermanado el mundo de la política. Con más ganas y entusiasmo que certezas nos empezábamos a involucrar y a ocupar lugares ya no solo de juventud.

Hoy, con veintinueve años y en el umbral de mi juventud, veo con mucho optimismo cómo nuestro espacio multiplicó por miles los chicos que salen sonriendo con una sombrilla al hom-bro a conversar con sus vecinos sobre las problemáticas de su barrio. Son ellos los que comunican nuestras propuestas sin im-portar las inclemencias del tiempo.

Por eso, desde este espacio, no tengo más que agradecerles por el aporte fundamental en estos últimos años por su incan-sable tarea.

Se respiran tiempos de cambio. Después de mucho tiempo, la mayoría de los argentinos nos sentimos esperanzados y esta-mos convencidos de que podemos vivir mejor. Camino al bicen-tenario de 2016, debemos recuperar la confianza y nuestro país debe volver a ser la primera economía de Latinoamérica.

Por eso Mauricio Macri nos dice que se viene la revolución de la alegría: porque llegó el momento en que cada argentino tenga la oportunidad de buscar su propia felicidad. Se viene la revolución, y nosotros somos parte. Juntos vamos a lograrlo.

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“Caer no es peligroso ni vergonzoso, pero permanecer arrodillado es ambas cosas.”

Konrad Adenauer

Rodrigo Ojeda Benegas@RodriChaco

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Hola a todos, mi nombre es Rodrigo, soy de Chaco. Podría describirme como una persona simple y un poco introver-

tida, que nunca había participado antes en política y que, como muchos de ustedes, seguramente, pensaba que con solo ir a vo-tar por el candidato que me dictaba la razón era suficiente.

Si bien siempre me interesó mucho la política, nunca sentí que hubiera una figura que me inspirase total confianza y que tuviera ideas claras respecto de hacia dónde debían apuntar los destinos de nuestro país. Siempre voté con la cabeza, pero siem-pre por el candidato que me parecía ser “el mal menor”.

En mi familia nunca se hablaba de política y si se hablaba se decía que todos los políticos eran corruptos y que este país esta-ba destinado a estar dirigido siempre por esta clase de personas y que teníamos suerte si hacían algo por el pueblo, ya que eso significaba que habían robado un poco menos.

Fue así que siempre miré la política desde afuera, porque nada podía cambiar y tampoco nada se podía hacer. Sin embar-go, allá por el año 1999 comencé a interesarme más por la vida pública de nuestro país, cuando corrían los últimos años de la presidencia de Carlos Menem.

Por aquella época yo comenzaba mis estudios secundarios y mis padres, que tenían un comercio de ropa en el interior de la provincia, veían cada día más difícil seguir manteniéndolo con sus puertas abiertas... yo no podía creer que después de toda una vida de trabajo se estaban quedando sin su principal fuen-te de ingresos. Y no éramos los únicos; muchas familias vivían lo mismo por aquel entonces. La situación iba desmejorando, y cuando parecía que ya nada podía estar peor, que se termi-naba una etapa nefasta para la Argentina (ya que no quedaba nada por robar), apareció un candidato que sobre la base de al-gunos buenos spots publicitarios nos prometía terminar con la corrupción y el derroche. Parecía ser el más prometedor: Fer-nando de la Rúa.

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Recuerdo haber estado muy contento cuando ganó la presi-dencia, y nada nos hacía pensar lo que estaba por venir. Lamen-tablemente, creo que la situación con la que se encontró el nue-vo presidente fue mucho más nefasta que la que él pensaba y no tuvo la capacidad para poder llevar adelante las promesas y los cambios que en esos años necesitaba nuestro país.

Mientras tanto, en mi casa, mi papá, principal sostén de la familia, se veía obligado a cerrar su negocio y comenzaba a tra-bajar para una empresa como personal de servicio. Mi mamá, que siempre fue ama de casa, tuvo que salir a buscar empleo; con un solo sueldo ya no alcanzaba. Durante unos años tu-vimos que ajustarnos, pero luego ella consiguió trabajo, y mi papá se las ingenió para ganar más.

