Por Yinet Jiménez Hernández Fotos: Cortesía de los entrevistados · 2019. 2. 15. · Por Yinet...

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3 Sábado, 16 de febrero de 2019 L AS relaciones intercultu- rales han definido, desde el comienzo, el concepto de cubanía: desde que los primeros españoles «osaran» enamorar a las aboríge- nes caribeñas; desde que el primer negro africano cayese rendido ante la majestuosidad de alguna espa- ñola, católica de pura cepa; desde que los franceses contonearan a las damas habaneras y los chinos inmigrantes legaran ojos rasgados a su prole mulata. Si de idilios hablamos, osadía no les faltó a los haitianos que nunca se marcharon de Cuba, «enamorisquiados» sobre todo en Oriente, donde la pasión y el erotismo queman, dicen. Tampoco tuvieron fuerzas para volver a sus terruños judíos, sirios, libaneses, yucatecos… al sentirse ahogados en un mar de sentimentalismo criollo. Y los romances de colores, multiplicados hasta el infinito, devinieron matrimonios de nú- cleo duro en aquellos años en que Cuba presumía de ser receptora de inmigrantes. Hoy, la globalización —en tér- minos de amor— continúa rega- lando a la isla parejas intercul- turales. La apertura al turismo, las políticas educacionales de intercambio, los programas de colaboración entre profesionales, el acceso a Internet, han posibilita- do que nuestro país sea nido para ciudadanos de los más variados confines. Entonces, la madeja cul- tural se enreda más y más... Antropológicamente, en todas las culturas las personas suelen vincularse con miembros de sus propios grupos. La elección de una pareja extranjera no consti- tuye regla, sino excepción, lo cual, en ocasiones, se interpreta como transgresión violenta a los ideales familiares, sociales y patrióticos. En esa complicada perspectiva se- xual existen nacionalidades que se atraen, como el más poderoso imán; otras, sin embargo, se repelen. Tener una pareja culturalmen- te distante se asume como un reto atractivo e, incluso, excitante. No obstante, la riqueza de una rela- ción híbrida se ensombrece por el fracaso de la alteridad, explicada como la capacidad humana para naturalizar las diferencias. Enton- ces, muchos sujetos sufren el duelo entablado por el «romanticismo» y la hegemonía de la cultura que representan. YO DE AQUÍ Y TÚ DE ALLÁ «Cuando conocí a mi novio y supe que era del Medio Oriente, morí. Hice hasta lo imposible por evadirlo», comenta Sara, joven en- trevistada, quien prefiere conversar con Vanguardia bajo pseudónimo. Cuenta que en el comienzo de la rela- ción se dejó influir por las opiniones que se manejan en Cuba sobre los musulmanes, mas luego del paso del tiempo, la empatía se impuso. Mirar con nuestros ojos nos hace juzgar a los otros, los que vienen de afuera. Sin embargo, ¿qué sucede si esos «extraños» nos juzgan a nosotros, los que estamos dentro? Cuando Nicte Rubí Mar- cado, mexicana del Distrito Fede- ral, comenzó su noviazgo con Erlys Almaguer García, se enfrentaba a una gran barrera: la reputación, la fama que carga en sus hombros el cubano. Los estereotipos resultan cons- trucciones sociales egocéntricas, que pretenden situar cada cultura en el ombligo del mundo. «Ustedes los (as) cubanos (as) son …»; «qué manía la de los (as) mexicanos/pakistaníes/ rusos/canadienses...», constituyen los reproches más comunes y peli- grosos motivos de desencuentros. Por ello, crear una relación sa- ludable demanda de actitudes que sitúen el respeto, la negociación y flexibilidad como bases. Dicha conclusión puede sonar muy ob- via; sin embargo, los terapeutas de pareja constatan la dificultad para la comprensión mutua por los de- nominados «errores de atribución», malinterpretaciones surgidas a raíz de los diferentes códigos culturales para exteriorizar sentimientos —por ejemplo: mirar directamente a los ojos puede ser bien una señal de respeto o de irreverencia. Nicte Rubí, que suma cinco años de relación, nunca imaginó que la «cubanía» fuera a causarles incon- venientes: «A veces se dirigía a mí con un “pssss”, un “oye” o formas bruscas. Yo insistía en que decir “por favor” u otra forma de cortesía, ayudaba a entendernos. Después comprendí que no lo hacía por mal, sino por costumbre de su país». Pero cualquier obstáculo pue- de ser sorteado con dos que se quieran. Yihad Awad Richi, el sirio, tras 18 años de unión con su esposa Duani Bustillo Pentón, explica que «el reto fundamental de toda relación amorosa radica en entenderse bien. No significa que todo sea armonía: uno odia tanto como ama, pero son momentos pasajeros. «Me