Porter, construir la paz

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Construir la paz. La experiencia y el papel de las mujeres en perspectiva

internacional, de Elisabeth Porter

Miriam Bouiali Brines

Elisabeth Porter ha publicado diversos trabajos sobre

ética –tanto feminista como internacional–, mujeres,

política, seguridad y construcción de la paz, entre

muchos otros temas. Además de investigadora, también

es profesora en universidades de Australia e Irlanda,

dirige el Centre for Peace, Conflict and Mediation

(Hawke Research Institute, Universidad de South

Australia), y es miembro de la Liga Internacional de

Mujeres por la Paz y la Libertad1.

En Construir la paz. La experiencia y el papel de las

mujeres en perspectiva internacional, Porter cuenta al

lector en seis capítulos, una introducción y una

conclusión, el papel que juegan las mujeres en la

resolución de los numerosos conflictos que han tenido

lugar en el contexto internacional reciente, así como

otros aspectos que les atañen en todo lo referente a la construcción de la paz y procesos

transicionales. Todo esto, por medio de ejemplos reales y ayudándose de numerosas citas de

otros autores e investigadores, teniendo en cuenta también la gran cantidad de textos

jurídicos que en los últimos años se han ido creando en relación a la inclusión de la mujer en la

resolución de conflictos.

En la introducción, Porter explica las partes en las que se divide el libro, y deja entrever

algunas de las ideas fundamentales de su texto. Por un lado, afirma que no todas las mujeres

son pacifistas, ya que en determinados conflictos algunas también son combatientes en una de

las partes de la guerra2. Por otro lado, la investigadora afirma que “universalmente [las

mujeres] son el principal soporte de las relaciones, de las familias y de las comunidades”, y

“desempeñan papeles cruciales en la construcción de la paz, a menudo de manera muy

informal y extraoficial”. Esto último lo pueden realizar como activistas por la paz, mediadoras,

educadoras e instructoras, y/o cooperantes, trazando puentes entre las partes del conflicto.3

1 Porter, E. (2012), Construir la paz. La experiencia y el papel de las mujeres en perspectiva internacional, Edicions Bellaterra, Bellaterra. Prólogo de Carmen Magallón, pp. 9-15 2 Porter, E. (2012), Construir la paz. La experiencia y el papel de las mujeres en perspectiva internacional, Edicions Bellaterra, Bellaterra, p. 27 3 Subíd., p.28

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En definitiva, son las mujeres “las que empiezan a recomponer el tejido de la vida después de

un conflicto”, afirma Porter citando una integrante de KwaZulu Community Services4.

La investigadora también afirma que las mujeres son víctimas de numerosas atrocidades en las

guerras, pero hay que evitar la tendencia que únicamente las victimiza. En su opinión, es

necesario fomentar que las voces femeninas pasen al escenario oficial en la resolución de los

conflictos y mostrar la capacidad que ellas tienen para construir la paz, y de este modo

contribuir a un mayor reconocimiento del papel de las mujeres, y que éste no sea tan solo

informal5. En palabras de Porter, en esta obra más que centrarse en las mujeres como

víctimas de la guerra, ha querido presentar “ejemplos de la capacidad de las mujeres y de la

fuerza de su contribución como promotoras de la paz”.6

En el primer capítulo, Porter se centra en la labor de las instituciones internacionales en

cuanto al papel de la mujer, sobre todo en las medidas que ha impulsado o ha llevado a cabo la

ONU. El capítulo está repleto de referencias y citas a varios documentos y personalidades

relevantes, tanto de la ONU como de investigadoras en este ámbito.

A lo largo del siglo XX tuvieron lugar muchas convenciones y comisiones que, básicamente,

empezaban a propugnar la eliminación de la discriminación contra las mujeres, y el respeto a

sus derechos. Cabe destacar la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), ya

que fue la mayor organizada por la ONU, de donde surgieron la Declaración de Beijing y la

Plataforma de acción de Beijing (PAB), que fijaron una agenda para el empoderamiento de las

mujeres y fueron muy importantes para concienciar sobre la discriminación que estas sufren7.

Con estos, y otros documentos y reuniones, fue creciendo la conciencia de que la violencia

contra las mujeres y las niñas es contraria al respeto de los Derechos Humanos, y de cómo los

conflictos les afectan. No obstante, Porter narra que esta concienciación no se ha visto

reflejada en una mayor participación de las mujeres en los procesos de paz8, tal y como afirma

la resolución aprobada por la Asamblea General (2000, S-23), en la que se puede leer que el

papel de las mujeres en el ámbito nacional e internacional de adopción de decisiones “no ha

cambiado significativamente”9.

