¿Por qué salto?

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La razón por la que salto

La razón por la que salto

Naoki Higashida

Introducción de David Mitchell

Adaptación al inglés de KA Yoshida y David Mitchell

Traducción de Jorge Rizzo

LA RAZÓN POR LA QUE SALTONaoki Higashida - David Mitchell

Cuando, con trece años, Naoki Higashida empezó a comunicarse a través deuna parrilla de ideogramas diseñada por su madre estaba haciendo historia.Nunca antes un niño aquejado de un grado de autismo tan severo había con-seguido transmitir, comunicarse, expresarse. Si bien las consideradas condi-ciones del espectro autista no son nunca exactamente iguales en dos perso-nas, sí que comparten un rasgo: en mayor o menor medida, afectan su capa-cidad de comunicación e interrelación con los demás. Naoki consigue tradu-cir su experiencia a un lenguaje comprensible para cualquier lector a travésde preguntas como: ¿por qué los autistas habláis tan alto y tan raro?; ¿porqué os gusta poner vuestros coches de juguete en fila y ordenar todos los blo-ques de los juegos de construcción?; ¿por qué saltas?

Sus respuestas son optimistas y transmiten alegría de vivir, ternura y, sobretodo, nos presentan a alguien admirable de quien hay mucho que aprender.

ACERCA DE LOS AUTORESNaoki Higashida nació en Kimitsu, Japón, en 1992. Se le diagnosticó autis-mo en 1998 y se graduó en 2011. Es autor de varios libros y mantiene unblog en el que escribe con regularidad. A pesar de su dificultad para comu-nicarse, ha conseguido dar charlas sobre autismo en Japón con el propósi-to de hacer esta condición más presente y reconocible en la sociedad. Naokiescribió La razón por la que salto cuando tenía trece años.David Mitchell es autor de la reconocida novela El atlas de las nubes, quefue finalista del Man Booker Prize y ganadora de los British Book AwardsBest Literary Fiction y South Bank Show Literature Prize. En 2003, fue selec-cionado entre los mejores autores jóvenes de la revista Granta. Vive enIrlanda con su esposa y su hijo autista.

ACERCA DE LA OBRA«Las respuestas de Naoki tumban algunas de nuestras creencias, como queel autismo conlleva necesariamente la imposibilidad de entender a losdemás y el rechazo a la compañía. Una bella historia de esperanza y éxito.»IL CorrIErE dELLa SEra

«Uno de los libros más impresionantes que he leído. Realmente conmove-dor, aclaratorio e increíblemente intenso.» JON STEWART, ThE daILy Show

«La razón por la que que salto cuestiona en cada una de sus páginas laarraigada idea de que los autistas carecen de empatía, humor e imagina-ción.»ThE IndEpEndEnT

INTRODUCCIÓN

El autor de este libro, un chico de trece años, teinvita a ti, lector, a imaginarte una vida en la quete hayan arrebatado la facultad de hablar. Expli-car que tienes hambre, que estás cansado o que teduele algo queda tan fuera de tus posibilidadescomo charlar con un amigo. Pero me gustaría lle-var el experimento algo más allá. Ahora imagí-nate que, después de perder la capacidad de co-municarte, de pronto, una suerte de director deescena que ordena tus pensamientos desaparecesin previo aviso. Lo más probable es que no tu-vieras ni idea de que existía tal director, pero,ahora que se ha ido, te das cuenta (demasiadotarde) del trabajo que hacía y de lo importanteque era para que tu mente funcionara durantetodos estos años. Un aluvión de ideas, recuerdos,impulsos y pensamientos se te vienen encima, de

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un modo irrefrenable. Tu director controlaba eseflujo, desviando la gran mayoría de los conceptosy recomendándote un número minúsculo deellos para someterlos a tu consideración. Peroahora estás solo.Ahora tu mente es una sala en la que veinte

radios, cada una sintonizada en una emisora dife-rente, emiten voces y música a todo volumen. Lasradios no tienen interruptor ni control de volu-men; en la sala en la que te encuentras no haypuertas ni ventanas. Solo encuentras aliviocuando estás tan agotado que no puedes mante-nerte despierto. Para empeorar aún más las cosas,otro director que hasta ahora habías pasado poralto desaparece sin previo aviso: era el que con-trolaba tus sentidos. De pronto, los estímulossensoriales procedentes de tu entorno se te vie-nen encima, sin filtros de calidad y en un númeroapabullante. Los colores y las formas se confun-den, y reclaman tu atención. El suavizante em-pleado para lavar tu suéter huele tan fuerte comosi te hubieran rociado la nariz con ambientador.Tus cómodos tejanos rascan y parecen de madera.Tus sentidos vestibular y proprioceptivo tambiénestán desbocados, por lo que el suelo se meneacomo un transbordador en aguas turbulentas, yya no tienes muy claro qué posición ocupan tusmanos y tus pies en relación con el resto delcuerpo. Sientes las placas óseas de tu cráneo, losmúsculos faciales y la mandíbula; es como si tu-vieras la cabeza atrapada en el interior de un casco