acuerdo cuando mi mamá nos decía que el matrimonio es como el juego de la soga, cuando uno ve que están halando de un traspasa diametralmente la rea- lidad de la pareja. Por ello, Sara creyó que convertirse a la religión musulmana sería la manera más certera de consolidar su relación. «Nunca hablamos abiertamen- te de que yo debía insertarme en la comunidad islámica. Sin embargo, comencé a estudiar sus doctrinas por decisión personal, porque los postulados de esa fe me llenaban espiritualmente. Luego de esto, comenzamos a entendernos mejor, sobre todo en el Ramadán, mes de ayuno durante el cual nos abste- nemos de saciar la sed, el hambre y el deseo sexual antes de que se ponga el Sol». Y aunque la religión juega un papel que pudiera definir la ruptura o la continuidad del noviazgo, «la educación familiar es la que define tu postura. Si te han educado de manera correcta, con principios, uno se da cuenta de que todos los seres humanos pueden entenderse. Si te han cria- do con fanatismo religioso, con una línea roja que tú no puedes Amor, ¡de donde vengas! Por Yinet Jiménez Hernández Fotos: Cortesía de los entrevistados PAREJAS MIXTAS: AMAR A SABIENDAS Presionados por la familia. Juzgados socioculturalmente por personas ortodoxas y tradicio- nalistas. Muchas parejas inter- culturales se han sometido a las inquisiciones de sus tiempos por amar a la mujer o al hombre del lugar «equivocado». «Si andas con un extranjero eres buscavida», «a la gente de “afuera” no se les mira con los ojos del corazón, sino con la lógica del bolsillo», entre otros mitos, se instauran en el ideario cubano —de una gran mayoría— como ley abso- luta. Tanto es así que a una de nues- tras entrevistadas, en sus últimas vacaciones, le negaron la estadía en un hostal, cuando le llamaron por el eufemismo de «mujer fácil». «A pesar de la opinión pública, no tengo miedo del futuro. Nuestra relación no fue impuesta por cul- tura ni por compromiso ni deber. Fue algo que elegimos conscien- temente», explica confiada Sara, quien disfruta con su esposo más de ocho años de relación. Por su parte, las familias pue- den fortalecer los vínculos o rom- perlos de una vez y por todas. Sara añade que «nadie imagina cómo influye la decisión de los padres en sus hijos en los códigos asiáticos: un no es un NO. Su mayor temor es que sus descendientes pierdan el sistema de valores y, por evitarlo, hacen cualquier cosa». Asimismo, las familias cuba- nas temen a la transculturación, a la vestimenta, al qué dirán de su hija(o) en las calles, al cómo adaptarse a estilos de vida exó- ticos, a la lejanía de la pareja que potencia temores asociados a la infidelidad y el libertinaje. Mas, ¿cómo ser juez y parte sin herir sentimientos entre las relaciones amorosa y familiar? Yihad cuenta que «al principio, cuando vivíamos en Siria, serví de traductor entre mi esposa y mi familia. Cuando había contra- dicciones buscaba las palabras precisas para tratar de acercarlos y limar desavenencias. Llegó el momento en que ambas partes se unieron en mi contra, en el buen sentido de la palabra. Mi esposa y mi hermana se ponían de acuerdo, como amigas, y mi propia familia me aconsejaba que la apoyara, por- que estaba alejada de su cultura y debía sentirse mal». A fin de cuentas, como diría Martí, «el mundo es un templo hermoso donde caben en paz los hombres todos de la tierra». A estas alturas, en pleno siglo xxi, cuando estamos quizás a pun- to de conocer algún «extraterres- tre», aún hay quienes se ahogan en un mar de incógnitas, mientras corre el tiempo de amarse en calma. Entonces, ¿podremos ven- cer a los fantasmas culturales, lingüísticos y religiosos que nos persiguen? ¿Lograremos que las convenciones no corten las alas a la libertad de amarte, amor, de donde vengas? Yihad Awad Richi, el sirio, y Duani Bustillo Pentón llevan 18 años de relación. Sus fru- tos más hermosos, Yinan y Yasmín, llevan en sus genes la comunión de dos culturas muy distantes. Erlys Almaguer García considera que la distancia de Nicte Rubí Marcado fue el reto más difícil al comienzo del noviazgo. lado, el otro debe aflojar. No im- porta la idiosincrasia si la pareja comprende que ambos son seres humanos y que cada uno tiene su manera de pensar, y su modo de ver la vida». El modo de ver la vida: he ahí un punto medular del asunto, que sobrepasar, jamás valorarás que lo más importante son las buenas relaciones con la gente, el buen trato, el amor. La religión islámica crea lazos de paz, no separacio- nes», argumenta Yihad, quien hoy disfruta de sus dos hijas, nacidas en Cuba.