Yo, por mi parte, estaba a favor del “que se vayan todos”. Recuerdo con gran angustia los acontecimientos de 2001, ese diciembre negro en la historia de la Argentina. Y lo que vendría luego, la seguidilla de actores que ocuparon el cargo de presi-dente en tan solo una semana. Recuerdo haber aplaudido frente al televisor cuando Rodríguez Saá dijo: “No le vamos a pagar nada al FMI”, aunque, por supuesto, no tenía ni idea de lo que eso implicaba.

Esa fue una de las fiestas de fin de año más raras de mi vida, y aunque a mí y a mi familia nada nos faltaba, veía a mi alrededor muchas personas, en mi barrio, en mi ciudad, que la estaban pasando muy mal en medio de un clima de pobre-za y desempleo generalizado.

A nivel nacional y provincial existían toda clase de bonos (acá teníamos el “Bono Quebracho”), cuasi monedas con las que los empleados públicos cobraban gran parte de su salario y que luego eran muy difíciles de colocar en el mercado. Por ese entonces veía los acontecimientos que sucedían en la política como algo sobre lo cual no podíamos cambiar nada.

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Por mi parte, me encontraba muy abocado a los estudios se-cundarios por las mañanas y al fútbol por la tarde. El fútbol era mi mayor pasión y soñaba con ser profesional, motivo por el cual pasaba muchas horas entrenando. En lo personal fue para mí un período de gran alegría, ya que aunque no logré mi sue-ño, Boca, el equipo de mis amores, ganaba todo a nivel mundial y se consolidaba como el mejor equipo de América y del mun-do. Todavía puedo recitar de memoria la formación de aquel equipo. En poco tiempo, Boca Juniors pasó de ser un club prác-ticamente quebrado a un modelo a seguir por los demás clubes de Argentina y del mundo.

Así fue que lo conocí a Mauricio, es decir, que captó mi aten-ción. Una persona que no venía del ambiente del fútbol y que a pesar de la crisis por la que en ese momento atravesaba el club, no solo decidió involucrarse y hacerse cargo de la institución de sus amores, sino que colocó a Boca en el lugar que se merecía.

De a poco el país mostraba signos de recuperación, y sentí una alegría cuando Carlos Menem se bajaba de la segunda vuel-ta, a pesar de que el candidato opositor y que luego fuera elegido presidente tampoco me gustaba demasiado. Nada de lo que ve-nía podía ser tan malo, ya que el país mostraba signos de mejora. En 2007 seguí atentamente las elecciones presidenciales porque ya estaba a la vista que Argentina había desviado el rumbo y los mismos que habían fundido el país se habían reinventado y ocu-pado los cargos de poder y que la familia presidencial hacia una jugada sucia colocando a la esposa del Presidente como candida-ta con el único fin de perpetuarse en el poder.

Por otro lado, comenzaban a escucharse rumores de que algo nuevo se estaba dando y que aquel gran administrador y conductor que alguna vez había logrado ganar todo con mi club quería ahora conducir la ciudad más importante del país. El triunfo de Mauricio en la cuidad mitigó de alguna mane-ra la gran decepción que sentí al ver ganar a la candidata del oficialismo.

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Veía cómo todo seguía empeorando en mi país. El dinero se seguía dilapidando como si fuera muy fácil crear dinero de la nada. Lejos quedaban aquellos días donde la Argentina parecía volver a florecer por la cantidad de divisas que ingresaban, por ejemplo, por la venta de la soja. Comenzaron a aparecer más y más casos de corrupción, los productos en el mercado aumen-taban cada mes y las ventas disminuían, el negocio que tanto esfuerzo me había costado emprender (una pequeña ferretería de barrio) se hacía cada vez menos rentable y yo seguía sin en-contrar una solución y preguntándome por qué teníamos que vivir eso, por qué nuestro país no podía crecer ordenadamente como otros países.

Todos los días veía en la televisión cómo la violencia y los crímenes aumentaban. Y aunque me daba mucha lástima e in-dignación, no tomaba conciencia de la real gravedad y de lo de-licado de la situación.