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de motorista que es tres tallas menor que la quedebes usar, lo cual quizás explique (o tal vez no)por qué el zumbido del aire acondicionado te re-sulta tan ensordecedor como un martillo neumá-tico; sin embargo, a tu padre (que está ahí delante)lo oyes como si te estuviera hablando a través deun móvil, desde un tren que atraviesa una seriede cortos túneles, en chino cantonés fluido; a par-tir de ahora cualquier idioma se convertirá en unidioma extranjero. Incluso has perdido la sensa-ción del tiempo, con lo que eres incapaz de distin-guir entre un minuto y una hora, como si hubie-ras quedado atrapado en un poema de EmilyDickinson sobre la eternidad o en una película deciencia ficción. No obstante, los poemas y las pe-lículas acaban en algún momento, mientras queesto es ahora tu nueva realidad. El autismo espara toda la vida. E incluso la palabra «autismo»deja de tener sentido, como si te dijeran 自閉症 oαυτισμος́ o अटिजमAgradeceré al lector que llegue hasta el final,

aunque el final de verdad para estas personas, enla mayoría de los casos, suele implicar la sedacióny el ingreso en un psiquiátrico, y más vale noespecular con lo que puede venir luego. Por otraparte, las personas que nacen con una patologíadel espectro del autismo tienen que vivir con esaperspectiva descontrolada, desbocada y aterra-dora. Las personas con autismo se pasan la vidaintentando aprender a simular esas funciones quela genética nos ha concedido a todos los demás al

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nacer (esos «directores»). Es una labor intelectualy emocional de dimensiones hercúleas, sisíficas,titánicas. Si no podemos considerar a las personascon autismo héroes por enfrentarse a tamaño reto,pues entonces yo ya no sé qué es el heroísmo,aunque estos héroes, claro, no tengan elección.La conciencia y la percepción sensorial no esalgo que puedan darse por sentado, sino algoque requiere un duro esfuerzo y una labor demantenimiento constante. Y, por si eso no fuerabastante, los autistas tienen que sobrevivir en unmundo en el que las «necesidades especiales»suelen asociarse con «retraso», en el que loscolapsos y los ataques de pánico se ven comopataletas, en el que muchos consideran que las so-licitudes de ayuda para discapacitados no son másque maniobras para aprovecharse de la SeguridadSocial… En un mundo en el que un ministrofrancés puede usar la palabra «autista» paradefinir la política exterior británica (el señor Le-llouche se disculpó posteriormente, pues dijo queni se le había ocurrido que el adjetivo hubiera po-dido ser motivo de ofensa; no lo dudo).El autismo no es nada fácil para los padres o

los cuidadores del niño. Criar a un hijo o una hijaautista es una labor no apta para pusilánimes: dehecho, tal actitud queda automáticamente descar-tada en el momento en que aparece la acuciantesospecha de que a tu hijo de dieciséis meses lepasa algo. El día del diagnóstico, un psicólogoinfantil comunica el veredicto con una justifica-

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ción algo manida: te explica que tu hijo siguesiendo la misma criaturita, antes de confirmartela noticia que te va a cambiar la vida. Entoncespasas por todo el abanico de reacciones de losdemás: «¡Es tristísimo!»; «Entonces, ¿va a que-darse como Dustin Hoffman en Rain Man?»;«¡Espero que no aceptes ese “diagnóstico” sinmás!»; o mi respuesta favorita: «Sí, bueno, yo ami médico le he dicho por dónde podía meterse suvacuna triple vírica». Con tus primeros contactos con las organiza-

ciones de apoyo acabarás de endurecerte la piel.Para entonces te habrás formado una coraza tandura como la de un rinoceronte. En las agenciasde apoyo a afectados por el autismo hay gente congran talento y muchos recursos, pero cada vezson más frecuentes las políticas gubernamentalesde «paños calientes», que no tienen en cuenta elpotencial de los niños con necesidades especialesni se plantean que, a largo plazo, puedan llegar acontribuir activamente a la sociedad. Uno de lospocos hechos positivos es que la teoría médica yano culpa a las madres por el autismo de sus hijos,como antes, cuando se las calificaba de «madresnevera» (de los «padres nevera» no se decía nada),y que ya no vivimos en una sociedad que cree quelos autistas son brujos o demonios (y que los tra-taba como tales).¿A qué recurres a continuación? A los libros.