Para las mujeres también es importante la Resolución 1325 que aprobó el Consejo de

Seguridad de la ONU en 2001. Este documento está inspirado en resoluciones y convenciones

previas, pero otorga a las mujeres un novedoso alto grado de implicación en las medidas de

4 Subíd., p.29 5 Subíd., p.31 6 Subíd., p.33 7 Subíd., pp.45-46 8 Subíd., p.47 9 Subíd., p.49

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construcción de la paz10, que no se ha tenido en cuenta en los conflictos. Asimismo, también es

importante la entrada en vigor del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en el que

se tipifican la violencia sexual y de género como crímenes de guerra y crímenes contra la

humanidad11 .

En este capítulo Porter también habla de la necesidad de que las mujeres se sientan incluidas

en las mesas de negociación de la paz, lo que contribuiría a su seguridad12, ya que ellas, al

formar parte de la sociedad, se ven afectadas por los acuerdos que se tomen, que serían más

justos si se incluyen sus puntos de vista13.

El segundo capítulo está centrado en el dualismo y la ética feminista. En palabras de Porter, “la

exclusión es una causa fundamental de la inseguridad y la violencia”14, y añade que siempre

está presente en los conflictos violentos. El dualismo se basa en recalcar la idea del “nosotros”

contra “ellos”, lo que se ha visto muy claramente en los discursos políticos tras el 11-S: a pesar

de que la mayoría de musulmanes forma parte de las sociedades occidentales sin ningún

problema, ciertos políticos empraron conceptos relacionados con la religión para definir los

actos terroristas, fomentando esta mentalidad dualista15. El dualismo es dañino, según la

escritora, porque crea un clima de enfrentamiento que no deja lugar al debate ni al

conocimiento de las diferencias. Además, desde algunas sociedades, como las occidentales,

pueden adoptar una “suficiencia arrogante”16.

Por otra parte, la profesora explica la ética feminista, que se basa en la diversidad de las

mujeres y sus experiencias, y cuestiona la visión masculina de los conceptos de construcción

de la paz y seguridad17. Según Porter, “la ética feminista ofrece un marco para derribar

perspectivas dualistas”, y propone como soluciones a ellas la humildad (estar abiertos a

aprender de “los otros”), la apertura (considerar las ideas de “los otros”), el diálogo (para

escuchar la voz del “otro”), y la reconciliación entre grupos hasta ese momento enfrentados.

Esta ética se preocupa por la igualdad y la imparcialidad, por tanto, busca soluciones18.

El tercer capítulo se titula “Reconocimiento e inclusión”, y en él se puede leer la importancia

de la inclusión y la no discriminación para prevenir o finalizar conflictos. En muchas ocasiones

10 Subíd., p.55 11 Subíd., p.60 12 Subíd., p.90 13 Subíd., pp.92-93 14 Subíd., p.99 15Subíd., p.104 16 Subíd., p.103 17 Subíd., p.121 18 Subíd., p.134

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sentimientos de rivalidad y antagonismo son la chispa que enciende los conflictos19 —por

ejemplo cuando se silencia o no se atiende a las mujeres u otros grupos marginados, y se

socaba su dignidad. El reconocimiento, el respeto y la inclusión de las identidades son, según

Porter, cruciales para minimizar y suprimir las respuestas violentas20. Según la autora, también

es “crucial” la identidad para reconocerse a uno mismo y tener sentimiento de pertenencia.

Estas identidades se refuerzan cuando se sienten amenazadas, y cuando chocan provocan

conflictos violentos, formando un círculo vicioso21.

En Construir la paz se puede leer que es menos probable que una sociedad inclusiva acabe en

conflicto22. Prestar atención a las diferencias constituye una parte importante de la política

inclusiva. Sin esta atención, las mujeres (y otros grupos) son excluidos y marginados23. Porter

apoya la idea de tolerancia, pero entendida como respeto mutuo24. Y es que, la convivencia

implica coexistir con individuos, grupos y naciones-estado diferentes, y es labor de los

constructores de la paz evitar la confrontación de estos grupos y buscar compromisos que les

permitan vivir juntos25. Para que esto sea posible, hay que crear unas coaliciones que tengan

como centro los intereses comunes y compartidos, que diferirán en cada coalición. Y esto se

consigue mediante la escucha y el diálogo26, lo que se traduce en una política inclusiva, que

acepta las diferencias entre y dentro las comunidades, y crea espacios intermedios para el

diálogo27.