Fue a mediados de 2013 cuando me tocó de cerca esta rea-lidad y lo que parecía una aburrida tarde más en mi ferretería, un día frío y lluvioso (lo que hacía que disminuyeran aún más las escasas ventas), se transformó en una pesadilla. Pasó lo que nunca pensé que me podía suceder.

Estábamos tomando unos mates con mi esposa cuando in-gresaron al negocio dos clientes de raro aspecto que nunca se quitaron los cascos. Como de costumbre, me incorporé para atenderlos y al preguntarles que necesitaban, ninguno de los dos me contestó. Fue en ese instante cuando descubrí que uno de ellos tenía en su mano derecha un revólver un tanto oxidado. Por un segundo pensé que se trataba de alguna broma de mal gusto, hasta que el silencio se rompió y uno comenzó a gritar que me quedara quieto y que caminara hacia el fondo... fue en ese momento que reaccioné y me di cuenta de que lo que veía en la tele me estaba pasando a mí. Me quedé paralizado mien-tras veía a mi esposa salir gritando hacia un patio trasero que por suerte conectaba con la casa de mis abuelos. Los delincuen-

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tes, que venían detrás de mí apuntándome con el arma, le gri-taban que se detuviera, pero ella seguía, y yo, inmóvil pero in-tentando bloquear la puerta para que ninguno fuera detrás de ella. Recuerdo haber pensado en ese momento que solo existían dos opciones: o se llevaban todo lo poco que había y se iban, o simplemente se asustaban por el caos y me mataban. De alguna forma inexplicable sentí una sensación de tranquilidad cuando dejé de escucharla y ellos seguían conmigo allí, manteniéndome tirado en el piso, porque ella ya no corría peligro y eso era para mí lo más importante. Gracias a Dios, se llevaron todo lo que pudieron rápidamente y se escaparon a toda velocidad. Todo pasó en tan solo unos minutos (aunque eternos para mí), pero lo peor vino después, con el tiempo, ya que uno se queda pen-sando en todo lo que podría haber pasado, y tomás conciencia de que en un segundo te pueden quitar todo lo que más querés en la vida, como ser tu familia...

Varios días me quedó dando vueltas esa pregunta en la ca-beza. ¿Qué hubiera pasado con mi esposa si por correr y gri-tar le hubieran disparado por la espalda? ¿Cómo sería hoy mi vida sin lo que más amo en la vida? Y ahora, si lo pienso bien, creo que ese fue el clic definitivo en mi vida, fue ahí donde nació en mí que si quería que las cosas cambiaran debía hacer algo. ¡Debía involucrarme! Y mientras escribo estas palabras me doy cuenta de que nada en la vida es casualidad.

Un tiempo después de este hecho, veo a un amigo publicar que el PRO había armado una alianza en la provincia y que iba a disputar las elecciones legislativas. ¡Me sentí motivado a par-ticipar! Y desde ese entonces comencé como voluntario.

Muchas cosas lindas pasaron y muchas otras no tanto, pero creo que, como dije anteriormente, todo en la vida se da por algo, cada paso que damos tiene sus causas y consecuencias. Y si uno quiere que las cosas sean mejores y pone todo de su parte para lograrlo, el mundo y alguna fuerza que no podemos ver nos llevan hacia ese lugar donde debemos estar. Y hoy es-

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toy aquí, escribiendo, ¡a tan solo tres semanas de que Mauricio Macri sea nuestro presidente!

Si me preguntan por qué estoy tan seguro, lo puedo afirmar: estoy tan seguro porque sé que, como yo, ahí afuera hay millo-nes de argentinos que de una u otra forma dieron ese pequeño paso para lograr que aquello que parecía ser un sueño lejano HOY sea una realidad. Estoy seguro de que cuando este texto se publique, Mauricio va a ser el presidente de todos los argen-tinos, ¡porque la vida solo nos golpea para que podamos volver a levantarnos!

¡Y yo no me voy a dar por vencido! Me voy a levantar, me voy a secar las lágrimas y voy a seguir luchando por este país que nos merecemos todos. Y espero que vos también estés ahí apoyándome y extendiéndome la mano si es que tropiezo… Y todo esto lo comprendí gracias a todos los que me ayudaron a no aflojar y me apoyaron cuando muchos me decían que esta-ba perdiendo el tiempo y que no iba a poder cambiar nada, y también gracias a esas personas, porque me hicieron más fuerte para soportar los momentos difíciles.