(Ya habrás empezado, porque la primera reacciónde familiares y amigos desesperados por ayudar

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es la de enviar recortes, enlaces de Internet ylibros, por escasa que sea la relación que tengancon tu situación.) La oferta de libros sobrenecesidades especiales es una jungla. Muchosmanuales sobre «cómo ayudar a tu hijo autista»tienen un aire doctrinario, con generosas dosis de© y ™. Puede que contengan ideas aplicables,pero en algunos casos pueden dar la sensación deque son como reclamos para que uno se apunte aun partido político o empiece a profesar unaconfesión religiosa. Los textos más académicosson más densos, están cargados de referenciascruzadas, conceptos pedagógicos, abreviaturas ysiglas. Por supuesto, es positivo que los científicosinvestiguen en este campo, pero a menudo la dis-tancia que hay entre la teoría y el zafarranchoque se te ha montado en el suelo de la cocina re-sulta insalvable.Otra categoría son las memorias confesiona-

les, generalmente escritas por un padre o una ma-dre, y que describen el impacto del autismo en lafamilia y, en ocasiones, el efecto positivo de algúntratamiento poco ortodoxo. Estas memorias tie-nen buena salida en el mercado, y elevan el perfildel autismo, colocándolo en la lista de causas porlas que vale la pena luchar. Y lo cierto es que lamayoría de las veces no se escriben con la idea deque puedan convertirse en un recurso útil. Cadaautista muestra la afección de un modo particular(tan diferentes entre sí como las huellas dactila-res); cuanto más heterodoxo sea el tratamiento

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para un niño, menos probable es que pueda servirde ayuda a otro (al mío, por ejemplo).Una cuarta categoría de libros sobre autismo

es la «autobiografía del autista», escrita porpersonas con algún tipo de autismo, la másfamosa de las cuales es Pensar con imágenes, deTemple Grandin. Sin duda, estos libros suelen serreveladores, pero casi por definición son obras deadultos que ya han encontrado su camino y queno pueden ayudarme en lo que más necesito:comprender por qué mi hijo de tres años segolpeaba la cabeza contra el suelo, o por quéagitaba los dedos a toda velocidad frente a susojos, o por qué tenía tanta sensibilidad en la pielque no podía sentarse ni tumbarse en la cama, opor qué lloraba desconsoladamente durantecuarenta y cinco minutos cuando el DVD dePingu estaba tan estropeado que ya no se podíareproducir. Todo lo que leí me aportó teorías,puntos de vista, anécdotas y suposiciones sobretodos estos desafíos, pero, al no encontrar losmotivos o razones de lo que vivía, no podía hacerotra cosa que quedarme mirando, impotente.Un día mi esposa recibió un libro curioso que

había pedido que le mandaran desde Japón: La ra-zón por la que salto. Su autor, Naoki Higashida,nació en 1992. Aún estaba cursando secundariacuando se publicó el libro. El autismo de Naoki eslo suficientemente grave como para que lacomunicación oral con él sea casi imposible, in-cluso actualmente. Pero, gracias a una ambiciosa

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profesora y a su propia persistencia, aprendió adeletrear las palabras directamente sobre una ta-bla de letras. Una tabla de letras japonesa es unacuadrícula con los cuarenta símbolos básicos delhiragana japonés, y el equivalente en una lenguaoccidental es una copia del teclado QWERTY, dibu-jado en un cartón y plastificado. Naoki se comu-nica señalando las letras de estas tablas y dele-treando así las palabras, que luego un colaboradortranscribe. Estas palabras forman frases, párrafosy libros enteros. A los lados de estas tablas hay«extras»: números, signos de puntuación y laspalabras «Acabado», «Sí» y «No». (Aunque Naokitambién puede escribir y publicar en su blog di-rectamente con el teclado de su ordenador, el re-curso «menos tecnológico» de la tabla de letras leresulta más seguro, ya que ofrece menos distrac-ciones y le ayuda a concentrarse.) Incluso durantela escuela primaria, este método le permitiócomunicarse con otros, y componer poemas yrelatos, pero sus explicaciones sobre los motivospor los que los niños autistas hacían lo que hacíaneran, literalmente, lo que yo llevaba tanto tiempoesperando. El libro, La razón por la que salto,redactado por alguien que aún tenía un pie en lainfancia, y cuyo autismo era al menos tan grave eincapacitante como el de nuestro hijo, fue comouna revelación, un regalo del Cielo. Era como si,por primera vez, nuestro hijo nos hablara de loque pasaba dentro de su cabeza, a través de las pa-labras de Naoki.