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Page 1: Por Yinet Jiménez Hernández Fotos: Cortesía de los entrevistados · 2019. 2. 15. · Por Yinet Jiménez Hernández Fotos: Cortesía de los entrevistados PAREJAS MIXTAS: AMAR A

3Sábado, 16 de febrero de 2019

LAS relaciones intercultu-rales han defi nido, desde el

comienzo, el concepto de cubanía: desde que los primeros españoles «osaran» enamorar a las aboríge-nes caribeñas; desde que el primer negro africano cayese rendido ante la majestuosidad de alguna espa-ñola, católica de pura cepa; desde que los franceses contonearan a las damas habaneras y los chinos inmigrantes legaran ojos rasgados a su prole mulata.

Si de idilios hablamos, osadía no les faltó a los haitianos que nunca se marcharon de Cuba, «enamorisquiados» sobre todo en Oriente, donde la pasión y el erotismo queman, dicen. Tampoco tuvieron fuerzas para volver a sus terruños judíos, sirios, libaneses, yucatecos… al sentirse ahogados en un mar de sentimentalismo criollo. Y los romances de colores, multiplicados hasta el infinito, devinieron matrimonios de nú-cleo duro en aquellos años en que Cuba presumía de ser receptora de inmigrantes.

Hoy, la globalización —en tér-minos de amor— continúa rega-lando a la isla parejas intercul-turales. La apertura al turismo, las políticas educacionales de intercambio, los programas de colaboración entre profesionales, el acceso a Internet, han posibilita-do que nuestro país sea nido para ciudadanos de los más variados confi nes. Entonces, la madeja cul-tural se enreda más y más...

Antropológicamente, en todas las culturas las personas suelen vincularse con miembros de sus propios grupos. La elección de una pareja extranjera no consti-tuye regla, sino excepción, lo cual, en ocasiones, se interpreta como transgresión violenta a los ideales familiares, sociales y patrióticos. En esa complicada perspectiva se-xual existen nacionalidades que se atraen, como el más poderoso imán; otras, sin embargo, se repelen.

Tener una pareja culturalmen-te distante se asume como un reto atractivo e, incluso, excitante. No obstante, la riqueza de una rela-ción híbrida se ensombrece por el fracaso de la alteridad, explicada como la capacidad humana para naturalizar las diferencias. Enton-ces, muchos sujetos sufren el duelo

entablado por el «romanticismo» y la hegemonía de la cultura que representan.

YO DE AQUÍ Y TÚ DE ALLÁ

«Cuando conocí a mi novio y supe que era del Medio Oriente, morí. Hice hasta lo imposible por evadirlo», comenta Sara, joven en-trevistada, quien prefi ere conversar con Vanguardia bajo pseudónimo. Cuenta que en el comienzo de la rela-ción se dejó infl uir por las opiniones que se manejan en Cuba sobre los musulmanes, mas luego del paso del tiempo, la empatía se impuso.

Mirar con nuestros ojos nos hace juzgar a los otros, los que vienen de afuera. Sin embargo, ¿qué sucede si esos «extraños» nos juzgan a nosotros, los que estamos dentro? Cuando Nicte Rubí Mar-cado, mexicana del Distrito Fede-ral, comenzó su noviazgo con Erlys Almaguer García, se enfrentaba a una gran barrera: la reputación, la fama que carga en sus hombros el cubano.

Los estereotipos resultan cons-trucciones sociales egocéntricas, que pretenden situar cada cultura en el ombligo del mundo. «Ustedes los (as) cubanos (as) son …»; «qué manía la de los (as) mexicanos/pakistaníes/rusos/canadienses...», constituyen los reproches más comunes y peli-grosos motivos de desencuentros.

Por ello, crear una relación sa-ludable demanda de actitudes que sitúen el respeto, la negociación y flexibilidad como bases. Dicha conclusión puede sonar muy ob-via; sin embargo, los terapeutas de pareja constatan la difi cultad para la comprensión mutua por los de-nominados «errores de atribución», malinterpretaciones surgidas a raíz de los diferentes códigos culturales para exteriorizar sentimientos —por ejemplo: mirar directamente a los ojos puede ser bien una señal de respeto o de irreverencia.

Nicte Rubí, que suma cinco años de relación, nunca imaginó que la «cubanía» fuera a causarles incon-venientes: «A veces se dirigía a mí con un “pssss”, un “oye” o formas bruscas. Yo insistía en que decir “por favor” u otra forma de cortesía, ayudaba a entendernos. Después comprendí que no lo hacía por mal, sino por costumbre de su país».

Pero cualquier obstáculo pue-de ser sorteado con dos que se quieran. Yihad Awad Richi, el sirio, tras 18 años de unión con su esposa Duani Bustillo Pentón, explica que «el reto fundamental de toda relación amorosa radica en entenderse bien. No signifi ca que todo sea armonía: uno odia tanto como ama, pero son momentos pasajeros.