Hoy, como siempre, tengo fe y apuesto por los valores que vale la pena defender y no me voy a cansar nunca de hacerlo, porque solo confiando en que podemos ser mejores como país y como personas podemos lograr transformar la realidad.

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“El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que

es infinitamente improbable.”

Hannah Arendt

Rosario Rutilo@RosarioRutilo

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Me llamo Rosario Rutilo, tengo 24 años, trabajo en comu-nicación política y me involucré hace unos cuantos años

porque considero fundamental la participación juvenil en ma-teria de Estado.

A los trece años me invitaron desde el colegio a apadrinar unas escuelas rurales en Quitilipi, Chaco. No tenía mucha idea de qué era eso exactamente, pero menos idea tenía aún de que esa experiencia cambiaría mi vida para siempre.

Aquel primer viaje a tierras desconocidas del norte argenti-no me hizo descubrir muchas cosas. En primer lugar, compren-dí que Buenos Aires no era la Argentina, que las realidades de nuestros compatriotas son muy distintas dependiendo el lugar donde les haya tocado nacer –no tiene las cosas igual de fáciles el que nació en el centro de nuestro país que el que nació en el norte o el que lo hizo en el sur–, y que la corrupción y la desi-dia se habían adueñado tanto de nuestros funcionarios que ha-bían dejado de hacer lo que estaban llamados a hacer: brindar las oportunidades para que cada argentino alcanzara una vida digna.

A mi regreso, estaba triste, dolorida, apesadumbrada. Sentía que siendo tan chica y haciendo solo esa obra de bien no iba a cambiar nada. Me sentía culpable de tener una realidad distin-ta, en la que ir al colegio a seis cuadras daba fiaca, en la que la heladera de casa estaba llena y en la que me daba una ducha ca-liente todos los días sin siquiera agradecerlo.

Seguí así cinco años más, yendo todos los inviernos a las es-cuelas rurales 441 y 545 y colaborando en la organización de los eventos para recaudar dinero para las obras.

Pero al terminar la secundaria, una nueva experiencia trans-formadora cambiaría aún más mi manera de pensar.

En el verano de 2010 misioné por primera vez en Agua-da de Guerra, un paraje de Río Negro. ¡Qué angustia! En la otra punta del país, me encontraba nuevamente con hermanos

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abandonados, habitando en ranchos de adobe, sobreviviendo gracias a una miserable asignación y sin posibilidad alguna de desarrollarse.

Esta vez no llevábamos recursos materiales, sino un mensaje de esperanza y amor, un mensaje de fe que animaba los cora-zones y las ilusiones de todo un pueblo. Volví a Buenos Aires. ¡Estaba todo tan claro! Estudiaba periodismo y había decidido que escribiría denunciando todo este descuido, esta negligencia, este desinterés. Escribiría las historias de la gente que conocía en la villa 1-11-14 o en el barrio Ramón Carrillo, en el Chaco, en Río Negro y en La Pampa. Así despertaría nuevamente la conciencia social.

Me di contra la pared. Escribir sobre estas realidades no era nada productivo, no notaba ninguna diferencia en la actitud de los demás, veía que todo era de la boca para afuera, que los va-lores de la empatía y la solidaridad solo se proclamaban pero no se ponían en práctica, y eso me empezaba a desesperar.

Entendí que tenía que ser yo la que se movilizara para cam-biar las cosas, la que encontrara las herramientas para transfor-mar, la que dejara de escribir y anoticiar al mundo, se pusiera en marcha y fuera proactiva. Fue entonces que un amigo del grupo misionero, Juan, me comentó que Victoria Morales Gorleri, una mujer que había trabajado con Bergoglio muchos años, era aho-ra legisladora de la ciudad y animaba a los jóvenes a que se invo-lucraran en política. No lo dudé un instante. Ese era el lugar en el que quería y debía estar. Así comenzó mi camino en La Maca-cha. Al principio éramos diez jóvenes que nos reuníamos ilusio-nados y pensábamos en grande, tan en grande que nos desilusio-namos más de una vez. Pero lo importante y valioso que destaco de esos años es que no nos rendimos nunca. A pesar de que veía-mos cómo el sistema se nos ponía muchas veces en contra, cómo la burocracia o los favoritismos nos dificultaban el camino a se-guir, continuamos trabajando, siempre desde la acción social, y comenzamos a crecer y a generar pequeños cambios.