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No obstante, su obra hace mucho más queaportar información: ofrece pruebas de que, en elinterior de la mente de un niño autista y aparen-temente impotente, hay una mente tan curiosa,sutil y compleja como la tuya, como la mía, comola de cualquiera. Para el cuidador, que está ahíveinticuatro horas al día y siete días a la semana,resulta demasiado fácil olvidar que la persona porla que estás haciendo todo eso tiene (por fuerza)más recursos que tú en muchos aspectos. Con elpaso de los meses y de los años, el olvido puedeacabar convirtiéndose en incredulidad, y esa faltade fe es la que puede hacer que el cuidador y lapersona que recibe los cuidados se vuelvan nega-tivos. El regalo que nos hace Naoki Higashidaes el de devolvernos la fe, demostrando agudezaintelectual y curiosidad espiritual; con su análisisdel entorno y de su condición; y con su sentidodel humor pícaro y su iniciativa como escritor deficción. No vamos a dar pistas sobre su capacidadcreativa, la encontrarás en el libro que (espero)estás a punto de leer.Por si eso fuera poco, La razón por la que salto

desacredita sin proponérselo el prejuicio másfunesto sobre el autismo: el de que los autistasson unos solitarios antisociales sin capacidad deempatía para con los demás. Naoki Higashida re-pite una y otra vez que no, que valora mucho lacompañía de otras personas. Pero como la comu-nicación resulta tan problemática, los autistastienden a acabar solos en un rincón, y los demás

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lo ven y piensan: «Claro, una señal típica de au-tismo». En cualquier caso, si los autistas fueranajenos a los sentimientos de los demás, ¿cómo po-dría afirmar Naoki que el aspecto más insoporta-ble del autismo es darse cuenta de que hace quelas otras personas se sientan tensas o deprimidas?¿Cómo podría escribir un relato (titulado «Estoyaquí», e incluido al final del libro) con personajesque presentan una amplia gama de emociones ycon una trama que hace saltar las lágrimas? Aligual que cualquiera con capacidad narrativa,Naoki prevé las emociones de su público y lasmanipula. Eso es empatía. La conclusión es quetanto la pobreza emocional como la aversión a lacompañía no son «síntomas» del autismo, sino«consecuencias» de este, de la imposibilidad deexpresarse y de la ignorancia prácticamente totalde la sociedad sobre lo que pasa dentro de la ca-beza de un autista.Adquirir todos estos conocimientos me ha

cambiado la vida y me ha dado una nuevadimensión. Cuando sabes que tu hijo quiere hablarcontigo, cuando sabes que está empapándose desu entorno con la misma atención que tu otrahija no autista, por mucho que parezca que no esasí, tu capacidad de ser paciente, voluntarioso,comprensivo y comunicativo se multiplica pordiez; y también las posibilidades que tienes decontribuir a su desarrollo. No es exagerado decirque La razón por la que salto me ha permitidodar otro igual en la relación con nuestro hijo. El

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texto de Naoki Higashida me ha dado el empujónnecesario para empezar a dejar de compadecermede mí mismo y comenzar a pensar en lo dura quees la vida para mi hijo, y en lo que yo podíahacer para conseguir que lo fuera menos. Lasacciones positivas que engendran nuevas accionespositivas son algo tan maravilloso en este campocomo lo son en cualquier otro: aumentan tusexpectativas sobre el futuro de tu hijo; aumentatu capacidad de resistencia; y tu hijo lo nota… yresponde. Mi esposa empezó a trabajar en unatraducción informal del libro de Naoki al inglés,para que los otros cuidadores y tutores de nuestrohijo pudieran leerlo, al igual que algunos amigosque también tienen hijos autistas, aquí, en esterincón de Irlanda en el que vivimos. Pero despuésde enterarnos a través de grupos de Internet de lafrustración de otras madres japonesas de hijosautistas por la falta de una traducción al inglés,empezamos a preguntarnos si Naoki Higashidano tendría un público mayor. Y el resultado fue latraducción al inglés de La razón por la que salto.El autor no es ningún gurú, y aunque las

respuestas a algunas de las preguntas puedanparecer algo difusas, hay que recordar que solotenía trece años cuando las escribió. Incluso en loscasos en los que puede dar una respuesta corta ydirecta (como a la pregunta «¿Por qué te gustaalinear tus juguetes tan obsesivamente?»), lo quetiene que decirnos vale la pena. Naoki Higashidaha seguido escribiendo, hace aportaciones casi