Cuando Porter habla de inclusión, también se refiere a las mujeres. Por ejemplo, podemos leer

que el reconocimiento inclusivo “es primordial cuando dirigimos el debate hacia la inclusión

de las mujeres en todas las fases de los procesos de paz”28. Según Porter, “lo que impide que

las mujeres se integren plenamente en la política, la toma de decisiones y las negociaciones de

paz son factores similares en todo el mundo: las restricciones culturales a la actividad de las

mujeres, las altas tasas de analfabetismo, la pobreza y la impotencia de no saber por dónde

comenzar”29. Además, otro problema que atañe a las mujeres es que estas se consideran

inferiores en la sociedad y lo ven natural, como resultado de tradiciones culturales que se

perpetúan30. Además, la inclusión de las mujeres es vital porque son más o menos la mitad de

19 Subíd., p.142 20 Subíd., p.145 21 Subíd., p.147 22 Subíd., p.154 23 Subíd., p.156 24 Subíd., p.158 25Subíd., p. 161 26 Subíd., p.167 27 Subíd., p.169 28 Subíd., p.187 29 Subíd., p.193 30 Subíd., p.150

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cada comunidad, socialmente se les asigna autoridad moral31, y son las que se ocupan

principalmente de la familia, por lo que si ellas sufren, sufren también las personas de su

alrededor, además las mujeres son educadas para promover las relaciones y evitar la violencia,

cuestiona el sexismo32

En este capítulo también podemos leer que las mujeres han sido víctimas en algunos casos

extremos de conflictos sobre la identidad, en los que la violencia sexual hacia las mujeres es

concebida como un ataque al grupo al que pertenecen33. En mi opinión, en estos casos ellas

son víctimas dobles: por “el enemigo” que les agrede, y por su propia comunidad, que las

margina si se declaran víctimas de una violación ya que esto se considera deshonroso.

En la cuarta parte del libro se puede leer sobre la justicia y la compasión. Para Porter es muy

importante la manera en la que se afronta el pasado para la construcción de la paz; es

necesario que se cree un espacio en el que aflore la verdad, y donde reconciliación y justicia

estén unidas. No puede haber paz duradera si no hay justicia; es necesario un reconocimiento

público de las víctimas, y revelar la verdad para que quede registrada de forma fiel34. En esta

línea, la investigadora afirma que el reconocimiento de la injusticia, la desigualdad, y la

denegación de derechos “es algo crucial, un primer paso para restablecer la dignidad perdida”,

y explica que hay muchos obstáculos que impiden que la mujer aspire a la justicia: la falta de

recursos para la búsqueda de vías legales, la incapacidad para dejar la familia, la intimidación

del sistema judicial, la vergüenza y la estigmatización. Además, otra idea que cabe destacar es

que la desigualdad “es una forma de injusticia que no respeta la diversidad humana”, y que se

asocia a la inseguridad35.

Asimismo, también es importante en este proceso la política de la compasión, —sentimiento

de compartir el dolor y la angustia de personas que no conocemos, más allá de la simple

empatía—, que se centra en la idea de que todos formamos parte de la humanidad y somos

igual de vulnerables al sufrimiento. En palabras de Porter, “[l]a compasión presupone nuestra

humanidad compartida y es una respuesta emocional y práctica a la particularidad del

sufrimiento (…) implica sentir dolor, empatizar con las necesidades ajenas y el sufrimiento

compartido (…)”; además añade que la persona compasiva “trata de identificarse de forma