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Si hoy me preguntan por qué creo que el camino es la polí-tica, la respuesta es simple: la considero como una de las más altas formas de caridad. Estoy convencida de que sólo involu-crándome voy a lograr el cambio que quiero ver en mi país, por más pequeño y difícil de alcanzar que sea. Tengo la firme con-vicción de que somos muchos los que queremos ver a nuestra Argentina crecer, desarrollarse y ser un ejemplo para muchas otras naciones. Tenemos la gente, tenemos los recursos, lo úni-co que faltan son buenas voluntades que se animen a compro-meterse, que pongan el cuerpo, que no tengan miedo de equivo-carse y por eso se paralicen.

Hannah Arendt, filósofa política alemana, escribió en su li-bro La condición humana: “El hecho de que el hombre sea ca-paz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable”. Estoy segura de que llegó el momento de demostrar en la prác-tica lo que Arendt teorizó, y realizar juntos lo que aún hoy pa-rece, por momentos, infinitamente improbable: que todos quie-nes habitamos el suelo argentino podamos vivir dignamente y ser felices.

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“Creer es crear. Cuando cambiamos la forma de ver las cosas, las cosas cambian de forma.”

Proverbio maya

Yasmín Hassa@Yasitaht

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Soy Yasmín, cumplí veintisiete años, nací en La Plata, me críe en Santa Rosa y a los 18 años me trasladé a Buenos Aires

para poder estudiar en la universidad. Tengo dos grandes pasio-nes, la primera es viajar, la segunda es hacer política. Siempre me gustó conocer nuevos lugares, hablar con las personas para saber qué piensan, cómo viven y cuáles son sus sueños.

Mi familia me enseñó que lo más importante en la vida es entender al otro para evitar juzgarlo, porque cuando caemos en este comportamiento lo hacemos con la idea de que todos tie-nen que actuar de la misma manera en la que actuaríamos no-sotros y no estamos contemplando que somos diferentes por-que tenemos historias de vida diferentes.

Comencé a interesarme en política desde chica, ya que tuve un abuelo militante activo en un partido y estudié en un colegio muy politizado. Pasaba veranos enteros en casa de mis abuelos, quienes todas las noches me contaban historias relacionadas con la dictadura que me ayudaron a valorar haber nacido y cre-cido en un régimen democrático.

Siempre me vinculé con personas que me enseñaron a poner en jaque la realidad, lo cual me ayudó a darme cuenta de que no existe una sola sino varias, y muchas de ellas son sumamen-te diferentes a la mía. Así fue que aprendí que no todos tenemos acceso a cosas básicas como la educación o a un servicio de sa-lud o un plato de comida.

Fue cuando llegué a Buenos Aires el momento en el que real-mente pude darme cuenta del antagonismo entre las realidades, y gracias a eso decidí que mi principal objetivo iba a ser aportar mi granito de arena para cambiar la realidad. Entonces, traté de elegir una carrera universitaria que permitiera ayudar a que el mundo fuera un lugar mejor.

Estudie licenciatura en Relaciones Internacionales en la Uni-versidad del Salvador y me especialicé en el área de comunica-ción porque considero que para que podamos entendernos, ge-

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nerar vínculos duraderos y progresar no sólo importan nuestras acciones y el hecho de hacer, sino también nuestra forma de co-municarnos con el mundo.

A lo largo del tiempo mantuve la idea de que la política debe ser capaz de contribuir a que todos los individuos puedan vivir mejor. Partiendo de esa premisa, comencé a buscar un espacio que me permitiera participar activamente para, de a poco y a través de pequeñas cosas, poder ayudar a los demás.