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diarias a su blog y se ha dado a conocer en los cír-culos de defensa de los afectados por el autismo,al tiempo que aparece regularmente en la ediciónjaponesa de Big Issue. Dice que aspira a llegar aser escritor, pero creo que está claro que ya lo es:un escritor honesto, modesto y con conciencia,que ha superado enormes dificultades y ha conse-guido transmitir al público en general unos cono-cimientos de primera mano desde una mente gra-vemente afectada por el autismo, en un procesoque para él es tan agotador como podría ser paranosotros transportar agua con las manos cruzandoTimes Square o Piccadilly Circus atestadas degente. Los tres caracteres que se usan para escri-bir la palabra «autismo» en japonés significan«uno mismo», «cerrado» y «enfermedad». Miimaginación convierte esos caracteres en unprisionero encerrado y olvidado en una cárcelsolitaria y que espera algo o, simplemente, quealguien se dé cuenta de que está ahí dentro. La ra-zón por la que salto es como un mazazo que abreun boquete en la pared de esa cárcel.

DAVID MITCHELLIrlanda, 2013

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PREFACIO

Cuando era pequeño, ni siquiera sabía que eraun niño con necesidades especiales. ¿Cómo lodescubrí? Cuando los demás empezaron a decirmeque era diferente a los otros, y que eso era unproblema. Y tenían razón. Para mí era muydifícil actuar como una persona normal, eincluso ahora no puedo mantener una conver-sación real. No tengo problemas para leer li-bros en voz alta o cantar, pero, en cuantointento hablar con alguien, las palabras se medesvanecen. Sí, a veces consigo decir unascuantas palabras, ¡pero incluso en ese caso pue-den ser justo las contrarias de las que quierodecir! No puedo reaccionar adecuadamentecuando me dicen que haga algo, y cada vez queme pongo nervioso salgo corriendo de allá dondeesté. Así que incluso una actividad sencilla

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como ir de compras puede convertirse en ungran reto si tengo que hacerla yo solo.Pero ¿por qué no puedo hacer esas cosas?

Durante mis días de frustración, desespero eimpotencia, he tenido ocasión de imaginarmecómo sería la vida si todo el mundo fuera au-tista. Si el autismo fuera considerado simple-mente como un tipo de personalidad, las cosasserían mucho más fáciles, y nosotros seríamosmucho más felices. Es cierto que hay momen-tos malos en los que causamos muchos proble-mas a otras personas, pero lo que realmente de-seamos es mirar hacia un futuro mejor.Gracias al entrenamiento con la señora Su-

zuki, de la Escuela Hagukumi, y a mi madre, heaprendido un método de comunicación a travésde la escritura. Ahora incluso puedo escribircon el ordenador. El problema es que hay unbuen número de niños autistas que no tienenforma de expresarse, y en muchos casos ni suspropios padres tienen idea de qué puedenestar pensando. Así que mi gran esperanza espoder servir de alguna ayuda explicando, a mimanera, lo que pasa dentro de la mente de losautistas. También espero que, leyendo este li-bro, el lector pueda llegar a ser mejor amigo delas personas con autismo.No se puede juzgar a las personas por su as-

pecto. Y cuando conoces el interior de alguien,la distancia con él se reduce muchísimo. Elautismo puede parecerte un lugar profundamente

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misterioso, pero, por favor, dedica un poco detiempo a escuchar lo que tengo que decir.Que tengas un viaje agradable por nuestro

mundo.

NAOKI HIGASHIDAJapón, 2006

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P1¿CÓMO ESCRIBES ESTAS FRASES?