«Me acuerdo cuando mi mamá nos decía que el matrimonio es como el juego de la soga, cuando uno ve que están halando de un

traspasa diametralmente la rea-lidad de la pareja. Por ello, Sara creyó que convertirse a la religión musulmana sería la manera más certera de consolidar su relación.

«Nunca hablamos abiertamen-te de que yo debía insertarme en la comunidad islámica. Sin embargo, comencé a estudiar sus doctrinas por decisión personal, porque los postulados de esa fe me llenaban espiritualmente. Luego de esto, comenzamos a entendernos mejor, sobre todo en el Ramadán, mes de ayuno durante el cual nos abste-nemos de saciar la sed, el hambre y el deseo sexual antes de que se ponga el Sol».

Y aunque la religión juega un papel que pudiera definir la ruptura o la continuidad del noviazgo, «la educación familiar es la que defi ne tu postura. Si te han educado de manera correcta, con principios, uno se da cuenta de que todos los seres humanos pueden entenderse. Si te han cria-do con fanatismo religioso, con una línea roja que tú no puedes

Amor, ¡de donde vengas!Por Yinet Jiménez Hernández Fotos: Cortesía de los entrevistados

PAREJAS MIXTAS: AMAR A SABIENDAS

Presionados por la familia. Juzgados socioculturalmente por personas ortodoxas y tradicio-nalistas. Muchas parejas inter-culturales se han sometido a las inquisiciones de sus tiempos por amar a la mujer o al hombre del lugar «equivocado».

«Si andas con un extranjero eres buscavida», «a la gente de “afuera” no se les mira con los ojos del corazón, sino con la lógica del bolsillo», entre otros mitos, se instauran en el ideario cubano —de una gran mayoría— como ley abso-luta. Tanto es así que a una de nues-tras entrevistadas, en sus últimas vacaciones, le negaron la estadía en un hostal, cuando le llamaron por el eufemismo de «mujer fácil».

«A pesar de la opinión pública, no tengo miedo del futuro. Nuestra relación no fue impuesta por cul-tura ni por compromiso ni deber. Fue algo que elegimos conscien-temente», explica confi ada Sara, quien disfruta con su esposo más de ocho años de relación.

Por su parte, las familias pue-den fortalecer los vínculos o rom-perlos de una vez y por todas. Sara añade que «nadie imagina cómo infl uye la decisión de los padres en sus hijos en los códigos asiáticos: un no es un NO. Su mayor temor es que sus descendientes pierdan el sistema de valores y, por evitarlo, hacen cualquier cosa».

Asimismo, las familias cuba-nas temen a la transculturación, a la vestimenta, al qué dirán de su hija(o) en las calles, al cómo adaptarse a estilos de vida exó-ticos, a la lejanía de la pareja que potencia temores asociados a la infi delidad y el libertinaje. Mas, ¿cómo ser juez y parte sin herir sentimientos entre las relaciones amorosa y familiar?

Yihad cuenta que «al principio, cuando vivíamos en Siria, serví de traductor entre mi esposa y mi familia. Cuando había contra-dicciones buscaba las palabras precisas para tratar de acercarlos y limar desavenencias. Llegó el momento en que ambas partes se unieron en mi contra, en el buen sentido de la palabra. Mi esposa y mi hermana se ponían de acuerdo, como amigas, y mi propia familia me aconsejaba que la apoyara, por-que estaba alejada de su cultura y debía sentirse mal».

A fi n de cuentas, como diría Martí, «el mundo es un templo hermoso donde caben en paz los hombres todos de la tierra».

A estas alturas, en pleno siglo xxi, cuando estamos quizás a pun-to de conocer algún «extraterres-tre», aún hay quienes se ahogan en un mar de incógnitas, mientras corre el tiempo de amarse en calma.

Entonces, ¿podremos ven-cer a los fantasmas culturales, lingüísticos y religiosos que nos persiguen? ¿Lograremos que las convenciones no corten las alas a la libertad de amarte, amor, de donde vengas?

Yihad Awad Richi, el sirio, y Duani Bustillo Pentón llevan 18 años de relación. Sus fru-tos más hermosos, Yinan y Yasmín, llevan en sus genes la comunión de dos culturas muy distantes.

Erlys Almaguer García considera que la distancia de Nicte Rubí Marcado fue el reto más difícil al comienzo del noviazgo.

lado, el otro debe afl ojar. No im-porta la idiosincrasia si la pareja comprende que ambos son seres humanos y que cada uno tiene su manera de pensar, y su modo de ver la vida».

El modo de ver la vida: he ahí un punto medular del asunto, que

sobrepasar, jamás valorarás que lo más importante son las buenas relaciones con la gente, el buen trato, el amor. La religión islámica crea lazos de paz, no separacio-nes», argumenta Yihad, quien hoy disfruta de sus dos hijas, nacidas en Cuba.