Mis primeros acercamientos a la política fueron dentro del ámbito académico. Participé en el centro de estudiantes del co-legio y de la facultad. En el colegio aprendí a debatir, dándole valor al diálogo como motor socrático del aprendizaje. Entendí que cuando escuchamos e intercambiamos puntos de vista po-demos ver la realidad desde una nueva perspectiva y esto nos permite cuestionar nuestras ideas. Es a través de este cuestio-namiento que somos capaces de reafirmar nuestro pensamien-to o modificarlo en pos de una lógica superadora que tiende a buscar el acercamiento a los imperativos categóricos kantianos.

Soy consciente de que América Latina está inmersa en lo que los politólogos llaman dualidad y que refiere a una brecha mo-netaria entre unos pocos que concentran la riqueza y muchos que se encuentran por debajo de la línea de pobreza.

Esta situación de desigualdad, sumada a las variables histó-ricas de dominación, la necesidad de autoafirmación y las dis-tintas coyunturas internacionales, con sus impactos a nivel in-terno, han generado una crisis dentro de los partidos políticos tradicionales que favoreció el surgimiento de partidos popu-listas. Según Torcuato Di Tella, podemos definir estos partidos como movimientos políticos con fuerte apoyo popular que no buscan realizar transformaciones muy profundas del orden de dominación existente. En muchos casos, los populismos tienden a volverse personalistas debido a la exacerbación de la figura del líder carismático.

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Nuestro país ha logrado ser pionero en desafiar el concepto de dualidad, ya que durante varios años fue uno de los pocos países de Latinoamérica caracterizado por la existencia de una clase media mayoritaria con servicios de salud y educación de renombre, con premios nobel de literatura y científicos destaca-dos a nivel internacional. Pero no logró escapar del surgimiento de regímenes populistas.

En este sentido, encontramos el Partido Justicialista, con una estructura verticalista y de corte populista, que se caracteriza por tener un vacío ideológico y un aparato de movilización que a través del tiempo y utilizando el clientelismo como principal herramienta, ha transformado nuestro sistema político multi-partidista de facto en un sistema de partido único de hecho.

El kirchnerismo responde a esta estructura, con el agravante de que sus líderes carecen de mesura a la hora de elaborar estra-tegias que les permitan cumplir con sus objetivos. Maquiavelo decía que el fin justifica los medios, pero estos medios depende-rán de la mesura de cada líder. Entonces, nos encontramos con un partido único y populista que trata de mantener el statu quo existente a través de la construcción del relato único y la inter-vención del Poder Ejecutivo en los demás poderes republicanos.

Los resultados de esta coyuntura se resumen en un incre-mento de los índices de pobreza, inflación y desempleo, agra-vados por el descreimiento de los ciudadanos hacia los índices provenientes de organismos públicos como consecuencia de la intervención política dentro de los mismos. Además, se obser-va un deterioro en la calidad educativa y los establecimientos sanitarios, la disminución en los niveles de alfabetización y la polarización de la sociedad que, en lugar de buscar el bien co-mún, está inmersa en la lógica amigo/enemigo de Carl Schmitt.

A pesar de todo lo dicho anteriormente, creo en el dinamis-mo de las cosas y por eso me resisto a pensar que está situación no puede cambiar y creo que para salir de este paradigma y lo-grar que todos tengamos la posibilidad de vivir mejor sólo se

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necesita un Estado presente cuyos gobernantes gestionen con mesura.

Cambiemos es el espacio que me permite pensar la política a través del diálogo para eliminar la polarización y comenzar a construir. Cuando nos escuchamos nos damos cuenta de que te-nemos mucho en común y reafirmamos el concepto de nación.

Hago política porque siento que para transformar la reali-dad tenemos que involucrarnos; quedarnos en el debate de café es caer en la mediocridad de criticar sin reaccionar. Los argenti-nos debemos hacernos a la idea de que nos merecemos un me-jor futuro para todos y de que sólo podremos alcanzarlo si tra-bajamos en equipo.