31 Subíd., p.171 32 Subíd., p.155 33 Subíd., p.149 34 Subíd., p.204 35 Subíd., p.212

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imaginativa con el que sufre a fin de comprender su punto de vista y lo que podría aliviar su

dolor”36

Otro punto importante es la justicia restauradora, que desplaza el acento del pasado y el daño

a la necesidad de avanzar y el restablecimiento de las relaciones: arreglar las cosas mediante el

reconocimiento de las necesidades de las víctimas y la responsabilidad de sus actos por parte

del agresor37

En este capítulo se explica lo ocurrido en Ruanda. El Tribunal Penal Internacional creado para

el genocidio de Ruanda por primera vez castigó la violación “como un acto de genocidio

destinado a destruir a un grupo determinado (…)”. Con este hecho, la Corte Penal

Internacional marcó una nueva época en la justicia y la responsabilidad internacional para las

mujeres. Más adelante, el Estatuto de Roma de la CPI incorporó la violencia sexual a su

definición de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, la cual incluye a su vez la

violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado y la esterilización

forzada”38

Por otra parte, en el quinto capítulo Porter explica que la justicia transicional tiene que actuar

frente a la violación de los Derechos Humanos y el sufrimiento, y garantizar que se rindan

cuentas por esto39. “Aunque no podamos cambiar el pasado, sí podemos elegir cómo lo

recordamos, hablamos de él y lo afrontamos”40, afirma la autora, quien también explica la idea

de retribución, ya que un primer paso para empezar la reconstrucción es reconocer que una

persona se ha visto afectada por lo que otra ha provocado41. Con este objetivo deben crearse

espacios públicos en los que puedan contarse las historias, aceptando el dolor que la narración

provoca, para que sea reconocido y se restablezca la dignidad de las víctimas42. Para avanzar es

importante que la verdad salga a la luz, así como la creación de diferentes comisiones que se

dediquen a tareas concretas, como la investigación, a pesar de que, hasta ahora, la mayoría de

ellas no han señalado a los malhechores43.

El sexto y último capítulo está dedicado a la reconciliación, concebida como una liberación44,

necesaria para acabar con el antagonismo, y “requerida allí donde el miedo, la ira, el

36 Subíd., pp.195-200 37 Subíd., p.235 38 Subíd., p.216 39 Subíd., p.241 40 Subíd., p.242 41 Subíd., p.249 42 Subíd., p.267 43 Subíd., p.253 44 Subíd., p.313

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resentimiento y el odio se han acumulado hasta el punto de deteriorar gravemente las

relaciones”45.

Y es que, después de los crímenes de guerra y contra la humanidad, las diferentes partes son

incapaces de encontrar vías para trabajar juntas de manera efectiva. De hecho, la

reconciliación tiene límites y es probable que a veces no se produzca46; sólo quienes han

sufrido el daño pueden establecer los límites del perdón, que tiene un margen muy estrecho47.

Para que esto sea posible, los actores políticos deben hacer frente a su culpabilidad, y las

victimas dejar de lado la venganza48, abrazando las diferencias, entre otras cosas.

Como conclusión, Elisabeth Porter expone que se ha avanzado mucho en materia de paz con

justicia, y seguridad para las mujeres, como resultado de una mayor comprensión de la

necesidad de la igualdad de género, y avanzando hacia el empoderamiento de la mujer. En

esto, la Resolución 1325 tiene un papel destacado, ya que en ella aparecen formuladas

cuestiones de género, y se impulsa un aumento de representatividad de la mujer en distintos

ámbitos. No obstante, en opinión de Porter, aún queda mucho por hacer ya que “las mujeres

siguen estando alarmantemente ausentes o marginadas en las mesas de negociación, en la

toma de decisiones, en los altos puestos de responsabilidad y en el poder judicial”·49

En cuanto a los procesos de paz, la autora afirma que “llevan su tiempo, pues se trata de una

construcción gradual de relaciones a través de la confianza, la narración de historias, las

experiencias compartidas, el acuerdo o el desacuerdo amistoso con respecto a determinados

objetivos”, y para que sea duradera, “la construcción de la paz debe incluir a hombres y

mujeres procedentes de todos los ámbitos de la vida”50.

El de Elisabeth Porter es un libro en el que, en sus más de 300 páginas, se narra cómo pueden

actuar las mujeres en el ámbito internacional para ser escuchadas y cómo pueden contribuir a

la paz. Además, en cada capítulo se pueden encontrar ejemplos reales de conflictos de países

tan dispares como Timor Oriental, Afganistán, Ruanda, Sudáfrica, Palestina e Israel, Irlanda del

Norte, ex Yugoslavia, Argelia, Islas Fiyi, Islas Salomón, Nicaragua, y Argelia, entre otros. En

definitiva, un extenso repaso al papel de las mujeres en el ámbito internacional.

45 Subíd., p.283 46 Subíd., p.285 47 Subíd., p.301 48 Subíd., pp.304-311 49 Subíd., p.347 50 Subíd., pp.350-351