La tabla de letras es un método de comunicaciónno vocal. Puede que pienses que el habla es elúnico modo de mostrar tus planteamientos eintenciones, pero hay otro modo de decir lo quequieres decir sin usar el sistema nervioso bucal.Al principio no podía ni siquiera soñar que pu-diera funcionar, pero ahora soy perfectamentecapaz de expresarme usando únicamente unordenador y una tabla de letras.¡Fue una sensación increíble! No poder hablar

significa ser incapaz de compartir lo que sientesy lo que piensas. Es como ser un muñeco, quepasa toda la vida aislado, sin sueños ni esperan-zas. Por supuesto, tardé mucho hasta poder em-pezar a comunicarme por mí mismo a través dellenguaje escrito, pero aquel primer día, cuandomi madre me cogió la mano con la suya para

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empezar a escribir, nació para mí un nuevo modode relacionarme con los demás.Entonces, para darme una mayor independen-

cia a la hora de comunicarme, mamá inventó latabla de letras. Este método me permite formarlas palabras simplemente señalando las letras, enlugar de tener que escribirlas una por una. Esotambién hace posible que me fije en las palabras,que, de otro modo, se me perderían en cuantointentara pronunciarlas.Mientras aprendía este método hubo mu-

chos momentos en los que me sentí derrotado.Pero por fin llegué a poder señalar las letras pormí mismo. Lo que me mantuvo firme fue laconvicción de que para vivir mi vida como serhumano no hay nada más importante que poderexpresarme. Así que, para mí, la tabla de letrasno solo es un medio para formar frases, sino misistema para hacer llegar a otras personas lo quequiero que entiendan.

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P2¿POR QUÉ HABLÁIS TAN ALTOY TAN RARO LOS AUTISTAS?

A menudo la gente me dice que cuando hablosolo lo hago muy fuerte, aunque, aun así, noconsiga decir lo que quiero decir, y a pesar de queen otras ocasiones la voz me salga muy tenue.Esa es una de las cosas que no puedo controlar, yeso me desanima mucho. ¿Por qué no puedo co-rregirlo?Cuando hablo con voz rara, no lo hago a pro-

pósito. Es cierto que hay veces en las que el so-nido de mi propia voz me resulta reconfortante,cuando uso palabras familiares o frases fáciles depronunciar. Pero la voz que no puedo controlares otra cosa. Sale descontroladamente, pero noporque yo quiera; es más bien como un reflejo.Pero ¿un reflejo en respuesta a qué? A lo que

acabo de ver, en algunos casos, o a algún recuerdo

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antiguo. Cuando me sale esa voz rara, me resultacasi imposible contenerla. Y si lo consigo, hastame duele, casi como si me estuviera estrangu-lando yo mismo.Si esa voz rara solo la oyera yo, no pasaría

nada. Pero soy consciente de que a otras personasles molesta. ¿Cuántas veces me han hecho mo-rirme de vergüenza esos extraños sonidos quesalen de mi boca? ¡Yo también quiero ser unapersona agradable, tranquila y callada! Lo quepasa es que, aunque nos manden que cerremos laboca o que estemos callados, no sabemos cómohacerlo. Tengo la sensación de que la voz es como larespiración, que me sale de la boca de forma in-consciente.

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P3¿POR QUÉ REPETÍS LAS MISMASPREGUNTAS UNA Y OTRA VEZ?

Es cierto: siempre hago las mismas preguntas.«¿Qué día es hoy?» o «¿Mañana toca colegio?».Son preguntas sencillas que repito una y otra vez.Y no lo hago porque no comprenda las cosas; dehecho, en el mismo momento en que formulo lapregunta, sé que comprendo.¿Cuál es el motivo? Pues que olvido enseguida

lo que acabo de oír. La verdad es que en el interiorde mi cabeza no hay mucha diferencia entre loque me acaban de decir y lo que he oído hace mu-cho mucho tiempo.Así que sí, entiendo las cosas, pero mi modo

de recordar funciona de una manera diferente al delos demás. Imagino que la memoria de una per-sona normal está dispuesta en forma continua,como una línea. Mi memoria, en cambio, es más

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bien como una piscina llena de puntos. Yo siem-pre estoy «pescando» esos puntos (repitiendoesas preguntas), para poder llegar al recuerdo querepresenta cada punto.Pero nuestra insistencia en hacer siempre las

mismas preguntas tiene otra causa: nos permitejugar con las palabras. No se nos da bien conversary, por mucho que lo intentemos, nunca hablare-mos con la misma soltura que tú. La gran excep-ción son las palabras o las frases que nos resultanfamiliares. Repetirlas resulta muy divertido. Escomo jugar a atrapar la pelota. A diferencia de laspalabras que nos piden que digamos, formularlas preguntas que podemos repetir, y cuya res-puesta ya conocemos, puede ser un placer, basadoen el juego con el sonido y el ritmo.32

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