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Por qué hacemos lo que hacemosPrólogo de Mauricio Macri

Por qué hacemos lo que hacemos relata los diferentes testimonios de una generación de jóvenes que tomamos la decisión de participar en política. A través de las distintas ópticas desde las que se escribe este libro, bajo diversos con-textos y realidades, encontramos puntos de coincidencia en la forma de ver la Argentina contemporánea y nuestra voca-ción de ser protagonistas en la construcción de su futuro.

Esperamos que las historias que se expresan en cada uno de los textos sean una manera de mostrar nuestras viven-cias y sentimientos de esta década y, sobre todo, que puedan convertirse en una herramienta que colabore en la formación del pensamiento político de las generaciones que vienen.

Vocación de servicio, trabajo en equipo, respeto a la identidad y diversidad de ideas son puntos que se repiten en cada párrafo sin perder la identidad de los actores que por diferentes caminos decidimos involucrarnos en la actividad cívica.

“El sueño en común es cambiar, y sabemos que se puede. También sabemos que siempre es mejor en equipo y que hay que hacerlo con alegría.”

Por qué hacemos lo que hacemos explica los fines y los medios; los fondos y las formas; los objetivos y los métodos de una Argentina que se va; pero, por sobre todas las cosas, de la Argentina que viene.

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01. Todo lo que vemos a nuestro alrede-dor alguna vez fue considerado imposi-ble. 02. El pecado más grande que un país puede cometer es obligar a sus ha-bitantes a la resignación permanente. Lo opuesto de la esperanza no es la resigna-ción, es la costumbre de la resignación. 03. No estamos condenados al éxito. Tampoco estamos condenados al fraca-so. 04. El pueblo no es responsable de los errores, la negligencia, la alienación, la indolencia, la corrupción o la imperi-cia de los dirigentes. Pero sí es responsa-ble de cambiar a esos dirigentes con el voto cuando descubre sus faltas. 05. Tenemos que reconocer que estamos solos en esto. Nadie vendrá en nuestra ayuda. 06. Cuando hablamos del futuro no estamos hablando de edificios, com-putadoras o robots, estamos hablando de nuestra propia vida de mañana y las oportunidades que tendrán o no ten-drán nuestros hijos ahí. 07. No hay lími-tes. No hay nada que pueda detenernos si nuestro objetivo es claro, ambicioso y audaz. Controlemos nuestro rumbo de manera sencilla: hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy, el año próximo mejor que este... Y no podremos equi-vocarnos. 08. Estamos hartos de los discursos. 09. Nunca un discurso pudo arreglar ni una puerta. Con palabras no se construye una casa, no se salva una vida, no se llega a la luna. 10. La paz para un país es como la salud para una persona. No se nota cuando se la tiene y nada es más importante que ella cuando se la pierde.

11. Actuemos con nuestros vecinos como actuamos con nuestros amigos y todo será mejor. 12. Si asumimos la parte que nos toca y confiamos en que los otros asumirán la suya, se formará una red. 13. Las reglas son como las líneas de cal en una cancha de fútbol, sin ellas no es posible jugar. 14. Justo es dedicar todos los esfuerzos a amparar a los que necesiten amparo y no hacerlo con aquellos que no lo necesitan. 15. Un gobierno que miente nos enloquece. Gobernar es decir la verdad. 16. No hay manera de cambiar algo con la mirada. Ver la realidad y limitarse a opinar sobre ella no sirve. Es la acción la que cambia al mundo, son nuestro cuerpo y nuestra mente actuando con un propósi-to lo que nos hace avanzar. 17. Si nos hi-cieran una prueba de ADN a todos los argentinos no podría encontrarse un gen que fuera sólo nuestro. Para bien y para mal, somos iguales a las personas de los demás países. Nuestro futuro no está en los genes sino en nuestras ideas, nues-tra voluntad, nuestra determinación. 18. Dentro de unos años sabremos qué fuimos capaces de hacer con las muchas oportunidades que se nos presentan hoy. 19. Hay una parte del mundo que nos necesita personalmente para ponerse en movimiento. 20. Si esperamos las condi-ciones ideales para producir un cambio, este nunca ocurrirá. El momento siem-pre es ahora. 21. Y de repente tenemos una revelación: somos nosotros mismos los responsables de hacer o de no hacer lo que hay que hacer.

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